miércoles, 31 de mayo de 2017

La economía del conocimiento en un país en desarrollo: biotecnología en salud en Cuba. Alberto Díaz

“El futuro de Cuba tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia…”.

Fidel Castro, 1960 (en ese año Cuba tenía 24% de analfabetismo)

En noviembre de 2016, el The New York Times publicó una nota titulada “Acuerdo entre EE.UU. y Cuba para realizar una investigación clínica en el campo de la oncología del producto cubano Cimavax.” Un mes antes, el Gobernador de Nueva York Andrew Cuomo había anunciado que el Roswell Park Cancer Institute -una organización sin fines de lucro relacionada con el National Cancer Institute-, había recibido una autorización de la Food and Drug Administration (FDA) para realizar el ensayo clínico de Cimavax. Era la primera vez, desde la Revolución Cubana de 1959, que dos instituciones de EE.UU y Cuba habían obtenido los permisos para realizar un estudio de este tipo; aunque ya había otros acuerdos o compras anteriores no “tan oficiales” similares. Lo cierto es que noticias como las reseñadas antes nos hablan de la capacidad científico-tecnológico-industrial para el sector de la salud humana por parte de Cuba, y también del claro interés de los EE.UU por dichos desarrollos cubanos en el área de la salud.

1. Sobre la economía del conocimiento

Los acelerados, impresionantes y constantes avances y aplicaciones de la Ciencia y de la Tecnología (CyT) dieron lugar al nacimiento del concepto de Sociedad del Conocimiento (S.C.) que por lo general se ocupa de reseñar las grandes ventajas de este tipo de sociedad y deja de lado sus problemas y riesgos. Si bien son las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) las que más impactan cotidianamente en las industrias y en la sociedad en general (tal es así que han pasado a ser sinónimo de Tecnología en los medios masivos); el impacto industrial y económico de la electrónica, la biotecnología, la nanotecnología satelital, y la energía no ha sido menor en esta nueva S.C al punto de acuñarse un nuevo concepto de Economía del Conocimiento para nombrar este novísimo fenómeno.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha propuesto una definición de la Economía Basada en el Conocimiento (EBC) como aquellas “… economías basadas directamente en la producción, distribución y uso del conocimiento y la información”… “Esto se refleja en la tendencia de las economías de la OCDE hacia el crecimiento en las inversiones e industrias de alta tecnologías con trabajadores altamente calificados, asociados a las ganancias en la productividad”. “…. Sumado a las inversiones en conocimientos, la distribución del conocimiento a través de redes formales e informales es esencial para el buen resultado de la economía (1).

Obviamente será necesario adaptar e integrar tales economías a nuestras realidades latinoamericanas, proponiendo combinar las altas tecnologías y avances científicos propios, con nuestras empresas y sociedad y teniendo en cuenta, también, a las “médium” y “low technologies”. (2)

Por ejemplo -para tomar el caso de Argentina – es bien sabido que nuestro país no completó su ciclo de industrialización, y que en general existen industrias “no maduras” sin desarrollo tecnológico propio. En Biotecnología, hay algunas empresas que desarrollan y fabrican en el País, aunque todavía con un débil desarrollo tecnológico propio u original, y con escasa incorporación de los conocimientos generados en el sistema de CyT. Como bien ha dicho un conocedor del tema en Argentina, “La industria tiene un papel fundamental en la generación y difusión de las nuevas tecnologías. …… Es razonable que los países ya desarrollados se planteen empujar sus capacidades tecnológicas hacia las fronteras de la CyT. Pero en países como el nuestro, el avance de las capacidades tecnológicas se hace obteniendo y adaptando tecnologías ya creadas, hasta agotar las capacidades disponibles” (3)

Pues bien, considero que el ejemplo cubano es una posible fuente de inspiración para llevar la biología a la industria en general, y no sólo al sector de la salud o a sectores “de punta”, sino también a las PYMES (pequeña y mediana empresa), entre otros sectores. Lo cierto es que el avance acelerado de las ciencias biológicas de los últimos 40 años ha sido inmenso y “tiene una importancia social y cultural que es el lugar desde el que hay que mirar y desarrollar la Bioeconomía y no solo desde el aspecto industrial, comercial y económico” (4 ). Ahora bien, ¿qué diferencias relevantes hay entre la EBC en los países industrializados y en los países en vía de desarrollo?

2. La economía del conocimiento y la experiencia de la biotecnología en Cuba.

Agustín Lage Dávila ha sido el creador y Director del Centro de Inmunología Molecular (CIM) y uno de las cabezas impulsoras del éxito de la Biotecnología en Cuba. Según nos informa, hay cinco tesis que explican el éxito de la biotecnología cubana, a saber: a) la experiencia exitosa reconocida por sus impactos médicos, pero que esencialmente es una experiencia socioeconómica, de construcción de conexiones entre la ciencia y la economía, siendo éste, a su entender, el factor principal. b) por otro lado, siempre según Lage, lo que está sucediendo en biotecnología médica también ocurre en otras ramas… y de manera creciente penetra en todas los ámbitos de la economía” (ver más abajo la mención del ICIDCA). c) Todo estos desarrollos hacen más evidentes las contradicciones del modo capitalista de producción porque d) la ciencia asume un papel dual, por un lado posibilita la privatización del conocimiento pero, al mismo tiempo, puede servir para liberar conocimiento y combatir esa privatización y e) … el proceso de conexión entre la ciencia y la economía no debe ser un mecanismo ciego sino que requiere una conducción consciente. Un claro ejemplo de ello, siempre según Lage, es que desde los años 80 las máximas autoridades cubana se orientan, apoyan y se apoyan en la biotecnología. ( 5 )

Si bien la industria biológica aplicada a la salud es por lejos la más desarrollada; desde los 60 hay otros sectores con “menor contenido de ciencia de punta” que también son ejemplos de EC en Cuba. Es posible que la visión y orientación del Ministro de Industria de aquel momento -el Dr, Ernesto Guevara- quien en 1963 ya señaló las amplias perspectivas que se abrían a los derivados de la caña de azúcar: “ … es necesario trabajar para convertir en realidad que el azúcar…., sea un subproducto de la industrialización de la caña de azúcar para poder competir en cualquier mercado y asegurar la materia prima para la esfera química que es el futuro de la humanidad junto con la automatización” (6). Para materializar tales ideas se creó en 1963 el ICIDCA, el Instituto Cubano de Investigaciones de la caña de azúcar. En ese momento Guevara decía que “… el futuro de ICIDCA está en el énfasis cada vez más creciente de los procesos de fermentaciones que pueden permitirle al Instituto tener una tecnología de avanzada en este aspecto…”. El ICIDCA es un modelo de lo que hoy llamamos Biotecnología blanca con productos comercializados en todo el mundo y con asesorías y transferencia de tecnología dentro y fuera de Cuba.

Cuando se habla del conocimiento como un recurso productivo, hay que tener en cuenta que una cosa es producirlo y otra invertirlo para obtener recursos económicos. Como decía Jorge Sábato, científico y tecnólogo argentino, ya hace 40 años, “ obviamente la ciencia es condición necesaria pero ni con mucho condición suficiente”. Recuerdo que en una entrevista le preguntaron a Sábato “¿qué debería hacerse en Argentina- para aprovechar la capacidad científica y tecnológica de los investigadores?” y su respuesta fue que todo “depende del significado de “aprovechar”. Si se trata de “aprovecharla” para impulsar el progreso de la ciencia, entonces lo esencial es promover el trabajo de los científicos que son los que hacen ciencia. Si se trata en cambio de “aprovecharla” en la producción de tecnología, entonces lo anterior no es suficiente. Es esencial que al menos haya una política económica que incluya entre sus objetivos específicos el de lograr una capacidad autónoma de producción y distribución de tecnología en el circuito económico”. ( 7 )

3. Biotecnología cubana

En un artículo publicado en Nature Inmunology:“Conectando la investigación en inmunología a la salud pública: biotecnología en Cuba” ( 8), Lage decía que “una fotografía de la investigación en inmunología en Cuba muestra una comunidad de 600 inmunólogos formados, 10 instituciones científicas con base en la inmunología, …. Una red nacional de 137 laboratorios de inmunoensayos, … incluyendo 7.000 científicos e ingenieros ….. y varias plantas de producción modernas (Manufacturing Facilities) para vacunas, citoquinas, anticuerpos monoclonales y sistemas de inmunodiagnóstico. Pero lo más remarcable es la íntima conexión de la investigación en inmunología con la salud pública!.

Entre otros resultados Cuba tiene el más amplio programa de vacunación del mundo según OMS (Organización Mundial de la Salud), incluyendo coberturas universales de los recién nacidos contra 13 enfermedades, mientras que el programa de la OMS tiene 7 vacunas (VER TABLA 1). Tal vez lo más llamativo es que los hospitales y centros de atención médica en Cuba utilizan regularmente los biofármacos, incluyendo los de última generación que son producidos en Cuba, de acuerdo a las normas de calidad internacional. Varios de éstos, como los AcMc, son biofármacos de alto costo; en Argentina hace tres años atrás los medicamentos de alto costo representaban el 55% de del gasto de este tipo de medicamentos.

En el 2012 el Polo Científico se unió con las empresas de la Industria Farmacéutica y organizaron la empresa BIOCUBAFARMA (https://www.ecured.cu/BioCubaFarma ), cuyos resultados se hacen evidentes en la siguiente Tabla.

“En los primeros años del siglo XXI los productos de la biotecnología y la industria farmacéutica…. pasaban a ser el segundo renglón de la explotación material en la economía cubana” se leía en la editorial de Nature en 2009 (“ Cuba’s biotech boom”). Y agregaba también que “Los EE.UU harían muy bien en levantar las restricciones a las colaboraciones con los científicos de la Isla. …donde existe un Sistema Sanitario en el mundo en desarrollo, que cuenta con una establecida industria biotecnológica, la cual ha crecido rápidamente a pesar de no contar con un modelo de financiamiento del “ venture-capital” , modelo que los países ricos consideran un pre-requisito. Este crecimiento en biotecnología ha sido un modelo “ top-down”, como muchos cambios en la Cuba de Castro…... Pero el crecimiento también se debe en gran medida al deseo individual de los investigadores de hacer una contribución a la sociedad. … El modelo de capital de riesgo ( venture-capital model’s) es una promesa muy linda para los ricos, así parece, pero no es esencial.”

