miércoles, 10 de octubre de 2018

De cómo ha cambiado la sociedad siria. Recogiendo los pedazos.

Synaps.network

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

La guerra de Siria ha transformado el país de forma devastadora y sutil. Si bien muchos de los cambios han sido a peor, ha habido otros que inspiran un cauto optimismo: los sirios han demostrado un incansable ingenio para adaptarse a cada una de las etapas de un conflicto horrendo, acertando a rescatar retazos de dignidad, solidaridad y vitalidad de entre circunstancias de pesadilla.

Por lo general, lo han hecho en sus propios términos, haciendo frente a cambios prácticamente ignorados por todos aquellos que afirman ayudarles o representarles. Esas transformaciones no han estado presentes en las conversaciones de paz ni en las políticas de poder, y rara vez se han tenido en cuenta en los esfuerzos de ayuda. Al parecer, también escapan a la percepción del creciente grupo de forasteros que pueden visitar Siria, que a menudo comentan que las cosas son más “normales” de lo que pensaban: los cafés damascenos están llenos de gente, las tiendas han vuelto a abrirse en Alepo y los funcionarios de diversas nacionalidades pululan por allí con planes más que optimistas para el futuro.

Ciertamente, la sociedad siria ha sufrido tales alteraciones que va a necesitarse tiempo para poder asumirlas. Por ello, se impone llevar a cabo una reevaluación completa si queremos comprender incluso las realidades más básicas existentes y en evolución hoy en Siria. Para evaluar la magnitud de estos cambios, las aportaciones de los sirios normales y corrientes son las que ofrecen las orientaciones más potentes.

No es país para jóvenes

Puede sostenerse que la aniquilación de la población masculina siria representa el cambio más fundamental sufrido por el tejido social del país. Como toda una generación de hombres ha quedado reducida a causa de la muerte, la discapacidad, el desplazamiento forzoso y la desaparición, quienes allí permanecen han sido en gran medida absorbidos por un sistema violento y corrupto centrado en las facciones armadas.

Una familia alauí de un pueblo costero brinda una ventana a la devastada situación de la población masculina, incluso en un territorio que ha permanecido firmemente bajo control del gobierno. De tres hermanos, a uno le mataron en una batalla, otro quedó paralítico por una bala en la espina dorsal y el tercero –un funcionario civil mal pagado de 30 años- vive con el temor de que le llamen a filas. Su madre resumía así su situación:

“Estamos hartos de la guerra. Se me llevó un hijo y otro está medio muerto. Al más joven podrían enrolarle en cualquier momento. Confío en que Dios ponga fin a esta guerra; las tumbas están llenas de hombres jóvenes.”

Su historia es la típica de un pueblo de 3.000 habitantes, que a su vez refleja las realidades de muchas comunidades ligadas socioeconómicamente al aparato militar y de seguridad. Según las propias estimaciones de la familia, que coinciden con la información proporcionada por un director de una ONG activa en la zona, 80 hombres de la aldea han muerto y 130 resultaron heridos, lo que representa un tercio de la población masculina de entre 18 y 50 años. Los dos tercios restantes han sido abrumadoramente absorbidos por el ejército o las milicias.

La violencia, que ha consumido tantas vidas, ha generado también fuentes indispensables de ingresos. En esta familia en particular, el hermano paralítico depende de su pensión de veterano de apenas 60 dólares al mes (todas las cifras en dólares son aproximadas, y se redondean a una tasa de cambio de 500 libras sirias por dólar). La viuda de su hermano recibe una asignación mensual equivalente a 35 dólares, que distribuye la milicia para la que combatía cuando murió en batalla. Sin embargo, esos estipendios están lejos de ser suficientes, y otros miembros de la familia tienen que buscar algún tipo de trabajo para poder llegar a fin de mes. El padre, de 65 años, que también es veterano del ejército, dijo desanimado: “Con un hijo mártir y otro destrozado, mi hijo sano y yo trabajamos día y noche para poder alimentar a la familia”.

Similar malestar ha echado raíces en las zonas anteriormente controladas por las facciones de la oposición que después fueron retomadas por las fuerzas sirias. Aunque muchos de sus jóvenes han sido asesinados o han tenido que huir, quienes allí permanecen tienen que hacer frente a potentes incentivos para que se incorporen a los grupos armados alineados con el régimen. Si lo hacen, tienen la oportunidad de salvarse a la vez que de ganar un jornal, lo que proporciona una alternativa al reclutamiento en el ejército regular, que combina un sueldo pésimo con el riesgo mortal de que te desplieguen en fronteras alejadas.

La mitad oriental de la ciudad de Alepo es un ejemplo de esa tendencia. Devastada por los años de asedio y bombardeos del gobierno, dispone de mínimos servicios, una economía arrasada y la inseguridad que provocan las milicias sin control. “Si quieres protegerte a ti mismo y a tu familia, tienes que incorporarte a una milicia”, comentó un hombre de mediana edad de la barriada de Yasmati. “La zona está infectada de delincuentes asociados con las milicias de la Defensa Nacional. Cada grupo controla un barrio determinado y en ocasiones luchan entre sí por el reparto del botín. Los comerciantes tienen que pagar por su protección a esas milicias. A uno de ellos, que se negó a hacerlo, le quemaron la tienda”.

En este contexto, portar armas conlleva un natural atractivo. Un hombre del barrio de Masakin Hanano describía esta dinámica:

“Los jóvenes que se quedaron en la zona este de Alepo se han unido a las milicias porque ofrecen soluciones a algunos de los peores problemas a que nos enfrentamos. Los combatientes consiguen un salario decente, pero también otros beneficios, por ejemplo, más amperios para los generadores privados, porque los proveedores de electricidad reducirán el precio si saben que están tratando con un miliciano.”

Otro vecino de la misma zona explicaba que él y su familia podían pasar desapercibidos gracias a la posición de sus dos hijos en la brigada Baqir, que cuenta con los apoyos de Irán y facilita no sólo salarios mensuales sino también oportunidades para agenciarse artículos para el hogar procedentes del saqueo.

Por toda Siria, los jóvenes que desean evadir el servicio militar obligatorio, ya sea en el ejército regular o en las milicias, disponen de pocas alternativas. La mayoría de los que pueden permitirse salir del país, lo hacen; otros se benefician de una exención otorgada a los estudiantes universitarios, mientras que un tercer subconjunto puede disfrutar de un aplazamiento debido a su condición de ser el único varón de su generación en una familia nuclear. Otros pueden pagar sobornos exorbitantes para eludir el reclutamiento o se confinan en sus casas para evitar ser detectados, haciéndose invisibles tanto para el ejército como para la sociedad en general. Algunos soportan múltiples pruebas de este tipo para permanecer tan sólo en un estado de limbo indefinido debido a la naturaleza contingente y precaria de estas soluciones. Un hombre de unos treinta años relató su experiencia después de que las fuerzas leales retomaran su ciudad natal en los suburbios de Damasco en 2016:

“Me enfrentaba a dos opciones: pagar de 3.000 a 4.000 dólares para pasar de contrabando a Turquía o al Líbano, o unirme al ejército o a una de las milicias. Había alrededor de nueve de esas facciones en mi ciudad, dirigidas por jóvenes vinculados a los servicios de seguridad. Para los hombres que no desean combatir, existe un acuerdo tácito para que el jefe de cualquier facción puede registrarte como combatiente y después dejarte vivir tu vida. A cambio, tienes que pagarle de una sola vez a ese comandante un soborno que oscila entre 250.000 y un millón de libras sirias [de 500 a 2.000 dólares], además de tu salario mensual de la milicia y, en ocasiones, una suma mensual adicional de hasta 50.000 libras [100 dólares].

En mi caso, el coste de pasar de contrabando era demasiado alto; además, tengo esposa e hijos aquí. Así que gasté más de 500.000 libras [1.000 dólares] para arreglar las cosas con una facción. Por simple mala suerte, esa facción se disolvió y perdí mi dinero y mi libertad de movimientos. Ahora estoy confinado en mi casa, teniendo que depender de los ahorros y de la ayuda de la familia. Ya no sé qué hacer.”

En otras palabras, incluso la menguante cohorte de jóvenes que consiguió mantenerse con vida en Siria llevará durante mucho tiempo sus propias cicatrices: o por el trauma de tener que unirse a las milicias o por las desesperadas medidas tomadas para eludir hacerlo.

Inevitablemente, la devastación de la fuerza de trabajo masculina de Siria afectará en gran medida en los esfuerzos para recuperar la economía del país. Un industrial de Alepo lo expresaba de forma sencilla: “Hablo con los propietarios de las fábricas y dicen que quieren reabrir sus fábricas pero que no pueden encontrar trabajadores. Cuando los encuentran, los servicios de seguridad o los milicianos llegan y, para empezar, arrestan a esos trabajadores y extorsionan a los propietarios por haberlos contratado”. Con tan pocas perspectivas en el horizonte de que las empresas locales consigan rendimientos, se necesitarán años para resolver este callejón sin salida a nivel económico.

A nivel político, la guerra ha mutilado a la misma generación de jóvenes que encabezó el levantamiento en Siria. Aquellos que permanecen en el país se han visto forzados a someterse, o han sido reclutados por la fuerza en el mismo aparato de poder contra el que se habían levantado. El resultado es una sombría paradoja: aunque prácticamente todos los problemas que desencadenaron el levantamiento de Siria en 2011 se han exacerbado, la sociedad ha quedado aplastada hasta el punto de casi garantizar que ningún movimiento reformista de base amplia va a poder materializarse en la generación que está por venir.

Canibalización económica

Las desesperadas circunstancias a que se enfrentan los jóvenes sirios alimentan y se ven reforzadas por una segunda transformación fundamental: la destrucción de la economía productiva de Siria y su sustitución por una economía de canibalización sistemática en la que los segmentos empobrecidos de la sociedad siria sobreviven cada vez más a base de depredarse unos a otros.

La manifestación más visible de esta nueva economía es una cultura de saqueo tan desarrollada y arraigada que la lengua vernácula siria ha incorporado un nuevo término –taafish- para describir una práctica que va mucho más allá del robo de muebles para incluir extremos tales como desmantelar los tendidos de electricidad y plomo de casas, calles y fábricas.

Un ejemplo reciente y particularmente espectacular de este saqueo sistemático se produjo con el regreso de las fuerzas pro-Asad a Yarmuk, un campo palestino en expansión al sur de Damasco, en abril de 2018. La caída de Yarmuk desató una ola de saqueo que sigue vigente desde el mes de junio y que va a dejar el paisaje urbano casi irreparablemente arrasado. El nivel de depredación es tal que incluso algunos milicianos partidarios de Asad expresaron sentirse conmocionados, sobre todo porque sus mismas propiedades se convirtieron en objetivos de otras facciones. “Vi a soldados uniformados usar un tanque del ejército sirio para arrancar cables eléctricos a seis metros bajo tierra”, comentó un combatiente de una facción palestina leal al régimen que estaba luchando por recuperar las pertenencias de su apartamento antes de que pudiera ser saqueado. “Vi a soldados de unidades de élite saqueando hospitales privados y oficinas gubernamentales. Esto no es sólo un saqueo, es un sabotaje de toda la infraestructura esencial”.

Se ha sabido de vecinos desesperados que estaban destrozando sus propiedades para impedir que se beneficiaran los grupos armados. Una de esas personas explicaba:

“Regresé a mi apartamento sólo para recuperar los documentos oficiales y algunas piezas de oro que había escondido. Lo hice y luego destruí mis propios muebles y electrodomésticos porque no quiero que esos tipos ganen dinero a mi costa. Me disponía a quemar mi apartamento, pero mi esposa me contuvo; no quería que causara daños en otros pisos del edificio.”

A medida que este flagelo se ha extendido por Siria, el botín ha creado microeconomías por derecho propio, desde el reciclaje de escombros hasta la proliferación de mercados taafish, donde las personas compran bienes de segunda mano robados a otros sirios. Muchos no tienen más remedio que utilizar estos mercados para reemplazar sus propias pertenencias robadas. Un funcionario explicaba el proceso de regresar a su ciudad natal, Deir Ezzor, después de dos años de desplazamiento en Damasco:

“En octubre de 2017, me ordenaron volver a Deir Ezzor para reanudar mi trabajo para el gobierno. Me sorprendió descubrir que mi edificio de apartamentos había sido desmantelado. Lo habían robado todo. Mi hermano me ayudó a encontrar un dormitorio sencillo y me compró algunos bienes saqueados para amueblarlo. La gente de Deir Ezzor ha perdido dos veces: primero perdimos nuestros objetos de cocina, camas, todo; y luego sentimos que habíamos perdido de nuevo al tener que comprar bienes saqueados a otros.”

