lunes, 12 de diciembre de 2011

Lise London, la última brigadista.

Hace 75 años, más de 35.000 hombres y un puñado de mujeres de 54 países llegaron a España para luchar contra Franco. Estaban convencidos de que si frenaban el fascismo podían evitar una guerra mundial. Esta es una historia de valor y solidaridad a través de la memoria de Lise London, la última mujer voluntaria con vida.

El Ejército del Ebro / rumba la rumba la rumba la / el Ejército del Ebro / rumba la rumba la rumba la / una noche el río pasó / ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela! / Y a las tropas invasoras / rumba la rumba la rumba la / y a las tropas invasoras / rumba la rumba la rumba la / buena paliza les dio / ¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela!".

Cuando el compacto grupo de ancianos franceses con acento español y ancianos españoles con acento francés se arranca a entonar con rabia el vibrante himno de batalla de nuestra Guerra Civil, se hace un silencio doloroso y toca tragarse las lágrimas. Son los testigos de una historia que se acaba. Una gesta de ideales y lucha por la libertad que pronto, cuando sus últimos protagonistas desaparezcan, quedará enterrada en los manuales de historia. Hoy están aquí. Quizá por última vez. Tienen el pelo blanco y las manos nudosas como una vid; ondean sobre sus cabezas pálidas banderas tricolores; un centenar de veteranos de la guerra se han reunido esta tarde de noviembre en un rincón sin turistas de París en homenaje a los miles de camaradas que llegaron a este lugar hace justo 75 años, procedentes de 54 países, para alistarse en las Brigadas Internacionales y luchar durante más de dos años contra Franco en los frentes de Madrid, el Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro. Fueron más de 35.000. Casi un tercio reposa en España en tumbas sin nombre. Muchos iniciaron malheridos la retirada a finales de 1938 y murieron en campos de concentración franceses y alemanes. Los que sobrevivieron formaron una estrecha comunidad de sangre que nunca nadie ha conseguido romper.

Eran jóvenes y no eran soldados; nunca habían sostenido un arma; habían militado en el pacifismo y la solidaridad entre los pueblos. Eran unos soñadores. Metalúrgicos, estibadores, estudiantes, campesinos e intelectuales; aventureros, revolucionarios; activistas negros americanos y judíos perseguidos por los nazis. Por encima de su origen, combatir en la Península al Caudillo suponía para todos plantar cara a Hitler. Creían que la Guerra Civil era el primer asalto de una contienda mundial que se podría frenar si Franco y sus compañeros de viaje eran derrotados en España. Para los brigadistas, no se trataba de una simple guerra fratricida aislada en un país frontera con África. Era el aperitivo de la catástrofe. El tiempo les daría la razón.

Aquella guerra concluiría el 1 de abril de 1939 con el triunfo de Franco y los ejércitos del Eje y el éxodo de medio millón de derrotados; cuatro meses más tarde, Hitler, según el plan previsto, invadía Polonia; doce meses más tarde, Francia, y dos años más tarde, en mayo de 1941, la Unión Soviética. Cincuenta millones de personas perecerían en la II Guerra Mundial. La perspectiva que proporciona el tiempo confirma que los brigadistas fueron unos visionarios. Antes de que existieran el derecho humanitario y la declaración de derechos humanos, apostaron por la solidaridad internacional con un Gobierno legítimo cuya democracia estaba siendo pisoteada. Se adelantaron. Una idea que sintetizaría Artur London, brigadista hasta las últimas horas de la República y uno de los protagonistas de este reportaje, con una frase: "Se levantaron antes del alba".

Muchos eran parias de la tierra. Tenían poco que perder porque no tenían nada. Dieron un paso al frente aquel otoño de 1936. Rompieron con todo. Se convirtieron en proscritos en sus países de origen. Era un instante crucial en el que la democracia se resquebrajaba; no solo Alemania e Italia habían caído bajo el yugo del fascismo. En Polonia, Hungría, Rumanía, Grecia, Lituania, Bulgaria, Checoslovaquia, Austria y Portugal se estaban incubando regímenes dictatoriales. La extrema derecha había mostrado sus colmillos en Francia. En sectores del Partido Republicano estadounidense y el establishment británico se aplaudía a Hitler. En ese instante, la mitad de España se había rebelado contra el golpe de Estado del 18 de julio. La guerra había comenzado. La República carecía de ejército y lo improvisaba a diario; mientras, Franco, al mando de unas fuerzas fogueadas en África, había alcanzado en semanas los arrabales de Madrid. Hitler humillaba a las democracias y enviaba sus bombarderos contra los españoles saltándose los acuerdos internacionales. Para apaciguarlo, Francia y Reino Unido habían abandonado a la República. La Península ardía. El mundo asistía mudo a la tragedia. Dentro de ese macabro decorado, miles de hombres habían reaccionado y enfilado París como primera escala hacia España. ¿Por qué estaban dispuestos a jugarse la vida en un país del que no conocían ni la lengua? Artur London daría la clave: "En Madrid, el checo iba a luchar por Praga; el francés, por París; el austriaco, por Viena; el alemán, por liberar su país de Hitler, y el italiano, por expulsar a Mussolini de su país".

El número 8 de la calle de Mathurin-Moreau era en 1936 un descampado salpicado de barracones que albergaban sindicatos de izquierda y comités obreros. A ese París proletario comenzaron a llegar en octubre los voluntarios. Los partidos comunistas de todo el mundo (de los que había surgido la idea de crear las Brigadas a través de la Internacional, la organización que hacía de correa de transmisión entre las consignas de Stalin y sus cuadros) habían prestado su infraestructura como banderín de enganche. En esta calle comenzaría el largo viaje hasta el frente. Más allá, vencer o morir.

Aquí se levanta desde los años setenta la sede del Partido Comunista Francés, un bello edificio de hormigón y cristal proyectado por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer como regalo a sus camaradas franceses. Todo aquí remite al combate contra el fascismo. La plaza en la que desemboca el cuartel general comunista lleva el nombre de uno de los más legendarios veteranos de las Brigadas Internacionales: el coronel Fabien, líder desde 1941 de la Resistencia francesa contra Hitler y el primer partisano que acabó durante la ocupación con la vida de un oficial hitleriano. En este ambiente de familia nos encontramos con una de sus viejas camaradas de guerrilla, Cécile Le Bihan, viuda de otro mítico brigadista: el coronel Rol-Tanguy, el partisano al que se rindió el ejército alemán que ocupaba París en 1944. Cécile tiene 93 años; es una anciana erguida, digna y lúcida, con una boina calada hasta las sienes y la Legión de Honor en la solapa. Durante cuatro años se jugó la vida y la de su familia en la Resistencia contra la ocupación nazi. Pasaba documentos en el cochecito de su hijo (hoy ese bebé es un sexagenario que sonríe a su lado) y participó en sabotajes. Su compañero, Rol-Tanguy, es un héroe nacional en Francia. "Nunca olvidó España", relata Cécile; "afirmaba que la experiencia más grande y enriquecedora de su vida fue la Guerra Civil. Era un sindicalista, un hombre de acción. Me decía: 'Tengo dos patrias, Francia y España; nunca me he podido sacar a los españoles del corazón'. España era para Henri como esa bala que recibió en la espalda en el frente del Ebro, se le quedó alojada en el omoplato y no le pudieron extraer: era parte de él".

-¿Por qué se enroló en las Brigadas?
-Quería aprender a luchar contra el fascismo y enseñar a otros. Se empeñó en ir a Madrid. Era un tipo duro, un metalúrgico. No era un idealista, era un militar. Sabía que el siguiente capítulo de aquella tragedia era París. Y no se conformaba. Quería estar en primera línea; volvió de España herido. Nos casamos en abril del 39. Un año más tarde, Hitler invadía Francia y volvió a combatir.

Aquellos jóvenes brigadistas que comenzaron a concentrarse a mediados de octubre de 1936 en París eran tipos jóvenes, grandes, ruidosos, románticos, vitales; sin gran formación (aunque hubiera entre ellos un grupo de escritores como Malraux, Hemingway, Orwell o Koestler), pero muy politizados; gente del pueblo, directos, juerguistas; cariñosos con los españoles que los recibían como salvadores. Se sintieron como en casa. Tras escuchar las grabaciones con decenas de testimonios de brigadistas, leer sus memorias y charlar con los supervivientes y sus familias, se advierte un hecho sorprendente: nunca renegaron de su aventura española; los veteranos recordaban los años de la Guerra Civil como los más enriquecedores, intensos y altruistas de su vida.

No había amargura en sus palabras. Ninguno se quejaba del pobre armamento e instrucción que recibieron; las penosas condiciones de vida en el frente; la crueldad de las batallas. No hay ninguna crítica a la discutible conducción política y militar de la guerra por parte de la República. Ni siquiera a su retirada de España como moneda de cambio. Para ellos, la única tragedia fue abandonar a los republicanos a su suerte. Me lo confirma la hija de uno de ellos que prefiere no dar su nombre: "Mi padre me contaba que cuando la República decide a finales de 1938 que los brigadistas se vayan para intentar un agónico acuerdo de paz, estos no querían que los españoles les dieran las gracias; las daban ellos por haber tenido la oportunidad de compartir el ideal de la República. Los brigadistas eran muy queridos en España. Llegaron aclamados por el pueblo, y cientos de miles de personas les despidieron entre flores de la misma forma el 15 de noviembre de 1938 en la Diagonal de Barcelona. Algo bueno debieron de hacer. Consideraban a los españoles sus hermanos. Por eso, los tres centenares que vivían en 1996 aceptaron como un honor la decisión del Gobierno de Felipe González de concederles la nacionalidad española".

