jueves, 3 de septiembre de 2015

La ciencia descubre que trabajar mucho es malo para la salud y que trabajar mucho puede matarnos de golpe.

Más de 55 horas semanales en el puesto laboral pueden dañar las arterias y aumentar el riesgo de ictus en un 33%.
El peligro de sufrir un ataque al corazón es un 13% mayor.

Trabajar en exceso resulta agotador. Y a lo bestia puede provocarnos un ictus o un ataque al corazón. Ambas son las sorprendentes conclusiones de un estudio de casi 10 años publicado en la revista  The Lancet. Sorprendentes por la obviedad de sus resultados. ¿Cuántos recursos humanos y financieros se han movilizado para tamaña hazaña científica?

El estudio de marras viene a decirnos que las personas que trabajan más de 55 horas a la semana en Europa, EE.UU. y Australia adquieren mayores riesgos mortales que las que no superan las 35 o 40 horas, la frontera legal más o menos establecida en los países de referencia. Por tanto, las sociedades capitalistas aún tienen un margen de hasta 20 horas para apretar las tuercas de la productividad y de la explotación laboral. Esa es una de las razones ideológicas e intereses ocultos del estudio que ahora se hace público de una forma aséptica y casi neutral por la mayoría de los medios de comunicación que repiten la noticia en estas fechas de sopor veraniego como relleno de sus portadas.

Dos preguntas inmediatas. ¿Por qué no se ha llevado a cabo el seguimiento y análisis exhaustivo en África, Asia y los países árabes? Es evidente: a las multinacionales y a Occidente no les interesa sacar a la luz las condiciones esclavistas de los trabajadores y trabajadoras de la periferia del mundo globalizado y tampoco la imagen sucia de niños y niñas en el duro tajo del día a día para subsistir en la miseria absoluta. ¿Por qué no se ofrecen datos por sectores de actividad, grupos de responsabilidad, edad y sexo? No se quiere entrar al detalle para no ver la realidad real, aquella que se encuentra dividida en clases sociales enfrentadas, inmigrantes, mujeres, jóvenes y otros grupos marginados de especial riesgo y acuciante necesidad por trabajar de lo que sea y por cualquier salario.

La redactora del artículo que glosamos, quizá también ella becaria o digna representante de la precariedad laboral, se deje llevar por los lugares comunes para no incurrir en lecturas políticamente incorrectas. Para enganchar al lector de una manera expresiva asocia trabajo a oficina y ordenador, dejando fuera, tal vez inconscientemente, a los empleos manuales y el trabajo doméstico. Ella también es prisionera del orden establecido y de los clichés ideológicos habituales del neoliberalismo. Probablemente no quiere meter la pata por el peligro de que su contrato en prácticas o basura deje de ser renovado ante su inminente conclusión. En la misma situación están millones de trabajadores en el mundo rico.

La espesura ideológica del capitalismo no deja entrever a la redactora la dimensión del bosque ni la textura de los árboles que lo conforman. Así, se permite escribir sin indagar en otras fuentes críticas con el sistema (sindicatos, por ejemplo) que “Aunque todavía no están muy claros los mecanismos que están detrás de esta asociación, los investigadores sugieren que el exceso de horas en el trabajo se vincula con conductas que aumentan el riesgo cardiovascular, como la inactividad física, un mayor consumo de alcohol y una respuesta constante y repetitiva al estrés.” En el texto hay contradicciones flagrantes de peso: una persona trabajadora sobreexplotada difícilmente tendrá tiempo para practicar deporte pues su ocio es escaso: reponerse del esfuerzo sostenido para ganarse la vida, tomarse una caña rápida con los amigos y salvar como pueda la fatiga física y existencial (ella lo llama estrés porque ostenta mayor pedigrí psicológico) es todo lo que puede permitirse en sus mínimos ratos de descanso para evadirse de la realidad objetiva. Y dormir y comer, claro está.

Otro párrafo memorable del artículo nos informa que en los países de la OCDE el 12 por ciento de los hombres (sic) trabajan más de 50 horas a la semana. ¿Y las mujeres cuánto trabajan? ¿Qué hombres dedican tanto tiempo a lo laboral: empresarios, banqueros, altos dignatarios o inmigrantes y personas de la escala más baja y precaria? El machismo se escapa por estas líneas tan impropias de un artículo bien documentado y no sesgado por las fuentes viciadas en origen. Hay que pedir un mayor rigor y compromiso con la objetividad a los profesionales de la comunicación.

El reportaje se redondea con las consultas a los expertos de rigor. Las perlas recogidas son más que elocuentes. El doctor sueco Janlert, de la universidad Umea, dice textualmente: “El tiempo que se pasa trabajando al día es una decisión humana. Esencialmente, si trabajar mucho genera un daño en la salud, debería ser posible cambiarlo…”. Cortamos aquí. ¿Decisión humana libre sin responsables? ¿Es el trabajador en solitario el que opta por jornadas extenuantes que dañan su salud? Janlert no quiere ver desde su ceguera doctrinal la estructura capitalista que condiciona todo el entramado laboral de explotación laboral, resguardándose en la decisión humana para no desvelar las causas objetivas de fondo y eludir de este modo tan elegantemente académico el tener que señalar con el dedo acusador a los autores de tamaños desafueros. La ciencia encerrada en su presunta objetividad al servicio del mercado: el punto de vista de Janlert es insustancial, pero muy dañino; no da más de sí, se agota en su misma evanescencia.

Galve, de la Sociedad Española de Cardiología, también aporta al texto su sabiduría profesional de experto incuestionable en la materia.

Refiriéndose al análisis de The Lancet, que le parece genial, matiza que “Si algo tiene de problemático, es que los estudios observacionales a veces no explican las causas.” En casos como el que nos ocupa, las causas son lo de menos porque la causa primera y casi única es la estructura, el sistema, el régimen de explotación capitalista. Por tanto, su pero o reticencia es menor, meramente de aliño, no atreviéndose a más para no salirse de los márgenes de la amabilidad científica y del buen rollo neoliberal.

Agrega Galve desde su altar metafísico que “Las personas que pasan muchas horas en el trabajo, suelen ser muy cumplidoras, con un compromiso laboral muy fuerte y, por este motivo, tienden a minimizar sus síntomas porque no pueden permitirse dejar su puesto para ir al médico.” La obviedad elevada a recurso de experto asimilado por el sistema. No son cumplidoras por que sí y renuentes a quejarse: sucede que la necesidad imperiosa individual y de sus familias les obliga a callarse, trabajar sin rechistar y a no ir al médico para no ser mirados como absentistas laborales. La terminología que usa Galve es típica de adictos a las tesis neutrales de aquellos que toman parte por el statu quo con apariencia de estar más allá del conflicto social y político cotidiano. Esto es, para no utilizar subterfugios y eufemismos: seguidor de las ideas patronales más rancias y extremas. Da la sensación de no mojarse por nadie pero su mente rezuma humedad ideológica de derechas de una manera más que palpable.

Galve remata su ideario trasnochado de este modo tan sutil: “Es un buen motivo de reflexión (el estudio) para hacer un llamamiento al reparto laboral... (y para que) se fomenten trabajos a tiempo parcial.” Que es lo que se está haciendo ya: trabajos por semanas, minijobs, tareas por horas y días sueltos sin derecho alguno… Súbitamente, el experto se muestra transparente. Y el lector poco avispado no atisba en esa opinión el sesgo ideológico y político del autor. Todo muy limpio, blanco, objetivo y científico.

Y estas son, repetimos, las conclusiones que se quieren trasladar a través de un artículo en apariencia inocuo, muy alejado de las controversias políticas y sociales: aún existe margen suficiente para una mayor explotación laboral en Occidente (por tanto, sufrido trabajador no te quejes tanto y baja tus afanes reivindicativos) y lo que debemos llevar a cabo es una reforma (otra más) del mercado laboral buscando una mayor flexibilidad y movilidad geográfica de la mano de obra, esto es, repartir el trabajo con menos salario manteniendo, e incluso aumentando, los beneficios empresariales. Ese es el doble mensaje que intenta colarse entre bastidores como científico por las élites dominantes. Hay otro subyacente que se escapa a la redactora del panfleto derechista: trabajando nadie se hace millonario.

¿Dónde quedó el eslogan publicitario compartido por las derechas y las izquierdas posibles a finales del siglo XX de una sociedad anunciada por el horizonte inmediato del ocio, el conocimiento y el pleno empleo? Por favor, no piense demasiado, si usted pertenece a la clase trabajadora, trabaje y nada más.
Armando B. Ginés
 The Lancet

El millonario arte de especular. Aumentan los coleccionistas que compran y venden a velocidad de vértigo.

Nunca se habían revendido tantas obras ni tan rápido. Ni siquiera a principios del siglo XX, con coleccionistas legendarios como Frick o Rockefeller, el arte se había rodeado de tal volumen de dinero. Solo el año pasado manejó 51.000 millones de dólares (unos 59.000 millones de euros). Una cantidad que atrae a una legión de especuladores. Hay coleccionistas —pensemos en Stefan Simchowitz con las obras de Amalia Ulman y de Ibrahim Mahama— que piden a un artista que trocee un lienzo porque así tendrá mejor salida en el mercado o que revenden una pieza a los pocos meses de adquirirla. Esta clase de transacciones relámpago las sufren sobre todo artistas jóvenes, la mayoría treintañeros, que con estas artimañas ven su carrera en peligro. “Antes hacían falta décadas para que un artista llegara a las subastas, ahora solo semanas”, apunta Francisco Cantos, coleccionista y secretario de la Fundación Arco. Es el reflejo de “un sector, el del arte contemporáneo, que ha crecido mucho fuera de España en la pasada década en todos los perfiles,  no solo el especulativo, matiza Juan Várez, consejero delegado de la casa de subastas Christie’s.

En este paisaje cambiante también surgen jóvenes emprendedores tecnológicos, como Carlos Rivera, capaces de diseñar un algoritmo (ArtRank) que clasifica a los creadores jóvenes en tres categorías: “comprar, vender y liquidar”. Al igual que si fueran productos derivados en el mercado de futuros. En Estados Unidos han acuñado el término flippers (en argot era una forma despectiva en los años veinte del siglo pasado de referirse a las mujeres promiscuas) para definir a estos inesperados miembros del ecosistema del arte. ¿Pero son tan dañinos?

