"Tengo un amigo que es artista y a veces expresa una opinión con la que no estoy de acuerdo", dijo alguna vez el físico Richard Feyman.
"Toma una flor y dice: 'Mira qué bonita es', y yo concuerdo", siguió contando el científico galardonado con el premio Nobel de Física en 1965 por sus contribuciones al desarrollo de la electrodinámica cuántica.
"Luego dice: 'Como artista, yo puedo ver cuán bella es pero tú, como científico, lo desarmas todo y le quitas la gracia'. Es entonces cuando pienso que se descarriló".
Además de su obra sobre la física, a Feyman se le recuerda por su entusiasmo y su don para divulgar la ciencia, a pesar de lo profundamente especializado que era su trabajo.
Este relato que partió de un amigo y una flor muestra por qué a la gente le gustaba escucharlo revelar las delicias de la ciencia.
"Para empezar, la belleza que él ve está a la vista de todos, incluso la mía, creo yo. Quizá yo no tenga su refinamiento estético, pero puedo apreciar la belleza de una flor", explicaba.
"Pero al mismo tiempo, yo veo mucho más en la flor de lo que él ve. Puedo imaginar sus células y las complejas acciones que ocurren en su interior y que también son bellas".
Lo que quiero decir es que no sólo hay belleza en la dimensión que capta la vista, sino que se puede ir más allá"
Richard Feynman, 1918 - 1988
THINKSTOCK
"También los procesos, como el que los colores hayan evolucionado para atraer a los insectos, lo que significa que los insectos pueden apreciar el color".
"Y entonces surgen preguntas: ¿El sentido de la estética también lo tienen las formas de vida de la naturaleza? ¿Por qué razón les resulta estético?".
"Toda esa clase de cuestiones interesantes de la ciencia no hacen sino aumentar el misterio y la maravilla de una flor. No entiendo cómo podría restárselo", concluyó.
De lo oscuro a lo claro
Con la flor nos recordó cuán maravillosa es la ciencia. Sin embargo, ¿podremos entenderla?
Esta, por ejemplo, es la explicación que aparece en Wikipedia de uno de los diagramas que hicieron famoso a Feynman desde que los introdujo en 1948.
En este diagrama, un electrón y un positrón se aniquilan, produciendo un fotón que se convierte en un par quark-antiquark, despues de lo cual el antiquark irradia un gluón"
Wikipedia
Clarísimo... para el que sabe.
No obstante, la gente le entendía cuando explicaba cómo funcionaba el mundo que nos rodeaba y se entusiasmaba con su entusiasmo.
Así explicó, en una ocasión, las humildes bandas elásticas.
"Las bandas elásticas o de caucho tienen unas moléculas largas como cadenas y retorcidas, y otras pequeñas".
"Cuando estiras la banda, las cadenas se enderezan pero los átomos pequeños las bombardean constantemente, tratando de que se vuelvan a encoger. Esa es la razón de la resistencia a permanecer estiradas. Y ese bombardeo produce calor".
"Para comprobarlo, tira de una de las bandas elásticas que son más gruesas mientras la tienes entre tus labios y sentirás que la temperatura aumenta, y déjala volver a su tamaño inicial y verás que se enfría".
"Las bandas elásticas siempre me han parecido fascinantes: piensa que mientras están manteniendo un montón de papeles, esos átomos pequeños están perpetuamente bombardeando a las grandes moléculas, año tras año".
El mundo es un gigantesco revoltijo de cosas en movimiento. Es una suerte que no lo veamos magnificado pues así no tenemos que preocuparnos por esos pequeños átomos todo el tiempo"
Richard Feynman
La diferencia entre saber y saber
Muchos sabemos que cuanto más erudita la persona, más claramente habla, y la técnica que Feynman sugirió para aprender lo que quieras nos ayuda a hablar claramente y es muy sencilla.
Empecemos por definir dos clases de sabiduría: una se enfoca en saber el nombre de algo y la otra, en saber algo.
La receta para el aprendizaje que nos dejó Feynman se concentra en la segunda y se implementa siguiendo cuatro pasos.
1. Escoge un concepto
Cualquiera. Macroeconomía o economía doméstica, o cualquier cosa en el medio. Química o culinaria, o primero una y luego la otra.
Anota el tema.
2. Enséñalo
Escribe todo lo que sabes sobre como si se lo estuvieras enseñando a un niño.
Aunque parece absurdo, es un paso muy importante.
Asegúrate de que de principio a fin estés utilizando el lenguaje más sencillo. Al usar sólo las palabras más comunes evitas engañarte con la idea de que como conoces el argot, entiendes de qué estás hablando.
3. Retrocede
En el paso 2 probablemente identificaste lagunas en tu conocimiento; cosas que olvidaste o que no pudiste explicar.
Es en este momento en el que realmente empiezas a aprender.
Vuelve a la fuente y explora lo que te falta por entender.
Y, con cada subtema, cuando creas que lo tienes claro, trata de plasmarlo en un papel en términos que entendería ese niño al que le estabas enseñando.
Una vez te sientas cómodo con todo lo que te confundía, vuelve a tu escrito original y continúa.
4. Revisa y simplifica
Lee lo que escribiste. Asegúrate una vez más de que no usaste el argot asociado con el tema que te intriga.
Léelo en voz alta.
Si la explicación no es sencilla o suena confusa, tómalo como una indicación de que no estás entendiendo algo.
Trata de crear analogías, pues no sólo aclaran sino que te muestran que ya dominas el tema.
El primer principio es que no te debes engañar a ti mismo, y tú eres la persona que más fácilmente te engaña"
Richard Feynman
lunes, 1 de agosto de 2016
domingo, 31 de julio de 2016
Entrevista a Boaventura de Sousa Santos sobre la embestida de la derecha en la región y su relación con el “fascismo financiero”. “Los más poderosos son quienes más salen del juego democrático para después imponerlo a los de abajo”.
Natalia Aruguete y Bárbara Schijman
Página 12
En medio del actual proceso de transición regresiva en varios países de la región, como Argentina y Brasil, el reconocido jurista y sociólogo propone continuar con la lucha por la igualdad para impulsar un nuevo ciclo constituyente que haga frente a los intentos destituyentes. Los logros alcanzados en los últimos años y sus límites. Los errores de los gobiernos progresistas. Los logros en el nivel de consumo alcanzados en los últimos años en la región no se han podido sostener en el tiempo. La embestida de los sectores de derecha en distintos países de América Latina, asume el investigador portugués Boaventura de Sousa Santos, pone de manifiesto la “fragilidad” de tales conquistas. Frente al actual proceso de transición regresiva en países como Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela, el reconocido jurista y sociólogo propone continuar con la lucha por la igualdad. No una igualdad clásica, sino una agiornada, que define como “igualdad con diferencias”.
–¿Qué nuevas formas cree que toman las luchas por la igualdad en América Latina?
–Las luchas por la igualdad han sido luchas tradicionales en este continente, ya que es un continente muy desigual. Las desigualdades se han profundizado a lo largo de las últimas décadas, excepto quizás en los últimos 12 o 15 años, dependiendo de los países. Algunos gobiernos, salidos muchas veces de movimientos populares, lograron realizar alguna redistribución social aprovechando el boom de los commodities y el alza de precio de los productos primarios; con eso integraron en el consumo –aunque no en términos de ciudadanía, por lo menos en el consumo–, a millones de personas en el continente. Claro. Se está demostrando que estos logros son frágiles y reversibles. De hecho están siendo ya puestos en cuestión en varios países: Argentina es uno de ellos, Brasil puede ser el próximo, Ecuador también, y Venezuela. Dado que no ha sido un proceso sostenible, la lucha por la igualdad debe continuar. No se trata de una lucha clásica por la igualdad entre clases, sino que se trata de una “igualdad con diferencias”.
–¿En qué sentido “igualdad con diferencias”?
–Desde los años 90, pero sobre todo después de 2000, hay una lucha muy fuerte por el reconocimiento a la diversidad protagonizada, sobre todo, por los movimientos indígenas y afrodescendientes. Ya había obviamente una lucha de las mujeres por la diferencia, por la diversidad, pero estos dos movimientos –el afrodescendiente y el indígena–, tuvieron un impacto enorme sobre todo en algunas de las constituciones, como las de Bolivia y de Ecuador, para mostrar que la igualdad para ser incluyente debe tomar en cuenta las diferentes maneras de pertenecer a una cierta comunidad política que es el Estado. Esos fueron logros. Ahora, en este momento, estamos en un proceso de reversión, de transición regresiva.
–¿A qué se refiere cuando habla de que “asistimos a un nuevo ciclo constituyente”?
–Cuando hablo de procesos constituyentes me refiero a procesos que buscan intentar ver de qué manera se puede abrir otro ciclo una vez que éste está agotado o que se presenta como un proceso destituyente, en la medida en que los derechos conquistados se están destituyendo, a veces a través de cambios constitucionales, otras veces sin cambios constitucionales. Por eso también es que las constituciones se están revelando como un papel mojado y con poca eficacia; ellas, que fueron creadas fundamentalmente para crear la idea de seguridad y que podrían aguantarse momentos cíclicos complicados. Pero no es así. Tenemos un tipo de estado de excepción en el que no hay suspensión de las constituciones, no hay dictadura, todo parece hecho dentro de una normalidad democrática pero el hecho es que la democracia se está espaciando. Por eso el apego a un proceso constituyente es a un nuevo proceso que pueda blindarse en relación a las debilidades del proceso anterior.
–¿A qué atribuye el cambio de signo político de algunos gobiernos de la región?
–Creo que es producto de muchos errores por parte de algunos gobiernos, que en su parte final y producto de la degradación del ánimo político, tenían casi actitudes suicidas. Todos sabemos que quizás la presidenta Dilma Rousseff no fue necesariamente la mejor opción para suceder a Lula.
–¿Por qué lo cree?
–Fue una decisión personal suya postular a una persona que nunca se había presentado a elecciones en ninguna parte. Una buena técnica, pero quizás buena para gobernar en períodos de bonanza y no en períodos de turbulencia. Por eso digo que hubo un casi suicidio. Pienso que los gobiernos progresistas no prestaron la atención necesaria para ganar victorias contundentes. Para eso era necesario mantener una lealtad con los grupos sociales con los cuales trabajaron durante años; lealtad que no mantuvieron. Al final de sus mandatos implementaron políticas casi ofensivas.
–¿Por ejemplo? ¿A cuáles se refiere concretamente?
–Por ejemplo, en el caso de Dilma, el hecho de nombrar para ministra de agricultura a Kátia Abreu, la gran mujer representante de los agronegocios. Y así tantas otras cosas ocurrieron en otros países que hicieron parecer que se estaba traicionando todo lo que se había prometido en la campaña electoral. Fueron muchos errores. La gente no es estúpida. La gente quería esta redistribución, ¿quién no? Solamente la clase media puede ser muy crítica por temor a que se le recorte algún beneficio, pero sigue teniendo su salario, su coche... Pero la gente que estaba muy abajo y que finalmente pudo comer, ir al colegio, ir al supermercado… a esa gente le gustaría poder sostener esa política. El caso es que los gobiernos no fueron lo suficientemente elocuentes para que la gente pudiera advertir que lo que la derecha y los medios de comunicación decían era realmente falso.
–Usted atribuye estos cambios de signo político a la fragilidad de los logros alcanzados en los últimos 15 años. Sin embargo, en algunos países los cambios se dieron por la voluntad popular...
–Es una buena pregunta pero complicada de responder. Estos cambios de transformación y de políticas de redistribución social están siendo eliminados a través de procesos democráticos. Por eso puede decirse que es el pueblo el mayor beneficiario de estas políticas, el que se muestra ingrato y vota en contra. En ese sentido habría varias cosas que decir.
–¿Cómo cuáles?
–Primero, es claro que estos gobiernos progresistas cometieron muchos errores; hay quienes no consideran a estos gobiernos progresistas, yo los sigo denominando así en el sentido de que buscaron una redistribución social en un continente marcado por las desigualdades que venían desde la Colonia. Uno de esos errores fue no aprovechar la gran oportunidad que se les dio para transformar políticamente la sociedad: hacer reformas políticas, reformas del sistema fiscal, de los medios de comunicación, de la economía. Y al contrario, de una manera perezosa, aprovecharon el aumento de los commodities y el alza de precios de las materias primas para permitir, a partir de esto, una redistribución social que era dependiente de los precios. Al mismo tiempo, permitieron a las clases oligárquicas, a los sistemas financieros, a los ricos, enriquecerse como nunca. No aprovecharon la gran aceptación, casi hegemónica, que tuvieron en algún tiempo para transformar la política de manera de poder resistir a una situación más adversa. Por eso es que estas formas de inclusión no fueron realmente formas de inclusión democrática y ciudadana.
–¿Qué tipo de inclusión observa en estos procesos?
–Fueron formas de inclusión por el consumo. En ese sentido, estos nuevos sujetos políticos, que en muchos casos por primera vez podían comer tres veces al día, no fueron invitados a ejercer el control sobre las políticas públicas mediante mecanismos de democracia participativa, tampoco fueron invitados a debatir sobre el servicio que se daba en los hospitales y se quedaron, por así decirlo, como pasivos recipientes de un consumo que ahora les era permitido. Por eso esta inclusión es frágil, por eso permite que esta población que fue realmente beneficiada esté sujeta a influencias que pueden de alguna manera disfrazar y pervertir todo lo que se hizo.
–Puntualmente, ¿a qué influencias se refiere?
–Hay influencias sin las cuales no podemos entender qué está pasando. En primer lugar, la presencia de un fascismo mediático. En mi trabajo he distinguido diferentes formas de fascismo: el fascismo del apartheid social, el fascismo territorial, el fascismo paraestatal, el financiero y, obviamente, el fascismo mediático. El fascismo mediático es aquel que permite a los medios, a través de la concentración mediática, manipular de una manera grosera la realidad y las percepciones de la vida cotidiana, de la vida política, de manera que la gente se sienta traicionada por los que apoyó anteriormente y que piense que los que le dieron una nueva vida a través de la inserción en el consumo son los responsables de la crisis. Eso fue lo que ocurrió a través de una manipulación mediática muy inteligente y poderosa que se hizo en todo el continente.
–¿Qué otros elementos coadyuvaron a este tipo de influencias?
–El segundo factor es la presencia del imperialismo norteamericano. No se puede ocultar más que los errores internos que cometieron los gobiernos progresistas no serían tan graves si no hubiera una fuerza internacional muy fuerte proveniente del imperialismo norteamericano que opera por diferentes mecanismos, que por supuesto ahora no son las dictaduras militares pero que son las presiones del sistema financiero internacional y la financiación de organizaciones democráticas en varios países que son democráticos desde la fachada pero que aplican condiciones hostiles a los gobiernos progresistas. Sin ir más lejos, en Brasil está absolutamente documentada la presencia de los hermanos Koch, muy conocidos en Estados Unidos por ser de los más ricos y de los que más promueven políticas de derecha.
–¿En qué consistió el rol de los hermanos Koch en el impeachment llevado a cabo contra Dilma?
–Los Koch Brothers han financiado muchas organizaciones que están hoy en la calle pidiendo el impeachment de Dilma. El imperialismo norteamericano aprovechó los errores cometidos por los gobiernos progresistas para atacar con una violencia sin precedentes. Empezaron por los pequeños países: primero Honduras, luego Paraguay con el golpe parlamentario a Fernando Lugo. Y ahora están intentando con los grandes países: Venezuela, Brasil y Argentina, y debemos decir que lo están haciendo con bastante éxito y que por eso hay que empezar de nuevo.
–¿En qué consiste el “fascismo financiero”?
–Todas las formas de fascismo son formas infra-políticas, no son parte del sistema político, que es democrático, pero condicionan las formas de vida de los que están abajo a través de desigualdades de poder que no son democráticas, que son inmensas y permiten que los grupos que tienen poder casi obtengan un derecho de veto sobre las oportunidades de vida de quienes están más abajo. Si eliminan la escuela pública y la salud pública la gente con bajos recursos podrá enviar a sus hijos a la escuela si es que tiene un amigo o padrino. Ahora, si el padrino no quiere pagar entonces sus hijos ya no irán a la escuela. Es la filantropía: el veto sobre la oportunidad. Es la discrecionalidad, que ocurre de diferentes formas. Por ejemplo, la discrecionalidad de la policía ante los pibes que son negros o que usan gorra. Y que llaman “leyes de convivencia”, pero que no tienen nada de convivencia sino que cuestiona a cualquiera que tenga un comportamiento apenas distinto. Eso es fascismo. Es arbitrariedad. Lo mismo el fascismo del apartheid social. En todas partes hay zonas salvajes de la ciudad y zonas civilizadas, donde existen todos los requisitos de urbanidad, de seguridad y saneamiento básico, y otras zonas donde no hay electricidad, donde el agua está contaminada, etc. Todo esto en un marco de la legalidad. Una discrecionalidad por debajo de los procesos políticos, y por eso digo que vivimos en sociedades que son políticamente democráticas y socialmente fascistas.
–¿Qué rasgos distintivos encuentra en el fascismo financiero?
