viernes, 4 de diciembre de 2020

_- Una China sin pobreza extrema

_- Por Xulio Ríos | 02/12/2020 | Mundo

Fuentes: Observatorio de la Política China 

La noticia se dio a conocer días atrás. China informaba de que los últimos y más remotos distritos del país se habían liberado de la pobreza extrema. Culmina así un largo camino de varias generaciones que permitió a cientos de millones de personas sacudirse el subdesarrollo y la miseria más oprobiosa.

Cuesta creer no que China lo haya logrado, cosa que muchos daban por segura a la vista del progreso alcanzado en los últimos años, sino que tal anuncio no tuviera el eco en todo el mundo que sin duda merece: lo logrado por China equivale a más del 70 por ciento de reducción de la pobreza global y lo ha alcanzado 10 años antes del plazo establecido por la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. En China, el umbral de pobreza se fija en un ingreso anual de 4.000 yuanes (510 euros) o 1,9 euros por día (según las normas internacionales es de 1,8 euros).

Quedan naturalmente desigualdades y desequilibrios por resolver, pero también en esto se marca tendencia. Con los esfuerzos continuos para aliviar la pobreza, el coeficiente de Gini de China, el indicador de la brecha de riqueza, se redujo a 0,465 en 2019 desde el máximo de 0,491 en 2008. En el período del XIII Plan Quinquenal (2016-2020), la brecha del ingreso disponible per cápita entre los residentes urbanos y rurales siguió estrechándose, con una tasa de 2,64:1 en 2019, que representó un mejoramiento con respecto a 2,73:1 registrado en 2015. El PIB per cápita de China superó los 10.000 dólares y su población de ingresos medios suma más de 400 millones de personas.

En términos de desequilibrios, por ejemplo, en 2019, el PIB total de tres provincias en el noreste de China, que sufrió el debilitamiento de la economía y el éxodo de población, solo representó alrededor del 47 por ciento del PIB de la provincia más rica de China, Guangdong, según datos oficiales.

En ambos aspectos se constata una realidad compleja que obligará a una acción sostenida durante años para lograr una mayor cohesión territorial y justicia social.

Pero que China haya logrado erradicar la pobreza extrema pone de manifiesto, primero, que esto es posible. Ciertamente exige perseverancia y voluntad política y también definir un modelo que permita atajar el problema con respuestas adaptadas a las condiciones locales. China, por ejemplo, priorizó la fórmula del desarrollo: infraestructuras, comercio, empleo, innovación, tecnologías, educación, servicios públicos, etc. El desarrollo es la llave maestra para acabar con la pobreza, asegura la experiencia del PCCh.

También debemos reconocer que su éxito agranda nuestro fracaso. Tanto predicar las bondades del mercado y de las sociedades liberales que sonroja nuestra incapacidad para liberarnos de esta lacra. Y no hace sino aumentar, al igual que los desequilibrios y las desigualdades. Involucionamos a pasos agigantados. Quizá porque realmente es consustancial al sistema. En China, ha sido la acción decidida del Estado –y no del mercado- la que ha permitido alcanzar este trascendental éxito.

China, además, lo logró sin el concurso de ONGDs y en lo esencial a partir de medios propios, utilizando sobre todo mucha planificación y un peculiar sistema de apadrinamiento interno con fuerte inversión pública y definición de objetivos con el protagonismo de las regiones más desarrolladas del este del país e incluso de muchas empresas, sobre todo estatales, pero también privadas. Todos estos actores, destinaron durante años parte de sus recursos y beneficios a auspiciar el desarrollo de las zonas más empobrecidas. Sería muy conveniente profundizar en su modelo y establecer un diálogo Oriente-Occidente sobre desarrollo y pobreza para mejorar un sistema de ayuda internacional que a duras penas ha podido aligerar tímidamente la miseria de tantas comunidades empobrecidas que no han podido sacudirse las taras estructurales y sistémicas que les abocan a tal situación.

Pero puede que con esto pase lo mismo que con la gestión de la pandemia. Los imperativos de la geopolítica y de la ideología parecen imponerse al reconocimiento de la evidencia. No interesa hablar del tema. China ha conseguido erradicar la pobreza extrema en plena pandemia mientras los contagios, muertes y colas del hambre crecen en Europa o en EEUU. Pero se auscultará al detalle la afirmación y se le restará valor, primero reduciéndola a mera propaganda; segundo, cuestionando los datos y la propia sostenibilidad de la proeza una vez se prescinda de los subsidios gubernamentales.

Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China

Fuente:


Y a la vez, China pone su bandera en la Luna, https://www.bbc.com/mundo/noticias-55196150

jueves, 3 de diciembre de 2020

Qué es la "mentalidad de la paradoja" y por qué puede ser clave para lograr el éxito

La vida laboral a menudo implica un tira y afloja entre diversas exigencias contradictorias.
Los médicos y enfermeras deben brindar atención médica de la más alta calidad al menor costo; los músicos quieren mantener su integridad artística y al mismo tiempo ganar dinero. Un maestro tiene que imponer una disciplina dura por el bien de la clase: ser "cruel para ser amable".

Ser arrastrado en dos direcciones diferentes, simultáneamente, aparentemente solo debería crear tensión y estrés. Sin embargo, algunas investigaciones interesantes y contraintuitivas indican que estos conflictos a menudo pueden favorecernos.

Con distintos estudios, psicólogos y científicos, se ha descubierto que las personas que aprenden a aceptar, en lugar de rechazar, demandas opuestas, muestran una mayor creatividad, flexibilidad y productividad.

Las restricciones duales, en realidad, mejoran su desempeño.
Los investigadores llaman a esto la "mentalidad de la paradoja" y nunca es tarde para comenzar a cultivarla.

Piensa como Einstein
Aunque este concepto puede parecer contraintuitivo, está inspirado en una larga historia de investigaciones que muestran que la contemplación de aparentes contradicciones puede romper nuestras ideas preconcebidas, ofreciéndonos formas completamente nuevas de ver un problema.

Imagen de una manzana roja sobre un fondo verde y de una manzana verde sobre un fondo rojo.

La tensión generada por la reflexión sobre ideas paradójicas estimula el pensamiento no convencional.

Albert Rothenberg, un psiquiatra de la Universidad de Harvard, fue uno de los primeros en investigar esta idea formalmente, realizando un estudio en 1996 sobre genios reconocidos.

Al entrevistar a 22 premios Nobel y analizar relatos históricos de científicos fallecidos que cambiaron el mundo, descubrió que cada pensador revolucionario había dedicado un tiempo considerable a "concebir activamente y de forma simultánea múltiples opuestos o antítesis".

Einstein, por ejemplo, contempló cómo un objeto podría estar en reposo y en movimiento dependiendo de la posición del observador, una consideración que finalmente condujo a su teoría de la relatividad.

Para reconciliar las formas en que la energía actuaba como ondas y partículas, el físico danés Niels Bohrtried señalaba que existían simultáneamente, aunque no se podían observar juntas.

Este línea de pensamiento finalmente inspiró una nueva y sorprendente comprensión de la mecánica cuántica.

Además de estos científicos, Rothenberg ha examinado las biografías de muchos escritores premiados y ha demostrado que su creatividad también suele ser provocada por la contemplación de ideas irreconciliables.

Tomemos al dramaturgo Eugene O'Neill. Rothenberg señala que el drama de The Iceman Cometh surgió de los deseos contradictorios de uno de los personajes de que su esposa le fuera fiel e infiel al mismo tiempo.

El poder del conflicto
La mayoría de nosotros no tenemos el genio de Einstein u O'Neill, por supuesto, pero una serie de estudios han demostrado que la "cognición paradójica" también puede ayudar a pensadores con una mente promedio a resolver problemas cotidianos y a las organizaciones a mejorar su desempeño.

En uno de los primeros estudios, Ella Miron-Spektor, profesora asociada de comportamiento organizacional en la escuela de negocios INSEAD, y su equipo pidieron a los participantes que escribieran tres declaraciones paradójicas y se les dijo que estas podían ser tan banales como la idea de que "sentarse puede ser más agotador que caminar".

Simplemente tenían que enumerar cualquier pensamiento que fuera "aparentemente contradictorio pero, sin embargo, posiblemente cierto". Luego les sometieron a dos de las pruebas estándar de creatividad de la psicología.

La primera fue la "prueba de asociación remota", que requiere que los participantes encuentren una palabra común que vincule tres alternativas diferentes. ¿Qué vincula "dolor, hombro, sudor"?, por ejemplo.

La respuesta es frío y si la adivinaste, has podido detectar las conexiones ocultas entre diversas ideas, lo que se considera esencial para muchas formas de pensamiento creativo.

La segunda prueba es conocida como el "problema de las velas".

A los participantes se les mostró una imagen que contenía varios objetos sobre una mesa: una vela, un paquete de fósforos y una caja de tachuelas, todos ellos junto a una pared de cartón. Luego, se les dieron tres minutos para averiguar cómo colocar en la pared la vela para que esta se quemara correctamente pero no goteara cera sobre la mesa o el piso, utilizando solo los materiales proporcionados.

La respuesta aceptada es vaciar la caja, colocar la vela dentro y luego clavar la caja en la pared. Pero la mayoría de los participantes no consideraron que la caja en sí podía ser un material útil, por lo que se quedaron completamente perplejos en busca de una solución.

Miron-Spektor descubrió que los participantes a los que se les había pedido que consideraran las declaraciones paradójicas tendían a desempeñarse mucho mejor en ambas tareas, en comparación con un grupo de control que simplemente había anotado tres declaraciones "interesantes".

El 35% de los pensadores paradójicos encontraron la solución correcta al problema de la vela, en comparación con solo el 21% del grupo de control, una gran diferencia después de una preparación tan simple.

Aunque las declaraciones paradójicas de los participantes no estaban directamente relacionadas con la tarea en sí, la contemplación de las ideas contradictorias parecía haber liberado su pensamiento de sus limitaciones habituales, lo que significa que estaban en mejores condiciones de pensar "fuera de la caja" (o, en este caso, dentro de ella).

En el mismo artículo, Miron-Spektor demostró que esto también ocurre cuando consideramos las metas aparentemente paradójicas que se encuentran en muchos trabajos.

Las personas a las que se les pidió que reflexionaran sobre los requisitos duales (y aparentemente opuestos) de minimizar los costos y maximizar la innovación fueron posteriormente más creativas que aquellas que solo consideraron un objetivo u otro: de alguna manera, las demandas contradictorias alimentaron su pensamiento.

La mentalidad de la paradoja
Un estudio más reciente, publicado por Miron-Spektor y sus colegas en 2017, ha examinado los beneficios de la cognición paradójica en el lugar de trabajo de un gran fabricante de productos de consumo.

El equipo de investigación sospechaba que la respuesta dependería de las habilidades y actitudes de cada empleado, por lo que primero diseñaron un cuestionario para medir la "mentalidad de paradoja".

En primer lugar, se pidió a los participantes que calificaran declaraciones sobre su disposición a aceptar contradicciones como:

Cuando considero perspectivas conflictivas, obtengo una mejor comprensión de un problema
Me siento cómodo trabajando en tareas que se contradicen entre sí
Me siento inspirado cuando me doy cuenta de que dos opuestos pueden ser verdad
También se pidió a los participantes que describieran la frecuencia con la que experimentaron "escasez de recursos" en el trabajo (la necesidad de lograr un alto desempeño disponiendo de tiempo o recursos económicos limitados). Sus supervisores, mientras tanto, tuvieron que calificar su desempeño e innovación dentro del rol.

