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miércoles, 18 de noviembre de 2020

La conspiración que llevó a Hiroshima,

“En la segunda semana de junio de 1942 el mundo entró en la era atómica al mismo tiempo que su razón de ser original se esfumó”. Armado con esta tesis, el historiador Peter Watson construye en Historia secreta de la bomba atómica (Crítica, traducción de Amado Diéguez) un relato poblado por militares conspiradores, políticos ingenuos o malvados, nazis, espías comunistas y los científicos que conformaron la edad de oro de la física, una historia de traiciones y mentiras otras veces contada pero no desde esta óptica. “Estados Unidos gastó tanto en la bomba, y en secreto, que tenía que ser usada para justificar su coste. Sabían que no iba a ser necesaria una invasión porque los japoneses negociaban en secreto una rendición a través de los soviéticos. Los científicos de Los Álamos querían saber si sus cálculos y otras disposiciones funcionaban, era un triunfo de la ciencia, un gran logro por nuestra parte, cuando lo razonable habría sido no construir la bomba porque no hacía falta. Rusia no tenía ni la ciencia ni la fuerza humana para desarrollarla durante la guerra. Si el tándem Estados Unidos-Reino Unido no hubiera seguido adelante, nadie habría construido una bomba nuclear nunca en ningún sitio”, comenta Watson por correo electrónico para resumir su controvertida tesis.

¿Por qué junio de 1942? 
Porque fue el momento en que la Alemania nazi, contra quien se competía para construir la bomba antes y evitar que tomaran la delantera en la Segunda Guerra Mundial, decidió en una conferencia de científicos, militares y jerarcas dirigida por Albert Speer abandonar el proyecto y centrarse en armas que le dieran rédito inmediato. Werner Heisenberg, Otto Hahn y toda la elite científica que seguía en Alemania debían cambiar de rumbo. Esa misma semana, sin embargo, Centro (el eje del espionaje soviético) ordenó a todos sus agentes en Berlín, Londres y Nueva York, que recopilaran cuanta información pudieran sobre el “proyecto secreto” de la Casa Blanca “para fabricar la bomba atómica”. Empezaba el prólogo de la Guerra Fría.

¿Sabían los aliados que la amenaza nuclear nazi quedaba desactivada? Reino Unido, con una calidad espectacular en sus fuentes de inteligencia, sí. Gracias a Paul Rosbaud —científico, periodista y gran relaciones públicas alemán entregado a la causa aliada, personaje de novela que siempre iba con una cápsula de cianuro en el bolsillo “por si acaso” y que aguantó con su coartada hasta el final de la guerra— tenían información de primera mano de lo que ocurría en el interior del mundo científico alemán. “Su importancia es incalculable”, asegura Watson. Y, sin embargo, los estadounidenses lo ignoraron. Riguroso al extremo con documentos, declaraciones y fechas pero también con su habitual pulso narrativo, Watson (Birmingham, 77 años) demuestra que Estados Unidos conocía los planes de Alemania. El gran conspirador en la sombra era el general Leslie Groves, supervisor de la construcción del Pentágono y el mayor cargo militar al frente del Proyecto Manhattan en Los Álamos, quien ya en septiembre de 1942 aseguró que Rusia era el “enemigo” natural de Estados Unidos y que el proyecto “estaba orientado sobre esa base”. “Groves es el gran villano de la historia. Es un poco como Trump, que pensó que lo militar podría volver a dar la grandeza a Estados Unidos. Él veía el proyecto de una manera que era imposible que no llegara a realizarse”, comenta Watson.

¿Lo sabían los científicos recluidos en Los Álamos? Algunos no. A otros no les importaba tanto como el hecho en sí de conseguirlo. En 1943, David Hawkins, uno de los más estrechos colaboradores de Robert Oppenheimer, director científico del proyecto, se quejó del entusiasmo “alegre, enloquecido, delirante” que había sobre el arma en Los Álamos y la pérdida de contacto con las consecuencias de su investigación del equipo allí reunido, el más imponente de la historia de la física. Recuerden el “no me vengan con escrúpulos de conciencia” de Enrico Fermi poco después de producir la primera reacción en cadena en un reactor nuclear. No todos eran así. El danés Niels Bohr, para Watson el científico más importante del mundo junto a Einstein, luchó y puso en juego su prestigio y sus influencias para que Roosevelt y Churchill accedieran a compartir con la Unión Soviética sus secretos. Pero fracasó donde otros con otros métodos más torticeros iban a triunfar.

