martes, 15 de septiembre de 2020

Marco Aurelio: el rey filósofo. Ejemplo de estoicismo vivido, el emperador romano nos enseñó que “la naturaleza del bien es lo bello, y la del mal es lo vergonzoso”.


Eugène Delacroix. 'Últimas palabras del emperador Marco Aurelio', 1844. Museo de Bellas Artes de Lyon

Con Marco Aurelio se cumplió el sueño platónico de que gobernaran los filósofos. Sin embargo, la experiencia no alumbró una sociedad utópica ni un mundo en paz. El emperador romano tuvo que combatir contra los partos y los pueblos bárbaros de Germania. Además, sofocó la rebelión de Gayo Avidio Casio, que se proclamó emperador de Egipto y Siria, logrando reinar tres meses y seis días. Tampoco conoció la paz en la intimidad. Según los rumores, su esposa Faustina le fue infiel e instigó la traición de Gayo. Su hijo Cómodo le detestaba por haberle impuesto una educación que exaltaba el sacrificio y la austeridad. Murió en el año 180 en Vindobona (la actual Viena) o Sirmio (hoy en día, Sremska Mitrovica, Serbia), víctima de la viruela. Su óbito se produjo en un campamento militar, mientras luchaba en la convulsa frontera del Danubio. Tenía cincuenta y nueve años. Su desaparición significó el fin de la Pax Romana, la época de mayor prosperidad del imperio. Herodiano honró su memoria, afirmando que fue “el único de los emperadores que dio fe de su filosofía no con palabras ni con afirmaciones teóricas de sus creencias, sino con su carácter digno y su virtuosa conducta”. Marco Aurelio no hizo realidad la República o Ciudad Ideal postulada por Platón, pero su inteligencia e integridad preservaron el equilibrio político durante unos años particularmente turbulentos. Su gobierno puede interpretarse como una lúcida síntesis de los imperativos éticos y las consideraciones pragmáticas. “No sigas esperando la República de Platón –escribe Marco Aurelio-, mas queda satisfecho con el más pequeño progreso, y piensa que lo que resulta de esa pequeñez no es nada pequeño”. El emperador había asimilado la enseñanza estoica según la cual el “deber ser” se debe modelar a partir de lo que realmente es. En términos modernos, podemos afirmar que no se sometió a la ética de los principios –intransigente y poco realista-, ni a la ética de la responsabilidad –cínica y oportunista-, optando por una sabia combinación de praxis y moral.

La posteridad le reconoció la categoría de filósofo y escritor, pero lo cierto es que su escritura nunca albergó el propósito de salir a la luz. De hecho, Marco Aurelio agrupó sus escritos bajo el epígrafe A sí mismo. Conservamos algunas de sus cartas y sus apuntes filosóficos, que han sigo agrupados bajo el nombre de Pensamientos, Soliloquios o Meditaciones. Hay un agudo contraste entre sus epístolas y sus reflexiones. Las primeras se escribieron antes de asumir la dirección del impero o quizás inmediatamente después. En esas fechas, está hambriento de saber e intenta saciar su apetito con el mayor número posible de lecturas. Sus apuntes se gestaron durante sus últimos diez años y expresan la convicción de que ha llegado la hora de abandonar los libros para contrastar la introspección con la experiencia adquirida. No se trata de una reacción anti-intelectual, sino del tramo final de una evolución orientada hacia la frugalidad vital y existencial. La verdadera libertad consiste en reducir las necesidades al mínimo. Solo puede llamarse sabio el que ha aceptado vivir conforme a la naturaleza, prescindiendo de lo superfluo. Marco Aurelio siempre obró con sinceridad y cuando se equivocó, no lo hizo con malicia, sino con la creencia de estar en lo correcto. En la Historia Augusta, una colección de biografías de los emperadores romanos y usurpadores del trono que comprende el periodo comprendido entre 117 y 284, leemos que ningún emperador mostró tanta deferencia hacia el Senado, incrementado sus competencias y reforzando su autoridad. Marco Aurelio promulgó leyes para proteger de abusos a los menores de veinticinco años, saneó las cuentas del imperio, adoptó medidas para garantizar la alimentación de las personas desamparadas, arregló vías urbanas y caminos, moderó la violencia en los espectáculos de gladiadores, sacó a subasta pública el tesoro imperial para financiar sus campañas militares. Constante y respetuoso, “fue –según la Historia Augusta– en todo punto el más moderado en apartar a los hombres del mal e invitarlo a las buenas obras, en premiarlos con largueza, perdonarlos con indulgencia e hizo gente buena de la mala, y excelente de la buena, soportando igualmente con moderación las insolencias de algunos”. Marco Aurelio siempre consultó sus decisiones militares con sus generales y senadores. Nunca abandonó el frente, pese a su mala salud. Solía repetir: “Es más justo que yo siga el consejo de tantos y tales amigos que el que tantos y tales amigos tengan que seguir mi voluntad, que es de un solo”.

La trayectoria de Marco Aurelio como emperador solo se ve oscurecida por dos actos reprobables. Otorgó la toga viril a su hijo Cómodo a los dieciséis años para poder designarlo cónsul antes de tiempo. La ley establecía que esa distinción solo podía concederse a partir de los treinta años. El amor de padre le cegó frente a un heredero indigno cuyo gobierno marcaría el comienzo de la decadencia del imperio romano. No es menos sorprendente su ferocidad en la persecución contra el cristianismo, cuando se había mostrado tolerante con otros cultos. El cristianismo era una secta ilegal, pero había sido consentida por otros emperadores. Sabemos que Marco Aurelio tuvo en sus manos las apologías de Atenágoras y Justino, pero ignoramos si las leyó. Al parecer, opinaba que los cristianos eran una secta de fanáticos que rendían culto a la muerte y no cumplían sus obligaciones con el Estado. Ese juicio se fortaleció con lo sucedido en el año 177 en la Galia Lugdunense, cuando los habitantes paganos perpetraron una matanza de cristianos. La excitación popular interpretó el incidente como la prueba de que el cristianismo ejercía una influencia dañina sobre la salud del imperio, fomentando las discordias. Marco Aurelio cedió al clamor que exigía su erradicación. Los cristianos creyeron que podrían encontrar un aliado en el emperador, pero se equivocaron. Sus dogmas, basados en creencias reveladas y en ritos que orbitaban alrededor de la cruz, solo podían causar perplejidad y rechazo en un estoico que concebía el universo como la expresión de la razón divina. Frente al relato de la caída y la redención, Marco Aurelio solo creía en la serenidad del sabio que acepta la fatalidad como un aspecto del orden cósmico. Sin embargo, su carácter compasivo le aproximaba a la sensibilidad cristiana. Algunos estoicos desconfiaban de la piedad, pues estimaban que producía una conmoción, destruyendo la paz interior a la que aspiraban. Por el contrario, Marco Aurelio hablaba de piedad e indulgencia, incluso hacia los que nos agravian y perturban. “Lo propio del hombre es amar incluso a los que nos dañan”, apunta. No se trata de una sentencia retórica, sino de algo real, pues perdonó agravios y traiciones. Si combinamos esa actitud con su ascetismo, su austeridad y su filantropía nos topamos con la concepción cristiana de la vida. Eso sí, Marco Aurelio nunca abrigó la esperanza de la inmortalidad personal. Consecuente con sus convicciones estoicas, se fortificó en el ideal aristocrático de autarquía, aceptando los reveses con entereza. La autarquía cursa con melancolía en Marco Aurelio. Su escepticismo metafísico también afecta a su percepción de la sociedad y la historia. No sin cierta decepción, comenta una y otra vez que la vida es repetición y olvido. Es absurdo afanarse por la gloria, pues al cabo de varias generaciones nadie recuerda al que ayer fue honrado y celebrado.

Marco Aurelio nació en Roma el 26 de abril del año 121. Vino al mundo en una acomodada mansión patricia, donde el poder no se concebía como un privilegio, sino como una forma de servicio. Su padre murió cuando él solo tenía diez años. Le dejó como herencia “el carácter discreto y viril”. Su abuelo paterno Anio Vero, prefecto de Roma y cónsul en dos ocasiones, le inculcó “amabilidad y serenidad”. Su madre, Domicia Lucila, mujer muy culta y notable helenista, le orientó hacia la generosidad, la integridad y la frugalidad, alejándole del lujo y la ostentación. Su bisabuelo materno, L. Catilio Severo, gobernador de Siria, procónsul de Asia, dos veces cónsul y, más tarde, prefecto de Roma, no reparó en gastos para proporcionarle una educación selecta en su domicilio, impartida por los mejores preceptores. Su tío político y padre adoptivo, el emperador Antonino Pío, completó su formación, enseñándole con su ejemplo mansedumbre y firmeza, amor al trabajo y perseverancia, humildad y serenidad. Marco Aurelio creció en un ambiente cultivado y señorial. La familia de los Vero, de procedencia hispánica, adquirió en poco tiempo rango de nobleza y ocupó altos cargos de la administración. El emperador Adriano estableció una estrecha relación de amistad con Anio Vero y trató desde pequeño a Marco Aurelio, al que apodó Verissimus, es decir, el honesto. A los diecisiete años, le nombró su sucesor, si bien no ocupó el cargo hasta los cuarenta. Domicilia Lucila poseía una hermosa villa en el Monte Celio, donde Marco Aurelio pasó su niñez y adolescencia. Se dice que le produjo un gran pesar abandonar ese lugar para trasladarse al Palacio de Tiberio, conforme establecía su condición de futuro emperador. Aunque agradeció que el emperador Adriano le designara como su sucesor, no hay una línea dedicada a él en sus apuntes, quizás porque desaprobaba aspectos de su conducta, como su apego al epicureísmo y su amor por los adolescentes, que alcanzó su apogeo con Antinoo, cuya muerte en el Nilo le dejó profundamente abatido hasta el extremo de deificarlo y honrar su memoria con la construcción de una ciudad, Antinoópolis. Marco Aurelio siempre despreció esta clase de relaciones. Las consideró impropias de un hombre templado y dueño de sus emociones. Los placeres sensuales y los sentimientos exacerbados le parecían flaquezas, no inocentes pasatiempos o pasiones dignas de respeto. Conviene recordar que en sus últimos años, Adriano se ganó la animadversión del Senado por su carácter extravagante y atrabiliario. Aficionado a las grandes construcciones, los suntuosos palacios y los jóvenes, sus excesos contrastan con las virtudes domésticas de Antonino Pío, cuyo origen provinciano no le impidió convertirse en un romano fiel a las tradiciones más acendradas. Marco Aurelio siempre le consideró un modelo a imitar y, de hecho, le dedicó un largo elogio en sus apuntes. Frente a tiranos como Nerón o Domiciano siempre buscó el bien público, postergando cualquier ambición personal.

