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viernes, 21 de febrero de 2020

75 ANIVERSARIO DE LA LIBERACIÓN DE AUSCHWITZ. El asesinato de discapacitados que inauguró las cámaras de gas nazis. Historiadores de la Shoah consideran que la operación T4 fue el precedente del Holocausto judío y de los campos de exterminio como Auschwitz.

El antisemitismo y la voluntad de asesinar a los judíos europeos formaba parte de la ideología nazi desde la fundación del partido y las persecuciones empezaron desde su llegada al poder. Sin embargo, los historiadores todavía debaten el momento exacto en el que se tomó la decisión de comenzar el exterminio industrial en cámaras de gas, aunque existe un consenso en que tuvo lugar en la segunda mitad de 1941. No hubo una orden escrita de Adolf Hitler, pero sí oral. A principios de 1942, después de la Conferencia de Wannsee que se celebró el 20 de enero, los nazis pusieron en marcha la llamada Operación Reinhard, la construcción de campos de exterminio con cámaras de gas en el territorio polaco anexionado por Alemania. Aquel invierno el Holocausto tomó una nueva dimensión que, sin embargo, tuvo un precedente en la forma de organizar el asesinato masivo de seres humanos.

Numerosos historiadores de la Shoah creen que el exterminio industrial de los judíos europeos, que convierte al Holocausto en un crimen único, sin parangón en la historia, se basó en un modelo con el que los nazis experimentaron desde el principio de la Segunda Guerra Mundial: el llamado programa T4 de asesinato de discapacitados. “El asesinato de los discapacitados precedió el de los judíos y los gitanos y podemos concluir que la operación de asesinato T4 sirvió de modelo para la solución final”, escribe el historiador y superviviente Saul Friedländer en su ensayo The Origins of Nazi Genocide: From Euthanasia to the Final Solution (The University of North Carolina Press, 2000), el estudio más completo sobre este programa, desgraciadamente no traducido al castellano.

Laurence Rees, otro gran investigador del nazismo, escribe en su libro El Holocausto. Las voces de las víctimas y los verdugos (Crítica, 2017): “El estallido de la guerra no agravó tan solo los padecimientos de judíos y polacos. Otras categorías de personas a las que ya se había atacado en el pasado también corrían un riesgo mucho mayor; en especial los discapacitados físicos y mentales. La forma en que se les trató desde aquel momento, a su vez, tuvo un impacto específico sobre el desarrollo del Holocausto”.

El sistema de exterminio que imperaba en Auschwitz-Birkenau, de cuya liberación se cumplen este lunes 75 años con una ceremonia a la que asisten decenas de jefes de Estado y Gobierno, así como el de los otros campos de exterminio nazis –Belzec, Chelmo, Majdanek, Sobibor y Treblinka–, en los que perecieron la mitad de los seis millones de judíos asesinados en el Holocausto, no se puede entender sin aquel primer programa. “Los muertos en el T4 son las víctimas olvidadas del Holocausto”, señala el profesor David Mitchell, de la Universidad George Washington University (EE UU) y codirector del documental Disposable Humanity (Humanidad desechable) sobre el programa T4.

Impulsado directamente por Hitler con la ayuda de su médico personal, Karl Brandt, entre 1939 y 1945 fueron asesinados en torno a 300.000 discapacitados en más de 100 hospitales. No hubo casi supervivientes. Aunque al final de la guerra se produjeron los llamados Procesos de los médicos, solo una pequeña parte de los verdugos fueron perseguidos –es el tema que trata la película alemana de 2019 La sombra del pasado del director de La vida de los otros, Florian Henckel von Donnersmarck–. Solo después de la caída del Muro de Berlín se encontraron 33.000 expedientes requisados por la Stasi sobre víctimas del T4. Niños, mujeres, hombres, indefensos y engañados, fueron asesinados en masa durante toda la guerra.

