lunes, 29 de mayo de 2017

Cine. Una película diferente. La mano invisible: un incómodo espejo.

Cuarto Poder

- Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores.

- La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo y a los trabajadores como una especie en extinción.

Imagen de un momento de La mano invislible/ El Sur films

Hace ya muchos años en el periódico de la izquierda italiana El Proletario se abría con una profecía: “El capital lo es todo y el trabajo nada. ¿Qué será del capital? Nada. ¿Qué será del trabajo? Todo”. Hoy, esto no se atrevería a afirmarlo ni la izquierda más radical y motivada. Más bien al contrario, nos hemos retrotraído medio siglo atrás. De esto es de lo que habla la película La mano invisible, una metáfora brutal sobre el trabajo en los tiempos actuales.

Basándose en la valiente e innovadora novela de Isaac Rosa, la película de David Macián ha hecho posible llevar a lenguaje cinematográfico una novela muy difícil. Funcionando en régimen de cooperativa y de crowdfunding, con unos actores muy verosímiles, consigue un producto sólido y brillante. Al final de la proyección las ganas de aplaudir se te quitan por el golpe en el estómago.

Tras una despiadada selección de personal, se reúnen en una nave de un polígonos industrial diferentes trabajadores: albañil, carnicero, teleoperadora, costurera, mecánico, camarero, informático… Hacen un trabajo inútil, contemplado por el público. Estas personas son juguetes rotos de esta sociedad, por la crisis, el paro, el fracaso escolar, la inmigración, las derrotas… Muestran sus emociones, sus miedos y sus anhelos. Somos nosotros.

Uno de los aciertos que tiene la película es que nos zarandea y nos obliga a reflexionar. Tras su proyección en la apertura de la XV Muestra de Cine y Trabajo del Ateneo Primero de Mayo se produjo un interesante debate entre director y público en el que participé. Al hilo de la película querría hacer alguna reflexión.

La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo, a los trabajadores como una especie en extinción. Algo que recuerda lo que quisieron hacer los nazis con los judíos cuando proyectaban crear en el barrio judío de Praga un museo exótico de una raza extinguida: dejar una muestra, después de aplicar la “solución final” para eliminarlos.

Los neoliberales vienen insistiendo en el fin de la historia y en la desaparición de la clase obrera. Y si nos descuidamos tendrán razón en una cosa: su desaparición como motor de cambio, como fuerza de progreso, como palanca de emancipación social. Pero la clase obrera nunca desaparecerá como sujeto sometido a explotación. Por mucha robotización que se implante, por mucha financiarización de la economía, seguirán siendo necesarios los trabajadores para crear todo lo útil y bello que se produce en el mundo y como generadores de plusvalía. La parábola de la película es que, aunque el trabajo sea improductivo, convertido en espectáculo o performance, el capital siempre podrá sacarle rentabilidad, que es de lo que se trata.

Compartí el visionado de la película con un compañero de @cocacolaenlucha que veía reflejada en ella la situación que viven en la fábrica de Fuenlabrada. No dejaba de repetir entre dientes: “¿Pero por qué no se organizan?”. Y esta es la clave. Él sabe bien qué pasa cuando te hacen acoso laboral, cuando la empresa intenta que te sientas un inútil. Es la guerra psicológica contra los trabajadores. Frente a la dignidad de un trabajo bien hecho, les ofrecen el vacío laboral. No hay tarea, aunque estés en la fábrica, aunque hayas ganado la sentencia que obliga a la readmisión.

Lo único que te queda, entonces, es establecer complicidades con los compañeros, organizarte y luchar. Es lo único que da sentido a las cosas, es lo que impide que salga lo peor de cada uno: el individualismo, la insolidaridad, el sálvese quien pueda. Y que se recuperen los valores de la clase obrera de siempre: conciencia, ayuda mutua, empatía con los demás, determinación de dar la pelea y de ir en serio.

Ahora corren malos tiempos para los trabajadores, para ese precariado creado por sucesivas reformas laborales. Los sindicatos están debilitados e, incluso, desprestigiados, ante los nuevos colectivos. Por ello, no hay más remedio que apostar por la regeneración de las instituciones obreras a través de una mayor horizontalidad y participación de la gente; trenzando alianzas con los movimientos sociales y la izquierda política, porque solos no pueden plantar cara a un sistema depredador en todos los órdenes.

Para hacer frente al capital hay que redescubrir la utilidad de los sindicatos, de la solidaridad, de la organización y de la conciencia obrera. En ello debemos de empeñarnos. Espera un largo camino, pero cualquier viaje se puede hacer cuando hay movimientos y personas que quieren emprenderlo y tienen la firme determinación de luchar, de no ser sumisos. La manera de superar la enfermedad es no interiorizar la derrota.

Hay que comprender las nuevas realidades del mundo del trabajo. No son tiempos de titanes reivindicativos de mono azul y manos encallecidas, sino de un pueblo de hombres y mujeres vestidos de mil maneras, muchas veces con un título en el bolsillo, trabajando precariamente y pugnando por sobrevivir. Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores. Porque, no se nos olvide: cuando algo no se hace respetar acaba siendo despreciado.
PD: La película se sigue proyectando en los cines Princesa de Madrid. No se la pierdan.

Fuente:
https://www.cuartopoder.es/cultura/2017/05/22/la-mano-invisible-un-incomodo-espejo/

domingo, 28 de mayo de 2017

_--Las ocultadas causas políticas del crecimiento de las desigualdades

_--Una de las características del tiempo que vivimos es el crecimiento de las desigualdades económicas, sociales, políticas y culturales, tanto entre como dentro de la mayoría de países capitalistas desarrollados. En este artículo me centraré en las causas del crecimiento de las desigualdades económicas, analizando las desigualdades salariales, las desigualdades en los ingresos familiares y las desigualdades en la propiedad del capital (productos que generan renta), analizando tales desigualdades en Estados Unidos, por dos razones: una, por ser representativo del capitalismo más avanzado y desarrollado del mundo capitalista occidental (punto de referencia para el pensamiento liberal); y otra, porque lo que estamos viendo desde los años ochenta, a partir de la revolución neoliberal iniciada por el presidente Reagan, es la “americanización de Europa”, expresión que refleja el dominio del pensamiento liberal a los dos lados del Atlántico Norte. En realidad, tal crecimiento de las desigualdades económicas se debe primordialmente a la aplicación (e imposición) de las políticas neoliberales en la gran mayoría de tales países, siguiendo el modelo neoliberal estadounidense.

Las desigualdades salariales
Si analizamos la evolución de los salarios, ya sea considerando el salario por hora, ya sea el salario anual, podemos ver que los salarios del decil superior han crecido de una manera muy marcada, casi exponencial a partir de la década de los años ochenta (cuando se inició la revolución o, mejor dicho, contrarrevolución neoliberal), mientras que los salarios de los cuatro deciles inferiores han ido creciendo muy lentamente desde entonces (e incluso han descendido durante la Gran Recesión 2007-2015, lo cual nunca ocurrió en el decil superior, cuyos salarios continuaron aumentando durante la Gran Recesión). Y lo que sí que disminuyó en la gran mayoría de la población asalariada fueron los beneficios sociales, relacionados con los sueldos. Así, por ejemplo, el porcentaje de la población laboral que tenía alguna cobertura de beneficios sanitarios, financiados conjuntamente por los empresarios y por los trabajadores y empleados (la mayoría de la financiación del aseguramiento sanitario privado en EEUU proviene del lugar de trabajo a través de aportaciones de empleadores y empleados) descendió durante el mismo periodo de tiempo considerablemente, descenso mucho más marcado entre los deciles salariales inferiores, pasando de un 42% en 1980 a un 25% en 2010, que en el decil superior (de un 92% a un 78%). Una situación semejante ocurrió con las pensiones privadas financiadas a través de puestos de trabajo (la mayoría de los datos presentados en este artículo proceden del documento Three Key Economic Distributions, del profesor John Schmitt, del Washington Center for Equitable Growth).

Ingresos familiares
En los ingresos familiares vemos también, durante el mismo periodo 1980-2015, un crecimiento muy acentuado de los ingresos de las familias del decil superior de ingresos familiares. En cambio, en los deciles inferiores hemos visto un crecimiento muy lento de los ingresos familiares desde 1980, crecimiento interrumpido, sin embargo, durante la Gran Recesión. La causa de que los ingresos familiares no hayan descendido (como descendieron los salarios) en los deciles inferiores se debe al incremento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo, más acentuado en los deciles inferiores que en los deciles superiores, en los que el crecimiento de los ingresos familiares se debe al crecimiento tan marcado de los ingresos salariales de las mujeres pertenecientes a las clases de ingresos superiores.

De estos datos de deriva que los deciles superiores, y muy en particular el decil más alto, han visto crecer sus ingresos de una manera muy acentuada durante la contrarrevolución neoliberal, crecimiento muy marcado a medida que el nivel de renta subía. Así, el 1% de mayor renta salarial pasó de tener el 10% de toda la renta del país en 1980 a un 23% en 2015.

El crecimiento de las desigualdades en la distribución de la propiedad
Si en lugar de la distribución de las rentas analizamos la distribución de la propiedad, vemos que esta última se ha ido concentrando mucho más. En realidad, el 1% de propietarios ha pasado de tener el 34% de toda la propiedad en 1980 a un 37% en 2013 (y pasó de tener el 10% de toda la renta al 20%). En realidad, el 20% de propietarios tiene el 88% de toda la propiedad (y el 61% de toda la renta), mientras que el 40% no solo no tiene propiedades, sino que debe dinero para pagarlas. Es decir, están endeudados, primordialmente pagando su vivienda. Es la población hipotecada. Este porcentaje de endeudamiento y la profundidad del mismo crecieron espectacularmente durante la Gran Recesión. Este 40% tiene solo el 9% de toda la renta del país.

El crecimiento de los ingresos del decil superior se debe al crecimiento de los sueldos de los grandes propietarios y gestores de las empresas, que ha sido casi exponencial en las rentas superiores, y al crecimiento de las rentas derivadas de la propiedad que poseen. El ligero crecimiento, estancamiento o descenso de las rentas inferiores (del 40% de la población laboral en EEUU) se debe al ligero crecimiento, estancamiento o descenso de los salarios, y al crecimiento del endeudamiento de dichas rentas inferiores.

