sábado, 23 de noviembre de 2024

Cómo dejar de ser esa persona que quiere complacer a todos.

An illustration of a woman struggling to hold a giant net of balloons with “yes” written on each.
Credit...Ilustración de Nicolás Ortega; Fotografías de Getty Images
Buscar complacer a la gente puede ocurrir por distintas razones. Aquí te las explicamos.

Cuando tenía poco más de 20 años, en la cúspide de mis años de buscar complacer a la gente, salí con un aspirante a poeta.

Decía que no quería trabajar porque interfería en su proceso creativo. Vivía felizmente en casa de sus padres; yo pagaba todo lo demás

 A medida que aumentaban mis deudas, seguí siendo su cajero automático humano porque temía que, si dejaba de serlo, rompería conmigo.

Cuando por fin le informé que se había acabado la fiesta, desapareció, dejándome con el ego herido y mal historial crediticio.

Buscar complacer a la gente, la tendencia a dar prioridad a los deseos y necesidades de los demás a expensas de los tuyos —que en inglés se conoce como people-pleasing—, ocurre por una serie de razones, dijo Ilene Cohen, terapeuta y autora de When It’s Never About You. (Cuando nunca se trata de ti)

Algunos de nosotros formamos este hábito de niños y lo llevamos hasta la edad adulta, dijo, mientras que otros lo utilizan para hacer frente a la incompetencia social, la ansiedad o el miedo al conflicto.

Pero complacer a la gente también puede sentirse bien, por lo menos al principio, añadió Cohen. Cuando satisfaces las necesidades de los demás, “eres el que es responsable”, dijo. “Eres a quien acude la gente”.

Con el tiempo, sin embargo, el hábito “engendra resentimiento o levanta tus muros”, afirmó Nedra Glover Tawwab, terapeuta y autora de Consider This: Reflections for Finding Peace.

Si estás acostumbrado a dar prioridad a los demás, puede resultar angustiante defenderte a ti mismo. Y una vez que empiezas a hacerlo, los demás pueden tener objeciones, dijo Cohen. Así que exploré con expertos los miedos que impulsan el comportamiento de buscar complacer a la gente, y cómo superarlos.

Si temes que la gente se resista a tu cambio…

El nuevo tú asertivo puede tomar a la gente por sorpresa, y si llevan mucho tiempo oyendo “sí”, puede que sigan presionándote cuando oigan “no”, dijo Jefferson Fisher, autor del libro de próxima publicación The Next Conversation: Argue Less, Talk More. (La próxima conversación: discutir menos, hablar más.)

Aunque haya un poco de resistencia, mantente firme. A la gente puede no gustarles tus límites al principio, pero también puede aprender a respetarlos, dijo Tawwab.

Fisher sugirió algunas estrategias para evitar la resistencia: empieza por decir a los demás que vas a decepcionarlos. Puedes intentar decir: “Esto te va a decepcionar: esta noche no puedo”, dijo Fisher.

Decir esto en voz alta te ayuda a asumir el control de tu miedo a decepcionar a la persona, dijo.

O puedes enmarcar los límites como promesas que te haces a ti mismo. Cuando dices algo como: “Me prometí a mí mismo que esta semana no me comprometeré demasiado”, dijo Fisher, puede que la gente no entienda tus razones, pero tenderá a respetar tu decisión.

También puedes practicar decir “no” con alguien en quien confíes utilizando juego de roles, añadió Benjamin Bernstein, psicólogo clínico del Hospital Silver Hill de New Canaan, Connecticut (en su caso, dijo, suele ser su esposa).

Si te preocupa ceder…

Bernstein dijo que, cuando sientas la tentación de recurrir a tu afán de complacer, intenta anticipar las cosas concretas que conseguirás si te mantienes firme, en lugar de imaginar la desaprobación de la otra persona.

Digamos que quieres pedir un aumento de sueldo, pero tienes miedo de disgustar a tu jefe, dijo. “Muy pocos jefes dirían: ‘¡Dios mío, estaba esperando a que lo pidieras!’”, dijo Bernstein.

Así que, en lugar de pensar en la reacción de tu jefe, dijo, céntrate en la recompensa que buscas: dinero extra, un puesto diferente, más días de vacaciones. Enfocarte en los beneficios puede reforzar tu motivación para ir tras lo que quieres, dijo Bernstein.

Si tienes miedo a que te abandonen…

El miedo al abandono a menudo impulsa a las personas complacientes, dijo Bernstein. Pero a veces, añadió, puedes sentirte aún más solo cuando abandonas tus necesidades para complacer a otra persona.

Así que si la gente desaparece cuando dejas de esforzarte por complacerla, como hizo mi novio amante de la poesía y reacio al trabajo, “lo único que significa es que no estaban ahí para ti”, dijo Fisher. “Estaban ahí por ellos”.

A veces, los hábitos de buscar complacer a la gente están arraigados debido a una historia familiar de abusos, dijo Cohen. Si este es el caso, o si complacer a la gente está afectando a tus relaciones y a tu bienestar, pero te sientes incapaz de dejar de hacerlo, considera la posibilidad de trabajar con un terapeuta, dijo Cohen.

Pueden ayudarte a identificar pautas, reconocer desencadenantes, sanar de abusos o traumas pasados y ayudarte a establecer límites, dijo.

Todas las relaciones requieren dar y tomar un poco, añadió Fisher, pero si el buscar gustarle más a alguien genera que te gustes menos, no vale la pena.

“No hay nada malo en complacer a las personas”, dijo Fisher. “Solo asegúrate de ser una de ellas”.

Jancee Dunn, que escribe el boletín semanal de la sección Well para el Times, ha cubierto salud y ciencia durante más de 20 años. Más de Jancee Dunn


viernes, 22 de noviembre de 2024

Por qué nos cuesta tanto decir que no (y cómo aprender a hacerlo puede mejorar tu vida)

Mujer diciendo que no.

