domingo, 17 de marzo de 2024

‘Oh, weh!’, dijo Einstein.

Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Albert Einstein y J. Robert Oppenheimer, en 1947.
Estaría bien que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones no se contara como fruto de lo inevitable.

Cuenta la leyenda que cuando a Albert Einstein le informaron de que Estados Unidos acababa de lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima exclamó Oh, weh!, que viene a querer decir algo así como ¡Qué horror! Puede que si le hubiera tocado enterarse del premio Oscar para la película Oppenheimer hubiera exclamado algo parecido.

Se sabe que Einstein, que aparece en la película en una secuencia tan enigmática, para bien, como poco esclarecedora, para mal, no estaba al corriente del programa nuclear estadounidense. Quien pasa por ser una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad sostenía con ahínco que la única solución para la política internacional era la unidad mundial. Qué poco caso hacemos a las personas inteligentes, la unidad mundial nunca ha estado más lejos del programa, si tan siquiera logramos unidad dentro de los países. Se sabe que en un programa de televisión de 1950 sí expresó una advertencia clara: “Desarrollar la bomba de hidrógeno como hace Estados Unidos, cuyo presidente persigue ese fin, obliga a avisar de que el envenenamiento radiactivo de la atmósfera causaría la aniquilación de la vida humana sobre la tierra. Bajo el carácter aparentemente inexorable se nos hace creer que cada paso aparece como la inevitable consecuencia del que se ha dado antes. Pues el final, cada vez más claro, será la aniquilación general”.

Es obvio que este discurso fue ignorado, la guerra ha vuelto a ser un recurso. Y los países poderosos siguen presentando como inevitable no solo el uso y fabricación de la bomba, sino la amenaza persistente y el efecto disuasorio. Tenemos actualmente al mando de naciones fuertes a hombres que pasarán a la historia como asesinos y eso es permitido y aplaudido por una gran parte de sus ciudadanías, que tienden a confundir el patriotismo con la tolerancia al crimen. En este sentido, a uno le gustaría percibir que la historia de la bomba atómica lanzada sobre Japón en dos ocasiones sucesivas no fuera contada como fruto de lo inevitable. Carecería de sentido desvincularla del ascenso del ultranacionalismo y del racismo que encumbraron a Hitler y a los líderes que se asociaron con él tanto en Europa como en Asia. Pero la bomba también estableció las relaciones políticas futuras.

En la segunda parte de la película de Nolan, donde quizá no es tan acelerado ni tan abrumador el avance de la anécdota, se repasa el modo en que el Gobierno de Estados Unidos persiguió hasta la humillación pública al científico Oppenheimer. Sus evidentes llamamientos al desarme y a la pacificación no se correspondían ya con los intereses de unos líderes y una industria armamentística que harían del miedo y la amenaza su gran negocio. Asusta que caiga en la superficialidad la lectura de la película Oppenheimer, que se disfrute solo como la audacia de un hombre por superar a los rivales bélicos, como un reto heroico triunfante, otro más. La precipitación en las descripciones de su vida personal impiden ahondar en la espiritualidad que lo acosaba enfrentándole a su propia actividad profesional. Es ahí, en esa contradicción, donde la expresión de Einstein cobra toda su magnitud.

En un mundo en el que se adora sin reparos cada avance tecnológico, ajenos todos a las consecuencias, convendría no olvidar la medida humana. Nos hemos alejado de nosotros mismos. Y en las películas también.

 David Trueba 

_- ¿Acabarán la austeridad y la precariedad con la especie humana?

_- Fuentes: Sin permiso


Por James K. Galbraith | 29/12/2023 | Economía 

El destino último de una sociedad humana depende de su capacidad y voluntad de reproducirse a largo plazo. La combinación entre el descenso de la población y el aumento de la longevidad, típica de las sociedades ricas, puede tener consecuencias mucho más destructivas que la explosión de unas cuantas bombas, escribe James Galbraith. La creciente inseguridad económica exacerba estas tendencias. Sin embargo, la economía de la decisión de reproducirse ha sido de interés marginal para los economistas.

Al principio de la pandemia de Covid-19, muchos con un interés menor por las matemáticas se familiarizaron con un concepto conocido como «R»: el valor R o tasa de reproducción de las infecciones por coronavirus. R es un factor multiplicativo, que se aplica al número de casos en un momento dado «t» para obtener el número que prevalecerá en un momento posterior, «t+1». Si R supera 1, la epidemia crecerá; de lo contrario, disminuirá y, finalmente, se extinguirá (Delamater et al., 2019).

La lógica es idéntica para muchos procesos, incluida la reacción de fisión en el corazón de una bomba atómica. En ese ejemplo, cada neutrón que choque contra el núcleo de un átomo de uranio-235 o plutonio-239 provocará la expulsión de dos neutrones, que se desplazarán hacia otros núcleos. Así, R=2 y tras 80 generaciones en una fracción de segundo, la energía liberada es suficiente para hacer estallar la masa, con una fuerza adecuada para destruir una ciudad. Por el contrario, si la reacción se amortigua, de modo que R1 y la reproducción avance. Más bien, la sustitución de individuos más jóvenes por otros de más edad dentro de la población es una ventaja; aumenta la cuota de los activos y reduce la de los que ya han dejado de hacer aportaciones productivas. Sólo en los casos más extremos -me viene a la mente el invierno nuclear- es probable que las nuevas amenazas maltusianas sean fatales para el conjunto de la especie.

Sin embargo, el destino último de una sociedad humana -la nuestra, al igual que las que ya han surgido y desaparecido- depende de su capacidad y voluntad de reproducirse a largo plazo. Sobre este tema, por lo que he podido saber tras un somero examen de la bibliografía, la profesión económica no ha dicho gran cosa. Como se ha señalado, la dinámica de la población es exógena a la teoría neoclásica del crecimiento. Las disputas malthusianas y neomalthusianas han ocupado bastante espacio y tiempo, pero afectan a la tasa de crecimiento exógena. Como se ha señalado, hay bastantes trabajos sobre las implicaciones de un crecimiento demográfico más lento para el crecimiento económico (ONU, 2020), para el nivel de vida, para el clima y también – un inconveniente – para la viabilidad financiera de los sistemas de pensiones. Por último, está bien establecido que la fertilidad es menor en los países más ricos. El descenso de la fecundidad se inició durante los prósperos años sesenta, pero se aceleró en los setenta, cuando el mundo de altos ingresos atravesaba una serie de crisis, como la inflación, el desempleo y el elevado coste de la energía. El descenso de la fecundidad ha seguido acentuándose tras las crisis posteriores. Evidentemente, no es sólo la riqueza la que suprime la fecundidad; en las sociedades ricas intervienen otros factores.

La economía de la decisión de reproducirse atrajo la atención temprana de Gary Becker (Becker, 1960, 1981, 1992), y más recientemente varias contribuciones de la economía feminista (Tertilt et al., 2022). Estos economistas son conscientes de que las condiciones y los incentivos económicos son importantes, incluidos el nivel de ingresos, la política fiscal y la disponibilidad de guarderías y seguros médicos. Pero, en términos generales, se centran en la igualdad de género y el bienestar de las mujeres, y no tanto en el resultado social general.

En el análisis de Becker, los niños son un «bien de consumo duradero» que proporciona «ingresos psíquicos» a sus padres. Al escribir en la época del baby boom, Becker pensaba que el aumento de los ingresos incrementaba la fertilidad, pero argumentaba que las mujeres más ricas podían preferir la «calidad» a la «cantidad» y, por tanto, optar por dedicar sus mayores ingresos a la crianza de una prole más pequeña y de mejor calidad. Escritores posteriores, teniendo en cuenta el descenso de la fertilidad, se han centrado en facilitar el camino, para las mujeres adultas, hacia la conciliación de la maternidad (en cantidades limitadas) con las carreras, especialmente las carreras profesionales. Una opinión generalizada sostiene que las políticas pronatalistas pueden (y deben) fomentar la compatibilidad entre familia y carrera profesional para las mujeres de las sociedades de renta alta (Doepke et al., 2022).

