lunes, 8 de septiembre de 2025

El inesperado papel que pueden jugar los caracoles marinos para tratar los ronquidos y la apnea del sueño

Un hombre isleño joven con un collar de cuentas, sopla la concha de un caracol marino con el mar en el fondo

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,Los especialistas del sueño típicamente no recetan los objetos naturales encontrados en las playas como terapia médica

¿Soplar la concha de un caracol marino podría ayudar a tratar la apnea del sueño?

Como una doctora que trabaja en la medicina del sueño, esta inesperada historia noticiosa definitivamente me llamó la atención.

Mi primera reacción fue de escepticismo; los especialistas del sueño típicamente no recetan los objetos naturales encontrados en las payas como terapia médica. Pero, tal vez, me apresuré demasiado a desechar la idea.

Para los que no la conocen, la concha de un caracol marino es la estructura espiral donde vive ese gran molusco que, cuando se ahueca, puede soplarse como una trompeta.

No es una práctica nueva, las culturas por todo el mundo han usado las conchas de caracol durante miles de años para rituales, ceremonias y comunicación. La novedad es la sugerencia que podrían ayudar con una seria condición médica que afecta a millones.

Todos conocemos a alguien que ronca, pero no todos los ronquidos son inocuos. Si tu pareja detecta que tú algunas veces dejas de respirar durante la noche, eso es motivo de preocupación.

Podrías sufrir de apnea obstructiva del sueño, una condición en la que los músculos de la garganta se relajan excesivamente durante el sueño, haciendo que la vía respiratoria se estreche o se cierre por completo. Estas interrupciones de la respiración, llamadas apneas, pueden ocurrir decenas o incluso centenares de veces durante la noche.

Una pareja en una cama. El hombre ronca con la boca abierta y la mujer se tapa la cara con una almohada para no escucharFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

El roncar puede ser señal de que sufres de apnea obstructiva del sueño.
Las consecuencias van mucho más allá que estorbar el sueño de tu pareja. Cada pausa de la respiración sacude a el cerebro de los estados de sueño profundo, dejando a la persona exhausta al día siguiente. Esto no es solo un inconveniente, los conductores somnolientos son causa de miles de accidentes al año.

Las constantes disminuciones de oxígeno también estresan el corazón, aumentando el riesgo de alta presión arterial y enfermedad coronaria si no se tratan.

Los tratamientos comunes se concentran en mantener la vía respiratoria abierta durante el sueño. El método de referencia es la presión positiva continua en la vía respiratoria (CPAP, por sus siglas en inglés), donde una máscara envía un flujo constante de aire que actúa como un extensor interno.

Una mujer joven duerme de lado en la cama con una máscara que cubre su nariz y está conectada a un largo tubo plásticoFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

La máscara C-Pap aplica presión de aire positiva continua para que no interrumpas la respiración durante el sueño. También usamos dispositivos orales que ligeramente mueven la mandíbula hacia adelante, la extirpación quirúrgica de amígdalas o adenoides agrandadas, e incluso nuevas técnicas que implican el envío de pequeños impulsos eléctricos para estimular los músculos de la vía respiratoria.

Cambios en el estilo de vida también son importantes. La perdida de peso reduce el tejido graso alrededor del cuello que puede comprimir las vías respiratorias, mientras que reducir el consumo de alcohol y dejar de fumar ayudan a dar mayor firmeza los músculos de la vía respiratoria; ambas sustancias aflojan los tejidos de la garganta y empeoran los síntomas.

La importancia de los músculos en el sueño

Así que, ¿qué tiene que ver la concha del caracol? Cuando soplas a través de una cavidad estrecha, esencialmente estás entrenando a los músculos de la parte superior de tu vía respiratoria a mantenerse abiertos y firmes.

Este concepto, llamado entrenamiento muscular de la vía respiratoria, cuenta con un apoyo científico legítimo. Los estudios demuestran que los ejercicios que implican a la lengua, el velo del paladar y los músculos faciales pueden mejorar los síntomas de leve a moderados de la apnea del sueño.

Las investigaciones incluso han examinado si tocar el diyeridú -otro instrumento de viento (de los pueblos aborígenes de Australia) que requiere un control sostenido de la vía respiratoria- puede ser beneficioso para los pacientes de apnea del sueño.

Los resultados son prometedores, aunque limitados según la conformidad del paciente. El desafío con cualquier tratamiento basado en ejercicios es mantener una práctica diaria a largo plazo.

Un aborigen australiano, en taparrabos rojo, con la cara y cuerpo pintados de líneas y puntos blancos, está sentado soplando por un tubo largo de cañaFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Tocar el diyeridú, un instrumento aborigen de Australia, puede fortalecer los músculos de la vía respiratoria. Aquí es donde la idea de la concha de caracol se vuelve más intrigante. Para pacientes cuidadosamente seleccionados con síntomas leves, podría proporcionar una alternativa más interesante y culturalmente enriquecedora que los ejercicios respiratorios convencionales.

Definitivamente es más accesible que aprender a tocar del diyeridú y probablemente más fácil de explicar a los vecinos que se puedan molestar.

No obstante, seamos claros: la terapia de concha de caracol no va a revolucionar el tratamiento de la apnea del sueño. Cualquiera que sospeche de sufrir de apnea del sueño necesita tener una evaluación médica apropiada y un tratamiento basado en evidencia.

Una mujer de Guam, con una corona de flores tropicales sopla la concha de un caracol marinoFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,Culturas en todo el mundo usan la concha del caracol marino como instrumento. Tú también podrías incorporarla en tu rutina diaria.

Pero como parte de una estrategia amplia, de la mano del control de peso, cambios en el estilo de vida y métodos convencionales, la prescripción de ejercicios con conchas de caracol podría algún día ganarse un puesto en nuestra caja de herramientas terapéuticas.

De manera que la medicina del sueño, típicamente obsesionada con soluciones de alta tecnología, podría beneficiarse de algo tan antiguo y sencillo como soplar una concha marina. Por supuesto, siendo especialistas del sueño, inevitablemente necesitaríamos darle el nombre técnico adecuado: "rehabilitación muscular respiratoria", suena bien, ¿no te parece?

*Jo-Anne Johnson es directora de pregrado de Medicina en la Universidad Anglia Ruskin, Londres. Su artículo original fue publicado en The Conversation, cuya versión en inglés puedes leer aquí. 

domingo, 7 de septiembre de 2025

_- Estop genocidio. El negocio del genocidio: no hay límite para el capitalismo si se trata de ganar dinero

_- Estoy seguro de que muchas de las personas que leen mis artículos tuvieron noticia del último informe de la Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados desde 1967, Francesca Albanese, publicado en junio pasado.

Sin embargo, quiero reincorporarme a la actividad tras el paréntesis veraniego haciéndome eco de él por tres razones importantes. En primer lugar, porque hay que seguir denunciando y combatiendo lo que yo creo que es un auténtico crimen contra la humanidad, cometido por Israel en la piel del pueblo palestino y con la complicidad de los grandes poderes que dominan el mundo. En segundo lugar, porque este informe señala y demuestra algo muy importante que hay que divulgar: el genocidio que lleva a cabo Israel no es sólo un crimen en sí mismo, por lo que tiene de violencia terrorista y de crueldad inhumana, sino también un negocio de sangre para un gran número de grandes empresas. Finalmente, y no es lo menos importante, me hago eco del informe como un modesto homenaje a su autora, una persona honrada y valiente que está siendo perseguida, amenazada y vejada, sin que demuestren que sus juicios son erróneos, por los gobiernos criminales de Estados Unidos e Israel, para los que el dinero y el poder están por encima de la verdad, la vergüenza y la paz.

El Informe parte de una evidencia: el colonialismo y el genocidio “han sido históricamente impulsados y facilitados por el sector empresarial” para desposeer a los pueblos, y eso mismo es lo que ha ocurrido con la estrategia de Israel para colonizar los territorios palestinos.

