sábado, 17 de octubre de 2020

John Reed, antes de Octubre



Se cumplen cien años de la muerte del autor de ‘Diez días que estremecieron al mundo’, la gran crónica de la revolución bolchevique. Antes de viajar a Rusia, Reed ya había escrito otra obra maestra: ‘México insurgente’

Casi al final de su vida, enfermo y confinado en una celda de la estación de policía de Abo, en Finlandia, John Reed siente todavía la necesidad de contarle al mundo sus experiencias, tal y como le aconsejara en Harvard su mentor literario, el profesor Charles Townsend Copeland. Apenas dispone de algunas hojas para escribir, garabatea ideas y poemas en el reverso de los telegramas que recibe de su compañera, la periodista Louise Bryant, desde Estados Unidos, y esboza la trama de varias novelas con tintes autobiográficos. The Tides of Men (Las mareas de hombres), titula uno de esos proyectos. Pero el tifus lo acecha ya. Morirá unos meses más tarde en un hospital de Moscú, ya junto a Louise. El 19 de octubre de 1920, tres años después de haber sido testigo del asalto al poder de los bolcheviques, será enterrado en el Kremlin junto a los mártires de la revolución. Su libro Diez días que estremecieron al mundo, bendecido por Lenin, lo había catapultado al éxito. Antes de su etapa rusa, Reed ya había conocido el vértigo de la revolución en un escenario muy distinto, la inmensidad del desierto de Chihuahua. De sus cuatro meses junto a la División del Norte de Pancho Villa nacería otra obra maestra del periodismo: México insurgente.

La vida de Reed da un giro de 180 grados cuando cruza el río Bravo en diciembre de 1913. Enviado a México por la revista Metropolitan y el periódico New York World, va a ser testigo privilegiado de la primera revolución del siglo XX. Reed se entusiasma. Para entonces ya se ha fogueado como reportero en varios conflictos sociales, como la huelga de los trabajadores de la seda en Paterson (New Jersey), declarada a principios de ese año. “Hay una guerra en Paterson. Pero es un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando: los dueños de las fábricas. Estos controlan la policía, la prensa y los juzgados”, escribe en la revista The Masses. Durante esos días eléctricos conocerá a quien será uno de sus faros políticos, Bill Haywood, líder del Industrial Workers of the World (IWW), con quien compartirá celda fugazmente y a quien homenajeará unos meses más tarde al representar en el Madison Square Garden un espectáculo teatral sobre la huelga de Paterson con la participación de los propios obreros. Como Reed, Haywood también tendrá reservado un lugar en la necrópolis de la Plaza Roja de Moscú.

En su voluminosa biografía sobre Pancho Villa, el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II se refiere a Reed como el gran cronista de esa etapa de la revolución en su país. A finales de diciembre de 1913, cuando pisa suelo mexicano, Reed tiene 26 años (había nacido en Portland, Oregón, el 22 de octubre de 1887). “Viste un traje de pana amarillo brillante, dispone de cuenta de gastos, carga 14 diferentes clases de píldoras y vendajes”, documenta Taibo. Unos días antes, en El Paso (Texas), Reed empieza a ser consciente del complejo tablero de intereses que se despliega en la frontera. Un espeso entramado de espías, contrabandistas de armas, traficantes de ganado, periodistas ociosos y vividores de toda laya. Es el centro de los conspiradores del mundo, piensa Reed: “Cada vez que un gran hombre abandona el refugio del hotel, le persigue en la calle la sombra de un detective, a quien sigue otro, cuyos movimientos son observados por un tercero, y así sucesivamente”. Los enfrentamientos entre federales (a las órdenes del dictador Victoriano Huerta) y constitucionalistas (con Venustiano Carranza a la cabeza) están a tiro de prismáticos. Y, pese a las balas perdidas que se cuelan en la ciudad y causan víctimas, la frivolidad prevalece. El lujoso hotel Paso del Norte, que alberga a gran cantidad de toda esa fauna conspirativa, ofrece una limonada en su azotea con un cautivador anuncio: “The only hotel in the world offering its guests a safe comfortable place to view a mexican revolution (El único hotel del mundo que ofrece a sus huéspedes un lugar seguro y cómodo para observar la revolución mexicana)”.

Reed será uno de los pocos periodistas que podrá juzgar in situ en qué consiste el experimento revolucionario mexicano

Reed inicia su andadura mexicana en el polvoriento pueblo de Ojinaga, donde se han acantonado las tropas federales de Huerta tras ser hostigadas por los villistas. Ahí arranca México insurgente, una recopilación de crónicas que no seguirá un orden cronológico. Enseguida solicita una entrevista con el general Salvador Mercado, pero su telegrama lo intercepta Pascual Orozco, otro uniformado del mismo rango y lengua afilada: “Estimado y honorable señor: Si usted pone un pie en Ojinaga, lo colocaré ante el paredón y con mi propia mano tendré el gran placer de hacerle algunos agujeros en la espalda”, le advierte el espadón. Reed no se amilana ante las baladronadas de Orozco, cruza la frontera y entrevista a Mercado, un hombre “preocupado e irresoluto” que le echa en cara el supuesto apoyo de Estados Unidos a las tropas de Villa.

Sin más dilación, el reportero estadounidense irá en busca del hombre del que habla todo el mundo, ese bandido devenido guerrillero, el general Pancho Villa, cuyas hazañas militares se transmiten de pueblo en pueblo agrandando su leyenda. José Doroteo Arango, su verdadero nombre, se había hecho célebre en Chihuahua durante sus muchos años de bandolerismo. Adscrito a la causa constitucionalista de Carranza, aplicaba ahora una justicia revolucionaria más próxima al ideario de Robin Hood que a las enseñanzas de un socialismo que solo despertaba su curiosidad. “El socialismo, ¿es una cosa posible?”, querrá saber Pancho Villa cuando se encuentre con Reed. “Yo solo lo veo en los libros y no leo mucho”. La prensa estadounidense, sin embargo, habla ya sin tapujos del “socialismo villista”. Reed será uno de los pocos periodistas que podrá juzgar in situ en qué consiste ese experimento revolucionario. Su compromiso político previo le ayudará a entender qué está ocurriendo en México.

La bohemia roja
Durante sus años de estudiante en Harvard (1906-1910), Reed no se involucró en la política. Allí se dedicó a otras cosas. Fue un gran deportista, un consumado animador de veladas y un alumno aventajado de las enseñanzas literarias de Copey (el sabio profesor Copeland a quien dedicará su libro sobre México). Una vez instalado en Nueva York, su concepción del mundo cambiaría radicalmente gracias a la relación que establece con la denominada “bohemia roja” de Manhattan. A golpe de tertulia se va cincelando el nuevo John Reed.

Fue el periodista y editor Lincoln Steffens quien introdujo a Reed en la escena artística e intelectual que bullía alrededor de Washington Square. Steffens, a quien había conocido en Harvard, le facilitó también su primer trabajo como periodista en The American Magazine, una revista literaria y política de amplia difusión. Pero su creciente concienciación política lo acabará llevando a la redacción de la revista izquierdista The Masses, fundada en 1911. “Sensibles a todos los nuevos vientos que soplan (…) Ese es nuestro ideal”, rezaba su manifiesto. A Max Eastman, editor de la revista, Reed le había parecido en una primera impresión un joven demasiado impulsivo. Tal vez por ello lo sentó en un despacho a seleccionar los poemas que llegaban a la redacción y que, previamente, habían sido rechazados por la prensa capitalista. En esa época (1912), Reed escribió The Day in Bohemia, un largo texto poético sobre la atmósfera de creatividad y rebelión que se respiraba en el Greenwich Village neoyorquino.

Poco tiempo después, muy lejos de las tertulias políticas de Manhattan, Reed asistirá maravillado a la insurrección de todo un pueblo. El 26 de diciembre de 1913 franquea las puertas del palacio de gobierno de Chihuahua donde le aguarda un Villa que, sin estudios ni lecturas, está haciendo la revolución a su manera. El flamante gobernador militar de la región emite su propia moneda para pagar salarios, reduce por decreto el precio de la carne, reparte entre los campesinos tierras expropiadas a los terratenientes y ordena construir medio centenar de escuelas. El carisma del Centauro del Norte eclipsará a Reed, como en su día lo hiciera el sindicalista Haywood y más tarde lo hará Lenin.

A Villa le cae en gracia ese periodista curioso que se preocupa por los de abajo. Jack, como lo llaman sus amigos norteamericanos, pasará a ser Juanito en México (Chatito para Villa). Solo otro gringo gozará de sus favores: el fotógrafo Otis Aultman, autor de imágenes legendarias de Villa y su tropa. Reed dispondrá del uso gratuito del telégrafo y el tren. No solo eso. El general lo invita a sus reuniones y le asegura que podrá acompañarlo a sus campañas militares. En las filas de la División del Norte compartirá Reed comida y tabaco con esos campesinos humildes que pelean en huaraches por la tierra que trabajan.

