viernes, 17 de enero de 2025

El gobierno de los millonarios. Por vez primera, los dueños de inmensos monopolios, digitales o no, han llegado directamente al poder político para defender sus intereses

Uno. Hace muchos años, a mediados del siglo XIX, el multifacético pensador de Tréveris, un tal Karl Marx, llevado de su acendrado espíritu crítico, sostuvo que los gobiernos eran los consejos de administración de los intereses de la burguesía en su conjunto. Quizá cuando fue escrita esa frase respondía o reflejaba buena parte de la realidad, pero con el paso del tiempo y la evolución de las luchas sociales y políticas acabó perdiendo virtualidad. Sólo tenemos que pensar que a mediados del XIX no existía el sufragio universal —las mujeres tenían vetado el derecho al voto y para los hombres todavía funcionaba el voto censitario, esto es el de los pudientes—. Los partidos obreros no habían nacido y las formaciones conservadoras y/o liberales únicamente representaban a las clases propietarias, por lo que aquel dicho o reflexión pudo tener sentido. Luego, con la extensión del sufragio a partir de la II Guerra Mundial, y la aparición de los partidos de izquierda a finales del siglo XIX, la situación empezó a cambiar, y, con el tiempo, estos partidos alcanzaron los gobiernos y ya no se podía sostener que representasen los intereses de la burguesía.

Dos. A partir de entonces, los partidos políticos, aunque encarnasen diferentes intereses económicos en función de las clases y sectores en que está dividida la sociedad, no eran una simple nomenclatura mimética de esas clases o sectores, pues las personas no piensan y actúan sólo por apetencias económicas. Por el contrario, les motiva una mayor variedad de causas e impulsos: creencias religiosas y actitudes morales; concepciones ideológicas; sentimientos identitarios; estructuras culturales o costumbres ancestrales. De ahí que, como señala nuestra Constitución en su artículo 6, “los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”. Tan fundamental que sin ellos no existe democracia ni nada que se le parezca. Por eso vengo insistiendo desde hace muchos años en que el ataque sistemático, venga o no a cuento, a los partidos, a los políticos, a la política no son más que acometidas contra la democracia. Desde luego, supone una actitud bien diferente la crítica concreta y razonada sobre decisiones políticas o comportamientos individuales a la genérica descalificación de partidos o políticos como si fuesen una “clase” o “casta” con intereses propios, versión que se ha ido extendiendo como la lepra versión que se ha ido extendiendo como la lepra con gran daño a la democracia.

Tres. Ahora bien, una vez superada la representación estamental, propia del Antiguo Régimen, de base material agraria, y constituidas las naciones a partir de la Revolución Francesa, los partidos políticos se fueron erigiendo en la representación esencial de las democracias como cuerpo intermedio entre la ciudadanía y el poder político. Al tiempo, se fueron creando nuevas instituciones, como las que conforman los diferentes poderes del Estado, los propios medios de comunicación y, al calor de la revolución industrial, las organizaciones sindicales y patronales. Todas ellas con la finalidad, entre otras, de evitar la excesiva concentración del poder en sus diferentes formas y de ir logrando un sano equilibrio en el funcionamiento del sistema. Un proceso que ha venido desarrollándose en las democracias, más o menos avanzadas, que hemos conocido hasta el presente. Unas democracias, por cierto, cuya base material o física, mueble o inmueble, han sido en esencia los objetos, las manufacturas propias de esa revolución industrial con su correspondiente “propiedad de los medios de producción”, adecuada al capitalismo. Sin embargo, lo anterior está empezando a cambiar de forma acelerada como consecuencia de los efectos de la revolución digital si, por ejemplo, somos conscientes de que dicha mutación —inteligencia artificial y otras— todavía está en su más tierna infancia. Y, sin embargo, ya está teniendo consecuencias notables en el funcionamiento de nuestra vida política, ya que su materia prima no son los objetos, sino nosotros mismos y la rapiña de nuestros datos.

Cuatro. Uno de estos efectos, que golpea en el corazón de la democracia, consiste en que fuerzas muy poderosas entienden, en virtud del control que tienen de esas tecnologías, que sus instituciones —partidos, sindicatos, elementos del propio Estado o medios de comunicación— son un estorbo, lo que vengo calificando de jibarización de la democracia. Un ejemplo de lo que expongo está sucediendo en EE UU, a partir del triunfo de Trump/Musk. Una primera manifestación ha consistido en el hecho de que, por vez primera de una manera tan obscena, grandes propietarios o gestores de inmensos monopolios, digitales o no, han accedido directamente al poder político y desde él han expresado, nítidamente, sus intereses particulares. Si uno observa los nombramientos de Trump podrá certificar que no pocos de ellos han recaído en millonarios que pertenecen a los mismos sectores económicos de los que se tienen que hacer cargo políticamente, empezando por Musk. En efecto, las líneas maestras que se desprenden de las intenciones de estos poderosos millonarios se podrían resumir en los siguientes epígrafes: de entrada, estamos ante una Administración de Trump/Musk y no del Partido Republicano, que ha quedado abducido por el magnate y sus amiguetes y familiares, sin necesidad de partidos ni de Consejos de Ministros, pues ellos son la fusión, ósmosis o acoplamiento de la economía y la política. Una deriva harto peligrosa cuyo antecedente europeo, a mucho menor escala, fue la Italia de Berlusconi y ya vemos cómo ha terminado. Luego, en la misma línea, ese eslogan que lanzó Musk, o míster X, el día que ganaron las elecciones, dirigiéndose al público: “Ahora vosotros sois los medios de comunicación”; es decir, yo soy la opinión, pues sobran todos los medios tradicionales —periódicos, radios o televisiones—, porque las redes sociales y algoritmos que yo y mis compinches controlamos somos el pueblo y nos sobra todo lo demás. Si cunde el ejemplo, vamos a pasar de la propiedad privada de los medios de producción a la propiedad privada de las conciencias y opiniones, a través de X, Google o TikTok. De ahí que también se pretenda reducir el Estado a su mínima expresión, labor a la que se dedicarán en el futuro Musk y otro millonario cuando declaran que sobran millones de funcionarios y todas las agencias estatales que se dedican a las pocas labores sociales que hay en EE UU. Si estuviesen en Europa se pondrían las botas. En el fondo, un alarde de anarco-liberalismo-nihilismo, que permita de paso una bajada radical de impuestos que acabe con lo que quede de Estado de bienestar, artefacto que, a juicio de sus más eximios teóricos como Milei y compañía es un robo. Para terminar la faena una pasada por el negacionismo medioambiental, pues no hay que preocuparse si nuestro planeta se va al carajo, ya que según la tesis creacionista de Mayor Oreja y otros algún Creador benefactor nos lo repondrá o incluso nos proporcionara uno nuevo. La conclusión final de todo ello no es otra que, si estas teorías y políticas triunfasen, supondría la evaporación de la democracia social que conocemos y, desde luego, no convendría tentar la suerte y creerse esos estrambotes del creacionismo, no vaya a ser que sean un camelo y sólo se salven los que puedan irse a Marte con Musk y sus conmilitones.

