sábado, 2 de agosto de 2025

El negocio de la guerra

No me explico por qué se han plegado a las exigencias de Donald Trump todos los presidentes de los países que integran la comunidad europea. Porque Portugal, Italia, Reino Unido y muchos otros no van a poder cumplir aquello que han firmado si no es con grandes recortes que no podrán ni querrán hacer. ¿Por qué han dejado solo al presidente Sánchez? ¿Por qué no han secundado su rechazo a la propuesta del señor Trump? ¿Tienen miedo a las represalias?

Los políticos europeos han actuado como marionetas cuyos hilos ha manejado a su antojo el presidente de los EE.UU con los aplausos del señor Rutte. No han tenido ni las agallas ni la dignidad necesarias para decir “no vamos a cometer ese disparate en perjuicio de nuestros ciudadanos y ciudadanas”. Trump no solo amenaza con el uso de la fuerza sino que acude a la reunión de la OTÁN después de haber bombardeado Irán. El juego es perfecto. Creemos la inseguridad y el miedo, multipliquemos por lo más posible el presupuesto de defensa y que se enriquezcan sin límites los productores de armamento.

No ha existido ni el más mínimo debate sobre el porqué y la cuantía del aumento. Si hubiera existido, es probable que los argumentos les hubiesen llevado a aumentar de forma elevada el presupuesto destinado no a defensa sino a educación. Para acabar con la guerra, más que armas necesitamos principios. La solidaridad, la confianza, el respeto nos alejarán de la guerra. Si todos nos cogemos de la mano, ¿quién empuñará las armas?

“La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación. Hasta tal punto precede a cualquier otra que no creo deber ni poder fundamentarla”, dice el filósofo alemán Theodor Adorno.

No son las armas lo que nos va a librar de ese tipo de desastres, va a ser la educación. La escuela formará a los líderes y a los ciudadanos que van a elegirlos, a seguirlos o a defenestrarlos si no se atienen a los principios en los que se han formado.

¿Por qué el 5%? ¿Por qué no el 3, el 15 o el 20? No hubo ningún dato, ningún estudio, ninguna investigación, ningún tipo de argumentación para fijarlo. Fue una decisión caprichosa del señor Trump. Y el Secretario General de la OTAN, el neerlandés Mark Rutte, considera que se trata de un éxito sin precedentes del Presidente americano. El servilismo del Secretario General causa bochorno. Llamar “dady” a este cacique resulta casi ridículo. Y esa actitud servil le lleva a callarse cuando Trump, como un mafioso, amenaza de forma indecente a nuestro país con tener que pagar el doble, con reventar el éxito de su economía. Pero, ¿en qué orden moral se mueven estos gobernantes? ¿De qué paz pueden hablar si están dejando actuar libremente a la fuerza bruta?

¿Qué decir de nuestra patriótica oposición? Tanto Abascal como Feijóo se han callado como muertos ante las mafiosas amenazas del presidente de los Estados Unidos sobre la economía española. Nunca han valorado que la economía vaya bien, hecho que reconoce hasta el excéntrico presidente americano, pero nada les importa si la echan a perder.

Armarse hasta los dientes no es un modo de asegurar la paz sino de aumentar el riesgo de guerra. No es el miedo al otro lo que disuade de verdad, es el respeto a la dignidad de los seres humanaos. No es cierto que a más armas, más paz. Más bien sucederá lo contrario.

La guerra es un modo irracional, cruel y estúpido de resolver los conflictos. No tiene lógica ni justicia pensar que quien más muertes cause al enemigo, que quien destruya con más eficacia al adversario es quien tiene razón.

Me parece admirable la postura del presidente español. Se siente uno orgulloso de ser una excepción por este motivo. Que, como se ha visto, ha llevado al matón de la Casa Blanca a amenazar de forma indecente y abusiva a nuestro país.

Van a pagar el doble, amenaza Trump. ¿Por qué el doble? Pues como un castigo por oponerse a su deseo que todos han convertido en una orden. Lo suyo sería decir que acabará pagando pero, ¿el doble?

Y no solo eso, Donald Trump reconoce que le economía española marcha muy bien y se permite formular una amenaza indecente:

– Puedo hundir su economía.

¿Cuáles son los principios morales de este personaje, cuáles son sus reglas del juego? Pues muy sencillo: el uso arbitrario del poder. Tengo la sensación de que se ha entregado a un loco sentado en un arsenal de pólvora, un mechero que puede hacer volar al mundo por los aires.

Lo que es indiscutible es el que el planteamiento de Trump tiene un efecto más que positivo en el negocio armamentístico. El negocio de las armas se ha visto bendecido por este cacique al que los estadounidenses han conferido un poder que puede ponerse al servicio de la destrucción.

Todos los países tienen un Ministerio de Defensa. Pero, si todos sin excepción tratan de defenderse y no hay ningún Ministerio de Ataque resultará que no habrá ocasión de defenderse de nadie.

He leído atentamente un excelente artículo del economista Juan Torres, querido excompañero y siempre amigo, titulado “No es defensa, es negocio”. En él dice el catedrático de la Universidad de Sevilla:

“No es verdad que los ejércitos de hoy día se mantengan y financien para ser instrumentos que defiendan a sus pueblos de amenazas exteriores, o para garantizar su independencia y la soberanía de sus naciones. No protegen la unidad o la integridad de sus patrias, sino que, en su mayor parte, está controlada, a su vez, por grandes fondos de inversión. El gasto militar no responde a necesidades reales de defensa nacional. El proceso es justo el contrario del que se nos cuenta. Para alimentar al negocio armamentístico se genera miedo e inseguridad, se incentiva el conflicto bélico y se dinamita la diplomacia, porque la negociación y los acuerdos son el peor enemigo de las empresas de armamentos.

Son estas grandes corporaciones las que fijan sus demandas de inversión y presionan a los políticos y legisladores para que aumenten sin cesar el gasto militar. El vicepresidente de Boeing lo dijo claramente al Wall Strett Journal en octubre de 2001: «Cualquier miembro del Congreso que no vote por los fondos que necesitamos para defender este país buscará un nuevo trabajo después del próximo noviembre».

Y añade:

“El reclamo de Donald Trump para que los países miembros de la OTAN dediquen un 5% de su PIB a gasto militar es la más desvergonzada imposición de rentas feudales que se haya visto nunca en el capitalismo moderno. Trump se comporta como lo que ha sido siempre, un casero rico que trata a sus inquilinos como seres indeseables, aunque ahora estos sean sus propios socios comerciales y militares. No se puede consentir”.

El gasto militar sigue creciendo y creciendo en el mundo, pero el mundo no es hoy más seguro. Más bien, sucede lo contrario. Hace ya mucho tiempo que se ha comprobado que la sentencia si vis pacem para bellum encierra una falsedad difícilmente contestable.

Hay que salir de la OTAN que, como se ve, es una organización feudalizada por los EE.UU. Trump no es un aliado, es un capo. Ya se ha visto cómo amenaza a quien no se pliega a sus caprichos. Hay que conseguir que la Unión Europea elabore una estrategia propia encaminada a la seguridad, a la paz, a la ayuda a los ciudadanos ante catástrofes y a la defensa de los derechos humanos.

viernes, 1 de agosto de 2025

¿Cuándo perdieron los nazis? ¿Cuál fue la batalla más importante? Las últimas preguntas sobre la Segunda Guerra Mundial

Battle of Kursk, August 1943.
El investigador francés Olivier Wieviorka publica en el 80º aniversario del final del conflicto ‘Historia total de la Segunda Guerra Mundial’

Cuando están a punto de cumplirse 80 años del final de la Segunda Guerra Mundial —el 15 de agosto de 1945, con la rendición incondicional de Japón tras los bombardeos atómicos contra Hiroshima y Nagasaki—, poco a poco van desapareciendo aquellos que combatieron en ella. La época de los testigos está a punto de acabarse. El 21 de julio falleció, a los 102 años, Jake Larson, uno de los últimos veteranos del desembarco de Omaha el 6 de junio de 1944. Larson se había convertido en una estrella de TikTok, donde contaba sus experiencias durante la invasión de Europa, lo que refleja hasta qué punto el interés por el conflicto más sangriento de la historia nunca ha parado de crecer.