El Ministerio nazi de Interior dirigió esta operación a través de una organización conocida como T4, porque estaba en el número 4 de la Tiergartenstrasse, en Berlín. Desde 2012, un monumento del Estado alemán en recuerdo de las víctimas en esa misma dirección. Su misión era el asesinato de discapacitados y personas con enfermedades mentales que Hitler consideraba que no merecían vivir. Como explica el profesor Mitchell, las características del Holocausto se copiaron del programa T4: “Transporte de las víctimas al lugar donde serían gaseadas; bienvenida por un comité de enfermeras y/o médicos para dar a las víctimas una sensación de calma y familiaridad; comprobación de los registros médicos para determinar sus identidades, seguido de desvestirse y un examen superficial que era una comprobación de sus dientes de oro y para inventar una causa de muerte creíble falsa; una cámara de gas disfrazada de ducha; cremación de múltiples cuerpos al mismo tiempo”.

“No lo llamaría un prólogo al Holocausto, pero es evidente que se utilizaron los mismos procesos” –explica el investigador Kenny Fries, que está escribiendo actualmente un libro sobre el Holocausto y los discapacitados y publicó un artículo sobre el tema en The New York Times– “como la deshumanización de ciertos grupos o la necesidad de colaboración de muchas personas dentro y fuera del Gobierno”. La decisión de trasladar los campos de exterminio al Este, lejos de la mirada de los alemanes, fue también consecuencia de esta atrocidad. Este asesinato masivo de seres humanos demostró a los nazis que podían convertir el asesinato en una industria; pero también que estas matanzas debían producirse lejos y en secreto.

El programa T4 demostró que un número importante de médicos estaba dispuesto a participar en el asesinato masivo de seres humanos por motivos racistas. A una demostración de gaseado en el hospital de Sonnenstein-Pirna asistieron 200 médicos y solo dos se negaron a participar. El profesor Mitchell explica que no se tomaron medidas contra ellos. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió cuando fueron deportados los judíos alemanes en medio de un silencio cómplice, sí se produjeron protestas por parte de sectores importantes de la población (Costa Gavras trata este asunto en su película sobre el Holocausto, Amén, basada en la obra El Vicario, de Rolf Hochhuth), lo que llevó a Hitler a decidir que el Holocausto se llevase a cabo lejos y dentro de la mayor discreción posible (lo que no impidió que prácticamente todos los sectores de la Administración y muchos del sector privado participasen en el mayor crimen de la historia.

Monumento en la estación desde la que fueron deportados los judíos de Berlín.
Monumento en la estación desde la que fueron deportados los judíos de Berlín. FABRIZIO BENSCH REUTERS

Saul Friedländer explica que el domingo 3 de agosto de 1941, poco después de la invasión de la URSS cuando la expansión nazi por Europa parecía imparable, el obispo Clemens von Galen en un sermón en la catedral de Münster atacó a las autoridades por los asesinatos de enfermos mentales y discapacitados. El obispo protestante Theophil Wurm Wüttemberg también protestó públicamente. “Fue la única vez en la historia del Tercer Reich en la que importantes representantes de las iglesias cristianas de Alemania expresaron su condena pública de los crímenes cometidos por el régimen nazi”, escribe Friedländer.

Esto no llevó a los nazis a parar las matanzas, porque el asesinato de los judíos tenía prioridad incluso sobre el esfuerzo de guerra y continuó cuando los nazis ya no tenían ninguna esperanza de vencer a los aliados, pero sí a esconderlas.

“El Führer había comprendido el riesgo que corría ante la población alemana de mostrarse demasiado abiertamente cruel”, escribe Géraldine Schwarz en su ensayo sobre la memoria y el nazismo  Los amnésicos. Historia de una familia europea  (Tusquets). “También es una de las razones por las que el Tercer Reich desplegó una energía absurda en organizar la logística extremadamente compleja y costosa del transporte de los judíos de Europa y de la Unión Soviética para exterminarlos lejos de la vista de sus compatriotas en campos aislados en Polonia”. Los alemanes podían intuir que los judíos que habían desaparecido de sus ciudades y pueblos se enfrentaban a una suerte terrible, y no dudaron en apoderarse de sus bienes o en utilizar su trabajo esclavo (de eso trata entre otras cosas el libro de Schwarz); pero el asesinato masivo era una intuición, no una certeza. Pero si algo demostró el programa T4, es que la piedad no existía.