La estrategia y la capacidad de la Biotecnología cubana es lo que hizo posible trazar este puente entre la investigación y la aplicación sanitaria de los medicamentos y diagnósticos; seguramente hay que poner estos avances dentro de una concepción política general que está marcada por la frase de Fidel Castro en 1961 del comienzo de este artículo. La Biotecnología es una actividad industrial con una base fuerte en la ciencia (pero no es sólo biología molecular). Es una actividad altamente innovadora, que constantemente coloca nuevos productos aptos para crear nuevas empresas de I y D, fundamentalmente (las conocidas como “biotech”). En los países desarrollados por lo general se integra a la cadena de producción y comercialización, y algo similar ocurre en Cuba a través de las unidades de Desarrollo, producción y comercialización. Como señala Lage “La salud pública es un logro social y no sólo médico”. El contar con industrias de estas características retroalimenta la investigación y facilita la incorporación de los conocimientos a la economía. Estos productos fabricados hoy en Cuba -biofármacos, vacunas, diagnósticos- no sólo se usan en el sistema sanitario cubano gratuitamente, sino que se exportan y comercializan a más de 40/50 países del mundo. El “pipeline” tiene 91 nuevos potenciales productos que están siendo investigados. Más de 60 ensayos clínicos se están desarrollando con la participación de 65 hospitales. Más de 900 patentes presentadas en el exterior.” (8). Están comenzando un estudio clínico de un nuevo Anticuerpo Monoclonal (NeuroEpo) para el tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer, molécula original (9).

Más allá de modelos políticos y de desarrollo industrial, lo que se comprueba en el caso cubano es la integración del sistema de innovación (ciencia, tecnología, industria) a las necesidades sanitarias de toda su población, fortaleciendo su capacidad industrial de manera de tener independencia en las políticas de salud, de medicamentos en especial.“Nuestro desafío ahora son las enfermedades crónicas, las políticas sanitarias y sociales han determinado cambios en la demografía de los cubanos, nuevas necesidades sanitarias, relaciones con los investigadores. Se necesita mayor investigación en cardiovascular, cáncer, en autoinmunidad, entrar en sistemas complejos a la que pertenece el sistema inmune.” Y finaliza con esta reflexión: “La investigación en inmunología (aclaración: o en otras áreas biológicas) está creciendo como un tema global, pero los puentes uniendo la ciencia a la salud pública (y también a la economía) son todavía principalmente locales. El proceso de construcción de estas conexiones locales no es espontanea ni trivial, por lo que es necesario enfatizarlo acá” (8).

Concluyamos con un resumen de las ideas y conclusiones dignas de tener en cuenta de la experiencia cubana:

a) En Cuba hubo un proceso socioeconómico muy positivo de conexión entre ciencia y economía;

b) Es importante, como ocurrió en Cuba, que ese proceso haya tenido una conducción consciente (y política)

c) Es necesario que los gobiernos impulsen experiencias similares en lo que hace a la biotecnología como puente que conecta las investigaciones biológicas con la salud pública;

d) Rol de las unidades de desarrollo, producción y comercialización (MANUFACTURING);

e) El modelo de Venture Capital no es esencial para llevar conocimientos a la economía..

Todo ello sería útil y necesario para nosotros, que habitamos países en desarrollo.

BIBLIOGRAFÍA

1 – OCDE. – “The knowledge based economy” , París , 1996, https://www.oecd.org/sti/sci-tech/1913021.pdf

2- Mempo Giardinelli:“La sociedad del conocimiento es de un cinismo total” http://www.unsam.edu.ar/tss/mempo-giardinelli-la-sociedad-del-conocimiento-es-de-un-cinismo-total/ Mjuica, Pepe, “Cómo distribuir la inteligencia”, Texto publicado el día domingo 16 de agosto de 2009 por el Diario Miradas al Sur, que forma parte de un discurso del Mujica en un encuentro con intelectuales uruguayos en el Palacio Legislativo de Uruguay

3 - – R. Fabrizio: “Proyecto Productivo Nacional: Modelo CANGURO” - Industrializar Argentina. N°30- Noviembre 2016. Páginas 10 – 13.

4 – Alberto Díaz – “Biología y la evolución de la sociedad”. – Revista Ciencia Hoy - Febrero 2017.

5 – Agustín Lage Dávila. “La Economía del Conocimiento y el Socialismo” – Editorial Academia – La Habana – Cuba – 2013.

6 – Ernesto Che Guevara. “Ciencia, Tecnología y sociedad- 1959 -1965”. Editorial Academia. La Habana.2003. Páginas 15 – 17.

7 - Jorge Sábato, Ensayos con Humor – Editorial La Urraca, Argentina, 1983, página 28 y 135. Entrevista realizada en 1974.

8 - Agustín Lage – “Connecting immunology research to public health: Cuban biotechnology” Nature Immunology - Febrero de 2008- pag. 109 – 112.

9 - http://registroclinico.sld.cu/ensayos/RPCEC00000185-Sp - Consultado Mayo 2017.

Alberto Díaz Quimico.Universidad Nacional de Quilmes/ Universidad de Buenos Aires, República Argentina. Fuente: www.sinpermiso.info, 28 de mayo 2017.

http://www.sinpermiso.info/textos/la-economia-del-conocimiento-en-un-pais-en-desarrollo-biotecnologia-en-salud-en-cuba

Entrevista a Bertrand Tavernier. En defensa del cine “La derecha y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con el cine”

El cineasta firma una apasionada declaración de amor por el cine francés en Las películas de mi vida, una "autobiografía visual" testimonio de su admiración, con la que, además, denuncia la amnesia cinematográfica y la obligación social y política de defender el cine

No es un milagro. Es puro y contagioso amor por el cine. Después de ver las más de tres horas de Las películas de mi vida, de Bertrand Tavernier, lo único que de verdad quieres en ese momento, en la oscuridad de la sala de cine, es más cine, quieres ver las 94 películas que este gigante del cine francés ha mencionado en esta apasionante "autobiografía visual". “Es un testimonio de mi reconocimiento, de mi admiración, de mi respeto”, dice el cineasta, que propone en su película un excitante viaje personal por el cine francés desde los años 30 hasta los 70, en que él mismo se convirtió en director.

Estrenada en Cannes, la película que inauguró después Zabaltegi en el Festival de San Sebastián, es una de las declaraciones de amor por el cine más emocionantes de los últimos tiempos. Gemela de las que ha hecho Martin Scorsese en A Personal Journey with Martin Scorsese Through American Movies (Un viaje personal con Martin Scorsese a través del cine americano) e Il mio viaggio in Italia (Mi viaje a Italia), la película es, además, un elocuente documento de defensa del cine, en un momento en que “los políticos de derechas y algunos ignorantes de la izquierda quieren terminar con él”.

Todo comenzó en la cama de una clínica de los Alpes, donde el pequeño Bertrand Tavernier se curaba de tuberculosis. Allí vio Dernier atout, un divertido policíaco con el que debutó Jacques Becker en 1942, y allí empezó su emocionante viaje por el cine. Jean Renoir, Melville, Marcel Carné, Godard, Truffaut, Bresson, Louis Malle, Jean Vigo, Claude Sautet, Jacques Demy, Julien Duvivier… Y el inmenso actor Jean Gabin.

Hay mucho Jean Gabin en esta película…
Jean Gabin es Francia. Es el símbolo del compromiso con Francia. Hizo muchas películas muy buenas. Eso nunca es una coincidencia. Es importante saber que el gobierno de Vichy le hizo muy buenas ofertas para que se quedara durante la guerra, pero él decidió irse a EE.UU. y solo volvió para ponerse del lado de la Francia Libre de De Gaulle. Jean Gabin es uno de los que más me ha impresionado en el cine. Además, su francés era realmente extraordinario.

¿Por qué ha hecho esta película?
Por agradecimiento a los cineastas que forman parte de mi vida, porque quiero que todo el mundo tenga el mismo amor que tengo yo por estas películas. Por la humanidad, la emoción, la exigencia… Dos o tres veces hablo en la película de mis ‘shocks’. Todas las películas que nos encantan son un shock. Y haciendo este trabajo, descubrimiento tras descubrimiento he ido encontrando otras películas, a veces de un modo demasiado pintoresco, que también me han encantado. La mayoría las descubrí en cines de barrio. Veía una de Melville y solo pensaba que quería ver más películas de ese director.

¿Las películas de mi vida es también una forma de llamar la atención sobre la obligación de defender el cine?
Hay que defender como sea el cine y también su industria que, por cierto, crea muchos puestos de trabajo. Pero los movimientos políticos de derechas y algunos ignorantes de izquierda quieren terminar con él. Me alegro muchísimo de que la gente del cine en Francia se haya preocupado por la política, porque así es cómo estamos evitando que se carguen el cine.

Usted preside el Instituto Lumière, que se dedica a la conservación, ¿cuánto hay en su película de esa necesidad de conservar el cine?
Mucho, es un grave problema en el mundo. Aunque Francia empezó pronto a comprar películas para salvarlas. Es muy muy importante el trabajo que hace Martin Scorsese en The Film Fundation.

Inevitable hablar de las dos películas de Scorsese sobre el cine de EE.UU. y el italiano. Admiraba y admiro mucho lo que hizo, ¡alguien que dedica su tiempo a hacer una película sobre el cine de EE.UU. y otra sobre el cine italiano! Reconozco que me emocionó más lo que hizo del cine italiano. Y yo hacía mucho que tenía ganas de hablar del cine francés, por eso este testimonio de mi reconocimiento.

¿Sentir admiración hacia el trabajo de otros influye en el trabajo propio?
Mucho. Yo quería rendir de una manera muy espontánea mi admiración. Diría, además, que si tienes facilidad para admirar lo de otros, creces mucho y no pierdes el tiempo mirándote a ti mismo, que es lo que hacen muchos en el cine. Y la admiración puede tener múltiples caras.

