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viernes, 15 de febrero de 2013

¿Qué está pasando en España?

Cada vez más gente, dentro y fuera de nuestro país, se pregunta sorprendida qué está sucediendo aquí, y es natural. Hemos pasado de crear más empleo que nadie en Europa a tener casi seis millones de parados, de nadar en la abundancia a una recesión aguda, de tener superávit presupuestario a una deuda galopante, y de alardear de sistema financiero a tener que rescatarlo por la puerta de atrás. Y, además de todo ello, de una alternancia política más o menos ordenada entre dos partidos a una desafección creciente que amenaza con poner a ambos a los pies de los caballos en las próximas elecciones, por culpa de su traición al electorado y por su constante vinculación con casos vergonzosos de corrupción.

Es muy ingenuo creer que todo ello es solo el efecto de una crisis financiera importada. Es mucho más: los partidos que gobiernan se pasan por el arco del triunfo las promesas electorales, los principios que consagra la Constitución son papel mojado, la Jefatura de Estado se ve envuelta en escándalos más propios de rufianes que de monarcas, la gente no confía en los jueces, la policía apalea a los que protestan por la corrupción y protege a quienes defienden a los corruptos, los banqueros se forran con el dinero de las familias humildes que pierden sus viviendas y se llenan los bolsillos del dinero público que sus voceros niegan a quienes ellos han arruinado. Se encarcela a ladrones de tres al cuarto y se indulta a los financieros y delincuentes de cuello blanco.

No vivimos una crisis puntual o de alternancia. Lo que a mi juicio está ocurriendo es que se viene abajo sin remedio el edificio de la transición postfranquista.

En contra de lo que se quiere hacer creer, la dictadura no fue solo un gobierno de un militar algo autoritario sino un régimen de terror en el que los grupos oligárquicos que dominaban las finanzas y los grandes capitales usaban el poder político para obtener beneficios extraordinarios. Un sistema que permitió hacerse ricos, muy ricos, a quienes lograban estar cerca del poder, afianzando lo que más tarde se ha llamado el capitalismo de amiguetes. Lógicamente, todos esos grupos procuraron que la muerte del dictador solo fuese, en todo caso, el fin de un régimen político y no el del entramado económico y financiero constituido en los años de dictadura.

Por eso no fue fácil el equilibrio entre las clases dominantes y las que luchaban por la democracia y la libertad. Ni los grupos oligárquicos procedentes del franquismo estaban en condiciones de imponer sus condiciones (aunque lo intentaron tratando de dejar fuera de la nueva institucionalidad al PCE y a otros grupos a la izquierda del PSOE) ni las clases trabajadoras tenían poder suficiente como para lograr una democratización efectiva de los aparatos del Estado y, por tanto, la auténtica ruptura con el fascismo. Pero la influencia alemana y estadounidense, la actitud acomodaticia del PSOE, el temor reverencial de la clase política procedente del franquismo a los nuevos tiempos que llegaban y el papel casi arbitral concedido a los nacionalismos de derechas periféricos para anular el contrapeso de la izquierda más transformadora que hubiera podido ser decisivo, lograron cuadrar el círculo.

El sistema ha funcionado así durante años, sin perjuicio de sufrir las tensiones lógicas y los vaivenes derivados no solo de la tensión entre los principales partidos sino también de la que igualmente existe entre las diferentes corrientes internas de cada uno de ellos.

Pero la aparente estabilidad política institucional no ha podido evitar que poco a poco hayan ido apareciendo innumerables vías de agua que iban demoliendo sigilosamente el edificio. El incremento de la desigualdad, la pérdida de peso del gasto social, el debilitamiento de la ya de por sí frágil estructura democrática de las instituciones de representación, de gobierno y de control, una serie ininterrumpida de escándalos derivados del reparto del botín en que en tantas veces se ha convertido la acción de gobierno, el bienestar insuficiente y la democracia incompleta, en expresión del profesor Vicenç Navarro, han terminado por minar el afecto de la ciudadanía a los dos grandes partidos.

La traición del anterior gobierno socialista a sus principios, al deseo de sus electores y militantes y su incapacidad no ya para resolver la crisis sino para mostrar la mínima credibilidad que requiere la acción de gobierno comenzaron a colmar el vaso. Y más tarde, casi las mismas razones, aunque quizá ahora de modo aún más acelerado, llevan al Partido Popular a una situación de desafección igualmente generalizada en medio de un escándalo político casi sin precedentes.

Lo que está pasando en España es simplemente que ese edificio se viene abajo.
No puede mantenerse ya sin dejar al descubierto los intereses que realmente hay detrás de él y la servidumbre y putrefacción tan gigantesca que afecta a gran parte de los dirigentes que nos gobiernan, alternándose cada cierto tiempo y mostrando uno detrás de otro, ante una población cada vez más asqueada, su continua vinculación con casos de corrupción.

Lo singular es que al caerse el edificio hipoteca también a otros partidos, que es verdad que han sido en gran medida ajenos al negocio que han tenido entre manos los dos grandes y los nacionalistas gobernantes en Cataluña y País Vasco, pero que, quieran o no, transitan por la misma vía que ellos. Por eso ni UPyD ni incluso Izquierda Unida registran un incremento en la estimación de voto que pueda considerarse decisivo a la hora de generar, en el marco institucional actual, una nueva gobernabilidad.

La conclusión es obvia. No hay solución posible dentro del espacio político que marcaron los pactos de la transición. Ya no es posible disimular por más tiempo que no fue un diseño modélico, como tantas veces se ha querido hacer ver, sino un reparto de poder e influencia que a la postre dejaba las manos libres a los grandes grupos empresariales y financieros y cuyo gran poder político ha hecho estallar, ¡oh paradoja!, el propio sistema que los privilegiaba. La avaricia de los mismos banqueros que para salvar sus privilegios monitorizaron el diseño del régimen de la transición lo han hecho saltar por los aires al generar, en su beneficio, una burbuja insostenible y una deuda desbocada.

La estrategia ahora teledirigida contra Mariano Rajoy y su equipo es la toma de posiciones de una buena parte de estos últimos grupos que ya no se sienten convenientemente representados por ellos. Si el PSOE tuvo que oír que "no nos representan" de la boca del 15-M, Rajoy escucha ahora lo mismo, aunque no solo desde las calles sino también desde grupos que posiblemente nunca pensó que iban a defenestrarle.

Cualquier intento de darle solución a los problemas de España manteniendo la actual institucionalidad, creyendo de nuevo que el PP y el PSOE se lo van a guisar y comer todo, es infructuoso -como empiezan a mostrar las encuestas-, y solo puede conseguir retardar la salida a la crisis multipolar en la que estamos.

Cualesquiera que sean las medidas que hubiera que tomar para resolver de verdad los problemas que en este momento tiene España hay una cosa fuera de duda: necesitan el apoyo de una gran mayoría social, del 60 o 70 por ciento de la sociedad para ponerlas en marcha. Y para ello no basta con que un partido tenga mayoría absoluta. Una y otra cosa, como está demostrando el PP, son muy distintas.

Y si el apoyo que se necesita para tomar esas medidas y para que éstas sean efectivas es tan grande, en estos momentos es imposible que las adopten exclusivamente el PP y el PSOE. O incluso éstos dos con el apoyo de otros grupos minoritarios o de los nacionalismos periféricos.

Para que cualquier tipo de medida pueda tener semejante apoyo, debe responder a principios éticos y políticos transversales, comunes a personas de un espectro social muy amplio, que respondan a intereses de muchos grupos sociales. No pueden ser definidas, por tanto, en términos de derechas e izquierdas, porque ninguno de éstos es capaz de unir en torno a sí a una mayoría social tan grande como la que se precisa. Y si ese tipo de mayoría social no se puede conformar mirando a derecha o a izquierda, solo se puede constituir contemplando el arriba y el abajo. Solo esto es lo que permite unir hoy día a la inmensa mayoría de la sociedad en torno a una serie de valores, de principios y medidas que me atrevo a decir que se asumen de forma generalizada, que han pisoteado, sobre todo en sus últimos años de hegemonía, el PP y el PSOE, y que ya ni siquiera los garantiza la actual Constitución: la lucha transparente contra la corrupción, la democracia real, el ejercicio efectivo de la libertad y de los derechos sociales que no solo no se conquistan sino que comienzan a perderse uno tras otro.

La única salida que tiene España es articular una nueva mayoría social y moral. Es la hora de poner sobre la mesa propuestas concretas para una nueva gobernabilidad y para afrontar con decisión los problemas económicos porque éstos van a empezar a pasar pronto una factura quizá impagable. Fuente: Juan Torres López. Público.es

jueves, 17 de enero de 2013

Causas estructurales y respuestas alternativas a la crisis

Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, "deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables" e imaginó al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad. Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos.
JUAN GOYTISOLO

Para poder dar respuestas eficaces a las crisis entiendo que es fundamental partir de un diagnóstico lo más acertado posible de sus causas, no solo de las más inmediatas sino de las estructurales, es decir, de las que tienen relación con los procesos socioeconómicos más profundos, con las variables enraizadas en lo más hondo de las relaciones económicas y que, precisamente por eso, suelen quedar más ocultas al análisis que se necesita para poner en marcha las soluciones políticas.

En mi opinión, y como he tratado de demostrar en otros trabajos [1] , lo que viene siendo habitual en el tipo de análisis dominante sobre la crisis es que se pase por alto una serie de circunstancias que a mi juicio son precisamente las determinantes de lo que ha ocurrido y, por tanto, fundamentales para poder acertar con el tratamiento que realmente permita superar sus efectos más negativos para la inmensa mayoría de la población.

Por ello, me gustaría dedicar mi intervención a señalar diez aspectos que me parecen esenciales en relación con los problemas que viene sufriendo la economía española en el contexto de la crisis internacional en el que nos desenvolvemos.

1. La actual crisis no es la crisis, como generalmente nos referimos a la crisis. En realidad es una crisis más, de otras muchas, y eso me parece que es muy importante que lo tengamos en cuenta.

El hecho de que desde los años setenta hasta aquí haya habido alrededor de 130 crisis, perturbaciones graves o situaciones de stress financiero refleja que esta en la que estamos forma parte de una etapa en la que la inestabilidad financiera es casi un estado habitual. Algo particularmente relevante si se compara con lo sucedido en los treinta años anteriores en los que prácticamente no hubo crisis financieras de ningún tipo.