El estudio encontró que la mentalidad de paradoja del empleado tenía una gran influencia en su capacidad para hacer frente a las demandas. Para las personas que obtuvieron puntajes altos, el desafío de lidiar con recursos limitados fue estimulante e inspirador; y su desempeño mejoró bajo la tensión, por lo que encontraron nuevas y mejores soluciones a los problemas en su trabajo.

Aquellos sin la mentalidad de la paradoja, por el contrario, tendían a desmoronarse y luchaban por mantener su desempeño cuando los recursos eran escasos.

Qué es la creatividad y por qué ponerle límites puede ayudar a estimularla
Estos descubrimientos pueden ser especialmente importantes para los líderes pues hay evidencia de que la mentalidad de paradoja de un gerente influye en la capacidad de innovación de todo su equipo. Las empresas e instituciones que adoptan estrategias paradójicas tienden a superar a sus competidores.

Los estudios de Toyota Motor Corporation han encontrado que ciertas paradojas abundan en su cultura corporativa, incluyendo los objetivos duales de mantener la estabilidad y al mismo tiempo el fomento del cambio de forma constante. (Como dijo el ex presidente de esa empresa Hiroshi Okuda, "reformar el negocio cuando el negocio va bien").

Esto ha resultado en un sistema de producción ajustada extremadamente eficiente que otros intentan emular. La empresa también es clasificada como una de las marcas más confiables y tiene los ingresos más altos que cualquier fabricante de automóviles en el mundo.

Apple, mientras tanto, es bien conocida por la innovación y la calidad del diseño, pero pocos son conscientes de la extrema eficiencia de sus operaciones. Estos objetivos combinados han permitido a Apple ser la empresa más valiosa del mundo con una capitalización de mercado de casi US$2 billones.

Chispas creativas
¿Cómo podemos capitalizar este conocimiento? Un paso obvio, inspirado por el estudio inicial de Miron-Spektor, sería simplemente anotar cualquier paradoja que se encuentre y proponerse contemplarlas antes de comenzar a resolver problemas. Si estás mentalmente atascado, podrías investigar más a fondo las paradojas que inspiraron a científicos como Einstein y Bohr.

La filosofía griega también está llena de ideas paradójicas que pueden hacer fluir tu creatividad.

Es posible que tu propio trabajo ya contenga muchos objetivos contradictorios que podrían inspirar una cognición paradójica. En el pasado, es posible que hayas asumido que necesitas sacrificar uno por el otro, pero si desea cultivar la mentalidad de la paradoja, es posible que dediques un poco más de tiempo a considerar las formas en las que puedes perseguir ambos, simultáneamente.

En lugar de ver los conflictos potenciales como algo que debe evitarse, puedes comenzar a ver las demandas en competencia como una oportunidad de crecimiento y una fuente de motivación. (Y si no hay presiones externas, podrías crear las tuyas propias, preguntándote, por ejemplo, cómo podrías aumentar la eficiencia y precisión de tu desempeño en una tarea en particular, aunque solo sea para un ejercicio de pensamiento paradójico).

No habrá una solución inmediata, pero el mero hecho de pensar en la posibilidad de reconciliar esos problemas aún podría lubricar tu mente para favorecer una mayor innovación.

La perspectiva de aceptar deliberadamente demandas contradictorias puede parecer ardua, pero los investigadores chinos han demostrado recientemente que las personas con esta mentalidad también obtienen una mayor satisfacción. Aparentemente, hay un placer en reconciliar dos objetivos opuestos, siempre que se tenga la mentalidad adecuada.

¿Impulsar tu innovación y éxito, mientras te diviertes más en el trabajo? Esa una paradoja que ciertamente vale la pena aceptar.

*Loizos Heracleous es profesor de Estrategia en la Escuela de Negocios Warwick e investigador asociado de la Universidad de Oxford. Es autor del libro Janus Strategy.

*David Robson es autor del libro The Intelligence Trap: Revolutionise Your Thinking and Make Wiser Decisions.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

_- Cómo fomentar el espíritu crítico en los jóvenes sin convertirlos en opinadores de todo

_- Cuenta la historia que Sócrates era conocido entre sus conciudadanos como "el tábano de Atenas". Se dice, además, que estaba encantado con ese sobrenombre porque le describía muy bien: su misión era la de aguijonear al personal a través de preguntas y explicaciones de esas que incordian y que, sobre todo, despiertan.

Eso sí, al gran filósofo griego le salió muy caro el poner a pensar a determinada gente que, en verdad, prefería seguir durmiendo. A este "tábano" que no para quieto hay que darle cicuta, acordaron.

Sin embargo, su espíritu crítico ha dado como resultado una de las mayores revoluciones de la historia.

Esa invitación a pensar con criterio -preguntarnos el por qué las cosas son así y no de otra manera, tratar de descubrir verdades y desmantelar falsedades, y no dejar de decir, como él mismo hacía, "solo sé que no sé nada"-, no tiene parangón.

Básicamente, porque el espíritu crítico nos libera de la ignorancia, es decir, de cualquiera o cualquier cosa que pretenda pensar por nosotros; y ya sabemos que estamos rodeados de personas y dispositivos tecnológicos dispuestos a tal cosa.

Ciertamente, no hay como conversar con personas en las que anide ese espíritu, ellos nos enseñan todo lo dicho y nos demuestran que hay gente con la que es muy placentero hablar.

Nuestro actual y mayoritario modo de pensar en la educación, esa voz que indeterminada y envolvente que nos marca el camino, apuesta por el espíritu crítico. 

Espíritu "de bisutería"
Las nuevas generaciones, se viene a decir, deben mejorar el mundo, necesitamos a muchos Sócrates en oficinas, hospitales, escuelas, partidos políticos, calles y plazas.

A los estudiantes se les dice que deben tener sus propias opiniones, pero para ello deben primero informarse bien.

Sin embargo, la realidad demuestra que con ese discurso no solo se forma el espíritu crítico, sino que también, y cada vez más, versiones poco logradas del mismo.

No son pocos los jóvenes que, tras recorrer las diferentes etapas educativas, universidad incluida, se presentan en sociedad con un espíritu crítico "de bisutería", muy alejado del de Sócrates.

O repensamos la educación y sus políticas y la comunidad empieza a valorar más a espíritus críticos que a futbolistas y famosos o el profesorado y las familias que tratan de cultivarlos día a día verán que su gozo queda en un pozo. Veamos tres de esas imitaciones, y acaso algunos remedios.

Algunas imitaciones
1. El espíritu crítico es el conjunto de opiniones que uno defiende. El famoso lema que dice que el alumno es el protagonista de la educación podría ser la principal causa de esta curiosa imitación. Eso es lo que queremos que sea, por supuesto, pero deberíamos reconocer que no puede serlo de buenas a primeras, por lo menos no con relación al espíritu crítico. 

Y no porque no se quiera, sino porque el alumno no está en condiciones de asumir tal papel. Quienes pensamos que el acontecimiento educativo consiste, precisamente, en conducir al alumno hacia la conquista de su protagonismo, eso es, de su autonomía intelectual y moral, nos quedamos sorprendidos cuando se escucha que tal cosa "ya viene de fábrica" y que lo que hay que hacer es potenciarla al máximo.

Así las cosas, se educa al "opinólogo", un individuo convencido de que su opinión es tan válida como la de cualquiera, también como la del que más sabe; y animado para presentarse en cualquier conversación sentando cátedra.

No hay espíritu crítico cuando nos llevamos por delante aquel principio que dice que para opinar antes hay que conocer, cuando dejamos de valorar que la autonomía intelectual y moral consiste en recorrer un largo y duro trecho de verdades.

"Un libro o una película, es un clásico porque nunca acaba de decir lo que está diciendo, porque siempre nos interpela".

2. El espíritu crítico es el dominio y el conocimiento de lo que se cuece hoy y ahora. Y eso es lo que estamos haciendo desde hace años: educar en respuestas útiles, rentables y eficaces.

Sin embargo, si hay algo que mantiene vivo al espíritu crítico son las grandes preguntas que a todos nos afectan y nunca pasan de moda, y deberíamos pensar por qué hay muchos jóvenes que finalizan la travesía educativa sin apenas tener nada serio que preguntarse sobre ellos mismos y el mundo en el que habitan.

Esas grandes cuestiones suelen encontrarse en los clásicos del pensamiento, sí, en esas obras que, como decía Ítalo Calvino, tienden a relegar la actualidad a la categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no pueden prescindir de él.

Por eso un clásico, sea de hace siglos o de hace diez años, un libro o una película, es un clásico porque nunca acaba de decir lo que está diciendo, porque siempre nos interpela.

Por mucho que cueste creer, un espíritu crítico sin clásicos anda a tientas, si es que realmente anda, y nos extraña que los universitarios, estudien la carrera que estudien, no tengan un primer curso de artes liberales, grandes ideas, humanidades, cultura general o como se le quiera llamar.

3. El espíritu crítico se demuestra de muchas formas, va con el carácter de cada uno. Quizá los medios de comunicación y las redes sociales sean el mejor escaparate para ver lo que aquí se está diciendo. Sin embargo, algo nos dice que la cosa va en dirección contraria, que ese espíritu se conquista, que es uno el que debe adaptarse a él.

Lo demuestran aquellas personas que han aprendido a filosofar con delicadeza, humildad, prudencia y buenas palabras, que huyen de la calentura, la ordinariez, el rencor y la venganza fría.

El espíritu crítico también tiene su estética, algo que, todo sea dicho, no suele encontrarse en la lista de competencias de nuestros planes de estudios escolares y universitarios.

Esa estética se aprende muy bien con el ejemplo. Iría bien seleccionar unos cuantos de ellos y analizarlos semanalmente junto a nuestros alumnos.

En fin, no dispondremos de jóvenes con el espíritu crítico solo con pretenderlo, mucho menos con potenciar imitaciones que no hacen más que desdibujar y malbaratar la invitación de Sócrates y de tantos otros que han seguido su camino.

*Francisco Esteban Bara es Profesor Agregado del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona.

Esta nota apareció originalmente en The Conversation y se publica aquí bajo una licencia de Creative Commons.

martes, 1 de diciembre de 2020

_- Disciplina Positiva o cómo criar y educar a los niños desde la dignidad y el respeto. Tres expertas resuelven dudas sobre este enfoque pedagógico que abandona el estilo autoritario del uso de castigos y está cogiendo fuerza en los últimos años.

_- En los últimos tiempos, son muchos los expertos que han puesto el foco en la Disciplina Positiva a la hora de educar y criar a niños y adolescentes. 

