martes, 6 de junio de 2023

INDIOS APACHES. No era buena cosa ser capturado vivo por ellos: una nueva historia de las guerras apaches recrea la larga lucha del pueblo de Cochise y Gerónimo.

El historiador estadounidense Paul Andrew Hutton repasa medio siglo de combates, brutalidad y aventura en la última frontera del salvaje Oeste.

Atraviesa el lector Las guerras apaches, del prestigioso historiador estadounidense Paul Andrew Hutton (Desperta Ferro, 2023), como si lo hiciera a caballo tras una banda de duros y esquivos mescaleros o chiricahuas camino de cruzar el río Bravo o de internarse en la Sierra del Diablo. Pasas las páginas tragando saliva y sintiendo todo el peligro de esos indómitos guerreros y la sobrecogedora impresión de un territorio fascinante e inhóspito, una tierra baldía y hostil, de climas extremos, de desiertos y montañas agrestes, en la que en cada desfiladero, tras cada roca y cada cactus, parecía aguardarte una flecha, una bala de Winchester o de carabina, o algo peor. “No era buena cosa ser capturado vivo por los apaches”, resume Hutton, concitando imágenes de La venganza de Ulzana, el icónico filme de Robert Aldrich que visualizó como nunca el viejo y sabio consejo de guardarte para ti la última bala al combatir contra los señores de la Apachería.

Estamos en los predios de los grandes jefes Mangas Coloradas, Cochise o Gerónimo, el mundo de Fort Apache, de Apache Pass, de los ataques a las diligencias, de los generales cazaindios Crook y Miles, del hombre de frontera, guía, agente y también general indian fighter Kit Carson, de los soldados de caballería persiguiendo a un enemigo que se desvanecía sin dejar huella (“si usted los vio, señor, no eran apaches”) y de la guerra más larga sostenida nunca por EE UU, muchas veces sin cuartel (“cuando los tenga a todos juntos, mate a todos los indios crecidos, capture a los niños y véndalos para cubrir el gasto de matarlos”, fue la orden que recibió un capitán del Ejército). Una guerra salvaje en una tierra mortífera (los actuales Nuevo México y Arizona) en la que, como describe con hálito narrativo Hutton, “cada planta tenía una púa, cada insecto un aguijón, cada ave una garra y cada reptil un colmillo”.

La bibliografía en castellano sobre los apaches, que ya contaba con obras como el canónico Las guerras apaches (Edhasa, 2005), de David Roberts —el título original es mucho más poético: Once they moved like the wind—; Los apaches, águilas del sudoeste, de D. E. Worcester (Península, 2013); Gerónimo, historia de su vida, contada a S. M. Barrret (Crítica, 2013), los libros del añorado Edward K. Flagler (como Diné, editado por el Instituto de Estudios Norteamericanos en 2006) o la apasionante y sorprendentemente divertida Ahora me rindo y eso es todo, de Álvaro Enrigue (Anagrama, 2018), sin olvidar los cómics de Blueberry, se enriquece ahora con este ensayo de Hutton, que resigue pormenorizadamente la larga historia del conflicto que enfrentó a la irreductible nación indígena con los españoles, los mexicanos y los estadounidenses y acabó siendo una guerra de exterminio. El libro es un amplísimo fresco cuajado de detalles dignos de John Ford, como el nombre despectivo que daban los apaches a los militares bisoños: Nantan Eclatten, “teniente novato y virgen”.

El estudioso, de 73 años y nacido en Fráncfort (lo adoptó una familia de una base militar de EE UU), profesor de historia en la Universidad de Nuevo México y que fue director de la Asociación de Historia del Oeste, coloca un rapto como centro de la compleja historia de recurrentes incursiones apaches y operaciones de castigo contra ellos, deportaciones a reservas áridas e insanas administradas por funcionarios corruptos, traiciones y venganzas, a lo largo de medio siglo. Es el de un muchacho blanco, Félix Ward, al que luego se conoció como Mickey Free, por apaches aravaipas, que asaltaron el rancho de su familia en 1861 y se lo llevaron para incorporarlo a la tribu. El secuestro desató una serie de acontecimientos que acabaron por condicionar el destino de la Apachería.

“La historia de Mickey Free siempre me ha fascinado”, apunta acerca de ese personaje a caballo (y nunca mejor dicho) entre dos formas de vida. “Era culturalmente mestizo, estaba atrapado en una cultura mixta entre dos mundos enfrentados. En ninguno de los dos confiaba nadie en él, pero lo necesitaban en ambos, los apaches y el ejército estadounidense. Vivía en el conflicto y la alienación de estar siempre en busca de saber quién era realmente. Como un huérfano europeo criado como estadounidense, yo puedo entender personalmente el drama en su alma”. Free, educado como apache, sirvió como guía, explorador e intérprete del ejército. Los chiricahuas lo consideraban una molestia por cuya causa habían sido arrastrados a la guerra: en unas conversaciones para liberarlo, los soldados trataron de capturar arteramente a Cochise y como represalia este y su banda lanzaron un raid sanguinario y en 60 días asesinaron a 150 blancos. El otro bando tampoco tenía aprecio a Free, al que el jefe de Scouts Al Sieber describió como “medio mexicano, medio irlandés y un completo hijo de puta”.

Del vasto fresco espacio temporal que abarca su libro y que incluye numerosísimos personajes (una impagable galería de indios y soldados) e incontables episodios sensacionales, Hutton dice: “He tratado de capturar la esencia de la gran lucha entre los apaches y los invasores europeos (españoles, mexicanos y estadounidenses) y de usarla como un ejemplo —incluso una metáfora— de la conquista del Oeste. Fue la última gran guerra india (y la más larga) y cuando terminó, en 1886, con la rendición de Gerónimo, el Salvaje Oeste acabó también. Para explicar la historia he tenido que introducir muchos personajes de ambos bandos y ojalá haya conseguido insuflarles vida. El paisaje se convierte en un importante personaje en el libro también. La gente respondía a ese duro, cruel, desértico terreno que daba forma a sus acciones”. En cuanto al uso de técnicas narrativas en su relato de los hechos, como en el magníficamente descrito funeral de Cochise, Hutton apunta: “Soy un gran admirador de la historia narrativa y de los historiadores que la han practicado con brillantez, como Samuel Morison, Allan Nevins, Barbara Tuchman, Walter Lord, Garrett Mattingly (su libro sobre la Armada Invencible es uno de mis favoritos), Bernard DeVoto, Robert Utley, Dee Brown y Hampton Sides, para nombrar solo a unos pocos. Me parece que son autores que escriben para la gente, y no únicamente para el mundo académico. Aunque yo soy profesor, quiero escapar de las restricciones que impone el estilo académico y hacer algo con gran fuerza narrativa; espero haberlo conseguido”.

Episodios de salvajismo
El libro describe episodios de un gran salvajismo. Ambos bandos se emplearon con brutalidad y ferocidad. Sin embargo, parece haber habido en los apaches, como ya apuntó David Roberts, una especial predisposición a la crueldad. Hutton describe la forma en que asaban vivos o desollaban a blancos que caían en sus manos, mataban a niños pequeños rompiéndoles la cabeza contra una piedra… “Los apaches eran asaltantes, incursores, saqueadores, los vikingos del Nuevo Mundo. Eran temidos en particular en la guerra y notorios por su diabólica tortura de prisioneros. Valoraban mucho al que tenía el ingenio de imaginar un suplicio más atroz. Realmente deseabas tener esa última bala a tu disposición, como se acostumbraba a decir en la frontera. Los apaches esperaban que los cautivos mostraran valor cuando se los torturaba, y los admiraban por eso. Ciertamente, el nivel de crueldad en las guerras apaches —en ambos bandos— fue particularmente brutal. Los estadounidenses se mostraron igual de despiadados en muchas ocasiones. A Mangas Coloradas, tras asesinarlo, le cortaron la cabeza y la prepararon para exhibirla en público. En mi libro he tratado de mostrar que todas las partes, españoles, mexicanos, apaches, estadounidenses, fueron capaces de gran crueldad. Es cierto que había una predisposición cultural entre los apaches a la crueldad. Pero en los estadounidenses había mucha hipocresía, dado que clamaban ser civilizados mientras se comprometían en acciones de enorme barbarismo. Todo era bastante medieval”.

¿Qué tal eran los apaches como guerreros? ¿tan duros como se los pintaba? “Crook llamaba a los apaches ‘los tigres de la especie humana’ y estaba en lo cierto. Eran muy duros, y poseían una resistencia increíble, y gran habilidad como guerreros. ¡Podían adelantar a la caballería a pie! Y poner en el aire siete flechas antes de que la primera cayese a tierra. Conocían el terreno y cómo emplearlo en su provecho. Eran, además, con su increíble movilidad, maestros en lo que hoy llamamos guerra de guerrillas. Por supuesto que sus adversarios exageraron a veces sus proezas de manera que pudieran hacer mayor su victoria sobre ellos y lograr más gloria. Eso lo vemos en las memorias de los soldados estadounidenses. Pero en realidad eran tan buenos guerreros como se contaba con temor alrededor de las hogueras al atravesar su territorio”. Guardaban algunas diferencias con los indios de las llanuras al norte: al ser muy pocos (“nunca en la historia de América”, sintetiza Hutton, “tantos habían tratado de matar a tan pocos”) eran más reacios a jugarse la vida alegremente en combate y, aunque valoraban mucho los caballos, no dudaban en comérselos.

Hutton no se limita a explicar los episodios bélicos sino que nos adentra en la mentalidad apache (que nunca se consideraron un solo pueblo, eran muy individualistas y tenían una solidaridad relativa con los suyos: lo que explica el éxito de la policía apache). Señala su dependencia del mezcal (de ahí el nombre de la tribu de los mescaleros), su respeto al oso, la importancia de la ceremonia de la pubertad de las muchachas, la obsesión por las apuestas, o que nunca comían pescado. No soportaban el confinamiento. Hay tres elementos que parecen condicionar mucho la cultura apache: el saqueo, la venganza (y el honor) y la superstición (y los tabúes). “Eran un pueblo empapado en superstición. Creían en brujas y maldiciones y especialmente en fantasmas. Para ellos era un gran tabú tocar a los muertos, así que raramente arrancaban cabelleras. Cuando lo hacían, a diferencia de otros indios, especialmente las tribus de las Grandes Llanuras, no conservaban las cabelleras como trofeos de guerra”.

El estudioso recuerda que en cambio los blancos practicaban con fruición el escalpelamiento. “Me sorprendió la escala con que se hacía, especialmente por parte de cazadores de cabelleras estadounidenses en busca de botín (se pagaba por cabellera arrancada). Los indios norteamericanos, aunque no los apaches, escalpaban antes de que los blancos llegaran, pero los europeos convirtieron la practica ritual en un negocio. Un negocio cruel”. Frecuentemente se cortaba el cuero cabelludo con las orejas incluidas, y también las cabezas enteras de los apaches.

Una imagen de la película 'La venganza de Ulzana'.
En Las guerras apaches juega un papel de primer orden una mujer, Lozen, hermana de Victori, que manejaba el rifle y el cuchillo como cualquier hombre. ¿Hasta qué punto había mujeres guerreras en el mundo apache? ¿y cómo se trataba a las mujeres en general? Hutton señala que no muy bien (se cortaba la nariz o se mataba a las que eran infieles) y que incluso el maltrato de género fue aducido, bastante cínicamente, por los blancos en la guerra para someter a los apaches… “Lozen fue realmente remarcable. No solo era una hábil guerrera, sino una persona espiritual a la que se le atribuía el don de la profecía. Es un personaje controvertido y algunos historiadores (como Bob Utley y Ed Sweeney) han rechazado los relatos sobre ella como fantasías. Pero los apaches, entonces y ahora, creían en sus grandes poderes”.

