domingo, 5 de noviembre de 2023

La vida tras perder a mi hija es terrible. Pero también bella

En la tradición judía, la persona que ha perdido a una madre o un padre ha de recitar el Kaddish, la oración del doliente, a diario durante 11 meses, y la comunidad te reconoce como un avel, como un doliente, a lo largo de todo ese año. Se te aconseja que evites la jocosidad y los conciertos, los banquetes de boda y las fiestas del bar mitzvah. Habrás de abstenerte de la música en directo (salvo que tu sustento dependa de ella). No has de ir en busca de alegrías o frivolidades innecesarias. Habitas un lugar de contemplación intensificada, tanto por tradición como por ley religiosa.

Pero si eres una madre que ha perdido a su hija, como yo la pasada primavera, cuando murió mi hija de 14 años, Orli, estás sola. No hay tradición de oración diaria o ascetismo más allá de los primeros 30 días. No hay ninguna norma que exija un ritual de un año de duración: puedes hacer cualquier cosa. Vas en caída libre. Nadie sabe cómo, exactamente, relacionarse contigo. (No es infrecuente que la gente llore cuando me ve).

Sin guías religiosas, y resguardándonos de la angustia de los demás en medio de la nuestra, tenemos que hallar nuestro propio camino. Allí donde el judaísmo prescribe que un hijo doliente evite la alegría innecesaria, pensé que, tal vez, mi familia tenía que buscar activamente la belleza. Teníamos que hacer lo que Orli habría hecho.

En junio del año pasado, en las escasas semanas que transcurrieron entre el primer tumor cerebral de Orli y el segundo —cuando su batalla de varios años contra un cáncer hepático, después de ronda tras ronda de quimioterapia y radioterapia, un trasplante de hígado y muchísimas operaciones quirúrgicas, se había transformado en algo aún más aterrador—, nuestra familia tuvo la bendición de poder pasar unos días junto al mar, en una pequeña localidad pesquera. Una mañana, temprano, Orli se fue a montar en bicicleta ella sola, haciendo caso omiso de las reticencias de sus médicos (que temían por su equilibrio) y de sus padres (que estaban preocupados de por sí). Me la encontré sentada en un malecón formado por unas enormes rocas, con un libro en la mano, contemplando el mar. Se dio la vuelta cuando me oyó llegar y sonrió de oreja a oreja. Aquello, dijo con gran gestualidad, era beneficioso para su salud mental. Se refería a la arena, al mar, a la soledad, a la belleza, a la autonomía. No hacía desaparecer todo por lo que había pasado, y lo que sospechaba que tendría que pasar, pero la sostuvo, durante un rato. Esto, esto es lo que necesito, me dijo.

Esta temporada ha consistido en intentar averiguar qué vio Orli allí. 
Me he pasado estas últimas semanas insistiéndole al resto de nuestra familia en que salgan al mundo conmigo, a ver lo bello que es, y también lo terrible, asombroso y doloroso. Ahora estamos tratando de aprender a vivir. A menudo tropezamos.

Al principio del verano tuve la idea de embarcarme en un gran tour de la tristeza, y visitar los lugares de Europa en los que habíamos vivido, en los años antes de que todo esto empezara. Quería ver a mis amigos y quedarme unos días con ellos, e intentar recobrar, aunque fuese brevemente, mi capacidad de asombro. Mi hija pequeña, Hana, y yo decidimos que por todo el camino iríamos dejando cuentas blancas con una O dorada—migas de pan semipermanentes— como una forma de llevarnos a Orli con nosotras, de mantenerla cerca. Buscábamos a Orli a nuestro paso; buscábamos para encontrarnos a nosotras mismas. En la costa española, a 90 minutos al norte de Barcelona, nos fuimos de caminata por senderos rocosos, donde los pinos del Mediterráneo crecen inverosímilmente en la inhóspita roca y, aferrados a la vida, florecen y reverdecen, aunque muy curtidos y maltrechos. Mira cómo sobreviven, nos decíamos la una a la otra. Mira cómo sobreviven.

El cumpleaños de Hana coincidió con la mitad de nuestro viaje, en París. Les pidió a sus amigos que la llamaran o le mandaran un mensaje de texto en la hora exacta de su nacimiento. En el momento en que llegaron los mensajes, cayó una rápida tormenta veraniega. Mientras que mi pareja, Ian, y yo nos refugiábamos bajo el toldo de un restaurante cerrado, Hana corrió a bailar bajo la cálida lluvia. Levantó la vista y vio que estábamos delante del número 13, el día del cumpleaños de Orli y su número favorito. “¡Es Orli!”, exclamó Hana. Y nosotros pensamos: ¿Quién sabe? Quizá sí es.

