martes, 10 de octubre de 2023

En busca de la hegemonía militar y cultural Barbie y la era nuclear


Stills from ‘Barbie’ and ‘Oppenheimer’

Stills from ‘Barbie’ and ‘Oppenheimer’ | Photo Credit: Warner Bros. and Universal Pictures

En 1945, en el seco y soleado suroeste de Estados Unidos, se produjeron dos acontecimientos que alterarían el curso de la historia. Uno fue la prueba Trinity, la primera detonación nuclear del mundo y el momento que llevaría a Robert Oppenheimer a pronunciar una cita del Bhagavad Gita: «Ahora me he convertido en la Muerte, la destructora de mundos». El otro fue la fundación de [la empresa estadounidense de juguetes] Mattel.

La coincidencia de las fechas de estreno de las películas Oppenheimer y Barbie provocó un frenesí entre el público cinéfilo precisamente porque parecen muy opuestas. Y sin embargo, en el fondo, ambas comparten más de lo que muestra la cámara: son historias de Estados Unidos en guerra –-una guerra definida por el éxito de Oppenheimer y sus colegas, y que a su vez define a la muñeca más vendida. El mundo en el que nació Barbie, y del que se convertiría en símbolo y soldado, no existía antes de la primera detonación nuclear en la madrugada del 16 de julio.

Para quienes se encontraban en el emplazamiento de la prueba Trinity, la gravedad de lo presenciado fue evidente desde el primer momento. Como William Laurance, un periodista del New York Times seleccionado por los militares para cubrir el evento, dijo emocionado: «Uno se sentía como si hubiera tenido el privilegio de presenciar el nacimiento del mundo, de estar presente en el momento de la Creación, cuando el Señor dijo: ‘Hágase la luz'». Había dado comienzo la era nuclear.

A partir del Proyecto Manhattan, la guerra, la economía y la relación entre ambas quedarían profundamente alteradas. La consiguiente carrera de armamento nuclear sentaría las bases de la Guerra Fría, dotando a la lucha ideológica entre el capitalismo estadounidense y el comunismo soviético de un peso existencial. Como la amenaza de destrucción mutua asegurada obligaba a las dos superpotencias a abandonar el conflicto directo y competir por el poder de otras maneras, EE.UU. utilizaría cada vez más su economía como arma de guerra.

En 1951, el sociólogo David Reisman publicó un relato ficticio de una campaña de bombardeo estadounidense contra los soviéticos llamada «Operación Abundancia». Apodada «La Guerra del Nylon», la campaña imaginada por Reisman no incluía bombas, sino el bombardeo aéreo del país comunista con medias de nailon, paquetes de cigarrillos, yoyós y kits de peluquería caseros. Era, escribió, «una idea de una simplicidad apabullante: si se permitía al pueblo ruso probar las riquezas de América, no toleraría durante mucho tiempo a unos gobernantes que le ofrecieran tanques y espías en lugar de aspiradoras y salones de belleza”.

En cierto sentido, era la conclusión lógica de una sinergia económica generada durante la Segunda Guerra Mundial y personificada por el Proyecto Manhattan. Con un coste que superaba los dos mil millones de dólares (equivalentes a más de 30.000 millones en la actualidad), el proyecto implicó una colaboración sin precedente entre el ejército y sectores civiles como la manufactura y las instituciones académicas. Este espíritu colaborativo sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y potenció que el incipiente complejo militar-industrial se expandiera rápidamente durante la Guerra Fría.

El aumento vertiginoso del gasto en defensa generó nuevas industrias y puestos de trabajo, impulsando un período de prosperidad y ampliando rápidamente la clase media de EE.UU. Los estadounidenses, que salían de décadas de depresión y racionamiento de guerra, estaban preparados para consumir como nunca antes. Y la siempre presente amenaza de un ataque nuclear generó una actitud defensiva en torno al American Way of Life –una vida caracterizada en gran parte por la posesión de objetos materiales. La “libertad» se convirtió en el derecho a consumir libremente; el consumo se convirtió en un deber patriótico, un medio no sólo de lograr la realización personal, sino también de fortalecer la economía nacional y mantener a raya a los comunistas.

A medida que los estadounidenses con el bolsillo lleno se apresuraban a engalanarse con los lujos del Sueño Americano, las mismas empresas que fabricaban esas riquezas materiales se dedicaban a producir materiales de guerra. Los creadores de bienes de consumo se basaron en la experiencia de la fabricación militar y las innovaciones de los tiempos de guerra inundaron la sociedad de productos de consumo. El plástico, cuya producción se había cuadruplicado durante la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en la savia de una nueva era de producción en masa.

Aprovechando el auge de la posguerra, tanto de materiales de fabricación baratos como de bebés, la industria del juguete estadounidense se disparó. Los niños, más que nunca, se habían convertido en un consumidor demográfico por sí mismos: entre 1939 y 1953, el valor total de la industria creció de 86,7 a 608,2 millones de dólares.

En 1955, la aún joven Mattel tomaría dos decisiones que la impulsarían a la vanguardia de la industria. Con una medida que revolucionaría la publicidad de juguetes, la empresa acordó patrocinar el show del Club de Mickey Mouse, promocionando su nombre y sus productos directamente a un público infantil. Y contrataron al ingeniero de Raytheon Jack Ryan, diseñador de los misiles teledirigidos Hawk y Sparrow, como director de investigación y desarrollo. Contratado por “experiencia en la era espacial”, Ryan permanecería en la empresa durante veinte años, desarrollando una serie de juguetes perdurables como la muñeca Chatty Cathy y los coches de colección Hot Wheels. Pero el diseño por el que más se le conoce –cuyo nombre figura en los títulos de la mayoría de sus obituarios– es el de la muñeca Barbie.

Aunque Ryan realizaría importantes mejoras en la construcción de Barbie, su esbelta figura rubia fue modelada a imitación de la muñeca alemana Bild Lilli, un objeto humorístico para adultos que había llamado la atención de la cofundadora de Mattel, Ruth Handler, en un viaje a Europa. El personaje de Lilli en el que se basaba dicha muñeca procedía de una tira cómica creada para el número inaugural de Bild, un tabloide de extrema derecha fundado en Alemania Occidental en 1952 y tan dedicado a la lucha contra el comunismo que las autoridades de Alemania Oriental crearían su propio tabloide para contrarrestar la propaganda de Bild.

Lilli era una creación esencialmente capitalista, una cazafortunas que se las arreglaba en el mundo de la posguerra seduciendo a hombres ricos. Su apariencia era parte integrante de este objetivo. A menudo aparece dibujada en diversos estados de desnudez; por ejemplo, sujetando un periódico sobre su cuerpo desnudo y acompañada del diálogo «nos peleamos y se llevó todos los regalos que me había hecho». Aunque los creadores de Barbie eliminaron este trasfondo (y finalmente esa muñeca dejó de producirse), el cuerpo de Lilli, producto de las condiciones socioeconómicas en las que fue creada, permanecería intacto.

Lilly representaba el tipo de chica que podías conseguir si eras rico. Personificaba –como personaje y como producto– un consumismo que se alineaba con los objetivos políticos estadounidenses en Alemania Occidental. Desde 1948 Alemania Occidental había estado recibiendo asistencia estadounidense bajo el Plan Marshall, una iniciativa que pretendía revitalizar las economías de la Europa Occidental diezmadas por la guerra. El plan estaba diseñado, al menos parcialmente, para limitar y socavar el poder soviético en la región, asegurando el atractivo del capitalismo para sus habitantes. En un lenguaje paralelo al de Reisman en Operación Abundancia, el político republicano que pronto sería Secretario de Estado, John Foster Dulles, declaró en referencia a la necesidad del Plan: «La única manera en que se puede reunificar Alemania es creando unas condiciones en el oeste de Europa que sean tan atractivas, que susciten tal atracción en el este, que los soviéticos sean incapaces de mantener el control de la Alemania del Este”.

