viernes, 5 de junio de 2015

Misa republicana en París

Colocando el miércoles los restos de cuatro resistentes en el Panteón republicano de París en medio de una gran ceremonia, una especie de misa laica en el corazón de la capital, François Hollande ha dado una lección de historia. Mejor dicho: de cómo la historia se acomoda desde el poder. La pugna electoral de Hollande para lograr un segundo mandato en las presidenciales de 2017 ya ha empezado. Necesitado de recursos de prestigio, la efectista escenificación del miércoles en el templo que acoge a los grandes hombres de la República desde la época de Voltaire y Rousseau, incluyó una emotiva homilía presidencial. Esencialmente, el asunto consistió en la habitual campaña de imagen y presencia en la que, a falta de otras sustancias, se reduce la política. Respecto al contenido, el discurso del Presidente, que el Elíseo anunciaba como crucial, no pasó de corriente.

Hollande ha logrado que en el Panteón siga sin haber ni un solo resistente comunista, pese a que esa fuerza fue un componente esencial -e inicial- de la Resistencia. Hasta el miércoles, el único resistente allí presente era Jean Moulin, sin duda una personalidad indiscutible y unificadora -pero no comunista como señalamos por error en nuestra crónica de la edición impresa de ayer. Los cuatro que Hollande ha añadido (Geneviève de Gaulle, sobrina del general, la etnóloga Germaine Tillion, Pierre Brossolette, cuadro de los servicios de información gaullistas, y el ex ministro de educación del Frente Popular Jean Zay), todos ellos grandes figuras, mantienen en el Panteón de la República un homenaje incompleto a la Resistencia. El Presidente lo reconoció al decir en su discurso que las cinco personalidades ahora representadas en el Panteón “no son toda la Resistencia”, movimiento con “muchos rostros”, dijo, entre los que citó a, “comunistas, gaullistas, socialistas, radicales y hasta monárquicos”

¿Qué habría costado incluir entre los panteonizados ayer a Marie-Claude Vaillant-Couturier, comunista que fue compañera de internamiento en Ravensbruck de Tillion y de Gaulle, o al emigrante del affiche rouge, Missak Manouchian, líder del grupo filocomunista de los veintitrés fusilados en febrero de 1944, lleno de judíos y extranjeros, entre ellos el español Celestino Alonso? La caída de aquellos veintitrés dio lugar a una intensa campaña de propaganda xenófoba de los nazis y del gobierno de Vichy, no exenta de actualidad en la Europa de hoy. Renunciando a eso, el homenaje fue, ciertamente, incompleto.

La Resistencia no es una rancia memoria. Sus valores de indignación, rebelión y compromiso activo contra la injusticia y la tiranía, son perennes y universales. Su programa, el Programa del Consejo Nacional de la Resistencia de 15 de marzo de 1944, destinado a definir el régimen democrático auspiciado tras la liberación y que lleva la impronta de Jean Moulin, es de una actualidad asombrosa. Contiene el grueso de lo que hoy se necesita; desde, “una verdadera democracia económica y social, que implique apartar las grandes feudalidades económicas y financieras de la dirección de la economía”, hasta “garantizar la subordinación de los intereses particulares al interés general”, pasando por, “una libertad de prensa independiente de la potencia del dinero”, la “instrucción para todos”, la “nacionalización de los grandes medios de producción, las fuentes de energía, las riquezas del subsuelo, los seguros y los grandes bancos”.

Lo que en 1944 era consenso básico para un futuro decente, hoy es “izquierda radical”, “extremismo”, naturalmente “populismo” y otras sandeces. Se comprende, así, por qué la historia debe ser bien acomodada.
La Vanguardia
Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/?p=111

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