Los sirios desplazados que tratan de regresar a sus hogares deben navegar, de muchas maneras, por un complicado y costoso proceso de compra en sus propios vecindarios. Además de los costes directos ocasionados por daños y robos, estas personas tienen que enfrentarse a actos depredadores que van desde peajes informales en puestos de control hasta tarifas extorsionistas impuestas por varias ramas del Estado incluso por servicios básicos inexistentes. Un comerciante de textiles entrado en años de la ciudad vieja de Alepo señalaba los costes siguientes:

“Gasté tres millones de libras sirias [6.000 dólares] en poder reabrir mi arrasada tienda. Por si no fuera suficiente con eso, las agencias del gobierno me exigieron que pagara los recibos del agua y electricidad -más los impuestos sobre las ganancias- de 2013 hasta 2017. Les dije que mi tienda había permanecido cerrada, que no había ganado dinero alguno y que no había utilizado agua ni electricidad, pero me obligaron a pagar de todas formas. Después gasté siete millones de libras sirias [13.500 dólares] en comprar textiles nuevos porque mi tienda había sido totalmente saqueada.

Así pues, en total, gasté diez millones de libras [20.000 dólares] para poder reabrir mi tienda. Ahora consigo unos beneficios de entre 6 a 8 dólares diarios, que apenas me dan para cubrir los gastos de comida, electricidad, agua e impuestos. Pero es mejor que pase los días en el mercado que quedarme sentado en casa dándole vueltas a la situación hasta que me dé un infarto.”

Los sirios han tenido también que recurrir a recursos preciosos para pagar a los funcionarios por la información sobre familiares desaparecidos, por ejemplo, o sobre su propio estatus en la extensa lista de personas “buscadas” en Siria. Para aquellos que desean confirmar que no serán detenidos al cruzar la frontera con Líbano, la tarifa actual es de aproximadamente 10 dólares, que la mayoría de las veces se pagan a un empleado del Departamento de Migración y Pasaportes.

Si bien gran parte de la economía depredadora de Siria está vinculada directamente a la violencia, la guerra ha generado innumerables formas más sutiles de depredación que perdurarán y evolucionarán en los próximos años. Esta economía caníbal, que abarca a todos los que han llegado a depender de la extorsión para su propio sustento, se extiende a la cohorte de abogados, agentes de seguridad y funcionarios civiles que se han posicionado como “intermediarios” en el mercado de documentos oficiales, como son los relativos al nacimiento, certificados de matrimonio y defunción. Un número incalculable de sirios han pasado por eventos vitales fundamentales mientras se encontraban en un territorio fuera del control del gobierno; para evitar el purgatorio legal tanto dentro como fuera de Siria, a menudo pagan sumas exorbitantes a los intermediarios para facilitar la documentación. Un abogado con base en Damasco explicaba cómo esta industria en crecimiento ha transformado su propia profesión:

“En la actualidad, incluso los abogados más veteranos están trabajando como intermediarios de documentos. Un intermediario bien conectado gana de 30 a 40.000 libras [60 a 80 dólares] al día; esto equivale aproximadamente al salario mensual de un funcionario civil educado en la universidad. Como resultado, muchos empleados del gobierno renuncian y trabajan como intermediarios para ganar más dinero.

Y todo eso es realmente un negocio, no una obra de caridad: cada agente toma dinero incluso de sus propios hermanos y hermanas. La semana pasada un colega me trajo a su cuñado. Le pregunté para qué me necesitaba cuando podía conseguir él mismo todos los papeles. Me explicó que no puede coger el dinero de su propio cuñado, pero que yo sí podía hacerlo y darle luego la mitad.”

Estas dinámicas canibalistas son aún más perniciosas por su capacidad de autoperpetuarse. La multiplicación de las formas de depredación ha acelerado la salida del capital humano y financiero de Siria, dejando atrás un país poblado en gran medida por una clase inferior que puede aspirar a poco más que a la subsistencia. Las demandas de supervivencia, a su vez, empujan a un número cada vez mayor de sirios normales al círculo vicioso de las industrias depredadoras, si no como depredadores, como beneficiarios de segundo orden de la depredación a través de la compra o recepción de bienes saqueados, la dependencia de ingresos basados en la extorsión a parientes, y así sucesivamente. En otras palabras, la economía depredadora de guerra de Siria se está convirtiendo de forma lenta pero segura en una economía depredadora de la paz.

Muros de miedo y fatiga

Un cambio menos notorio, pero no menos profundo, se plasma en el grado en que la sociedad siria se ha visto obligada a someterse psicológicamente después de un período de despertar revolucionario. Como dicen algunos sirios, Damasco ha sido particularmente eficaz en la reconstrucción de una cosa en medio de la inconmensurable destrucción: el “muro del miedo” que caracterizó al régimen antes de 2011, y que se vino momentáneamente abajo al comienzo del levantamiento.

Esta transformación se relaciona, obviamente, con el resurgimiento del Estado de seguridad de Siria en distintas partes del país del que se había retirado temporalmente. Las áreas que alguna vez se desbordaron de activismo revolucionario han vuelto a estar bajo la atenta mirada de la policía política siria, o mujabarat, haciendo que muchas personas sientan temor de hablar abiertamente fuera de la reclusión de sus hogares. Un investigador de Homs describía el peso de esta presión en su ciudad natal:

“Tengo una amiga que estaba llevando a cabo investigaciones, haciendo preguntas en la calle, con una ONG con licencia. Estaba embarazada. La seguridad vino y se la llevó, sin preguntas, simplemente se la llevaron. La detuvieron durante la noche y la dejaron salir por la mañana sólo porque estaba embarazada.”

Sin embargo, la vigilancia activa, la intimidación y la represión no son los únicos elementos que contribuyen a esta atmósfera tan plomiza. Los sirios abatidos e implicados en la guerra se sienten totalmente agotados y desilusionados con todos aquellos que pretenden dirigirlos o protegerlos, al verse en gran medida reducidos a luchar por la subsistencia cotidiana. El mismo investigador de Homs continuó:

“En 2011, todos hablaban de política, incluso aquellos que no sabían nada de ella. Hoy ya no hablan de política porque no les importa. Quieren vivir. Y tienen que gastar toda su energía tratando de encontrar lo suficiente para comer o intentando sacar a sus familiares de la cárcel.”

Un analista norteafricano que vivió y trabajó durante décadas en Damasco se hacía eco de esta situación describiendo las interacciones actuales con sus amigos en la capital y en sus alrededores: “La gente se siente perdida, frustrada hasta el punto de que no se preocupa por los acontecimientos diarios. Incluso los leales a Asad le dirán francamente: No sabemos hacia dónde nos encaminamos. Nadie es capaz de imaginar el futuro”.

Fragmentando

No sólo se ha doblegado a la sociedad siria, también se la ha desmantelado. A medida que las comunidades tenían que amoldarse a la agotadora rutina de la guerra o el exilio, se iban encerrando en grupos separados que ya no saben nada, o muy poco, los unos de los otros, a pesar de que a menudo tienen mucho en común.

A determinado nivel, la guerra ha desgarrado aún más las fracturas sociales y económicas que existían mucho antes del conflicto. La ciudad de Homs es quizás el microcosmo más doloroso de esa tendencia. Ciudad de mayoría suní con considerables minorías cristianas y alauíes, Homs fue el primer gran centro urbano en levantarse y el primero en degenerar en amargas sangrías sectarias. Casi cuatro años después de ser reconquistados por las fuerzas lealistas, las divisiones comunales de Homs se mantienen brutalmente claras, cambiándolo todo, desde las interacciones sociales comunes hasta los patrones de reconstrucción y el trabajo cívico. Un trabajador de una ONG describió cómo hasta la esfera caritativa de Homs se ha visto moldeada por tales divisiones: “Las organizaciones de beneficencia no eran intrínsecamente sectarias, pero la guerra hizo que se volvieran sectarias. La gente no se siente cómoda trabajando fuera de sus zonas”.

En Homs, como en toda Siria, las separaciones comunales están íntimamente ligadas a la división entre los que se considera que están con el régimen y los que están en su contra, un binario inadecuado e ineludible que ha marcado a familias, barrios, ciudades y pueblos enteros en formas que reverberarán durante décadas. Mientras que la mayoría suní de Homs se puso de parte de la revolución de forma abrumadora, la minoría alauí de la ciudad se movilizó rápidamente contra lo que percibió como una amenaza existencial. Ahora, con el resurgimiento de Damasco, los límites comunales asumen una nueva prominencia, enfrentando al vencedor contra el vencido.

Un hombre de un vecindario alauí en Homs se quejaba de los esfuerzos de rehabilitación en curso en las áreas suníes de la ciudad: “No sé por qué nuestro gobierno está permitiendo estos proyectos de reconstrucción. Deberían estar en nuestros vecindarios, para dar las gracias a las familias que sacrificaron a sus hijos”. Mientras que gran parte de la población suní de Siria se siente silenciada y brutalizada, las comunidades alauíes tienen a menudo su propia narrativa de victimización, combinando reclamaciones legítimas con impulsos vengativos respecto a los suníes, a quienes consideran traidores al país. Los suníes, por su parte, expresan con frecuencia el punto de vista opuesto: que los barrios alauíes han prosperado gracias a especular con la guerra. “Las zonas lealistas se han beneficiado enormemente", comentó un comerciante suní de la ciudad. “Se han convertido en mini-Estados administrados por los shabija [matones lealistas]. Incluso las fuerzas de seguridad no se atreven a entrar en la zona de Muhayirin [una vecindad alauí de clase baja]. Es aterrador, no creo que podamos recuperar pronto la normalidad”.

Homs ejemplifica el abismo cada vez más amplio entre ricos y pobres en Siria, una realidad que ayudó a sentar las bases para el levantamiento y que hoy ha alcanzado proporciones sin precedentes, con una camarilla reducida que está sacando tajada de la economía de guerra mientras que la mayoría se hunde en la pobreza. Un comerciante local suní resumía la situación:

“La guerra ha arruinado aquí toda la actividad comercial. Muchos comerciantes respetables han emigrado o han muerto asesinados. La mayoría de ellos tiene miedo aún de regresar al trabajo. Y ves que los que tienen éxito es por estar cerca de los servicios de seguridad, por denunciar a jóvenes afiliados a la oposición o coger grandes sumas de dinero de las familias que intentan garantizar la liberación de los niños detenidos. Esos son los hombres de negocios que logran prosperar.”

Otras divisiones que se dan por toda Siria son menos visibles, pero no menos insidiosas y provienen de los siete años de guerra brutal y desordenada. De hecho, las puras divisiones basadas en la secta o la clase no describen un paisaje tan complejo y fluido. Algunas brechas son menos dramáticas, casi imperceptibles, excepto para quienes las experimentan de primera mano. Vecinos, colegas, amigos y familiares pueden haber acabado en lados opuestos, a pesar de tener todos los marcadores sociales en común. Cada parte del país tiene su propia red de eventos trágicos que desenmarañar.

De hecho, el conflicto ha generado una enorme acumulación de resentimiento que de momento puede estar siendo reprimido, pero que se no olvidará pronto. Un maestro en Raqqa, por ejemplo, expresaba una sombría perspectiva sobre las perdurables desavenencias que dejó el gobierno del Estado Islámico en esa ciudad:

“Muchos combatientes del Estado Islámico se cambiaron de ropa y se unieron a las Fuerzas Democráticas Sirias [lideradas por los kurdos] para protegerse a sí mismos y a sus familias. Pero son los mismos de siempre; esa gente es mala y seguirá siendo mala. Y habrá venganza. Ahora no, porque todos están ocupados tratando de arreglar sus vidas. Pero finalmente, todos los que sufrieron bajo el ISIS, que tienen algún familiar asesinado por el ISIS, se vengarán.”

El legado de violencia se ve agravado por una feroz competencia por los escasos recursos, lo que genera otra fuente de descontento latente. En Damasco han ido surgiendo diversas gradaciones sutiles entre los habitantes originales y el mosaico de comunidades desplazadas que luchan por los empleos y donaciones de beneficencia. Una mujer desplazada de Deir Ezzor justificaba su sentimiento de culpa por aceptar trabajos de individuos conocidos coloquialmente como nazihin, sirios desplazados en 1973 por la ocupación israelí de los Altos del Golán, y que durante décadas han ocupado posiciones humildes en la jerarquía social siria:

“Trabajo para una mujer que solía contratar a su mujer de la limpieza en el campamento Wafidin [habitado por nazihin], pero envejeció y la torpeza le hacía romper las cosas. Me dijo que yo soy más joven y que me adapto mejor a las tareas. Otra mujer solía contratar a alguien también de Wafidin, pero ya no les considera desplazados. Ella siente que los nuevos desplazados, y yo pienso igual, se merecen más atención.”

