_- De Ucrania a la crisis del coste de la vida, pasando por la pandemia, los retos sociales del momento exigen una respuesta solidaria.
El 1 de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, suele ser un día de celebración en todo el mundo. Pero en 2022 tiene lugar bajo una sombra: la sombra de la guerra en Europa, la crisis del coste de la vida para los trabajadores y los continuos perjuicios a la salud y al empleo tras la pandemia. Puede dar la impresión de que hay poco que celebrar.
Sin embargo, la solidaridad que se encuentra en la base del sindicalismo – tema principal del Primero de Mayo– nunca ha quedado mejor demostrada que en la respuesta de los sindicatos europeos a la brutal guerra de Ucrania. Esa solidaridad y dedicación ya se pusieron de manifiesto a lo largo de la pandemia. Los trabajadores han sufrido una crisis tras otra, con pérdida de puestos de trabajo, recortes en el valor de los salarios y disminución del nivel de vida.
La Unión Europea y los gobiernos nacionales deben mostrarse hoy aún más proactivos en la defensa del futuro de la Europa social. Se necesita una enorme inversión para asegurar una recuperación sostenible e inclusiva, para garantizar los ingresos de los trabajadores, lograr una transición justa en el abandono del petróleo, el gas y el carbón rusos, y mantener las normas sociales y medioambientales frente a desafíos sin precedentes.
La Confederación Europea de Sindicatos ha pedido que se tomen medidas de emergencia para reducir los precios de la energía y proteger a hogares, empleos y empresas del impacto de las sanciones. No se debe volver a la desastrosa política de austeridad.
Movilización masiva
La guerra ha desencadenado una movilización sindical masiva, con manifestaciones a favor de la paz, acciones de huelga y boicots espontáneos a productos y envíos rusos. Los sindicatos han iniciado negociaciones con los empresarios y las autoridades para mitigar el impacto de las sanciones en los trabajadores de toda Europa y para integrar a los refugiados ucranianos en los mercados laborales nacionales. La ayuda humanitaria a gran escala ha llegado a los desplazados de Ucrania y a los millones de refugiados que huyen de la invasión de Putin.
Los sindicatos ucranianos han abierto sus locales para acoger a miles de personas, con el apoyo de los trabajadores ferroviarios rumanos del ferrocarril, que han ayudado a transportar colchones y ropa de cama al país. En Polonia, los sindicatos han creado centros de acogida y asesoramiento y han ofrecido alojamiento a cientos de refugiados.
Los sindicatos húngaros y moldavos han creado fondos de ayuda, y también en Moldavia y Eslovaquia los sindicatos están proporcionando camas gratuitas en sus propios hoteles y sanatorios. En Lituania, los sindicatos de profesores transmiten en directo lecciones de historia a los estudiantes ucranianos, mientras que los periodistas griegos han enviado equipos a sus colegas ucranianos que luchan por contrarrestar las mentiras rusas y relatar la verdadera historia de la guerra.
Estos son sólo algunos ejemplos de la abrumadora respuesta sindical y de su oposición al conflicto. A escala europea, estamos muy orgullosos de esta muestra de solidaridad. La CES se ha manifestado con fuerza y claridad para pedir el fin de la guerra y contribuir al esfuerzo de ayuda humanitaria.
Derechos vulnerados
Los ojos del mundo están puestos en Ucrania, pero el 1 de mayo no nos olvidamos de los habitantes de otros países donde se vulneran los derechos de los trabajadores. En Bielorrusia, al menos 14 dirigentes y funcionarios sindicales fueron detenidos recientemente. En Colombia, los sindicalistas ponen su vida en peligro y en Brasil la mala gestión de la pandemia por parte del presidente, Jair Bolsonaro, ha dejado un gran número de muertos. En Turquía, la inflación desenfrenada está causando dificultades crecientes y las actividades sindicales están siendo atacadas.
La UE tiene la responsabilidad de defender los derechos humanos y de los trabajadores en todo el mundo. Por ello, la CES está luchando por una sólida ley de la UE sobre diligencia debida en materia de derechos humanos, para garantizar que las empresas que operan en Europa respeten los derechos de los trabajadores y los sindicatos en todos los países. Se necesita algo más de l que contiene la propuesta de la Comisión Europea, publicada en febrero, para que los trabajadores y los sindicatos participen en la elaboración y el seguimiento de planes empresariales sostenibles sólidos, para que las empresas rindan cuentas y cambien su comportamiento. La semana pasada se cumplió el noveno aniversario de la catástrofe del Rana Plaza en Bangladesh, en la que murieron más de mil trabajadores. No se deben seguir sacrificando vidas en aras de los beneficios.
Los precios se disparan
En Europa, los trabajadores han hecho enormes sacrificios para frenar la propagación del Covid-19. Pero ahora, incluso los que arriesgaron sus vidas en la batalla están viendo cómo se hunde su nivel de vida, debido a la guerra, la pandemia y la crisis logística mundial. Los precios se disparan, pero los salarios no están a la altura.
La CES exige una Europa más justa, con negociación colectiva para todos y salarios mínimos adecuados. Los datos demuestran que la negociación colectiva por parte de los sindicatos está vinculada a unos salarios más altos. La propuesta de directiva sobre salarios mínimos justos no sólo debe poner fin a la creciente desigualdad salarial en la mayoría de los países de la UE, sino también exigir a los Estados miembros que promuevan y apoyen niveles elevados de negociación colectiva, en consonancia con la postura del Parlamento Europeo.
La crisis energética ha puesto de manifiesto la necesidad de una actuación más rápida para eliminar los combustibles fósiles y pasar a fuentes renovables. Los datos más recientes y alarmantes subrayan que la creciente amenaza del cambio climático sólo puede abordarse mediante la solidaridad mundial. Los sindicatos exigen una transición socialmente justa hacia una economía verde y respetuosa con el clima, haciendo hincapié en el apoyo a aquellos cuyas comunidades y medios de vida son más vulnerables.
Igualdad de derechos
Como sindicalistas, luchamos por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Sin embargo, 65 años después de que el Tratado de Roma consagrara el principio de igualdad salarial, la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue estancada en torno al 14%. La tan demorada directiva sobre transparencia salarial transparencia salarial puede ser un paso importante hacia la nivelación, pero debe aplicarse a todas las empresas y dar a los representantes sindicales las herramientas para actuar y acabar con la injusticia.
Los sindicatos a nivel europeo y nacional también luchan por mejorar los salarios y las condiciones del creciente número de personas que trabajan en empresas de plataforma. A menudo colaborando a través de las fronteras, han desafiado las afirmaciones de las empresas de que los trabajadores que gestionan son autónomos. Como resultado, muchos trabajadores de plataformas han logrado nuevos derechos a la seguridad y a unos salarios y condiciones laborales decentes, y la comisión ha presentado una legislación que debería confirmar que las empresas de plataformas son empleadores.
El 1 de mayo de 2022 podría ser un día de reflexión tanto como de celebración. Pero una cosa es segura: la necesidad de solidaridad sindical y de los trabajadores nunca ha sido mayor.
Luca Visentini es secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos (CES).
lunes, 9 de mayo de 2022
La psiquiatra que trata a asesinos en serie, abusadores sexuales y otros culpables de actos de extrema crueldad y violencia
Los pacientes de la doctora Gwnen Adshead son lo que comúnmente la sociedad considera "monstruos".
La doctora Adshead es psiquiatra forense y durante décadas ha trabajado como terapeuta de personas que se han involucrado en atroces formas de violencia.
Gran parte de su experiencia la ha obtenido trabajando en el hospital psiquiátrico de alta seguridad Broadmoor, en Inglaterra.
Junto a la escritora y dramaturga Eileen Horne, la doctora Adshead es la coautora del libro The Devil You Know: Stories of Human Cruelty and Compassion (El demonio conocido: historias de crueldad y compasión humanas, traducido literalmente al español).
En el libro, Adshead cuenta las historias de once de sus pacientes.
Entre ellos está Tony, un asesino en serie que decapitó a su primera víctima; Zahra, quien disfrutaba prenderle fuego a otras personas; y Ian, quien abusó sexualmente de sus dos hijos.
En entrevista con BBC Mundo, Adshead habla acerca de la complejidad de estas personas y de cómo su trabajo se enfoca en entender qué los llevó a cometer tanta crueldad.
Su apuesta es que entender mejor el comportamiento de estas personas, más allá de simplemente juzgarlas, puede ayudar a prevenir más actos violentos, al tiempo que desafía muchas de las ideas que tenemos sobre la naturaleza humana.
"Nuestras mentes están diseñadas para poder disfrutar del sufrimiento de los demás"
¿A qué se refiere el título de su libro?
Viene de un proverbio que dice que quizás es mejor conocer tus propios demonios que no conocerlos. Tiene que ver con que si no sabes qué demonios tienes, es posible que te sorprendan o te veas superados por ellos.
Cuando Elieen Horne, coautora del libro, sugirió ese título, me llamó la atención porque sentí que tiene mucho que ver con el trabajo que hago como terapeuta: de cierta manera, lo que la gente hace es explorar sus demonios internos.
Si asumimos que quizás todos tenemos la capacidad de producir gran maldad, aunque afortunadamente la mayoría de nosotros nunca lo hará, la mayoría de nosotros tenemos demonios que necesitan ser explorados.
Mucho del trabajo que hago como terapeuta es abrir un espacio en el que la gente pueda hablar acerca de esos aspectos de sí mismos que son aterradores y capaces que causar gran crueldad.
Al conocer estas historias creo que es casi inevitable preguntarse si uno mismo sería capaz de cometer semejantes actos…
Es cierto… y siempre me he preguntado si esa es una de las razones por las que siempre mostramos a estas personas en los medios. De hecho, la palabra monstruo está conectada etimológicamente con la palabra mostrar.
Hay algo en la forma en que ponemos a la gente en los medios públicos, las redes sociales, los periódicos, la televisión...
Exponemos a estos "monstruos" y pensamos "¡Oh, que bien que estén ahí", creo que eso quizás nos ayuda a sentir que no somos como ellos.
Pero la verdadera preocupación es: ¿será que bajo ciertas circunstancias cada uno de nosotros tendrá la capacidad de hacer algo monstruoso?
Si muchos factores de riesgo se juntan, ¿nos veríamos en capacidad de cometer una crueldad extrema? Esa es una pregunta muy importante.
Qué dice la ciencia de las personas con psicopatía (y por qué tienen poco que ver con lo que muestran las series policíacas)
¿Y hay respuesta a esa pregunta? ¿Tenemos todos la capacidad de convertirnos en un "monstruo"?
Sí, creo que todos tenemos ese potencial. Si se alinean los factores de riesgo correctos, sí, somos capaces de una gran crueldad.
Usted utiliza el concepto de "entender la crueldad". ¿A qué se refiere?
Cuando hablamos de la maldad humana a menudo se reduce al hecho de ser cruel con otras personas.
Creo que las cosas que tendemos a considerar más malévolas involucran infligir, de manera deliberada, crueldad sobre personas que son extremadamente vulnerables.
Entonces, en mi trabajo, suelo enfocarme particularmente en ayudar a las personas a explorar cómo pudieron llegar a ser tan crueles con otra persona.
Lo que intento es que ellos exploren, expliquen y articulen los sentimientos, las emociones que subyacen esos actos de gran crueldad.
Y también dice que trata de aplicar una "empatía radical" con sus pacientes. ¿Qué significa eso?
La idea general de empatía tiene que ver con ser capaces de ponerse en los zapatos de otra persona.
Cuando vemos a alguien que está angustiado o molesto tratamos de imaginarnos qué se siente ser esa persona, e incluso podemos llegar a sentir alguna respuesta emocional hacia esa persona.
Seguro te habrás dado cuenta de que si estamos sentados junto a alguien que está acongojado, a menudo nos sentimos tristes, eso es parte de la respuesta empática.
Pero cuando trabajas con personas que han sido crueles y con estados mentales desorganizados, hay una necesidad de crear una distancia, necesitas mantenerte cercano pero también mantener una distancia si quieres llegar a la raíz de las cosas.
Así me surgió la idea de la "empatía radical", porque es una empatía que trata de llegar a la raíz de las cosas, pero tiene también cierta distancia que te permita mantener una perspectiva, no solo de esta persona y lo que hizo, sino de las personas a quienes hicieron daño, de manera que no pierdas de vista a las víctimas.
¿Cree que esa "empatía radical" se podría aplicar más allá de su ámbito profesional, en la vida diaria de las personas?
La empatía radical se ha vuelto una necesidad en mi trabajo, como una manera de mantener una mente abierta y crear espacios para ayudar a estos hombres y mujeres a reconocer su crueldad, pero creo que si yo puedo hacerlo, cualquier persona puede hacerlo. No creo que sea una habilidad muy especial.
Y creo que es muy importante, especialmente en estos tiempos donde parece que tenemos estados mentales muy polarizados, no encasillar a otras personas que son distintas a mí.
Quizás tenemos más cosas en común con esas personas de lo que pensamos, incluso si tienen posiciones políticas distintas, u opiniones sobre las vacunas que uno no comparte.
¿Cuál sería el límite entre tener empatía radical y justificar la crueldad?
En el libro me interesó dejar claro que quienes trabajamos como terapeutas de agresores nunca, nunca, ofrecemos una excusa para lo que ocurrió.
No se trata de buscar excusas, sino de entender y explicar cómo alguien llegó a cometer estos actos.
La violencia que he visto en el ámbito en el que trabajo es altamente inusual, la mayoría de las personas no expresan sus emociones con crueldad, entonces cuanta más información podamos recopilar acerca de cómo alguien llegó a ese punto, mejor podremos entenderlos, con el fin de manejar el riesgo en el futuro.
Entonces, a todos nos conviene entender esta violencia, pero nadie está sugiriendo que esta explicación sea una excusa.
Por otro lado, las cortes existen para expresar nuestra condena social a personas que son crueles, y eso me parece totalmente razonable, que condenemos esas acciones, ciertamente queremos dejar claro que eso no está bien y que la persona debe responsabilizarse por lo que hizo.
Mi experiencia es mayormente con personas que han cometido asesinatos en momentos en los que no estaban bien mentalmente. Creo que a esas personas les parece útil entender cómo fueron capaces de hacer eso, y, de esa manera, puedan asumir mayor responsabilidad criminal y moral de la manera en que la sociedad queremos que lo haga.
Entonces es un gana-gana.
¿Cuáles son los principales mitos o asunciones que tenemos respecto a las personas que cometen estos actos?
Primero, hay que tener en cuenta que yo no trato a criminales de guerra. No tengo ninguna autoridad o experticia para hablar de lo que ocurre en la mente de personas que instigaron eventos como el Holocausto, por ejemplo.
Aunque me parece interesante que no se haya pensado que esas personas estaban mentalmente enfermas.
Yo solo trato a personas cuya violencia parece estar relacionada con algún tipo de trastorno mental, y en ese grupo particular he notado un par de cosas.
La primera es que muchos de ellos vienen de un ambiente muy trastornado, han sido expuestos a varios tipos de traumas durante su niñez.
En particular, han sido expuestos a violencia física y descuido de forma crónica durante su niñez. Son personas que vivieron con padres que eran violentos entre ellos, que abusaban de sustancias.
Esos factores aumentan significativamente el riesgo de ser violento en la adultez.
Lo otro que he notado es que son personas que han perdido, o nunca han tenido, la capacidad de relacionarse con otras personas.
Esa capacidad del placer en las relaciones sociales es algo que damos por sentado.
Personas como tú o como yo somos capaces de salir y disfrutar un café o dar una caminata con alguien. Esa capacidad es algo que a menudo está ausente en las personas con las que yo trabajo.
Usted también habla de que si bien las cifras muestran que las mujeres son menos violentas, la realidad es mucho más compleja…
Sí, a ver… es un hecho innegable que en números absolutos muchas menos mujeres que hombres actúan de manera violenta.
Los números son incontrovertibles, pero el porqué es una pregunta digna de Premio Nobel.
La respuesta es que hay muchos factores distintos, pero hay dos aspectos que me interesan en particular.
El primero es ¿hay algo en los tipos de masculinidades que se lo ofrecen a los niños y a los hombres jóvenes que hace que aumente el riesgo de violencia?
Y, de forma contraria, ¿hay algo en la feminidad que pueda resultar como un protector para las mujeres?
Lo que he notado trabajando con mujeres es que sus estados de crueldad son muy similares a los de los hombres.
Entonces, no hay diferencia en los niveles de crueldad, la diferencia está en cifras de quienes finalmente llegan a actuar de esa manera.
Entonces, lo interesante es entender cómo pasas de un estado mental a la acción.
¿Es correcto afirmar que hay personas genéticamente violentas?
No, no es correcto. Hay una gran cantidad de investigación en esa área y no hay ninguna evidencia de que haya genes para la violencia, en absoluto.
Lo que sí hay son genes para neurotransmisores que hasta cierto punto podrían contribuir a que una persona se altere.
Puede haber cierta disposición genética a los trastornos del estado de ánimo que pueden contribuir un poco al riesgo, pero eso representa solo un poco del riesgo de violencia.
Otra de la cosas que ha quedado clara es que nuestros genes son modificados por nuestra experiencia.
Una de las preguntas interesantes es, volviendo un poco a lo que mencionaba sobre los traumas infantiles, ¿hay algo en la exposición crónica al trauma durante la niñez que tenga un impacto en cómo los genes de ciertos neurotransmisores se desarrollan?
Eso es una pregunta empírica, pero incluso si pudieras demostrar eso, está tan lejos de cometer un acto violento que no es realmente significativo.
Si queremos reducir la cantidad de violencia en el mundo no lo lograremos mirando los genes de las personas, lo lograremos observando cómo se enfurece la gente, cómo entran en conflictos, cómo las personas comienzan a comprender las mentes de otros.
¿Cree que su trabajo de alguna manera le sirve de algo a los familiares de las víctimas?
He trabajado con muchas personas que han asesinado a sus familiares. A menudo ellos tienen familiares que van a visitarlos al hospital y que mantienen una relación.
Cuando un familiar mata a otro es una catástrofe para toda la familia.
Mi experiencia es que en esas circunstancias muchas víctimas sienten cierta satisfacción de que su familiar esté recibiendo ayuda.
He trabajado en clínicas de trauma y he conocidos víctimas de violencia muy grave que tienen la esperanza de que la persona que lo atacó reciba ayuda.
La gente puede llegar a ser increíblemente generosa en ese sentido, pero también he conocido víctimas que estaban comprensiblemente llenas de rabia y con afán de venganza.
Y eso lo entiendo, sería una locura de mi parte no entender esa reacción.
¿Qué siente usted al tratar a sus pacientes?
Tristeza, tristeza abrumadora.
Mi experiencia como terapeuta me ha dado un nuevo nivel al significado de la palabra tragedia.
Una tragedia es algo que data de los antiguos griegos en la que la persona comete una acción con consecuencias irreversibles.
De esa manera, nunca puedes volver al lugar al que estabas antes. En la vida hay muchas cosas que podemos cambiar y avanzar hacia algo mejor, pero cuando matas a alguien es como si destruyeras un mundo.
Como dice el Talmud "quien mata a una persona, es como si matara a un mundo entero".
Creo que es trágico cuando eso ocurre. Lo es para quien muere y para quienes lo rodean, pero para el perpetrador también lo es porque no puede volver a la vida que tenía antes.
Entonces, para mí la sensación más abrumadora es siempre la tristeza y un sentido de profunda tragedia.
¿Qué lecciones destaca de su experiencia trabajando con sus pacientes?
Hay un buena noticia y es que la violencia muy grave, particularmente por parte de personas con una enfermedad mental, es muy inusual.
Pero, el otro lado de eso es que el hecho de que sea inusual hace que debamos tomarla muy en serio.
