Mujer, entre 30 y 55 años, con formación académica y urbanita. Ese es el perfil de las personas que más leen en España, según el Informe de la Lectura en España 2017 a cargo de la Federación Española de Gremios de Editores de España (FGEE). Lo que ninguna estadística de índice de lectura le dirá es cómo funciona el cerebro de los lectores ávidos.
Si usted se encuentra en el grupo de los amantes de los libros, tiene razones para pensar que su cerebro es privilegiado. El hábito de la lectura no solo estimula la conexión entre sus neuronas, también podría potenciar su capacidad de empatía, es decir, ponerse en el lugar de los demás en las alegrías y en las penas; y alargar su esperanza de vida.
En el desarrollo de la cognición influyen muchos aspectos, desde la genética al medio donde vivimos, la alimentación y la educación. Como recuerda el neuropsicólogo Pablo Duque, nuestro desarrollo cognitivo nos ha permitido inventar cosas que se han instalado en el cerebro, como memorizar, razonar, percibir los colores. De hecho, la lectura, junto con la escritura, el cálculo y la orientación derecha-izquierda, tiene su propia posición en el cerebro.
Estudios recientes se han adentrado en la capacidad del ambiente para modificar nuestra inteligencia. En concreto, para descubrir si aprender a leer en la infancia nos hace más inteligentes. Los resultados de una investigación de la Universidad de Edimburgo de 2015 —a partir de un diseño longitudinal sobre el desarrollo cognitivo en gemelos monocigóticos evaluados en cinco momentos diferentes desde los 7 a los 16 años— indicaron que los gemelos con mejor capacidad de lectura inicial a los 7 años, comparados con su gemelo idéntico, tienden no sólo a tener una mejor capacidad de lectura en las mediciones posteriores, sino también puntuaciones más altas en las pruebas de inteligencia general.
“Los vínculos entre la lectura y la inteligencia que se encuentran en el presente estudio se extienden más allá de la inteligencia verbal y nos muestran que leer también se asocia con la inteligencia no verbal”, señala Pablo Fernández-Berrocal, catedrático de Psicología de la Universidad de Málaga y especialista en inteligencia emocional.
Desde los años 90, estudios como los del reconocido psicólogo Howard Gardner, enmarcados en la nueva neurociencia cognitiva, establecieron que la inteligencia no era una capacidad fijada e innata en cada persona, sino un conjunto de habilidades cognitivas en distintos campos de la experiencia humana, susceptibles de desarrollarse y mejorar durante todas las etapas del desarrollo humano. Y al contrario, podían estancarse si no se ejercitaban. Es lo que se llama neuroplasticidad, la capacidad de las neuronas de aumentar el número de conexiones entre ellas y establecer un mayor número de redes neuronales a partir de su interacción con el entorno.
“Dentro de esta interacción, la lectura es uno de los mayores catalizadores. Aunque la capacidad intelectual —entendida de forma amplia— es diferente en cada persona, ya que en parte la determina la genética, devorar libros es un medio de potenciarla. La lectura es a la inteligencia lo que el entrenamiento físico a la capacidad muscular”, señala Ayoze González, Responsable de la Unidad de Neurología en Hospital San Roque de Las Palmas (Gran Canaria).
La lectura, además, potencia otras habilidades personales. “Al leer, el cerebro hace representaciones visuales de los paisajes, escenas o momentos, potenciando la imaginación y capacidad visuoespacial. Diversos estudios recientes indican, además, que las personas que leen literatura con frecuencia desarrollan más la empatía. Esto es así, porque al leer, la persona se identifica con los personajes, con sus vivencias y aventuras, poniéndose en su lugar e identificándose afectivamente con ellas”, matiza este neurólogo, presidente de la Sociedad Canaria de Neurología (SOCANE).
Que la inteligencia no es un concepto estático y único, sino que engloba diferentes habilidades cognitivas, lo prueban los casos de personas que aprenden un idioma con mucha facilidad pero tienen dificultades para resolver problemas matemáticos, o las que tienen gran facilidad para la localización espacial, pero manifiestan problemas para expresar el lenguaje.
"Cada persona tiene una capacidad innata que puede potenciarse y desarrollarse. Y la lectura es un medio de potenciar las diferentes inteligencias, no solo la lingüística. Puede mejorar la inteligencia espacial, la inteligencia emocional, la capacidad de anticipación y lógica. La lectura es una manera de potenciar la plasticidad neuronal, mejorando las capacidades innatas a través de nuevas redes neuronales, y aumenta el desarrollo de las personas. En los países soviéticos se seleccionaba a los niños que destacaban en las matemáticas aplicadas y se les entrenaba desde pequeño jugando al ajedrez. Esto potenciaba unas capacidades innatas y las hacía crecer. Lo mismo pasa con la lectura. Hay personas que son inteligentes y no leen, claro, pero la pregunta es ¿serían mucho más inteligentes si además potenciaran esa cualidad? Seguramente sí”, indica el neurólogo Ayoze González.
En papel y de ficción, mejor
¿Hay algunas condiciones que favorezcan los beneficios de la lectura? Algunos estudios recientes señalan que el soporte en papel tiene un impacto positivo en la comprensión, el aprendizaje y la comunicación. “Algunas pequeñas investigaciones han comparado los resultados en estas habilidades entre escolares que leen en papel o en medios electrónicos, pero con conclusiones difíciles de interpretar. Aún así parece que las personas que leen en medios electrónicos refieren mayor dificultad para transportarse al mundo que están leyendo o para identificarse con los personajes. Probablemente se relaciona con la mayor fatiga que genera la lectura en medios digitales o con una mayor dificultad para mantener la atención. En gran parte de las encuestas, un alto porcentaje de personas siguen prefiriendo subjetivamente leer en papel que en medios electrónicos. En cualquier caso, la lectura es positiva, sea cual sea el medio utilizado”, advierte el neurólogo González.
El género podría también tener algo que decir en la relación entre la lectura y el desarrollo de nuestra cognición, ya que algunos autores vinculan el hábito de leer ficción con el desarrollo de la habilidad de la mentalización, o lo que es lo mismo, comprender mejor a las personas de nuestro alrededor, debido a que la lectura de pasajes de la literatura de ficción —en comparación con los de no ficción o ficción popular (superventas)— mejora nuestra teoría de la mente, la habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus intenciones, sus emociones y sus creencias.
Pero, atención, no confunda mentalización con empatía. “Cuando una persona entiende la mente de otra, puede interpretar o entender lo que piensa, eso es la mentalización. Empatía es sentir lo que otro siente, no solo entenderlo, y requiere una capacidad superior porque llega más allá del cerebro normal del resto”, destaca el neuropsicólogo Pablo Duque, director general de iNEURO.
Los lectores de ficción literaria (obras de mayor calidad estilística y complejidad narrativa y de caracteres) realizaron significativamente mejor los test relacionados con la teoría de la mente. “Según estas investigaciones, las novelas de cierta calidad, a diferencia de las más populares y fáciles de leer, requieren una mayor atención intelectual y un pensamiento creativo más afinado, al estar llenas de personajes complejos cuyas vidas no son fácilmente discernibles, haciendo necesarios recursos interpretativos más flexibles para inferir los sentimientos y pensamientos de los personajes. Sin embargo, la ficción popular tiende a describir el mundo y las personas de una forma mucho más coherente y predecible; de esa forma, reafirma las expectativas de los lectores y no tiene por qué mejorar la teoría de la mente”, describe Fernández-Berrocal.
“Leer ficción nos permite vivir miles de vidas en una. Nos ayuda a comprender cómo se sienten otras personas, a conocerlas mejor y predecir su comportamiento. Es una capacidad esencial para relacionarnos con éxito en nuestra vida personal y profesional. Amar los libros nos ayuda a entender a los demás, y esta mejor comprensión emocional nos puede ser muy útil para amar de forma más inteligente a las personas”, asegura este psicólogo.
Pero la cuestión clave, todavía pendiente de respuesta, es averiguar las causas de las diferencias entre la ficción y la no ficción. “Una posible explicación es que durante la lectura de ficción, la simulación de la experiencia social que se produce podría involucrar a los mismos procesos sociocognitivos empleados durante la comprensión del mundo real social (la inferencia mental, el seguimiento de los objetivos, el reconocimiento de la emoción). La exposición repetida podría dar lugar a una intensificación de estos procesos sociales y empáticos, que a su vez podrían aplicarse a otros contextos en la vida real”, recalca el catedrático de Psicología.
Sin embargo, para especialistas en Neuropsicología pediátrica como Roser Colomé, la relación entre el desarrollo cognitivo y el tipo de soporte y de género podría no estar clara. “Se ha observado que los niños disléxicos se benefician de la lectura electrónica al modificar ciertas variables como la fuente tipográfica, el tamaño de la letra, el uso de diferentes colores o de palabras más o menos largas; y también por el contenido, ya que con en soporte electrónico pueden leer un libro que les muestre los sinónimos más sencillos para comprenderlo o destaque las palabras en negrita y los números en dígitos. Es cierto que la costumbre de leer en papel hace más difícil hacerlo online, pero no hay suficiente conocimiento para determinar una cosa u otra para las vías de desarrollo de la lectura", explica.
Protección frente al Alzheimer
Si la lectura de libros podría aumentar nuestra capacidad para adaptarnos y cambiar nuestro entorno, como señala el psicólogo Berrocal, ¿leer nos podría hacer vivir más años? Que la lectura pueda contribuir a la longevidad es una relación que todavía goza de una evidencia muy preliminar, sin poder llegar a conclusiones definitivas. Sin embargo, en un estudio de Social Science & Medicine de 2016, los investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale observaron una reducción del 20% en la mortalidad de los que leían libros media hora al día, en comparación con los que no leían libros, y con una ventaja de supervivencia de 23 meses en personas mayores de 65 años independientemente de la educación o el nivel socioeconómico.
“Sus resultados mostraron que cualquier nivel de lectura de libros da una ventaja de supervivencia significativamente mayor que leer periódicos. Esto es un hallazgo muy novedoso porque indica que la lectura de libros en lugar de la lectura en general es la que provoca esta ventaja de supervivencia”, anota Berrocal, quien prosigue: “Esta investigación no señala los mecanismos por los que la lectura de libros puede aumentar la supervivencia, pero los autores especulan que puede ser por sus beneficios cognitivos, algo que coincide con otros estudios que han encontrado que la lectura aumenta la conectividad de las células cerebrales”.
El beneficio de la lectura en la calidad del envejecimiento está claro. Cuantas más conexiones y redes neuronales se hayan desarrollado a lo largo de la vida de la persona, menor impacto tendrá la pérdida progresiva asociada al envejecimiento. “Es decir, cuanta mayor reserva cognitiva tenga, mayor será la capacidad de mantenerse mentalmente sano durante mayor tiempo. Aunque estemos en fases iniciales de una enfermedad neurodegenerativa, si conseguimos potenciar la neuroplasticidad de las neuronas sanas, conseguiremos mantener, e incluso desarrollar, nuevas conexiones neuronales que permitan contrarrestar durante un tiempo la enfermedad”, concluye el neurólogo Ayoze González.
https://elpais.com/elpais/2017/08/17/buenavida/1502967529_141367.html
sábado, 26 de agosto de 2017
viernes, 25 de agosto de 2017
Cómo salir del pasado para mirar al futuro
La Teoría U nos enseña que no podemos vivir el futuro con la carga del pasado a nuestras espaldas. Despedirse amistosamente de lo que ya ha ocurrido, dejando atrás los errores de los demás y los propios, abre un nuevo espacio para las oportunidades.
HAS TENIDO alguna vez la sensación de estar varado, de que tus propósitos y proyectos no acaban de arrancar? Se puede experimentar como un imán misterioso que nos retiene en su campo de fuerza. Por más que queramos avanzar, nos cuesta movernos y al final siempre acabamos en el mismo sitio.
Esta fuerza paralizadora afecta a las personas que eligen siempre un tipo de pareja que no les conviene, por ejemplo, o las que repiten una y otra vez los mismos errores; en suma, las que tienen la impresión de que su vida es un disco rayado en el que siempre suena el mismo pasaje.
¿Por qué sucede esto? ¿Y cómo salir del bucle?
Einstein decía que “los problemas no pueden ser resueltos en el mismo nivel de conciencia que los creó”. Para detener ese generador interior de conflictos e insatisfacciones, primero debemos ser conscientes de que cargamos con esa pesada maquinaria que produce siempre los mismos resultados. Una vez identificada, podemos deshacernos de ella y las cosas empezarán a suceder de modo diferente.
El problema es que a menudo tenemos puesto el piloto automático y no somos conscientes de hacia dónde vamos. Desconocemos la inercia de nuestra mente. Si lo apagamos, de repente nos encontraremos con otros caminos y con nuevas soluciones.
El piloto automático opera a menudo desde el pasado, como apunta Otto Scharmer, creador de la Teoría U. En sus propias palabras: “La energía sigue a la atención. Por eso no debemos centrar nuestra atención en aquello que tratamos de evitar, sino en aquello que pretendemos que suceda”.
Por ejemplo, una persona que está resentida por las decepciones del pasado buscará sin darse cuenta esos mismos resultados en todas sus acciones y relaciones, porque está anclada en el bucle de lo que ocurrió, no en lo que puede ocurrir.
La Teoría U dice, entre otras cosas, que mientras no nos desprendamos de los viejos miedos y prejuicios, para lo cual usa la expresión inglesa let it go, no dejaremos espacio para que suceda nada verdaderamente nuevo en nuestra vida, let it come. Si no soltamos el lastre del pasado, no habrá espacio para que la vida nos sorprenda con nuevas direcciones y acontecimientos.
¿Y cómo podemos liberarnos del pasado? Básicamente reconociendo las creencias que nos mantienen encadenados para desactivarlas. Si durante años nos hemos repetido mantras del tipo “Nada me sale bien”, “Jamás tendré un céntimo” o “Todos los hombres o todas las mujeres son iguales”, de forma inconsciente estaremos alimentando la profecía y contribuiremos a que las cosas nos salgan mal, a seguir en la pobreza y a elegir el mismo tipo de compañeros.
Cuando escapas de todas esas ideas preconcebidas y te despides amistosamente de tu pasado —lo que implica perdonar a los que te han hecho daño, incluyéndote a ti mismo—, de repente se abre un espacio inmenso ante ti. En ese punto, la vida deja de ser repetitiva para recuperar la magia imprevisible de los niños.
Es el momento de cambiar. ¿Cómo hacerlo? Si queremos ser realmente libres, hay que renunciar a hacer pronósticos, aceptar que la vida es una aventura en la que cualquier cosa puede suceder. Pensar y actuar libres del pasado implica permitir que las cosas sucedan, dejar que la existencia nos sorprenda.
Un célebre aforismo de Jean Cocteau reza: “Lo hicieron porque no sabían que era imposible”. Los maestros del let it come, sean artistas, inventores o empresarios, se distinguen por estar siempre abiertos a todas las posibilidades. El explorador que pisa un nuevo territorio sin saber qué se encontrará descubre mucho más que el que llega a ese mismo lugar buscando fósiles.
Merece la pena desprendernos de nuestra colección de fósiles, ya sean experiencias, personas o visiones, para aventurarnos en una vida realmente nueva.
El árbol de los problemas
— Un cuento tradicional glosado por Jorge Bucay tiene como protagonista a un carpintero que, independientemente de los percances que hubiera sufrido, cada día antes de entrar en su casa tocaba las ramas de un árbol y recuperaba la sonrisa. Una vez en el hogar, disfrutaba de su esposa y de sus hijos.
— En una ocasión, un cliente que observó el ritual le preguntó en qué consistía: Ese es el árbol de los problemas —explicó—. Dado que siempre habrá disgustos, no quiero que entren en mi casa ni que los tenga que sufrir mi familia. Por eso, al terminar el día, los cuelgo en ese árbol y los recojo de nuevo a la mañana siguiente, aunque siempre hay menos y de menor tamaño. — Esta misma enseñanza se aplica a los sufrimientos del pasado. Si los dejamos fuera de nuestro hogar interior, donde se construye el presente y el futuro, irán perdiendo importancia hasta desaparecer.
— La mente es un amplificador de lo que nos sucede, pero nosotros decidimos si encender o apagar el interruptor. Si está encendido, todo cobra una importancia excesiva, y el volumen aumenta si contamos a los demás —y a nosotros mismos— nuestras calamidades. Pero si nos permitimos sentir el dolor pero no interpretamos, eliminamos el parloteo interior, apagamos el interruptor. Siguiendo el aforismo de Buda: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.”
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/como-salir-del-pasado-para-mirar-al-futuro/
HAS TENIDO alguna vez la sensación de estar varado, de que tus propósitos y proyectos no acaban de arrancar? Se puede experimentar como un imán misterioso que nos retiene en su campo de fuerza. Por más que queramos avanzar, nos cuesta movernos y al final siempre acabamos en el mismo sitio.
Esta fuerza paralizadora afecta a las personas que eligen siempre un tipo de pareja que no les conviene, por ejemplo, o las que repiten una y otra vez los mismos errores; en suma, las que tienen la impresión de que su vida es un disco rayado en el que siempre suena el mismo pasaje.
¿Por qué sucede esto? ¿Y cómo salir del bucle?
Einstein decía que “los problemas no pueden ser resueltos en el mismo nivel de conciencia que los creó”. Para detener ese generador interior de conflictos e insatisfacciones, primero debemos ser conscientes de que cargamos con esa pesada maquinaria que produce siempre los mismos resultados. Una vez identificada, podemos deshacernos de ella y las cosas empezarán a suceder de modo diferente.
El problema es que a menudo tenemos puesto el piloto automático y no somos conscientes de hacia dónde vamos. Desconocemos la inercia de nuestra mente. Si lo apagamos, de repente nos encontraremos con otros caminos y con nuevas soluciones.
El piloto automático opera a menudo desde el pasado, como apunta Otto Scharmer, creador de la Teoría U. En sus propias palabras: “La energía sigue a la atención. Por eso no debemos centrar nuestra atención en aquello que tratamos de evitar, sino en aquello que pretendemos que suceda”.
Por ejemplo, una persona que está resentida por las decepciones del pasado buscará sin darse cuenta esos mismos resultados en todas sus acciones y relaciones, porque está anclada en el bucle de lo que ocurrió, no en lo que puede ocurrir.
