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jueves, 26 de febrero de 2015

El gran debate es el debate que no hay

Otra vez se amanece con noticias de que no hay dinero para pagar las universidades. Que los profesores y los alumnos cuestan mucho y que no hay dinero. Mañana tocará el de la sanidad. Que los médicos y las medicinas cuestan demasiado y que los pacientes gastan mucho.

Pero nunca se plantea un debate semejante sobre si es sostenible tener un montón de Parlamentos autonómicos, uno nacional, un Senado, una monarquía con dos reyes y dos reinas, coches blindados con chófer para esas personas, aviones con catering de lujo, empleados para coser alfombras, etcétera.

A lo mejor si en un país no hay dinero hay que ser más humildes en todo, no solo en los servicios públicos, y es muy posible que si realmente hubiese una democracia y se preguntase a los ciudadanos si prefieren tener educación y sanidad o un Estado lleno de lujos y símbolos, prefiriesen lo primero.

Pero ese debate, ese, nunca se produce, pues los que se benefician de esos lujos y los que se atechan bajo esos símbolos son los mismos que impulsan los debates, mientras que los ciudadanos somos los que simplemente estamos forzados a pagar.—
 Oviedo 25 FEB 2015 

viernes, 20 de febrero de 2015

Islandia atribuye su recuperación a haber rechazado aplicar la austeridad. "Los intereses económicos en una mano y la democracia en la otra", dice el presidente

El colapso de la banca a finales de 2008 llevó a Islandia a una pérdida del 8% de su riqueza en dos años y a una inédita tasa de paro del 11,9%. La economía de la isla dio un giro a partir de 2011. Basándose sobre todo en el turismo, las exportaciones pesqueras y la industria del aluminio, Islandia recuperó el terreno perdido, la tasa de paro oscila entre el 3% y el 4% y el Gobierno ha previsto una expansión del Producto Interior Bruto (PIB) del 3,3%. El presidente del país, Olafur Ragnar Grimsson, ha atribuido en parte esa recuperación a haber desoído los consejos de los organismos internacionales, en particular la Comisión Europea, para que aplicara medidas de austeridad. A pesar de que ha rechazado dar consejos a Grecia, el presidente islandés ha destacado que la UE se equivocó con su caso. “¿Por qué deberían tener razón en otros?”, ha planteado.

El presidente islandés ha pronunciado este miércoles una conferencia en la escuela de negocios Iese, tras la cual ha mantenido un almuerzo con periodistas. Olafur Ragnar Grimsson ha recomendado a la UE que saque sus conclusiones sobre la crisis y la recuperación de Islandia y ha reclamado mantener los equilibrios entre “la democracia” y los “intereses económicos”. “Los intereses económicos en una mano y la democracia en la otra”, ha sostenido. El presidente ha rechazado que la población deba sufrir con medidas de duros recortes presupuestarios y ha abogado por la combinación que empleó el país, que pasó por renegociar la deuda (el país rechazó en un referéndum pagar por los errores de sus bancos) y una devaluación de la moneda. El país, sin embargo, mantiene severos controles de capital desde 2008 y es sólo ahora cuando empieza a plantearse si debe eliminar o no las restricciones que bloquean la libre circulación de fondos por una cuantía que equivale al 50% del PIB.

Después de que en 2009 Islandia iniciara las negociaciones para incorporarse a la Unión Europea, el año pasado el Gobierno de centroderecha decidió romperlas. El presidente ha asegurado este miércoles que esa opción no está “olvidada”, puesto que una parte del país todavía aboga por la integración. Sin embargo, el jefe de Estado de Islandia ha admitido que la cuestión pesquera pesa en la decisión. En el país está vigente un sistema de cuotas que Gobierno y sector pesquero defienden a capa y espada y que despierta recelos en Bruselas, sobre todo en cuanto a las capturas de caballa. Olafur Ragnar Grimsson ha mantenido que Islandia “nunca aceptará” esas condiciones. Aun así, ha afirmado que el debate sigue vivo y ha recordado que el país ya forma parte de varios acuerdos económicos y de seguridad del continente.

El presidente de Islandia ha explicado que hoy el turismo y las exportaciones de pescado, sobre todo de bacalao, son los puntales del país. La industria turística lleva tres años creciendo a un ritmo de entre el 15% y el 20%, lo cual al principio se debió a la devaluación de la moneda y luego a las campañas turísticas que se han lanzado. En un país de 320.000 habitantes, cada año se reciben ya un millón de turistas, procedentes sobre todo de Europa y Estados Unidos, pero ahora también de Asia. “En los próximos 5 o 10 años el reto es seguir con la misma experiencia sin hacer daño al medio ambiente”, ha sostenido el presidente islandés. Este ha destacado que la crisis financiera llevó a trabajadores de ese a otros sectores, lo cual ha fomentado la creatividad y la innovación.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/02/18/actualidad/1424281414_946592.html

lunes, 26 de enero de 2015

La atractiva necesidad de refrescar la memoria. Las grandes transformaciones reales necesitan consenso entre grandes sectores de la sociedad

¿Se puede humanizar el análisis económico? ¿Es razonable pretender que se incluyan dentro de los elementos a tener en cuenta las consecuencias previsibles sobre la vida de las personas concernidas? Algunos piensan que pretender humanizar la relación coste-beneficio es muy encomiable, pero poco útil. Otros, que es imprescindible políticamente y que esa humanización debe fijar el objetivo de la actuación reguladora del Estado. Es lo que mantiene, por ejemplo, uno de los juristas más famosos de Estados Unidos, Cass Sunstein, catedrático de Harvard, 60 años, colaborador de Obama y, para algunos comentaristas conservadores, “el hombre más peligroso de América”, según el largo perfil que publica el último número de la revista de Leyes de esa universidad.

Sunstein cree que Franklin Delano Roosevelt pronunció el discurso más importante del siglo XX cuando propuso, en enero de 1944, quince meses antes de su muerte, una “segunda Carta de Derechos”, un texto que debería ser añadido a la Constitución de Estados Unidos, incorporando como derechos el acceso a un trabajo justamente remunerado, la sanidad, la educación, el techo, las pensiones...

Algo curiosamente parecido a lo que había significado el  Informe Beveridge  en Gran Bretaña y que allí daría origen, después de la II Guerra Mundial, al gobierno más extraordinariamente reformista de la historia, el que encabezó  Clement Atlee, con Aneurin Bevan como ministro de Salud y creador del sistema sanitario público más admirado del mundo: el National Health Service. Atención, todo aquel formidable cambio se produjo en los días en los que Gran Bretaña mantenía una deuda soberana equivalente al 250% de su PIB.

A Sunstein, que defiende la idea del “empujón del Estado”, le gusta “refrescar la memoria” y recordar a sus compatriotas que hubo épocas en las que se hablaba de asuntos como incorporar nuevos derechos sociales a la Constitución americana, sin que eso provocara ningún escándalo. Propuestas como las de Roosevelt, o el increíble plan que puso realmente en pie el atildado y tímido Atlee, serían calificadas ahora de locuras extravagantes.

Así que refrescar la memoria parece ser una recomendación sensata. Porque paralelamente parece que también se ha olvidado lo que significa la pobreza, no la miseria que lleva a la inanición e incapacita para pensar, sino la pobreza, la escasez e insuficiencia permanente de lo necesario. El estado en el que se encuentra, según Cáritas, uno de cada cinco españoles, por ejemplo, personas que o no encuentran trabajo o que trabajan, pero no ganan lo suficiente para vivir.

“Desengáñense, la pobreza no es soportable”, aseguraba la escritora norteamericana Barbara Ehrenreich, en su libro “Por cuatro duros”. La pobreza, explicaba en un famosísimo reportaje publicado en la revista Harper, produce angustia profunda, un considerable deterioro de la salud, privaciones crónicas, un estado permanente de emergencia que va creando un estilo de vida insoportable.

Bien, pero no queda más remedio. Ya se saldrá adelante. La cuestión es que eso lo dicen quienes están en otra situación y se creen con derecho a animar a quienes padecen esa angustia insoportable. Ehrenreich nos enseñó quiénes son esas personas que no vemos y a las que aconsejamos paciencia: el camarero de la hamburguesería de la esquina, la limpiadora de un hotel de segunda, el dependiente o el reponedor de un supermercado que visitamos casi diariamente. Los trabajos sin cualificar, los que se remuneran con salarios que no dan para vivir, suelen ser precisamente trabajos duros, que exigen un gran desgaste físico y provocan dolores crónicos. Ehrenreich se asombraba de cuántos trabajadores pobres necesitaban ibuprofeno para tirar día a día y de cuántos padecían una alimentación, no escasa, pero sí inadecuada, hecha de comida de sobre.

Las grandes transformaciones, las grandes transformaciones reales, requieren consenso. Acuerdo entre grandes sectores de la sociedad. Es innegable que la sociedad española necesita hoy una gran transformación y es absurdo exigir que todo vuelva a ser como era antes, porque antes, en realidad, la tasa de paro estructural rondaba en España el 17%. El problema, como dice Sunstein, es si esa trasformación se encara pensando que la humanización del análisis económico es una exigencia o, por el contrario, una debilidad. Si se cree que el otro puede resistir lo que, simplemente, no es soportable. solg@elpais.es
Fuente:  25 ENE 2015 -
http://elpais.com/elpais/2015/01/23/opinion/1422011932_798523.html
Más, http://economia.elpais.com/economia/2014/12/14/actualidad/1418584213_652493.html

jueves, 23 de octubre de 2014

España, el tercer país con más pobreza laboral de Europa. El 12,3% de las personas con un empleo están por debajo el umbral de la pobreza, una cifra que solo superan Rumanía y Grecia

España lidera dos de los ranking más preocupantes de Europa, uno bien conocido -el de paro- y otro cuya importancia ha ganado peso en los últimos años, el de pobreza laboral.
Los últimos datos disponibles sitúan a nuestro país como el tercero con más trabajadores pobres (un 12,3% de las personas con empleo lo son), solo superado por Rumanía (un 19,5%) y Grecia (un 15,1%), según recoge el último informe de la Fundación Primero de Mayo, vinculada al sindicato CCOO. Por el contrario, Finlandia, República Checa, Países Bajos y Bégica apenas alcanzan un 5% de pobreza laboral.

Más allá del dato general, el informe señala varias circunstancias que agravan la exclusión social de las personas con empleo. El autoempleo es, por ejemplo, un factor que aumenta la vulnerabilidad: el riesgo de pobreza entre autónomos es mayor que entre asalariados. Si la tasa de pobreza entre las personas ocupadas es del 12,3%, entre los trabajadores por cuenta propia llega al 35,5%. Solo Rumanía, con un 54%, supera a España en número de autónomos pobres.

