Once libros con mucha clase (obrera) para reflexionar sobre el Día Internacional de los Trabajadores
Carmen López
El diario
Para celebrar el día del trabajador proponemos una serie de buenos títulos sobre el mundo laboral con los que pensar y también entretenerse
Chaplin apretando las tuercas a la industria en Tiempos modernos
El primer día de mayo es el Día Internacional del Trabajo y, precisamente, no se trabaja. Es en honor a los sindicalistas estadounidenses que perdieron la vida en 1886 en la Revuelta de Haymarket. Aquellos obreros pedían que la patronal respetase la jornada laboral de ocho horas ya aprobada por ley y que -por ahora- es la habitual si se tiene un contrato a jornada completa.
Ese espíritu reivindicativo se ha ido evaporando con el tiempo y actualmente casi es un día festivo más dentro del calendario laboral. Hay quien sigue asistiendo a las manifestaciones convocadas por los sindicatos y quien decide gastar su tiempo libre en otras actividades. Una buena puede ser leer algún libro relacionado con el tema y reflexionar sobre él. Para bien y para mal, el trabajo es uno de los aspectos más importantes de la vida de todos y todas. El paro es la principal preocupación de los y las españolas actualmente y los derechos que se consiguieron durante tantos años de lucha obrera se tambalean. Esta es una lista de títulos para pensar, aprender, emocionarse, entretenerse e incluso reírse.
No tengo tiempo, de Jorge Moruno (Editorial Akal)
Una reflexión sobre cómo la relación de las personas y el entorno laboral están cambiando gracias a la capacidad del neoliberalismo para jugar con los términos y convencer de que lo que hasta hace poco se veía como un retroceso es lo contrario.
La mal llamada ‘economía colaborativa’ ha convertido a los repartidores en ‘riders’ que disfrutan pedaleando por la ciudad y los arrendadores ahora son anfitriones. No existen las jornadas, sino que las horas son bajo demanda y el trabajador no puede conciliar, sino esperar a que le caiga un encargo.
Jorge Moruno es sociólogo y escritor. Sabe bien de lo que habla porque, entre otras cosas, "ha sido teleoperador, informador turístico, reponedor, administrativo o parado" y, además, investiga sobre las transformaciones del trabajo.
Los obreros contra el trabajo, de Michael Seidman (Pepitas de calabaza)
Este ensayo se publicó por primera vez en 1991 y le costó al autor su puesto de trabajo en Rutgers, la universidad de Nueva Jersey. Pepitas de calabaza lo publicó en España en 2014 traducido por Federico Corriente y obtuvo una repercusión considerable. Seidman desarrolla en el libro una tesis sobre la relación que los obreros con su trabajo en Francia y España durante el periodo comprendido entre 1936 a 1939 (gobierno del Frente Popular y Guerra Civil respectivamente).
La conclusión a la que llega el autor es que las personas, de alguna manera, se resisten a trabajar. Como explicó en esta entrevista concedida a eldiario.es: "Toda la historia laboral analizada desde 1960 está basada en la teoría de que a los obreros les gusta trabajar. Tanto para los comunistas como para los socialistas, los capitalistas… el trabajo define a la clase obrera. Y mi punto de vista define a la clase obrera como la clase que se resiste al trabajo". En el libro se refiere al trabajo asalariado en ciudades industriales durante ese periodo de tiempo concreto, aunque en la época actual sigue existiendo esa reticencia.
La oficina en The New Yorker, (Libros del Asteroide)
El lugar de trabajo como espacio alienante, las relaciones con los compañeros de trabajo, el hastío de la rutina o las jerarquías dentro de la empresa. Los autores de esta compilación de viñetas publicadas en el medio norteamericano desde 1920 ironizan con pluma fina sobre todos esos aspectos del día a día de una oficina de una manera en la que cualquier persona que haya pasado por esos trances se ve identificada. Y provocan sonrisas cuando no carcajadas en cada una de ellas.
El volumen recopila los trabajos de algunos de los viñetistas más importantes de la revista como Robert Mankoff, Leo Cullum, Tom Cheney, Peter C. Vey o Lee Lorenz traducidos al castellano por Miguel Aguayo y con prólogo de Jean-Loup Chiflet. Como explican desde la editorial, el libro podría llevar como subtítulo la frase "Todo lo que me hubiera gustado decir o hacer en el transcurso de mi vida laboral si no hubiera tenido miedo a ser despedido". Garantizado.
Estupor y temblores, de Amélie Nothomb (Anagrama)
Con motivo del quincuagésimo aniversario de su colección ‘Compactos’, la editorial ha reeditado 50 de sus títulos esenciales seleccionados por editores y libreros. Entre ellos se encuentra este libro en el que la autora, nacida en Japón pero criada en Bélgica, regresa a su país natal para trabajar. Allí se encuentra con la realidad del mundo laboral de los japoneses, con una ética del trabajo en la que prima la sumisión y el convencionalismo.
El humor y la manera de escribir de Nothomb son especiales -es decir, no del gusto de todos- pero su novela es un buen reflejo de las diferentes maneras que existen de entender el trabajo. Y la de los japoneses, que no contemplan el escaqueo como una opción, es bastante opuesta a la de los españoles. O al menos por el momento y mientras se pueda. La traducción es de Sergi Pàmies.
Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos, de Barbara Ehrenreich (Capitán Swing)
La autora del libro, traducido por Carmen Aguilar, decide investigar sobre las condiciones laborales en Estados Unidos haciéndose pasar por una trabajadora no cualificada. Así, va apuntando sus experiencias en empleos mal remunerados para explicar las condiciones de vida de las clases pobres del país. Lo que descubre -¡sorpresa!- es que, pese a tener un trabajo a tiempo completo, una persona que gana seis dólares por hora no llega a fin de mes. Ehrenreich podría haber hecho su experimento en España y habría llegado a la misma conclusión.
Alguno de los trabajos que desempeñó fueron de reponedora de un supermercado, limpiadora y camarera de hotel. Doctora en biología en la Universidad Rockefeller de Nueva York, hasta ese momento no había experimentado la dureza de esas labores. Actualmente forma parte del Partido Socialdemócrata de Estados Unidos, escribe en el periódico The Progressive y es una reconocida activista política.
Asamblea Ordinaria, de Julio Fajardo Herrero (Libros del Asteroide)
El autor se sirve de sus personajes para describir el impacto que la crisis tuvo en la sociedad española. La pareja que se resiente por la precariedad, el joven sin trabajo que se va a vivir con su tía anciana o el empleado que no quiere ver cómo sus condiciones laborales se van al traste son algunos de ellos.
Todos experimentan cambios vitales que no se hubiesen imaginado si el rumbo de la economía no hubiese dado un giro tan demoledor. Julio Fajardo, editor y traductor, publicó este libro hace tres años, pero podría haberlo hecho hoy.
Vida de zarigüeyas. Cómo vivir bien sin empleo y (casi) sin dinero, de Dolly Freed (Alpha Decay)
Dolly Freed publicó esta especie de manual para sobrevivir tranquilamente sin tener que trabajar y sin caer en la indigencia. Ella y su padre vivieron durante cinco años a las afueras de Filadelfia cultivando y cazando lo que podían en su casa que, pequeño detalle, tenía un terreno de dos mil metros cuadrados. Catalogaba las necesidades como básicas -una casa- y como prescindibles -médicos, seguros- y así gestionaba los 700 dólares que se gastaban al año.
Aunque sus consejos son difíciles de seguir hoy en día, el libro sirve como reflexión acerca de cómo nos afecta la economía y muestra que existen opciones para vivir sin estar supeditados al trabajo (o no tanto). Esta edición está traducida por Rubén Martín Giráldez e incluye un prólogo de David Gates.
Tea Rooms. Mujeres obreras, de Luisa Carnés (Hoja de Lata)
Matilde trabaja en un salón de té cercano a la Plaza del Sol en Madrid. Corren los años 30 del siglo pasado y tanto ella como sus compañeras Antonia, Paca y Marta, trabajan por sueldos irrisorios atendiendo a clientes de postín. Matilde va adquiriendo cada vez más conciencia de su situación y, por lo tanto, rebelándose ante un destino desierto de expectativas.
Las condiciones laborales y los problemas a los que se enfrentan sus personajes -insalubridad, aborto, prostitución, derechos laborales- siguen tan presentes que la obra no ha perdido ni ápice de vigencia. Carnés, otra de las autoras de la Generación del 27 que no obtuvieron reconocimiento hasta décadas después, se sirvió de sus propias experiencias para elaborar este título y Natacha, su otra novela.
Andando, de Albert Carreres, Alejandro Torres y Daniel Riego (Norma Editorial)
Claudia tiene una carrera exitosa hasta que se queda embarazada y su situación en el trabajo cambia. Sergi tiene una pequeña empresa de servicios eléctricos y mantenimiento que iba bien hasta que llegó la crisis y con ella los problemas para sacarla adelante. Andrés se queda sin empleo después de estar toda la vida en la misma empresa que le despide con una indemnización más que cuestionable cuando aún le quedan años para jubilarse.
Esas son las realidades de los protagonistas de este cómic que radiografía la situación del país cuando la economía se desmorona. El retrato de los autores es el de unas vidas que se quiebran pero que no pierden del todo el humor y que mantienen la esperanza pese a la adversidad.
El pueblo. Auge y declive de la clase obrera, (1910-2010) de Selina Todd (Akal)
El recorrido de la clase obrera británica desde su ascenso en la I Guerra Mundial, pasando por su resistencia a la dura época de Margaret Thatcher y su declive hasta la época actual. Una historia de lucha obrera y de orgullo de clase que hoy en día parece haber desaparecido aunque no lo haya hecho del todo.
Todd, escritora y profesora de Historia contemporánea en la Universidad de Oxford, estuvo diez años documentándose para escribir este libro, que ha traducido al castellano Antonio José Antón Fernández. En palabras de Owen Jones: "Todd aborda la misión de pintar la clase obrera de nuevo contra el lienzo de la historia".
Esclavos del trabajo, de Daria Bogdanska (Astiberri)
Daria Bogdanska llegó a Suecia con la esperanza de una vida mejor. Después de dejar su casa en Polonia, viajó por Europa hasta que, cansada de trabajos precarios, decidió que ya era hora de conseguir un buen empleo. Malmö parecía un buen lugar para ello, al fin y al cabo está en el Estado del Bienestar con mayúsculas. Pero nada que ver.
Viñeta a viñeta desgrana cómo, poco a poco, va experimentando la realidad de una extranjera en el país. Los problemas delirantes para conseguir un permiso de trabajo, la precariedad y las injusticias se sucedían hasta que un día, harta, decide rebelarse y se pone en contacto con un sindicato. El cómic perfecto para el 1 de mayo.
Fuente:
https://www.eldiario.es/cultura/libros/libros-recomendados-Dia-Internacional-Trabajo_0_894160995.html
miércoles, 1 de mayo de 2019
domingo, 28 de abril de 2019
Julian Assange y la agenda para la guerra global
James Petras
Rebelión
Traducido del inglés para rebelión por J. M.
Introducción
Durante casi una década, Washington ha tratado de silenciar, encarcelar y eliminar al periodista de investigación más destacado del mundo, Julian Assange (JA) y su equipo de colaboradores en WikiLeaks (WL).
Nunca han sido tan desacreditados los medios de comunicación masiva como con la publicación de los documentos oficiales que contradicen directamente la propaganda oficial, articulada por los líderes políticos y repetida por "destacados" periodistas.
Washington tiene la intención particular de capturar a JA porque sus revelaciones han tenido un impacto particularmente poderoso en el público estadounidense, los críticos políticos, los medios alternativos y los grupos de derechos humanos al enfrentarlos contra las guerras estadounidenses en el Medio Oriente, el sur de Asia, África y América Latina.
Continuaremos discutiendo lo que JA y WL lograron y por qué la particular e "innovadora" forma de informar perturbó al Gobierno.
Luego analizaremos los conflictos "en curso" y el fracaso de la Casa Blanca para obtener una victoria decisiva, como factores que han llevado a Washington a intensificar sus esfuerzos para hacer de JA un "ejemplo" para otros periodistas, exigiendo que se “pongan en forma” o pagarán las consecuencias, incluido el encarcelamiento.
El contexto para la denuncia de irregularidades
Al final de una década de guerra, la oposición a la participación de Estados Unidos en Irak y Afganistán se había extendido a sectores militares y civiles. Se filtraron documentos y se alentó a los críticos a entregar informes que revelaban crímenes de guerra y el número de víctimas en vidas humanas. WL, bajo el liderazgo de Assange, fue el receptor de cientos de miles de documentos provenientes de analistas militares, contratistas y funcionarios civiles disgustados por las mentiras de los medios de comunicación oficiales y de masas que perpetraron y encubrieron crímenes de guerra.
A medida que avanzaban las guerras y se lanzaban otras nuevas en Libia y Siria, los congresistas liberales eran impotentes y no estaban dispuestos a exponer las mentiras de los regímenes Obama/Clinton y las falsificaciones que acompañaban al asesinato del presidente Gadafi. WikiLeaks y JA publicaron documentos que revelaron cómo los EE. UU. planearon, implementaron y fabricaron las guerras humanitarias para "salvar a la gente…" ¡bombardeándola!
Los documentos de WL desacreditaron a las principales redes y a la prensa de prestigio, que seguían la línea oficial.
El Pentágono, la CIA, la presidencia y sus simpatizantes en el Congreso entraron en pánico cuando sus actividades secretas salieron a la luz. Recurrieron a varios movimientos desesperados, todos dirigidos a silenciar la libertad de expresión. Acusaron a los periodistas de investigación de "espionaje", de trabajar para Rusia, de terroristas islámicos o simplemente de "traidores por dinero".
A medida que el mensaje de WL ganó legitimidad, Washington recurrió al poder judicial en busca de fallos para asfixiar a sus críticos. La libertad de expresión fue criminalizada. Pero WL continuó. Nuevos y más denunciantes críticos llegaron a la escena, Chelsea Manning, Edward Snowden, William Binney y otros proporcionaron nuevas pruebas devastadoras de las grandes distorsiones y falsificaciones de Washington en relación con las muertes de civiles.
A los ojos del Pentágono, Julian Assange era el enemigo porque se negó a ser comprado o intimidado. WL despertó con éxito la desconfianza de los medios de comunicación y la desconfianza entre el público de la difusión de las noticias oficiales de guerra.
El Pentágono, la Casa Blanca y el aparato de inteligencia buscaron a los “espías” internos que proveían los documentos a WL. Se tomó como objetivo el arresto de Julian Assange bajo la creencia de que "decapitar" al líder intimidaría a otros periodistas de investigación. JA huyó para salvar por su vida y buscó y recibió asilo en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido.
Después de siete años de presión EE.UU. Logró que el presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, viole la constitución de su propio país y permita a la policía británica capturar a JA, encarcelarlo y prepararlo para la extradición a Washington, donde el régimen encontrará la configuración judicial adecuada para condenarlo a cadena perpetua o... peor.
Conclusión
Los crímenes de guerra cometidos por Washington son de tal dimensión que han erosionado el espíritu pasivo y sumiso de sus servidores públicos. Habiendo perdido la confianza, el Gobierno se basa en amenazas, expulsiones y juicios penales.
Los periodistas de investigación están bajo la presión del coro de prostitutas de prensa y enfrentan juicios criminales.
Hoy la libertad de expresión significa "libre" para seguir al Estado.
