domingo, 20 de octubre de 2024

_- ¿Cuán comunista es realmente China hoy? BBC

Poster con imagen de Marx, Lenin y Mao

_- El 1 de octubre de 1949, Mao Zedong instauró la República Popular de China, sobre la base de las teorías de Marx y Lenin.


Hace 75 años, el 1 de octubre de 1949, el Partido Comunista tomaba el poder en China, poniendo fin a una larga guerra civil, y su líder, Mao Zedong, anunciaba el nacimiento de una nueva nación: la República Popular de China (RPC).

El país atravesó enormes cambios. Mao instaló políticas marxistas, pero a diferencia del comunismo soviético, centrado en la clase obrera, la revolución maoísta se basó en los campesinos.

El objetivo de Mao era industrializar al país y transformar la tradicional economía agraria china. Para ello creó brigadas de trabajo y granjas colectivas, prohibiendo la agricultura y la propiedad privada.

La colectivización y centralización de la economía transformaron a la sociedad china.

Pero "El Gran Salto Adelante" -como llamó Mao a su proceso de industrialización- también provocó una gravísima insuficiencia alimentaria y al menos 20 y hasta 45 millones de personas, según diferentes fuentes, murieron de hambre entre 1958 y 1962.

Mao ahondó sus políticas comunistas y lanzó a mediados de la década de los 60 otra de sus políticas más controvertidas: la "Revolución Cultural", una campaña contra los partidarios del capitalismo en China bajo el pretexto -destacan los historiadores- de eliminar a sus enemigos políticos en el seno del Partido Comunista Chino (PCCh).

Millones de personas fueron aterrorizadas por la Guardia Roja, los jóvenes movilizados por Mao para eliminar a la "cultura burguesa".

Pese a ello, un intenso culto a la personalidad convirtió a Mao en una especie de divinidad nacional.

Su imagen sigue muy presente en la vida diaria del país asiático. Sin embargo, hoy la República Popular de China no podría ser más distinta de lo que la que concibió "El Gran Timonel".

Así se ve hoy Shanghái, la capital económica de China.

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Pie de foto,
Así se ve hoy Shanghái, la capital económica de China.

Superpotencia

75 años después de su fundación, la China actual parece casi opuesta a la nación que concibieron los fundadores del PCCh.

Mientras que Mao colectivizó el trabajo, centralizó la economía y persiguió a los partidarios del capitalismo, hoy China es el segundo país del mundo con más millonarios (hay más de 6 millones, según el último Informe de riqueza global de UBS).

Su Producto Interno Bruto (PIB) solo es superado por el de Estados Unidos, que tiene apenas 6 empresas más que el gigante asiático (139 vs 133) en la lista de las 500 corporaciones más grandes del mundo, según el listado de 2024 de la revista Fortune

También tiene el sector bancario más acaudalado y la entidad con mayores activos: el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC).

¿Cómo se explica, entonces, que el país comunista más grande del mundo tenga este nivel de riqueza y se encamine -según algunos analistas- a convertirse en la principal superpotencia económica del planeta?

Todo se debe a los cambios que introdujo a partir de 1978 -dos años después de la muerte de Mao- Deng Xiaoping, quien impulsó un programa económico que se conoció como "Reforma y apertura".

Deng hizo todo lo contrario a lo que pregonaba Mao: liberalizó la economía, permitiendo el resurgimiento del sector privado y descentralizó el poder, dejando la toma de decisiones en manos de las autoridades locales.

Desmanteló progresivamente las comunas y les empezó a dar mayores libertades a los campesinos para que pudieran administrar las tierras que cultivaban y vender los productos que cosechaban.

También se abrió al exterior: viajó a EE.UU. y selló los lazos con Washington, tras el histórico primer paso que dio Richard Nixon al visitar China en los últimos años de Mao, en plena Guerra Fría.

Deng Xiaoping con Jimmy Carter

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Pie de foto,Deng Xiaoping firmó un histórico acuerdo con el presidente estadounidense Jimmy Carter, en 1979.

Así, empezaron los contratos comerciales entre la RPC y Occidente, dando paso a la entrada en la economía del país asiático de inversiones extranjeras y multinacionales icónicas del capitalismo, como Coca-Cola, Boeing o McDonald's.

"Socialismo con características chinas"

El modelo económico introducido por Deng, basado en una economía de mercado, se bautizó oficialmente "Socialismo con características chinas".

Fue una fórmula exitosa que permitió que China empezara a crecer a niveles récord y sostenidamente, durante cuatro décadas.

El Banco Mundial estima que más de 760 millones de chinos salieron de la pobreza gracias a las reformas, algo sin precedentes.

Algunos expertos lo llaman "el milagro económico más impresionante de cualquier economía en la historia".

Los líderes posteriores -Jiang Zemin, Hu Jintao y el actual mandatario del país, Xi Jinping- mantuvieron las reformas aperturistas.

China se modernizó y hoy no solo domina la fabricación de ropa, textiles y electrodomésticos. También es un gigante tecnológico.

Si miras a tu alrededor, verás que muchos de los productos que utilizas proceden de allí.

Xiaomi, Oppo y Vivo son algunas de las empresas de telefonía más grandes del mundo y Huawei es líder en el desarrollo de la tecnología 5G.

Lenovo, otra empresa privada china, es la que más ordenadores vende en el mundo.

Y la plataforma Alibaba es una de las principales empresas de comercio electrónico del planeta.

El fundador de Alibaba, Jack Ma
El fundador de Alibaba, Jack Ma

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El mutlimillonario fundador de Alibaba, Jack Ma, es uno de los emprendedores más famosos de China y pertenece al Partido Comunista, según informó el oficial Diario del Pueblo.

Con todo, cabe preguntarse: ¿podemos seguir llamando a China un país comunista?

Poder absoluto

Desde el punto de vista político, la respuesta es: definitivamente, sí.

Un siglo después de su creación, el PCCh sigue siendo la única fuerza política en China y gobierna de forma vertical y jerárquica, con dirigentes en cada ciudad y región del país.

La estructura del partido es piramidal y en su base hay más de 95 millones de miembros.

El presidente de China es elegido por la Asamblea Popular Nacional -el Parlamento-, que está controlado por el PCCh.

Y el partido controla a todos los altos funcionarios del gobierno, los líderes de las empresas estatales, las escuelas, los hospitales y los grupos sociales.

"El PCCh no es un partido político tal como entendemos este tipo de organización en una democracia multipartidista. Es un Partido-Estado", explicó en un artículo en la revista Política Exterior Jean-Pierre Cabestan, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong y uno de los mayores expertos en China.

Este Partido-Estado presta mucha atención al control de su ideología: no existe la libertad de prensa y, con excepción de unos pocos medios escritos privados, el sector mediático está bajo control estatal.

Según el organismo de derechos humanos Human Rights Watch, el gobierno chino "mantiene un estricto control sobre internet, los medios masivos y la academia".

También "persigue a comunidades religiosas" y "detiene de forma arbitraria a los defensores de los derechos humanos".

Pero si se analiza al país desde una perspectiva económica, ahí la historia es otra.

Un poster de Mao 
Un poster de Mao

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
Políticamente comunista, económicamente... no tanto.

"La pesada mano del partido"

"Económicamente China hoy está más cerca del capitalismo que del comunismo", opinó a BBC Mundo la analista internacional, experta en Asia, Kelsey Broderick.

"Es una sociedad de consumo, lo que es totalmente opuesto al comunismo", destacó.

Sin embargo, Broderick advirtió que, aunque a primera vista la economía china parece completamente capitalista, "si remueves la primera capa, puedes sentir la pesada mano del partido".

El control que ejerce esta "mano invisible" se siente más en lo alto de la pirámide económica, afirma. El Estado determina, por ejemplo, el precio del yuan y quién puede comprar divisas.

Y es el que controla las empresas más grandes del país, que manejan los recursos naturales.

El PCCh también es oficialmente el dueño de toda la tierra en China, aunque en la práctica las personas pueden poseer propiedades privadas por un determinado número de años.

Y controla el sistema bancario, por lo que decide a quién se le otorga préstamos.

Incluso las empresas privadas chinas deben someterse a inspecciones estatales y tienen "comités partidarios que pueden influenciar la toma de decisiones", cuenta Broderick.

Esto último también ocurre con algunas firmas extranjeras que operan en el país, en el caso de que tengan tres o más miembros del PCCh empleados (una situación no poco común teniendo en cuenta los más de 95 millones de miembros).

Oficinas de Huawei
Oficinas de Huawei

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Pie de foto,
EE.UU. ha acusado a China de utilizar a su principal empresa privada de telecomunicaciones para espiar a otros países, acusación que Huawei rechaza.

Este borroso límite entre lo privado y lo estatal está detrás de la controversia que ha afectado en los últimos años a Huawei, luego de que EE.UU. acusara a la principal empresa privada de equipos de telecomunicaciones de China de ser un frente para el espionaje estatal (algo que la compañía niega).