La temporalidad y los contratos a tiempo parcial son otros dos factores que condicionan la pobreza laboral. El 16,2% de las personas con contrato temporal están bajo el umbral de la exclusión, una cifra que se reduce al 5,4% en el caso de las que están contratadas de forma indefinida. "Es una tendencia similar, aunque más acusada, de lo sucedido en el conjunto de Europa, donde las personas con contrato temporal registran una tasa de pobreza del 14% y aquellas que tienen un contrato indefinido muestran una tasa del 5,5%", dice el informe.

Tal es la tendencia, que las previsiones para el año 2013 subrayan que la pobreza entre los trabajadores fijos se reducirá "ligeramente" mientras que aumentará entre los temporales. En el caso de los contratos parciales, el riesgo de pobreza llega al 19%, una cifra nueve puntos mayor que para las personas que trabajan a tiempo completo.

Bajos salarios
"Las diversas estadísticas que registran la estructura de los salarios en España muestran que existe un proceso de empobrecimiento de la población asalariada en España, vinculado al aumento de los bajos salarios", afirma también el documento. Ha aumentado, por ejemplo, el porcentaje de población que cobra el salario mínimo (645 euros al mes), según el INE: si en 2010 era el 10,3% de la población asalariada, dos años después representaba ya el 12,3%.

Otras estadísticas muestran datos aún más elevados. Es el caso de la estadística de la Agencia Tributaria, que señala que el 33% de las personas asalariadas en España (5,6 millones de personas) cobra un sueldo igual o inferior al salario mínimo. En cualquier caso, el informe de la Fundación subraya que en los últimos años ha crecido el número de trabajadores que tiene salarios más bajos, mientras que aquellos con sueldos más altos "son menos y sus salarios crecen mucho más que el resto".

A más formación, menos pobreza
La formación es otra de las claves que inciden en la probabilidad de que un trabajador caiga en la pobreza. Las personas ocupadas que no superaron la primera etapa de la educación secundaria tienen cinco veces más probabilidades que las que alcanzaron los estudios universitarios. "Si se relaciona la elevada tasa de abandono escolar con la mayor incidencia de la pobreza en las personas con menor formación se puede señalar que la peor situación de España en la comparación internacional está lejos de solucionarse y que perdurará en el tiempo", apunta el informe.

La existencia de personas dependientes en el hogar condiciona también la pobreza laboral. Los ocupados que viven en hogares donde hay menores dependientes tienen una tasa de pobreza que duplica a la de aquellos que están en hogares donde no existe esta circunstancia.

Por otro lado, las familias donde una mujer trabaja de forma remunerada presentan menos tasas de pobreza. De hecho, el informe resalta que aunque las mujeres están más afectadas por la parcialidad, la temporalidad o los bajos salarios, tienden a presentar menores tasas de riesgo de pobreza que los hombres en su misma situación.
Fuente: El Pais,

martes, 15 de julio de 2014

Hay Alternativas y se pueden poner en marcha

Las movilizaciones que se habían venido produciendo en los últimos años ponían de relieve que en España había rechazo hacia lo que estaba pasando y que millones de personas estábamos suficientemente indignadas como para reaccionar. Pero las últimas elecciones europeas han ido mucho más allá, al poner claramente de manifiesto que esa reacción no va a diluirse como los de arriba esperaban, sino que es mucho más que probable que lleve directamente a un cambio sustancial en las instituciones y el gobierno en España.

La gente acaba de comprobar que se puede cambiar y ahora es el momento de subrayar una vez más que decir que se puede no puede significar sino mostrarle al resto de la sociedad que hay alternativas reales, próximas, eficaces y mejores que las de los partidos hasta ahora gobernantes para abordar los problemas que tiene nuestra sociedad.

Ahora hace tres años que Vicenç Navarro y yo, con la colaboración de Alberto Garzón, dábamos a la imprenta un libro que primero no se quiso publicar y que luego se convirtió en un auténtico fenómeno viral en la red: Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España (puede descargarse pinchando aquí).

En él tratamos de explicar de la manera más clara posible por qué había ocurrido lo que nos estaba ocurriendo y qué se podía hacer para salir de la situación en la que estábamos, y en la que realmente seguimos estando.

En el prólogo, Noam Chomsky señalaba que se está produciendo una concentración cada vez mayor del poder y la riqueza pero que eso no se debía "a leyes de la naturaleza o a leyes económicas o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales que los favorecen" y que eso seguiría ocurriendo mientras que esas decisiones y planes no se reviertan "mediante acción y movilizaciones populares con compromisos dedicados a programas que abarquen desde remedios factibles a corto plazo hasta otras propuestas a más largo plazo que cuestionen la autoridad ilegítima y las instituciones opresivas entre las que reside el poder".

Escribimos ese libro porque teníamos la convicción de que era ya imprescindible ofrecer ese tipo de propuestas, pero en la situación en que estamos ahora lo es incluso mucho más. Y por eso creo que es importante recordar algunas de nuestras conclusiones, cuando los movimientos sociales y las fuerzas políticas se plantean (o se deben plantear) elaborar programas concretos de actuación y de gobierno.

En primer lugar decíamos que lo más importante es poner la economía al servicio de las personas, lo que, entre otras, cosas obliga a evaluar antes de tomar una medida económica a quién va a beneficiar y en qué medida, y dar la posibilidad a la gente para que se pronuncie sobre si, a la vista de ello, quiere que se adopte o no. También a impedir que un grupo social concreto tenga la posibilidad de imponer sus intereses a los demás sin que medie un método democrático de deliberación y decisión. Y, sobre todo, a rechazar cualquier asignación de los recursos que implique la desprotección de seres humanos, su empobrecimiento y su exclusión, así como toda decisión económica que quite a los que tienen menos para dar a quienes tienen más y de sobra.

También concluíamos señalando algo fundamental: la crisis que vivimos es el resultado de un fenómeno viejo pero que se ha exagerado en los últimos tiempos de las economías capitalistas, el desarrollo de la producción y el consumo como si dispusieran para sí de recursos inagotables. Por tanto, decíamos que sería imposible salir de la crisis si no aprendemos a medir y a dar valor de otro modo a las cosas que necesitamos, utilizando otros indicadores y variables para gobernar la vida económica y tomar decisiones. Y, sobre todo si no avanzamos hacia otra economía basada en la producción de los bienes que necesitemos ajustándonos no sólo, como ahora, a la escasez de recursos valorables monetariamente sino también a la de todos aquellos que nos proporciona la naturaleza o que no se valoran en dinero. Y escribíamos que las alternativas a la crisis pasan por romper también este cascarón de fantasía consumista y de individualidad en el que están encerrados millones de personas para generar nuevos valores que nos permitan avanzar desde la actual centralidad del dinero, el comercio, la ganancia, la competición y el cálculo hacia la cooperación y el afecto, hacia la justicia y el amor o hacia el placer de sentirse satisfecho con mucho menos pero en realidad con mucho más de lo que ahora tenemos.

En el libro proponíamos multitud de medidas concretas, "remedios factibles a corto plazo", como pedía Chomsky en el Prólogo, pero advirtiendo que ninguno de ellos puede entenderse como un fin en sí mismo sino como una forma de resolver lo inmediato pero también y al mismo tiempo de construir a medio y largo plazo una sociedad diferente. Y terminábamos señalando que todas ellas serían posibles si iban de la mano de una nueva sociedad de contrapoderes en las plazas, como estaba ocurriendo cuando escribíamos el libro, pero también en los centros de trabajo, en los barrios y también en la vida personal y diaria, en donde tan a menudo esta sociedad reproduce la esclavitud y la discriminación, por ejemplo, en el caso de las mujeres.

Hemos avanzado bastante desde que el libro salió a la calle e inundó la red pero ahora todavía queda por delante una tarea gigantesca: convertir los buenos deseos en programas de acción concretos, claros y realistas pero al mismo tiempo capaces también de abrir brechas y rupturas profundas en el sistema que produce y reproduce constantemente los males que se quieren combatir.

Con inteligencia y sin sectarismo intelectual, abriendo los debates en la mayor medida posible y con generosidad y autocrítica constantes, tengo la seguridad de que podrá elaborarse el necesario programa de actuaciones concretas que regeneren nuestra economía abriendo paso a un horizonte realmente transformador, democrático y humanamente satisfactorio. Juan Torres López.  http://juantorreslopez.com/

miércoles, 4 de junio de 2014

John K. Galbraith. “El emperador desnudo de Europa es la austeridad”. El economista sostiene que la Comisión debe dar “esperanza al proyecto europeo”

Uno de sus alumnos dijo una vez que el legado de su padre, el prestigioso economista John K. Galbraith, fue “la sospecha del pensador de que el emperador anda desnudo”. James K. Galbraith (Gary, EE UU, 1952), también pertenece a esa casta de críticos. Sorprende, sin embargo, cuando se le inquiere sobre quién es el emperador. La respuesta no es Merkel. Ni Rehn. Tampoco Draghi. “El emperador desnudo de Europa es la austeridad”, dice con rotundidad. Cuando se le pregunta si los políticos son, pues, los responsables de que el soberano no tenga vestimenta, vuelve a mover la cabeza de un lado al otro. “Se debería retroceder a Milton Friedman y Friedrich von Hayek”, sostiene con firmeza. “No suelo hacer a los políticos responsables de situaciones que ellos se han encontrado”, matiza.

Galbraith, profesor de la Escuela Lyndon B. Johnson y la Universidad de Texas, ha recalado en Barcelona invitado por Iniciativa per Catalunya para explicar una proposición para la Unión Europea que ha elaborado junto a los economistas Yanis Varoufakis y el exparlamentario británico Stuart Holland, quien en el momento de esta conversación trabaja con su portátil en otra mesa de la sala. “No tengo ninguna posición en las elecciones europeas, pero acudo y hablo cuando mis amigos me lo piden”, aclara. En ese documento, bautizado como “modesta propuesta”, los economistas piden a la Comisión Europea mecanismos para mutualizar la deuda y realizar gasto productivo, pero también para crear un fondo para la población más vulnerable del continente. “Debe dar estabilidad de ingresos y también esperanza para el futuro del proyecto europeo”.

La propuesta es “modesta”, dice, porque no requiere de reformas constitucionales. “Solo necesita un cambio de mentalidad”, asegura mientras da otro sorbo al café y pregunta por enésima vez si se puede bajar la música del salón. Y esa nueva forma de concebir la Unión Europea, dice, llegará tarde o temprano. “En cierto modo será inevitable cuando se produzca una dura negociación entre los países deudores y los acreedores”. Pese al pragmatismo, el profesor parte del diagnóstico de que las políticas adoptadas hasta ahora en la Unión Europea han fracasado. “Soy siempre pesimista con la esperanza de equivocarme”, asevera.

