viernes, 3 de marzo de 2023

¿Qué es un cuerpo bello? Henri Matisse nos ayuda a entenderlo

A cutout collage of blue paper representing the figure of a woman by the French artist Henri Matisse.

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A cutout collage of blue paper representing the figure of a woman by the French artist Henri Matisse.


En una ocasión inolvidable, sentí mi corporeidad cuando me atravesé la mejilla izquierda con los dientes. Era patinador profesional, y estaba entrenando para clasificarme para los X Games. Bajaba patinando una larga pendiente, me resbalé con algún charco y acabé haciendo el Superman a tres metros de altura, hasta que me di de cabeza contra la lateral de una rampa de patinaje. Fui a urgencias, me suturaron la herida y volví a la competencia. Cuando me veo la cicatriz en el cristal de un escaparate o en un espejo, o me la noto con la lengua desde dentro, no la experimento como el lugar de un traumatismo o una desfiguración. Recuerdo la alegría y la emoción de volar en el aire.

Sin duda, esto me sitúa en una minoría. Para la mayoría, un cuerpo bello es un cuerpo sano, y los placeres de tratar bien el cuerpo —los masajes, la limpieza, la hidratación, el descanso— se consideran fines en sí mismos, puras fuentes de calma, seguridad en uno mismo, amor y alegría.

Sin embargo, la felicidad que podemos obtener de mantener lo que se considera generalmente un cuerpo sano o bello tiene sus límites: si tienes la suerte de vivir una larga vida, tu cuerpo se estropeará. Y no es solo la edad la que hace de las suyas con nuestro cuerpo. Una enfermedad, un accidente o una discapacidad puede acabar rápidamente con esa fuente corporal de felicidad. ¿Y entonces qué?

Como profesor de filosofía, exploro las preguntas importantes de la vida con mis alumnos —la mayoría de ellos, jóvenes cuyo concepto del mundo tiende a estar más conformado por las redes sociales y los mensajes corporativos que por un puntual curso de filosofía— y una de las que retomo con frecuencia es: ¿cómo podemos entender el potencial y el poder estético del cuerpo en toda su amplitud?

Suelo hablarles de Henri Matisse.
Alrededor de 1940, cuando Matisse, el revolucionario pintor francés, tenía 71 años, sus médicos le detectaron una obstrucción intestinal (a causa de una hernia que había padecido de niño) y un tumor en el colon potencialmente canceroso. Asumieron que su enfermedad era mortal, pero pusieron sus esperanzas en una operación arriesgada. Funcionó, y le dio 13 años más de vida.

Sin embargo, esos años fueron muy distintos a los 71 anteriores. Tras la operación, su movilidad quedó bastante reducida, y pasó mucho tiempo en la cama. Sufría fiebres, agotamiento y los efectos secundarios de varios medicamentos. Todo esto hacía que pintar fuese casi imposible. A estas dificultades físicas se les unieron sus dudas sobre la dirección de su arte. Al sentir que ya había ido todo lo lejos que podía en la pintura, Matisse descubrió que todo en su vida era una pregunta abierta.

En esa época —mucho antes de que las ideas progresistas sobre la discapacidad fuesen aceptadas de manera generalizada—, quizá lo esperable habría sido que Matisse viera su nueva enfermedad como una especie de tragedia, como una razón para rendirse. No lo hizo. Por el contrario, su pérdida lo transformó. “Mi terrible operación me ha rejuvenecido completamente y me ha vuelto filósofo. Me había preparado tanto para irme de esta vida que me parece vivir una segunda existencia”.

Matisse se transformó a sí mismo al transformar su trabajo y pasarse al collage. Asistido por sus ayudantes, aplicaba pintura al papel, y después recortaba y disponía las piezas para producir obras muy variadas: desde las pequeñas hasta las casi gigantes, y desde las abstractas y las simbólicas hasta las figurativas. Matisse las llamaba “gouaches découpées”, o “guaches recortados”, por el tipo de pintura que utilizaba. Las consideraba la culminación de su vida artística: “Solo lo que he creado después de la enfermedad constituye mi verdadero yo: libre, liberado”. Las nuevas limitaciones de su cuerpo se convirtieron en una oportunidad para la renovación. Con pintura, tijeras y papel, dibujó, esculpió y construyó un nuevo yo.

Aquí tenemos una lección sobre qué significa cuidar el cuerpo, habitar el que tenemos, y no solo con aceptación y amor, como bien se nos recomienda a menudo. Es una lección aprendida cuando vivimos a través de nuestro cuerpo como vehículos de belleza, como conductos a la participación de lo estético. Es una lección aprendida cuando inducimos una apertura estética radical a nuestro cuerpo, a lo que este puede hacer y producir a medida que el tiempo y el azar obran en nosotros una inevitable transformación.

De nuestro cuerpo emana mucho de lo que somos: a través de nuestra voz, la compostura, la vestimenta, los tatuajes, los piercings, la indumentaria, el maquillaje, el peinado, el calzado, las gafas, las canciones, los libros, los trucos de patinaje y las cicatrices. Así es como nos comunicamos y nos proyectamos al mundo, en, dentro y con otros cuerpos bellos.

Hace poco añadí una nueva cicatriz a mi colección, justo debajo de la que tengo en la mejilla. Mientras mi hijo pequeño estaba en la unidad de cuidados intensivos a causa de una fiebre misteriosa, obtuve los resultados de una imagen por resonancia magnética que tuve que hacerme por una vieja lesión en el cuello (a consecuencia del patinaje). Revelaron que mis amígdalas linguales habían experimentado un gran crecimiento asimétrico, lo que era un síntoma de un linfoma. Me operaron de urgencia para extirpar un bulto de carne del tamaño de una ciruela que estaba obstruyendo la mayor parte de mis vías respiratorias. Fui más tarde al oncólogo y me dio los resultados. Lo había causado una infección bacteriana grave, y no hay señales de cáncer, solo una cicatriz incipiente y un dolor de garganta terrible.

Aquí estoy, convaleciente, dolorido, bajo la extraña y agradecida luz de saber que estaré bien (y también nuestro hijo). No podré volar arriba y abajo en las rampas, o en el aire, pero, como Matisse, cantaré a través de la cicatriz. Recogeré a mis hijos. Cocinaré para mis amigos. Ayudaré a mis alumnos a maravillarse ante las complejidades de la filosofía. Escribiré sobre este bello cuerpo.

Nick Riggle es profesor adjunto de Filosofía en la Universidad de San Diego y escritor. Su libro más reciente es This Beauty: A Philosophy of Being Alive, del cual se ha adaptado este ensayo.

https://www.nytimes.com/es/2022/12/28/espanol/opinion/cuerpo-belleza.html

jueves, 2 de marzo de 2023

OÍDO COCINA. Bogotá, la casa de comidas que por 14 euros da de comer a obreros e intelectuales. Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas

Desde hace casi seis décadas el local madrileño sigue manteniendo su estilo familiar, con una cocina casera que huye de modas
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Flan de huevo casero del restaurante Bogotá, en Madrid.
Es la hora de comer y en la calle espera al menos una decena de personas para entrar. Se pide la vez. Y paciencia. A mediodía, a la entrada de Bogotá siempre hay clientes aguardando: vecinos de la zona, obreros, profesionales de oficina, artistas, galeristas o escritores. Todos buscan lo mismo: el imbatible menú del día que por 14 euros ofrece esta casa de comidas madrileña, ubicada en la frontera del barrio de Chueca y de Las Salesas.

El secreto no es otro que la dedicación y no desviarse del camino trazado hace casi seis décadas. El restaurante se inauguró en mayo de 1964 en el local que anteriormente había acogido un conocido restaurante vasco, Eskerrik Asko. Lo abrió un matrimonio, Dolores Santos y Valeriano Núñez, que en los años sesenta formó parte de la ola de inmigración que llegó a Madrid, ella procedente de Galicia y él de Sanabria (Zamora) en busca de una vida mejor. Eran otros tiempos, en los que, a pesar del esfuerzo, una familia podía comenzar de cero en el centro de la ciudad, montar un negocio y sobrevivir. Hoy es todo mucho más complicado, debido al elevado precio de los alquileres de los locales y la irrupción de grandes grupos de restauración y de fondos de inversión ávidos por conseguir pingües beneficios al calor del esplendoroso momento que vive la hostelería, al menos en la capital. Ahí siguen, en pie, al lado de locales, que abren y cierran al ritmo de modas y tendencias.

Durante 40 años, los fundadores estuvieron al frente del negocio hasta que en 2005, con la jubilación de por medio, dieron el relevo a la siguiente generación. Fue entonces cuando se hizo cargo del restaurante uno de los dos hijos, Julio Núñez, fallecido en 2021, que acometió una importante reforma para adaptar el establecimiento a las nuevas normativas y a los nuevos tiempos, pero sin perder la esencia de lo que debe ser una casa de comidas. Un sitio agradable, sin distracciones, donde lo importante es lo que se sirve en el plato. Y eso no ha cambiado.

En la carta se mantiene la mayoría de las recetas de siempre, esas que devuelven la memoria al hogar familiar. Infalibles son los platos de cuchara, como la sopa castellana o de pescado (9 euros), el potaje de garbanzos (8,50 euros), el caldo gallego (8,50 euros) o el salmorejo (8,50 euros). Obligadas son las albóndigas de ternera (10,50 euros), con una carne rosada y jugosa que acompañan con unas patatas fritas chips caseras, que siempre resultan escasas, las berenjenas rebozadas (8 euros), los callos a la madrileña (12,50 euros), un jugoso escalope de ternera con un rebozado crujiente (13,5 euros) el rabo de toro (18,5 euros).

Las verduras naturales también tienen hueco: alcachofas salteadas con jamón (9 euros, solo en temporada), un panaché de verduras (9,50 euros) o el pisto casero con huevo frito (8,50 euros). En pescados ofrecen distintas versiones de la merluza: el cogote a la plancha (19 euros), a la vasca (19,50 euros), a la romana o el pescado a la plancha (18 euros). Los postres también son de casa, sin florituras: flan de huevo (5 euros), arroz con leche (5 euros), natillas (5 euros) o tarta de zanahoria (6,50 euros). La carta de vinos es breve, con etiquetas convencionales a precios moderados. A diario y a mediodía, además del menú de 14 euros, que incluye tres platos, pan y bebidas, ofrecen uno especial, por 16,50 euros. En el horario nocturno solo hay carta.

