miércoles, 19 de abril de 2023

¿Cúando se "jodió" España? Respuesta a Ramón Tamames

El reciente debate sobre la moción de censura ha puesto de relieve, en mi modesta opinión, dos características, una política y otra personal. La primera se refiere a la incuria, incompetencia y desasosiego de la dirección, personal y colectiva, de Vox. No es asunto de mi competencia. La segunda tiene que ver con el patético despliegue que el tan admirado profesor y académico Don Ramón Tamames hizo de su conocimiento de la Historia contemporánea de España. En un momento lanzó una frase, famosa, que me impactó mucho: la superfamosa pregunta de Vargas Llosa sobre “cuándo se jodió el Perú”. Que recuerde, el aspirante a presidente del Gobierno no la respondió taxativamente, pero la dejó caer.

Los historiadores, que no aficionados, hemos dado vueltas y vueltas a una pregunta similar en dos momentos del tiempo. Una, en el extranjero, mientras duró la dictadura con su censura, primero de guerra. Desde la Ley Fraga Iribarne, de 1966, también dentro de España, en este caso todavía con la debida prudencia.

La respuesta general, salvo de aquellos enfeudados de una u otra manera a la dictadura, es que no fue en la revuelta de octubre de 1934. La derecha post 1939 puso más bien el acento en las turbulencias y violencias durante la primavera de 1936, preludio del golpe de Estado comunista. En marzo, una reunión de generales examinó la situación. Los más pelotas de entre los autores profranquistas recalcan las supuestas condiciones que expuso el general de División Francisco Franco para unirse a la misma. Entre ellas, la inminencia del tan cacareado golpe comunista.

De hecho, aquel golpe no se planteó nunca en la realidad. Fue una creación de las derechas más cerriles y que ya reflejaron algunos editoriales de sus periódicos desde antes de 1931. En un libro de próxima aparición, el profesor Francisco Sánchez Pérez examinará el tema con pelos y señales desde la obra seminal de Ben Ami sobre los orígenes de la segunda República.

En contra de lo afirmado por las derechas, España “se jodió” porque los gobiernos de la primavera de 1936 no acertaron, no supieron o no pudieron cortar la amenaza golpista de la que, en principio, deberían haber estado bien informados. Naturalmente, la culpa histórica no fue solo de ellos sino más bien de quienes preparaban un golpe con pretextos espurios.

La inminencia del golpe de Estado comunista solo existía en su imaginación. Durante años, fue la “explicación” más extendida. Lo de la violencia vino después cuando resultó literalmente imposible mantener aquella ficción. No crean los amables lectores que fue un proceso fácil. Todavía a principios del presente siglo un eminente historiador eclesiástico, según se dice miembro del Opus Dei, encontró la forma de revivir dicho mito. Y hace no muchos años, tan solo dos, un distinguido, y jubilado, general de División volvió al tema como si no se hubiese demostrado ampliamente tal pamema.

Los más listos entre los historiadores de derechas evolucionaron a tiempo. Más que la amenaza del supuesto golpe comunista (que en las autoalabanzas militares en tiempos de la dictadura ya preveían para agosto de 1936), lo que contó, según ellos, fue la violencia desatada en las calles de las ciudades españolas, los asesinatos por doquier que tenían lugar en cualquier sitio y, con la vista puesta en la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, los templos incendiados y saqueados por las turbas desmadradas con el beneplácito, si no la pasividad, de las fuerzas de orden público, comandadas por políticos izquierdistas y, para colmo, masones.

Pues no: una larga ristra de historiadores españoles y extranjeros han (hemos) examinado todas estas afirmaciones y demostrado las fabulaciones tras las mismas. Da igual. Vox, un sector del PP, y ahora parece que incluso el tan alabado profesor Tamames, coinciden en señalar que, sin fijar un momento preciso, a España la “jodió” la República. Algunos todavía afirman, con la boca pequeña y sin la menor documentación que lo avale, que fue el resultado de la revolución de octubre de 1934 (que el Ejército, a las órdenes del Gobierno de la República que había declarado oportunamente el estado de guerra no tardó mas de dos semanas en poner coto a tal desmán lo pasan por alto). Es un revival perenne. El ilustre académico profesor Tamames incluso evocó la autoridad de Sir Raymond Carr (lo que Julián Casanova desmintió inmediatamente).

Si no fue en “octubre de 1934” tuvo que serlo en la primavera de 1936. Esto se acerca más a lo que efectivamente ocurrió, pero pocos han sido los historiadores de derechas que hayan profundizado en aquella primavera. Tamames y Vox, al menos, son inequívocos. Retoman las alocuciones en el Congreso de los Diputados de lumbreras políticas tan extraordinarias como José Calvo Sotelo (conspirador de pro) y José María Gil Robles (conspirador sobrevenido) y se quedan tan tranquilos.

Don Ramón Tamames, dando muestras de su erudición y de, aparentemente, estar al día, evocó otra autoridad. Nada menos que la suprema de un expresidente del CSIC y catedrático jubilado de Derecho Administrativo. No consideró oportuno decir más. Podría haberle escamado que tal autoridad no cita absolutamente ninguna fuente, ningún escrito, libro o artículo, y que en la primera parte de su obra (que es la que he leído hasta aburrirme) solo menciona de pasada a un único historiador, el malogrado Javier Tusell. Espero tener ocasión de discrepar de un colega universitario nonagenario.

Así, pues, ¿cuándo se “jodió” España? Para mí la respuesta es inequívoca, después de haber escrito tres libros y varios artículos académicos sobre el tema (y a diferencia de muchos otros historiadores de derechas siguiendo no tesis preconcebidas, sino un procedimiento inductivo: a partir del análisis de las evidencias primarias de época sobre comportamientos reales de políticos y militares): se “jodió” en julio de 1936.

¿Pudo no haber sido así? La respuesta solo puede ser especulativa. Abarca dos términos. Que las derechas, solas o con el centro, hubiesen ganado las elecciones de febrero de 1936. O que la República hubiese decapitado la conspiración que sabía estaba en marcha. ¿Y quiénes fueron los malos de la segunda parte de la película? Pues el por algunos todavía reverenciado presidente, Don Niceto Alcalá-Zamora, incompetente, rencoroso y muy bien pagado, seguido por su sucesor, Don Manuel Azaña, sobre todo en su primera función como presidente del Gobierno. Se admite documentación en contrario, que nadie -que servidor sepa- ha aportado todavía.


Ángel Viñas Historiador, economista, diplomático. Es catedrático emérito de la UCM. Autor de una cuantiosa obra sobre la República y la Guerra de España, su último libro es Oro, guerra, diplomacia. La República Española en tiempos de Stalin, Crítica, 2023.

¿En qué momento se había jodido el Perú?

JUAN CRUZ

Mario Vargas Llosa tenía claro con qué libros (ajenos) del boom de la literatura latinoamericana de los sesenta se quedaría. Cuando cumplió 70 años, hace seis, le preguntaron por esa lista. Y dijo: "Con todo Borges; con Cien años de soledad, de García Márquez; con El reino de este mundo, de Carpentier; con muchos cuentos de Cortázar; con La vida breve y con muchos cuentos de Onetti, el escritor que, con la distancia que da el tiempo, vislumbro ahora como el mejor de todos nosotros". Y entonces el periodista le preguntó:

-¿Y su libro?

Respondió Vargas Llosa:

-Yo no sé meterme en estas clasificaciones. Pero si yo tuviera que salvar algún libro mío, probablemente sería Conversación en La Catedral. Porque es el libro que más me costó escribir.

'Conversación en La Catedral', mañana con EL PAÍS por 7,95 euros Así que, probablemente el mejor libro de Mario Vargas Llosa para el propio premio Nobel de 2010, cuya biblioteca completa publica ahora EL PAÍS. Y mañana corresponde ese título.

No es una novela, simplemente, es un mundo, un universo novelesco que Vargas Llosa construyó como quien pone en pie un rascacielos. El trasunto, como en tantas novelas del escritor de La ciudad y los perros, en cuya complejidad tanto se mira, es la propia biografía de Vargas (Zavalita en el libro), joven periodista que asiste al decaimiento catastrófico de Perú y reflexiona, con un periodista más veterano, en las razones de esa indefectible caída. "¿En qué momento se jodió el Perú?", motto del libro, se convirtió desde Conversación en La Catedral en una especie de interrogante retórica no solo por el punto de partida de ese hecho, el momento en que se cifra la decadencia peruana, sino en un análisis desencantado de su presente y de su porvenir.

El pasado en el que se basa esa pregunta entre melancólica y catastrófica es el Perú del dictador Manuel Apolinario Odría, que gobernó Perú entre 1948 y 1856. Cuenta Vargas Llosa, en el prólogo de la novela: "En esos ocho años, en una sociedad embotellada, en la que estaban prohibidos los partidos y las actividades cívicas, había numerosos presos políticos y centenares de exiliados, los peruanos de mi generación pasamos de niños a jóvenes, y de jóvenes a hombres. Todavía peor que los crímenes y atropellos que el régimen cometía con impunidad era la profunda corrupción que, desde el centro del poder, irradiaba hacia todos los sectores e instituciones, envileciendo la vida entera".

Ese es el clima de Conversación en La Catedral, la realidad que le da tono a esa conversación desencantada que tiene lugar en una cervecería popular, La Catedral, por la que van pasando los fantasmas y los demonios del Perú que se jode bajo el influjo perverso de la dictadura. Un clima de "cinismo, apatía, resignación y podredumbre moral del Perú del ochenio" es la materia prima de Conversación en La Catedral.

Cuando la empezó a escribir, aquel Zavalita que era trasunto del joven Vargas era, otra vez, periodista, pero en París; ya era un lector de Tolstói, Balzac y Flaubert, y ahí, en esas condiciones de vida y de escritura, abordó la ficción más comprometida de su larga vida de autor de ficciones, pues quería encerrar el mundo en un buen puñado de páginas para explicar cómo se ha ido al garete el país en el que había nacido.

Logró el clima, construyó los personajes con una maestría que marcaría ya para siempre su manera de expresar la novela y creó una de las ficciones más importantes de la historia literaria en el español del siglo XX. Eso es lo que le lleva a decir, en el prólogo de la obra, lo mismo que le dijo al periodista cuando cumplió 70 años: "Ninguna otra novela me ha dado tanto trabajo; por eso, si tuviera que salvar del fuego una sola de las que he escrito, salvaría esta". Se jodió Perú, pero se consolidó la voz del que iba a ser su más importante novelista.

martes, 18 de abril de 2023

_- Thomas Piketty, azote de los ricos. Una década de verdades incómodas y pocos avances.

_- ‘El Capital en el Siglo XXI’, de Thomas Piketty, cumple 10 años. Pese a su enorme influencia intelectual y académica, una década después, la desigualdad sigue aumentando y el debate sobre la fiscalidad global continúa más abierto que nunca.