"Capitalismo estatal"

Estos rasgos socialistas que aún persisten en el modelo económico chino, y que han llevado a que muchos analistas lo tilden de "capitalismo estatal", también han exacerbado la guerra comercial entre China y EE.UU.

Si bien el conflicto se centra en la balanza comercial, muy inclinada a favor de Pekín, Washington y otros socios comerciales de China reclaman por las enormes ayudas estatales que reciben las empresas privadas chinas, y que las ponen en ventaja con respecto a sus rivales internacionales.

"Las empresas privadas chinas tienen una doble ventaja: toman créditos de bancos públicos y reciben subsidios energéticos de las empresas estatales que controlan toda la producción de energía del país", señala el periodista y analista internacional Diego Laje.

Laje, quien fue presentador en la Televisión Central de China (CCTV) en Pekín y corresponsal para Asia de la cadena estadounidense CNN, considera que China "no se puede llamar capitalista porque no cumple con los requisitos y compromisos de la Organización Mundial del Comercio (OMC)", a la que adhirió en 2001 y que aún no lo reconoce como "economía de mercado".

No obstante, el periodista destaca que "en el día a día la intervención del Estado no se siente, lo que da una sensación de libertad" que hace que en muchos sentidos la economía china opere como un sistema capitalista.

Inequidad

Si bien la liberalización de la economía ha reducido fuertemente la pobreza, también ha aumentado la brecha entre ricos y pobres.

Se nota en los servicios de salud: la mayoría de los chinos dependen del sistema público, muchas veces abarrotado, pero los más ricos acuden a hospitales privados.

Personas esperando en un hospital público chino
Personas esperando en un hospital público chino

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La mayoría de los chinos dependen del sistema de salud público, pero los más ricos acuden a hospitales privados.

La educación china también ha sufrido cambios. Sigue siendo estatal pero ya no es completamente gratuita.

"Hay 9 años que son obligatorios y no se pagan. Pero para ir al secundario y la universidad hay que pagar", le dijo a BBC Mundo Xiao Lin, una intérprete originaria del sureste de China que emigró a Pekín para estudiar y trabajar.

Xiao es una de las muchas personas que padece la profunda crisis inmobiliaria por la que atraviesa China, con decenas de miles de casas nuevas sin vender porque muchos no pueden pagarlas.

"Las casas son cada vez más caras y solo los ricos pueden comprarlas. Los profesionales jóvenes como yo no podemos acceder a tener nuestra propia vivienda y dependemos de nuestros padres o abuelos", cuenta.

Estas diferencias socioeconómicas están muy lejos de lo que propone el comunismo, que apunta precisamente a eliminar las clases sociales.

¿Contradicción?

¿Cómo explica el PCCh, que en el pasado persiguió a quienes creían en el "capitalismo", el éxito de su "capitalismo estatal" que ha llevado a China a convertirse en la segunda economía más grande del mundo?

Según Anthony Saich, director del Ash Center de la Universidad de Harvard y autor del libro From Rebel to Ruler: 100 Years of the Chinese Communist Party ("De rebelde a dirigente: 100 años del PCCh"), la dirigencia del partido simplemente cambió el relato.

"Los actuales líderes de China han reescrito la historia de una manera que borra este aspecto de la historia oficial", le dijo a BBC Mundo.

"Si bien admiten que Mao pudo haber cometido algunos errores, ignoran el ataque a los 'seguidores de la vía capitalista' y explican la Revolución Cultural como un experimento del cual el partido aprendió. Enfatizan que fue un ataque a la corrupción, al burocratismo, etc.".

Plato con imagen de Xi Jinping y estatua de Mao
Plato con imagen de Xi Jinping y estatua de Mao

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Xi Jinping lidera el Estado, el PCCh y el Ejército -"la santísima trinidad comunista", afirma Laje- y muchos lo consideran el gobernante chino más poderoso desde Mao.

"Xi Jinping, en lugar de ver la era pos-1949 dividida en dos historias (una bajo Mao y otra bajo reformas) lo considera una línea ininterrumpida de experimentación que ha resultado en lo que el partido es hoy", señaló.

Saich, al igual que muchos otros expertos, resalta que, bajo Xi, China "se ha alejado de las influencias más liberales del mercado que se experimentaron anteriormente".

Por su parte, Laje observa que también se ha endurecido. "Están aumentando los niveles de represión y control y se ha perfeccionado la tecnología para que hoy China sea un Estado policial perfecto".

Para Broderick, el líder chino "está convencido de que la desintegración de la Unión Soviética se dio porque dejaron de lado sus raíces comunistas y no quiere que eso ocurra en su país".

Sin embargo, consultado sobre si la China de Xi se está haciendo más capitalista o más comunista, Saich opina que ninguna de las dos opciones es acertada: "Es más estatista".

*Esta nota fue publicada originalmente el 1 de octubre de 2019, por el 70º aniversario de la fundación de la RPC, y ha sido actualizada. 

 Veronica Smink Título del autor, BBC News Mundo*
29 septiembre 2024.

sábado, 19 de octubre de 2024

Una tarea colegiada, la educación.

La educación es una tarea colegiada ya que la escuela es una unidad funcional de planificación, desarrollo y evaluación del currículum. Los profesionales que trabajan en una institución educativa forman un equipó que tiene un proyecto compartido, unas actitudes solidarias y unas prácticas cooperativas. La escuela no es un conglomerado de clases particulares ni de prácticas individualistas. ”Más escuela y menos aula” es el título de un libro del sociólogo Mariano Fernández Enguita. Aplausos para la idea.

Una de las cualidades que hay que exigir a los docentes es la de saber trabajar en equipo. Lo cual supone capacidad de escucha, de cooperación, de aportación, de humildad, de generosidad y de tolerancia. Y un buen nivel de empatía.

De eso se trata en la escuela: de tener fines comunes y de trabajar de forma colegiada para alcanzarlos. Hay demasiado de lo mío, y poco de lo nuestro. ”Mis alumnos”, “mis problemas”, “mis objetivos” en lugar de “nuestros alumnos”, “nuestros objetivos”, “nuestros problemas”…

La colegialidad exige coordinación vertical. Es decir, que el docente de primero tiene que estar coordinado con el de segundo y el de segundo con el de tercero.

Los autores ingleses que analizan la escuela dicen que es una institución “loosely coupled”, es decir, débilmente articulada. Tienen razón. Si los responsables de la fábrica de coches que el lector prefiera, a esta hora exacta, se dan cuenta de que el departamento que fabrica el chasis está dejando un hueco para las puertas más pequeño que las puertas que construye otro departamento, ¿cuánto tardarán en coordinarse? Ni un segundo. No se entendería que siguieran fabricando chasis y puertas que no encajan ni un minuto más. ¿Cuánto tardan en coordinarse los profesores de Matemáticas o de Química o de Lengua de primero y segundo? Pues hasta que se jubile o se muera uno de los dos. Sé que estoy exagerando en aras de que la idea quede clara. Si los padres muestran su preocupación al profesor de segundo curso porque los chicos iban bien en primero (obtenían sobresalientes en su mayoría) y ahora fracasan una y otra vez, es probable que el profesor de segundo les diga:

Yo no quiero hablar mal de mis compañeros, pero así me han llegado del curso anterior. Hace falta también coordinación horizontal: es decir, todos los profesores que entran en un curso tienen que hablar el mismo idioma pedagógico. No puede ser que uno regale sobresalientes y otro reparta suspensos por doquier.

Hay que tener coordinación integral. Llamo coordinación integral a aquella por la que los docentes se muestran coherentes con las exigencias del proyecto educativo del centro. Supongamos que uno de los ejes formativos se encuentra en la coeducación, en la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades de hombres y mujeres. Supongamos que una de las actividades que vehiculan ese objetivo es una actividad de la que se ha responsabilizado una profesora. Un día, en la sala de profesores y profesoras, ella dice:

– Me voy, tengo ahora una sesión de trabajo coeducativo con el grupo de 2º B.

Y supongamos que, cuando ella desaparece por la puerta, uno de sus colegas hace una broma soez respecto a la compañera. Una broma que es recibida y jaleada por algunos colegas presentes en la sala. Pues bien, la actividad de la profesora, es destruida de forma inexorable por la actitud sexista de su compañero.

La coordinación no es solo una cuestión de actitud, que lo es. La coordinación requiere además tiempos dedicados al diálogo, a la reflexión, a la investigación, a la evaluación de la práctica.

La colegialidad exige que haya una configuración de la plantilla en torno a un proyecto, no por aluvión, Y una estabilidad de la misma. Hay plantillas que varían en su composición en más del cincuenta por ciento de los docentes de una año para otro. Los colegios privados nos llevan ventaja en este aspecto.