LIBROS PARA ENTENDER EL PROGRAMA T4

- Superviviente del Holocausto, nacido en Praga en 1932, Friedländer es uno de los grandes investigadores de los crímenes nazis y autor hasta el momento del ensayo más importante sobre el T4, The Origins of Nazi Genocide: From Euthanasia to the Final Solution (The University of North Carolina Press, 2000). Su obra monumental en dos volúmenes sobre el Holocausto, que suma 1.600 páginas, El Tercer Reich y los judíos (1939-1945), sí ha sido traducida por Ana Herrera para Galaxia Gutenberg y contiene numerosas referencias a este programa.

- Los amnésicos. Historia de una familia europea (Tusquets, 2019, traducción de Núria Viver Barri), con el que Géraldine Schwarz ganó el premio al libro europeo del año, también habla del programa T4 y de la forma en que una parte de la población alemana se rebeló contra él.

- Anatomy of the Auschwitz Death Camp, una recopilación de estudios sobre el funcionamiento del campo de exterminio editado por Ysrael Gutman y Michael Berenbaum en colaboración con el Museo del Holocausto de Washington, contiene un ensayo titulado ‘Nazi Doctors’, de Robert Jay Lifton y Amy Hackett. Estudia el papel de los médicos en el exterminio de judíos en Auschwitz y explica con detalle el programa. No ha sido traducido al castellano.

- Dos conocidos filmes sobre el nazismo, Amén de Costa Gavras, y la película alemana La sombra del pasado, de Florian Henckel von Donnersmarck, ganador de un Oscar por La vida de los otros, tratan el asesinato de los discapacitados. Ambos pueden verse en la plataforma Filmin. 

https://elpais.com/cultura/2020/01/27/babelia/1580112198_056446.html?rel=str_articulo#1581329472682

martes, 2 de enero de 2018

_- La muestra sobre Auschwitz reivindica el deber de recordar. La mayor exposición sobre el campo nazi se inaugura en Madrid

_- Elie Wiesel, superviviente de Auschwitz y premio Nobel de La Paz, mantenía que el Holocausto no se podía describir a través de la ficción, que solo era posible transmitir lo que ocurrió a través de los testimonios de los que estuvieron allí. La exposición sobre Auschwitz, que se abre hoy al público en Madrid, parte de ese principio para tratar de recrear toda la dimensión del horror del exterminio de los judíos de Europa.

Bajo el título; Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos, la muestra ofrece 2.500 metros cuadrados de muestra que se recorren en una hora media (como mínimo). Se trata de la mayor exposición que se ha organizado nunca en el extranjero sobre el campo de concentración y exterminio que los nazis construyeron en la Polonia ocupada entre 1940 y 1945 y en el que murieron 1,1 millones de personas, lo que le convierte en el mayor centro de asesinato de la historia.

Organizada por Musealia, una pequeña empresa con sede en San Sebastián, la muestra se puede ver hasta junio en la sala Arte Canal antes de recorrer diferentes ciudades del mundo en siete años. Ofrece unas mil piezas procedentes, en su mayoría, del Museo Estatal Auschwitz Birkenau, que gestiona el antiguo campo de exterminio alemán situado hoy en la ciudad polaca de Oswiecim. También han participado los museos del Holocausto de Jerusalén —el Yad Vashem— y de Washington, entre otras instituciones.

Incluso para los que conocen Auschwitz-Birkenau, la exposición es una experiencia sobrecogedora y difícilmente olvidable. Además de objetos originales que reflejan el horror de lo que ocurrió allí —el zapato rojo de una víctima, una alambrada, un látigo, un traje a rayas de los presos, maletas de los deportados que desconocían su suerte inminente, las botas de un oficial nazi— ofrece un discurso narrativo que nos demuestra cómo fue posible construir la espiral del odio que desembocó en la barbarie nazi.

La mesa de Mengele
Luego describe el funcionamiento de la máquina de asesinato masivo de Auschwitz, basada en la crueldad y la anulación de la humanidad, pero también en la mentira para engañar a aquellos que eran conducidos a las cámaras de gas. Entre las piezas más impresionantes están un vagón y un segmento de un barracón de madera. La pieza más atroz es la mesa de operaciones que probablemente usó el doctor Josef Mengele, el sádico médico nazi que realizó experimentos con seres humanos.