De los más de 35.000 voluntarios extranjeros que lucharon en nuestra Guerra Civil no quedan más de veinte. Los más jóvenes han superado los 90 años...

Leer todo aquí en el País de 11-12-11

domingo, 11 de diciembre de 2011

Confirmado: habrá Navidad

Ya está, podemos comprar por fin el turrón y poner el belén, que el comunicado de conclusiones de la cumbre europea lo confirma: este año habrá Navidad. El esfuerzo de nuestros gobernantes garantiza que Europa aguantará en pie al menos hasta Reyes, de modo que podemos disfrutar de las fiestas. Para Semana Santa no hagan planes todavía, que de aquí a entonces caben por lo menos dos cumbres “definitivas”; y del verano mejor no hablamos, que coge muy lejos.
No digo que hasta enero viviremos plácidamente: tendremos los sustos habituales, los vaivenes de la prima, un lunes negro bursátil, un par de collejas de las agencias de calificación, un café de Sarkozy y Merkel al que a lo mejor se suma Rajoy para llevar la bandeja, y algún banco con problemas, pero eso no es nada, lo de costumbre, no nos amargarán los polvorones.
Si se fijan, las cumbres europeas siempre se celebran en viernes: es la forma de estirar un poco más la sensación de alivio, nos deja el sábado y el domingo para creernos salvados, que ya el lunes llegarán las malas noticias cuando reabran las bolsas y se desperecen los mercados. Hasta entonces, contagiémonos del optimismo.
Si he entendido algo de lo acordado ayer, la mayoría ha decidido subirse al carro de Merkel y Sarkozy, aunque aún tendrán que ponerse de acuerdo de aquí a marzo en cómo sentarse en el carro, quién maneja las riendas y hacia dónde ir. Un pacto fiscal que además será “difícil y doloroso”. En cuanto a lo más urgente, la defensa frente a los ataques a la deuda, poca cosa: ni eurobonos, ni cambios en el fondo de rescate, ni permiso al BCE para que saque el famoso bazuca. Nada. Como mucho, darle dinero al FMI para que sea éste quien nos salve si caemos, por lo que “nos adherimos a los principios y prácticas del FMI”, que ya saben cuáles son.
Es decir, han dejado todo a punto para la próxima cumbre, que será sin duda la última oportunidad, la definitiva, la del ahora o nunca. Si como repiten Europa es un Titanic, lo acordado parece una partitura para que la orquesta siga tocando en cubierta. Pues nada, a bailar otro ratito. Isaac Rosa Público Fuente: http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2011/12/10/confirmado-habra-navidad/

Las estrellas Michelin de España para el 2012

En cada edición, el baile de estrellas Michelin genera expectativas, nervios y decepciones. "Este año va a ser duro", comentaron los responsables de Michelin España con respecto a la guía 2012 para España y Portugal. Duro y difícil como siempre, decían los cocineros, que inevitablemente hacían sus quinielas de deseos, dado el prestigio y la consolidación de la vanguardia culinaria española. Y los peores pronósticos se cumplieron: nada de tres estrellas nuevas. El balance da que pensar: 16 estrellas nuevas y 17 quitadas. Hasta gastrotuiteros franceses decían "¿tanto rollo Michelin para esto?". Y un diplomático Jordi Roca ponía en su Facebook que en esa "noche inolvidable, agria y amarga para muchos, esperemos que el dulce esté por encima de todo".
Pero costaba. Se pierden galones en dos de los mayores activos de la potencia gastronómica catalana. Con el cierre de elBulli el 30 de julio se eliminan del mapa sus tres estrellas y la desaparición de Santi Santamaría ha provocado que Can Fabes se quede solo biestrellado, aunque todos pronostican que volverá la tercera, ya con el hereu Xavier Pellicer. "La tercera estrella es del cocinero, y seguiremos trabajando para recuperarla", decía una sonriente y templada Regina Santamaría. Y menos mal que los Roca mantienen el trío estelar en El Celler, Carme Ruscalleda permanece como cocinera cinco estrellas (Sant Pau de Barcelona más dos en Tokio) y se quedan como están los monstruos vascos de 3 brillos, Arzak, Subijana y Berasategui (con 7 estrellas acumuladas en sus restaurantes multi-regionales).
La sorpresa en este panorama de escasez en la Michelin 2012 para España y Portugal ha llegado en la lluvia de estrellas para Madrid. La arriesgada fusión de casticismo asiático de David Muñoz en Diverxo ha merecido su segunda estrella y el neoclasicismo de Diego Guerrero en el Club Allard subió a dos. "No me lo esperaba. Había muchos rumores y decían que yo era demasiado atrevido para el gusto Michelin. Pero se ha demostrado que no hay discurso único", decía un Muñoz "dispuesto a comerse el mundo".
También se elevó a dos estrellas Jordi Cruz con el Àbac barcelonés. Y cocinó feliz en el Hotel El Palace para los premiados y asistentes al evento, que le dedicaron una ovación.
La apuesta gastrobotánica de Rodrigo de la Calle en Aranjuez ha logrado una estrella y otro arriesgado naturalista, Josean Martínez Alija, obtiene su primera estrella para el Nerua de Guggenheim Bilbao. "Ha llegado en un momento perfecto", decía el vizcaíno por teléfono desde su renovada cocina, que acaba de obtener también 3 soles Repsol. Otro aupado al Olimpo es el cordobés Kisko García con Choco y el oscense Lillas Pastia. Y en este quitaypón michelinesco, el gallego Marcelo Tejedor (emocionado en Santiago) recupera estrella para Casa Marcelo y pierde dos estrellas La Alquería, de Sanlúcar la Mayor (Sevilla). Les suprimen una a Koldo Miranda (Avilés, Asturias), Drolma (Barcelona, por cierre), Lluçanès (Barcelona), A Rexidora (Bentraces, Ourense), Gadus (Cala d'Or, Mallorca), La Solana (Gijón, Asturias), Labroche (Madrid, por cierre), Café de París (Málaga), Tierra (Valdepalacios, Toledo), Ramiro's (Valladolid) e Ikea (Vitoria).
"Quien diga que no le importan las estrellas miente", comentaba estos días Dani García en el congreso San Sebastián Gastronómika. "No creo que haya muchas sorpresas. Siempre se quedan cortos", musitaba Joan Roca, acostumbrado a esperar subida de rango con sus hermanos Jordi y Josep en El Celler de Can Roca (seis años les costó tener la tercera).
Y cortos, cicateros, se han quedado los inspectores de Michelin. Si, según los directivos de la firma de neumáticos, las estrellas se ponen en proporción a las ruedas que se gastan en viajes, parece que hay pocos sitios que merezca la pena mover el coche. Aunque los ocho millones de turistas gastronómicos anuales de España demuestren que algo de valor hay.
Horas antes del evento estelar, los máximos candidatos a los 3 brillos, Andoni Luis Aduriz (Mugaritz), Quique Dacosta (Dacosta) y Dani García (Calima) navegaban entre la resignación y la ilusión tranquila, algo así como la paciencia inteligente que recomiendan los budistas. Con sus momentos de "solidez y estabilidad personal y profesional" tenían bastante, decían horas antes de la gala. Aduriz, a quien en la nota de prensa del Larousse Gastronomique le habían otorgado ya las tres estrellas (vaticinio fallido) se quedó en su restaurante (daba de cenar a René Redzepi y Heston Blumenthal) y no se desplazó a Barcelona. Dani García sí viajó, pero una vez más, para seguir en lista de espera. Como siguen esperando subida a tres estrellas en Atrio (Toño Pérez) y a dos Casa Gerardo (Pedro y Marcos Morán).
Del mismo modo que el pasado año Michelin llevó su noche estelar a San Sebastián, en esta ocasión la ciudad escogida fue Barcelona, en homenaje al otro gran foco gastronómico, Cataluña. Un "menú territorial", de 15 platos y vinos y cavas, fue cocinado por una brigada de lujo con Joan Roca como coordinador. Carme Ruscalleda, Jordi Cruz, Sergio y Javier Torres y Romain Fornell servían sus delicias y repartían abrazos a los colegas. El País, ROSA RIVAS | Barcelona 25/11/2011
EL PANORAMA DE LA GUIA 2012: Novedades
Nuevos 2 estrellas
Ábac. Barcelona
El Club Allard. Madrid
DiverXo. Madrid
Nuevos 1 estrella
Maralba. Almansa, Albacete.
Solana, Ampuero, Cantabria.
Rodrigo de la Calle, Aranjuez, Madrid
Nerua. Bilbao,Vizcaya
Choco, Córdoba.
Lillas Pastia. Huesca
Casamar. Llafranc, Girona
Es Fum. Palmanova, Mallorca
Jardín. Port d'Alcúdia. Mallorca
Annua. San Vicente de la Barquera, Cantabria.
Casa Marcelo, Santiago de Compostela. A Coruña
Silabario. Tui, Pontevedra. Leer más aquí en "El País".

viernes, 9 de diciembre de 2011

Matar al euro

¿Se puede salvar al euro? No hace mucho, nos decían que el peor desenlace posible era una suspensión de pagos de Grecia. Ahora parece muy probable un desastre mucho más extendido.