El relevo de la casa lo ha tomado ahora el otro hermano, José Núñez, que se ocupa de todas las tareas administrativas y de las compras, además de echar una mano en el servicio cuando hay alguna baja de personal. Sobre la fórmula, lo tiene claro: “No hay mucho secreto. Creo que tenemos una oferta sencilla basada en ingredientes naturales y de calidad con recetas que se hacen de la misma manera desde hace muchos años. Lo más importante es el grupo de personas que llevan muchos años y que están muy implicados en hacer que cada día salga todo lo mejor posible”. El servicio es otra de sus bazas: la atención es cálida y muy ágil. Se nota que hay oficio y ganas de agradar al comensal.

Del hermano ausente queda, además de su impronta, la decoración y su afición a la fotografía. En ello ha tenido mucho que ver la galerista Juana de Aizpuru, clienta habitual, que ha prestado alguna de las obras que cuelgan de las paredes. También frecuentan la casa fotógrafos como Alberto García-Alix o Chema Madoz. Del primero son algunas de las imágenes que adornan la sala. Y si alguien se detiene a observar la bella fotografía que ocupa la pared de la entrada, al fondo a la derecha, en la que aparece una mujer sentada en una roca, rodeada de agua y mirando al horizonte, es el Lago de Sanabria y pertenece a la serie Paraíso, de Carmela García. Un claro homenaje al padre, a los orígenes.

BOGOTÁ
Dirección: Calle Belén, 20. Madrid
Teléfono: 913 081 247
Web: bogotarestaurante.es

"Mañana no disparen, nosotros no dispararemos": la tregua por Navidad entre soldados de la Primera Guerra Mundial que se "firmó" con regalos y fútbol







Comandantes alemanes y británicos reunidos en una zona conocida como la tierra de nadie en la navidad de 1914.

FUENTE DE LA IMAGEN,MIRRORPIX VIA GETTY IMAGES

Pie de foto,

Oficiales alemanes y británicos reunidos en una zona conocida como la tierra de nadie en la navidad de 1914.

Lo que sucedió en esa Navidad de 1914 fue único, "maravilloso y extraño al mismo tiempo", como lo describió un soldado alemán que vivió lo ocurrido.

Hacia pocos meses había estallado la Primera Guerra Mundial y alemanes, franceses y británicos combatían en los frentes de Bélgica y Francia.

Pero algo increíble sucedió en algunos puntos del frente occidental, en una zona conocida como la tierra de nadie.

"Estábamos en el frente de batalla, a unos 270 metros de los alemanes y en la Nochebuena habíamos estado cantando villancicos y los alemanes también", contó años después el soldado británico Marmaduke Walkinton.

"Nos estuvimos gritando cosas, algunas eran insultos, pero la mayoría de las veces eran bromas".

"Y un alemán dijo: 'Mañana no disparen, nosotros no dispararemos'".

El testimonio de Walkinton forma parte de un video, del Museo Imperial de la Guerra de Reino Unido (Imperial War Museum, IWM), titulado: The Christmas Truce: What really happened in the trenchs in 1914? (La Tregua de Navidad: ¿Qué sucedió realmente en las trincheras en 1914?).

Esa organización, que posee una extraordinaria colección de cartas, fotos, diarios, periódicos, testimonios de esos días, se ha dedicado a investigar qué pasó durante esa tregua navideña.

Con ayuda del historiador Alan Wakefield, director de la sección del museo dedicada a la Primera Guerra Mundial y a los inicios del siglo XX, nos adentramos en esta historia en la que un grupo de soldados no solo bajó las armas espontáneamente, sino que intercambió regalos con sus enemigos y hasta hubo quienes jugaron fútbol.

Los días previos
Miles de soldados, de varias unidades del frente occidental, participaron en ese cese informal de hostilidades.

Soldados británicos y alemanes durante la tregua no oficial de 1914. FUENTE DE LA IMAGEN, WINDMILL BOOKS/UNIVERSAL  IMAGES GROUP/GETTY

Soldados británicos y alemanes durante la tregua no oficial de 1914.

Aunque esa tregua no oficial también involucró a algunos soldados franceses y belgas, se dio principalmente entre británicos y alemanes.

En los Campos Flandes (Bélgica) estaban los soldados que protagonizarían el histórico encuentro.

Se encontraban en un área que era propensa a las inundaciones. "El clima, los combates y la construcción de trincheras habían destruido el sistema de drenaje", cuenta Wakefield.

Había llovido mucho, estaba neblinoso, hacía frío. "Mantener y vivir en las trincheras se había vuelto muy difícil para ambos bandos".

Así que en esa zona, durante diciembre, la intensidad de los enfrentamientos disminuyó.

Se dieron una especie de treguas ad hoc en las que los soldados salieron de las trincheras para hacerles reparaciones y evitar que se inundaran o para permitir que llegaran los equipos que traían los suministros de alimentos.

Pero también, en algunos casos, el cese de hostilidades se acordaba velozmente para recoger y enterrar a los soldados caídos.

"Nadie se disparó entre sí".
Poco a poco se crearon las condiciones para que una tregua a pequeña escala se pudiera dar para Navidad en esa zona.

Fraternidad
El 24 de diciembre, hizo mucho frío y lo que estaba mojado pasó a estar congelado.

Una tarjeta en alemán que evoca el cese de hostilidades de 1914. FUENTE DE LA IMAGEN, FOTOTECA GILARDI/GETTY IMAGES

Una tarjeta de saludo navideño en alemán que evoca el cese de hostilidades de 1914.

"En Nochebuena, los alemanes empezaron a celebrar la Navidad. Los británicos vieron luces (de velas) y pequeños árboles arriba de las trincheras de los alemanes y pensaron que quizás les estaban preparando una trampa", cuenta el historiador.

Pero de lo que se trataba era de un intento de hacer decoraciones navideñas en medio de la crueldad de la guerra.

Los británicos escucharon a los alemanes cantar villancicos y los alemanes oyeron los Christmas carols.

Mientras unos cantaron Stille Nacht, los otros hicieron lo propio con Silent Night (Noche de paz).

"Todo en tono amistoso y aunque no se podían ver entre sí, fueron construyendo una atmósfera fraterna en las horas previas a la Navidad".

En la mañana (del 25 de diciembre), los alemanes principalmente fueron los que empezaron a salir de las trincheras y se desplazaron por la tierra de nadie. Unos se acercaron a las trincheras de los británicos y los llamaban.

Y aunque algunas unidades británicas estaban confundidas con lo que estaba pasando, en otras, los soldados también comenzaron a dejar sus trincheras para encontrarse con los alemanes.

Ya eran cientos de soldados de ambos bandos que caminaban por el lugar y que empezaron a hablar, sin armas, y a estrecharse las manos.

Muchos se devolvían a sus trincheras y regresaban con productos. Los británicos, por ejemplo, les dieron chocolates, carne enlatada, pasteles, whisky, a los alemanes y estos les ofrecieron cigarrillos, salchichas, galletas, brandy.

También intercambiaron botones de sus uniformes y periódicos y compartieron regalos que les habían enviado sus familias.

Descubrir al enemigo
"Fue realmente una oportunidad para tratar de olvidar la guerra por una tarde", dice Wakefield.

Ilustración de soldados durante la tregua FUENTE DE LA IMAGEN, HULTON ARCHIVE/GETTY IMAGES

"Tregua navideña en las trincheras". Así se titula esta ilustración del artista Gilbert Holliday, que la hizo sobre la base del testimonio de un soldado que presenció lo ocurrido.

"Es importante recordar que en el combate de trincheras, tienes que tener tu cabeza abajo, por lo que difícilmente logras ver a tu enemigo".

"Muchos soldados combatían a un rival que no podían ver. Esta tregua fue, de hecho, una oportunidad para ver a su enemigo cara a cara, para descubrir con quién realmente se estaban enfrentando".

Y el idioma no fue un obstáculo.

"De hecho, varios soldados alemanes hablaban inglés muy bien porque antes de la guerra habían vivido en Reino Unido".

Y es que hubo un número grande de alemanes radicados en Inglaterra, especialmente en Londres.

Pero, con la inminencia de la guerra, tuvieron que regresar y unirse al ejército alemán.

"Hay testimonios en los que soldados británicos decían que algunos alemanes les contaban que habían sido barberos, mesoneros, trabajadores de hoteles, en Londres. Uno incluso dijo que esperaba volver pronto".

Y es que cuando comenzó el conflicto, muchos creyeron que para Navidad estaría terminado.

La Tregua de Navidad varió a lo largo del frente de batalla.

En otras partes, no brotó esa fraternidad. De hecho, indica el video del IWM, muchos soldados en otras secciones no creían que hubiese habido semejante cese de hostilidades.

Y apareció un balón
"Compartimos cigarrillos, golosinas, con los alemanes y de algún lugar, de alguna manera, el fútbol apareció. No fue que formáramos un equipo, de ninguna manera se trató de un partido entre equipos. Todos estábamos jugando", contó, en el video del IWM, Ernie William, que formó parte de un regimiento británico.

"El balón vino de su lado, no del nuestro".

Él mismo tuvo la oportunidad de chutar. "Yo era bastante bueno, tenía 19 años".

Artículo de prensa FUENTE DE LA IMAGEN,  GILLINGHAM/RICHARD RAYNER/PA

Un artículo de prensa de 1914 en el que se reporta que hubo fútbol durante el cese de hostilidades espontáneo de la navidad.

Wakefield advierte que hay muy poca evidencia directa de que se haya jugado fútbol durante la Tregua de Navidad.

"Sin embargo, hay cartas y relatos de alemanes que estuvieron cerca de un pueblo en Bélgica y de soldados británicos en otro lugar de Bélgica, que dicen que jugaron fútbol".

"Obviamente estos relatos han ido saliendo a la luz en diferentes momentos. Pero es una buena evidencia de que el tema del fútbol realmente sucedió".

En un relato de soldados alemanes se dijo que habían jugado un partido de fútbol contra los escoceses y que habían ganado 3-2.

Tres cartas de soldados británicos hacen referencia a un juego completamente abierto, no un partido propiamente organizado, en el que decenas de soldados de ambos bandos corrían para tener la oportunidad de patear el balón.

Estatua de un soldado británico y un alemán dándose la mano. FUENTE DE LA IMAGEN, ARTERRA/UNIVERSAL IMAGES GROUP VIA GETTY IMAGES

Estatua de Andrew Edwards que representa a un soldado británico y un alemán durante la Tregua de Navidad en Bélgica. En otros países europeos, hay estatuas como esta.

También hay testimonios de otros soldados británicos que participaron en la tregua aludiendo al hecho de que los partidos de fútbol estaban al menos planeados, pero no fueron posibles debido a la falta de una pelota, problemas en el terreno o porque los oficiales no dieron permiso.

"En realidad se llevaron a cabo muy pocos juegos entre británicos y alemanes. No obstante, hubo bastantes partidos entre británicos, detrás de sus trincheras, al aire libre, pero hay menos pruebas de partidos entre alemanes y británicos".