La maquinaria de guerra villista no cesa. Se avecina una gran ofensiva sobre la estratégica ciudad de Torreón. El reportero está en el centro de la acción y se siente útil. Al viajar con la División del Norte, tiene acceso directo a Villa, habla con él, observa sus movimientos y constata la camaradería de que hace gala con sus hombres. Es un peón más en armas. El Villa que emerge de las conversaciones con Reed es un personaje con muchas aristas (“tenía una extraordinaria sagacidad natural”). No reniega de la violencia (y así se lo hace saber a su interlocutor cuando este se interesa por la brutalidad de algunos de sus oficiales), pero rechaza tajantemente las acusaciones que lo presentan como un violador. Es consciente de su papel en la historia, el de un jefe militar al servicio de los desposeídos sin pretensiones de sentarse en la silla presidencial del Palacio Nacional. Reed querrá saber de forma insistente (“por mandato” de su periódico) si esa falta de ambición política es sincera. Y la respuesta de Villa será siempre la misma: “Sería una desgracia para México que un hombre inculto fuera su presidente. Hay una cosa que yo no haré: es la de aceptar un puesto para el que no estoy capacitado. Existe una sola orden de mi jefe (Carranza) que me negaría a obedecer si me la diera: la de ser presidente”.

Retrato de un guerrillero
Si Reed supo trasladar a los lectores de Estados Unidos la esencia de México, su retrato de Villa logró cambiar también la imagen del bandolero sin escrúpulos que hasta entonces predominaba sobre el personaje. El periódico Los Angeles Times lo calificaba de “bandido y asesino” y The Sun veía la revolución como el “socialismo bajo un déspota”. Reed ofrecerá otra cara de ese “hijo de peones ignorantes que nunca fue a la escuela”: “Los soldados lo idolatraban por su valentía, por su sencillo y brusco buen humor. Lo he visto con frecuencia cabizbajo en su catre, dentro del reducido vagón rojo en que viajaba siempre, contando chistes familiarmente con veinte soldados andrajosos tendidos en el suelo, en las mesas o las sillas”.

Su retrato de Villa logró cambiar también la imagen del bandolero sin escrúpulos que hasta entonces predominaba sobre el personaje

Sus vivencias con la División del Norte le aportan a Reed un material de primera mano sobre la revolución. Pero la censura de prensa impuesta por Villa para pasar desapercibido en su avance por el desierto impiden al periodista enviar sus crónicas desde el frente. Necesita un telégrafo y se las ingenia para subirse a un tren-hospital y regresar a El Paso. Sus crónicas rezuman verosimilitud por la lograda ambientación que recrea, la reproducción del habla de los campesinos analfabetos, la descripción minuciosa del día a día de los combatientes, sus charlas con el jefe insurgente… Nada que ver con los fantasiosos artículos enviados por la mayoría de los corresponsales que no han salido de sus hoteles en El Paso.

Las crónicas de Reed no son un mero relato de los hechos. No pretende ser neutral ni objetivo. Ha tomado partido por un bando y lo deja claro desde el principio (“habíamos tomado Bermejillo la tarde del día anterior”). Su editor en el Metropolitan Magazine, Carl Hovey, lo felicita en cada entrega. Reed le llega a sugerir que elimine o retoque aquellos pasajes en los que detecte una excesiva emotividad. Pero no hay nada que revisar, le responde Hovey. Al contrario. Su apasionada visión de México enriquece sus crónicas. La fama del reportero va extendiéndose. Ha nacido una estrella mediática. Algunos de sus amigos reaccionan con ironía ante ese México en el que Jack es siempre protagonista: “Hay mucho de Reed y sospecho que muy poco de México”, dirá el dramaturgo Dave Carb. Para Robert A. Rosenstone, autor de una de las biografías más completas sobre Reed, Romantic Revolutionary, el reportero tal vez no era consciente de que estaba escribiendo sobre la revolución mexicana al mismo tiempo que esbozaba un fragmento de su propia autobiografía. En cualquier caso, según su biógrafo, Reed consiguió capturar el espíritu de la revolución: “México insurgente es un libro para los ojos, una gran panorámica, como los grandes murales de los pintores mexicanos”. Su trascendencia radicará precisamente en esa identificación del autor con el objeto de su obra. Siguiendo a Rosenstone y corrigiendo en parte a Carb, podría decirse que en el libro hay mucho de Reed, pero también mucho de México. Al leer sus crónicas mexicanas, el escritor Walter Lippmann, excompañero de Harvard, caerá rendido ante la “genialidad” de un Reed que es a la vez reportero, poeta, escritor y activista. Todas esas facetas impregnan unas narraciones que, a juicio de Lippmann, aunaban una clase magistral de historia y la mejor literatura.

Cuando Reed regresa a Nueva York en abril de 1914 se encierra en su piso durante unas semanas para dar forma a México Insurgente con algunos textos añadidos a sus crónicas. El libro se publicará en julio de ese año en Estados Unidos. Tendrán que pasar cuatro décadas para que vea la luz en México. En Almost Thirty, un texto autobiográfico escrito en 1916, Reed rememoraba así sus cuatro meses en México, “tal vez el periodo más satisfactorio de mi vida”: “Descubrí que las balas no son tan aterradoras, que el temor a la muerte no es una cosa tan grande y que los mexicanos son maravillosamente simpáticos (…) Me hallé de nuevo a mí mismo. Escribí mejor que nunca”.

La publicación de México insurgente potenciará la figura de Reed. Escribe sin descanso poemas, relatos, manifiestos políticos de orientación comunista… Su vocación periodística lo lleva de nuevo a la primera línea del frente. Ha estallado la Primera Guerra Mundial. Reed regresa a un continente que ya visitó en 1910 nada más graduarse, en un viaje iniciático sin rumbo fijo y con el bolsillo medio vacío (llegó a dormir bajo las estrellas en el Retiro madrileño). Siente que los trabajadores son los grandes perdedores de ese “vil conflicto de intereses capitalistas que sangra a los pueblos europeos”. Y antes de que concluya la guerra viajará a Rusia arrastrado por una marea interior que no puede reprimir. Reed está preparado ya para contarle al mundo la Revolución de Octubre.

viernes, 16 de octubre de 2020

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales. Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?

El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.

jueves, 15 de octubre de 2020

Contando los (muchos) árboles del desierto

Imágenes por satélite de una agencia de inteligencia muestran la verdadera extensión vegetal en el desierto y el Sahel 

La imagen de la arena del desierto es tan poderosa que distorsiona la realidad. Aunque el Sáhara o el Sahel y la sabana más al sur no tienen selvas, sí esconden millones de árboles invisibles hasta ahora. El uso de imágenes por satélite de muy alta resolución, combinadas con un sistema de inteligencia artificial para barrer parte de una extensión tan enorme, han desvelado que hay mucho más verde de lo que se creía en esta porción de África. No forman bosques, pero cada solitario árbol cumple una función ecológica, a veces vital. 

Hasta no hace mucho, el instrumental a bordo de los satélites para estudiar la superficie terrestre tenía una resolución que no iba más allá de los 30 metros. Eso supone que un árbol que no tenga una copa de ese diámetro no exista para el satélite. Sin embargo, los sistemas de radar, láser o espectrometría han ido afinando hasta lograr resoluciones de menos de un metro. Los datos obtenidos con estas tecnologías son aún de uso casi exclusivamente militar (de los militares estadounidenses, en especial) o industrial.

Pero esta vez, un grupo de científicos ha podido estudiar miles de imágenes de la Agencia Nacional de Inteligencia (perteneciente al Departamento de Defensa de EE UU) registradas por una constelación de cuatro satélites de la empresa privada DigitalGlobe. Y se han encontrado con una verde sorpresa donde se supone que solo hay el marrón de la arena y la tierra: más de 1.800 millones de árboles y grandes arbustos.

La cantidad de árboles depende de las lluvias pero incluso en las zonas del desierto donde menos llueve hay 0,7 árboles por hectárea

La investigación, publicada en Nature, se centra en la porción más occidental del Sáhara, el Sahel y la sabana africana (entre los 12º y los 24º latitud norte), que ocupa amplias zonas de Argelia, el Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal o Malí. Diseñaron un sistema de aprendizaje de máquinas que pudiera detectar los cambios de forma y color en el espectro reflejado por la superficie para que distinguiera entre arena, tierra desnuda, simple hierba, arbustos o árboles. Para entrenarlo, los autores del estudio revisaron personalmente imágenes con casi 90.000 árboles.

“Marqué las áreas con copa en las imágenes del satélite con una resolución de 50 centímetros y entrenamos el modelo con estos ejemplos”, dice el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y principal autor del estudio Martin Brandt. “Luego el modelo buscó en miles de imágenes y marcó las copas de los árboles de la misma forma que hicimos a mano”, añade el también científico del centro de vuelo espacial Goddard de la NASA. Para no confundir un árbol con un matorral, el sistema fue ajustado para que solo contara las copas con un área mayor de tres metros cuadrados.