En concreto, muestra que grandes corporaciones multinacionales fabricantes de armas, tecnológicas, constructoras, de industrias extractivas y servicios, bancos, fondos de pensiones, aseguradoras, e incluso universidades y organizaciones benéficas permiten «la negación de la autodeterminación y la ocupación, la anexión y los crímenes de apartheid y genocidio, así como una larga lista de crímenes conexos y violaciones de derechos humanos, desde la discriminación, la destrucción indiscriminada, el desplazamiento forzado y el saqueo hasta las ejecuciones extrajudiciales y la hambruna».

El informe señala que han hecho y hacen negocio con la ocupación y el genocidio de diversos modos. Entre otros, proporcionado armas y maquinaria para destruir viviendas, escuelas, hospitales, mercados…, comprado tierras con el fin de desposeer y desplazar a la población palestina, suministrado equipos de vigilancia para segregar y controlar comunidades, asfixiado la economía palestina convirtiéndola en un mercado cautivo, explotando su mano de obra y recursos y canalizado fondos hacia la ocupación ilegal, o suministrando los servicios de información, datos e inteligencia o financieros que permiten que Israel lleve a cabo la ocupación y el genocidio.

También se benefician de la ocupación y dan soporte al genocidio otras organizaciones civiles y religiosas de diversos países e incluso universidades y grandes centros de investigación, como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en cuyos laboratorios se realizan investigaciones sobre armas y vigilancia financiadas por el Ministerio de Defensa israelí.

En realidad, nada de esto se sabe por primera vez. Ya en 2020 Naciones Unidas había presentado una base de datos con 112 empresas que se beneficiaban de la actividad ilegal de Israel en Cisjordania. El portal whoprofits.org proporciona, además del listado de esas empresas, informes sobre su área específica de actividad. Y en dontbuyintooccupation.org se señalan las entidades financieras que hacen negocio con la ocupación, entre ellas, las españolas Banco de Santander, BBVA, Caixa y Banco de Sabadell.

El informe tiene el valor, sin embargo, de denunciar todo eso en el momento más difícil con fundamento, valentía y con toda claridad: el genocidio perpetrado por Israel continúa -dice Francesca Albanese- «porque es lucrativo para muchos».

Su informe concluye diciendo textualmente: «Los inversores y las instituciones públicas y privadas se lucran a mansalva (…) Las empresas armamentísticas han obtenido beneficios casi récord equipando a Israel con armamento de última generación que ha devastado a una población civil prácticamente indefensa (…) La maquinaria de los gigantes mundiales de equipos de construcción ha contribuido decisivamente a arrasar Gaza, impidiendo el retorno y la reconstitución de la vida palestina. Los conglomerados mineros y de energía extractiva, si bien proporcionan fuentes de energía civil, han alimentado las infraestructuras militares y energéticas de Israel, ambas utilizadas para crear condiciones de vida calculadas para destruir al pueblo palestino (…) La agroindustria aún sustenta la expansión de los asentamientos. Las mayores plataformas de turismo en línea siguen normalizando la ilegalidad de las colonias israelíes. Los supermercados globales siguen ofreciendo productos de los asentamientos israelíes. Y las universidades de todo el mundo, bajo el pretexto de la neutralidad en la investigación, siguen beneficiándose de una economía que ahora opera en modo genocida».

El ansia voraz y enfermiza del beneficio, la avaricia sin límites que mueve al capitalismo de nuestros días y el poder gigantesco que están acumulando las grandes industrias armamentísticas, tecnológicas y financieras han creado, como dijo el Tribunal Penal Internacional y recuerda el informe de Francesca Albanese, una «empresa criminal conjunta» que conforma una «economía global que impulsa, alimenta y facilita este genocidio». El capitalismo de nuestros días, las grandes empresas que lo gobiernan, sus directivos y los políticos que las defienden y apoyan, están manchados de sangre inocente de docenas de miles de seres humanos.

No es nada fácil hacerse oír y combatir todo esto, pero no podemos callarnos ante los crímenes consentidos ni ante la infamia de los gobiernos, empresas y líderes políticos y sociales que por acción u omisión están permitiendo un nuevo y vergonzoso holocausto en Palestina.

PD.

Con ese ánimo de no guardar silencio, un grupo de personas de diferentes sensibilidades políticas e ideologías enviamos hace unos días una carta a la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, reclamándole que actúe y no sea cómplice ni por acción ni por omisión del genocidio. Ya se han sumado más de 800 1.200 firmas. Te animo a hacerlo (para ello escribe a fcasero@fundacionsavia.org) o, incluso mejor, a que tomes la misma iniciativa y envíes otra carta parecida con personas de tu alrededor. La que hemos enviado puedes leerla pinchando aquí.

sábado, 6 de septiembre de 2025

_- Einstein, Arendt y Freud, del apoyo al sionismo a denunciarlo por fascista


_- Fuentes: El Salto [Foto: La filósofa Hannah Arend


No necesitaron ver el actual genocidio del pueblo palestino para darse cuenta, hace un siglo, que aquel proyecto sionista de “un hogar para los judíos” incluía un plan de limpieza étnica en la Palestina Histórica.

El sionismo ha reivindicado muchas veces haber contado desde su origen con el apoyo de renombrados personajes públicos internacionales de origen judío, y entre ellos no podían faltar ni Albert Einstein, Hannah Arendt o Sigmund Freud, ocultando una parte de la historia, el desengaño que ellos experimentaron pronto, al comprobar el carácter xenófobo y extremadamente violento de esa corriente del judaísmo.

Albert Einstein (1879–1955), alemán de origen judío, Premio Nobel de Física 1921, se entusiasmó en los años 20 y 30 del siglo pasado con el proyecto judío de crear un hogar en Palestina tras ver el avance imparable del antisemitismo en su país y en Europa, pero creía ver en el sionismo algo muy distinto a lo que realmente fue. Decía en 1931, en Mi visión del mundo, una recopilación de artículos: “Nuestro objetivo no es la creación de una comunidad política, sino que conforme a la tradición del judaísmo, es una meta cultural en el sentido más amplio de la palabra. Para lograrlo debemos resolver con nobleza, abierta y dignamente, el problema de la convivencia con el pueblo hermano de los árabes (…) Especial atención merecen nuestras relaciones con el pueblo árabe. Fomentándolas podremos evitar en el futuro la formación de tensiones peligrosas, que podrán ser utilizadas para provocar ataques de nuestros enemigos”.

En 1932 el científico se fue a vivir a Estados Unidos, un año antes de que Adolf Hitler llegara al poder en Alemania. En otra de sus intervenciones sobre el sionismo, en 1938, Einstein dejaba clara su posición en contra de la formación de un estado judío con fronteras y ejército: “Dejando a un lado las consideraciones prácticas, mi concepción de la naturaleza esencial del judaísmo se opone a la idea de un Estado judío con fronteras, ejército y un grado de poder temporal, por modesto que fuera. Estoy espantado al pensar en el daño interno que sufrirá el judaísmo, sobre todo por el desarrollo de un nacionalismo estrecho en el interior de nuestras propias filas, contra el cual hemos estado siempre obligados a luchar enérgicamente, aun sin un Estado judío”.

La postura de Einstein fue aun mucho más crítica con el sionismo al comprobar el auge que iban teniendo las organizaciones terroristas judías, que tanto atacaban a la población autóctona árabe como a las fuerzas del Mandato Británico que controlaban todavía en la década de los 40 el territorio de la Palestina histórica, e incluso a sectores de la comunidad judía que no compartía sus ideas.

El 22 de julio de 1946 comandos paramilitares sionistas del Irgún Tzvaí Leumí, del Lehi y de la Haganá, atacaron el Hotel King David, en Jerusalén, sede entonces de la Comandancia Militar del Mandato Británico de Palestina y de la División de Investigación Criminal, y mataron a 91 británicos.