La pérdida prematura de su padre convirtió al joven Marco Aurelio en un muchacho meditativo y melancólico. Solo fue la primera pérdida de una larga serie de desgracias. En los años siguientes vería morir a su padre adoptivo, su abuelo, el emperador Adriano, su madre, su hermano adoptivo Lucio Vero, su esposa, la mitad de sus hijos. Esas pérdidas le afectaron más que los estragos de la guerra y la peste. Sus preceptores le dejaron una profunda huella, consolidando su temperamento íntegro y benevolente. Diogneto, pintor, filósofo y músico, le instruyó en el arte de conversar y en la pasión de filosofar. Rústico, filósofo estoico, le alejó de la sofística, la retórica y el refinamiento cortesano, mostrándole la necesidad de escuchar y perdonar. Apolonio de Calcis, filósofo estoico, fomentó su aprecio por la razón y la libertad de criterio, destacando la importancia de sobrellevar los duelos con entereza. Sexto de Queronea le adiestró en la benevolencia, la dignidad sin afectación, la lealtad y el saber polifacético, sin alardes. Catulo, filósofo estoico escasamente conocido, le aleccionó en el elogio cordial de los maestros y el amor verdadero por los hijos. Claudio Severo, filósofo peripatético cuyo hijo se casó con la segunda hija de Marco Aurelio, le infundió optimismo y sinceridad, subrayando que no podía haber justicia en el imperio si no se garantizaba una ley igual para todos y un escrupuloso respeto por las libertades civiles. Máximo, filósofo estoico, le educó en la moderación, el buen ánimo en la adversidad, el dominio de sí mismo y la responsabilidad. El primer libro de las Meditaciones incluye todos estos elogios, que no son una simple enumeración, sino una constelación moral que revela la visión del mundo de Marco Aurelio. Su exquisita moralidad se refleja en las palabras dedicadas a Faustina, su esposa e hija de Antonino. A pesar de los rumores de infidelidad y traición, agradece a los dioses haber disfrutado de una esposa “tan obediente, tan cariñosa, tan sencilla”.

Marco Aurelio fue contemporáneo del brillante resurgir de la cultura griega, que alumbró las grandes figuras de la Segunda Sofística, entre las que destacan Filóstrato, Luciano de Samosata, Filón de Alejandría, el emperador Juliano el Apóstata y Plutarco. Algunos de sus maestros intentaron arrastrarlo en esa dirección, destacando la importancia de la retórica y la gramática, pero Marco Aurelio prefirió seguir la senda de la filosofía platónica y estoica, más afín a su carácter discreto y austero. Su maestro Rústico le descubrió la filosofía de Epicteto, que le cautivó desde el principio. Esclavo manumitido, Epicteto no escribió nada, pues su modelo era el filosofar socrático. Conservamos sus enseñanzas gracias al historiador Flavio Arriano, que las reunió en los ocho libros de las Diatribas; solo cuatro han llegado hasta nosotros. Epicteto rechaza un criterio abstracto de verdad, estableciendo como fundamento de la moral la prohairesis (pre-elección, pre-decisión). La prohairesis no es un juicio, sino un acto de razón. Surge de la identificación socrática del bien con el conocimiento: “No eres carne y huesos, sino elección moral, y si esta es bella, tú serás bello”. Adoptando una perspectiva muy cercana al cristianismo, Epicteto afirma que Dios es inteligencia, ciencia, recta razón, bien, providencia. Obedecer al logos y hacer el bien significa acatar la voluntad divina. La libertad consiste en someterse al querer de Dios, que nunca es ciego o arbitrario. Marco Aurelio nunca olvidaría estas enseñanzas, que incorporaría a su vida como directrices y que reflejaría en sus escritos, intentando mantenerse fiel al concepto de virtud de Epicteto, que exalta la ataraxia (imperturbabilidad), la apatía (desapasionamiento) y las eupatías (buenos sentimientos).

Conservamos algunas cartas latinas de Marco Aurelio por azar. En 1815, se descubrió parte del epistolario de Cornelio Frontón en un palimpsesto que incluía seis misivas del emperador. En cambio, hemos perdido las cartas escritas en griego. Rústico reveló a Marco Aurelio la virtud de la sencillez en el intercambio epistolar. En estas seis cartas apreciamos la sinceridad de un hombre que reconoce con humor su dificultad para abandonar el lecho, pues le gusta demasiado dormir. En su vejez, esa propensión se transformaría en un insomnio tenaz. A pesar de su elogio de la impasibilidad, Marco Aurelio se despide de uno de sus maestros con enorme ternura: “Adiós, alma mía, ¿no he de arder de amor por ti, que me has escrito esto?”. En otra carta, le agradece con humildad sus enseñanzas: “Tus críticas o, más bien, tus azotes enseñan al punto el camino mismo sin engaño ni palabras falsas. De modo que debería estarte agradecido con que me hubieras enseñado tan solo a decir la verdad, más todavía cuando me enseñas a escuchar la verdad”. Marco Aurelio era un hombre emotivo. Cuando murió uno de sus preceptores, se echó a llorar. Algunos cortesanos censuraron su conducta, pero Antonino Pío le excusó y pidió comprensión: “Dejadle ser humano; que ni la filosofía ni el trono son fronteras para el afecto”. Antonino Pío, que no era un filósofo ni un retórico, le dio un único consejo antes de morir: “ecuanimidad” y Marco Aurelio nunca lo olvidó. Gracias a las campañas de Trajano y a la eficaz administración de Adriano, Antonino Pío disfrutó de paz y tranquilidad como emperador. Marco Aurelio no tuvo esa suerte: guerras, rebeliones, problemas económicos. La realidad le obligó a renunciar a la utopía platónica, pero eso no le impidió promulgar unos trescientos textos legales; la mitad de ellos, orientados a mejorar las condiciones de vida de los esclavos, las mujeres y los niños. Conservamos una estatua ecuestre de Marco Aurelio. Aparece con una toga y con la mano extendida, un gesto de pacificación y clemencia. Sin armas ni armadura, manifiesta su voluntad de gobernar el imperio con la menor violencia posible. La propagación del cristianismo causó la destrucción de la mayoría de las estatuas de emperadores, a las que se consideró ídolos paganos. La de Marco Aurelio se salvó porque fue confundida con una estatua de Constantino, el emperador que acabó con la persecución del cristianismo y convocó el primer Concilio de Nicea, donde se clarificaron y unificaron los dogmas de la religión cristiana.

Las Meditaciones de Marco Aurelio no son un ejemplo de originalidad filosófica, pero sí un fiel reflejo de su pensamiento. No me parece equivocado compararlas con las Confesiones de San Agustín. En ambos casos, el saber nace de un viaje hacia el interior y de una escrupulosa búsqueda de la verdad. Los apuntes del emperador romano, inspirados en todo momento por las enseñanzas del estoicismo, corroboran las palabras de María Zambrano: “El estoicismo muestra la única filosofía que lleva consigo la piedad ya humanizada hasta esta última forma que es la tolerancia”. Marco Aurelio exhorta a la comprensión de la debilidad humana: “Cuando alguien te haga mal, procura discurrir enseguida qué juicio habrá hecho del bien o del mal para portarse así”. Al examinar las motivaciones del que nos ha agraviado, tendrás más fácil perdonarle, pues entenderás que “pecó por ignorancia”. El hombre ha nacido para hacer el bien. “Ama a la humanidad y sigue a Dios”, clama Marco Aurelio. A pesar de su adhesión al estoicismo, el emperador promovió en Atenas las actividades de la Academia platónica, el Liceo aristotélico y el Jardín epicúreo. Frente a la supuesta infalibilidad estoica, admitió que el ser humano solo llega a conocer verdades probables y no le causó ningún problema citar a Epicuro en sus apuntes.

Para Marco Aurelio, el mundo es un organismo compuesto de sustancia y alma. No hay un Mundo Inteligible. Solo hay una sustancia, una ley y una única razón para todos los seres racionales. Lo individual está al servicio del todo. Darle la espalda al universo es una imperdonable defección. Lo particular es pequeño e inestable. Su destino es ser absorbido por la totalidad que lo engendró. La muerte solo es un cambio de estado. No volvemos a lo que fuimos, sino que enriquecemos el ser con nuestra aventura individual. No cabe esperar la inmortalidad personal, pero sí una inmortalidad impersonal. La gran sinfonía de la naturaleza obedece al logos, no es mera aleatoriedad. El mundo es una gigantesca ciudad. A ella pertenecen como ciudadanos todos los seres racionales. Dado que “formamos parte del mismo cuerpo político” y “estamos hechos para la cooperación”, el deber primordial de todos los hombres es practicar “un pensamiento justo” orientado al bien de la comunidad. Marco Aurelio agradece a sus preceptores que le enseñaran a renunciar a todo lo bajo e irracional y conservar la entereza ante las calamidades: “Quien teme los dolores teme lo que debe ocurrirle en el mundo. Y eso es impío”. El hombre está dividido en cuerpo (soma), alma o principio vital (psyché, pneuma) e inteligencia (nous). Solo la última es específicamente humana y se identifica con el dios o daimon que vive en nuestro interior. Si hacemos caso tan solo a nuestro daimon, como hizo Sócrates, seremos invencibles, incluso en el infortunio, pues comprenderemos su necesidad. Como emperador, Marco Aurelio intentó ser justo, sabio y benévolo, sirviendo con abnegación a su pueblo. “Es propio del alma racional amar al prójimo, lo cual es verdad y humildad”. Siempre pensó que para gobernar hay que ser filósofo, pues es la única formar de neutralizar los males humanos. La vida cortesana es una madrastra; en cambio, la filosofía es una madre que siempre nos ofrece su regazo. La filosofía nos enseña “a no ser esclavo ni tirano de ningún hombre”. Marco Aurelio no se conformó con no ser un déspota. Quiso que todos los ciudadanos del imperio fueran filósofos, una fantasía que creó cierto malestar en Roma y que a veces le hizo plantearse si no estaba incurriendo en un error. Sin embargo, siempre pensó que habría sido el mejor camino para establecer “una ciudad igualitaria (politeia isonomos), que se rige por la igualdad (isotês) y la libertad de palabra (isêgoria), y de una monarquía que honra por encima de todo la libertad de los gobernados”. Este planteamiento convive con la idea expresada por Epicteto: “el todo es más importante que la parte, y el Estado que el ciudadano”.

¿En qué consiste la grandeza de Marco Aurelio? En que es un ejemplo de estoicismo vivido, encarnado. Nos enseñó que “la naturaleza del bien es lo bello, y la del mal es lo vergonzoso”; que “obrar como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza”; que “no hay que ser esclavo de los instintos egoístas”; que “el que peca con placer merece mayor reprobación que el que peca con dolor”. Abrumado por las muertes que se produjeron en su círculo más íntimo, Marco Aurelio meditó sobre nuestra fragilidad y concluyó que “el que ha vivido más tiempo y el que morirá más prematuramente, sufren idéntica pérdida. Porque solo se nos puede privar del presente, puesto que este solo posees, y lo que uno no posee, no lo puede perder”. El cuerpo es “un río”; el alma “sueño y vapor”; “la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido. ¿Qué, pues, puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía”. ¿Cómo se consigue eso? ¿Apartándose de la sociedad? ¿Retirándose al campo o a la costa? Marco Aurelio contesta que esos gestos son innecesarios, pues el hombre solo encuentra la paz retirándose a su interior, a la intimidad de su alma. Con la perspectiva que proporciona el tiempo, podemos añadir que leer las Meditaciones de Marco Aurelio constituye una magnífica alternativa para bucear en las profundidades, intentando averiguar quiénes somos y qué nos cabe esperar. Lejos de ser un vestigio del pasado, nos ayudan a comprender nuestra propia humanidad.

