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lunes, 26 de enero de 2015

La atractiva necesidad de refrescar la memoria. Las grandes transformaciones reales necesitan consenso entre grandes sectores de la sociedad

¿Se puede humanizar el análisis económico? ¿Es razonable pretender que se incluyan dentro de los elementos a tener en cuenta las consecuencias previsibles sobre la vida de las personas concernidas? Algunos piensan que pretender humanizar la relación coste-beneficio es muy encomiable, pero poco útil. Otros, que es imprescindible políticamente y que esa humanización debe fijar el objetivo de la actuación reguladora del Estado. Es lo que mantiene, por ejemplo, uno de los juristas más famosos de Estados Unidos, Cass Sunstein, catedrático de Harvard, 60 años, colaborador de Obama y, para algunos comentaristas conservadores, “el hombre más peligroso de América”, según el largo perfil que publica el último número de la revista de Leyes de esa universidad.

Sunstein cree que Franklin Delano Roosevelt pronunció el discurso más importante del siglo XX cuando propuso, en enero de 1944, quince meses antes de su muerte, una “segunda Carta de Derechos”, un texto que debería ser añadido a la Constitución de Estados Unidos, incorporando como derechos el acceso a un trabajo justamente remunerado, la sanidad, la educación, el techo, las pensiones...

Algo curiosamente parecido a lo que había significado el  Informe Beveridge  en Gran Bretaña y que allí daría origen, después de la II Guerra Mundial, al gobierno más extraordinariamente reformista de la historia, el que encabezó  Clement Atlee, con Aneurin Bevan como ministro de Salud y creador del sistema sanitario público más admirado del mundo: el National Health Service. Atención, todo aquel formidable cambio se produjo en los días en los que Gran Bretaña mantenía una deuda soberana equivalente al 250% de su PIB.

A Sunstein, que defiende la idea del “empujón del Estado”, le gusta “refrescar la memoria” y recordar a sus compatriotas que hubo épocas en las que se hablaba de asuntos como incorporar nuevos derechos sociales a la Constitución americana, sin que eso provocara ningún escándalo. Propuestas como las de Roosevelt, o el increíble plan que puso realmente en pie el atildado y tímido Atlee, serían calificadas ahora de locuras extravagantes.

Así que refrescar la memoria parece ser una recomendación sensata. Porque paralelamente parece que también se ha olvidado lo que significa la pobreza, no la miseria que lleva a la inanición e incapacita para pensar, sino la pobreza, la escasez e insuficiencia permanente de lo necesario. El estado en el que se encuentra, según Cáritas, uno de cada cinco españoles, por ejemplo, personas que o no encuentran trabajo o que trabajan, pero no ganan lo suficiente para vivir.

“Desengáñense, la pobreza no es soportable”, aseguraba la escritora norteamericana Barbara Ehrenreich, en su libro “Por cuatro duros”. La pobreza, explicaba en un famosísimo reportaje publicado en la revista Harper, produce angustia profunda, un considerable deterioro de la salud, privaciones crónicas, un estado permanente de emergencia que va creando un estilo de vida insoportable.

Bien, pero no queda más remedio. Ya se saldrá adelante. La cuestión es que eso lo dicen quienes están en otra situación y se creen con derecho a animar a quienes padecen esa angustia insoportable. Ehrenreich nos enseñó quiénes son esas personas que no vemos y a las que aconsejamos paciencia: el camarero de la hamburguesería de la esquina, la limpiadora de un hotel de segunda, el dependiente o el reponedor de un supermercado que visitamos casi diariamente. Los trabajos sin cualificar, los que se remuneran con salarios que no dan para vivir, suelen ser precisamente trabajos duros, que exigen un gran desgaste físico y provocan dolores crónicos. Ehrenreich se asombraba de cuántos trabajadores pobres necesitaban ibuprofeno para tirar día a día y de cuántos padecían una alimentación, no escasa, pero sí inadecuada, hecha de comida de sobre.