Usted, que fue jefe de prensa de la Nouvelle Vague, no la menciona en la película. ¿No le parece importante en la historia del cine francés?
No era un movimiento, no tenían nada en común. No compartían, como Renoir, René Clair, Marcel Cané… el realismo poético. Nouvelle Vague no quiere decir nada, cada uno de ellos tenía una sensibilidad distinta. Lo único es que rodaban con cámara ligera, rápida. No quiero hablar de la Nouvelle Vague, lo que me interesa es el genio de Godard, el talento de Truffaut, de Agnès Varda… La Nouvelle Vague parece lo más importante del cine francés, pero eso es solo por ignorancia y por esa tendencia fanática de la crítica. Yo amo el cine, no le pongo etiquetas. Eso no quiere decir que no tenga espíritu crítico, que, por cierto, empieza a ser muy raro en este mundo de ‘las cifras de recaudación’. Cahiers du Cinema, que es una revista muy importante, hizo mucho daño al cine anterior a los años cincuenta. Dictaban sentencia.

Parece que sufrimos una especie de amnesia histórica del cine, ¿usted qué opina?
Lo mismo. Y la amnesia no es una cualidad. No se puede reducir la historia del cine a unos años, olvidando, por ejemplo, el cine de la ocupación en Francia. Es como decir que el cine español nace con Almodóvar, ¿y todo lo de antes? Saura, por ejemplo. ¡Esos cineastas consiguieron sobrevivir con Franco! Sin embargo, hay directores en España que tratan de demostrar que no existieron las películas anteriores. A partir del momento en que aceptamos la dictadura de la facilidad descarrilamos. En Francia pasa un poco igual. Y en EE.UU., aunque no pasa con Scorsese, Coppola, Robert Altman, herederos de Howard Hawks, Lubitsch, Preminger, John Ford… Podríamos acordarnos un poco más de ellos, valdría la pena.

Usted ha aprendido mucho del pasado del cine francés…
Del pasado siempre se aprende algo, pero hay que intentar no quedarse en él. Me enferma la nostalgia. Las películas francesas de la primera mitad del siglo XX hablaban de cosas de mucha actualidad hoy, de los inmigrantes, de los trabajadores, de la guerra, la ecología… Luego en la segunda mitad, el cine francés se olvidó de los obreros. Si el cine se olvida de la clase obrera empiezan a ganar terreno los ultraderechistas. La memoria es fundamental y es una cosa que te exige tiempo y el tiempo es lo que hace que dejemos a un lado lo superficial y lo estúpido. Hay que olvidarse de lo estúpido y curar heridas.

¿Siente que en Francia hay respeto por el cine?
Hay una buena parte de productores que no quieren que haga la segunda parte de la película, a partir de los años 70, y, sin embargo, es una de las que mejor se ha vendido en el extranjero, en todos los países. Esta se ha hecho gracias a Pathé y Gaumont, que no son cualquiera. Pero constantemente escucho a los productores decir que este tema no le interesa al público. Lo mismo he escuchado en otros momentos de mi carrera de la Guerra del 14, de la escuela y la educación, de la policía… En efecto, creo que muchas instituciones que deberían luchar para proteger la memoria del cine, no lo hacen. Pero, en general, hoy no se lucha mucho por nada, ni por la televisión pública, ni por la escuela, ni por la sanidad, ni por la cultura…

La opción ha sido hacer una serie para televisión.
Sí. Son ocho capítulos de una hora. No habrá segunda parte de la película porque no encuentro el dinero, pero sí hay dinero para la serie de televisión.

@begonapina

Fuente: http://www.publico.es/culturas/bertrand-tavernier-derecha-y-ignorantes.html

Valentín Ladrero publica “Músicas contra el poder” (La oveja roja) Música popular y resistencias en el siglo XX.


Enric Llopis


“Nunca se supo quién cantó por primera vez una estrofa de ‘blues”, recuerda Valentín Ladrero. Pero allí radicaba el origen de buena parte de la música negra que se produjo a lo largo del siglo XX. Se trataba con el ‘blues’ de aligerar la tristeza, expansionar la ira y celebrar el gozo de la población afroamericana, puede que en un campo de trabajo al norte del Misisipi, en una granja aislada o en la velada en unos almacenes vacíos de los Estados Unidos, durante las primeras décadas del siglo XX. Esta música que aspiraba a la libertad –fundamentada en los mitos de la muerte, el sexo y el diablo- partía de los “hollers”, los cantos de labor de aquellas cuadrillas que retiraban de sol a sol piedras de las carreteras o se dejaban la piel en las plantaciones de algodón. “Mientras el ‘jazz’ representó el bullicio festivo de la vida en comunidad, el ‘blues’ caviló en soledad sobre su conflicto con las leyes redactadas por el hombre blanco”, resume Ladrero en el libro “Músicas contra el poder. Canción popular y política en el siglo XX”, publicado en 2016 por Ediciones La Oveja Roja.

El autor comienza el libro dando cumplidas explicaciones sobre esta música que representó la mugre y los problemas; aunque en los años 20 del pasado siglo el ‘blues’ rompió el aislamiento y, debido a que se optimizaron las grabaciones, llegó tanto al proletariado negro urbano como a algunos blancos liberales. Y se socializó esta música del sufrimiento. Sloan, Patton, Johnson, Son House… Después irrumpió la “Gran Depresión” y se desplomaron las grabaciones de ‘blues’ en Estados Unidos, como acreditan por ejemplo las ediciones de copias de la Compañía Columbia. Sin duda fue una manera de hacer música que dejó huella. “Con el ‘blues’ la población blanca norteamericana conoció por primera vez, en el siglo XX, la sensibilidad artística y las condiciones de vida de la población negra”, explica el autor del libro. Después advino otro género afroamericano, montaraz y voluptuoso, el ‘jazz’, asociado a la innovación, los experimentos y las rupturas. Y también a la política, como se aprecia en la implicación del ‘free jazz’ en la lucha por los derechos civiles.

El magno trabajo de Valentín Ladrero, de 670 páginas, tal vez se explique mejor con unos trazos biográficos. El autor pensaba dedicarse al periodismo o la sociología, pero tras empezar a colaborar en la prensa y la radio se adentró en el mundo de la música. Y así, durante quince años, trabajó en la industria discográfica. Hasta que se lo dejó y actualmente participa en el movimiento ecologista. Ya no se acerca a la música del mismo modo que en su etapa profesional, ahora escribe, habla y escucha discos sin las ataduras de antaño.

En “Músicas contra el poder” se refiere al “hedonista”, “salvaje” y “orgulloso” ‘funk’, que se abrió paso como alternativa al optimista y algodonoso ‘soul’ de manera que lo “negro” se tornó aún más amenazante. Estas palabras recogidas en el Festival de Wattstax (Los Ángeles, 1972) recogen las ambiciones de una época: “¡Poder para la gente de color! ¡El poder del soul! ¡Poder negro! ¡Queremos poder y lo queremos ahora! ¿Queréis escuchar funk?” Del partido de los Panteras emergieron bandas como The Lumpen, en alusión a los jóvenes residentes en las viviendas del gueto. Fueron los años del Black Power, “nunca antes la población afroamericana tuvo tanto empeño en devolver con la misma moneda tantos siglos de humillación y racismo”, explica el escritor. Y así, en el libro se suceden las descripciones de géneros (populares) vinculados a la protesta. Del paro y las drogas en los barrios estadounidenses surgió el ‘hip hop’, con raíces en el grafiti. En los años 80 del siglo pasado, el ‘hip hop’ político en Estados Unidos engarzaba con la tradición de los Panteras y el Ejército de Liberación Negro.

El texto de Valentín Ladrero aborda múltiples frentes, entre otros la guerra española de 1936. El sector republicano difundió las canciones populares y obreristas, algunas de ellas publicadas durante la conflagración: “Cancionero Juvenil”, “Seis canciones de guerra” o el “Cancionero de las Brigadas Internacionales”, en 1938. En el frente se hacía uso, asimismo, de las danzas regionales, la Internacional y el Himno de Riego. “‘¡Ay Carmela!’ fue una de las canciones más populares de la guerra”, detalla Ladrero. El libro penetra en pormenores como la experiencia del corresponsal del “Afro-American” de Baltimore en Madrid, Langstone Hughes, quien observó la admiración de los miembros de la Alianza de Intelectuales Antifascistas cuando llegó con una caja repleta de ‘swing’. Sin embargo, la música también anidaba en el “vientre de la bestia”, en palabras del autor de “Músicas contra el poder”. El ministro de Propaganda del III Reich, Joseph Goebbels, no tenía en estima una de las canciones que expresó toda la crudeza de la contienda, “Lilí Marlén, canción de un joven centinela”. La consideraba “sentimental y decadente”. A Hitler le obsesionaba Wagner, pero el nazismo estigmatizó el ‘jazz’ por tratarse, supuestamente, de una música “degenerada” debido a su origen negro.

El tercer bloque del libro, sobre la canción popular, atraviesa el océano. Un periódico argentino empleó por primera vez el término “tango” en 1886. Fue, según Ladrero, “el bálsamo y prodigio que llegó para curar las heridas de una Argentina en construcción”. En el tango cobraron sentido grandes palabras como deshonra, traición, hambre y sexo. Junto a toda la metafísica, hubo canciones y tangos anarquistas, que se agregaron a las milongas, habaneras y guajiras. Cátulo Castillo compuso tangos de carácter social, por ejemplo “Tinta Roja”, “El Aguacero” y “Caminito al taller”, pieza interpretada por Carlos Gardel en 1925. Celedonio Flores, llamado “el hijo del pueblo” escribió en 1932: “Quisiera que alguien pudiera escucharlo/en esa elocuencia que las penas dan,/y ver si es humano querer condenarlo/por haber robado/¡un cacho de pan!”

