jueves, 17 de octubre de 2024

Los secretos sobre nuestro cerebro que reveló uno de los más singulares y ambiciosos estudios jamás realizado

La historia comienza en una habitación subterránea con poca luz, con nubes arremolinadas de aire helado y filas de frascos de vidrio que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Dentro de esos 700 contenedores hay algo inesperado: cada uno alberga un cerebro humano perfectamente conservado.

Corría el año 1991 cuando un joven e inexperto neurocientífico llamado David Snowdon conoció a la hermana Mary, una monja muy inusual.

Al igual que muchas otras, se vestía de pies a cabeza con un hábito tradicional en blanco y negro. Era eternamente optimista, rara vez ociosa.

Pero lo que sorprendió a Snowdon fue que la hermana Mary, a sus 101 años, tenía una memoría nítida.

Aún no sabía que había algo extraordinario en ella, algo que la distinguía de las demás monjas.

Desde 1986, Snowdon había estado inmerso en uno de los más singulares y ambiciosos jamás realizados, que empezó en la Universidad de Minnesota y fue transferido a la Universidad de Kentucky en 1990.

Con su equipo, había viajado por todo Estados Unidos, visitando conventos de la congregación las Hermanas Escolares de Nuestra Señora, persuadiendo a 678 monjas para que participaran.

"Normalmente no pondrías un convento de monjas y la ciencia juntos, pero esto es oro", le dijo la neurocientífica Julia Ravey a la BBC.

"Lo que realmente hay (en un convento) es una población de control, que es de lo que se trata la ciencia. Queremos controlarlo todo, queremos controlar lo incontrolable".

El estudio de las monjas
La hermana Esther, de 106 años, riéndose con Snowdon, durante un juego de cartas en el convento. Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,
David Snowdon con un cerebro en las manos

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,David Snowdon con la colección de cerebros de donantes para su estudio realizado con la colaboración de las Hermanas Escolares de Nuestra Señora.

La hermana Esther, de 106 años, riéndose con Snowdon, durante un juego de cartas en el convento.
Para el ahora famoso "Estudio de las monjas", cada hermana accedió a completar una serie de pruebas que repetirían año tras año hasta que murieran, con la esperanza de que revelaran secretos de la longevidad.

¿Cuándo empezarían a fallarles los cerebros y con qué rapidez podrían decaer?

"A las hermanas se les hizo algo que llamamos un 'mini examen del estado mental'", explica Ravey.

Una vez completado, cada monja tenía una puntuación: cuanto mayor era la puntuación, más sana era su mente.

La mayoría de las personas obtendría 30 de 30 si tuvieran una cognición completamente sólida.

Así que querían ver cómo cambiaba esta puntuación con el paso del tiempo.

Después de interrogar a cientos de mujeres durante muchos años, Snowdon tuvo un conjunto de datos magnífico.

Pero la joya de esta corona era un notable gráfico que indicaba la edad, a lo largo de la parte inferior, y la capacidad cognitiva medida de 0 a 30 puntos en el costado.

Monja haciendo escultura Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Las monjas son un grupo de estudio ideal porque tienden a llevar una vida sana, por lo que los efectos naturales del envejecimiento son más fáciles de medir.

El equipo de Snowdon había recopilado todas las puntuaciones en una página con resultados sorprendentes.

"Una vez que trazas todos estos puntos en un gráfico, tienes líneas y líneas de puntos y puedes ver muchos grupos en la parte superior izquierda del gráfico".

Correspondían a las que habían tenido el mejor desempeño, cientos de monjas de 70 y 80 años que obtuvieron entre 25 y 30 puntos en sus pruebas. Una fuerte señal de que sus cerebros funcionaban bien.

Cayendo por la página como confeti, había otro grupo de puntos debajo de esos.

Eran las personas que no podían recordar eventos muy recientes.

"Es posible que recordaran cosas de su pasado, pero su sentido del tiempo y el lugar era deficiente; no podían responder preguntas muy sencillas que uno esperaría que la gente supiera".

Algunas de estas mujeres tenían entre 80 y 90 años, así que tal vez sea de esperar una disminución cognitiva, pero algunas tenían una puntuación de 0.

Snowdon conocía la teoría de "úsalo o piérdelo", y ahí estaba la evidencia de que la función cerebral, una vez perdida, era irrecuperable.

Pero este gráfico le mostraba algo más. Algo insólito.

Un sorprendente misterio

Gráfico inspirado en el del estudio de Snowdon
Un solo punto se destacaba en ese gráfico, muy por encima del resto.

"La hermana Mary está justo en la parte superior derecha del gráfico. Y aquí es donde realmente me emociono, porque es un punto atípico de la tendencia general de que cuanto más viejo te haces, más baja es tu puntuación", señala Ravey.

Ella siempre iba a estar en el lado derecho del gráfico debido a su edad: era una de las dos únicas participantes en todo el estudio que tenían más de 100 años.

Pero la hermana Mary está en un cuadrante únicamente para ella, flotando sola muy por encima de muchos de los otros puntos.

El gráfico le decía a Snowdon que a los 101 años, tenía la función cerebral de alguien 20 años más joven.

"¿Qué estaba pasando en su cerebro?".

Volvamos a esas filas de frascos de vidrio en el congelador subterráneo, pues todos esos cerebros son parte de la investigación de Snowdon.

Para entender realmente en qué se diferencia un cerebro de otro, hay que sostenerlo en las manos.

"Para algunas personas, la idea de donar un cerebro puede resultar un poco incómodo a pesar de que, técnicamente, es solo otro órgano. ¿En qué se diferencia de un corazón o de un hígado? Pero sentimos que somos nuestros cerebros. El cerebro es la persona", explica la neurocientífica.

Eso fue evidente cuando Snowdon hizo la petición frente a una gran congregación de monjas. Hubo un gran silencio hasta que una voz resonó fuerte y clara.

"Por supuesto, te daré mi cerebro".

Y así, cuando la hermana Mary murió a las 6:45 p.m. del 13 de junio de 1994, Snowdon y su equipo se tomaron un momento para presentar sus respetos y llorar la pérdida de la mujer cuya mente había estado casi intacta hasta el día de su muerte, antes de comenzar la labor de comprender qué la había hecho tan especial.

Izq. cerebro sano de monja de 90 años; der. cerebro de monja de 89 años con Alzheimer Pie de foto,

Los cerebros de quienes sufrieron de Alzheimer son más livianos, porque las células mueren y se hacen huecos. (Izq. cerebro sano de monja de 90 años; der. cerebro de monja de 89 años con Alzheimer).

"Inmediatamente, los investigadores notaron algo muy diferente en el cerebro de la hermana Mary.

"Pesaba 870 gramos, uno de los cerebros de menor peso: solo cinco de los 117 que tenían en ese momento pesaban menos.

"Lo que un bajo peso cerebral nos indica -explica Ravey- es que ha habido mucha muerte de células cerebrales, y encontraron placas y también ovillos".

Snowdon y el equipo se sorprendieron de que el cerebro estuviera profundamente dañado, las placas retorcidas y los ovillos de tejido proteico les indicaron que la hermana Mary tenía demencia avanzada.

Pero, ¿cómo podía ser posible?

¿Cómo podía alguien no mostrar signos de deterioro cognitivo en la vida a pesar de tener un cerebro que había sido físicamente devastado por la enfermedad?

La autobiografía como predictor
Una teoría para explicar todo este caso es la llamada reserva cognitiva.

Los cerebros están conectados por un conjunto de neuronas protectoras que, si se ejercitan mediante el aprendizaje permanente, podrían compensar el daño causado por el Alzheimer.

Esas neuronas, en cierto sentido, funcionan como parches alrededor de placas dañinas y ovillos de enfermedades.

Pero todo esto plantea otra pregunta: si algunos cerebros están físicamente conectados para protegerse contra los signos de deterioro cognitivo y otros no, ¿podría ser posible determinar quién desarrollará demencia mucho antes de que aparezcan los síntomas?

La doctora Suzanne Tyas, ahora es profesora asociada en la Universidad de Waterloo, pero era una estudiante de posgrado cuando se unió al equipo de Snowdon para trabajar en algo nuevo y emocionante, algo que se había descubierto en el sótano de un convento, en dos archivadores oxidados de color verde oliva.

Desde el exterior, parecían modestos, pero por dentro, contenían una mina de oro para la investigación.

"Eso incluía cosas como los boletines de calificaciones de la escuela secundaria, la cantidad de idiomas que hablaban. Pero sobre todo unos ensayos autobiográficos que estas jóvenes escribieron antes de hacer sus votos perpetuos para entrar en el convento".

Escondidas entre los ensayos había pistas sobre las monjas, su nivel de educación, vocabulario y conocimiento general.

No había medidas directas que se pudieran trazar, por supuesto, pero el equipo decidió evaluarlos por medio de lo que llamaron la densidad de ideas: el número de ideas distintivas por cada 10 palabras escritas.

He aquí un ejemplo en el que dos monjas describen sus circunstancias.

Una escribió, al describir a su familia: "Hay 10 hijos en mi familia, 6 son chicos, dos son chicas. Dos de los chicos están muertos".

La sintaxis es simple. Va al grano, es poco expresiva y compacta.

Compárala con esta otra, que transmite el mismo tipo de información, pero de una manera dramáticamente diferente.

Empieza diciendo: 'El día más feliz de mi vida hasta ahora ha sido mi primera comunión'. Y termina con la frase: 'Ahora estoy vagando por Dove's Lane esperando solo tres semanas más para seguir las huellas de mi esposo, atada a él por los santos votos de pobreza, castidad y obediencia'".

Hay una diferencia en la forma en que estas y las otras mujeres se expresaban en su juventud. Algunas describían vidas interiores complejas y ricas, mientras que otras eran planas e incoloras.

Y ahora viene la parte asombrosa.

Una clave crucial: lo que las monjas escribieron antes de hacer los votos.

"Esa primera hermana con un lenguaje muy sencillo llegó a desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Mientras que a la segunda hermana se le dio seguimiento, y no".