En 1959, el año del lanzamiento de Barbie, Estados Unidos necesitaba más que nunca reafirmar su supremacía económica. En 1948 seguía siendo la única potencia nuclear del mundo y disfrutaba de las prebendas de una floreciente economía posbélica, mientras que la URSS se estaba recomponiendo de la destrucción causada por la ocupación nazi. Pero a finales de la década de los 50 los soviéticos lograron una serie de éxitos científicos y económicos sin equivalente en EE.UU. Preocupado por si dicho éxito hacía al modelo soviético más atractivo para el mundo en vías de desarrollo, el entonces presidente Eisenhower se puso a la cabeza de una ofensiva psicológica para socavarlo.

Las dos naciones organizaron una especie de intercambio cultural en 1959 –una Exposición Nacional Estadounidense en Moscú y una Exposición Soviética en Nueva York– supuestamente con la intención de fomentar la comprensión y colaboración mutuas. Pero el verdadero objetivo de EE.UU., que no puso límite a sus exhibiciones de coches, moda, innovaciones domésticas y otros, era ilustrar a los ciudadanos de la URSS sobre la abundancia de consumo que estaba teniendo lugar en el capitalismo americano. Esta exhibición, esperaban los estadounidenses, vendería a los soviéticos el sueño americano y les convencería de que su propio gobierno –y el sistema económico que representaba– les estaba fallando.

Hasta qué punto la Exposición consiguió alcanzar sus objetivos continúa siendo objeto de debate. Pero las demandas de consumo eran ciertamente causa de creciente preocupación para los líderes soviéticos. Alrededor de esta época, el gobierno empezó a recoger datos sobre preferencias e inclinaciones de consumo, llegando a crear una partida para consumo familiar con prestaciones para comprar objetos como neveras y televisores. El entonces primer ministro Nikita Kruschof, sin dejar de hacer hincapié en una economía soviética basada en la defensa y la industria pesada, prometió en repetidas ocasiones que el consumo per cápita en la URSS superaría al de Estados Unidos.

“Hagamos que los rusos deseen lo que nosotros tenemos”, escribió el empresario industrial Norman Winston, que actuaba como asesor especial en la Exposición, haciéndose eco una vez más de la lógica de Operación Abundancia. “Que se lo pidan a gritos a sus dirigentes. Y que el clamor sea tan fuerte que exija respuesta. Tal vez entonces los líderes rusos, para mantener contento a su pueblo, desvíen algunas de sus instalaciones de fabricación de armas a la producción de muebles, batidoras eléctricas y casas prefabricadas”.

Lanzada al mercado meses antes de la inauguración de la Exposición Nacional Estadounidense en Moscú, Barbie –y su enorme variedad de ropas y accesorios– era un símbolo oportuno de “lo que tenemos”, un icono del consumo que la exposición se había esforzado tanto en vender. Entre 1959 y 1976 se pusieron a la venta alrededor de 43 juegos de Barbie, 32 conjuntos de mobiliario y 16 vehículos, y en EE.UU. Mattel comercializaría la friolera de 1179 trajes: 656 para Barbie más otros para Ken, Skipper, la prima Francie y otros miembros del universo Barbie. Como dijo [la revista] Business Week en 1961: «No son las muñecas, es la ropa».

Su complejo vestuario, que incluía atuendos como el “conjunto para picnic”, “la compradora urbana” o la “Barbie-coa” (indumentaria para barbacoas) tenía como meta enseñar a las chicas de clase media cómo vestir en determinados lugares, una función en la que hacía hincapié la estrategia de mercadotecnia de Mattel: “[Nuestro objetivo es] convencer a mamá de que Barbie convertirá a su hija en una ‘señorita elegante’ a partir de una niña burda, desaliñada, y posiblemente masculina». Debemos subrayar los detalles de los vestidos y el modo en que pueden enseñar a una niña vulgar a usar complementos». Se trataba, en otras palabras, de una herramienta para producir la próxima generación de consumidores estadounidenses, difundiendo la noción de que la clave de la felicidad era tener más, más, más.

Barbie nunca llegó a estar a la venta en la Unión Soviética. Su debut en Rusia se produciría en 1992, coincidiendo muy de cerca con la disolución de la URSS. Un titular del L.A. Times proclamaba en relación con su llegada: “La jovencitas sueñan con tenerla, los padres con poder pagarla”; su importancia en el imaginario estadounidense como símbolo de la supremacía de EE.UU. no se había visto empañada por el paso del tiempo.

En la actualidad Barbie supone alrededor de una tercera parte de los 5.000 millones de dólares de las ventas anuales de Mattel. Representa, en palabras del antiguo presidente y director ejecutivo de la compañía, Jill Barad, una “marca poderosa a escala mundial”. Con su debut cinematográfico, su espíritu consumista se muestra en todo su esplendor con una serie impresionante de marcas colaboradoras, que van más allá de las evidentes marcas de ropa, de esmalte de uñas o de patines hasta incluir desde productos de bollería hasta cepillos de dientes, pasando por videoconsolas, velas… la lista no tiene fin.

A lo largo de sus 64 años de existencia, el significado político y cultural de la muñeca Barbie ha eludido cualquier interpretación sencilla. Se la ha promocionado como modelo de mujer independiente y vilipendiado como vendedora de estándares de belleza imposibles. Se la ha considerado un icono feminista y tachado de fantasía sexista. Pero una cosa es cierta: Barbie es una capitalista. Su objetivo básico no es empoderar a las niñas ni mantenerlas sometidas a la mirada masculina. Su objetivo es, sobre todo, hacerlas consumir: muñecas, ropa, zapatos, casas de ensueño. Se trata de inculcarles respeto por lo material: en resumen, vender el sueño americano, preservar el American Way of Life. 

lunes, 9 de octubre de 2023

Katalin Karikó, la investigadora húngara que fue ignorada y degradada, y acabó ganando el Nobel de Medicina

Katalin Karikó

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Katalin Karikó es la decimotercera mujer en ganar el premio Nobel de Medicina.


Pasó gran parte de su carrera buscando el apoyo de la comunidad científica a sus investigaciones.

Pero debió enfrentarse al exilio, primero, y luego a la indiferencia de muchos de sus colegas, que la degradaron en su trabajo e, incluso, la jubilaron antes de tiempo.

Sin embargo, esta semana fue reconocida con el premio más prestigioso a nivel mundial: el Nobel de Medicina.

El galardón -compartido con el inmunólogo Drew Weissman- premia sus estudios sobre el ARN mensajero que fueron clave para el desarrollo de las vacunas contra la pandemia de covid-19.

Aquí te contamos su historia.

Interés temprano por la ciencia (y las plantas)
 
Katalin Karikó nació en Hungría en enero de 1955, cuando el país estaba bajo la influencia soviética.

La investigadora creció en Kisújszállás, un pequeño pueblo de 10 mil habitantes, donde su padre trabajaba como carnicero y su madre como contadora.

En una conversación con la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, ella recordó que vivía en una casa “muy sencilla” y que no tenía acceso a bienes tan básicos como agua corriente, electricidad o un refrigerador.

“No me di cuenta de cuántas cosas no teníamos porque los otros vecinos tampoco las tenían”, dijo.

Además, comentó que le ayudaba a su padre en la carnicería haciendo embutidos.

Desde temprana edad manifestó su interés por la ciencia y la naturaleza. Lo que más le gustaba eran las plantas.

En 1978, a los 23 años, después de graduarse con un doctorado en la Universidad de Szeged, se integró al Centro de Investigaciones Biológicas (BRC) de Szeged, donde se dedicó a investigar los lípidos.

Un mural en Budapest, capital de Hungría, con el rostro de la científica.

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Un mural en Budapest, capital de Hungría, con el rostro de la científica.



Pero un día se topó con un químico, llamado Jenö Tomasz, que tenía un laboratorio de ARN.

Desde ese momento, su vida cambió y todos sus esfuerzos se volcaron en este ácido ribonucleico y en cómo podía proporcionar efectos antivirales.

No obstante, los métodos que alcanzó a descubrir no eran posibles de aplicar para uso médico, y entonces se quedó sin apoyo ni financiamiento.

