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jueves, 10 de marzo de 2022

_- Comunicado conjunto de CCOO y UGT contra la guerra de Ucrania

_- Comisiones Obreras y la Unión General de Trabajadoras y Trabajadores reiteramos nuestra más enérgica condena a la invasión rusa de Ucrania. Este cobarde e ilegítimo acto bélico y la consecuente guerra deben parar de inmediato. Asimismo, expresamos nuestra solidaridad con las gentes de Ucrania y especialmente con su clase trabajadora, con las víctimas en el país y con las y los trabajadores ucranianos que residen en España y que viven con dolor el drama de la guerra en la distancia.

CCOO y UGT hemos exigido que se tomen todas las medidas necesarias para que la acción bélica pare de manera urgente y las tropas rusas se retiren del territorio ucraniano, que han ocupado violando la legalidad internacional, y se restituya la paz.

En el terreno humanitario, el Gobierno de España y la Unión Europea deben estar a la altura que requiere esta situación, y marcar una clara diferencia con otras ocasiones en las que no lo han estado. Estamos obligados a brindar todo el apoyo necesario a las personas afectadas por la guerra, en la región o donde éstas se desplacen, garantizando el establecimiento y seguridad de corredores humanitarios y elaborando planes de acogida y reubicación dentro de la UE.

Asimismo, deberán facilitarse oportunidades laborales. Hoy, más que nunca, es imprescindible mantener presentes los principios fundadores de Europa: paz, democracia y solidaridad. Reafirmamos nuestro compromiso con el desarme en todo el mundo y con la firma del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares a nivel global, garante de paz y la libertad a nivel mundial.

CCOO y UGT nos solidarizamos también con el pueblo ruso que reclama el fin de la guerra y que de manera valiente se manifiesta contra las actuaciones de su gobierno y que está siendo represaliado, detenido y encarcelado por ejercer derechos tan fundamentales como el de libertad de opinión o manifestación, así como con la clase trabajadora que también allí pagará un alto precio por la apuesta bélica de su gobierno.

CCOO y UGT llamamos la atención sobre el vergonzoso e irresponsable juego de fuerzas políticas disruptivas y de tinte autoritario que han emergido en todo el mundo y significativamente en Europa, y que han pasado del coqueteo a Putin, a bramar con más fuerza sus mensajes antieuropeístas y golpear los tambores de guerra con la bandera nacional. El nacionalpopulismo del que hace gala la extrema derecha es un riesgo para la democracia y su exacerbación una consecuencia más de la guerra. La clase trabajadora española, así como la mundial nos reconocemos sólo en un mundo sin guerras y en alcanzar la paz justa y duradera, también a través de la justicia social.

Hacemos, por ello, un llamamiento a los y las trabajadoras de España a que el MIÉRCOLES 9 DE MARZO se manifiesten de manera silenciosa en la entrada de sus centros de trabajo de 12:00 a 12:05 horas, solidarizándonos así con el pueblo de Ucrania, pidiendo el alto el fuego y la inmediata retirada de tropas rusas del país.

CCOO UGT

domingo, 6 de marzo de 2022

Entrevista a Noam Chomsky. “Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar”

La invasión rusa de Ucrania ha cogido a gran parte del mundo por sorpresa. Es un ataque no provocado e injustificado que pasará a la historia como uno de los mayores crímenes de guerra del siglo XXI, sostiene Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva que ha concedido a Truthout y que ofrecemos a continuación.

Las motivaciones políticas, como las citadas por el presidente ruso Vladímir Putin, no pueden utilizarse como argumento para justificar el inicio de una invasión contra una nación soberana. Sin embargo, ante esta horrible invasión, “Estados Unidos debe optar por la diplomacia de modo urgente” en lugar de la escalada militar, ya que esta última podría constituir una “sentencia de muerte para la especie, sin vencedores”, afirma Chomsky.

C. J. Polychroniou: Noam, la invasión rusa de Ucrania ha cogido a la mayoría de la gente por sorpresa y ha causado gran conmoción por todo el mundo, aunque muchos elementos indicaban que Putin estaba bastante alterado por la expansión de la OTAN hacia el este y la determinación de Washington de no tomarse en serio sus exigencias en materia de seguridad de no traspasar la “línea roja” respecto a Ucrania. ¿Por qué cree que ha decidido iniciar una invasión en este momento?

Noam Chomsky: Antes de responder a la pregunta debemos constatar algunos hechos que son incontestables. El más crucial es que la invasión rusa de Ucrania es un grave crimen de guerra comparable a la invasión estadounidense de Irak y a la invasión de Polonia por parte de Hitler-Stalin en septiembre de 1939, por poner sólo dos ejemplos relevantes. Es razonable buscar explicaciones, pero no hay ninguna justificación ni atenuante.

Volviendo a la pregunta, hay un despliegue de invectivas plenas de convencimiento acerca de la mente de Putin. El relato habitual es que está atrapado en fantasías paranoicas, que actúa solo, rodeado de cortesanos rastreros como los que conocemos aquí en lo que queda del Partido Republicano que viaja hasta Mar-a-Lago buscando la aprobación del Líder.

La avalancha de improperios podría ser acertada, pero quizá habría que considerar otras posibilidades. Quizá Putin quiso decir lo que él y sus aliados han estado diciendo alto y claro durante años. Podría ser, por ejemplo, que “dado que la principal exigencia de Putin es la garantía de que la OTAN no aceptará a más miembros, y en concreto a Ucrania o Georgia, obviamente no habría existido ninguna motivación para la crisis actual si no hubiera habido una expansión de la alianza atlántica tras el final de la Guerra Fría o si la expansión hubiera tenido lugar de acuerdo con la construcción de una estructura de seguridad en Europa que incluyera a Rusia”. El autor de estas palabras es Jack Matlock, exembajador de Estados Unidos en Rusia, uno de los pocos expertos en Rusia solventes del cuerpo diplomático estadounidense; las escribió poco antes de la invasión. Continúa y concluye que la crisis “puede resolverse fácilmente aplicando el sentido común… Desde cualquier punto de vista, el sentido común apunta que a Estados Unidos le interesa promover la paz, no el conflicto. Tratar de desprender a Ucrania de la influencia rusa –el objetivo declarado de los que agitaron las “revoluciones de colores”– fue una misión absurda y peligrosa. ¿Tan pronto hemos olvidado la lección de la crisis de los misiles de Cuba?”.

Matlock no está solo. En las memorias del jefe de la CIA, William Burns, otro de los pocos auténticos expertos en Rusia, se llega a las mismas conclusiones sobre las cuestiones de fondo. La postura aún más firme de George Kennan [diplomático] ha recibido amplia cobertura tarde, que también ha sido respaldada por el exsecretario de Defensa William Perry y, fuera de las filas diplomáticas, por el célebre académico de relaciones internacionales John Mearsheimer y numerosas figuras que difícilmente podrían ser más convencionales.

Nada de esto es incierto. Los documentos internos de Estados Unidos publicados por WikiLeaks revelan que la imprudente oferta de Bush II a Ucrania para entrar en la OTAN provocó enseguida duras advertencias por parte de Rusia indicando que la expansión de la amenaza militar era intolerable. Es comprensible.

A propósito, también podemos tomar nota sobre ese extraño concepto de “la izquierda” que aparece regularmente para vituperar a “la izquierda” por su insuficiente escepticismo acerca de la “línea del Kremlin”…

La crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad

El hecho es que, para ser sinceros, no sabemos por qué se tomó la decisión, ni siquiera si la tomó Putin en solitario o el Consejo de Seguridad ruso en el que él desempeña el papel principal. Hay, sin embargo, algunas cosas que sí sabemos con bastante seguridad, incluidos los documentos examinados con cierto detalle por las personas que acabo de citar, que han ocupado altos cargos dentro del sistema de planificación. En resumen, la crisis se ha estado gestando durante 25 años mientras Estados Unidos menospreciaba de un modo despectivo las inquietudes rusas en materia de seguridad, en particular sus claras líneas rojas: Georgia y especialmente Ucrania.

Hay buenas razones para creer que esta tragedia podría haberse evitado hasta el último minuto. Ya lo hemos discutido anteriormente, en repetidas ocasiones. En cuanto a por qué Putin ha iniciado la criminal agresión en este momento, podemos especular todo lo que queramos. Pero el trasfondo inmediato no es incierto; se elude, pero no se discute.

Es fácil entender que los que sufren las consecuencias consideren que es de una complacencia inaceptable indagar por qué ocurrió y si se podría haber evitado. Comprensible, pero equivocado. Si queremos responder a la tragedia de modo que ayude a las víctimas y evite las catástrofes aún peores que se avecinan, es prudente y necesario aprender todo lo que podamos sobre lo que salió mal y cómo se podría haber corregido el rumbo. Los gestos heroicos pueden ser gratificantes. No son útiles.

Como tantas otras veces, recuerdo una lección que aprendí hace mucho tiempo. A finales de la década de 1960, participé en una reunión en Europa con algunos representantes del Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur (el ‘Vietcong’, en la jerga estadounidense). Fue durante el breve periodo de intensa oposición a los espantosos crímenes de Estados Unidos en Indochina. Algunos jóvenes estaban tan enfurecidos que pensaban que la reacción violenta era la única respuesta adecuada a las monstruosidades que estaban teniendo lugar: romper ventanas en Main Street, bombardear un centro del Cuerpo de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva. Cualquier otra cosa equivalía a ser cómplice de crímenes terribles. Los vietnamitas veían las cosas de forma muy distinta. Se opusieron firmemente a todas esas medidas. Presentaron su modelo de protesta efectiva: unas cuantas mujeres de pie, rezando en silencio, ante las tumbas de los soldados estadounidenses muertos en Vietnam. No les interesaba lo que los estadounidenses que se oponían a la guerra hacían para sentirse justos y respetables. Querían sobrevivir.

Es una lección que a menudo he escuchado, de una u otra forma, a las víctimas del horrible sufrimiento en el hemisferio sur, el principal objetivo de la violencia imperial. Una lección que deberíamos tomar en serio, adaptada a las circunstancias. Hoy eso significa un esfuerzo por comprender por qué ha ocurrido esta tragedia y qué se podría haber hecho para evitarla, y aplicar estas lecciones a lo que viene después.

La cuestión cala hondo. No hay tiempo para repasar aquí este asunto de vital importancia pero, en repetidas ocasiones, la reacción ante una crisis real o imaginaria ha sido sacar la pistola en lugar de la rama de olivo. Es casi un acto reflejo, y las consecuencias han sido generalmente espantosas para las víctimas tradicionales. Siempre vale la pena tratar de entender, anticiparse un poco a las posibles consecuencias de la acción o la inacción. Son perogrulladas, por supuesto, pero vale la pena insistir porque se descartan tan fácilmente en tiempos de arrebato justificado.

¿Qué opciones hay?
Las opciones que quedan tras la invasión son desalentadoras. La menos mala es el apoyo a las opciones diplomáticas que aún existen con la esperanza de lograr un resultado parecido al que era muy probable alcanzar hace unos días: la neutralización de Ucrania al estilo austriaco, una versión del federalismo de Minsk II. Mucho más difícil de lograr ahora. Y –necesariamente– con una vía de escape para Putin, o el resultado será aún más nefasto para Ucrania y para todo el mundo, quizá más allá de lo inimaginable.

Es muy injusto. ¿Pero cuándo ha prevalecido la justicia en los asuntos internacionales? ¿Es necesario revisar el atroz historial una vez más?

Nos guste o no, las opciones se reducen ahora a un feo desenlace que premia en lugar de castigar a Putin por el acto de agresión o la fuerte posibilidad de una guerra terminal. Puede parecer gratificante arrinconar al oso en un rincón desde el que arremeterá a la desesperada, y puede hacerlo. No es sensato.

Entretanto, deberíamos hacer todo lo posible para ofrecer un apoyo significativo a quienes defienden valientemente su patria contra crueles agresores, a quienes escapan de los horrores y a los miles de valientes rusos que se oponen públicamente al crimen de su Estado asumiendo gran riesgo personal, una lección para todos.

Y también deberíamos tratar de encontrar formas de ayudar a un tipo de víctima más general: todas las especies que habitan la Tierra. Esta catástrofe ha tenido lugar en un momento en el que todas las grandes potencias, y de hecho todos nosotros, debemos trabajar juntos para controlar el gran azote de la destrucción medioambiental que ya se está cobrando un precio desastroso, y que pronto será mucho peor si no se realizan grandes esfuerzos rápidamente. Para hacer ver lo obvio, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) acaba de publicar la última y más ominosa de sus evaluaciones periódicas sobre cómo nos dirigimos hacia la catástrofe.

Entretanto, las medidas necesarias están estancadas, incluso en retroceso, ya que se dedican recursos muy necesarios a la destrucción y ahora el mundo se encamina a ampliar el uso de los combustibles fósiles, incluido el más peligroso y convenientemente abundante, el carbón.

Un demonio malévolo difícilmente podría idear una coyuntura más grotesca. No se puede ignorar. Cada momento cuenta.

La invasión rusa es una clara violación del artículo 2(4) de la Carta de la ONU, que prohíbe la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial de otro Estado. Sin embargo, durante su discurso del 24 de febrero, Putin trató de ofrecer fundamentos jurídicos para la invasión y Rusia cita a Kosovo, Irak, Libia y Siria como prueba de que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional repetidamente. ¿Puede comentar los fundamentos jurídicos de Putin para la invasión de Ucrania y la situación del derecho internacional en la era posterior a la Guerra Fría?

No hay nada que decir sobre el intento de Putin de ofrecer un fundamento jurídico a su agresión. Su mérito es nulo.

Es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para los crímenes de Putin

Por supuesto, es cierto que Estados Unidos y sus aliados violan el derecho internacional sin pestañear, pero eso no ofrece ningún atenuante para los crímenes de Putin. Sin embargo, Kosovo, Irak y Libia tuvieron influencia directa en el conflicto de Ucrania.

La invasión de Irak fue un ejemplo de libro de los crímenes por los que los nazis fueron colgados en Nuremberg, pura agresión no provocada. Y un puñetazo en la cara de Rusia.

En el caso de Kosovo, la agresión de la OTAN (es decir, la agresión de Estados Unidos) fue declarada “ilegal, pero justificada” (por ejemplo, por la Comisión Internacional sobre Kosovo presidida por Richard Goldstone) sobre la base de que el bombardeo se llevó a cabo para poner fin a las atrocidades que estaban teniendo lugar. Ese juicio exigía invertir la cronología. Las pruebas de que la avalancha de atrocidades fue consecuencia de la invasión son abrumadoras: predecible, prevista, anticipada. Además, había opciones diplomáticas disponibles; como siempre, fueron ignoradas en favor de la violencia.

Altos funcionarios estadounidenses confirman que fue sobre todo el bombardeo de Serbia, aliada de Rusia –sin ni siquiera informarles de antemano–, lo que dio al traste con los esfuerzos rusos por colaborar de algún modo con Estados Unidos en la construcción de un orden de seguridad europeo posterior a la Guerra Fría, un retroceso que se aceleró con la invasión de Irak y el bombardeo de Libia después de que Rusia aceptara no vetar una Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que la OTAN violó de inmediato.