La disminución de la movilidad vertical
A raíz de estos datos, se puede concluir que las desigualdades inherentes al sistema capitalista han crecido notablemente en el periodo 1980-2015. Pero un fenómeno igualmente importante y que apenas ha tenido visibilidad mediática ha sido el descenso de la movilidad vertical. Uno de los argumentos que han sido utilizados con mayor frecuencia por parte de los economistas neoliberales ha sido que la estabilidad política del capitalismo avanzado está basada en la movilidad social, es decir, que una persona de origen “humilde” (expresión que se utiliza para definir a las familias de rentas inferiores) pueda alcanzar los niveles superiores de poder económico y/o político. Y se señala como prueba de ello que EEUU ha tenido dos presidentes, Clinton y Obama, de origen “humilde”. En realidad, se considera a EEUU como uno de los países con mayor movilidad vertical, y ello como resultado de las grandes oportunidades que ofrece el modelo económico liberal.

Esta supuesta movilidad vertical también se expresa en que, aparentemente, los hijos e hijas tienen mayor nivel de rentas que sus padres. La movilidad intergeneracional se presenta como una muestra del “sueño americano”, causa mayor de la estabilidad política del país y del atractivo del modelo liberal estadounidense. El único problema con tal supuesto es que no es verdad. Los datos no avalan esta percepción, promovida por el establishment político-mediático del país. Los datos muestran que la movilidad vertical, incluida la intergeneracional, es mucho más limitada de lo que se ha supuesto.

En realidad, EEUU es uno de los países con menos movilidad social. Como bien ha señalado Paul Krugman, EEUU (y el Reino Unido) son los países con menor movilidad social vertical de entre los que se ha estudiado la extensión de tal movilidad (Francia, Japón, Alemania, Nueva Zelanda, Suecia, Finlandia, Noruega y Dinamarca). En estos países se analizaba el nivel de renta de los hijos comparándolo con el de sus padres (a la misma edad y con la misma capacidad de compra de la moneda utilizada), viéndose que EEUU era en el que menos se daba el supuesto de que los hijos vivían mejor que los padres, siendo en los países escandinavos donde la movilidad intergeneracional era mayor.

Y lo que es importante señalar es que durante el periodo neoliberal ha descendido la movilidad vertical, a la vez que han crecido las desigualdades de ingresos, de renta y de propiedad.

Las ocultadas causas políticas del crecimiento de las desigualdades
Mucho se ha escrito sobre las causas de tal crecimiento de las desigualdades, desde la revolución digital a la globalización, entre muchos otros factores. En esta discusión se oculta o ignora el elemento político, que es el determinante de dicho crecimiento y que configura todas las otras causas a la que se atribuye tal crecimiento. Qué forma tienen la revolución tecnológica o la globalización depende del contexto político que configura cada una de ellas. Los datos muestran que el crecimiento de las desigualdades adquiere una dimensión mayor a partir de la década de los años ochenta, que es cuando se aplican las políticas neoliberales, que son las políticas que el mundo de las grandes empresas (lo que en EEUU se llama la corporate class) aplica a través de las instituciones políticas, frente y en contra del mundo del trabajo.

Las políticas públicas de corte neoliberal como responsables del crecimiento de las desigualdades
Como consecuencia de ello han tenido lugar los siguientes hechos, todos ellos indicadores del poder de clase del mundo empresarial:

La disminución, desde 1980, del poder adquisitivo del salario mínimo, establecido por ley por el Estado. Descenso de la población laboral sindicalizada, que ha pasado de ser el 30% de la población laboral en 1980 a un 12% en 2014, como resultado del enorme descenso de la sindicalización en el sector privado, que hoy no llega ni al 9% (en el sector público se mantiene en el 38%), y ello a pesar de que la mayoría de los trabajadores señalan, a través de las encuestas, que les agradaría tener sindicatos que defendieran sus intereses. Este descenso, pues, no se debe a la falta de interés, sino a las crecientes dificultades que el mundo empresarial, con ayuda del Estado, impone para que los trabajadores puedan sindicalizarse, siendo EEUU uno de los países donde la sindicalización es más difícil de llevar a cabo. Esta realidad -la creciente dificultad en poder sindicalizarse- produce el crecimiento de la capacidad de decisión, así como de la influencia política y mediática, del mundo empresarial, lo que ha determinado un enorme debilitamiento de las clases populares, y muy en particular de la clase trabajadora. En realidad, hay una relación inversa entre el nivel de sindicalización en el sector privado y el crecimiento de las desigualdades de renta -tanto individuales como familiares-, tal como ha documentado el respetado y conocido Economic Policy Institute de Washington. Y también está documentado el crecimiento de la brecha salarial dentro de una misma empresa cuanto menor sea la sindicalización y la fuerza de la clase trabajadora dentro de la misma. En realidad, desde 1980 la diferencia salarial entre los ejecutivos de las grandes empresas y los salarios (mediana) de los empleados y trabajadores ha crecido, pasando de ser en 1980 de 29 veces, a 303 en 2015.

La desregulación de los mercados de trabajo
Otra medida neoliberal que tenía como objetivo debilitar al mundo del trabajo han sido las reformas laborales orientadas a desregular el mercado de trabajo, lo cual ha conseguido disminuir los salarios y la protección social de los trabajadores.

La privatización de los servicios públicos
La privatización de los servicios tiene como objetivo el cambio de las relaciones laborales, dificultando la sindicalización y protección de los empleados y trabajadores, menor en el sector privado que en el público. La subcontratación y externalización de actividades y servicios de las empresas (tanto públicas como privadas) tienen como objetivo el debilitamiento de la población empleada, pues en las empresas subcontratadas hay menor protección social y salarios más bajos que en las empresas que subcontratan.

La globalización en el contexto político actual
La movilidad de capitales busca la apertura de los mercados y el abaratamiento de los costes de producción, entre los cuales los costes salariales juegan un papel determinante. De ahí que los tratados mal llamados de libre comercio que regulan la movilidad de capitales tengan como principal objetivo el garantizar las inversiones en países con menores costes laborales, movilidad que se hace a costa de destruir puestos de trabajo con salarios altos en EEUU. La evidencia de ello es abrumadora, habiendo sido tal movilidad una de las mayores causas del descenso de la cantidad de puestos de trabajo en la manufactura en EEUU. La popularidad de tales tratados en el mundo empresarial contrasta con su gran impopularidad entre la clase trabajadora.

La inmigración apoyada por el mundo empresarial
La inmigración ha contribuido a la bajada de los salarios, pues el precio del trabajo depende, en cierta manera, de la demanda de puestos de trabajo y de la oferta de tales puestos. A mayor número de demandantes -de personas que buscan trabajo- menor es el salario ofrecido por los empresarios. De ahí que el mundo empresarial favorezca la entrada de inmigrantes, no solo para aumentar el número de personas que quieren trabajar, sino también por su disponibilidad para aceptar salarios más bajos y en peores condiciones que los nativos.

¿Qué hay que hacer?
A la luz de estos datos es lógico que la solución sea precisamente el desarrollo de políticas opuestas a las neoliberales, empoderando a las clases populares a través de los instrumentos disponibles, para revertir el deterioro de su bienestar. Tales medidas pasan por:
-aumentar el salario mínimo;
-aumentar la ocupación y la creación de buen empleo;
-dificultar la creación de mal empleo orientando la revolución tecnológica a la supresión de tal tipo de trabajos;
-facilitar la sindicalización, alcanzando los niveles del norte de Europa;
-regular el mercado de trabajo para reforzar al mundo del trabajo en su negociación con el mundo empresarial;
-desprivatizar los servicios, y extender la responsabilidad pública a los sectores de la energía, las finanzas y sociales (desde sanidad a educación, pasando por servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, vivienda, seguridad y protección social);
-desanimar y desfavorecer la subcontratación prohibiendo este fenómeno en los servicios públicos, a no ser que los contratantes se comprometan a respetar los derechos laborales (salarios y protección social) existentes en el sector público;
-desarrollar medidas proteccionistas en la movilidad de capitales y de personas;
-sindicalizar a la población inmigrante;
-facilitar la integración de la mujer en el mercado del trabajo, en lugar de enfatizar la inmigración; y
-eliminar las desigualdades sociales entre géneros y entre razas en el país.
-Y, naturalmente, políticas fiscales auténticamente progresivas que tengan como objetivo aumentar las rentas del trabajo a costa de reducir las rentas del capital, incluyendo medidas de control público de la propiedad y de la gestión en sectores clave de la economía.
Estas son las líneas generales de lo que debe hacerse para reducir las desigualdades, empoderando a las clases populares para que vayan aumentando su nivel de exigencias, de manera que puedan transcender las coordenadas de poder existentes hoy en los países capitalistas de elevado nivel económico. Estas medidas son tan aplicables en EE.UU. como en España, así como en cualquier otro país a los dos lados del Atlántico Norte que han estado sufriendo las políticas neoliberales implementadas por las clases dominantes. Así de claro.

Vicenç Navarro. Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center.

Fuente:
http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2017/05/04/las-ocultadas-causas-politicas-del-crecimiento-de-las-desigualdades/

Bibliografia:
James K. Galbraith. 2016. Desigualdad. Edt. Deusto. Barna

sábado, 27 de mayo de 2017

_--La cooperativa Aragó Cinema de Valencia proyecta “La mano invisible”, de David Macián. Cine de la clase obrera.