Cuando Snowdon y su equipo comenzaron a comparar las puntuaciones más altas en estos primeros escritos con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer en la vida posterior, comenzó a surgir un patrón.

Las hermanas que habían escrito ensayos con alta densidad de ideas y complejidad gramatical parecían esquivar los síntomas más tarde en la vida.

Sus recuerdos y habilidades lingüísticas permanecieron intactos.

A medida que el equipo examinaba más de cerca estas páginas, su asombro no hizo más que crecer.

Los ensayos escritos por estas hermanas cuando tenían alrededor de 20 años podrían usarse para predecir con una precisión del 85 al 90% qué cerebros desarrollarían la enfermedad de Alzheimer décadas después.

"Me dan ganas de desenterrar mis viejos ensayos de la escuela secundaria y la universidad del sótano de mis padres, pero casi tengo miedo de mirar", confiesa Tyas.

Para la posteridad
Parecía que la autobiografía de la juventud podía tener un poder profético inimaginable, pero también planteaba el dilema del huevo y la gallina.

¿La reserva cognitiva protegió algunos cerebros de los síntomas de la enfermedad de Alzheimer o la caligrafía mediocre resaltó los primeros signos de un cerebro predispuesto a declinar más adelante?

"Todavía no sabemos cómo se desarrollan todos esos cambios en el cerebro.

"Sin embargo, sabemos que los niveles más altos de educación reducen el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

"Por lo tanto, esta pieza única que analiza las habilidades del lenguaje escrito y esas características de expresión realmente puede ampliar la visión de saber qué les sucedió más de medio siglo después.

"Lo que hemos encontrado en el estudio de las monjas es que esos cambios en el cerebro no siempre conducen a síntomas de la enfermedad de Alzheimer durante la vida. Y para mí, eso es enormemente esperanzador", dice Tyas.

Se están haciendo grandes avances en la forma en que detectamos estos cambios en el cerebro.

Las resonancias magnéticas e incluso los análisis de sangre están allanando el camino para la detección temprana.

La pregunta de cómo tratarlos sigue sin respuesta, pero tal vez no por mucho tiempo.

Muchos investigadores creen que estamos a solo unos años de descubrir un suero que pueda eliminar esas placas y ovillos de nuestros cerebros a medida que se desarrollan.

Pero por ahora, sólo queda esperar.

El doctor David Snowdon se jubiló y sus 678 monjas ya murieron. Pero esos frascos de vidrio en el cuarto frío siguen allí.

Y gracias a esa extraordinaria donación de las monjas, el estudio sigue vivo en el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.

miércoles, 16 de octubre de 2024

Lo que un psicólogo descubrió estudiando los secretos de la gente durante una década

Mujer boca tapada

"Nada nos pesa màs que un secreto,"escribió el fabulista francés Jean De La Fontaine en el siglo XVII.

"Mis estudios originales preguntaban si las personas realmente pensaban de esa manera", le dijo a BBC Mundo.

"Y efectivamente, al pensar en los secretos, mostraban una sensación de carga. Daban el mismo tipo de respuestas que quienes llevan peso físico".

Queriendo ahondar en el tema, buscó literatura científica sobre los secretos y "me di cuenta de que en realidad no sabíamos nada".

No era que no se hubieran abordado, sino que "los psicólogos simplemente asumieron que sabían cómo eran los secretos y los recrearon en el laboratorio en lugar de mirar cómo eran en el mundo real.

"No teníamos respuestas satisfactorias para algunas de las preguntas más básicas, como qué secretos guarda la gente o con qué frecuencia los conservan y qué sucede cuando un secreto viene a la mente".

Así que se propuso encontrarlas.

Antes que nada, había una pregunta que Slepian y su equipo debían responder.

¿Qué es un secreto?
Suena fácil pero ponte a pensar: hay cosas de las que no hablamos pero ¿son todas secretos?

Ilustración de mujer con dedo en la boca Fuente de la imagen,Getty Images

"Hay todo tipo de pensamientos y de experiencias que hemos tenido de los que la gente no sabe, pero eso no significa que son secretos".

Hay temas que sólo le confiarías a tu círculo más cercano o de las que no discutirías en ciertos espacios; "pero eso tiene más que ver con la noción de privacidad".

Según Slepian, autor de "The Secret Life of Secrets" (La vida secreta de los secretos)), lo que distingue a un secreto es la intención.

"Defino el secreto como la intención de retener información de una o más personas: en el momento en que tienes la intención de no contarle algo a otra persona, nace un secreto".

Y no depende de si has estado o no en una situación en la que callaste.

"El que no hayas tenido que ocultar ese secreto en una conversación, no significa que no lo tengas.

"De hecho, encontramos que no es muy frecuente que tengamos que guardar un secreto en una conversación, pero es muy común encontrarte pensando en tu secreto, o incluso rumiándolo".

38 secretos
Slepian empezó pidiéndole a mil personas que le contaran un secreto que estuvieran guardando.

Relación anonima 

Los cinco secretos más comunes son: mentiras que hemos dicho (69%), el deseo romántico, (61%), sexo (58%) y nuestras finanzas y dinero (58%).

"A partir de ese conjunto de mil secretos desarrollamos una lista de 38 categorías que estaban muy bien representados por los datos".

Tras preguntarle a otro grupo de mil personas, comprobaron que esa lista era válida. Y siguieron confirmándolo.

"Cuando hacemos la pregunta abierta 'cuál es el secreto que está guardando', el 92% de las respuestas se ajustan a una de las 38 categorías.

No sólo eso: cuando le presentan la lista a los encuestados, "más del 97% de las personas dicen que tienen uno de los secretos en la lista en este momento, y en promedio, las personas dicen que tienen 13 secretos de esa lista en un momento dado", le dijo a BBC Mundo.

Esa lista de 38 secretos incluye desde cosas como herir a otra persona emocional o físicamente y autolesión, así como uso de drogas o cualquier tipo de robo, hasta una sorpresa planeada para alguien o un pasatiempo oculto.

Livianos
Por suerte, no todos los secretos pesan.

"Lo que llamo 'secretos positivos' no perjudican nuestra salud y bienestar; de hecho, pueden mejorarlos. Nos hacen sentir emocionados y energizados.

"Estamos hablando de secretos sobre cosas como una propuesta de matrimonio o quedar embarazada. Son cosas que nos hacen sentir felices".

Chica comiendo postre.

...o ciertos pecadillos. También hay algunos que son más bien placeres secretos, cosas que no le contamos a la gente pues pensamos que no las van a entender o compartir.

"Tal vez te gusta ver dibujos animados para niños o telenovelas, o usas drogas recreativas.

"Cuando las personas guardan secretos con los que se sienten bien, y consideran que no están tomando las decisiones equivocadas, aunque no quieran que otros lo sepan, muestran que existe un tipo de soledad que es feliz, autónoma y libre de la influencia de los demás".

Pero hay muchos secretos que sí provocan ansiedad, y el objetivo de la misión de Slepian no era sólo saber cuáles guardaba la gente: quería entender porqué pesan tanto, y como psicólogo que es, cómo aligerarlos.

3 dimensiones
Con toda la información que había amasado, Slepian siguió su análisis con su equipo, pero esta vez tratando de encontrar un orden sensato para esas 38 categorías, creando un mapa de los secretos recavados en 3D.

Consultando con el público para ir posicionándolos en el espacio, encontró que había 3 dimensiones, y que "cada una de esas dimensiones describía una de las razones por las que pensar en secretos era perjudicial.

"Un secreto moral puede hacernos daño haciéndonos sentir avergonzados.

"Un secreto relacional (que involucra a otras personas) puede hacernos sentir aislados.

"Y pensar en los que se relacionan con nuestras metas o aspiraciones, puede hacernos daño al hacernos sentir inseguros o sin saber qué hacer".

Secretos pesados 

Los secretos pueden hacernos sentir avergonzados, aislados o deshonestos. Según Slepian, el 95% de las personas encuestadas señalan que el sólo hecho de identificar cómo les está doliendo un secreto les ayuda a "sentirse más capaces de lidiar con él y encontrar un camino a seguir".

En la primera dimensión, comprender, por ejemplo, que tus errores pasados ​​no reflejan quién eres hoy y ni tu comportamiento futuro, te puede ayudar a sentirte mejor.

O, en la segunda, si la principal razón por la que no revelas lo que sabes es porque herirías a alguien que aprecias, aunque siga siendo difícil guardarlo, alivia estar consciente de que es por el beneficio de otros.

Pero hay algo que ayuda aún más.

El secreto para aligerar los secretos
El impulso es pensar que, si tienes secretos tóxicos, lo mejor es confesar.

Y quizás lo sea, pero no siempre: en ocasiones, ser honesto puede liberarte pero afectar profundamente a otros sin ningún beneficio, o ponerte en evidencia, sin solucionar nada.

Sin embargo, eso no significa que lo mejor sea callar.

De hecho, Slepian subraya: "El problema de no hablar de un secreto con nadie es que es muy fácil encontrar formas dañinas de pensar en él".

¿El secreto para superarlo?

Hombres hablando Fuente de la imagen,Getty Images

Encontrar un buen confidente.

"Una forma más saludable de lidiar con los secretos proviene de hablar de ellos con otras personas, pues pueden desafiar nuestras líneas de pensamiento improductivas y darnos apoyo social y emocional, cosas que no puedes encontrar por tu cuenta".

Pero, ¿quién es el confidente ideal?

La investigación de Slepian señala que lo mejor es encontrar a alguien que, además de discreto, juzgues como compasivo, empático, afectuoso, sin prejuicios, amable, y con un sentido de la moral similar al tuyo, pues de nada te sirve que se escandalice con lo que le vas a revelar.

Antes de hacerlo, eso sí, recuerda que no puedes pensar sólo en ti.

Tienes que considerar si no vas a meter a esa persona en tu problema: debes estar seguro de que lo que vas a compartir sea el secreto no el agobio y la angustia de guardarlo.