–El fascismo financiero tiene una característica especial: permite salir del juego democrático para tener más poder sobre el juego democrático. O sea, alguien con muchísimo dinero puede ponerlo en un paraíso fiscal. De este modo sale del juego democrático de los impuestos, pero al salir se queda con más dinero y más poder para poder influenciar el juego democrático y además darles consejos a los ciudadanos de que no deben gastar tanto, que están viviendo por encima de sus posibilidad, que el Estado está gastando más en salud, por supuesto, porque el Estado no está siendo financiado con los impuestos que podría recibir si esta plata estuviera en el país. Se crea una corrupción de la democracia a través de la cual hay dos reglas: los que huyen de las reglas democráticas son los que se quedan con más poder para imponer las reglas democráticas a los otros. Esa es la perversidad del fascismo financiero. Claro que también tiene otras formas como las “agencias de rating” y la especulación.
–¿Qué hay del fascismo político?
–Justamente, el problema radica en ver hasta cuándo se mantiene como fascismo social y cuándo se transforma en fascismo político. Porque hasta ahora, políticamente, las sociedades son democráticas. Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así decirlo, con toda la manipulación. Hay un mínimo de credibilidad democrática, pero los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático y los más poderosos son quienes más salen de ese juego democrático para después imponerlo a los que están abajo. Esto a mi juicio es la situación en la que estamos y donde surge la necesidad de un otro proceso constituyente.
–El acceso al saber también es desigual. ¿Se puede hablar de un fascismo del conocimiento?
–Lo que diría es que estamos asistiendo a la mercantilización del conocimiento. Durante mucho tiempo el conocimiento científico valió por su rigor y por la curiosidad de los cientistas que se decidieron a investigar un tema y que llegaban a conclusiones útiles para los países. Hoy ya no es así. El valor del conocimiento es un valor de mercado: el conocimiento contribuye a la innovación, genera patentes. Las universidades están ante una presión enorme por generar recetas propias del conocimiento. Se mercantiliza el conocimiento y por eso las propias universidades están cada vez forzadas a funcionar como corporaciones mercantiles, como empresas, los profesores como proletarios que producen para revistas de impacto, y los estudiantes como consumidores. Hay una mercantilización general del conocimiento y es esto que ha dado impulso al trabajo que me domina hoy sobre las “epistemologías del sur”: intentar llevar a cabo una lucha radical en todo el conocimiento. Por eso trabajo tanto con los movimientos sociales, para mostrar que el conocimiento científico es importante y no se puede demonizar, que la ciencia demuestra que los transgénicos o los insecticidas contaminan el agua y destruyen la vida, que debemos usar esa ciencia, pero tener en cuenta que esa ciencia no es la única válida. En este sentido es necesario descolonizar el saber para poder democratizar la sociedad, despatriarcalizarla y desmercantilizarla.
–¿Es posible aplicar su concepto de “apartheid social” a las políticas segregacionistas hacia los refugiados que se despliegan en varios países europeos?
–Toda la razón en mencionar a Europa, que está bajo la misma presión. Los refugiados son un caso extremo de una política de exclusión, pero lo más significativo es todo el sistema de fascismo financiero, disciplinario, que se aplicó en Grecia, Portugal, España, y que se está aplicando en otros países para intentar exigir que todos los países sigan la misma línea conservadora, de privatización, de liberalización, de destrucción de servicios públicos como salud y educación, de privatización de los servicios que son rentables para el capital. Europa puede hoy con menos arrogancia reconocer y entender mejor lo que pasa en América Latina.
–¿Por qué?
–Porque durante mucho tiempo pensó que ciertas situaciones sólo sucedían en países menos desarrollados, pero hoy Europa está pasando por un proceso de subdesarrollo: algunos países que estaban más desarrollados ahora están siendo subdesarrollados (el caso de Grecia es muy dramático y, desde el año 2000, el caso de Portugal también). Portugal es el único país de la Unión Europea que tiene un gobierno de izquierda que puede ser destruido en cualquier momento por Bruselas porque no está muy interesada en gobiernos de izquierda. Pero es una lucha cada vez más común entre países latinoamericanos y europeos.
–¿Cuál es su mirada hacia los partidos de izquierda?
–Creo que es necesario que redefinamos qué son las izquierdas y cuál es su forma política. Primero, no se puede decir que las izquierdas no aprendan. Voy a dar el ejemplo de la izquierda portuguesa. Durante mucho tiempo los comunistas pensaron que jamás podrían aliarse a los socialistas porque los consideraban de derecha. Ante la posibilidad de que una derecha siguiera gobernando Portugal por cuatro años más decidieron unirse al partido socialista.
–¿Por qué las izquierdas tienden a la fragmentación?
–El problema es que la izquierda partidaria hizo lo que yo llamo “una sociología de ausencias”. Invisibilizó todo lo que no se designaba como izquierda y que no tenía la forma de partido. Por eso lo que falta, a mi juicio, es juntar estas diferentes dinámicas y, para eso, es necesario que las izquierdas abandonen la idea de que los partidos son la única forma de representación política. Los partidos tienen que pasar por una refundación donde la democracia participativa sea constitutiva de la formulación de las políticas, de los partidos, y de las elecciones de los candidatos.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-303326-2016-07-04.html
Página 12
En medio del actual proceso de transición regresiva en varios países de la región, como Argentina y Brasil, el reconocido jurista y sociólogo propone continuar con la lucha por la igualdad para impulsar un nuevo ciclo constituyente que haga frente a los intentos destituyentes. Los logros alcanzados en los últimos años y sus límites. Los errores de los gobiernos progresistas. Los logros en el nivel de consumo alcanzados en los últimos años en la región no se han podido sostener en el tiempo. La embestida de los sectores de derecha en distintos países de América Latina, asume el investigador portugués Boaventura de Sousa Santos, pone de manifiesto la “fragilidad” de tales conquistas. Frente al actual proceso de transición regresiva en países como Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela, el reconocido jurista y sociólogo propone continuar con la lucha por la igualdad. No una igualdad clásica, sino una agiornada, que define como “igualdad con diferencias”.
–¿Qué nuevas formas cree que toman las luchas por la igualdad en América Latina?
–Las luchas por la igualdad han sido luchas tradicionales en este continente, ya que es un continente muy desigual. Las desigualdades se han profundizado a lo largo de las últimas décadas, excepto quizás en los últimos 12 o 15 años, dependiendo de los países. Algunos gobiernos, salidos muchas veces de movimientos populares, lograron realizar alguna redistribución social aprovechando el boom de los commodities y el alza de precio de los productos primarios; con eso integraron en el consumo –aunque no en términos de ciudadanía, por lo menos en el consumo–, a millones de personas en el continente. Claro. Se está demostrando que estos logros son frágiles y reversibles. De hecho están siendo ya puestos en cuestión en varios países: Argentina es uno de ellos, Brasil puede ser el próximo, Ecuador también, y Venezuela. Dado que no ha sido un proceso sostenible, la lucha por la igualdad debe continuar. No se trata de una lucha clásica por la igualdad entre clases, sino que se trata de una “igualdad con diferencias”.
–¿En qué sentido “igualdad con diferencias”?
–Desde los años 90, pero sobre todo después de 2000, hay una lucha muy fuerte por el reconocimiento a la diversidad protagonizada, sobre todo, por los movimientos indígenas y afrodescendientes. Ya había obviamente una lucha de las mujeres por la diferencia, por la diversidad, pero estos dos movimientos –el afrodescendiente y el indígena–, tuvieron un impacto enorme sobre todo en algunas de las constituciones, como las de Bolivia y de Ecuador, para mostrar que la igualdad para ser incluyente debe tomar en cuenta las diferentes maneras de pertenecer a una cierta comunidad política que es el Estado. Esos fueron logros. Ahora, en este momento, estamos en un proceso de reversión, de transición regresiva.
–¿A qué se refiere cuando habla de que “asistimos a un nuevo ciclo constituyente”?
–Cuando hablo de procesos constituyentes me refiero a procesos que buscan intentar ver de qué manera se puede abrir otro ciclo una vez que éste está agotado o que se presenta como un proceso destituyente, en la medida en que los derechos conquistados se están destituyendo, a veces a través de cambios constitucionales, otras veces sin cambios constitucionales. Por eso también es que las constituciones se están revelando como un papel mojado y con poca eficacia; ellas, que fueron creadas fundamentalmente para crear la idea de seguridad y que podrían aguantarse momentos cíclicos complicados. Pero no es así. Tenemos un tipo de estado de excepción en el que no hay suspensión de las constituciones, no hay dictadura, todo parece hecho dentro de una normalidad democrática pero el hecho es que la democracia se está espaciando. Por eso el apego a un proceso constituyente es a un nuevo proceso que pueda blindarse en relación a las debilidades del proceso anterior.
–¿A qué atribuye el cambio de signo político de algunos gobiernos de la región?
–Creo que es producto de muchos errores por parte de algunos gobiernos, que en su parte final y producto de la degradación del ánimo político, tenían casi actitudes suicidas. Todos sabemos que quizás la presidenta Dilma Rousseff no fue necesariamente la mejor opción para suceder a Lula.
–¿Por qué lo cree?
–Fue una decisión personal suya postular a una persona que nunca se había presentado a elecciones en ninguna parte. Una buena técnica, pero quizás buena para gobernar en períodos de bonanza y no en períodos de turbulencia. Por eso digo que hubo un casi suicidio. Pienso que los gobiernos progresistas no prestaron la atención necesaria para ganar victorias contundentes. Para eso era necesario mantener una lealtad con los grupos sociales con los cuales trabajaron durante años; lealtad que no mantuvieron. Al final de sus mandatos implementaron políticas casi ofensivas.
–¿Por ejemplo? ¿A cuáles se refiere concretamente?
–Por ejemplo, en el caso de Dilma, el hecho de nombrar para ministra de agricultura a Kátia Abreu, la gran mujer representante de los agronegocios. Y así tantas otras cosas ocurrieron en otros países que hicieron parecer que se estaba traicionando todo lo que se había prometido en la campaña electoral. Fueron muchos errores. La gente no es estúpida. La gente quería esta redistribución, ¿quién no? Solamente la clase media puede ser muy crítica por temor a que se le recorte algún beneficio, pero sigue teniendo su salario, su coche... Pero la gente que estaba muy abajo y que finalmente pudo comer, ir al colegio, ir al supermercado… a esa gente le gustaría poder sostener esa política. El caso es que los gobiernos no fueron lo suficientemente elocuentes para que la gente pudiera advertir que lo que la derecha y los medios de comunicación decían era realmente falso.
–Usted atribuye estos cambios de signo político a la fragilidad de los logros alcanzados en los últimos 15 años. Sin embargo, en algunos países los cambios se dieron por la voluntad popular...
–Es una buena pregunta pero complicada de responder. Estos cambios de transformación y de políticas de redistribución social están siendo eliminados a través de procesos democráticos. Por eso puede decirse que es el pueblo el mayor beneficiario de estas políticas, el que se muestra ingrato y vota en contra. En ese sentido habría varias cosas que decir.
–¿Cómo cuáles?
–Primero, es claro que estos gobiernos progresistas cometieron muchos errores; hay quienes no consideran a estos gobiernos progresistas, yo los sigo denominando así en el sentido de que buscaron una redistribución social en un continente marcado por las desigualdades que venían desde la Colonia. Uno de esos errores fue no aprovechar la gran oportunidad que se les dio para transformar políticamente la sociedad: hacer reformas políticas, reformas del sistema fiscal, de los medios de comunicación, de la economía. Y al contrario, de una manera perezosa, aprovecharon el aumento de los commodities y el alza de precios de las materias primas para permitir, a partir de esto, una redistribución social que era dependiente de los precios. Al mismo tiempo, permitieron a las clases oligárquicas, a los sistemas financieros, a los ricos, enriquecerse como nunca. No aprovecharon la gran aceptación, casi hegemónica, que tuvieron en algún tiempo para transformar la política de manera de poder resistir a una situación más adversa. Por eso es que estas formas de inclusión no fueron realmente formas de inclusión democrática y ciudadana.
–¿Qué tipo de inclusión observa en estos procesos?
–Fueron formas de inclusión por el consumo. En ese sentido, estos nuevos sujetos políticos, que en muchos casos por primera vez podían comer tres veces al día, no fueron invitados a ejercer el control sobre las políticas públicas mediante mecanismos de democracia participativa, tampoco fueron invitados a debatir sobre el servicio que se daba en los hospitales y se quedaron, por así decirlo, como pasivos recipientes de un consumo que ahora les era permitido. Por eso esta inclusión es frágil, por eso permite que esta población que fue realmente beneficiada esté sujeta a influencias que pueden de alguna manera disfrazar y pervertir todo lo que se hizo.
–Puntualmente, ¿a qué influencias se refiere?
–Hay influencias sin las cuales no podemos entender qué está pasando. En primer lugar, la presencia de un fascismo mediático. En mi trabajo he distinguido diferentes formas de fascismo: el fascismo del apartheid social, el fascismo territorial, el fascismo paraestatal, el financiero y, obviamente, el fascismo mediático. El fascismo mediático es aquel que permite a los medios, a través de la concentración mediática, manipular de una manera grosera la realidad y las percepciones de la vida cotidiana, de la vida política, de manera que la gente se sienta traicionada por los que apoyó anteriormente y que piense que los que le dieron una nueva vida a través de la inserción en el consumo son los responsables de la crisis. Eso fue lo que ocurrió a través de una manipulación mediática muy inteligente y poderosa que se hizo en todo el continente.
–¿Qué otros elementos coadyuvaron a este tipo de influencias?
–El segundo factor es la presencia del imperialismo norteamericano. No se puede ocultar más que los errores internos que cometieron los gobiernos progresistas no serían tan graves si no hubiera una fuerza internacional muy fuerte proveniente del imperialismo norteamericano que opera por diferentes mecanismos, que por supuesto ahora no son las dictaduras militares pero que son las presiones del sistema financiero internacional y la financiación de organizaciones democráticas en varios países que son democráticos desde la fachada pero que aplican condiciones hostiles a los gobiernos progresistas. Sin ir más lejos, en Brasil está absolutamente documentada la presencia de los hermanos Koch, muy conocidos en Estados Unidos por ser de los más ricos y de los que más promueven políticas de derecha.
–¿En qué consistió el rol de los hermanos Koch en el impeachment llevado a cabo contra Dilma?
–Los Koch Brothers han financiado muchas organizaciones que están hoy en la calle pidiendo el impeachment de Dilma. El imperialismo norteamericano aprovechó los errores cometidos por los gobiernos progresistas para atacar con una violencia sin precedentes. Empezaron por los pequeños países: primero Honduras, luego Paraguay con el golpe parlamentario a Fernando Lugo. Y ahora están intentando con los grandes países: Venezuela, Brasil y Argentina, y debemos decir que lo están haciendo con bastante éxito y que por eso hay que empezar de nuevo.
–¿En qué consiste el “fascismo financiero”?
–Todas las formas de fascismo son formas infra-políticas, no son parte del sistema político, que es democrático, pero condicionan las formas de vida de los que están abajo a través de desigualdades de poder que no son democráticas, que son inmensas y permiten que los grupos que tienen poder casi obtengan un derecho de veto sobre las oportunidades de vida de quienes están más abajo. Si eliminan la escuela pública y la salud pública la gente con bajos recursos podrá enviar a sus hijos a la escuela si es que tiene un amigo o padrino. Ahora, si el padrino no quiere pagar entonces sus hijos ya no irán a la escuela. Es la filantropía: el veto sobre la oportunidad. Es la discrecionalidad, que ocurre de diferentes formas. Por ejemplo, la discrecionalidad de la policía ante los pibes que son negros o que usan gorra. Y que llaman “leyes de convivencia”, pero que no tienen nada de convivencia sino que cuestiona a cualquiera que tenga un comportamiento apenas distinto. Eso es fascismo. Es arbitrariedad. Lo mismo el fascismo del apartheid social. En todas partes hay zonas salvajes de la ciudad y zonas civilizadas, donde existen todos los requisitos de urbanidad, de seguridad y saneamiento básico, y otras zonas donde no hay electricidad, donde el agua está contaminada, etc. Todo esto en un marco de la legalidad. Una discrecionalidad por debajo de los procesos políticos, y por eso digo que vivimos en sociedades que son políticamente democráticas y socialmente fascistas.
–¿Qué rasgos distintivos encuentra en el fascismo financiero?
–El fascismo financiero tiene una característica especial: permite salir del juego democrático para tener más poder sobre el juego democrático. O sea, alguien con muchísimo dinero puede ponerlo en un paraíso fiscal. De este modo sale del juego democrático de los impuestos, pero al salir se queda con más dinero y más poder para poder influenciar el juego democrático y además darles consejos a los ciudadanos de que no deben gastar tanto, que están viviendo por encima de sus posibilidad, que el Estado está gastando más en salud, por supuesto, porque el Estado no está siendo financiado con los impuestos que podría recibir si esta plata estuviera en el país. Se crea una corrupción de la democracia a través de la cual hay dos reglas: los que huyen de las reglas democráticas son los que se quedan con más poder para imponer las reglas democráticas a los otros. Esa es la perversidad del fascismo financiero. Claro que también tiene otras formas como las “agencias de rating” y la especulación.
–¿Qué hay del fascismo político?