La Teoría U dice, entre otras cosas, que mientras no nos desprendamos de los viejos miedos y prejuicios, para lo cual usa la expresión inglesa let it go, no dejaremos espacio para que suceda nada verdaderamente nuevo en nuestra vida, let it come. Si no soltamos el lastre del pasado, no habrá espacio para que la vida nos sorprenda con nuevas direcciones y acontecimientos.
¿Y cómo podemos liberarnos del pasado? Básicamente reconociendo las creencias que nos mantienen encadenados para desactivarlas. Si durante años nos hemos repetido mantras del tipo “Nada me sale bien”, “Jamás tendré un céntimo” o “Todos los hombres o todas las mujeres son iguales”, de forma inconsciente estaremos alimentando la profecía y contribuiremos a que las cosas nos salgan mal, a seguir en la pobreza y a elegir el mismo tipo de compañeros.
Cuando escapas de todas esas ideas preconcebidas y te despides amistosamente de tu pasado —lo que implica perdonar a los que te han hecho daño, incluyéndote a ti mismo—, de repente se abre un espacio inmenso ante ti. En ese punto, la vida deja de ser repetitiva para recuperar la magia imprevisible de los niños.
Es el momento de cambiar. ¿Cómo hacerlo? Si queremos ser realmente libres, hay que renunciar a hacer pronósticos, aceptar que la vida es una aventura en la que cualquier cosa puede suceder. Pensar y actuar libres del pasado implica permitir que las cosas sucedan, dejar que la existencia nos sorprenda.
Un célebre aforismo de Jean Cocteau reza: “Lo hicieron porque no sabían que era imposible”. Los maestros del let it come, sean artistas, inventores o empresarios, se distinguen por estar siempre abiertos a todas las posibilidades. El explorador que pisa un nuevo territorio sin saber qué se encontrará descubre mucho más que el que llega a ese mismo lugar buscando fósiles.
Merece la pena desprendernos de nuestra colección de fósiles, ya sean experiencias, personas o visiones, para aventurarnos en una vida realmente nueva.
El árbol de los problemas
— Un cuento tradicional glosado por Jorge Bucay tiene como protagonista a un carpintero que, independientemente de los percances que hubiera sufrido, cada día antes de entrar en su casa tocaba las ramas de un árbol y recuperaba la sonrisa. Una vez en el hogar, disfrutaba de su esposa y de sus hijos.
— En una ocasión, un cliente que observó el ritual le preguntó en qué consistía: Ese es el árbol de los problemas —explicó—. Dado que siempre habrá disgustos, no quiero que entren en mi casa ni que los tenga que sufrir mi familia. Por eso, al terminar el día, los cuelgo en ese árbol y los recojo de nuevo a la mañana siguiente, aunque siempre hay menos y de menor tamaño. — Esta misma enseñanza se aplica a los sufrimientos del pasado. Si los dejamos fuera de nuestro hogar interior, donde se construye el presente y el futuro, irán perdiendo importancia hasta desaparecer.
— La mente es un amplificador de lo que nos sucede, pero nosotros decidimos si encender o apagar el interruptor. Si está encendido, todo cobra una importancia excesiva, y el volumen aumenta si contamos a los demás —y a nosotros mismos— nuestras calamidades. Pero si nos permitimos sentir el dolor pero no interpretamos, eliminamos el parloteo interior, apagamos el interruptor. Siguiendo el aforismo de Buda: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional.”
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/como-salir-del-pasado-para-mirar-al-futuro/
jueves, 24 de agosto de 2017
TORTITAS de harina de trigo.
El panqueque básico se hace de una simple masa de huevos, harina, leche y polvo de hornear para levadura. Puede utilizar diferentes tipos de harina si desea experimentar con trigo integral o trigo sarraceno. Y también puede agregar la fruta a la mezcla. La masa se puede hacer desde cero en aproximadamente el mismo tiempo que se tarda en hacer tostadas. La parte más lenta de hacer panqueques, por supuesto, es cocinarlos. Pero ese tiempo es tan corto que debe considerar estos un alimento de conveniencia todos los días, no un banquete de ocasión especial. Cocine esta receta unas cuantas veces y puede ser parte de su rutina semanal. (Sam Sifton)
INGREDIENTES
2 tazas de harina para todo uso
2 cucharaditas de polvo de hornear
¼ de cucharadita de sal
1 cucharada de azúcar, opcional
2 huevos
1 ½ a 2 tazas de leche
2 cucharadas de mantequilla derretida y enfriada (opcional), además de mantequilla sin fundir para cocinar, o usar aceite neutro
Caliente una plancha o una sartén grande a fuego medio-bajo. En un bol, mezcle los ingredientes secos. Batir los huevos en 1 1/2 tazas de leche, luego revuelva en 2 cucharadas de mantequilla enfriada derretida, si se utiliza. Agitar suavemente esta mezcla en ingredientes secos, mezclando sólo lo suficiente para humedecer la harina; No te preocupes por unos bultos. Si la masa parece gruesa, agregue un poco más de leche.
Coloque una cucharadita o 2 de mantequilla o aceite en una plancha o una sartén. Cuando la espuma de mantequilla disminuye o el aceite brilla, bate la masa sobre la plancha o sartén, haciendo panqueques de cualquier tamaño que te guste. Ajuste el calor según sea necesario; Generalmente, el primer lote requerirá más calor que los lotes posteriores. Voltear las crepes después de que las burbujas suban a la superficie y los fondos de color marrón, después de 2 a 4 minutos.
Cocine hasta que el segundo lado esté ligeramente dorado. Servir, o mantener en una placa de horno en un horno de 200 grados durante un máximo de 15 minutos.
Fuente: NYT
INGREDIENTES
2 tazas de harina para todo uso
2 cucharaditas de polvo de hornear
¼ de cucharadita de sal
1 cucharada de azúcar, opcional
2 huevos
1 ½ a 2 tazas de leche
2 cucharadas de mantequilla derretida y enfriada (opcional), además de mantequilla sin fundir para cocinar, o usar aceite neutro
Caliente una plancha o una sartén grande a fuego medio-bajo. En un bol, mezcle los ingredientes secos. Batir los huevos en 1 1/2 tazas de leche, luego revuelva en 2 cucharadas de mantequilla enfriada derretida, si se utiliza. Agitar suavemente esta mezcla en ingredientes secos, mezclando sólo lo suficiente para humedecer la harina; No te preocupes por unos bultos. Si la masa parece gruesa, agregue un poco más de leche.
Coloque una cucharadita o 2 de mantequilla o aceite en una plancha o una sartén. Cuando la espuma de mantequilla disminuye o el aceite brilla, bate la masa sobre la plancha o sartén, haciendo panqueques de cualquier tamaño que te guste. Ajuste el calor según sea necesario; Generalmente, el primer lote requerirá más calor que los lotes posteriores. Voltear las crepes después de que las burbujas suban a la superficie y los fondos de color marrón, después de 2 a 4 minutos.
Cocine hasta que el segundo lado esté ligeramente dorado. Servir, o mantener en una placa de horno en un horno de 200 grados durante un máximo de 15 minutos.
Fuente: NYT
miércoles, 23 de agosto de 2017
Volver a empezar
Ante cualquier ruptura, nunca se parte de la nada. Tras el cambio, somos los mismos y con el mismo bagaje de experiencias. Hay que perder el miedo a readaptarse.
CUPERTINO. California. 16 de septiembre de 1985. Un hombre, hundido y abatido, acaba de ser relegado de su cargo. Sale al exterior del edificio donde ha tenido lugar la reunión. Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del lugar donde acaba de ser traicionado por quienes consideraba incondicionales. Es una humillación. Se puede disfrazar de dimisión voluntaria o retiro temporal, pero es un despido en toda regla. Uno más de tantos que se producen en Estados Unidos. Con una salvedad. La empresa que lo ha despedido fue creada y levantada por él mismo. Esa compañía se llama Apple. Y ese hombre es Steve Jobs. Derrama unas lágrimas. Es inevitable. Demasiados meses de tensión acumulada. Dinero no le falta a Steve Jobs. Pero no es ese su problema.
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Empezar de cero?”, se pregunta.
Le ha llevado años levantar Apple. El esfuerzo ha sido titánico. Todavía es joven. Tiene ilusiones. Energía. Ha cumplido los 30. Jobs es un aventurero, un emprendedor.
Al cabo de unas semanas llama a sus mejores colaboradores y los convence para dejar Apple. Nace NeXT, su segundo proyecto empresarial. En efecto, va a empezar de nuevo. A empezar de cero.
Volver a empezar, el título de la película de José Luis Garci, es un acontecimiento que, en un momento u otro, golpea la vida. Sea una ruptura con los socios, un giro profesional repentino, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional, una separación…
La sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. “Cero” es una sensación, una percepción que emana del tren del cual nos hemos apeado y ya no está, de esa soledad que rodea a quien corta el cordón umbilical con una estructura, una organización, una empresa, un socio o el proyecto que lo vinculaba.
“Cero” es demasiado. Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del desempeño, los hábitos y automatismos que precisa toda profesión.
Un importante científico con quien tengo una buena amistad me pidió ir a comer el otro día. Me explicó que lo relegaban de la dirección del instituto científico al cual pertenecía. Pesaba más la desazón del qué dirán en la comunidad científica que las consecuencias reales de tal cambio. “He de empezar de cero”, me dijo. “Y tengo 60 años”.
Me resultaba incomprensible tal desazón. El científico, una hora después y una hora antes, era el mismo. Su experiencia seguía ahí. Sus conocimientos permanecían.
Todo lo trabajado, todo lo realizado es un activo y va con uno, dentro de la mochila, ahí donde viajamos. Afirma el filósofo José Antonio Marina que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el bagaje adquirido a lo largo de los años. Empezar de cero es una falacia. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.
Redefinamos, así pues, el sentido y significado de “nuevo proyecto o nuevo reto profesional”. Podríamos definirlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestra experiencia y conocimientos adquiridos hacia un nuevo propósito.
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El bagaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito. Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos y uniones. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.
Obviamente, hay nuevas dificultades. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero, condicionados por el estupor del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos. Es como aquel político a quien llamaban gobernador y respondió: –Yo no soy el gobernador, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de gobernador.
Lo mismo a la inversa. En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.
Por cierto, NeXT no fue un éxito de ventas, pero sí tecnológico. La propia Apple adquirió esta empresa unos años después por 400 millones de dólares para poder relanzar los ordenadores personales Apple con el software de NeXT.
Estamos de nuevo en Cupertino, un 16 de septiembre de 1997. Steve Jobs, alegre y triunfante, acaba de ser readmitido. Sale al exterior del edificio donde se ha celebrado la reunión. Paradojas de la vida, es el mismo día del mismo mes en el que 12 años atrás fue expulsado. Continuar, en lugar de volver a empezar, le ha permitido regresar a su propia empresa.
Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del edificio, pero esta vez lo hace solo unos metros.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/volver-a-empezar/
CUPERTINO. California. 16 de septiembre de 1985. Un hombre, hundido y abatido, acaba de ser relegado de su cargo. Sale al exterior del edificio donde ha tenido lugar la reunión. Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del lugar donde acaba de ser traicionado por quienes consideraba incondicionales. Es una humillación. Se puede disfrazar de dimisión voluntaria o retiro temporal, pero es un despido en toda regla. Uno más de tantos que se producen en Estados Unidos. Con una salvedad. La empresa que lo ha despedido fue creada y levantada por él mismo. Esa compañía se llama Apple. Y ese hombre es Steve Jobs. Derrama unas lágrimas. Es inevitable. Demasiados meses de tensión acumulada. Dinero no le falta a Steve Jobs. Pero no es ese su problema.
“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Empezar de cero?”, se pregunta.
Le ha llevado años levantar Apple. El esfuerzo ha sido titánico. Todavía es joven. Tiene ilusiones. Energía. Ha cumplido los 30. Jobs es un aventurero, un emprendedor.
Al cabo de unas semanas llama a sus mejores colaboradores y los convence para dejar Apple. Nace NeXT, su segundo proyecto empresarial. En efecto, va a empezar de nuevo. A empezar de cero.
Volver a empezar, el título de la película de José Luis Garci, es un acontecimiento que, en un momento u otro, golpea la vida. Sea una ruptura con los socios, un giro profesional repentino, un despido, un cierre de la empresa, el final de una etapa profesional, una separación…
La sensación que se apodera de uno es la de no tener nada. Tener que volver a empezar desde la nada. Pero eso no es del todo cierto. “Cero” es una sensación, una percepción que emana del tren del cual nos hemos apeado y ya no está, de esa soledad que rodea a quien corta el cordón umbilical con una estructura, una organización, una empresa, un socio o el proyecto que lo vinculaba.
“Cero” es demasiado. Porque una persona es también su pasado, su experiencia, sus conocimientos, los criterios adquiridos a través del desempeño, los hábitos y automatismos que precisa toda profesión.
Un importante científico con quien tengo una buena amistad me pidió ir a comer el otro día. Me explicó que lo relegaban de la dirección del instituto científico al cual pertenecía. Pesaba más la desazón del qué dirán en la comunidad científica que las consecuencias reales de tal cambio. “He de empezar de cero”, me dijo. “Y tengo 60 años”.
Me resultaba incomprensible tal desazón. El científico, una hora después y una hora antes, era el mismo. Su experiencia seguía ahí. Sus conocimientos permanecían.
Todo lo trabajado, todo lo realizado es un activo y va con uno, dentro de la mochila, ahí donde viajamos. Afirma el filósofo José Antonio Marina que el talento es inteligencia en acción. Y la inteligencia no es solo la capacidad, sino el bagaje adquirido a lo largo de los años. Empezar de cero es una falacia. Ni es empezar, ni es de cero. Es continuar desde lo que uno es y sigue siendo.
Redefinamos, así pues, el sentido y significado de “nuevo proyecto o nuevo reto profesional”. Podríamos definirlo como la forma en que modificamos nuestra red de relaciones con tal de dirigir nuestra experiencia y conocimientos adquiridos hacia un nuevo propósito.
Nuestro tejido de conexiones sigue siendo el mismo. El bagaje también. En realidad solo varían dos cosas: el propósito y el modo en que nos vamos a relacionar a partir de ahora con nuestro entorno. La clave está en ese diseño, así como en las posibilidades del nuevo propósito. Volver a empezar se convierte pues en algo bien distinto: una meta diferente y un nuevo esquema de lazos y uniones. Una transformación del cómo pero no del qué, el cual sigue inalterado.
Obviamente, hay nuevas dificultades. Es también cierto que la estructura de ingresos desaparece de momento. Y que el modelo que nos mantenía deja de ser vigente. Pero, condicionados por el estupor del momento y el miedo al cambio, confundimos lo que somos con el cargo que ocupamos. Es como aquel político a quien llamaban gobernador y respondió: –Yo no soy el gobernador, sino el hombre que ocupa actualmente el cargo de gobernador.
Lo mismo a la inversa. En la vida hay momentos difíciles. Es innegable. Pero nunca se parte de cero.
Por cierto, NeXT no fue un éxito de ventas, pero sí tecnológico. La propia Apple adquirió esta empresa unos años después por 400 millones de dólares para poder relanzar los ordenadores personales Apple con el software de NeXT.
Estamos de nuevo en Cupertino, un 16 de septiembre de 1997. Steve Jobs, alegre y triunfante, acaba de ser readmitido. Sale al exterior del edificio donde se ha celebrado la reunión. Paradojas de la vida, es el mismo día del mismo mes en el que 12 años atrás fue expulsado. Continuar, en lugar de volver a empezar, le ha permitido regresar a su propia empresa.
Sopla una brisa suave. La temperatura es cálida. Siente la necesidad de caminar y decide alejarse del edificio, pero esta vez lo hace solo unos metros.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/volver-a-empezar/
martes, 22 de agosto de 2017
Cada vez vivimos más años y eso obliga a replantearnos nuestra manera de estar en el mundo. La actitud fundamental es mantener viva la capacidad de aprender y saber que la curiosidad y la experiencia son valores que juegan a nuestro favor.
Cada vez vivimos más años y eso obliga a replantearnos nuestra manera de estar en el mundo. La actitud fundamental es mantener viva la capacidad de aprender y saber que la curiosidad y la experiencia son valores que juegan a nuestro favor.
... Vivir mucho tiempo obliga a gestionar nuestras vidas de un modo radicalmente distinto de como se ha venido haciendo. Una persona con 50 años, por ejemplo, más allá de la edad legal de jubilación, es probable que deba trabajar, de una forma u otra, superados los 80, si es que la salud se lo permite. ¡Eso significa que a los 50 años lleva todavía menos tiempo trabajando del que le queda por delante!
Todos los estudios sobre empleabilidad juvenil que se están realizando ponen de manifiesto una aptitud fundamental en el mundo laboral: la capacidad de aprender a aprender. En inglés se llama learnability. Facultad de seguir formándose, experimentando, de actualizar habilidades y competencias. De, por ejemplo, dirigir los conocimientos y aptitudes hacia el mundo digital y la tecnología.
Conducir la vida profesional supondrá cada vez más un aprendizaje continuo. A muchos les da pereza mantener esta actitud en la edad madura. Ya han pasado por las aulas, ya se hizo la Formación Profesional o se acudió a la Universidad, algunos cursaron posgrados. Y se preguntan: ¿cuándo acabará esto?
Formación significa hoy en día algo distinto a lo que era antaño. Es una nueva perspectiva que obliga, a cualquier edad, a recuperar la curiosidad y las ganas locas de saber que se tienen durante la adolescencia. A Benjamin Button, hubo de sucederle, en la ficción, algo así: a medida que su cuerpo rejuvenecía, su afán y energía por saber también se revitalizaban.
Esta posibilidad requiere mantener activas las ganas de conocer, de leer, de observar, de adquirir conocimientos y de disfrutar de la cultura. Esa curiosidad despierta de la niñez hay que mantenerla intacta, experimentar como nuevo ese afán e interés por conocer y comprender que, sin lugar a dudas, mantiene viva a la persona porque produce ilusión, sorpresa y, a veces, alegría o sentido del humor.
