Emilio Duró (Lleida, 1960) es consultor de empresas, entre ellas PRISA. Asegura que un día grabaron sin su permiso una conferencia para directivos y, a partir de ahí, se ha convertido, sin querer, en un gurú de la ilusión y el optimismo. Acude a Valencia a dictar una conferencia a la consultora Everis. Antes de la charla resume sus puntos de vista. Habla a borbotones. Alerta sobre los problemas que genera la longevidad y sugiere que debemos aprender a mantenernos sanos, capaces e ilusionados para seguir resultando atractivos a nuestras parejas hasta los 92 años. Algo que todavía tenemos que aprender. Sustenta su aserto sobre un dato demoledor: "Un alto porcentaje de los altísimos directivos de todo el mundo se han divorciado y viven solos. No han sabido conciliar familia y trabajo".
Pregunta. ¿Es un momento difícil para vender optimismo?
Respuesta. Estamos en el mejor de los mundos. Vivimos mejor y tenemos más riquezas que nunca. Es un buen momento para vender optimismo. Somos del 3% de la gente rica que habita el planeta y somos los que más nos quejamos. El 97% de la gente que vive en África se queja menos. Viven el presente.
P. La gente tiene miedo de perder su empleo, el empresario no consigue el aval, la familia no puede pagar la hipoteca... ¿Vivimos un pesimismo generalizado?
R. Hablar de optimismo y pesimismo es una equivocación. Hay dos tipos de personas. Unas que viven más el pasado y otras que viven más el presente. Cuando te planteas el pasado, que no se puede cambiar, genera ansiedad, estrés, frustración. Si enfocas el futuro, si te planteas la vida por lo que vas a hacer, es muy difícil ser pesimista. Estás ocupado y no preocupado.
P. ¿Qué es lo que nos ocupa?
R. Las dos palabras más buscadas en el mundo son amor y felicidad. El tema central del último congreso de recursos humanos fue el optimismo en el trabajo. Porque la gente feliz tiene mejores rendimientos. Al profundizar un poco nos hemos dado cuenta de que el entusiasmo, la alegría, la felicidad, tienen poco que ver con los resultados académicos. Hay gente con bajo coeficiente intelectual que es maravillosa y hay gente muy formada que es insoportable. En la vida se fracasa más por golpes emocionales que por los racionales. Si pierdes el trabajo pero tienes una pareja que te quiere y te has cuidado físicamente, sacas fuerzas de flaqueza. Si se te junta una separación o un divorcio con un problema de salud y que te echan de la empresa, entonces es más difícil salir.
P. Muy difícil.
R. Creo que un inconveniente que tenemos es que estamos diseñados para vivir en la jungla. Nuestros abuelos no tenían preocupaciones porque no tenían futuro. Eran felices con comer y sobrevivir. Ni leían ni escribían. Hace 200 años difícilmente llegabas a los 35 o 40 años de vida. Alargar la vida a 92 años es algo para lo que no estamos preparados. Un niño es feliz porque no tiene experiencias y si le invitas a ir a la playa todo es ilusión. Si invitas a tu pareja te puede decir, "verás como llueve, como el apartamento está sucio, etcétera, etcétera".
P. ¿Vamos a peor?
R. No estamos preparados para el deterioro físico ni psiquico. La gente quiere tener un empleo fijo porque está asustada. ¿Pero cómo queremos que se nos garantice un empleo fijo si llevamos 35 años sin reciclarnos?
P. La educación es clave...
R. Desde luego. Pero no vale el falso cariño. La pena no educa. Cuando tienes lástima de un empleado te equivocas y no le ayudas. Lo peor que puede hacer una persona es no exigirte. No hay nada mejor que, siempre para ayudarte, te exijan y te hagan crecer.
P. ¿Qué hacer con los parados?
R. En primer lugar, deporte para subir la autoestima. El cuerpo es el templo del alma. Al cuidarnos físicamente conseguimos más oxígeno, nos sentimos mejor, creemos más en nosotros, tenemos más ilusión... Es increíble, vivimos en un cuerpo que no cuidamos. El deporte es la gran asignatura del futuro. Pero estamos rendidos al placer y hemos puesto de moda al tonto con iniciativa, al que no tiene ni idea de nada y encima da consejos. Probablemente yo sea uno de ellos.
miércoles, 31 de agosto de 2011
martes, 30 de agosto de 2011
Acuerdo PSOE-PP sobre la deuda: un pacto que perjudica a España
Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa
La reforma que proponen los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, consistente en limitar desde la constitución el déficit y la deuda pública, es una medida que impedirá salir de la crisis y que España elimine el déficit social que tiene respecto a los países de su entorno y, además, constituye un ataque frontal a los principios más elementales de la democracia que demuestra que el capitalismo neoliberal es cada vez más incompatible con esta última. No sólo por la forma sugerida para aprobar la reforma de la Constitución, sin que medie referéndum y pronunciamiento directo del pueblo, sino también porque su contenido mismo restringe el margen de maniobra que tienen los Estados para gestionar su economía. Por esa razón hemos decidido escribir este artículo, de ánimo divulgativo, en el que revelamos los enormes problemas económicos de una medida profundamente antidemocrática.
Los ingresos y gastos de un Estado
Un Estado, como cualquier otro agente económico, tiene una partida de ingresos y una partida de gastos.
Los ingresos pueden provenir de muchas fuentes, pero en la actualidad y como consecuencia de decisiones erróneas de política económica la gran mayoría se obtienen únicamente de los impuestos. En otro tiempo el Estado también obtenía cuantiosos ingresos de los beneficios de las empresas públicas, pero en las últimas décadas y debido a la avalancha de privatizaciones (más de 110 empresas en España) esta fuente de ingresos se ha agotado. Por otra parte, actualmente de todos los impuestos los más importantes son el de la renta (IRPF), el de sociedades (IS) y el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Hasta 2007 también existía el impuesto del patrimonio (IP), que afectaba únicamente a las personas con más riqueza, pero fue eliminado por el gobierno actual.
Los gastos también pueden ser de diferente naturaleza. Desde el mantenimiento de los servicios públicos del Estado del Bienestar (como la sanidad pública, la educación pública o el transporte) y el pago de todo el personal asociado (médicos, profesores, bomberos…), hasta el simple despilfarro y la corrupción política.
Por lo tanto tenemos que los ingresos de un Estado dependen fundamentalmente de los impuestos, pero éstos a su vez dependen de la actividad económica. El Estado recaudará más cuantos mayores salarios tengan los trabajadores (impuesto sobre renta), cuanto mayor sea el nivel de beneficios empresarial (impuesto sobre sociedades) y cuanto más consumo haya en la economía (impuesto sobre el valor añadido). Así que en momentos de bonanza económica los ingresos del Estado serán elevados. Y con ingresos elevados se permitirá gastar más, o incluso ahorrar.
Lo que ha ocurrido en España en los últimos años es que la economía ha estado creciendo a ritmos muy altos debido a una burbuja inmobiliaria, que tarde o temprano tenía que estallar. Pero mientras la burbuja duraba los ingresos del Estado han sido cuantiosos porque había muchos trabajadores cobrando sueldos, las empresas ganaban mucho dinero y el consumo era muy importante (ayudado por el crédito bancario, eso sí). Sin embargo, en lugar de modificar el patrón de crecimiento y promover un modelo productivo distinto que permitiera que el país no dependiera de la existencia de una burbuja, los partidos políticos en el gobierno prefirieron (PP y PSOE) dejar pasar el tiempo y aprovechar las ventajas de un ciclo económico positivo pero ilusorio.
Además, estos gobiernos aprovecharon las circunstancias de bonanza para beneficiar principalmente a los propietarios de capital y sobre todo a los del inmobiliario rebajándoles los impuestos. Redujeron los tramos del impuesto sobre la renta y rebajaron los tipos impositivos (el porcentaje de impuestos) tanto del impuesto sobre la renta como de el de sociedades. Y al mismo tiempo iniciaron un proceso de desgravaciones fiscales (también principalmente beneficiosas para los más ricos) que suponían que el Estado ingresara menos. Aún así, y debido a que el gasto público no crecía suficiente para acercarse a los estándares del resto de los países europeos, existía capacidad para ahorrar. Por eso la economía española ha tenido superávit en las cuentas públicas, es decir, ha gastado menos de lo que ingresaba. A pesar, como hemos dicho, de que la capacidad recaudatoria había disminuido.
Pero cuando llegó la crisis, primero por la vía del contagio financiero internacional y luego como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria, las cosas se pusieron feas. Los bancos dejaron de prestar dinero a empresas y hogares y se dejó de invertir y de consumir. Cayeron entonces los beneficios y el consumo, lo que llevó a la baja la recaudación por impuestos y, por lo tanto, los ingresos públicos. Pero por el contrario los gastos se incrementaron. Y se incrementaron porque el Estado tuvo que salir a ayudar a la banca, pero sobre todo porque para intentar frenar la crisis tuvo que comenzar proyectos de estímulo económico que suponían un importante gasto. Además, el Estado tiene medidas llamadas anticíclicas, como las prestaciones por desempleo, que hicieron aumentar el gasto. En definitiva, como consecuencia de la crisis el Estado vio cómo sus gastos se disparaban y sus ingresos se reducían. El Estado entraba, por lo tanto, en déficit.
Cómo pagar el déficit
Cuando el Estado tiene que gastar más de lo que ingresa necesita obtener el dinero de algún lado. Existen diferentes herramientas económicas para conseguir ese dinero, pero algunas se han delegado en instituciones independientes y de la Unión Europea (como la potestad de imprimir dinero, ahora dominio del Banco Central Europeo). Por lo tanto lo común es que el Estado se endeude en el mercado de deuda pública, donde pide prestado a los inversores financieros. Y estos inversores financieros son aquellos que tienen dinero de “sobra”, como los bancos y las grandes fortunas que hacen anualmente millones de beneficios y que cada vez pagan menos impuestos. Así, al final la paradoja emergió cuando los propios bancos culpables de la crisis y las grandes fortunas beneficiadas de las rebajas de impuestos en todo el mundo eran las que finalmente prestaban dinero al Estado para que éste enjugara los déficits que habían surgido por su culpa.
En cualquier caso, es obvio que la deuda contraída deberá pagarse de alguna forma, y en una situación en la que los gastos superan a los ingresos eso parece difícil. Por esa razón los economistas neoliberales –que son los que dominan las instituciones europeas y los que han asesorado a los distintos gobiernos españoles- proponen lo que se llaman “planes de ajuste”. Estos planes tienen como objetivo prioritario reducir el gasto público hasta el punto en el que se equilibran de nuevo los ingresos y gastos o incluso, si es posible, hasta que los ingresos vuelven a ser superiores a los gastos. Por eso se llaman “políticas de austeridad”.
Las políticas de austeridad no funcionan
El problema es que lo que parece muy intuitivo a nivel doméstico (por ejemplo de una familia) no lo es tanto para la economía en su conjunto. Es lo que en economía se llama “falacia de la composición” y que significa que aunque haya medidas que individualmente sean buenas, en realidad si se aplican colectivamente pueden ser catastróficas. Por eso rebajar los gastos en un momento en el que los gastos superan a los ingresos puede ser fatal para la economía.
La razón es que el gasto público es un estimulante del crecimiento económico, como a continuación explicaremos. Eso significa que si se rebaja el gasto público se reduce la capacidad de crecimiento económico de una economía, y eso conlleva que habrá menos beneficios empresariales y menos consumo. Dado que como hemos visto antes los ingresos dependen de esas variables (beneficios y consumo) al final tenemos que los ingresos también caen. Así, aunque bajemos el gasto público lo que conseguiremos será deprimir la economía (que entrará en recesión) y por lo tanto también los ingresos públicos, lo que significa que la relación ingresos-gastos se mantendrá igual. O, lo que es lo mismo, tendremos los mismos problemas de deuda que antes de comenzar a rebajar el gasto pero, además de ello, a una población que en conjunto será más pobre (porque verá que los servicios públicos se deterioran, se pierden puestos de trabajo y caen los salarios).
Se necesita más gasto público, y más eficiente
En realidad, y aunque sea "contraintuitivo", lo que se requiere es precisamente más gasto público. Porque lo que se necesita es recuperar los ingresos, no rebajar los gastos, y eso puede hacerse bien subiendo los impuestos (medida recomendable y necesaria, como recordaremos) bien incrementando la recaudación vía beneficios y consumo. O, dicho de otra forma, lo que necesitamos es crecimiento económico. Aunque no de cualquier tipo.
Durante la crisis los economistas neoliberales proponen medidas aparentemente orientadas a facilitar que las empresas creen empleo. Para eso reducen los tipos de interés y facilitan préstamos baratos a los bancos, siempre con el objetivo de promover que las empresas se endeuden para que inviertan (contratando trabajadores y mejorando la capacidad productiva). Pero sucede que en un contexto de crisis todas esas medidas no funcionan debido a lo que se llama “trampa de liquidez”, y que se explica porque las empresas no quieren invertir porque saben que nadie va a comprar sus productos. Y como no pueden vender, lo que hacen es despedir trabajadores, y dado que esos trabajadores son también los consumidores de los productos de otras empresas, al final la economía profundiza su crisis. Es decir, por más facilidades monetarias que se den a bancos y empresas no se saldrá de la crisis en ningún momento.
Lo que se requiere, entonces, es que el Estado empuje la economía a través del gasto público y de lo que se llama el “multiplicador keynesiano”. Cuando el Estado gasta dinero, por ejemplo, en construir una carretera, lo que está haciendo es pagar sueldos a trabajadores que antes estaban en paro y pagar a empresas del sector que antes estaban desocupadas. Eso pondrá dinero en la economía, ya que esos trabajadores gastarán ese dinero en otras empresas, y esas otras empresas contrataran más trabajadores que a su vez gastarán también el dinero en más consumo, y así sucesivamente. Si el impulso inicial del gasto público está bien planificado y es suficientemente poderoso, se puede salir de la crisis. Y además eso permitirá que el Estado recaude mucho más y por lo tanto que sus ingresos crezcan. Ese crecimiento de los ingresos reducirá la brecha con los gastos e incluso podrá conseguir que sean superiores.
Lo que importa es, por supuesto, que el gasto público tenga sentido y esté programado. El llamado “Plan E” tuvo un efecto muy temporal porque la economía estaba atrapada en los restos de la burbuja inmobiliaria y el plan lo único que hizo fue intentar resucitar esos restos. Lo que se requiere, por el contrario, es planificar un programa de gasto público potente encaminado a cambiar el modelo productivo y promover sectores como las energías renovables y las nuevas tecnologías, teniendo presente también el reciclaje del sector de la construcción.
Es importante remarcar que no cualquier gasto público es bueno, y por eso es necesario incrementar la eficiencia de dicho gasto. Eso quiere decir que hay que iniciar programas destinados a mejorar la eficiencia en la administración pública, a racionalizar mejor el dinero público y también a perseguir todos los casos de corrupción y de privilegios desorbitados de la clase política (amén del gasto militar).
La recaudación de los ingresos
Si bien los gastos, como hemos dicho ya, deben ser eficientes y bien planificados (y no basados en el derroche), a su vez los ingresos deben ser suficientes y estar igualmente bien planificados.
Los impuestos no son todos iguales ni afectan a todos los sectores y personas por igual, de modo que cualquier modificación impositiva tendrá consecuencias variadas. Por eso conviene planificar un sistema de incentivos adecuado que organice qué tipo de impuestos y qué nivel de los mismos tienen que existir.
En unos momentos como los actuales, en los que la desigualdad se ha incrementado extraordinariamente y la financiación del Estado del Bienestar depende de facto de los ingresos de las clases medias (porque las grandes fortunas evaden impuestos en paraísos fiscales) se requieren medidas de choque.
Hay que incrementar los impuestos a las rentas altas, lo que significa incrementar los tipos impositivos y también crear nuevos tramos. Simultáneamente hay que incrementar los impuestos a las rentas del capital y a las empresas, amén de recuperar el impuesto de patrimonio. Pero todo eso será insuficiente si no se combate con firmeza el sistema financiero especulativo que permite la existencia de paraísos fiscales. En definitiva y sin ánimo de profundizar en un programa detallado, hay que incrementar los impuestos a las rentas altas (que consumen menos pero especulan más) sin modificar mucho la presión fiscal de las rentas populares. Eso permitirá incrementar los ingresos del Estado sin que el consumo privado se vea mermado.
Limitar por ley el gasto y la deuda es una aberración económica
Por todo lo expuesto debe quedar claro que limitar por ley el gasto es una verdadera barbaridad, que no sólo afecta al carácter democrático del sistema político (al restringir el margen de maniobra) sino también al propio funcionamiento del sistema económico.
Los déficit son necesarios y una herramienta “extra” en el ámbito económico. Es cierto que no pueden sostenerse indefinidamente, pero precisamente para combatir la crisis y los déficit crónicos es necesario que en determinadas fases del ciclo económico se incurra en déficit importantes. Y sin esa herramienta es más que evidente que no se podrá salir de la crisis.
Y en economías como la española, que tiene un gran déficit social respecto a los países de nuestro entorno, los déficit presupuestarios serán imprescindibles incluso en etapas de bonanza. Las infraestructuras públicas, los servicios educativos y sanitarios (hospitales, colegios, universidades, centros de investigación…) y en general la inversión a largo plazo necesaria no solo para el bienestar de los grupos de población de menos renta que no se podrían pagar los proporcionados por el mercado, sino también para que las empresas obtengan beneficios no se pueden pagar al contado. Sin endeudamiento es muy probable que no se puedan crear y al no crearse se perderán empleo y riqueza en el futuro.
¿Por qué se proponen entonces este tipo de medidas que van a ser tan negativas para el conjunto de la población?
Sencillamente porque favorecen al capital privado. Por un lado, menos posibilidades de financiar servicios públicos abrirá la puerta al negocio privado en salud, educación, servicios de dependencia… Y, por otro lado, todos ellos, serán financiados por los bancos privados.