La colegialidad incluye también a las familias que tienen que coordinar sus esfuerzos en el mismo sentido que la escuela. Y a todos los miembros de la comunidad educativa, incluido el personal de administación y servicios. Y aun diría más, alcanza a toda la sociedad. Por eso me gusta repetir el aforismo africano: hace falta un pueblo entero para educar a un niño (o a una niña).

Hay dos metáforas que ilustran este paradigma. La primera es la de la orquesta que ejecuta una partitura. Todos siguen al milímetro la misma obra, cada uno tocando su instrumento. El director de orquesta no tiene que saber tocar todos los instrumentos, pero marca el ritmo y la intensidad. Coordinada a todos los músicos. Basta que uno falle para que la belleza y la perfección de la ejecución desaparezcan. Imaginemos el desastre que supondría que cada músico pretendiese interpretar una partitura distinta o la misma sin tener en cuenta la coordinación de todos los músicos.

La segunda metáfora es la de los remeros. Para que la barca avance en la misma dirección y con la velocidad adecuada, todos tienen que coordinar el esfuerzo. Saben hacia dónde van y tienen muy en cuanta el ritmo de los movimientos. Si cada uno de los remeros mueve el remo en dirección diferente o a su libre albedrío sin tener en cuenta el conjunto, el desastre está asegurado.

Es probable que mis lectores y lectoras y quienes han acudido a mis conferencias hayan leído u oído un lema que me ha guiado durante toda la vida y que aconsejo tener en cuenta a los integrantes de una plantilla docente: “Que mi es cuela sea mejor porque yo estoy trabajando en ella”. Es decir, que el instrumento que toco no desafine y que la fuerza y la dirección de mi remo ayuden eficazmente a la navegación.

En mi libro “Ideas en acción” (un libro que no es para leer sino para hacer), puede encontrar el lector setenta ejercicios para la enseñanza y el desarrollo emocional. Uno de los ejercicios tiene como objetivo reflexionar sobre esta cuestión de los fines comunes y las actitudes cooperativas.

Cinco voluntarios se sientan alrededor de una mesa. Se les entregan a cada uno aleatoriamente tres piezas de un puzle que previamente se ha preparado. Son quince piezas con las que se pueden construir cinco cuadrados del mismo tamaño, cada uno con tres piezas. Se les dan a continuación las siguientes instrucciones:

. Se trata de formar cinco cuadrados de igual tamaño con tres piezas de las que se les han entregado.

No se trata de que cada uno forme su cuadrado arrebatando o pidiendo las piezas que necesita de cualquier otro, sino que han de entregar las piezas que tienen a otro que las necesite para que él forme un cuadrado. Lo que habitualmente sucede en una sociedad competitiva es que cada uno trate de ganar al otro por los medios que sea. Es decir, que la consigna sería esta: ¿quién es capaz de formar un cuadrado de tres piezas antes que los demás? Se trata de saber quién queda primero. Sea como sea. Otra indicación que se les da a los participantes es que tienen que realizar el trabajo en silencio.

El ejercicio está bien pensado. Hay algunos cuadrados de tres piezas que, si no se desmontan, impiden que se formen los cinco cuadrados propuestos. Es decir, que hay éxito individual que bloquea el éxito colectivo.

Pido también a los participantes que si uno de los miembros tiene las tres piezas y no es capaz de ensamblarlas adecuadamente para que formen el cuadrado, que no manejen sus piezas, que esperen a que él lo vea.

Hay en el ejercicio dos objetivos básicos: tener un fin compartido, un fin común y, en segundo lugar, desarrollar actitudes cooperativas para alcanzarlo.

La colegialidad no tiene que ver solo con la eficacia de la acción educativa. Es una dimensión que beneficia a sus protagonistas. Gracias a la colegialidad unos docentes pueden aprender de otros, pueden ayudar a otros, pueden ser apoyados y estimulados por otros. La colegialidad no solo enriquece a los alumnos y a las alumnas sino a quienes la practican de forma sincera y auténtica.

viernes, 18 de octubre de 2024

"Creía que el amor de mi vida quería robarme a mi bebé": qué es la psicosis posparto (y en qué se diferencia de la depresión posnatal)

Laura Dockrill sonriendo, con una copa de champán

Fuente de la imagen,Cortesía de Hugo White

Pie de foto,Laura Dockrill publicó esta foto en las redes sociales en 2018, en la que se ve feliz. Pero las apariencias engañan.


La vida de la poeta, escritora e ilustradora británica Laura Dockrill era encantadora.

Tenía una carrera exitosa y su sueño adolescente se había cumplido: estaba con su amor de la infancia, la estrella de rock Hugo White.


Por si fuera poco, acababa de dar a luz a Jet, un bebé muy deseado.

Días después, publicó en sus redes sociales la foto que ves arriba, con una leyenda que decía: "¿Adivina qué? Soy madre", y un montón de emojis.

"Supongo que fue como un anuncio para mostrarle al mundo que estaba bien, feliz y alegre y todas esas cosas... pero no lo estaba".

Eso le contó a la BBC en una entrevista que nos lleva a un lugar al que rara vez vamos: al interior de la mente de una mujer que no ingresa fácil y dichosamente al mundo de la maternidad.

"Días después de que me tomara esa foto, me ingresaron en un pabellón psiquiátrico", revela la escritora.

Se supone que convertirse en madre es algo natural y hermoso. Pero hoy en día sabemos que una de cada diez madres sufren de depresión posnatal.

Con lo que tal vez estemos menos familiarizados es con la psicosis posparto.

Afecta a una de cada 1.000 madres y es considerada como una emergencia psiquiátrica que requiere hospitalización (más detalles al final del artículo).

La buena noticia es que, aunque es uno de los tipos de colapso más feroces y repentinos, también es una de las condiciones que se puede tratar con más éxito.

De ahí la importancia de saber de su existencia, pues una vez identificada, se puede curar totalmente, al punto de que sólo queden recuerdos, como los de Laura.

El encuentro
"Recuerdo que la comida de la fotografía, me agarraba con las manos a la parte inferior de la silla. Me sentía desanclada, como si estuviera hecha de píxeles y fuera a salir volando", cuenta Laura.

"Y recuerdo que escuché la sirena de una ambulancia o de una patrulla de policía y pensé: 'Vienen por mí'".

En su mente, los había llamado quien le había tomado la foto, su marido Hugo.

Era, sin que ella estuviera en capacidad de saberlo en ese momento, una sinrazón.

Su relación había sido, y seguía siendo, como de cuento.

Laura y Hugo abrazados en un jardín Fuente de la imagen,Cortesía de Hugo White Pie de foto,

Laura y Hugo fueron durante años grandes amigos, pero luego se separaron por una década. Se habían conocido cuando Laura tenía 14 años. Llegó por casualidad con sus amigas y algunos chicos a una casa en la que él estaba.

"De repente, apareció. Recuerdo verlo bajando las escaleras, con una sudadera con capucha y una sonrisa traviesa y ojos brillantes", dice.

Laura quedó prendada y todo iba bien.

"Empezamos a charlar de inmediato y parecía genuinamente interesado en mí. Nos gustaba la misma música y todo. Pero yo todo el tiempo me repetía: 'No te enamores. Te estás arriesgando al fracaso'", cuenta.

"Mi autoestima era tan baja que incluso cuando le estaba hablando sobre mis amigas, diciéndole: 'Esa es la chistosa, esa es la inteligente...' y él me dijo: 'Entonces tú debes ser la bonita', no pude creer que lo decía en serio".

Laura recuerda: "Pensaba que alguien tan atractivo que podía estar con quién deseara, no podía escogerme a mí".

"Terminé emparejándolo con una de mis amigas... el error más grande que he cometido, y él probablemente se sintió insultado, después de haberme dejado en claro que yo le gustaba".

A pesar de todo, Laura y Hugo se volvieron mejores amigos.

"Estábamos juntos todo el tiempo. Yo fui al funeral de su mamá, él vino a la boda de mi mamá y mi padrastro... en todos los momentos importantes estuvimos uno al lado del otro", cuenta.

"Nos mandábamos música y cartas, que, aunque no lo comprendí en el momento, eran de amor".

Hugo y Laura jóvenes y maquillados Fuente de la imagen,Cortesía de Hugo White Pie de foto,

Durante años se lo pasaban juntos.

El tiempo pasó y cuando Laura tenía 19 años, se atrevió a hacer lo que nunca antes había hecho.

"Decidí revelarle lo que sentía. Se sorprendió tanto que no dijo nada... ¡nada!", cuenta ella.

"Me dio tal vergüenza que pensé: 'Hasta aquí llegamos. No podemos seguir siendo amigos'. Le había dicho que lo quería y no había respondido, y eso era imperdonable".

Fue así que dejaron de verse por 10 años.

El reencuentro

Durante esa década, la banda de indie rock The Maccabees, en la que Hugo tocaba, se hizo cada vez más exitosa.