The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes, everybody knows

Leonard Cohen

Hace exactamente diez años se publicaba en su versión en français lo que podríamos denominar como la biblia de la izquierda posmoderna: El Capital en el Siglo XXI, del por aquel entonces no tan conocido y hoy economista estrella, Thomas Piketty.

Para aquellos que habéis vivido debajo de una piedra, o mejor dicho, habéis podido disfrutar tranquilamente de la última década, dejadme que os resuma. Mr Piketty, haciendo un claro guiño a Mr. Marx (Karl) argumenta que el sistema capitalista tal y como está construido sólo puede dar lugar a un aumento constante de la desigualdad. Un alegato que claramente no fue comprado por las grandes fortunas mundiales.

Ochocientas dieciséis páginas de análisis económico y político que podemos resumir en una sola fórmula: r > g. Cuando el retorno de las inversiones en capital son mucho más rentables que los retornos del trabajo (durante un espacio de tiempo considerable) el capitalismo desencadena automática y perversamente un aumento espeluznante de la desigualdad. Y ello, a la postre, desincentiva la pocas ganas de trabajar que nos quedaban. ¿Les suena la gran dimisión?

En otras palabras: que dejes de hacer el idiota y te compres un piso en Chueca con la herencia de tu abuela (si es que eres de los afortunados que tienes abuela con piso) antes de ponerte a estudiar en ICADE. Trabajar está sobrevalorado y no da para mucho. Pero ser un hipster con piso propio que alquila a guiris en airbnb por un pastizal es una manera óptima de comprender el capitalismo. Aunque uno siempre haya sido de izquierdas. Y proclame que lo sigue siendo.

La cuestión es que desde su publicación en 2013 Mr Pikkety ha inundado no sólo las librerías, sino el discurso de la izquierda global. Y lo ha hecho en particular con una frase: Tax the Rich. Es tentador pensar que sólo ha sido un fenómeno fan entre estudiantes de economía y ciencia política, pero ha conseguido conquistar el discurso mainstream, llegando nada más y nada menos que a la Met Gala de la mano de Alexandra Ocasio-Cortez, la congresista más joven (y cool) de la historia de Estados Unidos.

Grosso modo, la propuesta consiste en imponer una tasa a la riqueza de los mega-ricos con el fin de recaudar y redistribuir esos millones entre el llamado precariado (otro concepto de moda entre la izquierda). Esta idea ya se ha traducido en propuestas concretas en España. Tras Yolanda Díaz, única invitada a la puesta de largo española del economista francés, Teresa Ribera ha sido una de las últimas en unirse a la ola Pikettiana sugiriendo una tasa climática a los más ricos para contribuir a los costes derivados de la lucha contra el desastre climático. La factura promete ser tan colosal como el desafío a costear.

Más allá del brillo intelectual de algunas de estas ideas y del buen estilo literario del autor (algo raro entre economistas), la pregunta relevante quizá sea: ¿Hemos aprendido algo o sólo hemos conseguido engordar, paradójicamente, la cuenta corriente y el ego de Monsieur Piketty? Aquí van unas reflexiones de una fan declarada y, a la postre, acaso poco agradecida.

Todos sabemos que a partir de septiembre del 2008 la desigualdad comenzó a escalar hacia niveles históricos y obscenos (y algunos aún no nos hemos recuperado, económica ni democráticamente). No hace falta acudir a ningún gráfico. Si tomamos el año 2013 como base y el índice Gini como referencia que mide de 0 a 1 cómo de desiguales son las sociedades (siendo el 0 el ideal de igualdad en riqueza) vemos que desde la publicación del aclamado libro no mucho ha cambiado sustancialmente. Al menos no a mejor.

Los niveles de desigualdad se encuentran hoy mundialmente cerca del 0,85 (en España 0,71), un nivel que se ha mantenido más o menos constante desde que vio la luz el bestseller que nos ocupa. A pesar de que la desigualdad no ha aumentado de forma estrepitosa (aunque sea escandalosa), eso no quiere decir que podamos abrir el champagne. Ni mucho menos, lo que esta tendencia refleja es algo muy triste: nos sigue resbalando la desigualdad.

Por supuesto, hay muchos factores que han hecho que esta desigualdad mantenga cifras espeluznantes, entre los que se encuentran la presidencia de Donald Trump, una pandemia, el desvarío de Putin y un mundial de fútbol en Catar. Son numerosos los gobiernos, políticos e influencers que han intentado aportar al debate con desigual suerte. Sin embargo, no hemos dado ni con la tecla ni con la fórmula. De hecho, diría que al revés, la hemos cagado bastante.

¿Estoy loca? Sin duda, pero:
Según el último informe de Tax Justice, se pierden más de 400.000 millones de euros al año en paraísos fiscales. O, lo que es lo mismo, el doble del PIB de Ucrania en 2021 antes de ser invadida; o el patrimonio familiar hipotético si Elon Musk y Jeff Bezos decidieran darse el sí quiero. Da que pensar. En España, los tax havens se llevan un 0,5% de nuestro PIB. No hace falta decir que hecha la norma, hecha la trampa. Parece poco apropiado decir que el discurso victimista y señalador hacia los ricos haya funcionado. Pregunta: ¿ha funcionado alguna vez demonizar a los ricos sin legitimar gobiernos decepcionantes en el nombre del pueblo? Está claro que la jugada no está siendo la ganadora, principalmente por tres razones:

Una. Nadie ha tenido la valentía (ni creo que la tenga) de impulsar y capitanear las negociaciones para establecer una tratado internacional (más allá de la UE) que establezca las bases del impuesto global sobre el patrimonio que Piketty plantea. En este sentido, su propuesta aunque loable, resulta obviamente idealista y peligrosamente contraproducente.

Dos. Lo que es un poco ridículo (e ingenuo) es querer imponer una tasa a los más ricos (y que estos la paguen alegremente) con un discurso que los criminaliza y los hace sentir como los villanos de una película (en la bastantes de ellos a menudo lo sean). Qué queréis que os diga. A nadie le gusta que le quiten pasta de su cuenta bancaria por muy capitalista, socialista o comunista que seas. Y por supuesto, esto a los mega-ricos que creen firmemente que su posición social no es cuestión de azar sino de mucho esfuerzo y sudor, les gusta aún menos.

Y tres. No hay nada de lo que disfrute más el top 1% que una cuenta de resultados positiva para seguir invirtiendo pasta. Y la cuenta de resultados del sistema redistributivo español deja mucho que desear. Según datos de 2020 del Observatorio social de La Caixa, la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y transferencias español está entre las más bajas de la Unión Europea, con una reducción de 0,194 en el índice de Gini, algo que advirtieron ya en 2013 desde FUNCAS. La cosa es que si queremos convencer a los ricos (o realmente a cualquiera) de pagar impuestos, empecemos por ajustar y mejorar el sistema. Es hora de dejar de echar balones fuera y mirarnos un poco en el espejo.

Habiendo dicho todo esto, no es que no haya que imponer un impuesto a la riqueza del top ya sea el 1%, 5% o 10%. Ni mucho menos. Como una discípula (o groupie) más del economista francés, creo que no estamos entendiendo bien el problema de fondo que Mr Piketty plantea. Nuestro sistema económico está incentivando acumular capital en vez de promover el trabajo. Algo más que cobrarle a los ricos hay que hacer.

El problema principal, como yo lo veo, reside en que en una sociedad cansada, víctima del burnout y con trabajos miserables, el riesgo de fomentar esta contra-cultura demonizadora de la acumulación de capital es más delicado (y peligroso) que nunca. Una población que prefiere invertir el poco dinero que le queda en la cuenta bancaria en una casa de apuestas porque el trabajo ya no dignifica mínimamente la vida. Este es el problema. Si currar es de losers todo el castillo de naipes de la meritocracia se hunde.

Creo firmemente que si de verdad queremos conseguir luchar contra la desigualdad colectivamente, ya es hora de cambiar la narrativa, el discurso y la demagogia. Lo que no podemos pretender es hacer creer a la ciudadanía que con una tasa a los más ricos el problema se termina. Por supuesto que necesitamos un sistema fiscal más equitativo de lo que tenemos ahora, pero no pretendamos convencernos de que estamos así de mal sólo porque se nos fugan millones a paraísos fiscales. La cosa va mucho más allá de eso.

Para terminar ya, no podemos olvidar que la desigualdad se erradica si empezamos desde la cuna. Todo lo demás son parches. Por lo tanto, lo que es realmente necesario es implantar medidas pre-distributivas (que por lo general son más seductoras para todos los públicos) que estrechen aquellas fracturas antes de que perpetúen las brechas entre clases y entre generaciones. Por ejemplo, deberíamos empezar por una sanidad y una educación de calidad que ayude a no tener ciudadanos de primera y de segunda nada más nacer. Mi hija de dos meses fue a vacunarse la semana pasada y una vacuna que neutraliza las infecciones gastrointestinales (voluntaria claro, pero muy recomendable según el pediatra) cuesta 96 euros. Mi hija no tendrá tantos dolores de tripa como algún otro bebé a quién no puedan pagársela. A partir de ahí, comienza la condena de demasiados. Por supuesto, es fundamental un sistema fiscal que dote al Estado de capacidad de acción. Pero, por favor, dejemos de pensar que todos los políticos y las políticas son iguales.

Si no puedes con tu enemigo, únete a él. O eso dicen. Lo más inteligente sería dar un volantazo a la estrategia y, sobre todo, a la mentalidad proletaria y cuasi-revolucionaria que lleva con indisimulado orgullo desde hace mucho tiempo la izquierda. ¿Cómo hacerlo? Sinceridad, profesionalidad, desmitificación, abandonando dogmatismos, afrontando contradicciones y creando país. Y educando en todo, con todos, a todos. A ver si para el 20 aniversario puedo escribir otra cosa.

* Elsa Arnaiz Chico es burgalesa, graduada en Derecho y Relaciones Internacionales por la IE University y máster en Big Data por la IE Business School. Presidenta de Talento para el Futuro, el primer ‘lobby’ que trabaja para que la juventud tenga un futuro, preferiblemente mejor.

“Tenemos 7 sentidos, y los 5 más conocidos son los menos importantes”

Mientras lees estas líneas, ¿cómo está tu cuerpo? ¿erguido o encorvado? Y tu rostro, ¿está relajado o tienes el ceño fruncido?

Nuestra postura y nuestro rostro envían importantes señales a nuestro cerebro, y es una información a la que nuestro cerebro responde, según explicó la neurocientífica española Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab, cátedra extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid.

"Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara es propia de enfado y por tanto activa mecanismos de enfado", afirmó Castellanos.

De la misma forma, "cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".

Nuestro cerebro interactúa con el resto del cuerpo en muchas más formas de las que se pensaba. Y es que "no tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete", señaló la científica. Y los cinco sentidos más conocidos, el gusto, el olfato etc, "son para el cerebro los menos importantes".