Debemos invertir tiempo, esfuerzos y dinero en acercarnos a los problemas que hace que la gente actúe de manera violenta, porque cuanto mejor lo entendamos, más probable es que tratemos de organizarnos para prevenir que ocurra en el futuro.
A nivel personal, mis pacientes me han enseñado las inmensas posibilidades que las personas cambien para bien.
Que incluso quienes han cometido actos terribles pueden cambiar para bien, no sin pagar un precio, no sin angustia.
He aprendido que en realidad hay poca gente que no logra cambiar si se lo proponen.
Me he visto impresionada y conmovida por el coraje que han mostrado algunas personas que están dispuestas a mirar a sus estados más oscuros y trastornados, están dispuestas a tomar ese riesgo, y creo que eso nos trae esperanzas a todos.
La doctora Adshead es psiquiatra forense y durante décadas ha trabajado como terapeuta de personas que se han involucrado en atroces formas de violencia.
Gran parte de su experiencia la ha obtenido trabajando en el hospital psiquiátrico de alta seguridad Broadmoor, en Inglaterra.
Junto a la escritora y dramaturga Eileen Horne, la doctora Adshead es la coautora del libro The Devil You Know: Stories of Human Cruelty and Compassion (El demonio conocido: historias de crueldad y compasión humanas, traducido literalmente al español).
En el libro, Adshead cuenta las historias de once de sus pacientes.
Entre ellos está Tony, un asesino en serie que decapitó a su primera víctima; Zahra, quien disfrutaba prenderle fuego a otras personas; y Ian, quien abusó sexualmente de sus dos hijos.
En entrevista con BBC Mundo, Adshead habla acerca de la complejidad de estas personas y de cómo su trabajo se enfoca en entender qué los llevó a cometer tanta crueldad.
Su apuesta es que entender mejor el comportamiento de estas personas, más allá de simplemente juzgarlas, puede ayudar a prevenir más actos violentos, al tiempo que desafía muchas de las ideas que tenemos sobre la naturaleza humana.
"Nuestras mentes están diseñadas para poder disfrutar del sufrimiento de los demás"
¿A qué se refiere el título de su libro?
Viene de un proverbio que dice que quizás es mejor conocer tus propios demonios que no conocerlos. Tiene que ver con que si no sabes qué demonios tienes, es posible que te sorprendan o te veas superados por ellos.
Cuando Elieen Horne, coautora del libro, sugirió ese título, me llamó la atención porque sentí que tiene mucho que ver con el trabajo que hago como terapeuta: de cierta manera, lo que la gente hace es explorar sus demonios internos.
Si asumimos que quizás todos tenemos la capacidad de producir gran maldad, aunque afortunadamente la mayoría de nosotros nunca lo hará, la mayoría de nosotros tenemos demonios que necesitan ser explorados.
Mucho del trabajo que hago como terapeuta es abrir un espacio en el que la gente pueda hablar acerca de esos aspectos de sí mismos que son aterradores y capaces que causar gran crueldad.
Al conocer estas historias creo que es casi inevitable preguntarse si uno mismo sería capaz de cometer semejantes actos…
Es cierto… y siempre me he preguntado si esa es una de las razones por las que siempre mostramos a estas personas en los medios. De hecho, la palabra monstruo está conectada etimológicamente con la palabra mostrar.
Hay algo en la forma en que ponemos a la gente en los medios públicos, las redes sociales, los periódicos, la televisión...
Exponemos a estos "monstruos" y pensamos "¡Oh, que bien que estén ahí", creo que eso quizás nos ayuda a sentir que no somos como ellos.
Pero la verdadera preocupación es: ¿será que bajo ciertas circunstancias cada uno de nosotros tendrá la capacidad de hacer algo monstruoso?
Si muchos factores de riesgo se juntan, ¿nos veríamos en capacidad de cometer una crueldad extrema? Esa es una pregunta muy importante.
Qué dice la ciencia de las personas con psicopatía (y por qué tienen poco que ver con lo que muestran las series policíacas)
¿Y hay respuesta a esa pregunta? ¿Tenemos todos la capacidad de convertirnos en un "monstruo"?
Sí, creo que todos tenemos ese potencial. Si se alinean los factores de riesgo correctos, sí, somos capaces de una gran crueldad.
Usted utiliza el concepto de "entender la crueldad". ¿A qué se refiere?
Cuando hablamos de la maldad humana a menudo se reduce al hecho de ser cruel con otras personas.
Creo que las cosas que tendemos a considerar más malévolas involucran infligir, de manera deliberada, crueldad sobre personas que son extremadamente vulnerables.
Entonces, en mi trabajo, suelo enfocarme particularmente en ayudar a las personas a explorar cómo pudieron llegar a ser tan crueles con otra persona.
Lo que intento es que ellos exploren, expliquen y articulen los sentimientos, las emociones que subyacen esos actos de gran crueldad.
Y también dice que trata de aplicar una "empatía radical" con sus pacientes. ¿Qué significa eso?
La idea general de empatía tiene que ver con ser capaces de ponerse en los zapatos de otra persona.
Cuando vemos a alguien que está angustiado o molesto tratamos de imaginarnos qué se siente ser esa persona, e incluso podemos llegar a sentir alguna respuesta emocional hacia esa persona.
Seguro te habrás dado cuenta de que si estamos sentados junto a alguien que está acongojado, a menudo nos sentimos tristes, eso es parte de la respuesta empática.
Pero cuando trabajas con personas que han sido crueles y con estados mentales desorganizados, hay una necesidad de crear una distancia, necesitas mantenerte cercano pero también mantener una distancia si quieres llegar a la raíz de las cosas.
Así me surgió la idea de la "empatía radical", porque es una empatía que trata de llegar a la raíz de las cosas, pero tiene también cierta distancia que te permita mantener una perspectiva, no solo de esta persona y lo que hizo, sino de las personas a quienes hicieron daño, de manera que no pierdas de vista a las víctimas.
¿Cree que esa "empatía radical" se podría aplicar más allá de su ámbito profesional, en la vida diaria de las personas?
La empatía radical se ha vuelto una necesidad en mi trabajo, como una manera de mantener una mente abierta y crear espacios para ayudar a estos hombres y mujeres a reconocer su crueldad, pero creo que si yo puedo hacerlo, cualquier persona puede hacerlo. No creo que sea una habilidad muy especial.
Y creo que es muy importante, especialmente en estos tiempos donde parece que tenemos estados mentales muy polarizados, no encasillar a otras personas que son distintas a mí.
Quizás tenemos más cosas en común con esas personas de lo que pensamos, incluso si tienen posiciones políticas distintas, u opiniones sobre las vacunas que uno no comparte.
¿Cuál sería el límite entre tener empatía radical y justificar la crueldad?
En el libro me interesó dejar claro que quienes trabajamos como terapeutas de agresores nunca, nunca, ofrecemos una excusa para lo que ocurrió.
No se trata de buscar excusas, sino de entender y explicar cómo alguien llegó a cometer estos actos.
La violencia que he visto en el ámbito en el que trabajo es altamente inusual, la mayoría de las personas no expresan sus emociones con crueldad, entonces cuanta más información podamos recopilar acerca de cómo alguien llegó a ese punto, mejor podremos entenderlos, con el fin de manejar el riesgo en el futuro.
Entonces, a todos nos conviene entender esta violencia, pero nadie está sugiriendo que esta explicación sea una excusa.
Por otro lado, las cortes existen para expresar nuestra condena social a personas que son crueles, y eso me parece totalmente razonable, que condenemos esas acciones, ciertamente queremos dejar claro que eso no está bien y que la persona debe responsabilizarse por lo que hizo.
Mi experiencia es mayormente con personas que han cometido asesinatos en momentos en los que no estaban bien mentalmente. Creo que a esas personas les parece útil entender cómo fueron capaces de hacer eso, y, de esa manera, puedan asumir mayor responsabilidad criminal y moral de la manera en que la sociedad queremos que lo haga.
Entonces es un gana-gana.
¿Cuáles son los principales mitos o asunciones que tenemos respecto a las personas que cometen estos actos?
Primero, hay que tener en cuenta que yo no trato a criminales de guerra. No tengo ninguna autoridad o experticia para hablar de lo que ocurre en la mente de personas que instigaron eventos como el Holocausto, por ejemplo.
Aunque me parece interesante que no se haya pensado que esas personas estaban mentalmente enfermas.
Yo solo trato a personas cuya violencia parece estar relacionada con algún tipo de trastorno mental, y en ese grupo particular he notado un par de cosas.
La primera es que muchos de ellos vienen de un ambiente muy trastornado, han sido expuestos a varios tipos de traumas durante su niñez.
En particular, han sido expuestos a violencia física y descuido de forma crónica durante su niñez. Son personas que vivieron con padres que eran violentos entre ellos, que abusaban de sustancias.
Esos factores aumentan significativamente el riesgo de ser violento en la adultez.
Lo otro que he notado es que son personas que han perdido, o nunca han tenido, la capacidad de relacionarse con otras personas.
Esa capacidad del placer en las relaciones sociales es algo que damos por sentado.
Personas como tú o como yo somos capaces de salir y disfrutar un café o dar una caminata con alguien. Esa capacidad es algo que a menudo está ausente en las personas con las que yo trabajo.
Usted también habla de que si bien las cifras muestran que las mujeres son menos violentas, la realidad es mucho más compleja…
Sí, a ver… es un hecho innegable que en números absolutos muchas menos mujeres que hombres actúan de manera violenta.
Los números son incontrovertibles, pero el porqué es una pregunta digna de Premio Nobel.
La respuesta es que hay muchos factores distintos, pero hay dos aspectos que me interesan en particular.
El primero es ¿hay algo en los tipos de masculinidades que se lo ofrecen a los niños y a los hombres jóvenes que hace que aumente el riesgo de violencia?
Y, de forma contraria, ¿hay algo en la feminidad que pueda resultar como un protector para las mujeres?
Lo que he notado trabajando con mujeres es que sus estados de crueldad son muy similares a los de los hombres.
Entonces, no hay diferencia en los niveles de crueldad, la diferencia está en cifras de quienes finalmente llegan a actuar de esa manera.
Entonces, lo interesante es entender cómo pasas de un estado mental a la acción.
¿Es correcto afirmar que hay personas genéticamente violentas?
No, no es correcto. Hay una gran cantidad de investigación en esa área y no hay ninguna evidencia de que haya genes para la violencia, en absoluto.
Lo que sí hay son genes para neurotransmisores que hasta cierto punto podrían contribuir a que una persona se altere.
Puede haber cierta disposición genética a los trastornos del estado de ánimo que pueden contribuir un poco al riesgo, pero eso representa solo un poco del riesgo de violencia.
Otra de la cosas que ha quedado clara es que nuestros genes son modificados por nuestra experiencia.
Una de las preguntas interesantes es, volviendo un poco a lo que mencionaba sobre los traumas infantiles, ¿hay algo en la exposición crónica al trauma durante la niñez que tenga un impacto en cómo los genes de ciertos neurotransmisores se desarrollan?
Eso es una pregunta empírica, pero incluso si pudieras demostrar eso, está tan lejos de cometer un acto violento que no es realmente significativo.
Si queremos reducir la cantidad de violencia en el mundo no lo lograremos mirando los genes de las personas, lo lograremos observando cómo se enfurece la gente, cómo entran en conflictos, cómo las personas comienzan a comprender las mentes de otros.
¿Cree que su trabajo de alguna manera le sirve de algo a los familiares de las víctimas?
He trabajado con muchas personas que han asesinado a sus familiares. A menudo ellos tienen familiares que van a visitarlos al hospital y que mantienen una relación.
Cuando un familiar mata a otro es una catástrofe para toda la familia.
Mi experiencia es que en esas circunstancias muchas víctimas sienten cierta satisfacción de que su familiar esté recibiendo ayuda.
He trabajado en clínicas de trauma y he conocidos víctimas de violencia muy grave que tienen la esperanza de que la persona que lo atacó reciba ayuda.
La gente puede llegar a ser increíblemente generosa en ese sentido, pero también he conocido víctimas que estaban comprensiblemente llenas de rabia y con afán de venganza.
Y eso lo entiendo, sería una locura de mi parte no entender esa reacción.
¿Qué siente usted al tratar a sus pacientes?
Tristeza, tristeza abrumadora.
Mi experiencia como terapeuta me ha dado un nuevo nivel al significado de la palabra tragedia.
Una tragedia es algo que data de los antiguos griegos en la que la persona comete una acción con consecuencias irreversibles.
De esa manera, nunca puedes volver al lugar al que estabas antes. En la vida hay muchas cosas que podemos cambiar y avanzar hacia algo mejor, pero cuando matas a alguien es como si destruyeras un mundo.
Como dice el Talmud "quien mata a una persona, es como si matara a un mundo entero".
Creo que es trágico cuando eso ocurre. Lo es para quien muere y para quienes lo rodean, pero para el perpetrador también lo es porque no puede volver a la vida que tenía antes.
Entonces, para mí la sensación más abrumadora es siempre la tristeza y un sentido de profunda tragedia.
¿Qué lecciones destaca de su experiencia trabajando con sus pacientes?
Hay un buena noticia y es que la violencia muy grave, particularmente por parte de personas con una enfermedad mental, es muy inusual.
Pero, el otro lado de eso es que el hecho de que sea inusual hace que debamos tomarla muy en serio.
Debemos invertir tiempo, esfuerzos y dinero en acercarnos a los problemas que hace que la gente actúe de manera violenta, porque cuanto mejor lo entendamos, más probable es que tratemos de organizarnos para prevenir que ocurra en el futuro.
A nivel personal, mis pacientes me han enseñado las inmensas posibilidades que las personas cambien para bien.
Que incluso quienes han cometido actos terribles pueden cambiar para bien, no sin pagar un precio, no sin angustia.
He aprendido que en realidad hay poca gente que no logra cambiar si se lo proponen.
Me he visto impresionada y conmovida por el coraje que han mostrado algunas personas que están dispuestas a mirar a sus estados más oscuros y trastornados, están dispuestas a tomar ese riesgo, y creo que eso nos trae esperanzas a todos.
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domingo, 8 de mayo de 2022
Un virus salva a un hombre de una bacteria resistente a todos los antibióticos.
Un equipo de EE UU relata el primer caso de una persona que supera las heridas causadas por ‘M. chelonae’ con un tratamiento experimental en auge
En enero de 2020, un hombre de 56 años llegó a un hospital de Boston aquejado por una llamativa erupción en la piel que se le había extendido por el brazo izquierdo. En pocos meses su situación llegó a ser tan crítica que tuvo que ser ingresado sin que ninguno de los tratamientos aplicados surtiesen efecto. La historia de cómo superó esta crisis es un nuevo ejemplo del potencial de los virus para luchar contra superbacterias resistentes a antibióticos, una pandemia global sin solución aparente que cada año mata más que el sida, la malaria y algunos tumores.
Las bacterias resistentes a antibióticos se ceban con personas que ya están debilitadas por otras enfermedades o tratamientos. Estos pacientes —cientos de millones en todo el mundo— son los más expuestos a graves complicaciones o incluso a morir por estas infecciones.
El hombre que acudió al hospital Brigham de Mujeres aquel enero de 2020 era la víctima perfecta. Tenía una enfermedad crónica de riñón y sufría artritis en las articulaciones por un problema en su sistema inmune que además le causaba complicaciones neurológicas. Los médicos comenzaron a tratarle con antibióticos sin que la situación mejorase. Un mes después tuvo que ser ingresado. Las lesiones cutáneas en su brazo se hicieron tan grandes que los médicos tuvieron que sajarlas para retirar el tejido muerto. Ninguno de los antimicrobianos usados podía con la bacteria que le causaba la infección. Se trataba de Mycobacterium chelonae, un patógeno de la familia de la tuberculosis que puede causar erupciones y daños generalizados en otros órganos. Además, el paciente de EE UU sufrió graves efectos secundarios por la toxicidad de todos los antibióticos que recibió.
Un año después, la infección se había extendido y los abscesos eran cada vez más grandes y dolorosos. En ese momento, el médico de origen venezolano Francisco M. Marty sugirió a sus colegas que tal vez un virus fuese capaz de curar a este paciente.
El médico se refería a los virus bacteriófagos, patógenos especializados en matar bacterias. Por cada bacteria conocida hay probablemente un virus capaz de entrar en ella y aniquilarla. Lo único que debían hacer los médicos era encontrar el patógeno adecuado. Los médicos extrajeron microbios de las heridas del paciente, secuenciaron su genoma y buscaron entre 20 fagos que se habían estudiado antes para eliminar infecciones con otra superbacteria de la misma familia. Fue así como se identificó Muddy, un fago que en las pruebas de laboratorio eliminó sin problemas a la M. chelonae.
Los médicos consiguieron los permisos para usar el Muddy como tratamiento experimental y se lo inyectaron al paciente por vía intravenosa. También mantuvieron el tratamiento con antibióticos. Las lesiones mejoraron en apenas dos semanas. El paciente no tuvo efectos secundarios graves. En la actualidad sigue recibiendo el tratamiento viral y no muestra signos de infección, explica Jessica Little, médico del Brigham y primera autora del estudio que describe hoy este caso.
“Es la primera vez que la terapia con fagos se aplica a la M. chelonae”, explica Little. “Además, es el primer caso en el que se consiguen resultados con un solo virus; normalmente se emplean cócteles de varios fagos”, añade. Este caso se suma al reducido, pero creciente número de pacientes que superaron infecciones con superbacterias gracias a esta terapia experimental.
El equipo médico no ha identificado al paciente para preservar su intimidad, pero ha publicado imágenes que muestran la rápida evolución de sus heridas tras el tratamiento experimental. Su caso deja una incógnita interesante. El paciente desarrolló anticuerpos contra el virus Muddy, pero a pesar de ello no hubo complicaciones ni recaídas, destaca Little. “Necesitamos comprender mejor la interacción entre estos virus y el sistema inmune de los pacientes, y si esta puede afectar al éxito del tratamiento”, añade la médica.
En el estudio hay un afectuoso recuerdo para Francisco M. Marty, el médico del Brigham que sugirió los fagos por primera vez y que murió el 9 de abril de 2021 al caer a un precipicio mientras tomaba fotos en República Dominicana durante unas vacaciones.
La investigadora del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de Valencia Pilar Domingo-Calap es una de las mayores expertas en España sobre el uso de fagos para vencer infecciones recalcitrantes. Recientemente consiguió aislar fagos para tratar a Dani Río, un chaval de 18 años que había estado al borde de la muerte por una infección similar a la del paciente estadounidense. “Recurrir a fagos como tratamiento compasivo no es nuevo, pero el hecho de que cada vez haya más casos y con resultados positivos refuerza la necesidad de regular su utilización en clínica”, resalta esta bióloga molecular.
Por el momento estos tratamientos solo se usan como último recurso, cuando no hay otras opciones terapéuticas. “A partir de las propias cepas de los pacientes buscamos fagos en el ambiente y los caracterizamos”, relata Domingo-Calap. Los fagos a veces están en los lugares menos esperados, como las aguas fecales de los hospitales donde se dan infecciones con superbacterias. Uno de los objetivos en este momento es crear “librerías” de fagos identificados, estudiados y catalogados por el tipo de superbacteria que pueden aniquilar. Uno de los objetivos es confeccionar cócteles de fagos contra las superbacterias más frecuentes que puedan emplearse de forma tan generalizada.