“Intenté solicitar empleo en Londres, Madrid y Montpellier. Pero no pude”, explicó en la conversación publicada por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

El inicio de su carrera en Estados Unidos

Así, en 1985 decidió partir a Estados Unidos junto a su marido y una hija de apenas 2 años, sin un pasaje de vuelta.

Kariko vendió su auto familiar de marca Lada y escondió el dinero en el oso de peluche de su hija pues Hungría no permitía salir del país con divisas.

Ya instalada en Estados Unidos, ocupó un puesto como investigadora posdoctoral en la Universidad de Temple, en Filadelfia, donde participó en un ensayo clínico en el que se trató a pacientes con VIH.

Cuatro años más tarde, en 1989, se trasladó a la Universidad de Pensilvania donde, junto al cardiólogo estadounidense Elliot Barnathan, demostró que el ARNm, una vez insertado en las células, podía utilizarse para dirigir la producción de nuevas proteínas.

Pero la comunidad científica aún no le tomaba el peso a estos descubrimientos. Además, el ARN era criticado pues podía provocar reacciones inflamatorias.

"La mayoría de la gente se rió de nosotros", dijo Barnathan en The New York Times.

A mediados de la década de 1990, Barnathan dejó la universidad y Katalin Kariko se quedó sin laboratorio.

El ácido ribonucleico mensajero, conocido como ARNm, es una molécula que aparece cuando se copia un tramo de ADN y transporta esta información a la parte de las células donde se fabricarán las proteínas que componen nuestro cuerpo.

La universidad de Pensilvania no renovó su contrato y la bioquímica fue degradada a un nivel inferior dentro del centro de estudios.

"Era candidata a un ascenso y luego simplemente me degradaron y esperaron que saliera por la puerta", comentó en una entrevista con la agencia de noticias AFP en 2020.

Pero la científica se quedó y aceptó el puesto porque necesitaba el contrato de trabajo para permanecer en Estados Unidos y porque debía pagarle los estudios a su hija.

Su encuentro con Drew Weissman

Tras ese punto bajo en su carrera, un encuentro fortuito con el inmunólogo Drew Weissman -también ganador del Nobel- vino a cambiar su suerte.

Luego de conocerlo en el cuarto de la fotocopiadora de la universidad, en 1997, ambos acordaron comenzar a investigar juntos.

Weissman era experto en células dendríticas, que capturan moléculas de microbios y se las presentan a otras células del sistema inmunitario para establecer una mejor defensa. En ese momento, trabajaba en una vacuna contra el VIH.

Ambos investigadores estaban interesados en la posibilidad de utilizar ARNm para estimular al cuerpo a desarrollar inmunidad contra patógenos virales.

Karikó, entonces, le ofreció crear ARNm para sus experimentos.

“Esto no era sorprendente. Le ofrecí lo mismo a muchos científicos en el campus y probablemente haya congeladores en todo Penn (Universidad de Pensilvania) con mi ARNm. Pero Drew probó mi ARNm y quedó muy feliz”, dijo la bioquímica en una conversación reproducida por la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

Drew Weissman y Katalin Karikó.

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Drew Weissman y Katalin Karikó, ambos ganadores del premio Nobel de Medicina.


Los primeros años de trabajo no fueron fáciles. Los resultados no fueron prometedores pues no lograban evitar una respuesta inflamatoria.

"Iba a reuniones y presentaba en qué estaba trabajando, y la gente me miraba y decía: 'Bueno, eso es muy lindo, pero ¿por qué no haces algo que valga la pena con tu tiempo? El ARNm nunca funcionará'. Pero Katie (Katalin Kariko) y yo seguimos presionando", recordó Weissman en el programa Newshour de la BBC.

Pero luego hubo un cambio: Katalin Karikó realizó experimentos con un tipo diferente de molécula de ARN, el ARN de transferencia (ARNt), y no observó los mismos efectos inmunogénicos.

En 2005, los científicos ganadores del premio Nobel demostraron que se podía “engañar” al sistema inmune creando un ARN mensajero sintético en el laboratorio, que contiene una copia de parte del código genético viral.

Este ARNm haría que nuestras células fabriquen la proteína característica del virus y esto alertaría a nuestro sistema inmunitario.

Sus resultados fueron publicados en la revista Immunity, esperando ser ampliamente reconocidos.

Pero no fue así. El descubrimiento pasó inadvertido para la mayoría de los científicos, quienes no reconocieron el valor terapéutico de esta modificación.

Llegada a BioNTech

Hace 10 años, Katalin Karikó tuvo que retirarse de la universidad de Pensilvania.

“Me echaron y me obligaron a jubilarme”, dijo en una entrevista con Adam Smith, director científico del premio Nobel.

Entonces, a sus 58 años, se incorporó a BioNTech, una empresa de biotecnología alemana.

Para eso, se tuvo que mudar a Alemania sola y dejar a su marido. Este fue uno de los momentos más difíciles de su carrera, según afirmó en el periódico suizo Aargauer Zeitung.

“Durante la primera semana me dormí todas las noches llorando y pensé que había cometido un gran error. Pero después de esa semana, estuve tan ocupada que simplemente me quedé dormida y no tuve tiempo de llorar más”, dijo.

Katalin Karikó y su hija Susan

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La científica junto a su hija, Zsuzsanna Francia, quien ha sido campeona olímpica de remo.


La bioquímica se dedicó a estudiar cómo las proteínas de ARNm podían ayudar a enfrentar el cáncer y la insuficiencia cardíaca.

Pero al cabo de un tiempo, el mundo se daría cuenta del verdadero potencial del ARN mensajero cuando la pandemia de covid-19 irrumpió fuertemente en 2020.

Y fue justamente BioNTech la compañía que fabricó exitosas vacunas utilizando esta increíble tecnología.

Nunca dudó…

Katalin Karikó ha dicho que ella nunca dudó en que el ARNm funcionaría.

Y con esa idea en mente, luchó siempre para que el mundo entendiera la real potencia de sus estudios.

Tras la pandemia, Karikó se convirtió en la estrella de la comunidad científica.

“Siempre deseé vivir lo suficiente para ver que algo en lo que he trabajado fuera aprobado”, le dijo a The Guardian en 2020.

Ahora, se sabe que la tecnología ARNm no sólo sirve para las vacunas contra la covid-19 sino que su impacto es muchísimo más amplio, llegando incluso a la posibilidad de crear una vacuna contra el cáncer, una enfermedad que mata a 10 millones de personas al año.

Cuando a Katalin Karikó le dijeron que se había ganado el premio Nobel, ella pensó inicialmente que alguien estaba bromeando.

Pero luego recordó a su madre, quien murió en 2018.

“Ella siempre escuchaba el anuncio del Premio Nobel porque me decía: ‘Oh, la semana que viene lo anunciarán, tal vez lo consigas’”, comentó en la entrevista con Adam Smith.

“Yo me reía, ni siquiera era profesora, no tenía equipo, y le dije a mi mamá: ‘no escuches’. Y ella me dijo: ‘Pero trabajas muy duro’. Y yo le dije que todos los científicos trabajan muy duro”.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c2j941r8ny3o

domingo, 8 de octubre de 2023

TORTILLAS. La mejor tortilla de patatas de España se come en el restaurante Cañadío, de Santander. Según el último concurso nacional de 2023.

El segundo y tercer puesto de la decimosexta edición del campeonato nacional de este plato, celebrado este domingo en Alicante, han sido para O Cabo (A Coruña) y Tizona (Logroño).


El cocinero Pedro Román, del restaurante Cañadío, en Santander, durante su participación en el XVI Campeonato de tortilla de patatas de España, celebrado este domingo en Alicante, en una imagen proporcionada por la organización.
El cocinero Pedro Román, del restaurante Cañadío, en Santander, durante su participación en el XVI Campeonato de tortilla de patatas de España, celebrado este domingo en Alicante, en una imagen proporcionada por la organización.