_--Enric Llopis
Rebelión

La filósofa y voluntaria en las “columnas” anarquistas durante la guerra española de 1936, Simone Weil, experimentó el trabajo en las fábricas -entre ellas las de Alsthom y Renault- entre diciembre de 1934 y agosto de 1935. En el libro recopilatorio “La condición obrera” deja testimonio de lo que allí vivió. En una carta a su amiga Albertine Thévenon, escribe: “Hay dos factores en esta esclavitud: la velocidad y las órdenes (…); una docilidad de bestia de carga resignada. Me parecía que había nacido para esperar, para recibir, para ejecutar órdenes, como si nunca hubiera hecho otra cosa, como si nunca fuera a hacer otra cosa”. Es el punto de partida de la película “La mano invisible”, dirigida por David Macián (Cartagena, 1980), en la que el realizador aborda lo que considera uno de los tabú en el mundo actual: el Trabajo. El filme, de 80 minutos, proyectado el 7 de mayo en la cooperativa Aragó Cinema de Valencia, se interesa por la acción y los comportamientos de la clase trabajadora actual. Los obreros que aparecen en la película -un carnicero, un albañil, una costurera, un inmigrante que acarrea materiales, una trabajadora de la limpieza o un informático- no reaccionan (o lo hacen algunos, sólo al final) ante un descarnado conflicto en la fábrica. En general responden con la sumisión, aceptan las situaciones como les vienen dadas y acatan órdenes. “No hay una reacción colectiva desde la ira, que debería ser lo más instintivo frente a la explotación laboral”, explica el director de la película y guionista, junto a Daniel Cortázar.

“La mano invisible” está basada en una novela con el mismo título del escritor Isaac Rosa, publicada en 2011 por Seix Barral. La película se estrenó el pasado 28 de abril en las salas cinematográficas, ha recibido dos premios en el Festival Internacional Cinema de Tarragona y el reconocimiento con la selección en el Festival de Cine Europeo de Sevilla “Las nuevas Olas”. Fuera del estado español se ha proyectado en Italia y Austria. Forman parte del reparto, entre otros, Josean Bengoetxea, Edu Ferrés, Elisabet Gelabert, Christen Fallon, Marta Larralde y Esther Ortega. Se trata de actores profesionales aunque no conocidos por el gran público; además, en la búsqueda de mayor realismo, los intérpretes realizaron cursos previos en los oficios que desempeñan en la película.

La obra tiene también algo de autobiografía. Representa, en cierto modo, un conflicto laboral que el director vivió cuando leía la novela de Isaac Rosa. Las mismas condiciones de explotación, que le costaba asumir, mientras otros compañeros lo aceptaban de mejor grado. Sugiere el papel del albañil, que acaba por rebelarse, “aunque finalmente se harta e incurre en el individualismo; busca una salida desde sí mismo, y no a partir del colectivo”, explica David Macián. La costurera, en cambio, sí llama a la huelga y trata de articular una respuesta con sus compañeros: “No podemos continuar diciendo a todo que sí, quiero denunciar las condiciones laborales a las que nos tiene sometidos esta empresa”, exclama la trabajadora textil. El espectador puede presenciar otros picos dramáticos, como la prostituta a la que el camarero le ofrece un estipendio por la limpieza de los baños; o los insultos racistas del carnicero.

El director procede de los de “abajo”, de la clase obrera. Mientras hacía sus primeras incursiones en el sector audiovisual, trabajó en una compañía de seguros que empleaba a unos 2.000 operarios. Y ocurría como en “La mano invisible”. Cada poco tiempo la empresa aumentaba la carga laboral, con un salario que se mantenía en las mismas condiciones o incluso peores, y una dependencia cada vez mayor del concepto “variables”. En la aseguradora no existía siquiera comité de empresa. Esta parte, autobiográfica, es uno de los añadidos de la película a la narración de Isaac Rosa, pero el “mensaje” es muy similar. La novela, de 384 páginas, ahonda en los pensamientos de los personajes y describe muy en detalle los oficios que ejercen, generalmente poco considerados y tratados en las pantallas. Estas descripciones y reflexiones no figuran en el filme, tal vez por su complicada adaptación cinematográfica.

Otra fuente de la que se nutre el filme es la película “Danzad, danzad, malditos”, realizada en 1969 por el director Sidney Pollack. Ambientada en los años de la “Gran Depresión” estadounidense, trata de un maratón de baile en el que los concursantes aspiran a salir de la pobreza. También la competitividad y los atropellos se anteponen a la solidaridad entre los trabajadores. Pero “no hay muchas películas que pongan el foco en el factor Trabajo”, lamenta el realizador y guionista. En el campo de la ensayística, la producción se apoya en textos como “Chaws: la demonización de la clase obrera” (2011), del escritor y periodista Owen Jones. Una de las tesis del libro es la satanización que se dio en Gran Bretaña, por parte de políticos y medios de comunicación, de trabajadores tachados de “incultos”, “paletos” y ninguneados por sus empleos poco cualificados. “El resto es clase media”, apunta David Macián; “si no recuperamos la solidaridad, todo será muy difícil”.

Los argumentos del filme corresponden a la ficción, pero también a la realidad. Según el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, el número de contratos firmados en abril de 2017 ascendió a 1,6 millones, pero más de 1,4 millones tuvieron un carácter temporal. Además, en el primer cuatrimestre del año se realizaron más de 6,4 millones de contratos, de los que sólo fueron indefinidos 631.110. En abril de 2017 el INE publicó la Encuesta de Condiciones de Vida del año anterior. De acuerdo con el indicador Arope (medidor de la pobreza), el 27,9% de la población española se halla en riesgo de pobreza o exclusión social; y el 15,3% de los hogares manifiesta llegar a finales de mes “con muchas dificultades”. En ese contexto, subraya David Macián, “hay que empoderarse como trabajador, identificarse como clase obrera y organizarse para reclamar los derechos que nos están robando”.

En la película el director hace intervenir a empleados con diferentes rasgos. Por ejemplo, a una atildada responsable de recursos humanos que realiza las entrevistas y comunica los despidos. Ocupa un rol intermedio, entre la dirección de la empresa y la plantilla. “Se trata de una trabajadora -aclara Macián-, aunque se la observe siempre de parte de la empresa; tampoco se la ve una persona feliz...”. También se incluye una alusión a la multinacional Ford, que en 2017 espera obtener unos beneficios antes de impuestos que rondan los 9.000 millones de dólares, según informó la Agencia Efe. En 2016 alcanzó unas ganancias antes de gravámenes de 10.400 millones de dólares y en neto, de 4.600 millones. En “La mano invisible” el gigante del automóvil conecta a una trabajadora de la cadena de montaje y a otra obrera de la limpieza, las dos empleadas años atrás en grandes factorías. El realizador sugiere de este modo el declive de las moles fabriles en favor de los servicios.

David Macián lamenta las reacciones que en el mundo real -no en la ficción- se están produciendo ante la explotación laboral: “En parte la rabia de los trabajadores se traduce en votos a la extrema derecha”. ¿Y en cuanto a las organizaciones sindicales? Entre 2009 y 2015, durante los años de crisis, los sindicatos mayoritarios (Comisiones Obreras, UGT, CSIF y USO) perdieron 584.788 afiliados, según informó el diario Expansión citando datos de estas organizaciones. “Algo falla -apunta David Macián-, no están sabiendo reaccionar y se aprecia una falta de conexión con la ciudadanía; tal vez la solución deba venir más bien de los sindicatos 'alternativos', pero sobre todo -insisto- de los ciudadanos organizados: la esperanza está ahí, en los trabajadores de ‘Coca-Cola en lucha’ o las limpiadoras de los hoteles”. Aunque se dan circunstancias que conducen al pesimismo y evidencian la insolidaridad de clase, señala el realizador. Por ejemplo cuando se acepta el discurso dominante ante una huelga en la estiba, los trenes o el metro. “Entonces hay gente que se caga en todo porque llega tarde a casa o al fútbol”.

En la producción de “La mano invisible” los promotores han mantenido la coherencia ideológica. Todo ha funcionado de manera cooperativa. Pero la tarea no ha resultado fácil, dado que el coste medio para producir una película en España oscila entre un millón y 1,5 millones de euros. Ningún trabajador ha cobrado, es más, los salarios se han reinvertido en la obra. “Hemos sufrido mucho”, revela el director, tras la proyección y coloquio sobre la película, en un acto en el que también participaron la activista de la Campaña por el Cierre de los CIE, Ana Fornés; el escritor y periodista Alfons Cervera; la sindicalista de la CGT, Emilia Moreno; el portavoz de Intersindical Valenciana, Vicent Mauri, el sociólogo José Manuel Rodríguez. El producto final –desde las primeras lecturas y guiones- es fruto de cinco años de trabajo. Y la financiación, se basó en campañas para sumar un apoyo económico que podía oscilar entre cinco y 500 euros. Aunque se dio el caso de empresas cooperativas que aportaron cantidades superiores. De ese modo, se logró concluir una película que adapta una novela y trata de una representación teatral en el interior de un polígono de fábricas. Y principalmente de la explotación y antropofagia de la clase obrera.

La conmemoración de la victoria sobre el nazismo en el contexto de la Tercera Guerra Fría

Alberto Betancourt Posada y Aldo Mier Aguirre Rebelión

El 9 de mayo se celebró el día de la victoria sobre el nazismo en un contexto de resurgimiento del neonazismo, una incipiente 3ª Guerra Fría (EEUU vs Rusia) y la formación de la superpotencia euroasiática Sino-rusa. El pueblo ruso realizó sin duda la mayor contribución a la derrota del fascismo y el nazismo; perdió 26 millones de personas, 11 millones de combatientes y sufrió la destrucción 2 100 ciudades y 30 mil industrias. La fuerza con la que la URSS resistió el mayor embate militar de la historia provino de su propia historia. Alexander Pushkin, ese prodigioso bisnieto de un príncipe etíope, llevado como esclavo a Rusia (lo que explica los rizos de su cabello) describió en su novela-en verso Eugenio Oneguin la historia de un hombre que decidió liberar a sus siervos, por lo que sus vecinos consideraron que había perdido la razón. En fecha posterior, en octubre de 1917 el pueblo ruso tuvo otro ataque colectivo de locura, cuando efectuó la gran revolución socialista que dio lugar a la fundación de la CCCP, federación de repúblicas soviéticas que resistió el embate nazi.