Las grandes transformaciones, las grandes transformaciones reales, requieren consenso. Acuerdo entre grandes sectores de la sociedad. Es innegable que la sociedad española necesita hoy una gran transformación y es absurdo exigir que todo vuelva a ser como era antes, porque antes, en realidad, la tasa de paro estructural rondaba en España el 17%. El problema, como dice Sunstein, es si esa trasformación se encara pensando que la humanización del análisis económico es una exigencia o, por el contrario, una debilidad. Si se cree que el otro puede resistir lo que, simplemente, no es soportable. solg@elpais.es
Fuente:  25 ENE 2015 -
http://elpais.com/elpais/2015/01/23/opinion/1422011932_798523.html
Más, http://economia.elpais.com/economia/2014/12/14/actualidad/1418584213_652493.html

miércoles, 16 de noviembre de 2011

"¿Cómo es posible que funcione el sistema si no hay consumidores?"

La ensayista Barbara Ehrenreich ataca la trampa del pensamiento positivo
"Si tienes cáncer y no te curas es porque no tienes una actitud positiva; si te despiden de tu trabajo y no encuentras otro es por la misma razón; si eres pobre es tu culpa, porque odias la riqueza". Barbara Ehrenreich (Butte, Montana, 1941) es una representante clásica del pensamiento de izquierdas norteamericano y adora desmontar mitos y supercherías como las arriba señaladas. Bióloga de formación, pasó pronto a dedicarse al análisis político y a la crítica social. Es autora de más de una veintena de libros y acaba de publicar Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo (Turner).

Estuvo en Barcelona y dio una conferencia en el Centro de Cultura Contemporáneo (CCCB) insistiendo en que no es cierto que el vaso siempre esté medio lleno, nunca medio vacío. Ehrenreich tuvo cáncer de mama y le irritó profundamente el activismo positivo del que se vio rodeada durante su enfermedad, y descubrió que se trataba de un auténtico movimiento social, no solo relacionado con el cáncer. Su teoría es que no es más que una treta para justificar las desigualdades.

"Me irritó mucho esta filosofía, porque básicamente suponía que yo era responsable de mi enfermedad. Cuando empecé a investigar sobre el problema de los ejecutivos que perdían su empleo me di cuenta de que era lo mismo que con el cáncer: si te han despedido es porque no tienes un pensamiento positivo, les decían, y si no encuentras trabajo es porque no has visto lo que de positivo tiene esta oportunidad. Y sobre esto se ha creado una gigantesca industria que básicamente consiste en decir que uno puede conseguirlo todo si solo cambia su manera de pensar. Es simplemente cruel decirle a alguien que ha perdido su trabajo o a quien le han diagnosticado una enfermedad importante que debe trabajar en su actitud".

En su opinión, esta filosofía también está en el origen del desbarajuste económico y financiero que ha provocado la crisis por la que atravesamos. "A principios de la década de 1980 hubo un cambio profundo en la cultura de las grandes empresas norteamericanas, consistente en abandonar la racionalidad de manera plenamente consciente. 'No queremos pensar demasiado. Un auténtico líder no tiene que pensar demasiado porque es alguien genial que debe seguir su inspiración', decían. Todo lo que hasta entonces se había hecho: analizar los riesgos y estudiar las distintas opciones ya no servía, la palabra clave era carisma: las cualidades carismáticas del líder. Sobre este principio se creó una cultura del negocio que lleva a los empleados a retiros sobre el espiritualismo de los nativos americanos...".