Carlos Rivera, desde luego, los defiende. “La idea de que nuevos coleccionistas entren en el mercado parece peyorativa para el dinero de los viejos coleccionistas que quieren que esta fiesta sea para ellos solos”, relata el emprendedor. “Creo que los flippers son coleccionistas amateurs y no debería pasar desapercibido que el origen de la palabra amateur es ‘amare. O sea, ‘amor”.

Sin embargo esa interpretación tan lírica está lejos del pensamiento de algunos galeristas que se protegen de estos flippers elaborando listas negras de quienes revenden (rápidamente o sin consultarles) obras de sus artistas. La desconfianza crece en el mundo del arte. “En el caso de algunos creadores que trabajan con determinados marchantes lo difícil no es tener el dinero para comprar la obra, sino que te la quieran vender”, describe el coleccionista Juan Bonet. En el fondo es un espacio incómodo. “He sobrevivido en este juego [del mercado], pero le dedico poco tiempo a lo que está detrás de mi estudio. Me siento un mal estratega social y mercantil y, además, hay algo visceral en mí que me impide interesarme por los números”, sostiene el pintor Juan Uslé.

Porque si uno pretende especular en el arte contemporáneo hay algunas estrategias sencillas. Por ejemplo comprar artistas jóvenes, con poca producción, que acaben de entrar en una gran galería (Marian Goodman, Gagosian, David Zwirner) y que cuenten con respaldo crítico. Es lo que pasó en su día con Mark Bradford, Danh Vō, Cecily Brown o Elizabeth Peyton. Desde luego, las galerías son las primeras que conocen esta dinámica y tratan de bloquearla escogiendo con lupa a quien venden la obra. “Hay determinados artistas que tienen una enorme demanda. Incluso lista de espera”, observa Isabel Mignoni, de la galería Elvira González. “Por supuesto los museos y grandes colecciones suelen tener prioridad pero también coleccionistas privados que a la hora de comprar muestran la intención de crear una colección con carácter propio. No me refiero a especuladores, sino a quienes persiguen que sus colecciones tengan un discurso”. En esta misma reflexión caminan las palabras de Pedro Maisterra, codirector de la sala Maisterravalbuena. “Intentamos que las piezas de nuestros artistas vayan a colecciones comprometidas que no tienen por qué ser de alto presupuesto”. Y remata: “Normalmente no resulta complicado distinguir entre un coleccionista y un especulador que compra para revender en un corto plazo con el objetivo de sacar más dinero por la obra”, argumenta.

Pues sí y no. Discernir las intenciones de los coleccionistas no siempre resulta tan diáfano. En un caso rocambolesco (incluso ha llegado a las páginas The New York Times), el coleccionista holandés Bert Kreuk ha demandado al artista Danh Vō por —según la querella— no entregarle una pieza (valorada en 350.000 dólares) a la que se había comprometido. En primera instancia el juez ha fallado a favor de Kreuk. El artista le ha respondido por escrito proponiéndole una obra basada en una frase procedente de la película El exorcista, un filme que utiliza a menudo en su trabajo: “Shove it up your ass, you fagot”. Algo así como: “Que te den por el c… maricón”. Esta es la presión que ejercen algunos coleccionistas para obtener obra de ciertos creadores. Es verdad que “por primera vez en la historia una herramienta como Internet (en particular Instagram) permite a los pequeños coleccionistas tener una información de similar calidad que los coleccionistas y galeristas consagrados”, comenta Carlos Rivera, pero no es la panacea.

Cuando los galeristas representan a artistas con mucha demanda y con una lista de espera de incluso años saben que tienen la sartén por el mango. Entonces, si el coleccionista quiere comprar tendrá, a buen seguro, que negociar. Y aquí vale todo. Desde adquirir más obras de ese mismo artista, comprometerse a donar —al menos—alguna de ellas a un museo, o bien comprar piezas de otros artistas del programa del marchante. “Coleccionistas que forman parte de los consejos de los museos pueden decirle al galerista: ‘Quiero este artista, quiero una buena obra y si me las das a buen precio compraré otra por esa misma cantidad y la donaré a la institución que representó. No es una manera nada tonta de coleccionar”, admite un coleccionista neoyorkino en la web especializada ArtnetNews.

Al final va a tener razón Damien Hirst cuando dice que “El arte trata de la vida, el mercado del arte, de dinero”. El cual, por cierto, es muy relativo. En 1914 Nicolás II, zar de Rusia, compró en una transacción privada la Madonna Benois, de Leonardo da Vinci, por 1,5 millones de dólares. Una suma increíble para la época y para un país que estaba a las puertas de la Gran Guerra. Hoy esa cantidad, ajustada a la inflación, equivaldría a 30,5 millones. Lo que cuesta un cuadro de Francis Bacon de calidad media. ¿Fue entonces un disparate pagar esa cifra por una obra maestra que en la actualidad se conserva en el Hermitage y que cualquiera puede disfrutar? El adverbio mucho en el teatro del arte resulta subjetivo.

Es más, el multimillonario japonés Ryoei Saito pagó 82,5 millones de dólares en 1990 por El retrato del Dr. Gachet de Van Gogh. En dinero actual hablaríamos de 149,3 millones de dólares, unos 30 millones menos de los que se pagaron por Las mujeres de Alger (Version O) de Picasso. La obra más cara adjudicada nunca en subasta. ¿Otra vez mucho? “Desde luego son cantidades que tienen poca relación con el mundo real, pero el mercado del arte, si hablamos de las grandes piezas maestras, solo es posible compararlo consigo mismo. Una obra cuesta tanto como lo que alguien esté dispuesto a pagar por ella. Otra cosa es el valor. Porque hay que diferenciar entre valor y precio”, reflexiona el coleccionista Marcos Martín Blanco.

Sea como fuere, el arte de especular se sostiene sobre tres infinitivos. Comprar barato, vender caro; ganar mucho dinero. Un lema que el grafitero inglés Banksy bien podría pintar en la fachada de cualquier edificio de Wall Street.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/08/28/actualidad/1440774384_007060.htmlhttp://elpais.com/tag/obras_arte/a/

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Estados Unidos es el obstáculo. Joseph E. Stiglitz. Apple, Google y General Electric han demostrado que a la hora de encontar maneras de evadir impuestos son aún más geniales que cuando desarrollan productos innovadores


Recientemente  se ha celebrado la Tercera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo en la capital de Etiopía, Addis Abeba. La reunión se llevó a cabo en un momento en que los países en desarrollo y los mercados emergentes han demostrado su capacidad de absorber grandes cantidades de dinero de manera productiva. De hecho, las tareas que estos países están emprendiendo —como inversiones en infraestructura (carreteras, electricidad, puertos, y mucho más), la construcción de ciudades que un día van a llegar a ser el hogar de miles de millones de personas y el cambio hacia una economía verde— son realmente enormes.

Al mismo tiempo, no falta dinero a la espera de que se le dé un uso productivo. Hace apenas unos años, Ben Bernanke, el entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, habló de un exceso de ahorro mundial. Y, no obstante, los proyectos de inversión con alta rentabilidad social no salían adelante por falta de fondos. Eso sigue siendo cierto hoy en día. El problema, tanto entonces como ahora, fue y es que los mercados financieros globales, en vez de cumplir con su objetivo de realizar una intermediación eficiente entre el ahorro y las oportunidades de inversión, asignan mal el capital y crean riesgo.

Hay otra ironía más. La mayoría de los proyectos de inversión que necesita el mundo emergente son a largo plazo, al igual que lo son gran parte de los ahorros disponibles —es decir, los billones de dólares y euros que se encuentran en cuentas de jubilación, fondos de pensiones y fondos soberanos— Pero nuestros mercados financieros, cada vez más miopes, se interponen. 

Muchas cosas han cambiado en los 13 años transcurridos desde la Primera Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo Internacional que se celebró en Monterrey (México) en 2002. En aquel entonces, el G-7 dominaba la formulación de políticas económicas a nivel mundial; hoy en día, China es la economía más grande del mundo (en términos de paridad del poder adquisitivo), con una tasa de ahorro que supera en alrededor de un 50% al nivel de EE UU. En el año 2002, se pensaba que las instituciones financieras occidentales eran magos de la gestión del riesgo y la asignación de capital; hoy en día, vemos que son brujos en manipular los mercados y otras prácticas engañosas.

Atrás han quedado los llamamientos que instaron a los países desarrollados a cumplir con su compromiso de dar al menos un 0,7% de su producto nacional bruto (PNB) en ayuda al desarrollo. Unos cuantos países del norte de Europa –Dinamarca, Luxemburgo, Noruega, Suecia y, sorprendente, el Reino Unido —en medio de su austeridad autoinfligida— cumplieron sus promesas en 2014. Sin embargo, Estados Unidos (con un 0,19% de su PNB ese mismo año) se queda muy, muy lejos.

Hoy en día, los países en desarrollo y los mercados emergentes dicen a EE UU y a los otros países: si no van a cumplir sus promesas, al menos no estorben y permítannos construir una arquitectura internacional para una economía mundial que también sirva a los pobres. No es sorprendente que las potencias hegemónicas existentes, con EE UU a la cabeza, estén haciendo todo lo posible por frustrar tales esfuerzos. Cuando China propuso la creación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras para ayudar a redirigir algunos de los excesos de ahorro mundial hacia lugares donde la financiación es muy necesaria, Washington trató de torpedear el esfuerzo. Cuando finalmente el proyecto salió adelante, el Gobierno del presidente Barack Obama sufrió una dolorosa (y muy vergonzosa) derrota.

EE UU también está bloqueando el camino hacia un derecho internacional para la deuda y las finanzas. Para que funcionen bien los mercados de bonos, por poner un ejemplo, se debe encontrar una forma ordenada para resolver los casos de insolvencia soberana. Sin embargo, hoy en día, no existe tal manera. Ucrania, Grecia y Argentina son ejemplos del fracaso de los acuerdos internacionales existentes. La gran mayoría de países ha pedido la creación de un marco para la reestructuración de la deuda soberana. EE UU sigue constituyéndose como el principal obstáculo.