Fuente de la imagen,Getty Images

  • Autor,

¿Alguna vez has aceptado hacer algo por miedo a decir que no?

Si es así, no estás solo. Según diversas investigaciones, a muchas personas les cuesta poner límites.

¿Las razones? Entre otras, el temor a ser excluidos, a crear una imagen negativa de nosotros mismos o la necesidad de ser complacientes con quienes nos rodean.


La neuropsicóloga española Alba Cardalda decidió estudiar el tema a fondo tras darse cuenta de que gran parte de sus pacientes tenían problemas con sus relaciones personales justamente porque no lograban decir ‘basta’.

De su investigación, nació el libro Cómo mandar a la mierda de forma educada (editorial Vergara), en el que profundiza sobre la importancia de poner límites con asertividad.

En BBC Mundo hablamos con Cardalda, quien advierte que la única manera de construir vínculos sanos es con honestidad y respetando los límites propios y de los demás. 

Alba Cardalda

Alba Cardalda

Fuente de la imagen,Sabrina Solfa

Pie de foto,Alba Cardalda es autora de Cómo mandar a la mierda de forma educada.La neuropsicóloga acumula miles de seguidores en redes sociales, donde, entre otras cosas, da consejos para mantener relaciones sanas

 ¿Por qué nos cuesta tanto decir que no?

Porque no nos educan para decir que no y para poder decirlo de una forma amable o asertiva. Al contrario: nos educan para complacer a los demás sin tener en cuenta nuestras propias emociones.

Normalmente se piensa que somos egoístas o incluso malas personas si es que nos negamos a algo. Se nos enseña a priorizar lo que otros quieren o demandan y no a valorar lo que uno siente o a ser honestos con lo que queremos o no queremos.

En parte, porque siempre estamos buscando la aprobación de quienes nos rodean.

¿Cómo nos afecta el no poder decir que no?

No darle importancia a lo que realmente queremos hacer nos lleva a acumular pequeños malestares que nos pueden afectar mucho en nuestra vida y en nuestra salud emocional.

Porque es algo que ocurre todos los días, aunque no nos demos cuenta. Por ejemplo, cuando un compañero de trabajo te pide un favor -que le cubras o que asumas algunas tareas que no dependen de ti- y no puedes decirle que no.

O con los amigos o familiares cuando nos proponen un plan y realmente a veces no queremos porque estamos cansados y acabamos haciendo algo que no tenemos ganas de hacer.

Cargarse de cosas que no queremos hacer -o que no tenemos tiempo de hacer- nos genera agobio, estrés y ansiedad.

Y, por otro lado, daña nuestro autoestima porque pasar por alto nuestras preferencias son pequeños autosabotajes que nos hacemos a nosotros mismos. Es ausencia de autocuidado y eso tiene un efecto importante.

En tu libro dices que el miedo o la culpa también juegan un rol importante en las personas que no pueden decir que no. ¿Cómo se pueden vencer esos miedos o esas culpas?

Cuando nos han enseñado desde muy pequeñitos que decir que no puede significar que nos rechacen o que tengan de nosotros una opinión negativa, eso nos genera miedo porque es una amenaza en contra de nuestro autoconcepto que está arraigado al autoestima.

Al final, somos seres sociales y, por lo tanto, la influencia de nuestro entorno social es muy fuerte.

Entonces hay que hacer un trabajo progresivo; no podemos pretender vencer el miedo o la culpa de la noche a la mañana.

Primero, tenemos que ser conscientes e identificar por qué no somos capaces de marcar un límite. ¿Por qué no le he dicho que no a esta persona? ¿Me da miedo que se enfade o que crea que soy egoísta o que no soy buen amigo, buen hijo o buena pareja? Sólo respondiéndonos esas preguntas vamos a poder identificar el problema.

Y, a partir de ahí, uno se puede poner pequeños objetivos diarios para ir venciendo esos miedos.

Por ejemplo, practicar el decir que ‘no’ de una manera en la que yo me sienta cómodo haciéndolo. Porque no es lo mismo decir: ‘no quiero’ a dar un argumento un poco más asertivo pero igualmente honesto y respetuoso con lo que deseamos.

La psicóloga asegura que la búsqueda constante de aprobación externa puede llevarnos a una incapacidad para poner límites. En tus investigaciones también hablas de que hay distintos límites, como los físicos y emocionales, y que estos últimos son los más difíciles de marcar. ¿Por qué?

Porque son límites que no se ven. Y, por lo mismo, no es tan claro cuando los traspasan. No es como cerrar la puerta de la habitación, sino mucho más complejo.

Por eso, es importante conocerse a uno mismo. Una de las cosas que yo recomiendo es identificar tus límites negociables y los que no son negociables. Tener eso claro te permite ser más flexible en aquello que no es tan importante para ti.

Pero la única forma de preservar nuestro bienestar es marcando los límites. Porque también definen el tipo de relación que tenemos con los demás y son muy importantes para crear vínculos sanos y rodearse de personas que nos traten bien.

Y creo que con las personas que no nos tratan bien o que no respetan esos límites, hay saber poner distancia.

En otras palabras -y citando el título de tu libro-, “mandar a la mierda de forma educada”…

Exactamente.

Cuando una persona traspasa los límites una y otra vez, es completamente legítimo mandar a la mierda.

Es la única manera que tenemos de preservar nuestra dignidad. Hacerlo, además, da mucha paz mental y es básico para tu salud emocional. Es casi una obligación para con uno mismo.

Y lo que sucede es que esa otra persona inmediatamente te empieza a tratar con respeto.

Pero ¿cómo se manda a la mierda de forma educada?

Yo lo que siempre recomiendo es la claridad ante todo. Si alguien nos está manipulando o nos está haciendo sentir mal, en vez de caer en el juego y buscar excusas, hay ser directos.

Hay personas que te hacen sentir culpable y me parece que eso es de una manipulación espantosa.