En parte, sé que nuestros viajes fueron un medio de huida. De hecho, me habría mantenido en esa huida si Hana e Ian hubiesen estado dispuestos, si las finanzas nos lo hubiesen permitido. Si hubiese podido desraizarnos del todo, probablemente lo habría hecho. (Sé que éramos afortunados, en medio de una enorme desgracia, por tener la capacidad de huir siquiera). Nuestra casa se nos puede hacer a veces muy pesada y fantasmagórica. Me he pasado horas limpiando la habitación de Orli, primero recogiendo el material médico para donarlo y después cambiando la ropa de cama en la que murió. La habitación conserva el perfume de Orli, en un pequeño difusor de varillas aromáticas que hacen promesas olfativas que no pueden cumplir.

He puesto bonita la habitación, como si todavía fuese suya. Los carteles feministas de Orli siguen en la pared, y los libros organizados como ella los colocó cuidadosamente; la habitación se mantiene como ella la diseñó, siempre ligeramente cambiada, despojada ahora del terror. Cuando acabé de renovar el espacio, ya sin sus máquinas de oxígeno y sus cientos de frascos de píldoras, sus tubos y cojines ajustables para las extremidades, su silla de ruedas y su cómoda al lado de la cama, cubierta con una nueva manta y una almohada con colores sutiles a juego y una funda de edredón de Ikea, me acosté en ella y lloré.

Y todo eso es para decir que no estoy bien ahora mismo. No quiero hablar, pero quiero que escribas. Cuando entrevisté a la escritora francesa Anne Berest, hace unas semanas, le dije que no tenía una hija, sino dos, y que una había muerto. Empecé a llorar. “Lo siento”, le dije, recomponiéndome. “¿Por qué?”, me dijo, mirándome directamente a los ojos. “Es algo muy triste”. Allí juntas sentadas, estábamos cómodas en la incomodidad.

Todavía tiendo a despertarme por la noche y repasar una y otra vez las cosas que salieron mal y pensar en que podría haber protegido a Orli. Me reprocho a mí misma haberle fallado. Es completamente irracional, eso también es cierto. Yo no podía salvarla; no se podía salvar. Soy su madre, ergo he fallado. Con la luz del día, me doy cuenta de lo defectuosa que es esa lógica de las 4 a. m. Eso me hace recordar que, cuando estábamos al principio en la sala de urgencias con ella, en noviembre de 2019, después de un mes de pediatras que no veían lo que tenían delante de ellos, de volver semana tras semana a ver a los médicos y pedirles que, por favor, la examinaran una vez más, no eran ellos a los que culpaba, sino a mí. “Pero yo la amamanté”, les decía todo el tiempo a los médicos de urgencias, a sus rostros abatidos, cuando me explicaban que el dolor que Orli sufría se debía a innumerables tumores hepáticos. “Pero yo la amamanté”.

Trato de reorientarme saliendo todas las mañanas a andar. Intento ver las plantas en flor, cómo crecen las papas silvestres que se extienden a lo largo del camino junto a mi casa, la fecundidad de agosto, el verdor que llegó como en una exhalación durante los meses después de que Orli nos dejara aquí, y a nuestra suerte. Me doy cuenta de que no soy capaz de hablar con las personas que veo en el mercado agrícola, pero soy sensible a la fruta que ya está madura, al sabor del final del verano, a la calidez de la piel de cada durazno.

A veces he intentado hablar de lo que veo. Cuando el día del cumpleaños de Hana terminaba, y hacía largo rato que el cielo se había despejado tras el repentino aguacero en el que buscamos a Orli, nos quedamos en la calle hasta muy tarde. Las sofocantes temperaturas del día se habían suavizado por fin, aún había una maravillosa luz fuera, y paseamos con una maravillosa amiga francesa nuestra desde hace muchos años, que nació casualmente el mismo día que Hana, algunas décadas antes. Los adultos eran reacios a volver al apartamento, al disfrutar de una compañía tanto tiempo negada.

Hana se quedó parada de pronto, disgustada. La vida es terrible, dijo. Sé que lo es, dije yo. Yo también me siento así, todo el tiempo. Pero mira a tu alrededor, dije. Estamos en París. Son las 10:30 de la noche y el mundo está lleno de personas. Esta calle, estos edificios, son preciosos. La luz es agradable, es una belleza esto, hay brisa. El dolor siempre está ahí para nosotros. Nos estará esperando en el apartamento cuando volvamos esta noche, y se tumbará junto a nosotros en la cama o vendrá a vernos cuando despertemos: siempre lo tenemos. Pero tenemos que dejar entrar a esta belleza, también. Esa será la tarea para el resto de nuestros días: sostener este dolor y esta belleza el uno junto a la otra, sin permitir que uno aplaste o desplace al otro. También tenemos que dejar entrar esta belleza.