Ganaron hace dos años y han vuelto a alzarse con el título de mejor tortilla de patatas de España 2023. El grupo Cañadío, de Santander, es el ganador de la decimosexta edición de este campeonato nacional, celebrado este domingo dentro del marco de Alicante Gastronómica, en el que han participado 15 cocineros procedentes de ocho comunidades autónomas —Galicia, La Rioja, Cantabria, País Vasco, Madrid, Castilla y León, Extremadura y Comunidad Valenciana—. El vencedor de esta edición, el cocinero Pedro José Román, lleva 16 años haciendo tortillas dentro del grupo cántabro, fundado en 1981 por el empresario Paco Quirós, con Cañadío a la cabeza, en Santander, del que tiene una sucursal en Madrid, ciudad en la que también cuenta con los siguientes restaurantes: La Maruca, La Primera, La Bien Aparecida y el Café Santander. “Es un sueño volver a ganar este certamen porque el nivel de los participantes era muy alto”, aseguraba Román, nada más saberse ganador.

El secreto de su receta, explicaba al otro lado del teléfono, en conversación con EL PAÍS, “se encuentra en trabajar bien el mejor género”. Los huevos camperos proceden de la granja gallega Campomayor, ubicada en Palas de Rei (Lugo), las patatas son de la variedad monalisa y el aceite es de oliva arbequina. Al plato le añade cebolla y sal. “Lo importante es que todo tenga un equilibrio, que sea melosa, con la patata dorada y cremosa, jugosa, pero no líquida, y que la cebolla quede pochada, dorada, pero no caramelizada”. Una vez conseguida esta mezcla, añade, se apaga el fuego y con la sartén caliente se le da vuelta y vuelta, “de manera que, por ambos lados, quede un velo fino y se mantenga intacta la crema de patata y huevo del interior”.

Esta misma fórmula, explica Román, se aplica en todos los restaurantes del grupo, “de manera que en cualquier local se pueda tomar la misma tortilla, y que se reconozca que es la tortilla de la casa”. Sabe lo que significa el galardón. “Cuando ganamos hace dos años aumentamos considerablemente el volumen de ventas, aunque ahora no sé si seremos capaces de incrementarlo más”. En la temporada de verano, reconoce que hacen unas 40 tortillas al día, y ahora entre semana preparan alrededor de 25, y los fines de semana entre 35 y 50 unidades.

La tortilla de Cañadío, elaborada con huevos gallegos, patatas de la variedad monalisa, cebolla y aceite de oliva arbequina, en una imagen proporcionada por la organización del campeonato. La tortilla de Cañadío, elaborada con huevos gallegos, patatas de la variedad monalisa, cebolla y aceite de oliva arbequina, en una imagen proporcionada por la organización del campeonato.

El segundo y tercer puesto han sido para el restaurante O Cabo (A Coruña), regentado por Isabel Gesto y Ramón Rodríguez, y para el vencedor de la anterior edición, Carlos Olabuenaga, del restaurante Tizona (Logroño), respectivamente. Precisamente, este último acudió, en esta ocasión, como si fuera la primera vez. “De hecho, he cambiado la receta con respecto a la que hice el año pasado. Excepto el aceite que es de un Quel, un pueblo de La Rioja, el resto de los ingredientes son todos de Galicia”, explica al otro lado del teléfono. Utiliza los huevos de las gallinas de Mos —una de las razas más antiguas de la península ibérica—, en Lugo, las patatas son de la variedad kennebec, de un pequeño agricultor de Betanzos, “están recién cogidas, espectaculares”, y la cebolla chata es de Miño (A Coruña).

“El año pasado, cuando gané, hice una receta de seis pinchos, con cinco huevos y siete yemas, y en esta ocasión, he hecho una tortilla de ocho pinchos con 14 huevos y cuatro yemas. En la de ahora destaca por encima de todo el huevo. La patata le da un sabor único y la cebolla, de la que he puesto 90 gramos, está confitada, que no caramelizada”, detalla Olabuenaga. Asegura que el premio no le cambiará la costumbre de hacer ocho tortillas por la mañana y otras tantas cada tarde. “Mi objetivo no es vender más, sino hacer una tortilla artesana, con un producto excelente, y no facturar y facturar. Quiero seguir siendo un artesano de la tortilla”, cuenta, feliz, de compartir podio con sus compañeros.

El cocinero Carlos Olabuenaga, del restaurante Tizona, en Logroño, presenta la tortilla que elaboró con 18 huevos, en una imagen proporcionada por la organización del concurso. El cocinero Carlos Olabuenaga, del restaurante Tizona, en Logroño, presenta la tortilla que elaboró con 18 huevos, en una imagen proporcionada por la organización del concurso.

El segundo puesto lo ocupa el restaurante O Cabo, en A Coruña, que despacha, dependiendo del día, entre 60 y 90 tortillas. “Se ha convertido en el plato estrella del local, aunque hacemos más cosas, la gente viene buscando la tortilla”, señala el cocinero y propietario, Ramón Rodríguez. Su secreto es sencillo, añade: “Mucho cariño, una patata gallega de la variedad kennebec, huevos de corral de Coren, aceite y nada más, porque la nuestra no lleva cebolla. Sin llegar a ser líquida del todo, queda jugosa”.

En la imagen, Ramón Rodríguez, del restaurante O Cabo, prepara la tortilla con la que quedó en segundo puesto en el campeonato, en una imagen proporcionada por la organización. En la imagen, Ramón Rodríguez, del restaurante O Cabo, prepara la tortilla con la que quedó en segundo puesto en el campeonato, en una imagen proporcionada por la organización.

Los demás participantes, seleccionados tras un proceso previo, fueron: Alexander Londoño (A Raxeira de Pote, A Coruña), Pepa Miranda (Bar y Restaurante Casa Miranda, Betanzos), Iñaki Lazkano (Bar Sorginzulo, Bilbao), Alejandro Oliveira (Bar y Restaurante La Falda, Madrid), Carmen Carro y Santi Pedraza (Restaurante Taberna Pedraza, Madrid), Jennifer Pacheco (Pan y Tortilla, Ponferrada) Ane Uli y Humberto Segura (Antonio Bar, San Sebastián), Óscar Guantes (Malasaña, Valladolid), Raúl Rubio (Txiki Bar y Tortillería, Vitoria-Gasteiz), Jorge Fernández Marín (Sevebrau Tavern, Villanueva de La Serena), Carmen Canals (La Latería Gastrobar, Elche) y Javier Izquierdo (Mesón El Viso, Gumiel del Mercado).

El jurado de esta edición, presidido por el creador del concurso, el excrítico gastronómico Rafael García Santos, ha estado compuesto por los cocineros, Carme Ruscalleda (Moments Mandarin Oriental, Barcelona), Kiko Moya (L’Escaleta, Cocentaina, Alicante), Alberto Ferruz (BonAmb, Xàbia, Alicante) y Fran Martínez (Maralba, Albacete), además del pastelero Paco Torreblanca, el elaborador de jamones y productos de chacinería José Gómez, de la firma Joselito, y la periodista de RNE Pepa Fernández.

Otto Lilienthal. Advances in Heavier-Than-Air-Flight. Avances en vuelos más pesados que el aire.

El pionero de la aviación Otto Lilienthal diseñó y construyó varios planeadores novedosos sin motor con los que pudo demostrar el concepto de vuelo más pesado que el aire. Después de su serie de experimentos muy publicitados, los ingenieros pudieron aprovechar sus hallazgos y métodos de investigación en un curso hacia el desarrollo del primer avión tripulado del mundo.
 
Nacido en Anklam, Pomerania, Alemania, el 23 de mayo de 1848, Lilienthal mostró un gran interés por el estudio de las aves cuando era niño y adolescente. En 1870 se graduó en ingeniería mecánica en la Real Academia Técnica de Berlín, hoy conocida como Universidad de Berlín. Al graduarse, se ofreció como voluntario para el servicio militar durante la Guerra Franco-Prusiana, que completó en 1871.

Mientras estudiaba en Berlín, Lilienthal inició sus primeros experimentos con el vuelo humano. Con su hermano Gustav, construyó su primer planeador de madera en 1867. Este modelo no tuvo éxito, pero continuó construyendo vehículos alados y perseveró en su estudio de la estructura de las alas de las aves y la aerodinámica del vuelo de las aves.