Los acontecimientos tienen consecuencias; sin embargo, los hechos pueden quedar ocultos dentro del sistema dogmático.

El estatus del derecho internacional no cambió en el periodo posterior a la Guerra Fría, ni siquiera en las palabras, y mucho menos en los hechos. El presidente Clinton dejó claro que Estados Unidos no tenía intención de respetarlo. La Doctrina Clinton declaraba que Estados Unidos se reservaba el derecho a actuar “unilateralmente cuando fuera necesario”, incluido el “uso unilateral del poder militar” para defender intereses vitales como “garantizar el acceso sin trabas a mercados clave, suministros energéticos y recursos estratégicos”. También sus sucesores, y cualquiera que pueda violar la ley impunemente.

Eso no quiere decir que el derecho internacional no tenga valor. Tiene un rango de aplicabilidad, y es una norma útil en algunos aspectos.

El objetivo de la invasión rusa parece ser derribar el gobierno de Zelensky e instalar en su lugar uno prorruso. Sin embargo, pase lo que pase, Ucrania se enfrenta a un futuro desalentador por su decisión de convertirse en un peón en los juegos geoestratégicos de Washington. En ese contexto, ¿hasta qué punto es probable que las sanciones económicas logren que Rusia cambie su postura respecto a Ucrania? ¿O las sanciones económicas tienen como objetivo algo más grande, como socavar el control de Putin dentro de Rusia y los lazos con países como Cuba, Venezuela y posiblemente incluso la propia China?

Puede que Ucrania no haya tomado las decisiones más acertadas, pero no tenía nada parecido a las opciones que tenían los Estados imperiales. Sospecho que las sanciones llevarán a Rusia a depender aún más de China. Salvo que cambie seriamente de rumbo, Rusia es un estado petrolero cleptócrata que depende de un recurso que debe disminuir drásticamente o estamos todos acabados. No está claro si su sistema financiero puede resistir un ataque fuerte, mediante sanciones u otros medios. Razón de más para ofrecer una vía de escape con una mueca.

Los gobiernos occidentales, los principales partidos de la oposición, incluido el Partido Laborista en el Reino Unido, y los medios de comunicación corporativos se han embarcado en una campaña antirrusa chovinista. Los objetivos incluyen no sólo a los oligarcas rusos, sino también a músicos, directores de orquesta y cantantes, e incluso a propietarios de equipos de fútbol como Roman Abramovich, del Chelsea FC. Tras la invasión, incluso se ha prohibido a Rusia participar en Eurovisión en 2022. Es la misma reacción que los medios de comunicación corporativos y la comunidad internacional en general mostraron hacia Estados Unidos tras su invasión y posterior destrucción de Irak, ¿no?

Su comentario irónico es muy apropiado. Y podemos continuar por caminos demasiado conocidos.

¿Cree que la invasión dará inicio a una nueva era de confrontación continua entre Rusia (y posiblemente en alianza con China) y Occidente?

Es difícil saber dónde caerán las cenizas, y esto podría no ser una metáfora. Hasta ahora, China está actuando con cautela, y es probable que intente llevar adelante su amplio programa de integración económica de gran parte del mundo dentro de su sistema global en expansión –en el cual, hace unas semanas, incorporó a Argentina dentro de la iniciativa Cinturón y Ruta–, mientras observa cómo los rivales se destruyen entre ellos.

Como hemos comentado antes, la confrontación es una sentencia de muerte para la especie, sin vencedores. Estamos en un momento crucial de la historia de la humanidad. No se puede negar. No se puede ignorar.
Esta entrevista se publicó originalmente en Truthout.org.
Traducción: Paloma Farré.
C.J. Polychroniou es politólogo/economista político, escritor y periodista.
Fuente: https://ctxt.es/es/20220301/Politica/38974/Noam-Chomsky-guerra-Ucrania-Rusia-Putin-EEUU-OTAN-geopolitica-Polychroniou.htm

sábado, 5 de marzo de 2022

Ni la sanciones, ni el «botón nuclear» financiero detendrán a Putin

El mundo vive una situación cada día más complicada y peligrosa como consecuencia de tres circunstancias principales, cada una de ellas más irracional que las otras: se ha dejado crecer un monstruo, se ha alimentado su ira innecesariamente desde hace años y, quienes supuestamente deberían contenerlo, se han hecho cada vez más dependientes de sus decisiones y suministros.

Que el expresidente de la nación más poderosa del planeta, cuyo partido puede ganar las elecciones legislativas de noviembre próximo y él mismo volver a la presidencia, no deje de halagar a Putin cuando acaba de invadir un país soberano (como también están haciendo, además de Trump, otros líderes políticos occidentales), es buena prueba de lo primero. Haber ayudado a que fuerzas claramente nazis se hayan hecho con resortes fundamentales de poder en Ucrania, permitir que un gobierno fruto de un golpe de Estado haya llevado a cabo miles de acciones violentas contra población ucraniana no ya pro rusa sino con pasaporte ruso, o alentar constantemente la entrada de Ucrania en la OTAN prueban, entre cosas razones, lo segundo. Y que un excanciller del país más poderoso de la Unión Europea, Gerhard Schröder, sea el presidente del consejo de administración de la mayor petrolera de Rusia, o que la estrategia energética de la Unión Europea se haya basado desde 1990 en el suministro de las autocracias y oligarquías corruptas de su lado oriental, confirman lo tercero.

Cuando se ha llegado a una situación de máxima tensión por la invasión militar rusa de Ucrania, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea prestan a esta última una ayuda militar que es (como toda la anterior) materialmente inútil para hacer frente a la gran superioridad del ejército ruso. Y, para intentar frenarla, recurren a sanciones económicas que podrían llegar al llamado «botón nuclear» financiero, consistente en expulsar a Rusia del sistema SWIFT para impedir que las entidades bancarias o el gobierno ruso puedas realizar cobros y pagos con el exterior.

La pregunta es si estas medidas pueden frenar a Rusia y la respuesta, en mi modesta opinión, es no, por varias razones.

No es la primera vez que se establecen sanciones económicas contra un país y sabemos que su efecto es siempre limitado. Una economía minúscula y con muchísimos menos recursos que la rusa, como la cubana, lleva sobreviviendo 61 años a un embargo durísimo, e Irán tampoco se vino abajo cuando se le aplicó la misma exclusión financiera con la que ahora se amenaza a Rusia,.

Un estudio exhaustivo de doscientos cuatro casos de sanciones occidentales modernas ha demostrado que son «parcialmente exitosas en el 34 por ciento de los casos» (aquí). No son inocuas, desde luego, pero no se puede considerar que sean total y definitivamente eficaces.

De hecho, no se puede olvidar que Rusia soporta sanciones económicas desde hace años.

Diversos estudios han mostrado que las aplicadas por los países occidentales sobre los principales ejes estratégicos de la economía rusa (finanzas, defensa, petróleo y patrimonios de algunos oligarcas) han tenido un coste económico muy importante.

Aunque a su efecto hay que añadir el de la crisis de 2008 y el de la caída en el precio del petróleo, lo cierto es que el PIB de Rusia había disminuido un 35% de 2013 a 2020 y su renta disponible real un 10%. A pesar de ello, sin embargo, las entidades financieras internacionales y el propio Fondo Monetario Internacional no han dejado de alabar la estabilidad macroeconómica de Rusia porque había logrado contener la deuda pública (19,2% del PIB a finales del 2020) y aumentar sus reservas internacionales, unos 600.000 millones de dólares en ese mismo año, casi diez veces más que España, a pesar de tener un PIB solo ligeramente superior.

Según el último reporte del Congreso de Estados Unidos (aquí), a Rusia le afectan actualmente quince programas de sanciones cuyo efecto es limitado por varias razones: los políticos rusos están dispuestos a asumir el coste de las sanciones, pueden tener el efecto no deseado de aumentar el apoyo al gobierno ruso, y este ha limitado sus efectos mediante ayudas, contratos preferenciales y políticas de sustitución de importaciones y mercados alternativos. Dicho informe afirma que «los estudios sugieren que las sanciones han tenido un impacto negativo pero relativamente modesto sobre el crecimiento en Rusia»; en parte, porque se han adoptado tratando de «minimizar su impacto sobre el pueblo ruso y sobre los intereses económicos de los países que las imponen.»

Esto último es una segunda razón de por qué las sanciones a Rusia no terminan de ser efectivas. Es cierto que Estados Unidos y los países europeos las han establecido no solo sobre objetivos económicos sino también sobre intereses concretos de algunos oligarcas rusos en el exterior. Pero lo han hecho muy limitadamente porque no han querido renunciar al gran negocio que Rusia les reporta. Aunque sea peccata minuta, recordemos que en España, sin ir más lejos, los millonarios chinos y rusos son los principales acaparadores de visados por compra de viviendas, una forma indirecta establecida por los gobiernos para que introduzcan aquí (como en otros muchos países) las fortunas que soportan el poder de la autocracia rusa.

Se ha calculado (aquí) que los oligarcas rusos tienen riqueza fuera de su país por un valor equivalente al 85% de su PIB, es decir, alrededor de 1,1 billones de dólares. Y ese dinero no es un patrimonio pasivo sino la fuente de grandísimos negocios de los que no solo se benefician los oligarcas sino también las entidades financieras y las grandes corporaciones y fondos de inversión occidentales. Utilizan para ello los paraísos fiscales cuyas puertas no se quieren abrir porque, si se hiciera, no se podría perseguir solo a unos («los malos») y no a otros (nuestros «buenos»).

Lo mismo que los países europeos no han querido frenar al monstruo nacionalista ruso durante las últimas tres décadas, porque querían aprovecharse y hacer caja con sus suministros, tampoco se ha querido acabar con la extraordinaria fuerza financiera en el exterior de la autocracia rusa: los negocios son los negocios.

La lucha del presidente Draghi para que la industria del lujo italiana quede fuera del alcance de las sanciones es la más patética expresión de la ética que guía la respuesta europea contra la autocracia.

La sanciones económicas no van a detener a Rusia mientras los países que las imponen no estén dispuestos a sufrir en sus carnes, o mejor dicho, en las carnes de sus propias oligarquías, las consecuencias y los costes de imponer un orden de justicia y paz en el planeta.

Además, resulta francamente impensable que los dirigentes rusos no hayan considerado los costes financieros que sus decisiones agresivas iban a llevar consigo, de modo que es muy poco realista creer que se hayan visto sorprendidos por ellos y que se vayan a detener por su causa.

Incluso me atrevo a pensar que algo parecido puede ocurrir con el llamado «botón nuclear» financiero. Aunque no cabe duda de que expulsar a Rusia del sistema de comunicaciones en que se basan los cobros y pagos internacionales tendría consecuencias gravísimas, me parece que no solo podrá esquivarlas sino que incluso pudiera tener efectos no deseados para occidente.

En primer lugar, por la razón antes aludida: Europa no está en condiciones de renunciar, al menos a medio plazo, al suministro de gas y otras materias primas rusas y la subida de precios subsiguiente la va a llevar a una situación económica muy delicada.

En segundo lugar, porque Rusia lleva años preparándose para esta eventualidad, creando un sistema nacional alternativo y otro en colaboración con China. El resultado de expulsar a Rusia del mecanismo le hará mucho daño, sin duda, pero puede abrir una brecha de incalculables consecuencias en el sistema financiero internacional que ha sido el soporte del comercio internacional globalizado de las últimas décadas. Un efecto que no estoy seguro de que los grandes poderes económicos y financieros de occidente estén dispuestos a asumir, al menos de momento. Y no se puede olvidar que es muy probable que las autoridades rusas controlen indirectamente o en la sombra miles de millones de dólares en el exterior con los que podrían provocar situaciones de gran inestabilidad en las finanzas internacionales.

Rusia no ha tomado la decisión de invadir Ucrania pensando que Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN se iban a cruzar de brazos. Contaba con las medidas y sanciones económicas que se están anunciando y adoptando; por cierto, de la manera menos efectiva, es decir, advirtiendo de ellas con antelación y aplicándolas con cuentagotas.

Me gustaría que esas medidas fueran lo suficientemente disuasorias como para frenar la invasión y poder retomar el conflicto desde otras coordenadas que no implicaran la guerra, la destrucción y la muerte de seres humanos. Me temo, como he dicho, que no lo serán y lo verdaderamente preocupante es que el nacionalismo ruso ha señalado ya muy claramente cuáles son sus dos principios de actuación: uno, que se cree con derecho a reconstruir el viejo imperio, y otro que si Estados Unidos pudo usar el arma nuclear cuando lo consideró oportuno, Rusia también puede utilizarla cuando lo crea conveniente.

La situación creada por la autocracia rusa es verdaderamente criminal y desastrosa y nada se puede equiparar a su responsabilidad en el caso de Ucrania. Pero la lógica que guía a occidente a la hora de frenarla tampoco es ejemplar, y no ha estado basada ni en la coherencia, ni en la prudencia, ni en la cultura de la paz que es la única que puede poner un poco de sensatez en este planeta.

Fuente. 
https://juantorreslopez.com/ni-la-sanciones-ni-el-boton-nuclear-financiero-detendran-a-putin/

viernes, 25 de febrero de 2022

Rusia invade Ucrania: lo que sabemos hasta ahora

Putin ha lanzado en la madrugada de este jueves una ofensiva contra Ucrania, una acción que ha suscitado ya la condena internacional

Esto es lo que sabemos hasta ahora.

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha lanzado una ofensiva militar contra Ucrania esta madrugada. "He tomado la decisión de iniciar una operación militar especial", ha dicho en una declaración televisada poco antes de las 3:00 GMT –4.00, hora peninsular española– . El objetivo, ha defendido el mandatario ruso, es "desmilitarizar y desnazificar" Ucrania y "proteger a las personas que han sido objeto de intimidación y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años". Tanto Ucrania, como la UE, la OTAN y EEUU, desmienten este genocidio, del que Putin no ha mostrado pruebas en su alocución televisada. "No tenemos planes de ocupar territorios ucranianos", ha dicho Putin. Sin embargo, ante las repetidas advertencias de países como EEUU sobre un ataque "inminente", Moscú había negado hasta ahora tener planes para invadir Ucrania.

Los líderes de las autoproclamadas repúblicas populares de Donetsk y Lugansk en el Donbás, al este de Ucrania, habían dado este miércoles un paso que allanaba el camino a una confrontación militar reclamando ayuda al Kremlin "para repeler la agresión de las Fuerzas Armadas de Ucrania y así evitar víctimas civiles y prevenir una catástrofe humana". Putin ha justificado la operación por esta solicitud. Este lunes, había reconocido la independencia de ambos territorios, controlados por separatistas prorusos, firmó un tratado de cooperación militar con ellos y había dado órdenes para enviar tropas para el "mantenimiento de la paz" en el Donbás. Esta zona vive un conflicto armado desde abril de 2014 entre las milicias prorusas y el Ejército ucraniano, que, según la ONU, ha causado más de 14.000 muertos. Se considera que la acción rusa ha terminado de enterrar los acuerdos de Minsk, el frágil proceso de paz para el mantenimiento del alto el fuego en el Donbás.

