sábado, 16 de noviembre de 2024

Los motivos por los que Palma es la única ciudad de España recomendada por Lonely Planet

Palma de Mallorca
Visitantes en las terrazas de la catedral de Palma (Mallorca).
La editorial viajera propone la capital de Mallorca como una de las 10 mejores ciudades a las que viajar en 2025.

Palma es algo más que sol y playa, y por eso es una de las 10 ciudades recomendadas por Lonely Planet para visitar el año que viene. En su ranking anual Best in Travel, la editorial viajera elogia a la capital mallorquina por ser un destino turístico que se renueva y cambia, apostando por nuevos atractivos: una nueva gastronomía y nuevas propuestas culturales para posicionarse como escapada cultural, frente al hasta ahora turismo playero.

“Comer y beber en esta ciudad es un placer”, reza Lonely Planet, que asegura que Palma es un acierto tanto para deleitarse con platos típicos (sobrasada mallorquina, ensaimada…) como para degustar su alta cocina. Y es que cuatro de los 16 establecimientos con estrella Michelin de las islas Baleares están en la capital de Mallorca.

La cultura es otro de los motivos para que Palma entre en el top 10 de ciudades a explorar en 2025: “Lleva años alimentando almas creativas”. Lonely Planet ensalza a Jorge Luis Borges y sus elogios a la catedral de Palma y a George Sand, que vivió en la Real Cartuja de Valldemossa con Frédéric Chopin, pero también destaca la artesanía local y las numerosas galerías de arte, como la Fundació Joan Miró o el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca, Es Baluard. La recuperación de “antiguos edificios patrimoniales como lugares mágicos y de diseño vanguardista” es otro de los atractivos de este enclave a nivel cultural.

La inversión que está haciendo Palma en nuevas iniciativas ecológicas, eliminando tráfico rodado y dando prioridad al peatón, con el esperado paseo marítimo para explorar la ciudad a pie o en bicicleta, es otro de los atractivos de la capital que la guía pone de relieve. De hecho, este mismo jueves 24 de octubre, el Consell de Mallorca ha planteado limitar la entrada de vehículos a Mallorca, poner un tope al número de coches de alquiler que recorren la red viaria e introducir una tasa que grave a los automóviles que no tributan en ninguna de las islas baleares para desincentivar su llegada.
 
Una de las calles del centro de la capital mallorquina.

Una de las calles del centro de la capital mallorquina. Andrey Danilovich (Getty Images)

El paseo marítimo se inaugurará en 2025 y contará con 3,5 kilómetros que bordearán la bahía, desde el extremo meridional del casco antiguo hasta Porto Pi. La guía también destaca otros proyectos en marcha que mejorarán la iluminación con LED, plantarán más de 1.800 árboles y crearán sistemas de drenaje sostenible para reutilizar el agua de lluvia.

Cuatro cosas imprescindibles que hacer en Palma

  • Joan Miró es el primer imprescindible para la guía, que invita a “sumergirse en el mundo del artista catalán” acudiendo a la Fundació Miró Mallorca con sus dos estudios, Son Boter y Taller Sert.

  • Lonely Planet recomienda alojarse en un edificio histórico reconvertido, como Palma Riad, Portella Palma o Can Cera. Eso sí, esto dependerá del bolsillo de cada visitante.

  • La bicicleta no puede faltar en la ciudad, y la guía recomienda recorrerla desde el paseo marítimo hasta Es Portixol. 

  • El “bullicioso Mercat de Santa Catalina” también es una visita indispensable, tanto si eliges disfrutar de unas tapas o de una comida, aseguran en la guía.

El mejor momento para viajar a la capital mallorquina

En cuanto al momento perfecto para visitar Mallorca, la guía asegura que es un destino “maravilloso todo el año”, pero avisan de que en julio y agosto “los precios y el gentío se disparan”.

Este verano, Baleares ha batido su récord de visitantes, mientras no cesan las protestas de los residentes para lograr un turismo menos masivo y más respetuoso con la vida de los locales. “El autobús va lleno y pasa de largo. Tardo dos horas en llegar a casa”, declaraba este verano a EL PAÍS Leo Villanueva, vecina de Palma y residente en la turística zona del Arenal.


viernes, 15 de noviembre de 2024

“Limpieza de la muerte”: la práctica sueca de deshacerse de pertenencias acumuladas en vida para evitar problemas a los herederos

Margareta Magnusson

Fuente de la imagen,Alexander Mahmoud

Pie de foto,Magnusson cuenta que hace un poco de "limpieza de la muerte" cada día y que ahora, a sus 90 años, " ya casi he terminado.

Objeto más, objeto menos, la gran mayoría de nosotros vivimos rodeados de cosas absolutamente innecesarias.

Desde ropa vieja hasta prendas sin estrenar, desde electrodomésticos de usos cuestionables hasta fotos de gente de la que ya ni recordamos su nombre, tendemos a acumular mucho más de lo que necesitamos para vivir.


Y si a veces nosotros mismos no sabemos qué hacer con tanto trasto, imagina el dolor de cabeza que pueden llegar a ser tus cosas para tu familia, el día que dejes de existir.

Los suecos, sin embargo, parecen haber encontrado una manera muy pragmática de lidiar con esta situación: organizan y se deshacen de gran parte de sus pertenencias antes de que la parca les toque a la puerta.

Se trata de una práctica bautizada döstädning -un término relativamente reciente para nombrar una antigua costumbre- que combina la palabra dö (muerte) y städning (limpieza u orden).

Esta “limpieza antes de la muerte” consiste en deshacerse de todo lo innecesario antes de dejar este mundo. Una práctica que la artista nonagenaria sueca Margareta Magnusson explica en detalle en “El arte sueco de ordenar antes de morir” (Reservoir Books, 2017).

Básicamente, "la idea es no dejar un montón de basura al morir. Basura de la que tendrán que hacerse cargo otras personas", le explica Magnusson a BBC Mundo.

"En esta cultura consumista en la que vivimos, döstädning es una forma de ayudar a los que dejas atrás", añade.

Habitación desordenada Fuente de la imagen, Getty Images
Pie de foto,Lo que no resuelvas tú en vida, le quedará a tus familiares o amigos.
Es una idea tan pero tan simple que uno diría que no requiere explicación, si no fuera porque a más de uno la muerte de un familiar lo ha dejado con una montaña de problemas sin resolver, cosas para organizar, además de una pena infinita.

“Un día cuando ya no estés acá, tu familia va a tener que ocuparse de todas tus cosas y no creo que sea justo”, explica Magnusson en un video que grabó junto a su hija.

"Piensa en tus personas favoritas. ¿Quieres poner toda tu basura en sus regazos. Y piensa en todas tus cosas favoritas: ¿deberían acabar en un contenedor?", le dice a BBC Mundo.

“He tenido que ordenar tantas veces después de morir otra persona, que ni por asomo obligaría a alguien a hacerlo después de mi muerte”, agrega la autora, a quien le tocó ocuparse de lo que dejaron su padre, su madre y su marido una vez muertos.

Aún así, la artista reconoce que el proceso no es sencillo para todos.

“Hacer inventario de todas nuestras antiguas pertenencias, al tiempo que rememoramos la última vez que recurrimos a ellas, y despedirnos de algunas no es tarea fácil para muchos de nosotros. Las personas tendemos más a acumular cosas que a tirarlas”, escribe en su libro.

Pero reconoce que ella siempre está haciendo este tipo de limpieza, porque “me gusta tener todo lindo alrededor y mantener cierto orden”.

"He disfrutado repasando mis recuerdos, mi vida. Dándoles cosas a mis nietos y a mis hijos"

“Yo no lo veo como algo triste -dice- sino más como un alivio”.

Manos a la obra
Si este concepto nórdico te resulta atractivo y crees que puede serte útil, Magnusson tiene varias sugerencias sobre cómo abordar la tarea.

En primer lugar, empieza por ver qué cosas tienes en el ático o en el sótano o en los armarios del recibidor. Es decir, en los lugares que no están a la vista y a donde suelen ir a parar las cosas de poco uso, aquellas con las que no sabes qué hacer y que quizás ni recuerdas que tienes.

También puedes pensar en algún familiar más joven o amigo, a quien le puedas dar cosas que a ti ya no te sirven y que le vendrán de maravilla.

Libro de Margareta Magnus sonFuente de la imagen,Alexander Mahmoud

Pie de foto, Su libro ya ha sido traducido al español.

"Comienza con las cosas grandes. Mesas, sillas, muebles. Luego pasa a cosas más pequeñas como ropa u ollas y sartenes", le dice a BBC Mundo.

En cuanto a la ropa, sostiene que lo ideal es tener un guardarropa con solo aquello que nos gusta usar, con prendas combinables entre sí, al que uno podría acudir casi con los ojos cerrados y siempre salir bien vestido.

Prueba de ellos son la mayoría de las fotos que verás de ella en internet, en las que siempre luce un pantalón liso y una invariable camiseta a rayas.

Los ítems que solo te incumben a ti, como pueden ser souvenirs, cartas, diarios o fotos íntimas, puedes guardarlos en una caja etiquetada con el nombre de alguien de confianza, y con claras instrucciones para que se deshaga de ella sin inspeccionar su contenido.

También recomienda conseguirse una trituradora de papel para destruir los documentos muy privados, que puedan hacer daño o simplemente innecesarios.

Igual importancia tienen los problemas o situaciones no resueltas con amigos y familiares: es buena idea tratar de aclararlas antes de que sea demasiado tarde.

Las claves para acceder a páginas web y cuentas digitales, puedes dejarlas anotadas en algún sitio para facilitarle los trámites a quienes se quedan, dice.

Y, por último, puedes dedicarte a organizar (o desechar) las fotos, los recuerdos.

Eso siempre es mejor dejarlo para el final, “porque si no quedarás atrapado en el baúl de los recuerdos y no podrás hacer nada”, explica.

Lo mejor es hacerlo solo ya que precisamente el objetivo es no sobrecargar a los demás.

Conversación difícil

¿Cuál es el momento ideal para encarar esta tarea?

“Si estás en la recta final, no esperes demasiado...”, escribe la artista.

Sugiere como mínimo empezar a los 65 años, pero en realidad cree que lo mejor es empezar tan pronto nos sea posible.

"Empieza a tiempo, antes de que seas demasiado viejo y débil para hacerlo", recomienda Magnusson, que dice que todos los días hace un poquito.

