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viernes, 18 de octubre de 2013

Clarificaciones a partir de la muerte de Juan Linz. La dictadura fue totalitaria, no solo autoritaria

A raíz de la muerte del Profesor español Juan Linz, de la Universidad de Yale, EEUU, se han escrito muchos artículos loando su figura y sus contribuciones a las ciencias sociales, y muy en particular a las ciencias políticas, lo cual me parece lógico y no tengo nada que objetar. Tuve muchos desacuerdos con sus trabajos, pero es mi costumbre dejar en paz a los muertos, y dejar que sus amigos y estudiantes celebren su persona y su trabajo. Ahora bien, creo que sería injusto que mantuviera esta actitud cuando se utilizan a los muertos (en este caso, la muerte del Profesor Juan Linz) para criticar, una vez más, a las izquierdas, a las cuales pertenezco. Cuando ello ocurre, siento la necesidad y urgencia de aclarar varios puntos y defender a esas izquierdas que sistemáticamente en España están marginadas y no tienen el acceso a los medios de información (tanto académicos como generales) que tienen los promotores de Juan Linz y sus puntos de vista en este país.

Una de las contribuciones más conocidas nacional e internacionalmente del profesor Juan Linz (a partir de ahora JL) fue su distinción entre regímenes políticos totalitarios, tales como los regímenes comunistas, que intentaban cambiar todas las dimensiones de la sociedad y del ser humano que la habita, invadiendo incluso sus componentes más íntimos, y regímenes políticos autoritarios, que no lo intentaban. Estos últimos se limitaban a mantener, por medios autoritarios, un orden establecido, que JL consideraba eran cambiables para convertirse en sistemas democráticos en periodos posteriores. Y entre ellos incluía el régimen dictatorial que existió en España desde 1936 hasta 1978. Los regímenes totalitarios, al contrario de los regímenes autoritarios, eran incapaces de cambiarse y transformarse en sistemas democráticos.

Esta teoría de JL fue la que, explícitamente, se utilizó desde el Departamento de Estado de EEUU para apoyar a algunos de los regímenes dictatoriales más sangrientos y represivos que hayan existido en América Latina y en el sur de Europa. El Departamento de Estado y sus portavoces señalaban que tales regímenes autoritarios eran susceptibles de cambio hacia sistemas democráticos, y de ahí la necesidad de apoyarlos para facilitar esa transformación, oponiéndose a la vez, por todos los medios, a aquellas fuerzas auténticamente transformadoras dentro de ellos –que sistemáticamente definían como comunistas (independientemente de que lo fueran o no)- y que llevaban los gérmenes y semillas para establecer regímenes totalitarios o comunistas. Esta teoría se convirtió en la justificación para apoyar regímenes enormemente represivos, como lo fue el dictatorial español, uno de los más sangrientos que ha ocurrido en la Europa Occidental en el siglo XX.

La consecuencia de esta teoría
Yo pude ver y vivir en carne propia las consecuencias de la utilización de esta teoría de JL por parte del Departamento de Estado del gobierno federal de EEUU, y también por parte de varios gobiernos dictatoriales, incluyendo el español. Una de ellas fue cuando, como miembro de la resistencia antifascista española en la clandestinidad, tuve que dar testimonio enfrente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado de EEUU (invitado por el senador Ted Kennedy, que simpatizaba con las fuerzas democráticas españolas), intentando convencer al Senado de aquel país de que no renovara sus bases militares en España durante la dictadura, pues estaban apoyando a una dictadura totalitaria que había sido establecida con el apoyo de Hitler y Mussolini, contra los cuales EEUU había luchado, costándole 800.000 muertos.

Frente a este argumento, el embajador español de la dictadura respondió también ante tal Comité que mi descripción del Estado español era errónea, pues señalaba que –tal como indicaba el profesor Juan Linz, de la Universidad de Yale- dicho Estado no era totalitario, sino autoritario, y tenía la potestad de poder cambiar hacia uno democrático. Esta era también la argumentación usada frente a tal Comité del Senado por el portavoz del Departamento de Estado en apoyo de la renovación de las bases. Puesto que ambos citaron al Profesor Juan Linz, tuve que leerme sus trabajos para poder rebatir esos argumentos.

Una situación semejante ocurrió más tarde, a raíz del apoyo del gobierno federal de EEUU al golpe militar del general Pinochet frente al gobierno de Unidad Popular de Chile (al cual tuve el privilegio de asesorar). Aquí, de nuevo, se utilizaron los mismos argumentos, indicando que la dictadura del general Pinochet era, en realidad, un régimen autoritario, no totalitario, que merecía el apoyo para facilitar la transición democrática y ayudarle en su lucha contra las fuerzas totalitarias. Esta era la narrativa oficial, en defensa de unas políticas del gobierno federal que causaron un enorme daño a las clases populares de aquellos países, tanto de España como de Chile.