Los investigadores siguen estudiando cada rincón de la guerra que, entre 1939 y 1945, provocó entre 60 y 70 millones de muertos, borró del mapa ciudades enteras y durante la que los nazis llevaron a cabo el crimen de los crímenes, el Holocausto, el exterminio industrial de seis millones de judíos, contando en muchos casos con la complicidad de una parte de la población de los países ocupados. El historiador Antony Beevor la definió como “el mayor desastre provocado por el hombre”. Ochenta años después, todavía bastantes debates siguen abiertos y los investigadores continúan buscando respuestas.

El historiador francés Olivier Wieviorka, de 65 años, profesor de l’École Normale Supérieure, acaba de publicar una Historia total de la Segunda Guerra Mundial (Crítica, traducción de David León Gómez), mil páginas que resumen un conflicto que cambió la configuración del planeta en medio de un sufrimiento difícil de medir e imposible de concebir. Como hicieron antes Beevor y Max Hastings, narrar en un solo libro, de forma amena y clara, los seis años más trágicos y desafiantes del siglo XX es una auténtica hazaña bélica.

La ciudad japonesa de Hiroshima destruida tras el bombardeo atómico de agosto de 1945. Universal History Archive (Universal Images Group via Getty Images)

En esta conversación, que tuvo lugar por videoconferencia a mediados de julio, el profesor Wieviorka respondió a algunas cuestiones que siguen abiertas en el debate académico y también avanzó alguna de sus tesis, que desafían ideas bastante asentadas sobre el conflicto.

Una de las cuestiones todavía abiertas es cuándo los Aliados ganaron la guerra o, mejor dicho, el momento en que la perdieron las potencias del Eje. “Podemos decir que, desde que la guerra relámpago fracasa ante Moscú en diciembre de 1941, Hitler ha perdido la guerra”, explica Wieviorka. “Alemania no tenía la capacidad para sostener una guerra larga. En el caso de Japón se puede matizar más. Si Japón no llega a atacar a EE UU y hubiese limitado sus ambiciones a un perímetro razonable —y son muchos síes—, hubiese podido lograr los objetivos que perseguía. Desde el momento en que, por un lado, ataca a EE UU y por el otro no pone límites a su expansión asiática, se enfrenta a la vez a una potencia industrial y militar de primer orden y, por otro, tiene un enorme territorio que administrar y proteger, con líneas de abastecimiento muy amplias, y eso no lo puede sostener. Podemos decir que la hubris [arrogancia] de Alemania y Japón fueron su perdición porque sus objetivos no estaban coordinados con sus medios”.
American troops landing on Omaha Beach, June 6, 1944.

Tropas estadounidenses desembarcando en la playa de Omaha, el 6 de junio de 1945. Photo 12 (Universal Images Group via Getty Images)

Tampoco está claro cuál fue la batalla más importante de la Segunda Guerra Mundial y por qué unas, como el Desembarco de Normandía de 1944, son recordadas de manera constante, y otras, como la batalla de tanques de Kursk, entre julio y agosto de 1943, no han llegado a entrar en la imaginación popular. “En una batalla, están los hechos militares; en ese sentido, Kursk es más importante que Stalingrado. Pero no solo existen las consecuencias militares, está además todo lo que sacude la imaginación y lo que permite identificarse con sus protagonistas. Desde ese punto de vista, Stalingrado es una batalla en la que el hombre está en el centro, todo dependió de los individuos, los rusos defienden Stalingrado casa a casa, calle a calle, hay actos individuales de valor, como los francotiradores. También ocurrieron cosas abominables, como los niños a los que los nazis obligan a buscar agua en el Volga y que los rusos matan fríamente. Hay cumbres del heroísmo y cumbres del horror. Sobre el Desembarco de Normandía, existe toda una dramaturgia de la batalla: ¿va a seguir el mal tiempo? ¿Van a morder los alemanes el anzuelo de que el desembarco sería en el Pas-de-Calais? También es popular porque es una historia feliz, no hay miles de muertos en las playas, las pérdidas son menos importantes y empieza la liberación de Francia. En las grandes batallas hay una dramaturgia que interesa a la opinión pública y batallas sin dramaturgia que no han llegado a la imaginación”.

Otro de los temas que siguen suscitando polémicas 80 años después del final del conflicto es la colaboración de los pueblos ocupados en el Holocausto. En algunos casos, como ocurrió en Polonia con el Gobierno ultraconservador, se llegó a aprobar una ley que amenazaba a los historiadores incluso con penas de cárcel por sostener algo sobre lo que existen incontestables pruebas documentales: que algunos ciudadanos denunciaron y mataron a judíos durante el conflicto, como ocurrió en muchos otros países, desde Holanda hasta los países Bálticos o Francia. “Sin la colaboración de un cierto número de individuos y de regímenes, el exterminio de los judíos europeos se hubiese producido, pero no hubiese alcanzado la misma amplitud. Cuando se produjeron fenómenos de movilización, impulsados por el aparato del Estado y apoyados por la población, como en Dinamarca, o espontáneos, como ocurrió en Francia e Italia, el número de muertos fue menor. La amplitud del exterminio se explica por la complicidad de los pueblos o de los gobiernos aliados del Tercer Reich”.

El historiador Olivier Wieviorka, en una imagen cedida por la editorial Crítica. Bruno Klein

Wieviorka dedica un capítulo de su libro al ejército regular alemán, la Wehrmacht, y tiene muy claro que el relato que se forjó durante la posguerra —que solo las SS cometieron atrocidades— tenía un sólido motivo político detrás —no se podía considerar enemigos a todos los alemanes que habían combatido para poder reconstruir la paz en Europa—, pero no se correspondía con la realidad. “Era más fácil para los alemanes admitir esa idea, que el mal fue cometido por las SS. Ese mito se rompe en 1994 con una exposición sobre los crímenes de la Wehrmacht. Los alemanes se dieron cuenta de que no era el ejército limpio que pensaban, sino que había participado en los crímenes de guerra, incluso en crímenes contra la humanidad”.

También sostiene otra tesis que puede parecer bastante chocante: la inmensa mayoría de los soldados no entraron en combate. “Imaginamos la Segunda Guerra Mundial como en las películas y en las películas tiene que haber acción, así que pensamos que se trató de un combate constante. Pero los combatientes fueron relativamente limitados. Se trataba de ejércitos modernos, en los que la logística y el apoyo tienen una importancia enorme con respecto a los combatientes. Incluso hoy, en el frente de Ucrania, no combate más que una parte, el resto llevan municiones, víveres, medicamentos. En la guerra moderna hay menos combatientes que, por ejemplo, en la Guerra de Secesión estadounidense, donde lucharon el 97% de los soldados. El otro elemento es que en las operaciones de combate solo lucha una parte, porque el resto son tropas de apoyo y de refresco, que no siempre combaten”.
World war 2, battle of stalingrad, a medic rendering first aid to a wounded red army man northwest of stalingrad, january 1942 Soldados soviéticos durante la batalla de Stalingrado, en el invierno de 1942. Sovfoto (Universal Images Group via Getty Images)

La Historia total de la Segunda Guerra Mundial es un libro complejo y, a la vez, sencillo de leer porque su narración no es solo cronológica, sino también temática. Está lleno de muerte y destrucción, de seres humanos capaces de lo mejor y de lo peor y entra en todos los charcos posibles. Sostiene, por ejemplo, que el racismo nazi que produjo el Holocausto no tiene parangón en la historia, pero explica que tampoco se puede olvidar que el racismo estaba institucionalizado en otros países, por ejemplo en Estados Unidos, donde los soldados negros casi no combatieron para que no pudiesen reclamar sus derechos al volver a casa. “El humo de los crematorios de Auschwitz no nos ha protegido contra los crímenes que están por venir”, escribe con lucidez al final de un ensayo que se publicó durante la guerra de Ucrania, pero antes del exterminio en Gaza. La última frase del libro es una cita de Primo Levi, el escritor italiano superviviente de la Shoah: “Si comprenderlo es imposible, es necesario conocerlo”. Que las preguntas sigan abiertas no significa que no haya que buscar respuestas incansablemente.

jueves, 31 de julio de 2025

Indignidad europea ante el engaño trumpista

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el de Estados Unidos, Donald Trump, acaban de escenificar una auténtica y desvergonzada obra de teatro.