@Rafael_Narbona

lunes, 14 de septiembre de 2020

¿Paciencia o matemáticas?

Estos son los beneficios de que los niños aprendan a cocinar

La participación de los menores en la actividad culinaria ayuda a prevenir trastornos alimentarios y desarrolla habilidades como la comunicación o la capacidad de planificación

Durante el confinamiento por la pandemia, nos hemos puesto con las manos en la masa y hemos cocinado más que nunca en familia. Cerca del 70% de los españoles ha cocinado más durante la cuarentena, según la encuesta realizada por la marca de tomate Orlando. Elaborar recetas y estar entre pucheros y con las manos en la masa, también es cosa de niños. No en vano, la película sobre el chef cocinero, Ratatouille, tuvo una buena acogida entre el público infantil. La cocina para los pequeños es como un gran laboratorio donde experimentar con todo tipo de ingredientes, colores, olores y sabores. Los padres que abren la puerta de la cocina de casa a sus hijos pueden aprovechar el marco culinario para que aprendan a contar, trabajar en grupo, ser más pacientes y alimentarse de manera saludable. Elaborar recetas sanas y divertidas es “una buena tarea para poder pasar más tiempo con la familia. Podemos llegar a descubrir grandes habilidades de los niños y niñas, así como de los adolescentes. Al fin y al cabo, cocinar es divertido y tiene una recompensa muy satisfactoria y si, además, lo acompañamos de buena música, pueden aportar momentos inolvidables”, explica Ana López, pedagoga especialista en neuropsicología educativa del centro Elea, que menciona varios beneficios para los niños de pasar tiempo en familia cocinando, como:

El refuerzo del vínculo entre padres e hijos gracias a la colaboración y comunicación que son necesarias para elaborar las recetas. La paciencia es necesaria tanto para los progenitores como para sus hijos. Conviene dar unas pautas a los niños antes de comenzar a cocinar, como no colocarse cerca del fuego, lavarse las manos antes de tocar otro ingrediente o pedir ayuda en situaciones, como coger objetos punzantes. Los pequeños cocineros también pueden participar en la elaboración de estas normas para que se sientan protagonistas del proceso.

La oportunidad para enseñar a los niños la importancia de alimentarse de manera saludable. Cocinar con los pequeños se convierte en un marco idóneo para explicarles las características y beneficios de cada alimento o hablarles sobre la pirámide nutricional.

Desarrollo de habilidades y capacidades que se utilizan en la rutina diaria, como la planificación, al tener que seguir unos pasos y tiempos con las recetas, así como la lectura de textos para la elaboración de los platos, el control de la impulsividad al tener que esperar los minutos adecuados para que el resultado sea sabroso o entrenar la memoria al recordar los ingredientes de la receta para futuras ocasiones.

Aprendizaje de habilidades matemáticas en el supermercado con los precios a la hora de hacer la compra para cocinar. Los niños pueden desarrollar habilidades para hacer una sencilla planificación económica, así como para sumar o restar y, una vez en la cocina, familiarizarse con las cantidades de alimentos a utilizar en medidas como litros o gramos.

La cocina, una fiesta de los sentidos para los niños
Descubrir y disfrutar de los sentidos en la cocina es fácil. Los niños pueden experimentar de primera mano olores, sabores o texturas y colores. “Nuestros cinco sentidos se estimulan y los niños pueden aprender muchas cosas cocinando con los adultos. La creatividad se puede desarrollar al probar formas diferentes de hacer un plato. Los pequeños también aprenden a colaborar en equipo para obtener un determinado resultado. La comunicación verbal y no verbal con los niños se estimula en la cocina porque las personas disfrutamos con el intercambio de opiniones sobre los platos y la forma de cocinarlos y se provoca la mímica o la mueca cuando está rico, salado o amargo. Lo ideal es disfrutar de esos platos en familia; sin televisión para poder comentar lo ocurrido durante el día”, explica María José Lladó, psicopedagoga del centro de atención psicológica, Acimut Bienestar.

Compartir los alimentos cocinados con los hijos es una experiencia enriquecedora porque “cuando estamos sentados en el colegio con un libro y vemos la foto de un pastel, no hay conocimiento empírico para experimentar con todos los sentidos. La participación de los niños en la cocina es una oportunidad estupenda para evitar o prevenir trastornos de la alimentación, como la anorexia o la bulimia, porque los niños experimentan de primera mano con los alimentos y no están sujetos a valoraciones externas sobre los que hay que comer o en qué cantidades”, comenta Lladó.

Los niños que se han familiarizado con la elaboración de platos en la cocina con sus mayores también lo aplicarán cuando sean adultos en “cualquier tarea social, como cuando formen parte de una empresa y hagan negocios alrededor de una mesa con alimentos, de una manera más participativa, cooperativa y relajada. Al fin y al cabo, todo el mundo recuerda las croquetas de la abuela o la sopa de mamá. Por ello, la cocina y la alimentación tienen connotaciones emocionales profundas”, concluye la psicopedagoga María José Lladó.

https://elpais.com/elpais/2020/09/02/mamas_papas/1599050471_949603.html

domingo, 13 de septiembre de 2020

_- La tarea de la familia

_- El Adarve
Cada año, por estas fechas, doy la bienvenida al nuevo curso escolar. En esta ocasión tan peculiar lo quiero hacer a través de la mirada de las familias que tienen por una parte el anhelo y por otra el miedo de llevar a sus hijos e hijas a la escuela.

Se ha hablado mucho del arduo trabajo que han tenido que desarrollar los profesores y las profesoras durante el confinamiento. Nuevas formas de trabajo, aprendizajes apresurados, búsqueda de estrategias motivadoras, presión social… Se ha pensado menos, en el papel que han tenido que desempeñar los padres y las madres en las casas.

En tiempos de pandemia los padres y las madres han tenido que asumir el papel de asesores pedagógicos. Esa tarea ha exigido tiempos de dedicación superiores a los habituales, conocimientos que algunas veces no poseían y destrezas didácticas con las que probablemente no contaban.

Lo han tenido que hacer, compartiendo esa tarea con otras muchas del hogar y, quizás, con obligaciones laborales exigidas por el teletrabajo. Una locura. Todo ello en medio de un clima social marcado por la angustia de un peligro nunca visto y, quizás, nunca imaginado. Lo cierto es que han tenido que velar para que los hijos y las hijas cumpliesen con las exigencias de la conexión y, luego, con la realización de las tareas, unas de comprensión, otras de aplicación.

Es cierto que cuando se habla de la familia de forma genérica, no caemos en la cuenta de que existen tantos tipos de familia como familias existen. No es igual una familia monoparental con varios hijos de diferentes edades, otra con dos hijos que no dispone de cobertura, otra cuyos dos integrantes adultos tienen teletrabajo, otra integrada por progenitores sanitarios que tienen que acudir al trabajo, otra que se aloja en un cuchitril donde viven todos hacinados…

Estoy seguro de que se habrán dado miles y miles de situaciones curiosas en el desarrollo del proceso de aprendizaje realizado en el seno de la familia. Solemos tener pereza recopilatoria, pero si hiciésemos acopio de las maravillosas anécdotas que ocurren en las casas, nos encontraríamos con un acervo extraordinario de incidentes sobre la asimilación del conocimiento.

He recibido, de manos de María Bermúdez, excelente maestra de infantil y amiga entrañable, un mensaje con cuatro pequeñas anécdotas de enseñanza doméstica.

En la primera puede verse a un padre que le dice con tono inquisitivo a una niñita de unos cuatro años:

Yo busco, tú buscas, él busca, nosotros buscamos, vosotros buscáis y ellos… La niña mira fijamente a su papá, que hace un gesto demandando el tiempo verbal correspondiente a la tercera persona del plural. Y la niña, dice con tono interrogativo:

¿Se esconden?

La segunda anécdota muestra a otro padre que le explica a un niña de muy pocos años el siguiente problema: Si yo tengo cinco naranjas y somos diez personas, ¿qué tengo que hacer para que alcance a todos?

La niña, sin vacilación, contesta:

¡Jugo!
En la tercera se ve a una mamá explicando a un niño la diferencia entre sustantivo y verbo. El sustantivo, dice, es una persona, animal o cosa. El verbo expresa lo que hace la persona, el animal o la cosa. En el enunciado “El gato come croquetas”, añade la mamá, ¿cuál es el sustantivo?

El niño, tocándose la barbilla pensativo, responde: el gato.

La madre, pregunta, inmediatamente: ¿cuál es el verbo?

El niño vacila. La madre, para ayudarlo, pregunta: ¿qué hace el gato?

Sin dudarlo un segundo, el niño responde:

¡Miau!

La cuarta anécdota está protagonizada por otro padre que le está diciendo a una niña, mientras escribe en una hoja:

La m y la a…
El niño, con mucha convicción y fuerza, dice: ma.

El padre vuelve a decir, añadiendo la nueva sílaba a la anterior: la m y la a…

El niño repite: ma.

Y el padre concluye: Si ahora le ponemos la tilde…

El niño, sin un segundo de intervalo, apostilla:

¡Matilde!

Al acabar las cuatro anécdotas, aparece un recuadro en el que se puede leer: Que vuelvan las clases pronto. Ya no puedo más. Esto de ser maestro en casa me está volviendo loco.

Tres padres y una madre. No creo que esa sea muestra representativa. Porque suelen ser las madres las que preferentemente se ocupan de esas tareas. Como es lógico, también se habrán producido anécdotas sabrosas relacionadas con el proceso de evaluación. Y en esta parcela, los padres y las madres tienen una tarea importante, porque si solo se preocupan por los resultados acabarán haciéndoles pensar a sus hijos e hijas que lo importante es aprobar y no aprender.

Es probable que muchos padres y muchas madres hayan descubierto en esta etapa la complejidad de la tarea docente. Ellos se han visto sobrepasados por las exigencias del aprendizaje de uno, dos o tres hijos y habrán valorado el esfuerzo que supone seguir el proceso de un grupo de 25 escolares.

Siempre he considerado fundamental la participación de las familias en la escuela. No solo para evitar las agresiones y las descalificaciones al profesorado (todas las piedras que los padres arrojan sobre el tejado de la escuela, caen sobre las cabezas de sus hijos) sino para colaborar de manera estrecha y entusiasta con el proyecto educativo. Participación que no solo ha de referirse al proceso de aprendizaje de su hijo sino al buen funcionamiento de la institución. El grupo de investigación que dirigí durante muchos años realizó dos investigaciones sobre el tema de la participación que concluyeron con sendos libros: “El crisol de la participación” y “La escuela sin muros” (este sobre la participación de las familias de alumnos inmigrantes en la escuela). Los dos están publicados por la Editorial Aljibe.

Además de todos los compromisos de participación en la escuela, los padres y las madres se enfrentan ahora a un grave dilema: llevar a los hijos a la escuela para que aprendan y convivan o dejarlos en casa para tenerlos protegidos del contagio.