Todos coinciden en que la decisión de reproducirse está ahora firme e irrevocablemente bajo el control de los individuos directamente implicados; ya no está bajo el control coercitivo del Estado, la tribu, el grupo religioso o incluso la familia extensa, en la mayoría de los casos. ¿Debemos tener hijos o no? Y si es así, ¿cuántos? Son cuestiones privadas, incluso de derechos humanos. Sin embargo, tomadas en conjunto, tienen un impacto decisivo en las condiciones a las que se enfrentarán las generaciones posteriores.

Permítanme argumentar que la cuestión principal es si, en conjunto, las decisiones privadas de reproducirse conducen a un valor R igual o superior a 1. Se trata de las consecuencias de las microdecisiones, tomadas en condiciones sociales y económicas específicas, para la macroestructura. En esta cuestión, tres factores parecen muy pertinentes. Se trata de (a) la capacidad de controlar la reproducción; (b) el coste esperado de criar a los hijos hasta la edad adulta; y (c) la ganancia o pérdida esperada, para los adultos, asociada a tener o no tener un hijo o un hijo más. Esa ganancia o pérdida puede ser en gran medida económica, pero también incluye incentivos sociales e instintos biológicos. La magnitud de la pérdida o ganancia dependerá de las condiciones económicas específicas y de las tensiones a las que se enfrente el hogar. Además, como la mayoría de los seres humanos tienen cierta aversión al riesgo, tanto los costes como las ganancias están sujetos a incertidumbres considerables, que actúan como elemento disuasorio.

En lo que respecta a la capacidad de controlar la reproducción, la batalla ha terminado en gran medida y así ha sido desde la llegada de la anticoncepción química a mediados del siglo XX. Sigue habiendo escaramuzas importantes, que afectan sobre todo al acceso a los servicios reproductivos, pero son acciones de retaguardia del patriarcado. Los efectos sobre las mujeres directamente afectadas son duros, pero es poco probable que tengan un gran impacto en las tasas de reproducción, como ocurrió una vez, por ejemplo, en Rumanía en la década de 1970 (Mackinnon, 2019). La llegada de soluciones farmacéuticas a los embarazos no deseados es un factor que probablemente reducirá aún más las consecuencias prácticas, en conjunto, de los ataques legislativos a las clínicas abortistas.

Los otros dos factores son, por tanto, decisivos. Y aquí nos enfrentamos a dos realidades de las sociedades «avanzadas» -o, en cualquier caso, ricas-. La primera es que los niños son muy caros. Hay que alimentarlos, alojarlos, vestirlos, educarlos y entretenerlos, por no hablar de tolerarlos, tiempo durante el cual, en los entornos urbanos en los que casi todos vivimos, su contribución económica al hogar es nula, y su uso en otras capacidades -lavar los platos, sacar la basura- es muy limitado. Además, a medida que aumentan las exigencias de la educación para una vida de éxito – hasta la universidad y los estudios de postgrado – también aumenta la parte del coste que recae en el presupuesto privado de los padres. Todo esto hay que tenerlo en cuenta de antemano. Y existe el riesgo de complicaciones aún más costosas, como una discapacidad, un accidente, una crisis de salud o un encontronazo con el sistema de justicia juvenil. Las ventajas económicas compensatorias -como dar a luz a un prodigio de la música o a una estrella de cine- pueden figurar, pero sólo como las posibilidades más remotas.

La ausencia de ventajas económicas compensatorias es relativamente reciente. En épocas anteriores -hace apenas un siglo- los niños eran útiles en la granja e incluso en la casa desde una edad temprana. Pero no sólo eso. Los hijos adultos eran el principal apoyo de sus padres ancianos, que generalmente vivían con algunos de sus vástagos o razonablemente cerca. La perspectiva de ser cuidado si uno llegaba a una edad en la que esto se hacía necesario era un fuerte incentivo para tener hijos en primer lugar, para cuidar de ellos, y también para renunciar a los ingresos externos asociados con el hecho de que ambos padres tuvieran un trabajo. La familia era el sistema de seguridad. En los países ricos, este mundo de obligaciones intergeneracionales en ambos sentidos ha desaparecido en gran medida.

Es cierto que este sistema estaba (y donde aún prevalece, sigue estando) plagado de otras formas de injusticia. Los adultos que no podían tener hijos, o que no los tenían, o que los perdían, o que se distanciaban, o cuyos hijos resultaban inútiles por una u otra razón, carecían de cualquier forma de protección. Entre los hogares multigeneracionales intactos, la armonía no era una regla universal. Los padres que habían tiranizado a sus hijos serían tiranizados por ellos en la vejez. Sin duda, ambas partes anhelaban a menudo la liberación. Sin duda, los funerales, si llegaban en el orden adecuado, eran a menudo escenas de emociones encontradas.

La Seguridad Social en Estados Unidos -junto con Medicare y Medicaid 30 años después- supuso una transformación revolucionaria de la vida familiar estadounidense. También lo hicieron los sistemas de pensiones, seguros sociales y asistencia sanitaria, aún más completos e igualitarios, introducidos en Europa, sobre todo después de la segunda guerra mundial. Lo mismo ocurrió en el norte de Asia. Estos sistemas se describen a menudo (por sus oponentes) como una transferencia de los jóvenes a los mayores, mientras que son defendidos (por sus partidarios) como planes de inversión autosuficientes. Ninguna de las dos caracterizaciones es del todo exacta, ya que ambas no tienen en cuenta las formas anteriores de organización familiar y cómo éstas se vieron modificadas por los seguros sociales.

En realidad, lo que hacen las pensiones públicas y los seguros de enfermedad es repartir entre toda la comunidad una carga que antes era específica de la familia. De este modo, los adultos mayores que no tienen hijos dispuestos o capaces de mantenerlos tienen prestaciones de pensiones y sanitarias suministradas por el conjunto de la población trabajadora. Y la población trabajadora, incluidos los que no tienen padres a los que mantener (o no estarían dispuestos a hacerlo), está obligada a contribuir, en EE.UU. a través del impuesto sobre la nómina, a mantener a sus propios padres y a los de los demás. La colectividad sustituye a la familia en esta función.

La Seguridad Social, otras pensiones y el seguro de enfermedad liberan así a cada parte de la colectividad de la otra. Permiten a las personas mayores vivir de forma independiente (o en comunidades de personas mayores), al tiempo que liberan a las familias trabajadoras para que se concentren (tras pagar el impuesto sobre la nómina) en sus propias necesidades, y en los gastos de sus propios hijos. Estas nuevas disposiciones han demostrado ser muy populares, al menos entre los mayores de muchos países ricos, al menos durante las primeras etapas de la vida de la tercera edad. No parece que haya mucha nostalgia por el modelo anterior de dependencia y cuidados.

Otra cuestión es si esto seguirá siendo así al final de la vida en las residencias de ancianos. Pero para entonces, el poder de decisión ha pasado generalmente a la generación más joven, que tiene pocas ganas de soportar una carga de la que pueden encargarse profesionales, reembolsados por el Estado.

Pero entonces surge la pregunta: ¿por qué tener hijos en primer lugar? Si uno ya tiene un hijo, o dos, ¿por qué tener más? Son un compromiso a largo plazo, costoso y arriesgado. No aportan ningún beneficio económico cuando son jóvenes. Cuando crecen, devuelven poco o nada, en concreto, en términos económicos. De adultos son, en el mejor de los casos, una fuente de orgullo, placer y apoyo moral; en el peor, evocan un discreto silencio, o incluso vergüenza activa, según los casos. Y luego están los beneficios económicos de limitar el tamaño de la familia o de renunciar a tener hijos. Son muy importantes.