La próxima prueba de Julian Assange es más que la libertad de expresión. Se trata de la capacidad de Washington para continuar con las guerras globales, aplicar sanciones ilegales contra países independientes y reclutar estados vasallos sin oposición. Washington, sin la conciencia pública, podrá iniciar guerras comerciales y calumniar a los competidores con impunidad. Una vez que los informantes son silenciados y/o encarcelados, todo vale.
En los tiempos actuales, muchos periodistas han perdido su capacidad de decir la verdad al poder, y los jóvenes escritores que buscan salidas y modelos a seguir, enfrentan la amenaza de la censura impuesta por un castigo atroz. La Casa Blanca busca convertir al país en una cámara de eco de mentiras para las guerras "humanitarias" y los golpes "democráticos".
Hoy el Gobierno de los Estados Unidos libra una guerra contra Venezuela. El Tesoro se apodera de sus recursos y riqueza y el Estado designa a su presidente en nombre de los "valores democráticos". El régimen de Trump está matando de hambre al pueblo venezolano para someterlo en nombre de una misión humanitaria, una estrategia contra la cual solo forcejean algunos periodistas de los medios alternativos.
Washington está encarcelando a JA para garantizar que los crímenes contra Venezuela continúen con impunidad.
Rebelión
Traducido del inglés para rebelión por J. M.
Introducción
Durante casi una década, Washington ha tratado de silenciar, encarcelar y eliminar al periodista de investigación más destacado del mundo, Julian Assange (JA) y su equipo de colaboradores en WikiLeaks (WL).
Nunca han sido tan desacreditados los medios de comunicación masiva como con la publicación de los documentos oficiales que contradicen directamente la propaganda oficial, articulada por los líderes políticos y repetida por "destacados" periodistas.
Washington tiene la intención particular de capturar a JA porque sus revelaciones han tenido un impacto particularmente poderoso en el público estadounidense, los críticos políticos, los medios alternativos y los grupos de derechos humanos al enfrentarlos contra las guerras estadounidenses en el Medio Oriente, el sur de Asia, África y América Latina.
Continuaremos discutiendo lo que JA y WL lograron y por qué la particular e "innovadora" forma de informar perturbó al Gobierno.
Luego analizaremos los conflictos "en curso" y el fracaso de la Casa Blanca para obtener una victoria decisiva, como factores que han llevado a Washington a intensificar sus esfuerzos para hacer de JA un "ejemplo" para otros periodistas, exigiendo que se “pongan en forma” o pagarán las consecuencias, incluido el encarcelamiento.
El contexto para la denuncia de irregularidades
Al final de una década de guerra, la oposición a la participación de Estados Unidos en Irak y Afganistán se había extendido a sectores militares y civiles. Se filtraron documentos y se alentó a los críticos a entregar informes que revelaban crímenes de guerra y el número de víctimas en vidas humanas. WL, bajo el liderazgo de Assange, fue el receptor de cientos de miles de documentos provenientes de analistas militares, contratistas y funcionarios civiles disgustados por las mentiras de los medios de comunicación oficiales y de masas que perpetraron y encubrieron crímenes de guerra.
A medida que avanzaban las guerras y se lanzaban otras nuevas en Libia y Siria, los congresistas liberales eran impotentes y no estaban dispuestos a exponer las mentiras de los regímenes Obama/Clinton y las falsificaciones que acompañaban al asesinato del presidente Gadafi. WikiLeaks y JA publicaron documentos que revelaron cómo los EE. UU. planearon, implementaron y fabricaron las guerras humanitarias para "salvar a la gente…" ¡bombardeándola!
Los documentos de WL desacreditaron a las principales redes y a la prensa de prestigio, que seguían la línea oficial.
El Pentágono, la CIA, la presidencia y sus simpatizantes en el Congreso entraron en pánico cuando sus actividades secretas salieron a la luz. Recurrieron a varios movimientos desesperados, todos dirigidos a silenciar la libertad de expresión. Acusaron a los periodistas de investigación de "espionaje", de trabajar para Rusia, de terroristas islámicos o simplemente de "traidores por dinero".
A medida que el mensaje de WL ganó legitimidad, Washington recurrió al poder judicial en busca de fallos para asfixiar a sus críticos. La libertad de expresión fue criminalizada. Pero WL continuó. Nuevos y más denunciantes críticos llegaron a la escena, Chelsea Manning, Edward Snowden, William Binney y otros proporcionaron nuevas pruebas devastadoras de las grandes distorsiones y falsificaciones de Washington en relación con las muertes de civiles.
A los ojos del Pentágono, Julian Assange era el enemigo porque se negó a ser comprado o intimidado. WL despertó con éxito la desconfianza de los medios de comunicación y la desconfianza entre el público de la difusión de las noticias oficiales de guerra.
El Pentágono, la Casa Blanca y el aparato de inteligencia buscaron a los “espías” internos que proveían los documentos a WL. Se tomó como objetivo el arresto de Julian Assange bajo la creencia de que "decapitar" al líder intimidaría a otros periodistas de investigación. JA huyó para salvar por su vida y buscó y recibió asilo en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido.
Después de siete años de presión EE.UU. Logró que el presidente ecuatoriano, Lenin Moreno, viole la constitución de su propio país y permita a la policía británica capturar a JA, encarcelarlo y prepararlo para la extradición a Washington, donde el régimen encontrará la configuración judicial adecuada para condenarlo a cadena perpetua o... peor.
Conclusión
Los crímenes de guerra cometidos por Washington son de tal dimensión que han erosionado el espíritu pasivo y sumiso de sus servidores públicos. Habiendo perdido la confianza, el Gobierno se basa en amenazas, expulsiones y juicios penales.
Los periodistas de investigación están bajo la presión del coro de prostitutas de prensa y enfrentan juicios criminales.
Hoy la libertad de expresión significa "libre" para seguir al Estado.
La próxima prueba de Julian Assange es más que la libertad de expresión. Se trata de la capacidad de Washington para continuar con las guerras globales, aplicar sanciones ilegales contra países independientes y reclutar estados vasallos sin oposición. Washington, sin la conciencia pública, podrá iniciar guerras comerciales y calumniar a los competidores con impunidad. Una vez que los informantes son silenciados y/o encarcelados, todo vale.
En los tiempos actuales, muchos periodistas han perdido su capacidad de decir la verdad al poder, y los jóvenes escritores que buscan salidas y modelos a seguir, enfrentan la amenaza de la censura impuesta por un castigo atroz. La Casa Blanca busca convertir al país en una cámara de eco de mentiras para las guerras "humanitarias" y los golpes "democráticos".
Hoy el Gobierno de los Estados Unidos libra una guerra contra Venezuela. El Tesoro se apodera de sus recursos y riqueza y el Estado designa a su presidente en nombre de los "valores democráticos". El régimen de Trump está matando de hambre al pueblo venezolano para someterlo en nombre de una misión humanitaria, una estrategia contra la cual solo forcejean algunos periodistas de los medios alternativos.
Washington está encarcelando a JA para garantizar que los crímenes contra Venezuela continúen con impunidad.
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jueves, 25 de abril de 2019
Brecht y Piscator: Un legado teatral y político
Juan Antonio Hormigón y César de Vicente, en la presentación en la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León Javier Dámaso
Valladolid
Domingo, 15 de Diciembre de 2013
La relación entre teatro y política constituye uno de los aspectos más ricos de la dimensión social del teatro. Erwin Piscator y Bertold Brecht son con seguridad los representantes más cualificados del uso político, expreso y deliberado, del teatro. Que todo teatro es político, en el sentido de que manifiesta una visión determinada del poder y una lógica sobre el poder, es incuestionable, pero la utilización del teatro como instrumento de expresión de la crítica social y de combate político es otra cosa.
El pasado 10 de diciembre se presentaron en la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León dos libros editados por la Asociación de Directores de Escena de España sobre Bertold Brecht y Edwin Piscator: El legado de Brecht, de Juan Antonio Hormigón (donde recoge sus estudios sobre Bertold Brecht desde 1966) y Piscator: Teatro, política y sociedad, una selección de textos de este autor, traducidos por Cristina Díez Pampliega, con edición a cargo de César de Vicente Hernando.
A la presentación acudieron Juan Antonio Hormigón, autor del primero de los libros, director teatral y Secretario General de la Asociación de Directores de Escena de España y César de Vicente Hernando, responsable de la edición del segundo libro y filólogo, investigador y director de escena.
El legado de Brecht
A mi juicio, el libro de Juan Antonio Hormigón es un libro necesario, por Bertold Brecht y por el propio Juan Antonio Hormigón. Por Brecht, porque su obra y su método siguen siendo actuales. Su humor, su acidez, su frialdad, son como cuchillos, cortantes, impactantes. Brecht construye un método y puede utilizarse y jugarse con él. Un espectáculo de plena actualidad y de éxito en nuestro país como “Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía)”, de la compañía española Ron Lalá, donde hay una ácida crítica social y se advierten técnicas de distanciamiento, es heredero del método brechtiano. Brecht está vivito y coleando y se pasea por los escenarios.
Y es un libro necesario por Juan Antonio Hormigón, porque como investigador teatral ha demostrado una fidelidad brechtiana encomiable, de la que este libro hace prueba. Recoger su obra brechtiana en un conjunto de textos que abarcan más de cuarenta años da como resultado observar una mirada de enorme lucidez, fruto del manejo de la teoría teatral. Y es que la teoría teatral constituye una verdadera “teoría de la acción humana”, con la intención de comprenderla, de determinar sus fines e intenciones. Otras disciplinas del conocimiento ofrecen también su propia teoría de la acción humana, como la Economía (en aras a interpretarla desde y conducirla hacia un fin lucrativo) o el Derecho Penal (con objeto de determinar su carácter delictivo, a través de los tipos penales). Pero a diferencia de esos campos del conocimiento que interpretan la acción humana desde una finalidad concreta y la tiñen de una intencionalidad específica, reduciéndola a sus parámetros, la teoría teatral persigue desvelar sus intenciones, sus interrelaciones, y poder representarla de modo reconocible (“verosímil”) por otros humanos. El interés por descubrir la lógica de poder de la acción humana, su dimensión política, hace de la teoría teatral un valioso instrumento de análisis político y de lucidez política. Y ese ha sido uno de los intereses más claros y de los quehaceres que Juan António Hormigón muestra en este volumen, de forma que la recopilación permite observar todo el elenco de trabajos en perspectiva.
Para mí, subjetiva y personalmente, el libro tiene el valor sentimental de contener, entre el listado de obras de Brecht representadas en España, una referencia al montaje que, con la Compañía Aristófanes, dirigí en 1984 de la pieza Romántico Cabaret, que recogía textos de Bertold Brecht. Fue un espectáculo que me produjo, a mis veinte años, mucha alegría montar, pero enormes disgustos después, entre ellos el enfado de algunos familiares que se personaron en el estreno y se escandalizaron ante las escenificaciones procaces, con la prostituta Jenny, de la “Balada de la tiranía del sexo” y de la “Balada del rufián”, en un ambiente de chulos y prostíbulos. Y es que Brecht en su retrato social se muestra descarnado. En ese caso, exhibiendo de forma desnuda el apetito sexual y la doble moral de ciertos sectores de la sociedad.
Brecht sigue siendo incómodo, hoy lo es sin duda si se ponen sobre la escena sus obras donde denuncia hasta dónde es capaz de llegar la codicia de la banca y de los empresarios (el mercado de la carne de Santa Juana de los Mataderos). El distanciamiento brechtiano es también eso, la muestra descarnada de la acción: “ahí lo tienes”. El teatro épico contiene la intencionalidad de controlar los efectos de la acción sobre el público. Hacer que el espectador tome conciencia de lo que ve. Pero Brecht sabe que el teatro es arte y su “teatro épico”, como decía Walter Benjamin, avanza a empellones, a través del shock, como el cinematógrafo.
Piscator: Teatro político
Si para la dogmática teatral Brecht es el “teatro épico”, el “teatro dialéctico”, Piscator es, propiamente dicho, el “teatro político”. A mi juicio, a diferencia de Brecht, Piscator muestra una evolución menos tabulada, mucho más orgánica, más flexible. Una evolución que se manifiesta con toda claridad en los textos del libro: Piscator parte del Teatro Proletario (en el que comparte las ideas con Lunacharski del arte proletario), pasa por el AGITPROP (agitación y propaganda), para ir a los escenarios del teatro burgués, para conseguir proyectar su mensaje, y se anticipa en los años 60 a las posiciones de Pasolini, al proponer como destinatarios de su teatro a unas clases medias inquietas e intelectuales. Piscator se plantea el problema de la producción: ¿quién es el destinatario del teatro? Para concluir que la sociedad, los elementos más avanzados de la sociedad, tras haber intentado un teatro para el proletariado.
Lo cierto es que Brecht eclipsó a Piscator. Éste se inicia con un “arte de partido” para ir hacia un arte social. En la primera fase del Teatro Proletario de los años veinte fue de fracaso en fracaso (“Llevo mis deudas como Göring llevaba sus medallas”, decía). Brecht trabajó en la “oficina dramatúrgica” de Piscator (en palabras de Alfonso Sastre) y Piscartor, sin ningún resentimiento, terminó diciendo que él había inventado el teatro épico en la escena y Brecht en el drama.
El punto de partida de Piscator será el “teatro-documento”, en la intención de “traer a primer plano los fondos”, aunque, al tratarse de arte, con un “ingrediente lírico emotivo”. Desde esa perspectiva del documento, a diferencia de Brecht (que se pregunta “¿Cuál es la historia?”), Piscator manifiesta una tendencia antifabulista.
Su actualidad es plena. Él defendía que no había cabida a los clásicos sin transformarlos, sin hacer que su mensaje tuviera eficacia en la sociedad del presente. Esto se ha convertido ya en un lugar común del teatro actual. El modelo de El Tartufo de Marsillach, en nuestro país, es una buena muestra. Aunque desde hace años me pregunto cuándo se dejará de montar “El avaro” de Moliére como una farsa inane, cuando en su época fue una ácida crítica social. La existencia en nuestra época de sujetos como Bernard Madoff, capaces de vender a su familia por su codicia, muestran que el mensaje de Moliére tiene posibilidades de hablar del presente y no ser una cáscara vacía.
“¡Nada queda fuera de la política!”, decía Piscator. Y así es hoy en día con rabiosa actualidad. ¿Hay algo que en España quede fuera de la crisis? Y la crisis es política, o “no-política”, como bien sabemos, por la cesión de poder de los políticos al “mercado”. El último Festival de Teatro Clásico de Olmedo dio buena muestra de que nada quedaba fuera de la política y muchos de sus espectáculos constituían verdaderos discursos sobre el poder y la crisis. El Rey Lear del Centre Teatral de la Generalitat de Valencia constituia una manifestación plural de la avidez del poder, que finalizaba, significativamente, con un texto de Tiqqun, los herederos del situacionismo: “Alzarse. Alzar la cabeza. Por elección o por necesidad. Mirarse a los ojos y decir que volvemos a comenzar”.
Arte político y arte de Partido
Con todo, a mi juicio, lo que peor ha envejecido de ambos autores es la actitud que de un modo u otro, más en unas épocas que en otras, tuvieron como artistas de Partido, o como “compañeros de viaje”. Aquello de Brecht de “Quien lucha por el comunismo no tiene virtudes salvo una: que lucha por el comunismo”, o aquello otro de “El individuo tiene dos ojos, el partido tiene mil”. La estructura del poder del partido ha hecho no pocas veces que los “mil ojos” sirvan a los intereses del aparato y no a los intereses de la gente.