En otros países, Estados Unidos por ejemplo, hay mucha más experiencia sobre el homeschooling (la escuela en casa). En España esta modalidad es casi insignificante. Al parecer, las autoridades amenazan con sancionar a las familias que no lleven a sus hijos a la escuela con multas e incluso con prisión.

Nos encontramos ante una colisión de derechos: el derecho a la educación y el derecho a la salud. En tiempos normales, el absentismo escolar es un delito que puede ser sancionado. Pero nos encontramos en una situación excepcional. Imaginemos una familia en la que conviven padres, hijos y abuelos. Si el pequeño escolar se contagia en la escuela, se convierte en un grave peligro para las personas mayores de la casa. Si esto ocurre y se ha obligado a las familias a llevar a sus hijos a la escuela, ¿quién responde de esas enfermedades y, quizás, de esas muertes?

Sé que el riesgo cero no existe. Sé que los trabajadores, por ejemplo, acuden a sus puestos a pesar del riesgo que esto supone. ¿Puede un médico negarse a trabajar porque existe el riesgo de contagio?

Mi postura, en este caso, es que se deje libertad a las familias. Porque algunos tienen la imperiosa necesidad de llevar a sus hijos a la escuela no solo para que aprendan sino porque necesitan estar libres para acudir a sus puestos de trabajo o para hacer teletrabajo en la casa. Por otra parte, los padres que bajo su responsabilidad no llevan a los hijos a la escuela adquieren el compromiso de no abandonar a sus hijos en el seguimiento del curriculum escolar.

La incertidumbre que existe respecto al inicio del curso escolar mientras escribo estas líneas, no puede ser más abrumadora.

Me inclino por el comienzo presencial con las garantías más elevadas que se puedan establecer para evitar el contagio: disminuir la ratio, desarrollar el blanded learning (la enseñanza híbrida), aumentar la plantilla docente, utilizar la mascarilla, garantizar la higiene, desinfectar los objetos, evitar las aglomeraciones en entradas, salidas, pasillos y recreos…

Es el momento del diálogo. Entre autoridades sanitarias y educativas, entre autoridades y comunidad educativa de los centros, entre la escuela y la familia, entre el profesorado y el alumnado…

Un comienzo de curso sin las debidas precauciones puede convertir los centros escolares en bombas biológicas que multiplicarían los rebrotes y nos llevarían a una situación límite.

Por eso hay que pensar muy bien lo que se tiene que hacer y hay que estar prevenidos para lo que pueda pasar en el caso de que se complique la situación. Porque es probable que haya algunos contagios. Entonces, ¿qué se hará? Hay que tener reflejos para improvisar, pero sería mejor tener muy pensadas las respuestas a las diversas situaciones posibles. Inquietante curso. Feliz curso.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2020/09/05/el-papel-de-la-familia/

sábado, 12 de septiembre de 2020

_- 8 ejercicios que puedes hacer en casa para aliviar el dolor del nervio ciático

_- El dolor del nervio ciático puede ser paralizante, en el peor de los casos.

Ahora que la pandemia ha obligado a mucha gente a trabajar desde casa pasando mucho tiempo sentada sin hacer mucha actividad física, son numerosos los problemas de salud que pueden surgir. Y uno de ellos es el dolor de ciática.

El dolor en el nervio ciático puede sentirse desde la parte baja de la espalda y extenderse por las nalgas, la parte de atrás de los muslos, hasta las rodillas y los pies, debido a que el nervio se ramifica desde la zona lumbar hasta estas extremidades.

6 consejos para combatir el dolor de espalda mientras trabajas desde casa
Algunas de las causas del dolor del nervio ciático pueden ser la presencia de una hernia discal, tumores en la columna, estenosis raquídea (estrechamiento de la columna) o síndrome piriforme (un problema muscular).

"El tipo de dolor puede darnos información sobre su origen", dice el doctor Delmas Bolin, profesor de Medicina Deportiva y Familiar del Edward Via College de Medicina Osteopática, a BBC Mundo.

Pero "pasar mucho tiempo sentado, especialmente en una posición estática, ejerce más presión sobre la zona lumbar y, específicamente, sobre los discos lumbares. Una mayor presión sobre estos discos con el tiempo puede llevar a que los discos se abulten y/o se hernien, lo que luego puede presionar el nervio ciático", explicó el doctor Kenneth Mautner, profesor de Medicina Física de la Universidad de Emory, a BBC Mundo.

Mautner señala que "mantener un tronco fuerte es la mejor manera de prevenir problemas de ciática", pero una vez que los tienes, existen decenas de ejercicios que pueden ayudarte a resolverlos.

Pero también hay ejercicios para aliviar el dolor de ciática, ya sea causado por el síndrome piriforme o algún otro problema en la columna. Estos pueden incluir poses de yoga como la del "gato-vaca", ejercicios de estabilización del tronco o estiramientos del músculo piriforme.

"Si me muevo me va a doler más": cuatro mitos sobre qué hacer y qué no hacer con el dolor de espalda Aquí te presentamos algunos, aunque debes recordar que antes de nada debes consultar a un especialista para determinar la causa del dolor del nervio ciático y la mejor terapia para tratarlo.

1. Estiramiento del piriforme en una silla
El doctor Bolin recomienda este y otros ejercicios detallados por el Hospital OrthoIndy, de EE.UU., para aliviar el síndrome del piriforme, que puede ser una de las causas del dolor del nervio ciático.

Para más información también puedes visitar la página www.orthoindy.com (en inglés). Para esta actividad, deberás sentarte en una silla y colocar un tobillo sobre la rodilla de la otra pierna.

A continuación, manteniendo la espalda recta, usa los brazos para acercar la rodilla hacia el hombro opuesto y mantén la postura durante cinco segundos, indica OrthoIndy. Trata de repetir el ejercicio cinco veces.

2. Estiramiento del piriforme echado de espaldas 
Echado de espaldas con las piernas dobladas y los pies sobre el suelo, coloca tu tobillo sobre la rodilla opuesta (igual que hiciste en la silla).

Trata de repetir este ejercicio todos los días. Suavemente, usa la rodilla para empujar tu tobillo hacia el tronco, con ayuda de tus manos.

OrthoIndy recomienda mantener la postura por 15 segundos y repetirla cinco veces al día.

El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés) también recomienda este ejercicio en una guía para el síndrome del piriforme, y sugiere apoyar la cabeza sobre un libro o una almohada delgada al momento de ejecutarlo.

3. Rodilla al pecho
Este ejercicio es "bueno para la salud general de la espalda y pueden ayudar con la ciática", dice el doctor David Schwartz, cirujano de la columna del Hospital OrthoIndy, a BBC Mundo. Pero advierte también que "pueden empeorarla", si es que hay una hernia discal.

Para realizar este ejercicio según recomienda el NHS, échate de espaldas con la cabeza apoyada sobre un libro o una almohada delgada, dobla las rodillas y apoya los pies en el suelo, a la altura de las caderas. 

Puedes hacer este ejercicio con las rodillas juntas o una por una, dejando la otra pierna doblada y apoyada en el pie sobre el suelo. Usando las dos manos, acerca una de tus rodillas hacia el pecho y mantén la posición entre 20 y 30 segundos por cada rodilla.

Puedes repetir el ejercicio tres veces con cada rodilla, o con las rodillas juntas al mismo tiempo.

En vez de mantener la rodilla estática cerca del pecho, puedes acercarla y alejarla del pecho unas 10 veces con las manos. Esta variación puede ayudar con la ciática causada por estenosis espinal, según dice la fisioterapeuta Sammy Margo en una guía de ejercicios para la ciática del NHS.

4. Mover las rodillas juntas de un lado a otro 
Échate de espaldas, dobla las rodillas y coloca los pies juntos sobre el suelo. A continuación, mueve las rodillas juntas de un lado del tronco hacia el otro.

Este ejercicio sirve "para movilizar la espalda baja, que es de donde sale el nervio ciático", detalla Margo en la guía de ejercicios del NHS para la ciática.

Este movimiento ayuda con el dolor del nervio causado por el síndrome del piriforme, estenosis espinal y enfermedad degenerativa de los discos, de acuerdo al NHS.

5. Puente
Échate de espaldas y dobla las piernas, apoyando los pies en el suelo.

Este ejercicio puede ayudarte con el síndrome del piriforme. Luego, eleva las caderas lentamente hasta formar un "puente" con el tronco.

Completa tres series de 10 repeticiones de este ejercicio, que servirá para aliviar la inflamación en el músculo piriforme, según sugiere OrthoIndy.

El NHS de Reino Unido también recomienda este ejercicio cuando el dolor del nervio ciático es causado por una enfermedad degenerativa de los discos de la columna.

El doctor Schwartz le dijo a BBC Mundo que este ejercicio ayuda a fortalecer el tronco, que es una de las maneras de prevenir la ciática.

6. Estiramiento de los isquiotibiales 
Los isquiotibiales son un grupo de músculos ubicados en la parte posterior del muslo, desde los glúteos a las rodillas.

Si no puedes elevar la pierna tan alto, no te preocupes. Levántala y estira el tronco hasta donde el cuerpo te lo permita. Para estirarlos, párate y apoya un pie en una superficie estable, como un banco o una silla, manteniendo la pierna estirada.

Inclina el tronco hacia la pierna, pero sin arquear la espalda.

Mantén la postura por entre 20 y 30 segundos y repítela dos o tres veces por cada pierna, según recomienda el NHS.

"Los ejercicios que estiran los isquiotibiales generalmente son útiles para mejorar el funcionamiento del área y reducir el riesgo de exacerbaciones de la ciática", dijo el doctor Jeffrey N. Katz, profesor de Medicina y Cirugía Ortopédica de la Escuela Médica de Harvard, a BBC Mundo.

Sin embargo, el doctor Schwartz, de OrthoIndy, advierte que estas actividades en algunos casos pueden irritar el nervio ciático.

7. Extensión de la espalda
Échate boca abajo, apóyate en los antebrazos, con las palmas de las manos sobre el suelo, y arquea la espalda hacia atrás.

El NHS recomienda mantener la posición por cinco o 10 segundos y repetirla entre ocho y 10 veces. Los codos deben quedar a la altura de las costillas, pegados a estas, y debes mantener el cuello recto, sin inclinarlo hacia atrás.

El NHS recomienda mantener la posición por cinco o 10 segundos y repetirla entre ocho y 10 veces.

Esta pose "crea una extensión espinal que ayuda a empujar el material de los discos (que pueden estar comprimiendo el nervio) hacia el centro y reduce el dolor", según una guía de ejercicios publicada por el fisioterapeuta Brandon Smith y la quiropráctica Shaina McQuilkie en la web Back Intelligence y enviada a BBC Mundo.

8. Gato-vaca
Debido a que el dolor del nervio ciático empeora al estar sentado o doblado hacia adelante, "uno de los principales tratamientos consiste en trabajar ejercicios de extensión", dice el doctor Mautner a BBC Mundo.

Este ejercicio ayuda en la estabilización de la zona lumbar. Estos ejercicios incluyen poses como la de "gato-vaca", que se ve en la imagen, o también conocida como "gato-camello".