La unidad familiar típica de un país rico, una vez establecida, recibe unos ingresos elevados según los estándares mundiales, pero se enfrenta a una serie de costes fijos a largo plazo. Hay un alquiler o una hipoteca. Hay facturas de servicios públicos. Hay impuestos, incluidos los impuestos sobre la propiedad que no varían en función de los ingresos. Hay seguro médico, seguro de propiedad, seguro de vida. Hay gastos de desplazamiento. Hay que comprar alimentos básicos. Y luego están los costes de tener hijos. Así, incluso las personas bastante acomodadas operan con un estrecho margen de «recursos gratuitos». Este margen puede verse erosionado por el aumento de los costes fijos: energía, servicios públicos, tipos de interés. Se erosiona con el aumento de la precariedad del empleo. Lo erosiona la política de austeridad.

El problema de los márgenes estrechos se ve agravado por el aumento de la desigualdad de ingresos en la sociedad en general. Los ricos establecen normas de consumo y seguridad a las que aspiran las clases medias y bajas. Esto aumenta las horas que los trabajadores están dispuestos a pasar en el trabajo. El fácil acceso al crédito hace posible vivir en una casa más grande, poseer mejores vehículos y disfrutar de un nivel de vida más alto a corto plazo. Sin embargo, la carga de la deuda tiende a acumularse, lo que aumenta la presión sobre los ingresos. Si los tipos de interés suben, una carga de deuda manejable puede volverse difícil, o incluso inmanejable, en poco tiempo.

Sin hijos, los dos miembros de la pareja pueden desarrollar carreras independientes y remuneradas y disfrutar plenamente de sus propios ingresos y de los del otro. No están atados a los horarios de los colegios y a las citas para jugar, ni a los gastos de la educación superior de un vástago que se irá pronto. Las mujeres no tienen por qué interrumpir su trabajo ni retrasar su carrera profesional. La llegada desde los años 80 de un mercado de trabajo precario, que ofrece empleos de servicios con salarios mediocres, prima fuertemente el hecho de tener varios adultos asalariados en cada hogar. Dos ingresos son a menudo necesarios para mantener un nivel de vida de clase media, y también proporcionan un poco de seguro contra la pérdida de empleo de uno u otro miembro de la pareja.

La decisión de renunciar a los hijos puede tener un efecto dramático en la capacidad de hacer frente a otros gastos fijos y en la disponibilidad de recursos libres para disfrutar de la vida. Es obvio que este efecto es más poderoso cuando los costes de los recursos – que afectan a gastos inevitables como la calefacción, la luz y la gasolina – aumentan, que cuando los recursos son baratos. Es más poderoso cuando los presupuestos militares se hinchan mientras los bienes públicos y las infraestructuras mueren de hambre. Es más fuerte cuando las perspectivas de crecimiento futuro de los ingresos son débiles o inciertas. Es más poderosa cuando la desigualdad de ingresos aumenta, agudizando el impulso de buscar mayores ingresos pero reduciendo los medios para conseguirlos. Y éstas, más allá de cualquier argumento razonable, son las principales razones por las que las tasas de fertilidad cayeron en los países ricos durante las crisis económicas de los años setenta y de nuevo en EE.UU. tras la gran crisis financiera de 2008 (Macrotrends, 2023). Muchos adultos jóvenes de los países ricos se han dado cuenta de que los hijos son, en el mejor de los casos, una bendición mixta y, en el peor, un mal negocio.

Por supuesto, lo anterior es exagerado. La gente tiene hijos por muchas razones no económicas, como las creencias religiosas, la costumbre, esperanzas que pueden o no ser realistas de contar con la compañía de la progenie en etapas posteriores de la vida, instintos biológicos, amor y -también- por error. Puede que las razones económicas no predominen. Pero son un factor. Y el punto clave es que parecen ser inequívocas en la dirección de su efecto. En los países ricos, militan en contra de la maternidad. En los países pobres y agrarios, que carecen de seguridad social a gran escala y de otros costes fijos, no actúan con tanta fuerza. Si se quiere entender por qué la fecundidad ya ha caído por debajo del nivel de reemplazo en todas las regiones del mundo, salvo en las más pobres y «menos avanzadas», ésta es casi con toda seguridad la razón principal.

En los países de renta baja, la población es más joven que en los ricos. En estos países, aunque las tasas de fecundidad disminuyan, la población aumentará durante un tiempo. Por tanto, la composición demográfica del mundo se desplazará necesariamente hacia las regiones agrarias de renta baja. Éstas se encuentran sobre todo en el sur de Asia y en el África subsahariana, donde las poblaciones son jóvenes y las cohortes de natalidad numerosas. Sin embargo, en la India, la fecundidad pasó por debajo de la tasa de reemplazo en torno a 2017; en Bangladesh, en torno a 2013. En Pakistán y Nigeria, sigue siendo más alta, aunque ha ido disminuyendo en ambos desde aproximadamente 1970. (Banco Mundial, 2023)

Para las regiones ricas, la migración es un factor atenuante. ¿En qué medida? Sin duda, un gran diferencial en los ingresos disponibles atraerá a la gente. Pero la disponibilidad de ese diferencial es una amalgama de factores, entre ellos la dificultad de cruzar la frontera, la probabilidad de obtener un empleo remunerado, el poder adquisitivo del salario del país rico cuando se transmite como remesas al país pobre, el riesgo de deportación, etcétera. Mientras los diferenciales sigan siendo razonablemente grandes, la inmigración continuará. Cuando disminuyan, la inmigración neta se ralentizará o se detendrá.

Una vez tenida en cuenta la inmigración, una sociedad cuya R de población se mantenga por debajo de 1 experimentará un envejecimiento general. Esto tiene tres consecuencias previsibles. En primer lugar, aumenta la proporción de personas mayores que no trabajan y son dependientes, muchas de ellas con costosas necesidades de apoyo, que deben ser atendidas de alguna manera. Suponiendo que se mantengan los ingresos y los recursos disponibles para los mayores, esto proporciona empleo e ingresos a parte de la próxima generación. Pero también supone una mayor carga fiscal para el conjunto de la población. Y los costes sociales compiten con la provisión de infraestructuras para los jóvenes: las residencias de ancianos compiten con las guarderías, los hospicios con los parques y zonas de juego. A menos que se tomen medidas enérgicas para mantener los servicios para los jóvenes, con un coste social adicional, la calidad de la crianza tiende a disminuir.

En segundo lugar, a medida que aumenta la edad media, más mujeres superan la edad de procrear, habiendo dado a luz a una cohorte menor de mujeres a las que seguir. El menor número de mujeres que se crían, con una fecundidad sin cambios, conlleva necesariamente un nuevo descenso de los nacimientos futuros. Incluso si esta tendencia se compensa con una potente política pronatalista, una cohorte limitada limita el efecto sobre el crecimiento global de la población. Un ejemplo llamativo de este fenómeno es Rusia, donde el desplome demográfico de los años noventa tiene su eco en una pequeña cohorte de nacimientos en la década de 2020, a pesar de que las tasas de fecundidad se han recuperado en cierta medida (Shcherbakova, 2022). Esto se ve mitigado (por ahora) por la inmigración a gran escala procedente de Ucrania, y también de otros Estados postsoviéticos en una situación aún peor. Pero la inmigración tiene un límite, incluso en situaciones tan extremas.

En tercer lugar, a medida que la población envejece, aumentan las probabilidades de que se produzca un sacrificio maltusiano, ya que los ancianos son más vulnerables a las enfermedades, al frío y al calor, y al impacto de una pauperización repentina. Estas fuerzas, sin embargo, hacen poco para reducir la carga de cuidar a los ancianos, ya que las inversiones fijas en la infraestructura de atención deben, por lo general, mantenerse. Por lo tanto, el coste por persona del cuidado de los que siguen sobreviviendo aumenta.

La implicación general es que una vez que la tasa de reemplazo de la población R cae por debajo de 1, lo que corresponde a una tasa de fertilidad por mujer de menos de aproximadamente 2,1 en una estructura de edad equilibrada, entonces, aparte de la inmigración que es inherentemente una solución temporal, el coste/beneficio económico de tener hijos empeora inexorablemente con el tiempo. En la medida en que una sociedad rica necesite realmente ciudadanos con una educación especializada y costosa – y quizás no sea así – es difícil ver algún camino para invertir este equilibrio desfavorable. Podría lograrlo una reducción drástica del coste de los recursos, un milagro tecnológico o el éxito de las guerras de conquista, pero nada de esto parece muy probable.