También es importante la inversión privada. Pero las nuevas disposiciones incluidas en los acuerdos comerciales que el gobierno de Obama está negociando en ambos océanos implican que cualquier inversión extranjera directa viene acompañada por una marcada reducción en la capacidad de los Gobiernos para regular el medio ambiente, la salud, las condiciones de trabajo e incluso la economía.

La posición de Estados Unidos en relación con el tema más debatido en la conferencia de Addis Abeba fue particularmente decepcionante. A medida que los países en desarrollo y los mercados emergentes abren sus puertas a las multinacionales, se hace cada vez más importante que puedan imponer impuestos a estos gigantes, gravando las ganancias generadas mediante la actividad empresarial que se produce dentro de sus fronteras. Apple, Google y General Electric han demostrado que a la hora de encontrar maneras de evadir impuestos son aún más geniales que cuando desarrollan productos innovadores.

Todos los países —tanto los desarrollados como los en desarrollo— han estado perdiendo miles de millones de dólares en ingresos fiscales. El año pasado, el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en sus siglas en inglés) dio a conocer información sobre las decisiones fiscales de Luxemburgo que expusieron la magnitud y la diversidad de las formas de evasión fiscal. Aunque un país rico como EE.UU. pudiese soportar el comportamiento descrito en el denominado caso Luxleaks, un país pobre no puede hacerlo.

He sido miembro de una comisión internacional, la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Internacional de Sociedades, cuya labor es examinar maneras de reformar el sistema tributario actual. En un informe que presentamos a la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, acordamos por unanimidad que el sistema actual está roto, y que no basta con un par de arreglos aquí y allá. Hemos propuesto una alternativa —similar a la manera en la que las empresas son gravadas en EE UU— asignando la recaudación que corresponde a cada Estado sobre la base de la actividad económica que ocurre dentro de las fronteras estatales.

EE UU y otros países desarrollados han presionado a favor de una serie de cambios mucho menores recomendados por la OCDE, que es el club de los países desarrollados. En otras palabras, los países de los que provienen los políticamente poderosos evasores de impuestos son los países que, se supone, tienen que diseñar un sistema para reducir la evasión fiscal. Nuestra Comisión explica por qué las reformas de la OCDE han sido, en el mejor de los casos, pequeños ajustes a un sistema fundamentalmente defectuoso. Son, simplemente, inadecuadas.

Los países en desarrollo y los mercados emergentes, encabezados por India, han argumentado que el foro adecuado para debatir estos temas es un grupo ya establecido en Naciones Unidas, el Comité de Expertos sobre Cooperación Internacional en Asuntos Fiscales, del que es necesario mejorar su situación jurídica e incrementar su financiación. EE UU se ha opuesto de manera tenaz: quería mantener las cosas como en el pasado, de forma que la gobernanza mundial sea llevada a cabo por y para los países desarrollados.

Las nuevas realidades geopolíticas exigen nuevas formas de gobernanza mundial, en las que la voz de los países emergentes y en desarrollo resuene más alto y con mayor peso. EE UU impuso su parecer en Addis Abeba; sin embargo, también mostró que se encuentra en el lado equivocado, una postura que será juzgada por la historia.

Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro más reciente es La Gran Brecha: las sociedades desiguales y qué podemos hacer al respecto.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/08/27/actualidad/1440698084_045516.html

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Alvaro Bilbao, Las nuevas tecnología y la educación de nuestros hijos.

Compartimos la ponencia de Álvaro Bilbao en nuestro encuentro de Barcelona. El neuropsicólogo explora mitos y realidades sobre el efecto de las nuevas tecnologías en el cerebro de nuestros hijos, un tema de enorme importancia para los padres y madres de hoy en día, y nos ofrece pautas para cuidar su cerebro. No os perdáis esta interesantísima reflexión.

Álvaro Bilbao es neuropsicólogo y psicoterapeuta. Formado en el cuidado del cerebro y colaborador de la Organización Mundial de la Salud. Trabaja en el Centro Estatal de Referencia de Atención al Daño Cerebral y da clases en Universidades sobre rehabilitación de la memoria. Pero como él mismo afirmó en el encuentro en Barcelona, “seguramente la parte más importante de mi currículum es que soy padre de tres hijos”. Para este experto, “educar es ayudar a nuestros hijos a crear conexiones valiosas en su cerebro”. Por eso, en su web ofrece cursos para padres y además está a punto de lanzar un libro “que habla precisamente de esto: de la gran oportunidad que es para los padres tener conocimientos de cómo funciona el cerebro. Insiste en que “casi todos queremos para nuestros hijos que se sientan seguros, que tengan confianza y que se sientan felices. Ayudarles a conectar la parte emocional del cerebro con la parte racional es posiblemente una de las mejores estrategias para lograrlo”.

Álvaro nos trajo una serie de mitos y realidades sobre las nuevas tecnologías. Entre los mitos, la idea de que los niños deben familiarizarse pronto con la tecnología, porque son nativos digitales. Álvaro desmonta este mito afirmando que “cuando habéis regalado una tablet a vuestra madre, se ha hecho enseguida con el aparato. La tecnología de hoy es tan intuitiva que no hace falta entrenamiento”. El segundo mito es que la tecnología ayuda a desarrollar el cerebro. Aunque el debate está abierto, hay estudios que demuestran lo contrario. Además Álvaro derriba esta idea con una pequeña encuesta entre los asistentes. “Llevamos usando los smartphones la mayoría de nosotros desde el año 2010. ¿Quiénes de vosotros notáis que en los últimos cinco años sois un poco más inteligentes?”. El auditorio estalla en risas y nadie levanta la mano. “Ahora quiero que levantéis la mano Álvaro Bilbao peque 2aquellos de vosotros que desde que tenéis un smartphone os notáis un poquito menos pacientes, os cuesta estar en una cena con vuestra pareja sin consultar el móvil, os cuesta estar en la parada del autobús sin sacar el móvil para consultar algo porque os cuesta más trabajo esperar”. En este momento, se levantan muchas manos. “Lo que sabemos de las tecnologías es que nos están volviendo un poquito más impacientes. Eso os ocurre a vosotros, que tenéis el cerebro bien desarrollado, así que os pido que os imaginéis el efecto que puede tener en vuestros hijos”, concluye. “La tecnología, un iPad como los que podéis tener en casa, es doscientas mil veces menos complejo que una persona. Cuando queremos estimular la inteligencia de una persona, estimular su memoria, lo mejor que podemos hacer es ponerlo frente a otro ser humano”, asevera el experto. Álvaro Bilbao lo tiene claro: “Lo que sabemos hoy es que los niños que pasan más tiempo delante de las tecnologías tienen mayor probabilidad de desarrollar trastorno de déficit de atención, problemas de comportamiento, depresión infantil y obesidad (no solo porque no se muevan sino porque además son menos capaces de resistirse a estímulos tan interesantes como la bollería industrial, las bebidas azucaradas, etc.” Álvaro asegura que los efectos de la tecnología se están viendo en un dato muy preocupante: “Sabemos que como mucho el 4% de los niños tiene TDAH. Sin embargo, la cantidad de niños que toman medicación por déficit de atención a lo largo de su vida escolar alcanza el 9%. En los 20 últimos años la cantidad de niños que toman medicación neuropsiquiátrica por TDAH o depresión infantil se ha multiplicado en EEUU, y esa tendencia se está extendiendo aquí en España, por 7. Eso nos debería hacer pensar mucho como sociedad acerca de lo que estamos haciendo con nuestros hijos”. Álvaro Bilbao desmonta además la idea de que las tecnologías ayudan a desarrollar más reflejos o una atención más rápida. Y su argumento es el siguiente: “El cerebro humano no necesita entrenamiento para esto porque está diseñado para captar estos estímulos. Por eso nos gustan, porque son fáciles. No contribuyen a nuestro desarrollo cerebral sino que relajan una parte del cerebro que se tiene que esforzar”.

Frente a estos mitos, Álvaro habla de lo que realmente necesita el cerebro de nuestros hijos: necesita aprender a focalizar su energía y centrar su atención. “Muchas veces cuando queremos que nuestro hijo cene les ponemos un móvil delante que lo que hace es desactivar esta conexión” con la circunvolución frontal, la encargada de fijar la atención, “en vez de enseñar al niño a focalizar su atención, le enseña que tiene que estar atento a distintas cosas a la vez”. Mientras grandes ejecutivos pagan mucho dinero para aprender a tener una atenciçon más plena (el famoso “mindfulness”), “nosotros nos empeñamos en que nuestros hijos tengan una atención más corta, más limitada y más disgregada”.

Además, Álvaro nos deja una frase preciosa: “El cerebro de nuestros hijos necesita que les enseñemos a saborear la vida, no a consumirla”. El núcleo estriado es la parte del cerebro que se fija en lo que nos gusta, lo que nos atrae, en función de dos criterios: la rapidez de la satisfacción y la intensidad de la satisfacción. “El niño que tiene esta parte del cerebro copada con cosas emocionantes, rápidas, etc., no puede prestar atención a otras cosas. Si enseñamos a nuestro hijos a estar con los videojuegos, el móvil, la tele, las redes sociales, la profesora y la pizarra le parecerán menos importantes, los libros le parecerán someramente aburridos, perderá la capacidad de disfrutar de la lectura y pasar un buen rato con un amigo en un parque le parecerá mucho más aburrido que ir a casa y conectarse en el ordenador a hablar con sus amigos porque el núcleo estriado se ha llenado de cosas más intensas”. Por eso, Álvaro nos invita a “educar el paladar emocional de nuestros hijos”.

La tercera necesidad del cerebro de nuestros hijos es el autocontrol: “El lóbulo frontal es la parte más importante del cerebro de los seres humanos. Nos permite tener autocontrol, paciencia, tolerar la frustración, ajustarse a las normas sociales”. Álvaro Bilbao relaciona el autocontrol con la prevención del TDAH, una mejor tolerancia a la frustración y con el éito académico y social. “Es importante que enseñemos a nuestros hijos a tener autocontrol, a no dejarse llevar por la tecnología”, nos dice Álvaro Bilbao.