Porque lo que pone de relieve el cinismo de la propuesta que hacen PP y PSOE es que limitar el endeudamiento del Estado para financiar la provisión de los bienes y servicios púbicos que se requieren para que haya suficiente y buena actividad económica y empleo, no va a evitar que haya más deuda. No la habrá pública pero sí privada como consecuencia de la financiación de los mercados, mucho menos eficiente además, y del mayor endeudamiento familiar como consecuencia de la pérdida de nivel de vida.
Obstáculos importantes
Para terminar debemos reconocer que España tiene dificultades añadidas porque está especialmente endeudada a nivel privado y porque tiene una camisa de fuerza muy incómoda en la Unión Europea. Para superar estas dificultades España necesita que la Unión Europea cambie su política de actuación y comience a desarrollar un programa similar al aquí apuntado pero en el marco de la Unión Europea. Además, ninguna de estas medidas será efectiva si no se regula masiva y estrictamente el sistema financiero internacional que sirve para que las grandes fortunas y las grandes empresas especulen sin fin a costa de las arcas públicas de todos los Estados y, por lo tanto, del bienestar de todos los ciudadanos. Eso supone establecer prohibiciones de prácticas como las operaciones a corto, operaciones al descubierto, el uso de instrumentos financieros altamente especulativos (como los hedge funds y los Credit Default Swap) y el establecimiento de controles de capitales en toda la Unión Europea.
En lo que a nivel privado se refiere, el endeudamiento privado puede resolverse promoviendo mayores ingresos (en este caso salarios). Por eso es necesario promover un pacto capital-trabajo basado en la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, en el "refortalecimiento" del poder de negociación de los trabajadores y en la regulación de los beneficios empresariales (para que se destinen a la creación de empleo). Entramos así de lleno en el mundo de la política y las relaciones de fuerza, lo que requerirá el uso de herramientas económicas como las nacionalizaciones para imponer las condiciones a los empresarios reticentes. Con un pacto capital-trabajo y con una estrategia de coordinación salarial a nivel europeo España puede superar su alto nivel de endeudamiento privado y acabar con los desequilibrios comerciales que arrastra desde hace tanto tiempo, y sin salir del euro.
Por el contrario, aplicando el recetario neoliberal del Partido Popular y del gobierno de Rodríguez Zapatero es completamente seguro de que nuestra economía se resentirá. Se crearán más oportunidades de beneficio para el capital privado y las clases más ricas pagarán menos impuestos aún, pudiendo adquirir sus servicios de bienestar en el mercado, pero las clases populares perderán cada vez más calidad de vida.
Bibliografía complementaria:
En Octubre la editorial Aguilar publicará un libro titulado “¡Hay Alternativas!” en el que Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón explican de forma pedagógica las causas últimas de la crisis y las medidas necesarias para salir de una forma justa y social.
Debe tenerse en cuenta que la medida en este artículo analizada fue una recomendación incluida en el llamado Pacto por el Euro, que dio lugar a las movilizaciones del 19 de junio promovidas por la plataforma Democracia Real Ya y los sindicatos. Por eso es recomendable leer el artículo de Juan Torres y Alberto Garzón (19-J. Contra el Pacto del Euro. ¡Democracia real en Europa ya!) en el que criticaban con detalle los argumentos esgrimidos por los economistas neoliberales. De una forma más genérica merece la pena leer los artículos de Juan Torres titulados ¿Por qué el 3% de déficit público y no el 2 o el 7? Mentiras y verdades sobre el déficit y la deuda, de 2010, y Pacto de Estabilidad y Estado del Bienestar: una nota sobre su dudosa credibilidad, de 2005.
En lo que se refiere al comportamiento de los mercados financieros es interesante leer la descripción que hace Alberto Garzón en ¿Qué son los mercados financieros y la especulación financiera? y las propuestas que existen para solucionar el problema de deuda pública y desactivar el chantaje de los mercados financieros en ¿Por qué debemos reestructurar la deuda pública y cómo hacerlo?. De forma paralela el papel de la desigualdad en el crecimiento económico queda explicado en “La importancia económica de la desigualdad” que se suma al estudio de la “Evolución de los Salarios en España (1978-2011)“, donde se puede comprobar que la desigualdad es la causa principal de la crisis que padecemos. De forma más general la página personal del profesor Vicenç Navarro
http://www.vnavarro.org Contiene gran cantidad de artículos que analizan la situación actual y en particular la importancia clave de la desigualdad.
Dado que este debate no está limitado solo a España, y ni siquiera a Europa, conviene leer también los documentos académicos escritos sobre la situación de Estados Unidos. Por eso recomendamos leer el artículo de Robert Pollin "U.S. Government Deficits and Debt Amid the Great Recession: What the Evidence Shows", el de James Crotty “The Great Austerity War: What Caused the Deficit Crisis and Who Should Pay to Fix It?“ y otro de Robert Pollin “Fighting Austerity and Reclaiming a Future for State and Local Governments“.
http://juantorreslopez.com/impertinencias/137-articulos-de-opinion-y-divulgacion-2011/2466-crisis-economicas-acuerdo-psoe-pp-sobre-la-deuda-un-pacto-que-perjudica-a-espana
La reforma que proponen los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, consistente en limitar desde la constitución el déficit y la deuda pública, es una medida que impedirá salir de la crisis y que España elimine el déficit social que tiene respecto a los países de su entorno y, además, constituye un ataque frontal a los principios más elementales de la democracia que demuestra que el capitalismo neoliberal es cada vez más incompatible con esta última. No sólo por la forma sugerida para aprobar la reforma de la Constitución, sin que medie referéndum y pronunciamiento directo del pueblo, sino también porque su contenido mismo restringe el margen de maniobra que tienen los Estados para gestionar su economía. Por esa razón hemos decidido escribir este artículo, de ánimo divulgativo, en el que revelamos los enormes problemas económicos de una medida profundamente antidemocrática.
Los ingresos y gastos de un Estado
Un Estado, como cualquier otro agente económico, tiene una partida de ingresos y una partida de gastos.
Los ingresos pueden provenir de muchas fuentes, pero en la actualidad y como consecuencia de decisiones erróneas de política económica la gran mayoría se obtienen únicamente de los impuestos. En otro tiempo el Estado también obtenía cuantiosos ingresos de los beneficios de las empresas públicas, pero en las últimas décadas y debido a la avalancha de privatizaciones (más de 110 empresas en España) esta fuente de ingresos se ha agotado. Por otra parte, actualmente de todos los impuestos los más importantes son el de la renta (IRPF), el de sociedades (IS) y el impuesto sobre el valor añadido (IVA). Hasta 2007 también existía el impuesto del patrimonio (IP), que afectaba únicamente a las personas con más riqueza, pero fue eliminado por el gobierno actual.
Los gastos también pueden ser de diferente naturaleza. Desde el mantenimiento de los servicios públicos del Estado del Bienestar (como la sanidad pública, la educación pública o el transporte) y el pago de todo el personal asociado (médicos, profesores, bomberos…), hasta el simple despilfarro y la corrupción política.
Por lo tanto tenemos que los ingresos de un Estado dependen fundamentalmente de los impuestos, pero éstos a su vez dependen de la actividad económica. El Estado recaudará más cuantos mayores salarios tengan los trabajadores (impuesto sobre renta), cuanto mayor sea el nivel de beneficios empresarial (impuesto sobre sociedades) y cuanto más consumo haya en la economía (impuesto sobre el valor añadido). Así que en momentos de bonanza económica los ingresos del Estado serán elevados. Y con ingresos elevados se permitirá gastar más, o incluso ahorrar.
Lo que ha ocurrido en España en los últimos años es que la economía ha estado creciendo a ritmos muy altos debido a una burbuja inmobiliaria, que tarde o temprano tenía que estallar. Pero mientras la burbuja duraba los ingresos del Estado han sido cuantiosos porque había muchos trabajadores cobrando sueldos, las empresas ganaban mucho dinero y el consumo era muy importante (ayudado por el crédito bancario, eso sí). Sin embargo, en lugar de modificar el patrón de crecimiento y promover un modelo productivo distinto que permitiera que el país no dependiera de la existencia de una burbuja, los partidos políticos en el gobierno prefirieron (PP y PSOE) dejar pasar el tiempo y aprovechar las ventajas de un ciclo económico positivo pero ilusorio.
Además, estos gobiernos aprovecharon las circunstancias de bonanza para beneficiar principalmente a los propietarios de capital y sobre todo a los del inmobiliario rebajándoles los impuestos. Redujeron los tramos del impuesto sobre la renta y rebajaron los tipos impositivos (el porcentaje de impuestos) tanto del impuesto sobre la renta como de el de sociedades. Y al mismo tiempo iniciaron un proceso de desgravaciones fiscales (también principalmente beneficiosas para los más ricos) que suponían que el Estado ingresara menos. Aún así, y debido a que el gasto público no crecía suficiente para acercarse a los estándares del resto de los países europeos, existía capacidad para ahorrar. Por eso la economía española ha tenido superávit en las cuentas públicas, es decir, ha gastado menos de lo que ingresaba. A pesar, como hemos dicho, de que la capacidad recaudatoria había disminuido.
Pero cuando llegó la crisis, primero por la vía del contagio financiero internacional y luego como consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria, las cosas se pusieron feas. Los bancos dejaron de prestar dinero a empresas y hogares y se dejó de invertir y de consumir. Cayeron entonces los beneficios y el consumo, lo que llevó a la baja la recaudación por impuestos y, por lo tanto, los ingresos públicos. Pero por el contrario los gastos se incrementaron. Y se incrementaron porque el Estado tuvo que salir a ayudar a la banca, pero sobre todo porque para intentar frenar la crisis tuvo que comenzar proyectos de estímulo económico que suponían un importante gasto. Además, el Estado tiene medidas llamadas anticíclicas, como las prestaciones por desempleo, que hicieron aumentar el gasto. En definitiva, como consecuencia de la crisis el Estado vio cómo sus gastos se disparaban y sus ingresos se reducían. El Estado entraba, por lo tanto, en déficit.
Cómo pagar el déficit
Cuando el Estado tiene que gastar más de lo que ingresa necesita obtener el dinero de algún lado. Existen diferentes herramientas económicas para conseguir ese dinero, pero algunas se han delegado en instituciones independientes y de la Unión Europea (como la potestad de imprimir dinero, ahora dominio del Banco Central Europeo). Por lo tanto lo común es que el Estado se endeude en el mercado de deuda pública, donde pide prestado a los inversores financieros. Y estos inversores financieros son aquellos que tienen dinero de “sobra”, como los bancos y las grandes fortunas que hacen anualmente millones de beneficios y que cada vez pagan menos impuestos. Así, al final la paradoja emergió cuando los propios bancos culpables de la crisis y las grandes fortunas beneficiadas de las rebajas de impuestos en todo el mundo eran las que finalmente prestaban dinero al Estado para que éste enjugara los déficits que habían surgido por su culpa.
En cualquier caso, es obvio que la deuda contraída deberá pagarse de alguna forma, y en una situación en la que los gastos superan a los ingresos eso parece difícil. Por esa razón los economistas neoliberales –que son los que dominan las instituciones europeas y los que han asesorado a los distintos gobiernos españoles- proponen lo que se llaman “planes de ajuste”. Estos planes tienen como objetivo prioritario reducir el gasto público hasta el punto en el que se equilibran de nuevo los ingresos y gastos o incluso, si es posible, hasta que los ingresos vuelven a ser superiores a los gastos. Por eso se llaman “políticas de austeridad”.
Las políticas de austeridad no funcionan
El problema es que lo que parece muy intuitivo a nivel doméstico (por ejemplo de una familia) no lo es tanto para la economía en su conjunto. Es lo que en economía se llama “falacia de la composición” y que significa que aunque haya medidas que individualmente sean buenas, en realidad si se aplican colectivamente pueden ser catastróficas. Por eso rebajar los gastos en un momento en el que los gastos superan a los ingresos puede ser fatal para la economía.
La razón es que el gasto público es un estimulante del crecimiento económico, como a continuación explicaremos. Eso significa que si se rebaja el gasto público se reduce la capacidad de crecimiento económico de una economía, y eso conlleva que habrá menos beneficios empresariales y menos consumo. Dado que como hemos visto antes los ingresos dependen de esas variables (beneficios y consumo) al final tenemos que los ingresos también caen. Así, aunque bajemos el gasto público lo que conseguiremos será deprimir la economía (que entrará en recesión) y por lo tanto también los ingresos públicos, lo que significa que la relación ingresos-gastos se mantendrá igual. O, lo que es lo mismo, tendremos los mismos problemas de deuda que antes de comenzar a rebajar el gasto pero, además de ello, a una población que en conjunto será más pobre (porque verá que los servicios públicos se deterioran, se pierden puestos de trabajo y caen los salarios).
Se necesita más gasto público, y más eficiente
En realidad, y aunque sea "contraintuitivo", lo que se requiere es precisamente más gasto público. Porque lo que se necesita es recuperar los ingresos, no rebajar los gastos, y eso puede hacerse bien subiendo los impuestos (medida recomendable y necesaria, como recordaremos) bien incrementando la recaudación vía beneficios y consumo. O, dicho de otra forma, lo que necesitamos es crecimiento económico. Aunque no de cualquier tipo.
Durante la crisis los economistas neoliberales proponen medidas aparentemente orientadas a facilitar que las empresas creen empleo. Para eso reducen los tipos de interés y facilitan préstamos baratos a los bancos, siempre con el objetivo de promover que las empresas se endeuden para que inviertan (contratando trabajadores y mejorando la capacidad productiva). Pero sucede que en un contexto de crisis todas esas medidas no funcionan debido a lo que se llama “trampa de liquidez”, y que se explica porque las empresas no quieren invertir porque saben que nadie va a comprar sus productos. Y como no pueden vender, lo que hacen es despedir trabajadores, y dado que esos trabajadores son también los consumidores de los productos de otras empresas, al final la economía profundiza su crisis. Es decir, por más facilidades monetarias que se den a bancos y empresas no se saldrá de la crisis en ningún momento.
Lo que se requiere, entonces, es que el Estado empuje la economía a través del gasto público y de lo que se llama el “multiplicador keynesiano”. Cuando el Estado gasta dinero, por ejemplo, en construir una carretera, lo que está haciendo es pagar sueldos a trabajadores que antes estaban en paro y pagar a empresas del sector que antes estaban desocupadas. Eso pondrá dinero en la economía, ya que esos trabajadores gastarán ese dinero en otras empresas, y esas otras empresas contrataran más trabajadores que a su vez gastarán también el dinero en más consumo, y así sucesivamente. Si el impulso inicial del gasto público está bien planificado y es suficientemente poderoso, se puede salir de la crisis. Y además eso permitirá que el Estado recaude mucho más y por lo tanto que sus ingresos crezcan. Ese crecimiento de los ingresos reducirá la brecha con los gastos e incluso podrá conseguir que sean superiores.
Lo que importa es, por supuesto, que el gasto público tenga sentido y esté programado. El llamado “Plan E” tuvo un efecto muy temporal porque la economía estaba atrapada en los restos de la burbuja inmobiliaria y el plan lo único que hizo fue intentar resucitar esos restos. Lo que se requiere, por el contrario, es planificar un programa de gasto público potente encaminado a cambiar el modelo productivo y promover sectores como las energías renovables y las nuevas tecnologías, teniendo presente también el reciclaje del sector de la construcción.
Es importante remarcar que no cualquier gasto público es bueno, y por eso es necesario incrementar la eficiencia de dicho gasto. Eso quiere decir que hay que iniciar programas destinados a mejorar la eficiencia en la administración pública, a racionalizar mejor el dinero público y también a perseguir todos los casos de corrupción y de privilegios desorbitados de la clase política (amén del gasto militar).
La recaudación de los ingresos
Si bien los gastos, como hemos dicho ya, deben ser eficientes y bien planificados (y no basados en el derroche), a su vez los ingresos deben ser suficientes y estar igualmente bien planificados.
Los impuestos no son todos iguales ni afectan a todos los sectores y personas por igual, de modo que cualquier modificación impositiva tendrá consecuencias variadas. Por eso conviene planificar un sistema de incentivos adecuado que organice qué tipo de impuestos y qué nivel de los mismos tienen que existir.
En unos momentos como los actuales, en los que la desigualdad se ha incrementado extraordinariamente y la financiación del Estado del Bienestar depende de facto de los ingresos de las clases medias (porque las grandes fortunas evaden impuestos en paraísos fiscales) se requieren medidas de choque.
Hay que incrementar los impuestos a las rentas altas, lo que significa incrementar los tipos impositivos y también crear nuevos tramos. Simultáneamente hay que incrementar los impuestos a las rentas del capital y a las empresas, amén de recuperar el impuesto de patrimonio. Pero todo eso será insuficiente si no se combate con firmeza el sistema financiero especulativo que permite la existencia de paraísos fiscales. En definitiva y sin ánimo de profundizar en un programa detallado, hay que incrementar los impuestos a las rentas altas (que consumen menos pero especulan más) sin modificar mucho la presión fiscal de las rentas populares. Eso permitirá incrementar los ingresos del Estado sin que el consumo privado se vea mermado.
Limitar por ley el gasto y la deuda es una aberración económica
Por todo lo expuesto debe quedar claro que limitar por ley el gasto es una verdadera barbaridad, que no sólo afecta al carácter democrático del sistema político (al restringir el margen de maniobra) sino también al propio funcionamiento del sistema económico.
Los déficit son necesarios y una herramienta “extra” en el ámbito económico. Es cierto que no pueden sostenerse indefinidamente, pero precisamente para combatir la crisis y los déficit crónicos es necesario que en determinadas fases del ciclo económico se incurra en déficit importantes. Y sin esa herramienta es más que evidente que no se podrá salir de la crisis.
Y en economías como la española, que tiene un gran déficit social respecto a los países de nuestro entorno, los déficit presupuestarios serán imprescindibles incluso en etapas de bonanza. Las infraestructuras públicas, los servicios educativos y sanitarios (hospitales, colegios, universidades, centros de investigación…) y en general la inversión a largo plazo necesaria no solo para el bienestar de los grupos de población de menos renta que no se podrían pagar los proporcionados por el mercado, sino también para que las empresas obtengan beneficios no se pueden pagar al contado. Sin endeudamiento es muy probable que no se puedan crear y al no crearse se perderán empleo y riqueza en el futuro.
