El TS español se ha situado él mismo con su conducta en la posición no de quien examina, sino de quien es examinado. Es el alumno que tendrá que aprobar el examen ante la justicia belga.
Si la querella contra Carles Puigdemont y demás miembros del Govern se hubiera interpuesto ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) y no ante la Audiencia Nacional (AN) primero y ante el Tribunal Supremo (TS) inmediatamente después, es posible que no hubiera salido de España y establecido su residencia en Bélgica. Y, en todo caso, hubiera sido seguro que una orden de detención y entrega cursada por el TSJC no habría encontrado problemas para su ejecución.
Que el TS sea juez de primera y única instancia es una anomalía difícilmente entendible fuera de España. Es algo que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha recordado en varias ocasiones. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) lo acaba de decir de manera tajante en su Sentencia de 31 de enero de 2023: “En particular, no puede considerarse un tribunal establecido por la ley…un tribunal supremo nacional que resuelva en primera y única instancia sobre un asunto penal sin disponer de una base legal expresa que le confiera competencia para enjuiciar a la totalidad de los encausados.” (FJ 100). Esto es lo que ha estado detrás de la resistencia de la justicia belga en su integridad a conceder la extradición para ser juzgado en España de cualquiera de los políticos independentistas.
Lo que no ha dicho el TJUE es que dicha anomalía sea suficiente para que un órgano judicial pueda negarse a dar cumplimiento a una orden de detención y entrega. La mera constatación de esa anomalía no basta. Pero no deja de ser relevante. Hace perder el automatismo a la ejecución de la orden de detención y entrega y abre una puerta a las personas contra las que se dictó dicha orden para que puedan ejercer su derecho a la defensa ante el órgano judicial que tenga que decidir sobre la ejecución.
La sentencia del TJUE aboca inevitablemente a un juicio en Bélgica, lugar de residencia de los políticos nacionalistas catalanes, cuya extradición se solicita para poder ser juzgados en España. El escrito que redacte el juez instructor español, formalmente será una orden de detención y entrega, pero materialmente va a ser un escrito de demanda, un escrito de parte, del que se dará traslado a las otras partes para que aleguen lo que estimen pertinente, soliciten la comparecencia de testigos y la práctica de las pruebas que consideren oportunas. En el juicio sobre la ejecución de la orden de detención y entrega ante la justicia belga, el TS español no es juez, sino parte, exactamente igual que los políticos nacionalistas catalanes destinatarios de dicha orden. Este es el “núcleo esencial” de la sentencia del TJUE.
Ya el Tribunal Supremo de Schleswig-Holstein se llevó las manos a la cabeza cuando recibió el texto de la orden de detención y entrega redactada por el juez Pablo Llarena solicitando la extradición de Carles Puigdemont y la calificó de “completamente atípica” (durchaus atypisch). En nuestra ya muy larga experiencia en este terreno, decían en el Fundamento Jurídico primero de su decisión, no hemos visto nunca nada igual. Ni probablemente lo verán en el futuro.
Esta completa atipicidad de la orden de detención y entrega va a continuar estando presente en la o las órdenes de detención y entrega que el juez Pablo Llarena tiene ahora que dictar, a fin de que Carles Puigdemont, Toni Comín, Clara Ponsatí y Lluís Puig, sean extraditados a España para poder ser juzgados por el TS. Lo que empieza de forma atípica no puede no acabar de forma también atípica. El principio del “paralelismo de las formas” opera de manera inexcusable en el ordenamiento jurídico de la democracia.
Y dicho “paralelismo de las formas” se traduce, en este caso, en que se van a invertir los roles de las partes en el juicio que tendrá lugar ante la justicia belga sobre las órdenes de detención y entrega que dicte el juez Pablo Llarena. No es la conducta de Carles Puigdemont y los demás lo que se va a analizar en dicho juicio, sino la forma en que el TS ha decidido perseguirlos penalmente.
A esto es a lo que ha abierto la puerta la sentencia del 31 de enero del TJUE. Las órdenes de detención y entrega hay que ejecutarlas, PERO, dadas las circunstancias de este caso, dada su “completa atipicidad”, los destinatarios de dichas órdenes pueden ejercer su derecho a la defensa de la manera en que se ejerce en todo Estado democrático digno de tal nombre. Los informes del Grupo de Trabajo sobre detención arbitraria (GTDA) de 25 de abril y 13 de junio de 2019 no son suficientes por sí solos para denegar la ejecución de una orden de detención y entrega, pero podrán ser evaluados, junto a las demás alegaciones, por la justicia belga a la hora de decidir sobre la extradición de Carles Puigdemont y los demás. Lo mismo ocurre con el Dictamen del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 30 de agosto de 2022. Y con la fundamentación jurídica de la sentencia del Tribunal de Schleswig-Holstein…
El TS español se ha situado él mismo con su conducta en la posición no de quien examina, sino de quien es examinado. Es el alumno que tendrá que aprobar el examen ante la justicia belga. Esto es lo que se deduce claramente no solamente de la fundamentación jurídica de la sentencia del TJUE, sino de la parte dispositiva de la misma, fundamentalmente de los apartados 3 y 4 de dicha parte dispositiva.
La decisión de dar respuesta al “procés” judicialmente y no políticamente ha sido un error monumental. Lo ha sido porque lo ha sido, pero lo ha sido, sobre todo, porque ya no estamos en la España del general Franco, sino en la Unión Europea, que existe básicamente como una “comunidad jurídica”, como una comunidad de países democráticamente constituidos. No tiene ejército, ni policía, ni prisiones. Su fuerza es únicamente la fuerza del Derecho. De ahí la importancia de que sea respetado de acuerdo con un canon común a todos los Estados miembros. Mientras la respuesta judicial al procés se pudiera mantener dentro de las fronteras españolas, hubiera podido operar como esperaban quienes la pusieron en marcha, el fiscal general José Manuel Maza, la AN y el TS. En cuanto la respuesta judicial salió fuera de las fronteras españolas, se comprobó que la respuesta estaba viciada y era insostenible en términos democráticos.
Lo vengo argumentando desde el principio. Y mantengo mi argumentación. Y todavía queda la decisión del TEDH sobre los recursos interpuestos contra la sentencia del TS de 20 de noviembre de 2019. Sigo manteniendo mi tesis de que esa sentencia acabará siendo declarada nula de pleno derecho por vulneración de derechos fundamentales reconocidos en la Constitución Española y por vulneración de derechos reconocidos en el Convenio Europeo de Derechos Humanos. Debería haberlo decidido así el Tribunal Constitucional español. Pero ya se sabe que no se le pueden pedir peras al olmo.
lunes, 20 de febrero de 2023
La histórica disculpa de Países Bajos por 250 años de esclavitud y por qué divide al país
El gobierno de Países Bajos ha pedido disculpas por su pasado colonial y por el tráfico de esclavos, así como por la exploración de nuevas tierras entre los siglos XVII y XIX.
El primer ministro Mark Rutte dijo que la esclavitud debe ser reconocida en "los términos más claros" como "un crimen de lesa humanidad".
Su discurso tuvo lugar en La Haya, este lunes, en anticipo de una visita ministerial al Caribe y Surinam, donde el Reino de Países Bajos tenía colonias.
En su declaración, Rutte dijo: "Hoy pido disculpas por las acciones pasadas del Estado neerlandés de esclavizar pueblos en el pasado".
División en el país
Pero esa declaración ha dividido al país, no solamente en torno a si el gesto se debió hacer, cuándo se debió haber hecho, qué acciones concretas debería acompañar la declaración y lo que podría costar.
Los críticos señalan que no se hicieron suficientes consultas y se quejan de la manera en que el gabinete ministerial promovió la medida. Argumentan que tiene un "toque colonialista".
Seis fundaciones de Surinam habían solicitado una orden judicial para fijar la fecha de la disculpa para el 1 de julio de 2023, cuando se cumple el 150 aniversario del fin oficial de la esclavitud en las colonias neerlandesas.
"Si va a haber una disculpa, debería ser el primero de julio, que es la fecha de nuestra emancipación, cuando nos quitaron las cadenas", afirma el DJ Etienne Wix, cuya estación de radio comunitaria mArt está entre los grupos que buscan que se conmemore esa fecha.
Etienne Wix dice que la disculpa debería coincidir con el aniversario de la abolición de la esclavitud en las colonias neerlandesas.
Edad de Oro a cuestas de la esclavitud
Mas de 600.000 personas fueron traficadas de África y Asia por mercaderes neerlandeses entre los siglos XVII y XIX.
Hombres, mujeres y niños esclavizados fueron forzados a trabajar en las plantaciones de azúcar, café y tabaco, en minas y como esclavos caseros en el "Nuevo Mundo", las tierras colonizadas en el continente americano y el Caribe. Fueron sometidos a una extrema violencia física, mental y sexual.
Los frutos de esa brutal labor enriquecieron el Reino de los Países Bajos y contribuyó a la llamada "Edad de Oro", un período de prosperidad económica en el siglo XVII que vio a Países Bajos lograr enormes adelantos en la ciencia y la cultura.
Un estudio del Consejo de Investigación Neerlandés encontró que sólo en la provincia occidental de Holanda, 40% de su crecimiento económico entre 1738 y 1780 podía atribuirse a la esclavitud.
"Países Bajos es una de las sociedades europeas con los más directos y extensos vínculos a la esclavitud", expresó Pepijn Brandon, profesor de Economía Global e Historia Social de la Universidad Libre de Ámsterdam, que publicó la investigación.
Brandon cree que en la última década ha habido un cambio en la percepción pública sobre el legado de esclavitud neerlandesa, con el reconocimiento que el colonialismo y la esclavitud fueron centrales para que Países Bajos se convirtiera en una de las principales naciones comerciales.
Una creciente atención en los medios y en la educación muestra que el tema se aborda ahora de manera diferente, añade. Este despertar ha generado preguntas fundamentales sobre la distribución de la riqueza neerlandesa y de los prejuicios de la era colonial que prevalecen actualmente.
"La mayoría de la gente considera que la Edad de Oro es un término equivocado", dijo a BBC News Quinsy Gario, poeta y activista por la igualdad de derechos en Ámsterdam.
Quinsy Gario Quinsy Gario considera que una disculpa que tenga valor implica sanar el terror psicológico y las desigualdades materiales.
"De manera que el asunto real ya no es la terminología. Si reconoces que la Edad de Oro ya no es dorada, ¿qué significa el rectificar el daño, rectificar los sistemas que fueron establecidos en ese entonces?"
Y ese, señala, debe ser el punto de partida de una disculpa.
El prejuicio actual
Los planes para pronunciar la disculpa formal se dieron una semana después de un informe que encontró que personas dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Países Bajos fueron víctimas de comentarios racistas y algunas de ellas, incluso, no fueron tomadas en cuenta para ser promocionados debido al color de su piel u origen étnico.
En ese mismo departamento, los países africanos fueron descritos en comunicados internos como "países de macacos".
El ministro de Relaciones Exteriores, Wopke Hoekstra, se disculpó después, reconociendo que el informe podría afectar la reputación del país en el exterior.
Países Bajos ha sido acusado de perpetuar e institucionalizar el racismo.
En 2020, el relator especial de la ONU sobre el racismo, Tendayi Achiume, afirmó que la autoimagen de "tolerancia" de los neerlandeses estaba obstaculizando la lucha contra la discriminación y el racismo sistémico dentro de la policía de ese país.
Las personas de origen migrante en promedio viven en casas más pequeñas, tienen menos ingresos y preparación académica, y peor salud, según un informe de la organización Estadísticas Neerlandesas.
"Los migrantes son tratados como ciudadanos de segunda clase desde el primer momento", explica el profesor Brandon. "Eso significa un lugar de partida desigual. Y de por sí, el racismo como justificación de la esclavitud, que vemos hoy día".
Una neerlandesa de origen surinamés comentó a la BBC: "Nos gusta decirnos a nosotros mismos que somos tolerantes. Celebramos esta tolerancia, pero la tolerancia inherentemente significa aceptar algo que no te gusta, y así es como nos sentimos, no estamos bienvenidos, sólo somos tolerados".
Quinsy Gario creo el movimiento "Pete el Negro es racismo", llamando la atención a la tradición anual de Sinterklaas (Papá Noel) que, hasta hace unos pocos años, involucraba la práctica generalizada de personas de raza blanca pintándose de negro para representar el personaje ficticio Zwarte Piet - o Pete el Negro.
Él sostiene que este tipo de actitud todavía existe entre la sociedad neerlandesa. Y cita un escándalo que hubo con el subsidio de cuidado infantil de Países Bajos, cuando se encontró que la oficina de impuestos había perseguido agresivamente a familias con antecedentes migratorios para cobrarles dinero que no debían.
Igualmente critica la representación del cuerpo diplomático de Países Bajos, que describe como "gente rubia, de ojos azules".
¿Reconocimiento y reparaciones?
De la mano de la disculpa formal, el gobierno neerlandés ha prometido destinar unos US$200 millones a proyecto de concientización y prometido invertir otros US$27 millones para un museo sobre la esclavitud.
Aproximadamente 70% de la comunidad afrocaribeña en Países Bajos, cuya mayoría es descendiente de esclavos, creen que la disculpa es importante. Sin embargo, dentro de la población más amplia, casi la mitad de los neerlandese no apoyan la disculpa, mientras de 38% sí, según una encuesta de I&O Research.
Algunos han manifestado preocupación sobre el costo potencial de las reclamaciones por reparación: otros arguyen que no fueron ellos ni sus ancestros los que esclavizaron o se beneficiaron del colonialismo, así que rechazan el concepto de una disculpa colectiva.
Linda Nooitmeer, directora del Instituto Nacional para el Estudio de la Esclavitud Neerlandesa y su Legado, ha estado involucrada en las negociaciones. Dice que una disculpa le permite al pueblo mirar hacia el futuro y considerar los pasos a seguir.
"El foco debería ser en cómo podemos reparar, cómo podemos restaurar todo lo que se ha roto, no sólo en las colonias sino aquí en Países Bajos también", afirma.
Linda Nooitmeer Linda Nooitmeer está involucrada en las negociaciones en torno a una disculpa.
Añade que el hecho que se hubiese discutido (y que ahora se realiza) la disculpa significa que la vidas de las minorías está a la cabeza de la agenda de Países Bajos.
"Significa que somos visibles. Todavía hay mucho dolor de no ser reconocidos. Esta es una oportunidad de hacernos ver", asegura.
Como muchos países en Occidente, los partidos de extrema derecha tienen un número considerable de adeptos en Países Bajos y estos partidos se oponen a una disculpa.
Thierry Baudet, líder del Partido Foro para la Democracia, afirma que su grupo "no ve el sentido de tales gestos".
Las curiosas razones por las que los habitantes de Países Bajos no dicen (casi nunca) "lo siento"
Reconocimiento de la realeza
Además de la disculpa del gobierno, le rey Willlem-Alexander ha comisionado una investigación independiente sobre el papel de la familia real neerlandesa en el pasado colonial y el presente postcolonial.
