jueves, 25 de julio de 2013
La pesca milenaria del atún. En España sobreviven cuatro almadrabas. Una trampa artesana y ancestral donde hoy se pescan los ejemplares más cotizados en Japón. Así es el cuerpo a cuerpo en el Estrecho
El Bermúdez abandona el puerto de Barbate a las seis de la mañana, haciendo el ruido de una cafetera. En su cubierta se distingue a una veintena de hombres, sombras brumosas bajo la luz anaranjada del muelle a las que se va comiendo la negrura a medida que la embarcación se aleja. Arrastra dos pequeños cascarones de madera sin motor tras de sí, desplegando una estela como un abanico. Son los primeros en zarpar. Poco después los seguimos a bordo del Frialba 1, “la testa” de la almadraba, así llaman a esta otra barcaza con grúas en la cubierta donde una decena de pescadores somnolientos esperan el alba apoyados en la baranda. El patrón fija el rumbo “hacia la lucecita de Camarinal” y al dejar atrás la bocana nos golpea una brisa fría de finales de mayo. Navegamos junto al Reina Cristina, un misterioso buque frigorífico con bandera panameña y tripulación japonesa del que nadie quiere hablarnos demasiado. Lo perdemos de vista y nuestros hombres andan ya a otra cosa:
–¿A qué hora llega la marea, pare?
–A las ocho y cuarto, colega.
Los pistones ronronean bajo las suelas y la testa avanza sobre unas aguas de bronce en busca de ese instante al que llaman “el reparo”, una tregua entre el ascenso y el descenso del mar, cuya calma permite faenar evitando las corrientes del Estrecho. El rostro de Antonio Lozano, de 45 años, se ilumina cuando chupa del cigarrillo y nos muestra las primeras boyas de la almadraba, de color rosa chillón. “La rabera de tierra”, indica hacia la hilera de bolas que fosforescen en dirección a la costa española. A unos tres kilómetros, entre la bruma, se distingue Zahara de los Atunes, localidad que da nombre a esta almadraba. Bajo las boyas, una red vertical fijada al fondo mediante anclas de 400 kilos y tensada por infinidad de pesas de plomo bloquea el paso de los atunes más gruesos. No hay más secretos. Una almadraba abarca tanto como se extienden sus dos raberas. Una de las extremidades se estira hacia la costa gaditana; la otra, la “rabera de fuera”, se despliega en dirección a Marruecos. Son, digamos, los brazos de la trampa; calados de tal forma que aprovechan la inercia de los atunes para guiarlos a su muerte.
El día antes de zarpar, Rafael Gomar, uno de los pescadores más experimentados de la almadraba de Zahara, nos explicó de manera sencilla el artilugio: “El pescado viene y encuentra una pared. El instinto del animal ¿cuál es? Tirar para el Mediterráneo. Entonces se mete en el cuadrillo. Enfrente ve otro hueco, y eso ya es la boca de la almadraba”. A menudo se compara la trampa con un complejo laberinto. En realidad se trata de una sucesión de estancias con paredes de malla y cuyo parecido con el sistema digestivo resulta notable. Aparte de boca, hay un buche, por ejemplo, y los atunes nadan de una cámara a otra a través de cavidades por las que pueden avanzar, pero no volver atrás. La última estancia es un recinto sin salida con forma de saco. “Como un calcetín”, nos contó Rafael mientras el sol de la tarde caía sobre el paseo marítimo de Barbate y él esbozaba la almadraba en una servilleta de papel. Enfrente se veía el cabo de Espartel, al otro lado del Estrecho.
Por este cuello de botella, donde los griegos fijaron Las columnas de Hércules de los griegosLeer más en El País Semanal.
El atún rojo puede nadar a 80 por hora, vive más de 30 años y suele superar los 200 kilos.
...han entrado atunes desde que existe memoria, y también desde entonces los hombres han tratado de atraparlos. Se sabe que los fenicios que arribaron a la Península ya se alimentaban de los grandes peces de cola azul. En el golfo de Cádiz se suele decir que la almadraba tiene “tres mil años de historia”. De la época romana quedan textos que detallan un arte de pesca muy similar al de hoy cuya técnica se repetía desde el mar Ibérico hasta la isla de Trinacria (hoy Sicilia). Los cardúmenes se divisaban desde un enclave elevado. El vigía daba la voz. Y al grito comenzaba la captura. Así lo contó Oppiano de Anazarbo en su Halieutica, un poema del siglo II: “Inmediatamente se despliegan todas las redes a modo de ciudad entre las olas, pues la red tiene sus porteros, y en su interior, puertas y más recónditos recintos. Rápidamente los atunes avanzan en filas, como falanges de hombres que marchan por tribus”. Hoy, las redes de cada almadraba –quedan cuatro en España, todas frente al golfo de Cádiz, en Conil, Barbate, Zahara y Tarifa; pero llegaron a existir 14 en 1919– se calan todos los años en el mismo punto. En febrero se despliegan las mallas en tierra, se unen y se atan tal cual quedarán luego en el agua. Se doblan y se llevan al caladero, y allí vuelven a desplegarse. La tarea dura 40 días.
Con la primera claridad, Carlos, al que apodan El Gitano por una mítica juerga flamenca en Ca Presenta, la taberna de los almadraberos, se calza unos escarpines de goma y se viste con un mono impermeable naranja sobre el neopreno. Tiene el cuerpo de un yóquey. El pelo cano. Él es de los que se lanzan a batirse con los pescados moribundos en el agua. Sonríe con su rostro tostado: “Cuando el atún se queda sin agua, empieza a coletear. Sus vais a mojar”. De pronto, todos los hombres del Frialba se encuentran vestidos con el mismo mono y el océano se ha teñido con escamas de plata. Aún no ha asomado el primer rayo. El patrón del Frialba maniobra para colocar la proa mirando a Zahara, en la cabeza de la almadraba. La testa. Frente a nosotros, en la superficie del agua, las bolas rosas flotan trazando el esquema que Rafael había esbozado en la servilleta. El cuadro, así se llama, recuerda a una pista de aterrizaje de noche. Una lancha nos recoge y nos lleva al otro extremo, hasta “la sacada”, una embarcación que flota entre el buche (donde se encuentran ahora los atunes) y el copo
miércoles, 24 de julio de 2013
Libros que ayudan a construir la conciencia de clase. Belén Gopegui
Intervención de la autora durante la presentación del libro: “Crisis capitalista y privatización de la sanidad”, de Ángeles Maestro, Editorial Cisma.
Lees un artículo aquí y otro allá, en la red, te ayudan a pensar, pero un día una editorial los recopila, los ordena, los fecha, los anota, y entonces los lees seguidos y aprendes más, aprendes a no olvidar. Agradezco por eso a la editorial Cisma la labor que ha hecho con la publicación de este libro. Agradezco también a la librería Traficantes de sueños la construcción y el mantenimiento del espacio común en donde estamos.
No se adquiere ni se logra por decreto, sino a partir de experiencias históricas, tradiciones y luchas políticas.
Nunca está dada.
Jamás preexiste.
Se va construyendo a partir de los conflictos.
La mayoría de las veces se genera a saltos.
Cuando se logra, la clase trabajadora puede pasar de la necesidad económica a la voluntad política. La conciencia de clase es parte beligerante en la lucha de clases. Empezar a construirla es comenzar a ganar la lucha.
Parece un poema de Brecht, aunque en realidad es parte de la definición de conciencia de clase que da Néstor Kohan en su libro: “Aproximaciones al marxismo: una introducción posible”.
La traigo aquí porque si bien los libros se leen habitualmente a solas, en silencio, sin siquiera mover los labios, algunos nos ayudan a construir la conciencia de clase. Cuando comienza el conflicto, sus palabras van contigo como aquello que te pasó un día, como lo que te contaron, como lo que necesitas y te impulsa y acompaña.
Crisis capitalista y privatización de la sanidad, de Ángeles Maestro es uno de esos libros. Deja, para empezar, constancia de procesos, fechas, leyes que a veces se emborronan en la memoria y que al ser claramente expuestos una y otra vez te impiden confundirte, pensar que tal vez escampe, que las cosas serán de otra manera sin que bajes a la calle y tomes el camino junto con otros y otras que lucharán a tu lado.
Venimos de una larga derrota y es útil recordarlo para poder pensar mejor por qué perdimos -aquí está la única leve observación que le haría al libro, que no es una objeción sino un punto de partida para conversar sobre eso, por qué perdimos, hasta qué punto una gran parte de la población trabajadora, heridas las herramientas de lucha y análisis por la opresión, la guerra fría y la ilusión de prosperidad, había sustituido el sueño del socialismo por el de la supuesta democracia europea aun antes de la muerte de Franco-. En cualquier caso, la derrota ha vuelto difícil imaginar la sociedad futura y revolucionaria. Y sin embargo, todas coincidiríamos en atribuirle un principio elemental: en esa sociedad nueva el infortunio no será fruto de la opresión. No me refiero a los conflictos y enfrentamientos. Me refiero a todas esas formas de sufrimiento evitable desglosadas con precisión por Maestro en el capítulo: "Guerra social en el cuerpo de la clase obrera". Penas, suicidios, enfermedades que no dependen del azar sino de lo que la organización económica prioriza y abandona.
A lo largo del libro Maestro da cuenta de cómo la llamada "selección de riesgos" preside la privatización de la sanidad. Procedente de las aseguradoras, este principio consiste en "orientar la aceptación de riesgos hacia aquellos que ofrecen menor peligrosidad, evitando la cobertura de los que, por poder originar frecuentes siniestros o de elevado importe, originarían un desequilibrio económico en los resultados de la empresa". Si traducimos estas palabras, la selección significa dejar de lado a quienes, ya sea por causa de los daños provocados por una sociedad torpe e injustamente organizada, ya por el verdadero azar, más ayuda necesitan. Abandonarles, dejarles caer.
El diez o quince por ciento de la población, nos recuerda Ángeles Maestro, produce el noventa por ciento del gasto de la sanidad debido a enfermedades crónicas o complejas o a la vejez, y la privatización está diseñada para permitir a las empresas librarse de ese porcentaje aumentando así los beneficios del capital. Y no sólo ese porcentaje: la prevención, las pruebas necesarias, la convalecencia, todo será reducido como si el sufrimiento y los euros fuesen unidades equivalentes.
Todavía, nos recuerda Maestro, había tanto que hacer, mejorar la salud mental, la salud dental, la prevención, alcanzar la salud a través de una la vida diaria sin angustia, sin hambre. Y en cambio nos obligan a practicar el sálvese quien pueda: cuando llegue el incendio, que ardan los últimos, jugando a que nosotros y nosotras escaparemos. Pero no escaparemos, los hospitales, la vulnerabilidad, forman parte de la vida diaria Y desde luego, aunque nunca, cosa imposible, ni nosotros ni ningún familiar o amigo nuestro se viese envuelto en una situación de desvalimiento, no permitiremos que nadie nos obligue a dejar solos y solas a quienes más lo necesitan. Nuestra sociedad nueva estará organizada para que precisamente el cuidado de quienes más riesgos tienen sea lo prioritario, un cuidado con tiempo, compañía, tazas de colores, esfuerzos compartidos, sombra de árboles; nadie estará allí solo ni sola cuidando. Y no lo haremos de este modo porque sepamos que un día podremos ocupar el lugar más débil, lo haremos porque "de cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades" es el único principio que nos permite vivir en común sin vergüenza, sin opresión, sin miedo.
Esta llamada crisis, esta acometida de una clase contra otra puede ser, nos dice Maestro, un salto que genere conciencia. Porque durante demasiado tiempo creímos que las llamas no llegarían a nuestras casas, y ahora que llegan, tal vez debamos también quemar las naves de la huída y recordar aquel texto escrito en un pequeño cuadro colgado de una pared alejada del paso, en el aeropuerto de Baracoa, Cuba, que Ángeles Maestro me enseñó y que dice: "Las palabras rendición y derrota están borradas totalmente de nuestra terminología".
Enhorabuena por tu libro.
Muchas gracias
Madrid, 10 de julio de 2013
Lees un artículo aquí y otro allá, en la red, te ayudan a pensar, pero un día una editorial los recopila, los ordena, los fecha, los anota, y entonces los lees seguidos y aprendes más, aprendes a no olvidar. Agradezco por eso a la editorial Cisma la labor que ha hecho con la publicación de este libro. Agradezco también a la librería Traficantes de sueños la construcción y el mantenimiento del espacio común en donde estamos.