jueves, 16 de enero de 2025

Una luz en la oscuridad: memoria de Carl Sagan

Fuentes: El diario [Imagen: Carl Sagan Planetary Society]


Lo más importante de cuanto nos transmitió Sagan fue la convicción de que la ciencia, a pesar de sus imperfecciones y en gran medida gracias a ellas, es con mucho la más valiosa herramienta de que disponemos para sobrevivir y prosperar como especie

Muchas de las personas que ya contamos con más de 50 años atesoraremos sin duda, entre los más gratos recuerdos de nuestra infancia, adolescencia o juventud, aquella prodigiosa serie de divulgación científica que se titulaba Cosmos, y no pocos guardaremos en casa la lujosa edición en libro del programa televisivo. Lo presentaba y fue también su guionista principal el astrónomo y astrofísico Carl Sagan, quien, de vivir hoy en día, habría cumplido 90 años en este último mes de noviembre.

El nombre completo de la serie fue Cosmos: un viaje personal y, a pesar de que apenas se emitieron trece episodios, se convirtió con pleno merecimiento en uno de los documentales de divulgación más célebres de la historia, si no el que más. En la introducción al libro, el propio Carl Sagan hablaba de cerca de 140 millones de telespectadores en todo el mundo. En 2014 se emitieron otros trece episodios de una continuación que se tituló Cosmos: una odisea en el espacio-tiempo, presentada por el astrofísico Neil de Grasse Tyson y producida, entre otros, por la escritora Ann Druyan, viuda de Sagan que también había sido guionista de la serie original.

Entre los atractivos que con toda seguridad contribuyeron al éxito del primer Cosmos se han de contar su belleza visual y un magnífico fondo musical, con composiciones de Vangelis y Jean-Michel Jarre. Pero su mayor valor radica en la asombrosa capacidad de Sagan para reunir lo esencial del sinfín de conocimientos físicos, astronómicos, matemáticos o filosóficos acumulados por el ser humano a lo largo de la historia y para presentarlo ante el público general de forma a un tiempo clara, amena y rigurosa. No se limitaba a enumerar y exponer hallazgos y principios de la ciencia, sino que nos mostraba cómo se habían gestado y de qué preguntas había partido el camino hacia ellos. Y esto le sirvió para contagiar al espectador, como ningún otro divulgador científico lo ha hecho, el amor por la ciencia (“cuando uno se enamora, quiere contarlo”, escribió), la pasión por aprender, que él siempre creyó innata en todo ser humano. Son los niños, acostumbraba a decir, quienes siguen haciendo las preguntas fundamentales.

Sirviéndose de una cartulina y dos palos, nos explicó de qué modo sencillo y genial había probado el sabio Eratóstenes que la Tierra era esférica en el siglo III antes de Cristo y cómo había sido capaz de medir con admirable precisión el diámetro de su circunferencia. Y explicó a un grupo de escolares, respondiendo a la pregunta de una niña, por qué era precisamente esférica la Tierra y no de otra forma.

En Cosmos oímos hablar muchos por primera vez de los agujeros negros. Se nos enseñó, años antes de que invadiera nuestras vidas el celebérrimo buscador de internet, que “gúgol” (o google) era el nombre que había dado a un número gigantesco, diez elevado a cien, el sobrino de nueve años del matemático norteamericano Edward Kasner, a petición de este. Se nos narró la apasionante búsqueda de la armonía universal que condujo a Kepler a dar con el movimiento de los planetas, gracias a las mediciones de un tipo tan extravagante como Tycho Brahe. Descubrimos el espíritu práctico e indagador de los científicos jónicos (Tales, Anaximandro, Anaxágoras, Demócrito y otros) a los que en los manuales de historia de la filosofía se acostumbraba a menospreciar con la rúbrica conjunta de presocráticos, como si anteceder a Sócrates hubiese sido su único mérito, desconociendo su papel crucial de pioneros del método científico. Entendimos el significado del tesoro perdido con la destrucción de la Biblioteca de Alejandría y oímos hablar, la mayoría de nosotros también por primera vez, de la matemática y astrónoma Hipatia.

Aprendimos que el Sol es una gran bola gaseosa de hidrógeno y helio y supimos de la fascinante vida de las estrellas o los frágiles equilibrios que posibilitan la vida en la Tierra, por los cuales Carl Sagan nos hizo ver la inmensa responsabilidad que como especie adquirimos en su cuidado y conservación. “Sabemos quién habla en nombre de las naciones –escribió-. Pero ¿quién habla en nombre de la especie humana? ¿Quién habla en nombre de la Tierra?” Estremece percatarse de que aún hoy, más de cuarenta años después, seguimos sin poder responder a estas dos preguntas.