Sarah Wildman es editora sénior en el Times y colaboradora de Opinión. Es autora de Paper Love: Searching for the Girl My Grandfather Left Behind.

PSICOLOGÍA. El amor es una droga que hace efecto solo 15 meses.

Cuanto dura el amor
La neurociencia dice que el enamoramiento dura como máximo un año y tres meses, y la noradrenalina es una de las claves. A partir de allí, la relación pasa a otras fases.

En 1997, el escritor francés Frédéric Beigbeder decía que “el amor dura tres años” en una novela de inspiración autobiográfica del mismo título. El autor explicaba que, en el primer año de enamoramiento, la novedad de la relación hace que esta sea excitante y que la adrenalina amorosa provoque que pasemos por alto los supuestos defectos del otro. En el segundo año, la pasión se reduce. Suele haber menos sexo y menos comunicación, como si los temas para conversar se fueran agotando. En el tercero, emergen las diferencias, motivo por el que muchas rompen o se instalan en el conformismo. Todo esto según la opinión y la pluma de Beigbeder, que no tiene precisamente una mirada optimista sobre el mundo y las relaciones humanas. Pero ¿qué nos dice la ciencia sobre esta cuestión?

Un cuarto de siglo después de aquella novela, la neurocientífica Sara Teller revisa esta cuestión candente en su ensayo Neurocuídate. Entre el cóctel de “drogas” que se liberan con el enamoramiento está la noradrenalina. En palabras de la doctora Teller: “Es una de esas hormonas que liberamos cuando sentimos estrés. Este aumento de la noradrenalina causa taquicardia, palpitaciones, aumento en la presión sanguínea, hace que te tiemblen las manos, eleva la atención, la excitación sexual y puede causar insomnio”.

Estas reacciones fisiológicas explicarían por qué las personas enamoradas padecen ansiedad, sobre todo cuando quien ocupa sus pensamientos no les presta suficiente atención. La neurociencia ha revelado que los enamorados tienen incluso altos niveles de cortisol, la hormona del estrés. “Como muchos de estos síntomas se perciben en el corazón, tal vez por eso se dice que el amor se halla ahí y no en el cerebro”, concluye la autora de Neurocuídate.

Que el flechazo tenga una duración limitada, por lo tanto, podría ser una pura cuestión de supervivencia. Alguien que permaneciera constantemente enamorado tendría las facultades mentales alteradas y no podría operar con normalidad, lo cual iría en detrimento de su trabajo y de otras facetas de su vida personal.

Según la antropóloga y bióloga Helen Fisher, entre 12 y 15 meses después de haberse iniciado el enamoramiento, el “chute” de hormonas decae, con lo que el cerebro recupera su actividad normal, lo que nos procura una visión más clara de quién tenemos delante.

Esto no necesariamente tiene que derivar en apatía y distanciamiento, como apuntaba Beigbeder, sino que puede dar paso a un amor más sereno y sostenible.

Antes de pasar a esta fase, detengámonos a pensar cómo sería vivir “drogado” de amor todo el tiempo, desatendiendo el resto de las cosas de las que debemos ocuparnos, perdidos en una infinidad de wasaps y hormonas descontroladas.

Todo el mundo ha conocido a personas enganchadas al “subidón” del romance, lo que hace que cambien a menudo de pareja para vivir, una y otra vez, esa adrenalina. Sin embargo, ¿se sienten felices y realizadas? ¿Están en paz con ellas mismas? ¿O son como yonquis en busca de su dosis de amor efímero?

Volviendo a la neurociencia, superada la montaña rusa inicial, si permanecemos al lado de la misma persona, la bioquímica del cerebro cambia de nuevo. A medida que la dopamina y la noradrenalina disminuyen, la corteza prefrontal —la del juicio— recupera su actividad y el hipotálamo se calma, bajando la producción de las hormonas que desatan la pasión.

En esta fase madura del amor, podemos ver con claridad dónde estamos y qué proyecto a largo plazo queremos construir. Si la pareja sigue avanzando, se libera oxitocina, considerada la hormona de la confianza o del apego, ya que se produce al estar en contacto con nuestros seres queridos. Según la neurociencia, esto se da incluso entre los perros y sus amigos humanos.

Para que la pasión no vaya decayendo, hasta convertir la pareja en una relación fraternal, necesitaremos mantener vivas en el cerebro la testosterona y la dopamina. La primera se estimula con una vida sexual activa; en cuanto a la dopamina, la hormona del placer, se puede incrementar haciendo cosas emocionantes en pareja:

- Cambiar las rutinas por actividades nuevas.