"Obviamente, esto podría cambiar, la historia cambia todo el tiempo cuando salen a la luz cartas y diarios (personales) que se desconocían, pero en este momento, si observas la evidencia, es bastante limitada, por lo que la cantidad de soldados que jugaron fútbol en la Tregua de Navidad fue muy pequeña".

"Probablemente unos 200 soldados pudieron haber participado en un partido de fútbol. Por el momento, tenemos evidencia sólida de que hubo dos juegos".

En la prensa
Las noticias de la tregua no tardaron en regarse.

Carta FUENTE DE LA IMAGEN, BONHAMS/PA

Esta es una carta de un soldado británico que escribió sobre la Tregua de Navidad de 1914.

En enero, ya habían fotos (tomadas por los mismos soldados) y fragmentos de cartas que habían enviado a sus familiares, circulando en los periódicos.

"A inicios de enero de 1915, los periódicos de repente empezaron a imprimir estas cartas y, al principio, hubo una cierta cuota de incredulidad, pero con el tiempo también comenzaron a aparecer fotos y la evidencia se había vuelto muy clara, no era un mito", señala el historiador Anthony Richards, autor del libro Wartime Christmas, en el vídeo del IWM.

"Los medios de la época amaron (la historia). Hubo mucha discusión en los periódicos sobre si eso había sido algo bueno o malo".

"De cierta manera fue como una maravillosa foto instantánea de la Navidad de 1914 cuando las actitudes eran un poco ingenuas porque la guerra acababa de comenzar".

"Nunca ha sucedido algo como la Tregua de Navidad y con el tiempo no solo se ha visto como una anormalidad, pero también como un mito, al punto de que hay gente que, de hecho, duda que haya pasado, incluso hasta el día de hoy".

De acuerdo con Richards, la forma como la tregua se cubrió en la prensa alemana fue muy similar a la británica, pero cambió en los años 20 y 30, cuando hubo una variación de la narrativa porque se quiso hacer énfasis en el "soldado alemán como un héroe peleando en una guerra noble".

El final
La Tregua de Navidad no terminó de repente. Según Wakefield, llegó a su fin en diferentes momentos en las distintas áreas que participaron.

Carta FUENTE DE LA IMAGEN, JOE GIDDENS/PA WIRE

Una carta escrita por el general Walter Congreve a su esposa en la que le contaba sobre la Tregua de Navidad de 1914.

"Los oficiales superiores de ambos lados tenían reacciones mixtas hacia lo que estaba ocurriendo".

"Algunos de ellos pensaron que si permitían que continuara el espíritu de lucha de los ejércitos desaparecería. Los soldados verían que el enemigo no es realmente el enemigo y eso haría que la guerra se detuviera".

"Pero otros altos mandos creían que la tregua era muy útil porque permitía reconstruir las trincheras y enterrar a los muertos. En algunas áreas de la tierra de nadie había muchos cadáveres".

Lo cierto es que llegaron las órdenes de los mandos superiores: había que reiniciar la guerra, la artillería, las armas, tenían que volver a ponerse en funcionamiento, se le debía disparar a los enemigos que trataran de salir de sus trincheras.

En el terreno, las directrices se cumplieron, pero a otro ritmo: las unidades que participaron en la tregua procuraron darse tiempo entre sí para poder irse.

"Cuando una unidad nueva, que no había estado involucrada en la tregua, venía, la guerra empezaba".

Wakefield recuerda el caso de un oficial británico que había recibido la orden de bombardear una granja que los soldados alemanes usaban para abastecerse de alimentos.

El militar, que había sido parte del alto el fuego, pensó que se les debía avisar a los alemanes sobre el ataque que ocurriría la mañana siguiente.

"Enviaron a un soldado para asegurarse de que no hubiesen alemanes en la granja cuando bombardearan".

El historiador explica que la guerra sí se reanudó, pero en algunas partes con bastante lentitud.

"Habían hecho amigos en la Navidad y no querían dispararles".

El 26 de diciembre en partes del frente el ruido de la guerra volvió a ser el protagonista.

El regreso a la guerra
Para los soldados que participaron -dice Wakefield- la Tregua de Navidad fue una oportunidad para "salir" de la guerra por dos, tres días, sin combatir, sin tener que vivir en las condiciones inhumanas de una trinchera.

Muchos de ellos, de hecho, jamás habían estado lejos de sus familias en Navidad.

Otra escultura de Andy Edwards para conmemorar la tregua navideña. Esta se encuentra en Liverpool. FUENTE DE LA IMAGEN,RUMEANA JAHANGIR/BBC

Otra escultura de Andy Edwards para conmemorar la tregua navideña. Esta se encuentra en Liverpool.

"También sentían mucha curiosidad por ver quiénes eran sus enemigos".

Y en esa Navidad, se dieron cuenta que eran jóvenes y hombres como ellos, varios muy mayores.

"Sin embargo, esos soldados (de ambos bandos) todavía pensaban que tenían que ganar la guerra. Así que no hubo reparos para volver al combate después de la tregua".

Según Richards, "la Tregua de Navidad fue única y nada similar volvió a suceder a esa escala, y las razones varían".

Inmediatamente después, los comandos superiores de ambos lados se aseguraron de que no se volvieran a dar ceses de hostilidades como ese.

"Pero, a largo plazo, la razón por la que treguas como esta no volvieran a pasar es porque la guerra cambió la forma en que se combatía".

"A medida que la guerra avanzaba, se impuso un método más centralizado de comando. Los que estaban en el frente eran forzados a atacar constantemente, con artillería y morteros de trincheras".

Además, dice el historiador, el conflicto "tomó un giro más cruel", con la introducción de gases y el aumento de las víctimas civiles.

Y, como reflexiona Wakefield, la brutalidad de la guerra pudo influir en que menos soldados realmente quisieran conocer al enemigo.

miércoles, 1 de marzo de 2023

28F: La economía andaluza ante otro año de incertidumbre

La economía internacional sigue desenvolviéndose en medio de grandes incertidumbres. Aunque la inflación sigue manteniéndose en primer plano -algo contenida en materia energética, pero con grandes tensiones en productos básicos que hacen mucho daño, sobre todo, a las economías familiares- lo más relevante sigue siendo que está sometida a tensiones estructurales a las que no se hace frente con determinación.

Los bancos centrales siguen empeñados en dar un tratamiento de demanda, subiendo los tipos de interés, a subidas de precios que tienen más que ver con problemas de oferta y eso está limitando las posibilidades de plena recuperación, además de amenazar con la recesión en las economías más avanzadas y, por extensión, en las más empobrecidas y endeudadas.

Las medidas de oferta y control de precios se han manifestado exitosas en los ámbitos en que se han tomado, como ha ocurrido en España sin ir más lejos, mientras que las subidas de tipos de interés más rápidas de hace décadas no logran contener los precios en proporción parecida.

Con la mirada puesta en la inflación y, además, dándole una respuesta inapropiada, es lógico que sigan sin resolverse las tensiones verdaderamente peligrosas, las amenazas más graves a las que se enfrenta la economía mundial: el efecto disruptivo que pueden tener el cambio climático, unas finanzas tan en desorden que hacen que los bancos centrales estén registrando pérdidas de cientos de miles de millones de dólares, la desigualdad creciente y sin contrapesos en medio de un progresivo deterioro de la democracia, la deuda galopante y una globalización que se ha mostrado incapaz de hacer frente con eficacia al riesgo y a los shocks inesperados que, antes o después, es inevitable que se produzcan.

Todas ellas, por una razón o por otra, afectan de algún un modo a Andalucía; no sólo por nuestra ya estrechísima vinculación con la economía internacional, sino porque aquí se manifiestan muy directamente como males a veces seculares y como problemas a los que apenas se le dan soluciones o incluso que ni siquiera se ponen sobre la mesa.

Andalucía no está enfrentándose al problema que supone el cambio climático. Pareciera más bien que se considera -si es que eso realmente sucede- como algo de otro mundo, una cuestión si acaso planetaria que no afecta a nuestras competencias.

El desprecio hacia el medio ambiente con el que se gobierna, los pasos atrás que se están dando en su protección y la falta de centralidad de la defensa y conservación de nuestros recursos naturales en las políticas de la Junta de Andalucía son una verdadera desgracia. No solo porque una gran parte de nuestra economía depende todavía del medio natural, sino porque somos quizá la porción de tierra europea en donde más gravemente y antes puede que se manifiesten los efectos destructores del cambio climático. Proteger nuestras costas y acuíferos debería ser una cuestión de Estado y, sin embargo, es raro leer una referencia del consejo de gobierno de la Junta en la que no se mencione alguna medida que lesione nuestro ecosistema.

Que los dirigentes políticos y empresariales andaluces sigan creyendo que es posible llevar a cabo cualquier tipo de reforzamiento de nuestra economía (no digo ya en un sentido más o menos progresista sino en cualquiera) sin disponer de un sistema financiero propio es una ingenuidad tan grande que se acerca a la irresponsabilidad. Mucho más, cuando el presidente de la Junta alardea de andalucismo y reivindica «poder andaluz». Si la crisis financiera se desata, como es inevitable que ocurra antes o después, nos enfrentaremos a grandes dificultades. Y, mientras tanto, las empresas y la economía andaluza en general seguirán careciendo de la financiación específica y especializada que requiere cualquier proyecto económico de nuevo tipo.

Es inconcebible también que no se entienda que la desigualdad, en nuestra tierra expresada también como desvertebración y como desequilibrios no solo de renta personal sino en todos los ámbitos de la vida económica, es una rémora insalvable para nuestra economía y no solo un asunto moral. No hay nada que afecte más negativamente a nuestro mercado interno, siempre débil y por eso incapaz de convertirse en motor efectivo de actividad productiva, que la concentración del ingreso y la riqueza. Es curioso que las empresas que debieran ser las que más firmemente reclamaran políticas que impulsaran el consumo sean, sin embargo, las que primero se revuelven cuando se toman medidas (el gobierno central y no el autonómico que es a quien más falta le hacen) que impulsan la demanda y sostienen las ventas. Única forma, junto a la de poseer un sistema financiero propio y al servicio de la actividad productiva, de combatir con eficacia la deuda que va a explotar en nuestras narices más pronto que tarde.

Tampoco se está haciendo gran cosa para aprovechar la gran oportunidad que, paradójica y afortunadamente, proporciona a economías como la nuestra la crisis de la globalización.

La falta de resiliencia de la globalización neoliberal, la inseguridad y el riesgo acumulado que esa carencia conlleva, están haciendo que miles de empresas se replanteen no solo su localización sino su forma de aprovisionarse, producir y distribuir sus productos. Vivimos, desde antes de la pandemia, una auténtica crisis industrial global de la que apenas se habla y Andalucía no está haciendo nada para aprovecharse de ello.