Es lo que tú denominas “chantaje emocional”…

Claro. Es difícil darse cuenta de la cantidad de chantajes que se nos pueden llegar a hacer e, incluso, que uno puede hacerle a las personas sin querer.

Hay chantajes emocionales que son muy explícitos, que son muy fáciles de detectar. Pero hay otros que son muy sutiles.

¿Por ejemplo?

Es habitual que cuando uno hace algo por otra persona, inconscientemente espera que la otra persona haga lo mismo. Y, si no lo hace, nos enfadamos.

Y la manera en cómo nos comportamos para que el otro se sienta mal si no hace lo que nosotros queremos tiene un elemento manipulador que es muy sutil. Pero es imprescindible identificarlo para que nuestros vínculos sean sanos y no se basen en esos elementos de manipulación.

Un estudio sobre la felicidad conducido por el profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, Robert Waldinger, concluyó que las personas que tienen relaciones más cálidas se mantienen físicamente más saludables a medida que envejecen.

¿Cómo puede contribuir el mantener vínculos sanos a nuestro bienestar y felicidad?

Según la conclusión del estudio sobre la felicidad más largo jamás realizado -que fue conducido por el profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, Robert Waldinger- las personas somos más felices en la medida que tenemos mejores vínculos sociales con nuestro entorno cercano.

Esta conclusión fue muy determinante porque anteriormente se había afirmado que para ser feliz había que hacer mucho deporte o vivir más en contacto con la naturaleza o estar económicamente bien situado o trabajar en lo que te gusta… pero este estudio demostró que lo más importante es mantener vínculos sanos con el resto de las personas.

Y para que esos vínculos sean sanos, una de las premisas es que tiene que haber honestidad. Las personas se tienen que poder expresar con sinceridad y transparencia. Y no ir permitiendo cosas que le molestan o traspasan los límites.

Por lo tanto, tener esas conversaciones incómodas es lo que nos permite construir relaciones sanas, fuertes y duraderas.

En tu libro, dices que no podemos comprender lo que son los límites sin hablar de los derechos asertivos básicos. ¿Cuáles son?

Son aquellos que tenemos todos por el hecho de ser personas y que deben ser respetados.

Por ejemplo, el derecho a tener opinión propia, a decir que no o decir que sí, el derecho a ser tratado con respeto y dignidad, a cambiar de opinión, a ser dueño de tu propio tiempo, de tu cuerpo y de tu vida.

Estos derechos son muy importantes. Hay que tenerlos claros y respetarlos tanto en los demás como en uno mismo.

¿Qué rol juegan las distintas culturas en todo esto? ¿Hay regiones donde a las personas les cueste más decir que no que en otras?

Sí. La cultura juega un papel fundamental.

Si hablamos de asertividad y de poner límites, creo que en América Latina es más complejo porque la sociedad es más complaciente. Mucho más que, por ejemplo, la cultura anglosajona.

Aunque los anglosajones tienden a ser más polites, se asume o se respeta el ‘no’ de una forma políticamente correcta. En América Latina, en cambio, el ‘no’ es algo que es percibido casi como mala educación.

También hay diferencias entre hombres y mujeres. La mujer tiende a ser más complaciente que el hombre.

En esto también juega un papel importante la religión, el pecado original de la cultura judío cristiana está muy relacionada con esto de sentirnos culpables por poner límites o expresar lo que realmente sentimos o necesitamos.

Para Alba Cardalda, las redes sociales han aumentado la necesidad de aprobación externa de las personas.

¿Cuánto más difícil es decir que no hoy día en un mundo digitalizado que, de alguna u otra manera, exacerba la necesidad de aprobación que tienen las personas?

Hay una parte de la necesidad de aprobación que es inherente al ser humano por el hecho de ser seres gregarios, seres sociales. Necesitamos de la aprobación del grupo para poder sobrevivir y por eso nos importa tanto.

El problema viene cuando esta aprobación social es excesiva, como creo que ocurre cada vez más fuerte promovida en parte por las redes sociales, que cuantifican tu aprobación social con los likes.

Si la persona necesita de la aprobación externa para sentirse valioso, se genera una dependencia que no es correcta porque perdemos la individualidad y la capacidad de tomar decisiones. Y eso nos vuelve infelices porque tomamos decisiones en base a agradar a los demás.

Esa necesidad de aprobación, ¿cambia con la edad?

Sí. A medida que pasan los años, nos va importando menos lo que dicen los demás. ¿No te gustó? Bueno, no puedo hacer nada.

Valoras más a tu círculo cercano y ya no te quita el sueño si a alguien no le gusta lo que le dijiste.

También tiene que ver con el ser consciente de la importancia del tiempo. Cuando uno se va haciendo mayor, se da cuenta de lo valioso que es el tiempo, de lo rápido que pasa. Entonces sabemos mejor qué priorizar. 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Cerebro. Así almacena el cerebro las palabras: agrupándolas por significado. Investigadores de la Universidad de Harvard han demostrado que las neuronas de la corteza prefrontal distinguen a las palabras por lo que significan, no por cómo suenan, y lo hacen de la misma manera en la cabeza de cualquier persona

Cómo almacena el cerebro las palabras
En la mayoría de las personas, el proceso mental del lenguaje tiene especial dominancia en el hemisferio izquierdo del cerebro. En el lóbulo frontal de ese hemisferio —en la llamada área de Broca, en honor al neurólogo que fue su descubridor— se hallan las neuronas ejecutoras del habla, las que organizan las secuencias o trenes de palabras y frases y llevan a la laringe y demás centros vocales periféricos las órdenes para emitirlas. Es el cerebro que nos permite hablar, el cerebro del habla, propiamente dicho, mientras que el cerebro que nos permite comprender el significado de las palabras y las oraciones se encuentra en el lóbulo temporal del mismo hemisferio izquierdo —la llamada área de Wernicke, igualmente en reconocimiento al neurólogo que fue su descubridor—. Simplificando, pues, podemos decir que el área de Broca contiene las neuronas que nos permiten hablar, y el área de Wernicke las que nos permiten comprender el habla, el significado de lo que hablamos y de lo que hablan las demás personas.