La previsión de la ONU para Estados Unidos es que la actual tasa de fertilidad, ligeramente por debajo de 1,8, se mantendrá indefinidamente (Macrotrends, 2023). Si no hubiera inmigración y la estructura por edades estuviera equilibrada, esto correspondería a un valor R de aproximadamente 0,9, sin tener en cuenta que incluso en los países ricos algunos niños no llegan a adultos. A este ritmo, harían falta unas diez generaciones para reducir la población estadounidense en unos dos tercios. Pero no parece haber ninguna base firme para tal optimismo (relativo). Del mismo modo, algunas proyecciones demográficas a largo plazo sostienen que, incluso después de una grave despoblación durante muchos años, la población mundial podría estabilizarse (Wilmoth et al., 2023). Como señala Spears (2023), tampoco existe una base clara para ello. Ninguna sociedad con una fecundidad por debajo del nivel de reemplazo se ha recuperado todavía.

Lo que parece más probable es una situación en la que la carga que supone el cuidado de los mayores, con la austeridad, la desigualdad y el aumento de los costes de los recursos que someten a los presupuestos familiares a una presión cada vez mayor, siga degradando la fertilidad de los jóvenes. Es probable que los intentos de extender el control sobre los recursos, por la fuerza o mediante el fraude, para hacer más llevadera la carga, sean rechazados por las poblaciones robustas y más jóvenes de las regiones que siguen siendo ricas en recursos. La gran desigualdad de ingresos y los elevados presupuestos de defensa agravan la situación. Incluso cuando los ancianos pasen a mejor vida, los sistemas establecidos para su mantenimiento, incluida la asistencia sanitaria avanzada y especializada, seguirán exigiendo y absorbiendo recursos. A medida que los recursos básicos sigan agotándose, su coste unitario seguirá aumentando. La reducción, el desguace y el abandono de las instalaciones innecesarias, junto con la reducción de los sectores financiero y militar depredadores, son requisitos previos para la renovación. Pero éstos no se consiguen fácilmente ni sin dolor.

En resumen, el desarrollo de una gran estructura de costes fijos y seguros sociales -el mayor logro del Estado del bienestar del siglo XX-, combinado más recientemente con las cotizaciones obligatorias a pensiones de aportación definida, los planes de ahorro a largo plazo protegidos de impuestos, el aumento de los costes de los recursos y de la sanidad, la austeridad inducida por las políticas, el militarismo y una estructura de ingresos sobrecargada, ha obligado a la gran masa de jóvenes de los países más ricos a hacer economías donde pueden. La mayor economía a su alcance, dadas las circunstancias, está en el ámbito privado de la reproducción humana. Muchos han tomado el camino que quedaba abierto. Nadie puede culparles, ya que ellos no tomaron las decisiones que fijaron las condiciones de esta elección.

Pero una sociedad – o una especie – en esta situación parece estar en vías de autoextinción. No inmediatamente, desde luego, pero sí a lo largo de varios siglos, con la posibilidad de una grave crisis una vez que la situación supere las circunstancias que podemos imaginar actualmente. Este zapato parece encajar en prácticamente todas las sociedades ricas y casi ricas del mundo moderno, especialmente Japón, Europa, China, Brasil y Rusia, junto con Estados Unidos.

Y cuando los países pobres finalmente se «desarrollen», ¿qué les impedirá seguir el mismo camino?

Referencias. 

 Adam, D.,A Guide to R – the pandemic’s misunderstood metric Nature, 03 July 2020.; Nature, 03 July 2020. 

 Becker, G., An Economic Analysis of Fertility. Demographic and Economic Change in Developed Countries, 11:209–231. 1960

— A Treatise on the Family. Harvard University Press. 1981.

— Fertility and the Economy. Journal of Population Economics, 5:185–201. 1992.

Bricker, D. and Ibbitson, J., Empty Planet – The Shock of Global Population Decline. Crown. 2019.

Burger, J. R., Malthus on Population. Springer. 2021.

Delamater, P. L. et al., Complexity of the Basic Reproduction Number (R0). Emerging Infectious Diseases vol. 25,1 (2019): 1-4. doi:10.3201/eid2501.171901. 2019.

Doepke, M. et al., The New Economics of Fertility. International Monetary Fund. 2022.

Galbraith, J.K., The Affluent Society. Cambridge: Houghton-Mifflin Co. 1958.

Keynes, J.M., The Economic Consequences of the Peace. London: MacMillan, 1919.

Mackinnon, A., What Actually Happens When a Country Bans Abortion. Foreign Policy. 2019.

Macrotrends, US Fertility Rate, 1950-2023, Accessed September 29, 2023.

Malthus, T. R., An Essay on the Principle of Population. 1798

Meadows, D. H., Meadows, D. L., Randers, J., Behrens, W. W., Limits to Growth.1972. Dartmouth College Library Digital Production Unit.

Shcherbakova, E M., Population Dynamics in Russia in the Context of Global Trends. Studies on Russian Economic Development, vol. 33,4 (2022): 409-421. doi:10.1134/S1075700722040098

Solow, R. M., A Contribution to the Theory of Economic Growth. The Quarterly Journal of Economics, Vol. 70, No. 1 (Feb., 1956), pp. 65-94.

The MIT Press.1956.

Spears, D., The World’s Population May Peak in Your Lifetime. What Happens Next? The New York Times. 2023. September 18.

Tertilt, M. et al., A New Era in the Economics of Fertility. VoxEU. 2022.

United Nations, Department of Economic and Social affairs. World Fertility and Family Planning, 2020: Highlights. 2020.

James K. Galbraith es Lloyd M. Bentsen, jr. de Relaciones Gobierno/Empresa en la Escuela Lyndon B. Johnson de Asuntos Públicos de la Universidad de Texas en Austin. Es Doctor en Economía por Yale. Agradece a Deepshikha Arora su ayuda en la investigación de este artículo.

Fuente: https://sinpermiso.info/textos/acabaran-la-austeridad-y-la-precariedad-con-la-especie-humana

sábado, 16 de marzo de 2024

_- Cuáles son los 7 pasos del "viaje del héroe" y cómo pueden ayudarte a vivir con más plenitud

Un hombre con capa de héroe sube unas escaleras


_- Es una estrategia sencilla con la que, según los expertos, puedes encontrarle más significado a tu vida.


Se trata de una narrativa llamada “viaje del héroe” (también conocida como “monomito”) que está presente en famosas películas como Harry Potter, Star Wars o Batman pero que, de acuerdo con diversos investigadores, no solo funciona para relatos cinematográficos o cómics de superhéroes.

De acuerdo con una investigación recientemente publicada por la Asociación Estadounidense de Psicología, cuando las personas comienzan a ver sus vidas cotidianas como “búsquedas heroicas” reportan menos depresión y pueden afrontar mejor los desafíos.

El objetivo es transformar la manera en que ves tu propia historia. Creerte el protagonista que puede salir victorioso de una crisis decisiva y regresar con la lección aprendida.

“Es tan poderoso que podemos decirle a la gente, de una manera muy específica, cómo pensar en su vida. Así, se les ocurren mejores mecanismos para afrontar los problemas y los efectos son enormes”, le explica a BBC Mundo Kurt Gray, uno de los líderes de la investigación y profesor de psicología social en la Universidad de Carolina del Norte.

¿Cuáles son los pasos?

Primero, un poco de contexto.

La estructura narrativa del “viaje del héroe” no es nueva.

Fue identificada por primera vez en la década de 1940 por Joseph Campbell, un escritor estadounidense que se dedicó a investigar la mitología y la religión comparada.
Joseph Campbell

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
Joseph Campbell

Joseph Campbell escribió la obra “El héroe de las mil caras”.

Campbell, influenciado por el psicoanalista Carl Jung, discípulo de Sigmund Freud, escribió la obra “El héroe de las mil caras” en el que sugirió que los seres humanos estamos programados para darle sentido al mundo que nos rodea buscando una narrativa satisfactoria.

