El Viejo Topo
Se doctoró en Filosofía con una tesis sobre Baltasar Gracián dirigida por el arabista gramsciano Andrés Martínez Lorca.
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Le felicito muy sinceramente por su libro. Magnífico.
¿De dónde su interés por la obra de Baltasar Gracián?
En mis clases debía explicar someramente a Gracián y ya entonces me llamaba la atención su insólita lucidez acerca de la vida y el ser humano, hasta el punto de que a veces me decía que si un día escribía una tesis, debería ser sobre Gracián.
Creo que su director de tesis fue Andrés Martínez Lorca.
¿Por qué este gran arabista gramsciano, amigo por cierto de otro gran lector de Gracián, Francisco Fernández Buey?
Porque Martínez Lorca es un verdadero sabio que domina diversos campos, no sólo el pensamiento árabe medieval y Gramsci. Es un gran conocedor también de la filosofía española en su conjunto. Además acabaron de convencerme sus clases de doctorado por su brillantez y por su sorna andaluza. Don Andrés es capaz de adivinar, oyendo hablar a un andaluz, no sólo su comarca sino en muchos casos hasta su pueblo...
Del doctor Martínez Lorca cualquiera cosa es creíble.
¿De qué rebeldía era rebelde Baltasar Gracián? ¿Por qué ese camino desde la rebeldía al erotismo? ¿Cuáles son los rasgos de ese erotismo?
Gracián fue un rebelde frente a la Compañía de Jesús, de la que formaba parte, frente a la monarquía absoluta de su tiempo, cuyas injusticias, abusos y corrupción denunció como pudo, y frente a muchas de las ideas y costumbres aceptadas de su época. Incluso en su dimensión afectivo-erótica también fue un inconformista y en mi libro pongo de manifiesto datos indiscutibles que prueban su orientación homosexual.
Una vida camuflada en la obra. ¿Por qué?
Los datos históricos sobre su vida son muy escasos pero sus libros son más o menos autobiográficos, por lo que una lectura atenta, profunda y, digamos, “detectivesca” permite descubrir lo que realmente sentía y pensaba.
¿Y cuáles serían los datos más significativos de la vida y obra de Gracián?
Gracián pertenecía a una familia aragonesa de origen judeoconverso. Esto lo pruebo por primera vez de manera sólida en mi estudio. Tal origen le marcó profundamente, y tuvo que experimentar la animadversión hacia su casta por parte de la sociedad de su tiempo. Su vida y especialmente su obra pueden entenderse como una reacción, como un sobreponerse a ese ambiente de difusa hostilidad. Su obra es un testimonio acerbamente crítico sobre su tiempo y sobre las ideas imperantes que sustentaban el régimen político vigente entonces. Su visión de las cosas es fundamentalmente secular y profana. Se anticipó, pues, a su tiempo y, de hecho, fue una de las grandes pensadores que influyeron en la configuración del movimiento ilustrado del siglo siguiente. Gracián no es un filósofo metafísico, es un moralista, es decir, un pensador que propone pautas al individuo para triunfar en un medio hostil como era la sociedad de su tiempo.
Su obra es secular y profana. ¿Nos explica un poco estas nociones?
Pese a ser un sacerdote y religioso jesuita, sobre todo a partir de conocer al aristócrata y mecenas de Huesca Lastanosa, que poseía una biblioteca magnífica, va descubriendo que sus verdaderos intereses e incluso vocación no es la vida religiosa ni la teología sino la literatura, el arte, la historia y la filosofía. Su pensamiento no es, pues, ni religioso ni teológico.
En su opinión, ¿cuál fue la causa de la muerte de Gracián?
Gracián fue torturado psíquicamente (aislado, humillado, incomunicado) y físicamente (dieta a pan y agua). Posiblemente, como pruebo en mi libro gracias a la inestimable ayuda de tres doctores en medicina, la enfermedad que le causó la muerte fue desencadenada y agudizada por esta situación.
¿Por quién fue torturado?
Al escribir mi tesis pedí a tres amigos médicos que elaboraran un estudio clínico sobre las posibles causas de la muerte de Gracián, a partir de los datos que les proporcioné acerca de su situación hacia el final de su vida. Ellos me brindaron un trabajo absolutamente objetivo, en el que concluyeron que posiblemente su muerte fue desencadenada por la presión psíquica y las carencias dietéticas a las que fue sometido.
Habla usted en el capítulo 3 de su talante de cristiano nuevo. ¿Qué talante era en el siglo en el que tocó vivir?
Los españoles de origen judeoconverso, es decir, descendientes de judíos bautizados a la fuerza para que no les echaran de España, estaban marcados por ese estigma que debían ocultar, porque la sociedad española todavía en el siglo XVII se cebaba en ellos y los miraba con hostilidad. La reacción de Gracián fue la de luchar a su manera ante tal situación, describiéndola y denunciándola. Toda su obra en el fondo es eso.
¿Y por qué la sociedad española todavía en el siglo XVII, unos 200 años después de la expulsión, se cebaba en ellos y los miraba con tanta hostilidad? ¿Catolicismo intransigente y caballuno?