Ernst Mandel considera que tanto la primera como la segunda guerras mundiales fueron resultado de las pugnas interimperialistas e intercapitalistas ocasionadas debido a que la fase superior del capitalismo obligó a los estados nacionales a colocar sus capitales en el exterior, y a controlar regiones y sectores de la economía planetaria, para poder efectuar sus procesos de reproducción ampliada de capital. La revolución rusa ofreció en sus primeros años una alternativa al capitalismo, pero la formación de una rígida burocracia y la traición de los movimientos revolucionarios en España, Alemania y Francia, así como las purgas internas debilitaron al movimiento obrero internacional. El estallido de la 2ª guerra fue posible porque la burguesía internacional había obtenido triunfos contrarevolucionarios como la masacre de comunistas realizada por Chang Kai Shek, en Shangai, en China, España, el ascenso del fascismo en Italia y Alemania, la caída de la República española, el fracaso del Frente Popular en Francia y la derrota de la huelga general en Gran Bretaña. Fue en ese contexto que en 1941 el ejército nazi lanzó el más grande ataque militar de todos los tiempos para aniquilar a la URSS.

Los trabajadores soviéticos realizaron un esfuerzo extraordinario para derrotar al nazismo que había sentado sus reales en Italia, Alemania, Checoslovaquia, Austria, Hungría, Rumania, Polonia, Finlandia, Bélgica, Holanda y Francia. La tenacidad del pueblo ruso logró contener la ofensiva, replegarse organizadamente y resistir. Entre agosto de 1942 y juio de 1943, el pueblo soviético y específicamente rusos y ucranianos libraron y ganaron la batalla de Stalingrado que marcó el principal viraje de la guerra. En aquel momento el apoyo popular en la retaguardia fue crucial. Vasili Grossman narra en “Por una causa justa”, la intervención del minero Motorin en una asamblea: “Acabo de recordar que cuando yo era aún niño, el dueño de la mina donde trabajaba mi padre lo echó a la calle y mandó arrojar todas nuestras cosas del apartamento donde habíamos nacido mis dos hermanas y yo. Era otoño, como ahora... Llegaron los guardias, se congregaron algunos obreros... teníamos que marcharnos, pero dónde íbamos a ir si aquella era nuestra casa, la casa en la que habíamos vivido toda la vida... Cuando mi padre empezó a despedirse de la casa, lo miré y escuché sus palabras, de las que aunque ya tengo el pelo cano no he podido olvidarlas, sería imposible.... Camaradas comprenden a donde quiero llegar...” La asamblea acordó mejorar las cuotas de producción. Al igual que Motorin muchos trabajadores rusos estaban convencidos de que рабочая сила все переборет, всё преодолеет/“la fuerza obrera todo lo superará a todo se sobrepondrá”, Grossman, 2011 p771. Pese al estalinismo los trabajadores mantuvieron su voluntad de resistir. El esfuerzo fue heroico. Al concluir la guerra el régimen estalinista persiguió al propio movimiento obrero ruso y traicionó las revoluciones en Grecia e Italia. Pero, ¿como se recordó el día de la victoria en la Rusia post-socialista?

El pasado 9 de mayo Vladimir Putin se refirió al día de la victoria como un día sagrado y afirmó: hoy sabemos por documentos nazis que tenemos en nuestro poder que el estado mayor alemán pretendía esclavizar a una parte de la población y exterminar a otra. La victoria militar, afirmó, parió una nueva época libre de la tragedia. Una de las más graves amenazas del mundo actual, remató Putin lo constituye el surgimiento del neonazismo en el mundo. El diario Izvestia narró escenas del día del «Бессмертного полка», desfile inomortal en el que participaron 850 mil personas, muchas de las cuales, portaban retratos de sus familiares difuntos; fue un día lluvioso, mucha gente contaba historias con finales tristes, hubo muchas lágrimas. En la plaza Pushkin se transmitieron escenas de la película “Cuando pasan las cigüeñas”; un video reprodujo el momento histórico en que un locutor exclamó: «Фашистская Германия полностью разгромлена!»/La Alemania fascista ha sido completamente destruida. La gente recordó que en 1945 cuando se anunció la victoria muchas personas salieron a las calles llorando, se abrazaron y corearon hurras. En el desfile participaron uzbekos, tayikos, kirguises, armenios y georgianos.

Dice Perry Anderson en “Rusia Inconmensurable” (New Left Review 2014) que según Medvedev la elección de 1996 aparentemente ganada por Yeltsin y aplaudida por la Casa Blanca y Downing Street, fue ganada realmente por el comunista Zyuganov. Aunque, dice Anderson, a partir de ahí, Putin no ha requerido de fraudes electorales pues goza de una gran popularidad, aunque gobierna un país con una muy débil división de poderes y con presidencia dotada de superpoderes. Putin ha sido amigo de los empresarios. Mantiene el monopolio del gas pero solo el 49% del petróleo. Tiene impuestos más bajos que la mayoría de los países occidentales. Es menos violento que México y menos estatista que Brasil. Putin es consciente del repudio popular a la prikhvatizatsiya (la privatización que tiene cola que le pisen) de los noventas. Al expropiar Yukos y enfrentarse a Khodorkovsky mandó el claro mensaje de que permitiría el enriquecimiento pero no toleraría desafíos al estado. Su equipo desde que trabajaba con el alcalde de San Petersburgo lo integran neo-empresarios, agentes de seguridad, agentes financieros y abogados. Todos los políticos rusos han hecho dinero, pero Putin es una especie de gran árbitro entre millonarios y estatistas (siloviki). Según Gleb Pavlobski, citado por Anderson, Putin cree que fue una equivocación “dedicarnos a construir una sociedad justa en lugar de dedicarnos a hacer dinero”. Moscú ha abandonado cualquier pretensión de constituir una civilización alternativa al capital. Pero eso si, es un país celoso de su independencia y sus tradiciones.

Por nuestra parte podemos agregar que Rusia preocupa por las privatizaciones, el empeño por crear una burguesía nacional “a toda costa”, el autoritarismo, cierto aventurerismo militar y la fusión de lo político y lo religioso en un discurso nacionalista. En cambio Rusia refulge cuando: se opone al nazismo, defiende el derecho internacional, promueve el multilaterialismo y defiende la paz. Aunque sin duda, la mejor herencia del pueblo ruso la constituyen esos momentos en que se ha atrevido a “asaltar el cielo”, cuando en el pasado, como el Oneguin, de Pushkin, se “volvió loco” y puso en práctica los más radicales experimentos libertarios del siglo XX.

viernes, 26 de mayo de 2017

¿Quién teme a la competencia y quién vive del Estado?

Juan Torres López
El diario

Afirmar que las clases trabajadoras son los grupos sociales parasitarios que viven de los demás es un mito sin fundamento: son las grandes empresas y fortunas y los bancos quienes han asaltado los Estados y conquistado el poder que les permite vivir de rentas y no de la innovación y el riesgo.

Uno de los mitos económicos que con mayor éxito se han difundido siempre es el que vincula la mayor competencia con los intereses de las empresas y su defensa con la práctica de las derechas, mientras que a los trabajadores y a sus representantes, sindicatos o partidos de izquierdas, se les achaca el querer siempre vivir a expensas del Estado y de las rentas que generan los demás.

Parece mentira que después de tantos años de poder comprobar cómo funcionan en realidad las economías capitalistas se pueda decir algo así, pero lo cierto es que se dice a diario y con un extraordinario efecto de convicción.

Parece mentira porque lo cierto es que las grandes empresas no sólo no desean la competencia, que es el principal motor de los mercados eficientes, sino que son, por regla general, la primera causa de que desaparezca. No creo que se pudiera encontrar en todo el planeta una sola gran empresa que se precie y que no tenga un departamento orientado precisamente a combatir la competencia y, más concretamente, a tratar de influir de cualquier modo para que los gobiernos legislen de la manera que les sea más conveniente, concediéndole privilegios y más poder de mercado. Se podrían contar por miles las normas legales, desde las leyes más generales a las directrices más concretas, que han salido directamente de alguno de esos departamentos sin que en los parlamentos se haya podido modificar una coma en beneficio colectivo. Quien ha tenido alguna experiencia legislativa o de gestión lo sabe perfectamente.

La colusión y los acuerdos para acabar con la competencia son la regla precisamente porque esta es el mayor enemigo de las empresas que solo buscan ganar cada vez más dinero, puesto que allí donde hay más competencia los precios son más bajos y no se disfruta de beneficios extraordinarios. Por eso, las absorciones, las fusiones, los cárteles, los holdings... las diferentes formas de concentración y centralización del capital han sido siempre el hilo conductor del capitalismo y no hay un sector económico consolidado en donde la lógica imperante no sea la de cada vez menos empresas dominando el mercado. Mercado sí, pero sin competencia y bien protegido por las normas que el Estado promulgue al dictado de la gran empresa o de la banca.

El gran Adam Smith se dio cuenta muy pronto de ello y lo expresó con palabras tan sabias como bellas: "Rara vez se verán juntarse los de la misma profesión u oficio, aunque sea con motivo de diversión o de otro accidente extraordinario, que no concluyan sus juntas y sus conversaciones en alguna combinación o concierto contra el beneficio común, conviniéndose en levantar los precios de sus artefactos o mercaderías".

La competencia suele ser el caldo de cultivo de las innovaciones, del progreso y del lucro, pero la paradoja es que su efecto benéfico desaparece en la misma medida en que el afán de lucro creciente se impone y la destruye. Las empresas y bancos que quieren ser cada día más grandes y aumentar sin descanso sus cifras de resultados saben que es verdad lo que se ponía en boca del Nobel de Economía John Nash en la película Una mente maravillosa: "La competencia siempre produce perdedores". Por eso no la desean y luchan diariamente por acabar con ella.

A pesar de ello, como decía, el relato dominante es que las empresas y las derechas que defienden sus intereses buscan generalizar la competencia en los mercados mientras que los trabajadores solo quieren vivir de los demás.

Muchos datos reflejan que tampoco esto último es cierto, ni lo es ahora ni lo ha sido a lo largo de la historia.

En mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas menciono, por ejemplo, los resultados de diversas investigaciones realizadas por Anwar Shaikh y Ahmet Tonak que demuestran para Estados Unidos que quienes se "benefician" del Estado de Bienestar (que los liberales consideran como el mayor de los expolios) contribuyen a financiarlo a través de impuestos con cantidades mayores de las que suponen los beneficios que reciben. Y a conclusiones parecidas se ha llegado en otros países. Como en España, donde sabemos que las transferencias monetarias del Estado benefician en mayor medida a los grupos de mayor renta. Por no hablar de las ayudas estatales directas o indirectas de todo tipo que viene recibiendo los bancos y grandes oligopolios o, más sencillamente, las decisiones de gasto que toman los gobiernos sin otro sentido que proporcionarles negocio tras negocio. ¿Qué gran empresa, qué banco, qué gran fortuna existiría como tal en España sin la ayuda del Estado? Posiblemente sobrarían dedos de las manos para poder contarlas.

Afirmar que las clases trabajadoras son los grupos sociales parasitarios que viven de los demás no es solo un mito sin fundamento sino una contradicción en su propio término porque es materialmente imposible que se pueda crear cualquier tipo de riqueza sin el trabajo y lo cierto es que los propietarios del trabajo solo reciben una pequeña parte del valor total que generan con su colaboración de todo tipo en la producción.

Son las grandes empresas, los bancos y las grandes fortunas que se generan en su entorno quienes han asaltado los Estados y conquistado el poder que les permite vivir de rentas y no de la innovación y el riesgo, protegerse con normas y leyes que ellos mismos escriben y apropiarse de la riqueza de otros, limpiamente unas veces y corruptamente las más, como desgraciadamente estamos viendo día a día en nuestro país.

Dicho esto, no puede negarse, sin embargo, que si el mito se ha difundido hasta la saciedad es en cierta medida porque buena parte de las izquierdas y de la representación de las clases trabajadoras han tenido históricamente una evidente confusión sobre la realidad que hay detrás del capitalismo. Lo han vinculado equivocadamente con el mercado y no han sabido apreciar que, aunque parezca una paradoja, la competencia y la eficacia en la generación de riqueza son y deben ser perfectamente compatibles con la solidaridad, con el bienestar colectivo e incluso con la cooperación. Y han creído con demasiada frecuencia que los ingresos y la riqueza son una especie de don o que el progreso y lo revolucionario consiste en creer que todo es gratis.

Tercer artículo de la serie 'Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas'

Fuente: http://www.eldiario.es/zonacritica/teme-competencia-vive_6_640495979.html

No nos los podemos permitir ni social, ni económica, ni ecológicamente. Nos sale carísimo mantener a los ricos.

Luis I. Prádanos
El Salmón Contracorriente

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas. El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos.

El sistema legal, económico, político y cultural dominante que sufrimos promueve los comportamientos egoístas y predatorios. Se admira a quienes con más eficacia y de manera no recíproca vampirizan y acaparan la riqueza generada por ecosistemas o el trabajo de comunidades humanas. En un planeta finito y ecológicamente degradado, la acumulación de riqueza de unas personas es siempre a costa de la desposesión de otras.

Una sociedad sostenible y saludable debería, en cambio, dotarse de mecanismos que penalicen el abuso de lo común e incentiven aquellos comportamientos que mejoren la vida de toda la comunidad y regeneren el medio ambiente del que depende todo ser vivo (humano y no humano). Hasta que no comprendamos que la prosperidad, la seguridad y la felicidad solo se consiguen mediante colaboración, confianza y reciprocidad seguiremos atribuyendo la causa de la enfermedad a sus síntomas. Pensaremos, erróneamente, que las víctimas de un sistema perverso—y no el sistema en sí que funciona aplastando a cada vez más personas en beneficio de unos pocos privilegiados—son nuestro problema.

No conviene confundirse de enemigo: lo que resulta socialmente corrosivo y peligroso es la desigualdad y la asimetría de poder, no sus víctimas (las personas más vulnerables). Los que se apropian del bien común son los ricos y poderosos, no los pobres e inmigrantes. Solo hay que recordar que un puñado de personas que caben en un bar pequeño de barrio acaparan más riqueza que el 50% de la población mundial o que el 1% de los humanos dispone de tanta riqueza como el 99% restante. Con estas cifras en mente, nadie puede argumentar que a la sociedad le sale caro mantener a las personas en riesgo de exclusión social sin que suene a distorsión malintencionada de la realidad.

El dinero público y la riqueza generada por las personas trabajadoras no está subvencionando a los pobres, sino a los ricos. Los ricos se subvencionan devorando lo público y lo común (lo generado por la sociedad y por los ecosistemas) y reproducen su capital sin necesidad de trabajar (intereses, rentas, herencias, especulación). El trabajo y la riqueza, en cambio, lo crea la sociedad, no las macro-corporaciones o la adicción estructural al crecimiento económico (mucho menos la especulación financiera); dichos actores, de hecho, generan dinámicas que precarizan o destruyen tanto el empleo de calidad como el medioambiente del que depende todo ser vivo que habite nuestro planeta (incluidos los seres humanos millonarios).

Las personas vulnerables no quitan el trabajo a nadie. Realmente, además de la creciente automatización que sustituye al trabajo humano, es la dinámica del capitalismo neoliberal la que condiciona que no florezcan empleos de calidad necesarios para la reproducción y el mantenimiento de una vida humana próspera (en agroecología, diseño sostenible y biomímesis, economía ecológica, construcción de casas pasivas, energías renovables, ecología urbana y un largo etcétera).

En lugar de dar más poder a las corporaciones y a los dueños del capital (la falacia de que desregulando y privatizando lo público y facilitando la vida a las macro-corporaciones se crea empleo) deberíamos, por el contrario, tasar intensamente los bienes inmuebles y el capital a partir de cierto umbral (pues se trata de la riqueza que se reproduce rápidamente no solo sin necesidad de contribuir al bien común, sino acaparándolo y destruyéndolo), no el trabajo (la contribución, monetarizada o no, al bien común y la sostenibilidad socioeconómica) para, de este modo, reducir la desigualdad y subvencionar con lo recaudado una disminución general de las horas semanales de trabajo con salarios mínimos más altos para acabar con el desempleo, el estrés y la explotación laboral y medioambiental.

Ahora bien, la deliberación sobre qué trabajos son necesarios para la reproducción social y cuáles son social y ecológicamente indeseables debería ser decidido por la sociedad en su conjunto, no por la dinámica, facilitada por el poder estatal, de crecimiento económico a toda costa o por las corporaciones transnacionales cuyo objetivo no coincide, en la mayoría de los casos, con el bien común.

Obviamente, si se generasen debates abiertos entre el conjunto de los habitantes de una ciudad para decidir qué empleos hay que fomentar y cómo diseñar el espacio urbano, muy poca gente defendería la necesidad de endeudar masivamente a la ciudad y buscar inversiones extranjeras millonarias para construir autopistas o aeropuertos innecesarios y obras faraónicas disfuncionales que dejan infraestructuras monstruosas carísimas de mantener, deudas eternas, corrupción urbanística y degradación ambiental (estadios olímpicos, macro-casinos, expos, rascacielos). Estos proyectos siempre subvencionan, con dinero público, una dinámica de acumulación que beneficia a los que ya son ricos y generan un espacio urbano deplorable para los demás.

La mayoría de vecinas y vecinos preferirían, sin duda, espacios públicos a escala humana para el disfrute común y cotidiano, mucho más asequibles y fáciles de mantener, y que mejoren la calidad del aire y el agua, reduzcan el ruido y el estrés, favorezcan las relaciones sociales, y no dejen una mella en las arcas públicas: parques, huertos urbanos, zonas verdes y peatonales, bibliotecas y centros sociales, etc. Espacios donde la comunidad pueda encontrarse, sin necesidad de gastar y consumir, para jugar, enamorarse, charlar, hacer ejercicio o aprender y enseñar taichí, yoga, permacultura, carpintería, reparación de electrodomésticos, etc. ¿Cuántos niños y ancianos necesitan o van a usar un estadio olímpico que cuesta millones? ¿De qué manera va a mejorar dicha construcción el día a día de la ciudad para las personas de a pie? Un parque agradable es mucho mejor para la vida cotidiana, la salud y el bienestar, cuesta muy poco si se planea bien, es positivo para el medio ambiente y cohesiona la comunidad.

No nos podemos permitir a los ricos alimentando sus excentricidades, megalomanías y porfolios financieros a costa del bienestar social y ecológico. Que no nos engañen, los que sufren las consecuencias más dolorosas de este sistema perverso no son la causa del problema, sino sus víctimas. Equivocarnos al identificar las causas de nuestro malestar tiene el contraproducente efecto de enfrentar a los oprimidos y, en consecuencia, fortalecer al opresor. Centrarnos en las causas de los problemas, y no solo en sus síntomas, es el primer paso para intentar crear un sistema socialmente deseable, económicamente estable y ecológicamente viable.

Luis I. Prádanos. Academia.edu 

Fuente:
http://www.elsalmoncontracorriente.es/?Nos-sale-carisimo-mantener-a-los

No es verdad que cuanto más se gana más útil seamos, ver aquí.

jueves, 25 de mayo de 2017

Las bambalinas de la alta política contadas por un forastero prodigioso: Yanis Varoufakis. Adultos en la habitación

Una vez Yanis Varoufakis me compró un gin tónic. Y una vez su esposa me sirvió una taza de té. Y aunque evitó muchas de mis preguntas, como suelen hacer los ministros de Finanzas, nunca me mintió descaradamente. Y fui su presentador en dos eventos. Enumero estas transacciones por lo que estoy a punto de decir: Varoufakis ha escrito una de las mejores autobiografías políticas de todos los tiempos. Podría compararla a la de Alan Clark por su honestidad, a la de Denis Healey por sus ataques a antiguos aliados y, como manual para explorar los peligros del arte de gobernar, seguramente tiene la misma estatura que la biografía de Lyndon B. Johnson escrita por Robert Caro.

Sin embargo, el libro de Varoufakis sobre la crisis que ha marcado a Grecia desde 2010 hasta hoy se encuadra en una categoría propia: es la historia entre bastidores de la política de primer nivel contada por un forastero. Varoufakis comenzó como un outsider, tanto de la élite política como de la extrema izquierda griega, luego se metió dentro y acabó abandonándolo todo abruptamente después de que su antiguo aliado, el primer ministro griego Alexis Tsipras, le pidiera la dimisión en julio de 2015.