¿Por qué se proponen entonces este tipo de medidas que van a ser tan negativas para el conjunto de la población?
Sencillamente porque favorecen al capital privado. Por un lado, menos posibilidades de financiar servicios públicos abrirá la puerta al negocio privado en salud, educación, servicios de dependencia… Y, por otro lado, todos ellos, serán financiados por los bancos privados.
Porque lo que pone de relieve el cinismo de la propuesta que hacen PP y PSOE es que limitar el endeudamiento del Estado para financiar la provisión de los bienes y servicios púbicos que se requieren para que haya suficiente y buena actividad económica y empleo, no va a evitar que haya más deuda. No la habrá pública pero sí privada como consecuencia de la financiación de los mercados, mucho menos eficiente además, y del mayor endeudamiento familiar como consecuencia de la pérdida de nivel de vida.
Obstáculos importantes
Para terminar debemos reconocer que España tiene dificultades añadidas porque está especialmente endeudada a nivel privado y porque tiene una camisa de fuerza muy incómoda en la Unión Europea. Para superar estas dificultades España necesita que la Unión Europea cambie su política de actuación y comience a desarrollar un programa similar al aquí apuntado pero en el marco de la Unión Europea. Además, ninguna de estas medidas será efectiva si no se regula masiva y estrictamente el sistema financiero internacional que sirve para que las grandes fortunas y las grandes empresas especulen sin fin a costa de las arcas públicas de todos los Estados y, por lo tanto, del bienestar de todos los ciudadanos. Eso supone establecer prohibiciones de prácticas como las operaciones a corto, operaciones al descubierto, el uso de instrumentos financieros altamente especulativos (como los hedge funds y los Credit Default Swap) y el establecimiento de controles de capitales en toda la Unión Europea.
En lo que a nivel privado se refiere, el endeudamiento privado puede resolverse promoviendo mayores ingresos (en este caso salarios). Por eso es necesario promover un pacto capital-trabajo basado en la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores, en el "refortalecimiento" del poder de negociación de los trabajadores y en la regulación de los beneficios empresariales (para que se destinen a la creación de empleo). Entramos así de lleno en el mundo de la política y las relaciones de fuerza, lo que requerirá el uso de herramientas económicas como las nacionalizaciones para imponer las condiciones a los empresarios reticentes. Con un pacto capital-trabajo y con una estrategia de coordinación salarial a nivel europeo España puede superar su alto nivel de endeudamiento privado y acabar con los desequilibrios comerciales que arrastra desde hace tanto tiempo, y sin salir del euro.
Por el contrario, aplicando el recetario neoliberal del Partido Popular y del gobierno de Rodríguez Zapatero es completamente seguro de que nuestra economía se resentirá. Se crearán más oportunidades de beneficio para el capital privado y las clases más ricas pagarán menos impuestos aún, pudiendo adquirir sus servicios de bienestar en el mercado, pero las clases populares perderán cada vez más calidad de vida.
Bibliografía complementaria:
En Octubre la editorial Aguilar publicará un libro titulado “¡Hay Alternativas!” en el que Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón explican de forma pedagógica las causas últimas de la crisis y las medidas necesarias para salir de una forma justa y social.
Debe tenerse en cuenta que la medida en este artículo analizada fue una recomendación incluida en el llamado Pacto por el Euro, que dio lugar a las movilizaciones del 19 de junio promovidas por la plataforma Democracia Real Ya y los sindicatos. Por eso es recomendable leer el artículo de Juan Torres y Alberto Garzón (19-J. Contra el Pacto del Euro. ¡Democracia real en Europa ya!) en el que criticaban con detalle los argumentos esgrimidos por los economistas neoliberales. De una forma más genérica merece la pena leer los artículos de Juan Torres titulados ¿Por qué el 3% de déficit público y no el 2 o el 7? Mentiras y verdades sobre el déficit y la deuda, de 2010, y Pacto de Estabilidad y Estado del Bienestar: una nota sobre su dudosa credibilidad, de 2005.
En lo que se refiere al comportamiento de los mercados financieros es interesante leer la descripción que hace Alberto Garzón en ¿Qué son los mercados financieros y la especulación financiera? y las propuestas que existen para solucionar el problema de deuda pública y desactivar el chantaje de los mercados financieros en ¿Por qué debemos reestructurar la deuda pública y cómo hacerlo?. De forma paralela el papel de la desigualdad en el crecimiento económico queda explicado en “La importancia económica de la desigualdad” que se suma al estudio de la “Evolución de los Salarios en España (1978-2011)“, donde se puede comprobar que la desigualdad es la causa principal de la crisis que padecemos. De forma más general la página personal del profesor Vicenç Navarro
http://www.vnavarro.org Contiene gran cantidad de artículos que analizan la situación actual y en particular la importancia clave de la desigualdad.
Dado que este debate no está limitado solo a España, y ni siquiera a Europa, conviene leer también los documentos académicos escritos sobre la situación de Estados Unidos. Por eso recomendamos leer el artículo de Robert Pollin "U.S. Government Deficits and Debt Amid the Great Recession: What the Evidence Shows", el de James Crotty “The Great Austerity War: What Caused the Deficit Crisis and Who Should Pay to Fix It?“ y otro de Robert Pollin “Fighting Austerity and Reclaiming a Future for State and Local Governments“.
http://juantorreslopez.com/impertinencias/137-articulos-de-opinion-y-divulgacion-2011/2466-crisis-economicas-acuerdo-psoe-pp-sobre-la-deuda-un-pacto-que-perjudica-a-espana
Alemanes "acomodados" piden también un impuesto especial para los más ricos
Mientras, en España, Cospedal descarta más impuestos para ricos: “No es momento de demagogias” ha declarado.
Los 16 millonarios franceses que pidieron un "impuesto a los ricos" a mediados de la semana pasada tienen un correlato en Alemania, donde ya hace dos años que un grupo de personas "acomodadas" pidió un impuesto del 5% para los patrimonios que superen el medio millón de euros.
Lo pidieron 23 personas en 2009 en un manifiesto que puede firmar cualquiera que tenga más de esos 500.000 euros. Este impuesto especial a los mayores patrimonios sería limitado, hasta que se restablezca el equilibrio presupuestario en las finanzas públicas. Después de un par de años, el impuesto especial de patrimonio que piden estos ciudadanos se limitaría al 1% anual.
Tras el llamamiento francés, los medios han vuelto a fijarse en este manifiesto, que cuenta ahora mismo con unos 50 firmantes. Si se tiene en cuenta que en Alemania hay más de dos millones de hogares con un patrimonio superior a los 500.000 euros, la cifra no impresiona demasiado, pero impulsa un debate sobre la necesidad de gravar más a los ricos.
A diferencia del llamamiento francés o de la reciente petición en el mismo sentido del estadounidense Warren Buffett, los firmantes del manifiesto alemán son en su mayoría ciudadanos de clase media acomodada. Uno de sus portavoces es el psiquiatra berlinés Dieter Lehmkuhl, al que recientemente se ha sumado la Iglesia evangélica alemana. El Instituto Alemán de Investigación Económica DIW también propuso el pasado diciembre que se aplicaran medidas similares o que se recuperara temporalmente el impuesto de patrimonios, derogado en 1997 a instancias del Tribunal Constitucional.
El canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD) bajó durante su mandato el tipo máximo del IRPF del 53% al 42%. Su sucesora, Angela Merkel, subió el IVA al 19% para todos, pero unificó la tasa a los beneficios bursátiles en el 25%, independientemente de los ingresos totales del beneficiario. Son reformas fiscales que han redundado en beneficios para los mayores ingresos.
Desde que se suprimió el de patrimonio, la suma de todos los impuestos patrimoniales en Alemania únicamente reporta a las arcas públicas el 0,9% del PIB. Solo el 2,3% de los ingresos fiscales proviene de impuestos a los patrimonios -sucesiones, donaciones o propiedades-, según la OCDE. En EE UU este impuesto supone en cambio el 12,1% del total.
Los 16 millonarios franceses que pidieron un "impuesto a los ricos" a mediados de la semana pasada tienen un correlato en Alemania, donde ya hace dos años que un grupo de personas "acomodadas" pidió un impuesto del 5% para los patrimonios que superen el medio millón de euros.
Lo pidieron 23 personas en 2009 en un manifiesto que puede firmar cualquiera que tenga más de esos 500.000 euros. Este impuesto especial a los mayores patrimonios sería limitado, hasta que se restablezca el equilibrio presupuestario en las finanzas públicas. Después de un par de años, el impuesto especial de patrimonio que piden estos ciudadanos se limitaría al 1% anual.
Tras el llamamiento francés, los medios han vuelto a fijarse en este manifiesto, que cuenta ahora mismo con unos 50 firmantes. Si se tiene en cuenta que en Alemania hay más de dos millones de hogares con un patrimonio superior a los 500.000 euros, la cifra no impresiona demasiado, pero impulsa un debate sobre la necesidad de gravar más a los ricos.
A diferencia del llamamiento francés o de la reciente petición en el mismo sentido del estadounidense Warren Buffett, los firmantes del manifiesto alemán son en su mayoría ciudadanos de clase media acomodada. Uno de sus portavoces es el psiquiatra berlinés Dieter Lehmkuhl, al que recientemente se ha sumado la Iglesia evangélica alemana. El Instituto Alemán de Investigación Económica DIW también propuso el pasado diciembre que se aplicaran medidas similares o que se recuperara temporalmente el impuesto de patrimonios, derogado en 1997 a instancias del Tribunal Constitucional.
El canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD) bajó durante su mandato el tipo máximo del IRPF del 53% al 42%. Su sucesora, Angela Merkel, subió el IVA al 19% para todos, pero unificó la tasa a los beneficios bursátiles en el 25%, independientemente de los ingresos totales del beneficiario. Son reformas fiscales que han redundado en beneficios para los mayores ingresos.
Desde que se suprimió el de patrimonio, la suma de todos los impuestos patrimoniales en Alemania únicamente reporta a las arcas públicas el 0,9% del PIB. Solo el 2,3% de los ingresos fiscales proviene de impuestos a los patrimonios -sucesiones, donaciones o propiedades-, según la OCDE. En EE UU este impuesto supone en cambio el 12,1% del total.
J. GÓMEZ - Berlín - El País, 30/08/2011
lunes, 29 de agosto de 2011
Entrevista a Isaac Rosa, "En la novela española actual se trabaja poco"
Tiene en sus manos una de las novelas más esperadas de la nueva temporada, "La mano invisible", en la que vuelve a encarar la literatura con un conflicto social: el trabajo
A Isaac Rosa (Madrid, 1974) le preocupa la ausencia del rastro del esfuerzo que los trabajadores dejan en sus tareas. Una cosecha borra la anterior, escribe. El mundo hay que limpiarlo todos los días y los edificios no se levantan solos, pero la fuerza del trabajo ha perdido presencia. Nadie sabe quién hace qué, nadie pregunta cómo se hizo. Así que el trabajo se ha vuelto invisible y el capital ha devorado a sus trabajadores. Ya no interesa tanto el empleado como el producto.
En La mano invisible, su nueva novela, que Seix Barral publicará la primera semana de septiembre, se ha vestido de albañil, de mecánico, de carnicero, de teleoperadora, de limpiadora, de guarda de seguridad, de montadora en una cadena de automoción, de costurera, para saber por qué el trabajador se somete sin rebeldía a la dominación, la anulación, la injusticia, la humillación.
Y se los ha llevado a un teatro con capacidad para 180 personas, que acuden a ver cómo trabajan. Allí están ellos, iluminados en la oscuridad de su mecánica, rumiando sus problemas, construidos en una voz que se ha vuelto mucho más agresiva e insistente de lo que nos tenía acostumbrado el autor de El vano ayer y columnista de Público . Quería escribirla hace muchos años, y supone un salto cualitativo en sus tratamientos narrativos. Es, como él mismo dice, un logro de madurez y un antídoto contra la alergia de la novela española a hablar del trabajo.
¿En qué ha cambiado Isaac Rosa desde El vano ayer ?
Hay muchas zonas comunes entre los libros, y muchos cambios. Hay una maduración de diez años de un escritor y de un lector. Todo lo que no había leído, reflexionado y escrito ha ido madurando. Esta novela no la habría escrito así hace diez años, aunque es una novela que llevo tiempo detrás de ella. Pero hace diez años no podría haberla escrito.
¿Puede concretar algún aspecto?
Creo que he ido centrándome como escritor, sin que eso signifique que haya renunciado a otras exploraciones. En lo formal, he concretado el tipo de escritura que me interesa. En La mano invisible he encontrado el tipo de escritura que me interesa. Es una novela en la que sigue estando presente el elemento reflexivo que había en las anteriores, pero mucho más integrado en la narración. En El país del miedo, la reflexión y la narración estaban diferenciadas por capítulos. La mano invisible recoge todo lo que he ido probando en libros anteriores.
La Guerra Civil, el miedo y el trabajo. ¿Qué mundo literario cree que está montando?
Todo tiene que ver con la explicación del conflicto. Estoy tocando en la literatura lo que de conflictivo hay en nuestra sociedad. Creo que somos una sociedad que no mira al conflicto y que lo evita. También ocurre en la literatura, que prescinde habitualmente de los temas más conflictivos. Intento iluminarlos y demostrar que están ahí y que vivimos con ellos y hay que hacerles frente. El trabajo es uno de los temas conflictivos a los que la novela da la espalda. Con La mano invisible intento demostrar lo contrario a lo que escribe José Luis Pardo en Nunca fue tan hermosa la basura: sí hay narración en el mundo laboral. Uno de los nuevos hallazgos es el empleo de una tercera persona muy cercana a la primera, como si fuera un testimonio directo.
¿Pensó esa voz desde el principio?
Hice varios intentos. Buscaba algo muy cercano a los personajes, que permitiera ver desde dentro, entender cómo se sienten en su puesto de trabajo, pero respetando también un punto de vista externo del lector. Pero hay otras opciones en la novela. Cada uno de los capítulos se cuenta desde el trabajador protagonista de ese capítulo, pero he probado otras pequeñas formas de mirar.
¿Acompaña a la primera persona con un tono agresivo y violento, mucho menos sobrio que El país del miedo?
Sí, porque es un libro que intenta dar forma literaria al malestar común de los trabajadores. En otros tiempos, este malestar se encubrió y nos permitía llevarlo mejor, pero ahora mismo ha estallado. Hay un malestar general grave. Estos personajes reflejan la violencia que se da en las relaciones laborales. Mi conclusión es que el modelo de producción capitalista realmente es muy violento. Violento en lo que tiene de sometimiento, humillante, servil, cómo nos arranca de nuestro entorno...
¿Montarlo en el escenario de un teatro era imprescindible para mostrar esa violencia?
Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela sobre el mundo del trabajo y sobre cómo nos sentimos los trabajadores y por qué estamos dispuestos a ser humillados y sometidos. Por qué nos compensa. Así que estuve buscando qué historia quería contar y, desde luego, no quería una sobre trabajadores a los que les ocurren cosas excepcionales, en las que pasaba por alto la explotación en lo normal, en lo cotidiano. Quería escribir una novela sobre el trabajo, en la que el protagonista fuera el trabajo. No quería hablar tanto sobre las condiciones laborales, que son las que son ahora, sino sobre el trabajo.
Y entonces sacó a los trabajadores de su entorno.
Bueno, quería ir al fondo, al trabajo en sí mismo, a lo que no cambia por mucho que las condiciones mejoren: a lo que el trabajo tiene de violencia y de explotación. Así que busqué un lugar para sacar a los trabajadores de ese día a día laboral. Además, en el teatro podemos ver trabajar a unos trabajadores que son invisibles. Los trabajadores están ahí para que los miremos, quería situarlos en un lugar en el que se desnudaran de todo lo que les rodea y lo que les esconde. Quería llegar al núcleo de lo que es el trabajo en el capitalismo. El teatro subraya esa visibilidad, que en realidad no es sino falta de curiosidad del que no mira.
¿La mano invisible está pero no la queremos ver?
Desde luego. Quería destacar la invisibilidad de la cantidad de trabajo que hay en lo que nos rodea. Todo lo que consumimos tiene detrás mucho trabajo y trabajos muy penosos y mucho más explotadores. Desde los móviles, casas y coches, a la limpieza. Como se dice en el libro, el mundo es un sitio que se ensucia todos los días y que todos los días hay que limpiar, pero no nos queremos hacer una idea de que el mundo lo limpian personas en condiciones penosas. El título es también por la mano invisible de una de las verdades teologales del capitalismo: la mano invisible de Adam Smith de la que siempre hablan los liberales. Pero la mano invisible es también la que trabaja, la que no vemos y sostiene el sistema.
¿Es también la mano invisible del trabajo manual?
También. En la novela hay mucho trabajo manual, que es otro espejismo de nuestro tiempo: pensamos que apenas hay trabajo manual y que ya todos trabajamos en ordenadores. Sin embargo, sigue habiendo trabajo físico. Quería enseñar a esos trabajadores físicos que no vemos y que hacen posibles muchas cosas. Pero además son tipos de trabajo industriales, no sólo físicos. Vivimos engañados, creemos que los avances tecnológicos nos han convertido a todos en otro tipo de trabajadores, y no es cierto. Aunque los lectores de novela tengamos una situación más acomodada, no vemos que sigue habiendo personas que ponen ladrillos, que colocan piezas en una cadena de montaje, que limpian. Busqué trabajos que no se ven y en los que se hace más evidente todo lo que el trabajo tiene de deshumanizador, de repetitivo.
¿Qué pasa por la cabeza de alguien que repite el mismo movimiento durante ocho horas? ¿Qué proceso mental hay?
Son conscientes de su situación, pero eso no les sirve para rebelarse, sino que les conduce a una inexplicable docilidad.
Después de meterse en cabeza ajena, ¿qué es lo más dañino del trabajo?