Álvaro Bilbao reconoce que su postura puede ser muy contraria a la tecnología, pero recuerda que Bill Gates o Steve Jobs limitaron mucho el acceso de sus hijos a los aparatos y sistemas que ellos mismos crearon. “La clave del éxito es dejar de pensar en la manera en la que nos han querido vender que lo emocionante y lo positivo es que estemos conectados a todas las personas porque cuando uno está conectado a todo el mundo no puede estar realmente conectado a las personas que más quiere”. “El mejor consejo que os puedo dar es que estéis muy conectados con vuestros hijos, que les ayudéis a controlarse frente a la tecnología”, concluyó su ponencia Álvaro.

El público tenía muchas preguntas sobre tecnología y trastorno de déficit de atención. En concreto, preguntaron al neuropsicólogo cómo limitaba el acceso de sus hijos a la tecnología, a lo que él contestó: “Con una palabra mágica: “no””. Y además, invitó a los asistentes a “plantarse” como padres y madres ante las escuelas que ahora apuestan por apoyarse en exceso en los nuevos dispositivos y tecnologías para enseñar. Por último, dejó claro que ante un problema de déficit de atención real o aprendido por elementos como las nuevas tecnologías, “el cerebro siempre se puede transformar. Es muy importante enseñar autocontrol, a no cambiar de tema de conversación, a mantener la atención y ahí los padres somos fundamentales”.

http://www.gestionandohijos.com/ponencia-de-alvaro-bilbao-el-cerebro-de-nuestros-hijos-necesita-que-les-ensenemos-a-saborear-la-vida-no-a-consumirla/

Por qué las mentes más brillantes necesitan soledad. Conectar con uno mismo es fuente de beneficios. Darwin rechazaba todas las invitaciones a fiestas. Y del aislamiento nació el primer ordenador Apple

Según el profesor Robert Lang de la Universidad de Nevada (Las Vegas), experto en dinámicas sociales, muchos de nosotros acabaremos viviendo solos en algún momento de nuestra vida, ya que cada día nos casamos más tarde, las tasas de divorcio aumentan y las personas viven más. La prosperidad también fomenta este estilo de vida, elegido en la mayoría de los casos voluntariamente por el lujo que representa. La periodista Maruja Torres en su autobiografía Mujer en guerra (editada por Planeta) ya se vanagloriaba del placer que le producía meterse en la cama y dormir sola, con las extremidades extendidas en forma de aspa. A esto se le añade la comodidad de disponer del sofá, poder cambiar de canal sin tener que negociar, improvisar planes sin avisar ni dar explicaciones, pasearse por la casa de cualquier guisa, comer a cualquier hora…

Por si fuera poco, el sociólogo Eric Klinenberg, de la Universidad de Nueva York, autor del estudio GOING SOLO: The Extraordinary Rise and Surprising Appeal of Living Alone, está convencido de que vivir solo significa, además, disfrutar de relaciones de más calidad, ya que la mayoría de singles tiene claro que la soledad es mucho mejor que el hecho de sentirse mal acompañado. Incluso hay estudios que aseguran que la soledad facilita el desarrollo de la empatía. Otra socióloga, Erin Cornwell, de la Universidad Cornell en Ithaca (Nueva York), ha determinado tras distintos análisis que es más probable que la gente mayor de 35 años que vive sola pase una velada entre amigos que no aquellos que viven en pareja. Esto también ocurre con las personas mayores que, aun viviendo solas, poseen una red social de amistades tan amplia o más que las personas de su misma edad que viven acompañadas. Es la conclusión a la que llegó el estudio llevado a cabo por el sociólogo Benjamin Cornwell y que publicó en American Sociological Review.

La base de la creatividad y de la innovación
Las personas somos seres sociales, pero tras pasarnos el día rodeados de gente, de reunión en reunión, atentos a las redes sociales y al móvil, hiperactivos e hiperconectados, la soledad ofrece un espacio de reposo sanador. Una de las conclusiones más sorprendentes es que la soledad resulta básica para la creatividad, la innovación y el buen liderazgo. Un estudio realizado en 1994 por Mihaly Csikszentmihalyi (el gran psicólogo de la felicidad) comprobó que los adolescentes que no soportan la soledad son incapaces de desarrollar el talento creativo.

Susan Cain, autora del libro Quiet: The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking, cuya conferencia en Ted Talks es una de las favoritas de Bill Gates, defiende a ultranza la riqueza creativa que surge de la soledad y reivindica, por el bien de todos, la práctica de la introversión. “Siempre me habían dicho que debía mostrarme más abierta, aunque yo sentía que ser introvertida no era algo malo. Así que durante años fui a bares abarrotados, muchos introvertidos lo hacen, lo que representa una pérdida de creatividad y de liderazgo que nuestra sociedad no se puede permitir. Tenemos la creencia de que toda creatividad y productividad proviene de un lugar extrañamente sociable. Sin embargo, la soledad es el ingrediente crucial de la creatividad. Darwin daba largas caminatas por el bosque y rechazaba enfáticamente invitaciones a fiestas. Steve Wozniak inventó la primera computadora Apple encerrado en su cubículo de Hewlett Packard, donde trabajaba entonces. La soledad importa. Para algunas personas, incluso, es el aire que respiran”.

Cain recuerda que cuando estamos rodeados de gente nos limitamos a seguir las creencias de los demás para no romper con la dinámica de grupo. La soledad, en cambio, significa abrirse al pensamiento propio y original. Denuncia que las sociedades occidentales han privilegiado más a la persona activa que a la contemplativa. Y nos ruega: “Detengan la locura del trabajo constante en equipo. Vayan al desierto para tener sus propias revelaciones”.

La conquista de la libertad
“Solo cuando estoy sola me siento completamente libre. Me reencuentro conmigo misma y eso me resulta agradable y reparador. Es cierto que, por inercia, cuanto menos solo estás, más te cuesta estarlo. No obstante, en una sociedad que te obliga a estar enormemente pendiente del afuera, los espacios de soledad representan la única posibilidad de contactar otra vez con uno mismo. Es un movimiento de contracción necesario para recuperar el equilibrio”, asegura la psicóloga Mireia Darder, autora del libro Nacidas para el placer (Ed. Rigden).

También el gran filósofo del momento, Byung-Chul Han, autor de La sociedad del cansancio (Ed. Herder), abandera la necesidad de recuperar nuestra capacidad contemplativa para compensar nuestra hiperactividad destructora. Según este autor, solo tolerando el aburrimiento y el vacío seremos capaces de desarrollar algo nuevo y de desintoxicarnos de un mundo lleno de estímulos y de sobrecarga informativa. Byung-Chul Han tiene muy presente las palabras de Catón: “Nos olvidamos de que nunca está nadie más activo que cuando no hace nada, nunca está menos solo que cuando está consigo mismo”.

Conciencia de sí y auditoría interior
“Para mí la soledad representa la ocasión de revisar nuestra gestión, de proyectar el futuro y evaluar la calidad de los vínculos que hemos construido. Es un espacio para llevar a cabo una auditoría existencial e indagar qué es esencial para nosotros más allá de las exigencias del entorno social”, asegura el filósofo Francesc Torralba, autor de El arte de estar solo (Ed. Milenio) y director de la cátedra Ethos de la Universidad Ramon Llull. En soledad dejamos ese espacio en blanco para escuchar sin interferencias lo que sentimos y necesitamos. “La soledad nos da miedo porque con ella caen todas las máscaras. Estamos viviendo siempre de cara a la galería en busca de reconocimiento, pero raramente nos tomamos tiempo para mirar hacia dentro”, dice Torralba.

Efectivamente, la soledad despierta temor porque suele asociarse al vacío y la tristeza, sobre todo cuando ha sido postergada largo tiempo por una actividad frenética y anestesiante. Para Mireia Darder conviene enfrentarse a ese momento teniendo en cuenta que la tristeza es resultado simplemente del hecho de aflojarse después de tanta tensión y de haber hecho un enorme esfuerzo por aparentar fortaleza y aguantar la presión ante los que nos rodean. “No se puede olvidar que para ser realmente autónomo has de aprender a transitar la soledad. El amor no es lo contrario de la soledad sino la soledad compartida”, señala Darder.

En nuestra sociedad, la inactividad —que surge a menudo de la soledad— se teme y despierta la culpa. Nos han preparado para la acción y para realizar muchas cosas al mismo tiempo, pero es cuando estamos solos cuando podemos reflexionar sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos. El escritor Irvin Yalom, catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Stanford, confesaba que desde que tenía conciencia se había sentido “asustado por los espacios vacíos” de su yo interior. “Y mi soledad no tiene nada que ver con la presencia o ausencia de otras personas. De hecho detesto a los que me privan de la soledad y, además, no me hacen compañía”. Algo que, según Francesc Torralba, es muy frecuente: “Aunque estemos rodeados de gente y de formas de comunicación existe un alto grado de aislamiento. No hay peor sensación de soledad que aquella que se experimenta al estar en pareja o con gente”.

Las 5 claves para disfrutar de la soledad

1. Usted es su mejor compañía. La premisa básica es cambiar la creencia de que uno, acompañado, está mejor.
2. Una oportunidad para conocerse mejor y descubrir nuestro rico mundo interior.
3. En lugar de torturarse, hay que aprovechar la soledad para leer, pintar o hacer deporte.
4. Escribir un diario. Ayudará a expresar sentimientos y a contemplarse uno mismo con más conocimiento y cariño.
5. Como indica el psicólogo Javier Urra, con la soledad recuperamos “el gusto por el silencio y por el dominio del tiempo”. 


martes, 1 de septiembre de 2015

Cómo nace la unión de científicos comprometidos con la sociedad y la naturaleza. Otra ciencia es posible (y necesaria)

"No es perfecta. Puede utilizarse mal. Es sólo una herramienta. Pero sin duda es la mejor herramienta que tenemos, se autocorrige, progresa y se puede aplicar a todo. Tiene dos reglas. Primero: no hay verdades sagradas; toda presunción debe ser examinada críticamente; los argumentos de autoridad no tienen valor. Segundo: lo que sea inconsistente con los hechos debe ser desechado o revisado. Debemos comprender el cosmos como es, y no confundir lo que es con lo que quisiéramos que fuera. Lo obvio es a veces falso, lo inesperado es a veces cierto".

Carl Sagan en Cosmos (1980), a propósito de la ciencia.