Cantidad de árboles por hectárea en el área del estudio, en la porción occidental del Sáhara y el Sahel. MARTIN BRANDT
 
El trabajo muestra que fueron demasiado pesimistas, ya que la media del área de las copas fue mucho mayor, hasta los 12 metros cuadrados. Es decir en esta región tan árida hay 1.800 millones de árboles y cada uno cubre la superficie de una habitación más o menos grande. Eso es mucha sombra, pero también muchos recursos y servicios ecológicos en una parte del mundo donde hacen mucha falta.

“Son extremadamente importantes para la población rural local, que suelen depender de productos forestales. También fertilizan el suelo y aumentan el rendimiento de las cosechas, son claves para los ciclos del agua y nutrientes y el almacenamiento del carbono”, explica Brandt. Eso sin mencionar los servicios ecológicos que ofrecen a otras plantas y animales.

El número de estos árboles solitarios depende, como era de esperar, de las lluvias. En las zonas hiperáridas del desierto de arena, la densidad arbórea es de menos del 1% (0,7 árboles por hectárea) y va subiendo a medida que, yendo hacia el sur, aumentan las precipitaciones. La cifra sube a 9,9 árboles por hectárea en las áridas (precipitaciones anuales de entre 150 a 300 mm) o 30,1 árboles en las semiáridas (entre 300 y 600 mm anuales).

Son extremadamente importantes para la población local, fertilizan el suelo y son claves para los ciclo del agua y nutrientes" MARTIN BRANDT, GEOCIENTÍFICO DE LA UNIVERSIDAD DE COPENHAGUE Y DEL CENTRO GODDARD DE LA NASA

Todas estas cifras son solo una parte de la arboleda del desierto. Si incluyeran a los árboles con copas menores de tres metros cuadrados o arbustos más pequeños, los autores del estudio estiman que debe de haber otro 20% más de árboles. Más aún, el trabajo se ha centrado en los 1,3 millones de kilómetros cuadrados más occidentales de la región. Pero el Sáhara y el Sahel tienen una superficie conjunta 10 veces mayor. “Conocíamos bien esta zona por varios trabajos de campo y era también una prueba de concepto antes de proponernos hacer lo mismo en zonas mucho más grandes”, confía Brandt.

“En zonas áridas o semiáridas, con condiciones limitantes, hay especies con esa copa tan pequeña, casi arbustiva, y siguen siendo árboles” recuerda el investigador forestal de la Universidad Pablo de Olavide Raúl Sánchez, no relacionado con el estudio. Para Sánchez, este es un trabajo imponente si se puede extrapolar a otras regiones del planeta similares. “Combinado con el Sentinel y Copernicus [plataforma de satélites impulsada por la Agencia Espacial Europea] podríamos saber realmente la cobertura vegetal que tenemos en el planeta”.

Por debajo de los 300 milímetros de precipitaciones anuales (una cifra que en España se da en Almería y Murcia), los árboles empiezan a tenerlo complicado. “Su estrategia es la dispersión, abarcar el mayor espacio posible”, comenta el biólogo Luis Gonzaga. Este profesor de la E.T.S. de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) participó en 2017 en el mayor estudio realizado hasta entonces para cuantificar los árboles de las tierras secas usando imágenes de Google Earth. “Pero entonces descubrimos que había un 40% más de bosque en estas regiones. Ahora los han contado de forma individual”, destaca. Y cada uno de estos árboles, recuerda, “es un punto caliente de la biodiversidad en entornos donde la vida no debería existir”

miércoles, 14 de octubre de 2020

Cómo librarse de una pandemia

A través del estudio de la lucha contra el cólera en el Londres del siglo XIX, el divulgador Steven Johnson ofrece en ‘El mapa fantasma’ claves para entender lo que nos está pasando



En 1854 Londres era una suculenta y esponjosa tarta imperial sobre un infecto sumidero de bacterias y virus. “Era una metrópolis victoriana que intentaba arreglárselas con una infraestructura pública isabelina”, define el divulgador científico estadounidense Steven Johnson en El mapa fantasma (Capitán Swing), donde reconstruye con ritmo de relato (casi de trhiller) y pulso de investigación la epidemia de cólera que cambió la ciencia, las ciudades y el mundo. En la vertical del exquisito puritanismo de Buckingham se desarrollaba el inframundo de carroñeros y miseria que exprimió Charles Dickens: 2,4 millones de habitantes produciendo basura, excrementos y aguas residuales que infiltraban acuíferos y terminaban en la mesa. 

La ciudad reunía todas las condiciones para una catástrofe cuya proximidad nos devuelve a la actual pandemia del coronavirus. Y el Soho, atestado de pobreza y pestilencia industrial, era el escenario propicio. El mapa fantasma es una historia con cuatro protagonistas: una bacteria letal (el cólera), una urbe desbordada (Londres), un doctor anestesista (John Snow) y un afable reverendo (Henry Whitehead). La vida de los dos hombres, ambos dotados con un talento especial, se cruza en Broad Street (ahora Broadwick Street), donde eclosionó el cólera y se produjo, según el autor, “uno de los momentos que más han influido en la vida moderna”.

Londres era la ciudad más poblada del planeta y podía autodestruirse al no poder metabolizar su crecimiento, como había ocurrido con otras urbes en la historia. Pero Snow y Whitehead “resolvieron un misterio local que acabó conduciendo a una serie de soluciones globales” que harían de la vida metropolitana una realidad sostenible. “El caso de Broad Street”, destaca Johnson (Washington, 52 años), “fue sin duda un triunfo para la epidemiología, para el razonamiento científico y para el diseño de información. Pero fue un triunfo también para el urbanismo”.

El escritor, uno de los divulgadores científicos más populares en los Estados Unidos, urde el relato de aquellos sucesos de septiembre de 1854 con minuciosidad y testimonios e investigaciones de la época. Fue una aterradora batalla entre humanos y microbios que se cobró 15.000 vidas y desafió el entendimiento humano. El agua del surtidor situado frente al número 40 de Broad Steet tenía muchos adeptos, y más en aquel caluroso verano. Allí, muy cerca de donde un siglo después Mary Quant lanzaría la minifalda, empezó todo. En pocos días, el vecindario se llenó de vómitos, espasmos musculares, dolores abdominales y “deposiciones de agua de arroz”, que precedían el fin de la vida en pocas horas. A las carretas llenas de cadáveres siguieron los anuncios de remedios milagrosos y las falsas teorías sobre la epidemia, algo muy actual.

La mayoría médica y científica (con The Lancet en la proa) sostenía que el mal se propagaba por el miasma que emanaba de la insalubre Londres. Frente a ellos, Snow defendía que era un agente ingerido, pero necesitaba demostrarlo. La ayuda se la proporcionaría un hombre de Dios: el párroco Whitehead. Snow, investigador, abstemio y miembro de la Sociedad Médica de Westminster, y Whitehead, misionero al servicio de los humildes y aficionado a las tabernas, formarían una simbiosis tan extraña como decisiva contra la pandemia. Jonhson defiende que la experiencia que Whitehead aportó a la investigación se fundamentó más en su conocimiento social de la comunidad que en su fe.

Para el autor de El mapa fantasma, el religioso “era un conector clásico que conocía a todos en el vecindario, lo que le permitió rastrear mucha información, incluido el paciente cero del brote, que Snow no pudo encontrar”, señala a través del correo electrónico. “Este es un tema recurrente en la historia de la innovación: personas con habilidades muy diferentes que se unen para resolver un problema. Snow era un científico y pensador brillante, pero no estaba particularmente dotado de habilidades sociales”. El trabajo de ambos cristalizó en un mapa que compendiaba los argumentos científicos que harían comprensible la crisis sanitaria.

El doctor anestesista John Snow. La epidemia de cólera de 1854 deja dos lecciones, sostiene Johnson, “muy cruciales en la era de la covid-19”. “La primera es que los brotes mortales de enfermedades pueden de hecho ser derrotados, si escuchamos a la ciencia y la salud pública, si trabajamos en colaboración para combatir estas terribles amenazas. El cólera fue uno de los asesinos más mortales en Londres cuando John Snow comenzó su investigación, pero solo doce años después se había ido de la ciudad para no volver nunca más”, alienta.

La segunda lección que nos lega es “el poder de los datos para mantenernos a salvo”. “Snow”, apoya Johnson, “nunca vio la bacteria del cólera directamente, pero desarrolló una teoría sobre cómo prevenir su propagación al observar patrones en la información que recopiló. Hoy estamos en la misma situación con el coronavirus: todavía no tenemos vacunas ni curas, pero podemos aprender a combatir el brote y aplanar la curva si tenemos una buena recopilación y análisis de datos”.