El asunto no es vivir muchos años. Es hacerlo queriendo seguir aprendiendo, experimentando con curiosidad para interpretar mejor y para descubrir cómo llevar los conocimientos adquiridos al nuevo entorno económico, tecnológico o global. Es verdad que entre los humanos, al contrario de lo que ocurre con el personaje de ficción que interpretó Brad Pitt, la energía física mengua al envejecer, pero las neuronas tienen ciclos reproductivos muy largos y las personas maduras debemos entrenarnos en mantenerlas vivas y despiertas si no padecemos ninguna enfermedad incapacitante.
Algunas empresas y organizaciones se están dando cuenta de este hecho. Retired Brains, por ejemplo, es una organización que ofrece servicios de asesoría y consultoría por parte de personas jubiladas y que gozan de excelente salud física y mental, además de una dilatada experiencia. Eso demuestra que, incluso tras la revolución tecnológica, muchos de los criterios aprendidos en la era analógica son perfectamente válidos. De hecho, la tecnología modifica el cómo hacemos las cosas, pero no altera sustancialmente los productos y los servicios, es decir, lo que entregamos. Hace unos años, un directivo de una importante entidad financiera de nuestro país me reconoció en privado que, a menudo, recurrían a sus propios directores de oficina prejubilados y les solicitaban ayudar en análisis de riesgos y carteras a los más jóvenes que carecían de la experiencia necesaria. La vida laboral va a ser muy larga. Pero debemos hacer que sea bella, que no se convierta en una condena.
Para conseguirlo debemos tener en cuenta algunos elementos básicos.
1. Lo primero, no sobreestimar los cambios tecnológicos. Son más sencillos de lo que parece. Hay que acercarse a la tecnología sin miedo y, sobre todo, sin pereza. Pensemos que una persona madura puede aportar mucho más a la tecnología porque conoce el modelo previo, mientras que muchos nativos digitales solamente tienen la experiencia del actual.
2. En segundo lugar, debemos tener presente que el mundo de las relaciones, de los negocios, de los servicios está todavía en fase de definición. No hay nada asentado. En realidad, hay muchas dudas en cada sector de actividad sobre cuál será definitivamente el modelo ganador e imperante.
3. Debemos tener presente que si algo otorgan las nuevas tecnologías es lo que se denomina el alcance al nicho de mercado. Es decir, hay espacio y oportunidad para microempresas o para profesionales aislados. De hecho, las ofertas están polarizándose: o se compite por ser muy grande o por ser muy pequeño y flexible. No importa disponer de menos recursos.
Las oportunidades están naciendo para todos, para jóvenes y mayores.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/envejecimiento-psicologia/
... Vivir mucho tiempo obliga a gestionar nuestras vidas de un modo radicalmente distinto de como se ha venido haciendo. Una persona con 50 años, por ejemplo, más allá de la edad legal de jubilación, es probable que deba trabajar, de una forma u otra, superados los 80, si es que la salud se lo permite. ¡Eso significa que a los 50 años lleva todavía menos tiempo trabajando del que le queda por delante!
Todos los estudios sobre empleabilidad juvenil que se están realizando ponen de manifiesto una aptitud fundamental en el mundo laboral: la capacidad de aprender a aprender. En inglés se llama learnability. Facultad de seguir formándose, experimentando, de actualizar habilidades y competencias. De, por ejemplo, dirigir los conocimientos y aptitudes hacia el mundo digital y la tecnología.
Conducir la vida profesional supondrá cada vez más un aprendizaje continuo. A muchos les da pereza mantener esta actitud en la edad madura. Ya han pasado por las aulas, ya se hizo la Formación Profesional o se acudió a la Universidad, algunos cursaron posgrados. Y se preguntan: ¿cuándo acabará esto?
Formación significa hoy en día algo distinto a lo que era antaño. Es una nueva perspectiva que obliga, a cualquier edad, a recuperar la curiosidad y las ganas locas de saber que se tienen durante la adolescencia. A Benjamin Button, hubo de sucederle, en la ficción, algo así: a medida que su cuerpo rejuvenecía, su afán y energía por saber también se revitalizaban.
Esta posibilidad requiere mantener activas las ganas de conocer, de leer, de observar, de adquirir conocimientos y de disfrutar de la cultura. Esa curiosidad despierta de la niñez hay que mantenerla intacta, experimentar como nuevo ese afán e interés por conocer y comprender que, sin lugar a dudas, mantiene viva a la persona porque produce ilusión, sorpresa y, a veces, alegría o sentido del humor.
El asunto no es vivir muchos años. Es hacerlo queriendo seguir aprendiendo, experimentando con curiosidad para interpretar mejor y para descubrir cómo llevar los conocimientos adquiridos al nuevo entorno económico, tecnológico o global. Es verdad que entre los humanos, al contrario de lo que ocurre con el personaje de ficción que interpretó Brad Pitt, la energía física mengua al envejecer, pero las neuronas tienen ciclos reproductivos muy largos y las personas maduras debemos entrenarnos en mantenerlas vivas y despiertas si no padecemos ninguna enfermedad incapacitante.
Algunas empresas y organizaciones se están dando cuenta de este hecho. Retired Brains, por ejemplo, es una organización que ofrece servicios de asesoría y consultoría por parte de personas jubiladas y que gozan de excelente salud física y mental, además de una dilatada experiencia. Eso demuestra que, incluso tras la revolución tecnológica, muchos de los criterios aprendidos en la era analógica son perfectamente válidos. De hecho, la tecnología modifica el cómo hacemos las cosas, pero no altera sustancialmente los productos y los servicios, es decir, lo que entregamos. Hace unos años, un directivo de una importante entidad financiera de nuestro país me reconoció en privado que, a menudo, recurrían a sus propios directores de oficina prejubilados y les solicitaban ayudar en análisis de riesgos y carteras a los más jóvenes que carecían de la experiencia necesaria. La vida laboral va a ser muy larga. Pero debemos hacer que sea bella, que no se convierta en una condena.
Para conseguirlo debemos tener en cuenta algunos elementos básicos.
1. Lo primero, no sobreestimar los cambios tecnológicos. Son más sencillos de lo que parece. Hay que acercarse a la tecnología sin miedo y, sobre todo, sin pereza. Pensemos que una persona madura puede aportar mucho más a la tecnología porque conoce el modelo previo, mientras que muchos nativos digitales solamente tienen la experiencia del actual.
2. En segundo lugar, debemos tener presente que el mundo de las relaciones, de los negocios, de los servicios está todavía en fase de definición. No hay nada asentado. En realidad, hay muchas dudas en cada sector de actividad sobre cuál será definitivamente el modelo ganador e imperante.
3. Debemos tener presente que si algo otorgan las nuevas tecnologías es lo que se denomina el alcance al nicho de mercado. Es decir, hay espacio y oportunidad para microempresas o para profesionales aislados. De hecho, las ofertas están polarizándose: o se compite por ser muy grande o por ser muy pequeño y flexible. No importa disponer de menos recursos.
Las oportunidades están naciendo para todos, para jóvenes y mayores.
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lunes, 21 de agosto de 2017
Larga vida al desorden. El orden no es sinónimo de limpieza, con frecuencia no resulta eficiente y puede ser un obstáculo para la creatividad. (?)
"Si un escritorio abarrotado es síntoma de una mente abarrotada, ¿de qué es síntoma, entonces, un escritorio vacío?”. Esta cita ha sido recurrentemente atribuida al premio Nobel de Física Albert Einstein y, aunque resulta embarazoso decir esto, estimado padre de la física cuántica, lo que a menudo se esconde debajo de una mesa atiborrada son kilos de culpa, y lo que emana de un escritorio limpio y despejado es un aire de superioridad moral. Ser ordenado es lo correcto, lo socialmente aceptado. El orden es una omnipresente obsesión contemporánea que ha llenado las tiendas de secciones de organizadores para cocinas, dormitorios, espacios de trabajo; y los teléfonos y ordenadores de aplicaciones que facilitan la tarea de sistematizar el caos que inunda nuestros días. Pero ¿el orden de verdad nos hace mejores?
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Minnesota, dirigidos por Kathleen Vohs, realizaron en 2013 varios experimentos y descubrieron que en un ambiente ordenado los participantes en la prueba donaban más dinero a causas humanitarias, y optaban por comer manzanas en lugar de dulces. El orden, efectivamente, favorecía las buenas acciones. Aquellos que se encontraban en un cuarto desordenado, con papeles por el suelo y material de oficina desperdigado, se lanzaban a por las barras de chocolate y se mostraban más roñosos.
Y sin embargo, el tan denostado desorden que nos reconcome favorece la creatividad. Un ejemplo obvio serían los caóticos estudios del escultor Calder o el pintor Francis Bacon, dos casos particularmente llamativos. Pero no hace falta ser un eminente científico ni un artista para que el desorden te inspire. Así lo probaron Vohs y sus investigadores en un segundo experimento. Esta vez los participantes debían proponer nuevos usos para pelotas de pimpón. “Quienes estaban en un cuarto desordenado encontraron más soluciones y notablemente más originales”, señala en una entrevista Vohs. “El desorden implica una libertad respecto a un patrón establecido y esto va de la mano con la creatividad”.
Su equipo nunca llegó a investigar en qué punto el barullo es tal que colapsa la dinámica creativa, ni en qué momento el monumental lío impide cualquier avance, pero las patologías asociadas al orden (el trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad, y sus contrarios, el síndrome de Diógenes y síndrome de acumulación compulsiva) escapan a las conductas comunes.
Dijo el poeta Wallace Stevens que “un orden violento es desorden; y un gran desorden es orden”. Si organizar es una pulsión irrefrenable, el caos es una tendencia inevitable. En física, el desorden inherente a un sistema se llama entropía. Es el segundo principio de la termodinámica. Abocados al aparente caos, ¿nuestra atracción por el orden es una mera cuestión estética?
La belleza formal de una mesa atiborrada no es fácilmente defendible. Pero lo que sí ha quedado probado es que ese escenario favorece la consecución de objetivos. Según un estudio de los investigadores holandeses Bob M. Fennis y Jacob H. Wiebenga en 2015, el desorden vuelve acuciante la necesidad de completar una tarea, de concluir y alcanzar así algún tipo de orden. Es muy probable que un escritorio desordenado aumente la presión para terminar el trabajo, aunque uno no sea consciente de ello. A la fuerza ahorcan.
Están obreros y capataces, jefes y curritos, chapuzas y concienzudos, Bartlebys, como el protagonista del cuento de Melville, que siempre miran para otro lado, y esforzados empleados del mes. Y a la larga lista de distintas clasificaciones de trabajadores se sumó a mediados de los años ochenta, gracias al profesor del MIT Thomas Malone, una diferenciación fundamental entre oficinistas: los apiladores (pilers) frente a los archivadores (filers). Un vistazo rápido a los escritorios de casi cualquier centro de trabajo permite categorizar a los empleados en uno de estos dos grupos.
Los métodos de los archivadores pueden variar, aumentando la visibilidad del material mediante colores en las carpetas, organizándolas atendiendo a criterios temporales. El economista japonés Yukio Noguchi, creador del “método superorganizado”, propuso usar sobres, anotar en la lengüeta su contenido y colocar los últimos que han sido usados siempre verticalmente en el lado izquierdo). La idea central es que todo quede ordenado y, sobre todo, que el usuario ordene.
Los apiladores, por el contrario, acumulan pilas en sus mesas y dejan que el orden ocurra de manera orgánica. Los papeles más relevantes y necesarios inevitablemente acabarán en la parte más alta del montón. Así quedó probado en la investigación de Steve Whittaker y Julia Hirshberg de 2001, que trató de determinar qué sistema funcionaba mejor. Los apiladores, más rápidos en las mudanzas y a la hora de localizar los documentos importantes (estaban casi siempre en lo más alto de la montaña de papeles), se impusieron a los archivadores, sepultados estos bajo el peso de excesivos e inútiles archivos. El desorden, como la belleza, está muchas veces en el ojo de quien lo contempla. Quienes defienden que su caos tiene estructura, no mienten.
“Un escritorio desordenado no es en absoluto tan caótico como parece a primera vista. Hay una tendencia natural hacia un sistema de organización”, escribe el periodista del Financial Times Tim Harford en El poder del desorden (Conecta). “Los despachos desordenados están llenos de pistas sobre los recientes patrones de trabajo, y estas pistas nos pueden ayudar a trabajar con eficiencia. Por supuesto, es intolerable trabajar en medio del desorden de otro, ya que estas pistas sutiles nos resultan irrelevantes. Son señales de tráfico del viaje de otra persona”
A principios de la década de los noventa el brillante publicitario Jay Chiat decidió atacar la raíz del problema. Ni apiladores, ni archivadores: las nuevas oficinas de su legendaria agencia Chiat/Day no tendrían muros de partición, ni cubículos, ni escritorios, tampoco ordenadores de mesa, ni teléfonos fijos. Cualquier objeto personal tendría que ser guardado en un casillero. A los empleados se les entregaría un teléfono y un portátil al llegar, y todo esto favorecería la creación de un “espacio de trabajo en equipo”. El plan fracasó: la gente llegaba a la oficina y como no sabía dónde ponerse se marchaba; en caso de quedarse, no encontraba un lugar donde sentarse; los casilleros resultaron ser demasiado pequeños, y más de uno acabó por almacenar los papeles en el maletero de su coche. El número de portátiles y teléfonos no era suficiente, así que muchos madrugaban para hacerse con ellos y luego regresaban a sus casas para dormir un par de horas más; en otras ocasiones, secuestraban las herramientas un par de días. Los empleados se dispersaban. Los jefes no lograban dar con ellos. En 1998 el experimento quedó clausurado, pero los ecos de aquel plan de “oficina virtual” aún se oyen por todo el mundo.
De vuelta al escritorio, lo cierto es que el éxito de los apiladores ha traspasado el papel y trascendido al ámbito informático. El diseño de las memorias de los ordenadores sigue su misma pauta, a través de los cachés que priorizan determinados datos frente a otros. La fórmula más efectiva resulta ser el viejo algoritmo LRU (Least Recently Used, lo menos usado recientemente). Cuando un caché está lleno se vacía mandando a otro más remoto la información que no ha sido usada recientemente: es decir, cae paulatinamente a la base de la pila.
También está probado que guardar los correos electrónicos recibidos en infinidad de carpetas lleva mucho más tiempo que el uso de un motor de búsqueda. Archivarlo todo no acaba de ser una buena solución, en parte porque la categorización puede ser demasiado intrincada, o simplemente porque impide la limpieza.
Atención: el orden no es siempre sinónimo de limpieza, a veces es una primorosa clasificación de basura. Y aquí es donde hay que dar una bienvenida triunfal a la japonesa Marie Kondo, máxima gurú de la organización, autora del superventas mundial La magia del orden, y a su ejército internacional de konversas. Según declaraba la menuda reina del orden, su sueño es “organizar el mundo”. Y esto pasa por desprenderse de todo aquello que no nos transmite alegría o gozo. Han leído bien, además de evangelizar sobre la óptima manera de doblar y almacenar, Kondo propone emprender una limpieza profunda sosteniendo cada objeto o prenda y reflexionando sobre qué nos transmite. Si no es alegría habrá que despedirse con honores de ello.
Así que lo contrario de la alegría no es la tristeza, sino el caos acumulativo que nos lastra. La periodista de The New York Times Taffy Brodesser-Akner explicaba en un artículo reciente que una devota konversa, cuando terminó de dar un repaso a la japonesa a su casa y sintiendo que aún no estaba alegre del todo, sostuvo en sus brazos a su novio, y como no pasó el kondotest de la alegría, se deshizo de él.
A pesar de su éxito, Kondo forma parte de una robusta tradición. En Japón existen al menos 30 asociaciones profesionales de organizadores. En EE UU solo hay una, pero con más de 3.500 asociados. Y aunque sea con retraso, el orden profesionalizado cunde también en nuestras latitudes: la Asociación de Organizadores Profesionales de España (AOPE), fundada este año, cuenta con 50 miembros.
Hay algo vergonzante en un maletero atestado de periódicos viejos, pares de zapatos en desuso, botellas de plástico pendientes de ser recicladas, balones desinflados o paraguas. Si la ecléctica mezcla avanza hacia el interior del automóvil, las incómodas miradas de los pasajeros empeoran considerablemente las cosas. Lo mismo ocurre al abrir una cartera atestada de facturas y papeles para tratar de encontrar la tarjeta de crédito: por esa cremallera-grieta asoma un caos que se topa con el estupor del prójimo y miradas condescendientes. Aunque cierto caos favorece felices coincidencias azarosas —ahí están la dejadez de Alexander Fleming, el moho y el descubrimiento de la penicilina—, el desorden resulta embarazoso.
Está mal visto, juzgado con frecuencia como una tara, genera mess stress (estrés del lío)… Sin embargo, ¿es el orden realmente eficiente? ¿La superioridad de los ordenados proviene de una eficacia probada? El catedrático de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia Eric Abrahamson, y el periodista David H. Freedman analizaron la cuestión en Elogio del desorden (Ediciones Gestión). Aplicaron parámetros económicos, y demostraron que el orden, con escandalosa frecuencia, no trae cuenta. “La organización y el orden tienen un coste”, apuntan. “Es una regla económica; puede que el tiempo o los recursos que uno invierta en ordenar no compensen. Organizar no siempre es rentable. O por ponerlo de otra manera, a menudo la tolerancia con un cierto nivel de lío y desorden supone un ahorro notable. Aunque el desorden beneficioso no es siempre la regla, tampoco es una rara excepción”. Defienden que, en contra del sentido común, organizaciones, personas e instituciones “moderadamente desorganizadas” resultan ser “más eficientes, resistentes y creativas”.
En la encuesta que realizaron mientras escribían el libro, Abrahamson y Freedman descubrieron que dos tercios de los 260 entrevistados se sentían culpables o avergonzados por su desorden, y un 59% reconocía pensar peor, o directamente lo peor, de alguien desordenado. “El orden para la mayoría de nosotros es un fin en sí mismo. Cuando la gente está ansiosa por la desorganización de su casa u oficina, con frecuencia no es porque les cause problemas, sino porque asumen que deberían ser más organizados”.