- Promover conversaciones nutritivas, por ejemplo, haciendo un club de lectura para dos.

- Buscar proyectos comunes para ilusionarse.

- Compartir el sentido del humor, reír juntos al menos una vez al día.

Para un largo camino juntos

— Un ejemplo de que el amor puede durar toda la vida fue el matrimonio entre George H. W. y Barbara Bush, que duró 73 años. A quien fuera presidente le preguntaron por el secreto de su relación. Contestó: “Siempre pensamos que, si cada uno recorre tres cuartas partes del camino, en algún punto nos vamos a encontrar”.

— El neurocientífico Eduardo Calixto afirma que el cerebro tiene tres requisitos para que una relación perdure:

1. Apreciación. Tu pareja debe gustarte físicamente.

2. Inteligencia. Necesitamos admirar a nuestro compañero de vida; sin eso, la relación no se sostiene.

3. Reconocimiento. Que la pareja tenga éxito profesional.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Qué es la Declaración Balfour: las 67 palabras que cambiaron la historia de Medio Oriente y dieron pie a la creación del Estado de Israel

Arthur Balfour, canciller de Reino Unido en 1917, firmó el documento.

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Arthur Balfour, canciller de Reino Unido en 1917, firmó el documento.


Fueron 67 palabras escritas en una hoja de papel las que iniciaron uno de los conflictos más difíciles de resolver de los tiempos modernos.

En medio de la escalada de la guerra entre Israel y Hamás -que ha dejado al menos 1.400 muertos israelíes y más de 8.500 muertos gazatíes, según las autoridades de ambos lados- se cumplen 106 años de la Declaración Balfour, un documento que dio pie a la creación del Estado de Israel y cambió la historia de Medio Oriente.

En el texto, fechado el 2 de noviembre de 1917, en plena Primera Guerra Mundial, por primera vez el gobierno británico respaldó el establecimiento de "un hogar nacional para el pueblo judío" en Palestina.

En aquella época, la región de Palestina era controlada por Reino Unido, lo cual explica por qué la administración del territorio estaba en manos del gobierno británico.

Mientras los israelíes consideran que el documento fue la piedra fundacional del Israel moderno, muchos árabes lo consideran como un acto de traición, ya que habían colaborado con los británicos en su lucha contra el Imperio Otomano.

Tras la Declaración Balfour, se estima que unos 100.000 migrantes judíos llegaron a la región.

Declaración de Balfour, 1917

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La carta se refiere al "establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío".



¿Qué dice la Declaración Balfour?
La declaración quedó sellada en una carta enviada por el ministro de Exteriores británico, Arthur Balfour, al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña.

El texto señala:

Estimado Lord Rothschild

Tengo gran placer en enviarle a usted, en nombre del gobierno de su Majestad, la siguiente declaración de apoyo a las aspiraciones de los judíos sionistas que ha sido remitida al gabinete y aprobada por el mismo.

'El gobierno de su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de este objetivo, quedando claramente entendido que no debe hacerse nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político que disfrutan los judíos en cualquier otro país'.

Estaré agradecido si usted hace esta declaración del conocimiento de la Federación Sionista.

Arthur James Balfour

Balfour en colonias judías en Palestina

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Arthur Balfour visitaba las colonias judías en Palestina.


Arthur Balfour

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Arthur Balfour fue un político, filósofo y aristócrata británico.

La Declaración Balfour tomó su nombre de Arthur Balfour, el entonces ministro de Exteriores británico bajo el gobierno de David Lloyd George.

Miembro de las altas esferas de la aristocracia británica, rico e intelectual, tan pronto terminó sus estudios en la Universidad de Cambridge ingresó al Parlamento como representante del Partido Conservador.

De origen escocés, Balfour llegó a ser primer ministro de Reino Unido entre 1902 y 1905 y dedicó una parte importante de su carrera a los asuntos relacionados con la política exterior de su país.

Balfour impulsó la idea de que el gobierno británico debía darle un claro respaldo al sionismo, un movimiento político nacido en Europa a fines del siglo XIX que buscaba la creación de una nación judía en lo que entonces se conocía como Palestina y que para los judíos era la antigua Tierra de Israel.
 
Chaim Weizmann with Lord Balfour

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Balfour trabajó junto a Chaim Weizmann, Lionel Walter Rothschild y otros líderes sionistas en la declaración que llevaría su nombre.

Chaim Weizmann with Lord Balfour

Al aristócrata se le atribuye haber convencido al Gabinete de Guerra para que emitiera la declaración, con el apoyo de líderes judíos influyentes en Reino Unidos como Chaim Weizmann y Lionel Walter Rothschild.