En la primera edición de The Ghost Map, publicada en 2006 en el mercado anglosajón, Johnson ya apuntaba la amenaza de una pandemia como la que sufre el mundo con el coronavirus. En 2020 suena profético. “Muchas personas me han dicho que las predicciones al final del libro parecen extrañas por lo que ha sucedido, pero, honestamente, era bastante obvio que este tipo de pandemia era una posibilidad real. Cualquiera que haya pasado algún tiempo pensando en los patrones de las enfermedades infecciosas habría dicho que era al menos probable, si no inevitable”.

Del mismo modo que la tragedia del cólera definió nuevas pautas, Johnson intuye que el coronavirus también traerá grandes cambios a escala global. “Ciertamente, cambiará muchos sistemas en los Estados Unidos y Europa. Hasta este año había una sensación general de que los brotes de enfermedades respiratorias importantes eran algo que sucedía en gran medida en Asia y rara vez representaba una amenaza aquí. Espero que hayamos aprendido la lección, y cuando surja un brote adicional, como inevitablemente ocurrirá, creo que lo tomaremos mucho más en serio desde el principio”, confía.

El reverendo Henry Whitehead. Con todo, presiente que “probablemente, el cambio más notable será el uso de máscaras metropolitanas en la temporada de gripe, que se volverá mucho más común en Estados Unidos y en Europa, más cerca de lo que se ve hoy en China”. “Y sospecho que habrá aumentos sostenidos en las personas que elijan trabajar desde casa, incluso después de que termine la crisis de la covid-19”, añade.

Johnson considera que “la verdadera pregunta” que hay que hacerse “es si vamos a ser golpeados por las olas crecientes de nuevas enfermedades pandémicas emergentes: la próxima podría ser mucho peor, si se parece más al virus H1N1 del brote de 1918”, la llamada gripe española. En su opinión, “deberíamos gastar muchos más recursos para protegernos de este tipo de amenazas futuras, y mucho menos en la preparación militar tradicional”. Lo dice “particularmente” por su país, “que gasta una cantidad absurda de dinero en el mantenimiento de su ejército en lugar de la en la salud pública y el control de enfermedades”.

Las pandemias, mantiene el divulgador científico, son un recordatorio de que el hombre no es el centro del universo: “A pesar de todos nuestros logros y nuestra enorme población creciente, si se mide en términos de organismos o biomasa, las bacterias aún dominan el planeta”. “Si los seres humanos desaparecieran de la noche a la mañana”, razona, “el mundo seguiría feliz sin nosotros. Pero si las bacterias desaparecieran, toda la vida en la Tierra se detendría rápidamente”. “Por supuesto”, remacha, “los virus no son lo mismo que las bacterias: las bacterias realmente hacen una gran cantidad de trabajo importante para nosotros y para la continuidad de la vida en la tierra. ¡Los virus no son tan útiles!”.

martes, 13 de octubre de 2020

_- Qué hace que algunas personas tengan más suerte que otras (y una técnica para ser más afortunados).

_- La suerte que tengas puede dependes de cómo piensas y cómo te comportas.

¿Por qué algunas personas son más afortunadas que otras?
Si alguna vez te hiciste esa pregunta, sigue leyendo.

"La gente crea su propia buena y mala suerte", asegura el psicólogo Richard Wiseman. 
 
¿La conclusión? La suerte no es una habilidad mágica o el resultado del azar. Se trata de cómo pensamos y nos comportamos.

Así, las personas a las que llamamos "afortunadas" en realidad están haciendo cuatro cosas bien.

1. Aprovechar nuevas oportunidades

Las personas que se autodefinen como afortunadas son capaces de detectar y aprovechar oportunidades en el momento adecuado.

Cuando se les presenta un nuevo camino, lo transitan sin dudarlo.

Las personas con suerte, según el psicólogo Richard Wiseman, saben aprovechar las oportunidades.

En cambio, con la gente desafortunada sucede exactamente lo contrario, dice Wiseman.

"Viven fijados en una rutina. Así que, aunque se les presente una oportunidad, tienen mucho miedo de aprovecharla".

2. Seguir nuestro instinto
Aprovechar esa nueva oportunidad tiene mucho que ver con seguir nuestros instintos.

Y los afortunados no tienen miedo de hacerlo.

Si algo les da buenas sensaciones, hacen un acto de fe y se lanzan a ello.

El psicólogo Richard Wiseman aconseja concentrarse en las cosas buenas y seguir nuestros instintos.

Pero las personas con mala suerte son analíticas por naturaleza y tienden a pensar demasiado en la situación, lo que termina convirtiéndose en una gran desventaja.

Según Wiseman, "les lleva más tiempo decidir las cosas y, a menudo, su forma de pensar no es muy útil".

3. Confiar en que todo saldrá bien

Como optimistas que son, los afortunados esperan lograr el éxito en todos los proyectos que emprenden.

"Esperan que las cosas salgan bien, y esa convicción se convierte en una profecía autocumplida", afirma Wiseman.  

Puede que no funcione siempre, pero tener una actitud positiva los ayuda a seguir adelante incluso en momentos difíciles.

Esta cualidad tiene un efecto dominó y termina atrayendo a otras personas.

Tener expectativas positivas puede ayudar a tener resultados positivos.

En las personas con mala suerte, su naturaleza pesimista los domina.

Como resultado, dice Wiseman, la gente "tiende a evitarlos porque siempre están muy apagados".

4. Mantenerse positivo

La clave es mantenerse positivo.

A todos nos suceden cosas malas, pero los afortunados consiguen recuperarse de esas experiencias.


Aprenden de las situaciones y siguen adelante.

Esto transforma la mala suerte en buena.

La gente afortunada se mantiene positiva para transformar la mala suerte en buena suerte.

Pero los que se consideran "desafortunados" se dejan arrastrar incluso por las cosas negativas más banales.

Están convencidos de que el futuro será sombrío y de que no merece la pena intentar cambiarlo.

¿Quieres tener suerte?

Por suerte, hay esperanza.

Richard Wiseman afirma que adoptar ciertas técnicas puede ayudar a cualquiera a pensar y comportarse como una persona con suerte.

Una de ellas es mantener un "diario de la suerte" para ser más afortunados.

"Apunta lo más positivo y afortunado que haya sucedido hoy, sin importar lo trivial que sea".

Ser consciente de las cosas buenas que nos pasan puede ser útil para tener una perspectiva positiva.

Esto contribuye a reducir la negatividad y ayuda a centrarse en los aspectos positivos de la vida.

Es cierto que algunas de las cosas que nos pasan están fuera de nuestro control, pero mantener un "diario de la suerte" puede ayudar a construir una actitud de resistencia frente a la adversidad.

Puede que no sea inmediato, dice Wiseman, "pero después de una semana, más o menos, comienza a tener un impacto real en la gente".

lunes, 12 de octubre de 2020

_- “El éxito del fascismo se explica por la avaricia capitalista, el desarraigo, las mentiras y la equidistancia”.

_- Entrevista al periodista Carles Senso, autor del libro "Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha"-

Proud Boys (Chicos orgullosos) son una organización neofascista, violenta y supremacista estadounidense, surgida en 2016. En el primer debate electoral con el candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó: “Proud Boys, retrocedan y estén alerta” (los ataques terroristas de extrema derecha causaron 335 muertos en Estados Unidos entre 1994 y 2020, según el Center for Strategic International Studies).

En marzo de 2019 el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, promovió la conmemoración del golpe militar que derrocó –en 1964- al Gobierno democrático de Joao Goulart. La amenaza se extiende. Tras las elecciones regionales del pasado 21 de septiembre, el candidato del partido ultraderechista Hermanos de Italia accedió a la presidencia en la región de Las Marcas. En las municipales francesas de junio, Reagrupamiento Nacional (antiguo Frente Nacional) se hizo con la alcaldía de Perpiñán, ciudad de 120.000 habitantes. En las elecciones a los parlamentos de Sajonia y Brandemburgo –septiembre de 2019-, Alternativa para Alemania resultó el segundo partido más votado.

Para entender el crecimiento global del fascismo, el periodista e historiador Carles Senso ha publicado el libro Fascismo mainstream. Periodismo, conspiraciones, algoritmos y bots al servicio de la extrema derecha (Autoed., septiembre 2020). Concluye que el éxito actual de la extrema derecha se explica por factores como la avaricia capitalista, el desarraigo social, el proceso deshumanizador, la equidistancia, la falta de empatía, las mentiras o la crisis del periodismo. “El neofascismo no es un peligro para el capital”, afirma. La extrema derecha ha utilizado la tecnología digital y las redes sociales para conquistar el poder. Sobre el uso irreflexivo y acrítico de estas por parte de la izquierda, “hace falta más calle, más coordinación social y formación”, defiende Senso, autor de tres libros sobre la deportación de españoles a campos nazis. La entrevista en torno a su último ensayo se realizó por correo electrónico.