Esta pedagogía, que deja atrás el modelo autoritario de educación y que muchos describen como una filosofía de vida, engloba un todo: no solo se refiere a la relación con los hijos, sino también a cómo nos relacionamos con nosotros mismos y nuestro entorno. “Cuando eres capaz de ver el comportamiento de las personas en todo su conjunto y no únicamente una determinada actuación en un momento preciso, es mucho más fácil que sepamos ver lo que hay detrás de un comportamiento erróneo”, sostiene Rosa Rasche, educadora en Disciplina Positiva para Familias, asesora de crianza respetuosa y autora del blog www.embarazoycrianza.com. “Los niños son unos grandes observadores y a través del ejemplo es como mejor aprenden”, prosigue Rasche, “si un niño en su día a día siente respeto, comprensión, validación de sus sentimientos… será mucho más sencillo que él mismo respete y comprenda a los demás. Un menor que vive la crianza respetuosa crecerá interiorizando que todos importamos”.

Disciplina positiva o cómo educar con afecto y firmeza
“La Disciplina Positiva es eso, un enfoque que te permite entender el comportamiento del niño, aceptándolo y conociéndolo, lo que te lleva a un “cambio de mirada” que te permite abordar de forma positiva la comunicación desde el afecto, con amabilidad y firmeza a partes iguales”, añade Lee Lima, coach de Familia y educadora de Disciplina Positiva en familia y primera infancia. “Ayuda a que tengamos un puente de conexión, esto facilita la comunicación y las relaciones dentro de la familia. Permite a padres, madres y acompañantes educar para la vida desde la conexión”, explica Lima.

Para Elisa Molina, formada en Disciplina Positiva, maestra de educación infantil y autora de Educar en calma, este enfoque busca educar a los niños desde la dignidad y el respeto que merecen por el mero hecho de ser personas: “Además busca el equilibrio entre la amabilidad y la firmeza; es decir, entre el orden y la libertad, busca ganarnos a los niños frente a ganar a los niños. Lo que hacemos es entender cómo funcionan, ponernos en sus zapatos y ver que quizá ellos están tomando la mejor decisión que ahora mismo pueden tener en cuenta, las pocas experiencias de vida que tienen en comparación con un adulto. Sobre todo implica ponerle coherencia y sentido común a la educación”.

Pros y contras
“El pro de la Disciplina Positiva es que es un cambio de mirada. Una vez que lo entiendes y lo interiorizas, sientes que puedes disfrutar de la crianza, aún con todos los retos y desafíos que se puedan presentar. No pondría contras a la Disciplina Positiva; si tuviera que decir algo menos favorecedor diría que muchas veces las familias buscan resultados inmediatos, a corto plazo... para esas familias la Disciplina Positiva puede chocar al principio, porque es efectiva a largo plazo”, señala Lima. “Para mí, el mayor beneficio es ver cómo cambia la relación con los niños. Entender y comprender cómo funciona el cerebro de los más pequeños te abre una nueva visión y te hace darte cuenta de muchas creencias erróneas en cuanto a los comportamientos de los pequeños”, retoma Rasche. Para esta experta, esta disciplina te cambia el modo en el que ves los retos diarios; los errores se convierten en grandes momentos de aprendizaje: “Te hace tomar conciencia de una crianza real y poder abrazar tus imperfecciones sin sentirte culpable por ello”. En cuanto los contras, Rasche es de la opinión de que como en cualquier crianza respetuosa, se necesita tiempo y en demasiadas ocasiones no lo tenemos.

Entre los pros, Molina cita que se gana confianza, mejora la comunicación y cooperación, consiguiendo un ambiente familiar mucho más distendido, más amable, “donde todos nos sentimos escuchados, nos sentimos mirados, nos sentimos sentidos y sentimos seguridad y confianza”. La experta no encuentra contras a esta metodología: “Para mí la Disciplina Positiva es una forma de vivir tus relaciones personales basada en comprender que los demás tienen las necesidades que tú también tienes, e intentar que todas las necesidades del núcleo familiar, laboral, de pareja, se vean satisfechas. Es una forma de relacionarte con el mundo maravillosa”.

Entender el sufrimiento de nuestros hijos
“Uno de los grandes miedos en la crianza es no saber ver qué le pasa a nuestros hijos o no darnos cuenta de que está sufriendo… Normalmente cuando les ocurre algo suele ir asociado a un cambio en su comportamiento. Cuando un niño pega, contesta mal, o tiene un mal comportamiento, suele ser la forma de expresar que le pasa algo; cuando esto ocurre debemos pararnos a analizar la situación y tratar de profundizar más para descubrir la base del porqué ha tomado esa decisión”, sostiene Rasche. “El propio comportamiento de los niños puede decirnos muchas cosas”, incide. “La mejor manera para entender y comprender qué les pasa a nuestros hijos es estar a su lado, acompañarles en su aprendizaje y forjar una relación de confianza en donde no les dé miedo a equivocarse porque teman nuestra reacción. Debemos trasladar a nuestros hijos que nuestro amor no tiene condiciones”, añade la experta.

Para Rasche es fundamental conocer cómo funciona el cerebro de los niños y desterrar creencias, como que nuestros hijos actúan por “fastidiarnos” o que están echándonos un pulso, esto nos ayudará a comprender que la crianza es un entrenamiento para la vida, que nuestros hijos están aprendiendo lo que es la vida: “Es importante ponernos a su altura y entender que la visión del mundo desde los ojos de los niños no tiene nada que ver con la visión de los adultos”. “La mejor forma de entender lo que le está pasando es preguntarle a tu hijo, pero antes tenemos que crear un clima de confianza y seguridad sin miedo, porque si no, no nos va a responder qué le pasa por miedo a las represalias. Tenemos que escuchar más y hablar menos”, incide Rasche.

“Muchas veces nos dejamos llevar por pensamientos que tenemos nosotros y cuando vemos que están más tristes automáticamente pensamos que están sufriendo, intentamos imaginar qué es lo que les está pasando, les hacemos unos cuestionarios que ni siquiera la policía creo que haga en sus interrogatorios… Más que preguntar sería interesante que escucháramos, que estuviéramos presentes, atentos a ellos y, simplemente, que supieran, con tranquilidad y con calma, que estamos ahí”, explica Molina.

Castigos, gritar y azotes: ¡Fuera!
Para Lima hay que olvidarse de los castigos: “Yo lo he probado y quitar el castigo de la crianza es un alivio para todos. No conozco a nadie que se sienta bien castigando a sus hijos. Ellos sufren, la familia lo pasa mal. En fin, castigos fuera”. “Claro que gritamos, si nos tocan la fibra, si no tenemos nuestro cerebro integrado o si estamos faltos de recursos... gritamos. Lo que yo le diría a las familias es que en este tema den pasos poco a poco, no se deja de gritar de la noche a la mañana, pero cada grito menos es un logro”, añade Lima. Para la experta, el azote es antiguo, fuera del marco actual y es una forma de corrección primitiva: “No hay que hacer sufrir a nuestros hijos para que aprendan, no hay que hacer sufrir a nadie. Es una forma de proceder totalmente inadecuada”.

Para Rasche, el castigo es una herramienta cortoplacista que no ofrece ningún tipo de aprendizaje positivo: “Suelen despertar en los niños un sentimiento de venganza, se sienten heridos, avergonzados y no comprendidos. ¿Cómo te sentirías tú si ante una equivocación te enviarán castigado a tu cuarto o te dejaran sin postre?”. “Por otra parte, los gritos hacen que nos sintamos amenazados, lo que hace que se ponga en funcionamiento nuestro cerebro más primitivo (el reptiliano)”, añade esta experta. Según explica, el cerebro es involuntario y no podemos controlarlo y cuando se activa tenemos tres modos de reaccionar: Paralizarnos, huir o atacar: “Un niño que crece en un ambiente de gritos desarrollará una baja autoestima y evitará tomar decisiones por miedo a las consecuencias. Y la violencia física jamás puede ser una opción, ni en la educación de nuestros hijos ni en ningún tipo de relación que tengamos”

“Ojalá pronto podamos afirmar que nos hemos olvidado del castigo porque sabemos que el castigo no funciona. Nos dicen desde hace muchos años que lo único que conseguimos a través del castigo es que nuestros niños sientan ganas de mostrarse rebeldes para demostrar que no podemos ganar, también deseos de revancha -quizá no de forma directa-, vemos que el castigo genera resentimiento y, en algunos casos, hay retraimiento. Deberíamos de eliminar el castigo de la vida de los niños”, incide Molina. “Evidentemente somos humanos y no somos perfectos, cometemos errores y el grito suele ser uno de los más habituales, sin embargo, que sea una de las cosas que más se hace no significa que esté bien hecha. Tenemos en nuestras manos eliminar el grito, que tenemos tan normalizado, de la vida de nuestros hijos. Y el azote es una forma de maltrato que no está permitida por ley y además no es ni ética ni razonable; cuando pegamos a un niño a tiempo lo único que estamos manifestando es que carecemos de herramientas respetuosas con las cuales podamos educarles”, termina esta experta.

lunes, 30 de noviembre de 2020

_- El otro Núremberg

_- Paralelamente a los famosos juicios, se celebraron otros menos conocidos: los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

Tal día como hoy, hace 75 años, comenzaba en la ciudad de Núremberg el proceso judicial en el Tribunal Militar Internacional (TMI) contra 24 dirigentes de la Alemania nazi. Como este viernes se encargarán de recordar los principales medios de comunicación, este juicio contribuyó enormemente al desarrollo del derecho internacional, en particular en los campos de los derechos humanos y el derecho militar, en la tipificación y persecución de los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y en el concepto de guerra de agresión, considerada “no solo un crimen internacional, sino el crimen internacional supremo, que difiere de todos los demás crímenes de guerra en que contiene en sí el mal acumulado de todos”. El juicio de Núremberg estableció también los fundamentos de la Corte Penal Internacional (CPI), una iniciativa de Naciones Unidas –una organización surgida asimismo de las cenizas del conflicto– que se formalizaría finalmente en 2002. “Núremberg” es hoy sinónimo de un macro-proceso judicial contra una élite política que ha cometido graves crímenes de guerra y contra la humanidad.

Casi un año después de que se iniciase el proceso, los días 30 de septiembre y 1 de octubre, se leía la sentencia que condenaba a los acusados de planificar, iniciar y librar guerras de agresión, así como de otros crímenes contra la paz, de participar en crímenes de guerra y en crímenes contra la humanidad. Doce de los acusados fueron condenados a pena de muerte, aunque únicamente se llevaron a cabo diez, ya que que el responsable la Luftwaffe, Hermann Göring, se suicidó el día anterior a su ejecución, y el secretario privado de Adolf Hitler, Martin Bormann, fue condenado in absentia (los Aliados desconocían que Bormann se había suicidado mientras trataba de escapar del Berlín sitiado por las tropas soviéticas y que su cadáver había sido enterrado cerca de la estación central). A ninguno de los acusados con rango militar durante el conflicto (Wilhelm Keitel, Alfred Jödl y Göring) se les concedió el derecho a ser ejecutados por un pelotón de fusilamiento, según la costumbre castrense, sino por la horca, es decir, como criminales. Tras fotografiar a los cadáveres como prueba de su muerte con el fin de impedir que surgiese la leyenda de que habían escapado y seguían con vida, sus restos fueron incinerados y arrojados al río Isar.