¿Cuál fue el mejor jefe apache? 
Al historiador no le cae especialmente bien Gerónimo, del que recuerda episodios atroces, como la vez en que propuso matar a los bebés de la tribu para que nos los delataran a los soldados con sus lloros. “Creo que Cochise fue el líder más grande de los apaches, seguido por Mangas Coloradas, y después Victorio. Gerónimo siempre pensaba en interés de Gerónimo y no en el del pueblo apache. En algunos aspectos era un matón y un asesino, pero por supuesto fue también un gran guerrero. Con el tiempo su propia gente se volvió contra él. Sus acciones provocaron la deportación final de los apaches de Arizona. Es irónico que se haya convertido en, quizá, el indio mejor conocido de la historia”. De los episodios de las guerras apaches, el favorito de Hutton es el de la amistad que mantuvieron Tom Jeffords y Cochise, y cómo esa relación trajo una breve paz. “La historia, claro, fue la base de una de mis novelas favoritas, Hermano de sangre, de Elliott Arnold, llevada al cine como Flecha rota”.

Hablando de películas que han retratado a los apaches, ¿cuál le parece mejor al historiador? y ¿qué piensa del tratamiento dado en pantalla a Cochise, Gerónimo, Massai, Chato…?, ¿el Ulzana real se parecía al de La venganza de Ulzana de Aldrich? “Flecha rota es mi favorita y también me gustan mucho los filmes de John Ford sobre la caballería: Fort Apache, La legión invencible y Río Grande. La venganza de Ulzana es otra de mis favoritas y me parece muy realista. Aldrich y Lancaster habían hecho antes Apache, acerca del famoso renegado Massai, que está basada en una novela de Paul Wellman. Como puede ver, soy un gran aficionado al wéstern”. ¡Y fue asesor histórico en Desapariciones, esa gran película de 2003 sobre los apaches! Es terrible lo que hace la banda de guerreros con el personaje de Aaron Eckhart. Y qué fascinante Eric Schweig como El Brujo, ¿está basado en un apache real? “Desapariciones fue una gran experiencia, y el director Ron Howard es tan agradable como parece. Mi hijo y yo hacemos una breve aparición en la escena en el pueblo. El hechicero no está basado en un personaje de verdad, sino en la creencia de los apaches en la brujería. Les hice usar en el filme búhos como símbolo del mal, reencarnación de los espíritus de los malvados, que es lo que los apaches creían. Howard tuvo asesores apaches también”

En cuanto a cómo es la vida de los apaches en la actualidad, apunta: “Como muchas tribus, los apaches a menudo viven hoy en la pobreza y el alcoholismo sigue siendo un problema. Las diferentes bandas (hay reservas apaches en Arizona, Nuevo México y Oklahoma) se esfuerzan por mantener vivas su historia y sus tradiciones. Algunos como los mescaleros y los montaña blanca, han sacado mucho provecho del juego y los casinos. Uno de los momentos que me han hecho sentir más orgullo fue cuando una anciana jicarilla me dijo lo mucho que le había gustado mi libro y me pidió que se lo dedicara. Espero haber hecho justicia a los apaches en el libro”.

Una de las mejores plasmaciones que han tenido los apaches en la cultura popular ha sido en los cómics del teniente Blueberry, el personaje de Giraud y Charlier. Sorprendentemente, Hutton conoce la serie. “Creo que tengo casi todos los álbumes, los he coleccionado durante años. Mickey Free incluso aparece en uno de los últimos. Los europeos siempre han hecho mejores cómics del Oeste que los estadounidenses”.

Paul Andrew Hutton es el editor del imprescindible volumen The Custer reader, un compendio de textos sobre el polémico general. “Custer continúa siendo un gran héroe para mí. Cuando era niño vi a Errol Flynn como Custer en Murieron con las botas puestas y quedé atrapado. Es un personaje tan fascinante y contradictorio… más grande que la vida misma. Para mi su Last Stand en Little Bighorn es el gran momento épico de la historia del Oeste. Por supuesto, hoy en EE UU se le acostumbra a presentar como un villano, lo que no es cierto. Su glorioso papel en la Guerra Civil se olvida y se le retrata como un genocida que odiaba a los indios. La mala historia triunfa gracias a la cultura popular y la ignorancia. Voy a ir al campo de batalla de Little Bighorn en junio, es un lugar inquietante y encantado. Hace años me nombraron comisionado para seleccionar el diseño del monumento a los indios que ahora se alza en el lugar. Custer y Toro Sentado van a ser personajes principales en el nuevo libro que estoy escribiendo, El país desconocido, que espero acabar este otoño”.

_- No ni ná: guía para entender las palabras del andaluz (y cómo este habla influyó en América Latina)

 

Dos bailaoras de flamenco en la Plaza de España de Sevilla.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

_- El habla andaluza es propia de Andalucía, una región que se extiende por el sur de España, desde Huelva hasta Almería.



"¡Esoh marditoh roedoreh!" Puede que recuerdes al gato Jinks, su famosa frase y su particular modo de hablar. O, si eres más joven, el acento del Gato con Botas de Shrek, interpretado por Antonio Banderas. Los dos tienen algo en común: hablan con acento andaluz. Este es propio de Andalucía, una comunidad autónoma en el sur de España que cuenta con más de 8 millones de habitantes. Con esta jartá de gente to's arrejuntaos en la misma zona, es normal que haya una gran diversidad dentro del acento andaluz. "El andaluz es una variedad de la lengua española en la que el léxico es lo más variado. Tiene una riqueza tan amplia que en cada pueblo, en cada ciudad, cambia", le cuenta a BBC Mundo Pedro Carbonero, especializado en sociolingüística andaluza y catedrático de la Universidad de Sevilla. Pero, como me explica Antonio Rodríguez Almodóvar, escritor, profesor y miembro de la Real Academia de la Lengua, "el andaluz es una norma más fonética que léxica". "Nos caracteriza la fonética ante un oído externo, incluso la construcción de la frase, la semántica y la expresividad", explica. Así, allá donde vayamos los andaluces, se nos puede identificar rápidamente, lo cual no siempre ha sido algo bueno. 

El Gato con Botas, cuya voz pone Antonio Banderas, es un claro ejemplo de andaluz que cecea. No somos pocos los andaluces que hemos sufrido glotofobia, es decir, discriminación por nuestro acento. Desde cometarios como "¿así vas a hablar cuando estés con gente importante?" o "habla menos folclórica", hasta profesores que nos obligan a pronunciar como en el "castellano normativo". Todo en base, explica Rodríguez Almodóvar, en los mitos que empezaron hace siglos, que aún hoy perduran aunque más leves, en los que se nos tilda de "pobres, vagos, malhablados, incultos y graciosos". "La supuesta inferioridad fonética se convirtió en inferioridad social y hay quienes dicen que el andaluz es una patología del castellano. Suelen ser supremacistas del idioma que se refieren así también a las hablas de América Latina", apunta Rodríguez Almodóvar. Además, en el andaluz, como pasa con el español de América Latina, hay grandes diferencias entre cómo se habla y cómo se escribe. "Esto lo marcan de modo despectivo, pero en la mayoría de las lenguas hay cierta diferencia entre cómo se escribe y cómo se pronuncia. Mira si no el inglés o el francés", dice Carbonero. Contíconeso, las singularidades del andaluz viajaron en barco y hoy forman parte del habla en América Latina. ¿Que no? No ni ni ná. De los puertos de Andalucía p'al Caribe Cuando Cristóbal Colón llegó a América, no lo hizo solo, claro. Algunos de los que lo acompañaban eran de Sevilla y de otras partes de Andalucía. Y con ellos llevaron uno de los rasgos que más define hoy al español de América Latina: el seseo. Ya sabes... en vez de zapato, pronunciar sapato. "El seseo y el ceceo son tradicionales del andaluz", nos explica Carbonero. "Y especialmente el seseo sevillano, pasando históricamente por las Islas Canarias —donde también sesean— se extendió muy pronto y muy fácilmente en el español de América". El ceceo —pázame la zal en lugar de pásame la sal—, quedó solo en regiones muy localizadas. Por ejemplo en la parte oriental de Venezuela, en lo que en su día se conoció como Nueva Andalucía. En esta zona también se da otro fenómeno lingüístico muy propio del andaluz, que es cambiar la l por la r:er niño o la fardilla en lugar de el niño o la faldilla. Me lo como to' Pero algo que hacemos los andaluces sin distinción es comernos letras. "Nos las comemos por el jambre que hemos pasao", bromea Rodríguez Almodóvar. Aunque, en realida, dice, más que comérnoslas, las aspiramos. ¿Cómo eh la cosa? "Aparece sobre todo en la s, es la aspiración de la s implosiva a final de sílaba o de palabra, ehto/ehtoh, en vez de esto/estos. Y la aspiración por pronunciación suave de la j fuerte castellana, en vez de jamás, hamás", explica Carbonero. Esto está muy extendido en toda Hispanoamérica, sobre todo en el Caribe. También se extiende otro fenómeno tan andaluz como una maceta cargá de geranioh: acortar palabras. 

 ¿Aliquindoi?¿Qué es eso? Una palabra que se usa en Cádiz para referirse a "estar pendiente". "La claridad y economía (del lenguaje) son normas de las hablas, pero en el andaluz es clave. Quienes dicen que acortar es vulgar no ven que es algo de vanguardia", sostiene Rodríguez Almodóvar. Pasa con las terminaciones de los verbos en -ido o -ado, que quedan así: me he sentao y he comío. También en mu en vez de muy, po en vez de pues, to en vez de todo... La lista es más larga que un día sin pan. La economía del lenguaje es tal que podemos resumir en tres sílabas una frase de tres palabras: to' pa' na' en vez de "todo para nada". ¿Ejemplos de esto en América Latina? Mira estas cuantas letras de canciones: La negra tiene tumbao y no camina de lao. - Celia Cruz, Cuba. Pa' que to' el mundo vea lo rica que tú está', que tú está'- Bad Bunny, Puerto Rico. De aquí pa' ya, de allá pa' ca... Con la pollera colará. - La orquesta de Lucho Bermudez, Colombia. Usté no na', no es chicha ni limoná'- Víctor Jara, Chile. ¿Quieres más, miarma? Pues sigue leyendo, pisha. Un revoleo de palabras y expresiones De nuestras palabras, muchas llegaron a América Latina y hoy son parte de su léxico. Por ejemplo, la palabra zarcillo viajó directa de las orejas de las mocitas o zagalas andaluzas a la boca de los hispanohablantes. 

En México, la alberca y, en Argentina el alfajor, hicieron un viaje aún más largo. Ambas son parte de los andalucismos que, a su vez, provienen, de arabismos, es decir, que tienen origen árabe. Típicas del andaluz hay incontables palabras y expresiones y no todas aparecen en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE). Así que aquí te presentamos solo una mijilla, vamos, una pequeña selección. Aliquindoi. "Estar alinquindoi" es estar pendiente o atento. No se conoce a ciencia cierta su origen, pero la versión más extendida es que proviene de los marineros ingleses que llegaban al puerto y gritaban "look and do it" (mira y hazlo) a los estibadores andaluces cuando descargaban los barcos. Ardentía. En el diccionario de DRAE aparece como sinónimo de ardor. En su uso en Andalucía se refiere a ardor de estómago. Casapuerta. Es la entrada de una casa, lo que viene siendo el portal o el zaguán. Ya en "El celoso extremeño", de Miguel de Cervantes, aparecía: "En el portal de la calle, que en Sevilla llaman casapuerta, hizo una caballeriza para una mula". Coraje. Si en Andalucía algo te da mucho coraje significa que te ha dado una rabia intensa, mucho enfado e irritación. En algunas partes de México también se usa esta expresión. 