"Encontrar a alguien con quien hablar sobre tu secreto y elegir a la persona adecuada puede marcar toda la diferencia".

martes, 15 de octubre de 2024

Paradojas y limitaciones al medir la productividad

Publicado en Alternativas Económicas, nº 127, septiembre de 2024

El concepto de productividad es uno de los más utilizados en economía y quizá de los más conocidos entre la población por sus implicaciones prácticas.

Me atrevo a pensar que cualquier persona con una mínima formación o cultura general sabe que la productividad es el resultado de dividir la cantidad producida por algún recurso (un trabajador o una máquina, por ejemplo) entre el número de horas necesitadas para producirla. Al definirla así, el diccionario de la Real Academia pone este ejemplo: La productividad de la cadena de montaje es de doce televisores por operario y hora.

También es bien sabido que el incremento de la productividad está directamente relacionado, casi siempre, con la utilización de nuevas técnicas, con el desarrollo tecnológico.

Sin embargo, tan sólo a partir de esas dos ideas que conoce casi todo el mundo aparecen ya algunas paradojas interesantes.

La primera es que el concepto de productividad que se utiliza por economistas y servicios estadísticos para calcular su magnitud y hacer comparaciones no es el que acabo de indicar -cantidad producida (q) dividida por el número de horas (h)-. Para estimarla dividen el Producto Interior Bruto (PIB) entre el número de horas utilizadas para producirlo.

La diferencia es sustancial porque el PIB no registra una cantidad producida (q) sino un valor monetario, es decir, una cantidad producida multiplicada por el precio al que se ha vendido (q*p).

La razón de por qué ocurre esto es muy sencilla.

En un proceso productivo elemental, en el que un trabajador produjese un solo producto y de contenido material, sería factible medir su productividad como cantidad producida dividida por las horas empleadas: 200 ladrillos por hora o doce televisores por hora, como en el ejemplo de la Academia. Pero ¿qué ocurre cuando la producción es de un servicio, de un bien con un alto contenido de recurso inmaterial, o cuando se producen diferentes productos -como en la mayoría de las empresas o en una economía en su conjunto- y se quiere obtener la productividad global?

¿Cómo se mide la cantidad exacta producida por una enfermera, un maestro, una investigadora, un policía, un ingeniero informático, un matemático, un directivo de banca, un arquitecto, un asegurador, una publicitaria…?

Además, en el caso de que sea posible calcular exactamente la cantidad producida (doce televisores por hora), no tendría sentido hacer comparaciones, ni a nivel de empresa ni al de actividad, o -mucho menos- al de una economía en su conjunto: ¿tiene sentido decir que un trabajador que produce doce televisores por hora es más productivo que una cirujana que realiza solo una operación al día?

No tiene sentido ni es posible hablar globalmente de la productividad de una empresa que fabrique varios productos distintos o de la de una economía, en la que se producen cantidades relativas a millones de productos. La razón, todo el mundo la sabe: no se pueden sumar peras con manzanas.

Para superar ese escollo es por lo que los economistas hacen la trampa de calcular la productividad como lo que no es, dividiendo el PIB (cantidad producida por su precio) entre el número de horas necesitadas para producirlo.

De ahí surge una segunda paradoja.

Aunque casi todo el mundo sabe que la productividad aumenta cuando hay desarrollo tecnológico y se aplican nuevas técnicas que mejoran la forma de producir, lo cierto es que, en las últimas décadas de revolución tecnológica, la productividad, como dijo Robert Solow, «no aparece en las estadísticas». Todas ellas indican que está disminuyendo.

Hay muchos y buenos estudios empíricos que han tratado de mostrar las razones de por qué ocurre esto último. Entre ellas y por citas solo algunas más importantes: desaceleración global, crisis financieras, variaciones en la composición del trabajo, problemas de medición, menor impacto de las nuevas oleadas de innovación, retardo en sus efectos, concentración del capital que produce grandes diferencias entre empresas, incremento del trabajo no automatizable, disminución en la contribución que el capital hace por trabajador, crisis del comercio internacional o pérdida de eficiencia en la asignación.

A mi juicio, sin embargo, los estudios convencionales eluden el problema fundamental que es mucho más elemental: en el capitalismo actual, es inevitable que la productividad se minusvalore mientras se utilice el PIB como numerador para calcularla

El PIB, como he dicho, es un valor monetario, el valor de las ventas o, si se quiere, un ingreso. Por tanto, cuando se utiliza no se está midiendo, en realidad, la productividad, es decir, la producción de un factor (trabajo o capital) por tiempo empleado, sino el ingreso de cada uno de esos factores. La diferencia es fundamental, entre otras razones, porque ese ingreso no depende sólo de la cantidad, sino también del precio.

Las consecuencias de ello son muchas y tremendas, aunque mencionaré sólo una de ellas. Se suele decir, por ejemplo, que los salarios de determinados empleos son bajos porque los llevan a cabo trabajadores y, sobre todo, trabajadoras poco productivas. La realidad es otra: la productividad así calculada de esos empleos es baja porque el ingreso (salario) es reducido.

La productividad no aparece en las estadísticas con la magnitud que realmente tiene porque el PIB no puede recoger correctamente los componentes que hoy día están añadiendo más valor a los procesos económicos y que son determinantes de los cambios en la productividad: información, conocimiento, digitalización o aprendizaje automático. Una limitación que, además, se refuerza porque el capitalismo de nuestros días multiplica los trabajos y actividades de suma cero que no generan producción (desde las especulativas, hasta la abogacía, pasando por gran parte del comercio financiero y la gestión de activos, hasta la publicidad y el marketing para construir marcas a expensas de otras). La aportación al PIB de empresas o actividades como Googleo, Facebook o WhatsApp se limitan a su ingreso publicitario porque sus «clientes» no pagamos por utilizar su motor de búsqueda, su red o el servicio que proporcionan. Su «cantidad producida» recogida en el PIB a la hora de calcular la productividad está claramente infravalorada.

El uso del PIB produce otro efecto paradójico. Esa magnitud sólo registra las actividades que tienen expresión monetaria. Por tanto, cuantos más recursos se dediquen, por ejemplo, a combatir las externalidades ambientales negativas, al trabajo voluntario, a los cuidades y la reproducción de la vida… menos productivo se dirá que es el uso general de los recursos. Aunque, al mismo tiempo, se producirá otra paradoja. Sabemos que, cuanto más bienestar creen esas actividades no monetarias, más desahogado y productivo será el trabajo en el resto de actividades de expresión monetaria. Así, se podrá creer que las economías alemana o japonesa son muy productivas gracias al esfuerzo y mérito de sus empleos retribuidos monetariamente, cuando quizá lo sean por la elevada extensión de la actividad no monetaria e invisibilizada que en ellas se lleva a cabo.

Y todo ello con independencia de que la bondad de la productividad que se mide como vengo señalando se basa en otra falacia, cuya falta de fundamento viene demostrándose día a día: aceptar que producir más con menos recursos implica necesariamente un mejor rendimiento, más eficiencia o mayor beneficio o bienestar para las empresas y la economía en general.

En conclusión, es imprescindible replantearse el concepto de productividad y su medición, para recoger todos los insumos de la producción, incorporar todos sus efectos o resultados y utilizar criterios de valoración realistas y no sólo monetarios, generando, para ello, nuevos tipos de datos y registros estadísticos.

Juan Torres López, 

lunes, 14 de octubre de 2024

Inteligencia artificial Ethan Mollick, analista: “Los estudiantes que usan la IA como muleta no aprenden nada”

Ethan Mollick
Ethan Mollick, profesor de la Universidad de Pensilvania (EE UU), acaba de publicar 'Cointeligencia. Vivir y trabajar con la IA' (Conecta).

El veterano profesor, que se ha convertido en una celebridad en redes sociales, publica un libro sobre cómo entender y usar mejor la inteligencia artificial en el día a día.

“No tengo ayuda ni nada. Me organizo yo solo y recibo como 800 mensajes al día. Me da miedo mirar mi lista de tareas”, dice Ethan Mollick (49 años) y profesor de la escuela de negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania (EE UU). Acaba de publicar Cointeligencia (Conecta), sobre cómo aprovechar mejor la inteligencia artificial en un uso cotidiano. A pesar de ello, la gestión de su agenda sigue siendo extremadamente complicada. Aunque recomienda usar la IA como acompañante para casi todo, también cree que debemos ir con cuidado. Gracias a su presencia en redes sociales, a su newsletter y sus comentarios cándidos, Mollick se ha convertido en uno de los más populares analistas y probadores de las nuevas herramientas de IA generativa.

Pregunta. ¿Cómo sienta ser un influencer de la IA?
Respuesta. Odio esa descripción. He estado en redes sociales desde hace mucho tiempo, y soy un compartidor compulsivo. Pero no acepto dinero de ninguna de las empresas de IA ni hago acuerdos de patrocinio. Hablo con ellas porque me parece interesante. Soy profesor con plaza fija, puedo decir lo que quiera. Es extraño ver a las empresas intentando manipularme al enseñarme sus cosas, pero no tengo la infraestructura de un influencer. Me preocupa que ese título mezcle todo. Hay una diferencia entre quienes son intelectuales públicos, investigadores y críticos. Sería mejor si tuviéramos más categorías distintas.

Los nuevos modelos de IA como ChatGPT persiguen la ‘superinteligencia’, pero no logran ser fiables ni en preguntas bobas

P. Recomienda pasar tres noches sin dormir para dominar la IA.
R. El consejo que mejor funciona del libro es que hay que pasar 10 horas con la IA y aplicarla a todo lo que haces. Por alguna razón, muy pocos dedican el tiempo necesario para entender estos sistemas.

P. No le gusta llamar muleta a la IA.
R. La muleta es un enfoque peligroso porque si dependemos de una muleta, dejamos de pensar. Los estudiantes que usan la IA como una muleta no aprenden nada. Impide pensar. En cambio, usar la IA como una cointeligencia es importante porque aumenta tus capacidades y también te mantiene involucrado.