No se adquiere ni se logra por decreto, sino a partir de experiencias históricas, tradiciones y luchas políticas.
Nunca está dada.
Jamás preexiste.
Se va construyendo a partir de los conflictos.
La mayoría de las veces se genera a saltos.
Cuando se logra, la clase trabajadora puede pasar de la necesidad económica a la voluntad política. La conciencia de clase es parte beligerante en la lucha de clases. Empezar a construirla es comenzar a ganar la lucha.
Parece un poema de Brecht, aunque en realidad es parte de la definición de conciencia de clase que da Néstor Kohan en su libro: “Aproximaciones al marxismo: una introducción posible”.
La traigo aquí porque si bien los libros se leen habitualmente a solas, en silencio, sin siquiera mover los labios, algunos nos ayudan a construir la conciencia de clase. Cuando comienza el conflicto, sus palabras van contigo como aquello que te pasó un día, como lo que te contaron, como lo que necesitas y te impulsa y acompaña.
Crisis capitalista y privatización de la sanidad, de Ángeles Maestro es uno de esos libros. Deja, para empezar, constancia de procesos, fechas, leyes que a veces se emborronan en la memoria y que al ser claramente expuestos una y otra vez te impiden confundirte, pensar que tal vez escampe, que las cosas serán de otra manera sin que bajes a la calle y tomes el camino junto con otros y otras que lucharán a tu lado.
Venimos de una larga derrota y es útil recordarlo para poder pensar mejor por qué perdimos -aquí está la única leve observación que le haría al libro, que no es una objeción sino un punto de partida para conversar sobre eso, por qué perdimos, hasta qué punto una gran parte de la población trabajadora, heridas las herramientas de lucha y análisis por la opresión, la guerra fría y la ilusión de prosperidad, había sustituido el sueño del socialismo por el de la supuesta democracia europea aun antes de la muerte de Franco-. En cualquier caso, la derrota ha vuelto difícil imaginar la sociedad futura y revolucionaria. Y sin embargo, todas coincidiríamos en atribuirle un principio elemental: en esa sociedad nueva el infortunio no será fruto de la opresión. No me refiero a los conflictos y enfrentamientos. Me refiero a todas esas formas de sufrimiento evitable desglosadas con precisión por Maestro en el capítulo: "Guerra social en el cuerpo de la clase obrera". Penas, suicidios, enfermedades que no dependen del azar sino de lo que la organización económica prioriza y abandona.
A lo largo del libro Maestro da cuenta de cómo la llamada "selección de riesgos" preside la privatización de la sanidad. Procedente de las aseguradoras, este principio consiste en "orientar la aceptación de riesgos hacia aquellos que ofrecen menor peligrosidad, evitando la cobertura de los que, por poder originar frecuentes siniestros o de elevado importe, originarían un desequilibrio económico en los resultados de la empresa". Si traducimos estas palabras, la selección significa dejar de lado a quienes, ya sea por causa de los daños provocados por una sociedad torpe e injustamente organizada, ya por el verdadero azar, más ayuda necesitan. Abandonarles, dejarles caer.
El diez o quince por ciento de la población, nos recuerda Ángeles Maestro, produce el noventa por ciento del gasto de la sanidad debido a enfermedades crónicas o complejas o a la vejez, y la privatización está diseñada para permitir a las empresas librarse de ese porcentaje aumentando así los beneficios del capital. Y no sólo ese porcentaje: la prevención, las pruebas necesarias, la convalecencia, todo será reducido como si el sufrimiento y los euros fuesen unidades equivalentes.
Todavía, nos recuerda Maestro, había tanto que hacer, mejorar la salud mental, la salud dental, la prevención, alcanzar la salud a través de una la vida diaria sin angustia, sin hambre. Y en cambio nos obligan a practicar el sálvese quien pueda: cuando llegue el incendio, que ardan los últimos, jugando a que nosotros y nosotras escaparemos. Pero no escaparemos, los hospitales, la vulnerabilidad, forman parte de la vida diaria Y desde luego, aunque nunca, cosa imposible, ni nosotros ni ningún familiar o amigo nuestro se viese envuelto en una situación de desvalimiento, no permitiremos que nadie nos obligue a dejar solos y solas a quienes más lo necesitan. Nuestra sociedad nueva estará organizada para que precisamente el cuidado de quienes más riesgos tienen sea lo prioritario, un cuidado con tiempo, compañía, tazas de colores, esfuerzos compartidos, sombra de árboles; nadie estará allí solo ni sola cuidando. Y no lo haremos de este modo porque sepamos que un día podremos ocupar el lugar más débil, lo haremos porque "de cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades" es el único principio que nos permite vivir en común sin vergüenza, sin opresión, sin miedo.
Esta llamada crisis, esta acometida de una clase contra otra puede ser, nos dice Maestro, un salto que genere conciencia. Porque durante demasiado tiempo creímos que las llamas no llegarían a nuestras casas, y ahora que llegan, tal vez debamos también quemar las naves de la huída y recordar aquel texto escrito en un pequeño cuadro colgado de una pared alejada del paso, en el aeropuerto de Baracoa, Cuba, que Ángeles Maestro me enseñó y que dice: "Las palabras rendición y derrota están borradas totalmente de nuestra terminología".
Enhorabuena por tu libro.
Muchas gracias
Madrid, 10 de julio de 2013
El Malecón habanero. Este paseo de ocho kilómetros es uno de los símbolos de la ciudad cubana
Como otros tantos lugares volcados al mar, es difícil entender La Habana y su historia sin la influencia del océano. Las aventuras de naufragios, saqueos y cierre de puertas tras el aviso de un cañonazo han dado paso a una agitada vida social donde, en otro tiempo, ni tan siquiera estaba dibujado el perfil costero.
El Malecón es quizá el símbolo más universal de una ciudad con cinco siglos de historia. La construcción de un rompeolas de ocho kilómetros avanzó a medida que La Habana se expandió desde principios del siglo pasado. Y sobre ese muro hoy se desarrollan algunas de las escenas más vibrantes de la ciudad.
Desplegado entre dos construcciones históricas, la torre de la Chorrera, al oeste, y el Castillo de La Punta, al este, acoge entre esos dos puntos una mezcla de edificios históricos, monumentos, vendedores ambulantes, hoteles, bares, restaurantes, un estadio de atletismo, mercadillos y una ajetreada vida social donde los pescadores, bañistas, amantes, músicos, corredores y corrillos de gente comparten un espacio multiusos.
Los jóvenes abarrotan los fines de semana, en una auténtica fiesta nocturna, los pies del histórico Hotel Nacional, igual que la plazoleta a la altura de Paseo. Entre ambos lugares, a la altura de la calle G, está la Casa de las Américas, prestigiosa institución cultural fundada en 1959 y situada a escasos metros del monumento a caballo de Calixto García, héroe nacional.
Muchos de los símbolos de la ciudad se levantan al borde de la calzada: como el monumento dedicado a las víctimas del Maine (“que fueron sacrificadas por la voracidad imperialista en su afán de apoderarse de la isla de Cuba”, reza la leyenda), que dio comienzo a la disputa final por la colonia española; la Oficina de Intereses de Estados Unidos (y el impresionante bosque de banderas cubanas de enfrente); los modernos edificios de la época, como el Hotel Riviera; o las construcciones a la altura de Centro Habana, algunas de ellas auténticas joyas arquitectónicas restauradas.
Mayer Lansky, el gángster que reinó en La Habana de los negocios y el juego de los años 50, pedía a su chófer que le llevara, a altas horas de la madrugada, a la orilla del mar para pensar y seguramente contemplar aquella luna “rodeada de nubes con las entrañas muy cárdenas”, como describió José Lezama Lima en su obra cumbre, Paradiso, la luna que se veía desde “el recodo del Malecón”.
La ciudad encierra, en el filo mismo del mar, toda una variedad de realidades e historia que merece la pena conocer siempre que lo permitan las olas que, de vez en cuando, sepultan por completo una de las avenidas más universales: la antigua Avenida del Golfo, hoy Avenida del Malecón.
Fuente: El País.
El Malecón es quizá el símbolo más universal de una ciudad con cinco siglos de historia. La construcción de un rompeolas de ocho kilómetros avanzó a medida que La Habana se expandió desde principios del siglo pasado. Y sobre ese muro hoy se desarrollan algunas de las escenas más vibrantes de la ciudad.
Desplegado entre dos construcciones históricas, la torre de la Chorrera, al oeste, y el Castillo de La Punta, al este, acoge entre esos dos puntos una mezcla de edificios históricos, monumentos, vendedores ambulantes, hoteles, bares, restaurantes, un estadio de atletismo, mercadillos y una ajetreada vida social donde los pescadores, bañistas, amantes, músicos, corredores y corrillos de gente comparten un espacio multiusos.
Los jóvenes abarrotan los fines de semana, en una auténtica fiesta nocturna, los pies del histórico Hotel Nacional, igual que la plazoleta a la altura de Paseo. Entre ambos lugares, a la altura de la calle G, está la Casa de las Américas, prestigiosa institución cultural fundada en 1959 y situada a escasos metros del monumento a caballo de Calixto García, héroe nacional.
Muchos de los símbolos de la ciudad se levantan al borde de la calzada: como el monumento dedicado a las víctimas del Maine (“que fueron sacrificadas por la voracidad imperialista en su afán de apoderarse de la isla de Cuba”, reza la leyenda), que dio comienzo a la disputa final por la colonia española; la Oficina de Intereses de Estados Unidos (y el impresionante bosque de banderas cubanas de enfrente); los modernos edificios de la época, como el Hotel Riviera; o las construcciones a la altura de Centro Habana, algunas de ellas auténticas joyas arquitectónicas restauradas.
Mayer Lansky, el gángster que reinó en La Habana de los negocios y el juego de los años 50, pedía a su chófer que le llevara, a altas horas de la madrugada, a la orilla del mar para pensar y seguramente contemplar aquella luna “rodeada de nubes con las entrañas muy cárdenas”, como describió José Lezama Lima en su obra cumbre, Paradiso, la luna que se veía desde “el recodo del Malecón”.
La ciudad encierra, en el filo mismo del mar, toda una variedad de realidades e historia que merece la pena conocer siempre que lo permitan las olas que, de vez en cuando, sepultan por completo una de las avenidas más universales: la antigua Avenida del Golfo, hoy Avenida del Malecón.
Fuente: El País.
martes, 23 de julio de 2013
El Tribunal Supremo evita que Matas ingrese en prisión. El alto tribunal rebaja la pena del expresidente balear de seis años a nueve meses. Solo mantiene uno de los delitos por los que fue condenado: tráfico de influencias
La Audiencia Provincial de Palma, en una sentencia de 172 folios dictada en marzo de 2012 condenó al expresidente balear Jaume Matas, a seis años de cárcel y nueve y medio de inhabilitación por seis delitos. El Tribunal Supremo, en una resolución hecha pública esta mañana, ha rebajado la pena a nueve meses y un día de cárcel y multa de 6.000 euros por un solo delito, tráfico de influencias, de forma que este no ingresará en prisión. Podrá pedir que se le aplique una suspensión de condena al no superar la impuesta los dos años de cárcel.
El Supremo ha dictaminado que Matas “utilizó su autoridad jerárquica para presionar” para que se concediera una subvención de 450.000 euros al periodista que le elaboraba los discursos, Antonio Alemany –también condenado- y confirma el tráfico de influencias. Pero, por otro lado, le absuelve de los delitos de fraude a la Administración, delito continuado de falsedad en documento oficial, continuado de falsedad en documento mercantil y prevaricación en concurso con malversación por los que había sido condenado por la Audiencia de Palma en relación a servicios y pagos para Alemany. El alto tribunal considera que los servicios objeto de discusión sí se prestaron y que no ha quedado acreditada la comisión de estos delitos. La sala argumenta que “la condición ética de reprochabilidad de los actos denunciados no puede determinar la sanción penal”.
La decisión ha sido adoptada por los magistrados de la Sala de lo Penal del Supremo Carlos Granados (ponente de la misma), José Manuel Maza, Juan Ramón Berdugo, y Manuel Marchena y ha contado con el voto particular de Alberto Jorge Barreiro, que discrepa de la absolución a Matas por los delitos de prevaricación, falsedad en documento oficial y en documento mercantil.
Esta fue la primera de las numerosas causas del expresidente balear —que ostentó el cargo de 1996 a 1999 y de 2003 a 2007— y exministro de Medio Ambiente con el Gobierno de José María Aznar (2000-2003) dentro del caso Palma Arena; y la primera que habría podido llevarle a prisión.