El alfajor, tan argentino, proviene de un andalucismo que, a su vez, es un arabismo. Chapú. Es una reparación, más o menos rápida, de algo de la casa, desde apretar unos grifos a poner las losas del patio. Incluso hay quien hace chapús como medio de vida o para redondearse. El chapú queda bien, al contrario que la chapuza, que suele ser un desastre. Chuchurrío. Ese día que estás alicaído, triste o cansado, enfermo, estás chuchurrío o tu día has sido chuchurrío. Originalmente significa mustío o marchito y lo puedes aplicar para algo que está arrugado, estropeado, caducado o con mal aspecto. Escamondao. Viene del verbo "escamondar", que originalmente significa quitarle a un árbol las ramas inútiles y hojas secas o limpiar algo quitándole lo superfluo y dañino. Pero si en Andalucía escuchas que algo o alguien está escamondao significa no solo que está limpio, sino impecable, justamente lo contrario de ir empercudío. Jartá/Panzá/Pechá. Aunque se dice en distintas partes de Andalucía, significan lo mismo: demasiado, un montón. "Te quiero una jartá", "Había una panzá de gente" o "Nos hemos pegado una pechá de comer". Jartible. Tienes que estar atento si alguien te dice que eres muy jartible. Escucha bien el tono, porque depende de cómo te lo digan, puede decirte que eres muy pesado y cansino o alguien que no se cansa de hacer algo. Malafollá. Es el término con solemos referirnos al carácter de la gente de Granada y es una particular mezcla de un poco de mal humor, sorna y acidez. Se usa sobre todo en la zona de Andalucía Oriental para hablar de cualquiera que sea desagradable y tenga mala sombra. Malaje. Es el primo del malafollá, solo que este es de Andalucía Occidental. A efectos prácticos, tienen la misma mala sombra. El DRAE lo recoge como andalucismo y Rodiguez Almodóvar sostiene, como muchos lingüistas, que viene de "mal ángel". Lo contrario, el ser una persona graciosa, con alegría y salero es "tener aje". Mandaos. Si estás en Cádiz y vas por los mandaos, vas a comprar comida y utensilios para la casa, casi lo mismo que en Cuba, México y Nicaragua, que es comprar de lo necesario para comida según el DRAE. Pero si estás en Almería y le preguntas a alguien a dónde va y te contesta "a hacer unos mandaos/mandaíllos", te está dando largas para no decirte qué va a hacer. 

 En Andalucía, si vas a hacer mandaos, vas a hacer la compra No ni ná. Aquello de "me negarás 3 veces" los andaluces nos lo tomamos muy en serio y lo hacemos constantemente, solo que lo decimos todo junto y significa lo contrario. Según Antonio Rodríguez Almodóvar, esto es una "súper afirmación" compuesta por 3 negaciones con algo de ironía. Para Pedro Carbonero es la máxima de la superlatividad y expresividad andaluzas y afirma que "negar es la forma más efectiva y afectiva de afirmar algo, es un modo de pedirle complicidad al oyente". Te voy a poner un ejemplo que seguro entiendes a la perfección: ¿Te gusta Pedro Pascal? No ni ná. Pirriaque. Al que le gusta el pirriaque (o pirrriaqui, según el hablante) le gusta el alpiste, empinar el codo, chupar... En definitiva, le gusta beber aguardiente o licor en general de poca calidad. Regomello. Cuando algo o alguien te da pesar, mucho disgusto o preocupación, eso te da regomello o hace que estés regomelloso. "Me da regomello que se haya quedado en su casa". Revoleo. Un zaperoco, un arroz con mango, un follón, una pelotera, un quilombo... Eso es un revoleo. Saborío. Se podría pensar que una persona saboría es alguien con mucho sabor, con gracia, pero es justo lo contrario. Un saborío es alguien sin sentido del humor. Otras versiones posibles que puedes encontrar de esta palabra es esaborío y desaborío. Sieso. Es el primo hermano del saborío, pero este no solo es soso y sin sabor sino que, además, es un poquito antipático. Si la persona en cuestión es malhumorada y sosa en un grado extremo, siempre puedes añadirle un aumentativo y quedar como un auténtico andaluz: dile que es un sieso manío. Rabúo. En la junta entre un saborío, un sieso y un rabúo, cuídate del rabúo, porque los otros dos no tienen la culpa de haber nacido sin gracia y, aunque al sieso se le haya avinagrao el carácter, el rabúo lo que carga es una mala uva impresionante. Vamos, que tiene mu' mala leshe. La vin compae, con esto ya lo tienes to' pa entendernos. ¿Que no? No ni ná. 

En conmemoración de los 50 años de luchas y de victorias del Frente Polisario

El 10 de mayo, se celebran cincuenta años de la fundación del Frente Popular de Liberación de Saguia el Hamra y Río de Oro (Polisario) representante legítimo del pueblo saharaui en su lucha por la autodeterminación.

Así mismo, el próximo día 20 se conmemorará medio siglo del inicio de la lucha armada contra el poder colonial.

El Frente Polisario, fundado en 1973 por El Uali Mustafa Sayed junto a otros jóvenes saharauis dio continuidad a las luchas emprendidas desde la década de los años 60 del siglo pasado por el Movimiento para la Liberación del Sahara, liderado por Mohamed Sidi Brahim Basir. Su objetivo -desde el primer instante de su existencia- ha sido lograr la independencia del Sahara occidental. Su lucha de medio siglo ha permitido consolidar la unidad nacional y construir la identidad saharaui. No obstante, y a pesar de todos los éxitos obtenidos, el pueblo saharaui no ha podido acceder a una independencia total y absoluta.

La creación del Frente Polisario se produce en el marco de la lucha por la independencia de los pueblos africanos en contra del colonialismo y el imperialismo. De la misma manera, este acontecimiento no está ajeno a las grandes conquistas sociales y políticas logradas por el combate de los trabajadores, las mujeres y los jóvenes en diversas regiones del planeta. Desde entonces, su lucha se ha inscrito en la historia de las batallas anticoloniales y a favor de la democracia.

A comienzos del año 1973, se habían producido múltiples encuentros entre grupos que se manifestaban a favor de la independencia del Sahara Occidental. En los primeros meses de ese año, estas asociaciones avanzaron hacia acuerdos de mayor compenetración y coordinación de las acciones en contra del colonialismo. A fines de abril, se realizó una conferencia de forma discontinua y en distintos lugares del desierto para desinformar al servicio de inteligencia español. En estas sesiones se decidió crear una organización político-militar para luchar por la independencia. Así, nació el Frente Polisario el 10 de mayo de 1973 en Zuerat (Mauritania).

Diez días después, el Frente Polisario atacó el puesto policial de El Janga, dando inicio a la guerra de liberación anticolonial que fue ampliando la magnitud y el espacio geográfico de sus acciones causando cada vez mayores bajas al ejército español al mismo tiempo que el prestigio del Frente Polisario y de su ejército de liberación crecían en el ánimo y el espíritu del pueblo saharaui que además comenzó a recibir apoyo internacional, sobre todo de Argelia y Libia.

Los fuertes golpes armados sufridos por el ejército de ocupación español fueron mostrando la justeza de la lucha emprendida. En esas condiciones, la delirante dictadura franquista comenzó a buscar una “salida honrosa” a la situación creada. En esa medida, -con la actitud propia de las potencias coloniales- España se dio a la tarea de crear un gobierno autóctono “independiente” que funcionara bajo control de Madrid.

El 20 de agosto de 1974, el gobierno español envió una nota al Secretario General de la ONU anunciando la intención de celebrar un referéndum de autodeterminación en el Sahara Occidental durante el primer semestre de 1975. Al mismo tiempo impulsó la formación de un partido político fiel a los intereses de España denominado “Partido de Unión Nacional Saharaui” (PUNS).

Durante el año 1975, el Ejército de Liberación Saharaui se vio fortalecido con la incorporación de varias unidades militares que incrementaron su poder de fuego y su capacidad de maniobra al punto de proponerse operaciones de mayor envergadura como control de puestos militares españoles al tiempo que golpeaba sus tropas y retaguardia.

Tras dos años y medio de guerra, el Frente Polisario coronó sus esfuerzos político-militares con la realización, el 12 de octubre de 1975, de la Convención para la Unidad Nacional, en la localidad de Ain Ben Tili. Pero para entonces, España había llegado a un acuerdo secreto con Marruecos para la entrega del territorio saharaui en lo que se considera una de las mayores traiciones de la historia colonial.

Ante esta situación, el Frente Polisario convocó a una amplia asamblea a la que acudieron personalidades de todas las fuerzas políticas partidarias de la independencia: representantes de diversos sectores y miembros de la Djema’a que es el cuerpo principal de una tribu y que está compuesta por ancianos y líderes elegidos. En ese marco y bajo el liderazgo de El Uali Mustafa Sayed, proclamaron la unión del pueblo en torno al programa y las estructuras del Frente Polisario con el objetivo de alcanzar la independencia y defender la integridad territorial del Sahara Occidental.

La larga lucha de resistencia del Frente Polisario en contra de la ocupación marroquí ha permitido echar las bases para la construcción de una sociedad y un Estado que se proyectan en el futuro a partir de ideas que recogen lo mejor de la condición humana y los principios fundamentales de la convivencia en el mundo. En estos años, el Frente Polisario ha sido capaz de edificar una sociedad saharaui unida e inclusiva. Para ello reúne a todos los sectores y personalidades progresistas de la sociedad saharaui donde quiera que estén: en el exilio, las regiones liberadas o aquellas que están bajo ocupación marroquí.

A 50 años de su creación, el Frente Polisario ha renovado su compromiso con los que han caído en decenas de años de lucha contra el colonialismo y el expansionismo marroquí. Desde siempre, además de proponerse lograr la independencia, sus objetivos han sido la construcción de un Estado moderno en el contexto de una integración regional magrebí. En el plano internacional, el Frente Polisario defiende la creación de un Estado palestino, la unidad del mundo árabe y la eliminación de toda forma de colonialismo en África.

lunes, 5 de junio de 2023

Insulta, que algo queda. El Adarve.

Ha ganado la derecha las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo. Y también la ultraderecha, que ha pasado de tener 530 concejales a 1678. Desde mi punto de vista se han dado pasos hacia atrás, pasos hacia la caverna. Es muy inquietante que gane posiciones un partido que niega que exista la violencia de género, que no condena el franquismo, que asocia inmigración con delincuencia, que niega el cambio climático y que dice que los homosexuales no deben celebrar el día de San Valentín porque lo suyo no es amor sino vicio.

Parece que ganar las elecciones es el único modo de comprobar que se ha tenido razón y que se está del lado del bien. Pero no siempre es así. Cuando el señor Jesús Gil y Gil ganaba por mayoría absoluta las elecciones en el Ayuntamiento de Marbella decía que los números cantan. Le contesté en un artículo titulado “Los números desafinan”. Porque lo cierto es que ganaba engañando y luego gobernaba a su antojo perjudicando a la ciudad.

En la campaña no ha habido un debate sobre los problemas de los ciudadanos y las ciudadanas, sobre el análisis de lo realizado en el ejercicio del gobierno local o autonómico o sobre los programas que iban a desarrollar los candidatos. Lo que ha contado es la demonización del Presidente del Gobierno. Porque pacta con Bildu (que hoy es un partido democrático) y con los independentistas (que tienen derecho a serlo en una democracia), porque gobierna con Unidas Podemos (otro partido democrático) y porque se promulgó la ley del sí es sí que ha tenido efectos laterales nocivos.