¿La razón? Que el Gobierno británico del conservador Venille Chamberlain había aprobado un Libro Blanco para preparar el proceso de independencia de Palestina, en el cual se proponía que como paso previo a ella se incorporaran al propio gobierno del Mandato Británico representantes judíos y palestinos. Se planteaba esa fórmula como una experiencia para que en el nuevo Estado que se creara pudieran convivir ambos pueblos.

Para facilitar ese plan el Libro Blanco planteaba también que se fijara un límite a la inmigración judía en Palestina para que esta no supusiera más que un tercio de la población local total, a menos que los propios habitantes árabes lo consintieran expresamente. Pero el sionismo no podía consentir un cambio tan brusco de la postura británica y del espíritu colonialista de la Declaración Balfour de 1917.

En abril de 1948 unidades del Irgún Tzvaí Leumí y de Lehi cometían otra matanza, esta vez en la aldea palestina de Deir Yassim y asesinaban a 120 personas. Einstein quedó conmocionado al conocer la matanza y el 9 de abril escribió una carta a Shepard Rifkin, director de la organización estadounidense Amigos americanos de los combatientes por la libertad de Israel, quien le había pedido que se manifestara públicamente a favor del sionismo y de la creación del Estado de Israel: “Estimado señor: Cuando nos sobrevenga una catástrofe real y definitiva en Palestina, los primeros responsables de ella serán los británicos y los segundos responsables serán las organizaciones terroristas creadas dentro de nuestras propias filas. No quisiera ver a nadie asociado con esa gente descarriada y criminal”.

Un mes más tarde, el 14 de mayo de 1948, las fuerzas judías, con consentimiento de Naciones Unidas, declaraban en Tel Aviv la creación de un nuevo Estado al que llamaron Israel y se apoderaron no del 56 % del territorio de Palestina tal como estaba previsto inicialmente, sino del 77 %. David Ben-Gurion, de origen polaco y presidente de la Agencia Judía, fue nombrado primer ministro y se convirtió en el artífice de la expulsión de Palestina por la fuerza de 750.000 palestinos, éxodo conocido como la Nakba («desastre» en árabe).

Una de las primeras medidas de Ben-Gurion fue la creación de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI, o Tzáhal, su acrónimo en hebreo). El núcleo central con el que se puso en marcha la FDI —una de las instituciones más respetadas por la población israelí y ejecutora del actual genocidio en Gaza—fue la propia estructura y militancia de la Haganá y otras organizaciones terroristas sionistas.

Arendt, la activista sionista que cambió de opinión
Hannah Arendt también fue inicialmente una entusiasta activista del movimiento sionista, primero en su país natal, en Alemania, en los años 20 e inicios de los 30, y a partir de 1937 en Estados Unidos, país en el que se refugió huyendo del nazismo.

Al igual que Einstein ella era una fervorosa partidaria de que se creara un lugar en Palestina para los judíos, pero no a costa del desalojo de los palestinos, y criticaba también que el movimiento sionista se olvidara del resto de judíos de la diáspora, de judíos como ella o Einstein que vivían en otros países y no querían vivir en Palestina.

Los registros de la emigración judía hacia Palestina antes de la creación del Estado de Israel muestran que de los cerca de 40.000 que migraron entre 1904 y 1914 más del 80% decidió no quedarse finalmente. El destino preferido era mayoritariamente Estados Unidos.

Arent creó en EE UU el Grupo Joven Judío en 1942 en un intento por ampliar el debate interno dentro del movimiento sionista. Ella criticaba que el movimiento dependiera tanto de banqueros como los Rothschild y otros magnates. Sostenía que esa dependencia era su “segunda opresión”.

Hannah Arent se distanciaba de los que mantenían una creencia bíblica, la que el pueblo judío era el “pueblo elegido”, con la que se justificaba todo. Sus diferencias con el proyecto sionista se acentuaron tras comprobar que las tesis del sionismo más extremista y chovinista se imponían en la Conferencia Baltimore de ese año.

En escritos como La crisis del sionismo que publicó ese año y en trabajos posteriores Arendt se distanciaba cada vez más de aquellos que ya no hablaban de un ‘hogar judío’ sino de un ‘Estado judío’ y mostró su preocupación por el desprecio con el que se hablaba de la población originaria palestina con la que no se contaba en ningún plan.

Su escrito Sionismo reconsiderado provocaría una gran polémica en el seno del movimiento sionista. En él denunciaba al “nacionalismo radical”: “El movimiento nacional judío social–revolucionario acabó como la mayoría de los movimientos de este tipo: dando su más firme apoyo no ya a reivindicaciones nacionales, sino a reivindicaciones chovinistas que en realidad no estaban en contra de los enemigos del pueblo judío, sino de sus amigos potenciales y de sus vecinos reales”.

Ella hablaba así de los árabes, ‘amigos potenciales’, ‘vecinos reales’, e igual que Einstein abogaba por un Estado binacional judío–palestino, y en 1951, tres años después de la fundación del Estado de Israel, denunciaba frontalmente la expulsión por parte del nuevo Estado de cientos de miles de los habitantes originarios de Palestina: “Después de la guerra resultó que la cuestión judía, que había sido considerada la única insoluble, estaba desde luego resuelta, principalmente gracias a un territorio primero colonizado y luego conquistado, pero esto no resolvió el problema de las minorías y de los apátridas. Al contrario, como virtualmente todos los demás acontecimientos de nuestro siglo, la solución de la cuestión judía produjo una nueva categoría de refugiados, los árabes, aumentando por el número de apátridas y fuera de la ley con otras 700.000 u 800.000 personas”.

Hannah Arendt, que tanto había luchado por el sionismo tuvo que soportar agresivas críticas del sionismo radical, que la terminaron acusando de antisemita y hasta de colaboracionista por su libro Eichman en Jerusalén. En ese libro ella hablaba sobre la banalidad del mal, pretendía ir más allá de una condena frontal al Holocausto, intentaba desentrañar la mente de un personaje como el jerarca nazi, cómo se transformaba un ciudadano alemán normal en un monstruo que en su juicio llegó a reivindicar ser un buen funcionario, haber cumplido a rajatabla con las órdenes recibidas. Obediencia debida.

Menájem Begin, un prócer para los sionistas, como Ben-Gurion, también nacido en Polonia y líder del Irgún, el grupo terrorista más radical, viajó a Estados Unidos en 1948 tras crearse el artificial Estado de Israel y fue recibido con todos los honores por el gobierno del demócrata Harry Truman,

Fue entonces cuando un grupo de 27 destacados intelectuales judíos residentes en Estados Unidos, filósofos, rabinos y científicos, entre los que se encontraban Albert Einstein y Hannah Arendt, enviaron una carta a los editores de The New York Times el 2 de diciembre de ese año repudiando su visita y el proyecto que representaba. Fue publicada por el diario neoyorkino dos días después: “Uno de los fenómenos políticos más inquietantes de nuestro tiempo es la aparición en el recién creado Estado de Israel, del Tnuat Haherut (Partido de la Libertad), un partido político muy parecido en su organización, métodos, filosofía política y atractivo social a los partidos nazi y fascista. Se formó a partir de los miembros y seguidores del antiguo Irgun Zvaí Leumí, una organización terrorista, derechista y chauvinista de Palestina (…) Es inconcebible que quienes se oponen al fascismo en todo el mundo, si se les informa correctamente sobre el historial político y las perspectivas del Sr. Begin, puedan sumar sus nombres y apoyo al movimiento que representa”.

En la carta, firmada también por otros intelectuales judíos, como Isidore Abramovitz, el rabino Jessurun Cardozo, Sidney Hook, Samuel Shuman, o Irma y Stefan Wolfe, denunciaban la intolerancia de Begin y los grupos terroristas que él representaba, que llegaban a aterrorizar a la propia población judía que no se unía a ellos: “Los profesores fueron golpeados por hablar en su contra y los adultos fueron fusilados por no permitir que sus hijos se unieran a ellos. Mediante métodos de gánsteres, palizas, ruptura de ventanas y robos generalizados, los terroristas intimidaron a la población y le exigieron un fuerte tributo”.