El psicólogo suizo Jean Piaget supo categorizar los periodos de desarrollo cognitivo en los seres humanos, pero fue claramente incapaz de ordenar su despacho en el que parece que estaba acorralado por montañas de libros y papeles. Preguntado al respecto aclaró: “Bergson señaló que no existe tal cosa como el desorden, sino dos tipos de orden, geométrico y vital. El mío es claramente vital”. Desordenados del mundo, pongan orden ante tanta crítica y no se dejen intimidar.
ORDEN PÚBLICO A. A. La “teoría de las ventanas rotas”, desarrollada por el psicólogo de la Universidad de Stanford Philip Zimbardo y popularizada en los ochenta por los sociólogos James Q. Wilson and George L. Kelling, fue aplicada en Nueva York y otras ciudades estadounidenses para combatir el crimen. El nudo central de esta teoría es que un vecindario con ventanas rotas resulta más propicio para cometer delitos: la degradación del ambiente transmite la idea de que se pueden transgredir las normas y alienta el vandalismo, el “desorden” público. Más allá del aumento de policías en las calles, si se arreglan las ventanas rápidamente (o las casas quemadas) el mensaje es que allí rige la ley y el orden. Aunque la tesis de las ventanas ha sido rebatida desde distintos frentes —que apuntan a la recuperación económica de Nueva York en los noventa como la verdadera causa del descenso de la criminalidad, y señalan la relación entre causalidad y correlación como un importante fallo en el razonamiento teórico—, sigue siendo un hito en el ámbito de las políticas de orden público.
https://elpais.com/elpais/2017/08/11/ciencia/1502461120_549629.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
Un grupo de psicólogos de la Universidad de Minnesota, dirigidos por Kathleen Vohs, realizaron en 2013 varios experimentos y descubrieron que en un ambiente ordenado los participantes en la prueba donaban más dinero a causas humanitarias, y optaban por comer manzanas en lugar de dulces. El orden, efectivamente, favorecía las buenas acciones. Aquellos que se encontraban en un cuarto desordenado, con papeles por el suelo y material de oficina desperdigado, se lanzaban a por las barras de chocolate y se mostraban más roñosos.
Y sin embargo, el tan denostado desorden que nos reconcome favorece la creatividad. Un ejemplo obvio serían los caóticos estudios del escultor Calder o el pintor Francis Bacon, dos casos particularmente llamativos. Pero no hace falta ser un eminente científico ni un artista para que el desorden te inspire. Así lo probaron Vohs y sus investigadores en un segundo experimento. Esta vez los participantes debían proponer nuevos usos para pelotas de pimpón. “Quienes estaban en un cuarto desordenado encontraron más soluciones y notablemente más originales”, señala en una entrevista Vohs. “El desorden implica una libertad respecto a un patrón establecido y esto va de la mano con la creatividad”.
Su equipo nunca llegó a investigar en qué punto el barullo es tal que colapsa la dinámica creativa, ni en qué momento el monumental lío impide cualquier avance, pero las patologías asociadas al orden (el trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad, y sus contrarios, el síndrome de Diógenes y síndrome de acumulación compulsiva) escapan a las conductas comunes.
Dijo el poeta Wallace Stevens que “un orden violento es desorden; y un gran desorden es orden”. Si organizar es una pulsión irrefrenable, el caos es una tendencia inevitable. En física, el desorden inherente a un sistema se llama entropía. Es el segundo principio de la termodinámica. Abocados al aparente caos, ¿nuestra atracción por el orden es una mera cuestión estética?
La belleza formal de una mesa atiborrada no es fácilmente defendible. Pero lo que sí ha quedado probado es que ese escenario favorece la consecución de objetivos. Según un estudio de los investigadores holandeses Bob M. Fennis y Jacob H. Wiebenga en 2015, el desorden vuelve acuciante la necesidad de completar una tarea, de concluir y alcanzar así algún tipo de orden. Es muy probable que un escritorio desordenado aumente la presión para terminar el trabajo, aunque uno no sea consciente de ello. A la fuerza ahorcan.
Están obreros y capataces, jefes y curritos, chapuzas y concienzudos, Bartlebys, como el protagonista del cuento de Melville, que siempre miran para otro lado, y esforzados empleados del mes. Y a la larga lista de distintas clasificaciones de trabajadores se sumó a mediados de los años ochenta, gracias al profesor del MIT Thomas Malone, una diferenciación fundamental entre oficinistas: los apiladores (pilers) frente a los archivadores (filers). Un vistazo rápido a los escritorios de casi cualquier centro de trabajo permite categorizar a los empleados en uno de estos dos grupos.
Los métodos de los archivadores pueden variar, aumentando la visibilidad del material mediante colores en las carpetas, organizándolas atendiendo a criterios temporales. El economista japonés Yukio Noguchi, creador del “método superorganizado”, propuso usar sobres, anotar en la lengüeta su contenido y colocar los últimos que han sido usados siempre verticalmente en el lado izquierdo). La idea central es que todo quede ordenado y, sobre todo, que el usuario ordene.
Los apiladores, por el contrario, acumulan pilas en sus mesas y dejan que el orden ocurra de manera orgánica. Los papeles más relevantes y necesarios inevitablemente acabarán en la parte más alta del montón. Así quedó probado en la investigación de Steve Whittaker y Julia Hirshberg de 2001, que trató de determinar qué sistema funcionaba mejor. Los apiladores, más rápidos en las mudanzas y a la hora de localizar los documentos importantes (estaban casi siempre en lo más alto de la montaña de papeles), se impusieron a los archivadores, sepultados estos bajo el peso de excesivos e inútiles archivos. El desorden, como la belleza, está muchas veces en el ojo de quien lo contempla. Quienes defienden que su caos tiene estructura, no mienten.
“Un escritorio desordenado no es en absoluto tan caótico como parece a primera vista. Hay una tendencia natural hacia un sistema de organización”, escribe el periodista del Financial Times Tim Harford en El poder del desorden (Conecta). “Los despachos desordenados están llenos de pistas sobre los recientes patrones de trabajo, y estas pistas nos pueden ayudar a trabajar con eficiencia. Por supuesto, es intolerable trabajar en medio del desorden de otro, ya que estas pistas sutiles nos resultan irrelevantes. Son señales de tráfico del viaje de otra persona”
A principios de la década de los noventa el brillante publicitario Jay Chiat decidió atacar la raíz del problema. Ni apiladores, ni archivadores: las nuevas oficinas de su legendaria agencia Chiat/Day no tendrían muros de partición, ni cubículos, ni escritorios, tampoco ordenadores de mesa, ni teléfonos fijos. Cualquier objeto personal tendría que ser guardado en un casillero. A los empleados se les entregaría un teléfono y un portátil al llegar, y todo esto favorecería la creación de un “espacio de trabajo en equipo”. El plan fracasó: la gente llegaba a la oficina y como no sabía dónde ponerse se marchaba; en caso de quedarse, no encontraba un lugar donde sentarse; los casilleros resultaron ser demasiado pequeños, y más de uno acabó por almacenar los papeles en el maletero de su coche. El número de portátiles y teléfonos no era suficiente, así que muchos madrugaban para hacerse con ellos y luego regresaban a sus casas para dormir un par de horas más; en otras ocasiones, secuestraban las herramientas un par de días. Los empleados se dispersaban. Los jefes no lograban dar con ellos. En 1998 el experimento quedó clausurado, pero los ecos de aquel plan de “oficina virtual” aún se oyen por todo el mundo.
De vuelta al escritorio, lo cierto es que el éxito de los apiladores ha traspasado el papel y trascendido al ámbito informático. El diseño de las memorias de los ordenadores sigue su misma pauta, a través de los cachés que priorizan determinados datos frente a otros. La fórmula más efectiva resulta ser el viejo algoritmo LRU (Least Recently Used, lo menos usado recientemente). Cuando un caché está lleno se vacía mandando a otro más remoto la información que no ha sido usada recientemente: es decir, cae paulatinamente a la base de la pila.
También está probado que guardar los correos electrónicos recibidos en infinidad de carpetas lleva mucho más tiempo que el uso de un motor de búsqueda. Archivarlo todo no acaba de ser una buena solución, en parte porque la categorización puede ser demasiado intrincada, o simplemente porque impide la limpieza.
Atención: el orden no es siempre sinónimo de limpieza, a veces es una primorosa clasificación de basura. Y aquí es donde hay que dar una bienvenida triunfal a la japonesa Marie Kondo, máxima gurú de la organización, autora del superventas mundial La magia del orden, y a su ejército internacional de konversas. Según declaraba la menuda reina del orden, su sueño es “organizar el mundo”. Y esto pasa por desprenderse de todo aquello que no nos transmite alegría o gozo. Han leído bien, además de evangelizar sobre la óptima manera de doblar y almacenar, Kondo propone emprender una limpieza profunda sosteniendo cada objeto o prenda y reflexionando sobre qué nos transmite. Si no es alegría habrá que despedirse con honores de ello.
Así que lo contrario de la alegría no es la tristeza, sino el caos acumulativo que nos lastra. La periodista de The New York Times Taffy Brodesser-Akner explicaba en un artículo reciente que una devota konversa, cuando terminó de dar un repaso a la japonesa a su casa y sintiendo que aún no estaba alegre del todo, sostuvo en sus brazos a su novio, y como no pasó el kondotest de la alegría, se deshizo de él.
A pesar de su éxito, Kondo forma parte de una robusta tradición. En Japón existen al menos 30 asociaciones profesionales de organizadores. En EE UU solo hay una, pero con más de 3.500 asociados. Y aunque sea con retraso, el orden profesionalizado cunde también en nuestras latitudes: la Asociación de Organizadores Profesionales de España (AOPE), fundada este año, cuenta con 50 miembros.
Hay algo vergonzante en un maletero atestado de periódicos viejos, pares de zapatos en desuso, botellas de plástico pendientes de ser recicladas, balones desinflados o paraguas. Si la ecléctica mezcla avanza hacia el interior del automóvil, las incómodas miradas de los pasajeros empeoran considerablemente las cosas. Lo mismo ocurre al abrir una cartera atestada de facturas y papeles para tratar de encontrar la tarjeta de crédito: por esa cremallera-grieta asoma un caos que se topa con el estupor del prójimo y miradas condescendientes. Aunque cierto caos favorece felices coincidencias azarosas —ahí están la dejadez de Alexander Fleming, el moho y el descubrimiento de la penicilina—, el desorden resulta embarazoso.
Está mal visto, juzgado con frecuencia como una tara, genera mess stress (estrés del lío)… Sin embargo, ¿es el orden realmente eficiente? ¿La superioridad de los ordenados proviene de una eficacia probada? El catedrático de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia Eric Abrahamson, y el periodista David H. Freedman analizaron la cuestión en Elogio del desorden (Ediciones Gestión). Aplicaron parámetros económicos, y demostraron que el orden, con escandalosa frecuencia, no trae cuenta. “La organización y el orden tienen un coste”, apuntan. “Es una regla económica; puede que el tiempo o los recursos que uno invierta en ordenar no compensen. Organizar no siempre es rentable. O por ponerlo de otra manera, a menudo la tolerancia con un cierto nivel de lío y desorden supone un ahorro notable. Aunque el desorden beneficioso no es siempre la regla, tampoco es una rara excepción”. Defienden que, en contra del sentido común, organizaciones, personas e instituciones “moderadamente desorganizadas” resultan ser “más eficientes, resistentes y creativas”.
En la encuesta que realizaron mientras escribían el libro, Abrahamson y Freedman descubrieron que dos tercios de los 260 entrevistados se sentían culpables o avergonzados por su desorden, y un 59% reconocía pensar peor, o directamente lo peor, de alguien desordenado. “El orden para la mayoría de nosotros es un fin en sí mismo. Cuando la gente está ansiosa por la desorganización de su casa u oficina, con frecuencia no es porque les cause problemas, sino porque asumen que deberían ser más organizados”.
El psicólogo suizo Jean Piaget supo categorizar los periodos de desarrollo cognitivo en los seres humanos, pero fue claramente incapaz de ordenar su despacho en el que parece que estaba acorralado por montañas de libros y papeles. Preguntado al respecto aclaró: “Bergson señaló que no existe tal cosa como el desorden, sino dos tipos de orden, geométrico y vital. El mío es claramente vital”. Desordenados del mundo, pongan orden ante tanta crítica y no se dejen intimidar.
ORDEN PÚBLICO A. A. La “teoría de las ventanas rotas”, desarrollada por el psicólogo de la Universidad de Stanford Philip Zimbardo y popularizada en los ochenta por los sociólogos James Q. Wilson and George L. Kelling, fue aplicada en Nueva York y otras ciudades estadounidenses para combatir el crimen. El nudo central de esta teoría es que un vecindario con ventanas rotas resulta más propicio para cometer delitos: la degradación del ambiente transmite la idea de que se pueden transgredir las normas y alienta el vandalismo, el “desorden” público. Más allá del aumento de policías en las calles, si se arreglan las ventanas rápidamente (o las casas quemadas) el mensaje es que allí rige la ley y el orden. Aunque la tesis de las ventanas ha sido rebatida desde distintos frentes —que apuntan a la recuperación económica de Nueva York en los noventa como la verdadera causa del descenso de la criminalidad, y señalan la relación entre causalidad y correlación como un importante fallo en el razonamiento teórico—, sigue siendo un hito en el ámbito de las políticas de orden público.
https://elpais.com/elpais/2017/08/11/ciencia/1502461120_549629.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s
domingo, 20 de agosto de 2017
Día internacional la felicidad: aprender a ser felices desde la infancia. Educar niños dichosos ayuda a mantener una perspectiva optimista y esperanzadora a lo largo de la vida.
Cuenta el psiquiatra Luis Rojas Marcos una anécdota que relató en su momento el propio Charles Darwin sobre la felicidad. Según señaló el naturalista, un día le preguntó a un pequeño de unos cuatro años qué significaba para él ser feliz. El niño le respondió: “hablar, reírme y dar besos”. Una sensación o emoción a la que Naciones Unidas (ONU) decidió dedicar, en 2013, un Día Internacional como reconocimiento del importante papel que desempeña la felicidad en la vida de las personas de todo el mundo. La fecha elegida es este lunes 20 de marzo.
Medir la felicidad no resulta nada sencillo. En 2015, la Jacobs Foundation presentó el estudio Children´s World. Los investigadores de la fundación intentaron diseñar un "mapa de la felicidad" y para lograrlo hablaron con 53.000 niños de 15 países con el fin de averiguar lo que piensan sobre sus familias, derechos, vida escolar y aficiones. El objetivo del proyecto era conocer cómo mejorar el bienestar de los pequeños mediante la concienciación de los propios niños, sus padres y sus comunidades, pero también entre los líderes de opinión, los políticos, los profesionales y el público, en general.
El estudio se sumó a uno realizado previamente por Unicef y supuso un cambio de paradigma: por primera vez se preguntaba directamente a los niños y se les daba voz. Una de las conclusiones que se extrajo en relación con nuestro país es que los niños y niñas españoles eran los terceros del mundo que se mostraban más satisfechos con su vida.
Rojas Marcos, quien compagina su labor académica como profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York con la gestión, como director ejecutivo, de Médicos Afiliados de Nueva York, señala que cada persona entiende la felicidad a su manera. “Hay personas que la definen como una emoción intensa que les invade súbitamente, como cuando se enamoran o conectan íntimamente con personas muy queridas. Para otras”, añade el prestigioso psiquiatra, “supone un estado de éxtasis ante una imagen bella o una melodía que les llega al alma. Algunos describen la dicha con ejemplos de situaciones en las que se sienten triunfantes al haber conseguido una meta muy deseada. Para muchos, entre los que me incluyo, la felicidad es un sentimiento placentero y apacible de satisfacción con la vida en general, que alimenta el gusto por la vida y la idea de que vivir merece la pena. La verdad es que, aunque no nos pongamos de acuerdo a la hora de definir la felicidad, todos la reconocemos cuando la sentimos”, concluye Rojas Marcos.
Alcanzar la tan soñada felicidad parece que se encuentra estrechamente relacionada con nuestro ADN, según estudios recientes. Las investigaciones llevadas a cabo evidencian que en nuestro material genético existe una explicación a la clasificación mundial de percepción subjetiva de la felicidad. La clave se encontraría en el denominado “gen de la felicidad”, correspondiente al alelo -una de las formas alternativas que puede tener un mismo gen que se diferencian en su secuencia- A de la amida hidrolasa de ácidos grasos. Esta variante del gen frena la degradación química de la anandamida, un cannabinoide endógeno que aumenta las sensaciones placenteras y reduce la percepción del dolor.
Las conclusiones del estudio son compartidas por Rojas Marcos, pues opina que “todos venimos al mundo equipados con genes que nos impulsan a perseguir aquello que nos hace felices. El medio familiar y social en el que nos desarrollamos moldea este equipaje genético. Sin duda, los avatares diarios y la calidad de nuestras relaciones pueden fortalecer o debilitar nuestra tendencia innata hacia la felicidad. Padres y cuidadores pueden contribuir a fomentar la alegría y la autoestima saludable que son pilares de la felicidad de los pequeños y facilitar actividades gratificantes que propicien los estados de ánimo placenteros. A fin de cuentas”, subraya Rojas Marcos, “no solo nacemos, también nos hacemos y aprendemos”.
¿Puede ser la felicidad objeto de aprendizaje durante la infancia? Según Luis Pedreira Massa, psiquiatra de la Unidad de Trastornos Mentales de la Infancia, Adolescencia y Adulto-Joven del Hospital La Luz, la felicidad no es materia de aprendizaje por parte de los niños y niñas; muy al contrario, es de vivencia y de experiencias placenteras. Pedreira indica que, “más que aprender, la felicidad se vivencia y, sobre todo, se consigue si las interacciones que los niños y jóvenes realizan son placenteras y contienen seguridad y asertividad”. En su opinión, “la crítica, en caso de existir, debe ser positiva, teniendo una vía de salida y de acompañamiento por parte del adulto de referencia”.
Por su parte, la jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, Montserrat Graell, sostiene que los niños pueden alcanzar la felicidad “mediante una crianza afectiva y una adecuada educación”. Asimismo, Graell destaca la necesidad de que los padres dispongan a sus hijos hacia la felicidad, “promoviendo progresivamente su autonomía y, especialmente, la seguridad en sí mismos. Además de estimularles un comportamiento empático y solidario para conseguir establecer relaciones sociales de calidad”.