Una de las cosas que más me sorprende cuando hablo con trabajadores de mi entorno, o miro mi propia experiencia, es cómo uno, siendo humillado, no le lleva a rebelarse. Los trabajadores de la novela son muy conscientes de lo que les pasa, pero no se levantan y siguen; y son apretados y aceptan ser apretados; y son humillados y aceptan ser humillados. Eso es lo que más me sorprende, el sometimiento al que somos capaces de llegar. Nos han educado para esto, para aceptar que tenemos que dedicar parte de nuestra vida al trabajo sin pensar mucho si eso tiene relación con nuestras necesidades básicas, si eso beneficia o no. Hemos aceptado que la vida es así, por lo menos en los últimos dos siglos. Hemos aceptado que es malo, que nos hace sentir mal, pero que nos compensa con otras cosas. Sin embargo, cuando nos planteábamos una revolución porque nos quedamos sin Estado social, vacaciones, pensión, sueldo digno, cuando se recortan los derechos, te enfrentas al trabajo y te sientes desnudo: si todo esto ya no es así, si todo esto ya no me compensa, qué me queda. Todos nos planteamos justo en este momento por qué hay que seguir adelante si ellos han roto su parte del pacto. Tenemos que replantear nuestra parte del acuerdo.
¿Cree que su necesidad de dedicar un libro al trabajo es compartida por otros autores de su tiempo o las echa en falta?
Si tenía esa necesidad, en parte era porque no es una necesidad compartida. Cuando me puse a escribir una novela como esta, lo hice por dos motivos: un motivo político, que tiene que ver con la pregunta sobre qué nos ocurre. Y, dos, la parte más literaria, que se pregunta por qué se escribe tan poco sobre el mundo del trabajo. Pensando sobre todo en la literatura reciente que se escribe en España.
¿Por qué hay tantos personajes en las novelas españolas que no sabemos a qué se dedican?
En la novela española actual se trabaja muy poco. Cuando hay trabajadores son muy interesantes, son detectives, investigadores, periodistas, escritores, cineastas...
¿Qué incompatibilidad hay?
Siendo una parte tan importante de nuestra vida, queda fuera de la literatura. En ocasiones, aparecen novelas sobre trabajadores en las que lo que les ocurre tiene muy poco que ver con el trabajo. Me interesaba explorar esa aparentemente incompatibilidad literaria. Quería ver si se podía hacer narrativa del trabajo. Como novelista, creo que la literatura tiene unas posibilidades que no tiene el ensayo o un reportaje para entender el trabajo desde la cabeza del trabajador. Creo que hay otro interés: la intención de crear una tensión literaria que no existía antes en sus obras, incluyendo el mundo absurdo.
¿Este libro es un paso decisivo hacia una formulación más literaria?
Creo que ha pesado más una cuestión de funcionalidad: buscaba una forma que me permitiese reflexionar sobre el trabajo, algo que me permitiera ver el trabajo desde dentro y desde fuera, desde sus cerebros y desde los espectadores. El absurdo es importante, porque las relaciones laborales son absurdas: para entender el mundo del trabajo vale la novela social, como los relatos de Kafka o Melville.
Si en el anterior libro trabajó para que el lector sintiera miedo, ¿qué quería conseguir del lector en este?
Compartir una serie de preguntas, compartir algunas conclusiones y abrir un debate para hablar sobre trabajo, no sólo sobre literatura. Lo que quería era lo que me he propuesto en las novelas anteriores: la literatura es conocimiento y es intervención. Es necesario que se escriba sobre lo que está ocurriendo.
Es una novela muy coral,
¿todos los personajes son el mismo?
Hay un gran personaje que es la clase trabajadora. De hecho, los personajes de la novela ni siquiera tienen nombres, son sus profesiones. Aunque hoy no deberíamos ser identificados ni por nuestros trabajos, porque ya no tenemos identidad fija como trabajadores: los gurús nos dicen que la suerte que tenemos ahora es que podemos trabajar en muchas cosas a lo largo de nuestra vida y reinventarnos constantemente.
Sin embargo, el malestar de los personajes también viene por todo lo que no han logrado, por sus frustraciones de todo lo que se les habían prometido.
Sí, pero es que el mundo laboral es el espacio de la frustración, porque es el incumplimiento de todo aquello que nos prometieron. El trabajo no es lo que nos esperábamos. Además, todo lo que compensaba, hoy, ya no compensa, porque el paraíso del consumo tiene una cara B, que es el infierno del trabajo. El consumo tiene un precio. Cuando se rompe el pacto, cuesta seguir. La voz discursiva de cada uno de los personajes es el lugar en el que se integran las ideas con la narratividad.
¿Cree que los pensamientos han cogido carne y laten ahora más que antes?
Me preguntaba en qué piensa alguien cuando trabaja. Los personajes de la novela son colocados en esa situación extraordinaria e inexplicable para que piensen en ellos mismos como trabajadores. Es el proceso que quiero que haga el lector también, que piense en lo que está haciendo como trabajador. Como en las anteriores novelas, hace pensar, pero también piensa sobre sí misma.
¿No se planteó incluir a un escritor como trabajador?
No, porque en la escritura hay una zona turbia en la que confluye el mundo laboral y el mundo que llamamos artístico, y eso es complicado. Claro que entre los escritores hay situaciones de explotación y de autoexplotación, pero no es equiparable. Tampoco lo incluiría por su pudor autorreferencial. Como lector, estoy muy cansado de leer novelas protagonizadas por el propio escritor, que es algo muy habitual últimamente.
Peio H. Riaño. Público.
A Isaac Rosa (Madrid, 1974) le preocupa la ausencia del rastro del esfuerzo que los trabajadores dejan en sus tareas. Una cosecha borra la anterior, escribe. El mundo hay que limpiarlo todos los días y los edificios no se levantan solos, pero la fuerza del trabajo ha perdido presencia. Nadie sabe quién hace qué, nadie pregunta cómo se hizo. Así que el trabajo se ha vuelto invisible y el capital ha devorado a sus trabajadores. Ya no interesa tanto el empleado como el producto.
En La mano invisible, su nueva novela, que Seix Barral publicará la primera semana de septiembre, se ha vestido de albañil, de mecánico, de carnicero, de teleoperadora, de limpiadora, de guarda de seguridad, de montadora en una cadena de automoción, de costurera, para saber por qué el trabajador se somete sin rebeldía a la dominación, la anulación, la injusticia, la humillación.
Y se los ha llevado a un teatro con capacidad para 180 personas, que acuden a ver cómo trabajan. Allí están ellos, iluminados en la oscuridad de su mecánica, rumiando sus problemas, construidos en una voz que se ha vuelto mucho más agresiva e insistente de lo que nos tenía acostumbrado el autor de El vano ayer y columnista de Público . Quería escribirla hace muchos años, y supone un salto cualitativo en sus tratamientos narrativos. Es, como él mismo dice, un logro de madurez y un antídoto contra la alergia de la novela española a hablar del trabajo.
¿En qué ha cambiado Isaac Rosa desde El vano ayer ?
Hay muchas zonas comunes entre los libros, y muchos cambios. Hay una maduración de diez años de un escritor y de un lector. Todo lo que no había leído, reflexionado y escrito ha ido madurando. Esta novela no la habría escrito así hace diez años, aunque es una novela que llevo tiempo detrás de ella. Pero hace diez años no podría haberla escrito.
¿Puede concretar algún aspecto?
Creo que he ido centrándome como escritor, sin que eso signifique que haya renunciado a otras exploraciones. En lo formal, he concretado el tipo de escritura que me interesa. En La mano invisible he encontrado el tipo de escritura que me interesa. Es una novela en la que sigue estando presente el elemento reflexivo que había en las anteriores, pero mucho más integrado en la narración. En El país del miedo, la reflexión y la narración estaban diferenciadas por capítulos. La mano invisible recoge todo lo que he ido probando en libros anteriores.
La Guerra Civil, el miedo y el trabajo. ¿Qué mundo literario cree que está montando?
Todo tiene que ver con la explicación del conflicto. Estoy tocando en la literatura lo que de conflictivo hay en nuestra sociedad. Creo que somos una sociedad que no mira al conflicto y que lo evita. También ocurre en la literatura, que prescinde habitualmente de los temas más conflictivos. Intento iluminarlos y demostrar que están ahí y que vivimos con ellos y hay que hacerles frente. El trabajo es uno de los temas conflictivos a los que la novela da la espalda. Con La mano invisible intento demostrar lo contrario a lo que escribe José Luis Pardo en Nunca fue tan hermosa la basura: sí hay narración en el mundo laboral. Uno de los nuevos hallazgos es el empleo de una tercera persona muy cercana a la primera, como si fuera un testimonio directo.
¿Pensó esa voz desde el principio?
Hice varios intentos. Buscaba algo muy cercano a los personajes, que permitiera ver desde dentro, entender cómo se sienten en su puesto de trabajo, pero respetando también un punto de vista externo del lector. Pero hay otras opciones en la novela. Cada uno de los capítulos se cuenta desde el trabajador protagonista de ese capítulo, pero he probado otras pequeñas formas de mirar.
¿Acompaña a la primera persona con un tono agresivo y violento, mucho menos sobrio que El país del miedo?
Sí, porque es un libro que intenta dar forma literaria al malestar común de los trabajadores. En otros tiempos, este malestar se encubrió y nos permitía llevarlo mejor, pero ahora mismo ha estallado. Hay un malestar general grave. Estos personajes reflejan la violencia que se da en las relaciones laborales. Mi conclusión es que el modelo de producción capitalista realmente es muy violento. Violento en lo que tiene de sometimiento, humillante, servil, cómo nos arranca de nuestro entorno...
¿Montarlo en el escenario de un teatro era imprescindible para mostrar esa violencia?
Hacía mucho tiempo que quería escribir una novela sobre el mundo del trabajo y sobre cómo nos sentimos los trabajadores y por qué estamos dispuestos a ser humillados y sometidos. Por qué nos compensa. Así que estuve buscando qué historia quería contar y, desde luego, no quería una sobre trabajadores a los que les ocurren cosas excepcionales, en las que pasaba por alto la explotación en lo normal, en lo cotidiano. Quería escribir una novela sobre el trabajo, en la que el protagonista fuera el trabajo. No quería hablar tanto sobre las condiciones laborales, que son las que son ahora, sino sobre el trabajo.
Y entonces sacó a los trabajadores de su entorno.
Bueno, quería ir al fondo, al trabajo en sí mismo, a lo que no cambia por mucho que las condiciones mejoren: a lo que el trabajo tiene de violencia y de explotación. Así que busqué un lugar para sacar a los trabajadores de ese día a día laboral. Además, en el teatro podemos ver trabajar a unos trabajadores que son invisibles. Los trabajadores están ahí para que los miremos, quería situarlos en un lugar en el que se desnudaran de todo lo que les rodea y lo que les esconde. Quería llegar al núcleo de lo que es el trabajo en el capitalismo. El teatro subraya esa visibilidad, que en realidad no es sino falta de curiosidad del que no mira.
¿La mano invisible está pero no la queremos ver?
Desde luego. Quería destacar la invisibilidad de la cantidad de trabajo que hay en lo que nos rodea. Todo lo que consumimos tiene detrás mucho trabajo y trabajos muy penosos y mucho más explotadores. Desde los móviles, casas y coches, a la limpieza. Como se dice en el libro, el mundo es un sitio que se ensucia todos los días y que todos los días hay que limpiar, pero no nos queremos hacer una idea de que el mundo lo limpian personas en condiciones penosas. El título es también por la mano invisible de una de las verdades teologales del capitalismo: la mano invisible de Adam Smith de la que siempre hablan los liberales. Pero la mano invisible es también la que trabaja, la que no vemos y sostiene el sistema.
¿Es también la mano invisible del trabajo manual?
También. En la novela hay mucho trabajo manual, que es otro espejismo de nuestro tiempo: pensamos que apenas hay trabajo manual y que ya todos trabajamos en ordenadores. Sin embargo, sigue habiendo trabajo físico. Quería enseñar a esos trabajadores físicos que no vemos y que hacen posibles muchas cosas. Pero además son tipos de trabajo industriales, no sólo físicos. Vivimos engañados, creemos que los avances tecnológicos nos han convertido a todos en otro tipo de trabajadores, y no es cierto. Aunque los lectores de novela tengamos una situación más acomodada, no vemos que sigue habiendo personas que ponen ladrillos, que colocan piezas en una cadena de montaje, que limpian. Busqué trabajos que no se ven y en los que se hace más evidente todo lo que el trabajo tiene de deshumanizador, de repetitivo.
¿Qué pasa por la cabeza de alguien que repite el mismo movimiento durante ocho horas? ¿Qué proceso mental hay?
Son conscientes de su situación, pero eso no les sirve para rebelarse, sino que les conduce a una inexplicable docilidad.
Después de meterse en cabeza ajena, ¿qué es lo más dañino del trabajo?
Una de las cosas que más me sorprende cuando hablo con trabajadores de mi entorno, o miro mi propia experiencia, es cómo uno, siendo humillado, no le lleva a rebelarse. Los trabajadores de la novela son muy conscientes de lo que les pasa, pero no se levantan y siguen; y son apretados y aceptan ser apretados; y son humillados y aceptan ser humillados. Eso es lo que más me sorprende, el sometimiento al que somos capaces de llegar. Nos han educado para esto, para aceptar que tenemos que dedicar parte de nuestra vida al trabajo sin pensar mucho si eso tiene relación con nuestras necesidades básicas, si eso beneficia o no. Hemos aceptado que la vida es así, por lo menos en los últimos dos siglos. Hemos aceptado que es malo, que nos hace sentir mal, pero que nos compensa con otras cosas. Sin embargo, cuando nos planteábamos una revolución porque nos quedamos sin Estado social, vacaciones, pensión, sueldo digno, cuando se recortan los derechos, te enfrentas al trabajo y te sientes desnudo: si todo esto ya no es así, si todo esto ya no me compensa, qué me queda. Todos nos planteamos justo en este momento por qué hay que seguir adelante si ellos han roto su parte del pacto. Tenemos que replantear nuestra parte del acuerdo.
¿Cree que su necesidad de dedicar un libro al trabajo es compartida por otros autores de su tiempo o las echa en falta?
Si tenía esa necesidad, en parte era porque no es una necesidad compartida. Cuando me puse a escribir una novela como esta, lo hice por dos motivos: un motivo político, que tiene que ver con la pregunta sobre qué nos ocurre. Y, dos, la parte más literaria, que se pregunta por qué se escribe tan poco sobre el mundo del trabajo. Pensando sobre todo en la literatura reciente que se escribe en España.
¿Por qué hay tantos personajes en las novelas españolas que no sabemos a qué se dedican?
En la novela española actual se trabaja muy poco. Cuando hay trabajadores son muy interesantes, son detectives, investigadores, periodistas, escritores, cineastas...
¿Qué incompatibilidad hay?
Siendo una parte tan importante de nuestra vida, queda fuera de la literatura. En ocasiones, aparecen novelas sobre trabajadores en las que lo que les ocurre tiene muy poco que ver con el trabajo. Me interesaba explorar esa aparentemente incompatibilidad literaria. Quería ver si se podía hacer narrativa del trabajo. Como novelista, creo que la literatura tiene unas posibilidades que no tiene el ensayo o un reportaje para entender el trabajo desde la cabeza del trabajador. Creo que hay otro interés: la intención de crear una tensión literaria que no existía antes en sus obras, incluyendo el mundo absurdo.
¿Este libro es un paso decisivo hacia una formulación más literaria?
Creo que ha pesado más una cuestión de funcionalidad: buscaba una forma que me permitiese reflexionar sobre el trabajo, algo que me permitiera ver el trabajo desde dentro y desde fuera, desde sus cerebros y desde los espectadores. El absurdo es importante, porque las relaciones laborales son absurdas: para entender el mundo del trabajo vale la novela social, como los relatos de Kafka o Melville.
Si en el anterior libro trabajó para que el lector sintiera miedo, ¿qué quería conseguir del lector en este?
Compartir una serie de preguntas, compartir algunas conclusiones y abrir un debate para hablar sobre trabajo, no sólo sobre literatura. Lo que quería era lo que me he propuesto en las novelas anteriores: la literatura es conocimiento y es intervención. Es necesario que se escriba sobre lo que está ocurriendo.
Es una novela muy coral,
¿todos los personajes son el mismo?
Hay un gran personaje que es la clase trabajadora. De hecho, los personajes de la novela ni siquiera tienen nombres, son sus profesiones. Aunque hoy no deberíamos ser identificados ni por nuestros trabajos, porque ya no tenemos identidad fija como trabajadores: los gurús nos dicen que la suerte que tenemos ahora es que podemos trabajar en muchas cosas a lo largo de nuestra vida y reinventarnos constantemente.
Sin embargo, el malestar de los personajes también viene por todo lo que no han logrado, por sus frustraciones de todo lo que se les habían prometido.
Sí, pero es que el mundo laboral es el espacio de la frustración, porque es el incumplimiento de todo aquello que nos prometieron. El trabajo no es lo que nos esperábamos. Además, todo lo que compensaba, hoy, ya no compensa, porque el paraíso del consumo tiene una cara B, que es el infierno del trabajo. El consumo tiene un precio. Cuando se rompe el pacto, cuesta seguir. La voz discursiva de cada uno de los personajes es el lugar en el que se integran las ideas con la narratividad.
¿Cree que los pensamientos han cogido carne y laten ahora más que antes?
Me preguntaba en qué piensa alguien cuando trabaja. Los personajes de la novela son colocados en esa situación extraordinaria e inexplicable para que piensen en ellos mismos como trabajadores. Es el proceso que quiero que haga el lector también, que piense en lo que está haciendo como trabajador. Como en las anteriores novelas, hace pensar, pero también piensa sobre sí misma.
¿No se planteó incluir a un escritor como trabajador?
No, porque en la escritura hay una zona turbia en la que confluye el mundo laboral y el mundo que llamamos artístico, y eso es complicado. Claro que entre los escritores hay situaciones de explotación y de autoexplotación, pero no es equiparable. Tampoco lo incluiría por su pudor autorreferencial. Como lector, estoy muy cansado de leer novelas protagonizadas por el propio escritor, que es algo muy habitual últimamente.