Un escrito de Andrés Carrasco es el origen de esta red latinoamericana que cuestiona el rol de la ciencia al servicio de las corporaciones con la complicidad del Estado

El conocimiento científico y tecnológico, en particular aquel desarrollado sin el debido control social, ha contribuido a crear problemas ambientales y de salud, con alcances muchas veces catastróficos e irreversibles”. El cuestionamiento proviene desde adentro mismo del sistema científico y es parte del documento fundacional de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (Uccsnal), espacio nacido en Rosario y conformado por académicos de una decena de países. Cuestionan las políticas científicas que, desde el Estado, están al servicio del sector privado, hacen hincapié en los académicos que legitiman el extractivismo (agronegocios, minería, petróleo) y proponen una ciencia que tome como centro al pueblo: “El quehacer científico debe desarrollarse de una manera éticamente responsable y con un claro compromiso con la sociedad y la naturaleza, privilegiando los principios de sustentabilidad, equidad, democracia participativa, justicia socio- ambiental y diversidad cultural”.

Ciencia digna
La Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) estableció el 16 de junio de 2014 como el “día de la ciencia digna”, en homenaje al jefe del Laboratorio de Embriología Molecular de la UBA, Andrés Carrasco, quién confirmó los efectos nocivos del herbicida glifosato. Carrasco, que falleció en mayo de 2014, había sido presidente del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y era un duro cuestionador de las políticas científicas que (desde el Estado) están al servicio del sector privado.

Enfrentó una campaña de desprestigió de sectores mediáticos ligados al agronegocios y también de sectores de la academia, incluso del ministro de Ciencia, Lino Barañao (un férreo impulsor de las empresas transgénicas).

Carrasco tejió lazos con organizaciones sociales, poblaciones fumigadas e investigadores críticos al modelo hegemónico de ciencia. Trabajaba en un escrito que sería el puntapié de un colectivo de académicos de América. No llegó a terminar el documento, pero el 16 de junio de 2014 se lanzó (en base a su escrito) la “Declaración Latinoamericana por una Ciencia Digna”.

“Existe una ciencia cada vez más dependiente de los poderes hegemónicos, violando el derecho a una ciencia autónoma para beneficio directo de la sociedad (…) Los cultivos transgénicos son vehículos diseñados no para alimentar al mundo, sino para la apropiación sistemática e instrumental de la naturaleza; y sin duda un instrumento estratégico de control territorial, político y cultural, de una nueva etapa neocolonial”, señala el escrito de Carrasco.

En otro apartado afirmaba que la manipulación genética es solo una tecnología y “no tiene una base científica sólida por lo que constituye un peligro para el equilibrio natural y la diversidad biológica”. Alertaba sobre la existencia de “grandes negocios y un enorme relato legitimador que los científicos honestos no podrán evitar interpelar”.

“La ciencia, su sentido del para qué, para quién y hacia dónde, están en crisis y nosotros en la patria grande no podemos fingir demencia si queremos sobrevivir soberanamente. Los pueblos latinoamericanos tienen el derecho irrenunciable a desarrollar una ciencia transparente, autónoma y que sirva a sus intereses”, proponía el escrito de Carrasco, que soñaba con un colectivo de científicos cercanos al pueblo y alejados de los dictados de las empresas.

A los pocos días de circular el escrito, ya había más de 50 reconocidos y respetados académicos de Argentina, México, Ecuador, Costa Rica y Brasil que adherían a la declaración.

Un año después
Junio de 2015. Rosario fue otra vez el epicentro. La Facultad de Ciencias Médicas de la UNR. Toda una semana de actividades, en el marco del III Congreso Internacional de Salud Socioambiental, se realizó el I Encuentro de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, con participantes de una decena de países de la región. Más de 70 expositores y debates. El hincapié estuvo puesto en las actividades extractivas, las políticas de Estado, las organizaciones territoriales y, claro, el rol de la ciencia y las universidades públicas.

Una de las ponencias estuvo a cargo de Alicia Massarini, doctora en ciencias biológicas e investigadora del Conicet. Explicó que una concepción clásica y hegemónica de la ciencia es la que se presenta como neutral, objetiva y universal. Tuvo su punto de partida en 1945, luego de la Segunda Guerra Mundial, y vincula la ciencia al progreso y a la generación de riqueza. “Es un modelo lineal, muy parecido a la vigente en la Argentina actual”, afirmó.

Sostuvo que esa concepción de ciencia comenzó a ser cuestionada en la década del 60, donde diversos investigadores cuestionaron que se dé un cheque en blanco al hacer científico. Esa mirada crítica tuvo su correlato local en el Pensamiento Lationamericano en Ciencia y Tecnología (PLACT), que rechazaba la neutralidad del pensamiento científico y buscaba una estrecha relación con el pueblo. De Argentina sobresalían Jorge Sabato y Oscar Varsavsky. Dos preguntas podrían resumir esos cuestionamientos y, al mismo tiempo, la búsqueda de alternativas: ¿ciencia para qué y para quién?

Dictaduras militares mediante (y neoliberalismo después), esa línea de pensamiento crítico se debilitó, pero advirtió que en la última década resurgió.

La crítica (o autocrítica) a la ciencia actual apunta a la creciente tendencia a la privatización y mercantilización del conocimiento, e incluye el sistema de evaluación, que hace fundamental hincapié en la escritura “paper” (artículos) en revistas especializadas en ciencias. A más publicaciones, y según en qué revistas, mayor puntaje para ascender en la carrera. Massarini, en línea con muchos otros científicos, cuestionó la centralidad que se le da a las publicaciones. “Hay que preguntarse cuál ha sido el destino de esos artículos. La gran mayoría no ha dejado huella de interés. Y los dos tercios de ellos jamás ha sido citado por otros investigadores”, cuestionó.

Y resumió los dos modelos de ciencia: con el sector privado como eje (“empresacéntrico”) o con la sociedad como sujeto de referencia (“pueblocéntrico”). Afirmó que el actual modelo lineal de ciencia muestra que el saber está en crisis. Y propuso otro modelo, una ciencia vinculada al contexto social, cultural y a los territorios.

Documento
Más de treinta investigadores debatieron durante todo un día el documento constitutivo de la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (Uccsnal). Durante casi cinco meses habían circulado distintas versiones vía correos electrónicos, pero en Rosario se hiló aún más fino. Se consensuaron seis carillas, con un comienzo que es una declaración de principios: “En homenaje póstumo al doctor Andrés Carrasco (1946-2014). Presidente Honorario Permanente”.

Los primeros párrafos son una crítica al extractivismo y a sus justificadores: “La generación y uso del conocimiento científico tecnológico están cada vez más comprometidos con dar respuesta a las demandas de las corporaciones que impulsan el modelo que nos ha llevado a esta crisis y cada vez menos al servicio de los pueblos”.

Denuncia la “creciente tendencia a la privatización del conocimiento” y al mismo tiempo revaloriza el saber de las comunidades locales, los pueblos indígenas, los campesinos y los habitantes de las periferias de las ciudades quienes “con sus luchas, sus saberes ancestrales, sus ejemplos convivenciales y su concepción del buen vivir y su organización, siembran semillas emancipadoras para reconstruir los paradigmas necesarios para enfrentar estas crisis”.

Entre los objetivos de la Unión de Científicos figuran el propiciar una reflexión crítica sobre la ciencia y la tecnología, promover la discusión sobre la responsabilidad de los estudiantes, científicos y académicos, y generar conocimientos orientado a acompañar y fortalecer los procesos sociales y las luchas en defensa de las comunidades y la naturaleza.

“Resulta imperativo aplicar los principios de precaución y de prevención”, resalta el documento de los científicos. Lo que implica que, ante la falta de certeza sobre el impacto de una tecnología o técnica (los transgénicos o la fractura hidráulica para extraer petróleo) se deben tomar medidas de protección para el ambiente y la salud humana. Y remarcan que es imprescindible que todo proceso de generación y aplicación de tecnologías en la sociedad “sea convalidado por la licencia social y ambiental correspondiente, fruto de legítimos procesos participativos”.

Y, ya casi al final del documento, vuelve a una pregunta tan necesaria como ausente en el modelo académico hegemónico: para qué y para quién es la ciencia y la tecnología.

Entre los firmantes están Alejandro Calderón y Margarita Tadeo Robledo (México), Jaime García (Costa Rica); Miriam Mora y Arturo Quizhpe (Ecuador), Eduardo Espinoza (El Salvador), Rubens Nodaris (Brasil), Esperanza Holguin (Colombia), Pablo Galeano (Uruguay), y Damián Verzeñassi, Alicia Massarini y Damián Marino (Argentina), entre otros.

También forma parte del colectivo Elizabeth Bravo, ecuatoriana y doctora en ecología de microorganismos. Bravo denunció en su ponencia la existencia de una “ciencia mercenaria” (dio como ejemplo la contaminación de Chevron en Ecuador y cómo un grupo de científicos acudieron al auxilio de la petrolera y no de las comunidades afectadas), pero revalorizó lo sucedido en Rosario: “La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza es un hecho de gran trascendencia para los países de América. Nace ante la necesidad de contar con una mirada crítica al modelo tecno-científico que se está imponiendo en la región. Esta necesidad fue ya ubicada por nuestro querido amigo Andrés Carrasco, quien nos dejó como tarea pendiente crear esta organización. A un año de su partida, la pudimos concretar y ya está dando sus primeros pasos por América Latina”.

Publicado originalmente en el periódico Mu de julio de 2015.
Artículo relacionado: La ciencia por el ambiente. Página 12.
Fuente: http://www.darioaranda.com.ar/2015/07/otra-ciencia-es-posible/

lunes, 31 de agosto de 2015

Psicólogos de Harvard han estado estudiando lo que se necesita para criar 'buenos' niños. Aquí hay 6 consejos. Ayudas para desbloquear mejor a su hijo con algunas estrategias probadas y certeras.

Muchos padres están cansados de que les digan cómo la tecnología está arruinando sus hijos.

Las mamás y los papás de la era digital son muy conscientes de la creciente competencia por la atención de sus hijos, y están bombardeados en cada vuelta de la página o clic del ratón con ambas ideas vanguardistas y preocupaciones recién descubiertas para criar hijos maravillosos.