-¿Qué es el fascismo mainstream (tendencia mayoritaria)? ¿Cuáles son los rasgos principales?
El fascismo mainstream es una tendencia mundial mediante la cual la extrema derecha ha usado las nuevas posibilidades de las tecnologías digitales de la información para expandirse de forma desconocida, albergando espacios de poder inimaginables hace unos años, gracias a una mayor digestión ciudadana de sus planteamientos extremistas que basan su política en la exclusión de parte de la sociedad. Aceptando, eso sí, que la ideología de extrema derecha se expone fragmentada y nacionalizada, es decir, que cuenta con particularidades muy específicas en función del país en el que se desarrolla.

Sin embargo, les une las políticas de odio que favorecen un tipo de análisis social y una respuesta ante dicho examen que señala como enemigo del pueblo a las clases subalternas y a los grupos históricamente marginadas, a favor de una clase dirigente y de un sistema capitalista que nunca es puesto en cuestión. Eso y algunas intentonas de coordinación canalizadas por personajes como Bannon y su Movimiento o Internacional de la Nueva Derecha. El antiguo (aunque ahora renacido) antisemitismo se ve complementado con nuevos enemigos como son el Islam a nivel exterior y las comunidades LGTBI o feministas a nivel interno, por su supuesta voluntad de cargar contra la esencia intachable de la patria, observada ya como una nación intocable e irreductible.

-¿El neofascismo supone un repliegue identitario contra el efecto desestabilizador de la globalización?
Sí, ya que ha destruido las concepciones unitarias para favorecer una uniformización que diluye las particularidades, los fundamentos propios que justifican la exclusión. También lo hace, en el caso de Europa, la unificación continental, por lo que existía una voluntad primigenia de acabar con la unión y, posteriormente, de transformarla en una herramienta institucional más favorable al fortalecimiento de las particularidades nacionales a través de los Estados, sobre todo tras los éxitos electorales que han permitido crear un potente núcleo reaccionario en el Parlamento Europeo. El fascismo mainstream no se entiende sin la época de la posverdad, la crisis del periodismo, el desmembramiento de las redes sociales analógicas, la deslegitimación institucional o la avaricia capitalista de las plataformas tecnológicas.

-El libro recuerda los seguidores en Instagram de Trump (actualmente 22 millones), Bolsonaro (17,7 millones), Salvini (2,2 millones), Boris Johnson (1,2 millones) o Netanyahu (873.000). ¿Han sido las redes sociales una herramienta importante para que accedieran a los gobiernos?
Las emociones (alentadas con mayor facilidad en los extremos políticos) incitan a la acción mucho más que el raciocinio. “El odio motiva más que el amor”, pronunció el asesor político ultraderechista Roger Stone. Polarizando a la sociedad, las nuevas plataformas tecnológicas (redes sociales) consiguen más interacciones y, por tanto, más beneficios. La nueva política digitalizada que tanto atrae a las plataformas tecnológicas por su capacidad de crear beneficios económicos está basada en el conflicto. Es una guerra para conseguir la atención de los usuarios. Para obtener más réditos económicos Facebook, Google o Youtube necesitan enfrentar a la sociedad. Cabrearlos para hacerlos reaccionar.

Y la solución pasa por la creación de globos artificiales en los que la retroalimentación consigue activar un proceso de afianzamiento que lleva a las posiciones más radicales del espectro ideológico. De ahí que la extrema derecha (que a dicho proceso ha unido ingentes cantidades de dinero y la complicidad del mundo conservador) ha visto en las redes sociales un auténtico filón. Y las tecnológicas lo han observado en el fascismo mainstream, que ha sido bendecido por los medios de comunicación, otorgándoles el privilegio de marcar la agenda política gracias a sus soflamas mediáticas con un “producto” atractivo para las redes y la televisión por su capacidad de enfrentamiento. Antiinmigración, tradicionalismo, nativismo, euroescepticismo y antiislam en Europa; todo ello y un poco más de supremacismo y chovinismo occidental en Estados Unidos. La víctima, la salud de la sociedad.

-¿Tiene relación el ensayo con el caso de Cambridge Analytica, consultora que obtenía datos –sin autorización- sobre millones de usuarios de Facebook-, para desarrollar campañas como la de Trump en 2016 o a favor del Brexit?
Según expresó Brittany Kaiser, una de las responsables de la empresa: “Creo que en este momento es difícil pensar que la democracia está suficientemente protegida, que las elecciones son libres y justas. El uso de los datos personales ha cambiado las reglas del juego. Por su parte Christopher Wylie, el antiguo analista de datos, aduce: “Era un experimento tremendamente inmoral. Jugábamos con la psicología de toda una nación sin su consentimiento o conocimiento. Y no solo jugamos con la psicología de toda una nación, sino que lo hacíamos en un contexto de un proceso democrático”. Cambridge Analytica adquirió relevancia destacada gracias a los beneficios que reportó a las fuerzas de extrema derecha en el acceso a elementos de poder.

La información se consiguió a través de un test de personalidad que se difundió en Facebook. Contestaban preguntas a medida. De hecho, formulaban preguntas y respuestas de forma casi personalizada. Sabían dónde debían expandir el odio contra los extranjeros, dónde debían cargar contra el establishment o dónde fortalecer los mensajes contra la izquierda. La publicidad personalizada la complementaron con la elaboración de miles de noticias falsas que se expandieron como la espuma. La percepción de los votantes de los Estados Unidos de América cambió radicalmente, como también los que votaron en el Brexit. De forma artificial y por lo tanto sometiendo la libertad ciudadana. Se habla de prácticas similares en México, Malasia, Brasil, China o Australia. Y todo ello a través del robo de la información (de la identidad) de la ciudadanía y su puesta al servicio de la política sin escrúpulos.

-En Estados Unidos, los informativos del canal ultraconservador Fox News tienen una audiencia masiva. ¿Qué influencia tiene la televisión en la expansión planetaria del fascismo mainstream?
Donald Trump señaló a la prensa “discrepante” poco después de llegar al cargo, situándolos en el ojo del huracán de la ira de sus fanáticos seguidores. Llegó a tuitear “Los medios de las fake news no son mi enemigo, son el enemigo del pueblo americano”. La televisión es un espacio que, por la inmediatez, adolece de capacidad de análisis pormenorizados. Eso a nivel genérico. Es por ello que en ella un producto superfluo como Trump o cualquier dirigente del fascismo mainstream funciona tan bien. Son mensajes simples, directos, emocionales.

Según expuso Pierre Bourdieu en “Sobre la televisión”: “Este mundo lleno de guerras étnicas y de odios raciales, de violencia y de delincuencia, no es más que un entorno de amenazas incomprensible y preocupante ante el cual lo mejor que se puede hacer es retirarse y protegerse. Y, cuando va unida a expresiones de desprecio etnocéntrico o racista (como ocurre a menudo, particularmente en el caso de África o de los ‘barrios periféricos’), la evocación periodística del mundo no está hecha para movilizar y politizar; al contrario, sólo puede contribuir a aumentar los temores xenófobos, del mismo modo que la ilusión de que la delincuencia y la violencia no paran de crecer propicia las ansiedades y las fobias de quienes temen por su seguridad”.

¿Y en cuanto a la influencia, en términos generales, de los medios de comunicación?
Los medios, ante el auge del neofascismo, no pueden servir de altavoz para los mensajes de odio. Si pretenden jugar dicho papel para ganar viralidad, mejor que no cubran la actualidad política porque flaco favor hacen a la convivencia con la distribución masiva (y descontrolada) de posicionamientos que enfrentan y polarizan. Es lo que han conseguido programas televisivos de gran audiencia como los de Susana Griso o Ana Rosa Quintana que, buscando subir los índices, invitaron a dar su opinión a dirigentes de Vox cuando no contaban con representación parlamentaria (y por lo tanto no tenían la legitimidad del apoyo social) y además no para tratar temas eminentemente políticos, sino sucesos. Dicho periodismo es cómplice del ascenso de la extrema derecha por estar centrado en el beneficio económico y no en el fortalecimiento de la democracia.

-“Los movimientos de extrema derecha que se propagan por el mundo en el siglo XXI son fascismo. Con todas las comas que se quiera poner, pero sólo a nivel académico. En la calle, son fascismo”, escribes. ¿Se corre el riesgo de confundir partidos neonazis, como Amanecer Dorado en Grecia, con el gobierno nacionalista y ultracatólico de Polonia?
La caracterización o conceptualización debe servir para movilizar a las fuerzas opositoras, más que para homogeneizar o simplificar el elemento de análisis. La Historia es una confluencia inesperada de elementos que se encaminan hacia una dirección desconocida. Es clave entender el momento en su conjunto. Embadurnarse de la filosofía de dicho espacio temporal, comprender la cultura, la mentalidad de época. De cada lugar. Esta aseveración es clave también para saber diferenciar los diferentes neofascismos que se han desarrollado en el mundo del siglo veintiuno, con sus particularidades inigualables. El factor religioso en Brasil es esencial, por ejemplo, en el ascenso de Bolsonaro, con el innegable apoyo del lobby de las iglesias evangélicas. Nada se entendería sin él. Nuevos lazos de unión entre ciudadanos que, en anteriores elecciones, eligieron opciones políticas diferentes porque se dirigieron a las urnas movilizados por otros elementos en lucha. Seguramente la desigualdad social. Pero Brasil cambió y el ocupante del trono fue en este caso la consecuencia y no la causa.