Uno de los grandes personajes de un libro lleno de ellos es Klaus Fuchs. Hijo de pastor cuáquero, brillante físico teórico huido de Alemania tras luchar contra los nazis en los treinta, trabajaba para Moscú al menos desde 1941, cuando estaba exiliado en Reino Unido. Su incorporación al Proyecto Manhattan dio a los soviéticos una fuente directa e información esencial para desarrollar su bomba. “Creo que se puede decir que la información que Fuchs pasó a los rusos significó que cuando empezó la guerra de Corea en 1950 Rusia estaba mucho más avanzada de lo que hubiera estado sin él y el hecho de que estuvieran preparados fue un factor clave para que Truman no usara de nuevo la bomba. Pero eso no cambia el hecho de que Fuchs fue un traidor y que si su traición hubiera ocurrido con Rusia como enemigo y no como aliado él podría y debería haber sido ejecutado”. Fuchs creía que así contribuía a la paz, una paz que Reino Unido y Estados Unidos buscaban a través de la coerción que supondría ser los únicos que tenían el arma atómica.

¿Eran todos unos ingenuos? 
“No hay que olvidar que Churchill creyó que podía llevarse bien con Stalin. Hasta cierto punto fue tan ingenuo como cualquier otro”, comenta Watson. “El equilibrio ha sido destruido. La bomba A es un chantaje”, dijo Stalin a Beria desde Postdam. Tras Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945, "en el ámbito de la física se había culminado una terrible aventura”, afirma Watson en Historia intelectual del siglo XX. Hoy, hay 9.500 cabezas nucleares en el mundo, que podrían destruir el planeta más de 100 veces. Peter Watson insiste en que todo eso se podría haber evitado sin la conspiración que llevó a construir una bomba que no se necesitaba.

DE ESPÍAS Y FÍSICOS
El danés Niels Bohr es uno de los tantos premios Nobel que pueblan el libro y uno de sus ejes narrativos. “Fue siempre algo más que un simple científico”, asegura Watson de este hombre “generoso y paternal” que “carecía por completo del instinto de rivalidad”. Su labor, primero en Copenhague, luego en Reino Unido y finalmente en Estados Unidos dio cobijo a científicos alemanes huidos y fue esencial para ensamblar el equipo que terminó en Los Álamos. Pero una obra como Historia secreta de la bomba atómica, en cada esquina aparece un espía, un acto de traición, una sombra. A Bohr le perseguirá siempre la duda sobre lo que ocurrió en su encuentro en la Copenhague ocupada por los nazis con Werner Heisenberg. ¿Le dio este a Bohr el dibujo que él aseguraba poseer aunque los testigos no lo recuerdan y en el que se revelaban secretos de estado? ¿Fue el alemán un traidor que en público se mostraba como un ferviente nacionalista y en privado les decía a los aliados que ellos no iban a fabricar la bomba? ¿O era un nazi seguro de la victoria que quería reclutar a Bohr? ¿Se inventó Bohr el dibujo para dar credibilidad a sus tesis? Se ha escrito mucho sobre el asunto sin llegar a ninguna conclusión y aquí Watson tampoco se atreve a aventurarla.

https://elpais.com/cultura/2020-11-09/la-conspiracion-que-acabo-en-hiroshima.html



Robert Oppenheimer, con sombrero, y el general Leslie Groves (a su lado) examinan los restos de una torre borrada por la primera prueba atómica, en Alamogordo, Nuevo México, en 1945.