A Galbraith se le iluminan los ojos cuando se le plantea si, como en el caso de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo debería incluir entre sus objetivos la creación de empleo. Asiente: la institución norteamericana es menos dogmática. “Yo estaba en el comité de la Cámara de los Representantes y organicé las primeras audiencias regulares de política monetaria. Es un trabajo interesante para un veinteañero”, explica. Esa comisión se encargó de la modificación de la carta de la institución en 1977 para incorporar los objetivos de pleno empleo y estabilidad de precios dentro de su misión. “La redacción de ese pasaje en particular me toco a mí, eso salió de mi pequeña pluma, en la primera etapa de mi carrera. Es interesante cuando algunos de tus mayores logros son cosas que hiciste cuando tenías 20 años, hace 40”. Casi al final de la conversación, la música del salón por fin se detiene. “¿Ves? Es posible cambiar las cosas”, bromea. La paz solo dura un instante. Al cabo de cinco segundos la música vuelve a sonar.
Fuente: El País.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

No es un sueño, no; es peor

Es una ilusión creer que cuando pase la crisis volverán a recuperarse la sanidad pública, la educación garantizada y las pensiones. Los daños causados seguirán ahí. Salvo que hagamos algo


José K. no se quiere levantar esta mañana. Espíritu solidario, afanoso por acompañar siempre los usos de sus conciudadanos, ha decidido hacer lo que todos hacen y que pasa a resumirles con una sola palabra: nada. Eso es lo que él ve —la inacción— y así lo dice. De modo que acurrucado en el refugio del catre, un ojo abierto y el otro cerrado —como todo su entendimiento, a medio funcionar— quiere José K. fantasear sobre las cosas que suceden a su alrededor. En primer lugar, las más inmediatas, como constatar que no se tomará el café con leche en su bar de siempre por un cúmulo de circunstancias. Por ejemplo, porque su bar de siempre ha cerrado: la crisis. Y el establecimiento de más allá, moderno y exagerado, no tiene churros. Solo cruasanes. Y de mentira. Pero nuestro hombre quiere trascender de estas pequeñas miserias y eleva el tono de sus anhelos.

Porque pasan cosas, claro. Muchísimas cosas, aunque solo seamos capaces de practicar el cobarde ejercicio del disimulo y nos quitemos de los hombros, fingiendo que se trata de simples motas de polvo, las toneladas de lodo que nos están arrojando encima. Tuvo gracia en explicar esa circunstancia Jaime Sabines, poeta y político mexicano, así que ándale, mi cuate: “Aquí no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa nada”. Eso es, que estaba bien dicho: tanto pasa que mejor decir que no pasa nada. Porque en España, 2013, niños, jóvenes, maduros y ancianos parecen —o así los ve José K.— sumidos en una especie de sueño informe donde las cosas —todas horribles— pasan delante de sus ojos, pero creen estar viéndolas a través de una deformante capa de gelatina que suaviza aristas y difumina colores. Edulcoradas. Soportables.

Lo peor es que tales desgracias las creen pasajeras, producto de una crisis apenas momentánea, porque en cuanto acabe este mal sueño —siempre que llueve, escampa, dicen las buenas gentes— todo volverá a ser como antes. Y habrá, en ese futuro que sería solo recuperación del pasado, una sanidad pública, una educación garantizada, con sus becas y ayudas para libros, incluso unos contratos laborales dignos… y hasta unas pensiones que no revistan la curiosa circunstancia de estar calculadas con diversas magnitudes, pero todas ellas, vaya por Dios, menguantes, como cualquiera con una modesta calculadora puede comprobar.

Pues lamentamos decirles a todos ustedes que ese ambicionado despertar es totalmente ilusorio. Que aquella mayoría que dieron al partido en el Gobierno está dando sus frutos y ya nunca, jamás, volverán las cosas a ser como antes. La pérdida de derechos, el cercenamiento de los logros conseguidos a través de muchos años de lucha, el abuso institucionalizado, no son productos de una pesadilla que desaparecerán cuando despertemos. En absoluto. Los daños van a seguir ahí, infectados y mefíticos. O al menos eso es lo que ocurrirá si no hacemos algo —y fuerte, enérgico, potente— para evitarlo. Pero ve José K. —de eso se queja— que nos pasan por encima —ahí están las pensiones, calentitas— y ni siquiera acertamos a mentarles a sus parientes. ¿Cómo, pues, vamos a emprender alguna otra acción, tal que levantarnos en pie y decir basta, una, cien, mil, todas las veces que haga falta?

No es nuestro amigo, cómo iba a serlo con tan provecta edad, un incendiario que promueva el uso del cóctel mólotov. No es eso, no es eso. ¿Pero de verdad no tenemos nada que decir a todo lo que está pasando? Porque ocurre, dice enfurecido, que la derecha económica, política, religiosa y judicial, esto es, la derecha de toda la vida, ha decidido en los inicios del siglo XXI, que se acabó la fiesta y que ya es hora de que las cosas vuelvan a su cauce natural. O sea, a que manden, y sobre todo a que vivan bien, los de siempre, desde que el mundo es mundo. ¿En España? Sí, pero no solo. ¿En Europa? Sí, pero no solo ¿En todo el mundo? Pues casi. Ya lo dice Paul Krugman: los ricos se están recuperando muy bien. Pero limitado como es José K. en sus capacidades, y exacerbado el defecto por su estado actual decúbito, lateral, prono o supino, se limita a España, que incluso le parece un territorio amplio.

Un punto arrebatado, José K. considera que los hachazos a cualquier sector público en el que estos chicos de ahora han fijado el ojo, el empeoramiento de la ley del aborto y demás pleitesías a su Iglesia, la anemia inducida a la cultura o a la investigación no son meros accidentes que pronto se pasarán. Por eso le irrita que la ciudadanía permanezca quieta, sumisa o mansurrona, y hasta podríamos decir morroncha y tambera. Y eso cuando no arrulla a esos dirigentes deleznables con el bisbiseo de su cariño o, lo que es muchísimo más grave, con el insulto de su voto.

No puede ver cómo avanza esta marcha atrás histórica ante la acidia generalizada y la ceguera de tanto guardaesquinas y aplanacalles. Porque no es momento, grita con la vena del cuello a punto de reventar, para la desidia ni para pindonguear o pajarear, y mucho menos para irse a chitos. Así que mentalmente, y resurgiendo de entre las sábanas hechas un rebuño, sacude a sus iguales con unas pocas chanzas de pésimo gusto.

Por ejemplo: ¿Ha ahorrado ya lo suficiente tan muelle ciudadanía para devolver a las arcas del Estado los 50.000 millones de euros —o 100.000, quién sabe cuánto ha sido— que se ha inyectado en ayudas a los pobres bancos, víctimas de una ciudadanía carroñera que se ensañó con ellos en una petición de créditos claramente delictiva? ¿Estamos ya haciendo una recolecta para pagar a escote las becas y libros que el ministro Wert, en aras de la excelencia educativa, ha decidido recortar? ¿Hemos iniciado la campaña de enfermarnos levemente, pero con algún tipo de dolencia que permita cobrar a los pacientes —nosotros— la abundante dispensación de consumibles —pagaderos al contado o en cómodos plazos— a esas entidades tan benefactoras de la humanidad como Capio, Ribera Salud, o HIMA San Pablo, jacarandosa empresa puertorriqueña, pionera en un emocionante turismo de salud, y que ha decidido sentar aquí sus reales, a la vista de nuestro espléndido sol y de que incluso en algunas calles de esta España que tanto nos duele lucen, como allá en su cálida tierra, altivas y elegantes palmeras? ¿Ponemos algo, unos eurillos, no sé, algún aguinaldo, para que Ignacio González —ayudado en sus desvelos por Esperanza Aguirre, cuánto les debemos— y Mr. Sheldon Adelson, donoso caballero, levanten con gran esfuerzo y sufrimiento ese regalo de la providencia para acabar con la crisis que va a ser Eurovegas? ¿Quizá podamos aportar alguna dádiva para que el pobre Cristiano Ronaldo siga cobrando 20 millones al año, mientras envidioso mira de reojo a un galés apellidado Bale, que ha costado 100 millones de euros? ¿Acepta donativos Florentino Pérez, no fuera cosa de que los ahorros de toda una vida sufran alguna injusta mengua?...
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viernes, 20 de septiembre de 2013

Entrevista a Mario Amorós, autor de "Allende. La biografía", que hoy se presenta en Barcelona. "Pasados 40 años de la muerte de Allende no existe en Chile una alternativa de izquierdas”

Maria José Esteso
Diagonal

El 11 de septiembre se cumplieron 40 años del golpe de Estado en Chile y de la muerte del presidente electo Salvador Allende.

Ha sido precisamente en esta fecha en la que se presentó Allende. La biografía del historiador y periodista Mario Amorós (Alicante 1973). El libro, que cuenta con 676 páginas, se nutre de 18 años de trabajo en los que el autor ha recogido gran cantidad de documentos, algunos hasta ahora inéditos, entrevistas, discursos de Allende y otros tantos informes recopilados en los nueve viajes a Chile que Amorós ha llevado a cabo y donde también ha realizado un seguimiento minucioso de periódicos de la época y consultado más de 15 archivos chilenos para dar a conocer quién fue Salvador Allende y su legado político.

Allende. La biografía, también fue presentado en Chile el 4 de septiembre.

¿Qué va a encontrar el lector en esta biografía de Salvador Allende?
En este libro he intentado, en la medida de mis posibilidades, ofrecer una biografía completa de la trayectoria de Salvador Allende, desconocido y admirado por su comportamiento el 11 septiembre de 1973. Sin embargo, casi nadie conoce su infancia, sus años de estudiante, sus primeros años de militancia política en Valparaíso como dirigente de Partido Socialista de Chile, su labor como ministro de Sanidad entre 1939 y 1942... Pero también, qué plantea en los años '40, cómo se convierte en el líder de la izquierda chilena, sus compañas presidenciales, sus viajes por todo el mundo, su amistad con los líderes de izquierda de la época, etc. También he investigado, y reflejo en el libro, cuál fue su labor y su proyecto político como ministro de Sanidad.

¿Por qué se fijó en Chile y en la figura de Salvador Allende durante tantos años?
Conocí el famoso discurso de Salvador Allende sobre Las Alamedas cuando tenía 20 años. Me impresionaron mucho las palabras de Allende y justo dos años después, en 1995, encontré un libro en la Facultad de Historia de Barcelona, donde estudié Historia, con el discurso íntegro y me volvió a conmocionar. A partir de esa fascinación por la figura de Allende empecé a buscar más información en la biblioteca de Fundació CIDOB, también en Barcelona, y entonces con veintitantos años me seguía deslumbrando tanto que decidí investigar y documentarme sobre la figura de Allende.

