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sábado, 9 de diciembre de 2023

Qué hace que un miedo se convierta en una fobia y cómo enfrentarlo

Una mujer grita al ver una araña.

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Una mujer grita al ver una araña.

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¿Cuándo fue la última vez que te subiste a un ascensor? Yo hace más de un año. No quiero subirme en uno. Temo quedarme atascada, no poder salir nunca, no ser rescatada.

A Scott le pasa algo similar con los puentes.

“Desde hace 10 años tengo pánico a los puentes. Me abrumo y entro en pánico. Cuando veo uno, no puedo aguantarlo. Mi mujer lo entiende, pero hay lugares donde directamente no puedo ir. No puedo manejar encima de uno”.

Esto, sin duda limita la vida de Scott.

Aunque sé que los puentes han servido para que la gente pase de un lugar a otro de modo seguro durante siglos, quién soy yo para criticar las fobias de otros. Me atemorizan mucho los espacios pequeños, incluyendo ascensores.

¿Esto es miedo o es fobia?
No tengo tan clara la distinción, así que le pregunto al profesor Paul Salkovskis, experto en fobias y director del Centro Oxford de Salud Psicológica, en Reino Unido.

“Una de las características más importantes de las fobias no es solo que generan susto, sino que la gente trata de evitar aquello que las causa, evitan ir a sitios donde pueden aparecer”, me cuenta.

“La evitación es el gran problema, más que el miedo, porque interfiere en la vida de las personas”.

Salkovskis explica que la fobia se distinguiría del miedo cuando ya se aplica una evitación activa de aquello que nos causa temor.

Hay cosas más fáciles de evitar que otras si les tienes miedo, como por ejemplo las arañas o las serpientes.

Pero, ¿cómo hacer si se tiene miedo a subir a un ascensor? La cosa se complica.

De dónde vienen las fobias

No sabemos exactamente de dónde vienen las fobias, pero sí su posible fecha de origen.

“Casi todas las fobias del estilo miedo a las arañas o a las serpientes empiezan alrededor de los 4 años. Las fobias sociales, como la agorafobia (no poder salir de la casa), entre los 12 y los 18”, apunta Salkovskis.

Las primeras tienen un sentido evolutivo y pueden ser una cuestión de supervivencia.

Cuando eres adulto sabes que una picadura de araña en tu mano puede que duela, pero salvo casos extraños, no te matará. Sin embargo, con 4 años hay probabilidad de que el niño piense que la araña puede matarlo y opte por la protección que puede brindar el miedo.

También pueden adquirirse por observación. Si un niño ve a su padre o su madre reaccionar con miedo ante una araña, es probable que desarrolle esta fobia porque creerá que es una amenaza real.

Hay un tercer modo de adquirir miedos y fobias y es a través de la cultura.

Así lo cuenta el doctor Andras Zsido, profesor asistente en la Universidad de Pécs, en Hungría, y estudioso de las fobias en todo el mundo.

Zsido ha visto cómo, por ejemplo, en una isla de Portugal tienen miedo a un tipo específico de lagartos debido a las historias populares que se cuentan a los niños desde muy pequeños.

“Tienen unas características visuales, de forma, cómo se mueven, que es normal que asusten. Pero la cultura lo refuerza”, apunta.

Una mujer dentro de un ascensor.

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Caroline tiene medio a subirse en ascensores y los evita desde hace un año.


¿Por qué aparece el miedo?

Pregunto a Scott cuáles son los sentimientos que aparecen cuando se enfrenta a su mayor miedo: conducir sobre un puente.

“Tengo miedo de caerme, de irme hacia uno de los lados, de perder el control, de que haya un accidente. Sé que las posibilidades de que eso ocurra son pequeñas, pero igual me aterra”.

¿Qué es lo que ocurre para que esos pensamientos se creen en el cerebro de Scott y de cualquiera que tenga una fobia? ¿Cómo surge ese miedo?

“Hay varias cosas que pueden hacer que aparezca el miedo. Una es sensorial. Ves, escuchas, estás sintiendo y experimentando cosas que vienen del resto de sentidos y esto puede estimular el circuito del miedo", explica la profesora Ekaterina Likhtik, profesora asociada en Ciencias Biológicas en el Hunter College, en la Universidad Municipal de Nueva York (CUNY).

"Pero también puede ser algo interno, algo que piensas y activa este circuito”, añade.

Pues sobre un puente.

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Scott, otro de los protagonistas de este artículo, tiene fobia a los puentes y, si maneja (conduce), no pasa sobre ellos.

Cuando es sensorial, algo que percibes, la información entrará a través del tronco encefálico hacia la corteza o córtex sensitivo, una capa que cubre el cerebro y cuyas partes están especializadas para obtener distinta información sensorial.

De allí va hasta lo que se conoce como el centro del miedo en el cerebro: la amígdala.

Aunque también nos explica Likhtik, puede llegar a la amígdala directamente a través del tálamo, una parte de la región subcortical, debajo de córtex, que recibe esta información incluso antes.

El tálamo se conoce como el centro de transmisión del cerebro y recibe esta información, la analiza y la manda a la amígdala.

La amígdala es una parte del cerebro que tiene la forma de una almendra de unos 2 o 3 centímetros.

Cuando recibe la información, la procesa y la manda a las regiones inferiores del tronco encefálico. De allí, la información viaja a la médula espinal y hacia los músculos.

Y esto, a su vez, generará las posibles respuestas que hay ante el miedo: congelarse, luchar o huir.

Después, esto va a todos lados. Se envía información a los receptores involucrados en la respiración o en el ritmo del corazón y estos se activan.

En resumen, cuando ves o hueles algo, tu amígdala responde rápidamente y manda una respuesta automática a tus músculos para que reaccionen congelándose, huyendo o luchando.