Como ha hecho con otros países, Donald Trump no ha buscado ahora con la Unión Europea un buen acuerdo comercial para los intereses de la economía estadounidense, como él se empeña en decir. Y en lo que ha cedido von der Leyen no es en materia arancelaria para evitar los males mayores de una escalada de guerra comercial, como afirman los dirigentes europeos. El asunto va por otros derroteros.

Los aranceles del 15 por ciento acordados para gravar casi todas las exportaciones europeas los pagarán los estadounidenses y, en algunos casos, con costes indirectos aún más elevados.

Eso pasará, entre otros productos, con los farmacéuticos que se ven afectados. Puesto que en Estados Unidos no hay producción nacional alternativa y siendo generalmente de compra obligada (los economistas decimos de muy baja elasticidad de la demanda respecto al precio) los consumidores terminarán pagando precios más elevados. Suponiendo que fuese posible o interesara la relocalización de las empresas para irse a producir a Estados Unidos (lo que, desde luego no está nada claro), sería a medio plazo (lo expliqué en un artículo anterior).

Los aranceles a los automóviles europeos serán del 15 por ciento, pero los fabricantes estadounidenses deben pagar otros del 50 por ciento por el acero y el cobre, y del 25 por ciento por los componentes que adquieren de Canadá y México. Sería posible, por tanto, que los coches importados de la Unión Europea sean más baratos que los fabricados en Estados Unidos y que a los fabricantes de este país les resulte mejor producirlos en Europa y llevárselos de vuelta. Además, la mayoría de los automóviles de marcas europeas que se venden en Estados Unidos se fabrican allí, de modo que no les afectarán los aranceles, mientras que en Europa apenas se venden coches estadounidenses, no por razones comerciales sino más bien culturales o de gustos. Otros productos en los que Europa tiene ventajas, como los relativos a la industria aeroespacial y algunos químicos, agrícolas, recursos naturales y materias primas no se verán afectados.

En realidad, en términos de exportación e importación de bienes generales, el «acuerdo» no es favorable a Estados Unidos. Como explicó hace unos días Paul Krugman en un artículo titulado El arte del acuerdo realmente estúpido, el que suscribió con Japón (y se puede decir exactamente lo mismo ahora del europeo y de todos los demás) «deja a muchos fabricantes estadounidenses en peor situación que antes de que Trump iniciara su guerra comercial».

No obstante, todo esto tampoco quiere decir que Europa haya salido beneficiada. Las guerras comerciales no suele ganarlas nadie, y muchas empresas y sectores europeos (los del aceite y el vino español, por ejemplo) se verán afectados negativamente. Pero no perderán porque Trump vaya buscando disminuir el déficit de su comercial exterior, sino como un efecto colateral de otra estrategia aún más peligrosa.

La realidad es que a Estados Unidos no le conviene disminuirlo porque este déficit, por definición, genera superávit y ahorro en otros países que vuelve como inversión financiera a Estados Unidos para alimentar el negocio de la gran banca, de los fondos de inversión y de las grandes multinacionales que no lo dedican a invertir y a localizarse allí, sino a comprar sus propias acciones. El déficit exterior de la economía estadounidense no es una desgracia, sino el resultado deliberadamente provocado para construir sobre él un negocio financiero y especulativo de colosal magnitud.

Lo que verdaderamente busca Estados Unidos con los «acuerdos» comerciales no es eliminar los desequilibrios mediante aranceles. Eso es algo que no se ha conseguido prácticamente nunca en ninguna economía). El objetivo real de Estados Unidos es hacer chantaje para extraer rentas de los demás países, obligándoles a realizar compras a los oligopolios y monopolios que dominan sus sectores energético y militar y, por añadidura, humillarlos y someterlos de cara a que acepten más adelante los cambios en el sistema de pagos internacionales que está preparando ante el declive del dólar como moneda de referencia global.

En el «acuerdo» con la Unión Europea (como en los demás), lo relevante ni siquiera son las cantidades que se han hecho públicas. Los aranceles son una excusa, un señuelo, el arma para cometer el chantaje. Lo que de verdad importa a Trump no es el huevo que se ha repartido, sino el fuero que acaba de establecer. Es decir, la coacción, el sometimiento y el monopolio de voluntad que se establecen, ya formalmente, como nueva norma de gobernanza y dominio de la economía global y que Estados Unidos necesita imponer, ahora por la vía de la fuerza financiera y militar debido a su declive como potencia industrial, comercial y tecnológica.

Siendo Donald Trump un gran negociador, si quisiera lograr auténticas ventajas comerciales para su economía no habría firmado lo que ha «acordado» con Europa (y con los demás países), ni hubiera dejado en el aire y sin concretar sus aspectos más cuantiosos. La cantidad de compras de material militar estadounidense no se ha señalado: «No sabemos cuál es esa cifra», dijo al escenificar el acuerdo con von der Leyen. El compromiso de compra de 750.000 millones de dólares en productos energéticos de Estados Unidos en tres años sólo podría obligar a Europa a desviar una parte de sus compras y tampoco parece que se haya concretado lo suficiente. Y la obligación de inversiones europeas por valor de 600.000 millones de dólares en Estados Unidos es una quimera porque la Unión Europea no dispone de instrumentos (como el fondo soberano de Japón) que le permitan dirigir inversiones a voluntad y de un lado a otro. Además, establecer esta última obligación sería otro disparate si lo que de verdad deseara Trump fuese disminuir su déficit comercial con Europa: si aumenta allí la inversión europea, disminuirán las compras de Europa a Estados Unidos, y lo que se produciría será un mayor déficit y no menor.

Lo que han hecho von der Leyen y Trump (por cierto, en Escocia y ni siquiera en territorio europeo) ha sido desnudarse en público. Han hecho teatro haciendo creer que negociaban cláusulas comerciales, pero en realidad se han quitado la ropa de la demagogia y los discursos retóricos para mostrar a todo el mundo sus vergüenzas manifestadas en cinco grandes realidades:

El final del gobierno de la economía global y el comercio internacional mediante reglas y acuerdos y el comienzo de un nuevo régimen en el que Estados Unidos decidirá ya sin disimulos, a base de chantaje, imposiciones y fuerza militar. A Estados Unidos no le va a importar provocar graves daños y producir inestabilidad y una crisis segura en la economía internacional para poner en marcha ese nuevo régimen. Quizá, incluso lo vaya buscando, lo mismo que buscará conflictos que justifiquen sus intervenciones militares.

La Unión Europea se ha sometido, se arrodilla ante el poder estadounidense y renuncia a forjar cualquier tipo de proyecto autónomo. Como he dicho, a Trump no le ha importado el huevo, sino mostrar que Europa ya no toma por sí misma decisiones estratégicas en tres grandes pilares de la economía y la geopolítica: defensa, energía e inversiones (en tecnología, hace tiempo que perdió el rumbo y la posibilidad de ser algo en el concierto mundial). Von der Leyen, con el beneplácito de una Comisión Europea de la que no sólo forman parte las diferentes derechas sino también los socialdemócratas (lo que hay que tener en cuenta para comprender el alcance del «acuerdo» y lo difícil que será salir de él), ha aceptado que la Unión Europea sea, de facto, una colonia de Estados Unidos.

Ambas partes han mostrado al mundo que los viejos discursos sobre los mercados, la competencia, la libertad comercial, la democracia, la soberanía o la paz eran lo que ahora vemos que son: humo que se ha llevado el viento, un fraude, una gran mentira.

Por último, han mostrado también que el capitalismo se ha convertido en una especie de gran juego del Monopoly regido por grandes corporaciones industriales y financieras que han capturado a los estados para convertirse en extractoras de privilegios, en una especie de gigantescos propietarios que exprimen a sus inquilinos aumentándoles sin cesar la renta mientras les impiden por la fuerza que se vayan y les hablan de libertad.