Peio H. Riaño. Público.
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domingo, 28 de agosto de 2011
La revolución en curso de Islandia
Un programa radial italiano hablando sobre la revolución en curso de Islandia es un ejemplo impresionante de lo poco que nuestros medios de comunicación nos dice sobre el resto del mundo. Los estadounidenses pueden recordar que al inicio de la crisis financiera de 2008, Islandia, literalmente, se declaró en quiebra. Las razones se mencionan sólo de pasada, y desde entonces este miembro poco conocido de la Unión Europea volvió a caer en el olvido. Como los países europeos caen uno tras otro, poniendo en peligro el euro, con repercusiones para todo el mundo, la última cosa que los poderes desean es que el caso de Islandia se convierta en un ejemplo. He aquí por qué:
Cinco años de un régimen puramente neoliberal había hecho de Islandia, (población de 320.000 personas, sin ejército), uno de los países más ricos del mundo. En el año 2003 todos los bancos del país se privatizaron y en un esfuerzo por atraer inversionistas extranjeros ofrecieron préstamos en línea, cuyos costos mínimos les permitió ofrecer tasas relativamente altas de rendimiento. Las cuentas, llamadas “Icesave”, atrajeron a muchos pequeños inversores ingleses y holandeses. Pero a medida que las inversiones crecieron también lo hizo la deuda de los bancos extranjeros. En 2003 la deuda de Islandia era igual a 200 veces su PIB, pero en 2007 fue del 900 por ciento. La crisis mundial financiera de 2008 fue el golpe de gracia. Los tres principales bancos islandeses, Landbanki, Kapthing y Glitnir, quebraron y fueron nacionalizados, mientras que la corona perdió el 85% de su valor con respecto al Euro. Al final del año Islandia se declaró en bancarrota.
Contrariamente a lo que se podría esperar, la crisis dió lugar a la recuperación de los derechos soberanos de los islandeses, a través de un proceso de democracia directa participativa que finalmente condujo a una nueva Constitución. Pero sólo después de mucho dolor.
Geir Haarde, el Primer Ministro de un gobierno de coalición socialdemócrata, negoció 2.100.000 dólares de préstamo, a lo que los países nórdicos agregaron otros 2.500.000. Sin embargo, la comunidad financiera extranjera presionaba a Islandia para imponer medidas drásticas. El FMI y la Unión Europea querían hacerse cargo de su deuda, alegando que era el único camino para que el país pague la deuda a Holanda y Gran Bretaña, que habían prometido reembolsarla a sus ciudadanos.
Las protestas y los disturbios continuaron y, finalmente, obligaron al gobierno a renunciar. Las elecciones se adelantaron a abril de 2009, resultando una coalición de izquierda que condenaba el sistema económico neoliberal, pero de inmediato cedió a sus demandas de que Islandia debía pagar un total de 3.500.000 euros. Esto requiere que cada ciudadano islandés abone 100 euros al mes (o alrededor de 130 dólares) durante 15 años, el 5,5% de interés, para pagar una deuda contraída por el sector privado vis a vis. Fue la gota que colmó el vaso.
Lo que sucedió después fue extraordinario. La creencia de que los ciudadanos tenían que pagar por los errores de un monopolio financiero, que a toda una nación se le debe imponer el pagar las deudas privadas se hizo añicos, se transformó la relación entre los ciudadanos y sus instituciones políticas y, finalmente, condujo a los líderes de Islandia al lado de sus electores . El Jefe del Estado, Olafur Ragnar Grimsson, se negó a ratificar la ley que hace a los ciudadanos de Islandia responsables de sus deudas bancarias y aceptó las llamadas a un referéndum.
Por supuesto la comunidad internacional sólo aumentó la presión sobre Islandia. Gran Bretaña y Holanda, amenazaron con represalias terribles de aislar al país. Como los islandeses fueron a votar, los banqueros extranjeros amenazaron con bloquear cualquier ayuda del FMI. El gobierno británico amenazó con congelar los ahorros islandeses y cuentas corrientes. Como dijo Grimsson: “Nos dijeron que si nos negábamos a las condiciones de la comunidad internacional, nos convertirían en la Cuba del Norte. Pero si hubiéramos aceptado, nos habrían convertido en el Haití del Norte. “(¿Cuántas veces he escrito que cuando los cubanos ven el estado lamentable de su vecino, Haití, pueden considerarse afortunados?)
En el referéndum de marzo 2010, el 93% votó en contra de la devolución de la deuda. El FMI inmediatamente congeló sus préstamos. Pero la revolución (aunque no se televisó en los Estados Unidos), no se dejará intimidar. Con el apoyo de una ciudadanía furiosa, el gobierno inició investigaciones civiles y penales de los responsables de la crisis financiera. Interpol emitió una orden de detención internacional del ex presidente de Kaupthing, Sigurdur Einarsson, así como de otros banqueros implicados que huyeron del país.
Pero los islandeses no se detuverin allí: se decidió redactar una nueva constitución que libera al país del poder exagerado de las finanzas internacionales y el dinero virtual. (La que estaba en vigor se había escrito en en momento en que Islandia se independizó de Dinamarca, en 1918, la única diferencia con la Constitución danesa es que la palabra “presidente” fue sustituida por la de “rey”.)
Para escribir la nueva constitución, el pueblo de Islandia eligió a veinticinco ciudadanos de entre 522 adultos que no pertenecen a ningún partido político, pero recomendados por lo menos por treinta ciudadanos. Este documento no fue obra de un puñado de políticos, pero fue escrito en Internet. Las reuniones de los Constituyente se transmitieron on-line, y los ciudadanos podían enviar sus comentarios y sugerencias, asistiendo al documento, que tomaba forma. La Constitución, que eventualmente surje de este proceso democrático participativo, sería presentada al Parlamento para su aprobación después de las próximas elecciones.
Algunos lectores recordarán el colapso agrario de Islandia del siglo IX que apareció en el libro de Jared Diamond, con el mismo nombre. Hoy en día, este país se está recuperando de su colapso financiero en formas que son del todo contrarias de las que generalmente se consideraban insolayables, como confirmó ayer la nueva jefe del FMI, Christine Lagarde, a Fareed Zakaria. Al pueblo de Grecia le han dicho que la privatización de su sector público es la única solución. Y los de Italia, España y Portugal se enfrentan la misma amenaza.
Se debe mirar a Islandia. Negarse a someterse a los intereses extranjeros, ese pequeño país indicó claramente que el pueblo es soberano. Es por eso que no está en la noticias.
Fuente:http://www.dailykos.com/story/2011/08/01/1001662/-Icelands-On-going-Revolution Traducido por Arielev Tomado de: http://sleepwalkings.wordpress.com/2011/08/24/la-revulucion-en-curso-de-islandia/
Deena Stryker, Daily Kos
(Foto del autor de la ría de Baiona, en marea baja, desde el paseo)
Cinco años de un régimen puramente neoliberal había hecho de Islandia, (población de 320.000 personas, sin ejército), uno de los países más ricos del mundo. En el año 2003 todos los bancos del país se privatizaron y en un esfuerzo por atraer inversionistas extranjeros ofrecieron préstamos en línea, cuyos costos mínimos les permitió ofrecer tasas relativamente altas de rendimiento. Las cuentas, llamadas “Icesave”, atrajeron a muchos pequeños inversores ingleses y holandeses. Pero a medida que las inversiones crecieron también lo hizo la deuda de los bancos extranjeros. En 2003 la deuda de Islandia era igual a 200 veces su PIB, pero en 2007 fue del 900 por ciento. La crisis mundial financiera de 2008 fue el golpe de gracia. Los tres principales bancos islandeses, Landbanki, Kapthing y Glitnir, quebraron y fueron nacionalizados, mientras que la corona perdió el 85% de su valor con respecto al Euro. Al final del año Islandia se declaró en bancarrota.
Contrariamente a lo que se podría esperar, la crisis dió lugar a la recuperación de los derechos soberanos de los islandeses, a través de un proceso de democracia directa participativa que finalmente condujo a una nueva Constitución. Pero sólo después de mucho dolor.
Geir Haarde, el Primer Ministro de un gobierno de coalición socialdemócrata, negoció 2.100.000 dólares de préstamo, a lo que los países nórdicos agregaron otros 2.500.000. Sin embargo, la comunidad financiera extranjera presionaba a Islandia para imponer medidas drásticas. El FMI y la Unión Europea querían hacerse cargo de su deuda, alegando que era el único camino para que el país pague la deuda a Holanda y Gran Bretaña, que habían prometido reembolsarla a sus ciudadanos.
Las protestas y los disturbios continuaron y, finalmente, obligaron al gobierno a renunciar. Las elecciones se adelantaron a abril de 2009, resultando una coalición de izquierda que condenaba el sistema económico neoliberal, pero de inmediato cedió a sus demandas de que Islandia debía pagar un total de 3.500.000 euros. Esto requiere que cada ciudadano islandés abone 100 euros al mes (o alrededor de 130 dólares) durante 15 años, el 5,5% de interés, para pagar una deuda contraída por el sector privado vis a vis. Fue la gota que colmó el vaso.
Lo que sucedió después fue extraordinario. La creencia de que los ciudadanos tenían que pagar por los errores de un monopolio financiero, que a toda una nación se le debe imponer el pagar las deudas privadas se hizo añicos, se transformó la relación entre los ciudadanos y sus instituciones políticas y, finalmente, condujo a los líderes de Islandia al lado de sus electores . El Jefe del Estado, Olafur Ragnar Grimsson, se negó a ratificar la ley que hace a los ciudadanos de Islandia responsables de sus deudas bancarias y aceptó las llamadas a un referéndum.
Por supuesto la comunidad internacional sólo aumentó la presión sobre Islandia. Gran Bretaña y Holanda, amenazaron con represalias terribles de aislar al país. Como los islandeses fueron a votar, los banqueros extranjeros amenazaron con bloquear cualquier ayuda del FMI. El gobierno británico amenazó con congelar los ahorros islandeses y cuentas corrientes. Como dijo Grimsson: “Nos dijeron que si nos negábamos a las condiciones de la comunidad internacional, nos convertirían en la Cuba del Norte. Pero si hubiéramos aceptado, nos habrían convertido en el Haití del Norte. “(¿Cuántas veces he escrito que cuando los cubanos ven el estado lamentable de su vecino, Haití, pueden considerarse afortunados?)
En el referéndum de marzo 2010, el 93% votó en contra de la devolución de la deuda. El FMI inmediatamente congeló sus préstamos. Pero la revolución (aunque no se televisó en los Estados Unidos), no se dejará intimidar. Con el apoyo de una ciudadanía furiosa, el gobierno inició investigaciones civiles y penales de los responsables de la crisis financiera. Interpol emitió una orden de detención internacional del ex presidente de Kaupthing, Sigurdur Einarsson, así como de otros banqueros implicados que huyeron del país.
Pero los islandeses no se detuverin allí: se decidió redactar una nueva constitución que libera al país del poder exagerado de las finanzas internacionales y el dinero virtual. (La que estaba en vigor se había escrito en en momento en que Islandia se independizó de Dinamarca, en 1918, la única diferencia con la Constitución danesa es que la palabra “presidente” fue sustituida por la de “rey”.)
Para escribir la nueva constitución, el pueblo de Islandia eligió a veinticinco ciudadanos de entre 522 adultos que no pertenecen a ningún partido político, pero recomendados por lo menos por treinta ciudadanos. Este documento no fue obra de un puñado de políticos, pero fue escrito en Internet. Las reuniones de los Constituyente se transmitieron on-line, y los ciudadanos podían enviar sus comentarios y sugerencias, asistiendo al documento, que tomaba forma. La Constitución, que eventualmente surje de este proceso democrático participativo, sería presentada al Parlamento para su aprobación después de las próximas elecciones.
Algunos lectores recordarán el colapso agrario de Islandia del siglo IX que apareció en el libro de Jared Diamond, con el mismo nombre. Hoy en día, este país se está recuperando de su colapso financiero en formas que son del todo contrarias de las que generalmente se consideraban insolayables, como confirmó ayer la nueva jefe del FMI, Christine Lagarde, a Fareed Zakaria. Al pueblo de Grecia le han dicho que la privatización de su sector público es la única solución. Y los de Italia, España y Portugal se enfrentan la misma amenaza.
Se debe mirar a Islandia. Negarse a someterse a los intereses extranjeros, ese pequeño país indicó claramente que el pueblo es soberano. Es por eso que no está en la noticias.
Fuente:http://www.dailykos.com/story/2011/08/01/1001662/-Icelands-On-going-Revolution Traducido por Arielev Tomado de: http://sleepwalkings.wordpress.com/2011/08/24/la-revulucion-en-curso-de-islandia/
Deena Stryker, Daily Kos
(Foto del autor de la ría de Baiona, en marea baja, desde el paseo)
Más sobre impuestos e injusticia recaudadora, ¿por qué pagan más los más débiles?: Las pruebas del delito
Warren E. Buffet, el tercer hombre más rico del mundo, ha declarado y denunciado públicamente la injusticia fiscal que cometen los Gobiernos en favor de las personas y empresas más poderosas y ricas. En un gesto de dignidad que le honra (no me importan sus motivos), pide que se deje de "mimar" a los millonarios, incluso plantea que algunos de esos multimillonarios aceptarían gustosos contribuir mucho más en su país. También destaca que el 80% de los ingresos fiscales en Estados Unidos provienen de tasas sobre las nóminas de los trabajadores. Junto a Buffet, se han posicionado empresarios y grandes fortunas francesas.
La otra noticia que está en la misma línea, la protagonizan y firman los técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), que no solo nos dicen a nosotros, sino también al Gobierno español que las grandes fortunas y empresas españolas evadieron al fisco 42.711 millones de euros en el 2010, representando el 71,8% del total del fraude en este país.
Después de leer estas informaciones, yo creo que habría que plantear varias preguntas: ¿A ningún dirigente ni Gobierno se le cae la cara de vergüenza? ¿Nadie tiene nada que decir? ¿Nadie tiene nada que preguntar? ¿Cómo es posible que los Gobiernos para combatir la crisis lleven tres años haciendo continuos recortes sociales o creando tasas e impuestos a los sectores más desfavorecidos, sin pedir un esfuerzo contributivo proporcional a las grandes fortunas y las grandes empresas? ¿Cómo es posible que la lucha contra el fraude no esté priorizada en combatir el fraude fiscal o las evasiones de capital en las altas esferas, siendo que representan el 72% del total?
Solo me quedaría plantear una última pregunta, ¿alguien necesita más pruebas del delito que han cometido nuestros dirigentes y Gobiernos, al generar una tremenda injusticia social, favoreciendo a los poderosos y a ellos mismos, a costa de exprimir y sacrificar a los más débiles? JOSÉ LUIS REQUELME ARNEDO - Zaragoza - El País, 28/08/2011 (Foto desde el Museo en las ruinas de Bolonia, se ve la playa, el mar azul, el paso del estrecho por un carguero y al fondo África con la cordillera del Atlas.)
La otra noticia que está en la misma línea, la protagonizan y firman los técnicos del Ministerio de Hacienda (Gestha), que no solo nos dicen a nosotros, sino también al Gobierno español que las grandes fortunas y empresas españolas evadieron al fisco 42.711 millones de euros en el 2010, representando el 71,8% del total del fraude en este país.
Después de leer estas informaciones, yo creo que habría que plantear varias preguntas: ¿A ningún dirigente ni Gobierno se le cae la cara de vergüenza? ¿Nadie tiene nada que decir? ¿Nadie tiene nada que preguntar? ¿Cómo es posible que los Gobiernos para combatir la crisis lleven tres años haciendo continuos recortes sociales o creando tasas e impuestos a los sectores más desfavorecidos, sin pedir un esfuerzo contributivo proporcional a las grandes fortunas y las grandes empresas? ¿Cómo es posible que la lucha contra el fraude no esté priorizada en combatir el fraude fiscal o las evasiones de capital en las altas esferas, siendo que representan el 72% del total?
Solo me quedaría plantear una última pregunta, ¿alguien necesita más pruebas del delito que han cometido nuestros dirigentes y Gobiernos, al generar una tremenda injusticia social, favoreciendo a los poderosos y a ellos mismos, a costa de exprimir y sacrificar a los más débiles? JOSÉ LUIS REQUELME ARNEDO - Zaragoza - El País, 28/08/2011 (Foto desde el Museo en las ruinas de Bolonia, se ve la playa, el mar azul, el paso del estrecho por un carguero y al fondo África con la cordillera del Atlas.)
Cambios en la Constitución
¿Por qué se han dado tanta prisa el Gobierno y el Partido Popular en realizar un cambio en la Constitución? El Parlamento prácticamente está disuelto, ya que se han convocado elecciones para dentro de tres meses. Qué raro que PP y PSOE, que casi nunca se ponen de acuerdo en nada, tengan tanta prisa.
¿Por qué se escandalizan tanto cuando en la Constitución española el artículo 92 dice textualmente: "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos"? ¿A qué viene ese miedo a los ciudadanos, si solo reclamamos que se cumpla la Constitución, aunque también estamos acostumbrados a que no se cumplan los artículos 35, el deber y el derecho a un trabajo, o el 47, sobre el derecho a una vivienda? Si creen que es tan buena idea queremos un referéndum, pero también queremos que en este se pueda opinar sobre monarquía o república, la desaparición de las diputaciones o el copago sanitario.
Tenemos derecho, aunque los dos partidos mayoritarios se escandalicen de ello. Cuando un Gobierno tiene miedo a lo que el pueblo, con todo su derecho, pueda opinar, es que hay gato encerrado. MANUEL ARRIAZA ADAME - Barcelona - El País, 28/08/2011 (Foto, playa de la barrosa, Chiclana, agosto 2011)
¿Por qué se escandalizan tanto cuando en la Constitución española el artículo 92 dice textualmente: "Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a referéndum consultivo de todos los ciudadanos"? ¿A qué viene ese miedo a los ciudadanos, si solo reclamamos que se cumpla la Constitución, aunque también estamos acostumbrados a que no se cumplan los artículos 35, el deber y el derecho a un trabajo, o el 47, sobre el derecho a una vivienda? Si creen que es tan buena idea queremos un referéndum, pero también queremos que en este se pueda opinar sobre monarquía o república, la desaparición de las diputaciones o el copago sanitario.