Tras otras consideraciones los intelectuales judíos terminaban así su carta: “Por lo tanto, los abajo firmantes utilizamos este medio para presentar públicamente algunos hechos destacados sobre Begin y su partido, y para instar a todos los interesados a no apoyar esta última manifestación del fascismo”.

Begin crearía en 1973 el partido Tnuat Haherut y lideraría el proceso de fusión de este con otras formaciones de la derecha israelí que daría lugar al nacimiento del Likud, el partido que hoy lidera Benjamin Netanyahu y el Gobierno ultraderechista israelí. En 1979 Begin recibía el Premio Nobel de la Paz.

Freud, crítico con el fanatismo sionista
El caso de Sigmund Fred fue distinto al de Einstein o Arendt. El padre del psicoanálisis, austriaco de origen judío pero declaradamente ateo, abordó en Moisés y el monoteísmo en los años 30 el proyecto de crear un ‘hogar judío’ en Palestina preguntándose: “Qué lleva a los judíos a considerarse como ‘el pueblo elegido’? ¿Cuáles son las consecuencias de mantener tal narcisismo?».

El 26 de febrero de 1930 Freud escribía una carta al doctor Chaim Koffer , quien, en nombre de la Fundación para la Reinstalación de los Judíos en Palestina, le pedía un pronunciamiento a favor del sionismo y de la migración hacia Palestina: “No puedo hacer lo que usted desea. Mi reticencia a interesar al público en mi persona es insalvable y creo que las circunstancias críticas actuales no me incitan para nada a hacerlo (…) Pero, por otro lado, no creo que Palestina pueda algún día ser un Estado judío ni que tanto el mundo cristiano como el mundo islámico puedan un día estar dispuestos a confiar sus lugares santos al cuidado de los judíos”.

Freud mencionaba también en esa carta su rechazo a considerar al Muro de las Lamentaciones el lugar sagrado más importante para el judaísmo: “No puedo experimentar la menor simpatía por una piedad sionista mal interpretada, que hace de un trozo del muro de Herodes una reliquia nacional y a causa de ella, ofende los sentimientos de los nativos”.

El padre del psicoanálisis, que en muchas ocasiones criticó el nacionalismo y la xenofobia, mencionaba también en esa carta su recelo sobre el apoyo interesado de magnates judíos a la idea de crear el ‘hogar judío’ en Palestina: “Me hubiera parecido más prudente una patria judía en un suelo históricamente no cargado; en efecto, sé que, para un propósito tan racional, nunca se hubiera podido suscitar la exaltación de las masas ni la cooperación de los ricos. Concedo también, con pesar que el fanatismo poco realista de nuestros compatriotas tiene su parte de responsabilidad en el despertar del recelo de los árabes”.

En 1939, cuando las organizaciones terroristas sionistas atacaban diariamente las aldeas palestinas advirtió: “La mayor calamidad sería un enfrentamiento permanente con el pueblo árabe” recordando que “en tiempos pasados ningún pueblo mostró mayor amistad con los judíos que los antepasados de estos árabes”.

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viernes, 5 de septiembre de 2025

A saber dónde nos espera la Muerte


Un avión accidentado en el Estado de Gujarat, en la India, en junio pasado.

No creo en los milagros ni en la magia, pero a veces pasan cosas que parecen fosfatinar las probabilidades estadísticas y desafiar todos los límites de lo posible. Como la suerte descomunal de ese británico de 40 años que resultó ser el único superviviente de la catástrofe del avión indio. Fallecieron las 241 personas que volaban junto a él y Ramesh salió caminando, como un zombi, con heridas leves. Se diría que lo salvó el destino, como si la existencia nos ocultara inexorables leyes que no conocemos. Es como ese célebre cuento de Las mil y una noches; el criado de un rico mercader se topa con la Muerte en el mercado de Bagdad, y ésta le hace gestos amedrentadores. Aterrado, el hombre corre a ver a su amo y le pide un caballo para escapar; me iré a Ispahán, le dice, que es la ciudad más lejana a la que puedo llegar al galope. Por la tarde, el mercader ve pasar a la Muerte, y le pregunta: ¿por qué has amenazado esta mañana a mi criado? Y la Ladrona de Dulzuras contesta: ¿Amenazarlo yo? No, era sólo un gesto de sorpresa al encontrarlo aquí, porque tengo una cita con él esta noche en Ispahán. Pues eso. Está claro que Ramesh tiene una cita en otro momento y otro lugar.

De hecho, todos tenemos esa cita en algún punto del globo y en alguna fecha, aunque la inmensa mayoría de los humanos se las apañan para vivir como si fueran eternos. No obstante, los sucesos tan inexplicables y aparentemente milagrosos como el del pasajero del asiento 11A nos afectan de una manera especial porque hablan de una insólita habilidad para escapar a la parca, un logro imposible e impensable y, por ello, muy consolador. En los tiempos antiguos morir era algo tan fácil, tan temprano y habitual, que la capacidad de sobrevivir era considerada en sí una virtud admirable, aunque los personajes defendieran su vida por medio de infamias. Ulises, el del Caballo de Troya, era en realidad un tipejo inmundo, manipulador y siniestro, un psicópata capaz de plantar pruebas falsas para hacer que lapidaran hasta la muerte a un noble guerrero y así quedarse él con toda la gloria. Y Simbad el Marino, que no tiene nada que ver con el de Disney, se salvó tras ser atrapado en una cueva a base de asesinar y robar a todos los pobres desgraciados que fueron encerrados después de él. Pero en la antigüedad los vieron como héroes por su empeño en seguir respirando a toda costa. Un horror, ese mundo de despiadados supervivientes. Una hazaña para mí incomprensible, porque no creo que merezca la pena vivir a cualquier precio.

Pero volvamos a la maravillosa maravilla del pasajero 11A. Hace muchos años entrevisté a Jaime Paz Zamora, que fue presidente de Bolivia de 1989 a 1993. En 1980, con 41 años, sufrió un accidente aéreo quizá causado por un atentado. Fue también el único que sobrevivió; sus cuatro acompañantes y el piloto murieron abrasados. Paz Zamora estaba sentado al lado de la puerta y salió por su pie, envuelto en llamas; un indígena que estaba en el campo le cubrió con su poncho, apagando el fuego. Cuando nos vimos, una década más tarde, seguía mostrando en su rostro y sus manos las horrendas marcas de las quemaduras, que lo dejaron muy desfigurado. De aquella entrevista sólo recuerdo la fascinación que me produjo poder hablar con el único superviviente de la caída de un avión, un accidente que nos parece el colmo de lo fatal. Ahora, tras la portentosa salvación de Ramesh, he buscado en internet supervivientes únicos a catástrofes aéreas y para mi pasmo absoluto he encontrado una lista en Wikipedia con 34 casos (incluido Ramesh pero no Paz Zamora, o sea que debe de haber más), varios de ellos en grandes accidentes de compañías como Pan Am o Varig. Se diría, por lo tanto, que esta flipante excepcionalidad no es tan excepcional, después de todo.

Y déjame añadir algo. El 7 de diciembre de 1983, a las 9.50, colisionaron en el aeropuerto de Barajas, Madrid, un vuelo de Iberia con destino a Roma y uno de Aviaco que iba a Santander. Hubo 93 muertos y 42 heridos. En el avión de Iberia había dos asientos vacíos: el del fotógrafo de EL PAÍS Chema Conesa y el mío. Íbamos a Roma a entrevistar al presidente Sandro Pertini, pero la enfermedad de una amiga mía me hizo llamar a Chema la noche anterior, apenas 10 horas antes de despegar, y pedirle que cambiáramos el vuelo por otro algo más tarde. En fin, a saber dónde me esperará la Muerte, pero gracias. 

jueves, 4 de septiembre de 2025

5 herramientas sencillas que ayudan a lidiar con el duelo

Mujer sentada con la mano en el rostro, afligida por la pena, conversa con una terapeuta que toma nota de la conversación

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,Existen una variedad de herramientas que ayudan a transitar el duelo.