La fiscalía, durante la vista pública celebrada ante el Supremo, pidió la confirmación íntegra de la condena de la Audiencia de Palma, que calificó de “correcta”, por los delitos de prevaricación, malversación, tráfico de influencias, fraude a la Administración, falsedad en documento oficial y falsedad en documento mercantil. El fiscal Fernando Sequeros defendió la necesidad de una sanción para “los gobernantes que mal gobiernen y aquellos que se valen de funciones para lucrarse en sus intereses privados”. “Todo fue un artificio, un ropaje formal que se le puso a un muñeco para que esa persona [el columnista de El Mundo Antonio Alemany] pudiera satisfacer sus intereses como periodista”, añadió. La abogada del Gobierno balear solicitó también la confirmación de la sentencia e incidió en que la resolución de la Audiencia acreditaba perfectamente el uso de dinero público para el pago de comisiones.
MÁS INFORMACIÓN
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Voto particular
El voto particular de Alberto Jorge señala, en relación con la prevaricación, y tras llevar a cabo un pormenorizado relato de hechos, que el motivo para no contratar a Alemany como asesor fue “el régimen de dedicación absoluta y exclusiva al personal eventual” que fija la ley de la función pública de Baleares. Fue por este motivo que se convocó el concurso, que se tramitó además por la vía de urgencia. Por ello, señala el magistrado, “solo cabe colegir que el contrato administrativo surgido del concurso público organizado por el Gobierno autónomo era un contrato simulado, toda vez que quien iba a prestar el servicio de asesoría personal no era Miguel Romero ni su empresa, sino Antonio Alemany”.
“Mediante el contrato se simulaba por tanto la prestación de los servicios de asesoría del presidente y de la comunidad por parte de la empresa Nimbus Publicidad, de Miguel Romero, al mismo tiempo que se disimulaba la real intervención de Antonio Alemany como asesor personal, siendo este quien iba a obtener las contraprestaciones que iba a abonar la comunidad autónoma por una suma de 4.361,60 euros mensuales”.
El magistrado opina que se trata de un “típico fraude de ley” para evitar el cumplimiento de una ley y señala que, en contra de lo que sostiene el resto de la sala, “las resoluciones dictadas por la directora general de relaciones institucionales cumplimentando las decisiones e indicaciones de algunos de los acusados, sí son injustas y arbitrarias” para incumplir la ley autonómica de incompatibilidades. Por tanto, concluye, concurren todos los elementos de la prevaricación, “ya que los acusados actuaban a sabiendas de la manifiesta ilegalidad en que incurrían”.
Sobre la implicación de Matas en este delito, señala el magistrado que fue la persona que “había concebido y planificado el concurso para otorgar un contrato administrativo simulado” y quien “convenció a los protagonistas de la operación y dio las órdenes para que lo materializara su hombre de confianza en temas de comunicación” mientras Alemany “se prestó, desde el primer momento, a colaborar en la preparación de la trama”. Por ello, Alberto Jorge sostiene que debió ratificarse la condena por prevaricación con respecto a este episodio tanto a Matas como a Alemany.
Un argumento parecido utiliza el magistrado para apreciar el delito de falsedad en documento oficial y en documento mercantil: si el contrato no estaba siendo ejecutado por Nimbus sino por Alemany, tanto los informes oficiales como las facturas “tenían un contenido falsario” y “permitieron ocultar quién estaba realmente ejecutando y cumpliendo el contrato administrativo, al mismo tiempo que aparentaban que lo cumplimentaba quien no lo hacía y se limitaba a cobrar una comisión”.
Fuente: El País.
¿Por qué hay algo en vez de nada? Lawrence M. Krauss trata de desmontar la creencia en lo sobrenatural
¿Por qué hay algo en vez de nada?
Lawrence M. Krauss trata de desmontar la creencia en lo sobrenatural como origen del universo
El polémico divulgador científico lo hace desde la cosmología
Lawrence M. Krauss trata de desmontar la creencia en lo sobrenatural como origen del universo
El polémico divulgador científico lo hace desde la cosmología
Hay tres poderosas razones para leer este libro, y el lector es muy libre de elegir la que prefiera. La primera es que Lawrence Krauss (Nueva York, 1954) es uno de los intelectuales más interesantes de nuestro tiempo. Cosmólogo y físico teórico de primera línea, director del Proyecto Orígenes de la Universidad de Arizona y polemista de altura —llegó a conminar al papa Ratzinger a retractarse de su teología desde las páginas de The New York Times—, Krauss es uno de esos raros científicos que levantan la vista de sus ecuaciones para ver qué implican en el gran cuadro de las cosas y las ideas. Una inteligencia del futuro, con toda la ciencia, la profundidad y el arte en su pluma. Y no sin cierta mala uva.
La segunda, muy relacionada con el último punto, es que Un universo de la nada puede leerse como un argumento contra la religión, o contra cualquier creencia en lo sobrenatural, y que tanto el autor como sus editores hacen explícito ese ángulo con transparente intención polémica. El biólogo, divulgador y ateo militante Richard Dawkins lo expresa admirablemente en el postfacio: “Si El origen de las especies fue el golpe más letal de la biología a la creencia en lo sobrenatural, quizás acabemos viendo que Un universo de la nada es su equivalente en la cosmología; el título quiere decir lo que dice; y lo que dice es devastador”.
Y la tercera es que el último libro de Krauss —octavo en un currículo que incluye el superventas del año pasado La física de Star Trek— es seguramente la mejor explicación de la cosmología moderna para el lector general disponible en el mercado. Krauss es un divulgador científico de ensueño, rápido, transparente y penetrante, y su escritura está llena de chispa y digresión anecdótica, con un seductor sentido del humor. Algún día toda la especie humana será así.
Hay pocas aventuras intelectuales tan cautivadoras como la cosmología del siglo pasado, en la que aún seguimos inmersos. A principios del siglo XX, la sabiduría convencional era que nuestra galaxia, la Vía Láctea, ocupaba la totalidad de un universo estático e inmanente, y hoy sabemos que solo es una entre los 400.000 millones de galaxias que pueblan el universo observable. Un universo que, para colmo, parece absorto en una expansión acelerada que solo puede conducir a su muerte no ya térmica, sino por falta de sustancia.
Parecemos vivir, por otro lado, en un periodo privilegiado en la historia del cosmos. En el futuro lejano, debido a la expansión acelerada de todo cuanto existe, cada galaxia parecerá estar aislada: parecerá, en efecto, ser la única galaxia del universo, como creíamos en la Vía Láctea a principios del siglo XX. La expansión será tal que toda otra galaxia quedará fuera de toda observación y toda interacción permitida por la relatividad de Einstein, que fija un límite máximo para la velocidad de la luz y cualquier otra cosa.
Los astrónomos del futuro serán mucho más ignorantes que los nuestros, en flagrante contradicción con cualquier idea intuitiva de progreso. Como dice Krauss, “vivimos en un tiempo muy especial, el único tiempo en que la observación permite verificar que… ¡vivimos en un tiempo especial!”. Se trata de una paradoja antrópica, un término casi cabalístico que usan los físicos para referirse a los posibles sesgos que puede introducir en nuestros modelos del mundo el mero hecho de que nosotros estemos observando. El mero hecho de que vivamos en el tipo de universo que permite que vivamos, si me permiten el gongorismo.
Un universo de la nada expone magistralmente el inmenso avance en nuestra comprensión del mundo que han supuesto los últimos cien años de cosmología. De la gran aportación de Einstein con su teoría del tiempo, el espacio y la materia (la relatividad general), pasando por Henrietta Swan Leavitt, la mujer que convirtió las cefeidas en una cinta métrica para medir el cosmos; el astrónomo y exabogado Edwin Hubble, que demostró la expansión del universo con su telescopio y utilizando la teoría de Henrietta, y el físico teórico y sacerdote Georges Lemaître, que leyó el Big Bang en las ecuaciones de Einstein y es sin duda uno de los dos grandes curas de la historia de la ciencia, junto al fundador de la genética, Gregor Mendel.
El título de esta reseña es el subtítulo del libro de Krauss, y también su columna vertebral: ¿Por qué hay algo en vez de nada? Una pregunta milenaria y, según el autor, el último reducto de los teólogos y otros pensadores creyentes. Incluso si la ciencia logra explicar las leyes que rigen el comportamiento de la naturaleza y del ser humano dentro de ella, sostiene esta corriente teológica, jamás podrá responder esa última de las cuestiones. ¿Por qué hay algo en vez de nada?
Apuntando a la cabeza, Un universo de la nada se propone nada menos que responder a esa última de las preguntas. No le voy a reventar el final: lea el libro.
Un universo de la nada. Lawrence M. Krauss. Postfacio de Richard Dawkins.Traducción de Cecilia Belza y Gonzalo García. Pasado & Presente. Barcelona, 2013. 251 páginas. 22 euros
Fuente: El País.
El PP vota en contra de dar una calle a Nelson Mandela en Toledo para que se mantenga la del 18 de Julio
La propuesta de IU ha salido adelante gracias a los votos de su grupo municipal y el mayoritario del PSOE. El pleno se ha celebrado el día en el que el Nobel de la Paz cumple 95 años.
PÚBLICO
Toledo 18/07/2013"
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JOSEF FOSCHEPOHT/PROFESOR DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA: “Alemania es el país más espiado de toda Europa”
El historiador sostiene que Berlín siempre ha consentido el espionaje estadounidense
Cuando el libro Alemania vigilada, escrito por Josef Foschepoht, llegó a las librerías en diciembre de 2012, causó un impacto que podría obligar a reescribir la historia de posguerra del país. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Friburgo afirma que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde 1955 y que siempre han contado con el beneplácito de los distintos gobiernos, incluido el actual. El libro ha cobrado actualidad en las últimas semanas por el escándalo en torno a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA en sus siglas en inglés) y convertido a su autor en una estrella mediática nacional.
Josef Foschepotht cree que el silencio de la canciller, Angela Merkel, es una estrategia destinada a eludir la acción de la justicia y que no será capaz de abolir la impunidad de la NSA en el país para evitar un escándalo diplomático.
Pregunta. Usted afirma en su libro que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia de EE UU desde 1955. Angela Merkel lo niega: Alemania no es “un Estado vigilado”, afirmó el viernes.
Respuesta. La tesis de mi libro es lo contrario de lo que dice la canciller. El 65% de los alemanes no están de acuerdo en cómo el Gobierno está enfrentado este asunto. Ella se va sonriendo de vacaciones y piensa que todo está solucionado. Esa frase es casi una insolencia. Ella afirma algo que no conoce o no quiere admitir. Es asombroso.
P. También dijo que se había enterado por la prensa del espionaje de la NSA.
R. Puede ser cierto que no estuviera enterada sobre las actividades de la NSA, pero después de ocho años como canciller, tuvo necesariamente que confrontarse con las actividades de los servicios de inteligencia estadounidense en Alemania y el papel de los alemanes a favor de esos servicios. Lo contrario sería un desastre.
P. El trabajo de la NSA es secreto. ¿Existe la posibilidad de que la Agencia no haya informado al Gobierno sobre el espionaje que realizó y realiza en Alemania?
R. Es cierto que la NSA no tenía ningún interés en informar al Gobierno sobre sus actividades. Solo hablan lo necesario. La señora Merkel es una gran política que no tiene una convicción, sino que siempre piensa de forma táctica sobre lo que tiene que decir. Está dando una mala imagen en este escándalo. Alemania es el país más espiado en Europa, pero ella se presenta como la pionera de la protección de datos en Europa aunque durante sus ocho años de Gobierno nunca hizo nada al respecto.
P. El espionaje de la NSA no pudo pasar desapercibido para el Servicio de Inteligencia exterior alemán (BND), cuyos informes llegan al escritorio del ministro de la Cancillería.
R. La señora Merkel lo sabe todo y por eso adoptó una posición ambivalente. Si actuara como debe, se produciría un caos diplomático.
P. Merkel afirmó que en el territorio alemán impera el derecho alemán.
R. Esa frase es infame. La tesis central de mi libro señala que las actividades de los servicios secretos aliados comienzan en 1955, cuando los aliados en el llamado Tratado Alemán definieron sus derechos como “derechos reservados”. En 1968 fueron abolidos, pero al mismo tiempo fueron incluidos literalmente en un contrato suplementario sobre el estatuto de las tropas de la OTAN.