El arquitecto Albert Speer, que había ocupado varios cargos oficiales durante el nazismo, y el líder de las Juventudes Hitlerianas, Baldur von Schirach, fueron condenados a 20 años de prisión, el diplomático Konstantin von Neurath, a 15 años, y el almirante Karl Dönitz, presidente del llamado “Gobierno de Flensburgo” entre el 30 de abril y el 23 de mayo de 1945, a 10 años. Otros tres acusados fueron condenados a cadena perpetua: el comandante de la Marina, Erich Raeder, el último ministro de Economía del Tercer Reich, Walther Funk, y la mano derecha de Hitler, Rudolf Hess. Como los dos primeros fueron liberados en 1955 y 1957 respectivamente por motivos de salud, Hess se convirtió en el único y último recluso de la prisión de Spandau en Berlín. Durante años, los neonazis intentaron convertir en banderín de enganche las peticiones de liberación de Hess, quien se ahorcó el 17 de agosto de 1987, a los 93 años, con el cable de una lámpara, aprovechando un descuido de los vigilantes. La prisión de Spandau fue demolida poco después para evitar su uso propagandístico por parte del movimiento neonazi, que, a pesar de todo, organizó en los años siguientes marchas anuales a la tumba de Hess en Wunsiedel (Baviera), hasta que la parroquia decidió no renovar la concesión de la parcela y, en 2011, y con el consentimiento de la familia, sus restos fueron incinerados y arrojados al mar.

Sólo tres de los acusados en aquel juicio fueron absueltos, con el voto en contra del juez soviético, Iona Nikítchenko: Hans Fritzsche, uno de los principales responsables de la propaganda nazi (posteriormente condenado a ocho años de prisión); Franz von Papen, vicecanciller alemán entre enero de 1933 y agosto de 1934; y Hjalmar Schacht, ministro de Economía entre agosto de 1934 y noviembre de 1937, y de quien el fiscal estadounidense, Robert H. Jackson, dijo famosamente que “su superioridad [intelectual] respecto a la mediocridad del común de los nazis no es su excusa; es su condena”. El industrial Gustav Krupp no pudo ser juzgado por su avanzado estado de edad y su manifiesta senilidad, aunque no se le retiraron los cargos que se le imputaban. Robert Ley, responsable del Frente Alemán del Trabajo, tampoco pudo ser juzgado, ya que se suicidó en su celda el 24 de octubre de 1945. Ley, uno de los hombres que había disfrutado de un tren de vida por todo lo alto durante el nazismo, terminó ahorcándose con una toalla anudada en torno a la cañería del inodoro.

Los “juicios subsiguientes”

Menos conocidos, sin embargo, son los doce de los llamados “juicios subsiguientes”, que las autoridades estadounidenses –no el TMI, aunque se celebraron en la misma sala– llevaron a cabo en Núremberg, en la zona de ocupación asignada a los Estados Unidos. Entre éstos se incluyen “el juicio de los doctores”, en el que se procesó a 23 médicos que experimentaron con reclusos de los campos de concentración y facilitaron los programas de exterminio del régimen, o “el juicio de los jueces”, en el que se sentó en el banquillo de los acusados a 16 magistrados, fiscales, juristas y abogados que contribuyeron a diseñar la arquitectura legal del nazismo y la implementaron. También se juzgó al alto mando militar, a 24 oficiales de los Einsatzgruppen (los escuadrones de la muerte de las SS en Europa oriental y la Unión Soviética) o a 12 generales responsables de la campaña en los Balcanes, entre otros. Aún menos conocidos todavía, y aún menos recordados por los medios de comunicación por motivos que se señalarán más adelante, son los tres juicios a los empresarios que financiaron el nacionalsocialismo, colaboraron con el régimen y se beneficiaron de él.

El primero de esos tres juicios fue contra el industrial Friedrich Flick y los administradores de sus empresas (19 de abril – 22 de diciembre de 1947) por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos el saqueo y espolio de los territorios ocupados, tanto en el Este como en el Oeste, la apropiación de bienes ajenos mediante el proceso de “arianización” de la economía alemana, el uso de trabajo esclavo en las minas y fábricas del grupo, y la pertenencia al Partido Nacional-Socialista del Trabajo Alemán (NSDAP) y las SS del propio Flick. Este empresario fue uno de los participantes de la reunión secreta con Hitler del 20 de febrero de 1933 en Berlín, en la que el dinero fluyó a las cajas del partido después de comprometerse el líder del NSDAP a respetar la propiedad privada a cambio de aplastar a los marxistas. El propio Flick contribuyó con una generosa donación anual de 100.000 marcos. En correspondencia, las empresas de Flick fueron de las mayores beneficiarias del Tercer Reich: de 1933 a 1943 su capital pasó de 225 a 953 millones de marcos. No lo hizo, como se ha adelantado, con métodos legítimos: en 1944 la mitad de los 130.000 empleados del consorcio eran trabajadores esclavos o internos de los campos de concentración a quienes se encerraba en barracones sin camas, sin proporcionarles apenas comida y brutalmente golpeados por los guardias con regularidad. Se calcula que más de 10.000 de ellos perecieron por las pésimas condiciones a las que fueron forzados a trabajar.

Flick –quien desde 1944, ante el avance de las tropas aliadas, había ordenado reunir todas las facturas que acreditaban la financiación de partidos durante la República de Weimar para destruirlas y no dejar ninguna prueba– fue condenado a siete años de prisión, pero a pesar de cumplir íntegramente su condena, su fortuna quedó prácticamente intacta. En 1955, por ejemplo, contaba con un centenar de empresas que le reportaban unas ganancias de 88 millones de marcos. Ello le permitió convertirse en el hombre más rico de Alemania occidental, en el mayor accionista de Daimler-Benz y contar asimismo con participaciones en importantes empresas químicas y siderúrgicas como Feldmühle, Dynamit Nobel, Buderus y Krauss-Maffei. Flick recibió además la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en 1963, y en Kreuztal (Renania del Norte-Westfalia) un instituto llevó su nombre hasta 2008. También se le dedicaron estadios en Rosenberg (Baviera) –el nombre no se modificó hasta 2012, después de una agria polémica– y calles en varios municipios, de las que todavía sobreviven cuatro: en Maxhütte-Haidhof y Schwandorf (Baviera), en Teublitz (Alto Palatinado) y en Burbach (Renania del Norte-Westfalia).

Del ‘Zyklon B’ a la Talidomida

El siguiente “juicio subsiguiente” concerniente a los financiadores del nazismo fue contra los responsables de IG Farben (14 de agosto – 30 de julio de 1948), a quienes se acusó de crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, entre ellos: colaborar en la planificación y los preparativos para la agresión militar así como su desenvolvimiento, empleo de trabajo esclavo –la compañía contaba con instalaciones adyacentes al campo de concentración de Auschwitz– y experimentos humanos, y pertenencia a organización criminal. Las pruebas utilizadas en el proceso procedieron de los documentos incautados por la división financiera bajo el mando del general Dwight Eisenhower en la sede de la compañía en Frankfurt am Main, en abril de 1945.

Como recoge el protocolo del proceso, IG Farben suministró a la Wehrmacht caucho sintético, gasolina, nitrógeno, metales ligeros y, a través de sus filiales, explosivos. Poseía, además, un 42’5% de las acciones de Degesch, la empresa de pesticidas que fabricó el ‘Zyklon B’. Como es notorio, este insecticida se utilizó para ejecutar a los prisioneros en las cámaras de gas de los campos de Majdanek, Mauthausen, Dachau, Buchenwald y Auschwitz. El comandante de este último, Rudolf Höss, explicaría en su juicio que autorizó el uso de ‘Zyklon B’ tras la recomendación de un subordinado suyo, el Hauptsturmführer Karl Fritzsch, quien lo había empleado antes con prisioneros de guerra soviéticos a finales de agosto de 1941.

El ‘Zyklon B’ era adquirido a través de los distribuidores Heli y Tesch & Stabenow (Testa)–que llegó a ofrecer cursos en Riga y Sachsenhausen a los miembros de las SS para instruirlos en su manejo seguro–, y en ocasiones directamente a los fabricantes. Se calcula que sólo Auschwitz recibió 23’8 toneladas de ‘Zyklon B’, únicamente seis de las cuales se utilizaron para lo que había sido originalmente pensado: fumigar plantas. El presidente de Testa e inventor del ‘Zyklon B’, Bruno Emil Tesch, fue juzgado dos años antes por un tribunal militar británico en Hamburgo (1-8 marzo de 1946), que falló que Tesch conocía el destino del gas y, en consecuencia, lo condenó a la pena de muerte. Tesch fue ejecutado en la prisión de Hameln el 16 de mayo de 1946 junto con el vicepresidente de Testa, Karl Weinbacher.

No corrieron sin embargo la misma suerte los 23 procesados en el juicio contra IG Farben, la mayoría de ellos condenados a penas de prisión de uno a ocho años en la cárcel de Landsberg (Baviera), que no siempre cumplieron íntegramente. A pesar de haber sido condenados como criminales de guerra, varios se reintegraron en la vida económica de la República Federal Alemana (RFA) como miembros de los consejos de administración de empresas químicas y farmacéuticas. Uno de ellos, el químico Otto Ambrose, llegó incluso a ser asesor del canciller Konrad Adenauer y trabajó para la farmacéutica Grünenthal, en la que participó en el desarrollo de la Talidomida (comercializada en Alemania occidental como Contergan), un medicamento que se publicitaba como remedio contra la ansiedad y la náusea durante el embarazo y que provocó 10.000 nacimientos con malformaciones y miles de abortos no deseados. Otro de los condenados, Heinrich Bütefisch, recibió la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania en marzo de 1964 por su trabajo en la junta directiva de Ruhrchemie AG, pero cuando se hizo público su pasado nacionalsocialista se le retiró el galardón.

Pocos apellidos alemanes sean posiblemente tan conocidos como el de Krupp, cuya historia como proveedor de armas se remonta a la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la que suministró a todos los bandos combatientes. Las empresas Krupp fueron el objeto del tercero de los “juicios subsiguientes” (8 de diciembre de 1947 – 31 de julio de 1948) relacionados con el capital que financió al nazismo. Como se encargó de recordar el fiscal Robert H. Jackson en su acusación, “cuatro generaciones de la familia Krupp han poseído y operado las grandes factorías de armamento y municiones que han sido la principal fuente de suministros de guerra de Alemania. Durante más de 130 años, esta familia ha sido el foco, el símbolo y el beneficiario de las fuerzas más siniestras implicadas en la amenaza a la paz en Europa”. La participación de la empresa en el régimen nazi era innegable: Krupp suministró generosamente a la Wehrmacht desde tanques hasta cruceros y submarinos pasando por cañones de artillería y munición. El aprecio por los nazis hacia su patrocinador era tal que en un discurso a las Juventudes Hitlerianas Hitler llegó a afirmar que “el joven alemán del futuro debe ser delgado y ágil, veloz como un lebrel, curtido como el cuero y duro como el acero de Krupp.”