Nazareth Castellanos habló con BBC Mundo sobre cómo influyen en el cerebro la postura y las expresiones del rostro, cuál es el poder de una sonrisa, y qué hacer para aprender a escuchar "los susurros del cuerpo".

¿Cómo llegaste a investigar la relación entre la postura y el cerebro?

Empecé a replantearme la neurociencia después de llevar 20 años investigando sólo el cerebro. Me parecía extraño que la conducta humana sólo se apoyase en un órgano, que era el que está en la cabeza.

Antes había comenzado a estudiar la influencia de órganos como el intestino en el cerebro. Y decía, no puede ser igual para el cerebro que mi cuerpo esté encorvado o que mi cuerpo esté recto. Entonces empecé a indagar, a ver qué decía la literatura científica; descubrí cosas que me parecieron absolutamente sorprendentes y pensé, esto lo tiene que saber todo el mundo.

¿Podrías explicarnos entonces por qué la postura es importante y cómo influye en el cerebro?

Lo importante es entender que ahora la neurociencia reconoce que tenemos siete sentidos.

En la escuela siempre nos han enseñado que tenemos cinco - el olfato, la vista, el oído, el tacto y el gusto- que son los sentidos de la exterocepción, es decir, lo de fuera. Y esto es muy simbólico, porque hasta ahora la ciencia ha estado más interesada en estudiar la relación del ser humano con lo de fuera.

Ahora la neurociencia ha dicho desde hace como unos cinco años que hay que ampliar esto. No tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete. Y resulta que los cinco sentidos de la exterocepción -el oído, etc- son los menos importantes. El número uno, el sentido más importante, es la interocepción.

Los dos sentidos más importantes para el cerebro son la interocepción y la propiocepción.

¿Qué significa interocepción?

Es la información que le llega al cerebro de lo que sucede dentro del organismo. Lo que está pasando dentro de los órganos.

Estamos hablando del corazón, de la respiración, del estómago, del intestino. Es el sentido número uno porque de todo lo que suceda es a lo que el cerebro le va a dar la máxima importancia, es prioritario para el cerebro.

Y el número dos en prioridad es el sentido de la propiocepción, la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo por fuera, la postura, los gestos y las sensaciones que yo tengo a lo largo de mi cuerpo.

Por ejemplo, las sensaciones en la tripa cuando nos ponemos nerviosos, o un nudo en la garganta, o la pesadez de ojos cuando estamos cansados La propiocepción es el segundo sentido más importante. Y luego vienen los cinco.

¿Qué significa que la interocepción y la propiocepción son los sentidos primero y segundo para el cerebro?

Ya se conocía que el cerebro tiene que saber cómo está todo el cuerpo, pero antes se pensaba que era una información pasiva, el cambio ahora es que esto es un sentido. Es decir, un sentido es aquella información que el cerebro recibe y a la que debe responder.

Según lo que esté sucediendo, el cerebro tiene que actuar de una forma o de otra, y este es el gran cambio.

"Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala...cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hiperreaccione".

¿En qué parte del cerebro percibimos nuestra postura o gestos?

En nuestro cerebro hay una zona que es como una diadema, como la que te pones para retirarte el pelo. Esto se llama la corteza somatosensorial, y allí está representado mi cuerpo.

Esto se descubrió en el año 1952, y lo que se pensaba es que aquellas zonas que son más grandes en nuestro cuerpo tienen más neuronas en el cerebro. Por tanto, lo que se pensaba es que a la espalda, que es muy grande, el cerebro le dedicaba muchas más neuronas que, por ejemplo, a mi dedo meñique.

Pero se descubrió que no, que el cerebro da más importancia a unas partes del cuerpo que a otras, y a lo que el cerebro da más importancia de todo el cuerpo es a la cara, a las manos y a la curvatura del cuerpo.

Entonces mi dedo meñique tiene como cien veces más neuronas dedicadas a él que toda la espalda, que toda la pierna, porque las manos son muy importantes para nosotros. Fíjate que cuando hablamos estamos utilizando las manos, estamos activando esas zonas del cerebro.

¿Cómo influyen en el cerebro los gestos de la cara?

El cerebro da una importancia tremenda a lo que sucede en la cara.

Aquí se han visto cosas que son muy importantes. Por una parte se vio que las personas que fruncen el ceño -y esto es algo que hacemos mucho con los móviles que tienen pantallas pequeñas- están activando una zona relacionada con la amígdala. Es una parte del cerebro que está en zonas profundas y que está más involucrada en la emoción.

Cuando yo frunzo el ceño estoy activando mi amígdala, por tanto, si llega una situación que es estresante me voy a excitar más, voy a reaccionar más, porque yo ya tengo esa zona preparada. La amígdala, que es como una almendra, es una zona que cuando llega una situación estresante se activa, crece más.

Entonces es una zona que es mejor tener calmada.

Pero si ya está activada, cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hipereaccione.

Intentar suavizar esta parte, el ceño, desactiva un poco nuestra amígdala, relaja.

En una charla mencionaste un estudio fascinante con bolígrafos que muestra cómo fruncir el ceño o sonreír cambia la forma en que interpretamos el mundo. ¿Podrías explicarnos este estudio?

Además de la musculatura alrededor de los ojos, la segunda parte importante para el cerebro en la cara es la boca. No somos conscientes del poder que tiene, es impresionante.

Entonces lo que hicieron los estudios, para ver la hipótesis de la retroalimentación facial, es que cogieron un grupo de personas y les pusieron un bolígrafo en la boca.

"Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas" (imagen del estudio Strack et al. 1988)

Primero tenían que agarrarlo entre los dientes, estaban simulando una sonrisa, pero sin sonreír, que era lo importante. Y les ponían una serie de imágenes y tenían que decir cómo les habían parecido de simpáticas. Cuanto tenían el bolígrafo en la boca simulando una sonrisa las imágenes les parecían más simpáticas.

Pero cuando tenían el bolígrafo entre los labios, simulando una cara de enfado, las mismas imágenes ya no parecían tan agradables. Esto es un estudio de los años ochenta, pero se han hecho muchos, muchos estudios desde aquel entonces.

Se ha visto por ejemplo que cuando vemos a personas sonrientes somos más creativos, aumenta nuestra capacidad cognitiva, la respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe o una cara enfadada.

La ínsula, que es una de las zonas del cerebro más involucradas en la identidad, se activa cuando vemos a alguien sonreír o cuando sonreímos nosotros mismos. Sonreír no es reírse, es diferente. Entonces vemos el poder que tiene una sonrisa sobre nosotros, porque el cerebro, como hemos dicho, dedica una gran cantidad de neuronas a la cara.

¿Cómo responde el cerebro cuando estamos sonriendo o frunciendo el ceño?

Como hemos dicho, la propiocepción -que es la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo y en concreto de la cara- es una información a la que el cerebro tiene que reaccionar.

Si yo estoy triste, si me enfado, si estoy alegre, mi cara lo refleja, pero al revés también. Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta "esta cara es propia de enfado por tanto activo mecanismos de enfado", o "esta cara es propia de estar tranquila y por tanto activo mecanismos de estar tranquila".

"La respuesta neuronal ante una cara sonriente es mucho más fuerte que ante una cara que no sonríe".

Es decir, el cerebro busca siempre lo que se llama la congruencia mente - cuerpo.

Y esto es interesante porque ¿qué pasa si yo estoy triste o estoy enfadada, estresada, y empiezo a poner una cara relajada? Al principio el cerebro dice "esto no cuadra, está nerviosa pero pone una cara relajada". Y luego empieza a generar algo que se llama la migración del estado anímico. El cerebro dice, "vale, pues intento adaptar el estado anímico a la cara".

O sea que fíjate qué recurso tenemos.

Hablabas también de otro aspecto de la propiociocepción, la curvatura del cuerpo. Hoy en día con los celulares estamos a menudo encorvados, ¿cómo influye esto en el cerebro?

El cerebro -y esto es un descubrimiento de hace tres meses- tiene una zona que está dedicada exclusivamente a ver la postura de mi cuerpo.

Lo que se ha visto es que hay posturas del cuerpo que el cerebro asocia a un estado emocional. Si yo, por ejemplo, muevo los brazos arriba y abajo el cerebro no tiene un registro de que subir una mano sea algo emocional, porque no solemos hacerlo, ¿verdad?

Sin embargo, estar encorvado es algo propio de estar triste, y es así, cuando estamos mal, nos encorvamos. Últimamente todos adquirimos posturas encorvadas, porque pasamos ocho horas al día frente a un ordenador, entre otras cosas.

"Cuando el cuerpo tiene una postura encorvada, propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste".

¿A esto se refiere un estudio famoso que mencionas en tus charlas, el del ordenador?

Cuando tenemos una postura encorvada esto afecta a la percepción emocional que tenemos del mundo y a la memoria. Y aquí es donde se hizo un famoso experimento donde se cogió unas personas y se les puso un ordenador portátil, un laptop, a la altura de sus ojos, y aparecían una serie de palabras.

Al final se cierra el ordenador y les dicen, dime cuantas palabras has recordado. Y hacían lo mismo, pero poniendo el ordenador en el suelo de tal forma que obligaba a las personas a encorvarse.

¿Qué es lo que se vio? Que cuando el cuerpo tenía la postura hacia abajo, encorvada, las personas recordaban menos palabras, es decir, perdían capacidad de memoria y recordaban más las palabras negativas que las positivas.

Es decir, que igual que cuando estamos tristes, que no estamos tan ágiles cognitivamente y nos fijamos más en lo negativo, cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste el cerebro empieza a activar los mecanismos neuronales propios de estar triste.

Cuando las personas tenían el ordenador abajo y estaban encorvadas, "recordaban más las palabras negativas que las positivas".

Entonces, ¿qué es lo que nos dice, al fin y al cabo, la ciencia? Pues no es que haya que estar así o asá, sino a lo largo del día ser más conscientes del propio cuerpo e ir corrigiendo esos rumbos que hemos ido adquiriendo.

Yo, por ejemplo, me observo mucho y descubro cada dos por tres que me que he vuelto a encorvar. Pues lo vas corrigiendo entonces y a lo largo del tiempo cada vez vas adquiriendo menos ese hábito.

Pero si no tienes esa capacidad de observar tu propio cuerpo, puedes estar así horas y no te das cuenta de que estás así.

Nazareth, ¿cómo hacemos entonces para entrenarnos en escuchar más a nuestro cuerpo? Sueles decir que el cuerpo no grita, susurra, pero no sabemos escucharlo.

Yo creo que lo primero para saber cómo está nuestro cuerpo es aprender a observarlo. Y lo que nos dicen los estudios es que gran parte de la población tenemos una conciencia corporal muy baja.

Por ejemplo, cada vez que nosotros sentimos una emoción, esto lo sentimos en alguna parte del cuerpo, las emociones sin el cuerpo serían sólo una idea intelectual.

Hay estudios en que se pregunta a la gente, ¿cuando usted está nervioso, donde localizaría en su cuerpo esa sensación? Gran parte no sabe responder, porque nunca se ha parado a observar su propio cuerpo.