Deberían ponerse en marcha acuerdos y planes transversales, entre el sector público y las empresas, para poder atraer el nuevo tipo de capital y de relaciones industriales que se están poniendo en marcha para superar los problemas que el propio capitalismo está generando a las empresas capitalistas.

Andalucía podría convertirse en un foco potentísimo de atracción de capital para generar nuevos tipos de economía circular, de producción y distribución sostenible, segura y resiliente. Nuestro espacio terrestre es un enclave privilegiado y disponemos de los recursos que miles de empresas están buscando para reubicarse. Pero que no se van a atraer con pasividad y ofreciendo tan solo oportunidades para dar pelotazos que parece que es lo único que saben preparar con esmero nuestras autoridades. Ni tampoco desmantelando los servicios públicos y debilitando la capacidad interventora del sector público, porque nada de lo que se está gestando en el nuevo orden industrial y financiero emergente se podrá poner en pie con la exclusiva iniciativa del capital privado. Desgraciadamente y como nos ha ocurrido tantas veces en nuestra historia, nuestras clases dirigentes, siempre tan dramáticamente conservadoras, dan la espalda al progreso y a la innovación, preocupadas como están siempre de mantener el statu quo y sus privilegios.

Cómo ganar amigos e influir sobre las personas con solo seis palabras. Los periodistas Jim VandeHei, Mike Allen y Roy Schwartz han escrito ‘Smart Brevity: The Power of Saying More with Less’, un libro en el que defienden la economía de las palabras

Los periodistas Jim VandeHei, Mike Allen y Roy Schwartz han escrito ‘Smart Brevity: The Power of Saying More with Less’, un libro en el que defienden la economía de las palabras.

Los periodistas Jim VandeHei, Mike Allen y Roy Schwartz dejaron Politico en 2016 para crear lo que describieron como “un híbrido de The Economist y Twitter”; Axios, el servicio de noticias resultante, adquirió popularidad por su enfoque: los textos no exceden las 300 palabras, están acompañados de resúmenes y de giros para captar la atención del lector y tienden a engañar a este con titulares del tipo clickbait. VandeHei, Allen y Schwartz consiguieron 10 millones de dólares (9,3 millones de euros) para lanzarlo; siete años después, lo vendieron por 525 millones de dólares (492 millones de euros).

“Un tercio de los correos electrónicos de trabajo que requieren atención se queda sin leer. La mayoría de las palabras de la mayor parte de las noticias no se lee. Casi todos los capítulos de prácticamente todos los libros no se tocan”, afirman los tres periodistas, no sin dramatismo, en un momento cultural en el que todo lo que adquiere visibilidad es susceptible de ser franquiciado, desde las opiniones de un youtuber hasta un eccehomo fallido. Era solo cuestión de tiempo que el método Axios alcanzase otros formatos y ahora sus creadores publican Smart Brevity: The Power of Saying More with Less (Brevedad inteligente: El poder de decir más con menos), donde adoptan una aproximación incluso más radical: su nueva consigna es que “todo lo que merece la pena decir puede ser dicho en seis palabras”.

El método Axios intenta aliviar un malestar específico vinculado, por una parte, con la enorme cantidad de información que nos vemos obligados a procesar diariamente y, por otra parte, con la consiguiente reducción de la capacidad de atenderla. “Nos revolcamos en ruido y tonterías la mayor parte del tiempo que estamos despiertos. Somos prisioneros de las palabras. De escribirlas. De leerlas. De escucharlas. Luego esperamos, inquietos, persiguiendo la gratificación instantánea o simplemente algo más: una risa, una provocación, una noticia, una conexión, un like, un share, retuits, snaps”, constatan los autores, que agregan: “Escaneamos casi todo lo que aparece en nuestras pantallas, no leemos. Lo que realmente nos apetece es recibir descargas de dopamina, procedentes de mensajes de texto, tuits, búsquedas en Google, noticias, vídeos y mensajes. Consultamos nuestros teléfonos más de 344 veces al día, al menos una vez cada cuatro minutos. El nuevo y agotador fenómeno ha atascado nuestras bandejas de entrada, paralizado los lugares de trabajo, obstruido nuestras mentes. Todos nos enfrentamos a un reto épico: ¿cómo conseguir que alguien preste atención a algo importante en este lío?”. En lo que hace a la redacción de textos, no solo periodísticos, su respuesta es la siguiente: ”Escribe eso que quieres que el lector, espectador u oyente recuerde. Escríbelo antes de hacer cualquier otra cosa. A continuación, intenta acortarlo a menos de una docena de palabras. Debe ser una declaración o un dato, no una pregunta. Asegúrate de que es nuevo o esencial. Elimina las palabras débiles y los verbos o adjetivos sobrantes. Después, detente. Si no sabemos lo que queremos decir o, más probablemente, si no entendemos lo que estamos escribiendo, lo disimulamos diciendo demasiado. Hacemos lo mismo cuando rompemos una relación, pedimos un aumento de sueldo o confesamos un mal comportamiento. Seguimos hablando. Es la naturaleza humana. Y acaba con las relaciones y la comunicación. Así que basta”.

Smart Brevity está redactado en el estilo de Axios y en el lenguaje de las redes sociales y del periodismo de peor calidad: coloquial, sentencioso, indulgente, agresivo; como si estuviera escrito todo en mayúsculas. Es un estilo que opera por sustracción —los autores presumen de que su motto es: ”brevedad es credibilidad, longitud es miedo”, y de que su método está moldeado en los resúmenes informativos que la CIA preparaba para Donald Trump durante su presidencia— y responde al mismo deseo de simplificar las cosas que en el ámbito de las relaciones humanas y los negocios hizo rico a Dale Carnegie, el autor del best seller Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, y explica el éxito del ”menos es más” de Marie Kondo, el diseño web minimalista y libros tan distintos como la Biografía del silencio, del español Pablo d’Ors, y Simplify your life, de los alemanes Werner Tiki Küstenmacher y Lothar Seiwert; es el mismo anhelo de simplificación que está detrás de servicios de optimización de la comunicación escrita como Grammarly, WordTune y Readable, así como del “toki pona”, un lenguaje desarrollado por la lingüista canadiense Sonja Lang que solo consta de 120 palabras y ya está siendo utilizado en algunos colegios españoles. VandeHei, Allen y Schwartz prometen que, si abrazamos su ”brevedad inteligente”, podremos obtener reconocimiento, ser recordados, escribir de forma más ”cautivadora”, hacer ”que todo el mundo se mantenga alineado e inspirado”, ampliar la cartera de clientes, volver a ser escuchados. ”Decir mucho más con mucho menos”, afirman, ”es el mayor poder”.

El problema del método Axios —y de los productos de autoayuda de una sociedad sobrepasada y en estado permanente de burn-out en general— es que no vale mucho: como las de Dale Carnegie en su momento, las promesas de los autores de Smart Brevity —más dinero, más influencia, más poder— son de difícil cumplimiento en la mayor parte de las vidas. Pero la simplificación radical que proponen sus creadores tiene otros problemas, y el principal de ellos es el de que una comunicación simplificada no solo sea poco atractiva, sino también contraproducente: la complejidad de los acontecimientos políticos y los desarrollos sociales y económicos, así como de las organizaciones públicas y privadas del capitalismo tardío, requiere una comunicación que, desafortunadamente o no, también es compleja. Darle a leer a alguien como Trump un resumen informativo con frases como ”El Gobierno afgano y los funcionarios de seguridad están discutiendo planes de evacuación, según [información atribuida aquí], lo que indica que la mayoría de las ANSF en la región no están planeando ninguna resistencia organizada a la próxima ofensiva” no es especialmente eficaz, como afirman los autores, pero ofrecerle otro que se limita a decir que ”hay que estar preparados para dejar de cavar y empezar a luchar” es potencialmente catastrófico, como suele serlo el hecho de que alguien que carece de información crea estar bien informado.

El Gobierno afgano cayó en unas pocas horas por esa razón e incluso la democracia más aparentemente fuerte y estable puede verse erosionada poco a poco por una simplificación excesiva de los asuntos comunes hasta convertirse en otra cosa, solo superficialmente democrática. ”Con las viejas formas de comunicación, casi nadie escucha”, dicen los autores de Smart Brevity. Pero el problema no es que esas formas de comunicación sean ”viejas”, sino que las ”nuevas” nos están enseñando a dejar de escuchar al tiempo que nos habitúan a más y más violencia verbal en forma de mensajes de redes sociales, titulares de prensa y declaraciones.

Crisis en Democratic Socialists of America (DSA). Biden prohíbe una huelga en los ferrocarriles

Joe Biden había prometido ser el presidente más favorable a las y los trabajadores de la historia. Pero acaba de apoyarse en el Congreso para hacer ilegal una huelga de sindicatos ferroviarios y para imponer a este sector un nuevo contrato que afecta a unos 135.000 trabajadores y trabajadoras.

En virtud de la Ley sobre el Trabajo en Ferrocarriles (Railway labor act), el Congreso aprobó y el presidente firmó una ley que cuestionaba el derecho de los sindicatos a convocar una huelga, e imponía un contrato que no da a las y los trabajadores ningún día pagado de baja por enfermedad. El derecho a la baja por enfermedad era la principal reivindicación de las y los trabajadores ferroviarios que ahora trabajan en el marco de un sistema en el que la mayoría está en “situación de disposición” permanente aun cuando no esté en el trabajo. Pueden ser penalizados por no haber respondido a una llamada, estar con una enfermedad o a causa de una emergencia familiar.

Demócratas leales a las empresas
Sólo ocho personas electas demócratas en la Cámara de Representantes votaron en contra de este texto. Cinco de los seis miembros del Squad (Escuadrón), un grupo de seis demócratas progresistas y socialistas, votaron con la mayoría para imponer el contrato; solo una miembro del Squad, Rashid Tlaib, votó en contra. Tres de los miembros del Squad que votaron para imponer el contrato, Alexandria Ocasio-Cortez, Cori Bush y Jamaal Bowman, son miembros de Socialistas Demócratas de América. Él y ellas optaron por la lealtad al partido demócrata en lugar de por la lealtad a la clase obrera. Y las y los demócratas, por supuesto, son leales a las empresas.