sábado, 22 de junio de 2013

Las caras de la bomba

The enigma of J. Robert Oppenheimer is well-known, on account of all of the biographies, plays, movies, and even comic books written about his life. And yet, historians struggle to pin down “the father of the atomic bomb.” He was a deeply intellectual, left-wing, utterly impractical theoretical physicist, but he was also by all accounts the highly-successful scientific director for the largely-industrial project that produced the first nuclear weapons, and he personally recommended their use on targets inhabited by civilians. He opposed the building of the hydrogen bomb when it seemed hard to do, but embraced it when it seemed inevitable, and all the while he pushed instead for the deployment of tactical nuclear weapons in Europe. Despite his status as a martyr after getting his security clearance revoked in 1954, he was no nuclear pacifist.

El enigma de J. Robert Oppenheimer es bien conocido, a causa de todas las biografías, obras de teatro, películas, e incluso cómics escritos sobre su vida. Y, sin embargo, los historiadores tienen dificultades para precisar "el padre de la bomba atómica." Él era un físico e intelectual profundamente de izquierda, un teórico completamente práctico, sino que también fue a todas luces el director científico de gran éxito para la gran parte-industrial del proyecto que produjo las primeras armas nucleares, y él, personalmente, recomienda su uso en objetivos inhabitados por civiles. Se opuso a la construcción de la bomba de hidrógeno cuando parecía difícil de hacer, pero lo abrazó cuando parecía inevitable, y siempre empujó a favor del despliegue de armas nucleares tácticas en Europa. A pesar de su condición de mártir después de obtener su autorización de seguridad revocada en 1954, no era un pacifista nuclear.

Dorothy McKibbin was known as the “first lady of Los Alamos”—or, more literally, the first person that most new arrivals to the laboratory would meet. Cryptically instructed to go to office No. 3 at 109 East Palace Avenue, in Santa Fe, the tired, confused travelers would be met with the cheery, helpful McKibbin, who would answer as many questions as she was allowed before guiding the scientists to the laboratory on the hill. Her role went deeper than greeting, though: She also enforced security regulations whenever Los Alamos staff members would venture into Santa Fe. McKibbin had arrived in Sante Fe in 1926 as a tuberculosis patient, but was recruited by Robert Oppenheimer as a secretary for the War Department in 1943. Despite the compartmentalization, she was tipped off to the Trinity test in 1945, and watched the explosion from her car, parked on Sandia Peak in Albuquerque, some 100 miles away from Ground Zero.

Dorothy Mckibbin era conocida como la "primera dama de Los Alamos", o, más literalmente, la primera persona que la mayoría de los recién llegados al laboratorio se encontrarían. Enigmáticamente daba instrucciones para ir a la oficina N º 3 en 109 East Avenue Palace, en Santa Fe, los confusos y cansados ​​viajeros se reunían con ella la alegre y útil Mckibbin, que respondería a todas las preguntas que se le permitían antes de guiar a los científicos al laboratorio en la colina. Sin embargo, su papel era más profundo que el de un saludo: Ella también hacía cumplir las normas de seguridad cada vez que los miembros del personal de Los Álamos se aventuraban en Santa Fe. Mckibbin había llegado a Santa Fe en el año 1926 como una paciente con tuberculosis, pero fue reclutada por Robert Oppenheimer como secretaria en el Departamento de Guerra en 1943. A pesar de la compartimentación, que se mantenía ante la prueba de la Trinidad en 1945, vio la explosión desde su coche, aparcado en Sandia Peak, en Albuquerque, a unos 100 kilómetros de distancia de la Zona Cero.

Berlyn Brixner was the chief photographer connected with Los Alamos. Almost every photograph taken of the Trinity test was taken by a camera installed by Brixner. The problems of photographing the first atomic bomb were non-trivial, as nobody had ever done such a thing before, and there were a wide range of estimates for how explosive the “Gadget” would be. A result of this uncertainty was that the first frames of film were so overexposed that holes burned right through the emulsion. During the test itself, while Brixner himself manned a 16-millimeter camera, another, more personal factor came into play—his own sense of awe. As he recalled years later: “I was so amazed ... that I just let the camera sit there. Then suddenly I realized that the ball of fire was going out of the field of view … for the first 20 seconds on the standard-speed camera it’s just sitting stationary, then suddenly you will see the field of view jump as the ball of fire is going out of the top of the frame.”