–Justamente, el problema radica en ver hasta cuándo se mantiene como fascismo social y cuándo se transforma en fascismo político. Porque hasta ahora, políticamente, las sociedades son democráticas. Hay libertad de expresión, relativa pero existe. Hay elecciones libres, por así decirlo, con toda la manipulación. Hay un mínimo de credibilidad democrática, pero los asuntos de los que depende la vida de la gente están cada vez más sustraídos al juego democrático y los más poderosos son quienes más salen de ese juego democrático para después imponerlo a los que están abajo. Esto a mi juicio es la situación en la que estamos y donde surge la necesidad de un otro proceso constituyente.
–El acceso al saber también es desigual. ¿Se puede hablar de un fascismo del conocimiento?
–Lo que diría es que estamos asistiendo a la mercantilización del conocimiento. Durante mucho tiempo el conocimiento científico valió por su rigor y por la curiosidad de los cientistas que se decidieron a investigar un tema y que llegaban a conclusiones útiles para los países. Hoy ya no es así. El valor del conocimiento es un valor de mercado: el conocimiento contribuye a la innovación, genera patentes. Las universidades están ante una presión enorme por generar recetas propias del conocimiento. Se mercantiliza el conocimiento y por eso las propias universidades están cada vez forzadas a funcionar como corporaciones mercantiles, como empresas, los profesores como proletarios que producen para revistas de impacto, y los estudiantes como consumidores. Hay una mercantilización general del conocimiento y es esto que ha dado impulso al trabajo que me domina hoy sobre las “epistemologías del sur”: intentar llevar a cabo una lucha radical en todo el conocimiento. Por eso trabajo tanto con los movimientos sociales, para mostrar que el conocimiento científico es importante y no se puede demonizar, que la ciencia demuestra que los transgénicos o los insecticidas contaminan el agua y destruyen la vida, que debemos usar esa ciencia, pero tener en cuenta que esa ciencia no es la única válida. En este sentido es necesario descolonizar el saber para poder democratizar la sociedad, despatriarcalizarla y desmercantilizarla.
–¿Es posible aplicar su concepto de “apartheid social” a las políticas segregacionistas hacia los refugiados que se despliegan en varios países europeos?
–Toda la razón en mencionar a Europa, que está bajo la misma presión. Los refugiados son un caso extremo de una política de exclusión, pero lo más significativo es todo el sistema de fascismo financiero, disciplinario, que se aplicó en Grecia, Portugal, España, y que se está aplicando en otros países para intentar exigir que todos los países sigan la misma línea conservadora, de privatización, de liberalización, de destrucción de servicios públicos como salud y educación, de privatización de los servicios que son rentables para el capital. Europa puede hoy con menos arrogancia reconocer y entender mejor lo que pasa en América Latina.
–¿Por qué?
–Porque durante mucho tiempo pensó que ciertas situaciones sólo sucedían en países menos desarrollados, pero hoy Europa está pasando por un proceso de subdesarrollo: algunos países que estaban más desarrollados ahora están siendo subdesarrollados (el caso de Grecia es muy dramático y, desde el año 2000, el caso de Portugal también). Portugal es el único país de la Unión Europea que tiene un gobierno de izquierda que puede ser destruido en cualquier momento por Bruselas porque no está muy interesada en gobiernos de izquierda. Pero es una lucha cada vez más común entre países latinoamericanos y europeos.
–¿Cuál es su mirada hacia los partidos de izquierda?
–Creo que es necesario que redefinamos qué son las izquierdas y cuál es su forma política. Primero, no se puede decir que las izquierdas no aprendan. Voy a dar el ejemplo de la izquierda portuguesa. Durante mucho tiempo los comunistas pensaron que jamás podrían aliarse a los socialistas porque los consideraban de derecha. Ante la posibilidad de que una derecha siguiera gobernando Portugal por cuatro años más decidieron unirse al partido socialista.
–¿Por qué las izquierdas tienden a la fragmentación?
–El problema es que la izquierda partidaria hizo lo que yo llamo “una sociología de ausencias”. Invisibilizó todo lo que no se designaba como izquierda y que no tenía la forma de partido. Por eso lo que falta, a mi juicio, es juntar estas diferentes dinámicas y, para eso, es necesario que las izquierdas abandonen la idea de que los partidos son la única forma de representación política. Los partidos tienen que pasar por una refundación donde la democracia participativa sea constitutiva de la formulación de las políticas, de los partidos, y de las elecciones de los candidatos.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-303326-2016-07-04.html
sábado, 30 de julio de 2016
La izquierda quiere frenar la escuela concertada. El gasto por alumno ha caído un 25% más en los colegios públicos que en los subvencionados por el Estado.
Desde 2010, las Administraciones han recortado la financiación por alumno de la escuela pública un 25% más que el de la concertada (privada subvencionada con fondos públicos). Así se recoge en el estudio Cuentas de la Educación en España 2000-2013, de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie). En ese contexto, los nuevos Gobiernos autonómicos de izquierda tratan ahora de poner freno al avance de la concertada. El director de investigación del Ivie, Francisco Pérez, coautor del informe, explica que “en la pública se redujeron los ingresos y los salarios y no se repuso a los profesores que se jubilaban”. “Y, además, creció el número de alumnos”, apunta. Mientras que en los concertados “no se ha seguido este camino y lo que ha pasado depende de lo que haya decidido cada comunidad”. Alfonso Aguiló, presidente de CECE, la patronal de la concertada, sostiene que su sector ha bajado menos porque el Estado invierte por niño la mitad que en la pública, donde se concentran los menores con menos recursos para pagar los libros o el comedor. Sin embargo, un gráfico del Ivie muestra que la escuela concertada recibe algo más que la pública en Primaria e Infantil, unos 3.500 euros por alumno, y algo menos que en la pública en Secundaria y FP, unos 4.500 euros. El PP prefiere que prime la “libertad de elección de los padres” por matricular en la escuela pública o concertada a que sobren plazas en un centro del Estado. “Ni la Constitución ni la Declaración de Derechos Humanos recoge la necesidad de financiar la libertad de enseñanza”, recalcó por su parte el consejero socialista Ángel Felpeto en Castilla-La Mancha. Y recordó que la concertada nació en España “como una respuesta madura para solventar la necesidad de ofrecer una plaza escolar pública a todos los alumnos”. La introdujo su partido, el PSOE. En Madrid cada año se queda corta la dotación para concertada y hay que ampliarla. El Gobierno madrileño sostiene que los concertados están abriendo aulas a medida que pasan los cursos, pero que no hay nuevos. Aguiló reconoce que el “estigma” de la trama de corrupción Púnica, que supuestamente cobró mordidas por conciertos en centros, les pesa. ¿Ha tocado techo la concertada? El experto del Ivie no se atreve a interpretar qué va a pasar. “Hay diferencias muy grandes entre regiones”. La mitad de los menores vascos estudia con concierto, frente al 14,6% de Castilla-La Mancha, los dos extremos. No en todos los parámetros gana la concertada a la pública. Los salarios en la primera son algo inferiores. Y en alumnos por profesor (13,3) supera a la pública (11,5).
En la última precampaña miles de familias se manifestaron en Valencia pidiendo que terminasen los “ataques” a la concertada del Gobierno regional (PSOE y Compromís). El nuevo consejero argumentó que se habían cerrado las mismas aulas que con el PP y que la protesta era “para meter miedo”. La Comunidad Valenciana ha abierto 440 aulas públicas y “negociará” los conciertos de bachillerato —una etapa de la enseñanza que no es obligatoria— “si la oferta pública es suficiente”. Aguiló dice que la “mayor preocupación” está en Valencia, pero que tras el “aviso” de las elecciones generales —donde la izquierda bajó— “están más dialogantes”. Está pendiente de lo que “pueda pasar” en Andalucía, que como Asturias prohibió el concierto con centros que separan por sexo —pero luego el Tribunal Supremo blindó la subvención—. En Baleares “la interlocución es buena”, dice Aguiló. Y en Castilla-La Mancha “no han pasado de las palabras a los hechos”, se alegra. Aragón ha impedido que se construyese un colegio concertado cuando los niños del público aún están en barracones. http://politica.elpais.com/politica/2016/07/06/actualidad/1467841261_697773.html
viernes, 29 de julio de 2016
¿Eres suficientemente inteligente para trabajar en Google? Así consiguieron trabajar en Google, y no sabían nada de tecnología. La única sede de la tecnológica en España, ubicada en Madrid, cuenta con 200 empleados. La media de edad es de 32 años.
Las preguntas extrañas en los procesos de selección de Google no son un mito. Calcular cuántas pelotas de ping pong caben en el interior de un autobús de dos plantas era hasta hace unos años una de las pruebas de lógica que el candidato debía resolver in situ frente a su entrevistador. El objetivo era analizar su habilidad para salir airoso de un problema desconocido. El tema suscitó tal interés que en 2012 el autor estadounidense William Poundstone publicó el best seller Are you Smart enough to work at Google? (en español, ¿eres suficientemente inteligente para trabajar en Google?), una guía en la que desglosaba algunos de los retos de lógica más frecuentes planteados por la tecnológica en sus entrevistas.
En abril de 2015 el máximo responsable de recursos humanos de Google, Laszlo Bock, lanzó Work Rules, un libro en el que aseguraba que ese tipo de preguntas no servían para predecir el comportamiento de los candidatos en sus futuros puestos de trabajo. En su lugar, la compañía emplearía otros métodos avalados por investigaciones para tratar de detectar las posibles reacciones de los entrevistados ante situaciones reales.
Hoy, esa prueba, conocida como General Cognitive Ability, sigue siendo parte del proceso, pero ahora está más enfocada a la realidad del mundo de los negocios, explica Javier Martín, director de recursos humanos de Google España. Preguntar cuántos aviones sobrevuelan el cielo de Madrid en hora punta es una de las opciones. “No se busca una respuesta exacta, sino ver cómo piensa y razona el candidato y su capacidad para identificar las variables. En el caso de los aviones, puede hacer referencia al número de compañías aéreas que operan en el país o a las conexiones del aeropuerto de Barajas”, apunta Martín.
Quienes se plantean incorporarse a Google, tienen que saber que no hace falta ser un experto en tecnología. "Hay muchos graduados que no se presentan a los procesos de selección por ideas preconcebidas que no son ciertas. No contratamos solo a ingenieros informáticos ni a frikis de la tecnología", añade el director de recursos humanos. Cada año la tecnológica recibe a escala internacional una media de 2,5 millones de inscripciones a sus ofertas de empleo.
(1)Imprescindible es tener un buen dominio de inglés, de hecho la primera entrevista es telefónica y en ese idioma. (2)“Una de nuestras normas es que la nacionalidad del entrevistador debe ser distinta a la del candidato”, señala Martín. Los 200 empleados de la sede de Google en España, que abrió sus puertas en 2005 en la planta 26 del rascacielos Torre Picasso en Madrid, realizan más del 50% de sus comunicaciones diarias en inglés.
En Google no se entra enviando el currículum y llamando insistentemente a sus oficinas. (3)Solo se puede optar a las vacantes que oferta la compañía en la web Google Careers, en la que se pueden hacer búsquedas personalizadas y filtrar por ciudad o departamento.
Además de las famosas instalaciones con salas provistas de hamacas para el descanso, futbolines y comida gratuita en cualquier momento del día, en Google se pueden realizar estancias de tres meses en cualquiera de sus 70 sedes internacionales, localizadas en 40 países, o pedir el traslado. En 2015, el 10% de la plantilla de España optó por esa opción. "Incentivamos a los empleados a que cada dos años cambien de rol y para ello les formamos constantemente. Cada trabajador recibe al menos 10 horas de cursos al mes. Avanzan al ritmo de la tecnología", asegura Martín.
El perfil de cuatro trabajadores españoles de la sede de Madrid demuestra que se puede acceder con una licenciatura de letras o sin apenas conocimientos de tecnología. Estas son sus historias.
Fran Ruiz (49 años), director de relaciones internacionales.
Nunca pensé que lo conseguiría; soy de letras puras.
El 24 de agosto de 2006, la portada de The Economist le hizo replantearse su carrera. El tema de apertura Who killed the newspaper (en español, quién mató al periódico) vaticinaba el fin del periodismo impreso en 2043. Tras más de 19 años como periodista en varios medios nacionales, Fran Ruiz decidió ampliar su perfil profesional. Dos años más tarde, se matriculó en un curso de economía y gestión de empresas de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, de tres meses de duración. Pidió permiso a su periódico, en ese momento la Gaceta de los Negocios, y la empresa se hizo cargo del coste de matrícula, unos 4.500 dólares, y le mantuvo el sueldo durante la estancia.
Ese viaje cambió su rumbo. Le fichó una consultora italiana de relaciones internacionales para su sede de Madrid y un año y medio después fue seleccionado por Google. "Pasé siete entrevistas y en ninguna de ellas me hicieron preguntas raras. Se centraron en analizar mi capacidad de resolución de problemas y de liderazgo", cuenta. No se esperaba de él que tuviese nociones básicas de programación ni que supiese cómo gestionar los productos de la compañía.
"Hay que creer en uno mismo y ponerse las pilas con los idiomas, eso es lo más importante", recalca Ruiz, que acaba de cumplir seis años en Google, durante los que ha realizado estancias temporales en las sedes de California, Londres, Dublín y París. "En esta empresa te avalúan cada seis meses en función de los objetivos que alcanzas, son muy exigentes pero se preocupan mucho de tu crecimiento profesional".
Miquel Trías (32 años), analista.
No lo había intentado antes porque no soy graduado en Informática
"La escala temporal en Google es totalmente diferente a la de otras empresas. Cada seis meses hay cambios y tu ritmo de aprendizaje es brutal". Miquel Trías, que se incorporó a la tecnológica hace tres años, es graduado en Física y el primer estudiante de doctorado de ondas gravitacionales en España. "Google siempre había sido el top, pero no lo había intentado antes porque pensaba que solo entraban informáticos".
Tras finalizar el doctorado, cursó un máster en dirección de empresas. "Me di cuenta de las pocas posibilidades que brinda España para la carrera investigadora y tomé otro camino", explica.
De las entrevistas en Google recuerda que no se centraron en sus conocimientos específicos, sino en su capacidad resolutiva. "Durante los cinco años de carrera aprendí a enfrentarme a problemas complicados y a diseñar soluciones creativas. De eso va la física y eso fue lo que valoraron". En la sede de España la mayoría de empleados se dedica a la parte de estrategia de negocio digital, y Miquel ya tiene la vista en Estados Unidos, donde se concentran la mayoría de departamentos de innovación. "En un par de años me gustaría sumarme al equipo de inteligencia artificial".
Anaïs Pérez (32 años), directora de comunicación.
No tenía experiencia en el campo tecnológico
A Anaïs Pérez la seleccionaron para unas prácticas en el departamento de comunicación de Google apenas unos años después de su graduación. Era 2007 y habían pasado dos años desde la apertura de la sede de la tecnológica en Madrid. "No tenía experiencia en el campo tecnológico, pero buscaban a alguien que entendiese cómo funcionan los medios tradicionales y que supiese crear contenidos noticiables".
Tras licenciarse en Periodismo por la Universidad Carlos III, realizó prácticas en Telecinco y la Cadena Ser y dio el saltó a México gracias a una beca del Banco Santander. Se incorporó durante un año a un periódico local de Tehuacán. "Mi principal reto cuando llegué a Google era traducir un lenguaje y unos conceptos ininteligibles para los periodistas". Siete años y medio después, fue nombrada directora de comunicación.
Durante la carrera, Anaïs mejoró su inglés con dos estancias de tres meses en Irlanda y Londres. "Cuando entras en Google el ritmo de aprendizaje del inglés se multiplica y en pocos meses eres perfectamente capaz de comunicar cualquier asunto".
Carmen García (32 años), manager de cuentas estratégicas
Tenía que reinventarme y encajé en Google.
El perfil de Carmen García destaca por su experiencia internacional. Graduada en Ingeniería Industrial por ICAI, cursó un MBA en la India y trabajó durante más de un año en la banca en Nueva York. "Por cuestiones personales regresé a Madrid y decidí intentarlo en Google".
Carmen cree que la seleccionaron por su experiencia en el campo de los negocios y por su espíritu de reinvención. En su currículum también constaba un año y medio de trabajo en una startup y casi dos años en la consultora Deloitte. "En la carrera de ingeniería falta formación en negocio, es la carencia de casi todos los ingenieros", opina. A diferencia del resto de empresas en las que ha trabajado, cree que en Google se fomenta el cambio de rol y la puesta en marcha de nuevas ideas sin miedo al fracaso. "Te permiten arriesgar. Su filosofía es la de probar y medir los resultados. Es muy difícil caer en la monotonía o aburrirse".
http://economia.elpais.com/economia/2016/03/30/actualidad/1459348179_025212.html?rel=mas
En abril de 2015 el máximo responsable de recursos humanos de Google, Laszlo Bock, lanzó Work Rules, un libro en el que aseguraba que ese tipo de preguntas no servían para predecir el comportamiento de los candidatos en sus futuros puestos de trabajo. En su lugar, la compañía emplearía otros métodos avalados por investigaciones para tratar de detectar las posibles reacciones de los entrevistados ante situaciones reales.
Hoy, esa prueba, conocida como General Cognitive Ability, sigue siendo parte del proceso, pero ahora está más enfocada a la realidad del mundo de los negocios, explica Javier Martín, director de recursos humanos de Google España. Preguntar cuántos aviones sobrevuelan el cielo de Madrid en hora punta es una de las opciones. “No se busca una respuesta exacta, sino ver cómo piensa y razona el candidato y su capacidad para identificar las variables. En el caso de los aviones, puede hacer referencia al número de compañías aéreas que operan en el país o a las conexiones del aeropuerto de Barajas”, apunta Martín.