Varoufakis escenifica su dilema durante la crisis con una anécdota reveladora. Estaba en Washington para reunirse con Larry Summers, el antiguo secretario del Tesoro de los Estados Unidos y confidente de Barack Obama. Summers le preguntó a bocajarro: ¿Quieres estar dentro o fuera? “Los de fuera priorizan la libertad de contar su versión de la verdad. El precio es que son ignorados por los de dentro, que toman las decisiones importantes”, le advirtió Summers.

Los políticos electos tienen poco poder; el verdadero poder lo tienen Wall Street y una red de fondos de inversión, multimillonarios y dueños de medios de comunicación, y el arte de permanecer en la política es poder reconocer este hecho e intentar lograr hacer algo sin alterar el sistema. Ésa era la oferta. Varoufakis no sólo la rechazó, sino que al escribir sobre ella en detalle nos protege de la estupidez de las fantasías ocasionales de la izquierda de que el sistema construido por el neoliberalismo puede de alguna forma inclinarse o ceder ante nuestros deseos de justicia social.

En este libro, Varoufakis ofrece una de las descripciones más detalladas y precisas del poder moderno, un logro aún más importante que su deseo de justificar su propio accionar durante la crisis griega. Explica cómo se construye la red del poder moderno, con el agotamiento de haber pasado tantas noches en fríos hoteles y salas de reuniones mal iluminadas. Aris obtiene un préstamo del banco de Zorba; Zorba le perdona el préstamo, pero la empresa constructora de Zorba obtiene un contrato en un ministerio de Aris. Al hijo de Aris le dan trabajo en la cadena de televisión de Zorba, que por alguna razón siempre está en bancarrota y por eso no puede pagar impuestos; y así.

“La clave de estas redes de poder es la exclusión y la turbiedad”, escribe Varoufakis. A medida que se va intercambiando información sensible, “alianzas de dos personas se van vinculando con otras alianzas…involucrando a conspiradores que conspiran de hecho, sin ser conspiradores conscientes”. En el proceso de contar su historia, Varoufakis no sólo revela secretos, sino que son secretos gordos y jugosos.

Grabaciones en secreto en sus reuniones El primer secreto es que no sólo Grecia estaba en la bancarrota cuando la UE la rescató en 2010 –y que el rescate fue diseñado para salvar a los bancos franceses y alemanes– sino que Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo sabían; y sabían que sería un desastre.

Esta acusación no es nueva, fue lanzada en su momento por activistas de izquierdas y economistas de derechas contra la élite financiera. Pero Varoufakis la confirma con citas, algunas recogidas de cintas de conversaciones que grabó en ese momento sin que lo supieran los otros participantes.

Incluso ahora, dos años después de las últimas elecciones griegas, este libro trasciende el interés académico. Grecia sigue aplastada por una deuda de miles de millones de euros que no puede pagar. Por las decisiones que se tomaron en 2010 y 2011, al rescatar bancos privados y endosarles deudas enormes a los países europeos del norte, serán los contribuyentes franceses y alemanes los que acabarán pagando la deuda griega cuando inevitablemente sea perdonada.

La segunda revelación es que miembros de la familia de Varoufakis fueron amenazados violentamente cuando, con una multitud controlando las calles y plazas, él comenzó a alinearse con aquellos que denunciaban que el rescate era inviable. Varoufakis afirma que esas amenazas, que se efectuaron de forma anónima, por teléfono y con una calma oligárquica, fueron la causa de su salida de Grecia hacia Estados Unidos.

Como resultado, cuando regresó, mientras comenzaba a apoyar activamente al partido de izquierda radical Syriza, Varoufakis vivió la crisis como un outsider, pero en un sentido diferente. Cuando le pidieron que hablara ante la multitud que ocupaba la Plaza Síntagma en mayo-junio de 2011, recuerda: “La última vez que había hablado ante una manifestación había sido en Nottinghamshire, ante un piquete de mineros en huelga en 1984”.

Estaba a punto de unirse a un grupo de políticos de izquierdas —liderado por Tsipras y secundado por su jefe de Gabinete formado en Glasgow, Nikos Pappas— en la lucha por acabar con el neoliberalismo. Pero tenía poca experiencia en la izquierda griega organizada y ellos lo veían como un neoliberal.

El fracaso del órdago Los logros académicos de Varoufakis se habían basado en la aplicación de la teoría de juegos a la economía. Así que, cuando diseñó la estrategia de confrontación de Syriza, fue explícito: el enemigo tenía que creer que Syriza estaba preparado para incumplir pagos, o para salir de la zona euro, lo suficiente como para convencer a los poderosos de la UE de renegociar los préstamos que estaban por vencer y evitar que hicieran estallar el sistema bancario griego.

Esto funcionó, aunque el precio fue un gran retroceso retórico y la retirada del programa nacional de Syriza en febrero de 2015. Pero en julio falló porque, habiendo luchado y ganado la campaña emocional del referéndum, Tsipras eligió hacer concesiones ante la posibilidad de una guerra civil griega.

Entrevisté a Varoufakis la noche en que ganaron el referéndum. Parecía asombrado por la magnitud de la victoria (en el libro confiesa que esperaba una derrota) y seguro de que le daría a Tsipras las municiones para enfrentarse a Troika. Sin embargo, ahora está claro que los dos calcularon mal. Varoufakis entendió —por la autoridad del ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble— que Alemania no intentaría sacar a Grecia del euro. Para cuando hicieron justamente eso, dos semanas de bancos cerrados y desarrollo al borde del colapso habían llevado la apuesta a un todo o nada.

Cuando le echaron, Varoufakis se libró de tener “prontuario”, aunque el precio que pagó fue, una vez más, un autoexilio de la política activa en Grecia. Si, tal como parece posible, la situación escala hacia el desplome económico, su voz —junto con la de los comunistas veteranos antieuro que se separaron de Syriza— podría ser lo único que quede de una izquierda que pueda darle la batalla final al fascismo y la dictadura.

Pero yo sigo creyendo que Tsipras hizo bien en ceder ante el ultimátum de la UE y que Varoufakis tuvo parte de la culpa por la forma en que diseñó la estrategia “del juego”. Para Tsipras, y para la generación de exdetenidos y víctimas de torturas que reconstruyeron la izquierda griega después de 1974, permanecer en el poder como un escudo abollado contra la austeridad era preferible a entregarle el poder a un grupo de políticos mafiosos respaldados por una horda enardecida de jóvenes millonarios bien vestidos.

Al final, el gobierno de Tsipras resultó no ser un escudo muy efectivo para proteger a la clase trabajadora griega, pero sí al más de un millón de refugiados sirios que llegaron a las costas griegas en las semanas tras la rendición económica. Las fuerzas armadas griegas, el poder judicial y la policía están llenas de personas a quienes les encantaría ver hundirse las pateras y poder deportar en masa o encerrar a los supervivientes.

Aunque la forma en que Syriza manejó la inmigración masiva fue por momentos equivocada, en el momento crucial, de julio a diciembre de 2015, el gobierno de izquierdas de Grecia ofreció un refugio para aquellas personas que huían del terror y la destrucción. Un gobierno conservador y de derechas le hubiera dado a los sirios un recibimiento mucho peor.

En ese contexto, el relato de Varoufakis de la historia de Tsipras debe ser cuestionado. Varoufakis argumenta que Tsipras es propenso a la frivolidad, la melancolía y la indecisión y que está determinado a probar que no es “una estrella fugaz”. Pero a diferencia de Varoufakis, Tsipras construyó un partido capaz de vencer a la élite política que ha dejado a Grecia sin riqueza y sin credibilidad y ha sido capaz de gobernar. Tsipras —junto a Pappas, su jefe de Gabinete, a quien Varoufakis describe correctamente como muy influyente en los acontecimientos— construyó algo que él pensó que sobreviviría a una derrota.

Varoufakis construyó una reputación, no un partido. De hecho, el mundo de los partidos —de activistas apiñados contra las ventanas lluviosas de cafeterías suburbanas, de repartir folletos, de huelgas y manifestaciones anti-fascistas— está ausente en su libro.

Si la izquierda mundial, que estuvo de buena racha entre 2011 y 2013, quiere recuperar terreno, necesita líderes como Tsipras, que encuentren pensadores y ejecutores como Varoufakis y que los estimulen. Pero sobre todo necesita hablarle al pueblo en el idioma que nace de años de lucha para construir un partido y un movimiento.

Traducido por Lucía Balducci
Fuente:
http://www.eldiario.es/theguardian/Varoufakis-mejores-biografias-politicas-historia_0_640087101.html
https://open.spotify.com/embed/user/elpaissemanal/playlist/5DBfunuPk3faTn5BV6Grv4

_--NUESTRO CANTO. Inti Illimani - El pueblo unido jamás será vencido. Carlos Puebla, En esto llegó Fidel.



Libia. Preguntas sin respuestas.

Guadi Calvo

Libia es un territorio fragmentado por centenares de organizaciones armadas de todo cuño, sin liderazgos claros, y con laceraciones de todo tipo, producidas por la invasión perpetrada por la OTAN en 2011; casi como una ironía ahora la antigua patria del Coronel Gadaffi, parece tener la oportunidad de vengar de alguna manera tantas injurias. Es allí donde la Unión Europea (UE) necesita de manera desesperada cerrar la fisura abierta en el Mediterráneo central, por donde continúan filtrándose miles de refugiados a partir de puertos libios. Ya no solo para su seguridad, sino por su propia existencia como comunidad. Todavía, a más de tres años del estallido de la crisis de los refugiados, sin haber podido resolver las cuotas de acogida con que cada una de las 27 naciones de la UE tendrá que cargar, el campanazo del Brexit, y las amenazas de varios países de seguir a Londres, sumando a la expectante situación electoral en Francia, esta marejada lleva a la organización europea al punto del naufragio.

No pudiendo replicar en Libia, lo hecho con Turquía, que más allá de las continuas rispideces y amenazas del presidente Recep Erdogan, hace más de un año han logrado disminuir drásticamente el flujo hacía Grecia desde las costas turcas.