Otra metafísica (libertaria) es la del flamenco, creación de los gitanos andaluces en un contexto de hambre y durísimas jornadas en el campo. A menudo se ha establecido la comparación entre el ‘blues’ y el flamenco, ambos surgidos a partir de la identidad étnica y la marginación social. El libro “Andalucía: su comunismo libertario y su cante jondo”, de Carlos y Pedro Caba, afirma dónde escuchar en todo su vigor el cante jondo: en el campesino solitario, el recluso de la penitenciaría, la mujer del prostíbulo y el obrero de la mina. Además, en la calle y en medio de la epopeya barrial de los extrarradios nació en los años 70 la rumba. Igual que el cine quinqui y que palabras como chabolo, chorar, chorbo o chatarra. La rumba como “un acto asilvestrado ininteligible para el poder, enseñando los dientes torcidos y los tatuajes de la cárcel, el lugar más citado en sus letras”, escribe el autor de “Músicas contra el poder”. Los chunguitos cantaban letras de esta guisa: “Si me das a elegir entre tú y mis ideas,/que yo sin ellas/ soy un hombre perdido/ay amor, me quedo contigo”.

Muy poco que ver con la explosión libertaria de la “chanson” y el mayo del 68 o, antes, con la bohemia existencialista de la Francia liberada, la resistencia y el periodo de entreguerras. Siempre con un modo singular de concebir la libertad, en la diversa nómina de la “chanson” figuran artistas como Maurice Chevalier, Charles Trenet, Boris Vian, Yves Montand, Juliette Gréco, Leo Ferré (“Hablo, ladro como un perro. Soy un perro”), Georges Moustaki (quien cantó el derecho a la pereza y la felicidad) o el belga Jacques Brel. El recorrido continúa con la canción política italiana, a partir de la experiencia de la segunda guerra mundial y en los años 60 con las revueltas, manifestaciones y ocupaciones de fábricas. Así, se difundieron piezas del cancionero como “Cara moglie”, de Ivan Della Mea. En 1961 Gianno Bosio y Roberto Leydi fundaron Edizioni Avanti! con el fin de difundir la canción política. Pero además de los grandes procesos y tendencias, el libro de “La oveja roja” se detiene en la caracterización de significados artistas. Violeta Parra se quitó la vida el cinco de febrero de 1967, antes de la victoria de la Unidad Popular chilena. En canciones como “La Carta” hace ver toda la dureza de la lucha de clases: “Me viene a decir la carta/que en mi patria no hay justicia,/los hambrientos piden pan,/plomo les da la milicia, sí”.

Las canciones de amor y combate de la Nueva Troba Cubana, el “corrido” durante la revolución mexicana, la voz libre de Paco Ibánez (“Galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo que la tierra es tuya/¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!”), las “Trovas do vento” de la Revolución de los Claveles… Y el punk: “Un escorzo anfetamínico del viejo ‘rock and roll’, una deformación del caos y el ruido; su falta de pericia instrumental fue sustituida por actitud y carácter, acelerando y memorizando antiguos acordes aprendidos en las casas okupadas”, explica Valentín Ladrero. El movimiento se despliega –en todo su nihilismo- durante la crisis más aguda tras la segunda guerra mundial. ¿Y el ‘reggae’? “Fue el ‘soul’ jamaicano, cuajado por la protesta y el sufrimiento”, subraya el autor. “Se impregnó del relato político, de la trascendencia política rastafari y de las fantasías afrocéntricas recogidas en los textos de los intelectuales radicales negros de principios de siglo”. En el libro hay también espacio para el más rápido y más peligroso Hardcore, las maneras de vivir del rock urbano, el sonido altermundialista o la música industrial y el cibercapitalismo.

Lo que han demostrado las primarias del PSOE y lo que no

En España cuesta demostrar las trampas más evidentes, ocultas o mareadas bajo muchas trampas más, pero alguna vez se hace la luz. La reelección de Pedro Sánchez como secretario general del PSOE ha revelado, en primer lugar, la escandalosa maniobra que culminó en el ominoso Comité Federal del 1 de octubre que le obligó a dimitir. Por mucho que hayan insistido en su normalidad, la mitad de la militancia no les creyó. Ni lo tragó. Y mucho menos que fuera inevitable abstenerse para dar el gobierno a Rajoy como también se han cansado de repetir. Para su mala fortuna, la corrupción, las maniobras judiciales, hacían y hacen más flagrante ese apoyo.

Hablamos de todos aquellos que han quedado con sus desvergüenzas al aire en una operación tan chapucera como solo sabe hacerse en España cuando se ponen a ello. Se trataba de entronizar en el mando a Susana Díaz y echar de la faz de la tierra –de ser posible– a Pedro Sánchez. Por distintas motivaciones. Agravios personales en algún caso y, fundamentalmente, para que nada cambiara en el sistema, a mayor gloria de sus promotores.

Los análisis más equilibrados coinciden en que el fallo principal fue la candidata. Cuesta entender dónde le veían las grandes aptitudes que describían los medios a su favor –casi todos–. Carisma, fuerza, liderazgo, capacidad de unión y una gran destreza en coser los rotos provocados. El día de la votación aún aseguraba El País que del Comité “había salido un secretario general muerto políticamente y una aspirante al puesto más viva que nunca”. Juicio clínico, como tantos otros.

Tan segura de su triunfo estaba Susana Díaz que ni preparó su campaña, ni algunas ideas con peso a transmitir. Ya no faltó más que su propuesta de futuro, en particular la de “cultura”. La teoría de las clases medias asiáticas y las playas que tienen su versión en España, para dar playa e impulsar clases medias locales, nos llenó de estupefacción. Venía precedida de un discurso clasista, reaccionario e insultante sobre el fenómeno indignado. La playa aparecía otra vez. Acusaba a los descontentos de querer una segunda residencia frente al mar, y, lo que es todavía peor, de pretender llevar a sus hijos a la Universidad. Levantó ampollas.

Y allí estaban suscribiendo esa candidatura expresidentes, barones de toda España en abrumadora mayoría, lo más granado del PSOE. Y, apoyando por la banda mediática, los principales medios con El País en cabeza. Con un cúmulo de insultos a Pedro Sánchez y todos los parabienes para Díaz. Todos han fracasado. Es una aplastante realidad.

La presión para que saliera la presidenta andaluza queda reflejada en que la avalaron con su nombre y firma personas que luego no la votaron. Perdió en todas las comunidades salvo la suya y el País Vasco.

Ante nuestros ojos desfilan –y es solo el principio– las miserias de la condición humana. Ya se ven los hipócritas habituales que no tienen ni el mínimo pudor para cambiar a la chaqueta del acercamiento, tras las puñaladas traperas. Lo que domina sin embargo es una mezcla de ira y desprecio, con un punto de temor. Dirigentes del PP dicen que no hay nada que cambiar en el rumbo de su España. Albert Rivera e Inés Arrimadas resucitan sus peores fantasmas no vaya a ser que a Sánchez le dé por ir a la izquierda como dice. Como le pide la militancia.

La militancia. Qué obscenidad. Podemos, Unidos Podemos, Pablo Manuel, ya tenemos de nuevo todo el repertorio completo. A unos niveles de patetismo insuperables. El conductor de los Desayunos de TVE, con expresión de no haber pegado ojo, conmina a un miembro del equipo de Sánchez a que, prácticamente, se comprometa a que no pactarán con Podemos. “Con Podemos, no”, ordena con tono severo. Muestran todos ellos una desolación que entra en la categoría feliz de la justicia poética.

La basura plena llega a bautizar a Irene Montero como Yoko Ono y a hacerla responsable de un peligroso pacto de izquierdas. “No sería bueno”, había sentenciado Albert Rivera, no aclaró para quiénes, aunque es evidente.

Lejos de reconocer su derrota, la derrota de toda su estrategia, El País siguió con sus artículos y editoriales incendiarios. Como decía Javier Gallego, Crudo, la elección de Sánchez ha demostrado la pérdida de influencia del que fuera el periódico de referencia español. Sus editoriales ya no son relevantes. A lo sumo para la camarilla que lo gestó todo y una corte de dinosaurios nostálgicos de un pasado que no volverá. Los pasados no vuelven por definición.

Consecuencia lógica en una audiencia crítica como ha tenido El País. Sus contenidos entran en terrenos preocupantes. Son ya demasiadas las veces que pone en cuestión el hecho de votar, y el lunes –en el amargo despertar en el triunfo del candidato detestado–, llegó a hablar de crisis de la democracia representativa. Puesto que Pedro Sánchez es, dice, igual que Trump y Podemos, y Podemos es lo mismo que la Falange por boca de su columnista Javier Marías, intranquiliza deducir el sistema que se está propugnando desde esas páginas. Las élites son las que saben. Sobre todo lo que conviene a las élites. Con Sánchez ven amenazada, dicen todos sus miembros, la estabilidad. La estabilidad de la corrupción y la desigualdad en la práctica.

Habrá que echarle otro ojo a Pedro Sánchez. La versión actual lo trae con un coraje y una tenacidad que aportan muchos puntos a su favor. Pero no está claro si ha cambiado realmente de intenciones, no se sabe qué va a hacer, como planteaba en preguntas concretas y decisivas Olga Rodríguez.

Quienes le siguieron en el NO es NO fueron apartados por la Gestora y hasta multados. El aparato copó los principales cargos, puede hacerle difícil la gestión. Y algunas primeras declaraciones tienen un cierto olor a déjà vu, a ya visto. Dos puntales del nuevo equipo, Adriana Lastra y Margarita Robles dicen en declaraciones a medios, que el NO es NO va también para la moción de censura de Unidos Podemos. Con un argumento de peso, sólido y racional como pocos: porque no apoyó a Sánchez (y su alianza con Ciudadanos) a la presidencia del Gobierno. El propio Sánchez resucitó esta versión en campaña. Igual volvemos al bucle, a dar vueltas en el tiovivo, aunque esto no está confirmado.

Al final, los ciudadanos responsables han demostrado que ya no son tan fáciles de engañar. Hay más medios que los tradicionales. E informan. De su paciencia sabemos: es mucha pero no infinita. A ver si por fin los tiempos cambian y la marea empapa y cruje los inamovibles muros. Lo decía Bob Dylan hace una eternidad. Aquí y hoy, al lado, en Portugal está siendo posible. También está demostrado. 

http://www.eldiario.es/zonacritica/demostrado-primarias-PSOE_6_646795346.html

martes, 30 de mayo de 2017

Jean Dumont: el amanecer de los derechos del hombre (la Controversia de Valladolid) Florence Gauthier 07/05/2017.