Pero esa simple dualidad parece ahora complicarse al entrar en juego la corteza prefrontal, región del cerebro humano implicada en las más altas funciones mentales, pues parece contribuir también significativamente a la esencia lingüística de las palabras, es decir, a su significado cognitivo. Hasta ahora, los análisis de imágenes del flujo sanguíneo cerebral habían permitido establecer mapas del significado de las palabras en pequeñas regiones cerebrales. Pero ahora, el neurocirujano Ziv Williams y sus colaboradores de la facultad de medicina en la Universidad de Harvard (EE UU) han ido más allá, poniendo de manifiesto que en la corteza prefrontal hay neuronas individuales que codifican en tiempo real el significado específico de las palabras. Es un importante descubrimiento para saber cómo el cerebro las almacena.

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La exploración experimental que realizaron esos investigadores consistió en implantar electrodos en el cerebro de 10 pacientes sometidos a cirugía para determinar el origen de sus convulsiones epilépticas. De ese modo, registraron la actividad individual de alrededor de 300 neuronas de cada paciente en la corteza prefrontal del hemisferio izquierdo, el dominante para el lenguaje. Así, registraron las neuronas que se activaban y el momento en que lo hacían cuando los pacientes oían múltiples frases cortas de unas 450 palabras. Lo que observaron fue que para cada palabra se activaban dos o tres diferentes neuronas y que las palabras que activaban al mismo grupo de neuronas pertenecían a categorías similares, como acciones (verbos) o personas.

Igualmente, observaron que las palabras que el cerebro podía asociar entre ellas como “pato” y “huevo” activaban algunas de las mismas neuronas, y las que tenían un significado similar como “rata” y “ratón” originaron patrones similares de actividad neuronal. También hallaron neuronas que respondieron a conceptos menos precisos o abstractos como “detrás” o “encima”. Impresiona especialmente el que los investigadores fueran capaces de determinar, por los registros de su actividad, no solo las neuronas que correspondían a cada palabra y su categoría, sino también el orden en que fueron pronunciadas. Aunque no podían recrear las frases con exactitud, podían saber, por ejemplo, que una frase contenía un animal, una acción y una comida, por ese orden. Todo ello, como decimos, en base exclusiva a la actividad de las neuronas registradas.

Los investigadores afirman que las neuronas de la corteza prefrontal distinguen a las palabras por su significado, y no por su sonido, pues cuando, por ejemplo, una persona oye la palabra inglesa son (hijo en español) se activan las neuronas asociadas con la palabra familia, lo que no ocurre cuando la palabra es sun (sol en español), a pesar de que su pronunciación es la misma en inglés.

Aunque las observaciones se limitaron a una pequeña parte de la corteza cerebral prefrontal, la principal conclusión de este importante trabajo, publicado recientemente en la prestigiosa revista Nature, es que los significados de las palabras están agrupados del mismo modo en todos los cerebros humanos, los cuales utilizan las mismas categorías estándar para clasificarlas y dar sentido a los sonidos. Todo ello es un paso importante para saber cómo el cerebro almacena las palabras y sus significados. Más allá de eso, siempre sobrevive la incógnita de cómo el cerebro convierte la actividad de las neuronas (materia) en conocimiento semántico (imaginación).

Materia gris es un espacio que trata de explicar, de forma accesible, cómo el cerebro crea la mente y controla el comportamiento. Los sentidos, las motivaciones y los sentimientos, el sueño, el aprendizaje y la memoria, el lenguaje y la consciencia, al igual que sus principales trastornos, serán analizados en la convicción de que saber cómo funcionan equivale a conocernos mejor e incrementar nuestro bienestar y las relaciones con las demás personas. 

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Lo que no hay que decir.

No digas “para paellas las de mi madre” o “se lo está llevando crudo” si quieres hablar siempre por ti mismo. 
Si quieres hablar siempre por ti mismo no digas: esto ha venido para quedarse. 
No digas: eso no, lo siguiente. 
No digas: esta sopa entona o esta brisa se agradece. 
No digas: y ahí lo dejo. 
No digas: huele que alimenta. 
No digas: este chuletón está espectacular. 
No digas: qué bien te conservas, por ti no pasa el tiempo. 
No digas: sin darte cuenta ya es Navidad. 
No digas: como no podría ser de otra manera. 
No digas: esto no ha hecho más que empezar. 
No digas: blanco y en botella, ni verde y con asas. 
No digas: el tiempo se ha vuelto loco. 
No digas: poner pie en pared. 
No digas: esta es la pregunta del millón. 
No digas: pasarse de frenada. 
No digas: no está la cosa como para tirar cohetes. 
No digas: ni está ni se le espera. 
No digas: se le pasó el arroz. 
No digas: esto no es más que la punta del iceberg. 
No digas: el futuro ya no es lo que era. 
No digas: hay que hacerlo sí o sí. 
No digas: se veía venir. 
No digas: para paellas las de mi madre. 
No digas: se lo está llevando crudo. 
No digas: yo de TV solo veo los documentales. 
No digas: aquí huele a podrido como en Dinamarca. 
No digas: pasarse tres pueblos. 
No digas: ponerse las pilas. 
No digas: esto antes no pasaba. 
No digas: la cosa está que arde. 
No digas: todos los políticos son iguales. 
No digas: dar la vuelta a la tortilla. 
No digas: sin entrar en detalles, cuando pregunten por tu salud. 
No digas: se le fue la pinza. 
No digas: que aproveche, cuando saludes a un amigo en un restaurante. 
No digas: aquí de noche refresca. 
No digas: qué barbaridad, ante cualquier problema. 
No digas: esto tenía que estar prohibido. 
No digas: si yo te contara. 
No digas: echar más leña al fuego. 
No digas: esto que no salga de Europa. 
No digas: los negros llevan el ritmo en la sangre. 
No digas: aquí paz y después gloria. 
No digas: una de cal y otra de arena. 
No digas: le pillaron con el carrito del helado. 
No digas: te llamo un día de estos y tomamos una copa. 
Pero puedes decir: se acabó lo que se daba y hasta aquí hemos llegado.