Conozco el dolor de la pérdida íntimamente. Soy investigadora del duelo, profesora de trabajo social y viuda. Perdí a mi marido, Brent, en un accidente por ahogamiento cuando tenía 36 años. Estuvo desaparecido dos días antes de que encontraran su cuerpo.

Brent era psicólogo especializado en duelo, y ambos estábamos capacitados para apoyar a otros en su sufrimiento. Sin embargo, nada podía prepararme para mi propia pérdida.

La investigación y la experiencia personal me han demostrado que una pérdida profunda altera el sistema nervioso, provocando intensos cambios emocionales y desencadenando una cascada de síntomas físicos.

Este tipo de dolor puede hacer que los momentos cotidianos se vuelvan insoportables, por lo que aprender a gestionarlo es esencial para sobrevivir al duelo inicial.

Afortunadamente, existen herramientas basadas en la evidencia que ayudan a las personas a superar las fases más duras de la pérdida.

Por qué el duelo temprano resulta tan desconcertante
Perder a alguien fundamental en tu vida cotidiana desbarata las rutinas que antes te daban estabilidad.

Las pérdidas traumáticas, aquellas que se producen de forma repentina, violenta o aterradora, tienen un peso diferente: la angustia por cómo murió la persona, las preguntas sin respuesta y la conmoción de no haber tenido tiempo para prepararse o despedirse.

Las acciones cotidianas, como comer o acostarse, pueden poner de relieve la ausencia y desencadenar tanto el dolor como el temor.

Estos momentos revelan que el dolor es una experiencia que afecta a todo el ser. No solo afecta a nuestras emociones, sino también a nuestro cuerpo, nuestros pensamientos, nuestras rutinas y nuestra sensación de seguridad en el mundo.

Mujer durmiendo acurrucada en un sofá Las acciones cotidianas, como comer o acostarse, pueden poner de relieve la ausencia. Emocionalmente, el dolor puede ser caótico. Las emociones oscilan de forma impredecible, pasando del sollozo a la indiferencia en un instante.

Los profesionales de la salud mental llaman a esto "desregulación emocional", que incluye sentirse desconectado de las emociones, reaccionar de forma insuficiente o excesiva, quedarse estancado en un estado emocional o tener dificultades para cambiar de perspectiva.

A nivel cognitivo, resulta imposible concentrarse y aumentan los lapsos de memoria. Incluso sabiendo que el ser querido ya no está, el cerebro lo busca, esperando su voz o su mensaje, una respuesta de apego natural que alimenta la incredulidad, el anhelo y el pánico.

Físicamente, el dolor inunda el cuerpo de hormonas del estrés, lo que provoca insomnio, fatiga, dolores, pesadez y opresión en el pecho.

Tras perder a un ser querido, los estudios sugieren un breve aumento del riesgo de mortalidad, a menudo debido a la tensión añadida en el corazón, el sistema inmunológico y la salud mental.

Espiritualmente y existencialmente, la pérdida puede sacudir tus creencias hasta lo más profundo y hacer que el mundo te parezca confuso, vacío y desprovisto de sentido.

Las investigaciones sobre el duelo confirman que estos síntomas intensos son típicos durante un tiempo, y se agravan tras una pérdida traumática.

Encontrar una nueva base de referencia
Con el tiempo, la mayoría de las personas comienzan a estabilizarse.

Sin embargo, después de una pérdida traumática, no es raro que esa sensación de caos persista durante meses o incluso años. Al principio, trátate como si te estuvieras recuperando de una cirugía mayor: descansa a menudo, muévete lentamente y protege tu energía.

Al comienzo es posible que solo seas capaz de realizar pequeñas tareas cotidianas, como lavarte los dientes o hacer la cama, que te recuerden que sigues aquí.

No pasa nada. En este momento, tu única tarea es sobrevivir, dando un paso tras otro.

Joven sentado en un mat de yoga, meditando.

Date tiempo para relajarte y descansar.
A medida que vuelvas a enfrentarte a las responsabilidades cotidianas, déjate espacio para descansar.

Después de la muerte de Brent, llevaba una esterilla al trabajo para tumbarme cuando el cansancio o la carga emocional se volvían insoportables. En aquel momento no lo consideraba una forma de gestionar el dolor, pero me ayudó a sobrevivir los días más difíciles.

Según los teóricos del duelo, una de las tareas más importantes en las primeras etapas es aprender a gestionar y soportar el dolor emocional. Las personas en duelo deben permitirse sentir el peso de la pérdida.

Pero controlar el dolor no consiste solo en quedarse con el dolor. También significa saber cuándo alejarse sin caer en la evasión, lo que puede provocar pánico, entumecimiento y agotamiento. Como solía decir Brent: "El objetivo es abrazarlo y dejarlo". Tomarse descansos intencionados mediante distracciones o descanso puede permitir volver al duelo sin que este te consuma. También implica calmarte cuando te golpean las oleadas de dolor. ¿Qué hacer? Aquí compartimos cinco herramientas sencillas que no borrarán el dolor, pero pueden ofrecer un alivio rápido para las heridas abiertas y los altibajos del duelo inicial. 1. Un toque suave para aliviar la soledad Coloca una mano sobre el pecho, el estómago o suavemente sobre la mejilla, dondequiera que instintivamente pongas la mano cuando sientas dolor. Inhala lentamente. Al exhalar, di en voz baja o en tu mente: "Esto duele". Luego, "Estoy aquí" o "No estoy solo en esto". Permanece así durante uno o dos minutos, o todo el tiempo que te resulte cómodo. Por qué ayuda: El duelo a menudo te deja hambriento de contacto físico, anhelando la conexión física. El tocarse a uno mismo para relajarse, una práctica de autocompasión, activa el nervio vago, que ayuda a regular el ritmo cardíaco, la respiración y la respuesta calmante del cuerpo después del estrés. Este gesto ofrece calidez y estabilidad, reduciendo el aislamiento del dolor emocional 2. Montarse sobre la ola Cuando el dolor se apodere de ti, programa un temporizador de dos a cinco minutos. Permanece con la emoción. Respira. Obsérvala sin juzgarla. Si es demasiado, distráete brevemente, por ejemplo, contando hacia atrás, luego vuelve a la sensación y observa cómo puede haber cambiado. Por qué ayuda: Las emociones surgen como olas. Esta habilidad te ayuda a estar presente durante los arrebatos emocionales sin entrar en pánico, y te ayuda a aprender que estos arrebatos alcanzan su punto máximo y pasan sin destruirte. Se basa en la Terapia Dialéctica Conductual (TDC), un tratamiento basado en la evidencia para personas que experimentan una intensa desregulación emocional. Mujer abrazando a su perroFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,Acariciar a tu mascota puede indicarle seguridad a tu sistema nervioso. 3. Relajarse con texturas suaves Envuélvete en una manta suave. Sostén un peluche. O acaricia el pelaje de tu mascota. Concéntrate en la textura de dos a cinco minutos. Respira lentamente. Por qué ayuda: La suavidad le indica seguridad a tu sistema nervioso. Brinda consuelo cuando el dolor es demasiado intenso para expresarlo con palabras. 4. Bajarle la temperatura al agobio Los terapeutas suelen enseñar un conjunto de herramientas de TDC ( llamadas TIPP, por sus siglas en inglés, en español sería TERR) para ayudar a las personas a manejar la sobrecarga emocional durante crisis como el duelo. Estas siglas representan: Temperatura: utiliza el frío, como sostener hielo o aplicar agua fría en la cara, para provocar una respuesta calmante. Ejercicio intenso: realiza movimientos breves y rápidos para liberar la tensión. Respiración rítmica: respira lentamente y de forma controlada para reducir la excitación. Inhala lentamente durante dos o cuatro segundos y luego exhala durante cuatro o seis segundos. Relajación muscular progresiva: tensa y relaja grupos musculares individuales para aliviar el estrés. Por qué ayuda: Durante el duelo, el sistema nervioso puede oscilar entre estados de alta excitación, como el pánico y las palpitaciones, y estados de baja excitación, como el entumecimiento y la tristeza. Las respuestas individuales varían, pero la exposición al frío puede ayudar a calmar el corazón acelerado en momentos de agobio, mientras que la respiración rítmica o la relajación muscular alivian el entumecimiento y la tristeza. Mujer con un vaso lleno de hielo en primer planoFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,Utiliza el frío para calmarte. 5. Califica tu dolor Califica tu dolor del 1 al 10. Luego pregúntate: "¿Por qué es un 7 y no un 10?" O "¿Cuándo fue un poco mejor?" Anota lo que te ayudó. Por qué ayuda: Detectar incluso un ligero alivio genera esperanza. Te recuerda que el dolor no es constante y que los pequeños momentos de alivio son reales y significativos. Incluso con estas herramientas, seguirá habiendo momentos que se sienten insoportables, en los que el futuro parece inalcanzable y oscuro. En esos momentos, recuérdate a ti mismo que no tienes que seguir adelante ahora. Este simple recordatorio me ayudó en los momentos en que sentía pánico total, cuando no podía ver cómo sobreviviría a la siguiente hora, y mucho menos al futuro.