El Gobierno ucraniano ha activado la ley marcial en todo el país y ha asegurado que Ucrania se "defenderá" de la "invasión a gran escala desde múltiples direcciones" que ha lanzado Rusia y "ganará". El presidente Volodímir Zelenski ha anunciado que su país rompe relaciones diplomáticas con Moscú tras la agresión militar y ha asegurado que el "enemigo ha sufrido graves pérdidas y sufrirá aún más". Anteriormente, el presidente ordenó al Ejército causar "las mayores pérdidas posibles al invasor". El mandatario, informa Reuters, ha dicho que se darán armas a quien esté dispuesto a luchar. El ministerio de Exteriores ucraniano ha asegurado en un tuit a las 12:08 hora local que la situación "está bajo control". A las 15:31, las fuerzas armadas han informado de que seguía habiendo fuertes batallas a lo largo de toda la línea de contacto en el Donbas, pero no "se permitió ningún" avance ruso. "El mundo puede y debe detener a Putin. El momento de actuar es ahora", ha dicho el ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba.

Ucrania ha informado al menos 40 muertos y varias decenas de heridos, según Alexéi Arestóvich, asesor presidencial, quien no ha especificado si entre las víctimas hay civiles, según informa la agencia AP.

Según las autoridades ucranianas, la oleada inicial de ataques parece incluir misiles de crucero, artillería y ataques aéreos que han golpeado la infraestructura militar y las posiciones fronterizas, incluidas las bases aéreas, recoge The Guardian. El Ministerio de Defensa ruso ha afirmado más tarde haber "neutralizado" las bases aéreas y las defensas aéreas de Ucrania. "La infraestructura de las bases aéreas del Ejército ucraniano está fuera de servicio", dice en un comunicado citado por la agencia Interfax.

La mayoría de los ataques aéreos se han concentrado en el este, pero también se ha informado de ataques en el oeste de Ucrania, incluidas las ciudades de Lutsk e Ivano-Frankivsk. También se ha informado de que las tropas rusas estaban cruzando la frontera al este de Járkov y de que estaban entrando en Ucrania desde Crimea, anexionada por Rusia en 2014, lo que sugiere un ataque a tres bandas desde el norte, el sur y el este, según informa The Guardian. Los separatistas apoyados por Rusia han lanzado ataques en las regiones escindidas de Lugansk y Donetsk, que reclaman pero solo controlan parcialmente, según informan los medios estatales rusos. El alcance total de la operación militar no está claro aún.

Se han escuchado explosiones cerca de las principales ciudades ucranianas, incluida la capital, Kiev, Mariúpol y Járkov, según las crónicas de periodistas de medios internacionales que se encuentran en el país. Este jueves se han formado atascos en la capital, donde viven tres millones de personas. También hay imágenes de ciudadanos buscando refugio en estaciones y colas para autobuses, cajeros automáticos y gasolina. Ucrania es un país de más de 600.000 kilómetros cuadrados y con una población de cerca de 44 millones de personas. Aunque lo reclaman, los separatistas no controlan todas las regiones de Donetsk y Lugansk, al este, sino aproximadamente un tercio, unos 16.000 kilómetros cuadrados, según algunas estimaciones. Ucrania, que es el país de menores ingresos de Europa, comparte frontera con Rusia (este), Bielorrusia (norte), Moldavia, Hungría, Eslovaquia, Polonia y Rumania (oeste) y limita con el mar Negro.

Ya hay informaciones de personas que empiezan a huir de sus hogares buscando seguridad. El Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi, ha advertido de que las consecuencias humanitarias para la población civil "serán devastadoras". "En la guerra no hay vencedores, sino incontables vidas que quedarán destrozadas". Acnur explica que está trabajando con los gobiernos de los países vecinos, "pidiendo que mantengan las fronteras abiertas para aquellas personas que buscan seguridad y protección" y que ha intensificado sus operaciones y reforzado su capacidad en Ucrania y en los países limítrofes.

El Servicio de Fronteras de Ucrania ha asegurado que militares de Bielorrusia han ayudado a Rusia durante unos ataques que "sufrió la frontera estatal ucraniana" esta madrugada. Los ataques de tropas rusas "con ayuda de Bielorrusia" han tenido lugar con artillería, equipos pesados y armas de tiro, señala este órgano en un comunicado publicado en Facebook. El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, ha dicho en una reunión con militares, citada por la agencia oficial Belta, que las tropas de su país no "tienen ninguna participación en esta operación" lanzada por Rusia en Ucrania. El servicio de fronteras ucraniano ha asegurado que las tropas rusas han cruzado el punto fronterizo de Vilcha, en la región de Kiev, a 50 kilómetros de la frontera con Bielorrusia.

Ucrania ha ordenado el cierre de su espacio aéreo para vuelos civiles tras el inicio de la operación militar de Rusia en el país. Y Rusia cierra el espacio aéreo a las aeronaves civiles desde el jueves en su frontera occidental con Ucrania y Bielorrusia, según un aviso emitido por las autoridades de aviación rusas, informa EFE. La Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), en respuesta "al conflicto en desarrollo en Ucrania", ha pedido a los operadores aéreos evitar zonas del espacio aéreo de Ucrania, Rusia, Moldavia y Bielorrusia por "alto riesgo".

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, ha afirmado que Europa vive "el peor momento desde el fin de Segunda Guerra Mundial". Junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, presentará a los líderes europeos un nuevo paquete de sanciones. "Estamos viviendo una agresión sin precedentes", ha afirmado Von der Leyen, "cuyo objetivo es la inestabilidad en Europea y del orden mundial". La primera ronda de sanciones de la UE ha afectado a un total de 23 personalidades, cuatro empresas y 351 diputados de la Duma, sancionados en la primera ronda europea de respuesta a Rusia. Los jefes de Estado y de Gobierno han anunciado "medidas más restrictivas" por "la agresión sin precedentes" de Rusia. Informa Andrés Gil.

El primer ministro británico, Boris Johnson, ha asegurado que "Occidente no se quedará a la espera" mientras Rusia ataca Ucrania, en una conversación con Zelenski. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha acusado al líder ruso de lanzar un ataque "no provocado e injustificado" contra Ucrania y de apostar por una "guerra premeditada" que provocará una "catastrófica pérdida de vidas y sufrimiento".

La OTAN ha anunciado que reforzará su flanco oriental –con mayor presencia en los países próximos a Ucrania y a Rusia, como los países bálticos, además de Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria y el Mar Negro– sin desplegar tropas dentro de Ucrania. Los países occidentales habían dejado ya claro en los últimos meses que no enviarán tropas de combate a Ucrania. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha pedido a Rusia que retire sus fuerzas de Ucrania y que elija "el camino de la diplomacia". Este viernes se celebrará una cumbre virtual de líderes de la OTAN después de que vayas aliados hayan manifestado varios aliados sentirse amenazados. Informa Andrés Gil.

"Presidente Putin, en nombre de la humanidad, llévese sus tropas de vuelta a Rusia. Este conflicto debe terminar ahora", ha pedido el secretario general de la ONU, António Guterres, que ha asegurado que "esta guerra no tiene ningún sentido". "Este es el momento más triste de mi mandato como secretario general de Naciones Unidas", ha declarado Guterres al término de una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, que él mismo había abierto pidiendo al presidente ruso que no lanzase una ofensiva en Ucrania.

Tras reunirse el Consejo de Seguridad Nacional presidido por Felipe VI, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha exigido a Putin el cese de las hostilidades sobre Ucrania y ha advertido de que sus acciones "no pueden quedar impunes". Por ahora el Ejecutivo solo habla de las sanciones sobre Rusia a expensas de la reunión extraordinaria del Consejo Europeo para estudiar la respuesta a lo que Sánchez ha denominado una "violación flagrante" de legalidad internacional. Informa Irene Castro.

Amnistía Internacional (AI) ha pedido que se respete "sin fisuras" el derecho internacional de derechos humanos y el derecho humanitario, y ha asegurado que seguirá de cerca la situación para denunciar las violaciones "por todas las partes". "Nuestros peores temores se han hecho realidad. Tras semanas de escalada, ha comenzado una invasión rusa que probablemente tendrá las consecuencias más horribles para las vidas humanas y los derechos humanos", ha declarado la secretaria general, Agnès Callamard. "Deben protegerse las vidas, los hogares y las infraestructuras de los civiles; no deben producirse ataques indiscriminados ni el uso de armas prohibidas, como las municiones de racimo". Este artículo está en permanente actualización.

https://www.eldiario.es/internacional/rusia-invade-ucrania-ahora_1_8777001.html

Más en El País.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Hacia una crisis de misiles nucleares en Europa.

Mientras se incuban los mayores peligros militares, nos arrullan con los desmanes de Putin

“Cuando le señalan la Luna, el necio mira el dedo", reza la conocida máxima atribuida a Confucio. Su contenido es muy simple: ajenos a lo crucial, nos centramos en tonterías. Y lo crucial es el enorme peligro de repetir en Europa algo parecido a una “crisis de los misiles de Caribe” de 1962, ahora con Ucrania en el centro.

Desde hace años la potencia militar más fuerte y agresiva del mundo, Estados Unidos, está rodeando militarmente a Rusia y a China. Como esos dos países son grandes potencias nucleares de vocación imperial, los peligros de la operación son obvios para cualquiera con sentido común. No lo hay en Bruselas, ni en las mentes de nuestros disciplinados políticos, expertos y periodistas “atlantistas”.

Una buena muestra es la respuesta del redomado irresponsable secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a los tímidos coqueteos de algunos socialdemócratas alemanes de que convendría acabar con la presencia de las armas nucleares de Estados Unidos en suelo alemán: “Por supuesto, Alemania puede decidir si deja de albergar armas nucleares, pero la alternativa es que acabaríamos teniéndolas en otros países de Europa, más al este de Alemania”.

Utilizando una “lógica poscolonial” y reclamando su “esfera de interés vital”, Rusia se considera “legitimada para controlar esa área y los países postsoviéticos europeos que no pueden elegir otro destino” ni “emanciparse de la condición geopolítica que les impone Moscú”, señala Carmen Claudín, analista del CIDOB. “No puede haber un Yalta.2”, dice el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. “Es la propia política del Kremlin la que ha antagonizado a sus vecinos postsoviéticos, multiplicando los sentimientos antirrusos”, sentencia Claudín. Pero esta última verdad cambia poco lo esencial.

Negando el “derecho” de Rusia a oponerse a la ampliación de una alianza militar hostil junto a sus fronteras, Washington y sus defensores atlantistas europeos, ignoran doscientos años de la propia historia de Estados Unidos, reclamando e imponiendo su esfera de influencia en el hemisferio occidental. Claro que Ucrania, o Georgia, tienen derecho a pedir su ingreso en la OTAN y el estacionamiento de bases y armas en su territorio. En 1962, también la República de Cuba tenía derecho a reclamar el estacionamiento de misiles soviéticos a 170 kilómetros de territorio estadounidense. Washington se había ganado a pulso el “sentimiento antiamericano” de todo el subcontinente con sus invasiones, golpes de estado e implacable dominio del que Cuba había conseguido liberarse. Y por supuesto, también la URSS, amenazada por misiles nucleares estacionados en Turquía, tenía derecho a estacionarlos en Cuba. Pero es que en aquel caso, como en el actual, no era una cuestión de derechos, sino de medir las consecuencias. Como ahora la situación en Europa, la crisis de los misiles de Cuba fue extremadamente peligrosa. Estados Unidos advirtió que el asunto era casus belli: llevando hasta el extremo aquellos derechos, se habría destruido el planeta. Como dice con raro buen sentido Jack Matlock, ex embajador de Estados Unidos en Moscú, “como nuestro Congreso nunca aprobó una ley de la gravedad, ¿podemos ignorarla?”.

Ante esta situación, los políticos, expertos y periodistas “atlantistas” europeos, prefieren mirar el dedo: la “agresividad” de Putin y los nefastos abusos, fechorías y crímenes del régimen ruso. No son tonterías para los rusos que algún día deberán resolverlas, pero sí lo son para nosotros, en la situación concreta y actual que nos afecta.

Es obvio que existe una relación entre la política exterior rusa y la política interior del régimen ruso. La amenaza exterior tiene una gran funcionalidad para acallar a la oposición como “agente extranjero”, incluida la barbaridad cometida con la sociedad “Memorial”, por ejemplo. Pero es que, ¿acaso esa relación solo existe en Rusia? En Estados Unidos observamos incluso una relación aún más decisiva entre la economía, el dictado del complejo militar industrial sobre las decisiones del Congreso, y la política exterior de guerra eterna. Los misiles contra Sudan intentaron resolver el “caso Lewinski”, la leyenda de la intervención rusa en las elecciones de Estados Unidos ha sido arma en la pelea interna que divide al establishment norteamericano en un ambiente de manifiesto macartismo. Los atentados del 11 de septiembre neoyorquino se usaron para desencadenar una nueva catástrofe alrededor de los recursos de Irak… No solo hay disidentes, y tortura, en China y Rusia, ahí están Guantánamo y Assange, y también hay “agentes extranjeros” entre nosotros.

Bajo cada video que el canal ruso de televisión RT sube en YouTube, aparece el mensaje: “RT está financiada, total o parcialmente por la administración pública rusa”. “Medio controlado por el estado de Rusia”, reza el mensaje que sale en la página de RT en Instagram, propiedad de Facebook y que podría aplicarse exactamente igual a la Deutsche Welle, Voice of America, BBC, etc., etc. La versión alemana de RT, el único canal en el que los críticos de la ampliación de la OTAN podían expresarse y que cuestionaba la versión atlantista de la “revolución ucraniana” de 2014, los claroscuros del caso Skripal o los dudosos ataques con gas venenoso atribuidos a el Assad en Siria, ha resultado ser demasiado efectiva (quinto puesto en el ámbito “noticias” y “política” entre los canales vistos en Alemania) y se le ha negado la licencia de emisión, con lo que se limita a la transmisión por satélite. En septiembre el canal de video de RT-Alemania, que tenía más de 600.000 abonados y registraba más de 547 millones de consultas, fue borrado de YouTube. Mientras en Occidente, las democracias de baja intensidad no cesan de perder sustancia, los monopolios digitales de Estados Unidos, directamente sometidos al Big Brother de la NSA y otros servicios, como demostró Snowden, nos protegen así ante la propaganda rusa con el paternal mensaje: “Esta no es la propaganda que deberías consumir, consume la buena: CNN/ BBC/MSNBC, etc.” y nuestros periodistas y expertos nos arrullan mirando el dedo de los desmanes de Putin.

Tras ser ignorada durante décadas, Rusia ha presentado propuestas de acuerdos bilaterales con garantías de seguridad firmes, lejos de las promesas que no se cumplieron a lo largo de los últimos treinta años. Garantías de que Ucrania no ingresará en la OTAN, y que no se colocarán armas contra ella en su entorno inmediato.

“Esperamos conversaciones constructivas con un resultado final claro en los términos que garanticen una seguridad igual para todos” “Han llegado hasta el umbral de nuestra casa. ¿Creen que somos tan ilusos como para ignorar las amenazas planteadas a Rusia?. Ese es el problema: simplemente ya no tenemos terreno para retroceder”, ha dicho.