El material de guerra de Krupp era fabricado por 100.000 trabajadores esclavos, entre ellos más de 23.000 prisioneros de guerra –principalmente en su factoría en Essen (Renania del Norte-Westfalia)– y 4.978 internos de los campos de concentración de Auschwitz y en Wroclaw (en alemán: Breslau), invariablemente en condiciones inhumanas: largas jornadas de trabajo, alojamiento inadecuado y expuesto a los bombardeos (en violación del Tratado de La Haya), malnutrición, falta de asistencia médica y brutalidad por parte de los guardias. En su declaración ante el tribunal, el Dr. Wilhelm Jäger, uno de los médicos de la empresa que fue enviado a supervisar las condiciones de los campos, relató en su testimonio que “las condiciones sanitarias eran atroces: en Krämerplatz [donde trabajaban 2.000 prisioneros de guerra soviéticos y franceses] solo había 10 cuartos de baño de niños para 1.200 reclusos… Los excrementos cubrían el suelo de estos baños por completo. Los tártaros y kirguises eran los que más sufrían: caían como moscas [a causa del] alojamiento, la mala calidad de la insuficiente comida, el exceso de trabajo y la falta de descanso… Miles de moscas, insectos y otros parásitos torturaban a los internos de estos campos”. En Nöggerathstrasse se llegó a hacer dormir a los prisioneros de guerra franceses durante seis meses “en jaulas para perros”: cinco reclusos dormían en cada jaula, “en la que tenían que entrar a cuatro patas”. Los hijos de las trabajadoras forzadas secuestradas en Europa del Este se alojaban en barracones para niños en condiciones no muy diferentes a las descritas y muchos de ellos murieron por la mala alimentación y falta de asistencia médica. El presidente, Alfried Krupp, respondió a todos los informes de Jäger con indiferencia.

Por todo ello, doce directivos de Krupp, incluyendo a su presidente desde 1943, Alfried Krupp von Bohlen y Halbach, fueron sentados en el banquillo de los acusados por crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Sólo uno de los acusados, Karl Heinrich Pfirsch, responsable de ventas de la empresa, fue absuelto: el resto fueron condenados a penas de prisión de entre tres y doce años de prisión, y a Alfried Krupp se le impuso además la venta de sus posesiones. Como en los casos de Flick e IG Farben, el tribunal rechazó los argumentos de la defensa de que los acusados no hicieron más que “cumplir órdenes” y de que actuaron por “necesidad”, asegurando que se habían visto obligados a alcanzar las cuotas de producción impuestas por el gobierno alemán y que, para conseguirlo, era necesario hacer uso de la fuerza de trabajo proporcionada por el Estado porque no había otra disponible, y que, de haberla rechazado, ello hubiera acarreado consecuencias para los empresarios y sus administradores. De igual modo, se desestimó el argumento de la defensa de que el tribunal estaba aplicando una “justicia de vencedores”, así como que las leyes que se les acusaba infringir no estaban vigentes en el lugar y el momento de las acciones realizadas (nullum crimen, nulla poena sine praevia lege).

Sin embargo, el alto comisario de EE UU para la RFA, John J. McCloy, convencido de la necesidad de restaurar la capacidad industrial de Alemania occidental frente a una emergente URSS, decidió entre 1951 y 1952 reducir las penas de la mayoría de los acusados. El propio Alfried Krupp fue amnistiado el 31 de enero de 1951 y se le restituyeron sus propiedades en la RFA, que en la zona de ocupación soviética (a partir de 1949 la República Democrática Alemana) habían sido ya expropiadas. El terreno para la amnistía lo habían preparado antes las cámaras de comercio, las organizaciones empresariales y los medios de comunicación conservadores, que habían puesto en marcha una intensa campaña de relaciones públicas para relativizar las acciones de Krupp durante el nazismo. Cabe decir que lograron su cometido con creces, ya que Krupp se convirtió como es sabido en una de las empresas más importantes de posguerra. En 1999 se fusionó con Thyssen AG, cuyo presidente en el período de entreguerras, Fritz Thyssen, también financió generosamente al nacionalsocialismo hasta 1933, cuando su relación con el régimen comenzó a deteriorarse. Thyssen, que abandonó Alemania en 1939 y en 1940 publicaría en Francia una biografía titulada Yo financié la ascensión de Hitler, llegaría a ser internado tras su detención en el régimen de Vichy y extradición a Alemania en varios campos de concentración, aunque siempre recibió un trato de favor por su condición social.

“Lo hicieron voluntariamente”

En el juicio contra IG Farben, el fiscal presentó como prueba núm. 58 el siguiente fragmento del interrogatorio a Göring:
P. ¿Habría contemplado Alemania su vasto programa de agresión si no hubiesen contado con el pleno apoyo de los industriales durante todo el tiempo?
R. Los industriales son alemanes. Tenían que apoyar a su país.
P. ¿Les forzaron a hacerlo o lo hicieron voluntariamente?
R. Lo hicieron voluntariamente, pero de haberse negado, el Estado habría dado un paso al frente.
P. ¿Piensa que el Estado habría sido lo suficientemente fuerte para forzar a la gran industria a ir a la guerra si ésta no quería la guerra?
R. Cuando llegó el momento de ir a la guerra, todas las industrias nos siguieron sin problemas de conciencia.

Lo cierto es que tampoco tuvieron problemas de conciencia antes de la guerra: sin las donaciones de los industriales —a quien Hitler había cortejado abiertamente desde 1926-1927 presentando a su partido como dique de contención del bolchevismo—, el NSDAP no hubiera podido desembolsar por ejemplo los 805.864 marcos que costó la compra y renovación del Palacio Barlow de Múnich, donde el partido estableció su sede. Después de la ya mencionada reunión secreta del 20 de febrero de 1933, los “capitanes de industria” donaron tres millones de marcos —más de dos millones de los cuales se ingresaron en un fondo fiduciaro ad hoc creado por Schacht— para financiar a la ultraderecha. Los porcentajes son significativos: el 25% se destinó al Frente Negro-Blanco-Rojo, la coalición liderada por Franz von Papen, y el 75% restante al NSDAP. Según Martin Blank, uno de los testimonios de aquella reunión, aquel mismo día los representantes de la industria siderometalúrgica se comprometieron a donar un millón de marcos, mientras que el fabricante de maquinaria Wolfgang Reuter prometió entregar 100.000 marcos, la misma suma que dio Siemens. En el fondo de Schacht aparecen Osram, que donó 40.000 marcos (27 de febrero), Telefunken, con unos 35.000 (27 de febrero), IG Farben, con unos 400.000 marcos (28 de febrero), o AEG, con 60.000 (3 de marzo), por señalar sólo las compañías más conocidas de la lista, en la que también figuraban empresas mineras y de fabricación de maquinaria.

No sólo fue la industria: el acuerdo entre Papen y Hitler para hacerse con la cancillería se fraguó en la casa de un banquero, Kurt Freiherr von Schröder, en Colonia, con la mediación una vez más de Schacht. En su declaración en el juicio de Núremberg, Schröder narró cómo “antes de dar este paso, conmigo hablaron una serie de caballeros de la economía y me informé en general de cómo la economía quería establecer una cooperación entre ambos.” “Los mayoría de los esfuerzos de los hombres de la economía se dirigían”, continuaba Schröder en su declaración, “a ver la llegada al poder de un líder fuerte en Alemania que construyese un gobierno que permaneciese en el poder por un largo período tiempo”. Cuando “el NSDAP sufrió el 6 de noviembre su primer revés en las urnas y alcanzó con él su techo electoral, el apoyo de la economía alemana se hizo especialmente apremiante”. De acuerdo con el testimonio de Schröder, “existía un interés común en la economía en el miedo del bolchevismo y la esperanza de que los nacionalsocialistas, una vez en el poder, estableciesen una política consistente y sólidos fundamentos económicos en Alemania”.

Quizá la mayoría de industriales y banqueros viese a los nazis como parte de la constelación de fuerzas conservadoras que habían de impedir el ascenso del movimiento obrero organizado que suponían tanto el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como el Partido Comunista de Alemania (KPD) y sus sindicatos. Carl von Ossietzky escribió en Die Weltbühne cómo el magnate de los medios de comunicación Alfred Hugenberg no quería “dejar libre a su golem, Hitler.” “Cuando ya no lo necesite más”, creía Ossietzky, “le cortará el grifo de la financiación y el movimiento nacionalsocialista desaparecerá tan misteriosamente como estos últimos dos años misteriosamente ha crecido”. Años después el dramaturgo Heiner Müller compararía a los nazis con un perro rabioso atado a una correa que finalmente se aflojó demasiado. Sea como fuere, como escribe Antoni Domènech en El eclipse de la fraternidad (Crítica, 2004; Akal, 2019), “lo que el propio [fiscal estadounidense] Telford Taylor llamó ‘guerra civil fría’ desencadenada en EE UU contra los ‘comunistas rooseveltianos’ contribuyó decisivamente a que las condenas judiciales a la oligarquía industrial y financiera alemana quedaran en nada”, entre otras razones, “gracias a la enorme presión de la derecha empresarial y política norteamericana que consideró –no sin un punto de razón– que procesar a los Flick, a los Krupp y compañía era tanto, según expresó en su día el luego tristemente célebre senador McCarthy, ‘como procesar a los Ford y a los Rockefeller’”.

No se produjo una caída de los dioses: el capital sin el que el nazismo no hubiera sido posible fue restituido en su lugar, considerado como un ‘mal necesario’ para hacer de Alemania occidental un muro de contención contra la expansión del comunismo soviético, a pesar de que ello suponía una violación del apartado B.12 del Acuerdo de Potsdam de 1945, según el cual “en el plazo más breve posible la vida económica alemana ha de descentralizarse con el objetivo de destruir la desproporcionada concentración existente del poder económico, representada especialmente por los carteles, corporaciones, trusts y otras asociaciones monopolistas”.

La URSS defendió en todo momento el establecimiento de un castigo ejemplar e inequívoco a los criminales de guerra nazis: sobre ellos tenía que caer todo el peso de la ley, sin concesiones. Esta manera de proceder tenía como fin impedir que su memoria pudiese ser rehabilitada y asestar a un mismo tiempo un golpe definitivo al capital que había posibilitado el peor conflicto de la historia de la humanidad. Buena parte del resto de los Aliados, en cambio, temía que el juicio a los notables de la vida económica alemana se convirtiese en una poderosa herramienta propagandística para los soviéticos. Como seguramente se refleje en los medios de comunicación estos días, hubo un Núremberg que ha llegado a ser muy conocido por el público y otro que no, y que, además, quedó incompleto. 

Ángel Ferrero es miembro del comité de redacción de Sin Permiso

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domingo, 29 de noviembre de 2020

_- Entrevista a Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. “Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia configura nuestra vida”.

_- Fuentes: SINC
El investigador y profesor de la Universidad de Málaga Antonio Diéguez acaba de publicar una segunda edición revisada y ampliada de un manual que sirve tanto como libro de texto como para la divulgación de la filosofía de la ciencia al público general.

Antonio Diéguez (Málaga, 1961) es una voz respetada en diversos campos de la filosofía de la ciencia, la biología y la tecnología en España, especialmente, en el transhumanismo, el realismo científico y la epistemología evolucionista. Algunos de estos debates, consolidados o aún abiertos, se recogen en Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), una reedición de este libro de texto de 2005 que el profesor e investigación de la Universidad de Málaga ha ampliado y actualizado a nuestro tiempo. El propósito de esta publicación, según explicó Diéguez en la presentación virtual del libro, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. A su vez, el libro tiene una naturaleza divulgativa en su redacción y un importante carácter introductorio a todos los debates y conceptos fundamentales, lo que ayuda a que pueda servir al gran público a conocer qué hace la filosofía de la ciencia y cuál es su utilidad en el siglo XXI.