Después de votar para imponer el contrato, la Cámara también votó para dar a los trabajadores siete días de baja por enfermedad y el proyecto de ley se pasó al Senado. Pero era simplemente una hoja de parra para cubrir la traición de las y los demócratas al personal de los ferrocarriles, ya que estaba claro que el proyecto sobre los siete días fracasaría en el Senado. El senador Bernie Sanders defendió el proyecto de ley de baja por enfermedad en el Senado, pero como era de esperar, no obtuvo los 60 votos necesarios. Sanders votó en contra de la imposición del contrato.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? El contrato había estado negociándose durante tres años, mientras que las y los empleados ferroviarios, considerados trabajadores esenciales, trabajaron durante toda la pandemia de covid. Al mismo tiempo, las empresas ferroviarias introdujeron un nuevo sistema llamado “ferrocarriles de horario fijo”, que aumentó las exigencias de tiempo de las y los empleados al tiempo que reducía la mano de obra en 40.000 puestos de trabajo. El nuevo sistema significa que las y los trabajadores tenían menos tiempo para dedicar a sus familias y que se veían obligados a ir a trabajar incluso cuando estaban enfermos, so pena de ser sancionados o incluso despedidos. Hace veinte años, el beneficio promedio de los ferrocarriles era del 15%, ahora del 41%, y a medida que aumentaban los beneficios de los ferrocarriles, el precio de sus acciones aumentó entre un 30 y un 60%, así como los dividendos pagados a sus accionistas.

Crisis en la izquierda
Las negociaciones para la renovación del contrato estaban en un punto muerto y los sindicatos amenazaban con una huelga. Biden agitó la amenaza de una parálisis de la economía e invocó la Ley de Trabajo Ferroviario, que da al presidente y al Congreso el poder de intervenir en las negociaciones y huelgas de los sindicatos ferroviarios. El 15 de septiembre, Biden anunció un acuerdo. Los sindicatos obtuvieron un aumento salarial del 14,1%, pero no se beneficiaron de ningún día de enfermedad y solo de un día adicional por razones personales. A principios de noviembre, el contrato fue rechazado por cuatro de los doce sindicatos ferroviarios

A continuación Biden convenció al Congreso de que votara para evitar una huelga e imponer un nuevo contrato, con un aumento llevado al 24% (pero aún sin días de baja).

¿Y ahora? Varios grupos de personal ferroviario han convocado una huelga, que sería ilegal. Parece muy poco probable que se siga. Muchos ferroviarios se sienten traicionados por Biden y los demócratas, y algunos dicen que buscarán venganza en las próximas elecciones, lo que significa abstenerse, votar republicano o por un partido pequeño.

El mayor grupo de izquierda también se enfrenta a una crisis. DSA (Socialistas Democráticos de América) adoptó una posición el 30 de noviembre pidiendo a Biden y al Congreso que aceptaran las demandas de los trabajadores, pero luego tres de sus propios miembros de la Cámara votaron para imponer el contrato. El grupo DSA de Seattle aprobó una resolución que calificaba el voto a favor de la imposición del contrato como una traición, exigiendo una explicación de los tres miembros de DSA que votaron a su favor y alabando a Tlaib que no lo hizo. Más allá de esta cuestión, esta experiencia cuestiona la estrategia nacional de DSA de apoyar al Partido Demócrata. Aunque es poco probable que DSA rompa con su estrategia política nacional, habrá un enfrentamiento sobre este tema y algunos reconocerán que necesitamos un verdadero partido socialista de los trabajadores.

L’Anticapitaliste – 640 (08/12/2022)

https://lanticapitaliste.org/actualite/international/etats-unis-biden-fait-interdire-une-greve-des-cheminotes-crise-dans-dsa

martes, 28 de febrero de 2023

El mundo de café en café.

Un local del siglo XVIII en El Cairo, el lugar favorito de Leonard Cohen en Montreal, una bebida con huevo en Hanói y más paradas deliciosas. 

Europa se asocia irremediablemente con la cultura del café, aunque las plantaciones en las que crecen los granos para elaborar esta bebida adorada por muchos se hallan en otros continentes, donde también se encuentran cafés legendarios por mil razones. Dejando de lado el Viejo Continente, recorremos unos cuantos que merecen una visita.

América del Norte
Empecemos por uno de los históricos de Norteamérica: el Vesuvio Cafe de San Francisco. Inaugurado en 1948 y a dos pasos de la histórica librería City Lights, enseguida recibió a enjambres de artistas, escritores y músicos de jazz hasta convertirse en el cuartel general de la generación beat. Por supuesto, el novelista Jack Kerouac era cliente habitual, y la anécdota más recordada es que se pasó una noche entera allí dándole largas a Henry Miller, con quien tenía previsto encontrarse fuera de la ciudad.

Vayamos a la Costa Este: en la ciudad canadiense de Montreal encontramos uno de los cafés preferidos de Leonard Cohen: el Café Olimpico . Fundado en 1970, hoy tiene varias sedes, aunque la original está en la zona de Mile End. Sus interiores de madera le dan el toque europeo del que Montreal presume. Como era previsible, lo fundó un inmigrante romano, Rocco Furfaro, y el lugar se convirtió en punto de reunión para la comunidad italiana. Sus cannoli rellenos de crema siguen siendo un clásico en el menú de desayuno y merienda.

Latinoamérica
La Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro, comenzó a servir repostería y cafés en 1864. Fundada por inmigrantes portugueses, su interiorismo transporta a una belle époque con aires cariocas: mármol de Carrara, espejos con marcos de madera de jacaranda, muebles diseñados por el artesano Antônio Borsoi y una vidriera cenital espectacular en su sala superior. Y, como todo café legendario que se precie, cuenta con su propio elenco de visitantes célebres, como el compositor Heitor Villa-Lobos y el escritor Joaquim Machado de Assis.

Interior de la Confeitaria Colombo, en Río de Janeiro (Brasil). D. WALL (ALAMY)

Los cafés de Buenos Aires —muchos de ellos protegidos— están en la mente de todos tanto como los de Viena, pero eso no tiene que hacernos olvidar los de Montevideo, situada justo al otro lado del río de la Plata. En la calle Ituzaingó de la capital uruguaya está el Café Brasilero, que abrió sus puertas en 1877 y entre cuyos parroquianos se encuentran bastantes escritores legendarios. Juan Carlos Onetti comenzó a escribir allí su novela El pozo, y tanto la poeta Idea Vilariño como el narrador y periodista Eduardo Galeano se solían sentar en una de las mesas que dan al ventanal.

África
Un salto de continente para saborear una de las variantes más apreciadas del café: la etíope. En Adis Abeba saben de qué hablan cuando piden un espresso macchiato, y en el Tomoca Coffee aún más, pues llevan desde 1953 sirviéndolo en su sede de la calle Wawel, en el centro de la capital. Allí mismo muelen y tuestan el grano, cuyo aroma provoca que lugareños y visitantes se dejen caer por allí a diario para tomarse un café amargo y potente junto a sus mostradores de madera. En la ruta por los cafés africanos no puede faltar El Cairo. Su joya cafetera más antigua es El Fishawi, de finales del siglo XVIII. Se encuentra en el gran bazar Jan el Jalili y abre las 24 horas del día. Como no existe un café sin su leyenda literaria, en este presumen de su cliente Naguib Mahfuz, el escritor egipcio galardonado con el Nobel en 1988. Obviamente, aquí el té a la menta y las cachimbas también están a la orden del día.

Variedad de cafés en el Tomoca Coffee de Adis Abeba (Etiopía). G. PEARSON (ALAMY)

Otros cafés que hay que tener en mente en el mapa cafetero del continente son los de Tánger. El Gran Café de Paris, en la plaza de France, es uno de los principales recuerdos de la época colonial en la ciudad marroquí. Inaugurado en 1927, sus sillones de cuero son un emblema de la metrópoli, así como las sillas de sus terrazas, que miran hacia la calle para que los clientes no se pierdan nada de lo que ocurre en ella. Los mitómanos tocarán las palmas al recordar que tanto Paul Bowles como Francis Bacon o Truman Capote posaron los labios en el borde de sus tazas.

Asia
Los que piensen que en Asia no existe la cultura cafetera saldrán de su error visitando el Café Paulista de Tokio. Su nombre de aires brasileños se debe a que su fundador, Mizuno Ryo, comenzó en 1991 a servir allí el café que le proporcionaba gratuitamente el Gobierno de Brasil por haber contribuido a la emigración de ciudadanos japoneses al país sudamericano. La sede original de este kissaten (café tradicional) estuvo en otro edificio del barrio de Ginza, pero para evocar el sabor del viejo local las tazas y cucharillas son una réplica de las antiguas. Sus visitantes más mediáticos han sido Yoko Ono y John Lennon, que acudieron tres días seguidos en uno de sus viajes a la capital nipona. Se comenta que la pareja también quería visitar el cercano L’Ambre, otro local tradicional que data de 1948, pero les fue imposible encontrar sitio.

Una taza del café al huevo (cà phê trúng), en el Café Giang de Hanói. NEIL SETCHFIELD (ALAMY)

La especialidad más peculiar se encuentra en Hanói, concretamente en el Café Giang. Desde 1946 sirve su café al huevo (cà phê trúng), que, además de esos dos ingredientes, contiene leche condensada, mantequilla y toques de queso. La receta se debe a la escasez de leche en el Vietnam de los años cuarenta, y para reemplazarla se agregaba yema de huevo batida. El invento se debe al señor Nguyen Van Giang, padre del actual dueño del local, que recibe cientos de visitantes a diario ansiosos por probar este café casi sólido en sus variantes fría y caliente.

GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. La ‘Cartilla escolar antifascista’ de la República, una obra no solo educativa, también artística.

El Instituto Cervantes de Alcalá de Henares expone originales del cuaderno de lectoescritura que ideó el Gobierno del Frente Popular al comienzo de la Guerra Civil

Un joven lee concentrado una libreta en cuya portada aparece un soldado empuñando una metralleta y cuyo título reza: Cartilla escolar antifascista. La fotografía, tomada por Walter Reuter, abre la exposición dedicada a este documento histórico, publicado en 1937 por el Ministerio de Instrucción Pública del Gobierno de la Segunda República para alfabetizar y aleccionar a los soldados del Ejército durante la Guerra Civil.

La Cartilla escolar antifascista se ideó como un cuaderno de aprendizaje de la lectura, la escritura y el cálculo, pero también como una publicación artística y, a la vez, propagandística, en la que las frases elegidas para la enseñanza y el diseño de las imágenes contenían consignas republicanas. El Instituto Cervantes de Alcalá de Henares ha inaugurado una exposición sobre este documento histórico, que además sirve de homenaje a sus creadores: el diseñador gráfico de origen polaco Mauricio Amster y el fotógrafo berlinés Walter Reuter. La muestra se podrá visitar hasta el 5 de febrero de 2023.