Es cierto que la presión en los mercados se relajó un poco el miércoles después de que los bancos centrales hicieran el sensacional anuncio de una ampliación de las líneas de crédito (lo cual, a efectos prácticos, apenas supondrá una diferencia). Pero hasta los optimistas ven ahora que Europa se encamina hacia la recesión, mientras que los pesimistas advierten de que el euro podría convertirse en el epicentro de otra crisis financiera mundial.

¿Cómo se han torcido tanto las cosas? La respuesta que oímos todo el tiempo es que la crisis del euro fue provocada por la irresponsabilidad fiscal. Enciendan el televisor y muy probablemente encontrarán a algún lumbreras declarando que si Estados Unidos no recorta el gasto terminará como Grecia. ¡Greeeeeecia!

Pero lo cierto es casi lo opuesto. Aunque los líderes europeos siguen insistiendo en que el problema es un gasto demasiado elevado en las naciones deudoras, el auténtico problema es un gasto demasiado reducido en Europa en su conjunto. Y sus intentos de arreglar las cosas exigiendo una austeridad cada vez más severa han desempeñado un papel decisivo para empeorar la situación.
La historia hasta el momento: en los años que precedieron a la crisis de 2008, Europa, al igual que Estados Unidos, tenía un sistema bancario fuera de control y una deuda que aumentaba a toda velocidad. Sin embargo, en el caso de Europa, gran parte de los préstamos eran transfronterizos, ya que los fondos de Alemania fluían hacia el sur de Europa. Estos préstamos se consideraban de bajo riesgo. Todos los receptores estaban en el euro, así que, ¿qué podía ir mal?

La mayoría de estos préstamos, por cierto, fueron a parar al sector privado, no a los Gobiernos. Solo Grecia registraba grandes déficits presupuestarios durante los años de vacas gordas; España tenía de hecho un superávit justo antes de la crisis.

Entonces la burbuja estalló. El gasto privado en las naciones deudoras cayó drásticamente. Y la pregunta que los líderes europeos deberían haber estado haciendo era cómo mantener esos recortes del gasto sin causar una recesión en toda Europa.

En lugar de ello, sin embargo, respondieron al inevitable aumento del déficit, impulsado por la recesión, exigiendo que todos los Gobiernos -no solo los de las naciones deudoras- recortaran el gasto y aumentaran los impuestos. Desestimaban las advertencias de que esto profundizaría la recesión. "La idea de que las medidas de austeridad pueden provocar un estancamiento es errónea", declaraba Jean-Claude Trichet, en aquel entonces presidente del Banco Central Europeo. ¿Por qué? Porque "las políticas que inspiran confianza impulsarán la recuperación económica, no la obstaculizarán".
Pero el hada de la confianza no se presentó.

Y esperen, hay más. Durante los años del dinero fácil, los salarios y los precios en el sur de Europa aumentaron mucho más deprisa que en el norte de Europa. Esta divergencia debe corregirse ahora, bien mediante una bajada de los precios en el sur o mediante una subida de los precios en el norte. Y no da igual cuál de las dos: si el sur de Europa se ve obligado a recuperar la competitividad a través de la deflación, pagará un alto precio con el empleo y empeorará su problema de deuda. Las posibilidades de éxito serían mucho mayores si el desfase se corrigiera mediante un aumento de los precios en el norte.

Pero para corregir el desfase mediante un aumento de los precios en el norte, los responsables políticos tendrían que aceptar temporalmente una inflación más alta para la eurozona en su conjunto. Y ya han dejado claro que no piensan hacerlo. De hecho, el pasado abril, el Banco Central Europeo empezó a aumentar los tipos de interés, a pesar de que para la mayoría de los observadores era evidente que la inflación subyacente era, en todo caso, demasiado baja.

Y probablemente no sea una coincidencia que abril fuera también el mes en que la crisis del euro entró en una nueva fase, más grave. Olvídense de Grecia, cuya economía tiene para Europa aproximadamente la misma importancia que la de Miami para Estados Unidos. A estas alturas, los mercados han perdido fe en el euro en su conjunto, lo cual ha hecho que los tipos de interés suban todavía más para países como Austria y Finlandia, que no se distinguen precisamente por ser derrochadores...

La combinación de austeridad para todos y un banco central enfermizamente obsesionado con la inflación hace que sea básicamente imposible para los países endeudados escapar de la trampa de la deuda y, por consiguiente, es la fórmula para multiplicar las suspensiones de pagos, los pánicos bancarios y el desplome financiero.

Espero, por nuestro bien y por el de los europeos, que estos cambien de rumbo antes de que sea demasiado tarde. Pero, para ser sincero, no creo que vayan a hacerlo...

Leer todo el artículo de P. Krugman aquí en El País.
Y leer la opinión de los sindicatos publicada en Público.

jueves, 8 de diciembre de 2011

No existe mandato legítimo para las políticas de austeridad de los gobiernos del PP y CIU, pues la soberanía reside en el pueblo y no informaron claramente de la política que iban a hacer.

Como era predecible, la mayoría de los medios de mayor difusión del país están presentando una imagen de lo ocurrido en las elecciones del pasado 20-N que no se corresponde con la realidad, y ello es consecuencia de que, en su descripción de los resultados electorales, no tienen en cuenta las enormes deficiencias del sistema electoral español. Al centrarse en el número de escaños obtenidos el día de las elecciones se ignora que tal mayoría de escaños no corresponde con la mayoría real del país. No es cierto, como están anunciando tales medios, que España se haya movido a la derecha. El hecho de que, excepto Cataluña y el País Vasco, todas las CCAA fueran azules (el color del PP) en el mapa gráfico del resultado de las elecciones, dio un mensaje falso de que España se había corrido a la derecha. España (desde el punto de vista electoral) es toda la población que podía votar, es decir, el censo electoral. Pues bien, el censo electoral muestra que en las elecciones del 20-N el apoyo popular al Partido Popular fue del 30,27% que fue únicamente un 0,97% superior al que consiguió en 2008. Mírese como se mire, un incremento que es inferior al 1% del censo es un incremento minúsculo sobre el cual ahora se está montando todo el mensaje mediático de que la población española se ha corrido a la derecha. Es importante que esto se entienda porque según fuentes próximas a la dirección del PP, el señor Mariano Rajoy, presidente del PP, ha prometido a la señora Merkel que va a recortar 18.000 millones de euros en los próximos meses, que los medios de mayor difusión presentarán como resultado de un mandato popular que los datos muestran claramente que no existe, puesto que el PP no representa a la mayoría de la ciudadanía en España. Una situación semejante ocurre en Catalunya, donde el partido gobernante, CiU, ha presentado los resultados de las elecciones como prueba del apoyo por parte de la población catalana hacia los recortes que han llevado a cabo al frente del gobierno. CiU ha obtenido sólo el voto del 18,8% del electorado catalán, es decir, de los catalanes que podían votar. Es por lo tanto una fuerza muy minoritaria en Catalunya. No llega ni siquiera a uno de cada cinco catalanes. No se puede deducir de estos datos que haya un apoyo popular a estos recortes, tal como el gobierno Mas está presentando los resultados de estas elecciones. La gran noticia del domingo fue, no el movimiento de la ciudadanía a la derecha, sino el descenso muy notable del voto del partido socialista, el PSOE en España y el PSC en Catalunya. El PSOE pasó del 32,19% al 19,49% y en Catalunya del 31,7% al 17,1%. La pérdida de estos votos se debe, en gran parte, a la aplicación de políticas económicas de carácter neoliberal que han antagonizado a sus bases electorales. La movilización mediática para acentuar un mandato que no existe La gran mayoría de los medios de España son conservadores o liberales (en realidad neoliberales). Ello explica el mensaje que transmitieron inmediatamente después de las elecciones de intentar presentar las elecciones del 20-N como un movimiento de la población de los distintos pueblos y naciones de España hacia posturas conservadoras y neoliberales. De esta manera se está construyendo una interpretación de lo ocurrido en el 20-N como un mandato para recortar todavía más el escasamente financiado Estado del Bienestar español. El objetivo de mostrar el mapa electoral de España de color azul y Catalunya de un azul más intenso era precisamente afirmar que España es hoy de derechas. Los datos, sin embargo, muestran una realidad distinta. Los votos al PP y a CiU han sido minoritarios (más minoritario el de CiU que el del PP). Y también es minoritario (muy minoritario) el apoyo a los recortes de gasto público social. Según el centro de investigación sociológico CIS, sólo un 2,7% de la población está a favor de los recortes del gasto público sanitario que han estado ocurriendo o que se está proponiendo; sólo un 3% favorece recortes en educación; un minúsculo 3,5% está de acuerdo con los recortes en pensiones y sólo un 9,8% favorece recortes en los servicios sociales. En cambio, más del 50% favorece recortes en Defensa. En realidad, la población española está entre las poblaciones de la Unión Europea que creen que sus Estados deberían gastarse más en sus Estados del Bienestar. El 87% de la población española considera que el Estado debería gastarse más o mucho más en sanidad; el 87% cree que debería gastarse más o mucho más en educación, y el 83% cree que debería gastarse más o mucho más en pensiones. Es difícil alcanzar unos mayores porcentajes de apoyo al Estado del Bienestar. Es más, la gran mayoría de la población no sólo favorece la expansión del gasto público en las transferencias y en los servicios públicos del Estado del Bienestar, sino que se opone a que la reducción del déficit público ocurra a costa de recortes en el gasto en tales transferencias y servicios. Frente a la pregunta “Suponiendo que las Administraciones Públicas se vieran obligadas a recortar prestaciones y servicios públicos, dígame si estaría a favor o en contra de que se recortaran los siguientes servicios”, la enorme mayoría, (el 97%) están en contra de que se recorte en sanidad; el 97% de que se recorte en educación; el 97% de que se rebajen las pensiones; un 91% de que se reduzca el seguro de desempleo; un 83% de que se recorte en el capítulo de vivienda social. Es imposible encontrar porcentajes más altos en contra de los recortes que están teniendo lugar. Por otra parte, el 55% favorecía recortar Defensa. Mírese como se mire, pues, no puede argumentarse que exista un mandato para realizar las políticas de recortes del Estado del Bienestar que están ocurriendo. En realidad, la gran impopularidad del gobierno Zapatero y de su partido, el PSOE, se debe a que llevó a cabo tales políticas de austeridad, en ausencia de un mandato popular. El argumento utilizado por la dirección de tal partido para explicar su enorme retroceso electoral (de que no se explicó bien a la población), carece de credibilidad, puesto que la gran mayoría de medios de información españoles apoyaron tales medidas de austeridad, proveyendo amplias cajas de resonancia mediática a sus argumentos. La gran mayoría de la población entendió muy bien sus argumentos y, con razón, no los aceptó. La continua excusa del perdedor, aduciendo que fue derrotado porque no se explicó bien (el argumento que utiliza la dirección del PSOE) es la manera de justificar unas políticas públicas de austeridad que, además de ser innecesarias (véase Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón, Hay Alternativas, en www.vnavarro.org), se están mostrando (tal como predijimos los autores de tal libro), contraproducentes. Y lo que alcanza niveles de gran incoherencia es atribuir la victoria de PP a su programa electoral, incluyendo mano dura, con todo tipo de recortes en el Estado del Bienestar. Los datos mostrados al inicio del artículo señalan claramente que el hecho más llamativo del 20-N no fue el inexistente incremento de voto del PP, sino el colapso del PSOE, debido precisamente a los recortes que llevaron a cabo. Creerse que el voto del PP refleja un mandato popular para continuar tales políticas es de una incoherencia que, por desgracia para la democracia española, se reproduce con excesiva frecuencia en los mayores medios de información y persuasión del país. (Vicenç Navarro El Plural)