El hecho de que fases temporales tan extensas tengas propiedades y manifestaciones financieras tan diferentes obliga a considerar las circunstancias en que cada una de ellas se desarrolló porque éstas no pueden ser ajenas al hecho de que o no se produzcan crisis financieras o que se multipliquen como auténticas pandemias.

Como acaba de poner de relieve Alan M. Taylor en un trabajo reciente [2] , las diferencias entre el periodo comprendido entre 1945 y mediados de los años setenta y entre éstos años y la actualidad son muy significativas y si las ponemos de relieve podremos deducir, por tanto, cuáles son las circunstancias que están asociadas a la multiplicación de las crisis financieras o incluso a su propia existencia.

En el primer periodo hubo una gran disciplina del sector bancario, control de los movimientos de capital, estricta regulación doméstica, bajo crecimiento del crédito, muy poca innovación financiera y, asociado a todo ello, mayor ahorro, alta inversión y tasas de crecimiento de la actividad económica más elevadas. Justo lo contrario de lo que ha ocurrido desde los años setenta a la actualidad, cuando se ha relajado la disciplina en grado extremo, cuando hay plena libertad de movimientos de capital, una innovación financiera constante orientada a la especulación y, como consecuencia de ello, una derivación permanente del ahorro hacia la esfera de las finanzas puramente especulativas que desfavorecen el crecimiento de la actividad productiva.

Por tanto, sabemos que esta crisis no es una excepción ni un hecho aislado sino una manifestación más de los males que produce un determinado régimen financiero bajo la desregulación y liberalización. Y, en consecuencia, sabemos, pues, que es esto mismo lo que se debería evitar si queremos que las crisis dejen de producirse.

2. Si bien esta crisis es un episodio más de la pandemia que sufrimos desde los años setenta, sí es cierto, sin embargo, que es especialmente destacable y singular por su magnitud y extensión, rasgos que no creo que sea necesario documentar ahora pues son bien sabidos los efectos tan dramáticos que ha tenido sobre el conjunto de la economía mundial.

En realidad, esta mayor dimensión es la consecuencia de que se exacerban día a día dos grandes circunstancias que están en la base de la crisis y a las que a menudo no se concede el lugar principal que tienen. La primera es el extraordinario incremento de la desigualdad que, desde cualquier punto de vista que se considere, alcanza hoy día los niveles más altos desde la Gran Depresión [3] . La segunda es el desorbitado aumento de la deuda asociada a la expansión de la actividad especulativa y a la innovación financiera constantemente alimentada por la banca [4] .

La desigualdad es el motor que alimenta y da fuerza a los flujos de capital especulativo que desestabilizan constantemente los mercados y que, al mismo tiempo, debilitan la actividad productiva. Por eso, como ha señalado, es la variable clave sobre la que habría que actuar para poder cambiar de rumbo a la economía internacional y, más concretamente, para poder erradicar la dinámica de crisis recurrentes en la que se inserta la que estamos viviendo.

Por su lado, el incremento de la deuda se ha convertido ya en una bomba de relojería que no solo ha dado a esta crisis la dimensión tan extraordinaria que ha alcanzado, sino que amenaza con detonar en otros ámbitos (deuda soberana, crisis alimentaria, quiebras bancarias de momento disimuladas con artimañas contables, creación constante de burbujas...) produciendo nuevos episodios de crisis.

Y en este sentido no se puede olvidar que el origen de este incremento constante de la deuda no es otro que el privilegio de creación de dinero que tiene la banca privada gracias al sistema de reservas fraccionarias, de modo que sin limitar o ponerle fin será inevitable que sigamos sufriendo nuevos episodios de crisis, o que la salida de la actual sea prácticamente imposible si entendemos por salir de ella el alejar con seguridad un nuevo ramalazo de perturbaciones financieras.

3. Como ya he anticipado, las circunstancias que actuaron como detonador directo de la actual crisis (la difusión de hipotecas sub prime y la posterior quiebra del sistema bancario que suscribió y difundió sus derivados) es el resultado de la desregulación, de la falta de disciplina y de vigilancia por parte de los supervisores, de la complicidad de ciertos poderes públicos con los intereses de la banca privada internacional, o del fundamentalismo con que se ha gestionado la política financiera [5] . Por tanto, resultará también imposible salir de la crisis y evitar otras próximas, sucesivas e incluso lógicamente de mayor envergadura, si no se establece un nuevo tipo de regulación financiera, mucho más severa, disciplinada, represiva y autónoma respecto a los intereses privados, tanto de los bancos, grandes fondos de inversión y empresas multinacionales como de las agencias de calificación y, en general, de los grandes polos de poder económico que en los últimos treinta y cinco años se han erigido en las referencias que establecen lo que se puede hacer o no en los mercados financieros.

La falta de pasos decisivos en este campo, dadas las servidumbres indisimuladas de los gobiernos respecto a los grandes poderes financieros, impiden que se recobre el sistema financiero mundial, de modo que existiendo una abundancia impresionante de capital financiero no hay financiación, sin embargo, para las empresas y la actividad productiva, porque los recursos se derivan constantemente hacia la especulación, lo que materialmente impide la recuperación y la salida de la crisis.

Las reformas financieras que se han propuesto han sido tímidas y apenas si se han llevado a la práctica porque se han dilatado tanto los plazos y las exigencias que, en la práctica, no han tenido efecto alguno de cara a resolver los problemas de financiación que aún siguen padeciendo las economías.

4. Las políticas que los gobiernos han tomado frente a la crisis han sido insuficientes, inicialmente, y en algún caso, como especialmente en Europa, totalmente contrarias a lo que puede permitir que se recupere el ingreso, la actividad y el empleo.

La política de salvar a la banca considerando que los bancos afectados eran demasiado grandes para caer ha provocado un gasto ingente de recursos, una mayor concentración financiera y a la postre, como acabo de señalar, que ni siquiera se haya resuelto el problema bancario que dio lugar a la crisis. En su lugar, la inmensa mayoría de los bancos siguen siendo bancos verdaderamente zombies, cuya verdadera situación solo se disimula gracias a estratagemas y mentiras contables consentidas por los gobiernos en beneficio en su único beneficio.

Los primeros planes de estímulo permitieron evitar una verdadera debacle pero finalizaron antes de tiempo, consumieron menos recursos de los necesarios y los aplicaron a actividades que simplemente lograron mantener cierto nivel de empleo pero sin ser capaces de modificar la lógica o el modelo productivo, de combatir la desigualdad o de proporcionar las bases para un nuevo uso más equilibrado y sostenible de los recursos.

Para colmo, el contumaz fundamentalismo con que se están aplicando en Europa las llamadas políticas de austeridad (realmente, solo encaminadas a que Alemania pueda asegurar la mayor cantidad posible de retornos en la deuda que los bancos de la periferia tienen con los suyos) está provocando una nueva recesión en el seno de la Unión Monetaria, algo inevitable cuando a todos los países de la eurozona se les impone una estrategia deflacionista que mengua los ingresos de todos ello y, por tanto, su capacidad de contribuir al sostenimiento cooperativo de los demás mercados, que es la base que puede hacer exitosa una zona monetaria auténtica.

Sin un cambio radical de orientación, sin poner en marcha un autentico plan de estímulo de las economías, basado no solo en la acumulación de mayor cantidad de recursos sino en el cambio del modelo productivo imperante en la UE y en el seno de sus naciones integrantes, será igualmente imposible modificar la tónica nuevamente recesiva en la que nos encontramos y encaminarnos a una salida efectiva de la crisis.

5. A los problemas de caída de la actividad y desempleo que produjeron en casi todo el mundo la falta de financiación a empresas y consumidores y la caída subsiguiente de la demanda, se siguió en la mayoría de los países otro igualmente grave provocado por el incremento vertiginoso de la deuda soberana de los estados, como consecuencia, al mismo tiempo, de la caída de los ingresos públicos y del aumento del gasto público.

Pero hay que tener en cuenta que los problemas de prima de riesgo que algunos países, como España, están sufriendo no tienen que ver tanto con la magnitud de la deuda (la de España sería aún llevadera incluso con el volumen que tiene en estos momentos) sino con la presión especulativa que hizo subir artificialmente los intereses con los que se ha financiado.

Y, sobre todo, hay que considerar otras dos circunstancias que igualmente se están soslayando a la hora de hacer frente a este problema de deuda.

La primera, que el problema principal no radica en la deuda pública sino en la privada, que es la que realmente resulta impagable, no ya en las condiciones de falta de actividad e ingreso actuales sino en las que previsiblemente se darán en el futuro. ...

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Artículo de Juan Torres López.