La investigación se da cuando otras monarquías consideran su rol en el comercio de esclavos.
En Reino Unido, el rey Carlos III y el príncipe de Gales expresaron su lamento "personal" y "profundo" por la participación británica en el tráfico trasatlántico de esclavos durante discursos hechos en Ruanda y Jamaica este año.
Una disculpa oficial de los neerlandeses podría aumentar la presión para otros reconozcan y hagan reparaciones, por los abusos históricos y contemporáneos, de una forma más explícita y tangible.
Quinsy Gario cree que eso debe incluir reparaciones y colaboraciones. "Una disculpa que valga realmente significa escuchar, y reconstruir la manera en que funciona el reino, y sanar el terror psicológico y las desigualdades materiales. Las palabras están bien pero las acciones deben significar reparaciones".
domingo, 19 de febrero de 2023
Suprimir los conciertos educativos: rescatar la educación pública.
Hemos de conseguir que lo que es un clamor social en la sanidad lo sea igualmente en la enseñanza.
Las manifestaciones en defensa de una sanidad pública han sido un clamor masivo en España. Las Mareas Blancas denuncian el programa de desmantelamiento de la sanidad pública, por parte de los gobiernos regionales conservadores y neoliberales, para convertir la salud en un negocio, en un nicho de mercado, rentable para empresas y fondos financieros.
Convertir la salud de las personas en una fuente de negocio, regida por el beneficio y el afán de lucro, quiebra el objetivo esencial de la salud pública: el bien común. Transforma un derecho esencial y básico en una mercancía a la se podrá acceder solo si se tiene tarjeta de pago, como ya pasa en algunos países.
Por eso exigen que se prohíba por ley privatizar la sanidad y eliminar los conciertos. Es decir, suprimir lo que eufemísticamente se denomina “colaboración público-privado” que, como denuncian, “es una auténtica parasitación de lo público a manos del lucro privado”.
¿Por qué en educación no existe este clamor? ¿Por qué la defensa de la educación pública no conlleva con igual intensidad la exigencia de la supresión de los conciertos educativos, es decir, dejar de financiar públicamente los centros privados? ¿Por qué gobiernos regionales, incluso socialdemócratas y social-liberales, impulsan y financian esta privatización educativa? ¿Por qué la ministra de Educación del PSOE, elegida para gestionar lo público, defiende a capa y espada los centros privados concertados?
Lo cierto es que somos una anomalía en Europa. En todos los demás países, según datos de la OCDE, la educación es fundamentalmente pública (89,2% en Educación Primaria y un 83% en Secundaria en la UE-28). Mientras que en España en algunas de las comunidades en las que han gobernado partidos conservadores el porcentaje de colegios privados entre los centros financiados públicamente supera ampliamente el 50%. Además, prácticamente toda la enseñanza privada se encuentra concertada. Y el 63% de este sector privado corresponde a centros de la Iglesia católica, con idearios acordes con la ideología ultraconservadora de la jerarquía católica española.
Estamos actualmente ante una grave disyuntiva. Dos proyectos sociales, ideológicos y políticos encarnan dos formas radicalmente diferentes de entender el ser humano, la sociedad y la educación.
El primero asienta sus raíces en un modelo económico y social capitalista, basado en el egoísmo competitivo y fundamentado en la ideología neoliberal. Para esta ideología, el bien común y el interés colectivo no tiene por qué ser la finalidad de la política educativa. Aboga por un mundo de competición descarnada, donde el mercado regule quién sobrevive en esta lucha permanente de todos contra todos y por que desaparezcan los mecanismos de protección del bien común. Parte del axioma, según el cual, las personas son responsables individualmente de su posible bienestar o malestar. Depende únicamente del mérito y del esfuerzo propio lo que se consigue en la vida. Solo los más aptos sobrevivirán, puesto que los débiles y pobres no han sabido o querido esforzarse lo suficiente para triunfar. La pobreza y la desigualdad son inevitables y, en todo caso, algo se puede paliar con misericordia, sean obras de caridad, fundaciones u ONG.
El segundo considera que el fundamento básico para la educación es procurar el bien común de todos y de todas y no el éxito de unos pocos. Este modelo aboga no solo por impulsar el saber, sino también por el desarrollo en valores y la formación de ciudadanía crítica y comprometida con la mejora de la sociedad en la que viven. Comprometido con el bien común, busca la mejora de todas las escuelas públicas, en vez de incitar a las familias a elegir y competir, como si fueran clientes en busca de oportunidades competitivas. Pretende garantizar el derecho esencial y básico de todos los niños y niñas a una educación pública y gratuita, a la vez que preserva los fines sociales de la educación, la cohesión social y la convivencia plural, en vez de la competición. En definitiva, entiende la educación como un bien común, en el que las familias participen, no como clientes, sino como copartícipes activas en la construcción social de una escuela beneficiosa para sus propios hijos, pero también para todos los hijos e hijas de los demás.
Tenemos que elegir de una vez por todas cuál es el modelo por el que debe optar en pleno siglo XXI un país democrático como España, que supuestamente aboga por defender los derechos humanos y el bien común. Sin olvidar que la educación, como la sanidad, tiene las competencias transferidas a las comunidades autónomas. Y es en ellas, de forma coordinada con el Estado, donde hemos de exigir que se tome una decisión que piense en el bien común de toda la sociedad.
Por eso, hemos de conseguir que lo que es un clamor social en la sanidad lo sea igualmente en la educación. No una reivindicación solamente de las mareas verdes por la educación pública, sino una exigencia de toda la sociedad. Impulsar un “giro pedagógico” que convierta la defensa de la educación pública en un pacto de Estado, que se vea reflejado en una ley educativa estable y consolidada, que responda al bien común y en leyes autonómicas que sean coherentes con ello. Donde se establezca como eje fundamental la supresión progresiva de la financiación pública de los centros privados concertados. Es decir, que en la educación pase como en la sanidad, dos derechos esenciales fundamentales: que se prohíba la privatización de lo común y su conversión en fuente de negocio para la especulación.
La financiación pública de centros privados, a través de la concertación educativa ha sido y es actualmente el mayor factor de segregación educativa de este país. No podemos seguir permitiendo que la desigualdad social y económica que impulsa el capitalismo y la ideología neoliberal se eduque, fundamente y consolide desde la infancia con una educación segregadora, basada en la competición y el éxito asegurado de los que con más capital cultural y económico parten, porque su familia les puede conseguir las posibilidades más competitivas. Debemos dejar de financiar entre todos la segregación social.
Además, la actual financiación pública de una doble red educativa (públicos y concertados) conduce al desmantelamiento del modelo de escuela pública, como un proyecto solidario de vertebración social, al estar infrafinanciándola para destinar nuestros impuestos a seguir alimentando la segregación.
Mientras tanto, no debe permitirse ni un solo concierto más para la educación privada en todas las comunidades autónomas, debe ejercerse una inspección rigurosa sobre el cumplimiento de los requisitos legales establecidos, deben regularse los idearios ideológicos que establecen los dueños de estos centros y debe suprimirse de inmediato la financiación a centros que practiquen cualquier tipo de discriminación o no aseguren la gratuidad.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León.
Las manifestaciones en defensa de una sanidad pública han sido un clamor masivo en España. Las Mareas Blancas denuncian el programa de desmantelamiento de la sanidad pública, por parte de los gobiernos regionales conservadores y neoliberales, para convertir la salud en un negocio, en un nicho de mercado, rentable para empresas y fondos financieros.
Convertir la salud de las personas en una fuente de negocio, regida por el beneficio y el afán de lucro, quiebra el objetivo esencial de la salud pública: el bien común. Transforma un derecho esencial y básico en una mercancía a la se podrá acceder solo si se tiene tarjeta de pago, como ya pasa en algunos países.
Por eso exigen que se prohíba por ley privatizar la sanidad y eliminar los conciertos. Es decir, suprimir lo que eufemísticamente se denomina “colaboración público-privado” que, como denuncian, “es una auténtica parasitación de lo público a manos del lucro privado”.
¿Por qué en educación no existe este clamor? ¿Por qué la defensa de la educación pública no conlleva con igual intensidad la exigencia de la supresión de los conciertos educativos, es decir, dejar de financiar públicamente los centros privados? ¿Por qué gobiernos regionales, incluso socialdemócratas y social-liberales, impulsan y financian esta privatización educativa? ¿Por qué la ministra de Educación del PSOE, elegida para gestionar lo público, defiende a capa y espada los centros privados concertados?
Lo cierto es que somos una anomalía en Europa. En todos los demás países, según datos de la OCDE, la educación es fundamentalmente pública (89,2% en Educación Primaria y un 83% en Secundaria en la UE-28). Mientras que en España en algunas de las comunidades en las que han gobernado partidos conservadores el porcentaje de colegios privados entre los centros financiados públicamente supera ampliamente el 50%. Además, prácticamente toda la enseñanza privada se encuentra concertada. Y el 63% de este sector privado corresponde a centros de la Iglesia católica, con idearios acordes con la ideología ultraconservadora de la jerarquía católica española.
Estamos actualmente ante una grave disyuntiva. Dos proyectos sociales, ideológicos y políticos encarnan dos formas radicalmente diferentes de entender el ser humano, la sociedad y la educación.
El primero asienta sus raíces en un modelo económico y social capitalista, basado en el egoísmo competitivo y fundamentado en la ideología neoliberal. Para esta ideología, el bien común y el interés colectivo no tiene por qué ser la finalidad de la política educativa. Aboga por un mundo de competición descarnada, donde el mercado regule quién sobrevive en esta lucha permanente de todos contra todos y por que desaparezcan los mecanismos de protección del bien común. Parte del axioma, según el cual, las personas son responsables individualmente de su posible bienestar o malestar. Depende únicamente del mérito y del esfuerzo propio lo que se consigue en la vida. Solo los más aptos sobrevivirán, puesto que los débiles y pobres no han sabido o querido esforzarse lo suficiente para triunfar. La pobreza y la desigualdad son inevitables y, en todo caso, algo se puede paliar con misericordia, sean obras de caridad, fundaciones u ONG.
El segundo considera que el fundamento básico para la educación es procurar el bien común de todos y de todas y no el éxito de unos pocos. Este modelo aboga no solo por impulsar el saber, sino también por el desarrollo en valores y la formación de ciudadanía crítica y comprometida con la mejora de la sociedad en la que viven. Comprometido con el bien común, busca la mejora de todas las escuelas públicas, en vez de incitar a las familias a elegir y competir, como si fueran clientes en busca de oportunidades competitivas. Pretende garantizar el derecho esencial y básico de todos los niños y niñas a una educación pública y gratuita, a la vez que preserva los fines sociales de la educación, la cohesión social y la convivencia plural, en vez de la competición. En definitiva, entiende la educación como un bien común, en el que las familias participen, no como clientes, sino como copartícipes activas en la construcción social de una escuela beneficiosa para sus propios hijos, pero también para todos los hijos e hijas de los demás.
Tenemos que elegir de una vez por todas cuál es el modelo por el que debe optar en pleno siglo XXI un país democrático como España, que supuestamente aboga por defender los derechos humanos y el bien común. Sin olvidar que la educación, como la sanidad, tiene las competencias transferidas a las comunidades autónomas. Y es en ellas, de forma coordinada con el Estado, donde hemos de exigir que se tome una decisión que piense en el bien común de toda la sociedad.
Por eso, hemos de conseguir que lo que es un clamor social en la sanidad lo sea igualmente en la educación. No una reivindicación solamente de las mareas verdes por la educación pública, sino una exigencia de toda la sociedad. Impulsar un “giro pedagógico” que convierta la defensa de la educación pública en un pacto de Estado, que se vea reflejado en una ley educativa estable y consolidada, que responda al bien común y en leyes autonómicas que sean coherentes con ello. Donde se establezca como eje fundamental la supresión progresiva de la financiación pública de los centros privados concertados. Es decir, que en la educación pase como en la sanidad, dos derechos esenciales fundamentales: que se prohíba la privatización de lo común y su conversión en fuente de negocio para la especulación.
La financiación pública de centros privados, a través de la concertación educativa ha sido y es actualmente el mayor factor de segregación educativa de este país. No podemos seguir permitiendo que la desigualdad social y económica que impulsa el capitalismo y la ideología neoliberal se eduque, fundamente y consolide desde la infancia con una educación segregadora, basada en la competición y el éxito asegurado de los que con más capital cultural y económico parten, porque su familia les puede conseguir las posibilidades más competitivas. Debemos dejar de financiar entre todos la segregación social.
Además, la actual financiación pública de una doble red educativa (públicos y concertados) conduce al desmantelamiento del modelo de escuela pública, como un proyecto solidario de vertebración social, al estar infrafinanciándola para destinar nuestros impuestos a seguir alimentando la segregación.
Mientras tanto, no debe permitirse ni un solo concierto más para la educación privada en todas las comunidades autónomas, debe ejercerse una inspección rigurosa sobre el cumplimiento de los requisitos legales establecidos, deben regularse los idearios ideológicos que establecen los dueños de estos centros y debe suprimirse de inmediato la financiación a centros que practiquen cualquier tipo de discriminación o no aseguren la gratuidad.
Enrique Javier Díez Gutiérrez es profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de León.
_- La injusticia también deteriora los mercados y sube los precios: hay que hacerle frente
_- La aprobación de un nuevo paquete de medidas económicas del gobierno de Pedro Sánchez contra la subida de precios es una buena noticia, pues puede reforzar la mejor senda que lleva la economía española respecto a las demás de la Unión Europea en crecimiento, creación de empleo e inflación. Y las propuestas de las que ha hablado su vicepresidenta Yolanda Díaz, orientadas a lograr la mayor equidad posible, van en la orientación correcta.
Cada vez está más clara una doble evidencia. Una, el mal funcionamiento de los mercados y la gran asimetría con que están funcionando como causa de las actuales subidas de precios. Otra, el efecto mucho más dañino que la crisis que estamos viviendo produce sobre los hogares más pobres y las empresas más débiles. Organismos como la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Consejo Fiscal Europeo lo han señalado, así como la necesidad de que los gobiernos adopten medidas especialmente dirigidas a proteger a los más vulnerables.
Tal y como ya comenzó a hacer el gobierno de Pedro Sánchez, es imprescindible continuar proporcionando ayudas directas para evitar que se extienda la pobreza y cierren miles de pymes, microempresas o el negocio de trabajadores autónomos.
En esta tarea, se comprobará de nuevo lo difícil que es acertar en el objetivo de proporcionarlas a quien realmente las necesita sin establecer mecanismos tan complicados o burocráticos que las hagan finalmente inaccesibles para demasiadas personas. Al cortísimo plazo en el que hay que actuar no habrá tiempo para experimentos ni será el momento de hacerlos, pero las experiencias anteriores deberían llevarnos a plantear ya para el futuro nuevas formas de intervención en este sentido. Las ayudas pretendidamente orientadas a ser más eficientes si se dirigen a individuos, hogares o empresas concretas están dando resultados muy malos en demasiadas ocasiones e incluso a veces aberrantes, como en los Países Bajos, en donde un error del algoritmo ha producido una verdadera catástrofe para miles de personas empobrecidas que venían percibiendo ayudas sociales. Es ya obligado enfrentarse al pensamiento convencional y ser valientes. No están los tiempos para dejar en la indigencia a los más vulnerables y encima tirar el dinero por conservadurismos burocráticos o prejuicios ideológicos. Esperemos que el gobierno sea capaz de avanzar con éxito y prudencia en este sentido.