Para Ehrenreich, los líderes empresariales y financieros que nos han llevado a esta situación son gente que vive en otro mundo. "Cuando vales cientos de millones de dólares no ocupas el mismo mundo que la gente corriente; no vas en vuelos comerciales, usas el helicóptero en la ciudad, te alojas solo en hoteles de cinco estrellas, vives en una burbuja en la que todo lo que deseas se hace realidad. Si estás en tu casa de Palm Beach y piensas que no tienes un buen borgoña para ofrecer a tus invitados, mandas a un empleado en tu avión privado a tu casa en la Costa Este para que traiga unas cuantas cajas a tiempo para la cena. Es mágico. Porque además esta gente es más rica que nunca y tiene auténticos poderes mágicos comparado con nosotros".

Cree que las soluciones al desbarajuste no tienen por qué ser demasiado radicales y que lo que exigen los jóvenes indignados es perfectamente razonable. "No se puede tener una economía basada exclusivamente en el juego, ni tampoco es posible mantener una proporción tan alta de pobreza en la población. Está afectando profundamente al sistema. Simplemente hay que parar y razonar. ¿Cómo es posible que funcione el sistema si no hay consumidores? Se ha olvidado el principio básico de Henry Ford, que pensaba que cualquiera de sus empleados debería ser capaz de comprarse uno de sus coches para que realmente su negocio, basado en la producción en cadena, pudiera funcionar".

¿Y cómo ha sido posible llegar a este punto? ¿No hay nadie pilotando el avión? "Esto es lo que estamos descubriendo ahora", responde, "que los grandes chicos listos, los masters del universo son gente de la que es imposible fiarse, y es precisamente a ellos a quienes les dimos nuestra confianza y nuestro dinero. Por eso ahora hay este movimiento de quienes se dan cuenta de que estos tipos son unos timadores y que esto no puede continuar".

jueves, 10 de noviembre de 2011

Mujeres trabajadoras contra un Walmart que ha cobrado una extraña vida propia

¿Qué es Walmart , en un sentido estrictamente taxonómico? Atendiendo sólo a sus dimensiones, sería fácil tomarla por una nación: en 2001, sus ingresos anuales montaban tanto o más que los de 22 Estado nacionales. Si reuniéramos a todos sus empleados –sólo en los EEUU, 1,4 millones—, diríase que es una gran ciudad. Pero también cabe la posibilidad de ver a Walmart y a otras empresas de alcance planetario, no como conjuntos agregados de personas, sino como formas independientes de vida, como especies de superorganismos.

Tal parece ser la conclusión de la decisión los decisión de Ciudadanos Unidos 2010, en la que la Corte Suprema de los EEUU, incurriendo en delirante antropomorfismo, resolvió que las grandes corporaciones empresariales son realmente personas y que, por lo mismo, gozan de libertad de expresión y del derecho de hacer contribuciones financieras ilimitadas a las campañas electorales. Dirán ustedes que la noción de personalidad ya se había visto degradada al punto de resultar irreconocible por lo actvistas "pro-vida" que la extendieron a células individuales como los zigotos. Pero la Corte debió pensar que sería discriminatorio atender a razones de volumen: si una célula microscópica puede ser una persona, ¿por qué no un brontosaurio, un tsunami o una empresa transnacional?

Pero la defensa de Walmart ante una demanda colectiva que acusaba a la compañía de prácticas discriminatorias contra sus mujeres trabajadoras – Dukes v Walmart – arroja nueva luz sobre la biologíaa de las megaempresas privadas. La compañía arguye que con "siete divisiones, 41 regiones, 3.400 tiendas comeciales y más de un millón de empleados", las experiencias de los empleados individuales son demasiado distintas como para permitir jurídicamente una demanda "colectiva". Walmart, en otras palabras, es demasiado grande, demasiado multifacética y demasiado diversa como para poder ser jurídicamente demandada.

Así pues, si Walmart es realmente una persona, es una persona sin sistema nervioso central, o al menos sin control central de las distintas partes de su cierpo. Existen personas así, lo admito de grado, pero –la cosa no ofrece duda— cuando la Corte Suprema declaró que las corporaciones empresariales eran personas, no se refería a "personas con enfermedades neuromusculares degenerativas agudas".