martes, 19 de noviembre de 2024

Puño de hierro, mandíbula de cristal

La señora Ayuso ha decidido no acudir a la cita del Presidente del Gobierno. Puede despotricar (y, de hecho, ha despotricado, que eso es lo suyo) porque el Presidente no convoca a los responsables de los gobiernos autonómicos pero, cuando la convoca a ella, se permite la descortesía, la irresponsabilidad y la chulería de decir que ella no va. Es la pataleta de una adolescente caprichosa más que la decisión de una política responsable. Ir a la Moncloa es una obligación, es consecuencia de lo que juró como presidenta. Habría que suspenderla de empleo y sueldo.

El afán de protagonismo que tiene esta señora es patológico. Los periódicos, los telediarios, los programas de radio, las tertulias periodísticas se ocupan estos días de la increíble decisión de la presidenta madrileña. Decide no acudir a Moncloa para tratar de solucionar los problemas de los ciudadanos y ciudadanas de su comunidad que, en teoría, tanto le importan. Porque la cita no se celebra para que uno hable de su esposa y la otra hable de su novio. No. Se celebra para tratar de mejorar la vida de los ciudadanos y ciudadanas de la comunidad de Madrid.

Y dice que no va por dos motivos. Uno es su indignación de persona agraviada por las palabras del Presidente y del Ministro de Justicia por decir lo que su pareja ha hecho (y que él mismo ha dicho que ha hecho): delinquir dos veces quedándose con más de 350.000 euros mediante falsificación documental (otro delito, que ella ha pasado por alto). No es que Hacienda le haya puesto una multa, como dice ladinamente la señora Ayuso, es que ha cometido dos delitos. Eso no es lo grave para ella. Su novio es un pobrecito particular perseguido; el malo es el fiscal, Álvaro García Ortiz, que según ella filtra los hechos y el Presidente del Gobierno y su ministro de Justicia que hablan de ellos. Cuando el dedo señala la luna, el necio mira la mano.

Quien pone a su novio en la palestra es ella al convocar una rueda de prensa sobre su caso desde la sede del gobierno. Una rueda de prensa llena de mentiras, por cierto. Allí dijo que era Hacienda quien debía a su novio 600.000 euros.

Dice Ayuso que sus motivos no son personales y resulta que cuando los enuncia alega que la han insultado a ella y a su novio. Stricto sensu, su novio no es un delincuente porque no ha habido sentencia sobre su caso. Lo fundamental no es su comportamiento confeso sino que todavía no hay sentencia que haya dictaminado su culpabilidad. Es decir, lo formal se hace más importante que lo real. Tampoco ha habido sentencia sobre Begoña Gómez y ella la tacha de corrupta.

A su pareja no le han culpado en Hacienda por ser su novio sino por ser un defraudador. Ese es el meollo de la cuestión. No es un pobrecito particular perseguido por todos los poderes del Estado, como ella dice, por ser su novio, sino que es un caco que se ha embolsado 350.000 euros que eran de todos. Y, además, con facturas falsas, lo cual añade el agravante de falsificación documental.

El mismo día en que se siente tan ofendida, ella dice en la Asamblea de Madrid, entre estruendosos aplausos de sus fieles, que este gobierno lo componen tiranos y sinvergüenzas. Ella, que coreaba el repugnante eslogan “que te vote Chapote”, que se pasó meses y meses llamando hijo de puta al Presidente con su bromita estúpida de me gusta la fruta, que le ha insultado cada día en la Asamblea de Madrid, ella es la ofendida. “Sanchismo es chavismo”, sentencia Ayuso. “Socialismo o libertad”, pontifica la ofendida. Este es un estado policial , sostiene la perseguida. Ayuso tiene puño de hierro y mandíbula de cristal. ¿Qué le parecería a la señora Ayuso que el Presidente del Gobierno no la convocase porque se siente ofendido por los insultos de la Presidenta?

El segundo motivo, dice esta singular señora, es que ir a la Moncloa sería dar por buena y por normal la situación política del país. Y ella, que es única, deja en evidencia a sus compañeros presidentes que acuden a la cita. Ellos no son tan inteligentes, ni tan valientes, ni tan democráticos como ella. ¡Qué barbaridad! Ellos respaldan la anormalidad democrática, ellos y ellas van a la reunión porque, a juico de Ayuso, o son tontos que no lo ven o son cobardes que no se atreven. Ya en otro momento instó a la rebelión de los presidentes autonómicos

El escándalo de la incomparecencia, a mi juicio, es monumental. Eso sí que es una anomalía democrática. Algunos madrileños y madrileñas aplaudirán la decisión porque la demagogia de este personaje les hará ver que lo único importante en este país es echar a Sánchez de la Moncloa. Pero otros contemplarán la descortesía y el quebrantamiento de las obligaciones de la presidenta como una torpeza imperdonable.

No le importa dejar en mal lugar al presidente de su partido que hace una semana dijo que sería un error no acudir a la convocatoria del Presidente del Gobierno. Le está obligando a contradecirse. Le está obligando a hacer el ridículo. Le hace decir que es un error no ir a la convocatoria, pero si lo hace la señora Ayuso, deja de serlo. Qué papelón el del señor Feijóo. “¿Cómo no voy a respaldar a la señora Ayuso?”, dice. Pues muy sencillo. No respaldándola si comete un error. Claro que la respuesta a esa pregunta retórica que se hace también puede tener una respuesta interesada: porque sé lo que le pasó a otro presidente que se enfrentó a ella. Hay un liderazgo soterrado de Ayuso en el Partido Popular que se manifestó el mismísimo día de la victoria electoral de Feijóo cuando el público congregado en Génova comenzó a gritar: Ayuso, Ayuso, Ayuso. No lo olvida el señor Feijóo.