Pero lo más importante de cuanto nos transmitió Sagan fue la convicción de que la ciencia, a pesar de sus imperfecciones y en gran medida gracias a ellas, es con mucho la más valiosa herramienta de que disponemos para sobrevivir y prosperar como especie, porque lleva incorporado en su seno el mecanismo por el que se autocorrige. Tiene dos reglas, aseguró en el último capítulo de Cosmos

Primera: no existen verdades sagradas ni sirven los argumentos de autoridad. 

Segunda: hay que revisar todo lo que no cuadre con los hechos. 

De modo similar, Bertrand Russell había escrito en La perspectiva científica que nadie que tenga espíritu científico afirma que lo que en la actualidad cree la ciencia sea exacto, sino un escenario en el camino hacia la verdad. “Cuando se produce un cambio en la ciencia, como, por ejemplo, de la ley de la gravedad de Newton a la de Einstein, lo que se había hecho no es derrocado, sino que es reemplazado por algo un poco más preciso”.

Puede resultar desalentador recordar a un hombre como < en el borrascoso tiempo que nos ha tocado vivir, en el que la irracionalidad reconquista millones de mentes, medran payasadas como el terraplanismo, resurge el nacionalismo más obtuso, poderosos dirigentes políticos se jactan de su ignorancia, se alzan arrogantes teocracias de mentalidad medieval en países sumidos en la miseria y, sobre todo, miles de personas, miles de niños, sucumben en guerras bestiales.

“Lo que significa un ser vivo –escribió Hermann Hesse en el pórtico de su novela Demian-, se sabe hoy menos que nunca, y por eso se destruye a montones de seres humanos, cada uno de los cuales es una creación valiosa y única de la naturaleza”. Y Carl Sagan, en Cosmos: “En la perspectiva cósmica, cada uno de nosotros es precioso. Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias”.

Él no ignoró esta sombría deriva de nuestras sociedades y, poco antes de su muerte en 1996, nos dejó un libro asombroso cuya lectura hoy sobrecoge por la lucidez con que anticipó lo que se nos avecinaba. Lo tituló El mundo y sus demonios y constituye uno de los más emotivos y mejor armados alegatos a favor de la razón que jamás se hayan escrito.

“Preveo cómo será la América de la época de mis hijos o nietos (nosotros bien podríamos sustituir aquí América por Europa): … una economía de servicio e información; casi todas las industrias manufactureras clave se habrán desplazado a otros países; los temibles poderes tecnológicos estarán en manos de unos pocos y nadie que represente el interés público se podrá acercar siquiera a los asuntos importantes; la gente habrá perdido la capacidad de establecer sus prioridades o de cuestionar con conocimiento de causa a los que ejercen la autoridad; nosotros, aferrados a nuestros cristales y consultando nerviosos nuestros horóscopos, con las facultades críticas en declive, incapaces de discernir entre lo que nos hace sentir bien y lo que es cierto, nos iremos deslizando, casi sin darnos cuenta, en la superstición y la oscuridad”.

Es también, a pesar de todo, un libro profundamente esperanzador. El ser humano ha demostrado con amarga contumacia su capacidad para cometer los más escalofriantes actos de crueldad, pero también su capacidad para crear, para tejer redes de solidaridad, para sublevarse contra la injusticia y el alcance inagotable de su curiosidad. Estas últimas facultades son las que invoca Carl Sagan.

La verdad es que, sea cual sea la proporción de optimismo y pesimismo que anide en cada uno de nosotros, si amamos nuestra propia vida y las personas que junto a nosotros la transitan, no nos queda otro remedio. O, para decirlo con el refrán que Carl Sagan coloca al principio de El mundo y sus demonios: “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.

Fuente: 

miércoles, 15 de enero de 2025

10 maneras de cuidar tu salud mental en 2024. Está comprobado que estas sencillas acciones te pueden ayudar a manejar el estrés y encontrarle más sentido a la vida en este nuevo año.

Desde el auge de la pandemia, ha habido un cambio cultural en la forma en que hablamos de salud mental. Es como si los años de aislamiento e incertidumbre nos hubieran ayudado a comprender cuán vitales eran nuestras necesidades emocionales para el bienestar en general. Ahora que prestamos más atención a nuestra vidas interior, también es esencial tomar medidas al respecto. Afortunadamente, hay varias cosas que todos podemos hacer para nutrir nuestra salud mental y encontrar momentos de alegría. 

Estos son algunos de nuestros consejos favoritos de 2023 que nos sirven para emprender el nuevo año. 

1. Prueba una forma comprobada para dormir mejor 

Los expertos dicen que dormir lo suficiente es una de las cosas más importantes que podemos hacer por nuestra salud mental. Si tienes problemas para conciliar o mantener el sueño, los estudios han descubierto que la terapia cognitivo-conductual para el insomnio, o TCC-I, a corto plazo es tan eficaz como usar medicamentos para dormir y a largo plazo más eficaz. La TCC-I ayuda a las personas a abordar la ansiedad que sienten debido al sueño y a encontrar formas de relajarse. Para encontrar un proveedor en Estados Unidos, visita el directorio de la Sociedad de Medicina Conductual del Sueño. 

2. Aprende a distinguir si tu ansiedad es protectora o problemática 

Es normal sentir ansiedad de vez en cuando. De hecho, tener algo de ansiedad puede ser útil. Los expertos dicen que contar con un sistema de alarma interno puede mejorar nuestro rendimiento, ayudarnos a reconocer peligros e incluso animarnos a ser más conscientes. Así que preguntamos a Petros Levounis, presidente de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría: ¿cuánta ansiedad es demasiada ansiedad? “Si comienzas a notar que la preocupación y el miedo están constantemente presentes, es una señal de que necesitas ayuda”, dijo. Otras señales a tener en cuenta son la inquietud, una sensación de miedo o fatalidad, aumento de la frecuencia cardíaca, sudoración, temblores y dificultades para concentrarse. 