Las superbacterias son consecuencia directa del abuso de antibióticos. El empleo indiscriminado para tratar preventivamente cualquier tipo de infección o para engordar al ganado ha hecho que muchas bacterias desarrollen inmunidad contra muchos o todos los antibióticos conocidos. El objetivo ahora es evitar que suceda lo mismo con los fagos. Por eso se buscan virus “líticos”, es decir, que penetran en la bacteria y la revientan literalmente. Es importante que no integren su genoma con partes del ADN de la bacteria; de lo contrario podrían convertirse en un vehículo de transmisión de resistencia, lo que nos devolvería a la casilla de salida en la lucha contra esta preocupante pandemia.
https://elpais.com/ciencia/2022-05-03/un-virus-salva-a-un-hombre-de-una-bacteria-resistente-a-todos-los-antibioticos.html
En enero de 2020, un hombre de 56 años llegó a un hospital de Boston aquejado por una llamativa erupción en la piel que se le había extendido por el brazo izquierdo. En pocos meses su situación llegó a ser tan crítica que tuvo que ser ingresado sin que ninguno de los tratamientos aplicados surtiesen efecto. La historia de cómo superó esta crisis es un nuevo ejemplo del potencial de los virus para luchar contra superbacterias resistentes a antibióticos, una pandemia global sin solución aparente que cada año mata más que el sida, la malaria y algunos tumores.
Las bacterias resistentes a antibióticos se ceban con personas que ya están debilitadas por otras enfermedades o tratamientos. Estos pacientes —cientos de millones en todo el mundo— son los más expuestos a graves complicaciones o incluso a morir por estas infecciones.
El hombre que acudió al hospital Brigham de Mujeres aquel enero de 2020 era la víctima perfecta. Tenía una enfermedad crónica de riñón y sufría artritis en las articulaciones por un problema en su sistema inmune que además le causaba complicaciones neurológicas. Los médicos comenzaron a tratarle con antibióticos sin que la situación mejorase. Un mes después tuvo que ser ingresado. Las lesiones cutáneas en su brazo se hicieron tan grandes que los médicos tuvieron que sajarlas para retirar el tejido muerto. Ninguno de los antimicrobianos usados podía con la bacteria que le causaba la infección. Se trataba de Mycobacterium chelonae, un patógeno de la familia de la tuberculosis que puede causar erupciones y daños generalizados en otros órganos. Además, el paciente de EE UU sufrió graves efectos secundarios por la toxicidad de todos los antibióticos que recibió.
Un año después, la infección se había extendido y los abscesos eran cada vez más grandes y dolorosos. En ese momento, el médico de origen venezolano Francisco M. Marty sugirió a sus colegas que tal vez un virus fuese capaz de curar a este paciente.
El médico se refería a los virus bacteriófagos, patógenos especializados en matar bacterias. Por cada bacteria conocida hay probablemente un virus capaz de entrar en ella y aniquilarla. Lo único que debían hacer los médicos era encontrar el patógeno adecuado. Los médicos extrajeron microbios de las heridas del paciente, secuenciaron su genoma y buscaron entre 20 fagos que se habían estudiado antes para eliminar infecciones con otra superbacteria de la misma familia. Fue así como se identificó Muddy, un fago que en las pruebas de laboratorio eliminó sin problemas a la M. chelonae.
Los médicos consiguieron los permisos para usar el Muddy como tratamiento experimental y se lo inyectaron al paciente por vía intravenosa. También mantuvieron el tratamiento con antibióticos. Las lesiones mejoraron en apenas dos semanas. El paciente no tuvo efectos secundarios graves. En la actualidad sigue recibiendo el tratamiento viral y no muestra signos de infección, explica Jessica Little, médico del Brigham y primera autora del estudio que describe hoy este caso.
“Es la primera vez que la terapia con fagos se aplica a la M. chelonae”, explica Little. “Además, es el primer caso en el que se consiguen resultados con un solo virus; normalmente se emplean cócteles de varios fagos”, añade. Este caso se suma al reducido, pero creciente número de pacientes que superaron infecciones con superbacterias gracias a esta terapia experimental.
El equipo médico no ha identificado al paciente para preservar su intimidad, pero ha publicado imágenes que muestran la rápida evolución de sus heridas tras el tratamiento experimental. Su caso deja una incógnita interesante. El paciente desarrolló anticuerpos contra el virus Muddy, pero a pesar de ello no hubo complicaciones ni recaídas, destaca Little. “Necesitamos comprender mejor la interacción entre estos virus y el sistema inmune de los pacientes, y si esta puede afectar al éxito del tratamiento”, añade la médica.
En el estudio hay un afectuoso recuerdo para Francisco M. Marty, el médico del Brigham que sugirió los fagos por primera vez y que murió el 9 de abril de 2021 al caer a un precipicio mientras tomaba fotos en República Dominicana durante unas vacaciones.
La investigadora del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas de Valencia Pilar Domingo-Calap es una de las mayores expertas en España sobre el uso de fagos para vencer infecciones recalcitrantes. Recientemente consiguió aislar fagos para tratar a Dani Río, un chaval de 18 años que había estado al borde de la muerte por una infección similar a la del paciente estadounidense. “Recurrir a fagos como tratamiento compasivo no es nuevo, pero el hecho de que cada vez haya más casos y con resultados positivos refuerza la necesidad de regular su utilización en clínica”, resalta esta bióloga molecular.
Por el momento estos tratamientos solo se usan como último recurso, cuando no hay otras opciones terapéuticas. “A partir de las propias cepas de los pacientes buscamos fagos en el ambiente y los caracterizamos”, relata Domingo-Calap. Los fagos a veces están en los lugares menos esperados, como las aguas fecales de los hospitales donde se dan infecciones con superbacterias. Uno de los objetivos en este momento es crear “librerías” de fagos identificados, estudiados y catalogados por el tipo de superbacteria que pueden aniquilar. Uno de los objetivos es confeccionar cócteles de fagos contra las superbacterias más frecuentes que puedan emplearse de forma tan generalizada.
Las superbacterias son consecuencia directa del abuso de antibióticos. El empleo indiscriminado para tratar preventivamente cualquier tipo de infección o para engordar al ganado ha hecho que muchas bacterias desarrollen inmunidad contra muchos o todos los antibióticos conocidos. El objetivo ahora es evitar que suceda lo mismo con los fagos. Por eso se buscan virus “líticos”, es decir, que penetran en la bacteria y la revientan literalmente. Es importante que no integren su genoma con partes del ADN de la bacteria; de lo contrario podrían convertirse en un vehículo de transmisión de resistencia, lo que nos devolvería a la casilla de salida en la lucha contra esta preocupante pandemia.
https://elpais.com/ciencia/2022-05-03/un-virus-salva-a-un-hombre-de-una-bacteria-resistente-a-todos-los-antibioticos.html
sábado, 7 de mayo de 2022
El innovador y exitoso método nórdico para acabar con el acoso escolar
Lady Gaga, Shawn Mendes, Blake Lively, Karen Elson, Eminem, Kate Middleton y Mike Nichols. Estas son solo algunas de las personas que han hablado de su experiencia como víctimas del acoso escolar y el dolor que esto les ha causado en la infancia y en etapas posteriores de su vida.
Cualquiera que haya sido victimizado de niño comprenderá los sentimientos de vergüenza que pueden generar este tipo de experiencias. Y las consecuencias no se quedan ahí.
Investigaciones recientes sugieren que los efectos del acoso infantil pueden persistir durante décadas, con cambios duraderos que pueden ponernos en mayor riesgo de enfermedades mentales y físicas.
Estos hallazgos están llevando a un número cada vez mayor de educadores a cambiar su punto de vista sobre el matoneo: de una situación inevitable del crecimiento a una violación de los derechos humanos de los niños.
"La gente solía pensar que el acoso escolar era un comportamiento normal y, en algunos casos, que incluso podría ser algo bueno, porque ayuda a fortalecer el carácter", explica Louise Arseneault, profesora de psicología del desarrollo en el King's College de Londres, en Reino Unido.
"Les tomó mucho tiempo [a los investigadores] comenzar a considerar este comportamiento como algo que puede ser realmente dañino".
Con este cambio de mentalidad, muchos investigadores ahora están probando varios esquemas contra el acoso, con algunas estrategias nuevas y emocionantes para crear un entorno escolar más amable.
Cultura de tolerancia de la victimización
El Programa de Prevención del Acoso Olweus (Olweus Bullying Prevention Program) es uno de los esquemas que más se ha puesto a prueba.
Lady Gaga es uno de los personajes famosos que ha hablado abiertamente sobre su experiencia de acoso escolar.
Fue desarrollado por el fallecido psicólogo sueco-noruego Dan Olweus, quien encabezó gran parte de las primeras investigaciones académicas sobre la victimización infantil.
El programa se basa en la idea de que los casos individuales de acoso suelen ser producto de una cultura más amplia que tolera la victimización. Como resultado, intenta abordar todo el ecosistema escolar para evitar que prospere el mal comportamiento.
Como muchas otras intervenciones, el Programa Olweus comienza con un reconocimiento del problema. Por este motivo, los colegios deberían realizar una encuesta para preguntar a los alumnos sobre sus experiencias.
"Saber lo que está pasando en tu edificio es realmente importante y puede guiar tus esfuerzos de prevención del acoso escolar", dice Susan Limber, profesora de psicología del desarrollo de la Universidad de Clemson, en Carolina del Sur, Estados Unidos.
El Programa Olweus alienta a la escuela a establecer expectativas muy claras para un comportamiento aceptable, y las consecuencias si se infringen esas reglas.
"[Las sanciones] no deberían ser una sorpresa para el niño", dice Limber. Los adultos deben actuar como modelos positivos a seguir, que refuercen los buenos comportamientos y muestren tolerancia cero ante cualquier forma de victimización.
También deben aprender a reconocer los lugares dentro de la escuela donde es más probable que ocurra la intimidación y supervisarlos regularmente.
"Todos los adultos de la escuela necesitan una formación básica sobre el acoso: las personas que trabajan en la cafetería, los conductores de autobuses, el conserje", señala Limber
A nivel del aula, los propios niños organizan reuniones para discutir la naturaleza del acoso escolar y las formas en que pueden ayudar a los estudiantes que son víctimas de este comportamiento.
El objetivo, en todo ello, es conseguir que el mensaje anti-intimidación quede arraigado en la cultura de la institución.
Resultados positivos
Al trabajar con Olweus, Limber probó el esquema en varios entornos, incluida una implementación a gran escala en más de 200 escuelas en Pensilvania.
Sus análisis sugieren que el programa resultó en 2.000 casos menos de intimidación durante dos años. Es importante destacar que los investigadores también observaron cambios en la actitud general de la población escolar hacia el acoso, incluida una mayor empatía con las víctimas.
Los resultados de Limber no son los únicos que muestran que las campañas sistemáticas contra el acoso pueden generar un cambio positivo.
Todo el personal de la escuela debería estar alerta a las posibles señales de intimidación y matoneo.
Un metanálisis reciente, que examinó los resultados de 69 ensayos, concluyó que las campañas contra el acoso escolar no solo reducen la victimización sino que también mejoran la salud mental general de los estudiantes.
Curiosamente, la duración de los programas no pareció predecir sus posibilidades de éxito.
"Incluso unas pocas semanas de intervención fueron efectivas", dice David Fraguas, del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, España, quien fue el autor principal del estudio.
Atentos a las señales
La intimidación no acaba en la escuela, y Limber argumenta que los padres y cuidadores deben estar atentos a las señales que indican que puede haber un problema. "Debes ser proactivo al hablar sobre el tema, no esperes a que surja", dice.
"Puedes hacerlo como parte de una conversación del tipo: '¿Cómo van las cosas con tus amigos? ¿Tienes algún problema?'".
Ella enfatiza que el adulto debe tomar en serio las preocupaciones del niño, incluso si parecen triviales desde una perspectiva externa, al mismo tiempo que debe mantener una mente abierta.
"Escucha atentamente y trata de controlar tus emociones mientras las escuchas". El cuidador debe evitar hacer sugerencias apresuradas sobre cómo el niño puede manejar el problema, ya que esto a veces puede crear la sensación de que la víctima tiene la culpa de la experiencia.
Todos los sitios donde puede ocurrir el acoso dentro de la institución educativa deberían estar supervisados.
Si corresponde, el padre o tutor debe iniciar una conversación con la escuela, que debe elaborar un plan de inmediato para asegurarse de que el niño se sienta seguro. "Lo primero es centrarse en ese niño y sus experiencias".
Crecer rara vez va a ser fácil: los niños y los adolescentes están aprendiendo a manejar las relaciones sociales y eso va a traer dolor y malestar.
Pero como adultos, podemos hacer un trabajo mucho mejor al enseñarles a los niños que ciertos tipos de comportamientos nunca son aceptables: no hay nadie a quien culpar sino a los mismos agresores.
Estas lecciones podrían tener un impacto generalizado en la salud y la felicidad de muchas generaciones venideras.
*Este artículo fue publicado en BBC Future.
https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-61283576
Cualquiera que haya sido victimizado de niño comprenderá los sentimientos de vergüenza que pueden generar este tipo de experiencias. Y las consecuencias no se quedan ahí.
Investigaciones recientes sugieren que los efectos del acoso infantil pueden persistir durante décadas, con cambios duraderos que pueden ponernos en mayor riesgo de enfermedades mentales y físicas.
Estos hallazgos están llevando a un número cada vez mayor de educadores a cambiar su punto de vista sobre el matoneo: de una situación inevitable del crecimiento a una violación de los derechos humanos de los niños.
"La gente solía pensar que el acoso escolar era un comportamiento normal y, en algunos casos, que incluso podría ser algo bueno, porque ayuda a fortalecer el carácter", explica Louise Arseneault, profesora de psicología del desarrollo en el King's College de Londres, en Reino Unido.
"Les tomó mucho tiempo [a los investigadores] comenzar a considerar este comportamiento como algo que puede ser realmente dañino".
Con este cambio de mentalidad, muchos investigadores ahora están probando varios esquemas contra el acoso, con algunas estrategias nuevas y emocionantes para crear un entorno escolar más amable.
Cultura de tolerancia de la victimización
El Programa de Prevención del Acoso Olweus (Olweus Bullying Prevention Program) es uno de los esquemas que más se ha puesto a prueba.
Lady Gaga es uno de los personajes famosos que ha hablado abiertamente sobre su experiencia de acoso escolar.
Fue desarrollado por el fallecido psicólogo sueco-noruego Dan Olweus, quien encabezó gran parte de las primeras investigaciones académicas sobre la victimización infantil.
El programa se basa en la idea de que los casos individuales de acoso suelen ser producto de una cultura más amplia que tolera la victimización. Como resultado, intenta abordar todo el ecosistema escolar para evitar que prospere el mal comportamiento.
Como muchas otras intervenciones, el Programa Olweus comienza con un reconocimiento del problema. Por este motivo, los colegios deberían realizar una encuesta para preguntar a los alumnos sobre sus experiencias.
"Saber lo que está pasando en tu edificio es realmente importante y puede guiar tus esfuerzos de prevención del acoso escolar", dice Susan Limber, profesora de psicología del desarrollo de la Universidad de Clemson, en Carolina del Sur, Estados Unidos.
El Programa Olweus alienta a la escuela a establecer expectativas muy claras para un comportamiento aceptable, y las consecuencias si se infringen esas reglas.
"[Las sanciones] no deberían ser una sorpresa para el niño", dice Limber. Los adultos deben actuar como modelos positivos a seguir, que refuercen los buenos comportamientos y muestren tolerancia cero ante cualquier forma de victimización.
También deben aprender a reconocer los lugares dentro de la escuela donde es más probable que ocurra la intimidación y supervisarlos regularmente.
"Todos los adultos de la escuela necesitan una formación básica sobre el acoso: las personas que trabajan en la cafetería, los conductores de autobuses, el conserje", señala Limber
A nivel del aula, los propios niños organizan reuniones para discutir la naturaleza del acoso escolar y las formas en que pueden ayudar a los estudiantes que son víctimas de este comportamiento.
El objetivo, en todo ello, es conseguir que el mensaje anti-intimidación quede arraigado en la cultura de la institución.
Resultados positivos
Al trabajar con Olweus, Limber probó el esquema en varios entornos, incluida una implementación a gran escala en más de 200 escuelas en Pensilvania.
Sus análisis sugieren que el programa resultó en 2.000 casos menos de intimidación durante dos años. Es importante destacar que los investigadores también observaron cambios en la actitud general de la población escolar hacia el acoso, incluida una mayor empatía con las víctimas.
Los resultados de Limber no son los únicos que muestran que las campañas sistemáticas contra el acoso pueden generar un cambio positivo.
Todo el personal de la escuela debería estar alerta a las posibles señales de intimidación y matoneo.
Un metanálisis reciente, que examinó los resultados de 69 ensayos, concluyó que las campañas contra el acoso escolar no solo reducen la victimización sino que también mejoran la salud mental general de los estudiantes.
Curiosamente, la duración de los programas no pareció predecir sus posibilidades de éxito.
"Incluso unas pocas semanas de intervención fueron efectivas", dice David Fraguas, del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, España, quien fue el autor principal del estudio.
Atentos a las señales
La intimidación no acaba en la escuela, y Limber argumenta que los padres y cuidadores deben estar atentos a las señales que indican que puede haber un problema. "Debes ser proactivo al hablar sobre el tema, no esperes a que surja", dice.
"Puedes hacerlo como parte de una conversación del tipo: '¿Cómo van las cosas con tus amigos? ¿Tienes algún problema?'".
Ella enfatiza que el adulto debe tomar en serio las preocupaciones del niño, incluso si parecen triviales desde una perspectiva externa, al mismo tiempo que debe mantener una mente abierta.
"Escucha atentamente y trata de controlar tus emociones mientras las escuchas". El cuidador debe evitar hacer sugerencias apresuradas sobre cómo el niño puede manejar el problema, ya que esto a veces puede crear la sensación de que la víctima tiene la culpa de la experiencia.
Todos los sitios donde puede ocurrir el acoso dentro de la institución educativa deberían estar supervisados.
Si corresponde, el padre o tutor debe iniciar una conversación con la escuela, que debe elaborar un plan de inmediato para asegurarse de que el niño se sienta seguro. "Lo primero es centrarse en ese niño y sus experiencias".
Crecer rara vez va a ser fácil: los niños y los adolescentes están aprendiendo a manejar las relaciones sociales y eso va a traer dolor y malestar.
Pero como adultos, podemos hacer un trabajo mucho mejor al enseñarles a los niños que ciertos tipos de comportamientos nunca son aceptables: no hay nadie a quien culpar sino a los mismos agresores.
Estas lecciones podrían tener un impacto generalizado en la salud y la felicidad de muchas generaciones venideras.
*Este artículo fue publicado en BBC Future.
https://www.bbc.com/mundo/vert-fut-61283576
viernes, 6 de mayo de 2022
Qué es la reserva cognitiva y por qué debemos trabajar en ella para cuidar nuestro cerebro
Científicos analizaron los cerebros de un grupo de personas y encontraron cambios propios de haber padecido Alzheimer avanzado.
Sin embargo, en vida, esos individuos no mostraron síntomas de la enfermedad.
¿La razón? "Tenían una reserva cognitiva lo suficientemente grande como para compensar el daño y continuar funcionando como de costumbre", señala Harvard Health Publishing, la publicación de la Escuela de Medicina de Harvard en el artículo What is cognitive reserve?
Otras investigaciones han demostrado que las personas con una mayor reserva cognitiva pueden evitar con mayor eficiencia los síntomas de los cambios cerebrales degenerativos asociados con la demencia u otras enfermedades cerebrales, como el Parkinson, la esclerosis múltiple o un accidente cerebrovascular.
Esa es una buena noticia y se vuelve aún más positiva porque es posible, a lo largo de la vida, tratar de construir una "reserva cognitiva" sólida para fortalecer las redes del cerebro.
Entre reservas
De acuerdo con el doctor Manuel Vázquez Marrufo, catedrático del departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Sevilla, la reserva cognitiva es lo que en la psicología y las neurociencias se denomina un "constructo", es decir, un concepto que se usa para abordar una teoría, aunque "todavía no se sabe a ciencia cierta qué correlatos fisiológicos están realmente detrás de ella".
El experto la define como "una especie de propiedad" que tenemos -producto de la experiencia- y que "efectivamente nos protege contra las lesiones que se van produciendo en el cerebro".