Tenemos derecho, aunque los dos partidos mayoritarios se escandalicen de ello. Cuando un Gobierno tiene miedo a lo que el pueblo, con todo su derecho, pueda opinar, es que hay gato encerrado. MANUEL ARRIAZA ADAME - Barcelona - El País, 28/08/2011 (Foto, playa de la barrosa, Chiclana, agosto 2011)
sábado, 27 de agosto de 2011
Los ricos, algunos, quieren pagar más impuestos
¿Hasta qué punto se habrán hecho mal las cosas, para que hayan tenido que ser los ricos los que pidan públicamente que les suban los impuestos? ¿Hasta qué punto los Gobiernos han hecho políticas nefastas, favoreciendo a las grandes fortunas y asfixiando a las clases bajas y medias?
Estos días es noticia que 16 directivos de grandes empresas francesas y el adinerado filántropo estadounidense, Warren Buffet, están sugiriendo a sus Gobiernos que les suban los impuestos para superar esta difícil coyuntura económica.
Los ricos, que no son tontos, se han dado cuenta de que la locomotora económica está a punto de pararse, y, por ello, están dispuestos a poner combustible por su cuenta para que la máquina de ganar dinero no se pare. Así es de simple. Lo lamentable es que la iniciativa haya tenido que partir de los grandes capitales y no de los ineptos políticos que tenemos en Occidente, que cada vez representan peor a la ciudadanía.
Estos días es noticia que 16 directivos de grandes empresas francesas y el adinerado filántropo estadounidense, Warren Buffet, están sugiriendo a sus Gobiernos que les suban los impuestos para superar esta difícil coyuntura económica.
Y es que es de cajón. Si un obrero pierde el empleo, o pierde paulatinamente poder adquisitivo y le fríen a impuestos, ¿Cómo va consumir para que los poderes económicos puedan seguir obteniendo beneficios? Si alguien tiene un burro de carga, y cada día le va recortando un poco el pienso, a la vez que le va aumentando la carga, ¿Cómo sobrevivirá el burro? ¿Adónde irán las ganancias del amo si el burro muere por inanición o revienta? Mal negocio para los dos, ¿verdad? Pues eso. O buscamos la equidad o esto se va al carajo.
Los ricos, que no son tontos, se han dado cuenta de que la locomotora económica está a punto de pararse, y, por ello, están dispuestos a poner combustible por su cuenta para que la máquina de ganar dinero no se pare. Así es de simple. Lo lamentable es que la iniciativa haya tenido que partir de los grandes capitales y no de los ineptos políticos que tenemos en Occidente, que cada vez representan peor a la ciudadanía.
PEDRO SERRANO - Valladolid - El País, 26/08/2011
La investigación, subordinada al mercado
La ciencia no tiene por qué ser inmediatamente útil; a lo que sí está obligada es a ensanchar el campo del conocimiento humano. Lo curioso es que se acepta ahora como 'única' política pública un modelo conservador.
Durante los primeros siglos de la ciencia moderna, su cultivo solía corresponder a caballeros de posibles, bien por su patrimonio familiar o por algún generoso mecenazgo. Ocurría también que el sabio podía obtener alguna sinecura regia, que le permitía dedicarse a su pasión secreta de escudriñar lo desconocido e inexplicado.
A medida que la ciencia se fue desarrollando y empezó a descubrir fenómenos y objetos que podían reportar alguna utilidad e incluso algún beneficio económico, la actividad de los sabios dejó de ser una ocupación de excéntricos visionarios para convertirse en una posible fuente de soluciones a problemas reales y en una herramienta útil a la sociedad y al poder.
Cuando Galileo presentó su recién construido telescopio al senado de la república de Venecia, en 1609, a los senadores les impresionó tanto que desde el campanile de San Marcos se pudiera ver Murano como si estuviese al lado, que lo hicieron fijo en su cátedra de Padua y le doblaron el sueldo. No es que a las autoridades venecianas les interesase mucho el estudio de los planetas del sistema solar, pero aquel artilugio tenía un evidente interés militar para la defensa de la República Serenísima.
Obviamente, el interés de las autoridades fue a más durante aquel siglo, que vio nacer las primeras academias y sociedades científicas, y se fue incrementando a lo largo del siglo XVIII, cuando prácticamente todos los monarcas ilustrados crearon reales gabinetes, jardines botánicos y museos, financiaron expediciones científicas, fundaron academias, observatorios astronómicos y centros de estudios superiores especializados.
Así, cuando Wilhelm von Humboldt creó la Universidad de Berlín en 1810, en un palacio donado por el rey Federico Guillermo III de Prusia, le propuso ya la doble misión de la enseñanza superior y la investigación, e introdujo en el currículo académico materias como la química, la física, las matemáticas o la medicina, además de las materias clásicas, habituales en todas las universidades. Esta universidad habría de servir de modelo a todas las que se irían creando en Europa y en América durante el siglo XIX, y de su eficacia como institución de enseñanza superior e investigación puede dar cuenta el hecho de que entre sus alumnos se encuentran 29 premios Nobel, entre ellos Albert Einstein o Max Planck. El siglo XIX, así pues, vio cómo la actividad de los científicos se convirtió en un asunto de interés general, para los gobernantes y los empresarios, que constataban que de su cultivo se podían obtener ventajas competitivas y negocios saneados.
En ese siglo, la ciencia empezó a llegar incluso al gran público y a los escritores, que crearon un género nuevo, la ciencia ficción. Cuando Mary Shelley publicó en 1818 su Frankenstein o el moderno Prometeo, no solo estaba inaugurando un género literario, sino también sentando las bases para la concepción popular, todavía ampliamente extendida, del científico como persona desequilibrada y potencialmente peligrosa para la sociedad.
El siglo XIX fue testigo de cómo la investigación científica se convertía en una actividad de interés público y, por lo tanto, en una cuestión política. En 1899 escribía Cajal, aludiendo a la derrota española en la guerra de Cuba frente a EE UU: "Bien ajenos estábamos al publicar las páginas precedentes [el opúsculo Reglas y consejos sobre investigación científica], donde nos lamentábamos de nuestro desdén por la ciencia, que habíamos de recoger muy pronto el fruto de nuestra incultura. Una nación rica y poderosa, gracias a su ciencia y laboriosidad, nos ha rendido casi sin combatir... Por ignorar, ignorábamos hasta la fuerza incontrastable del adversario: la ciencia de sus ingenieros y de sus químicos (inventores de bombas incendiarias que barrían la cubierta de nuestros buques e imposibilitaban toda defensa), la superioridad de sus barcos y corazas...".
Estaba, pues, naciendo la política científica que unos años después, ya iniciado el siglo XX, el mismo Cajal formula por primera vez en español: "La posteridad duradera de las naciones es obra de la ciencia y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura, desarrollando una política científica, encaminada a generalizar la instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos útiles y fecundos brotados en el seno de la raza".
En tres siglos, la ciencia había pasado de ser una ocupación de caballeros curiosos a un deber inexcusable de los Estados;de afición privada se había convertido en política pública.
En el curso del turbulento siglo XX el cultivo de la ciencia se fue institucionalizando mediante la creación de organismos públicos de investigación. Además, las sucesivas y urgentes demandas de la industria de la guerra conducirían a la puesta en marcha de ambiciosos programas, a los que serían incorporados científicos e ingenieros que trabajaban en la consecución de unos objetivos prefijados. El proyecto Manhattan para producir la bomba atómica que desarrollaron EE UU, Canadá y Reino Unido es el ejemplo arquetípico, pero ni mucho menos el único. Terminada la guerra, se decidió no perder aquella experiencia de trabajo y se empezaron a crear fundaciones nacionales de la ciencia, consejos de investigación y organismos similares, encargados de fomentar y financiar actividades recién definidas como I+D, es decir, investigación más desarrollo, binomio recién inventado, en un principio con modestos fines estadísticos.
El éxito de aquel binomio en las políticas de los países de la OCDE hizo que quienes no habían desarrollado todavía una nueva vía de utilización de los fondos públicos de I+D la incorporaran, con lo que el binomio fue creciendo de varias maneras, siendo la de I+D+i, con la i de innovación, la que acabaría llevándose el gato al agua.
En los años ochenta del siglo la confluencia, esa sí planetaria, del presidente Reagan y la primera ministra Thatcher acabaron imponiendo unos modelos ideológicos y económicos (reaganomics, thatcherismo) que tendrían consecuencias duraderas en las políticas públicas y, por lo tanto, también en las políticas dedicadas a la ciencia: las bajadas de impuestos, los recortes en el gasto público y las desregulaciones - aderezados con dosis de un populismo antiintelectual de los que hace gala, por ejemplo, su digna heredera Sarah Palin- llevaron a cuestionarse la legitimidad de apoyar la investigación científica de carácter básico o fundamental y a considerar aceptable solo la investigación aplicada a las necesidades nacionales, es decir, la investigación considerada inmediatamente útil por los políticos profesionales.
La UE adoptó también este paradigma conservador con la fe del converso. La verdad revelada por la que se rigen los políticos europeos, y fuera de la cual no existiría salvación, se puede formular así: hagamos todos los sacrificios necesarios para aplacar a los mercados, porque ello nos dispensará como recompensa un mayor crecimiento económico que, a su vez, permitirá una mayor riqueza, de la que se deducirá un mayor bienestar. Pues bien, de la misma forma que no le faltaba razón a Borges cuando decía aquello de que "la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante", la ciencia tampoco tiene por qué ser inmediatamente útil; a lo que está obligada es a ensanchar de manera honesta e inteligente el campo del conocimiento humano con lo que, además y en no pocas ocasiones, da pie a que se produzcan notables artilugios y admirables innovaciones, como las vacunas, los antibióticos, el láser, el desarrollo de las comunicaciones o Internet. Lo curioso es que se acepta como única política pública un modelo conservador, de entre los varios modelos posibles que nos ofrece el mercado de las ideologías: la formación, el aprendizaje, la equidad, la transparencia, la capacidad crítica o la mejor distribución de los beneficios de la generación del conocimiento se han perdido por el camino, porque los Gobiernos han abrazado acríticamente el credo conservador.
La ciencia, que desencadenó el proceso de la Modernidad y la Ilustración, ha sido utilizada como coartada y ha acabado siendo instrumentalizada, hasta el punto de que el telescopio de Galileo ya se justifica solo porque sirve para vigilar el movimiento de los barcos en el puerto de Murano.
Durante los primeros siglos de la ciencia moderna, su cultivo solía corresponder a caballeros de posibles, bien por su patrimonio familiar o por algún generoso mecenazgo. Ocurría también que el sabio podía obtener alguna sinecura regia, que le permitía dedicarse a su pasión secreta de escudriñar lo desconocido e inexplicado.
A medida que la ciencia se fue desarrollando y empezó a descubrir fenómenos y objetos que podían reportar alguna utilidad e incluso algún beneficio económico, la actividad de los sabios dejó de ser una ocupación de excéntricos visionarios para convertirse en una posible fuente de soluciones a problemas reales y en una herramienta útil a la sociedad y al poder.
Cuando Galileo presentó su recién construido telescopio al senado de la república de Venecia, en 1609, a los senadores les impresionó tanto que desde el campanile de San Marcos se pudiera ver Murano como si estuviese al lado, que lo hicieron fijo en su cátedra de Padua y le doblaron el sueldo. No es que a las autoridades venecianas les interesase mucho el estudio de los planetas del sistema solar, pero aquel artilugio tenía un evidente interés militar para la defensa de la República Serenísima.
Obviamente, el interés de las autoridades fue a más durante aquel siglo, que vio nacer las primeras academias y sociedades científicas, y se fue incrementando a lo largo del siglo XVIII, cuando prácticamente todos los monarcas ilustrados crearon reales gabinetes, jardines botánicos y museos, financiaron expediciones científicas, fundaron academias, observatorios astronómicos y centros de estudios superiores especializados.
Así, cuando Wilhelm von Humboldt creó la Universidad de Berlín en 1810, en un palacio donado por el rey Federico Guillermo III de Prusia, le propuso ya la doble misión de la enseñanza superior y la investigación, e introdujo en el currículo académico materias como la química, la física, las matemáticas o la medicina, además de las materias clásicas, habituales en todas las universidades. Esta universidad habría de servir de modelo a todas las que se irían creando en Europa y en América durante el siglo XIX, y de su eficacia como institución de enseñanza superior e investigación puede dar cuenta el hecho de que entre sus alumnos se encuentran 29 premios Nobel, entre ellos Albert Einstein o Max Planck. El siglo XIX, así pues, vio cómo la actividad de los científicos se convirtió en un asunto de interés general, para los gobernantes y los empresarios, que constataban que de su cultivo se podían obtener ventajas competitivas y negocios saneados.
En ese siglo, la ciencia empezó a llegar incluso al gran público y a los escritores, que crearon un género nuevo, la ciencia ficción. Cuando Mary Shelley publicó en 1818 su Frankenstein o el moderno Prometeo, no solo estaba inaugurando un género literario, sino también sentando las bases para la concepción popular, todavía ampliamente extendida, del científico como persona desequilibrada y potencialmente peligrosa para la sociedad.
El siglo XIX fue testigo de cómo la investigación científica se convertía en una actividad de interés público y, por lo tanto, en una cuestión política. En 1899 escribía Cajal, aludiendo a la derrota española en la guerra de Cuba frente a EE UU: "Bien ajenos estábamos al publicar las páginas precedentes [el opúsculo Reglas y consejos sobre investigación científica], donde nos lamentábamos de nuestro desdén por la ciencia, que habíamos de recoger muy pronto el fruto de nuestra incultura. Una nación rica y poderosa, gracias a su ciencia y laboriosidad, nos ha rendido casi sin combatir... Por ignorar, ignorábamos hasta la fuerza incontrastable del adversario: la ciencia de sus ingenieros y de sus químicos (inventores de bombas incendiarias que barrían la cubierta de nuestros buques e imposibilitaban toda defensa), la superioridad de sus barcos y corazas...".
Estaba, pues, naciendo la política científica que unos años después, ya iniciado el siglo XX, el mismo Cajal formula por primera vez en español: "La posteridad duradera de las naciones es obra de la ciencia y de sus múltiples aplicaciones al fomento de la vida y de los intereses materiales. De esta indiscutible verdad síguese la obligación inexcusable del Estado de estimular y promover la cultura, desarrollando una política científica, encaminada a generalizar la instrucción y a beneficiar en provecho común todos los talentos útiles y fecundos brotados en el seno de la raza".
En tres siglos, la ciencia había pasado de ser una ocupación de caballeros curiosos a un deber inexcusable de los Estados;de afición privada se había convertido en política pública.
En el curso del turbulento siglo XX el cultivo de la ciencia se fue institucionalizando mediante la creación de organismos públicos de investigación. Además, las sucesivas y urgentes demandas de la industria de la guerra conducirían a la puesta en marcha de ambiciosos programas, a los que serían incorporados científicos e ingenieros que trabajaban en la consecución de unos objetivos prefijados. El proyecto Manhattan para producir la bomba atómica que desarrollaron EE UU, Canadá y Reino Unido es el ejemplo arquetípico, pero ni mucho menos el único. Terminada la guerra, se decidió no perder aquella experiencia de trabajo y se empezaron a crear fundaciones nacionales de la ciencia, consejos de investigación y organismos similares, encargados de fomentar y financiar actividades recién definidas como I+D, es decir, investigación más desarrollo, binomio recién inventado, en un principio con modestos fines estadísticos.
El éxito de aquel binomio en las políticas de los países de la OCDE hizo que quienes no habían desarrollado todavía una nueva vía de utilización de los fondos públicos de I+D la incorporaran, con lo que el binomio fue creciendo de varias maneras, siendo la de I+D+i, con la i de innovación, la que acabaría llevándose el gato al agua.
En los años ochenta del siglo la confluencia, esa sí planetaria, del presidente Reagan y la primera ministra Thatcher acabaron imponiendo unos modelos ideológicos y económicos (reaganomics, thatcherismo) que tendrían consecuencias duraderas en las políticas públicas y, por lo tanto, también en las políticas dedicadas a la ciencia: las bajadas de impuestos, los recortes en el gasto público y las desregulaciones - aderezados con dosis de un populismo antiintelectual de los que hace gala, por ejemplo, su digna heredera Sarah Palin- llevaron a cuestionarse la legitimidad de apoyar la investigación científica de carácter básico o fundamental y a considerar aceptable solo la investigación aplicada a las necesidades nacionales, es decir, la investigación considerada inmediatamente útil por los políticos profesionales.
La UE adoptó también este paradigma conservador con la fe del converso. La verdad revelada por la que se rigen los políticos europeos, y fuera de la cual no existiría salvación, se puede formular así: hagamos todos los sacrificios necesarios para aplacar a los mercados, porque ello nos dispensará como recompensa un mayor crecimiento económico que, a su vez, permitirá una mayor riqueza, de la que se deducirá un mayor bienestar. Pues bien, de la misma forma que no le faltaba razón a Borges cuando decía aquello de que "la realidad no tiene la menor obligación de ser interesante", la ciencia tampoco tiene por qué ser inmediatamente útil; a lo que está obligada es a ensanchar de manera honesta e inteligente el campo del conocimiento humano con lo que, además y en no pocas ocasiones, da pie a que se produzcan notables artilugios y admirables innovaciones, como las vacunas, los antibióticos, el láser, el desarrollo de las comunicaciones o Internet. Lo curioso es que se acepta como única política pública un modelo conservador, de entre los varios modelos posibles que nos ofrece el mercado de las ideologías: la formación, el aprendizaje, la equidad, la transparencia, la capacidad crítica o la mejor distribución de los beneficios de la generación del conocimiento se han perdido por el camino, porque los Gobiernos han abrazado acríticamente el credo conservador.