Hay anécdotas similares que son comunes entre quienes luchan por sobrevivir en la capital y sus alrededores. Una mujer de la zona rural de Alepo describió su experiencia cambiante dentro de la jerarquía de privaciones existente en Damasco: “Llegamos a Damasco hace un año y nos registramos en la asistencia de la Media Luna Roja Árabe Siria. Nos dieron tres mantas, un colchón y finalmente tres cestas de comida. Pero ahora ya no nos dan nada, dicen no pueden, que ahora le toca a la gente de Ghuta. Una mujer de Deraa señaló en otra dirección: “La gente de Deir Ezzor se está llevando todas las cestas de comida. Son muy hábiles a la hora de convencer a los trabajadores sociales de que los ayuden”. Por su parte, las gentes locales necesitadas se sienten a menudo ignoradas. Una nativa de un suburbio de Damasco comentó: “Por lo general, las organizaciones de beneficencia quieren ayudar a quienes huyeron de otros lugares. Por eso, cuando voy a una de ellas les digo que estoy desplazada”.

Esas divisiones, aunque menos venenosas que el cisma entre quienes se alinearon en lados opuestos de la guerra, captan sin embargo la medida en que la violencia ha dividido a Siria entre sus partes constituyentes. Y la lista continúa: la división entre suníes conservadores y la gente más laica se ha calcificado, manifestándose incluso en el tratamiento diferencial en los puestos de control. “Me resulta más fácil moverme en coche porque no llevo el hiyab”, comentó una mujer de los suburbios de Damasco. “Si te ocultas, la seguridad asume que estás con la oposición”. Las divisiones entre los sirios dentro y fuera del país, entre las comunidades urbanas y rurales y entre la capital y la periferia se han profundizado también, con los primeros grupos culpando a menudo a los segundos del levantamiento y la consiguiente destrucción.

Esta fragmentación parece dar lugar a una creciente gama de esfuerzos de “diálogo”, financiados por Occidente, entre un grupo comunal y otro, entre las comunidades de acogida y los desplazados, entre las instituciones estatales y los actores de la oposición. Si bien el diálogo es extremadamente necesario, algunos sirios advierten que no se debe enfatizar el diálogo per se, incluso a costa de ocultar los temas más importantes en juego. Un empresario de Damasco describía su propia experiencia malograda en conversaciones que se proponían vincular elementos dispares del sector privado de Siria: “Existe toda una industria en torno a la 'mediación', incluso entre partes que en realidad no están en desacuerdo sobre nada. Mientras tanto, todos los problemas que motivaron el levantamiento han ido a peor”.

El riesgo de empañar los peores males de Siria es aún más agudo en un momento en el que Damasco puede imponer cada vez más su versión de los acontecimientos en todo el país, empoderando a los partidarios del régimen más agresivos y silenciando tanto a los que se oponen como a quienes, ambivalentes, se quedan de alguna manera en medio de los dos.

Manteniendo la unidad

Dada la magnitud de la desintegración de Siria, resulta aún más llamativo observar el ingenio con el que los sirios comunes siguen tratando de salir adelante, confiando en una mezcla de determinación, paciencia y formas de solidaridad que salvan vidas.

Para muchos, esto equivale simplemente a esperar y soportar todo el tiempo que sea necesario hasta que puedan retomar de verdad sus vidas.

Un maestro empleado por el gobierno en Deir Ezzor describía la típica experiencia de volver a la ciudad tras varios años de desplazamiento en la provincia de Hasakah:

“Me puse muy contento al encontrar mi apartamento intacto; había sido totalmente saqueado, pero al menos había paredes y techo. Necesito alrededor de dos millones de libras [4.000 dólares] para arreglarlo. Tengo algunos ahorros y mi hijo es médico en Arabia Saudí, por lo que me enviará los fondos que necesito para esos arreglos y pagará para que mis otros hijos puedan librarse del reclutamiento en una milicia kurda.

La vida en Deir Ezzor no es buena. No hay servicios básicos de ningún tipo. Pero al menos tengo mi apartamento, confío en que en pocos meses el gobierno traiga agua y electricidad y que el próximo año se abran algunas escuelas. Estoy cansado de ser un desplazado. Quiero descansar en mi propia comunidad. Aquí puedo ir al café y reunirme con mis amigos, fumar argileh, tomar té y jugar a las cartas todos los días.”

A menudo, las circunstancias en constante cambio exigen un alto grado de adaptabilidad simplemente para poder sobrevivir. Otro nativo menos optimista de Deir Ezzor explicaba los esfuerzos que ha tenido que hacer para mantener su trabajo en una clínica de salud estatal y que, al mismo tiempo, le permite a su familia continuar viviendo en la relativa seguridad del desplazamiento en Damasco:

“Hace tres meses, me pidieron que regresara a Deir Ezzor para reanudar mi trabajo porque si no lo perdería. Pero tengo tres hijas adolescentes y dos hijos y me da miedo llevarlos conmigo debido a la presencia de milicias y bandas criminales. La ciudad se ha convertido en un lugar para shabijas, no para civiles. Así pues, me quedo con mi hermano en Deir Ezzor una semana cada mes y paso tres semanas en Damasco con mi familia. Tenía una casa de dos pisos y una gran farmacia en Deir Ezzor; todo está arrasado.

El gobierno me paga un salario de unas 45.000 libras [85 dólares] al mes, que sólo cubre mi alquiler en Damasco. Gano otras 60.000 libras [120 dólares] mensuales trabajando largas horas en una farmacia privada. El mero hecho de ir y venir desde Deir Ezzor a Damasco me cuesta más que el salario de mi gobierno, entre 45 y 50.000 libras [90-100 dólares] por viaje.”

Aunque los sirios se ven obligados a ser más autosuficientes, también han llegado a depender cada vez más de estructuras vitales de apoyo social. De hecho, las circunstancias extremas han creado una paradoja: aunque la sociedad se haya dividido de innumerables maneras, podría decirse que el nivel de privaciones ha hecho que los sirios sean más interdependientes que nunca.

Quizás el mecanismo de apoyo más fundamental y omnipresente sean las remesas de los familiares que viven en el exterior. Una mujer desplazada de Homs, ahora en Damasco, explicaba cómo la ayuda de su familia le permite sobrevivir:

“Trabajaba como empleada doméstica de una anciana y recibí un pago por adelantado para que mi esposo pudiera abrir una pequeña tienda, pero sufrió un derrame cerebral, entonces dejé mi trabajo y me hice cargo de la tienda. Entre el alquiler, los recibos, la comida, el tratamiento para mi esposo y la escuela para mi hija, gasto más de lo que gano. Tengo tres hermanas, dos en el Golfo y una en Homs, que están en mejor situación que yo, por lo que me mandan una asignación mensual.”

Otras formas de apoyo están más organizadas, pero no son menos auténticas, ya que no provienen de ningún interés financiero o político, sino del simple impulso de ayudarse mutuamente. Tales esfuerzos de base se producen a menudo ante necesidades inmediatas y urgentes, y dependen de la buena voluntad de los vecinos que pueden permitírselo. Un oficial retirado del ejército que vivía en los suburbios de Damasco describió cómo él y un grupo de amigos decidieron tomar medidas al margen de cualquier iniciativa de ayuda formal:

“En 2013, llegó a nuestra ciudad un gran número de personas desplazadas en busca de refugio y comida. Algunos vecinos les dieron comida y mantas, o les encontraron apartamentos vacíos, tiendas y escuelas para que durmieran. Mis seis amigos y yo debatimos cómo podíamos recoger donaciones. Fuimos por la ciudad pidiendo a los vecinos que donaran cualquier comida extra, mantas o dinero en efectivo que tuvieran. Algunos se ofrecieron para hacer comida caliente. Los médicos se ofrecieron a examinar a los desplazados, mientras que los farmacéuticos proporcionaron medicamentos gratuitos.

Visitamos también la zona industrial y les pedimos a los propietarios de las fábricas que facilitaran materiales para equipar un refugio. Algunas fábricas de prendas de vestir acordaron donar ropa dos veces al año, mientras que las fábricas de alimentos proporcionaban alimentos básicos mensualmente. También conseguimos dinero en efectivo de los expatriados sirios.”

Estos métodos informales de apoyo tienen profundas raíces en la sociedad siria. Las clases medias y altas del país han extendido desde hace mucho tiempo las formas vitales de solidaridad a sus compatriotas más necesitados, con las redes comerciales y religiosas de Siria desempeñando un papel de liderazgo. Lo que es único, hoy en día, es la magnitud de las dificultades por todo el país, que es tan grande que ha cambiado la forma en que los sirios conceptualizan el acto de recibir caridad. Un empresario del centro de Siria señalaba hasta qué punto la dependencia, que alguna vez exigió cierto grado de discreción, se ha convertido en un hecho directo de la vida. “La gente solía ocultar cuando dependían de la caridad. Ya no. Hoy puede escucharse a los trabajadores en una fábrica preguntándose: ‘¿Dónde está el gerente?’ Y alguien contestará que ha ido a buscar su cesta de alimentos. Todo el país vive de limosnas”.

A medida que las necesidades se han disparado, los sirios comunes han dado la talla colectivamente para hacer frente a desafíos aparentemente insuperables, una hazaña que, para este empresario, implica un lado positivo:

“La gente sigue haciendo caridad a la manera islámica, a partir de la premisa de que debes ayudar a las personas más cercanas a ti. Si hay alguien a quien debes ayudar, por ejemplo, un vecino, pero no puedes, entonces es tu responsabilidad encontrar a alguien más que sí pueda. Estos círculos permanecen muy intactos y la sociedad entera vive de esto. Siete años de guerra no han destruido ese aspecto de la cultura siria, y eso es algo de lo que los sirios están orgullosos.”

* * *

La guerra de Siria evoluciona hacia una conclusión sin tener la sensación de haber llegado a su final. A medida que disminuya la violencia a gran escala, las preguntas esenciales seguirán sin respuesta: ¿Cuántas personas murieron asesinadas? ¿Por quién y por qué motivo? Innumerables tragedias permanecerán oscurecidas por narrativas rivales, por las pruebas destruidas y por la magnitud de la devastación del país.

Otras preguntas, agotadas desde hace mucho tiempo, provocan sin embargo un ciclo interminable e inútil de comentarios. El régimen ha ganado, en los términos maximalistas establecidos desde el principio y sin ningún deseo de compromiso de tratar de avanzar. Tras su victoria, los aliados de Damasco no van a reconstruir el país. Tampoco lo van a hacer los Estados occidentales, que continuarán ofreciendo apoyo humanitario aunque resistiéndose a la idea de financiar una reconstrucción dirigida completamente por Asad. No habrá recuperación a nivel nacional, ninguna reforma seria, ni reconciliación significativa en un futuro predecible.

Pero eso no significa que no haya preguntas que valga la pena hacer. Por el contrario, los temas más apremiantes son los que a menudo se pasan por alto porque el mundo se centra en geopolíticas y procesos de paz vacíos. Esos temas reflejan cómo la sociedad siria ha luchado, se ha transformado y, finalmente, ha sobrevivido: en qué se ha convertido Siria, cómo se organizan los sirios y qué necesitan para crear un futuro para ellos mismos. Las respuestas no van a encontrarse en Ginebra, Astana o en los corredores del poder en Damasco. Será el pueblo, sobre el terreno, el que susurre las respuestas.

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[¡Gracias! Tu compromiso activo, simplemente invirtiendo tu tiempo en nuestro trabajo y compartiéndolo a tu alrededor, es una gran recompensa para nosotros. Esta publicación viaja tan lejos como tú la lleves. Por eso estamos inmensamente agradecidos. Este ensayo fue colectivamente elaborado por el equipo de Siria de Synaps.]

Synaps es una agencia de información dedicada a obtener la información correcta de y para las personas adecuadas. Nos centramos en los crecientes desafíos socioeconómicos de hoy en día, utilizando los conocimientos y vivencias de quienes los experimentan de primera mano para poder orientar a los socios decididos a actuar.

Fuente: http://www.synaps.network/picking-up-the-pieces

-- El historiador Ricard Vinyes aborda las políticas públicas de memoria en la Universitat de València. La memoria democrática, un derecho ciudadano



Políticas de la memoria. En julio de 1990 Francia promulgó la “Ley Gayssot” (por el nombre del diputado comunista que la promovió), que castigaba la xenofobia y el “negacionismo” respecto a los crímenes de lesa humanidad, como el Holocausto (el pasado 27 de marzo la Corte de Casación francesa confirmó la condena a una multa de 30.000 euros al expresidente del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, por calificar de “un detalle en la historia” las cámaras de gas nazis). En mayo de 2001 la Asamblea Nacional aprobó la denominada “Ley Taubira”, que consideraba el tráfico negrero transatlántico y la esclavitud –perpetradas a partir del siglo XV- crímenes contra la humanidad; además, según la legislación, los programas educativos e investigaciones tendrían que otorgarle a estos hechos “el lugar que merecen”.