Para la publicación de la universidad estadounidense es "la capacidad de nuestro cerebro para improvisar y encontrar formas alternativas de hacer un trabajo".
Vásquez le explica a BBC Mundo que el cerebro posee mecanismos de plasticidad, basados en factores genéticos, que permiten que haya una compensación cuando sufrimos, por ejemplo, una lesión o un traumatismo.
A eso se le llama reserva cerebral y está más relacionada con la capacidad del cerebro para generar nuevas neuronas, con la fortaleza de la sinapsis, con "el hardware del cerebro", con su estructura.
Por su parte, la reserva cognitiva es la que se va acumulando a través de nuestras actividades diarias y tiene más que ver con la actividad cognitiva que se ha desarrollado desde que se nace.
De esa forma, una combinación de lo que tengas en tu reserva cerebral y en tu reserva cognitiva determinará "cómo el cerebro se enfrentará a las lesiones o a las enfermedades neurodegenerativas", señala el doctor.
O como plantea el estudio "Cuestionario de reserva cognitiva: propiedades psicométricas en población argentina", publicado en la Revista de Neurología:
"Para un mismo daño cerebral en dos pacientes con igual reserva cerebral, el paciente con mayor reserva cognitiva podrá tolerar mejor el daño y ralentizar las manifestaciones clínicas.
Dicho de otra manera, la reserva cognitiva designa el conjunto de recursos cognitivos que una persona logra adquirir en el transcurso de su vida, y que confieren protección frente al envejecimiento y la lesión cerebral".
Activa
En el libro Cognitive Reserve: Theory and Applications, Yaakov Stern, profesor de Neuropsicología de la Universidad de Columbia, señala que la reserva cerebral es un ejemplo de lo que se podría llamar un "modelo de reserva pasivo", en el que la misma "se deriva del tamaño del cerebro o del conteo neuronal".
"En contraste, el modelo de reserva cognitiva sugiere que el cerebro activamente trata de sobrellevar el daño cerebral por medio del uso de enfoques de procesamiento cognitivo preexistentes o reclutando enfoques compensatorios".
El neurocientífico, que ha estudiado la reserva cognitiva por décadas, busca entender "por qué algunos individuos muestran más déficit cognitivo que otros teniendo el mismo grado de patología cerebral", indica en la página web de la universidad.
"Mi propia investigación, y la de otros en el campo, ha demostrado que los aspectos de la experiencia de la vida, como los logros educativos o laborales, pueden proporcionar una reserva contra la patología cerebral, lo que permite que algunas personas se mantengan funcionales por más tiempo que otras".
En el libro, Stern plantea que "la variabilidad individual en la reserva cognitiva puede originarse en diferencias innatas o genéticas o en las experiencias de vida".
El Estudio de las Monjas
En 1986, un joven epidemiólogo llamado David Snowdon se acercó a las monjas de un convento en Minnesota para llevar a cabo un estudio que buscaba examinar los misterios del envejecimiento y el Alzheimer.
El estudio, que se extendió varios años, es considerado uno de los esfuerzos más innovadores para comprender la enfermedad y pasó a la historia como Nun Study, el Estudio de las Monjas.
Participaron casi 700 religiosas, a quienes se le hicieron pruebas cognitivas y de memoria cada año.
"La Hermana Mary, el estándar de oro para el Estudio de las Monjas, fue una mujer notable que tuvo un alto resultado en las pruebas cognitivas antes de su muerte a los 101 años de edad.
Lo que es más notable es que mantuvo ese nivel alto a pesar de tener abundantes ovillos neurofibrilares y placas seniles, las lesiones clásicas de la enfermedad de Alzheimer", escribió el doctor Snowdon.
El estudio tuvo un momento crucial cuando el equipo de investigadores encontró un archivador lleno de diarios escritos por las hermanas cuando ingresaron a la orden, evocó el documental de la BBC Ageing with Grace.
"El equipo descubrió que aquellas hermanas que usaban oraciones e ideas más complejas tuvieron menos probabilidades de desarrollar Alzheimer".
A medida que morían, se analizó el cerebro de cada hermana para obtener más información y estas muestras ahora se almacenan en la Universidad de Minnesota.
La educación y el entretenimiento
En 2017, un estudio internacional comisionado por la prestigiosa revista científica The Lancet sobre la prevención y el cuidado de la demencia halló que los individuos que siguen aprendiendo o formándose durante toda la vida tienen una mayor probabilidad de desarrollar las deseadas reservas cognitivas adicionales.
Se cree que existen factores externos que pueden mejorar nuestra reserva cognitiva y no sólo se trata de la educación y del trabajo, sino de actividades recreativas estimulantes de la vida diaria.
"La influencia del ambiente es fundamental", indica Vásquez.
"En neurociencias y en psicobiología, sabemos que los genes determinan muchos aspectos del sistema nervioso, pero el ambiente también modula esa construcción".
"Va a depender de tus actividades, de esos factores externos que hayas potenciado, los que van a generar unas reservas en algunos elementos cognitivos, como por ejemplo: la memoria y el lenguaje".
El experto señala que siempre se le había dado un peso muy importante a la educación formal, a aprender diferentes tipos de conceptos y materias académicas.
"Pero hay mucho debate sobre si las actividades de la vida diaria como leer, tocar un instrumento, pueden ayudar a la reserva cognitiva".
"Incluso hay resultados que apuntan a que su contribución a la reserva cognitiva es incluso superior a la propia educación, por muchas horas que le dedicamos".
Eso es "una controversia" en sí, reconoce el profesor, "pero lo que está claro es que la gente que mantiene su mente ocupada siempre va a potenciar esa reserva cognitiva y va a enfrentarse mucho mejor a los deterioros del envejecimiento".
9 factores que aumentan la probabilidad de sufrir demencia y qué cambios puedes hacer en tu estilo de vida para prevenirla Y no necesariamente se refiere a las enfermedades neurodegenerativas, sino a otros desafíos que puedan surgir.
La publicación de Harvard indica que una reserva cognitiva más sólida también puede ayudarnos a "funcionar mejor durante más tiempo si se está expuesto a eventos inesperados de la vida, como el estrés, una cirugía o toxinas en el medio ambiente".
Vásquez, quien se especializa en la esclerosis múltiples, ha visto cómo en jóvenes, "tener una actividad diaria cognitiva, como leer, desarrollar una página web, hacer un blog, puede ser positiva a la hora de enfrentar los posibles deterioros cognitivos que provoque la enfermedad".
Nunca es tarde
No importa la edad, todo apunta a que la reserva cognitiva se puede fortalecer y enriquecer.
De ahí la importancia de que en la tercera edad se sigan llevando a cabo actividades que nos hagan ejercitar la memoria, la atención, el lenguaje.
"Eso nos va protegiendo del declive cognitivo natural que se produce con el envejecimiento", dice el académico.
Y cuanto más rápido se empiece, mejor.
Por ejemplo, tocar un instrumento musical "implica reclutar nuevas estructuras del cerebro o al menos intentar que algunas que no se estaban empleando en su totalidad, se usen más".
El bilingüismo y hablar varios idiomas también puede ser beneficioso para la reserva cognitiva.
El Centro de Diagnóstico e Intervención Neurocognitiva de Barcelona, que se especializa en enfermedades neurodegenerativas y trastornos cognitivos, indica que las prácticas diarias saludables que ayudan a mantener una mente activa "son factores potencialmente favorecedores para desarrollar la reserva cognitiva".
Y propone algunas pautas:
Leer, ya que estimula no sólo la atención y la concentración, sino la memoria y el lenguaje.
Aprender algo nuevo, pues al hacerlo no sólo hay un estímulo cognitivo y una adquisición de recursos y herramientas nuevas, "sino que de forma paralela genera nuevas conexiones sinápticas que favorecerán la plasticidad cerebral frente los cambios que se puedan dar en un futuro".
Llevar una vida social activa.
No dejar de jugar, ya sea juegos de mesa, completar crucigramas o las diferentes alternativas que se encuentran en internet. Lo clave es que "nos permiten trabajar capacidades como la organización, la planificación, toma de decisiones o la iniciativa, por ejemplo".
Cambiar rutinas. Aunque las rutinas le dan estabilidad a nuestra vida, "automatizar actividades disminuye la activación cerebral puesto que cuando repetimos tareas el aprendizaje disminuye y la activación cerebral cada vez es menor". Así que en ocasiones, bien vale la pena romper algún hábito.
Aunque -se advierte en el libro editado por Stern- la reserva cognitiva es un concepto complejo y más investigaciones son necesarias para ampliar nuestra comprensión sobre ella, es fundamental ayudar al cerebro a mantenerse sano para enfrentar cualquier percance.
Varias de las recomendaciones ya son bien conocidas: no fumar, hacer ejercicio regularmente, mantener un peso saludable, tratar la hipertensión y la diabetes, dormir suficientes horas.
Una vida activa pero sin excesos la agradece no sólo el cuerpo, sino el cerebro.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-61265039
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Cerebro,
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leer,
no fumar,
peso saludable,
reserva cognitiva,
tratar hipertensión
jueves, 5 de mayo de 2022
_- Pacto entre dos estados parias: cien años del Tratado de Rapallo germano-soviético
_- Hace cien años, Alemania y la Rusia soviética cerraban un tratado en Rapallo que tenía en cuenta por igual los intereses de ambas partes y al que Lenin calificó de “acuerdo en igualdad de derechos de los dos sistemas de propiedad”.
En algún momento las guerras llegan a su fin, los enemigos deben sentarse en una mesa y decidir cómo continuar: como un alto hasta la siguiente disputa o como una oportunidad para iniciar un nuevo comienzo de una relación más o menos amistosa o, por lo menos, gracias a los intereses comunes, para hacer negocios. Una empresa difícil tanto para los vencedores como para los vencidos. Los deseos de paz unilaterales solo funcionan hasta cierto punto.
Después de la Revolución de Octubre, la nueva dirección de Petrogrado telegrafió a los trabajadores y a los gobiernos del mundo para poner fin al derramamiento de sangre, para llegar a un armisticio, incluso a una paz. Los aliados de Rusia en la Entente lo rechazaron rotundamente; las Potencias Centrales -Berlín, Viena y Constantinopla- estaban dispuestas a aceptarlo. Los representantes de las Potencias Centrales y de la Rusia soviética se reunieron en Brest-Litovsk en febrero y marzo de 1918. Sin embargo, la esperanza de un camino común hacia la paz, tal como se lo habían planteado los revolucionarios, no se cumplió. Por mucho que León Trotsky, su dirigente en las negociaciones, argumentara como quisiera, el Mando Supremo del Ejército (alemán) tenía unas exigencias claras sobre el desmoronamiento de la parte occidental del imperio ruso y sobre las contribuciones materiales que debían hacerse. Una paz dictada que parecía inaceptable para los rusos soviéticos, puesto que éstos contaban con una situación de "ni guerra ni paz", no solo - secretamente - con una revolución en Occidente. El puñetazo en la mesa del comandante en jefe alemán sobre el terreno destrozó estas ilusiones, y el inminente avance de los alemanes y sus aliados obligó finalmente a Lenin a aceptar esta rapiña en forma de paz en contra de la oposición de sus camaradas.
Una clave para hoy son, a menudo, los conflictos del pasado. Para la Unión Soviética y la Federación Rusa es, sobre todo, el conflicto con los EE.UU., pero para nosotros es más evidente, y durante décadas se ha visto envuelta precisamente en este conflicto, la relación de Alemania con el gran país del Este. Esta relación determina las acciones de ambos Estados y afecta a sus sociedades.
En esta historia, siempre hay momentos con posibilidades y oportunidades, a menudo desperdiciados sin reflexión previa. Hay abismos de diferencia entre la reunión en la larga y distanciadora mesa entre el presidente ruso y el canciller alemán en Moscú en febrero de 2022 y una reunión de gabinete en pijama en el dormitorio del canciller del Reich Joseph Wirth en Rapallo en abril de 1922.
Salir del aislamiento
En la primavera de 1922, por iniciativa británica, Italia había invitado a las antiguas potencias de la guerra a una conferencia sobre la configuración del orden de posguerra. Las consecuencias de la guerra se seguían sintiendo en todas partes, las economías estaban en crisis y había que encontrar una salida. Pero la conferencia no estuvo guiada por ninguna buena estrella. Los Estados Unidos cancelaron su asistencia y, en general, la disposición a comprometerse con un enfoque común quedó limitada. Además, se había invitado a dos Estados poco apreciados: uno era supuestamente el único culpable de la guerra; el otro, gracias a la revolución que lo había creado, era más una amenaza que un socio. Hubo conversaciones, pero no soluciones concretas. Como ocurre a menudo, las opiniones divergían en la cuestión del dinero: Alemania debía pagar sus reparaciones, la Rusia soviética debía pagar sus deudas a sus antiguos aliados de guerra y, al mismo tiempo, pagar las indemnizaciones por las expropiaciones revolucionarias.
Ambos estados eran más bien unos marginados, parias. Alemania sufrió bajo el Tratado de Versalles y las opresivas reparaciones. Partes del país quedaron bajo control militar de los vencedores, en el Este se estableció el Estado polaco y gracias a los exitosos levantamientos en Silesia se perdieron territorios que no estaban cedidos según las disposiciones de Versalles. La gran potencia del Este acababa de salir victoriosa y hambrienta de cuatro años de guerras civiles e intervencionistas. La guerra civil parecía haber terminado, las repúblicas soviéticas de la periferia, desde Kiev hasta el Cáucaso, se unirían en breve con Rusia, ahora Rusia soviética. Pero el país estaba económicamente por los suelos, Lenin había llevado a cabo políticamente la NEP, pero necesitaba comercio, inversiones, conocimientos técnicos.
La mera invitación a Génova se consideró un éxito para ambos estados. Pero la política simbólica no sácia el hambre. La directriz negociadora de Lenin era inequívoca: "Nosotros (damos la bienvenida) a Génova (...) y (vamos) a Génova (...), hemos comprendido perfectamente y no ocultamos en absoluto que vamos allí como comerciantes porque necesitamos a toda costa el comercio con los países capitalistas (mientras no se hayan derrumbado por completo), y vamos allí con el fin de discutir lo más correcta y ventajosamente posible las condiciones políticamente apropiadas de este comercio, y nada más”. (1)
Pero Berlín y Moscú se vieron defraudados, las promesas al mundo no les aportaron nada. ¿Qué hacer? ¿Enfurruñarse o buscar una salida? Un acuerdo entre los antiguos enemigos de la guerra era una opción posible. El Reich alemán había luchado con éxito contra el imperio ruso en 1914/18 y había desempeñado un papel importante en la desintegración del imperio mediante su "política de desestabilizar", con la que no solo ayudó a Lenin a volver a la Rusia revolucionaria. La formación de los nuevos estados en la Rusia occidental, es decir, las repúblicas bálticas y, no menos importante, Ucrania en 1917/18, esencialmente todos bajo ocupación alemana o austro-húngara, había acabado efectivamente con el zarismo, pero también debilitó considerablemente a la Rusia soviética. En Brest-Litovsk, las Potencias Centrales habían dictado las condiciones de paz a los dirigentes soviéticos rusos (y, por separado, a los nuevos ucranianos), como resultado de lo cual fueron segregados enormes territorios y el Este quedó degradado a un mero suministrador de grano y mercancías. Para colmo, las tropas alemanas -y luego los Freikorps alemanes tras el armisticio con la Entente- intervinieron en la guerra civil sobre el futuro de Rusia. Fueron batallas sangrientas en las que los soldados de los Freikorps combatieron con violencia y terror, siendo calificados de verdugos de la revolución en Alemania.
A pesar de estas circunstancias, las conversaciones germano-rusas estaban en marcha desde 1920, y se habían escrito e intercambiado borradores incluso antes de la conferencia de Italia. Los historiadores señalan, sin embargo, que hay pocos rastros de esto en los registros alemanes. Por un lado, esto puede deberse a la desconfianza dentro del gobierno de la coalición de Weimar, formada por el Partido del Centro (Zentrum), el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) y el DDP (Deutsche Demokratische Partei), y por otro lado también a la preocupación de que esta vía pudiera despertar sospechas en los partidos de derechas. Sin embargo, el emisario de la Comintern, Karl Radek, había establecido contactos con industriales y militares alemanes con anterioridad. Estos se activaron en el período previo a Rapallo. No había ilusiones por parte de los soviéticos. Adolf Joffe, embajador temporal en Alemania, escribió a Lenin: "En el mundo burgués tiene lugar una lucha a gran escala entre Europa y América por la hegemonía en el mundo y a pequeña escala entre Inglaterra y Francia por la hegemonía en Europa. En estas condiciones, nosotros somos como la novia exigente a la que todo el mundo pide la mano. Y entre las preguntas más importantes está la de si nos casaremos en Génova o seguiremos siendo una novia así.” (2)
Radek, reconocido en Moscú como experto en Alemania, también continuó sus contactos y tuvo encuentros con el canciller del Reich, Wirth, su ministro de Asuntos Exteriores, Walther Rathenau, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, el coronel general Hans von Seeckt. De la conversación con este último, Radek concluyó: "La conciencia de que Alemania solo puede liberarse de su situación mediante el acercamiento a Rusia crece en todos los círculos, independientemente de la pertenencia al partido. Ningún zigzag podría cambiar nada al respecto, ni en nuestra política ni en la alemana, y por eso se debe continuar el trabajo iniciado por el VOGRU (Voennaja gruppa - Grupo Militar, es decir, la estructura secreta del Reichswehr - Stefan Bollinger)" (3). Aquí, por lo visto, los militares y parte de las élites económicas y políticas pensaron más que otros en la situación concreta.
Sobre una base nueva, oficial
Desde 1918, la principal preocupación de los gobiernos alemanes, pero también de las potencias victoriosas de la Entente, había sido aislar el bacilo revolucionario. Las reformas democráticas y el fin del imperio tenían sentido, incluso las concesiones sociales, pero el bacilo bolchevique no debía en ningún caso extenderse a Alemania y a las demás potencias.
Pronto quedó claro que el Reich alemán, que iba a ser castigado pero que, sin embargo, era obviamente leal al capitalismo, tendría que ser un importante baluarte contra los soviéticos incluso bajo sus nuevos dirigentes. Al fin y al cabo, había utilizado la fuerza para frenar un giro radical a la izquierda en la política y la sociedad.
Sin embargo, Francia, Gran Bretaña e incluso Estados Unidos tuvieron que tomar nota de que los alemanes no estaban dispuestos a conformarse con una posición de segunda fila en la política mundial. Mientras se negociaba en Génova la configuración posterior del orden de posguerra, sobre todo económica, y los alemanes se veían efectivamente excluidos, los diplomáticos alemanes ya habían establecido desde hacía tiempo contactos con el otro paria de la política mundial, la Rusia soviética.
El Tratado de Rapallo, firmado por ambas partes el 16 de abril, restableció las relaciones diplomáticas rotas en 1918 durante la Revolución de Noviembre por el socialdemócrata mayoritario, todavía Secretario de Estado del imperio y pronto Comisario del Pueblo, Philipp Scheidemann. Ambas partes "renuncian mutuamente a la indemnización de sus costes de guerra, así como a la indemnización por daños de guerra" y a otras reclamaciones derivadas de las consecuencias de la guerra y las expropiaciones. Además, se abrían perspectivas para un próspero intercambio económico. Esto incluía sobre todo la garantía de trato "preferencial" al respectivo socio comercial. El artículo 5 indicaba un amplio marco de cooperación económica: Los "dos gobiernos atenderán mutuamente las necesidades económicas de los dos países con un espíritu benévolo (...) El gobierno alemán se declara dispuesto a apoyar en la medida de lo posible los acuerdos a que se haya llegado por parte de empresas privadas que se le han comunicado recientemente así como a facilitar su aplicación" (4).