Una reacción excesiva

Que esto ocurra si ves un oso cruzando por la mitad de la calle, es útil y tiene sentido.

Sin embargo, no parece lógico que el miedo se active al ver un puente o, como en mi caso, un ascensor.

Pero el miedo, en cualquier caso, existe.

Así, la respuesta ante algo que es realmente amenazante y a algo que es irracional es la misma.

“Como lo que nos sucede es un miedo real, se activa la amígdala y las respuestas del miedo en función de los datos disponibles”, explica Ekaterina Likhtik.

Likhtik añade que los que tienen una fobia hacen una intensa asociación entre la información sensorial que reciben y la especulación de lo que podría suceder a partir de esa información: ·

"Hay una sobrestimación de la probabilidad de que algo malo suceda y esto impulsa la actividad de la amígdala”.

Se produce algo que complica y agranda todo: la ansiedad.

“Esto que pasa con la ansiedad parece confirmar que algo terrible está sucediendo, que estás perdiendo el control", concluye la académica.

Sea por motivos evolutivos, por observación o cultura, si a la fobia se le suma una respuesta con ansiedad, esto se puede convertir en debilitante.

Ilustración de un cerebro con la amígdala en el centro. 

Ilustración de un cerebro con la amígdala en el centro.

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La amígdala es la pequeña almendra dentro del cerebro que es responsable de las respuestas del miedo.

Cómo frenar esto

Me pregunto si hay algo que puede frenar este impulso, controlarlo.

La profesora Likhtik me explica que hay buenas evidencias de que la respiración profunda puede servir.

También la terapia cognitivo-conductual, que se basa en mirar alrededor y ver otras señales disponibles y modificar conductas.

También me habla de la terapia de extinción, donde quien sufre la fobia se expone a cosas similares a lo que genera el miedo y descubre poco a poco cómo lidiar con eso.

Yo trato de frenarlo en terapia con Paul Salkovskis.

Él me pide que recuerde la primera memoria que tengo de estar atrapada en un ascensor. Solo hablar de ello me pone ansiosa.

Salkovskis me propone modificar poco a poco esa memoria. Pensar en la gente que hay en el ascensor, la luz que hay.

Al final, se trata de controlar la ansiedad. O intentarlo.

Normalmente, nada más entrar, me entraría ansiedad, mi ritmo cardíaco aumenta, sudo, mi respiración se agita… Huyo y lo evito.

Y es justo lo contrario de lo que hay que hacer, me explica Salkovskis.

“Tienes el shock inicial que aparece ante la fobia, aparece la ansiedad y, si lo trabajas, puedes ver que este shock, la respiración agitada, el ritmo cardíaco acelerado no se debe a que algo va a pasar, sino a la ansiedad. Y luego ves que esto pasa y que el ritmo cardíaco y todo vuelve a bajar”, me explica Salkovskis.

“La próxima vez que estes en una situación así, pasará de nuevo, aparecerá la ansiedad. Así que la gente suele asociar una situación de fobia con ansiedad y con la peor reacción posible y salir de ella, huir, evitarla, es un el alivio mayor. Pero es justo lo que no debes hacer si quieres dejar de tenerle miedo”, señala.

Una niña juega junto con otra persona disfrazada de dinosaurio. 

Una niña juega junto con otra persona disfrazada de dinosaurio.

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Enfrentar las fobias puede hacer que las superemos.

Cuando por fin subí en ascensor

Salkovskis me invita a quedar con él en un ascensor. Mi miedo mayor.

Lo que hacemos es verlo por fuera, por dentro, analizamos cómo es, presionamos botones, cómo entra la gente. Hasta que llega el reto verdadero: subirme.

Es incómodo, me da miedo. Empieza a darme ansiedad, pero puedo lidiar con ello.

La clave es aprender a manejar la ansiedad y tomar de nuevo el control.

“Lo primero sería saber qué pasa, entender que no pasará nada de lo que temes. Después de eso, viene enfrentar aquello a lo que se tiene miedo”, me dice.

Un día, por fin, me sentí preparada para poder entrar en el ascensor tranquilamente.

“Lo estoy haciendo”, dije. “No siento que tenga que salir corriendo”.

Qué alivio.

Si tienes un miedo que se ha convertido en fobia, la buena noticia es que hay tratamientos disponibles para esto, puedes aplicar el respirar profundamente y, si tienes acceso a ella, la terapia puede ayudar.

Yo ahora puedo usar los ascensores y, de hecho, el final de esta crónica está hecho desde uno.

No me lo creo. ¡Qué maravilla! 

viernes, 5 de junio de 2020

Coronavirus | Entrevista con Laura Rojas-Marcos: "Estamos aprendiendo a gestionar la incertidumbre".

En los últimos años se ha puesto de moda una palabra que cobra sentido cuando hay una crisis: "resiliencia".

La psicóloga Laura Rojas-Marcos prefiere el término "personalidad resistente" para hablar de nuestra capacidad de adaptación, de la fuerza interior que nos permite recuperarnos de las adversidades.

Ella, que es especialista en ansiedad, estrés, depresión y psicooncología, asegura que ahora que el coronavirus ha puesto nuestro mundo patas arriba, estamos en el mejor momento que nunca para trabajar una cualidad "que todos podemos aprender a desarrollar".

Nacida en Nueva York y afincada en Madrid, Rojas-Marcos es autora de varios libros sobre desarrollo personal.

Ferviente defensora de la psicología positiva —herencia de su padre, el psiquiatra Luis Rojas-Marcos ("La fuerza del optimismo", 2005)— no pasa por alto que vivimos un momento crítico, pero confía en nuestra "capacidad de reinventarnos" para superarlo.