P. Pero la OTAN no tiene poder para imponer sus acuerdos en Alemania…
R. A través de los contratos de la OTAN, el derecho internacional se convirtió en un derecho alemán y fue integrado en la ley G-10 (las famosas leyes de emergencia) de 1968 que restringió el artículo 10 de la Ley Fundamental. Paralelamente se suscribieron contratos administrativos secretos, todos acuerdos internacionales obligatorios que son leyes alemanas. Es increíble lo que dice ahora Merkel.
P. ¿Los servicios de inteligencia siguen gozando de impunidad en Alemania?
R. Los aliados, que siempre han defendido sus intereses y exigencias, siguen gozando de esta libertad en Alemania. El derecho alemán debería ser inmune a los intereses de los aliados, pero en realidad es todo lo contrario. Hay dos documentos fechados el 27 de mayo de 1968, uno redactado por los aliados y el otro por Alemania. En el segundo se estipula que los aliados recibirán información del BND en el tema de la vigilancia y se acepta que los aliados puedan actuar en forma independiente para adoptar todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a sus tropas. En esa defensa estaban en primera línea la vigilancia y las actividades de los servicios de inteligencia.
P. ¿Sigue vigente esta situación?
R. Nada ha cambiado. El escándalo PRISMA es uno de muchos, con la diferencia que ahora estamos informados. La estrategia del Gobierno es mantener la calma e intentar minimizar el problema.
P. La canciller dice que no sabe nada, pero en medio del escándalo, la NSA está construyendo un nuevo centro en Wiesbaden.
R. Su construcción fue negociada con el Gobierno y tampoco hay que olvidar que el BND recibe informaciones de la NSA y, según las leyes alemanas, el BND debe ofrecer servicios Por eso tenemos este simbiosis de los servicios de inteligencia
P. El candidato a canciller del SPD, Peer Steinbrück, denunció que Merkel había violado su juramento. ¿Está usted de acuerdo?
R. Tiene razón. Merkel nunca ha dicho que la principal tarea de su cargo es defender los derechos fundamentales de la gente y siempre menciona la palabra Estado. Es una decisión política y, si los derechos fundamentales tienen que ser restringidos, simplemente se hace. Siempre ha sido así. Ha violado su juramento y cuando dice que ella no sabía nada es una estrategia para impedir una investigación oficial. Lo mismo sucede con el BND. Si sucediera lo contrario, tendría que actuar la Fiscalía General. Son juegos jurídicos.
P. ¿Qué herramientas existen para impedir las actividades de la NSA en Alemania?
R. La única condición previa sería que las leyes alemanas también fueran aceptadas y respetadas por los americanos y que ellos aceptaran que todas las medidas que les favorecían ya no deberían estar en vigor. Pero no creo que una superpotencia como EE UU esté dispuesta a renunciar a sus privilegios.
P. ¿Cree que esta conversación ha sido escuchada?
R. Estoy seguro.
Fuente: El País.
Cuando el libro Alemania vigilada, escrito por Josef Foschepoht, llegó a las librerías en diciembre de 2012, causó un impacto que podría obligar a reescribir la historia de posguerra del país. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Friburgo afirma que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde 1955 y que siempre han contado con el beneplácito de los distintos gobiernos, incluido el actual. El libro ha cobrado actualidad en las últimas semanas por el escándalo en torno a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA en sus siglas en inglés) y convertido a su autor en una estrella mediática nacional.
Josef Foschepotht cree que el silencio de la canciller, Angela Merkel, es una estrategia destinada a eludir la acción de la justicia y que no será capaz de abolir la impunidad de la NSA en el país para evitar un escándalo diplomático.
Pregunta. Usted afirma en su libro que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia de EE UU desde 1955. Angela Merkel lo niega: Alemania no es “un Estado vigilado”, afirmó el viernes.
Respuesta. La tesis de mi libro es lo contrario de lo que dice la canciller. El 65% de los alemanes no están de acuerdo en cómo el Gobierno está enfrentado este asunto. Ella se va sonriendo de vacaciones y piensa que todo está solucionado. Esa frase es casi una insolencia. Ella afirma algo que no conoce o no quiere admitir. Es asombroso.
P. También dijo que se había enterado por la prensa del espionaje de la NSA.
R. Puede ser cierto que no estuviera enterada sobre las actividades de la NSA, pero después de ocho años como canciller, tuvo necesariamente que confrontarse con las actividades de los servicios de inteligencia estadounidense en Alemania y el papel de los alemanes a favor de esos servicios. Lo contrario sería un desastre.
P. El trabajo de la NSA es secreto. ¿Existe la posibilidad de que la Agencia no haya informado al Gobierno sobre el espionaje que realizó y realiza en Alemania?
R. Es cierto que la NSA no tenía ningún interés en informar al Gobierno sobre sus actividades. Solo hablan lo necesario. La señora Merkel es una gran política que no tiene una convicción, sino que siempre piensa de forma táctica sobre lo que tiene que decir. Está dando una mala imagen en este escándalo. Alemania es el país más espiado en Europa, pero ella se presenta como la pionera de la protección de datos en Europa aunque durante sus ocho años de Gobierno nunca hizo nada al respecto.
P. El espionaje de la NSA no pudo pasar desapercibido para el Servicio de Inteligencia exterior alemán (BND), cuyos informes llegan al escritorio del ministro de la Cancillería.
R. La señora Merkel lo sabe todo y por eso adoptó una posición ambivalente. Si actuara como debe, se produciría un caos diplomático.
P. Merkel afirmó que en el territorio alemán impera el derecho alemán.
R. Esa frase es infame. La tesis central de mi libro señala que las actividades de los servicios secretos aliados comienzan en 1955, cuando los aliados en el llamado Tratado Alemán definieron sus derechos como “derechos reservados”. En 1968 fueron abolidos, pero al mismo tiempo fueron incluidos literalmente en un contrato suplementario sobre el estatuto de las tropas de la OTAN.
P. Pero la OTAN no tiene poder para imponer sus acuerdos en Alemania…
R. A través de los contratos de la OTAN, el derecho internacional se convirtió en un derecho alemán y fue integrado en la ley G-10 (las famosas leyes de emergencia) de 1968 que restringió el artículo 10 de la Ley Fundamental. Paralelamente se suscribieron contratos administrativos secretos, todos acuerdos internacionales obligatorios que son leyes alemanas. Es increíble lo que dice ahora Merkel.
P. ¿Los servicios de inteligencia siguen gozando de impunidad en Alemania?
R. Los aliados, que siempre han defendido sus intereses y exigencias, siguen gozando de esta libertad en Alemania. El derecho alemán debería ser inmune a los intereses de los aliados, pero en realidad es todo lo contrario. Hay dos documentos fechados el 27 de mayo de 1968, uno redactado por los aliados y el otro por Alemania. En el segundo se estipula que los aliados recibirán información del BND en el tema de la vigilancia y se acepta que los aliados puedan actuar en forma independiente para adoptar todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a sus tropas. En esa defensa estaban en primera línea la vigilancia y las actividades de los servicios de inteligencia.
P. ¿Sigue vigente esta situación?
R. Nada ha cambiado. El escándalo PRISMA es uno de muchos, con la diferencia que ahora estamos informados. La estrategia del Gobierno es mantener la calma e intentar minimizar el problema.
P. La canciller dice que no sabe nada, pero en medio del escándalo, la NSA está construyendo un nuevo centro en Wiesbaden.
R. Su construcción fue negociada con el Gobierno y tampoco hay que olvidar que el BND recibe informaciones de la NSA y, según las leyes alemanas, el BND debe ofrecer servicios Por eso tenemos este simbiosis de los servicios de inteligencia
P. El candidato a canciller del SPD, Peer Steinbrück, denunció que Merkel había violado su juramento. ¿Está usted de acuerdo?
R. Tiene razón. Merkel nunca ha dicho que la principal tarea de su cargo es defender los derechos fundamentales de la gente y siempre menciona la palabra Estado. Es una decisión política y, si los derechos fundamentales tienen que ser restringidos, simplemente se hace. Siempre ha sido así. Ha violado su juramento y cuando dice que ella no sabía nada es una estrategia para impedir una investigación oficial. Lo mismo sucede con el BND. Si sucediera lo contrario, tendría que actuar la Fiscalía General. Son juegos jurídicos.
P. ¿Qué herramientas existen para impedir las actividades de la NSA en Alemania?
R. La única condición previa sería que las leyes alemanas también fueran aceptadas y respetadas por los americanos y que ellos aceptaran que todas las medidas que les favorecían ya no deberían estar en vigor. Pero no creo que una superpotencia como EE UU esté dispuesta a renunciar a sus privilegios.
P. ¿Cree que esta conversación ha sido escuchada?
R. Estoy seguro.
Fuente: El País.
lunes, 22 de julio de 2013
Fuga a Londres. Un viaje de ida, una maleta, un vuelo barato. Desde 2007, 100.000 españoles han huido a Reino Unido persiguiendo un empleo. Así es la odisea de nuestros emigrantes del siglo XXI en la capital británica.
- La tragedia de los jóvenes
- El desempleo entre los jóvenes vuelve a batir récords en el primer trimestre.
Bienvenidos a Londres, la capital de las oportunidades. Este es un viaje a uno de los rincones de Europa a los que huyen los españoles. Sobre todo jóvenes. La mayoría sin empleo. Donde un recién llegado “es como un puñetero recién nacido”, en palabras de un catalán con un año de bagaje. Una “ciudad de supervivientes”, según un politólogo que vivió otro par de años allí, en la que “no importa quién seas ni de dónde vengas; solo lo que vienes a hacer y las cartas con las que puedes negociar”. Un lugar en el que casi todos recuerdan cuándo aterrizaron.
Entre España y Londres se mueven 315 aviones a diario. Por delante de París (141) y Berlín (38)
El 8 de octubre de 2012, dice Jonathan Goya. Era lunes, un vuelo de EasyJet. Cerró el bar en quiebra que había montado en Coslada (Madrid). Y aterrizó con la intención de saldar los créditos impagados. Pasó mes y medio en casa de un amigo. Se pateó Londres sin una palabra de inglés. “Spain, crisis, corruption”, le decían al entregar currículos. Una conocida de su tierra le consiguió el primer empleo, un puesto de kitchen porter (lavaplatos) en el restaurante Pinchito, regentado por otro español que llegó en 1996. “No me avergüenzo, agradezco este trabajo”, dice Goya sentado en una de las mesas del local. Trabaja de lunes a sábado. Cobra 880 libras mensuales (1.000 euros). Y ahorra unas 350, que envía a casa regularmente en la maleta de algún conocido. Vive en la zona 3, a 13 kilómetros del centro; comparte habitación con una peluquera, come y cena en el Pinchito acompañado de una familia española (casi todos los empleados lo son). Estudia el idioma en una academia para personas con ingresos mínimos. Y continúa con sus entrenamientos de boxeo. Peleaba como amateur cuando abandonó España. Hace poco organizó un combate en la competición privada White Collar. El boxeador se lleva un porcentaje de la entrada. “Me partí la cara por 30 pounds”, resume la noche. Pero sonríe. Tiene 34 años. Dice que ha empezado a ver algo de luz. Y regresa al cubículo adonde le van llegando los platos sucios. En el neón sobre la fachada del restaurante se lee: “Tapas”. Más allá comienzan los rascacielos de la City bajo un cielo como una plancha de plomo.
Londres no es ni mejor ni peor destino que otros. Pero está a dos horas y media y conectado por una lluvia de vuelos (315 conexiones diarias con España, frente a las 141 de París y las 38 de Berlín, según AENA). Hay tradición de españoles. Uno siempre encuentra un colchón. Y demanda un ejército para el sector servicios. La odisea londinense no es un fenómeno reciente, pero quienes llevan tiempo allí hablan de un aluvión de dos años a esta parte. No hay cifras oficiales. Sí estimaciones. Para trabajar en Reino Unido hay que darse de alta en el National Insurance (servicio de empleo). En 2007 se inscribieron 11.840 españoles. En 2011, última cifra publicada, sumaron 30.000 nuevas altas. Casi tres veces más. El dato acumulado en cinco años roza las 97.000 altas. En 2013 se habrá cruzado la barrera de los 100.000. No todos encontraron empleo, y muchos se habrán vuelto. Pero el registro refleja una tendencia; es, digamos, una declaración de intenciones.