Pero la gran polémica sobre las leyes “memoriales” en Francia se desató en febrero de 2005; a través de una enmienda legal, el parlamento asignó a los programas escolares la función de reconocer el “papel positivo” del colonialismo francés en ultramar, particularmente en el norte de África. Los párrafos que suscitaron mayores críticas fueron derogados en 2006. Por otra parte, en 2012 la Asamblea gala aprobó una ley que penaba con un año de cárcel y 45.000 euros de multa la negación del “genocidio” armenio durante el Imperio Otomano (1,5 millones de muertos entre 1915 y 1917, según fuentes armenias, cifra que rebaja notablemente Turquía); un mes después el Consejo Constitucional de Francia tumbó la iniciativa legal, por considerar que vulneraba la libertad de expresión.

La batalla por el control de la memoria, los silencios y las omisiones tiene precedentes antiguos. En 1598 el monarca de Francia Enrique IV firmó el Edicto de Nantes, que finiquitaba las Guerras de Religión entre católicos y hugonotes (calvinistas franceses). El texto establecía “que la memoria de todos los acontecimientos ocurridos entre unos y otros tras el comienzo del mes de marzo de 1585 y durante los oscuros precedentes de los mismos, hasta nuestro advenimiento a la corona, queden disipados y asumidos como cosa no sucedida”.

En España, una muestra de políticas “memoriales” fue lo sucedido el 22 de noviembre de 1985 en la Plaza de la Lealtad de Madrid. “El rey inaugura el monumento a los caídos por España en presencia de excombatientes de los dos bandos”, tituló su crónica el diario El País. Ese día se conmemoraba el décimo aniversario de la coronación de Juan Carlos I de Borbón y su juramento de lealtad a los principios del Movimiento Nacional. En el acto de la Plaza madrileña estuvieron presentes la familia real, el presidente del Gobierno, Felipe González, y los ministros socialistas, además de altas dignidades estatales, efectivos de diferentes compañías del ejército, la guardia civil y “ancianos excombatientes” tanto de organizaciones republicanas como franquistas; estos, según ABC, “asistieron a la ceremonia visiblemente emocionados”. La inauguración del obelisco y la llama votiva concluyó con un desfile militar. “El rey prendió la llama en honor a todos los que dieron su vida por España. El acto simboliza el espíritu de reconciliación entre los españoles”, tituló el periódico conservador.

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universitat de Barcelona, Ricard Vinyes, ha mencionado estos ejemplos en la conferencia titulada “Historia y memoria: políticas públicas de memoria”, organizada por el Aula d’Història y Memòria Democràtica de la Universitat de València. El historiador ha publicado, con Montse Armengou y Ricard Belis, “Los niños perdidos del franquismo” (2003) y coordinado “El Estado y la memoria: gobiernos y ciudadanos frente a los traumas de la historia” (2009), entre otros libros. Asimismo es el coordinador del “Diccionario de la memoria colectiva”, editado en septiembre de 2018 por Gedisa y en el que han participado cerca de 200 investigadores.

En el prólogo del Diccionario, Vinyes hace referencia a la memoria popular y democrática. Apunta el caso de José Anselmo Clavé, músico y activista de mediados del siglo XIX que introdujo las sociedades corales entre las clases trabajadoras de Barcelona. El potencial subversivo de la fiesta, el baile y un ocio vinculado a ideas republicanas y democráticas preocupaba entonces a las élites; el alcalde de Barcelona, José Bertrán Ros, publicó un bando en 1853 que declaraba: “La clase obrera ha de ocuparse en trabajar y no en cantar o bailar”, de modo que estas actividades quedaron prohibidas en la calle. Según Ricard Vinyes, “la memoria de aquellos días pervive hoy en el nomenclátor de nuestras ciudades, pero no el relato, no el sentido”.

Hay asimismo ejemplos de lugares de memoria oficiales, impulsados por los gobiernos para rescatar grandes relatos. El historiador cita el monumento 9/11 Memorial de Nueva York en torno al 11-S, por “el debate generado a lo largo de su construcción y aún hoy”. La BBC informó en 2014 de la polémica sobre la tienda del museo dedicado a las víctimas, en la que el público podía comprar sudaderas con capucha y el dibujo de las Torres Gemelas, tazas de café del 11-S, bufandas con la silueta de la ciudad y camiones de juguetes como los utilizados por los bomberos. El memorial se inauguró en 2011, una década después de los atentados. “Muchos neoyorkinos reconocen estar saturados de tanta celebración”, informó el corresponsal de La Vanguardia.

El Diccionario define la “memoria pública” como aquella parte del pasado que permanece en el presente, en los discursos y debates actuales, lo que remite al “uso público de la historia”, afirma Anna Lisa Tota, profesora de la Universidad de Roma y autora del artículo. Así, el informe de 500 páginas de la comisión del 11-S, presentado al entonces presidente George W. Bush en julio de 2004, pasó por alto antecedentes de importancia, como las relaciones internacionales de Estados Unidos previas al ataque “y de las que en todo el informe no se hace mención alguna; lo que el documento omite es más relevante que aquello que explica con profusión”, afirma la investigadora.

Actualmente Ricard Vinyes es Comisionado de Programas de Memoria del Ayuntamiento de Barcelona. “Procuramos que la programación no sea plana, que tenga contenido político y aporte criterios éticos”, afirma el historiador. En el Centre La Nau de la Universitat de Valencia destaca el “giro memorial” de los últimos 15 años, por el que la memoria se ha ido desplazando de la idea de “deber” a considerarse un “derecho civil” que corresponde garantizar al Estado. En marzo se desarrolló la iniciativa “Queremos la paz, no el olvido”, con motivo del 80 aniversario del bombardeo de Barcelona. A mediados de marzo de 1938, los aviones italianos aplicaron el llamado “bombardeo de saturación” sobre la ciudad, lo que implicó el lanzamiento de 44 toneladas de bombas a baja altura durante dos días. El balance de los ataques se aproxima a los mil muertos, entre 1.500 y 2.000 heridos y 76 edificaciones totalmente destruidas.

Entre las actividades relacionadas con la embestida fascista, figura el espectáculo “El árbol de la memoria” diseñado por Xavier Bové, que consistió en una proyección de 10 minutos, en tres dimensiones, vídeo y voz en off sobre la fachada del consistorio en la Plaza de Sant Jaume. Al árbol gigante y conceptual de Bové, se agrega la organización de visitas guiadas a los refugios antiaéreos 307 del Poble-Sec y Gràcia o la señalización de lugares de Barcelona que recibieron el impacto de los explosivos; asimismo el Born-Centre de Cultura i Memòria acoge hasta marzo de 2019 la exposición “Una infancia sota les bombes”, sobre la masacre que el 30 de enero de 1938 causaron las bombas de la aviación fascista en la plaza barcelonesa de Sant Felipe Neri: 41 muertos, la mayoría niños.

Otra de las iniciativas del Programa de Memoria es la reconversión de la antigua cárcel Modelo de Barcelona -cerrada en junio de 2017, cuando se cumplió el 113 aniversario de su inauguración- en un espacio memorial que incluya un centro de interpretación de la represión y los movimientos sociales, además de conferencias y exposiciones. El militante libertario Salvador Puig Antich fue ejecutado a garrote vil en esta prisión en marzo de 1974; tres años después, se produjo el motín de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL). En la Modelo, recuerda el Ayuntamiento de Barcelona, “fueron encarcelados durante el siglo XX quienes participaron en revueltas de todo tipo”. Entre las próximas acciones, se incluye la que tendrá lugar el 28 de octubre: un acto de homenaje a las Brigadas Internacionales, que se realizará en el monumento erigido en el barrio de El Carmel a los voluntarios (de más de 50 países) que combatieron al fascismo en España; el 28 de octubre de 1938 tuvo lugar en las calles de Barcelona el desfile de despedida a los brigadistas, al que asistieron 250.000 personas.

Ricard Vinyes también resalta la inversión de 900.000 euros en ocho barrios anunciada el tres de octubre por el Ayuntamiento de Barcelona para “reivindicar la memoria popular”. En las barriadas de Sant Genís dels Agudells y La Teixonera el proyecto incluye una mesa por la memoria, que representa a vecinos y asociaciones; la realización de exposiciones y un documental sobre la historia social de los dos barrios (uno de los aspectos que se destacan son las oleadas inmigratorias entre los años 50 y 80 del siglo pasado).

En las barriadas del Bon Pastor y Baró de Viver, en el distrito de Sant Andreu, un eje del proyecto es la memoria histórica de las viviendas obreras y las casas baratas. En La Marina, algunas propuestas remiten a la memoria del pasado industrial y la factoría de SEAT. Vinyes destaca, por último, la vigencia del artículo de Josep Renau “Sentido popular y revolucionario de la fiesta de las fallas”, publicado en la revista Nueva Cultura en plena guerra civil. El pintor y muralista aborda la evolución de las fiestas falleras, cómo “san José va quedando a un lado”, al igual que la mitología católica, mientras en los festejos arraiga el contenido “sensual y crítico, es decir, materialista y revolucionario”; las fiestas falleras responden a “la gloriosa tradición liberal del pueblo, que, arrancando de aquellas jornadas épicas de las Germanías, conduce a la Valencia antifascista de hoy”, concluye Renau

Fuente de las imágenes: Ayuntamiento de Barcelona

Guevara como mito


El Viejo Topo


Nota de edición:

Ayer [9 de octubre de 2018] hace 51 años asesinaron al Che [1], un hombre nuevo en un mundo todavía viejo. Su lucha tuvo sentido ayer, hoy y para siempre. Guevara era un comunista marxista, un revolucionario laico. Fernández Buey reflexiona sobre su conversión en un mito.

I

Ni que decir tiene que Ernesto Guevara no se consideraba un mito. Tampoco le habría gustado que la gente hablara de él con esa palabra. Si se le hubiera preguntado al respecto probablemente habría contestado como Brecht acerca de las lápidas: “No necesito lápida, pero/ si vosotros necesitáis ponerme una/ desearía que en ella se leyera: /Hizo propuestas. Nosotros/ las aceptamos. /Una inscripción así/nos honraría a todos.” O tal vez habría dicho algo parecido a lo que decía hace poco Rossana Rossanda al ponerse a escribir sus recuerdos de comunista del siglo XX: “Los mitos son una proyección ajena con la que no tengo nada que ver. No estoy honrosamente clavada en una lápida, fuera del mundo y del tiempo. Sigo metida tanto en el uno como en el otro”. Bastaría con cambiar los tiempos de los verbos.

Nadie en su sano juicio pretende ser un mito o convertirse en mito. Y de la vida y la obra de Guevara se podrán decir muchas cosas, a favor o en contra, pero no se podrá decir que el hombre no estuviera en su sano juicio. Lo que él quería dar de sí o dejar a los otros en herencia lo dejó dicho en un poema que escribió a Aleida Mach desde Bolivia y que tituló “Contra viento y marea”. Dice así:

Este poema (contra viento y marea) llevará mi firma. // Te doy seis sílabas sonoras,// una mirada que siempre lleva (como un pájaro herido) ternura, // una ansiedad de agua tibia y profunda, // una oficina oscura donde la única luz es la de estos versos míos, // un dedal muy usado para tus noches aburridas, // una fotografía de nuestros hijos. // La bala más hermosa de esta pistola que siempre me acompaña, // la memoria imborrable (siempre latente y profunda) de los niños // que, un día, tú y yo concebimos, // y el pedazo de vida que me resta, // esto lo doy (convencido y feliz) a la Revolución. // Nada que pueda unirnos tendrá mayor poder.

II

La creación de mitos es, como se sabe, cosa del pensamiento religioso, prefilosófico, preilustrado. Guevara era un comunista marxista, un revolucionario laico. Y en principio el comunista marxista, el revolucionario laico, no necesita mitos. Se da a los otros, a los próximos, a los de abajo por los que lucha, con la fuerte convicción de que la revolución liberadora es inevitable y de que él mismo es parte de la revolución en marcha. No espera nada de los suspiros religiosos de la criatura oprimida. Lo espera todo de la razón apasionada de quienes quieren emanciparse y, a lo sumo, se piensa a sí mismo como parte de la chispa que producirá el incendio que cambiará el mundo. Busca la coherencia entre el decir y el hacer en el plano individual y en el plano colectivo.