Lo que sigue es un extracto de la conversación que la psicóloga mantuvo con BBC Mundo desde su confinamiento en Madrid, desde donde ahora también teletrabaja con su consulta de psicoterapia.

Naciones Unidas publicó recientemente un informe en el que avisaba de que se viene una "crisis masiva" de salud mental debido a la pandemia. ¿Cuál es su opinión como especialista?

Sí, así es. Lo que vemos quienes nos dedicamos a la salud mental es un tsunami de síndromes psicológicos.

Algunas personas con una historia clínica que ya estaban recibiendo tratamiento por ansiedad, depresión o cualquier otra enfermedad mental han tenido que intensificarlo, y otras que ya se habían recuperado están recayendo.

Por otro lado, encontramos un aumento en los problemas de adicciones. Es increíble lo que ha aumentado el nivel de consumo de alcohol o el juego online, y eso es algo que realmente me produce miedo y me preocupa.

¡Y qué decir de los problemas relacionales...! Por un lado, estoy viendo que muchas personas están tomando decisiones vitales y que otros están aprendiendo a compartir en la convivencia, pero también hay muchísimos conflictos porque la irascibilidad hace que se generen muchas tensiones.

¿Qué otros desafíos psicológicos identifica con respecto al coronavirus?

En estos momentos, desde mi experiencia en la consulta todo el día y después haciendo voluntariado con los sanitarios, lo que más observo es un nivel de estrés muy agudo, ansiedad, angustia y tristeza... mucha tristeza.

Después de tantas semanas de confinamiento, están surgiendo dos síndromes: el "síndrome de la cabaña" y la "fiebre de la cabina".

El primero es el miedo y la ansiedad a salir a la calle; el segundo, una respuesta emocional asociada a sentimientos de angustia que sucede cuando se pasa mucho tiempo encerrado en algún lugar.

Estamos viendo que los niveles de ansiedad han aumentado drásticamente en varios países.

El miedo, el pavor a ser contagiado, que a veces se vuelve bastante desproporcionado, lleva a que las personas de repente se paralicen, no puedan pensar y actuar, y entonces llega un momento en que no pueden analizar la situación. Hay un pánico generalizado respecto al virus.

La situación de los sanitarios es tremenda. Están sufriendo mucho y están bajo una presión extrema porque, por un lado, no solamente son más conscientes de lo que es una epidemia, sino que además están más expuestos —entonces, el grado de miedo que sienten a contagiar y ser contagiados es muy alto— y, a nivel global, no todos tienen la protección necesaria.

Y algo que voy observando a medida que va pasando el tiempo es que muchos de ellos están desarrollando lo que llamamos en psicología un trastorno por estrés postraumático (TEPT) porque lo que están viendo y viviendo es muy duro.

Si salimos de ese entorno y nos vamos a la ciudadanía, lo que está viviendo todo el mundo es una tragedia sin precedentes. Pero también estoy encontrando muchos aspectos positivos, y eso me maravilla.

La incertidumbre respecto a esta situación es uno de los aspectos más difíciles de manejar. ¿Por ejemplo? ¿Qué cosas positivas observa en esta crisis?

Pues que hemos tenido que reinventarnos todos. ¿Qué es lo bueno? Que el ser humano tiene la capacidad de reinventarse y eso es lo que estamos haciendo.

Y hay una serie de aprendizajes que también estamos teniendo todos —unos mejor y otros peor— para gestionar esta situación.

Estamos aprendiendo a gestionar la espera, la (falta de) inmediatez y la tolerancia a la frustración, la paciencia y la comunicación. A gestionar la incertidumbre, cómo rellenamos el tiempo, si somos más o menos productivos.

Tenemos menos prisa, y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados. Es un cambio bestial.

También estamos aprendiendo a aprender, que aunque suene muy redundante es un arte; desde trabajar de manera diferente, hasta organizarnos distinto o a vivir el tiempo y el espacio también de una manera diferente.

Y luego estoy viendo a muchas personas que están haciendo un trabajo personal precioso, que están aprovechando este momento —sobre todo aquellos que no están pasando por determinados duelos— para hacer un trabajo de crecimiento personal, de reflexión, de introspección, de toma de decisiones.

Pero también estoy viendo que todos (y me incluyo) estamos más sensibles a la información, a nosotros mismos y a lo que pasa en nuestro entorno, a esa incertidumbre. Hay una serie de preguntas que nos hacemos todos: "¿Qué va a pasar después?" "¿Qué va a ser de mí?"

Cómo proteger tu salud mental durante la pandemia de coronavirus

Precisamente en ese contexto de incertidumbre escuchamos cada vez más la palabra"resiliencia". Es un concepto que a muchos les resulta abstracto. ¿Qué significa y cómo puede aplicarse en una situación tan difícil como esta?

¡Sí, es una palabra maravillosa! Cuando hablamos de resiliencia estamos hablando de desarrollar una personalidad resistente. Una persona resiliente es la persona que ha aprendido de la experiencia vivida, que ha superado la adversidad, la crisis, el dolor, el sufrimiento.

Se trata de cambiar el foco de atención de lo negativo a lo positivo, pero sin fantasías, con los pies en la tierra. Eso viene de uno mismo, del "yo sí puedo".

En la psicología positiva no se niega lo negativo, simplemente se refuerzan las fortalezas, porque dejarse caer en un pozo sin fondo no es la mejor manera de superar una crisis.

Y ese proceso de superación le lleva a uno a construir una parte de sí mismo más fuerte. Entonces, aprende una serie de herramientas y estrategias que le van a ayudar en un futuro a poder superar otras situaciones adversas.

Pero todavía no estamos en esa parte del proceso. Dentro de las diferentes etapas de resiliencia, todavía en el proceso de superación y de gestión de la situación adversa.

