Fuentes:Ctxt [Imagen: Fascistas en la primera fila de la manifestación ante la sede del PSOE el 7 de octubre. / RTVE]
Y la violencia en los discursos saltó a la calle. Nada que deba sorprendernos a poco que hayamos leído un par de páginas del manual de instrucciones de la Historia. Si usted lo ha hecho, tendrá claro que la violencia es una herramienta de lo más útil para según qué causas. Y es que las democracias no se resquebrajan cuando son sometidas a protestas pacíficas en las avenidas ni a críticas, por duras que sean, que respetan las reglas del juego en los parlamentos. La negación de estas reglas y la violencia física sí tienen, sin embargo, la mágica capacidad de torcer mayorías surgidas de esa democracia. Al fin y al cabo, si el panorama es que corra la sangre, las mayorías pueden llegar a ceder con tal de vivir tranquilas. Se intentó en Estados Unidos, se intentó en Brasil y ahora le toca a España.
Ana Rosa y Susanna Griso no se lo contarán, pero es por esta utilidad que tiene la violencia por lo que las concentraciones patrocinadas por PP y Vox ante la sede del PSOE no estaban protagonizadas por una representación de la sociedad española, sino por un 99% de hombres blancos con aspecto de vestirse de militares frente al espejo de casa aprovechando que la señora ha salido a hacer la compra. Su telediario de confianza no se lo contará, pero lo de ayer no iba contra la amnistía para los encausados en un proceso de independencia catalán que acabó hace años, sino contra el resultado emanado de las urnas el pasado mes de julio. La excusa era la ley de amnistía, pero las consignas eran “España cristiana y nunca musulmana”, “Cara al sol con la camisa nueva”, “rojos de mierda” o la petición de que el presidente del Gobierno democráticamente elegido sea fusilado en un paredón. Una curiosa forma de poner en duda el encaje constitucional de la amnistía, a falta de que esta ley se presente y se pronuncie sobre ella el Tribunal Constitucional. Precisamente, porque nada tiene que ver con todo esto, las protestas violentas no sucedieron cuando se concedieron los indultos. Entonces no había una inminente formación de Gobierno que intentar torcer mediante el caos. Querer ganar con violencia lo perdido en las urnas no es nada nuevo, como le podrán a usted explicar si tiene un amigo brasileño o estadounidense. La ultraderecha, que no le hace ascos a la violencia como camino para llegar al objetivo, ha colonizado a la derecha tradicional. Por eso Feijóo, Antena3, Telecinco, ABC, La Razón, El Mundo, etc, etc, no pueden condenar la violencia generada por quienes amenazaban de muerte al presidente del Gobierno, lanzaban piedras contra periodistas y policías o cortaban la Gran Vía, comportamientos que, de producirse en Cataluña, serían calificados de terrorismo. No pueden porque los violentos son el motor que mueve actualmente a la derecha española. No pueden porque, si en un arrebato de dignidad lo hicieran, los próximos objetivos de la violencia serían ellos.
Lo de ayer es la traducción en las calles, pero la violencia lleva instaurada un tiempo. Ha sido parte de la Operación Violencia que, cuando un vicepresidente era amenazado a las puertas de su casa por grupos nazis, los medios de comunicación que deben fomentar valores de convivencia democrática tratasen el tema entre risas. Es violencia porque quitarle importancia es dejar claro que, si un día se produce un drama, esos medios que se reían resolverán el asunto diciendo que el autor del disparo fue un loco o, tal vez, justificando lo ocurrido por la tensión ambiental creada por el asesinado. Básicamente las declaraciones de Feijóo tras los violentos altercados de anoche fueron esas: culpar al agredido. Ha sido parte de la Operación Violencia calificar durante años como españoles contrarios a Pedro Sánchez a manadas de franquistas y grupúsculos neonazis que ondeaban banderas inconstitucionales. Es violencia porque equivale a decir que, en el acoso y derribo puesto en marcha contra la mayoría democrática, todo el mundo es bienvenido y será convenientemente blanqueado. Ha sido parte de la Operación Violencia deshumanizar desde la política al adversario y negarle la legitimidad. Es violencia porque, ante ratas inmundas que nos gobiernan ilegalmente, ¿qué otra opción hay que quitarlas de en medio como sea? Ha sido parte de la Operación Violencia el Poder Judicial en manos de la derecha. Porque es violencia institucional, y de la más peligrosa, tomar un CGPJ en el que ya no te corresponde gobernar porque careces de mayoría democrática. Es violencia que las asociaciones mayoritarias de jueces derechistas anuncien la destrucción de España si el Parlamento, en su independencia y mayoría, ejerce de Poder legislativo y legisla. Es violencia institucional emitir declaraciones contra una ley que no se ha presentado y lo es anular, porque no está controlado por una mayoría de derechas, al Tribunal Constitucional que tendrá que decidir si esa amnistía, excusa para la Operación Violencia, es o no constitucional. Es violencia retorcer la ley para vincular la muerte de un ciudadano por un infarto durante las protestas en Cataluña con el “terrorismo” de Puigdemont, como fue violencia dedicar enormes recursos judiciales a imputar sin pruebas una y otra vez a Podemos por delitos sacados de la manga. Es violencia intentar boicotear un acuerdo de gobierno legítimo imputando por terrorismo a catalanes que lanzaban adoquines idénticos a los lanzados ayer por “españoles molestos contra el Gobierno”. Es violencia poner a trabajar al Poder Judicial con mandato caducado para zancadillear la independencia de los poderes Ejecutivo y Legislativo.
Es parte de la Operación Violencia que usted viera ayer por la tele a la policía que pagamos entre todos encabezar el corte de tráfico de la Gran Vía, de la mano del mayor generador de bulos de la ultraderecha y un empresario neonazi que se dedica a extorsionar ancianas que no pueden pagar el alquiler. Es violencia porque la policía que tiene la legitimidad del uso de la violencia caminaba en hermandad con los violentos. Es violencia que, en los últimos años, usted y yo hayamos entendido bien que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen inclinación política indisimulada. Es parte de la Operación Violencia que usted sienta miedo. Y es lógico que lo sienta porque en una democracia en la que el 90% de medios de comunicación, jueces, policías y parte de la clase política asumen la violencia en sus distintas intensidades como herramienta válida, esa democracia está en riesgo. Los que ayer querían asaltar la sede de un partido político son simplemente la foto vistosa de un movimiento mucho mayor. su éxito o fracaso dependerá de algo tan sencillo como que usted no tenga miedo.
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