¿Por qué está motivada esta nueva edición del libro? ¿Qué le ha empujado a ello?
En primer lugar y más urgente es porque se había agotado la primera edición y yo la necesitaba para los alumnos. Pero también hay temas que han necesitado una actualización porque algunos debates han continuado en estos últimos años de manera intensa, como el que versa sobre el realismo científico o sobre el papel de los modelos en la ciencia, y eso había que recogerlo. Luego también porque me apetecía incluir algún autor más como Stephen Toulmin y corregir algunas cosas, pulirlas. Le iba haciendo falta haciendo una actualización.

¿Qué es el realismo científico?
La idea básica es si las teorías científicas son una explicación o interpretación del mundo real, y por tanto nos ofrecen información aproximadamente verdadera del mundo real; o deben interpretarse más bien como herramientas conceptuales para manipular la realidad y por tanto no hay que comprometerse con la verdad literal, ni siquiera aproximada, de las teorías científicas.

Entiendo que habrá matices intermedios entre esas dos posturas…

Hay muchos matices intermedios, muchas variedades de realismo e instrumentalismo, que es como se llama la posición antirrealista. Pero hay otras muy potentes, como el empirismo constructivo de Van Fraassen que dice que las teorías científicas tienen dos niveles: uno observacional y otro teórico. En el primero sí se puede aceptar la verdad o falsedad de las hipótesis; pero a nivel teórico hay que suspender el juicio y el científico debe decir que la teoría encaja con la realidad pero no puede decir que sea verdadera.

¿Está el empirismo constructivo muy ligado a la teoría cuántica de la física?
La fuente principal del antirrealismo viene de la física, sobre todo. Es muy difícil mantener posiciones antirrealistas desde la biología animal o la bioquímica, o cualquier otra ciencia que no sea la física. Aquí el antirrealismo tiene un apoyo muy fuerte en la teoría cuántica porque en ella suceden cosas muy extrañas, como que el sistema cuántico en algunas de sus propiedades depende del propio acto de observación, y eso no tiene una interpretación realista fácil.

¿Cuál debería ser el objetivo de la filosofía de la ciencia, si es que hay uno?
La filosofía de la ciencia surge como disciplina en el Círculo de Viena y su manifiesto fundacional se publica en 1929 con el título de La concepción científica del mundo. Desde el principio ha tenido el objetivo fundamental de analizar cómo funciona la ciencia, cuál era la estructura lógica de las teorías científicas y, sobre todo, cómo justifica la ciencia sus conocimientos. Pero esto se fue ampliando posteriormente. Karl Popper le añadió un mayor calado metafísico, se interesó con la relación de las teorías con la realidad pero ya en un sentido más fuerte del término “realidad” no solo por cómo se justifican el conocimiento sino también cómo vamos progresando hacia mayor contenido verdadero en nuestras teorías.

Thomas Kuhn, en el año 1962, publicó La estructura de las teorías científicas, uno de los libros más influyentes en las ciencias sociales y la filosofía. Con él le dio también una orientación añadida al análisis de la ciencia como actividad, no solo como modo de conocimiento, sino también como actividad humana. Ahí introdujo una consideración a los factores sociales.

Cuando comenta actividad humana, ¿se refiere a la ciencia como profesión?
Sí, como profesión investigadora, pero también como institución, como organización, como comunidad… Aspectos sociales, institucionales y políticos, aspectos que el Círculo de Viena ni Popper habían tenido en cuenta.

¿La filosofía de la ciencia puede ser útil para la investigación?
Puede ser útil, pero no está entre sus objetivos principales ser útil a la investigación científica. Es una disciplina que trata de conocer bien la ciencia, interpretarla y darla a conocer al público interesado. Saber cómo ha sido la ciencia a lo largo de su historia, cómo procede hoy día, cuáles son sus bases metodológicas y epistemológicas, etcétera.

Ahora bien, algunos científicos han tenido interés por la filosofía de la ciencia y hay ocasiones que eso ha beneficiado su trabajo, aunque esto es una cuestión circunstancial. No es extraño que algunos científicos hayan leído sobre todo a Popper, un filósofo que les suele gustar bastante, y hayan sacado alguna conclusión interesante. Por ejemplo: Willi Hennig, el fundador del cladismo, que es una de las escuelas principales de la taxonomía, afirmó que alguna vez había obtenido alguna inspiración leyendo a Popper.

Pero eso no deja de ser una inspiración. ¿Hay alguna aplicación o utilidad más clara?
Hay partes de la filosofía de la ciencia más especializada donde la utilidad es más clara. Yo soy especialista en filosofía de la biología, donde sí que ha habido trabajo conjunto entre filósofos y biólogos que han contribuido al avance de una disciplina. Por ejemplo, los trabajos del filósofo de la biología Elliott Sober en el tema de la selección de grupos: son comentados y contrastados por muchos biólogos, incluso este autor ha publicado con biólogos para desarrollar sus ideas. O los análisis que se han hecho en filosofía de la biología sobre nociones centrales como adaptación o gen. Ese trabajo de verificación conceptual sí ha tenido una mayor atención por parte de los científicos y sí ha sido útil para su propio trabajo.

En cambio, en el caso de la filosofía general de la ciencia, que es la que ha predominado hasta final del siglo XX, vemos que la utilidad para el trabajo de los científicos ha sido muy testimonial.

¿Por qué esta asignatura, en el caso de su universidad, no se imparte en grados de ciencias naturales, de la salud u otros?
Me parece una pena y es algo que no sucede en otros países. Anteriormente, en la licenciatura de Filosofía existía la libre configuración: alumnos de cualquier carrera podían coger un número de créditos determinado de otras carreras. En filosofía de la biología, la mitad de mis alumnos venían de Biología y se matriculaban al igual que los alumnos de Filosofía, en las mismas condiciones. Aquello era muy enriquecedor para todos los alumnos y para mí también. Eso se acabó con Bolonia, que quitó la libre configuración y redujo enormemente la optatividad en todas las carreras. Para cualquier titulación se ofrecían ya muy pocas optativas y era lógico que en Biología las optativas fuesen de su grado, no iba a venir otra optativa de fuera. El plan Bolonia debería haber abierto la optatividad, que era lo coherente.

¿Qué sensaciones deja a sus alumnos cuando terminan de cursar sus asignaturas?
Creo que, al menos, consigo convencerles de que esta asignatura es importante para un filósofo. Cuando se matriculan en ella tengo la impresión de que creen que [la ciencia] se trata algo periférico, algo que no es central de la filosofía o que las cuestiones están en otra parte, en otros autores, temas o enfoques. Cuando terminar de ver la asignatura, creo que se convencen de que algunas de las cuestiones centrales de la filosofía están aquí, en la filosofía de la ciencia y de la tecnología.

Si hay algo que caracteriza nuestro tiempo es el desarrollo científico y técnico, un filósofo no puede permanecer de espaldas a eso. Si quieren entender la realidad de su época no puede dejar de entender lo que está haciendo el ser humano con la ciencia y la tecnología, para bien, para mal o para regular. Un filósofo no puede mirar para otro lado cuando la ciencia está configurando nuestro modo de vida.

Esta perspectiva va muy de la mano sobre cómo asume la sociedad el concepto de cultura científica, no como cultura y ciencia como elementos separados, sino que van de la mano…

Eso es algo en lo que insisto mucho y lo vemos de manera muy clara los que estamos en una zona fronteriza entre la ciencia y la filosofía. Esa separación entre dos ámbitos culturales, opuestos, entre ciencias y humanidades, tiene una historia mucho más corta de lo que se piensa.

En la actualidad, además, hay muchas zonas fronterizas, híbridos entre naturaleza y sociedad, como lo llama el filósofo y sociólogo Bruno Latour, entre ciencias y humanidades. Eso que llamamos cultura incorpora en la actualidad de manera clara a la ciencia. No tiene sentido decir que alguien con formación cultural solo trabaja sobre el arte, la literatura, la filosofía, pero que se puede desentender por completo de la ciencia. Esa persona no tiene realmente una cultura equilibrada o completa porque la ciencia forma una parte fundamental de la cultura. Todo lo que tiene que ver con la tecnología informática y de la información tiene una base científica que se debe conocer. Si no, uno está perdido.

Un aspecto de la filosofía de la ciencia, más tangible y sobre sí que se reflexiona y estudia es la demarcación de ciencia y pseudociencia…

Es una de las preocupaciones principales de los filósofos de la ciencia a lo largo del siglo XX. Ahora es un asunto no tan central porque ya se ha llegado a la convicción de que, aunque no hay una definición unánime de ciencia, sí que tenemos una serie de criterios reconocibles que nos ayudan a definir cuándo algo es pseudocientífico. Hay ejemplos muy claros de pseudociencia, como la homeopatía.

¿Considera que esta pandemia ha cambiado la percepción que tiene la población sobre la ciencia en nuestra cultura y modo de vida?
Yo creo que algo sí ha cambiado. Hay una percepción mucho más clara de que necesitamos de la ciencia para resolver los graves problemas que tiene la humanidad. Entre ellos, para tener una salud pública mínimamente garantizada. Se ha comprendido que la salud pública es un asunto global, que no depende de una región o un país, sino del mundo entero. Vivimos en un mundo globalizado y eso nos pone en peligros que antes eran inimaginables, como esta pandemia u otras que pueden venir. De pronto se miró a la ciencia con esperanza, exigiendo un remedio. Nunca se había conseguido conocer a un virus con tanta rapidez y avanzar hacia una vacuna con tanta prontitud.

La ciencia está respondiendo bien.
Dicho esto, hay que afirmar que hay muchos malentendidos con la ciencia todavía. Por ejemplo: se vio como una señal de desorientación el que los científicos no estuvieran de acuerdo durante unos meses sobre la naturaleza del virus y de los mejores tratamientos contra este. La ciencia necesita del desacuerdo, de la discusión. No es solo consenso o ideas con las que toda la comunidad científica concuerda. El desacuerdo es fundamental para el avance del conocimiento, lo que pasa es que eso no lo sabe casi nunca el gran público.

¿Qué perspectiva tiene de la herramienta de edición genética CRISPR? ¿Se observa con cierta preocupación o se confía en el consenso que puede existir en la comunidad científica sobre su uso?

Digamos que se contempla con preocupación en algunos aspectos y con esperanza en otros. Esta tecnología es muy potente y va a cambiar toda la biotecnología y el modo en que podemos transformar a los propios seres vivos. Ya lo está haciendo también con algunos animales y en el horizonte está hacerlo con el ser humano. Lo intentó el científico chino He Jiankui y no lo hizo correctamente —porque la tecnología no está aún preparada— y recibió la condena unánime de la comunidad internacional.

Eso es un objetivo que está en el horizonte, y los filósofos ya se plantean que cuando esto sea aplicable al ser humano, ¿qué sería legítimo hacer? Si solo es legítimo para fines terapéuticos o si también habría algún caso para conseguir ciertas mejoras de tipo genético en el propio ser humano. Eso es muy peligroso porque entramos en el terreno de la eugenesia. La pregunta es si esta eugenesia sería igual que en el pasado. Los defensores de una aplicación irrestricta dicen que no, que es una “eugenesia liberal” a la que no le serían aplicables los mismos reproches que la antigua eugenesia, que era de carácter totalitario.