Quienes se plantean incorporarse a Google, tienen que saber que no hace falta ser un experto en tecnología. "Hay muchos graduados que no se presentan a los procesos de selección por ideas preconcebidas que no son ciertas. No contratamos solo a ingenieros informáticos ni a frikis de la tecnología", añade el director de recursos humanos. Cada año la tecnológica recibe a escala internacional una media de 2,5 millones de inscripciones a sus ofertas de empleo.
(1)Imprescindible es tener un buen dominio de inglés, de hecho la primera entrevista es telefónica y en ese idioma. (2)“Una de nuestras normas es que la nacionalidad del entrevistador debe ser distinta a la del candidato”, señala Martín. Los 200 empleados de la sede de Google en España, que abrió sus puertas en 2005 en la planta 26 del rascacielos Torre Picasso en Madrid, realizan más del 50% de sus comunicaciones diarias en inglés.
En Google no se entra enviando el currículum y llamando insistentemente a sus oficinas. (3)Solo se puede optar a las vacantes que oferta la compañía en la web Google Careers, en la que se pueden hacer búsquedas personalizadas y filtrar por ciudad o departamento.
Además de las famosas instalaciones con salas provistas de hamacas para el descanso, futbolines y comida gratuita en cualquier momento del día, en Google se pueden realizar estancias de tres meses en cualquiera de sus 70 sedes internacionales, localizadas en 40 países, o pedir el traslado. En 2015, el 10% de la plantilla de España optó por esa opción. "Incentivamos a los empleados a que cada dos años cambien de rol y para ello les formamos constantemente. Cada trabajador recibe al menos 10 horas de cursos al mes. Avanzan al ritmo de la tecnología", asegura Martín.
El perfil de cuatro trabajadores españoles de la sede de Madrid demuestra que se puede acceder con una licenciatura de letras o sin apenas conocimientos de tecnología. Estas son sus historias.
Fran Ruiz (49 años), director de relaciones internacionales.
Nunca pensé que lo conseguiría; soy de letras puras.
El 24 de agosto de 2006, la portada de The Economist le hizo replantearse su carrera. El tema de apertura Who killed the newspaper (en español, quién mató al periódico) vaticinaba el fin del periodismo impreso en 2043. Tras más de 19 años como periodista en varios medios nacionales, Fran Ruiz decidió ampliar su perfil profesional. Dos años más tarde, se matriculó en un curso de economía y gestión de empresas de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, de tres meses de duración. Pidió permiso a su periódico, en ese momento la Gaceta de los Negocios, y la empresa se hizo cargo del coste de matrícula, unos 4.500 dólares, y le mantuvo el sueldo durante la estancia.
Ese viaje cambió su rumbo. Le fichó una consultora italiana de relaciones internacionales para su sede de Madrid y un año y medio después fue seleccionado por Google. "Pasé siete entrevistas y en ninguna de ellas me hicieron preguntas raras. Se centraron en analizar mi capacidad de resolución de problemas y de liderazgo", cuenta. No se esperaba de él que tuviese nociones básicas de programación ni que supiese cómo gestionar los productos de la compañía.
"Hay que creer en uno mismo y ponerse las pilas con los idiomas, eso es lo más importante", recalca Ruiz, que acaba de cumplir seis años en Google, durante los que ha realizado estancias temporales en las sedes de California, Londres, Dublín y París. "En esta empresa te avalúan cada seis meses en función de los objetivos que alcanzas, son muy exigentes pero se preocupan mucho de tu crecimiento profesional".
Miquel Trías (32 años), analista.
No lo había intentado antes porque no soy graduado en Informática
"La escala temporal en Google es totalmente diferente a la de otras empresas. Cada seis meses hay cambios y tu ritmo de aprendizaje es brutal". Miquel Trías, que se incorporó a la tecnológica hace tres años, es graduado en Física y el primer estudiante de doctorado de ondas gravitacionales en España. "Google siempre había sido el top, pero no lo había intentado antes porque pensaba que solo entraban informáticos".
Tras finalizar el doctorado, cursó un máster en dirección de empresas. "Me di cuenta de las pocas posibilidades que brinda España para la carrera investigadora y tomé otro camino", explica.
De las entrevistas en Google recuerda que no se centraron en sus conocimientos específicos, sino en su capacidad resolutiva. "Durante los cinco años de carrera aprendí a enfrentarme a problemas complicados y a diseñar soluciones creativas. De eso va la física y eso fue lo que valoraron". En la sede de España la mayoría de empleados se dedica a la parte de estrategia de negocio digital, y Miquel ya tiene la vista en Estados Unidos, donde se concentran la mayoría de departamentos de innovación. "En un par de años me gustaría sumarme al equipo de inteligencia artificial".
Anaïs Pérez (32 años), directora de comunicación.
No tenía experiencia en el campo tecnológico
A Anaïs Pérez la seleccionaron para unas prácticas en el departamento de comunicación de Google apenas unos años después de su graduación. Era 2007 y habían pasado dos años desde la apertura de la sede de la tecnológica en Madrid. "No tenía experiencia en el campo tecnológico, pero buscaban a alguien que entendiese cómo funcionan los medios tradicionales y que supiese crear contenidos noticiables".
Tras licenciarse en Periodismo por la Universidad Carlos III, realizó prácticas en Telecinco y la Cadena Ser y dio el saltó a México gracias a una beca del Banco Santander. Se incorporó durante un año a un periódico local de Tehuacán. "Mi principal reto cuando llegué a Google era traducir un lenguaje y unos conceptos ininteligibles para los periodistas". Siete años y medio después, fue nombrada directora de comunicación.
Durante la carrera, Anaïs mejoró su inglés con dos estancias de tres meses en Irlanda y Londres. "Cuando entras en Google el ritmo de aprendizaje del inglés se multiplica y en pocos meses eres perfectamente capaz de comunicar cualquier asunto".
Carmen García (32 años), manager de cuentas estratégicas
Tenía que reinventarme y encajé en Google.
El perfil de Carmen García destaca por su experiencia internacional. Graduada en Ingeniería Industrial por ICAI, cursó un MBA en la India y trabajó durante más de un año en la banca en Nueva York. "Por cuestiones personales regresé a Madrid y decidí intentarlo en Google".
Carmen cree que la seleccionaron por su experiencia en el campo de los negocios y por su espíritu de reinvención. En su currículum también constaba un año y medio de trabajo en una startup y casi dos años en la consultora Deloitte. "En la carrera de ingeniería falta formación en negocio, es la carencia de casi todos los ingenieros", opina. A diferencia del resto de empresas en las que ha trabajado, cree que en Google se fomenta el cambio de rol y la puesta en marcha de nuevas ideas sin miedo al fracaso. "Te permiten arriesgar. Su filosofía es la de probar y medir los resultados. Es muy difícil caer en la monotonía o aburrirse".
http://economia.elpais.com/economia/2016/03/30/actualidad/1459348179_025212.html?rel=mas
jueves, 28 de julio de 2016
Estrategias de manipulación, algo falsamente atribuido a Chomsky
El lingüista Noam Chomsky NO elaboró la lista de las “10 Estrategias de Manipulación” a través de los medios.(1)
It’s a fake. I don’t know the source. Some of it is drawn from, or similar to, things I’ve said. But it is not mine. —Noam Chomsky
En una bonita versión ilustrada del famoso texto, realizada por Germán Ferrero ("Ger"), este artista gráfico nos cuenta que, después de ilustrar el Decálogo, entró en contacto con el propio Chomsky, quien desmintió rotundamente ser el autor. Chomsky le indicó además que, a pesar de su insistencia en desmentir la autoría, se la siguen atribuyendo. Escribe Ger en el prólogo de su versión ilustrada: Como me dijo Noam, 'una vez que algo está en Internet parece imposible de erradicar'.
Chomsky con Jean Bricmont, durante una conferencia conjunta en Bruselas, en marzo de 2011
En octubre de 2010, uno de los colaboradores europeos más habituales de Noam Chomsky, el físico belga de ideología anarquista, Jean Bricmont, decidió escribir un artículo para desmentir la falsa autoría, al ver que el error continuaba propagándose por la Red. Aunque Bricmont era ya una figura conocida en los círculos de la izquierda crítica, tanto por sus escritos como por su activismo y colaboraciones con Chomsky, adquirió especial notoriedad tras la publicación en 2005 de su obra Impérialisme humanitaire. Droits de l’homme, droit d’ingérence, droit du plus fort? (4), cuyo extenso prólogo de 40 páginas es de Noam Chomsky (5). Bricmont también publicó diferentes obras con Chomsky (6), además de artículos. Esta cercanía a Chomsky, el conocimiento de su obra y pensamiento y la amistad que les unía, condujo a Bricmont a publicar el 11 de octubre de 2010 un artículo destinado a zanjar la polémica sobre la falsa autoría. Dicho artículo, que llevaba por título A propos des « dix stratégies de manipulation de masses » attribué à Noam Chomsky, fue publicado en Le Grand Soir, Journal Militant d'Information Alternative.
En dicho artículo, Bricmont recoge las palabras de Chomsky sobre la atribución de autoría en relación con el polémico Decálogo: Como este texto parece ser una simplificación y distorsión de su pensamiento [se refiere al de Chomsky], y como además no pude encontrar su equivalente en inglés, para llegar al fondo de la cuestión le pregunté a él por el texto. Ésta fue su respuesta: "No tengo ni idea de dónde salió eso. Yo no hice esa compilación (...). Supongo que quien lo hizo podría argumentar que son interpretaciones de lo que yo escribí aquí y allá, pero desde luego no de esa forma ni esa lista" (7)
Aunque no hubiesen existido estos desmentidos y otros que no hemos mencionado, es difícil llegar a entender que se haya llegado a dar tanta credibilidad a esta falsa autoría. Como mencionaba Bricmont en su artículo, el hecho de que en inglés la autoría a Chomsky esté mucho menos extendida y sea relativamente reciente, de entrada debiera hacernos sospechar.
Que no exista referencia alguna en la bibliografía oficial de Chomsky (ver www.chomsky.info), ni en las bibliografías oficiosas y que nadie fuese capaz de citar la fuente original, también habría sido suficiente para darnos cuenta que estábamos ante un fake. Como nos recuerda Naief Yehya en alguno de sus comentarios en revistareplicante.com, el hecho de que el Decálogo no apareciera en los websites que suelen publicar los textos de Chomsky, cuando menos habría aconsejado una mínima contrastación de la fuente.
Lo anterior es de aplicación incluso para aquellos que no llegan a ser expertos en la obra política de Chomsky. Ya entrando en contenidos, es verdad que para los no versados, resulta más complicado saber que algunos de los diez principios del Decálogo no encajan ni con calzador en el pensamiento del profesor emérito del MIT. Lo mismo es aplicable al estilo simplista de las 10 estrategias, que tiene nada que ver con el estilo de los trabajos de Chomsky. Como dice Bricmont en el artículo antes citado: El aparente éxito de este texto, ilustra la incomprensión que, sobre el pensamiento de Chomsky en relación con la "manipulación", existe tanto entre algunos de sus partidarios como entre sus opositores.
Bricmont ilustra como ejemplo más visible del hecho anterior, la "10ª estrategia de manipulación". Nos dice:
El décimo principio refleja también por otra parte, fantasías comunes en la extrema izquierda, sobre el conocimiento que el "sistema" tendría del individuo medio gracias a "la biología, la neurobiología y la psicología aplicada", que es muy diferente de lo que piensa Chomsky, quien sabe que el conocimiento (verdadero) científico del ser humano es extremadamente limitado. No obstante, la prueba más definitiva de que Chomsky no es el autor, la tenemos en algo tan sencillo como que el copyright del texto y el nombre del autor real, están perfectamente establecidos sin margen de error. Esto convierte en un ejercicio de irresponsabilidad intelectual la difusión de la falsa autoría. Injustificable y con un plus de gravedad en el caso de aquellos docentes universitarios e investigadores académicos que también han difundido el error, ya que en el caso de estos, más que nadie, están obligados a contrastar fuentes en base a los procedimientos universales establecidos por la praxis científica.
1. La estrategia de la distracción. El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. ”Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones. Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad. Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad. La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosaspara guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión. Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
8. Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad. Promover al público a creer que es moda el hecho de ser estúpido, vulgar, e inculto…
9. Reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se auto desvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen. En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
(1) Según Wikipedia: Chomsky, en cambio, no es el autor de “las 10 estrategias de manipulación mediática”, texto que se ha convertido en un fenómeno viral en Internet. El verdadero autor es el francés Sylvain Timsit. El documento fue publicado por primera vez en francés, en el año 2002, con el título original “Stratégies de manipulation”, en la web syti.net. El copyright del texto es de esa fecha y de dicho lugar y el texto todavía se encuentra en el sitio web de origen. El origen de la falsa atribución a Chomsky, estaría en el error que en su día cometió la agencia Pressenza, según ha manifestado Timsit.
https://lanaveva.wordpress.com/2012/03/10/estrategias-de-manipulacion/
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_--La educación exige emociones. El fenómeno es imparable. Los nuevos tiempos exigen desarrollar las capacidades innatas de los niños y cambiar las consignas académicas.
_--¿Estamos educando a las nuevas generaciones para vivir en un mundo que ya no existe? El sistema pedagógico parece haberse estancado en la era industrial en la que fue diseñado. La consigna respecto al colegio ha venido insistiendo en que hay que “estudiar mucho”, “sacar buenas notas” y, posteriormente, “obtener un título universitario”. Y eso es lo que muchos han procurado hacer. Se creyó que, una vez finalizada la etapa de estudiantes, habría un “empleo fijo” con un “salario estable”.
Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.
La voz de los adolescentes
“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela”
Gabriel García Márquez
Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior.
Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.
Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales: el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda), la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.
La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.
¿Para qué sirve?
“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente”
Lao Tsé
En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.
La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan:
Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.
Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga. Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.
Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.
Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.
Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.
Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.
En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación
CLAVES PARA SABER MÁS
ANNA PARINI
Libro
¡Esta casa no es un hotel!
Irene Orce (Grijalbo)
Este libro es un manual de educación emocional para padres de adolescentes. Está escrito desde la perspectiva de los chavales, y su intención es proporcionar claves y herramientas para que los adultos aprendan a crear puentes más constructivos con sus hijos.
Documental
La educación prohibida
Un documental que propone cuestionar las lógicas de la escolarización moderna y la forma de entender la educación, visibilizando experiencias educativas diferentes, que plantean la necesidad de un nuevo paradigma educativo. (Este documental está promocionado por empresas multinacionales y muy sutilmente promociona la privatización de la educación, desprestigiando a la Educación Pública, en el momento que se empieza a generalizar en América Latina)
La inteligencia emocional
15 cortometrajes, Aquí
Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/12/12/eps/1418401341_900515.html
Pero dado que la realidad laboral ha cambiado, estas consignas académicas han dejado de ser válidas. De hecho, se han convertido en un obstáculo que limita las posibilidades profesionales. Y es que las escuelas públicas se crearon en el siglo XIX para convertir a campesinos analfabetos en obreros dóciles, adaptándolos a la función mecánica que iban a desempeñar en las fábricas. Tal como apunta el experto mundial en educación Ken Robinson, “los centros de enseñanza secundaria contemporáneos siguen teniendo muchos paralelismos con las cadenas de montaje, la división del trabajo y la producción en serie impulsadas por Frederick Taylor y Henry Ford”.
La voz de los adolescentes
“Desde muy pequeño tuve que interrumpir mi educación para empezar a ir a la escuela”
Gabriel García Márquez
Si bien la fórmula pedagógica actual permite que los estudiantes aprendan a leer, escribir y hacer cálculos matemáticos, “la escuela mata nuestra creatividad”. A lo largo del proceso formativo, la gran mayoría pierde la conexión con esta facultad, marginando por completo el espíritu emprendedor. Y como consecuencia, se empiezan a seguir los dictados marcados por la mayoría, un ruido que impide escuchar la propia voz interior.
Cada vez más adolescentes sienten que el colegio no les aporta nada útil ni práctico para afrontar los problemas de la vida cotidiana. En vez de plantearles preguntas para que piensen por sí mismos, se limitan a darles respuestas pensadas por otros, tratando de que los alumnos amolden su pensamiento y su comportamiento al canon determinado por el orden social establecido.
Del mismo modo que la era industrial creó su propia escuela, la era del conocimiento emergente requiere de un nuevo tipo de colegio. Básicamente porque la educación industrial ha quedado desfasada. Sin embargo, actúa como un enfermo terminal que niega su propia enfermedad. Ahogada por la burocracia, la evolución del sistema educativo público llevará mucho tiempo en completarse. Según Robinson, “ahora mismo sigue estando compuesto por tres subsistemas principales: el plan de estudios (lo que el sistema escolar espera que el alumno aprenda), la pedagogía (el método mediante el cual el colegio ayuda a los estudiantes a hacerlo) y la evaluación, que vendría a ser el proceso de medir lo bien que lo están haciendo”.