lunes, 5 de diciembre de 2011

Cuidado con los que promueven la austeridad

Explotando la afinidad para combatir las protestas en Estados Unidos
Mientras miro cómo gira la política en torno al movimiento Ocupemos Wall Street, termino pensando en Bernie Madoff. Síganme la idea; incluso tal vez tenga sentido. El asunto Madoff, como sabrá, fue un caso clásico de “fraude de afinidad”. Madoff pudo ganarse la confianza de muchos judíos adinerados y de persuadirlos de que era de los suyos. Este fraude está detrás de muchas estafas financieras, y también políticas.
En este momento, la campaña contra Ocupemos Wall Street básicamente intenta lograr que la clase trabajadora estadounidense dé la espalda al movimiento, pese a que la mayoría de la gente apoya sus metas, intentando aparentar que los manifestantes no son como ellos, mientras que los plutócratas sí lo son. ¡Vamos! Esto ha funcionado muchas veces en la historia. Y puede operar en muchas direcciones: Ocupemos Wall Street debe rechazarse porque son hippies sucios; Elizabeth Warren, candidata a senadora por el estado de Massachusetts, no es como usted porque, Dios mío, es catedrática de Harvard.
Y ahora que lo pienso, la teoría generalizada del fraude de afinidad se extiende más allá de la política hasta cosas como el análisis financiero. Ocasionalmente me ha maravillado la persistente popularidad de los inflacionistas de Wall Street, quienes se han equivocado en todo. Sospecho que se debe en mucho a que los economistas que pronuncian advertencias calamitosas, respecto de los déficits y el aumento de la base monetaria se ven como el tipo de gente con los que les gustaría pasar el rato en un campo de golf, cosa que no sucede con los profesores barbados.
Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Dentro de ciertos límites, deberíamos intentar acallar la disonancia social innecesaria. Si va a tener una manifestación en nombre de la clase trabajadora estadounidense, olvídese de los círculos de tambores. Los guerreros clasistas de la derecha quieren convencer a la gente que realmente se trata de una guerra cultural, y usted no debe facilitar su trabajo. Pero hay límites. No, no voy a empezar a practicar golf.

Europa debería cuidarse de ciertos líderes
Alan Cowell escribió un artículo interesante publicado el 14 de noviembre en The New York Times, donde contrastó las actitudes públicas actuales hacia la austeridad con las actitudes hacia la austeridad que eran la norma en la Gran Bretaña de la Posguerra, hermosamente descriptas por el finado Tony Judt. Tal como lo señala Cowell, una diferencia importante es que, en ese entonces, el sacrificio era compartido: “Antes de morir de la enfermedad de Lou Gehring en 2010, el historiador Tony Judt recordó sus días de infancia justo después de la Segunda Guerra Mundial en una debilitada Gran Bretaña, que lentamente cedía su imperio y preeminencia. La ropa estuvo racionada hasta 1949, los muebles utilitarios sencillos y baratos hasta 1952, los alimentos hasta 1954”, escribió en sus memorias, concluyendo que la austeridad “en esa época era más que una condición económica, aspiraba a ética pública”.
Cowell continuó: “Al enfrentar su problema de deuda masiva... Europa parece haber perdido de vista el hecho de que ya lo ha vivido antes; que la generación del ‘baby-boom’ encontró sus raíces en la austeridad de la Posguerra; que, como lo sugirió Judt, la enorme riqueza de los últimos años difícilmente pudo haberse imaginado, mientras la gente se esforzaba por sacudirse el pesimismo de la Guerra”.
Pero, también, hay otras diferencias, discutiblemente incluso más cruciales. Primero, en la Gran Bretaña de la posguerra hubo racionamiento; el consumo material fue deprimido. Aunque había pleno empleo, según datos históricos británicos. Esto es enormemente importante. Toda la evidencia que he visto dice que el costo psicológico del desempleo es mucho mayor que la pérdida del ingreso (conozco gente que anda bien de dinero, pero que está profundamente deprimida porque no puede encontrar trabajo). Por eso, es tan tonto decir, como algunos, que las cosas no están tan mal en Estados Unidos en este momento, porque el consumo per cápita sigue siendo alto bajo estándares históricos.
En segundo lugar, la austeridad de la posguerra en Gran Bretaña fue motivada por límites obvios y reales de recursos. En particular, las divisas escaseaban. En un nivel básico, la gente sabía por qué se racionaban las cosas: Gran Bretaña había gastado fuertemente en la guerra, así que tenía que apretarse el cinturón para pagar su deuda.
Actualmente, en contraste, se está imponiendo la austeridad porque hombres de traje dicen que es necesaria para satisfacer a los dioses invisibles de los mercados financieros. Es comprensible que el público esté empezando a tener sus dudas, y no sólo porque esos dioses invisibles en cierta forma sólo exijan sacrificios de los trabajadores, nunca de los ricos. El hecho es que estos hombres de traje no tienen idea de lo que hacen, esto nos quedó claro a varios desde el principio, pero ahora se está haciendo de conocimiento general.
Entonces, si quiere contrastar el estoicismo del pueblo de la posguerra con la ira y confusión de los votantes actuales, no culpe al consumismo; culpe a nuestros líderes, quienes han impuesto un sufrimiento injusto y gratuito sobre su base electoral. Y ésta finalmente está empezando a comprenderlo. Paul Krugman. Revista Debate

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mito y fantasía de la Francia resistente

Alan Riding desenmascara las sombras que pesan sobre algunos intelectuales y artistas, y reivindica a otros que no reclamaron recompensas ni honores.

El general De Gaulle hizo (algo) más que dirigir la Resistencia francesa: se inventó la Francia resistente. Con el transcurso del tiempo, poco importa si fue la mitomanía la que le llevó a forjar ese mito en el que él aparecía como líder providencial de los franceses, o, por el contrario, fue la necesidad de forjarlo lo que le indujo a contemplarse a sí mismo como ese líder, precipitándolo en la mitomanía. Además de perder la guerra contra Alemania, como bien sabía De Gaulle, Francia había colaborado con el ocupante y aprovechado la ocasión para emprender una revolución nacionalista que impugnara los principios ilustrados de la de 1789. Y eso también lo sabía.