Imagen de la manifestación de expatriados organizada en Londres el 7 de abril con el lema ‘No nos vamos, nos echan’ / JORDI ADRIÀ
“Trabajo hay. Pero son los que no quieren hacer los ingleses”, había avisado el encargado español de un pub. Lo difícil es dar el siguiente paso. A media tarde llegamos a la coqueta Alloa Road, al sur del Támesis, donde apenas circulan coches entre las hileras de viviendas estrechas y alargadas, y una joven abre una puerta y nos guía a la cocina, y sirve un té para entrar en calor y ofrece unas pastas del súper Tesco. En este hogar de escaleras empinadas y enmoquetadas, en las que los listones de madera crujen bajo los pies, viven dos madrileñas de 26 años (y otras cuatro personas de distinta nacionalidad). Ambas, amigas desde el colegio, llegaron hace dos años. Encontraron un hueco en una tienda de Zara donde no pedían apenas inglés. Paola del Río estuvo allí un mes y ahora trabaja en una empresa que canaliza inversiones hacia territorios offshore. Digamos que ha cumplido los pasos para alcanzar ese segundo escalón y trabajar, más o menos, de lo suyo (estudió Recursos Humanos y un máster en Asesoría Fiscal). Lucía Navarro está en ello. Tras 14 meses en el local de Inditex, donde la mitad de los 50 empleados eran españoles, y de cursar un diploma en la London School of Marketing, y de cuatro meses de becaria en una organización benéfica, cuando hablamos con ella está a punto de empezar con contrato fijo en un puesto relacionado con sus estudios de Empresariales en esta organización. Dice que más de una vez ha querido volver a casa. Cada vez que lo intenta, su padre le quita la idea de la cabeza. Suena el timbre y llegan dos amigas que viven a la vuelta de la esquina. La tertulia del té prosigue:
–Es preferible quedarse aquí y trabajar medio explotado.
–Londres abre la mente.
–Yo creo que vamos a volver muy cualificados. Una generación muy fuerte.
Hay otras formas de decirlo. “La ciudad es como un puto animal, man”, cuenta Israel Jamal, de 34 años, un diseñador de ropa que se vio a punto de tirar la toalla cuando se rompió las dos muñecas montando en bicicleta. “Es una batalla. Si no estás preparado, te come. Está hecha para que te alimentes de comida rápida, para que no tengas seguridad en ti mismo, para que gastes y gastes. Como no te cuides, el animal te come. Mucha gente se pierde. Pero esta ciudad, si tienes un sueño, es tu motor”. Uno ha de fijarse un objetivo. Y tenerlo siempre en mente. Lo cuenta Óscar Pérez, un ingeniero industrial tinerfeño que reconoce cómo alguna vez se ha visto sepultado bajo cajas de zapatillas en la tienda Sport Zone de Oxford Street, y se ha preguntado: “¿Por qué vine?”.
Cuando acudimos a visitarlo al comercio, el encargado, de rasgos indios, lo contacta de malos modos por un walkie-talkie. Óscar aparece y basta una mirada reprobatoria para que el español regrese de un brinco al almacén. No está bien visto recibir visitas. Lo que contó, lo hizo luego, a la salida. Pérez apenas ha cotizado un par de años en España y en su relato las empresas quiebran o se queda a un paso de sacar una plaza pública. “Pensé en irme a Alemania. Pero preferí empezar por algo que conociera un poco”. Presentó su proyecto de fin de carrera en 2008. Era sobre energía fotovoltaica. En Londres debutó como vendedor de molinillos en Candem Town. Pasó por un catering. Y un bar. Repartió publicidad. Encontró su sitio en el local de deportes. Cuando lo entrevistamos, trabajaba cinco horas diarias. Cobraba un subsidio para cotizantes a tiempo parcial. El resto del día lo dedicaba a estudiar para examinarse del Advanced. “Me siento realizado entre comillas”, nos contó. “Porque tengo 34 años. Y no quiero pasarme la vida moviendo cajas”. Al poco del encuentro, dejó Londres. Le salió algo en España, nos contaron en la residencia en la que vivió durante un año. Un microcosmos español en una de las zonas más exclusivas de la ciudad.
Cuando llegamos allí, la calle Belsize Park Gardens duerme con el sueño algodonado de los suburbios ricos de Londres. No se ve una rendija en el cielo oscuro y el frío se cuela en la vieja mansión victoriana. El edificio es simétrico, blanco, de tres alturas, con relieves de yeso en la fachada. Una casa idéntica a las vecinas, levantadas a mediados del siglo XIX. No hay timbre, sino una cerradura electrónica. Al otro lado del recibidor, dejando atrás la recepción, se encuentra la sala de estar, donde se concentra ahora mismo el calor humano. Al adentrarnos en la estancia, de aspecto señorial, gruesos cortinones y una enorme chimenea, en el televisor acribillan a balazos a Don Vito Corleone y, mientras las naranjas ruedan por el asfalto neoyorquino en versión original, la luz de la pantalla se refleja en los rostros de veteranos y recién llegados. Hay una decena de españoles en los sofás. Un profesor de magisterio musical que toca la guitarra en la calle para redondear los números; y un socorrista de Benidorm que ahora vigila una piscina del Ayuntamiento por 6,19 libras la hora (el salario mínimo). Y ahí están María Leiva y Nerea Díez, de 19 y 20 años, en Londres desde hace una semana, haciendo planes para mañana. Al parecer, hay jornada de puertas abiertas en las oficinas de reclutamiento de la cadena de comida Prêt-à-Manger. Quieren madrugar para llegar las primeras; las colas de aspirantes suelen dar la vuelta a la manzana. O eso les han dicho.
Ángela García y Javier Lozano, sentados a su lado, nos guían hasta su dormitorio con lavabo de unos tres por cuatro metros. Han juntado las camas para crear el nido. Ella, diplomada en Magisterio Musical, estudió dos años de oposición para ser profesora de primaria en España y ahora cuida niños ingleses. Con su primer sueldo se compró un piano Casio, para no perder técnica. También imparte clases de música. Javier, exestudiante de Ingeniería Informática, se vino algo después y aquí sigue buscando empleo (poco después le salió un puesto de lavaplatos). Tienen 29 años, y cada cajón de una cómoda en la esquina contiene un universo. Desde calcetines hasta especias. Cocinan con ayuda de una kettle y una sandwichera de doble hueco para los platos a la plancha. Su nevera es la intemperie: sobre el marco de la ventana, en contacto con el cristal, se encuentran los productos perecederos: leche, yogures, fruta. De noche, los meten en bolsas y lo cuelgan hacia fuera, al modo de los pesos de un globo aerostático.
La residencia Belsize tiene capacidad para 135 personas. Solía alojar a funcionarios británicos. Hoy, el 60% de sus inquilinos son españoles. En cierta medida recuerda a un limbo o un purgatorio de almas sin empleo. Así lo cuenta Renato Rossi, un italiano de 40 años que dirige el lugar: “Este es el punto de partida. Un lugar desde el que puedes progresar. Aunque hay muchos que se quedan estancados aquí. O se vuelven. En cualquier caso, el patrón ha cambiado. Los españoles solían venir de vacaciones-estudio, pasaban aquí seis semanas, de fiesta. Ahora viene gente con educación, solidaria y humana, que no encuentra posibilidades de florecer en su país. Personas mayores. Pasan aquí un año o más. Es algo cercano a la inmigración; aunque ellos no se dan cuenta”.
Muchos españoles mantienen un acuerdo con la dirección para ahorrarse el alojamiento (unas 100 libras a la semana, desayuno y cena incluidos) a cambio de ayudar con el housekeeping. De noche, por ejemplo, hace guardia en la recepción Javier Orera, un zaragozano musculoso de 26 años. Mientras come patatas fritas, y sale a pedir silencio entre los compatriotas que fuman fuera, sigue un curso online de análisis de divisas. Para aprovechar las 20 horas a la semana que pasa ahí sentado. “No quería que se me derritiera el cerebro”. De día trabaja cocinando pollos en la cadena Nando’s desde que aterrizó hace casi dos años, tras acabar Empresariales, seguir un máster de Comercio Exterior y terminar unas prácticas. Asegura que ha llegado a tener picos de 80 horas de trabajo; 2.400 minutos a la semana entre pechugas. “Esta ciudad se encarga de echar a los débiles. A los que no soportan esto”, dice su novia, Nuria Fernández, de 28 años, los últimos tres aquí (se conocieron en Belsize). Con la carrera de Filología Inglesa y un máster de Formación de Profesorado, ha trabajado en pubs, restaurantes y en una guardería. Su objetivo, dicen, es volver a España con “un currículo tan lleno” que nadie pueda reclamar nada. Trabajar donde sea. Cuando se escriben estas líneas, se encuentran de regreso. Él, con un empleo en Barajas en una casa de cambio de divisas. Ella, de profesora de inglés en una academia y un colegio.
Entre los huéspedes hay una periodista que pide anonimato. Tras pasar por varios medios, Efe y TVE entre ellos, se vio a sí misma: “Sin nada, muerta del asco, tirada en el sofá, echando currículos y paseando a mi perra”. Solo le llamaron de una tienda china de ropa. Una broma. Por eso cogió el avión. Quizá no trabaje en lo suyo. Pero se paga los cursos de inglés del método Callan y el alojamiento, gracias a un empleo en un McDonald’s de una zona árabe en la que huele a humo de shishas y pasean mujeres con burkas y Nike. Allí son siete españoles trabajando. Más el gerente, Miguel Seoane, de 43 años. Llegó en 1994 a Londres y se ha convertido en un faro al que sus empleados escriben por WhatsApp pidiéndole consejo. Si alguien le dice que se ve demasiado inocente para lidiar con los mandos intermedios (la mayoría paquistaníes), responde: “Espérate cuatro meses”. Y también ha dicho: “No le cojas cariño a nadie porque se acaban yendo”. Mientras atraviesa el bullicioso local, comenta: “Londres te puede escupir. Pero también te puede acoger en su seno”. Luego, sentado en la oficina de la hamburguesería, mientras Carmen Rubiano, extremeña de 31 años, extécnico de realización, come un chicken sandwich antes de ir a limpiar un colegio (su segundo empleo), Seoane dice que no se ve como inmigrante. Prefiere “ciudadano europeo”. Daniel Santana, de 24 años, un grancanario que estudió un ciclo medio de Comercio antes de llegar aquí, responde: “Yo sí. Huí para buscarme otra vida mejor”.
En el caserón de Belsize, el desayuno se sirve a las siete. Una joven muestra el café y el zumo y el pan de molde, y dice un “Good morning” en el que se distingue el matiz del centro de la Península. Elena Cabello, de 27 años, de Toledo. A cambio de servir la primera comida, se ahorra el alojamiento. Trabajó un tiempo en La Caixa, enganchando contratos temporales. Y pronuncia con sorna: “Aquí estamos los del 85, la generación perdida”. Los hijos de la clase media y el milagro español. Tras el desayuno, Nerea, María y el sevillano Felipe García, de 18 años, otro recién llegado, se encuentran listos junto a la recepción. Salen en busca de empleo, y la calle les golpea con una bofetada. La zona residencial, muy cerca del zoo y de Regent’s Park, sigue durmiendo un sueño mullido, y un perro amigable sale a su encuentro y los acompaña casi hasta la puerta del restaurante Jamón Jamón, en el que trabajan un par de españolas. Enfrente se encuentra el metro. Un ascensor engulle a 30 personas trajeadas y se abre la puerta y los vomita en un túnel abovedado. En algún punto del viaje, Felipe repite una frase que alguien le dijo al llegar: “Aquí, o te mueves, o caducas”. El tren les deja en Victoria Station, donde se encuentran las oficinas de Prêt-à-Manger. Abren a las 9.00; son las 7.45 y en la puerta no hay nadie. Tras preguntar con dificultades a un par de personas, opinan que podrían ser los primeros. Muy pronto aparece otro con aspecto de español. Se miran de reojo. Daniel Flores, de 26 años, de Sevilla. En unos folios lleva escritas a mano las respuestas a la entrevista-formulario. Una chuleta. Llegan un par de personas más, pero eso será todo. La cola que da la vuelta a la manzana debió de ser un bulo. Y la jornada de puertas abiertas consiste en que te colocan frente a un ordenador y piden que respondas a cuestiones tipo: “Creo que disfrutaré trabajando en Prêt porque: a) Necesito dinero y un trabajo. b) Adoro trabajar con comida y de cara al cliente…”.