"Nunca es demasiado pronto. Sólo es demasiado tarde, cuando ya estás muerto", le comenta a BBC Mundo.

Margareta Magnusson Fuente de la imagen,Alexander Mahmoud

Pie de foto,Magnusson tiene un guardarropas con todas  las prendas que combinan entre sí.

"No te arrepentirás, ni tampoco tus seres queridos", dice.

Y si no estamos pensando en nosotros sino en nuestros padres, Magnusson sugiere tener en algún momento esa charla con ellos.

“Claro que no es fácil, pero creo que si no lo haces cuando están vivos, luego será un infierno para ti más tarde”, explica.

“Tienes que ser un poco descortés y quizás puedes ir con ellos al sótano o al desván y preguntarles qué quieren hacer con esto o con aquello, y si puedes ayudarlos a reducir sus pertenencias”.

“No creo que se enojen por ello”, concluye Magnusson.

jueves, 14 de noviembre de 2024

_- Nace la Red de Judíos Europeos por Palestina

_- En marzo de 2023, en París, veinte grupos judíos de catorce países europeos se reunieron por vez primera durante una conferencia internacional organizada en solidaridad con Palestina. A partir de ahí, decidieron unirse en una vía común, formalizada en septiembre de 2024 como Red de Judíos Europeos por Palestina (JEP).

Entre sus filas se encuentran el Bund Judío, con sede en Berlín, y la francesa Tsedek (“Justicia” en hebreo), que han encabezado importantes manifestaciones en los últimos meses pidiendo el fin de los ataques militares israelíes contra Gaza. Incluyen también incluyen a una organización judía italiana, el Laboratorio Judío Antirracista (LEA), activa a nivel popular desde 2020, que aboga por el fin del apartheid en Palestina y que lleva pidiendo un alto el fuego en Gaza desde el 7 de octubre.

Entre las iniciativas de LEA figura la recogida de más de 160.000 firmas, entregadas al presidente Sergio Mattarella en enero de 2024, en una petición que exige que las instituciones italianas adopten una postura clara contra las políticas de Netanyahu.

El acto oficial de presentación de Judíos Europeos por Palestina tuvo lugar la semana pasada en las oficinas del Parlamento Europeo en Bruselas, siguiendo los pasos del grupo estadounidense Jewish Voice for Peace (Voz Judía por la Paz). El acto estuvo organizado por tres eurodiputados, Marc Bottenga (La Izquierda, Bélgica), Mounir Stouri (Verdes/ALE, Francia) y Hanna Jalloul (S&D, España), y contó con la presencia de varios representantes de organizaciones antirracistas de la sociedad civil europea y palestina.

La fecha del 3 de octubre se eligió por su significado: coincide con el comienzo del Año Nuevo judío, Rosh Hashaná, que marca el año 5785 en el calendario judío. «Marcamos este importante momento del calendario judío con un mensaje de solidaridad con el pueblo palestino y un llamamiento para poner fin al genocidio de Gaza y a los crímenes de guerra de Israel», declaró Gabi Kaplan, coportavoz de EJP y miembro del grupo danés Judíos por una Paz Justa, durante el discurso de apertura.

Y añadió: «Sentimos la necesidad de organizarnos colectivamente como judíos para expresar nuestra oposición al genocidio y la limpieza étnica, la ocupación colonial y el apartheid de Israel en Palestina». Durante la reunión, los oradores denunciaron la «cínica equiparación de antisionismo y antisemitismo», sin restar importancia a «los crecientes y reales peligros del antisemitismo contemporáneo».

JEP se basa en «el compromiso de contrarrestar el odio antijudío dondequiera que se manifieste», pero también «su explotación», en concreto la definición de antisemitismo de la IHRA, que «reprime la disidencia y silencia toda crítica a Israel».

Se refiere a la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), una organización intergubernamental creada a finales de la década de 1990 para promover el recuerdo del Holocausto. En 2016, su asamblea plenaria aprobó y publicó una definición de antisemitismo en 11 puntos, siete de los cuales tienen que ver con las actitudes hacia Israel.

En 2016, su asamblea plenaria aprobó y publicó una definición de antisemitismo en 11 puntos, siete de los cuales tienen que ver con las actitudes respecto a Israel. En pocos años, la definición se ha convertido en jurídicamente vinculante en muchos países europeos (nada menos que en 29), a pesar de que existen otras definiciones, como la Declaración de Jerusalén, redactada por académicos judíos de la diáspora e israelíes que mantienen una postura abierta a las críticas a Israel.

Las organizaciones judías que componen el JEP se han visto tachadas de antisemitas en sus países de origen respectivos y aisladas. De ahí la necesidad de trabajar en red con otras organizaciones, porque «a pesar del genocidio de Gaza, quienes están a la cabeza de las organizaciones judías europeas siguen apoyando sin críticas al Estado de Israel», declara JEP en su documento fundacional, «y pretenden hablar en nombre de todos los judíos, ignorando y silenciando la creciente disidencia dentro de las comunidades». «No somos tan marginales como pretenden. Desde octubre del año pasado, cientos de miles de judíos de todo el mundo han salido a la calle contra la guerra bajo el lema 'En mi nombre, no'», concluye Kaplan.

JEP rechaza «la centralización de la vida judía en torno al Estado de Israel» y en su lugar busca «crear comunidad en todas partes, más allá de las fronteras nacionales y las tradiciones coloniales», declaró Eleonore Bronstein, del grupo belga Ajab y De-Colonizer, durante el acto inaugural que tuvo lugar en Bruselas.

«Construimos nuestro judaísmo tendiendo puentes. Y precisamente porque somos judíos, orgullosos de nuestra historia, hijos y nietos de exterminados y perseguidos, estamos inequívocamente con el pueblo palestino». La red reclama «igualdad de derechos para todos en la Palestina histórica, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo» y un «futuro digno de justicia y libertad». La primera batalla concreta es la lucha por detener los envíos de armas occidentales a Israel: «Las atrocidades que se cometen en Palestina se llevan a cabo con la complicidad de Estados Unidos y la Unión Europea....No podemos ocuparnos de la Nakba en curso en Palestina sin echar un vistazo a la actitud colonial aquí mismo, en nuestros propios países».

Es asesora parlamentaria en la Cámara de los Diputados italiana, es especialista en conflictos de Oriente Medio y la cuestión palestino-israelí. Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad de Roma Tre, amplió estudios en la London School of Economics y ha sido profesora en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Fuente: 

il manifesto global, 13 de octubre de 2024: 

miércoles, 13 de noviembre de 2024

_- Los esclavos, sombras de la historia de España.

_- La memoria democrática pasa por alto la experiencia más cruel de nuestro país, que no está ligada a la confrontación política pero cuya negación es uno de los arquitrabes de la ideología española.

En la abolición de la esclavitud convergen tres cuestiones: el interés económico de quienes se benefician, la experiencia social de quienes padecen cautividad y la vertiente moral sobre lo justo, lo humano, lo correcto. Naturalmente, la abolición, en tanto decisión gubernamental o parlamentaria que se traduce en una ley, es en todo momento un asunto político.

En la historia del abolicionismo ha dominado el relato que lo presenta como un movimiento creciente desde finales del siglo XVIII, la Era de las Luces y la Razón, de la proclamación de derechos y la irrupción de los principios liberales, de un nuevo comienzo de la civilización. Seguidores de varias Iglesias cristianas reformadas y defensoras de valores humanos se situaron a la cabeza… en el Reino Unido, pues fue un fenómeno local. En 1807, gracias a un giro en la política del partido whig (más tarde, Liberal), obtuvieron la prohibición del comercio de esclavos en el Atlántico para los barcos y los súbditos británicos. Comenzó una cruzada con el objetivo de extender la supresión de la trata, en la que se empleó la armada y se forzaron acuerdos con diversos países, como España en 1817. El Parlamento británico, bajo presión del lobby financiero, bloqueó la proposición de prohibir a sus bancos participar en el negocio del esclavismo de otros países. El Reino Unido continuó siendo el principal consumidor de artículos producidos por esclavos: algodón para sus fábricas, azúcar para las refinerías y su reexportación tras alcanzar el nivel más elevado de consumo per cápita del mundo.

Cada abolición nacional posee su propia historia. La española tiene en su haber el récord de haber sido el último país en adoptar medidas efectivas para poner fin al comercio transatlántico, en 1866, y de ser la última nación europea en acometer la prohibición de la esclavitud en sus colonias. Fue campeona, también, en relación con el tamaño de los territorios de destino y a su población, en la introducción de africanos esclavizados mientras rigieron tratados internacionales que prohibían ese comercio: entre 1820 y 1866 se desembarcó de manera clandestina en torno a 700.000 africanos. Un negocio de esa magnitud jamás se hubiera podido llevar a cabo sin tejer una tupida red de complicidades administrativas y políticas. Esto último creó un fuerte y temprano valladar ante las propuestas de abolición: el nutrido club de adversarios a la supresión del trabajo forzado. La corrupción económica dejó su impronta y abarcó desde los capitanes generales a los modestos alcaldes de partido de Cuba y Puerto Rico.

Las Cortes españolas conocieron propuestas de abolición desde 1811. Cedieron al clamor contrario en el Gobierno y en los escaños. Hasta 1865 no se autorizó la existencia de una Sociedad Abolicionista. El grueso de los liberales (la corriente de ese nombre en Cádiz y el Trienio Liberal, el Partido Progresista entre 1836 y 1870) no solo se mostró tibio ante la cuestión, sino que en 1837 sacó de su agenda cualquier mención al tema. Dirigentes como Mendizábal o Salustiano Olózaga garantizaron a los hacendados de Cuba la conservación de la esclavitud y de su principal sistema de reemplazo, la trata clandestina. Los conservadores se mostraron defensores acérrimos del statu quo.

Existe la extendida creencia de que la esclavitud fue abolida en suelo español en 1836 o 1837, según se cite. Constituye una fake news precursora de la actual. El Consejo Real, precedente del Consejo de Estado, fue consultado en la primera fecha sobre la petición de varios esclavos negros residentes en Madrid que solicitaban ser declarados libres. El Consejo recomendó que así se hiciera. En su lugar, el Gobierno dispuso que no se concedieran pasaportes a los esclavos para pasar a la metrópoli con sus dueños. En 1837 se debía debatir en las Cortes una proposición del ministro de Gracia y Justicia suprimiendo la esclavitud en suelo peninsular. Admitida a trámite, nunca se debatió, pues entre tanto el Parlamento acordó excluir a las “provincias de ultramar” del marco de la Constitución española y de su representación política, con discursos basados en la diferencia de razas y el peligro que suponía la libertad o el reconocimiento de derechos a los libertos. El capitán general de Puerto Rico acordó que los esclavos que viajaran con sus amos quedarían en libertad al pisar suelo español. Las autoridades cubanas adoptaron una medida semejante en 1861. En 1866 se extendió la prohibición mediante un decreto. Estas disposiciones ignoraron a los esclavos que ya residían en España.