P. ¿No es inevitable que la IA nos haga más vagos?
R. Las calculadoras también nos volvieron más flojos. ¿Por qué ya no hacemos cálculos a mano? Deberías ahora estar tomando notas a mano ahora en lugar de grabarme. Usamos la tecnología para tomar atajos, pero tenemos que ser estratégicos en cómo tomamos esos atajos.

P. ¿Por qué debemos acercarnos a la inteligencia artificial con una estrategia?
R. La IA hace tantas cosas que necesitamos poner límites a lo que no queremos ceder. Es una tecnología muy rara, de propósito general, lo que significa que afectará todo tipo de cosas y tendremos que ajustarnos socialmente. Hicimos un trabajo muy malo con el último gran ajuste social, las redes sociales. Esta vez tenemos que ser más reflexivos.

P. ¿Seremos capaces de hacerlo mejor que con las redes?
R. Lo que me da algo de esperanza con esta tecnología es que, al ser tan parecida a los humanos, es más natural trabajar con ella. Los humanos ya trabajamos con colegas inteligentes para resolver problemas. Será distinto si la IA se convierte en una especie de máquina-dios; pero al nivel actual, donde interactúas con esta cosa y tiene fallos, es donde puede ser útil que sea algo similar a un humano.

P. En el libro habla de las “cosas solo mías” en referencia a criar hijos y valores. ¿Hacerlo mejor esas cosas al margen de la IA?
R. Hay muchas decisiones morales y éticas. Yo no puedo ayudar mucho con eso, pero creo que tenemos que tomarlas. Con las redes sociales no tomamos suficientes decisiones sobre cómo queríamos usarlas. La gente y muchos libros ven la IA como algo que se nos impone, y las empresas están creando IA, pero en realidad no saben cómo se está usando o para qué es buena. Nosotros podemos tomar algunas decisiones sobre eso, y creo que la gente tiende a verlo como una decisión del gobierno o de las empresas, pero no es solo así.

P. La gente ya tiene parejas y asesores psicológicos hechos de IA.
R. Hemos vivido con una tecnología de propósito general muchos años: internet. Las redes sociales son solo un aspecto afilado de lo que internet ha hecho a la sociedad. Es solo una aplicación. Otras aplicaciones han sido las apps de citas o cómo compramos. Las implicaciones son profundas y amplias. Por ejemplo, con el modo de voz de la IA, yo no quiero ser su amigo, pero por algún motivo a la vez me veo justificándome y siendo cuidadoso cuando le hablo. Tendremos que adaptarnos. Confío en que podremos, pero la gente ya tiene conexiones con la IA. Otros tendrán conexiones casi religiosas con la IA y otros serán manipulados. Tenemos que reconocer que pasarán muchas cosas, buenas y malas; y cuanto más preparados estemos para ese cambio, mejor.

P. Usted ha escrito que “gran parte del valor del uso de la IA proviene de que la gente no sepa que la usas”. ¿Por qué tememos que los demás sepan que usamos IA?
R. En las organizaciones hay varias capas que vigilan si la gente usa IA. Una de ellas es que si uso IA para hacer mi trabajo, otros pensarán que soy brillante. No quieres que la gente sepa que en realidad no eres tan brillante, sobre todo porque la IA es muy buena en cosas como escribir correos empáticos, y sería raro que supieran que esa empatía viniera de una IA. Tampoco quieren mostrarlo porque tienen miedo de que te des cuenta de que su trabajo es redundante, o de que les pidan hacer más trabajo.

P. Recientemente ha escrito que algo empieza a cambiar con el nuevo modelo de OpenAI, ChatGPT-o1.
R. Acabé el libro hace un año. Necesité tener la suficiente visión para intuir hacia dónde iban las cosas. No me interesaba hacer predicciones de seis años o decir si la IA nos matará o salvará. Mi interés era cómo trabajar con esta cosa. Una de las cosas que menciono, pero que no era tan importante en la generación anterior de IA y que creo que sí será clave en el próximo año o dos, es esta idea de autonomía y agentes. Es el comienzo de una IA que realizará procesos de manera autónoma, sin nuestra ayuda. No creo que eso cambie fundamentalmente cómo trabajamos con la IA, pero quizá vayamos a modelos que vuelven y te hacen preguntas cuando tienen problemas. Hay algo valioso en que nos interroguen. Es algo que hacemos en todas las herramientas de IA que construimos para el aprendizaje: tiene que haber un ida y vuelta, y el modelo o1 no lo hace realmente. No pregunta. Eso es lo que me inquieta.

P. Le gustan los tutores individuales con IA para la educación. ¿Vamos hacia ahí, tras lo que usted llama “el apocalipsis de los deberes”?
R. El tutor con IA es una pieza del puzle en la transformación de la educación. He trabajado en educación interactiva antes de la IA generativa, y hay cosas sobre las aulas que sabemos con certeza que están cambiando, independientemente de la IA: las clases magistrales ya no son una buena idea. Es mejor el aprendizaje activo, donde los alumnos tengan que participar. Es mejor la personalización. En el aula suele participar un grupo pequeño de estudiantes y otros se pierden. No estamos enseñando correctamente. En cierto modo, las clases magistrales tienen su valor, no son un desastre. Tenemos una forma de enseñanza que ha evolucionado durante 200 años y está bien. El apocalipsis de los deberes nos da una oportunidad que no todos vamos a aprovechar, pero deberíamos repensar el aprendizaje.

P. ¿Cómo podremos aprovechar esa oportunidad?
R. Las aulas interactivas en lugar de las clases magistrales son una mejor manera de aprender. No las hemos adoptado porque es más fácil seguir dando charlas y deberes. Tenemos la oportunidad de ser más reflexivos, y los tutores de IA son parte de esa reflexión, porque ayudan a rellenar las brechas de conocimiento. El tiempo en clase debe aprovecharse para trabajar juntos en problemas. No podemos seguir haciendo lo que hacíamos antes.

P. ¿Cuáles son algunos de los mayores malentendidos sobre la IA?
R. La gente está dividida entre los que flipan con la IA y los que están nerviosos o ansiosos. Cada grupo tiene sus propios mitos. Para los que no la adoptan, uno de los mitos más grandes es que la IA no hace nada original y todo lo que obtienes es contenido copiado de otros. Y eso no es así. La IA se construye como un modelo físico complejo para todas las lenguas y utiliza esas reglas para crear material nuevo basado en su entrenamiento. Sí es original. Ese es uno de los grandes malentendidos. El otro es compararlo con Google. Es peor en las cosas que Google hace bien, pero mejor en muchas otras cosas que Google no hace.

P. Dice que los mejores expertos del futuro serán los que más aprovechen la IA. ¿La gente que espera para usar la IA comete un error?
R. Lo entiendo, es una tecnología inquietante. La gente se está volviendo loca. Prueban durante tres noches sin dormir y huyen aterrorizados. Se percibe como una amenaza esencial para muchas carreras. Creo que si eres un buen periodista, al principio piensas: “¡Oh, no!”, pero luego empiezas a ver cómo esto podría ayudar a hacer las cosas mejor que antes; y, al menos durante las próximas generaciones, no va a reemplazarte, aunque los tecnólogos digan que sí. Necesitamos separarnos del ruido de Silicon Valley. Por un lado, tienen toda la razón: es una tecnología milagrosa e increíble que emula el pensamiento; pero, por otro lado, ellos no entienden nada de nuestros trabajos.

domingo, 13 de octubre de 2024

Manipulación, codicia y poder: la historia no contada del Opus Dei

El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.El autor del libro, Gareth Gore, fotografiado en una iglesia de Londres el pasado 24 de septiembre.


Tras cinco años de investigación, el periodista financiero Gareth Gore acusa a la organización del secuestro del Banco Popular, explotación y maltrato. Su futuro depende de Trump y de hasta dónde esté dispuesto a llegar el papa Francisco

“La Obra es un peligro para sí misma, para sus miembros, para la Iglesia y para el mundo”, concluye el periodista Gareth Gore (Wigan, Inglaterra, 43 años) en Opus (Editorial Critica), una investigación de cinco años sobre la organización fundada hace casi un siglo por Escrivá de Balaguer. El libro empieza con una confesión. “En 2017, me enviaron a Madrid a cubrir la quiebra del Banco Popular y me perdí la parte más importante de la historia”. Especializado en información financiera, ya había cubierto crisis bancarias en una decena de países y contó la caída de la entidad española de una manera similar. “Pero un par de años después”, relata durante la entrevista en Londres, en la oficina de su agente literario, en pleno Piccadilly, “tuve la suerte de que mi jefe me enviara de vuelta a España” para hacer seguimiento. “Lo que parecía otra historia sobre el colapso de un banco que había asumido demasiados riesgos dejó de serlo. Nada tenía sentido”. Los accionistas trataban entonces de recuperar su dinero en los tribunales. Todos menos uno, curiosamente, el mayor. “Enigmáticamente bautizado como La Sindicatura”, relata Gore, “el grupo contaba con el 10% del banco cuando quebró, una participación valorada en más de 2.000 millones de euros en su punto álgido. Sin embargo, pocas semanas después de la quiebra, la principal empresa de La Sindicatura notificó su disolución”. “Siguiendo el rastro del dinero”, el investigador llegó a esa historia que se había perdido y que motiva el subtítulo de este libro: Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Es decir, el lado más oscuro de una organización religiosa vinculada hoy a decenas de centros educativos en España.

Cien de las casi 500 páginas del libro son notas, es decir, fuentes. Gore se entrevistó con más de un centenar de actuales miembros del Opus Dei: de veinteañeros a nonagenarios; en Londres, Roma, Madrid, Buenos Aires y Nueva York; y entre ellos “personas cruciales en la toma de decisiones dentro de la organización”. Confía en que su libro sea “el inicio de un proceso para animar a policías, jueces y gobiernos a investigar los abusos y posibles delitos cometidos por el Opus”. Gore desea que esos cinco años de trabajo sirvan para “abrir los ojos”. “Para mí, lo más peligroso es cómo esa organización que recluta niños y se levanta sobre un sistema de manipulación se ha introducido en el sistema educativo. En España el debate gira en torno a si los concertados deben recibir dinero público. Para mí, lo que debería estar preguntándose el Ministerio de Educación español es: ¿Debe tener autorización el Opus Dei para encargarse del bienestar de los niños?”.