-¿Y en cuanto al auge de la extrema derecha en el estado español? ¿Difiere del modo en que se ha producido el ascenso en Italia, Hungría o Polonia?
El resurgir del lazo españolista, tradicionalista y conservador ha supuesto una respuesta al Procés catalán, la consolidación de un partido a la izquierda del PSOE y el avance del feminismo. Se ha canalizado a través de un nacionalismo que también representa una contestación a los procesos de globalización que desarraigaron a las comunidades occidentales durante décadas a través de un doble factor (contradictorio) como la homogeneización bajo los parámetros culturales de los Estados Unidos de América y la mezcolanza gracias a los contactos (tanto económicos como migratorios) con múltiples comunidades mundiales.

Por su parte, en Italia, Hungría o Polonia, el factor de la migración es transversal, como se pudo observar con el rechazo, durante el mandato de Salvini al frente del ministerio, de los inmigrantes del barco Aquarius (que finalmente acogió España) y otras embarcaciones, situando al país transalpino como un ejemplo de deshumanización galopante. Evidentemente que cada movimiento de la extrema derecha cuenta con particularidades en cada país, pero suponen distintas caras de un elemento común poliédrico que coincide en su respuesta a los nuevos tiempos, con su apelación a los sentimientos primarios, las emociones y la irracionalidad a través de las identidades nacionales y religiosas. Mientras la segunda (la identificación basada en la fe) es mayormente un modelo vital bastante inamovible, el primero está sometido a interpretaciones, dada la flexibilidad de términos como nación, país o pueblo. Es por ello que dichos movimientos extremistas no dudan en moldear el “producto” en conflicto a la medida de sus intereses.

-¿Qué responsabilidad tiene la izquierda? Si tiene alguna, ¿cuáles son, a tu juicio, los principales errores?
Corría por las redes un diseño que exponía un claro “Tacha al facha”. Creó en un grupo anarquista de Facebook un amplio debate sobre si es conveniente o no plantar cara en el mundo digital a los múltiples perfiles que lanzan mensajes de odio y que provocan la polarización social. Algunos defendían la conveniencia al considerar que no se puede dejar en manos de los neofascistas una plataforma tan importante en la creación del relato en la actualidad, sobre todo entre los jóvenes. Sin embargo, dicho argumento queda en entredicho si se considera que dicha confrontación no se produce con personas con capacidad de reaccionar y cambiar de opinión, sino que chocan con bots automatizados para lanzar los mismos mensajes. De forma repetitiva y machacona. No hay debate. Como reflejo y analizo en el libro, hay partidos políticos subvencionando que se vuelquen camiones de mierda a través de las redes sociales para controlar el debate gracias al dominio del tema en discusión.

Ni que decir tiene que buena parte de las fuerzas progresistas han caído en el macabro juego, ayudando a amplificar mucho más (las redes sociales premian los contenidos con más interacción) los mensajes de odio escupidos contra migrantes pobres, mujeres, homosexuales o izquierdistas. Por Internet corría un meme en el que se veían a dos personas con un perro y ella decía: “Que bonito ¿Cómo se llama?”, a lo que contestaba el propietario: “Revolucionario de Facebook”. La chica insistía: “¿Puedo acariciarlo?” y el remataba: “Sí, claro, no hace nada”. Pues eso. Hace falta más calle, más coordinación social y más formación.

-¿Qué relación hay entre el crecimiento del fascismo a escala global con lo que calificas de “seres frustrados, hiperactivos e irreflexivos?
La identidad pública depende hoy más de la imagen que se traslada a través del ficticio mundo de las redes sociales que de la vida analógica. Las redes sociales permiten al individuo verse reflejado a modo de creación artística, no tal cómo es, sino cómo le gustaría ser. O más bien, cómo le gustaría que le viesen los demás. El comportamiento primigenio en dicha acción es la autocensura, la feroz crítica sobre una representación del yo que se cree débil. La búsqueda de la reciprocidad se inicia con la pretensión de la homogeneización para encauzar en el grupo, en la comunidad. Porque la identidad nace de la interacción. Es necesario el retorno. Pensamos que la irrelevancia social está vinculada a la falta de éxito.

El proceso reidentitario vivido en las últimas décadas como respuesta a la insensible globalización ha provocado una pretensión casi enfermiza por formar parte de algo. Pero dicho anhelo sólo responde al pavor que se experimenta cuando se piensa en la posibilidad de quedar socialmente expulsado. Es por eso que se siguen prácticas de moda para contar con argumentos en la integración en el colectivo. La última APP la observamos como una llave a la aceptación. Al reconocimiento de los otros. Las redes sociales permiten un mitin en el que cada persona presente puede subir al estrado y opinar. Es un baño de multitudes regado de la satisfacción del aplauso fácil y el elogio interesado. Vacío pero efectivo en el mecanismo de unir a los ya convencidos y fortalecer las razones de combate frente a los disidentes. Sugestión de masas sin salir de la comodidad de la cama.

-De nuevo la importancia de las redes sociales…
Las redes sociales permiten fortalecer permanentemente los vínculos afectivos con el simple objetivo de asegurar la existencia de los seres. El éxito social se mide en Likes. De forma artificial, se establecen vínculos que, a través de acciones de reconocimiento, se utilizan (sin que sirvan en el largo recorrido) para aliviar la incertidumbre de un tiempo fugaz y fragmentado. Al trasladarse las comunidades de afecto al teléfono móvil, apagarlo produce angustia. Perderlo, pavor. Sin el móvil, vuelve la soledad en una sociedad individualizada y sin bisagras. Un desamparo agravado por el anonimato en un tiempo en el que nada puede ser peor que ser un elemento insignificante diluido en la masa. Tu amigo en Facebook sustituye a tu vecino, pero el primero nunca tiene sal y mucho menos te ayuda cuando sufres un repentino soponcio al subir por la escalera. La ansiedad de la soledad, a la larga (cuando la reflexión pausada y compleja se impone) no desaparece con las comunidades imaginadas de protección creadas a nivel digital.

-¿Y respecto a la “crisis del periodismo”? ¿Qué casos concretos destacarías?
Se podrían citar miles, prácticamente coincidentes con cada redacción, emisora o plató. Todos los medios viven sus crisis en la actualidad porque las nuevas plataformas tecnológicas han eliminado las intermediaciones y la verdad vive una época de depresión, acechada por aquellos que se benefician cuando todo va mal. Por supuesto, en dicha crisis han tenido buena parte de culpa un sector del periodismo, que interpretó su aproximación a la política y los sectores económicos como magníficas oportunidades para configurarse una vida de lujo, como bien recoge David Jiménez en su libro sobre su paso por la dirección de El Mundo.

Ha habido periodistas y medios ganando mucho dinero gracias a vender el código deontológico. Cuando la tormenta perfecta ha acechado a la profesión, no ha existido red de seguridad porque la ciudadanía ya no ha estado para sostener a unos medios que se interpretan como parciales e interesados. Sólo las propuestas originales y sinceras se abren paso. Aquellas que basan su interpretación del periodismo en la búsqueda de la verdad, sin venderse al mejor postor. Esas que cuentan con el apoyo de la ciudadanía, que las sostiene con sus aportaciones porque a través de ellas obtienen información, no una cámara de eco para escuchar lo que quieren oír.

-Citas en el libro movimientos relevantes, aunque posiblemente poco conocidos por el gran público, como Generación Identitaria. ¿Podrías caracterizarlo?
Generación Identitaria es un nuevo intento de limpieza de cara a los viejos parámetros extremistas que se venían desarrollando. Originario de Francia, se ha expandido a más de veinte países y abogan por reafirmar la identidad patria, protagonizando ataques a migrantes, cadenas humanas contra refugiados o incluso fletando barcos para vilipendiar a las ONG que intentan salvar vidas en el Mediterráneo. Austria se ha definido en las últimas décadas como uno de los centros neurálgicos del neonazismo, con su cénit con el gobierno entre el joven conservador del Partido Popular, Sebastian Kurz, en coalición con la formación ultraderechista Partido de la Libertad, que duró más bien poco por el escándalo de corrupción que se desveló en una discoteca en Ibiza. Sin embargo, el país ha resultado la cuna de nuevos movimientos que han ayudado a vestir de Prada a los nuevos fascistas. Son los nazis hípsters.

Es el caso de Martin Sellner, líder de Generación Identitaria en el país, que ha conseguido situarse en el centro del debate político. Con indumentaria impropia del fascismo clásico y un modo de vida más “cercano” al ciudadano medio, Sellner y sus afines han logrado introducir mensajes de odio en la discrepancia política de Austria, lateralizando hacia la derecha la opción electoral. En los numerosos videos que durante meses ha estado subiendo a la plataforma Youtube, se ha acompañado de la influencer ultraderechista americana Brittany Pettibone, con gran capacidad para canalizar teorías de la conspiración. Sellner defendió su militancia neonazi pura durante su juventud porque defiende que “no había alternativa”. Un joven que mantuvo en su momento contacto con Brenton Tarrant, el neonazi que asesinó a más de cincuenta personas en varias mezquitas de Nueva Zelanda y que en los meses anteriores había financiado a los grupúsculos de la formación tanto en Francia como en Austria.