La ciencia, que desencadenó el proceso de la Modernidad y la Ilustración, ha sido utilizada como coartada y ha acabado siendo instrumentalizada, hasta el punto de que el telescopio de Galileo ya se justifica solo porque sirve para vigilar el movimiento de los barcos en el puerto de Murano.
CARLOS MARTÍNEZ ALONSO Y JAVIER LÓPEZ FACAL El País, Andalucía, 24/08/2011
(Foto del autor, atardecer en la Playa de la Barrosa. Chiclana.)
Marie Curie por Espacedessciences
Marie Curie Biography por Dr_Owls_Classroom
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viernes, 26 de agosto de 2011
Para converger realmente con Europa… que los ricos españoles aporten como los ricos europeos
Dada Cotilla
(Des)haciendo
Se nos suele contar Caperucita al revés, presentando al lobo del que depende la tensión del cuento como el crecimiento del país (focalizado exclusivamente en el crecimiento de las grandes empresas, por lo que el IBEX lo tenemos hasta en la sopa), y a Caperucita como la creación de empleo, la víctima de este cuento. Así se nos habla de que en este país es necesario llegar a un crecimiento superior al 2% para poder crear empleo estable y nos intentan convencer de que dicho crecimiento depende del crecimiento del IBEX. Por lo que se supeditan todos los esfuerzos a aumentar los beneficios de las grandes empresas a costa de despidos (en torno a 20.000 millones de euros para sanear las cajas de ahorro y dárselas a precio de ganga al mercado privado para que aumente así beneficios a costa del despido de miles de trabajadores de las propias cajas de ahorros y de las empresas que las comprarán, justo después de las elecciones, ya gobierne Guatemala o Guatepeor).
Sin embargo resulta que es todo lo contrario: precisamente porque el empleo nunca ha sido estable en este país, sino condicionado excesivamente por los vaivenes de una economía virtual, es por lo que estamos donde estamos, con pan en abundancia para ayer y hambre para hoy. Precisamente porque las grandes empresas quieren no solo mantener sus beneficios sino aumentarlos, lo que se traduce en reducción del gasto a través del despido en masa, como hemos observado hace no mucho con el caso de Telefónica, donde el despido de miles de personas se ha traducido en un aumento histórico de beneficios, fundamentalmente para los directivos.
Por ello, es justamente el estado el único que puede generar empleo de calidad estable con sus empresas estatales, ya sean rentables o deficitarias, pues aún siendo deficitarias le serán reembolsados al estado los ingresos aportados en forma de impuestos vía IVA, carburantes… y muchos otros. Fundamentalmente a través de la generación del consumo generalizado, que garantiza siempre la circulación y por lo tanto evita un estancamiento o retroceso de la economía, favoreciendo la contratación en la empresa privada para cubrir la nueva demanda de trabajadores públicos con poder adquisitivo para consumir y, por lo tanto, generando así mayor cotización a la seguridad social (tanto de empresarios como de trabajadores nuevos en la empresa privada).
Así vemos que precisamente los países desarrollados que menos están sufriendo la crisis son aquellos donde el estado es la mayor empresa creadora de empleo estable del país. En Suecia o Dinamarca, el número de funcionarios públicos alcanza el 21,1 y 25,7% respectivamente de la población activa. Es decir, uno de cada cuatro o cinco personas en edad de trabajar es funcionario público (mientras que en España lo es solamente el 9,5% de la población activa, uno de cada 10). Esto pueden mantenerlo los países nórdicos porque son aquellos donde más ricos declaran al estado y donde más aportan (entre un 50 y un 55% de los ingresos según el país).
Asegurar un cuarto de la población activa como funcionario conlleva asegurar el consumo y por lo tanto un crecimiento continuado, dado que al haber un cuarto de la población con un consumo continuo asegura el empleo al resto de la población que debe satisfacer la inmensa demanda de ese sector social.
En este caso, la piedra de roseta en esta situación es muy simple: la mayor aportación de las grandes fortunas, más acorde a la relación con el sacrificio aportado por el resto de la sociedad. En resumen, las medidas lógicas aplicables a las grandes fortunas son las siguientes:
- Investigación a las grandes fortunas por parte de la Hacienda pública para que declaren, pues solo declara en España en torno al 20% con la connivencia de los gobiernos de turno. (Emilio Botín no ha presentado declaración entre 2005 y 2009, y cuando un chivatazo de un empleado del HSBC saca a la luz las cuentas que la familia Botín tenía en Suiza, libres de impuestos, el Ministerio de Hacienda, dirigido por el gobierno de Zapatero, no le multa sino que le avisa para que haga una declaración voluntaria con la que ha pagado menos de la mitad de lo que debía, “cancelando” así su deuda con el estado).
- Aumento del IRPF a las grandes fortunas, el actual en España es del 43% frente a los países nórdicos donde los grandes ricos aportan en torno a un 50-59%.
- Impuesto de Patrimonio: su eliminación, siguiendo el ejemplo de Berlusconi en Italia, beneficia a los grandes ricos dado que al tener patrimonios elevados el impuesto es elevado. Para las clases bajas y medias es una carga insignificante dado los pequeños patrimonios que poseen.
- Tributación por parte de la Casa Real española a la Hacienda Pública, al igual que el resto de ciudadanos españoles y al igual que otras Casas Reales europeas, dado que recibe en torno a 8 millones de euros anuales del presupuesto del país y están libres de impuestos (a lo que hay que sumar el patrimonio cedido por el estado así como la seguridad y otros muchos aspectos pagados a través de los diferentes ministerios).
- Elevación de la tributación de las grandes empresas SICAV. Las empresas-SICAV (Inditex y compañía) tributan al 1% cuando el impuesto de sociedades para pequeñas y medianas empresas es del 25%. Por ello, debería elevarse del 1 al 3% para las SICAV y bajada del 25 al 20% para las PYMES, que son las que mayor empleo crean en este país. Además, al potenciar la investigación y reducir el impuesto, se contribuye a disuadir la evasión fiscal –no merecerá la pena correr el riesgo por el fraude-.
La disminución de impuestos a las PYMES se verá compensada con el aumento a las SICAV. Servirá para que sea más sencillo crear empresa y consolidar beneficios y que haya así menos temor a la hora de contratar. Las PYMES soportan 2/3 de los trabajadores españoles, por lo que hay que potenciar su crecimiento.
El aumento de impuestos vía Impuesto de patrimonio y de IRPF (mayor número de declarantes ricos y mayor IRPF para ellos) así como tributación de la Casa Real puede traducirse en creación de empleos directos aumentando el número de funcionarios por encima del número que existía antes de la crisis. Eso asegurará un consumo continuado, bajada de impago y por tanto de deuda privada, crecimiento de la confianza de los consumidores y por tanto de los empresarios privados a la hora de realizar nuevas contrataciones.
Así podremos darle la vuelta al cuento y entender que era justo al revés: no es el crecimiento el que condiciona el número de parados, sino al contrario; es la creación de empleo estable y de calidad el que directamente repercute en un crecimiento estable y consolidado. Además, la creación de empleo público por parte del estado no solo asegura estas cuestiones económicas, sino la vuelta al estado de bienestar donde los servicios básicos estén asegurados y mejorados por el estado, sin depender de la empresa privada, sujeta exclusivamente a sus beneficios y no al bien social. Si bien es cierto que la empresa pública debería estar más controlada y supervisada para asegurar su buen funcionamiento, pero no debemos dejarnos engañar, pues este es otro tema con el que se nos suele querer desviar la atención. Pues suele usarse ese número ínfimo de funcionarios puestos a dedo(amiguetes, primos y vecinos) para empañar el altísimo número de funcionarios de Sanidad, Educación, Cuerpos de Vigilancia, Justicia… que han pagado un alto precio (varios años de sacrificio) para llegar a dónde están sin la ayuda de nadie.
Con todo ello y en resumen, la mayor recaudación del estado debe ir directamente a crear trabajos públicos (no a reducir la deuda del estado). Estos trabajadores comenzarán a consumir generando que se creen PYMES para abastecer de productos al amplio sector consumista generado por el estado y que las PYMES existentes contraten a más trabajadores para abastecer dicha demanda. Será la creación de puestos públicos la que repercutirá en la creación de puestos de trabajo en la empresa privada, elevando así las cotizaciones a la seguridad social y recuperando, con ello y con la mayor recaudación de impuestos por el aumento del consumo, el dinero invertido en la creación de empleo público (cuyo gasto ya estaba cubierto con las medidas a las grandes fortunas). Esto redundará en un consumo estable y repercutirá en un crecimiento estable, que además será propicio para combatir, ahora sí, la deuda del estado.
Es la creación de empleo estable la que asegura crecimiento del país y disminución de la deuda, y no al revés como pretenden hacernos creer mientras siguen beneficiándose los mismos. El lobo es el propio mercado especulativo que genera paro y es el que hay que atajar, y Caperucita, es el propio empleo estable y, con ello, el bienestar social. Todo lo demás es secundario y depende de estos dos. Si en Alemania, Dinamarca o Suecia solo hablan de crecimiento es porque el trabajo está asegurado desde hace varias décadas, cuestión aún pendiente en esta democracia imperfecta española en que los mercados están mermando cada día más la capacidad del estado para influir en la sociedad. Pues a mayores privatizaciones, menor empresa pública y por tanto menor capacidad de intervenir en la creación de empleo y la elevación del consumo, mermado además por la elevación de impuestos para el otro cuento de atajar la deuda, cuando la verdadera deuda del estado no es la pública, sino la privada, la de los consumidores y las empresas.
Un último apunte, acerca de cuentos y privatizaciones. Si verdaderamente las privatizaciones estatales fueran consecuencia del déficit del estado, nunca debería permitirse la privatización de una de las empresas españolas más rentables como es Loterías y Apuestas del Estado y que el gobierno de Zapatero, con la ayuda del PP, ultiman entre bambalinas justo antes de las elecciones. Grandes enemigos ante las cámaras, grandes aliados en la destrucción del estado en beneficio propio. Si fuera por endeudamiento, nunca se privatizaría Loterías, ni se hubiera privatizado Telefónica ni Repsol. Se habrían buscado los mecanismos para hacerlas más competentes desde lo público. Y no solo se hablaría del déficit de la Sanidad, la Educación y la Administración pública. Esto quedaría muy en segundo plano si habláramos del déficit militar (y no me refiero al de ayuda humanitaria, sino al bélico: más de 60 millones de euros es la factura española en solo unos meses en la guerra de Libia. Habría que ver quienes poseen las empresas armamentísticas beneficiadas, casualmente las mismas que también le vendieron armamento al otro bando –léase acuerdos entre Aznar y Gadafi en 2003 basados en armas a cambio de petróleo-).
Y es que, ciertamente, lo que está sucediendo es que es el propio lobo el que está contando su versión y nos la estamos creyendo. No hay más que ver que quienes controlan hoy las empresas privadas son los mismos que lo hicieron cuando eran empresas públicas. Antes, como ministros, diputados, senadores o incluso presidentes, usaron las leyes para, mediante las privatizaciones, seguir dirigiendo unas empresas sin necesidad de ser votados por el pueblo y, mejor aún, garantizando que los desorbitados beneficios llegaran directamente a sus bolsillos (Rato-Bankia, Endesa-Aznar, Gómez Navarro-Iberia, exministro de Felipe González que estuvo a punto de presidir Caja Madrid en lugar de Rato). Los propios mercados usan sus grupos de comunicación para manipular el argumento. Y es que los mercados, aunque se esconden en el anonimato de ese sintagma, tienen nombres y apellidos muy propios que a más de uno le sorprendería si continuáramos por esta senda. Pero esa es la historia de otro cuento, un cuento que alguien tendrá que narrar un día de estos.
http://www.expansion.com/2011/07/31/empresas/1312147910.html
http://es.toluna.com/opinions/750304/Aznar-consejero-Endesa-Felipe-Gonzalez-Fenosa.htm
http://www.publico.es/dinero/379129/barclays-ficha-a-solbes-como-consejero
http://www.publico.es/dinero/313069/pocos-empleados-publicos-para-un-estado-del-bienestar
http://www.fundacioninverco.es/documentos/publicaciones/9998_LA%20FISCALIDAD%20DEL%20AHORRO%20EN%20EUROPA/C0_RESUMEN.pdf
http://rosamariaartal.com/2011/02/22/gadafi-sangre-petroleo-armas-e-hipocresia-internacional/
Fuente: http://dadacotilla.wordpress.com/2011/08/24/para-converger-realmente-con-europa%E2%80%A6-que-los-ricos-espanoles-aporten-como-los-ricos-europeos/
Dada Cotilla
(Des)haciendo
Se nos suele contar Caperucita al revés, presentando al lobo del que depende la tensión del cuento como el crecimiento del país (focalizado exclusivamente en el crecimiento de las grandes empresas, por lo que el IBEX lo tenemos hasta en la sopa), y a Caperucita como la creación de empleo, la víctima de este cuento. Así se nos habla de que en este país es necesario llegar a un crecimiento superior al 2% para poder crear empleo estable y nos intentan convencer de que dicho crecimiento depende del crecimiento del IBEX. Por lo que se supeditan todos los esfuerzos a aumentar los beneficios de las grandes empresas a costa de despidos (en torno a 20.000 millones de euros para sanear las cajas de ahorro y dárselas a precio de ganga al mercado privado para que aumente así beneficios a costa del despido de miles de trabajadores de las propias cajas de ahorros y de las empresas que las comprarán, justo después de las elecciones, ya gobierne Guatemala o Guatepeor).
Sin embargo resulta que es todo lo contrario: precisamente porque el empleo nunca ha sido estable en este país, sino condicionado excesivamente por los vaivenes de una economía virtual, es por lo que estamos donde estamos, con pan en abundancia para ayer y hambre para hoy. Precisamente porque las grandes empresas quieren no solo mantener sus beneficios sino aumentarlos, lo que se traduce en reducción del gasto a través del despido en masa, como hemos observado hace no mucho con el caso de Telefónica, donde el despido de miles de personas se ha traducido en un aumento histórico de beneficios, fundamentalmente para los directivos.
Por ello, es justamente el estado el único que puede generar empleo de calidad estable con sus empresas estatales, ya sean rentables o deficitarias, pues aún siendo deficitarias le serán reembolsados al estado los ingresos aportados en forma de impuestos vía IVA, carburantes… y muchos otros. Fundamentalmente a través de la generación del consumo generalizado, que garantiza siempre la circulación y por lo tanto evita un estancamiento o retroceso de la economía, favoreciendo la contratación en la empresa privada para cubrir la nueva demanda de trabajadores públicos con poder adquisitivo para consumir y, por lo tanto, generando así mayor cotización a la seguridad social (tanto de empresarios como de trabajadores nuevos en la empresa privada).
Así vemos que precisamente los países desarrollados que menos están sufriendo la crisis son aquellos donde el estado es la mayor empresa creadora de empleo estable del país. En Suecia o Dinamarca, el número de funcionarios públicos alcanza el 21,1 y 25,7% respectivamente de la población activa. Es decir, uno de cada cuatro o cinco personas en edad de trabajar es funcionario público (mientras que en España lo es solamente el 9,5% de la población activa, uno de cada 10). Esto pueden mantenerlo los países nórdicos porque son aquellos donde más ricos declaran al estado y donde más aportan (entre un 50 y un 55% de los ingresos según el país).
Asegurar un cuarto de la población activa como funcionario conlleva asegurar el consumo y por lo tanto un crecimiento continuado, dado que al haber un cuarto de la población con un consumo continuo asegura el empleo al resto de la población que debe satisfacer la inmensa demanda de ese sector social.
En este caso, la piedra de roseta en esta situación es muy simple: la mayor aportación de las grandes fortunas, más acorde a la relación con el sacrificio aportado por el resto de la sociedad. En resumen, las medidas lógicas aplicables a las grandes fortunas son las siguientes:
- Investigación a las grandes fortunas por parte de la Hacienda pública para que declaren, pues solo declara en España en torno al 20% con la connivencia de los gobiernos de turno. (Emilio Botín no ha presentado declaración entre 2005 y 2009, y cuando un chivatazo de un empleado del HSBC saca a la luz las cuentas que la familia Botín tenía en Suiza, libres de impuestos, el Ministerio de Hacienda, dirigido por el gobierno de Zapatero, no le multa sino que le avisa para que haga una declaración voluntaria con la que ha pagado menos de la mitad de lo que debía, “cancelando” así su deuda con el estado).
- Aumento del IRPF a las grandes fortunas, el actual en España es del 43% frente a los países nórdicos donde los grandes ricos aportan en torno a un 50-59%.
- Impuesto de Patrimonio: su eliminación, siguiendo el ejemplo de Berlusconi en Italia, beneficia a los grandes ricos dado que al tener patrimonios elevados el impuesto es elevado. Para las clases bajas y medias es una carga insignificante dado los pequeños patrimonios que poseen.
- Tributación por parte de la Casa Real española a la Hacienda Pública, al igual que el resto de ciudadanos españoles y al igual que otras Casas Reales europeas, dado que recibe en torno a 8 millones de euros anuales del presupuesto del país y están libres de impuestos (a lo que hay que sumar el patrimonio cedido por el estado así como la seguridad y otros muchos aspectos pagados a través de los diferentes ministerios).
- Elevación de la tributación de las grandes empresas SICAV. Las empresas-SICAV (Inditex y compañía) tributan al 1% cuando el impuesto de sociedades para pequeñas y medianas empresas es del 25%. Por ello, debería elevarse del 1 al 3% para las SICAV y bajada del 25 al 20% para las PYMES, que son las que mayor empleo crean en este país. Además, al potenciar la investigación y reducir el impuesto, se contribuye a disuadir la evasión fiscal –no merecerá la pena correr el riesgo por el fraude-.
La disminución de impuestos a las PYMES se verá compensada con el aumento a las SICAV. Servirá para que sea más sencillo crear empresa y consolidar beneficios y que haya así menos temor a la hora de contratar. Las PYMES soportan 2/3 de los trabajadores españoles, por lo que hay que potenciar su crecimiento.