La pose está en el grupo de ejercicios para la "estabilización de la zona lumbar y que se usan después de unas seis semanas del inicio de la ciática", dijo el doctor Brett Freedman, de la Clínica Mayo, a BBC Mundo.

Según el Hospital OrthoIndy, este estiramiento no solo "alivia el estrés o el dolor de la espalda baja y la ciática", sino que también "fortalece la columna".

Para ejecutarlo, apóyate en los brazos y piernas (como en cuatro patas), arquea tu columna hacia arriba, con la cabeza inclinada hacia abajo.

Luego, arquea la columna hacia abajo, con la cabeza mirando hacia arriba. Alterna ambos movimientos.

Fuente:

viernes, 11 de septiembre de 2020

Vida


Foto: Mariposa, Md. Al Amin

Podemos señalar más o menos con facilidad algo que está vivo, pero no es tan sencillo definir la vida. El agua, el aire, la tierra y el fuego son parte de la vida y la constituyen pero no son vida.

Mirada desde nuestro ombligo, la vida es el período que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Mirada en su conjunto, es una tremenda e increíble rareza que dura ya unos 3.800 millones de años.

Maturana y Varela dicen que podemos saber que algo está vivo cuando es capaz de crear, reparar, mantener y modificar su propia estructura tomando sustancias del medio y expulsando lo que le sobra. Esa característica recibe el nombre de autopoiesis, que quiere decir auto-producción. La autopoiesis es la propiedad básica y distintiva de los seres vivos. Cuando no la cumplen es porque están muertos.

La vida surgió en la Tierra hace unos 3.800 millones de años. Primero aparecieron microorganismos anaerobios, que no necesitaban oxígeno. Unos mil millones de años después, aparecieron las cianobacterias que tenían la capacidad de utilizar la luz del sol para su nutrición y producían como residuo el oxígeno. Poco a poco, estas bacterias fueron cambiando la composición del aire, el agua y de la tierra.

La biota –conjunto de los seres vivos– fue creando las condiciones adecuadas para que se dé la vida en la Tierra tal y como la conocemos hoy. Coevoluciona y regula el ambiente. Con estas premisas, James Lovelock y Lynn Margulis formularon la Hipótesis Gaia. A partir de ella, ambos pusieron de manifiesto que lo que la ciencia solía tratar por separado, los seres vivos, los océanos, la atmósfera, el clima, los suelos…, formaba una realidad indivisible.

La vida en su conjunto es un sistema complejo que se autoconstruye y autorregula a partir de intercambios químicos y señales térmicas. Juntos, dice Marcos de Castro, el ambiente y los seres vivos, componen un sistema global que funciona como si se tratase de una entidad viva.

Gaia sería el sistema ecológico global que funciona orgánicamente, integrando a los seres vivientes, las relaciones entre ellos y de ellos con la tierra, el agua y el aire, a partir del “fuego” del sol. Se autorregula mediante una serie de complejos ciclos interdependientes entre sí –agua, carbono, fósforo, nitrógeno…– que funcionan con diferentes ritmos (desde segundos a millones de años) y a diferentes escalas espaciales (microscópicas, regionales o globales).

El sol es el motor de la vida. Es una estrella que se formó hace aproximadamente 4.600 millones de años. Técnicamente, es una enana amarilla, y seguirá siéndolo más o menos otros 5.000 millones más. Después, se convertirá en una gigante roja y engullirá las órbitas actuales de Mercurio, Venus y la Tierra.

La Tierra y la vida giran alrededor del Sol. Este movimiento organiza el tiempo y el calendario de los seres vivos. Su energía sustenta a casi todas las formas de vida concretas y hace que funcione el sistema en su conjunto.

Si el Sol es la energía, la fotosíntesis es la tecnología básica de lo vivo. A mí, me flipa la fotosíntesis. Es alucinante que en aquella sopa primigenia de células en interacción, de repente, algunas comenzasen a convertir la luz del sol y los minerales muertos en un cuerpo vivo, a la vez que expulsaban, como residuo, el oxígeno a la atmósfera.

Yo, atea, me imagino así la química de la resurrección. En un suelo, la materia orgánica procedente de seres vivos muertos es convertida por los microorganismos en minerales inertes. Y las plantas que fotosintetizan vuelven a convertir lo muerto en cuerpo vivo… Faltan, me parece a mí, muchos poemas sobre la fotosíntesis.

La vida se organiza en red. Los productores primarios fabrican su propio cuerpo que sirve de alimento a los seres herbívoros, que a su vez son la comida de los carnívoros. Los descomponedores se nutren de la muerte de todos los anteriores. Las relaciones entre productores, consumidores (herbívoros y carnívoros) y descomponedores regulan los ciclos en los que se recicla la materia. Van transfiriendo unos a otros la energía del sol, que solo puede ser capturada por los productores primarios. En cada traspaso de energía, se pierde la mayor parte de la misma.

Todos, absolutamente todos los seres, son comidos, vivos o muertos, por otros seres vivos. Podemos estar seguros de que cada partícula que compone la materia de nuestro cuerpo fue antes flor, piedra, arado, lápiz, escarabajo, cañón o mariposa.

Nos cuenta Lynn Margulis que la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron e hicieron más complejas asociándose a otras, no matándolas.

Las células eucariotas –las células más complejas– se formaron a partir de la unión simbiótica entre células procariotas. Los animales y plantas estamos compuestos de células eucariotas, así que, si no se hubiese dado esa unión, la vida probablemente estaría formada sólo por un conglomerado de bacterias.

Lynn Margulis formuló la teoría de la simbiogénesis, que defiende que son las relaciones simbióticas, en mayor medida que las mutaciones genéticas al azar, las responsables de los mayores cambios evolutivos.

La cooperación ha sido una estrategia adaptativa también para muchas especies. Aves que comparten, licaones que cuidan de la prole en común, vampiros de Azada que se donan sangre, palomas torcaces que cazan en bandadas, bonobos que se organizan en sociedades matriarcales pacíficas y usan el sexo para resolver conflictos, aves que se alimentan de los parásitos de algunos mamíferos…

Nosotros mismos, los humanos, estamos habitados por millones de bacterias que cooperan con nosotros. En el trayecto que va desde la boca hasta el ano, en la piel, la nariz, oídos, la vejiga, los conductos urinarios y en la vagina, viven microorganismos que nos echan una mano con la digestión y otras funciones vitales. A cambio, nuestro cuerpo les proporcione hábitat y alimento.

Por supuesto que en la naturaleza se dan relaciones de competencia y lucha encarnizada, pero las relaciones de simbiosis y cooperación son centrales para que la vida se mantenga. Si la literatura científica ha destacado tanto lo de la supervivencia del más fuerte, probablemente ha sido porque son interpretaciones que encajan mejor con una organización social que naturaliza y legitima la competencia y la explotación de todo lo vivo por parte de quien más poder tiene. Quizás, también por eso las redes tróficas hayan sido dibujadas en forma de pirámide, con el ser humano en la cúspide y no en forma de red.

Le preguntaban a Lynn Margulis en una ocasión por qué la simbiogénesis generaba tantas resistencias. Ella contestó riendo que, a muchos, pensar la evolución en términos de cooperación les resultaba femenino de más…

La diversidad es otro pilar de lo vivo. Hay seres unicelulares y otros formados por millones de células interdependientes; los hay que fabrican su propio alimento, mientras que otros lo consiguen en el entorno; pueden respirar oxígeno o envenenarse con él. Unos vuelan, nadan, saltan, van en silla de ruedas o caminan, y otros no se mueven del sitio en el que nacen. Unos se se reproducen mediante el sexo y otros no… La biodiversidad es casi inabarcable a escala humana.

¿Cómo se mantiene Gaia?
Las condiciones vitales se ven constantemente perturbadas por múltiples variables. El proceso que hace que los seres vivos y las relaciones entre ellos y con el medio se mantengan más o menos constantes, se llama homeostasis. Existen mecanismos de realimentación negativa que detecten las perturbaciones y actúan minimizando y amortiguando los cambios, de forma que el conjunto se estabilice volviendo a su situación de equilibrio inicial. Los mares y océanos, por ejemplo, absorben la mayor parte del exceso de calor y la mayor parte del dióxido de carbono procedente de la combustión de las energías fósiles, “tratando” de reestablecer los equilibrios climáticos previos y aminorando la tendencia al calentamiento que causaba la concentración mayor de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, si la perturbación es muy grande, los mecanismos de realimentación negativa dejan de funcionar y se disparan otros de realimentación positiva, que agrandan los efectos de la perturbación, alejando mucho más el conjunto del sistema del equilibrio. Un ejemplo son las emisiones de metano que deja escapar el permafrost cuando se descongela a causa del calentamiento global, que aumentan la concentración del gases de efecto invernadero y amplifican el calentamiento.

Cuando las perturbaciones sobrepasan un cierto umbral, pueden originarse una serie de cambios drásticos y en cadena, que, a partir de un momento, denominado punto de bifurcación, conducen a la desorganización y colapso del equilibrio inicial y a la configuración de una nueva situación impredecible, y en la que el azar determina el resultado final.

Kaufmann dice, por ello, que la vida se desenvuelve entre la estructura y la sorpresa. Lo de sorpresa siempre suena sugerente pero cuando nos estamos refiriendo a forzar el cambio de las variables biofísicas a la que nuestra especie está adaptada, la novedades resultan inquietantes.

La vida que prosperó y se ha mantenido en la Tierra durante los últimos miles de millones de años es solar, cíclica, diversa, interconectada y cooperativa.

Los seres humanos somos unos recién llegados a esta aventura planetaria. Cada especie suele durar, de media, unos cinco millones de años y luego desaparece. La nuestra lleva en Gaia unos 200.000 y, nos lo vamos a tener que currar mucho, para alcanzar la esperanza de vida media de otras especies.

La civilización industrial es energívora, petrodependiente, vertiginosa, extractivista, homogeneizadora, generadora de residuos inabarcables y competitiva. La cultura capitalista ha construido una “normalidad” que se da de bruces con la realidad que sostiene la vida. La economía hegemónica es ecológicamente analfabeta y las subjetividades e imaginarios que promueve discurren divorciados de la realidad material del planeta. A las personas que vivimos dentro la burbuja del progreso se nos ha olvidado que somos una especie viva.

Aunque la ciencia nos explica que el universo, la naturaleza y nuestros cuerpos no se comportan como el gran reloj que enunció Newton a finales del XVII, nuestra civilización sigue actuando como si los territorios fuesen sólo almacenes y vertederos a disposición de la parte privilegiada de la humanidad, como si las vacas fuesen máquinas que convierten hierba en carne, los ríos tuberías de agua y la gente mano de obra. Miramos la naturaleza desde arriba y desde fuera, como si fuese una máquina inerte y previsible.

Se pregona que la libertad llega después de superar el reino de la necesidad, pero la necesidad en los seres autopoiéticos y necesitados de cuidados no se supera nunca. Tenemos que aprender a vivir libres sabiéndonos inherentemente eco e interdependientes.

El Progreso, sin embargo, se ha construido sobre la fantasía del despegue prometeico de la naturaleza y de los cuerpos. La negación de nuestra condición de seres de la tierra, vulnerables, y uno a uno finitos, es solo una gran ilusión que termina modificando irreversiblemente el ambiente del que depende su propia supervivencia.