Sus estudios fueron aplicados por una amplia variedad de teóricos y siguen siendo utilizados hasta el día de hoy por distintos expertos.

El autor presentó 17 elementos del “viaje del héroe” que luego Gray junto a Benjamin Rogers, profesor asistente en la Escuela de Administración Carroll del Boston College, y otros académicos involucrados en la investigación, resumieron y condensaron en 7 para su investigación titulada: “Ver tu historia como el ‘viaje de un héroe’ aumenta el significado de la vida”.

1. Un protagonista principal (que eres tú)

2. Un cambio de circunstancia (algo sucede en tu vida, por ejemplo, emprender una aventura que no resulta como esperabas)

3. Una búsqueda de la solución (trata de encontrar respuestas… ¿cómo puedes salir de la crisis?)

4. Los aliados que lo apoyan (pueden ser tus amigos, familiares o cualquiera que esté de tu lado)

5. Un desafío (algo que te propongas hacer)

6. Una transformación personal (lo que aprendes para lograr el desafío)

7. Y un legado como resultado final (es decir, el aporte de tus decisiones para tu entorno)

Más prosperidad y menos depresión

A través de cuatro estudios separados, los investigadores recopilaron las historias de vida de más de 1.200 personas en Estados Unidos.

Luego, examinaron sus historias en búsqueda de los 7 elementos del “viaje del héroe”.

“Descubrimos que las personas que tenían más elementos en sus historias de vida reportaron más significado en la vida, más prosperidad y menos depresión”, señalan los investigadores en la revista Scientific American.
Mujer sonriendo

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
Mujer sonriendo 

Las personas "heroicas" tienen metas más sólidas.

“Estas personas ‘heroicas’ informaron de un sentido de sí mismos más claro que otros participantes, así como de más aventuras nuevas, metas sólidas, buenos amigos, etc.”, agregan.

Más tarde, los académicos desarrollaron una intervención de “restauración” en la que impulsaron a las personas a volver a contar su historia, esta vez con los elementos del “viaje de un héroe”.

“Confirmamos que esta intervención restauradora funcionó: ayudó a las personas a ver su vida como el viaje de un héroe, lo que a su vez hizo que esa vida pareciera más significativa”.

“Los destinatarios de la intervención también informaron de un mayor bienestar y se volvieron más resilientes frente a los desafíos personales”, indica el estudio.

No es un “mundo de fantasía” 

En conversación con BBC Mundo, el académico Kurt Gray explica que, con esta técnica, no le están diciendo a la gente que “se engañe o que se imagine que es Harry Potter”.

“No le estamos diciendo que se imagine que está en un mundo de fantasía. Lo que estamos diciendo es que vea los eventos de su vida de otra manera”, indica.

El investigador da un ejemplo sencillo: “imagina que estás despierto en la noche porque tus niños lloran. Puedes pensar que eso no tiene ningún sentido o puedes decir: ‘mi historia es la de un padre o madre que está intentando que mi hijo sea una mejor persona, estoy formando una familia y ése es el objetivo final”.

“Es algo así como remodelar o restaurar tu vida”, añade.

Con esta estructura en la cabeza, dicen los expertos, es más fácil mantenerte motivado y “desafiarte a ti mismo”.

Y aunque quizás nunca llegarás a ser un héroe de verdad, sí puedes contribuir a mejorar tu historia y de quienes te rodean.

¿Te animas, entonces, a aplicar el “viaje del héroe” para el 2024?

Cuándo caminar se volvió un pasatiempo para los británicos y dejó de ser una actividad de pobres, criminales y vagabundos

Personas en un puente de Londres

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Mejor agarrarse bien el sombrero si la caminata incluye cruzar un puente sobre el Támesis un día ventoso


 Salir a caminar siempre es una buena idea. Quizás, si eres afortunado, podría ser una caminata por acantilados irregulares o por una playa, junto con tu familia.

Muchos de nosotros, sin embargo, tenemos que caminar por las aceras de pueblos y ciudades de Reino Unido en nuestros paseos después del almuerzo.

Como investigadora especializada en pedestrianismo, me fascina la cultura cambiante de cómo, dónde y por qué caminamos. Esto incluye la etiqueta tácita que ha perdurado a través de los siglos y ha cambiado para reflejar las preocupaciones culturales de la época.

Puede que te sorprenda saber que “salir a caminar” no era realmente una actividad en sí hasta finales del siglo XVIII.

Puede que el término "pedestrianismo" tenga raíces latinas, pero en el siglo XIX su primera asociación habría sido deportiva. El “pedestrianismo profesional” o la “marcha atlética” era ferozmente competitiva en la década de 1850.

Los torneos en Estados Unidos se llevaban a cabo durante seis días, y los participantes caminaban el equivalente a 725 km, hacían siestas en tiendas de campaña junto a la pista y bebían champán en el camino.

La estricta “regla del talón a la punta”, que aún está vigente, establece que “la pierna que avanza debe estar estirada desde el momento del primer contacto con el suelo”.

Solo por necesidad
La caminata como actividad de ocio surgió alrededor de la década de 1780. Hasta ese momento, caminar había sido un acto de necesidad, asociado con la pobreza, la vagancia e incluso con intenciones criminales.

Charles Dickens

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
Charles Dickens contribuyó a que el caminar se pusiera de moda. 

 Muchas personas vivirían y morirían sin haber visto más allá de unos pocos kilómetros cuadrados de paisaje urbano sombrío y sólo un poco más para los que se encontraban en el campo.

Junto con los “poetas del lago” a principios de siglo -que incluían a William Wordsworth y Samuel Taylor Coleridge – , caminantes famosos como Charles Dickens hicieron que el pasatiempo de caminar se pusiera de moda.

Calles sucias y podridas
Se ha escrito mucho sobre el celo religioso con el que Dickens realizaba su “trabajo andante” diario.

Recorría un promedio de 19 km por día y a un ritmo notable de más de 6 km por hora, suficiente para que otros "se hicieran a un lado mientras el gran escritor, que siempre parecía estar caminando en contra del pensamiento, avanzaba".

Caminar era un engranaje esencial en el proceso creativo de Dickens: un momento para absorber, casi por ósmosis, la idiosincrasia de las calles.

Desde incursiones en los barrios marginales de Londres hasta marchas nocturnas impulsadas por el insomnio, sus encuentros proporcionaron la brillantez excéntrica de sus personajes: las instantáneas callejeras retenidas “en orden regular en diferentes estantes de mi cerebro, listas con sus etiquetas para ser mostradas cuando yo las quiero".

Calles de Londres FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

En las calles y personajes de la ciudad, Dickens encontraba su inspiración.

En el siglo XIX, cuando las aceras estaban en su infancia, caminar era una experiencia completamente diferente. Se estima que 300.000 caballos recorrían las calles de Londres, depositando más de 1.000 toneladas de estiércol al día.

También se vertían cosas peores en las alcantarillas plagadas de ratas de los barrios marginales: se cree que la palabra "loo" (baño, en inglés) deriva de "gardyloo", del francés "regardez l'eau" (cuidado con el agua), que se gritaba anunciando el vaciado de un orinal desde un piso superior.

El lamentable estado de las calles de la ciudad creó una demanda de todo tipo de trabajadores, incluidos los llamados “buscadores puros” que recogían caca de perro y la vendían a granel a las curtidurías locales (lugares donde se procesaban las pieles de cuero).

Ésta era sólo una de las ocupaciones poco atractivas a las que el historiador Henry Mayhew se refería como “limpiadores de calles”: un grupo variopinto de barrenderos y demás personajes que se ganaban la vida con los desechos callejeros.

Afortunadamente, la reforma social y la planificación urbana han avanzado dramáticamente y ahora realizar una caminata urbana es una experiencia mucho más placentera.

Pedestrianismo profesional
Si bien las veredas han cambiado, muchos de los códigos de conducta que rigen la etiqueta de los peatones victorianos siguen siendo relevantes en la actualidad.

Personas caminando en la rivera del Támesis FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Pie de foto,

Muchos de los códigos victorianos para caminar por la calle siguen vigentes.