El aumento de impuestos vía Impuesto de patrimonio y de IRPF (mayor número de declarantes ricos y mayor IRPF para ellos) así como tributación de la Casa Real puede traducirse en creación de empleos directos aumentando el número de funcionarios por encima del número que existía antes de la crisis. Eso asegurará un consumo continuado, bajada de impago y por tanto de deuda privada, crecimiento de la confianza de los consumidores y por tanto de los empresarios privados a la hora de realizar nuevas contrataciones.
Así podremos darle la vuelta al cuento y entender que era justo al revés: no es el crecimiento el que condiciona el número de parados, sino al contrario; es la creación de empleo estable y de calidad el que directamente repercute en un crecimiento estable y consolidado. Además, la creación de empleo público por parte del estado no solo asegura estas cuestiones económicas, sino la vuelta al estado de bienestar donde los servicios básicos estén asegurados y mejorados por el estado, sin depender de la empresa privada, sujeta exclusivamente a sus beneficios y no al bien social. Si bien es cierto que la empresa pública debería estar más controlada y supervisada para asegurar su buen funcionamiento, pero no debemos dejarnos engañar, pues este es otro tema con el que se nos suele querer desviar la atención. Pues suele usarse ese número ínfimo de funcionarios puestos a dedo(amiguetes, primos y vecinos) para empañar el altísimo número de funcionarios de Sanidad, Educación, Cuerpos de Vigilancia, Justicia… que han pagado un alto precio (varios años de sacrificio) para llegar a dónde están sin la ayuda de nadie.
Con todo ello y en resumen, la mayor recaudación del estado debe ir directamente a crear trabajos públicos (no a reducir la deuda del estado). Estos trabajadores comenzarán a consumir generando que se creen PYMES para abastecer de productos al amplio sector consumista generado por el estado y que las PYMES existentes contraten a más trabajadores para abastecer dicha demanda. Será la creación de puestos públicos la que repercutirá en la creación de puestos de trabajo en la empresa privada, elevando así las cotizaciones a la seguridad social y recuperando, con ello y con la mayor recaudación de impuestos por el aumento del consumo, el dinero invertido en la creación de empleo público (cuyo gasto ya estaba cubierto con las medidas a las grandes fortunas). Esto redundará en un consumo estable y repercutirá en un crecimiento estable, que además será propicio para combatir, ahora sí, la deuda del estado.
Es la creación de empleo estable la que asegura crecimiento del país y disminución de la deuda, y no al revés como pretenden hacernos creer mientras siguen beneficiándose los mismos. El lobo es el propio mercado especulativo que genera paro y es el que hay que atajar, y Caperucita, es el propio empleo estable y, con ello, el bienestar social. Todo lo demás es secundario y depende de estos dos. Si en Alemania, Dinamarca o Suecia solo hablan de crecimiento es porque el trabajo está asegurado desde hace varias décadas, cuestión aún pendiente en esta democracia imperfecta española en que los mercados están mermando cada día más la capacidad del estado para influir en la sociedad. Pues a mayores privatizaciones, menor empresa pública y por tanto menor capacidad de intervenir en la creación de empleo y la elevación del consumo, mermado además por la elevación de impuestos para el otro cuento de atajar la deuda, cuando la verdadera deuda del estado no es la pública, sino la privada, la de los consumidores y las empresas.
Un último apunte, acerca de cuentos y privatizaciones. Si verdaderamente las privatizaciones estatales fueran consecuencia del déficit del estado, nunca debería permitirse la privatización de una de las empresas españolas más rentables como es Loterías y Apuestas del Estado y que el gobierno de Zapatero, con la ayuda del PP, ultiman entre bambalinas justo antes de las elecciones. Grandes enemigos ante las cámaras, grandes aliados en la destrucción del estado en beneficio propio. Si fuera por endeudamiento, nunca se privatizaría Loterías, ni se hubiera privatizado Telefónica ni Repsol. Se habrían buscado los mecanismos para hacerlas más competentes desde lo público. Y no solo se hablaría del déficit de la Sanidad, la Educación y la Administración pública. Esto quedaría muy en segundo plano si habláramos del déficit militar (y no me refiero al de ayuda humanitaria, sino al bélico: más de 60 millones de euros es la factura española en solo unos meses en la guerra de Libia. Habría que ver quienes poseen las empresas armamentísticas beneficiadas, casualmente las mismas que también le vendieron armamento al otro bando –léase acuerdos entre Aznar y Gadafi en 2003 basados en armas a cambio de petróleo-).
Y es que, ciertamente, lo que está sucediendo es que es el propio lobo el que está contando su versión y nos la estamos creyendo. No hay más que ver que quienes controlan hoy las empresas privadas son los mismos que lo hicieron cuando eran empresas públicas. Antes, como ministros, diputados, senadores o incluso presidentes, usaron las leyes para, mediante las privatizaciones, seguir dirigiendo unas empresas sin necesidad de ser votados por el pueblo y, mejor aún, garantizando que los desorbitados beneficios llegaran directamente a sus bolsillos (Rato-Bankia, Endesa-Aznar, Gómez Navarro-Iberia, exministro de Felipe González que estuvo a punto de presidir Caja Madrid en lugar de Rato). Los propios mercados usan sus grupos de comunicación para manipular el argumento. Y es que los mercados, aunque se esconden en el anonimato de ese sintagma, tienen nombres y apellidos muy propios que a más de uno le sorprendería si continuáramos por esta senda. Pero esa es la historia de otro cuento, un cuento que alguien tendrá que narrar un día de estos.
http://www.expansion.com/2011/07/31/empresas/1312147910.html
http://es.toluna.com/opinions/750304/Aznar-consejero-Endesa-Felipe-Gonzalez-Fenosa.htm
http://www.publico.es/dinero/379129/barclays-ficha-a-solbes-como-consejero
http://www.publico.es/dinero/313069/pocos-empleados-publicos-para-un-estado-del-bienestar
http://www.fundacioninverco.es/documentos/publicaciones/9998_LA%20FISCALIDAD%20DEL%20AHORRO%20EN%20EUROPA/C0_RESUMEN.pdf
http://rosamariaartal.com/2011/02/22/gadafi-sangre-petroleo-armas-e-hipocresia-internacional/
Fuente: http://dadacotilla.wordpress.com/2011/08/24/para-converger-realmente-con-europa%E2%80%A6-que-los-ricos-espanoles-aporten-como-los-ricos-europeos/
El "enfado" de Sean Penn con Terrence Malick
...al parecer lo que rodó, Penn, para la última película de Malick, la extraordinaria El árbol de la vida, no es lo mismo que aparece en pantalla: si el actor dedicó semanas a su trabajo con el director, en pantalla no luce más de cinco minutos en los que además no abre la boca (solo podemos oír su voz en off). El intérprete, famoso por sus ataques de ira y su animadversión por la prensa ha utilizado sin embargo a esta para poner los puntos sobre los íes: "No encontré en la pantalla la misma emoción que tenía el guión, que es el mejor y más magnífico que jamás he leído. Una narrativa convencional y más clara hubiera ayudado al filme sin, en mi opinión, afectar a la belleza de la película o a su impacto. Francamente, aún estoy tratando de averiguar qué hago allí y qué se supone que añadía mi personaje en ese contexto. Es más, el mismo Terry [Malick] nunca pudo explicármelo claramente" comentaba este domingo al rotativo francés Le Figaro el díscolo ex novio de Scarlett Johansson.
Para algunos, como Richard Brody, el escritor y crítico cinematográfico de la revista New Yorker, Penn no ha sabido aceptar que su rol, aunque menor, es clave para entender la película y que su presencia aporta el plus narrativo y visual que el film necesitaba. "Penn no ha entendido que, muchas veces, menos es más" remata Brody.
(Foto del autor, garzas cruzando el estrecho al atardecer del 26 de agosto, emigrando a África. Tomada desde la playa de la Barrosa. Chiclana.)jueves, 25 de agosto de 2011
Apple y el diseño de una carrera de éxitos
Una historia de éxitos: Apple.
Apple, Steve Jobs
El cofundador de la empresa dimite, estaba de baja desde enero.- Lo sustituirá Tim Cook, hasta ahora director de operaciones
miércoles, 24 de agosto de 2011
Las grandes fortunas de Francia piden pagar más impuestos ante la crisis. Y, en España, ¿para cuando?
En una carta abierta, 16 líderes empresariales proponen una contribución especial, porque el déficit y la deuda "amenazan" al país y a Europa.
El llamamiento del multimillonario Warren Buffet a aumentar los impuestos para los más ricos ha calado en Francia, donde un grupo de 16 grandes fortunas emula el ejemplo estadounidense. En una tribuna publicada ayer en la web del semanal Nouvel Observateur, algunas de las mayores fortunas de Francia, entre ellos la mujer más rica del país y propietaria de L'Oréal, Liliane Bettencourt, piden la creación de una "contribución excepcional" para los más adinerados, como ayuda para enfrentar la tremenda crisis que afecta tanto a Francia como a Europa. El Gobierno, que prepara nuevas medidas de austeridad que anunciará hoy, está de hecho analizando la creación de una imposición extraordinaria para el 1% de personas más ricas del país.
"Deseamos que se instaure una contribución excepcional que afectaría a los contribuyentes franceses más favorecidos", empiezan el llamamiento, redactado por el semanal y aprobado por los firmantes, la gran mayoría presidentes de grandes empresas. Entre ellos se encuentran los de L'Oréal, Jean-Paul Agon; de Total, Christophe de Margerie; de Société Générale, Frédéric Oudéa, y de PSA Peugeot Citroën, Philippe Varin. "Somos conscientes de habernos beneficiado plenamente de un modelo francés y de un entorno europeo a los que estamos vinculados y que deseamos seguir preservando", añaden.El grupo justifica la creación de esta medida excepcional por el contexto actual, "en el que el déficit de las finanzas públicas y las perspectivas de empeoramientode la deuda del Estado amenazan el futuro de Francia y de Europa". Dado que "el Gobierno pide a todos un esfuerzo de solidaridad, nos parece necesario contribuir", explica la nota, de apenas un par de párrafos.
La crisis de la deuda ha golpeado de pleno a la segunda economía de la zona euro, que se ha convertido en el centro de todas las especulaciones en las últimas semanas. El Gobierno prepara de hecho nuevas medidas de ahorro para cumplir con sus compromisos de reducción del déficit, que debería anunciar hoy. Una de ellas podría ser precisamente la instauración de un impuesto para las grandes fortunas.
Millonarios franceses a favor de la subida de impuestos a las rentas más altas
- Liliane Bettencourt, (88 años) accionista mayoritaria del grupo de cosmética L'Oreal. Capitalización bursátil: 47.822 millones de euros. Fortuna personal: 16 millones.
- Frédéric Oudéa, (48 años) director general del banco Société Générale. Capitalización bursatil: 16.220 millones de euros. Fortuna personal: 2,9 millones de euros.
- Stéphane Richard, (50 años) director general de France Telecom. Capitalización bursatil: 34.117 millones de euros. Fortuna personal: 1,7 millones.
- Philippe Varin, (59 años) presidente de PSA Peugeot-Citroën. Capitalización bursátil: 4.372 millones de euros. Fortuna personal: 3,3 millones.
El texto del Nouvel Observateur no da ninguna cifra de imposición concreta, y se limita a indicar que el impuesto sería calculado en "proporciones razonables" para evitar la huida de capital y la evasión fiscal. Sin embargo, Gilles Carrez, el encargado del presupuesto ante la Asamblea Nacional del partido presidencial, la conservadora Unión por un Movimiento Popular, ya ha propuesto la creación de una tasa excepcional de entre el 1% y el 2% sobre los ingresos de los contribuyentes que declaran más de un millón de euros por año, lo cual apenas supone el 0,01% de la población.
Según los estudios de los economistas Thomas Piketry, Camille Landais y Emmanuel Saez, el sistema fiscal actual, debido a la gran cantidad de desgravaciones, es tal que el 50% de la población más modesta paga en torno a un 45% de impuestos en Francia, cuando los 500.000 más adinerados apenas contribuyen con un 35%.
Con este llamamiento, el grupo sigue el ejemplo marcado por el inversor y filántropo estadounidense Warren Buffet en su tribuna publicada la semana pasada en The New York Times, en la que pedía un cambio del sistema de imposición demasiado generoso con los más ricos. En Francia, Michel Lévy, dirigente de Publicis, fue el primero en secundar la iniciativa con un artículo de opinión publicado por el diario Le Monde, en la que se expresaba en su calidad de presidente de la Asociación Francesa de Empresas Privadas, un club muy exclusivo de las grandes sociedades del país.
Otras personalidades, como el empresario y compañero sentimental del fallecido Yves Saint-Laurent, Pierre Bergé; el presidente de BNP Paribas, Michel Pébereau, y el de Virgin Mobile, Geoffroy Roux de Bézieux, también han manifestado su disposición a aceptar este tributo. Además del llamamiento, el semanal publica la opinión de otros empresarios que, sin llegar a firmar el texto, ven la iniciativa con buenos ojos, como Henri de Castries, presidente de AXA, el propio Pébereau o Bertrand Puech y Patrich Thomas, gerentes de Hermès. El País, 24 de agosto de 2011.
Insuficiente? otras opiniones.
El llamamiento del multimillonario Warren Buffet a aumentar los impuestos para los más ricos ha calado en Francia, donde un grupo de 16 grandes fortunas emula el ejemplo estadounidense. En una tribuna publicada ayer en la web del semanal Nouvel Observateur, algunas de las mayores fortunas de Francia, entre ellos la mujer más rica del país y propietaria de L'Oréal, Liliane Bettencourt, piden la creación de una "contribución excepcional" para los más adinerados, como ayuda para enfrentar la tremenda crisis que afecta tanto a Francia como a Europa. El Gobierno, que prepara nuevas medidas de austeridad que anunciará hoy, está de hecho analizando la creación de una imposición extraordinaria para el 1% de personas más ricas del país.
"Deseamos que se instaure una contribución excepcional que afectaría a los contribuyentes franceses más favorecidos", empiezan el llamamiento, redactado por el semanal y aprobado por los firmantes, la gran mayoría presidentes de grandes empresas. Entre ellos se encuentran los de L'Oréal, Jean-Paul Agon; de Total, Christophe de Margerie; de Société Générale, Frédéric Oudéa, y de PSA Peugeot Citroën, Philippe Varin. "Somos conscientes de habernos beneficiado plenamente de un modelo francés y de un entorno europeo a los que estamos vinculados y que deseamos seguir preservando", añaden.El grupo justifica la creación de esta medida excepcional por el contexto actual, "en el que el déficit de las finanzas públicas y las perspectivas de empeoramientode la deuda del Estado amenazan el futuro de Francia y de Europa". Dado que "el Gobierno pide a todos un esfuerzo de solidaridad, nos parece necesario contribuir", explica la nota, de apenas un par de párrafos.
La crisis de la deuda ha golpeado de pleno a la segunda economía de la zona euro, que se ha convertido en el centro de todas las especulaciones en las últimas semanas. El Gobierno prepara de hecho nuevas medidas de ahorro para cumplir con sus compromisos de reducción del déficit, que debería anunciar hoy. Una de ellas podría ser precisamente la instauración de un impuesto para las grandes fortunas.
Millonarios franceses a favor de la subida de impuestos a las rentas más altas
- Liliane Bettencourt, (88 años) accionista mayoritaria del grupo de cosmética L'Oreal. Capitalización bursátil: 47.822 millones de euros. Fortuna personal: 16 millones.
- Frédéric Oudéa, (48 años) director general del banco Société Générale. Capitalización bursatil: 16.220 millones de euros. Fortuna personal: 2,9 millones de euros.
- Stéphane Richard, (50 años) director general de France Telecom. Capitalización bursatil: 34.117 millones de euros. Fortuna personal: 1,7 millones.
- Philippe Varin, (59 años) presidente de PSA Peugeot-Citroën. Capitalización bursátil: 4.372 millones de euros. Fortuna personal: 3,3 millones.
El texto del Nouvel Observateur no da ninguna cifra de imposición concreta, y se limita a indicar que el impuesto sería calculado en "proporciones razonables" para evitar la huida de capital y la evasión fiscal. Sin embargo, Gilles Carrez, el encargado del presupuesto ante la Asamblea Nacional del partido presidencial, la conservadora Unión por un Movimiento Popular, ya ha propuesto la creación de una tasa excepcional de entre el 1% y el 2% sobre los ingresos de los contribuyentes que declaran más de un millón de euros por año, lo cual apenas supone el 0,01% de la población.
Según los estudios de los economistas Thomas Piketry, Camille Landais y Emmanuel Saez, el sistema fiscal actual, debido a la gran cantidad de desgravaciones, es tal que el 50% de la población más modesta paga en torno a un 45% de impuestos en Francia, cuando los 500.000 más adinerados apenas contribuyen con un 35%.
Con este llamamiento, el grupo sigue el ejemplo marcado por el inversor y filántropo estadounidense Warren Buffet en su tribuna publicada la semana pasada en The New York Times, en la que pedía un cambio del sistema de imposición demasiado generoso con los más ricos. En Francia, Michel Lévy, dirigente de Publicis, fue el primero en secundar la iniciativa con un artículo de opinión publicado por el diario Le Monde, en la que se expresaba en su calidad de presidente de la Asociación Francesa de Empresas Privadas, un club muy exclusivo de las grandes sociedades del país.
Otras personalidades, como el empresario y compañero sentimental del fallecido Yves Saint-Laurent, Pierre Bergé; el presidente de BNP Paribas, Michel Pébereau, y el de Virgin Mobile, Geoffroy Roux de Bézieux, también han manifestado su disposición a aceptar este tributo. Además del llamamiento, el semanal publica la opinión de otros empresarios que, sin llegar a firmar el texto, ven la iniciativa con buenos ojos, como Henri de Castries, presidente de AXA, el propio Pébereau o Bertrand Puech y Patrich Thomas, gerentes de Hermès. El País, 24 de agosto de 2011.
Insuficiente? otras opiniones.
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