Entonces lo primero es, a lo largo del día, pararse a observar, ¿cómo esta mi cuerpo? Y cuando sintamos una emoción pararse un momento y decir ¿dónde la localizo? ¿Cómo siento mi cuerpo en este momento? Es decir, hacer mucha más observación corporal.

Nazareth Castellanos: "Antonio Damasio ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones".

¿Y esta conciencia corporal ayuda con emociones difíciles?

Cuando me pongo nerviosa, por ejemplo, siento algo en el estómago o un nudo en la garganta. Todo eso lo está sintiendo mi cerebro, lo recibe. Cuando yo soy consciente de esas sensaciones, esa información que le ha llegado al cerebro es más nítida, y por tanto, el cerebro tiene más capacidad de discernir una emoción de otra.

Es decir, una cosa es ese susurro casi no consciente y otra es hacerlo palabra.

Y eso lo hacemos con la consciencia, que también es una aliada en la gestión de las emociones. Porque cuando estamos metidos en una emoción, sea la que sea, si en ese momento paramos y desviamos la atención a las sensaciones del cuerpo, esto nos alivia mucho.

Es una de las formas de relajarnos, de frenar esa vorágine en la que nos metemos cuando tenemos una emoción. Esto se llama la consciencia corporal.

Ya en los años noventa Antonio Damasio, el gran neurocientífico de nuestro tiempo, nos hablaba de las bondades que tiene ese marcador somático. Él ha hecho muchos experimentos donde se ha visto que las personas que tienen mayor conciencia corporal toman mejores decisiones.

En mi opinión, esto es así porque no es que el cuerpo te diga dónde tienes que ir, sino que te dice dónde estás. Y si estamos en una situación que es compleja y hay emociones de por medio y yo misma no sé ni dónde estoy o qué emoción tengo, es más difícil que yo pueda saber a dónde tengo que ir.

Las emociones son muy complejas y normalmente están mezcladas. Poder identificar una emoción sólo con un análisis mental es más difícil que si lo hago observando mi propio cuerpo.

Pero claro, para eso hemos tenido que entrenarnos, a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, cuando estoy contenta, cuando estoy más neutra, cuando estoy enfadada, cuando me agobio. ¿Dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos.

"La respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz".

La postura encorvada nos hace respirar peor, ¿podrías hablarnos de la respiración y el cerebro?

La respiración es un aliado que tenemos completamente en nuestra mano, pero no sabemos respirar.

La postura y la respiración están íntimamente relacionadas. Si cuidas la postura cuidas la respiración, entonces lo que se ha visto en la neuroanatomía de la respiración es que la respiración influye en la memoria, en la atención y la gestión de las emociones. Pero cuidado, si es nasal, si la inspiración es por la nariz.

Si inspiramos por la boca, y gran parte de la población es respiradora bucal, no tenemos tanta capacidad de activar al cerebro.

El cerebro necesita que le marquen ritmos y la respiración es uno de los marcapasos que tiene nuestro cerebro para que las neuronas generen sus ritmos, sus descargas eléctricas. Si respiramos por la boca es un marcapasos atenuado. Tiene que ser la inspiración por la nariz.

Cuando inspiramos, por ejemplo, el momento en el que más memoria tenemos es el momento en el que estamos inspirando por la nariz, en ese momento está activado el hipocampo.

Si a ti te dicen algo, una palabra, en el momento que ha coincidido con la inspiración, tiene más probabilidad de ser recordada que si te la dicen cuando estabas echando el aire, en la exhalación.

Esto nos habla de una cosa muy interesante que es la respiración lenta. Normalmente respiramos muy rápido.

Para escuchar los susurros del cuerpo, tenemos que entrenarnos y "a lo largo del día observar las sensaciones del cuerpo, cuando estoy cansada, contenta o enfadada, ¿dónde lo siento? Esto nos ayuda mucho a conocernos".

¿Cuán importante es la respiración lenta?

Nosotros acabamos de publicar un estudio científico sobre el poder de la respiración lenta como analgésico en casos de dolor crónico por discopatía (deterioro de los discos entre las vértebras).

Y para las emociones lo importante es que el tiempo que tardamos en exhalar, en sacar el aire, sea más largo que el tiempo que tardamos en inhalar. Fíjate qué importante, cuántas cosas podemos hacer con nuestro propio cuerpo.

Nuestro cuerpo es el instrumento con el que suena nuestra vida, pero es un instrumento que no sabemos tocar.

Tenemos que aprender primero a conocerlo, y luego a tocarlo.

lunes, 17 de abril de 2023

Mensa: qué pasa cuando los "niños genios" crecen

Un niño de 4 años fue noticia la semana pasada después de convertirse en el miembro más joven en Reino Unido de Mensa, la sociedad internacional para personas con un coeficiente intelectual altísimo.

Teddy, que puede contar hasta 100 en seis idiomas, incluido el mandarín, ya está mucho más avanzado que sus compañeros.

Pero ¿qué les sucede a los niños como Teddy cuando crecen?

Hace dos décadas, Christopher Guerin estaba en una posición similar a la de Teddy. Fue calificado como el niño más inteligente de Reino Unido a los 12 años en 2002, superando a miles de otros niños.

"Fue algo que mi familia y yo no esperábamos en absoluto", dice Guerin, ahora de 32 años. "Mi cara estaba en todos los periódicos, en el sitio web de la BBC".

Con un coeficiente intelectual de 162, ya era miembro de Mensa. Se unió a la organización después de ver a Lisa Simpson inscribirse, durante un episodio de la serie "Los Simpson".

Mensa cuenta con 140.000 miembros en el mundo, y acepta a personas que obtienen una puntuación dentro del 2% superior de la población general en una prueba de inteligencia.

La organización se describe a sí misma como "la sociedad de alto coeficiente intelectual líder en el mundo", y brinda a sus miembros un espacio para que personas afines socialicen, crezcan intelectualmente y participen en actividades interesantes.

El triunfo de Guerin le abrió muchas oportunidades, incluida la invitación a ver jugar a su equipo preferido, el Aston Villa, con el presidente del club y un viaje gratis a Irlanda, pagado por la oficina de turismo irlandesa.

Sus padres eran irlandeses.

El entorno de Guerin tenía la expectativa de que fuera sobresaliente, y él no lo encontró negativo. De hecho, eso le animó. "Personalmente respondí bien a eso", dice.

"Creo que incluso si no hubiera ganado, habría querido sobresalir en lo que estaba haciendo de todos modos, pero definitivamente me dio otro incentivo.

"Fui a una escuela primaria estatal, lo que significaba que ser académicamente competitivo formaba parte de la ética de la escuela de todos modos, por lo que era un muy buen ambiente y la mayoría de la gente respondió positivamente".

El niño más inteligente de Reino Unido hizo tres maestrías, incluida una de Cambridge, y actualmente está estudiando para su doctorado.

Chris Guerin conoció a los jugadores del Aston Villa, incluido Gareth Southgate.

Trabaja como subdirector en una escuela secundaria, donde usa su experiencia para animar a sus alumnos.

"He hecho asambleas sobre cómo aprovechar al máximo las oportunidades", afirma Guerin, quien se casó hace unos meses. "No tienen que ser exámenes o cosas académicas, pero sea lo que sea lo que te interese, es algo realmente agradable de hacer".

Educación en casa
Arran Fernandez, de 27 años, fue otro niño superdotado y dice que tampoco enfrentó ninguna presión adicional.

Tenía solo 15 años cuando fue a la Universidad de Cambridge a estudiar Matemáticas, convirtiéndose en el estudiante más joven de esa institución desde 1773. A los 18 años, era el campeón matemático de la universidad.

Fernandez, quien se educó en casa, afirma: "Mi experiencia [universitaria] ciertamente no fue típica, pero tampoco siento que me lo perdí. Cada experiencia es única a su manera".

"Socialmente nunca me ha importado mucho comparar mi edad con la de los demás, por eso no me sentía diferente a mis compañeros por la edad. Comenzar la universidad por primera vez es un cambio de vida y una nueva experiencia para todos, ya sea a los 15 o a los 18".

Arran fue instruido en casa por su padre, el doctor Neil Fernandez.

Fernandez, quien ahora es profesor asociado de matemáticas en la Universidad del Mediterráneo Oriental en el norte de Chipre, dice que siempre trató de desempeñarse lo mejor posible en su trabajo. "Eso es para mi propia satisfacción y no por la presión externa".

"Descubrí que la gente generalmente tenía grandes expectativas sobre mí, pensando que debía ser un 'genio' debido a mi edad. Sin embargo, no permití que las percepciones o expectativas de los extraños afectaran mi psicología o me presionaran indebidamente".

Asegura que no le gusta el término "niño genio".

"No fui y no soy un genio. Solo soy alguien a quien le brindaron oportunidades educativas excepcionales y pudo aprovecharlas al máximo".

Él dice que las oportunidades y el apoyo que tuvo no lo hacen "mejor" que nadie. En todo caso, le han inspirado a "devolver el favor y tratar de apoyar a otros para lograr oportunidades y éxitos similares".

Por supuesto, ser superdotado de niño no significa que lo tengas todo a tu manera todo el tiempo.

La vida laboral de los adultos
Jocelyn Lavin, quien creció con talento musical y fue aceptada en la prestigiosa Escuela de Música de Chetham en Manchester, dice que ser considerada una niña genio no le afectó negativamente mientras crecía.

Sin embargo, agrega que en la vida laboral de los adultos, las personas a menudo quieren que las cosas se hagan de cierta manera. "Y no les gusta cuando no encajas en el molde y tienes tu propia forma de pensar y ver las cosas".

Jocelyn Lavin de niña y ahora de adulta.

Lavin ha trabajado como profesora y secretaria entre otros trabajos, y hace unas semanas solicitó para su "papel perfecto".

"Llené el cuestionario de la solicitud y subrayé que sentía que podía hacer bien el trabajo con mis habilidades de investigación", explica.

"Sin embargo, respondieron que mis respuestas a sus preguntas en el formulario eran opuestas a lo que estaban buscando para el puesto, lo que me hizo sentir que las habilidades que tengo me están frenando en la búsqueda de trabajo".

Aquellos de nosotros que no éramos niños genios no debemos preocuparnos.

Wendy Berliner, una periodista especializada en educación, dice que a menudo para los adultos que pasan a ser excepcionales, "tiene más que ver con el carácter, factores como la determinación, el impulso, la curiosidad".

"El apoyo también es muy importante: con las personas que alcanzan grandes logros, por lo general encontrarás que hay alguien muy solidario en el fondo que los alienta", afirma.

Criar a un niño Mensa puede ser "agotador"
La consultora de niños superdotados de Mensa, Lyn Kendall, dice que los niños de la organización están muy motivados: tienen una "necesidad" de aprender.