La abolición llegó en medio de disputadas luchas políticas. Y siguió un procedimiento gradual, tan dilatado que consumió 16 años —una generación, hubiera sostenido Ortega—. En 1870 se aprobó una ley por la que los nacidos de mujer esclava serían libres, aunque debían permanecer bajo potestad de los dueños de sus madres mientras estas siguieran en esclavitud, hasta cumplir los 18 años, y trabajar para aquellos desde la edad que fuera habitual hacerlo. Se daba la libertad a los que tuvieran cumplidos 60 o más años. En marzo de 1873, en medio de una monumental crisis política —la proposición se había llevado por delante el trono de Amadeo de Saboya—, se aprobó la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. Unos 30.000 cautivos fueron liberados. En proporción a los habitantes de la isla, equivalía a la actual población de Madrid con respecto a la de España. La ley obligaba a los libertos a contratarse obligatoriamente durante los cuatro años siguientes y retrasaba el reconocimiento de sus derechos. Las Cortes aprobaron instalar en las paredes del Congreso de los Diputados una losa de mármol con la siguiente leyenda: “Este día famoso, fue rota la cadena del esclavo”. El diputado que lo propuso recordó al clásico que había dicho: “La vida de los muertos consiste en la memoria de los vivos”. Sigue pendiente la ejecución de ese acuerdo. La conmemoración en 2023 de los 150 años de la ley pasó desapercibida mientras se despertaba la absurda discusión de si había tenido esclavos, si su trato había sido humano o, incluso, si nuestro país había poseído colonias.

En 1880 se acordó la abolición gradual para Cuba: el esclavo era llamado “patrocinado” sin cambiar su estatus; el sistema tendría una duración de ocho años y a partir del cuarto se sortearían las emancipaciones. En 1886, de forma vergonzante, con una enmienda a la ley de presupuestos, se autorizó al Gobierno a anticipar dos años la supresión del patronato. Fue acordado tres meses después mediante Real Decreto.

La memoria democrática pasa por alto la experiencia más extensa, cruel y humanamente comprometida de la historia de España. No está unida a relatos de confrontación política, los atraviesa y su negación es uno de los arquitrabes de la ideología española. Los nombres de los beneficiarios de la trata y de la esclavitud conforman una escogida relación muy presente en la alta sociedad y el empresariado español del siglo XIX. Sus descendientes han constituido una pléyade de los negocios, la aristocracia y el mundo de la política y la cultura hasta nuestros días. El abolicionismo es un recordatorio del nervio moral de una España olvidada. Es, ante todo, la evidencia práctica de la persistencia de la esclavitud en nuestro país hasta finales del siglo XIX. Quizás ha llegado el momento de reconocer esta deuda y pensar en las reparaciones por principio moral y justicia retributiva.

José Antonio Piqueras es catedrático de Historia de la Universitat Jaume I y director de la Cátedra UNESCO de Esclavitudes y Afrodescendencia. Autor de Negreros y El antiesclavismo en España y sus adversarios (Catarata, 2021 y 2024).

martes, 12 de noviembre de 2024

Los brigadistas internacionales en la Guerra Civil: “Voy a luchar contra el fascismo, no a meterme en política”

Morandi, en primer plano, con el jefe del sector del norte de Córdoba, Joaquín Pérez Salas, al teléfono.
Morandi, en primer plano, con el jefe del sector del norte de Córdoba, Joaquín Pérez Salas, al teléfono.
Un libro recupera el diario del militar italiano Aldo Morandi durante su paso por el frente republicano en 1936

Más de 40.000 brigadistas procedentes de 53 países llegaron en 1936 a España para enrolarse en la lucha contra el fascismo, algo que muchos de ellos ya venían padeciendo, como exiliados, debido a la deriva de países como Italia, Alemania o Austria. Entre ellos estaba Aldo Morandi, un veterano de la I Guerra Mundial que salió de París junto a otros 50 compañeros italianos a finales de noviembre de 1936 con destino al frente de Andalucía en la Guerra Civil.

El teniente coronel Morandi, que es descrito como un antifascista indómito por sus biógrafos, recogió en un diario su lucha en los frentes del ejército republicano, tanto en Andalucía como en Las Rozas (Madrid), el Jarama y el Bajo Aragón. El original mecanografiado de ese diario, titulado Guardando il Passato. Un Diario della guerra di Spagna (1936-1939) —Mirando el pasado. Un Diario de la guerra de España— de unos 400 folios, fue cedido recientemente por la familia del militar al historiador español Francisco Moreno Gómez, quien, tras un laborioso trabajo de catalogación, ha publicado el libro Brigadistas Internacionales en la España democrática (Utopía Libros). Junto al diario, Moreno recibió casi un centenar de fotografías que aportan una visión y un testimonio hasta ahora inédito del papel que jugaron los brigadistas internacionales en la Guerra Civil. Se estima que más de 9.000 de estos perdieron su vida luchando contra el fascismo en España.

“Esta publicación es un ejercicio de historia y de memoria democrática y también el cumplimiento del compromiso contraído con la familia de Aldo Morandi, en concreto con Miuccia Gigante, su nieta, y con Pietro Ramella, el tutor de su documentación”, señala el historiador. 

Miembros del ejército republicano, en un tanque ruso T-26 en el norte de Córdoba.Miembros del ejército republicano, en un tanque ruso T-26 en el norte de Córdoba

 Utopía Libros

El libro arranca con la salida de París de Morandi a finales de noviembre de 1936, su formación en la base de Albacete y su llegada al frente de Andalucía, sobre todo Lopera (Jaén), en la Navidad de 1936, bajo la XIV Brigada Internacional, con el general Walter como jefe y con el propio Morandi como capitán jefe de Estado Mayor.

El diario del italiano aporta una versión nueva y detallada de la tragedia del 9º Batallón de esta Brigada, con enormes pérdidas, en el choque inesperado con los franquistas en un cerrillo entre Villa del Río y Bujalance, en el norte de Córdoba. “Hubo masacrados, prisioneros, fusilamientos a cargo de los requetés del teniente coronel Luis Redondo, pero más de la mitad del 9º Batallón logró romper el cerco por la noche, hasta verse frenados por el río Guadalquivir. Era la Nochebuena de 1936″, expone el historiador andaluz.

Morandi, ascendido a mayor el 6 de enero de 1937, se traslada con la Brigada y participa en la batalla de Las Rozas. Después narra su paso por la batalla del Jarama, hasta que aparece, con su 20º Batallón Internacional, en la batalla de Pozoblanco, el 17 de marzo de 1937. Después, ascendido a teniente coronel, mandará la 86ª Brigada Mixta, desde el 8 de abril de 1937. Un año completo estará Morandi en el norte de Córdoba, donde relata un sinfín de luchas, fatigas y peligros y se posiciona en el flanco republicano contra la Peñarroya franquista. 
Morandi, en los días de la Batalla de Lopera (Jaén).

Morandi, en los días de la Batalla de Lopera (Jaén)

 Utopía Libros 

Por otra parte, Morandi ofrece muchísimas referencias del llamado “hospital americano”, dirigido por el doctor Friedman, instalado primero en Valsequillo y, a finales de junio de 1937, en un colegio de Belalcázar. Más adelante se pone al frente de la 63 División, con puesto de mando en Villanueva de Córdoba. Allí, discutiendo un día con el gobernador civil, expresa el objetivo de su vida: “Yo he venido voluntario a España a luchar contra el fascismo y no a meterme en política”. “Este era, en realidad, el lema de los brigadistas internacionales y no otros tópicos que se vienen repitiendo sin fundamento”, señala Moreno.

El libro se detiene más adelante en el paso de Aldo Morandi por El Maestrazgo, en el Bajo Aragón, y al frente de la División de Maniobras de Extremadura. Aterrizan en Villafranca del Cid (Castellón), con el objetivo de reconquistar Alcañiz (Teruel), que no consiguen. En realidad, sufren una penosa retirada constante, frente a las tropas franquistas, que avanzan enloquecidas hacia el mar, objetivo que consiguen el 15 de abril de 1938, por Vinaroz (Castellón). “Morandi sufre una depresión y una recaída en su enfermedad crónica de malaria y se da de baja durante el verano de 1938″, apunta Moreno. 
De izquierda a derecha, el comandante Hans Kahle, Luigi Longo y Aldo Morandi.
De izquierda a derecha, el comandante Hans Kahle, Luigi Longo y Aldo Morandi.
Utopía Libros

Otro momento emotivo del libro se refiere a la retirada de los brigadistas internacionales, la despedida en Barcelona, el 28 de octubre de 1938, y el largo camino hacia la frontera, a pie, por Le Pertus, hasta que pasan, “doliéndose de la tragedia de España”, el 7 de febrero de 1939, todos los italianos juntos, los del Batallón Garibaldi, al mando de Morandi. Durante ese mes de febrero sufren el campo de concentración de Saint Cyprien, con testimonios desgarradores. A finales de ese mes, Morandi consigue, a través de un diputado francés, salir del campo y reunirse con su compañera, Vincenzina Fonti. La II Guerra Mundial la pasan en Suiza. La angustia vital de Morandi termina con su muerte en Milán, en 1975. Veinte años después, le seguirá Vincenzina.

Moreno conoció a la familia de Morandi en 2013, cuando publicó su libro Trincheras de la República. A partir de ahí empezaron a enviarle fotografías con las que llegó a organizar una exposición. “Al final ha merecido la pena: la lucha de Aldo Morandi, de sus internacionales y de sus compañeros españoles no ha quedado en el olvido. Siguen viviendo en los que quieren leer y quieren saber”.

Del bisnieto de Darwin a Robert Capa o Hemingway
Centenares de brigadistas internacionales murieron en la Navidad de 1936, durante la batalla de Lopera (Jaén). Ingleses, franceses y alemanes llegaron voluntarios para luchar contra el fascismo. Entre aquellas milicias, se encontraban los poetas Ralph Fox y John Cornford, este último bisnieto del célebre naturalista Charles Darwin y poeta revolucionario en la Inglaterra de principios del siglo XX. El diario de Aldo Morandi destaca el “heroísmo” de estos intelectuales británicos, caídos frente a la cota 320, a la vista de Lopera. Los mandaba otro excepcional capitán inglés, Georges Nathan, caído luego en la batalla de Brunete.