Es cierto que Brecht no se afilió al Partido Comunista y en su época de la RDA fue ambiguo e incluso se mantuvo en ocasiones en una prudente distancia de las autoridades. Piscator, por su parte, fue tomando otros derroteros y es sintomático que su etapa de 1951 a 1966 discurriese en la RFA.
Las relaciones entre las organizaciones políticas y la creación artística no siempre son fáciles. Contaré una anécdota personal. En 1989, siendo coordinador del Área de Cultura de Izquierda Unida de Valladolid (permanecí en IU hasta 1997), contactó conmigo un director de un grupo de teatro de la ciudad, pues ponían en escena Santa Juana de los Mataderos de Brecht y querían que promoviésemos que fueran a ver la obra, como expresión del Teatro Político, los afiliados y simpatizantes de la organización. La decepción y el fiasco fue enorme. El espectáculo era gratuito y la actriz protagonista se pasaba la mitad de la función desnuda sobre el escenario. Ella era una belleza, pero la obra era una estafa. Una estafa artística y una estafa política. Yo sentí vergüenza por el espectáculo que vi. Si el director quería ver a la primera actriz desnuda, seguramente tenía otras vías para lograrlo. Un vanguardismo gratuito desenfocaba completamente el sentido de la obra. Cualquier mensaje, no sólo el político, se había quedado por el camino.
Anécdotas aparte, los dos libros, como expresión de dos experiencias teatrales de una enorme consistencia, muestran que la relación entre teatro y política es fructífera y que el teatro no puede dejar de tener una función crítica en la sociedad. El teatro político y el teatro épico siguen vivos y de plena actualidad. Lo dejaron muy claro en Valladolid Juan Antonio Hormigón y César de Vicente Hernando.
http://anterior.ultimocero.com/articulo/brecht-y-piscator-legado-teatral-y-pol%C3%ADtico
Valladolid
Domingo, 15 de Diciembre de 2013
La relación entre teatro y política constituye uno de los aspectos más ricos de la dimensión social del teatro. Erwin Piscator y Bertold Brecht son con seguridad los representantes más cualificados del uso político, expreso y deliberado, del teatro. Que todo teatro es político, en el sentido de que manifiesta una visión determinada del poder y una lógica sobre el poder, es incuestionable, pero la utilización del teatro como instrumento de expresión de la crítica social y de combate político es otra cosa.
El pasado 10 de diciembre se presentaron en la Escuela Superior de Arte Dramático de Castilla y León dos libros editados por la Asociación de Directores de Escena de España sobre Bertold Brecht y Edwin Piscator: El legado de Brecht, de Juan Antonio Hormigón (donde recoge sus estudios sobre Bertold Brecht desde 1966) y Piscator: Teatro, política y sociedad, una selección de textos de este autor, traducidos por Cristina Díez Pampliega, con edición a cargo de César de Vicente Hernando.
A la presentación acudieron Juan Antonio Hormigón, autor del primero de los libros, director teatral y Secretario General de la Asociación de Directores de Escena de España y César de Vicente Hernando, responsable de la edición del segundo libro y filólogo, investigador y director de escena.
El legado de Brecht
A mi juicio, el libro de Juan Antonio Hormigón es un libro necesario, por Bertold Brecht y por el propio Juan Antonio Hormigón. Por Brecht, porque su obra y su método siguen siendo actuales. Su humor, su acidez, su frialdad, son como cuchillos, cortantes, impactantes. Brecht construye un método y puede utilizarse y jugarse con él. Un espectáculo de plena actualidad y de éxito en nuestro país como “Siglo de Oro, siglo de ahora (Folía)”, de la compañía española Ron Lalá, donde hay una ácida crítica social y se advierten técnicas de distanciamiento, es heredero del método brechtiano. Brecht está vivito y coleando y se pasea por los escenarios.
Y es un libro necesario por Juan Antonio Hormigón, porque como investigador teatral ha demostrado una fidelidad brechtiana encomiable, de la que este libro hace prueba. Recoger su obra brechtiana en un conjunto de textos que abarcan más de cuarenta años da como resultado observar una mirada de enorme lucidez, fruto del manejo de la teoría teatral. Y es que la teoría teatral constituye una verdadera “teoría de la acción humana”, con la intención de comprenderla, de determinar sus fines e intenciones. Otras disciplinas del conocimiento ofrecen también su propia teoría de la acción humana, como la Economía (en aras a interpretarla desde y conducirla hacia un fin lucrativo) o el Derecho Penal (con objeto de determinar su carácter delictivo, a través de los tipos penales). Pero a diferencia de esos campos del conocimiento que interpretan la acción humana desde una finalidad concreta y la tiñen de una intencionalidad específica, reduciéndola a sus parámetros, la teoría teatral persigue desvelar sus intenciones, sus interrelaciones, y poder representarla de modo reconocible (“verosímil”) por otros humanos. El interés por descubrir la lógica de poder de la acción humana, su dimensión política, hace de la teoría teatral un valioso instrumento de análisis político y de lucidez política. Y ese ha sido uno de los intereses más claros y de los quehaceres que Juan António Hormigón muestra en este volumen, de forma que la recopilación permite observar todo el elenco de trabajos en perspectiva.
Para mí, subjetiva y personalmente, el libro tiene el valor sentimental de contener, entre el listado de obras de Brecht representadas en España, una referencia al montaje que, con la Compañía Aristófanes, dirigí en 1984 de la pieza Romántico Cabaret, que recogía textos de Bertold Brecht. Fue un espectáculo que me produjo, a mis veinte años, mucha alegría montar, pero enormes disgustos después, entre ellos el enfado de algunos familiares que se personaron en el estreno y se escandalizaron ante las escenificaciones procaces, con la prostituta Jenny, de la “Balada de la tiranía del sexo” y de la “Balada del rufián”, en un ambiente de chulos y prostíbulos. Y es que Brecht en su retrato social se muestra descarnado. En ese caso, exhibiendo de forma desnuda el apetito sexual y la doble moral de ciertos sectores de la sociedad.
Brecht sigue siendo incómodo, hoy lo es sin duda si se ponen sobre la escena sus obras donde denuncia hasta dónde es capaz de llegar la codicia de la banca y de los empresarios (el mercado de la carne de Santa Juana de los Mataderos). El distanciamiento brechtiano es también eso, la muestra descarnada de la acción: “ahí lo tienes”. El teatro épico contiene la intencionalidad de controlar los efectos de la acción sobre el público. Hacer que el espectador tome conciencia de lo que ve. Pero Brecht sabe que el teatro es arte y su “teatro épico”, como decía Walter Benjamin, avanza a empellones, a través del shock, como el cinematógrafo.
Piscator: Teatro político
Si para la dogmática teatral Brecht es el “teatro épico”, el “teatro dialéctico”, Piscator es, propiamente dicho, el “teatro político”. A mi juicio, a diferencia de Brecht, Piscator muestra una evolución menos tabulada, mucho más orgánica, más flexible. Una evolución que se manifiesta con toda claridad en los textos del libro: Piscator parte del Teatro Proletario (en el que comparte las ideas con Lunacharski del arte proletario), pasa por el AGITPROP (agitación y propaganda), para ir a los escenarios del teatro burgués, para conseguir proyectar su mensaje, y se anticipa en los años 60 a las posiciones de Pasolini, al proponer como destinatarios de su teatro a unas clases medias inquietas e intelectuales. Piscator se plantea el problema de la producción: ¿quién es el destinatario del teatro? Para concluir que la sociedad, los elementos más avanzados de la sociedad, tras haber intentado un teatro para el proletariado.
Lo cierto es que Brecht eclipsó a Piscator. Éste se inicia con un “arte de partido” para ir hacia un arte social. En la primera fase del Teatro Proletario de los años veinte fue de fracaso en fracaso (“Llevo mis deudas como Göring llevaba sus medallas”, decía). Brecht trabajó en la “oficina dramatúrgica” de Piscator (en palabras de Alfonso Sastre) y Piscartor, sin ningún resentimiento, terminó diciendo que él había inventado el teatro épico en la escena y Brecht en el drama.
El punto de partida de Piscator será el “teatro-documento”, en la intención de “traer a primer plano los fondos”, aunque, al tratarse de arte, con un “ingrediente lírico emotivo”. Desde esa perspectiva del documento, a diferencia de Brecht (que se pregunta “¿Cuál es la historia?”), Piscator manifiesta una tendencia antifabulista.
Su actualidad es plena. Él defendía que no había cabida a los clásicos sin transformarlos, sin hacer que su mensaje tuviera eficacia en la sociedad del presente. Esto se ha convertido ya en un lugar común del teatro actual. El modelo de El Tartufo de Marsillach, en nuestro país, es una buena muestra. Aunque desde hace años me pregunto cuándo se dejará de montar “El avaro” de Moliére como una farsa inane, cuando en su época fue una ácida crítica social. La existencia en nuestra época de sujetos como Bernard Madoff, capaces de vender a su familia por su codicia, muestran que el mensaje de Moliére tiene posibilidades de hablar del presente y no ser una cáscara vacía.
“¡Nada queda fuera de la política!”, decía Piscator. Y así es hoy en día con rabiosa actualidad. ¿Hay algo que en España quede fuera de la crisis? Y la crisis es política, o “no-política”, como bien sabemos, por la cesión de poder de los políticos al “mercado”. El último Festival de Teatro Clásico de Olmedo dio buena muestra de que nada quedaba fuera de la política y muchos de sus espectáculos constituían verdaderos discursos sobre el poder y la crisis. El Rey Lear del Centre Teatral de la Generalitat de Valencia constituia una manifestación plural de la avidez del poder, que finalizaba, significativamente, con un texto de Tiqqun, los herederos del situacionismo: “Alzarse. Alzar la cabeza. Por elección o por necesidad. Mirarse a los ojos y decir que volvemos a comenzar”.
Arte político y arte de Partido
Con todo, a mi juicio, lo que peor ha envejecido de ambos autores es la actitud que de un modo u otro, más en unas épocas que en otras, tuvieron como artistas de Partido, o como “compañeros de viaje”. Aquello de Brecht de “Quien lucha por el comunismo no tiene virtudes salvo una: que lucha por el comunismo”, o aquello otro de “El individuo tiene dos ojos, el partido tiene mil”. La estructura del poder del partido ha hecho no pocas veces que los “mil ojos” sirvan a los intereses del aparato y no a los intereses de la gente.
Es cierto que Brecht no se afilió al Partido Comunista y en su época de la RDA fue ambiguo e incluso se mantuvo en ocasiones en una prudente distancia de las autoridades. Piscator, por su parte, fue tomando otros derroteros y es sintomático que su etapa de 1951 a 1966 discurriese en la RFA.
Las relaciones entre las organizaciones políticas y la creación artística no siempre son fáciles. Contaré una anécdota personal. En 1989, siendo coordinador del Área de Cultura de Izquierda Unida de Valladolid (permanecí en IU hasta 1997), contactó conmigo un director de un grupo de teatro de la ciudad, pues ponían en escena Santa Juana de los Mataderos de Brecht y querían que promoviésemos que fueran a ver la obra, como expresión del Teatro Político, los afiliados y simpatizantes de la organización. La decepción y el fiasco fue enorme. El espectáculo era gratuito y la actriz protagonista se pasaba la mitad de la función desnuda sobre el escenario. Ella era una belleza, pero la obra era una estafa. Una estafa artística y una estafa política. Yo sentí vergüenza por el espectáculo que vi. Si el director quería ver a la primera actriz desnuda, seguramente tenía otras vías para lograrlo. Un vanguardismo gratuito desenfocaba completamente el sentido de la obra. Cualquier mensaje, no sólo el político, se había quedado por el camino.
Anécdotas aparte, los dos libros, como expresión de dos experiencias teatrales de una enorme consistencia, muestran que la relación entre teatro y política es fructífera y que el teatro no puede dejar de tener una función crítica en la sociedad. El teatro político y el teatro épico siguen vivos y de plena actualidad. Lo dejaron muy claro en Valladolid Juan Antonio Hormigón y César de Vicente Hernando.
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miércoles, 24 de abril de 2019
_- Albert Einstein. Constructor de Universos
_- Vicenzo Barone
El Viejo Topo
Nota de edición: Tal día como hoy [18.04] en 1955 moría Albert Einstein. Además de haber provocado una revolución trascendental en la Física, Einstein fue un científico particularmente sensible ante los problemas sociopolíticos de su época y un librepensador humanista.
El 7 de noviembre de 1919 Gran Bretaña se disponía a celebrar el primer aniversario del armisticio que había puesto fin a la Primera Guerra Mundial. Aquél día, los artículos del Times de Londres estaban en gran parte dedicados a recordar los acontecimientos del año anterior y a honrar a los soldados de Su Majestad caídos en combate. Pero uno de los titulares destacaba entre todos los demás anunciando con énfasis una Revolución en la ciencia, y añadiendo de modo perentorio: Demolidas las ideas de Newton. Fue precisamente este aspecto de la noticia el que atrajo la atención de los lectores: ¿quién osaba destronar al mayor científico inglés de todos los tiempos? Podemos fácilmente imaginar la turbación de quien, al avanzar en la lectura del artículo, descubría que quien había cometido el increíble sacrilegio había sido un representante de la nación enemiga, un alemán llamado Albert Einstein.
El artículo se refería a una reunión de la Royal Society en la que se habían discutido las observaciones de dos grupos de astrónomos británicos que habían medido un fenómeno cuantitativamente pequeñísimo pero de una importancia extraordinaria: la desviación de la luz estelar por parte del Sol. Cuando los rayos luminosos procedentes de estrellas lejanas pasan cerca del Sol, este hace que se desvíen con su fuerza de gravedad. Las mediciones efectuadas durante la primavera de 1919 habían puesto de manifiesto que el efecto contradecía la teoría newtoniana y que concordaba, en cambio, con una nueva teoría, elaborada por Einstein unos años antes (en plena guerra) y denominada “relatividad general”, según la cual el Sol y todos los astros curvan el espacio circundante, como hace una esfera pesada depositada sobre un tapete elástico.
Rayos de luz que se desviaban y espacios curvos: conceptos tan misteriosos como fascinantes, capaces de proyectar la relatividad (que, como escribieron entonces los periódicos, solo podían comprender una docena de expertos en todo el mundo) en el imaginario del hombre común. En 1919 Einstein tenía cuarenta años. Era ya muy conocido en los ambientes científicos, pero su fama entre el gran público se inició precisamente entonces, y creció vertiginosamente en los años sucesivos. También fue, en cierta medida, una consecuencia de la guerra que acababa de terminar: por todas partes se sentía la necesidad de nuevas figuras de referencia, de héroes no de las armas sino del intelecto, capaces de infundir optimismo y confianza en la capacidad humana de poner orden en el cosmos. El personaje Einstein era, en este sentido, perfecto: muy pronto se convirtió en una celebridad mundial, reverenciado por reyes y hombres de Estado.
Respondiendo a una invitación del matemático Federigo Enriques, en octubre de 1921 Einstein visitó Italia durante unos cuantos días. Conocía bien el país porque había pasado largos períodos en él durante la adolescencia y la primera juventud. La hija de Enriques, Adriana, fue a recibirlo a la estación de Bolonia. Desconociendo qué aspecto tenía, al principio trató de identificarlo entre los pasajeros de primera y segunda clase. Cuando vio bajar de un vagón de tercera clase a un hombre de aspecto “imponente”, con un sombrero de artista de ala ancha y con los cabellos cubriéndole las orejas, no tuvo dudas: “Era él, solo podía ser él […] Llevaba escrita en la frente la marca del genio.”