La exposición no habla solo del pasado, sino del presente, no solo de lo que ocurrió, sino de lo que puede ocurrir. De hecho, cuando se anunció su apertura, los organizadores se enfrentaron a decenas de mensajes de odio y antisemitas en las redes sociales.

En la presentación, el director del Museo Auschwitz Birkenau, Piotr M. A. Cywinski, señaló:
“Ahora estamos viviendo con una presencia creciente del racismo, de la xenofobia, del antisemitismo en nuestra vida cotidiana, con grupos de neonazis multiplicándose.
El recuerdo no es solo una manera de ver el pasado. Es una forma de ver el presente e imaginar el futuro. Eso nos obliga a recordar y tener responsabilidad”.

https://elpais.com/cultura/2017/11/30/actualidad/1512070781_890141.html


Más sobre la Historia y la importancia de su enseñanza aquí en este blog 

jueves, 16 de noviembre de 2017

Leni Riefenstahl, el triunfo de la mendacidad. Llega a Barcelona el espectáculo sobre la cineasta nazi, encarnada por Montse Guallar

Como si no tuviéramos bastante controversia este otoño desembarca ahora en Barcelona la de Leni Riefenstahl, que dura ya más de medio siglo y no consiguió cerrarla ni la muerte de la propia cineasta en 2003 a la edad de 101 años (con su proverbial mala leche, eso sí, intacta).

Llega para hacer temporada en la sala Muntaner (hasta el 17 de diciembre), tras estrenarse en función única en mayo en Sabadell, el espectáculo Leni, del director checo afincado en Barcelona Pavel Bsonek, centrado en la polémica figura de la camarógrafa entusiasta compañera de viaje de los nazis a la que encarna en escena Montse Guallar.

La historia de Riefenstahl (autora de las grandes visualizaciones de la épica nazi como El triunfo de la voluntad), sus silencios, sus mentiras, sus olvidos y sus complicidades y oportunismos, se recrea en la obra a partir de una entrevista ficticia en 1974, un encuentro que en realidad nunca tuvo lugar con el presentador estrella de la televisión estadounidense de los setentas Johnny Carson, interpretado por Sergi Mateu. En la pieza, de 80 minutos, Carson trata de acorralar a Riefenstahl con su pasado nazi en aras de su show en la NBC y en busca de la audiencia. Aunque la entrevista es inventada, las preguntas y respuestas son auténticas, sacadas de otros contextos. En la obra aparecen otros dos personajes, el asistente para todo de Riefenstahl Horst Kettner (Carles Goñi) y una mujer alemana (Minnie Marx)

Guallar se declara fascinada con Riefenstahl. "No sabía nada de ella, iba al papel sin prejuicios, limpia, y me encontré con una mujer excepcional, bailarina, actriz de filmes de montaña para protagonizar los cuales no dudaba en escalar sin cuerdas, después directora de cine, inventora de un estilo documental aplaudido en los grandes festivales de Europa... ¡y hasta se convirtió en la submarinista más vieja del mundo!” (para rodar sus filmes sobre el mundo marino que alguien calificó con gracejo como “el triunfo de las agallas”). El ingenio y el coraje físico indiscutibles de Leni Riefenstahl "me ayudaron a interpretarla, siempre tienes que defender a tu personaje, aunque hagas de un nazi; muchos actores han encarnado incluso a Hitler".

Guallar recuerda que Riefenstahl “siempre sostuvo que no era culpable de nada. No mató a nadie. No hizo películas antisemitas. Era muy ambiciosa, eso sí, y cuando vio la oportunidad para desarrollar su talento, la aprovechó. Defendía la belleza y grandeza. No la considero una mala en absoluto”.

La actriz apunta que a Riefenstahl, que ciertamente no fue miembro del partido nazi y pasó el corte de la desnazificación tras la guerra (nich betroffen), “se la ha acusado de no pedir disculpas, pero es que ella no creía que tuviera que hacerlo”.

Más intransigente es el director, Bsonek, pero, claro, él no tiene que meterse en la piel de la cineasta (menos arrugada de lo que estaba en realidad: la puesta en escena nos ofrece, en favor de Guallar, muy guapa en su madurez, a una Riefensthal más joven de lo que tocaría por las fechas). “La obra trata sobre la responsabilidad del artista, sobre el precio que ha de pagar quien colabora con un sistema dictatorial e inhumano”, reflexiona el director, para el que a Riefenstahl “no le importaba para quién trabajaba sino cómo trabajaba”.