En todo caso, también sabemos desde hace tiempo que combatir la carencia por la vía de las ayudas puede paliar los problemas, pero no es ni la mejor vía ni la más económica. Hay que lograr que la generación de ingresos primarios sea por sí misma suficiente pues esa es la única forma de conseguir la estabilidad de los mercados, la innovación y el gasto necesarios para que las empresas salgan adelante y las personas puedan satisfacer dignamente sus necesidades.
Hay que ser consciente de que en estos momentos a nadie le interesa que se produzca una espiral precios-salarios. Pero eso es una cosa y otro permitir que estos últimos disminuyan. Una caída del consumo por esa causa, añadida a la que van a provocar en otros segmentos de los mercados la subida de tipos de interés, hundiría la economía, empezando por el cierre de miles de empresas.
Parece mentira que haya todavía líderes empresariales que sigan confundiendo el todo con la parte y sigan pensando que la deflación salarial generalizada les conviene. No hay duda de que es beneficiosa para las empresas que tienen clientela cautiva (la que no tiene más remedio que comprar sus bienes o servicios básicos como luz, telefonía, alimentos, ropa infantil, hipotecas, etc…). Ese segmento de grandes empresas tiene poder de mercado y obtiene aún más beneficios si bajan los salarios, pero la inmensa mayoría de las empresas pierden ventas y ganancias cuando eso ocurre. El crecimiento de los beneficios empresariales siete veces mayor que el de los salarios que se viene produciendo en nuestro país, como acaba de mostrar el Banco de España, constituye un auténtico agujero negro en donde las primeras en desaparecer serán miles de pequeñas, medianas y microempresas y trabajadores autónomos. Es una auténtica desgracia para nuestra economía que sus dirigentes no lo entiendan.
Por eso resulta imprescindible llegar a pactos de rentas orientados a incrementar la productividad, lograr un reparto más equilibrado de sus ganancias y que la fiscalidad incentive la creación de actividad y penalice al capital improductivo.
Las tareas para el gobierno no pueden acabar aquí. Cada vez son más las investigaciones que ponen de relieve que la subida de los precios que se está produciendo tiene mucho que ver con comportamientos oportunistas de las empresas que controlan la producción y distribución en los mercados. Así lo han denunciado las autoridades francesas, alemanas o austriacas recientemente, mientras que España va muy por detrás en materia de defensa efectiva de la competencia.
Incluso una economista que forma parte del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, Isabel Schnabel, señaló hace unos meses que un componente clave de la inflación actual son las ganancias de las empresas porque una parte de ellas tienen poder para fijar los precios y han repercutido sobre ellos sus costes (no salariales) más elevados: «Para decirlo de manera más provocativa, muchas empresas de la zona del euro, aunque no todas, se han beneficiado del reciente aumento de la inflación», dice esta economista (aquí).
La creciente asimetría de poder que permite que ocurra esto no se da solo entre las ganancias de esas grandes empresas que pueden fijar precios para beneficiarse de la inflación y los salarios, sino entre ellas y las docenas de miles de empresas que no lo tienen y a las que están situando al borde del precipicio.
Hacer frente a esa situación es fundamental y el gobierno español no debería tener miedo de afrontarla. No se trata, como dicen los burócratas de la patronal que defienden a ese segmento de empresas con poder de mercado, de querer atacar a las empresas sino justamente de todo lo contrario, de defenderlas de las depredadoras. La directora de la Autoridad Federal de Competencia de Austria, Natalie Harsdorf-Borsch, presentó el pasado mes de octubre un catálogo de equidad para empresas y anunció el inicio de una investigación en el sector alimentario de aquel país para tratar de determinar, entre otras cosas, a qué parte de la cadena de valor se destinó la mayoría de los aumentos de precios de los alimentos durante este año. Al hacerlo señaló: «La equidad en el mercado es un parámetro importante para garantizar mercados sostenibles en los que operan tanto pequeñas como grandes empresas».
No se trata, pues, de forzar a los mercados que funcionan bien para que proporcionen soluciones de reparto que nos parezcan satisfactorias. Es que hay mercados energéticos, bancarios y de la alimentación y otros productos de primera necesidad que están funcionando mal, muy injustamente, rompiendo las reglas de la competencia y permitiendo que unas pocas empresas fijen precios a su antojo, generando externalidades muy costosas para millones de empresas y consumidores y obligando a que los gobiernos tengan que realizar gastos extraordinarios, además de dejar en situación de extrema vulnerabilidad a una gran parte de la población. Los gobiernos tienen la obligación de intervenir, bien sean controlando esos abusos o generando canales alternativos que sorteen los mecanismos viciados en algunos mercados. Frente a la inequidad que eleva los precios y deteriora la economía, invertir en justicia es urgente, necesario, eficiente y rentable.
Cada vez está más clara una doble evidencia. Una, el mal funcionamiento de los mercados y la gran asimetría con que están funcionando como causa de las actuales subidas de precios. Otra, el efecto mucho más dañino que la crisis que estamos viviendo produce sobre los hogares más pobres y las empresas más débiles. Organismos como la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Consejo Fiscal Europeo lo han señalado, así como la necesidad de que los gobiernos adopten medidas especialmente dirigidas a proteger a los más vulnerables.
Tal y como ya comenzó a hacer el gobierno de Pedro Sánchez, es imprescindible continuar proporcionando ayudas directas para evitar que se extienda la pobreza y cierren miles de pymes, microempresas o el negocio de trabajadores autónomos.
En esta tarea, se comprobará de nuevo lo difícil que es acertar en el objetivo de proporcionarlas a quien realmente las necesita sin establecer mecanismos tan complicados o burocráticos que las hagan finalmente inaccesibles para demasiadas personas. Al cortísimo plazo en el que hay que actuar no habrá tiempo para experimentos ni será el momento de hacerlos, pero las experiencias anteriores deberían llevarnos a plantear ya para el futuro nuevas formas de intervención en este sentido. Las ayudas pretendidamente orientadas a ser más eficientes si se dirigen a individuos, hogares o empresas concretas están dando resultados muy malos en demasiadas ocasiones e incluso a veces aberrantes, como en los Países Bajos, en donde un error del algoritmo ha producido una verdadera catástrofe para miles de personas empobrecidas que venían percibiendo ayudas sociales. Es ya obligado enfrentarse al pensamiento convencional y ser valientes. No están los tiempos para dejar en la indigencia a los más vulnerables y encima tirar el dinero por conservadurismos burocráticos o prejuicios ideológicos. Esperemos que el gobierno sea capaz de avanzar con éxito y prudencia en este sentido.
En todo caso, también sabemos desde hace tiempo que combatir la carencia por la vía de las ayudas puede paliar los problemas, pero no es ni la mejor vía ni la más económica. Hay que lograr que la generación de ingresos primarios sea por sí misma suficiente pues esa es la única forma de conseguir la estabilidad de los mercados, la innovación y el gasto necesarios para que las empresas salgan adelante y las personas puedan satisfacer dignamente sus necesidades.
Hay que ser consciente de que en estos momentos a nadie le interesa que se produzca una espiral precios-salarios. Pero eso es una cosa y otro permitir que estos últimos disminuyan. Una caída del consumo por esa causa, añadida a la que van a provocar en otros segmentos de los mercados la subida de tipos de interés, hundiría la economía, empezando por el cierre de miles de empresas.
Parece mentira que haya todavía líderes empresariales que sigan confundiendo el todo con la parte y sigan pensando que la deflación salarial generalizada les conviene. No hay duda de que es beneficiosa para las empresas que tienen clientela cautiva (la que no tiene más remedio que comprar sus bienes o servicios básicos como luz, telefonía, alimentos, ropa infantil, hipotecas, etc…). Ese segmento de grandes empresas tiene poder de mercado y obtiene aún más beneficios si bajan los salarios, pero la inmensa mayoría de las empresas pierden ventas y ganancias cuando eso ocurre. El crecimiento de los beneficios empresariales siete veces mayor que el de los salarios que se viene produciendo en nuestro país, como acaba de mostrar el Banco de España, constituye un auténtico agujero negro en donde las primeras en desaparecer serán miles de pequeñas, medianas y microempresas y trabajadores autónomos. Es una auténtica desgracia para nuestra economía que sus dirigentes no lo entiendan.
Por eso resulta imprescindible llegar a pactos de rentas orientados a incrementar la productividad, lograr un reparto más equilibrado de sus ganancias y que la fiscalidad incentive la creación de actividad y penalice al capital improductivo.
Las tareas para el gobierno no pueden acabar aquí. Cada vez son más las investigaciones que ponen de relieve que la subida de los precios que se está produciendo tiene mucho que ver con comportamientos oportunistas de las empresas que controlan la producción y distribución en los mercados. Así lo han denunciado las autoridades francesas, alemanas o austriacas recientemente, mientras que España va muy por detrás en materia de defensa efectiva de la competencia.
Incluso una economista que forma parte del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, Isabel Schnabel, señaló hace unos meses que un componente clave de la inflación actual son las ganancias de las empresas porque una parte de ellas tienen poder para fijar los precios y han repercutido sobre ellos sus costes (no salariales) más elevados: «Para decirlo de manera más provocativa, muchas empresas de la zona del euro, aunque no todas, se han beneficiado del reciente aumento de la inflación», dice esta economista (aquí).
La creciente asimetría de poder que permite que ocurra esto no se da solo entre las ganancias de esas grandes empresas que pueden fijar precios para beneficiarse de la inflación y los salarios, sino entre ellas y las docenas de miles de empresas que no lo tienen y a las que están situando al borde del precipicio.
Hacer frente a esa situación es fundamental y el gobierno español no debería tener miedo de afrontarla. No se trata, como dicen los burócratas de la patronal que defienden a ese segmento de empresas con poder de mercado, de querer atacar a las empresas sino justamente de todo lo contrario, de defenderlas de las depredadoras. La directora de la Autoridad Federal de Competencia de Austria, Natalie Harsdorf-Borsch, presentó el pasado mes de octubre un catálogo de equidad para empresas y anunció el inicio de una investigación en el sector alimentario de aquel país para tratar de determinar, entre otras cosas, a qué parte de la cadena de valor se destinó la mayoría de los aumentos de precios de los alimentos durante este año. Al hacerlo señaló: «La equidad en el mercado es un parámetro importante para garantizar mercados sostenibles en los que operan tanto pequeñas como grandes empresas».
No se trata, pues, de forzar a los mercados que funcionan bien para que proporcionen soluciones de reparto que nos parezcan satisfactorias. Es que hay mercados energéticos, bancarios y de la alimentación y otros productos de primera necesidad que están funcionando mal, muy injustamente, rompiendo las reglas de la competencia y permitiendo que unas pocas empresas fijen precios a su antojo, generando externalidades muy costosas para millones de empresas y consumidores y obligando a que los gobiernos tengan que realizar gastos extraordinarios, además de dejar en situación de extrema vulnerabilidad a una gran parte de la población. Los gobiernos tienen la obligación de intervenir, bien sean controlando esos abusos o generando canales alternativos que sorteen los mecanismos viciados en algunos mercados. Frente a la inequidad que eleva los precios y deteriora la economía, invertir en justicia es urgente, necesario, eficiente y rentable.
Juan Torres López
sábado, 18 de febrero de 2023
POESÍA. Lawrence Ferlinghetti: el último ‘beat’ y la poesía de las bombas nucleares.
Se reedita en España ‘Un parque de atracciones de la mente’, uno de los poemarios más vendidos de la historia, escrito por el cofundador de la mítica librería City Lights en San Francisco
En 1958 cayeron dos bombas nucleares sobre Estados Unidos. Ninguna explotó, claro está. Una, de 3.500 kilos, se perdió en la desembocadura del río Savannah, Georgia, y no volvió a aparecer. Otra, modelo Mark 6, cayó en Carolina del Sur: el núcleo atómico estaba desactivado, pero estallaron las tres toneladas de dinamita, dejando un cráter de 21 metros de diámetro y 11 de profundidad. A 200 metros se encontraban las dos hijas de la familia Gregg, que resultaron ilesas (aunque murieron todas las gallinas de su granja). Era una época en la que las pruebas nucleares eran frecuentes, y también los accidentes.
Lo relata el poeta y traductor Antonio Rómar en el prólogo de Un parque de atracciones de la mente (A Coney Island of the Mind, en su versión original, porque Coney Island es un legendario parque de atracciones al sur de Brooklyn, Nueva York, vintage, si lo vemos desde ahora). El libro fue escrito aquel año, 1958, y lo reedita ahora en España la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. Solo existía una versión española anterior, publicada por Hiperión en 1981.
Lo relata el poeta y traductor Antonio Rómar en el prólogo de Un parque de atracciones de la mente (A Coney Island of the Mind, en su versión original, porque Coney Island es un legendario parque de atracciones al sur de Brooklyn, Nueva York, vintage, si lo vemos desde ahora). El libro fue escrito aquel año, 1958, y lo reedita ahora en España la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker. Solo existía una versión española anterior, publicada por Hiperión en 1981.
Su autor, el estadounidense Lawrence Ferlinghetti (1919-2021), pensaba mucho en bombas nucleares, y lo dejaba escrito en sus versos. No era para menos. Ahora seguimos pensando en ellas, las bombas, pero quizás no lo suficiente.
Portada de la nueva edición de 'Un parque de atracciones de la mente', de Lawrence Ferlinghetti, editado por Ya lo dijo Casimiro Parker. Portada de la nueva edición de 'Un parque de atracciones de la mente', de Lawrence Ferlinghetti, editado por Ya lo dijo Casimiro Parker. Ferlinghetti conocía de primera mano el poder de destrucción del arsenal nuclear. Después de haber participado en el desembarco de Normandía (“con un bote de remos que volcó”, según cuenta en un verso del poema Autobiografía), hecho decisivo en la Segunda Guerra Mundial, viajó con la marina estadounidense a Nagasaki algunos días después de la explosión nuclear de la bomba de plutonio Fat Man que arrasó la ciudad y mató al menos a 40.000 civiles en un instante. Aquella visión le devastó. Desde aquel momento pensó que la ciudadanía no estaba lo suficientemente informada sobre lo que significa un ataque nuclear y dedicó su vida, además de a la literatura, al activismo político y pacifista (y anarquista). La bomba aparece en varios poemas de Un parque de atracciones de la mente (perteneciente a la trilogía fundamental de la generación beat, junto con la novela En la carretera de Jack Kerouac y el poema Aullido de Allen Ginsberg), pero seguirá presente en algunas de sus siguientes obras, porque el miedo a la bomba fue un fuerte vector cultural durante toda la Guerra Fría.