Pero dicho eso, también sabemos: la revolución no es, no ha sido, no será pura racionalidad. Es pasión razonada o razón apasionada. Y en la medida en que la pasión es parte esencial de la actividad revolucionaria el comunismo marxista, como toda tradición emancipatoria, ha tenido también una dimensión que enlaza con la del pensamiento religioso, prefilosófico y preilustrado. No se puede negar eso. Por muy racional que haya sido el pensamiento de los clásicos de la tradición comunista marxista y por mucho que éstos se hayan negado de la manera más explícita a ser convertidos en mito, lo cierto es que, en unos casos más y en otros menos, lo han acabado siendo. La identificación comunitaria, por abajo, con los padres fundadores de una tradición emancipatoria lleva a eso. Hasta es posible que la tendencia a la creación de mitos, también en el mundo moderno y post-ilustrado, tenga que verse como prolongación de una de las “ilusiones naturales” de los humanos de las que no podemos prescindir. Algo así intuyó ya Sorel (y con Sorel, el joven Gramsci).

Si hubiera que hacer teoría del mito comunista esto que estoy esbozando aquí se podría formular así: independientemente de su intención racionalista e ilustrada (basta con pensar en aquello, tan repetido, del paso del socialismo utópico al socialismo científico), toda tradición que incluye praxis emancipatoria de los de abajo acaba incorporando en su desarrollo una dimensión para-religiosa que impulsa a la creación de mitos. Por eso también el revolucionario comunista marxista ha tenido (y sigue teniendo) “santos” (por laicos que éstos hayan sido) de su devoción. Y, vista la cosa con la distancia que da el tiempo transcurrido, se podría añadir, para que no haya lugar a dudas, que esto no es un hecho histórico determinado sólo, como a veces se ha dicho, por el “atraso” (económico, cultural, etc.) del lugar, país o circunstancia en que cuajan las ideas. Pues también la posmoderna crítica de todos los grandes relatos, que se presenta a sí misma con ínfulas desmitificadoreas, parece abocada a construir sus propios mitos.

III

Desde esta perspectiva nada tiene de extraño, por tanto, la mitificación de Che Guevara, el cual, por lo que había hecho durante la revolución cubana, era ya algo así como una leyenda antes de su muerte. La creación del mito Guevara tiene particularmente que ver, como se sabe, con dos fotografías: la que se tomó inmediatamente después de su muerte, ya cadáver; y la que le hizo Korda en La Habana.

De la primera se ha dicho muchas veces que recuerda tanto a la imagen del Cristo yacente de Andrea Mantegna, el pintor de Quatrocento italiano, que remite inmediatamente a lo que toda persona familiarizada con la tradición cristiana conoce: la idea de la resurrección del salvador. Y no es casual que eso mismo haya estado tan presente en tantas y tantas celebraciones conmemorativas del día de la muerte de Guevara: “Che vivo, como nunca te quisieron”, decía una pintada en Cochabamba, muchas veces repetida también. Por supuesto que, para los amigos de la revolución social, este estar vivo del guerrillero revolucionario no puede ser la resurrección real del otro, en la que creen los cristianos que tienen fe. Pero la diferencia es poco relevante en la creación del mito (que, por lo que se sabe ahora, es seguramente un mito precristiano). Lo importante es el estar vivo del personaje en el imaginario precisamente en la medida en que esto remite a la vigencia del ideal que el personaje representó.

Sobre la otra foto, la que más ha contribuido a la conversión de Guevara en mito, la foto tomada por Alberto Díaz (Korda) el 5 de marzo de 1960, cuando Guevara tenía 31 años, se ha escrito tanto que me puedo ahorrar el comentario ahora. Todo el mundo la recuerda. Es el Che vivo en su mejor momento, la mejor de las imágenes posibles del revolucionario. Ya era tan buena en el momento en que, gracias a Feltrinelli, se hizo pública por vez primera, siete años después de la muerte del Che, que ni siquiera han hecho falta las técnicas de la manipulación informática para mejorarla. Todas las demás fotos conocidas del Ché remiten a ella, e incluso las fotos que hemos conocido muchos años después, en alguna de las cuales se ve a Guevara calvo y ridículamente disfrazado o roto ya definitivamente por la enfermedad y las penalidades, nos hacen pensar, por comparación, en la apostura del personaje que retrató Korda, en aquellos ojos suyos, en la profundidad de su mirada atenta.

Algunos hemos tenido otras fotos de otros revolucionarios colgando de las paredes de nuestros cuartos y a veces compitiendo allí con la foto de Guevara. Ninguna es comparable. Y cuando uno ve las fotos de actos conmemorativos, de ayer o de hoy, presididos por el póster con aquella imagen del Che, fotos en las que se ve en primer plano a personajes que merecen nuestra admiración y nuestro respeto, en lo primero en que suele fijarse, de todas formas, es en la prestancia del personaje del fondo; hasta el punto de que, por lo general, ante fotos así tendemos a pensar enseguida si lo que habrán dijo estos otros personajes que hoy se sientan a la mesa conmemorativa estará en consonancia con lo que fue e hizo aquél.

Esto es lo que habitualmente sienten las personas que siguen apreciando sus ideales, viejos o jóvenes.

IV

Pero no hablemos sólo de los amigos de la revolución social. Luego están los otros, los jóvenes y no tan jóvenes que en todo el mundo han tenido o tienen aquella misma imagen en sus cuartos o que la lucen en sus camisetas, chapas e iconos sin haber leído nunca nada de Guevara, sin tener más que una vaga idea de quién fue o simplemente porque también esa imagen es un objeto de consumo. Como eso también existe, ha habido y hay polémica sobre la conversión del Che en mito. Y es ahí, en la identificación con el mero objeto de consumo, donde surge el problema de la apropiación.

Personalmente creo que no hay que rasgarse las vestiduras ante la apropiación de la imagen del Che por jóvenes apolíticos (suponiendo que lo sean) que combinan su chapa o su póster con la chapa o el póster del cantante o la cantante de moda. Esa combinación forma parte de una subcultura juvenil extendidísima y generalmente ajena a valoraciones políticas, aunque no necesariamente a valoraciones estéticas o relacionadas con la cuestión del gusto. Tiene escaso sentido, en mi opinión, exigir moralísticamente coherencia a quien no sabe ni sospecha con qué tienen que concordar los propios actos o actuaciones.

Más sentido tiene, en cambio, la crítica a la apropiación de la imagen del Che con una finalidad mercantil, contraria además a todo lo que él defendió, o sea, la crítica a las empresas que hacen o pretenden hacer negocio con una imagen que saben que vende entre los jóvenes consumidores. Y en este sentido me parece tan interesante como aleccionadora la batalla jurídica que Korda y el gobierno cubano emprendieron en su momento contra la apropiación de la célebre foto por una marca de vodka.

Interesante y aleccionadora, digo, porque ahí, en esa batalla jurídica, sí estaba implicada una cuestión político-cultural de importancia. Tanto más cuanto que, en los últimos tiempos, las multinacionales del consumo capitalista han hecho habitualmente un uso tan mercantil como insultante de iconos robados a las culturas y movimientos emancipatorios o de resistencia. El propio Korda dejó claro, durante aquella batalla jurídica, de qué derechos de autor se estaba hablando, a qué se oponía y a qué no: “Como defensor de los ideales por los que el Che Guevara murió, no me opongo a la reproducción de la imagen para la difusión de su memoria y de la causa de la justicia social en el mundo”.

Ese es un caso, por tanto, y hablando con propiedad, de apropiación indebida no sólo desde el punto de vista jurídico sino también desde el punto de vista moral. El que la crítica a la manipulación capitalista de palabras y símbolos de la izquierda revolucionaria sea casi tan antigua como la manipulación misma no quita justicia a la crítica ni implica que, por antigua, haya que dejar de hacerla, como postulan a veces los cínicos de hoy. Al contrario: cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer, repetir y repetirse suele más novedoso que ciscarse en la repetición de lo olvidado o lo ignorado.

V

Para valorar lo que representa esa batalla contra el uso indebido de la imagen o del icono, incluso en el plano político, basta con comparar. Podemos poner a un lado esta batalla que digo contra el uso indebido de la imagen del Ché por la marca de vodka y al otro el uso consentido de la imagen del artífice de la Perestroika, Gorbachov, por tal o cual anunciante fuera de vodka o de automóviles. Con todos los respetos que desde el punto de vista político nos haya merecido en su momento el intento de Gorbachov por dignificar el socialismo en la URSS, parece evidente que su consentimiento en esto no sólo contribuye a la destrucción de otro mito (en el caso de que éste haya llegado a crearse) sino a la trivialización definitiva del socialismo mismo.

Moralmente, la cosa está clara. De la comparación que estoy proponiendo sale la confirmación a posteriori de algo que escribió el poeta salvadoreño Roque Dalton no mucho después de la muerte de Guevara: “La guerrilla es lo único limpio que queda en el mundo”. Desde ahí, o sea, desde este punto de vista aún pre-político, se comprende la persistencia del mito y se comprende incluso la paradoja de que el mito revolucionario comunista haya cuajado entre jóvenes que no lo son ni quieren serlo ni sueñan en ello.

Pero políticamente, la cosa es, desde luego, más complicada. Primero por la paradoja trágica que mató al poeta que escribió la frase: asesinado por una parte de la guerrilla en la que él estaba, y asesinado además, según todos los indicios, por orden de alguien que luego iba a abominar de la guerrilla. Y segundo, porque tampoco la apropiación de la imagen del Ché por otras guerrillas que vinieron después de su muerte, algunas de las cuales han pervivido hasta hoy, es agua clara. Hubo un momento, ya bastante lejano, en que el vínculo, comprobado, entre guerrilla y narcotráfico, obligaba a considerar como mínimo dudosa la drástica afirmación del poeta Roque Dalton, tan inspirada por el recuerdo de Guevara.

Así las cosas, creo que se podría concluir en este punto que de todas las apropiaciones de Guevara como mito que se han producido en estos cuarenta años la menos mala, la menos indebida, ha sido la que viene haciendo desde entonces el gobierno de Cuba. Y esto, a pesar de las discrepancias, sobre las que tanto se ha insistido en ensayos y biografías, entre Castro y Guevara. Pues estas discrepancias (sobre el papel de la Unión Soviética en la construcción del socialismo, sobre los incentivos materiales y espirituales en la planificación económica o sobre la táctica a seguir en los procesos revolucionarios de la época), vistas con perspectiva histórica, apenas fueron nada si se las compara con lo que fue la crítica del Ché a las instituciones y corporaciones capitalistas, colonialistas e imperialistas que luego, con los años, han tratado de sacar beneficio del mito. Y son muy poca cosa también, si las compara con la crítica del Ché a las alienaciones, despolitizaciones y manipulaciones que la misma sociedad capitalista genera entre los jóvenes.

VI

Nuestra época, la época que estamos viviendo ahora, se distingue precisamente por la pretensión de desmitificar. Esta pretensión ha dado muchas veces en un exceso: romper todos los espejos en los que mirarnos para ser mejores. El exceso queda de manifiesto, en este caso, cuando nos damos cuenta de que, al final, presuntamente rotos todos los espejos, aún nos queda uno: el de la “mala” del cuento de Blancanieves, el “espejito, espejito” que nos repite, porque nosotros ponemos en él las palabras, que somos los más guapos, los más hermosos. Sintomáticamente, una época que dice querer romper todos los espejos, acaba quedándose en el narcisismo y en el infantilismo.

Pues bien, una de las cosas más notables de las que están ocurriendo en esta época de desmitificaciones es precisamente que, cuarenta años después de su muerte, el mito Guevara sale reforzado, agrandado como ningún otro. De todos nuestros mitos de los años sesenta (Mao, Ho Chi Minh, Ben Bella, Fidel Castro, Giap, Cohn Bendit, Rudi Dutschke…), Guevara, es, sin ninguna duda, el que mejor se ha mantenido, el que sigue suscitando hoy más adhesiones entre jóvenes y viejos.

Creo que puede decirse incluso que los libros publicados en estos últimos años, con motivo de las conmemoraciones de la muerte del Che, están contribuyendo a enaltecer su leyenda. Estoy pensando, por ejemplo, en el libro del escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II, en el del catedrático y corresponsal del diario “Le Monde” en Chile, Pierre Kalfon, (Una leyenda de nuestro siglo), en el del periodista norteamericano Jon Lee Anderson (Una vida revolucionaria) e incluso en el de Jorge Castañeda (La vida en rojo).