Aunque los especialistas aseguran que una infancia feliz no garantiza mantener este estado de satisfacción y bienestar para siempre, sí es un soporte básico en la preparación para afrontar las otras etapas de la vida. Para Rojas Marcos, autor de libros como “Nuestra felicidad”, “La fuerza del Optimismo” o “La autoestima”, disfrutar de una infancia feliz ayuda a mantener una perspectiva optimista y esperanzadora, todos ellos factores que, según el conocido psiquiatra, “fortalecen nuestra capacidad de adaptación, nuestra confianza y vigoriza esa mezcla natural de resistencia y flexibilidad que hoy llamamos resiliencia, y que nos ayuda a superar adversidades”. Unos elementos que, en su opinión, pueden hacer que los niños y niñas de hoy se conviertan en “hombres y mujeres flexibles que se adapten a los cambios y vicisitudes que les plantee el paso por el mundo, y acepten las reglas imperfectas del juego de la vida sin amargarse”
https://elpais.com/elpais/2017/03/20/mamas_papas/1489997531_166770.html
sábado, 19 de agosto de 2017
Se cumplen cien años del nacimiento del arzobispo de San Salvador, asesinado en 1980 por “escuadrones de la muerte”. Monseñor Romero: cura de los pobres, víctima de los paramilitares.
Enric Llopis
El 24 de marzo de 1980 le abatió un francotirador, de un disparo en el corazón, mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital Divina Providencia de San Salvador. El asesinato de Óscar Arnulfo Romero perpetrado por “escuadrones de la muerte” no sólo representó uno de los grandes ejemplos de la barbarie ultraderechista, sino que abrió el camino a la guerra sostenida en El Salvador entre 1980 y 1992, con decenas de miles de muertos y desaparecidos. El pasado 15 de agosto se cumplió el centenario del nacimiento de Monseñor Romero.
Las palabras de su última homilía dominical, un día antes del asesinato, se han repetido en infinitos medios: “En nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, que cese la represión”. Pero no ocurrió así. Una semana después del magnicidio, durante los funerales de Romero estalló una bomba frente a la catedral de San Salvador, donde se congregaban entre 50.000 y 100.000 personas según las fuentes. A la explosión siguieron disparos, atropellamientos, heridos y muertos. El Informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, publicado en 1993, refiere entre 27 y 40 víctimas mortales y más de 200 heridos.
Nacido en Ciudad Barrios (departamento de San Miguel) el 15 de agosto de 1917, ordenado sacerdote en Roma y arzobispo de San Salvador desde febrero de 1977, este cura vinculado a los pobres denunciaba en las homilías las violaciones de los derechos humanos. En la misa del 23 de marzo hizo mención a un reciente paro laboral en el área metropolitana de San Salvador, organizado por la Coordinadora Revolucionaria de Masas; fundada en enero de 1980, en la Coordinadora se integraban organizaciones como el Frente de Acción Popular Unificada, el Bloque Popular Revolucionario o el Movimiento de Liberación Popular.
El paro contó con notable seguimiento en la ciudad y en el campo, pero el Gobierno respondió -entre otras medidas- con los patrullajes urbanos y el tiroteo de la Universidad de El Salvador; Monseñor Romero explicó al auditorio de feligreses que al menos diez obreros resultaron muertos en las fábricas por la protesta y tres trabajadores de la Alcaldía aparecieron sin vida, tras resultar detenidos por la Policía de Hacienda. El mismo día, agregó Óscar Arnulfo Romero, se produjeron otras muertes, entre 60 y 140 según las fuentes. “El paro representó un avance en la lucha popular y fue una demostración de que la izquierda puede paralizar la actividad económica del país”. Ciertamente la Coordinadora cometía errores, explicó el arzobispo, pero ello se debe a que son “perseguidos, masacrados y dificultados en sus labores de organización”.
El 17 de febrero de 1980 Romero dio cuenta de una carta que le dirigió a James Carter, presidente demócrata de los Estados Unidos entre 1977 y 1981. En la misiva señalaba su preocupación por el hecho de que la presidencia estadounidense pudiera apoyar la “carrera armamentista” en El Salvador con asesores y equipos militares; según informaciones periodísticas, se trataría de entrenar a tres batallones en logística, comunicaciones e inteligencia. El religioso afirmaba que las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad salvadoreños “en general sólo han recurrido a la violencia represiva, produciendo un saldo de muertos y heridos mucho mayor que los regímenes militares recién pasados”. Pero aclaró que no estaba en contra de la institución de las Fuerzas Armadas.
El nueve de marzo, en otra de las homilías, el discurso de Romero fue todavía más directo. Las víctimas, que aumentaban a diario, mostraban el objetivo de “extinción violenta de todos aquellos que no estén de acuerdo, desde la izquierda, con las reformas propuestas por el Gobierno y propiciadas por Estados Unidos”. Entre otros ejemplos, el estudiante Rogelio Álvarez, quien murió tras las torturas y ser detenido “ilegalmente” por civiles. O el profesor José Trinidad Canales, acribillado a balazos; o los cuatro campesinos muertos, tras un ataque militar, en Cinquera (departamento de Cabañas). Además de la nómina de represaliados, también Óscar Arnulfo Romero reprodujo sus palabras ante el pontífice Woktyla: “En mi país es muy peligroso hablar de anti-comunismo porque el anticomunismo lo proclama la derecha, no por amor a los sentimientos cristianos sino por el egoísmo de cuidar sus intereses egoístas”.
En mayo de 1980 el militar Roberto D’Aubuisson fue apresado en una finca, junto a un grupo de militares y civiles por la presunta responsabilidad en el crimen. El informe de la Comisión de la Verdad señala a D’Aubuisson, exmayor y fundador en 1981 del partido derechista ARENA (Alianza Republicana Nacionalista), como sujeto que dio la orden de asesinar a Romero. Vinculado al paramilitarismo y a los “escuadrones de la muerte”, fue presidente de la Asamblea Constituyente de El Salvador en 1983 y diputado de la Asamblea Legislativa durante siete años. En el registro se hallaron armas y documentación que implicaban al grupo con la muerte de Óscar Romero y la financiación de los “escuadrones”.
Sin embargo, el informe resalta que ni D’Aubuisson ni sus cómplices fueron llevados ante el poder judicial. Que el intento de asesinato del juez Atilio Ramírez Amaya, asignado para la investigación judicial, tenía como fin que no se resolviera el caso. O que la Corte Suprema de El Salvador desempeñó un rol activo en impedir la extradición desde Estados Unidos del excapitán Saravia, otro de los militares implicados (en mayo de 2017 un tribunal de El Salvador reabrió el proceso contra Saravia, único acusado por el crimen del arzobispo; se anuló de este modo el sobreseimiento judicial ordenado en 1993). Tampoco los policías que en su día se personaron en la capilla, donde se produjo el magnicidio, mostraron diligencia alguna en la recopilación de pruebas.
El nueve de marzo de 1980 monseñor Romero dedicó el ritual a la evocación de Mario Zamora Rivas, Procurador General de Pobres asesinado el 22 de febrero. Al día siguiente se encontró tras el púlpito un maletín con una bomba, que no estalló. La derecha en todas sus variantes, gubernamental, civil y militar, tenía a Óscar Arnulfo Romero en el punto de mira. Era un “subversivo”. El informe de la Comisión de la Verdad recoge artículos de prensa que se hacen eco de estas acusaciones. Así, en un artículo del periódico derechista “El diario de Hoy” de El Salvador (febrero de 1980) se le califica como un arzobispo “demagogo y violento, que estimuló desde la catedral la adopción del terrorismo”; en otro texto del mismo periódico se dice que es conveniente “que la Fuerza Armada empiece a aceitar sus fusiles”.
Cuando se produjo el asesinato de Romero, regía los destinos del país la Segunda Junta de Gobierno, con el coronel Arnaldo Majano como presidente; le sucedió en la presidencia José Napoleón Duarte, a partir de diciembre de 1980, con quien empezó a caminar la Tercera Junta de Gobierno. A finales de 1980 se formó el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
¿En qué contexto se produjo el asesinato de Romero? La Comisión de la Verdad registró más de 22.000 denuncias de violencia “grave” entre enero de 1980 y julio de 1991, de las que más de un 60% correspondían a ejecuciones extrajudiciales, el 25% a desapariciones forzadas y en el 20% de los casos se denunciaron también torturas. El 85% de los testimonios imputaron las violaciones de derechos humanos a agentes del estado, “escuadrones de la muerte” y paramilitares. Socorro Jurídico Cristiano “Arzobispo Óscar Romero” contabilizó la muerte de 7.916 campesinos en 1981. La Comisión No-Gubernamental de Derechos Humanos de El Salvador informó en noviembre de 1981 de que en el lugar conocido como “El Playón”, podían visibilizarse las masacres, detenciones arbitrarias y desapariciones de los últimos meses: allí se habían arrojado los cadáveres de más de 400 personas. La Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES) dio cuenta de la ejecución de 136 maestros en el primer semestre de 1981.
Socorro Jurídico Cristiano “Arzobispo Óscar Romero” denunció el número de víctimas entre la población civil. 11.903, en 1980; otras 16.266 en el año 1981; y 5.962 víctimas, en 1982. Pero además de los balances estadísticos, es posible trazar un memorial de las masacres. En la de El Calabozo (agosto 1982), en el departamento de San Vicente, el ejército asesinó a más de 200 personas con el pretexto de “limpiar” la zona de guerrilleros. En el caserío El Mozote del departamento de Mozarán (diciembre de 1981) la cifra de campesinos asesinados podría alcanzar los 900; y en la masacre de Sumpul (Chalatenango), en mayo de 1980, el ejército de El Salvador y grupos paramilitares abatieron a no menos de 300 civiles desarmados (unos meses después el presidente José Napoleón Duarte afirmó que se trataba de “guerrillas comunistas”). Óscar Arnulfo Romero pensaba de otro modo: “Éste es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana”.
La muerte de Romero no fue la única sufrida por religiosos. En diciembre de 1980 fueron violadas y asesinadas por agentes de la Guardia Nacional de El Salvador tres monjas norteamericanas y una misionera laica. En “El miedo a la democracia” (Crítica, 1991), el lingüista y politólogo Noam Chomsky afirma que los medios de comunicación en intelectuales “ignoraron en gran medida el asesinato del arzobispo Romero, que no mereció siquiera un editorial en The New York Times”. Chomsky reproduce las informaciones del sacerdote católico Daniel Santiago en la revista jesuita América, sobre las acciones de la Guardia Nacional salvadoreña y el efecto del adiestramiento militar por parte de Estados Unidos; por ejemplo, una mujer campesina que encontró, al retornar al hogar, a su madre, hermana y tres hijos decapitados. Úteros extirpados con los que se cubrían las caras de las víctimas o genitales mutilados e introducidos en la boca, se utilizaban como estrategia de intimidación.
El intelectual estadounidense recuerda el panorama siniestro de la época: fuerzas armadas que iniciaban la recluta a partir de los 13 años, y enseñaban rituales de las SS, incluidas las violaciones. Además, en ocasiones “el partido ARENA en el gobierno denominaba ‘ejército de salvación nacional’ a los escuadrones de la muerte; los miembros de este partido (incluyendo al presidente Cristiani) prestaban juramento de sangre al ‘líder vitalicio’, Roberto D’Aubuisson”, explica Chomsky. Casi una década después de la muerte de Óscar Romero, militares salvadoreños asesinaron en la sede de la Universidad Centroamericana en San Salvador a Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas, además de una trabajadora del centro y su hija.
El 24 de marzo de 1980 le abatió un francotirador, de un disparo en el corazón, mientras oficiaba misa en la capilla del Hospital Divina Providencia de San Salvador. El asesinato de Óscar Arnulfo Romero perpetrado por “escuadrones de la muerte” no sólo representó uno de los grandes ejemplos de la barbarie ultraderechista, sino que abrió el camino a la guerra sostenida en El Salvador entre 1980 y 1992, con decenas de miles de muertos y desaparecidos. El pasado 15 de agosto se cumplió el centenario del nacimiento de Monseñor Romero.
Las palabras de su última homilía dominical, un día antes del asesinato, se han repetido en infinitos medios: “En nombre de Dios, en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, que cese la represión”. Pero no ocurrió así. Una semana después del magnicidio, durante los funerales de Romero estalló una bomba frente a la catedral de San Salvador, donde se congregaban entre 50.000 y 100.000 personas según las fuentes. A la explosión siguieron disparos, atropellamientos, heridos y muertos. El Informe de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas, publicado en 1993, refiere entre 27 y 40 víctimas mortales y más de 200 heridos.
Nacido en Ciudad Barrios (departamento de San Miguel) el 15 de agosto de 1917, ordenado sacerdote en Roma y arzobispo de San Salvador desde febrero de 1977, este cura vinculado a los pobres denunciaba en las homilías las violaciones de los derechos humanos. En la misa del 23 de marzo hizo mención a un reciente paro laboral en el área metropolitana de San Salvador, organizado por la Coordinadora Revolucionaria de Masas; fundada en enero de 1980, en la Coordinadora se integraban organizaciones como el Frente de Acción Popular Unificada, el Bloque Popular Revolucionario o el Movimiento de Liberación Popular.
El paro contó con notable seguimiento en la ciudad y en el campo, pero el Gobierno respondió -entre otras medidas- con los patrullajes urbanos y el tiroteo de la Universidad de El Salvador; Monseñor Romero explicó al auditorio de feligreses que al menos diez obreros resultaron muertos en las fábricas por la protesta y tres trabajadores de la Alcaldía aparecieron sin vida, tras resultar detenidos por la Policía de Hacienda. El mismo día, agregó Óscar Arnulfo Romero, se produjeron otras muertes, entre 60 y 140 según las fuentes. “El paro representó un avance en la lucha popular y fue una demostración de que la izquierda puede paralizar la actividad económica del país”. Ciertamente la Coordinadora cometía errores, explicó el arzobispo, pero ello se debe a que son “perseguidos, masacrados y dificultados en sus labores de organización”.
El 17 de febrero de 1980 Romero dio cuenta de una carta que le dirigió a James Carter, presidente demócrata de los Estados Unidos entre 1977 y 1981. En la misiva señalaba su preocupación por el hecho de que la presidencia estadounidense pudiera apoyar la “carrera armamentista” en El Salvador con asesores y equipos militares; según informaciones periodísticas, se trataría de entrenar a tres batallones en logística, comunicaciones e inteligencia. El religioso afirmaba que las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad salvadoreños “en general sólo han recurrido a la violencia represiva, produciendo un saldo de muertos y heridos mucho mayor que los regímenes militares recién pasados”. Pero aclaró que no estaba en contra de la institución de las Fuerzas Armadas.
El nueve de marzo, en otra de las homilías, el discurso de Romero fue todavía más directo. Las víctimas, que aumentaban a diario, mostraban el objetivo de “extinción violenta de todos aquellos que no estén de acuerdo, desde la izquierda, con las reformas propuestas por el Gobierno y propiciadas por Estados Unidos”. Entre otros ejemplos, el estudiante Rogelio Álvarez, quien murió tras las torturas y ser detenido “ilegalmente” por civiles. O el profesor José Trinidad Canales, acribillado a balazos; o los cuatro campesinos muertos, tras un ataque militar, en Cinquera (departamento de Cabañas). Además de la nómina de represaliados, también Óscar Arnulfo Romero reprodujo sus palabras ante el pontífice Woktyla: “En mi país es muy peligroso hablar de anti-comunismo porque el anticomunismo lo proclama la derecha, no por amor a los sentimientos cristianos sino por el egoísmo de cuidar sus intereses egoístas”.
En mayo de 1980 el militar Roberto D’Aubuisson fue apresado en una finca, junto a un grupo de militares y civiles por la presunta responsabilidad en el crimen. El informe de la Comisión de la Verdad señala a D’Aubuisson, exmayor y fundador en 1981 del partido derechista ARENA (Alianza Republicana Nacionalista), como sujeto que dio la orden de asesinar a Romero. Vinculado al paramilitarismo y a los “escuadrones de la muerte”, fue presidente de la Asamblea Constituyente de El Salvador en 1983 y diputado de la Asamblea Legislativa durante siete años. En el registro se hallaron armas y documentación que implicaban al grupo con la muerte de Óscar Romero y la financiación de los “escuadrones”.
Sin embargo, el informe resalta que ni D’Aubuisson ni sus cómplices fueron llevados ante el poder judicial. Que el intento de asesinato del juez Atilio Ramírez Amaya, asignado para la investigación judicial, tenía como fin que no se resolviera el caso. O que la Corte Suprema de El Salvador desempeñó un rol activo en impedir la extradición desde Estados Unidos del excapitán Saravia, otro de los militares implicados (en mayo de 2017 un tribunal de El Salvador reabrió el proceso contra Saravia, único acusado por el crimen del arzobispo; se anuló de este modo el sobreseimiento judicial ordenado en 1993). Tampoco los policías que en su día se personaron en la capilla, donde se produjo el magnicidio, mostraron diligencia alguna en la recopilación de pruebas.
El nueve de marzo de 1980 monseñor Romero dedicó el ritual a la evocación de Mario Zamora Rivas, Procurador General de Pobres asesinado el 22 de febrero. Al día siguiente se encontró tras el púlpito un maletín con una bomba, que no estalló. La derecha en todas sus variantes, gubernamental, civil y militar, tenía a Óscar Arnulfo Romero en el punto de mira. Era un “subversivo”. El informe de la Comisión de la Verdad recoge artículos de prensa que se hacen eco de estas acusaciones. Así, en un artículo del periódico derechista “El diario de Hoy” de El Salvador (febrero de 1980) se le califica como un arzobispo “demagogo y violento, que estimuló desde la catedral la adopción del terrorismo”; en otro texto del mismo periódico se dice que es conveniente “que la Fuerza Armada empiece a aceitar sus fusiles”.