Uno de los poemarios más vendidos de la historia
Un parque de atracciones de la mente, su segundo libro, fue, por lo demás, un bombazo, y se calcula que hay un millón de copias circulando, convirtiéndose en uno de los poemarios más vendidos de la historia de la literatura y en un clásico contemporáneo. “Ferlinghetti y los beatniks son los que abren la veda de la crítica a la hipocresía estadounidense”, dice Rómar, también traductor del poemario, “quizás lo que dicen nos suene más normal ahora, pero era impensable en aquella época”. Eran los años cincuenta estadounidenses: urbanizaciones apacibles, con mujer ama de casa y señor con sombrero que llega al atardecer de la oficina, perro, jardín, niños que van al colegio en bicicleta, electrodomésticos y una botella de licor escondida en la cocina.
“Algunos, como Ferlinghetti, regresan de la guerra y ven que no es todo como se lo cuentan y lo dicen sin pelos en la lengua”, dice Rómar, “la generación beat supuso un revulsivo que inspiró los movimientos contraculturales de los años sesenta y todas las contraculturas que siguieron hasta hoy”. Tras Nagasaki, Ferlinghetti estudió en Europa y comenzó a cogerle el gusto a España y a sus pintores, otra de las pasiones del poeta, a la que le dedica no pocos versos. De hecho, el primero del poemario ya cita a Goya y en adelante aparece Sorolla, otra de sus grandes influencias. Volvería a España en varias ocasiones, por ejemplo, en 1991, cuando visitó el Prado y el café Gijón, conoció al cineasta Bigas Luna y habló en la Universidad Complutense. “La publicación de Un parque de atracciones de la mente fue una bomba atómica para nuestra generación”, contó el año pasado a este periódico, rememorando aquella visita, Eduardo Suárez-Galbán, de 82 años, nacido en Nueva York, que vivió de cerca aquel movimiento beat.
Lawrence Ferlinghetti, poeta y editor estadounidense, y el escritor Allen Ginsberg en el Royal Albert Memorial en Londres, en los años 70. RUE DES ARCHIVES (CORDON PRESS)
Desde un punto de vista meramente literario, Un parque de atracciones de la mente se divide en tres partes. En la primera se encuentran poemas que destacan por la cuidada disposición, zigzagueante, de los versos en la página, una preocupación que conecta con la vocación pictórica del autor. La segunda se dedica a poemas ideados para recitar acompañados de música de jazz, que era la vanguardia de la época y que enloquecía a los beatniks (sobre todo el be bop). Y la tercera recupera algunas creaciones de su primer libro, Retratos de un mundo perdido, publicado en 1955, donde hay algunos retazos de su aventura europea.
Y tres facetas destaca Antonio Rómar de la poética de Ferlinghetti: “Primero, es un poeta muy político. Segundo, tiene una línea muy whitmaniana de canto a la naturaleza, a la belleza, casi de estética oriental, de pequeño instante poético. Y tercero, tiene mucho humor, juegos de palabra, ironías, que quizás no se ven en otros compañeros de generación. Esta es la parte más difícil de la traducción”. Ese juego, ese aspecto lúdico de la poesía, es, tal vez, al que hace alusión el parque de atracciones del título. El traductor ya había preparado anteriormente, en 2016, una antología general de la poesía de Ferlinghetti para la editorial Salto de Página, titulada El pulso de la luz.
Ferlinghetti, además, era un poeta eminentemente oral (aquellas lecturas públicas con jazz), de modo que tiene un profundo sentido del ritmo. “Aunque parezca un verso libre, en muchas ocasiones hay métricas clásicas ocultas, que es algo que he tratado de replicar en la traducción al español”, relata el traductor. Lo que nos enseña que para rebelarse contra lo académico, es preciso conocerlo: las otras rebeliones son de papel.
Portada de la nueva edición de 'Un parque de atracciones de la mente', de Lawrence Ferlinghetti, editado por Ya lo dijo Casimiro Parker. Portada de la nueva edición de 'Un parque de atracciones de la mente', de Lawrence Ferlinghetti, editado por Ya lo dijo Casimiro Parker. Ferlinghetti conocía de primera mano el poder de destrucción del arsenal nuclear. Después de haber participado en el desembarco de Normandía (“con un bote de remos que volcó”, según cuenta en un verso del poema Autobiografía), hecho decisivo en la Segunda Guerra Mundial, viajó con la marina estadounidense a Nagasaki algunos días después de la explosión nuclear de la bomba de plutonio Fat Man que arrasó la ciudad y mató al menos a 40.000 civiles en un instante. Aquella visión le devastó. Desde aquel momento pensó que la ciudadanía no estaba lo suficientemente informada sobre lo que significa un ataque nuclear y dedicó su vida, además de a la literatura, al activismo político y pacifista (y anarquista). La bomba aparece en varios poemas de Un parque de atracciones de la mente (perteneciente a la trilogía fundamental de la generación beat, junto con la novela En la carretera de Jack Kerouac y el poema Aullido de Allen Ginsberg), pero seguirá presente en algunas de sus siguientes obras, porque el miedo a la bomba fue un fuerte vector cultural durante toda la Guerra Fría.
Uno de los poemarios más vendidos de la historia
Un parque de atracciones de la mente, su segundo libro, fue, por lo demás, un bombazo, y se calcula que hay un millón de copias circulando, convirtiéndose en uno de los poemarios más vendidos de la historia de la literatura y en un clásico contemporáneo. “Ferlinghetti y los beatniks son los que abren la veda de la crítica a la hipocresía estadounidense”, dice Rómar, también traductor del poemario, “quizás lo que dicen nos suene más normal ahora, pero era impensable en aquella época”. Eran los años cincuenta estadounidenses: urbanizaciones apacibles, con mujer ama de casa y señor con sombrero que llega al atardecer de la oficina, perro, jardín, niños que van al colegio en bicicleta, electrodomésticos y una botella de licor escondida en la cocina.
“Algunos, como Ferlinghetti, regresan de la guerra y ven que no es todo como se lo cuentan y lo dicen sin pelos en la lengua”, dice Rómar, “la generación beat supuso un revulsivo que inspiró los movimientos contraculturales de los años sesenta y todas las contraculturas que siguieron hasta hoy”. Tras Nagasaki, Ferlinghetti estudió en Europa y comenzó a cogerle el gusto a España y a sus pintores, otra de las pasiones del poeta, a la que le dedica no pocos versos. De hecho, el primero del poemario ya cita a Goya y en adelante aparece Sorolla, otra de sus grandes influencias. Volvería a España en varias ocasiones, por ejemplo, en 1991, cuando visitó el Prado y el café Gijón, conoció al cineasta Bigas Luna y habló en la Universidad Complutense. “La publicación de Un parque de atracciones de la mente fue una bomba atómica para nuestra generación”, contó el año pasado a este periódico, rememorando aquella visita, Eduardo Suárez-Galbán, de 82 años, nacido en Nueva York, que vivió de cerca aquel movimiento beat.
Lawrence Ferlinghetti, poeta y editor estadounidense, y el escritor Allen Ginsberg en el Royal Albert Memorial en Londres, en los años 70. RUE DES ARCHIVES (CORDON PRESS)
Desde un punto de vista meramente literario, Un parque de atracciones de la mente se divide en tres partes. En la primera se encuentran poemas que destacan por la cuidada disposición, zigzagueante, de los versos en la página, una preocupación que conecta con la vocación pictórica del autor. La segunda se dedica a poemas ideados para recitar acompañados de música de jazz, que era la vanguardia de la época y que enloquecía a los beatniks (sobre todo el be bop). Y la tercera recupera algunas creaciones de su primer libro, Retratos de un mundo perdido, publicado en 1955, donde hay algunos retazos de su aventura europea.
Y tres facetas destaca Antonio Rómar de la poética de Ferlinghetti: “Primero, es un poeta muy político. Segundo, tiene una línea muy whitmaniana de canto a la naturaleza, a la belleza, casi de estética oriental, de pequeño instante poético. Y tercero, tiene mucho humor, juegos de palabra, ironías, que quizás no se ven en otros compañeros de generación. Esta es la parte más difícil de la traducción”. Ese juego, ese aspecto lúdico de la poesía, es, tal vez, al que hace alusión el parque de atracciones del título. El traductor ya había preparado anteriormente, en 2016, una antología general de la poesía de Ferlinghetti para la editorial Salto de Página, titulada El pulso de la luz.
Ferlinghetti, además, era un poeta eminentemente oral (aquellas lecturas públicas con jazz), de modo que tiene un profundo sentido del ritmo. “Aunque parezca un verso libre, en muchas ocasiones hay métricas clásicas ocultas, que es algo que he tratado de replicar en la traducción al español”, relata el traductor. Lo que nos enseña que para rebelarse contra lo académico, es preciso conocerlo: las otras rebeliones son de papel.
Lawrence Ferlinghetti posa en City Lights, en septiembre de 1977, la librería editorial que cofundó en el barrio de North Beach, San Francisco. JANET FRIES (GETTY IMAGES)
Renacen las luces de San Francisco
A su llegada a San Francisco, en 1953, después de su periplo por la vieja Europa, fundó la legendaria librería-editorial City Lights, junto con Peter D. Martin, objeto de escándalo por la publicación del Aullido de Ginsberg, acusado de pornográfico y drogadicto. Ferlinghetti acabó en los tribunales, ganó y sentó jurisprudencia sobre la libertad de expresión con gran repercusión mediática. Además, el lugar fue epicentro de la movida beatnik y del llamado Renacimiento de San Francisco, y sigue siendo lugar de peregrinación para los afines al asunto.
“En su librería, Ferlinghetti adelanta muchos elementos que ahora vemos normales: un espacio que abre hasta tarde, que tiene butacas para estar y leer y no solo es para comprar, que es un lugar de encuentro”, afirma Rómar. “Además quiere bajar la poesía de los púlpitos, así que empieza a editar poemarios no como algo elitista de tapa dura y letras doradas, sino en ediciones muy baratas, de pocos dólares, para llevar la poesía siempre encima”. Ferlinghetti, el último de los poetas beat, falleció el 22 de febrero de 2021, contando 101 años de edad: también se llevó la poesía encima. Y sin ver otra explosión nuclear. “El mundo es un lugar hermoso / donde nacer / si no te importa que alguna gente muera / todo el rato”, dejó escrito.
A su llegada a San Francisco, en 1953, después de su periplo por la vieja Europa, fundó la legendaria librería-editorial City Lights, junto con Peter D. Martin, objeto de escándalo por la publicación del Aullido de Ginsberg, acusado de pornográfico y drogadicto. Ferlinghetti acabó en los tribunales, ganó y sentó jurisprudencia sobre la libertad de expresión con gran repercusión mediática. Además, el lugar fue epicentro de la movida beatnik y del llamado Renacimiento de San Francisco, y sigue siendo lugar de peregrinación para los afines al asunto.
“En su librería, Ferlinghetti adelanta muchos elementos que ahora vemos normales: un espacio que abre hasta tarde, que tiene butacas para estar y leer y no solo es para comprar, que es un lugar de encuentro”, afirma Rómar. “Además quiere bajar la poesía de los púlpitos, así que empieza a editar poemarios no como algo elitista de tapa dura y letras doradas, sino en ediciones muy baratas, de pocos dólares, para llevar la poesía siempre encima”. Ferlinghetti, el último de los poetas beat, falleció el 22 de febrero de 2021, contando 101 años de edad: también se llevó la poesía encima. Y sin ver otra explosión nuclear. “El mundo es un lugar hermoso / donde nacer / si no te importa que alguna gente muera / todo el rato”, dejó escrito.
viernes, 17 de febrero de 2023
HISTORIA. El bisnieto del apache Gerónimo hace memoria: “Murió sin dignidad, exhibido en ferias y desfiles”
Alfonso Borrego, retratado en Santa Cruz de Tenerife el pasado 13 de noviembre.NEREA DE ARA (EFE)
Alfonso Borrego investiga desde hace décadas “la verdad de lo que ocurrió” en la conquista del sur de EE UU. “Los indios de las reservas callan, no quieren hablar y perder sus casinos”, asegura
Alfonso Borrego (66 años, El Paso, Texas), bisnieto del apache Gerónimo, lleva años intentando conocer la verdad de lo que ocurrió con su pueblo. Ha llegado a dos conclusiones: su bisabuelo murió “sin dignidad para sobrevivir” y no fueron los españoles quienes llevaron a los indígenas de Estados Unidos hasta su práctica extinción. “En español, se conquista a una mujer o a un hombre sin necesidad de emplear la violencia. En inglés, este verbo conlleva la utilización de la fuerza. Por eso, a los descubridores españoles se les llama siempre en Estados Unidos conquistadores”, afirma. Y recuerda que su antepasado murió alcoholizado, “exhibido en ferias y desfiles por los gringos”, pero también se rebela contra la manera en que se ha construido una “historia oficial” sobre la conquista ―”en la escuela no nos dejaban hablar español, nos decían que los españoles eran lo peor de lo peor”―, lo que “no cuadra” con sus investigaciones y con “la lógica”.
Borrego, ingeniero e historiador de profesión, se ha convertido en un personaje muy reclamado en congresos de historia, universidades y simposios de América y Europa. “Nunca nadie me ha desmentido, porque he ido a las reservas, me he entrevistado con los jefes de las tribus, con los auténticos indígenas para contrastar lo que decían los libros de los colegios. Existió genocidio indígena, pero no fueron los españoles, que claro que cometieron errores y barbaridades, sino los anglos”, sostiene en una entrevista con EL PAÍS realizada durante una breve visita a Madrid. “Los indios de las reservas no quieren hablar porque temen represalias del Gobierno y perder los casinos que les han dado en compensación”.
Borrego, que es presidente de la Asociación Cultural Heritage Society of the Camino Real de Tierra Adentro, recuerda que es necesario destapar “la verdad de lo que ocurrió”. “Puedes olvidarla, si eso es lo que quieres, pero tienes que saberla”. Pone como ejemplo la historia del adelantado Juan de Oñate (1550-1626), el primero que remontó el río Grande (Nuevo México), y que fue acusado de cortar el pie derecho a 8.000 indígenas. “Eso es lo que pone exactamente en los libros. Sin embargo, leí una crónica de la época en la que señalaba que tomó posesión de la tierra en nombre de Dios, de Felipe II y para la preservación de ellos y nosotros. ¿Ellos? ¿Quiénes eran ellos? Comencé a preguntarme”.
Durante nueve años, Borrego fue recorriendo todos los lugares de Nuevo México donde se cometió la “tremenda atrocidad que decían los libros”. El investigador descubrió así un documento que explicaba que el 1 de mayo de 1598 un sargento de Oñate se topó con dos indígenas durante la exploración. Los españoles les dieron vestidos y regalos y los dejaron marchar. Dos días más tarde, se presentaron ocho indios más. El 4 de mayo aparecieron 44. “¡Qué raro! ¿No habíamos quedado que los españoles los mataban, les cortaban la cabeza o los fusilaban?”.