"Era difícil ver a su banda en carteles y encabezar los festivales en los que estaba y a los amigos preguntando: '¿Has escuchado esta nueva melodía de The Maccabees?', y nosotros, sin hablar", cuenta Laura.

Y agrega: "De vez en cuando nos mandábamos un mensaje de texto de feliz cumpleaños, pero no nos vimos".

Un día, cuando ambos tenían 30 años y acababan de terminar con relaciones afectivas largas, se encontraron para tomarse un café y ponerse al día.

"Fue muy amigable, así que nos volvimos a encontrar. Pero sentía que era difícil leer a Hugo", confiesa ella.

"Pensé que era muy ingenuo creer que podíamos retomar la relación de donde la dejamos. Había tanto sin decir y habían pasado tantas cosas".

Hugo White en el escenarioFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Hugo White tocando con The Maccabees en 2012 en Birmingham, Inglaterra. "Además tenía mis propios prejuicios: yo todavía vivía a la vuelta de la esquina de la casa en la que crecí. ¿Por qué le iba a interesar mi minúscula vida cuando él había visto el mundo y había estado en giras por lugares increíbles y probado otro tipo de vida?", reconoce.

Sin embargo, hubo una pregunta que no pudo evitar hacerle: "¿Alguna vez sentiste algo por mí en ese entonces?".

"Y él simplemente dijo: 'Por supuesto que sí'. Fue un gran momento".

Por fin, esa larga historia de amor comenzaba y pronto Laura quedó embarazada de su hijo, Jet, que ahora tiene 6 años.

Pero después de un parto traumático, su felicidad se tornó en algo que jamás imaginó.

El desencuentro

"Fue en la sala de maternidad que todo se puso realmente mal", señala Laura.

Y explica: "Me volví salvaje. Bebía litros y litros de agua directamente de la jarra. Aunque soy vegetariana, cogía pollo o lo que encontrara y me lo devoraba arrancando toda la carne del hueso".

"Tenía una rara y desafortunado reacción a la epidural y me rascaba todo el tiempo hasta sangrar", agrega.

"Me sentía como un tigre enjaulado, cansado y agresivo".

Cuenta que al bañarse, alucinó que la manguera y cabeza de la ducha "eran una serpiente contra la que luchaba".

Pero en vez de advertir que no se sentía bien, actuó como todo lo contrario.

"Ojalá lo hubiera dicho, pero, no todas nos sentimos bien en esos momentos. La gente te dice: 'Es la tristeza posparto, pasará. Son las hormonas'. Y yo pensaba: ¿por qué no puedo ser más valiente? ¿Dónde está mi instinto maternal?".

En casa, le seguían pasando cosas: "Sonaba una canción en la radio y pensaba, ¿me está hablando a mí? ¿O ese osito de peluche me está mirando feo? Paranoia, conspiración, pensamientos acelerados... perdí todo sentido de la realidad".

Pero había una idea por demás aterradora: "Creía que Hugo, el amor de mi vida, estaba tratando de alejarme de Jet".

"Eso era realmente horrible, porque todo lo que cualquiera trataba de hacer para ayudarme, yo interpretaba como algo en mi contra".

Fue a la cantante Adele, amiga de Laura, a quien primero se le ocurrió que podía tener psicosis posparto.

Preocupada cada vez más por las llamadas extrañas de su amiga, buscó en Google "volverse loca después de tener un bebé".

La cantante Adele y LauraFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Adele es amiga de Laura desde la adolescencia. Su canción "My Same", del álbum 19, trata sobre Laura. Después de ser diagnosticada con psicosis posparto, Laura se despertó en su primer Día de la Madre en una sala psiquiátrica, aún convencida de que todo era un plan en su contra.

Eso, curiosamente, la ayudó a mejorarse.

"Estaba segura de que todos planeaban quitarme a Jet en un juicio por la custodia y que estaban haciendo todo eso para reunir evidencia", cuenta.

"Pensaba que si no asistía a todas las reuniones, comía todas mis comidas, tomaba todos mis medicamentos, dirían que no estaba cooperando en el hospital. Así que quería parecer una buena madre para poder ganar esa batalla legal".

Poco a poco, tuvo que aprender a confiar en sí misma y en Hugo.

"Hubo un momento en el hospital que lo acusé diciéndole que sabía que estaba planeando deshacerse de mí y le dije cosas horribles. Recuerdo que él simplemente se arrodilló, me tomó las manos, y me dijo que estaba enferma y que no era mi culpa".

"La forma en que me habló hizo que todo lo demás se volviera borroso y fue la primera vez que lo vi", narra Laura.

"Él me sacó de la psicosis. Estaba tomando muchos medicamentos, pero el amor es definitivamente la medicina que me sanó".

Laura en una playa con su hijo Fuente de la imagen,Cortesía de Hugo White
Pie de foto,"Siento que he visto a los monstruos del mundo y todavía amo el mundo aún más", dice Laura.

Laura se recuperó después de dos semanas en el hospital y ahora comparte sus experiencias para ayudar a otros.

"Siento que he visto a los monstruos del mundo y todavía amo el mundo aún más", dice Laura, y añade: "Pero me hubiera gustado que alguien me hubiera hablado de las enfermedades mentales, cómo son, pero también cómo pedir ayuda".

"La enfermedad no discrimina. Puede sorprender absolutamente a cualquier persona y cualquier cosa puede desencadenarla", explica.

Plasmó sus memorias en What Have I Done? Motherhood, Mental illness & Me ("¿Qué he hecho? La maternidad, la enfermedad mental y yo"), publicado en 2020.

Tanto ella como su marido son embajadores de la organización benéfica Action on Postpartum Psychosis.

Recientemente Laura publicó I love you. I love you. I love you ("Te amo. Te amo. Te amo"), una novela basada en su historia con Hugo.

*Si quieres escuchar la entrevista completa en inglés de BBC Outlook, haz clic aquí.

línea azul La depresión posparto y la psicosis posparto son dos afecciones de salud mental distintas pero potencialmente graves.

Depresión posparto

La depresión posparto puede interferir con la capacidad de cuidar al bebé y realizar otras tareas diarias. Si no se trata, puede durar muchos meses o más.

Los síntomas pueden incluir:

Estado de ánimo depresivo o cambios graves de humor
Dificultad para establecer un vínculo con el bebé
Perder el apetito o comer mucho más de lo habitual
Insomnio o dormir demasiado
Terrible fatiga o falta de energía
Intensa irritabilidad, ira, desasosiego, desesperanza, ansiedad y ataques de pánico
Pensamientos recurrentes de muerte o suicidio

Psicosis posparto

La psicosis posparto es menos común pero más grave: puede causar pensamientos o conductas que ponen en riesgo la vida y requiere tratamiento inmediato.

Entre los síntomas están:

Sensación de confusión y desorientación
Pensamientos obsesivos acerca del bebé
Alucinaciones e ideas delirantes
Problemas de sueño
Demasiada energía y malestar
Paranoia
Intentos de la madre de lastimarse a sí misma o al bebé * 

Fuente: Clínica Mayo 

jueves, 17 de octubre de 2024

_- Los secretos sobre nuestro cerebro que reveló uno de los más singulares y ambiciosos estudios jamás realizado

_- La historia comienza en una habitación subterránea con poca luz, con nubes arremolinadas de aire helado y filas de frascos de vidrio que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Dentro de esos 700 contenedores hay algo inesperado: cada uno alberga un cerebro humano perfectamente conservado.

Corría el año 1991 cuando un joven e inexperto neurocientífico llamado David Snowdon conoció a la hermana Mary, una monja muy inusual.

Al igual que muchas otras, se vestía de pies a cabeza con un hábito tradicional en blanco y negro. Era eternamente optimista, rara vez ociosa.

Pero lo que sorprendió a Snowdon fue que la hermana Mary, a sus 101 años, tenía una memoría nítida.

Aún no sabía que había algo extraordinario en ella, algo que la distinguía de las demás monjas.

Desde 1986, Snowdon había estado inmerso en uno de los más singulares y ambiciosos jamás realizados, que empezó en la Universidad de Minnesota y fue transferido a la Universidad de Kentucky en 1990.

Con su equipo, había viajado por todo Estados Unidos, visitando conventos de la congregación las Hermanas Escolares de Nuestra Señora, persuadiendo a 678 monjas para que participaran.

"Normalmente no pondrías un convento de monjas y la ciencia juntos, pero esto es oro", le dijo la neurocientífica Julia Ravey a la BBC.

"Lo que realmente hay (en un convento) es una población de control, que es de lo que se trata la ciencia. Queremos controlarlo todo, queremos controlar lo incontrolable".

El estudio de las monjas
La hermana Esther, de 106 años, riéndose con Snowdon, durante un juego de cartas en el convento. Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,
David Snowdon con un cerebro en las manos

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,David Snowdon con la colección de cerebros de donantes para su estudio realizado con la colaboración de las Hermanas Escolares de Nuestra Señora.