En un gesto de ridícula comparación dice que ella tiene presupuestos y el gobierno central no, que ella obtuvo mayoría absoluta y el Presidente del Gobierno no, que su gobierno es estable y el Presidente ha cambiado ministros… ¿Y eso le hace a ella más democrática y mejor presidenta?, ¿eso le da derecho a instalarse en la deslealtad institucional?

Si alguien en el panorama político se ha distinguido por su beligerancia contra el Presidente del Gobierno es la señora Ayuso. Y creo que este papel, ese papelón, diría yo, se debe a que piensa que le proporciona una buena cosecha de votos.

Pero, ¿quién se cree esta mujer? Todo el mundo sabe que ella pretende enarbolar la bandera de la oposición al gobierno central. Y acaso alcanzarlo cuando quien la guía lo crea oportuno. Los problemas de los madrileños y de las madrileñas quedan muy lejos de su orgullo herido, de su sensibilidad dañada, de su amor propio.

Lo que pasa es que al jefe de su gabinete, el inefable MAR, le parece que esa actitud es rentable a la hora de cosechar votos. Pero no conviene equivocarse. Tener muchos votos no es el criterio ÚNICO, ni el criterio de más calidad democrática a la hora de valorar cómo se están haciendo las cosas. Cuando el señor Jesús Gil cosechaba en Marbella mayorías absolutas, decía que los números cantan. Le contesté en un artículo titulado “Los números desafinan”. Porque su forma de hacer política era tramposa y su forma de ganar votos era torticera. Se trataba de mayorías absolutas vergonzantes, a mi juicio, claro. Ya se vio luego cómo dejó la ciudad.

Pero el problema más serio, a mi juicio, es que los votantes de la comunidad de Madrid respaldan esa forma de hacer política. Cuando le preguntan en la Asamblea a la señora Ayuso por los bomberos forestales, o por el desmantelamiento de la escuela y la sanidad públicas o por los protocolos de las residencias, ella responde que el Presidente es un bolivariano, que la mujer del presidente hace negocios en la Moncloa y que Sánchez nos ha colado por la puerta de atrás una dictadura. Y a los votantes les parece bien y le siguen entregando su confianza a través del voto. Pues tienen lo que se merecen.

Me preocupa una cuestión más: ¿qué forma de pensar tienen esas personas, qué criterios les guían en el análisis de la política, qué valores presiden su comportamiento electoral? ¿Les da igual que se desmantele el sistema público de salud?, ¿les parece bien que la sanidad se privatice hasta que los más pobres tengan que pagarse lo que no pueden pagar? ¿Dónde aprendieron esas actitudes y esas formas de ser y de pensar? Eso sí que es un problema.

lunes, 18 de noviembre de 2024

Quién fue Jean Piaget, el psicólogo que creía que un niño no es un adulto en miniatura y planteó las 4 etapas del desarrollo cognitivo infantil

Jean Piaget rodeado de un grupo de personas con sonrisas

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,De la biología a psicología y la epistemología: Jean Piaget transformó la manera de ver el aprendizaje en los seres humanos.


¿Qué tienen en común la observación de moluscos y una teoría revolucionaria sobre la mente infantil? 

 La vida y obra de Jean Piaget ofrecen una respuesta fascinante a esta pregunta. Desde su formación como biólogo hasta convertirse en uno de los psicólogos más influyentes del siglo XX, Piaget transformó nuestra comprensión de cómo los niños piensan y aprenden. 

 Su "Psicología del niño", escrito con su colaboradora Bärbel Inhelder, sigue siendo un pilar importante en la educación moderna y en la psicología del desarrollo. En este artículo, comprenderemos cómo un biólogo suizo llegó a cambiar el panorama educativo para siempre.

Un investigador precoz

Una pequeña mira con una lupa

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
Una pequeña mira con una lupa 

Para Piaget, el conocimiento no es simplemente una acumulación pasiva de hechos, sino que es el resultado de la interacción constante entre el niño y su entorno.

Jean Piaget nació el 9 de agosto de 1896 en Neuchâtel, Suiza. A los 11 años, Piaget ya había publicado su primer artículo científico sobre un gorrión albino que observó en un parque cercano.

La historia es más que una anécdota curiosa; refleja el temprano interés de Piaget por la observación detallada de la naturaleza, algo que marcaría su enfoque en la investigación a lo largo de su vida.

En la adolescencia, continuó publicando trabajos sobre moluscos, lo que lo llevó a obtener un doctorado en Ciencias Naturales a la edad de 21 años.

Sin embargo, a medida que profundizaba en la biología, Piaget comenzó a interesarse por preguntas más amplias sobre el conocimiento y la mente humana.

Este interés le llevó a cambiar de rumbo, orientándose hacia la psicología y la epistemología, disciplinas en las que se convertiría en una de las figuras más influyentes.

De la biología a la psicología infantil

Una caja con una serie de pruebas de inteligencia que se usaban en 1937.

Una caja con una serie de pruebas de inteligencia que se usaban en 1937.

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Piaget encontró más llamativas las respuestas equivocadas que daban los niños a las pruebas de inteligencia que las correctas. 

En París, Piaget trabajó con Théodore Simon, colaborador de Alfred Binet, el creador de las pruebas de inteligencia.

Durante este tiempo, Piaget realizó un importante descubrimiento: las respuestas incorrectas de los niños en las pruebas de inteligencia eran más reveladoras que las correctas.

A partir de estos errores, Piaget comenzó a formular la idea de que los niños no piensan de la misma manera que los adultos, sino que pasan por una serie de etapas cualitativamente distintas a lo largo de su desarrollo.