La impresión referida por Adriana Enriques era la misma que provocaba Einstein en todos los que tenían ocasión de conocer al nuevo gran protagonista de la ciencia mundial. Por aquel entonces Einstein estaba en camino de convertirse en lo que todavía es hoy: el icono indiscutible del genio científico y una de las figuras más famosas, y más reconocibles, de todos los tiempos. Cualquiera que piensa en un científico, piensa en primer lugar en él, y tiene ante los ojos aquellos rasgos inconfundibles que nos han transmitido un sinnúmero de imágenes, sobre todo del período de su vejez: el rostro bondadoso de abuelo sabio, el cabello alborotado, el jersey descosido. Las características que solemos asociar a la figura arquetípica del genio –el anticonformismo, la impaciencia ante la autoridad y el rechazo de las convenciones sociales– tienen su origen precisamente en uno de los aspectos dominantes de la personalidad de Einstein, su espíritu rebelde e irreverente, magníficamente representado por la célebre instantánea en la que se le ve sacando la lengua al malaventurado (¿o afortunado?) fotógrafo.
Cuando, a finales de 1999, la revista americana Time eligió a la “persona del siglo” para inmortalizar la última portada del siglo XX, el nombre de Einstein se impuso al de todos los grandes protagonistas del siglo apenas transcurrido: gigantes del calibre de Roosevelt, Churchill o Gandhi. Puede resultar extraño que este reconocimiento fuese a parar a un hombre que no había desempeñado nunca ningún rol de responsabilidad pública, ni había tenido en sus manos el destino de un pueblo, ni había influido directamente en la existencia de los demás: “un constructor de universos, no de imperios”, como lo definió en cierta ocasión George Bernard Shaw.
Y sin embargo, la elección del Times fue del todo apropiada. En efecto, nadie ha encarnado como Einstein los dos rasgos característicos del siglo apenas transcurrido: el extraordinario progreso de la ciencia y la batalla contra los totalitarismos y por los derechos civiles. Einstein fue el campeón indiscutible de la ciencia del siglo XX: no la que produce efectos inmediatos, sino la ciencia pura, abstracta, incomprensible a la mayoría pero que encuentra el modo de llegar al hombre de la calle y dar forma al sentido común para plasmar –sin que apenas nos demos cuenta de ello– nuestra visión del mundo. Al mismo tiempo, estuvo siempre en primera fila –en el campo en el que se sentía más a gusto, el del intelecto– en la lucha por la libertad y la justicia, y por la desaparición de toda forma de opresión. Convertido de improviso en una celebridad universal, supo comprender que la fama comportaba la asunción de responsabilidades respecto al mundo. Y no se echó atrás: depositario de un saber para pocos, se comprometió sin descanso a favor de toda la humanidad.
La que contaremos en las páginas que siguen es la historia de este personaje grandioso y complejo, de una vida pública inspirada en los más nobles ideales, y una vida privada muy agitada; la historia de un científico humanista cuya aguda mirada abarcó desde las profundidades de la materia hasta el universo infinito, pero sin olvidarse jamás de mostrarse solidario con el mundo trágico de los hombres.
Introducción del libro de Vincenzo Barone Albert Einstein. Constructor de Universos.
Fuente:
https://www.elviejotopo.com/topoexpress/albert-einstein-constructor-de-universos/
El Viejo Topo
Nota de edición: Tal día como hoy [18.04] en 1955 moría Albert Einstein. Además de haber provocado una revolución trascendental en la Física, Einstein fue un científico particularmente sensible ante los problemas sociopolíticos de su época y un librepensador humanista.
El 7 de noviembre de 1919 Gran Bretaña se disponía a celebrar el primer aniversario del armisticio que había puesto fin a la Primera Guerra Mundial. Aquél día, los artículos del Times de Londres estaban en gran parte dedicados a recordar los acontecimientos del año anterior y a honrar a los soldados de Su Majestad caídos en combate. Pero uno de los titulares destacaba entre todos los demás anunciando con énfasis una Revolución en la ciencia, y añadiendo de modo perentorio: Demolidas las ideas de Newton. Fue precisamente este aspecto de la noticia el que atrajo la atención de los lectores: ¿quién osaba destronar al mayor científico inglés de todos los tiempos? Podemos fácilmente imaginar la turbación de quien, al avanzar en la lectura del artículo, descubría que quien había cometido el increíble sacrilegio había sido un representante de la nación enemiga, un alemán llamado Albert Einstein.
El artículo se refería a una reunión de la Royal Society en la que se habían discutido las observaciones de dos grupos de astrónomos británicos que habían medido un fenómeno cuantitativamente pequeñísimo pero de una importancia extraordinaria: la desviación de la luz estelar por parte del Sol. Cuando los rayos luminosos procedentes de estrellas lejanas pasan cerca del Sol, este hace que se desvíen con su fuerza de gravedad. Las mediciones efectuadas durante la primavera de 1919 habían puesto de manifiesto que el efecto contradecía la teoría newtoniana y que concordaba, en cambio, con una nueva teoría, elaborada por Einstein unos años antes (en plena guerra) y denominada “relatividad general”, según la cual el Sol y todos los astros curvan el espacio circundante, como hace una esfera pesada depositada sobre un tapete elástico.
Rayos de luz que se desviaban y espacios curvos: conceptos tan misteriosos como fascinantes, capaces de proyectar la relatividad (que, como escribieron entonces los periódicos, solo podían comprender una docena de expertos en todo el mundo) en el imaginario del hombre común. En 1919 Einstein tenía cuarenta años. Era ya muy conocido en los ambientes científicos, pero su fama entre el gran público se inició precisamente entonces, y creció vertiginosamente en los años sucesivos. También fue, en cierta medida, una consecuencia de la guerra que acababa de terminar: por todas partes se sentía la necesidad de nuevas figuras de referencia, de héroes no de las armas sino del intelecto, capaces de infundir optimismo y confianza en la capacidad humana de poner orden en el cosmos. El personaje Einstein era, en este sentido, perfecto: muy pronto se convirtió en una celebridad mundial, reverenciado por reyes y hombres de Estado.
Respondiendo a una invitación del matemático Federigo Enriques, en octubre de 1921 Einstein visitó Italia durante unos cuantos días. Conocía bien el país porque había pasado largos períodos en él durante la adolescencia y la primera juventud. La hija de Enriques, Adriana, fue a recibirlo a la estación de Bolonia. Desconociendo qué aspecto tenía, al principio trató de identificarlo entre los pasajeros de primera y segunda clase. Cuando vio bajar de un vagón de tercera clase a un hombre de aspecto “imponente”, con un sombrero de artista de ala ancha y con los cabellos cubriéndole las orejas, no tuvo dudas: “Era él, solo podía ser él […] Llevaba escrita en la frente la marca del genio.”
La impresión referida por Adriana Enriques era la misma que provocaba Einstein en todos los que tenían ocasión de conocer al nuevo gran protagonista de la ciencia mundial. Por aquel entonces Einstein estaba en camino de convertirse en lo que todavía es hoy: el icono indiscutible del genio científico y una de las figuras más famosas, y más reconocibles, de todos los tiempos. Cualquiera que piensa en un científico, piensa en primer lugar en él, y tiene ante los ojos aquellos rasgos inconfundibles que nos han transmitido un sinnúmero de imágenes, sobre todo del período de su vejez: el rostro bondadoso de abuelo sabio, el cabello alborotado, el jersey descosido. Las características que solemos asociar a la figura arquetípica del genio –el anticonformismo, la impaciencia ante la autoridad y el rechazo de las convenciones sociales– tienen su origen precisamente en uno de los aspectos dominantes de la personalidad de Einstein, su espíritu rebelde e irreverente, magníficamente representado por la célebre instantánea en la que se le ve sacando la lengua al malaventurado (¿o afortunado?) fotógrafo.
Cuando, a finales de 1999, la revista americana Time eligió a la “persona del siglo” para inmortalizar la última portada del siglo XX, el nombre de Einstein se impuso al de todos los grandes protagonistas del siglo apenas transcurrido: gigantes del calibre de Roosevelt, Churchill o Gandhi. Puede resultar extraño que este reconocimiento fuese a parar a un hombre que no había desempeñado nunca ningún rol de responsabilidad pública, ni había tenido en sus manos el destino de un pueblo, ni había influido directamente en la existencia de los demás: “un constructor de universos, no de imperios”, como lo definió en cierta ocasión George Bernard Shaw.
Y sin embargo, la elección del Times fue del todo apropiada. En efecto, nadie ha encarnado como Einstein los dos rasgos característicos del siglo apenas transcurrido: el extraordinario progreso de la ciencia y la batalla contra los totalitarismos y por los derechos civiles. Einstein fue el campeón indiscutible de la ciencia del siglo XX: no la que produce efectos inmediatos, sino la ciencia pura, abstracta, incomprensible a la mayoría pero que encuentra el modo de llegar al hombre de la calle y dar forma al sentido común para plasmar –sin que apenas nos demos cuenta de ello– nuestra visión del mundo. Al mismo tiempo, estuvo siempre en primera fila –en el campo en el que se sentía más a gusto, el del intelecto– en la lucha por la libertad y la justicia, y por la desaparición de toda forma de opresión. Convertido de improviso en una celebridad universal, supo comprender que la fama comportaba la asunción de responsabilidades respecto al mundo. Y no se echó atrás: depositario de un saber para pocos, se comprometió sin descanso a favor de toda la humanidad.
La que contaremos en las páginas que siguen es la historia de este personaje grandioso y complejo, de una vida pública inspirada en los más nobles ideales, y una vida privada muy agitada; la historia de un científico humanista cuya aguda mirada abarcó desde las profundidades de la materia hasta el universo infinito, pero sin olvidarse jamás de mostrarse solidario con el mundo trágico de los hombres.
Introducción del libro de Vincenzo Barone Albert Einstein. Constructor de Universos.
Fuente:
https://www.elviejotopo.com/topoexpress/albert-einstein-constructor-de-universos/
martes, 23 de abril de 2019
lunes, 22 de abril de 2019
_- En nuestro siglo los grandes disidentes ya son los de Occidente por rafaelpoch
_- El destino de Julian Assange, aplastado por una máquina implacable y rodeado de difamación, es más trágico que el de los opositores soviéticos de los años setenta
La imagen del bello Julian Assange sacado en volandas, feo y envejecido, de su largo y duro encierro con un libro de Gore Vidal en las manos que narra la historia del Estado de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, es antológica. Informa de que los grandes disidentes del Siglo XXI son occidentales. Resume las circunstancias de un hombre valeroso implacablemente perseguido y acosado por todos los medios humanos y técnicos de una máquina total, que no conoce fronteras. Capaz de filmarte cagando en el retrete de la rara sede diplomática en la que has encontrado refugio en el intento de eludir el riesgo de un encarcelamiento en condiciones inhumanas y quizá de la eliminación física. De bloquear tus cuentas bancarias y comunicaciones. De presionar a gobiernos y amigos reticentes a colaborar en tu acoso. De meterse contigo en la cama y de fabricar cualquier tipo de acusaciones desde alguna de las “WikiLeaks War Room” del Pentágono, del Departamento de Estado, o de cualquier otra institución imperial.
Y todo eso rodeado por un coro mediático de inquisidores formateados por el conformismo y bien pagados para aceptar automáticamente las acusaciones y patrañas fabricadas por esa máquina todopoderosa e inapelable.
En esas circunstancias, el libro es una señal, sorda y desesperada, que quiere indicar por dónde van las cosas y por dónde hay que buscar la explicación de la detención.
Habíamos visto escenas así en la tiranía soviética. Disidentes. Hombres solos enfrentados a la maquinaria de un Estado absoluto. Aquellos, por lo menos tenían el consuelo de saber que en el otro campo, “alla” (tam, como se decía en la URSS), alguien recogería la señal lanzada, se crearía un eco y se alcanzaría un efecto. Lo de hoy es mucho más total. Un mensaje dentro de una botella a merced de las corrientes marinas. Apenas quedan Estados soberanos capaces de crear cierto espacio de abrigo alternativo para las grandes causas de la libertad. Sin contar al Imperio, lo que queda de soberanía estatal en el mundo de hoy puede contarse con los dedos de una mano y aún sobran dedos; China, Rusia, India…, pero ¿van estos a proteger a Julian Assange? El único “allá” que hoy existe a efectos de libertades es la ciudadanía, un recurso potencial sin marcos territoriales.
El Imperio se cobra su cuenta
El Imperio se cobra su cuenta. Una nueva victoria de Goliath que los quitavergüenzas de los medios de comunicación del establishment, castrados para todo informe independiente, han adornado convenientemente para convencer al público de que dos más dos, son cinco: de que los verdaderos criminales son los que exponen los crímenes y no quienes los cometen.
Cualquiera que publique un documento oficial y secreto de Estados Unidos, aunque sea la prueba de un delito en guerras que han costado la vida a varios millones de seres humanos desde el año 2001, puede ser detenido en cualquier parte del mundo y encarcelado en Estados Unidos. Una victoria ejemplarizante de la extraterritorialidad imperial destinada a evitar ulteriores desafíos por parte de periodistas valientes.
Geoff Morrell, secretario de prensa del Pentágono explicó hace años el funcionamiento de una de esas “WikiLeaks War Room”: 120 personas, analistas, agentes, trabajando 24 horas sobre 24, siete días a la semana para destruir la red que osó explicar lo que Noam Chomsky define como, “cosas que la gente debe saber sobre quienes están en el poder”. Hay miles de profesionales, y miles de millones de dólares, trabajando en esta operación de venganza imperial.
Una labor de años
Llevaban siete años lanzando mentiras para reducir a Julian Assange a una especie de delincuente sexual, colaborador de la Rusia de Putin y valedor de la extrema derecha. Un turbio personaje narcisista (el diagnóstico del infame juez Michael Snow tras un contacto de 15 minutos con Assange) que se metió en la embajada de Ecuador en Londres para “evitar ser extraditado a Suecia”, que ha sido detenido por la policía británica “por haber quebrantado su libertad provisional”. Un “tonto”, “personaje repelente” “descortés y amenazante hacia sus anfitriones”, “herramienta de Vladimir Putin”, aliado de Trump… (Todo eso consigue meter uno de estos esbirros en apenas dos párrafos de su artículo. Su colega de Madrid explica en titular la detención como resultado de que a Ecuador, “se le acabó la paciencia”.
Desde Washington, Londres y Moscú, los corresponsales de la prensa establecida se suman al coro disciplinadamente. Hasta la prensa, pretendidamente alternativa de este país, cuya dimensión internacional es lamentable, practica un gallináceo término medio entre la realidad, es decir el castigo por la divulgación de fechorías imperiales, y toda la campaña de descrédito que ha preparado el terreno al desenlace del 11 de abril. No hay mejor prueba que esta de la victoria de Goliath y ello nos obliga a repetir lo más banal: que Assange no está siendo perseguido por el Reino Unido, ni por violar su condicional, ni por la fantasmada de aquellas relaciones sin condón, sino por su labor periodística, y que su extradición implica un peligro de muerte. ¿O acaso no recuerdan las palabras de la Secretaria de Estado?: “¿No podríamos simplemente matarlo con un dron?” (Can´t we just drone this guy?”).