Para Berlín, el arreglo entre la Rusia soviética y las potencias occidentales sobre la cuestión de las reparaciones estaba resuelto. Para Moscú, los objetivos que Lenin había marcado a la delegación en Génova se habían logrado, al menos en las relaciones con Berlín: "Una verdadera igualdad de derechos de los dos sistemas de propiedad, al menos como situación provisional, hasta que el mundo entero haya pasado de la propiedad privada - con el caos económico y las guerras que provoca - a la forma superior de propiedad, solo puede encontrarse en el Tratado de Rapallo" (5).
Coexistencia pacífica
Realmente se consiguió encontrar la manera de llegar a un entendimiento con la Rusia soviética. Sebastian Haffner, el publicista liberal crítico, escribió más tarde que "la palabra 'Rapallo' (...) sacudió a Europa como un trueno" el domingo de Pascua de 1922. Aquí, "sin previo aviso y sin preparación visible, Alemania y Rusia habían llegado a un acuerdo, y eso en medio de una conferencia europea, con la que se pretendía algo muy distinto, a espaldas de las potencias occidentales vencedoras de la Primera Guerra Mundial y a costa de ellas". Rapallo era "una fórmula corta y cifrada que significa dos cosas: en primer lugar, que incluso una Rusia comunista y una Alemania anticomunista pueden, en determinadas circunstancias, juntarse y unirse contra Occidente; y en segundo lugar, que esto puede ocurrir muy repentinamente, literalmente de la noche a la mañana. Eso (...) hizo que la palabra 'Rapallo' fuera una palabra terrorífica para los oídos occidentales, cuyo efecto de sacudida aún retumba todavía hoy " (6).
El Tratado de Rapallo no solo representó una obra modélica de "coexistencia pacífica", que fue la estrategia adoptada por la política soviética en esa época. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, los continuos acuerdos de cooperación económica y comercial (7), pero sobre todo los acuerdos secretos, algunos de ellos ya concertados de antemano para romper los perjuicios militares sobre Alemania, mostraron la voluntad de ambos Estados de volver al escenario de la política mundial como actores que había que tomar en serio. Esta evolución continuó en los años siguientes bajo los nuevos gobiernos de Berlín, sobre todo con el tratado de amistad y neutralidad de facto del 24 de abril de 1926. Tratado que, pesar de todas las adversidades, fue la base para una cooperación económica que proporcionó mercados seguros a no pocas empresas alemanas incluso durante la crisis económica mundial. Aunque la Alemania fascista redujo notablemente estos estrechos vínculos a partir de 1933, los contactos se mantuvieron. También constituyeron la base del sorprendente vuelco diplomático en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, que condujo al tratado de no agresión germano-soviético y a sus complicaciones.
El Tratado de Rapallo fue celebrado de forma casi unánime por la opinión pública alemana. Sin embargo, costó convencer al ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau (DDP) y al SPD, especialmente a su presidente del Reich, Friedrich Ebert quien, como enemigo de la revolución, se mostró más que escéptico, pero aceptó la medida.
En la historiografía de la Alemania Occidental posterior a 1945, se discutió mucho sobre Rapallo, y las reservas siempre estuvieron presentes. Sobre todo, se criticó el planteamiento alemán de "ir por libre", sin consultar a las potencias occidentales, por haber llegado a un acuerdo de reparaciones con la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) en detrimento de éstas, aplicando así una política exterior alemana independiente. Incluso poco antes de la actual guerra de Ucrania, el historiador Heinrich August Winkler, cercano al SPD, advertía en el FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung): "Alemania nunca más debe dar la impresión de que busca un entendimiento con Rusia a costa de terceros, como ha hecho varias veces en su historia"(8).
El Reichstag no debatió el Tratado de Rapallo hasta finales de mayo de 1922, seis semanas después de su firma. Este debate estuvo enmarcado por otros problemas candentes del Reich, como la pérdida del norte de Schleswig a manos de Dinamarca y el futuro de los territorios de Silesia Oriental tras los levantamientos polacos y la decisión de la Sociedad de Naciones de dividir algunos territorios a pesar de los referendos que habían ido en sentido contrario y asignar la Alta Silesia Oriental a Polonia. Alemania perdió así su industria pesada en la zona de Katowice. Exactamente dos semanas antes del debate, Alemania y Polonia habían concluido un acuerdo sobre la Alta Silesia (Tratado de Ginebra de 15 de mayo de 1922) para resolver las cuestiones pendientes en las relaciones entre ambos Estados tras las cesiones territoriales y para regular la cuestión de las respectivas minorías. No obstante, según el canciller, "la relación con el mundo del Este" (9) quedó inestable en Génova y era una bomba incendiaria para una futura guerra.
La Conferencia de Génova había despertado grandes esperanzas, se suponía que iba a mejorar la cuestión de las reparaciones para Alemania. El canciller del Reich, Wirth, atribuyó el fracaso de las negociaciones al comportamiento nacionalista y egoísta de Francia en particular. El acuerdo con la RSFSR era aún más importante para Wirth. Para él, este tratado era "en cierto sentido un tratado de paz ejemplar. En este tratado de paz no hay derrotados ni vencedores. Es la liquidación completa de las demandas mutuas derivadas del estado de guerra. Por lo tanto, es incomprensible que este tratado haya sido objeto de tanto revuelo, y aún más incomprensible es la interpretación de este tratado como factor de beligerancia en Europa. ¿Quién ha dado lugar a este tratado, que hemos concluido por obligación? Es la propia Entente."(10)
¿Los lados oscuros de Rapallo?
Incluso antes del Tratado de Rapallo, se habían alcanzado acuerdos secretos con la industria y el Reichswehr (las fuerzas armadas alemanas) que encauzaban la cooperación militar y técnico-militar. Los militares alemanes, experimentados en guerras mundiales y entretanto también versados en la lucha contra los revolucionarios en su propio país, no vieron ningún problema, al igual que el Ejército Rojo, en romper su aislamiento del mundo mediante sus propios proyectos de armamento para una moderna fuerza de tanques y aérea e incluso para armas químicas. Ambas partes querían aprender la una de la otra, eludir los embargos y las prohibiciones y sin embargo estaban seguras de volver a enfrentarse algún día. Pero por el momento se trataba de sortear las restricciones de Versalles y un enemigo común, la resistente Polonia, que intentaba imponerse a la Rusia soviética y a Alemania e infligía considerables pérdidas a ambos estados. Durante las negociaciones de Radek con el general von Seeckt, éste saltó: "sus ojos brillaron como los de un animal, y dijo: hay que aplastarla (a Polonia), y será aplastada en cuanto Rusia y Alemania se fortalezcan"(11).
Hay que señalar que esta cooperación, que hoy se suele demonizar y a la que ya entonces se opusieron los socialdemócratas, no transcurrió en absoluto de manera tan sencilla y fiel al acuerdo como se prometía. Por supuesto, ni Berlín ni Moscú habían olvidado que eran enemigos mortales en términos de clase. Tanto si se alineaban en su propio campo como si no, la lucha de fondo contra el otro sistema enemigo continuaba. Lo más espectacular fue el intento de organizar un "octubre alemán" en 1923. Esto significó una injerencia directa de los soviéticos en la lucha de clases alemana, así como igualmente ásperas fueron las reacciones. Por otro lado también se dio el caso que las autoridades alemanas estaban involucradas en operaciones de inteligencia y sabotaje económico contra la Unión Soviética. Incluso en los tiempos de la cooperación oficial como encubierta, se regaló poco. En 1927, agentes militares y de los servicios secretos alemanes se unieron a los servicios británicos y holandeses, así como a los opositores antisoviéticos de Georgia, en el "asunto Chervonets", un intento de llevar al fracaso a la Unión Soviética mediante la falsificación de billetes.
Para las potencias occidentales, Rapallo fue una señal para revisar su política concreta hacia Alemania a medio plazo. La política de subyugación de Alemania, mantenida especialmente por Francia, parecía cuestionable sobre todo debido a la preocupación política de clase por la expansión de la influencia comunista. El Reich alemán no podía darse por perdido definitivamente. Si fuera necesario, habría que encontrar un acuerdo con las fuerzas conservadoras-reaccionarias.
Este fue también el cálculo de los dirigentes políticos de la República de Weimar, para quienes el apoyo forzado a la Unión Soviética iba a contracorriente a pesar de las enormes ventajas económicas y los secretos militares mantenidos. Se trataba de maniobrar entre, por un lado, la gran potencia del Este, interesante por su situación y con considerables recursos económicos y militares, y, por otro lado, Occidente, cercano ideológica y políticamente y sobre todo anticomunista. Esto estaba claro para partes importantes de las élites políticas y económicas de Alemania en ese momento, como también lo estaba para los intelectuales medianamente inteligentes.
No les engañaban sus instintos de clase en cuanto a lo que implicaba el doble filo de la cooperación con la Unión Soviética. Eran muy conscientes de que la Unión Soviética ponía por completo la política de los partidos comunistas, incluido el KPD, bajo las premisas de los intereses soviéticos. Pero esto no significó el fin de los conflictos de clase en el Reich alemán, que permanecieron inalterados aunque no volvieran a adoptar formas revolucionarias y de guerra civil desde 1924, gracias a la relativa estabilización de la economía capitalista. Los comunistas siguieron siendo los críticos más radicales del capitalismo y serios competidores de la socialdemocracia.
En estas condiciones, no podían ignorarse las señales procedentes de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, o sea, que el Reich alemán debía reintegrarse firmemente en un sistema occidental, es decir, capitalista. Los conflictos más agudos sobre el cumplimiento de las obligaciones financieras y materiales del Tratado de Versalles se habían reducido en 1923/24. Con el Acuerdo de Dawes de 1924, inspirado por Washington, las exigencias de reparación de las potencias vencedoras se hicieron más llevaderas. Las reclamaciones de 132.000 millones de marcos de oro se mantuvieron, pero la presión para pagarlas se redujo considerablemente. Por último, pero no por ello menos importante, la estabilización de las condiciones políticas en Polonia y los países bálticos había contribuido a que las disputas y los levantamientos por los territorios que debían cederse se hubieran calmado. Los Estados Unidos en particular trataron, durante esta fase de estabilización económica de Alemania, de ampliar su influencia económica, totalmente en competencia con Francia.
Con los Tratados de Locarno de 1925, Alemania recibió por fin la consagración de miembro (casi) normal de la comunidad occidental de Estados, solo las fronteras orientales del Reich quedaron fuera. A pesar de todo el juego en las constelaciones del poder político, Alemania y sus élites seguían siendo conservadoras, capitalistas, seguían aferradas a los viejos sueños de gran potencia y buscaban una cosa por encima de todo: la posibilidad de revisar Versalles y restablecer un papel de supremacía en el centro de Europa y para Europa. Quizá había que establecer otras prioridades en ese momento. Si las peores cargas de las reparaciones y las restricciones a la producción podían aliviarse, posponerse o incluso sacarse de encima, el margen de maniobra de Alemania sería mayor.
Notas:
1. Vladimir Ilich Lenin: Sobre la situación internacional e interna de la República Soviética. Discurso pronunciado en la reunión de la Fracción Comunista del Congreso Sindical de Trabajadores Metalúrgicos de toda Rusia. 6 de marzo de 1922. en: Werke Vol. 33, Berlín 1973, p. 198.
En algún momento las guerras llegan a su fin, los enemigos deben sentarse en una mesa y decidir cómo continuar: como un alto hasta la siguiente disputa o como una oportunidad para iniciar un nuevo comienzo de una relación más o menos amistosa o, por lo menos, gracias a los intereses comunes, para hacer negocios. Una empresa difícil tanto para los vencedores como para los vencidos. Los deseos de paz unilaterales solo funcionan hasta cierto punto.
Después de la Revolución de Octubre, la nueva dirección de Petrogrado telegrafió a los trabajadores y a los gobiernos del mundo para poner fin al derramamiento de sangre, para llegar a un armisticio, incluso a una paz. Los aliados de Rusia en la Entente lo rechazaron rotundamente; las Potencias Centrales -Berlín, Viena y Constantinopla- estaban dispuestas a aceptarlo. Los representantes de las Potencias Centrales y de la Rusia soviética se reunieron en Brest-Litovsk en febrero y marzo de 1918. Sin embargo, la esperanza de un camino común hacia la paz, tal como se lo habían planteado los revolucionarios, no se cumplió. Por mucho que León Trotsky, su dirigente en las negociaciones, argumentara como quisiera, el Mando Supremo del Ejército (alemán) tenía unas exigencias claras sobre el desmoronamiento de la parte occidental del imperio ruso y sobre las contribuciones materiales que debían hacerse. Una paz dictada que parecía inaceptable para los rusos soviéticos, puesto que éstos contaban con una situación de "ni guerra ni paz", no solo - secretamente - con una revolución en Occidente. El puñetazo en la mesa del comandante en jefe alemán sobre el terreno destrozó estas ilusiones, y el inminente avance de los alemanes y sus aliados obligó finalmente a Lenin a aceptar esta rapiña en forma de paz en contra de la oposición de sus camaradas.
Una clave para hoy son, a menudo, los conflictos del pasado. Para la Unión Soviética y la Federación Rusa es, sobre todo, el conflicto con los EE.UU., pero para nosotros es más evidente, y durante décadas se ha visto envuelta precisamente en este conflicto, la relación de Alemania con el gran país del Este. Esta relación determina las acciones de ambos Estados y afecta a sus sociedades.
En esta historia, siempre hay momentos con posibilidades y oportunidades, a menudo desperdiciados sin reflexión previa. Hay abismos de diferencia entre la reunión en la larga y distanciadora mesa entre el presidente ruso y el canciller alemán en Moscú en febrero de 2022 y una reunión de gabinete en pijama en el dormitorio del canciller del Reich Joseph Wirth en Rapallo en abril de 1922.
Salir del aislamiento
En la primavera de 1922, por iniciativa británica, Italia había invitado a las antiguas potencias de la guerra a una conferencia sobre la configuración del orden de posguerra. Las consecuencias de la guerra se seguían sintiendo en todas partes, las economías estaban en crisis y había que encontrar una salida. Pero la conferencia no estuvo guiada por ninguna buena estrella. Los Estados Unidos cancelaron su asistencia y, en general, la disposición a comprometerse con un enfoque común quedó limitada. Además, se había invitado a dos Estados poco apreciados: uno era supuestamente el único culpable de la guerra; el otro, gracias a la revolución que lo había creado, era más una amenaza que un socio. Hubo conversaciones, pero no soluciones concretas. Como ocurre a menudo, las opiniones divergían en la cuestión del dinero: Alemania debía pagar sus reparaciones, la Rusia soviética debía pagar sus deudas a sus antiguos aliados de guerra y, al mismo tiempo, pagar las indemnizaciones por las expropiaciones revolucionarias.
Ambos estados eran más bien unos marginados, parias. Alemania sufrió bajo el Tratado de Versalles y las opresivas reparaciones. Partes del país quedaron bajo control militar de los vencedores, en el Este se estableció el Estado polaco y gracias a los exitosos levantamientos en Silesia se perdieron territorios que no estaban cedidos según las disposiciones de Versalles. La gran potencia del Este acababa de salir victoriosa y hambrienta de cuatro años de guerras civiles e intervencionistas. La guerra civil parecía haber terminado, las repúblicas soviéticas de la periferia, desde Kiev hasta el Cáucaso, se unirían en breve con Rusia, ahora Rusia soviética. Pero el país estaba económicamente por los suelos, Lenin había llevado a cabo políticamente la NEP, pero necesitaba comercio, inversiones, conocimientos técnicos.
La mera invitación a Génova se consideró un éxito para ambos estados. Pero la política simbólica no sácia el hambre. La directriz negociadora de Lenin era inequívoca: "Nosotros (damos la bienvenida) a Génova (...) y (vamos) a Génova (...), hemos comprendido perfectamente y no ocultamos en absoluto que vamos allí como comerciantes porque necesitamos a toda costa el comercio con los países capitalistas (mientras no se hayan derrumbado por completo), y vamos allí con el fin de discutir lo más correcta y ventajosamente posible las condiciones políticamente apropiadas de este comercio, y nada más”. (1)
Pero Berlín y Moscú se vieron defraudados, las promesas al mundo no les aportaron nada. ¿Qué hacer? ¿Enfurruñarse o buscar una salida? Un acuerdo entre los antiguos enemigos de la guerra era una opción posible. El Reich alemán había luchado con éxito contra el imperio ruso en 1914/18 y había desempeñado un papel importante en la desintegración del imperio mediante su "política de desestabilizar", con la que no solo ayudó a Lenin a volver a la Rusia revolucionaria. La formación de los nuevos estados en la Rusia occidental, es decir, las repúblicas bálticas y, no menos importante, Ucrania en 1917/18, esencialmente todos bajo ocupación alemana o austro-húngara, había acabado efectivamente con el zarismo, pero también debilitó considerablemente a la Rusia soviética. En Brest-Litovsk, las Potencias Centrales habían dictado las condiciones de paz a los dirigentes soviéticos rusos (y, por separado, a los nuevos ucranianos), como resultado de lo cual fueron segregados enormes territorios y el Este quedó degradado a un mero suministrador de grano y mercancías. Para colmo, las tropas alemanas -y luego los Freikorps alemanes tras el armisticio con la Entente- intervinieron en la guerra civil sobre el futuro de Rusia. Fueron batallas sangrientas en las que los soldados de los Freikorps combatieron con violencia y terror, siendo calificados de verdugos de la revolución en Alemania.
A pesar de estas circunstancias, las conversaciones germano-rusas estaban en marcha desde 1920, y se habían escrito e intercambiado borradores incluso antes de la conferencia de Italia. Los historiadores señalan, sin embargo, que hay pocos rastros de esto en los registros alemanes. Por un lado, esto puede deberse a la desconfianza dentro del gobierno de la coalición de Weimar, formada por el Partido del Centro (Zentrum), el SPD (Sozialdemokratische Partei Deutschlands) y el DDP (Deutsche Demokratische Partei), y por otro lado también a la preocupación de que esta vía pudiera despertar sospechas en los partidos de derechas. Sin embargo, el emisario de la Comintern, Karl Radek, había establecido contactos con industriales y militares alemanes con anterioridad. Estos se activaron en el período previo a Rapallo. No había ilusiones por parte de los soviéticos. Adolf Joffe, embajador temporal en Alemania, escribió a Lenin: "En el mundo burgués tiene lugar una lucha a gran escala entre Europa y América por la hegemonía en el mundo y a pequeña escala entre Inglaterra y Francia por la hegemonía en Europa. En estas condiciones, nosotros somos como la novia exigente a la que todo el mundo pide la mano. Y entre las preguntas más importantes está la de si nos casaremos en Génova o seguiremos siendo una novia así.” (2)
Radek, reconocido en Moscú como experto en Alemania, también continuó sus contactos y tuvo encuentros con el canciller del Reich, Wirth, su ministro de Asuntos Exteriores, Walther Rathenau, y el jefe del Estado Mayor del Ejército, el coronel general Hans von Seeckt. De la conversación con este último, Radek concluyó: "La conciencia de que Alemania solo puede liberarse de su situación mediante el acercamiento a Rusia crece en todos los círculos, independientemente de la pertenencia al partido. Ningún zigzag podría cambiar nada al respecto, ni en nuestra política ni en la alemana, y por eso se debe continuar el trabajo iniciado por el VOGRU (Voennaja gruppa - Grupo Militar, es decir, la estructura secreta del Reichswehr - Stefan Bollinger)" (3). Aquí, por lo visto, los militares y parte de las élites económicas y políticas pensaron más que otros en la situación concreta.
Sobre una base nueva, oficial
Desde 1918, la principal preocupación de los gobiernos alemanes, pero también de las potencias victoriosas de la Entente, había sido aislar el bacilo revolucionario. Las reformas democráticas y el fin del imperio tenían sentido, incluso las concesiones sociales, pero el bacilo bolchevique no debía en ningún caso extenderse a Alemania y a las demás potencias.