La mayoría de los movimientos de reforma se centran en el plan de estudios y en la evaluación. Sin embargo, “la educación no necesita que la reformen, sino que la transformen”, concluye este experto. En vez de estandarizar la educación, en la era del conocimiento va a tender a personalizarse. Esencialmente porque uno de los objetivos es que los chavales descubran por sí mismos sus dones y cualidades individuales, así como lo que verdaderamente les apasiona.
¿Para qué sirve?
“Educar no consiste en llenar un vaso vacío, sino en encender un fuego latente”
Lao Tsé
En el marco de este nuevo paradigma educativo está emergiendo con fuerza la “educación emocional”. Se trata de un conjunto de enseñanzas, reflexiones, dinámicas, metodologías y herramientas de autoconocimiento diseñadas para potenciar la inteligencia emocional. Es decir, el proceso mental por medio del cual los niños y jóvenes puedan resolver sus problemas y conflictos emocionales por sí mismos, sin intermediarios de ningún tipo.
La base pedagógica de esta educación en auge está inspirada en el trabajo de grandes visionarios del siglo XX como Rudolf Steiner, María Montessori u Ovide Decroly. Todos ellos comparten la visión de que el ser humano nace con un potencial por desarrollar. Y que la función principal del educador es acompañar a los niños en su proceso de aprendizaje, evolución y madurez emocional. En esta misma línea se sitúan los programas de la educación lenta, libre y viva que están consolidándose como propuestas pedagógicas alternativas dentro del sistema. Eso sí, el gran referente del siglo XXI sigue siendo la escuela pública de Finlandia, país que lidera el ranking elaborado por el informe PISA.
La educación emocional está comprometida con promover entre los jóvenes una serie de valores que permitan a los chavales descubrir su propio valor, pudiendo así aportar lo mejor de sí mismos al servicio de la sociedad. Entre estos destacan:
Autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es el camino que conduce a saber cuáles son las limitaciones y potencialidades de cada uno, y permite convertirse en la mejor versión de uno mismo.
Responsabilidad. Cada uno de nosotros es la causa de su sufrimiento y de su felicidad. Asumir la responsabilidad de hacerse cargo de uno mismo en el plano emocional y económico es lo que permite alcanzar la madurez como seres humanos y realizar el propósito de vida que se persiga. Autoestima. El mundo no se ve como es, sino como es cada uno de quienes lo observan. De ahí que amarse a uno mismo resulte fundamental para construir una percepción más sabia y objetiva de los demás y de la vida, nutriendo el corazón de confianza y valentía para seguir un propio camino.
Felicidad. La felicidad es la verdadera naturaleza del ser humano. No tiene nada que ver con lo que se tiene, con lo que se hace ni con lo que se consigue. Es un estado interno que florece de forma natural cuando se logra recuperar el contacto con la auténtica esencia de cada uno.
Amor. En la medida que se aprende a ser feliz por uno mismo, de forma natural se empieza a amar a los demás tal como son y a aceptar a la vida tal como es. Así, amar es sinónimo de tolerancia, respeto, compasión, amabilidad y, en definitiva, dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento y frente a cualquier situación.
Talento. Todos tenemos un potencial y un talento innato por desarrollar. El centro de la cuestión consiste en atrevernos a escuchar la voz interior, la cual, al ponerla en acción, se convierte en nuestra auténtica vocación. Es decir, aquellas cualidades, fortalezas, habilidades y capacidades que permiten emprender una profesión útil, creativa y con sentido.
Bien común. Las personas que han pasado por un profundo proceso de autoconocimiento se las reconoce porque orientan sus motivaciones, decisiones y acciones al bien común de la sociedad. Es decir, aquello que hace a uno mismo y que además hace bien al conjunto de la sociedad, tanto en la forma de ganar como de gastar dinero.
En vez de seguir condicionando y limitando la mente de las nuevas generaciones, algún día –a lo largo de esta era– los colegios harán algo revolucionario: educar. De forma natural, los niños se convertirán en jóvenes con autoestima y confianza en sí mismos. Y estos se volverán adultos conscientes, maduros, responsables y libres, con una noción muy clara de quiénes son y cuál es su propósito en la vida. El rediseño y la transformación del sistema educativo son, sin duda alguna, unos de los grandes desafíos contemporáneos. Que se hagan realidad depende de que padres y educadores se conviertan en el cambio que quieren ver en la educación
CLAVES PARA SABER MÁS
ANNA PARINI
Libro
¡Esta casa no es un hotel!
Irene Orce (Grijalbo)
Este libro es un manual de educación emocional para padres de adolescentes. Está escrito desde la perspectiva de los chavales, y su intención es proporcionar claves y herramientas para que los adultos aprendan a crear puentes más constructivos con sus hijos.
Documental
La educación prohibida
Un documental que propone cuestionar las lógicas de la escolarización moderna y la forma de entender la educación, visibilizando experiencias educativas diferentes, que plantean la necesidad de un nuevo paradigma educativo. (Este documental está promocionado por empresas multinacionales y muy sutilmente promociona la privatización de la educación, desprestigiando a la Educación Pública, en el momento que se empieza a generalizar en América Latina)
La inteligencia emocional
15 cortometrajes, Aquí
Fuente: http://elpais.com/elpais/2014/12/12/eps/1418401341_900515.html
miércoles, 27 de julio de 2016
¿Qué pasa en la Facultad de Letras? Jordi Ibáñez fundamenta la necesidad de la literatura, la filosofía, la filología o la estética frente a una administración que tiende a minimizarlas cuando no a amenazarlas.
Este no es un libro para profesores universitarios. Escrito con generosidad y benevolencia, sin pedantería y sin rencor, puede disfrutarlo cualquier lector “culto” o al menos interesado en “las letras”, pues su tema es el significado y el lugar de esas “letras” en el mundo contemporáneo. Su forma es la de un diario en el que se registran anotaciones con orígenes variados, pero incluso los “tres estudios” con los que acaba el texto mantienen el mismo ritmo estilístico —ensayístico, tentativo, narrativo y exigente— del resto del libro.
En este registro autorreflexivo, Ibáñez despliega los principales argumentos que suelen utilizarse para definir la literatura, la filosofía, la filología o la estética, y para fundamentar su necesidad frente a una administración educativa que, tras haberlas minimizado en el bachillerato, las amenaza en la enseñanza superior; y no es nada complaciente: muestra la grotesca grandilocuencia con la que a menudo sus apologetas —ya sea en calidad de profetas o de resentidos— enaltecen las virtudes de la cultura literaria y crítica al precio de dar de ella una visión ahistórica y falsificada, y matiza con mucha elegancia los argumentos de quienes se presentan como detractores o enemigos de las “humanidades”. Dedica, por ello, una buena porción de páginas a despachar sobre este asunto con los otros dos Jordis, Llovet y Gracia, que han intervenido recientemente en él, desmontando pieza a pieza la melancolía y el entusiasmo, aunque su dictamen no es salomónico ni imparcial. Y, al final (lo cual es cada vez menos corriente), se compromete con una explicación de lo que significan y valen las “letras” en nuestras sociedades, y de su alcance moral y político. Aunque se trate de una conclusión de las que no podrían ocupar los últimos minutos de un telediario, ni siquiera caber en la respuesta a las preguntas de un entrevistador en un programa cultural, ni tampoco tener un lugar relevante en un informe para la mejora de las universidades públicas, todavía puede escribirse en un periódico: «para que el mundo de la política y sus mentiras a medias no lo contagien y lo ensucien todo (…),
para que la lucha por el poder no nos someta a una extendida y sostenida pantomima basada en la práctica de la intoxicación
(…), para que la política, en fin, no se apodere de nuestros mejores y más nobles deseos (…), hay que pensar en unas zonas sagradas, en unos diques de contención, en unos puntos de referencia en los que la posibilidad de decir lo que son las cosas sea todavía una experiencia consistente, dotada de realidad y de sentido». Esos diques son los estudios de filosofía y letras (o, mejor dicho, son lo que constituye el objeto de esos estudios). Y lo malo es que en su interior también los acosadores cuentan con unos poderosísimos aliados dedicados exhaustivamente a convertir las “letras” en una inversión rentable a medio plazo.
Pero, sin ser un libro para profesores de universidad, en sus páginas encontramos quienes lo somos la referencia constante al tormento que, mucho más que la supuesta “pérdida de rango” social que sufrimos, mina diariamente nuestra resistencia y tiende a ocupar todas nuestras conversaciones, antaño dedicadas a temáticas mucho más floridas, amargando la existencia a los más mayores y secuestrando la actividad intelectual y vital de los más jóvenes: me refiero a los sistemas de evaluación y promoción que determinan de antemano a qué congresos hay que asistir, qué artículos hay que escribir y en qué revistas han de publicarse, cuántos puestos de gestión hay que ocupar y, en definitiva, «todo, menos el criterio del interés o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado» (y esto no es patrimonio exclusivo de las humanidades, claro está). En los países civilizados, dice Ibáñez, se mira a la cara de los candidatos y se leen sus libros y artículos. En el nuestro, «se evita mirar a nadie a los ojos, conversar con él, leer sus cosas, discutirlas. Toda referencia al talento y la inteligencia se considera un signo de mala educación y una ofensiva impertinencia». Y aquí no estamos sencillamente ante unas medidas impuestas por un poder exterior, sino ante un sistema del que somos tanto víctimas como cómplices. Si todos sabemos que es ignominioso, ¿por qué no hacemos algo al respecto? Pues claro está: porque nos beneficiamos en mayor o menor medida de esa mediocracia, no solamente como evaluados (es mucho más fácil seguir un manual de instrucciones que escribir algo interesante) sino también como evaluadores (es mucho menos comprometido aplicar un baremo numérico que juzgar la calidad de un artículo). Tengan todo esto en cuenta cuando escuchen a rectores y ministros hablar de “calidad de la enseñanza” y de excelencia en la investigación.
El reverso de la historia.
Apuntes sobre las humanidades en tiempo de crisis. Jordi Ibáñez. Barcelona, Calambur, 2016, 298 págs.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/babelia/1468926221_421135.html?por=friso
En este registro autorreflexivo, Ibáñez despliega los principales argumentos que suelen utilizarse para definir la literatura, la filosofía, la filología o la estética, y para fundamentar su necesidad frente a una administración educativa que, tras haberlas minimizado en el bachillerato, las amenaza en la enseñanza superior; y no es nada complaciente: muestra la grotesca grandilocuencia con la que a menudo sus apologetas —ya sea en calidad de profetas o de resentidos— enaltecen las virtudes de la cultura literaria y crítica al precio de dar de ella una visión ahistórica y falsificada, y matiza con mucha elegancia los argumentos de quienes se presentan como detractores o enemigos de las “humanidades”. Dedica, por ello, una buena porción de páginas a despachar sobre este asunto con los otros dos Jordis, Llovet y Gracia, que han intervenido recientemente en él, desmontando pieza a pieza la melancolía y el entusiasmo, aunque su dictamen no es salomónico ni imparcial. Y, al final (lo cual es cada vez menos corriente), se compromete con una explicación de lo que significan y valen las “letras” en nuestras sociedades, y de su alcance moral y político. Aunque se trate de una conclusión de las que no podrían ocupar los últimos minutos de un telediario, ni siquiera caber en la respuesta a las preguntas de un entrevistador en un programa cultural, ni tampoco tener un lugar relevante en un informe para la mejora de las universidades públicas, todavía puede escribirse en un periódico: «para que el mundo de la política y sus mentiras a medias no lo contagien y lo ensucien todo (…),
para que la lucha por el poder no nos someta a una extendida y sostenida pantomima basada en la práctica de la intoxicación
(…), para que la política, en fin, no se apodere de nuestros mejores y más nobles deseos (…), hay que pensar en unas zonas sagradas, en unos diques de contención, en unos puntos de referencia en los que la posibilidad de decir lo que son las cosas sea todavía una experiencia consistente, dotada de realidad y de sentido». Esos diques son los estudios de filosofía y letras (o, mejor dicho, son lo que constituye el objeto de esos estudios). Y lo malo es que en su interior también los acosadores cuentan con unos poderosísimos aliados dedicados exhaustivamente a convertir las “letras” en una inversión rentable a medio plazo.
Pero, sin ser un libro para profesores de universidad, en sus páginas encontramos quienes lo somos la referencia constante al tormento que, mucho más que la supuesta “pérdida de rango” social que sufrimos, mina diariamente nuestra resistencia y tiende a ocupar todas nuestras conversaciones, antaño dedicadas a temáticas mucho más floridas, amargando la existencia a los más mayores y secuestrando la actividad intelectual y vital de los más jóvenes: me refiero a los sistemas de evaluación y promoción que determinan de antemano a qué congresos hay que asistir, qué artículos hay que escribir y en qué revistas han de publicarse, cuántos puestos de gestión hay que ocupar y, en definitiva, «todo, menos el criterio del interés o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado» (y esto no es patrimonio exclusivo de las humanidades, claro está). En los países civilizados, dice Ibáñez, se mira a la cara de los candidatos y se leen sus libros y artículos. En el nuestro, «se evita mirar a nadie a los ojos, conversar con él, leer sus cosas, discutirlas. Toda referencia al talento y la inteligencia se considera un signo de mala educación y una ofensiva impertinencia». Y aquí no estamos sencillamente ante unas medidas impuestas por un poder exterior, sino ante un sistema del que somos tanto víctimas como cómplices. Si todos sabemos que es ignominioso, ¿por qué no hacemos algo al respecto? Pues claro está: porque nos beneficiamos en mayor o menor medida de esa mediocracia, no solamente como evaluados (es mucho más fácil seguir un manual de instrucciones que escribir algo interesante) sino también como evaluadores (es mucho menos comprometido aplicar un baremo numérico que juzgar la calidad de un artículo). Tengan todo esto en cuenta cuando escuchen a rectores y ministros hablar de “calidad de la enseñanza” y de excelencia en la investigación.
El reverso de la historia.
Apuntes sobre las humanidades en tiempo de crisis. Jordi Ibáñez. Barcelona, Calambur, 2016, 298 págs.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/babelia/1468926221_421135.html?por=friso
El difícil diálogo entre padres e hijos
Ceder en una confrontación verbal con un adolescente no es sinónimo de capitulación
Escuchar es clave para ayudar a crecer y para la salud de las relaciones paternofiliales
Algunos conflictos y rupturas surgen cuando ambas partes creen que tienen razón y no sueltan su idea. Esta actitud aporta seguridad, pero también alimenta el conflicto cuando el otro implicado –por ejemplo, nuestro hijo– opina algo distinto de nosotros. Debatir provoca en algunas personas un temor a perder la sensación de seguridad, a mostrarse vulnerables. Sienten que si ceden les han vencido. Pero si no hay diálogo, la ruptura en la relación está casi asegurada.
"Observando la miseria en las opiniones ajenas, sin adoptar ninguna, descubro la paz interior” Buda.
Las personas construimos una identidad a través de la narrativa: por cómo contamos nuestra historia personal y por cómo transmitimos nuestra opinión. Sentir que tenemos razón, con una opinión bien formulada y clara, es una manera de reafirmar esta identidad. Solemos considerar una debilidad el sentirnos inseguros. Pero mostrarnos dispuestos a modificarla y escuchar a los demás son en realidad indicadores de la fuerza de una persona. Es más sabio reconocer que uno no sabe y mantenerse abierto a otras perspectivas. Esto nos enriquece; nos ayuda a comprender y a decidir con más claridad. “Se produce un placer natural cuando hablamos con alguien que no lo sabe todo, que tiene la mente abierta y está dispuesto a escuchar”, ilustra el autor budista Jack Kornfield.
Juan llega a casa después de una larga jornada. Patricia, su hija de 17 años, está sentada en el sofá. Al poco rato se pelean: esta noche ella quiere salir con sus amigos y él no se lo permite. Juan no siente predisposición para el diálogo porque su mente está ocupada con los problemas del trabajo. Sin prestar la debida atención, su respuesta inmediata es “no”. Y, como adulto, puede exponer tantas razones como precise.
Por lo general, la hija utilizará recursos como “soy la única que no puede”, “todos mis amigos van a ir” o “me lo prometiste”. Argumentos que a menudo no serán considerados como tales por los padres, lo que llevará a la hija a rebelarse. Si los adultos reconocen sus puntos fuertes, ella no sentirá que debe definirse tanto por oposición. Aun así, la reacción es inevitable, y al padre le cuesta aceptarla porque siente que se cuestiona su autoridad. Juan debe plantearse en qué se basa esa influencia sobre Patricia. ¿En el miedo, el respeto, el amor o la confianza? “Que mi hijo cuestione mis enseñanzas no tiene por qué afectar a mi influencia”, sostiene Clara, una madre, “pero si me muestro insegura, no me hará caso. Mi autoridad se basa solo en mi experiencia. Pero, precisamente, la inocencia de los hijos puede hacerles más sabios. Hay que ser honestos y, cuando se oponen frontalmente, debemos recordar que les estamos educando. No se trata de nada personal entre ellos y nosotros”.