Lilienthal trabajó en Berlín como ingeniero de 1871 a 1883 mientras dedicaba su tiempo personal a la investigación de la aviación. Él y su hermano se convirtieron en miembros de la Sociedad Aeronáutica de Gran Bretaña en 1873, y Lilienthal dio su primera conferencia pública sobre la teoría del vuelo de las aves ese mismo año. Continuó realizando experimentos con alas artificiales y la forma en que respondían a la fuerza del aire y el viento. Mientras tanto, también comenzó a inventar y patentar dispositivos en diversos campos, incluida una máquina minera y bloques de construcción para niños. Obtendría unas 25 patentes a lo largo de su carrera, cuatro de las cuales estaban relacionadas con la aviación.

En 1883, Lilienthal abrió su propia fábrica en Berlín para fabricar calderas y máquinas de vapor. Allí inventó un diseño de motor pequeño más seguro basado en un sistema de calderas tubulares. Este invento le ayudaría a tener los medios económicos para poder dedicar más tiempo a la aviación. Publicó un libro sobre el vuelo de las aves en 1889, titulado “El vuelo de las aves como base de la aviación”, que sigue siendo un clásico en este campo hasta el día de hoy. El libro detalla varios tipos y estructuras de alas de aves, así como la aerodinámica del vuelo de las aves. También presenta las ideas de Lilienthal para aplicar sus hallazgos al vuelo humano. Su enfoque científico ayudó a sentar las bases para futuros estudios de la aviación y para el establecimiento del campo en general. Muchos científicos y entusiastas de la aviación de todo el mundo lo visitaron y consultaron durante las dos últimas décadas de su vida.

Lilienthal reanudó la construcción de modelos de planeadores en 1891. El modelo Derwitzer Glider que estrenó ese año empleaba varillas de sauce y tela de algodón. Pudo deslizarse 80 pies usando esta nave, lo que le obligó a cambiar el peso de su cuerpo para controlar su dirección.

Construyó una nave más sofisticada en 1892 que le permitió deslizarse 270 pies, seguida de un modelo con el que pudo deslizarse 1150 pies. Se le concedió una patente por este diseño de “aparato de vuelo convertible”. En 1893, construyó un modelo que usaba alas batiendo de manera similar a cómo volaría un pájaro. Ni este modelo ni su sucesor fueron efectivos.

En 1894, Lilienthal creó su diseño de mayor éxito, el Normal-Segelapparat o "Aparato de vuelo estándar". Recreó el oficio para personas en países de todo el mundo, incluidos Inglaterra, Irlanda, Rusia, Francia, Argentina y Estados Unidos.

Lilienthal había realizado más de 2.000 vuelos en planeador hasta su muerte en 1896 y había construido dieciocho modelos. Murió en un accidente de planeo que tuvo lugar el 9 de agosto de 1896. Según se informa, sus últimas palabras fueron: "Hay que hacer sacrificios".

sábado, 7 de octubre de 2023

5 de los mejores países para vivir, según los extranjeros (y 2 están en América Latina)

Mexico, 

El primer puesto de la lista de este año es para México, que ha estado entre los cinco primeros desde 2014. Navegar por los matices de una nueva cultura, buscar los lugares favoritos de los lugareños o hacer nuevos amigos: vivir en el extranjero conlleva tanto alegrías como retos. Pero dependiendo del estilo de vida que se busque, algunos lugares hacen la vida del expatriado más fácil que otros.

Internations, una de las mayores redes de expatriados del mundo, ha elaborado su informe anual Expat Insider, que clasifica los mejores países en función de evaluaciones de 56 aspectos, como el coste de la vida, la vivienda y la disponibilidad de Internet de alta velocidad.

Más de 12.000 expatriados de 171 nacionalidades y residentes en 172 países o territorios respondieron a un cuestionario, que dio como resultado una ecléctica y a veces sorprendente lista que abarca todo el planeta.

Hablamos con residentes de algunos de los países mejor clasificados para saber qué aspectos de la vida ayudan a los expatriados a sentirse como en casa y les permiten construir una nueva vida allí.

Turistas en Playa del Carmen FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

México goza de todos los paisajes, la calidez y el servicio de su gente.

México A la cabeza de la lista de este año se encuentra México, que ha estado entre los cinco primeros desde 2014.

El país ocupa el primer puesto en el índice de facilidad para conseguir alojamiento y en la subcategoría de amabilidad local, lo que también se traduce en puntuaciones altas a la hora de encontrar nuevos amigos.

De hecho, 75% de los expatriados entrevistados afirmó que era fácil hacer amigos locales en el país, frente a sólo 43% a escala mundial.

"Son de las personas más amistosas que he conocido", aseguró el holandés Aemilius Dost, que vive en México desde hace año y medio y escribe en su blog sobre la experiencia. "Disfruto mucho de las interacciones que tengo cuando compro fruta y verdura fresca en el mercado local. La sencillez del estilo de vida es fácil de adoptar".

Puede resultar difícil navegar por la burocracia mexicana, pero es fácil conservar el visado de residencia si se cumplen los requisitos. No es necesario haber permanecido en el país durante un periodo determinado para mantener el visado.

Aunque el inglés se habla en las zonas más turísticas, a los expatriados les resultará más fácil aprender español antes de llegar. Incluso si no se es un experto en el momento de la mudanza, un poco de práctica puede ayudar mucho: "Poco a poco, su conocimiento del español empezará a crecer", dice Julien Casanova, fundador de Oaxaca Travel Tips, que lleva cinco años viviendo en México y es originario de EE UU.

Los expatriados también expresan un profundo aprecio por la cultura y la historia de México, lo que se refleja en su máxima puntuación en la subcategoría "cultura y acogida".

"La estrecha relación con la familia y la tradición está presente en toda la cultura mexicana", afirma Casanova, "y por eso me encanta vivir en la ciudad de Oaxaca. Es una ciudad increíblemente festiva con profundas raíces en su pasado prehispánico."

Y en México no faltan ciudades que los expatriados puedan considerar su nuevo hogar. "México tiene todos los paisajes, todos los climas, toda la gastronomía y la cultura. Y lo mejor de todo, la calidez y el servicio de la gente, el buen humor constante, el ambiente de fiesta permanente vayas donde vayas. Todo", dijo Elizabeth Lemos, una uruguaya que vive en México desde 2022 y actúa como embajadora internacional (organizando encuentros locales para expatriados). "En México puedes encontrar tu lugar en el mundo".

Puerta de Serranos, era una de las doce entradas a la antigua ciudad de Valencia FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Ciudades como Valencia y Málaga tienen más de 300 días de sol al año y una temperatura media de 18ºC.

España 
España lleva desde 2014 entre los diez primeros países del índice de calidad de vida de la encuesta, gracias a su cultura y vida nocturna, sus oportunidades de ocio y tiempo libre y su clima moderado.

"Aunque el sur y el norte del país son muy diferentes, las temperaturas son en general suaves y agradables", afirma Patricia Palacios, cofundadora de España Guide. Es española, pero ha vivido y trabajado en Alemania, EE.UU y Argentina.

Palacios asegura que el clima es una de las principales ventajas de vivir en el país. "Por ejemplo, ciudades como Valencia y Málaga tienen más de 300 días de sol al año y una temperatura media de 18ºC".

Ella también aprecia las opciones gastronómicas que ofrece el clima mediterráneo, el paisaje y la arquitectura, influidos por tantas culturas a lo largo de los años.

El coste de la vida sigue siendo más bajo en España que en otros países europeos, lo que puede ser una bendición o una maldición dependiendo de tu estatus profesional, ya que los salarios locales tienden a ser más bajos.

"Definitivamente sería mejor si pudieras trabajar a distancia y obtener mayores ingresos en el extranjero para poder tener un mejor nivel de vida", aconseja Palacios. Y aunque el país cuenta con un alabado programa de visados para nómadas digitales, también afirma que ser trabajador independiente puede acarrear quebraderos de cabeza burocráticos y un "impuesto para autónomos" que se suma a los impuestos normales.