Pronto quedó claro que el Reich alemán, que iba a ser castigado pero que, sin embargo, era obviamente leal al capitalismo, tendría que ser un importante baluarte contra los soviéticos incluso bajo sus nuevos dirigentes. Al fin y al cabo, había utilizado la fuerza para frenar un giro radical a la izquierda en la política y la sociedad.
Sin embargo, Francia, Gran Bretaña e incluso Estados Unidos tuvieron que tomar nota de que los alemanes no estaban dispuestos a conformarse con una posición de segunda fila en la política mundial. Mientras se negociaba en Génova la configuración posterior del orden de posguerra, sobre todo económica, y los alemanes se veían efectivamente excluidos, los diplomáticos alemanes ya habían establecido desde hacía tiempo contactos con el otro paria de la política mundial, la Rusia soviética.
El Tratado de Rapallo, firmado por ambas partes el 16 de abril, restableció las relaciones diplomáticas rotas en 1918 durante la Revolución de Noviembre por el socialdemócrata mayoritario, todavía Secretario de Estado del imperio y pronto Comisario del Pueblo, Philipp Scheidemann. Ambas partes "renuncian mutuamente a la indemnización de sus costes de guerra, así como a la indemnización por daños de guerra" y a otras reclamaciones derivadas de las consecuencias de la guerra y las expropiaciones. Además, se abrían perspectivas para un próspero intercambio económico. Esto incluía sobre todo la garantía de trato "preferencial" al respectivo socio comercial. El artículo 5 indicaba un amplio marco de cooperación económica: Los "dos gobiernos atenderán mutuamente las necesidades económicas de los dos países con un espíritu benévolo (...) El gobierno alemán se declara dispuesto a apoyar en la medida de lo posible los acuerdos a que se haya llegado por parte de empresas privadas que se le han comunicado recientemente así como a facilitar su aplicación" (4).
Para Berlín, el arreglo entre la Rusia soviética y las potencias occidentales sobre la cuestión de las reparaciones estaba resuelto. Para Moscú, los objetivos que Lenin había marcado a la delegación en Génova se habían logrado, al menos en las relaciones con Berlín: "Una verdadera igualdad de derechos de los dos sistemas de propiedad, al menos como situación provisional, hasta que el mundo entero haya pasado de la propiedad privada - con el caos económico y las guerras que provoca - a la forma superior de propiedad, solo puede encontrarse en el Tratado de Rapallo" (5).
Coexistencia pacífica
Realmente se consiguió encontrar la manera de llegar a un entendimiento con la Rusia soviética. Sebastian Haffner, el publicista liberal crítico, escribió más tarde que "la palabra 'Rapallo' (...) sacudió a Europa como un trueno" el domingo de Pascua de 1922. Aquí, "sin previo aviso y sin preparación visible, Alemania y Rusia habían llegado a un acuerdo, y eso en medio de una conferencia europea, con la que se pretendía algo muy distinto, a espaldas de las potencias occidentales vencedoras de la Primera Guerra Mundial y a costa de ellas". Rapallo era "una fórmula corta y cifrada que significa dos cosas: en primer lugar, que incluso una Rusia comunista y una Alemania anticomunista pueden, en determinadas circunstancias, juntarse y unirse contra Occidente; y en segundo lugar, que esto puede ocurrir muy repentinamente, literalmente de la noche a la mañana. Eso (...) hizo que la palabra 'Rapallo' fuera una palabra terrorífica para los oídos occidentales, cuyo efecto de sacudida aún retumba todavía hoy " (6).
El Tratado de Rapallo no solo representó una obra modélica de "coexistencia pacífica", que fue la estrategia adoptada por la política soviética en esa época. El restablecimiento de las relaciones diplomáticas, los continuos acuerdos de cooperación económica y comercial (7), pero sobre todo los acuerdos secretos, algunos de ellos ya concertados de antemano para romper los perjuicios militares sobre Alemania, mostraron la voluntad de ambos Estados de volver al escenario de la política mundial como actores que había que tomar en serio. Esta evolución continuó en los años siguientes bajo los nuevos gobiernos de Berlín, sobre todo con el tratado de amistad y neutralidad de facto del 24 de abril de 1926. Tratado que, pesar de todas las adversidades, fue la base para una cooperación económica que proporcionó mercados seguros a no pocas empresas alemanas incluso durante la crisis económica mundial. Aunque la Alemania fascista redujo notablemente estos estrechos vínculos a partir de 1933, los contactos se mantuvieron. También constituyeron la base del sorprendente vuelco diplomático en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, que condujo al tratado de no agresión germano-soviético y a sus complicaciones.
El Tratado de Rapallo fue celebrado de forma casi unánime por la opinión pública alemana. Sin embargo, costó convencer al ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau (DDP) y al SPD, especialmente a su presidente del Reich, Friedrich Ebert quien, como enemigo de la revolución, se mostró más que escéptico, pero aceptó la medida.
En la historiografía de la Alemania Occidental posterior a 1945, se discutió mucho sobre Rapallo, y las reservas siempre estuvieron presentes. Sobre todo, se criticó el planteamiento alemán de "ir por libre", sin consultar a las potencias occidentales, por haber llegado a un acuerdo de reparaciones con la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) en detrimento de éstas, aplicando así una política exterior alemana independiente. Incluso poco antes de la actual guerra de Ucrania, el historiador Heinrich August Winkler, cercano al SPD, advertía en el FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung): "Alemania nunca más debe dar la impresión de que busca un entendimiento con Rusia a costa de terceros, como ha hecho varias veces en su historia"(8).
El Reichstag no debatió el Tratado de Rapallo hasta finales de mayo de 1922, seis semanas después de su firma. Este debate estuvo enmarcado por otros problemas candentes del Reich, como la pérdida del norte de Schleswig a manos de Dinamarca y el futuro de los territorios de Silesia Oriental tras los levantamientos polacos y la decisión de la Sociedad de Naciones de dividir algunos territorios a pesar de los referendos que habían ido en sentido contrario y asignar la Alta Silesia Oriental a Polonia. Alemania perdió así su industria pesada en la zona de Katowice. Exactamente dos semanas antes del debate, Alemania y Polonia habían concluido un acuerdo sobre la Alta Silesia (Tratado de Ginebra de 15 de mayo de 1922) para resolver las cuestiones pendientes en las relaciones entre ambos Estados tras las cesiones territoriales y para regular la cuestión de las respectivas minorías. No obstante, según el canciller, "la relación con el mundo del Este" (9) quedó inestable en Génova y era una bomba incendiaria para una futura guerra.
La Conferencia de Génova había despertado grandes esperanzas, se suponía que iba a mejorar la cuestión de las reparaciones para Alemania. El canciller del Reich, Wirth, atribuyó el fracaso de las negociaciones al comportamiento nacionalista y egoísta de Francia en particular. El acuerdo con la RSFSR era aún más importante para Wirth. Para él, este tratado era "en cierto sentido un tratado de paz ejemplar. En este tratado de paz no hay derrotados ni vencedores. Es la liquidación completa de las demandas mutuas derivadas del estado de guerra. Por lo tanto, es incomprensible que este tratado haya sido objeto de tanto revuelo, y aún más incomprensible es la interpretación de este tratado como factor de beligerancia en Europa. ¿Quién ha dado lugar a este tratado, que hemos concluido por obligación? Es la propia Entente."(10)
¿Los lados oscuros de Rapallo?
Incluso antes del Tratado de Rapallo, se habían alcanzado acuerdos secretos con la industria y el Reichswehr (las fuerzas armadas alemanas) que encauzaban la cooperación militar y técnico-militar. Los militares alemanes, experimentados en guerras mundiales y entretanto también versados en la lucha contra los revolucionarios en su propio país, no vieron ningún problema, al igual que el Ejército Rojo, en romper su aislamiento del mundo mediante sus propios proyectos de armamento para una moderna fuerza de tanques y aérea e incluso para armas químicas. Ambas partes querían aprender la una de la otra, eludir los embargos y las prohibiciones y sin embargo estaban seguras de volver a enfrentarse algún día. Pero por el momento se trataba de sortear las restricciones de Versalles y un enemigo común, la resistente Polonia, que intentaba imponerse a la Rusia soviética y a Alemania e infligía considerables pérdidas a ambos estados. Durante las negociaciones de Radek con el general von Seeckt, éste saltó: "sus ojos brillaron como los de un animal, y dijo: hay que aplastarla (a Polonia), y será aplastada en cuanto Rusia y Alemania se fortalezcan"(11).
Hay que señalar que esta cooperación, que hoy se suele demonizar y a la que ya entonces se opusieron los socialdemócratas, no transcurrió en absoluto de manera tan sencilla y fiel al acuerdo como se prometía. Por supuesto, ni Berlín ni Moscú habían olvidado que eran enemigos mortales en términos de clase. Tanto si se alineaban en su propio campo como si no, la lucha de fondo contra el otro sistema enemigo continuaba. Lo más espectacular fue el intento de organizar un "octubre alemán" en 1923. Esto significó una injerencia directa de los soviéticos en la lucha de clases alemana, así como igualmente ásperas fueron las reacciones. Por otro lado también se dio el caso que las autoridades alemanas estaban involucradas en operaciones de inteligencia y sabotaje económico contra la Unión Soviética. Incluso en los tiempos de la cooperación oficial como encubierta, se regaló poco. En 1927, agentes militares y de los servicios secretos alemanes se unieron a los servicios británicos y holandeses, así como a los opositores antisoviéticos de Georgia, en el "asunto Chervonets", un intento de llevar al fracaso a la Unión Soviética mediante la falsificación de billetes.
Para las potencias occidentales, Rapallo fue una señal para revisar su política concreta hacia Alemania a medio plazo. La política de subyugación de Alemania, mantenida especialmente por Francia, parecía cuestionable sobre todo debido a la preocupación política de clase por la expansión de la influencia comunista. El Reich alemán no podía darse por perdido definitivamente. Si fuera necesario, habría que encontrar un acuerdo con las fuerzas conservadoras-reaccionarias.
Este fue también el cálculo de los dirigentes políticos de la República de Weimar, para quienes el apoyo forzado a la Unión Soviética iba a contracorriente a pesar de las enormes ventajas económicas y los secretos militares mantenidos. Se trataba de maniobrar entre, por un lado, la gran potencia del Este, interesante por su situación y con considerables recursos económicos y militares, y, por otro lado, Occidente, cercano ideológica y políticamente y sobre todo anticomunista. Esto estaba claro para partes importantes de las élites políticas y económicas de Alemania en ese momento, como también lo estaba para los intelectuales medianamente inteligentes.
No les engañaban sus instintos de clase en cuanto a lo que implicaba el doble filo de la cooperación con la Unión Soviética. Eran muy conscientes de que la Unión Soviética ponía por completo la política de los partidos comunistas, incluido el KPD, bajo las premisas de los intereses soviéticos. Pero esto no significó el fin de los conflictos de clase en el Reich alemán, que permanecieron inalterados aunque no volvieran a adoptar formas revolucionarias y de guerra civil desde 1924, gracias a la relativa estabilización de la economía capitalista. Los comunistas siguieron siendo los críticos más radicales del capitalismo y serios competidores de la socialdemocracia.
En estas condiciones, no podían ignorarse las señales procedentes de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos, o sea, que el Reich alemán debía reintegrarse firmemente en un sistema occidental, es decir, capitalista. Los conflictos más agudos sobre el cumplimiento de las obligaciones financieras y materiales del Tratado de Versalles se habían reducido en 1923/24. Con el Acuerdo de Dawes de 1924, inspirado por Washington, las exigencias de reparación de las potencias vencedoras se hicieron más llevaderas. Las reclamaciones de 132.000 millones de marcos de oro se mantuvieron, pero la presión para pagarlas se redujo considerablemente. Por último, pero no por ello menos importante, la estabilización de las condiciones políticas en Polonia y los países bálticos había contribuido a que las disputas y los levantamientos por los territorios que debían cederse se hubieran calmado. Los Estados Unidos en particular trataron, durante esta fase de estabilización económica de Alemania, de ampliar su influencia económica, totalmente en competencia con Francia.
Con los Tratados de Locarno de 1925, Alemania recibió por fin la consagración de miembro (casi) normal de la comunidad occidental de Estados, solo las fronteras orientales del Reich quedaron fuera. A pesar de todo el juego en las constelaciones del poder político, Alemania y sus élites seguían siendo conservadoras, capitalistas, seguían aferradas a los viejos sueños de gran potencia y buscaban una cosa por encima de todo: la posibilidad de revisar Versalles y restablecer un papel de supremacía en el centro de Europa y para Europa. Quizá había que establecer otras prioridades en ese momento. Si las peores cargas de las reparaciones y las restricciones a la producción podían aliviarse, posponerse o incluso sacarse de encima, el margen de maniobra de Alemania sería mayor.
Notas:
1. Vladimir Ilich Lenin: Sobre la situación internacional e interna de la República Soviética. Discurso pronunciado en la reunión de la Fracción Comunista del Congreso Sindical de Trabajadores Metalúrgicos de toda Rusia. 6 de marzo de 1922. en: Werke Vol. 33, Berlín 1973, p. 198.
2. Doc. 60. La Rusia soviética como "novia deseada": carta de Joffe a Lenin en el período previo a la Conferencia de Génova. Petrogrado, 13.2.1922. En: Hermann Weber/Jakov Drabkin/Bernhard H. Bayerlein (eds.): Deutschland, Russland, Komintern - II. Dokumente (1918-1943). Volumen parcial 1. Berlín-Munich-Boston 2015, p. 223.
3. Doc. 59. Informe secreto de Radek sobre las conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores Rathenau y el General von Seeckt sobre la cooperación militar con Rusia. Berlín, 11.2.1922. En: ibid. p. 218.
4. Véase El Tratado germano-ruso (Tratado de Rapallo), 16 de abril de 1922. En: 100(0) Schlüsseldokumente zur russischen und sowjetischen Geschichte (1917-1991). Obtenido- http://1000dok.digitalesammlungen.de/dok_0017_rap.pdf
5. Vladimir Ilich Lenin: Proyecto de resolución del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia sobre el informe de la delegación a la Conferencia de Génova. En: op. cit., p. 343
6. Sebastian Haffner: El Pacto con el Diablo. Las relaciones germano-rusas desde la Primera hasta la Segunda Guerra Mundial. Zúrich 1988, p. 92
7. El año anterior ya se había firmado un acuerdo comercial germano-soviético-ruso y una misión comercial soviético-rusa funcionaba efectivamente como representación diplomática en Berlín.
8. Heinrich August Winkler: Der falsche Charme der Schaukelpolitik. FAZ, 11.02.2022 https://www.faz.net/aktuell/politik/inland/deutsch-russische-beziehungen...
9. Wirth. Sesión del Reichstag del 29 de mayo de 1922, reichstagsprotokolle.de
10. Ibid.
11. Doc. 59. Informe secreto de Radek sobre las conversaciones con el Ministro de Asuntos Exteriores Rathenau y el General von Seeckt. op. cit., p. 218.
Stefan Bollinger es politólogo e historiador alemán. Colabora en jW
Fuente:
Stefan Bollinger es politólogo e historiador alemán. Colabora en jW
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miércoles, 4 de mayo de 2022
¿Las personas pueden cambiar?
Mi amigo Jarvis Masters entró a la Prisión Estatal de San Quintín en 1981 como un adolescente iracundo y culpable de varios cargos de robo a mano armada, pero luego, con la ayuda de una amiga del exterior, descubrió nuevas ideas y valores. Melody Ermachild Chavis, una investigadora que trabajaba en su caso, estaba dando sus primeros pasos en la práctica budista. Masters aceptó lo que ella le ofrecía y lo cambió. Se convirtió en un meditador devoto, luego en un renombrado practicante y pacificador budista tibetano.
Masters ha estado en San Quintín durante 41 años, la mayoría de ese tiempo ha estado en el corredor de la muerte por un crimen que, a partir de una revisión minuciosa del caso, muchas personas y yo creemos que no cometió (después de su encarcelamiento por robo a mano armada, lo condenaron por conspirar en el homicidio de un guardia de la cárcel y por afilar un arma que otros usaron para asesinarlo en 1985). En los años que han pasado desde su metamorfosis, a menudo ha apaciguado escenarios que podrían derivar en violencia y ha ofrecido consuelo y un oído de confianza para las penas de quienes lo rodean, tanto los guardias como otros presos.
Pero el sistema legal muestra poco interés en el argumento sólido a favor de su inocencia en cuanto a los cargos que se le imputan y solo parece considerarlo el hosco joven negro que encerró tantos años atrás. Desde hace tiempo, las cárceles han usado palabras como “correccional”, “reformatorio” y “penitenciaría” para sugerir que están comprometidas con cambiar a los presos, pero, en la era de las políticas de mano dura contra el crimen, el sistema carcelario se enfocó en castigar en vez de reformar. Hasta la fecha, el sistema parece mal equipado para reconocer cuando ocurren esas transformaciones, a menos que sea en una audiencia de libertad condicional, y la gente sentenciada a muerte no tiene derecho a una.
No son solo las cárceles y el sistema de justicia penal. Como sociedad, da la impresión de que estamos desprovistos de lo necesario para reconocer las transformaciones, al igual que carecemos de procesos formales —que no sean acuerdos monetarios— para que quienes han perjudicado a otras personas reparen daños como parte de su arrepentimiento o transformación.
La mayoría de nosotros ha cambiado con el tiempo, a menudo en incrementos tan lentos que no los reconocemos hasta que una situación nos pone cara a cara con algo que alguna vez creímos o aceptábamos y ahora ya no. Sin embargo, cuando se presentó el caso de Masters en una revisión de la Suprema Corte de California en 2016, pareció que los jueces no estuvieron dispuestos a tomarse en serio la evidencia acumulada para su exoneración ni tuvieron interés en saber en quién se había convertido.
En cambio, su decisión por escrito trajo a colación varias acusaciones de cosas que él había hecho de niño mientras estuvo en los sistemas de acogida temporal y justicia juvenil de California. Dio la impresión de que los jueces supusieron que este comportamiento de hace años fortalecía el argumento de que Masters merecía ser ejecutado por el estado y que el veredicto, en un juicio asombrosamente endeble, debía seguir vigente.
Sin importar qué haya hecho Masters en su infancia y juventud, para cuando tenía 6 años, también había experimentado hambre crónica, abandono extremo y violencia, y había visto cómo estuvieron a punto de matar a su madre a golpes. Después de su primera asignación tutelar exitosa, entró a una serie de hogares e instituciones donde fue sometido a una intensa violencia física y psicológica. Al principio, parecía haber sido un producto de esas circunstancias, pero luego construyó otras mejores. Desde el corredor de la muerte, ha creado un amplio círculo de amigos en el exterior, ha publicado dos libros, se ha vuelto un querido protegido de la maestra budista Pema Chodron, ha leído a fondo y ha tomado los hábitos de un lama tibetano.
Este lenguaje parco difícilmente transmite quién es mi amigo y cuánto nos reímos de todo y nada cuando logro agendar una cita a través del laberíntico sistema penitenciario o cuando él me llama por cobrar. Masters es un milagro de alegría gracias a la disciplina, una persona que ha encontrado una especie de tranquilidad y esperanza interior en una vida de encierro entre los californianos más violentos y en medio de los constantes gritos de furia que puedo escuchar cuando hablamos por teléfono. Sus tatuajes se han desvanecido, al igual que el joven que solía ser. Sin embargo, al sistema parece no interesarle la persona en la que se ha convertido, a pesar del sistema y no gracias a este.
Esta creencia en la inamovilidad de la naturaleza humana en vez de su fluidez o quizá en la culpa sin redención aparece en todas partes: no solo en el sistema jurídico formal que decide cuestiones de inocencia, culpabilidad y responsabilidad, sino también en la esfera social, en la cual reproducimos veredictos repletos de suposiciones poco analizadas sobre la naturaleza humana, así como prejuicios en contra y a favor de tipos particulares de personas y actos.