Educar no consiste en introducir información, sino en sacar a la luz la verdadera personalidad de alguien. Con los hijos a veces no se trata de dar razones, sino de ayudar a descubrir y predicar con el ejemplo. Se pueden plantear propuestas que comporten una responsabilidad por parte de los hijos y que demuestren confianza por parte de los padres. Las imposiciones tajantes no suelen funcionar. “Un día mi hijo estaba viendo un programa basura”, cuenta Clara. “Debía de tener 12 años. Le propuse que cambiara de canal y él defendió su libertad de elegir diciendo que si tenemos tele es para verla. Le pregunté si le parecería normal que le prohibiese beber un vaso de cianuro, y contestó que sí. ‘Pues para mí’, expliqué, ‘esto envenena tanto tu mente como el cianuro tu cuerpo’. Apago la tele para protegerte de algo, aunque desconoces el daño que te va a hacer. Y ahí se acabó la historia”.
Ejemplos como el siguiente ilustran que quizá no se trate solo de tener razón. “Mireia, mi hija, es rebelde”, explica Francisco, otro padre. “Si le impongo un límite tengo asegurado un conflicto, o que me mienta. Eso no es lo que quiero”. Expone una posible solución. “Una vez, al llegar a casa por la tarde, la encontré viendo la televisión. Le pregunté qué pasaba con los deberes. Le dije que me gustaría que se supiera administrar. ‘Te pediría que apagaras la tele, pero entonces nos enfadaríamos’. La dejé allí, acepté que ella escogiera y yo renuncié a obligarla. Al cabo de media hora la tele estaba apagada, y ella, en su habitación”.
Al plantear un límite, si uno se mantiene abierto al desacuerdo, y escucha y respeta, puede llegar a un mejor entendimiento. La pregunta para Francisco sería: ¿está dispuesto a recibir un “no”, a que ella no haga los deberes? ¿Está dispuesto a escuchar qué quiere su hija? Cuando ella se niegue, la actitud de su hija no debería impedirle interesarse por sus motivos. Se trata de mantenerse abiertos al diálogo sabiendo que se puede poner un límite a los hijos después de escucharlos. Francisco lo explica así: “Quiero que sean conscientes de que he escuchado lo que quieren, y que aun así mantengo mi postura. Lo hago si creo que es por su bien y está conforme con mis valores”. No perder la conexión a pesar de la negativa de la hija es todo un arte.
En ocasiones, no es tanto el contenido de la discusión, sino la forma, lo que produce el conflicto. Al hablar con irritación y con palabras impositivas uno provoca reacciones defensivas. Los enfados calientan el ambiente y no permiten un diálogo sereno. Discutir desde el “tengo razón” genera una distancia entre las partes, e incluso puede quebrarse su conexión. Por eso es importante no dejar las cosas a medias. Javier, un cuarto caso, cuenta: “Cuando discutíamos en casa, mi padre nunca abandonaba a medias la discusión. Decía: ‘Mañana seguimos’. Las cosas importantes hay que finalizarlas. No puede quedar pendiente un sinsentido o una herida. Su enfoque era hablar de ello al día siguiente, después de dejar que se enfriaran los ánimos”. Esto sirve con los hijos, pero también en las relaciones de trabajo y entre los amigos.
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" Ludwig Wittgenstein
Si perdemos la conexión entre las partes y se quiebra la relación, ¿merece la pena mantenerse en sus trece? Javier intenta proyectar suavemente sus razones sobre sus hijos. “Permito que corran su carrera. Intento dejar que se equivoquen”. Consiste en dar espacio y permiso para que el otro crezca a su ritmo.
En pareja, es importante hacer equipo. Cuando no hay acuerdo respecto al conflicto con un hijo, conviene hablarlo y decidir en qué va a ceder cada cual, o quién va a llevar la voz cantante. Cuando ellos perciben un desacuerdo entre sus padres, se arriman al sol que más calienta. Esto resulta nefasto, porque divide. La clave para establecer acuerdos está en saber qué es importante para cada uno, en respetar y compartir el criterio de la pareja.
"Si deseas conocer la verdad, solo tienes que dejar de atesorar opiniones” Seng T’san
Sea cual sea el paso que deba darse, casi siempre corresponderá a los padres plantear cambios en la relación con los hijos. Se trata de que estos dejen de ver a sus progenitores como a los abominables seres del no, y de establecer conjuntamente acuerdos y límites.
Los progenitores deben mirar a su hijo como a alguien que va en su mismo barco, y que se enfrenta a las mismas preguntas que ellos se plantearon a su edad. “Me acerca a ellos el seguir cuestionándome las cosas”, explica Clara. “Cuando exponen sus razones, muchas veces están tratando de definir quiénes son. Ayudarlos a conocerse a sí mismos me facilita la salida del enfrentamiento”.
Más que de tener razón, se trata de apelar a ella. Está en las manos de los padres que la vida con sus hijos consista en una relación de crecimiento, en lugar de convertirse en una contienda de desgaste mutuo.
VIRTUD NEGOCIADORA
El difícil diálogo entre padres e hijos
Cuando dos personas se enfrentan, es imprescindible llegar a un acuerdo para no perpetuar el conflicto y sanear la relación. Roger Fisher y William L. Ury, de la Universidad de Harvard, se centraron en la psicología del diálogo en su libro Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder. En él señalaron la importancia de determinar qué necesidades son inamovibles y cuáles flexibles para que pueda terminarse la discusión con éxito. Negociar es un arte que utilizamos en todos los ámbitos: el personal, el político y el profesional. Hay quien cree que en toda discusión una de las partes debe ganar, aplastando al oponente, y la otra debe ceder. Pero existen alternativas.
Estos autores plantean las siguientes propuestas:
1. No identifique a las personas con el problema.
2. Céntrese en los intereses, no en las posiciones.
3. Ofrezca opciones que beneficien a ambas partes e
4. insista en utilizar criterios objetivos.
http://elpais.com/elpais/2015/03/13/eps/1426266785_376459.html
Escuchar es clave para ayudar a crecer y para la salud de las relaciones paternofiliales
Algunos conflictos y rupturas surgen cuando ambas partes creen que tienen razón y no sueltan su idea. Esta actitud aporta seguridad, pero también alimenta el conflicto cuando el otro implicado –por ejemplo, nuestro hijo– opina algo distinto de nosotros. Debatir provoca en algunas personas un temor a perder la sensación de seguridad, a mostrarse vulnerables. Sienten que si ceden les han vencido. Pero si no hay diálogo, la ruptura en la relación está casi asegurada.
"Observando la miseria en las opiniones ajenas, sin adoptar ninguna, descubro la paz interior” Buda.
Las personas construimos una identidad a través de la narrativa: por cómo contamos nuestra historia personal y por cómo transmitimos nuestra opinión. Sentir que tenemos razón, con una opinión bien formulada y clara, es una manera de reafirmar esta identidad. Solemos considerar una debilidad el sentirnos inseguros. Pero mostrarnos dispuestos a modificarla y escuchar a los demás son en realidad indicadores de la fuerza de una persona. Es más sabio reconocer que uno no sabe y mantenerse abierto a otras perspectivas. Esto nos enriquece; nos ayuda a comprender y a decidir con más claridad. “Se produce un placer natural cuando hablamos con alguien que no lo sabe todo, que tiene la mente abierta y está dispuesto a escuchar”, ilustra el autor budista Jack Kornfield.
Juan llega a casa después de una larga jornada. Patricia, su hija de 17 años, está sentada en el sofá. Al poco rato se pelean: esta noche ella quiere salir con sus amigos y él no se lo permite. Juan no siente predisposición para el diálogo porque su mente está ocupada con los problemas del trabajo. Sin prestar la debida atención, su respuesta inmediata es “no”. Y, como adulto, puede exponer tantas razones como precise.
Por lo general, la hija utilizará recursos como “soy la única que no puede”, “todos mis amigos van a ir” o “me lo prometiste”. Argumentos que a menudo no serán considerados como tales por los padres, lo que llevará a la hija a rebelarse. Si los adultos reconocen sus puntos fuertes, ella no sentirá que debe definirse tanto por oposición. Aun así, la reacción es inevitable, y al padre le cuesta aceptarla porque siente que se cuestiona su autoridad. Juan debe plantearse en qué se basa esa influencia sobre Patricia. ¿En el miedo, el respeto, el amor o la confianza? “Que mi hijo cuestione mis enseñanzas no tiene por qué afectar a mi influencia”, sostiene Clara, una madre, “pero si me muestro insegura, no me hará caso. Mi autoridad se basa solo en mi experiencia. Pero, precisamente, la inocencia de los hijos puede hacerles más sabios. Hay que ser honestos y, cuando se oponen frontalmente, debemos recordar que les estamos educando. No se trata de nada personal entre ellos y nosotros”.
Educar no consiste en introducir información, sino en sacar a la luz la verdadera personalidad de alguien. Con los hijos a veces no se trata de dar razones, sino de ayudar a descubrir y predicar con el ejemplo. Se pueden plantear propuestas que comporten una responsabilidad por parte de los hijos y que demuestren confianza por parte de los padres. Las imposiciones tajantes no suelen funcionar. “Un día mi hijo estaba viendo un programa basura”, cuenta Clara. “Debía de tener 12 años. Le propuse que cambiara de canal y él defendió su libertad de elegir diciendo que si tenemos tele es para verla. Le pregunté si le parecería normal que le prohibiese beber un vaso de cianuro, y contestó que sí. ‘Pues para mí’, expliqué, ‘esto envenena tanto tu mente como el cianuro tu cuerpo’. Apago la tele para protegerte de algo, aunque desconoces el daño que te va a hacer. Y ahí se acabó la historia”.
Ejemplos como el siguiente ilustran que quizá no se trate solo de tener razón. “Mireia, mi hija, es rebelde”, explica Francisco, otro padre. “Si le impongo un límite tengo asegurado un conflicto, o que me mienta. Eso no es lo que quiero”. Expone una posible solución. “Una vez, al llegar a casa por la tarde, la encontré viendo la televisión. Le pregunté qué pasaba con los deberes. Le dije que me gustaría que se supiera administrar. ‘Te pediría que apagaras la tele, pero entonces nos enfadaríamos’. La dejé allí, acepté que ella escogiera y yo renuncié a obligarla. Al cabo de media hora la tele estaba apagada, y ella, en su habitación”.
Al plantear un límite, si uno se mantiene abierto al desacuerdo, y escucha y respeta, puede llegar a un mejor entendimiento. La pregunta para Francisco sería: ¿está dispuesto a recibir un “no”, a que ella no haga los deberes? ¿Está dispuesto a escuchar qué quiere su hija? Cuando ella se niegue, la actitud de su hija no debería impedirle interesarse por sus motivos. Se trata de mantenerse abiertos al diálogo sabiendo que se puede poner un límite a los hijos después de escucharlos. Francisco lo explica así: “Quiero que sean conscientes de que he escuchado lo que quieren, y que aun así mantengo mi postura. Lo hago si creo que es por su bien y está conforme con mis valores”. No perder la conexión a pesar de la negativa de la hija es todo un arte.
En ocasiones, no es tanto el contenido de la discusión, sino la forma, lo que produce el conflicto. Al hablar con irritación y con palabras impositivas uno provoca reacciones defensivas. Los enfados calientan el ambiente y no permiten un diálogo sereno. Discutir desde el “tengo razón” genera una distancia entre las partes, e incluso puede quebrarse su conexión. Por eso es importante no dejar las cosas a medias. Javier, un cuarto caso, cuenta: “Cuando discutíamos en casa, mi padre nunca abandonaba a medias la discusión. Decía: ‘Mañana seguimos’. Las cosas importantes hay que finalizarlas. No puede quedar pendiente un sinsentido o una herida. Su enfoque era hablar de ello al día siguiente, después de dejar que se enfriaran los ánimos”. Esto sirve con los hijos, pero también en las relaciones de trabajo y entre los amigos.
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" Ludwig Wittgenstein
Si perdemos la conexión entre las partes y se quiebra la relación, ¿merece la pena mantenerse en sus trece? Javier intenta proyectar suavemente sus razones sobre sus hijos. “Permito que corran su carrera. Intento dejar que se equivoquen”. Consiste en dar espacio y permiso para que el otro crezca a su ritmo.
En pareja, es importante hacer equipo. Cuando no hay acuerdo respecto al conflicto con un hijo, conviene hablarlo y decidir en qué va a ceder cada cual, o quién va a llevar la voz cantante. Cuando ellos perciben un desacuerdo entre sus padres, se arriman al sol que más calienta. Esto resulta nefasto, porque divide. La clave para establecer acuerdos está en saber qué es importante para cada uno, en respetar y compartir el criterio de la pareja.
"Si deseas conocer la verdad, solo tienes que dejar de atesorar opiniones” Seng T’san
Sea cual sea el paso que deba darse, casi siempre corresponderá a los padres plantear cambios en la relación con los hijos. Se trata de que estos dejen de ver a sus progenitores como a los abominables seres del no, y de establecer conjuntamente acuerdos y límites.
Los progenitores deben mirar a su hijo como a alguien que va en su mismo barco, y que se enfrenta a las mismas preguntas que ellos se plantearon a su edad. “Me acerca a ellos el seguir cuestionándome las cosas”, explica Clara. “Cuando exponen sus razones, muchas veces están tratando de definir quiénes son. Ayudarlos a conocerse a sí mismos me facilita la salida del enfrentamiento”.
Más que de tener razón, se trata de apelar a ella. Está en las manos de los padres que la vida con sus hijos consista en una relación de crecimiento, en lugar de convertirse en una contienda de desgaste mutuo.
VIRTUD NEGOCIADORA
El difícil diálogo entre padres e hijos
Cuando dos personas se enfrentan, es imprescindible llegar a un acuerdo para no perpetuar el conflicto y sanear la relación. Roger Fisher y William L. Ury, de la Universidad de Harvard, se centraron en la psicología del diálogo en su libro Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder. En él señalaron la importancia de determinar qué necesidades son inamovibles y cuáles flexibles para que pueda terminarse la discusión con éxito. Negociar es un arte que utilizamos en todos los ámbitos: el personal, el político y el profesional. Hay quien cree que en toda discusión una de las partes debe ganar, aplastando al oponente, y la otra debe ceder. Pero existen alternativas.
Estos autores plantean las siguientes propuestas:
1. No identifique a las personas con el problema.
2. Céntrese en los intereses, no en las posiciones.
3. Ofrezca opciones que beneficien a ambas partes e
4. insista en utilizar criterios objetivos.
http://elpais.com/elpais/2015/03/13/eps/1426266785_376459.html
martes, 26 de julio de 2016
Editorial del NYT. La Siniestra Ley Mordaza de España, (23-04-2015)
El 10 de abril, un grupo llamado No Somos Delito o no somos un crimen, proyecta un holograma de protesta de manifestantes que presentan delante del edificio del Parlamento en Madrid. Por el momento, las protestas virtuales en forma de hologramas no son ilegales en España. Increíblemente, sin embargo, casi cualquier otro tipo de protesta pacífica pronto lo será si una nueva ley entra en vigor en la fecha prevista el 1 de julio.
La ley de seguridad pública - apodada "ley mordaza" - definiría la protesta pública por personas reales en frente del Parlamento y otros edificios del gobierno como una "perturbación de la seguridad pública" sancionables con una multa de 30.000 euros. Las personas que participan en protestas espontáneas cerca de los servicios públicos, centros de transporte, centrales nucleares o instalaciones similares correrían el riesgo de una multa asombrosa de € 600.000. El "uso no autorizado" de imágenes de los servicios de seguridad o la policía - presumiblemente destinados a los reporteros gráficos o simples ciudadanos con cámaras de toma de fotografías de policías o soldados - también por dibujar una de € 30.000, por lo que es difícil documentar los abusos.
La ley fue introducida en 2013 por el gobierno del primer ministro Mariano Rajoy, cuyo partido conservador goza de una mayoría en ambas cámaras del Parlamento. La cámara baja aprobó la ley en diciembre, y, a pesar de las súplicas de los grupos de derechos y las Naciones Unidas, el Senado lo aprobó el mes pasado.
El objetivo principal de la ley, al parecer, es ayudar al partido en el gobierno a mantener su posición en el poder, al desalentar las protestas contra la austeridad que se convertía en un amplio apoyo para el partido populista Podemos. Podemos parece que va a hacer grandes avances en las elecciones de este año.
La Comisión Europea debe actuar con rapidez para condenar la nueva ley. Maina Kiai, el relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica, ha instado a los legisladores españoles a rechazar la medida, argumentando: "Los derechos a la protesta pacífica y expresar colectivamente una opinión son fundamentales para la existencia de una conexión y la sociedad democrática ". la nueva ley mordaza de España perturbadoramente se remonta a los días oscuros del franquismo. Que no debe tener lugar en una nación democrática, donde los españoles, como ciudadanos de la Unión Europea, tienen más que un derecho virtual para pacíficas protestas colectivas.
Fuente: NYT
http://www.nytimes.com/2015/04/23/opinion/spains-ominous-gag-law.html?_r=1
La ley de seguridad pública - apodada "ley mordaza" - definiría la protesta pública por personas reales en frente del Parlamento y otros edificios del gobierno como una "perturbación de la seguridad pública" sancionables con una multa de 30.000 euros. Las personas que participan en protestas espontáneas cerca de los servicios públicos, centros de transporte, centrales nucleares o instalaciones similares correrían el riesgo de una multa asombrosa de € 600.000. El "uso no autorizado" de imágenes de los servicios de seguridad o la policía - presumiblemente destinados a los reporteros gráficos o simples ciudadanos con cámaras de toma de fotografías de policías o soldados - también por dibujar una de € 30.000, por lo que es difícil documentar los abusos.