La hermana Esther, de 106 años, riéndose con Snowdon, durante un juego de cartas en el convento.
Para el ahora famoso "Estudio de las monjas", cada hermana accedió a completar una serie de pruebas que repetirían año tras año hasta que murieran, con la esperanza de que revelaran secretos de la longevidad.

¿Cuándo empezarían a fallarles los cerebros y con qué rapidez podrían decaer?

"A las hermanas se les hizo algo que llamamos un 'mini examen del estado mental'", explica Ravey.

Una vez completado, cada monja tenía una puntuación: cuanto mayor era la puntuación, más sana era su mente.

La mayoría de las personas obtendría 30 de 30 si tuvieran una cognición completamente sólida.

Así que querían ver cómo cambiaba esta puntuación con el paso del tiempo.

Después de interrogar a cientos de mujeres durante muchos años, Snowdon tuvo un conjunto de datos magnífico.

Pero la joya de esta corona era un notable gráfico que indicaba la edad, a lo largo de la parte inferior, y la capacidad cognitiva medida de 0 a 30 puntos en el costado.

Monja haciendo escultura Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Las monjas son un grupo de estudio ideal porque tienden a llevar una vida sana, por lo que los efectos naturales del envejecimiento son más fáciles de medir.

El equipo de Snowdon había recopilado todas las puntuaciones en una página con resultados sorprendentes.

"Una vez que trazas todos estos puntos en un gráfico, tienes líneas y líneas de puntos y puedes ver muchos grupos en la parte superior izquierda del gráfico".

Correspondían a las que habían tenido el mejor desempeño, cientos de monjas de 70 y 80 años que obtuvieron entre 25 y 30 puntos en sus pruebas. Una fuerte señal de que sus cerebros funcionaban bien.

Cayendo por la página como confeti, había otro grupo de puntos debajo de esos.

Eran las personas que no podían recordar eventos muy recientes.

"Es posible que recordaran cosas de su pasado, pero su sentido del tiempo y el lugar era deficiente; no podían responder preguntas muy sencillas que uno esperaría que la gente supiera".

Algunas de estas mujeres tenían entre 80 y 90 años, así que tal vez sea de esperar una disminución cognitiva, pero algunas tenían una puntuación de 0.

Snowdon conocía la teoría de "úsalo o piérdelo", y ahí estaba la evidencia de que la función cerebral, una vez perdida, era irrecuperable.

Pero este gráfico le mostraba algo más. Algo insólito.

Un sorprendente misterio

Gráfico inspirado en el del estudio de Snowdon
Un solo punto se destacaba en ese gráfico, muy por encima del resto.

"La hermana Mary está justo en la parte superior derecha del gráfico. Y aquí es donde realmente me emociono, porque es un punto atípico de la tendencia general de que cuanto más viejo te haces, más baja es tu puntuación", señala Ravey.

Ella siempre iba a estar en el lado derecho del gráfico debido a su edad: era una de las dos únicas participantes en todo el estudio que tenían más de 100 años.

Pero la hermana Mary está en un cuadrante únicamente para ella, flotando sola muy por encima de muchos de los otros puntos.

El gráfico le decía a Snowdon que a los 101 años, tenía la función cerebral de alguien 20 años más joven.

"¿Qué estaba pasando en su cerebro?".

Volvamos a esas filas de frascos de vidrio en el congelador subterráneo, pues todos esos cerebros son parte de la investigación de Snowdon.

Para entender realmente en qué se diferencia un cerebro de otro, hay que sostenerlo en las manos.

"Para algunas personas, la idea de donar un cerebro puede resultar un poco incómodo a pesar de que, técnicamente, es solo otro órgano. ¿En qué se diferencia de un corazón o de un hígado? Pero sentimos que somos nuestros cerebros. El cerebro es la persona", explica la neurocientífica.

Eso fue evidente cuando Snowdon hizo la petición frente a una gran congregación de monjas. Hubo un gran silencio hasta que una voz resonó fuerte y clara.

"Por supuesto, te daré mi cerebro".

Y así, cuando la hermana Mary murió a las 6:45 p.m. del 13 de junio de 1994, Snowdon y su equipo se tomaron un momento para presentar sus respetos y llorar la pérdida de la mujer cuya mente había estado casi intacta hasta el día de su muerte, antes de comenzar la labor de comprender qué la había hecho tan especial.

Izq. cerebro sano de monja de 90 años; der. cerebro de monja de 89 años con Alzheimer Pie de foto,

Los cerebros de quienes sufrieron de Alzheimer son más livianos, porque las células mueren y se hacen huecos. (Izq. cerebro sano de monja de 90 años; der. cerebro de monja de 89 años con Alzheimer).

"Inmediatamente, los investigadores notaron algo muy diferente en el cerebro de la hermana Mary.

"Pesaba 870 gramos, uno de los cerebros de menor peso: solo cinco de los 117 que tenían en ese momento pesaban menos.

"Lo que un bajo peso cerebral nos indica -explica Ravey- es que ha habido mucha muerte de células cerebrales, y encontraron placas y también ovillos".

Snowdon y el equipo se sorprendieron de que el cerebro estuviera profundamente dañado, las placas retorcidas y los ovillos de tejido proteico les indicaron que la hermana Mary tenía demencia avanzada.

Pero, ¿cómo podía ser posible?

¿Cómo podía alguien no mostrar signos de deterioro cognitivo en la vida a pesar de tener un cerebro que había sido físicamente devastado por la enfermedad?

La autobiografía como predictor
Una teoría para explicar todo este caso es la llamada reserva cognitiva.

Los cerebros están conectados por un conjunto de neuronas protectoras que, si se ejercitan mediante el aprendizaje permanente, podrían compensar el daño causado por el Alzheimer.

Esas neuronas, en cierto sentido, funcionan como parches alrededor de placas dañinas y ovillos de enfermedades.

Pero todo esto plantea otra pregunta: si algunos cerebros están físicamente conectados para protegerse contra los signos de deterioro cognitivo y otros no, ¿podría ser posible determinar quién desarrollará demencia mucho antes de que aparezcan los síntomas?

La doctora Suzanne Tyas, ahora es profesora asociada en la Universidad de Waterloo, pero era una estudiante de posgrado cuando se unió al equipo de Snowdon para trabajar en algo nuevo y emocionante, algo que se había descubierto en el sótano de un convento, en dos archivadores oxidados de color verde oliva.

Desde el exterior, parecían modestos, pero por dentro, contenían una mina de oro para la investigación.

"Eso incluía cosas como los boletines de calificaciones de la escuela secundaria, la cantidad de idiomas que hablaban. Pero sobre todo unos ensayos autobiográficos que estas jóvenes escribieron antes de hacer sus votos perpetuos para entrar en el convento".

Escondidas entre los ensayos había pistas sobre las monjas, su nivel de educación, vocabulario y conocimiento general.

No había medidas directas que se pudieran trazar, por supuesto, pero el equipo decidió evaluarlos por medio de lo que llamaron la densidad de ideas: el número de ideas distintivas por cada 10 palabras escritas.

He aquí un ejemplo en el que dos monjas describen sus circunstancias.

Una escribió, al describir a su familia: "Hay 10 hijos en mi familia, 6 son chicos, dos son chicas. Dos de los chicos están muertos".

La sintaxis es simple. Va al grano, es poco expresiva y compacta.

Compárala con esta otra, que transmite el mismo tipo de información, pero de una manera dramáticamente diferente.

Empieza diciendo: 'El día más feliz de mi vida hasta ahora ha sido mi primera comunión'. Y termina con la frase: 'Ahora estoy vagando por Dove's Lane esperando solo tres semanas más para seguir las huellas de mi esposo, atada a él por los santos votos de pobreza, castidad y obediencia'".

Hay una diferencia en la forma en que estas y las otras mujeres se expresaban en su juventud. Algunas describían vidas interiores complejas y ricas, mientras que otras eran planas e incoloras.

Y ahora viene la parte asombrosa.

Una clave crucial: lo que las monjas escribieron antes de hacer los votos.

"Esa primera hermana con un lenguaje muy sencillo llegó a desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Mientras que a la segunda hermana se le dio seguimiento, y no".

Cuando Snowdon y su equipo comenzaron a comparar las puntuaciones más altas en estos primeros escritos con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer en la vida posterior, comenzó a surgir un patrón.

Las hermanas que habían escrito ensayos con alta densidad de ideas y complejidad gramatical parecían esquivar los síntomas más tarde en la vida.

Sus recuerdos y habilidades lingüísticas permanecieron intactos.

A medida que el equipo examinaba más de cerca estas páginas, su asombro no hizo más que crecer.

Los ensayos escritos por estas hermanas cuando tenían alrededor de 20 años podrían usarse para predecir con una precisión del 85 al 90% qué cerebros desarrollarían la enfermedad de Alzheimer décadas después.