Dite a ti mismo: solo sobrevive este momento. Luego, el siguiente.

Apóyate en amigos, consejeros o líneas telefónicas de ayuda. Si el profundo dolor emocional sigue abrumándote, busca ayuda profesional.

Con apoyo y cuidados, empezarás a adaptarte a este mundo cambiado.

Con el tiempo, el dolor puede suavizarse, aunque nunca desaparezca por completo, y es posible que poco a poco reconstruyas una vida moldeada por el dolor, el amor y el valor para seguir adelante.

*Liza Barros-Lane, profesora adjunta de Trabajo Social, Universidad de Houston-Downtown, Estados Unidos. 


miércoles, 3 de septiembre de 2025

Sopa bullabesa

Elaboración Para la sopa: 

1. Prepara una cazuela bien grande. Vierte en ella las espinas de los pescados junto con las cabezas de los langostinos, y añade 1l de agua hirviendo. Cocina el caldo durante 40 minutos a fuego bajo. Una vez cocinado cuélalo. 

2. Mientras tanto, en una sartén con un chorrito de aceite, dora los ajos previamente laminados. 

3. En la misma sartén, rehoga la cebolla cortada en brunoise , dejala cocinar completamente y luego incorpora el tomate en dados. 

4. Deja cocinar el sofrito, añade las hebras de azafrán, el laurel y el caldo de pescado elaborado anteriormente. 

5. Deja cocinar unos 10 minutos y tritura el caldo junto a las verduras. Debe quedar una sopa espesa. 

6. Cuela el caldo y devuélvelo a la cazuela. 

7. Añade los pescados con un poco de sal y deja cocinar todo junto unos 6 minutos. Cuando queden un par de minutos añade los langostinos

8. Mientras dora en el horno las rebanadas de pan para que queden tostadas y crujientes. 

Para la salsa Rouille: 

1. Coloca los ajos pelados en un vaso batidor junto el pimiento, el azafrán, la sal, las yemas de huevo y el aceite. Tritura a velocidad baja hasta formar una salsa cremosa como una mahonesa. 

Presentación: 

Sirve cada ración de sopa de pescado decorada con un par de langostinos. Acompáñala con unas rebanadas de pan tostado junto con la salsa Rouille. 

Sopa bullabesa Consejos y trucos 
🔸 Si no tienes demasiado tiempo puedes usar un caldo comercial
🔸 Se pueden añadir mejillones y almejas a la sopa. 

 Consideraciones 
🔹 No apto para veganos 
🔹 Contiene gluten 
🔹 No contiene lactosa 
🔹 No contiene frutos secos

 

martes, 2 de septiembre de 2025

_- Novedades en el frente de la II Guerra Mundial


Tropas estadounidenses en la playa de Omaha durante el desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944.

Dejando atrás la vieja historia militar, el 80º aniversario del gran conflicto armado del siglo XX reaviva nuevas lecturas de un acontecimiento ampliamente estudiado del que aún quedan hechos desconocidos, ocultados o deformados por desvelar.

¿Se puede decir algo nuevo sobre la II Guerra Mundial? La respuesta es que sí. Con motivo del 80º aniversario del final de la contienda, han aparecido este 2025 una serie de libros que revelan hechos desconocidos, ocultados o deformados, que dejan definitivamente atrás la vieja historia militar. Se abre paso una mirada divulgativa, cercana al documental, pero también al análisis y la reflexión, tanto para el público general como el especializado. El episodio histórico sobre el que más se ha escrito hasta hoy se ha convertido en un campo en constante renovación. Hace tiempo que la guerra se estudia desde las relaciones internacionales, la economía o la superioridad tecnológica. Un enfoque múltiple marcado, a pesar de todo, por las circunstancias del presente. De poner el foco en la propaganda y la división ideológica de la Guerra Fría se ha pasado, por ejemplo, al extremismo como factor determinante en nuestros días. Una guerra larga que se conoce mucho más y mejor desde que se abrieron los archivos soviéticos, pero que, sobre todo, la invasión de Ucrania ha puesto nuevamente de relieve. La importancia de la Unión Soviética ha cambiado la visión del conflicto, pero, a pesar de la evolución y de los avances, no hay una explicación consensuada para un acontecimiento global que se sigue contando en clave nacional. Réplica o continuación de la primera, la II Guerra Mundial es todavía un gran relato fundacional. Merece la pena destacar, por lo tanto, aquellos estudios que no responden a lectura interesada del mundo actual, fomentando la distorsión y la conspiración en lugar de la propia historia. Aquellos que, a través del manejo de fuentes de archivos, de la actualización bibliográfica y temática, son capaces de realizar un análisis global del acontecimiento por excelencia del siglo XX. Obras de conjunto como la de Olivier Wieviorka, Historia total de la Segunda Guerra Mundial (Crítica), que recogen años de cambios interpretativos que han terminado por pulverizar muchos mitos particulares, como el de la neutralidad española que tanto tiempo ha servido para nadar y guardar la ropa.

Se abre paso una mirada divulgativa, cercana al documental, pero también al análisis y la reflexión La escritura de todas las guerras comienza por su final. Un lugar ocupado en el imaginario occidental por el desembarco de Normandía. Max Hastings nos devuelve allí en Overlord, el Día D y la batalla de Normandía (La Esfera de los Libros); un clásico traducido recientemente, con datos y formato renovados, como el número de efectivos desplegados sobre un terreno reproducido digitalmente. Una historia narrativa, muy visual, que se anticipó a su tiempo no solo en los aspectos formales. Fue de los primeros en reconocer que el desembarco nacía de la necesidad de responder al avance soviético. El 22 de junio de 1944 comenzó Bagratión, su operación homóloga en el este, que, sin embargo, ha ocupado muchas menos páginas de agradecimientos en la derrota del Eje. Hastings fue pionero en interpretar muchos de los silencios de los oficiales norteamericanos, como las bajas, el miedo y la desconexión de sus distintos ejércitos ante la enorme resistencia mostrada por los alemanes.

La aviación, el arma que decantó el conflicto en el oeste, mostró serias dudas sobre la viabilidad del desembarco, como demuestra Donald Miller en Los amos del aire (Desperta Ferro). Una historia de la Octava Fuerza Aérea norteamericana en la que explica cómo su gran logro fue golpear el corazón logístico e industrial de la Alemania nazi, al mismo tiempo que su capacidad para sostener el conflicto en distintos escenarios fuera de Europa. Una minuciosa reconstrucción basada en la documentación de los grandes archivos y museos de la guerra que no paran de adquirir y restaurar material de todo tipo, desde las claves y operaciones secretas del alto mando hasta el álbum de fotos y la correspondencia de miles de soldados de a pie. Un libro que indaga en muchos aspectos insólitos de la única guerra de bombarderos que se ha librado hasta hoy pero también se adentra en muchos vacíos incómodos, como la primera y última vez que se proyectó bombardear Auschwitz. A pesar de su extensión sobre la retaguardia y las ciudades enemigas, este tipo de operaciones sobre los campos nunca se aprobaron y fueron condenadas al olvido. Un auténtico despliegue de fuentes cotejadas con los archivos alemanes, donde también se ha podido seguir el rastro de sus protagonistas.