domingo, 30 de diciembre de 2012

A la patronal se le ve el plumero

La detención del anterior presidente de la patronal española, acusado ahora de blanqueo de dinero, alzamiento de bienes e insolvencia punible y tras una larga serie de escándalos empresariales protagonizados incluso bajo su mandato, es un buen motivo para reflexionar sobre el papel que los empresarios y sus dirigentes patronales desempeñan en nuestra sociedad. En cualquiera que sea el sistema económico con el que uno se identifique (capitalismo, socialismo, comunismo...) la empresa tiene una función esencial. Entendida como la organización que se dedica a la producción de bienes y servicios no tiene sustituto posible en la inmensa mayor parte de los casos que conocemos, bien sea poniéndolos a disposición del mercado, del estado, de la colectividad por cualquier otro medio, o de alguna autoridad central. Es verdad que no es la única forma de obtenerlos pero sí que resulta prácticamente insustituible a poco que los procesos de producción se hagan algo complejos. Sin embargo, la ignorancia y el papanatismo ideológico que tanto abundan han generado una confusión muy habitual que ha hecho que la empresa, y por ende la figura del empresario (o empresaria, porque creo que cuando se habla de empresas es cada vez más necesario subrayar el papel de las mujeres) sea muy mal comprendida y mucho peor apreciada. Tantos los izquierdistas de salón como los defensores fundamentalistas del capitalismo suelen identificar erróneamente a los empresarios con los capitalistas y más concretamente con el tipo de capitalismo que impera en cada época o en cada economía. Un error manifiesto porque es obvio que puede haber empresas en donde la propiedad no sea la privada o incluso empresas puramente capitalistas en donde los valores o la forma de gestión de los recursos predominantes no esté guiada exclusivamente por la avaricia o el afán de lucro. Una confusión aciaga y que tiene mucha más trascendencia de la que pudiera parecer cuando la difunden personas de gran influencia pública. Para crear riqueza y empleo y para proporcionar ingresos y satisfacción a los seres humanos son imprescindibles las empresas y puede ocurrir que nada de eso se consiga en la medida necesaria si unos las rechazan porque ven en ellas a su enemigo capitalista y si, al mismo tiempo, otros entienden que lo único que hay que hacer para fomentarlas es fortalecer el capitalismo y, en particular, un tipo de empresa capitalista (jerárquica, social y ambientalmente irresponsable, empobrecedora, o ineficiente por muy rentable que sea) con el que es muy difícil que la inmensa mayoría de la sociedad se sienta identificada. Lo primero le pasa a muchos sindicalistas y líderes políticos de izquierdas, que no se dan cuenta de que entre los empresarios (por ejemplo los que ahora están realmente al borde del abismo por culpa de los bancos y de las grandes empresas) pueden tener a muchos aliados, o que si se dedicaran a promover la creación de empresas de otro tipo (cooperativas, sociedades laborales, autogestionadas, etc.) avanzarían mucho más aceleradamente hacia la sociedad alternativa a la que aspiran. Lo segundo es lo que creo que le viene pasando a la patronal española en los últimos años. Ha estado y está dominada por personas cuya trayectoria no ha sido precisamente la que podría servir a la sociedad como referencia de la excelencia, el riesgo y el buen hacer productivo de un empresario ejemplar. Y no me refiero solo a sus presidentes sino a los más de 35.000 liberados (por cierto, casi 8,5 veces más de los que tienen los sindicatos) que mantienen las diferentes organizaciones patronales. El caso de Gerardo Díaz Ferrán es una muestra paradigmática de ello. Es decir, de que la patronal española refleja a un tipo carpetovetónico de empresario que tiene muy poco que ver con el que de verdad crea riqueza y con el que sería necesario promover para lograr que en nuestro país nos liberásemos alguna vez de la mentalidad dependiente y del terrible "¡que inventen ellos!". Ferrán y tantos otros empresarios instalados en la cúpula del poder empresarial, son en realidad buscadores de rentas que defienden el mercado cuando hablan ante los micrófonos pero que solo saben ganar dinero aliándose con la clase política más corrupta y que solo compiten a la hora de dar comisiones. Son los que piden austeridad a los demás pero que inflan las cuentas del Estado cuando se quedan con contratos públicos gracias a los políticos a los que han comprado. Son los que dicen que los servicios públicos son insostenibles mientras se llevan a espuertas el dinero que han ganado a costa de su militancia política a paraísos fiscales para no pagar impuestos. Los líderes de la patronal que no tienen en la boca propuestas distintas a reducir salarios, como Díaz Ferrán, son en realidad enterradores de empresas y no verdaderos líderes empresariales. Con tal de sacarle las castañas del fuego a las grandes compañías de quienes reciben votos, favores y dinero a mansalva, vienen defendiendo políticas económicas que han arruinado a miles de pequeños y medianos empresarios que son los que realmente crean empleo porque la desigualdad a la que dan lugar arruina sus mercados y destruye sus clientelas. ¿Cuándo hemos oído a un dirigente empresarial español reclamar a sus colegas que hay que investigar más, que hay que ser creativos y producir con calidad, que la asunción del riesgo y la innovación es lo que distingue a una buena empresa y no el número de pelotazos conseguido o el número de despidos, y que no basta con bajar sueldos para ser competitivos? Los dirigentes de la patronal española están continuamente diciendo que tiene que haber más empresarios y critican que los jóvenes no quieran serlo. Yo estoy completamente de acuerdo con esa demanda aunque entiendo perfectamente por qué no hay más empresarios y empresarias en España. De hecho, lo hablo a menudo con los jóvenes a quienes enseño en la universidad o con los que trato en otros lugares. A mi juicio hay dos grandes problemas que lo impiden. El primero es que no hay capital suficiente. Los dirigentes de la patronal olvidan a menudo que para que haya empresarios no basta con que existan herederos. Es imprescindible que haya dinero, aunque no sea lo único que hace triunfar un proyecto empresarial, y eso no es lo que se consigue precisamente con las políticas que defienden. Pero también otro tipo de capital muy importante: social, cultural, relacional, también buena educación, formación adecuada, ingenio en el ambiente social. Y resulta que la política que viene defendiendo la patronal española destruye este capital. Se dedica solo a privilegiar el que ya dispone una ínfima parte de la población o a financiar medios de comunicación y centros de estudio como negocio que adocenan, desmotivan y maleducan. Y, como en estos últimos años, a proporcionar dinero fácil a base de especular y de estafarse unos a otros. El segundo problema es también determinante. Mientras que los líderes de la patronal se presenten a la sociedad como cancerberos de la derecha, como escuderos de los proyectos políticos más reaccionarios y conservadores, o mientras sean simples delincuentes, como en el caso de Ferrán, mientras a los líderes de la patronal se les vea tanto el plumero político ¿cómo vamos a pedir que haya más empresarios entre todo tipo de jóvenes o entre personas honestas de todas las tendencias? Juan Torres López. Público.es

Un año de mentiras, de paro y desahucios

No ha tenido que pasar mucho tiempo para que el gobierno de Mariano Rajoy muestre una vez más que el Partido Popular, como ya ocurriera con Aznar, no sabe llegar al poder o mantenerse en él sin mentir constantemente. Lo hizo cuando Rajoy propugnaba medidas en la oposición para criticar a Zapatero que sabía perfectamente que no podría cumplir cuando gobernase. Y no ha dejado de mentir desde que ha llegado a la Moncloa para ocultar los verdaderos motivos de lo que está haciendo.

Como demostramos Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo en nuestro libro Lo que España necesita. Una réplica con propuestas alternativas a la política de recortes del PP (Editorial Deusto, 2012), Rajoy se ha tragado todas sus antiguas propuestas y críticas. En lugar de hacer lo que decía que haría, ha subido impuestos, ha recortado pensiones y servicios públicos esenciales, y lejos de aplicar lo que él llamaba la política "que Dios manda", no ha hecho otra que la que le han mandado hacer los mismos de siempre.

Además, Rajoy y sus ministros han mentido constantemente cuando llamaban de una manera a lo que es otra, y cuando decían perseguir objetivos que es imposible alcanzar con las medidas que ponían en marcha. Han dejado escapar a los evasores fiscales diciendo que luchan contra el fraude y llamando gravamen de activos ocultos a una vergonzosa amnistía fiscal, han subido impuestos diciendo que lo que establecían era un "recargo temporal de la solidaridad", aumentaron el IVA diciendo que no se trataba de subirlo sino de "cambiar la ponderación de los impuestos para favorecer el crecimiento", o imponen copagos diciendo que se trata de aumentar la corresponsabilidad.

Al mismo tiempo, han seguido utilizando una retórica falsa para disimular ante la gente normal y corriente la naturaleza real de lo que vienen haciendo. Han seguido afirmando que eran solo las cajas de ahorros las que tenían problemas para así hundirlas definitivamente y poder entregarles en bandeja a los bancos el mercado que habían ocupado en los últimos años; han proyectado reformas financieras diciendo siempre que las hacían para que volviese a fluir el crédito, cuando era evidente que así no se iba a conseguir porque solo se estaba tratando de proteger aún más a las grandes entidades. Han creado un llamado banco malo pero no para regenerar el sector inmobiliario y poder impulsar otra política de vivienda, sino también para que los contribuyentes paguemos la irresponsable política crediticia de los bancos. Y, por supuesto, han hecho todo ello sin mostrarle claramente a la ciudadanía la factura tremenda que han supuesto todas esas ayudas a los privilegiados. Han hecho una reforma laboral solo para dar más poder al gran empresariado diciendo que se hacía porque así se crearía empleo, cuando era imposible que eso se pudiese conseguir de ese modo, como perfectamente han demostrado los hechos que tratan de silenciar.

El gobierno de Rajoy se empeña en sostener la gran mentira que supone afirmar que realiza una política de austeridad que puede llevar a resolver el problema de la deuda y generar más actividad cuando la realidad es que así solo se consigue debilitar los servicios públicos para facilitar más tarde su privatización. Nada se va a ahorrar con esos recortes. Sabemos a ciencia cierta que provocarán una subsiguiente caída de la actividad que disminuirá aún más los ingresos y que, cuando se privaticen, los servicios serán más caros no solo para los usuarios sino para las administraciones públicas, tal y como ya ha ocurrido en otros países. Ni tampoco se va a conseguir que disminuya la deuda desmantelando las fuentes de generación de ingresos, no ya a medio y largo plazo sino incluso a corto, porque la deuda sube como la espuma por la suma ingente de intereses que van a la banca privada y por la caída de ingresos, y no solo porque haya más gastos corrientes.

En este año de continuas políticas de recortes constantes no solo se han cercenando derechos sociales y personales. Con ellas, a Rajoy le cabe el triste mérito de haber llevado a España a ser la sociedad más desigual de la eurozona, demostrando así que el resultado efectivo de sus políticas no es otro que devolver a los grupos oligárquicos los pocos privilegios conseguidos en el franquismo que habían perdido en la etapa democrática.

Con el incremento tan extraordinario de la desigualdad que se viene produciendo va de la mano una caída en el ingreso y en el consumo de la inmensa mayoría de la sociedad que produce también el debilitamiento constante de la demanda y el mercado interno que alimentan a las pequeñas y medianas empresas que son las que crean la inmensa mayoría del empleo en España. La terrible tragedia es que el gobierno ayuda con docenas de miles de millones de euros a los bancos y grandes empresas que destruyen empleo mientras que destruye las bases para que lo puedan crear las más cercanas al terreno productivo. Ver para creer: el gobierno de extrema derecha de Rajoy y la gran patronal, de la mano a la hora de promover reformas y políticas de austeridad, se han convertido en los grandes destructores de empresas y de capacidad de crear empleo.

Si el gobierno de Rajoy no cambia urgentemente de políticas en la línea que hemos propuestos en otros textos, el paro llegará a niveles desorbitados en los próximos meses y la economía, lejos de recuperarse como dicen sus ministros sin el más mínimo fundamento, se hundirá cada vez más.