Cuando se produjo el asesinato de Romero, regía los destinos del país la Segunda Junta de Gobierno, con el coronel Arnaldo Majano como presidente; le sucedió en la presidencia José Napoleón Duarte, a partir de diciembre de 1980, con quien empezó a caminar la Tercera Junta de Gobierno. A finales de 1980 se formó el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
¿En qué contexto se produjo el asesinato de Romero? La Comisión de la Verdad registró más de 22.000 denuncias de violencia “grave” entre enero de 1980 y julio de 1991, de las que más de un 60% correspondían a ejecuciones extrajudiciales, el 25% a desapariciones forzadas y en el 20% de los casos se denunciaron también torturas. El 85% de los testimonios imputaron las violaciones de derechos humanos a agentes del estado, “escuadrones de la muerte” y paramilitares. Socorro Jurídico Cristiano “Arzobispo Óscar Romero” contabilizó la muerte de 7.916 campesinos en 1981. La Comisión No-Gubernamental de Derechos Humanos de El Salvador informó en noviembre de 1981 de que en el lugar conocido como “El Playón”, podían visibilizarse las masacres, detenciones arbitrarias y desapariciones de los últimos meses: allí se habían arrojado los cadáveres de más de 400 personas. La Asociación Nacional de Educadores Salvadoreños (ANDES) dio cuenta de la ejecución de 136 maestros en el primer semestre de 1981.
Socorro Jurídico Cristiano “Arzobispo Óscar Romero” denunció el número de víctimas entre la población civil. 11.903, en 1980; otras 16.266 en el año 1981; y 5.962 víctimas, en 1982. Pero además de los balances estadísticos, es posible trazar un memorial de las masacres. En la de El Calabozo (agosto 1982), en el departamento de San Vicente, el ejército asesinó a más de 200 personas con el pretexto de “limpiar” la zona de guerrilleros. En el caserío El Mozote del departamento de Mozarán (diciembre de 1981) la cifra de campesinos asesinados podría alcanzar los 900; y en la masacre de Sumpul (Chalatenango), en mayo de 1980, el ejército de El Salvador y grupos paramilitares abatieron a no menos de 300 civiles desarmados (unos meses después el presidente José Napoleón Duarte afirmó que se trataba de “guerrillas comunistas”). Óscar Arnulfo Romero pensaba de otro modo: “Éste es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana”.
La muerte de Romero no fue la única sufrida por religiosos. En diciembre de 1980 fueron violadas y asesinadas por agentes de la Guardia Nacional de El Salvador tres monjas norteamericanas y una misionera laica. En “El miedo a la democracia” (Crítica, 1991), el lingüista y politólogo Noam Chomsky afirma que los medios de comunicación en intelectuales “ignoraron en gran medida el asesinato del arzobispo Romero, que no mereció siquiera un editorial en The New York Times”. Chomsky reproduce las informaciones del sacerdote católico Daniel Santiago en la revista jesuita América, sobre las acciones de la Guardia Nacional salvadoreña y el efecto del adiestramiento militar por parte de Estados Unidos; por ejemplo, una mujer campesina que encontró, al retornar al hogar, a su madre, hermana y tres hijos decapitados. Úteros extirpados con los que se cubrían las caras de las víctimas o genitales mutilados e introducidos en la boca, se utilizaban como estrategia de intimidación.
El intelectual estadounidense recuerda el panorama siniestro de la época: fuerzas armadas que iniciaban la recluta a partir de los 13 años, y enseñaban rituales de las SS, incluidas las violaciones. Además, en ocasiones “el partido ARENA en el gobierno denominaba ‘ejército de salvación nacional’ a los escuadrones de la muerte; los miembros de este partido (incluyendo al presidente Cristiani) prestaban juramento de sangre al ‘líder vitalicio’, Roberto D’Aubuisson”, explica Chomsky. Casi una década después de la muerte de Óscar Romero, militares salvadoreños asesinaron en la sede de la Universidad Centroamericana en San Salvador a Ignacio Ellacuría y otros cinco jesuitas, además de una trabajadora del centro y su hija.
Te quiero, pero no te aguanto.
Alejarnos de las personas que nos hacen daño nos libera de vínculos carentes de sentido. Pero antes de hacerlo hay que saber elegir el momento y el tono adecuados
LA MAYORÍA hemos sido educados para gustar y complacer a todo el mundo, o al menos para intentarlo. Sin embargo, en el extremo opuesto, nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una determinada persona o grupo. ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?
Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo. La situación también puede ser delicada si se trata de un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta nuestras señales. Pero en estas situaciones no debemos contener la incomodidad que nos provoca esa persona por miedo a hacerle daño. Así solo alimentaremos un conflicto latente. Llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desbordará provocando un tsunami emocional.
Tampoco es buena idea mandarle un e-mail o carta postal con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo que no coincide con la propia. Si la bomba les llega por escrito, además, siempre podrán volver a “la prueba del delito”, también para mostrarla a terceras personas. Existen situaciones extremas, sin embargo, en las que nos resulta indispensable expresar nuestros sentimientos por un medio u otro, aunque la otra parte no esté preparada para oír la verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante Eva Sandoval propone soltar directamente la siguiente frase: “Te quiero, pero no te aguanto”. La segunda parte de la oración suena demasiado agresiva y quizá estaría bien recurrir a otras expresiones más conciliadoras. Podríamos decir: “Te quiero, pero en este momento no nos entendemos. Quizás más adelante volveremos a coincidir”. La segunda opción podría ser: “Te quiero, pero esta relación no está haciendo bien a ninguno de los dos ahora mismo. Necesitamos una pausa”. Si lo comunicamos de manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivaldrá a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.
Trazar una línea de separación con el otro es una tarea especialmente dura cuando se trata de amigos íntimos o de familiares muy cercanos. El oscarizado director de cine Vittorio de Sica (1901-1974) decía al respecto: “La Biblia nos enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos”. Con esto, el también actor italiano apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. La periodista Begoña Merino, investigadora de las relaciones personales a través de Internet, opina al respecto: “Hay familias con tal nivel de conflictos y de inconsciencia que, aunque muchos consideren que hay que dejar pasar cualquier cosa —pagando un enorme precio emocional— para seguir unidos, dejan una profunda huella negativa en nosotros. Mientras esa relación tormentosa y dolorosa persista, seguirán lastrando nuestro presente”.
Por muy delicados que seamos con la gestión de la crisis, aunque pidamos a esta pareja, amistad o familiar una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado del otro y sus consecuencias. Es inevitable que nos duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido, así como el silencio con el que a menudo castigan a quienes rompen el vínculo. En el libro Mindfulness & the Art of Managing Anger (el mindfulness y el arte de manejar el enfado), Mike Fisher, terapeuta especializado en la ira, propone técnicas para tomar el control de la emoción. El primer paso es que tenemos que ser conscientes de lo que estamos sintiendo de manera que cualquier reacción estará filtrada por este razonamiento. Esto no quiere decir que no podamos estallar en cualquier momento. Pero, como todo en la vida, es necesario encontrar el término medio. En este caso, hay que saber elegir el instante. Si lo que queremos expresar se dice desde la serenidad y la reflexión, tendrá un efecto muy distinto. Ya lo decía el monje budista Thich Nhat Hanh: “Los sentimientos vienen y se van como nubes en el cielo un día de viento. La respiración consciente es mi ancla”.
Para mitigar la tristeza y el sentimiento de injusticia que nos puede embargar, es útil identificar desde dónde actúa cada persona. Si representamos la evolución personal como una pendiente, hay quienes nos hablan desde la sabiduría que otorga estar en lo más alto del camino, mientras que otros reaccionarán de forma más primitiva y ciega porque se encuentran mucho más abajo. Cada cual lo hace lo mejor posible desde el lugar donde está. Por lo tanto, dejemos que cada cual recorra su propio camino.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/te-quiero-no-te-aguanto/
LA MAYORÍA hemos sido educados para gustar y complacer a todo el mundo, o al menos para intentarlo. Sin embargo, en el extremo opuesto, nos cuesta saber qué hacer cuando nos sentimos incómodos ante una determinada persona o grupo. ¿Cómo rechazar a alguien sin que se sienta herido? ¿Existe alguna manera de cortar un vínculo que se ha vuelto tóxico sin provocar una guerra?
Lo que en un entorno social se soluciona con un alejamiento discreto y progresivo resulta mucho más complicado si la ruptura implica a un familiar directo. La situación también puede ser delicada si se trata de un amigo íntimo, especialmente cuando el otro no capta nuestras señales. Pero en estas situaciones no debemos contener la incomodidad que nos provoca esa persona por miedo a hacerle daño. Así solo alimentaremos un conflicto latente. Llegará un momento en el que el pozo de la paciencia se desbordará provocando un tsunami emocional.
Tampoco es buena idea mandarle un e-mail o carta postal con todo lujo de detalles sobre lo que nos molesta de él o de ella. Casi nadie está preparado para soportar una visión negativa de uno mismo que no coincide con la propia. Si la bomba les llega por escrito, además, siempre podrán volver a “la prueba del delito”, también para mostrarla a terceras personas. Existen situaciones extremas, sin embargo, en las que nos resulta indispensable expresar nuestros sentimientos por un medio u otro, aunque la otra parte no esté preparada para oír la verdad. En estos casos, la escritora y conferenciante Eva Sandoval propone soltar directamente la siguiente frase: “Te quiero, pero no te aguanto”. La segunda parte de la oración suena demasiado agresiva y quizá estaría bien recurrir a otras expresiones más conciliadoras. Podríamos decir: “Te quiero, pero en este momento no nos entendemos. Quizás más adelante volveremos a coincidir”. La segunda opción podría ser: “Te quiero, pero esta relación no está haciendo bien a ninguno de los dos ahora mismo. Necesitamos una pausa”. Si lo comunicamos de manera sincera y respetuosa, no es necesario añadir nada más. Señalar las faltas del otro equivaldrá a poner clavos en un cierre que ya de por sí es traumático. Cuando los nervios están a flor de piel no hay que decirlo todo. Basta con expresar cómo nos sentimos y transmitir de forma sencilla nuestra decisión.
Trazar una línea de separación con el otro es una tarea especialmente dura cuando se trata de amigos íntimos o de familiares muy cercanos. El oscarizado director de cine Vittorio de Sica (1901-1974) decía al respecto: “La Biblia nos enseña a amar a nuestros enemigos como si fueran nuestros amigos, posiblemente porque son los mismos”. Con esto, el también actor italiano apuntaba a que las personas más cercanas son también las que tienen más capacidad para herirnos. La periodista Begoña Merino, investigadora de las relaciones personales a través de Internet, opina al respecto: “Hay familias con tal nivel de conflictos y de inconsciencia que, aunque muchos consideren que hay que dejar pasar cualquier cosa —pagando un enorme precio emocional— para seguir unidos, dejan una profunda huella negativa en nosotros. Mientras esa relación tormentosa y dolorosa persista, seguirán lastrando nuestro presente”.
Por muy delicados que seamos con la gestión de la crisis, aunque pidamos a esta pareja, amistad o familiar una pausa para retomar la relación más adelante, tenemos que estar preparados para asumir el enfado del otro y sus consecuencias. Es inevitable que nos duelan los reproches y acusaciones de aquellos a los que hemos querido, así como el silencio con el que a menudo castigan a quienes rompen el vínculo. En el libro Mindfulness & the Art of Managing Anger (el mindfulness y el arte de manejar el enfado), Mike Fisher, terapeuta especializado en la ira, propone técnicas para tomar el control de la emoción. El primer paso es que tenemos que ser conscientes de lo que estamos sintiendo de manera que cualquier reacción estará filtrada por este razonamiento. Esto no quiere decir que no podamos estallar en cualquier momento. Pero, como todo en la vida, es necesario encontrar el término medio. En este caso, hay que saber elegir el instante. Si lo que queremos expresar se dice desde la serenidad y la reflexión, tendrá un efecto muy distinto. Ya lo decía el monje budista Thich Nhat Hanh: “Los sentimientos vienen y se van como nubes en el cielo un día de viento. La respiración consciente es mi ancla”.
Para mitigar la tristeza y el sentimiento de injusticia que nos puede embargar, es útil identificar desde dónde actúa cada persona. Si representamos la evolución personal como una pendiente, hay quienes nos hablan desde la sabiduría que otorga estar en lo más alto del camino, mientras que otros reaccionarán de forma más primitiva y ciega porque se encuentran mucho más abajo. Cada cual lo hace lo mejor posible desde el lugar donde está. Por lo tanto, dejemos que cada cual recorra su propio camino.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/te-quiero-no-te-aguanto/
viernes, 18 de agosto de 2017
Consejos para saber escuchar
Ayudar a alguien en problemas puede generar un conflicto si solo juzgamos sus acciones. Hay que aceptar que las soluciones que nos vienen bien a nosotros no siempre se pueden extrapolar. Y que lo más importante es escuchar al otro.
ME DEJAS que te cuente algo?
—Sí, claro…
—Ayer salí por la noche a tomar algo…
—Pero ¿cómo se te ocurre salir entre semana?
—Ya, el caso es que lo hice, y me encontré a Laura. Y otra vez discutimos…
—Como siempre, si es que cuando te pones…
—No empecé yo precisamente.
—Es igual. Lo que tienes que hacer es llamarla. Ahora mismo. Y te disculpas.
—No te lo contaba para que me dijeras eso.
—¿Y qué esperabas?
—Tenía bastante con que me escucharas. Y desde luego no necesitaba nada de lo que me has dicho.
Esta es una conversación entre dos amigos que tuve ocasión de escuchar en el AVE hace algunas semanas (me sigue sorprendiendo lo imprudente que es la gente contando su vida y hablando sobre sus negocios a oídos de todo el vagón). Una charla en la que uno de ellos busca ayuda y el otro se la brinda con la mejor de las intenciones, pero con el peor de los resultados.
¿Qué ha fallado?
La respuesta es sencilla: es una conversación plagada de juicios que termina con un consejo que no sienta nada bien. Los dos elementos más peligrosos (y más usuales) del acompañamiento o de la amistad.
Juicios:
¿Y tú qué sabes? Una de las formas más rápidas de crear distancia entre las personas es juzgando sus actos. En el contexto del acompañamiento, podemos opinar sobre un hecho (robar no está bien), pero no deberíamos sentenciar a las personas (eres un ladrón). Porque cuando lo hacemos, dejamos de aceptarlo. Lejos de ayudarle a reflexionar, lo que vamos a provocar es que salga a la defensiva o que deje de estar interesado en lo que le podamos decir.
Juzgar tiene además un riesgo, y es que podemos ser terriblemente injustos. Porque a menudo nos precipitamos con nuestras conclusiones sin saber de la misa la mitad, sin pararnos a pensar (o a descubrir) los motivos por los que alguien ha tenido un determinado comportamiento. Hace unos meses tuve que suspender un curso porque la noche anterior había tenido una cena que terminó tarde, y por la mañana me encontraba fatal. Muchos me tacharon de juerguista o de irresponsable… hasta que se enteraron de que tuvimos una intoxicación alimentaria por unas croquetas de la comida anterior, y que un par acabaron en el hospital.
Consejos:
Aceptar que mis soluciones no son las tuyas. Cuando alguien nos cuenta un problema, sentimos la necesidad de resolverlo. Es loable, pero cero efectivo. En primer lugar, porque lo que a uno le parece que puede funcionar no tiene por qué venirle bien a otro. Y los consejos generan además fuertes dependencias. ¿Por qué alguien tendría que pensar por sí mismo sobre lo que tiene que hacer si puede simplemente venir a preguntarnos? Si acostumbramos a los amigos a ser asesorados, les privamos de desarrollar sus propios recursos en futuras decisiones. Lo único que logramos es cargarnos con la mochila de sus problemas. Yo tuve un jefe que siempre me aconsejaba. A mí y a todos sus compañeros. No movíamos un dedo sin sus instrucciones o recomendaciones. Su primera baja no se debió a una gripe. La causa fue el estrés.
Entonces… ¿cómo lo hacemos?
Acompañar es estar a disposición. Caminar al lado del otro, siguiendo su ritmo y haciéndole de espejo. Sin empujarle ni estirarle. Parando cuando él para y acelerando cuando él acelera. Y esto, en términos de comunicación, significa básicamente escuchar. Escuchar para que el otro ordene sus ideas y encuentre sus soluciones. Ideas que quizás uno ya había intuido, pero cuya comunicación se intenta evitar en forma de consejo. Acompañar es también aceptar el momento en el que se encuentra otra persona. Con sus virtudes y sus defectos. Con sus miedos y vulnerabilidades. Acompañar es un juego en el que la posesión del balón es mayoritariamente del otro. Y si nos lo pasa, se lo vamos a devolver. Porque nosotros no somos el protagonista, somos solo el espejo.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/saber-escuchar-psicologia/
ME DEJAS que te cuente algo?
—Sí, claro…
—Ayer salí por la noche a tomar algo…
—Pero ¿cómo se te ocurre salir entre semana?
—Ya, el caso es que lo hice, y me encontré a Laura. Y otra vez discutimos…
—Como siempre, si es que cuando te pones…
—No empecé yo precisamente.
—Es igual. Lo que tienes que hacer es llamarla. Ahora mismo. Y te disculpas.
—No te lo contaba para que me dijeras eso.
—¿Y qué esperabas?
—Tenía bastante con que me escucharas. Y desde luego no necesitaba nada de lo que me has dicho.
Esta es una conversación entre dos amigos que tuve ocasión de escuchar en el AVE hace algunas semanas (me sigue sorprendiendo lo imprudente que es la gente contando su vida y hablando sobre sus negocios a oídos de todo el vagón). Una charla en la que uno de ellos busca ayuda y el otro se la brinda con la mejor de las intenciones, pero con el peor de los resultados.
¿Qué ha fallado?
La respuesta es sencilla: es una conversación plagada de juicios que termina con un consejo que no sienta nada bien. Los dos elementos más peligrosos (y más usuales) del acompañamiento o de la amistad.
Juicios:
¿Y tú qué sabes? Una de las formas más rápidas de crear distancia entre las personas es juzgando sus actos. En el contexto del acompañamiento, podemos opinar sobre un hecho (robar no está bien), pero no deberíamos sentenciar a las personas (eres un ladrón). Porque cuando lo hacemos, dejamos de aceptarlo. Lejos de ayudarle a reflexionar, lo que vamos a provocar es que salga a la defensiva o que deje de estar interesado en lo que le podamos decir.