Pero debajo de la locura de la modernidad, los conceptos básicos de la crianza de un niño moral no han cambiado realmente.

Los padres quieren a sus hijos a alcanzar sus metas y encontrar la felicidad, pero los investigadores de Harvard creen que no tiene por qué ir en detrimento de la bondad y la empatía. Dicen algunas estrategias probadas y verdadero siguen siendo las mejores maneras de moldear a sus hijos en el moralmente honrado y objetivos orientados a los seres humanos que desea que sean. He aquí seis consejos prácticos:

1. Pase tiempo con su hijo.
Esto es, como, la base de todo. Pase tiempo regular con sus hijos, pídales en composición abierta preguntas sobre sí mismos, sobre el mundo y la forma en que lo ven, y escuche activamente sus respuestas. No sólo va a aprender todo tipo de cosas que hacen que su hijo sea único, también le estará demostrando cómo mostrar cuidado y preocupación por otra persona.

2. Si es importante, dígalo en voz alta.
Según los investigadores, "A pesar de que la mayoría de los padres y cuidadores dicen que para ellos el cuidado de sus hijos es algo que necesitan para seguir el ritmo, la revisión con los maestros, entrenadores y otros que trabajan con sus hijos sobre la forma en que lo están haciendo con el trabajo en equipo, la colaboración y que sean una persona generalmente agradable.

3. Muestre a su hijo cómo "terminar el trabajo".
Recorra los procesos de toma de decisiones que tengan en cuenta las personas que podrían verse afectadas. Por ejemplo, si su hijo quiere dejar un deporte u otra actividad, animarles a identificar el origen del problema y considerar su compromiso con el equipo. Entonces les ayudan a averiguar si dejarlo o no, de hecho, solucionaría el problema.

4. Hacer de la amabilidad y la gratitud una rutina.
Los investigadores escriben, "Los estudios muestran que las personas que se involucran en el hábito de expresar la gratitud son más propensos a ser útil, generoso, compasivo y perdonar - y también son más propensos a ser feliz y saludable." Así que es bueno que los padres mantienen la línea de tareas, preguntando a los niños a ayudar a sus hermanos, y dando gracias por todo el día. Y cuando se trata de recompensar el comportamiento "bueno", los investigadores recomiendan que los padres ", sólo alaban actos poco comunes de bondad."

5. Controlar las emociones destructivas de su hijo.
"La capacidad de cuidar a los demás se siente abrumado por la ira, la vergüenza, la envidia, u otros sentimientos negativos", dicen los investigadores. Ayudar a nombre de los niños y procesar las emociones, a continuación, guiándolos hacia la resolución de conflictos de seguridad, que recorrer un largo camino hacia el mantenimiento de ellos se centró en ser una persona cariñosa. También es importante establecer límites claros y razonables que van entienden son por amor y preocupación por su seguridad.

6. Muestra a tus hijos el marco más grande, la visión mayor.
"Casi todos los niños empatizan y se preocupan por un pequeño círculo de familiares y amigos", dicen los investigadores. El truco de ellos es llegar a preocuparse por la gente que está social, cultural, e incluso geográficamente fuera de sus círculos. Usted puede hacer esto mediante el coaching a ser buenos oyentes, animándoles a ponerse en la piel de otras personas, y por la práctica de la empatía mediante momentos de enseñanza con noticias y entretenimiento.

El estudio concluye con una charla corta con algo así para todos los padres:

"Criar a un niño cariñoso, respetuoso, ético es, y siempre ha sido, un trabajo duro. Pero es algo que todos podemos hacer. Y no hay trabajo más importante o, en última instancia, más gratificante."

del Washington Post.

9 pasos para fomentar el crecimiento, la confianza y el liderazgo entre adolescentes

Hace ya un tiempo, nos hicimos eco de un artículo en Forbes que detallaba siete errores que cometemos madres y padres y que impiden a nuestros hijos ser autónomos y posibles líderes. Hoy hablamos de otro de sus artículos que revela nueve medidas que pueden ayudar a educar a adolescentes seguros de sí mismos y con madera de líderes.

1. Encontrar mentores a los que podría pedir ayuda.

Tim Elmore, experto en liderazgo y presidente de Growing Leaders, cree que es interesante llevar a tus hijos a conocer a gente que conozcas y que puedan servir como orientadores o puedan dar respuesta a preguntas de tu hijo, muchas de las cuales no te querrá plantear a ti. Como nos contaba Eva Bach en esta entrevista, es buena idea “dejar que entren otros adultos de referencia en sus vidas. Este es un acto de desprendimiento y generosidad que se nos exige a los padres en la adolescencia”.

2. Desarrollar una disposición al crecimiento.

Tim Elmore nos anima a elogiarlos por los esfuerzos, la concentración, la acción o las estrategias. En lugar de elogiar su aspecto o su inteligencia, es mejor felicitarles por variables que controlan, como su trabajo, su buena estrategia o sus palabras honestas. Esta estrategia ayuda a desarrollar una actitud dispuesta a tomar riesgos y minimiza el peligro de que abandonen o que tengan miedo a fracasar. Tim señala que “la actitud es mucho más importante que la aptitud”.

3. Identificar sus dones y anima a que los ponga en servicio a los demás.

Tim cuenta que un amigo suyo propuso a sus hijos adolescentes elaborar una lista de trabajos que podrían disfrutar haciendo durante el verano para los vecinos. Sus hijos disfrutaron mucho haciéndolo y tomaron la actitud de pequeños emprendedores.

4. Expandir su pensamiento crítico.

Tim resalta que es importante encontrar nuevos temas o asuntos que les interesen y a encontrar formas de dar respuesta a las preguntas que surgen. El autor subraya que debatir sobre cómo resolver conflictos que han leído en un libro, por ejemplo, les enseña que los líderes se ganan su influencia resolviendo problemas y sirviendo a las personas.

5. Involucrarles en reuniones sociales.

Animarles a tomar el rol de anfitriones de una fiesta les ayuda a ponerse al servicio de los demás y mejorar sus habilidades comunicativas.

6. Aprender la realidad del dinero.

Tim cuenta que una amiga implica a sus hijos en pagar las facturas y así son conscientes de cuánto dinero hay en casa, cuánto dinero se gasta, pueden decidir qué facturas se pagan antes y además retrasan gratificaciones como la deseada compra de un móvil. Esta forma de actuar promueve la capacidad de tomar decisiones.

7. Recibir los retos con los brazos abiertos.

La verdadera madera de líder surge cuando se anima a los chicos a hacer algo complicado y cuando no se retiran por miedo al fracaso. Los niños se desarrollan y crecen ante la oportunidad de hacer cosas que sienten que son importantes y significativas, pero que son desafíos y son difíciles, sin respuestas fáciles.

8. Desarrollar su visión del mundo.

Es buena idea hablar con ellos de las películas que ven, o de los libros o artículos que leen, para fomentar su pensamiento crítico y ayudar a que se formen su propia visión del mundo. De este modo, ayudaremos a que piensen con más profundidad y tomen conciencia de su propia filosofía, interpretar experiencias y desarrollar su propia visión del mundo.

9. Aprender que la vida es contribuir, añadir valor.

Nuestra cultura nos condiciona para ser consumidores, no contribuyentes. Tim sugiere que ayudemos a que nuestros hijos se involucren en una causa que es importante para ellos. De este modo, potenciaríamos su liderazgo y su ambición.

Tim Elmore insiste en que para ser buenos padres “debemos tomar conciencia de nuestras acciones y comportamientos. Somos los primeros modelos (y los más importantes) para nuestros hijos: todo lo que digas y hagas impacta en su autoconcepto y su visión del mundo”. Por eso, este experto nos invita a “explorar nuestras acciones y revisarlas para asegurarnos de que estamos ayudando a nuestros hijos a vivir y pensar lo más plenamente posible y que están en camino de alcanzar su más alto potencial”.

domingo, 30 de agosto de 2015

Un nuevo feudalismo

Para pagar nuestra deuda, nuestros hijos y nuestros nietos, por el hecho de ser nuestros descendientes, tendrán que entregar a otros la riqueza que sean capaces de producir. Así sucedía con los siervos de la gleba, que debían entregar parte de sus cosechas al Señor porque ellos eran hijos de siervos y el Señor hijo de señores.

Karl Marx señaló hace ya mucho tiempo que desde que las sociedades producen más riqueza de la imprescindible para la mera supervivencia de sus integrantes, es decir desde los principios de la Historia, las formas por la que una minoría se ha apropiado de ese excedente y las justificaciones que se han dado para ello han variado. La apropiación por parte de los amos del producto del trabajo de los esclavos era por la fuerza y esto era ostentosamente visible. Aunque la tradición y la religión propusieran razones para justificar el derecho de los señores al producto del trabajo de sus siervos, hijos de los siervos de los padres de los señores, la fuerza era también patente y garantizaba acto de la recaudación.

El capitalismo clásico supuso la introducción de una sutileza sin precedentes. Seguía habiendo una minoría que se apoderaba de la riqueza que no era imprescindible para la supervivencia de la mayoría de la población. Pero la apropiación no se producía en un acto en el que la fuerza fuera visible. Al revés, a cambio de realizar su labor, el trabajador recibía un salario que le permitía subsistir, volver a trabajar al día siguiente y alimentar unos retoños que pudieran sustituirlos cuando murieran o fueran incapaces de seguir trabajando. El acto por el que aparentemente se enriquecía el patrón era la venta de un producto que estaba claro que era suyo porque suyos eran los medios empleados para producirlo y él había pagado el esfuerzo necesario para ponerlos en marcha. Allí no había fuerza visible. Esto permitió hacer creíble la idea de que, a diferencia de lo que sucedía con esclavos y amos en la sociedad esclavista o con siervos y señores en la sociedad feudal, trabajadores y patrones eran iguales en derechos y que la democracia era posible. En el feudalismo se nacía siervo o señor. Durante los años de paraíso capitalista se nacía ciudadano.