¿Cuáles son esas diferentes etapas de la resiliencia?

Frente a cualquier situación está el detonante, el estímulo adverso al que tenemos que adaptarnos y hacer una serie de cambios (radicales, en este caso).

Esa sería la primera etapa: confinarnos en casa, informarnos sobre qué significa esta crisis y cuáles son los efectos. Poco a poco, vamos recibiendo esa información, que vamos interiorizando.

Eso produce miedo, inseguridad, dudas, ansiedad...sobre todo al principio.

Después hay un proceso de adaptación: ¿qué puedo hacer en mi día a día para sobrevivir? Cómo me voy a organizar para alimentarme? ¿Cómo voy a conseguir dinero? ¿Cómo voy a trabajar? ¿Qué puedo hacer si me quedo sin trabajo? Entonces uno empieza a planificar y a organizarse, adaptándose a la circunstancia.

Todo ello produce un nivel de estrés y de ansiedad altísimos. Hasta que llega un momento en que los hábitos se vuelven automáticos a través de la repetición, y nos acostumbramos.

Y entonces llegamos al mantenimiento, que es donde estamos ahora. Ahora mismo estamos manteniendo una serie de hábitos, y ese "mientras tanto" cada uno decide cómo utilizar este momento. Eso es clave.

7 CLAVES PARA SER MÁS RESILIENTES, según Laura Rojas-Marcos

1. Ten un plan de acción, te ayudará a tener una sensación de control sobre tu día a día.

2. Usa esta regla de 3: el día tiene 24 horas, si las divides entre 3 quedan 8. Dedica 8 horas a trabajar, 8 a descansar y otras 8 a ti mismo. Será más o menos fácil según cada situación, pero el autocuidado es importante.

3. Mantente ocupado. No estresado, sino de una manera ordenada, aunque puedes cambiar el orden de las tareas para no sentir que todos los días son iguales. El ejercicio y la meditación ayudan mucho.

4. Sé realista, flexible y paciente. Ten los pies en la tierra y al mismo tiempo sé comprensivo y empático contigo mismo.

5. Céntrate en el presente: ¿Hoy qué puedo hacer? Es muy importante cómo te organizas el día.

6. Crea círculos virtuosos. Son los buenos hábitos (amables, responsables, de autocontrol, de diversión, de desahogo). Es lo contrario a los círculos viciosos, que son destructivos.

7. Tener un propósito. ¿Por qué y para qué voy a hacer esto? ¿Qué puedes hacer por ti y qué puedes hacer por otros? Cuando ayudas a alguien te sientes bien.

¿Hay algo que podamos hacer para saber si vamos por buen camino?

Desde hace una semana, una de las preguntas que te hago a la gente es: "¿Qué puedes hacer hoy para que tu futuro 'yo' se sienta orgulloso?" Si tú haces algo hoy que sea constructivo y positivo —para ti o para otros— el día de mañana tú te sentirás orgulloso de ti, y todo eso influye de manera positiva en la autoestima, que ayuda a su vez a poder construir esa personalidad resiliente.

"¿Qué puedes hacer hoy para que tu futuro 'yo' se sienta orgulloso?", reflexiona Rojas-Marcos.

La manera en la que nos resolvamos nos ayudará a ser más resilientes.

Personas que se sienten todo el tiempo víctimas, vulnerables, indefensas, que están deprimidas, que no hacen nada ni por ellas mismas ni por otras personas —y no estoy hablando de una depresión, sino de una actitud pasiva— son personas que, evidentemente, van a tener dificultad para sentirse bien el día de mañana.

Y no hay que hacer grandes cosas, sino pequeñas acciones —desde ayudar a un vecino, hasta cuidar la alimentación— que nos ayudan a construir esa personalidad resiliente y a sentirnos útiles.

Es tener esos momentos de tristeza y vivirlos, pero no quedarnos ahí. Precisamente en esa etapa es donde estamos.

¿Y después? ¿Hacia dónde vamos?

Después toca recoger toda la información y analizar y evaluar todo lo que hemos hecho. Todo eso está lleno de aprendizajes que nos van ayudar a gestionar situaciones difíciles en el futuro.

Y yo no sé lo que va a pasar porque no tengo una bola de cristal, pero sí se que nos vamos reinventar, que nos vamos a reconstruir y que lo vamos a superar. ¿En cuanto tiempo? Pues no lo sé. Eso no lo sabe nadie.

No va a ser fácil. Va a ser lento y tendremos que arrimar mucho el hombro (unos más que otros) y muchos necesitarán ayuda psicológica. Pero si hay algo que me queda claro y de lo que no tengo la menor duda es que lo vamos a superar.

Incluso hay personas que van a salir fortalecidas de esta crisis, más reforzadas... y muy resilientes.

BBC

miércoles, 22 de abril de 2020

Cómo gestionar los ataques de pánico. La repentina y efímera sensación de ansiedad, la falta de aliento y el miedo incapacitante pueden confundirse con los síntomas del coronavirus. Esto es lo que hay que hacer al respecto.

Estaba previsto que Anna Daniels, una mujer de 27 años que vivía en Chagrin Falls, Ohio, comenzará un nuevo trabajo como niñera el 30 de marzo, pero eso se suspendió indefinidamente debido a la pandemia de coronavirus. Ella ha estado desempleada desde finales de febrero. El prometido de la Sra. Daniels trabaja para el gobierno local y es considerado un empleado esencial, por lo que ha pasado sus días sola. Ha tenido un grave costo emocional.

"No puedo ir al gimnasio o socializar con mi familia. No puedo mantenerme sola. Es como si mi mundo se estuviera derrumbando ", dijo.