Berlyn Brixner fue el fotógrafo principal relacionado con Los Álamos. Casi cada fotografía tomada de la prueba de la trinidad fue tomada por una cámara instalada por Brixner. Los problemas de la fotografía de la primera bomba atómica no eran triviales, ya que nadie había hecho nunca algo así antes, y había una amplia gama de estimaciones de lo explosivo que sería el "Gadget". A consecuencia de esta incertidumbre los primeros fotogramas de la película estaban tan sobreexpuestas que la parte derecha aparecían  agujeros quemados  a través de la emulsión. Durante el ensayo, mientras que Brixner mismo manejaba una cámara de 16 milímetros, otro factor más personal entró en juego, su propio sentido de asombro. Según recordaba años más tarde: "Yo estaba tan sorprendido ... que acabé de dejar que la cámara se quedara allí. Entonces, de repente, me di cuenta de que la bola de fuego salía del campo de visión ... de los primeros 20 segundos de la cámara estándar de velocidad está sentado inmóvil, de repente, verá el campo de visión de un salto como la bola de fuego está saliendo de la parte superior del marco. "

A mischievous young genius, Richard Feynman became famous at the laboratory both for his physics brilliance as well as his inability to cooperate peacefully with the security practices he saw as ineffective and narrow-minded. But under Feynman’s cheerful mask, so colorfully described in his book Surely You’re Joking, Mr. Feynman, was a more sober reality. While Feynman worked at the laboratory, coordinating important computational work and doing dangerous critical mass experiments, his wife, Arline, lay dying of tuberculosis at a nearby Santa Fe clinic. She died exactly a month before the Trinity test. Sixteen months later, he wrote a letter to her: “My darling wife, I do adore you. I love my wife. My wife is dead.” After World War II, Feynman never worked on anything related to nuclear weapons again.

Un joven genio travieso, Richard Feynman fue famoso en el laboratorio, tanto por su brillantez en física, como por su incapacidad para cooperar pacíficamente con las prácticas de seguridad que veía como ineficaces y de una mente estrecha. Pero bajo la máscara alegre de Feynman, por el colorido que describe en su libro ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?, era en realidad más sobrio. Aunque Feynman trabajó en el laboratorio, de coordinación en los importantes trabajos de cómputo y haciendo experimentos peligrosos sobre la masa crítica, su esposa, Arline, estaba muriendo de tuberculosis en una clínica cercana de Santa Fe. Murió exactamente un mes antes de la prueba de la Trinidad. Dieciséis meses después, escribió una carta a ella: "Mi querida esposa, que te adoro. Amo a mi esposa. Mi esposa está muerta. "Después de la Segunda Guerra Mundial, Feynman nunca trabajó en nada relacionado con las armas nucleares de nuevo.

Elizabeth “Diz” Riddle Graves came to Los Alamos with her husband, Alvin, in 1943. Both had PhDs in physics, but only he had a faculty job—his employer, the Universi ty of Texas at Austin, forbade spousal hires under strict nepotism rules. When he was courted by Los Alamos, Alvin insisted they hire Elizabeth as well, even though she likely would have been recruited as well. Given that her graduate work had been on neutron scattering, it was only natural that she was assigned to work on the development of the neutron reflector for the atomic bomb, doing careful measurements of different candidate materials. During the Trinity test, the couple—Elizabeth seven months pregnant—was assigned to stay at a motel in Carrizozo, New Mexico, some 35 miles east of Ground Zero. Armed with a Geiger counter and a shortwave radio, they listened to the countdown and watched westward as the sky lit up. Over the next day, as the edges of the nuclear cloud drifted over the town, they watched the Geiger counter briefly jump off the scale, and contemplated evacuation. Within an hour, though, the readings had dropped down to negligible levels. Elizabeth is a reminder that many of the women at Los Alamos, even amongst the wives, were skilled scientists. And even many of those who lacked prior scientific training were drafted into technical work as “computers.”