Según Palacios, los lugareños suelen ser relajados, amables y acogedores, sobre todo con los que intentan aprender el idioma. "Son muy pacientes con los extranjeros que tienen un conocimiento limitado del español, lo que puede ser muy importante cuando se empieza en un país nuevo", afirma.

Según la encuesta de Internations, 80% de los expatriados se siente como en casa en el país, lo que representa 8% más que la media mundial.

Dicho esto, recomienda a quienes se trasladen a España que tomen clases de español. "Sólo si hablas el idioma podrás sacar el máximo partido a tu nueva vida en España", afirma. "También es una forma de mostrar respeto y aprecio por la cultura local".

Vista de Ciudad de Panamá FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Los expatriados califican a Panamá como uno de los cinco países donde es más fácil obtener un visado.

Panamá Este país centroamericano ocupa el tercer puesto del índice gracias a sus altas puntuaciones en las categorías de facilidad para encontrar alojamiento, facilidad para hacer amigos y cultura y bienvenida.

Al igual que España, el país ha adoptado un visado para nómadas digitales, con una de las tasas más bajas del mundo; de hecho, los expatriados califican el país como uno de los cinco en los que es más fácil obtener un visado.

El clima y las condiciones meteorológicas también contribuyen a la buena posición del país: ocupa el puesto 11 en este subíndice.

"Panamá tiene un clima increíble, según mis preferencias personales: 24-29°C todo el año, y una buena mezcla de lluvia y sol", afirma la expatriada estadounidense Sarah Bajc, propietaria del hotel local Camaroncito EcoResort & Beach.

El país también está geográficamente más cerca de Estados Unidos, lo que le facilita recibir llamadas y visitar a familiares y amigos después de 10 años viviendo en Asia.

Baréin Vista de la ciudad de Manama FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Manama es la ciudad más grande de Bahréin y su capital nacional.

Baréin, el único país de Oriente Medio entre los 10 primeros, ocupó el noveno puesto y fue el país que más mejoró en la lista de 2022 a 2023, subiendo 19 puestos.

Baréin también fue el país que más subió en el índice de finanzas personales, ya que casi la mitad de los expatriados entrevistados valoraron el coste de la vida de forma más favorable que en 2022 y declararon estar muy satisfechos con su situación financiera.

El país también obtuvo buenas puntuaciones en varios tipos de índices, ocupando el primer puesto en la categoría Expat Essentials, que incluye temas como la administración (como abrir una cuenta bancaria), la vivienda, el acceso digital y el idioma.

También es uno de los lugares más fáciles para obtener un visado y tratar con las autoridades locales, y 78% de los encuestados afirmó que es fácil vivir aquí sin hablar árabe.

Los residentes también aseguran que el aprecio por la vida en el país y sus ventajas crece con el tiempo.

"Durante las reuniones y eventos de expatriados, es inevitable que otros expatriados hablen con entusiasmo de lo hermoso que es el país y de lo bien acogidos que se sienten por amigos y colegas de Baréin", afirma la embajadora internacional Sharmila Vadi, originaria de la India y residente en Manama, la capital de Baréin, desde hace 23 años.

"Casi todo el mundo con el que hables coincidirá en lo cálidos y culturalmente acogedores que son el país y su gente".

Vadi menciona un entorno de trabajo acogedor, pero lo suficientemente competitivo como para fomentar el desarrollo profesional. "La brillante combinación de la mano de obra bien formada de Baréin, que trabaja codo con codo con expatriados cualificados, crea un entorno de trabajo muy estimulante que propicia el intercambio de conocimientos, lo que conduce a un fantástico crecimiento profesional para todos", asegura.

Señala que muchos expatriados han alcanzado el éxito profesional y han acabado quedándose más tiempo del previsto al inicio, incluso comprando propiedades.

Vadi también ha visto aumentar la oferta de ocio en los últimos años, sobre todo en los meses previos al Gran Premio de Baréin (la prueba de Fórmula 1 que se celebra en marzo), cuando tienen lugar conciertos de estrellas internacionales, exposiciones de arte y otras actividades creativas.

El Festival de Primavera de la Cultura, que se celebra cada año, reúne talentos y exposiciones de todo el mundo (como poesía turca y el Festival de Cine de Japón), al tiempo que pone de relieve la riqueza cultural y los lugares históricos del propio país.

"Siempre hay mucho que esperar en términos de entretenimiento, lo que nos permite disfrutar de un buen equilibrio entre trabajo y vida privada", dice Vadi. "Esto hace que a veces sea emocionante y a veces lo suficientemente tranquilo como para que vivir aquí sea una experiencia bastante agradable".

Malasia La estatua del Dios Murugan en Malasia FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Malasia tiene una sorprendente variedad de paisajes, culturas, ciudades y cocinas.

En el cuarto puesto del índice general, Malasia ascendió este año en el subíndice de calidad de vida, y los residentes situaron al país en el tercer puesto en cuanto a disponibilidad de oportunidades para viajar.

El país del Sudeste Asiático también obtuvo buenas puntuaciones en amabilidad local y finanzas personales.

Malasia, que comprende dos regiones (Malasia Peninsular y Malasia Oriental, en la isla de Borneo), es una base excelente para quienes deseen viajar con frecuencia.

"La posibilidad de llegar a todo el Sudeste Asiático en un vuelo de dos horas convierte al país en el centro de la región, permitiendo un fácil acceso a los mercados regionales", afirma Shawn Bhushan, residente y embajador internacional, que nació ahí pero también ha vivido en Singapur, Londres, Hong Kong y Miami.

Además disfruta explorando el propio país, cuya inmensidad "permite descubrir la gastronomía, viajar a ciudades antiguas, lugares patrimonio de la UNESCO, islas, historia, geografía y religiones".

Bhushan considera que el coste de la vida en Malasia es bastante manejable, y que los ingresos y los gastos generales son fáciles de equilibrar.

El inglés está muy extendido y la lengua local se escribe en alfabeto romanizado, lo que facilita su lectura a los angloparlantes [y a todos los que hablan algunos de los más de 60 idiomas que usan ese tipo de alfabeto, incluyendo el español].

Tras trabajar como profesora y vivir dos años en Malasia, Sarah Bajc añade que allí se respeta mucho la educación: "La cultura malaya valora la educación y mis alumnos (y sus padres) me trataban con mucho cariño y respeto", recuerda.

Bajc dice que ha hecho muchos amigos en la comunidad malaya tradicional, así como en las comunidades india y china, pero señala que hay una diferencia entre la amistad social y la aceptación genuina que los expatriados pueden encontrar difícil a largo plazo.

Dicho esto, los expatriados afirman que al principio es fácil relacionarse con la población local. "En muchos ambientes se respira un aire de tranquilidad social en el que se puede entablar una conversación y la gente responde con humildad y sinceridad", afirma Bhushan.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c1djnee43jlo

_- Los archivos del infierno: nuevas miradas al Holocausto.

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Holocausto Nazi
Etiqueta de tela con el número de identificación de un prisionero en un campo de concentración nazi.
Clasificados durante décadas, algunos de los secretos mejor guardados del Tercer Reich salen ahora a la luz.

Una experiencia tan terrible como el Holocausto debe servir para recordar, pero también para comprender. Este deseo que el sociólogo Zygmunt Bauman expuso en varios de sus ensayos parece haberse cumplido en los últimos años. Clasificados y silenciados durante décadas, algunos de sus secretos mejor guardados salen ahora a la luz. Y lo hacen desde la síntesis, la investigación y la alta divulgación, para llegar a un público cada vez más amplio y diverso.

Aunque siga siendo inexplicable, la comprensión de la solución final ha cambiado. Hace tiempo que un episodio atroz, un suceso innombrable, acelerado en la indiferencia y el abandono de la sociedad de entreguerras, no se entiende únicamente por el ascenso del nazismo. La violencia, su propia lógica interna, emerge como el verdadero lenguaje que hay que descifrar para entender la primera de las instituciones totalitarias. El castigo, el trabajo forzado y el exterminio convivieron en el universo concentracionario alemán, basado en un modelo anterior sobre el que se impuso la jerarquía racial nazi. Con el estallido de la guerra todo cambió, pero la comprensión del funcionamiento de un sistema, de una red, ha permitido arrojar una tenue luz sobre esta negra página de la humanidad. Aquellos lugares destinados exclusivamente a segar vidas también albergaron esperanza, ayuda y amistad. Gestos sencillos y cotidianos permitieron a muchos recordar que todavía eran personas, luchar para sobrevivir. Sus recuerdos afloran aún y siguen conmoviendo la conciencia occidental.