En 1997 fui por primera vez a Chile y estuve en una charla del gran sociólogo chileno Tomás Moulian sobre Allende y allí conocí a la viuda de Allende, Hortensia Bussi, le dije que iba a escribir un libro sobre Allende, aunque he tardado 16 años... Luego vino la detención de Pinochet, en 1998, y empecé a escribir muchos artículos para diversos medios de comunicación. Hasta hoy.

El libro Allende. La biografía, se nutre de 18 años de investigación y lecturas sobre Chile y Salvador Allende, no me he dedicado sólo a eso durante estos años, pero sí han sido 18 años de seguimiento de la figura de Salvador Allende. Comencé a leer mucho sobre él, tengo centenares de libros, a viajar a Chile, he visitado nueve veces el país, a estar pendiente todos los días de la prensa chilena... y, por supuesto, he investigado mucho: he consultado más de 15 archivos chilenos.

¿Cuáles son las anécdotas que reseñaría durante su investigación para elaborar esta biografía de Allende?
Una de las cosas que recuerdo de esos años es, por ejemplo, la búsqueda de periódicos socialistas y anarquistas en la Biblioteca de Nacional de Chile. He "llorado" al director de la biblioteca para que me dejase consultar periódicos que en esos momentos estaban en reparación... Son ejemplares muy viejos que finalmente pude leer y las informaciones que he conseguido sobre Allende a través de esos documentos, sobre todo referentes a los años '30, son muy reveladoras. El informe de la masonería del 35 es muy importante porque ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende

Cómo se forja [Allende] en el Partido Socialista de Valparaíso fue determinante. El capítulo 3 y el 4 es de los que más orgulloso me siento. Sobre los años 40 no he podido profundizar mucho, pero del capítulo 4, sobre los años 30 y la etapa de Allende como ministro de Sanidad creo que es donde los lectores van a encontrar información muy interesante. También estuve llamando durante cuatro meses a varios colegios en los que estudió Allende y he conseguido muchos informes de su época estudiantil.

Uno de los documentos más importantes que aparecen en el libro es un manuscrito de La Masonería, del año 35, que ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende. Por ejemplo, que colaboraba como estudiante de medicina con los consultorios médicos junto con los sindicatos anarquistas de Santiago, hacia los años 1930 y 1931, y ese dato sólo se sabe gracias a ese papel que antes no había salido a la luz, porque su vocación política nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano, Juan Demarchi, que vivía en Valparaíso y Allende siempre iba a conversar con él. Esa semilla libertaria fue determinante en su vida.

¿Qué opina de los que critican la muerte de Allende, que hoy conocemos fue un suicidio?
No he perdido el tiempo en eso. Yo creo que hay que hablar de la trayectoria política de Allende, de su actividad como presidente de la República. Se tiende a hablar sobre las circunstancias de su muerte, pero lo importante es su resistencia en La Moneda, junto con sus compañeros, que fue un ejemplo de dignidad republicana.

Allende, además, tiene un amplio recorrido de casi medio siglo de participación en las luchas sociales y políticas de Chile que hay que recuperar. Yo creo en la palabra de los sobrevivientes de La Moneda, los médicos en concreto, que han dicho que Allende se suicidó. Las circunstancias de su muerte también se relatan en esta biografía. La vocación política de Allende nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano que vivía en Valparaíso

Allende se suicida en La Moneda por culpa de los golpistas, él es una de las primeras víctimas del golpe de Estado y su gesto fue determinante para marcar a la dictadura de Pinochet para siempre. El bombardeo de La Moneda y la muerte del presidente chileno en aquellas circunstancias, con aquel discurso tan emotivo, marcaron para siempre al régimen de Pinochet, al traidor detestado por la humanidad, un general paradigma del fascismo.

¿Existen similitudes entre Chile y España en la reparación de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad de ambas dictaduras?
No. En Chile la dictadura cae en 1988 por el plebiscito que pierde Pinochet y lo pierde, sobre todo, porque entre 1974 y 1975 hay un movimiento de derechos humanos cada vez más amplio que denuncia los crímenes de la dictadura y revindica a sus militantes asesinados, eso es lo que tumba a Pinochet.

Durante los primeros años de la transición en Chile había una impunidad como la hay todavía ahora en España. Sin embargo, la detención de Pinochet en Londres cambia el escenario. Un hecho fortuito e inesperado. Hoy, 15 años después, hay centenares de militares y represores que están siendo investigados, decenas de represores en las cárceles, muchos lugares de la memoria, como el Museo de la Memoria, aunque se le puede hacer alguna critica, y también se ha llevado a cabo una reparación económica de las víctimas.

Además, hoy una parte de la derecha, que sigue legitimando el golpe de Estado porque sigue responsabilizando a Allende de aquella situación, ya no oculta su opinión e incluso algunos sectores han admitido la magnitud de la represión de la dictadura.

¿Qué hubiera sido de Chile si no se hubiera producido el golpe de Estado?
No sé sabe. Salvador Allende iba a convocar un plebiscito y el pueblo se hubiera pronunciado. No era fácil que la Unidad Popular y Allende ganaran ese plebiscito porque la política de acoso y derribo de la oposición tenía al país en una situación muy difícil. La vida cotidiana de los chilenos era difícil, no por culpa de Allende.

La estrategia, inteligentísima, de la oposición de fomentar el desabastecimiento y de movilizar a las clases medias desde el fascismo situaron a la sociedad al borde del abismo. Lo que está claro es lo que pasó: un golpe de Estado brutal, una represión cruel, que 40 años después, la izquierda y el movimiento popular en Chile no son una alternativa... Casi medio siglo después no hay en Chile una alternativa potente de izquierdas.

La represión dejó una huella muy marcada en Chile. Primero porque eliminó a varias generaciones de dirigentes políticos y segundo porque el daño que ha dejado en la sociedad ha sido terrible.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/19828-medio-siglo-despues-la-muerte-allende-no-existe-chile-alternativa-izquierdas.html
https://www.diagonalperiodico.net

lunes, 2 de septiembre de 2013

Entrevista a David Harvey. La importancia de la imaginación post capitalista.

Ronan Burtenshaw y Aubrey Robinson
Red Pepper

Hace cinco años la financiera Lehman Brothers hizo la declaración de quiebra más importante en la historia de EE.UU. El colapso de la financiera señaló el inicio de la Gran Recesión -la crisis más sustancial en la historia del capitalismo desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo deberíamos entender los aspectos fundamentales de este sistema actual en crisis? Y, a medida que este libra una guerra -disfrazada como austeridad- contra la clase trabajadora, ¿qué mundo alternativo podemos imaginar?

Pocos pensadores han tenido mayor influencia para responder a estos interrogantes que el geógrafo marxista David Harvey. A principios del verano boreal, Ronan Burtenshaw y Aubrey Robinson conversaron con él sobre estos temas.

-En este momento usted está trabajando con un nuevo libro, Las diecisiete contradicciones del Capitalismo. ¿Por qué se ha enfocado en estas contradicciones?

-David Harvey: El análisis del capitalismo sugiere que hay contradicciones significativas y fundamentales. Periódicamente esas contradicciones se escapan de todo control y generan una crisis. Acabamos de experimentar una crisis y creo que es importante preguntarse, ¿cuáles fueron las contradicciones que la causaron? ¿Cómo podemos analizar la crisis en relación a las contradicciones? Una de las afirmaciones geniales de Marx era que una crisis es siempre el resultado de contradicciones subyacentes. Por lo tanto, tenemos que centrarnos en esas contradicciones y no en las consecuencias.

-Una de las contradicciones que usted analiza es la diferencia entre valor de uso y valor de cambio de un bien o mercancía (commodity en inglés). ¿Por qué esta contradicción es tan fundamental para el capitalismo, y por qué utiliza el tema de la vivienda para explicarla?

-Debe entenderse que toda mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio. Si tengo un bistec, el valor de uso es que puedo comerlo y el valor de cambio es el precio que pagué por el.

Pero la vivienda es muy interesante porque por valor de uso se puede entender el refugio, la privacidad, una amplia gama de relaciones afectivas entre personas, una larga lista de cosas que te brinda una casa. Pero también está la cuestión de cómo obtienes una casa. En una época, las viviendas fueron construidas por la mismas personas que las habitarían, y no tenían un valor de cambio. Luego, a partir del siglo XVIII se inició la construcción especulativa de viviendas -que fueron construidas para ser vendidas. Desde entonces la vivienda adquirió un valor de cambio para los consumidores como una forma de ahorro. Si compro una casa y pago la hipoteca, puedo llegar a ser dueño de la casa. Entonces, poseo un bien. Y por ende, empiezo a preocuparme por las características de ese bien. Esto genera reacciones políticas interesantes: "No en mi patio trasero", "No quiero tener de vecinos a personas diferentes a mí". Se inicia un proceso de segregación en el mercado inmobiliario porque la gente quiere proteger el valor de sus ahorros.

Después, hace aproximadamente treinta años, la gente comenzó a usar la vivienda como un negocio especulativo. Podías comprar una casa y hacer dinero -comprabas la casa por £200.000 y después de un año podías venderla por £250.000. Ganabas £50.000, ¿por qué no hacerlo? Se impuso el valor de cambio. Y partir de ahí, surgió el boom especulativo. En 2000 después del colapso bursátil global el superávit de capital comenzó a fluir hacia el mercado inmobiliario. Es un tipo de mercado interesante. Si compro una casa y luego los precios suben, tú dices "los precios de la vivienda están subiendo, debería comprar una casa", y otros se suman. Se inicia una burbuja inmobiliaria. Se infla hasta que explota. Luego, repentinamente mucha gente se entera de que no pueden tener el valor de uso de la vivienda porque el sistema del valor de cambio lo ha destruido.

Esto genera la pregunta, ¿es una buena idea permitir que el valor de uso de la vivienda, que es crucial para la gente, sea determinado por un sistema de valor de cambio que está loco? Esto no es un problema exclusivo de la vivienda sino también de la educación y de la salud. Hemos desatado las dinámicas del valor de cambio pensando que va a proveer el valor de uso pero lo que sucede frecuentemente es que el valor de cambio destruye el valor de uso, y la gente termina careciendo de buenos servicios para salud, educación y vivienda. Por ello, creo que es muy importante enfocarse en la distinción entre valor de uso y valor de cambio.

-Otra contradicción, que usted describió, se refiere al proceso de cambio, a lo largo del tiempo, entre el énfasis sobre la oferta en la producción y el énfasis sobre la demanda en el consumo capitalista. ¿Podría referirse a cómo se manifestó esta contradicción en el siglo XX, y por qué es tan importante?