3. Detén el ciclo de preocupación 

Si tiendes a rumiar pensamientos, hay algunas formas simples de controlar este hábito. La primera es distraerte: las investigaciones muestran que las distracciones pueden ayudar a apartar tu mente de lo que te estresa. Intenta resolver un juego de palabras o escuchar música, prestando mucha atención a la letra. Otras veces, es mejor no luchar contra el impulso, pero eso no significa que debas dejar que tus pensamientos se descontrolen. Establece un temporizador de 10 a 30 minutos para dedicar ese tiempo a rumiar los pensamientos que te inquietan y permítete darles vueltas. Cuando suene el temporizador, es hora de seguir adelante. 

4. Prueba el método del ‘orden de las 5 cosas’ 

Cuando estás batallando con problemas de salud mental, las tareas básicas como fregar los platos o lavar la ropa pueden parecer imposibles. Pero vivir en medio del desorden puede hacerte sentir aún peor. KC Davis, consejera profesional licenciada y autora del libro How to Keep House While Drowning, aconseja centrarse en la funcionalidad por encima de la estética: tu hogar no tiene que ser perfecto, pero sí debe ser habitable. Una forma eficiente de evitar que las cosas se salgan de control es practicar un método que ella llama “el orden de las 5 cosas”. Enfócate en las cinco categorías principales de desorden: basura, platos, ropa sucia, cosas con un lugar y cosas sin un lugar específico y resuelve una a la vez para lograr que la limpieza sea más manejable. 

5. Practica la gratitud 

La gratitud es una emoción positiva que puede surgir cuando reconoces las bondades de tu vida y que otras personas, o poderes superiores si crees en ellos, te han ayudado a lograr dichas bondades. Para aprovechar realmente los beneficios de la gratitud, dicen los expertos, es importante expresarla siempre que sea posible. Eso puede incluir escribir cartas de agradecimiento o enumerar las cosas positivas en tu vida en un diario. Agradecer a amigos, parejas románticas e incluso compañeros de trabajo también puede mejorar las relaciones. 

6. Mira el envejecimiento con optimismo 

Las investigaciones demuestran que tu forma de pensar realmente importa cuando se trata de salud, y puede incluso prolongar tu vida. Un estudio muy conocido encontró que las personas que eran optimistas acerca del envejecimiento vivieron siete años y medio más que aquellos que tenían percepciones negativas al respecto. Para adoptar una mirada más positiva sobre el envejecimiento, presta atención a los beneficios de envejecer, como un mayor bienestar o más inteligencia emocional. Busca personas que manejen la vejez de una manera que te gustaría imitar: personas mayores que se mantienen físicamente activas y comprometidas en sus comunidades, o aquellas con características que admiras. 

7. Participa en actividades artísticas 

La idea de que el arte puede mejorar el bienestar mental es algo que muchas personas entienden por intuición, pero no necesariamente ponen en práctica. No se necesita tener talento para intentarlo, dicen los expertos. Escribir un poema, cantar o dibujar pueden ayudar a mejorar tu estado de ánimo, sin importar cuán creativo te consideres. Una de las formas más fáciles de comenzar es colorear algo intrincado: pasar 20 minutos coloreando un mandala (un diseño geométrico complejo) es más útil para reducir la ansiedad que colorear de manera libre durante el mismo período de tiempo, según las investigaciones. 

8. Busca un poco de asombro todos los días

A veces tenemos que recordarnos a nosotros mismos conectar con el mundo físico que nos rodea. Es aquí donde entra el paseo del asombro. Elige un lugar para caminar (nuevo o familiar) e imagina que lo estás viendo por primera vez. Luego presta atención a tus sentidos. Siente el viento en tu rostro, toca los pétalos de una flor. Simplemente observa el cielo. Puede ser más restaurador de lo que imaginas. 

9. Toma un descanso tecnológico 

Si tienes problemas para concentrarte, no eres el único. Las investigaciones han encontrado que en las últimas dos décadas, la cantidad de tiempo que dedicamos a una tarea determinada se ha reducido a un promedio de solo 47 segundos, en comparación con dos minutos y medio de antes. La tecnología suele ser la culpable. Para recuperar el control de tu concentración, Larry Rosen, profesor emérito de psicología en la Universidad Estatal de California, Dominguez Hills, sugirió una estrategia llamada “descansos tecnológicos”. Coloca un temporizador por 15 minutos, luego silencia y deja a un lado tu teléfono. Cuando el tiempo se acabe, toma uno o dos minutos para revisar tus aplicaciones favoritas —ese es tu descanso tecnológico— y vuelve al trabajo durante otro ciclo de 15 minutos. El objetivo es aumentar gradualmente el tiempo entre tus descansos tecnológicos, llegando a los 45 minutos (o más) lejos de tu teléfono. 

10. Respira hondo 

Una de las formas más rápidas y fáciles de calmar tu mente y tu cuerpo es tomando respiraciones lentas y profundas. Hacerlo ayuda a activar tu sistema nervioso parasimpático, que contrarresta la respuesta al estrés de “lucha o huida”, y reduce la presión arterial y regula tu ritmo cardíaco. Un ejercicio de respiración que puede ser particularmente útil para mitigar el miedo y la ansiedad es la respiración 4-4-8, donde se inhala durante cuatro tiempos, se contiene la respiración durante cuatro tiempos y se exhala durante ocho tiempos.

martes, 14 de enero de 2025

Consejos para dormir de verdad en un avión. Estas estrategias probadas pueden ayudarte a conseguir cierto grado de descanso, incluso en un poco conveniente asiento vertical.