La Unión Europea se ha condenado a sí misma. Ha dicho adiós a la posibilidad de ser un polo y referente mundial de la democracia, la paz y el multilateralismo. Ahora hace falta que la gente se entere de todo esto y lo rechace, lo que no será fácil que suceda, pues a esos monopolios se añade el mediático y porque, como he dicho, esta inmolación de Europa la ha llevado a cabo no sólo la derecha, sino también los socialistas europeos que, una vez más, traicionan sus ideales y se unen a quien engaña sin vergüenza alguna a la ciudadanía que los vota.

Juan Torres López

martes, 29 de julio de 2025

_- Qué vitaminas son fundamentales para la salud y qué alimento aporta la mayor variedad

Plato con kale

_-El kale -o col rizada- es una buena fuente de vitaminas.

El difunto y gran comediante australiano Barry Humphries (famoso por su personaje Dame Edna) habló una vez con humor sobre los beneficios para la salud del kale (o col rizada).

Solo un puñado, bromeó, contenía suficientes vitaminas, minerales y oligoelementos esenciales como para mantenerte sentado en el baño durante dos días enteros. Al parecer, no era lo suficientemente sabroso como para justificar una segunda ración.

En un mundo en el que los "superalimentos" se comercializan sin descanso por su supuesta capacidad para aportarnos todos los nutrientes que necesitamos, vale la pena preguntarse: ¿qué vitaminas son realmente esenciales?

Y, aparte de la col rizada (que, por cierto, me gusta bastante), ¿qué alimentos nos ayudan a cubrir nuestras necesidades diarias?

Vitamina A
Empecemos por lo más importante.

La vitamina A, también conocida como retinol, se encuentra en alimentos como los huevos, el pescado azul y los productos lácteos. Desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la salud de la piel y el sistema inmunológico.

Plato con huevos y otros alimentos 

Plato con huevos y otros alimentos

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Pie de foto,nte de la imagen
Alimentos


La vitamina A, también conocida como retinol, se encuentra en alimentos como los huevos.

Pero probablemente sea más conocida por su contribución a la visión. La vitamina A se une a los pigmentos sensibles a la luz de las células de los conos y bastones de la retina, lo que ayuda a ver, especialmente en condiciones de poca luz.

La deficiencia de vitamina A, aunque poco común en los países ricos, puede provocar graves problemas de visión e incluso ceguera. Otra fuente de vitamina A es el betacaroteno, que se encuentra en frutas y verduras de colores vivos como las zanahorias, los pimientos, las espinacas y la calabaza.

El cuerpo convierte el betacaroteno en vitamina A, por lo que asociamos las zanahorias con la visión en la oscuridad.

Vitamina B
Las vitaminas B son una familia de ocho nutrientes diferentes, cada uno con su propio número y función.

La vitamina B1 (tiamina) ayuda al sistema nervioso y favorece la digestión. Las personas con alcoholismo crónico corren un riesgo especial de sufrir deficiencia, lo que puede provocar el síndrome de Wernicke-Korsakoff, un trastorno neurológico grave que afecta a la memoria y al movimiento.

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Las vitaminas B se encuentran en todo tipo de alimentos, desde legumbres y leguminosas hasta carne, pescado y lácteos.

La B2 (riboflavina) y la B3 (niacina) tienen funciones similares, mientras que la B9 (folato) y la B12 (cobalamina) son esenciales para la producción de glóbulos rojos. La falta de cualquiera de ellas puede provocar anemia.

El folato es especialmente importante al inicio del embarazo, ya que ayuda a prevenir defectos del tubo neural como la espina bífida. Por eso se recomienda a las personas embarazadas o que están intentando concebir.

Las vitaminas B se encuentran en todo tipo de alimentos, desde legumbres y leguminosas hasta carne, pescado y lácteos; una amplia familia de nutrientes en una gran variedad de alimentos.

Vitamina C
La vitamina C (ácido ascórbico) es la vitamina a la que recurrimos cuando nos sentimos mal, ya sea por un virus o por una resaca, y se la conoce como la vitamina "curativa" por una buena razón. Favorece la cicatrización de las heridas, ayuda a la reparación de los tejidos y contribuye al mantenimiento de los vasos sanguíneos y los huesos.

La deficiencia de vitamina C provoca escorbuto, una enfermedad que antes era común entre los marineros, con síntomas como fatiga, hematomas, depresión y enfermedades de las encías.

Cítricos 

Cítricos

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La vitamina C se encuentra principalmente en los cítricos.

Afortunadamente, la vitamina C se encuentra en muchas frutas y verduras diferentes, especialmente en los cítricos. Por eso, a los marineros británicos del siglo XIX se les daba limas para prevenir el escorbuto, lo que les valió el apodo de "limeys".

Vitamina D
La vitamina D es esencial para los huesos, los dientes y los músculos. Se puede absorber a través de la dieta, especialmente del pescado azul, los huevos y la carne, pero el cuerpo también la produce en la piel gracias a la luz solar.

En verano, la mayoría de las personas obtienen suficiente vitamina D al estar al aire libre. Sin embargo, en los meses de invierno, la dieta y, si es necesario, los suplementos cobran mayor importancia.

La deficiencia es más común, especialmente en zonas con exposición solar limitada. Puede provocar huesos blandos y debilitados y síntomas como dolor óseo, fracturas y deformidades, incluida la clásica apariencia de piernas arqueadas. En los niños, esta afección se conoce como raquitismo; en los adultos, se denomina osteomalacia.

Vitamina E
A menudo pasada por alto, la vitamina E ayuda a proteger las células, favorece la visión y refuerza el sistema inmunológico. Se encuentra en los frutos secos, las semillas y los aceites vegetales, y suele ser fácil obtenerla en cantidades suficientes a través de una dieta variada.

Frutos secos

Frutos secos

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Los frutos secos son una gran fuente de vitamina E.

Vitamina F (más o menos)
En realidad no es una vitamina, la "vitamina F" es solo un apodo para dos ácidos grasos omega: el ácido alfa-linolénico (ALA) y el ácido linoleico (LA). Estas grasas esenciales favorecen el funcionamiento del cerebro, reducen la inflamación y ayudan a mantener la piel y las membranas celulares sanas.

Como técnicamente no son vitaminas, las dejaremos pasar discretamente.

Vitamina K
No, no te has perdido las vitaminas G a J: simplemente se les ha cambiado el nombre con el paso de los años. Pero la vitamina K es real y es fundamental para la coagulación de la sangre.

La vitamina K -que se obtiene a través de alimentos como las verduras de hoja verde y los cereales- es fundamental para la coagulación de la sangre.

Alimentos de hojas verdes

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Las deficiencias son más comunes en los niños y pueden provocar hematomas y hemorragias difíciles de detener. Los suplementos son eficaces y se administran después del nacimiento.

La mayoría de los adultos obtienen la cantidad suficiente a través de alimentos como las verduras de hoja verde y los cereales.

Y el ganador es...

Todas estas vitaminas son importantes, y todas se encuentran en una amplia variedad de alimentos cotidianos. Pero, ¿qué alimento proporciona la mayor variedad?

El kale, el pescado azul y los huevos ocupan los puestos segundo, tercero y cuarto. Pero el número uno es: el hígado.

Hígado

El hígado es tan rico en vitamina A que se recomienda consumirlo solo una vez a la semana para evitar la toxicidad. 

Hígado

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Sí, el hígado. Ese alimento que tanto temíamos de niños y que solía servirse demasiado cocido en los comedores escolares. Pero también es rico en vitaminas A, B, D y K.

De hecho, es tan rico en vitamina A que se recomienda consumirlo solo una vez a la semana para evitar la toxicidad por vitamina A, y no consumirlo en absoluto si se está embarazada. A veces, simplemente no se puede ganar.

*Dan Baumgardt es profesor, Escuela de Fisiología, Farmacología y Neurociencia, Universidad de Bristol.


lunes, 28 de julio de 2025

_- Pilar Mateo: “Este virus ha hecho aflorar la realidad de un mundo desigual”.