Junto a la zona conocida como barranco del Setal, en Lopera, pervive enterrada en una olvidada fosa la memoria de los jóvenes brigadistas. En 2016, coincidiendo con el 80º aniversario de la batalla de Lopera, se homenajeó a los brigadistas con la presencia de colectivos llegados desde Irlanda, Gran Bretaña o Francia.

Morandi también relata en su diario las visitas de personalidades al frente del norte de Córdoba, como los fotógrafos Robert Capa y Gerda Taro, además de los escritores Simone Weil o Hemingway, a quien le gustaba pasar horas y horas con la unidad de guerrilleros republicanos.

lunes, 11 de noviembre de 2024

_- El librepensamiento fuera de Occidente y antes de la modernidad

_- Una de las críticas más zonzas, pero no por eso menos perniciosas, que se le hace al librepensamiento de matriz irreligiosa es que constituye una manifestación cultural exclusivamente occidental, un fenómeno espiritual que –se aduce ad nauseam– no está presente en otras civilizaciones del orbe. Este cuestionamiento, que como veremos carece de todo fundamento, se halla muy extendido en el campo intelectual, y ha dado pábulo a la leyenda negra según la cual el escepticismo, el deísmo[1], el agnosticismo y el ateísmo serían cosmovisiones eurocéntricas, encorsetadas en la tradición grecolatina y la modernidad europea. Nada más lejos de la verdad.

Tres obras me guiarán en este breve periplo indagatorio: The alternative tradition: a study of unbelief in the Ancient World, de James Thrower (La Haya, Mouton, 1980); “Ateísmo y religión: perfil histórico de un debate” (1997), de Gonzalo Puente Ojea, extenso ensayo incluido en su libro Ateísmo y religiosidad: reflexiones sobre un debate (Madrid, Siglo XXI, 2001, 2ª ed., pp. 97-255); y Freethinkers of Medieval Islam: Ibn Al-Rawāndī, Abū Bakr Al-Rāzī and Their Impact on Islamic Thought, de Sarah Stroumsa (Leiden, Brill, 1999). Mi deuda historiográfica y filosófica con estos tres textos es enorme. Dejo constancia de ella.

Dice Puente Ojea en el precitado ensayo:

“La impugnación teórica de los postulados de la creencia en la divinidad no es de ahora, sino que se remonta a un tiempo muy pretérito, en el que individuos excepcionalmente dotados de gran carácter y notable inteligencia pusieron en cuestión las tradiciones religiosas de su sociedad y debatieron con estimable rigor las ancestrales creencias en Dios o en dioses, dejando así una profunda huella en la historia intelectual del ser humano. (…)

En las civilizaciones del Oriente fue emergiendo, aunque trabajosamente, una reflexión crítica sobre las especulaciones religiosas relativas al origen y gobierno del universo natural y social. Esta reflexión crítica revistió diversas tonalidades en función del carácter de cada pueblo, partiendo frecuentemente de preocupaciones morales unas veces, o alimentadas otras veces por preocupaciones intelectivas de orden cosmológico. Los poderes dominantes en estas sociedades antiguas se movían, en términos generales, en una concepción del mundo inscrita en el eje de coordenadas que expresan dos ideas que se combinan o entretejen en la visión mítico-religiosa, a saber, la realeza de los dioses y la divinidad de los reyes, de tal manera que la reflexión crítica de orientación agnóstica o atea se veía sometida a un mayor o menor grado de hostilidad –según los lugares y los tiempos– de esos poderes dominantes. Pero, en ocasiones, éstos eran accesibles a especulaciones morales y cosmológicas que rompían hasta cierto punto la compacidad o coherencia de las tradiciones ideológicas heredadas”[2].

En opinión del eminente historiador y filósofo español –opinión que suscribo totalmente–, es preciso rememorar y difundir los grandes hitos de la historia universal del librepensamiento irreligioso, aquello que Thrower ha denominado tradición alternativa. Es necesario

“…romper, en el ámbito del gran público, con la inveterada convicción de que solamente las tradiciones religiosas han acompañado al proceso civilizador de la humanidad, y que hay que llegar prácticamente a la Europa del siglo XVIII para que la ilustración de las mentes hubiera permitido a los hombres acceder a la radical puesta en cuestión de Dios y de la visión mítico-religiosa de la realidad. Las cabezas algo mejor informadas habían oído hablar del ateísmo de algunos pensadores griegos, pero los estereotipos asimilados en la escuela y el hogar les hacían dar por descontado que en el curso de la historia se habían olvidado feliz y legítimamente las fantasías irreligiosas de tales excéntricos, que incluso en reputados manuales universitarios sólo disfrutaban de una breve cita. El estudio objetivo de la realidad histórica nos brinda el apasionante panorama de la temprana inquietud de los seres humanos más lúcidos por indagar, más allá de los velos de los mitos religiosos, sobre la verdadera naturaleza del universo y su origen, sobre el ser humano y su destino, y sobre la sociedad.

La especulación teorética sobre estas grandes cuestiones no surgió de una simple curiosidad intelectual, sino que también fue estimulada por las complejas repercusiones psicológicas, cognitivas y morales generadas por transformaciones en la organización económica, social y política en el seno de constelaciones culturales en las que la legitimación de las estructuras de poder –familiar, tribal, territorial, etc.– estaba íntimamente vinculada a las concepciones religiosas del mundo que promovían las oligarquías dominantes. Lo político y lo cultual, y sus respectivos administradores, constituían dos vertientes del mismo sistema de creencias y de dominación, de tal modo que el cuestionamiento de la visión mítico-religiosa vigente amenazaba igualmente a los detentadores del poder político y a los administradores del poder religioso.

Cuando la vigencia social del sistema de creencias pierde peso o comienza a ser públicamente cuestionado; es decir, cuando la adhesión sin fisuras a los fundamentos sobrenaturales o divinos de la organización social se debilita, empiezan a manifestarse públicamente interrogantes y dudas sobre la validez ideológica de esos fundamentos, iniciándose una revisión de las representaciones colectivas y de los soportes de la obediencia civil ”[3].

A la luz de las evidencias hoy disponibles, al menos tres notables civilizaciones no occidentales produjeron intelectuales netamente irreligiosos: India, China y el mundo árabe. Las dos primeras de manera totalmente autónoma, endógena, y el último bajo la influencia proficua de la antigua filosofía griega, sobre todo aristotélica.

En la India del siglo VII a.C., la escuela nástika (heterodoxa) de Carvaka o Lokayata desarrolló una concepción abiertamente racionalista y crítica, materialista y atea, anticlerical y hedonista, haciendo caso omiso del principio de autoridad, los dogmas védicos y la tradición brahmánica (negó la existencia de los dioses, del alma, etc.). Es cierto que el budismo y el jainismo primigenios también cuestionaron por entonces, o poco antes, la veracidad de los Vedas (textos sagrados del hinduismo) y la existencia de los devas (deidades), lo mismo que la legitimidad de los brahmanes. Pero, como contrapartida, absorbieron muchos elementos metafísicos de la religión hinduista, como la rueda del samsara (reencarnación) y el karma. En cambio, la escuela filosófica de Carvaka supo conjugar el antiteísmo con la antimetafísica. A los Brihaspati sutra, los escritos fundamentales de esta corriente disidente, les cupo la misma suerte que al Peritheon del griego Protágoras de Abdera: la hoguera de la intolerancia religiosa. Los pocos fragmentos que se conservan de ellos son citas apostrofadas que aparecen en tratados hostiles redactados por brahmanes. Reproduzco algunas, a título ilustrativo:

“Sólo existe lo perceptible; lo no perceptible no existe, por la razón de que nunca ha sido percibido.

No hay ningún cielo, ni liberación final, ni alma alguna en otro mundo.

Los brahmanes se han establecido aquí solamente como un medio de vida.

Los tres Vedas son una estafa. (…) Los tres autores de los Vedas eran bufones, bribones y demonios.

La conciencia perteneciente a un cuerpo no puede decirse que sea la causa de la conciencia en otro cuerpo. (…) Ninguna conciencia se traslada a la vida fetal. Un niño debe aprender fuera de sí mismo lo que sabe.

Nadie ha observado jamás la transferencia de conciencia de un cuerpo a otro. (…) ¿Quién ha visto el alma existiendo en un estado de separación del cuerpo? ¿No es la vida resultado de la configuración última de la materia?

El único fin de los hombres es el goce de los placeres sensuales. (…) El dolor del infierno radica en las desgracias que surgen de los enemigos, las armas, las enfermedades (…). Es insensato el que se agota en penas, ayunos, etc. La castidad y otros tales preceptos son impuestos por débiles listos… El sabio debe gozar de los placeres de este mundo mediante los medios visibles apropiados, como la agricultura, la ganadería, el comercio, la administración política, etc.

Estos estúpidos son engañados por los mentirosos sastras [tratados religiosos] y alimentados por las seducciones de la esperanza. ¿Pero pueden la mendicidad, el ayuno, la penitencia, la exposición al sol ardiente que depaupera el cuerpo, compararse con los arrebatadores abrazos de las mujeres de ojos grandes […]?”[4]

Señala el filósofo británico James Thrower que el ateísmo materialista de Lokayata perduró en India, como escuela filosófica, durante más de un milenio, hasta que “virtualmente se extinguiera hacia el siglo VII de nuestra era bajo la ascendente ola del idealismo religioso. No obstante, aún era digna de alusión en una época tan tardía como el siglo XIV, cuando Madhavacarya redactaba sus Sarva-darsana-sangraha, una de nuestras fuentes principales para conocer el sistema de Carvaka”[5].

También en la China antigua hubo librepensadores de talante más o menos crítico, filósofos que se atrevieron a dudar de la veracidad de las tradiciones y los mitos, y aun negarla de plano. E igual que en el caso de la India, su emergencia histórica nada le debió al influjo intelectual del helenismo. Tanto en la ortodoxia confuciana como en la heterodoxia taoísta –subraya Thrower– encontramos numerosos ejemplos de planteos relativamente racionalistas, materialistas, escépticos y humanistas, los cuales revelan un progreso nada desdeñable de la irreligiosidad: renuencia a las explicaciones causales providenciales o sobrenaturales, valoración puramente pragmática de los rituales, crítica sin concesiones a las supersticiones populares (magia, adivinación, exorcismo), rechazo de la doctrina de la inmortalidad del alma, impugnación del budismo por su creencia en el karma y la reencarnación, ridiculización del culto doméstico a los espíritus de los antepasados, despersonalización del Mandato del Cielo (Tian Ming), desacralización de la figura del emperador, etc.