El error de la teoría de Juan Linz
Creo que la propia realidad ha mostrado el error de las teorías de JL. Varios regímenes comunistas se han transformado en regímenes democráticos en contra de lo que JL indicaba, alcanzando en muchos de ellos niveles de democracia más avanzados que los que existen en España, cuya democracia es conocida internacionalmente por su baja calidad (un indicador, por cierto, de ello, es que este artículo que cuestiona las teorías dominantes en el establishment político-mediático de España no podrá publicarse en ninguno de los cinco periódicos más importantes del país. Y tengo pruebas de ello. La libertad de prensa en España está extraordinariamente limitada).

Otra realidad que cuestiona la definición del régimen dictatorial español como autoritario pero no totalitario, es la propia experiencia de aquellos que sufrimos aquel régimen. JL procedía de una familia falangista (su madre fue dirigente de la Falange) y sus raíces están basadas en aquel régimen. Y no sufrió, por lo tanto, la enorme opresión de aquella dictadura, que era agresivamente intervencionista en las esferas más privadas del ser humano, desde el idioma y la lengua hasta el sexo. Era obvio que aquella dictadura, basada en el nacional-catolicismo (suma de un nacionalismo extremo, oprimente de todos aquellos que no compartían ese nacionalismo imperialista, y de una religión sumamente reaccionaria), intentaba crear una nueva sociedad y un “nuevo hombre”, tal como así indicaba su narrativa. Es sorprendente que un régimen basado en dos ideologías tan profundamente totalizantes, como el nacionalismo y el catolicismo, se presente como un régimen que era meramente autoritario. Es obvio que su descripción de España y su descripción de los nacionalismos en España es profundamente errónea, y la gran visibilidad de estas teorías se debe, no a su potencia intelectual, sino principalmente a las cajas de resonancia proveídas por los establishments españoles y estadounidenses a los que dichas teorías benefician.

La España que yo y millones de españoles vivimos era muy distinta a la España que narró JL (a la temprana edad de 7 años, un policía gris me abofeteó en las calles de Barcelona por hablar en catalán, gritándome “que no hablara como un perro y que debería hablar como un cristiano”, la lengua del Imperio).

La responsabilidad del intelectual científico sobre su trabajo
Se me dirá, como ya se me ha dicho, que JL no era responsable de la utilización de sus teorías por parte de aquellas instituciones, argumento que no comparto, pues un científico tiene que distanciarse, incluso denunciar, el mal uso del descubrimiento que ha llevado a cabo. J. Robert Oppenheimer, un científico estadounidense, padre de la ciencia nuclear, denunció el uso de su descubrimiento por parte del gobierno federal de EEUU para crear la bomba atómica y utilizarla. El caso de Oppenheimer dio pie a un gran debate en EEUU sobre la responsabilidad moral del científico. El conocimiento científico, creado por los científicos, podía utilizarse para fines que estos, identificados con la producción de tal conocimiento, consideraban inmorales, en cuyo caso la comunidad científica consideró que el científico autor del descubrimiento debía denunciarlo. Lo mismo se aplica a las ciencias sociales, donde el conocimiento que se produce puede utilizarse para fines que dañan a la población, y muy en especial a las clases populares (independientemente de que este conocimiento sea erróneo o no). Un caso actual es el conocimiento producido por centros conocidos de ciencias económicas (como la escuela neoliberal de la Universidad de Chicago), cuya aplicación ha causado un enorme daño en el bienestar de las clases populares en muchos países, incluyendo Chile.

Pues bien, lo mismo puede aplicarse a JL, experto en las ciencias políticas, que “descubrió” una teoría (que, aun cuando, a mi parecer, era errónea), y que tenía que haber denunciado a aquellos que la utilizaron para hacer un enorme daño a las clases populares de España y de Latinoamérica. En realidad, hubo un silencio ensordecedor por parte de JL frente a esta utilización nefasta de su teoría. Todo lo contrario, se convirtió en la sabiduría convencional del establishment político y académico de EEUU, responsable de unas políticas exteriores que estaban en clara contradicción con los valores que aquel país decía sostener.