“Es un combate de boxeo intelectual”, señala de la obra Sergi Mateu, “una lucha entre dos personalidades muy fuertes y en la que cada una defiende su territorio”. Carson, “va a defender su show, intenta poner a Leni contra las cuerdas y todo vale para exprimir el jugo de su pasado, aunque sea usando técnicas dudosas”. Mateu considera que “no hay buenos y malos de entrada; aunque parezca que ella es la mala, posiblemente ni ella es tan mala ni él tan bueno”. En la obra, Carson atrae a la Riefenstahl a su programa con la excusa de hablar de sus libros sobre los Nuba, la etnia sudanesa que le obsesionó en los años setenta. Unos libros, por cierto que también resultaron polémicos por su falta de objetividad científica y su tinte racista, precisamente: Susan Sontag, a la que Riefenstahl odiaba más que a nadie, señaló la continuidad fascista en la mirada de la camarógrafa...

https://elpais.com/cultura/2017/11/15/actualidad/1510778432_110539.html

GITANOS DEPORTADOS Y MASACRE POLACA
Entre los juicios más demoledores sobre Leni Riefenstahl figura el del crítico del New YorkerTerence Rafferty: “Si uno la cree es una clase de monstruo, y si no, es otra clase de monstruo”. A su muerte, la ministra de Cultura alemana Christina Weiss manifestó que su carrera muestra que uno nunca puede llevar una vida honesta si está al servicio de lo falso y que el arte nunca es apolítico.

Dos episodios la dejan especialmente mal. Uno es el uso de gitanos deportados en el rodaje de su versión de Terra Baixa para hacerlos pasar por catalanes (luego los devolvieron a las SS y acabaron en Auschwitz): la cineasta mintió al decir que desconocía su situación. El otro asunto es el de su presencia, con su Unidad Especial de Cine, en la masacre de Konskie, en Polonia en septiembre de 1939, que también negó, aunque hay fotos en las que aparece.

sábado, 27 de octubre de 2012

Berlín reconoce a la Cenicienta del Holocausto

A casi setenta años del fin de la guerra y dos décadas después de que se decidiera su construcción, se inaugura junto al Reichstag el monumento oficial a la matanza nazi de gitanos.

Ayer fue un día importante para los gitanos europeos y para los sinti y romaníes de Alemania y Europa central-oriental en particular. Veinte años después de la decisión, se inauguraba en Berlín el primer monumento oficial del genocidio gitano, el "Porrajmos" como se dice en lengua romaní, literalmente la "devoración".

El lugar está muy cerca del memorial de la Shoa y del Reichstag, en el corazón de la capital alemana.

Hasta medio millón de gitanos, el número exacto se desconoce, se estima que fueron exterminados por los nazis, pero el hecho tardó casi cuarenta años en ser reconocido oficialmente.

Fue el canciller Helmut Schmidt quien, en 1982, recibió por primera vez a una delegación del consejo central de los sintis y romaníes alemanes, el nombre que ésta minoría de 11 millones, la mayor de Europa, se da a sí misma en Alemania. Antes, en pascua de 1980, un grupo de gitanos supervivientes del holocausto había tenido que iniciar una huelga de hambre en el campo de concentración de Dachau pidiendo el reconocimiento del genocidio gitano y el fin de la discriminación. Mucho antes, en los juicios de Nüremberg contra los más altos jerarcas nazis el holocausto gitano no fue tratado más que de pasada, recordó ayer Zoni Weisz, representante de los supervivientes de aquella matanza.
El de Weisz fue el discurso más impactante de la jornada, provocó lágrimas entre muchos de los presentes. Cruda y directa sonó la afirmación del representante gitano: “la sociedad no ha aprendido nada, de lo contrario su actitud hacia nosotros sería otra”, dijo.