Ninguno de esos libros es una hagiografía de Guevara; ninguno de sus autores se caracteriza por la intención de escribir una vida de santos para uso de devotos, una biografía de aquellas en que se presenta al héroe biografiado, como decía Unamuno de las hagiografías cristianas, absteniéndose de mamar los primeros viernes ya en la más tierna infancia. Al contrario: estos son libros gruesos, que no se pueden leer de un tirón, escritos con espíritu analítico y crítico; que entran sin beatería en los detalles más controvertidos y oscuros de la vida de Guevara; que aportan datos nuevos, desconocidos hasta hace muy poco no sólo por el gran público sino también por los guevaristas de ayer. Libros que se basan en testimonios y entrevistas de y con personas que trataron al Che en los momentos decisivos de su vida: en Argentina, en Guatemala, en México, en Cuba, en el Congo, en Bolivia. Libros escritos por autores que no siempre comparten los ideales del Che o que tienen muchas objeciones que hacer a la revolución cubana.

Siempre que se entra en el detalle, analítico y crítico, de la vida de los hombres que han sido leyenda, ésta, la leyenda heredada, se complica. Y tampoco hay duda de que el Che que ahora conocemos es otro Che, un Guevara muy distinto del que apenas entrevimos hace cuarenta años cuando leíamos algunos de sus escritos más teóricos sobre la guerra de guerrillas, sus opiniones sobre el socialismo después del conflicto chino-soviético o las primeras ediciones del Diario de Bolivia. Esto ha sido subrayado por Paco Ignacio Taibo II. Y con razón.

Pues bien: cuando uno acaba de leer estos libros o las memorias de los que fueron compañeros del Che, más allá de las dudas sobre tales o cuales detalles y por encima de las preferencias políticas de sus autores (que son, a pesar del esfuerzo historiográfico, muy evidentes), queda la impresión de que, a pesar del afán desmitificador, perviven el mito y la leyenda que hicieron de Guevara el personaje más admirado por los universitarios norteamericanos y europeos del 68. El Che que aparece en esas páginas sigue siendo un ejemplo de revolucionario que, incluso en su estoicismo o en el fatalismo de las horas malas, o justamente por eso mismo, nos conmueve, nos sigue conmoviendo. Conmueve, quiero decir, a todos aquellos que hoy en día no quieren reconciliarse con la realidad de este mundo y desean arrimar el hombro en la lucha en favor de los que menos tienen, de los desheredados, de los excluidos, de los humillados y ofendidos por los poderosos de nuestra época.

VII

No querría acabar sin hacer referencia a la controversia que se produjo con motivo de las conmemoraciones del cuarenta aniversario de la muerte de Guevara, controversia suscitada por una nota editorial del diario El País, titulada “Caudillo Guevara”, que salió el 10 de octubre del año pasado.

Dije entonces y repito ahora que no hacía falta haber sido guevarista para considerar aquella intervención un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad, un ejemplo más del tipo de discurso “autorizado por la policía y vedado por la lógica”, que decía Marx; que era de una ignorancia supina atribuir en exclusiva al romanticismo europeo el prejuicio de que entregar la vida por las ideas es digno de admiración y elogio; que es sectario denominar muerte al asesinato de Guevara en La Higuera y encima atribuirle el propósito de dotar al crimen de un sentido trascendente; que es una manipulación incalificable identificar lo que hizo el internacionalista Guevara con movimientos terroristas, nacionalistas o yihadistas de ahora; que es un infundio presentar la vida y la acción de Guevara y de sus seguidores como mera coartada para un autoritarismo de signo contrario; que es absurdo presentar a Guevara como puesta al día del caudillismo latino-americano; y que es falso que hoy ya sólo se conmemore la muerte de Guevara en Cuba, Venezuela o Bolivia.

Tengo que añadir ahora que aquel editorial inauguraba un cambio de fase en la consideración de Guevara. Hace once años los ideólogos del neoliberalismo y del social-liberalismo todavía preferían algo así como una aproximación historicista para acabar con el mito Guevara; preferían la desmitificación pensando que las ideas y el hacer de Guevara eran, al fin y al cabo, cosas de un pasado definitivamente superado; y preferían reírse o sonreírse de que el mito aún siguiera presente entre los jóvenes. Pero no parecía preocuparles.

Como todo el mundo sabe, en los años transcurridos desde entonces han pasado algunas cosas importantes en América Latina (y no sólo en Venezuela y en Bolivia). Y así, con las transformaciones en curso, la frase Guevara vivo toma otra dimensión, tiene otra connotación. Vuelve a hablarse allí de socialismo. Y aquí molesta y preocupa. El que se esté vinculando el nombre de Guevara al socialismo del siglo XXI es ya un peligro para el mantenimiento del privilegio de los mandamases. Aquí y allí. Por ello, para los ideólogos del gran poder, ya no se trata sólo de desmitificar al personaje, de mostrar sus contradicciones y debilidades, que las tuvo, como todo hijo de vecino, sino de tergiversar lo que hizo y de manipular sus ideas y sus actos abiertamente, para presentarle como antecedente de lo que llaman “caudillismo”, “populismo” y “terrorismo” los mismos que aún tienen en la memoria a su Caudillo, que denominan “popular” a su partido conservador y que apoyan abiertamente el terrorismo de estado allí donde éste actúa.

Ahí tenéis un motivo más para valorar en su justa medida lo que dijo e hizo Guevara y para desconfiar, de paso, de los desmitificadores que mitifican la ideología propia por el procedimiento de desmitificar las de los otros. Mientras eso siga existiendo, o cuando se reduplica, como hoy, la primera palabra del discurso del pensamiento laico, racionalista e ilustrado, que con razón se siente molesto con la conversión de Guevara en mito, tendrá que ser esta: primero leerlo y estudiarlo; luego hablamos. Y, por supuesto, comparamos.

Nota de rebelión:

El que fuera maestro, compañero y amigo de FFB, Manuel Sacristán, escribió el siguiente texto tras el asesinato de Ernesto Guevara (“En memoria de Ernesto Che Guevara”, Nous Horitzons 16, 1er trim, 1969, p. 39):


Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/guevara-como-mito/

martes, 9 de octubre de 2018

Cold War. Qué belleza sobre los amores difíciles. Pawel Pawlikowski tiene la capacidad de crear imágenes inolvidables.

Pawel Pawlikowski: “Parece siempre imposible, pero al final el amor es hermoso”

BOYERO

Es una sensación mágica y por lo tanto escasa. Ocurre al finalizar determinadas películas. Es imposible que abandones la sala hasta el último título de crédito, flotas, estás removido, la historia que te han contado te impregna, esos personajes, esas imágenes, esos sonidos te van a acompañar durante mucho tiempo, es un placer intimo y solitario, solo podrías compartirlo con alguien muy cercano o muy cómplice. Me ocurrió con Ida, la anterior película de un polaco singular llamado Pawel Pawlikowski, un director que parece de otro tiempo, de un cine filmado en maravilloso blanco y negro, sugerente hasta el dolor, misterioso, sutil. Me impresionó tanto aquella novicia en un convento de clausura que sale al mundo para descubrir el horror con el que fue machacada su auténtica y desconocida familia, aquella jueza legendaria por su implacable caza de brujas durante el estalinismo, desesperada, alcohólica, promiscua, cínica, que sin hacer aspavientos ni implorar piedad se lanza un día por la ventana, la atmósfera que desprendía cada escenario y cada plano, que me hacía esperar con ansiedad (pero también con un poco de miedo) su siguiente película.

Se titula Cold War y es otra obra maestra. Pawlikowski retorna al pasado, a un tiempo asfixiante y represor en la Polonia de la posguerra, para narrar un amor tan volcánico como desgarrador, al que las circunstancias imponen el ni contigo ni sin ti, y que se desarrolla entre 1949 y 1964. Él es un músico contratado por el Gobierno para adaptar el folclore ancestral y primitivo (producto del sufrimiento y la humillación, pero que también otorgaba alegría, cuenta alguien) al triunfo del proletariado, la reforma agraria y la glorificación del timonel Stalin. Ella canta y baila, es voluptuosa de forma natural, intentó cargarse a su padre porque alguna vez la confundió con su madre, quiera hacer carrera.

Son dos instintivos profesionales de la supervivencia en tiempos difíciles. Él se exiliará y se buscará la vida tocando el piano en París. Ella se afianzará en su arte representando las esencias del alma eslava al servicio del nuevo mundo impuesto desde Moscú. Y ambos tendrán amantes, parejas, líos, pero seguirán soñando con sus furtivos reencuentros, con algo tan imposible como la continuidad, un futuro juntos, el mantenimiento de la plenitud. Y surgirán las broncas, los celos, el enloquecimiento, la desolación. También la certeza de que la vida no vale nada si no pueden estar juntos.

Desde el insólito arranque, mostrando los cantos y los exóticos instrumentos musicales de la tradición más remota, hasta, en uno de los desenlaces más hermosos, románticos y trágicos que he visto en el cine, esta película resulta imprevisible, poderosa, lírica, compleja y veraz. La capacidad del director para crear imágenes inolvidables, recrear ambientes, expresar sensaciones con miradas, tonos de voz y pequeños gestos, hacerte vivir la música (desde las canciones populares al jazz, desde el rock a la música clásica), dirigir actores y actrices, lleva la marca del clasicismo.

Y el clasicismo sirve para transmitir emociones universales, retratar un mundo sin que nada falte ni sobre, sentir como algo tuyo lo que le ocurre a unos personajes de ficción. Pawlikowski dedica Cold War a sus padres y ha dado a entender que en su argumento hay muchas cosas que se ajustan a la vida real de la gente que le engendró. Quiero pensar que se sentirían conmovidos con la belleza, la pasión y la tristeza que desprende la película de su hijo.

COLD WAR

Dirección: Pawel Pawlikowski.

Intérpretes: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Borys Szyc, Agata Kulesza, Cédric Kahn, Jeanne Balibar.

Género: drama. Polonia, 2018.

Duración: 88 minutos.

Pawel Pawlikowski: “Parece siempre imposible, pero al final el amor es hermoso”

lunes, 8 de octubre de 2018

Imperios combatientes. La insólita coalición


CTXT


Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se alían para torear a Trump

El lunes 24 de septiembre pasó algo curioso en Nueva York: cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU se reunieron con la comisaria europea de Exteriores, Federica Mogherini, y el ministro de Exteriores de Irán, Javad Zarif, para torear a Donald Trump. El asunto era el acuerdo con Irán.

El gobierno iraní está cumpliendo ese acuerdo firmado por todos ellos en 2015. Eso lo reconoce hasta Theresa May. Sin embargo, Estados Unidos, animado por Israel y los miembros más demenciales de su belicista administración, se ha retirado para regresar a la que ha sido su política desde que la revolución iraní derrocara al sha: el cambio de régimen. A quienes pretendan respetar lo firmado y hacer tratos con Teherán, Trump les promete sanciones a través de su control de los canales bancarios y comerciales del que su país es dueño. Los ministros de Exteriores de Francia, Reino Unido, Rusia y China, más la comisaria europea y el ministro iraní, se han rebelado contra Trump, declarando la vigencia del acuerdo: los más viejos del lugar no recuerdan nada semejante.

“Los participantes subrayan su determinación de proteger la libertad de sus operadores económicos para realizar legítimos negocios con Irán”, señala la declaración. Y su punto octavo abre a Irán el Banco Europeo de Inversiones como canal para sus negocios comerciales con el mundo. Se pondrá en marcha “un mecanismo especial para facilitar los pagos relacionados con las exportaciones de Irán, incluido el petróleo, y las importaciones, lo que ayudará y tranquilizará a los operadores económicos que realicen negocios legítimos con Irán”. Mogherini aclaró que este sistema podría abrirse a otros países fuera de la UE, y ha subrayado que todos los firmantes actuales del pacto atómico lo apoyan.

Después de que Trump manifestara ante la Asamblea General de la ONU que “los dirigentes iraníes siembran el caos, la muerte y la destrucción” en el mundo, y glosara sus sanciones (que desde abril han hecho perder más de dos tercios de su valor a la moneda local y que el 5 de noviembre aún se reforzarán más) como medio para defenderse de las “sangrientas intenciones de Teherán”, la declaración de los cuatro + dos sonó potente. En el caso de la Unión Europa casi como una verdadera declaración de independencia. ¿Verdaderamente?

Desde que Trump se fue del acuerdo y anunció sanciones para las empresas que negocien con Irán, las mayores empresas europeas con expectativas allá se han ido en estampida; PSA, Total, Renault, VW, Daimler, y diversos bancos europeos. No parece que el anuncio del lunes vaya a cambiar eso, porque los negocios de esas empresas con Estados Unidos pesan mucho más que lo que puedan ganar en Irán. Solo las pequeñas empresas sin negocios con Estados Unidos podrán correr el riesgo. Aún así, mientras los europeos no dispongan de su propio Swift, es decir de un sistema independiente de transacciones financieras fuera del alcance del dólar y de los bancos americanos, como ha mencionado el ministro alemán de exteriores, Heiko Maas, el desafío será pólvora mojada. Otra cosa sería si los gobiernos europeos de la UE fueran capaces de proteger de forma efectiva a sus empresas del abuso que representa la extraterritorialidad de las leyes de Estados Unidos.