Para quienes nunca han visitado un establecimiento de Walmart, diré que la empresa no es un conglomerado de boutiques gobernadas por divas egoístas. Todos y cada uno de los detalles, desde las políticas de personal hasta el equipo de útiles de cada planta, están dictados por el cuartel general de la empresa en Bentonville. Un ejemplo: en 2000, trabajé durante tres semanas en el departamento de ropa femenina de un Walmart. (Entre paréntesis: eso me permite ser ahora parte en la demanda colectiva contra Walmart por discriminación de género, aunque la posibilidad de una indemnización con una cifra de varios dígitos, creo, no ha influido en el juicio que de este asunto me he formado.) En el curso de mi trabajo, tuve ocasión de hacerle varias sugerencias a mi supervisor. Por ejemplo: que los pantalones vaqueros de talla extragrande no se exhibieran a ras de suelo, porque las mujeres de talla extragrande no podrían hacerse con ellos sin precisar ayuda para volver a levantarse. Buena idea, me dijo, pero corresponde a Betonville decidir dónde se ponen los vaqueros, y cualquier otro producto.

Muchas cosas han cambiado desde que yo trabajé en Walmart. La compañía ha luchado por mejorar su tradicional imagen de empresa explotadora. Se ha empeñado en decir que promoverá a más mujeres. Pero una cosa que seguro que no ha hecho es reestructurarse como un colectivo anarquista. Betonville sigue imperando absolutamente tanto sobre los directores de los establecimientos como sobre los "asociados", el eufemístico término empleado por Walmart para referirse a sus siempre mal retribuidos trabajadores.

De manera, pues, que si Walmart es una forma viva, es de una especie inclasificable. Come, devorando ciudad tras ciudad, a veces mutando el nombre: Walmex en México, Asda en el Reino Unido. Sin embargo, en la defensa presentada en el pleito Dukes vs. Walmart, Walmart alega no tener idea de lo que está haciendo. Eso podría ser una metáfora del capitalismo, o un indicio de que está en curso una invasión alienígena exitosa. Lo único seguro es que, si la Corte Suprema resuelve a favor de Walmart, experimentaremos una proliferación de esas criaturas: "personas" monstruosamente sobredimensionadas que insisten en su incapacidad para controlar sus acciones.

Barbara Ehrenreich
Sin Permiso. Traducción de Casiopea Altisench

Barbara Ehrenreich es la presidente de la "United Professionals" y autora, recientemente, de This Land Is Their Land: Reports From a Divided Nation.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El lado negativo del pensamiento positivo

El pensamiento positivo dicta que la actitud influye en la evolución de las enfermedades y en el logro de objetivos, lo que, a veces, victimiza al que fracasa. Pero querer no siempre es poder. ¿Qué es más eficaz: cambiar de ideas o de acciones?

Cuando a la escritora Barbara Ehrenreich le detectaron un cáncer de mama descubrió, para su sorpresa, que todo lo que rodeaba a la enfermedad era de color de rosa. Lo importante era mantener una actitud positiva, eso ayudaría a curarla. Las enfermas no eran víctimas, sino luchadoras. Los lazos rosas y ositos de peluche, emblemas de las asociaciones contra este cáncer, acompañaban al tratamiento. Al fin y al cabo la enfermedad no era más que un reto y una oportunidad para reinventarse y evolucionar.

Pero Ehrenreich se encontraba asustada, furiosa y, en medio de tanta positividad, bastante sola. Quería comprensión y no sonrisas. El summun de esta perversión, a ojos de la escritora, son las palabras del ciclista Lance Armstrong (ganador de siete Tours) cuando, una vez recuperado, declaró: "El cáncer es lo mejor que me ha pasado en la vida".