-Uno de los problemas más importantes es mantener una demanda adecuada en el mercado para poder absorber lo que produce el capital. El otro es crear las condiciones para que el capital pueda producir obteniendo ganancias.

Estas condiciones de producción con ganancias, a menudo, significa la eliminación del trabajador. Hasta el punto que implica represión del salario -pagar salarios más y más bajos- para incrementar el índice de ganancias. Entonces, desde el punto de vista de la producción, se intenta exprimir al trabajador tanto como sea posible porque esto aumenta las ganancias. Pero entonces surge la pregunta, ¿quién va a comprar los productos? Si el trabajador es exprimido al máximo, ¿dónde quedaría el mercado? Si se exprime al trabajador demasiado se produce una crisis porque no hay suficiente demanda en el mercado para absorber el producto.

Poco después de la crisis de 1930, primó la interpretación de que el problema había sido la demanda insuficiente. Hubo por lo tanto un cambio hacia la inversión estatal para construir nuevas carreteras, la inversión en los servicios públicos del New Deal, y todo eso. Dijeron "vamos a revitalizar la economía mediante una demanda financiada por endeudamiento" y, al hacer esto, se produjo un giro hacia la teoría keynesiana. Entonces, al terminar la década de 1930, se logró obtener una capacidad muy fuerte para manejar la demanda con alto nivel de intervención del estado en la economía. Como resultado de lo cual, la tasa de crecimiento fue muy alta, pero una tasa de crecimiento alta conlleva más poder de la clase trabajadora con incrementos salariales y sindicatos más fuertes.

Sindicatos fuertes y salarios altos implican que la tasa de ganancia comienza a decrecer. El capital está en crisis porque no está reprimiendo al sector laboral lo suficiente, entonces, se produce el cambio. En la década de 1970, recurrieron a Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Ellos se volvieron el factor dominante en la teoría económica y la gente empezó a prestar atención a la oferta, en particular a los salarios. Se produjo la represión salarial, lo que comenzó en la década de 1970. Ronald Reagan atacó a los controladores aéreos; Margaret Thatcher, a los mineros; Pinochet mató a la gente de izquierda. Se produjo un ataque contra el sector laboral -lo que aumentó la tasa de ganancias. Cuando llegamos a la década de 1980, la tasa de ganancias dio un salto porque los salarios estaban siendo reprimidos y al capital le iba muy bien. Pero luego surgió el problema de no tener dónde vender los productos.

La década de 1990 se caracteriza por la economía de endeudamiento. Comenzaron a animar a la gente a pedir préstamos -surgió una economía basada en las tarjetas de crédito y una economía financiada en las hipotecas de alto costo para la vivienda. Ello ayudó a tapar el hecho de que no había una demanda real, lo que explotó en 2007-2008.

El capital formula esta pregunta: "¿trabajas desde el lado de la oferta o de la demanda?". Mi punto de vista de un mundo anticapitalista es que se debería unificar esa dualidad. Debemos regresar al valor de uso. ¿Qué valores de uso necesita la gente y cómo organizamos la producción de manera que satisfaga esos valores de uso?

-Parecería que estamos en una crisis de oferta, y sin embargo la austeridad es un intento de hallar una solución a la oferta. ¿Cómo se entiende eso?

-Hay que diferenciar entre los intereses del capitalismo como un todo y qué es específicamente de interés para la clase capitalista o para una sección de ella. Durante esta crisis, y de una manera marcada, a la clase capitalista le ha ido muy bien. Algunos de ellos fueron afectados por la crisis, pero a la mayoría le ha ido extremadamente bien. Según estudios recientes de países de la OCDE la desigualdad social se incrementó pronunciadamente desde el inicio de la crisis, lo que significa que los beneficios de la crisis han llenado las arcas de las clases altas. En otras palabras, ellos no quieren salir de la crisis porque les va muy bien con ella.

El conjunto de la población está sufriendo, el capitalismo, como un todo, no goza de buena salud pero la clase capitalista -particularmente la oligarquía- está extremadamente bien. Hay muchas situaciones en las que los capitalistas a nivel individual, actuando en función de sus propios intereses de clase, pueden hacer cosas que son perjudiciales para el sistema capitalista en conjunto. Creo que actualmente estamos en una situación de ese tipo.

-Usted dijo recientemente que una de las cosas que deberíamos hacer en la izquierda es desarrollar la imaginación post capitalista, comenzando por preguntarnos cómo sería un mundo post capitalista. ¿Por qué es eso tan importante? Desde su punto de vista, ¿cómo sería un mundo post capitalista?

-Es importante porque durante mucho tiempo nos han machacado la cabeza diciendo que no hay alternativa. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es pensar sobre la alternativa para poder empezar a construirla.

La izquierda se volvió tan complaciente con el neoliberalismo que resulta difícil distinguir entre sus partidos políticos y los de la derecha, excepto en cuestiones nacionales o sociales. En política económica no hay muchas diferencias. Debemos hallar una economía política alternativa a cómo funciona el capitalismo, y hay algunos principios. Es por ello que las contradicciones son interesantes. Si miras a cada una de ellas, por ejemplo, la contradicción de valor de uso y de cambio y dices: "el mundo alternativo sería uno donde generemos valores de uso". Entonces, nos concentramos en valores de uso y tratamos de disminuir el papel de los valores de cambio.

O en la cuestión monetaria -necesitamos dinero para hacer circular las commodities, sin duda. Pero el problema con el dinero es que puede ser apropiado por personas, de manera privada. Se vuelve una forma de poder personal y luego un deseo fetichista. La gente organiza sus vidas alrededor de la búsqueda del dinero incluso cuando no se dan cuenta de que esto sucede. Por ello, debemos cambiar el sistema monetario -ya sea poniendo impuestos a los excedentes o creando un sistema monetario que lo disuelva e impida su almacenamiento, como sucede con las millas aéreas.

Pero para poder hacerlo también se debe superar la dicotomía de propiedad privada-estatal y obtener un régimen de propiedad común. Y en cierto punto se necesita generar un ingreso básico para la gente porque si existe una forma de dinero anti-ahorro entonces hay que darle garantías a la gente. Es necesario decir "no necesitas ahorrar para un día de lluvia porque siempre recibirás este ingreso básico no importa lo que suceda". Hay que otorgar esa seguridad por encima del ahorro privado, personal.

Al cambiar cada una de esas contradicciones se logrará un sociedad diferente, que sea mucho más racional que la actual. Lo que sucede en este momento es que producimos cosas y luego tratamos de persuadir a los consumidores de que consuman lo que sea que producimos, en lugar de lo que necesitan o quieren. En su lugar, deberíamos averiguar cuáles son las necesidades y los deseos básicos, y luego poner en marcha un sistema de producción para generarlos. Al eliminar la dinámica del valor de cambio se puede reorganizar todo el sistema de una manera diferente. Podemos imaginar la dirección que tomará una alternativa socialista a medida que rompa con esta forma dominante de acumulación de capital, que determina todo lo que sucede hoy en día.
Fuente: http://www.redpepper.org.uk/david-harvey-interview-the-importance-of-postcapitalist-imagination/

CHRISTIAN FELBER: “Las empresas deben regirse por criterios de utilidad social”

El promotor del modelo de economía del bien común sostiene que el dinero no debe ser un fin sino un medio

Christian Felber tuvo una intuición: en los mercados financieros estaba lo gordo, pensó. Eso es lo que había que estudiar con detenimiento, ahí estaba la raíz del problema. Conciencia ecológica no le faltaba. De hecho, ya había pasado por Greenpeace. Pero el tomate estaba en la economía, una ciencia social que había que abordar teniendo en cuenta aspectos éticos, filosóficos, morales.

Tras investigar y reflexionar, adentrándose en estudios de Sociología y Ciencias Políticas, el joven filólogo y psicólogo austriaco, nacido en Salzburgo en 1972, convirtió su visión panorámica de las ciencias sociales en 50 propuestas para un mundo más justo, que publicó en 2006. El siguiente paso fue ponerse a indagar los valores en que se sustenta el sistema capitalista: competitividad, rendimiento, crecimiento, beneficio. “¡Qué valores son estos!”, pensó. ¿No hay otros? Empezó a estudiar algunos de los que rigen el comportamiento del ser humano en sociedad como la ayuda, la cooperación, la solidaridad. Y se encontró con que estos no estaban presentes en los mercados.

Pregunta. ¿El problema es que el dinero pasó de ser un medio a convertirse en un fin?
Respuesta. Sí. El dinero, el capital, el beneficio. Si una empresa puede obtener ese fin más fácilmente socavando la democracia y corrompiéndola, lo va a hacer; porque para una empresa la democracia es un fin menor, frente al incremento de sus beneficios y su patrimonio. Si el fin de la empresa fuera el bien común, no corrompería la democracia. Este es el núcleo.

Christian Felber pronuncia estas palabras en perfecto castellano en una terraza, en Barcelona, con un calor que derrite el asfalto. El profesor de Economía Alternativa de la Universidad de Viena pasó años de estudiante en Madrid. Explica que la definición de los valores, los objetivos y los medios le permitió poner de manifiesto que el sistema vive preso del medio: el dinero.

Convirtió sus reflexiones en un libro, Nuevos valores para la economía (2008), en el que diferenció valores, objetivos y medios del sistema capitalista. La claridad de su exposición hizo que varios empresarios austriacos se le acercaran. “Me dijeron que eso era lo que llevaban en las tripas, pero que nunca lo habían podido verbalizar de forma tan clara”. La interacción de Felber, portavoz en Austria de ATTAC (Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y la Ayuda al Ciudadano), con una docena de empresarios produjo el modelo de la economía del bien común, que aúna ética y economía.

P. En La economía del bien común, usted ofrece datos que muestran que la diferencia de renta entre ejecutivos mejor pagados y operarios en las empresas ha pasado de una relación de 24 a 1, en 1965, a una de 325 a 1, en 2011. Propone usted que los sueldos no superen 20 veces el salario mínimo. ¿Cuáles serían las primeras medidas que se tomarían en una transición hacia una economía del bien común?
R. La limitación de la desigualdad podría ser una de las primeras medidas, ya se está haciendo en Suiza. Cuando por primera vez demandé esto, en 2006, y, por supuesto, no he sido el primero en hacerlo, me tachaban de comunista por proponer una limitación de la desigualdad. Yo me considero liberal. Para salvaguardar las libertades hay que poner límites, por motivos liberales. Pero la única libertad que no limitamos es la de la propiedad. Este año, el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, propuso en Davos la limitación de la renta en el factor 20, es decir, que los salarios más altos no sean veinte veces superiores al salario mínimo. Pero los medios de comunicación lo acallaron. En noviembre se va a hacer un referéndum en Suiza sobre la implementación del factor doce en las empresas. No es una propuesta comunista; ni, utópica; entra en la lógica de los propios líderes económicos, que saben que si seguimos así vamos a desembocar en una guerra civil. Esta no es una buena perspectiva para ellos tampoco, así que prefieren limitar la desigualdad a perderlo todo y perder la paz.