¿Hay más posibles aplicaciones de CRISPR que preocupan?
Se pueden encontrar algunas otras, como la posibilidad de resucitar especies extintas. Ya se ha hecho una vez aquí en España, justamente. El único caso que ha habido de resurrección de una especie extinta: el bucardo, una cabra del Pirineo que se había extinguido en el año 2000-2002 y se había conservado material genético. Con él se hizo nacer a un cabritillo en una especie cercana que vivió solo unos minutos y murió por un defecto pulmonar. Durante al menos unos minutos esa especie resucitó después de haberse extinguido. Esto abre posibilidades enormes. El catedrático de genética de Harvard, George Church, quiere resucitar un mamut. Ahí se plantean problemas de mucho calado, no solo éticos sino también ecológicos.

Estas son cuestiones sobre las que hay que ir pensando: los bebés de diseño, la posibilidad de resucitar especies extintas, el modo en que estas tecnologías puede agravar las desigualdades y crear una casta de ricos genéticamente mejorados, etcétera.

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sábado, 28 de noviembre de 2020

_- Día Internacional de la Felicidad: 5 ejercicios para ser más feliz según Laurie Santos, la profesora que da el curso más popular en la historia de la Universidad de Yale

_- Alcanzar la felicidad no es algo que ocurre solo, hace falta practicar. 

 "La ciencia nos ha mostrado que ser feliz requiere un esfuerzo intencional", dice la psicóloga Laurie Santos.

"No es fácil, hay que dedicarle tiempo", asegura en conversación con BBC Mundo.

Santos es profesora de la Universidad de Yale en New Haven, Estados Unidos, donde imparte el curso "Psicología y Buena Vida". 
Laurie Santos (Foto: Schirin Rangnick / Universidad de Yale) Pie de foto,

Laurie Santos es la profesora de la exitosa materia Psicología y Buena Vida. Con más de 1.200 alumnos inscritos, su clase se convirtió en la más popular en los tres siglos de historia de Yale.

Santos basa su curso en la psicología positiva, que es el área de la psicología que estudia la felicidad.

"La psicóloga Sonja Lyubomirsky compara ser feliz con aprender a tocar el violín o convertirse en una estrella de fútbol", dice Santos. "No es algo que simplemente puedas hacer, tienes que practicar para ser cada vez mejor".

En base a esas premisas, Santos les enseña a sus alumnos a "hackearse", es decir, a reprogramar sus hábitos para que sean más felices y saludables. "Ser feliz no es fácil, hay que dedicarle tiempo", dice Laurie Santos

Estas son algunas de las tareas que tienen que cumplir los alumnos de Santos para tratar de ser más felices: 

1. La lista de la gratitud 
Durante una semana, cada noche los estudiantes deben escribir las cosas por las cuales se sienten agradecidos.

Así crean su propia lista de gratitud.

"Suena bastante simple pero hemos visto que quienes hacen este ejercicio de manera regular tienden a ser más felices", dice Santos.

2. Dormir más y mejor
A los alumnos de Santos les cuesta trabajo dormir 8 horas diarias.

Según Santos, este ejercicio les resulta bastante difícil a sus estudiantes, pues en Yale deben cumplir con una gran carga de tareas.

El reto consiste en dormir 8 horas cada noche durante una semana.

"Parece tonto, pero sabemos que aumentar el sueño disminuye la depresión y aumenta la actitud positiva", dice Santos. 

3. Meditar 
La tarea consiste en meditar 10 minutos cada día.

Santos explica que los estudios muestran que la meditación y otras prácticas que aumentan la atención plena, les pueden ayudar a ser más felices. 

4. Más tiempo para compartir con la familia y los amigos 
Santos también menciona que las investigaciones han mostrado que las cosas que normalmente traen felicidad tienen que ver con las relaciones interpersonales y las conexiones sociales.

"Tener tiempo para estar con tus amigos y tu familia, disfrutar el momento, ser consciente y experimentar el mundo", enumera. 
 

Santos recomienda pasar más tiempo con los amigos y la familia

"Muchas veces relacionamos la riqueza con la cantidad de dinero que tenemos", explica Santos, "pero las investigaciones han mostrado que está relacionada más con cuánto tiempo tienes".

"Si estás sacrificando tu tiempo para trabajar más y ganar más dinero, eso no es un buen comportamiento. Sería mejor aumentar la cantidad de tiempo libre que tienes". 

5. Menos redes sociales y más conexiones reales 
Para Santos, también es importante no dejarse engañar por las sensaciones de satisfacción que ofrecen las redes sociales.

"Las redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos", dice la psicóloga Santos

"Las investigaciones nos muestran que la gente que más usan redes como Instagram, tiende a ser menos feliz que aquellos que las usan menos. Esto significa que estas redes sociales no nos están haciendo tan felices como nosotros creemos".

"Hay que desconectarse de las redes sociales y dormir un poco más".

viernes, 27 de noviembre de 2020

La fascinante aventura de Richard Davies, el hombre que viajó a "las 9 economías más extremas" del mundo y qué lecciones aprendió

Uno de los destinos fue el campo de refugiados sirios Zaatari, en Jordania.

Si ya es poco común que un economista salga a la calle a ver cómo funcionan en la práctica las grandes teorías y a conversar con los seres humanos que están detrás de las bases de datos, más raro aún es que viaje a lugares extremos para estudiar cómo sobrevivimos en las peores circunstancias y qué soluciones económicas inventamos.

Pero Richard Davies, quien fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del Tesoro del Reino Unido (HM Treasury), economista del Banco de Inglaterra y editor de la revista The Economist, viajó no solo a uno, sino a nueve. Y muy variados:

Zaatari, un campo de refugiados sirios en Jordania
La Prisión Estatal de Luisiana en Estados Unidos
La región del Darién en la frontera entre Colombia y Panamá
Kinshasa en la República Democrática del Congo
Aceh, Indonesia, epicentro de uno de los peores desastres naturales de la historia
Glasgow en Escocia
Akita en Japón
Tallinn en Estonia y
Santiago en Chile

"El capital financiero opera de maneras fascinantes en ambientes extremos", le dice a BBC Mundo Davies, quien actualmente trabaja como investigador de la London School of Economics y la Universidad de Bristol.

Davies actualmente trabaja como investigador de la London School of Economics y la Universidad de Bristol.

En el recorrido, cuenta, descubrió cómo la gente se las ingenia para crear nuevos sistemas y cómo la fortaleza humana no conoce límites cuando una comunidad tiene que adaptarse y reconstruirse en medio de la adversidad.

Con esa experiencia publicó el libro "Economías Extremas", el cual incluye sorprendentes historias como la de los presos de Luisiana cuya moneda de intercambio son las latas de pescado, o la de los refugiados sirios que transformaron la leche en polvo en un gran activo comercial para hacer negocios.

Para escribirlo recorrió 160.000 kilómetros y realizó más de 500 entrevistas que le dieron pistas sobre el poder de la resiliencia humana y las fuerzas económicas que pueden darle forma al futuro.

¿Cómo se le ocurrió la idea de hacer un libro tan poco tradicional para un economista?

Quizás se me ocurrió porque no siempre fui economista. Primero fui estudiante de medicina y ahí aprendí que hay información valiosa en los ejemplos extremos, algo que usualmente no investigamos en el ámbito económico.

Siempre buscamos los promedios como, por ejemplo, cuál es el efecto promedio de una reforma impositiva, o cómo una política puede afectar a una familia promedio.

Pero en campos como la medicina se investiga qué pasa en casos extremos cuando sobrevive un individuo que se suponía que iba a morir y esa idea de buscar el caso excepcional no la aplicamos en el ámbito económico.

En Zaatari los refugiados lograron levantar sus propios negocios y hasta transformaron la leche en polvo en un gran activo comercial para acceder a la moneda local de Jordania.

Y por otro lado, mi hermana, que es directora de prisiones, ha visto como en las distintas cárceles se desarrolla una economía oculta, una economía que no es oficial.

Entonces pensé que ese era un buen ejemplo de resiliencia, en el sentido de que te ves forzado a construir un sistema.

Así fue como me puse a pensar en distintos lugares donde la gente tiene que enfrentarse a estas fuerzas extremas y a construir o reconstruir su entorno económico.

¿Por qué separó el libro en tres partes: sobrevivencia, fracaso y futuro?

Quería escribir sobre los grandes temas que van a afectar a la economía en el futuro, como los cambios tecnológicos, el envejecimiento de las sociedades, el aumento de la desigualdad. Por eso el capítulo final va en esa línea.

Luego me interesaba investigar el éxito de la sobrevivencia y ahí es donde incluí la prisión, el campo de refugiados y un desastre natural, ejemplos de cómo un grupo de personas logra vencer las peores condiciones.

En la Prisión Estatal de Louisiana usaban latas de pescado como moneda de intercambio.

Pero luego pensé que, como tenemos ejemplos en todo el mundo donde ocurre lo contrario, donde los sistemas fracasan, era interesante ver el otro lado de la historia y viajar a lugares que lo tenían todo para construir las mejores economías del mundo, pero fracasaron.

¿Cómo y por qué seleccionó esos nueve lugares en particular?
Lo hice aplicando un método cuantitativo usando datos.

Elegí primero los temas -desastre naturales, guerra y el sistema carcelario- y luego busqué ejemplos extremos de esos temas.

Por ejemplo, fui a Estados Unidos porque es el país con la mayor tasa de encarcelamiento del mundo; elegí Luisiana porque es el estado que lidera el ranking; y dentro de Luisiana escogí la Penitenciaría Estatal de Luisiana porque es la mayor cárcel de alta seguridad.

Lo mismo hice al buscar el mayor desastre natural del mundo, y por eso fui a Aceh en Indonesia.

Mapa Davies
Para el capítulo de los fracasos tenía varias alternativas que al final descarté.

Estuve a punto de ir a Buenos Aires. No es que Argentina sea comparable con Kinshasa en la República Democrática del Congo, pero es interesante porque Argentina podría haberse convertido en una superpotencia, pero no lo logró.

En cambio elegí Chile por el tema de la desigualdad, aunque estuve muy cerca de ir a México por la misma razón.

La Provincia de Aceh, en Indonesia, quedó devastada con el terremoto y tsunami de 2004.

Al final fui estricto con el método de seguir los datos y por eso viajé a Santiago.

De todos los lugares donde viajó, ¿Cuál le causó la mayor impresión a nivel personal?

Kinshasa. Es un lugar alucinante. Una ciudad de 10 millones de habitantes que en realidad es una gigantesca aldea. No hay nada. Está lleno de casas hechas con cartones y techos de lata.

Y en las calles puedes ver miles y miles y miles de personas negociando en medio de una pobreza abyecta.

"La historia de Kinshasa y del Congo es la historia del peor desastre económico del mundo", dice Davies.

Es increíble ver eso en una ciudad.

Yo he estado en partes muy pobres de varios países, como Kenia o Colombia, por ejemplo, pero Kinshasa impresiona por la cantidad de personas concentradas en el mismo lugar.