"Me dan ganas de desenterrar mis viejos ensayos de la escuela secundaria y la universidad del sótano de mis padres, pero casi tengo miedo de mirar", confiesa Tyas.

Para la posteridad
Parecía que la autobiografía de la juventud podía tener un poder profético inimaginable, pero también planteaba el dilema del huevo y la gallina.

¿La reserva cognitiva protegió algunos cerebros de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer o la caligrafía mediocre resaltó los primeros signos de un cerebro predispuesto a declinar más adelante?

"Todavía no sabemos cómo se desarrollan todos esos cambios en el cerebro.

"Sin embargo, sabemos que los niveles más altos de educación reducen el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

"Por lo tanto, esta pieza única que analiza las habilidades del lenguaje escrito y esas características de expresión realmente puede ampliar la visión de saber qué les sucedió más de medio siglo después.

"Lo que hemos encontrado en el estudio de las monjas es que esos cambios en el cerebro no siempre conducen a síntomas de la enfermedad de Alzheimer durante la vida. Y para mí, eso es enormemente esperanzador", dice Tyas.

Se están haciendo grandes avances en la forma en que detectamos estos cambios en el cerebro.

Las resonancias magnéticas e incluso los análisis de sangre están allanando el camino para la detección temprana.

La pregunta de cómo tratarlos sigue sin respuesta, pero tal vez no por mucho tiempo.

Muchos investigadores creen que estamos a solo unos años de descubrir un suero que pueda eliminar esas placas y ovillos de nuestros cerebros a medida que se desarrollan.

Pero por ahora, sólo queda esperar.

El doctor David Snowdon se jubiló y sus 678 monjas ya murieron. Pero esos frascos de vidrio en el cuarto frío siguen allí.

Y gracias a esa extraordinaria donación de las monjas, el estudio sigue vivo en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Lo que un psicólogo descubrió estudiando los secretos de la gente durante una década

Mujer boca tapada

"Nada nos pesa màs que un secreto,"escribió el fabulista francés Jean De La Fontaine en el siglo XVII.

"Mis estudios originales preguntaban si las personas realmente pensaban de esa manera", le dijo a BBC Mundo.

"Y efectivamente, al pensar en los secretos, mostraban una sensación de carga. Daban el mismo tipo de respuestas que quienes llevan peso físico".

Queriendo ahondar en el tema, buscó literatura científica sobre los secretos y "me di cuenta de que en realidad no sabíamos nada".

No era que no se hubieran abordado, sino que "los psicólogos simplemente asumieron que sabían cómo eran los secretos y los recrearon en el laboratorio en lugar de mirar cómo eran en el mundo real.

"No teníamos respuestas satisfactorias para algunas de las preguntas más básicas, como qué secretos guarda la gente o con qué frecuencia los conservan y qué sucede cuando un secreto viene a la mente".

Así que se propuso encontrarlas.

Antes que nada, había una pregunta que Slepian y su equipo debían responder.

¿Qué es un secreto?
Suena fácil pero ponte a pensar: hay cosas de las que no hablamos pero ¿son todas secretos?

Ilustración de mujer con dedo en la boca Fuente de la imagen,Getty Images

"Hay todo tipo de pensamientos y de experiencias que hemos tenido de los que la gente no sabe, pero eso no significa que son secretos".

Hay temas que sólo le confiarías a tu círculo más cercano o de las que no discutirías en ciertos espacios; "pero eso tiene más que ver con la noción de privacidad".

Según Slepian, autor de "The Secret Life of Secrets" (La vida secreta de los secretos)), lo que distingue a un secreto es la intención.

"Defino el secreto como la intención de retener información de una o más personas: en el momento en que tienes la intención de no contarle algo a otra persona, nace un secreto".

Y no depende de si has estado o no en una situación en la que callaste.

"El que no hayas tenido que ocultar ese secreto en una conversación, no significa que no lo tengas.

"De hecho, encontramos que no es muy frecuente que tengamos que guardar un secreto en una conversación, pero es muy común encontrarte pensando en tu secreto, o incluso rumiándolo".

38 secretos
Slepian empezó pidiéndole a mil personas que le contaran un secreto que estuvieran guardando.

Relación anonima 

Los cinco secretos más comunes son: mentiras que hemos dicho (69%), el deseo romántico, (61%), sexo (58%) y nuestras finanzas y dinero (58%).

"A partir de ese conjunto de mil secretos desarrollamos una lista de 38 categorías que estaban muy bien representados por los datos".

Tras preguntarle a otro grupo de mil personas, comprobaron que esa lista era válida. Y siguieron confirmándolo.

"Cuando hacemos la pregunta abierta 'cuál es el secreto que está guardando', el 92% de las respuestas se ajustan a una de las 38 categorías.

No sólo eso: cuando le presentan la lista a los encuestados, "más del 97% de las personas dicen que tienen uno de los secretos en la lista en este momento, y en promedio, las personas dicen que tienen 13 secretos de esa lista en un momento dado", le dijo a BBC Mundo.

Esa lista de 38 secretos incluye desde cosas como herir a otra persona emocional o físicamente y autolesión, así como uso de drogas o cualquier tipo de robo, hasta una sorpresa planeada para alguien o un pasatiempo oculto.

Livianos
Por suerte, no todos los secretos pesan.

"Lo que llamo 'secretos positivos' no perjudican nuestra salud y bienestar; de hecho, pueden mejorarlos. Nos hacen sentir emocionados y energizados.

"Estamos hablando de secretos sobre cosas como una propuesta de matrimonio o quedar embarazada. Son cosas que nos hacen sentir felices".

Chica comiendo postre.

...o ciertos pecadillos. También hay algunos que son más bien placeres secretos, cosas que no le contamos a la gente pues pensamos que no las van a entender o compartir.

"Tal vez te gusta ver dibujos animados para niños o telenovelas, o usas drogas recreativas.

"Cuando las personas guardan secretos con los que se sienten bien, y consideran que no están tomando las decisiones equivocadas, aunque no quieran que otros lo sepan, muestran que existe un tipo de soledad que es feliz, autónoma y libre de la influencia de los demás".

Pero hay muchos secretos que sí provocan ansiedad, y el objetivo de la misión de Slepian no era sólo saber cuáles guardaba la gente: quería entender porqué pesan tanto, y como psicólogo que es, cómo aligerarlos.

3 dimensiones
Con toda la información que había amasado, Slepian siguió su análisis con su equipo, pero esta vez tratando de encontrar un orden sensato para esas 38 categorías, creando un mapa de los secretos recavados en 3D.

Consultando con el público para ir posicionándolos en el espacio, encontró que había 3 dimensiones, y que "cada una de esas dimensiones describía una de las razones por las que pensar en secretos era perjudicial.

"Un secreto moral puede hacernos daño haciéndonos sentir avergonzados.

"Un secreto relacional (que involucra a otras personas) puede hacernos sentir aislados.

"Y pensar en los que se relacionan con nuestras metas o aspiraciones, puede hacernos daño al hacernos sentir inseguros o sin saber qué hacer".

Secretos pesados 

Los secretos pueden hacernos sentir avergonzados, aislados o deshonestos. Según Slepian, el 95% de las personas encuestadas señalan que el sólo hecho de identificar cómo les está doliendo un secreto les ayuda a "sentirse más capaces de lidiar con él y encontrar un camino a seguir".

En la primera dimensión, comprender, por ejemplo, que tus errores pasados ​​no reflejan quién eres hoy y ni tu comportamiento futuro, te puede ayudar a sentirte mejor.

O, en la segunda, si la principal razón por la que no revelas lo que sabes es porque herirías a alguien que aprecias, aunque siga siendo difícil guardarlo, alivia estar consciente de que es por el beneficio de otros.

Pero hay algo que ayuda aún más.

El secreto para aligerar los secretos
El impulso es pensar que, si tienes secretos tóxicos, lo mejor es confesar.

Y quizás lo sea, pero no siempre: en ocasiones, ser honesto puede liberarte pero afectar profundamente a otros sin ningún beneficio, o ponerte en evidencia, sin solucionar nada.

Sin embargo, eso no significa que lo mejor sea callar.

De hecho, Slepian subraya: "El problema de no hablar de un secreto con nadie es que es muy fácil encontrar formas dañinas de pensar en él".

¿El secreto para superarlo?

Hombres hablando Fuente de la imagen,Getty Images

Encontrar un buen confidente.

"Una forma más saludable de lidiar con los secretos proviene de hablar de ellos con otras personas, pues pueden desafiar nuestras líneas de pensamiento improductivas y darnos apoyo social y emocional, cosas que no puedes encontrar por tu cuenta".

Pero, ¿quién es el confidente ideal?

La investigación de Slepian señala que lo mejor es encontrar a alguien que, además de discreto, juzgues como compasivo, empático, afectuoso, sin prejuicios, amable, y con un sentido de la moral similar al tuyo, pues de nada te sirve que se escandalice con lo que le vas a revelar.