Para Piaget, el niño no es simplemente un adulto en miniatura: piensa de una manera completamente distinta. Su convicción lo llevó a abrir la puerta a la creación de su influyente teoría del desarrollo cognitivo.

Las 4 etapas del desarrollo cognitivo

Una niña con un teléfono de juguete

Una niña con un teléfono de juguete

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Uno de los famosos experimentos de Piaget planteaba que los niños tienen una capacidad limitada para entender otras perspectivas entre los 2 y 7 años.

Piaget describió el desarrollo cognitivo de los niños a través de cuatro etapas principales:

  • Etapa sensoriomotora (0-2 años). Los niños experimentan el mundo principalmente a través de sus sentidos y acciones físicas. En esta fase desarrollan la “permanencia del objeto”, es decir, la comprensión de que los objetos siguen existiendo aunque no se vean.

  • Etapa preoperacional (2-7 años). Durante esta etapa, los niños comienzan a utilizar el lenguaje y los símbolos, pero su pensamiento sigue siendo egocéntrico. Un ejemplo curioso que ilustra este egocentrismo es la famosa anécdota en la que Piaget observó a su hija pequeña hablando por teléfono y asumiendo que su interlocutor podía ver lo que ella veía, mostrando cómo el niño en esta fase aún no comprende completamente las perspectivas ajenas.

  • Etapa de las operaciones concretas (7-11 años). Los niños comienzan a pensar de manera lógica sobre situaciones concretas. Aquí, Piaget realizó unos de sus experimentos más conocidos, donde los niños tenían que juzgar si la cantidad de líquido que contenían dos vasos de formas diferentes era la misma. Descubrió que, en esta etapa, los niños entienden que, aunque la forma cambie, la cantidad de líquido sigue siendo la misma.

  • Etapa de las operaciones formales (12 años en adelante). En esta última etapa, los adolescentes desarrollan la capacidad de pensar de manera abstracta y lógica, un paso fundamental para el razonamiento científico y matemático.

El método clínico y la observación directa

Retrato de Piaget 

Retrato de Piaget

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Piaget usó la observación científica para entender la manera en la que los niños desarrollan conocimientos. 

Una de las grandes innnovaciones de Piaget fue su uso del método clínico, que consistía en observar y cuestionar a los niños de manera abierta, sin imponerles respuestas o direcciones.

Este enfoque le permitió descubrir cómo los niños construyen activamente su conocimiento a través de la interacción con el mundo que les rodea.

Para Piaget, el conocimiento no es simplemente una acumulación pasiva de hechos, sino que es el resultado de la interacción constante entre el niño y su entorno.

Esta construcción del conocimiento tiene lugar a través de dos procesos clave: la asimilación, a través de la que el niño incorpora nueva información a sus esquemas existentes, y la acomodación, que le permite ajustar estos esquemas para adaptarse a nuevas experiencias.

Impacto en la educación

Un niño revisando debajo de las rocas de un río

Un niño revisando debajo de las rocas de un río

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Piaget defendía la idea de que las cosas que se le enseñan a un niño son cosas que deja de descubrir o aprender por sí mismo.

El trabajo de Piaget ha tenido un impacto profundo en la pedagogía. Sus teorías sugieren que el aprendizaje no es lineal ni homogéneo para todos los niños, sino que debe adaptarse a las etapas del desarrollo cognitivo de cada uno.

Piaget defendía que la enseñanza debería centrarse en proporcionar experiencias ricas y variadas que permitieran a los estudiantes explorar y descubrir por sí mismos.

Para Piaget, los educadores tienen un papel esencial como guías que ayudan a los niños a construir su propio conocimiento. Destacó la importancia de la libertad en el aprendizaje. Y consideraba que el principal objetivo de la educación es formar personas que sean capaces de hacer cosas nuevas, no simplemente repetir lo que otras generaciones han hecho.

En otras palabras, el aprendizaje debe ser un proceso activo que fomente la creatividad y el pensamiento crítico, en lugar de una mera memorización de hechos. Como él mismo resumió: "Todo lo que se le enseña a un niño, se le impide inventarlo o descubrirlo".

Legado y relevancia actual

Una niña explora un lago

Una niña explora un lago

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Muchas de las teorías de la pedagogía actual se basan en las teorías y experimentos de Piaget.

Aunque algunas partes de su teoría han sido revisadas con los avances en la neurociencia y la psicología moderna, el legado de Piaget se mantiene pertinente.

Sus ideas sobre el desarrollo infantil y la importancia de adaptar la enseñanza a las necesidades cognitivas del niño continúan influyendo en las prácticas pedagógicas en todo el mundo.

Su enfoque desde la experimentación y la observación detallada le permitió observar de cerca cómo los niños construyen activamente su conocimiento.

Demostró que, al igual que en el caso de los moluscos que estudió en sus primeras observaciones biológicas, el desarrollo intelectual de los niños es un proceso orgánico y progresivo.

Cada etapa es un paso en la construcción de un conocimiento más profundo y más complejo, un proceso que define quiénes somos y cómo entendemos el mundo que nos rodea.

* Fernando Díez Ruiz es profesor e investigador en la facultad de educación y deporte de la Universidad de Deusto. España. Este artículo apareció en The Conversation. Puedes leer la versión original aquí. 

domingo, 17 de noviembre de 2024

Galardón económico por la peor investigación

Fuentes: El tábano economista

La combinación correcta de tecnología, humanos y Estado impulsará la prosperidad

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson recibieron el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en Memoria de Alfred Nobel, comúnmente, aunque incorrectamente, llamado “Nobel de Economía”, por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo afectan a la prosperidad.

El economista Michael Roberts, quien ha escrito numerosos artículos sobre varios galardonados, cree que generalmente se otorga el premio por su peor investigación, es decir, aquella que confirma la visión dominante del mundo económico.