Después de aplicar durante décadas a la naturaleza viva la lógica de las cosas muertas, caemos del guindo. Calentamiento global, pérdida de biodiversidad, superación de la biocapacidad de la tierra, contaminación de suelos, aire y agua, zoonosis, proliferación de enfermedades, pandemias, desigualdades, feminicidios, explotación, expulsiones… El desarrollo en carne viva.

Después de un par de siglos, y sobre todo los últimos decenios, actuando como si la organización material de la vida humana flotase por encima de la tierra y de los cuerpos, se produce un fuerte encontronazo entre lo geopolítico y lo geofísico y se desmorona la base fundamental de la episteme moderna: la falsa distinción entre el orden de lo natural y el de los seres humanos.

Isabelle Stengers se refiere a este momento como la intrusión de Gaia.

Todo cambia, aunque no queramos verlo, a partir de que la emergencia planetaria emerja como sujeto histórico, sin intencionalidad ni finalidad, pero con agencia, interviniendo en todo lo político. Si bien no tiene sentido politizar la ecología, es imprescindible ecologizar la política. Siempre debió ser así. Si los seres de la tierra desconectados de la misma tierra organizan el aire, el agua o el resto de la vida, lo desbaratan todo.

La justicia o el derecho ya no se pueden pensar sin tener en cuenta la irreversible intrusión de Gaia. La mayor habilidad de los negacionistas con poder es hacer creer a la gente que no existe. Mientras, se adaptan ventajosamente a lo que está por venir, desahuciando enormes jirones de vida, también humana. Quienes soñamos con que mañana sea un mundo habitable para todas, tenemos el reto de no eludir esa realidad y tratar incansablemente de salvar la distancia brutal que hay hoy entre el conocimiento científico y la impotencia política.

Se llama magufos a quienes propagan discursos contrarios a la ciencia que no pueden demostrar su validez. Creo que muchas de las visiones de la economía convencional son puras magufadas. La economía se ha convertido en una verdadera religión civil que exige sacrificios humanos, vegetales, animales y minerales y niegan el futuro a la mayor parte de los seres humanos. La vida empezó en una sopa primigenia, pero como dice Naredo, una economía que ha cortado el cordón umbilical con la tierra, la convierte prematuramente en un puré crepuscular.

En psiquiatría y psicología, el delirio es una creencia que se vive con una profunda convicción a pesar de que la evidencia demuestre lo contrario. Creo que se puede decir que la economía convencional es un delirio. Se empecina en crecer indefinidamente sobre una base física que tiene límites. Apostata de la ciencia. No recula ni reconoce fracaso, a pesar de que esté causando un ecocidio vertiginoso y no haya podido cumplir sus propias promesas de bienestar generalizado.

Es un delirio en guerra con la vida.

No hay ningún organismo vivo en estado libre que no dependa de otros y de su entorno. Son muy pocos los que pueden vivir con el privilegio de ignorarlo, pero este sujeto termina erigiéndose como sujeto universal y tiene el poder de definir la economía, la política, o la cultura…

Son mayoritariamente mujeres –no por esencia, sino por imposición, otros territorios, otros pueblos y otras especies, el conjunto de la vida, en definitiva, quienes soportan las consecuencias ecológicas, sociales y cotidianas de esa supuesta independencia.

No es más que una forma de parasitismo que estruja otras vidas, el suelo, agua y aire, concibiéndolos como algo exterior, subordinado e instrumental que violenta la naturaleza, violenta nuestro cuerpo y el de otros.

La violencia es el negativo de la ternura.
Hemos escuchado mucho en estos tiempos de pandemia que la especie humana es lo peor, que es una plaga, un virus. Yo no lo creo. Los seres humanos son capaces de lo peor y de lo mejor. Guerrean pero también cooperan. Inventaron la bomba atómica pero también la música, la poesía y, a veces, hacen de las caricias un arte.

No somos cada uno de nosotros las células cancerosas: es el comportamiento colectivo que ha generado una civilización patriarcal, capitalista y colonial, la que ha resultado ecocida e injusta. No nos encontramos ante el suicidio de la humanidad sino ante el asesinato de mucha vida a manos de una parte de la humanidad. Es verdad que todas las personas tenemos responsabilidad –y por tanto capacidad de cambiar–, pero son responsabilidades asimétricas. Como decía Silvio Rodríguez, la orden de fuego la dan disidentes de la gente, del sueño y de la vida que no sea virtual.

La vida es una cuestión de relaciones.
Dice Franz De Waal en La edad de la empatía que, salvo un pequeño porcentaje de psicópatas, nadie es emocionalmente inmune al estado de otras personas. La selección natural diseñó nuestro cerebro para que estemos en sintonía con otros cerebros, nos disguste su disgusto y nos complazca su placer. Empatía con todo lo vivo. Con frecuencia nos dicen “preferís los animales a las personas”. De verdad, no es incompatible querer a las personas y también a los animales, a las espigas, a los montes, a los árboles, y al agua…

Sé que el conocimiento, el sabernos vida en sí mismo, no desemboca necesariamente en acción. Igual que tener experiencia de clase no genera automáticamente conciencia de clase, el sabernos parte de una red viva, en sí mismo, no genera conciencia de especie o de pertenencia a la tierra. Pero sin ser condición suficiente, creo que es condición necesaria. El analfabetismo ecológico, más intenso cuanto más especializada es la formación, es un enorme obstáculo para recomponer lazos rotos con la naturaleza y entre las personas.

Cualquier persona debería tener el derecho y la obligación de conocer qué es lo que le permite existir: el sol como motor de la vida, los bosques como pulmones del planeta y bibliotecas de diversidad, la fotosíntesis como “tecnología” central para la existencia, las bacterias,… La autoorganización y la cooperación como estrategias de adaptación y supervivencia, el funcionamiento cíclico en red en todo lo vivo, la existencia de límites, el trabajo de cuidados como una cuestión imprescindible que exige corresponsabilidad.

Enfrentar la crisis ecosocial va a exigir que superemos la fantasía de la individualidad y estimulemos una imaginación, bien asentada en la tierra, los cuerpos y sus necesidades. Una imaginación que nos permita mirar el capitalismo desde fuera, aunque estemos dentro. Este “afuera” puede ser Gaia, como un punto excéntrico desde el que torcer el brazo del dinero. Desde ahí podemos construir una Nueva Cultura de la Tierra.

Podemos, como recuerda Viveiro de Castro, aprender también de los pueblos que nunca fueron modernos porque nunca tuvieron una naturaleza externa y ajena y por tanto no la perdieron ni necesitaron librarse de ella.

Exigirá estimular pedagogías, racionalidades y emociones que favorezcan relaciones simbióticas centradas en la suficiencia y el reparto; que hagan de lo común y el cuidado un principio político y que involucren a todas las personas, tanto en el terreno de los derechos como en el de las obligaciones. Algo parecido a la razón poética de María Zambrano.

La clave es construir comunidad con conciencia de clase, de especie y sentido de pertenencia a la vida.

A fin de cuentas, como dice Galeano, “venimos de un huevo más chico que una cabeza de alfiler, y habitamos una piedra cubierta de agua y rodeada por aire que gira en torno al fuego de una estrella enana amarilla. Hemos sido hechos de luz, de tierra, además de carbono, hidrógeno y mierda y muerte y otras cosas, y al fin y al cabo estamos aquí desde que la belleza del universo necesitó que alguien la viera”.

Yayo Herrero es activista y ecofeminista. Antropóloga, ingeniera técnica agrícola y diplomada en Educación Social. 

Fuente:
https://ctxt.es/es/20200801/Firmas/33195/vida-yayo-herrero-naturaleza-pandemia-crisis-ser-humano-ecologia.htm

jueves, 10 de septiembre de 2020

Vacunas: cómo una ordeñadora de vacas le dio a Edward Jenner la clave para descubrir la vacuna contra la viruela (y lo convirtió en el médico más famoso del mundo)

La viruela fue uno de los más grandes flagelos de la humanidad. Se estima que 300 millones de personas murieron a causa de la viruela en el siglo XX solamente.


La virulenta enfermedad, que mata a un tercio de los que infecta, ha coexistido con seres humanos durante miles de años.

Quienes se salvaban quedaban con profundas marcas en la tez. La viruela también causaba ceguera.

A medida que la población mundial crecía y los viajes aumentaban, el virus aprovechaba cada oportunidad para colonizar el mundo.

Por todas partes
La primera evidencia física de la viruela son los rastros de la erupción de pústulas en el cuerpo momificado del faraón Ramsés V de Egipto, que murió en 1157 a.C.

Los comerciantes llevaron la enfermedad de Egipto a India durante el primer milenio a.C. Desde allí pasó a arrasar en China en el siglo I d.C. y llegó a Japón en el siglo VI.

Los cruzados que regresaban proporcionaron una manera de que la viruela se extendiera por Europa en los siglos XI y XII.

La viruela fue particularmente exitosa en poblaciones originarias.


Derechos de autor de la imagen DOMINO PÚBLICO Image caption 
Dibujo que muestra nahuas con viruela de la Historia general de las cosas de Nueva España, el compendio de información sobre los aztecas y los nahuas hecho por el fraile Bernardino de Sahagún.

Los españoles deben gran parte de su éxito en la conquista en el siglo XVI de los aztecas en México y los incas en Perú a la viruela.

A diferencia de los conquistadores, los indígenas no tenían inmunidad a la enfermedad, nunca antes la habían encontrado y un gran número de ellos perecieron.

Un siglo después, las poblaciones indígenas que vivían más en lo que luego sería Estados Unidos y Canadá sufrieron una devastación similar.

En el siglo XVIII la viruela diezmó a los aborígenes cuando llegó a Australia, la última esquina del mundo que hasta entonces se había escapado de sus estragos.

El método anterior a la vacuna
No sorprende que se hubieran tratado de encontrar maneras de prevenir la enfermedad.


En China crearon un tratamiento conocido como variolización hace unos mil años que luego se extendió hacia occidente llegando a varios países del Medio Oriente y África.

Había varias versiones pero la idea era la misma: darle una dosis del virus a una persona sana con la esperanza de que se enfermara levemente y quedara inmune.

En algunos lugares, le ponían a los sanos ropa de enfermos, impregnada con pus. Otros soplaban por la nariz pedazos de las costras de las pústulas de los enfermos a personas sanas.

En lugares como Turquía, hacían una incisión en la piel de la persona que quería prevenir la enfermedad y le echaban directamente la materia que emanaba de las llagas de los enfermos.

Ese fue el método que aprendió la esposa del embajador de Inglaterra en Constantinopla, Lady Mary Wortley Montague y lo llevó a Reino Unido en 1720. Así se extendió por toda Europa.

Aunque la variolización salvó muchas vidas, el problema era que la persona se podía enfermar gravemente si la pus que inoculaban era de una pústula joven, propagando aún más al enfermedad.

Además, como era de humano a humano, con la variolización se podían transmitir otras enfermedades, como sífilis.