El 26 de marzo, la Sra. Daniels estaba en la cama viendo las noticias, cuando de repente su visión comenzó a ponerse borrosa. Su pecho se apretó y no podía respirar. "Pensé que tenía el coronavirus y podría morir de esto", dijo. "Fue una de las peores experiencias que he tenido en mi vida". Después de 20 minutos, sus síntomas disminuyeron y se dio cuenta de que había sufrido su primer ataque de pánico.

La pandemia de coronavirus está afectando a todo el mundo, y no es de extrañar que, como resultado, muchas personas puedan experimentar ataques de pánico por primera vez. Un ataque de pánico aparece repentinamente, trayendo consigo ansiedad, miedo o incomodidad de corta duración.

Es una activación de la respuesta fisiológica de "lucha o huida" del cuerpo, que se desencadena por una amenaza percibida, dijo el Dr. Paul Nestadt, codirector de la Clínica de Trastornos de Ansiedad Johns Hopkins. "Entonces, todas las cosas que tu cuerpo querría hacer si estás cerca de un tigre se activan en el momento equivocado", dijo.

Su corazón comienza a latir y bombear sangre para que sus músculos tengan el combustible para correr, luchar y salir del peligro, dijo la Dra. Lynn Bufka, directora principal de la Asociación Americana de Psicología. Sin embargo, la mayoría de las veces cuando las personas sufren un ataque de pánico, no responden a algo que requiere correr o pelear. "A veces pueden ser desencadenantes invisibles", dijo. Los ataques de pánico pueden ser aterradores. "Es la sensación que tienes cuando estás a punto de cruzar la calle y hay un autobús justo ahí", dijo.

Los ataques de pánico son bastante comunes incluso en circunstancias mucho menos graves. Un estudio en Arch Gen Psychiatry indicó que uno de cada cuatro estadounidenses tendrá al menos un ataque de pánico en algún momento de sus vidas. Pero el coronavirus parece estar causando que muchas personas sufran ataques de pánico en poco tiempo. "Hay un mayor nivel de estrés debido a toda esta incertidumbre", dijo el Dr. Bufka.

La Dra. Neha Vyas, doctora en medicina familiar de la Clínica Cleveland, dijo que había pasado la mayor parte de su tiempo en las últimas semanas tratando de controlar la ansiedad relacionada con la pandemia en los pacientes. Para empeorar las cosas, algunos de los síntomas de un ataque de pánico (endurecimiento del pecho y dificultades respiratorias) a menudo se confunden con los síntomas del coronavirus.

El Dr. Vyas dice que existen diferencias reveladoras entre los ataques de pánico y los síntomas del coronavirus. Los ataques de pánico aparecen repentinamente y generalmente duran solo de 15 a 20 minutos, mientras que los síntomas del coronavirus surgen en unos pocos días. Con el coronavirus, la dificultad para respirar suele ir acompañada de otros síntomas, como fiebre y tos, ninguno de los cuales está presente con un ataque de pánico.

"No hay un síntoma en particular que sea diagnóstico del coronavirus. Es un grupo de síntomas", dijo el Dr. Vyas.

Como resultado, es importante llamar a su proveedor de atención médica para que lo asesore, en lugar de dirigirse a una visita en persona, lo que pone en riesgo la exposición.

El Dr. Vyas señala que los síntomas de un ataque de pánico pueden ser similares a los de un ataque cardíaco. Entonces, si un paciente tiene ciertas afecciones (antecedentes cardíacos, presión arterial alta, sudoración excesiva o dolor en el brazo, el cuello y la espalda), eso puede ser motivo de mayor preocupación. Ella alentaría a los pacientes con factores de riesgo cardíaco que experimentan estos síntomas a buscar atención médica inmediata.

Lauren S. Hallion, profesora asistente en el departamento de psicología de la Universidad de Pittsburgh, es líder de un grupo recién formado de más de 100 investigadores y médicos llamados "PsychVsCovid", que está reuniendo recursos para manejar el virus. El grupo creó varias iniciativas de divulgación, incluida una para desarrollar un conjunto de pautas y recursos para pacientes y médicos para ayudar a distinguir entre los ataques de pánico y Covid-19, la enfermedad causada por el coronavirus.

"Para las personas sanas, un ataque de pánico no es peligroso", dijo. Pero ser capaz de identificar un ataque de pánico es útil porque incluso darse cuenta de que está teniendo uno puede ayudarlo a disiparse, dijo.

El Dr. Butka insta a quienes experimentan un ataque de pánico a practicar una respiración completa y constante para combatir la hiperventilación. El Dr. Nestadt dijo que ayuda a tranquilizarse a sí mismo que está seguro y que los sentimientos incómodos pasarán. Sugiere usar distracciones relajantes, como escuchar música. Una técnica llamada "5, 4, 3, 2, 1" es otro método de distracción: se detiene para notar cinco cosas que puede ver, cuatro cosas que puede tocar, tres cosas que puede escuchar, dos cosas que puede oler y una cosa que puede probar

El Dr. Vyas también recomienda hacer ejercicio, lo que puede aliviar la ansiedad.

Daniels dijo que estaba tratando de evitar futuros ataques de pánico al caminar seis millas para respirar aire fresco y estar cerca de la naturaleza. También ha vuelto al arte, un pasatiempo que persiguió en la escuela secundaria. "Me estoy centrando en actividades menores para tratar de planificar mi día, así que no me asusto y tengo algo que hacer".

Es difícil ver a un ser querido en apuros. Aún así, dijo el Dr. Nestadt, es importante no intervenir automáticamente. Primero, pregunte si la persona que experimenta el ataque quiere espacio o apoyo. Sobre todo, no le digas a la persona que "simplemente se calme", ​​dijo el Dr. Butka. Reconozca su miedo, hágales saber que usted está allí para apoyarlos y ayudarlos a resolver problemas. La Sra. Daniels dijo que su prometido pudo calmarla sosteniéndole la cara, animándola a respirar y asegurándole que todo estaría bien y que lo tomaría un día a la vez.