Afirma que Mensa dirige un grupo de apoyo para padres de niños superdotados que actualmente cuenta con unas 300 familias. Ser padre de un niño Mensa es exigente, dice. "Es agotador y frustrante, casi arruina los matrimonios".

Berliner señala que cualquiera que piense que tiene un hijo superdotado debe evitar "tratar al niño como alguien que nos hace quedar bien como padres".

En cambio, "anímelo para que sea una persona que se sienta cómoda y feliz en su vida, eso es lo más importante".

Y muchos padres podrían estar en esa misma posición en este momento.

Después de que Teddy fuera noticia por su alto coeficiente intelectual, Kendall recibió 38 correos electrónicos de padres de niños de 3 o 4 años para pedir ayuda.

Decían: "Tenemos uno así".

Reseña del último libro de Yayo Herrero, Educar para la sostenibilidad de la vida. Una mirada ecofeminista a la educación.

Una educación ecofeminista que ponga en el centro la vida es urgente y necesario.

Qué es lo que, en última instancia, y desde el principio, necesitamos los seres humanos para estar vivos? Los dispositivos electrónicos, las redes sociales virtuales y nuestra adicción a ellas, el consumismo o la excesiva acumulación de capital son necesidades ficticias o secundarias que el sistema capitalista nos ha creado. En cambio, preguntamos aquí por la condición indispensable para que surja y se desarrolle la vida y, por consiguiente, en tanto que seres vivos, los humanos.

Yayo Herrero, antropóloga, ingeniera técnica, educadora social, profesora, investigadora y activista ecofeminista española, nos recuerda nuestra entera dependencia de la naturaleza y de nuestras interrelaciones sociales en su libro Educar para la sostenibilidad de la vida. Una mirada ecofeminista a la educación. En él, la autora reivindica la necesidad y urgencia, dentro de la actual situación de crisis ecológica y social, de una educación ecofeminista que ponga en el centro la vida, y en la cual los individuos se reconozcan como seres vulnerables, interdependientes y ecodependientes.

Ante el escenario de emergencia planetaria, donde la vida está en peligro: pérdida de biodiversidad, alteración de los ecosistemas, deforestación, cambio climático, acidificación de océanos, escasez de recursos, etc., Yayo nos invita a repensar nuestro sistema económico, político-social y cultural para sustituirlo por otro viable que, por el contrario, proteja y sostenga la vida. Poner a esta en el centro, por tanto, “significa comprometerse con la satisfacción de las necesidades de todas las personas y con el cuidado de todas las formas de vida en un planeta translimitado, parcialmente agotado y en proceso de cambio” (p. 34). Para que esto sea posible, la autora propone la introducción de la conciencia ecofeminista en la educación formal, con dos retos principales por delante: acabar con el analfabetismo ecológico y lograr una pedagogía basada en la ética del cuidado.

Todas las vertientes y versiones del movimiento ecofeminista tienen en común la crítica a la lógica tradicional e imperante en nuestras sociedades de dominación y explotación tanto hacia la naturaleza, contrapuesta a la cultura y a la razón por occidente, como hacia las mujeres, subordinadas a los hombres en el sistema patriarcal. Todas ellas denuncian la mercantilización de la naturaleza y de los cuerpos considerados menos valiosos. El ecofeminismo entiende, además, que esta lógica violenta es transversal a las diferentes formas de dominación que existen, tales como el machismo, el racismo, el clasismo y el especismo.

Yayo Herrero remite al mecanicismo propio de la modernidad, el cual consideraba la naturaleza como una máquina perfecta y predecible, para comprender la legitimación y normalización de su manipulación y explotación en tanto que objeto a conquistar y someter, al servicio del progreso. La racionalidad instrumental de occidente ha derivado en una cultura antropocéntrica y androcéntrica, donde unas vidas y unos cuerpos valen más que otros o donde el valor de algunos se vuelve monetario. No obstante, a pesar de que en el siglo XX la ciencia descubriera y evidenciara que la naturaleza no es realmente un mecanismo sujeto a leyes deterministas, sino más bien un sistema complejo y vivo, existe aún un desfase entre este paradigma y nuestro sistema político, económico y social. Además, habitamos, o más bien expoliamos, el planeta como si este no tuviera límites biofísicos y sus recursos fueran inagotables. Si dependemos de la naturaleza y esta tiene límites, entonces no podremos crecer exponencialmente tal y como pretende el sistema capitalista extractivista.

Esta desatención y descuido de nuestro único hogar tiene que ver con la invisibilización de la reproducción de la vida en favor de la obsesión por la producción económica. Aquella, sin embargo, es la condición sine qua non para que se pueda dar la segunda: la producción y el cuidado de la vida, escribe Yayo, “no se realiza en la fábrica o en la oficina; se realiza en la naturaleza y a partir de los trabajos cíclicos que garantizan las condiciones de existencia y que son realizados sobre todo por mujeres” (p. 82). La autora denuncia, junto con las críticas ecofeministas, que, tradicionalmente, la división del trabajo del sistema patriarcal ha impuesto y reservado exclusivamente a las mujeres la atención y el cuidado de la vida y de los cuerpos vulnerables.

Yayo Herrero sugiere en este libro la inaplazable revisión de las fantasías del capitalismo y del antropocentrismo insostenibles que nos están llevando al colapso ecosocial para crear, desde una perspectiva ecofeminista, una cultura de la no violencia y del no dominio. Para ello, la educación debe empezar a cuestionarse la cosmovisión a la que ella misma contribuye, y deconstruirse y reconstruirse para velar por la sostenibilidad de la vida, haciendo hincapié en nuestra dependencia tanto del medio natural como de las relaciones interpersonales. En este punto, Yayo arroja luz y esperanza con una propuesta educativa ecofeminista que tenga como pilares la alfabetización ecológica, por un lado, y el reconocimiento y valorización del cuidado de sí, de las demás y del planeta en su conjunto, por otro. En palabras de la autora: “Una educación que incorpore la mirada ecofeminista puede ayudar a recomponer lazos rotos con la tierra y entre las personas. Puede orientar hacia la adquisición de una consciencia «terrícola», de un sentido de pertenencia a esa compleja y sorprendente trama de la vida de la que formamos parte” (p. 35).

Tomar consciencia de nuestra vulnerabilidad, proteger la naturaleza, sabiéndonos ecodependientes, y las relaciones sociales, comprendiendo nuestra interdependencia con el resto de humanos, abogando, por tanto, por una ética del cuidado, forma parte, todo ello, de la tarea y la lucha que competen a la educación hoy en día, más que nunca. Asimismo, en el libro se plantea el deber de la educación formal por incluir la reflexión crítica y el debate sobre las categorías hegemónicas y la ideología capitalista dominante que nos abocan al colapso; del mismo modo, tiene la tarea de contribuir al decrecimiento y al desmantelamiento de la visión cosificadora de la naturaleza y de los seres vivos. En definitiva, todas las áreas de conocimiento “deben ayudar a retejer los vínculos rotos entre las personas y la trama de la vida” (p. 63).

Según Yayo, la dificultad y exigencia con que tiene que enfrentarse la educación para llevar a cabo dicha transición hacia un mundo sostenible pasan por el esfuerzo y el acuerdo de toda la ciudadanía por comprender y querer que tales cambios se produzcan. A juicio de la autora, la educación ha de tener en cuenta tres principios fundamentales: el principio de suficiencia, distinguiendo las necesidades de los caprichos y aprendiendo a vivir con menos en medio de una crisis ecosocial; el principio del reparto, comprendiendo la necesidad de una redistribución justa de la riqueza en un mundo físicamente limitado; y el principio de cuidado, entendiendo la importancia de cuidar del resto de vidas y desfeminizando las tareas asociadas a los cuidados.

En esta obra, de lectura obligatoria en los tiempos que corren, se parte de la idea de que todas las personas tienen el derecho y la obligación de conocer su dependencia de la naturaleza, la red de interrelaciones sociales, así como su responsabilidad para con estas. La educación tiene, por tanto, para Yayo, un compromiso con la protección y el cuidado de la vida en sus distintas manifestaciones, formando sujetos que tienen o tendrán un deber político para crear y conservar modelos de vida sostenibles. Sin embargo, aunque comience, por fin, a haber propuestas y leyes educativas, como la actual LOMLOE, que intentan adecuarse a las demandas que exige su contexto, escribe Yayo, tiene que acompañarse de una materialización real y de un cambio profundo. Entre las pautas educativas que sugiere la autora para tal cometido se encuentra el desarrollo de la introducción de la historia invisibilizada de quienes han mantenido y mantienen la vida en pie, la concienciación de nuestra dependencia ecosocial y de la necesidad de cuidarnos mutuamente, la educación en la cooperación, la enseñanza y aprendizaje de hábitos de vida sostenible, así como el desarrollo de personalidades empáticas con la tierra y con el resto de vidas.

Los centros educativos se encargan, o al menos deberían, del cuidado y cooperación mutuos. De acuerdo con Yayo, “la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación” (p. 95), y es precisamente gracias a la cooperación como se puede salvar y sostener entre todas. Por eso, cuidar el planeta significa cuidarnos a nosotros mismos como especie; aquel podrá sobrevivir a la crisis climática por sí solo, pero nosotros, sin la debida actuación, decrecimiento y revalorización de la vida en su conjunto, no. La mirada de Yayo Herrero acierta, a partir de un análisis preciso e imprescindible, a mostrarnos un posible e inexcusable camino para intentar, al menos, salvar aquello que nos mantiene vivos. Sin duda, cabe agradecer a la autora este gran trabajo en momentos en los que es tan importante repensar nuestras acciones y deberes como los sujetos sociales y ecodependientes que somos.

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domingo, 16 de abril de 2023

_- PRECARIEDAD. Joan Benach: “Una economía que necesita personas precarias dopadas con cafeína y ansiolíticos no es sana” Es el coordinador del equipo de expertos del Ministerio de Trabajo que ha estudiado la relación entre los problemas de salud mental y la precariedad, una “pandemia tóxica”

_- Es el coordinador del equipo de expertos del Ministerio de Trabajo que ha estudiado la relación entre los problemas de salud mental y la precariedad, una “pandemia tóxica”.

Joan Benach (Barcelona, 65 años), doctor en Salud Pública por The Johns Hopkins University y catedrático de Sociología en la Universitat Pompeu Fabra, ha coordinado la elaboración del informe Precariedad laboral y salud mental. Conocimientos y políticas, un encargo del Ministerio de Trabajo. Este estudio calcula que un tercio de los problemas de salud mental en la población activa son atribuibles a las jornadas interminables, los bajos salarios y tantos otros determinantes de la precariedad. “Cambiar la realidad no solo requiere hacer visibles los problemas y comprender sus causas, sino, sobre todo, disponer del poder político necesario para actuar y evitar la pandemia tóxica que hoy representa la precariedad laboral y social”, dice en una entrevista con este periódico a través de correo electrónico.