EL PAÍS comparte en primicia en España, tras conversar en Londres con el autor, las revelaciones del libro, a la venta el 9 de octubre. Un memorándum interno del Opus Dei previo al lanzamiento y distribuido en residencias de numerarios pide a Escrivá que interceda desde el cielo y a los miembros de la organización que “recen por todos los involucrados y por todos los que puedan verse afectados”. La oficina de prensa del Opus Dei ha emitido este miércoles un comunicado en el que afirma que el libro ofrece una “imagen falsa” de la Obra y de su fundador; niega las acusaciones, asegura que sus miembros no les “representan” en sus actividades políticas o económicas y que su red de corporaciones y fundaciones cumplen la ley. Las organizaciones sin ánimo de lucro manejadas por integrantes de la organización, añaden, buscan “extender el mensaje y el espíritu del Opus Dei”: “Lo hacen con la convicción de que todos los bautizados están llamados a ser agentes de evangelización”. 

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sábado, 12 de octubre de 2024

Conoce esta dieta para controlar tu presión arterial, DASH.

An illustration of a bowl of fruits and vegetables forming the shape of a heart, on a pink background.
Conoce esta dieta para controlar tu presión arterial

Hace décadas que se demostró que la dieta DASH reduce la presión arterial, pero poca gente la sigue. Aquí te decimos cómo probarla.Esto puede parecer “radical” para quien no está acostumbrado a comer así, dijo Juraschek. “En realidad se está hablando de que las frutas y verduras ocupen la mitad del plato”, añadió, en cada comida.

Si sigues una dieta de 2000 calorías al día, un plan de alimentación DASH diario incluiría también de seis a ocho raciones de cereales (en su mayoría integrales); de dos a tres raciones de productos lácteos descremados o semidescremados; y hasta seis raciones de 28 gramos de carne magra, ave y pescado. También recomienda de cuatro a cinco raciones de frutos secos, semillas y legumbres repartidas a lo largo de la semana.

Como la dieta hace hincapié en las frutas, verduras y productos lácteos, es rica en potasio, que, según los estudios, puede reducir la presión arterial, dijo Juraschek. La dieta DASH también es rica en fibra, calcio y magnesio, y desaconseja los alimentos con mucho sodio, azúcares añadidos y grasas saturadas.

No obstante, la dieta permite comer hasta cinco raciones de dulces a la semana. Una ración puede ser media taza de sorbete o una galleta pequeña.

Los investigadores no saben exactamente por qué la dieta DASH reduce la presión arterial, pero es probable que el potasio desempeñe un papel importante, dijo Lawrence Appel, profesor de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, quien ayudó a diseñar la dieta.

¿Qué sugiere la ciencia?
La dieta DASH se describió y probó por primera vez en un ensayo clínico publicado en el New England Journal of Medicine en 1997. En él, 459 adultos con presión arterial normal o alta siguieron durante tres semanas una dieta típica estadounidense, relativamente baja en fruta, verdura y productos lácteos y rica en aperitivos y dulces. A continuación, se les asignó aleatoriamente a una de tres dietas durante ocho semanas: la dieta estadounidense típica; una dieta estadounidense similar pero con frutas y verduras añadidas; o la dieta DASH.

Los investigadores descubrieron que quienes seguían la dieta DASH presentaban reducciones de la presión arterial significativamente mayores que quienes seguían las otras dietas. Los que seguían la dieta estadounidense con frutas y verduras adicionales también disfrutaban de reducciones de la presión arterial, aunque en menor medida.

Según dijo Appel, los beneficios fueron especialmente sorprendentes para los hipertensos: estas reducciones coincidían con las observadas al tomar medicamentos para bajar la presión.

Y los beneficios se mantuvieron a pesar de que las dietas contenían unos 3000 miligramos de sodio al día, mucho más que el límite de 2300 miligramos sugerido por las directrices federales.

En un ensayo de seguimiento de un grupo similar de personas publicado en 2001, el equipo descubrió que tanto la dieta DASH como las versiones con menos sodio de la dieta típica estadounidense —con 1150 o 2300 miligramos de sodio al día— eran eficaces para reducir la presión arterial. Pero la presión arterial de los participantes fue la más baja cuando combinaron los dos tratamientos en una dieta DASH baja en sodio.

Desde entonces, más de dos decenas de ensayos clínicos han confirmado la notable capacidad de la dieta DASH para reducir la presión arterial. Las investigaciones también sugieren que las dietas vegetarianas, bajas en carbohidratos y mediterránea pueden reducir la presión arterial, pero la dieta DASH está respaldada por la mejor evidencia, señalaron la Asociación Estadounidense del Corazón y el Colegio Estadounidense de Cardiología en sus directrices de 2017.

Para bajar la presión arterial, es “el camino a seguir”, dijo Crystal Tyson, nefróloga y especialista en hipertensión de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke.

Y también tiene beneficios más allá de la reducción de la presión arterial, dijo Juraschek. Las investigaciones sugieren que la dieta DASH —incluso si no se sigue al pie de la letra— se asocia a un menor riesgo de padecer afecciones como cardiopatías, ictus, diabetes de tipo 2, enfermedades renales, algunos tipos de cáncer y deterioro cognitivo, dijo.

¿Cómo puedo empezar a seguirla?
Como ocurre con cualquier dieta, adoptarla puede resultar abrumador, dijo Tyson. Recomendó que se empiece por buscar un plan de comidas fiable en internet o un libro de cocina sobre la dieta.

Y tenga en cuenta que hay margen para la flexibilidad, añadió Tyson. En un ensayo realizado en 2005 con 164 personas, Appel y su equipo descubrieron que quienes seguían versiones de la dieta más ricas en proteínas o grasas saludables tenían las mismas probabilidades de reducir la tensión arterial que quienes seguían la dieta original. Si no te gustan o no toleras los productos lácteos, dijo Tyson, concéntrate en los otros grupos de alimentos.

La mejor forma de cambiar la dieta es empezar poco a poco, añadió. Quizá debas añadir solo una ración de fruta o verdura a una comida al día durante una semana, como un plátano con yogur o espinacas salteadas con huevos. A la semana siguiente, podrías aumentar a dos raciones. O puedes probar a picar un puñado de frutos secos dos veces por semana, sugiere Tyson.

“Empieza a comer”, dijo. “Algo es mejor que nada, y no tienes que ser perfecto”.

viernes, 11 de octubre de 2024

Anatomía del amor súbito

Lo que separa al amor romántico del deseo y el apego es su naturaleza obsesiva. Se nota especialmente en tiempos de la red social

Decía Helen Fisher que el amor es un mecanismo biológico que ha evolucionado en nuestro cerebro para facilitar la reproducción y la supervivencia de la especie. Que el humano está programado para enamorarse y que hay tres clases de programas, conducidos por hormonas distintas: el deseo, el amor romántico y el apego.

El deseo sexual se activa con testosterona y estrógenos y su objetivo inmediato es la gratificación física. Es el fácil. 

El apego funciona con oxitocina y vasopresina, dos hormonas/neurotransmisores que se liberan con un contacto físico sostenido en el tiempo y no necesariamente sexual. Uno sirve para tener hijos y el otro para mantener los vínculos a largo plazo y garantizar el cuidado compartido de la camada, premiando el cariño y la familiaridad. Muchas de las complicaciones habituales en las relaciones entre humanos es que podemos sentir deseo sin apego y apegarnos a alguien a quien ya no queremos atravesar cada minuto del día y de la noche. La falta de sincronización entre el deseo y el apego es la base de casi todas las comedias románticas

El programa más complejo, peligroso y transformador es el amor romántico. Ese pedazo de onda. Ese culebrón.

Fisher no creía que el amor romántico fuera una construcción social que refuerza roles de género tradicionales. Tampoco es un fenómeno cultural, porque todas las culturas humanas lo han experimentado de forma muy parecida. Es una descarga de dopamina y norepinefrina en el cerebro que alcanza al portador desprevenido como un rayo camino de Damasco, y lo transforma en el mesías de una nueva religión. Un caso de sumisión química, donde un grupo de neuronas agazapadas en una región del mesencéfalo llamada área tegmental ventral empieza a producir dopamina, y a distribuirla en los barrios vulnerables del cerebro, como el núcleo accumbens y la corteza prefrontal.

Lo que sigue es un estado alterado de euforia impredecible, energía incontrolable y obsesión monomaníaca, que se multiplica retroalimentado por la obsesión paralela del otro y los consume a los dos. La reciprocidad convierte el flechazo en una alucinación compartida, una secta de dos. Esta psicosis opera la misma serie de circuitos neuronales que el deseo, el apego y la recompensa. La dopamina y la norepinefrina no son las moléculas del placer. Son la droga de la adicción.

Lo que separa al amor romántico del deseo y el apego es su naturaleza obsesiva. Se nota especialmente en tiempos de la red social. Un nuevo oráculo invade tu vida con sus acertijos simples: “Activo hace 17 minutos”, “Activo ahora”, “X liked your story”, etcétera. Es la manifestación más aguda de la trilogía negra del flechazo: dependencia emocional, ansiedad de separación y frustración de la atracción; un concepto que Fisher se inventó para describir la violenta agonía de esperar una llamada que no llega, un mensaje que no se contesta, el agravio explosivo de la conversación intensa que termina de forma unidireccional. En ese estado alterado de conciencia, todo tiene significado. Los hilos que os conectan son visibles a plena luz. Todos los libros son sobre vosotros. Todas las canciones eran sobre ti. Todas las puertas y ventanas están abiertas al mismo tiempo. Pero ni siquiera Helen Fisher podría haber dicho cuál de las dos cosas tenía delante: el fuego que salva o un incendio destructor.

jueves, 10 de octubre de 2024

Malcolm Gladwell no se aferra a sus ideas. Y cree que tú tampoco deberías hacerlo

Malcolm Gladwell standing in a flower garden with his hands in his pockets.
Veinticinco años después de escribir el éxito de ventas “El punto clave”,  Malcolm Gladwell lanza un nuevo libro en el que cuestiona sus famosas teorías y resalta la necesidad de saber cambiar de opinión.