El estallido financiero del capitalismo ha terminado con esta ilusión. Hay grupos humanos que han acumulado deudas que son impagables entre otras cosas porque no hay en el mundo ni una pequeña fracción de la riqueza real a la que hacen referencia los títulos dinerarios en base a los cuales los reclaman los acreedores. Y hay, por tanto, grupos de seres humanos que han nacido o van a nacer distintos de otros a los que van tener que entregar la riqueza de producto porque son hijos de otros padres y que van a engendrar hijos que se van a ver en la misma situación porque la deuda no es pagable en el lapso de una vida humana.

¿O nos hemos vuelto locos?
Alberto Fernández Liria
Alberto Fernández Liria es psiquiatra

La pirámide diabólica

Rodolfo Bueno

A la frustración del Presidente Obama por no lograr en su país el control de las armas de fuego debería añadir la de no haber justificado el premio Nobel de la Paz, que le fue conferido inmerecidamente, y la de no evitar que el navío que aparentemente conduce haga aguas, aunque se deba reconocer que ya se estaba hundiendo antes de que él maniobrara para tener un poder, que nunca obtuvo. Una frustración más.

Los especialistas afirman que son cuatro los problemas que provocarán una nueva crisis, peor que las anteriores: La caída en la bolsa de valores de China, la crisis general de la euro zona, el bajo precio del petróleo y las demás materias primas y la deuda pública de los EE.UU., que ha tomado visos de una dolencia incurable. Ninguno de estos males es tan grave como el último, al que el anecdótico multimillonario Warren Buffett lo describe como una “bomba financiera de relojería” para las economías y los ciudadanos de a pie.

El culpable de este descalabro es el Sistema de la Reserva Federal de los EE.UU., la FED, una institución privada de servicio público que responde a los intereses de Wall Street. Es un banco central independiente que, desde su creación en 1913, pertenece a doce instituciones financieras cuyas decisiones no tienen que ser ratificadas por el Presidente de los EEUU ni por ningún otro órgano ejecutivo del Gobierno. La FED emite acciones al interés del 6%, parte de las cuales compran gobiernos extranjeros; de manera que la FED también es propiedad de otros estados.

Pese a que en el primer artículo de la Constitución de los EE.UU. se lee: “El Congreso tiene el derecho de acuñar moneda, reglamentar su valor y el de las monedas extranjeras...” esta función la realiza la FED. Por estar en manos de esta corporación privada, el dólar estadounidense no es de propiedad del Estado. Si el gobierno de los EE.UU. necesita dinero, se dirige a la FED, que lo imprime y se lo presta. En otras palabras, se crea dinero de la nada.

Por otra parte, el Gobierno autoriza a la FED a emitir bonos del Tesoro que después vende en el mercado de valores y cuya tasa de interés recae sobre los hombros del ciudadano norteamericano, que paga de interés cerca de 500.000 millones de dólares por año por una deuda de casi 18.5 billones de dólares, más que el doble del valor de todo el oro extraído hasta la fecha en el mundo entero.

Esta capacidad de crear dinero de la nada se ha convertido en el mayor recurso de los EE.UU., ya que pueden imprimir lo que necesitan y consumir las riquezas del mundo sin haberlas trabajado. Su deuda pública es su mayor riqueza, porque mientras nosotros sudamos la gota gorda para producir lo que exportamos, ellos nos entregan papeles a cambio de nuestros productos. Si nos negamos, nos asfixian.

La FED, un verdadero parásito económico que hace lo que le viene en gana, compra a la clase política norteamericana igual que usted adquiere productos en los supermercados. La falta de regulaciones le permite imprimir dinero a su gusto y paladar, lo que convierte a las finanzas mundiales en un albur en el que sólo los banqueros poderosos pueden ganar. Se trata de un juego sin reglas, mejor dicho, con reglas impuestas para favorecer sólo a ellos, los demás deben acudir a agoreros de todo tipo con el fin de sobrevivir a la quiebra catastrófica que ineludiblemente va a llegar cuando se derrumbe la pirámide diabólica financiera de los EE.UU., para que no le quepa duda alguna, entre en: http://www.usdebtclock.org: real time. Algo no apto para cardiacos.

El Caos y la Bestia

De las cuatro patas que tiene la Bestia (la militar, la económica, la industrial y la ideológica), la primera decidió gobernar el mundo mediante el caos controlado. Se olvidó que sólo Zeus logró organizar el Caos para así construir el universo, para los demás es imposible esta tarea. Creyó la Bestia, luego de arrasar con Afganistán, Irak, Libia, Siria e Irán, que tragarse a Rusia y China era tarea pueril. Grave error, la Rusia indómita y la China milenaria se aliaron para protegerse. Soltaron entonces la presa iraní y fueron directamente a Ucrania, la yugular rusa. Supusieron: primero Kiev, luego Crimea, olvidaron el factor patria. Resultado real, Crimea retornó al seno de su madre, Rusia. De nada les sirvió la quinta columna que organizaron en Rusia, tampoco imponer el nazismo en Ucrania, ahora en bancarrota, y ni siquiera les sirvió de mucho tumbar un avión civil, crucificar niños en Slaviansk, arrasar aldeas y ciudades del Dombas, quemar vivo al pueblo de Odesa, y acusar por estos actos a Rusia; en un inicio les creyeron, ahora casi nadie les cree.

Luego como arma geopolítica declararon la guerra económica al mundo. Sanciones a Rusia y petróleo a menos de 50 dólares el barril para que los pueblos productores se revelaran contra sus gobernantes, e imponerse así en el mundo. Resultado real, los agredidos se organizaron y los sancionadores fueron los perjudicados; las naciones productoras soportaron la arremetida de la Bestia e, incluso, Irán está dispuesto a aumentar sus exportaciones en un millón de barriles diarios. Según el Presidente Putin, “los complots siempre son posibles, pero en este caso golpean a los propios conspiradores”.

Otro resultado inesperado, la quiebra de las empresas de “frackin”, método de extracción de costo elevado que impulsan los EE.UU.; estas petroleras no pudieron soportar el caos causado por la falta de beneficios y no tuvieron otro remedio que cerrar más de la mitad de sus plataformas. La compra de las deudas de este sector fue la solución parche que encontró la FED para impedir que el pánico invadiera los mercados financieros y se produjera el efecto dominó. Para obtener los dólares pusieron a funcionar la impresora de dólares y los emitieron de manera inorgánica; resultado real, una deuda pública piramidal de 18.5 billones de dólares que, como ya se dijo, es mucho más que el doble del valor de todo el oro extraído hasta la fecha en el mundo entero.

Una pirámide infernal que está al borde de desmoronarse porque Rusia y China ya se cansaron de vivir bajo la férula de un dólar que le da a los EE.UU. el acceso a una economía parasitaria que les permite mantener bases militares con las que desde hace mucho tiempo los rodea peligrosamente. No es tan complicado hacerlo pues los rusos son expertos en ajedrez y los chinos en go, combinación invencible; además, las economías china y rusa han crecido lo suficiente como para dar el golpe final y a su debido tiempo enterrar la hegemonía del dólar. Cuando esto suceda, el resultado real será peor que la Gran Crisis: El lloro y el crujir de dientes del que hablaba Jesús.

sábado, 29 de agosto de 2015

El hambre y la pobreza se instrumentalizan para usarse como un arma de fuego


Un estado emocional transitorio de satisfacción plena que percibe el ser humano al alcanzar exitosamente una meta deseada, sea ésta una experiencia física y/o mental percibida como agradable. La felicidad es un estado emocional primario –como también lo es la sorpresa, el asco, el miedo, la ira y la tristeza–, cuyo patrón de conducta, tales como respuestas motrices, endocrinas y autonómicas son reconocibles independientemente de diferencias culturales, raciales o sociales en los seres humanos. Si la “felicidad” dependiera única y exclusivamente de las condiciones materiales, de las facultades cognitivas y de la salud física y mental del individuo, de acuerdo al juicio de Tales de Mileto, deberíamos concluir que la “felicidad” le es ajena a la mayor parte de los seres humanos.

A “los tristes más tristes del mundo, mis compatriotas, mis hermanos…” Roque Dalton

Cuenta Diógenes Laercio que Tales de Mileto, considerado uno de los siete sabios en la antigua Grecia, ante la pregunta de uno de sus discípulos acerca de quién es feliz, respondió lo siguiente: “El sano de cuerpo, abundante en riqueza y dotado de entendimiento”. Mientras que para John Lennon y Paul McCartney en los años sesenta del siglo pasado, la felicidad era un arma caliente –“Happiness is a warm gun”–, tan caliente como el cañón del revólver que utilizó Marc David Chapman para asesinar a John aquella gélida noche de diciembre de 1980, y para muchas personas en el mundo actual, globalizado y neoliberal, la felicidad consiste en poseer “cosas” materiales, sobre todo dinero.

La Grecia de Tales estaba dividida en tres clases sociales: Los ciudadanos, los metecos y los esclavos. Los primeros eran los únicos que podían poseer tierras y dedicarse a la política. En esta clase social militó, sin duda alguna, Tales el Sabio. Los metecos, es decir los extranjeros residentes, podían meter sus narices libremente solo en la banca, en los asuntos sociales, comerciales y administrativos de la polis (ciudad). Y, por último, en el escalafón más bajo, estaban los esclavos, los parias de la época, los que sudaban la gota gorda, para que los ciudadanos y los metecos pudieran dedicarse a las actividades políticas, sociales, artísticas y académicas.

Tales de Mileto se dedicó –según dicen– a observar el cielo y la tierra. Hermipo, el poeta ateniense, cuenta que una vieja en una ocasión habiendo sacado a Tales de casa para que observase las estrellas en el firmamento, éste salió a la calle como un bólido celeste, sediento por conocer los secretos del cosmos, con tan mala suerte que no reparó en el hoyo que tenía ante sus pies. Todavía no se conocía en aquellos días la existencia de los agujeros negros, aunque, los había por todos lados. Al escuchar el feroz grito doloroso del Sabio la vieja contestó compungida: “¡Oh Tales, tu presumes ver lo que está en el cielo, cuando no ves lo que tienes a los pies!“. La sabiduría de Tales de Mileto –a pesar del famoso traspié o tortazo– es indiscutible y su aporte en el campo de las matemáticas, de la geometría aprendida de los egipcios, de la física, de la astrología y de la filosofía, lo convirtieron en el primer pensador del hemisferio occidental, quien buscó una explicación racional del mundo en que vivimos.