Al proclamar que Francia había sido resistente, De Gaulle no ignoraba que existía otra Francia que no lo fue. Prefirió, sin embargo, erigir una unidad retrospectiva de los franceses frente al enemigo exterior antes que dividirlos internamente y crear las condiciones para que una Francia auténtica, la de la Resistencia, ajustara cuentas con una anti-Francia, la de Pétain y los attentistes. Si la depuración naufragó en medio de dudas éticas y contradicciones jurídicas, por más que inspirase la ejecución de destacados colaboracionistas como el primer ministro Laval o el escritor Robert Brasillach, fue porque, entre otras razones, resultaba contradictoria con el mito de la Francia resistente inventado por De Gaulle.

Las monografías de Robert Paxton sobre el régimen de Vichy, en cuya estela se sitúa el excelente ensayo "Y siguió la fiesta", de Alan Riding, fueron pioneras en la impugnación del mito de la Francia resistente. Ateniéndose a los hechos, Paxton demuestra que la colaboración gozó de mayor respaldo entre los núcleos dirigentes que la Resistencia, expresado de forma activa en unos casos o a través de un cauto acomodo con la nueva situación, en otros. Riding se centra en los artistas e intelectuales, y la conclusión es similar a la de Paxton. Salvo contadas e inequívocas excepciones, y más abundantes ambigüedades, el rechazo de la ocupación entre escritores, pintores, actores o músicos fue minoritario en un principio y más amplio a medida que las tornas de la guerra se volvían contra Alemania.
Al igual que las monografías de Paxton, el ensayo de Riding permite dos aproximaciones diferentes. Una es la que invita a descubrir desde la incomodidad de una actitud vagamente inquisitorial las sombras de algunas figuras que, sin embargo, se construyeron después una biografía ejemplar, como François Mitterrand o Jean-Paul Sartre. La segunda aproximación sugiere reflexiones que remiten a las funciones del mito y también a los peligros de la hagiografía. Son peligros contra los que no parece estar inmunizado el culto a la memoria y algunas de sus más relevantes manifestaciones, desde esa voluntad moralizante que se esconde en ciertas novelas de recreación histórica hasta los movimientos ciudadanos que hipotecan cualquier juicio sobre el presente a lo que sucedió en el pasado.

Desde el punto de vista de la historia, el mito de la Francia resistente no pasa de ser una clamorosa inexactitud, por no decir una mentira. Desde el punto de vista de la política, permitió que Francia se situara entre las potencias vencedoras cuando, en realidad, había sido derrotada, evitando de paso que la minoría de franceses que se comprometió con la Resistencia reclamase derechos de vencedor frente a la mayoría de franceses que colaboró o condescendió con la Ocupación. El precio del mito inventado por De Gaulle fue la absolución de quienes participaron en la ejecución de las políticas más execrables del régimen de Vichy, como el asesinato de militantes de la Resistencia o la deportación de judíos franceses.

El clima ideológico de la inmediata posguerra favorecía que De Gaulle y su Francia resistente estuvieran dispuestos a pagarlo. Como queda de manifiesto en el ensayo de Riding, y también en las monografías de Paxton, la rendición incondicional de Alemania permitió asignarle en exclusiva doctrinas de las que habían participado los vencedores, como el antisemitismo. A Léon Blum, judío, se le dedicaron insultos en Francia que no desmerecían de los que emplearía el nazismo para conducir a millones de seres humanos a las cámaras de gas. Los nazis no fueron los únicos que se dejaron arrastrar por la locura antisemita, sino los que la llevaron más lejos.

Riding, como Paxton, arroja dudas sobre el valor de la hagiografía, sobre la exaltada canonización de algunas figuras. Pero, en el caso de Y siguió la fiesta, la vía para hacerlo no es tanto desenmascarar las sombras que pesan sobre ellas como reivindicar otras que hicieron lo que era justo en el momento en el que había que hacerlo, y regresaron después a sus tareas sin reclamar recompensas ni honores. Jean Guéhenno, confinando su vocación literaria en un diario privado para no colaborar, y el americano Varian Fry, poniendo a salvo personas amenazadas, forman parte de esa escueta nómina. El mito de la Francia resistente inventado por De Gaulle no contó con ellos, pero, sin ellos, como sin otros militantes anónimos, la Francia resistente habría sido, más que un mito, una insostenible fantasía.

Leer aquí en El País.
Y siguió la fiesta. La vida cultural en el París ocupado por los nazis. Alan Riding. Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores. Barcelona, 2011. 512 páginas. 25 euros.

Visita a Amsterdam

Nuestra ruta tiene como punto de partida el Aeropuerto de Lisboa, de donde partimos en vuelo de KLM para Schiphol de Ámsterdam:

Desde el mismo aeropuerto hay trenes muy bien indicados que -en unos 20 minutos-, dependiendo del itinerario (unos van directos, sin paradas y otros hacen dos paradas intermedias), llegan hasta la Estación Central (Centraal Station) de Ámsterdam.

Desde el hall de salida del aeropuerto se baja al anden del ferrocarril en ascensores, suelen ser las vías 1 o 2, el horario y la vía concreta está indicado en paneles en el hall y en las vías. Hay máquinas expendedoras de billetes, que ofrecen la información en inglés. Es útil recordar que billete de ida es "enkele reis" y de ida y vuelta "dagretour".

Si el día acompaña no hay mejor opción que dar un paseo por Ámsterdam andando o en bicicleta para disfrutar de la ciudad. Hay varios puntos donde pueden alquilarse a precios asequibles bicicletas y uno de ellos está justo al lado de la Estación Central, donde también está la oficina de información turística y la venta de pases para la ciudad (museos, transportes y establecimientos adheridos que llevan las tres cruces de San Andrés de su bandera- cruces como de tachado, donde efectúan descuentos con ese pase) o solo para el transporte de 24, 48 o 72 horas, para circular en los transportes públicos por un día o varios. El tiempo del pase empieza a contar desde que se valida al entrar en el trasporte elegido por primera vez.

Museos recomendables;

El Rijksmuseum,
El Vincent Van Gogh.
El Museo Marítimo.
La casa de Ana Frank.
el Museo de la Resistencia (Frente del Zoo).
El Museo y archivos de la "Historia del Movimiento Obrero" en Plakaar estraas, 9. (una calle que da al Zoo) no confundir con el Instituto de Historia Social, una institución de nivel internacional de la ciudad de Amsterdam.
El mercado de las flores (cerca de La plaza Rembrandt -entre Rembrandt Plain y Munt Plein-, parada de las lineas de tranvías, 9 y 14 que salen de la estación central).

Amsterdam tiene unos 700 mil habitantes y 1400 puentes, algunos muy famosos y fotografiados como el de madera Magere Brug, sobre el Amstel, cerca del Hermitage Museum.
El lema oficial de la ciudad es: «Heldhaftig, Vastberaden, Barmhartig» ("Heroica, resuelta y misericordiosa"). Estas tres palabras provienen de la denominación oficial concedida por la reina Guillermina de los Países Bajos en 1947, en honor al coraje de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial.

La actitud y posición ideológica de sus habitantes está cambiando y después de 26 años de mi primer viaje, se nota en la amabilidad, la sociabilidad y apertura de la gente, aunque aún no es extraño que se dirijan a ti alguno hablándote como si te conociese de toda la vida.

Hoy hay menos hippies, menos vestimenta casual y parece que más diferencias de clase, además, de más emigrantes. Muchos de ellos con trabajo precario o sin trabajo. La crisis se empieza a notar, como decía Antonio, un emigrante de Barcelona, con 10 años viviendo en la ciudad, que daba dos datos concretos; en la casa de venta de bocadillos "Harten Kaas" (Reestraat, 19. Barrio de Jordan -1016-)
A Amsterdam llegaron judíos sefardíes expulsados de España en 1492 y Portugal en 1496 ordenada por el rey Manuel I de Portugal bajo la presión de los Reyes Católicos, un descendiente de esas familias fue Baruch Spinoza, -Hebreo: ברוך שפינוזה, Latín: Benedictus de Spinoza, Portugués: Bento de Espinosa- Amsterdam 1632- La Haya 1677, famoso filósofo, del que estuvimos buscando su casa natal, pues habíamos leído que era el 41 de Waterloo Plein, en esa dirección no encontramos nada.

No lejos de la plaza está el Museo judío donde nos informaron que la casa había desaparecido para construir nuevos edificios, Amsterdam había olvidado a su ilustre hijo, ahora, hacía poco, desde 2008, lo recordaba una estatua en el exterior del ayuntamiento, erigida en colaboración con el -español- Instituto Cervantes. Parece que la casa de Róterdam si se conserva, no la visitamos.

Visitamos: El museo Van Gogh, El Rijmuseum, (Ambos en Museum Plein, tranvías 1 y 5) La casa de Rembrandt, en Waterloo Plein, (un lugar aconsejable e imprescindible para todo aficionado a la pintura y el grabado).

El Museo de la Resistencia, (Verzetsmuseum, en Keerklaan, en De Plantage, frente a la puerta de entrada al Zoo, tranvías, 9 y 14) muy instructivo, aunque algo abigarrado y pobre (consecuencia, sin duda, de lo poco que las autoridades le conceden de presupuesto).