Pregunta. España es un país con salarios por debajo de la media europea, con una tasa de temporalidad en la franja superior, con una proporción de desempleo altísima y la más elevada entre los jóvenes, trabajamos más horas que la media de la OCDE y distribuidas de forma más expandida a lo largo del día. ¿Su estudio ha encontrado una relación causal entre estas variables y la alta prevalencia de problemas de salud mental?
Respuesta. Contrariamente a lo que se suele creer, la precariedad laboral no solo tiene que ver con el tipo de contrato o el salario, sino que es un fenómeno multidimensional. Además de la estabilidad y seguridad, es imprescindible tener en cuenta la escasez de derechos, el escaso poder de negociación, o la vulnerabilidad, indefensión y discriminación que se padece cuando se trabaja. El conocimiento científico muestra con claridad cómo la precariedad laboral es un determinante social tóxico de la salud. El mal empleo penetra en los cuerpos y mentes de las personas precarizadas y genera ansiedad, depresión, abuso de drogas y alcohol, y un mayor riesgo de suicidio.

P. ¿Qué ha aprendido sobre la relación de precariedad y salud mental que no supiera antes de la elaboración de este estudio? ¿Cuáles son los aspectos más originales?
R. El estudio, que próximamente será publicado de forma más extensa como libro, es original por dos razones principales. En primer lugar, porque es la primera vez en el mundo que un Gobierno encarga un estudio sobre dos temas de tanta importancia social como son la precariedad laboral y la salud mental. Y segundo, porque, para comprender temas tan complejos, hemos hecho un trabajo transdisciplinar integrando el mejor conocimiento disponible de la sociología, derecho del trabajo, epidemiología, psicología y salud pública, entre otras disciplinas. Mediante una visión crítica, hemos logrado obtener una síntesis nueva y plantear propuestas políticas que van mucho más allá de la visión limitada y fragmentaria de cada disciplina.

P. Una de las conclusiones más contundentes es que un tercio de los casos de depresión en la población activa en 2020 son atribuibles a la precariedad. ¿Le sorprendió este resultado?
R. No. Hace años mostramos que el impacto sobre la salud mental era más del doble en los trabajadores precarizados, siendo los más afectados la clase trabajadora, migrantes, jóvenes y mujeres. Pero es esencial comprender mejor las causas y el impacto global de la precariedad sobre nuestras vidas. Es lamentable que aún no dispongamos de un sistema de información e investigación adecuado para medir integralmente la precariedad, con indicadores válidos y comparables. En la sociedad actual no basta con medir el desempleo y la temporalidad, hay que medir todas las dimensiones de la precariedad laboral y social y conocer todos sus efectos en la salud y calidad de vida.

P. ¿Qué reacción le genera la frase “no necesitas un psicólogo, necesitas un sindicato”, que tanto se ha popularizado últimamente? ¿Qué es más importante para que mejore la salud mental de los españoles: una caída en los índices de precariedad o un refuerzo de la atención psicológica y psiquiátrica en la sanidad pública?
R. Tratar de eliminar la precariedad laboral a la vez que atender a las personas que sufren trastornos de salud mental derivados de su situación laboral deben ser objetivos complementarios. Hay que prevenir y hay que curar y cuidar: ambas cosas son imprescindibles. Ahora bien, el precarizado y excesivamente medicalizado sistema de salud mental no puede evitar el sufrimiento de muchas personas que a menudo se autoculpabilizan de sus dolencias. La precariedad laboral es un problema social causado por tener relaciones de empleo y trabajo nocivas. Por tanto, las soluciones sobre la precariedad y el sistema de salud, deben ser políticas. Eso significa que hay que politizar el sufrimiento generado por la precariedad.

Más que aumentar el número de profesionales, que también es necesario, lo que necesitamos es desarrollar una salud mental comunitaria donde casi todo está por hacer”

P. Intentando ser más concreto, ¿haría más por la salud mental de los españoles una reducción de entre cinco u ocho horas de la jornada semanal, como plantean en su estudio, o que se triplique el número de psicólogos y psiquiatras de la sanidad pública, hasta situarnos en la media europea?
R. El informe propone numerosas recomendaciones, así como la necesidad de abrir debates sociales tan importantes como el trabajo garantizado, la renta básica universal, la democratización de las empresas o el tiempo de trabajo. Acortar las jornadas laborales y reducir la precariedad podría tener un impacto muy positivo. Permitiría reducir el desempleo, racionalizar horarios, el estudio y la vida familiar, así como aumentar las relaciones sociales y la participación política. Al mismo tiempo, mejoraría el descanso, la salud y la calidad de vida. En relación con la atención, más que aumentar el número de profesionales, que también es necesario, lo que necesitamos es desarrollar una salud mental comunitaria donde casi todo está por hacer. Un sistema público, no precarizado y no medicalizado, cuyo centro de gravedad sean la atención primaria y los determinantes sociales, y que trabaje en estrecha coordinación con los sistemas de protección social.

P. España es el país con mayor consumo de ansiolíticos por habitante. ¿En qué medida depende la economía española, o al menos su mercado de trabajo, de una fuerza laboral que realmente no está en condiciones reales de trabajar de forma saludable?
R. Medicalizar los trastornos de salud mental derivados de la precariedad laboral tratando de solucionar problemas a base de consumir medicamentos no es una solución adecuada. Primero, porque no va a la raíz del problema, lo que significa que en el mejor de los casos la medicación trata síntomas y no causas. Segundo, porque la utilización masiva de medicamentos genera dependencia y iatrogenia, es decir, efectos secundarios que dañan la salud; y tercero, porque aumenta la aceptación de una realidad social intolerable. Eso se ve claro con un fenómeno insuficientemente estudiado como es el presentismo laboral, es decir, el tener que ir a trabajar incluso estando enfermos. Una economía que necesita personas precarias, dopadas con cafeína, ansiolíticos y antidepresivos para poder trabajar no es una sociedad sana.

P. ¿En algún momento se le ha pasado por la cabeza, como apuntan desde algunos sectores, que esta prevalencia tan alta de los problemas de salud mental y de consumo de ansiolíticos puede no deberse a la precariedad, sino a que en España los trabajadores sean más vagos o más frágiles que en otros países?
R. Toda la evidencia científica nacional e internacional muestra que la precariedad laboral es un determinante social de la salud. Eso comporta sobre todo dos cosas: a mayor precariedad laboral, peor salud mental; y que esta produce desigualdades entre grupos sociales, donde la clase trabajadora, mujeres, migrantes y jóvenes son los más afectados, además de colectivos olvidados como los trabajadores culturales, las personas con diversidad funcional, las personas trans, entre otros. Ello indica que no estamos ante un problema individual sino ante un fenómeno social y colectivo que requiere de la acción política para ser eliminado. Una visión individual del fenómeno no permite entender sus causas estructurales, además de que culpabiliza a las personas de su sufrimiento y salud.

P. ¿En qué sectores cree que los trabajadores sufren más problemas de salud mental?
R. La reciente pandemia puede ayudar a ilustrar la situación. Con la covid-19 se habló mucho, casi siempre retóricamente, de la importancia de trabajadores y trabajadoras esenciales. Colectivos que trabajan en sectores como la salud, educación, cuidados, alimentación, transporte, cultura o comunicación, entre otros, con enfermeras, cajeras de supermercado, camareros, educadoras, transportistas, limpiadoras, cuidadoras de niños o ancianos, trabajadoras de servicios sociales, periodistas y artistas, entre otros muchos trabajos. Trabajos que son esenciales, pero que están insuficientemente valorados y mal pagados, y que lleva a cabo la clase trabajadora o una clase media proletarizada, donde predominan muchas mujeres y migrantes.

Aunque los estudios son aún limitados, quienes trabajan en las plataformas digitales presentan elevados niveles de estrés, malestar emocional, trastornos del sueño, ansiedad y depresión”

P. ¿Qué papel cree que juegan plataformas como Uber y Glovo, que mantienen relaciones por cuenta ajena con sus empleados, aunque en la práctica sean laborales, en este debate?
R. La economía de las plataformas digitales ilustra muy bien la preocupante realidad de la precariedad laboral. Quienes trabajan allí se ven sometidos a salarios exiguos, una disciplina constante, pero invisible, horarios laborales irregulares, largas jornadas y frecuentes episodios de discriminación. Aunque los estudios son aún limitados, quienes trabajan en las plataformas digitales presentan elevados niveles de estrés, malestar emocional, trastornos del sueño, ansiedad y depresión.

P. ¿Cree que la prevalencia de los problemas de salud mental de los trabajadores españoles va a empeorar o a mejorar en los próximos años?
R. La precariedad no es un destino inexorable ni una maldición histórica. Como todo problema social, todo dependerá de las políticas que se lleven a cabo. En el informe señalamos un gran número de intervenciones basadas en el mejor conocimiento disponible, pero cambiar la realidad no solo requiere hacer visibles los problemas y comprender sus causas, sino, sobre todo, disponer del poder político necesario para actuar y evitar la pandemia tóxica que hoy representa la precariedad laboral y social. No debemos aceptar tener que trabajar para poder existir, sino reclamar poder trabajar y vivir dignamente en un entorno habitable y con buena salud. Como señala la periodista filipina y premio nobel Maria Ressa, la pregunta es: ¿qué estamos dispuestos a hacer y sacrificar para lograrlo

La desconocida historia de las 6 matemáticas que programaron la primera supercomputadora moderna

"Uno de los ultrasecretos de la guerra, una asombrosa máquina que aplica velocidades electrónicas por primera vez a tareas matemáticas hasta ahora demasiado difíciles y engorrosas de resolver, fue anunciado esta noche por el Departamento de Guerra", informó The New York Times el 14 de febrero de 1946.

Hablaba de ENIAC, o Electronic Numerical Integrator And Computer (Computador e Integrador Numérico Electrónico), la primera computadora digital electrónica programable de propósito general, algo así como la tatarabuela del dispositivo en el que estás leyendo esto. El artículo detallaba que "fue inventada y perfeccionada por dos jóvenes de la Escuela Moore de Ingeniería Eléctrica: el Dr. John William Maulchy, de 38 años, físico y meteorólogo aficionado; y su asociado J. Presper Eckert Jr., de 26 años, ingeniero jefe del proyecto".

Y agregaba que "muchos otros en la escuela también brindaron ayuda".Relataba que el gobierno le había dado luz verde al proyecto en 1943 y "30 meses exactos después, [la computadora] estaba terminada y funcionando, haciendo fácilmente lo que laboriosamente habían hecho muchos hombres entrenados".

Lo que no mencionaron en el extenso reportaje es que esos "muchos otros" que "brindaron ayuda" no eran "hombres entrenados" sino 6 talentosas matemáticas que, por cierto, brindaron muchísimo más que ayuda.

Esas omisiones no fueron de ninguna manera exclusivas del venerable diario, ni ese día ni cientos de otros días más.

Su hazaña fue pasada por alto, a pesar de que fueron ellas quienes asumieron el inmenso reto intelectual de programar la primera supercomputadora moderna del mundo, partiendo absolutamente de cero.

Y lo lograron.

"Damas del refrigerador"
Para ser justos, los periodistas no podían reportar lo que no sabían.

El campo de la informática estaba en pañales. Lo que habían visto era una enorme máquina y nadie entendía la programación.

Además, no les hablaron de ellas.

¿Quiénes eran esas mujeres?

Aunque asistieron a la primera presentación pública de la supercomputadora, el 1 de febrero, les encargaron servir el café durante el evento.

A la segunda demostración, dos semanas después, a la que acudieron grandes personalidades de la comunidad científica y tecnológica, ni siquiera las invitaron, así como tampoco a la gran cena de lujo con el director de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. con la que se celebró el logro.

De eso se enteró conversando con ellas décadas más tarde la abogada, científica de la computación e historiadora Kathryn Kleiman, autora del libro Proving Ground ("Polígono de pruebas").

Había descubierto la existencia de las programadoras de ENIAC cuando era estudiante de Harvard en la década de 1980 y se topó con unas fotos de la histórica computadora.

"En las imágenes aparecían las mismas mujeres una y otra vez, pero sus nombres no estaban en los pies de foto", le contó Kleiman a BBC HistoryExtra.

Obsesionada por identificarlas, consultó a Gwen Bell, cofundadora y luego directora del Museo de Historia de la Computación.

"Son damas del refrigerador", le contestó, refiriéndose a las modelos que en la década de 1950 solían aparecer con los electrodomésticos en los comerciales.

La explicación no satisfizo a Kleiman en absoluto.

Se propuso averiguar los nombres de esas mujeres: Frances "Betty" Holberton, Kathleen "Kay" McNulty, Marlyn Wescoff, Ruth Lichterman, Frances "Fran" Bilas y Jean Jenningsz.

Al hacerlo, rescató su historia del olvido.

Una historia que comenzaba en los campos de batalla.

Las computadoras subcientíficas
Los buenos tiradores siempre se han valido de sus conocimientos sobre sus armas, las condiciones atmosféricas y el terreno para alcanzar el objetivo.

Con el desarrollo de la artillería, esa necesidad de conocimientos se agudizó.

Para la Segunda Guerra Mundial, "los grandes obuses tenían un rango de alcance de 14 a 23 kms, por lo que el artillero ni siquiera podía ver el objetivo".

Ejemplo de los cálculos que hacían las "computadoras".

Los ejércitos tenían que tener en cuenta la distancia, la humedad, la densidad del aire, la temperatura y el peso del proyectil.

Cuando las tropas llevaron unidades de artillería al desierto, la diferencia de suelo con respecto a Europa requirió un nuevo conjunto de cálculos.

Esos cálculos señalaban con bastante precisión en qué ángulo disparar el arma para dar en el blanco...

..solo que tomaba unas 30 o 40 horas hacerlos, si sabías cómo resolver ecuaciones de cálculo diferencial.

Los soldados en el campo de batalla no tenían ni el tiempo ni, a menudo, los conocimientos necesarios, por lo que necesitaban tablas de tiro: unas listas con montones y montones de variaciones.

Para hacerlas, el ejército de EE.UU. reclutó a más de 100 personas calificadas que tuvieron que ser mujeres pues los hombres, a quienes se les habrían dado esos empleos, estaban en el frente.

El título del cargo era "computadoras".

"La computadora era una persona antes de ser una máquina", apuntó Kleiman.

Eso sí, por no ser hombres, su rango era de "subprofesional" o "subcientífica".

De restringidas a responsables
Mientras las "computadoras" realizaban los laboriosos cálculos, Maulchy, Eckert y un equipo de hombres estaban dedicados a armar la máquina que, según le habían prometido al ejército, reduciría el cálculo de la trayectoria balística de una semana a pocos segundos.

Ambos equipos trabajaban en el mismo lugar, la Escuela Moore de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia, pero separados.

"De hecho, había un gran letrero que decía 'Restringido' en la puerta de la sala ENIAC, y las mujeres no podían entrar".

Cuando la guerra estaba por terminar, Maulchy y Eckert confirmaron que el hardware experimental -de 2,5 metros de alto, 25 metros de largo y 30 toneladas de peso- funcionaba.

"Nadie estaba realmente seguro de que lo haría", señaló Kleiman.

"Pero, cuando revisaron el contrato, se dieron cuenta de que lo que tenían que entregarle al ejército no era la ENIAC.

"Su misión no era construir una máquina, sino construir una máquina que calculara la trayectoria de la balística", aclaró la autora.

Fue entonces cuando eligieron a las seis mejores "computadoras" y les dijeron:

"Nosotros la construimos, ustedes tienen que programarla. Y nos gustaría ver el programa pronto".

A tientas
Aunque eran matemáticas altamente capacitadas, no había una hoja de ruta.

"Nos dieron unos grandes diagramas de bloques enormes... y se suponía que debíamos estudiarlos y descubrir cómo programarlos... Obviamente no teníamos idea de lo que estábamos haciendo", recordó una de ellas.

Tendrían que buscar la solución a tientas en la oscuridad.

No existía ni uno de los cientos de lenguajes de programación que hay hoy en día.

Ni siquiera "podías sentarte frente a ENIAC y escribir las instrucciones. Sencillamente no había esa posibilidad", señalo Kleiman.

"Por eso me parecieron tan fascinantes los pasos que dieron".

Plano de las unidades de ENIAC incluido en la aplicación para su patente en 1947.

"Primero tuvieron que aprender cómo funcionan las 40 unidades del integrador. Una era un multiplicador de alta velocidad; otra, un divisor de raíz cuadrada; y había 20 de algo llamado acumulador, que podían sumar, restar y almacenar temporalmente el número".

En esencia, ENIAC era una serie muy avanzada de calculadoras que se conectaban entre sí para transmitir información de una máquina a otra.

"Luego tuvieron que descomponer la complicada ecuación para calcular trayectorias balísticas en los pasos muy, muy incrementales que el ENIAC, o de hecho cualquier computadora, pudiera manejar.

"Finalmente, tuvieron que enrutar físicamente los datos y las instrucciones, cada microsegundo del programa, para alimentar a ENIAC.

"Así que tenían unos cables gruesos para los números y lo enrutaban de una unidad a otra y tenían otros cables delgados para lo que se llama el pulso del programa: no era realmente una instrucción sino un pulso que iniciaba una operación.

"Si, por ejemplo, el multiplicador de alta velocidad estaba configurado para tomar dos números, al recibir ese pulso los multiplicaba y enviaba el resultado a otra parte de ENIAC".

Brillando con luz propia
El resultado de ese enorme y brillante esfuerzo tanto de los inventores del hardware como de las inventoras del software de ENIAC fue esa "máquina asombrosa" que introdujo varias mejoras, entre ellas la utilización de un sistema binario, lo que le permitía realizar cálculos a una velocidad hasta entonces inimaginable.

Aunque tenía sus inconvenientes, principalmente que reprogramarla era una pesadilla: implicaba volver a cablearla, algo que podía tardar hasta dos días.

A pesar de eso, lo aprendido ayudó a los desarrolladores a mejorar la siguiente generación de computadoras.

Al final, uno de los principales logros de ENIAC fue mostrar el potencial de lo que se podía hacer.

Decenas de otras mujeres siguieron programando ENIAC hasta 1955, como Gloria Gordon Bolotsky (izq) y Ester Gerston.

Maulchy y Eckert se volvieron famosos y se les acreditó la creación y funcionamiento completo de lo que la prensa llamó "el gran cerebro", "cerebro electrónico" y "Einstein mecánico".

Las ENIAC Six fueron borradas de esa historia, pero continuaron impulsando avances tecnológicos.

"Si eres la primera en un campo, no hay nadie que pueda decir que no perteneces a él", declaró Kleiman.

Cada una dejó su marca en la vanguardia de la informática.

Betty Holbertson, por ejemplo, creó el primer código de instrucciones, inventó la primera rutina de clasificación (aquello que te permite ordernar las cosas en tu computadora) y el primer paquete de software.

En 1959, era la jefa de la rama de Investigación de Programación en el Laboratorio de Matemáticas Aplicadas en David Taylor Model Basin; trabajó con Grace Hopper en el lenguaje de programación COBOL e inventó el teclado numérico.

Descreimiento
Proving Ground no es el primer trabajo en el que Kleiman cuenta "esta extraordinaria historia", así como la de otras mujeres olvidadas del desarrollo de la tecnología.

En 2014 produjo un documental llamado "Las computadoras" en el que "las programadoras de ENIAC miran a la cámara y dicen: 'Esto es lo que hicimos'".

A pesar de eso, "algunos historiadores de la computación, particularmente los más jóvenes, dijeron: 'No. El trabajo que hicieron no fue importante. No es posible que lo hayan hecho'", contó Kleiman.

"Yo pensé que una vez señaláramos que solo se había escrito la mitad de la historia de la computación -la del hardware más que la del software; la de los hombres, mas no la de las mujeres- los historiadores se pondrían a completarla, pero no fue así.

"Finalmente, escribí el libro con tanta investigación, antecedentes y citas como pude encontrar, incluyendo lo que hicieron de programación en paralelo a su trabajo en ENIAC, que es muy sofisticado.

"Espero que ponga fin al rumor de que las mujeres no tuvieron un rol vital en los albores de la informática, para acabar con el estereotipo de que la computación es para hombres e inspirar a más chicas a incursionar en este campo.

"Necesitamos contar con las mejores personas en alta tecnología y computación y robótica e inteligencia artificial".

sábado, 15 de abril de 2023

Las grasas trans matan a medio millón de personas cada año en el mundo


Fuentes: Nueva tribuna [Imagen: Foto: Viktor Forgacs/Unsplash ]



Las grasas trans producidas industrialmente suelen encontrarse en alimentos envasados, productos de panadería, aceites de cocina y cremas para untar. La OMS recomienda su eliminación y entretanto pide a los gobiernos medidas para limitar su uso.

En el mundo hay 5.000 millones de personas desprotegidas frente a las nocivas grasas trans, cuyo consumo es responsable de 500.000 muertes prematuras por cardiopatías coronarias cada año, advirtió un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, dijo que “las grasas trans no tienen ningún beneficio conocido y entrañan enormes riesgos para la salud, que suponen enormes costos para los sistemas sanitarios”.

“En pocas palabras, las grasas trans son una sustancia química tóxica que mata, y no deberían tener cabida en los alimentos. Es hora de eliminarla de una vez por todas”, sentenció Tedros.

Las grasas trans de producción industrial (también denominadas ácidos grasos trans de producción industrial) se encuentran habitualmente en alimentos envasados, productos de panadería, aceites de cocina y cremas para untar.

Aumentan la concentración de lipoproteínas de baja densidad en la sangre y disminuyen las de alta densidad, lo que coloquialmente se denomina “colesterol bueno”, causando un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares.