Elizabeth "Diz" Graves Riddle llegó a Los Alamos con su marido, Alvin, en 1943. Ambos tenían doctorados en física, pero sólo tenía una posibilidad de empleo de su contratante, la Universidad de Texas en Austin, pue prohibía las contrataciones conyugales bajo estrictas normas de nepotismo. Cuando fue cortejada por Los Alamos, Alvin insistió en que contrataran a Elizabeth y, a pesar de todo probablemente habría sido contratado también. Teniendo en cuenta que su trabajo de posgrado había estado en la dispersión de neutrones, era natural que fue asignada a trabajar en el desarrollo del reflector de neutrones de la bomba atómica, haciendo cuidadosas mediciones de distintos materiales candidatos. Durante la prueba de la trinidad, Elizabeth con siete meses de embarazo, fue asignado a una estancia en un motel en Carrizozo, Nuevo México, a unos 35 kilómetros al este de la Zona Cero. Armado con un contador Geiger y un radio de onda corta, escucharon la cuenta atrás y miraron hacia el oeste a medida que el cielo se iluminó. Durante el día siguiente, ya en los bordes de la nube nuclear desplazada sobre la ciudad, vieron el contador Geiger saltar brevemente fuera de la escala, y aplicaron la evacuación prevista. Al cabo de una hora, sin embargo, las lecturas se habían reducido a niveles insignificantes. Elizabeth es un recordatorio de que había muchas mujeres en Los Alamos, incluso muchas eran científicos especializados. Y aunque muchos de los que carecía de formación científica previa fueron reclutados en el trabajo técnico como "ordenananzas".

A German political refugee, Fuchs became involved with the British atomic project in 1941. A convinced but secret Communist, Fuchs offered his services as a mole to the Soviet Union in 1943. A soft-spoken, brilliant theoretical physicist, Fuchs was a valued asset in the British program, and is listed as a co-inventor on the patent for the gaseous diffusion method of enrichment. He was part of the small British delegation of physicists that was transferred to Los Alamos, where he worked on the explosive lens problem for the implosion bomb, helped to design the neutron initiator, and was also involved with diagnosing electrical system problems at the Oak Ridge diffusion plant. All of this information he quietly and efficiently passed on to his handlers, who passed it on to the Soviet Union. His colleagues suspected nothing; so trusted was Fuchs that while other, more social scientists went to parties, Fuchs was often their babysitter. His role as a spy would not be discovered until 1950. He confessed to Scotland Yard, spent nine years in prison, and was then allowed to emigrate to East Germany, where he quietly continued his career as a physicist.

Refugiado político alemán, Fuchs se involucró con el proyecto atómico británico en 1941. Comunista convencido, pero en secreto, Fuchs ofreció sus servicios como un informador de la Unión Soviética en 1943. Un físico teórico de voz suave, brillante, Fuchs fue un activo valorado en el programa británico, y está considerado como un co-inventor de la patente para el método de difusión gaseosa de enriquecimiento. Formó parte de la pequeña delegación británica de los físicos que se transfirieron a Los Alamos, donde trabajó en el problema lente explosiva de la bomba de implosión, ayudó a diseñar el iniciador de neutrones, y también estuvo involucrado en el diagnóstico de problemas del sistema eléctrico en la planta de difusión del Oak Ridge. Toda esta información silenciosa y eficientemente fue transmitida a sus manipuladores, que se lo pasaron a la Unión Soviética. Sus colegas no sospechaban nada, así que confiaban en Fuchs y mientras otros científicos, más sociales iban a fiestas, Fuchs fue a menudo su niñera. Su papel como espía no se descubrió hasta 1950. Confesó a Scotland Yard, pasó nueve años en la cárcel, y luego se le permitió emigrar a Alemania Oriental, donde en silencio continuó su carrera como físico.