Pero incluso sin eso, la insólita coalición del lunes sienta un pequeño precedente. Lo que hoy no existe y convierte a esas declaraciones en algo parecido a papel mojado, puede existir mañana. Ninguna moneda ha dominado la economía mundial eternamente y el dólar no será excepción. Es más, el intento de Trump de chantajear a los demás con su moneda y su control de las redes comerciales internacionales puede volverse contra él. Y en eso estamos.

P.S. El 22 de septiembre Irán sufrió el más mortífero atentado de su última década: 25 muertos, la mitad de ellos civiles incluido un niño de cuatro años, en un ataque a un desfile militar en la ciudad de Ahvaz. Se conmemoraba el inicio de la guerra con Irak, una guerra de ocho años (1980-1988) propiciada por occidente en respuesta a la revolución de 1979 y que dejó la factura de un millón de muertos en Irán. La magnitud del atentado equivale a los vistos en París, Londres o Barcelona. El Estado islámico lo reivindicó. Pero, en vísperas de la llegada del Presidente iraní, Hasán Rohaní, a las Naciones Unidas (donde pronunció un discurso lleno de buen sentido), no se podía permitir que un atentado presentara como víctima al Irán al que se hace pasar como principal factor de terrorismo en el mundo. Así que se optó por titulares que difuminaran lo sucedido: “Los guardias revolucionarios, objetivo en un desfile militar en Ahvaz”, y similares. La compasión es selectiva.

Fuente:
https://ctxt.es/es/20180926/Politica/21926/Rafael-Poch-ONU-Consejo-de-seguridad-Trump-Iran-Hasan-Rohani.htm

domingo, 7 de octubre de 2018

-- Un libro que merece ser leído, estudiado y discutido



Para Sofía, que nos habló de Engels como editor de Marx

Texto de la presentación del libro de Ricardo Rodríguez, Los impuestos en la sociedad democrática [LISD], Vilassar de Dalt (Barcelona), El Viejo Topo, 2018, en la fiesta del PCE: Madrid, sábado 29 de septiembre de 2018, 12: 45.

Mesa compartida con el autor y con Sofía García-Hortelano Martín-Ampudia (https://www.youtube.com/watch?v=HLUpJfsUluA&feature=youtu.be )

Gracias al PCE por la invitación, gracias a Ricardo Rodríguez [RR] por haber pensado en mí para acompañarle en este encuentro y gracias a ustedes por su presencia.

Nadie hasta ahora me había presentado con palabras tan hermosas como las que ha usado la compañera Sofía para hablar de mí hace un momento. ¡Me ha vinculado nada menos que con Engels, editor de Marx como saben, por haber editado o ayudado a editar (junto a Jordi Mir García) algunos textos de Sacristán y de Francisco Fernández Buey! ¡Ni en mis mejores sueños! Gracias querida amiga.

Ha sido también un gran honor que RR pensara en mí para escribir el prólogo de su libro, un texto, lo sé muy bien, que no está a la altura de lo prologado. No era fácil la tarea, nada fácil.

En los ocho minutos que me he auto-otorgado les señalo diez, once ideas (ideillas más bien) sobre el libro. Antes de ello les doy breve cuenta del índice: prólogo, justificación del autor, una extensa y magnífica presentación: “Anatomía del fraude fiscal, pp. 35-100 (¡no se la pierdan!) y 17 artículos, algunos de ellos publicados anteriormente en revistas como Mundo Obrero, El Viejo Topo, Público o aquí, en rebelión. Algunos títulos de estos escritos: “Nuestros vecinos esclavos”, “El pánico de los empresarios”, “Al Capone en Madrid”, “Fútbol e impuestos”, “El precio de la rendición: los créditos fiscales a la banda”, “Impuestos, mitos y propaganda”, etc.

Las ideas-ideíllas de las que les hablaba antes:

1. LISD es un libro muy bien escrito. Se agradece mucho este buen escribir en temas técnicos, en temas difíciles, si queremos decirlo así.

Es marca de la casa del autor: todo lo que toca lo transforma en buen arte, en buena literatura.

2. Se habla en LISD de un tema esencial tal vez (¿o sin “tal vez”?) un pelín abandonado por la izquierda. No digo siempre, en ocasiones.

¿Por qué esencial? Porque apunta a uno de los núcleos centrales del capitalismo realmente existente: los ricos y muy ricos lloran (a veces, como todos) pero pagan poco (no como todos en este caso).

3. LISD democratiza, el asunto es un tema importante en mi opinión, una cuestión considerada usualmente “para especialistas”. Roba, como si fuera un Prometeo enrojecido, el fuego y el poder a los técnicos que hablan y piensan sólo para técnicos.

LISD pone a nuestro alcance, en la medida de lo posible en un libro de menos de 250 páginas, el saber de los especialistas. Es ahí donde ese saber debe estar. LISD, por otra parte, nos ayuda a comprender y recordar conceptos básicos de la temática.

4. RR traduce a un lenguaje asequible términos que parecen incomprensibles en primera y segunda instancia. Que dan miedo de entrada, que general lejanía en todos nosotros. De eso no sabemos, decimos, ni sabremos.

LISD nos ayuda, en definitiva, a ser ciudadanos, a poder discutir con conocimiento de causa, con buena información y buenos argumentos, en el ágora, en la polis.

5. El título es magnífico. Entra por los ojos y está a la altura de sus contenidos, es digno de un gran escritor.

No es una cuestión menor o de marketing inteligente porque explicita una toma de posición del autor, su concepción de la sociedad, de la justicia e incluso de la vida, de nuestra vida en común.

6. Es justo destacar también un punto que seguro que a ustedes no se les escapa: su finalidad de servicio, de buen servicio a la ciudadanía. LISD es un libro pensado para la inmensa mayoría (que somos todos los ciudadanos y ciudadanas), no para élites insaciables y muy ignorantes en muchas ocasiones.

7. Quiero destacar igualmente que LISD es un buen instrumento, tenemos ante nosotros una excelente ocasión, para retomar una vieja forma de proceder, de intervenir, de estudiar que a mí me parece más atinada que nunca en este caso. Hablo de los seminarios. Estamos ante un libro que permite, que exige incluso, discutir en grupo. Para aprender, para hacer comunidad, para acercarnos unos a otros, para transmitir nuestros conocimientos. Para comprender, como diría Brecht.

8. RR nos enseña además, para que tomemos nota, la distancia que existe en muchas ocasiones entre el decir y el hacer, entre lo que formulamos en este ámbito o en otros cercanos, en momentos de campaña electoral o cuando toca decir lo que toca decir, y las inmensas dificultades de todo tipo para llevar a cabo lo que con alegría formulamos o incluso prometemos. Nos enseña distancias y nos aconseja prudencia, pero no para que permanezcamos pasivos, inactivos, sino para todo lo contrario: para que sepamos intervenir con acierto, con fundamento, con resultados, para que no hablemos sin ton ni son.

Inferencia poliética que podemos extraer: seamos prudentes en el decir, informémonos bien antes de comentar, seamos coherentes en el actuar. Juan Francisco Martín Seco, con razón, nos ha llamado la atención reiteradamente sobre este pensar y decir insustantivo.

9. LISD es también un libro que nos muestra algunos de los senderos que usan las grandes corporaciones para tomar o intentar tomar el pelo al Estado, para desgastarlo, para conseguir anular sus acciones, para hacerlo impotente ante las injusticias e ilegalidades. Son estos poderes reales, como todos sabemos, un peligro para la ciudadanía, un peligro para una sociedad democrática que no renuncie a ser lo que aspiramos a ser… Y en serio. En LISD tenemos varias pruebas de ello, así como de la existencia de varias puertas giratorias poco conocidas también en ámbitos hacendísticos.

Recordemos el célebre y hermoso paso del MC que nunca está de más: en las heladas, en las heladísimas aguas del cálculo egoísta. Contra ellas, querían decir los clásicos; contra ellas, nos enseña RR.

10. Nuestro libro puede ser además, deseo y confío que lo sea, un libro en construcción. Es altamente probable que nuevos capítulos y apartados nos enseñan más en futuras reediciones. La lucha por una política fiscal justa es un proceso sin principio definido y, desde luego, sin fin.

Tarea permanente incluso en una sociedad socialista (socialista en serio por supuesto).

11. Presten atención a la dedicatoria y al agudo chiste marxiano de “Sopa de Ganso”. No les doy más pistas.

12. ¿Se observa alguna filosofía subyacente en este libro que les recomiendo y que deseo esté pronto entre sus manos? Sí en mi opinión: una filosofía ilustrada y autocrítica que tiene como finalidades esenciales la información ciudadana, aquel viejo lema de la ciencia-conocimiento para el pueblo, la equidad, la dignidad, la fraternidad. Nada menos.

Y algo más en mi opinión: una determinada serenidad, la misma que transmite la hermosa voz de RR (se nota que es poeta también en esto), una prudencia, una phrónesis aristotélica, que es, además, sabia, humana, y enrojecida.

Una buena filosofía que, en mi opinión, recoge muy bien un poema de Bertolt Brecht (¡de nuevo el gran autor alemán!) con el que me gustaría finalizar. “Satisfacciones” es su título. Para todos ustedes:

La primera mirada por la ventana al despertarse,
el viejo libro vuelto a encontrar,
rostros entusiasmados,
nieve, el cambio de las estaciones,
el periódico, el perro, la dialéctica,
ducharse, nadar, música antigua,
zapatos cómodos, comprender, música nueva,
escribir, plantar, viajar, cantar, ser amable.

Gracias por su interesada y cortés escucha. Disculpen las dificultades del sonido y mi débil voz.

Saludos fraternales desde una ciudad y un espacio, éste, donde reina (democráticamente) el compañerismo y la fraternidad. No se puede decir lo mismo, se lo aseguro, de todos lugares y de todas las comunidades de nuestra geografía.

El valor y la cobardía de los soldados. De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros

Se publica por primera vez en castellano ‘Anatomía del valor’, de Lord Moran, la obra clásica de referencia sobre el coraje y la cobardía de los soldados 

No deja de ser una curiosa paradoja que el libro de referencia sobre la valentía se publique por fin en castellano gracias a un notable cobarde. Cuando hace unos meses el historiador Ricardo Artola me comentó los títulos que barajaba para el nuevo sello editorial Arzalia le recomendé The Anatomy of Courage, el ensayo clásico de 1945 de Lord Moran (1882-1977) sobre el valor y la cobardía de los soldados y que yo tengo siempre a mano en mi atiborrada mesita de noche para cuando me asaltan recuerdos pesadillescos del Somme, donde –a diferencia del autor, que ganó allí en 1916 la Military Cross– afortunadamente nunca estuve, pues lo hubiera hecho de pena. El ensayo, que se acaba de publicar con el título de Anatomía del valor en traducción de Alicia Frieyro Gutiérrez, me lo recomendó a mí hace años en un inolvidable encuentro entre los tanques y artillería del Imperial War Museum de Londres el historiador Max Hastings, para el que también es un libro de cabecera. Como es asimismo una obra indispensable para Antony Beevor, que el otro día, entre puente y puente, al comentarle la inminente publicación en España de Anatomía del valor me dijo que ya era hora y que nadie interesado en los efectos de la guerra en la mente y en el espíritu de los soldados y en esa delgada línea (más ancha en algunos) que separa al héroe del cobarde puede dejar de leerla.

Charles McMoran Wilson, primer barón Moran (lo nombraron caballero en 1938 y le dieron el título en 1943) se alistó al comenzar la I Guerra Mundial y fue oficial médico del Primer Batallón de los Fusileros Reales alcanzando el rango de mayor. Recibió varias condecoraciones al valor y fue citado dos veces en despachos. Lo único que tenemos en común es que yo también he jugado al rugby. Basándose en su experiencia en el frente, desarrolló su pionero estudio sobre el comportamiento de los soldados y los efectos psicológicos de la guerra en las tropas que desembocó en Anatomía del valor.