La cima del librepensamiento chino antiguo es Wang Chong. Vivió en el siglo I de nuestra era, en tiempos de la dinastía Han. Fue un racionalista convencido y militante. Definió la razón como “odio a las ficciones y falsedades”[6]. Su ontología, con aciertos y errores, era desembozadamente materialista. Concebía los fenómenos naturales como inmanentes y no intencionados, distanciándose así de todo providencialismo y teleologismo. Prescindía del Tian Ming en sus indagaciones causales. La buena suerte y la desgracia eran, para él, puramente casuales, fortuitas. A su entender, no hay vida después de la muerte, pues el alma muere con el cuerpo.

Por otro lado, Wang Chong se empeñó a fondo en desarrollar una interpretación determinista o mecanicista de la naturaleza, a través de las categorías protocientíficas del yin y el yang. Con admirable perspicacia aseveró: “Labrar, escardar, sembrar son actos motivados, pero si la simiente crece y madura o no, depende del azar y de la acción espontánea. ¿Cómo lo sabemos? Si el Cielo hubiera producido sus criaturas a propósito, debía haberles enseñado a amarse unas a otras”[7]. En su cosmovisión no hay lugar para ninguna divinidad creadora ni «diseño inteligente».

Su escepticismo era cosa seria. En una de sus obras escribió: “¡Cuan absurdo es imaginar (…) que el Cielo o la Tierra puedan entender las palabras del hombre, o preocuparse de sus deseos!”. En otra señaló: “exorcizar es trabajo perdido, y ningún daño causa su omisión”. Son las generaciones “decadentes” las que “fomentan la creencia en espíritus. Hombres insensatos buscan alivio en el exorcismo”[8]. Negaba así, sin pelos en la lengua, cualquier eficacia objetiva a las plegarias y las artes mágicas.

Wang Chong tampoco aceptaba la noción metafísica de destino. A su juicio, la vida humana es una combinación de idiosincrasia, voluntad y azar.

La civilización árabe, en su edad de oro, también vio florecer el librepensamiento, aunque no de manera endógena, sino al calor del legado cultural griego, de modo análogo a la antigua Roma y –en menor medida– la Persia sasánida. Empero, más allá de esa ventaja inicial, la falsafa –la filosofía islámica– alcanzaría un brillo propio, trascendiendo el umbral de la mera recepción pasiva del aristotelismo y neoplatonismo.

¿Hubo pensadores ateos o agnósticos en el Medioevo árabe? Es difícil saberlo con seguridad. Los términos mulhid y zindiq solían ser esgrimidos, desde la trinchera de la ortodoxia sunita, para descalificar tanto a librepensadores ganados al ateísmo o agnosticismo, como a teólogos musulmanes de ideas heréticas (chiitas y jariyíes, por ej.) o que habían apostatado del islam, como así también a los filósofos deístas que creían en Alá pero que recusaban al profeta Mahoma y la revelación coránica.

Un caso particularmente notable, entre muchos otros, es el del librepensador persa Ibn al-Rawandi (827-911). Hijo de un erudito judeoconverso que había ayudado a los musulmanes a refutar el Talmud, se formó y destacó en la escuela mutazilí, que luego abandonó para acercarse al chiismo, el judaísmo y el maniqueísmo, y acaso también al cristianismo. Fue discípulo de Ibn al-Warraq, un pensador heterodoxo sumamente escéptico en relación a la revelación coránica y el profetismo de Mahoma. No está claro si al-Rawandi fue un chiita muy heterodoxo afín al deísmo, o un ateo –o agnóstico– que cortó totalmente sus amarras con el islam, puesto que las fuentes primarias discrepan sobre este punto. Pero no hay dudas que cultivó un racionalismo crítico de raigambre aristotélica con altas dosis de irreligiosidad, ganándose así el odio visceral del establishment ortodoxo. Su Libro de la Esmerada, hoy perdido, fue duramente reprobado por considerárselo blasfemo, igual que el resto de sus obras.

Para escándalo y furia de sus contemporáneos, al-Rawandi llevó al banquillo de los acusados al mismísimo Mahoma, y con él al sacrosanto Corán. Opuso –o al menos antepuso– la razón a la fe, y negó de plano tanto el dogma de la predestinación como el de la inmortalidad del alma. Asimismo, habría rechazado la creencia según la cual el mundo es una creación ex nihilo de Alá, postulando en vez de ello la eternidad del cosmos. Arremetió sin piedad contra las profecías y los milagros atribuidos a Mahoma, lo mismo que contra las prácticas devocionales que juzgaba irracionales: el rezo mirando hacia la alquibla, la peregrinación a La Meca, el culto a la Kaaba, los tabúes nutricionales…

Sus acaloradas polémicas con los ulemas adquirieron gran notoriedad pública. Hasta la plebe se entretenía con ellas. Tanto es así que la tradición oral árabe conservó, durante muchos siglos, diversas leyendas atinentes al filósofo loco que discutía con Alá.

La islamóloga israelí Sarah Stroumsa, en su libro ya citado, ha rescatado del olvido a otro gran librepensador persa del Islam medieval: el médico y filósofo Abu Bakr al-Razi (c. 865-925). También en él se advierte un ethos racionalista, heterodoxo y disidente, aunque más moderado que en al-Rawandi. Intelectual desprejuiciado, muy imbuido del espíritu crítico de la falsafa, habría cuestionado la revelación profética como vía de conocimiento teológico, dudado de la sacralidad del Corán, y denegado todo valor probatorio a la milagrería endilgada a Mahoma.

De hecho, el impacto secularizador de la falsafa medieval llegó hasta el corazón mismo de la Cristiandad europea, lo que constituye una paradoja para aquellos creyentes occidentales proclives al orientalismo romántico santurrón: el estereotipo del Oriente como bastión inmaculado de la fe, como manantial premoderno de la religiosidad, en cuyas aguas Occidente debería regenerarse haciendo un baño de inmersión espiritual que limpie sus pecados de incredulidad. Sirva este botón de muestra, aunque a riesgo de incurrir en una digresión: el sacro emperador romano-germánico Federico II de Hohenstaufen (1194-1250), quien también fue rey de Sicilia y Jerusalén (dos reinos mediterráneos fuertemente influidos por la vecina civilización árabe), mereció los apodos de stupor mundi y “Anticristo” debido a sus heterodoxas ideas e inusuales costumbres, fuertemente permeadas por el escepticismo y el hedonismo, en un contexto de intensa interculturalidad y transculturalidad (dos apodos –el de stupor mundi y el de “Anticristo”– que de ningún modo son reductibles a la mera puja de poder con la Iglesia católica y el rimbombante anecdotario de excomuniones papales). Dice al respecto el historiador inglés Piers Paul Read:

“A diferencia de los monarcas del norte de Europa, cuya educación estaba limitada por el programa que fijaba la Iglesia católica, Federico, gracias a su educación en Palermo, estaba familiarizado con las ideas bizantinas y arábigas. Ambas estaban más evolucionadas que el pensamiento latino y lo llevaron a una tolerancia con sus seguidores que contrastaba marcadamente con los sentimientos de los partidarios de otros reyes cristianos. El trato indulgente de Federico para con los musulmanes de su reino escandalizaba a algunos de sus contemporáneos católicos, pero casi con toda seguridad provenía tanto de consideraciones prácticas como ideológicas (…).

Para Federico, el que sus súbditos musulmanes dependieran de su favor hacía que le inspiraran aún más confianza: tenía, por ejemplo, un guardaespaldas sarraceno. (…) Aunque también, como en cualquier época, había una progresión natural de la tolerancia a la indiferencia, y de la indiferencia al abierto escepticismo, y algunos de los contemporáneos de Federico se preguntaban si éste creía o no en Dios.

Por la oscura propaganda que le harían más tarde sus enemigos, es difícil distinguir realidad de ficción: pero es significativo que incluso sus contemporáneos musulmanes, como el cronista damasceno Sibt Ibn al-Jawzi, pensaran que Federico era ‘casi seguro un ateo’. El católico Salimbene escribió también que ‘en cuanto a la fe en Dios, no tenía ninguna’ y que ‘si hubiera sido un buen católico y amado a Dios y a su Iglesia, y a su propia alma, habría tenido pocos pares entre los emperadores del mundo’. Se dijo que Federico se mofó de la Eucaristía –‘¿Cuánto más durará ese engaño?’– y del alumbramiento virginal de Jesús: ‘Los que creen que Dios pudo haber nacido de una virgen son absolutamente tontos… no se puede dar a luz a nadie cuya concepción no haya estado precedida del coito entre un hombre y una mujer’. El alumbramiento virginal de Jesús, sin embargo, también es un dogma de la creencia islámica; y, a pesar de su amistad con los musulmanes, Federico no mostraba por Mahoma mayor respeto que por Cristo, al considerarlo junto a Moisés, uno de los ‘tres impostores o embusteros del mundo’.

Aunque estas observaciones quizás hayan sido exageradas por sus enemigos papistas, son coherentes con la impresión de sus amigos musulmanes. En otras palabras, Federico no sintonizaba con su época. Exhibía un espíritu científico más moderno que medieval: en el prefacio de un tratado sobre cetrería, De arte Venandi, escribió: ‘Nuestra intención en este libro es exponer (…) esas cosas que son como son’; e insistió, en otro contexto: ‘No se debe creer nada, salvo aquello que pueda ser probado por la naturaleza y la fuerza de la razón’”[9].

A todas luces, esa «anomalía» que representó el humanismo de Federico II en el Occidente cristiano medieval tuvo su humus germinal en la falsafa sarracena. Estadista extremadamente culto, curioso e inteligente, hablaba el árabe, el griego y el latín con fluidez; y leía con voracidad obras filosóficas, científicas, técnicas y literarias escritas en dichos idiomas. En resumidas cuentas, un occidental secularizado por el Oriente (y no al revés).