Lo que dijo la ordeñadora 


Fue en ese mismo siglo en el que la viruela llegó a Australia y la variolización a Europa que un practicante de medicina en la Inglaterra rural encontró la senda que lo llevaría a la cura para esa enfermedad que mataba más que todo a niños.

Cuando estaba haciendo sus prácticas médicas lejos de su hogar, Edward Jenner (1749-1823) atendió a una chica que lo consultó sobre unos granos que tenía en la piel.

Ella trabajaba como ordeñadora y le dijo casualmente: "Sé que no es viruela pues ya me dio viruela bovina".

Esas pocas palabras hicieron que Jenner recordara que en la región de la que él venía también se decía que quienes contraían viruela bovina al ordeñar vacas quedaban inmunes a la viruela.

La viruela bovina no era grave: nadie moría de eso.

James, Sarah y Blossom
En 1775, Jenner empezó un minucioso estudio sobre la relación entre la viruela bovina y la de humanos. después de experimentar con animales descubrió que si tomaba un extracto de una llaga de viruela bovina y se la inyectaba a un ser humano, esa persona quedaba protegida contra la viruela.


Sarah se había contagiado de viruela bovina ordeñando a su vaca Blossom.
En 1796, inoculó a su primer paciente humano, James Phipps, un niño de 8 años, con materia tomada de la mano de una ordeñadora llamada Sarah Nelmes a quien su vaca Blossom la había contagiado de viruela bovina.

James contrajo viruela bovina.
Unos días después, inoculó al niño con gérmenes de viruela. Como anticipó, el niño no se enfermó de la versión humana de viruela.


La inoculación con el virus de viruela bovina había producido un grado de protección definitivo contra la viruela.

En 1797 presentó el estudio ante la Royal Society describiendo su experimento. Jenner no podía explicar la razón por la que el método era efectivo, pues aún no se podía ver el virus con los microscopios de la época.

La respuesta de los científicos fue que sus ideas eran demasiado revolucionarias y que necesitaba presentar más pruebas.

No hay problema
Impávido, Jenner experimentó con varios otros niños, incluyendo su propio hijo de 11 meses.

En 1798 publicó su investigación en 1798, en la que acuñó el término "vacuna", del latin "vacca" (vaca).

Lo que vino no fue gloria sino burlas.
Sus críticos, especialmente el clérigo, denunciaron que era repugnante e impío inocular a alguien con material de un animal enfermo.

Esta caricatura satírica de 1802 muestra al doctor Edward Jenner en el hospital de St Pancras de Londres e ilustra el miedo y el escepticismo inicial de muchos sobre la perspectiva de ser inoculados con viruela bovina para protegerse de una enfermedad mucho más seria.


No obstante, las ventajas obvias de la vacunación y la protección que proveía ganó la partida y la práctica se generalizó.

Y también sobre eso hubo una caricatura, en la que se ve a Jenner como el "Preservador de la raza humana" y a sus detractores vencidos:


El principio de la vacuna de Jenner es el mismo de hoy en día, aunque el método es más simple y efectivo.

El doctor más famoso del mundo
Jenner escribió un libro sobre su descubrimiento.

Doctores de todo el mundo estaban interesados y Jenner les mandó muestras de la vacuna.

Se volvió tremendamente famoso. Reyes y emperadores le mandaban regalos; el Parlamento británico le dio una suma de dinero para agradecerle por su trabajo.


Aunque se volvió rico, siguió su vida tranquila en la misma casa de siempre en Berkeley y continuó trabajando como médico rural, atendiendo a ricos y pobres.

A los últimos, los vacunaba gratis en una cabaña pequeña que tenía en su jardín. En un sólo día, en 1800, vacunó a casi 200 personas.

La vacunación, más que un remedio, era prevención, una de las armas más valiosas de la medicina. 


Durante la guerra entre Reino Unido y Francia, Jenner le pidió al emperador Napoleón que liberara a algunos prisioneros... y Napoleón lo hizo, diciendo que no le podía negar nada a Jenner.

Era todo un héroe. Cuando murió en 1823, uno de sus amigos dijo que nunca había conocido a "un hombre con un corazón más cálido".

Resulta demasiado evidente para admitir controversia que la aniquilación de la viruela, la peor amenaza mortal para la especie humana, será el resultado final de esta práctica"

Edward Jenner en 1801. 180 años más tarde, sus deseos se cumplieron. 

La viruela sobrevivió por muchos años después de la muerte de Jenner. La vacuna fue mejorada por científicos como Louis Pasteur. Una campaña mundial de vacunación redujo año tras año los casos hasta que en 1980 la Organización Mundial de la Salud declaró que el mundo estaba libre de viruela.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-40720048

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Maurice Hilleman, el gigante de la medicina que fue el creador de vacunas más rápido de la historia

La pandemia de covid-19 nos ha llevado a preguntarnos: ¿cuánto tiempo lleva crear una vacuna?

No hay una respuesta correcta, pero sabemos que la que más rápido se ha desarrollado hasta ahora fue obra de un hombre del que probablemente nunca hayas oído hablar, a pesar de ser una inspiración para los fabricantes de vacunas de hoy.

El doctor Maurice Hilleman creó 40 vacunas animales y humanas y, de las 14 que se le administran habitualmente a los niños, nueve fueron creadas o desarrolladas por él.

Hilleman era un personaje duro e impulsivo, conocido por su mente brillante, su lealtad a su equipo y su lenguaje vulgar. Su amigo, el doctor Antony Fauci, lo describía como "un gruñón adorable".

Pero también era un padre cariñoso y fue su hija Jeryl Lynn, quien, cuando tenía 5 años, lo ayudó, sin intención, a desarrollar en tiempo récord su vacuna contra las paperas.

"Mi padre tenía una lista de enfermedades que sentía que debían abordarse", le contó a la BBC.

Con la muerte cerca
Había nacido en 1919 durante la pandemia de gripe española, en la zona rural de Montana, Estados Unidos.

"Era el más joven de nueve hijos. Su madre y su hermana gemela murieron al nacer. Él mismo apenas logró sobrevivir ese período de infancia recién nacido", señala su hija.

"Lo crió su tía y tío que vivían al lado. La familia era muy pobre. Tuvieron que lidiar con climas muy difíciles, períodos de sequía, inundaciones, frío extremo. Uno de sus hermanos murió de apendicitis".

"La mortalidad estaba constantemente a su alrededor, y pienso que eso creó parte del impulso y el deseo de ser útil que mantuvo a lo largo de su vida".

Primeras vacunas
El primer trabajo de Hilleman fue en los grandes almacenes locales. Pero sus hermanos lo persuadieron para postularse a la Universidad Estatal de Montana. Y tras graduarse en microbiología con las mejores calificaciones de su año, se mudó a Chicago para estudiar un doctorado.

"Eso era muy raro en ese momento en su área. Estaba becado pero no tenía dinero. Su dieta consistía en un hot dog al día", dice Jeryl Lynn.

Su tesis doctoral fue innovadora. En 1944, con solo 25 años, Hilleman demostró que la clamidia no era un virus sino una bacteria que podía tratarse con antibióticos.

Rechazó una carrera en la academia para trabajar para una compañía farmacéutica y el ejército estadounidense.

Desarrolló una vacuna para la encefalitis japonesa, un virus que causa daño cerebral. Y mostró cómo los virus de la gripe mutan cada año, previniendo una pandemia al actualizar una vacuna.

En vez de cariño, conocimiento
Para cuando nació su hija Jeryl Lynn, Hilleman ya había ayudado a salvar millones de vidas.

"Mientras crecía y realmente durante la mayor parte de su vida, mi padre trabajaba para Merck, la gran compañía farmacéutica, y podía contar con que él estuviera en casa para cenar todas las noches.

"Teníamos conversaciones agradables durante la cena y luego lavábamos los platos y él se iba a su estudio; yo entraba y salía de allí todo el tiempo y él siempre se detenía y tomaba tiempo para mí, ¡pero seguía trabajando!"

En 1963, cuando tenía cinco años, Jeryl Lynn se despertó en medio de la noche pues no se sentía bien.

Describió lo que sentía y, para su sorpresa, Hilleman no hizo lo que ella esperaba.

"En vez de, no sé, darme un vaso de agua y volver a meterme en la cama con cariño, sacó el manual de Merck, un compendio excelente sobre enfermedades para buscar los síntomas de las enfermedades".

Después de acostarla, Hilleman se puso en acción.

"Salió corriendo al laboratorio en medio de la noche y regresó a casa con un hisopo y una placa de Petri".

Paso seguido, tomó una muestra de la mucosidad en la garganta.

Las paperas indicadas
Estaba seguro de que Jeryl Lynn tenía paperas. Lo que no sabía era cuál cepa. Algunas formas de paperas son relativamente inofensivas. Otras infectan el cerebro y la médula espinal, causando meningitis e incluso pérdida de audición.

"Fue afortunado o fortuito que este hombre, probablemente el mayor creador de vacunas del mundo, tuviera una hija que resultó infectada por una cepa de paperas que no era particularmente probable que infectara el cerebro y la médula espinal, de modo que cuando hizo la vacuna terminó siendo notablemente segura", le dijo a la BBC Paul Offit es profesor de pediatría y vacunología en la Universidad de Pensilvania.

"Yo solía bromear diciendo que era una prueba de cuán buena hija era que incluso logré enfermarme de la manera correcta, pues el virus tenía las propiedades que querían. Creció en la placa Petri y cumplió con sus especificaciones", cuenta Jeryl Lynn.

Debido a que Hilleman trabajaba en la industria, tenía los recursos para desarrollar, probar y producir en masa la vacuna.

"Se involucró apasionadamente en todo el proceso. Hay mucha coordinación para poder entregarle una vacuna a los médicos, y mi padre dirigió el proyecto hasta el final".

En un dos por tres
En los años 60, los ensayos clínicos eran más pequeños y rápidos, con menos regulación. El virus fue probado en 1966 y aprobado un año después. Es decir, el proceso duró 4 años.

A la cepa del virus utilizada en la vacuna le pusieron el nombre de Jeryl Lynn y su hermanita Kirsten fue una de las primeras en ser inoculadas.

Hilleman combinó su vacuna contra las paperas con las que desarrolló contra el sarampión y la rubéola para producir la vacuna triple vírica o vacuna triple viral (conocida también como SPR y SRP), para inmunizar contra estas tres enfermedades.

Y, si bien la de las paperas es la vacuna más rápidamente desarrollada, es apenas una de las decenas que produjo Hilleman.

"¿Cómo hizo lo que hizo? Siempre tenía razón... suena tan imposible, pero el hecho es que es cierto", exclama Offit, quien trabajó con él en las décadas de 1980 y 90.

"Nunca quedaba satisfecho; cuando hacía una vacuna, solo era una cosa que podía tachar de su lista.

"Decía que cuando construía cercas en Montana, se tomaban un descanso por la tarde -todos se sentaban y tomaban agua-. Cuando terminaban, volvían a empezar y continuaban haciéndolo día tras día".

"Así mismo concebía su trabajo con las vacunas. Su objetivo, aunque imposible, era tratar de eliminar cualquier enfermedad infecciosa que pudiera causar que un niño sufriera o fuera hospitalizado o muriera".