Generación Identitaria se creó en Francia en 2012 y desde entonces se ha expandido por decenas de países como Alemania, Italia o Reino Unido, con la propagación de las teorías del gran reemplazo. Se le han encontrado vinculaciones directas con las formaciones de extrema derecha clásicas y con actos violentos y terroristas.

-¿Es posible establecer una relación entre la extrema derecha y los programas económicos ultraliberales, como el que elevó a Bolsonaro a la presidencia de Brasil?
Como afirmaba Pauwels: “Para la Elite del Poder americana e internacional el neofascismo no es sin embargo una amenaza, sino más bien una bendición, porque impide un diagnóstico de las causas de los problemas socioeconómicos, diagnóstico que podría deteriorar los privilegios de que disfrutan dentro del sistema y que amenazan al sistema mismo (…) Hoy los neofascistas están esperando impacientes a que las Elites del Poder necesiten sus servicios, y no hay garantía de que su momento no llegue nunca. Si esto ocurre, la historia no sólo no tendría final, sino que se repetiría”. El proteccionismo comercial que proclaman los fascistas mainstream intenta revertir la deslocalización sufrida durante décadas pero sin llegar a cuestionar el neoliberalismo y el capitalismo financiero, con una protección de las élites empresariales.

-Por último, ¿puede el fascismo mainstream representar en algún caso una amenaza para el sistema?
El neofascismo no es un peligro para el capital. El modelo económico no es inherente al fascismo. Antes bien, el fascismo se caracteriza por una adaptación camaleónica a las circunstancias para perpetuarse en el poder. Modelo económico y fascismo se exponen como elementos plásticos y adaptables a las circunstancias. La extrema derecha nunca ha dudado en proteger los derechos de las élites empresariales y financieras y los privilegios de las clases más altas. Nunca han protestado por el hecho de que personas de nacionalidad ajena adquieran automáticamente el derecho a pedir el permiso de estancia o el de residencia en España cuando compran un piso de más de medio millón de euros. En 2019 se batió por séptimo año consecutivo la concesión de dichos visados dorados, según la terminología coloquial. Se concedieron 681, un 14% más que en 2018. El visado que soliciten, además, es de dos años renovables por periodos de cinco. China, Brasil, India o Rusia son los principales países de procedencia de los demandantes. Simplemente es un ejemplo.

Según el filósofo Augusto Klappenbach: “El mal se esconde. Y sus causas nunca se presentan como el resultado de decisiones tomadas por seres humanos de carne y hueso, sino como subproductos de una situación económica de la que nadie es responsable. Además de banal, el mal de hoy es impersonal. Y así como los ejecutivos diluyen su responsabilidad en otros, los poderes públicos justifican sus políticas en las exigencias de anónimos mercados y en instituciones que están fuera de sus competencias”.


domingo, 11 de octubre de 2020

_- Entrevista al profesor de sociología César Rendueles «La meritocracia es un sistema de legitimación de los privilegios heredados»

_- El profesor de sociología de la Universidad Complutense de Madrid rompe en su libro con los mitos de la supuesta igualdad de oportunidades ya que la meritocracia «no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría»

Si hay un discurso recurrente en la derecha es su apuesta encendida por la meritocracia. Como respuesta vehemente en la que define la meritocracia como una fórmula propuesta por las élites para perpetuar sus privilegios, y como defensor de la necesidad de la centralidad de las políticas igualitaristas en una sociedad democrática digna, César Rendueles (Girona, 1975), profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, ha escrito Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista (Editorial Seix Barral), un libro donde tumba el mito de la igualdad de oportunidades y reivindica que «los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas».

Ante la abducción del ideal de libertad por parte de los sectores más reaccionarios, Rendueles aboga por que la izquierda «reaccione y reivindique la libertad como un valor, que además se retroalimenta positivamente con la igualdad» y por que las fuerzas progresistas hagan un defensa intensa de la institucionalidad frente a la posición de la derecha, que solo busca «vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos».

¿Cómo interpreta las medidas que se han tomado en las zonas sanitarias del sur de Madrid?, quizás no haya una situación más clara que ejemplifique que esa supuesta igualdad de oportunidades es una mentira dependiendo de donde vivas.

El desarrollo de la pandemia ha colocado una especie de lente de aumento sobre dinámicas sociales que ya estaban en marcha. En particular, ha intensificado las desigualdades sociales de ciudades ya muy estratificadas, como Madrid. La COVID-19 ha convertido procesos más o menos inerciales e invisibles, de los que normalmente no éramos conscientes, en una guerra abierta.

El barrio de Salamanca y, en general, las élites económicas y sociales madrileñas salieron a la calle en mayo para lanzar un mensaje muy claro a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso ha aceptado ese mandato y está actuando en consecuencia. Esto hace que las desigualdades que ya existían resulten más manifiestas, más visibles.

Durante la pandemia una serie de trabajos como cajero o reponedora en un supermercado fueron considerados como esenciales, pero las condiciones económicas de este tipo de empleos siguen siendo absolutamente precarias. Hay un reconocimiento, pero está claro que tratar de llegar a una igualdad material es un objetivo político a largo plazo como usted plantea en su libro.

La pandemia ha mostrado con mucha nitidez el valor social negativo o positivo de algunos trabajos. Enseguida vimos que algunos empleos muy mal remunerados y poco prestigiosos eran realmente imprescindibles para nuestra vida. Desde el trabajo de los reponedores al personal de limpieza de hospitales. En esos trabajos nos va la vida y, sin embargo, están mal pagados y son poco apreciados.

Al principio del confinamiento creo que sí vivimos una cierta revalorización colectiva de esos trabajos pero fue algo fugaz y sobre todo expresivo: se plasmó en aplausos y mensajes de agradecimiento. Que un cambio así penetre en nuestra estructura social es complicado, no basta con sonrisas. Implica que algunos grupos sociales bastante amplios, no sólo una pequeña minoría de superricos, asumamos –hablo en primera persona– cambios y sacrificios para permitir que los que peor están mejoren su situación. Es imprescindible que los millonarios empiecen a pagar impuestos dignos de tal nombre, pero también el 20% o 30% de la sociedad española que mejor vivimos tenemos que asumir costes. Esto es políticamente complicado y muy difícil de vender en un programa electoral.

Es su libro tumba el mito de la meritocracia como un ejemplo de igualdad y deja entrever que la igualdad de oportunidades no deja de ser una falacia. ¿Cómo se lo explicaría a alguien de derechas?

Me gusta esta pregunta porque escribí este libro pensando en un lector de derechas, no tanto en un lector de izquierdas. Creo que mucha gente conservadora o de derechas no es tanto que rechace el igualitarismo como que le preocupa que ese proyecto sea incompatible con los valores asociados a la responsabilidad y el esfuerzo. Me parece un punto importante. Los valores relacionados con las obligaciones son imprescindibles para un proyecto igualitarista y desde la izquierda no siempre hemos sabido integrarlos en nuestro discurso. Lo que respondería a esas personas es que la meritocracia les está dando gato por liebre. No es un sistema de recompensa del esfuerzo sino de legitimación de los privilegios heredados. En España se puede predecir con bastante exactitud los resultados académicos de un niño sencillamente conociendo su código postal. La meritocracia no sirve para incrementar la movilidad social, al contrario, bloquea esa posibilidad para la mayoría.

De hecho, sabemos que los países donde hay más movilidad social, que más se aproximan a ese ideal de que cada uno logre dedicarse a lo que se le da mejor, son los países más igualitaristas. La manera más sencilla de promover que la hija de un fontanero llegue a ser ingeniera es que los fontaneros y las ingenieras ganen lo mismo. De esa manera sí que se fomenta la movilidad social.

Ahora el discurso neoliberal está tratando de imponer que hay que elegir entre igualdad y libertad, que son conceptos incompatibles y que la igualdad es un freno a la libertad.

La derecha y, sobre todo, la ultraderecha se han vuelto actores políticos muy dinámicos. En la última década han reformulado sus posiciones para encontrar nuevos nichos discursivos. Uno de los giros más sorprendentes es que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio, pero en términos de proyección pública están teniendo éxito. Tenemos que reaccionar y reivindicar la libertad como un valor progresista, como un valor netamente de izquierdas que además se retroalimenta positivamente con la igualdad.