Omnipotencia
“Estados Unidos harán claramente saber que no tolerarán a ningún país, y en particular a los aliados de la OTAN, que se ofrezca refugio a los criminales que ponen en peligro la vida de las fuerzas de la OTAN”, advertía hace años, Marc Thiessen, funcionario del aparato imperial. “Con las apropiadas presiones diplomáticas, esos gobiernos deben cooperar para llevar a Assange ante la justicia, pero si se niegan Estados Unidos podría detenerle en su territorio sin su conocimiento ni aprobación”.
Es decir, el Imperio podía hacer lo que viene haciendo con centenares de personas de todo el mundo desde 2001: secuestrar a Assange, ponerle una bolsa de plástico negra en la cabeza, embarcarlo en un avión hacia un agujero negro y torturarle en alguna base secreta, pero no fue necesario llegar tan lejos porque los estados vasallos cooperaron. Suecia, ahí está la patraña de su investigación por delitos sexuales clausurada en secreto y que ahora podría reabrir si conviene, Ecuador, cuyo solícito nuevo Presidente vuelve al redil, reabre bases militares y recibe un crédito del FMI, y, naturalmente, el Reino Unido, viejo perrito faldero, cuya cámara parlamentaria acogió con aplausos la noticia de la detención de Assange.
El disidente burló la maniobra sueca refugiándose en la embajada ecuatoriana y rompiendo su libertad condicional inglesa, lo que el diario The Guardian define como “self-imposed retreat” en un editorial que es todo un modelo de hipocresía liberal. El juez lo ha encarcelado por “violar aquella libertad condicional”, delito castigado con hasta doce meses de cárcel. Pero entonces Assange es verdaderamente tonto: ¿se ha pasado siete años para evitar doce meses? “La causa de la detención ha sido, “un cambio en la actitud de Ecuador”, dice The Guardian, pulcramente contrario a una extradición. “Publicó cosas que no siempre debían ser publicadas”, pero, “no será ni seguro ni correcto extraditarle”, sentencia. Por el camino se ha perdido la memoria del veredicto de aquel grupo de expertos de la ONU que dictaminó como arbitraria la amenaza de detención británica contra el disidente.
Si con los estados y sus medios de comunicación el asunto es casi de rutina, ¿qué decir de los individuos? Nada más fácil que reducir sus voluntades y solidaridades. Jacob Appelbaum un colaborador de Assange refugiado en Berlín en busca de mayor seguridad, lo que no impedía su sospecha de que funcionarios americanos registraban su apartamento en su ausencia, explicaba -¡hace seis años!- que después de julio de 2010 le comenzaron a detener en los aeropuertos: “Me metían en una habitación especial, me registraban, me colocaban contra la pared, confiscaban mi ordenador, denegaron el acceso a un abogado y cuando procedieron al interrogatorio en suelo americano estaba siempre presente un miembro del ejército. Me dieron a entender que si no cooperaba sería agredido sexualmente en la cárcel….”
El libro de Gore Vidal agarrado por Assange es la señal indicadora de que el círculo minuciosamente organizado y preparado desde hace años se está cerrando. No se trata de la “paciencia de Ecuador” por embadurnar con sus excrementos las paredes de la embajada, ni por “chantajear” a su indigno presidente, no se trata de Suecia ni de la libertad condicional del Reino Unido, ni de la personalidad de Assange, como escriben todos esos necios. De lo que se trata es de la “Seguridad Nacional de Estados Unidos”, principal amenaza a la paz mundial (Oskar Lafontaine, dixit) y a las libertades. Se trata del Imperio, de su venganza y disciplina. El siguiente capítulo será la extradición.
Hacia la extradición
¿Alguien duda de ella? Por el mismo motivo por el que se negó a Pinochet, El Reino Unido la concederá en el caso de Assange. Por disciplina. Si es necesario el Imperio buscará a alguien que tuvo relaciones sin condón con el juez encargado. El Estado de la Seguridad Nacional no admite derechos.
“No tiene la menor posibilidad de un juicio con garantías”, dice Daniel Ellsberg, un Assange de los años sesenta que se atrevió a filtrar los crímenes de la guerra de Vietnam. “Cuando mi abogado me preguntaba por qué filtré aquellos documentos, el tribunal declaró la pregunta improcedente”, recuerda.
Ellsberg solo se salvó de treinta años de prisión porque el movimiento contra la guerra de Vietnam dominaba en la calle. Aún así, ha sido un apestado de por vida en EE.UU. Assange lo tiene peor. Sin una fuerte presión popular será tragado por el agujero negro del Gulag local. Su destino más probable en Estados Unidos, si no se suicida antes, será la cárcel Admax de Florence, en Colorado. El régimen de la prisión consiste en 23 horas diarias encerrado en una caja de cemento con una ventana de cuatro pulgadas, seis inspecciones de cama al día, con una séptima los fines de semana, una hora de ejercicio en un recinto exterior de cemento, duchas breves y registros e intimidaciones según la voluntad y capricho de los guardias, resume The Intercept. Todo eso de por vida, a menos que confiese para reducir pena que mantuvo sexo sin preservativo con Vladimir Putin o cualquier cosa que le pida el Imperio. Si el personaje hubiera sido un ruso o un chino víctima de esos países, se estaría fraguando ya una candidatura al Premio Nobel de la Paz. Por lo menos.
(Publicado en Ctxt)
La imagen del bello Julian Assange sacado en volandas, feo y envejecido, de su largo y duro encierro con un libro de Gore Vidal en las manos que narra la historia del Estado de la Seguridad Nacional de Estados Unidos, es antológica. Informa de que los grandes disidentes del Siglo XXI son occidentales. Resume las circunstancias de un hombre valeroso implacablemente perseguido y acosado por todos los medios humanos y técnicos de una máquina total, que no conoce fronteras. Capaz de filmarte cagando en el retrete de la rara sede diplomática en la que has encontrado refugio en el intento de eludir el riesgo de un encarcelamiento en condiciones inhumanas y quizá de la eliminación física. De bloquear tus cuentas bancarias y comunicaciones. De presionar a gobiernos y amigos reticentes a colaborar en tu acoso. De meterse contigo en la cama y de fabricar cualquier tipo de acusaciones desde alguna de las “WikiLeaks War Room” del Pentágono, del Departamento de Estado, o de cualquier otra institución imperial.
Y todo eso rodeado por un coro mediático de inquisidores formateados por el conformismo y bien pagados para aceptar automáticamente las acusaciones y patrañas fabricadas por esa máquina todopoderosa e inapelable.
En esas circunstancias, el libro es una señal, sorda y desesperada, que quiere indicar por dónde van las cosas y por dónde hay que buscar la explicación de la detención.
Habíamos visto escenas así en la tiranía soviética. Disidentes. Hombres solos enfrentados a la maquinaria de un Estado absoluto. Aquellos, por lo menos tenían el consuelo de saber que en el otro campo, “alla” (tam, como se decía en la URSS), alguien recogería la señal lanzada, se crearía un eco y se alcanzaría un efecto. Lo de hoy es mucho más total. Un mensaje dentro de una botella a merced de las corrientes marinas. Apenas quedan Estados soberanos capaces de crear cierto espacio de abrigo alternativo para las grandes causas de la libertad. Sin contar al Imperio, lo que queda de soberanía estatal en el mundo de hoy puede contarse con los dedos de una mano y aún sobran dedos; China, Rusia, India…, pero ¿van estos a proteger a Julian Assange? El único “allá” que hoy existe a efectos de libertades es la ciudadanía, un recurso potencial sin marcos territoriales.
El Imperio se cobra su cuenta
El Imperio se cobra su cuenta. Una nueva victoria de Goliath que los quitavergüenzas de los medios de comunicación del establishment, castrados para todo informe independiente, han adornado convenientemente para convencer al público de que dos más dos, son cinco: de que los verdaderos criminales son los que exponen los crímenes y no quienes los cometen.
Cualquiera que publique un documento oficial y secreto de Estados Unidos, aunque sea la prueba de un delito en guerras que han costado la vida a varios millones de seres humanos desde el año 2001, puede ser detenido en cualquier parte del mundo y encarcelado en Estados Unidos. Una victoria ejemplarizante de la extraterritorialidad imperial destinada a evitar ulteriores desafíos por parte de periodistas valientes.
Geoff Morrell, secretario de prensa del Pentágono explicó hace años el funcionamiento de una de esas “WikiLeaks War Room”: 120 personas, analistas, agentes, trabajando 24 horas sobre 24, siete días a la semana para destruir la red que osó explicar lo que Noam Chomsky define como, “cosas que la gente debe saber sobre quienes están en el poder”. Hay miles de profesionales, y miles de millones de dólares, trabajando en esta operación de venganza imperial.
Una labor de años
Llevaban siete años lanzando mentiras para reducir a Julian Assange a una especie de delincuente sexual, colaborador de la Rusia de Putin y valedor de la extrema derecha. Un turbio personaje narcisista (el diagnóstico del infame juez Michael Snow tras un contacto de 15 minutos con Assange) que se metió en la embajada de Ecuador en Londres para “evitar ser extraditado a Suecia”, que ha sido detenido por la policía británica “por haber quebrantado su libertad provisional”. Un “tonto”, “personaje repelente” “descortés y amenazante hacia sus anfitriones”, “herramienta de Vladimir Putin”, aliado de Trump… (Todo eso consigue meter uno de estos esbirros en apenas dos párrafos de su artículo. Su colega de Madrid explica en titular la detención como resultado de que a Ecuador, “se le acabó la paciencia”.
Desde Washington, Londres y Moscú, los corresponsales de la prensa establecida se suman al coro disciplinadamente. Hasta la prensa, pretendidamente alternativa de este país, cuya dimensión internacional es lamentable, practica un gallináceo término medio entre la realidad, es decir el castigo por la divulgación de fechorías imperiales, y toda la campaña de descrédito que ha preparado el terreno al desenlace del 11 de abril. No hay mejor prueba que esta de la victoria de Goliath y ello nos obliga a repetir lo más banal: que Assange no está siendo perseguido por el Reino Unido, ni por violar su condicional, ni por la fantasmada de aquellas relaciones sin condón, sino por su labor periodística, y que su extradición implica un peligro de muerte. ¿O acaso no recuerdan las palabras de la Secretaria de Estado?: “¿No podríamos simplemente matarlo con un dron?” (Can´t we just drone this guy?”).
Omnipotencia
“Estados Unidos harán claramente saber que no tolerarán a ningún país, y en particular a los aliados de la OTAN, que se ofrezca refugio a los criminales que ponen en peligro la vida de las fuerzas de la OTAN”, advertía hace años, Marc Thiessen, funcionario del aparato imperial. “Con las apropiadas presiones diplomáticas, esos gobiernos deben cooperar para llevar a Assange ante la justicia, pero si se niegan Estados Unidos podría detenerle en su territorio sin su conocimiento ni aprobación”.
Es decir, el Imperio podía hacer lo que viene haciendo con centenares de personas de todo el mundo desde 2001: secuestrar a Assange, ponerle una bolsa de plástico negra en la cabeza, embarcarlo en un avión hacia un agujero negro y torturarle en alguna base secreta, pero no fue necesario llegar tan lejos porque los estados vasallos cooperaron. Suecia, ahí está la patraña de su investigación por delitos sexuales clausurada en secreto y que ahora podría reabrir si conviene, Ecuador, cuyo solícito nuevo Presidente vuelve al redil, reabre bases militares y recibe un crédito del FMI, y, naturalmente, el Reino Unido, viejo perrito faldero, cuya cámara parlamentaria acogió con aplausos la noticia de la detención de Assange.
El disidente burló la maniobra sueca refugiándose en la embajada ecuatoriana y rompiendo su libertad condicional inglesa, lo que el diario The Guardian define como “self-imposed retreat” en un editorial que es todo un modelo de hipocresía liberal. El juez lo ha encarcelado por “violar aquella libertad condicional”, delito castigado con hasta doce meses de cárcel. Pero entonces Assange es verdaderamente tonto: ¿se ha pasado siete años para evitar doce meses? “La causa de la detención ha sido, “un cambio en la actitud de Ecuador”, dice The Guardian, pulcramente contrario a una extradición. “Publicó cosas que no siempre debían ser publicadas”, pero, “no será ni seguro ni correcto extraditarle”, sentencia. Por el camino se ha perdido la memoria del veredicto de aquel grupo de expertos de la ONU que dictaminó como arbitraria la amenaza de detención británica contra el disidente.
Si con los estados y sus medios de comunicación el asunto es casi de rutina, ¿qué decir de los individuos? Nada más fácil que reducir sus voluntades y solidaridades. Jacob Appelbaum un colaborador de Assange refugiado en Berlín en busca de mayor seguridad, lo que no impedía su sospecha de que funcionarios americanos registraban su apartamento en su ausencia, explicaba -¡hace seis años!- que después de julio de 2010 le comenzaron a detener en los aeropuertos: “Me metían en una habitación especial, me registraban, me colocaban contra la pared, confiscaban mi ordenador, denegaron el acceso a un abogado y cuando procedieron al interrogatorio en suelo americano estaba siempre presente un miembro del ejército. Me dieron a entender que si no cooperaba sería agredido sexualmente en la cárcel….”
El libro de Gore Vidal agarrado por Assange es la señal indicadora de que el círculo minuciosamente organizado y preparado desde hace años se está cerrando. No se trata de la “paciencia de Ecuador” por embadurnar con sus excrementos las paredes de la embajada, ni por “chantajear” a su indigno presidente, no se trata de Suecia ni de la libertad condicional del Reino Unido, ni de la personalidad de Assange, como escriben todos esos necios. De lo que se trata es de la “Seguridad Nacional de Estados Unidos”, principal amenaza a la paz mundial (Oskar Lafontaine, dixit) y a las libertades. Se trata del Imperio, de su venganza y disciplina. El siguiente capítulo será la extradición.
Hacia la extradición
¿Alguien duda de ella? Por el mismo motivo por el que se negó a Pinochet, El Reino Unido la concederá en el caso de Assange. Por disciplina. Si es necesario el Imperio buscará a alguien que tuvo relaciones sin condón con el juez encargado. El Estado de la Seguridad Nacional no admite derechos.
“No tiene la menor posibilidad de un juicio con garantías”, dice Daniel Ellsberg, un Assange de los años sesenta que se atrevió a filtrar los crímenes de la guerra de Vietnam. “Cuando mi abogado me preguntaba por qué filtré aquellos documentos, el tribunal declaró la pregunta improcedente”, recuerda.
Ellsberg solo se salvó de treinta años de prisión porque el movimiento contra la guerra de Vietnam dominaba en la calle. Aún así, ha sido un apestado de por vida en EE.UU. Assange lo tiene peor. Sin una fuerte presión popular será tragado por el agujero negro del Gulag local. Su destino más probable en Estados Unidos, si no se suicida antes, será la cárcel Admax de Florence, en Colorado. El régimen de la prisión consiste en 23 horas diarias encerrado en una caja de cemento con una ventana de cuatro pulgadas, seis inspecciones de cama al día, con una séptima los fines de semana, una hora de ejercicio en un recinto exterior de cemento, duchas breves y registros e intimidaciones según la voluntad y capricho de los guardias, resume The Intercept. Todo eso de por vida, a menos que confiese para reducir pena que mantuvo sexo sin preservativo con Vladimir Putin o cualquier cosa que le pida el Imperio. Si el personaje hubiera sido un ruso o un chino víctima de esos países, se estaría fraguando ya una candidatura al Premio Nobel de la Paz. Por lo menos.