Lord Moran, por supuesto, es sobre todo famoso por haber sido el médico personal de Winston Churchill desde 1940 hasta la muerte del (ya no) primer ministro en 1968. Por esas casualidades del destino hace unos meses encontré en una librería de lance una vieja edición en castellano (Taurus, 1967) de la otra gran obra de Lord Moran Winston Churchill. The Struggle for Survival, titulada aquí Winston Churchill. Memorias de su médico. Es un libro que fue polémico pues algunos consideraron que violaba la relación de confidencialidad médico-paciente, pero que resulta interesantísimo. Al principio ni Wilson (Moran) quería ser médico de Churchill ni este que lo fuera. Mi pasaje favorito es el relato de cuando el primer ministro se encapricha de Wingate (el maestro de la guerra en la jungla contra los japoneses en Birmania y creador de las unidades de chindits) considerándolo un nuevo Lawrence de Arabia. Churchill se los llevó a él y a su mujer a un viaje por mar en el Queen Mary en 1943, pero el personaje le decepcionó. “Wingate no era más que un excéntrico bien dotado”, zanja Lord Moran, para mí que pelín celoso y evidiosillo.

Pero volvamos al coraje. Anatomía del valor no es un libro sencillo ni redondo, entre otras cosas porque está escrito en fecha tan azarosa como 1943, con el autor viajando junto a Churchill por un mundo en guerra y porque incluye el diario de Lord Moran durante la batalla del Somme, que ya es zozobra. El objetivo del autor, que escribía en el marco de las investigaciones pioneras sobre la neurosis de guerra y el estrés bélico, era tratar de dilucidar, a lo Gary Cooper en Llegaron a Cordura, qué hace que unos hombres aguanten en la batalla y otros no, las razones psicológicas y morales del valor y la cobardía.

Su idea era que entender cómo funciona la mente del soldado en guerra permitiría idealmente desterrar el miedo, disciplinarlo o al menos seleccionar a los que pueden ser buenos combatientes de los que no tienen remedio (y extienden "el contagio de la derrota")

De sus experiencias y observaciones,
Lord Moran extrajo la sorprendente conclusión, y esta es su gran aportación, de que todos (incluso usted y yo) poseemos una cantidad contante de valor pero que ese valor se va gastando cuando lo utilizas, como la ropa.
Por ejemplo, si atacas un nido de ametralladoras alemán o aguantas un bombardeo de aúpa puedes quedarte no solo sin valor sino incluso en números rojos. En un ataque con gas mostaza, por poner otro ejemplo, el valor se te deteriora enormemente. Se te empequeñece. Cómo mantener tu saldo de valor e incluso aumentarlo (derribando un Messerschmitt o con una victoria como El Alamein, siempre y cuando fueras británico, claro) es un tema que interesó especialmente a Lord Moran (y a los generales ni te digo). Lord Moran no es optimista: el número de valientes es muy limitado y sometido a todo lo que te puede caer en una guerra en última instancia no hay quien aguante, todos sienten miedo tarde o temprano.

De cómo la imaginación ayuda a unos hombres y destruye a otros es uno de los capítulos más interesantes. 
Podría firmarlo Lord Jim. Ser imaginativo en principio no ayuda en la guerra, porque, lógicamente, te imaginas muerto. Pero Lord Moran determina que si eres capaz de dirigirla correctamente y no dejarte arrastrar, la imaginación te impulsa a dar lo mejor de ti mismo y hasta a sobrevivir. O por lo menos a morir con decencia, que para él es un punto.

El autor es poco comprensivo con la cobardía,
lo que se entiende si has ganado la Military Cross, te han citado en despachos, etcétera.

Distingue entre el miedo normal (respuesta del instinto de autoconservación) y el malsano, cuando es desproporcionado con respecto al grado de peligro (y me pregunto yo si el que te maten no es un grado considerablemente alto de peligro). Al parecer, la acción ayuda a pasar el miedo, aunque, claro, también significa más posibilidades de que te metan un balazo. El asunto es complejo. Se interroga Lord Moran si la guerra puede convertir con el tiempo a un hombre en cobarde. Lo que parece retórico pues, resume, “ningún hombre dispone de cantidades ilimitadas de valor y cuando estas se agotan, él está acabado”. Que cada uno eche sus cuentas.

Antony Beevor: “El valor en la guerra se gasta” 
El gran historiador militar explica la Segunda Guerra Mundial como una “lotería absurda” en la que vivir o morir dependía de un cambio de humor. Y donde el valiente se hundía y el débil podría emerger.

sábado, 6 de octubre de 2018

--- Siria, tres años después de Rusia



El 29 de septiembre de 2015, el régimen de Bashar el Asad agonizaba, con las fuerzas del Estado Islámico y otras controlando dos tercios de Siria y el Ejército Árabe Sirio desmoronándose, incapaz de resistir la ofensiva de los extremistas apoyados, armados y financiados por EEUU, Arabia Saudita, Qatar, Turquía e Israel. Al día siguiente, para perplejidad del mundo (sobre todo de Occidente), Rusia irrumpía en la guerra, dándole un vuelco tal a la situación que dejó paralizados a los promotores del conflicto. Bajo la égida de Moscú, Irán, Iraq y Hezbolá ayudaron a una reorganización profunda de las fuerzas armadas sirias y enviaron a miles de combatientes para apuntalar a un ejército moribundo. Tres años después, el Estado Islámico es un despojo, la práctica totalidad de grupos y organizaciones extremistas han sido aniquiladas y, tras la defección de Turquía y su incorporación al ‘club de Moscú’, los islamistas y similares están reducidos a la provincia de Idlib, convertida en zona de refugio y retirada de los grupos derrotados. El éxito ha sido tal que, hoy, sólo resta un acuerdo político para finiquitar el conflicto.

Nada que ver con las operaciones de la OTAN en Afganistán e Iraq, encabezadas por EEUU, que, además de fracasar estrepitosamente y terminar con la retirada casi total de tropas, no han terminado todavía. La invasión de Afganistán, en 2001, pudo derrocar al gobierno de los talibanes, pero no derrotarlos. En 2014, convencidos de que estaban metidos en una guerra interminable, la OTAN y EEUU retiraron el grueso de sus tropas, no todas, y dejaron el peso de la guerra al ejército afgano. Decisión que imitaba la de Washington, en 1969, que llevó a la retirada de tropas y a un rearme masivo del ejército sudvietnamita, para ‘vietnamizar’ la guerra, que sabemos cómo terminó. En Afganistán, EEUU no quiso repetir error y dejó tropas de combate para sostener al ejército afgano. El resultado ha sido una guerra interminable, fuera de foco, pero viva y con los talibanes controlando la mitad del país. Cada año, desde 2014, EEUU pierde dos docenas de soldados y varios centenares más regresan heridos, a cobrar sus pensiones.

En Iraq no les fue mejor. La retirada en 2011, después de casi nueve años de guerra, fue una victoria para los chiitas y para Irán, que se convertía en protagonista indiscutible e indiscutido de la política iraquí, lo que será seguido, años después, por una creciente y deseada presencia rusa, materializada en la adquisición de armas rusas, la última un lote de 74 tanques T90S para sustituir los Abrams estadounidenses. Está en el tapete la compra de sistemas antiaéreos S-400, a lo que EEUU se opone histéricamente, amenazando a Iraq con sanciones si decide adquirir esos sistemas. En Iraq muere una media de doce soldados estadounidenses al año desde 2015 (14 en lo que va de 2018), en otro conflicto interminable que drena las arcas del presupuesto estadounidense.

Con todo, la acción más infame y criminal de la OTAN fue la atroz destrucción de Libia, que pasó de ser el país árabe más laico e igualitario a lo que es hoy, un no-país, desgarrado en guerras tribales y con todos los fundamentos del Estado barridos sin piedad. Razón tienen los países atlantistas de huir de la Corte Penal Internacional.

Nada similar ocurrió en Siria. La acción rusa en este país –solicitada por el gobierno sirio, es preciso apuntar, pues tal solicitud hizo legal la intervención- sorprende, en primer lugar, por su altísimo nivel de efectividad. Rusia necesitó tres años, tres, para liquidar la mayor operación encubierta del siglo XXI, contra un ejército irregular que podía superar los 50.000 efectivos y que estaba alimentado desde Turquía. Lo hizo, además, con recursos mínimos aéreos y navales (un promedio de 25 aviones de combate) y sin implicar tropas rusas en la guerra, salvo operaciones especiales. Aunque el número de bajas de soldados rusos se desconoce, la suma de acciones reportadas hace suponer que esas bajas rondarían el centenar de efectivos, cifra insignificante en términos militares para una operación que abarcó un país entero durante tres años. Téngase en cuenta que, en Afganistán, en los tres primeros años de guerra, la OTAN perdió 140 efectivos, que se elevaron a 1.798 en el periodo 2009-2011. Los tres primeros años de guerra en Iraq se cobraron 2.382 bajas mortales de la coalición.

Rusia no jugó sólo a la guerra. En una combinación que dio loables resultados, combinó el palo y el puente de plata al enemigo que huye, facilitando que miles de combatientes que no querían rendirse ni combatir fueran evacuados de sus posiciones y trasladados, con sus familias, a zonas seguras en Idlib. Esta estrategia aceleró el fin de la guerra en buena parte de Siria, ahorrando miles de vidas y evitando la destrucción de los barrios, pueblos y ciudades que ocupaban. El acuerdo ruso-turco, firmado en Sochi, el pasado 7 de septiembre, facilitará la solución a la presencia islamista en Idlib, pues las fuerzas opositoras deben retirarse a una zona desmilitarizada controlada por Rusia y Turquía, evitándose así la catástrofe humanitaria que hubiera provocado una ofensiva militar sirio-rusa. Los grupos que no se retiren pasarán a ser considerados objetivos a batir.

No quedó ahí la estrategia rusa. Consciente de que el conflicto sirio era, de muchas formas, un conflicto internacional, creó, en diciembre de 2016, el formato de Astaná, al que convocó a Turquía, Irán, el gobierno sirio y la oposición. El formato desatascó el nudo de intereses entre esos países –sobre todo Turquía- y ha resultado mucho más efectivo que el de la NNUU, apoyado por EEUU. Resuelto el tema de Idlib, quedará sólo el tema kurdo y la presencia ilegal de EEUU en Siria para poner fin a la guerra.

El cuarto frente era el geopolítico. Siria es un país estratégico donde los haya, pues constituye la salida natural al mar Mediterráneo de la vasta zona que se extiende de Iraq a China, pasando por Irán, el país-puente entre el mundo árabe y Asia Central. Es el punto desde el que Rusia proyecta su poder en el Mediterráneo y la vía más corta para exportar hidrocarburos de Irán e Iraq a Europa (y también de Arabia Saudita y Qatar). Esas eran las causas de fondo de la guerra promovida externamente desde 2011. La derrota del régimen bassista y la caída de Bashar el Asad habría puesto a Siria bajo dominio atlantista, con el resultado de la expulsión de Rusia del Mediterráneo y la imposición de un cerrojo a Irán, lo que habría significado el ahogamiento de Hezbolá y del chiismo. Rusia lo entendió así y fue a fondo en la guerra, sumando sus intereses a los de Irán y Hezbolá y logrando la incorporación una Turquía nerviosa por el apoyo de EEUU a los kurdos sirios e iraquíes. La suma de fuerzas determinó el éxito de Rusia y el fracaso de EEUU. Este país podrá retrasar su salida de Siria, pero no quedarse, no, al menos, sin riesgo de provocar un choque con Rusia e Irán, que son palabras mayores.

Hay, también, en la acción de Rusia, el anuncio de un nuevo modelo de relaciones internacionales. Frente al modelo clásico imperialista, de invasión ilegal, masiva, con derroche de recursos y exhibición de superioridad tecnológica, Rusia presenta un modelo de acción limitada y coordinada con el soberano territorial –en este caso, Siria-, manteniéndola dentro del orden jurídico mundial. Un modelo que no busca arrasar a todos los adversarios, sino dejar puertas abiertas a las fuerzas menos extremistas, para hacer posible el diálogo y la paz. Aplicar este modelo flexible en Afganistán facilitaría su pacificación, obstaculizada hoy por el empeño estadounidense de controlar el país, para usarlo como avanzadilla en Asia Central contra Rusia y China. Los talibanes, con sobradas razones, exigen la retirada de EEUU, para firmar la paz.

Si EEUU no frustra la dinámica en marcha en Siria, como único país con capacidad –limitada- de boicotearla, 2019 será, con mucha seguridad, el año de la paz en Siria, paz negociada, hablada y acordada con las fuerzas internas y externas. Rusia mantendrá sus bases en Siria, Irán se quedará para rabia de Israel y EEUU tendrá que arriar banderas. Con todo, el auténtico, el principal ganador es el pueblo sirio, que está recobrando su país y, gracias a ello, viendo el retorno paulatino, pero creciente, de refugiados. ¿Cuándo verá algo así Libia? ¿Cuándo, Afganistán?

Augusto Zamora R., autor de Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos (2016, 3ª edición, 2018), y de Réquiem polifónico por Occidente, en librerías a mediados de octubre de 2018

Fuente:
https://blogs.publico.es/dominiopublico/26661/siria-tres-anos-despues-de-rusia/