La ley fue introducida en 2013 por el gobierno del primer ministro Mariano Rajoy, cuyo partido conservador goza de una mayoría en ambas cámaras del Parlamento. La cámara baja aprobó la ley en diciembre, y, a pesar de las súplicas de los grupos de derechos y las Naciones Unidas, el Senado lo aprobó el mes pasado.
El objetivo principal de la ley, al parecer, es ayudar al partido en el gobierno a mantener su posición en el poder, al desalentar las protestas contra la austeridad que se convertía en un amplio apoyo para el partido populista Podemos. Podemos parece que va a hacer grandes avances en las elecciones de este año.
La Comisión Europea debe actuar con rapidez para condenar la nueva ley. Maina Kiai, el relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos a la libertad de reunión pacífica, ha instado a los legisladores españoles a rechazar la medida, argumentando: "Los derechos a la protesta pacífica y expresar colectivamente una opinión son fundamentales para la existencia de una conexión y la sociedad democrática ". la nueva ley mordaza de España perturbadoramente se remonta a los días oscuros del franquismo. Que no debe tener lugar en una nación democrática, donde los españoles, como ciudadanos de la Unión Europea, tienen más que un derecho virtual para pacíficas protestas colectivas.
Fuente: NYT
http://www.nytimes.com/2015/04/23/opinion/spains-ominous-gag-law.html?_r=1
La vida es más que una lista de tareas. Vivimos inmersos en la sociedad del rendimiento y la hiperactividad. ¿Resultado? Ansiedad. Debemos distinguir entre lo importante, lo urgente y lo eliminable
Empecemos con un cuento. El de La Cenicienta. Pero no nos fijaremos ni en el zapato de cristal, ni en la calabaza que se convierte en carruaje, ni en el príncipe azul. Vamos a poner nuestra atención en la cantidad de tareas que debe hacer Cenicienta antes de ir al baile. Fregar, limpiar, planchar, ordenar, cocinar y volver a fregar, limpiar, ordenar… Lógicamente, cuando llega la hora de ir al baile, que es lo que realmente le hace ilusión y lo que de verdad cambiará su vida, está tan cansada que necesita la mágica ayuda del Hada Madrina para conseguirlo. Sin ella, Cenicienta se hubiera quedado en casa, cansada y pensando con ansiedad en todo lo que aún le queda por hacer y en todo aquello para lo que no tendrá tiempo.
"Primero, lo primero” Stephen Covey
Pues bien, nosotros no somos muy diferentes a ella. Antes de poder asistir a nuestros bailes, es decir, a aquello que realmente nos hace ilusión, nos motiva y quién sabe si también puede cambiar nuestras vidas, nos vemos inmersos en un sinfín de quehaceres: la casa perfectamente ordenada, la lavadora tendida, el niño apuntado a cuatro actividades extraescolares; hay que ser, por supuesto, tremendamente productivos en nuestros trabajos, excelentes e imaginativos amantes con una vida social rica, activa y variada… y tener actualizado Facebook. ¡Ah!, y sería bueno comer cinco piezas de fruta al día y correr diez kilómetros y no tener ojeras y… Hacer, hacer y hacer. Al final de nuestro cuento, lo que sucede es que el baile siempre queda relegado a mañana, a “cuando acabe esto…”. Y así pasan los días.
Como mínimo, Cenicienta tiene una excusa, o dos. Las malvadas hermanastras la obligan y la maltratan. Una fuerza externa la presiona, somete y explota. Pero hoy las hermanastras somos nosotros mismos. Byung-Chul Han, en su célebre libro La sociedad del cansancio, nos advierte de que vivimos en una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones y laboratorios genéticos. Es decir, en la sociedad del rendimiento, del multitasking (multitarea). Y una de las características de esta sociedad es que el individuo se autoexplota con la coartada de la obligación. Tenemos a las hermanastras dentro, diciéndonos todo aquello que debemos hacer en una continua y excéntrica carrera en espiral. Porque hoy el único pecado es no hacer nada. Hasta los momentos de ocio o los periodos de vacaciones se han convertido en una conjunción inagotable de tareas que nos dejan más cansados que cuando empezamos.
Además, como señala el filósofo surcoreano, al no haber un explotador externo al que podamos enfrentarnos y oponernos con un rotundo ¡no!, la lucha resulta más complicada. Sin embargo, también es verdad que basta con querer para vencer a las dos hermanastras que nos tiranizan y desatar la magia del Hada Madrina que llevamos dentro.
Admitamos pues que nos rodea el afán de productividad, que quien más quien menos se deja seducir por esas insoportables apps que nos alertan de todo aquello que nos queda por hacer. O por las libretas preparadas para que podamos hacer listas que cumplir. O por libros que nos explican cómo hacerlo todo, cómo llegar a todas partes y que el tiempo nos cunda más. Pero llega el momento de abandonar esa locura, porque en el fondo, y paradójicamente, no hay nada menos productivo que el afán de productividad. Byung-Chul Han asegura que el multitasking nos conduce a un estado de atención superficial y debemos tener en cuenta que los logros de la humanidad se deben a una atención profunda y contemplativa. Así, también nuestros logros dependen de saber poner el foco y la atención en aquellas cosas importantes, en los bailes que merecen la pena. Y para ello vamos a atacar al enemigo con sus mismas armas y confeccionar una lista, pero inteligente, que nos sirva a nosotros y no que acabemos nosotros sirviéndola a ella. ¿Cómo?
El baile, en primer lugar. Hay que darle la vuelta a la lista. No dejar el baile para “cuando acabe todo esto”. Ocuparnos primero de lo fundamental, de nosotros mismos. Empezar el día dedicándonos a aquello que sabemos que nos hará bien. Imaginemos un tipo que tiene que escribir un artículo y antes de empezar, sin embargo, lee los correos pendientes, atiende las alertas de las redes sociales y contesta un par de whatsapps. ¿Resultado? Cansancio antes de empezar. Cenicienta bien puede ir al baile y dejar esas otras cosas que requieren menos brillantez para después.
Bien, ¿y qué hacemos con todo lo demás? Porque está claro que hay cosas que no podemos simplemente dejarlas de lado. ¿Cómo hacer entonces? Ayudará dividir el registro de tareas en tres grandes grupos.
Cosas que afrontar. Lo que tengamos que hacer, hagámoslo. Una vez hayamos ido al baile, no dejemos que esas otras cosas que volverán a aparecer tarde o temprano revoloteen por nuestra cabeza. Por ejemplo, una llamada incómoda que vamos postergando. ¡Son tres minutos! Pero si seguimos retrasándola, en lugar de 180 segundos llegará a durar seis meses en nuestra cabeza.
Cosas que organizar. No hace falta que carguemos con todo. Podemos delegar, pedir ayuda, repartir tareas, conseguir que ciertas cosas se realicen sin que recaigan en nosotros.
Cosas que no hacer. Seguro que en esta lista hay muchos elementos que realmente no son necesarios. Que se pueden eliminar directamente y, de esta manera, liberar espacio. Cada uno debe decidir cuáles. Pero es importante que nos demos cuenta de que en este punto radica la primera gran victoria personal para olvidarnos de la vorágine de la hiperactividad sin sentido. Renunciar a todo aquello que ni nos aporta ni es estrictamente necesario. Saber qué es lo que no hay que realizar es tan importante como ponerse manos a la obra con aquello que sí lo es.
Los grandes bailarines no son geniales por su técnica. Son geniales por su pasión” Martha Graham
Una vez hemos conseguido dejar de correr en esa espiral del día a día fruto de esta sociedad de la multitarea, es el momento de empezar a bailar. Y lo más importante es descubrir cuál es nuestra música. Qué nos hace felices. Qué es lo que realmente nos importa. Sir Ken Robinson lo llama el elemento, y nos asegura que “descubrir el elemento es recuperar capacidades sorprendentes en nuestro interior, y desarrollarlo dará un giro radical no solo al entorno laboral, sino también a las relaciones y, en definitiva, a la vida”. La buena noticia es que todos estamos invitados a un baile en el que seremos protagonistas. Algunos lo conocen ya y solamente deberán mantener a raya a las dos hermanastras. Otros, por el contrario, aún no lo han descubierto y deberán mirar en su interior, porque allí está, esperando a que lo saquen a bailar. Si la respuesta a estas tres preguntas es afirmativa, es que ya lo hemos encontrado:
¿Tenemos ganas de bailar? Si no nos da pereza, si siempre que pensamos en ello nos crece un hormigueo, si cuando estamos desarrollando esa actividad, aunque no sea todas las veces que quisiéramos, lo afrontamos con ganas y dedicación. Si la contestación es sí, atentos, porque puede ser que este sea nuestro elemento. El baile que nos está esperando.
¿Se detiene el tiempo? A pesar de las advertencias del Hada Madrina, Cenicienta está tan encantada en el baile que pierde la percepción del tiempo. Le dan las doce de la noche sin que se dé ni cuenta. Solo las campanadas del reloj la pueden sacar del estado de flow en el que ha caído, el verdadero hechizo cotidiano, y que se caracteriza porque enfocamos nuestra energía y sentimos una implicación total en la tarea, tal como lo definió Mihály Csíkszentmihályi en 1975. Si aquí la respuesta es que sí, seguro que ese es el baile que andamos buscando.
¿Se activará la magia? La magia no es otra cosa que la pasión. Y la pasión es el motor de la grandeza, la autorrealización y la maestría. Si descubrimos aquello que nos apasiona, seremos capaces de focalizar nuestra energía en ello y descubrir que Platón estaba en lo cierto cuando afirmaba que “todas las cosas serán producidas en superior cantidad y calidad, y con mayor facilidad, cuando cada hombre trabaje en una sola ocupación, de acuerdo con sus dones naturales, y en el momento adecuado, sin inmiscuirse en nada más”
http://elpais.com/elpais/2015/03/27/eps/1427474949_926013.html
"Primero, lo primero” Stephen Covey
Pues bien, nosotros no somos muy diferentes a ella. Antes de poder asistir a nuestros bailes, es decir, a aquello que realmente nos hace ilusión, nos motiva y quién sabe si también puede cambiar nuestras vidas, nos vemos inmersos en un sinfín de quehaceres: la casa perfectamente ordenada, la lavadora tendida, el niño apuntado a cuatro actividades extraescolares; hay que ser, por supuesto, tremendamente productivos en nuestros trabajos, excelentes e imaginativos amantes con una vida social rica, activa y variada… y tener actualizado Facebook. ¡Ah!, y sería bueno comer cinco piezas de fruta al día y correr diez kilómetros y no tener ojeras y… Hacer, hacer y hacer. Al final de nuestro cuento, lo que sucede es que el baile siempre queda relegado a mañana, a “cuando acabe esto…”. Y así pasan los días.
Como mínimo, Cenicienta tiene una excusa, o dos. Las malvadas hermanastras la obligan y la maltratan. Una fuerza externa la presiona, somete y explota. Pero hoy las hermanastras somos nosotros mismos. Byung-Chul Han, en su célebre libro La sociedad del cansancio, nos advierte de que vivimos en una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones y laboratorios genéticos. Es decir, en la sociedad del rendimiento, del multitasking (multitarea). Y una de las características de esta sociedad es que el individuo se autoexplota con la coartada de la obligación. Tenemos a las hermanastras dentro, diciéndonos todo aquello que debemos hacer en una continua y excéntrica carrera en espiral. Porque hoy el único pecado es no hacer nada. Hasta los momentos de ocio o los periodos de vacaciones se han convertido en una conjunción inagotable de tareas que nos dejan más cansados que cuando empezamos.
Además, como señala el filósofo surcoreano, al no haber un explotador externo al que podamos enfrentarnos y oponernos con un rotundo ¡no!, la lucha resulta más complicada. Sin embargo, también es verdad que basta con querer para vencer a las dos hermanastras que nos tiranizan y desatar la magia del Hada Madrina que llevamos dentro.
Admitamos pues que nos rodea el afán de productividad, que quien más quien menos se deja seducir por esas insoportables apps que nos alertan de todo aquello que nos queda por hacer. O por las libretas preparadas para que podamos hacer listas que cumplir. O por libros que nos explican cómo hacerlo todo, cómo llegar a todas partes y que el tiempo nos cunda más. Pero llega el momento de abandonar esa locura, porque en el fondo, y paradójicamente, no hay nada menos productivo que el afán de productividad. Byung-Chul Han asegura que el multitasking nos conduce a un estado de atención superficial y debemos tener en cuenta que los logros de la humanidad se deben a una atención profunda y contemplativa. Así, también nuestros logros dependen de saber poner el foco y la atención en aquellas cosas importantes, en los bailes que merecen la pena. Y para ello vamos a atacar al enemigo con sus mismas armas y confeccionar una lista, pero inteligente, que nos sirva a nosotros y no que acabemos nosotros sirviéndola a ella. ¿Cómo?
El baile, en primer lugar. Hay que darle la vuelta a la lista. No dejar el baile para “cuando acabe todo esto”. Ocuparnos primero de lo fundamental, de nosotros mismos. Empezar el día dedicándonos a aquello que sabemos que nos hará bien. Imaginemos un tipo que tiene que escribir un artículo y antes de empezar, sin embargo, lee los correos pendientes, atiende las alertas de las redes sociales y contesta un par de whatsapps. ¿Resultado? Cansancio antes de empezar. Cenicienta bien puede ir al baile y dejar esas otras cosas que requieren menos brillantez para después.
Bien, ¿y qué hacemos con todo lo demás? Porque está claro que hay cosas que no podemos simplemente dejarlas de lado. ¿Cómo hacer entonces? Ayudará dividir el registro de tareas en tres grandes grupos.
Cosas que afrontar. Lo que tengamos que hacer, hagámoslo. Una vez hayamos ido al baile, no dejemos que esas otras cosas que volverán a aparecer tarde o temprano revoloteen por nuestra cabeza. Por ejemplo, una llamada incómoda que vamos postergando. ¡Son tres minutos! Pero si seguimos retrasándola, en lugar de 180 segundos llegará a durar seis meses en nuestra cabeza.
Cosas que organizar. No hace falta que carguemos con todo. Podemos delegar, pedir ayuda, repartir tareas, conseguir que ciertas cosas se realicen sin que recaigan en nosotros.
Cosas que no hacer. Seguro que en esta lista hay muchos elementos que realmente no son necesarios. Que se pueden eliminar directamente y, de esta manera, liberar espacio. Cada uno debe decidir cuáles. Pero es importante que nos demos cuenta de que en este punto radica la primera gran victoria personal para olvidarnos de la vorágine de la hiperactividad sin sentido. Renunciar a todo aquello que ni nos aporta ni es estrictamente necesario. Saber qué es lo que no hay que realizar es tan importante como ponerse manos a la obra con aquello que sí lo es.
Los grandes bailarines no son geniales por su técnica. Son geniales por su pasión” Martha Graham
Una vez hemos conseguido dejar de correr en esa espiral del día a día fruto de esta sociedad de la multitarea, es el momento de empezar a bailar. Y lo más importante es descubrir cuál es nuestra música. Qué nos hace felices. Qué es lo que realmente nos importa. Sir Ken Robinson lo llama el elemento, y nos asegura que “descubrir el elemento es recuperar capacidades sorprendentes en nuestro interior, y desarrollarlo dará un giro radical no solo al entorno laboral, sino también a las relaciones y, en definitiva, a la vida”. La buena noticia es que todos estamos invitados a un baile en el que seremos protagonistas. Algunos lo conocen ya y solamente deberán mantener a raya a las dos hermanastras. Otros, por el contrario, aún no lo han descubierto y deberán mirar en su interior, porque allí está, esperando a que lo saquen a bailar. Si la respuesta a estas tres preguntas es afirmativa, es que ya lo hemos encontrado:
¿Tenemos ganas de bailar? Si no nos da pereza, si siempre que pensamos en ello nos crece un hormigueo, si cuando estamos desarrollando esa actividad, aunque no sea todas las veces que quisiéramos, lo afrontamos con ganas y dedicación. Si la contestación es sí, atentos, porque puede ser que este sea nuestro elemento. El baile que nos está esperando.
¿Se detiene el tiempo? A pesar de las advertencias del Hada Madrina, Cenicienta está tan encantada en el baile que pierde la percepción del tiempo. Le dan las doce de la noche sin que se dé ni cuenta. Solo las campanadas del reloj la pueden sacar del estado de flow en el que ha caído, el verdadero hechizo cotidiano, y que se caracteriza porque enfocamos nuestra energía y sentimos una implicación total en la tarea, tal como lo definió Mihály Csíkszentmihályi en 1975. Si aquí la respuesta es que sí, seguro que ese es el baile que andamos buscando.
¿Se activará la magia? La magia no es otra cosa que la pasión. Y la pasión es el motor de la grandeza, la autorrealización y la maestría. Si descubrimos aquello que nos apasiona, seremos capaces de focalizar nuestra energía en ello y descubrir que Platón estaba en lo cierto cuando afirmaba que “todas las cosas serán producidas en superior cantidad y calidad, y con mayor facilidad, cuando cada hombre trabaje en una sola ocupación, de acuerdo con sus dones naturales, y en el momento adecuado, sin inmiscuirse en nada más”
http://elpais.com/elpais/2015/03/27/eps/1427474949_926013.html
lunes, 25 de julio de 2016
Frente al sursumcorda. El problema no son las abstenciones en la constitución de la Mesa del Congreso, sino que se pretenda mantener el voto secreto y confundir a los ciudadanos.