Mientras algunos creen que fue un cristiano sionista cuyo interés en el tema surgió por su interés en la historia de los judíos reflejada en el Antiguo Testamento de la Biblia, otros sostienen que Balfour estaba interesado en apoyar el proyecto sionista desde un punto de vista estratégico para obtener beneficios políticos.

Quién fue Lionel Walter Rothschild

Lionel Walter Rothschild
Lionel Walter Rothschild

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Lionel Walter Rothschild recibió la carta en su casa del 148 de la calle Piccadilly en Londres.


El político británico dirigió la histórica carta al barón Lionel WalterRothschild en su casa del 148 de la calle Piccadilly, quien era el jefe de la rama inglesa de una poderosa familia banquera y uno de los líderes de la comunidad judía británica.

La acaudalada familia de banqueros internacionales Rothschild fue uno de los mayores patrocinadores de la creación de una patria judía en Palestina.

Uno de sus miembros, Edmond Rothschild, firme creyente en el sionismo, realizó masivas compras de tierras en Palestina y financió asentamientos judíos en Palestina hacia finales del siglo XIX.

En aquella época la familia Rothschild poseía una de las mayores fortunas privadas del mundo.

Sus donaciones a la causa sionista eran consideradas tan significativas que Edmond Rothschild se ganó el apodo de “El Benefactor”.

Estampilla con rostro de Balfour
Estampilla con rostro de Balfour

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Una postal israelí que conmemora la Declaración Balfour.


De ahí en adelante la familia jugó un rol protagónico en la creación del Estado de Israel, hasta que Lionel terminó siendo el receptor de la Declaración Balfour en 1917.

Muchos se preguntan por qué la declaración fue dirigida a Lionel Rothschild y no a Stuart Samuel, quien era presidente de la Junta de Diputados de Judíos Británicos, el organismo oficialmente representativo de la comunidad judía en el país.

Lo que pasa es que en ese momento había divisiones dentro de la organización entre judíos prosionistas y judíos antisionistas.

Rothschild no tenía un cargo oficial, pero en la práctica era uno de los más importantes líderes de los judíos prosionistas junto a Chaim Weizmann.

Y como ellos tenían línea directa con Balfour, éste decidió enviar la misiva al banquero. De hecho, se ha dicho que el mismo Rothschild habría participado en la redacción del documento, pero no hay evidencia conocida que sustente la afirmación.

Unos años más tarde, en 1925, Lionel Rothschild llegó a convertirse en presidente de la Junta de Diputados de Judíos Británicos, la principal organización que representaba a la comunidad judía en Reino Unido.

Qué buscaba la carta

Chaim Weizmann, Arthur Balfour y Nahum
Chaim Weizmann, Arthur Balfour y Nahum Sokolow

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Chaim Weizmann, Arthur Balfour y Nahum Sokolow apoyaban las aspiraciones sionistas.


El gobierno británico esperaba que la declaración ayudara a poner a los judíos, especialmente a los residentes en Estados Unidos, a favor de las potencias aliadas durante la I Guerra Mundial (1914-1918).

Los líderes británicos, sostienen algunos historiadores, consideraban que la comunidad judía tenía suficiente poder económico e influencia en las finanzas internacionales como para ayudarlos a ganar el conflicto bélico.

Otros expertos argumentan que Gran Bretaña también buscaba un punto de apoyo firme en Medio Oriente para cuando acabara la guerra.

Independientemente de las motivaciones específicas que llevaron a la redacción de la carta, su influencia ha sido fundamental en el desarrollo de los acontecimientos que llevaron a la creación del Estado de Israel en 1948 y el posterior desplazamiento de cientos de miles de palestinos de la región.
 
Esta fotografía de 1938 muestra a la policía judía saliendo de un asentamiento en Palestina.

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Esta fotografía de 1938 muestra a la policía judía saliendo de un asentamiento en Palestina.


Para los israelíes la Declaración Balfour es el documento que dio origen al sueño de una nación en la antigua Tierra de Israel, mientras que para los palestinos es el inicio de sus padecimientos que se arrastran hasta el día de hoy.

Incluso critican que no se les dio nombre en el documento al mencionarlos como “las comunidades no judías existentes en Palestina”.

Tras la derrota del Imperio Otomano en la I Guerra Mundial, la Declaración Balfour fue respaldada por las potencias aliadas e incluida en el Mandato Británico sobre Palestina, aprobado por la Liga de las Naciones (organismo que antecedió a la ONU) en julio de 1922, mediante el cual Reino Unido quedaba formalmente encargado de la administración de esos territorios.