Es verdad que la táctica de meter la cabeza debajo del suelo y de engañar a tirios y troyanos de Rajoy al menos ha dado como resultado positivo que España no haya sido intervenida completamente y que solo se haya producido la menos mala vinculada al rescate de la banca. Pero es muy difícil creer que eso será suficiente y que bastará con que Rajoy se siga limitando a dar el esquinazo a Europa, sin enfrentarse decididamente a las imposiciones alemanas que crean más problemas que los que resuelven.

Hace falta más inteligencia y más patriotismo para resolver los problemas económicos que tenemos sobre la mesa. Y muchas menos mentiras, además de mucha más solidaridad y sensibilidad hacia los que sufren en mayor medida los daños de la crisis.

El Partido Popular y el gobierno de Rajoy lleva un año haciendo frente a la crisis con el grito de guerra que una diputada indiscreta proclamó sin disimulo: "¡que se jodan!". Y el momento en el que estamos es el de decidir si creemos que esta es una forma efectiva y ética de salir del agujero en donde estamos o si queremos acabar ya con la traición y la torpeza de nuestros gobernantes.

España tiene que plantearse otros asuntos de fondo de los que el gobierno de Rajoy no quiere oír ni hablar,. Es preciso poner sobre la mesa que no se puede seguir pagando una deuda que es un negocio ilegítimo de una minoría, que hay que acordar otro modo de repartir los costes y los beneficios que se han generado en nuestra economía, y que hay que tener una actitud muy diferente ante el drama que ha ocasionado la conducta irresponsable de los banqueros. Juan Torres. http://juantorreslopez.com/
Fuente: http://juantorreslopez.com/impertinencias/un-ano-de-mentiras-de-paro-y-desahucios/

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡Aquel Tratado de Maastricht!

Es curioso que solo muy poca gente se acuerde ahora del Tratado de Maastricht, cuando es en él donde se encuentra el origen de los problemas que tiene ahora la Unión Europea. A base de muchas mentiras se está haciendo creer a la gente que lo que le sucede a los países que sufren las mayores perturbaciones es que han realizado mucho gasto público social y que eso ha aumentado hasta niveles insoportables el peso de la deuda pública, de donde deducen la exigencia de llevar a cabo políticas de austeridad basadas en el recorte de derechos y prestaciones sociales. La realidad es otra bien distinta: lo que verdaderamente ha hecho que crezca la deuda pública (además del impacto más reciente de la crisis financiera internacional y la subsiguiente caída en los ingresos públicos) no ha sido el incremento del gasto público primario (es decir, el asociado a gastos corrientes o de inversión), sino el dedicado a pagar intereses y la deuda que ha ido siendo necesaria para afrontar la deuda anterior.

Se calcula que los Estados europeos vienen pagando a la Banca privada unos 350.000 millones de euros cada año en concepto de intereses desde que dejaron de ser financiados por sus antiguos Bancos centrales y después por el Banco Central Europeo (Jacques Holbecq y Philippe Derudder, La dette publique, une affaire rentable: A qui profite le systéme?’, Ed. Yves Michel, París, 2009). Esa es, pues, la verdadera losa que ahora lastra a las economías europeas y no en el peso insoportable, como quieren hacer creer, del Estado de Bienestar. No podemos cansarnos de repetir que si los saldos primarios que ha ido teniendo el Estado español desde 1989 se hubieran financiado a un interés del 1% por un Banco central (como es lógico que hubiera sido) el peso de la deuda pública española sería ahora del 14% del PIB y no el 87% actual (Eduardo Garzón Espinosa. Situación de las arcas públicas si el estado español no pagara intereses de deuda pública: http://eduardogarzon.net/?p=328 ). Esa es la demostración palpable de que son los intereses financieros y no el gasto social el verdadero origen de la deuda, que se quiere combatir a base de recortar derechos y democracia.

Y se olvida ahora que fue el artículo 104 del Tratado de Maastricht el que consagró esa prohibición de que los Bancos centrales financiaran a los gobiernos. Una condición completamente absurda desde el punto de vista económico y financiero, que solo beneficia a la Banca privada, que así ha podido hacer un negocio de dimensiones auténticamente astronómicas: es fácil calcular que gracias a ello los Bancos europeos habrán recibido graciosamente alrededor de unos siete billones de euros desde que se ratificó el Tratado de Maastricht en concepto de intereses. Un dinero, además, que en lugar de haberse dedicado a financiar preferentemente el desarrollo productivo europeo ha sido el que ha alimentado la especulación financiera, la formación de burbujas que al estallar se han llevado por delante a economías enteras y las cuentas multimillonarias que los Bancos europeos mantienen en los paraísos fiscales o que dedican a financiar todo tipo de crímenes y delitos, el tráfico de armas, de personas, de droga o la corrupción política.

Para que eso fuese posible, el Tratado también estableció otra medida igualmente carente de fundamento científico: la independencia de los Bancos centrales que, en realidad, simplemente ha sido el procedimiento que permite que actúen con total libertad al servicio de la Banca privada. Prueba de ello es que la gestión de los Bancos centrales desde que son independientes ha sido la menos exitosa de toda su historia, pues en esta época es cuando se ha producido el mayor número de crisis financieras y los episodios más graves de inestabilidad monetaria. Aunque, eso sí, la mayor distribución de renta a favor de los poderosos gracias a la política de tipos de interés y al manejo de la cantidad de dinero circulante.

Con tal de favorecer a la Banca privada, el Tratado de Maastricht es el responsable original de que los Estados europeos estén maniatados a la hora de hacer política económica, cuyo éxito se basa inexcusablemente en la coordinación constante entre sus diferentes responsables y entre sus diferentes manifestaciones e instrumentos. Y de ahí, desde Maastricht, que sean tan impotentes para controlar lo que ahora se nos está viviendo encima.

También fue ese Tratado el que por primera vez estableció reglas igualmente absurdas de convergencia nominal, que el tiempo se ha encargado de demostrar que eran completamente inútiles para conseguir el equilibrio y la armonía que precisa una unión monetaria para funcionar correctamente y sin generar más problemas que los que resuelve. O las de estabilidad presupuestaria, tan infundadas e injustificadas desde el punto de vista científico, que han sido incumplidas en unas 140 ocasiones por los diferentes Estados. Y cuya perversión se demuestra simplemente preguntándonos en qué situación se encontrarían hoy día los países, ahora más avanzados del mundo, si hubieran estado sometidos a esas normas de estabilidad presupuestaria desde hace 100 o 150 años.

Pero el Tratado de Maastricht no solo fue decisivo por la introducción de estas ataduras económicas y privilegios que condenaron a los pueblos de Europa y a sus diferentes naciones a la situación en la que ahora nos encontramos, sino que igualmente lo fue por la forma tan antidemocrática en la que se ratificó, soslayando el debate social sobre este tipo de aspectos esenciales, o mejor dicho, ocultando a los ciudadanos sus consecuencias, e incluso haciendo trampas a la hora de aprobarlo.

Maastricht fue, por eso, la primera y más clara alerta de que los constructores y beneficiarios de la Europa neoliberal que allí se ponía en marcha no necesitaban democracia, sino todo lo contrario y que, por tanto, con el Tratado comenzaba su desmantelamiento real.

El lado positivo de Maastricht es que demuestra el origen ilegítimo que ha tenido la deuda que injustamente se hace recaer sobre los pueblos europeos. Y, por lo tanto, la primera razón para auditarla en toda Europa y repudiarla cuanto antes. Juan Torres López. Sistema Digital

domingo, 11 de noviembre de 2012

Vicenc Navarro y Juan Torres López, hablan en una entrevista de la 2 de tve, sobre la llamada crisis económica y la publicación de su último libro.



El catedrático de Ciencias Políticas de Barcelona Vicenç Navarro y el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres, acaban de publicar el libro: “Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero”.

Y los profesores aportan datos: La burbuja inmobiliaria española se produjo porque la banca privada se aprovechó de ese endeudamiento, y en esa banca destaca (en el estado español) la banca alemana que colocó en los años de la burbuja inmobiliaria 200 mil millones de euros. La banca alemana alimentó la especulación en España. El banco alemán tiene gran influencia en el BCE y por tanto defiende sus intereses. Dice Navarro que el Banco Central Europeo no es un Banco Central público, sino que actúa como el lobby de la banca privada. No compra deuda pública. Presta dinero al 1% a la privada y la privada lo vende a un 6%. Por eso los profesores Navarro y Torres hablan de una deuda ilegítima.

Juan Torres señala que si desde 1989 el BCE hubiera financiado directamente la deuda, hoy la deuda sería del 14% del PIB, la banca privada presionó para que ganar dinero como intermediario a costa la deuda, y en estos momento la deuda es el 90% del PIB español. No es cierto que la deuda sea pública sea el resultado del despilfarro, del tópico “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, ni de los gastos en la sanidad y educación. El problema es el fraude fiscal y los intereses de la deuda. En su libro los profesores Navarro y Torres defienden que la banca y las grandes fortunas son los amos del mundo. Y apuntan como hecho clave la fusión de la banca comercial y la banca de inversión. EN USA había una ley que separaba las 2 actividades. Con Clinton se abolió esa ley. La banca tomó el ahorro en lugar de darlo a actividades productivas, lo dio a actividades especulativas, creció una bola de dinero.

De 1945 a 1970 casi no hubo crisis financiera, porque había controles de capitales, había supervisores. A partir de los años 70 y 80 del siglo XX desaparecen los controles y ha habido más de 100 crisis financieras distintas.
vídeo de la entrevista en la 2 de rtve.

jueves, 25 de octubre de 2012

Hay alternativas al rescate

A la vista de como se está presentando la situación económica en la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la falta de pluralidad que hay en tertulias, informativos y demás fuentes de opinión, es natural que la mayoría de la gente piense que el llamado rescate es inevitable.

El razonamiento con el que están vendiendo su inevitabilidad es elemental: el Estado español ha acumulado una deuda muy grande, los mercados no confían en su capacidad de pago y por eso le imponen unos tipos de interés muy elevados que antes o después harán imposible que España haga frente al vencimiento de los pagos. Por eso no hay más remedio que acudir a un "rescate" en forma de un préstamo o crédito con el que el Estado enjugue sus pagos inminentes y pueda garantizar los venideros.