Malcolm Gladwell, autor de best-sellers, tiene una oficina en una tranquila calle de Hudson, Nueva York, donde se sienta en un escritorio bajo un póster de Mao Zedong, el antiguo líder comunista de China. ¿Por qué? ¿Quizá para señalar que las ideas pueden ser peligrosas? No, no hay ninguna razón en particular. También hay otros dos carteles comunistas chinos en la pared. “Los encontré en internet por unos 10 dólares”, dijo Gladwell, de 61 años. “Simplemente, me parece divertido”. Gladwell, quien ha pasado su carrera empapado de ideas y traduciendo la investigación en ciencias sociales en utilidad cotidiana, dice que no se toma sus propias ideas demasiado en serio. Pero otros sí lo hacen. 

Su primer libro, El punto clave, causó sensación cuando se publicó en 2000. El libro explicaba cómo algo ordinario —ya fuera un zapato (los mocasines Hush Puppies), un comportamiento (el robo) o una idea (“vienen los británicos”)— se extiende tanto que se convierte en epidemia. Los expertos en negocios, los líderes políticos y los luchadores comunes de ambos campos lo trataron como una Biblia, extrayendo de él ideas sobre cómo difundir sus propios productos y lanzamientos. Hoy, las escuelas de negocios han bautizado programas de liderazgo con el nombre de la obra de Gladwell, y muchos empresarios citan su famosa regla de que el verdadero logro tiene un costo: 10.000 horas de práctica.

En octubre publicará un nuevo libro, Revenge of The Tipping Point (La venganza del punto de inflexión). Gladwell cree que El punto clave se hizo muy popular porque encajaba con el optimismo de finales de la década de 1990; describía cómo crear un cambio positivo en un momento de potencial positivo, con el fin de la Guerra Fría y el descenso de la delincuencia. (El libro promovía la teoría policial de las “ventanas rotas”, que sugería que la forma de prevenir los grandes delitos era vigilar estrictamente los pequeños, una noción que dio lugar a prácticas policiales que muchos consideran ahora discriminatorias).

Revenge of The Tipping Point da la vuelta a la idea del primer libro y examina las fuerzas que impulsan las epidemias negativas, que a él le parecen más acordes con nuestro momento actual.

Gladwell sostiene que las epidemias —por ejemplo, una oleada de atracos a bancos— están determinadas por lo que él denomina “sobrehistoria”, es decir, el conjunto de reglas o normas que estructuran una comunidad determinada. (Un atracador de bancos con éxito en Los Ángeles, por ejemplo, es propenso a inspirar más). Explora el papel de los “superdifusores”, las personas mejor situadas para encender un comportamiento o una idea. Y examina cómo las proporciones de población conforman las comunidades; la dinámica de grupo tiende a mantenerse estable cuando las perspectivas minoritarias representan aproximadamente un tercio del tamaño total, lo que él llama “la ley del tercio mágico”.

Hablé con Gladwell sobre su carrera y su nuevo libro, en el que abundan las teorías llamativas, como en su pódcast Revisionist History. Esta entrevista ha sido editada y condensada.

Escribiste en David y Goliat, tu libro de 2013, sobre los beneficios de estar en desventaja. Al principio, estabas en desventaja, y ahora eres un periodista estrella. ¿Cómo altera eso la experiencia de emprender un nuevo proyecto?

Significa menos de lo que pensaba. La forma en que hago mi trabajo no ha cambiado. Sigo haciendo todos mis reportajes e investigaciones. Es la misma manera en que trabajaba cuando tenía 20 años. Pero sí significa que es más fácil que la gente me devuelva las llamadas.

¿Existe una cualidad de estar en desventaja en el hecho de asumir un riesgo creativo?
En este momento me resulta difícil imaginarme a mí mismo en desventaja. No sé si la idea de David y Goliat encaja en el mundo del periodismo. No creo que tengamos el poder que tienen los ejércitos. Nuestro poder es tan amorfo, vago, endeble y contingente.

¿No es el poder de la audiencia?
Supongo que sí, en cierto modo. Pero nunca me he hecho la ilusión de que el público me pertenezca, ni creo que me siga en el sentido de que lo esté convirtiendo a mis ideas. Lo divertido de leer uno de mis libros no es convertirse a una forma de pensar. Lo divertido es conocer una idea nueva, jugar con ella y decidir si te gusta, ¿no?

Tenemos una lectura de mesa el jueves para un episodio de pódcast que es una crítica de El punto clave, del capítulo sobre el crimen.

¿El capítulo de las “ventanas rotas”?
Sí, es como: “Estaba equivocado. Aquí está lo mal que me equivoqué. He aquí por qué me equivoqué”.

La idea de que el crimen era una epidemia y que el comportamiento criminal era contagioso es correcta. Pero la idea de que las ventanas rotas y parar y cachear eran la respuesta correcta a un contagio es completamente falsa.

¿Qué se siente revisar los trabajos que publicaste, que sin duda tuvieron un efecto en quienes toman decisiones de políticas, y pensar: “Estoy completamente en desacuerdo con mi yo del pasado”?
No tengo grandes dudas a la hora de decir que estaba equivocado. Si estás leyendo un libro que tiene 25 años, las cosas deben estar mal. Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años, algo te pasa.

Si reescribieras ahora el capítulo de las “ventanas rotas”, ¿cuál sería la conclusión?
Acabo de ir a Filadelfia a pasar un rato con quienes están haciendo de verdad “ventanas rotas”, literalmente “ventanas rotas”. Lo que pasa con las ventanas rotas es que no es una metáfora. Lo estaba tratando como una metáfora. No, no, no. Se trata literalmente de arreglar ventanas rotas.

Este es un grupo que limpia terrenos baldíos. Han limpiado miles de terrenos baldíos en Filadelfia. Y han medido la disminución de la delincuencia, mejoras en la salud mental.

¿Así que tu conclusión sería que no se trata de vigilar delitos menores para prevenir delitos mayores, sino de embellecer los entornos construidos?
Hay dos ideas. Una idea, que presenté en Hablar con extraños, es la vigilancia de precisión. La delincuencia disminuye cuando la policía comprende que su poder no es un instrumento contundente. Parar y cachear era un instrumento contundente. La policía de precisión dice que eso es estúpido. Estás alienando a la misma comunidad a la que intentas ayudar.

La otra parte es tratar las ventanas rotas como un factor literal, no como una metáfora.

¿Cómo equilibras tu papel de narrador y de traductor de los resultados de las ciencias sociales a personas poderosas que quieren actuar en consecuencia?
Es complicado. Creo que el mayor problema —y es algo en lo que soy mucho mejor ahora que cuando empezaba— es comprender que hay que comunicar la incertidumbre. Está bien tener una idea hermosa que presentar a la gente y ayudarles a entender cómo funciona el mundo. Pero creo que hay que comunicar la idea de que podría estar equivocada. No estamos presentando un hecho. Estamos jugando con una idea.

Yo no soy muy firme en mis ideas, y pienso que es importante que quien escriba sobre ideas recuerde a sus lectores que no deben serlo.

“Si no reconoces que el mundo ha cambiado en 25 años”, dijo Gladwell, “algo te pasa”. Credit...Peter Fisher para The New York Times Has escrito sobre cómo influye el contexto social en el comportamiento. 

¿Qué influye en nuestro contexto actual para que en Revenge of The Tipping Point quieras analizar qué impulsa un cambio social negativo?
El libro se enmarca en la crisis de los opioides. Estamos hablando de más de 100.000 muertes al año por sobredosis, una cifra asombrosa, alucinante.

Pensarías que es de lo único de lo que estaríamos hablando.

Presentas teorías interesantes sobre lo que aceleró la crisis de los opioides. Describes a los médicos “superdifusores” que, cortejados por las empresas farmacéuticas, recetaron un gran número de opioides; examinas la variación de los niveles de sobredosis entre los estados que exigían a los médicos hacer copias adicionales de sus recetas y los que no lo hacían.

Pero, ¿qué hay de factores como la avaricia empresarial, la falta de regulación federal, las comunidades susceptibles a la adicción debido a la devastación económica y los sentimientos de abandono? ¿Cómo entiendes el papel que desempeñaron todas esas otras variables?
Era consciente de que estaba escribiendo un capítulo y no un libro. También era consciente de que no soy el primero en escribir sobre esto. Antes que yo, se han publicado libros realmente asombrosos sobre los opioides. Así que quería aportar algo más.

En este tipo de libros, nunca se puede contar toda la historia. Hay que elegir los aspectos en los que se cree que hay más posibilidades de hacer avanzar los conocimientos de la gente. Por ejemplo, la idea de que la crisis de los opioides no era nacional, que había una “variación en áreas pequeñas” significativa, me parece realmente interesante. La idea de que la inmensa mayoría de los médicos que recetaron analgésicos lo hicieron de forma ética. Así que no se trata de una acusación contra la profesión médica. La profesión médica hizo su trabajo. Un pequeño grupo de marginados fue identificado y atacado por una empresa farmacéutica rapaz.

Una cosa que ha cambiado desde El punto clave es que ahora tienes hijos. ¿Tienes en cuenta los resultados de sus investigaciones a la hora de educar a tus hijos? Por ejemplo, has escrito que cuando los adolescentes deciden a qué universidad ir, deberían elegir ser un pez grande en un estanque pequeño en lugar de un pez pequeño en una gran escuela de élite.
Les he dicho a todos mis amigos que estoy totalmente dispuesto a ser un hipócrita en todas estas cuestiones. Opinaba sobre la paternidad antes de ser padre. Ahora que soy padre, no creo que vuelva a opinar sobre la paternidad.

¿De verdad? Si tus hijos quisieran ir a Brown, no dirías: “No, espera…”
Lo primero que te das cuenta es que no es tu decisión. Incluso ahora, que mis hijos son muy pequeños, la mayoría de las cosas que hacen, creo que es mi decisión, pero en realidad no lo es.