El líder apache Gerónimo conduce un automóvil en 1904. Junto a él viajan otros tres hombres nativos.
El líder apache Gerónimo conduce un automóvil en 1904. Junto a él viajan otros tres hombres nativos.
CORBIS / GETTY IMAGES
CORBIS / GETTY IMAGES
Borrego es promotor de la recuperación del Camino Real, la vía sur-norte que utilizaron los conquistadores para llegar al actual Nuevo México, un trayecto de 2.500 kilómetros, de la que solo la parte mexicana está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. “¿Y por qué el lado estadounidense, no?”, se preguntó. “Pedí información al Servicio Nacional de Parques de Estados Unidos, pero siempre me respondían lo mismo: ‘No puede ser. Es muy complicado declarar algo así. Los españoles realizaron atrocidades tremendas. Déjelo”.
No se dio por vencido y siguió buscando las “atrocidades tremendas” que impedían la protección del camino estadounidense. “Hasta que un día, por fin, hallé una: los españoles habían cortado el pie derecho a 8.000 indios mayores de 25 años. Ya lo tenía. Eso sí cuadraba con la historia oficial. Así que fui a platicar con los jefes de las tribus para conocer los detalles”. Los mescaleros le respondieron: “Oh, sí, los españoles hicieron atrocidades tremendas”. “¿Tenéis pruebas? ¿Alguna tumba? ¿Algún resto?”. “No, de eso no, pero sí de que nos obligaban a pagar impuestos porque éramos súbditos del rey”, le aseguraron.
¿Cómo era posible que 120 españoles cortaran el pie a 8.000 indios? ¿Es que nadie luchó?”
Borrego se dirigió entonces al pueblo de los acoma, donde supuestamente se cometieron las mayores barbaridades. “¿Por qué les mocharon los pies los españoles?”, inquirió. “Sí, fue terrible, se los mocharon a 8.000″. “¿Pruebas?”. “No”. El investigador recuerda que la comitiva de Oñate estaba compuesta por 539 personas, de las que 120 eran soldados, nueve religiosos y el resto familias con menores. “¿Cómo es posible que 120 cortaran el pie a 8.000 jóvenes de nuestra brava gente?”. “Sí, y además se llevaron como esclavas a 300 de nuestras mujeres a México. Nos robaron, no nos dejaron nada”, le aseguraron. Borrego recuerda que les preguntó si alguien luchó para oponerse al secuestro. “No, es que ellos tenían rifles”. “¿Rifles? ¿Los que se cargan por la boca y que el tiro salía para cualquier lado? No es propio de nuestro pueblo no luchar. Los españoles solo tenían tres armaduras para todos. ¿120 soldados contra 8.000 indígenas? Es mejor que no contéis más esa historia, da vergüenza. Entonces, el jefe me miró fijamente sin resquemor y se fue”.
Estatua de Juan de Oñate, en Nuevo México (EE UU).
MARIO 1952
Los acoma viven en una reserva formada por dos mesetas a unas 40 millas de Alburquerque (Nuevo México). “Platiqué con las mujeres. Unas me dijeron que los españoles, en realidad, habían matado a nueve de los nuestros y otras que a dos por la muerte de 11 soldados enviados por Oñate al pueblo, entre ellos su primo. La pregunta es cómo iban a mochar el pie a 8.000 indígenas si en el pueblo de los ocama [el poblado se mantiene desde la conquista] solo pueden vivir 200 personas. Mi gente está muy mal. Tienen que pensar antes de hablar”.
Las reservas donde se envió a los indígenas “están todas en Estados con nombres hispanos: Montana, Colorado, California, Nuevo México... En el norte no hay ninguna, excepto una para indios canadienses huidos. ¿Por qué no hay en Ohio, Tennessee, Kentucky, Georgia, Virginia o Nueva York? ¿Por qué?, ¿por qué?”, repite retóricamente. La respuesta, según él, se encuentra en la llegada de los ingleses a Massachusetts, años después de la exploración de Oñate. “Se morían de frío, iban a perecer todos. Entonces los indios wampanoag se apenaron, les dieron de comer, les enseñaron a plantar maíz, a sobrevivir. Pero, ¿dónde están los wampis hoy día? ¡No queda ni uno! ¿Por qué? Porque los ingleses los mataron a todos. Cuando pregunto, me dicen que no, que no mataron a nadie, que fue la viruela. ¿La viruela? ¿A los pueblos bajo domino hispano no les afectó? La verdad es que los anglos los barrieron en el norte. Eso fue lo que pasó”.
¿Dónde están los wampis que ayudaron a los ingleses? Los mataron a todos”
Borrego recuerda que creció viendo películas de indios, “los peores de los peores junto a los españoles”. “¿Sabe por qué el corneta del Séptimo de Caballería sopla con fuerza? Para indicar que ha comenzado la hora de la matanza de indios. En la cabeza de cada americano estaba que había que matar a todos. Toda la vida ha sido así, pero ahora está cambiando, aunque falta mucho. Mi gente calla, no quiere pedos [líos]. Ese es el problema”.
En muchas reservas, sostiene Borrego, no se permite tomar fotografías para “preservar la herencia y la cultura indígena”. “No es verdad, es para que el mundo no vea la realidad, que nos metieron en ellas para que nos muriésemos en la nada, un pedazo de nada, en mitad de la nada, donde no se puede hacer nada, porque no hay nada que hacer”.
Nos encerraron en reservas, en la nada, donde no hay nada y donde no hay nada que hacer”
Respecto a su bisabuelo Gerónimo, Borrego recuerda que era un chamán, no un jefe, “era un hombre muy digno, representante de las tribus. Y los gringos lo cazaron, lo aplastaron, le quitaron la dignidad, lo llevaron preso a Florida para separarlo del resto, lo comenzaron a bailar por todo el país y lo movieron como un show de Hollywood. Utilizaron su persona y lo hundieron. Murió sin dignidad. Fue la presidencia de Estados Unidos quien lo hizo”.
Los gringos cazaron a mi bisabuelo, lo hundieron, lo movieron como un ‘show’ y murió sin dignidad”
“En junio de 2021, me llamaron [es miembro del consejo de tribus] desde Ohkay Owingeh, lo que antes era San Juan de los Caballeros, el que fundó Oñate. Le han cambiado el nombre, ahora todo es inclusivo. Me dijeron que estaban tumbando las estatuas. ‘¿Qué hacemos?’, me preguntaron. Pues que las tumben, ellas no se pueden defender porque no llevan escudos, ya pondremos otras cuando esto pase. Luego, el gobernador [jefe] de la tribu me envió una hermosa carta. Dice: ‘Desde el último paraje de Oñate. Todos estos años nuestra comunidad ha vivido en paz con diferentes culturas, pero lo que ocurrió el día de ayer [derribo de estatuas] crea problemas. No se puede borrar la historia tumbando estatuas. Estoy muy ofendido, porque nadie nos preguntó qué pensábamos. Espero no vuelva a ocurrir nunca más y seguir viviendo en paz”.
“Eso es lo que, de veras, piensan las tribus”, asevera, “pero no quieren moverse porque el Gobierno puede tomar represalias. Estamos en una batalla, ante un mito que nunca se borrará, pero necesitamos que los españoles abran la boca y digan: ‘Eh, güey, eso no fue así. Porque no lo fue”.
No se dio por vencido y siguió buscando las “atrocidades tremendas” que impedían la protección del camino estadounidense. “Hasta que un día, por fin, hallé una: los españoles habían cortado el pie derecho a 8.000 indios mayores de 25 años. Ya lo tenía. Eso sí cuadraba con la historia oficial. Así que fui a platicar con los jefes de las tribus para conocer los detalles”. Los mescaleros le respondieron: “Oh, sí, los españoles hicieron atrocidades tremendas”. “¿Tenéis pruebas? ¿Alguna tumba? ¿Algún resto?”. “No, de eso no, pero sí de que nos obligaban a pagar impuestos porque éramos súbditos del rey”, le aseguraron.
¿Cómo era posible que 120 españoles cortaran el pie a 8.000 indios? ¿Es que nadie luchó?”
Borrego se dirigió entonces al pueblo de los acoma, donde supuestamente se cometieron las mayores barbaridades. “¿Por qué les mocharon los pies los españoles?”, inquirió. “Sí, fue terrible, se los mocharon a 8.000″. “¿Pruebas?”. “No”. El investigador recuerda que la comitiva de Oñate estaba compuesta por 539 personas, de las que 120 eran soldados, nueve religiosos y el resto familias con menores. “¿Cómo es posible que 120 cortaran el pie a 8.000 jóvenes de nuestra brava gente?”. “Sí, y además se llevaron como esclavas a 300 de nuestras mujeres a México. Nos robaron, no nos dejaron nada”, le aseguraron. Borrego recuerda que les preguntó si alguien luchó para oponerse al secuestro. “No, es que ellos tenían rifles”. “¿Rifles? ¿Los que se cargan por la boca y que el tiro salía para cualquier lado? No es propio de nuestro pueblo no luchar. Los españoles solo tenían tres armaduras para todos. ¿120 soldados contra 8.000 indígenas? Es mejor que no contéis más esa historia, da vergüenza. Entonces, el jefe me miró fijamente sin resquemor y se fue”.
Estatua de Juan de Oñate, en Nuevo México (EE UU).
MARIO 1952
Los acoma viven en una reserva formada por dos mesetas a unas 40 millas de Alburquerque (Nuevo México). “Platiqué con las mujeres. Unas me dijeron que los españoles, en realidad, habían matado a nueve de los nuestros y otras que a dos por la muerte de 11 soldados enviados por Oñate al pueblo, entre ellos su primo. La pregunta es cómo iban a mochar el pie a 8.000 indígenas si en el pueblo de los ocama [el poblado se mantiene desde la conquista] solo pueden vivir 200 personas. Mi gente está muy mal. Tienen que pensar antes de hablar”.
Las reservas donde se envió a los indígenas “están todas en Estados con nombres hispanos: Montana, Colorado, California, Nuevo México... En el norte no hay ninguna, excepto una para indios canadienses huidos. ¿Por qué no hay en Ohio, Tennessee, Kentucky, Georgia, Virginia o Nueva York? ¿Por qué?, ¿por qué?”, repite retóricamente. La respuesta, según él, se encuentra en la llegada de los ingleses a Massachusetts, años después de la exploración de Oñate. “Se morían de frío, iban a perecer todos. Entonces los indios wampanoag se apenaron, les dieron de comer, les enseñaron a plantar maíz, a sobrevivir. Pero, ¿dónde están los wampis hoy día? ¡No queda ni uno! ¿Por qué? Porque los ingleses los mataron a todos. Cuando pregunto, me dicen que no, que no mataron a nadie, que fue la viruela. ¿La viruela? ¿A los pueblos bajo domino hispano no les afectó? La verdad es que los anglos los barrieron en el norte. Eso fue lo que pasó”.
¿Dónde están los wampis que ayudaron a los ingleses? Los mataron a todos”
Borrego recuerda que creció viendo películas de indios, “los peores de los peores junto a los españoles”. “¿Sabe por qué el corneta del Séptimo de Caballería sopla con fuerza? Para indicar que ha comenzado la hora de la matanza de indios. En la cabeza de cada americano estaba que había que matar a todos. Toda la vida ha sido así, pero ahora está cambiando, aunque falta mucho. Mi gente calla, no quiere pedos [líos]. Ese es el problema”.
En muchas reservas, sostiene Borrego, no se permite tomar fotografías para “preservar la herencia y la cultura indígena”. “No es verdad, es para que el mundo no vea la realidad, que nos metieron en ellas para que nos muriésemos en la nada, un pedazo de nada, en mitad de la nada, donde no se puede hacer nada, porque no hay nada que hacer”.
Nos encerraron en reservas, en la nada, donde no hay nada y donde no hay nada que hacer”
Respecto a su bisabuelo Gerónimo, Borrego recuerda que era un chamán, no un jefe, “era un hombre muy digno, representante de las tribus. Y los gringos lo cazaron, lo aplastaron, le quitaron la dignidad, lo llevaron preso a Florida para separarlo del resto, lo comenzaron a bailar por todo el país y lo movieron como un show de Hollywood. Utilizaron su persona y lo hundieron. Murió sin dignidad. Fue la presidencia de Estados Unidos quien lo hizo”.
Los gringos cazaron a mi bisabuelo, lo hundieron, lo movieron como un ‘show’ y murió sin dignidad”
“En junio de 2021, me llamaron [es miembro del consejo de tribus] desde Ohkay Owingeh, lo que antes era San Juan de los Caballeros, el que fundó Oñate. Le han cambiado el nombre, ahora todo es inclusivo. Me dijeron que estaban tumbando las estatuas. ‘¿Qué hacemos?’, me preguntaron. Pues que las tumben, ellas no se pueden defender porque no llevan escudos, ya pondremos otras cuando esto pase. Luego, el gobernador [jefe] de la tribu me envió una hermosa carta. Dice: ‘Desde el último paraje de Oñate. Todos estos años nuestra comunidad ha vivido en paz con diferentes culturas, pero lo que ocurrió el día de ayer [derribo de estatuas] crea problemas. No se puede borrar la historia tumbando estatuas. Estoy muy ofendido, porque nadie nos preguntó qué pensábamos. Espero no vuelva a ocurrir nunca más y seguir viviendo en paz”.
“Eso es lo que, de veras, piensan las tribus”, asevera, “pero no quieren moverse porque el Gobierno puede tomar represalias. Estamos en una batalla, ante un mito que nunca se borrará, pero necesitamos que los españoles abran la boca y digan: ‘Eh, güey, eso no fue así. Porque no lo fue”.
jueves, 16 de febrero de 2023
El impagable favor de Biden a la teoría económica
Durante muchas décadas la inmensa mayoría de los dirigentes políticos de las grandes potencias han repetido una misma cantinela inspirada por los economistas convencionales: el proteccionismo es malo y lo mejor es que los países abran de par en par sus fronteras al comercio y a los capitales. Los economistas críticos (no necesariamente de izquierdas) han denunciado esa idea no sólo porque es falsa y no tiene fundamento científico sino porque, además, es lo contrario de lo que ellos mismos practicaban.
Efectivamente, la teoría económica nunca ha podido demostrar que el librecambio sea más ventajoso que el proteccionismo salvo que se den una serie de condiciones tan estrictas que es prácticamente imposible, por no decir imposible, que se produzcan (las explico con detalle en mi libro Econofakes). Como ha escrito Paul Krugman (a quién le dieron el Premio del Banco de Suecia equipado al Nobel precisamente por sus estudios sobre el comercio internacional) «la teoría económica dice que el libre comercio normalmente hace a un país más rico, pero no dice que normalmente sea bueno para todos».
También es un hecho que ninguna de las economías que ha llegado a convertirse en país desarrollado y menos aún las grandes potencias, ha practicado en algún momento el librecambio. Todas ellas se han protegido y lo siguen haciendo, a través de aranceles, contingentes, ayudas, subsidios, o medidas más sutiles que suponen barreras infranqueables para los productos provenientes de otros países.