Trabajar con él, dice Offit, era duro.

"Tenía su forma de hacer las cosas y así tenía que ser. Era muy leal con quienes trabajaban para él, pero esperaba que trabajaran tan duro como él, lo que era prácticamente imposible.

"Nunca he conocido a nadie que fuera tan listo y también tan grosero. Hasta el punto que la farmacéutica Merck quiso darle este curso de entrenamiento de sensibilidad, pero se negó a ir diciendo: '¿Qué es esto? ¿Una escuela parroquial?'".

El doctor Offit espera que el récord de su viejo amigo como el fabricante de vacunas más rápido pronto se rompa. Él forma parte de un equipo que trabaja para desarrollar una vacuna contra covid-19.

"¡Ojalá estuviera vivo hoy porque de estarlo, apuntaría a una vacuna y diría: "este es el camino a seguir"... y tendría razón, como siempre".

https://www.bbc.com/mundo/noticias-53489047

martes, 8 de septiembre de 2020

Covid-19: el gráfico que muestra el riesgo de contagio de coronavirus según la actividad que hagas

Gráfico de riesgo de contagio de coronavirus según la actividad

¿Cómo se hizo el ranking?
La clasificación del 1 (menos arriesgada) al 10 (más arriesgada) sigue los siguientes criterios: si las actividades son realizadas en el interior o en el exterior; la proximidad con otras personas; el tiempo de exposición al virus; la posibilidad de seguir las prácticas de prevención (como el uso de mascarillas) y el riesgo de que una persona se contamine realizando la acción.

Por eso dos actividades muy distintas pueden ocupar la misma categoría.

"El centro comercial, a pesar que suele ser un espacio cerrado, puede ser amplio, estar ventilado y puede permitir mantener la distancia social. En cambio, la playa, aunque es un espacio abierto, puede estar abarrotada", dice John Carlo.

Para todas las actividades de la lista, los médicos consideraron que los participantes usaban mascarillas, mantenían una distancia de al menos dos metros entre personas (que no fueran sus familiares) y se lavaban las manos siempre que fuera posible.

"Este es el punto de vista de un grupo de médicos que tenían que responder como estas actividades se comparan en términos de riesgo. Pero solamente la propia persona puede saber las condiciones en que va a practicar la actividad y determinar el riesgo total", añade Carlo.

El experto también recalca que el mismo tipo de negocio puede variar mucho, como en el caso de las peluquerías y/o barberías.

"En Estado Unidos tenemos salones en que hay una persona atendiendo a un solo un cliente. Todo está muy limpio y las dos personas pueden usar mascarillas. Hay otras que no y el riesgo es distinto. Se trata de usar el sentido común para analizar el escenario de cada actividad. Nuestro gráfico es una buena guía, pero la gente tiene que analizar sus propios casos.", concluye Carlo.

_- El arte de las dedicatorias

_- Me gusta leer. Me gustan los libros. Me gusta todo de los libros: el olor, las páginas, el tacto, la portada, el canto, el título, el índice, la dedicatoria… Hasta las erratas me gustan. Lean “Vituperio (y algún elogio) de la errata”, de José Estaban y encontrarán algunos motivos de por qué digo lo que digo. Hoy quiero poner el foco en las dedicatorias.

Hay dos tipos de dedicatorias de libros. La que el autor o autora plasman en la primera página de la obra, con letra impresa, y la que escriben de puño y letra en alguna página en blanco, a petición del lector o por propia iniciativa. He visto, no hace mucho, una tercera modalidad: una dedicatoria manuscrita del autor que viene ya impresa e, incluso, anunciada en la portada. En este último caso, los destinatarios son los lectores.

Como sucede con todo género breve (epitafios, anuncios, grafitis…) el ingenio deja en las dedicatorias chispazos magníficos de ingenio. No recuerdo en qué libro inglés, el autor escribió la siguiente dedicatoria: “A mi mujer, sin cuya ausencia, nunca hubiera podido escribir este libro”. Lo cual puede ser interpretado como un halago (ella era tan importante para él que, estando a su lado, no podía dedicarse a otro menester) o como una ofensa (a su lado resultaba imposible sentir la inspiración literaria, prueba era un permanente incordio).

Fernando Savater escribió un interesante libro con el título “Mira por dónde. Autobiografía razonada”. Y lo dedicó al amor de su vida, con esta admirable brevedad: “A Sara: mira, mi vida”.

Hay dedicatorias manuscritas de carácter protocolario, muy poco originales, casi siempre breves, que se despachan con tópicos: “Con afecto”, “Con gratitud”, “Con mis mejores deseos”, “Con todo mi cariño”, “Con un fuerte abrazo”… Hay otras más elaboradas, también genéricas. Y algunas que solo pueden tener un destinatario.

Tengo en mi biblioteca algunas estanterías con libros dedicados por su autor o su autora. En la mayoría de los casos, la iniciativa ha surgido de los firmantes. En alguno, ha sido fruto de una petición mía. Citaré algunas, ya que no cabrían todas en el breve espacio de este artículo.

El escritor argentino Enrique Mariscal escribió, entre muchos otros, un pequeño libro titulado “La educación es la ciencia de la paz”. Tengo delante su hermosa dedicatoria: “Para MASG, un impulso incontenible el mismo día que se atacó por segunda vez Irak. Si la paz no está en el corazón de los maestros, rápido muere en la mente de los niños”.

En el aeropuerto de Barajas, entré en el avión que me iba a llevar a Málaga. Llevaba bajo el brazo el libro de Mario Vargas Llosa “La fiesta del chivo”. Me topé con el autor de la novela que, casi inevitablemente, se fijó en su libro. Por azar, nuestro asientos estaban contiguos. Fue inevitable pedirle al premio Novel que me dedicase el libro. Lamento decir que no puedo reproducir la dedicatoria porque no encuentro el libro en este momento. Un préstamo, seguro.

En otro vuelo, este de Barcelona a Madrid, coincidí con el entonces ministro socialista José Borrell. Hablamos de política. Hablamos de libros. Quedamos en enviarnos uno de nuestra autoría. Así lo hice. Después de unas semanas recibí un interesante libro suyo titulado “La República de Taxonia. Ejercicios de matemáticas aplicadas a la economía”. En la dedicatoria, me dice: “Con todo afecto, aunque con mucho retraso”.

Francesco Tonucci dedica sus libros con algún dibujo que improvisa en el momento de la firma. Tengo delante el libro “Los niños y las niñas piensan de otra manera”. Como en él aparecen dos viñetas que reflejan momentos singulares de la vida de mi hija, dice: “Gracias, Carla, de parte de FRATO”. Mis lectores y lectoras sabrán que FRATO es el acrónimo de FRAncesco TOnucci.

Rosana Gallardo es una policía municipal de Villarreal que lleva muchos años trabajando la mediación policial. Alguna vez me ha llamado para participar en experiencias de formación. Tiene un libro del que es coautora Elena Cobler. Un libro que se titula “Mediación policial. Manual para el cambio en la gestión de conflictos”. Dice su dedicatoria: “A MAS, que es como el Buen Maestro que me acompaña hacia donde debo ir. ¡Fuerte abrazo!”.

Venado Tuerto es una población argentina en la que hay una escuela llamada “La escuela de los cien años”. No es que tenga un siglo la escuela sino que se construyó para conmemorar la creación de la ciudad. En lugar de hacer un asado o una fiesta, la comisión de festejos decidió construir una escuela. Estuve allí en la conmemoración de los 25 años. Reproduzco ahora con emoción la dedicatoria. “Una escuela que aprende es una escuela que lejos de obedecer se permite crecer. Gracias por regalarnos el privilegio de su padrinazgo”.

Francisco Guerrero, amigo y compañero de Departamento, además de libros profesionales, escribe novelas. Una de ellas lleva el título “El puente de los alemanes”. Uno de los personajes de la novela, decano de la Facultad de Educación, lleva mi nombre. Dice el autor en su larga dedicatoria: “Para documentarme sobre la Guerra Civil Española estuve leyendo decenas de libros (también sobre Antonio Machado). En la novela apenas saldrá, de esa ingente búsqueda, un uno por ciento. Para el personaje Miguel Ángel Santos, no he necesitado documentarme. Llevo trabajando junto a él cerca de veinticinco años y en todo ese tiempo ya me ha demostrado algunas de las virtudes que aparecen en esta novela. Con todo, seguro que solamente he novelado menos del uno por ciento de las capacidades de la persona Miguel Ángel Santos. Con cariño”.

Ahora, otra vertiente de las dedicatorias. Las que he hecho de mis libros. He dedicado muchos libros en mi vida. Me gusta repetir lo que decía Gabriel García Márquez: un libro no se acaba de escribir hasta que no se dedica. En países de Hispanoamérica es frecuente, después de las conferencias, organizar una sesión de firmas. Recuerdo que, después de una conferencia organizada por la Editorial Santillana en el cine Rex de la calle Corrientes de Buenos Aires (con aforo para más de 4000 asistentes), el director de la consultora Network que me había contratado habló con el dueño del quiosco que está frente a la entrada.

– ¿Quiere usted ganar unos pesitos vendiendo libros?

– Señor, yo no vendo libros. Vendo periódicos y revistas.

Aceptó la oferta y allí me vi en plena calle firmando ejemplares. La cola daba la vuelta a la manzana. El quiosquero preguntó :

– ¿Cuándo vuelve este señor por aquí?

He firmado cientos de libros al terminar las conferencias en Argentina, Chile, Colombia, México, Uruguay… Se trata de un curioso ritual. Pregunto el nombre, escribo la dedicatoria de unas cuantas líneas y nos hacemos una foto, En la ciudad de Córdoba perdí un vuelo porque no supe romper la presión por la última firma.

Los orientadores y orientadoras de Extremadura quisieron hacerse hace años con un ejemplar de mi libro “La escuela que aprende”. Eran, aproximadamente, 150. Me pidieron también una dedicatoria personal. Solicité la lista con los nombres de todos y escribí para cada uno, una dedicatoria diferente. Porque yo creo que las dedicatorias no se hacen como los churros.

Tengo también otra sección con libros dedicados no por sus autores o autoras sino por quien ha tenido la amabilidad de hacerme el regalo que más aprecio. No me queda mucho espacio para hablar de ellos. Ya no me caben más referencias. Quizá otro día. Bueno, solo una.

Solidario (qué hermoso nombre, qué magnífica persona) vive en la ciudad de Paraná. En la primera página del libro “El universo neoliberal”, me dice. “Querido amigo: en esta espontánea colaboración, ya que nunca fue pactada explícitamente- para ayudarnos a mejor comprender la marea de la historia que nos ha tocado vivir en estas décadas, te agradezco mucho el ejemplar de MALDITO MERCADO y te retribuyo con esta producción regional. Espero que te interese para tolerar su extensión. Hasta el próximo encuentro que no quiero que sea muy lejano”.

No soy un coleccionista de firmas, pero me ha gustado repasar algunas de las dedicatorias que me han hecho. Solo colecciono búhos, que viven entre los libros. Dicen que un coleccionista es una persona que nunca piensa en el suicidio porque siempre está esperando incorporar a su colección una nueva pieza.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra