martes, 16 de julio de 2024

Cómo ayudar a una persona que fue víctima de abuso sexual infantil.

Una mujer se columpia en un atardecer.
Una mujer se columpia en un atardecer.
Todo trauma psicológico deja huellas, pero el abuso sexual en la infancia especialmente. Cuando ya ha ocurrido, son fundamentales la escucha, la calma, el apoyo y la esperanza.

Hubo una época en la que el abuso sexual a los niños y adolescentes estaba normalizado o banalizado, pero esto ya se ha acabado. Hoy sabemos que la experiencia de ser —o el doloroso recuerdo de haber sido— un mero objeto de satisfacción erótica por parte de un adulto produce una profunda y duradera herida personal. Conlleva una íntima vivencia de indefensión ante el mundo, que abre el camino a nuevos traumas, y pulveriza el sentido de dignidad personal. Algunos autores hablan de la “brújula interna rota”, el desconcierto de haber sido por momentos una cosa, un elemento de satisfacción, no un ser humano, y de recordar que donde debía haber ternura y protección sólo hubo jadeos y el aliento del monstruo.

Todo trauma psicológico deja huellas, pero el abuso sexual en la infancia especialmente. Multiplica por 3,5 el riesgo de desarrollar un trastorno mental, especialmente depresión, estrés postraumático, ideación suicida, bulimia, disfunción sexual y problemas psicosomáticos. El cuerpo a veces grita. Al desvelarse los hechos terribles, aparecen profundos sentimientos de vergüenza, culpa, pena o miedo.

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El perpetrador se encarga de tejer una red de señuelos, mentiras y ocultaciones para no ser descubierto, y la víctima se tortura por haber aceptado ese regalo secreto elegido exclusivamente para ella, haberse creído el favorito del equipo de baloncesto —y tener además “unos ojos azules muy bonitos”—, haber aceptado ese absurdo y secreto pacto de silencio en el vestuario o en el aula de teatro. El pederasta puede utilizar la estrategia del favoritismo, aliarse con el rebelde adolescente contra sus padres o recurrir al chantaje personal —“si lo cuentas, estás muerta”—; puede utilizar y manosear los ideales nobles del deporte, la familia, la cultura o, como tantas veces, la religión. Su único propósito es profanar la infancia, porque le satisface sexualmente.

Afortunadamente, hay muchas personas que fueron víctimas de abuso sexual que han seguido adelante, sin llegar a desarrollar psicopatología o requerir ayuda profesional. Pero hay factores que dificultan este heroico proceso: la permisividad del delito, el silencio familiar, la falta de castigo, el encubrimiento y la negativa a colaborar con la justicia. En EE UU, las cifras dan bastante pavor: el 13% de las mujeres y 1,2% de los hombres han experimentado penetración forzada, y aparte, un 14% recuerda haber sufrido algún otro tipo de coerción sexual. Más de un tercio de estos abusos sexuales se producen en el hogar, con familiares varones de mayor o menor grado (padrastros y padres, abuelos, tíos, algún hermano mayor en el despertar de su adolescencia, vecinos) como principales perpetradores.

Se juntan en ellos dos tendencias: una atracción sexual atípica hacia los niños o adolescentes (pedofilia o hebefilia, respectivamente) —mostrada en una preocupación aumentada por el tema, consumo de pornografía, gustos inusuales por elementos infantiles— y unos rasgos antisociales, es decir, poco respeto hacia las normas y los sentimientos ajenos, insensibilidad al dolor, asunción de riesgos y comportamiento inestable e irresponsable. Algunos pederastas están encubiertos y parecen las mejores personas del mundo. A menudo la rabia de las víctimas se dirige hacia aquellas personas que permitieron o no detectaron el abuso: “¿Pero no lo veíais?”, claman. Sin caer en un alarmismo paranoide, la protección a la infancia empieza por no abandonar a los niños a su suerte, en manos de desaprensivos. Cierta vigilancia inteligente es preventiva.

Escuchar con atención y ofrecer apego
Lo primero es escuchar. Si la víctima tiene tanta confianza en nosotros como para contarnos esto, no debemos decirle “de todo se sale” o “eso ya quedó atrás”, ni tampoco introducir puntos de cuestionamiento o culpabilización. Toca escuchar con calma, sin juzgar ni tratar de solucionarle las cosas ni decirle “sé cómo te sientes” (porque no es así, solo nos lo podemos imaginar de lejos). Darle todo el apoyo que podamos, sin fisuras, favorece que reciba apoyo social y legal, que normalice sus actividades, que no haga de ese recuerdo el centro de su vida, pero respetando su propio ritmo.

Sin alarmarnos, al observar su comportamiento, es posible que aparezcan síntomas o conductas autolesivas. Entonces, si lo requiere, podemos ofrecerle ayuda profesional. Hay terapias psicológicas como la cognitivo-conductual o el EMDR (terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) que han demostrado eficacia. A veces, un fármaco puede aliviar mucho el tormento. Darle seguridad, apego seguro —no intermitente—, genera un espacio de diálogo para que comparta su experiencia y, ojalá, su historia de superación.

El psicólogo Georges Politzer recomendaba a los estudiosos de la mente que “lean ficción, donde los dramas biográficos fluyen, antes de enfrentar monografías científicas que los congelan”. Pensé en ello leyendo la maravillosa novela En la boca del lobo, de Elvira Lindo, en la que fluye una niña de once años llamada Julieta, que no colabora, que encuentra dolor y paz produciéndose lesiones, que se disocia y no sabe a veces quién es quién, que vive en la vergüenza perpetua y tiene un pasado secreto. Afortunadamente, encuentra a alguien que la escucha con atención y le da un lugar en el mundo. Es un ejemplo de cómo la buena literatura puede retratar la psicología humana y trascenderla.

lunes, 15 de julio de 2024

El experimento demográfico que enraizó el franquismo a golpe de azada: la otra historia de los «pueblos de colonización»

El libro «Colonización» es una crónica de viajes por diversas villas creadas por el régimen para aumentar la producción agrícola y fomentar una imagen de España que superaba las ideologías progresistas a fuerza de trabajo.

Europa acumula municipios cuya fundación se remonta a varios siglos antes de Cristo. Pero en medio de estas villas milenarias, en España hay más de 300 pueblos que apenas tienen 60 años. Uno de ellos es La Cartuja de los Monegros (Huesca). Allí donde antes sólo había árido desierto, en 1967 se empezaron a erigir casas, calles y zonas de cultivo alrededor de un canal que también se acababa de estrenar.

Los nuevos habitantes de este nuevo pueblo empezaron a llegar a su nuevo hogar a horas intempestivas, cuando la noche ya había caído. Muchos, cuando se instalaron en casa, sintieron la incertidumbre recorrer sus cuerpos: habían abandonado a sus vecinos de toda la vida, con quienes compartían calles y confidencias, para instalarse junto a gente de la que no sabían nada.

Estas familias que habían sido elegidas para habitar las villas sin historia habían dejado toda una vida atrás. “Venían de pueblos con identidad. Eran los hijos, hermanos o nietos de…Ahora vivían en un sitio en el que no conocían a nadie y en el que los niños se equivocaban de casa porque todas eran iguales”. Quien habla es Marta Armingol, cuyos abuelos fueron unos de los primeros habitantes de este municipio, en el que ella nació en 1982.

La Cartuja de los Monegros es uno de los 300 ‘pueblos de colonización‘ que salpicaron la España del franquismo. Fueron la otra cara de la conocida política de creación de pantanos del dictador y formaban parte del plan del régimen para poblar zonas rurales vacías y llenar desiertos, páramos y ciénagas de campos productivos.

A las más de 55.000 familias reubicadas se les encargó dos misiones: hacer florecer el desierto y convertirse en la imagen de la nueva España formada por hombres y mujeres rurales y católicos, purificados por el trabajo duro y el aire del campo. Los ‘pueblos de colonización’ son la imagen de una migración interna sin precedentes, de la politización del agua y de políticas populistas que intentaron comprar el favor de las personas más pobres de la posguerra con una casa y una pequeña parcela.

Esa complejidad es la que se explica en el libro ‘Colonización. Historias de los pueblos sin historia’ (La Caja Books, 2024), escrito por Marta Armingol junto al periodista argentino Laureano Debat. Ambos coincidieron por casualidad cuando La Cartuja de los Monegros estaba a punto de cumplir 50 años. El latinoamericano se sorprendió al saber que en Europa había pueblos más jóvenes que en el nuevo continente.

La fascinación de Debat hizo que Armingol se replanteara realidades que había asumido como naturales. De esas conversaciones nació la idea de publicar el libro, que es una crónica de viajes, un recopilatorio de testimonios, historias e intríngulis políticos tras estos ‘pueblos de colonización’. 

Foto: Laureano Debat y Marta Armingol, durante la entrevista, en la librería barcelonesa ‘Nollegiu’. Kike Rincón
Con el agua empezó todo 

Para entender los pueblos de colonización, hay que tener en mente dos nombres: Joaquín Costa y José Luis Fernández del Amo. Este último fue el artífice de la arquitectura de las nuevas villas y el primero fue quien ideó las políticas hidráulicas que se tradujeron en pantanos y canales que regarían lo que antes era desierto. “En la España de principios del siglo XX, con el declive de las colonias y tras la guerra, había que generar más tierras productivas”, cuenta Debat.

El régimen escogió para esta tarea a personas cuyo único requisito –oficialmente– era no tener antecedentes. Pero en realidad los colonos estaban unidos por la necesidad. El franquismo les sedujo prometiéndoles que, a cambio de abandonar sus pueblos y hogares, podrían poseer una pequeña parcela de tierra y una casa. Una opción muy prometedora para esas familias, muchas de las cuales seguían viviendo en cuevas o barracas y que no sabían lo que era tener habitaciones o baño.

Pero esa promesa ocultaba un futuro difícil. Las tierras no estaban preparadas para dar fruto y muchos colonos, la mayoría de los cuales no tenía ningún conocimiento de agricultura, tardaron años en lograr cultivar algo. “No les regalaron ni las casas ni las tierras, lo pagaron todo con trabajo y dinero”, resume Armingol.

A parte del pago en metálico, los colonos también pagaban en especias, con un tercio de lo que cosechaban. A veces el diezmo no les dejaba para comer y muchos cultivaban judías o patatas, de más fácil arraigo, para alimentar a sus familias. Pero esos cultivos no estaban autorizados por el régimen y los interventores de Franco los mandaban arrancar, con lo que muchas familias pasaron serias penurias hasta que lograron domar sus campos.

Los primeros años fueron duros, sobre todo para aquellos que venían de pueblos fértiles. La ironía de esta historia es que muchos de los colonos venían de villas que quedaron inundadas por los pantanos que debían alimentar a las nuevas villas, mucho más yermas, pero estratégicamente mejor ubicadas para el régimen. “Se expropiaron pueblos enteros”, resume Armingol. 

Foto: El libro ‘Colonización. Historias de los pueblos sin historia’, de Marta Armingol y Laureano Debat. Kike Rincón
 El panóptico de la colonización 

“Las parcelas que riega el agua, antes las regó la sangre”. Así hablaba uno de los colonos a los que Armingol y Debat entrevistaron para el libro. En sus visitas a los pueblos ellos también pudieron notar que la guerra y la dictadura están presentes en el ADN de estas villas. “Una parte de su función era generar la imagen de la nueva España, limpia de la contaminación roja de las ciudades”, explica el argentino.

El trabajo duro era clave en esta configuración de la España rural. El trabajo “salva y purifica”. Y prueba de ello es que los pantanos se construyeron, en su mayoría, por presos políticos a quienes se les rebajó la pena y, en algunos casos, se les permitió convertirse en colonos. “El trabajo quita lo comunista”, bromean los autores del libro.

El control era férreo en los ‘pueblos de colonización’. El régimen vigilaba no sólo las cosechas, sino también los encuentros y lo que se tramaba entre los colonos. La vigilancia estaba a cargo de las JONS, que tenía locales en los pueblos por los que pasaba toda oferta de ocio y de reunión social.

Pero donde esta agrupación fascista puso el ojo fue, principalmente, en las mujeres. La Sección Femenina no sólo tenía local, sino que la delegada de zona contaba con un apartamento en cada ‘pueblo de colonización’ para vigilar de cerca a las campesinas, a las que se quiso convertir en “ángeles del hogar”.

Ellas eran las encargadas de salvaguardar los valores del régimen en cada casa y evitar “desvíos ideológicos”. Para ello, la Sección Femenina les daba clases de costura y cocina y les animaba a ser “discretas, sonrientes y recatadas” a pesar de que, después de zurcir los calzoncillos de sus maridos, pasaban horas y horas en el campo.

“Las mujeres fueron esenciales para forjar el plan de la nueva España rural”, asegura Debat. Y el plan funcionó. De hecho, Franco no tardó en querer presumir de su España limpia, trabajadora y católica. Como Mussolini, el caudillo también se dejó ver por diversos ‘pueblos de colonización’, que se convirtieron en una imagen bucólica y aparecían recurrentemente en el NO-DO. 
Foto: Retablo y escultura en la iglesia de La Cartuja de los Monegros (Huesca). Cedida por los autores
 Conservador en lo ideológico, vanguardista en lo estético

“Los pueblos de colonización eran franquistas, católicos y carcas en lo ideológico”, afirma Debat, “pero vanguardistas en lo estético”, añade. Esta definición es también la que aplica a José Luís Fernández del Amo, el principal ideólogo de la arquitectura de estas villas. “Era una figura muy curiosa”, añade Armingol, que cuenta que este hombre aferrado a la ideas más carranclonas del régimen fue la puerta de entrada para artistas y arquitectos modernos y transgresores.

Un ejemplo de ese arte de vanguardia se encuentra en las iglesias. La primera presentación del libro ‘Colonización’ se hizo en la capilla de La Cartuja de los Monegros, el pueblo natal de Armingol. “Los que hemos crecido ahí hemos naturalizado esas formas y esas figuras, pero investigando se me ha reeducado la mirada y quería que mis vecinos vieran lo que yo veo ahora”, afirma la aragonesa.

“Hay retablos, pinturas y esculturas que podrían estar en museos de arte contemporáneo”, añade Debat. Ambos explican que han descubierto planos y esculturas de artistas reconocidos, algunos de los cuales formaban parte incluso de la Escuela Bauhaus.

“Eran construcciones muy cuidadas, que buscaban respetar la funcionalidad de los espacios y la estética del entorno, usando materiales propios de la zona”, cuenta Armingol, que asegura que los arquitectos pasaban días en las zonas en las que iban a construir para ver cómo vivían los campesinos del lugar.

Medio siglo después queda la incógnita de si esas pequeñas obras de arte estaban en los pueblos de colonización, habitados por campesinos iletrados y pobres, por respeto a los vecinos de esta nueva España o porque la lejanía de la capital permitía más libertad creativa.

Hoy, muchos de aquellos pueblos ya no existen; ya sea porque el régimen entendió que las tierras no se podrían llegar a cultivar o porque dejó de interesar tener un asentamiento allí. Otros fueron abandonados, víctimas de la despoblación. Algunos se han anexionado a ciudades que se han expandido y muchos cambiaron sus nombres para deshacerse de apellidos franquistas, aunque alguno los conserve, como Llanos del Caudillo (Ciudad Real). Y unos pocos, como Poblenou del Delta (Tarragona), se han convertido en reclamos turísticos.

Con el paso de los años, se ha ido olvidando el experimento demográfico que fueron estos pueblos y se habla de ellos, de uno en uno, cuando cumplen años, o para destacar sus virtudes arquitectónicas. Pero pocos recogen los testimonios de quienes vivieron aquellos años y levantaron pueblos y campos de una España rural que hoy, en parte, parece condenada a desaparecer. 

domingo, 14 de julio de 2024

_- John Read, psicólogo: “Estamos medicando la pobreza”.

John Read
_- El psicólogo John Read, el 6 de junio en Madrid.
El investigador de la Universidad de East London relaciona las problemáticas más graves dentro de la salud mental con situaciones adversas como la desigualdad y el abuso infantil.

John Read (Trowbridge, Reino Unido, 72 años) es un rebelde armado con Excel. Un profesor de Psicología en la Universidad de East London empeñado en demostrar con datos las causas de las problemáticas más graves dentro de la salud mental. “Los diagnósticos simplifican la realidad humana. A veces ayudan, pero como categorías explican muy poco sobre el camino recorrido hasta llegar a ese malestar”, explica en Madrid, después de intervenir en un simposio de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) frente a un centenar de profesionales. Le avalan varios libros —dos publicados en castellano, Modelos de locura y El sentido de la locura, ambos en Herder— y más de 150 investigaciones que relacionan la psicosis con el abuso infantil o la pobreza. Estudios pioneros que le han llevado a formar parte del prestigioso índice de la Universidad de Stanford que recoge al 2% de los científicos más citados del mundo.

Pregunta. ¿Se puede definir la locura?
Respuesta. Solo de forma parcial. La locura es aquella experiencia humana que una sociedad entiende como diferente y etiqueta para diferenciarse de ella. Ese proceso ha cambiado mucho a lo largo de la historia y en función de la cultura.

P. ¿El abordaje de la salud mental debe involucrar a toda la sociedad?
R. Es bueno que se hable sobre ello cada vez más, pero no que lo hagamos con el lenguaje de la enfermedad y los trastornos. Lo que llamamos problemas de salud mental son solo reacciones comprensibles a acontecimientos vitales.

P. Además, el foco suele ponerse solo en la ansiedad y la depresión.
R. La psicosis implica cierta pérdida de contacto con la realidad de la mayoría y eso puede asustar. Muchas personas que la sufren también se sienten deprimidas o ansiosas. Yo les digo a mis alumnos que abran el DSM [manual diagnóstico editado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría] y si no se sienten identificados al menos cuatro veces con lo que en él se describe es que necesitan hacer algo con sus vidas. Hay tantas experiencias humanas patologizadas que resulta ridículo.

P. ¿El estigma sigue vigente?
R. Sí, y está causado principalmente por las explicaciones biomédicas. Estas le dicen al usuario que hay algo irremediablemente mal en su cerebro y que necesitará medicarse el resto de su existencia. El esencialismo psicológico no está basado en evidencias científicas y además aumenta la sensación de alteridad.

P. A lo largo de su carrera investigadora ha obtenido una gran cantidad de resultados cuantitativos ¿Cuál considera que es el más concluyente de todos ellos?
R. Casi el 70% de las personas que han pasado por Psiquiatría sufrió abuso infantil y más de la mitad nunca había hablado de ello con un profesional. Eso me impactó mucho. Solo ahora estamos empezando a comprender la importancia de preguntar y de escuchar. Quiero felicitar a España por el nombramiento de una comisionada en salud mental [Belén González, designada en enero por la ministra de Sanidad, Mónica García]. Es un gran paso adelante que exista alguien con responsabilidad gubernamental para identificar las carencias del sistema público y las necesidades de sus usuarios.

P. El departamento de García ha sido muy criticado por preparar una guía orientada a la reducción de psicofármacos.
R. En el Reino Unido, más de la mitad de las mujeres mayores de 60 años que residen en zonas humildes consumen medicamentos psiquiátricos. Estamos medicando la pobreza. Entiendo que en España será parecido, y es un problema muy grave. Los psiquiatras biologicistas rechazan cualquier crítica a este modelo, a veces con ataques personales, arrogantes y nada científicos. Parecen una secta.

P. Ha dedicado gran parte de su trabajo a relacionar los problemas de salud mental con la experiencia biográfica. ¿Hasta qué punto se puede establecer una relación causal?
R. En el caso de la psicosis, la evidencia de esa relación es abrumadora, ya sea por abuso infantil, violación, pobreza, violencia doméstica o trauma de guerra. No suele haber una sola causa, sino más bien una acumulación de ellas que llevan la mente al límite.

P. ¿Hace falta aumentar la ratio de psicólogos en los sistemas públicos?
R. Es absolutamente esencial, tiene que haber psicoterapia y terapia conversacional. No puede ser que tengamos un sistema de salud mental únicamente médico que derive a servicios sociales a quien es pobre o ha sufrido abusos. A la gente le preguntaría qué necesita, de qué quiere hablar. Y puede que un pequeño porcentaje también necesitase ayuda química durante un breve periodo de tiempo para superar una crisis, pero cualquier enfoque basado en la evidencia tendría las drogas como último recurso.

P. ¿Se puede prevenir el malestar psíquico?
R. Nunca podremos evitar totalmente el sufrimiento, porque la vida está llena de momentos duros. Nuestros seres queridos mueren, las relaciones se desgastan. Lo que sí podemos es prevenir experiencias adversas como la pobreza o el abuso infantil. Tomemos la subvención anual dedicada a investigar los factores genéticos del malestar psíquico y usémosla en reducir la desigualdad, en generar entornos seguros durante los primeros años de vida. Estamos gastando mal el dinero.

sábado, 13 de julio de 2024

_- La historia interminable de la Resistencia francesa contra los nazis

_- Cuando solo queda un compañero de la liberación vivo, el papel de los franceses durante la ocupación alemana sigue siendo objeto de un debate histórico y social

Un oficial de la resistencia francesa enseña a su compañeros cómo usar un subfusil en marzo de 1944.
Un oficial de la resistencia francesa enseña a su compañeros cómo usar un subfusil en marzo de 1944.
Cuando solo queda un miembro de la Resistencia francesa vivo, Hubert Germain, de 100 años, la lucha o la colaboración contra los nazis se mantiene todavía como uno de los asuntos más controvertidos de la Segunda Guerra Mundial: el papel que tuvieron, o no tuvieron, los franceses en su liberación sigue siendo objeto de debate y polémica. El reciente fallecimiento del penúltimo Compañero de la Liberación, Daniel Cordier la publicación de un nuevo ensayo sobre el periodo, Français, on ne vous a rien caché  (Franceses, no os han escondido nada, Gallimard), de François Azouvi, han vuelto a poner de actualidad una polémica interminable y una historia que ha ido cambiando con los años.

Al terminar la guerra, el general Charles de Gaulle, líder de la Francia Libre, que regiría los destinos de Francia en la posguerra hasta 1969 (falleció en 1970), impuso la idea de que los franceses tuvieron un papel decisivo en la liberación del nazismo  y que solo unos pocos ciudadanos se convirtieron en colaboracionistas a las órdenes del Gobierno traidor del mariscal Pétain. Las deportaciones de judíos fueron asunto de los boches, término despectivo con el que se identifica a los alemanes. Sin embargo, una película documental que tuvo problemas para estrenarse en 1969 ofrecía una imagen completamente diferente: La pena y la piedad (Le chagrin et la pitié), de Marcel Ophüls, causó un impacto enorme porque describía una situación mucho más parecida a una guerra civil entre franceses y mostraba una significativa colaboración con el invasor. El filme acabó convertido en un clásico; de hecho, Woody Allen le rinde un homenaje al final de Annie Hall.

LA RESISTENCIA
Muere a los cien años Daniel Cordier, leyenda de la resistencia francesa ante los nazis

Los combatientes españoles de la Resistencia salen del olvido

La verdad sobre la Resistencia francesa: ni tan masiva ni tan francesa

Otra película, estrenada en 1974, terminó por abrir los ojos sobre la cruda realidad de la ocupación, durante la que los resistentes fueron una minoría, perseguidos tanto por los nazis como por la milicia de Vichy. Se trata de Lacombe Lucien, dirigida en 1974 por Louis Malle y escrita por el premio Nobel de Literatura Patrick Modiano. Aunque tuvo menos impacto que las anteriores, un filme autobiográfico de Claude Berri, El viejo y el niño, ya había abierto la veda en 1967. La película relata la historia de un niño judío escondido en el campo con una familia que no conoce su origen. El campesino que le cuida, profundamente antisemita y petainista, le trata como un nieto adoptivo, ignorando que es un judío al que, en teoría, odia. Sobre este filme expresó François Truffaut: “Durante 20 años, estuve esperando la auténtica película sobre la Francia auténtica durante la auténtica Ocupación, la película sobre la mayoría de los franceses, los que no estuvieron envueltos ni en la colaboración, ni en la Resistencia, los que no hicieron nada, ni bueno ni malo, los que sobrevivieron como los personajes de una obra de teatro de Beckett”.

Más allá del cine, el investigador estadounidense Robert Paxton publicó en 1972 un libro crucial, La Francia de Vichy (1940-1944), en el que revelaba, entre otros muchos otros detalles sobre los que se había corrido un tupido velo, la participación de las fuerzas de seguridad francesas, no de las SS o del Ejército alemán, en el arresto de cientos de miles de judíos, que fueron deportados a los campos de exterminio nazis. Hasta los años noventa, no se reconocería oficialmente este hecho en las placas que ahora se encuentran en muchas sinagogas y colegios de Francia, donde se deja claro que fueron franceses los que cometieron ese crimen contra la humanidad.

“Francia fue derrotada y ocupada por Alemania. Cuando fue liberada y unificada de nuevo, se crea una historia única que mantiene que todo el país alcanzó la libertad unido bajo el liderazgo de De Gaulle y ese relato fue propagado a través de medallas, ceremonias, títulos”, explicó en una entrevista a Robert Paxton, profesor de Historia Moderna de la Universidad de Oxford y autor de Combatientes en la sombra (Taurus), un libro que desmonta muchas falsas ideas sobre la resistencia. Su teoría es que se minimizó a los republicanos españoles que huyeron del franquismo, a los judíos de Polonia o Rumanía, a los comunistas, así como a las mujeres, cuya labor como resistentes también ha sido infravalorada.

Sin embargo, el reciente libro de François Azouvi desafía ese relato. Su tesis es que los franceses tuvieron a mano toda la información necesaria sobre lo que ocurrió desde los primeros momentos de la liberación. “Desmitificar la Resistencia y la Francia Libre se impuso a mi generación –la nacida después de la guerra– como un programa epistemológico y terapéutico cuya justificación parecía tan fuerte que la mayoría de las veces estaba desprovista de explicación”, escribe Azouvi, filósofo e historiador. “Contrariamente a la creencia popular, todo se puso sobre la mesa de inmediato, los franceses pudieron saber todo lo que querían aprender y ninguna censura impidió que nadie mirara atrás en los años oscuros. Y los franceses de la posguerra no se privaron de ello”, prosigue. 

La resistente Simone Ségouin combate en París en 1944.

 La resistente Simone Ségouin combate en París en 1944. TAURUS 

Sin embargo, es un hecho que la Francia oficial tardó décadas en reconocer, con actos, placas y nombres de lugares públicos, la diversidad y complejidad de la Resistencia. Hasta 2015, cuando fue inaugurado un parque dedicado a los combatientes de La Nueve junto al Ayuntamiento de París, no se homenajeó oficialmente a los republicanos españoles que participaron en la liberación de la capital. Anarquistas curtidos en mil batallas contra el fascismo que formaban La Nueve, uno de los batallones de la segunda división del general Leclerc, fueron los primeros en entrar en París el 24 de agosto de 1944 en blindados que llevaban nombres de batallas de la Guerra Civil. Primero una investigación de la historiadora Evelyn Mesquida —La Nueve, los españoles que liberaron París (Ediciones B)— y luego un tebeo de Paco Roca  que alcanzó una gran repercusión —Los surcos del azar (Astiberri)— recordaron una hazaña injustamente olvidada. “La historia ha sido durante años y años la de la Resistencia francesa y eso es mentira”, afirmó Mesquida (Alicante, 1945) en una entrevista con este diario cuando publicó su segundo libro sobre el tema, Y ahora, volved a vuestras casas.

Los republicanos españoles no solo estuvieron en primera línea en la liberación de París, sino que tuvieron un papel crucial en la toma de Toulouse, cosa que no le hizo ninguna gracia a De Gaulle. Guidea cuenta que el general visitó Toulouse muy rápidamente, porque no quería perder el control sobre los territorios liberados. Los republicanos participaron en el desfile con cascos de los soldados alemanes pintados de azul. Cuando De Gaulle lo vio, exclamó: “¿Qué hacen todos esos españoles desfilando con las Fuerzas Francesas Libres?”. 
Viñeta de 'Los surcos del azar', que recrea la entrada de La Nueve en París.
Viñeta de 'Los surcos del azar', que recrea la entrada de La Nueve en París.
 El resistente a cargo de las fuerzas que combatieron a los nazis en la región de Toulouse y que dirigió la liberación de la ciudad fue un hombre discreto y sabio, uno de los héroes morales de la Francia de la posguerra: Jean Pierre Vernant (1914-2007). Militante comunista, aunque muy crítico con la URSS, hombre libre, pensador fecundo y comprometido con muchas causas, Vernant fue uno de los mayores helenistas europeos, autor de libros fundamentales para conocer la Grecia clásica, como Los orígenes del pensamiento griego, Mito y pensamiento en la Grecia Antigua o Mito y religión en la Grecia Antigua.

Vernant nunca se jactó de su pasado como héroe de la Resistencia y habló muy poco de ello. En sus memorias, que publicó ya jubilado, hizo una breve referencia en el primer tomo, Entre mythe y politique (1996), y se extendió un poco más en el segundo, La traversée des frontières (2004). Algunos colegas contaban que descubrieron su importancia en la Resistencia cuando, en los actos oficiales, le reservaban un lugar de honor porque era uno de los Compañeros de la Liberación, la orden que creó De Gaulle para homenajear a los que lucharon contra los nazis desde el Maquis y que también fue criticada por sus numerosos olvidos.

Habló no para contar hazañas bélicas, rompió el silencio sobre su pasado para homenajear a dos personas que nunca supo quiénes eran, pero que le salvaron la vida porque le advirtieron anónimamente de que podía ser detenido. También quiso reivindicar el honor de Lucie Aubrac, y de su marido Raymond, acusados falsamente de haber delatado a Jean Moulin, una información envenenada que salió desde la defensa del Klaus Barbie, el carnicero de Lyon, asesino de Moulin, juzgado en Francia en 1987 y condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad.

Su objetivo fue también lanzar un humilde mensaje a la sociedad francesa. Su nieto, Julien Blanc, historiador de la Resistencia, lo recoge en un ensayo que escribió sobre una de las primeras células que se organizaron, en el Museo del Hombre de París, Au commencement de la Résistance: “En la Resistencia, las identidades solo estaban marcadas con respecto al enemigo. Estaba formada por personas muy diversas. La Resistencia fue, en el fondo, una especie de crisol en el que se elaboró una cierta concepción de Francia y del progreso social”. “Lo esencial está ahí”, acota su nieto, Julien Blanc. “Las opciones políticas no están grabadas en mármol. La Resistencia fue un periodo extraordinario de aceleración temporal y maduración política”. Vernant rompió su silencio para no olvidar esa verdad esencial de la lucha contra el totalitarismo, enterrada bajo décadas de polémicas y discusiones: que la Europa posterior al nazismo tenía una obligación moral con la libertad.

Libros sobre la Resistencia
'Au commencement de la Résistance. Du côté du musée de l’homme' (1940-1941). Julien Blanc. París, Seuil, 2010. 512 páginas, 23,50 euros.

'Combatientes en la sombra'. Robert Gidea. Madrid, Taurus, 2016. Traducción de Federico Corriente. 693 páginas. 10,44 euros (ebook).

'Entre mythe y politique / La traversée des frontières'. Jean Pierre Vernant. París, Seuil. 612 páginas, 9,95 euros primer tomo – 222 páginas, 8,30 euros (segundo tomo). (Existe una edición española en el Fondo de Cultura Económica, actualmente agotada)

'Français, on ne vous a rien caché'. François Azouvi. París, Gallimard, 2020. 608 páginas, 24 euros (impreso) / 19 euros (ebook).

'Lacombe Lucien'. Patrick Modiano. Traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Barcelona, Anagrama, 2018. 160 páginas, 16,9 euros.

'La France de Vichy'. Robert Paxton. París, Seuil. 475 páginas, 11 euros (existe una versión española de 1974 en la editorial Noguer que se puede encontrar en librerías de segunda mano).

'La Nueve, los españoles que liberaron París'. Evelyn Mesquida. Barcelona, Ediciones B, 2019. 344 páginas, 20,90 euros (impreso) / 7,59 euros (ebook).

'Los surcos del azar'. Paco Roca. Bilbao, Astiberri, 2013. 328 páginas. 25 euros (impreso) / 7 euros (ebook).

'Y ahora, volved a vuestras casas'. Evelyn Mesquida. Barcelona, Ediciones B, 2020. 320 páginas, 20,90 euros.

viernes, 12 de julio de 2024

_- Amor entre el horror de Auschwitz

Rudolf Friemel and Margarita Ferrer Rey
_- Foto de boda de Rudolf Friemel y Margarita Ferrer Rey, 18 de marzo de 1944. Rudolf Friemel Estate.
El enlace entre Margarita Ferrer y el preso austriaco Rudolf Friemel fue el único que se celebró en el campo nazi. El nieto de la pareja ha donado su archivo en Viena.

A Rudolf Friemel le permitieron dejarse crecer el cabello y lucir traje, corbata y zapatos prestados de la guardarropía de las SS. Su padre y su hermano llegaron en tren desde Viena en calidad de testigos, y con ellos la novia, Margarita Ferrer, a la que permitieron entrar en Auschwitz con su hijo común, Édouard, un niño de tres años. Un prisionero polaco hizo las fotografías, hubo un banquete íntimo y los recién casados pasaron la noche de bodas en el prostíbulo del campo, una celda del barracón 24. Al día siguiente se despidieron, Margarita regresó con la familia a Viena y Rudolf continúo su reclusión como preso número 25173. Hasta que la muerte los separe. No se volvieron a ver.

Eran vidas trágicas, desgraciadas, de película. Rudolf Friemel y Margarita Ferrer se conocieron en el frente del Ebro durante la Guerra Civil: él había viajado a España para luchar con las Brigadas Internacionales contra Franco; ella acompañaba al grupo de mujeres antifascistas que hacía excursiones desde la retaguardia para animar las horas muertas de los soldados en las trincheras. Él era de Viena, buena planta, carismático, con el mentón partido de Robert Mitchum, un mecánico de coches que había estado involucrado en el asesinato de un inspector de policía durante el Levantamiento de febrero del 34. Ella era una española de ojos negros que trabajaba como secretaria en Barcelona. Cuando entraron las tropas franquistas en la ciudad, tuvo que huir con su hermana cruzando a pie los Pirineos para acabar en un campo de concentración en Francia.

Saint-Cyprien era una franja a orillas del mar cercada con alambre de espino, sin ni siquiera barracones donde guarecerse ni agua potable, con los refugiados peleando por sobrevivir en la arena. El mismo campo al que pronto llegó Rudolf, pero sin que ninguno de los dos amantes supiera que compartían cautiverio. Antes de que Rudolf fuera deportado a Auschwitz en diciembre de 1941, hubo un feliz reencuentro y Margarita se quedó embarazada de Édouard.

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El hijo de Édouard tiene hoy 48 años, es un ingeniero alto y pelirrojo que vive en Marsella y lleva el nombre de su abuelo. Rodolphe Friemel acaba de donar al archivo municipal de Viena los documentos originales que conservaba su familia sobre el enlace en Auschwitz, y la Biblioteca de Viena los exhibirá hasta el 30 de septiembre. El acceso es libre y permite conocer las entrañas del monumental edificio neogótico del Ayuntamiento vienés. El buen castellano que habla Rodolphe no lo aprendió con su abuela Margarita, sino con su segundo marido, Paco Suárez, un republicano español superviviente de Mauthausen que durante años se sirvió el café en latas porque lo demás eran lujos.

“Con Marga nunca hablé de su boda en Auschwitz. Era una cuestión de celos, Paco no lo soportaba”, dice Rodolphe Friemel junto a las vitrinas que exponen las fotos, cartas, tarjetas de boda diseñadas por otros reclusos preferentes y documentos oficiales del enlace de sus abuelos. “Con mi padre conseguí un diálogo fluido al final de su vida. Siempre se negó, era un trauma para él. Una noche le dije: ‘Papá, no soporto la idea de que te mueras, y necesito hablar contigo para aclarar cómo fue tu infancia’. Creo que pensó que se lo debía a su hijo. Murió un año después”.

Margarita and Rudolf
Margarita and Rudolf
Foto de la pareja nupcial con su hijo Edouard, 18 de marzo de 1944. Rudolf Friemel Estate.
BIBLIOTECA MUNICIPAL DE VIENA

El catálogo de la exposición se presenta con un texto del escritor Erich Hackl, autor de Boda en Auschwitz (publicado en España por Destino), un libro de indudable valor como documento histórico: Hackl buscó como un detective las voces de testigos y supervivientes para armar el relato con una detallada historia oral. Incluso tras su publicación siguió encontrando a los protagonistas. En Cracovia conoció al fotógrafo del enlace, Wilhelm Brasse, preso en el campo casi desde su apertura en agosto de 1940 por su rechazo a alistarse en la Wehrmacht. “Brasse había fotografiado los experimentos del doctor Mengele, imágenes terribles como la de los niños siameses cosidos por la espalda. Tomó miles de imágenes para el servicio de identificación, un trabajo que le salvó la vida. Recordaba las fotos de los novios como el único momento feliz en Auschwitz”, dice Hackl. Los retratos están en la exposición. En el dorso de la fotografía que le permitieron a Rudolf enviarle a Margarita, se lee escrito con tinta azul en castellano: “A mi esposa fiel y valiente en su gran día. Su Rudi. Auschwitz, 18-III-44″.

Rudolf Friemel había iniciado tiempo atrás una batalla burocrática con las instituciones del Reich para conseguir el enlace y que su hijo tuviera un padre reconocido. No era judío, sino un preso político que les resultaba muy útil a las SS por su conocimiento de mecánica. Lo consideraban alemán y contaba con ciertos privilegios, como enviar y recibir correspondencia (las cartas con los sellos con la efigie de Hitler y el matasellos del campo de concentración de Auschwitz que se exhiben en Viena).

Auschwitz wedding
Auschwitz wedding

Fotos del servicio de identificación de la Gestapo de Viena, septiembre de 1941. Rudolf Friemel Estate. BIBLIOTECA MUNICIPAL DE VIENA

Rudolf Friemel letter to Margarita Friemel
Rudolf Friemel letter to Margarita Friemel Carta de Rudolf Friemel a Margarita Friemel del 30 de julio de 1944. Patrimonio de Rudolf Friemel. BIBLIOTECA MUNICIPAL DE VIENA

En Auschwitz-Birkenau, la máquina de exterminio nazi asesinó de forma industrial a más de un millón de personas. En los cinco años que operó el campo solo se celebró esta boda. Se ha interpretado como un pasatiempo cínico de la comandancia, un acto de propaganda como el documental filmado en Terezin, un gesto de humanidad o el triunfo de la voluntad burocrática, película que podría haber rodado Leni Riefenstahl. “Coincidió con el nombramiento de un nuevo comandante, Liebehenschel, que trató de atenuar el terror. Fue él quien lo permitió”, explica Hackl, que añade: “Pero no hay una explicación clara. Las decisiones sobre la vida o la muerte eran arbitrarias. Como me contó un superviviente, 999 presos podían ser apaleados hasta la muerte y el número mil se salvaba. No hay que buscar una razón para cada autorización, cada decreto de excepción”. Y con Liebehenschel el exterminio continuó. La boda se ofició esa mañana esplendorosa que anticipaba la primavera en Auschwitz sin que la chimenea de ladrillo rojo dejara de cubrir el campo con el hedor a carne quemada.

Boda de Auschwitz
Boda de Auschwitz
Nota de felicitación de compañeros del campo, el 18 de marzo de 1944. Patrimonio de Rudolf Friemel. BIBLIOTECA MUNICIPAL DE VIENA

Entre los presos hubo un sentimiento de victoria. Volvieron fugazmente a las rutinas de la libertad. La euforia los envalentonó y los animó a trazar un plan de huida, que tras ser destapado acabó con Friemel en el cadalso. Lo colgaron el 30 de diciembre con la misma camisa con la que se había casado, apenas un mes antes de que el campo fuera liberado por el ejército soviético. Durante el tiempo que esperó la sentencia, logró enviarle una serie de cartas de amor a Marga con la complicidad de un SS, que también están en la muestra.

El enfrentamiento con el horror nazi de la familia de Rodolphe Friemel no se acaba aquí. Su abuelo materno fue ejecutado en París durante la ocupación alemana. La Gestapo descubrió la imprenta en la que producía L’Humanité y otros panfletos con instrucciones para usar armas de la Resistencia francesa. “También conservo su material, un testimonio directo. Lo llevé al archivo de Francia”, dice Rodolphe Friemel, “pero no lo aceptaron. No disponen de recursos y tiempo para registrarlo. Y es una pena”.

Catalunya: cuando el Código Penal se convierte en la Constitución.

La conducta aberrante de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y de algún juez de instrucción de la Audiencia Nacional o del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya han conducido a hacer reaparecer delitos de los que no se tuvo noticia en el momento en que supuestamente se cometieron.

Quiero pensar que estamos en los últimos estertores de la estrategia frente al nacionalismo vasco y catalán, que estaba, y creo que continúa estando, en la cabeza de José María Aznar desde que obtuvo la mayoría absoluta en las elecciones generales de 2000. La Constitución está bien como referencia para el ejercicio del derecho a la autonomía siempre que se acepte la posición del PP de que el desarrollo del Título VIII de la Constitución se cerró con los segundos pactos autonómicos de 1992, a partir de los cuales se produjo la reforma de todos los estatutos de autonomía de las comunidades autónomas que no habían accedido a la autonomía por la vía del artículo 151 de la Constitución: País Vasco, Catalunya, Galicia y Andalucía, a las que, desde la perspectiva competencial, se habían añadido la Comunitat Valenciana y las Islas Canarias y con un carácter más amplio Navarra con la Ley de Amejoramiento del Fuero. A partir de ese momento, para el PP, el alcance y los límites del ejercicio del derecho a la autonomía estaban definidos y cualquier innovación únicamente podía producirse o mediante la reforma de la Constitución o mediante una decisión del Tribunal Constitucional.

De ahí que el PP se negara a la tramitación en las Cortes Generales del Proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía del País Vasco, popularizado como Plan Ibarretxe. En el otoño de 2003, momento en que fue aprobada la reforma en el Parlamento Vasco, José María Aznar era presidente del Gobierno y recurrió al privilegio procesal del artículo 161.2 de la Constitución para que el Tribunal Constitucional acordara la suspensión del proyecto de reforma aprobado. Pensaba el presidente del PP que su partido ganaría las elecciones que se tenían que celebrar en marzo de 2004 y que, desde el Gobierno, se torpedearía definitivamente la tramitación parlamentaria de la reforma estatutaria.

Como los lectores saben, no fue así. José Luis Rodríguez Zapatero se convertiría en presidente del Gobierno en las elecciones generales de ese año y, casi inmediatamente después, el Tribunal Constitucional levantó la suspensión que pesaba sobre el texto aprobado por el Parlamento Vasco y la Mesa del Congreso de los Diputados ordenaría la tramitación Parlamentaria del mismo.

Contra la decisión de la Mesa del Congreso, diversos parlamentarios del PP presentarían un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional con base en su argumentación de que, sin reforma constitucional, no se puede modificar el contenido y alcance del derecho a la autonomía, que era lo que hacía la reforma estatutaria vasca. El Tribunal Constitucional no estimaría el recurso interpuesto, dejando la puerta abierta para la tramitación parlamentaria de la reforma en las Cortes Generales.

El Proyecto de reforma se debatiría en el Congreso de los Diputados, en la que participó el lehendakari Ibarretxe. El texto no pasaría la fase de toma en consideración y sería devuelto al Parlamento vasco para que decidiera lo que le pareciera oportuno, que, hasta el momento, ha consistido en no volver a aprobar un nuevo Proyecto de Ley de Reforma del Estatuto.

La estrategia del PP contra la reforma del Estatuto Vasco, se reproduciría respecto de la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya. Aunque inicialmente Josep Piqué, que en ese momento era el líder del PP en Catalunya, intentó que el partido se implicase en la negociación de la reforma, desde la dirección nacional se le dijo que no. Josep Piqué abandonó la presidencia del PP catalán y la política institucional. Seguiría haciendo política con la palabra y la pluma.

AP primero y PP después han fijado su posición sobre la estructura del Estado con una contundencia inequívoca. La Constitución con los Pactos de 1981 y 1992 habían dejado definido el contenido y alcance del ejercicio del derecho a la autonomía. Únicamente mediante la Reforma de la Constitución o mediante la jurisprudencia constitucional se podía introducir algún cambio en el ejercicio de dicho derecho. La reforma de los estatutos de autonomía no era un instrumento adecuado para ello.

En el caso de la reforma del Estatuto Vasco se pudo resolver el conflicto con relativa facilidad, ya que el Proyecto de Ley de Reforma había sido aprobado por la mayoría absoluta, que es lo que exige el Estatuto de Gernika, pero dicha mayoría se había configurado con tres votos de Batasuna de los seis que componían su grupo parlamentario. Tres votos a favor tres votos en contra. En un momento en que el terrorismo seguía teniendo presencia muy notable, un texto aprobado en esas circunstancias llegaba muy debilitado a la Cortes Generales. Fue relativamente fácil aprobar el rechazo del mismo en el trámite de toma en consideración. No hubo reacción de protesta significativa en el País Vasco.

El caso de la reforma del Estatuto de Autonomía de Catalunya fue distinto. La aprobación del Proyecto de Ley de Reforma fue aprobado respetando escrupulosamente lo previsto en la Constitución y en el Estatuto de Autonomía. La combinación de democracia representativa y democracia directa que se previó en la Constitución para la aprobación de los estatutos de las nacionalidades en general y de Catalunya en particular, se ejecutó de una manera impecable. Jurídicamente impecable, aunque desde una perspectiva política se puedan tener reservas. Pero desde la perspectiva constitucional y estatutaria, ninguna. La negociación entre el Parlament y el Congreso de los Diputados, con un control de constitucionalidad de enorme intensidad por la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, y la ratificación de los ciudadanos en referéndum cumplieron sobradamente las exigencias constitucionales y estatutarias.

La reforma entró en vigor en 2006 y estuvo cuatro años en vigor sin que produjera ningún conflicto digno de mención. Lo único que se detectó fue una reducción de la conflictividad entre el Estado y la comunidad autónoma ante el Tribunal Constitucional.

A pesar de ello, el Tribunal Constitucional, en un proceso turbio, con mandatos caducados, con una recusación escandalosa del magistrado Pérez Tremps y algunas incidencias más, acabó anulando la reforma estatutaria. No en su totalidad jurídicamente, pero sí políticamente. El Tribunal Constitucional hizo saltar por los aires la Constitución territorial pactada en 1978, que consistía en el pacto entre los dos parlamentos, el de la nacionalidad y el del Estado y la ratificación de dicho pacto por los destinatarios de la norma en referéndum.

Desde que se hizo pública la Sentencia del Tribunal Constitucional 31/2010, relativa a la reforma del Estatuto, el rechazo en Catalunya ha sido masivo. El PP consiguió imponer a Catalunya un Estatuto distinto y contradictorio con el que había sido pactado entre el Parlament y las Cortes Generales y aprobado en referéndum. Catalunya es la única comunidad autónoma en la que el derecho a la autonomía se ejerce con base en una norma impuesta contra la voluntad de sus ciudadanos.

Desde 2010 hasta 2014, el Gobierno presidido por Mariano Rajoy con mayoría absoluta se enfrentó a la crisis constitucional recurriendo exclusivamente al Tribunal Constitucional. Pero a partir de 2015 en que la derecha española pierde la mayoría parlamentaria, aunque consigue mantenerse en el Gobierno hasta 2018 por el cordón sanitario que impone al nacionalismo catalán, al Gobierno del PP no le resulta suficiente el concurso del Tribunal Constitucional, sino que, sin dejar dicho concurso, acude a la Fiscalía General del Estado, a la Audiencia Nacional y a la Sala Segunda del Tribunal Supremo para hacer frente al nacionalismo catalán. De la Constitución se pasa al Código Penal como canon con el que enjuiciar el ejercicio del derecho a la autonomía de Catalunya. Todo ello en el marco dibujado por la aplicación del artículo 155 de la Constitución.

Y en esas estamos. El Poder Judicial convertido en ariete contra el nacionalismo catalán con irregularidades de todo tipo. Desde incumplir la Constitución durante más de cinco años en la renovación del Consejo General del Poder Judicial hasta hacer un uso fraudulento del Derecho Europeo, para impedir que Oriol Junqueras pudiera ser parlamentario europeo, a pesar de haber sido proclamado candidato electo tras la celebración de las elecciones en 2019. Maniobras contra los indultos y guerra sin cuartel contra la ley de amnistía, haciendo una interpretación del delito de malversación que no puede ser justificada con ninguna de las reglas de interpretación impuestas por el Título Preliminar del Código Civil.

La conducta aberrante de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y de algún juez de Instrucción de la Audiencia Nacional o del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya han conducido a hacer reaparecer delitos de los que no se tuvo noticia en el momento en que supuestamente se cometieron, pero a los que la aprobación de la ley de amnistía ha dado vida nueva. El de terrorismo se ha desinflado ya. Otro tanto le va a pasar al de alta traición que el visionario juez Aguirre ha traído a colación.

Pienso que toda esta operación va a acabar en un fracaso absoluto. Pero nos va a costar mucho superar el destrozo que ha producido la sustitución de la Constitución por el Código Penal para hacer frente al ejercicio del derecho a la autonomía en Catalunya.

jueves, 11 de julio de 2024

Auschwitz como nunca se ha visto: el campo nazi, su historia y sus secretos en 33 objetos

Trozos de una muñeca hallada en Auschwitz.

Una muñeca, una lata de Zyklon B o la puerta de una de las cámaras de gas, entre los elementos que sirven para explicar el terrible complejo de concentración nazi en una extraordinaria serie de Canal Historia que desciende por primera vez a la ‘zona cero’ del exterminio.

Todo es perturbador en este extraordinario documental, Auschwitz en 33 objetos (Canal Historia), que a partir de elementos del más famoso, terriblemente famoso, campo de la muerte nazi (en realidad un complejo mixto de campo de trabajo y exterminio), explica la historia, funcionamiento e inmensa tragedia humana del lugar, símbolo mayor del Holocausto. Nunca se ha visto Auschwitz así. Las imágenes aéreas tomadas con drones, desplazándose con la solemne lentitud de cenizas en el aire, permiten hacerse una idea completísima y sobrecogedora de la extensión del doble campo Auschwitz-Birkenau, su magnitud y los diferentes espacios de (semi) vida y muerte (fueron asesinadas más de un millón de personas, el 90 % judíos). Los 33 objetos seleccionados para contar el campo, hoy Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau y lugar Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, llevan la narración a lo concreto y material, a veces íntimo, del horror. Lo de los objetos es una fórmula habitual de explicar historias que se utiliza frecuentemente en libros, pero aquí funciona con un impacto emocional enorme. Historias como la de la muñeca, la puerta de una de las cámaras de gas (la única que se conserva), el termo que dejó enterrado con el relato de lo que sucedía durante el proceso de exterminio uno de los miembros de los Sonderkomandos formados por prisioneros que acarreaban los cadáveres y luego eran ellos mismos eliminados, la batuta de la orquesta del campo, con rastros de sangre, o la mesa de autopsias de los médicos de las SS, son de las que sólo pueden seguirse apretando los dientes y respirando a fondo.

A destacar con todo de la serie documental (en cinco capítulos), un momento espeluznante, la excepcional —es la primera vez que accede un equipo de televisión— visita a la verdadera zona cero del Holocausto: pese a que las SS destruyeron con explosivos las pruebas más infamantes del campo, las cuatro grandes cámaras de gas de Birkenau y sus adyacentes crematorios, se conservan bajo las ruinas de los siniestros edificios restos del pavimento de una, la II, subterránea. Sobre el suelo de ese lugar dantesco, que normalmente no es visitable, agonizaron y murieron gaseadas decenas, cientos de miles de personas. 


La serie, pese a lo duro y descarnado del tema, apuesta por un tono sosegado, huyendo de cualquier tipo de sensacionalismo. Centrarse en los objetos permite que tomen protagonismo los historiadores y conservadores del museo, que es también un centro de investigación además de un lugar de memoria. Su lenguaje científico (aunque a menudo trasluce una enorme emoción) y sus explicaciones sobre la conservación de esos elementos testigos de la historia, como una lata del gas Zyklon B o el zapato de un niño de 4 años, ayudan a hacer menos ardua esta singular visita a Auschwitz. También hay algunas historias de aventuras (la fuga de cuatro presos en un coche de las SS y con uniformes nazis, contada a partir de una matrícula de automóvil; la del púgil famoso que noqueó en combate a un guardia, narrada con sus guantes de boxeo) y de merecido castigo: la de la ejecución del comandante Höss a partir de la horca en que lo colgaron. A destacar la utilización de unos dibujos animados en xilografía que hacen las veces de la reconstrucción en vivo de escenas de la historia del campo y que constituyen una alternativa de mayor seriedad y sobriedad que las acostumbradas teatralizaciones.

Entrada al campo de Auschwitz.
“Es difícil decir cuál es el objeto más emotivo de los 33 seleccionados”, explica a este diario Marek Zajac, presidente del consejo de la Fundación Auschwitz-Birkenau, guionista y uno de los expertos que aparecen en el documental. “Sin embargo, si tuviera que elegir sólo uno, señalaría la puerta de la cámara de gas. Se guarda en una vitrina especial con nitrógeno para preservarla para las generaciones futuras. Es terrorífico lo de que esa puerta fue testigo. Recuerdo el momento en que los conservadores encerraron la puerta en la vitrina. Era tarde, incluso puede que ya de noche. Uno de los conservadores me dio unos guantes y me dijo: “Tienes la última oportunidad de tocarla antes de que quede sellada. Me puse los guantes y de repente decenas de imágenes aparecieron en mi cabeza. Familias judías enteras muriendo, niños pequeños, mujeres… Gente muriendo en una agonía terrible, tocando esa puerta… golpeando con los puños en las planchas de madera con la esperanza de que los rescataran… Y retiré la mano. No fui capaz de tocar la puerta, y así debe permanecer. Estoy seguro de que nuestra historia en el documental sobre esa puerta de la cámara de gas no dejará a nadie indiferente”.

Zajac subraya que Auschwitz en 33 objetos responde a la necesidad de encontrar nuevas maneras de explicar el campo para los nuevos tiempos y generaciones. “Eso es muy importante, los jóvenes han crecido en un mundo muy diferente, el digital, el mundo de las redes sociales y los vídeos cortos de Instagram. Tienen una percepción y una sensibilidad diferentes, distintos conocimiento y memoria que sus padres y abuelos. Además, desgraciadamente, se aproxima el tiempo en que no habrá más supervivientes y testigos. Nuestra serie documental se basa en una colaboración única entre el canal Polsat TV y el museo Auschwitz-Birkenau con la colaboración de la productora Inbornmedia. Y es nuestro común objetivo afrontar esos retos. Por eso hemos combinado de manera innovadora diferentes elementos. En primer plano están esos 33 objetos seleccionados de la colección del museo, entre ellos algunos que no se muestran a los visitantes”.

Puerta de una de las cámaras de gas de Auschwitz, preservada en el museo del campo.
“Cada elemento”, continúa, “ilustra un aspecto importante de la historia del campo: hechos poco conocidos sobre el Holocausto o los perpetradores, los inicios de Auschwitz como campo especialmente para prisioneros políticos polacos, el destino de los gitanos o los prisioneros de guerra soviéticos, y muchos otros temas. En segundo lugar, combinamos estos objetos con los relatos de los supervivientes, que a menudo ilustramos con animaciones. Y tercero: mostramos el fascinante trabajo del equipo del museo, historiadores y conservadores, técnicos de los archivos y colecciones. Todos ellos, como detectives —a menudo usando las últimas tecnologías—, descubren secretos y enigmas escondidos bajo los objetos. Analizando detalles que parecen poco llamativos, sacan a la luz emocionantes historias humanas. Gracias a eso, víctimas anónimas del asesinato de masas recuperan su identidad, nombres, apellidos y rostros. Y décadas después pueden contar al mundo la historia de sus vidas y muertes”.

El documental profundiza en los problemas específicos de conservación que presentan objetos tan singulares como los de Auschwitz… “Al igual que Auschwitz-Birkenau no es un museo ordinario, la conservación en este lugar es algo absolutamente único. Por eso es por lo que el director del museo, Rafal Pioro, ha constituido a lo largo de los años uno de los mejores equipos de su clase en el mundo, que trabajan en uno de los más modernos laboratorios. Para empezar, los conservadores de Auschwitz siguen una lógica completamente distinta de lo usual. No restauran objetos a su estado original. No reconstruyen nada. Tratan de preservar los objetos y edificios en la condición en que quedaron a fin de asegurar su autenticidad. Si preservan una maleta robada a las víctimas por los SS, dejan todos los daños, porque son la prueba de que los equipajes (de los que el museo guarda alrededor de 3.800) fueron registrados en busca de dinero y objetos de valor. Tratan de preservar incluso los restos de barro o musgo en las maletas, pues son prueba de que permanecieron a cielo abierto por largo tiempo, arrojadas al suelo tras la muerte de sus propietarios”. Los conservadores han tenido que desarrollar nuevos y únicos métodos de conservación. “Sabemos cómo cuidar las esculturas de una catedral gótica, pero nadie había nunca preservado… cepillos de dientes. Aquí son evidencias preciosas de un crimen, y a menudo la única traza de la vida y la muerte de sus propietarios. Se los aborda como reliquias y se los preserva con gran cuidado. Por último, los conservadores de Auschwitz cuidan objetos, edificios y ruinas. Pero no se trata sólo de cosas materiales, se trata de gente. Los conservadores también cuidan de las historias de las víctimas y de los perpetradores”.
 
Raíles que conducen al campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en Oswiecim, Polonia.
Raíles que conducen al campo de exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en Oswiecim, Polonia.
Marek Zajak recuerda que al 75 aniversario de la liberación del campo, en 2020 acudieron más de 200 supervivientes de todo el mundo. “Los testigos son y seguirán siendo el punto de referencia más importante para contar la historia de Auschwitz y del Holocausto. A lo largo de los años, ellos han hecho un gran esfuerzo para dejar memorias, relatos, libros, entrevistas y grabaciones. Es una fuente inestimable. Sin embargo, eso no cambia que cuando no queden testigos se producirá un complejo desafío. No será fácil, pero habrá que buscar nuevas formas de explicar”.

Uno de los retos del museo y lugar de memoria de Auschwitz es cómo preservar su trascendencia humana e incluso espiritual frente a las presiones y falta de sensibilidad del turismo de masas. ¿Cómo conciliar la experiencia emotiva íntima de visitar el campo y museo con el gentío? “Por un lado, hemos de felicitarnos de que tanta gente de todas partes quiera visitar Auschwitz, y experimentar el lugar auténtico. Por otro lado, claro, eso trae problemas. Ante todo, el museo debe poner restricciones al número de visitantes, para asegurar la salvaguarda de la gente y los objetos. Pero le aseguro que todo el mundo puede experimentar Auschwitz en paz y tranquilidad. A menudo es suficiente con acudir entre semana y no el fin de semana. Un fenómeno fantástico es el de los grupos de estudiantes, gente joven que vienen con tiempo. Pueden presenciar encuentros con supervivientes, visitar los archivos y leer testimonios”.

El presidente del consejo de la Fundación del campo, no considera muy acertados en general los intentos de acercarse a Auschwitz y el Holocausto desde la ficción literaria y cinematográfica. “Con pocas excepciones, la mayoría de películas y libros de ficción son dañinos y vulgares, de mal gusto. Propagan un falso retrato de la historia. Desafortunadamente, muchas de esas obras son muy populares. Son máquinas de hacer dinero, pero perjudican y ofenden la memoria. A menudo se presentan bajo frases como “basado en hechos”. Pero muchos de sus autores nunca han contactado con el museo, jamás han visitado sus archivos… Sin duda la verdad es más interesante. Nuestro documental es la mejor prueba de que la vida y la historia han escrito los mejores guiones, y de que las historias reales son las más emocionantes y emotivas”.