El modelo de la economía del bien común desarrollado por Felber es eminentemente práctico. Las empresas en vez de regirse únicamente por sus resultados, lo hacen por criterios de utilidad social. Tan importante es que produzcan beneficios, como que respeten el medioambiente, remuneren igual a hombres y mujeres, no exploten a sus trabajadores, creen empleo… El instrumento, para las empresas, es el balance del bien común, en el que se evalúan todos esos factores. Lo mismo con los países: el indicador del producto interior bruto (PIB) es sustituido por el producto del bien común, un indicador que mide la calidad de la democracia, la política medioambiental, el justo reparto de los beneficios generados, la igualdad, entre otros factores.

Han transcurrido tres años desde la publicación, en agosto de 2010, de La economía del bien común (editado por Deusto). Más de 3.800 personas se han sumado a la causa, además de 159 asociaciones y 1.277 empresas (más de doscientas españolas).

P. En su modelo, las empresas que mejor velan por el bien común reciben incentivos, pero en este punto del proceso, ¿qué incentivos tienen las empresas para sumarse a esta idea?
R. El sentido es el más fuerte. A muchas empresas les importa saber por qué están haciendo lo que están haciendo y formar parte de un sistema que tenga sentido, no de un sistema que vaya en contra de nuestra ética. Se sienten pioneros de una economía al servicio del ser humano. El balance del bien común es para ellos un instrumento de desarrollo organizativo: la evaluación ética de lo que están haciendo les lleva a una metamorfosis. En la plataforma en la que operan, las empresas se prestan ayuda entre sí, incluida la financiera. Atraen a mano de obra ética y a clientes éticos.

P. Una de las claves de su modelo se basa en una apuesta por la democracia directa. Los ciudadanos son consultados más a menudo, intervienen en los anteproyectos de ley, por ejemplo, gracias a las posibilidades que brindan las tecnologías digitales.
R. A lo mejor esta es la primera clave. Todo es posible con otro tipo de democracia que combine democracia directa, democracia participativa y democracia económica. Los partidos están demasiado lejos del pueblo soberano. La cultura de la democracia directa está empezando, porque la gente se da cuenta de que los supuestos representantes no nos representan. Para mí la solución es democracia directa, referéndums, asambleas democráticas para ciertos temas como el sistema económico, monetario, los medios de comunicación…

P. Habla usted de un nuevo sistema democrático de la economía…
R. Sí, pero ¿por dónde empezamos? Por los municipios del bien común, que organizan los procesos de participación ciudadana. El primero es el desarrollo del índice de calidad de vida municipal, para saber cuál es la meta. Y, segundo, las asambleas económicas democráticas, donde la ciudadanía define el orden económico, según sus preferencias, necesidades y valores. La economía del bien común no es un modelo perfecto y acabado. Las cuestiones clave deben ser debatidas por los ciudadanos.

P. Y aboga por la denominada banca democrática, ¿cómo funcionarían los bancos?
R. Habría que empezar por descuartizar los bancos sistémicos, los que son demasiado grandes y que están muy interconectados, motivo por el que se les rescata. Con eso conseguiríamos que el mercado vuelva a ser mercado. Se ofrecería a los bancos la alternativa de orientarse al bien común, convirtiéndose en entidades sin ánimo de lucro, como eran al principio las cajas de ahorros, para que pudieran gozar de ventajas ante el Estado. Si optan por ser entidades con ánimo de lucro, se les retiran los apoyos del Estado, como, por ejemplo, el apoyo del banco europeo. El Estado no contrataría con ellos, ni garantizaría los ahorros depositados en ellos. Y si van a la bancarrota, el Estado no tiene por qué salvarlos. A largo plazo, la idea es que todos los bancos estén orientados al bien común, igual que los colegios, los institutos, las universidades.

P. Frente a la competencia usted propone cooperación. Frente a la desconfianza, la necesidad de control y el miedo, generosidad, altruismo y solidaridad. Más de una vez le habrán criticado por esta visión idílica y utópica de lo que pueden ser las cosas…
R. Sí, también me han dicho que van contra la naturaleza humana. La ciencia dice que la cooperación nos motiva de forma más fuerte que la competencia; que el ser humano tiene una sensación de justicia innata y la capacidad de compasión, empatía, y el impulso espontáneo de ayudar a otro, incluso los bebés de dos años lo tienen. El hecho de que hoy en día seamos tan egoístas es porque lo aprendemos, no es algo genético.

Cuatro ideas

¿Una voz alternativa que debería ser escuchada? Teresa Forcades, monja española que clama contra el sistema. “Habla del capitalismo sin miedo, con lucidez, y está comprometida con la democracia directa”.

¿Una idea o medida concreta para un mundo mejor? “Democracia directa: referéndums y asambleas democráticas para definir un proceso constituyente”.

¿Un libro? No contest: The case against competition (no hay caso: el caso contra la competencia), de Alfie Kohn. “Nos abre los ojos acerca de la cuestión de la cooperación y la competencia”.

¿Una cita? “Una de Max Frisch: El problema del capitalismo es que el ser humano explota al ser humano. Y en el comunismo es exactamente al revés”.
Fuente: El País.

viernes, 14 de junio de 2013

Más propuestas de unidad ciudadana

El pasado 25 de mayo, el Consejo Político Federal de Izquierda Unida hizo público un comunicado ratificando su compromiso para alcanzar un amplio acuerdo político y social destinado a "aglutinar en la movilización y en las luchas a quienes apuestan por una salida social de la crisis, configurada de forma colectiva, un lugar de encuentro y coordinación, de quienes desarrollamos la misma lucha en diferentes planos". Convencida de que es el momento de "la rebelión democrática", IU apuesta en el documento por "derribar tabiques, buscar puntos de encuentro, resaltar lo que nos une, minimizar lo que nos separa para coordinar esfuerzos y sobre todo sumar energías, de forma que nos planteemos, no sólo hacer frente a las agresiones del capital, sino sobre todo, construir una alternativa de futuro que dé sentido a las luchas que hoy desarrollan miles de personas en todo el Estado, una Alternativa con vocación de llegar a la mayoría social".

En mi opinión es una buena propuesta política que muestra un modo generoso de acercase a los demás y que puede contribuir muy positivamente a dar la respuesta política efectiva que se precisa desde hace tanto tiempo para frenar la agresión que ahora realiza el Partido Popular.

Con ánimo de contribuir a esa iniciativa, se me ocurren algunas ideas que expreso con el simple deseo de evitar que se vuelva a ofrecer algo solo un poco diferente pero en esencia más de lo mismo que tenemos ahora.

Como digo, es muy valioso el ofrecimiento de Izquierda Unida pero al mismo tiempo creo que no se puede olvidar que mucha gente sigue viendo a esa fuerza política como una parte más, bien es cierto que distinta, del entramado partidario de la transición, de un modo viejo de hacer política. No se puede negar que IU ha estado siempre en posiciones alejadas de la que han mantenido los partidos mayoritarios, pero también lo es que sus continuas disensiones internas, casi siempre cerradas de modo traumático y poco ejemplar, los postulados arcaicos y dogmáticos que defiende una parte de su militancia, su incompleta apertura a las mujeres, ecologismos y otros movimientos alternativos, o la incoherencia de algunos de sus representantes en instituciones de gobierno o entidades financieras, no le ha permitido ser reconocida por la mayoría de la sociedad como una fuerza completamente diferente a las que, con mayor apoyo social, nos gobiernan. El limitado ascenso que le reconocen las encuestas creo que indican que por sí misma sigue siendo incapaz de constituir la nueva mayoría social a la que sus propios documentos aluden.

A pesar de ello, creo que a nadie cabe la menor duda de que IU es la fuerza primordial para generar una alternativa sólida a la actual situación y que si no es con su apoyo y presencia constante y directa será muy difícil que cuaje una alternativa capaz de poner fin al drama que estamos viviendo.

Algo parecido, aunque en sentido contrario, ocurre con tantos movimientos, organizaciones y asambleas que propugnan nuevas formas de acción política y representación y deliberación social. Están contribuyendo muy decisivamente a cambiar la manera de participar en la vida pública y de reaccionar ante las agresiones, pero por sí mismos son completamente incapaces de poner en pie un alternativa viable, eficaz, y capaz de echar abajo el entramado de corrupción y dominio oligárquico en el que estamos. Para ello se necesita mucha más diligencia y disciplina, mejor y más flexible organización, capacidad de operar en las instituciones y de tomar decisiones con rapidez y eficacia, determinación y no mero asambleísmo, tantas veces paralizante. Y, sobre todo, se precisa una voluntad decidida, que de momento no se ha expresado, al menos con claridad, de actuar como sujeto político y no solo como grupo de presión o referencia moral, por muy importante y necesario que esto sea.

Y a ambos polos les falta algo mucho más importante que las anteriores carencias: la capacidad efectiva de ir mucho más allá de ellos mismos, más lejos del mundo de IU o del que rodea y forman parte el 15-M, las mareas, las asambleas y movimientos diversos que últimamente se han puesto afortunadamente en marcha, y todos los cuales, eso sí, están desempeñando una tarea formidable y titánica para concienciar y movilizar a la población.

La mayoría social que se precisa no está solo en sus universos respectivos sino que hay que salir fuera de elllos. Está allí donde está una ciudadanía a la que aún no han llegado esos discursos, salvo en algunos, y por eso hemos de tomarlos como referenciales, como la lucha contra los desahucios, que han sabido centrar el eje de las luchas en valores o reivindicaciones de ciudadanía, y no en formulaciones abstractas y lejanas e incomprensibles para la mayoría de la gente corriente, o en posiciones ideológicas o lecturas históricas que ya solo comparte, para bien o para mal, una parte muy pequeña de la población.

Por eso, la primera tarea a abordar me parece que debería ser la de formular una propuesta conjunta de acción "traducida" a un lenguaje y a fórmulas políticas comprensibles y atractivas para quienes no forman parte de la cultura tradicional de la movilización social, expresada en el lenguaje de la mayoría de la población y no en la jerga de las vanguardias políticas de las izquierdas tradicionales.

¿Para cuándo un programa común de medidas de urgencia y a corto y medio plazo en el que se muestre con claridad el horizonte en positivo que se abre con quienes ofrecemos otro camino ante los problemas y las agresiones que la mayoría de la sociedad está sufriendo, un programa que se debate y difunda por todas las esquinas de España para que sea asumido y suscrito comprometidamente por todas las organizaciones, partidos, sindicatos, asociaciones, colectivos, o personas de cualquier tipo... ?