Jean Dumont, (1923-2001) editor francés y autor hispanista, publicó este libro con el título [original] de La vraie Controverse de Valladolid. Premier débat des droits de l’homme, Centurion, 1995. En castellano lo editó Ediciones Encuentro, 2009.

El autor revisita esta Controversia de Valladolid en la óptica, anunciada de entrada, de una rehabilitación de Juan Ginès de Sepulveda, el antagonista de Bartolomé de Las Casas. Irritado por la película de Roland Joffé, The Mission (1986), y la novela de Jean-Claude Carrière, aparecida en 1992, y adaptada con éxito al teatro el año siguiente,[1] J. Dumont nos propone la «verdadera» interpretación de la Controversia.

En los dos primeros capítulos, J. Dumont recuerda, con absoluto derecho, que ni el «descubrimiento de América» ni la «conquista» que le siguió de inmediato fueron premeditadas ni queridas por la corona de España: como es bien sabido, Colón partió a la busca de una ruta hacia China e India y se encontró un nuevo mundo, ¡y eso sí que fue una verdadera sorpresa!

J. Dumont recuerda una vez más que la «conquista» fue obra de los descubridores, que se transformaron en conquistadores, y luego en colonizadores, por propia iniciativa particular, ¡sin que tuviera conocimiento la monarquía de ello! Subraya de nuevo que la «conquista» una vez empezada, interesó poco a la sociedad española (pág. 24 et ss.): las cifras de los candidatos a partir hacia el Nuevo Mundo son muy reducidas, a lo largo de todo el siglo XVI, y el conocimiento de lo que sucedía al otro lado del océano se limitaba a los estrechos círculos de la Corte real y de su administración, de algunas universidades y, en raras ocasiones, de las Cortes.

J. Dumont insiste en la elección personal que hizo Colón de esclavizar a los «indios», esta denominación nacida de la ignorancia inicial de la empresa y dada a esos pueblos no conocidos. Para justificar su aventura y hacerla perdurar, Colón buscaba riquezas en metales preciosos, pero al no encontrarlos, pensó en organizar la captura de indios y su trata hacia España, para que fueran reducidos a esclavitud y competir así con los cautivos africanos.[2] En 1495, Colón envía un primer cargamento de 400 esclavos indios, pero ¡la Reina Isabel los rechaza! ¡Exige la devolución de esos cautivos, libres, a sus lugares de origen! Sin embargo, Colón vuelve a intentarlo en 1499 e Isabel le castiga entonces: le prohibe la trata de indios bajo pena de muerte y le destituye como virrey. ¡El nuevo continente no llevará el nombre del esclavista Colón!

Pero sobre el terreno son los colonos los que prosiguen la esclavitud de los indios. La Reina Isabel reitera la prohibición en 1501, legislando sobre los indios, convertidos en súbditos naturales de la corona de España. Para ello crea la encomienda en 1503, concebida como institución de protección de los indios: el encomendero es un español encargado de proteger a los encomendados, esos pueblos indios, que son propietarios exclusivos de sus tierras.

Pero, sobre el terreno, los colonos esclavistas transforman la encomienda imponiendo el repartimiento, que va a permitir servirse de la mano de obra en beneficio del amo para toda clase de trabajos. Abusos, violencias, represiones, se desarrollan una serie de crímenes odiosos y suscita un enorme movimiento de indignación y de voluntad de informar a la corona de España para que les ponga fin. Esta sublevación profunda de las conciencias se amplía en la primera mitad del siglo XVI, atraviesa las órdenes religiosas en el Nuevo Mundo, pasa a la acción con denuncias de lo que está allí naciendo, propone proyectos de respuestas y llega a la misma España. Los indignados activos cruzan el océano, van y vienen. Son cada vez más numerosos cuando se trata de informar directamente a la corona de España.

Este movimiento es lo que J. Dumont denomina «crisis de conciencia», que él quiere reducir a una dimensión estrictamente religiosa. A buen seguro, existe ésta, pero la pregunta nueva que se plantea ¡dista de limitarse a la de la conversión de estos pueblos indios! Se trata de la capacidad de la corona de España de controlar a esos aventureros de la conquista y de la colonización esclavista que son los colonos, que han introducido una violencia de tipo nuevo, la del advenimiento de una dominación que se revela un día tras otro de una inhumanidad muy específica y cuyo objetivo consiste precisamente en imponerla a la corona de España lo mismo que a la política de la Iglesia. ¡Bien que se trata de una lucha por el control de los poderes temporal y religioso, algo que J. Dumont se niega a ver!

J. Dumont presenta a Las Casas de manera en principio negativa, concentrando las calumnias contra él dirigidas, tanto en vida como después de su muerte, y hay en ello, a día de hoy, algunas montañas...Veamos más de cerca los procedimientos de J. Dumont.

Las Casas, en la denuncia de los crímenes cometidos por la conquista y la colonización y su defensa de los derechos de los pueblos indios, es a los ojos de J. Dumont un «revoltoso, inútil e impotente», un «enemigo de España», responsable de lo que presenta como «crisis de conciencia», pero también de la leyenda negra. Este «dominico extremista» añadiría «virulencia» a «la exageración» de sus propósitos. Poco le importa a J. Dumont que la expresión leyenda negra de España apareciera a finales del siglo XIX en un contexto histórico diferente, y formulada por intelectuales ilustrados, criticando una acumulación de prejuicios, que reducían la historia de España sólo a las corrientes obscurantistas.[3] Pero J. Dumont tiene una explicación para los excesos que atribuye a Las Casas y que opone a Sepúlveda:

«La persona, la carrera y el pensamiento de Sepúlveda parecen oponerse en todo a Las Casas. Es un cristiano viejo, realmente autóctono de España, mientras que Las Casas, como afirman cada vez más sus biógrafos y analistas, nace en una familia de judíos conversos. Esto produce en Sepúlveda una tranquila y firme afirmación nacional. En Las Casas produce, por el contrario, una inquietud permanente y una puesta en tela de juicio de la contribución española a América, vista como una de esas persecuciones contra los hombres distintos, a causa de su raza y de su religión, que los judíos son conscientes de haber sufrido y de seguir sufriendo» (cap. IV, p. 150).

La «raza judía»: esta invención de los antisemitas de finales del siglo XIX, ha llegado hasta J. Dumont, que no duda en extenderla al pasado: armado de esta «irrefutable» explicación, el lector debe comprender mejor cómo y por qué Las Casas es un «revoltoso» y, llegado a esta cumbre, ¡no hay nada más que añadir! Pues para J. Dumont no hay ni conocimiento ni ciencia históricos, solamente panegiristas y detractores … (véase, por ejemplo, p. 85 y ss., p. 138).

En el retrato de encargo que hace de Las Casas (p. 138-149), el punto central sigue siendo la «raza». Habríamos creído hasta ahora que Las Casas había criticado y rechazado la barbarie de la conquista y la destrucción de las Indias occidentales, pues bien, ¡no! J. Dumont afirma por el contrario que fue un colonizador e incluso un corrupto. ¿Pensábamos que Las Casas había sido un notable etnógrafo de la vida de los pueblos indios? Se trata de otro error y J. Dumont asegura que desconocía [4] las lenguas indias, ¡pero es inexacto! ¡Las Casas aprendió la lengua de los taínos de La Española y de Cuba, donde permaneció largo tiempo!

Todos estos aspectos de la vida de Las Casas han salido poco a poco a la luz a medida que se producían reediciones de sus obras, particularmente abundantes desde finales del siglo XVIII a la ocasión de la Revolución de Santo Domingo/Haití, seguida del ciclo de independencias de las colonias españolas de América, a lo largo del siglo XIX y desde entonces. Cuanto más veían la luz estas publicaciones, más se reducían las calumnias contra Las Casas, fundadas en la ignorancia de las fuentes, pero es verdad que J. Dumont no espera gran cosa del conocimiento de los hechos ni de la paciente crítica de las fuentes ni de las investigaciones y debates, tiene su talismán que le cuenta el lenguaje secreto del «racismo» y que le basta. Se deleita en ello de nuevo en su ataque final contra Las Casas, retomando la vieja calumnia sobre la introducción de cautivos africanos en el Nuevo Mundo:

«Pero no hay duda ninguna de que fue uno de los promotores de la introducción de esclavos negros en América, al menos hasta 1550. (…) En Las Casas hay también un desprecio básico por los negros, un racismo hacia ellos ingenuo pero explícito» (p. 141-42).

Se conocía ya ese primer motivo de calumnias, que insinúa que Las Casas habría sido el iniciador de la introducción de esclavos africanos en América, utilizado por Corneille De Pauw[5] en el siglo XVIII, pero Dumont lo completa con el «racismo», que él juzga natural y eterno ¡y que aqueja, pues, a cualquiera, incluido Las Casas!

Las investigaciones sobre Las Casas han sacado a la luz una «historia», la de la conquista y la colonización y la de su toma de conciencia progresiva de lo que allí estaba naciendo. Las Casas provenía de medios dominantes españoles, su padre fue gobernador de La Española y él mismo recibió, muy joven, una primera encomienda, y luego una segunda durante su estancia en Cuba. Es lo que los historiadores de Las Casas han llamado su «primera conversión», seguida de una segunda y de tomas de conciencia sucesivas en relación a hechos nuevos de la colonización, como la revisión de sus primera propuestas de respuesta, todo eso forma un proceso complejo, sin duda alguna, ¡pero accesible a un cerebro humano! J. Dumont no quiere tenerlo en cuenta. Es posible, en efecto, no decir más que una parte de las cosas, como: Las Casas ha recibido encomiendas, y concluir de ello que se trataba de un encomendero como otro cualquiera. Es exacto, pero sólo en parte, puesto que renunció y entregó sus encomiendas cuando tomó conciencia, entre 1512 y 1514, de los malos tratos infligidos a los indios, lo que le determinó a volver a la corte de España para informar de los crímenes que se cometían en su nombre. Entonces, ¿por qué J. Dumont recorta la historia de esta manera? Añade que Las Casas tenía una visión colonialista, y es verdad que en una época había creído posible una «buena colonización» y llegó incluso a convencer a la corona de España y recibió los medios para lanzar su expedición, en la costa de Paria, en 1520. Pero fue un desastre y los «buenos colonos» que había reclutado se volvieron en contra de su proyecto para sacar provecho de la trata de cautivos indios. Las Casas llevó a cabo entonces un largo retiro en el convento de los domínicos de La Española para reflexionar y tomó conciencia de que era ilusoria una «colonización buena» y que era la conquista y la colonización mismas lo que había que impedir, pues en esa época pensaba todavía que la cosa era reversible.