En 1780, un artículo escondido discretamente entre las noticias y los anuncios de la popular Revista de Londres describía "Reglas de comportamiento, de uso general, aunque muy ignoradas en esta populosa ciudad".

Entre sus 12 puntos, se aconseja a los peatones “tener cuidado de mirar fijamente a los rostros de los que pasan […] porque una mirada autoritaria da la apariencia de un matón, y una entrometida, la de un alguacil”.

Entonces, mientras caminas, haz lo que hizo Dickens y evita dar estos pasos en falso:

Silbidos o tarareos desconsiderados
Caminar con alguien del brazo
Quedarse conversando
Obstaculizar a todos los que están detrás con un “paso lento”
Si bien las reglas implícitas pueden cambiar con el tiempo (usuarios de teléfonos distraídos, los estoy mirando), hay mucho sobre las aceras que conservan su decoro victoriano.

Son un lugar de multiplicidad y variedad, cultura y comercio: una franja de tierra para celebrar durante todo el año.

*Lauren Colley es doctora en Literatura Inglesa, Universidad de Notthingham, Reino Unido.

viernes, 15 de marzo de 2024

Recuérdame DAVID HARKINS

Puedes llorar porque se ha ido, o puedes
sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos
y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;
tu corazón puede estar vacío
porque no la puedes ver,
o puede estar lleno del amor
que compartisteis.

Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el
vacío y dar la espalda,
o puedes hacer lo que a ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

Reseña de Naufragio de un profeta. Heidegger hoy (Laetoli, 2022), de François Rastier, traducción de Elena del Amo.

A la oscurísima luz de los Cuadernos negros.


Fuentes: Rebelión [Imagen: François Rastier mostrando una doble página de los Cuadernos negros de Heidegger. Créditos: Espai Marx]


Cuatro pinceladas sobre un ensayo (muy francés) que exige concentración y merece lectura, estudio y apuntes, ensayo que toma pie en la edición reciente de los Cuadernos Negros heideggerianos. En su nota a la edición española observa Rastier: “Es para mí un honor y un placer ver publicado en español este libro que tal vez fue el primero que reconsideró en Francia la obra de Heidegger [9 millones de menciones en sitio web académico según Rastier] a la oscura luz de los primeros Cuadernos Negros.”


Conviene recordar también su advertencia: “Después de miles libros dedicados a Heidegger, no me ocuparé de introducir una vez más su pensamiento, siquiera sea en forma divulgativa. Por otro lado, sería prematuro, pues sus archivos permanecen inaccesibles a los investigadores y la publicación de sus obras se halla inacabada y se lleva a cabo, además, sin garantías filológicas, pues los editores han suprimido frases bochornosas, propuesto fechas dudosas e incluso engañosas, y mantenido un orden de edición errático, con una lentitud calculada, en una publicación póstuma prolongada ya durante cuatro décadas” [los énfasis son míos].

Dedicado a la memoria de Primo Levi, Naufragio de un profeta es un libro que no debe pasar desapercibido a cualquier lector interesado sobre las vinculaciones de Heidegger con el nazismo. En el siguiente sentido: la filosofía de Heidegger, para algunos el más importante filósofo del siglo XX, el Maestro por antonomasia, ¿es independiente del compromiso político con el nacional-socialismo del autor de Sein und Zeit? La respuesta de François Rastier es negativa. “Desde un artículo de Herbert Marcuse en 1934, el carácter nazi de la filosofía heideggeriana ha sido objeto de numerosos análisis tan penetrantes como intempestivos en los que se han querido ver “affaires” heideggerianos. Con la publicación de los Cuadernos negros, en los que Heidegger llevó un diario de pensamiento entre 1930 y 1970, los análisis vilipendiados comienzan a recibir del propio Maestro confirmaciones póstumas pero irrefutables que crean confusión entre sus discípulos”. (27)

Su perspectiva y sus referentes: “Jamás he podido leer a Heidegger y a sus apologistas sin un malestar que no tiene nada de existencial mientras tantos otros autores ilustres se encomendaban a él, desde Sartre hasta Bernard-Henri Lévy, desde Foucault hasta Derrida, desde Jean-Luc Marion hasta Finkielkraut. Si para estudiar el lenguaje heideggeriano pude contraer una deuda con Adorno, Bourdeau o Meschonnic, el libro capital de Emmanuel Faye [Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía] y más tarde su apoyo personal me estimularon a leer con independencia para articular mi análisis.” (12)

Un apunte sobre el autor, poco conocido en nuestro país: “François Rastier (Toulouse, 1945) es lingüista, director de investigaciones en el CNRS. Discípulo de A-J. Greimas, es especialista en semántica de la interpretación y su proyecto intelectual se sitúa en una semiótica de las culturas. Entre sus libros traducidos al castellano: Semántica interpretativa (2005), Ulises en Auschwitz. Primo Levi, el sobreviviente (2016), La creación artística (2017). Laetoli ha anunciado la publicación de Heidegger, mesías antisemita. Lo que revelan los Cuadernos Negros.

Tres comentarios para incitar a la lectura:

1. A medida que los escritos publicados, señala Rastier, poco a poco aclaran su carácter radicalmente nazi y antisemita (el autor enfatiza sobre todo esta arista del pensamiento heideggeriano), “las dudas se despejan sin perturbar todavía a una candidez casi universal, pero lo bastante claramente como para penetrar en los grandes medios de comunicación, donde se topan con otras cuestiones de actualidad como el auge de la extrema derecha, los radicalismos y el resurgimiento sangriento del antisemitismo” (19).

2. Heidegger, señala Rastier, continúa siendo celebrado como un profundo pensador de la técnica y abundan las referencias elogiosas en la filosofía más reciente. “¿Pero pensar es condenar absteniéndose de toda distancia crítica? Formado en una época en la que la filosofía académica temía ser desposeída de sus objetos por las ciencias, Heidegger vuelve a las tradiciones escolásticas de la historia del Ser y de la diferencia ontológica, pero para hacer el vacío en el proyecto anti-humanista de eliminar la ética y la antropología filosófica, pero también las ciencias sociales, con la diversidad de culturas y lenguas (el alemán basta para decir y pensar todo)…” (24)

3. Rastier no reduce al antisemitismo el alcance de los Cuadernos negros (como hacen las obras de Di Cesare y de Trawny). Las confirmaciones que aportan los Cuadernos negros para el autor, “no se refieren solo a los temas antisemitas, sino también a la relación de la filosofía heideggeriana con el nazismo, elogiado por su barbarie: “El nacionalsocialismo es un principio bárbaro. Eso es lo esencial y su grandeza potencial”. Solamente la filosofía (la de Heidegger) permite evitar una posible desviación. “El nacionalsocialismo no puede ser jamás el principio de una filosofía, pero siempre debe ser situado bajo la filosofía en calidad de principio”.” (146).

Para futuras reediciones: convendría incluir un índice nominal y aligerar el decir, excesivamente alambicado, del autor en determinados pasajes (asunto que, por supuesto, no depende de Laetoli).

Por razones de desconocimiento, casi incomunicación, de áreas lingüísticas próximas, no hay en la bibliografía del ensayo referencia alguna a dos importantes estudios sobre Heidegger en castellano: el de Manuel Sacristán de 1959 (reeditado en Crítica, 1995) y el reciente Nicolás González Varela (en Montesinos).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

_- Qué dice la boca sobre la salud de nuestro cuerpo

Una persona con encías inflamadas

,

  A pesar de la prevalencia de la enfermedad de las encías, muchas personas la ignoran y la ven como algo "normal".



Cuando vas al dentista, usualmente vas pensando sólo en el cuidado de tus dientes, relegando el resto de tu boca al olvido.

Pero podrías estar perdiéndote de información valiosa si lo haces: la salud de tu boca puede ser un indicador fácil de acceder y muy acertado para saber lo que está ocurriendo en el resto de tu cuerpo.

Más allá de eso, mantener una buena salud oral podría ser clave a la hora de mantener tu cuerpo en óptimas condiciones.