¿Eres quien solías ser? En concreto, ¿eres la persona que cometió ese error, que tenía esa opinión que ahora se considera reprobable o ignorante, que hizo daño hace años o décadas? A lo largo de las décadas, la mayoría de quienes pasamos a la madurez en el último siglo hemos cambiado nuestras cosmovisiones sobre la raza, el género, la sexualidad y otros temas clave. En particular, la década pasada se desarrolló como un seminario a la medida sobre estos temas para quienes decidieron prestar atención.
Sin embargo, a menudo hablamos y nos tratamos como si cada uno de nosotros fuera la suma de todas nuestras creencias y acciones pasadas, como si no se hubiera agregado, restado ni transformado nada. Por ejemplo, hace tiempo que la senadora estadounidense Elizabeth Warren repudió sus orígenes republicanos para convertirse en una de las principales voces progresistas del país. No obstante, en la campaña presidencial de 2020, le restregaron su pasado personas que lo consideraron una mancha imposible de limpiar o al menos información que podían convertir en un arma porque preferían a otros candidatos.
La izquierda tiene muchos abolicionistas de las cárceles y defiende la reinserción en la sociedad de quienes han cometido crímenes, pero esa generosidad no siempre se extiende a la gente que ha dicho algo que pudo considerarse aceptable en otra época, pero ahora ya no.
Los conservadores tienen su propia versión de esa insistencia en que una caída en desgracia es una caída eterna. Cuando el cardenal Timothy Dolan de Nueva York ofreció una homilía el año pasado sobre Dorothy Day, la activista por la justicia social que se convirtió al catolicismo y fundó el Movimiento del Trabajador Católico, consideró adecuado declarar: “Ella sería la primera en admitir su promiscuidad”. “Promiscua” parece una palabra dura e imprecisa, y una que insiste en ver sus primeros años como un fastidio que opaca cualquier aprecio hacia el heroísmo desinteresado de su vida posterior.
Tal vez parte del problema es la pasión por el pensamiento categórico o más bien por las categorías como una alternativa para el pensamiento. Algunas personas evolucionan y cambian de manera tan radical como las orugas que se convierten en mariposas. Algunas bien podrían estar talladas en granito, pues cargan a lo largo de toda su vida las mismas creencias y valores con los que comenzaron. Algunas mejoran, otras empeoran, algunas permanecen igual. Algunas cambian como resultado de cambios sociales, algunas por razones individuales y por medio de un esfuerzo individual. Reconocer esto implica considerar caso por caso y también reconocer que a veces no sabemos lo suficiente como para emitir un juicio.
A veces sí podemos hacerlo. Tomemos como ejemplo a Angela Davis. Su autobiografía, escrita cuando era una joven que acababa de salir de la cárcel en los años setenta tras ser absuelta de todos los cargos en su contra, acaba de ser reeditada. La descripción que hizo del tiempo que pasó en la cárcel de la ciudad de Nueva York es dura sobre las relaciones lésbicas de las que fue testigo ahí. “Yo era un producto de mi época”, dijo hace poco. “Y debo admitir que es muy inspirador reconocer cuán lejos hemos llegado, no solo por la manera en que hablamos sobre la sexualidad, sino también por cómo hablamos sobre el género y la manera en que siempre estamos desafiando las nociones binarias de género. Y todas estas transformaciones han ocurrido como consecuencia de la gente que ha dedicado su vida a luchar”.
Davis, quien desde hace tiempo tiene una pareja mujer, atribuye el crédito de su evolución individual a un proceso colectivo. Es una confesión audaz y también poco común, porque reconoce sus defectos pasados, además de admitir que los procesos sociales de gran envergadura cambiaron su manera de pensar. Muchas personas pasan por alto que son beneficiarias de procesos históricos y suponen que cambiaron como individuos. Ese instinto tiende a ir de la mano con una disposición a condenar a la gente que existió antes de que esos procesos cuestionaran viejas conjeturas y ofrecieran nuevas perspectivas y nuevos valores.
La cultura judía, como lo menciona mi amiga la rabina Danya Ruttenberg, tiene procesos claros para la redención y la reparación, en contraste con la corriente dominante de nuestra sociedad. El cristianismo le presta más atención al perdón de las víctimas y sus tradiciones de penitencia y confesión tienden a enfocarse en hacer las paces con Dios en vez de hacerlo con quienes fueron perjudicados. Hay algunos modelos nuevos —y uno de los principales es la justicia restaurativa—, pero, para que funcione cualquiera de ellos, debemos creer en la posibilidad de la transformación, y aceptar la incertidumbre que esto conlleva: la gente puede cambiar, algunas personas lo han hecho, algunas dicen falsamente que lo han hecho, algunas no quieren, algunas no pueden o recaerán. Afirmar que alguien no ha cambiado tal vez sea falso, pero quizá se siente más cercano a una certeza y sin duda requiere menos confianza.
En todos estos casos, me enfrento con la necesidad de una investigación y una flexibilidad. Sin duda, el primer criterio para determinar que algo es perdonable es si ya terminó, porque la persona dejó de hacer el daño que estaba perpetrando, renunció a los principios que produjeron ese daño, reparó o enmendó el daño o se volvió una persona diferente. El segundo es determinar si hay suficientes datos para decidir y quién debería decidir. La idea de que todo quede en manos de las personas que fueron dañadas de manera directa parece buena a primera vista, pero da pie a la confusión entre justicia y venganza en un tribunal. Además, quienes no se hayan visto afectados también deben decidir cómo responder ante quienes han realizado el daño, ya sea para contratarlos, votar por ellos, ser sus amigos, leer sus libros, ver sus películas o simplemente creerles. No obstante, más allá de los casos individuales, hay una necesidad de un enfoque de mayor envergadura: reconocer que la gente cambia, que la mayoría de nosotros lo ha hecho y lo hará, y que una buena parte de eso se debe a que, en esta era transformadora, a todos nos está llevando la corriente de un río de cambio.
Rebecca Solnit es la autora de Orwell’s Roses, su libro más reciente.
https://www.nytimes.com/es/2022/04/28/espanol/opinion/perdon-redencion.html
Masters ha estado en San Quintín durante 41 años, la mayoría de ese tiempo ha estado en el corredor de la muerte por un crimen que, a partir de una revisión minuciosa del caso, muchas personas y yo creemos que no cometió (después de su encarcelamiento por robo a mano armada, lo condenaron por conspirar en el homicidio de un guardia de la cárcel y por afilar un arma que otros usaron para asesinarlo en 1985). En los años que han pasado desde su metamorfosis, a menudo ha apaciguado escenarios que podrían derivar en violencia y ha ofrecido consuelo y un oído de confianza para las penas de quienes lo rodean, tanto los guardias como otros presos.
Pero el sistema legal muestra poco interés en el argumento sólido a favor de su inocencia en cuanto a los cargos que se le imputan y solo parece considerarlo el hosco joven negro que encerró tantos años atrás. Desde hace tiempo, las cárceles han usado palabras como “correccional”, “reformatorio” y “penitenciaría” para sugerir que están comprometidas con cambiar a los presos, pero, en la era de las políticas de mano dura contra el crimen, el sistema carcelario se enfocó en castigar en vez de reformar. Hasta la fecha, el sistema parece mal equipado para reconocer cuando ocurren esas transformaciones, a menos que sea en una audiencia de libertad condicional, y la gente sentenciada a muerte no tiene derecho a una.
No son solo las cárceles y el sistema de justicia penal. Como sociedad, da la impresión de que estamos desprovistos de lo necesario para reconocer las transformaciones, al igual que carecemos de procesos formales —que no sean acuerdos monetarios— para que quienes han perjudicado a otras personas reparen daños como parte de su arrepentimiento o transformación.
La mayoría de nosotros ha cambiado con el tiempo, a menudo en incrementos tan lentos que no los reconocemos hasta que una situación nos pone cara a cara con algo que alguna vez creímos o aceptábamos y ahora ya no. Sin embargo, cuando se presentó el caso de Masters en una revisión de la Suprema Corte de California en 2016, pareció que los jueces no estuvieron dispuestos a tomarse en serio la evidencia acumulada para su exoneración ni tuvieron interés en saber en quién se había convertido.
En cambio, su decisión por escrito trajo a colación varias acusaciones de cosas que él había hecho de niño mientras estuvo en los sistemas de acogida temporal y justicia juvenil de California. Dio la impresión de que los jueces supusieron que este comportamiento de hace años fortalecía el argumento de que Masters merecía ser ejecutado por el estado y que el veredicto, en un juicio asombrosamente endeble, debía seguir vigente.
Sin importar qué haya hecho Masters en su infancia y juventud, para cuando tenía 6 años, también había experimentado hambre crónica, abandono extremo y violencia, y había visto cómo estuvieron a punto de matar a su madre a golpes. Después de su primera asignación tutelar exitosa, entró a una serie de hogares e instituciones donde fue sometido a una intensa violencia física y psicológica. Al principio, parecía haber sido un producto de esas circunstancias, pero luego construyó otras mejores. Desde el corredor de la muerte, ha creado un amplio círculo de amigos en el exterior, ha publicado dos libros, se ha vuelto un querido protegido de la maestra budista Pema Chodron, ha leído a fondo y ha tomado los hábitos de un lama tibetano.
Este lenguaje parco difícilmente transmite quién es mi amigo y cuánto nos reímos de todo y nada cuando logro agendar una cita a través del laberíntico sistema penitenciario o cuando él me llama por cobrar. Masters es un milagro de alegría gracias a la disciplina, una persona que ha encontrado una especie de tranquilidad y esperanza interior en una vida de encierro entre los californianos más violentos y en medio de los constantes gritos de furia que puedo escuchar cuando hablamos por teléfono. Sus tatuajes se han desvanecido, al igual que el joven que solía ser. Sin embargo, al sistema parece no interesarle la persona en la que se ha convertido, a pesar del sistema y no gracias a este.
Esta creencia en la inamovilidad de la naturaleza humana en vez de su fluidez o quizá en la culpa sin redención aparece en todas partes: no solo en el sistema jurídico formal que decide cuestiones de inocencia, culpabilidad y responsabilidad, sino también en la esfera social, en la cual reproducimos veredictos repletos de suposiciones poco analizadas sobre la naturaleza humana, así como prejuicios en contra y a favor de tipos particulares de personas y actos.
¿Eres quien solías ser? En concreto, ¿eres la persona que cometió ese error, que tenía esa opinión que ahora se considera reprobable o ignorante, que hizo daño hace años o décadas? A lo largo de las décadas, la mayoría de quienes pasamos a la madurez en el último siglo hemos cambiado nuestras cosmovisiones sobre la raza, el género, la sexualidad y otros temas clave. En particular, la década pasada se desarrolló como un seminario a la medida sobre estos temas para quienes decidieron prestar atención.
Sin embargo, a menudo hablamos y nos tratamos como si cada uno de nosotros fuera la suma de todas nuestras creencias y acciones pasadas, como si no se hubiera agregado, restado ni transformado nada. Por ejemplo, hace tiempo que la senadora estadounidense Elizabeth Warren repudió sus orígenes republicanos para convertirse en una de las principales voces progresistas del país. No obstante, en la campaña presidencial de 2020, le restregaron su pasado personas que lo consideraron una mancha imposible de limpiar o al menos información que podían convertir en un arma porque preferían a otros candidatos.
La izquierda tiene muchos abolicionistas de las cárceles y defiende la reinserción en la sociedad de quienes han cometido crímenes, pero esa generosidad no siempre se extiende a la gente que ha dicho algo que pudo considerarse aceptable en otra época, pero ahora ya no.
Los conservadores tienen su propia versión de esa insistencia en que una caída en desgracia es una caída eterna. Cuando el cardenal Timothy Dolan de Nueva York ofreció una homilía el año pasado sobre Dorothy Day, la activista por la justicia social que se convirtió al catolicismo y fundó el Movimiento del Trabajador Católico, consideró adecuado declarar: “Ella sería la primera en admitir su promiscuidad”. “Promiscua” parece una palabra dura e imprecisa, y una que insiste en ver sus primeros años como un fastidio que opaca cualquier aprecio hacia el heroísmo desinteresado de su vida posterior.
Tal vez parte del problema es la pasión por el pensamiento categórico o más bien por las categorías como una alternativa para el pensamiento. Algunas personas evolucionan y cambian de manera tan radical como las orugas que se convierten en mariposas. Algunas bien podrían estar talladas en granito, pues cargan a lo largo de toda su vida las mismas creencias y valores con los que comenzaron. Algunas mejoran, otras empeoran, algunas permanecen igual. Algunas cambian como resultado de cambios sociales, algunas por razones individuales y por medio de un esfuerzo individual. Reconocer esto implica considerar caso por caso y también reconocer que a veces no sabemos lo suficiente como para emitir un juicio.
A veces sí podemos hacerlo. Tomemos como ejemplo a Angela Davis. Su autobiografía, escrita cuando era una joven que acababa de salir de la cárcel en los años setenta tras ser absuelta de todos los cargos en su contra, acaba de ser reeditada. La descripción que hizo del tiempo que pasó en la cárcel de la ciudad de Nueva York es dura sobre las relaciones lésbicas de las que fue testigo ahí. “Yo era un producto de mi época”, dijo hace poco. “Y debo admitir que es muy inspirador reconocer cuán lejos hemos llegado, no solo por la manera en que hablamos sobre la sexualidad, sino también por cómo hablamos sobre el género y la manera en que siempre estamos desafiando las nociones binarias de género. Y todas estas transformaciones han ocurrido como consecuencia de la gente que ha dedicado su vida a luchar”.
Davis, quien desde hace tiempo tiene una pareja mujer, atribuye el crédito de su evolución individual a un proceso colectivo. Es una confesión audaz y también poco común, porque reconoce sus defectos pasados, además de admitir que los procesos sociales de gran envergadura cambiaron su manera de pensar. Muchas personas pasan por alto que son beneficiarias de procesos históricos y suponen que cambiaron como individuos. Ese instinto tiende a ir de la mano con una disposición a condenar a la gente que existió antes de que esos procesos cuestionaran viejas conjeturas y ofrecieran nuevas perspectivas y nuevos valores.
La cultura judía, como lo menciona mi amiga la rabina Danya Ruttenberg, tiene procesos claros para la redención y la reparación, en contraste con la corriente dominante de nuestra sociedad. El cristianismo le presta más atención al perdón de las víctimas y sus tradiciones de penitencia y confesión tienden a enfocarse en hacer las paces con Dios en vez de hacerlo con quienes fueron perjudicados. Hay algunos modelos nuevos —y uno de los principales es la justicia restaurativa—, pero, para que funcione cualquiera de ellos, debemos creer en la posibilidad de la transformación, y aceptar la incertidumbre que esto conlleva: la gente puede cambiar, algunas personas lo han hecho, algunas dicen falsamente que lo han hecho, algunas no quieren, algunas no pueden o recaerán. Afirmar que alguien no ha cambiado tal vez sea falso, pero quizá se siente más cercano a una certeza y sin duda requiere menos confianza.
En todos estos casos, me enfrento con la necesidad de una investigación y una flexibilidad. Sin duda, el primer criterio para determinar que algo es perdonable es si ya terminó, porque la persona dejó de hacer el daño que estaba perpetrando, renunció a los principios que produjeron ese daño, reparó o enmendó el daño o se volvió una persona diferente. El segundo es determinar si hay suficientes datos para decidir y quién debería decidir. La idea de que todo quede en manos de las personas que fueron dañadas de manera directa parece buena a primera vista, pero da pie a la confusión entre justicia y venganza en un tribunal. Además, quienes no se hayan visto afectados también deben decidir cómo responder ante quienes han realizado el daño, ya sea para contratarlos, votar por ellos, ser sus amigos, leer sus libros, ver sus películas o simplemente creerles. No obstante, más allá de los casos individuales, hay una necesidad de un enfoque de mayor envergadura: reconocer que la gente cambia, que la mayoría de nosotros lo ha hecho y lo hará, y que una buena parte de eso se debe a que, en esta era transformadora, a todos nos está llevando la corriente de un río de cambio.
Rebecca Solnit es la autora de Orwell’s Roses, su libro más reciente.
https://www.nytimes.com/es/2022/04/28/espanol/opinion/perdon-redencion.html
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lunes, 2 de mayo de 2022
_- En defensa de la crítica.
_- Los expertos afirman que el miedo nos impide compartir comentarios constructivos, pero aquí te explicamos cómo —y por qué— deberías expresarlos de todos modos.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Esta vacilación para expresarme también se cuela en mi vida personal. A menudo me cuesta sugerirle a mi pareja que pruebe una estrategia disciplinaria diferente con nuestros hijos, incluso cuando acabo de escribir un libro sobre crianza con base empírica y sé lo que probablemente funcionaría mejor.
De hecho, la renuencia a proporcionar sugerencias útiles es muy común. Un estudio publicado en línea en marzo reveló que la mayoría de las personas son cautelosas al momento de compartir opiniones que, al final, serían útiles para la otra persona, incluso cuando, según el mismo estudio, la mayoría de las personas genuinamente deseaba escucharlas.
“Realmente queremos escuchar la retroalimentación, pero cuando vemos a alguien, dudamos un poco en expresarlas”, explicó Nicole Abi-Esber, estudiante de un doctorado en comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios de Harvard y autora del estudio.
Por ejemplo, de las 155 personas en el estudio de Abi-Esber que interactuaron con un investigador o investigadora que tenía algo en el rostro —chocolate, lápiz labial o marcador rojo—, solo cuatro personas señalaron la mancha. Además, los participantes afirmaron que era poco probable que hicieran alguna observación cuando un compañero de trabajo pronunciaba mal un nombre, cometía errores en informes o hablaba demasiado rápido durante una presentación.
Según el estudio, una de las razones por las que rara vez compartimos críticas constructivas es que solemos subestimar cuánto desean recibirlas otras personas, un error que cometemos tanto en el trabajo como en situaciones cotidianas. Sorprendentemente, Abi-Esber y su equipo descubrieron que nos mordemos la lengua tanto con las personas cercanas —amigos y familiares— como con los conocidos y los compañeros de trabajo, lo que puede explicar mi reticencia a compartir estrategias de crianza con mi pareja.
Otra razón por la que a menudo nos reprimimos es que nos preocupa el efecto que nuestros comentarios puedan tener en nuestra relación con los demás, afirmó Abi-Esber. Pensamos: “¿Si les digo esto se molestarán conmigo?”. En un estudio publicado en febrero, Lauren Simon, profesora de administración de la Universidad de Arkansas, y sus colegas descubrieron que a las personas empáticas les resultaba especialmente difícil hacer comentarios constructivos. Pueden “estar demasiado preocupadas por el hecho de que dar una opinión difícil pero constructiva pueda herir los sentimientos del destinatario”, explicó Simon.
Sin embargo, según Abi-Esber, la mayoría de las veces las personas quieren escuchar nuestras sugerencias.
Entonces, ¿Cómo superamos la tendencia a quedarnos callados? Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era —irónicamente, dado que la empatía también puede frenar a la gente— tratar de ponerse en el lugar de la otra persona.
Si fueras tú el que habla demasiado alto por teléfono en el trabajo, o el que anda con espinacas entre los dientes, ¿no querrías saberlo? Simon sugirió pensar en los efectos negativos de no expresar la opinión. La gente debería “recordar que dar retroalimentación es a menudo la opción más amable, teniendo en cuenta todas las cosas”, dijo.
Una vez superada la timidez, hay que preguntarse cuál es la mejor manera de formular una crítica constructiva. Algunas de las cosas que has oído pueden no ser realmente útiles, como el método del “sándwich”, muy recomendado, que consiste en intercalar las críticas entre dos capas de elogios. Este método “no está respaldado por la evidencia, y las investigaciones sugieren que en realidad puede tener un efecto perjudicial al diluir o enturbiar los consejos realmente importantes”, afirma Naomi Winstone, psicóloga cognitiva que estudia la retroalimentación constructiva en la Universidad de Surrey, Gran Bretaña.