(Publicado en Ctxt)
domingo, 21 de abril de 2019
_- Toda guerra es una guerra contra los niños
_- Kathy Kelly
Counterpunch
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
En los Estados Unidos, todavía no nos hemos dado cuenta de la inutilidad y las inmensas consecuencias de la guerra, mientras desarrollamos, almacenamos, vendemos y usamos armas espantosas. El número de niños asesinados está aumentando.
A las 9:30 de la mañana del 26 de marzo, la entrada a un hospital rural en el noroeste de Yemen, que cuenta con el apoyo de Save the Children, estaba llena de pacientes que esperaban ser atendidos y los empleados llegaban al trabajo. De repente, los misiles de un ataque aéreo golpearon el hospital y mataron a siete personas, cuatro de ellas niños.
Jason Lee, de Save the Children, dijo a The New York Times que la coalición liderada por Arabia Saudita, ahora en su quinto año de guerra en Yemen, conocía las coordenadas del hospital y podría haber evitado el ataque. Llamó a lo que sucedió "una grave violación del derecho humanitario".
El día anterior, Save the Children informó de que los ataques aéreos llevados a cabo por la coalición liderada por Arabia Saudita mataron al menos a 226 niños yemeníes e hirieron a 217 más en los últimos doce meses. "De estos niños", señaló el informe, "210 estaban dentro o cerca de una casa cuando sus vidas fueron destrozadas por bombas que habían sido vendidas a la coalición por gobiernos extranjeros".
El año pasado, un análisis publicado por Save the Children estimó que 85.000 niños menores de cinco años probablemente murieron de inanición o enfermedad desde la escalada de la guerra en Yemen de la coalición liderada por Arabia Saudita en 2015.
"Los niños que mueren de esta manera sufren enormemente a medida que las funciones de sus órganos vitales se desaceleran y finalmente se detienen", dijo Tamer Kirolos, Directora en Yemende Save the Children. “Sus sistemas inmunológicos son tan débiles que son más propensos a las infecciones y son incapaces de llorar por falta de fuerzas. Los padres tienen que presenciar cómo sus hijos se van consumiendo, incapaces de hacer nada por ellos”. Kirolos y otros que han informado continuamente sobre la guerra en Yemen creen que estas muertes son totalmente prevenibles. Exigen una suspensión inmediata de la venta de armas a todas las partes en conflicto, el fin de los bloqueos que impiden la distribución de alimentos, combustible y ayuda humanitaria y la aplicación de una presión diplomática total para poner fin a la guerra.
Estados Unidos, un importante partidario de la coalición liderada por Arabia Saudita, ha sido culpable de matar a pacientes inocentes y trabajadores de hospitales al bombardear un hospital. El 3 de octubre de 2015, los ataques aéreos de los Estados Unidos destruyeron un hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, y mataron a 42 personas. "Los pacientes se quemaron en sus camas", informó MSF, "el personal médico fue decapitado y perdió extremidades, y otros recibieron disparos desde el aire mientras huían del edificio en llamas".
Más recientemente, el 23 de marzo de 2019, ocho niños se encontraban entre los catorce civiles afganos muertos por un ataque aéreo estadounidense también cerca de Kunduz.
Las atrocidades de la guerra se acumulan horriblemente. Nosotros en los Estados Unidos todavía no nos hemos dado cuenta de la inutilidad ni de las inmensas consecuencias de la guerra. Continuamos desarrollando, almacenando, vendiendo y usando armas horribles. Nos robamos a nosotros mismos y a otros los recursos necesarios para satisfacer las necesidades humanas, incluida la lucha contra las terribles realidades del cambio climático.
Debemos prestar atención a las palabras y acciones de Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children hace un siglo. En respuesta al bloqueo británico de la posguerra de Alemania y Europa del Este, Jebb participó en un grupo que intentaba entregar alimentos y suministros médicos a los niños que se morían de hambre.
Eglantyne Jebb
En Trafalgar Square, en Londres, distribuyó un folleto que mostraba a los niños demacrados y declaraba: "Nuestro bloqueo ha causado esto, millones de niños mueren de hambre". Fue arrestada, procesada, condenada y multada. Pero el juez del caso se conmovió por su compromiso con los niños y pagó la multa. Su generosidad fue la primera donación a Save the Children.
"Toda guerra", dijo Jebb, "es una guerra contra los niños.
Kathy Kelly es coordinadora de Voces para la No Violencia Creativa y ha trabajado en estrecha colaboración con los Jóvenes Voluntarios Afganos por la Paz. Es autora de Other Lands Have Dreams, publicado por CounterPunch / AK Press. Puede ser contactada en: Kathy@vcnv.org
Fuente:
https://www.counterpunch.org/2019/03/29/every-war-is-a-war-against-children/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a l traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.
Counterpunch
Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
En los Estados Unidos, todavía no nos hemos dado cuenta de la inutilidad y las inmensas consecuencias de la guerra, mientras desarrollamos, almacenamos, vendemos y usamos armas espantosas. El número de niños asesinados está aumentando.
A las 9:30 de la mañana del 26 de marzo, la entrada a un hospital rural en el noroeste de Yemen, que cuenta con el apoyo de Save the Children, estaba llena de pacientes que esperaban ser atendidos y los empleados llegaban al trabajo. De repente, los misiles de un ataque aéreo golpearon el hospital y mataron a siete personas, cuatro de ellas niños.
Jason Lee, de Save the Children, dijo a The New York Times que la coalición liderada por Arabia Saudita, ahora en su quinto año de guerra en Yemen, conocía las coordenadas del hospital y podría haber evitado el ataque. Llamó a lo que sucedió "una grave violación del derecho humanitario".
El día anterior, Save the Children informó de que los ataques aéreos llevados a cabo por la coalición liderada por Arabia Saudita mataron al menos a 226 niños yemeníes e hirieron a 217 más en los últimos doce meses. "De estos niños", señaló el informe, "210 estaban dentro o cerca de una casa cuando sus vidas fueron destrozadas por bombas que habían sido vendidas a la coalición por gobiernos extranjeros".
El año pasado, un análisis publicado por Save the Children estimó que 85.000 niños menores de cinco años probablemente murieron de inanición o enfermedad desde la escalada de la guerra en Yemen de la coalición liderada por Arabia Saudita en 2015.
"Los niños que mueren de esta manera sufren enormemente a medida que las funciones de sus órganos vitales se desaceleran y finalmente se detienen", dijo Tamer Kirolos, Directora en Yemende Save the Children. “Sus sistemas inmunológicos son tan débiles que son más propensos a las infecciones y son incapaces de llorar por falta de fuerzas. Los padres tienen que presenciar cómo sus hijos se van consumiendo, incapaces de hacer nada por ellos”. Kirolos y otros que han informado continuamente sobre la guerra en Yemen creen que estas muertes son totalmente prevenibles. Exigen una suspensión inmediata de la venta de armas a todas las partes en conflicto, el fin de los bloqueos que impiden la distribución de alimentos, combustible y ayuda humanitaria y la aplicación de una presión diplomática total para poner fin a la guerra.
Estados Unidos, un importante partidario de la coalición liderada por Arabia Saudita, ha sido culpable de matar a pacientes inocentes y trabajadores de hospitales al bombardear un hospital. El 3 de octubre de 2015, los ataques aéreos de los Estados Unidos destruyeron un hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, y mataron a 42 personas. "Los pacientes se quemaron en sus camas", informó MSF, "el personal médico fue decapitado y perdió extremidades, y otros recibieron disparos desde el aire mientras huían del edificio en llamas".
Más recientemente, el 23 de marzo de 2019, ocho niños se encontraban entre los catorce civiles afganos muertos por un ataque aéreo estadounidense también cerca de Kunduz.
Las atrocidades de la guerra se acumulan horriblemente. Nosotros en los Estados Unidos todavía no nos hemos dado cuenta de la inutilidad ni de las inmensas consecuencias de la guerra. Continuamos desarrollando, almacenando, vendiendo y usando armas horribles. Nos robamos a nosotros mismos y a otros los recursos necesarios para satisfacer las necesidades humanas, incluida la lucha contra las terribles realidades del cambio climático.
Debemos prestar atención a las palabras y acciones de Eglantyne Jebb, fundadora de Save the Children hace un siglo. En respuesta al bloqueo británico de la posguerra de Alemania y Europa del Este, Jebb participó en un grupo que intentaba entregar alimentos y suministros médicos a los niños que se morían de hambre.
Eglantyne Jebb
En Trafalgar Square, en Londres, distribuyó un folleto que mostraba a los niños demacrados y declaraba: "Nuestro bloqueo ha causado esto, millones de niños mueren de hambre". Fue arrestada, procesada, condenada y multada. Pero el juez del caso se conmovió por su compromiso con los niños y pagó la multa. Su generosidad fue la primera donación a Save the Children.
"Toda guerra", dijo Jebb, "es una guerra contra los niños.
Kathy Kelly es coordinadora de Voces para la No Violencia Creativa y ha trabajado en estrecha colaboración con los Jóvenes Voluntarios Afganos por la Paz. Es autora de Other Lands Have Dreams, publicado por CounterPunch / AK Press. Puede ser contactada en: Kathy@vcnv.org
Fuente:
https://www.counterpunch.org/2019/03/29/every-war-is-a-war-against-children/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a l traductora y Rebelión.org como fuente de la traducción.
sábado, 20 de abril de 2019
Assange entre la gratitud y la traición
Manuel E. Yepe
Por Esto!
Julian Assange fue arrestado en Inglaterra el jueves 11 de abril y se teme que puede ser extraditado a Estados Unidos para afrontar cargos por acciones suyas durante el gobierno de Obama.
Según un editorial del Washington Post en 2011, tal condena “causaría también daños colaterales a las libertades de los medios de comunicación estadounidenses por lo que Washington no debe intentarlo con Julian Assange”.
El editorial del Post de hace años sigue siendo relevante, dado que Assange sería juzgado por un “delito” de hace casi una década. Lo que ha cambiado desde entonces es la percepción pública sobre Assange y, en suprema ironía, la de Donald Trump, quien en un momento de su demagogia se había proclamado fanático amante twitter de WikiLeaks, ha quedado ahora como máximo beneficiario del apoyo público por iniciar un proceso que el gobierno de Barack Obama dudó en impulsar cuando él era Presidente.
La acusación actual es la extensión de un esfuerzo de años, anterior a Trump, por construir un argumento legal contra quienes liberan secretos embarazosos para el gobierno.
Pero gran parte de la ciudadanía estadounidense ve ahora al arrestado fundador de WikiLeaks a través del lente de las elecciones de 2016, luego de haber sido denunciado como un aliado ruso a favor de la elección de Trump.
El Fiscal General de Barack Obama, Eric Holder, dijo que ya en 2010 el fundador de WikiLeaks fue el centro de una “activa y continua investigación criminal”. En aquellos momentos Assange había ganado, o próximo a ganar, variosa premios de periodismo por publicar información clasificada vergonzosa sobre muchos gobiernos, incluyendo el video "Collateral Murder" entregado por Chelsea Manning que mostraba un ataque con helicóptero en Irak que causó la muerte de dos reporteros ingleses.
Se conoce que en la acusación se dice que “es parte de la conspiración que Assange y Manning tomaron medidas para ocultar a Manning como la fuente de la revelación”, en tanto que la defensa argumentará que los reporteros tienen relaciones extremadamente complicadas con las fuentes, especialmente con denunciantes como Manning, que a menudo se encuentran bajo un estrés extremo y son emocionalmente vulnerables.
La acusación presentada ahora contra Assange es apenas un tecnicismo: una acusación por un intento (aparentemente fallido) de ayudar a Chelsea Manning a descifrar una contraseña del gobierno. El abogado de Assange, Barry Pollock, dijo que las acusaciones “se reducen a alentar a una fuente a que le proporcione información y a tomar medidas para proteger la identidad de esa fuente”.
La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) declaró que: “Cualquier enjuiciamiento por parte de Estados Unidos de Assange por las operaciones de publicación de WikiLeaks carecería de precedentes, sería inconstitucional, y abriría la puerta a investigaciones criminales de otras organizaciones de noticias”.
El caso de Assange, y los muy serios problemas que plantea, se verán afectados por cosas que ocurrieron mucho después de los supuestos delitos como el papel de Assange en la eleccion de 2016.
No sólo este caso no tuvo nada que ver con Russiagate, sino que en uno de los detalles no reportados más extraños de la investigación del Asesor Especial Robert Mueller, nunca entrevistó ni intentó entrevistar a Assange. De hecho, parece que ninguna de las 2.800 citaciones, 500 entrevistas a testigos y 500 órdenes de allanamiento en la investigación Mueller apuntaban a Assange o a WikiLeaks.
En cuanto al caso de Assange, la cobertura por parte de un cuerpo de prensa nacional que lo acogió en el momento de estos delitos -y que repitió ampliamente sus filtraciones- probablemente se centrará en el tema de la piratería informática, como si no se tratara realmente de reducir el periodismo legítimo.
"La debilidad de la acusación de EEUU contra Assange es chocante", dijo Edward Snowden en Twitter. "La acusación de que intentó ayudar a descifrar una contraseña durante su mundialmente famoso reportaje ha sido pública durante casi una década: es el conde que el Departamento de Justicia de Obama se negó a acusar, diciendo que ponía en peligro el periodismo".
En realidad, sería difícil encontrar un ejemplo más extremo de cuán profundo es el consenso bipartidista para ampliar la vigilancia de las filtraciones.
Ambas cosas sucedieron, sin embargo, y deberíamos dejar de sorprendernos por ellas, incluso cuando Donald Trump da el último paso de este viaje comenzado por Barack Obama.
Blog del autor:
http://manuelyepe.wordpress.com/
Manuel E. Yepe
Por Esto!
Julian Assange fue arrestado en Inglaterra el jueves 11 de abril y se teme que puede ser extraditado a Estados Unidos para afrontar cargos por acciones suyas durante el gobierno de Obama.
Según un editorial del Washington Post en 2011, tal condena “causaría también daños colaterales a las libertades de los medios de comunicación estadounidenses por lo que Washington no debe intentarlo con Julian Assange”.
El editorial del Post de hace años sigue siendo relevante, dado que Assange sería juzgado por un “delito” de hace casi una década. Lo que ha cambiado desde entonces es la percepción pública sobre Assange y, en suprema ironía, la de Donald Trump, quien en un momento de su demagogia se había proclamado fanático amante twitter de WikiLeaks, ha quedado ahora como máximo beneficiario del apoyo público por iniciar un proceso que el gobierno de Barack Obama dudó en impulsar cuando él era Presidente.
La acusación actual es la extensión de un esfuerzo de años, anterior a Trump, por construir un argumento legal contra quienes liberan secretos embarazosos para el gobierno.
Pero gran parte de la ciudadanía estadounidense ve ahora al arrestado fundador de WikiLeaks a través del lente de las elecciones de 2016, luego de haber sido denunciado como un aliado ruso a favor de la elección de Trump.
El Fiscal General de Barack Obama, Eric Holder, dijo que ya en 2010 el fundador de WikiLeaks fue el centro de una “activa y continua investigación criminal”. En aquellos momentos Assange había ganado, o próximo a ganar, variosa premios de periodismo por publicar información clasificada vergonzosa sobre muchos gobiernos, incluyendo el video "Collateral Murder" entregado por Chelsea Manning que mostraba un ataque con helicóptero en Irak que causó la muerte de dos reporteros ingleses.