"Hay unos comerciales" en Reino Unido, dijo el profesor Nikos Donos, director de investigación del instituto de odontología de la universidad Queen Mary de Londres durante un panel realizado por el programa The Evidence, de la BBC, “en los que se pregunta: ‘¿ignorarías tu ojo si estuviera sangrando?, ¿por qué ignoras una encía cuando te sangra?'.

"Y aun así, hay personas que van por la vida con una enfermedad de las encías grave y creen que es normal".

Hay evidencia amplia que relaciona particularmente la enfermedad de las encías -o periodontitis- con la diabetes y con las enfermedades coronarias, y cada vez hay más estudios que aseguran que una buena salud oral podría ser uno de los frentes de batalla más inadvertidos en la lucha contra estas enfermedades.

"Cuando estamos hablando de las conexiones y las asociaciones entre las diferentes enfermedades crónicas y otras partes del cuerpo con la boca, vemos que hay una prevalencia de la enfermedad de las encías", explicó Donos.

"Y vemos que la enfermedad de las encías es la sexta enfermedad crónica más común de la humanidad, con presencia en casi 1.100 millones de personas -un 11,2% de la población".

A pesar de la prevalencia de la enfermedad de las encías, muchas personas la ignoran y la ven como algo "normal".

La Clínica Mayo, de EE.UU., define la enfermedad de las encías, o periodontitis, como una "infección grave de las encías que afecta el tejido blando que rodea los dientes. Sin tratamiento, la periodontitis puede destruir el hueso que soporta tus dientes, haciendo que se aflojen o se caigan".

Dentro de los posibles síntomas, menciona el sangrado de las encías, enrojecimiento o dolor o mal aliento persistente.

Pero más allá del daño que pueda ocasionar en tu boca, hay evidencia amplia que relaciona la enfermedad de las encías con la diabetes tipo 2.

"De hecho, actualmente hablamos de una relación bidireccional", afirmó Donos, "lo que quiere decir que los pacientes con enfermedad periodontal tienen mayor riesgo de desarrollar diabetes y los pacientes con diabetes también tendrán enfermedad periodontal".

Es tan estrecha la relación, que hay estudios que aseguran que un buen cuidado oral en personas con diabetes tipo 2 puede ayudar en el control de la enfermedad en general, de una manera fácil y sin mayores efectos secundarios.

"Un estudio que hicimos hace algunos años mostró que si tratas la enfermedad periodontal de manera convencional -sin intervención quirúrgica-, había un mejor control metabólico en estos pacientes, una mejoría significativa que se mantuvo por casi 12 meses”, dijo Donos.

En el panel de la BBC, también participó el doctor Graham Lloyd Jones, radiólogo del hospital de Salisbury en Reino Unido, quien aseguró que la relación de la boca con la diabetes "tiene sentido".

"Hay que ver a la boca como un órgano inmunológico: si está comprometido, habrá procesos inflamatorios, incluso patógenos -bacterias que normalmente viven en la boca pero que pasan a otras partes del cuerpo- que están implicados en el desarrollo y empeoramiento de muchas de estas enfermedades", advirtió el galeno. 

 De la boca al corazón
 Una persona con la boca torcida

Una persona con la boca torcida

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

La diabetes tipo 2 no es la única enfermedad relacionada con la enfermedad de las encías: debido a que las bacterias fuera de control de la periodontitis recorren el cuerpo a través del sistema sanguíneo, pueden terminar afectando el corazón.

"Estos componentes inflamatorios que existen en el cuerpo debido a la periodontitis y que alcanzan el torrente sanguíneo", dijo Donos, "pueden formar placas que pueden llevar a coágulos que pueden tener consecuencias en los pacientes que van desde problemas isquémicos del corazón hasta infartos".

Un caso de una infección que puede ser letal y que se da cuando las defensas de la boca están bajas -debido a una enfermedad inmune o al consumo de drogas- es la endocarditis.

"Afortunadamente es una enfermedad rara", explica el doctor Lloyd-Jones, "pero es una enfermedad infecciosa en la que algunos organismos de la boca se salen de control y afectan los tejidos internos del corazón".

"Es evidente que esa ruta anatómica de la boca, con patógenos que salen hacia el resto del cuerpo, es algo real. Con el tiempo, este exceso de bacterias que cruzan la barrera física de nuestra boca llega al resto del cuerpo a través del torrente sanguíneo, lo que puede llevar a enfermedades o al empeoramiento de males ya existentes". 

 La conexión con la cognición 

Una pareja mayor sonriendo.

Una pareja mayor sonriendo

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

 

Algunos médicos creen que mantener mínimo 21 dientes en la vejez está relacionado con una mejor cognición. 

 Aunque la evidencia no está tan cimentada como en los casos anteriores, hay algunos investigadores que están empezando a develar lo que podría ser una relación entre estas bacterias y el deterioro cognitivo en la vejez.

Una de ellas es la doctora Vivan Shaw, de la Universidad de Cambridge, quien aseguró que en sus estudios ha encontrado que las personas que alcanzan la vejez con 21 o más dientes tienen menor deterioro cognitivo que aquellos que tienen menos.

"Aunque la evidencia es relativamente reciente, sí podemos decir que si tienes algún tipo de deterioro cognitivo y pierdes dexteridad, se puede ver afectada tu capacidad de cepillarte o usar seda dental", dice Shaw.

"Además está relacionado con un tema nutricional: si tienes menos dientes, seguramente tendrás peor nutrición que lleva a un mayor deterioro cognitivo".

Lloyd-Jones por su lado, habló de un vínculo más directo: "Hay organismos específicos que se han relacionado con el desarrollo y empeoramiento de la enfermedad de las encías".

“"na en específico, conocida como gingivalis, es un organismo muy interesante. Se recubre de neurotoxinas, las cuales matan células nerviosas. Pero ese organismo no se queda sólo en la boca, se sale de nuestras encías inflamadas y viajan a través del cuerpo, y se encuentra tanto en el cerebro como en el líquido encefalorraquídeo de las personas con Alzheimer".

Para el profesor Donos, estas relaciones entre la boca y los distintos sistemas del cuerpo sólo resalta la importancia de prevenir la enfermedad periodontal en primer lugar. 

El cuidado oral 

Una mujer sonriendo en el dentista

Una mujer sonriendo en el dentista

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,
 El acceso a un buen sistema de salud oral es fundamental, según los expertos. 

 "Todas las enfermedades orales son prevenibles y, hasta cierto punto, tratables -con excepción del cáncer, que es una historia totalmente distinta”, dijo Donos durante el panel.

Para el experto, es clave que las persoçnas puedan tener acceso a un buen sistema de salud oral, y que las personas tengan un dentista de su confianza que sea capaz de enfocarse en la prevención.

"Ese es el camino hacia adelante. Y también integrar de manera más cercana la odontología y la medicina, para que cuando visitemos a nuestro médico, a nuestro dentista, no solo miren nuestros dientes o nuestro hígado, sino que puedan ver el cuerpo como un sistema, y correlacionar los síntomas".

Un ejemplo específico en el que esta combinación de especialidades puede funcionar es en el cuidado prenatal: la doctora Shaw dijo que debido a los cambios hormonales que ocurren en el embarazo, esas bacterias de la boca pueden tomar fuerza y poner en riesgo tanto a la madre como al bebé.

“Nos preocupa mucho porque aumenta el riesgo de nacimientos prematuros y nacimientos de bajo peso, es por eso que es una etapa crucial para hablar con las madres y proveerles el cuidado adecuado”.

Para Lloyd-Jones, la parte más importante radica en cambiar cómo pensamos en nuestra boca: “Tenemos que pensar en ese concepto de nuestra boca como una barrera inmune que requiere nuestro cuidado. Cuidar de los microbios que viven en nuestra boca y que han evolucionado con nosotros y que están ahí para protegernos”.