A pesar de su aparente evidencia, el razonamiento hace aguas por varias partes. Sobre todo, porque la alternativa a la presión de los mercados a cuenta de nuestra deuda no es únicamente que el Estado se cargue con una aún mayor y a cambio de imponerle condiciones draconianas que van a hundir nuestra economía durante años.

Desde luego había otras alternativas antes de que la situación llegase a la degradación actual, como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos, y particularmente en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España , y a las que no me voy a referir en este momento.

Pero también las hay ahora, ya en situación de emergencia.
Para bajar la prima de riesgo no hace falta rescate alguno sino simplemente que el Banco Central Europeo se comporte como una auténtica autoridad monetaria y evite que las presiones especulativas la eleven con el único propósito de obtener beneficios. Ni el nivel de deuda pública española cuando comenzaron las presiones ni incluso el actual (cercano al 90% pero mucho más bajo que el de otros países) justifica por sí mismo la presión de los mercados. Esos niveles (ahora, no lo olvidemos, más altos por la inacción del BCE) están todavía dentro de los que pueden asumirse sin demasiadas complicaciones a poco que se recupere la actividad y el ingreso, que es lo que están impidiendo, precisamente, las políticas europeas y la posición que mantiene el BCE.

Lo que ocurre es que los dirigentes del Banco Central Europeo no actúan para evitar que siga subiendo la prima de riesgo española porque no busca resolver la inestabilidad que eso provoca sobre el euro. Lo que está haciendo en realidad es actuar como manager de los intereses de la banca privada europea que solo trata de asegurarse el cobro de la deuda privada que con ella tienen los bancos de la periferia, y concretamente los españoles.

La presión que sufre España es la excusa que sirve para imponer un rescate que en realidad no es el rescate de España para que haga frente a su deuda soberana, sino para que financie la deuda que los bancos privados tienen con los alemanes y franceses ( 139.191 y 115.261 millones, respectivamente, a comienzos de 2012, que representan el casi el 45% de los 571.519 millones de dólares que deben).

Si de verdad quisiéramos "rescatar" a la economía española lo que se debería hacer no es imponerle una losa de deuda aún mayor, más recortes en el gasto público que se requiere para que las empresas puedan crear empleos y los ciudadanos vivir dignamente, y, en definitiva, frenar aún más la actividad económica que se necesita para crear ingresos, empleo y proporcionar bienestar social.

Lo que habría que hacer serían otras cosas: recuperar inmediatamente la demanda y hacer que las empresas y consumidores dispongan también de inmediato de la financiación que necesitan. Y además, como ya he explicado en otros textos, avanzar para que la actividad que se recupere sea de nuevo tipo, vertebradora y sostenible y que no reproduzca los males que provocaron la situación en la que estamos.

Esos tres objetivos (demanda suficiente, financiación adecuada y cambio de modelo) se podrían conseguir incluso en el muy corto plazo si en lugar de dejarnos llevar por el fundamentalismo neoliberal que nos invade nos dedicásemos a innovar y a concretar las diferentes propuestas alternativas que muchos economistas, personal o colectivamente, están ofreciendo.

Como una muestra más de que estas alternativas al rescate existen, de que son viables y de su efecto mucho más positivo para la economía y la sociedad española, quisiera referirme brevemente a la que acaba de divulgar Antonio Quero, alto funcionario europeo y militante socialista, con muy amplia experiencia política y de gestión (se puede ver con detalle en Bases para un Acuerdo Nacional para la salida de la crisis y la defensa de la soberanía económica).

En resumidas cuentas, su propuesta se basa cuatro ejes principales.

En primer lugar la creación de 3 millones de empleos y 2,5 millones de puestos de formación para jóvenes, principalmente poniendo en marcha un innovador sistema de anticipo subvencionado de contrataciones a las empresas, nuevos sistemas de rotación-sustitución, un fondo de inversiones para la creación y expansión de empresas y planes de eficiencia energética y de empleo juvenil.

En segundo lugar, un estímulo inmediato de la demanda incrementando la renta disponible familiar mediante la rebaja temporal de hipotecas y alquileres al 20% de la renta de las familias con ingresos menores a 3.000 euros mensuales. Una medida que inmediatamente permitiría incrementar la demanda agregada en 48.750 millones en tres años.

En tercer lugar, la generación de 75.000 millones de euros anuales de recursos públicos adicionales mediante una reforma del modelo bancario actual consistente básicamente en separar, por un lado, la captación de depósitos y, por oto, la concesión del crédito. Para ello se crearía inmediatamente una Central de Depósitos que garantizaría la integridad del sistema y haría innecesario cualquier tipo de rescate y que permitiría que inmediatamente comenzase a fluir el crédito a empresas y familias así como financiar sin problemas la deuda del Estado.

Finalmente, se propone blindar la inversión en educación y en I+D+i porque constituye la base imprescindible para mejorar el futuro de nuestra economía y el progreso de nuestra sociedad.

Si a todo ello se añade una reforma fiscal en la línea de la que proponen los técnicos del Ministerio de Hacienda, que permitiría obtener 63.000 millones de euros adicionales al año, el Estado y el conjunto de nuestras empresas y consumidores podrían ir generando de modo inmediato ingresos suficientes para salir de la situación en la que estamos sin necesidad de un rescate traumático, injusto y claramente contrario a los intereses nacionales.

La cuestión es clara: no se aplican medidas alternativas no porque no las haya sino porque se quiere utilizar el rescate para beneficiar a los grupos sociales privilegiados y no al conjunto de la sociedad. Juan Torres López. Sistema Digital

miércoles, 1 de agosto de 2012

Draghi debería ser procesado

Los medios de comunicación han festejado que una sola frase de Draghi (“Haré lo que sea necesario para salvar el euro, y será suficiente”) haya bastado para salvarnos, deteniendo la acelerada subida de la prima de riesgo española.Lo muestran como un todopoderoso dios monetario capaz de paralizar de un solo golpe la furia de los especuladores, la “irresponsabilidad” de los mercados que el Ministro de Economía denunciaba días atrás, cuando sus ataques encarecían la venta de nuestra deuda hasta niveles prohibitivos.
 Y lo es. Es el titular de un poder nuevo, pero de un poder no democrático y que, como este mismo caso demuestra claramente, no se ejerce en beneficio de los pueblos sino infligiéndole un sacrifico tan inhumano como innecesario y cruel. Por eso me parece que lo noticioso no debería ser la acción todopoderosa de Draghi sino que no haya comparecido para explicar por qué no la llevó a cabo antes. Si el Banco Central Europeo, como a nadie le cabe ya la menor duda y como acaba de ser de nuevo demostrado, puede evitar tan fácilmente el sobrecoste artificial que los mercados imponen a nuestra deuda, lo que tendríamos que preguntarnos es la razón del retraso en la acción salvadora, las causas de una omisión tan flagrante del deber de protección y auxilio económico que las instituciones tienen respecto a las economías y a los pueblos que las han creado.
No se trata de un hecho baladí. De una semana a otra se suceden subastas que al ir encareciéndose aumentan en miles de millones de euros la factura que pagan los estados, y si el Banco Central Europeo no hace nada, pudiéndolo hacer, para que no sea más elevada de lo necesario, lo que está provocando es un daño terrible a las naciones, a las personas y a las empresas concretas, a sus patrimonios y a su capacidad de creación de riqueza y empleo. Un daño, además, que se hace solamente en aras de permitir que los inversores se enriquezcan todavía más simplemente apostando en un casino en donde se juega a costa del bienestar y la paz de las naciones.
No es la primera vez que Draghi se ve inmerso en acciones de este tipo, que ocasionan un daño tan evidente y grave a las economías. Fue directivo de Goldman Sachs e inevitablemente corresponsable, si no responsable directo, de los engaños que el todopoderoso banco urdió en Grecia, y parece que también en Italia, para hacer negocio manipulando sus cifras de déficit. Y su presencia está vinculada igualmente a escándalos (que terminaron también beneficiando a Goldman) relacionados con la privatización de empresas públicas en Italia. Sabe bien lo que significa utilizar recursos públicos para beneficiar a los intereses privados.
Pero en este caso estamos hablando de algo mucho peor y más grave... Seguir aquí, Juan Torres López. Público.

miércoles, 25 de julio de 2012

Nos hunden la incompetencia y la mentira

España está en situación límite. Tal y como desean los grandes centros del poder oligárquico europeo, la subida de los tipos a los que se coloca nuestra deuda hará imposible su financiación y así se justificará la intervención global que vienen buscando. El Banco Central Europeo está haciendo el trabajo sucio desde hace meses, dejando que los especuladores se ensañen sin hacer nada para evitarlo, pero no se puede decir que sea el único responsable.
 La verdad es que nuestros gobernantes son igualmente culpables de la situación extrema en la que nos encontramos porque vienen tomando desde hace meses una serie de medidas erróneas que era inevitable que nos llevaran al desastre, como hemos ido anticipando con total precisión los economistas críticos.
 Venimos diciendo que permanecer en el euro sin unión fiscal (auténtica y no solo como un directorio que imponga disciplina presupuestaria), sin que exista un fondo europeo de rescate de los bancos (porque su situación patrimonial no puede resolverse con estrategias nacionales sino con una europea) y sin que el Banco Central Europeo actúe como un verdadero banco central que financie a los estados a bajo coste y que acabe con los especuladores para que la crisis de liquidez no se convierta artificial e innecesariamente en una de solvencia, era y es un suicidio económico, como ya estamos comprobando.
   Hemos dicho por activa y por pasiva que dedicar miles millones a la banca sin conocer exactamente su auténtica situación patrimonial no resolvería nada, como seguimos comprobando después de varias reformas e inyecciones de liquidez.
 También advertimos que optar por la política de fusiones de cajas, que era la estrategia que deseaban los bancos grandes para quedarse finalmente con su mercado, era una barbaridad que solo iba a dejar cadáveres muy costosos en el camino y solo más privilegios para quienes han provocado la situación financiera lamentable en la que nos encontramos, como también hemos podido comprobar ya. Hemos demostrado que la experiencia y la evidencia empírica indican que las políticas de recortes de gasto en fases de crisis son una aberración que ni sirven para salir de ella ni para financiar mejor la deuda, como también se ha comprobado ya.
 Y hemos puesto de manifiesto que, además de ser tremendamente injustos, los recortes de derechos sociales son innecesarios (porque hay otras vías para obtener los recursos que se necesitan) y que crean una situación de emergencia social y de insostenibilidad que solo va a traer conflictos y perturbaciones ciudadanas muy graves, como estamos empezando a vivir.
 Estamos, pues, donde estamos porque nuestros gobernantes han sido unos auténticos incompetentes. No tienen un plan de actuación previsto (como demuestra la improvisación constante), no saben lo que quieren o deben hacer (como indican las constantes idas y venidas), y no tienen la más mínima idea del efecto de las medidas que toman, como pone de manifiesto el que no acierten ni en una sola de sus previsiones.
 Pero, además, los gobernantes del PP son unos mentirosos compulsivos (como Vicenç Navarro, Alberto Garzón y yo hemos demostrado en nuestro libro Lo que España necesita), unos trileros que se creen que pueden engañar a los mercados y a las autoridades europeas a base de hacer las mismas trampas que hacen a su electorado y a todos los españoles. Lo que naturalmente tiene un efecto desastroso sobre las apuestas especulativas de los mercados que les ganan constantemente la partida, como muestra el alza acelerada de la prima de riesgo desde que gobierna Rajoy.
 El gobierno del PP no ha sabido defender los intereses de España en Europa y los ha traicionado al renunciar a enfrentarse a las imposiciones constantes de sus centros de poder. Sus dirigentes creyeron estúpidamente que su sola presencia en el Ejecutivo sería suficiente para dar la vuelta a la situación (“Que caiga España que ya la levantaremos nosotros”, decía Montoro en 2010) y en lugar de sincerarse con la ciudadanía se dedican a justificar su estrepitoso fracaso con el recurso a la herencia de Zapatero, un discurso que ya es sencillamente infame cuando día a día se comprueba que los ayuntamientos o comunidades autónomas en peor situación son las que el PP ha gobernado.
 No pasa un día sin que nos llevemos un sobresalto o contemplemos una señal más de su incompetencia: ayer, la prima de riesgo volvía a desbocarse (como Vicenç Navarro y yo habíamos advertido que iba a suceder después del rescate bancario de junio, que Rajoy y el Rey decían que arreglaba nuestro problema financiero). Y el mismo Ministro de Economía que está constantemente actuando para ganarse la confianza de los mercados denunciaba ayer su “irracionalidad”, como si fuera un extremista antisistema cualquiera.
Hay que exigir que no sigan mintiendo más. Es imprescindible poner fin al engaño electoral y a la incompetencia que nos lleva al desastre. España debe y puede hacerse fuerte. En ninguna ley natural está escrito que el destino de nuestro pueblo tenga que ser el doblegarse a las imposiciones de poderes financieros extranjeros o soportar en silencio los destrozos de un gobierno que traiciona los intereses nacionales. Como también venimos demostrando los economistas alternativos, los técnicos de Hacienda, los movimientos y organizaciones sociales…,
hay medidas de otro tipo y un horizonte diferente que nos permite resolver de otro modo nuestros problemas económicos, aunque es cierto que para ponerlos en marcha se necesita voluntad política y más fuerza social...
 Renunciando a ser libres (como ha reconocido Rajoy en el Congreso) y gobernando en contra de las preferencias de la mayoría de la población, en contra de lo prometido en su programa electoral y a base de decretos, el PP ha suspendido de facto la democracia en España. Y los españoles demócratas de todas las sensibilidades y tendencias tenemos el derecho y la obligación de recuperarla, por dignidad y para evitar la ruina que produce tanta mentira e incompetencia. Juan Torres López. Público, Fuente: http://blogs.publico.es/juantorres/2012/07/24/nos-hunden-la-incompetencia-y-la-mentira/

miércoles, 11 de julio de 2012

Se ríen de España y de los españoles

Leer las páginas económicas o incluso solo las portadas de los medios se está convirtiendo en un ejercicio de puro masoquismo: no hay manera de disimular el ridículo que está haciendo España.
Hace un mes que se aprobó el rescate de la banca española que según Rajoy resolvía el problema de nuestra economía y que mereció una surrealista felicitación del Rey Juan Carlos. En este tiempo ha habido cumbres y varias reuniones de los ministros de Economía pero hasta el momento no se han fijado ni las condiciones concretas, ni qué cantidad exacta se precisa, ni cuándo comenzará a ser efectivo. Se hacen declaraciones contradictorias diciendo un día blanco y otro negro pero siempre se insiste en lo mismo: hay que seguir rebajando gastos y derechos y reduciendo los ingresos de los trabajadores. Lo que era la solución resulta que lo ha empeorado todo y nadie, sin embargo, da cuenta de ello.
Se han reído de nosotros. El objetivo es salvar a la banca alemana, que es lo que de verdad les interesa, pero quieren hacerlo con las máximas garantías y eso obliga a que el rescate sea uno definitivo, directamente sobre la economía española y con la garantía directa del Estado. El de los 100.000 millones para los bancos no era sino una salva porque resulta infumable: nadie puede entender que si es a los bancos a quien hay que rescatar se haga responsable de ello a los ciudadanos en su conjunto. Por eso, para provocar el grande, están dejando que nos precipitemos al abismo, no porque la cuantía de nuestra deuda pública sea excesiva, como dicen, sino porque nos atan de pies y manos y nos empujan ante los inversores. Simplemente haciendo lo que está haciendo el Banco Central Europeo, nada de lo que haría un banco central auténtico, bastará para que seamos intervenidos en poco tiempo y para que nuestra economía sea puesta bajo control directo y permanente de los acreedores alemanes. Queda muy poco tiempo para que las comunidades autónomas se declaren sin liquidez y para que el propio Estado, con tipos en los mercados superiores al 7% u 8%, se reconozca incapaz de hacer frente a sus compromisos de pago. Esa es la secuencia inevitable que producen las medidas que se están tomando.
Si lo que quisieran de verdad fuese salvar a nuestra economía y al euro no harían lo que están haciendo ni nos seguirían obligando a tomar medidas que van a hundir más la demanda, la generación de ingresos, o incluso la posibilidad de que paguemos la deuda que dicen querer que paguemos. Si desearan realmente frenar la presión de los mercados bastaría que el Banco Central Europeo fuese lo que no es, y que se adoptara una estrategia de creación de actividad y empleo para toda Europa en el marco de un pacto global de rentas, pero es que no buscan eso. Quieren que la prima de riesgo siga subiendo para extorsionar más fácilmente y acelerar lo que revestirán como una situación de emergencia que no admita retóricas. Se ríen de nosotros porque lo que van buscando es someter a nuestra economía y no salvarla en un marco de cooperación y unión europeas. 
La última tomadura de pelo de quienes se pasan todo el día diciendo que hay que respetar a los mercados y dejarlos que actúen con plena libertad ha sido salvar una vez más la cara de los bancos permitiendo valorar sus activos a precios “razonables” en el marco de una agencia inmobiliaria sui generis, como ya adelantamos que harían en nuestro libro Lo que España necesita. Es decir, que una vez más se pasan por el forro lo que establecen libremente los mercados que tanto dicen respetar: si el precio razonable no es el que fijan los mercados ¿para qué puñetas sirven? Se ríen de nosotros porque una vez más nos están robando delante de nuestra mismos ojos. 
En España es nuestro propio gobierno quien se ríe de nosotros engañándonos sin piedad.
El Ministro de Economía alaba sin descanso a las autoridades europeas, agradece sus propuestas razonables y jura y perjura que haremos todo lo que sea necesario para contentar a los mercados, porque es lo que más nos conviene. Pero, justo al mismo tiempo, el de Asuntos Exteriores suplica al Banco Central Europeo (donde hemos perdido la influencia que teníamos, aunque tampoco podamos decir que la hayamos utilizado precisamente a nuestro favor) para que intervenga contra los mercados y ponga formes a los especuladores. Un alarde de discurso coherente y de sincera estrategia compartida. El Ministro de Hacienda, que ya ocupa la cartera por segunda vez, reconoce que ha de subir el IVA porque es un incompetente que no sabe hacer que todos paguen lo que tiene que pagar y Cospedal se consolida como la mayor y más desvergonzada demagoga del reino. Ahora carga contra la función pública sin caer en lo que ella tendría que ser la primera en recordar: que en España hay menos trabajadores públicos en relación con la población activa total que en la media de los Quince, que se gasta menos en retribuirlos, que nuestro sector público es bastante más reducido que el de los países más avanzados y competitivos de nuestro entorno, y que esos seres despreciables a los que se refiere y a los que ya está poniendo en la calle son los maestros o los médicos de los hijos de familias que no pueden pagarse servicios privados, por cierto, casi siempre de peor calidad que los públicos a pesar de que disponen de más recursos y de que no asumen todas sus cargas. Y olvidando, sobre todo, que la función pública con la que quieren acabar fue la mejor e imprescindible solución para evitar que las oligarquías de los partidos (de las que ella forma parte) se hicieran dueñas del Estado en perjuicio de la mayoría de la población. 
Pobre España y pobre pueblo español, tan silencioso y obediente. Vibra de patriotismo cuando gana La Roja pero enmudece cuando le roba una potencia extranjera o cuando su gobierno le miente y le traiciona. Juan Torres López. Público.es (Foto; puente Vasco de Gama. Lisboa. Portugal)

lunes, 9 de julio de 2012

¿Qué hacemos en el euro?

El PP y el PSOE han instaurado en España desde hace años la política de los actos de fe. Consiste en aceptar cuestiones muy importante para la vida económica y social porque sí, sin abrir ningún tipo de debate social y sin presentar a la ciudadanía el balance de sus ventajas e inconvenientes para que pueda decidir libremente en función de sus preferencias.

Uno de esos temas es la entrada y, sobre todo, la permanencia en el euro cuando nos está produciendo un daño tan inmenso.

Las ventajas de formar parte de una unión monetaria son indudables y máxime cuando está unida a un proyecto en principio tan atractivo y deseado como el de la unión de las naciones europeas. Pero es evidente que dejan de existir, o de dar un balance claramente positivo, si resulta que el marco institucional y normativo que regula el funcionamiento de la moneda única está mal definido, si sus objetivos no se fijan en beneficio del conjunto sino de una gran potencia que la domina o si sus efectos comienzan a producir un deterioro continuado del nivel de vida de la población.

A mi juicio eso es lo que ha venido ocurriendo pero sin que se haya debatido abiertamente y, por tanto, sin que haya visos de que se le vaya a poner remedio.