_- Pilar Mateo es una de las científicas más prestigiosas del mundo y sus métodos para frenar enfermedades endémicas salvan vidas. La pandemia del coronavirus pone de manifiesto una realidad sobre la que lleva años alertando: en un mundo desigual no todos contamos con la misma protección y la prevención es siempre la mejor vacuna.

Pilar Mateo (Valencia, 1959) está convencida de que “es posible cambiar el mundo poniendo el conocimiento en acción” y ni siquiera una pandemia ha sido capaz de mermar la positividad con la que afronta las tragedias. Confiesa que estos días está durmiendo poco pero, más allá de la preocupación, es el trabajo el que sigue robándole horas de sueño. Desde su confinamiento, sin olvidar priorizar los cuidados que dedica a su madre, pasa las noches en conexión con América Latina. Nos recuerda que muchos países del hemisferio sur se enfrentan a la amenaza del coronavirus con fragilidades propias que vuelven a la pandemia mucho más corrosiva, y a las desigualdades económicas que dificultan la protección se le suman otros males vinculados a la pobreza que pueden resultar aún más mortales que la covid-19.

“La gente no se daba cuenta de que millones de personas en el mundo se estaban muriendo de enfermedades que podemos tener aquí”, afirma Pilar

Esta aclamada doctora en Químicas, reconocida internacionalmente por sus investigaciones científicas, por haber inventado una pintura insecticida de alta tecnología que está salvando vidas y por su incansable labor filantrópica, lleva 23 años dedicando sus esfuerzos a erradicar enfermedades endémicas. Habla del hambre, de insectos que matan, de comunidades silenciadas en lucha por su supervivencia y de las mujeres que reclaman derechos negados. Relata los dramas humanos de los que ha sido testigo en las zonas más empobrecidas del planeta y piensa en cómo afectará a sus habitantes la actual crisis. Su discurso está lleno de alertas pero, de alguna forma inexplicable, quienes la escuchan siempre acaban sonriendo porque esta científica pone voz a las desgracias y, por encima de todo, busca soluciones mediante la razón y el conocimiento. Es el efecto de “la ciencia que abraza”. Para ella, todo es posible: “Cuando veo un problema tengo que buscar una solución, no puedo evitarlo”, confiesa Pilar.

Prevención, ahora y siempre
Su trabajo es tan relevante ahora como cuando la entrevistamos por primera vez en 2018, pero no cabe duda de que algo ha cambiado desde entonces. Oíamos hablar del ébola, del mal de Chagas, del dengue, de la malaria, de la leishmaniasis… pero hasta hace unos meses, las enfermedades zoonóticas no formaban parte de las principales preocupaciones sociales en los países económicamente privilegiados. Para la mayor parte de la población europea este tipo de males eran una amenaza ajena: “La gente no se daba cuenta de que millones de personas en el mundo se estaban muriendo de enfermedades que podemos tener aquí, como se ha demostrado ahora. Las tenemos muy cerca y espero que algo así sirva para que esto mejore”, opina Pilar.

Un documental que grabó hace cuatro años con su propia productora (Filmantropo) en Liberia, en plena crisis por la epidemia del ébola, está sirviendo ahora para explicar el minucioso proceso de desinfección de los EPI (Equipos de Protección Individual) a los sanitarios. Demuestra que el mejor escudo para protegernos es el mismo ahora que entonces, el mismo aquí que allí: “Llevo años sufriendo al decir estas cosas, porque se da mucho más valor a un medicamento, porque parece que es lo que nos va a curar, cuando para mí tiene tanta o más importancia prevenir la enfermedad. La mejor vacuna para una enfermedad que te transmite un mosquito es que no te pique el mosquito. Pues con esto es lo mismo y habrá que hablar de prevención”.

Se refiere al coronavirus, pero también al mosquito tigre, transmisor de virus como el Chikungunya o el zika y que ya está presente en el Mediterráneo cada verano; o a la leishmaniasis, “que no es un problema presente solo en Bangladés, donde se da una alta tasa de mortalidad, sino que también la tenemos aquí”. Desde el punto de vista de Pilar, “la ciencia tiene que estar escuchando, y no solo desde la parte química, sino también desde la humana. Una no puede estar pensando en qué fallé ayer sino en qué vas a hacer mañana”.

Miedo, rabia, acción
Es una frase del filósofo y político italiano Antonio Gramsci la que le sirve como antídoto contra la apatía: “Ante el pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad”. A finales de los 90, cuando acababa de inventar su famosa pintura, un médico se puso en contacto con ella para decirle: “Doctora, mi pueblo se muere. El 85% de la población está enferma de Chagas”. Antepuso la voluntad al pesimismo y viajó hasta el Chaco boliviano, una de las zonas más empobrecidas de América Latina. “Tenemos esperanza de que nos salves de lo que nos está pasando” fue la frase con la Pilar fue recibida por un grupo de mujeres guaraníes y la que le hizo entender que era allí donde debía poner en acción su conocimiento.

PIlar Mateo en el Chaco boliviano. PIlar Mateo en el Chaco boliviano. ARCHIVO PERSONAL Recuerda que la primera noche que pasó en la selva, en una de las chozas del poblado indígena, experimentó el giro que daría un vuelco a su vida: “Encendí la luz y vi bajar a cientos de vinchucas, de chinches, que venían a por mí. A partir de ese momento el miedo se convirtió en rabia y la rabia, en acción”.

Rememorar aquel punto de inflexión le hace pensar que esa misma concatenación de emociones (miedo, rabia, acción) puede sacarnos ahora del que parece un agujero negro: “Es muy importante pasar del miedo a la rabia. Hay que sacarla y reaccionar para no caer en la tristeza; que tu cuerpo te pida empezar a buscar soluciones. Que el miedo no se apodere de ti, porque hay que tenerle respeto, pero también tenemos que luchar contra él con nuestra capacidad intelectual, nuestra capacidad de hacer cosas y salir adelante. El sistema se ha colapsado, hay mucha gente que va a estar muy mal y ahora los que tenemos capacidad para crear y para pensar tenemos que ayudar más que nunca. Necesitamos tener ideas nuevas, hacer cosas y generar iniciativas que nadie pensaba posibles y que ayuden a reformar el mundo”.

“Para una persona indígena que vive en la selva, sin nevera ni supermercados, el drama del hambre puede superar al del coronavirus”, asegura la doctora

El retrato de un mundo desigual
Pilar considera que “lo que ha hecho este coronavirus es aflorar la realidad de un mundo desigual”. “En Occidente estamos preocupados, pero no estamos viendo qué va a pasar con comunidades silenciadas que también van a sufrir la covid-19. Esta enfermedad también les toca, pero más aún por culpa del hambre, por falta de medios, porque debido al confinamiento no van a poder salir para sobrevivir… Para una persona indígena que vive en la selva, sin nevera ni supermercados, el drama del hambre puede superar al del coronavirus”. Hace apenas cuatro meses volvió de una de sus muchas temporadas conviviendo en comunidad con las que ya considera su familia, las guaranís, compañeras del Movimiento de Mujeres Indígenas del Mundo (MoMIM) que sigue impulsando.

Nos recuerda que “el mosquito que transmite el dengue es muy doméstico y vive en las casas”, por lo que en muchos países está encontrando el contexto idóneo para expandir la enfermedad entre las personas confinadas. Poniendo como siempre su conocimiento en acción, acaba de inventar “unas trampas para engañar a las hembras de los mosquitos, sin insecticidas ni nada, para que pongan los huevos en otro sitio”, evitando así la escalada del brote. “La tierra no deja de ser un barco que va por el universo. Está la popa y la proa, y si uno de los dos lados no está equilibrado, el barco se acabará hundiendo. Evidentemente hay un desequilibrio mundial tremendo y tenemos que hacer lo posible por seguir trabajando para compensarlo”.