Una última observación.
Conociendo el patio, sé que esta defensa de las izquierdas y sus críticas a las teorías de JL crearán gran enfado y es probable que, como es costumbre, se inicien toda una serie de insultos y sarcasmos. Un indicador de la escasa cultura democrática es que el insulto sustituye al argumento. Sería de agradecer que la respuesta se centrara en los argumentos y en la evidencia que los apoye. Esperemos que así sea.
Fuente: Vicenç Navarro, Público.es

viernes, 20 de septiembre de 2013

Entrevista a Mario Amorós, autor de "Allende. La biografía", que hoy se presenta en Barcelona. "Pasados 40 años de la muerte de Allende no existe en Chile una alternativa de izquierdas”

Maria José Esteso
Diagonal

El 11 de septiembre se cumplieron 40 años del golpe de Estado en Chile y de la muerte del presidente electo Salvador Allende.

Ha sido precisamente en esta fecha en la que se presentó Allende. La biografía del historiador y periodista Mario Amorós (Alicante 1973). El libro, que cuenta con 676 páginas, se nutre de 18 años de trabajo en los que el autor ha recogido gran cantidad de documentos, algunos hasta ahora inéditos, entrevistas, discursos de Allende y otros tantos informes recopilados en los nueve viajes a Chile que Amorós ha llevado a cabo y donde también ha realizado un seguimiento minucioso de periódicos de la época y consultado más de 15 archivos chilenos para dar a conocer quién fue Salvador Allende y su legado político.

Allende. La biografía, también fue presentado en Chile el 4 de septiembre.

¿Qué va a encontrar el lector en esta biografía de Salvador Allende?
En este libro he intentado, en la medida de mis posibilidades, ofrecer una biografía completa de la trayectoria de Salvador Allende, desconocido y admirado por su comportamiento el 11 septiembre de 1973. Sin embargo, casi nadie conoce su infancia, sus años de estudiante, sus primeros años de militancia política en Valparaíso como dirigente de Partido Socialista de Chile, su labor como ministro de Sanidad entre 1939 y 1942... Pero también, qué plantea en los años '40, cómo se convierte en el líder de la izquierda chilena, sus compañas presidenciales, sus viajes por todo el mundo, su amistad con los líderes de izquierda de la época, etc. También he investigado, y reflejo en el libro, cuál fue su labor y su proyecto político como ministro de Sanidad.

¿Por qué se fijó en Chile y en la figura de Salvador Allende durante tantos años?
Conocí el famoso discurso de Salvador Allende sobre Las Alamedas cuando tenía 20 años. Me impresionaron mucho las palabras de Allende y justo dos años después, en 1995, encontré un libro en la Facultad de Historia de Barcelona, donde estudié Historia, con el discurso íntegro y me volvió a conmocionar. A partir de esa fascinación por la figura de Allende empecé a buscar más información en la biblioteca de Fundació CIDOB, también en Barcelona, y entonces con veintitantos años me seguía deslumbrando tanto que decidí investigar y documentarme sobre la figura de Allende.

En 1997 fui por primera vez a Chile y estuve en una charla del gran sociólogo chileno Tomás Moulian sobre Allende y allí conocí a la viuda de Allende, Hortensia Bussi, le dije que iba a escribir un libro sobre Allende, aunque he tardado 16 años... Luego vino la detención de Pinochet, en 1998, y empecé a escribir muchos artículos para diversos medios de comunicación. Hasta hoy.

El libro Allende. La biografía, se nutre de 18 años de investigación y lecturas sobre Chile y Salvador Allende, no me he dedicado sólo a eso durante estos años, pero sí han sido 18 años de seguimiento de la figura de Salvador Allende. Comencé a leer mucho sobre él, tengo centenares de libros, a viajar a Chile, he visitado nueve veces el país, a estar pendiente todos los días de la prensa chilena... y, por supuesto, he investigado mucho: he consultado más de 15 archivos chilenos.

¿Cuáles son las anécdotas que reseñaría durante su investigación para elaborar esta biografía de Allende?
Una de las cosas que recuerdo de esos años es, por ejemplo, la búsqueda de periódicos socialistas y anarquistas en la Biblioteca de Nacional de Chile. He "llorado" al director de la biblioteca para que me dejase consultar periódicos que en esos momentos estaban en reparación... Son ejemplares muy viejos que finalmente pude leer y las informaciones que he conseguido sobre Allende a través de esos documentos, sobre todo referentes a los años '30, son muy reveladoras. El informe de la masonería del 35 es muy importante porque ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende

Cómo se forja [Allende] en el Partido Socialista de Valparaíso fue determinante. El capítulo 3 y el 4 es de los que más orgulloso me siento. Sobre los años 40 no he podido profundizar mucho, pero del capítulo 4, sobre los años 30 y la etapa de Allende como ministro de Sanidad creo que es donde los lectores van a encontrar información muy interesante. También estuve llamando durante cuatro meses a varios colegios en los que estudió Allende y he conseguido muchos informes de su época estudiantil.