El sujeto de su reclamación no es la Unión Europea, ni la OTAN, sino que se ha dirigido directamente a quien manda en este asunto: Estados Unidos. Quiere acuerdos bilaterales con Washingtion y en segundo término con Berlín y París. El 21 de diciembre, el presidente ruso habló con el nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, y con el presidente francés, Emmanuel Macron. La apuesta de Rusia es enérgica. Entre el 10 y el 13 de enero tendrán lugar las conversaciones, ¿qué pasará si no llegan a buen puerto?

Ante el Colegio del Ministerio Ruso de Defensa, una audiencia de generalotes, Putin dijo a finales de diciembre que si las conversaciones no logran resultados, Rusia adoptará “medidas militares apropiadas” de respuesta. Nuestros papagayos se preguntan por el contenido de tales “medidas”y han lanzado la voz de alerta ante la fantasmagórica “invasión de Ucrania”, un escenario fuera de toda realidad. La respuesta del Kremlin será otra: el despliegue de misiles nucleares tácticos en Bielorrusia y Kaliningrado. Con su estupidez, la Unión Europea regresa al continente a los principios de los ochenta, la crisis de los euromisiles. La unilateral retirada de Estados Unidos del acuerdo INF ha hecho posible esta locura.

No habrá seguridad europea que no sea común e integre los intereses de todos los países europeos, no la habrá sin Rusia, y desde luego no la habrá contra Rusia. Pese a los esfuerzos de nuestros políticos, expertos y periodistas.

Rafael Poch de Feliu

[Fuente: Ctxt]

viernes, 23 de abril de 2021

Caldeando el ambiente en Ucrania y Taiwán

Mundo 

Para delimitar las responsabilidades del incremento de la tensión militar solo hay que fijarse en dos cosas: la iniciativa y la geografía.

La administración de Biden está caldeando el ambiente militar en una acción en dos frentes, contra Rusia en Ucrania y el Mar Negro, y contra China en el espacio de Taiwán, en el Mar de China meridional. Todo ello está dando lugar a medidas de respuestas rusas y chinas en cada uno de esos teatros, pero no hay nada de “responsabilidades compartidas” en este asunto. Lo que hay es, en primerísimo lugar, una temeraria irresponsabilidad de Estados Unidos.

Para convencerse de ello no hay más que atender a dos aspectos: la iniciativa, de dónde proviene el impulso inicial que provoca la tensión, y la geografía, es decir dónde se localiza el escenario.

Sobre el impulso, se trata de la iniciativa de Estados Unidos y sus vasallos europeos de agobiar a Rusia avanzando su maquinaria militar hasta sus mismas fronteras. Eso comenzó en los años noventa cuando la OTAN incumplió los acuerdos establecidos, muchos de ellos no firmados, que rodearon a la unificación alemana. Que a la política de paz y desarme de Gorbachov, con retirada y disolución del Pacto de Varsovia, siguiera la ampliación de la OTAN como bloque anti ruso, despreciando la Carta de la OSCE de noviembre de 1990, es algo que entra de pleno en los anales de la infamia geopolítica.

Que un bloque que gasta en armas y ejércitos 954.000 millones de dólares clame contra la amenaza de Rusia, que gasta 66.000 millones, más de catorce veces menos, es algo que solo una profunda corrupción mediática permite hacer pasar por normal. Que las maniobras de 30.000 soldados de 26 países (Defender Europe, 2021) que ahora mismo están teniendo lugar pasen como “respuesta” y “defensa”, pertenece a la misma categoría.

Y respecto a la geografía: que todo eso suceda en el entorno inmediato de Rusia, un país que ha sido repetidamente invadido por Occidente a lo largo de su historia, acaba de situar, de forma incontestable, el tema de las responsabilidades. Y lo mismo vale para China, con el vasallo japonés (unos 20 millones de chinos muertos en el conjunto de Asia Oriental durante su última expansión imperial) en el papel que ahora mismo Alemania (26 millones de muertos en la URSS con su invasión hitleriana) desempeña en Europa.

La instrumentada radicalización de Zelensky
En la actual operación de caldeamiento Ucrania y Taiwán son los instrumentos. El Presidente Volodymir Zelensky ganó las elecciones de 2019con la esperanzadora promesa de acabar con las hostilidades en el Este de Ucrania y con la virulenta línea antirrusa de su predecesor pero desde entonces la economía ha continuado deteriorándose y su popularidad se ha hundido. Casi diez millones de jóvenes ucranianos han emigrado al extranjero (Rusia y Occidente) en busca de trabajo y huyendo del alistamiento militar (Ucrania declara oficialmente 9.000 desertores). Con ese panorama, las tornas han girado y Zelensky está más abierto que nunca a la instrumentalización exterior.

Ucrania ha dejado claro su rechazo a seguir participando en el foro de Minsk, un marco negociador con Rusia, Alemania y Francia creado en 2015 sin Estados Unidos (peligroso precedente para el tutelaje continental de Washington). Zelensky también se ha retirado, en febrero, de los acuerdos de 1991 sobre aviación civil y uso del espacio aéreo ex soviético, ha reducido el comercio con Rusia a su mínima expresión y ha cerrado medios de comunicación en ruso en su país, entre ellos la cadena de televisión 112, una de las más plurales. Paralelamente, el número de vuelos de aviones militares de la OTAN junto a las fronteras rusas se ha incrementado un 30% en lo que llevamos de año y también la presencia de barcos de guerra americanos en el Mar Negro ha aumentado.

La administración de Biden incluye algunos de los personajes que fueron protagonistas en todo aquello que el cambio de gobierno en Kiev del 2014 tuvo de golpe de Estado, entre ellos Victoria Nulan (la autora del famoso “fack the EU”) y el propio actual secretario de Estado, Antony Blinken, gente que parece considerar inacabada aquella operación que desencadenó la reincorporación de Crimea a Rusia y la revuelta armada de las regiones del Este.

En este contexto y circunstancias, Zelensky ha sido inducido a incrementar su beligerancia. Mientras fluyen millones de dólares en ayuda militar, desde febrero se suceden los incidentes militares en las regiones del Este. En marzo Zelensky proclamó planes para recuperar Crimea militarmente y en abril se ha dirigido a Estados Unidos y la OTAN con la solicitud de ingreso en ese bloque militar. Biden ha respondido declarando su “apoyo inquebrantable a las aspiraciones euro atlánticas” de Ucrania. “Hemos recibido una fuerte señal de solidaridad de nuestros socios internacionales que apoyan resueltamente la integridad territorial y soberanía de Ucrania ante la escalada rusa”, ha dicho el portavoz de exteriores del gobierno de Kíev.

Lo que está en juego en esta escenificación es hundir el casi acabado gaseoducto Nord Stream 2, que es el principal nexo económico de Alemania con Rusia. Un conflicto militar en Ucrania reavivado, en el que Rusia siempre será presentada como responsable (ya lo está siendo por mover tropas dentro de sus fronteras en reacción a todo lo descrito) pondría el motivo perfecto. Alemania es el país clave para cortar el vector de integración euroasiática que Pekín y Moscú promueven. “En la administración Biden hay interés en fomentar la tensión en Ucrania instrumentalizando a ese país”, ha dicho el diputado ruso Konstantin Zatulin.

Jugando con Taiwán
En cuanto al frente chino, sin llegar a cuestionar su compromiso de 1979 que reconoce que Pekín es el gobernante legítimo de toda China, incluida Taiwán, la administración Biden está igualmente buscando provocar respuestas de China. Biden ha sido el primer presidente en invitar a su investidura al embajador virtual de Taiwán en Estados Unidos, Hsiao Bi-Khim.

Los funcionarios del gobierno de EE.UU. reciben regularmente a visitantes taiwaneses en sedes oficiales y visitan las “representaciones económicas y culturales” de Taiwán en Estados Unidos que actúan como embajadas de facto. El embajador de Estados Unidos en Japón recibió demostrativamente en marzo en su residencia a su homologo taiwanés. El mismo mes el embajador de Estados Unidos en Palau (estado insular) visitó Taiwán. Fue la primera visita de un embajador en activo a la isla en 40 años. Palau es uno de los quince estados que mantienen relaciones diplomáticas con Taiwán en lugar de con Pekín.

El Instituto Americano de Taiwán, que es la virtual embajada de EE.UU. allá, celebró un congreso bilateral para debatir la cooperación en foros internacionales (en los que Taiwán no está reconocida como Estado ni miembro). El secretario de Estado Blinken ha presionado al gobierno de Paraguay (otro de los quince países que aún reconocen a Taiwán) para que mantenga su reconocimiento. El 10 de marzo Blinken se refirió a Taiwán como “país”: “a country that can contribuye to the World”, dijo.

Todo esto ha dado lugar a notas de protesta de China que ha recordado que, “el principio de una sola China es el fundamento político de las relaciones entre China y EE.UU.”.

Los medios de comunicación occidentales han enfatizado la noticia de que China envió aviones de guerra que entraron en la Zona aérea de defensa de Taiwán (ADIZ), pero esa maniobra frecuentemente presentada como “violación del espacio aéreo taiwanés” no tiene respaldo jurídico. El ADIZ es una figura declarada unilateralmente por Taiwán y no reconocida por el derecho internacional (que no le reconoce condición de Estado) por lo que los aviones chinos se mantuvieron estrictamente hablando en espacio aéreo internacional. Desde que Biden asumió la presidencia, ha enviado tres veces barcos de guerra a patrullar por el estrecho de Taiwán. Se trata de aguas internacionales, exactamente igual que el espacio aéreo de ADIZ, sin embargo solo en el caso de los aviones chinos se habla de “actitud agresiva”, etc.

Pekín siempre ha advertido de que una independencia de Taiwán sería motivo de acción militar. No hay ninguna duda de que, pese a todo lo dicho, cualquier acción de fuerza de China hacia Taiwán sería demoledora para su reputación, incluso si se reconociera que el derecho internacional está de su parte. Estados Unidos está jugando con fuego ahí, incrementando la ambigüedad de su actitud hacia Taiwán. No creo que Washington quiera provocar una intervención militar china contra Taiwán. Lo que hace es meterle el dedo en el ojo al dragón, exactamente lo mismo que practica en Ucrania con el oso ruso. Biden está actuando muy provocativamente en ambos frentes, lo que es sumamente peligroso. Caldear el ambiente militarmente aumenta la probabilidad de una guerra por nadie deseada. Las demostraciones y paseos de barcos y aviones de guerra junto al territorio del otro son una manera de proclamar y demostrar la voluntad y disposición de uno de ir a un conflicto militar si el otro no cede. Aunque nadie lo deseé, eso incrementa la mera posibilidad de accidentes e incidentes susceptibles de degenerar en un conflicto militar. Hoy esa situación no se está dando en el Caribe, ni en el Mar del Norte, ni frente a las costas de California, ni en territorio de Canadá o México, sino que se vive, diariamente, en el espacio Báltico, en Ucrania y el Mar Negro, en el Mar de China meridional y en Taiwán. La geografía lo dice todo. ¿Para cuando el primer incidente militar?

Fuente:

martes, 9 de abril de 2019

Aniversario Ucraniano: I) El cuaderno de Kíev

(Del 19 al 24 de febrero de 2014)

Hace cinco años culminaba, aupada por una revuelta popular apoyada por la OTAN, la operación occidental de cambio de régimen en Ucrania. Publicamos el relato periodístico de aquellas jornadas desde Kíev (I) y Odesa (II).

Tras casi tres meses de protesta en la plaza de Kíev (Maidán)y después de doce años de no haber pisado esta entrañable tierra, aterrizo en la capital de Ucrania el segundo día con tiros y muertos. Desde Berlín el asunto se veía así; ahora se trata de contemplarlo de cerca y en caliente. Este es el resultado

Miércoles 19 – Ucrania ha cruzado el límite de la sangre, algo que de por sí es una tragedia, porque desde la disolución de la URSS este país había demostrado una rara capacidad de resolver con pactos y consensos los pulsos y tensiones más agudos. 25 muertos, nueve de ellos policías, según los informes preliminares contienen una clara advertencia del potencial de violencia de esta enorme nación europea a la deriva entre dos imperios. Pero estos muertos no son desenlace de nada y más bien anuncian más muertos. Entre el aeropuerto y el centro la policía detiene a los camiones por si traen armas, pero el tráfico de coches es relativamente fluido. El taxista me pone a caldo a Viktor Yanukovich, el presidente del país.

Todo sigue abierto, la plaza sigue ahí en pie de guerra. En sus momentos más masivos ha congregado a unas 70.000 personas en esta ciudad de cuatro millones de habitantes. Entre ellos hay una minoría de varios miles, quizá cuatro o cinco mil, equipados con cascos, barras, escudos y bates para enfrentarse a la policía. Y dentro de ese colectivo hay un núcleo duro de quizás 1.000 o 1.500 personas puramente paramilitar, dispuestos a morir y matar lo que representa otra categoría. Este núcleo duro ha hecho uso de armas de fuego.

Las barricadas formadas con sacos llenos de nieve de diciembre se han deshinchado tras el brusco descenso de las temperaturas registrado en las últimas horas. Con la batalla de ayer, cuya responsabilidad imputa cada bando al otro, el gobierno ha avanzado algunas posiciones en las calles que conducen a las sedes del poder (Parlamento, Consejo de ministros, ministerios, sede de la presidencia…) algunos edificios están desastradas por la ocupación, o calcinados.

Fuera de la zona de los enfrentamientos la situación es de normalidad, aunque el metro está cerrado y los accesos a la ciudad sometidos a control para evitar la llegada de los autobuses con ciudadanos, sobre todo del oeste del país, que quieren unirse a la revuelta. En algunas carreteras se ha visto a centenares de esos voluntarios caminando hacia Kíev después de que la policía los hiciera bajar de los autobuses.

En ese contexto, los ministros europeos no vienen a mediar –son parte en este conflicto- sino a presionar; Frank-Walter Steinmeier, Laurent Fabius y Radoslav Sikorski (Alemania, Francia y Polonia), junto con la errática jefa de la política exterior europea, Lady Ashton, le apretarán los tornillos a Yanukovich, horas antes de que la UE examine su insensata propuesta de sancionar a los dirigentes ucranianos que no sirve más que para colocarlos contra las cuerdas y radicalizar sus decisiones. Esta mezcla de revuelta popular y de intento euro-atlántico de cambio de régimen a lo Milosevic, es una insensatez que juega con fuego.

La jornada del martes en Kíev fue una especie de 4 de octubre de 1993 moscovita. Aquel día Boris Yeltsin aplastó a su oposición tras un golpe de estado presidencialista que dejó más de un centenar de muertos, con el apoyo y aplauso de Occidente. Aquello fue una tragedia y al mismo tiempo un desenlace: tras la masacre la situación se estabilizó con el nacimiento del nuevo régimen autocrático ruso, que hoy administra el denostado Vladimir Putin. El 18 de febrero de Kíev con sus 25 muertos no promete estabilidad, sino todo lo contrario: nuevas turbulencias y violencias. El motivo es la general debilidad, tanto del poder como de la oposición.