“Puede ser precisamente la pandemia de la unidad, de la igualdad, de la equidad”, reflexiona Pilar

Es justamente en el potencial del presente para cambiar el futuro donde esta científica sigue poniendo la mirada: “Los jóvenes son estupendos, están muy formados, pero viven en una sociedad que nos ha dirigido hacia la economía de consumo. Ahora, de repente estamos viendo que hay enfermedades que paran el mundo, y hay que pensar de forma más global. Hay que ayudar a todos por igual”. Asegura que cada vez hay más personas “pensando en hacer cosas para ayudar a la humanidad y eso es maravilloso”. Los cientos de iniciativas recogidas en Pienso, Luego Actúo son un buen ejemplo de ello.

A diferencia del dengue, el coronavirus no es la enfermedad de los silenciados, sino que es la pandemia de todos. Cuando le preguntamos por un nombre con el que adjetivar el mal que recorre el mundo responde: “Puede ser precisamente la pandemia de la unidad, de la igualdad, de la equidad”: la que por fin nos enseñe a ver el mundo tal cual es, la que nos empuje a reflexionar sobre el valor de unas vidas y otras… la que quizá nos permita pasar del miedo a la rabia, y luego, a la acción.


https://elpais.com/sociedad/2020/04/24/pienso_luego_actuo/1587720492_273394.html?prm=ep_bc_yoigo_20200428

domingo, 27 de julio de 2025

Los irresponsables: los que llevan al fascismo al poder

Después de un discurso de Franz Von Pappen, en 1932, a la sazón canciller de la República de Weimar, Goebbels comentó: “Papen ha hablado en la radio. Un discurso que viene de nuestras propias ideas, de la A a la Z”.

Von Papen, hijo de una rica familia católica de Westfalia fue dirigente del Zentrum hasta que fue expulsado por favorecer la caída de Brüning, el canciller del centro-derecha que quiso mantener el espíritu de acuerdo y negociación con la socialdemocracia, principalmente. Von Papen, se convirtió en canciller legislando de manera autoritaria con la connivencia de Hindenburg, el presidente de la República, aplicando el famoso artículo 48 de la Constitución de Weimar, pensado para situaciones de excepción y convertido, por la voluntad de los máximos dignatarios de Alemania, en el modus operandi normal con el único fin de eludir el parlamento, limitar los derechos sociales y condicionar autoritariamente la reforma del estado.

Entre los logros indiscutidos de Von Papen: el golpe de estado contra el Land de Prusia, el más grande y determinante del país; la restitución de la legalidad a las tropas de asalto nazis, que utilizaron sin rubor las nuevas condiciones de tolerancia por parte del gobierno para aplicar de manera sistemática el terror y la eliminación de adversarios. Y el que fue su mayor logro, sin duda: la de hacer posible la llegada de los nazis al poder con el nombramiento de Hitler como canciller y él mismo como vicecanciller en 1933. La arrogancia de las clases dominantes, que es factor a considerar, le llevó a pensar que sería posible neutralizar a Hitler, un don nadie, compitiendo con él, todo un señor y político y militar experimentado. Lo que ocurrió ya lo sabemos.

En estas semanas, en las que una buena cantidad de libros recuerdan la experiencia de Weimar, me gustaría destacar el escrito por Johann Chapoutot Les irresponsables, Qui a porté Hitler au pouvoir? (no traducido) que se detiene a explicar una de las enseñanzas de Weimar: la connivencia de una parte sustancial de la vieja elite política y económica de la Alemania del momento con los nazis. Ellos fueron artífices indispensables en la materialización de la hipótesis nazi con los que compartían, en menor o mayor grado, dos elementos sustanciales de lo que ha sido el argumentario reaccionario desde mediados del siglo XIX: el desprecio hacia la democracia y el odio a las políticas sociales.

Ambos elementos se declinaban entonces en parecidos términos a como lo hacen ahora: el pluripartidismo como problema; el parlamentarismo como poco funcional; la necesidad de aislar temas del control democrático; la política social como generadora de una sociedad sin valores y “afeminada” y la creación de un enemigo interno: en su caso los judíos y el marxismo.

En palabras de Hitler, había en Alemania quince millones de personas ajenas al sentimiento nacional. Se refería, básicamente, a los votantes del Partido Socialdemócrata y del Partido Comunista de Alemania, “su misión (la de Hitler) es clara: destruir, exterminar el marxismo”.

En relación con las políticas sociales, solo un ejemplo, la patronal alemana persiguió afanosamente durante el período de Weimar, la cancelación de los acuerdos de Stinnes-Legien de 1918 que instauraron la jornada de 8 horas, la semana de cinco días, el derecho de desempleo, así como el principio de representatividad sindical en las fábricas. En este punto, Hitler fue siempre un hombre al lado de los patronos. Una de sus primeras leyes, 20 de enero de 1934, fue precisamente la derogación de todos esos derechos sociales.

Hay dos elementos más a reseñar en esta revivificación del “momento Weimar” al calor de lo que están viviendo (y sufriendo) nuestras sociedades. En primer lugar, se ha enfatizado la idea de que “el ascenso del fascismo era evitable” y es completamente cierto. Pero lo es a condición de ser claros respecto a cuales fueron los principales elementos que condicionaron ese ascenso y sobre los que arrojar luz.

En este punto, nuevamente, es muy importante hacer referencia a los dos principales elementos de contenido que ayudaron a amalgamar el bloque socio-político sobre el que se elevó el fascismo y, en segundo lugar, la evidencia de que los partidos de derechas, pero también los de izquierda, minusvaloraron el rol del nazismo como catalizador de un nuevo momento histórico.

Los partidos de derecha entonces y ahora, consideraron que una estrategia de acercamiento y aggiornamiento sería suficiente para integrar a los nuevos sujetos políticos en la lógica del mainstream de derechas. Estos partidos subvaloraron el profundo desprecio de los nazis a la vieja política y su voluntad de modificar el statu quo de manera radical e irreversible. Su connivencia ayudó a convertirlos en partidos “normales”, sin riesgo para el sistema democrático.

Por parte de la izquierda, el Partido Comunista Alemán y su estrategia sectaria del socialfascismo abrió una auténtica autopista al partido nazi. La idea de que la socialdemocracia era tan peligrosa como los nazis, impidió la construcción de un acuerdo de defensa de la república democrática y dividió al conjunto de los trabajdores en un momento clave de la confrontación de clase en toda Europa. La socialdemocracia no está exenta de responsabilidades. Su ausencia de firmeza en momentos clave impidió desmantelar los elementos estructurales que hicieron posible, posteriormente, la victoria del fascismo. Privilegiar el acuerdo con la derecha, para detener a los nazis, y la ausencia de una iniciativa extrainstitucional fueron, ambos, parte de una estrategia tan equivocada como insuficiente.

La condición para hacer posible un aprendizaje constructivo de la República de Weimar es no olvidar estos condicionantes estructurales que determinaron el futuro de Weimar y de la democracia en Alemania y en Europa. Los factores personales no dejan de tener importancia, claro está. Sujetos como Von Papen; Hindenburg; el magnate de los medios de comunicación Alfred Hugenberg, el denominado “Führer olvidado”; el brillante militar e intrigante Schleicher, que jugueteó a “utilizar” a los nazis hasta que se dio cuenta, demasiado tarde, del peligro que había ayudado a desatar. Scheleicher, por cierto, fue asesinado por los nazis, junto a su mujer, en 1934.

Sin olvidar, que el momento determinante, el que precipitó el ascenso de Hitler a la Cancillería, vino precedido de una denuncia por corrupción, aireada en medios de comunicación cercanos al partido nazi, y que ofreció un papel singular a uno de los hijos menos dotado de luces de Hindenburg, Oskar.

Estos elementos son irrepetibles, claro está, y fueron relevantes en la trama palaciega que también cuenta para explicar qué es lo que pasó. Pero los elementos de fondo, al menos los tres que he pretendido destacar: el desprecio a la democracia, el odio a las políticas sociales por parte de las elites políticas y económicas y las estrategias sectarias o faltas de determinación por parte de la izquierda, son elementos sobre los que repensar el nuevo escenario político.

El elemento determinante, a mi juicio, es valorar el nuevo momento global, la radical novedad de este momento histórico, y el modo en que se insertan los diferentes actores, en particular la extrema derecha. Esta radical noveda emparenta el momento Weimar con la situación actual. Ahora, como entonces, estamos en esa situación de interregno tan bien descrita por Gramsci, de cambio estructural del sistema de dominio y de resistencia. Por eso, resucitar viejas prácticas o esquemas de relación entre fuerzas políticas de los años 90 forma parte de los errores que condujeron a la República de Weimar a un final dramático.