Uno de los documentos más importantes que aparecen en el libro es un manuscrito de La Masonería, del año 35, que ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende. Por ejemplo, que colaboraba como estudiante de medicina con los consultorios médicos junto con los sindicatos anarquistas de Santiago, hacia los años 1930 y 1931, y ese dato sólo se sabe gracias a ese papel que antes no había salido a la luz, porque su vocación política nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano, Juan Demarchi, que vivía en Valparaíso y Allende siempre iba a conversar con él. Esa semilla libertaria fue determinante en su vida.

¿Qué opina de los que critican la muerte de Allende, que hoy conocemos fue un suicidio?
No he perdido el tiempo en eso. Yo creo que hay que hablar de la trayectoria política de Allende, de su actividad como presidente de la República. Se tiende a hablar sobre las circunstancias de su muerte, pero lo importante es su resistencia en La Moneda, junto con sus compañeros, que fue un ejemplo de dignidad republicana.

Allende, además, tiene un amplio recorrido de casi medio siglo de participación en las luchas sociales y políticas de Chile que hay que recuperar. Yo creo en la palabra de los sobrevivientes de La Moneda, los médicos en concreto, que han dicho que Allende se suicidó. Las circunstancias de su muerte también se relatan en esta biografía. La vocación política de Allende nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano que vivía en Valparaíso

Allende se suicida en La Moneda por culpa de los golpistas, él es una de las primeras víctimas del golpe de Estado y su gesto fue determinante para marcar a la dictadura de Pinochet para siempre. El bombardeo de La Moneda y la muerte del presidente chileno en aquellas circunstancias, con aquel discurso tan emotivo, marcaron para siempre al régimen de Pinochet, al traidor detestado por la humanidad, un general paradigma del fascismo.

¿Existen similitudes entre Chile y España en la reparación de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad de ambas dictaduras?
No. En Chile la dictadura cae en 1988 por el plebiscito que pierde Pinochet y lo pierde, sobre todo, porque entre 1974 y 1975 hay un movimiento de derechos humanos cada vez más amplio que denuncia los crímenes de la dictadura y revindica a sus militantes asesinados, eso es lo que tumba a Pinochet.

Durante los primeros años de la transición en Chile había una impunidad como la hay todavía ahora en España. Sin embargo, la detención de Pinochet en Londres cambia el escenario. Un hecho fortuito e inesperado. Hoy, 15 años después, hay centenares de militares y represores que están siendo investigados, decenas de represores en las cárceles, muchos lugares de la memoria, como el Museo de la Memoria, aunque se le puede hacer alguna critica, y también se ha llevado a cabo una reparación económica de las víctimas.

Además, hoy una parte de la derecha, que sigue legitimando el golpe de Estado porque sigue responsabilizando a Allende de aquella situación, ya no oculta su opinión e incluso algunos sectores han admitido la magnitud de la represión de la dictadura.

¿Qué hubiera sido de Chile si no se hubiera producido el golpe de Estado?
No sé sabe. Salvador Allende iba a convocar un plebiscito y el pueblo se hubiera pronunciado. No era fácil que la Unidad Popular y Allende ganaran ese plebiscito porque la política de acoso y derribo de la oposición tenía al país en una situación muy difícil. La vida cotidiana de los chilenos era difícil, no por culpa de Allende.

La estrategia, inteligentísima, de la oposición de fomentar el desabastecimiento y de movilizar a las clases medias desde el fascismo situaron a la sociedad al borde del abismo. Lo que está claro es lo que pasó: un golpe de Estado brutal, una represión cruel, que 40 años después, la izquierda y el movimiento popular en Chile no son una alternativa... Casi medio siglo después no hay en Chile una alternativa potente de izquierdas.

La represión dejó una huella muy marcada en Chile. Primero porque eliminó a varias generaciones de dirigentes políticos y segundo porque el daño que ha dejado en la sociedad ha sido terrible.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/19828-medio-siglo-despues-la-muerte-allende-no-existe-chile-alternativa-izquierdas.html
https://www.diagonalperiodico.net

domingo, 13 de mayo de 2012

Un acto recuerda a los 65 emigrantes lusos que los franquistas mataron en la guerra. Atila también aplastó portugueses