Como economista, uno piensa en el potencial de ese lugar.

Está a la orilla del río Congo. Se sabe desde hace muchos años que ahí se podría construir una represa y que la ciudad podría tener un desarrollo industrial, pero la gente ni siquiera tiene agua limpia para consumir.

Y cuando cae la noche, no hay electricidad y todo queda completamente oscuro. Es como estar en el campo o en el medio del desierto, pero es una ciudad gigante.

La historia de Kinshasa y del Congo es la historia del peor desastre económico del mundo. Estando ahí se hace evidente el valor de tener un buen gobierno.

De una manera muy distinta me impresionó la ciudad de Akita, en el norte de Japón, donde todas las personas eran mayores de 65.

O ir a Santiago, donde conoces gente en Las Condes y luego bajas a los barrios pobres y ves el gigantesco contraste. Fue muy, muy emotivo.

¿Y qué lecciones económicas aprendió en toda esta aventura que son valiosas para el resto del mundo en el contexto actual?

Del viaje que hice al campo de refugiados, a la zona del tsunami y la cárcel, que aparecen en el primer capítulo, aprendí que los individuos tienen una inmensa capacidad de construir su propia economía casi de la nada.

Si solo leyeras ese capítulo, podrías pensar que lo único que necesitas es un sistema de libre mercado y que es mejor que el gobierno se haga a un lado y que la gente haga lo que quiera, como una visión muy libertaria de la sociedad.

Davies cuenta que una de las cosas que aprendió en el viaje es que "los individuos tienen una inmensa capacidad de construir su propia economía casi de la nada". Uno de esos lugares es el campo de refugiados sirios Zaatari.

Y aunque hay algo de verdad en esa percepción, el viaje me mostró el valor de tener un sistema político estable.

Eso es algo que sabe todo el mundo, pero lo que aprendí directamente es la manera en que daña a la gente en la vida real.

Yo solía trabajar en el Banco Central de Inglaterra y uno de los temas fundamentales es la inflación. Pero en un país como el Congo, donde la moneda local no es estable, el costo de una alta inflación recae en los más pobres.

En ese país no hay apoyo del Estado y la única forma de sobrevivir es con el comercio informal.

Muchas personas compran una bolsa de carbón en Kinshasa para revenderla en pequeñas cantidades. El problema es que el precio cambia en cuestión de horas por las variaciones de la inflación.

Algunos compran grandes bolsas de carbón, que la gente usa para cocinar, y luego la venden por partes. El problema es que el dinero es tan volátil que el valor de la moneda puede cambiar rápidamente de un lugar a otro de la ciudad.

Entonces terminan vendiendo el carbón a un precio demasiado bajo, porque en horas el precio cambia. Y cuando van a comprar otra bolsa grande, el dinero ya no les alcanza.

¿Qué tan rápido se dispara la inflación?
En Kinshasa puede dispararse en una noche por la manera en que funciona el banco central. Se destruye de un momento a otro el capital que puede tener la gente más pobre del planeta.

Ellos viven bajo una lata al lado de una cloaca. Ellos sufren el impacto de malas políticas.

Otra cosa que aprendí es cómo funciona la corrupción en el terreno, cómo funciona desde arriba hasta llegar a los niveles más bajos.

Si vas manejando y quieres dar una "vuelta en u", tienes que llamar a un policía y pagarle para que detenga el tráfico y te deje dar la vuelta. Esa es la manera de hacerlo, no hay otra.

Davies estudió cómo funciona la economía en las calles de Kinshasa.

En cualquier país eso sería un soborno. Pero en Kinshasa, sabes que el policía tiene hambre, que es tu vecino.

Eso cambia completamente la idea de qué es moral o inmoral. Ese policía no tiene otra manera de comer y si entrega un servicio útil, se hace el negocio.

Hay muchos ejemplos como ese. O cuando los niños egresan de la escuela, le tienes que pagar al profesor para que te entregue el certificado, pero no hay otra manera de que el profesor pueda sobrevivir.

Como es un lugar tan extremo, pone a prueba la idea de que la corrupción siempre es algo malo. En ciertos lugares del mundo, es lo único que se puede hacer para comer.

Si vamos al viejo dilema sobre qué funciona mejor, ¿libre mercado o un sistema con fuertes regulaciones?, ¿libre mercado o mayor control estatal?, ¿o dónde está el mejor balance entre esos dos caminos?... ¿Cuál es su opinión?

Esa es la vieja pregunta, me gusta la manera en que lo pones porque es "la" pregunta. No tengo una respuesta establecida al respecto.

Muchos libros de economía y negocios suelen llevar un título al estilo de 10 reglas para conseguir algo, o 10 pasos para alcanzar lo que sea.

Pero ese tipo de fórmulas claramente no funcionan en economía.

Lo que espero es que el libro le dé a la gente algunas señales sobre esa vieja y gran pregunta: ¿Cómo sacamos el máximo partido de los mercados sin permitir que operen desenfrenadamente?
Es una pregunta muy difícil de contestar.

La primera parte del libro contiene ejemplos que muestran que la gente a la que le encantan los mercados libres, gente como podría ser Milton Friedman o los libertarios, están -en parte- en lo correcto.

El libro está dividido en tres capítulos: sobrevivencia, fracaso y futuro.

He visto de primera mano en los lugares donde he estado y he leído varias investigaciones que señalan que cuando la gente no tiene prácticamente nada, reconstruyen el sistema económico, y habitualmente lo hacen como un sistema capitalista.

Me refiero a la construcción de pequeños mercados donde comercias de manera libre y la razón de eso es que la gente tiene distintas habilidades, distintos bienes, diferentes deseos y necesidades, y los intercambian.

Incluso hay lugares donde inventan su propia moneda para poder comerciar.

Pero también es verdad que si permites que los mercados hagan lo que quieran, muy a menudo van a hacer cosas terribles.

Una muestra de eso es el medioambiente o la manera en que comerciamos el ambiente. Y el mejor ejemplo es lo que ocurre en la Región de Darién, en el límite entre Colombia y Panamá.

¿Qué políticas aplicaría en ese lugar?
Personalmente implementaría políticas muy extremas.

Habitualmente lo que hacemos es aplicar las medidas a la mitad, o dicho de otro modo, aplicar medidas que tienden hacia el incómodo camino del medio.

Por ejemplo, en la Región del Darien se permite un comercio limitado de árboles de madera dura. Yo lo prohibiría completamente.

Pero en otros casos como el comercio de drogas, se gastan miles de millones en tratar de bloquear esos mercados, cuando sería mucho mejor legalizarlos, permitir que funcionen, cobrar impuestos.

Estamos en una extraña situación donde tenemos algunos mercados que no deberían existir y otros que sí deberían existir. El desafío para el futuro después de la pandemia es hacerlo bien.

Lo más importante es que no hay una respuesta única para todos los lugares. Depende de su religión, su historia, su cultura.

Sin duda está lleno de ejemplos donde lo hemos hecho mal, eso está claro.

¿Y qué se hace con el descontrolado aumento de la desigualdad, que es un fenómeno común en sociedades muy distintas?

La pregunta es cómo defender la postura de que es necesario disminuir la desigualdad, cómo le puedes explicar a la gente que no está interesada en el tema que es importante.

La gente que critica la desigualdad, es como si le hablaran a una pared.

Si a mucha gente no le importa la desigualdad o incluso piensan que los más pobres merecen estar en una posición de desventaja, ¿Cómo los convences de lo contrario?

Nunca vas a ganar esa discusión porque al otro lado simplemente no le interesa.

Para mí lo interesante es dar razones suficientes para que al otro lado le importe.

Y creo que hay suficientes y que no están relacionadas con que es malo o no es justo que los ingresos sean tan desiguales.

Disminuir la desigualdad es importante porque erosiona el capital social. Cuando un lugar tiene un bajo nivel de capital social, es menos resiliente para enfrentar grandes shocks.

Entonces la gente a la que le importa la desigualdad tiene que construir mejores argumentos para convencer a los que tienen ingresos más altos. Porque a la mayoría de las personas con altos ingresos no les preocupa el aumento de la desigualdad.

Hacia fines de 2019 comenzaron masivas protestas callejeras en Santiago de Chile contra la desigualdad.

Pero a todos nos afecta si disminuye la resiliencia, si disminuye la capacidad de enfrentar turbulencias.

La evidencia muestra que cuando tienes altísimos niveles de desigualdad haces que la sociedad sea más débil.

¿Qué lecciones de su viaje podrían aplicarse a lo que estamos viviendo ahora en medio de la pandemia?

Cuando se trata de resiliencia le damos demasiada importancia al dinero y a los bienes físicos. Los humanos podemos sobrevivir y reconstruir teniendo casi nada. Esa es una razón para tener optimismo.

Pero al mismo tiempo, le damos poca importancia a las habilidades, las ideas, las redes, las tradiciones, las normas, los barrios, es decir, al capital humano y social.

Davies viajó a Glasgow, Escocia, donde la falta de oportunidades para los jóvenes fue una de las causas del aumento de las adicciones. "Estamos erosionando el capital humano", dice el economista.

En cuanto a la pandemia, en medio de todos los riesgos que presenta la covid-19, estoy preocupado de que vayamos a restarle importancia al daño que provoca en las habilidades e ideas, especialmente entre los jóvenes entre 18 y 24 años que están desempleados.

Estamos erosionando el capital humano. Y me preocupa que el espíritu de que estamos "todos juntos" que existía en la fase inicial de la pandemia, se haya deteriorado.

Quisiera llevarlo a un escenario ficticio. Si lo dejaran abandonado en cualquiera de esos nueve lugares… ¿cree que podría sobrevivir?

Creo que sí. Sería muy duro, sería realmente muy duro, pero creo que lograría sobrevivir.

¿Cuál sería el peor lugar?

Si me dejaran en Kinshasa sería muy difícil porque no hay trabajo. La gente hace lo que sea… como venderse agua entre ellos.

En Kinshasa hay personas que cuando consiguen agua limpia, llenan un balde y luego la venden en pequeñas porciones.

Cuando encuentran agua limpia, llenan un balde y luego la venden por partes en pequeños paquetes plásticos. No sería fácil vivir ahí.

Y creo que podría sobrevivir en la cárcel de Luisiana también, o en Glasgow.

Y de todas las personas que conoció durante su viaje, ¿Cuál es su personaje favorito?

Probablemente Suryandi, el hombre que conocí en una playa de Aceh, Lampuuk, a unos 30 kilómetros de distancia del epicentro del terremoto, que vio olas de 30 metros de altura.

Anduve preguntando por un par de semanas si alguien conocía a alguna persona que hubiera sobrevivido en esa playa hasta que lo encontré.

, La fuerza del tsunami en Aceh, con olas que llegaron a los 30 metros de altura, arrastró un barco lejos del mar.

El hombre vio la ola y alcanzó a escapar en su moto. Perdió a toda su familia, pero logró rearmar su negocio a partir de palos y piedras para vender pescado.

Cuando yo lo conocí ya tenía un restaurante grande con muchos clientes felices, una nueva esposa e hijos. Una increíble historia de resiliencia. Nunca lo olvidaré.

Fuente: BBC Mundo