La inauguración del memorial, con discurso de la canciller Angela Merkel y en presencia del presidente federal, Joachim Gauck, ha tenido lugar veinte años después de que se tomara la decisión de erigir el monumento. Se trata de una obra del veterano artista judío Dani Karavan efectuada alrededor de un pequeño estanque que incluye un mecanismo triangular en el centro en el que cada día se depositará una flor. El estanque circular está rodeado de una superficie empedrada de doce metros con los nombres de los campos de concentración que albergaron a gitanos. Una larga lista europea. El proceso de realización de este monumento, rodeado de polémica y malentendidos, no hace sino ilustrar el carácter de “cenicienta del holocausto” que tiene la memoria de la matanza gitana.

A diferencia de la aniquilación en cautividad de 3 millones de prisioneros soviéticos, sobre los 5 millones que capturó el Tercer Reich, de los homosexuales, de los comunistas e izquierdistas en general, y aún más de los seis millones de judíos, los gitanos están en el furgón de cola de la memoria.

Después de la guerra la memoria del genocidio gitano fue omitida, tanto en el Oeste como en el Este de Europa, aunque en Polonia sí hubo actos conmemorativos ya en los años sesenta. En Alemania no hubo reconocimiento político ni legal, y, “la propaganda nazi sobrevivió como prejuicio social a la guerra”, se dice en medios gitanos. En 1990 se abrió en Heildelberg el primer centro de documentación sobre los sinti y romaníes alemanes, pionero en Europa, con el apoyo del gobierno federal.

Más preocupante por su actualidad es que en Europa los gitanos continúan sufriendo hoy extraordinarios niveles de pobreza y una discriminación rampante con pogroms y violencia racial, especialmente en países de Europa central y oriental. La Oficina para Derechos Humanos de la OSCE calificó el año pasado de “intolerable” la “violencia y discriminación” que la minoría gitana sufre en países como Hungría, donde ya en los años ochenta se prohibía el acceso a determinadas discotecas a ciudadanos de etnia gitana.

“El antigitanismo de la extrema derecha está siendo adoptado por políticos demócratas que desean hacerse con los votos de la derecha”, explica Romani Rose, presidente del consejo central de los sintis y romaníes de Alemania, también presente en el acto de ayer. Rose menciona la evidencia sociológica que muestra claramente cómo en los últimos años aumenta la violencia racista en Alemania y en Europa.

“Ese racismo ya no es de extrema derecha sino que encuentra cada vez más apoyo en el centro de nuestra sociedad“, dice el presidente de la asociación alemana de sintis y romaníes.

En febrero de 1995 una bomba en un campamento de romaníes de Oberwart, Austria, mató a cuatro personas y fue considerado como el más grave atentado racista cometido en el país desde la guerra. El 13 de octubre de 1999 las autoridades de Usti nad Labem (Chequia) erigieron un muro de dos metros de alto para separar un barrio de gitanos. En octubre de 2001 cinco miembros de una familia gitana, tres de ellos niños, murieron en un ataque incendiario realizado por agentes de la policía en la localidad ucraniana de Málaya Kachóvka.

En el Kosovo ocupado por la OTAN decenas de miles de romaníes de la región fueron expulsados por los nacionalistas albaneses. Alemania tiene actualmente el mayor contingente militar en Kósovo, que hace funciones de policía. “Sería importante que el gobierno alemán detuviera las expulsiones de gitanos kosovares”, dice Marian Luca, experto de la asociación gitana alemana. “Alemania reconoció la independencia de Kósovo y podría establecer allí programas para mejorar la situación de los romaníes allí”, dice. Los desmantelamientos de campamentos y expulsiones expeditivas decididas por el presidente Sarkozy en Francia recordaron hace dos años que el fenómeno afecta también de pleno a la Europa económicamente más próspera, estable y liberal. “El preocupante incremento de violencia racial contra sintis y romaníes no está recibiendo la necesaria atención política”, dice Rose. En Alemania hay 70.000 sintis y romaníes de nacionalidad alemana, sin contar emigrantes y refugiados. Prácticamente todos ellos perdieron familiares en el holocausto.

En la foto: La canciller alemana, Angela Merkel, el presidente del Consejo Central de la Población Sinti y Roma, Romani Rose, y el superviviente de un campo de exterminio Reinhard Florian, durante la inauguración del monumento por la víctimas Sinti y Roma, las dos familias gitanas centroeuropeas del nazismo, en Berlín,. Efe

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