El pensamiento positivo dicta, según explica Ehrenreich, que la actitud personal influye en el desarrollo de la enfermedad y, en general, condiciona unívocamente la consecución o no de los objetivos de los individuos. El éxito o el fracaso dependen exclusivamente de uno mismo y no del azar o de sus circunstancias vitales. Esto produce una victimización del que fracasa: todas las culpas recaen sobre uno mismo. "Cada vez parece que hay menos excusas para no ser felices, comienza a ser una obligación", explica Juan Antonio Huertas, profesor de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

"Los enfermos no te piden ser felices sino que te adaptes a sus demandas y a sus necesidades. Generalizar la obligación de ser feliz siempre es, en ocasiones, una obligación tiránica. Hay estudios que demuestran, por ejemplo, que para mejorar el bienestar y la predisposición de un paciente no hay que intentar que cambie su actitud y empiece a pensar en positivo, es más eficaz cambiar acciones que ideas, por ejemplo, dejar que pueda controlar algo de su vida en el hospital (cuando se despierta, sus visitas, que alguien conteste a sus preguntas, etcétera)", apunta Huertas.

En su ensayo Sonríe o muere: la trampa del pensamiento positivo (Turner), Ehrenreich parte de su experiencia con la enfermedad (que superó: es una superviviente) para dar un repaso a las diferentes facetas de este tipo de pensamiento, que considera germen de la autoayuda, los telepredicadores televisivos estadounidenses, la psicología positiva, e, incluso, causante en buena medida de la galopante crisis económica mundial. Todo ello conectado por el hilo del optimismo.

"No abogo por el optimismo ilusorio, que aboca al desastre, pero sí por un optimismo inteligente: los optimistas toman las riendas de su vida, mientras que los pesimistas se rinden a las circunstancias. Lo realmente necesario es un punto de vista realista, aunque el realismo es un arduo problema filosófico, pero con la ilusión de la transformación del mundo", disiente Carmelo Vázquez, profesor de psicología de la Universidad Complutense y coautor, junto con María Dolores Avia, del libro Optimismo inteligente (Alianza).

"La psicología positiva es una aproximación diferente a la psicología, tradicionalmente enfocada en los problemas psicológicos. Intentamos completar la visión desde el otro lado, estudiando el gozo, la alegría, no solo la depresión, sino lo bueno que tenemos", agrega.

"En autoayuda", continúa Vázquez, "hay libros malísimos, como los de algunos gurús de la felicidad. Es lastimoso. Pero existen autores dignos en la psicología positiva". Pese a todo, Ehrenreich arremete contra todo el negocio de la autoayuda, el coaching, etcétera. Ejemplo: libros como el best seller El secreto, de Rhonda Byrne, y su ley de la atracción, según la cual la visualización de objetos y situaciones y la actitud positiva, conduce a su consecución de forma casi mágica. Para tener el coche de tus sueños, basta con visualizarlo y desearlo con suficiente intensidad.

La excusa perfecta
"Los libros de autoyuda se apropian de unos resultados científicos, aparentemente novedosos, los amplifican y los simplifican. Lamentablemente los trabajos científicos de base que vampirizan no tienen tales aspiraciones. Al pasar del ámbito científico al popular se tiende a banalizar. El secreto, en efecto, habla de cosas imposibles físicamente, es pernicioso, crea ilusiones imposibles", opina el profesor Huertas.

El libro ¿Quién se ha llevado mi queso?, que Ehrenreich critica duramente, entronca el pensamiento positivo con el mercado laboral. En él se explica que cuando uno pierde su empleo (su trozo de queso en la metáfora del libro, que protagonizan unos ratones) no puede cegarse con la protesta o el victimismo, sino que debe correr rápido en pos de un nuevo trabajo (un nuevo y suculento trozo de queso) antes de que un competidor se le adelante.