Se conoce que en la acusación se dice que “es parte de la conspiración que Assange y Manning tomaron medidas para ocultar a Manning como la fuente de la revelación”, en tanto que la defensa argumentará que los reporteros tienen relaciones extremadamente complicadas con las fuentes, especialmente con denunciantes como Manning, que a menudo se encuentran bajo un estrés extremo y son emocionalmente vulnerables.
La acusación presentada ahora contra Assange es apenas un tecnicismo: una acusación por un intento (aparentemente fallido) de ayudar a Chelsea Manning a descifrar una contraseña del gobierno. El abogado de Assange, Barry Pollock, dijo que las acusaciones “se reducen a alentar a una fuente a que le proporcione información y a tomar medidas para proteger la identidad de esa fuente”.
La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) declaró que: “Cualquier enjuiciamiento por parte de Estados Unidos de Assange por las operaciones de publicación de WikiLeaks carecería de precedentes, sería inconstitucional, y abriría la puerta a investigaciones criminales de otras organizaciones de noticias”.
El caso de Assange, y los muy serios problemas que plantea, se verán afectados por cosas que ocurrieron mucho después de los supuestos delitos como el papel de Assange en la eleccion de 2016.
No sólo este caso no tuvo nada que ver con Russiagate, sino que en uno de los detalles no reportados más extraños de la investigación del Asesor Especial Robert Mueller, nunca entrevistó ni intentó entrevistar a Assange. De hecho, parece que ninguna de las 2.800 citaciones, 500 entrevistas a testigos y 500 órdenes de allanamiento en la investigación Mueller apuntaban a Assange o a WikiLeaks.
En cuanto al caso de Assange, la cobertura por parte de un cuerpo de prensa nacional que lo acogió en el momento de estos delitos -y que repitió ampliamente sus filtraciones- probablemente se centrará en el tema de la piratería informática, como si no se tratara realmente de reducir el periodismo legítimo.
"La debilidad de la acusación de EEUU contra Assange es chocante", dijo Edward Snowden en Twitter. "La acusación de que intentó ayudar a descifrar una contraseña durante su mundialmente famoso reportaje ha sido pública durante casi una década: es el conde que el Departamento de Justicia de Obama se negó a acusar, diciendo que ponía en peligro el periodismo".
En realidad, sería difícil encontrar un ejemplo más extremo de cuán profundo es el consenso bipartidista para ampliar la vigilancia de las filtraciones.
Ambas cosas sucedieron, sin embargo, y deberíamos dejar de sorprendernos por ellas, incluso cuando Donald Trump da el último paso de este viaje comenzado por Barack Obama.
Blog del autor:
http://manuelyepe.wordpress.com/
viernes, 19 de abril de 2019
El sociólogo Marcos Roitman publica “Por la razón o la fuerza. Historia y memoria de los golpes de Estado en América Latina” (Siglo XXI) Latinoamérica frente a la bota del golpismo
El coronel Castillo Armas entró en Ciudad de Guatemala el 3 de julio de 1954; derrocó al presidente Jacobo Arbenz, en un golpe militar apoyado por la CIA. En Honduras, país con un peso decisivo de la United Fruit Company y con unas fuerzas armadas vinculadas al Pentágono, se producen golpes de Estado militares en 1956 y 1963. Otro ejemplo es el de Costa Rica, en 1948: el anticomunista José Figueres Ferrer se alzó con el respaldo de la oligarquía contra el presidente Teodoro Picado; en Paraguay, el general Stroessner accederá al poder por la vía militar en 1954 y se mantendrá hasta 1989. Y también en Perú el general Manuel Odría (1948-1956), que ilegaliza el partido comunista, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y las organizaciones antiimperialistas.
Los levantamientos militares se bautizan en ocasiones de modo singular; en Argentina, la “revolución libertadora” encabezada por Lonardi derrocó a Perón en 1955; otro golpe condujo a la presidencia del general Onganía en 1966 (“revolución argentina”) y en marzo de 1976 se inicia en el país la época de las juntas militares (“proceso de reorganización nacional”). El bombardeo del Palacio de la Moneda avanza la dictadura de Pinochet en Chile (1973-1990), a la que se suman las de Uruguay (1973-1985) y en Bolivia las de Hugo Bánzer (1971-1980) y García Meza (1980-1981). El profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Marcos Roitman, analiza estos procesos en el libro “Por la razón o la fuerza”, subtitulado “Historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina” (Siglo XXI, 2019).
El texto de 382 páginas revisa y actualiza uno anterior publicado por Akal en 2013, “Tiempos de oscuridad”. En el listado de golpes y dictaduras ocupa un lugar preeminente Brasil. Además del derrocamiento del presidente Goulart, en 1964, y los gobiernos de generales hasta 1985, “toma cuerpo la Doctrina (militar) de la Seguridad Nacional vinculada a combatir la amenaza exterior y el enemigo interno, visualizados como la Unión Soviética, el comunismo y la subversión; los militares actuaron en Brasil en perfecta sintonía con terratenientes, oligarcas y la burguesía local”, destaca Roitman.
Eran tiempos -en plena Guerra Fría- de alianzas estratégicas, suma de intereses y agregación de actores internacionales contra el “comunismo”. El sociólogo chileno apunta, entre los numerosos ejemplos, la invasión de la República Dominicana por los marines estadounidenses, en 1965, en la que la potencia norteamericana “utilizó” el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y una Fuerza Interamericana de Paz para legitimar la intervención. La Doctrina de la Seguridad Nacional se extendió a Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Honduras.
Los planes de estudio de la Escuela de las Américas (USARSA), ubicada en Fort Gulick (zona del Canal de Panamá), incluían las Operaciones de Contrainsurgencia; “en octubre de 1973 más de 170 graduados eran jefes de gobierno (entre otros Hugo Bánzer, Ríos Montt o Videla), ministros, generales o jefes de inteligencia de sus países”, detalla Roitman. De este modo se expresaba el Secretario de Defensa, Robert McNamara, ante el Congreso de Estados Unidos en 1967: “Nuestro objetivo en Latinoamérica es ayudar, donde sea necesario, al continuo desarrollo de las fuerzas militares y paramilitares nativas capaces de proporcionar, en unión a la policía y otras fuerzas de seguridad, la necesaria seguridad interna”.
También se internacionalizó el terror contra los militantes de izquierda; Forjada en Santiago de Chile (1975) y con el respaldo del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en la “Operación Cóndor” participaron los Estados de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Paraguay con este balance: 50.000 personas asesinadas, 30.000 desaparecidas y más de 400.000 torturadas o presas (una modalidad específica de crimen fueron los llamados “vuelos de la muerte”). El presidente Reagan también utilizó las estrategias de despliegue rápido de tropas (invasión de la Isla de Granada, en 1983) o la creación de fuerzas contrarrevolucionarias (tras el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, en 1979).
El autor de “Democracia sin demócrata y otras invenciones” (2008) e “Indignados: el rescate de la política” (2011) expone casos más recientes; “En Bolivia el presidente Evo Morales denunció varias asonadas entre 2010 y 2018”, apunta Marcos Roitman; al igual que Chile nacionalizó el cobre en 1971, el gobierno del MAS decretó en 2006 la nacionalización de los hidrocarburos, “recuperó” en 2008 la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), que controlaba Telecom-Italia; y en 2012 nacionalizó la Empresa Transportadora de Electricidad (TDE), filial de Red Eléctrica Española (REE), entre otras iniciativas de reversión.
Rafael Correa presidió Ecuador durante una década, hasta 2017, inspirándose en los principios de la Revolución Ciudadana y el Socialismo del Siglo XXI; en septiembre de 2010 Correa estuvo secuestrado durante unas horas en un hospital de Quito, y denunció un golpe de estado (fallido) en el que participó el expresidente y exmilitar Lucio Gutiérrez. En mayo de 2017 Lenin Moreno accedió, tras su triunfo electoral, a la presidencia de Ecuador; “ha lanzado una campaña apoyada en jueces corruptos y el legislativo contra Rafael Correa, es la estrategia para evitar la victoria posterior de una alternativa progresista”, valora Marcos Roitman.
“Son versiones más elaboradas del golpe de estado”, subraya el sociólogo chileno. En Argentina y Brasil se han promovido “cordones sanitarios” para frenar a líderes que congreguen el apoyo popular; en ese contexto se insertan los procesos judiciales y la persecución mediática contra Cristina Fernández de Kircher, hoy senadora y presidenta de Argentina entre 2007 y 2015; o la condena judicial a Lula da Silva, en prisión desde abril de 2018; debido a la sentencia condenatoria, el Tribunal Superior Electoral vetó la candidatura de Lula da Silva por el Partido de los Trabajadores (PT) a los comicios presidenciales, celebrados en octubre de 2018 (en el momento de producirse la inhabilitación, el exmandatario encabezaba las encuestas). Otro ejemplo de los llamados golpes “blandos” o “institucionales” es el “impeachment” por el que el Congreso y el Senado de Brasil destituyeron en 2016 a Dilma Roussef; de ese modo concluyeron 13 años de gobiernos del PT.
En Paraguay, el Congreso destituyó al presidente Fernando Lugo en Junio de 2012. Lugo denunció un “golpe de estado exprés”, en forma de juicio político con el pretexto del llamado “caso Curuguaty”. Marcos Roitman atribuye la maniobra a “la derecha, en connivencia con las fuerzas armadas y el poder legislativo y judicial”. En 2013 ganó las elecciones presidenciales el banquero y terrateniente Horacio Cartes, del Partido Colorado; así, “Paraguay retomó la deriva neoliberal y Estados Unidos dio por concluido el golpe de estado”, resume el autor de “Por la razón o la fuerza”. En junio de 2009, soldados del ejército de Honduras detuvieron por orden del Tribunal Supremo al presidente Mel Zelaya, que fue trasladado a Costa Rica; Zelaya, del Partido Liberal, había planteado una consulta popular para la reforma de la Constitución, que el Parlamento y la Corte Suprema de Justicia declararon ilegal; además denunció, en la cadena TeleSur, la participación de Estados Unidos en el golpe. En un informe de 2015, la ONG Global Witness calificó a Honduras como “el país más peligroso del mundo para los defensores del territorio y el medio ambiente” (entre 2002 y 2014 murieron asesinados en el país 111 activistas).
Marcos Roitman dedica en el texto un apartado específico a Venezuela: “De Chávez a Maduro, 20 años de sedición golpista”. En el libro “Los 7 pecados capitales de Hugo Chávez” (Vadell, 2012), el periodista Michael Collon escribe sobre el golpe de abril de 2002: “Estados Unidos (George W. Bush) y España (José María Aznar) reconocieron al nuevo régimen en un tiempo récord y enviaron a sus embajadores ante el golpista Carmona, presidente de la patronal (…). Y cuando el golpe de 2002 derroque a Chávez, será la gente la que le salve: millones de mujeres y hombres en la calle”; “la televisión se convirtió en un instrumento decisivo del golpe de estado”, añade Collon, que cita a medios de comunicación privados como Venevisión, Globovisión, RCTV, Televen, El Universal y El Nacional; el diario El País publicó un editorial titulado “Golpe a un caudillo”. En 2019, con Maduro en la presidencia, se trata de “viabilizar un gobierno provisional al mando de Juan Guaidó avalado por Estados Unidos y sus cómplices internacionales”, concluye Roitman.
Los levantamientos militares se bautizan en ocasiones de modo singular; en Argentina, la “revolución libertadora” encabezada por Lonardi derrocó a Perón en 1955; otro golpe condujo a la presidencia del general Onganía en 1966 (“revolución argentina”) y en marzo de 1976 se inicia en el país la época de las juntas militares (“proceso de reorganización nacional”). El bombardeo del Palacio de la Moneda avanza la dictadura de Pinochet en Chile (1973-1990), a la que se suman las de Uruguay (1973-1985) y en Bolivia las de Hugo Bánzer (1971-1980) y García Meza (1980-1981). El profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Marcos Roitman, analiza estos procesos en el libro “Por la razón o la fuerza”, subtitulado “Historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina” (Siglo XXI, 2019).
El texto de 382 páginas revisa y actualiza uno anterior publicado por Akal en 2013, “Tiempos de oscuridad”. En el listado de golpes y dictaduras ocupa un lugar preeminente Brasil. Además del derrocamiento del presidente Goulart, en 1964, y los gobiernos de generales hasta 1985, “toma cuerpo la Doctrina (militar) de la Seguridad Nacional vinculada a combatir la amenaza exterior y el enemigo interno, visualizados como la Unión Soviética, el comunismo y la subversión; los militares actuaron en Brasil en perfecta sintonía con terratenientes, oligarcas y la burguesía local”, destaca Roitman.
Eran tiempos -en plena Guerra Fría- de alianzas estratégicas, suma de intereses y agregación de actores internacionales contra el “comunismo”. El sociólogo chileno apunta, entre los numerosos ejemplos, la invasión de la República Dominicana por los marines estadounidenses, en 1965, en la que la potencia norteamericana “utilizó” el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la Organización de Estados Americanos (OEA) y una Fuerza Interamericana de Paz para legitimar la intervención. La Doctrina de la Seguridad Nacional se extendió a Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, El Salvador, Guatemala y Honduras.
Los planes de estudio de la Escuela de las Américas (USARSA), ubicada en Fort Gulick (zona del Canal de Panamá), incluían las Operaciones de Contrainsurgencia; “en octubre de 1973 más de 170 graduados eran jefes de gobierno (entre otros Hugo Bánzer, Ríos Montt o Videla), ministros, generales o jefes de inteligencia de sus países”, detalla Roitman. De este modo se expresaba el Secretario de Defensa, Robert McNamara, ante el Congreso de Estados Unidos en 1967: “Nuestro objetivo en Latinoamérica es ayudar, donde sea necesario, al continuo desarrollo de las fuerzas militares y paramilitares nativas capaces de proporcionar, en unión a la policía y otras fuerzas de seguridad, la necesaria seguridad interna”.
También se internacionalizó el terror contra los militantes de izquierda; Forjada en Santiago de Chile (1975) y con el respaldo del secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, en la “Operación Cóndor” participaron los Estados de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, Brasil y Paraguay con este balance: 50.000 personas asesinadas, 30.000 desaparecidas y más de 400.000 torturadas o presas (una modalidad específica de crimen fueron los llamados “vuelos de la muerte”). El presidente Reagan también utilizó las estrategias de despliegue rápido de tropas (invasión de la Isla de Granada, en 1983) o la creación de fuerzas contrarrevolucionarias (tras el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, en 1979).
El autor de “Democracia sin demócrata y otras invenciones” (2008) e “Indignados: el rescate de la política” (2011) expone casos más recientes; “En Bolivia el presidente Evo Morales denunció varias asonadas entre 2010 y 2018”, apunta Marcos Roitman; al igual que Chile nacionalizó el cobre en 1971, el gobierno del MAS decretó en 2006 la nacionalización de los hidrocarburos, “recuperó” en 2008 la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), que controlaba Telecom-Italia; y en 2012 nacionalizó la Empresa Transportadora de Electricidad (TDE), filial de Red Eléctrica Española (REE), entre otras iniciativas de reversión.
Rafael Correa presidió Ecuador durante una década, hasta 2017, inspirándose en los principios de la Revolución Ciudadana y el Socialismo del Siglo XXI; en septiembre de 2010 Correa estuvo secuestrado durante unas horas en un hospital de Quito, y denunció un golpe de estado (fallido) en el que participó el expresidente y exmilitar Lucio Gutiérrez. En mayo de 2017 Lenin Moreno accedió, tras su triunfo electoral, a la presidencia de Ecuador; “ha lanzado una campaña apoyada en jueces corruptos y el legislativo contra Rafael Correa, es la estrategia para evitar la victoria posterior de una alternativa progresista”, valora Marcos Roitman.