El resultado observado, entre su estado y el duro contenido, pues ser resistente era jugarse la vida, no lo olvidemos. No fue agradable, pero sentimos que nuestra visita era como un pequeño homenaje a esas mujeres y hombres que, aún en los terribles tiempos de la ocupación, no se rindieron y siguieron luchando por la libertad y la democracia -para los holandeses y para todo el mundo- sin dudar para ello ante la posibilidad, muy real, de estar jugándose sus vidas y contra lo que significó, de imnomínia para el género humano, la infamia del fascismo, en este caso, hitleriano.

También contemplamos, en una foto mural, a filas enormes de ciudadanos oportunistas que, lamentablemente, esperaban para afiliarse al recién creado, en los primeros tiempos de la ocupación, partido nacional holandés y títere de los nazis, la mayoría de clase media y alta, se ve por sus vestimentas. Holandeses que, con tal de aprovecharse de las nuevas circunstancias, estaban dispuestos a ejercer de subordinados del nuevo poder, aunque ello conllevara el que se viesen obligados a ejercer de infame brazo colaborador y/o ejecutor del fascismo.

Paseamos también por las calles peatonales, (Kalverstraat, Nieuwendijk, Warmoesstraat, todas salen o llegan a la plaza Dam) el gran canal (Amstel), alguno secundario (Singel) el pequeño barrio de Begijnhof, históricas casas para viudas y solteras piadosas católicas (calle Spui) al que se accede al patio interior mediante dos entradas que pasan desapercibidas para el forastero, barrio de Jordaan (tranvías, 13, 14 y 17).

La Universidad, la casa de los tres canales, el mercado de las flores, la famosa calle del mercado de alimentos y ropa (Cuypstraat, tranvías 16 y 24), el barrio rojo (al este de la Waroesstraat, paralela a esa calle)... etc.

Comimos en distintos restaurantes como el Bazar, algún italiano, un español; "Joselito" (cerca de la estación) degustamos algunas de las famosas sopas holandesas; la de brocoli y una de tomates y pimientos (en el Bazar) buenísimas y reconfortantes. La comida fuerte la hacíamos en el desayuno del Hotel Eden (Rembrandt Plein) que era muy completo.

Un museo cuya visita es muy aconsejable es el de Vicent Van Gohg, en la plaza de los museos, (Museum Plein) sorprende ver los cuadros -en su época sin valor de "mercado"- de un pintor que murió en la pobreza y prácticamente en el olvido, convertidos en un gran negocio. Es una factoría de ganar dinero y derramar una riqueza increíble sobre la ciudad, por medio de los miles de turistas que a ella acuden, formando enormes colas para contemplar sus obras que hoy dominan el "mercado". Lo que no deja de crearnos un sentimiento de tristeza y amargura, al recordar la pobre y triste vida de su autor y la nula valoración de su obra a lo largo de su existencia. (Museo Plein. Tranvías 1 y 5)

Interesante proyecto de arte multimedia de google Art Project

_--Cuentos tradicionales: Caperucita Roja y el lobo feroz

_--Caperucita Roja y el lobo feroz. Una nueva interpretación. Y si la malvada es Caperucita?


Foto tomada de "El País Semanal". Dónde nos muestran a una Blancanieves que no era tan "buena".

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Pobres de los pobres!

No sé si lo habrán notado, pero resulta que en los once primeros años del siglo que iba a presenciar el fin de la historia (y de la lucha de clases) ha aumentado brutalmente la desigualdad social en los países más ricos. La recesión ha empujado a más de 20 millones de conciudadanos europeos al abismo de la exclusión. Y los zarpazos al Estado de bienestar, considerados por Gobiernos y "mercados" remedios imprescindibles para que la economía "se restablezca" y todo vuelva a ser como antes (y, por consiguiente, puedan repetirse las crisis del capitalismo), no contribuyen precisamente a la felicidad de los más necesitados.

Como advierte Zygmunt Bauman en Daños colaterales (Fondo de Cultura), "el compuesto explosivo que forman la desigualdad social en aumento y el creciente sufrimiento humano (...) tiene todas las calificaciones para ser el más desastroso entre los incontables problemas potenciales que la humanidad puede verse obligada a enfrentar, contener y resolver durante el corriente siglo".

En todo caso, parece que la pobreza se acrecienta, pero no explota (todavía). Los reformistas neoliberales y compasivos se congratulan de que, al menos, en este continente viejísimo (y conservador como un banquero con bonus) la gente todavía pueda elegir a quienes crean que les sacarán de la crisis. Claro que, como argumentaba Flores d'Arcais (que no es precisamente un bolchevique) en este periódico, a la hora de "elegir entre dos derechas, lo normal es que los ciudadanos prefieran la verdadera", de modo que parece que tendremos Rajoy para Rato (nunca mejor dicho). Y, salvo improbables sorpresas, los venideros recortes (¡glup!) tampoco favorecerán a los más débiles.

Claro que hay pobres y pobres. Hace poco un amigo me hablaba de un episodio de Antoñita la fantástica, el célebre personaje de Borita Casas (1911-1999), que trataba de una familia muy pobre: era pobre el padre, era pobre la madre, el jardinero era pobre, el chófer era pobre, y (supongo) que también el mayordomo. He pensado en esos indigentes que no lo son tanto a propósito de los dos artículos estupendos (sobre todo el segundo) de Francis Scott Fitzgerald reunidos en Cómo sobrevivir con 36.000 dólares al año (editorial Gallo Nero, otro joven sello independiente e imaginativo). Nada tiene que ver, por supuesto, el encanto melancólico y autoflagelante que se desprende de los artículos del talentoso niño mimado que fue Scott con la inmersión en la miseria que supone la estremecida lectura de Los pobres (Debate), una investigación-encuesta del novelista William T. Vollmann que se desarrolla a partir de las respuestas de indigentes y excluidos de todo el mundo a una sencilla pregunta: ¿por qué eres pobre?

Vollmann sólo pretende "mostrar y comparar", pero no cabe duda de que la ignorancia acerca de las razones de la pobreza sólo favorece a quienes no tienen demasiado interés en acabar con ese desagradable "efecto colateral" de un sistema que perpetúa y (eventualmente) ahonda la desigualdad. Y sí: quizás seamos menos (brutalmente) violentos que en el siglo XII, como se esfuerzan en demostrar Steven Pinker y otros intelectuales no melancólicos que prefieren ver la botella medio llena. Pero eso no es razón para que nos pongamos una venda en los ojos y empecemos a besarnos todos en la boca, como si a nadie le importara la halitosis de los que imponen las reglas del juego.
 Cartas a El País. MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO 12/11/2011

martes, 29 de noviembre de 2011

América Latina de Sur a Norte, más de 10.000 kilómetros en tren

Durante dos meses y medio, Maruja Torres y Bernardo Pérez "enviados especiales de El País Semanal" han recorrido América Latina de Sur a Norte. Más de 10.000 kilómetros en tren, a una media de 30 kilómetros por hora, para encontrarse con el sentido de un continente perdido. Un relato que se publicó en siete capítulos. Un viaje, un viaje así, jamás lo devuelve a uno al lugar de procedencia en las mis­mas condiciones en que salió.
Eso lo supe cuando mi jefe me llamó a su despacho y me mostró un libro de Paul Theroux, alentándome para que emprendiera un itinerario similar y lo contara en varios ca­pítulos. Leí el título, The Oíd Patagonian Ex­press, y la frase aclaratoria que figuraba deba­jo: "En tren a través de las Américas", y pensé que aquello no podía estarme sucediendo a mí. La experiencia del autor de Costa de Mosquitos y Saint-Jack, persistente viajero por medio mundo, había consistido en meterse en el me­tro de un Boston cubierto por la nieve, para descabalgar, dos meses después, del Viejo Ex­preso de la Patagonia, en medio del ansiado ca­lor del Sur. Si no estaba oyendo mal, a mí se me concedían también dos meses -que en la prác­tica se alargaron por dos semanas más- y te­nía las manos libres para recorrer América La­tina de punta a punta y de un tren a otro. Si es que aún existían trenes por allí.
Theroux había realizado su trayecto 14 años atrás y, de entonces acá, en América han cambiado algunas cosas. Otras, por supuesto, permanecen inmutables. Aunque las más fero­ces dictaduras han sido sustituidas por regíme­nes formalmente democráticos, en casi todos los lugares que el escritor norteamericano visi­tó han surgido nuevas formas de opresión que se han sumado a las antiguas sin desvanecerlas. El neoliberalismo económico ha echado raíces, y sus víctimas deambulan sin destino por la cu­neta de la vida, mientras en algunas zonas pla­nea el fantasma del regreso a un absolutismo deseado como mal menor, al estilo de Fujimori en Perú, porque la gente está cansada de que la democracia signifique parejo saqueo y no me­nos brutalidad, envueltos en floridos discursos e incumplidas promesas.
La palabra ferrocarril desvela en muchas personas secretos anhelos y románticos sueños. Eso explica que, en cuanto anuncié la clase de viaje que me proponía emprender, acudieran a mí insospechados personajes que me propo­nían tomar éste o aquel tren, no perderme tal itinerario o tal otro. Sin duda porque todavía conservamos dentro de nosotros más espíritu de aventura de lo que sospechamos, pronto me vi rodeada de expertos que me brindaban su consejo. Así que partí a América con una lista de recomendaciones y una supina ignorancia de cómo estaban las cosas en aquel momento.
Y las cosas no podían estar peor, ferrovia­riamente hablando. Las diferentes crisis super­puestas han acabado, o casi, con los trenes, y la supervivencia...
Ver todo aquí en El País. Y ver aquí El País 35 años de Historia.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Pedro Olalla, profesor español de la Universidad de Atenas, helenista, filólogo y escritor, es entrevistado por tv3 sobre el proceso griego. Contesta en castellano con gran claridad.