Para abundar en esta idea, de la radical novedad, dos elementos más, ambos vinculados. El concepto de “populismo” que con tanta ligereza ha sido usado y abusado, sugiere dos diferencias sustanciales de este momento respecto al de Weimar en relación con la caracterización de la extrema derecha: el alineamiento de estos partidos, en la situación actual, a la democracia; y la ausencia de violencia estructural con fines políticos.

Creo que ambos elementos se han quedado obsoletos. La extrema derecha ha encontrado el modo de vaciar de contenido la democracia liberal sin, necesariamente, cuestionar el concepto. Y en ese propósito cuenta con poderosos aliados, uno de los más conspicuos y virulentos, el partido de las Togas, un aparato judicial servidor de los intereses de las clases dominantes. Respecto al segundo, después de la ocupación del capitolio en enero de 2021 o los eventos de violencia racista y sectaria en algunos países, ya no podemos considerar que ambos elementos sean un límite a la comparación histórica y la evaluación de la situación.

El énfasis debe ponerse, entonces, en la construcción de esa coalición socio-política que pueda consolidar una democracia con un claro contenido social y transformador. En ese itinerario, el BOE, la acción de gobierno, es super importante, pero no puede ser la única opción. Por sí mismos, los textos y normas publicados como leyes no son suficientes para levantar un poderoso movimiento de reivindicación democrática que ponga freno, primero y revierta después, el ascenso de la extrema derecha.

La idea de un proyecto democrático socialmente inclusivo y avanzado; preocupación por limitar la brecha de desigualdad en nuestras sociedades; recuperar la confianza en “lo público” (no solo y no tanto en la política); construir un proyecto de sociedad para los próximos veinte años sobre la base de la participación, la colaboración y el protagonismo para el activo civil, social y académico que hay que movilizar para controlar, primero y detener después al odio y al miedo convertidos en oferta electoral.

El modo en el que esto debe declinarse en términos electorales, viene después.

Siguiendo a Einstein: “en medio de la dificultad reside la oportunidad”

Pedro Chaves profesor de CC. Política en la Universidad Carlos III de Madrid y Asesor en el Grupo Parlamentario Plurinacional de Sumar.

Fuente: www.sinpermiso.info, 16 de julio 2025

sábado, 26 de julio de 2025

El mundo vive un ‘momento Weimar’, “ejemplo de manual de lo frágiles que son las democracias”

Carteles electorales para las elecciones de marzo de 1933 con los rostros del líder nazi Adolf Hitler y del presidente Paul von Hindenburg.

Nada es inevitable: esta es la lección de ‘El fracaso de la La República de Weimar . Las horas fatídicas de una democracia’, de Volker Ullrich, y otras novedades editoriales en torno al derrumbe de la primera República liberal en Alemania.

La lección, si es que la hay, es que nada está escrito. La República de Weimar no tuvo por qué fracasar como fracasó. Adolf Hitler podría no haber llegado al poder si algunas personas concretas hubieran tomado decisiones distintas. Existían otros caminos que habrían podido desembocar en otros finales que no fuesen la destrucción de Europa y el Holocausto. Valga esta lección ahora que proliferan los libros con la palabra Weimar o 1933 en la portadas, y que tanto se usa y abusa de la analogía de nuestros tiempos con el primer experimento de democracia en Alemania, un país que llegó tarde al estado nación, la revolución burguesa y al liberalismo. Nada está escrito de antemano y nada es inevitable: esta es la lección.

“La clave es que el fracaso de la República de Weimar no fue imparable, sino que siempre hubo oportunidades y posibilidades de ir en una dirección diferente y de cambiar de rumbo. También la pregunta acerca de por qué estas oportunidades se dejaron pasar”, resume Volker Ullrich, autor del recién publicado El fracaso de la República de Weimar. Las horas fatídicas de una democracia (Taurus, en castellano). El historiador y periodista, nacido en 1943, al año de Stalingrado, durante un bombardeo en un refugio antiaéreo en la ciudad alemana de Celle (“tengo la misma edad que Joe Biden”, explica al inicio de la conversación en el salón de su apartamento en Hamburgo), lleva toda la vida persiguiendo esta ballena blanca, este obsesivo por qué. “¿Cómo se explica esta insólita caída de Alemania en la barbarie? ¿Cómo fue posible la ruptura de la civilización entre 1933 y 1945?”, se pregunta. “Este fue, y es, el tema de mi vida, y el de mi mujer, que murió hace unos años. Fue el tema que siempre nos ocupó”.
El historiador y escritor alemán Volker Ullrich, en la Feria del Libro de Fráncfort, en octubre de 2014.

El historiador y escritor alemán Volker Ullrich, en la Feria del Libro de Fráncfort, en octubre de 2014. Susanne Schleyer (akg-images / A

¿Y dónde empezar, en busca de la respuesta, si no en Weimar, aquellos años de crisis económicas y cúspides artísticas, de liberación de las costumbres y de pistoleros en la calle, de una democracia moderna que sin saberlo incubaba el huevo de la serpiente ? ¿Y cómo abordar su fracaso, si no es nombrando a aquellos cuyas decisiones, habiendo podido conducir a otro resultado de haber sido distintas, auparon a Hitler a la cancillería en enero de 1933, ni 15 años después de la caída de la monarquía y la fundación de la República, para siempre asociada a la ciudad de Goethe y Schiller y el clasicismo alemán? 

Primer responsable, señala Ullrich: la Kamarilla, palabra de origen castellano que, como guerrilla, ha hecho fortuna en otras lenguas. Se denomina Kamarilla al reducido círculo que rodeaba al presidente Paul von Hindenburg. Fueron ellos, los Von Papen, Meissner o el hijo de Hindenburg, quienes manejaron los hilos para nombrar a Hitler como canciller sin estar obligados a ello y pese a que en las elecciones de noviembre de 1932 el futuro dictador había retrocedido en las urnas y, aun siendo la fuerza más votada, carecía de mayoría.
Tres marionetas que representan a Alfred Hugenberg, Franz von Papen y Adolf Hitler, en Berlín en 1932.    

Tres marionetas que representan a Alfred Hugenberg, Franz von Papen y Adolf Hitler, en Berlín en 1932. Keystone-France / GAMMA-RAPHO / GETTY IMAGES

A la Kamarilla habría que añadir, de modo más general, a los conservadores, figuras como el magnate de la prensa Alfred Hugenberg, que creyeron poder domesticar al dirigente nazi llevándole al poder. Sucedió lo contrario: “A Hitler le bastaron solo unos pocos meses para desembarazarse de quienes le habían aupado”.

Hitler jugaba con ventaja: se le menospreciaba y esto le benefició. “A finales de 1932, la mayoría de los observadores contemporáneos, incluso los muy inteligentes, estaban convencidos de que el movimiento nazi estaba en retroceso y que Hitler ya era historia”, cuenta Ullrich. Es la historia que meticulosamente, y basándose en los testimonios de escritores y artistas  (los Mann, Brecht, Döblin, Lasker-Schüler,...) , que “no quisieron reconocer [el peligro], lo subestimaron, reaccionaron con demasiada lentitud”, relata otro historiador y periodista alemán, Uwe Wittstock, en Febrero de 1933. El invierno de la literatura.

Más responsables, según Ullrich: los grandes terratenientes prusianos del Este del río Elba, los llamados Junker, que disfrutaban de un acceso privilegiado a Hindenburg. Al cumplir 80 años, le había regalado la finca de Neudeck en Prusia Oriental. En enero de 1933 los Junker ejercieron una “enorme presión” sobre el presidente para que destituyese al canciller Schleicher y nombrase a Hitler.