Pero volvamos a nuestro hilo conductor. ¿Hubo otras civilizaciones no occidentales con expresiones de irreligiosidad? A la luz de las evidencias disponibles, debemos presumir que no. Sin embargo, esta conclusión debe ser matizada. La historia universal nos brinda varios ejemplos de culturas donde, si bien no hubo manifestaciones ateas, ni agnósticas, ni tampoco deístas, hubo al menos atisbos de un escepticismo religioso embrionario. En el Egipto faraónico, como bien ha resaltado Thrower, tenemos un testimonio tan sorprendente como Disputa entre un hombre y su ba, un poema sapiencial de tono meditabundo en el que un hombre agobiado por los problemas e infortunios de la vida, presa de la desesperación existencial, dialoga con su propia alma en busca de sentido. Cierto hedonismo de carpe diem se avizora en este coloquio. Su tono profano no llega a ser sacrílego, ni mucho menos, pero no encaja del todo en el molde conformista de la piedad tradicional. Hay zozobra, inquietud, duda, pesimismo… La crisis de fe no pasa a mayores, y al final se disipa. Pero se evidencian en ella algunas grietas.

Lo dicho sobre la civilización egipcia puede ser extrapolado a Mesopotamia. También allí hallamos antiquísimos textos sapienciales con resonancias escépticas, como el Diálogo del pesimismo. Un amo y su siervo platican con acritud y desencanto de la absurdidad del mundo, y lo hacen con un nivel de desánimo y nihilismo que hace palidecer a la Disputa entre un hombre y su ba. El final del Diálogo del pesimismo no puede ser más revelador:

SIERVO.— Quien hace una obra de beneficencia en favor de su país pone en el anillo de Marduk [el dios babilonio] su buena acción. 
AMO.— No, siervo, no haré por mi país ninguna obra de beneficencia. (…) 
SIERVO.— Entonces, ¿qué será bueno hacer? 
AMO.— Que nos corten el cuello a ti y a mí. Y que nos arrojen al río. ¡Eso es bueno! 
SIERVO.— ¿Quién es tan alto para ascender a los cielos y quién tan ancho para abarcar la tierra? 
AMO.— No, siervo, a ti te mataré primero para que me precedas. 
SIERVO.— Y mi señor de seguro no me sobrevivirá tres días.[10]

También en la América precolombina hay indicios leves, sutiles, de una fe religiosa expuesta al desasosiego y las hesitaciones del pensamiento racional. Los tlamatinime, los sabios nahuas de Mesoamérica –que, vale destacar, no eran sacerdotes–, cultivaron un tipo de reflexión cosmológica y antropológica con algunos barruntos de escepticismo frente a las tradiciones míticas ancestrales (no así, al parecer, los amautas del Perú prehispánico, aunque el carácter ágrafo, eminentemente oral, de la cultura incaica torna temerario cualquier juicio concluyente en este sentido). El erudito mexicano Miguel León Portilla, en su clásico ensayo La filosofía nahuátl, estudiada en sus fuentes (México, UNAM, 1956), hizo, a mi modesto entender, una interpretación excesivamente especulativa y optimista de dichos barruntos, pero la existencia de los mismos no admite discusión seria.

Hasta aquí, nuestro compendio de la historia del librepensamiento irreligioso fuera de Occidente, antes de la modernidad. Hago mío, a modo de balance, el siguiente comentario de Puente Ojea:

“Este esquemático panorama de la tradición histórica alternativa frente a la concepción mítico-religiosa de la realidad (…) destruye la errónea convicción de que la religiosidad es connatural e indisociable de la conciencia humana. El insuprimible hilo de la duda corre paralelo a la emergencia de las creencias religiosas, y va adquiriendo creciente firmeza en la dirección de una radical desacralización del mundo. La duda razonada, la reflexión serena y sincera, han ido diluyendo las falsas conjeturas que llevaron a los seres humanos a las ilusiones del animismo, en su fecunda proliferación de almas y espíritus, como umbral de la aparición de creencias religiosas en el sentido propio del término. El ateísmo, el agnosticismo, el escepticismo son otras tantas expresiones para designar una actitud que despoja estas creencias de los fundamentos epistemológicos de sus pretensiones de verdad. En cualquiera de las tres formas de esta actitud crítica desaparece la fe religiosa y se asume una práctica que prescinde de toda referencia a entes divinos. Se trata de una actitud que debe suponerse con orígenes remotísimos en el tiempo, no desconocida en el seno de sociedades ágrafas muy alejadas cronológicamente de las primeras culturas históricas.”[11]

Dejando de lado la civilización grecolatina, al menos India, China y el mundo árabe asistieron, desde tiempos muy pretéritos, al fenómeno del librepensamiento irreligioso stricto sensu. Sería desde luego en la Europa moderna –sobre todo a partir del siglo de las Luces– donde el humanismo secular, a raíz de diversos factores históricos (y no por razones esencialistas), alcanzaría mayor desarrollo intelectual y radicalidad crítica. Pero eso de ningún modo significa que el ateísmo, el agnosticismo y el deísmo sean concepciones exclusivas de Occidente. La escuela nástika de Carvaka, el filósofo heterodoxo Wang Chong y los sabios mulahida del Islam medieval lo demuestran con creces. Solo desde la maledicencia interesada, o la ignorancia supina, se puede plantear algo tan falso, infundado, como la ecuación racionalismo irreligioso = ideología eurocéntrica. La moda del pensamiento decolonial ha sido el gran caldo de cultivo de este sofisma, lamentablemente muy difundido en el campo intelectual.

Si el materialismo ateo o agnóstico, si el racionalismo deísta o escéptico, son «vicios europeos», ¿cómo se explica que hayan emergido en civilizaciones del Oriente (India y China) que aún no habían tenido ningún contacto cultural con el helenismo, con la ciencia y la filosofía griegas? ¿Cómo se entiende que hayan florecido tanto en los intersticios disidentes del Islam medieval? Definitivamente, el librepensamiento no es «eurocéntrico», como algunos quieren hacernos creer. Y aunque no pueda ser definido como un fenómeno universal (más por ausencia de evidencias favorables que por presencia de evidencias contrarias), resulta lo suficientemente policéntrico como para no merecer el reproche simplón de «occidentalismo» que tan a menudo se le hace.

India, China, Grecia y el mundo árabe. También Roma y la Persia sasánida. Nada de sorprendente hay en este policentrismo histórico de la irreligiosidad. ¿No es acaso el raciocinio un atributo ínsito a la especie homo sapiens? ¿No es la razón una facultad común a toda la humanidad? El pensamiento crítico, como actualidad o potencialidad, existe en todas las culturas y en todas las épocas. Y cada vez que ha despertado, la fe religiosa se ha visto cuestionada, amenazada. El librepensamiento siempre ha sido blasfemo y subversivo.

Notas

[1] Doctrina metafísica que acepta la existencia de Dios como creador del mundo, primer motor inmóvil o Gran Arquitecto del Universo, pero que rechaza –por supersticiosas o irracionales– las religiones míticas y «reveladas» de cuño tradicional, tanto politeístas como monoteístas: paganismo grecolatino, hinduismo, cristianismo, judaísmo, islam, etc. El deísmo se opone al providencialismo. Considera falsa la creencia en la intervención sobrenatural o milagrosa de la divinidad, en la cual solo ve un principio fundante y ordenador del cosmos. Ejemplos de pensadores deístas son Aristóteles, Epicuro, Newton, Voltaire, Rousseau, Kant y Franklin.

[2] Gonzalo Puente Ojea, “Ateísmo y religión: perfil histórico de un debate”, en Ateísmo y religiosidad: reflexiones sobre un debate, Madrid, Siglo XXI, 2001 (1997), pp. 99-100.

[3] Ibid., pp. 105-106. Las cursivas son del original. Otro tanto en las próximas citas.

[4] Cit. en Puente Ojea, op. cit., pp. 134-137.

[5] James A. Thrower, The alternative tradition: a study of unbelief in the Ancient World de James Thrower, La Haya, Mouton, 1980, p. 36.

[6] Cit. en Puente Ojea, p. 166.

[7] Ibid.

[8] Ibid., p. 167.

[9] Piers Paul Read, “Federico de Hohenstaufen”, en Los templarios: monjes y guerreros, Bs. As., BSA, 2004 (1999), pp. 295-297.

[10] Jorge Silva Castillo, “El diálogo del pesimismo”. En Estudios Orientales, vol. 6, n° 1 (15). El Colegio De México, 1971, p. 89.

[11] Puente Ojea, p. 227.

El presente ensayo de nuestro compañero Federico Mare, que viene a engrosar la sección histórica Clionautas, es una versión corregida y aumentada del que publicara –bajo el mismo título– en su libro Gođlauss. Ateísmo, librepensamiento y existencialismo (Mendoza, Grito Manso, 2022).

domingo, 10 de noviembre de 2024

Mariana Mazzucato: “Para la guerra, el dinero sale de la nada”

Mariana Mazzucato, en el World in Progress Barcelona, el martes.
Mariana Mazzucato, en el World in Progress Barcelona, el martes.
Directora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL)

La economista señala que permitir “la evasión y la elusión fiscal es una elección” de los estados, a los cuales señala como “parte del problema” ante la concentración de poder económico y tecnológico de las grandes corporaciones

Mariana Mazzucato (Roma, 1968), faro académico del pensamiento progresista, dice a menudo, bromeando, que entra en una reunión “como economista” y sale “como coach de vida”. Pese a hablar de dinero, en el discurso de la mediática directora del Instituto para la Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL) emergen enseguida la valentía, la mentalidad, el liderazgo o, el resultado de cada elección. Se refiere al papel central que propugna para “un Estado emprendedor” que innova, se arriesga, invierte, cataliza, condiciona, coordina, colabora, en torno a una “misión”. El ejemplo feliz con que ilustra esta idea es la movilizadora promesa de viajar a la luna formulada hace 62 años por John F. Kennedy. En El Estado emprendedor, El valor de las cosas, Misión economía o, el último en llegar, El gran engaño, Mazzucato le da un meneo al discurso tradicional de la izquierda, a la par que al capitalismo. No basta con hablar de desigualdad, de redistribución, o de corregir fallos del mercado. “Tomas Piketty y yo somos dos caras de la misma moneda”, subraya la ítalo-estadounidense, en una entrevista celebrada durante el foro internacional World in Progress Barcelona, organizado esta semana por PRISA, la SER y El PAÍS en CaixaForum.