Esta ley se ha convertido en una piedra de toque de la campaña: quienes defienden la causa de las mujeres por convicción han sido atacadas sin piedad por quienes critican hasta la existencia del Ministerio de Igualdad. Qué bien les ha venido. El hecho de que hayan excarcelado a más de 100 delincuentes sexuales y reducido las penas a más de 1000 se ha convertido en un arma arrojadiza contra quienes han puesto en marcha la ley porque realmente creen en la causa. Esos casos de excarcelación y de reducción de penas les han dolido más a las impulsoras de la ley que a quienes las han sepultado con insultos por el error cometido. Es decir que las excarcelaciones y las reducciones de penas eran bienvenidas para los críticos como un arma arrojadiza contra quienes no habían previsto que ocurrieran. Ya van 200, ya van 300, ya van 400… Armas para atacar al enemigo. No diré que cuantas más mejor, pero casi. Una ley para perseguir a los violadores se utiliza como si hubiera sido promulgada para premiarlos. La consagración de la hipocresía.

Ahora el partido ganador de las elecciones tendrá que pactar con Vox, con la extrema derecha. Y por mucho que pida el señor Feijóo una mayoría suficiente para no tener que pactar, acabará haciéndolo como ya lo ha hecho en Castilla-León, con resultados de todos conocidos. Retrasarán todo lo posible los pactos, Pero llegarán porque no van a renunciar al poder.

No se ha hablado en la campaña de la enseñanza ni de la sanidad pública, ni sobre inmigración, no se ha debatido sobre modelos, no se han defendido proyectos… Se ha utilizado la campaña de forma ladina para lanzar ataques al gobierno central. Y ha dado sus frutos. La derecha ha propinado una patada al gobierno que ha acabado en el culo de muchos alcaldes y de algunos presidentes de comunidades autónomas. El discurso del odio ha calado. El fin ha justificado los medios.

La euforia de los vencedores es tal que ya dan por ganadas las elecciones generales del día 23 de julio. El envalentonamiento es tan grande que ya hablan de un cambio de ciclo. Piensan que ya han acabado con el “sanchismo”. Por cierto, convendría que se aplicasen un poquito más en el uso correcto del lenguaje. No se puede derogar a una persona o a una corriente porque el verbo derogar tiene un significado preciso y claro: “dejar sin efecto una norma jurídica o cambiar parte de ella”. No es posible “derogar el sanchismo”. Ya veremos lo que dicen las urnas el día 23 de julio. Ya lo veremos.

Dice el señor Feijóo, desde el balcón de Génova que estamos en una nueva etapa, una etapa sin descalificaciones. ¿Sin descalificaciones? ¿Es que la señora Ayuso, que estaba a su lado, y él mismo no hacen ninguna descalificación? Yo diría, más bien, que solo saben hacer descalificaciones.

La señora Ayuso es el perfecto ejemplo de persona que desprecia, que descalifica, que insulta, que odia, que considera al gobierno de la nación “una maldición que le ha caído a España”. Esta señora, ¿qué piensa de los votantes del partido socialista? ¿Cómo se pueden sentir los votantes de izquierdas al oír esas palabras? ¿Son tan estúpidos y tan malos que eligen la maldición para su patria?

El país va bien económicamente. El señor Garamendi, presidente de los empresarios españoles, dice que va incluso mejor de lo que se preveía. Pero de eso no se habla. ¿También es una maldición que se haya subido el salario mínimo o que se hayan incrementado las pensiones, o que se haya promulgado una ley laboral que ha mejorado el empleo?

Pocas veces he visto un rechazo, una antipatía, una fobia, un odio tan depurado. Todo lo que dice, todo lo que hace, todo lo que propone el Presidente del Gobierno se interpreta desde su vertiente negativa. Todo. Si no convoca elecciones es porque se aferra al poder. Si las convoca con inmediatez es porque busca la desmovilización ciudadana y castigar a quienes vayan a votar con tanto calor. Qué barbaridad.

Es una estupidez y un infundio decir, como sostiene la señora Ayuso, que “la izquierda es una fábrica de crear pobreza”. Y más aún que “busca el empobrecimiento de la gente”, que “desea la ruina de los empresarios”, que “necesita que haya pobreza para justificar su existencia”. ¿Cómo va bien, entonces, la economía?

¿Por qué no ha explicado en campaña lo sucedido con los ocho mil ancianos fallecidos en las residencias madrileñas? (Lo explica muy bien su consejero Alberto Reyero en el libro “Morirán de forma indigna”. ¿Por qué no dice que ha tenido una huelga interminable de profesionales de la sanidad porque la tiene desmantelada? ¿Por qué no explica su querencia por la enseñanza privada? ¿Por qué no cuenta lo que sucedió con quienes se contagiaron y murieron por tener abiertos los restaurantes y los comercios cuando todos los cerraban?

El eslogan de Ayuso que ha empezado a manejar el señor Feijóo es tan breve como tramposo y perverso. La disyuntiva no puede ser más mendaz: O Sánchez o España. Es decir, que los que voten a Sánchez votan contra España. Claro, es que España es de Ayuso, es del PP. Y por eso no soportan que la gobierne la izquierda. Y por eso han dicho del Presidente, que es el ocupa de la Moncloa. Porque la Moncloa es suya. Ese eslogan es una maldad. Como lo serían los siguientes: Ayuso o decencia, Feijóo o progreso, derecha o derechos…

Lo más triste es el aplauso que genera ese discurso agresivo, despectivo, descalificador. Porque ella y sus palmeros no desprecian los malos comportamientos de algunos personajes que delinquen (que compran votos o que prevarican…) desprecian al partido al que pertenecen esos delincuentes. Ella habló de pucherazo, acusación que dejó de lanzar cuando se supo ganadora. ¡Pues vaya pucherazo!

Este es el estilo. Esta es la estrategia. El insulto. La trampa. Socialismo o libertad. La libertad de la señora Ayuso. La de ir a tomar cañas, aunque haya riesgo de contagio.

Dice la señora Presidenta que le pidió a Dios que acabase con Podemos. Y casi le ha hecho caso. Con otras oraciones complementarias lo acabará consiguiendo. Porque Dios también es suyo, como España, como Madrid.

Tiene el PP algunos periodistas tan rigurosos que parecen hooligans. Ya hice alusión a ellos. Ahí siguen Carlos Herrera y Federico Jiménez Losantos, antes preparando la campaña y ahora celebrando la victoria. No son analistas de la realidad política. Sabes con antelación lo que van a decir. Sánchez lo va a hacer todo tarde y mal y Ayuso lo va a hacer todo bien y a su tiempo. Hagan lo que hagan. Lo hagan como lo hagan. Qué imparcialidad. Qué profesionalidad. Claro que el gobierno ha cometido errores pero criticar no es demoler, es discernir.

La retahíla de insultos al Presidente del Gobierno no tiene fin: psicópata, felón, traidor, tirano, ilegítimo, ególatra, chulo, mentiroso, sinvergüenza… Cuando Rosa Díez dialoga con Losantos da la impresión de que participan en un concurso sobre quién profiere el insulto más dañino, más original y más hiriente. Se animan mutuamente a la descalificación. Parece que fuera de España todos están ciegos o todos son imbéciles. El Presidente español tiene un extraordinario prestigio.

No se puede gobernar desde el odio, desde la descalificación permanente del adversario, desde el insulto constante, desde la idea de que los malos son los otros.

El Adarve

CONVERSACIONES A LA CONTRA. Luis Bermejo, intérprete: “El rey Juan Carlos es un puro disparate”.

El actor sube a los escenarios con el mítico personaje de Azarías de ‘Los santos inocentes’, la obra cumbre de Miguel Delibes.

Dice que el dolor está muy presente en su vida y que el teatro y la risa le sirven para autorregularse. Luis Bermejo, nacido en Madrid en 1969, viene de una humilde familia extremeña, concretamente de Zarza de Montánchez, un pueblo al que no llegó el agua corriente hasta los años ochenta del siglo pasado. Y es a ese campo, a sus padres y abuelos desde el que le llegan los olores y colores de Los santos inocentes, la obra cumbre de Miguel Delibes, que, dirigida por Javier Hernández-Simón, llega a las naves del Matadero del Español de Madrid (desde hoy, jueves 11 de mayo, al 11 de junio) después de una larga gira. Bermejo da vida a Azarías (el papel que hizo Paco Rabal en la película del mismo título de Mario Camus), por el que ha conseguido el premio al mejor actor de teatro en los recientes galardones Talía; mientras que Javier Gutiérrez hace el personaje de Paco El Bajo, que hizo en la pantalla Alfredo Landa. Bermejo, que se puso en la piel del rey Juan Carlos en la obra El Rey, vuelve a los escenarios también con dos funciones: El minuto del payaso y Los que hablan.

Pregunta. ¿Qué sugieren hoy las palabras “Milana, bonita”?
Respuesta. Es un canto a la libertad. Es un mantra para desprenderse de ataduras y patrones.

P. ¿Qué vigencia tiene la historia que narró Delibes en Los santos inocentes en 1981?
R. Hemos asumido la doctrina del capitalismo y vivimos en una era de neoliberalismo y por ello la obra tiene una vigencia total. Se sigue teniendo miedo a perder el trabajo y a ponerse enfermo. Ese miedo que tiene Paco el Bajo, que se obliga a ir a cazar a pesar de estar cojo, lo vemos hoy a nuestro alrededor.

P. ¿Cuántas veces ha visto la película de Mario Camus?
R. La he ido viendo a trozos. Para este proyecto me he leído a conciencia la novela dos veces. Pero el trabajo, sobre todo, ha sido apelar y llamar a mi abuelo y a todas las boinas de los pueblos. La boina es un símbolo que hay que reivindicar.

P. ¿Qué reacciones ha sentido del público ante este retrato lúcido de la España de aquellos años?
R. La verdad es que ha sido todo un éxito, si lo medimos por la recepción del público. Los santos inocentes, además de teatro social, tiene mucho de documento de una época. La respuesta de los espectadores traspasa lo artístico. En la cuenca asturiana, en Avilés, se acercaron unos señores para agradecernos que habláramos de ellos. Con esta función, he tenido la misma sensación de cuando hicimos Las manos, también con Javier Gutiérrez, que era un ejercicio de memoria sobre los años cuarenta y para el que entrevistamos a nuestros padres, nuestros abuelos sobre cómo vivían entonces.

P. ¿En este sentido, hay algo también de aliento o necesidad de memoria histórica?
R. Absolutamente. Se habla de unos años, los sesenta, en los que hubo un éxodo importante del campo a la ciudad. A mí, que vengo de una familia de campo en Extremadura, Los santos inocentes me lleva a mis padres, mis abuelos. Es un ejercicio de memoria, en el que está muy presente la guerra y la posguerra, la miseria, la precariedad, la escasez y el deseo de saber. Yo he escuchado mucho a mis padres y abuelos esa necesidad por saber, por aprender, porque venían de un pueblo en el que, tras la derrota de la República, se cortó el proyecto de las Misiones Pedagógicas. Y, con ello, desapareció la posibilidad de crecer y de progresar. En mi pueblo, el agua corriente se empezó a instalar en los ochenta.

P. Hacer el papel de Azarías, que en el filme bordó Paco Rabal, ¿es un acto de valentía?
R. Es una película emblemática que está en el imaginario popular y que marcó un camino. Tengo muy presente a Paco Rabal y honro su memoria, también la de Juan Diego, Terele Pávez o Alfredo Landa, pero cuando salgo al escenario miro hacia arriba y tengo a mi familia, a mi padre, que falleció a los dos meses de empezar a trabajar en esta función, y a mis abuelos. Me lleva a los olores y los colores del pueblo, al que sigo yendo. Cada vez que hago esta obra es una ofrenda a mis padres y abuelos, a la tierra extremeña.