Es una justificación de la flexibilidad laboral. "Si la psicología positiva se ha instalado tan fuertemente dentro de la cultura y repercute como lo hace en la vida cotidiana de las personas no es tanto por su valor de verdad científico y psicológico, porque resulta muy útil a ciertos intereses particulares. Uno de los campos al que más práctico le ha resultado esta postura es al mundo empresarial", dice Edgar Cabanas, psicólogo investigador sobre este tema en la UAM."El pensamiento positivo crea ciudadanos dóciles, menos críticos. Identifica a los empleados con los valores de la empresa. Se aumenta la productividad al menor coste posible, y se lubrica la salida de los trabajadores de las empresas".

Y de ahí, según Ehrenreich, a la crisis económica. Según se explica en Sonríe o muere, durante la época de bonanza era anatema tener previsiones pesimistas: todo iba viento en popa y los analistas o asesores financieros que preveían el desastre eran mal vistos o, simplemente, despedidos. Nada malo podía pasar.

Ehrenreich concluye que más que vivir autoevaluándose constantemente y tratando de ser positivo puede uno alcanzar el bienestar tratando de mejorar el mundo exterior de forma práctica: "Habrá que construir diques, llevar comida a los hambrientos, encontrar remedios... Quizás no todo nos salga bien, seguramente no salga bien a la primera, pero podemos pasarlo muy bien mientras lo intentamos"...

 SERGIO C. FANJUL El País, 07/09/2011

lunes, 18 de julio de 2011

Optimistas a la fuerza, pase lo que pase

El pensamiento positivo impone que la crisis es una oportunidad y no una desgracia
Demos la bienvenida al cáncer

Esta seudoideología arrasa en EE UU y defiende que no falla el sistema, sino la actitud de cada uno Demos la bienvenida al cáncer La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta seudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".

La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre todo tras los ajustes en las grandes empresas. "Había gente a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. También en este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente".

Aunque las raíces de este movimiento sean más antiguas (Ehrenreich lo entronca con una evolución del calvinismo norteamericano a partir de 1850), las sencillas premisas en las que se basa se han difundido por el mundo en libros de autoayuda y superación como el archifamoso ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer Johnson, que permaneció durante cinco años en la lista de los más vendidos desde que se publicó en 1998. El queso que persiguen cuatro ratoncillos simboliza la felicidad, la riqueza, el empleo y el bienestar que busca cada uno. Y la parábola incita a adaptarse a las nuevas circunstancias en esa búsqueda en lugar de lamentarse cuando te mueven tu queso...

Fuente:
http://elpais.com/diario/2011/07/17/sociedad/1310853601_850215.html

sábado, 13 de febrero de 2010

Entrevista a Barbara Ehrenreich con motivo de la publicación de su libro

Sonríe o muere: Como el pensamiento positivo ha engañado a América y al mundo

Barbara Ehrenreich New Statesman. 09/02/10
¿Por qué tanta gente es partidaria de lo que usted denomina “el culto al pensamiento positivo”?

En Estados Unidos, y hasta cierto punto en el Reino Unido, una “actitud positiva” es obligatoria en el puesto de trabajo. Pueden despedirte simplemente por tener una, digamos, “mala actitud”. Lo que supone un nuevo nivel de intimidación psicológica por parte del empleador. Así, para mucha gente es como decir, “bien, ¿como voy a salir adelante en la vida? Tengo que aprender a ser más positivo.” En segundo lugar está la idea, que es más una zanahoria que un palo, de que tú puedes controlar el mundo con tus pensamientos. Es una especie de mito de un poder personal infinito.

¿Cree que los amigos de Oprah Winfrey, promotora de estas ideas, están engañados o más bien que están embolsándose dinero?
Creo que Oprah es bastante sincera. No sé nada de los demás, pero he asistido a su show y creo que es lo que ella cree. No es extraño con respecto a los multimillonarios porque es un punto de vista muy halagador. Si puedes atribuir completamente tu propio éxito a tu propio esfuerzo mental, a tu propia actitud, a alguna esencia espiritual tuya que es mejor que la de los demás, ello debe hacerte sentir muy bien.