En la década de los años 30, la población árabe que habitaba la zona comenzó a mostrar su descontento respecto al rápido aumento de la población judía y la violencia entre ambas comunidades creció progresivamente.
Una protesta de palestinos en Jerusalén contra la migración de judíos durante el mandato británico de la región.

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Una protesta de palestinos en Jerusalén contra la migración de judíos durante el mandato británico de la región (previa a 1937).


Para intentar atenuar las protestas, los británicos decidieron ponerle cuotas a la migración judía, pero tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, la presión para crear un Estado judío creció a medida que se revelaban los horrores cometidos durante el Holocausto.

La medianoche del 14 de mayo de 1948 expiró el Mandato Británico de Palestina y los británicos abandonaron formalmente el territorio.

Ese mismo día Israel declaró su independencia.

Arthur Balfour, British Conservative Prime Minister

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Arthur Balfour envió la declaración en plena Primera Guerra Mundial.

Después de los "individualistas" millennials, cómo la Generación Z está salvando a los sindicatos con su espíritu colectivo

Jaz Brisack
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Jaz Brisack, de 26 años fue una de las primeras líderes de las luchas sindicales en Starbucks en Búfalo, Nueva York, en 2021.


Los sindicatos en Estados Unidos han sufrido un declive importante desde comienzos de los años 80. Según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, más del 20% de los trabajadores pertenecían a un sindicato en 1983 (el primer año del que hay datos). En 2022, ese número se había reducido a la mitad.


El declive -que muchos expertos atribuyen a 1. cambios en las políticas en favor de los empleadores, 2. un aumento de las leyes sobre el derecho al trabajo que debilitan el poder de organización y negociación colectiva de los empleados y 3. una tendencia a la subcontratación- ha dejado a EE.UU. con una de las densidades sindicales más bajas entre las principales economías.

Pero incluso con la reducción en el número de miembros, el apoyo de los trabajadores a los sindicatos ha aumentado.

En agosto de 2022, Gallup registró los niveles más altos de apoyo a los sindicatos desde los años 60, el 71% de los estadounidenses aprueba los sindicatos, y uno de cada 10 trabajadores no sindicalizados dice estar “extremadamente interesado” en sumarse a uno.

Las iniciativas sindicales de alto perfil han dominado los titulares: en años recientes, trabajadores de Amazon, Starbucks y varias universidades se han organizado.

El sindicato de guionistas y actores de EE.UU. continúa en huelga por demandas de aumentos salariales y de beneficios, así como por una mayor protección frente al desarrollo de la Inteligencia Artificial.

Y entre los que están en primera línea se encuentran los trabajadores más jóvenes que lideran el renovado impulso en favor de los sindicatos. La Generación Z (nacidos entre la mitad de los 90 y la mitad de los 2000) es, de acuerdo al Centro para el Progreso Estadounidense, “la generación más prosindicato que existe actualmente”.

“Creo que se está entendiendo mejor el hecho de que si tienes un trabajo, necesitas un sindicato”, dice Jaz Brisack. La joven de 26 años fue una de las primeras líderes de las luchas sindicales en Starbucks en Búfalo, Nueva York, en 2021.

Contexto

La participación y el apoyo de la Generación Z a los sindicatos organizados tiene sentido si consideras el contexto de su experiencia, explica Kate Bronfenbrenner, directora de investigación sobre educación laboral y profesora de la Escuela de Relaciones Industriales y Sindicales de la Universidad de Cornell, EE.UU.

“Antes de nada, ellos crecieron escuchando que iban a estar mejor que sus padres”, dice. “El hecho es que tuvieron dificultad para encontrar trabajo, y los trabajos que encontraron no eran tan buenos como los de sus padres”.

Huelga

Huelga

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La Generación Z creció pensando que las condiciones laborales serían mejores que las de sus padres.

“Ellos y la generación que les siguió cargan con deudas de la universidad. Están mirando a un mundo en el que tienen que pensar si tener hijos o no por el cambio climático”.

“Están preocupados por otros temas sociales más amplios como los derechos reproductivos o el control de armas y planean hacerle rendir cuentas al gobierno y a los empleadores por estos temas”, agrega.

Las prácticas de algunas empresas durante la pandemia, continúa Bronfenbrenner, aumentaron el entusiasmo de los trabajadores de la Generación Z por los sindicatos: los empleados de bajos ingresos, los trabajadores de servicio y aquellos sin títulos educativos tuvieron dificultad para conseguir equipos de protección personal, atención médica y licencia remunerada por enfermedad.

Informes del Instituto de Políticas Económicas muestran que, en 2020, poco más del 10% de los trabajadores considerados “esenciales”, incluidos los del sector de ventas, estaban protegidos por un contrato sindical.