Entra en el local otro tipo de aire español; rondará los 50. Lo guían hasta una pieza acristalada, donde se lleva a cabo la entrevista cara a cara. A la salida, cuenta emocionado que le han dado el empleo. Su primer contrato en Londres. Se identifica como J. L. Prefiere no dar su nombre porque sigue cobrando el paro español. Es de Barcelona, de 51 años. Dejó su puesto en una fábrica de impresión de papel cuando las cosas pintaban feas y siguió los pasos de su cuñado, que llegó hace un par de años, tras una situación similar. Caminamos hacia el barrio de Pimlico, donde trabaja su familiar. Lo encontramos vestido con un mono y una gorra. Ángel Velázquez, de 54 años; se encarga de limpiar las zonas comunes de un bloque de ladrillos. A la puerta del edificio, se inclina para recoger unas jeringuillas sobre la acera. Es la hora del almuerzo, y ambos marchan a la casa que comparten cerca del río. Dos habitaciones, salón y cocina. Calientan un potaje de emigrantes que recuerda al cocido. Se muestran resentidos con España. “Que le den por culo”, dicen, por ejemplo. Planean quedarse hasta la jubilación. Lo han pasado mal. Velázquez llegó solo, con una mochila, un paraguas y un mapa de Londres, en 2011. Sin palabra de inglés. Pagó a una agencia para facilitarle el alojamiento y los trámites para encontrar empleo. No le sirvió de nada. Si ha salido adelante ha sido gracias a la oficina de inmigración y la comunidad hispana de la zona. Menciona a un gallego que emigró aquí hace años. Y a un ecuatoriano, Lenin. Y el bar Art of Tapas, cuyo dueño, de Bilbao, le pagó durante un tiempo a cambio de que abriera.
Al acabar los garbanzos, Velázquez nos guía hasta el bar. De camino, se encuentra con Albert, un barrendero municipal. Catalán. De 32 años. Llegado en 2012. Suelen compartir el café mañanero en el local del bilbaíno. Albert también habla de España como si fuera el infierno. “Ahí abajo”, suele referirse a su país de origen. Un tipo solitario con tanto tiempo de ocio (quiere ahorrar todo el dinero) que logró abrir un candado de combinación encontrado en la basura. Empezó de cero e hizo clic en el número 1.507. Ahora custodia una bici que ha ido componiendo con piezas abandonadas. “Ya no vuelvo. Quemé las naves. Estoy limpio de ahí abajo”, dice. Si uno pasea por la ciudad, quizá lo encuentre con la escoba entre el Buckingham Palace y el río; entre el Big Ben y Belgrave Street. Allí se despide, en la calle de la Bella Sepultura. (Reino Unido no es territorio Schengen)
Actitudes ante la incertidumbre. No se trata de vivir resignados, sino de buscar nuevos caminos si falla nuestro plan original.
Esperar, a veces, da espacio para ser introspectivo y encontrar la mejor respuesta.
Cuando creemos que lo tenemos “todo controlado”, nos sentimos seguros y andamos con paso firme. Vivimos procurando controlar que nuestros planes lleguen a buen puerto. Cuando ocurre algo imprevisto, nos estresamos, irritamos o enojamos. Lo imprevisto no estaba en nuestros planes y la duda se apodera de nosotros. Vivir con incertidumbre significa no saber lo que provoca inquietud y ansiedad, incluso angustia.
Mantener objetivos y planificar cómo lograrlos es necesario para obtener lo que uno quiere. Sin embargo, aunque pensemos lo que vamos a hacer, no podemos responder ante las circunstancias ni ante lo que harán los demás. La realidad es que es imposible tenerlo todo siempre controlado. Cuando la situación aparece como un obstáculo en nuestro camino, aferrarnos a nuestro plan original produce tensión porque queremos llegar sí o sí a cumplirlo. Sin embargo, la nueva circunstancia quizá lo que pide es un cambio de rumbo, otra respuesta o saber esperar.
Es como cuando el río sale de la cumbre de la montaña con el objetivo de desembocar en el mar. En su camino se encuentra con piedras, montes y desniveles del terreno, y tiene que bordearlos o hacerse subterráneo para luego volver a salir a la superficie, hasta que al fin llega a su destino. Nosotros planificamos ir en línea recta hacia nuestro objetivo y cuando aparecen los desniveles nos emperramos en querer seguir recto. Necesitamos flexibilidad y reconocer que quizá no merece la pena luchar para derribar el obstáculo; eso nos desgastará y acabaremos agotados. En cambio, si lo bordeamos y cogemos otro sendero, manteniendo la visión de nuestro objetivo, podremos disfrutar del recorrido y no nos dejaremos la piel en el camino.
Para lograrlo debemos recuperar la confianza en nuestros recursos internos, en nuestro conocimiento, nuestro talento, y en nuestra capacidad de superar lo que se presente.
Ante la incertidumbre, podemos batallar en contra de lo que ocurre, podemos resignarnos o bien aceptarlo. Al luchar en contra, nos agotamos. A lo que nos resistimos persiste. Cuando se presenta ante nosotros lo que no habíamos previsto, podemos reaccionar rechazándolo, negándolo, empujando en contra, quejándonos y enojándonos. Cuando vemos que ninguna de estas actitudes soluciona la situación, nos desesperamos e incluso podemos llegar a deprimirnos por la sensación de impotencia que se apodera de nosotros. Todos nuestros intentos han fracasado y la situación de incertidumbre continúa.
Otra opción es vivir sometidos a la realidad de lo que ocurre. La resignación nos convierte en víctimas de las circunstancias y de las personas. Nuestra voluntad queda en la sombra y nos permitimos ser marionetas de lo que va ocurriendo.
El modo más saludable de vivir la incertidumbre es aceptarla. Eso significa que lo reconocemos, que nos damos cuenta de que quizá es duro y difícil. Reconocemos lo que sentimos, que ahora no existen las respuestas o que quizá necesitamos ayuda. La aceptación nos permite vivir sin angustiarnos con la duda de no saber. Nos ayuda a esperar.
Cuando las situaciones no son como esperábamos, buscamos culpables fuera, y si adoptamos esta actitud les damos el mando de la situación y no recurrimos a nuestra capacidad interior para responder con más sabiduría. Para acceder a ella debemos saber esperar.
1. LIBROS
– "Fluir (Flow). Una psicología de la felicidad", de Mihaly Csikszentmihalyi. Editorial Kairós. Barcelona, 1996.
– "Yes to the mess. Surprising leadership lessons from Jazz", de Frank Barrett. Harvard Business Review Press.
2. MÚSICA
El jazz nos inspira a adaptarnos a la incertidumbre, a improvisar y fluir.
– "The Köln Concert", de Keith Jarrett.
– "Kind of blue", de Miles Davis.
La espera activa significa que se sostiene el vacío de no saber qué hacer, del cual puede surgir una tranquilidad que me permita ver las cosas con más calma y no precipitarme a la acción. Esperar otorga el espacio para ser introspectivo, acoger la situación y observar para encontrar la mejor respuesta. Es calmar la mente y permitir que la intuición hable. La espera abre a la escucha y posibilita percibir qué pide de nosotros una determinada situación; encontrar la pregunta adecuada sin abandonarnos al impulso de forzar las situaciones.
Con las preguntas creamos la realidad, influimos en las decisiones. Planteándonos interrogantes sabios, podremos decidir con lucidez. Ante la incertidumbre podemos preguntar: ¿por qué es así?, ¿por qué a mí?, ¿cómo se atreve? Estas preguntas llevarán a sentir rabia, desesperación e incomprensión. En su lugar podríamos plantearnos preguntas más apreciativas: ¿para qué estoy viviendo esto?, ¿qué me está enseñando esta situación?, ¿qué puedo aprender de ella?, ¿qué sería lo más inteligente que puedo hacer aquí?, ¿para qué voy a intervenir?, ¿cuál es mi intención?
Si actuamos con el piloto automático, con la rigidez de que las cosas han de ser como habíamos previsto, empezamos a dar palos de ciego que no llevan a ninguna parte, o pueden incluso empeorar la situación. Para conseguir salir del atolladero, necesitamos calmar la mente y dejar de pensar de forma atropellada. Así surgirán ideas creativas y se aclararán las dudas. Fortalecer la confianza y la actitud de “yo puedo”, en lugar de nublar la mente con sentimientos de “soy incapaz”. En este paréntesis de espera podemos dejar que la vida fluya manteniendo el cuidado de uno mismo: alimentarse bien, compartir con buenos amigos, hacer ejercicio y meditar.
Quizá es que debemos aprender a vivir sin resistencias, siendo creadores de cambios constructivos que provoquen mejoras y amplíen nuestros horizontes. Dar apertura a la capacidad de respuesta creativa y positiva, para lo cual es necesario equilibrar la acción con la introversión, el silencio, la reflexión y la meditación. Alcanzamos la capacidad de vivir en armonía cuando nuestra acción se equilibra con la reflexión y se fortalece con el silencio. Nuestra espera entonces no está invadida por la resignación, sino que es una espera en la que se mantiene viva la llama de la esperanza y la confianza de que llegaremos a buen puerto.
Si vivimos la incertidumbre desde un espacio de confianza, nos permitimos asumir riesgos, con iniciativa y sin miedo a equivocarnos. Así iniciamos el camino hacia la soberanía personal. No podemos ejercer un verdadero liderazgo sobre los demás ni sobre las circunstancias si no somos capaces de liderar nuestra propia mente, emociones y mundo interior. Si queremos dormir y nuestras preocupaciones no nos dejan, si queremos hacer deporte pero no lo hacemos, si tenemos un cuerpo poco cuidado, si pensamos atropelladamente. Esa falta de soberanía personal y de cuidado del ser nos impide responder con sabiduría ante los imprevistos.
Practicar la espera activa con atención plena. Desde esa actitud evitamos que la situación nos hunda, más bien la observamos atentos y alerta. Y acabaremos venciendo la inseguridad y actuando con todo el potencial interior: con confianza en uno mismo y en los demás, con la intención de hacer lo mejor para todos.
Cuando creemos que lo tenemos “todo controlado”, nos sentimos seguros y andamos con paso firme. Vivimos procurando controlar que nuestros planes lleguen a buen puerto. Cuando ocurre algo imprevisto, nos estresamos, irritamos o enojamos. Lo imprevisto no estaba en nuestros planes y la duda se apodera de nosotros. Vivir con incertidumbre significa no saber lo que provoca inquietud y ansiedad, incluso angustia.
Mantener objetivos y planificar cómo lograrlos es necesario para obtener lo que uno quiere. Sin embargo, aunque pensemos lo que vamos a hacer, no podemos responder ante las circunstancias ni ante lo que harán los demás. La realidad es que es imposible tenerlo todo siempre controlado. Cuando la situación aparece como un obstáculo en nuestro camino, aferrarnos a nuestro plan original produce tensión porque queremos llegar sí o sí a cumplirlo. Sin embargo, la nueva circunstancia quizá lo que pide es un cambio de rumbo, otra respuesta o saber esperar.
Es como cuando el río sale de la cumbre de la montaña con el objetivo de desembocar en el mar. En su camino se encuentra con piedras, montes y desniveles del terreno, y tiene que bordearlos o hacerse subterráneo para luego volver a salir a la superficie, hasta que al fin llega a su destino. Nosotros planificamos ir en línea recta hacia nuestro objetivo y cuando aparecen los desniveles nos emperramos en querer seguir recto. Necesitamos flexibilidad y reconocer que quizá no merece la pena luchar para derribar el obstáculo; eso nos desgastará y acabaremos agotados. En cambio, si lo bordeamos y cogemos otro sendero, manteniendo la visión de nuestro objetivo, podremos disfrutar del recorrido y no nos dejaremos la piel en el camino.
Para lograrlo debemos recuperar la confianza en nuestros recursos internos, en nuestro conocimiento, nuestro talento, y en nuestra capacidad de superar lo que se presente.
Ante la incertidumbre, podemos batallar en contra de lo que ocurre, podemos resignarnos o bien aceptarlo. Al luchar en contra, nos agotamos. A lo que nos resistimos persiste. Cuando se presenta ante nosotros lo que no habíamos previsto, podemos reaccionar rechazándolo, negándolo, empujando en contra, quejándonos y enojándonos. Cuando vemos que ninguna de estas actitudes soluciona la situación, nos desesperamos e incluso podemos llegar a deprimirnos por la sensación de impotencia que se apodera de nosotros. Todos nuestros intentos han fracasado y la situación de incertidumbre continúa.