Los ácidos grasos trans se forman en el proceso de hidrogenación que se realiza sobre las grasas con el fin de solidificarlas para utilizarlas en diferentes alimentos, y favorece la frescura, textura y estabilidad, como es el caso de la solidificación de la grasa para la fabricación de margarina.

Desde que la OMS pidió por primera vez en 2018 la eliminación mundial de las grasas trans producidas industrialmente -teniendo como meta su eliminación para 2023-, la cobertura poblacional de las políticas de mejores prácticas se ha multiplicado casi por seis.

“En pocas palabras, las grasas trans son una sustancia química tóxica que mata, y no deberían tener cabida en los alimentos. Es hora de eliminarla de una vez por todas”: Tedros Adhanom Ghebreyesus

Hasta ahora 43 países ya han implementado políticas de mejores prácticas para abordar las grasas trans en los alimentos, con 2800 millones de personas protegidas en todo el mundo, de acuerdo con los datos recabados por la organización.

Pero una mayoría de la población, 5000 millones de personas en todo el mundo, siguen expuestas a los devastadores efectos de las grasas trans sobre la salud, y el objetivo mundial de eliminarlas totalmente en 2023 sigue siendo inalcanzable.

En la actualidad, nueve de los 16 países con la mayor proporción estimada de muertes por cardiopatías coronarias causadas por la ingesta de grasas trans carecen de una política de buenas prácticas. Se trata de Australia, Azerbaiyán, Bután, Corea del Sur, Ecuador, Egipto, Irán, Nepal y Pakistán.

Existen dos alternativas de políticas de mejores prácticas, según la OMS, y la primera es fijar un límite nacional obligatorio de dos gramos de grasas trans producidas industrialmente por cada 100 gramos de grasa total en todos los alimentos.

La segunda es la prohibición nacional obligatoria de la producción o el uso de aceites parcialmente hidrogenados (una de las principales fuentes de grasas trans) como ingrediente en todos los alimentos.

“Los días en que las grasas trans matan a la gente están contados, pero los gobiernos deben actuar para poner fin a esta tragedia evitable”, comentó el médico Tom Frieden, presidente de Resolve to Save Lives, una organización estadounidense que trabaja por la salud cardiovascular.

Si bien la mayoría de las políticas de eliminación de las grasas trans se han aplicado hasta la fecha en países de ingreso alto (principalmente en América y Europa), un número creciente de países de ingreso mediano han empezado a aplicar o adoptar estas políticas.

Es el caso de Argentina, Bangladesh, Filipinas, India, Paraguay y Ucrania. En México, Nigeria y Sri Lanka también se examina la introducción en 2023 de políticas basadas en mejores prácticas. Y, de aprobarse, Nigeria sería el segundo país de África, y el más poblado, en establecer una política de eliminación de grasas trans.

En América, los países que han adoptado políticas de mejores prácticas son Brasil, Canadá, Chile, Estados Unidos, Perú y Uruguay.

En África tiene esas políticas Sudáfrica; en el suroeste de Asia, Arabia Saudí y Omán; en el sur y sureste asiático India, Singapur y Tailandia; y, en la región europea, un total de 32 países.

El arte alemán que precedió a la llegada de los nazis.

El Centro Pompidou dedica una gran muestra a la Alemania de entreguerras, encabezada por la llamada nueva objetividad, estilo pictórico que aspiraba reflejar la realidad social y que el régimen hitleriano tildaría luego de “degenerado”.
'An die Schönheit (Selbstbildnis)' (A la belleza, autorretrato), obra de Otto Dix de 1922.
Una exposición pluridisciplinar en el Centro Pompidou de París revisa ahora, a través de una inacabable selección de 900 obras y documentos, la historia oficial de los años veinte en Alemania, casi siempre sujeta a la leyenda dorada de la República de Weimar, que el museo parisiense desmitifica ahora con una mezcla de cautela y valentía. La tesis más atrevida en la muestra, que podrá verse hasta el 5 de septiembre, es que no hubo una ruptura clara entre los años veinte y los treinta. “Se suelen oponer esos dos periodos, cuando fue una transición más fluida de lo que se cree. No hubo un corte en seco”, confirma la comisaria Angela Lampe. En otro gesto osado, la comisaria decidió pintar la última pared del recorrido de un marrón sucio que recuerda al del primer uniforme nazi. Evoca de esa manera el final funesto de esta historia. “Aun así, no es adecuado hacer una lectura teleológica. Los artistas que empezaron a pintar en el año 1925 no podían saber lo que sucedería en 1933”, matiza.

A la izquierda, el óleo 'Junger Mann' (1921), de Anton Räderscheidt. A la derecha, 'Maler' (1926), retrato del pintor Anton Räderscheidt por el fotógrafo August Sander, que parece retomar los rasgos del modelo de su cuadro. GALERIE BERINSON / DIE PHOTOGRAPHISCHE SAMMLUNG/SK STIFTUNG KULTUR / SANDER ARCHIV © ADAGP, PARIS, 2022

Pese a que los nazis llevaran el movimiento a la hoguera, tildaran a sus artífices de “bolcheviques culturales” y forzaran al exilio a sus mayores pintores, como George Grosz o Max Beckmann, algunos de sus rasgos estilísticos pervivieron. La depuración del expresionismo que llevó a cabo esta escuela parece dialogar con las tesis de Adolf Loos sobre la “inmoralidad” del ornamento. Sin ir más lejos, el cartel de la muestra seminal de 1925 estaba ilustrado con un inexplicable edificio de estilo neoclásico, que tanta fortuna tendría pocos años después. Algunos de sus integrantes siguieron trabajando bajo el nuevo régimen, como Christian Schad, pese a que nunca lo apoyara abiertamente, mientras que Weiner Peiner, incluido en esa primera exposición, se convirtió en un artista admirado por los nazis: uno de sus paisajes rurales, depositarios de las esencias alemanas, fue entregado a Hitler como obsequio cuando llegó al poder. Con todo, la mayor parte de sus integrantes pertenecían a su ala izquierda, que aspiraba a reflejar la pobreza y la exclusión que la industrialización galopante habían provocado en el país. La muestra refleja la fascinación por el productivismo fordista tras la inyección de capital estadounidense en la posguerra alemana, que enriqueció a las mismas empresas que luego financiarían la campaña electoral de Hitler sin rechistar. Pero también deja lugar a los perdedores de ese sistema, obreros, mendigos, gitanos y otros parias que en algunos cuadros abandonan la masa anónima y expresan algo parecido a un desconsuelo.

“Se suele oponer a los años veinte y los años treinta, cuando fue una transición más fluida de lo que se cree. No hubo un corte en seco”, afirma la comisaria La exposición sostiene que, en la pintura de los años veinte, todo se convirtió en naturaleza muerta, incluidos los humanos. El hombre se transformó en mera arquitectura, en un frágil edificio que ya no estaba a salvo de las bombas ni de los derribos, como esos barrios antiguos arrasados durante la primera ola del racionalismo en ciudades como Fráncfort o Colonia. A partir de entonces, el ser humano será un objeto intercambiable y desechable, igual que las piezas de los muebles desmontables de Marcel Breuer. En el arte de la época, la personalidad o la psicología del modelo ya no tienen importancia. Solo cuenta su profesión y su categoría social. Los artistas se pondrán a clasificar la población como si fueran entomólogos. El mejor ejemplo es el del fotógrafo August Sander, que ocupa un espacio central en la muestra, como si protagonizara una antológica propia dentro de la exposición.

Sander emprendió un proyecto monumental, Hombres del siglo XX, con el que quiso radiografiar la totalidad de los grupos sociales de la República de Weimar, en una gran taxonomía nacional que abarcaba de los empresarios a los campesinos, de los escritores a los locos, de los prisioneros políticos a los primeros nazis de uniforme. Los vasos comunicantes entre fotografía y pintura son otro leit motiv de la exposición. Resulta obvio que la primera disciplina influyó en la segunda a la hora de alejarse de la subjetividad artística. “Aunque luego se haya entendido que la fotografía también es una construcción, entonces parecía un arte más cercano a la realidad que la pintura”, explica Lampe. En realidad, ese influjo fue mutuo. Lo demuestran algunas composiciones de Sander, que parecen calcadas de los cuadros de Otto Dix. Por ejemplo, una instantánea de 1931 protagonizada por una secretaria podría inspirarse en el conocido retrato que hizo Dix de la periodista Sylvia von Harden cinco años antes, en el que hoy se adivina también una relativa misoginia.

Esa es otra de las lecciones de la muestra, dedicada a un estilo que vendió como neutralidad omnisciente lo que ahora parece un gusto creciente por la caricatura y la crítica velada a una sociedad inmersa en una brutal transformación. El Berlín de los años veinte pasó a la historia como un paraíso del libertinaje y la tolerancia, como la capital de la subcultura homosexual que reinaba en sus 170 cabarets nocturnos y la de la liberación de la mujer, que conquistó el derecho al voto en 1918. El retrato que hace el Pompidou es mucho más ambivalente. “Todo eso existió, pero también la otra cara de la moneda. Algunos artistas sintieron miedo de esa emancipación, de esa confusión de géneros, y reaccionaron con violencia”, sostiene Lampe. La exposición lo ejemplifica con cuadros que recogen crímenes sexuales que sirvieron “para matar a la mujer simbólicamente”, según la comisaria. El propio Dix recoge, en su infame retrato del joyero Karl Krall, todos los estereotipos homófobos de la época, que solían equiparar la homosexualidad con el hermafroditismo. La muestra expone ese lienzo al lado de un filme de 1922 que recoge las tesis del médico Eugen Steinach, que creía que esa orientación sexual era una transgresión del orden biológico que la cirugía sería capaz de corregir. En otro de sus cuadros más conocidos, Dix retrató a Anita Berber, bailarina bisexual y yonqui, con el rostro consumido por el pecado, como si fuera un presagio de su muerte, pocos meses después, a los 29 años. Su semblanza parece cualquier cosa excepto una celebración de la amoralidad de ese personaje transgresor.

Al final de la muestra, una pared semitransparente comunica el principio del recorrido con la última sala, dedicada a la exposición que los nazis organizaron al llegar al poder en 1933 para denigrar y enterrar al movimiento. Solo han transcurrido ocho años, en los que la nueva objetividad ha pasado de ser el colmo de la modernidad para convertirse en la antesala del arte degenerado. Sin embargo, nunca morirá del todo. Influirá en sucesivas escuelas de la inextinguible figuración, de Balthus a los pintores afroamericanos de última hornada. Sin contar con su arraigo en el realismo socialista, que reinterpretó sus superficies llanas, sus formas sencillas y su espíritu didáctico, el mismo que impregnaría el teatro épico de Brecht, la poesía “utilitaria” del periodo de entreguerras o la llamada Zeitoper u “ópera de actualidad”. Eso es, sin lugar a dudas, lo que Goebbels no vio venir.

https://elpais.com/cultura/2022-05-12/el-arte-aleman-que-precedio-a-la-llegada-de-los-nazis.html#?rel=mas