Prisioneros alemanes marchan por las calles de Moscú. En 1944, 57.600 soldados fueron apresados en los frentes de Bielorrusia. Sovfoto / Universal Images / Getty Images

Porque, a medida que se configuraba este escenario de guerra total, la vieja Europa desaparecía como potencia militar. La táctica alemana de la guerra relámpago, blitzkrieg, se activó, desde el principio, mucho más allá de la ocupación de Francia y del desfile triunfal en París. El primer enfrentamiento, verdadero, tras la invasión de Polonia y la declaración de guerra, se produjo en el mar del Norte. Antonio Muñoz Lorente, en Noruega, 1940 (Salamina), disecciona una batalla que no se redujo a la interrupción de la ruta de suministros británicos, particularmente del hierro, sino que fue un auténtico “trampolín estratégico” para la guerra aeronaval que quería librar Alemania en el Atlántico. Una gran apuesta en la que la Kriegsmarine se mostraría mucho más preparada para la guerra moderna que sus competidores, infringiendo un serio revés a los británicos, derrotados también en Dunkerque. Un desequilibrio en la concepción de la guerra que fue determinante en la marcha de la política británica y, sobre todo, en la alemana, que, como explica este trabajo de detalle y de síntesis, adquirió una enorme ventaja al ocupar 1.000 kilómetros de litoral noruego con tan solo una operación.

Aquello era solo el principio. Mucho antes de su estallido, el Estado Mayor británico sabía que iban a una guerra larga, devastadora, de más de cuatro años en los que los dos primeros tendrían que estar a la defensiva. Una guerra que pondría en jaque todo su imperio colonial y en la que, muy probablemente, necesitarían no solo a Estados Unidos, sino también a los soviéticos. Tim Bouverie, en Allies at War. The Politics of Defeating Hitler (The Bodley Head), parte de esa complejidad, estratégica y militar, para explicar cómo se forjaron las tensas relaciones entre los aliados. Un profundo estudio de historia internacional, apoyado en fuentes militares y, sobre todo, diplomáticas, que revela por qué la guerra sigue siendo fundamental para comprender nuestro mundo. Uno de esos puntos ciegos, no resueltos por los aliados, fue, precisamente, España. La obra se inserta en la renovación historiográfica que amplía el foco de la participación española en la guerra, desde sus propios planes de entrada a las posibles respuestas de los dos bandos a corto y medio plazo. Por un lado, mantiene la profunda vinculación de Franco con el Eje, desde su apoyo inicial en el golpe hasta su inmersión definitiva en la órbita alemana, concluida ya la Guerra Civil; una influencia que, por otro lado, no solo fue contrarrestada por los británicos. La novedad en su explicación sobre por qué España no entró finalmente en la guerra mundial, fruto del impresionante material de distintos archivos que ha consultado, va mucho más allá de la versión fijada por la Embajada inglesa o el Foreign Office. Nos lleva a las disputas entre norteamericanos, británicos y soviéticos en la conducción del conflicto, sobre todo pensando en el día después de la guerra. Y en concreto, al estatus que debía ocupar Francia y sus colonias en el norte de África, junto al Marruecos y el Tánger español. Una problemática cambiante que, como ya mostrara Richard Evans, comienza a vislumbrarse a tenor del giro en las relaciones germano-soviéticas antes de que termine la Guerra Civil y que acelera los planes de los británicos y franceses para que la contienda termine cuanto antes; una prisa que, pese a lo que comúnmente se cree, actuaría en contra de cualquier posibilidad de resistencia republicana.

Aviones de las fuerzas armadas estadounidenses sobrevuelan Cannes, Francia, en 1940. Hulton-Deutsch Collection / CORBIS / Getty Images

La España espiada. Redes de inteligencia durante la Segunda Guerra Mundial (Cátedra), coordinada por Emilio Grandío y Carlos Píriz, muestra cómo confluyeron en nuestro país todas las redes de espionaje mundiales, así como sus planes económicos de inserción en sus distintas áreas de influencia. Una obra que desgrana las “operaciones silenciosas” que las potencias en liza, como también las neutrales o no beligerantes, desarrollaron por toda la península Ibérica durante el conflicto. Proceso en el que España jugó un destacado papel que condicionó la propia supervivencia de la dictadura. Al término de la contienda, España fue condenada por Naciones Unidas, como otros tantos países que colaboraron con el Eje. Un aspecto que todavía encierra varias dimensiones sin resolver. Los españoles fueron deportados a los campos del Tercer Reich y los judíos con nacionalidad española, los sefarditas de Francia, Grecia y Países Bajos sufrieron el Holocausto. Los republicanos españoles, por su parte, fueron víctimas de la persecución dentro y fuera de España, pero también fueron combatientes de la II Guerra Mundial. Sobre esta última faceta hay cada vez más y mejores estudios. El más destacado es el de Séan Scullion, Españoles contra el nazismo. Republicanos en el Ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial (Espasa). Publicado originalmente como Churchill’s Spaniards (los españoles de Churchill), saca del olvido a los más de 1.000 soldados que cruzaron los Pirineos en la retirada de Cataluña y terminaron “al servicio de Su Majestad”. Un libro que combina a la perfección el manejo de los archivos y la estructura de las distintas unidades militares en las que se dispersaron los españoles; de Malta al Pacífico, de la campaña de África a la siempre aplazada batalla por la liberación de España. Y se nutre de aspectos personales muy valiosos, como la correspondencia o el material fotográfico que guardaron las familias en el exilio durante décadas. A diferencia de otros muchos trabajos que los recogen a modo de anexo, sirven aquí para retomar el hilo invisible entre la historia y la memoria familiar.

El libro de Laurence Rees recoge la inquietante normalidad con la que se planificaron y ejecutaron todo tipo de daños, violaciones y crímenes masivos contra la población civil

La participación española en la resistencia y liberación de Francia, mucho más conocida, aparece bajo distintos formatos, como muestra otro fenómeno que está detrás del auge y del interés por el tema: las recreaciones históricas. En De un infierno a otro (Atticus), Liz Cowley y Donough O’Brien narran la conocida como “batalla de La Madeleine”, en la que una unidad de maquis, compuesta por españoles y franceses, es capaz de retener a toda una columna de élite alemana destinada a frenar el desembarco de Normandía. Momento al que vuelve Fernando Castillo para dar forma a un ensayo sobre las imágenes finales de las dos guerras, la civil y la mundial, en El último vuelo. Fugitivos de la República y la colaboración (1939-1945) (Renacimiento). Un libro de llamadas, de vasos comunicantes entre las icónicas huidas que marcaron un desigual y fatal desenlace. De los aeródromos de Alicante en los que salió el Gobierno de Negrín y los miembros del Partido Comunista en abril de 1939, a la llegada a España, justo seis años después, de algunos de los principales líderes y criminales de guerra más destacados de la Europa nazi. En el otro extremo estaba la suerte de los marinos mercantes republicanos. Tras sortear el bloqueo de la no intervención, mediada la Guerra Civil, consiguieron llegaron al mar Negro para transportar armamento. José Vicente García Santamaria y Juan Carlos Sánchez Illán narran en Marinos republicanos en los campos de concentración soviéticos (Catarata) cómo, meses antes de que esta concluyera, fueron despojados de sus buques y retenidos en los puertos soviéticos. Solo unos pocos pasaron a trabajar en la industria pesada. La mayoría fue deportada al Gulag, sin ningún tipo de proceso ni condena alguna. Vivieron y murieron en Odesa, donde coincidieron con los prisioneros de la División Azul, y regresaron a España a mediados de los años cincuenta. En torno a las responsabilidades después de la guerra, el libro de Laurence Rees Los verdugos y las victimas (Crítica) recoge la inquietante normalidad con la que se planificaron y ejecutaron, en áreas muy alejadas y distintas del conflicto, todo tipo de daños, violaciones y crímenes masivos contra la población civil. El legado de una guerra que, por terrible que parezca, no ha dejado de perfeccionarse.

lunes, 1 de septiembre de 2025

La última revolución obrera de Europa occidental

Fuentes: Rebelión / Mundo Obrero [Imagen: Revolucionarios hechos prisioneros por soldados de la Guardia de Asalto y la Guardia Civil. Créditos: Koncern Ilustrowany Kurier Codzienny - Archiwum Ilustracji (ilustración: 1-E-6707)



Reseña de 1934: involución y revolución en la Segunda República (AKAL, 2024), de Eduardo González Calleja

¿Qué fue lo que pasó en España en 1934?