¿Pondré mi propio deseo narcisista de ver a mis hijos triunfar o posiblemente triunfar por delante de su propio bienestar? Tal vez. Solo pienso que tienes que reconocer tu propia fragilidad como persona y como padre.

Empezaste tu carrera en un mundo mediático muy diferente. Tenías un estilo narrativo que consistía en presentar grandes ideas y vincularlas a historias, a pruebas. El consumo de medios ha cambiado mucho. Estamos viendo este aumento del antiexperto: la gente adora a Joe Rogan, obtiene sus noticias de TikTok. 

¿Cómo afecta la aceptación de la antiexperiencia al modo en que el público recibe tu trabajo?
Me cuesta creer que estemos en un momento de antiexperiencia. No me lo creo. No soy un oyente habitual de Joe Rogan. De hecho, me comprometí a escuchar un episodio con Andrew Huberman. [Huberman es un neurocientífico de Stanford que presenta un popular pódcast] Supongo que es polémico, no tengo ni idea.

Me pareció un gran episodio. Rogan dejó que alguien que sabe sobre el cerebro y el desarrollo humano viniera a su programa y hablara durante dos horas. Eso es lo contrario de anti-experiencia. Y Rogan lo hace semana tras semana: invita a su programa a quien sabe algo y lo deja hablar. A veces no estoy de acuerdo con la persona que tiene en su programa, pero otras veces aprendo mucho. Es un modelo de consumo diferente para encontrar expertos, pero no es anti-expertos.

Pero también lleva a gente cuyas ideas van completamente en contra del consenso médico, ¿no?
Trae a quien tiene algo que decir y lo deja hablar largo y tendido. Mientras que en el mundo de los medios de comunicación con el que crecí, queríamos a alguien que fuera un guardián e hiciera una curaduría. Él no hará eso.

La gente quiere cada vez más experiencia sin curaduría. ¿A veces eso crea problemas? Sí, mucha gente no se vacunó contra la covid y murió por ello. Eso es muy desafortunado. Soy plenamente consciente de lo que ocurre cuando dejas que florezcan mil flores. [Ahí está Mao, o al menos un eco de él, otra vez]. Pero también soy consciente de que a veces hay algo hermoso en el hecho de que estemos abriendo el acceso a la gente como nunca antes lo habíamos hecho.

En la reseña que Steven Pinker hizo de uno de tus libros, escribió que “cuando la educación de un escritor sobre un tema consiste en entrevistar a un experto, es propenso a ofrecer generalizaciones banales, obtusas o rotundamente erróneas”. Diste una respuesta convincente en tu blog. Parece que su crítica se refería a la tensión entre el trabajo de un escritor y el de un científico social.

Siempre tengo noticias de quienes han leído libros míos y han tomado ideas y las han hecho suyas de una determinada manera. Volviendo a El punto clave original, mucha gente que pensaba en el problema de cómo dar a conocer algo o hacer cambiar de opinión a la gente se fijó en ese libro. No lo trataron como un libro de instrucciones. Pero vieron en ese libro ideas que les ayudaron a dar forma a sus propias estrategias. Y eso me parece hermoso.

Escribes que los grupos funcionan bien cuando “un grupo de personas ajenas al grupo” alcanza un cuarto o un tercio del tamaño total del grupo. Lo llamas “la ley del tercio mágico”. ¿Por qué llamarla ley? Dado que tienes ideas vagas.
Es por diversión. Quiero decir, yo no lo llamo una ley con mayúsculas.

Hay dos cosas aquí. Estás confundiendo la aplicación y el principio. Parece que en varios contextos, la dinámica del grupo cambia cuando una voz disidente alcanza el 30 por ciento. Me parece bien decir que hay algo realmente interesante en “un tercio”. Eso no significa que se pueda aplicar en todos los casos, ¿verdad? Lo difícil es decir: “Bien, ¿cuándo se aplica este principio?”. Lo que me encantaría ver es más experimentación. Hagamos un estudio aleatorio sobre lo que ocurre si agrupas a los grupos minoritarios en las aulas en torno al 30 por ciento.

Ese es el objetivo del libro, dar a la gente la sensación de que el mundo que te ha tocado no es el mundo con el que tienes que conformarte.

miércoles, 9 de octubre de 2024

Las 5 señales que podrían indicar síntomas de demencia.

An illustration of a man's head in profile on a red background. Above the head are five floating panels containing: money flying away, a car layered on top of a spiral, a bed with a pair of tired eyes hovering above, a nose with a cancellation sign over it and a pair of tragedy and comedy masks.
Credit...Cristina Daura

En los tipos de demencia en los que el olvido no es el síntoma principal hay signos que pueden indicar cambios cerebrales tempranos, según los expertos.

Pasar por semáforos en rojo. Caer en estafas. Alejarse de los amigos.

La pérdida de memoria es el síntoma más conocido de la demencia, sobre todo de la enfermedad de Alzheimer. Pero los expertos dicen que hay otras señales de alarma que pueden indicar cambios cerebrales tempranos, que son muy importantes en aquellos tipos de demencia en los que el olvido no es el síntoma principal.

Al igual que los lapsus de memoria ocasionales, estos problemas también pueden atribuirse a otros cambios relacionados con la edad o la salud (o simplemente a un mal día), por lo que los expertos subrayan que no son necesariamente señales de demencia aisladas. Pero, cuando se combinan, podrían ser una señal de que es hora de ver a un médico.

1. Problemas económicos
Las personas con demencia pueden tener problemas de dinero o ver afectada su solvencia años antes de que aparezca la pérdida de memoria u otros síntomas cognitivos. Pueden olvidarse de pagar las facturas, por ejemplo, o no ser capaces de ceñirse a un presupuesto.

“Una de las razones por las que la mala gestión financiera puede ser un indicador sensible es su complejidad”, porque implica la interacción de varias regiones cerebrales, dijo Winston Chiong, profesor de neurología de la Universidad de California en San Francisco. En consecuencia, las finanzas pueden ser una de las primeras áreas en las que empiezan a aparecer grietas en la cognición de una persona.

La toma de decisiones financieras erróneas preocupa especialmente a quienes padecen demencia frontotemporal, una forma relativamente rara de demencia en la que el juicio se ve afectado en una fase muy temprana de la enfermedad. Algunas personas con esta enfermedad pueden hacer compras grandes e impulsivas. Otras pueden confiar en personas en las que normalmente no lo harían, lo que aumenta el riesgo de estafa.

“Las personas con demencia frontotemporal son menos sensibles a las posibles consecuencias negativas”, dijo Chiong. Debido a esto, pueden tener una mayor “susceptibilidad a diferentes tipos de manipulación”, o pueden ser “más propensos a ser derrochadores o descuidados con el dinero”.

2. Problemas de sueño
Los trastornos del sueño pueden volverse más comunes a medida que la gente envejece, y los adultos mayores tienden a tener un sueño más ligero y a acostarse y despertarse un poco antes de lo que solían hacerlo, lo cual es completamente normal. Pero si se producen cambios drásticos en los hábitos de una persona, como empezar la mañana a las 3:00 a. m. o ser incapaz de mantenerse despierta durante el día, puede ser un signo de demencia.

“Algunas de las regiones del cerebro, como el tronco encefálico, que son muy importantes para regular los ciclos de sueño y vigilia, son las primeras que se ven afectadas por la enfermedad de Alzheimer”, dijo Joe Winer, profesor de neurología y ciencias neurológicas de la Universidad de Stanford. “Así que años antes de que alguien presente cualquier signo de síntomas de memoria”, puede experimentar cambios en sus patrones de sueño.

Un cambio que puede ocurrir específicamente con la demencia con cuerpos de Lewy —otro tipo de trastorno cerebral progresivo— es que una persona puede empezar a representar sus sueños. Lo mismo ocurre con la enfermedad de Parkinson, que está relacionada con la demencia con cuerpos de Lewy. Normalmente, nuestros músculos se paralizan durante la fase REM, que es cuando solemos tener los sueños más vívidos. Pero en estos dos trastornos neurodegenerativos, unas proteínas tóxicas atacan las células del tronco encefálico que controlan la parálisis del sueño.

Ronald Postuma, profesor de neurología y neurocirugía de la Universidad McGill, dijo que esta condición, llamada trastorno del comportamiento del sueño en fase REM, no es solo caminar o hablar dormido. En su clínica, los pacientes suelen acudir después de que su “compañero de cama les haya dicho que les estaban pegando, gritando, chillando durante sus sueños”.

3. Cambios de personalidad
En un estudio publicado el año pasado, los investigadores descubrieron que las personas con demencia experimentaban ligeros descensos en extroversión, agradabilidad y concienciación antes de mostrar signos de deterioro cognitivo. Esos cambios de personalidad se aceleraban a medida que aparecían más síntomas de demencia, dijo Angelina Sutin, profesora de ciencias del comportamiento y medicina social de la Universidad Estatal de Florida, quien dirigió el estudio.

Aunque la investigación se llevó a cabo mediante un test de personalidad estandarizado, hay algunos cambios en el comportamiento cotidiano a los que se puede estar atento. Una disminución de la extroversión, por ejemplo, puede parecerse a una persona más retraída o a un estrechamiento de su círculo social.

Puede ser más fácil darse cuenta de que alguien “ya no sale con tanta frecuencia que reconocer cuánto ha disminuido su memoria”, dijo Sutin.

Algunos de estos cambios de personalidad pueden producirse espontáneamente, como consecuencia de los daños cerebrales. En el caso de la demencia frontotemporal, por ejemplo, la disminución de la simpatía, que hace a la persona menos confiada y amistosa, está relacionada con la disminución del volumen cerebral en el córtex frontal, un componente clave de la enfermedad.

Otras veces, los cambios pueden surgir a causa de los síntomas cognitivos. Por ejemplo, una persona con alzhéimer puede parecer menos concienzuda, ser cada vez más desorganizada o tener dificultades para completar tareas laborales o domésticas a medida que su memoria declina.