An illustration of a man sleeping comfortably in a middle seat on a plane, while all the other passengers around him look frazzled, stressed and tired.
Credit...Pete Gamlen
¿Qué es peor que estar hacinado en un asiento demasiado estrecho y demasiado vertical en un vuelo nocturno? Estar despierto todo el tiempo. A falta de recibir un billete dorado (es decir, una mejora de categoría y un asiento reclinable), hay algunas estrategias para hacer que un vuelo largo sea más reparador y no llegues a tu destino totalmente destrozado. Llega algo soñoliento

La mayoría de los vuelos nocturnos, llamados red eye o de ojos rojos, implican viajar de oeste a este a través de varias zonas horarias e intentar dormirte antes de lo que lo harías normalmente en casa. “Estar un poco privado de sueño cuando subes al avión puede ser beneficioso”, dijo Jamie Zeitzer, codirector del Centro de Ciencias del Sueño y Circadianas de la Universidad de Stanford. Intenta quedarte despierto hasta un poco más tarde de lo habitual la noche anterior al vuelo y levántate más temprano la mañana siguiente. Si estás cansado al embarcar, dijo, “puede pesar más que el hecho de que estés incómodo e intentes dormirte a una hora extraña” Sáltate las comidas a bordo

“Dormimos mejor si no comemos justo antes de irnos a dormir”, dijo Virginia Skiba, directora médica asociada de los Laboratorios del Sueño del Grupo Médico Henry Ford de Míchigan. “Comer una comida ligera y no grasa un par de horas antes del vuelo es tu mejor opción”.

Kristin Luna, escritora de viajes afincada en Tennessee, quien ha estado en más de 130 países, dijo que siempre come algo en casa o en el aeropuerto antes de salir, y que se lleva bocadillos (como frutos secos o barritas Kind) para comer antes de aterrizar. “Si me dan a elegir entre una hora más de sueño o despertarme para el servicio de desayuno de la cabina, siempre elijo dormir”, dijo.

Engáñate a ti mismo para dormir
Cuando abordes, cambia mentalmente a la zona horaria de tu destino. Si sales de Nueva York y te diriges a París, no son las 6 p. m. cuando despegas, sino medianoche.

A continuación, empieza tu rutina para acostarte. “Traslada al avión tantos rituales nocturnos tranquilizadores como puedas”, dijo Oren Cohen, profesor adjunto de Medicina del sueño en la Facultad de Medicina Icahn de Mount Sinai. “A tu cerebro le gustan esas asociaciones para ayudarte a adormecerte”. Eso puede incluir apagar todas tus pantallas, lavarte los dientes y quitarte los lentes de contacto.

Luna utiliza un antifaz, auriculares con cancelación de ruido y una almohada cervical Trtl, que le encanta porque se pliega en su bolsa de mano. “También llevo ropa cómoda, tipo pijama, y un suéter largo que puede servir de manta”, dijo.

Piénsatelo dos veces antes de tomar medicamentos para dormir o beber alcohol Todos los expertos consultados para este artículo desaconsejaron el uso de somníferos de venta libre o con receta (como Tylenol PM, melatonina o Ambien) durante un vuelo. Pero si estás pensando en hacerlo, habla antes con tu médico, dijo Alicia Roth, psicóloga del sueño de la Clínica Cleveland. “Nunca tomes ningún medicamento o suplemento por primera vez en un vuelo”, añadió. “Pruébalo en casa la semana anterior para saber exactamente cómo respondes a él, con qué rapidez te afecta y cómo te hace sentir al despertar”.

Ten en cuenta también la duración del vuelo. “La mayoría permanecen en tu organismo al menos ocho horas, así que si no tienes tanto tiempo para dormir, no deberías tomarlo”, dijo Cohen. “Aunque te ayudara a dormir un poco, podría dejarte demasiado atontado al aterrizar”.

Aunque la opinión general sobre beber en los aviones es que no lo hagas, Zeitzer es un poco más optimista, siempre que no combines el alcohol con la medicación para dormir. “No es buena idea tomarse varios cócteles, pero una sola copa de vino puede relajarte lo suficiente para que puedas conciliar el sueño”, dijo. “El alcohol no es bueno para el sueño, pero en este caso, un sueño imperfecto sigue siendo mejor que no dormir nada”.

Sé creativo con tu asiento y tu posición para dormir
Un asiento de ventanilla suele ser la mejor opción, ya que puedes apoyarte en la pared. Algunos viajeros tienen preferencias menos obvias. Tras años viajando entre Colorado y Australia, “aprendí a reservar el asiento del pasillo en la sección central del avión”, dijo Drew Hudon, director de mercadotecnia de una empresa de dispositivos médicos. “Descubrí que los demás asientos de esa sección suelen estar ocupados por personas que viajan juntas”, dijo, “así que si una de ellas necesita levantarse, despertará a su acompañante para salir, no a mí”. Los asientos centrales de la sección intermedia también suelen ser de los últimos en llenarse, por lo que a veces puedes conseguir un asiento extra para separarte.

Cualquier asiento puede hacerse más propicio al sueño con un poco de ingenio. “Si estoy con alguien que conozco, esta es mi posición favorita para dormir en el avión”, dijo Cohen. “Reclino mi asiento unos centímetros más que el suyo y apoyo la cabeza en su asiento”. O a veces emplea la postura de la cabeza apilada: “Apoyo la cabeza en el hombro de mi compañero y él apoya la suya encima de la mía”.

Quédate despierto al llegar
No importa lo bien o lo mucho que duermas en el avión, una vez que aterrices se trata de vencer al jet lag o desfase horario. Planifica actividades ese primer día que te mantengan al aire libre y en movimiento. “La exposición a la luz a primera hora del día ayuda a regular la melatonina y a ajustar tu reloj interno a la nueva zona horaria”, dijo Roth.