Pregunta. Ante la enorme concentración de poder económico, financiero y tecnológico, ¿qué margen real tienen los gobiernos, más allá de poner parches?
Respuesta. Los estados son parte del problema. Con sus políticas, han permitido que .el sector financiero pese más, que las tecnológicas sean más poderosas o que las farmacéuticas operen de forma más extractiva. Que permitamos la evasión y la elusión fiscal es una elección. Debilitar a los sindicatos o pagar de forma adecuada a los sanitarios a quienes aplaudíamos durante la pandemia, también.

P. Hace falta dinero para la transición verde, la digitalización, la innovación, la desigualdad, la seguridad… ¿Teme la austeridad de las nuevas viejas reglas fiscales en la UE?
R. La austeridad es un mito. Pensamos en austeridad cuando vemos recortes en la sanidad o la educación públicas. En realidad, elegimos gastar más en unas cosas y menos en otras. Alemania decía que no había dinero, pero para la guerra en Ucrania realizó un esfuerzo de 190.000 millones de euros. ¿Dónde estaba este dinero antes? Para la guerra, el dinero sale de la nada. Para los problemas sociales, no hay. Hay que darle la vuelta. Por otro lado, creer que ahorras por no gastar más en educación, I+D o sanidad es una forma estúpida de ahorrar dinero. Costará más arreglar el desaguisado.

P. La polarización en Europa y Estados Unidos no lo pone fácil.
R. Los gobiernos deben ser valientes. Si se habla de polarización, también se debe hablar de desigualdad. La ciudadanía desconfía de los gobiernos y de las empresas porque han sido parte del problema. De la desconfianza surge el populismo. En Italia, muchos trabajadores que no se beneficiaron de la globalización han acabado votando a Giorgia Meloni.

P. La izquierda ha perdido parte de su base electoral. ¿En qué debería centrarse?
R. La izquierda, y hablo a escala mundial, no ha pensado lo bastante en cómo crear riqueza de manera diferente, para que sea inclusivo y esté orientado a la innovación, a las energías renovables, la sanidad o el futuro de la inteligencia artificial (IA). Si no generas riqueza, no hay nada que repartir. En España, como en otros países, no veo un buen banco público de desarrollo del estilo del alemán KfW, que ayude a las empresas a avanzar en la dirección correcta, por ejemplo, a reducir materiales de producción como el plástico. La contratación pública tiene también un papel importante. Que las comidas en las escuelas sean saludables y sostenibles puede ser reflejo de cómo un gobierno interactúa con la industria de la alimentación.

P. ¿Ve compatible la insistencia en la falta de competitividad europea frente a EE UU y China, en los informes de Draghi y Letta, con el modelo social europeo?
R. En 2013 escribí El Estado emprendedor justo contra la mentalidad que dice: “Ah, EE UU tiene todos los amazons y los googles. ¿Por qué Europa no? Necesitamos más capital riesgo, otro sistema fiscal…” Fueron las grandes inversiones públicas las que permitieron que surgiera la industria tecnológica. Silicon Valley nació fruto de una increíble red de emprendimiento muy bien financiada a lo largo de toda la cadena de innovación. Es algo que no existe en Europa, cuestión en la que Draghi no incide. Mi trabajo no solo va de trabajar con una misión, sino de gobernanza, de una política pública inteligente que permita que el estado reciba la parte que le toque, no solo vía impuestos, sino como recompensa por sus inversiones. Fracasamos porque los beneficios generados por tecnología pagada por el Estado no se han compartido. Y encima, estas empresas se mueven para no pagar impuestos. Necesitamos es que se entienda que innovación y competitividad van de la mano. También falta vincular ciencia e industria. Y un aprendizaje adecuado para los trabajadores. Es lo que conduce a la competitividad.

P. ¿Trocearía Google?
R. No puede abordarse el problema como una cuestión de tamaño, sino de gobernanza que vele por el interés público.

P. ¿Cómo garantizar que la IA se desarrolle para el bien común?
R. Con la IA corremos el riesgo de repetir los errores del pasado. Si las oportunidades relacionadas con la innovación y la tecnología no se estructuran de forma adecuada, acabarán perjudicando a la gente. Puede agravar la desigualdad, y también hay riesgos en materia de privacidad. ¿A dónde van los datos cada vez que usamos una aplicación? ¿Cómo puede una ciudad utilizarlos para el interés público en lugar de que sirvan para que unas empresas sepan más sobre nosotros? El sector público debe garantizar que los beneficios se distribuyan lo más ampliamente posible, también en el sector salud y farmacéutico, para que no haya abusos con las patentes y los derechos de propiedad intelectual. Por eso estoy a favor de los buenos acuerdos.

P. ¿Cuáles serían estos buenos acuerdos?
R. En el Reino Unido, el laborista Keir Starmer gana las elecciones, y ya dice que no hay dinero. Con el Brexit, necesitas inversión, a las empresas. Pero ¿cuál es tu valor, como gobierno? Haz que las empresas inviertan. Concede ayudas, pero a cambio introduce condiciones. Asegúrate de que, a cambio, se orienten hacia un crecimiento sostenible, cosa que no se logra solo con bajar impuestos, sino con dinero y una relación público-privada adecuada.

P. ¿Los fondos europeos están transformando la economía europea?
R. No transforman la economía. A menudo llueven millones en países con una capacidad débil. Aumentan los beneficios, no la inversión. ¿Cómo asegurarse de que las ganancias no vayan solo a los accionistas, a los dividendos o a las recompras de acciones? Esta idea de ser business friendly, de facilitarle la vida a las empresas, logra malas políticas. No hay que conceder préstamos públicos a una empresa porque tenga problemas o porque sea una pyme, sino condicionarlos a que sea haga una transición.

P. ¿Cómo valora las empresas que presionan por un parón en la transición energética en la UE?
R. Hay que electrificar e invertir en movilidad sostenible, pero, sobre todo, necesitamos menos coches, eléctricos o no, y desplegar un transporte público en condiciones. Extraer litio para las baterías tampoco es muy sostenible. En México o EE UU, el tren es un medio destruido, en favor del automóvil. Los gobiernos han sido capturados por la industria.

P. Y según usted, también por grandes consultoras.
R. En muchos países se ha dejado de invertir en las propias estructuras estatales. Si se externaliza la capacidad gubernamental, se hace difícil que el sector público aplique buenas políticas. También hacen falta buenos abogados. Sin ellos, no ganas. Las grandes petroleras, la banca, las farmacéuticas tienen los mejores.

P. ¿La transición energética agravará las desigualdades?
R. La transición debe, ante todo, ser justa. Todos esos trabajadores en las fábricas que producen coches contaminantes necesitan inversión, capacitación, formación, reciclaje. No pueden simplemente perder sus empleos. De lo contrario, se generan pobreza, desconfianza y populismo. La transición no puede llevar a la desindicalización en las plantas de baterías. Fue importantísima la huelga del motor en EE UU de hace unos meses. Sin sindicatos, no tendríamos fines de semana ni vacaciones. Y los niños trabajarían en fábricas.

P. ¿Cuál es el papel del PIB como termómetro de si una economía va como un cohete?
R. Si estuvieras conduciendo y solo tuvieras un número, te estrellarías. ¿Por qué tener solo un número? En el salpicadero, ves a qué velocidad vas, cuánto combustible te queda, si el motor necesita agua o aceite. No desecho el PIB. Es útil para ver si una economía crece solo por el consumo, o si lo hace por la inversión. Es útil consultar el PIB per cápita, por la distribución. Pero también importan el coeficiente Gini (sobre desigualdad) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).


sábado, 9 de noviembre de 2024

_- Monumentos de la Viena turistica y la Viena Roja

_- Las obras sociales más importantes de Viena
La Viena Roja no solo dio alternativas habitacionales asequibles, sino que estas construcciones también cumplían los estándares más modernos, ofreciendo viviendas que son de calidad incluso en el presente.

La obra social más conocida es el Karl-Marx-Hof, que se extiende abarcando varias estaciones de tranvía (aprox. 1,2 km). Sin embargo, hay muchas construcciones mayores en Viena en la que miles de ciudadanos han encontrado un hogar. Algo que todas estas comparten es la forma cuasi artística de su arquitectura y lo avanzado de su infraestructura: guarderías, cafés, zonas deportivas y muchas otras instalaciones contribuyen a la calidad de vida de estas construcciones sociales.

100 años de la Viena Roja
Cómo la socialdemocracia empezó a hacer de Viena una ciudad con calidad de vida para todos hace un siglo.

Una vez finalizada la I Guerra Mundial, la miseria y el hambre campaban a sus anchas en Viena. Una de las carencias principales era la vivienda. En los distritos del extrarradio la gente vivía en asentamientos ilegales formados por chabolas de madera, muriendo de frío durante el invierno y cayendo a miles ante el avance de la tuberculosis.

Algunos años después, los trabajadores vivirían en verdaderos palacios del proletariado, con acceso a calefacción, jardines y espacio suficiente, y tendrían la posibilidad de ir al cine o al teatro. Estas personas contaban con atención médica y participaban de la vida intelectual. ¿Qué fue lo que pasó?

Las primeras elecciones municipales libres tuvieron lugar en Viena en mayo de 1919, y otorgaron al Partido Socialdemócrata de los Trabajadores (Sozialdemokratische Arbeiterpartei en alemán) la mayoría absoluta en votos y diputados. "Algún día, estas piedras hablarán por nosotros", profetizó el alcalde Karl Seitz durante la inauguración del Karl-Marx-Hof el 12 de octubre de 1930 en Heiligenstadt, edificio que fue bautizado en honor del teórico del comunismo. El "superbloque" de 1,2 kilómetros de longitud, con sus enormes miradores y torres, cuyos apartamentos, sin embargo, siguen siendo espaciosos y dignos de ser habitados, cuenta la historia de la Viena Roja.

Otto Wagner como modelo
En vez de emprender la revolución, los socialdemócratas comenzaron combatiendo las carencias de la gente con una política eficaz en el que los libros y la formación sustituirían a los patrones. Contar con espacios habitables sanos ofreció a las personas una oportunidad para desarrollarse. Con el fin de no depender de los especuladores, la ciudad construyó más de 64 000 viviendas, que eran asignadas a las personas mediante un sistema de puntos. Los fondos procedían de un impuesto sobre el salario y de otro impuesto sobre la construcción de viviendas introducidos en 1923.

En muchos de los edificios de vivienda social que aún forman parte de la imagen de la ciudad es posible ver hermosos detalles y admirables elementos pertenecientes al estilo art déco y Bauhaus. Muchos de los arquitectos eran antiguos estudiantes de Otto Wagner.