El hallazgo de una lata de 2.200 negativos inéditos de Reuter en el archivo del cineasta y fotógrafo conquense Guillermo Fernández Zúñiga (1909-2005) es lo que ha permitido montar esta exposición, ya que muchos de los ensayos fotográficos que el alemán utilizó para la segunda edición de la Cartilla estaban en esa caja de hojalata redonda. Michel Lefebvre, uno de los dos comisarios de la exposición, califica este hecho de milagro: “Este descubrimiento está al mismo nivel que el de la Caja Roja de Antoni Campañà o la conocida como Maleta Mexicana [los 4.000 negativos de Robert Capa, David Seymour y Gerda Tardo que llegaron a México entre 1941 y 1942]”.

Un joven con un ejemplar de la 'Cartilla escolar antifascista', en el verano de 1937. WALTER REUTER

En la primera edición de la Cartilla, de 25.000 ejemplares, que se publicó en abril de 1937, se utilizaron las ilustraciones de Amster, reputado diseñador en la España de entonces, y las fotografías del cineasta José Val del Omar y el fotógrafo José Calandín. Tuvo tal éxito que se decidió imprimir una segunda edición, ya de una tirada de 100.000 ejemplares, algo extraordinario en una situación de guerra, según Lefebvre. Esta segunda entrega contaba además con un cuaderno de cálculo y con las fotografías de Reuter, afamado fotógrafo que había huido de la Alemania nazi y trabajaba en el Comisariado de Propaganda en 1936. “Cuando llegó la guerra, los dos se comprometieron con la Armada del régimen republicano, pero les asignaron una labor artística, porque físicamente no eran tan útiles”, relata el comisario. La exposición compara los cambios y mejoras entre las dos ediciones.

La Cartilla se distribuyó por todo el frente republicano. Cada lección partía de una frase acompañada de una ilustración. Por ejemplo: “La Unión Soviética nos ayuda” y un collage de un mitin comunista con cientos de participantes en blanco y negro y la bandera comunista en color. La seguía la separación por sílabas de las palabras que contenía esa frase, con caligrafía cursiva, e invitaba a los aprendices a crear palabras nuevas con esas sílabas, algo que recuerda a las técnicas utilizadas en los cuadernillos Rubio, pero con frases propagandísticas.

Foto de Reuter que Amster utiliza para un fotomontaje de la cartilla. En el patio del auditorio de la Residencia de Estudiantes de Madrid los Soldados del VI Ejército posan, el 6 de julio de 1937.

WALTER REUTER

Lefebvre señala que la proliferación de alabanzas a la Rusia de Lenin en sus páginas se debe a que la URSS fue el régimen que más ayudas envió a los republicanos: “Si los franceses hubieran cooperado más, seguramente habría menos propaganda bolchevique”. También se exponen las páginas del suplemento de cálculo, en las que se pueden ver operaciones aritméticas con balas como unidades para contar. En una de las páginas dedicadas a la resta, se lee esta frase: “Cada disparo de la ametralladora resta un cartucho al peine”. Este ejemplo muestra cómo se utilizaban objetos cotidianos para los soldados para que asimilaran los conceptos matemáticos con más facilidad.

Páginas de la cartilla aritmética dedicadas a la suma y a la resta. WALTER REUTER Y MAURICIO AMSTER

Amster, judío polaco nacido en la actual Lviv (Ucrania), estudió Bellas Artes en Viena y artes gráficas en Berlín. En 1930, un paisano suyo lo invitó a Madrid y allí colaboraron en varias editoriales españolas como diseñadores gráficos. Juan Manuel Bonet, el otro comisario de la exposición y experto en la trayectoria de Amster, explica que fue uno de los más importantes grafistas de España y que trajo consigo técnicas desconocidas entonces en el país: “Por un lado, hacía diseños de estilo más soviético o alemán a partir de fotografías, pero también utilizaba la línea clara, que ya se utilizaba en el cómic de Hergé, además de inventar numerosas tipografías”.

El grafista trabajó para proyectos de toda índole e ideología: desde el cartel de la exposición de Picasso de 1936 en el Centro de la Construcción de Madrid hasta la portada de la revista misionera Catolicismo, pasando por la cubierta de un ensayo de Trotsky. “A pesar de que él se alistó en el Partido Comunista en España y era afín al régimen republicano, lo contrataban de todas partes”, apunta Bonet.

Ya era amigo de Reuter cuando este llegó a España y fue él quien le propuso trabajar en la cartilla. Lefebvre, que equipara su importancia artística a la de Robert Capa, cuenta que Reuter era un personaje muy peculiar: “Era guapo como un dios, andaba por ahí con su guitarra acompañado de dos mujeres alemanas. No era comunista, más bien se asociaba a una especie de ecologismo socialista que existía en Alemania. Recorrió Europa a pie y cuando llegó a España le fascinaron los gitanos, a quienes fotografió en Málaga”.

Tanto Amster como Reuter se exiliaron a América Latina después de la guerra: el primero a Chile, donde con la ayuda, entre otros, de Pablo Neruda continuó su carrera de diseñador; y el segundo a México, donde siguió ejerciendo como fotógrafo. “Es curioso que sufrieran el mismo destino que muchos republicanos, aunque ellos no fueran españoles”, comenta Lefebvre.

https://elpais.com/cultura/2022-11-22/la-cartilla-escolar-antifascista-de-la-republica-una-obra-no-solo-educativa-tambien-artistica.html

lunes, 27 de febrero de 2023

La rebelión del Tribunal Supremo.

Si el alto tribunal entiende que la supresión del delito de sedición atenta contra la protección de la integridad territorial, puede transmitirlo a las Cortes, no en la fundamentación de un auto judicial

El Auto dictado el pasado 13 de febrero por la Sala Segunda del Tribunal Supremo (TS), del que doy por informado a los lectores, supone una auténtica rebelión del TS contra las Cortes Generales. La crítica que en el mismo se contiene a la supresión del delito de sedición no es una crítica de naturaleza jurídica, que es el único tipo de crítica admisible en la fundamentación jurídica de una resolución judicial, sea esta un auto o una sentencia, sino que es una crítica de naturaleza política. El TS se rebela políticamente contra las Cortes Generales, a las que acusa de dejar desprotegido al Estado con la supresión de dicho delito, ya que posibilita que se puedan orquestar operaciones de manera no violenta que quiebren o puedan quebrar la integridad territorial del Estado.

Obviamente la Sala Segunda del TS puede sostener esta opinión y está en su derecho de hacer llegar dicha opinión a las Cortes Generales, pero no puede hacerlo en el ejercicio de la función jurisdiccional. En dicho ejercicio la Sala Segunda del TS, como todos los jueces y magistrados que integran el poder judicial, están sometidos al imperio de la ley (art. 117.1 de la Constitución). Ningún órgano judicial puede convertirse en juez de la política legislativa protagonizada por las Cortes Generales, que es el único órgano que tiene legitimidad democrática directa en el sistema político español.

El TS, si entiende que la decisión de suprimir el delito de sedición atenta o puede atentar gravemente a la protección de la integridad territorial del Estado, está no solamente en su derecho, sino que tiene la obligación de dirigirse a las Cortes Generales en un escrito en el que explique cuáles son las razones por las que piensa que es así o puede ser así, a fin de que las Cortes Generales, una vez analizada la argumentación, puedan, si lo consideran oportuno, volver sobre sus pasos y reintroducir el delito de sedición en el Código Penal.

El TS tiene el derecho a tener una opinión propia de naturaleza política sobre una decisión normativa de las Cortes Generales. Y tiene derecho a transmitírsela a las Cortes Generales mediante escrito razonado. Es la única forma en que puede hacerlo de manera pública. Lo que no tiene derecho es a hacerlo en la fundamentación jurídica de una resolución judicial. Carece de legitimidad democrática para hacer esto último.

A los Magistrados que han firmado el Auto se les debería abrir un expediente para determinar si han cometido algún tipo de falta y si se les debería imponer algún tipo de sanción. No se debería dejar sin respuesta una rebelión contra el órgano constitucional representativo del pueblo español, que es como define a las Cortes Generales la Constitución en el artículo 66.1. El ejercicio de la función jurisdiccional no es compatible con la crítica de naturaleza política porque choca frontalmente con la naturaleza exclusivamente jurídica del poder del que son portadores.

Es obvio que esto no lo pueden no saber los Magistrados que han firmado el Auto del pasado 13 de febrero. La distinción entre lo que es un argumento de naturaleza política y otro de naturaleza jurídica es imposible que la desconozcan. Nada se puede objetar a lo que dicen acerca de que la conducta de quienes fueron condenados por sedición en la sentencia de noviembre de 2019 no encaja en el delito de desórdenes públicos agravados que se ha incorporado al Código Penal, pero sí hay mucho que objetar a toda la argumentación acerca de la indefensión en que se deja al Estado con la supresión del delito de sedición.

No se debe dejar sin respuesta un acto que no es jurisdiccional, sino político, mediante el cual el TS se rebela contra las Cortes Generales. El principio de responsabilidad también es de aplicación a los miembros del Poder Judicial.

La "herejía de Kepler": las matemáticas que llevaron a cuestionar a Dios como arquitecto del universo

Así era el modelo del universo de Kepler.

La misión de Johannes Kepler, matemático, astrónomo, astrólogo al servicio del emperador Rodolfo II de Habsburgo, era desvelar las leyes que sirvieron al Creador para dar forma al universo.

Pero Kepler se enfrentó al juicio de una incongruencia, una pieza que no encaja con la lógica y que cuestionaba la omnipotencia de Dios. Esa incongruencia es la figura geométrica del heptágono.

Euclides renunció a ella por su extravagante naturaleza, y que Kepler aseveró: "No ha podido ser construida conscientemente por una mente".

"La Geometría es uno de los eternos reflejos de la mente de Dios", escribía Johannes Kepler en Mysterium Cosmigraphicum (1959).

"Yo me propongo demostrar que Dios, al crear el universo y al establecer el orden del cosmos, tuvo ante sus ojos los cinco sólidos regulares de la geometría conocidos desde los días de Pitágoras y Platón, y que Él ha fijado de acuerdo con sus dimensiones el número de los astros, sus proporciones y las relaciones de sus movimientos".

Pintura de dios FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES

¿Creó Dios el universo?

El esqueleto del universo según Kepler
Según Kepler, el Cosmos estaba ordenado dentro de una gran esfera y había sido construido con la expansión de los poliedros regulares.

Sólo existen cinco poliedros regulares: tetraedro, cubo, octaedro, dodecaedro e icosaedro.

Dentro de la órbita o esfera de Saturno, Kepler inscribió un cubo; y dentro de este la esfera de Júpiter circunscrita a un tetraedro.

Sobre el tetraedro situó la esfera de Marte.
Entre las esferas de Marte y la Tierra encajaba el dodecaedro.