Otra opción es vivir sometidos a la realidad de lo que ocurre. La resignación nos convierte en víctimas de las circunstancias y de las personas. Nuestra voluntad queda en la sombra y nos permitimos ser marionetas de lo que va ocurriendo.
El modo más saludable de vivir la incertidumbre es aceptarla. Eso significa que lo reconocemos, que nos damos cuenta de que quizá es duro y difícil. Reconocemos lo que sentimos, que ahora no existen las respuestas o que quizá necesitamos ayuda. La aceptación nos permite vivir sin angustiarnos con la duda de no saber. Nos ayuda a esperar.
Cuando las situaciones no son como esperábamos, buscamos culpables fuera, y si adoptamos esta actitud les damos el mando de la situación y no recurrimos a nuestra capacidad interior para responder con más sabiduría. Para acceder a ella debemos saber esperar.
1. LIBROS
– "Fluir (Flow). Una psicología de la felicidad", de Mihaly Csikszentmihalyi. Editorial Kairós. Barcelona, 1996.
– "Yes to the mess. Surprising leadership lessons from Jazz", de Frank Barrett. Harvard Business Review Press.
2. MÚSICA
El jazz nos inspira a adaptarnos a la incertidumbre, a improvisar y fluir.
– "The Köln Concert", de Keith Jarrett.
– "Kind of blue", de Miles Davis.
La espera activa significa que se sostiene el vacío de no saber qué hacer, del cual puede surgir una tranquilidad que me permita ver las cosas con más calma y no precipitarme a la acción. Esperar otorga el espacio para ser introspectivo, acoger la situación y observar para encontrar la mejor respuesta. Es calmar la mente y permitir que la intuición hable. La espera abre a la escucha y posibilita percibir qué pide de nosotros una determinada situación; encontrar la pregunta adecuada sin abandonarnos al impulso de forzar las situaciones.
Con las preguntas creamos la realidad, influimos en las decisiones. Planteándonos interrogantes sabios, podremos decidir con lucidez. Ante la incertidumbre podemos preguntar: ¿por qué es así?, ¿por qué a mí?, ¿cómo se atreve? Estas preguntas llevarán a sentir rabia, desesperación e incomprensión. En su lugar podríamos plantearnos preguntas más apreciativas: ¿para qué estoy viviendo esto?, ¿qué me está enseñando esta situación?, ¿qué puedo aprender de ella?, ¿qué sería lo más inteligente que puedo hacer aquí?, ¿para qué voy a intervenir?, ¿cuál es mi intención?
Si actuamos con el piloto automático, con la rigidez de que las cosas han de ser como habíamos previsto, empezamos a dar palos de ciego que no llevan a ninguna parte, o pueden incluso empeorar la situación. Para conseguir salir del atolladero, necesitamos calmar la mente y dejar de pensar de forma atropellada. Así surgirán ideas creativas y se aclararán las dudas. Fortalecer la confianza y la actitud de “yo puedo”, en lugar de nublar la mente con sentimientos de “soy incapaz”. En este paréntesis de espera podemos dejar que la vida fluya manteniendo el cuidado de uno mismo: alimentarse bien, compartir con buenos amigos, hacer ejercicio y meditar.
Quizá es que debemos aprender a vivir sin resistencias, siendo creadores de cambios constructivos que provoquen mejoras y amplíen nuestros horizontes. Dar apertura a la capacidad de respuesta creativa y positiva, para lo cual es necesario equilibrar la acción con la introversión, el silencio, la reflexión y la meditación. Alcanzamos la capacidad de vivir en armonía cuando nuestra acción se equilibra con la reflexión y se fortalece con el silencio. Nuestra espera entonces no está invadida por la resignación, sino que es una espera en la que se mantiene viva la llama de la esperanza y la confianza de que llegaremos a buen puerto.
Si vivimos la incertidumbre desde un espacio de confianza, nos permitimos asumir riesgos, con iniciativa y sin miedo a equivocarnos. Así iniciamos el camino hacia la soberanía personal. No podemos ejercer un verdadero liderazgo sobre los demás ni sobre las circunstancias si no somos capaces de liderar nuestra propia mente, emociones y mundo interior. Si queremos dormir y nuestras preocupaciones no nos dejan, si queremos hacer deporte pero no lo hacemos, si tenemos un cuerpo poco cuidado, si pensamos atropelladamente. Esa falta de soberanía personal y de cuidado del ser nos impide responder con sabiduría ante los imprevistos.
Practicar la espera activa con atención plena. Desde esa actitud evitamos que la situación nos hunda, más bien la observamos atentos y alerta. Y acabaremos venciendo la inseguridad y actuando con todo el potencial interior: con confianza en uno mismo y en los demás, con la intención de hacer lo mejor para todos.
domingo, 21 de julio de 2013
Los juegos del hambre, EE UU. Los republicanos cuestionan las ayudas a la alimentación, pero no las de las empresas agrícolas.
Algo terrible le ha pasado al alma del Partido Republicano. Hemos ido más allá de una mala doctrina económica. Hemos ido incluso más allá del egoísmo y los intereses creados. A estas alturas, hablamos de una mentalidad que se regodea infligiendo más sufrimiento a los que ya están destrozados.
La causa de estos comentarios es, como tal vez habrán imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria que la Cámara de Representantes aprobó la semana pasada.
Durante décadas, los proyectos de ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda alimentaria a los estadounidenses con problemas económicos, principalmente en forma de cupones para alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en inglés).
Hace mucho tiempo, cuando las subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se podía defender todo el paquete como una forma de apoyar a los necesitados. Con el paso de los años, sin embargo, los dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron en una parte esencial de la red de seguridad social.
Así que los republicanos de la Cámara han votado a favor de mantener los subsidios agrarios —en una escala más alta que la propuesta tanto por el Senado como por la Casa Blanca—, mientras que los cupones para alimentos se suprimen del proyecto de ley.
Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse presten atención a la retórica que los conservadores suelen usar para justificar la eliminación de los programas de Seguridad Social. Dice algo así: “Ustedes son libres de ayudar a los pobres a título personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a los ciudadanos” —frecuentemente, en este punto añaden las palabras “a punta de pistola”— “y obligarlos a dárselo a los pobres”.
Sin embargo, por lo visto, es perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta de pistola y obligarles a dárselo a las empresas agrícolas y a los ricos.
Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para alimentos no citan la filosofía libertaria; en vez de eso, citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher, por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: “Aquel que no esté dispuesto a trabajar no comerá”. Y cómo no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de dólares en subvenciones agrarias. Dado este impresionante doble rasero —no creo que la palabra “hipocresía” le haga justicia—, parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que debemos hacerlo. De modo que aquí están: el uso de cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los últimos años, y el porcentaje de la población que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al 15,2%, según los datos más recientes. Sin embargo, no hay ningún misterio en esto. El SNAP se supone que ayuda a las familias con problemas económicos, y últimamente muchas familias los han padecido.
De hecho, el uso del SNAP tiende a seguir la trayectoria de las medidas generales contra el desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo activamente. Y el U6 se ha multiplicado por más de dos durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran Recesión hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces, mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido aumentando; pero suele pasar algún tiempo antes de que se sienta el efecto, y probablemente también sea cierto que algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para alimentos por los drásticos recortes en los subsidios por desempleo.
¿Y qué hay de la teoría, habitual en los círculos de derechas, de que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos programas gubernamentales que, a efectos prácticos, pagan a la gente por no trabajar? (¡los comedores de beneficencia causaron la Gran Depresión!). La primera respuesta que a uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ¿De verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con 134 dólares al mes, el subsidio medio del SNAP?
Aun así, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra, debería funcionar la ley de la oferta y la demanda: al retirar a todos esos trabajadores, escasearía la mano de obra y subirían los salarios, especialmente los de los trabajadores peor pagados, que tienen más probabilidades de recibir ayuda. En realidad, claro está, los sueldos están estancados o bajando; y esto se cumple especialmente en los grupos que más se benefician de los cupones para alimentos.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Es solo racismo? No cabe duda de que a los antiguos bulos racistas —como la imagen de Ronald Reagan del “muchachote fornido” usando los cupones de comida para comprar una chuleta— todavía se les da cierto pábulo—. Pero hoy en día, casi la mitad de los receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la cifra es del 63%. Así que no tiene nada que ver con la raza.
¿De qué se trata, entonces? Por alguna razón, uno de los dos grandes partidos de nuestro país se ha infectado de una mezquindad casi patológica, de desprecio por los que el presentador de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que señaló el nacimiento del Tea Party, llamaba “perdedores”. Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada más. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible contemplarlo.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía de Princeton. 2013 New York Times. Fuente: El País.
La causa de estos comentarios es, como tal vez habrán imaginado, el monstruoso proyecto de ley agraria que la Cámara de Representantes aprobó la semana pasada.
Durante décadas, los proyectos de ley agraria han tenido dos componentes principales. Uno de ellos ofrece subvenciones a los agricultores; el otro ofrece ayuda alimentaria a los estadounidenses con problemas económicos, principalmente en forma de cupones para alimentos (ahora conocidos oficialmente como Programa de Asistencia Alimentaria Complementaria, o SNAP, por sus siglas en inglés).
Hace mucho tiempo, cuando las subvenciones ayudaban a muchos agricultores pobres, se podía defender todo el paquete como una forma de apoyar a los necesitados. Con el paso de los años, sin embargo, los dos componentes corrieron diferente suerte. Los subsidios agrarios se convirtieron en un programa lleno de fraudes que beneficia principalmente a las corporaciones y a los individuos con dinero. Mientras que los cupones para comida se convirtieron en una parte esencial de la red de seguridad social.
Así que los republicanos de la Cámara han votado a favor de mantener los subsidios agrarios —en una escala más alta que la propuesta tanto por el Senado como por la Casa Blanca—, mientras que los cupones para alimentos se suprimen del proyecto de ley.
Para apreciar plenamente lo que acaba de aprobarse presten atención a la retórica que los conservadores suelen usar para justificar la eliminación de los programas de Seguridad Social. Dice algo así: “Ustedes son libres de ayudar a los pobres a título personal. Pero el Gobierno no tiene derecho a robar el dinero a los ciudadanos” —frecuentemente, en este punto añaden las palabras “a punta de pistola”— “y obligarlos a dárselo a los pobres”.
Sin embargo, por lo visto, es perfectamente correcto robar el dinero a los ciudadanos a punta de pistola y obligarles a dárselo a las empresas agrícolas y a los ricos.
Ahora bien, algunos enemigos de los cupones para alimentos no citan la filosofía libertaria; en vez de eso, citan la Biblia. El representante por Tennessee Stephen Fincher, por ejemplo, citaba el Nuevo Testamento: “Aquel que no esté dispuesto a trabajar no comerá”. Y cómo no, resulta que Fincher ha recibido personalmente millones de dólares en subvenciones agrarias. Dado este impresionante doble rasero —no creo que la palabra “hipocresía” le haga justicia—, parece casi delusorio hablar de hechos y cifras. Pero supongo que debemos hacerlo. De modo que aquí están: el uso de cupones para alimentos ha aumentado, en efecto, durante los últimos años, y el porcentaje de la población que los recibe ha pasado del 8,7% en 2007 al 15,2%, según los datos más recientes. Sin embargo, no hay ningún misterio en esto. El SNAP se supone que ayuda a las familias con problemas económicos, y últimamente muchas familias los han padecido.
De hecho, el uso del SNAP tiende a seguir la trayectoria de las medidas generales contra el desempleo, como el U6, que tienen en cuenta a los subempleados y a los trabajadores que temporalmente han dejado de buscar trabajo activamente. Y el U6 se ha multiplicado por más de dos durante la crisis, desde, aproximadamente, el 8% antes de la Gran Recesión hasta el 17% a principios de 2010. Es cierto que el paro, en general, ha bajado ligeramente desde entonces, mientras que las cifras de los cupones para comida han seguido aumentando; pero suele pasar algún tiempo antes de que se sienta el efecto, y probablemente también sea cierto que algunas familias se hayan visto obligadas a usar los cupones para alimentos por los drásticos recortes en los subsidios por desempleo.
¿Y qué hay de la teoría, habitual en los círculos de derechas, de que es justo al contrario; que si tenemos tanto paro es por unos programas gubernamentales que, a efectos prácticos, pagan a la gente por no trabajar? (¡los comedores de beneficencia causaron la Gran Depresión!). La primera respuesta que a uno se le ocurre es que tienen que estar de broma. ¿De verdad creen que los estadounidenses llevan una vida de ocio con 134 dólares al mes, el subsidio medio del SNAP?