P. ¿Es Azarías un héroe de la resistencia humana?
R. Es un ser mitológico. Para hacer de Azarías también me he fijado en esos payasos de cine y teatro, como Buster Keaton, Harold Lloyd o Chaplin, que tanto nos han iluminado o el payaso de las bofetadas de León Felipe. Es un ser libre al que uno se quiere acercar. Azarías quizás solo puede explicarse su vida mirando hacia arriba y volando, corriendo, gritando. Así libera su dolor. Es un hombre que vive con perplejidad todo el dolor que le rodea. Me he acercado a él, también a través de ese dolor, porque el dolor está muy presente en mi vida.

P. ¿Por?
R. Me acerco mucho a los personajes a través del dolor, para poder transformarlo y explicarme el dolor del alma, el dolor social, de incomprensión. El payaso al que doy vida en el Minuto del payaso también es un hombre con dolor.

P. Ha conseguido por este personaje el premio de los galardones teatrales Talía en su primera edición, que también ha votado la obra como mejor espectáculo ¿Es la mejor manera de animar a un actor?
R. No está mal, ¿no? Alimenta tu agujero yoico, como me decía siempre Cristina Rota. Soy un tipo melancólico y nostálgico y pensaba que, según fuera creciendo, se me iba a pasar, pero no, se me va agudizando.

P. ¿Es la melancolía la que le lleva a hacer una obra como Minuto del payaso desde hace diez años?
R. Para luchar contra la amargura que te lleva a la desgana está la risa. A mí la risa me salva del miedo. He descubierto que con un sombrero y una nariz roja y poniendo cara de gilipollas frente a un espejo puedo enfrentarme a cualquier cosa. Me parece un gesto sanador. Un payaso es alguien que asume su ridículo, lo asume y lo expresa en un escenario. Es alguien que te invita a reírte de ti mismo. También tiene algo de profeta y de poeta, alguien que te indica el camino. Mi padre, en este sentido, era un gran payaso.

P. Entonces, con el sombrero y la nariz roja, ¿se ve el mundo diferente?
R. La máscara de la nariz te posibilita la transformación. Volviendo al dolor, mi dolor lo he sabido manejar de la transformación en el teatro. Sentir el aguacero de la risa de los espectadores es absolutamente liberador y maravilloso. Es una manera de legitimar el niño que llevas dentro. Necesito la risa y el humor en mi vida. Esto también me lo trato en terapia.

P. ¿Va a terapia?
R. Sí, desde hace ocho o diez años. Es un lugar de escucha. Durante mucho tiempo renegué de ella, pero ahora digo que es muy recomendable. Fui por un tema concreto y salieron muchas cosas. Como dice mi terapeuta, somos como un armario que hay que vaciar, tirar algunas cosas y ordenar otras.

P. ¿De qué le gustaría especialmente hacer parodia hoy en España?
R. La sátira me apasiona y creo que habría muchas cosas que parodiar. Por ejemplo, de todo lo que tiene que ver con este momento tan extraño de políticos, el caso del Tito Berni, la corrupción, la llegada del rey Juan Carlos a Sanxenxo, del alcalde de Madrid, de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz juntos. Es que el humor ayuda a esclarecer las verdades.

P. Hizo del rey Juan Carlos en la obra El Rey, que se estrenó en 2016. ¿Qué le sugiere ahora la figura del monarca?
R. Con la obra de El Rey tratamos al rey emérito con absoluto respeto. Me encantaría que la viera para que se diera cuenta de lo honestos y respetuosos que fuimos con su figura y la versión de su reinado. Ahora me sugiere que nos quedamos cortos. El rey Juan Carlos ha superado la ficción de la obra de teatro. El rey Juan Carlos es un puro disparate. Se ha cargado a todos los potenciales monárquicos que podía haber.

P. En la obra subyacía la pregunta de que para qué ha servido la monarquía estos últimos 50 años. ¿Para qué ha servido, en su opinión?
R. También me lo pregunto yo. Ha servido para que nos demos cuenta de que el rey es un embajador, ¿pero de quién? De los poderosos, será.

P. ¿Fue todo ese deseo de transformación en otros lo que le llevó a ser actor?
R. A mí me ayudó a sanar. Tuve una infancia cabrona, me pasé mucho tiempo en el hospital durante la adolescencia por una enfermedad y cuando salí, en esos tumbos de la juventud, me di cuenta de que en el teatro podía jugar, saber de mí, autorregularme. Luego está también el azar y el misterio. Cuando llego a la escuela me encuentro con gente a la que le pasaba lo mismo que a mí. Y la suerte, cuando me voy encontrando con Alberto, Nathalie [Poza], con Willy [Guillermo Toledo], luego con Javi, [Javier Gutiérrez], con Andrés [Lima], un grupo con enormes inquietudes teatrales y artísticas.

P. Vuelve a los escenarios con El minuto del payaso, pero también con Los que hablan, una obra que se estrenó hace tres años.
R. Es que yo soy un actor de repertorio. Estoy seguro de que la de El rey la vamos a volver a hacer, habrá que cambiar algunas cosas, pero con toda seguridad volveremos porque es una figura de la que hay todavía muchas cosas que decir, hay que rescatarla. La rescataremos.

domingo, 4 de junio de 2023

_- NEUROCIENCIA. Matthew Cobb, zoólogo: “La esencia humana es la colaboración y es lo que nos ha dado nuestro poder”.

_- El científico británico reflexiona sobre lo poco que sabemos del cerebro humano y explica cómo las neuronas del estómago de la langosta pueden ayudar a comprender nuestra mente.

Matthew Cobb (Woolverstone, Reino Unido, 66 años) es zoólogo. Como hacen muchos otros científicos, trata de hacer abarcables problemas que no lo son dividiéndolos o buscando otros análogos, pero más asequibles. Este profesor de la Universidad de Mánchester estudia el sentido del olfato de gusanos que tienen 21 células en su nariz, para tratar de entender lo que pasa en la nuestra, que tiene cuatro millones.

Hace unos días impartió en Madrid, en la Universidad Autónoma, la VIII Conferencia Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno hablando de La idea del cerebro, un título que coincide con el de su último libro. En él, habla del pasado de la neurociencia, de los avances de las últimas décadas y de lo poco que sabemos sobre el órgano donde reside nuestra consciencia. Cobb, que también ha publicado un libro sobre la carrera para descifrar el código genético, pone aquella epopeya como ejemplo de la capacidad humana para enfrentarse con éxito a grandes enigmas haciendo las preguntas adecuadas y desarrollando las tecnologías necesarias.

Pregunta. En su libro habla de cómo los científicos emplean metáforas para hacer más comprensibles algunos problemas o como forma de inspiración. ¿Hay metáforas sobre el cerebro que están ya agotadas o que entorpecen el progreso?
Respuesta. Primero pensamos en que los ordenadores deberían ser como cerebros. Ahora, la metáfora es que el cerebro es un tipo de ordenador, algo que hasta cierto punto es cierto. Pero aunque conocemos los cálculos que están teniendo lugar en tu teléfono ahora mismo, porque sabemos cómo ha sido diseñado, conocemos muy poco la computación, a nivel celular, que explique cómo es un animal determinado. Por qué está decidiendo girar a la derecha o a la izquierda o moverse hacia la luz. La metáfora del ordenador puede ser útil, puede ayudarnos a entender lo que sucede en el cerebro, pero es probable que se esté agotando. Necesitamos pensar en lo que hace el cerebro en formas más orgánicas y no en formas digitales en un soporte de silicio. 
 Lo que enseña sobre el alma humana un cerebro agujereado

Los cerebros y los sistemas nerviosos no son digitales, son principalmente analógicos. No son como ninguna máquina que hayamos construido. Cuando estás cansado, no funcionas igual de bien. Tu ordenador sigue siempre igual mientras le dure la batería. Nosotros tenemos hormonas que cambian cómo funciona nuestro sistema nervioso… Así que la metáfora del ordenador puede ser útil para explicarle cosas al público, pero creo que ya no es una fuente de inspiración para los científicos.

P. ¿Nos estamos acercando, al menos un poco, a comprender el cerebro?
R. Hay una investigadora americana que se llama Eve Marder y que ha pasado toda su carrera estudiando a las langostas; pero no su cerebro, sino su estómago. Las langostas tienen un estómago con músculos que trituran la comida y tiene 30 neuronas que controlan las contracciones. Ella lo sabe todo sobre esas neuronas, sobre los genes que se expresan, las hormonas que les afectan... Lo sabe todo y aún así no puede explicar por qué las 30 neuronas solo producen esos dos ritmos y no puede hacer predicciones, empleando modelos informáticos, sobre lo que pasará en el sistema si elimina una de esas neuronas. Estamos en un estado de ignorancia completa sobre las redes neuronales reales, incluso sobre esas que ni siquiera están en el cerebro y que simplemente producen dos ritmos.

Tenemos guerras terribles, pero somos muy colaborativos y criábamos a los hijos en grupo
Al final del siglo XIX hubo una gran ola de duda que se extendió sobre toda la ciencia. La gente empezó a pensar que nunca entenderíamos nada en biología. Esto dio lugar al vitalismo, a la idea de que había fuerzas vitales para explicar el fenómeno de la vida. La respuesta de los científicos a partir de la década de 1920 fue tratar de reducir los problemas a explicaciones más fundamentales. Y así vieron que los genes no eran fuerzas. Al principio pensaron que estaban hechos de proteínas y luego vieron que estaban hechos de ADN. Luego entendieron la estructura del ADN y comprendieron cómo un gen podía producir una proteína y empezar a saber algo sobre cómo funciona la vida. Y eso se logró intentando reducir el problema a su aspecto más simple. Mi sensación es que el tipo de trabajo que Eve Marder está haciendo nos permitirá avanzar en esa dirección.

P. ¿Tenemos alguna idea sobre cuándo surge la consciencia en el proceso evolutivo, si existe en los animales y si su consciencia se parece o no a la nuestra?
R. Darwin estaba muy interesado en este problema de cómo surgía la consciencia y encontró una solución fácil. La forma del cerebro determina tu comportamiento y a eso le llamamos consciencia. Hay una relación entre la materia y el pensamiento y Darwin dijo: si eso es cierto, la selección natural, que nos da manos, que da a la jirafa un largo cuello, también va a cambiar la forma de tu cerebro y, con ella, tu comportamiento. Así se puede explicar por qué diferentes animales se comportan de formas distintas. Aunque era reticente, escribe también sobre evolución humana y publica El origen del hombre, porque su amigo Russell Wallace, que se había interesado mucho por el espiritismo, defendía que los humanos eran algo separado, que no estábamos sujetos a las mismas leyes, algo con lo que Darwin discrepaba.

En este libro hay una comparación de la estructura cerebral de todos los primates y Darwin observa que no hay una diferencia de tipo, sino que solo hay una diferencia de grado. La estructura es básicamente la misma, con ligeras diferencias en la organización, por ejemplo, en los gorilas; aunque si lo miras desde fuera, la apariencia es muy similar. Así se puede ver como una lentísima evolución ha producido cerebros diferentes y distintos comportamientos. Obviamente, hay cosas que yo puedo hacer y un gorila no, como hablar contigo.

Si preguntas al dueño de un perro te dirá sin dudar que es consciente, pero no se puede probar. Con un humano tampoco. Somos muy similares a nuestros parientes cercanos, pero tenemos diferentes ecologías. Los humanos son muy cooperativos. Tenemos guerras terribles, pero somos muy colaborativos y criábamos a los hijos en grupo, aunque no lo hagamos ahora. Es una forma de crianza que no vemos en los grandes simios. Además, estamos estrechamente relacionados genéticamente. Los estudios genéticos nos dicen que hace 70.000 años había unos 10.000 humanos. Algo muy malo que desconocemos pasó en África y vemos esa restricción de la variación genética, así que somos muy parecidos y la cooperación está inscrita en nuestra sociedad. Si miras los enfrentamientos de los chimpancés, son terribles, y tienen unos niveles de intimidación y violencia que, aunque exista en las sociedades humanas, no están en su esencia.