Si J. Dumont quiere contar la historia, ¡debe presentarla completa! Lo mismo vale para la calumnia de un Las Casas introductor de la trata negrera. A este respecto, la fuente de esta cuestión proviene del mismo Las Casas, que lo contó en detalle en su Historia de las Indias, cómo había imaginado aliviar temporalmente a los esclavos indios con ayuda de esclavos africanos. Pero iluminado por las realidades de la esclavitud, cuyo desarrollo relata desde sus comienzos en la isla de La Española, la condenó de modo general, ya se impusiera a los indios, a los africanos o a cualquier otro, pues, al librar su lucha, había adquirido una concepción universal del derecho de libertad propio de todos los individuos del género humano.[6]

Ahora bien, una conciencia así es producto igualmente de un proceso histórico. Y es precisamente esta conciencia crítica y su historia la que rechaza J. Dumont y toda una corriente de calumniadores de Las Casas. En cuanto al tema de un Las Casas iniciador de la introducción de la trata de africanos en el Nuevo Mundo, se revela inconsistente, puesto que ¡existía antes incluso de que llegara Las Casas!

El segundo motivo de un Las Casas que separa la condena de la esclavitud de los indios y la de los africanos es de otro orden. Cuando lo empleó De Pauw, arrojaba dudas sobre las capacidades intelectuales de Las Casas, acusándole de no haber entendido de inmediato la unidad del género humano. Ahora bien, De Pauw ignoraba la fuente de la Historia de las Indias, no publicada todavía en esa época, y mal proceso le incoaba a Las Casas, pues si él, De Pauw, podía emplear el arma de un derecho universal, ¡se lo debía también al esfuerzo de Las Casas, de Vitoria y de sus amigos!

Pero existe otra corriente de calumniadores: si Las Casas no es capaz de pensar la unidad del género humano y la igualdad de derechos, es que la cosa sería sencillamente imposible, y J. Dumont es de estos. Y aunque esto disguste a nuestro autor, la idea de unidad del género humano, cuyos miembros nacen y permanecen todos libres e iguales en derechos, se ha convertido hoy en la de todos los amigos de la humanidad, y ¡bien que corresponde a Las Casas y sus amigos haber tomado conciencia y arrojado luz sobre ello al librar esta batalla!

La interpretación que hace J. Dumont de las Leyes Nuevas de 1542 se apoya en una historia una vez más mutilada. En efecto, Las Casas volvió a España en 1540, con la intención de convencer a Carlos V de que tomara medidas generales para prohibir nuevas conquistas y suprimir la esclavitud de los indios. El rey, que había escogido a Las Casas como consejero, promulgó las Leyes Nuevas en 1542, con el consentimiento de las Cortes de Castilla, que intentaban «poner remedio a las crueldades que se cometían en las Indias». Con esta legislación, Las Casas había logrado uno de sus objetivos: persuadir a la corona de España sobre estas cuestiones de fondo. ¡Se apreciará que había conseguido la primera abolición de la esclavitud en la América colonizada! Pero su victoria se transformó inmediatamente en fracaso, claramente expresado por los colonos esclavistas, que maldijeron a Las Casas «de México a Perú»! Enviado a Chiapas como obispo para aplicar allí esas leyes, Las Casas se vio acosado por la revuelta de los colonos esclavistas, que escribieron al rey pidiéndole que enviara «religiosos que se ocuparan de la conversión de los indígenas y no de escribir novedades»[7]. Este nuevo motivo se dirigía también a la Iglesia para que comprendiera la necesidad de enviar religiosos formados para obedecer a la dominación de los colonos esclavistas en el Nuevo Mundo y será, en efecto, una verdadera lucha la que habrá de librar para conseguir ganar el caso.

Con el fracaso de las Leyes Nuevas experimentó un giro la historia del Nuevo Mundo. Carlos V, vencido por la rebelión de los colonos, no se atrevió a imponer las Leyes Nuevas y prefirió suprimirlas en 1545. La Iglesia se había manifestado en 1537, en la persona del Papa Paulo III, que siguió las críticas de Las Casas y sus amigos y publicó la bula Intersublimis deus, que sostenía que a los indios «no se les debe privar de su libertad ni del goce de sus bienes» y «no deben ser reducidos a la servidumbre»[8]. Pero Paulo III murió en 1549 y sus sucesores guardaron silencio: el derecho divino se negaba a tomar partido sobre las cuestiones de la conquista, la colonización, la esclavitud de los vencidos y otros crímenes contra los derechos de la humanidad.

J. Dumont ha hecho notar el giro histórico de la victoria del partido de los colonos esclavistas a su manera: ridiculiza las Leyes Nuevas de 1542, «ese desastre», ¡como si no se debieran más que a Las Casas solito! Reduce su contenido a la supresión de la encomienda, sin más explicaciones. Evoca después largamente el apogeo de esta misma encomienda en el Nuevo Mundo a partir de 1550, como una nueva inspiración finalmente desembarazada de ese cascarrabias de Las Casas, ¡y ahora defendida incluso por religiosos! Escribe: «Es un fénix que renace de sus cenizas, gloriosa resucitada. No hay sobre ella (la encomienda) la menor crisis de conciencia, especialmente entre los religiosos» (cap. III, p. 114). Pero J. Dumont no precisa en qué forma se realiza este «renacimiento» de la encomienda: ¿según la previsto al inicio por la reina Isabel o la que le dieron los colonos esclavistas en el curso de los años transcurridos?

Llegamos finalmente a la Controversia de Valladolid, pero el lector quedará decepcionado, pues, en la versión de J. Dumont, no se trata de un debate entre dos puntos de vista que difieren y se enfrentan, sino de un combate muy desigual, ¡pues ridiculiza a Las Casas y remacha sin descanso la gloria de Sepúlveda!

Sin embargo, la documentación es abundante y permite, a día de hoy, acceder al desarrollo de los argumentos de cada uno, así como a los resúmenes originales de las sesiones, pero J. Dumont no evoca la posición de fondo de Las Casas, que yo recuerdo así: conquista y colonización son crímenes contra los derechos personales y colectivos de los pueblos en cuestión y la corona de España tiene el deber de restituirles lo que se les confiscó y protegerles contra la prosecución de esos crímenes. Las Casas había intentado él mismo con algunos amigos una experiencia de ese tipo en Vera Paz[9]. Pero J. Dumont se niega a decir esas cosas ¡y se limita a calificar la posición de Las Casas «de extremismo»! ¡Queda un poco escaso! Emprende una apología de Sepúlveda por su justificación de la conquista, de la colonización y de la sumisión de los vencidos a la soberanía de la corona de España. Siendo bárbaras las costumbres de los indios– y Dumont insiste en la sodomía, el canibalismo, los sacrificios humanos - la corona de España está facultada para «civilizarlos» convirtiéndolos. Dumont presenta a Sepúlveda como un «moderado», he aquí un ejemplo:

«Por lo demás, Sepúlveda se mostró relativamente moderado por lo que respecta a los indios. Evitó tratarlos de simples «animales» (…) prefirió el calificativo de «bárbaros», más abierto al perfeccionamiento» (p. 205).

«Bárbaros» en el sentido aristotélico del término, lo que implica una inferioridad que justifica que sean «esclavos por naturaleza». En ese caso, «moderado» significa para J. Dumont que Sepúlveda no propone ni violencia ciega ni esclavitud generalizada ni exterminio, sino más bien poner a estos pueblos bajo una tutela «que daría progresivamente más libertad a los indios, a medida que se fueran civilizando y cristianizando » (p. 208). La moderación consistiría aquí en la adquisición de «libertad por la dominación»: ¡tenemos aquí sin duda una idea en forma de oxímoron al gusto del relativismo actual!

¡No hacía falta esperar a J. Dumont para saber que Sepúlveda había justificado conquistas, colonización, sumisión y sometimiento de los vencidos! Pero el autor quiere hacerlo inspirador de la política imperial de la corona de España y no duda en aproximarlo a la política de protección de la libertad y derechos de las sociedades indias, proclamada por la reina Isabel, ¡lo que lleva a muchas confusiones! Empezando por ésta: ¿adopta Sepúlveda la defensa de la corona de España y de su política de protección de los indios? ¿O bien adopta la defensa de los intereses de los colonos esclavistas, que niegan precisamente las limitaciones a su poder que les imponen las leyes de la Corona? Esos colonos se quejaban también ante las autoridades eclesiásticas de la independencia de espíritu de algunos religiosos y reclamaban un clero más sumiso a sus propios intereses.

Las Casas había visto muy bien estas líneas de fuerza: en 1554, por ejemplo, Felipe II tenía grandes necesidades financieras para hacer la guerra y el partido de los colonos esclavistas de México le propuso, oportunamente, una gran suma de dinero a cambio de la legalización de la encomienda. Felipe no se atrevió a aceptar. Los colonos, esta vez peruanos, insistieron. Las Casas y sus amigos quisieron entonces impedir la corrupción de la corona por parte del partido colonial y organizaron una colecta de fondos que se proponían entregar al rey si suprimía la encomienda! Felipe II, humillado, no se atrevió a tomar una decisión, una vez más, y no se atreverá en vida. Se podrá añadir al activo de Las Casas haber iniciado la historia de evitar los intentos de corrupción de la corona de España por parte del partido colonial…

¿Por qué no quiere ver J. Dumont estos envites? Esa negativa le lleva a acercar a Sepúlveda a Las Casas, lo que no resulta muy sostenible, y revela confusión sobre la cuestión de los derechos humanos. Que Las Casas y Vitoria hayan sido los inventores de los derechos universales de la humanidad contra las políticas de conquistas y de expolio de los pueblos, gracias a la experiencia del «descubrimiento de América – destrucción de las Indias», [10] lo reconocen hasta los adversarios más feroces de la idea de derechos del hombre, pero intentar, en el cambio del siglo XX, presentar a un teórico del imperialismo como Juan Ginés de Sepúlveda, como defensor de los derechos humanos, eso sí que denota fantasía.