Aun así, finjamos que nos lo tomamos en serio. Si hay poco trabajo porque las ayudas gubernamentales inducen a la gente a quedarse en casa, si reducimos la mano de obra, debería funcionar la ley de la oferta y la demanda: al retirar a todos esos trabajadores, escasearía la mano de obra y subirían los salarios, especialmente los de los trabajadores peor pagados, que tienen más probabilidades de recibir ayuda. En realidad, claro está, los sueldos están estancados o bajando; y esto se cumple especialmente en los grupos que más se benefician de los cupones para alimentos.
Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Es solo racismo? No cabe duda de que a los antiguos bulos racistas —como la imagen de Ronald Reagan del “muchachote fornido” usando los cupones de comida para comprar una chuleta— todavía se les da cierto pábulo—. Pero hoy en día, casi la mitad de los receptores de cupones para alimentos son blancos no hispanos; en Tennessee, la tierra de Fincher, el que citaba a la Biblia, la cifra es del 63%. Así que no tiene nada que ver con la raza.
¿De qué se trata, entonces? Por alguna razón, uno de los dos grandes partidos de nuestro país se ha infectado de una mezquindad casi patológica, de desprecio por los que el presentador de la CNBC Rick Santelli, en la famosa perorata que señaló el nacimiento del Tea Party, llamaba “perdedores”. Si uno es estadounidense y pasa por una mala racha, estas personas no quieren ayudarle; quieren darle otra patada más. No acabo de entenderlo del todo, pero es terrible contemplarlo.
Paul Krugman, premio Nobel de 2008, es profesor de Economía de Princeton. 2013 New York Times. Fuente: El País.
sábado, 20 de julio de 2013
Nassim Nicholas Taleb: El antigurú que vio venir la crisis
El ensayista que previno de la caída del sistema financiero vuelve a la carga con 'Antifrágil'
El libro ataca la sobreprotección de la sociedad actual y marca pautas para afrontar los riesgos
Nassim Nicholas Taleb (Líbano, 1960) interrumpe la conversación y se fija en un objeto de la estancia de la Fundación Rafael del Pino en la que se realiza la entrevista: “¿Son naturales?”. Naturalmente, no. Apunta a un frutero que aloja manzanas o naranjas perfectamente artificiales. La pregunta parece arbitraria, pero tampoco. Taleb afirma en su último libro, Antifrágil (Paidós), que solo se alimenta de frutas que tengan nombre griego o hebreo y toma bebidas existentes desde hace 1.000 años: el café —una taza tras otra durante la entrevista—, el vino y el agua. Y lo natural le es importante, mucho, y las opiniones las da, asegura, porque él mismo “ha puesto la carne en el asador”.
El ensayista y exoperador de Bolsa alertó en El cisne negro. El impacto de lo altamente improbable (Paidós, 2007) de la crisis económica que estalló en 2008. Hoy es uno de los pensadores más provocadores. Tras su best seller recibió numerosas amenazas, “sobre todo, de traders”. Frecuentó un gimnasio de Brooklyn “repleto de porteros” para trabajar en su físico levantando pesas para convertirse en una especie de “carnicero”. Así vivía en su cuerpo la transformación a su concepto: la antifragilidad, que define como aquello que, a diferencia de lo robusto o de lo frágil, se beneficia de los cambios, del desorden, de la volatilidad y de estreses de diversa índole. Taleb aboga por olvidar la teoría y el control desde arriba para fortalecerse ante los cambios que no son predecibles. Antifrágil abarca desde los errores del sistema económico y político, a la educación universitaria “que mata la cultura”, la sobremedicación tan típica de Estados Unidos, pasando por los propios hábitos del escritor e irónicos comentarios contra los economistas.
La incertidumbre precede el encuentro con este libanés con nacionalidad estadounidense. Sonada es su aversión a los periodistas y su desprecio por que lo encasillen o lo malinterpreten. “Mi libro está ahí, ahí está mi pensamiento…”, zanja con la amenaza de solo cinco minutos de entrevista. Pero este antigurú termina mostrando apasionado en su portátil y en un manojo de papeles su nuevo proyecto: la transformación a modelos matemáticos de los tres libros que lleva publicados hasta la fecha y de otros dos dentro de Incerto. “Llevo nueve meses sin leer una sola palabra, solo vivo con las matemáticas…”.
A pesar de ser un académico, en Antifrágil sigue mostrando su oposición al sistema educativo. “Estoy en la universidad por razones tontas. Además, no me financia”. Cree que, de haber acabado la universidad, Bill Gates no sería quien es. “Aniquilamos la capacidad de riesgo de los emprendedores”, explica. “Cuando te sacas el carné de conducir, ¿querrías un Summa cum Laude? No… Todo lo que supere al aprobado solo perjudica… Las notas son aleatorias”. Piensa que el conocimiento que se adquiere en el colegio debería ser “el mínimo” y todo lo demás tendría que ser aprendido de acuerdo con el propio interés. “En el sistema actual, se mata todo aquello que no se enseña”.
Su crítica de la centralización y de la autoridad desde arriba invade Antifrágil. La Unión Europea es uno de los ejemplos. Precisamente, por su apoyo al euro, a los Gobiernos de George W. Bush o a la invasión estadounidense de Irak, el escritor se burla de medios como The Economist y The New York Times. “Son las dos fuerzas más peligrosas. No son lo suficientemente inteligentes para decirnos qué hacer, pero sí para parecerlo”.
Internet es “poder para la democracia”. El ensayista lleva con mano férrea su página de Facebook, en la que aparece en una fotografía un tanto kitsch con un cisne negro al cuello. Su popularidad y su controversia le han acarreado más de un disgusto. “Nunca quise ser un best seller. Hubiera sido mejor una comunidad más pequeña de lectores”.
Taleb termina por resumir su libro de más de 500 páginas en unas pocas reglas que, dice, vienen desde el código de Hammurabi (1760 antes de Cristo). “Por ejemplo, el ojo por ojo, nada complicado”. Habla con entusiasmo de la heurística, el arte de resolver problemas. Volvemos a la importancia de los gestores: “Ningún cargo público debería aceptar un trabajo en el sector privado por más dinero del que ganaba antes. Así no puede tomar el puesto anterior como estrategia de inversión... ¡Nadie se hace sacerdote para que después lo contrate Goldman Sachs!”.
Fuente: El País.
viernes, 19 de julio de 2013
Malala, en la ONU: “Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo”
La adolescente paquistaní tiroteada por los talibanes pide que se invierta más en educación
Durante el discurso, ante la ONU, la niña ha recordado el ataque al que fue sometida
La joven ha recordado a Luther King, Nelson Mandela, Gandhi y la madre Teresa
Durante el discurso, ante la ONU, la niña ha recordado el ataque al que fue sometida
La joven ha recordado a Luther King, Nelson Mandela, Gandhi y la madre Teresa
Malala Yousafzai, la adolescente paquistaní tiroteada por los talibanes en su país, pidió hoy en la ONU que la comunidad internacional redoble los esfuerzos para lograr "educación para todos los niños". Según ella misma ha relatado durante el acto organizado por Naciones Unidas para celebrar su decimosexto cumpleaños: "El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon. Pensaron que con sus balas me callarían para siempre pero fracasaron".
Acompañada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y el ex primer ministro británico Gordon Brown, la joven aseguró que sigue siendo la misma Malala, con las mismas ambiciones, esperanzas y sueños, y por ello volvió a pedir "educación para todos".
"Tomemos los libros y las plumas porque son nuestras armas más poderosas. Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo", subrayó Malala, quien aseguró que "los extremistas siguen teniendo miedo a los libros". Malala, interrumpida en varias ocasiones por los aplausos de los asistentes, afirmó que no está en contra de nadie, ni siquiera de los talibanes en su país, y aseguró que incluso si tuviera una pistola y estuviera frente a la persona que le atacó "no dispararía".... Fuente El País.
Más, en cartas al director de El País. Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo.
Más, en cartas al director de El País. Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo.
Cuatro de cada 10 hogares sobreviven gracias a prestaciones y ayudas públicas
Los jubilados gastan un 33% más para atender a sus parientes
Las familias numerosas conservarán las ayudas hasta que el hijo menor cumpla 26 años
Una sociedad cada vez más envejecida y una crisis que mantiene en el paro a más de la mitad de los jóvenes españoles. Son los dos factores que explican el creciente número de familias que dependen de pensiones, prestaciones por desempleo, subsidios o ayudas sociales para sobrevivir: en 2011 —último año que recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE)—, el porcentaje alcanzó el 39,15%, seis puntos y medio más que en 2007. El dato lo destacó este miércoles la catedrática María Teresa López al presentar su estudio Análisis de los comportamientos socioeconómicos de las familias, encargado por la ONG Acción Familiar y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para utilizarlo como base de un plan integral de apoyo a los hogares que el Gobierno pretende aprobar el año próximo.
El estudio se detiene especialmente en la importancia que han cobrado en los últimos años las pensiones de jubilación para las economías familiares. Lo demuestra otro de sus indicadores: el gasto medio por hogar presenta una caída continuada desde 2007 excepto entre los jubilados, que cada vez más se ven obligados a destinar sus pensiones y ahorros para ayudar a familiares castigados por la crisis. Según el INE, entre 2006 y 2011 el gasto de los mayores de 65 años aumentó un 32,9%. “Todos los datos parecen mostrar que el actual sistema de pensiones es un instrumento —ahora más que nunca— de carácter no solo asegurador, sino sobre todo redistributivo, que en manos de las familias duplica sus efectos y utilidad”, explicó López.
Otro informe presentado el mes pasado por la Fundación 1º de Mayo, vinculada a Comisiones Obreras, especificaba que los pensionistas son el sustento principal del 26,8% de los hogares españoles. El sindicato advirtió entonces de que el actual cuestionamiento de la sostenibilidad del sistema público de pensiones “no solo pone en jaque el derecho a un envejecimiento digno y de calidad, sino que acaba con el único sustento de muchas familias”.
El estudio dirigido por Teresa López destaca también que hay tres tipos de hogares que requieren un trato diferenciado y preferente por ser más vulnerables en este contexto de crisis: las familias numerosas, las monoparentales y las que tienen entre sus miembros alguna persona discapacitada... continua. Fuente: CC.OO. y El País.
Las familias numerosas conservarán las ayudas hasta que el hijo menor cumpla 26 años
Una sociedad cada vez más envejecida y una crisis que mantiene en el paro a más de la mitad de los jóvenes españoles. Son los dos factores que explican el creciente número de familias que dependen de pensiones, prestaciones por desempleo, subsidios o ayudas sociales para sobrevivir: en 2011 —último año que recoge el Instituto Nacional de Estadística (INE)—, el porcentaje alcanzó el 39,15%, seis puntos y medio más que en 2007. El dato lo destacó este miércoles la catedrática María Teresa López al presentar su estudio Análisis de los comportamientos socioeconómicos de las familias, encargado por la ONG Acción Familiar y el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para utilizarlo como base de un plan integral de apoyo a los hogares que el Gobierno pretende aprobar el año próximo.
El estudio se detiene especialmente en la importancia que han cobrado en los últimos años las pensiones de jubilación para las economías familiares. Lo demuestra otro de sus indicadores: el gasto medio por hogar presenta una caída continuada desde 2007 excepto entre los jubilados, que cada vez más se ven obligados a destinar sus pensiones y ahorros para ayudar a familiares castigados por la crisis. Según el INE, entre 2006 y 2011 el gasto de los mayores de 65 años aumentó un 32,9%. “Todos los datos parecen mostrar que el actual sistema de pensiones es un instrumento —ahora más que nunca— de carácter no solo asegurador, sino sobre todo redistributivo, que en manos de las familias duplica sus efectos y utilidad”, explicó López.
Otro informe presentado el mes pasado por la Fundación 1º de Mayo, vinculada a Comisiones Obreras, especificaba que los pensionistas son el sustento principal del 26,8% de los hogares españoles. El sindicato advirtió entonces de que el actual cuestionamiento de la sostenibilidad del sistema público de pensiones “no solo pone en jaque el derecho a un envejecimiento digno y de calidad, sino que acaba con el único sustento de muchas familias”.
El estudio dirigido por Teresa López destaca también que hay tres tipos de hogares que requieren un trato diferenciado y preferente por ser más vulnerables en este contexto de crisis: las familias numerosas, las monoparentales y las que tienen entre sus miembros alguna persona discapacitada... continua. Fuente: CC.OO. y El País.
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