Esto es lo que los jueces del premio Nobel dicen que fue la razón para otorgarlo:

«Hoy en día, el 20% más rico de los países son alrededor de 30 veces más ricos que el 20% más pobre. Las brechas de ingresos entre países han sido muy persistentes en los últimos 75 años. Los datos disponibles también muestran que las disparidades de ingresos entre países han aumentado en los últimos 200 años. ¿Por qué las diferencias de ingresos entre los países son tan grandes y persistentes?

“Los laureados de este año han sido pioneros en un nuevo enfoque para proporcionar respuestas creíbles y cuantitativas a esta pregunta crucial para la humanidad. Su investigación se centra en la idea de que las instituciones políticas dan forma fundamental a la riqueza de las naciones. Pero, ¿qué da forma a estas instituciones?”

El trabajo por el que fueron premiados sugiere que los países que han alcanzado la prosperidad y han erradicado la pobreza lo han hecho adoptando instituciones democráticas. Por el contrario, las sociedades controladas por élites sin responsabilidad democrática tienden a ser “extractivas”, es decir, extraen recursos sin respetar la propiedad ni los derechos, lo que impide su desarrollo y prosperidad.

Dos puntos se deducen de esto. En primer lugar, se considera que el crecimiento y la prosperidad van de la mano con la «democracia», sobre todo occidental, a pesar que los jueces del premio Nobel dicen las disparidades de ingresos entre países han aumentado en los últimos 200 años, lo que implica que la diferencia no está en entredicho.

La segunda es que, si consideramos que países como China tienen élites “extractivas” y antidemocráticas, ¿cómo explican los ganadores del Nobel su éxito económico indudable? Sería correcto decir que las revoluciones o reformas políticas son necesarias para situar las cosas camino a la prosperidad. Puede haber algo de verdad en eso: ¿estaría Rusia a principios del siglo XX donde está hoy sin la revolución de 1917 o China estaría donde está en 2024 sin la revolución de 1949? Pero nuestros «nobelistas» no nos presentan esos ejemplos: los suyos se refieren a la extensión del sufragio en Gran Bretaña en el siglo XIX o la independencia de las colonias americanas en la década de 1770.

Pero lo que nos interesa es que dos de los tres laureados, Daron Acemoglu y Simon Johnson, tienen un libro, “Poder y progreso: una lucha de mil años por la tecnología y la prosperidad”, que presenta un relato histórico exhaustivo de cómo la tecnología ha hecho avanzar a la humanidad en términos de niveles de vida, pero a menudo ha creado miseria, pobreza y mayor desigualdad, como mostramos en los dos artículos anteriores con los dueños de la IA (aquí y aquí).

Resulta que “la Edad Dorada de finales del siglo XIX fue un período de rápido cambio tecnológico y desigualdades alarmantes en Estados Unidos, como hoy. Aunque los salarios reales aumentaron a medida que la economía se expandía, la desigualdad se disparó y las condiciones de trabajo eran abismales para millones de personas que no tenían protección contra sus jefes económica y políticamente poderosos. Los barones ladrones, como se conocía a los más famosos e inescrupulosos de estos magnates, hicieron enormes fortunas no solo por su ingenio para introducir nuevas tecnologías, sino también por la consolidación con empresas rivales. Las conexiones políticas también fueron importantes en la búsqueda de dominar sus sectores”. 
Fuente: El Tábano Economista

 El poder político y la prosperidad económica muestran cómo la tecnología ha moldeado el bienestar humano a lo largo de la historia y cómo las dinámicas de poder determinan si sus beneficios se distribuyen equitativamente o se concentran en manos de unos pocos. Los autores destacan que el progreso tecnológico no garantiza un aumento en la prosperidad general.

A lo largo de la historia, las élites han controlado la dirección y los beneficios del avance tecnológico para consolidar su poder y riqueza. Acemoglu y Johnson muestran cómo, en muchos casos, la tecnología ha sido utilizada para mantener la desigualdad, en lugar de fomentar un crecimiento inclusivo. Para ellos, el progreso no es neutral: está siempre mediado por quienes tienen el poder y los recursos para aprovecharlo.

Uno de los casos más emblemáticos es la Revolución industrial. Si bien trajo grandes innovaciones, también condujo a una concentración del poder económico y político. Las máquinas reemplazaron el trabajo humano, pero en lugar de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, desembocaron la explotación laboral y el empobrecimiento de grandes sectores de la población. Los avances tecnológicos no se tradujeron automáticamente en bienestar generalizado, sino que dependieron de la forma en que se distribuyeron los beneficios.

El papel del Estado y las instituciones políticas juega un papel crucial en determinar si los beneficios del progreso tecnológico se distribuyen equitativamente. En sociedades donde las instituciones son inclusivas y democráticas, es más probable que el progreso tecnológico genere prosperidad para la mayoría. Sin embargo, en contextos donde las instituciones están controladas por élites extractivas, la tecnología tiende a concentrar el poder y la riqueza en un grupo reducido.

Algunos de los temas centrales del libro son el impacto actual y futuro de la inteligencia artificial (IA) y la automatización. Acemoglu y Johnson advierten que estos avances tecnológicos tienen el potencial de agravar la desigualdad si no se gestionan de manera adecuada. Señalan que, así como ocurrió durante la Revolución industrial, la IA puede ser utilizada para reemplazar el trabajo humano en lugar de complementarlo, lo que podría llevar a la precarización del empleo y a un aumento de la concentración de riqueza en las manos de los dueños de estas tecnologías.

Para los autores, el progreso no puede medirse únicamente en términos de avances tecnológicos o crecimiento económico, sino que debe evaluarse en función de cómo estos beneficios se distribuyen entre la población. Si no se toman medidas para democratizar el acceso y los beneficios de la tecnología, y apuntalar al Estado, corremos el riesgo de repetir los errores del pasado, donde el progreso fue acaparado por unos pocos a expensas de muchos. Lo mismo que está pasando en la actualidad. 

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