Obturada aquella salida, Libia y sus puertos se han convertido en la Meca de ciento de miles de refugiados que por diferentes caminos intentan llegar al sur de Italia. Este peregrinaje de desesperados se ha constituido en un monumental negocio entre traficantes de personas, patrones de embarcaciones, ONGs occidentales y políticos de las dos bandas del antiguo Mare Nostrum.

Solo con revisar las cifras de ahogados, en el intento del cruce, dan la idea de la magnitud de la catástrofe humanitaria y los cientos de miles que bregan por llegar a tierra europea. El año pasado fueron cerca de 5 mil los ahogados, casi 2 mil en lo que va de este, lo que llevan la cifra casi a 25 mil desde que se agravó la crisis hace cuatro años. En Libia actualmente hay más de un millón de personas llegados desde todos los rincones de África y Asía, intentado de alguna manera cruzar el Mediterráneo.

Para contener esa marea humana, la UE intentó establecer campos de acogida en Libia, pero el proyecto ha naufragado, como parece estar destinado todo en esa región.

Son tres las rutas que utilizan los traficantes para llevar a sus “clientes” a los puertos libios de Misrata, Sirte, al-Juma, Benghazi y Zouara: la primera entra directamente desde Argelia, y las otras dos desde Níger y Sudán, si o si, deben ingresar por Fezzan, la región fronteriza con Egipto, Sudán, Chad, Níger y Argelia, donde justamente la anarquía post Gadaffi es todavía más incierta y difícil de descodificar que en el resto del país. A la multiplicidad de conflicto, hay que sumarle los que pueden acarrear 5 mil kilómetros de frontera sin control alguno.

En la región de Fezzan operan bandas de contrabandistas, traficantes de personas, armas y drogas, además de dos milenarias tribus los Tuareg y los Tebus que ahora disputan la posesión de un territorio extremadamente rico en hidrocarburos, donde las plantas de la española Respsol y la italiana ENI acaban de ser tomadas.

A pesar de esta anarquía libia la UE persiste desesperada detrás de cualquier tipo de acuerdo, para tener un interlocutor con tal como sucedió en Turquía, cerrar ese amenazante derrame de desangelados.

A principio de esta semana en Roma, alentados por la UE, cerca de 60 jefes de los clanes del sur libio, aparentemente pactaron un acuerdo de paz para la región.

Al tiempo que alentados por Emiratos Árabes Unido (EAU) Egipto y Rusia, junto al jefe de la Misión de Apoyo de Naciones Unidas en Libia (UNSMIL), Martin Kobler, han organizado una cumbre en Abu Dabi, entre los dos de los líderes más relevantes para occidente: el primer ministro del Gobierno libio, Fayez Serraj, sin otro antecedente que haber sido el elegido arbitrariamente por Naciones Unidas para ocupar algo así como una presidencia con cabecera en Trípoli, que a más de un año de su instauración no ha podido extender su influencia a más de un par de calles de la sede de “gobierno”. El otro personajes es mucho más oscuro y controvertido, emergido de la guerra contra el coronel Gadaffi, el ex general libio y agente de la CIA Jalifa Haftar, comanda la fuerza militar más poderos del país conocida como el Ejército Nacional Libio (LNA) que respalda al gobierno con sede en la ciudad de Tobruk.

Según trascendió las conversaciones habrían avanzado positivamente. Incluso se ha mencionado que se podría llamar a elecciones presidenciales y legislativas antes de marzo de 2018. Además dicho acuerdo incluye la integración de las diferentes facciones armadas, bajo un mando unificado a cargo de un fortuito “Consejo Presidencial”.

Otros puntos del documento, que todavía los interesados no han firmado, refiere a la necesidad de generar un proceso de reconciliación nacional, que los ciento de miles de desplazados internos puedan volver a sus lugares de origen y encarar una lucha a fondo contra el terrorismo. Un término bastante vacuo en Libia, ya que todas las facciones involucradas tratan de tal a sus rivales.

El acuerdo entraría en funcionamiento apenas Serraj y Haftar lo firmen aunque hasta ahora esa firma parece bastante lejana. Más allá de las ilusiones de la UE por encontrar una figura con ciertos visos de legalidad con quien acordar la cuestión refugiados, sería interesante preguntarse cómo se homologaría este acuerdo con las cientos de bandas fuertemente armadas, con proyectos propios, algunos más fundamentalistas, otros simplemente anárquicos que han conseguido vivir del saqueo, el secuestro y la extorsión. Poner en caja esta multitud de organizaciones significa agregar un nuevo frente de conflicto armado a los muchos que ya existen en Libia.

Por lo que la perspectiva de un acuerdo entre dos (Trípoli-Tobruk) de las tres (Benghazi) virtuales capitales del país, es o bien ingenuo o mal intencionado. Generar un acuerdo con un gobierno títere al modo de Afganistán o Irak, con quien negociar la cuestión de refugiados y llegado el caso apoyar militarmente para barrer cualquier foco “terrorista”.

En ese improbable, sinuoso camino hacia la reconciliación libia que intenta iniciar la UE, parecen olvidar de hacer jugar a poderosos factores político y militares del país como la fuerza encabezada por el ex primer ministro Jalifa Gwell, quien ha intentado un golpe contra Serraj en Trípoli, que sigue acumulado el apoyo de diferentes bandas armadas operativas en el oeste y la propia capital de Tripolitana.

Entre los grupos que apoyan a Gwell se encuentra el grupo Sala de Operaciones de los Revolucionarios de Libia (SORL) y la milicia vinculada al gran muftí del país, Sadek al-Ghariani, al que acompañan grupos armados de la ciudad de Misrata y las brigadas de defensa de Benghazi.

Al-Ghariani ha decretado una fatua de diez años de yihad, contra el gobierno de Serraj, por lo que se hace poco probable que puedan ser parte del posible acuerdo de Abu Dabi. Mientras que en Trípoli, más allá del formal apoyo europeo, se vive de manera miserable con carencias de todo tipo: casas inhabitables, cortes de energía eléctricas de hasta 18 horas, sin agua corriente, alimentos escasos y una grado de inseguridad tan alarmante que prácticamente no hay ninguna clase de actividad. La mayoría de las escuelas están cerradas; tanto niños como mujeres evitan salir a las calles por temor a ser secuestrados. En los hospitales faltan insumos y los bancos apenas funcionan, con escaso dinero y menos actividad comercial. Tanto disparos como explosiones se escuchan de manera permanente en la ciudad sin que se sepa nunca que grupos son los que se están enfrentado. Mientras que los señores de la Guerra digitan todo, acaparando los pocos recursos económicos que genera la antigua capital de Libia.

El Sur también existe
Si como hemos visto la cuestión en el norte del país y la codiciada franja costera no está para nada clara, mucho más anárquica es hasta ahora el sur libio.

Fezzan, la región habitada por dos antiguas y míticas tribus nómadas de guerreros y comerciantes los Tebu y los Tuareg, está cruzada por la franja del Sahel, por donde hoy transitan diversos movimientos integristas vinculados a al-Qaeda y al Daesh, como la última gran formación wahabita, el Jamaat Nasr al Islam wa al Mouslimin, (Frente de Apoyo al Islam y a los Musulmanes). La región cuenta con grandes yacimientos de petróleo, al tiempo que con numerosos y ricos oasis.

Durante la última semana de abril, Hafter ha bombardeado la prisión y la base militar de Tamanhit en la ciudad de Sebha, provocando al menos cien muertos. Las tribus de Fezzan han resistido a los embates de las fuerzas de Hafter, ayudados por milicias llegadas desde Trípoli (pro ONU) y de la ciudad, cuasi independiente de Misrata, el principal puerto comercial del país y la fuerza más fuertemente enfrentada a Hafter.

Este último ataque del ejército de Tobruk a la ciudad de Sebha fue con el propósito de fortalecer sus posiciones en la discusión que tendría apenas horas después con Serraj, aliado de Sabha.

Hafter y su armada controla cerca de la mitad del país y mantiene abiertos otros dos frentes de guerra, uno en Benghazi, segunda ciudad en importancia de Libia, y el otro contra la ciudad de Derna, próxima a la frontera con Egipto, bastión clave de los fundamentalistas wahabitas.

Una de las preguntas que flotan en el aire sin que nadie conteste es que se ha hecho de los miles de combatientes del Daesh, que hace ya varios meses debieron abandonar su enclave en Sirte. Si abrirán un nuevo frente o venderán sus servicios a algún señor de la guerra. Una pregunta tan difícil de hacer como de contestar, y mucho menos de imaginar para los burócratas de la Unión Europea.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Reflexiones para la memoria histórica. El cuidador de huesos.

La otra versión (Interviú)


Santiago Carcas Cuartero, zaragozano de 55 años, es de esas personas que impresionan a primera vista: recio, de blanca cabellera, conversación pausada y marcado acento aragonés; de esas personas que parecen francas desde el principio, que no hablan de lo que ignoran y que brindan una solución para los desastres. Lo suyo es la memoria histórica y una de sus máximas es que las exhumaciones de las víctimas de la represión franquista (las pocas que se siguen haciendo en España) se hagan bien, en condiciones óptimas, con el objetivo único de devolver a las familias los restos de sus fusilados. Es decir, debe primar la identificación, si no no merece la pena exhumar, salvo muy contadas excepciones.

Dice Santiago Carcas, presidente de la Asociación por la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo (ARDF), que muchas veces los trabajos de recuperación de los restos se hacen rematadamente mal, algo que no trasciende, por lo general, a la opinión pública ni siquiera a los familiares de los fusilados.

Al hablar de los desastres de las exhumaciones, no puedo dejar pasar la oportunidad para referirme una vez más a la chapuza de las exhumaciones masivas llevadas a cabo en el cementerio de San Rafael de Málaga, entre 2006 y 2009, un asunto feo y doloroso para miles de familias que no se pudieron llevar a los suyos para enterrarlos en condiciones porque nunca se llegaron a identificar los restos. Con el apoyo de la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Málaga y la Universidad de Málaga, se sacaron de las fosas del cementerio los restos de casi 3.000 represaliados de los cerca de 5.000 que constan inhumados en fosas comunes en el camposanto malagueño. Esos restos fueron depositados en una gran urna, sobre la que se erigió una pirámide a modo de monumento. Según iban sacando los huesos, los fueron acumulando en casetas sin ventilación; muchos quedaron al aire libre, a merced de la lluvia y de los perros. Lo han denunciado personas que estuvieron allí, familiares y voluntarios en los trabajos de exhumación.