“Son versiones más elaboradas del golpe de estado”, subraya el sociólogo chileno. En Argentina y Brasil se han promovido “cordones sanitarios” para frenar a líderes que congreguen el apoyo popular; en ese contexto se insertan los procesos judiciales y la persecución mediática contra Cristina Fernández de Kircher, hoy senadora y presidenta de Argentina entre 2007 y 2015; o la condena judicial a Lula da Silva, en prisión desde abril de 2018; debido a la sentencia condenatoria, el Tribunal Superior Electoral vetó la candidatura de Lula da Silva por el Partido de los Trabajadores (PT) a los comicios presidenciales, celebrados en octubre de 2018 (en el momento de producirse la inhabilitación, el exmandatario encabezaba las encuestas). Otro ejemplo de los llamados golpes “blandos” o “institucionales” es el “impeachment” por el que el Congreso y el Senado de Brasil destituyeron en 2016 a Dilma Roussef; de ese modo concluyeron 13 años de gobiernos del PT.
En Paraguay, el Congreso destituyó al presidente Fernando Lugo en Junio de 2012. Lugo denunció un “golpe de estado exprés”, en forma de juicio político con el pretexto del llamado “caso Curuguaty”. Marcos Roitman atribuye la maniobra a “la derecha, en connivencia con las fuerzas armadas y el poder legislativo y judicial”. En 2013 ganó las elecciones presidenciales el banquero y terrateniente Horacio Cartes, del Partido Colorado; así, “Paraguay retomó la deriva neoliberal y Estados Unidos dio por concluido el golpe de estado”, resume el autor de “Por la razón o la fuerza”. En junio de 2009, soldados del ejército de Honduras detuvieron por orden del Tribunal Supremo al presidente Mel Zelaya, que fue trasladado a Costa Rica; Zelaya, del Partido Liberal, había planteado una consulta popular para la reforma de la Constitución, que el Parlamento y la Corte Suprema de Justicia declararon ilegal; además denunció, en la cadena TeleSur, la participación de Estados Unidos en el golpe. En un informe de 2015, la ONG Global Witness calificó a Honduras como “el país más peligroso del mundo para los defensores del territorio y el medio ambiente” (entre 2002 y 2014 murieron asesinados en el país 111 activistas).
Marcos Roitman dedica en el texto un apartado específico a Venezuela: “De Chávez a Maduro, 20 años de sedición golpista”. En el libro “Los 7 pecados capitales de Hugo Chávez” (Vadell, 2012), el periodista Michael Collon escribe sobre el golpe de abril de 2002: “Estados Unidos (George W. Bush) y España (José María Aznar) reconocieron al nuevo régimen en un tiempo récord y enviaron a sus embajadores ante el golpista Carmona, presidente de la patronal (…). Y cuando el golpe de 2002 derroque a Chávez, será la gente la que le salve: millones de mujeres y hombres en la calle”; “la televisión se convirtió en un instrumento decisivo del golpe de estado”, añade Collon, que cita a medios de comunicación privados como Venevisión, Globovisión, RCTV, Televen, El Universal y El Nacional; el diario El País publicó un editorial titulado “Golpe a un caudillo”. En 2019, con Maduro en la presidencia, se trata de “viabilizar un gobierno provisional al mando de Juan Guaidó avalado por Estados Unidos y sus cómplices internacionales”, concluye Roitman.
miércoles, 17 de abril de 2019
_- Una manipulación política que Sevilla no debe permitirse. El fajín de Franco en la Semana Santa.
_- Isidoro Moreno
Diario de Sevilla
Apoyo totalmente la denuncia a la Fiscalía, por parte del Grupo de Juristas 17 de Marzo, contra la junta de gobierno de la cofradía del Baratillo que se propone sacar el fajín de Franco sobre la saya de la Virgen de la Caridad el próximo Miércoles Santo. Parece que la hija del dictador lo regaló, en 2000, a un conocido abogado miembro de esa hermandad, como premio a sus servicios. Y este año (¿porque estamos en días de campaña electoral?) se le ha colocado a la imagen. Aparte de constituir un delito por transgredir leyes vigentes, como explican dichos juristas, el hecho es execrable por lo que significa de insulto a decenas de miles de familias sevillanas que tienen todavía a antepasados en fosas comunes tras su asesinato por los golpistas que encabezó Franco.
Y supone, también, una muy grave manipulación política de la Semana Santa sevillana, que no debe permitirse. Deberían intervenir, para impedirlo, los propios miembros de la hermandad (que estoy seguro que mayoritariamente no apoyan esta utilización ideológico-partidista de la Virgen de su devoción) y, si ello no fuera suficiente, el Consejo General de Cofradías, el Arzobispado, el Ayuntamiento o la Subdelegación del Gobierno (que es la que, en última instancia, autoriza o no los actos en lugares públicos y debe velar por la legalidad). Mirar hacia otro lado equivale, en este caso, a complicidad.
Hace ya años, la Hermandad de la Macarena retiró el fajín de Queipo a la Esperanza en su salida de la madrugada del Viernes Santo. En Málaga, la del Cautivo ("el Señor de Málaga") rehusó el acompañamiento de los Regulares y, este año, la de Mena ha pedido a Casado, Rivera y Abascal que no vayan al traslado de su Cristo, como tenían previsto para renovar la foto de la Plaza de Colón (aunque sigue teniendo pendiente eliminar la presencia de la Legión con armas). Y, ahora, salta la noticia de que la Hermandad del Baratillo quiere sacar el fajín del propio dictador adornando a su Virgen y enalteciendo su figura. Poniéndolo bajo palio, como tantas veces en vida, entró en las catedrales. Indignante. Inaceptable. Cabe preguntarse si esa cofradía no está siendo manipulada por alguno/s de sus miembros como parte de la campaña de Vox para las elecciones municipales.
Incluso si el objetivo no fuera este último, no puede permitirse que Franco sea paseado triunfalmente por Sevilla, este Miércoles Santo, representado en su fajín de "generalísimo". Además de una burla a tantos sevillanos que aún no tienen donde llevar flores a sus muertos, sería un baldón para esa cofradía, un escarnio para esa Virgen, y una agresión a todos aquellos -sean creyentes, agnósticos, de derechas o de izquierdas...- que participan, cada quién a su manera y por muy diversas razones, en la fiesta mayor de la ciudad. Que constituye un valioso patrimonio tanto material como inmaterial de Sevilla que es necesario proteger de manipulaciones ideológico-partidistas. Y ésta lo es, y en muy alto grado. Se han pasado veinte pueblos. Rectifiquen o háganles rectificar.
Isidoro Moreno.
Catedrático Emérito de Antropología
Diario de Sevilla
Apoyo totalmente la denuncia a la Fiscalía, por parte del Grupo de Juristas 17 de Marzo, contra la junta de gobierno de la cofradía del Baratillo que se propone sacar el fajín de Franco sobre la saya de la Virgen de la Caridad el próximo Miércoles Santo. Parece que la hija del dictador lo regaló, en 2000, a un conocido abogado miembro de esa hermandad, como premio a sus servicios. Y este año (¿porque estamos en días de campaña electoral?) se le ha colocado a la imagen. Aparte de constituir un delito por transgredir leyes vigentes, como explican dichos juristas, el hecho es execrable por lo que significa de insulto a decenas de miles de familias sevillanas que tienen todavía a antepasados en fosas comunes tras su asesinato por los golpistas que encabezó Franco.
Y supone, también, una muy grave manipulación política de la Semana Santa sevillana, que no debe permitirse. Deberían intervenir, para impedirlo, los propios miembros de la hermandad (que estoy seguro que mayoritariamente no apoyan esta utilización ideológico-partidista de la Virgen de su devoción) y, si ello no fuera suficiente, el Consejo General de Cofradías, el Arzobispado, el Ayuntamiento o la Subdelegación del Gobierno (que es la que, en última instancia, autoriza o no los actos en lugares públicos y debe velar por la legalidad). Mirar hacia otro lado equivale, en este caso, a complicidad.
Hace ya años, la Hermandad de la Macarena retiró el fajín de Queipo a la Esperanza en su salida de la madrugada del Viernes Santo. En Málaga, la del Cautivo ("el Señor de Málaga") rehusó el acompañamiento de los Regulares y, este año, la de Mena ha pedido a Casado, Rivera y Abascal que no vayan al traslado de su Cristo, como tenían previsto para renovar la foto de la Plaza de Colón (aunque sigue teniendo pendiente eliminar la presencia de la Legión con armas). Y, ahora, salta la noticia de que la Hermandad del Baratillo quiere sacar el fajín del propio dictador adornando a su Virgen y enalteciendo su figura. Poniéndolo bajo palio, como tantas veces en vida, entró en las catedrales. Indignante. Inaceptable. Cabe preguntarse si esa cofradía no está siendo manipulada por alguno/s de sus miembros como parte de la campaña de Vox para las elecciones municipales.
Incluso si el objetivo no fuera este último, no puede permitirse que Franco sea paseado triunfalmente por Sevilla, este Miércoles Santo, representado en su fajín de "generalísimo". Además de una burla a tantos sevillanos que aún no tienen donde llevar flores a sus muertos, sería un baldón para esa cofradía, un escarnio para esa Virgen, y una agresión a todos aquellos -sean creyentes, agnósticos, de derechas o de izquierdas...- que participan, cada quién a su manera y por muy diversas razones, en la fiesta mayor de la ciudad. Que constituye un valioso patrimonio tanto material como inmaterial de Sevilla que es necesario proteger de manipulaciones ideológico-partidistas. Y ésta lo es, y en muy alto grado. Se han pasado veinte pueblos. Rectifiquen o háganles rectificar.
Isidoro Moreno.
Catedrático Emérito de Antropología
Enriquecer a los ricos y asfixiar a los pobres
El programa fiscal del PP es una provocación a quienes aún sufren las secuelas sociales de los recortes
XAVIER VIDAL-FOLCH
15 ABR 2019.
En síntesis apretadísima, el programa fiscal del PP consiste en bajar los impuestos a los ricos y reducir los ingresos de los pobres. En resumen menos apretado, eso se traduce en bajar el impuesto de sociedades (por debajo del 20%), suprimir al 99% el de sucesiones (herencias) y al 100% el de patrimonio, podar a fondo el impuesto sobre la renta (40% el tipo máximo), rebajar el salario mínimo (a 850 euros) y pegar un hachazo a las pensiones. ¡Mientras el FMI aconseja aumentar impuestos a los ricos!
Es una provocación a quienes aún sufren las secuelas sociales de los recortes tras la Gran Recesión. El alma social de este PP no es la centroderechista de Mariano. Es simple ignorancia, cruel y ultra, del dolor social. No es conservadurismo social, sino incitación a la rebelión de las masas. Amén de una gravísima irresponsabilidad política para un partido de los de gobierno, atenta contra la viabilidad económica del Estado, cuyos ingresos fiscales son un 7% inferiores a la media europea.
A no ser que alguien se crea las paparruchas del parlanchín Arthur Laffer. Este —maestro de Daniel Lacalle, el consejero económico de Pablo Casado— fue quien engañó a Ronald Reagan asegurándole (vía Dick Cheney y otros tristes patriotas carniceros) que una rebaja fiscal general, incondicional e inmediata relanzaría la economía. Acabó provocando uno de los peores fiascos presupuestarios (disparo del déficit y de la deuda) de toda la historia americana posterior a la Gran Recesión.
Algunas de las medidas resumidas se aplican en autonomías de la derecha, son clásicas en el programa pepero. Las peores han sido anunciadas oralmente, y claro, luego reinterpretadas y lanzadas contra los mensajeros, acusándoles de tergiversación. Da igual. Ahí están, en el fondo del armario Casado-Lacalle.
Preguntado el primero si desharía la subida del salario mínimo, dijo que sí, pero con el típico circunloquio. “Lo que haré es cumplir la negociación a la que llegó el Gobierno” de Rajoy, “para subir a 850 euros el salario mínimo en 2020”. O sea, hoy, bajarlo. Avisado de su pifia, la disfrazó con que primero escucharía a patronal y sindicatos. Pero hay que agradecerle su sinceridad inicial. Sabemos lo que piensa de verdad, en el fondo.
Lo mismo le pasó a Lacalle tras declarar a El Economista (31 de marzo) que el debate de las pensiones españolas “no es cuánto se revalorizan, sino cuánto se recortan, un 20%, un 30% o un 40%”. También dijo, donde dije digo, digo Diego. Gracias, sincero.
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2019/04/14/opinion/1555244562_311678.html
XAVIER VIDAL-FOLCH
15 ABR 2019.
En síntesis apretadísima, el programa fiscal del PP consiste en bajar los impuestos a los ricos y reducir los ingresos de los pobres. En resumen menos apretado, eso se traduce en bajar el impuesto de sociedades (por debajo del 20%), suprimir al 99% el de sucesiones (herencias) y al 100% el de patrimonio, podar a fondo el impuesto sobre la renta (40% el tipo máximo), rebajar el salario mínimo (a 850 euros) y pegar un hachazo a las pensiones. ¡Mientras el FMI aconseja aumentar impuestos a los ricos!
Es una provocación a quienes aún sufren las secuelas sociales de los recortes tras la Gran Recesión. El alma social de este PP no es la centroderechista de Mariano. Es simple ignorancia, cruel y ultra, del dolor social. No es conservadurismo social, sino incitación a la rebelión de las masas. Amén de una gravísima irresponsabilidad política para un partido de los de gobierno, atenta contra la viabilidad económica del Estado, cuyos ingresos fiscales son un 7% inferiores a la media europea.
A no ser que alguien se crea las paparruchas del parlanchín Arthur Laffer. Este —maestro de Daniel Lacalle, el consejero económico de Pablo Casado— fue quien engañó a Ronald Reagan asegurándole (vía Dick Cheney y otros tristes patriotas carniceros) que una rebaja fiscal general, incondicional e inmediata relanzaría la economía. Acabó provocando uno de los peores fiascos presupuestarios (disparo del déficit y de la deuda) de toda la historia americana posterior a la Gran Recesión.
Algunas de las medidas resumidas se aplican en autonomías de la derecha, son clásicas en el programa pepero. Las peores han sido anunciadas oralmente, y claro, luego reinterpretadas y lanzadas contra los mensajeros, acusándoles de tergiversación. Da igual. Ahí están, en el fondo del armario Casado-Lacalle.
Preguntado el primero si desharía la subida del salario mínimo, dijo que sí, pero con el típico circunloquio. “Lo que haré es cumplir la negociación a la que llegó el Gobierno” de Rajoy, “para subir a 850 euros el salario mínimo en 2020”. O sea, hoy, bajarlo. Avisado de su pifia, la disfrazó con que primero escucharía a patronal y sindicatos. Pero hay que agradecerle su sinceridad inicial. Sabemos lo que piensa de verdad, en el fondo.
Lo mismo le pasó a Lacalle tras declarar a El Economista (31 de marzo) que el debate de las pensiones españolas “no es cuánto se revalorizan, sino cuánto se recortan, un 20%, un 30% o un 40%”. También dijo, donde dije digo, digo Diego. Gracias, sincero.
Fuente:
https://elpais.com/elpais/2019/04/14/opinion/1555244562_311678.html
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