El presidente Yanukovich está muy desprestigiado, sobre todo por el deterioro socio-económico y la corrupción que vive el país. Desde ese punto de vista no hay gran diferencia de fondo (sí de escala) entre el EuroMaidan y el 15-M o las huelgas generales griegas, de las que Bruselas abomina. Pero la oposición también es débil. Sus líderes, con el protegido de Merkel y boxeador Vitali Klichkó en primer lugar, son unos perfectos inútiles sin apenas control del movimiento popular, cuyo sector “radical” es una mezcla de ultraderechistas, gente valerosa y, probablemente, provocadores al servicio de poder y también del enigma. No tienen más programa que el “que se vaya Yanukovich”, cuyo programa, a su vez, es mantenerse en el poder. Más allá del más que comprensible cabreo hacia el gobierno, ¿cuál es el programa social y económico? Arseni Yatseniuk, otro de los líderes de la oposición es un hombre que cree en las recetas del FMI, universalmente fallidas desde América Latina hasta Europa y Rinat Ajmedov, el hombre más rico de Ucrania (propietario del apartamento más caro de Londres: 155 millones de euros), y otros magnates apoyan de una u otra forma, por acción u omisión, “la justa lucha ciudadana”. Hay que recordar que esta oposición ya estuvo en el poder, tras la “revolución naranja” del 2004 y que las cosas cambiaron muy poco. La deriva de Ucrania es un panorama de oligarcas y magnates al servicio de uno u otro imperio.

El país, como Rusia (y a otro nivel, la propia UE, por cierto), debe encontrar una vía no oligárquica de desarrollo sostenible. Si no lo hace hay un gran potencial de disgregación e incluso de guerra civil: este es un país bicéfalo que contiene dos civilizaciones, con diferentes religiones, identidades y lenguas. Ucrania necesita urgentemente una mediación bienintencionada, pero sus vecinos imperiales, el Imperio del Oeste, la UE, y el del Este, Rusia, son más problema que solución.

Al Oeste hay una torpe Alemania con ínfulas de liderazgo que está estrenando apenas su soberanía exterior. Horas antes de que en Kíev se escenificara la tragedia, Merkel recibía en Berlín el lunes a dos de los tres líderes de la oposición (el tercero es un antisemita ultraderechista que no es presentable). En lugar de desplegar un “soft power” benévolo y mediador, la UE baraja sanciones que solo servirán para arrinconar más al gobierno ucraniano (el siguiente paso nefasto sería amenazar con la siempre selectiva “justicia internacional).

Al Este, una Rusia que también presiona fuertemente porque ve en Ucrania una condición importante para su consolidación geopolítica, algo que Washington quiere impedir como sea. Pero así como Moscú está de acuerdo en solucionar el vínculo “comercial y económico” (lo que se llama la “integración”) en un foro tripartito, con los europeos y Ucrania (el gobierno de Kíev está por ello), Bruselas/Berlín no quieren hablar del tema. Es decir, todas las fuerzas exteriores actúan aquí negativamente, convirtiendo una situación difícil pero solucionable en un barril de pólvora. En Kíev se necesita urgentemente un mediador.

Jueves 20 – ¿Representa el Maidán a toda la nación?. La respuesta es no. ¿A toda la capital?, tampoco pero sí a una mayoría de su población. Hay mucha gente harta de la violencia. La jornada de tregua de hoy ha comenzado con disparos de ambos bandos que han dado lugar a una carnicería con varias decenas de muertos. Francotiradores han matado desde los tejados tanto a activistas de la oposición como a policías. Se ha visto una veintena de cadáveres de civiles. Los informes que se recogen al pie de las barricadas son confusos. A primera hora gana la sensación de que el poder está al caer, porque los manifestantes han avanzado las posiciones perdidas el miércoles, pero la jornada concluye con la sospecha de que una acción de fuerza de ese mismo poder tambaleante podría ser inminente. Entre una y otra percepción, varias docenas de muertos entre primera hora de la mañana y el mediodía. No hay mejor ilustración de la volatilidad de la situación y del polvorín en el que se ha convertido esta revuelta bendecida desde Occidente.

Converso con cuatro personajes de este drama en la esquina de la calle Institutska con Shokóvichna. Conforme me he ido acercando al epicentro de la batalla, disminuye el número de gente por la calle. A apenas diez minutos de aquí, el pulso de la ciudad fluye con completa normalidad, tráfico, comercios, peatones… Un detalle, los guardias de tráfico llevan fusil, por primera vez. Algo más abajo, varios miles de personas mantienen el frente en la plaza (Maidán). Maidán no es palabra eslava, sino turca. Recuerda que tres imperios se disputaron esta tierra históricamente; austro-húngaros, rusos y otomanos. Hoy el juego es entre dos, rusos y euro-atlánticos.

Desde que se cruzó la frontera de la sangre, hay mucha gente harta del desorden y harta del presidente, unos por considerarlo un calzonazos que no ha puesto orden, otros por considerarlo encarnación de todo lo que se ha deteriorado en el país en los últimos años, la corrupción, el nepotismo, sus negocios familiares, toda una manera de funcionar. Pero por antipático que sea, este presidente no es Mobutu: fue elegido en 2010 en unas elecciones limpias (según la OSCE) cuyo mandato concluye antes de un año. ¿Vale la pena toda esta sangre y la tragedia que contiene, por echar a Yanukovich un año antes? Los líderes de la oposición, sostenidos por Estados Unidos y la UE, creen que sí. Moscú, que sostiene y al mismo tiempo maltrata a sus socios ucranianos y no confía en Yanukovich porque le chantajeó con una venta a Occidente, apuesta por el no. Respecto al Maidán, parece un objeto incontrolado en el que los más brutos mandan cada vez más sin que los líderes de la oposición puedan imponerse.

Marina, funcionaria de uno de los museos del barrio gubernamental es muy crítica con Yanukovich, pero aún más con la violencia. “Es una cuestión de principio, cuando se empieza a matar, se acaban las razones”, dice. Tatiana, que tiembla tanto por el frío como por la tensión quiere que la autoridad corte de una vez con esta anarquía. Su marido es policía, dice que han disparado contra ellos y que ya no se puede aguantar, aunque hay muchos más civiles que uniformados muertos. Slava, joven historiador votante de “Svoboda” un partido nacionalista con conexiones ultraderechistas, dice que todo se solucionaría si Yanukovich se fuera y se convocaran elecciones anticipadas. Dice que no existe el peligro de que las regiones del Este y del Sur del país no aceptaran un nuevo poder y se abriera un proceso degenerativo para la integridad de este país bicéfalo, con identidades, religiones y lenguas diversas. Es el más optimista de los que encuentro y, desde luego, el más representativo, de la opinión de la buena gente que hay en la plaza.

En el país hay adversarios y partidarios del Maidán, la diferencia es que los segundos demuestran una “pasionarnost” (una pasión y una febril voluntad para realizarla) de la que los primeros carecen por completo. La gran mayoría de Ucrania que no quiere esto no se moviliza y contempla la situación desde la barrera. Las manifestaciones de apoyo al presidente que se han visto son asuntos de empresa organizados y subvencionados, una figura familiar y bien conocida en la ex URSS: Protestas sin alma.

Una conversación agradable y plural, la que mantengo con Tatiana, Marina, Slava y Viktor, éste último un veterano, si no fuera por su contexto. Bajo ruido de ráfagas de fuego real y junto a una barricada con camiones “Kamaz” completamente calcinados que han quedado fuera de la zona de combate. Detrás nuestro un Mercedes nuevo de trinca incendiado y más allá un grupo de ambulancias esperando intervenir en las muchas emergencias del día. Un agente de los cuerpos especiales explica que les han ametrallado desde la protesta. “Han matado a cincuenta de los nuestros”, dice, algo completamente exagerado pero que ilustra las ganas de la policía por cargar de una vez. El enfermero de la ambulancia confirma haber retirado a un herido de bala en la zona, pero no era policía, sino civil.

En Maidán y sus alrededores el adoquinado ha sido arrancado para aprovisionarse de proyectiles. Debajo aparece la tierra y el barro. En el vecino monasterio Mijailovski hay una especie de cuartel general que incluye una iglesia, la de San Juan Bautista, que ejerce de hospital de campaña. Un médico que sale a fumar explica que practican operaciones. Son las cuatro de la tarde y dice que le han traído diez heridos de bala, pero ningún muerto. Algunos heridos, cuya condición no es crítica, prefieren no ir a hospitales por miedo a que los fichen o cosas peores. Después de casi tres meses de protesta, que desde el 19 de enero es muy violenta en respuesta a la también violenta carga policial de aquel día, el verdadero milagro es que no haya habido mucha más sangre.

A las cinco de la tarde me repongo en una cafetería, ya fuera de la “zona cero”. La camarera me dice que van a cerrar excepcionalmente. Esperan medidas de fuerza para esta noche. Le pregunto qué le parece la situación y me dice que “no se puede disparar contra la policía”. “La gente está harta de todo esto”, dice. El gran peligro es la general debilidad. También las soluciones de fuerza se pueden volver contra el gobierno. Este país es sustancia inflamable. La jornada que comienza con la idea de que cae el gobierno, se cierra con la sospecha de una inminente acción de fuerza.

– Recapitulo: En el día de la tregua y del duelo por los muertos del martes, con las banderas a media asta en luto por las víctimas de las violencias de la víspera, es cuando más muertos se han registrado. Y cada vez hay más armas. La jornada empezó sobre las nueve de la mañana con una agresiva ofensiva de los grupos paramilitares de la plaza que rompió todo propósito de paz. “Los hemos echado hacia allá”, explicaba a medio día un activista de esa escena armado de casco y barra de hierro. Es verdad, los echaron, los arrollaron recuperando algunas de las posiciones y edificios perdidos en la jornada anterior. Por el camino tomaron más de sesenta policías “prisioneros”. La situación se hizo tan tensa que la sede del parlamento fue evacuada. Parecía que Maidán iba a tomar el poder. Entonces aparecieron los francotiradores.

El ministerio del Interior fue el primero en denunciar el hecho, diciendo que tiraban contra los policías. La oposición dijo que los baleados fueron ellos y un diario local ofreció un informe detallado cuya tesis era que los tiradores eran una docena de miembros de una unidad de élite con domicilio en la sede del consejo de ministros. El informe es una noticia en sí mismo, tanto si es cierta como si es una intoxicación, una “utka” como dicen aquí, que proviene de la cocina de los servicios secretos. Hay motivos para dudar de todo lo que se publica, y hay que observar los resultados: estamos sobre los 67 muertos, según cifras oficiales, entre ellos 13 policías desde el martes.

La policía, ahora sí, está recibiendo armas de combate. Hay muchos heridos de bala y los hospitales están llenos, dice la defensora del pueblo, Valeria Lutkovskaya. En trenes y vehículos se han confiscado alijos con destino a Kíev. Todos se acusan de todo. En círculos próximos al gobierno se constata que la plaza no quiere acuerdos, solo que se vaya el Presidente. En la plaza se acusa al Presidente, e incluso a Rusia, de estar detrás de los francotiradores. La plaza es un sujeto autónomo y sin aparentes problemas de dinero, se dice sugiriendo una fluida financiación, pero en el campo del gobierno hay brechas, diputados que se van del partido del presidente, y deserciones tan significativas como la del alcalde de Kíev. El poder está en el suelo y parece tan fácil tomarlo que nadie parece preguntarse por el siguiente paso: qué pasará después. Después de un hipotético cambio de gobierno, o después de un “restablecimiento del orden”.

Los tres ministros de la UE, Fabius, Steinmeier y Sikorski han mantenido consultas con el Presidente Yanukovich. Lo que debía durar hora y media, duró cinco horas e incluyó contactos con la oposición. Los ministros llegaron con una amenaza de sanciones en su cartera y se encontraron con decenas de muertos y con que el Presidente iba a declarar el estado de excepción. La reunión evolucionó en una dirección más constructiva. Una “hoja de ruta para salir de la crisis”, señalan fuentes diplomáticas occidentales. En el aire una propuesta de elecciones anticipadas este año que Yanukovich acepta, se dice. No todos están contentos con tal “concesión”. “Soy pesimista” (en el sentido de que Yanukovich no sea destronado para siempre jamás), nos dice el influyente eurodiputado alemán Elmar Broch, un halcón de la CDU de Merkel.

La UE no tiene plan ni programa. Lo único que ha hecho hasta el día de hoy ha sido pasear a más de veinte de sus políticos por el Maidán en solidaridad con una protesta que en cualquiera de sus países habría dado lugar a un estado de excepción “antiterrorista” de tomo y lomo hace muchas semanas. Desde que en 2008 se ideó el esquema para arrebatarle a Moscú nuevas influencias en la región, la UE actúa en el Este como un imperio. El acuerdo de integración ofrecido es, manifiestamente, una antesala para el ingreso del país en la OTAN. La UE actúa como un imperio ineficaz y torpe. Su credibilidad mediadora vale poco. Carl Bild, el ministro sueco neocón que está en el origen del plan de “integración” y que dice que el presidente ucraniano es el único responsable de todo lo que ha pasado aquí, fue acusado ayer por un conocido intelectual progubernamental de “tener las manos manchadas de sangre ucraniana”. Moscú, que ha enviado a uno de sus diplomáticos más capaces, el defensor del pueblo Vladimir Lukín, tampoco tiene credibilidad. No se trata tanto de Rusia (aunque en el Oeste de Ucrania también se trata de eso por claras razones históricas), sino de su régimen, del carácter siempre “sumergido” y elitario de las relaciones que el Kremlin mantiene con los políticos ucranianos. Hace falta una figura independiente y con autoridad que reúna a todas las partes y detenga esta peligrosa espiral de violencia.

Una diplomacia desmarcada del “o todo, o nada” (la practicada hasta ahora con enorme torpeza e irresponsabilidad por el eje Bruselas/Berlín/Varsovia, sobre un agresivo guión más americano que europeo) y que integrara a Rusia, contribuiría a disminuir muchas tensiones. Ucrania es un país clave para Rusia, en gran parte forma parte de la Rusia histórica, que nació en Kíev en el siglo IX, y el intento de hacerla elegir entre uno y otro imperio contiene serios riesgos de violencia y desintegración territorial, por la sencilla razón de que la mayoría de los ucranianos se sienten vinculados a Rusia, algo que está mucho más allá de la política. Ignorar ese dato es criminal. Mientras en Moscú hay plena conciencia de ese factor, en Bruselas y Berlín se prefiere jugar a la ruleta rusa con el espectro de una nueva Yugoslavia.

Viernes 21 – El poder se descompone en Ucrania, donde se está incubando desde hace semanas el conflicto Este/Oeste más grave y peligroso desde el fin de la guerra fría. La Unión Europea ha forzado un frágil acuerdo nacional que supone la capitulación del Presidente Yanukovich, que en noviembre se negó a firmar un acuerdo de integración en la órbita de Berlín y Bruselas. Esta capitulación tiene como única virtud la de que, por lo menos, dibuja un respiro en la trágica espiral de violencia de los últimos días: Por primera vez desde el martes, hoy no ha habido muertos en Kiev.