Juzgar tiene además un riesgo, y es que podemos ser terriblemente injustos. Porque a menudo nos precipitamos con nuestras conclusiones sin saber de la misa la mitad, sin pararnos a pensar (o a descubrir) los motivos por los que alguien ha tenido un determinado comportamiento. Hace unos meses tuve que suspender un curso porque la noche anterior había tenido una cena que terminó tarde, y por la mañana me encontraba fatal. Muchos me tacharon de juerguista o de irresponsable… hasta que se enteraron de que tuvimos una intoxicación alimentaria por unas croquetas de la comida anterior, y que un par acabaron en el hospital.
Consejos:
Aceptar que mis soluciones no son las tuyas. Cuando alguien nos cuenta un problema, sentimos la necesidad de resolverlo. Es loable, pero cero efectivo. En primer lugar, porque lo que a uno le parece que puede funcionar no tiene por qué venirle bien a otro. Y los consejos generan además fuertes dependencias. ¿Por qué alguien tendría que pensar por sí mismo sobre lo que tiene que hacer si puede simplemente venir a preguntarnos? Si acostumbramos a los amigos a ser asesorados, les privamos de desarrollar sus propios recursos en futuras decisiones. Lo único que logramos es cargarnos con la mochila de sus problemas. Yo tuve un jefe que siempre me aconsejaba. A mí y a todos sus compañeros. No movíamos un dedo sin sus instrucciones o recomendaciones. Su primera baja no se debió a una gripe. La causa fue el estrés.
Entonces… ¿cómo lo hacemos?
Acompañar es estar a disposición. Caminar al lado del otro, siguiendo su ritmo y haciéndole de espejo. Sin empujarle ni estirarle. Parando cuando él para y acelerando cuando él acelera. Y esto, en términos de comunicación, significa básicamente escuchar. Escuchar para que el otro ordene sus ideas y encuentre sus soluciones. Ideas que quizás uno ya había intuido, pero cuya comunicación se intenta evitar en forma de consejo. Acompañar es también aceptar el momento en el que se encuentra otra persona. Con sus virtudes y sus defectos. Con sus miedos y vulnerabilidades. Acompañar es un juego en el que la posesión del balón es mayoritariamente del otro. Y si nos lo pasa, se lo vamos a devolver. Porque nosotros no somos el protagonista, somos solo el espejo.
http://elpaissemanal.elpais.com/confidencias/saber-escuchar-psicologia/
jueves, 17 de agosto de 2017
Millones de mujeres y niños en manos de traficantes de personas
Baher Kamal
En este preciso instante, millones de personas huyen de conflictos armados, de las consecuencias del cambio climático, de las desigualdades y de la extrema pobreza, y son presa fácil de traficantes al acecho para someterlas a explotación sexual, trabajo forzoso o hasta para extraerles órganos.
Además, 79 por ciento de las víctimas de trata son mujeres, niñas y niños, según el Informe sobre el Tráfico de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
El drama es inmenso. Millones de niñas y niños, mujeres y hombres caen todos los años en manos de traficantes que los atraen con falsas promesas y engaños, denuncia el documento publicado el 30 de este mes con motivo del Día Mundial contra la Trata de Personas.
El “delito horrendo” se perpetúa mientras usted lee este artículo y ocurre en “mercados de esclavos” públicos.
La compra y venta de migrantes es un negocio enorme. De hecho, la trata y el tráfico humano se volvió un negocio mundial multimillonario, que afecta a casi todos los países del mundo, denunció el director ejecutivo de UNODC, Yury Fedotov.
Robados
“En la actualidad, hay millones de personas cuya libertad, dignidad y derechos humanos esenciales fueron robados. Las someten a explotación sexual, trabajo forzado, servidumbre doméstica, mendicidad forzada, robo, pornografía en Internet y hasta las obligan a ‘vender’ órganos y piel”, señala el informe.
“El negocio inhumano está lejos de reducirse; entre 2012 y 2014, se detectaron más de 500 flujos de tráfico, y en países de Europa del oeste y del sur se encontraron víctimas de 137 nacionalidades diferentes”, detalla el documento. Es decir, “el delito de trata de personas ocurre en casi todas partes”.
Los tipos de trata más comunes son explotación sexual y trabajo forzoso, precisa el informe, pero también hay muchas otras como obligar a las víctimas a mendigar, matrimonios por conveniencia, fraude, producción de pornografía, extracción de órganos vitales, entre otros.
Muchos países penalizan a la mayoría de las formas de trata de personas, como establecen los protocolos de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. El número de países que combaten este tipo de delitos aumentó de 33, en 2003, a 158, en 2016, lo que es una buena señal y ha ayudado a asistir a las víctimas y a procesar a los responsables, destacó Fedotov.
“Lamentablemente, el número de condenas sigue siendo bajo. Las conclusiones de la UNODC muestran que hay una estrecha correlación entre el tiempo que hace que la ley fue aprobada y el número de condenas.”
¿Qué es la trata de personas?
La ONU define a la trata de personas como un delito basado en la explotación de mujeres, niños y hombres con numerosos propósitos, incluidos el trabajo forzoso y el sexo.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 21 millones de personas son víctimas de trabajo forzoso en el mundo, entre las que están las traficadas con fines de explotación laboral y sexual.
No se sabe exactamente cuántas de esas personas son traficadas, pero las estimaciones indican que habría millones de víctimas en el mundo.
“Todos los países del mundo están afectados por la trata de personas, ya sea que sean un país de origen, tránsito o destino de víctimas. Los niños representan una de cada tres víctimas”, denuncia el informe.
Otro acontecimiento importante es la Reunión de Alto Nivel de Refugiados y Migrantes, de la cual salió la innovadora Declaración de Nueva York, el 19 de septiembre de 2016. De los 19 compromisos acordados, tres se refieren a acciones concretas contra la trata y el tráfico humano.
Proteger, asistir a personas víctimas de trata
Este año, la UNODC decidió conmemorar el Día Mundial contra la Trata de Personas subrayando la necesidad de “actuar para proteger y asistir a las víctimas de trata”.
Este asunto subraya uno de los asuntos más acuciantes de nuestro tiempo, la gran mezcla de movimientos migratorios, que incluyen a los refugiados, pero también a otros.
El objetivo es realzar el impacto de conflictos y desastres naturales, así como los múltiples riesgos que supone la trata de personas para muchas víctimas.
También pone de relieve la cuestión clave en materia de respuesta a la trata, y es que no se identifica como tal a la mayoría de las víctimas y, por lo tanto, no pueden acceder a la asistencia ni a la protección prevista.
Luchando contra la trata de personas desde los años 90
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) trabaja contra la trata y el tráfico humano desde la década de los año 90.
“Nuestros principales objetivos son evitar la trata de personas y proteger a las víctimas, en momentos ordinarios y de crisis, a la vez que les ofrecemos apoyo para su recuperación, mediante una integración segura y sostenible, apoyo para regresar a sus países de origen o, en algunas circunstancias, para reasentarse en un tercer país”, precisa la OIM.
Hasta ahora asistió a unas 90.000 víctimas de trata y tráfico. “Para garantizar su libertad y la oportunidad de rehacer sus vidas, la asistencia de la OIM incluye alojamiento seguro, apoyo médico y psicosocial y reintegración y regreso voluntario asistido”, precisó.
La OIM trabaja con gobiernos, sector privado, organizaciones de la sociedad civil y otras agencias de las Naciones Unidas para “proteger a las víctimas de trata y de otras formas asociadas de explotación y abuso, evitar la ocurrencia de esos abusos y apoyar el desarrollo y la implementación de políticas destinadas a la prevención y el procesamiento de esos delitos y de la protección de víctimas”.
El enfoque de la agencia se basa en el respeto por los derechos humanos, el apoyo al bienestar físico, mental y social de las persona y su comunidad y la sostenibilidad mediante la construcción de capacidades y la facilitación de soluciones duraderas para todos los beneficiarios.
Fuente:
http://www.ipsnoticias.net/2017/07/millones-de-mujeres-y-ninos-en-manos-de-traficantes-de-personas/
IPS
En este preciso instante, millones de personas huyen de conflictos armados, de las consecuencias del cambio climático, de las desigualdades y de la extrema pobreza, y son presa fácil de traficantes al acecho para someterlas a explotación sexual, trabajo forzoso o hasta para extraerles órganos.
Además, 79 por ciento de las víctimas de trata son mujeres, niñas y niños, según el Informe sobre el Tráfico de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
El drama es inmenso. Millones de niñas y niños, mujeres y hombres caen todos los años en manos de traficantes que los atraen con falsas promesas y engaños, denuncia el documento publicado el 30 de este mes con motivo del Día Mundial contra la Trata de Personas.
El “delito horrendo” se perpetúa mientras usted lee este artículo y ocurre en “mercados de esclavos” públicos.
La compra y venta de migrantes es un negocio enorme. De hecho, la trata y el tráfico humano se volvió un negocio mundial multimillonario, que afecta a casi todos los países del mundo, denunció el director ejecutivo de UNODC, Yury Fedotov.
Robados
“En la actualidad, hay millones de personas cuya libertad, dignidad y derechos humanos esenciales fueron robados. Las someten a explotación sexual, trabajo forzado, servidumbre doméstica, mendicidad forzada, robo, pornografía en Internet y hasta las obligan a ‘vender’ órganos y piel”, señala el informe.
“El negocio inhumano está lejos de reducirse; entre 2012 y 2014, se detectaron más de 500 flujos de tráfico, y en países de Europa del oeste y del sur se encontraron víctimas de 137 nacionalidades diferentes”, detalla el documento. Es decir, “el delito de trata de personas ocurre en casi todas partes”.
Los tipos de trata más comunes son explotación sexual y trabajo forzoso, precisa el informe, pero también hay muchas otras como obligar a las víctimas a mendigar, matrimonios por conveniencia, fraude, producción de pornografía, extracción de órganos vitales, entre otros.
Muchos países penalizan a la mayoría de las formas de trata de personas, como establecen los protocolos de la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional. El número de países que combaten este tipo de delitos aumentó de 33, en 2003, a 158, en 2016, lo que es una buena señal y ha ayudado a asistir a las víctimas y a procesar a los responsables, destacó Fedotov.
“Lamentablemente, el número de condenas sigue siendo bajo. Las conclusiones de la UNODC muestran que hay una estrecha correlación entre el tiempo que hace que la ley fue aprobada y el número de condenas.”
¿Qué es la trata de personas?
La ONU define a la trata de personas como un delito basado en la explotación de mujeres, niños y hombres con numerosos propósitos, incluidos el trabajo forzoso y el sexo.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que 21 millones de personas son víctimas de trabajo forzoso en el mundo, entre las que están las traficadas con fines de explotación laboral y sexual.
No se sabe exactamente cuántas de esas personas son traficadas, pero las estimaciones indican que habría millones de víctimas en el mundo.
“Todos los países del mundo están afectados por la trata de personas, ya sea que sean un país de origen, tránsito o destino de víctimas. Los niños representan una de cada tres víctimas”, denuncia el informe.
Otro acontecimiento importante es la Reunión de Alto Nivel de Refugiados y Migrantes, de la cual salió la innovadora Declaración de Nueva York, el 19 de septiembre de 2016. De los 19 compromisos acordados, tres se refieren a acciones concretas contra la trata y el tráfico humano.
Proteger, asistir a personas víctimas de trata
Este año, la UNODC decidió conmemorar el Día Mundial contra la Trata de Personas subrayando la necesidad de “actuar para proteger y asistir a las víctimas de trata”.
Este asunto subraya uno de los asuntos más acuciantes de nuestro tiempo, la gran mezcla de movimientos migratorios, que incluyen a los refugiados, pero también a otros.
El objetivo es realzar el impacto de conflictos y desastres naturales, así como los múltiples riesgos que supone la trata de personas para muchas víctimas.
También pone de relieve la cuestión clave en materia de respuesta a la trata, y es que no se identifica como tal a la mayoría de las víctimas y, por lo tanto, no pueden acceder a la asistencia ni a la protección prevista.
Luchando contra la trata de personas desde los años 90
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) trabaja contra la trata y el tráfico humano desde la década de los año 90.
“Nuestros principales objetivos son evitar la trata de personas y proteger a las víctimas, en momentos ordinarios y de crisis, a la vez que les ofrecemos apoyo para su recuperación, mediante una integración segura y sostenible, apoyo para regresar a sus países de origen o, en algunas circunstancias, para reasentarse en un tercer país”, precisa la OIM.
Hasta ahora asistió a unas 90.000 víctimas de trata y tráfico. “Para garantizar su libertad y la oportunidad de rehacer sus vidas, la asistencia de la OIM incluye alojamiento seguro, apoyo médico y psicosocial y reintegración y regreso voluntario asistido”, precisó.
La OIM trabaja con gobiernos, sector privado, organizaciones de la sociedad civil y otras agencias de las Naciones Unidas para “proteger a las víctimas de trata y de otras formas asociadas de explotación y abuso, evitar la ocurrencia de esos abusos y apoyar el desarrollo y la implementación de políticas destinadas a la prevención y el procesamiento de esos delitos y de la protección de víctimas”.
El enfoque de la agencia se basa en el respeto por los derechos humanos, el apoyo al bienestar físico, mental y social de las persona y su comunidad y la sostenibilidad mediante la construcción de capacidades y la facilitación de soluciones duraderas para todos los beneficiarios.
Fuente:
http://www.ipsnoticias.net/2017/07/millones-de-mujeres-y-ninos-en-manos-de-traficantes-de-personas/
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miércoles, 16 de agosto de 2017
_- En defensa de la cultura y contra el fascismo
_- Wilkie Delgado Correa
¿Alguien sabe como se llaman o clasifican estas corrientes tan parecidas en sus propósitos y resultados a las fascistas y nazistas? ¿Por qué un juicio al estilo del de Nuremberg no ha funcionado para que la justicia condene a tantos genocidas posteriores y actuales? La memoria histórica no se puede perder puesto que persiste una voluntad de los pueblos y de los individuos de retener todos los fragmentos de la vida o de las épocas de la historia para salvarlos del olvido, y, con ello, sentar los cimientos para edificar el futuro.
En julio se celebró en Cuba y en otros países el 80º Aniversario del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que tuvo lugar en 1937 en Valencia y con reuniones en Madrid, entre el 4 y 11 de julio. Allí se dio cita la intelectualidad militante contra el fascismo que ya mostraba sus garras en tierra española. Participaron en el cónclave cinco escritores cubanos, junto a escritores españoles, franceses, estadounidenses, latinoamericanos y de otros países. En una hora heroica y a la vez aciaga no podían faltar las palabras solidarias de aquellos intelectuales mientras millones de españoles y miles de milicianos arribados de todas partes del mundo se enfrentaban a la barbarie del fascismo liderado por el General Franco y la parte del ejército que traicionó a la República Española.
El II Congreso era continuación de la organización fundada por intelectuales antifascistas, en cuyo documento inicial se expresaba: “Se ha producido en toda España una explosión de barbarie... Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia... Contra este monstruoso estallido del fascismo... nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual... declaramos nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular...”
Allí llegó, como lo había expresado: “me voy a España”, el periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, uno de los jóvenes más preclaros de aquella hornada revolucionaria de la Cuba de entonces, que fue miliciano y comisario de las Brigadas Internacionales, y caído el 19 de diciembre de 1936 en Majadahonda, España.
En abril de 1937 uno de los escritores más descollantes de España se refirió a los acontecimientos que estaban presentes en aquella asonada y guerra fratricida desatada por los fascistas durante la guerra española. La República española combatía con sus fuerzas populares y los miles de milicianos que arribaron de todas partes para reforzar a la parte leal del ejército.
Expresaba Machado:
Pienso en España, vendida toda, de río a río, de monte a monte, de mar a mar.
Toda vendida a la codicia extranjera: el suelo y el cielo y el subsuelo. Vendida toda por lo que pudiéramos llamar –perdonadme lo paradójico de la expresión – la trágica frivolidad de nuestros reaccionarios. Y es que, en verdad, el precio de las grandes traiciones suele ser insignificante en proporción a cuanto se arriesga para realizarlas, y a los terribles males que se siguen de ellas, y sus motivos no son menos insignificantes y mezquinos, aunque siempre turbios e inconfesables. Si os preguntáis, ¿aparte de los treinta dineros, por qué vendió Judas a Cristo?, os veríais en grave aprieto para responderos. Yo no he encontrado la respuesta en los cuatro evangelios canónicos. Pero la hipótesis más plausible sería ésta: entre los doce apóstoles que acompañaban a Jesús, era Judas el único mentecato. En el análisis psicológico de las grandes traiciones, encontraréis siempre la trágica mentecatez del Iscariote. Si preguntáis ahora, ¿por qué esos militares rebeldes volvieron contra el pueblo las mismas armas que el pueblo había puesto en sus manos para la defensa de la nación? ¿Por qué, no contentos con esto, abrieron las fronteras y los puertos de España a los anhelos imperialistas de las potencias extranjeras? Yo os contestaría: en primer lugar, por los treinta dineros de Judas, quiero decir por las míseras ventajas que obtendrían ellos, los pobres traidores de España, en el caso de una plena victoria de las armas de Italia y Alemania en nuestro suelo. En segundo lugar, por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide las consecuencias de sus actos. Ellos se rebelaron contra el gobierno de los hombres honrados, atentos a las aspiraciones más justas del pueblo, cuya voluntad legítimamente representaban. ¿Cuál era el gran delito de este gobierno lleno de respeto, de mesura y de tolerancia? Gobernar en un sentido del porvenir, que es el sentido esencial de la historia. Para derribar a este Gobierno, que ni había atropellado ningún derecho ni olvidado ninguno de sus deberes, decidieron vender a España entera a la reacción europea. Por fortuna, la venta se ha realizado en falso, como siempre que el vendedor no dispone de la mercadería que ofrece. Porque España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores.”
Hermosas palabras que desnudan los móviles de los reaccionarios y traidores que estuvieron dispuestos a asesinar a miles y miles de españoles para alimentar las ideas y actos fascistas y entronizar un poder que se mantuvo por décadas y que aún hoy impregna el régimen político vigente en España, después de la restauración del Reinado y la prevalencia del legado que dejó el fascismo y el franquismo.
En el II Congreso Antonio Machado disertó sobre la defensa y difusión de la cultura, con unas palabras tituladas El Poeta y el pueblo , que siempre tendrán un valor patrimonial como ideas fundamentales y consecuentes de un verdadero intelectual de todos los tiempos. Vale la pena reproducir algunos fragmentos, porque también son válidas para hoy en que en muchas partes muestran sus orejas y sus barbaries los fascistas de nuevo cuño.