La esencia humana es la colaboración y es lo que nos ha dado nuestro poder. Los pulpos son muy inteligentes, tienen recuerdos y hacen cosas maravillosas, pero ¿quién manda? Nosotros. Los pulpos son solitarios, solo se unen para aparearse. No podríamos haber salido de África y llegar a colonizar el Ártico en solitario. Ningún otro animal lo ha conseguido, y esa inteligencia se ha desarrollado por nuestra ecología.

No sé si otros animales son conscientes, es difícil de probar. No sé si tú eres consciente. Asumimos que otras personas son conscientes, porque lo necesitamos para vivir. Y volviendo al gorila, si miras a uno es difícil no pensar que tiene unos sentimientos parecidos a los nuestros. Incluso los perros o los gatos. Si preguntas al dueño de un perro te dirá sin dudar que es consciente, pero no se puede probar. Con un humano tampoco.

P. ¿Crees que será posible volcar la mente en un soporte cibernético para conseguir la inmortalidad, como plantean algunos transhumanistas?
R. Esta idea está un poco anticuada, porque, aunque lo planteen en terminología tecnológica o neurocientífica moderna, se está pensando un poco como Descartes, que hay un cerebro conectado con un espíritu que es tu mente. Y es esa mente la que quieren poner en un dispositivo. Pero tienes 80.000 millones de neuronas, trillones de trillones de sinapsis y tus neuronas no son binarias, no sabemos como capturar lo que estás pensando ahora como si fuese el equivalente en un ordenador. En un ordenador hay chips que responden a la pantalla o al teclado, y en un ratón puede haber estructuras cerebrales que responden, por ejemplo, a los olores. Pero al cabo de unas semanas, esas neuronas cambian, y el animal sigue respondiendo a olores, pero las neuronas que lo permiten son diferentes. Tienes distintas neuronas representando el mismo estado que hace tres semanas. De momento esto solo se conoce en ratones, pero asumo que será similar en humanos. Sin embargo, en la máquina, eso está fijado, las mismas estructuras haciendo las mismas cosas.

P. La gente que está fascinada con las posibilidades de ChatGPT, y de la inteligencia artificial en general, ¿no puede estar cayendo en una trampa de nuestra teoría de la mente?
R. Totalmente. Eso le pasó a aquel ingeniero de Google que decidió que había hablado con una máquina consciente y fue a contarlo en la prensa. Luego le echaron, con razón. Se estaba engañando a sí mismo y para ti eres la persona más fácil de engañar. Dick Feynman decía que la esencia de la ciencia está en tener cuidado con no engañarte a ti mismo.

Con ChatGPT me he preocupado como profesor. Le di exámenes que hago a mis alumnos y no produce buenas respuestas, pero tampoco son horribles. Es posible que consiguiese algún aprobado en la universidad. Pero pensé que lo podemos evitar si hacemos preguntas más complicadas. Y también les he dado textos escritos por ChatGPT a mis alumnos y se dieron cuenta de que es un poco pobre; fueron críticos y supieron que las referencias al final del artículo eran todas inventadas. Esto es un reto, porque escribe cosas verosímiles que son falsas. Sobre estas tecnologías me preocupa la desinformación que pueden favorecer, más en política que en el mundo académico. Pero sobre la posibilidad de que ganen consciencia, creo que lo que tenemos ahora no tiene nada que ver con eso. Primero me tendrán que dar un sistema que prediga la forma de moverse de las larvas de mosca o que comprenda el estómago de una langosta.

sábado, 3 de junio de 2023

La ley de Benford: el enigma.

Los datos reales tienden a empezar por números pequeños. No así las noticias falsas.

En 2015, la científica de la computación Jennifer Golbeck, de la Universidad de Maryland, descubrió una red de bots rusos que operaba en Twitter, y lo hizo utilizando una enigmática herramienta matemática llamada ley de Benford. La científica de Maryland percibió que los indicadores básicos de las redes sociales, como el número de seguidores que tienen los seguidores de un usuario, obedecían la ley de Benford si se habían generado de manera espontánea, pero no si eran producto de una operación centralizada. Mirados bajo este prisma, los focos rusos de noticias falsas brillaban como una supernova en el oscuro universo virtual. La misma estrategia había desnudado antes manipulaciones y fraudes en la contabilidad de los países europeos, un pucherazo en las elecciones iraníes de 2009 y otros epítomes de la falsificación contemporánea.

¿Qué dice entonces esa ley de Benford que tanto escándalo destapa y tanto entuerto endereza? Tenemos que remontarnos a 1881, cuando murió Billy el Niño, nació Picasso, se fundaron La Vanguardia y el ABC y, entretanto, el astrónomo canadiense Simon Newcomb reparó en una anomalía persistente en las tablas de logaritmos, unos librillos que se usaban para hacer cálculos antes de que hubiese calculadoras. Las páginas iniciales de esos librillos, donde estaban los números que empezaban por uno o por dos, siempre estaban manoseadas y negruzcas, mientras que las páginas que empezaban por ocho o por nueve parecían nuevas como recién salidas de la imprenta.

Newcomb dedujo que los conjuntos de datos obtenidos de la naturaleza solían empezar por uno, algo menos por dos, menos aún por tres y así bajando hasta el nueve. El ingeniero estadounidense Frank Benford generalizó después la observación y acabó estampando su nombre en una ley de Benford que en realidad debería llamarse ley de Newcomb. Como dice el matemático Jack Murtagh, el caso es un ejemplo de la denominada ley de Stigler, que sostiene que los descubrimientos siempre reciben el nombre de cualquiera menos el descubridor, lo que a su vez es otro ejemplo de la ley de Stigler, que en realidad fue formulada por Robert Merton. Humor académico, no hagan caso.

Pero nada de esto penetra en el fondo de la cuestión. ¿A qué demonios se puede deber la ley de Benford? ¿Por qué los datos de un conjunto natural tienden a empezar por un número pequeño? Los matemáticos siguen debatiendo sobre este enigma desconcertante, pero Murtagh nos propone fijarnos en las progresiones exponenciales, que son muy comunes en los procesos naturales: una célula se divide en dos, que se dividen en cuatro, que se dividen en ocho, luego 16, 32, 64… Imaginemos una población de 100 conejos que se duplica una vez al año en promedio. Durante el primer año, mientras la población se va duplicando, tendremos 100 o ciento y pico conejos, luego las cifras que empiezan por uno dominarán todo el año. Durante el segundo año, sin embargo, la población tiene que ir aumentando de 200 a 400 conejos, luego las cifras que empiezan por dos y por tres se tienen que repartir el año, y ninguna de las dos alcanzará a las que empiezan por uno. El tercer año queda como ejercicio para casa.

Mentir bien siempre ha sido un arte y ahora es también una ciencia.

viernes, 2 de junio de 2023

Resultados de las elecciones. La izquierda se devora a sí misma. Ahora ¿qué?

Los resultados electorales del domingo pasado representan una derrota sin paliativos de las izquierdas que creo se pueden explicar por cuatro factores a tener muy en cuenta si se quiere que las generales recién convocadas de un vuelco y permitan renovar un gobierno progresista.

El primero de ellos es el acierto del PP.
Sus dirigentes se han limitado a asegurar la permanencia de su electorado tradicional y que el de Ciudadanos se fuera a su cesta de votos. Para ello, han centrado la campaña en un discurso muy elemental y conocido: Pedro Sánchez sólo ha buscado y busca mantenerse en el poder por cualquier medio, para ello se ha aliado con quienes desean destruir España y con los herederos de ETA en particular, y ha formado un gobierno dividido internamente que destruye España.

Gracias a ello, el Partido Popular ha obtenido 1,89 millones de votos municipales más que en 2019, es decir, no sólo los 1,69 millones que ha perdido Ciudadanos, sino otros 200.000 añadidos que habrá quitado a PSOE, o incluso a Vox, gracias a la radicalización de su discurso.

El segundo factor es que la estrategia del PSOE (centrar la campaña en Pedro Sánchez con relatos y propuestas de alcance nacional) no ha podido ser muy buena, pues ha obtenido 407.000 votos menos que en 2019.

Los dirigentes que han perdido alcaldías o que han recogido menos votos de los esperados coinciden en que eso explica su derrota. Pero no creo que eso sea achacable tan solo a la decisión de su líder.

El problema, a mi juicio, es que el PSOE está siendo en los últimos años un partido sin norte, sin proyecto y con una militancia y organización de base (su gran valor y la fuente de sus grandes éxitos electorales) desanimada, desmovilizada e incapaz de hacer política al lado de la gente.

El PSOE, como otros partidos de izquierdas, se ha convertido en una organización cesarista, en donde ya no hay apenas debate y en donde la estrategia se determina al margen de los órganos del Partido y, por supuesto, de la militancia. El partido socialista, como las izquierdas en general, lleva muchos años sin ser uña y carne de la gente de los barrios, sin vivir en el día a día sus problemas y sin construir de su mano la esperanza en un futuro diferente. Y eso se paga con paralización, lejanía y desafecto; y con menos votos.

Por añadidura, el PSOE sigue siendo lamentablemente incapaz de deshacerse de unos pocos oportunistas que suponen, sin embargo, un lastre insoportable para la inmensa mayoría comprometida y honesta de su militancia.

El tercer factor que a mi juicio explica los resultados electorales es la irresponsabilidad histórica de los dirigentes de las organizaciones a la izquierda del PSOE.

Es una irresponsabilidad la desunión con la que se ha acudido a estas elecciones municipales y autonómicas porque se sabía perfectamente que esa división iba a impedir que, en un número muy elevado de municipios y comunidades, la izquierda del PSOE fuese la tercera fuerza o que, directamente, se superase la barrera del 5% que la ley electoral establece para obtener concejalías.

Es una irresponsabilidad histórica porque la alternativa a los gobiernos de centro izquierda es una derecha que se radicaliza constantemente llevada de la mano de los grandes grupos financieros y empresariales que la financian y a quienes la democracia ya les viene grande porque sus negocios son cada día más incompatibles con la transparencia, la competencia, las preferencias ciudadanas y los derechos humanos.

Y lo más grave de esta irresponsabilidad es que no basta con acudir a las elecciones en las mismas candidaturas. Es necesario ir unidos que no es exactamente lo mismo. La experiencia ha mostrado hasta la saciedad que no basta con sumar siglas ni juntarse mientras unos ponen verdes a los otros. Y la realidad es que ni siquiera se han dado tregua en las elecciones.

¿A quién le gusta salir de copas o irse a cenar con una pareja que no para de discutir y se ataca constantemente? A nadie en su sano juicio, y eso mismo es lo que le pasa a la gente corriente cuando ve a las izquierdas dedicadas sin parar a criticarse y hacerse zancadillas, a pelearse y condenar a los demás sin descanso.

Cuesta decirlo, pero esa irresponsabilidad que ha implicado dejar en manos de la derecha cada día más extrema a cientos de municipios y casi todas las autonomías provocará el dolor de millones de personas, el sufrimiento y malestar de los españoles más desfavorecidos. No vale criticar tanto las maldades del capitalismo y luego actuar de modo que se facilite la llegada a los gobiernos de quien lo lleva a sus últimos extremos y con menos escrúpulos.

Finalmente, hay un factor, concomitante con los dos anteriores, que a mi juicio también explica la derrota de la izquierda y que es achacable (no estoy seguro de en qué proporción) a los socios que conforman el gobierno.

Como escribí hace tiempo, este último viene tomando medidas que protegen a la inmensa mayoría de los españoles y con las que estos manifiestan estar de acuerdo muy mayoritariamente en las encuestas. Sin embargo, los partidos que forman el gobierno no logran concitar suficiente apoyo electoral y más bien parece que actúan en contra de la mayoría de todos los españoles.