Estar en movimiento cumple otro objetivo importante: te agotará. “La hora de acostarse en el nuevo lugar no te parecerá la hora de acostarse”, dijo Zeitzer. “Estar muy cansado ayuda a anular la fuerte señal de tu cuerpo de que quiere permanecer despierto”. Y después de una buena noche de sueño, por fin sentirás que estás de vacaciones.

lunes, 13 de enero de 2025

¿Y si en lugar de hacer una prueba, hablamos?: cómo la conversación puede convertirse en una nueva clase de examen

Estudiantes en un examen

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
Los exámenes suelen carecer de reflexión, crítica y problematización.

Llega el día del examen y los nervios acechan. ¿Por qué? Podríamos encontrar numerosos motivos.

Hay quien piensa que el examen no vale para nada, porque todo lo que ha estudiado se olvida más temprano que tarde.

O para “casi nada”, porque tampoco es posible continuar con los estudios y conseguir el ansiado título sin pasar por ellos.

Como ciudadanos adultos, todos hemos “sufrido” un sistema educativo en ocasiones asfixiante.

¿Por qué no examinamos al propio examen?

Limitar la capacidad creativa

Según Jesús Ibáñez, un sociólogo que fue considerado como "el padre" de la materia en España, el examen merma la capacidad imaginativa y crítica de los estudiantes, quienes deben limitarse a contestar de acuerdo con el catálogo de respuestas que les ha sido proporcionado de antemano.

Recordemos la escena de la película "El club de los poetas muertos" (1989, Peter Weir) en la que el profesor (interpretado por Robin Williams) anima a sus alumnos a expresar sus modos específicos de caminar contra el marcial ritmo unísono y ortodoxo al que estaban acostumbrados.

En el patio, en lugar de desfilar, de seguir un solo camino predeterminado, de acomodarse a un modo específico de ser, los alumnos comienzan a expresarse con mayor libertad, evitando tapujos, corsés y estereotipos.

Recordemos que la palabra poesía viene del griego poiesis, que significa ‘creación’.

El objetivo final del profesor (de Literatura, en el caso de El club de los poetas muertos) es luchar contra la uniformización, contra la homogeneización de la sociedad que provoca que la riqueza diferencial sea asimilada por un modelo que se impone.

Como afirma Ibáñez en la obra citada, “el examen les hace hablar convenientemente, marcando el paso, ordenada y disciplinadamente”.

¿Todos los exámenes son iguales?

Hay muchos tipos de exámenes, desde los comentarios de texto a los problemas matemáticos. Pero ¿son todos igual de “uniformadores”?

Hay modelos de exámenes que ofrecen a los alumnos la posibilidad de contestar a su manera.

De hecho, muchos docentes animan a sus alumnos y alumnas a buscar otras formas de expresar lo aprendido.

Estudiante y profesora durante una conversación.

Estudiante y profesora durante una conversación.

Fuente de la imagen,Getty Images

 

Sin embargo, el margen de creatividad es pequeño: el examen no nos permite repreguntar o reformular las preguntas o generar nuevas preguntas.

Estas disponen ya de sus soluciones, y los estudiantes simplemente han de encontrar la opción correcta siguiendo casi al pie de la letra un libro de instrucciones.

La reflexión, la crítica y la problematización brillan por su ausencia en estos modelos.

Y no debemos olvidar que, no solo en el ámbito educativo, problematizar –es decir, poner en cuestión lo que se afirma, las verdades que se nos presentan como tales– es muy importante, pues “implica una lucha contra la estupidez”.

El antagonista del examen: la conversación

Frente a la “prohibición del uso poético”, podemos recurrir a un potente antagonista del examen: la conversación.

Esta es siempre abierta, inútil a priori, como la filosofía que, como decía Castoriadis, sirve para mucho más que el hecho de servir para algo determinado (en el mismo sentido que Nuccio Ordine).

En palabras de Kant: la conversación no es un medio para… sino un fin en sí mismo.

Sin guiones ni finales previstos, en la conversación los temas varían, surgen, se transforman… Una conversación es como el baile de los estorninos, conjugando caos y cosmos.

No hay jerarquía. Al conversante no se le exige ningún requisito: simplemente ha de participar… si quiere.

Al contrario que el examen, más bien cerrado y autoritario, el carácter de la conversación es abierto y democrático.

Y mientras, desde el punto de vista de la Lógica, el examen opera con disyuntores (o): o es una solución o es otra, es decir, excluyendo opciones; la conversación lo hace con conjuntores (y), incluyendo: y esto, y lo otro, ¿y quién más?, ¿y qué más?

Profesora y alumno conversando en un pasillo.

Profesora y alumno conversando en un pasillo.

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
La conversación fomenta la interdisciplinariedad y recoge los intereses de los estudiantes. 

Aplicaciones prácticas en el aula a través de un pódcast

¿Conservamos o eliminamos el examen? Hay otra opción: convertir el examen en conversación.

A pesar de su carácter indefinido y abierto, ¿es posible llevar la conversación a las aulas y convertirla en un instrumento de evaluación?

Una de las principales ventajas de implementar la conversación es que aporta ciertos valores transversales a todas las asignaturas: respetar los turnos de palabra, escucha activa, usar un lenguaje comprensible por todas y todos, etc.

Otro punto a favor es que la conversación, al no partir de un tema en concreto ni tener un objetivo final, fomenta la interdisciplinariedad y recoge los intereses de los estudiantes y las estudiantes, que hablan de lo que quieren hablar.

Sin embargo, si queremos usar la conversación como instrumento de evaluación no solo en asignaturas como Oratoria o Educación en Valores Cívicos y Éticos, hemos de fijar algunos criterios, aún a riesgo de limitar en cierto modo su carácter.

Propongamos un modelo basado en el pódcast, desde donde de paso aprovechamos también para trabajar las Tecnologías de la Información y la Comunicación.