Técnicamente, el euro es un proyecto inmaduro y bastante imperfecto por lo que está condenado a producir grandes perturbaciones y quebrantos a la mayor parte de los países que lo conforman, o para ser más exactos, a los grupos más desprotegidos de la población de todos sus países.

Es inmaduro porque no garantiza que las economías que entraron en el merco de la moneda única con mayor retraso puedan ir poniéndose al nivel de las más avanzadas, como prueba el continuo incremento de las desigualdades que han acompañado su trayectoria desde que se creó.

De esa manera, las economías que lo conforman están condenadas a circular a velocidades diferentes y con resultados muy distintos, insertas en una especialización y división del trabajo muy desiguales que dan lugar a un aprovechamiento muy asimétrico de sus beneficios y a una distribución también muy desproporcionada de las cargas que conlleva. Basta ver, por ejemplo, que el déficit exterior de la economía española ha crecido desde que se integró en el euro prácticamente como una imagen refleja del aumento que registraba el superávit alemán. O cómo nuestro endeudamiento se ha convertido en una fuente de rentas multimillonaria para la banca alemana.

El euro responde también a un diseño técnicamente muy imperfecto porque no se quiso dotar de las instituciones y de los mecanismos que son imprescindibles para que pueda funcionar sin problemas una unión monetaria: los que aseguran la coordinación y la plena movilidad de los factores, la disposición de recursos presupuestarios para hacer frente a impactos asimétricos y, sobre todo, un auténtico banco central.

Todas esas carencias son fatales, como estamos comprobando cuando la economía pasa por dificultades. Pero no disponer de un banco central que financie a los gobiernos e impida que los intereses lleguen a ser una carga inasumible para los estados (solo a costa de convertir la financiación en un suculento negocio para la banca privada) es suicida, como desgraciadamente estamos comprobando en estos meses.

Así concebido, el euro está inevitablemente condenado a transmitir perturbaciones constantes a los eslabones más débiles de la cadena que conforman los diferentes países que lo utilizan. Puede llegar a ser cada día más fuerte en relación con otras monedas, pero solo a base de descomponer la cohesión entre sus partes y de fortalecer sus centros de gravedad a base de absorber permanentemente los recursos de las periferias.

Y me parece igualmente evidente que ninguna de esas carencias ha sido accidental sino la consecuencia de haber diseñado el euro con una finalidad política que nadie osó poner en cuestión: limitarse a sustituir al marco alemán, convirtiendo a la nueva moneda única en un remedo con mayor radio de acción.

Las consecuencias han sido muy negativas y en estos momentos, por qué no decirlo claramente, sencillamente catastróficas...

Seguir aquí. Juan Torres, en Sistema Digital.

domingo, 10 de junio de 2012

Rescate: Se consuma el engaño

Primero los gobiernos les crearon las condiciones para que financiaran una burbuja de crédito sin precedentes y con la que han ganado docenas de miles de millones de euros. Dictaron leyes de suelo para que los promotores les pidieran préstamos que financiaran construcciones en todas las esquinas de España, que irían quedándose vacías y sin vender cada vez en mayor número. Aumentaron las facilidades fiscales para promover las ventas y desincentivaron el alquiler y el consumo colectivo de servicios de ocio o residencia.
 Solo de 2000 a 2007, los bancos multiplicaron el crédito total destinado a la actividad productiva por 3,1, el dirigido a la industria por 1,8, el de la construcción por 3,6 y por 9 el dirigido a la actividad inmobiliaria. Y eso que cada vez disponían de menos depósitos para generarlo: en 2000 la banca española recibía 1,43 euros en depósitos por cada euro que concedía a crédito, mientras que en 2007 solo 0,76 euros.
 No contentos con los beneficios que les daba el negocio inmobiliario que condenaba al monocultivo a la economía nacional, impusieron políticas de bajos ingresos y recortes salariales para que las familias y pequeños empresarios vivieran en el filo de la navaja y tuvieran que endeudarse hasta las cejas.
 Pero no contentos con obtener beneficios normales, los bancos utilizaron a sus tasadores para aumentar artificialmente los activos sobre los cuales iban a dar créditos, para así generar más deuda y cobrar comisiones más suculentas y recurrieron a todo tipo de prácticas comerciales predatorias para fomentar el consumo: manejaban a su antojo los índices de referencia, incluían la abusiva cláusula que autoriza al banco a vender el piso en subasta notarial si se produce el impago de la deuda, reclamaban importes elevadísimos por cuentas que creían canceladas, cobraban comisiones leoninas (más que en cualquier otro lugar de Europa) por cualquier cosa, giraban una y otra vez un recibo inatendido por el cliente generando múltiples gastos de reclamación por una misma deuda, embargaban saldos en cuentas corrientes sin respetar lo establecido en la ley... hasta cuatro folios me ocupa el listado de malas prácticas que han recopilado las asociaciones de usuarios, es imposible consignarlas todas aquí. Y eso, por no hablar de las estafas estrella, que han podido suponer un auténtico robo de entre 12.000 y 15.000 millones de euros, si no más, mediante las participaciones preferentes, las cláusulas suelo, etc.
 Mientras sucedía todo esto, las autoridades dejaron hacer, consintieron las tropelías bancarias y permitieron que se inflase la burbuja sin cesar, haciendo oídos sordos a todas las advertencias. El actual Ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, decía en 2003: "no existe una 'burbuja inmobiliaria' (...) el concepto de burbuja inmobiliaria es una especulación de la oposición que habla insensatamente de la economía de ladrillo y olvida que la construcción es un sector fundamental para la economía del país y en el que trabajan cerca de un millón de personas" (El Mundo 2 de octubre de 2003).
Y el más tarde Ministro de Economía, Pedro Solbes, afirmaría que quienes auguraban el riesgo de recesión por esa causa "no saben nada de economía" (El País, 11 de febrero de 2008). Los dirigentes de uno y otro partido negaban lo que hiciera falta, por muy evidente que fuese para el resto de los españoles, con tal de dejar que los banqueros y los grandes empresarios de la construcción literalmente se forraran a costa de todos los españoles.
 El gobernador del Banco de España que había colocado el PP, Caruana, se pasaba por el arco del triunfo la denuncia de sus inspectores que en 2006 le señalaban formalmente que no se hacía nada frente a un endeudamiento creciente y muy peligroso de la banca española. Pero eso sí, no había declaración suya o más tarde de su sucesor, el socialista Férnandez, en la que no reclamasen moderación salarial y recortes de gasto social. Pero gracias a todo ello, los bancos españoles se convirtieron en los más rentables del universo, justo, eso sí, en la misma medida en que situaban a nuestra economía entre las más vulnerables. 

Cuando estalló la burbuja y ya no se iba a poder disimular lo que había pasado, el inmenso negocio que los bancos habían hecho a costa de la deuda, todos consintieron en disimular. Permitieron que los bancos declarasen en balance los activos dañados a precios de adquisición siendo cómplices así de un engaño descomunal que hirió de muerte la credibilidad de nuestra economía porque, por mucho que Zapatero dijese en septiembre de 2008 -como le dictaban Botín y compañía- que el sistema financiero español era "el más sólido del mundo", los inversores y prestamistas internacionales sabían lo que de verdad había hecho la banca española.
 Los dos grandes partidos, a los que se suman los de los nacionalistas de derechas de Cataluña y el País Vasco, colocaron en las cajas de ahorros a sus amigos y militantes y crearon una red de oligarquías provinciales que alentó la especulación, extendió la corrupción y que comenzó a llevar al desastre a la gran mayoría de las entidades, al convertirlas en clones de los bancos privados, sin tener capacidad real ni naturaleza legal para serlo.
 Y para facilitar la recuperación de los bancos mas grandes y dejarles a ellos todo el mercado consensuaron la ley de cajas que las llevaba a su bancarización forzada, para provocar cuanto antes su caída y el reforzamiento por esa vía de los bancos más grandes... Leer todo aquí en Público, por Juan Torres.

sábado, 5 de mayo de 2012

Existen alternativas, falta voluntad de aplicarlas, sobran fundamentalismos neoliberales que nos llevan a la ruina al 99% por la codicia del 1%.



El Libro sobre "Hay alternativas" que se presenta en el vídeo, editado y puesto en la web de Attac a disposición de todos para bajarlo gratis aquí.
Libro de Juan Torres López sobre "La crisis de las hipotecas basuras...", descargar aquí.

sábado, 21 de abril de 2012

El presupuesto del gobierno de Rajoy no es bueno para España

Juan Torres, entre muchos otros economistas, ha señalado las enormes contradicciones existentes entre las promesas hechas por el Partido Popular, claramente descritas en su programa electoral y en los discursos del candidato Rajoy durante la campaña electoral, y las políticas llevadas a cabo por tal partido una vez en el gobierno. Tales contradicciones no pueden atribuirse a un error de cálculo, sino a una estrategia bien definida de realizar lo que estaban ya preparados para imponer a la ciudadanía española, ocultándolo con promesas que se han convertido en enormes falsedades. Nunca antes durante el periodo democrático, un gobierno había roto con mayor cinismo (y no hay otra manera de definirlo) las promesas realizadas durante la campaña electoral.

Este comportamiento ha alcanzado cotas hasta ahora desconocidas en la vida política de España durante el periodo democrático. La supeditación de la vida pública del país para satisfacer las necesidades partidistas del partido gobernante, ha llegado a niveles desproporcionados, que ha tenido un impacto opuesto al deseado. Retrasar, por ejemplo, la presentación del presupuesto para el día después de las elecciones andaluzas y asturianas, con el fin de ocultar las políticas sumamente impopulares, subestimó dramáticamente la inteligencia de la población española, y muy en especial de las clases populares, hecho que, aún siendo generalizado entre las élites políticas y mediáticas del país, alcanzó niveles democráticamente intolerables para un gobierno. Este retraso en facilitar la información tuvo predeciblemente el impacto opuesto al deseado por el manipulador gobierno Rajoy. La población andaluza y la asturiana se alarmaron al querer ocultárseles el presupuesto, pues muchos concluyeron que sería un presupuesto malo para sus intereses y eso afectó al comportamiento electoral de manera opuesta al deseado.

Tal retraso afectó también muy negativamente a la imagen del gobierno, perdiendo credibilidad internacional, causa, en gran parte, de que la prima de riesgo se disparara ocasionando un problema grave en el pago de la deuda pública española. Este periodo de silencio intentaba compensarlo Rajoy con declaraciones (que suponía, erróneamente, que podrían mantenerse confidenciales) a las élites de la Comisión Europea y del BCE, en las que afirmaba que el programa de reformas sería muy “agresivo” (término utilizado por el Ministro de Economía, el Sr. Luis de Guindos) en contra de los trabajadores, y que le “costaría una huelga general” (como indicó el presidente Rajoy). Estas declaraciones querían tranquilizar a sus superiores, diciéndoles que tuvieran confianza en él, que sería duro con las clases populares. Era el caso extremo de lo que Noam Chomsky llama la guerra de clases unilateral que se convirtió en bilateral a partir de la huelga general (ver su prólogo en el libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, de Navarro V., Torres, J. y Garzón A.). El gobierno Rajoy es, sin duda, el más agresivo contra la España Social que haya existido en el periodo democrático y sus propuestas presupuestarias tendrán un impacto enormemente negativo para la gran mayoría de la población española.

Veamos los datos. El mensaje que el presupuesto del gobierno transmite es que el gobierno Rajoy quiere dar la imagen de que el mayor problema que tiene España es el elevado déficit público, y que para resolverlo hay que recortar dramáticamente el gasto público, incluyendo el gasto público social (que ya es el más bajo de la Unión Europea de los Quince, el grupo de países de la UE con un nivel de desarrollo económico semejante al de España). Estos recortes, además de desproporcionados, son indiscriminados, recortando incluso componentes del gasto esenciales tanto para estimular la economía como para resolver el enorme problema del desempleo, que es el mayor problema económico y social que tiene España. Recortar el gasto en infraestructura, I+D y educación, junto con el gasto en formación profesional, es suicida. Y empleo este término con todo rigor, pues tales medidas empeorarán dramáticamente las posibilidades de que la economía se recupere y con ello baje el déficit. La experiencia griega es el caso más claro del error de tales políticas. También muestra una enorme insensibilidad social, recortando gastos en sectores esenciales de ayuda a las familias españolas, como la sanidad y los servicios de dependencia, sobrecargando con ello a las familias (y en España, decir familia quiere decir mujer). Son unos presupuestos antisociales, anti-familias y anti-mujer. Sus medidas antisociales contribuirán al desempleo, pues destruyen empleo en los escasamente desarrollados servicios públicos del Estado del Bienestar (España tiene el porcentaje de la población adulta que trabaja en los servicios públicos del Estado del Bienestar más bajo de la UE-15). Es un presupuesto hostil al subdesarrollado Estado del Bienestar español, forzando a las Comunidades Autónomas (que gestionan la mayoría de los servicios públicos y transferencias del Estado del Bienestar) a unos recortes que no podrán absorber.

Pero la mayor incoherencia del presupuesto aparece en el capítulo de ingresos. Es bien conocido que hay tres maneras de reducir el déficit público. Una es estimulando la economía, creciendo económicamente, lo cual este presupuesto no conseguirá. Antes al contrario, este presupuesto aumentará más la recesión. La otra manera es reduciendo el gasto público, que es la vía escogida por este gobierno, medida que será contraproducente, pues al eliminar elementos estimuladores de la economía (consecuencia de la manera indiscriminada en que se han hecho tales recortes), la reducción del déficit será muy limitada (sin excluir su empeoramiento), como muestra claramente el caso griego. Y la tercera manera es aumentando los ingresos al Estado mediante aumento de los impuestos. Pues bien, en contra de lo que se ha publicado, este presupuesto recorta los impuestos en lugar de aumentarlos. Veamos. Las medidas impositivas del gobierno Rajoy se dividen en medidas estructurales, es decir, medidas que durarán muchos años, y medidas coyunturales, es decir, sólo por un par de años o poco más. Ni que decir tiene que las intervenciones más importantes para definir el déficit estructural son las intervenciones estructurales, no las coyunturales. Pues bien, el gobierno Rajoy ha disminuido los impuestos para las rentas superiores y medias, desgravando la compra de la vivienda, y ha bajado las deducciones fiscales por gastos financieros que favorece a las rentas superiores. Querer reducir el déficit estructural y a la vez bajar los impuestos estructurales es una contradicción y un enorme error.

La subida de impuestos del IRPF (que grava sobre todo a las rentas del trabajo) acentúa todavía más la dependencia de los ingresos del Estado de las rentas derivadas del trabajo, con el agravante de que el nivel formal de gravación para las rentas superiores es ficticio, resultado del impacto regresivo de las múltiples deducciones y artimañas legales que quedan permanentes. Y lo que alcanza niveles escandalosos es la política de corrección del fraude fiscal, pues favorece su permanencia y extensión, penalizando a los que no defraudaron a Hacienda y exigiendo tributaciones a los que defraudan muy por debajo de las exigidas al tributante promedio.

Es más, la mayoría del fraude fiscal (72%) en España, según los técnicos de Hacienda, procede de las grandes familias, así como de las grandes empresas que facturan más de 150 millones de euros al año y de la banca. A partir de estas medidas de “supuesta corrección del fraude fiscal”, tales grupos serán favorecidos para pagar menos impuestos de lo que pagan la mayoría de contribuyentes al fisco.
La evidencia acumulada es que el presupuesto del gobierno Rajoy es un medio para conseguir los objetivos políticos deseados, que consisten en debilitar al Estado del Bienestar y diluir la protección social. Los objetivos fiscales –la reducción del déficit- son imposibles de alcanzar con este presupuesto, pues la única manera de reducirlo es creciendo económicamente y creando empleo, incluso a base de hacer inversiones destinadas explícitamente a crear empleo, lo cual ni siquiera se considera en este presupuesto.

Una última observación. Soy consciente de que algunos lectores pueden considerar exagerada mi definición del presupuesto Rajoy como el más antisocial que haya existido en España durante la democracia. Invito a tales lectores a que miren los datos. Como bien mostró David Lizoain en su análisis “El disparate presupuestario español”, el gobierno Rajoy intenta reducir el déficit consolidado un 3,2% del PIB. Pero de estos recortes, el gobierno central sólo contribuye en la mitad. La otra mitad la tienen que realizar las CCAA (que como he indicado, son las que gestionan los servicios y gran parte de las transferencias del Estado del Bienestar), cuyo gasto es mayoritariamente social (un 60%). Sus exigencias a las CCAA sólo pueden atenderse con recortes sustanciales de tal gasto que, sin ninguna duda, originarán el debilitamiento del sector público, con el enriquecimiento del sector privado, y muy en particular de los bancos y de las compañías de seguros que han deseado el desmantelamiento del Estado del Bienestar desde años. Lo dijo con toda claridad el Presidente del Banco Central Europeo, el Sr. Mario Draghi, en una entrevista al Wall Street Journal (24.02.12) cuando indicó que el Estado del Bienestar europeo no era viable. Y puso como condición para comprar deuda pública española que se privatizara el Estado del Bienestar, lo cual el gobierno Rajoy está haciendo a pies juntillas. Así de claro.

Fuente: Vicenç Navarro. ¿Quién define la confianza de los mercados financieros?

Vicenç Navarro. Ver aquí. ¿Quién está dañando a España?.

¿Por qué no se habla de la reforma empresarial?

lunes, 9 de abril de 2012

Hay Alternativa al pensamiento ÚNICO.

115 propuestas concretas PARA VIVIR MEJOR EN ESTE PLANETA (Alberto Garzón, Juan Torre y Vicenç Navarro):

GOBERNANZA MUNDIAL
1. Constitución de un gobierno mundial que permita compensar y reducir el poder de los grupos privados internacionales, así como facilitar la instauración de un mundo diferente.
2. Asunción de competencia ejecutiva por parte de Naciones Unidas para la adopción de decisiones en materia económica y financiera, y siempre subordinando sus decisiones a la Declaración de Derechos Humanos.
3.Democratización de los organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y Naciones Unidas con votos no vinculados a la riqueza y sin derecho a veto.
4. Obligación de los países respeten e implementen los derechos humanos definidos por la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para poder ser admitidos en las organizaciones internacionales.

SISTEMA FINANCIERO Y MONETARIO INTERNACIONAL
5. Nuevo estatuto de la banca internacional que permita compartimentar la actividad financiera, separando banca comercial de banca de inversión y avanzar en la supresión del sistema de reservas fraccionarias, comenzando por incrementar el coeficiente de caja.
6. Prohibición de prácticas y productos financieros especulativas tales como las operaciones al descubierto y los 209 Credit Default Swap (CDS), de los mercados Over The Counter (OTC) y de las operaciones de alta frecuencia, del secreto bancario y de los paraísos fiscales. (1. Las operaciones Over The Counter son las que se realizan por inversores muy poderosos al margen de los mercados organizados a base de acuerdos interpartes y sin someterse a las normas reguladoras establecidas por las autoridades para otras operaciones financieras. Las operaciones de alta frecuencia son las operaciones de compra y venta de productos financieros que se llevan a cabo a través de programas informáticos, con unos márgenes muy pequeños pero con un volumen muy grande, lo que da una gran ventaja a los inversores que las llevan a cabo. Casi la mitad de las operaciones financieras que se llevan a cabo en el mundo se realizan de esta forma)
7. Impuestos sobre transacciones financieras en función del grado de utilidad social de la transacción.
8. Reforma del sistema de pagos internacional sustituyendo el dólar como moneda dominante por una cesta de títulos respaldados por varias monedas internacionales.

JUSTICIA GLOBAL
9. Presupuesto mundial para Naciones Unidas y creación de un Fondo de Restitución para compensar a los países empobrecidos por los efectos de las políticas coloniales y neoliberales.
10. Ayuda Oficial al Desarrollo del 0,7 por ciento destinada al presupuesto de Naciones Unidas.
11. Reducción inmediata del gasto militar de todos los países en un 20 por ciento y destino de esos fondos al presupuesto de Naciones Unidas.
12. Impuestos globales a los beneficios extraordinarios del comercio internacional y sobre la emisión de gases contaminantes del medio ambiente, todos los cuales irán destinados a financiar el presupuesto de Naciones Unidas.
13. Ejecución inmediata de los compromisos incumplidos por los países del G-8 en materia de ayudas para acometer tareas urgentes como la hambruna o los desastres naturales.
14. Plan urgente de acción inmediata para garantizar el cumplimiento de los objetivos del milenio. Seguir leyendo aquí.