Entre la Tierra y Venus el icosaedro; entre Venus y Mercurio el octaedro.

Y en el centro de todo el sistema, el astro rey, el Sol.

Kepler había construido el esqueleto de la Armonía de las esferas ensamblando poliedros.

El cosmos de Kepler

FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Y SCIENCE PHOTO LIBRARY

El modelo de Kepler del Sistema Solar, partiendo como base de los sólidos platónicos.

El heptágono no encajaba
Para dar forma a la Armonía de las esferas, Kepler despliega en su obra Harmonices mundi el desarrollo geométrico de los polígonos, y entre ellos el heptágono, una singularidad que rompía la armonía.

En su obra, Kepler afirma que esta figura no ha podido ser construida conscientemente, y tampoco es posible darle forma con los métodos utilizados por Durero, Cardano, Clavio o Bürgi.

Kepler duda si verdaderamente lo pudieron hacer, o si lo lograron de manera fortuita.

Kepler basaba su argumentación científica en la imposibilidad geométrica de la construcción del heptágono con escuadra y compás.

La construcción de esta figura tampoco se explica en los Elementos de Euclides, ni en el Almagesto de Ptolomeo.

Puente de San Carlos
FUENTE DE LA IMAGEN, GETTY IMAGES Al caerle los copos de nieve sobre el puente de Carlos en Praga, Kepler tuvo su "momento eureka" particular.

Kepler llegó a afirmar que la máquina celeste no fue creada como un "animal divino, sino como un reloj regido por una fuerza que puede expresarse matemáticamente".

El Dios Geómetra, de gran popularidad en la Edad Media, estaba siendo cuestionado.

Las órbitas elípticas de los planetas
En el ilusionario del movimiento circular de los planetas había más cosas que no encajaban.

Kepler no podía explicar matemáticamente por qué a principios de noviembre el atardecer del día cae rápidamente y el amanecer se adelanta velozmente a medianos de febrero.

Convencido de que todo el cosmos y sus circunstancias podían explicarse con matemáticas, encontró cómo resolver el enigma.

Johannes Kepler FUENTE DE LA IMAGEN, SCIENCE PHOTO LIBRARY

Hijo de un mercenario y una madre acusada de ser bruja, Kepler miró al cielo y descubrió que el Sol estaba en el centro del Sistema Solar.

Tras estudiar durante cinco años las observaciones exhaustivas y meticulosas de los planetas hechas por Tycho Brahe, tratando de ajustar el viaje de Marte a varias curvas, en 1609 publicó las dos primeras de sus tres leyes del movimiento planetario.

La primera ley establece: "La órbita de todos los planetas es una elipse con el Sol en uno de sus focos".
Aquel hallazgo fue fundamental para la comprensión del universo.

Sin embargo, también suponía zozobra en los intereses de Kepler.
¡Cómo era posible que el creador eligiera una elipse, y no un círculo perfecto!
En la mente de Kepler nunca hubo intención de cuestionar al divino Arquitecto del cosmos.
Sin embargo, al otro lado del mundo, en Filipinas, un misionero dominico estudió al detalle la obra de Kepler y señaló la herejía: la opinión que Kepler había manifestado sobre el heptágono cuestionaba al Creador.

Kepler-90

FUENTE DE LA IMAGEN, NASA

Los planetas del Sistema Solar
La herejía de Kepler
Fray Ignacio Muñoz Pinciano (1608-1685) escribió el Manifiesto geométrico (1684), en el que describe un método de trazado del heptágono, frente al desarrollado en la proposición de la figura determinada por Kepler.
Esto significaba, para el fraile, que Kepler no solo estaba equivocado, sino que, además, su obra era una herejía.
El fraile cree conseguir construir la figura a través del triángulo isósceles (9,4,9) refutando a Kepler por considerarla como impossible simpliciter.
El dominico termina la obra apuntando que, pese a que Kepler ya está denunciado por la Inquisición, el Harmonices mundi no lo estaba, y, debido a sus tesis sobre esta figura, también habría de ser condenada.
Según el dominico, la obra de Kepler conduce a pensar que la Sabiduría eterna de Dios no es suficiente para construir la figura del heptágono, y por tanto carecería de cognoscibilidad científica.
Fray Ignacio razonaba basándose en el principio de las Escuelas Metafísicas, donde lo que no tiene entidad, ni esencia, ni condiciones, ni propiedades, no puede existir.
El Manifiesto Geométrico fue una apología contra la incognoscibilidad del heptágono por ser una figura infinita, y de aquí el principio herético de Kepler. En el Génesis, la Creación es finita, los seis famosos días y un séptimo de descanso, y en la creencia de lo indeterminado parte el arrebato inquisidor del dominico.

*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versiónoriginal. Josep Lluis i Ginovart es Catedrático Intervención Patrimonio Arquitectónico de la Universitat Internacional de Catalunya.

Cinta Lluis Teruel es ayudante de Investigación Júnior de la Universitat Internacional de Catalunya.

domingo, 26 de febrero de 2023

LOCALES PECULIARES. LAS TIENDAS QUE SE HICIERON BARES: VIAJE A LAS MEJORES ABACERÍAS DE SEVILLA.

Hace décadas que los ultramarinos y abacerías sevillanas expandieron su negocio y comenzaron a servir bebidas y comidas frías. Hoy muchos han seguido ese modelo y ofrecen a los clientes comprar los productos que están tomando.

bares sevilla



En Sevilla el solomillo al whisky se hace con brandy y las tiendas de alimentación venden alubias y sirven cervezas. Así es esta ciudad, en la que hace décadas varios ultramarinos decidieron ofrecer al público las bebidas y chacinas que ponían de extranjis a sus clientes habituales. Con el tiempo este modelo de negocio se asentó, y hoy día existen locales que aún conservan esa solera y otros que solo utilizan el término “abacería” a modo de reclamo.

Antes de la llegada de las grandes cadenas, los vecinos solo tenían los mercados de barrio y estos comercios para abastecerse, y no era extraño que en los últimos se les sirviera algo a los más asiduos mientras esperaban. “De forma casual siempre se ha consumido: a principios del siglo XX se comía y bebía en estos lugares, normalmente en las trastiendas. Uno de los más históricos de la ciudad, Casa Palacios, tiene fotos de los años cuarenta en los que se ve la barra”, cuenta José Ángel Martín, creador del blog Ultras y rultras, en el que habla de los negocios sevillanos de este tipo.

“Son sitios incómodos, donde no te puedes sentar, pero también auténticos, en los que probar vinos o latas diferentes”, resume José Ángel. Estos híbridos de tienda y bar, con balanza y barra, tienen un aspecto común indispensable: vender algunos de los productos que puedes tomar allí. Por lo general, salazones, embutidos, chacinas, quesos y conservas, que conforman la carta clásica de un local de tapas informal, el catálogo variado de un peculiar ultramarinos.
 
"Cuanto menos cambie, mejor"
Cerca de varias franquicias de comida rápida, en la céntrica calle Gamazo, Casa Moreno aún preserva la identidad de los ultramarinos de antaño. Poco ha cambiado desde que abrieron hace unos 80 años: ahí sigue el mostrador lleno de chacinas y queso, las paredes llenas de productos y, al fondo, cruzando una puerta lateral, el antiguo almacén reconvertido en bar, con una barra de metal en la que los clientes se agolpan como en un autobús a las siete de la mañana.

“Abre como ultramarinos en los años cuarenta, y a principios de los sesenta, la trastienda pasa a ser bar”, explica Emilio Vara, el camarero más veterano de Casa Moreno. “El motivo fue, por desgracia, la desigualdad que sufrían las mujeres: antes estaba mal visto que bebieran en público, por eso buscaban la complicidad con el tendero y le decían ‘Francisco, ponme un poco de vino y queso en el almacén mientras me despachas’”, cuenta Emilio. “Cuando se dio cuenta, había creado una especie de tabernilla para ellas”.
En este local mantienen la pureza de estos negocios: nada de cocinar guisos ni platos muy elaborados, solo conservas, alimentos curados y montaditos, que preparan con las chacinas que venden en la tienda. “Si te gusta la morcilla de hígado, el chorizo picante, la lata de mejillones o la manzanilla que estás tomando, te lo puedes llevar. Aquí se conjugan los dos aspectos”, afirma Vara. “Hoy día está al cargo del local la tercera generación de la familia, pero seguimos ofreciendo 15 tipos de alubias a granel, por ejemplo. Tenemos claro que cuanto menos cambie esto, mejor”, dice este empleado.
 
Restaurante con espíritu de tienda
La Antigua abacería de San Lorenzo abrió en 1995 como comercio de alimentos al por menor. El dueño, Ramón López de Tejada, asegura que en Sevilla nadie utilizaba esa palabra hasta entonces: “‘Ultramarinos’ era más popular, pero nosotros la escogimos porque definía lo que teníamos pensado hacer y porque además era la primera del diccionario”. Con el tiempo “la clientela demandaba más”, así que cinco años más tarde comenzaron a servir algo de comida y bebida.

Pero en el 2008 pegaron el volantazo definitivo a lo Fast and furious: la Antigua abacería de San Lorenzo, aquella pequeña tienda situada en el barrio homónimo, amplía el local y se convierte en restaurante. Pasaron de servir productos de charcutería y vinos de la zona mientras despachaban, a elaborar y ofrecer “platos de la cocina tradicional andaluza, especialmente guisos, potajes y cocidos”.

Ahora bien, esta conversión no les hizo olvidar su fin primigenio: “Uno no puede renunciar a sus orígenes nunca, por eso seguimos vendiendo a la calle regañás, pan o dulces tradicionales”, cuenta López de Tejada. La estética también se mantuvo, y casi tres décadas después de su apertura, el local aún guarda el ambiente acogedor de las tiendas de barrio. “Creo que hemos conseguido mantener la esencia y dejarle el punto que muchos admiran”, declara el empresario.

Entre la herejía y lo castizo
El éxito de negocios como el de Ramón ha provocado que en los últimos años las abacerías, como Dios y la canción de Shakira, estén por todos lados. Para Chencho Cubiles, miembro de la Academia Sevillana de Gastronomía, esta moda ha desvirtuado la idea original: “Se ha abierto ese concepto y hoy día se utiliza con quizá demasiada facilidad”. “Aquí es un reclamo, y muchos locales que llevan esa palabra te decepcionan porque no tienen nada que ver con aquellas tiendas antiguas”, opina el autor del blog De tapas con Chencho.