Ahora que los planes de estudio ya no incluyen la asignatura de Historia de la Filosofía asombra acordarse de la cantidad de ideas que aquellos libros de texto dejaron en las cabezas de los estudiantes. Por ejemplo, aquello que decía Platón de que la astucia es solo la mímica de la sabiduría y que lleva muy fácilmente a la bellaquería.
Astucia es lo que dicen que desplegaron algunos parlamentarios en la votación de la Mesa del Congreso ocurrida esta semana. El problema no es que algunos se abstuvieran -allá cada partido con sus análisis y sus necesidades-, sino que pretendan mantener su voto en secreto y confundir a los ciudadanos.
El secreto en el voto parlamentario se ideó para proteger la independencia del diputado, es decir para que pueda romper la disciplina de partido, si su conciencia lo exige. Responde a la idea de que los diputados no están ligados a un mandato partidista, como demuestra que, según la Constitución, pueden abandonar su grupo sin perder el escaño.
Así que el secreto en el voto no se pensó nunca como un método para reírse de los ciudadanos ni para engañarles. Ocultar quienes fueron los 10 diputados nacionalistas e independentistas que, por instrucciones de sus partidos, votaron a favor del PP en la configuración de la Mesa del Congreso no es una astucia, sino una bellaquería, que dirían los griegos.
¿Una cosa fea, pero sin importancia? Según se mire, porque hay tal cantidad de cosas “feas” que pululan en la práctica de la política y a las que no se les da la menor importancia que puede ser que se nos haya nublado la vista y ya no seamos capaces de distinguir entre banalidades y ruindades. Al día siguiente del voto secreto de los diez diputados, el consejero de la Generalitat Oriol Junqueras pretendía mantener en secreto su entrevista con la vicepresidenta en funciones para acordar la renovación de un tramo de la deuda de la Generalitat. “Ni confirmo ni “desconfirmo”, dijo, como si fuera banal ocultar una entrevista que es perfectamente legítima y como si su actitud no implicara la voluntad de confundir.
Puesto a tener la vista nublada, habrá que recordar que va empezar una nueva legislatura en la que, según todos los cálculos, va a gobernar el mismo partido que acabó la legislatura anterior con la acusación de haberse financiado ilegalmente.
Va a empezar la legislatura con un Congreso presidido por una ex ministra que cree, asombrosamente, que los gobiernos en funciones no están sometidos a ningún control parlamentario.
Con una ley de Seguridad Ciudadana que, en solo un año, ha impuesto 40.000 sanciones administrativas, entre ellas 6.217 multas a ciudadanos por “faltar el respeto” a agentes del orden, lo que en algunos casos significa sacar una foto a un coche de policía mal aparcado, en otros, filmarles cuando atosigan a un vendedor ambulante y en otros, finalmente, escribir en Facebook que los policías de tu pueblo son unos vagos. Al editorialista de The New York Times no le pareció que el ministro del Interior, promotor de la ley, fuera astuto, sino que, habiendo leído seguramente a Platón, lo situó como un peligro para la democracia y para la libertad de expresión.
Va a empezar la legislatura con la extendida práctica en el partido de gobierno de negar la evidencia sin el más mínimo sofoco y en todas las ocasiones en que haga falta: frente a los propios electores, frente a la oposición, frente a la Unión Europea y frente al sursumcorda. Y con la extendida creencia por parte de demasiados políticos de la oposición de que no se puede hacer nada para evitarlo y que negar y disfrazar la verdad es un juego sin consecuencias. ¿Banalidades?
http://elpais.com/elpais/2016/07/22/opinion/1469180334_912202.html
Astucia es lo que dicen que desplegaron algunos parlamentarios en la votación de la Mesa del Congreso ocurrida esta semana. El problema no es que algunos se abstuvieran -allá cada partido con sus análisis y sus necesidades-, sino que pretendan mantener su voto en secreto y confundir a los ciudadanos.
El secreto en el voto parlamentario se ideó para proteger la independencia del diputado, es decir para que pueda romper la disciplina de partido, si su conciencia lo exige. Responde a la idea de que los diputados no están ligados a un mandato partidista, como demuestra que, según la Constitución, pueden abandonar su grupo sin perder el escaño.
Así que el secreto en el voto no se pensó nunca como un método para reírse de los ciudadanos ni para engañarles. Ocultar quienes fueron los 10 diputados nacionalistas e independentistas que, por instrucciones de sus partidos, votaron a favor del PP en la configuración de la Mesa del Congreso no es una astucia, sino una bellaquería, que dirían los griegos.
¿Una cosa fea, pero sin importancia? Según se mire, porque hay tal cantidad de cosas “feas” que pululan en la práctica de la política y a las que no se les da la menor importancia que puede ser que se nos haya nublado la vista y ya no seamos capaces de distinguir entre banalidades y ruindades. Al día siguiente del voto secreto de los diez diputados, el consejero de la Generalitat Oriol Junqueras pretendía mantener en secreto su entrevista con la vicepresidenta en funciones para acordar la renovación de un tramo de la deuda de la Generalitat. “Ni confirmo ni “desconfirmo”, dijo, como si fuera banal ocultar una entrevista que es perfectamente legítima y como si su actitud no implicara la voluntad de confundir.
Puesto a tener la vista nublada, habrá que recordar que va empezar una nueva legislatura en la que, según todos los cálculos, va a gobernar el mismo partido que acabó la legislatura anterior con la acusación de haberse financiado ilegalmente.
Va a empezar la legislatura con un Congreso presidido por una ex ministra que cree, asombrosamente, que los gobiernos en funciones no están sometidos a ningún control parlamentario.
Con una ley de Seguridad Ciudadana que, en solo un año, ha impuesto 40.000 sanciones administrativas, entre ellas 6.217 multas a ciudadanos por “faltar el respeto” a agentes del orden, lo que en algunos casos significa sacar una foto a un coche de policía mal aparcado, en otros, filmarles cuando atosigan a un vendedor ambulante y en otros, finalmente, escribir en Facebook que los policías de tu pueblo son unos vagos. Al editorialista de The New York Times no le pareció que el ministro del Interior, promotor de la ley, fuera astuto, sino que, habiendo leído seguramente a Platón, lo situó como un peligro para la democracia y para la libertad de expresión.
Va a empezar la legislatura con la extendida práctica en el partido de gobierno de negar la evidencia sin el más mínimo sofoco y en todas las ocasiones en que haga falta: frente a los propios electores, frente a la oposición, frente a la Unión Europea y frente al sursumcorda. Y con la extendida creencia por parte de demasiados políticos de la oposición de que no se puede hacer nada para evitarlo y que negar y disfrazar la verdad es un juego sin consecuencias. ¿Banalidades?
http://elpais.com/elpais/2016/07/22/opinion/1469180334_912202.html
Mayonesa o mahonesa, su ciencia,
Ingredientes
Para unos 220 g de mayonesa
1 huevo mediano o 2 yemas a temperatura ambiente
4 g (media cucharadita) de sal
7 g (una cucharada) de zumo de limón o vinagre
160 ml aprox. de aceite (girasol, oliva o mezcla)
Preparación
Cascar en un bol aparte el huevo y una vez comprobado que no contiene nada de cáscara echarlo en un recipiente alto y estrecho (como el vaso de la batidora) completamente limpio y seco.
Añadir la sal, el vinagre y un poco de aceite (20g o una cucharada). Introducir el brazo de la batidora hasta el fondo y batir todo junto durante un par de minutos hasta que se amalgame la mezcla.
Verter poco a poco el resto del aceite en un hilo fino mientras se sigue batiendo, más rápido a medida que espese la salsa.
Cuando tenga el espesor deseado, probar el gusto y rectificar de sal si es necesario.
http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2016/06/30/receta/1467272904_066484.html
El comidista, El País.
Para unos 220 g de mayonesa
1 huevo mediano o 2 yemas a temperatura ambiente
4 g (media cucharadita) de sal
7 g (una cucharada) de zumo de limón o vinagre
160 ml aprox. de aceite (girasol, oliva o mezcla)
Preparación
Cascar en un bol aparte el huevo y una vez comprobado que no contiene nada de cáscara echarlo en un recipiente alto y estrecho (como el vaso de la batidora) completamente limpio y seco.
Añadir la sal, el vinagre y un poco de aceite (20g o una cucharada). Introducir el brazo de la batidora hasta el fondo y batir todo junto durante un par de minutos hasta que se amalgame la mezcla.
Verter poco a poco el resto del aceite en un hilo fino mientras se sigue batiendo, más rápido a medida que espese la salsa.
Cuando tenga el espesor deseado, probar el gusto y rectificar de sal si es necesario.
http://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2016/06/30/receta/1467272904_066484.html
El comidista, El País.
domingo, 24 de julio de 2016
Conversaciones con I. Ramonet en la tv cubana
Hablan, con una buena informacióny a base de datos de los resultados de las elecciones en España.
-Del Brexit.
-De la situación de Venezuela y de la
-Petición del premio Nobel para Julian Assange, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.
INVENTEMOS NOSOTROS
A los españoles no se nos ha dado muy bien la ciencia, pero en los últimos años los científicos parecen haberse puesto en pie de guerra divulgativa.
ES COSA SABIDA que a los españoles nunca se nos ha dado muy bien la ciencia. Quizá nuestro temperamento tienda más a lo emotivo y virulento y se avenga mal con la rigurosa racionalidad del método científico; pero yo creo que sobre todo es una cuestión de historia, de circunstancias. Y, en concreto, de la (mala) influencia de la Iglesia católica, que controló durante muchos años las universidades españolas. En el siglo XVIII, el pobre padre Feijoo, y digo pobre por su inmensa soledad de ilustrado en mitad de la burricie, se quejaba en sus Cartas eruditas del abandono de los estudios de física, matemáticas y ciencias naturales, cosas que él atribuía a “la preocupación que reina en España contra toda novedad”, porque se temía que causaran perjuicio a la religión. Y Gerald Brenan decía en El laberinto español: “En 1773, la Universidad de Salamanca ignoraba aún a Descartes, Gassendi y Newton, y en sus cursos de teología se debatían cuestiones tales como el lenguaje en que hablaban los ángeles y si el cielo estaba hecho de metal de campanas o de una mezcla de vino y agua. En la generación anterior, la misma universidad se había negado a establecer una cátedra de matemáticas propuesta por Felipe V y, uno de sus profesores, el jesuita padre Rivera, declaraba que la ciencia era completamente inútil y que sus libros debían ser mirados como obra del demonio”.
O sea que, medio siglo después de la muerte de Newton, mientras Europa se lanzaba al futuro, nosotros nos dedicábamos a cultivar la irracionalidad y el primitivismo. De aquellos polvos han venido unos lodos muy espesos, es decir, un arraigado acientifismo del que incluso hacemos gala. Recordemos que alguien de la talla de Unamuno llegó a repetir varias veces esa frase oprobiosa del “¡Que inventen ellos!”, alardeando de nuestro misticismo frente a la tecnología de los extranjeros. No es de extrañar que muchos supuestos intelectuales sigan despreciando hoy en día la ciencia con desdén de ignorantes; he participado en más de una mesa redonda con escritores que alardeaban de no saber de números “y de esas cosas”, como si el analfabetismo científico fuera una prueba irrefutable de su excelencia poética.
Y si los literatos dicen eso, ¿cómo no va a dar la espalda a la ciencia el ciudadano medio? La Fundación BBVA publicó en 2012 un estudio internacional sobre el conocimiento científico en el que se comparaban 11 países, 10 europeos, entre ellos España, y Estados Unidos. El 46% de los españoles no fueron capaces de nombrar a un solo científico de cualquier época o nacionalidad. Ni siquiera a Einstein, que es tan famoso como un rockero. Como es natural, quedamos los últimos. La ciencia, en fin, nunca ha sido una prioridad en España. Nuestro presupuesto para I+D siempre ha estado muy por debajo de la media europea. Nuestros jóvenes científicos emigran y los investigadores están tan desesperados que a veces tienen que recurrir a medidas extremas, como esa genetista del CSIC, María Luisa Botella, que en 2013 se presentó a un concurso de televisión para sacar fondos con los que contratar un ayudante. Consiguió 15.000 euros. Sería de chiste si no fuera de pena.
Pero también hay buenas noticias. En los últimos años los científicos españoles parecen haberse puesto en pie de guerra divulgativa. Quiero decir que hay un movimiento social claro para tender puentes entre las ciencias y las humanidades, para lograr que la sociedad española vaya siendo menos bruta. Y así, está la Big Van Theory (la teoría de la gran furgoneta), que son un grupo de locos estupendos que van por los teatros haciendo divertidísimos monólogos científicos. O está la revista Paradigma de la Universidad de Málaga, que se dedica a unir literatura y ciencia. O iniciativas tan maravillosas como la del Instituto de Astrofísica de Canarias, que este verano va a invitar a varios escritores a visitar el Instituto y los Observatorios del Teide y del Roque para que escriban después un relato relacionado con la astronomía. Son sólo tres ejemplos dentro de un tumulto de iniciativas semejantes. Se diría que algo está cambiando de verdad en nuestra sociedad. Es el momento de que inventemos nosotros.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/inventemos-nosotros/
ES COSA SABIDA que a los españoles nunca se nos ha dado muy bien la ciencia. Quizá nuestro temperamento tienda más a lo emotivo y virulento y se avenga mal con la rigurosa racionalidad del método científico; pero yo creo que sobre todo es una cuestión de historia, de circunstancias. Y, en concreto, de la (mala) influencia de la Iglesia católica, que controló durante muchos años las universidades españolas. En el siglo XVIII, el pobre padre Feijoo, y digo pobre por su inmensa soledad de ilustrado en mitad de la burricie, se quejaba en sus Cartas eruditas del abandono de los estudios de física, matemáticas y ciencias naturales, cosas que él atribuía a “la preocupación que reina en España contra toda novedad”, porque se temía que causaran perjuicio a la religión. Y Gerald Brenan decía en El laberinto español: “En 1773, la Universidad de Salamanca ignoraba aún a Descartes, Gassendi y Newton, y en sus cursos de teología se debatían cuestiones tales como el lenguaje en que hablaban los ángeles y si el cielo estaba hecho de metal de campanas o de una mezcla de vino y agua. En la generación anterior, la misma universidad se había negado a establecer una cátedra de matemáticas propuesta por Felipe V y, uno de sus profesores, el jesuita padre Rivera, declaraba que la ciencia era completamente inútil y que sus libros debían ser mirados como obra del demonio”.
O sea que, medio siglo después de la muerte de Newton, mientras Europa se lanzaba al futuro, nosotros nos dedicábamos a cultivar la irracionalidad y el primitivismo. De aquellos polvos han venido unos lodos muy espesos, es decir, un arraigado acientifismo del que incluso hacemos gala. Recordemos que alguien de la talla de Unamuno llegó a repetir varias veces esa frase oprobiosa del “¡Que inventen ellos!”, alardeando de nuestro misticismo frente a la tecnología de los extranjeros. No es de extrañar que muchos supuestos intelectuales sigan despreciando hoy en día la ciencia con desdén de ignorantes; he participado en más de una mesa redonda con escritores que alardeaban de no saber de números “y de esas cosas”, como si el analfabetismo científico fuera una prueba irrefutable de su excelencia poética.
Y si los literatos dicen eso, ¿cómo no va a dar la espalda a la ciencia el ciudadano medio? La Fundación BBVA publicó en 2012 un estudio internacional sobre el conocimiento científico en el que se comparaban 11 países, 10 europeos, entre ellos España, y Estados Unidos. El 46% de los españoles no fueron capaces de nombrar a un solo científico de cualquier época o nacionalidad. Ni siquiera a Einstein, que es tan famoso como un rockero. Como es natural, quedamos los últimos. La ciencia, en fin, nunca ha sido una prioridad en España. Nuestro presupuesto para I+D siempre ha estado muy por debajo de la media europea. Nuestros jóvenes científicos emigran y los investigadores están tan desesperados que a veces tienen que recurrir a medidas extremas, como esa genetista del CSIC, María Luisa Botella, que en 2013 se presentó a un concurso de televisión para sacar fondos con los que contratar un ayudante. Consiguió 15.000 euros. Sería de chiste si no fuera de pena.
Pero también hay buenas noticias. En los últimos años los científicos españoles parecen haberse puesto en pie de guerra divulgativa. Quiero decir que hay un movimiento social claro para tender puentes entre las ciencias y las humanidades, para lograr que la sociedad española vaya siendo menos bruta. Y así, está la Big Van Theory (la teoría de la gran furgoneta), que son un grupo de locos estupendos que van por los teatros haciendo divertidísimos monólogos científicos. O está la revista Paradigma de la Universidad de Málaga, que se dedica a unir literatura y ciencia. O iniciativas tan maravillosas como la del Instituto de Astrofísica de Canarias, que este verano va a invitar a varios escritores a visitar el Instituto y los Observatorios del Teide y del Roque para que escriban después un relato relacionado con la astronomía. Son sólo tres ejemplos dentro de un tumulto de iniciativas semejantes. Se diría que algo está cambiando de verdad en nuestra sociedad. Es el momento de que inventemos nosotros.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/inventemos-nosotros/
sábado, 23 de julio de 2016
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