Antes de hacerlo, eso sí, recuerda que no puedes pensar sólo en ti.

Tienes que considerar si no vas a meter a esa persona en tu problema: debes estar seguro de que lo que vas a compartir sea el secreto no el agobio y la angustia de guardarlo.

"Encontrar a alguien con quien hablar sobre tu secreto y elegir a la persona adecuada puede marcar toda la diferencia".

martes, 15 de octubre de 2024

Paradojas y limitaciones al medir la productividad

Publicado en Alternativas Económicas, nº 127, septiembre de 2024

El concepto de productividad es uno de los más utilizados en economía y quizá de los más conocidos entre la población por sus implicaciones prácticas.

Me atrevo a pensar que cualquier persona con una mínima formación o cultura general sabe que la productividad es el resultado de dividir la cantidad producida por algún recurso (un trabajador o una máquina, por ejemplo) entre el número de horas necesitadas para producirla. Al definirla así, el diccionario de la Real Academia pone este ejemplo: La productividad de la cadena de montaje es de doce televisores por operario y hora.

También es bien sabido que el incremento de la productividad está directamente relacionado, casi siempre, con la utilización de nuevas técnicas, con el desarrollo tecnológico.

Sin embargo, tan sólo a partir de esas dos ideas que conoce casi todo el mundo aparecen ya algunas paradojas interesantes.

La primera es que el concepto de productividad que se utiliza por economistas y servicios estadísticos para calcular su magnitud y hacer comparaciones no es el que acabo de indicar -cantidad producida (q) dividida por el número de horas (h)-. Para estimarla dividen el Producto Interior Bruto (PIB) entre el número de horas utilizadas para producirlo.

La diferencia es sustancial porque el PIB no registra una cantidad producida (q) sino un valor monetario, es decir, una cantidad producida multiplicada por el precio al que se ha vendido (q*p).

La razón de por qué ocurre esto es muy sencilla.

En un proceso productivo elemental, en el que un trabajador produjese un solo producto y de contenido material, sería factible medir su productividad como cantidad producida dividida por las horas empleadas: 200 ladrillos por hora o doce televisores por hora, como en el ejemplo de la Academia. Pero ¿qué ocurre cuando la producción es de un servicio, de un bien con un alto contenido de recurso inmaterial, o cuando se producen diferentes productos -como en la mayoría de las empresas o en una economía en su conjunto- y se quiere obtener la productividad global?

¿Cómo se mide la cantidad exacta producida por una enfermera, un maestro, una investigadora, un policía, un ingeniero informático, un matemático, un directivo de banca, un arquitecto, un asegurador, una publicitaria…?

Además, en el caso de que sea posible calcular exactamente la cantidad producida (doce televisores por hora), no tendría sentido hacer comparaciones, ni a nivel de empresa ni al de actividad, o -mucho menos- al de una economía en su conjunto: ¿tiene sentido decir que un trabajador que produce doce televisores por hora es más productivo que una cirujana que realiza solo una operación al día?

No tiene sentido ni es posible hablar globalmente de la productividad de una empresa que fabrique varios productos distintos o de la de una economía, en la que se producen cantidades relativas a millones de productos. La razón, todo el mundo la sabe: no se pueden sumar peras con manzanas.

Para superar ese escollo es por lo que los economistas hacen la trampa de calcular la productividad como lo que no es, dividiendo el PIB (cantidad producida por su precio) entre el número de horas necesitadas para producirlo.

De ahí surge una segunda paradoja.

Aunque casi todo el mundo sabe que la productividad aumenta cuando hay desarrollo tecnológico y se aplican nuevas técnicas que mejoran la forma de producir, lo cierto es que, en las últimas décadas de revolución tecnológica, la productividad, como dijo Robert Solow, «no aparece en las estadísticas». Todas ellas indican que está disminuyendo.

Hay muchos y buenos estudios empíricos que han tratado de mostrar las razones de por qué ocurre esto último. Entre ellas y por citas solo algunas más importantes: desaceleración global, crisis financieras, variaciones en la composición del trabajo, problemas de medición, menor impacto de las nuevas oleadas de innovación, retardo en sus efectos, concentración del capital que produce grandes diferencias entre empresas, incremento del trabajo no automatizable, disminución en la contribución que el capital hace por trabajador, crisis del comercio internacional o pérdida de eficiencia en la asignación.

A mi juicio, sin embargo, los estudios convencionales eluden el problema fundamental que es mucho más elemental: en el capitalismo actual, es inevitable que la productividad se minusvalore mientras se utilice el PIB como numerador para calcularla

El PIB, como he dicho, es un valor monetario, el valor de las ventas o, si se quiere, un ingreso. Por tanto, cuando se utiliza no se está midiendo, en realidad, la productividad, es decir, la producción de un factor (trabajo o capital) por tiempo empleado, sino el ingreso de cada uno de esos factores. La diferencia es fundamental, entre otras razones, porque ese ingreso no depende sólo de la cantidad, sino también del precio.

Las consecuencias de ello son muchas y tremendas, aunque mencionaré sólo una de ellas. Se suele decir, por ejemplo, que los salarios de determinados empleos son bajos porque los llevan a cabo trabajadores y, sobre todo, trabajadoras poco productivas. La realidad es otra: la productividad así calculada de esos empleos es baja porque el ingreso (salario) es reducido.

La productividad no aparece en las estadísticas con la magnitud que realmente tiene porque el PIB no puede recoger correctamente los componentes que hoy día están añadiendo más valor a los procesos económicos y que son determinantes de los cambios en la productividad: información, conocimiento, digitalización o aprendizaje automático. Una limitación que, además, se refuerza porque el capitalismo de nuestros días multiplica los trabajos y actividades de suma cero que no generan producción (desde las especulativas, hasta la abogacía, pasando por gran parte del comercio financiero y la gestión de activos, hasta la publicidad y el marketing para construir marcas a expensas de otras). La aportación al PIB de empresas o actividades como Googleo, Facebook o WhatsApp se limitan a su ingreso publicitario porque sus «clientes» no pagamos por utilizar su motor de búsqueda, su red o el servicio que proporcionan. Su «cantidad producida» recogida en el PIB a la hora de calcular la productividad está claramente infravalorada.

El uso del PIB produce otro efecto paradójico. Esa magnitud sólo registra las actividades que tienen expresión monetaria. Por tanto, cuantos más recursos se dediquen, por ejemplo, a combatir las externalidades ambientales negativas, al trabajo voluntario, a los cuidades y la reproducción de la vida… menos productivo se dirá que es el uso general de los recursos. Aunque, al mismo tiempo, se producirá otra paradoja. Sabemos que, cuanto más bienestar creen esas actividades no monetarias, más desahogado y productivo será el trabajo en el resto de actividades de expresión monetaria. Así, se podrá creer que las economías alemana o japonesa son muy productivas gracias al esfuerzo y mérito de sus empleos retribuidos monetariamente, cuando quizá lo sean por la elevada extensión de la actividad no monetaria e invisibilizada que en ellas se lleva a cabo.

Y todo ello con independencia de que la bondad de la productividad que se mide como vengo señalando se basa en otra falacia, cuya falta de fundamento viene demostrándose día a día: aceptar que producir más con menos recursos implica necesariamente un mejor rendimiento, más eficiencia o mayor beneficio o bienestar para las empresas y la economía en general.

En conclusión, es imprescindible replantearse el concepto de productividad y su medición, para recoger todos los insumos de la producción, incorporar todos sus efectos o resultados y utilizar criterios de valoración realistas y no sólo monetarios, generando, para ello, nuevos tipos de datos y registros estadísticos.

Juan Torres López, 

lunes, 14 de octubre de 2024

_- Inteligencia artificial Ethan Mollick, analista: “Los estudiantes que usan la IA como muleta no aprenden nada”

Ethan Mollick
_- Ethan Mollick, profesor de la Universidad de Pensilvania (EE UU), acaba de publicar 'Cointeligencia. Vivir y trabajar con la IA' (Conecta).

El veterano profesor, que se ha convertido en una celebridad en redes sociales, publica un libro sobre cómo entender y usar mejor la inteligencia artificial en el día a día.

“No tengo ayuda ni nada. Me organizo yo solo y recibo como 800 mensajes al día. Me da miedo mirar mi lista de tareas”, dice Ethan Mollick (49 años) y profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania (EE UU). Acaba de publicar Cointeligencia (Conecta), sobre cómo aprovechar mejor la inteligencia artificial en un uso cotidiano. A pesar de ello, la gestión de su agenda sigue siendo extremadamente complicada. Aunque recomienda usar la IA como acompañante para casi todo, también cree que debemos ir con cuidado. Gracias a su presencia en redes sociales, a su newsletter y sus comentarios cándidos, Mollick se ha convertido en uno de los más populares analistas y probadores de las nuevas herramientas de IA generativa.