El rastro portugués en la Guerra Civil se perdía, hasta no hace mucho, en el bando rebelde. La columna militar de los Viriatos a modo de brigada internacional fascista, el apoyo logístico a los golpistas, corresponsales de prensa empotrados con los nacionales o la extradición de los republicanos escapados conformaban la huella lusa en el 36. Pero un grupo de investigadores —gallegos— han comenzado a destapar la historia del otro lado de la barricada. El balance, provisional, cifra en 65 los portugueses asesinados por el franquismo en Galicia en el período que va del golpe de Estado al año 1940. “Es un episodio totalmente desconocido”, afirma el historiador Dionisio Pereira. Hoy a partir de las tres, la villa de Monção, enfrente a Salvaterra de Miño, acoge un homenaje a las víctimas del fascismo al que asistirá el expresidente de la República portuguesa Mário Soares. Es la primera vez que, en Portugal, se convocan actos para recordar a sus ciudadanos muertos a manos de Franco.

Pereira, autor junto a Lourenzo Fernández Prieto de un ensayo pionero sobre la materia todavía inédito, explica como el trabajo de campo del proyecto interuniversitario Nomes e Voces ha servido para excavar en la vida y muerte de los republicanos gallego-portugueses. “La base de datos de Nomes e Voces registra, entre 1936 y 1939, más de 4.600 asesinados y 14.000 represaliados”, relata, “entre ellos, detectamos a 159 portugueses, 65 de ellos muertos”. Hay más, eso es seguro. “Los números siempre son de mínimos”, dice. De los 4.600 cadáveres que Atila dejó en Galicia, solo la tercera parte pasaron por tribunales militares. Para contrastar a los demás, los historiadores tiran de registros civiles, aunque son conscientes de que un porcentaje de las víctimas ni siquiera están ahí. Y es en el centro de todas estas incertidumbres donde se encuentran los 65 portugueses asesinados.

Pero la historia también establece conexiones, reconstruye contextos, procura causas y consecuencias de manera no mecánica. Por eso Dionisio Pereira y Fernández Prieto no olvidan remitirse al origen de la presencia portuguesa al norte del Miño. La describen así: “El trabajo de los canteros portugueses adornando con fuentes barrocas villas, pazos y ciudades gallegas en el siglo XVII o la diseminación de numerosos jornaleros por el interior de Galicia un siglo más tarde”. Esta corriente migratoria, continua hasta la guerra, no resulta demasiado visible. Y eso también dificulta la localización de las víctimas del franquismo. “Los portugueses se han integrado con la población local hasta incluso castellanizar sus nombres”, anota Pereira, “por eso tampoco es fácil ver hasta qué punto sufrieron la represión”.

Cuando los militares africanistas deciden poner fin a la democracia de la II República, los portugueses que viven y trabajan en Galicia ya son, sin embargo, otros. Mano de obra barata para el incipiente desarrollo industrial de la comarca de Vigo, peones camineros, obreros de cantera o del ferrocarril, mineros o incluso huidos para no ir a la Primera Guerra Mundial —en la que Portugal participó al lado de los ingleses. “La mayoría son”, puntualizan por escrito Pereira y Fernández Prieto, “emigrantes económicos originarios de un entorno rural”.

Y algunos de ellos, añaden, organizados en los dos grandes sindicatos de la época —el anarquista CNT y el socialista UGT— y en los partidos de izquierdas, hasta el punto de involucrase activamente en la Revolución de 1934. No todos, por supuesto. El dumping laboral funcionaba y el empresariado gallego, cuentan los historiadores, “prefería contratar mano de obra más barata y sumisa procedente de Portugal, antes que los afiliados de los sindicatos”. Incluso hubo secciones sindicales que adoptaron “actitudes apartadas del internacionalismo proletario” y defendieron restricciones a la contratación de portugueses.

Los investigadores descartan características específicas en la represión al proletariado luso. El otro, para la cruzada fascista, no era el que hablaba portugués: era la conjura judeo-masónico-comunista. “Los portugueses que sufren persecución la sufren en el mismo paquete que la anti-España, el marxismo o el poder demócrático republicano”, escriben. Solo Carlos Méixome, del Instituto de Estudos Miñoranos y una de las pocas personas que han trabajado antes sobre el particular, había detectado “indicios de xenofobia y desprecio en los registros civiles de la comarca de Vigo referidos a asesinatos”. Quedan en el aire varias incógnitas, con las que Dionisio Pereira y Lourenzo Fernández Prieto cierran su estudio: ¿la violencia contra portugueses demócratas tiene que ver con el posterior apoyo a la guerrilla del norte del país vecino o con la agitación social de la zona? ¿Las persecuciones de retaguardia en la Guerra Civil demuestran que la frontera en Galicia es más teórica que práctica.

http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/05/11/galicia/1336761925_945059.html