La constante a lo largo de la historia es clara: librecambio en la teoría para conseguir que los demás se abran de par en par y se desprotejan, y proteccionismo a mansalva de los ricos.
El lenguaje de los dirigentes políticos ha sido siempre doble e inmoral y cuando alguien osaba poner en cuestión la falsedad sobre la que se basaba la realidad del comercio internacional y la necesidad de proteger los intereses nacionales eran condenado o ridiculizado.
Hace unos años, Pablo Iglesias criticó la ideología del librecambio y uno de los más conocidos economistas de nómina españoles, José Carlos Díez, le espetó en Twitter: «Pablo Iglesias discípulo de Marx y contrario al libre comercio. Revival de la autarquía franquista. Menudo elemento».
Es una de las típicas descalificaciones que hace este economista, carentes de fundamento y cargadas solamente de maldad. Por un lado, porque la puesta en cuestión de las ventajas del librecambio no es algo propio de Marx, salvo que se crea que Krugman es marxista. Y, por otro, porque la alternativa que defienden quienes hoy día criticamos la falsedad del librecambio y el doble discurso de quienes lo defienden practicando lo contrario, no es la autarquía y ni siquiera el proteccionismo de antaño, sino un nuevo tipo de regulación comercial internacional que proporcione seguridad, eficiencia, equilibrio, cuidado del medio ambiente y equidad.
Tanto es así, que ha sido nada más y nada menos que el presidente de Estados Unidos quien ha reivindicado hace unos días, sin ningún pudor y expresamente, el proteccionismo económico.
Que un presidente de Estados Unidos tome medidas proteccionistas, como las que ha adoptado Biden en su ley contra la inflación y que ahora defiende, no es ninguna novedad. Todos, absolutamente todos los presidentes anteriores lo han hecho, como he señalado. Lo interesante es que ya no se mantenga el discurso falso habitual, que expresen abiertamente sus propósitos y no tengan miedo de mostrar al mundo que la defensa del librecambio y la reivindicación de sus ventajas es un cuento.
Hace Biden un favor impagable a la teoría económica cuando se expresa en estos términos porque ayudará a que cada día queden más en evidencia los economistas y políticos que defienden lo que la realidad a todas luces contradice. ¿O es que se han vuelto locos los dirigentes estadounidenses y defienden para su economía la peor de las opciones? ¿Cómo es que no optan por el librecambio, si es tan ventajoso, a la hora de diseñar sus políticas industriales? ¿Por qué no protestan las empresas de Estados Unidos cuando el gobierno anuncia docenas de miles de millones de dólares en ayudas y subsidios para que no tengan que depender de la producción extranjera? ¿Alguien puede creer que el librecambio tenga las ventajas que dicen sus defensores y que la primera potencia mundial no lo adopte como estrategia? ¿Es fruto de la casualidad que no sólo Estados Unidos, sino todas las grandes potencias se protejan y que, al mismo tiempo, reclaman a las economías más atrasadas que se abran para que sus capitales las penetren sin freno y para invadirlas con sus productos subsidiados? ¿Seguro que no hay gato encerrado en la defensa a ultranza del librecambio?
Y lo sorprendente de todo esto es que, mientras que Biden se quita la máscara, los dirigentes de la Unión Europea se escandalicen por sus palabras y se empeñen en mantener el doble lenguaje, porque lo cierto es que Europa ha sido y es tan proteccionista o más que Estados Unidos. Otra cosa es a quién protege cada uno y por qué.
Si el puro pragmatismo de los ricos había demostrado que el proteccionismo (como dije, solo equivalente a autarquía para los malvados o ignorantes) es realmente más ventajoso, la pandemia y los problemas de suministro e inseguridad subsiguientes lo han dejado mucho más claro aún.
Las economías que opten por enfrentarse a lo que viene a pecho descubierto, sin defenderse ni protegerse van a resultar heridas sin remedio. El comercio internacional es imprescindible y hay que fortalecerlo, pero debe hacerse sobre bases equilibradas, sin imponer a los demás lo que uno no cumple y garantizando la seguridad y la generación de ingreso. La protección de los intereses nacionales, garantizar el suministro de productos esenciales, promover una reindustrialización orientada a las transiciones que son imprescindibles y salvar el tejido empresarial, el empleo y el bienestar no es una opción, es una exigencia en la economía de nuestro tiempo. Sin ese nuevo tipo de proteccionismo será imposible hacer frente a la crisis que viene. Y, a los economistas que sigan empeñados en defender el cuento del librecambio, terminarán diciéndoles lo mismo que le ha dicho Biden a quienes le criticaban por su defensa de los intereses nacionales de Estados Unidos: «¡Al infierno con eso!»
Efectivamente, la teoría económica nunca ha podido demostrar que el librecambio sea más ventajoso que el proteccionismo salvo que se den una serie de condiciones tan estrictas que es prácticamente imposible, por no decir imposible, que se produzcan (las explico con detalle en mi libro Econofakes). Como ha escrito Paul Krugman (a quién le dieron el Premio del Banco de Suecia equipado al Nobel precisamente por sus estudios sobre el comercio internacional) «la teoría económica dice que el libre comercio normalmente hace a un país más rico, pero no dice que normalmente sea bueno para todos».
También es un hecho que ninguna de las economías que ha llegado a convertirse en país desarrollado y menos aún las grandes potencias, ha practicado en algún momento el librecambio. Todas ellas se han protegido y lo siguen haciendo, a través de aranceles, contingentes, ayudas, subsidios, o medidas más sutiles que suponen barreras infranqueables para los productos provenientes de otros países.
La constante a lo largo de la historia es clara: librecambio en la teoría para conseguir que los demás se abran de par en par y se desprotejan, y proteccionismo a mansalva de los ricos.
El lenguaje de los dirigentes políticos ha sido siempre doble e inmoral y cuando alguien osaba poner en cuestión la falsedad sobre la que se basaba la realidad del comercio internacional y la necesidad de proteger los intereses nacionales eran condenado o ridiculizado.
Hace unos años, Pablo Iglesias criticó la ideología del librecambio y uno de los más conocidos economistas de nómina españoles, José Carlos Díez, le espetó en Twitter: «Pablo Iglesias discípulo de Marx y contrario al libre comercio. Revival de la autarquía franquista. Menudo elemento».
Es una de las típicas descalificaciones que hace este economista, carentes de fundamento y cargadas solamente de maldad. Por un lado, porque la puesta en cuestión de las ventajas del librecambio no es algo propio de Marx, salvo que se crea que Krugman es marxista. Y, por otro, porque la alternativa que defienden quienes hoy día criticamos la falsedad del librecambio y el doble discurso de quienes lo defienden practicando lo contrario, no es la autarquía y ni siquiera el proteccionismo de antaño, sino un nuevo tipo de regulación comercial internacional que proporcione seguridad, eficiencia, equilibrio, cuidado del medio ambiente y equidad.
Tanto es así, que ha sido nada más y nada menos que el presidente de Estados Unidos quien ha reivindicado hace unos días, sin ningún pudor y expresamente, el proteccionismo económico.
Que un presidente de Estados Unidos tome medidas proteccionistas, como las que ha adoptado Biden en su ley contra la inflación y que ahora defiende, no es ninguna novedad. Todos, absolutamente todos los presidentes anteriores lo han hecho, como he señalado. Lo interesante es que ya no se mantenga el discurso falso habitual, que expresen abiertamente sus propósitos y no tengan miedo de mostrar al mundo que la defensa del librecambio y la reivindicación de sus ventajas es un cuento.
Hace Biden un favor impagable a la teoría económica cuando se expresa en estos términos porque ayudará a que cada día queden más en evidencia los economistas y políticos que defienden lo que la realidad a todas luces contradice. ¿O es que se han vuelto locos los dirigentes estadounidenses y defienden para su economía la peor de las opciones? ¿Cómo es que no optan por el librecambio, si es tan ventajoso, a la hora de diseñar sus políticas industriales? ¿Por qué no protestan las empresas de Estados Unidos cuando el gobierno anuncia docenas de miles de millones de dólares en ayudas y subsidios para que no tengan que depender de la producción extranjera? ¿Alguien puede creer que el librecambio tenga las ventajas que dicen sus defensores y que la primera potencia mundial no lo adopte como estrategia? ¿Es fruto de la casualidad que no sólo Estados Unidos, sino todas las grandes potencias se protejan y que, al mismo tiempo, reclaman a las economías más atrasadas que se abran para que sus capitales las penetren sin freno y para invadirlas con sus productos subsidiados? ¿Seguro que no hay gato encerrado en la defensa a ultranza del librecambio?
Y lo sorprendente de todo esto es que, mientras que Biden se quita la máscara, los dirigentes de la Unión Europea se escandalicen por sus palabras y se empeñen en mantener el doble lenguaje, porque lo cierto es que Europa ha sido y es tan proteccionista o más que Estados Unidos. Otra cosa es a quién protege cada uno y por qué.
Si el puro pragmatismo de los ricos había demostrado que el proteccionismo (como dije, solo equivalente a autarquía para los malvados o ignorantes) es realmente más ventajoso, la pandemia y los problemas de suministro e inseguridad subsiguientes lo han dejado mucho más claro aún.
Las economías que opten por enfrentarse a lo que viene a pecho descubierto, sin defenderse ni protegerse van a resultar heridas sin remedio. El comercio internacional es imprescindible y hay que fortalecerlo, pero debe hacerse sobre bases equilibradas, sin imponer a los demás lo que uno no cumple y garantizando la seguridad y la generación de ingreso. La protección de los intereses nacionales, garantizar el suministro de productos esenciales, promover una reindustrialización orientada a las transiciones que son imprescindibles y salvar el tejido empresarial, el empleo y el bienestar no es una opción, es una exigencia en la economía de nuestro tiempo. Sin ese nuevo tipo de proteccionismo será imposible hacer frente a la crisis que viene. Y, a los economistas que sigan empeñados en defender el cuento del librecambio, terminarán diciéndoles lo mismo que le ha dicho Biden a quienes le criticaban por su defensa de los intereses nacionales de Estados Unidos: «¡Al infierno con eso!»
La verdadera historia de "Peter azotado", el esclavo cuya desgarradora fotografía cambió la percepción de la esclavitud en Estados Unidos
La película "Emancipation", estrenada recientemente y protagonizada por Will Smith, cuenta la historia de ese esclavo, apodado "Peter azotado" (también conocido como Gordon).
Aunque su piel había sido desgarrada numerosas veces por los latigazos y había cicatrizado, Gordon, un hombre esclavizado que había logrado escapar, posó desafiante para un retrato en 1863.
En el apogeo de la Guerra Civil de EE.UU., cuando los horrores de la esclavitud se denunciaban a menudo como falsa propaganda, la escalofriante fotografía reveló la innegable verdad.
Los abolicionistas llamaron al hombre de la foto "Peter azotado", y aunque los historiadores han debatido su verdadero nombre, hay pocas dudas sobre el impacto que tuvo su imagen en la psique estadounidense.
"La fotografía mostraba que estas eran personas reales con experiencias reales. Se tomó para presentar una narrativa visual del horror de la esclavitud durante la Guerra Civil", le dijo a la periodista Chelsea Bailey de la BBC Barbara Krauthamer, una destacada historiadora de la esclavitud y la emancipación de EE.UU. y decana del Colegio de Humanidades y Bellas Artes de la Universidad de Massachusetts Amherst.
Will Smith protagoniza el filme.
"Lo que con frecuencia se pierde es el foco en el hombre mismo: la historia de este hombre que comprende que la Guerra Civil es una oportunidad para, literalmente, tomar posesión de su cuerpo y su vida".
La película protagonizada por Smith y dirigida por Antoine Fuqua se inspiró en la verdadera historia de Gordon.
"Esta no es otra película de esclavos. Esta es una película sobre la libertad", dijo Smith durante el estreno. "Creo que es una historia que todos necesitamos ver, escuchar y sentir".
Fuga
En abril de 1863, pocos meses después de que los esclavos fueran declaradaos libres en la Proclamación de Emancipación, Gordon se topó con un campamento de soldados de la Unión en las afueras de Baton Rouge, Luisiana.
Agotado, muerto de hambre y vestido apenas con harapos, se derrumbó al ver a los soldados negros liberados que luchaban para acabar con la esclavitud en el país, según contaba una columna de diciembre de 1863 del New-York Daily Tribune. Inmediatamente pidió alistarse.
Durante un examen médico, Gordon les dijo a los oficiales que decidió escapar después de sobrevivir a una paliza brutal que lo dejó al borde de la muerte y en coma durante dos meses.
Tras ser perseguido durante 10 días por sabuesos y cazadores de esclavos en los pantanos de Luisiana, Gordon finalmente llegó al campamento de la Unión... y a su libertad.
Dibujo
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Luego reveló su "espalda flagelada" como prueba. Los fotógrafos que acompañaban a los soldados tomaron la ahora infame foto de Gordon posando, con la espalda descubierta y la mano en la cadera.
El Tribune señalaba que la vista de su cuerpo mutilado "provocó un escalofrío de horror en todos los blancos presentes, pero los pocos negros que esperaban... prestaron poca atención al triste espectáculo, eran escenas tan terribles pero dolorosamente familiares para todos ellos".
Según la Galería Nacional de Arte, un periodista de Nueva York dijo que la imagen debería "multiplicarse por 100.000 y esparcirse por los estados".
Y eso fue exactamente lo que pasó.
Los horrores de la esclavitud se vuelven virales
El retrato de Gordon fue tomado en un momento en que el país debatía si los esfuerzos de la guerra valían la pena y si los hombres negros, esclavizados o liberados, deberían poder alistarse como soldados.
En su libro "Envisioning Emancipation: Black Americans and the End of Slavery" (Imaginando la emancipación: los afroamericanos y el fin de la esclavitud), la profesora Krauthamer y su coautora, la historiadora de la fotografía Deborah Willis, describen cómo los avances en la fotografía permitieron que la imagen de la espalda azotada de Gordon se reprodujera de manera asequible en pequeñas tarjetas y se compartiera ampliamente.
Los abolicionistas vendieron reimpresiones de la imagen para recaudar dinero para sus esfuerzos. Pero, según explica Krauthamer, las reacciones al retrato fueron mixtas.
"Era muy común que la gente dijera, es falso, no lo creo", dice. "Los blancos no creían que los negros fueran testigos fiables, ni siquiera de sus propias experiencias".
El 4 de julio de 1863, la popular revista "Harper's Weekly" reimprimió un grabado de Gordon/"Peter azotado" junto con imágenes de Gordon con el uniforme de la Unión. El artículo adjunto se titulaba "Un negro típico" y describía el angustioso escape de Gordon de la esclavitud y el valiente historial de servicio en el ejército de la Unión.
Incluso para un artículo en el que se criticaba la esclavitud, los historiadores notaron los matices del racismo cuando el autor se esfuerza por describir la "inteligencia y energía inusuales" de Gordon.