Pero volvamos a Santiago Carcas y a su asociación, creada en 2010, y con sede en Castellón, A Coruña y Zaragoza. La ARDF DESAPARECIDOS ha publicado el primer manual con directrices para proceder con garantías en las exhumaciones de restos de fusilados. “Me preparé a conciencia para mejorar el trato que se le daba a los restos mortales de las víctimas del franquismo, que todavía siguen siendo tratados como huesos, sin dignidad. La técnica científica de la que se presume deja mucho que desear. Ver en directo las exhumaciones es para las víctimas del franquismo vivas algo importantísimo, pero ellos desconocen las consecuencias que tiene el que envuelvan a sus familiares con papel de periódico y en plásticos; eso es algo que perjudica por entero el hallazgo de ADN viable para la identificación, que queda contaminado”, me cuenta el presidente de ARDF.

Cuando en 2015 se intentó localizar los restos de Miguel de Cervantes en la Iglesia de las Trinitarias de Madrid, Santiago me hizo una confesión: “Me muero de envidia. Cómo me gustaría que para intervenir en fosas comunes se siguiera el mismo protocolo”. Este experto tiene claro que las cosas se pueden hacer mejor. “No puede haber muertos de primera y muertos de segunda categoría. Para la localización de algunos ilustres españoles, como Cervantes –y a sabiendas de que no se sabía dónde se hallaba–, se usaron todas las protecciones posibles, como no puede ser de otra manera: guantes quirúrgicos, mascarillas, etc. Sin embargo, para las víctimas del franquismo no importa en qué condiciones se extraen los restos, incluso se dejan a la intemperie antes de extraer muestras para las analíticas de ADN”.

El dilema es este: ¿Es preferible exhumar a los fusilados pese a no identificarlos después con tal de sacarlos de las vergonzosas fosas franquistas? Los miembros de ARDF DESAPARECIDOS tienen claro que no, que el objetivo de la exhumación debe ser siempre intentar identificar a quién pertenecen esos restos y devolverlos a los familiares. “Ese es el espíritu de la Memoria Histórica, el de la reposición ­–dice Carcas –. Se ha desvirtuado ese espíritu. Existen algunas asociaciones que exhuman a troche y moche, ofertando cursillos que pagan los voluntarios, recibiendo subvenciones europeas. Son una especie de cazadores de huesos, que no respetan la dignidad de las restos. Estas entidades han llegado a publicar incluso fotos donde se detecta la mala praxis. Eso nos avergüenza y entristece a los que nos dedicamos en serio a esto, a los que llevamos buena parte de nuestra vida luchando por la reparación”.

En 1987 fue abierta la fosa común del cementerio del pueblo zaragozano de Mallén, donde se hallaban tres hermanos de la familia Pérez Matute. Dos años después, en otra exhumación en Pedrola, una localidad cercana, apareció Emilia, hermana de los anteriores. La familia estaba casi al completo. Todos ellos eran hermanos de la abuela de Santiago Carcas, Felisa, esposa del alcalde socialista de Boquiñeni (Zaragoza). “Es una historia muy triste, como la de millones de represaliados, que durante décadas se negaron a hablar, a contar a sus descendientes el horror vivido, perpetuando, a su pesar, el relato de los vencedores. Yo estuve grabando en vídeo a mi tía Mercedes y a mi madre y otros parientes, y así fui recuperando un relato, nuestra historia familiar y un retazo de la historia de España”, dice Carcas.

El otro día Santiago me dejó un mensaje: “No te lo vas a creer, Ana, pero ayer mismo hallé a otro hermano de mi abuela, también fusilado en Mallén: Máximo Pérez Matute. Pero no sé dónde está enterrado, no aparece en ningún papel”. Estaba ilusionado Santiago. Lleva mucho tiempo intentando recomponer esa historia familiar a través de archivos, partidas de nacimiento, de defunción, de bautismo, etc. “Mis tías mayores, las hermanas de mi madre, estuvieron en la cárcel de Torrero (Zaragoza), tendrían 14 y 15 años, les cortaron el pelo al uno. Las hijas pequeñas de mi abuela Felisa, mi madre incluida, han crecido sin poder contar la totalidad de aquella barbarie. Nadie quería hablar, nadie quería preguntar”.

Santiago Carcas es técnico en exhumaciones; ha estudiado, sin llegar a licenciarse, antropología y arqueología y un máster en Genética en la Universidad Complutense de Madrid. Su colaboradora Ángela Piñeiro, secretaria general de la asociación, es además médica genetista. “El secreto del éxito de nuestra asociación es que somos un grupo de técnicos, sabemos lo que hacemos. Hay especialistas con cargos dentro de la asociación, como son Begoña Hermida en Galicia, Mariví Pastor en Aragón, Laura Gil en Castellón, Nuria Martínez en Valencia. Hemos participado, y seguimos haciéndolo, en el asesoramiento de los distintos anteproyectos de Ley autonómicos referentes a Memoria Democrática, ya creados o que lo serán próximamente, como son los casos de Valencia, Castilla la Mancha, Aragón, Gran Canaria y Galicia”.

Desde 2012, la Asociación para la Recuperación de los Desaparecidos en el Franquismo ha participado en una docena de trabajos en fosas comunes en Aragón, La Rioja, Castilla la Mancha y Teruel. Eran los tiempos en los que había dotación presupuestaria para la Ley de la Memoria Histórica. Pese a que el gobierno no pone un euro para exhumaciones, a la ARDF DESAPARECIDOS no le falta el trabajo: “Hemos asesorado al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y al Cabildo, y tenemos pendiente una solicitud de exhumación en el cementerio de la ciudad. También hemos localizado posibles fosas comunes, como la del municipio de El Toro en Castellón; estamos prospectando la zona de los Barrancos de Castellón en busca de evidencias del genocidio franquista. Tenemos investigadas y preparadas para su exhumación tres fosas comunes en Guitiriz (Lugo) y en San Vicente de Fervenzas y Vilarraso en A Coruña, a la espera de que los políticos de turno se dignen a colaborar para poder recuperar a las víctimas del franquismo”.

Queda mucho por hacer. Sirva este pequeño homenaje a los que, como Santiago Carcas, se empeñan en remover la tierra para rescatar del olvido a los que un día desaparecieron por sus ideas democráticas.

Fuente:

http://blogs.interviu.es/laotraversion/2017/05/04/el-cuidador-de-huesos-reflexiones-para-la-memoria-historica/

El IRPF y la campaña de la cruz.

Antonio Gómez Movellan

La conferencia episcopal está divulgando spots y videos en las redes sociales para animar a los católicos a poner una cruz en la casilla del IRPF. La iglesia católica utiliza el dinero del IRPF, según la memoria que la propia Iglesia presenta, para pagar al clero, para pagar gastos burocráticos de las diócesis y algunos otros gastos diversos como la televisión 13tv. Pero la realidad es que el Estado español, tras 40 años de Estado que se dice aconfesional, sigue financiando íntegramente lo salarios del clero diocesano. La Iglesia dice que esta recaudación es libre ya que, libremente, los ciudadanos pueden poner o no poner la cruz. En verdad la propia Iglesia Católica, en los acuerdos del año 1979, se había comprometido a autofinanciarse y no depender del Estado. Es un incumplimiento de los Acuerdos con la Santa Sede pero estos acuerdos constituyen la barricada que garantizan los privilegios de la iglesia católica, privilegios más propio de un Estado católico que de un estado aconfesional.

Una de las justificaciones que utiliza la iglesia católica para animar a poner la cruz en la casilla del IRPF es la caridad. La acción caritativa de la iglesia es tal, se argumenta, que la iglesia católica ahorra mucho dinero al Estado. Argumento mentiroso y falaz. En primer lugar, se debe subrayar que la situación en España es alarmante. Alarma que ha venido desde la propia OCDE, que en su último informe alerta sobre el hecho que el crecimiento no disminuye ni la pobreza ni la desigualdad en nuestro país. Pretender que a través de la caridad se resuelven estos gravísimos problemas sociales es una utopía. En realidad cuanta más caridad hay en una sociedad menos solidaridad y prestaciones sociales existen. Pero, además, la caridad constituye un grandísimo negocio y en el que la iglesia participa a fondo. La iglesia con el cuento de la caridad recauda centenares de millones de euros de todo tipo de administración (locales, del Estado y de la Unión europea). La inspección de Hacienda y las autoridades responsables en luchar contra el fraude deberían entrar a saco en estas organizaciones y fundaciones ya que muchos analistas sospechan que el famoso caso del chiringuito financiero Gescartera -donde decenas de órdenes, diaconías y fundaciones religiosas estaban involucradas- solo era la punta del iceberg del uso de fondos públicos por parte de las fundaciones religiosas.

Uno de los problemas que existen en España, desde siempre, es que en vez de imitar lo civilizatorio se busca una introspección hacia lo reaccionario: el famoso “que inventen ellos” de Unamuno. La ley francesa de 1905 de separación de iglesia estado en su artículo 2 establece claramente lo que es un Estado laico "La Republica no reconoce, ni paga salarios ni subvencionada a ninguna religión”. Todo lo contrario de lo que pasa en nuestro país donde el Estado no solo da un reconocimiento oficial a la iglesia católica también paga a su clero y financia muchas de sus actividades de adoctrinamiento. Es lamentable que en cualquier acto oficial, de cualquier institución oficial siempre haya algún cura sentado en lugar prominente pero lo más lamentable es que en los propios actos religiosos más relevantes siempre haya un cargo público o algún militar flanqueando a tal o a cual obispo. En España, por una vez, hemos inventado algo mágico: ¡un estado aconfesional que financia a la iglesia católica y paga los salarios del clero!