Hemos de ser conscientes, además, de que la gente no quiere contribuir a que se reproduzcan las viejas formas de hacer política y de representar a la población. Es posible que me equivoque pero yo creo que la gente desconfía ya demasiado de los partidos y de las organizaciones del viejo estilo. No digo que eso las obligue a desaparecer, ni mucho menos, pero tengo la seguridad de que quienes deseen apostar en firme por conformar nuevas mayorías sociales deben ofrecerse a la ciudadanía (y no limitarse a llamarla para que venga a ellos) como instrumentos novedosos y no como fines, y mostrar que están dispuestos a entender la vida política y actuar en ella de un modo distinto al hoy día predominante.

¿Por qué no negociar entre todos un nuevo Estatuto de la política y de la representación ciudadana que propicie una especie de nuevo contrato electoral y de representación con la ciudadanía, en el que se acuerde, por ejemplo, la revocabilidad de los mandatos y la forma para llevarla a cabo, los compromisos concretos de quienes resultasen elegidos en parlamentos, gobiernos o demás cargos institucionales, el papel de la deliberación social, las formas de generar y asegurar que se cumplan los mandatos desde abajo, los procesos de toma de decisiones bajo fórmulas de democracia directa, etc....?

Tenemos muy próxima ante nosotros una oportunidad histórica para demostrar que somos capaces de ofrecer a la sociedad todo eso, una nueva forma de ser y de hacer política, un compromiso diferente con la ciudadanía, una capacidad auténtica de transformar, un proyecto de verdadero cambio, de regeneración y de nuevos horizontes que es viable y posible de llevar a cabo. Me refiero a la próxima convocatoria de elecciones europeas en las que sería fundamental concurrir con una candidatura ciudadana plural, de base y de nuevo tipo, que no puede ser ni de una sigla ni de varias sino de la gente.

¿Por qué no avanzar ya hacia una candidatura que tenga como rostros los de quienes se han consolidado en estos últimos años como referentes de la lucha social y de la conciencia ciudadana, que no sea elaborada desde arriba como acuerdo entre direcciones sino desde abajo, mediante procedimientos (quizá elecciones primarias) que revelen las preferencias de las personas normales y corrientes y que hagan efectivo su mandato, para que ellas sean las dueñas de estos nuevos procesos y para que éstos sirvan, sobre todo, para empoderarlas cada vez más y se consiga así que quien decida a partir de ahora lo haga realmente en su nombre?

Espero que Izquierda Unida y las demás organizaciones implicadas en este reto estén a la altura, que innoven de verdad y que no sean conservadoras; y, al mismo tiempo, que también las personas "de abajo" estemos dispuestos a contribuir desde nuestras respectivas actividades y posiciones a que se haga realidad la nueva respuesta política que necesitamos, muy plural y abierta, transversal, generosa, radicalmente democrática y regeneradora, deliberativa pero contundente y eficaz, rigurosamente alternativa y transformadora, republicana, en el sentido más auténtico y amplio del término, y profundamente libre y ciudadana. La única capaz de acabar con las agresiones y los recortes que se ceban y hacen sufrir especialmente con las personas más desprotegidas y necesitadas de nuestra sociedad.

Si lo queremos hacer, vamos a poder hacerlo.
Juan Torres López. Público.es

miércoles, 12 de junio de 2013

Saturados de injusticias. Indignados y tocados, así nos sentimos muchos ante la corrupción, la codicia, los recortes… La ira nos moviliza, pero también puede engullirnos si nos enrocamos en ella

Un día en el que un caso de corrupción, de los que ya son cotidianos, había saltado a los periódicos, durante una comida con una elegante y entrañable señora de 85 años. Con su dulce voz dijo: “Yo, gracias a Dios, estoy bien, pero cuando pienso en todas las personas que no tienen nada y veo cómo algunos dirigentes estafan esas cantidades de dinero, entendería que alguna persona desesperada cometiera cualquier tipo de barbaridad”. Sus palabras chocaban con la dulzura de su voz, pero no con la indignación que le hervía por dentro.

En este mismo semanario, días atrás, Rosa Montero confesaba que, pese a que siempre intenta ser mesurada a la hora de escribir, había llamado criminales a los parlamentarios contrarios a la iniciativa legislativa popular que pide la dación en pago en los desahucios. Y, lejos de retirar sus palabras, reafirmaba que lo seguía pensando. Su ira es representativa del sentimiento de muchos ciudadanos. Multiplicada a extremos insufribles en aquellos que se encuentran directamente afectados.

Motivación y emoción son dos palabras que los psicólogos solemos asociar. De hecho, Motivación y emoción es el nombre de una asignatura de la licenciatura de Psicología, el título de una revista científica y de libros sobre el tema. Son dos conceptos que se solapan, que se entrelazan con fuerza. Podríamos decir que la emoción nos activa y la motivación nos dirige. A los homínidos, esta combinación nos ha permitido durante miles de años adaptarnos al medio. Las emociones negativas, como el miedo o la ira, activan una serie de procesos fisiológicos que nos permiten protegernos y defendernos. Esto es, la emoción supone una activación fisiológica que nos motiva o nos empuja a realizar una acción. “Me dio tanta rabia, que no pude más y se lo dije; probablemente si no me hubiera enfadado, no lo habría hecho”, “me calentó y estallé”, “si me enfrío, ya sé que no voy a hacer nada”. A veces necesitamos la rabia para movernos, pero ¿es una condición indispensable?

Los desahucios, los sobres, la codicia, los recortes, los sueldos abultados de muchos políticos… se han convertido en una realidad irrespirable. La ira y el enfado que nos provocan nos empujan a luchar. Nos movilizamos, protestamos, nos manifestamos, surgen iniciativas populares para ayudarnos entre nosotros. Estas acciones tan necesarias están en muchos casos impulsadas por la furia, por ese resentimiento que sentimos por este vergonzoso panorama. ¿Qué pasará si esa serpiente que se enrosca en nuestro estómago sigue siendo la que motive nuestras acciones? Quizá nos comerá a nosotros antes de que podamos cambiar algo.

La vida no es justa y nunca lo ha sido. La falacia de justicia se considera una distorsión cognitiva dentro de la psicología. Una distorsión que se caracteriza por considerar injusto todo lo que no coincide con nuestras creencias o valores. Nos exasperamos, experimentamos arranques de venganza, cuando creemos que el mundo es injusto con nosotros. Es el típico razonamiento de ¿por qué a mí?

Desgastamos la mente intentando entender las barbaridades que suceden a nuestro alrededor para digerirlas mejor. Todo sería más fácil si aprendiéramos a admitir que el mundo está lleno de injusticias y que algunas nos pueden tocar a nosotros. Cargar la mente con porqués incontestables nos consume. Aceptar duele menos. Cuando atravesamos épocas duras y vemos quién nos ayuda y quién no, nos solemos llevar auténticas sorpresas. Suele doler mucho cuando esperas algo de alguien y no ves movimiento alguno. Sin embargo, cuando recolocas a esa persona en otro sitio de tu cerebro, cuando ya sabes de qué palo va, pierde su capacidad de herirte. Si lográramos aceptar cómo es la naturaleza humana, quizá sería más fácil aceptar (que no resignarse) las injusticias. Solo podemos avanzar si sabemos dónde estamos y aceptamos la realidad tal cual es. Intentar ser activos desde la aceptación y no desde el resentimiento.

Cada día se escuchan más historias sobre cómo la dura situación por la que están atravesando muchísimas personas se traduce en un auténtico infierno doméstico. Dentro de las cuatro paredes donde se convive, gritos y menosprecios van golpeando a las parejas, a los niños, a los abuelos. Las emociones negativas se nos desparraman y ya lo están tiñendo todo. Somos animales. No podemos dejar de experimentar emociones. ¿Cómo manejar la rabia, la ira, el resentimiento que provocan las desigualdades que estamos viviendo?

No todos controlamos igual las emociones. Algunas personas son capaces de ponerlas en un cajón, en una mochila, esto es, les dejan un espacio limitado. No las eliminan; muy al contrario, las reconocen, lloran si hace falta, las explican a algún amigo… Sienten la rabia, la pena… Las miran, no las evitan, no huyen. Los sentimientos que soslayamos se vuelven más borrosos y se desbocan con más facilidad. Si los observamos, sus contornos se van volviendo más nítidos, se concretan.

El resentimiento es una de las emociones más amargas; observarla de cerca para comprobar su inutilidad nos puede ayudar a dejarla atrás. Hace unos meses, durante el coloquio que siguió a una charla en una cárcel catalana, un interno explicó que había vivido ocho años con mucho resentimiento por lo que le había hecho un amigo y también por un incidente relacionado con su exnovia. Contó su corrosiva amargura. “Un día me levanté y vi que aquello no tenía sentido, y se me fue. De repente pasé página con una facilidad venida del cielo…”. El rencor contra los demás solo sirve para devorarnos por dentro, pero los otros se quedan igual. Como muy bien expresó William Shakespeare, “la ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro”. A aquel interno, el día que tuvo la certeza de la inutilidad de ese sentimiento le desapareció el odio incrustado.

Ese interno vivió durante ocho años en dos prisiones: en la real y en la del resentimiento. ¿Cuál es peor de las dos? Al tiempo de abandonar la cárcel, Nelson Mandela declaró: “Al salir y ver toda aquella gente sentí mucha rabia por los 27 años de vida que me habían robado; pero entonces el espíritu de Jesús me dijo: ‘Nelson, cuando estabas en prisión eras libre, ahora que eres libre no te conviertas en tu prisionero”. Mandela vivió 27 años encerrado en la cárcel, aunque no en el resentimiento. La serenidad que logró cultivar fue la que le dio la fuerza para luchar contra las injusticias.

La vergüenza que provocan esas injusticias en quien las oye o lee en los medios de comunicación, la rabia e indefensión en quien las sufre en sus carnes, nos cargan de energía contaminante. Si queremos cambiar el mundo, mejor que nos recarguemos con la energía que proviene de las pequeñas alegrías que nos regala el día. Aunque ahora parecen estar muy escondidas, siguen ahí. “El resentimiento no daña a la persona contra la cual mantiene esta emoción; el resentimiento le está comiendo por dentro a usted” Norman Vincent Peale

Palabra de sabio

Mahatma Gandhi: “No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores. Recordad que a lo largo de la historia siempre ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo han parecido invencibles. Pero siempre han acabado cayendo. Siempre”.

Martin Luter King: “Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien. Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad, y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”.