4. Dificultades para conducir
Junto con el manejo de las finanzas, conducir es uno de los comportamientos cognitivos más complejos que las personas realizan a diario. Ganesh Babulal, profesor asociado de neurología de la Universidad de Washington en San Luis, ha demostrado en sus investigaciones que los problemas al volante pueden manifestarse años antes que en otros lugares.

Conducires la mezcla definitiva del sistema cognitivo”, dijo Babulal. “Y si hay algo que no funciona, desafortunadamente el conductor deja de tener el control y corre el riesgo de sufrir un accidente o una colisión”.

El deterioro cognitivo puede manifestarse en forma de arañazos en el coche, en un choque menor (o casi uno) o en saltarse las señales de parar o los semáforos. La gente también puede frenar o acelerar de repente o tomar las curvas demasiado rápido. Como consecuencia, dijo Babulal, puede que dejen de conducir tanto —sobre todo de noche, con mal tiempo o en hora pico— o que se sientan reacios a conducir con nietos u otros pasajeros en el coche.

Por supuesto, otros problemas físicos que pueden aparecer con la edad, como problemas de visión, neuropatías o efectos secundarios de la medicación, pueden afectar a la conducción. Pero si notas cambios preocupantes en la capacidad de alguien, quizá valga la pena tener la “conversación de la llave del coche”.

5. Pérdida del olfato
Las partes del cerebro que controlan el olfato, conocidas como sistema olfativo, se encuentran entre algunas de las primeras áreas dañadas en la enfermedad de Alzheimer y la demencia con cuerpos de Lewy; también es el caso de la enfermedad de Parkinson. Muchas personas con estas enfermedades empiezan a perder el sentido del olfato años, o incluso décadas, antes de que aparezcan otros síntomas.

A diferencia de la pérdida de audición y visión, que pueden ser factores de riesgo de demencia, pero no se cree que estén causadas por la enfermedad en sí, la pérdida de olfato parece ser una de las manifestaciones más tempranas de la neurodegeneración.

Los distintos tipos de enfermedades cerebrales parecen afectar al sentido del olfato de las personas de maneras diversas. Por ejemplo, las personas con alzhéimer tienden a ser capaces de detectar un olor, pero pueden identificarlo erróneamente. “Dicen: ‘Qué olor tan agradable. Huele tan dulce. Debe ser gasolina’”, dijo Postuma. Por el contrario, añadió, los que padecen Parkinson y demencia con cuerpos de Lewy suelen serescépticos de que están percibiendo un olor”.

Dana G. Smith es reportera del Times que cubre la salud personal, en particular el envejecimiento y la salud del cerebro. Más de Dana G. Smith

martes, 8 de octubre de 2024

¿Qué le debe el PSOE a Marruecos? (II) Cuando parecía que no podían caer más bajo, cuando parecía que era imposible hacerlo peor, nos han vuelto a sorprender

Me pregunto qué pensarán todos esos alcaldes de bufanda roja, todos esos socialistas de base que se desvivieron por los saharauis en sus pueblos y viajaron hasta los campamentos de refugiados para llevar placas solares

Agustín Jiménez era el alcalde de Noblejas cuando yo era niña y llevaba siempre una bufanda roja. Cuando les pregunté a mis padres que por qué, me respondieron que porque era socialista. Aquello contradecía un mantra que oía en casa, “que el PSOE ya no era ni socialista ni obrero”, fórmula a la que años más tarde yo misma añadiría que tampoco español, pues hace tiempo que asumieron que quien manda aquí no duerme en La Moncloa sino en Bruselas, la City o Washington. Pero si mis padres decían que Agustín era socialista y no “del PSOE”, igual es porque lo era de verdad.

Era uno de esos alcaldes de los que se dice que “hizo mucho por el pueblo”, pero no solo por el suyo: también era el encargado del proyecto “Vacaciones en Paz” en Noblejas, gracias al cual muchos tuvimos la oportunidad de acoger niños saharauis. Fue por Agustín que compartí infancia, habitación y juegos durante varios veranos con Fatma y Lehbib, que en septiembre volvían a los campamentos de refugiados en los que habían nacido y en los que, si nadie lo evita, nacerán también sus nietos.

Hasta allí viajó Felipe González en el 76, y les dijo a los saharauis que “su partido estaría con ellos hasta el final”. Décadas más tarde, el presidente del Gobierno más progresista de la galaxia, que en sus propias palabras pasará a la historia por haber exhumado a Franco, le llevó flores a la tumba del genocida Hassan II.

Unas semanas después, el PSOE se ha quedado solo en el Congreso votando en contra de otorgarle la nacionalidad a los saharauis nacidos bajo la soberanía española. Unas semanas antes, habían votado junto a Le Pen en el Parlamento Europeo contra una resolución que pedía libertad de expresión en Marruecos y denunciaba la posible participación del régimen alauí en una trama de sobornos para ganar peso en las instituciones europeas. Pero no es lo único que huele a podrido en Dinamarca: también están las declaraciones de la exministra María Antonia Trujillo defendiendo que Ceuta y Melilla son marroquíes o, sobre todo, la traición del PSOE a los saharauis, con las cesiones primero de Zapatero y luego de Sánchez respecto a su tierra.

A los socialistas parece haberles entrado de pronto un ataque de realpolitik, esa que no aplican en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Se ve que Mohamed VI no es un tirano, que hablar del Gran Marruecos —donde se incluirían, por cierto, las ciudades autónomas y Canarias— es menos grave que mentar la Gran Rusia, que invadir el Sáhara no es tan terrible como invadir Ucrania, porque al Polisario nadie le manda tanques.

La postura de PSOE frente a Marruecos la resumió López Aguilar: “Hay que tragar sapos si hace falta”, dijo hace nada. Aunque esos sapos incluyan tolerar el chantaje, contravenir a la ONU, hacer la vista gorda ante las torturas del sultanato, felicitarlos por matar inmigrantes en la frontera o besar las babuchas de su casta califal golfa, esa que cuelga nuestra bandera al revés.

Escuchando a los líderes de su partido me pregunto qué pensará Agustín Jiménez y qué pensarán todos esos alcaldes de bufanda roja, todos esos socialistas de base que se desvivieron por los saharauis en sus pueblos y viajaron hasta los campamentos de refugiados para llevar placas solares. Y me pregunto, también y como tantos otros, ¿qué le debe el PSOE a Marruecos?

Cuando parecía que no podían caer más bajo, cuando parecía que era imposible hacerlo peor, nos han vuelto a sorprender

En 2016 viajé a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf. Lo hice para reencontrarme, casi veinte años después, con Fatma y Lehbib, los niños que pasaron varios veranos en mi casa cuando también yo era una niña. Lo hicieron gracias al programa Vacaciones en paz, que cada año permite que cientos de familias españolas acojan niños saharauis.

Del desierto me traje algunas cosas. Un poema de Marcos Ana en la cabeza —ese que dice “recítame un horizonte/ sin cerradura y sin llave”—, un par de collares de dátiles, una conversación sobre Dios al caer la tarde que incluso a mí, entonces atea, me conmovió, las manos pintadas de henna, mucha rabia y un dibujo hecho por la que, durante mi estancia allí, se convirtió en mi guía: la pequeña Fatma, sobrina de Fatma y Lehbib. En la hoja arrancada de un cuaderno, la niña pintó una jaima como en la que dormíamos cada noche. Y, sobre ella, dos banderas: de un lado, la saharaui, del otro, la española. Debajo escribió su nombre y el mío.

Con cada traición del PSOE a ese pueblo hermano vuelvo a ese dibujo, al pasaporte español que me enseñó un anciano saharaui con acento cubano (qué extrañas las terribles dictaduras que se empeñan en ayudar a pueblos aún más pobres que ellos) y al cariño con el que todos en los campamentos me hablaban de España. Así que he vuelto unas cuantas veces en los últimos años: cuando Sánchez le llevó flores a la tumba de Hassan II, cuando tomó partido por Marruecos, contraviniendo a la ONU, en el conflicto con los saharauis, cuando el PSOE se quedó solo en el Congreso votando en contra de otorgarle la nacionalidad a los saharauis nacidos bajo la soberanía española o cuando votaron junto a Le Pen en el Parlamento Europeo contra una resolución que pedía libertad de expresión en Marruecos.

Y cuando parecía que no podían caer más bajo, cuando parecía que era imposible hacerlo peor, nos han vuelto a sorprender: en esta ocasión, negándoles el asilo a más 40 saharauis perseguidos por el reino marroquí. Llevan más de una semana en la sala de inadmitidos de Barajas y entre ellos hay dos niños de uno y dos años y un enfermo. Como destacó Ione Belarra, es incomprensible que en el país que ha acogido a 210.000 ucranios en los últimos dos años o a 40.000 venezolanos, entre ellos Leopoldo López, no haya hueco para estos 40 saharauis.

Cuando Fatma vino a mi casa, en el noventa y pico, era un poco más mayor que los dos niños de Barajas y estaba enferma: tenía una afección ocular que le causaba estrabismo. Nada más llegar, mis padres la llevaron a una oftalmóloga, que les dijo que había que operarla. Al contarle el caso, la doctora se ofreció a renunciar a su salario y cobrarles únicamente las costas de la clínica. La factura fue de 200.000 pesetas, que terminó pagando el Ayuntamiento de Noblejas en otro bonito gesto de solidaridad.

Su alcalde, Agustín Jiménez, llevaba siempre una bufanda roja, según decían mis padres cuando les preguntaba, “porque era socialista”. Con cada traición del PSOE también me acuerdo de él. De todos esos votantes y militantes que, como Agustín, viajaron a Tinduf o promovieron la acogida de niños saharauis desde sus ayuntamientos. Y me pregunto cómo es posible que una niña de seis años que ha crecido en una cárcel de arena, dos carteros como mis padres, una oftalmóloga o un alcalde de pueblo comprendan mejor lo que significamos los españoles para los saharauis y viceversa que las élites del Gobierno más progresista de la Galaxia.