La fusión de los fenómenos políticos, tecnológicos y económicos que puso en marcha el Tercer Reich en su camino hacia la guerra total ha sido uno de los motores de esta renovación. Grandes especialistas como Christopher Browning, Peter Hayes y Raul Hilberg han logrado combinar estas tres ramas en German Railroads, Jewish Souls: The Reichsbahn, Bureaucracy, and the Final Solution (Bergham Books, 2019), un monumental estudio desde el corazón organizativo del infierno que integra los testimonios de víctimas y verdugos. Su aparición, de hecho, animó a familiares de supervivientes a interponer una demanda colectiva en Estados Unidos, denunciando la responsabilidad de los ferrocarriles franceses en la deportación. Gracias a ello, la historiadora Sara Federman pudo acceder a los registros de la oficina burocrática de Eichmann que analiza en Last Train to Auschwitz (Wisconsin University Press, 2022). Solo en el verano de 1942, embarcaron en Drancy, a las afueras de París, 4.000 niños judíos en los mismos trenes que volvían de hacer el trayecto hacia Polonia con sus padres. Tras localizar a sus familias, logró ponerles rostro y devolverles la voz a muchos de ellos.

La capacidad probatoria de los documentos incautados, usada desde los juicios de Núremberg, ha dado paso a un minucioso trabajo arqueológico y antropológico

La capacidad probatoria de los documentos incautados, usada desde los juicios de Núremberg, ha dado paso a un minucioso trabajo arqueológico y antropológico. La fotografía ha sido fundamental para recorrer el lado más oscuro de la memoria europea. Conmocionada por la imagen, Wendy Lower se embarcó en una ardua labor de identificación de una familia retratada en el mismo momento de su ejecución. La fosa (Confluencias, 2022) ha reabierto el debate de la colaboración de otros países en el exterminio judío, antes incluso de que se pusiera en marcha la solución final.

A partir de septiembre de 1941, tras su primer fracaso en el frente del este, la Alemania nazi iniciaría un viraje que culminaría en la reorganización de los campos y la puesta en marcha del Holocausto. Todo se decidió en la célebre reunión de Wannsee, llevada de nuevo al cine con éxito en La conferencia (2022), película que muestra cuál fue la implicación exacta de todos los ministerios y aparatos gubernamentales en la puesta en marcha y desarrollo del exterminio judío.

El decreto Noche y Niebla, autorizando la desaparición de todo sospechoso, fue el siguiente peldaño hacia el Holocausto. Tan solo quedaba situarlo en un nudo logístico

La conexión entre el antisemitismo oficial y la opinión pública ya había sido dirigida en las campañas pioneras de propaganda del Partido Nazi antes de la guerra. Un proceso, ramificado y extendido por toda Europa, que fue descrito minuciosamente por George Mosse en Hacia la solución final: una historia del racismo europeo (La Esfera, 2023) en el que se embarcaron las grandes empresas y el mundo financiero alemán, tal y como demuestra el periodista David de Jong en Dinero y poder en el Tercer Reich: la historia oculta de las dinastías más ricas de Alemania (Principal de los Libros, 2022)

La guerra marcaría otro hito, con la limpieza de la retaguardia, la “cuestión gitana”, la “eliminación directa” de los prisioneros soviéticos y la “detención” de los extranjeros.  Tan solo quedaba situarlo en un nudo logístico: Auschwitz, transformado oficialmente en un centro de exterminio en mayo de 1942. Para facilitar la operación, las SS transformaron una granja de Birkenau en una cámara de gas. Lo llamaron el Búnker número 1. El asesinato de Heydrich, director de la Oficina Central de Seguridad (RSHA), el 4 de junio en Praga, permitió a Himmler extenderlo de manera ilimitada. El cierre de los campos de trabajo y la destrucción de los guetos que aún quedaban en pie, como el de Varsovia, iniciaron la llegada masiva de personas a una industria de destrucción que ya no sufriría apenas modificaciones.

Primo Levi fue uno de los supervivientes que más escribieron sobre la necesidad de comprender aquella estructura del horror. Durante su estancia en el läger, mostró siempre una incesante curiosidad por todo lo que le rodeaba. Formaba parte, como él mismo reconoció, de una estrategia de supervivencia en el campo que silenció tras su liberación. Quedó enterrada así la identidad del albañil piamontés que le ayudó y le dio de comer durante meses; Lorenzo Perrone, un trabajador libre que vivía fuera del campo, que tampoco pudo volver a una vida normal, incapaz de olvidar todo lo que había visto al otro lado de la alambrada. Su historia ha sido rescatada ahora por Carlo Greppi en El hombre que salvó a Primo Levi (Crítica, 2023).

¿Qué implicaba ser mujer en los campos? A esta pregunta contesta Daniela Padoan mediante el testimonio directo de tres supervivientes. La presencia femenina en los campos no fue testimonial, como ya documentara la escritora Montserrat Roig a finales de los años setenta en Els catalans als camps nazis (Península, 2017). Entre ellas estaba Neus Catalá, quien describió en sus memorias el funcionamiento de Ravensbrück. Pero ¿qué implicaba ser mujer en los campos? A esta pregunta contesta Daniela Padoan mediante el testimonio directo de tres supervivientes: Liliana Segre, Goti Bauer y Giuliana Tedeschi, en Como una rana en invierno. Tres mujeres en Auschwitz (Altamarea, 2019).

La renovación temática ha llegado también al mundo de la divulgación con auténticos best sellers en los últimos años en Inglaterra y Estados Unidos. La mayoría sigue la línea de La lista de Schindler o El niño con el pijama de rayas, pero beben de este cambio histórico e incorporan testimonios escritos y documentos de los propios supervivientes del Holocausto. Buena muestra de ellos son Auschwitz: última parada, versión novelada del diario del médico judío holandés Eddy de Wind (Espasa, 2020); K.O. Auschwitz (Corner, 2022), una historia real de los prisioneros forzados a boxear para sobrevivir; Yo, Dita Kraus (Martínez Roca, 2022), basada en las memorias de la que fuera bibliotecaria en Auschwitz hasta su traslado a Bergen-Belsen, y, por concluir una larga lista, El tatuador (Booket, 2020), con la reconstrucción de una de las figuras esenciales en la vida cotidiana de los campos, que ocuparía un espacio central en el recorrido literario iniciado por Jorge Semprún tras sobrevivir a Buchenwald.

Gutmaro Gómez Bravo es historiador y coautor del libro ‘Esclavos del Tercer Reich. Los españoles en el campo de Mauthausen’ (Cátedra, 2022).


Portada de 'Hacia la solución final. Una historia del racismo europeo', de George L. Mosse
Una historia del racismo europeo'.
Hacia la solución final
George L. Mosse
Traducción de Hugo Cañete
La Esfera de los Libros, 2023
384 páginas. 22,90 euros


Portada de 'El hombre que salvó a Primo Levi', de Carlo Greppi 
El hombre que salvó a Primo Levi
Carlo Greppi
Traducción de Lara Cortés Fernández
Crítica, 2023
400 páginas. 20,90 euros


Portada de 'La fosa', de Wendy Lower
La fosa
Wendy Lower
Traducción de Elena Magro Sánchez
Confluencias, 2022
306 páginas. 21,90 euros



Portada de 'K.O. Auschwitz', de José Ignacio Pérez 
K.O. Auschwitz
José Ignacio Pérez
Córner, 2022
328 páginas. 18,90 euros

viernes, 6 de octubre de 2023

OÍDO COCINA. Arotzenia, el restaurante vasco cofinanciado por sus vecinos que planta cara a la industria agroalimentaria.