En el siglo XVII las familias de origen judeoconverso ya estaban muy mezcladas con las de casta cristianovieja, con todo, es innegable que la obsesión por la limpieza de sangre era todavía muy viva en la sociedad y también la desconfianza, el menosprecio y la burla hacia los posibles “manchados”. Solo hay que asomarse a Quevedo para comprobarlo.
¿Fue hermético Gracián? ¿Por qué? ¿Por miedo? ¿El ambiente en que vivió era tan represivo y asfixiante?
Gracián tuvo que ser hermético, si no, no hubiera podido publicar lo que dijo en su tiempo. Por miedo, efectivamente. A causa de eso, se ha considerado a Gracián un autor difícil, oscuro y hasta incomprensible. Pero en mi libro desvelo los mecanismos y “trucos” de que se valió Gracián para velar su pensamiento y, así, protegerse. Con las claves que brindo creo que Gracián ya no resulta tan críptico.
Estoy de acuerdo, con sus claves de lectura lo hace mucho menos críptico. ¿Qué son las cuñas de Gracián?
Las “cuñas” de Gracián son precisamente las morcillas que disemina en sus obras para aparecer como “adicto” al régimen político-religioso de su tiempo y a los principios que lo sustentaban. No tenía alternativa: o “ensombrecía” su pensamiento con estas “contradicciones”, o debía guardar silencio absoluto y no publicar.
¿Hubo otros autores que usaron la misma estrategia?
Gracián diseminó de manera estratégica y sistemática en sus obras frecuentes “reverencias” ritualizadas al poder constituido y a los principios político-religiosos que lo sustentaban. Tuvo que echar mano especialmente de este recurso porque fue muy crítico con los poderes, las ideas y la sociedad de su tiempo. Se trataba de compensar... Esas “cuñas” eran su salvoconducto y su coartada en el caso de que se produjeran denuncias. En otros autores he observado secuencias que en cierto modo son también adhesiones reverenciales, pero sin la premeditación ni la elaboración ni el uso sistemático que alcanzan en Gracián. A menos crítica menos protección se necesitaba, y las “cuñas” eran eso.
¿Fue Gracián antimonárquico? ¿Cuál era su concepto de libertad?
Las críticas de Gracián a la monarquía española de su tiempo son seguramente las más duras de su época. Para él autoridad y mérito son indisociables. Por eso, en el fondo, considera irracional que pueda gobernar alguien sin méritos para ello. Y sus ideas sobre este aspecto sin duda influyeron en la Ilustración europea del siglo XVIII.
¿Fue entonces un republicano o un republicanista avant la lettre, una especie de Maquiavelo ibérico?
Pues sí, efectivamente.
¿Se la jugó en algún momento? ¿Combatió de algún modo la corrupción, la injusticia y la opresión de su tiempo?
Gracián era un intelectual que combatía con la pluma. Se la jugó, efectivamente, y la Inquisición, como explico en mi trabajo, lo puso en su punto de mira. De hecho, fue la propia Compañía de Jesús la que acabó quitándolo de la circulación, aislándole, prohibiéndole escribir y sometiéndole a un régimen de vida durísimo que hoy nadie dudaría en calificar como tortura. Pero, de hecho, lo más grave del trato de la Compañía a Gracián fue que le impidieron dejar la orden como él había solicitado al padre general.
¿Y por qué cree que le impidieron que dejara la orden?
Seguramente por miedo a que tras su salida decidiera contar más interioridades de la Compañía y les pusiera verdes. En sus cartas de los últimos tiempos sus superiores hablan claramente de someterle y se referían a él como “este sujeto”. Por tanto, no lo soltaron para tenerlo bajo control.
¿Qué opinión le merece la aproximación del padre Batllori a la obra de Gracián?
En mi libro explico todo este aspecto con detalle. Batllori es sin duda un sabio, un historiador que ha escrito mucho sobre muchos temas. Por lo que se ve, su estudio sobre Gracián es una obra de encargo de la Compañía: se trataba de escribir un libro “inteligente” que minimizara hasta donde se pudiera los conflictos entre Gracián y la Compañía, y, así, además, Gracián podía seguir siendo presentado como una gloria jesuítica más y no como un autor antijesuítico, que es lo que es. Su libro ofrece muchos datos interesantes, pero tiene el defecto profundo de estar marcado por la “agenda oculta” que le he señalado.
Es decir, perdone que insista, Batllori, en este caso, ha investigado y escrito para mayor gloria de la Compañía. Se ha comportado como un intelectual orgánico de los jesuitas. ¿Es eso o digo mal?
La obra de Batllori sobre Gracián aporta muchos datos biográficos muy interesantes, pero probablemente no todos los que podría haber mostrado. Se trata de un estudio formalmente bien hecho pero sutilmente tendencioso. Hace un encaje de bolillos muy fino para no dejar en mal lugar a la Compañía por el caso Gracián y para no presentar a éste como alguien que, en realidad, acabó harto de ella y con un anhelo irrefrenable de perderlos de vista.
Le pregunto a continuación por el estilo moral de Gracián
Cuando quiera.
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