Esta es una adaptación al español de un episodio en vivo del programa The Evidence de la BBC, que puedes encontrar en inglés  aquí. 

jueves, 14 de marzo de 2024

Hábitos atómicos

La primera llamada de atención fue ver a una señora leyendo un libro con el título de este artículo en un viaje de avión desde Málaga a Madrid. No pude ver el nombre del autor pero reconozco que quise saber de qué iba aquella enigmática obra. ¿Hábitos atómicos? La segunda fue ver en una librería que ese libro ya tenía 27 ediciones. Seguro que ahora ya tendrá alguna más. La tercera fue fijarme en el nombre del autor, James Clear, empresario nacido en Hamilton (Ohio), a quien conocía por otros trabajos. Y la definitiva fue darle un vistazo al índice (no sé dónde leí que de los libros no hay que fiarse ni del índice) y leer la contraportada. Sé por experiencia que, aunque esté redactada en tercera persona, suele estar escrito por el autor.

Mi ocupación de profesor y mi condición de padre fueron también decisivas para tomar la decisión. Los jóvenes están muy necesitados de adquirir buenos hábitos, hecho que exige dos cualidades que son muy necesarias y de las que no andan sobrados: voluntad y perseverancia. Más que suficiente para la compra del libro. Adquirir buenos hábitos y evitar o eliminar los hábitos dañinos son estrategias necesarias para encauzar la vida por buen camino.

He leído el libro, cuyo subtítulo es muy clarificador: “Cambios pequeños, resultados extraordinarios”. Y me he alegrado de hacerlo. Porque me ha dado luz a algunas cuestiones que considero importantes para orientar los comportamientos y organizar la vida de forma provechosa. Pocas cosas hay más importantes.

Se trata de un libro de más de trescientas páginas, muy bien estructurado, bien escrito, claro y conciso, a caballo entre la reflexión teórica y la orientación práctica y, sobre todo, muy bien fundamentado. Tiene más de treinta páginas de notas aclaratorias, además de numerosas acotaciones a pie de página. Con frecuencia hace referencia a investigaciones en las que apoya sus explicaciones y sugerencias. No es, por consiguiente, un simpe libro de autoayuda.

Comenzaré por desvelar el contenido de las dos palabras que dan título al libro y a mi artículo. “Un hábito es una rutina o una práctica que se realiza de manera regular: una respuesta automática a una situación específica”. El hábito es una conducta que se ha repetido lo suficiente para volverse automática. Un átomo es la parte más pequeña de una sustancia, que no se puede descomponer. Un hábito atómico “es una práctica regular o rutina que no es solamente pequeña y fácil de realizar, también es la fuente de un poder increíble. Un componente de un sistema de crecimiento compuesto”.

Es fácil realizar malos hábitos y difícil desarrollar buenos hábitos. En efecto, los buenos hábitos (leer diariamente, hacer ejercicio, llevar un diario, cocinar, meditar, ordenar el cuarto de estudio, ser puntual…) funcionan unos días, pero después los abandonamos porque resultan una molestia. Los malos hábitos (consumir comida basura, fumar, aplazar las obligaciones, ver demasiada televisión, usar constantemente el móvil…) son difíciles de romper.

James Clear sostiene que hay tres niveles o capas de cambios: el cambio de resultados, el cambio de procesos y el cambio de identidad. La manera más efectiva de cambiar los hábitos consiste en centrarse no en lo que se quiere lograr sino en la persona en que se quiere uno convertir. Y la identidad surge de los hábitos.

El proceso de construir un hábito pasa por cuatro fases o pasos. La primera fase es la señal, que desencadena el proceso en el cerebro. Se trata de una pequeña porción de información que anticipa la recompensa. La segunda es el anhelo, que es la fuerza que nos impulsa. Sin cierto nivel de motivación o de deseo no tendríamos razones para actuar. La tercera fase es la respuesta, que es justamente el hábito que se realiza. El que la respuesta ocurra depende de cuánta motivación exista. La cuarta fase es la recompensa, que es la meta final de cada hábito. El primer propósito de la recompensa es la satisfacción del deseo, el segundo es enseñarnos qué acciones vale la pena recordar en un futuro.

Dice el autor que la motivación está sobrevalorada y que el ambiente, a menudo, es más importante para la formación de hábitos. Yo añado que es muy importante integrarse en grupos de personas que tienen hábitos saludables. Es más fácil ejercitar el hábito de leer o de hacer ejercicio cuando perteneces a grupos de personas que tienen estos hábitos muy bien desarrollados. De la misma manera que es más fácil fumar cuando perteneces a un grupo de fumadores empedernidos. Y esto es especialmente verdad para los jóvenes ya que para ellos tiene mucha fuerza lo que hacen sus pares.

No conviene instalarse en la procrastinación. Hay que buscar la forma de no postergar. Y para conseguirlo es bueno elegir rutinas sencillas. Pondré un ejemplo narrado por la protagonista. Twyla Tharp es reconocida como una de las más grandes bailarinas y coreógrafas de la era moderna. En 1992 ganó la beca McArthur, conocida como la Beca de los Genios. Ha pasado la mayor parte de su carrera haciendo giras mundiales para presentar sus originales coreografías. Ella considera que una buena parte de su éxito se debe al desarrollo de sus hábitos cotidianos. Estas son sus palabras:

“Empiezo cada día de mi vida con un ritual. Despierto a las 5.30, me pongo mi ropa para entrenar, mis calentadores, mi sudadera y mi gorro. Salgo a la calle desde mi casa en Manhattan, tomo un taxi y le pido que me lleve al gimnasio Pumping Iron que se encuentra en la esquina de la Calle 91 y la Primera Avenida, donde hago ejercicio durante dos horas.

El ritual no consiste en los estiramientos y el levantamiento de pesas que realizo cada mañana en el gimnasio. El ritual es tomar el taxi. En el momento en que le digo al taxista a dónde voy, he completado el ritual.

Es un acto muy simple, pero hacerlo de la misma manera cada mañana lo convierte en un hábito repetible, que es sencillo de hacer, reduce la probabilidad de que lo deje de hacer o de que lo haga de manera distinta. Es uno más de los hábitos en mi arsenal de rutinas y es una cosa menos a la que tengo que dedicar tiempo para pensar”.

El lector o la lectora podrán encontrar reflexiones teóricas pero también algunas sugerencias prácticas conducentes a la adquisición de hábitos saludables. Pondré un ejemplo: la regla de los dos minutos. Dice el autor con indudable perspicacia: “Cuando sueñas con hacer un cambio, la emoción te domina de manera inevitable y terminas tratando de hacer demasiadas cosas en poco tiempo”. Para contrarrestar esta tendencia propone seguir la regla de los dos minutos que reza así: “Cuando empiezas un nuevo hábito, no debe llevarte más de dos minutos”. Para que quede claro: “Leer antes de dormir” se transforma según esta ley en “leer una página”. Hay que empezar por lo fácil, por lo sencillo. Correr un maratón es muy difícil, correr cinco kilómetros es difícil, caminar diez mil pasos es moderadamente difícil. Caminar diez minutos es fácil. Y ponerse las zapatillas es sumamente sencillo.

James Clear plantea cuatro leyes para la adquisición de hábitos buenos (entre paréntesis las leyes para evitar los malos hábitos): hacerlo obvio (hacerlo invisible), hacerlo atractivo (hacerlo poco atractivo), hacerlo sencillo (hacerlo difícil), hacerlo satisfactorio (hacerlo insatisfactorio). Con explicaciones claras, ejemplos sugerentes y propuestas concretas, el autor nos persuade de la importancia que tiene para organizar la vida, adquirir hábitos beneficiosos y eliminar los hábitos dañinos.

Es muy importante que quienes tenemos la responsabilidad de la educación en la casa y en la escuela sepamos ayudar a nuestros hijos y alumnos a formar hábitos beneficiosos, sin olvidar nunca que es nuestra forma de actuar lo que más influye en su formación. No es muy coherente decir con un cigarro en la boca: hijo, fumar es muy dañino para la salud.

Hay interesante literatura sobre esta cuestión. Pienso en el “El poder de los hábitos”, escrito por Charles Duigg. La pretensión de estas reflexiones es clara y decisiva: se trata de aprender a vivir mejor. 

 Fuente: Autor Miguel Ángel Santos Guerra.