El proceso sería el siguiente:

  • El profesor ofrece un listado de temas (basado en los contenidos que se estudien en la asignatura).
  • Se forman grupos de trabajo, que eligen uno de los temas propuestos.
  • A lo largo de la conversación (que será grabada en formato pódcast) se trabajará el tema académico elegido, procurando explicarlo de un modo claro y conectándolo con otros temas que escojan libremente los estudiantes.
Los criterios de evaluación integrarán tanto los aspectos transversales (claridad en el lenguaje, participación de todo el alumnado) como los académicos (explicación del tema elegido). Los diferentes pódcast serán escuchados en el aula y serán autoevaulados (por los creadores del pódcast) y coevaluados (por los otros grupos de estudiantes), que ponderarán junto a la calificación del docente.

De este modo, como muestran algunos estudios al respecto, la conversación usada como herramienta educativa fomenta una participación mucho más activa y creativa del alumnado.

*Luis Ángel Campillos Morón es profesor de filosofía, Universidad de La Rioja.

domingo, 12 de enero de 2025

Reseña de Las flores y los tanques. Un regreso a la Primavera de Praga (Cátedra, 2018), de Luis Zaragoza. Nostalgia de una primavera comunista democrática

Fuentes: Rebelión [Imagen: Ciudadanos checoslovacos con la bandera nacional durante la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia, al fondo un tanque soviético en llamas en Praga. Créditos: CIA, tomada de la Wikipedia]




Palabras clave: Primavera de Praga, comunismo democrático, Alexander Dubček, invasión por el Pacto de Varsovia, Václav Havel,

“¿Quién recuerda la Primavera de Praga? ¿Quién conoce siquiera lo que hay tras la locución ‘Primavera de Praga’?” Con estas preguntas abre Luis Zaragoza un ensayo, documentadísimo y muy bien escrito, que, independientemente del acuerdo o desacuerdo que los lectores podamos tener con la perspectiva política (cercana, muy cercana a las posiciones de Václav Havel, a quien cita con frecuencia) y con análisis y observaciones históricas del autor, merece lectura atenta, relectura y recomendación… y crítica por supuesto. Añado sin exagerar: imprescindible y enormemente útil para cualquier persona, joven o no tan joven, también desde luego para maduros o viejos militantes como el que suscribe, que quiera conocer un nudo esencial, importantísimo, no siempre suficientemente recordado de la historia del siglo XX y, más concretamente, de la historia, de la evolución de los mal llamados países del “socialismo (ir)real”. La Primavera de Praga fue una apuesta, una realidad en construcción, una esperanza democrática comunista, arriesgada sin duda, uno de los mayores intentos de reforma sustantiva, protagonizado por el Partido Comunista checoslovaco, de un socialismo sin fuerza, sin alma y sin apoyo popular que fue destrozada manu militari por la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia (con la oposición, digna de ser citada, de Rumanía).

Un breve apunte sobre el autor: Luis Zaragoza Fernández (Villacañas, 1978) es doctor en Periodismo y licenciado en Geografía a Historia. Desde 2008 trabaja en Radio Nacional de España. Su tesis doctoral fue base de su libro Radio Pirenaica, la voz de la esperanza antifranquista (Marcial Pons, 2008). En 2006 publicó, también en Cátedra, Voces en la sombra. Una historia de las radios clandestinas.

Las flores y los tanques (un título mejorable en mi opinión), un libro que puede leerse en muchos momentos como una novela de intriga, está estructurado en cuatro partes: 1. Las semillas, dos capítulos previos para entrar en materia que el lector no debería pasar por alto. 2. Las flores, cuatro capítulos. 3. Los tanques, seis capítulos. 4. Los surcos, tres capítulos, quince en total. Algunos de los títulos: “La primavera empieza en verano (junio de 1967-enero de 1968)”, “Un socialismo con rostro humano (abril-julio de 1968)”, “Un orden surge del caos (21-22 de agosto de 1968)”, “Recuento de fuerzas y de razones”. Además: “A manera de epílogo (1978)”, “Quién es quién (y qué es qué) en esta obra” y una excelente selección de fotografías.

Falta un índice nominal (que hubiera sido de mucha ayuda para relecturas y repasos) y en mi opinión, pensando en futuras (y merecidas) reediciones, el espléndido apartado final, el “Quién es quién…”, debería abrir en libro, no ir al final de la obra.

Una breve crítico: en mi opinión no siempre la figura de Dubček es tratada con las dimensiones y la grandeza poliética que tuvo.

La pretensión del autor: “Con todos los elementos a mi alcance, pretendo, pues, armar un puzle que combine los hechos y las percepciones de los hechos, el ámbito nacional y el internacional, los comportamientos políticos y sociales. Pretendo explicar de forma global, sintética y con la perspectiva de las décadas transcurridas cómo se llegó a la liberalización de la rígida ortodoxia estalinista en Checoslovaquia, qué peligros reales o imaginarios vieron en las reformas los demás miembros de la “comunidad socialista”, qué equilibrio de fuerzas hubo fuera y dentro del Partido Comunista Checoslovaco, cómo se preparó la intervención, cómo fueron las negaciones con los ocupantes y los esfuerzos cada vez más desesperados por tratar de salvar algo del intento inicial, cuáles fueron las actitudes en los gobiernos del bloque capitalista y en los partidos comunistas, y, por supuesto, cómo reaccionaron ante todos estos hechos los ciudadanos de a pie.” Todos esos objetivos han sido alcanzados ampliamente por el autor.