En este local ponen a prueba un modelo económico alternativo en la restauración, con un precio justo para sus productores, casi todos asentados a ambos lados de la frontera vasca.

Arotzenia Restaurante Vasco
Platos del restaurante Arotzenia, proporcionadas por el establecimiento.LOUIS TRIOL

¿Qué es un restaurante? La respuesta aparente a esta pregunta persigue al cocinero francés Antoine Chépy, desencantado de la ostentación de los restaurantes de la lujosa costa vasca en los que comenzó su carrera. “¿A quién alimento con estos menús a 100 euros?”, rememora Chépy en el salón de su restaurante, Arotzenia, en la localidad francesa de Urruña. Lo abrió en 2021 junto a su pareja, la brasileña Bianca Muller, exabogada en una multinacional de São Paulo, y con el respaldo del Albergue Asociativo Etxeberria, que creó para promover una cocina tradicional y sana que provenga de los productores del territorio. La asociación engloba ya a unas 800 personas, sobre todo vecinos. “Hay gente que descubre nuestro proyecto y quiere adherirse, pero no queremos que la asociación sea una burbuja. Los socios tienen que haber pasado por este lugar”, explica Chépy.

El local, dentro de una tradicional casona vasca entre Hendaya y San Juan de Luz, no tiene nada de excepcional. Pasando por delante, incluso si uno se para a probar sus gustosos puerros con vinagreta de huevo (8,50 euros), su potaje de patatas y puerros (7 euros) o su piperrada (11 euros), resulta difícil saber qué revolución se esconde tras la carta de Arotzenia. “No tenemos banderas ni dogmas. La gente viene y si pregunta le explicamos, pero no pedimos nada, ni que nadie se convierta. Es mucho más subversivo: los 20 euros que te vas a gastar irán directamente a los productores. Es una acción directa”, explica Chépy. Pero volvamos a su pregunta inicial, ¿qué es un restaurante?

El primer restaurante, situado en París, probablemente en la rue du Louvre, fue obra de un tal Boulanger que en 1765 inscribió en su negocio una frase sacada del Evangelio: “Venite ad me, omite qui stomacho laboratis, et ego restaurabo vos”, “Venid a mi casa, hombres que tenéis el estómago débil, y yo os restauraré”. El ‘restauran’, comida a la que se le otorgaban propiedades digestivas casi curativas, entró en 1835 en la Academia Francesa con la acepción que le damos ahora. Pero para Chépy la gastronomía se ha convertido en un parque de atracciones y el capitalismo ha arrasado con un concepto que ahora vive del espectáculo y, como casi todos los negocios, para pagar alquileres desorbitados. Esa fue su constatación tras 12 años trabajando en la alta gastronomía, restaurantes premiados con estrellas Michelin como el Hôtel du Palais de Biarritz, pero en los que, en su opinión, la calidad se pone en el savoir faire, no en los productos.

“Lo que aprovisiona hoy los restaurantes es la cadena industrial agroalimentaria. Hay excepciones: ahora se lleva subir fotos a Instagram con tu amigo el agricultor, con quien trabajas un producto o dos. Mi intención es hacer lo contrario: una cadena agroalimentaria campesina y del territorio”, explica Chépy, cuya idea ha recibido el respaldo de clientes como Anne, vecina enamorada de su cocina, que le prestó 10.000 euros sin intereses para lanzar este proyecto, dentro de un antiguo albergue familiar cerrado en 2019. Chépy y Muller han reembolsado ya la casi totalidad de esta ayuda.

En Arotzenia, los beneficios que da el restaurante se reinvierten en la mejora del local. Los adherentes, que pagan una cotización de entre 10 y 15 euros al año, contribuyen con su dinero a la compra de material, como una nueva nevera, pero también a la celebración de conciertos y acciones que buscan crear lazos entre vecinos y preservar una cocina tradicional en un ambiente popular. Es la tercera pata de este laboratorio culinario: restablecer el vínculo con los agricultores, promover una alimentación sana y local y mantener los vínculos sociales. Esto eran, también, los antiguos restaurantes.

Esta aventura le ha valido protagonizar el libro De la terre à l’assiette (De la tierra al plato), del periodista francés Quentin Guillon. Con el Arotzenia como estrella principal, Guillon intenta explicar cuáles son las amenazas que pesan sobre la seguridad alimentaria en Francia, un país donde la autonomía alimentaria de las 100 principales áreas urbanas se reduce al 2%, es decir, el 98% de los alimentos consumidos son importados de otras regiones o del extranjero, según un estudio publicado en 2017 por la consultora Utopias. Las originales experiencias de personas como Chépy y Muller y la red que han construido en torno a ellos, con productores independientes como Château Tour Blanc, uno de los primeros viñedos de las Landas en trabajar una agricultura biológica en 2001, muestran que implantar modelos de alimentación alternativos, en apariencia idealistas, es posible.

El sueño de Chépy llega tan alto como para reflexionar sobre una seguridad social de los alimentos: restaurantes de comida saludable en los que pagues en función de tus ingresos. Una idea lejana aún, pero que este cocinero evoca con sus pares y otros participantes de las reuniones sobre seguridad alimentaria que organiza el consistorio de Urruña. “El objetivo es que nuestros agricultores y nuestras parcelas alimenten de aquí a septiembre de 2024 los comedores de nuestros niños y ancianos”, dice la adjunta del ayuntamiento, Marie-Christine Elizondo, en el libro de Guillon. Con ciudades vecinas como Hendaya y Biriatou, los municipios tratan de encontrar una forma más eficiente de producir el millar de comidas que ofrecen guarderías, escuelas y residencias.

El producto dicta el menú
En Arotzenia, el producto dicta el menú. Chépy y Muller compran lo que hay, todo de temporada y procedente de un área aproximada de 200 kilómetros. Los platos se venden a un “precio justo”, que para ellos no equivale a barato. “El precio justo es el que permite a todos los eslabones de la cadena tener una remuneración justa”, dicen. El comensal —prefiere no llamarlos clientes— paga entre 20 y 30 euros por una comida saludable: potaje de verdura, sopa de pescado, ensaladas originales, caviar de berenjenas, verduras rellenas… El plato más accesible ronda los 6 euros y el más caro los 22. La copa de vino, de viñedos independientes y ecológicos, entre 3 y 4 euros. “Lo que me preocupa es el valor nutritivo de mis platos”, asegura el cocinero.

Chépy trabaja casi sin intermediarios y compra él mismo sus productos. A lo largo de una comida señala el origen de cada uno de los productos sobre la mesa, en su mayoría vascos. Las anchoas vienen de Cantabria. El queso es de las ovejas que cría su hermano en la misma zona. En una esquina de la habitación hay sacos de arroz y judías que le traen dos veces al año desde Navarra. Tan sólo se permite alguna excepción, las especias, el café y algún vino, de Borgoña.

Junto a ellos trabajan dos jóvenes, interesados en el desarrollo sostenible y la hostelería. El salario más bajo es de 1.000 euros, el más alto, el de Chépy, de 1.500 euros, y de vez en cuando otro cocinero pasa con ellos unos días para aprender de su sistema. Esta semana ha sido el turno a Emmanuel Shiavone, fundador del restaurante asociativo Casa Consolat, en Marsella.

Hace tan solo unos meses que Chépy empezó a cobrar, cuando el crecimiento del restaurante lo permitió. Hacen un único turno —este verano lo han pasado a las tardes—, y abrirán otro servicio si consiguen tener más comensales para contratar a un segundo equipo. “En tres años podré decirte si hemos conseguido el segundo objetivo de nuestro experimento: un modelo económico que funcione, con una tesorería al día”. En Arotzenia los pasos se dan poco a poco, con la ilusión de afianzarse como un lugar de referencia en el País Vasco y servir tal vez de inspiración a otros inconformistas.

Arotzenia
Dirección: 47 Rue Jean Fourcade, 64122 Urrugne, Francia.
Teléfono: +33 7 57 77 17 94
Horario: julio y agosto, abierto por las noches. De septiembre a junio abre a mediodía.
Precio medio: entre 20 y 30 euros.