Si los ataques de pánico interfieren con su funcionamiento diario, vale la pena considerar buscar tratamiento de un profesional.

Cuando busque ayuda mental profesional por primera vez, conéctese en línea o llame y solicite recomendaciones a su proveedor de atención primaria. El Dr. Nestadt sugiere consultar el sitio web de su aseguradora para obtener una lista de proveedores. Tenga en cuenta que no todos esos proveedores aceptarán nuevos pacientes, o algunos ya no aceptarán seguro. Pero es la mejor manera de encontrar un proveedor en su red de seguros.

Otra fuente es el sitio Find a Therapist de la Asociación de Ansiedad y Depresión de Estados Unidos, donde puede ingresar su dirección para encontrar proveedores verificados cerca de usted.

Durante un tiempo de órdenes de quedarse en casa, muchos proveedores aceptan ver a los pacientes virtualmente. Medicare ahora puede pagar por la atención brindada a través de telesalud que ocurre bajo una gama mucho más amplia de condiciones. Nuevamente, es importante consultar tanto con su proveedor de seguros como con su profesional de salud mental para determinar qué está cubierto.

"La tasa de ataques de pánico es un síntoma de ansiedad general", dijo el Dr. Nestadt. "Crecen en momentos de estrés". Él tiene la esperanza de que una vez que hagamos avances para controlar el virus, sentiremos menos ansiedad, dijo. "Y podríamos ver menos ataques de pánico también".

https://www.nytimes.com/2020/04/11/smarter-living/coronavirus-managing-panic-attacks.html?action=click&module=moreIn&pgtype=Article&region=Footer&action=click&module=MoreInSection&pgtype=Article&region=Footer&contentCollection=Smarter%20Living

jueves, 9 de abril de 2020

Géraldine Schwarz: “La espiral de pánico es peligrosa”. “La indiferencia está en el origen de los peores crímenes contra la humanidad”

La ensayista franco alemana se fija en lo que ocurre en Europa como institución y como territorio, en un momento delicado para la democracia y las libertades

Géraldine Schwarz (Estrasburgo, 46 años), periodista e historiadora franco alemana, escribió hace tres años un libro en el que tocó una grave herida que implicaba a su abuelo paterno que, como muchos alemanes, miraron a otro lado cuando Hitler llegó y organizó la persecución de los judíos. Ese libro, Los amnésicos (Tusquets, 2019), ha tenido un intenso recorrido mundial. Trata de Europa, de lo que pasó entonces y de lo que nos siguió pasando, como continente y como civilización. El abuelo de Schwarz, un industrial de Manheim, que se enriqueció con el expolio a los judíos, le dio razón para investigar cómo su antepasado miró para otro lado durante el horror nazi y visitó a descendientes de los que pudieron escapar de Alemania. “Busqué las fuentes e intenté ser con mis abuelos alemanes lo más justa posible”. Solo una tía se enfadó. Su padre, su mayor fuente, estuvo orgulloso de contarlo…, pero se preocupó un poco “hasta que el libro tuvo éxito”. Su esencia franco alemana la ha llevado a fijarse en lo que ocurre en Europa como institución y como territorio, metido (como reconoció la canciller Angela Merkel) en algo peor que aquella guerra desatada por los nazis. De esta nueva guerra del mundo habla por Skype desde Berlín, donde está confinada.

Pregunta. ¿Cómo afronta el continente este desafío?
Respuesta. Están la Comisión y las sociedades. La Comisión no reacciona tan mal. Eran un equipo de tecnócratas decidiendo reglas y pidiendo a los países que se adaptaran. Y por primera vez en la historia adaptan sus reglas a los acontecimientos. No lo debemos subestimar porque es muy nuevo. Tienen muchas dificultades para hallar una línea común entre el Nosotros [Merkel] y el Yo [Macron]. Pero hay, aunque tardías, señales positivas: Francia y Alemania juntas entregaron más mascarillas a Italia que China. Muchos enfermos franceses fueron cuidados en Alemania y Suiza. Y pacientes italianos han sido cuidados en Francia. Esto también es nuevo, y pasa en Europa. Pero a la Comisión no se le da bien promover este tipo de solidaridad. Es verdad que a Italia la dejaron sola demasiado tiempo, y es inaceptable. Ahora están tratando de arreglar los errores, y la Comisión ha pedido perdón a Italia. Pero esta coronacrisis no es un examen solo para Europa, sino para sus valores, basados en la democracia y la libertad.

P. ¿En qué sentido es un examen?
R. Con la pandemia y las medidas excepcionales estos valores están amenazados. ¿Seremos capaces de combinar la emergencia sanitaria con la democracia? Este es el gran examen de Europa: la capacidad para demostrar que los problemas sanitarios se gestionan con más eficacia en una democracia que en una dictadura como China. Hay una guerra de propaganda sobre la gestión de estos temas. China está intentando probar que un modelo autoritario lo hace mejor. Y esto es muy peligroso. Porque la gente está escuchando.

P. Por escribir en EL PAÍS eso Mario Vargas Llosa vio sus libros prohibidos en China…
R. ¡Hay más muertes en China de las que dicen las autoridades! El gran desafío del siglo XXI será la información. Esta pandemia será el gran desafío, pero después de eso vendrá el cambio climático. Estamos ensayando para una guerra aún peor. La respuesta tiene que ser colectiva. No solo de las instituciones, sino también de las personas. Aquí es donde mi libro Los amnésicos se vincula con lo que sucede. Es una crisis que muestra que la población, en todo el mundo, tiene una responsabilidad, no puede mirar para otro lado. Lo mismo pasa con el calentamiento global: al final los individuos tienen que adquirir responsabilidad. Es el tema de mi libro. La crisis demuestra también que la responsabilidad colectiva no equivale a la igualdad entre los países europeos, porque el norte no se comporta como el sur y es notorio que ambos lados no requieren medidas de confinamiento, por ejemplo, tan estrictas….

P. Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas…
R. Pues eso es lo que ocurre. Pero hay respuestas, están en el pasado. La historia no se repite, pero los mecanismos de cómo la sociedad responde a los problemas son siempre los mismos. Por eso tenemos las respuestas en la historia. Porque no hemos cambiado. Las reacciones colectivas son iguales. Somos animales, no debemos olvidarlo. Frente al miedo, la incertidumbre y la falta de orientación reaccionamos siempre igual. Pero si sabemos que reaccionamos así nos controlamos. Por eso tenemos una civilización. La pregunta de hoy es cómo, en una situación así, mantenemos nuestras libertades. Desde que el Muro cayó en Alemania y llegó la libertad a Europa del Este, todo el mundo pensó que con la libertad llegaría la democracia. Y no fue así. Esto es muy importante.

No pensé que la gente renunciaría así a la libertad por la seguridad

P. ¿Ahora está a prueba la libertad?
R. La libertad hay que aprenderla, no es algo que siempre se sepa. No es un valor absoluto. Esto es lo que nos demuestra la pandemia de una manera brutal: que la gente es muy capaz de decir no a la libertad. Yo no pensé que, en nuestra época, la gente dijera con tanta facilidad no a la libertad en nombre de la seguridad. Eso me asusta mucho. Estas leyes de confinamiento han sido aprobadas por casi el 100% de la población y en los medios apenas oigo críticos del confinamiento. Nadie lo pone en duda. Y, como en España, las reglas son muy estrictas, a veces del todo ridículas. No puedes nadar en el mar, aunque la playa esté desierta, no puedes ir sola al monte… Es ridículo. Pero la gente obedece de un día para otro. ¿Son reglas proporcionales a la amenaza? Por eso, volviendo a mi libro, observé con mucho interés: Angela Merkel no dio ese paso; puede que lo dé, pero hasta ahora no lo ha dado. Primero, porque en la historia de Alemania se han cometido muchos abusos en nombre de la seguridad. Es algo que no se puede hacer alegremente. Merkel, además, siempre habla de los valores de la democracia, y esta es una diferencia importante con Francia. Ella piensa que sus ciudadanos tienen un sentido democrático, conscientes por tanto de que la situación no es normal y puede ser peligrosa. Aquí políticos, intelectuales, periodistas discuten sobre los riesgos democráticos del confinamiento. Y por qué debe hacerse corto, porque la gente podría acostumbrarse.

Debemos demostrar que este problema se gestiona mejor en democracia

P. ¿Eso le da miedo?
R. Lo que más miedo me da de los efectos democráticos de la pandemia es lo fácil que la gente renuncia a la libertad. El juego de la democracia es algo que la gente aún no comprende del todo, de forma que no es capaz de juzgar cuando se cometen abusos. Puede pasar cuando venga la crisis del cambio climático, que en nombre de la salud se imponga, por ejemplo, una especie de dictadura verde…

P. Y, con respecto a los efectos sanitarios, ¿le da miedo lo que sucede?
R. Tengo padres; mi padre está enfermo de cáncer, mi madre tiene 77 años. No me junto con ellos, para no contaminarlos, claro. Siento todo esto muy de cerca, nos asusta. Pero no me gustó el confinamiento total que vi en Francia, de donde vine hace poco. Aquí hay reglas, pero puedes circular por la ciudad sin que te arreste la policía, si vas de uno en uno de dos en dos… Aquí escucho a Bach en la televisión, mientras que en Francia lo único que hay es coronavirus... Hay una espiral de información que crea un pánico existencial. Es innecesario y en realidad es muy peligroso. Puedes sentirlo, puedes estar muy preocupado, por ti mismo o por tus padres, pero no hace falta este pánico existencial alimentado por los medios constantemente, o por leyes demasiado estrictas. La gente se está volviendo loca. No acabará bien. No es una forma apropiada de lidiar con esta situación la de meterle miedo a la gente. Uno de los desencadenantes para que Alemania se volviera bárbara y criminal en el Tercer Reich fue el miedo. El miedo desata lo peor de los seres humanos. Leo que hay vecinos que denuncian a sus vecinos porque puede que tengan el virus… No sé si pasa en España. El miedo saca lo peor de nosotros. Y por eso se puede repetir la historia.

https://elpais.com/cultura/2020-04-05/geraldine-schwarz-la-espiral-de-panico-es-peligrosa.html?rel=lom

“Nadie tiene derecho ( la obligación, el deber) a ejecutar una orden que implica una acción criminal.” Ese fue el argumento que enarboló Fritz Bauer, un fiscal judío que tuvo que exiliarse antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial para escapar de los nazis y que fue uno de los protagonistas de la lucha por que Alemania se enfrentara a su pasado, condición indispensable para la construcción de una nueva democracia. Era la réplica a quienes, como Adolf Eichmann –juzgado y ahorcado en Israel gracias a la intermediación del propio Bauer: la República Federal de Alemania de Adenauer se desentendió cuando lo encontraron escondido en Argentina–, se defendieron diciendo que solo obedecían órdenes: “Mi falta es mi obediencia, mi sumisión.”