En su nuevo libro usted habla de Wall Street. Los banqueros ¿piensan realmente en positivo?
Durante mucho tiempo tuve la convicción de que el capitalismo es realmente racional –al fin y al cabo se basa en números. Pero pregunté repetidamente a los expertos ¿piensa que los tipos de arriba se creen algo de esto?
La respuesta fue “por completo”. El significado del “management” cambió de manera decisiva en los años noventa – de la noción de que realmente conoces el negocio se pasó a la de que eres un líder porque desprendes una especie de confianza que inspira a los demás. Lo que significa que el pensamiento positivo es un culto.
Pregunté a un tipo muy brillante de Wall Street “¿Piensan realmente esta gente que con estas ideas pueden atraer a alguien?”
“Absolutamente”, respondió. Si ganas $500 millones, realmente de alguna forma puedes.

Cuando empezó a escribir sobre ello ¿se sorprendió de lo lejos que puede llevar esta tendencia?
¡Si! Primero pensé que era algo peculiar al cáncer de mama – la cultura del lazo rosado, las exhortaciones a ser siempre positivo. Pero algunos años después empecé a encontrar gente a quienes se les había dicho, cuando eran despedidos, que no se trataba de mala suerte, que en realidad era una oportunidad maravillosa y que cualquier cosa que les pasaba era debido a su propia actitud. Y entonces esto conectaba – esta es la línea que proponen a las víctimas de cáncer.

¿En qué medida este culto es propio de América? La escéptica Europa ¿está totalmente a salvo?

En sus orígenes era un fenómeno distintivo de América. Pero actualmente Australia se ha enganchado. Además están exportándolo – el autor de El Secreto, best seller en 2006, es australiano. En el Reino Unido tiene usted toda una serie de conferenciantes motivacionales y se pueden encontrar “life coach”. Por otra parte, la cultura empresarial, que en muchos sentidos todavía está dominada por los USA, es universal. En realidad China es actualmente un gran mercado para algunos de estos cultos y conferenciantes motivacionales.

Usted habla de cómo la “cultura del lazo rosa” infantiliza a las mujeres con cáncer de mama.
Bien, la primera cosa que me hizo pensar que había algo realmente espantoso respecto al cáncer de mama, más allá del pensamiento de morir, fue el hecho de encontrarme en el periódico con un anuncio de osos de peluche rosas con cáncer de mama. No es que morir me dé mucho miedo, pero me horroriza morir con un oso de peluche rosa metido bajo mi brazo. Antes que eso, dispárenme, por favor.

Usted apela a un retorno al pensamiento crítico. ¿De que manera pueden los negacionistas promover una aproximación más escéptica?
Para mí, es muy importante desde el punto de vista político. ¿Cómo puede entenderse la relativa condescendencia de estadounidenses, o británicos, para el caso, respecto a las numerosas ofensas y perjuicios de la pasada década? Nuestra clase media ha menguado, las desigualdades han crecido drásticamente en ambas sociedades y, a pesar de todo, no pasa nada. Hay varias explicaciones. Una de ellas es esta ideología de la autoinculpación. Hagamos posible que la gente mire, que vea algunas cosas sistémicas que están conformando sus vidas y que asuma la idea realmente positiva - si puedo apropiarme el término – de que podemos realizar cambios sociales que cambiarían las probabilidades en un sentido mucho más favorable para la gente.