Si esta fantasía y la tesis racista constituyen la aportación de J. Dumont a las montañas de calumnias ya existentes contra Las Casas, en lo que toca al resto se instala en las cimas que se deben a Ramón Menéndez Pidal, empezando por un Las Casas presentado como caso patológico, lo cual atañe a la psicopatología y no a la Historia, y herético. Ahora bien, pese a las tentativas de Sepúlveda, durante la Controversia, de lograr un proceso inquisitorial contra él, hay que reconocer que la Iglesia misma no lo emprendió jamás» Y Marcel Bataillon, siguiendo a numerosos historiadores, hace notar que ninguna fuente presenta a Las Casas como un loco.

Es innegable que J. Dumont se inspira principalmente en Menéndez Pidal[11] y retoma su justificación central de la encomienda, pero también la insinuación de una divergencia entre Las Casas y Vitoria acerca de un eventual abandono del Nuevo Mundo por parte de Carlos V. Pero ¡no se encuentra ningún rastro de esta divergencia en Vitoria ni en Las Casas! Por contra, es necesario recordar a este respecto que numerosos historiadores respondieron al libro de Menéndez Pidal[12] y, en particular, Marcel Bataillon. Este último ha encontrado las fuentes y el autor, conocido hasta entonces como Anónimo de Yucay, que dejó un memorial, publicado en 1848, a cuyas tesis antilascasianas recurrió en buena medida Menéndez Pidal.

M. Bataillon ha sacado a la luz los siguientes elementos: en 1571, tras la muerte de Las Casas, Francisco de Toledo, virrey del Perú, guardó la memoria de su confesor, Ruíz del Portillo, que compartía su propio punto de vista sobre «la tiranía de los incas», con el propósito de refutar a Las Casas, que había adoptado la defensa de las culturas de los indios. Este texto dio lugar en los años 30 a nuevos estudios sobre la supuesta divergencia entre Las Casas, Vitoria y Carlos V, partiendo de la memoria de Ruíz del Portillo[13].

Las autojustificaciones del partido colonial comenzaron en el siglo XVI y han nutrido corrientes que han hinchado, deformado y añadido motivos con el fin de construir un Las Casas que ya no es denunciante infatigable de los crímenes cometidos por «la destrucción de las Indias», sino que se transforma ahora en ¡«enemigo de España»! Sin embargo, la historia de España no podría reducirse a ésta, unilateral, del partido colonial esclavista…

Notas:

[1] La película de Roland Joffé evoca los últimos años de la historia de las «Reducciones » fundadas por los jesuitas a partir de 1610 con los indios guaraníes en el Paraguay, y su destrucción total promovida por iniciativa de colonos portugueses y españoles que recibieron apoyo de sus gobiernos respectivos al término de una guerra que duró de 1758 a 1768.

[2] La trata de indios del Nuevo Mundo costaba más barata que la trata negrera, pues había que contar con los intermediarios de los reinos africanos, que controlaron las condiciones del mercado hasta principios del siglo XIX, mientras que en el Nuevo Mundo los conquistadores podían ser organizadores directos de esta nueva trata.

http://www.sinpermiso.info/textos/jean-dumont-el-amanecer-de-los-derechos-del-hombre-la-controversia-de-valladolid

lunes, 29 de mayo de 2017

Estrategias (antipáticas) para cierta “convivencia”. Teoría de la Risa Falsa

Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión / Instituto de Cultura y Comunicación

Pocas expresiones humanas son más desagradables (dicho con cautela) que las risas falsas. Y sin embargo abundan. Allá donde uno va encuentra, sin atenuantes, alguien dispuesto a sonreír, reír o carcajearse de manera falsa y, no pocas veces, estruendosa. Bajo el supuesto –estereotipado- de que “con una sonrisa se logra todo” tenemos a granel aventureros de la antipatía dispuestos a echarnos en cara una risotada sonora y falaz para auto-complacerse, convencido de que eso es “simpático”. Y uno quisiera salir huyendo.

Convertidas en muecas huecas, para una convivencia de fachada, las sonrisas falsas provienen de fuentes diversas. Unos piensan que es cortés (y de buena educación) interactuar, con todo mundo, muñido de algún estiramiento de labios más o menos creíble. Que eso ayuda a vender o a convencer a otros de que se es persona “segura”, “sincera” y “divertida”. En no pocos manuales de “relaciones públicas” se exige y se entrena a los trabajadores para que logren “naturalidad” en su sonreír falso y, no pocas veces, buscan y buscan en las revistas “del corazón” por ejemplo, una sonrisa imitable bien ensayada por alguna “estrella” del glamour político, empresarial o de la farándula. Formas de la extorsionar a la simpatía.

Se puede decir que una persona sufre de risa falsa cuando representa, confiado en nuestra complicidad, una especie de contracción de los músculos de la cara, parecida a la risa. Es una forma de aparentar una expresión con la que se finge lo que en el fondo son otros sentimientos. La risa falsa puede ser una enfermedad que se origina de cierta urgencia por ser aceptado a toda costa y que perturba el sentido común. El reidor falso también retuerce los labios, hace como que ríe, parece risa que busca la solidaridad de otros que no siempre tienen razones para contemporizar ni ser solidario. Es una falsedad urgida de connivencia que no es fácil si no se tiene habilidades pertinentes, ganas o paciencia.

También los mass media educan al “público” para adquirir una risa o sonrisa que opera como defensa psicológica para conjurar cargas de angustia que, cuando se generalizan las defensas, pierden estructura y se convierten en gesto neurótico, perverso o psicópata lleno de culpa, vergüenza o asco. El sonreidor impostado se construye una fantasía “plena de goce” en donde la sonrisa falsa es, muy a su pesar, la manifestación de un delirio de simpatía falaz. Se trata de sonrisas o risotadas producto de montajes mentales delirantes que no ocurrirían sin una lógica de las apariencias donde sujetos interlocutores también viven y practican el goce de lo falso, del engaño, de los discursos para quedar bien con todos.

Nos dejan ver que en el delirio del que sonríe falsamente, solo queda reinante él en su escenario mental que con piel de oveja esconde entre “risas” sus más profundos complejos sublimandos (con risas falsas) en aparentes luchas contra la indiferencia, la negación o el desprecio ajeno. Y sin embargo en el fondo, esas risotadas falaces guardan dentro de sí un profundo miedo e inseguridad en el que tal risotada es su espejo barnizado con vehemencia protagónica porque sienten no ser aceptados sino a fuerza de esgrimir muecas sonrientes sacadas de los estándares de sus “alter ego”.

Lo que son las sonrisas falsas es un arreglo pactado tácitamente entre una especie de secta, en donde confluye la lucha de clases, las aspiraciones políticas, empresariales e incluso “académicas”, entre cientos de sujetos, hombres y mujeres, que desconocen la crítica y la auto-crítica y deciden armar un montaje de risas para ser aceptados o queridos por alguno de sus pares y para legitimar el velo sonriente que cubre sus inseguridades o angustias. Basta de reír agobiado por esconder limitaciones sociológicas…es, acaso, más divertido reírse, naturalmente, de ellas.

En University College de Londres, por ejemplo, realizaron una investigación que ayuda a reflexionar algunas líneas del problema. Dicen ellos que sólo el 20% de las risas provienen de alguna broma. Dicen que “la mayoría de las risas humanas son fingidas” y que se nota mucho. Realizaron un experimento basado en mostrar risas descontroladas y fingidas a un grupo de personas. Casi todos los participantes fueron capaces de identificar las risas falsas. El mérito, no muy ingenioso, de la investigación ayuda a probar que se nota mucho la risa falsa. También encontraron que “a pesar de saber que era falsa, las personas reaccionaron de forma positiva a la risa fingida”. Y eso es lo verdaderamente terrible. Incapacidad para reconocer la estupidez propia.

Nos hemos acostumbrado a la falsedad incluso para reír y ya llegamos al punto en que se ofrecen cursos, de lo más diverso, para que la risa tenga certificado de buena imitación. Se enseña, incluso, como especialidad en algunos clubes de “yoga de la risa”. Y ya hay gurúes oferentes de “coaching” para fingir la risa porque trae “beneficios” contra el estrés. Por suerte también está vivo el debate y aún hay quienes insisten en que es mucho más bella la experiencia de la risa auténtica surgida en la dialéctica de las relaciones sociales fraternas.

No obstante hay quienes con una capacidad de comprensión ineluctable (o ignorancia cómplice) se adaptan y hacen creer al reidor falso que es gracioso, que se lo tolera y que se comprende su grito desesperado de aceptación. Muchas relaciones sociales depende de con quién se encuentre uno a la hora de las risas. No importa si se trata de mujeres u hombres, suele aparecer un payaso armado con risotadas que provienen de hacerse sentir a sí mismo el alma de la reunión y emprende el desafío de bromear, en el trabajo, en las casas, en la vía pública… sin importar el grado de fingimiento y ruido que despliegan. No se lo puede desear a nadie. Inseguridad, miedo e inferioridad. La risa falsa, además de cansar, da mucho miedo si se piensa que ella expresa una tensión interna extrema a la que no se da atención en los servicios de salud pública y se atiende poco en los códigos de convivencia urbana. La risa natural debería cultivarse como emancipación social desde la casa y, en público, debería estar prohibida la risa falsa, y más cuando es escandalosa.

No canto porque estoy feliz, soy feliz porque canto. No lloro porque estoy triste, sino estoy triste porque lloro. De aquí la creencia de, "Estoy feliz porque río, no que ría porque estoy feliz"

¿Existe hoy la izquierda?

