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sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Pobres de los pobres!

No sé si lo habrán notado, pero resulta que en los once primeros años del siglo que iba a presenciar el fin de la historia (y de la lucha de clases) ha aumentado brutalmente la desigualdad social en los países más ricos. La recesión ha empujado a más de 20 millones de conciudadanos europeos al abismo de la exclusión. Y los zarpazos al Estado de bienestar, considerados por Gobiernos y "mercados" remedios imprescindibles para que la economía "se restablezca" y todo vuelva a ser como antes (y, por consiguiente, puedan repetirse las crisis del capitalismo), no contribuyen precisamente a la felicidad de los más necesitados.

Como advierte Zygmunt Bauman en Daños colaterales (Fondo de Cultura), "el compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano (...) tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso entre los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a enfrentar, contener y resolver durante el corriente siglo".

En todo caso, parece que la pobreza se acrecienta, pero no explota (todavía). Los reformistas neoliberales y compasivos se congratulan de que, al menos, en este continente viejísimo (y conservador como un banquero con bonus) la gente todavía pueda elegir a quienes crean que les sacarán de la crisis. Claro que, como argumentaba Flores d'Arcais (que no es precisamente un bolchevique) en este periódico, a la hora de "elegir entre dos derechas, lo normal es que los ciudadanos prefieran la verdadera", de modo que parece que tendremos Rajoy para Rato (nunca mejor dicho). Y, salvo improbables sorpresas, los venideros recortes (¡glup!) tampoco favorecerán a los más débiles.

Claro que hay pobres y pobres. Hace poco un amigo me hablaba de un episodio de Antoñita la fantástica, el célebre personaje de Borita Casas (1911-1999), que trataba de una familia muy pobre: era pobre el padre, era pobre la madre, el jardinero era pobre, el chófer era pobre, y (supongo) que también el mayordomo. He pensado en esos indigentes que no lo son tanto a propósito de los dos artículos estupendos (sobre todo el segundo) de Francis Scott Fitzgerald reunidos en Cómo sobrevivir con 36.000 dólares al año (editorial Gallo Nero, otro joven sello independiente e imaginativo). Nada tiene que ver, por supuesto, el encanto melancólico y autoflagelante que se desprende de los artículos del talentoso niño mimado que fue Scott con la inmersión en la miseria que supone la estremecida lectura de Los pobres (Debate), una investigación-encuesta del novelista William T. Vollmann que se desarrolla a partir de las respuestas de indigentes y excluidos de todo el mundo a una sencilla pregunta: ¿por qué eres pobre?

Vollmann sólo pretende "mostrar y comparar", pero no cabe duda de que la ignorancia acerca de las razones de la pobreza sólo favorece a quienes no tienen demasiado interés en acabar con ese desagradable "efecto colateral" de un sistema que perpetúa y (eventualmente) ahonda la desigualdad. Y sí: quizás seamos menos (brutalmente) violentos que en el siglo XII, como se esfuerzan en demostrar Steven Pinker y otros intelectuales no melancólicos que prefieren ver la botella medio llena. Pero eso no es razón para que nos pongamos una venda en los ojos y empecemos a besarnos todos en la boca, como si a nadie le importara la halitosis de los que imponen las reglas del juego.
 Cartas a El País. MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 12/11/2011

martes, 30 de agosto de 2011

Alemanes "acomodados" piden también un impuesto especial para los más ricos

Mientras, en España, Cospedal descarta más impuestos para ricos: No es momento de demagogias” ha declarado.

Los 16 millonarios franceses que pidieron un "impuesto a los ricos" a mediados de la semana pasada tienen un correlato en Alemania, donde ya hace dos años que un grupo de personas "acomodadas" pidió un impuesto del 5% para los patrimonios que superen el medio millón de euros.

Lo pidieron 23 personas en 2009 en un manifiesto que puede firmar cualquiera que tenga más de esos 500.000 euros. Este impuesto especial a los mayores patrimonios sería limitado, hasta que se restablezca el equilibrio presupuestario en las finanzas públicas. Después de un par de años, el impuesto especial de patrimonio que piden estos ciudadanos se limitaría al 1% anual.

Tras el llamamiento francés, los medios han vuelto a fijarse en este manifiesto, que cuenta ahora mismo con unos 50 firmantes. Si se tiene en cuenta que en Alemania hay más de dos millones de hogares con un patrimonio superior a los 500.000 euros, la cifra no impresiona demasiado, pero impulsa un debate sobre la necesidad de gravar más a los ricos.

A diferencia del llamamiento francés o de la reciente petición en el mismo sentido del estadounidense Warren Buffett, los firmantes del manifiesto alemán son en su mayoría ciudadanos de clase media acomodada. Uno de sus portavoces es el psiquiatra berlinés Dieter Lehmkuhl, al que recientemente se ha sumado la Iglesia evangélica alemana. El Instituto Alemán de Investigación Económica DIW también propuso el pasado diciembre que se aplicaran medidas similares o que se recuperara temporalmente el impuesto de patrimonios, derogado en 1997 a instancias del Tribunal Constitucional.
El canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (SPD) bajó durante su mandato el tipo máximo del IRPF del 53% al 42%. Su sucesora, Angela Merkel, subió el IVA al 19% para todos, pero unificó la tasa a los beneficios bursátiles en el 25%, independientemente de los ingresos totales del beneficiario. Son reformas fiscales que han redundado en beneficios para los mayores ingresos.

Desde que se suprimió el de patrimonio, la suma de todos los impuestos patrimoniales en Alemania únicamente reporta a las arcas públicas el 0,9% del PIB. Solo el 2,3% de los ingresos fiscales proviene de impuestos a los patrimonios -sucesiones, donaciones o propiedades-, según la OCDE. En EE UU este impuesto supone en cambio el 12,1% del total.

J. GÓMEZ - Berlín - El País, 30/08/2011