Arbitrado por los tres ministros de exteriores de Alemania, Francia y Polonia, el acuerdo contempla el regreso a la constitución de 2004, medida que el Parlamento aprobó inmediatamente casi por unanimidad y que significa una importante reducción de los poderes del presidente, así como el compromiso de formar en un plazo de diez días un “gobierno de unidad nacional” en el que dominarán las fuerzas pro-occidentales. Para antes de septiembre se completará una reforma constitucional y no más tarde de diciembre deberán celebrarse elecciones presidenciales.

El Presidente, que contaba con el apoyo de Moscú, y sus adversarios, los tres líderes de la oposición apadrinados por la Unión Europea y Estados Unidos, apelan a acabar con la violencia, exigen una “entrega de armas” en 24 horas y se comprometen a investigar las violencias de los últimos días en los que han muerto unas setenta personas, incluidos trece policías. Una amnistía entrará en vigor, pero solo hasta hechos anteriores a esas muertes. No habrá estado de excepción.

Paralelamente, en una serie de votaciones meteóricas, el Parlamento destituyó al ministro del interior, Vitali Zajarchenko, “por violación de la Constitución con el resultado de muerte de personas”.

El acuerdo no ha sido rubricado por el diplomático enviado por Moscú, Vladimir Lukín, un especialista en firmar derrotas. En 1996 Lukín participó en la firma de la paz de Jasavyurt, que puso fin a la primera guerra chechena con un acuerdo que humilló a Rusia y abrió la puerta a la segunda guerra en el Cáucaso del Norte. Lukín hizo ayer una declaración errática, calificando el acuerdo ucraniano de “incompleto pero útil”. En realidad es una derrota de la pésima política de Moscú en esta jugada que afecta a su entorno geopolítico más delicado y vital.

La capitulación de Yanukovich, que ayer parecía preparar un más que incierto estado de excepción, ha sido resultado de la doble pinza entre la calle y las potencias occidentales. Amenazado con sanciones por los ministros europeos, el presidente pudo recibir ciertas garantías de que no se le aplicará la habitual segunda vuelta de tuerca contra los adversarios de Occidente más reticentes: la persecución penal a cargo de los selectivos “tribunales internacionales”.

La intervención, el jueves, de misteriosos francotiradores que tirotearon a la gente en el centro de la ciudad, uno de los habituales capítulos de la serie negra que suele acompañar este tipo de crisis extremas, es una espada de Damocles para Yanukovich. En Rumanía aún se discute quienes eran y por encargo de quien actuaban los francotiradores que hace más de veinte años mataron a la gente en Bucarest durante el derrocamiento de Nicolae Ceaucescu. Algo parecido pasa en Moscú a propósito de los tiroteos de manifestantes durante el golpe de Estado de Boris Yeltsin de octubre de 1993. En Kíev ese mismo misterio se pretende haber resuelto en pocas horas y hasta se presentan fotos y grabaciones. Habrá que ver…

Ucrania, un país que, a diferencia de vecinos como Bielorrusia y Rusia, se caracterizaba por su capacidad de consenso y equilibrio, y por haber evitado siempre la violencia, ha entrado en una nueva etapa. El acuerdo de ayer no es punto final. Su fragilidad estriba en que por un lado las autoridades, “han perdido el control del país”, en palabras del ex vice jefe de la seguridad del Estado, Aleksandr Skipalki, y que por el otro los líderes de la oposición han perdido el control de la revuelta popular. Cuando esos líderes anunciaron ayer tarde el acuerdo en la plaza central de Kiev, fueron silbados y abucheados y con suerte tienen detrás suyo a la tercera parte de la población de Ucrania. Miembros del grupo fascistoide “Pravy Sektor” irrumpieron en el escenario cuando esos líderes explicaron el acuerdo alcanzado. La plaza pide la destitución inmediata del Presidente y su castigo. “No es por venganza, sino por justicia”, nos dijo un activista en la plaza. Muchos creen que el acuerdo es una traición a los muertos de los últimos días. En cualquier caso, el cambio de figuras ya ha comenzado.

Es la hora de gente como la ex primera ministra, Yulia Timoshenko, encarcelada por corrupción, millonaria y líder del partido que más apoyos encuentra en Washington y en Europa. El parlamento abrió ayer la puerta de su celda por el procedimiento de anular los artículos que contemplan su delito. Ahora solo falta una decisión judicial para sacarla de la cárcel, explicó su abogado, Sergei Vlasenko.

Otra figura en alza es la del magnate Piotr Paroshenko, el quinto hombre más rico de Ucrania. Paroshenko patrocinó la “revolución naranja” que llevó al poder a Timoshenko, fue ministro de exteriores en 2009 y abogó por un ingreso de Ucrania en la OTAN “en uno o dos años”. “Con voluntad política, es posible”, dice. Propietario del quinto canal de televisión, uno de los muchos medios de descarada propaganda en sintonía con el Imperio del Oeste (ofrece informativos preparados por La Voz de América, mientras la televisión rusa –muy vista en el Este y el Sur hace lo mismo pero con signo contrario), Paroshenko mantuvo conversaciones el pasado enero con el estado mayor euroatlántico en la Conferencia de Seguridad de Munich, máximo cónclave anual del complejo político-militar occidental.

En varias regiones las guarniciones militares han llegado a acuerdos con la población local para que ésta impida cualquier movimiento de tropas bloqueando trenes, como pasó en ayer en Dniepropetrovsk. El aparato de Estado está descompuesto. Hay sedes del gobierno ocupadas y asaltadas en Jmelnitski, Uzhgorod, Ternopol, Ivano-frankovsk y Lvov. Se han asaltado depósitos de armas y unidades policiales se han pasado al bando de enfrente. Policías de Lvov llegaron ayer tarde de por libre a la plaza de Kíev. El pacto de ayer ha sido un bendito respiro para detener la masacre, pero el futuro inmediato es una incógnita. Respecto a su contexto más amplio, es inequívoco: aquí se está incubando el conflicto europeo más grave y peligroso desde el fin de la guerra fría. Confundirlo con una película de Hollywood de buenos y malos es perder de vista lo esencial.

– La victoria del Narod.Maidán huele el principio de la capitulación de su adversario. Hoy ha hecho sol en Kíev. En la plaza la jornada olía al principio de la capitulación del adversario: el gobierno y su presidente. El sujeto de Maidán es el pueblo, narod en ucraniano. En ruso pueblo también se dice narod, pero el término contiene caracteres y rasgos de una cultura política indudablemente emparentada pero muy diferente de la rusa. No hay contradicción. Ocurre en las familias, donde hermanos físicamente parecidos pueden presentar caracteres muy diferentes. “Parece mentira que sean hermanos”, se dice.

Mientras los héroes de la historia secular rusa son zares, generales y políticos, gente de Estado e Imperio, como Pedro el Grande, Catalina II o el general Kutúzov, en Ucrania aparecen personajes de una épica completamente diferente; atamanes cosacos, hombres libres “republicanos” cargados de ideales y actitudes libertarias, vinculados a la lucha por una vida libre en proto-estados y territorios de los límites de una estepa infinita (Ucrania significa, precisamente, algo así como “en el límite”, “junto a la frontera”) y en quijotesca lucha contra adversarios mucho más poderosos. Figuras como el Cosaco Mamai, que luchó contra la Orda de Oro en el siglo XIV, Bogdan Jmelnitski, caudillo enfrentado sucesivamente a turcos, polacos y rusos.

En la Galería Tetriakov de Moscú hay un cuadro del gran pintor ruso Iliá Repin, “Los cosacos de Zaporozhia escriben al Sultán”, se titula, que expresa ese desafío libertario al poder instituido, lleno de desparpajo y fraternidad. No es historia, es presente. En Maidán, en medio de esa enorme expresión de autoorganización y autonomía social, se ven carteles con la figura del Cosaco Mamai, retratos de Jmelnitski y hasta un grupo de tipos rapados al cero y con coletas ataviados al uso cosaco del siglo XVII que son el vivo retrato de los personajes del cuadro de Repin.

Hoy es el día del merecido homenaje a este narod, a todo él con sus diversos rostros, actitudes y posiciones políticas; la estudiante ingenua, el ama de casa madura, el paramilitar de extrema derecha, el señor normal y corriente del montón harto de un sistema degradado e injusto. Ha hablado con decenas de ellos. ¿Cómo resumir sus opiniones, sus historias personales, sus esperanzas? Si hubiera que establecer algún denominador común, sin duda sería el de cierto sentido de la dignidad.

Durante tres meses, decenas de miles de ciudadanos han dicho “basta” y han aguantado el tipo aquí, demostrando una voluntad y un tesón ejemplar. Los brutos de diversa ideología, con predominio del nacionalismo ultra, que aportan el músculo a la revuelta popular no son particularmente simpáticos, pero sin ellos el Maidán, simplemente, no habría sido posible, porque habría sido barrida por la policía en diez minutos. Estos grupos han ejercido una tremenda e ilegal violencia (entre los 70 muertos de los últimos días hay 13 policías, dato central que no puede perderse de vista), que en cualquier país europeo habría sido inmediatamente declarada “terrorista” y aplastada. Europa y América han bendecido, financiado y teledirigido todo esto, que no comenzó el pasado noviembre, sino hace más de veinte años con la disolución de la URSS. Desde entonces Estados Unidos se ha gastado en Ucrania más de 5.000 millones de dólares en promover el “cambio de régimen” vía organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y compras de lealtades, explicó hace poco la vicesecretaria de Estado de EE.UU. Victoria Nuland.

Todo eso, que es fundamental para comprender lo que pasa aquí, apenas cambia la esencia del impulso ético de este narod contra la corrupción, la injusticia y la oligarquía, perfectamente equiparable a la de los movimientos sociales del resto de la Europa en crisis. Este narod, sus brigadas de choque, han disparado, matado e incendiado. Tal es la legitimidad de las revueltas y revoluciones populares. Nadie está vacunado contra esto en el resto de Europa. La violencia no es una figura del pasado, es la fiebre de las luchas de la historia.

Ucrania no está saliendo de una crisis, está entrando en ella. El resultado de esta mezcla de revuelta popular y golpe de Estado es incierto y dibuja enormes peligros. Al final, como ya sucedió en la última “revolución naranja” de 2004, todo puede acabar en un mero cambio de figuras oligárquicas; las que se orientan a Moscú son relevadas por las que lo hacen hacia la OTAN.

“En cualquier caso, los oligarcas que tomen el relevo, tendrán que temer al narod, replica Olga una jurista con casco de sanitario, la única oriunda de Kíev de todo un corro de defensores de la plaza dominado por “Galichany” de Ucrania Occidental. Suena bien, pero si la próxima vez el narod se levanta y en lugar de padrinos exteriores tiene adversarios en Europa y en la OTAN, será aplastado en nombre de la “defensa de la democracia”. Ocurrió en Moscú en octubre de 1993, con más de un centenar de muertos.

Sábado 22- Asoma el cisma de Ucrania. Kíev destituye al Presidente con el que se acababa de pactar bajo presión europea, cambia la Constitución y convoca elecciones. El Presidente habla de “golpe de estado nazi” desde el Este del país, donde se reúne un congreso alternativo de adversarios del cambio. “Me han presionado, pero no pienso dimitir”, dice Yanukovich. En el país asoma el fantasma de un doble poder con diversos centros y legitimidades enfrentadas que todos dicen querer evitar.

En Járkov, la segunda ciudad de Ucrania, en el Este, 3.477 diputados de todos los niveles de la Ucrania más rusófila han declarado ilegítimas las decisiones de Kíev, adoptadas, dicen, “en condiciones de terror, amenazas, violencia y muerte”. El espíritu conciliador del acuerdo de capitulación de Yanukovich, firmado el viernes por gobierno y oposición, y garantizado por la Unión Europea -pero no por Rusia que eludió firmarlo- se ha convertido en papel mojado en menos de 24 horas.

La asamblea de diputados de Jarkov ha llamado a los ciudadanos a que se organicen para resistir al cambio de régimen de Kíev y “cooperen con las fuerzas del orden locales”. A la reunión de Jarkov asistieron observadores de la Duma de Rusia así como varios gobernadores de regiones rusas limítrofes, que se mostraron discretos y contenidos. Varios observadores consultados en Kíev y Moscú no excluyen en absoluto que esta situación se pudra y degenere en violencias.

Tanto la sesión de Kíev como la de Jarkov, comenzaron con declaraciones de ambos bandos alertando contra la división del país, una figura familiar y dramática en la historia de Ucrania, cuyas guerras civiles siempre tuvieron diversas capitales enfrentadas. Todos parecen ser conscientes de la peligrosidad de la situación y de lo que está en juego: la integridad territorial del país. Tanto en Moscú como en Washington los “expertos” hacen quiméricas quinielas con propuestas de “federalización” de Ucrania, que separen a quienes quieren vivir mirando hacia el Este de los que prefieren mirar al Oeste, sin que se sepa muy bien por donde debería discurrir la línea geográfica divisoria. Tanto en el Este de Ucrania como en el Oeste, hay importantes minorías de partidarios y adversarios del cambio efectuado. Esas minorías se activarían inmediatamente en caso de “federalización”. Estoy pensando en los tártaros de Crimea (furibundos adversarios de Rusia) en el Este, o en los rutenos que forman parte de la Galitzia, en el Este, pero hay muchos más.

En Kíev las brigadas paramilitares de la revuelta, con un gran componente de partidos de extrema derecha, han tomado el control del barrio gubernamental donde se encuentran las sedes del parlamento, del gobierno y de la presidencia. Los policías han desaparecido por completo del centro de la ciudad, donde por segundo día consecutivo no se ha derramado sangre, aunque sí hubo intentos de linchamiento de diputados adversarios. El presidente Yanukovich ha huido de Kíev.

En manos de la oposición y en ausencia de muchos diputados del antiguo partido gubernamental, el parlamento cambió sus fichas después de cambiar de constitución; nombró como presidente de la cámara a Aleksandr Túrchikov, mano derecha de la ex primera ministra Yulia Timoshenko, y como nuevo ministro del Interior a Arsen Avakov, también miembro del partido de Timoshenko, Batkivshina. A continuación se aprobaron en batería la destitución de Yanukovich (“autodestituido por sus formas anticonstitucionales”, se dice), la convocatoria de elecciones para el 25 de mayo y la puesta en libertad de Timoshenko, que salió del hospital penitenciario de Jarkov en silla de ruedas por la tarde y llegó a Kíeven avión privado a las 19,30.


Insisto: El movimiento que acaba de tomar el poder representa solo a una parte del país. Faltaba solo un año para que Yanukovich concluyera su mandato, pero la degradación económica del país, el escandaloso exceso de corrupción y nepotismo, el inesperado y mal explicado rechazo de un económicamente catastrófico acuerdo de integración con la Unión Europea y el decidido apoyo político internacional de Berlín, Washington y Bruselas, que vieron en la coyuntura una posibilidad de cambio de régimen para instalar en Kíev un gobierno a su medida, azuzaron el movimiento popular de noviembre, que se fue radicalizando y haciendo cada vez más violento conforme el poder titubeaba entre la represión y las concesiones, ofreciendo una desastrosa imagen de debilidad. El episodio de los francotiradores ha sido decisivo.