El Karl-Marx-Hof es el buque insignia de la flota de viviendas rojas. Sobre las monumentales torres del tramo central, se alzan hacia el cielo potentes mástiles de los que cuelgan banderas. En el patio interior, un Sämann ––una figura de bronce–– porta su siembra de forma simbólica: en los edificios sociales también había guarderías, puntos de asesoramiento para madres, clínicas y canchas deportivas, cafeterías y bibliotecas. El experimento social abarcaba todos los ámbitos de la vida. En la lavandería n.º 2, donde estaban los baños y las duchas, actualmente hay una exposición que explica el intento que se hizo de crear una nueva sociedad con la fuerza necesaria para plantar cara a la burguesía capitalista.

Amalienbad: el templo de la higiene
El reformador del sistema escolar, Otto Glöckel, se ocupó de organizar los planes de estudios de las escuelas de educación primaria. El concejal Julius Tandler dio forma a una nueva política sanitaria y de bienestar que pudiera cuidar a sus ciudadanos desde el primer día de sus vidas hasta el último. Gravando el lujo, la propiedad y el patrimonio con nuevos impuestos, el gobierno municipal puso orden en sus finanzas y modernizó los servicios funerarios, el abastecimiento de agua y el cuerpo de bomberos. El ferrocarril urbano a vapor de los tiempos del emperador fue "electrificado" y conectado a la red de tranvías de la ciudad.

Un distrito particularmente bien comunicado era Favoriten, donde los trabajadores se dejaban la piel en las fábricas de ladrillos y otras factorías antes de, sudados y ennegrecidos, poder volver a bloques de viviendas masificados donde no tenían ni siquiera baño propio. El lugar perfecto para erigir un templo moderno a la higiene era el Amalienbad. Con espacio para 1300 visitantes, se trataba de un baño espléndido cubierto por un techo de cristal, baño romanoirlandés y duchas, una verdadera novedad por aquel entonces. Esta última innovación fue muy alabada en la literatura de entonces, ya que el agua "era sustituida por agua limpia de forma continua, de modo que la gente no se bañaba en agua sucia".

De la piscina de los trabajadores que fue construida en el Viejo Danubio hoy no queda más que las escalera de salida. El baño al aire libre para nadar y tomar el sol del Kongresspark de Ottakring, por otro lado, sigue rezumando el alma inspiradora de los años 20.

En 1934, uno de cada diez vieneses vivía en una vivienda social comunitaria. Pero la hegemonía de la izquierda llegaría a su fin abruptamente cuando Engelbert Dollfuß, del Partido Socialcristiano, disolvió el Parlamento y ordenó al ejército disparar contra el Karl-Marx-Hof en la "Guerra Civil" de febrero de 1934. Perdieron la vida más de 350 personas. Así, reducida a escombros, es como la Viena Roja acabaría sus días. No obstante, su legado sí ha llegado hasta nuestros días. El hecho de que Viena siempre figure en las clasificaciones de las ciudades con mejor calidad de vida es algo que, en gran medida, tenemos que agradecerle a los logros alcanzados durante la Viena Roja de antaño, algunos de los cuales siguen vigentes en nuestros días.

viernes, 8 de noviembre de 2024

Con luces largas, alumbrando un nuevo horizonte. Reseña de Para que haya futuro. Una hoja de ruta para cambiar el mundo (Deusto, 2024), de Juan Torres López




[Imagen: El faro de la Torre de Hércules (A Coruña) ilumina con luces largas el horizonte ártabro.

He escrito este libro, Para que haya futuro, señala Juan Torres López [JTL], porque “me duele el mundo en el que vivo”. Uno de los motivos de ese malestar: en septiembre de 2023, un equipo de científicos mostró que la Humanidad ha cruzado seis de los nueve procesos que la amenazan.

De ese dolor ha surgido uno de los ensayos más filosóficos y políticos del autor (en la línea de las tesis marxianas sobre Feuerbach: “Comprender tal cual es en verdad la realidad que se desea cambiar resulta, por tanto, fundamental para generar procesos efectivos de transformación”), también poético (cada capítulo se abre con un breve poema: Belli, Benedetti, Ángel González,..), escrito desde unas coordenadas densamente humanistas y cooperativas (Humberto Maturana: “los seres humanos somos seres adictos al amor, y dependemos para la armonía biológica de nuestro vivir de la cooperación y la sensualidad, no de la competencia y la lucha” (171)), de izquierda crítica y autocrítica (y con mucha arista ecosocialista), de uno de nuestros grandes (más que) economistas, un autor con manifiesta y demostrada vocación político-didáctica que no necesita presentación (Recuerdo sus tres últimos libros: La renta básica (2019), Econofakes (2021) y Más dificil todavía (2023)).
Forman Para que haya futuro la introducción, seis capítulos, el epílogo (“Diez tareas prioritarias y una inaplazable”), un resumen y las conclusiones, agradecimientos y bibliografía.

Los seis capítulos:
1. “No es lo que parece: la otra cara del capitalismo”.
2. “¿Cómo se ha llegado hasta aquí?”
3. “La legitimación del capitalismo contemporáneo: del consenso a la posverdad”.
4. “¿A qué podemos aspirar?”
5. “¿Qué se necesita para cambiar el mundo?”
6. “¿Qué ofrecer, cómo actuar y qué ser?”

Cada capítulo se subdivide en apartados, generalmente breves, todos ellos sustantivos, de temática económica (“Progreso extraordinario, para gran parte inalcanzable”, “Concentración de la riqueza y monopolio del poder”), política (“Muchas democracias, poco poder de los pueblos”, “El vaciamiento de la democracia representativa”), científica (“Lo que dice la ciencia sobre la evolución humana y los cambios sociales”, “Miembros de una misma especie”), filosófica (“El Homo neoliberalus”, “La tecnología puede rehumanizar al ser humano”, “Cuidarse y cuidar: ser humanos”), gnoseológica (“Pensar críticamente y desvelar”, “La información más abundante, con más mentira y confusión”, “Hay espacios de complejidad más gobernables que otros”) y programática (“Dar prioridad a lo prioritario”, “Crear sociedad, dialogar e influirse mutuamente”).

Para seminarios que tomen Para que haya futuro como base: un apartado por sesión. Mucho se aprenderá, muchas teclas podrán afinarse.

Las diez tareas prioritarias y una inaplazable (el apartado se abre con unos hermosísimos versos de Ángel González: “Pero el futuro es otra cosa, pienso:/ tiempo de verbo en marcha, acción, combate,…”):

1. Prepararse frente a una previsible sucesión de tensiones y catástrofes.

2. Educar, denunciar y difundir con autonomía.

3. Forjar consensos progresistas.

4. Poner en marcha otra economía y generar riqueza dando ejemplo.

5. Aflorar más y mejor democracia en todos los rincones de la sociedad.

6. Crear espacios de encuentro y convivencia.

7. Organizarse desde abajo para influir arriba.

8. Prepararse para administrar y gobernar.

9. Reforzar el Estado y recobrar soberanía nacional.

10. Reivindicar la paz y practicar la no violencia coherente. Lo inaplazable (con nítida arista ecologista): frenar el cambio climático de la única forma en que puede frenarse.

No les adelanto nada, pero los títulos citados dan muchas (y buenas) pistas de los contenidos.

Una de las tesis de mayor alcance, una de las convicciones profundas del autor: para JTL, el éxito del neoliberalismo no se debió simplemente a que además de favorecer un universo financiero extraordinariamente rentable, fuera capaz de reforzar al máximo los mercados, sino porque “se intervino también en las relaciones sociales, en los modos de vida y convivencia que conforman diferentes formas de socialización. Y también en las instituciones y sistemas de mediación social para generar nuevos valores, preferencias, creencias, visiones del mundo y aspiraciones” (161). Se creó un nuevo tipo social, que JTL llama el Homo neoliberalus, un ser humano que “hace suyo, desea, reclama, aspira y da por bueno aquello que lo está desposeyendo”.

Otra importante idea-fuerza que se nutre del esperancismo que corre (para bien) por las venas y arterias de JTL: “¿Existe la posibilidad de encontrar algún punto en común de toda la especie a la hora de organizar la vida social y satisfacer las necesidades, con independencia de la diversidad que reflejan la multitud de culturas, creencias o preferencias que la conforman?” (188). ¿Hay unos principios de acción generalizables? Los hay en su opinión y nos da cuenta de ellos con un hermosísimo relato mitológico que toma a las tres hijas -Eirene, Diké y Eunomia- de Zeus y Themis como protagonistas: paz, justicia y mesura (lo opuesto a la hybris, a la desmesura, de la que hace muchos años también nos habló Manuel Sacristán).

Un breve apunte sobre algunas de las críticas vertidas por el autor a las izquierdas:

La izquierda ha creído que los sujetos que cambian la historia son los colectivos, los grupos o clases sociales a los que el individuo se incorpora anónimamente y ha considerado que el individuo es como un simple contenido, “un elemento o componente pasivo de los grupos y que son estos los que generan relaciones sociales y actúan como motor y sujeto de la transformación social” (169). Para JTL, al actuar sin considerar que el ser humano en singular es el centro de la historia, “las izquierdas no se han visto en la obligación de mirarlo a los ojos como ser concreto, ni de dialogar de tú a tú con él para producir la acción que, a partir de ahí y a través de la interrelación, se convierta, ahora sí, en acción colectiva” (170).

Para cambiar el mundo hay que revertir la desnaturalización del ser humano que ha generado el neoliberalismo al anular su ser social. Pero, esa es la posición humanista de izquierdas de JTL, “no se puede hacer diluyendo su personalidad, sino reforzándola, como lo que es en realidad, un ser singular, efectivamente, pero al mismo tiempo social” (171). Hay que lograr, esa es la tarea de la hora, que la diversidad y la singularidad de cada ser humano se conviertan en una fuerza social que lo sitúe “en una especie de estadio superior sin perder su peculiaridad”. Para cambiar este estado de cosas, insiste JTL, “hay que comenzar por incrementar la sociabilidad para regenerar al ser humano como especie y devolverle su carácter social original y auténtico” (171). Es preciso humanizarlo, concluye nuestro economista-filósofo.

Para futuras reediciones: incluir un índice onomástico y conceptual, corregir la portada (el subtítulo debajo del título, no arriba), y ahondar algo más, si es posible, en temas de política internacional.