Pregunta. ¿Cómo sienta ser un influencer de la IA?
Respuesta. Odio esa descripción. He estado en redes sociales desde hace mucho tiempo, y soy un compartidor compulsivo. Pero no acepto dinero de ninguna de las empresas de IA ni hago acuerdos de patrocinio. Hablo con ellas porque me parece interesante. Soy profesor con plaza fija, puedo decir lo que quiera. Es extraño ver a las empresas intentando manipularme al enseñarme sus cosas, pero no tengo la infraestructura de un influencer. Me preocupa que ese título mezcle todo. Hay una diferencia entre quienes son intelectuales públicos, investigadores y críticos. Sería mejor si tuviéramos más categorías distintas.

Los nuevos modelos de IA como ChatGPT persiguen la ‘superinteligencia’, pero no logran ser fiables ni en preguntas bobas

P. Recomienda pasar tres noches sin dormir para dominar la IA.
R. El consejo que mejor funciona del libro es que hay que pasar 10 horas con la IA y aplicarla a todo lo que haces. Por alguna razón, muy pocos dedican el tiempo necesario para entender estos sistemas.

P. No le gusta llamar muleta a la IA.
R. La muleta es un enfoque peligroso porque si dependemos de una muleta, dejamos de pensar. Los estudiantes que usan la IA como una muleta no aprenden nada. Impide pensar. En cambio, usar la IA como una cointeligencia es importante porque aumenta tus capacidades y también te mantiene involucrado.

P. ¿No es inevitable que la IA nos haga más vagos?
R. Las calculadoras también nos volvieron más flojos. ¿Por qué ya no hacemos cálculos a mano? Deberías ahora estar tomando notas a mano ahora en lugar de grabarme. Usamos la tecnología para tomar atajos, pero tenemos que ser estratégicos en cómo tomamos esos atajos.

P. ¿Por qué debemos acercarnos a la inteligencia artificial con una estrategia?
R. La IA hace tantas cosas que necesitamos poner límites a lo que no queremos ceder. Es una tecnología muy rara, de propósito general, lo que significa que afectará todo tipo de cosas y tendremos que ajustarnos socialmente. Hicimos un trabajo muy malo con el último gran ajuste social, las redes sociales. Esta vez tenemos que ser más reflexivos.

P. ¿Seremos capaces de hacerlo mejor que con las redes?
R. Lo que me da algo de esperanza con esta tecnología es que, al ser tan parecida a los humanos, es más natural trabajar con ella. Los humanos ya trabajamos con colegas inteligentes para resolver problemas. Será distinto si la IA se convierte en una especie de máquina-dios; pero al nivel actual, donde interactúas con esta cosa y tiene fallos, es donde puede ser útil que sea algo similar a un humano.

P. En el libro habla de las “cosas solo mías” en referencia a criar hijos y valores. ¿Hacerlo mejor esas cosas al margen de la IA?
R. Hay muchas decisiones morales y éticas. Yo no puedo ayudar mucho con eso, pero creo que tenemos que tomarlas. Con las redes sociales no tomamos suficientes decisiones sobre cómo queríamos usarlas. La gente y muchos libros ven la IA como algo que se nos impone, y las empresas están creando IA, pero en realidad no saben cómo se está usando o para qué es buena. Nosotros podemos tomar algunas decisiones sobre eso, y creo que la gente tiende a verlo como una decisión del gobierno o de las empresas, pero no es solo así.

P. La gente ya tiene parejas y asesores psicológicos hechos de IA.
R. Hemos vivido con una tecnología de propósito general muchos años: internet. Las redes sociales son solo un aspecto afilado de lo que internet ha hecho a la sociedad. Es solo una aplicación. Otras aplicaciones han sido las apps de citas o cómo compramos. Las implicaciones son profundas y amplias. Por ejemplo, con el modo de voz de la IA, yo no quiero ser su amigo, pero por algún motivo a la vez me veo justificándome y siendo cuidadoso cuando le hablo. Tendremos que adaptarnos. Confío en que podremos, pero la gente ya tiene conexiones con la IA. Otros tendrán conexiones casi religiosas con la IA y otros serán manipulados. Tenemos que reconocer que pasarán muchas cosas, buenas y malas; y cuanto más preparados estemos para ese cambio, mejor.

P. Usted ha escrito que “gran parte del valor del uso de la IA proviene de que la gente no sepa que la usas”. ¿Por qué tememos que los demás sepan que usamos IA?
R. En las organizaciones hay varias capas que vigilan si la gente usa IA. Una de ellas es que si uso IA para hacer mi trabajo, otros pensarán que soy brillante. No quieres que la gente sepa que en realidad no eres tan brillante, sobre todo porque la IA es muy buena en cosas como escribir correos empáticos, y sería raro que supieran que esa empatía viniera de una IA. Tampoco quieren mostrarlo porque tienen miedo de que te des cuenta de que su trabajo es redundante, o de que les pidan hacer más trabajo.

P. Recientemente ha escrito que algo empieza a cambiar con el nuevo modelo de OpenAI, ChatGPT-o1.
R. Acabé el libro hace un año. Necesité tener la suficiente visión para intuir hacia dónde iban las cosas. No me interesaba hacer predicciones de seis años o decir si la IA nos matará o salvará. Mi interés era cómo trabajar con esta cosa. Una de las cosas que menciono, pero que no era tan importante en la generación anterior de IA y que creo que sí será clave en el próximo año o dos, es esta idea de autonomía y agentes. Es el comienzo de una IA que realizará procesos de manera autónoma, sin nuestra ayuda. No creo que eso cambie fundamentalmente cómo trabajamos con la IA, pero quizá vayamos a modelos que vuelven y te hacen preguntas cuando tienen problemas. Hay algo valioso en que nos interroguen. Es algo que hacemos en todas las herramientas de IA que construimos para el aprendizaje: tiene que haber un ida y vuelta, y el modelo o1 no lo hace realmente. No pregunta. Eso es lo que me inquieta.

P. Le gustan los tutores individuales con IA para la educación. ¿Vamos hacia ahí, tras lo que usted llama “el apocalipsis de los deberes”?
R. El tutor con IA es una pieza del puzle en la transformación de la educación. He trabajado en educación interactiva antes de la IA generativa, y hay cosas sobre las aulas que sabemos con certeza que están cambiando, independientemente de la IA: las clases magistrales ya no son una buena idea. Es mejor el aprendizaje activo, donde los alumnos tengan que participar. Es mejor la personalización. En el aula suele participar un grupo pequeño de estudiantes y otros se pierden. No estamos enseñando correctamente. En cierto modo, las clases magistrales tienen su valor, no son un desastre. Tenemos una forma de enseñanza que ha evolucionado durante 200 años y está bien. El apocalipsis de los deberes nos da una oportunidad que no todos vamos a aprovechar, pero deberíamos repensar el aprendizaje.

P. ¿Cómo podremos aprovechar esa oportunidad?
R. Las aulas interactivas en lugar de las clases magistrales son una mejor manera de aprender. No las hemos adoptado porque es más fácil seguir dando charlas y deberes. Tenemos la oportunidad de ser más reflexivos, y los tutores de IA son parte de esa reflexión, porque ayudan a rellenar las brechas de conocimiento. El tiempo en clase debe aprovecharse para trabajar juntos en problemas. No podemos seguir haciendo lo que hacíamos antes.

P. ¿Cuáles son algunos de los mayores malentendidos sobre la IA?
R. La gente está dividida entre los que flipan con la IA y los que están nerviosos o ansiosos. Cada grupo tiene sus propios mitos. Para los que no la adoptan, uno de los mitos más grandes es que la IA no hace nada original y todo lo que obtienes es contenido copiado de otros. Y eso no es así. La IA se construye como un modelo físico complejo para todas las lenguas y utiliza esas reglas para crear material nuevo basado en su entrenamiento. Sí es original. Ese es uno de los grandes malentendidos. El otro es compararlo con Google. Es peor en las cosas que Google hace bien, pero mejor en muchas otras cosas que Google no hace.

P. Dice que los mejores expertos del futuro serán los que más aprovechen la IA. ¿La gente que espera para usar la IA comete un error?
R. Lo entiendo, es una tecnología inquietante. La gente se está volviendo loca. Prueban durante tres noches sin dormir y huyen aterrorizados. Se percibe como una amenaza esencial para muchas carreras. Creo que si eres un buen periodista, al principio piensas: “¡Oh, no!”, pero luego empiezas a ver cómo esto podría ayudar a hacer las cosas mejor que antes; y, al menos durante las próximas generaciones, no va a reemplazarte, aunque los tecnólogos digan que sí. Necesitamos separarnos del ruido de Silicon Valley. Por un lado, tienen toda la razón: es una tecnología milagrosa e increíble que emula el pensamiento; pero, por otro lado, ellos no entienden nada de nuestros trabajos.

domingo, 13 de octubre de 2024

Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei

El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.


Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”. 

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