En cambio, los trabajadores que estaban representados por un sindicato, tuvieron más posibilidades de acceder a mecanismos internos y externos para defenderse en temas de seguridad y salud.

“Muchos de estos trabajadores estaban en primera línea”, dice. “Cuando pidieron algo tan sencillo como un equipo de protección personal o tiempo libre para cuidar de sus familias, o no ir al trabajo cuando estaban enfermos, sus empleadores les dijeron que no. Los trabajadores están dispuestos a tolerar mucho, pero poner en riesgo su vida y la de sus familias es demasiado, y creo que eso fue la gota que colmó el vaso”.

Brisack dice que su empleo en Starbucks -en medio de la escasez de trabajo vinculada a la pandemia- les hizo sentir “que nadie vendría a salvarnos”. Eso los inspiró a tratar de buscar sus propias soluciones, y fue clave para sus intentos de organizarse, que involucraron a muchos de la Generación Z y otros simpatizantes de la causa.

Brisack ahora cree en el poder de los sindicatos para crear igualdad en lo que considera una estructura de poder no equitativa. “Creo que la gente está mirando hacia atrás y ve que lo que realmente creó un mejor nivel de vida en el pasado fue la organización y militancia sindical y está más abierta a la idea de organizarse”.

Generación Z vs el mundo

Los baby boomers tenían muchas cosas que los unían, dice Bronfenbrenner, ya que la generación se “involucró mucho políticamente con los derechos civiles, los movimientos de las mujeres y el movimiento en contra de la guerra”.

Pero hacia finales de los años 70, “la situación cambió dramáticamente y el foco se centró más en cuidarse a uno mismo y hacer dinero”.

Starbucks
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"Los trabajadores de Starbucks exigían a sus empleadores que asumieran una postura sobre los derechos LGBTQ”, dice Bronfenbrenner.

Investigadores consideran en general que la Generación X es significativamente más independiente y autosuficiente; y los millennials, según investigaciones empíricas, son la generación más individualista de todas. La Generación Z, en cambio, parece ser la generación colectiva.

Un proyecto de investigación de la Universidad de Stanford halló que el grupo nacido entre mediados de la década de 1990 y 2010, es altamente colaborativo.

Brisack cree que como la Generación Z siente que la sociedad los ha decepcionado colectivamente, muchos ven como necesario actuar como grupo para mejorar las cosas.

Los esfuerzos de sindicalización impulsados por la Generación Z también tienden a estar marcados por la pasión de esta generación por las causas sociales, y sus exigencias lo reflejan, dice Bronfenbrenner.

“Está la frase ‘organizarse por el bien común’”, dice. Y menciona varios momentos que hacen alusión a ello, como por ejemplo la huelga de maestros en California que exigían iniciativas sostenibles y mejor atención para los estudiantes sin techo.

"Los trabajadores de Starbucks exigían a sus empleadores que asumieran una postura sobre los derechos LGBTQ”, agrega.

Pero los organizadores de la Generación Z no solo tienen nuevas exigencias, también están organizando nuevas industrias, que incluyen puestos salariales por hora, que tradicionalmente no estaban cubiertos por la protección sindical.

“Cuando empezamos a enfrentarnos a Starbucks, mucha gente del mundo sindical nos decía “este no es un buen objetivo. No es razonable”, dice Brisack.

“Las grandes corporaciones también pueden lanzar campañas y mensajes antisindicales a gran escala, que pueden ser difíciles de contrarrestar para una organización a pequeña escala”.

Pero si bien muchos organizadores de la Generación Z como Brisack tienen expectativas realistas sobre lo que puede o no lograr la sindicalización en los trabajos de la industria de servicios, todavía creen que vale la pena.

“Obviamente, no vamos a conseguir pensiones y muchas cosas que los sindicatos pudieron lograr en el pasado en algunas industrias, al menos no sin una verdadera y sólida organización sindical”, dice. “Pero creo que podemos cambiar el nivel de vida de ‘los trabajos que nos mantienen en la pobreza’ y poder desarrollar una carrera y ser trabajadores a largo plazo en estos roles sin sacrificar el nivel de vida”.

Organizadores eficientes

Más allá del entusiasmo por la organización, la Generación Z es muy buena en ello.

Sus tácticas han evolucionado más rápido que los esfuerzos de las compañías por neutralizar a los sindicatos, y las protestas encabezadas por la Generación Z han atraído una gran atención y apoyo público.

Huelga del sindicato de guionistas 

Huelga del sindicato de guionistas

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La huelga de guionistas y actores en Hollywood se mantiene en pie.