Ramón López de Tejada declara que “existen pocos sitios de este tipo que se dediquen también a la venta a la calle”, un aspecto que considera fundamental. Y alude a la falta de coherencia estética de estas nuevas aperturas: “Hay algunos que se llaman así y son como cualquier gastrobar: blancos, grises y negros”. Según el propietario de la Antigua abacería de San Lorenzo, todo esto “confunde un poco al público”.

Pero no todo el panorama abacero es tan aciago: también se han inaugurado sitios en los últimos tiempos que respetan el sentido y tradición de estos lugares. Un ejemplo de ello es Maestro Marcelino, un local que abrió en 2016 con una decoración que se inspira en el recordado ultramarinos Casa Marciano, que cerró hace más de 30 años, tal y como explica Puri Portillo, dueña y gerente del mismo. “Quería ensalzar y darle protagonismo a los alimentos de nuestra tierra, así que pensé que lo mejor era montar una abacería”, dice Puri.

El género que más se demanda en Maestro Marcelino es el que más sentido tiene, teniendo en cuenta el tipo de local que es: “Los que entran buscan el concepto tradicional de abacería: un buen jamón, un buen queso y un buen montadito de pringá”, afirma la propietaria. Unos productos que, por supuesto, cualquiera puede comprar, desde las chacinas hasta el vino, que venden a granel directamente de las botas. “En el centro de Sevilla, con las rentas que hay, sería muy complicado salir adelante solo como tienda o solo como bar. Con este modelo ambos negocios son complementarios y, sobre todo, necesarios”, comenta Puri Portillo.

Abacería moderna como las de antes. 
MAESTRO MARCELINO (FACEBOOK)
De pie, en una de las pocas mesas altas que hay en el antiguo almacén de Casa Moreno, Pablo Díaz, sevillano de 26 años, se bebe su primer botellín en este local, que nunca antes había visitado: “Al principio pensé que era una charcutería, menos mal que mi amigo me dijo que pasara hasta el final”, reconoce. Como vecino de la capital andaluza, agradece que aún existan sitios tan castizos: “La ciudad se está convirtiendo en un recinto turístico, pero por suerte todavía quedan bares como este, con el encanto de esa Sevilla oculta que cada vez es más pequeña”.

https://elcomidista.elpais.com/elcomidista/2023/02/13/articulo/1676291740_617809.html

Le llamé hijo de perra y otras indirectas

Estoy alarmado por la proliferación de insultos que nos lanzamos unos a otros. Basta seguir algunas sesiones parlamentarias para ver cómo cruzan en todas las direcciones palabras cargadas de desprecio. Hace unos días, en el Senado, el Presidente del gobierno hacía una relación de los insultos que, en unos pocos meses, le había lanzado el jefe de la oposición: déspota, sectario, débil, mediocre, ególatra, adanista, irresponsable, autista, autoritario, frívolo, caudillista… E ironizaba diciendo al señor Feijóo que había dicho cuando asumió la jefatura del partido de la oposición que no había venido a la política nacional para insultar. ¿Sí? ¿De verdad?

Se cuenta de dos amigos que pasaban por delante del parlamento italiano. Se detuvieron en la puerta y oyeron una sarta casi interminable de insultos:

Hay que ver cómo se tratan, dijo uno de ellos.

El amigo respondió:

– Es que están pasando lista.

En su libro “Humor y política”, Alfred Sanvy habla de una recepción en la embajada de Moscú en la que el propio Khuschev cuenta esta historia: Un hombre en plena plaza de Moscú comienza a gritar: Khuschev está loco. Al momento llega la policía secreta y lo detiene. En el juicio le caen tres meses por insultos… y diez años por revelar un secreto de estado.

En la radio, hay algunos periodistas que se ensañan repartiendo calificativos gruesos a quienes consideran del otro bando. Voy a citar a Federico Jiménez Losantos que, cada mañana, se permite hacer descalificaciones insultantes a quienes no considera dentro de su línea de pensamiento. Creo que confunde con demasiada facilidad libertad de expresión con libertad de agresión. Resulta impresionante escuchar un diálogo de Losantos con Rosa Díaz, por ejemplo, hablando sobre el Presidente del gobierno. Es como si estuviesen en una disputa sobre quién insulta más y mejor. Se animan mutuamente a soltar exabruptos. Lo menos que le llaman es psicópata, trilero, mentiroso, traidor, felón… Probablemente sepan, y por eso lo hacen, que esos insultos no solo descalifican al interesado, también dejan un poso de desprecio a todos sus electores y electoras. El Presidente no hace nada, absolutamente nada, bien. Se merece todo el desprecio, todo el odio, todo tipo de insultos. Losantos tiene una sección en el programa que se titula “La república de los tontos”. Por ella desfilan cada mañana un buen número de aquellos a quienes consideran estúpidos. La risa y la burla están aseguradas.

Hay programas de televisión en los que parece existir licencia para insultar, a contertulios y a personas ausentes. Me pregunto muchas veces qué es lo que estamos enseñando desde los medios a nuestros niños, a nuestras niñas. Me acuerdo muchas veces del entrañable Eduardo Galeano y de su libro La escuela del mundo al revés. Un libro en el que explica que la vida es el gran currículum en el que las personas aprenden las lecciones que imparten las personas. Un currículum demoledor.

En los partidos de fútbol se corean insultos y frases despectivas. Recuerdo un partido que vi en el estadio Santiago Bernabeu hace algunos años. Muchos, porque entonces se veían los partidos de pie. Delante de mí se encontraban un padre y su hijo. El padre profería insultos que repartía a voz en grito entre el árbitro, el entrenador y los jugadores. De pronto el niño, que tendría unos diez años, soltó una palabrota dirigida al árbitro. El padre le sacudió una tremenda bofetada mientras decía:

Eso no se dice.
A los dos minutos, el padre siguió gritando de forma desaforada los más gruesos insultos. ¿Qué aprendió el niño? ¿Qué hará cuando se encuentre solo?

Algunas veces se profieren insultos a personas que no conocemos. ¿Quién no ha visto un accidente de coche en el que chocan dos vehículos? Salen ambos conductores de sus respectivos coches y, enfurecidos, comienzan a insultarse, aunque sea la primera vez que se han visto.

El lenguaje sirve para entendernos y también para confundirnos y enfrentarnos. Para insultarnos. Hay una sección en el programa el Intermedio que se titula “Hablando se enciende la gente”. Espero que el lector haya leído con atención. Porque es fácil que se haya dejado arrastrar por el sentido del tradicional aforismo: hablando se entiende la gente. Una ce por una te. Y cambia todo.

Algunos se sienten orgullosos mientras más duros se muestran con los adversarios. Alardean de contundencia y dureza. Como dice mi querida amiga Lola Alcántara, citando a un poco espabilado energúmeno: le llamé hijo de puta y otras indirectas.

Se insulta no solo con palabras. También se insulta con hechos y, a veces, con silencios. Lo cuenta José María Cabodevilla: El señor Iacarino, redactor jefe de un periódico italiano de derechas, se rompió la clavícula en un accidente de equitación. Otro periódico, también italiano, pero de izquierdas, tituló así la noticia: el caballo del señor Iacarino ha salido indemne de un accidente.

Hay frases hirientes que se utilizan como insultos. ¿Has estado alguna vez en el zoo…, quiero decir…, como espectador? Un crítico de teatro resumió su análisis del estreno de la obra de un consagrado autor teatral con una sencilla pregunta: Ayer se estrenó en el Teatro X la obra de Z. ¿Por qué?

Capítulo aparte merecen los apodos y pseudónimos, algunos cargados de veneno concentrado. El citado Jiménez Losantos llama habitualmente al señor Biden, presidente de los Estados Unidos, la Momia. Otros más benignos pretenden provocar la sonrisa a través del ingenio. A un muchacho de mi pueblo le llamaban Mocolindo. No hay necesidad de explicar por qué. A un profesor que tenía la costumbre de leer en voz alta sus lecciones como un busto parlante, le apodaban el Telediario.

Dentro de este capítulo de ingenio menos agresivo leí hace algún tiempo la siguiente anécdota. El Papa Pablo VI padecía una dolencia de próstata en los últimos años de su pontificado. En el Vaticano le llamaban Pablo VI el Apróstata.

Es curioso el mecanismo semántico del insulto. Con una palabra nos referimos a una persona que, dada su tremenda complejidad, no podría ser definida con precisión en varios libros. Es un resumen despiadado que solo pretende hacer daño.

He leído en estos días un precioso libro titulado “Diccionario de las palabras olvidadas”, cuya autora es la londinense Pip Williams. ¿Por qué convertir algo tan maravilloso como las palabras, algo que se puede amar intensamente, en un arma arrojadiza contra el prójimo?

Es una pena que el trabajo educativo de las escuelas, encaminado a cultivar la solidaridad, la compasión y el respeto entre todos los seres humanos, tenga el enorme contrapeso de los insultos radiados, televisados y coreados en masa?

Tengo en mis estanterías un libro titulado “Inventario general de insultos”. Contiene, de la A la Z, exactamente 856 insultos.. Como para llevar el libro a una discusión. Como para hacer un regalo a los candidatos de los partidos en tiempos de mítines y elecciones. Como para llevarlo a una reunión: siéntate, que te voy a leer un libro. En ese catálogo ilustrado hay insultos especializados para dirigirse al marido engañado, a la persona que no responde al prototipo sexual, al extranjero, al de otro color… El odio convertido en palabras. La intolerancia en píldoras. Los insultos están cargados de sexismo, de homofobia, de racismo, de desprecio… Algunos de los insultos recogidos y analizados en el Inventario (tanto en su raíz histórica como en su dimensión literaria) necesita estudio: asnejón, balandrón, boquiblando, bujendón, chafallón, churrullero, estafermo, fodolí, jaquetón, lilipendo, macandón, mojarreras, rastrapaja, tontilindando… Y así hasta zurumbático, que es el último que aparece en la extensa relación. La verdad es que alguna de estas palabras pueden ser utilizadas como insultos sin saber su significado.

Para insultar hace falta tener animus iniuriandi o voluntad maldiciente. El deseo de hacer daño, de herir, de injuriar se colma a través de los insultos que se dirigen al destinatario, haya o no testigos. Hay quien insulta de forma cobarde, en ausencia de los aludidos o, lo que es peor, a través de anónimos.

Algunas veces se pretende hacer gracia con el insulto. Se trata de provocar la risa y el aplauso de los afines. Hay personas muy dotadas en ese rasgo cruel. Son especialistas del sarcasmo.

¿No podríamos tratarnos un poco mejor, más amablemente, más respetuosamente, sin tanto desprecio, sin tanta acritud? ¿No sería un buen ejercicio decirle algo agradable a nuestros colegas? Claro que alguno, empecinado en su destemplanza, acabaría diciendo: es que no se me ocurre absolutamente nada bueno. ¡Qué pena!