"1934: Involución y revolución en la Segunda República". Autor: Eduardo González Calleja. Editorial AKAL, 2024 

De acuerdo con Eduardo González Calleja, autor del libro 1934: involución y revolución en la Segunda República (AKAL, 2024), la sociedad española de ese tiempo presenció, en algunos casos como partícipes, la preparación y posterior movilización de la clase trabajadora española; no obstante, esa movilización no se manifestó de la misma forma en todo el territorio español, ya que en Asturias, Madrid, Cataluña los hechos tuvieron un cariz diferente al resto de España. Efectivamente, según el catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, en ese momento en España asistimos a cuatro expresiones del malestar social frente a la derechización del gobierno republicano de Lerroux, cada vez más próximo a la formación política de Gil Robles, que incorporó a tres de sus ministros al gobierno en octubre de 1934. En este contexto posterior a las elecciones de noviembre de 1933 los socialistas, principalmente bajo el liderato de Largo Caballero, asumieron que había llegado el momento de preparar la revolución como un acto defensivo contra un gobierno que pretendía alterar la esencia del régimen republicano. Así, a lo largo de un intenso año, el PSOE y la UGT se prepararon para la “conquista revolucionaria del poder para implantar la dictadura del proletariado”, en palabras del dirigente juvenil Segundo Serrano Poncela; esta preparación, sin embargo, lejos de llevarse en secreto era de conocimiento público… y el gobierno más o menos estaba al tanto de los preparativos revolucionarios, incluyendo la formación de milicias socialistas, que llegaron a desfilar públicamente, igual que las milicias japistas -de extrema derecha-. Asimismo, a lo largo de ese período, se promovieron diferentes huelgas, como la huelga de la construcción en febrero de 1934, pensadas como paros políticos, y la huelga general campesina del verano de 1934, que tuvo un amplio seguimiento -sobre todo en el sur peninsular- y que debe ser considerada como ‘el primer gran conflicto agrario organizado por los socialistas y la primera acción reivindicativa de masas planteada a escala nacional durante la República’.

Llegado el momento de la insurrección, que lo que se había estado preparando para realizar en todo el territorio español, no todos los territorios habían preparado el movimiento insurreccional del mismo modo, algo que a parte de mostrar una realidad que difería mucho de lo proyectado, provocó que lo que tuvo lugar en octubre de 1934 fueron como mínimo cuatro hechos diferentes.

En Asturias, sobre todo en las cuencas mineras de los ríos Caudal y Nalón (concejos de Mieres, Langreo…), el nivel de organización de la clase trabajadora, elevó el movimiento insurreccional a la condición de revolución social, llegando a ser proclamada la ‘comuna asturiana’ entre el 4 y el 18 de octubre, cuando fue violentamente reprimida por las tropas gubernamentales, lo que hace de la revolución asturiana la última revolución obrera de Europa.

En Madrid, el lugar supuestamente mejor organizado, la insurrección fracasó debido a los errores, escaramuzas, defecciones y derrotas que tuvieron lugar en la decisiva noche del 4 al 5 de octubre, lo que redujo el movimiento revolucionario en Madrid a un paro absoluto en la ciudad de Madrid el día 5 que se fue desconvocando -entre otras razones porque la derecha supo movilizar a sus bases para emplear a esquiroles que reventasen la huelga-, hasta que el día 13, aunque los últimos días tuvo menor intensidad, se desconvocó.

En Cataluña, por su parte, se asistió a tres procesos paralelos, que se correspondían con dinámicas políticas y sociales muy distintas; en este sentido, en el octubre catalán se produjo una ‘revolución multifacética’ en la que convivieron una lucha por la proclamación de un Estat Catalá ‘confederable’, de una República catalana que guardase las esencias de la República española a la deriva… y una revolución de carácter social.

En el resto de España lo que se vivó fue una huelga general política dirigida a forzar un cambio de gobierno, aunque a su vez tuvo un impacto desigual, ya que no tuvo la misma intensidad en Tenerife o en Soria (por citar dos ejemplos donde la huelga tuvo una escasa repercusión) que en Bilbao o en Eibar (por citar dos ejemplos de lo contrario).

Esos fueron los hechos y así nos los presenta el historiador Eduardo González Calleja en su libro, en el que también analiza los aprendizajes que la derecha -sobre todo los cedistas, la Falange joseantoniana y los monárquicos-, obtiene de estos acontecimientos. Ahora bien, dejando a parte el interés que el tema pueda tener como objeto de análisis historiográfico, lo cierto es que los hechos que tuvieron lugar ese año siguen estando de actualidad. Ahí está la intervención de Ramón Tamames -a la sazón candidato del ultraderechista VOX, no el diputado comunista-, durante la moción de censura al Gobierno de Pedro Sánchez el 21 de marzo de 2023, en la que dijo, literalmente y entre aplausos de la bancada derechista, lo siguiente: “La principal, la revolución de octubre de 1934, con más de mil muertos por la represión en gran medida o casi totalmente, por decirlo así, pero, como dice Raymond Carr, el hispanista, en realidad, 1934 fue el comienzo de la Guerra Civil”. Así pues, 90 años después, aquellos sucesos siguen estando de actualidad…, en la medida en que son objeto de manipulación histórica, cuya expresión más exquisita es la que realizó Ramón Tamames en sede parlamentaria.

Precisamente para acabar con las mentiras impuestas por la historiografía franquista y que sigue siendo fuente de inspiración para la derecha, Eduardo González Calleja sostiene, como principal conclusión del libro a efectos de desmitificación del pasado, que ‘tras la conmoción revolucionaria de octubre y la amenaza golpista de noviembre, el régimen republicano recuperó en 1935 una precaria normalidad que permitió el mantenimiento de la actividad institucional (incluida la parlamentaria) sin grandes sobresaltos hasta comienzos de 1936’; en este sentido, si en el año largo que media entre octubre de 1934 y julio de 1936, a pesar de la fractura cada vez mayor entre la derecha y la izquierda y de la asimilización de la violencia por las diferentes organizaciones políticas, el hecho de que las instituciones funcionasen con normalidad, la actividad parlamentaria no se viese interrumpida, las organizaciones obreras siguiesen manteniendo abiertas sus sedes y la prensa obrera siguiese publicándose…, es una prueba irrefutable de que el sistema funcionó, por lo que no es correcto buscar en los acontecimientos de 1934 ‘los primeros disparos de la guerra civil’, como sostiene el ex-grapo Pío Moa -ahora reconvertido a historiador franquista- y toda la historiografía de derechas, hasta llegar a Alejandro Nieto y Ramón Tamames.

Hay muchas razones para leer este libro, en el cual el autor ofrece una lúcida interpretación de todo el proceso (las alianzas y las divisiones, la esperanza y la decepción, la acción y la reacción…), pero quizás la más importante es que destroza los mitos y las manipulaciones de la derecha.

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