La violencia de esta semana, iniciada pocas horas después de que la canciller Angela Merkel recibiera en Berlín a los líderes de la oposición, reiteradamente bendecidos por el establishment político-militar euroatlántico al completo en la reciente Conferencia de Seguridad de Munich, supone una trágica frontera para Ucrania, donde el consenso siempre había hasta ahora superado sin sangre todas las desavenencias políticas de este país de civilización bicéfala y obligado por su propia identidad a mantener complicados equilibrios entre Rusia y Occidente. Que este cuadro, con la inquietante perspectiva que contiene, fuera definido hoy como “momento histórico” y “situación fluida” por el alemán Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, dice mucho sobre la actual política europea.

Yulia Timoshenko, que ya anuncia su candidatura a las presidenciales convocadas para mayo, pronunció su primer discurso en libertad al filo de las nueve y media de la noche ante varias decenas de miles de personas en la gran plaza de Kiev. “Nuestros héroes no han muerto”, dijo sentada en una silla de ruedas y anunciando que se levantará un monumento a su memoria. “Lloré y recé por vosotros”, dijo en un tono apasionado, pero no suscitó el menor entusiasmo en la masa. Consciente de que el movimiento se niega a abandonar la plaza, dijo, “no abandonéis éste lugar, vosotros sois la garantía de que se cumpla lo acordado”. “Con vuestro valor, sangre y heroísmo, os habéis ganado el derecho a gobernar Ucrania”, añadió.

La ex primera ministro prometió que se castigará a los responsables de las violencias “con todo el rigor de la ley y en un juicio severo”. “Por otro lado”, añadió, “no podemos vivir con odio y agresividad en el corazón. Necesitamos curar las heridas y encontrar el coraje, el amor y la responsabilidad para restablecer el país y devolver a la gente la paz y la tranquilidad”.

-Judíos asustados. El festival de grupos de extrema derecha violentos de la plaza asusta a la comunidad judía de Kíev. Moshe Reuven Azman, uno de los rabinos de Ucrania, ha aconsejado a la comunidad judía local a abandonar la capital e incluso el país. “No quiero tentar al destino”. Citado por la prensa de Israel. Desde Berlín me dicen que los medios germanos han pasado sobre este informe con gran discreción. Sin relacionarlo con nada. Ucrania fue uno de los principales escenarios del escenario del holocausto hitleriano.

– ¿Por qué Rusia pierde siempre?. La batalla por Ucrania viene de lejos. En su último capítulo histórico comenzó en el mismo momento en el que se disolvió la URSS, en 1991. Más de dos décadas después, aquellas fracturas tectónicas aún se están asentando. En ese periodo, en el espacio potsoviético ha habido guerras, convulsiones y revoluciones coloreadas en las que, en mayor o menor medida, se han vivido pulsos entre Occidente y Rusia. En el Báltico, en Asia Central y en Transcaucasia, Moscú ha ido perdiendo posiciones, una tras otra. Sus “victorias”, en Abjazia y Osetia del Sur, por ejemplo, han sido defensivas. Preservar algunos jirones ¿Por qué pierde siempre Rusia?

La pregunta es pertinente ahora, cuando lo que se dibuja en el firmamento es una derrota que marca una línea roja decisiva e inadmisible para Moscú: correr la frontera de la OTAN hasta territorio ruso.

Más allá del propósito general de echar al adversario de sus patios y ampliar su propio corral, la política occidental no tiene calidad ni visión. Hay en ella mucha chapuza y aún más irresponsabilidad, pero entonces, ¿por qué gana? No es la agresividad occidental, sino la debilidad rusa la que explica la situación. Y la clave de esa debilidad reside en el propio sistema ruso de poder.

Mantener unas buenas relaciones con las ex repúblicas de la URSS era, y es, la gran prioridad de Moscú pero no funciona. Con algunas no es fácil por “razones históricas”, podría decirse -el caso de las repúblicas bálticas. Con otras se podrían mencionar “diferencias culturales”, el caso de los países de Asia Central, pero ¿cómo explicar los continuos malentendidos y recelos del Kremlin con bielorrusos y ucranianos? El poder autocrático ruso, el samovlastie, aunque sea mucho más suave que el de los zares o el de la URSS, es incapaz de desarrollar relaciones de confianza incluso con aquellos de sus vecinos más directamente emparentados con quienes comparte historia, cultura y destino común. El caso de Ucrania es ejemplar.

La gran mayoría de los ucranianos se sienten próximos a Rusia por ese parentesco, pero el poder ruso no interactúa con las sociedades sino con grupos locales elitarios. Moscú no ofrece un modelo amable y atractivo a sus hermanos. El Kremlin no reconoce la autonomía social y ni siquiera la entiende. Sin eso no hay acción social ni intervención política posible en una sociedad moderna. Los interlocutores de Rusia en Ucrania son un puñado de magnates. Sus partidos, el “Partido de las Regiones” de Yanukovich, por ejemplo, son infraestructuras artificiales sin alma construidas desde arriba. Los anhelos e intereses de la clara mayoría de la sociedad ucraniana vinculada hacia Rusia y que tiende hacia ella, apenas aparecen en el radar del Kremlin. Eso explica que esa mayoría pueda ser ninguneada y arrollada tan fácilmente por una minoría cargada de “pasionarnost” y mucho más organizada que tiene sus bastiones en el Oeste del país.

También en el bando ucraniano más nacionalista y pro Otan hay magnates corruptos, pero a diferencia del Kremlin, esos magnates y los padrinos euroatlánticos que los sostienen interactúan con la sociedad. Su propaganda y su acción política es mucho más dinámica y eficaz. Y venden un “sueño europeo”. ¿Cuál es el sueño del Kremlin? Sin reconocer y entender la autonomía social, Moscú está condenado a perder siempre.

Esa es la gran debilidad del poder ruso y actúa también de puertas adentro. Cuidado con Rusia porque comienza a lanzar señales de Maidán. Algún día habrá una revuelta social en Rusia en la que la ciudadanía exigirá otro tipo de relaciones, otro tipo de sistema socio-económico y otro tipo de poder, y el Kremlin no sabrá qué hacer porque no entenderá nada: un poder ciego y anticuado, casi patrimonial en sus relaciones internas, no sabrá cómo reaccionar. Solo la sociedad rusa puede cambiar eso. Esperemos que pacíficamente.

Domingo 23- En la Laura de Kíev. El movimiento de la Plaza de la Independencia de Kíev, el Maidán, tiene un gran apoyo popular en la capital ucraniana de cuatro millones de habitantes. La gente de la plaza y diversos expertos dicen que el movimiento cuenta con un apoyo de hasta el 70% en la ciudad. Lejos de la plaza la temperatura de ese apoyo baja manifiestamente en el termómetro popular. Frente a las opiniones del Maidán, las de la gente que circula este domingo por la Laura de Kíev, uno de los lugares santos de la religión ortodoxa, son mucho más matizadas. Tampoco representan al conjunto de la ciudad, de la misma forma en que Kíev no representa al conjunto de Ucrania, pero dan una idea de una realidad mucho más compleja, matizada y diversa de lo que se sugiere. Declarado patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el monasterio se adscribe al Patriarcado de Moscú. Es muy significativo que incluso aquí se recojan opiniones favorables al movimiento, aunque no sean mayoritarias.

Todo empezó en este lugar, sobre este meandro del Dniepr, en el siglo IX. La Rus de Kíev fue el primer estado ruso, patrimonio común de rusos, bielorrusos y ucranianos. Históricamente Rusia comenzó en Ucrania. Abordamos a la gente; opinión sobre el Maidán, responsabilidades por la sangre derramada y expectativas:

(Igor, unos 45 años. No declara profesión) “Estoy en contra del Maidán pero (el presidente) Yanukovich ha sido el responsable de permitir que la situación llegara a estos extremos. Detrás de todo esto están los magnates. Hay que unir a todos los eslavos porque de lo contrario se derramará aún más sangre y los resultados serán nefastos. Rusos, bielorrusos y ucranianos somos pueblos hermanos y eso está muy por encima de la política. No se trata de Putin y Lukashenko, se trata del pueblo, de todo lo que nos une por los siglos. “Me asombra la actitud de los políticos occidentales. Apoyaron a gente criminal como (el presidente georgiano) Shakashvili que bombardeó con sistemas de artillería en salvas a la población civil de Tsjinvali (Osetia del Sur) sin decir ni pío. Con Timoshenko no cambiará nada, es la peor posibilidad, los magnates de siempre vuelven a repartirse el poder. El pueblo no tendrá nada qué ver. Se cambia unos magnates por otros. Estoy por el renacimiento nacional de Ucrania y por su unidad, pero las tendencias de las regiones del Oeste son muy peligrosas, un nacionalismo de tipo fascista”.

(Larisa, pedagoga unos 35 años) “Apoyo el Maidán, pero lo que ha pasado ha sido muy malo. Ha muerto gente. El pueblo necesita paz y tranquilidad. ¿Quién es responsable de las muertes? Todos son culpables. Vemos el futuro con pesimismo, porque no hay unidad, todos se acusan entre sí. Ayer hubo jornada de duelo, rezamos porque Dios nos dé buenos dirigentes que se ocupen de la población. Nadie quiere una guerra”.

(Gregori y Tatiana, madre e hijo, ella contable, él masajista) “Estamos en contra del Maidán, por eso hemos venido hoy a rezar”, dice la madre. ¿Quién tiene la culpa?, “Occidente, especialmente América”, dice el hijo. “Y la Unión Europea”, añade la madre. El futuro: “hay un mandamiento bíblico que dice que no matarás a tu hermano”. “El país se va a dividir”.

(Valentina y Sergei, jubilados)

“Naturalmente que estamos a favor del Maidán. Hace tiempo que había que hacer algo. El responsable por el derramamiento de sangre es aquel que tenía posibilidades e instrumentos para evitarlo: el gobierno corrupto. ¿Hacia donde va el país?, esperemos que a Europa, dice ella. “Hacia un mayor estado de derecho, por lo menos hay una gran esperanza en que se vaya hacia algo mejor”, dice él.

(Pareja joven, Vladimir y Vika. Él profesor de educación física, ella esteticien)

“La valoración es ambigua. En Maidán hay cosas positivas y negativas. La violencia ha sido muy negativa y los responsables por el derramamiento de sangre no están claros. ¿Quién está detrás de los francotiradores? Es algo sobre lo que no hay manera de aclararse. La división del país sería un desastre, esperemos que se evite”.

(Aleksandr, paleta, unos 25 años)

“Estoy a favor del Maidán, pero no necesitamos ninguna Europa, ni tampoco a Rusia; nosotros solos. Los culpables de la violencia son quienes estaban detrás de ella. Nadie lo sabe con exactitud, pero el pueblo lo aclarará.”

– Peregrinaje dominical a Mezhigorie, residencia del presidente huido de Ucrania en los alrededores de Kíev. La víspera, la televisión del magnate atlantista Piotr Paroshenko (su nombre suena como primer ministro) ha mostrado imágenes de la casa. Se busca una narrativa a la Ceaucescu, pero no se ha encontrado ni el retrete de oro de este dictador que ganó en 2010 unas elecciones limpias cuando era el político más popular del país, ni el armario de los zapatos de Imelda Marcos.

La casa no tiene nada de particular más allá del habitual mal gusto de los nuevos ricos de Eurasia; mucho dorado de Valencia, unas jaulas con animales en el recinto, estanques, una botella de champagne (ni siquiera francés) en el mueble bar de la sala de sesiones y otras banalidades. El lugar ni siquiera era propiedad de Yanukovich. Forma parte del patrimonio del Estado y el Presidente, que es un millonario, se lo acondicionó. Pero las imágenes de la tele son demoledoras: esta riqueza habla de un desenfreno choricero para el que no hay pan ni en el granero de Europa que es Ucrania. Lo poco que le podía quedar de prestigio a Yanukovich tras las violencias de esta semana se ha ido definitivamente al garete con estas imágenes. La noticia de que el recinto estaba abierto ha excitado el morbo popular: la gente ha venido de excursión en masa a fisgar desde la capital y provincias. En los accesos al lugar se forman enormes atascos de tráfico.

La obligada escenificación mediática de estas ambiguas revoluciones tampoco fue redonda anteanoche en la plaza. En lugar de a un Nelson Mandela la “revolución” ucraniana tiene a…Yulia Timoshenko en silla de ruedas (¿la necesita, o es comedia?) y con trenzas. Timoshenko llegó en avión privado desde el hospital penitenciario de Jarkov en el que estaba encerrada por corrupción. Justo para el telediario. Su presencia y su discurso atraen a unas 50.000 personas, pero en la plaza no hay ni rastro de pasión. No es aclamada. En su entorno y en su partido, ya hay claros codazos de rivalidad. Viene de dos años de cárcel pero ya gobernó este país. Y la gente se acuerda. Timoshenko quiere entrar en la OTAN y se lleva bien con Putin, interesante combinación. Al día siguiente, junto al edificio del Parlamento, se organiza un piquete de protesta con carteles, con las fotos de Timoshenko y su adversario, el presidente huido, unidas por el signo de igual y unas flechas que ilustran el intercambio de figuras. “La gente no ha muerto por esto”. “Transparencia”, se pide. La escenificación habitual de una revolución diáfana ha pinchado manifiestamente en Ucrania.

– En Crimea algunos incidentes menores junto al ayuntamiento de Kerch, con colocación de la bandera rusa en el ayuntamiento. Más de 20.000 manifestantes anti Maidán en un mitin en Sebastopol, ciudad de todas las glorias militares rusas que forma parte de Crimea y por extensión de Ucrania. Luto en el entierro de dos de los muchos policías que han muerto a tiros en Kíev. Gran manifestación en Odesa (varias decenas de miles) al grito de “Odesa, ciudad heroica” (por su resistencia contra los nazis) y “El fascismo no pasará”.

La península “forma parte de las regiones del país que no están de acuerdo con lo ocurrido en la capital y que contienen un conflicto que puede llegar a ser muy peligroso”, me dice Ievgen Kurmashov, uno de los expertos del Instituto Gorshenin de Kiev. En la península conquistada por Catalina II al turco que Nikita Jrushov regaló caprichosamente a Ucrania en los años sesenta, el “escenario de Abjazia” (Georgia) es posible, dice Kurmashov: las autoridades locales piden a Rusia que anexione el territorio. “No hace falta ni una intervención militar: la flota rusa del Mar Negro ya está allá (en régimen de alquiler)”, señala el experto. En el peor escenario, una escisión del ejército ucraniano sería catastrófica, “la decisión sobre a qué bando apoyar recaería sobre los mandos locales, lo que podría crear una situación peligrosísima”, dice Kurmashov que está francamente alarmado.

– Revancha contra la lengua rusa. El parlamento ucraniano anula la ley que regula la cooficialidad de la lengua rusa, vigente desde hace dos años en la mitad oriental del país y que fue clave en la victoria electoral del huido y depuesto presidente saliente, Viktor Yanukovich, en las elecciones de 2010. La decisión, sumamente desestabilizadora, afecta a los derechos básicos de millones de ucranianos de habla rusa, y contribuirá a los preocupantes procesos de cisma y división que los cambios políticos han abierto en el país.