Ofrecer demasiados comentarios es otro de los errores más comunes, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que a menudo cometemos el error contrario. “Ofrecer comentarios sobre absolutamente todos los elementos del rendimiento puede resultar abrumador”, afirma Winstone. “En cambio, centrarse en las prioridades clave de mejora, con una orientación clara sobre cómo dar los siguientes pasos, puede ser lo más motivador”.
Una investigación realizada por Katherine L. Milkman y otros autores sugiere que somos más propensos a cambiar nuestro propio comportamiento cuando nos fijamos metas específicas y lo mismo podría aplicar cuando establecemos metas para los demás, afirmó Catherine Sanderson, psicóloga del Amherst College.
“Un entrenador que le dice ‘esfuérzate más’ a un atleta con bajo rendimiento quizá sea menos efectivo que uno que dice: ‘Necesitas desarrollar mayor fuerza, así que a partir de mañana deberías dedicar 30 minutos diarios a levantar pesas’”, afirmó Sanderson.
Intenta también programar los comentarios para cuando la gente esté tranquila y receptiva. “Evita hacer comentarios cuando tú o el destinatario se sientan estresados o cargados de emociones”, sugirió Simon. Además, debes dejar bien claro que te estás refiriendo al comportamiento de una persona y no a su personalidad, aclara Sanderson. “No lo hagas personal”, aconsejó. “Separa lo que dijo o hizo la persona de quién es”.
¿Y si buscas una crítica constructiva, pero nadie te la ofrece? Una investigación realizada por Hayley Blunden, estudiante de doctorado en comportamiento organizativo en la Escuela de Negocios de Harvard, sugiere que pedir consejo a la gente, en lugar de una crítica, a menudo provoca información más útil y procesable. Esto se debe a que los consejos están orientados al futuro, lo que “puede abrir el pensamiento de las personas”, dijo, y hacer que se centren en lo que podría ser, en lugar de en lo que ocurrió en el pasado. Además, dar un consejo orientado al futuro es menos crítico que dar una opinión sobre las decisiones pasadas, lo que puede ayudar a las personas más empáticas a “bajar la guardia y compartir una visión más específica”, añadió.
La próxima vez que me sienta nerviosa por tener que dar un consejo a mi asistente, mi pareja o mis amigos, haré lo siguiente: intentaré imaginar lo que querría si estuviera en su situación, y consideraré los beneficios que mi opinión podría aportar en términos de crecimiento personal o profesional. Entonces compartiré mis ideas —que consideraré como un consejo— de forma breve y específica cuando parezcan receptivos a ello. Y espero que en el futuro hagan lo mismo conmigo.
La semana de Well
https://www.nytimes.com/es/2022/04/24/espanol/critica-constructiva-retroalimentacion.html
Algo que me gustaría mejorar es mi capacidad de decirles a otras personas cómo mejorar. Soy pésima para dar una evaluación constructiva. Hace poco contraté a una asistente administrativa y suelo sentirme mucho más propensa a elogiarla por lo bien que lo está haciendo que a brindarle sugerencias que podrían ayudarla a hacer un trabajo aún mejor, incluso cuando hacerlo no solo la beneficiaría, sino que también me beneficiaría a mí directamente.
El Times Una selección semanal de historias en español que no encontrarás en ningún otro sitio, con eñes y acentos. Get it sent to your inbox. Esta vacilación para expresarme también se cuela en mi vida personal. A menudo me cuesta sugerirle a mi pareja que pruebe una estrategia disciplinaria diferente con nuestros hijos, incluso cuando acabo de escribir un libro sobre crianza con base empírica y sé lo que probablemente funcionaría mejor.
De hecho, la renuencia a proporcionar sugerencias útiles es muy común. Un estudio publicado en línea en marzo reveló que la mayoría de las personas son cautelosas al momento de compartir opiniones que, al final, serían útiles para la otra persona, incluso cuando, según el mismo estudio, la mayoría de las personas genuinamente deseaba escucharlas.
“Realmente queremos escuchar la retroalimentación, pero cuando vemos a alguien, dudamos un poco en expresarlas”, explicó Nicole Abi-Esber, estudiante de un doctorado en comportamiento organizacional en la Escuela de Negocios de Harvard y autora del estudio.
Por ejemplo, de las 155 personas en el estudio de Abi-Esber que interactuaron con un investigador o investigadora que tenía algo en el rostro —chocolate, lápiz labial o marcador rojo—, solo cuatro personas señalaron la mancha. Además, los participantes afirmaron que era poco probable que hicieran alguna observación cuando un compañero de trabajo pronunciaba mal un nombre, cometía errores en informes o hablaba demasiado rápido durante una presentación.
Según el estudio, una de las razones por las que rara vez compartimos críticas constructivas es que solemos subestimar cuánto desean recibirlas otras personas, un error que cometemos tanto en el trabajo como en situaciones cotidianas. Sorprendentemente, Abi-Esber y su equipo descubrieron que nos mordemos la lengua tanto con las personas cercanas —amigos y familiares— como con los conocidos y los compañeros de trabajo, lo que puede explicar mi reticencia a compartir estrategias de crianza con mi pareja.
Otra razón por la que a menudo nos reprimimos es que nos preocupa el efecto que nuestros comentarios puedan tener en nuestra relación con los demás, afirmó Abi-Esber. Pensamos: “¿Si les digo esto se molestarán conmigo?”. En un estudio publicado en febrero, Lauren Simon, profesora de administración de la Universidad de Arkansas, y sus colegas descubrieron que a las personas empáticas les resultaba especialmente difícil hacer comentarios constructivos. Pueden “estar demasiado preocupadas por el hecho de que dar una opinión difícil pero constructiva pueda herir los sentimientos del destinatario”, explicó Simon.
Sin embargo, según Abi-Esber, la mayoría de las veces las personas quieren escuchar nuestras sugerencias.
Entonces, ¿Cómo superamos la tendencia a quedarnos callados? Abi-Esber y su equipo probaron varias estrategias para persuadir a las personas a manifestar su opinión y descubrieron que el mejor enfoque era —irónicamente, dado que la empatía también puede frenar a la gente— tratar de ponerse en el lugar de la otra persona.
Si fueras tú el que habla demasiado alto por teléfono en el trabajo, o el que anda con espinacas entre los dientes, ¿no querrías saberlo? Simon sugirió pensar en los efectos negativos de no expresar la opinión. La gente debería “recordar que dar retroalimentación es a menudo la opción más amable, teniendo en cuenta todas las cosas”, dijo.
Una vez superada la timidez, hay que preguntarse cuál es la mejor manera de formular una crítica constructiva. Algunas de las cosas que has oído pueden no ser realmente útiles, como el método del “sándwich”, muy recomendado, que consiste en intercalar las críticas entre dos capas de elogios. Este método “no está respaldado por la evidencia, y las investigaciones sugieren que en realidad puede tener un efecto perjudicial al diluir o enturbiar los consejos realmente importantes”, afirma Naomi Winstone, psicóloga cognitiva que estudia la retroalimentación constructiva en la Universidad de Surrey, Gran Bretaña.
Ofrecer demasiados comentarios es otro de los errores más comunes, lo cual es curioso si tenemos en cuenta que a menudo cometemos el error contrario. “Ofrecer comentarios sobre absolutamente todos los elementos del rendimiento puede resultar abrumador”, afirma Winstone. “En cambio, centrarse en las prioridades clave de mejora, con una orientación clara sobre cómo dar los siguientes pasos, puede ser lo más motivador”.
Una investigación realizada por Katherine L. Milkman y otros autores sugiere que somos más propensos a cambiar nuestro propio comportamiento cuando nos fijamos metas específicas y lo mismo podría aplicar cuando establecemos metas para los demás, afirmó Catherine Sanderson, psicóloga del Amherst College.
“Un entrenador que le dice ‘esfuérzate más’ a un atleta con bajo rendimiento quizá sea menos efectivo que uno que dice: ‘Necesitas desarrollar mayor fuerza, así que a partir de mañana deberías dedicar 30 minutos diarios a levantar pesas’”, afirmó Sanderson.
Intenta también programar los comentarios para cuando la gente esté tranquila y receptiva. “Evita hacer comentarios cuando tú o el destinatario se sientan estresados o cargados de emociones”, sugirió Simon. Además, debes dejar bien claro que te estás refiriendo al comportamiento de una persona y no a su personalidad, aclara Sanderson. “No lo hagas personal”, aconsejó. “Separa lo que dijo o hizo la persona de quién es”.
¿Y si buscas una crítica constructiva, pero nadie te la ofrece? Una investigación realizada por Hayley Blunden, estudiante de doctorado en comportamiento organizativo en la Escuela de Negocios de Harvard, sugiere que pedir consejo a la gente, en lugar de una crítica, a menudo provoca información más útil y procesable. Esto se debe a que los consejos están orientados al futuro, lo que “puede abrir el pensamiento de las personas”, dijo, y hacer que se centren en lo que podría ser, en lugar de en lo que ocurrió en el pasado. Además, dar un consejo orientado al futuro es menos crítico que dar una opinión sobre las decisiones pasadas, lo que puede ayudar a las personas más empáticas a “bajar la guardia y compartir una visión más específica”, añadió.
La próxima vez que me sienta nerviosa por tener que dar un consejo a mi asistente, mi pareja o mis amigos, haré lo siguiente: intentaré imaginar lo que querría si estuviera en su situación, y consideraré los beneficios que mi opinión podría aportar en términos de crecimiento personal o profesional. Entonces compartiré mis ideas —que consideraré como un consejo— de forma breve y específica cuando parezcan receptivos a ello. Y espero que en el futuro hagan lo mismo conmigo.
La semana de Well
https://www.nytimes.com/es/2022/04/24/espanol/critica-constructiva-retroalimentacion.html
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domingo, 1 de mayo de 2022
El mundo al revés: Pegasus y el derecho a la defensa.
Aparte de la investigación política que pueden y deben poner en marcha las Cortes Generales, cada uno de los afectados directa o indirectamente podrá acudir a los tribunales a denunciar la violación de sus derechos fundamentales
— El caso del espionaje en Catalunya expone las carencias en el control del CNI.
Margarita Robles, ministra de Defensa, ha hecho pública su preocupación por la situación material de indefensión en que se encuentra el CNI como consecuencia del carácter secreto de su actividad. “Todo lo que hace el CNI es secreto. Es muy fácil imputarle actos de los que no se puede defender”. Han sido sus palabras al ser preguntada por la utilización del Programa Pegasus para intervenir los teléfonos de alrededor de 60 personas integradas en o relacionadas más o menos estrechamente con el nacionalismo independentista catalán.
El secreto del CNI parece ser para la ministra de Defensa el equivalente a la inviolabilidad del Rey. Todo lo que hace el CNI es secreto. Todo lo que hace el Rey está cubierto por la inviolabilidad. Punto final. No hay nada que investigar, ni nada sobre lo que dar explicaciones. Confíen ustedes en que España es un Estado de Derecho donde el Gobierno actúa siempre cumpliendo de manera escrupulosa la ley y con el máximo respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas de los ciudadanos.
Si este va a ser el contenido de su intervención en el Congreso de los Diputados ante el que ha solicitado comparecer, no se qué sentido puede tener su comparecencia. Si no hay nada que decir, porque, al ser secreta la actividad del CNI, cualquier cosa que se diga supondría una vulneración de la ley, de la Ley de Secretos Oficiales y de la Ley reguladora del CNI, mejor no comparecer.
En todo caso, ya sabemos cual es la posición del Gobierno. Es la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa del CNI lo que le preocupa y no la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa de los ciudadanos cuyos teléfonos han sido intervenidos con el programa Pegasus.
Porque el problema de no poder ejercer el derecho a la defensa lo tienen los ciudadanos investigados con el programa Pegasus y no el CNI. No hay que haber estudiado en una Facultad de Derecho para entender que la alegación a la indefensión del CNI por parte de la Ministra no tiene nada que ver con el derecho fundamental reconocido en la Constitución. Es una maniobra para introducir confusión donde no la hay. En la utilización del programa Pegasus para interceptar los teléfonos de los nacionalistas catalanes, los únicos derechos fundamentales que están en juego son los de las personas cuyos teléfonos han sido intervenidos y los de nadie más. Bueno, para decirlo con más precisión: los de los titulares de tales teléfonos y los de todas las personas que hayan entrado en contacto con ellos telefónicamente.
La herramienta Pegasus es tan invasiva, que no es posible hacer un uso constitucional de la misma. No solo supone una limitación de los derechos constitutivos de la personalidad reconocidos en el artículo 18 de la Constitución. No solamente la del secreto de las comunicaciones, sino la de todos: la intimidad, el honor y la propia imagen. La de los titulares de los teléfonos y la de de todos los que se comunican con ellos por dicha vía. Incluso las de quienes no se comunican directamente pero aparecen en la conversación o en las fotografías almacenadas en el teléfono intervenido.
Sin una Ley que contemple la especificidad de esta herramienta y delimite en qué supuestos y bajo qué condiciones se puede hacer uso de la misma, ningún juez puede autorizar su uso. La naturaleza de los derechos reconocidos en el artículo 18, los sustantivos, intimidad, honor y propia imagen y los que, siendo también sustantivos, son instrumentales de los primeros, inviolabilidad del domicilio y secreto de las comunicaciones, ocupa un lugar tan estratégico en la Constitución, que no se puede autorizar una intervención sobre los mismos, ya que que puede suponer la negación absoluta de todos ellos. Ahora mismo no hay ningún juez que pueda autorizar el uso del programa Pegasus.
No se si será posible siquiera que las Cortes Generales aprueben una ley que lo haga posible, ya que el “núcleo esencial” de los derechos fundamentales es indisponible para el legislador. “Solo por ley que, en todo caso, deberá respetar su contenido esencial…”, dice el artículo 53.1 de la Constitución, se podrá regular el ejercicio de los derechos fundamentales. Esta limitación opera para todos los derechos fundamentales, pero la intensidad es diferente dependiendo de la manera que afecta cada uno de ellos a la convivencia en libertad. La afectación de los derechos reconocidos en el artículo 18 es la máxima.
Quiere decirse que nos encontramos ante un problema de una magnitud extraordinaria. Aparte de la investigación de naturaleza política que pueden y deben poner en marcha las Cortes Generales, es obvio que cada uno de los ciudadanos afectados directa o indirectamente podrá acudir a los tribunales a denunciar la violación de sus derechos fundamentales por haber sido sometido a investigación con base en el programa Pegasus.
La información de la que disponemos en este momento es mínima. Estamos al comienzo de una investigación sobre el uso que se ha hecho del programa Pegasus. Lo único que podemos dar por seguro en este momento es que no será la indefensión del CNI la que estará en el centro de la investigación, sino la indefensión de los ciudadanos afectados por la aplicación del Programa.
Atentos, porque todavía es mucho el recorrido de este turbio asunto.
Margarita Robles, ministra de Defensa, ha hecho pública su preocupación por la situación material de indefensión en que se encuentra el CNI como consecuencia del carácter secreto de su actividad. “Todo lo que hace el CNI es secreto. Es muy fácil imputarle actos de los que no se puede defender”. Han sido sus palabras al ser preguntada por la utilización del Programa Pegasus para intervenir los teléfonos de alrededor de 60 personas integradas en o relacionadas más o menos estrechamente con el nacionalismo independentista catalán.
El secreto del CNI parece ser para la ministra de Defensa el equivalente a la inviolabilidad del Rey. Todo lo que hace el CNI es secreto. Todo lo que hace el Rey está cubierto por la inviolabilidad. Punto final. No hay nada que investigar, ni nada sobre lo que dar explicaciones. Confíen ustedes en que España es un Estado de Derecho donde el Gobierno actúa siempre cumpliendo de manera escrupulosa la ley y con el máximo respeto de los derechos fundamentales y libertades públicas de los ciudadanos.
Si este va a ser el contenido de su intervención en el Congreso de los Diputados ante el que ha solicitado comparecer, no se qué sentido puede tener su comparecencia. Si no hay nada que decir, porque, al ser secreta la actividad del CNI, cualquier cosa que se diga supondría una vulneración de la ley, de la Ley de Secretos Oficiales y de la Ley reguladora del CNI, mejor no comparecer.
En todo caso, ya sabemos cual es la posición del Gobierno. Es la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa del CNI lo que le preocupa y no la imposibilidad del ejercicio del derecho a la defensa de los ciudadanos cuyos teléfonos han sido intervenidos con el programa Pegasus.
Porque el problema de no poder ejercer el derecho a la defensa lo tienen los ciudadanos investigados con el programa Pegasus y no el CNI. No hay que haber estudiado en una Facultad de Derecho para entender que la alegación a la indefensión del CNI por parte de la Ministra no tiene nada que ver con el derecho fundamental reconocido en la Constitución. Es una maniobra para introducir confusión donde no la hay. En la utilización del programa Pegasus para interceptar los teléfonos de los nacionalistas catalanes, los únicos derechos fundamentales que están en juego son los de las personas cuyos teléfonos han sido intervenidos y los de nadie más. Bueno, para decirlo con más precisión: los de los titulares de tales teléfonos y los de todas las personas que hayan entrado en contacto con ellos telefónicamente.
La herramienta Pegasus es tan invasiva, que no es posible hacer un uso constitucional de la misma. No solo supone una limitación de los derechos constitutivos de la personalidad reconocidos en el artículo 18 de la Constitución. No solamente la del secreto de las comunicaciones, sino la de todos: la intimidad, el honor y la propia imagen. La de los titulares de los teléfonos y la de de todos los que se comunican con ellos por dicha vía. Incluso las de quienes no se comunican directamente pero aparecen en la conversación o en las fotografías almacenadas en el teléfono intervenido.
Sin una Ley que contemple la especificidad de esta herramienta y delimite en qué supuestos y bajo qué condiciones se puede hacer uso de la misma, ningún juez puede autorizar su uso. La naturaleza de los derechos reconocidos en el artículo 18, los sustantivos, intimidad, honor y propia imagen y los que, siendo también sustantivos, son instrumentales de los primeros, inviolabilidad del domicilio y secreto de las comunicaciones, ocupa un lugar tan estratégico en la Constitución, que no se puede autorizar una intervención sobre los mismos, ya que que puede suponer la negación absoluta de todos ellos. Ahora mismo no hay ningún juez que pueda autorizar el uso del programa Pegasus.
No se si será posible siquiera que las Cortes Generales aprueben una ley que lo haga posible, ya que el “núcleo esencial” de los derechos fundamentales es indisponible para el legislador. “Solo por ley que, en todo caso, deberá respetar su contenido esencial…”, dice el artículo 53.1 de la Constitución, se podrá regular el ejercicio de los derechos fundamentales. Esta limitación opera para todos los derechos fundamentales, pero la intensidad es diferente dependiendo de la manera que afecta cada uno de ellos a la convivencia en libertad. La afectación de los derechos reconocidos en el artículo 18 es la máxima.
Quiere decirse que nos encontramos ante un problema de una magnitud extraordinaria. Aparte de la investigación de naturaleza política que pueden y deben poner en marcha las Cortes Generales, es obvio que cada uno de los ciudadanos afectados directa o indirectamente podrá acudir a los tribunales a denunciar la violación de sus derechos fundamentales por haber sido sometido a investigación con base en el programa Pegasus.
La información de la que disponemos en este momento es mínima. Estamos al comienzo de una investigación sobre el uso que se ha hecho del programa Pegasus. Lo único que podemos dar por seguro en este momento es que no será la indefensión del CNI la que estará en el centro de la investigación, sino la indefensión de los ciudadanos afectados por la aplicación del Programa.
Atentos, porque todavía es mucho el recorrido de este turbio asunto.
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