El legado de "Peter azotado"
La Guerra Civil fue el primer conflicto que se documentó a través de la fotografía, pero muy pocas imágenes capturan los horrores y la brutalidad de la esclavitud con tanta claridad como la imagen de "Peter azotado".
Maime, la madre de Emmett Till, cae de rodillas al recibir el cuerpo de su hijo asesinado.
Aunque sus imágenes se convirtieron en una herramienta eficaz para los mensajes y la propaganda contra la esclavitud, Krauthamer señala que se sabe muy poco sobre la vida y el legado de Gordon después de unirse al ejército de la Unión.
"Se debe argumentar que [el retrato] era solo otra forma de objetivizar un cuerpo negro", explica, y agrega que las discusiones modernas sobre el retrato de Gordon subrayan el poder de la fotografía para documentar la verdad.
Menos de un siglo después de que se tomara el retrato de Gordon, la madre de Emmett Till, Maime, celebró el funeral de su hijo con el ataúd abierto después de que este fuera brutalmente secuestrado, torturado y linchado. Según dijo, "quería que el mundo viera lo que le hicieron a mi bebé".
Esa foto del cuerpo mutilado de Till también conmocionó la conciencia estadounidense y reveló el legado perdurable del racismo en EE.UU.
Krauthamer dice que, como historiadora, trata de enfocarse no solo en el dolor sino también en la alegría de la experiencia afroamericana en su trabajo.
"Creo que mucho (....) se ha centrado en '¿cuál es la verdadera historia?' Y yo solo quiero saber, ¿cómo era su vida? ¿A quién amaba? ¿Qué esperaba lograr?
"Mi esperanza es que eso sea lo que la película de Will Smith y esta fotografía hagan: abrir un portal a nuestra capacidad de imaginar esa historia y esa humanidad".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-63916536
Menos de un siglo después de que se tomara el retrato de Gordon, la madre de Emmett Till, Maime, celebró el funeral de su hijo con el ataúd abierto después de que este fuera brutalmente secuestrado, torturado y linchado. Según dijo, "quería que el mundo viera lo que le hicieron a mi bebé".
Esa foto del cuerpo mutilado de Till también conmocionó la conciencia estadounidense y reveló el legado perdurable del racismo en EE.UU.
Krauthamer dice que, como historiadora, trata de enfocarse no solo en el dolor sino también en la alegría de la experiencia afroamericana en su trabajo.
"Creo que mucho (....) se ha centrado en '¿cuál es la verdadera historia?' Y yo solo quiero saber, ¿cómo era su vida? ¿A quién amaba? ¿Qué esperaba lograr?
"Mi esperanza es que eso sea lo que la película de Will Smith y esta fotografía hagan: abrir un portal a nuestra capacidad de imaginar esa historia y esa humanidad".
https://www.bbc.com/mundo/noticias-63916536
miércoles, 15 de febrero de 2023
Anatomía de un ataque de pánico. Una guía para superar los episodios de miedo intenso
Un hormigueo súbito en las manos. Una opresión en el pecho. El corazón a toda máquina.
Se estima que hasta uno de cada tres adultos sufrirá de un ataque de pánico alguna vez en su vida. Las razones son muy diversas —por ejemplo, la muerte de un ser querido, las penurias económicas, tener que hablar en público— y las formas en que se manifiestan también.
Nuestra colega de la sección Well, Dani Blum, escribe:
Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden producirse cuando el cerebro no es capaz de enviar correctamente los mensajes entre el córtex prefrontal, asociado a la lógica y el razonamiento, y el cuerpo amigdalino, que controla la regulación emocional. Durante un ataque de pánico, el cuerpo amigdalino está hiperactivo, mientras que la corteza prefrontal reacciona menos, lo que nos hace entrar en una espiral.
Solemos pensar que estos episodios son solo un asunto mental. Sin embargo, sus síntomas son también de carácter físico. Reconocerlos de forma oportuna y adecuada, como me pasó a mí, puede ser tremendamente útil en un momento de gran angustia.
Por eso tenemos en español este estupendo interactivo que ayuda a identificar los síntomas de un ataque de pánico y ofrece estrategias que los expertos recomiendan para manejarlos.
Pensé que me estaba dando una embolia. Estaba sola. Llamé a un amigo que vino rápidamente. Después de un rato, cuando había pasado la tormenta, me dijo: “No te asustes, pero creo que has sufrido un ataque de pánico”.
Credit...Daniel Liévano
Por supuesto, me asusté, ¿estaba enloqueciendo? Lo que había sentido en el cuerpo, ¿era producto de mi imaginación?
Se estima que hasta uno de cada tres adultos sufrirá de un ataque de pánico alguna vez en su vida. Las razones son muy diversas —por ejemplo, la muerte de un ser querido, las penurias económicas, tener que hablar en público— y las formas en que se manifiestan también.
Nuestra colega de la sección Well, Dani Blum, escribe:
Muchos investigadores creen que los ataques de pánico pueden producirse cuando el cerebro no es capaz de enviar correctamente los mensajes entre el córtex prefrontal, asociado a la lógica y el razonamiento, y el cuerpo amigdalino, que controla la regulación emocional. Durante un ataque de pánico, el cuerpo amigdalino está hiperactivo, mientras que la corteza prefrontal reacciona menos, lo que nos hace entrar en una espiral.
Solemos pensar que estos episodios son solo un asunto mental. Sin embargo, sus síntomas son también de carácter físico. Reconocerlos de forma oportuna y adecuada, como me pasó a mí, puede ser tremendamente útil en un momento de gran angustia.
Por eso tenemos en español este estupendo interactivo que ayuda a identificar los síntomas de un ataque de pánico y ofrece estrategias que los expertos recomiendan para manejarlos.
¿Has sufrido un ataque de pánico? ¿Cómo lo enfrentaste? Participa en los comentarios. A veces también ayuda saber que no estamos solos.
36 preguntas para enamorarse. Una serie de preguntas personales utilizadas por el psicólogo Arthur Aron para explorar la química y complicidad a través de los puntos vulnerables en común.
Una serie de preguntas personales utilizadas por el psicólogo Arthur Aron para explorar la química y complicidad a través de los puntos vulnerables en común.
En el ensayo de Mandy Len Catron, “Cómo enamorarse de cualquier persona, siguiendo estos pasos”, ella se refiere a un estudio del psicólogo Arthur Aron (y otros) que explora si se puede acelerar el proceso que lleva a la intimidad entre dos extraños haciendo que respondan a una serie de preguntas específicas.
Las 36 preguntas del estudio están desglosadas en tres series sucesivas, cada una diseñada para ser más indagatoria que la anterior.
La idea es que la vulnerabilidad mutua fomenta la cercanía. Los autores del estudio dicen que “un factor clave asociado con el establecimiento de una relación estrecha entre iguales es el hecho de abrirse personalmente de manera continua, gradual y recíproca”.
Permitirse ser vulnerable ante otra persona puede ser en extremo difícil, por lo que este ejercicio fuerza este aspecto.
La tarea final que realizaron Catron y su amigo —mirarse a los ojos durante cuatro minutos— está menos documentada. La duración propuesta es de dos a cuatro minutos. Pero Catron es muy clara en su recomendación: “Dos minutos bastan para quedar aterrada”, me dijo. “Cuatro minutos nos hacen avanzar”.
Serie I
1. Suponiendo que pudieras elegir a cualquier persona del mundo, ¿a quién te gustaría invitar a cenar?
2. ¿Te gustaría ser famoso? ¿De qué forma?
3. ¿Algunas veces practicas lo que vas decir antes de llamar por teléfono? ¿Por qué?
4. ¿Qué constituye para ti un “día perfecto”?
5. ¿Cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Con otra persona?
6. Si pudieras vivir hasta los 90 años de edad conservando durante los últimos 60 años la mente o el cuerpo de una persona de 30 años, ¿qué preferirías?
7. ¿Tienes una corazonada secreta sobre la forma en que vas a morir?
8. Nombra tres cosas que tú y tu compañero parezcan tener en común.
9. ¿De qué te sientes más agradecido en la vida?
10. Si pudieras cambiar cualquier cosa de la forma en que fuiste criado, ¿cuál sería?
11. Cuéntale a tu compañero la historia de tu vida en cuatro minutos, pero con tanto detalle como sea posible.
12. Si pudieras despertarte mañana con una cualidad o una habilidad, ¿cuál sería?
Serie II
13. Si una bola de cristal pudiera decirte la verdad sobre ti, tu vida, tu futuro o cualquier otra cosa, ¿qué te gustaría saber?
14. ¿Hay algo que hayas soñado hacer desde hace mucho tiempo? ¿Por qué no lo has hecho?
15. ¿Cuál es el mayor logro de tu vida?
16. ¿Qué es lo que más valoras en una amistad?
17. ¿Cuál es tu recuerdo más preciado?
18. ¿Cuál es tu recuerdo más terrible?
19. Si supieras que dentro de un año vas a morir súbitamente, ¿cambiarías en algo la forma en que vives ahora? ¿Por qué?
20. ¿Qué significa la amistad para ti?
21. ¿Qué papel desempeñan en tu vida el amor y el afecto?
22. Alternadamente, digan algo que consideren una característica positiva de tu compañero. Mencionen un total de cinco características.
23. ¿Qué tan cercana y cálida es tu familia? ¿Sientes que tu infancia fue más feliz que la de la mayoría?
24. ¿Cómo te sientes en tu relación con tu madre?
Serie III
25. Cada uno haga tres declaraciones verdaderas usando “nosotros”. Por ejemplo: “Los dos estamos en esta sala sintiendo…”
26. Completa esta frase: “Quisiera tener a alguien con quien compartir…”
27. Si llegaras a ser amigo íntimo de tu compañero, di qué sería importante que supiera.
28. Di a tu compañero qué te gusta de él o ella; sé muy honesto esta vez y menciona cosas que posiblemente no le dirías a alguien que acabaras de conocer.
29. Cuéntale a tu compañero un momento bochornoso de tu vida.
30. ¿Cuándo fue la última vez que lloraste con otra persona? ¿A solas?
31. Di a tu compañero algo que ya te guste de él o ella.
32. ¿Qué es algo demasiado serio como para bromear al respecto?
33. Si fueras a morir esta noche, sin poder comunicarte con nadie, ¿qué sería lo que más lamentarías no haberle dicho a alguien? ¿Por qué no se lo has dicho?
34. Tu casa, que contiene todo lo que posees en la vida, arde en un incendio. Después de salvar a tus seres queridos y mascotas, tienes tiempo de una carrera final para rescatar algún objeto. ¿Cuál sería y por qué?
35. ¿Qué muerte de algún familiar sería para ti la más perturbadora? ¿Por qué?
36. Expón un problema personal y pregúntale a tu compañero cómo lo manejaría. Asimismo, pídele que te diga cómo parece que te sientes respecto del problema elegido.
martes, 14 de febrero de 2023
_- La obsesión por el dinero impedía que pensáramos en las cosas más valiosas
_- Mis familiares siempre se fijan en los precios de todo, pero una enfermedad hizo que nos fijáramos en las cosas más valiosas de la vida.
Por Taryn Englehart
Mi familia está obsesionada con el precio de las cosas. Las dos preguntas que escucho con más frecuencia son: “¿Ya comiste?” y “¿Cuánto costó eso?”. Para ellos, discutir el precio de algo es como respirar. En mi casa no se pueden hacer compras sin hablar de manera incesante del costo del artículo, de lo que todo el mundo cree que debería haber costado, de cuál era el precio con las rebajas y cuál era el precio completo, de si se usó un cupón y, si no, por qué no.
Mi extensa familia vive en Hong Kong, donde mis abuelos crecieron durante la ocupación japonesa. Como mucha gente criada en tiempos de graves privaciones y pérdidas, se obsesionaron comprensiblemente con la seguridad. Sus hijos —mi madre y sus hermanos— heredaron esa mentalidad de escasez. En resumen, piensan mucho en el dinero.
Yo vivo en Los Ángeles, donde me gano la vida con decencia como guionista de televisión, y mi madre y mi padre viven en Dallas, donde, como profesora de preescolar y pastor a tiempo parcial de una pequeña iglesia respectivamente, viven con modestia y tienen pocos ahorros.
Desde hace años, todos los veranos llevo a mi madre a Hong Kong para visitar a nuestros numerosos parientes.
Para mi familia, el dinero no es solo algo que atesorar a costa del gozo; también es una forma de clasificarse socialmente. En un viaje reciente al Museo del Palacio de Hong Kong, nos detuvimos a comer en el restaurante del lugar, donde pedí un café con leche bastante rebajado.
Estuvimos charlando durante una hora más o menos hasta que empecé a sentirme fatigada de nuevo y me levanté a comprar un café expreso, algo que me sirviera para aguantar el resto de las seis horas de nuestro paseo a pie. Cuando volví, mis tías, muy atentas, se fijaron en la taza que tenía en la mano.
“¿Cuánto costó eso?”, preguntó Dai Ji Maa, mi tía mayor.
“30 dólares hongkoneses”, respondí (entonces cerca de tres dólares estadounidenses).
Un murmullo recorrió el grupo.
“¡Vaya! Tan caro para algo tan pequeño”.
Mis familiares consultaron entre ellos y estuvieron de acuerdo. Era demasiado caro. La taza era demasiado pequeña. La relación entre el líquido y los dólares estaba mal.
“Es más pequeño, pero tiene más cafeína”, expliqué.
Kau Mou, la mujer de mi tío, dijo: “No pasa nada, ¡debe ser rica!”.
Durante las siguientes 24 horas, me criticaron por haber gastado tres dólares; era como si yo hubiera generado la brecha de la riqueza. Todo en broma, pero como prueba de que en mi familia ningún dólar gastado pasa desapercibido.
La próxima vez que compré una bebida y me preguntaron el precio, me excedí. “¡Fue gratis!”, dije, levantando un enorme vaso de crema. Mi familia asintió con aprobación.
Sin embargo, el dinero adquirió una importancia totalmente nueva para nosotros hace 10 meses, cuando mi madre supo que tenía la enfermedad de Parkinson. No un párkinson cualquiera, sino una versión atípica que, según los médicos, avanzaba mucho más rápido de lo normal e incluía elementos de demencia.
Tan solo tiene 63 años, pero de repente le temblaban las manos y empezó a olvidar las palabras. Su personalidad sigue siendo la misma, optimista, juguetona y positiva, pero su deterioro ha sido rápido y alarmante. Ya no puede trabajar, y nos preocupa que no tarde mucho en perder su independencia.
Ha necesitado todo tipo de recursos nuevos, no solo copagos para sus facturas médicas, sino una agarradera para la ducha, una máquina de terapia de luz roja craneal, zapatos con tracción, utensilios con peso para ayudar con los temblores, un bidé, etc. Nadie en mi familia inmediata tiene fondos para cubrir todo esto, y yo, como la hija con el salario más alto, he optado por encargarme de gran parte de ello.