Semprún y Pradera en Biriatou

La mujer que ha conducido el coche en el que Federico Sánchez, también llamado Rafael Artigas, Juan Larrea, Ramón Barreto o, en fin, Jorge Semprún, ha cruzado por Behobia la frontera franco-española, camino de París, y a la que ha pedido que le acerque a un pueblecito vasco, Biriatou, situado a escasa distancia, en una desviación de la carretera principal, sobre una colina desde la que se divisa el curso final del Bidasoa hacia la mar cantábrica, le ha preguntado si el motivo de querer ir a ese lugar guarda relación con algún recuerdo de infancia. El viajero clandestino le responde: "casi; tenía 15 años la primera vez".
Muchos años después, siendo ya ministro de Cultura, se publicó el libro que aquí se tituló Adiós, luz de veranos..., en el que Semprún rememora esa conversación con la conductora y se pregunta si fue entonces cuando por primera vez pensó que deseaba ser enterrado en el "pequeño cementerio" de Biriatou, "arrimado a una rústica y agreste iglesia". En este "lugar fronterizo, patria posible de los apátridas, entre los dos ámbitos a los que pertenezco (...), en la vieja tierra de Euskal Herria". Y añade que pediría asimismo que su cuerpo fuera envuelto "en la bandera tricolor de la República". No porque haya dejado de pensar que la Monarquía parlamentaria es "en las condiciones actuales el mejor sistema posible para garantizar la democracia y mantener la cohesión los diferentes componentes nacionales de España", sino como expresión de "una fidelidad al exilio y al mortífero dolor de los míos: aquellos en quienes no dejo de pensar, aún hoy, en la terraza umbrosa de Biriatou cuando regreso allí".
El viajero clandestino no había olvidado esa primera vez en la que el joven escolar, a punto de reintegrarse al Liceo Henri IV de París para cursar sexto de bachillerato, estuvo cenando en la terraza umbrosa de un restaurante de ese pueblito, el 22 de agosto de 1939. No duda de que era esa fecha porque recuerda perfectamente que un día después, el 23, se produciría un hecho histórico, la firma del pacto germano-soviético, que la mayoría interpretó como signo de la proximidad de la guerra. Pero también es una fecha personalmente inolvidable para Semprún por algo que ocurrió,...
Catorce años antes, pero también un 22 de agosto, el desterrado Miguel de Unamuno llegaba a Hendaya desde París tras haber escapado de la isla de Fuerteventura, a la que había sido deportado por la dictadura de Primo de Rivera. En Hendaya permanecerá durante cinco años, hasta 1930. En 1928 aparece en una editorial de Buenos Aires el Romancero del destierro, especie de "diario íntimo vertido en sonetos", según su propia definición. Entre los poemas recogidos en la obra figura uno con título en lengua vasca, Orhoit gutaz, palabras que toma de una placa con los nombres de los 11 hijos de Biriatou muertos en la Gran Guerra que descubre en un muro de la iglesia del pueblo. Desde el hotel de Hendaya en que se hospeda, el Broca, luego llamado "de la Gare", Unamuno acostumbra a dar paseos por los alrededores, frecuentemente hasta Biriatou. Le impresiona la frase que figura al pie de los nombres de los 11 vecinos "morts pour la patrie": Orhoit gutaz, o sea "acordaos de nosotros". Un ruego procedente de personas anónimas: con nombre y apellido pero sin historia, como los pueblos sin escritura, de tradición oral. Unamuno los imagina campesinos iletrados, "oscuros hijos sumisos del hogar / henchido de silenciosa tradición". Acordaos de nosotros: una súplica que recuerda la de François Villon, a punto de ser ahorcado, en 1461: "Hermanos humanos que viviréis después, / no tengáis contra nosotros el corazón endurecido".
Jon Juaristi dedicó un capítulo de su Bucle melancólico a ese poema de Unamuno. Poco después de la aparición del libro, a fines de 1997, publicaría un artículo en este periódico, De Fuerteventura a Bilbao (EL PAÍS, 16-3-1998) en el que comenta que si,...
Del contexto se deduce que Juaristi se refiere a la buena acogida y trato que dispensaron a Unamuno las "nobles gentes" de la isla, que despertaron en él un "brío de mocedad" que se trasladaría a las páginas escritas en los años de destierro...
Unamuno y Semprún. Y Pradera. En el último artículo que publicó en la revista Claves ("La extraterritorialidad de Jorge Semprún"; julio / agosto de 2011) Javier Pradera relacionaba a los dos desterrados a través de su vinculación con Biriatou. Pradera era por el lado paterno oriundo de Sara, en el País Vasco francés. Hoy no podrá estar en la aldea donde los 11 vecinos muertos en la I Guerra Mundial y los dos que se añadieron a la lápida tras la Segunda nos piden que no les olvidemos. Que no tengamos contra ellos un corazón endurecido.
Javier Pradera no lo tuvo contra quienes le ofendieron en vida y estos días le piden cuentas por su pasado comunista. Un amigo suyo, Ramón Recalde, escribió a propósito de esos que "solo pasivamente" estaban contra Franco y ahora reprochan a los que lo estuvieron activamente su pasado izquierdista: "Me resulta difícil tener que hacerme perdonar (...) por los que no lucharon contra la dictadura en el momento en que deberían haberlo hecho y hoy despliegan su buena conciencia apuntándose a la democracia o a los nacionalismos sobrevenidos".
Pradera: en una conversación telefónica mantenida tres o cuatro días antes de partir para su propio Largo viaje -como el que convirtió en su primer libro Semprún-, le dijo al periodista Juan Cruz que no podría estar en el homenaje de hoy en Biriatou. "Ya te enterarás por qué", añadió. Patxo Unzueta, El País, 26 de noviembre de 2011.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Resistiré

Lo imprevisible

"Ustedes han elegido el suicidio". Es el lacónico mensaje que me envía un amigo transatlántico, después de conocer el resultado electoral. Me inquieta el SMS como si fuese un parte médico. Quien lo remite no es político ni comentarista. Es un científico. Poético, eso sí. Es la ventaja de las metáforas: estamos suicidados, pero podemos contarlo. Además, como país, somos ya demasiado viejos para suicidarnos. ¡Y el 10 de diciembre se juega el Madrid-Barça! Pero el caso es que la metáfora es perseverante y la volvimos a oír, ayer mismo, en labios de Joseph Stiglitz: más "austeridad" equivale al suicidio económico de España. Estamos en números negativos y eso lo contagia todo. Incluso tenemos una esperanza negativa. "Un kilo pesaba apenas 700 gramos", dice un verso de Tomas Tranströmer. En Europa, y con la excepción de la señora Merkel, dispensando, todo parece pesar un poco menos de su peso. Empezando por las palabras. Flexibilización significará abaratamiento del despido; es decir, más paro todavía. Reforma significará contrarreforma. Austeridad: reducción de servicios y salarios; es decir, más recesión. Ahorro: supresión de Cultura. ¡Pero si la empresa más rentable de la historia es el Museo del Prado! Sí, las palabras pesan cada vez menos. Quizás por eso son preferibles los llamados "silencios" de Rajoy al desparpajo de Aguirre. Visto lo visto desde el inicio de este filme, con Lehman Brothers y Merryl Lynch, lo mejor que podrían hacer políticos y expertos es pararse a rumiar en las esquinas. Estamos en un tiempo político en que lo conveniente sería lo imprevisible. Hay medidas necesarias en España que parece que solo podría tomar un Gobierno conservador, sin que la caverna pierda los estribos. Ocurrió con Suárez, cuando legalizó el PCE. Y con Aznar, cuando suprimió el servicio militar. ¿Qué podría hacer Rajoy, además de recibir a Amaiur, como presidente de todos los españoles? Nombrar a Stiglitz ministro de Economía. Un suponer.
Manuel Rivas, El País, sábado 26-11-2011

jueves, 24 de noviembre de 2011

Stiglitz advierte de que políticas de austeridad son un "suicidio"

A Coruña, 24 nov (EFE).- El premio Nobel de Economía en 2001 y ex vicepresidente del Banco Mundial, Joseph E. Stiglitz, ha asegurado esta tarde que las políticas de austeridad "son una receta" para "menor crecimiento y más desempleo", un "suicidio" económico, que debería ser contrarrestado con una fiscalidad progresiva y apoyo a las inversiones empresariales.

"Lo que hay que darse cuenta es que la austeridad por sí sola no va a solucionar los problemas porque no va a estimular el crecimiento", ha subrayado Stiglitz en un encuentro con periodistas en A Coruña, donde está tarde ha pronunciado una conferencia titulada "¿Puede el capitalismo ser salvado de sí mismo".