“Cuando alguien me preguntó, hace ya muchos años, ¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil –era el tópico al uso de aquellos días– consagrado a una actividad aristocrática en esferas de la cultura sólo accesibles a una minoría selecta?, yo contesté con estas palabras, que a muchos parecieron un tanto ingenuas: «Escribir para el pueblo –decía un maestro – ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos –claro está – de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, escribir para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. Es el milagro de los genios de la palabra. Tal vez alguno de ellos lo realizó sin saberlo, sin haberlo deseado siquiera. Día llegará en que sea la suprema aspiración del poeta. En cuanto a mí, mero aprendiz de gay-saber, no creo haber pasado de folklorista, aprendiz, a mi modo, de saber popular.
Mi respuesta era la de un español consciente de su hispanidad, que sabe, que necesita saber cómo en España casi todo lo grande es obra del pueblo o para el pueblo, cómo en España lo esencialmente aristocrático, en cierto modo, es lo popular. En los primeros meses de la guerra que hoy ensangrienta a España, cuando la contienda no había aún perdido su aspecto de mera guerra civil, yo escribí estas palabras que pretenden justificar mi fe democrática, mi creencia en la superioridad del pueblo sobre las clases privilegiadas.”
Muchos escritores e intelectuales de todas partes, a veces equivocadamente infatuados y egocéntricos, debieran hacer suyas estas ideas para que se rediman de tantas torpes ínfulas. Y recordar las palabras, a veces reiteradas, del desaparecido presidente, –en ese cargo desde el 17 de julio de 1959 hasta el 3 de diciembre de 1976–, de la Cuba revolucionaria Osvaldo Dorticós Torrado, quien en su mensaje a los intelectuales de la época decía que “al pueblo no se baja” a la hora de concebir obras trascendentes para el pueblo; sino que, por el contrario, al pueblo “hay que subir”, al “pueblo se sube”, porque es el depositario y poseedor de toda la cultura acumulada en cada época y durante toda la historia de su existencia y la de su país..
Más de 80 años nos separan de la guerra fratricida desatada por el fascismo en España, que alcanzó posteriormente a sumir en la barbarie y la destrucción a toda Europa, con el saldo de más de 20 millones de habitantes. La humanidad derramó mares de sangre durante la segunda guerra mundial para después de varios años derrotar el fascismo.
La fundación de las Naciones Unidas, inspirada en ideales e ideas nobles para cambiar el curso violento de la historia, si bien fue un aporte al humanismo y al establecimiento de instrumentos y la aprobación de principios para las relaciones internacionales que protegieran al mundo de una conflagración en el futuro, no pudo frenar nuevas y variadas guerras. Desde entonces hasta ahora han vuelto a surgir nuevas fuerzas tan retrógradas y bárbaras como las fascistas, que han provocado millones de muertes. ¿Alguien sabe como se llaman o clasifican estas corrientes tan parecidas en sus propósitos y resultados con las fascistas y nazistas? ¿Por qué un juicio al estilo del de Nuremberg no ha funcionado hasta ahora para que la justicia condene a tantos genocidas?
¿Alguien sabe como se llaman o clasifican estas corrientes tan parecidas en sus propósitos y resultados a las fascistas y nazistas? ¿Por qué un juicio al estilo del de Nuremberg no ha funcionado para que la justicia condene a tantos genocidas posteriores y actuales? La memoria histórica no se puede perder puesto que persiste una voluntad de los pueblos y de los individuos de retener todos los fragmentos de la vida o de las épocas de la historia para salvarlos del olvido, y, con ello, sentar los cimientos para edificar el futuro.
En julio se celebró en Cuba y en otros países el 80º Aniversario del II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que tuvo lugar en 1937 en Valencia y con reuniones en Madrid, entre el 4 y 11 de julio. Allí se dio cita la intelectualidad militante contra el fascismo que ya mostraba sus garras en tierra española. Participaron en el cónclave cinco escritores cubanos, junto a escritores españoles, franceses, estadounidenses, latinoamericanos y de otros países. En una hora heroica y a la vez aciaga no podían faltar las palabras solidarias de aquellos intelectuales mientras millones de españoles y miles de milicianos arribados de todas partes del mundo se enfrentaban a la barbarie del fascismo liderado por el General Franco y la parte del ejército que traicionó a la República Española.
El II Congreso era continuación de la organización fundada por intelectuales antifascistas, en cuyo documento inicial se expresaba: “Se ha producido en toda España una explosión de barbarie... Este levantamiento criminal de militarismo, clericalismo y aristocratismo de casta contra la República democrática, contra el pueblo, representado por su Gobierno del Frente Popular, ha encontrado en los procedimientos fascistas la novedad de fortalecer todos aquellos elementos mortales de nuestra historia... Contra este monstruoso estallido del fascismo... nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual... declaramos nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular...”
Allí llegó, como lo había expresado: “me voy a España”, el periodista y escritor cubano Pablo de la Torriente Brau, uno de los jóvenes más preclaros de aquella hornada revolucionaria de la Cuba de entonces, que fue miliciano y comisario de las Brigadas Internacionales, y caído el 19 de diciembre de 1936 en Majadahonda, España.
En abril de 1937 uno de los escritores más descollantes de España se refirió a los acontecimientos que estaban presentes en aquella asonada y guerra fratricida desatada por los fascistas durante la guerra española. La República española combatía con sus fuerzas populares y los miles de milicianos que arribaron de todas partes para reforzar a la parte leal del ejército.
Expresaba Machado:
Pienso en España, vendida toda, de río a río, de monte a monte, de mar a mar.
Toda vendida a la codicia extranjera: el suelo y el cielo y el subsuelo. Vendida toda por lo que pudiéramos llamar –perdonadme lo paradójico de la expresión – la trágica frivolidad de nuestros reaccionarios. Y es que, en verdad, el precio de las grandes traiciones suele ser insignificante en proporción a cuanto se arriesga para realizarlas, y a los terribles males que se siguen de ellas, y sus motivos no son menos insignificantes y mezquinos, aunque siempre turbios e inconfesables. Si os preguntáis, ¿aparte de los treinta dineros, por qué vendió Judas a Cristo?, os veríais en grave aprieto para responderos. Yo no he encontrado la respuesta en los cuatro evangelios canónicos. Pero la hipótesis más plausible sería ésta: entre los doce apóstoles que acompañaban a Jesús, era Judas el único mentecato. En el análisis psicológico de las grandes traiciones, encontraréis siempre la trágica mentecatez del Iscariote. Si preguntáis ahora, ¿por qué esos militares rebeldes volvieron contra el pueblo las mismas armas que el pueblo había puesto en sus manos para la defensa de la nación? ¿Por qué, no contentos con esto, abrieron las fronteras y los puertos de España a los anhelos imperialistas de las potencias extranjeras? Yo os contestaría: en primer lugar, por los treinta dineros de Judas, quiero decir por las míseras ventajas que obtendrían ellos, los pobres traidores de España, en el caso de una plena victoria de las armas de Italia y Alemania en nuestro suelo. En segundo lugar, por la rencorosa frivolidad, no menos judaica, que no mide las consecuencias de sus actos. Ellos se rebelaron contra el gobierno de los hombres honrados, atentos a las aspiraciones más justas del pueblo, cuya voluntad legítimamente representaban. ¿Cuál era el gran delito de este gobierno lleno de respeto, de mesura y de tolerancia? Gobernar en un sentido del porvenir, que es el sentido esencial de la historia. Para derribar a este Gobierno, que ni había atropellado ningún derecho ni olvidado ninguno de sus deberes, decidieron vender a España entera a la reacción europea. Por fortuna, la venta se ha realizado en falso, como siempre que el vendedor no dispone de la mercadería que ofrece. Porque España, hoy como ayer, la defiende el pueblo, es el pueblo mismo algo muy difícil de enajenar. Porque por encima y por debajo y a través de la truhanería inagotable de la política internacional burguesa, vigila la conciencia universal de los trabajadores.”
Hermosas palabras que desnudan los móviles de los reaccionarios y traidores que estuvieron dispuestos a asesinar a miles y miles de españoles para alimentar las ideas y actos fascistas y entronizar un poder que se mantuvo por décadas y que aún hoy impregna el régimen político vigente en España, después de la restauración del Reinado y la prevalencia del legado que dejó el fascismo y el franquismo.
En el II Congreso Antonio Machado disertó sobre la defensa y difusión de la cultura, con unas palabras tituladas El Poeta y el pueblo , que siempre tendrán un valor patrimonial como ideas fundamentales y consecuentes de un verdadero intelectual de todos los tiempos. Vale la pena reproducir algunos fragmentos, porque también son válidas para hoy en que en muchas partes muestran sus orejas y sus barbaries los fascistas de nuevo cuño.
“Cuando alguien me preguntó, hace ya muchos años, ¿piensa usted que el poeta debe escribir para el pueblo, o permanecer encerrado en su torre de marfil –era el tópico al uso de aquellos días– consagrado a una actividad aristocrática en esferas de la cultura sólo accesibles a una minoría selecta?, yo contesté con estas palabras, que a muchos parecieron un tanto ingenuas: «Escribir para el pueblo –decía un maestro – ¡qué más quisiera yo! Deseoso de escribir para el pueblo, aprendí de él cuanto pude, mucho menos –claro está – de lo que él sabe. Escribir para el pueblo es, por de pronto, escribir para el hombre de nuestra raza, de nuestra tierra, de nuestra habla, tres cosas de inagotable contenido que no acabamos nunca de conocer. Y es mucho más, porque escribir para el pueblo nos obliga a rebasar las fronteras de nuestra patria, escribir para los hombres de otras razas, de otras tierras y de otras lenguas. Escribir para el pueblo es llamarse Cervantes, en España; Shakespeare, en Inglaterra; Tolstoi, en Rusia. Es el milagro de los genios de la palabra. Tal vez alguno de ellos lo realizó sin saberlo, sin haberlo deseado siquiera. Día llegará en que sea la suprema aspiración del poeta. En cuanto a mí, mero aprendiz de gay-saber, no creo haber pasado de folklorista, aprendiz, a mi modo, de saber popular.
Mi respuesta era la de un español consciente de su hispanidad, que sabe, que necesita saber cómo en España casi todo lo grande es obra del pueblo o para el pueblo, cómo en España lo esencialmente aristocrático, en cierto modo, es lo popular. En los primeros meses de la guerra que hoy ensangrienta a España, cuando la contienda no había aún perdido su aspecto de mera guerra civil, yo escribí estas palabras que pretenden justificar mi fe democrática, mi creencia en la superioridad del pueblo sobre las clases privilegiadas.”
Muchos escritores e intelectuales de todas partes, a veces equivocadamente infatuados y egocéntricos, debieran hacer suyas estas ideas para que se rediman de tantas torpes ínfulas. Y recordar las palabras, a veces reiteradas, del desaparecido presidente, –en ese cargo desde el 17 de julio de 1959 hasta el 3 de diciembre de 1976–, de la Cuba revolucionaria Osvaldo Dorticós Torrado, quien en su mensaje a los intelectuales de la época decía que “al pueblo no se baja” a la hora de concebir obras trascendentes para el pueblo; sino que, por el contrario, al pueblo “hay que subir”, al “pueblo se sube”, porque es el depositario y poseedor de toda la cultura acumulada en cada época y durante toda la historia de su existencia y la de su país..
Más de 80 años nos separan de la guerra fratricida desatada por el fascismo en España, que alcanzó posteriormente a sumir en la barbarie y la destrucción a toda Europa, con el saldo de más de 20 millones de habitantes. La humanidad derramó mares de sangre durante la segunda guerra mundial para después de varios años derrotar el fascismo.
La fundación de las Naciones Unidas, inspirada en ideales e ideas nobles para cambiar el curso violento de la historia, si bien fue un aporte al humanismo y al establecimiento de instrumentos y la aprobación de principios para las relaciones internacionales que protegieran al mundo de una conflagración en el futuro, no pudo frenar nuevas y variadas guerras. Desde entonces hasta ahora han vuelto a surgir nuevas fuerzas tan retrógradas y bárbaras como las fascistas, que han provocado millones de muertes. ¿Alguien sabe como se llaman o clasifican estas corrientes tan parecidas en sus propósitos y resultados con las fascistas y nazistas? ¿Por qué un juicio al estilo del de Nuremberg no ha funcionado hasta ahora para que la justicia condene a tantos genocidas?
martes, 15 de agosto de 2017
_- Cómo ayudar a los niños a superar la muerte de una mascota
_- El fallecimiento de una mascota a menudo es la primera experiencia que un niño tiene con la muerte. Entender las formas únicas en que los niños ven a sus mascotas y responden a su muerte puede ayudar a los padres a facilitar el proceso del duelo.
Joshua Russell, profesor asistente de ciencias ambientales en el Canisius College de Búfalo, Nueva York, quien ha estudiado los efectos de la muerte de mascotas en niños, explicó que, para muchos de ellos, las mascotas son más que solo animales. “Muchos niños describen a sus mascotas como hermanos o mejores amigos con quienes tienen fuertes conexiones”, dijo.
En un estudio de 12 niños cuyas edades oscilan entre los 6 y los 13 años y que habían perdido una mascota, publicado en la revista Environmental Education Research, Russell halló que incluso años después de la muerte de la mascota, algunos niños todavía describían la pérdida como “el peor día de mi vida”.
También descubrió que a los niños se les ocurren maneras únicas de racionalizar el deceso de su mascota y que la forma en que muere una mascota influye en cómo los niños manejan el duelo.
Joshua Russell, profesor asistente de ciencias ambientales en el Canisius College de Búfalo, Nueva York, quien ha estudiado los efectos de la muerte de mascotas en niños, explicó que, para muchos de ellos, las mascotas son más que solo animales. “Muchos niños describen a sus mascotas como hermanos o mejores amigos con quienes tienen fuertes conexiones”, dijo.
En un estudio de 12 niños cuyas edades oscilan entre los 6 y los 13 años y que habían perdido una mascota, publicado en la revista Environmental Education Research, Russell halló que incluso años después de la muerte de la mascota, algunos niños todavía describían la pérdida como “el peor día de mi vida”.
También descubrió que a los niños se les ocurren maneras únicas de racionalizar el deceso de su mascota y que la forma en que muere una mascota influye en cómo los niños manejan el duelo.
Al igual que los adultos, los niños tienden a aceptar más fácilmente la muerte de su mascota cuando era esperada. Por ejemplo, los niños del estudio resultaban menos afectados cuando sabían de antemano que el animal tendría una vida corta. Parecían saber que un pez o un hámster, por ejemplo, no vivirían tanto como un perro o un gato. Cuando un animal estaba enfermo, generalmente aceptaban que la eutanasia aliviaba el sufrimiento de la mascota. Si un animal tiene una enfermedad terminal, los padres pueden ayudar a preparar al niño hablando de la pérdida inminente, así como de los sentimientos de tristeza que evocará.
Sin embargo, cuando las mascotas mueren de forma trágica e inesperada, la pérdida es más difícil para el niño. “Cuando una mascota muere repentinamente, enfatiza lo imprevisible que es el mundo. Les dice a los niños que las personas y los animales que aman pueden morir sin previo aviso”, dijo Abigail Marks, psicóloga clínica de San Francisco especializada en el duelo infantil.
Desde luego, la edad del niño y el nivel de desarrollo afectan cómo entiende la muerte y el dolor de un niño es notorio de maneras muy distintas al de un adulto. Los niños no siempre lloran ni muestran emoción inmediatamente. Pero esto no significa que no estén profundamente afectados por la pérdida.
“Los niños menores de cinco años tendrán dificultades para entender que la mascota se ha ido para siempre porque les es difícil captar el concepto de la muerte”, dijo Jessica Harvey, psicoterapeuta de San Francisco especializada en el duelo por la muerte de mascotas.
Una forma en que los niños pequeños pueden expresar su pena es a través del juego. Después de la pérdida de una mascota, pueden fingir, por ejemplo, que un gato o un perro de peluche se enfermó y falleció. Los padres pueden ayudar a sus hijos a través del proceso de duelo participando activamente en este tipo de juegos imaginarios.
Leer libros acerca de la muerte de mascotas apropiados según la edad también puede ser útil. Goodbye, Brecken de David Lupton, es un ejemplo de lectura para niños de entre 4 y 8 años.
Los niños en edad escolar a menudo tienen preguntas acerca de la muerte del animal, y el diálogo que se produce a raíz de ellas puede abrir conversaciones más amplias sobre el amor, la pérdida y lo que sucede después de morir. Cuando se habla con un niño en edad escolar sobre la muerte de una mascota, Marks recomienda ser honesto acerca de lo que sucedió. Hacerlo le permite saber al niño que no es un tabú hablar de la muerte o de sentimientos dolorosos, lo cual puede sentar las bases para procesar otros tipos de pérdidas en el futuro. Los padres también deben validar cualquier emoción que surja cuando el niño está de luto.
La Dra. Marks dijo que el dolor de un niño se iría y vendría; puede llorar un minuto y luego volver a jugar o hablar de otras cosas al minuto siguiente. Los padres deben estar más preocupados si un niño tiene pesadillas, mayor ansiedad o dificultad para dormir. Si esos síntomas persisten, la orientación psicológica puede ayudar.
Marks dijo que también es importante que los padres sigan el hilo de conversación de su hijo. “Si están preguntando acerca de los detalles de la muerte de la mascota, es una señal de que quieren hablar de eso”, dijo. “Están buscando tu consuelo”.
Para muchos niños, también es importante tener un ritual de despedida. “Los rituales en torno a la muerte son algunas de las formas más significativas que tenemos de reconocer la vida de alguien, pero estas ceremonias no están definidas socialmente para la muerte de mascotas”, dijo Marks. Las familias pueden crear sus propios rituales, como tener un pequeño funeral, dispersar las cenizas de la mascota, plantar un árbol para recordarlo o crear un álbum de fotos.
“Esa es una forma de procesar la pérdida y honrar el lugar que tenía la mascota en tu familia”, dijo Marks.
https://www.nytimes.com/es/2017/06/12/mascota-muerte-ayuda/
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