A mi juicio, la causa de esto es triple.
En primer lugar, el gobierno no ha gestionado bien la comunicación social para contrarrestar la desinformación y las mentiras constantes de los medios privados. Lo ha hecho mal porque en España se ha producido un caso posiblemente único en el mundo: en lugar de apostar por su democratización, el gobierno deja los medios públicos en manos de su oposición. Algo que se puede comprobar fácilmente viendo sus contenidos informativos y el tipo de opinión mayoritaria que difunden. Y, además, porque al mismo tiempo no crea ni despliega un sistema de mediación social (la organización y militancia de los partidos) alternativo al que sostienen los capitales privados. El resultado es que el relato dominante desvirtúa y falsea la información y hace que la población actúe verdaderamente a ciegas.

En segundo lugar, el gobierno se ha dejado llevar y no ha dejado de meterse continuamente en charcos y de hacer un ruido con asuntos de segundo orden, echando por alto sus logros más transversales, importantes y valiosos. Y, digámoslo claro de una vez, porque ha tenido una agenda legislativa al servicio de intereses o planteamientos periféricos y minoritarios claramente contrarios al sentir común de la mayoría de los españoles. Si este gobierno ha roto al movimiento feminista o está haciendo que se abran varios frentes en su seno, o que sus socios se den la espalda en asuntos fundamentales ¿cómo se puede esperar que se mantenga unida en torno a él la mayoría de la población? En particular, el gobierno ha dado giros para la gente incomprensibles (como ante Marruecos), ha elaborado leyes sobre principios para la mayoría social inasumibles, como la ley trans o el cambio de penas del Código Penal, o se ha empeñado en hacer creer que para garantizar la gobernabilidad de España hay que someterse a la voluntad de quienes afirman que esta «le importa un comino». O todo eso se explica bien, o se produce un roto electoral irresoluble.

En tercer lugar, yo creo que la gente corriente no puede entender que unos socios del gobierno digan cosas tan fuertes sobre los demás y sigan ocupando ministerios, que se muestren las desavenencias en público y no se sea capaz de arreglarlas en los despachos.

Cuando todo esto ocurre y, al mismo tiempo, se quiere que la situación nacional condicione el voto municipal o autonómico, es lógico que los resultados sean nefastos.

Ahora qué la reacción del presidente del Gobierno no se ha hecho esperar, convocar inmediatamente elecciones.
La decisión es sorprendente por varias razones.

En primer lugar, porque -aunque la decisión corresponde al Presidente del Gobierno- parece lógico que hubiera valorado los resultados y consultado la estrategia con su Ejecutiva. No es la mejor forma de desprenderse del cesarismo que tanto daño hace a la izquierda; más bien lo agudiza.

En segundo lugar, parece una falta de respeto a la normalidad institucional que se haga coincidir la constitución de ayuntamientos y parlamentos y gobiernos autonómicos con nuevas elecciones. 

En tercer lugar, produce un efecto de imprevisibles consecuencias en el funcionamiento de la presidencia europea. No es fácil entender que se haya dado lugar a que esta se desarrolle con un gobierno en funciones. Y, finalmente, porque la decisión de convocar elecciones cuando el adversario está más fuerte y pletórico parece políticamente incomprensible. Como también lo es que se renuncie a medio año de puesta en valor de lo realizado a lo largo de la anterior legislatura. A primera vista, la decisión del Presidente Sánchez parece que equivale a un sálvese quien pueda, a un salir corriendo de la quema sin apenas recoger los papeles. Y eso, si no lleva consigo la renuncia a volver a presentarse.

¿Podrán tener las elecciones del 23 de julio un resultado diferente a las de ayer domingo?
Quizá eso pueda ser posible pero, desde luego, no actuando de cualquier forma.
Obviamente no hay tiempo para hacer planteamiento de medio o largo plazo.
El Partido socialista tiene muchos años a su espalda, está curtido en mil batallas y si algo tiene su actual secretario general es determinación y coraje. No sería la primera batalla dada por perdida de antemano que termina ganando. En unas semanas veremos si su partido ha podido recomponerse instantáneamente, algo que sólo será posible si prevalecen la unidad y la movilización de su militancia.

A su izquierda las cosas son más difíciles que nunca. No hay tiempo sino para presentar candidaturas de unidad que no sean, otra vez, el resultado de un mero acuerdo desde arriba. La única posibilidad de que la izquierda del PSOE recupere electorado (a su vez, quizá la única de que haya un nuevo gobierno progresista) es que, liderada por Yolanda Díaz, actúe con inteligencia y generosidad y presente candidaturas unitarias, de amplio liderazgo social, que reflejen el compromiso, la inteligencia colectiva y la lucha por la defensa de los intereses de las mayorías sociales, atractivas, un espejo donde se refleje lo mejor de nuestra sociedad.

Y, por supuesto, que se haga una campaña en la que se dé prioridad a lo que une a las izquierdas, en la que se coopere y no se divida.

Es imprescindible tener presente, ahora más que nunca, que una estrategia política nunca puede llegar a ser mayoritaria si se centra en planteamientos, intereses o identidades periféricos. Si la izquierda quiere ser la columna vertebral de la transformación social debe basar su discurso en lo que afecta y preocupa a las mayorías, en el sentido común de la gente y en planteamiento transversales. Una cosa es reconocer y defender los derechos de las periferias y otra confundirse con ellos.

Las izquierdas no pueden renunciar a vertebrar a España ni avergonzarse de que ese ha de ser su principal objetivo. Deben ofrecer un proyecto de interés nacional, única forma de enfrentarse al nacionalismo español y a los periféricos que polarizan sin cesar la actividad política y degeneran la vida social.

3 falacias que te pueden engañar (y cómo evitar caer en la trampa)

Todos cometemos errores: si contaste cuánta gente hay en un lugar y me dices que 10 cuando son 11, sencillamente te equivocaste. Pero si argumentas que hay cuadrados redondos, eso ya es otra cosa.

Las falacias, en lógica, son razonamientos erróneos que tienen la apariencia de solidez.

Son afirmaciones sin fundamento que a menudo se entregan con tal convicción que las hace parecer como si fueran hechos probados, y pueden adquirir una vida propia cuando se popularizan y se convierten en parte de un credo.

No sólo son incorrectas sino que, usadas a sabiendas, son deshonestas.

De hecho, falacia proviene del latín fallacia, por engaño, así que técnicamente significa una falla en un argumento que lo hace engañoso.

Lo bueno es que una vez detectadas invalidan el argumento.

El filósofo Aristóteles, quien hizo el primer estudio sistemático conocido de las falacias en su De Sophisticis Elenchis (Refutaciones sofísticas), pensaba que era necesario conocerlas para armarnos contra los errores más seductores, y describió 13 tipos.

Hoy en día, los filósofos tienen listas de cientos de falacias con nombre propio.

Escogimos tres para que estés alerta. Todas ellas tienen que ver con políticos, que a menudo se valen de falacias para justificar lo injustificable o para salir de apuros.

La falacia si-por-whisky  
Esta falacia debe su nombre a un discurso considerado como uno de los más astutos en la historia de la política estadounidense.

Pasó a la historia como el "discurso del whisky", y fue pronunciado en 1952 por Noah S. Sweat, un joven legislador de Mississippi, EE.UU., que más tarde fue juez y profesor universitario.

Los legisladores habían estado debatiendo si finalmente se debía levantar la ley seca y de eso habló Sweat a pesar de que, según empezó diciendo, "no tenía la intención de discutir este tema controvertido en este momento en particular".

Lo hizo, afirmó, por que no quería que pensaran que rehuía la controversia: "Por el contrario, tomaré una posición sobre cualquier tema en cualquier momento, independientemente de cuán controvertido sea".

Lo gracioso es que hizo todo lo contrario y de una manera tan magistral que le dio el nombre a esta falacia.

Aquí va el discurso (resumido):

"Me han preguntado qué siento respecto al whisky (...):

"Si por 'whisky' te refieres al brebaje del diablo, el azote del veneno, el monstruo sangriento que contamina la inocencia, destrona la razón, destruye el hogar, crea miseria y pobreza, sí, literalmente toma el pan de la boca de los niños pequeños; si te refieres a la bebida maligna que derroca al hombre y la mujer cristianos del pináculo de la vida recta y llena de gracia al abismo sin fondo de la degradación (...), entonces ciertamente estoy en contra.

"Pero si por 'whisky' te refieres al aceite de la conversación, el vino filosófico (...); la bebida que permite a un hombre magnificar su gozo y su felicidad y olvidar, aunque sólo sea por un momento, las grandes tragedias, los dolores y las tristezas de la vida (...), cuya venta vierte en nuestras tesorerías incontables millones de dólares, que se utilizan para cuidar tiernamente a nuestros pequeños niños lisiados (...), entonces ciertamente estoy a favor".

Terminó declarando: "Esta es mi posición. No me apartaré de ella. No me comprometeré".  Para ser justos, aclaró algunas cosas, pero no precisamente su posición.

Y esa es una táctica común en la política: dar una respuesta a una pregunta que depende de las opiniones del interrogador y utiliza palabras con fuertes connotaciones.

Es una falacia que parece apoyar ambos lados de un problema, y se utiliza para ocultar la falta de una posición o para esquivar preguntas difíciles.

La falacia de McNamara
Otro político, otra falacia.

En este caso, se trata de Robert McNamara, el secretario de Defensa de EE.UU. de 1961 a 1968.

Durante la Segunda Guerra Mundial, McNamara sirvió en el Departamento de Control Estadístico del ejército de EE.UU., donde aplicó una metodología estadística rigurosa a la planificación y ejecución de misiones de bombardeo aéreo, logrando una mejora espectacular en la eficiencia.

Después de la guerra, fue reclutado por Ford Motor Corporation que estaba perdiendo dinero. Con sus habilidades de análisis estadístico racional, McNamara logró mejoras dramáticas.

Cuando llegó al Pentágono, aplicó el mismo riguroso análisis sistémico que le había funcionado tan bien.

A medida que se intensificaba el conflicto en Vietnam, creyó que mientras las bajas del Viet Cong excedieran el número de muertos estadounidenses, la guerra finalmente se ganaría, así que los estadounidenses básicamente se dedicaron a contar cadáveres.  "Las cosas que puedes contar, debes contarlas; la pérdida de la vida es una de ellas", escribió en su libro "En retrospectiva: la tragedia y lecciones de Vietnam".

Pero esta vez estaba trágicamente equivocado. Él mismo admitiría más tarde que el énfasis excesivo en una sola métrica cruda simplificó en exceso las complejidades del conflicto.

Como dice la máxima:
No todo lo que se puede contar cuenta. No todo lo que cuenta se puede contar.

Y algo que no podía contar era la osadía de "movimientos populares altamente motivados".

Su nombre quedó vinculado inextricablemente con el fracaso estadounidense en Vietnam.

En 1972, el sociólogo Daniel Yankelovich acuñó la frase "La falacia de McNamara":

"El primer paso es medir cualquier cosa que se pueda medir fácilmente. Esto está bien hasta cierto punto.

"El segundo paso es descartar lo que no se puede medir fácilmente o darle un valor cuantitativo arbitrario. Esto es artificial y engañoso.

"El tercer paso es suponer que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no es importante. Esto es ceguera.

"El cuarto paso es decir que lo que no se puede medir fácilmente en realidad no existe. Esto es suicidio".  Contar sirve, pero no lo es todo.

La falacia de McNamara es una de las trampas más peligrosas pues se ha usado para guiar decisiones políticas en campos tan vitales como la salud y la educación.

Pero que el riesgo exista no quiere decir que se deben abandonar las mediciones y métricas cuantitativas; la cuantificación es una herramienta analítica valiosa.