El 26,6% de los más de 45 millones de ucranianos declaran el ruso como lengua materna en el último censo disponible. En zonas históricamente rusas y de gran población rusa ese porcentaje es mayoritario, por encima del 60% en Crimea. Ucrania contiene además minorías que hablan otras 17 lenguas, entre ellas las más importantes el rumano y el húngaro.

La ley que se ha derogado permitió a los gobiernos locales y regionales dar estatuto de cooficialidad a todas esas lenguas allí donde fueran usadas por más del 10% de la población. Había entrado en vigor en agosto de 2012 y desde entonces ha sido aplicada con gran éxito a favor de la lengua rusa en cinco regiones y nueve grandes ciudades del país, y en otras ciudades y localidades en beneficio del rumano (moldavo) y el magiar. Ha sido anulada por 232 votos sobre los 334 diputados registrados en la sesión, es decir por un margen mucho menos mayoritario que las otras decisiones votadas en la cámara al amparo del cambio político que ha desarbolado al Partido de las Regiones, que era el más numeroso de la cámara y representaba mayoritariamente a la mayoría ucraniana más vinculada a Rusia. La Casa Blanca aplaudió ayer el “trabajo constructivo” del nuevo parlamento de Kíev.

La cámara, que ha cambiado de constitución y anteayer destituyó al Presidente Yanukovich, ha elegido como “presidente en funciones” al nuevo jefe del parlamento, Aleksandr Túrchikov, brazo derecho de la rival de Yanukovich, Yulia Timoshenko.

En su primera declaración Túrchikov describió como “catastrófica” la situación económica de Ucrania, cuyo PIB (113 millardos de dólares) está por debajo del nivel de 1992 y su reparto per cápita muy por debajo del de 1989 y con un extremo nivel de desigualdad.

En ese contexto, desde Bruselas, el FMI, Estados Unidos y diversos gobiernos europeos, se habló ayer de “ayudas económicas” para Ucrania. Tanto el comisario europeo Olli Rehn, como el secretario del tesoro estadounidense, Jack Lew mencionaron “condiciones” y “reformas necesarias” que el país debería emprender a cambio de tales ayudas, que no tienen cifra. La última vez que se barajó una cifra para Ucrania fue en boca de la canciller Angela Merkel, el martes pasado en Berlín. Merkel mencionó “600 millones de euros”. Ucrania destinará este año 7.900 millones de dólares al pago de su deuda.

Una masiva ayuda económica europea estabilizaría muchos problemas de Ucrania, pero la Unión Europea, que no ha sido capaz de movilizar un Plan Marshall para los miembros de su zona euro en el sur de Europa, aún lo hará menos con Ucrania. Moscú, que aprobó un paquete de 15.000 millones de dólares, además de una rebaja en el precio del gas equivalente a 2.000 millones anuales, ha puesto la medida en suspenso hasta que se aclare la situación. El país se enfrenta un delicado e imprevisible periodo de turbulencias.

Mientras en diversas regiones y ciudades del Este de Ucrania se registraron incidentes y enfrentamientos de poca envergadura, en Kíev la jornada dominical ha sido tranquila. Decenas de miles de ciudadanos circularon por la Plaza de la Independencia, el Maidán, poniendo flores en memoria de las más de 80 personas muertas en la semana. La policía sigue ausente del centro de la ciudad. Las sedes del gobierno, el parlamento y la presidencia están vigiladas por las fuerzas paramilitares de la oposición triunfante. En lo que en esta parte del mundo se conoce como “narodnoye gulianie” (paseo popular), centenares de familias, parejas y grupos informales se fotografiaban en los escenarios de las batallas campales de los últimos días. El singular centro de esta bella y amable ciudad, está lleno de edificios calcinados, barricadas, adoquines extraídos de la calzada y de montañas de basura y neumáticos para alimentar los incendios que han hecho posible esta mezcla de revuelta popular y golpe de estado apadrinado por Occidente.

Lunes 24 – El poder cambia de manos, como en la novela de ese título del premio Nóbel polaco Czesław Miłosz: El ganador se queda con todo y hay que ver cómo queda en eso la independencia e integridad de Ucrania, aprisionada entre dos imperios igual que aquella Armia Krajowa aplastada en Varsovia entre alemanes y soviéticos. Cambia de manos con carácter rotundo y radical. El viernes se firma un acuerdo, el sábado es papel mojado. El sábado hay un presidente legítimo con quien hay que negociar un “gobierno de unidad” (Unión Europea dixit), el lunes es un prófugo de la justicia con orden de busca y captura por “crímenes”, cuya detención se espera de un momento a otro. No hay duda: el poder ha cambiado de manos.

Un movimiento que nunca habría ganado sin contar con el apoyo de Occidente y que representa quizá a un tercio del sentir de este país, se ha impuesto rotundamente sobre otro tercio que no se identifica con él, ante la neutral angustia del resto de la población de una nación de más de 45 millones de habitantes. Quien quiera ver aquí una “fiesta europeísta”, es un irresponsable.

Viktor Yanukovich, hasta hace pocas semanas el político más popular del país, es un paria en busca y captura. El viernes se fue de Kíeva Járkov, segunda ciudad del país, en el Este. Allí debía participar el sábado en un congreso de más de 3.700 diputados disconformes con el cambio de poder. Bien por sentido de la responsabilidad (consagrar con su presencia el establecimiento de una duplicidad de poder antesala de una posible guerra civil), bien por sentir que Rusia no le apoyaba en eso, bien por ambas cosas, el caso es que Yanukovich no participó en aquello. Intentó tomar un avión para salir del país pero la guardia de fronteras se lo impidió. Entonces se fue en coche a Donetsk, su patria chica. Desde allí, ya sin acompañamiento de guardias de tráfico, solo con su escolta, se fue de noche a Crimea, donde llegó el domingo. Allí se despidió de algunos de sus guardaespaldas, a los que eludió de su compromiso. Se le ha visto en las inmediaciones del aeropuerto de Belbek, precisamente el mismo escenario en el que se decidió el cautiverio de Mijail Gorbachov, aquel increíble agosto de 1991.

A Yanukovich se le acusa de estar tras la orden de matar manifestantes usando francotiradores. La acusación es “matanza masiva de civiles”. La orden, si existió, podía referirse solo a abatir a los manifestantes que empuñaban armas de fuego y que a su vez habían matado a una buena docena de policías. Pudo también convertirse en un tiroteo indiscriminado a cargo de provocadores o de profesionales del ramo subidos de anfetaminas, porque, efectivamente, los manifestantes cayeron como conejos (“fue un safari”, me dice un observador) y eran personas equipadas para el combate, pero sin armas. La pregunta sobre si hubo un exceso criminal a cargo de los ejecutores de la presunta orden en tal oscuro episodio, ya no es relevante cuando el poder ha cambiado de manos. En estas condiciones se aplica una expeditiva justicia de vencedor.

Estos días se homenajea, en Kíev al centenar de caídos en este tumulto, sin que nadie mencione que entre esos nuevos “héroes de Ucrania” hay un montón de policías, quizá el 10% de los muertos lo son. “Esos no cuentan”, me dice una taxista manifiestamente adversaria del cambio de poder. Lo dice en voz baja, como si tuviera vergüenza de no estar de acuerdo con lo que ha pasado. El estado de ánimo de esta mujer es crucial para comprender la desmoralización y pasividad de los adversarios del Maidán, no ya en Kíevsino en el conjunto del país.

Yanukovich, presidente desde 2010, que encarceló por corrupción a su adversaria Timoshenko, que ahora pide su piel y un “castigo ejemplar”, será la próxima víctima de la lucha política en su genuina y bestia modalidad local. “Una lucha por el derecho a gobernar una pirámide corrupta”, apunta con fatalismo un observador nativo en un despacho bien decorado que no se sabe quien paga. Si Timoshenko, la Mandela con trenzas de pacotilla que fue primera ministra, dirigió esa pirámide, Yanukovich la monopolizó. La fortuna de su familia (en el sentido facineroso que este término tiene aquí) se multiplicó. Eso ocurrió en una época de crisis general –hasta en Alemania se nota esa crisis- que el pueblo sentía. Pero lo que tuvo mayores consecuencias no fue solo ese deterioro popular, sino su combinación con la ruptura de cierto equilibrio elitario.

Nada ilustra mejor la situación que la casa del Fiscal General de Ucrania (ahora ex), Viktor Pshonka. El hogar de quien velaba por la justicia en el país es una mansión de mafioso, con una profusión de lujo que haría sonrojar a los peores chorizos de Marbella. Pshonka y su colega Alksandr Klimenko, el ministro de los impuestos (ahora ex), ha sido detenido en la frontera con Rusia. Moscú no quiere saber nada de estos “refugiados políticos”.

Quien quiera atribuir todo esto al “salvajismo eslavo”, o a la “herencia soviética”, es libre de hacerlo. En realidad es versión local de algo mucho más general y profundo: el capitalismo depredador ha enloquecido en todas partes. En lugares como Ucrania y Rusia de una forma particularmente bestia, pero observen a su alrededor, en Madrid, Atenas o Berlín, y analicen la evolución de las sociedades estos últimos veinte años. La ex URSS simplemente asumió el capitalismo en sus particulares condiciones locales… Por lo demás, ese salvajismo preside las relaciones internacionales. Las grandes potencias también actúan criminalmente. Hacen a sus adversarios más débiles, “propuestas que no se pueden rechazar” como la de Marlon Brando en El Padrino. Ahí dentro cabe un enorme festival de hipocresía: Quienes en Rusia usan métodos expeditivos contra trabajadores emigrantes de Tadjikistán y torturan a caucásicos sospechosos, dan lecciones advirtiendo contra las tendencias fascistoides de cierto nacionalismo ucraniano en alza. Quienes han desencadenado guerras espantosas en Irak y otros lugares, con varios centenares de miles de muertos a su cargo, las dan de derechos humanos, urbi et orbe. La guerra fría fue un pulso entre facinerosos y ahora vuelve a llamar a la puerta en el frente del Dniepr.

– Rusia responderá, pero no ahora. El perdedor se lame las heridas. El pulso por Ucrania continúa. Se va a radicalizar y tiene un gran campo por delante. Los riesgos son obvios; guerra fría junto a la línea del Dnieper, en juego la integridad territorial de un país enorme y quién sabe si hasta un violento conflicto civil que nadie desea. Aquí no hay que hacerse ninguna ilusión, pero la derrota en el último capítulo de ese pulso –el cambio de régimen en Kíev- es de tal magnitud para Moscú, que el perdedor debe contentarse con intentar limitar los daños. Cualquier respuesta mal calculada puede volverse en su contra. Rusia responderá, pero no ahora. Más adelante.

Gorbachov perdió, voluntariamente, la Europa del Este. Yeltsin el Báltico, Transcaucasia y el Asia Central. ¿Perderá Putin Ucrania? No sin pelear. Esta no es la Rusia de los noventa, sino algo más gallito y mucho más endurecido por las lecciones de los últimos veinte años. ¿La principal de ellas?: Occidente no respeta a los débiles. Habrá respuesta, pero no ahora.

Aguada y vilipendiada su olimpiada de invierno, Ucrania reduce a calderilla las relativas victorias diplomáticas de Putin en los últimos años. En el Kremlin hay motivo para el vértigo porque la línea del Dnieper es antesala de la propia Rusia. Un barril de pólvora en la puerta de casa es algo que hay que manejar con cuidado. De ahí la prudencia de Moscú.

Nada de fomentar un doble poder en el Este del país, nada de fomentar el separatismo ni de bendecir los planes de federalización que se manejan entre los expertos rusos y estadounidenses. Nada de agitar Crimea, tierra de viejas glorias militares rusas. Cuidado con mover ficha. De repente uno de los grandes éxitos de los últimos años, el “acuerdo de Jarkov” de 2010 para mantener la flota rusa del Mar Negro en sus bases de Crimea hasta 2040, puede saltar por los aires.

En todo el Este de Ucrania los adversarios del cambio de Kíevestán paralizados, su líder en busca y captura, su partido atravesado por deserciones y desmoralizaciones. Líderes de ese espectro como el alcalde de Jarkov, Gennadi Kernes, rechazan “todo separatismo o federalismo”. Ni siquiera se contesta la revanchista anulación de la ley de lenguas, una irresponsable provocación para millones de ucranianos rusoparlantes, aunque menos grave de lo que parecía ayer pues un artículo de la constitución equilibra algo el asunto. Moscú no quiere agitar eso: responsabilidad y realismo. La mayoría social opuesta a lo que ha ganado en Kíevy que venció en las elecciones de 2010, sigue ahí. Simplemente hay que reconstruirla políticamente. Paciencia y cuidado.

Eso no impide engañosas “declaraciones fuertes”, como la del primer ministro Dmitri Medvedev desde Sochi poniendo en duda la legitimidad del estropicio jurídico sobre el que se asienta el cambio de régimen en Kiev, mientras Europa mira hacia el otro lado olvidándose de lo que firmó el viernes.

”La legitimidad de toda una serie de órganos de poder allá suscita muchas dudas”, ha dicho Medvedev que le puso un poco de cuento al asunto al hablar de, “un gobierno de gente con mascaras negras y fusiles Kaláshnikov que se pasea por las calles de Kíev”, una descripción en sintonía con la imagen que la tele rusa enfatiza y difunde.

Más allá de esa retórica, para Rusia es la hora de la contención y la prudencia. Lo más destacable de la declaración del primer ministro ruso ha sido la frase de que, “todos los acuerdos que se han firmado con Ucrania se van a respetar” y “para nosotros Ucrania sigue siendo un socio serio e importante”.

Nada de todo aquello sobre lo que este diario ha venido advirtiendo como gran peligro estos días (el Este de Ucrania, Crimea, la lengua) va a estallar ahora. A medio y largo plazo es otro asunto. Mucho depende de cómo se maneje. Tanto para Moscú como para Kíev, la relación es demasiado importante e intensa como para jugar con ella. En Kíev todos los gobiernos de la oposición llegan al poder con gran energía antirusa, pero luego las realidades moderan esa fiebre. Una vez más Rusia va a trabajar a fondo con el nuevo poder, intentando que actúe esa tendencia.

En eso el papel de Occidente es fundamental. Una vez más: En materia del pleito alrededor de la integración económica de Ucrania con la Unión Europea, Putin propuso desde el principio –y Ucrania lo apoyaba- discutir el asunto a tres bandas; Moscú, Bruselas, y Kíev. El papel de Mister Niet aquí lo ha ejercido la Unión Europea, con su Señora Merkel en el centro, flanqueada por los polacos y bajo la estratégica batuta de Estados Unidos, lo que es sumamente desestabilizador.

Canadá, con una fuerte población de origen ucraniano, ha amenazado a Rusia con sanciones, “si Putin se inmiscuye”, ha dicho su ministro de emigración. La Casa Blanca ya ha advertido a Rusia contra una “injerencia militar” en Ucrania. La guerra fría llama a la puerta y en una de estas, alguien va y le cede el paso.