Ha sugerido al nuevo gobierno español que vaya "más allá de la austeridad" y emprenda una reestructuración del gasto y la fiscalidad como medida básica para crear empleo.

"Mucho me temo que se van a centrar en la austeridad, y la austeridad es una receta para menor crecimiento, para una recesión y para más desempleo. La austeridad es una receta para el suicidio", ha afirmado.

"A menos que España no cometa ningún error, acierte al 100 por cien y aplique medidas para suavizar la política de austeridad llevará años y años" salir de la crisis, ha añadido.

El exvicepresidente del Banco Mundial ha asegurado que las reformas estructurales emprendidas en Europa "han sido diseñadas para mejorar la economía por el lado de la oferta, no por el lado de la demanda", cuando el problema "real" es "la falta de demanda".

Por ello, ha rechazado los postulados en favor de la flexibilidad laboral como "sinónimo de bajar los salarios y el nivel de protección social".

"Si bajamos los salarios, empeorará la demanda y la recesión", ha advertido Stiglitz, para quien un "necesario" incremento de la flexibilidad debe ir acompañado de "compensaciones por el lado de la seguridad" para los trabajadores.

Su receta para salir de la crisis pasa por estimular la demanda a través de una política impositiva más progresiva y una fiscalidad que promueva la inversión empresarial.

"En economía hay un principio elemental que se llama efecto multiplicador del presupuesto equilibrado: si el gobierno sube los impuestos pero a la vez gasta el dinero que recibe de los impuestos esto tiene un efecto multiplicador sobre la economía".

En algunos países como Grecia, sostuvo, "el sistema financiero está restringiendo mucho el crédito, sobre todo a las pymes, con lo que se está estrangulando a la economía y se dará una contracción bastante severa", ha apuntado.

En contraposición, Stiglitz ha valorado modelos como el de la cooperativa vasca Mondragón, una alternativa "estable y eficiente".

El premio Nobel se ha mostrado especialmente crítico la actuación del Banco Central Europeo en casos como el de Grecia, donde el organismo europeo "ha puesto en primer lugar los intereses de los bancos que los de los ciudadanos".

"Las decisiones son tomadas por un grupo secreto de personas, el International Swaps and Derivatives Association (ISDA) -la asociación que controla el mercado de los derivados-, un grupo de especuladores. ¡Es inaceptable que se confíe la toma de decisiones a un grupo determinado de particulares, sobre todo a este grupo en particular", ha denunciado.

Ante las tensiones del mercado, Stiglitz ha reclamado la creación de un organismo público que se encargue de las valoraciones crediticias; de un fondo de solidaridad para buscar estabilidad económica en la zona euro y la implantación de los eurobonos.

De hecho, en su opinión, las restricciones del sistema financiero podrían ser combatidas por el Estado a través de "garantías" al crédito o bien a través de la concesión estatal de los mismos.

"Hay una tendencia de los mercados sin control de cometer excesos de todo tipo y si no se controlan los mercados, ellos sí que destruirán el capitalismo", ha afirmado.

Así, según sus predicciones, Estados Unidos no recuperará su nivel económico hasta 2017, diez años después del comienzo de la crisis, lo que en el caso de Europa retrasaría la recuperación varios años

Más. EFE en ABC, 24-11-11

lunes, 21 de noviembre de 2011

El fracaso es bueno. Lo dice el Premio Nobel Paul Krugman.

Es un pájaro! ¡Es un avión! ¡Es un verdadero bodrio! ¡Es el supercomité! Se supone que, para el próximo miércoles, el llamado supercomité, un grupo bipartidista de legisladores estadounidenses, debe llegar a un acuerdo sobre el modo de reducir los déficits futuros. Salvo que ocurra un funesto milagro (explicaré lo de funesto más tarde), el comité no será capaz de cumplir ese plazo.
Si esta noticia les sorprende, es que no han estado prestando atención. Si les deprime, anímense: en este caso, el fracaso es bueno.
¿Por qué está el supercomité abocado al fracaso? Principalmente porque el abismo que separa a los dos partidos políticos más importantes de EE UU es enorme. Los republicanos y los demócratas no solo tienen prioridades diferentes; viven en universos intelectuales y morales diferentes.
En el mundo demócrata, arriba es arriba y abajo es abajo. Si se suben los impuestos, aumenta la recaudación, y si se recorta el gasto mientras la economía sigue deprimida, se reduce el empleo. Pero en el mundo republicano, abajo es arriba. La forma de aumentar los ingresos es rebajarles los impuestos a las sociedades anónimas y a los ricos, y reducir drásticamente el gasto público es una estrategia de creación de empleo. Intenten conseguir que un republicano destacado reconozca que las bajadas de impuestos de Bush hicieron aumentar el déficit o que unos recortes drásticos del gasto público serían perjudiciales para la recuperación económica.
Es más, los partidos tienen visiones distintas de lo que constituye la justicia económica. Los demócratas consideran que los programas de protección social, desde la Seguridad Social hasta las cartillas de alimentos, responden al imperativo moral de proporcionar una seguridad básica a los ciudadanos y ayudar a los necesitados. Los republicanos tienen una opinión completamente distinta. Puede que suavicen esa opinión en público, pero en privado opinan que el Estado de bienestar es inmoral, una forma de obligar a los ciudadanos a punta de pistola a entregar su dinero a otras personas. Al crear la Seguridad Social, afirmaba Rick Perry en su libro Fed Up! (¡Harto!), Roosevelt estaba "lanzando violentamente por la borda todo respeto por nuestros principios fundacionales". ¿Alguien duda de que estaba hablando en nombre de muchos miembros de su partido?
Así que el supercomité ha reunido a unos legisladores que están en completo desacuerdo tanto sobre el modo en que funciona el mundo como sobre la función que debe desempeñar el Gobierno. ¿Por qué pensó alguien que esto funcionaría?
Bueno, tal vez se tenía la idea de que los partidos llegarían a un acuerdo por miedo a que tuviesen que pagar un precio político por parecer intransigentes. Pero esto solo podría ocurrir si los medios de comunicación estuviesen dispuestos a puntualizar quién se está negando realmente a alcanzar un acuerdo. Y no lo hacen. Cuando el supercomité fracase, si fracasa, prácticamente toda la información consistirá en repetir lo que ha dicho cada cual, citando a los demócratas que culpan a los republicanos y viceversa, sin explicar la verdad en ningún momento.
Ah, y permítanme llamar la atención a los expertos centristas que se niegan a reconocer que el presidente Obama ya les ha dado lo que quieren. El diálogo es algo parecido a esto. Experto: "¿Por qué no se declara el presidente a favor de una mezcla de recortes del gasto y subidas de impuestos?". Obama: "Defiendo una mezcla de recortes del gasto y subidas de impuestos". Experto: "¿Por qué no se declara el presidente a favor de una mezcla de recortes del gasto y subidas de impuestos?".
Como ven, admitir que una parte está dispuesta a hacer concesiones, mientras que la otra no lo está, empañaría las credenciales centristas de uno. Y la consecuencia es que los republicanos no pagan precio alguno por negarse a ceder un ápice.
Así que el supercomité fracasará; y eso es bueno.
Por un lado, la historia nos dice que el Partido Republicano incumplirá su parte de cualquier trato tan pronto como tenga la ocasión. Así que cualquier acuerdo alcanzado ahora no sería, en la práctica, más que un acuerdo para reducir drásticamente la Seguridad Social y Medicare, sin ningún beneficio duradero para el déficit.
Además, cualquier acuerdo alcanzado ahora terminaría casi con toda seguridad empeorando la crisis económica. Recortar drásticamente el gasto mientras la economía está deprimida destruye puestos de trabajo y es probable que incluso sea contraproducente en cuanto a la reducción del déficit, ya que conduce a una disminución de los ingresos...
¿Pero, en última instancia, no tenemos que equiparar el gasto y los ingresos? Sí, tenemos que hacerlo. Pero la decisión sobre el modo de hacerlo no tiene que ver con la contabilidad. Tiene que ver con los valores fundamentales; y es una decisión que deberían tomar los votantes, no un comité que supuestamente trasciende la división partidista.
Al final, un lado u otro de esa línea divisoria conseguirá la clase de mandato popular que necesita para resolver nuestros problemas presupuestarios a largo plazo. Hasta entonces, los intentos de alcanzar un Gran Pacto son esencialmente destructivos. Si el supercomité fracasa, como se espera, será una ocasión para celebrar. PAUL KRUGMAN 20/11/2011, EL PAÍS.

domingo, 20 de noviembre de 2011

¡¡Ánimos!!

Como la felicidad no es una meta
sino la consecuencia de lo que hemos hecho
con y de la vida
en el transcurso de nuestra existencia
podemos decirnos finalmente
con una sonrisa:
TODO HA MERECIDO LA PENA

Vivir es Convivir.
Luchar por algo valioso con otros.
Compartir el sol, el agua, el pan y el aire.
Agradecer la palabra y el silencio.
Extasiarse con la caricia.
Residir en la mente y en el corazón ajeno.
Recitar poemas que alivian la fiebre.
Contar cuentos de final feliz.
Y sonreír en la fiesta, el placer y la alegría,
también en el dolor, el espanto y la zozobra.
Tomado de aquí.