General Leslie R. Groves was the overall commander of the Manhattan Project. Trained as an engineer, Groves’ job before the bomb had been to organize the construction of the Pentagon. Even Groves’ own military colleagues regarded him as a difficult person. His second-in-command, Colonel Kenneth D. Nichols, described him as “the biggest S.O.B. I have ever worked for. He is most demanding. He is most critical. He is always a driver, never a praiser. He is abrasive and sarcastic. He disregards all normal organizational channels. He is extremely intelligent. He has the guts to make difficult, timely decisions. He is the most egotistical man I know.” And yet, as Nichols acknowledged, this hard-driving, no-nonsense personality was the driving force that led to the rapid development of the first atomic bombs against odds and setbacks that are easy to forget in retrospect. And yet, for all of his importance in the construction of a secret nuclear empire, whoever typed his badge identification still spelled his name wrong.

General Leslie R. Groves era el comandante en jefe del Proyecto Manhattan. Formado como ingeniero, el trabajo de Groves antes de la bomba había sido organizar la construcción del Pentágono. Incluso los propios colegas militares de Groves lo consideraban como una persona difícil. Su segundo al mando, el coronel Kenneth D. Nichols, lo describió como "el mayor hijo de puta con el que he trabajado. Es el más exigente. Es el más crítico. Él es siempre un conductor, nunca un alabador. Es abrasivo y sarcástico. Hacía caso omiso de todos los canales normales de la organización. Era muy inteligente. Él tenía las agallas para tomar difíciles decisiones oportunas. Él es el hombre más egoísta que conozco. "Y sin embargo, como reconoció Nichols, tenía un alto dinamismo, una sensata personalidad, fue la fuerza motriz que llevó a la rápida evolución de las primeras bombas atómicas contra todos los reveses y las probabilidades que son fáciles de olvidar en retrospectiva. Y, sin embargo, para todos los que sabían de su importancia en la construcción de un imperio nuclear secreto, quienquiera que escrbía su insignia de identificación todavía deletrean mal su nombre.


Ramón C. Gómez doesn’t look like your stereotypical Los Alamos staff member: that is, the white, male, academic type. Gómez was one of many native New Mexicans who were recruited to work at Project Y. Though their names don’t appear in the standard reference works on the history of the bomb, their contributions were still necessary for the overall success of the project. Gómez lived in El Rancho, an Hispanic community that neighbors San Ildefonso Pueblo, and his father-in-law was one of many local ranchers who lost land to the creation of Los Alamos. Gómez and his four brothers worked at Los Alamos cleaning contaminated tools that were transported to the lab by truck daily. All five brothers would later die of cancer, and their deaths are considered by the Hispanic community around Los Alamos to be part of the toxic legacy of the American nuclear program in the Southwest. (As told to the author by PhD candidate Myrriah Gómez, the granddaughter of Ramon Gómez, who is also one of the subjects of her dissertation.)


Ramón C. Gómez no se ve como el estereotipo de funcionario de Los Álamos: esto es, el tipo de hombre académico blanco. Gómez fue uno de los muchos nuevo mexicanos nativos que fueron reclutados para trabajar en el Proyecto Y, aunque sus nombres no aparecen en las obras de referencia estándar en la historia de la bomba, sus contribuciones seguían siendo necesarias para el éxito global del proyecto. Gómez vivió en El Rancho, una comunidad hispana de los vecinos del Pueblo de San Ildefonso, y su suegro era uno de los muchos rancheros locales que perdieron terreno con la creación de Los Álamos. Gómez y sus cuatro hermanos trabajaron en Los Álamos en la limpieza de herramientas contaminadas que eran transportadas al laboratorio en camiones de día. Los cinco hermanos más tarde morirían de cáncer, y sus muertes son consideradas por la comunidad hispana de alrededor de Los Álamos como parte del legado tóxico del programa nuclear estadounidense en el Suroeste. (Como se lo dijo a la autora, la estudiante de doctorado Myrriah Gómez, la nieta de Ramón Gómez, quien también es uno de los temas de su tesis.) Fuente: Bulletin of the atomic Scientists