Como responsable “indirecto” del fracaso de Weimar, Ullrich apunta también al KPD, el Partido Comunista Alemán. En las elecciones presidenciales de 1925, explica, en vez de apoyar al candidato republicano y moderado, presentaron a su propio candidato, Ernst Thälmann, y facilitaron la elección de Hindeburg. En los últimos años de la República, se dedicaron a combatir a los socialdemócratas como “socialfascistas”, “y así contribuyeron al debilitamiento del frente de defensa ante los nacionalsocialistas”.
El presidente alemán Paul von Hindenburg (izquierda) con el líder nazi Adolf Hitler en Noldeck en 1933, año en que aquel lo nombró canciller.

El presidente alemán Paul von Hindenburg (izquierda) con el líder nazi Adolf Hitler en Noldeck en 1933, año en que aquel lo nombró canciller. Hulton-Deutsch COLLECTION / CORBIS / GETTY IMAGES

¿Y la industria? “Esta fue siempre la tesis de la historiografía marxista, que Hitler habrían sido el agente del gran capital y que la gran industria le habría llevado al poder”, responde el historiador. “Pero esto no se sostiene”. Es cierto, argumenta, que antes de 1933 los nazis disfrutaban de apoyos en el gran capital, y el más prominente era Fritz Thyssen, el magnate de acero. Pero los capitanes del Rin y el Ruhr, añade, se mantenían a distancia de Hitler. El motivo es que el programa económico del NSDAP, el Partido Nacionasocialista Obrero Alemán, “todavía tenía rasgos anticapitalistas, por lo que no se sabía adonde llevaría aquel viaje”. Todo cambió en 1933, con Hitler ya en el poder. Entonces, sí: los industriales “rápidamente cambiaron de opinión”.

Otra idea común es que el fracaso de Weimar se explicaría por las condiciones leoninas que el Tratado de Versalles impuso a Alemania, condiciones que habría alimentado el resentimiento que propulsó a Hitler. Cuando se le pregunta si aprueba esta tesis, Ullrich responde: “No mucho”. Dice que, aunque Versalles fue una paz impuesta que exigió a Alemania renuncias territoriales y reparaciones, y que en su artículo 231 sentenciaba a Alemania como responsable de la Primera Guerra Mundial, no eran exigencias extraordinarias. Alemania quizá habría impuesto las mismas, o más estrictas, de haber ganado, como había hecho unos meses antes a la Rusia revolucionaria en la paz de Brest-Litovsk. Es más, ni las reparaciones de Versalles eran inasumibles: “Fue duro, pero ofrecía la oportunidad de una corrección”.

Nada estaba escrito de antemano y nada era —nada es— inevitable: este es el leitmotiv de varios nuevos ensayos que acreditan que hoy vivimos un momento Weimar. Pero, ¿hasta dónde puede llegar la analogía? “Todo el mundo es un gran Weimar ahora, suficientemente conectado de modo que una parte puede influir mortalmente en las otras partes, pero insuficientemente conectado para ser políticamente coherente”, dice Robert D. Kaplan en Tierra Baldía. Un mundo en crisis permanente. “No veo a un Hitler entre nosotros, ni tampoco un estado totalitario mundial, pero no den por hecho que la próxima fase de la historia será más tranquila que la actual”, escribe el viajero y geopolitólogo estadounidense, antes de añadir: “La democracia, cuando es débil e inestable, y cuando se desarrolla en un contexto de instituciones inestables, no es ninguna garantía contra la tiranía”.

Como Kaplan, el historiador Johann Chapoutot asume sin complejos la analogía   presentista, y él, francés y de izquierdas, la lleva a su terreno: la Francia de Emmanuel Macron. Convencido de que “toda historia es contemporánea”, y deslumbrado por los paralelismos que adivina entre la Alemania de 1930-1933 y la actualidad de la política y la sociedad en su país, Chapoutot constata en Les irresponsables. Qui a porté Hitler au pouvoir? (Los irresponsables. ¿Quién llevó a Hitler al poder?, no traducido), que “Weimar es un significante inagotable”. Que en efecto es inagotable lo demuestra a lo largo del volumen, que es un ensayo sobre Weimar —bien escrito y documentado— pero en realidad trata de otra cosa: de Macron, Le Pen, Mélenchon y la Francia de hoy.

Chapoutot cuenta en el libro la historia de “cómo el extremo centro llevó a la extrema derecha al poder”. Lo resume así: “Es, de hecho, una pequeña oligarquía atrevida, egoísta y limitada la que hizo la elección, el cálculo y la apuesta del asesinato de una democracia; liberales autoritarios que, convencidos de su legitimidad supraelectoral, persuadidos de lo razonable de su política de reformas (la palabra ya estaba omnipresente en 1932), enamorados de su propio genio, su origen y sus redes, decidieron con frialdad que la única vía racional y razonable para mantenerse en el poder y evitar toda victoria de la izquierda era una alianza con los nazis”. El lector fácilmente puede acabar imaginando que, en este juego de espejos, Macron sería Von Papen (o Hindenburg); Hugenberg, el magnate conservador Vincent Bolloré; y Marine Le Pen...

Leyendo las novedades sobre Weimar, se produce un efecto de distancia: cuanto más alejados los autores de Alemania (Kaplan y Chapoutot), más libertades se toman en sus analogías y anacronismos. Cuando más cerca (Wittstock y Ullrich), mayor es el apego a los hechos tal como se vivieron y mayor la cautela a la hora de extrapolar, lo que no significa que renuncien a la visión contemporánea, a las posibles lecciones. “Para destruir la democracia”, escribe Wittstock, “los antidemócratas no necesitaron más tiempo del que duran unas buenas vacaciones anuales. Quien a finales de enero se fue de Alemania dejando un Estado de derecho, cuatro semanas después regresó a una dictadura”. Volker Ullrich dice algo similar en la entrevista en Hamburgo: “Weimar es un ejemplo de manual de lo frágiles que son las democracias”.
El excanciller Franz von Papen, en un mitin electoral en 1933.

El excanciller Franz von Papen, en un mitin electoral en 1933. Hulton-Deutsch COLLECTION / CORBIS / GETTY IMAGES 

El autor de El fracaso de la República de Weimar no esquiva la respuesta sobre los parecido entre el NSDAP y Alternatica para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que en las elecciones de febrero se conviertió en la segunda fuerza parlamentaria. “La estrategia que sigue AfD se parece en cierto modo a la del NDSAP. Está diseñada a largo plazo, en vistas a una conquista lenta del poder. Quiere convertirse en el primer partido dentro del marco del sistema y respetando la Constitución. También Hitler quería llegar al poder legalmente. Después, sin embargo, se deshizo rápidamente de la Constitución de Weimar. Hoy AfD, a pesar de que no hay ninguna crisis económica grave ni un desempleo masivo, es más fuerte que el NSDAP en [las elecciones de] septiembre de 1930. Sería un gran error infravalorarla”.

También ideológicamente existen coincidencias, según el historidor. “Por ejemplo, en la agitación contra los extranjeros, en las proclamas de Alemania para los alemanes, en el nacionalismo mezclado  con retórica völkisch”, dice usando la palabra alemana que designa la ideología étnica con raíces en el romanticismo decimononónico.  “Lo que les diferencias es que [AfD] no promueve decididamente la abolición del sistema parlamentario, mientras que, para Hitler, este fue siempre el objetivo: debía suprimirse la democracia y debían abolirse todos los partidos, excepto el NSDAP. Esto no es lo que defiende AfD: su idea apunta más bien hacia una transformación de la democracia en dirección a la Hungría de Viktor Orbán. Es decir, una democracia iliberal con rasgos autoritarios, pero no una supresión completa de los partidos”.

La lección del fracaso Weimar para 2025 tiene sus límites, pero a Ullrich, desde sus años de estudiante, y después como periodista en Die Zeit y como autor, entre otros, de la última gran biografía de Hitler, nunca ha dejado de obsesionarle aquel “exceso de violencia sin precedentes que afecta a los fundamentos de la civilización humana, que la pone en tela de juicio”. “Es espantoso que algo así fuera posible. Y estoy convencido de que esto seguirá resonando mientras haya humanos en este planeta”, continúa con la emoción y la convicción de quien ha dedicado la vida entera al estudio de aquellos 12 años y lo que los precedió. “Este país y las generaciones venideras deberán vivir con esto”.