PELÍCULAS

– Inside job, de Charles Ferguson.
– Cadena perpetua, de Frank Darabont.
– Ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica.
– Pena de muerte, de Tim Robbins.

LIBROS

– Los rostros de la injusticia, de Judith Shklar. Editorial Herder, 2013. Un ensayo que muestra las mil caras de la injusticia y plantea la actitud con que afrontarla.
“Solo si nos comprometemos y, mediante procedimientos democráticos, expresamos permanentemente nuestro sentido de la injusticia, conseguiremos que los gobernantes se impliquen en tratar de aminorarla”.

“Yo no tenía una creencia específica, excepto que nuestra causa era justa, era muy fuerte y que estaba ganando cada vez más y más apoyo”
Nelson Mandela
Fuente: El País Semanal.

miércoles, 5 de junio de 2013

Apuntes para una estrategia de cambio. Artículo de Vicenç Navarro

Apuntes para una estrategia de cambio

Este artículo subraya la necesidad y urgencia de que se establezca un movimiento popular de carácter político que, sin transformarse en un nuevo partido político, presione para un cambio profundo de las instituciones representativas españolas (incluyendo las autonómicas), para que pueda desarrollarse una democracia más completa, que permita el necesario mejoramiento del bienestar de la ciudadanía y evite la regresión democrática y el retraso social que está ocurriendo en España.

Como he indicado en varias ocasiones, estamos viendo el final de la Primera Transición de la dictadura a la democracia, Transición que se realizó con un enorme dominio de las fuerzas conservadoras (en realidad, ultraconservadoras) que controlaban los aparatos del Estado y la mayoría de los mayores medios de difusión y persuasión. Este dominio quedó reflejado en el sistema político que se estableció durante aquel proceso de Transición, el cual, aún cuando se define como democrático, se caracteriza por su escasísima sensibilidad y calidad democrática. Varios indicadores, entre otros muchos, reflejan tales limitaciones. Uno de ellos es el diseño y composición del Estado y sus políticas públicas, en las cuales las fuerzas conservadoras (de varios signos políticos) tienen gran protagonismo. Otro indicador de la baja calidad democrática es la ley electoral, la cual está profundamente sesgada en contra de amplios sectores de las izquierdas.

Esta situación ha generado un sistema representativo que es distante de la opinión popular, siendo esta última, por lo general, más progresista que las políticas públicas llevadas a cabo por la clase política gobernante. La distancia entre gobernantes y gobernados es enorme en España. La democracia en este sistema llamado representativo se limita a votar cada cuatro años dentro de un contexto sesgado en el que el voto útil y las leyes electorales reproducen un bipartidismo que se considera por la población gobernada como insuficiente y conservador, pues limita las posibilidades de participación en el proceso de decisión. Este conservadurismo explica el enorme retraso social de España (con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15) y su inhabilidad de admitir que el Estado español es un Estado plurinacional. Estos grandes déficits democráticos se han acentuado con las crisis financieras y económicas actuales, donde las enormes limitaciones de la democracia española aparecen con toda intensidad. La crisis de legitimidad del sistema político hoy existente en España es enorme.

¿Qué puede hacerse?

La mayor causa de esta crisis de legitimidad es la amplia percepción de que el Estado español (sea central o autonómico) no está realizando las políticas que la mayoría de la ciudadanía desea. De ahí el amplio apoyo al eslogan del 15-M de que “no nos representan”. ¿Qué puede hacerse ante esta realidad?

Una medida muy urgente es romper con el fatalismo que parece haberse adueñado de amplios sectores de la población de que no hay nada que pueda hacerse para cambiar tales políticas. El abusivo control de los medios de mayor difusión del país (controlados por la estructura del poder, y muy en especial del financiero) hace que el mensaje procedente del establishment de que “no hay alternativas”, esté calando en la percepción popular. A esta percepción está contribuyendo el mensaje extendido en algunos sectores de las izquierdas radicales de que, a no ser que todo el capitalismo desaparezca y se establezca el socialismo, no hay nada que hacer. Todo lo demás es, como decía una de estas voces, “humanizar el capitalismo”. Y puesto que no se ve que el capitalismo vaya a desaparecer pronto, el mensaje que se transmite es que no hay nada que, mientras tanto, se pueda hacer.

Lo peor de tal postura, sin embargo, es que no entiende como el cambio ocurre. Si el proyecto transformador es ir hacia un proyecto en el que cada persona reciba los recursos según su necesidad, y que éstos se financien según las habilidades y posibilidades de cada persona (lo que solía llamarse socialismo), entonces hay que darse cuenta de que el socialismo se construye y/o destruye cada día en el seno de las sociedades capitalistas. Cuando se crea o refuerza un servicio público de salud universal financiado progresivamente, por ejemplo, se está construyendo el socialismo. Cuando se privatiza su financiación, se está destruyendo. Pues bien, bajo este criterio, e independientemente de cómo se defina el proyecto, hay un enorme potencial de movilización. En realidad, varias encuestas han mostrado que la mayoría de la población en España está de acuerdo con tal principio.

De esta observación deriva la gran importancia de que las fuerzas progresistas utilicen un lenguaje y unos ejemplos de intervenciones públicas con las cuales las clases populares puedan identificarse. Y también es importante referirse a casos concretos dentro y fuera de España de experiencias exitosas (como múltiples ejemplos de cooperativismo, por ejemplo). Hay que mostrar que, en contra de lo que se nos dice, sí que hay alternativas en cada caso y en cada momento. Adoptar posturas totalizantes indicando que los cambios no son posibles a no ser que haya un cambio total del sistema (el fin del capitalismo) es paralizante. No es por casualidad que tales propuestas aparezcan entre intelectuales académicos que tienen sus necesidades inmediatas cubiertas. Las personas con necesidades exigen, con razón, que se les resuelva su problema, no en un futuro lejano, sino ahora. Y las izquierdas tienen que darles una solución ahora, y no sólo en el futuro.

La necesidad de un movimiento político

Hoy la sociedad civil está enormemente agitada. Pero las derechas continúan fuertes, y las izquierdas débiles. ¿Por qué? Una de las razones es la excesiva centralidad de la vida política en la lucha parlamentaria dentro de las instituciones del Estado donde dominan las fuerzas conservadoras. Se necesita que la riqueza de acciones reivindicativas se traduzca en un movimiento político, que no tiene porqué significar un nuevo partido político. En realidad, ya hay demasiados partidos políticos de izquierda. Las izquierdas están atomizadas en España. Lo que se necesita es una movilización de protesta y de promoción de propuestas factibles y reales para cada uno de los problemas que la ciudadanía presenta. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) es un ejemplo de ello. Hay que cambiar el centro de la actividad política, sin sustituirla. Es necesario crear la presión para que los partidos realicen lo que la ciudadanía desea, presión que debe ser continua y no limitarse a la esfera legislativa. El movimiento 15-M es un buen ejemplo de ello. Ha tenido un enorme impacto en cambiar la temática y narrativa política del país .

Este movimiento político debería ser la coalición de fuerzas y movimientos sociales, incluyendo también sindicatos e incluso miembros y simpatizantes de los partidos políticos (aún cuando éstos, los partidos políticos, no deberían ni instrumentalizar ni liderar tal movimiento político). Y la movilización debería crear un programa real, factible (que, por definición, la estructura de poder definirá como “utópico”, es decir, irrealizable), siendo responsabilidad de tal movimiento documentar y mostrar que sí, que es realizable. Por ejemplo, tiene que mostrarse que es factible, incluso hoy, en la situación actual, crear agencias públicas de crédito que lo ofrezcan a bajos intereses a las pequeñas y medianas empresas y a las familias, o que es factible garantizar la vivienda en un país con cuatro millones de viviendas vacías, y así un largo etcétera.

Este movimiento debería ser político, es decir, debería presionar para cambiar el sistema político (desde los aparatos del Estado hasta los propios partidos políticos) para hacerlo auténticamente democrático, con unas leyes electorales proporcionales, con una representatividad mayor y no única, complementada y en ocasiones sustituida por otras formas de democracia que incluyan desde referéndums vinculantes a fórums asamblearios de decisión. Y con cambios de los sistemas de información públicos y privados, condicionando la utilización de un recurso público (las ondas radiotelevisivas en el aire) a su diversidad ideológica, puesto que la escasez de tal diversidad es uno de los mayores problemas que tiene la democracia española.

Ni que decir tiene que existirá una enorme resistencia a estos cambios. Pero estos cambios son posibles. Y la propia experiencia española así lo muestra. El problema de la Primera Transición es que los partidos de izquierda abandonaron la movilización popular (en realidad, la desmovilizaron), adaptándose rápidamente a las instituciones del Estado dominadas por las fuerzas conservadoras. Pero hay que ser conscientes de que lo que forzó el fin de la dictadura fueron las movilizaciones populares, lideradas por el movimiento obrero. Y la estructura de poder favoreció su desmovilización dando excesivo protagonismo a los partidos, y dentro de ellos a las élites gobernantes de tales partidos. Esta Segunda Transición no debería caer en el mismo problema. Los partidos políticos son importantes y fundamentales en una democracia. Pero su función (muy acentuada en los partidos auténticamente democráticos y progresistas) es la de transmitir en el lenguaje legislativo lo que exija el movimiento político avalado por la participación popular, en lugar de ser instrumentos de poderes fácticos (tanto religiosos como financieros y económicos) que violan y corrompen el proceso democrático.

Por ello seria aconsejable que se establecieran asambleas en las que se denunciaran las enormes limitaciones de la democracia existente en España y en sus CCAA, con presentación de alternativas factibles y reales que, sin lugar a dudas, crearan una enorme resistencia, hostilidad y represión, como está ocurriendo ya. Pero los jóvenes de todas las edades tienen que ser conscientes de que son los herederos de las movilizaciones de las generaciones anteriores que consiguieron establecer y expandir los derechos políticos, sociales y laborales que ahora nos están sustrayendo.
Este movimiento debería ser muy amplio, abarcando un gran abanico de sensibilidades políticas y sociales, que tuviera como objetivo realizar una segunda Transición que nos llevara de una democracia tan incompleta y de un bienestar tan insuficiente como existe hoy en España a una democracia más desarrollada, que tuviera componentes de representatividad (basada en la proporcionalidad), así como componentes de democracia directa, como referéndums vinculantes (incluyendo derechos a decidir a nivel estatal central, autonómico y local), y formas asamblearias de decisión, expuestas a un amplio abanico de medios de información abierto a todas las sensibilidades. Tal democracia facilitaría la resolución de los enormes problemas sociales y económicos que la mayoría de la población experimenta, pues tales problemas –por difícil que parezca- son de fácil solución científica, aunque de imposible resolución dentro de las estructuras políticas hoy existentes. Así de claro.