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sábado, 5 de junio de 2010

La Ciencia en España.

Con satisfacción y cierto regusto triunfalista, varios ministros del Gobierno proclaman últimamente que España es la novena potencia científica del mundo. Incluso en el anteproyecto de Ley de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, que ahora discute el Parlamento, se señala esta posición destacada de la investigación española en el muy competitivo ámbito internacional, por más que resulte chocante recoger en una norma hecha para durar un dato que puede ser coyuntural, como toda posición estadística en un mundo cambiante.

Es una buena noticia ese noveno puesto, pero conviene echar un vistazo a la lista para situarnos con mayor realismo: por detrás de España, a escasa distancia, se sitúan gigantes emergentes como Corea del Sur (puesto 11), India (12) o Brasil (15), con Australia en el décimo lugar. Por delante, lo esperable: EE UU, Japón, Alemania, Inglaterra, Francia, China, Canadá e Italia. Es cierto que en un par de décadas el sistema de investigación español ha pasado de ser casi inexistente -en términos de comunidad científica moderna- a alcanzar un tamaño y un nivel respetados. Actualmente, hay en España unos 130.000 científicos, y el Plan Nacional de I+D+i financia a unos 10.000 grupos de investigación (aproximadamente 60.000 personas), según datos de Ciencia e Innovación.

El triunfalismo político puede matizarse con una simple distinción: ese noveno puesto mundial se refiere a la cantidad de ciencia producida en España, mientras que la clasificación por la calidad, por su repercusión y efecto, ya nos coloca varios puestos más abajo (el 14), incluso notablemente más abajo, rondando el 20, según baremos de precisión.

"No hay traza alguna de que España compita por premios Nobel y eso es un síntoma tan claro como preocupante", afirma el matemático Juan Luis Vázquez, de la Universidad Autónoma de Madrid. Para muchos expertos es urgente reorganizar la ciencia española de manera que se promueva intensamente la investigación de excelencia, y cuando se habla de tecnología, la cosa es inaplazable porque en patentes descendemos hasta la posición 30 mundial. Además, estar más arriba en cantidad que en calidad seguramente implica que no se están utilizando los recursos adecuadamente.

"Hacen falta medidas que impulsen la calidad, con apoyo institucional a la excelencia", destaca Rafael Rodrigo, presidente del CSIC. "Hemos pasado demasiado tiempo haciendo ciencia razonablemente buena y ahora tenemos que apostar mucho más por la selección de la calidad investigadora, dar la batalla por la excelencia", opina Luis Oro, director del Instituto de Catálisis (Universidad de Zaragoza)...

cuando se dice que España es la novena potencia, se refiere a la cantidad de artículos que los investigadores españoles publican al año en esas revistas de referencia.

Lo de la calidad es más complejo, pero la ciencia está bien organizada y se mide. La regla se sustenta en aquella frase de Isaac Newton acerca de que había logrado mirar más lejos que nadie porque se había subido a hombros de gigantes. En ciencia no surgen los avances desde cero, sino que cada investigador parte del conocimiento previamente adquirido para hacer su descubrimiento -o para demostrar que lo que se creía sabido es falso o no del todo correcto-. Esto se traduce, en el entramado de los artículos en las revistas científicas, midiendo las citas que el resultado de un investigador logra por parte de sus colegas, ya que cada aportación debe señalar en qué trabajos previos -hombros de gigantes- se sustenta. Así, el indicador genérico de calidad es el de citas por artículo, el llamado factor de impacto. El sistema resalta los descubrimientos que se consideran interesantes, las aportaciones significativas que pueden cimentar el progreso de la ciencia y sus repercusiones económicas y sociales.

Al comparar los dos indicadores se obtiene un retrato más fiel de la capacidad científica de un país, de una institución o de un área que fijándose solo en la cantidad de artículos publicados. En la clasificación ISI Web of Knowledge, la más antigua y una de las más utilizadas, la biología y bioquímica española, por ejemplo, ocupa el puesto nueve por número de artículos, pero pasa al 12 cuando se miden las citas, es decir, el impacto o la calidad. En química, la cantidad sigue en el nueve, pero la calidad sube al séptimo lugar; en física, en el nueve y en el 11 respectivamente. No parece que las cosas vayan mal. Pero una clasificación que afina más, la SCimago Journal and Country Rank, ordena, por ejemplo, los 25 países que producen cada año más de 1.000 artículos científicos atendiendo a las citas que tiene, es decir, al reconocimiento que merecen. En esa clasificación España está en el puesto 20, por detrás no solo de las potencias, sino también de países como Irlanda o Nueva Zelanda, y en la clasificación general ocupa el puesto 14. Pero las miradas están puestas en la evolución de países como Brasil, India o China, sobre todo este último, que de 1998 a 2008 ha incrementado su producción científica en un 240%... Continuar aquí. (De "El País" 5 de junio 2010)

viernes, 8 de enero de 2010

China lucha contra la tendencia tradicional, está iniciando la atracción de científicos a sus Universidades.

¿Es la señal inequivoca del cambio que se aproxima en el mundo?

BEIJING - Científicos de los Estados Unidos no se sorprendieron demasiado cuando en 2008 el prestigioso Instituto Médico Howard Hughes en Maryland otorgó una beca de investigación de 10 millones de dólares a Shi Yigong un biólogo molecular de La Universidad de Princeton.

El Dr. Shi, con sus estudios sobre células ya había abierto una nueva línea de investigación en el tratamiento del cáncer. En Princeton, el laboratorio ocupaba un piso entero y tenía un presupuesto anual de 2 millones de $.La sorpresa -de hecho supuso un shock- llegó pocos meses después, cuando el Dr. Shi, un ciudadano naturalizado estadounidense y después de 18 años de residencia en los Estados Unidos, anunció que se iba para dedicarse a la ciencia para el bien de China. Rechazó la última oferta que le habían hecho en Maryland, renunció a la facultad de Princeton y se convirtió en el decano de ciencias de la vida en la Universidad Tsinghua en Beijing.

"Hoy en día, muchas personas no entienden por qué volví a la China", dijo recientemente ante una aglomeración de visitantes en su despacho de Tsinghua. "Sobre todo después de alcanzar mi posición, renunciando a todo lo que tenía."

"Fue una de nuestras estrellas," dijo por teléfono, Robert H. Austin, un profesor de física de Princeton. "Pensé que estaba completamente loco."

Los líderes de China no lo están. Decididos a revertir la fuga de talentos que acompañó a su apertura al mundo exterior en los últimos tres decenios, están utilizando sus amplios recursos financieros ahora - y un poco de orgullo nacional - para atraer a científicos y estudiosos de origen chino.

Occidente, y los Estados Unidos en particular, siguen siendo los lugares más atractivos para que muchos especialistas chinos estudien y hagan investigación. Pero el retorno del Dr. Shi y algunos otros científicos de alto nivel es una señal de que China está triunfando más rápido de lo que muchos expertos esperaban y reduciendo la distancia que le separa de las naciones tecnológicamente avanzadas.

El gasto de China en investigación y desarrollo ha aumentado constantemente durante la década y ahora asciende a 1,5 por ciento de producto interno bruto. Estados Unidos aporta el 2,7 por ciento de su PIB a la investigación y el desarrollo, pero la participación de China es mucho mayor que la mayoría de los otros países en desarrollo.

Los científicos chinos también están bajo mayor presión para competir con los de fuera, y en la última década se cuadruplicó el número de artículos científicos que se publicó por año. En el total de 2007 fue el segundo país después de los Estados Unidos...

(Por Sharon La FRANIERE) Continuar leyendo en el NYT aquí.