Lo que hay que tener en cuenta, como señaló el estadístico W. Edwards Deming, es que "nada se vuelve más importante sólo porque se puede medir. Se vuelve más medible, eso es todo".

La clave es recordar que medir no es entender, que la realidad es multidimensional y que lo cualitativo es tan valioso como lo cuantitativo.

La falacia del político
La última de nuestras falacias no es tan conocida pero probablemente te has topado con ella brotando de labios de un político o de tu jefe.

Tiene un origen gracioso: fue identificada en la serie "Yes, Prime Minister" (Sí, Primer Ministro) de la BBC, una comedia que seguía las batallas entre un primer ministro y su secretario de gabinete.

Aunque obviamente ficticia, retrataba tan bien lo que ocurría en los corredores del poder que varios políticos británicos han dicho que parecía más bien un documental.

Escena de "Sí, Primer Ministro". 
 La serie "Sí, Ministro" se emitió entre 1980 y 1984; su continuación, "Sí, Primer Ministro", entre 1986 y 1988.

La falacia del político fue expuesta en un episodio de 1988 y desde entonces ha hecho eco en el Parlamento británico, en los medios internacionales y toda suerte de análisis y discusiones.

Su modelo es: "Debemos hacer algo, esto es algo, por lo tanto debemos hacer esto".

Conocida también como el silogismo del político, es una falacia lógica, similar a concluir, tras afirmar que algunos estadounidenses son ricos y que algunos pobres son estadounidenses, que algunos pobres son ricos.

A pesar del absurdo, es usada para pretender que se tiene una solución a un problema, sin importar cuán ineficaz o hasta dañina sea.

En tiempos de crisis económicas, por ejemplo, no es raro que se anuncien cortes de impuestos que no mitigan el sufrimiento de los más afectados, ni abordan los factores subyacentes de la emergencia ni determinan cómo prevenir futuras crisis.

Sin embargo, suenan bien y, cuando se trata de política, eso a menudo es equivalente al éxito.

jueves, 1 de junio de 2023

_- “Ser casero conlleva una responsabilidad social. Es algo que puede generar mucho sufrimiento a la gente”.

_- El periodista Sergio C. Fanjul desgrana en ‘La España invisible’ las causas de la pobreza y la desigualdad extremas en España y analiza el porqué del fin de la conciencia de clase obrera.

Ya cuando Sergio C. Fanjul (Oviedo, 42 años) era solo un niño que jugaba por las calles de su ciudad natal le resultaba especialmente incomprensible que hubiese gente pidiendo limosna. “¿Por qué unos tienen que hacer eso y otros no?”, se preguntaba. Ahora que, tras la pandemia, las cifras de gente en riesgo de exclusión grave en nuestro país son las más altas de Europa este periodista de EL PAÍS (licenciado en astrofísica) se ha propuesto contestar a aquella pregunta en La España invisible (Arpa), un ensayo en el que analiza las causas de la pobreza y desigualdad extremas. Y entre otras muchas cosas, con su trabajo ha descubierto por qué en su infancia aquella imagen le resultaba tan dolorosa: “A los niños la desigualdad no les parece lógica. La idea de la pobreza como algo inevitable se va legitimando a través de los años pero las personas nacen con resistencias naturales a estar contentas con eso”.

Pregunta. Ha hablado durante meses con gente que vive en la calle y con organizaciones que se dedican a ayudar y acoger a estas personas. ¿Qué ha aprendido de esa forma de vida que cree que todo el mundo debería saber?
Respuesta. Todo el mundo debería saber que vivir en la calle no es estar tirado a la bartola, tocándose las narices. Que, como me explicó Pedro Cabrera, uno de los sociólogos con más conocimiento sobre este tema en España, también hay que hacer méritos para vivir en la calle y que es muy complicado. Las personas sin hogar tienen que enfrentarse cada día, por ejemplo, a vivir sin un baño que no solo comporta que no te puedas asear ni tener cierta intimidad, sino que tampoco puedas hacer tus necesidades cuando quieras. Luego está el reto diario de “buscar el chupano”, que es encontrar un sitio ni muy oculto ni muy expuesto, para que no te molesten ni molestes pero a la vez que seas visible, para que si te atacan alguien lo vea y no te pase como a aquella señora a la que unos chicos quemaron en un cajero de Barcelona sin que nadie la socorriera.

P. Usted acaba de ser padre. ¿Se puede entrenar la empatía en los niños?
R. Yo tengo la sensación de que la paternidad en sí misma te hace más empático. Antes de ser padre me decían: “Cuando tengas un hijo, todos los niños serán el tuyo”. Y es un poco verdad. Ahora cada vez que veo a un niño desgraciado pienso: “Esa podría ser Candela”. Cuando ella nació mucha gente me preguntó si la iba criar en el barrio en el que vivía, Lavapiés, que aunque tiene una comunidad de padres muy unida no está especialmente diseñado para los niños; pero allí, cuando crezca, verá muchas realidades que no vería en otros sitios: para empezar, gente de otras culturas, de otros países y por otro lado, también problemas sociales como el sinhogarismo o la droga. Eso no me parece negativo. Al contrario. Tengo un amigo que es profesor en un colegio de élite y muchos de sus alumnos no han estado en contacto con personas pobres, personas sin hogar, ni siquiera con personas homosexuales. Creo que ahí está la clave de que a alguna gente le resulte tan complicado empatizar. Y por eso la segregación urbana también es un problema.

P. De hecho habla de cómo las ciudades ahora se diseñan para expulsar a los pobres. ¿Diría que Madrid es una ciudad con un urbanismo aporófobo?
R. Decididamente sí. En realidad es vecinófoba, porque no se lo pone fácil a ningún ciudadano que quiera sombra, agua, asientos, pocos ruidos, poca contaminación y por ende, es peor aún para las personas sin hogar, que son las que más se exponen a la arquitectura hostil: las superficies llenas de pinchos para que no te tumbes, las superficies inclinadas para lo mismo, los bancos antipobres, con brazos que impiden que se pueda dormir en ellos, y también el hostigamiento de la policía municipal, que es muy común. Es verdad que en las grandes ciudades hay comedores sociales y por tanto más oportunidades de conseguir alimento y por eso mucha gente pobre se junta en los centros urbanos.

P. ¿Y a esa línea de gestión aporófoba la llamaría simplemente “maldad”?
R. No creo que la gente que diseña las ciudades de esta forma lo haga pensando en dañar a los pobres. Simplemente, los pobres están fuera de la lógica del mercado y de la economía actual. No aportan, no compran ni venden. Las ciudades ahora no están pensadas para nuestro propio cuidado, sino para la producción y el consumo.

P. Cuenta usted en el libro que el proceso por el que alguna gente de la parte baja de la clase media se despeña hacia la pobreza y decide tirar la toalla se denomina “desafiliación”. ¿Cuáles son los puntos de inflexión que llevan a una persona a dejar de intentar estar en el sistema?
R. Está muy estudiado que para acabar en una situación de sinhogarismo y pobreza extrema tiene que haber una concatenación de causas. Por ejemplo, uno puede perder el trabajo pero si tiene una red familiar o una casa en propiedad, puede aguantar y no caer en la calle. Pero si de repente uno se divorcia, no tiene familia, es alcohólico y pierde el trabajo, entonces, no hay red. Pero mucho ojo, porque también hay gente pobre que tiene casa y esa es la que más me costó encontrar porque no vas a un centro de día y los encuentras ahí. Esos pobres no están en albergues, no están en la calle. Son tus vecinos o los vecinos de los barrios más pobres y hacen una vida supuestamente normal, pero se alimentan mal, no pueden pagar las facturas y acumulan todas esas pobrezas a las que se pone nombre, de la energética a la infantil, y que constituyen la pobreza en sí misma.

P. Tras la pandemia han aparecido los llamados “nuevos pobres”, gente que estaba en el extremo bajo de la clase media que ha acabado descarrilando silenciosamente.
R. Sí, y que es curioso, pero se examinan como si fueran mejores que los “pobres de siempre” porque son víctimas de una injusticia: estas eran gentes de bien, eran gente productiva, eran gente que tenía un negocio, no eran vagos ni maleantes, pero por la mala suerte de la macroeconomía, pues de repente se van a pique. Son vistos mejor que cualquier otro pobre que tenga adicciones o que esté en la calle tirado con una raigambre de años.

P. Dice usted en el libro que tener un trabajo ya no significa necesariamente no ser pobre.
R. El fenómeno de los trabajadores pobres ha sido común en Estados Unidos pero en España es nuevo. Gente que tiene varios empleos y aún así no le llega para vivir. Por el contrario, está toda esa gente rica que defiende que lo es por meritocracia. Me parece mucho más honesta la gente rica que dice “soy rentista y por eso tengo dinero”. No tengo un problema con ellos, sino con el sistema. Si alguien ha heredado muchos pisos, pues mejor para él. Eso sí, que le crujan a impuestos. Quien posee pisos, inmuebles o terrenos tiene una responsabilidad social. No es una cosa como otra cualquiera: son cosas que generan mucho sufrimiento en la vida de la gente y no pueden basarse solo en la rentabilidad.

P. ¿Y cómo se educa al casero en la empatía?
R. Pues como cuando me preguntabas por los niños, creo que de nuevo es una cuestión de visibilidad. En parte por eso yo escribí este libro, para que la gente vea que la gente sufre mucho por la ideología que domina el mundo. Es como el tema de la sociedad low cost [bajo coste]: siempre que algo es low cost se está pagando con el sufrimiento de alguien.

P. ¿No es ingenuo pensar que la conciencia de la desgracia ajena despierta conciencias? La gente sigue pidiendo a Glovo, a pesar de que todo el mundo conoce la terrible precariedad de sus trabajadores.
R. Es muy curioso porque el CEO del Glovo es un chico con una pinta adorable. Antes los empresarios se presentaban con una chistera y un puro, parecían seres malvados. Ahora son chavales muy jóvenes, con pinta muy amable, a los que ves incapaces de hacer algo malo. Se produce una enorme disonancia cognitiva entre su imagen y el sufrimiento que crean.

P. En dos décadas en España la cantidad de gente que se considera de clase obrera ha pasado del 50 al 16 por ciento. ¿Por qué cree que ha pasado eso?
R. La clase obrera ha dejado de ser algo deseable. Nunca lo fue, pero antes había un orgullo de pertenecer a ella: aunque fuera la clase más desfavorecida, estaba preñada del futuro. Iba a hacer la revolución, se organizaba, tenía sus formas de resistencia, sus redes sociales, sus sindicatos, sus economatos, sus barrios. Al desaparecer ese orgullo, ya no tiene ese poder transformador, ya no es algo de lo que puedas estar orgulloso. Ahora, gracias a la cultura del esfuerzo y el emprendimiento, la gente en vez de pensar “soy clase obrera y estoy orgulloso”, piensa: “Soy pobre, pero algún día podré avanzar”. Estamos en un régimen de trabajo posfordista donde ya no hay grandes factorías y el trabajo se ha atomizado en pequeñas empresas, en autónomos. Cada uno va a lo suyo y los sindicatos están muy preocupados porque se han perdido esos lazos.

P. ¿Quizá sea un pensamiento anticuado por parte de los sindicatos? Hay minorías muy oprimidas que han conseguido unirse gracias a lo remoto y a las redes sociales.
R. No creo que sea imposible lograr una nueva organización a través de las redes sociales, de Internet o de las videollamadas. El fin de la conciencia de clase no solo tiene que ver con el fin de los grandes centros de trabajo, sino también con la ideología imperante.

P. ¿Y es necesario tener conciencia de clase para acabar con la pobreza?
R. Las nuevas luchas para acabar con las injusticias no tienen que pasar necesariamente por tener conciencia de clase obrera pero sí por la conciencia de los problemas.