Barbara Ehrenreich acaba de escribir el libro Sonríe o muere: Cómo el pensamiento positivo ha engañado a América y al mundo, publicado por Granta.

lunes, 23 de noviembre de 2009

El lado negativo de pensar en positivo

Entrevista a la periodista, feminista y activista Barbara Ehrenreich

“Si quieres tener una población conformista, ¿qué mejor que decirle a todo el mundo que tienes que pensar positivamente y aceptar que cualquier cosa que vaya mal en sus vidas es por su propia culpa?” En su nuevo libro, Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America (Metropolitan/Holt, Octubre de 2009), Barbara Ehrenreich examina los orígenes del optimismo contemporáneo desde los sanadores del siglo XIX a los consumistas del siglo XX. Explora cómo esta cultura del optimismo nos impide responsabilizar tanto a los jefes de las corporaciones como a los políticos elegidos. El optimismo fabricado se ha convertido en un método para hacer sentir culpables a los pobres de su pobreza, a los enfermos de su enfermedad y a las víctimas de despidos corporativos por su incapacidad para conseguir trabajos que valgan la pena. Las megaiglesias sermonean el “gospel de la prosperidad”, exhortando a los pobres a que visualicen el éxito económico. Las empresas han abandonado la toma racional de decisiones, optando por el liderazgo carismático.

Esta obsesión por mirar el lado brillante o positivo de lo negativo nos ha llevado al actual colapso financiero; los líderes empresariales optimistas –asistidos por funcionarios ingenuos- han tomado muy malas decisiones. Recientemente en la revista In These Times Anis Shivani habló con Barbara Eherenreich sobre nuestra inclinación hacia el optimismo simplista.

La promoción del optimismo ¿es un mecanismo de control social para mantener al sistema en equilibrio? Si quieres tener a una población conformista, ¿qué podría ser mejor que decir que todos tienen que pensar positivamente y aceptar que si algo va mal en sus vidas es su propia culpa, porque no han tenido una actitud lo suficientemente positiva? De todos modos, no creo que exista algo así como un comité central que diga, “esto es lo que queremos que crea la gente”. Esta tendencia se dio en Estados Unidos porque en los 80 y 90 se convirtió en un negocio. Podrías escribir un libro como Who Moved My Cheese? (¿Quién me quitó mi queso? N. de la T.), que es un clásico sobre la aceptación de despidos con una actitud positiva. Y luego contar con que los empleadores lo compren para distribuirlo gratis entre sus empleados.

¿Entonces esto se dio a comienzos de los 80 y más aun en los 90 cuando la globalización realmente despegó? Estaba mirando la época de los despidos masivos, que comienza en los 80 y luego se acelera. ¿Cómo controlas la fuerza de trabajo cuando no hay seguridad en el empleo? ¿Cuándo no hay recompensa por estar haciendo un buen trabajo? ¿Cuándo podías ser despedido sin que tuviera nada que ver con tu desempeño? Cuando esto comenzó a suceder, las empresas empezaron a contratar predicadores motivacionales para comunicarse con su gente.

... Necesitamos tener optimismo, pero basado en la realidad? No lo llamo optimismo. Lo llamo determinación. Una de las cosas a las que me he consagrado durante mucho tiempo son la pobreza, las clases y la desigualdad. Estas cosas no desaparecerán mientras yo viva, pero no será porque no lo intente. Y ese es un tipo de espíritu diferente que el optimismo.

Algunos dirán que tu enfoque es racional, gradual y no precisamente emocionante. ¿Cómo responderías a eso? No creo que el mío sea un enfoque árido, demasiado intelectual. Piensa en lo que estamos combatiendo en el frente económico y ambiental. Una gran cantidad de gente no estaría por la labor. Están las amenazas ecológicas a la especie humana. Hagamos algo al respecto. Lo que sería más irresponsable es decir, “si pensamos que todo irá bien, entonces irá bien”. Anis Shivani Fuente:aquí. Más sobre crítica al pensamiento positivo, negativo, aquí.

Según explica Ehrenheich en su libro Sonríe o muere (una llamada a la prudencia y a la responsabilidad individual y colectiva), el pensamiento positivo ha heredado de su antecesor la constante vigilancia interior. “El calvinista analizaba lo que pensaba y sentía buscando síntomas de laxitud, pecado o autocomplacencia, mientras que el pensador positivo se pasa la vida al acecho de pensamientos negativos, lastrado de dudas o ansiedades”. 

Fuente: El País.