La libertad que defiende la derecha es muy limitada, es la libertad del ‘déjame hacer lo que quiera’, del ‘no me diga cuánto vino puedo beber’ de Aznar. La igualdad nos ayuda a entender que la libertad es algo complejo que tenemos que ir descubriendo con la ayuda de los demás, nos ayuda a descubrir en qué consiste ser libres. La igualdad nos permite entender que ser libres no consiste sólo en esa cosa tan infantil de satisfacer nuestros deseos inmediatos lo antes posible sino también en descubrir dimensiones más ricas de nuestra subjetividad compartida.

Es sorprendente que la gente más conservadora y reaccionaria está consiguiendo monopolizar el discurso de la defensa de la libertad, lo cual es manifiestamente absurdo y contradictorio

¿Podría poner un ejemplo?
Creo que es evidente en el caso de la igualdad de género. Los hombres que intentan vivir vidas igualitarista con las mujeres no tienen menos libertad que los que quieren conservar sus privilegios. Creo que vivir en libertad con nuestros iguales nos permite acceder a una libertad enriquecida, más plena de la de quienes necesitan de subalternos.

Usted asegura en el libro que «las bases de nuestra servidumbre voluntaria al mercado es que parece extrapolítico, ajeno al control o la intervención de nadie y, por tanto, también insustituible». Pero la realidad es que todos conocemos los nombres y apellidos de los grandes empresarios, los nombres de las empresas, cómo funcionan los lobbys, qué partidos defienden determinadas políticas, etc.

Bueno, es verdad que el mito del mercado anónimo e invisible como una especie de engranaje social en el que ninguna instancia o ningún grupo de interés tiene ningún protagonismo, sino que es fruto de un equilibrio espontáneo, es una leyenda completamente lisérgica. La realidad es que todos los procesos de mercantilización han sido impulsados, a menudo violentamente, por el Estado y por grupos sociales muy concretos. Hay intereses con apellidos que contaminan permanentemente las relaciones mercantiles, muy especialmente en España, donde una importante parte de las élites económicas son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio.
En España hay una importante parte de las élites económicas que son estrictamente parasitarias, se dedican a vampirizar lo público y son incapaces de desarrollar un proyecto propio

También señala en su libro que «solo para revertir los efectos de la revolución neoliberal y volver al punto de partida de los años 60 necesitaríamos medidas económicas igualitaristas que hoy nos parecen casi utópicas». ¿Cuáles serían esas medidas? Al definirlas como utópicas, ¿No las estamos convirtiendo en imposibles?

Son medidas que se manejan habitualmente en el debate político y sociológico de izquierdas como una reforma fiscal agresiva, cambios en el mercado de trabajo que restauren derechos perdidos, políticas de restauración y ampliación del Estado de Bienestar como la renta básica… Pero incluso con medidas de ese tipo, muy ambiciosas desde la perspectiva actual, se tardarían mucho años en volver al escenario anterior a la revolución neoliberal. Es un diagnóstico de Anthony B. Atkinson, y resulta bastante desazonador.

A pesar de todo, no soy pesimista. Hay una lección que deberíamos aprender de los neoliberales: plantando la semilla del cambio se generan procesos de retroalimentación positiva que hacen que los cambios se vayan acelerando progresivamente. De hecho, la propia velocidad del proceso mercantilización nos da idea de que a veces las transformaciones históricas son posibles y son muy rápidas.

Portada del último libro de César Rendueles. Seix Barral.

Qué cree que les ocurrió a los sindicatos durante la revolución neoliberal. No supieron hablar a las nuevas generaciones en un momento determinado, falló el discurso… Lo pregunto porque usted coloca como una pieza fundamental para alcanzar la igualdad el trabajo sindical y la negociación colectiva.

Por un lado, el modelo keynesiano afrontaba una crisis real, era un sistema que hacía aguas. Las derechas supieron encontrar un proyecto capaz de interpelar a un grupo social heterogéneo, que ilusionó a la gente y logró transformar las subjetividades y la cultura política vigente hasta entonces. En cambio, desde la izquierda compitieron distintos proyectos, no se logró construir una alternativa con un respaldo social amplio.

En España, como en otros países, la resistencia más importante al proyecto de mercantilización vino de los sindicatos. Los grupos políticos a la izquierda del PSOE no tenían capacidad de movilización para resistir el tsunami neoliberal. Y lo que ocurrió fue, sencillamente, que los sindicatos fueron derrotados. Fue un proceso global, ocurrió en casi todo el mundo a finales de los 80 y principios de los 90. Pero es de justicia reconocer que los sindicatos los intentaron, tal vez no con toda la firmeza que algunos pedíamos, pero fueron la única oposición real que hubo en esos años.

Con la revolución neoliberal que vino después hemos vivido en una especie de experimento de laboratorio diseñado para que el trabajo sindical sea prácticamente imposible, excepto para unos pocos trabajadores con contratos estables. Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible.

Todo nuestro reglamento laboral está diseñado para que el sindicalismo no sea difícil, sino imposible

En el siglo XXI, ¿tiene sentido mantener un discurso como la lucha de clases o habría que conformarse con tratar de explicar por qué el impuesto de sucesiones es justo y abogar por medidas de este calado?

Tiene sentido hablar de lucha de clases porque es una manera de recoger conflictos esenciales de nuestro tiempo, conflictos que vertebran nuestras sociedades, que no son episódicos ni sectoriales. Por eso es una herramienta analítica irrenunciable. Dicho esto, a veces este tipo de terminología se convierte en una bandera identitaria. Hay conflicto de clases en nuestro país, pero también es cierto que las clases sociales en España son complejas. Hay un conflicto entre el 99% y el 1% más rico de la sociedad, pero también hay otros conflictos entre el 30% mejor situado económicamente y el 70% restante. Es decir, que hay toda una serie de conflictos adicionales a ese gran enfrentamiento entre los superpoderosos y todos los demás. Esa idea de la lucha de clases como un objeto muy simple, muy fácil de entender, oculta otros conflictos.

En su libro escribe que «lo que nos compromete con la emancipación son las responsabilidades compartidas que estamos dispuestos a asumir colectivamente» y, posteriormente apunta que «el igualitarismo es incompatible con la competición generalizada, incluso si es una competición de intereses virtuosos». ¿Cuál es su opinión sobre las luchas dentro de la izquierda con movimientos como el feminismo o la reivindicación LGTBI?

Las luchas faccionales son una enfermedad de la izquierda de hace dos siglos. La izquierda se ha dedicado siempre a darse de bofetadas en organizaciones que cabrían en un locutorio telefónico. Es nuestra enfermedad política porque somos incapaces de tratarnos con generosidad política y saber dirimir lo importante de lo accesorio. Otra cuestión diferente es la sospecha sobre aquellos movimientos que en las últimas décadas han hecho reivindicaciones que no formaban parte mejor del patrimonio político de la izquierda más tradicional. Echar la culpa a esos movimientos de la fragmentación de la izquierda es absurdo. Esos movimientos que han sido llamados identitarios han enriquecido a la izquierda porque ayudan a entender justamente que la igualdad es un proyecto complejo, que la igualdad es un proyecto no consiste en dar lo mismo a todo el mundo, sino en dar a cada uno lo que necesita, lo que requiere para su pleno desarrollo individual y colectivo.

La tesis de que hace 100 o 150 años los movimientos emancipatorios eran un gran bloque sociológico homogéneo es una leyenda urbana. Selina Todd, en su libro El Pueblo, da un dato divertido y muy revelador: en la Inglaterra de principios de siglo XX, el grupo laboral más numeroso era el servicio doméstico. Y era una fuente de conflictividad inmensa para las clases burguesas, porque era como tener al enemigo literalmente en casa. El sujeto de la lucha de clases no eran sólo los mineros y trabajadores siderúrgicos sino también, tal vez sobre todo, las criadas. Y lo mismo se podría decir de los migrantes u otros colectivos.

Me ha llamado la atención que señale en su libro que la sociedad de mercado «es esencialmente desinstuticionalizada» y que «el rasgo más característico del capitalismo contemporáneo, al menos en Occidente, no es su anticomunitarismo sino su rechazo al institucionalismo». Sin embargo, en España vemos como los principales poderes económicos, los grandes empresarios, son los principales defensores de determinadas instituciones como la monarquía.

Claro, porque hacen una defensa de las instituciones muy tramposa y nihilista. Para empezar, no todas las instituciones merecen ser conservadas. Hay algunas, como la esclavitud o la monarquía, que son irreformables y deberíamos deshacernos de ellas cuanto antes. Hay otras instituciones como las educativas, sanitarias o judiciales que merece la pena conservar y reformar.

A veces desde la izquierda nos centramos en esa tarea crítica, en lo que nos gustaría mejorar de esas instituciones. Me parece razonable. Pero también deberíamos hacer valer que somos sus auténticos defensores. En cambio, la supuesta defensa de la institucionalidad por parte de la derecha es básicamente retórica: lo que hacen es vaciar las instituciones para después de destruirlas pedir que las sustituya la empresa privada o sus chiringuitos.

@rodrigopdl

Fuente: https://www.eldiario.es/economia/cesar-rendueles-meritocracia-sistema-legitimacion-privilegios-heredados_128_6260346.html