Isidoro Moreno
Diario de Sevilla

La adhesión plena al sistema y el apoyo activo a las políticas que tantos sufrimientos han provocado han producido la espectacular pérdida de apoyos de los partidos "socialistas"

Una de las noticias internacionales más relevantes de estos días ha sido el hundimiento del Partido Socialista Francés. Teniendo hoy la Presidencia de la República y del Gobierno, no ha pasado del 6% en las elecciones presidenciales. Su candidato ha quedado en quinto lugar, con tres veces votos menos que el cuarto. Hace pocos años, algo similar ocurrió en Grecia al Pasok, y el PS italiano desapareció hace más tiempo, envuelto en escándalos. En Gran Bretaña, el Partido Laborista entró en crisis tras el supuesto descubrimiento de la "tercera vía" por Toni Blair. Aquí, el PSOE está como sabemos: destrozado internamente y actuando para garantizar la continuidad de Rajoy en la Presidencia del Gobierno. Existe un denominador común en este hundimiento general: los partidos denominados socialistas pasaron de ser social-demócratas a convertirse en social-liberales, apuntándose a ser uno de los dos pilares políticos, junto a la derecha tradicional, del sistema económico-social dominante.

Desde hace décadas, en cada uno de los países europeos y en las instituciones de la UE, "populares" y "socialistas" se han repartido en exclusiva los gobiernos, los parlamentos y demás instancias, coaligándose o alternándose. En periodos electorales sacaban siempre a relucir cuestiones en las que pudieran diferenciarse para, luego, realizar políticas muy similares en todo lo fundamental. El comportamiento de unos y otros durante la crisis que comenzó en 2008 despeja toda duda: han sido fieles ejecutores de las decisiones de los poderes financieros, de la troika y de Merkel.

Esta adhesión plena al sistema y el apoyo activo a las políticas que tantos sufrimientos han provocado en muy amplios sectores de la población -trabajadores, empresarios autónomos, estratos medios, pensionistas, jóvenes sin perspectivas de empleo…-, es lo que está produciendo en todos los países la espectacular pérdida de apoyos, reflejada en votos, de los partidos "socialistas". Produciendo con ello la quiebra del bipartismo de la alternancia como régimen político sostenedor del sistema. Cada vez es más claro, para más gente, que los dos pilares de ese régimen están hechos de una misma sustancia, aunque se tiñan con colores diferentes.

Descartada la resurrección de los partidos comunistas -que desaparecieron o se hicieron irrelevantes por sus insuficiencias teóricas (considerar la clase social como única base de todas las desigualdades, menospreciando la importancia del género, de las identidades nacionales y de otros marcadores), su incapacidad para construir modelos propios que no fueran los de la socialdemocracia tras la desaparición del "modelo" soviético, y su dogmatismo y falta de democracia interna-, los dos espacios político-electorales clásicos de la izquierda han dejado prácticamente de existir o se han minimizado aunque puedan continuar vivas organizaciones que se autocalifican con esos términos.

Pero la desaparición o creciente irrelevancia, hoy, de los partidos de la izquierda tradicional no significa, en modo alguno, que hayan dejado de tener vigencia los valores, ideas y aspiraciones que siempre han sido definidos como de izquierda: lucha contra las desigualdades, sentido de la justicia, solidaridad… Valores que hoy han de complementarse necesariamente con otros valores "nuevos" o no plenamente asumidos antes, como el respeto a la naturaleza (al ecosistema) y a los bienes comunes (los llamados generalmente recursos naturales), prioridad de lo colectivo (sobre todo de lo comunitario) frente a los intereses privados, democratización de todas las relaciones sociales, defensa de la diversidad cultural frente a la homogeneización que impone la globalización capitalista, cauces de participación directa en los debates y decisiones sin dejar estos en manos de políticos profesionales, oposición al patriarcalismo, al sexismo y al racismo, derecho de los pueblos-naciones a decidir por sí mismos…

¿Alguna organización o partido en Andalucía, el Estado español o Europa responde a estos valores en su programa y, sobre todo, en su práctica política y electoral? Si partimos de que existen valores y objetivos de izquierda que confrontan el sistema, ¿alguna organización los asume hoy realmente y actúa en consecuencia sin caer en dogmatismos ni oportunismos electoralistas? Pienso que cada quién debe sacar sus propias conclusiones. Y no debemos sorprendernos, y menos deprimirnos, si lo que contemplamos es mucha confusión. Ello siempre ocurre en épocas en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer. Como ya escribió Blas Infante, en estos casos nuestra principal aportación sería actuar de parteros.

Isidoro Moreno.Catedrático emérito de Antropología de la Universidad de Sevilla.

Fuente:
http://www.diariodesevilla.es/opinion/tribuna/Existe-hoy-izquierda_0_1132687309.html

Cine. Una película diferente. La mano invisible: un incómodo espejo.

Cuarto Poder

- Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores.

- La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo y a los trabajadores como una especie en extinción.

Imagen de un momento de La mano invislible/ El Sur films

Hace ya muchos años en el periódico de la izquierda italiana El Proletario se abría con una profecía: “El capital lo es todo y el trabajo nada. ¿Qué será del capital? Nada. ¿Qué será del trabajo? Todo”. Hoy, esto no se atrevería a afirmarlo ni la izquierda más radical y motivada. Más bien al contrario, nos hemos retrotraído medio siglo atrás. De esto es de lo que habla la película La mano invisible, una metáfora brutal sobre el trabajo en los tiempos actuales.

Basándose en la valiente e innovadora novela de Isaac Rosa, la película de David Macián ha hecho posible llevar a lenguaje cinematográfico una novela muy difícil. Funcionando en régimen de cooperativa y de crowdfunding, con unos actores muy verosímiles, consigue un producto sólido y brillante. Al final de la proyección las ganas de aplaudir se te quitan por el golpe en el estómago.

Tras una despiadada selección de personal, se reúnen en una nave de un polígonos industrial diferentes trabajadores: albañil, carnicero, teleoperadora, costurera, mecánico, camarero, informático… Hacen un trabajo inútil, contemplado por el público. Estas personas son juguetes rotos de esta sociedad, por la crisis, el paro, el fracaso escolar, la inmigración, las derrotas… Muestran sus emociones, sus miedos y sus anhelos. Somos nosotros.

Uno de los aciertos que tiene la película es que nos zarandea y nos obliga a reflexionar. Tras su proyección en la apertura de la XV Muestra de Cine y Trabajo del Ateneo Primero de Mayo se produjo un interesante debate entre director y público en el que participé. Al hilo de la película querría hacer alguna reflexión.

La película presenta los trabajos y oficios como un parque temático del capitalismo, a los trabajadores como una especie en extinción. Algo que recuerda lo que quisieron hacer los nazis con los judíos cuando proyectaban crear en el barrio judío de Praga un museo exótico de una raza extinguida: dejar una muestra, después de aplicar la “solución final” para eliminarlos.

Los neoliberales vienen insistiendo en el fin de la historia y en la desaparición de la clase obrera. Y si nos descuidamos tendrán razón en una cosa: su desaparición como motor de cambio, como fuerza de progreso, como palanca de emancipación social. Pero la clase obrera nunca desaparecerá como sujeto sometido a explotación. Por mucha robotización que se implante, por mucha financiarización de la economía, seguirán siendo necesarios los trabajadores para crear todo lo útil y bello que se produce en el mundo y como generadores de plusvalía. La parábola de la película es que, aunque el trabajo sea improductivo, convertido en espectáculo o performance, el capital siempre podrá sacarle rentabilidad, que es de lo que se trata.

Compartí el visionado de la película con un compañero de @cocacolaenlucha que veía reflejada en ella la situación que viven en la fábrica de Fuenlabrada. No dejaba de repetir entre dientes: “¿Pero por qué no se organizan?”. Y esta es la clave. Él sabe bien qué pasa cuando te hacen acoso laboral, cuando la empresa intenta que te sientas un inútil. Es la guerra psicológica contra los trabajadores. Frente a la dignidad de un trabajo bien hecho, les ofrecen el vacío laboral. No hay tarea, aunque estés en la fábrica, aunque hayas ganado la sentencia que obliga a la readmisión.

Lo único que te queda, entonces, es establecer complicidades con los compañeros, organizarte y luchar. Es lo único que da sentido a las cosas, es lo que impide que salga lo peor de cada uno: el individualismo, la insolidaridad, el sálvese quien pueda. Y que se recuperen los valores de la clase obrera de siempre: conciencia, ayuda mutua, empatía con los demás, determinación de dar la pelea y de ir en serio.

Ahora corren malos tiempos para los trabajadores, para ese precariado creado por sucesivas reformas laborales. Los sindicatos están debilitados e, incluso, desprestigiados, ante los nuevos colectivos. Por ello, no hay más remedio que apostar por la regeneración de las instituciones obreras a través de una mayor horizontalidad y participación de la gente; trenzando alianzas con los movimientos sociales y la izquierda política, porque solos no pueden plantar cara a un sistema depredador en todos los órdenes.

Para hacer frente al capital hay que redescubrir la utilidad de los sindicatos, de la solidaridad, de la organización y de la conciencia obrera. En ello debemos de empeñarnos. Espera un largo camino, pero cualquier viaje se puede hacer cuando hay movimientos y personas que quieren emprenderlo y tienen la firme determinación de luchar, de no ser sumisos. La manera de superar la enfermedad es no interiorizar la derrota.

Hay que comprender las nuevas realidades del mundo del trabajo. No son tiempos de titanes reivindicativos de mono azul y manos encallecidas, sino de un pueblo de hombres y mujeres vestidos de mil maneras, muchas veces con un título en el bolsillo, trabajando precariamente y pugnando por sobrevivir. Hay que levantar los ojos y desafiar a un modelo social profundamente injusto. Para desmantelar la dominación hay que dignificar el trabajo y a los trabajadores. Porque, no se nos olvide: cuando algo no se hace respetar acaba siendo despreciado.
PD: La película se sigue proyectando en los cines Princesa de Madrid. No se la pierdan.

Fuente:
https://www.cuartopoder.es/cultura/2017/05/22/la-mano-invisible-un-incomodo-espejo/