Muchas de las sentencias filosóficas que se le atribuyen como propias todavía tienen aplicación en la sociedad moderna. Por ejemplo, sabemos por experiencia propia que no hay algo más difícil en la vida que conocerse a sí mismo o que es muy fácil dar consejos a otros o que es más sabio el tiempo, porque todo lo descubre o que raras veces veremos a un tirano viejo (con la excepción de Pinochet, quien murió en sus cómodos aposentos a la avanzada edad de 91 años).

Ahora, si bien es cierto que el concepto de “felicidad” de Tales de Mileto, es en sentido estricto egocentrista, elitista y discriminante, la “búsqueda de la felicidad” ha sido fuente de inspiración para el neoliberalismo anglosajón. Tales de Mileto descendiente de una familia noble fenicia fue producto de su época y como tal, reflejó el pensamiento autosuficiente de la élite intelectual griega. Hermipo escribe en su obra “Vidas” que Tales daba gracias a la fortuna por tres cosas:

1. la primera, por haber nacido hombre y no bestia;
2. la segunda, por ser varón y no mujer;
3. y la tercera, por ser griego y no bárbaro.

Y no pudo ser de otra forma ya que Tales no cuestionó ni la organización social ni la organización política de la sociedad en que vivió, la que excluyó del derecho de ciudadanía, la quintaesencia en la Grecia antigua, a las mujeres, a los extranjeros, a los esclavos y a los libertos (esclavos liberados).

¿Qué es la felicidad?
Pero esta conclusión es falsa, ya que la felicidad es uno de los estados emocionales básicos en el ser humano. Más bien, diría yo, que la sentencia de Tales de Mileto coincide mejor con el concepto moderno de bienestar. En consecuencia con ello, es erróneo suponer que los ciudadanos suizos, islandeses, daneses y noruegos son más felices que los habitantes de Togo, Burundi, Siria y Benín, por tener los primeros un desarrollo económico más fuerte y una superestructura más eficiente y organizada. Pero no nos confundamos, bienestar socio-económico no es sinónimo de felicidad ni tampoco el vivir en la opulencia.

¿Quién garantiza la felicidad?
Nadie. Ni siquiera las naciones más ricas y poderosas del planeta pueden garantizar la felicidad; por la sencilla razón de que la “felicidad” no es un traje Armani que vestimos el sábado por la noche ni un Patek Philippe ni un Porsche Panamera Turbo ni la más bella sortija ni tampoco la más sonora carcajada de un payaso del Cirque du Soleil. Aunque no me sorprende ni es blanco de mis críticas que alguien pueda “sentirse feliz” conduciendo un coche deportivo de lujo. La felicidad no conoce fronteras ni mediciones, así pues, no es de extrañar que un guajiro pobre también pueda sentirse feliz y contento cantando la Guantanamera allá en su bohío o un cipote mocoso cazando lagartijas en la campiña cuzcatleca con una hondilla de guayabo. La felicidad, por ser una emoción inherente a la naturaleza humana no se encuentra en ningún lugar del universo, salvo en el cerebro de cada individuo. Por lo tanto, la “búsqueda de la felicidad” en la sociedad de consumo más que un “derecho inalienable” es una fatamorgana político-ideológica para obnubilar el alma y la razón de los consumidores. No así, el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad social, a la educación y al trabajo, que sí son derechos inalienables del hombre.

¿Quién garantiza entonces los derechos humanos de todos los ciudadanos?
La sociedad moderna ha hecho de las “cosas” materiales un fetiche y ha convertido al “poderoso caballero, Don Dinero”, en el nuevo Mammon de la humanidad.

¿Es que el hombre moderno no tiene la capacidad ni la disposición para vivir en una sociedad, en la cual todos los ciudadanos contribuyan, de acuerdo a sus capacidades y facultades, al desarrollo de una economía socialista sostenible, a fomentar el acopio cultural y a garantizar el ejercicio pleno de los derechos humanos?

Al parecer sí. Pues hasta la fecha, todos los intentos por construir una sociedad en la cual no haya explotadores ni explotados han fracasado.

¿Es que nadie puede imaginarse vivir en una sociedad de personas íntegras, cultas y libres? Este es el dilema de la humanidad: ¡Socialismo o barbarie! Tal como lo expresara Rosa Luxemburg hace 99 años.

En su insistente y obcecada búsqueda de maximizar el rendimiento en sus transacciones, el capitalismo neoliberal impuso su voluntad a rajatabla a nivel mundial en 1989 a través del decálogo del consenso de washington, las “nuevas tablas de la ley” del mercado internacional. Mientras tanto, el intercambio comercial desigual entre países ricos y pobres seguirá produciendo hambre, enfermedades, desempleo y éxodo económico, pues el bienestar y “felicidad” de unos pocos significa la miseria y desgracia de muchos. Esta asimetría socio-económica de las políticas neoliberales es el germen de la violencia, el crimen organizado y la corrupción en los países catalogados como los “más tristes” del mundo (http://worldhappiness.report/).

En este sentido, la felicidad no es un arma de fuego, como dice la canción de los Beatles, sino el hambre y la pobreza.

Roberto Herrera
Blog del autor: http://robiloh.blogspot.de/

viernes, 28 de agosto de 2015

Más de la mitad de los estudios en psicología no se pueden repetir. Un equipo internacional de científicos intenta replicar 100 artículos relevantes y solo logra hacerlo en un 39% de los casos y con resultados menos significativos que los originales


A principios de 2011, el psicólogo social holandés Diederik Stapel publicó en la prestigiosa revista Science un artículo con resultados llamativos: los entornos desordenados favorecen los estereotipos y la discriminación. Pocos meses después, una investigación encabezada por Pim Levelt, antiguo presidente de la Academia Holandesa de Ciencias, concluyó que Stapel se había inventado los resultados de su trabajo, desde la recopilación de datos hasta las encuestas que apoyaban sus conclusiones. No era la primera vez que lo hacía y, poco a poco, decenas de artículos del mismo autor fueron retirados por las revistas que los habían publicado. Estudios que aseguraban que a veces el fracaso hace sentir mejor, que los anuncios de belleza hacen sentir feas a las mujeres o que el poder hace más probable la infidelidad, eran fruto de la mente de un trilero y no de un trabajo científico honesto. 

En una entrevista con The New York Times, el investigador holandés trató de explicar sus motivos. Él amaba la psicología social, pero siempre se había sentido frustrado por el caos de los datos obtenidos en los experimentos, con los que era raro llegar a conclusiones claras. Su obsesión por la elegancia y el orden le había llevado a inventar resultados atractivos que gustaban en las revistas científicas. 

Este tipo de escándalos, que también se han producido en otros campos, pero preocupan especialmente en la ciencia psicológica, iniciaron un debate sobre la validez de los controles en este campo de la ciencia.

Aunque casos como el de Stapel son extremos, la selección de datos para mostrar resultados más atractivos y más fáciles de colocar en las revistas científicas es frecuente. En un artículo que se publicó en 2009 en la revista PLoS One, Daniele Fanelli, de la Universidad de Edimburgo, revisó una serie de estudios en los que se preguntaba a los investigadores si ellos o sus colegas había manipulado sus propias investigaciones para adaptarlos a sus intereses. Los resultados mostraban que un 1,97% de los científicos explicaba que había inventado, falsificado o modificado datos o resultados al menos en una ocasión, y el 33,7% reconocía otras prácticas reprobables aunque menos graves. Cuando se les preguntaba por el comportamiento de los compañeros, hasta un 14,1% afirmaba conocer casos de falsificación de datos y un 72% decía haber sido testigo de otros actos cuestionables.

Este tipo de actitudes, alimentadas por la presión por publicar sus investigaciones, han sembrado dudas sobre la posibilidad de replicar estudios en psicología, algo fundamental para que se la considere una ciencia seria. Los propios investigadores no tienen incentivos para ser fieles del todo a los datos ni para tratar de repetir los resultados de sus colegas, lo que provoca un círculo vicioso. Las revistas científicas prefieren resultados distintos y sorprendentes frente a trabajos que repliquen otros ya conocidos, y todos estos factores facilitan que la mala conducta o las pequeñas triquiñuelas pasen desapercibidos.

Afrontar el problema

Esta semana, en la revista Science, la misma que publicó el estudio fraudulento de Stapel, se publica el mayor trabajo conjunto para replicar estudios científicos en psicología. Un grupo de 270 investigadores de todo el mundo intentó repetir los resultados de 100 artículos relevantes en la materia. Pese a contar con la colaboración de los propios autores para conocer su metodología y las condiciones en las que obtuvieron sus resultados, solo fue posible obtenerlos de nuevo en un 39% de los casos. En algunos casos, los resultados obtenidos fueron los contrarios a los de la investigación de referencia. Según comentan los autores del trabajo, liderados por Brian Nosek, investigador de la Universidad de Virginia (EE UU), que no fuese posible replicar los resultados de un estudio no significa necesariamente que sean erróneos, pero son una señal de que se han de realizar cambios para facilitar que se pueda hacer.

En un artículo que también aparece en Science, el biólogo y periodista John Bohannon, especializado en cuestionar los controles de calidad a los que se someten los artículos científicos, afirma que “estos resultados apoyan la idea de que los científicos y los editores de las revistas científicas están sesgados -conscientemente o no- en lo que publican”. Además, señala que, incluso en los artículos que pudieron ser replicados, los efectos observados eran mucho menos claros que en los experimentos originales.

“Los científicos quieren producir conocimiento fiable, pero también necesitan producir resultados que les ayuden a mantener su trabajo como investigadores”, ha afirmado Nosek, que forma parte de una iniciativa para mejorar el problema que muestran en su artículo. “Para tener éxito en la ciencia, los investigadores necesitan publicar, y algunos resultados son más fáciles de publicar que otros, en particular aquellos que son novedosos y apuntan en direcciones nuevas y emocionantes”, continúa. Por este motivo, muchos científicos prefieren perseguir líneas de investigación novedosas sin tener tanto en cuenta que sus resultados sean reproducibles. En casos extremos, la falta de incentivos para ser fiel a los datos caóticos que suelen surgir del trabajo científico produce fenómenos como el de Stapel.

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Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/08/27/ciencia/1440691935_057972.html?rel=lom