Ese mismo argumento es el que sostiene la periodista Géraldine Schwarz (Estrasburgo, 1974) en su estupendo ensayo Los amnésicos, ganador de varios premios, entre ellos al mejor Libro Europeo 2018: quienes consintieron, miraron para otro lado o se aprovecharon de las circunstancias que impuso el régimen de Adolf Hitler son también culpables, aunque no mataran a nadie con sus propias manos.

Schwarz se centra en los Mitläufer, los “que siguen la corriente”; como sus cuatro abuelos: ella es de origen francés por vía materna y alemán por vía paterna. Esa doble condición la empujó a estudiar las diferentes maneras en que se gestionó la memoria de lo sucedido a mediados del siglo XX en Europa, cómo en unos países se hizo un trabajo de memoria más temprano y envidiable (Alemania), mientras que en otros se tardó demasiado, se pusieron excusas o se maquilló la realidad (Francia, Austria, Italia). Es decir: partiendo de la historia familiar, la autora cuenta parte de la historia de Europa, de ahí la importancia del subtítulo del ensayo: Historia de una familia europea: “Tejer dos hilos juntos, dar amplitud al relato familiar sometiéndolo al juicio de la Historia, a la sabiduría de los historiadores, esos detectores de mentiras y de mitos. […] Quiero comprender lo que era para saber lo que es, devolver a Europa sus raíces, que los amnésicos intentan arrancarle”, escribe en la presentación.
 

Memorial del Holocausto en Berlín (foto: alamy)

Schwarz quiere contribuir a romper esa “conspiración del silencio” de la que hablaba W. G. Sebald, ese bloqueo que impedía a quienes vivieron aquellos años, tanto a las víctimas como a quienes consintieron, hablar de lo sucedido. Un ejemplo de ello es el abuelo paterno de la autora, quien se afilió al NSDAP (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei) por comodidad y no por convencimiento. Y que, como muchos, aprovechó la necesidad de los judíos de vender sus negocios para sufragar su exilio y en 1938 compró a los hermanos Löbmann su pequeña empresa de productos petrolíferos. Gran parte de la familia Löbmann murió en campos de concentración, pero uno de los hermanos llegó a Estados Unidos y quiso ser compensado cuando, acabada la guerra, en la zona de ocupación americana se aprobó la Rückerstattungsgesetz (ley sobre la restitución). El abuelo de la autora se defendió, no solo porque económicamente le suponía un enorme agravio tener que pagar: verse de repente frente a frente con la realidad le resultó intolerable. E insistió en culpar a los judíos, y no a los nazis, de haber llegado a esa situación. El padre de Géraldine nunca consiguió que el abuelo le hablara del pasado.

Los abuelos paternos de Géraldine Schwarz con sus hijos en 1942, cerca de Mannheim (foto del archivo familiar, incluida en el libro)



Por otro lado, la abuela defendía al Führer porque, como la mayoría de la población, se dejó encandilar por la “impresionante empresa de seducción” del Reich, que usaba la cultura como instrumento de distracción y le permitió hacer un inolvidable crucero. No era antisemita. Tampoco hablaba con sus hijos sobre el pasado. Pero acabó suicidándose. El abuelo materno, francés, fue gendarme bajo el régimen de Vichy. Schwarz no conoce mucho sobre su historia, aunque supone que colaboró sin convencimiento. Una familia de Mitläufer.

La autora también alude a que hubo responsables y aprovechados en el otro bando. Por ejemplo, recuerda los bombardeos sobre civiles alemanes que ordenó la Area Bombing Directive británica. Al comandante en jefe de la Royal Air Force Arthur Harris lo apodaron “Bomber Harris”, y en 1992 se inauguró una estatua en su honor en Londres. También se menciona que para los tribunales en los que se juzgaba a los verdugos del Tercer Reich suponía un problema evitar mencionar “los crímenes de guerra de los Aliados”. O que, durante el proceso de desnazificación, ingleses, estadounidenses, franceses y soviéticos sacaron provecho del conocimiento tecnológico de los alemanes, sobre todo en el sector armamentístico. 



Karl Schwarz, abuelo de la autora, que en 1938 compró la empresa del judío Julius Löbmann (foto del archivo familiar, incluida en el libro)

Los amnésicos no es original en eso de contar la historia a través de las historias. Por citar un ejemplo reciente, y aunque con un tono menos novelado, este ensayo recuerda a Tal vez Esther, de Katja Petrowskaja (Adriana Hidalgo Editora, 2015). Sin embargo, Schwarz va un paso más allá. El recorrido que traza, pasando de sus abuelos a sus padres y luego a su propia biografía, conduce hasta la actualidad, y en la gestión de la memoria histórica encuentra el motivo del auge del populismo de extrema derecha en nuestro continente: la Lega de Matteo Salvini en Italia, el FPÖ de Heinz-Christian Strache en Austria o el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia son consecuencia de un mal trabajo de memoria. También el AFD alemán, que obtiene mejores resultados en los Länder que pertenecieron a la República Democrática de Alemania, donde tras la caída del Muro de Berlín se arguyó que la Unión Soviética frenó al nazismo.

Rico en referencias a historiadores e intelectuales como Hannah Arendt, Karl Jaspers, Theodor Adorno y Max Horkheimer, con abundantes alusiones a la literatura y la cinematografía que ha tratado los mismos temas y con un certero epílogo de José Álvarez Junco, Los amnésicos es una interesante radiografía del pasado europeo para explicar su presente, pero también para alertar sobre lo que podría suceder si se menoscaban los valores democráticos que tanto ha costado conquistar: “El camino de una Europa a la otra es el de una inversión de la moral.”

Fuente: https://www.letraslibres.com/espana-mexico/revista/geraldine-schwarz-sin-memoria-no-hay-democracia

https://elpais.com/elpais/2019/08/30/ideas/1567159752_275499.html