Los organizadores del medio de comunicación Business Insider, por ejemplo, emplearon una robusta campaña en las redes sociales. Algunos expertos dicen que esta técnica hizo que los ejecutivos reconocieran al sindicato luego de 13 días de huelga.

Esta innovación puede ofrecer una suerte de protección contras los esfuerzos de los empleadores de evitar la sindicalización, dice Bronfenbrenner.

"La creatividad toma al empleador por sorpresa porque los empleados se están divirtiendo. No se supone que se diviertan cuando hay una campaña antisindical, se supone que deben sentirse intimidados. Cuando los sindicatos hacen cosas creativas como usar memes, resulta que desarman el clima de miedo y conflicto”.

Y el dominio de la Generación Z de las redes y la comunicación multiplataforma ayuda a crear apoyo público generalizado, añade.

Datos del Centro de Investigación Pew muestran que el sentimiento público hacia las corporaciones es cada vez más negativo. Y es más probable que la gente apoye a los trabajadores que actúan en su contra, dice, incluso cuando genera inconvenientes como la demora en la trasnmisicón de la nueva temporada de un show, o la demora en la llegada de un pedido por internet.

“Hay un público que está dispuesto a hacer sacrificios por los derechos de los trabajadores”, dice Bronfenbrenner.

Finalmente, lo que convierte a los trabajadores de la Generación Z en indusrias de servicios y empleos de bajos salarios en grandes organizadores, añade, es que se ven mucho menos afectados por los métodos tradicionales antisindicales, porque no les importa demasiado que los despidan.

“Estas compañías ya no les ofrecen pensiones o promociones a largo plazo. Ellos ya han pasado de trabajo en trabajo, con lo cual que los echen no es la misma amenaza”, comenta Bronfenbrenner.

¿Cambio o tendencia?

Incluso en medio de una tasa decreciente de sindicalización, la mayoría de los estadounidense creen que los sindicatos son buenos para los trabajadores. Y, a pesar de años de legislación en favor de los empleadores a nivel federal, a fines de agosto, el Departamento del Tesoro publicó un informe que muestra que los sindicatos fueron buenos para la economía.

Huelga
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FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

La amenaza de despido ya no tiene el mismo impacto que en el pasado.

La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, escribió que la sindicalización “puede contribuir a revertir el marcado aumento de la desigualdad que hemos visto en décadas recientes, al promover el crecimiento de toda la economía”.

Resta por verse si los recientes esfuerzos de organizarse se traducirán en cambios a nivel sistémico o un regreso al tipo de densidad sindical que EE.UU. vio en el último siglo.

Brisack cree que la sindicalización de las industrias de servicios con alta rotación genera un impulso.

“Puede que la gente pase de un trabajo a otro, en parte por que es una industria muy agotadora y de mucha explotación, pero la gente se llevará consigo los principios sindicales”, dice.

“Una vez que pasaste por una campaña sindical, es mucho más difícil aceptar la explotación o condiciones injustas o no tener una voz en sitios de trabajo en el futuro”.

Bronfenbrenner dice que posiblemente se estén gestando desarrollos importantes.

Ha habido un cambio de guardia en la Junta Nacional de Relaciones Laborales, la agencia federal independiente que ofrece protección a los empleados del sector privado, dice, y quienes dirigen la agencia, “están respondiendo a su trabajo de una forma muy diferente, y se están tomando decisiones que facilitan la organización”.

Pero estos puestos son designados por el presidente, con el consentimiento del Senado, añade Bronfenbrenner.

"Todo esto puede cambiar con un nuevo gobierno y un nuevo Congreso. La pregunta es, ¿puede este nuevo impulso superar esto? ¿Se motivarán estos jóvenes para asegurarse de que el cambio suceda más allá de su lugar de trabajo? ¿Se desanimarán si el cambio no ocurre lo suficientemente rápido?"

*Este artículo fue publicado en BBC Worklife. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.

viernes, 3 de noviembre de 2023

El número de alumnos de Informática y Matemáticas se dispara sin plantilla suficiente para formarles.

Las condiciones laborales para los profesores no son competitivas y las tesis han caído un 40% desde 2015, al tiempo que los estudiantes han crecido un 30% con la explosión de la ciencia de datos y la inteligencia artificial.

La demanda de matemáticos e informáticos no para de crecer en el mundo y en España pasa factura desde hace años a los institutos ―se quedan plazas desiertas porque no opositan a estos perfiles― y cada vez afecta más a las universidades, que se las ven y se las desean para contratarles. Los centros públicos no pueden competir en sueldos y los privados se ven forzados a pagar grandes sumas. El problema va a crecer, pues mientras... seguir en El País.