“¿Cuánto costó eso?”, me preguntó mi madre cuando llegué a casa con un botín de Uniqlo de ropa elástica y fácil de poner.
“Gong ni di”, dije, que en cantonés significa: “No importa”.
Y no importa. Para eso está el dinero. Me costó mucho tiempo liberarme del miedo a perderlo todo de repente, pero he aceptado que está bien gastar dinero, y no solo en lo esencial.
En nuestro reciente viaje a Hong Kong, me di cuenta de que mi madre jugaba un juego de teléfono llamado Ball Sort Puzzle. Es exactamente lo que parece: hay que ordenar las bolas en un tubo por colores y ganar puntos cuando se alinean.
“Es bueno para la cognición”, me dijo mi madre.
“¿Cómo encuentras juegos para descargar?”, le pregunté.
“Por publicidad”, dijo ella.
“¿Así que cuando estás en línea, aparece un anuncio de un juego, y simplemente haces clic en él y lo descargas?”.
“Sí”, respondió.
Por fin entendí por qué cada pocos minutos salían anuncios furiosos de su teléfono. “¡Eres malo en esto!”, gritaba uno de ellos. No estoy segura de lo que vendía: ¿quizás otro juego?
Mi madre esperó paciente a que el abuso verbal terminara antes de jugar otra ronda.
Tomé su teléfono con cuidado y descargué la versión sin publicidad por 1,99 dólares.
“¿Cuánto costó eso?”, preguntó.
“Gratis”, le dije.
Incluso en la muerte, mis parientes, como muchos chinos, no dejan de pensar en el dinero. Este año, como todos los años, mi familia hizo la peregrinación al templo Wong Tai Sin, donde las cenizas de mi abuelo se guardan en un columbario. Nos dirigimos a una mesa en el patio, donde algunas mujeres se afanaban en rellenar bolsas con papel moneda falso. Es una tradición china que consiste en prender fuego al dinero falso para que los antepasados lo reciban en la otra vida; es como en Western Union, pero con un incendio provocado.
“No solo dinero”, dijo mi tío. “También cheques de viaje, bitcoin, dólares canadienses y acciones de Apple y Tesla. Así el abuelo puede ser rico”.
Le pregunté para qué necesitaría el dinero en el cielo.
“Para jugar al Mahjong”, contestó mi tío. “Necesita comprar muchas fichas. Además, tienen un club de jockey, y es posible que quiera apostar a los caballos”.
Si se pasa por alto la horrible implicación de que el capitalismo nos sigue en la otra vida, es una idea agradable. Las familias siguen manteniéndose mutuamente, aunque sean un montón de fantasmas.
Sin embargo, hay algunos momentos en los que mi familia nunca se ha quejado del precio: con los taxis que tomábamos todos los días porque mi madre ya no podía ir en metro, sus citas con la acupuntura (pensando que podría ayudar con el párkinson), sus medicinas a base de hierbas, las bayas de goji, las vieiras secas, los azufaifos, un vaso para evitar derrames, las pelotas blandas con caras sonrientes para hacer ejercicios con las manos, las citas en el spa, la melatonina para dormir y los bastones que no quiere usar.
Al final de nuestro viaje, mi tío me sentó y tuvimos una franca discusión sobre lo que costaría cuidar a mi madre a medida que su enfermedad avanzara.
“¿No puedes contratar a un ayudante a tiempo completo, como So?”, señaló, refiriéndose a So, la cuidadora de nuestra abuela. En Hong Kong, los ayudantes son comunes. Un invento de la clase media. El trabajo doméstico en Asia puede ser increíblemente barato. Un cuidador interno que cocine, limpie y atienda a los ancianos, y a los niños las 24 horas del día, te costará cerca de 500 dólares al mes.
“En Estados Unidos no tenemos ayudantes así”, le dije. Aunque contratara a un cuidador a tiempo completo, quizá no cocinaría también comida china ni limpiaría, y el precio sería más de lo que podría pagar.
“¿Cuánto?”, dijo mi tío.
“No lo sé”, dije. “¿Quizá 40.000 dólares al año?”.
Sacó sus gafas y una calculadora de celular, y empezó a hacer cuentas.
“Vale”, agregó. “Digamos que necesitas ayuda las 24 horas, y que solo trabajan ocho horas al día. Uno cocina, otro limpia y otro cuida de tu madre. Entonces necesitas nueve ayudantes a tiempo completo. Pero no trabajan los fines de semana ni los días festivos, así que necesitas otra rotación de ayudantes para eso. Digamos que nueve más”.
Tecleó más números en su calculadora. Tardó tanto que era evidente que estaba haciendo un poco. “Entonces, necesitas 50 ayudantes a tiempo completo por dos millones de dólares al año. Fácil”.
Los dos nos reímos.
“No gano lo suficiente para pagar un ayudante a tiempo completo”, dije, “y mucho menos 50”.
“Bueno, puedes pedírmelo cuando quieras”, dijo mi tío.
De repente me puse a llorar, abrumada no solo por su generosidad, sino por todo. El rápido declive de mi madre, su futuro incierto, el cúmulo de nuevas preocupaciones para mi familia en apuros y para mí, esta inminente sensación de pérdida.
“No tienes que ayudar”, le dije. Me preocupaba el costo. Se gana la vida de manera decente en Hong Kong dirigiendo una pequeña empresa de informática, y es un hombre soltero sin familia, pero no está precisamente libre de preocupaciones.
“Soy su hermano”, dijo. “Te ayudaré a pagar un cuidador. Por supuesto, tú tendrás que pagar los otros 49”.
Volvimos a reír, con las lágrimas a flor de piel.
“En este caso”, dijo, “el costo no importa”.
Por Taryn Englehart
Mi familia está obsesionada con el precio de las cosas. Las dos preguntas que escucho con más frecuencia son: “¿Ya comiste?” y “¿Cuánto costó eso?”. Para ellos, discutir el precio de algo es como respirar. En mi casa no se pueden hacer compras sin hablar de manera incesante del costo del artículo, de lo que todo el mundo cree que debería haber costado, de cuál era el precio con las rebajas y cuál era el precio completo, de si se usó un cupón y, si no, por qué no.
Mi extensa familia vive en Hong Kong, donde mis abuelos crecieron durante la ocupación japonesa. Como mucha gente criada en tiempos de graves privaciones y pérdidas, se obsesionaron comprensiblemente con la seguridad. Sus hijos —mi madre y sus hermanos— heredaron esa mentalidad de escasez. En resumen, piensan mucho en el dinero.
Yo vivo en Los Ángeles, donde me gano la vida con decencia como guionista de televisión, y mi madre y mi padre viven en Dallas, donde, como profesora de preescolar y pastor a tiempo parcial de una pequeña iglesia respectivamente, viven con modestia y tienen pocos ahorros.
Desde hace años, todos los veranos llevo a mi madre a Hong Kong para visitar a nuestros numerosos parientes.
Para mi familia, el dinero no es solo algo que atesorar a costa del gozo; también es una forma de clasificarse socialmente. En un viaje reciente al Museo del Palacio de Hong Kong, nos detuvimos a comer en el restaurante del lugar, donde pedí un café con leche bastante rebajado.
Estuvimos charlando durante una hora más o menos hasta que empecé a sentirme fatigada de nuevo y me levanté a comprar un café expreso, algo que me sirviera para aguantar el resto de las seis horas de nuestro paseo a pie. Cuando volví, mis tías, muy atentas, se fijaron en la taza que tenía en la mano.
“¿Cuánto costó eso?”, preguntó Dai Ji Maa, mi tía mayor.
“30 dólares hongkoneses”, respondí (entonces cerca de tres dólares estadounidenses).
Un murmullo recorrió el grupo.
“¡Vaya! Tan caro para algo tan pequeño”.
Mis familiares consultaron entre ellos y estuvieron de acuerdo. Era demasiado caro. La taza era demasiado pequeña. La relación entre el líquido y los dólares estaba mal.
“Es más pequeño, pero tiene más cafeína”, expliqué.
Kau Mou, la mujer de mi tío, dijo: “No pasa nada, ¡debe ser rica!”.
Durante las siguientes 24 horas, me criticaron por haber gastado tres dólares; era como si yo hubiera generado la brecha de la riqueza. Todo en broma, pero como prueba de que en mi familia ningún dólar gastado pasa desapercibido.
La próxima vez que compré una bebida y me preguntaron el precio, me excedí. “¡Fue gratis!”, dije, levantando un enorme vaso de crema. Mi familia asintió con aprobación.
Sin embargo, el dinero adquirió una importancia totalmente nueva para nosotros hace 10 meses, cuando mi madre supo que tenía la enfermedad de Parkinson. No un párkinson cualquiera, sino una versión atípica que, según los médicos, avanzaba mucho más rápido de lo normal e incluía elementos de demencia.
Tan solo tiene 63 años, pero de repente le temblaban las manos y empezó a olvidar las palabras. Su personalidad sigue siendo la misma, optimista, juguetona y positiva, pero su deterioro ha sido rápido y alarmante. Ya no puede trabajar, y nos preocupa que no tarde mucho en perder su independencia.
Ha necesitado todo tipo de recursos nuevos, no solo copagos para sus facturas médicas, sino una agarradera para la ducha, una máquina de terapia de luz roja craneal, zapatos con tracción, utensilios con peso para ayudar con los temblores, un bidé, etc. Nadie en mi familia inmediata tiene fondos para cubrir todo esto, y yo, como la hija con el salario más alto, he optado por encargarme de gran parte de ello.
“¿Cuánto costó eso?”, me preguntó mi madre cuando llegué a casa con un botín de Uniqlo de ropa elástica y fácil de poner.
“Gong ni di”, dije, que en cantonés significa: “No importa”.
Y no importa. Para eso está el dinero. Me costó mucho tiempo liberarme del miedo a perderlo todo de repente, pero he aceptado que está bien gastar dinero, y no solo en lo esencial.
En nuestro reciente viaje a Hong Kong, me di cuenta de que mi madre jugaba un juego de teléfono llamado Ball Sort Puzzle. Es exactamente lo que parece: hay que ordenar las bolas en un tubo por colores y ganar puntos cuando se alinean.
“Es bueno para la cognición”, me dijo mi madre.
“¿Cómo encuentras juegos para descargar?”, le pregunté.
“Por publicidad”, dijo ella.
“¿Así que cuando estás en línea, aparece un anuncio de un juego, y simplemente haces clic en él y lo descargas?”.
“Sí”, respondió.
Por fin entendí por qué cada pocos minutos salían anuncios furiosos de su teléfono. “¡Eres malo en esto!”, gritaba uno de ellos. No estoy segura de lo que vendía: ¿quizás otro juego?
Mi madre esperó paciente a que el abuso verbal terminara antes de jugar otra ronda.
Tomé su teléfono con cuidado y descargué la versión sin publicidad por 1,99 dólares.
“¿Cuánto costó eso?”, preguntó.
“Gratis”, le dije.
Incluso en la muerte, mis parientes, como muchos chinos, no dejan de pensar en el dinero. Este año, como todos los años, mi familia hizo la peregrinación al templo Wong Tai Sin, donde las cenizas de mi abuelo se guardan en un columbario. Nos dirigimos a una mesa en el patio, donde algunas mujeres se afanaban en rellenar bolsas con papel moneda falso. Es una tradición china que consiste en prender fuego al dinero falso para que los antepasados lo reciban en la otra vida; es como en Western Union, pero con un incendio provocado.
“No solo dinero”, dijo mi tío. “También cheques de viaje, bitcoin, dólares canadienses y acciones de Apple y Tesla. Así el abuelo puede ser rico”.
Le pregunté para qué necesitaría el dinero en el cielo.
“Para jugar al Mahjong”, contestó mi tío. “Necesita comprar muchas fichas. Además, tienen un club de jockey, y es posible que quiera apostar a los caballos”.
Si se pasa por alto la horrible implicación de que el capitalismo nos sigue en la otra vida, es una idea agradable. Las familias siguen manteniéndose mutuamente, aunque sean un montón de fantasmas.
Sin embargo, hay algunos momentos en los que mi familia nunca se ha quejado del precio: con los taxis que tomábamos todos los días porque mi madre ya no podía ir en metro, sus citas con la acupuntura (pensando que podría ayudar con el párkinson), sus medicinas a base de hierbas, las bayas de goji, las vieiras secas, los azufaifos, un vaso para evitar derrames, las pelotas blandas con caras sonrientes para hacer ejercicios con las manos, las citas en el spa, la melatonina para dormir y los bastones que no quiere usar.
Al final de nuestro viaje, mi tío me sentó y tuvimos una franca discusión sobre lo que costaría cuidar a mi madre a medida que su enfermedad avanzara.
“¿No puedes contratar a un ayudante a tiempo completo, como So?”, señaló, refiriéndose a So, la cuidadora de nuestra abuela. En Hong Kong, los ayudantes son comunes. Un invento de la clase media. El trabajo doméstico en Asia puede ser increíblemente barato. Un cuidador interno que cocine, limpie y atienda a los ancianos, y a los niños las 24 horas del día, te costará cerca de 500 dólares al mes.
“En Estados Unidos no tenemos ayudantes así”, le dije. Aunque contratara a un cuidador a tiempo completo, quizá no cocinaría también comida china ni limpiaría, y el precio sería más de lo que podría pagar.
“¿Cuánto?”, dijo mi tío.
“No lo sé”, dije. “¿Quizá 40.000 dólares al año?”.
Sacó sus gafas y una calculadora de celular, y empezó a hacer cuentas.
“Vale”, agregó. “Digamos que necesitas ayuda las 24 horas, y que solo trabajan ocho horas al día. Uno cocina, otro limpia y otro cuida de tu madre. Entonces necesitas nueve ayudantes a tiempo completo. Pero no trabajan los fines de semana ni los días festivos, así que necesitas otra rotación de ayudantes para eso. Digamos que nueve más”.
Tecleó más números en su calculadora. Tardó tanto que era evidente que estaba haciendo un poco. “Entonces, necesitas 50 ayudantes a tiempo completo por dos millones de dólares al año. Fácil”.
Los dos nos reímos.
“No gano lo suficiente para pagar un ayudante a tiempo completo”, dije, “y mucho menos 50”.
“Bueno, puedes pedírmelo cuando quieras”, dijo mi tío.
De repente me puse a llorar, abrumada no solo por su generosidad, sino por todo. El rápido declive de mi madre, su futuro incierto, el cúmulo de nuevas preocupaciones para mi familia en apuros y para mí, esta inminente sensación de pérdida.
“No tienes que ayudar”, le dije. Me preocupaba el costo. Se gana la vida de manera decente en Hong Kong dirigiendo una pequeña empresa de informática, y es un hombre soltero sin familia, pero no está precisamente libre de preocupaciones.
“Soy su hermano”, dijo. “Te ayudaré a pagar un cuidador. Por supuesto, tú tendrás que pagar los otros 49”.
Volvimos a reír, con las lágrimas a flor de piel.
“En este caso”, dijo, “el costo no importa”.
Taryn Englehart es escritora de televisión en Los Ángeles.
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