De la indignidad y “maquiavelismo” de algunos análisis y prácticas puede ser prueba este fragmento de un documento aprobado por el Politburó del PCUS el 16 de noviembre de 1968, redactado por orden directa de Brézhnev para evaluar las lecciones de la “Operación Danubio” (la invasión de Checoslovaquia) y determinar las tareas del futuro: “En la actualidad, las críticas más severas a Dubček dentro del país provienen de la mayoría de los círculos derechistas […]. Y debemos reconocer francamente que, tal como está la situación, son precisamente estas críticas de la derecha [los partidarios de una democracia liberal capitalista] las que suponen la amenaza más aguda para la autoridad de Dubček en el país. En consecuencia, debemos apoyar por todos los medios esta tendencia crítica. En este caso, los elementos extremistas son nuestros compañeros de viaje. A través de los derechistas debemos derribar a Dubček y acabar con él como figura política viable […] La situación política actual en Checoslovaquia es bastante complicada, y debemos tomar medidas para complicarla aún más” [p. 403, el énfasis es mío].

En síntesis: un libro muy bien escrito, un ensayo trabajado y muy documentado sobre un tema básico, esencial en la historia del mundo y en la historia de la tradición socialista que no merece que habite en él nuestro olvido. 

sábado, 11 de enero de 2025

7 consejos para ser más productivo en el trabajo, según Robert Pozen, "el gurú de la productividad" del MIT

Robert Pozen

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,"Aprendí a ser productivo porque tenía que conseguir suficiente dinero para financiar mi educación

Robert Pozen cuenta que aprendió a ser productivo porque no tenía otra alternativa.

"Vengo de una familia de bajos ingresos. Cuando estaba en la escuela secundaria tenía dos trabajos, practicaba deportes y hacía las cosas que hacen todos los jóvenes a esa edad, como divertirse, ir a fiestas", dice Pozen en conversación con BBC Mundo.


"Aprendí a ser productivo porque tenía que conseguir suficiente dinero para financiar mi educación", explica.

Con poco tiempo disponible, Pozen se propuso administrar de la mejor manera posible las horas del día. Y lo consiguió.

Profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT y autor del libro "Productividad extrema: mejora tus resultados, reduce tus horas", desarrolló una extensa carrera en el mundo financiero, público y académico.

Ha sido presidente de Fidelity Investments (uno de los mayores fondos de inversión del mundo), presidente ejecutivo de MFS Investment Management y presidente del Comité Consultivo sobre Informes Financieros de la Comisión de Bolsa y Valores​​ de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés).

Considerado en el mundo empresarial como una especie de "gurú de la productividad", Pozen argumenta que no hay por qué sentirse orgulloso de trabajar todos los días hasta las 10 de la noche, o dormir menos de siete horas.

Al final lo que cuenta, "son los resultados".

"En Nueva York, por ejemplo, se ve todo el tiempo. Yo les digo que se vayan a la casa. No hay una emergencia cada noche, no hay una razón para estar constantemente hasta tarde".

"El trabajo está matando a la gente y a nadie le importa" Estos son los siete pasos que recomienda para que seas más productivo en el trabajo:

1. Elabora un ranking de objetivos y prioriza tu tiempo

Elabora una lista de objetivos por orden de importancia.

Cuando tienes definidos tus objetivos, crea un ranking para la semana y otro para el año. Pocas personas lo hacen y esto es muy importante.

Divide tus objetivos en términos de oferta y demanda.

En el lado de la oferta, hazte las siguientes preguntas: ¿reflejan tus objetivos lo que te gusta y en lo que realmente eres bueno?, ¿cuál es el propósito que hay detrás de cada objetivo y de las actividades que realizas para lograrlo?

En el lado de la demanda: ¿en qué medida tus objetivos incluyen lo que tu empresa u organización necesita?

El impacto de que un algoritmo mida nuestra productividad en el trabajo (y pueda despedirnos)

2. Mide los resultados, no las horas

No mires la cantidad de horas que has trabajado, porque eso no quiere decir que has sido más productivo (es decir, que creaste más valor para tu empresa en relación al tiempo que invertiste).

Mide los resultados, no las horas, dice Pozen. Ahora, aunque hay empresas que funcionan con esta lógica, el problema es que muchas compañías siguen valorando la presencia física de los trabajadores en la oficina.

Entonces, el desafío está en cómo convencer a tu jefe de que lo que realmente importa son los resultados.

Para eso, lo mejor es que quede claramente establecido desde el principio qué se espera de ti, en cuánto tiempo, y cómo se van a medir los resultados.

Los verdaderos efectos (para tu salud y tu productividad) de trabajar muchas horas al día

3. No le prestes atención a las cosas pequeñas

Hay demasiadas cosas que nos sobrepasan y no son importantes. Por ejemplo, la avalancha de correos electrónicos.

Muchas personas revisan el correo cada cinco minutos, pero lo mejor es revisarlo cada hora o dos.

Trabajadores en la oficina Pie de foto,Pozen recomienda no prestarle atención a las cosas que no son realmente relevantes, como la avalancha de correos prescindibles que llegan a diario.

Y cuando lo revises, préstale atención solo si el asunto del correo o la persona que lo envía son relevantes.

Cuando lo abras, decide rápidamente si requiere una respuesta y si es así, hazlo de inmediato.

Guardar correos pendientes para más tarde, suele ser improductivo.

4. Empieza por el final, no por el principio

No esperes hasta el final de un proyecto para escribir las conclusiones.

Mejor hace una investigación preliminar rápida y formula conclusiones tentativas. Avanza, verifica que son correctas y luego escribe las conclusiones finales.

No esperes hasta el final de un proyecto para escribir las conclusiones. Mucha gente se demora seis o siete semanas en reunir toda la información que necesita y solo al final, intenta llegar a las respuestas clave.

Eso es una forma ineficiente de enfrentar un proyecto, porque después de juntar demasiada información, verás que una gran parte no es útil para tu objetivo.

5. Deja tiempo para pensar

Deja un momento del día para pensar. En vez de tener demasiadas reuniones, deja un espacio abierto para analizar las cosas.

A veces, al mirar algo por segunda vez, puedes apreciar las cosas desde otro ángulo.

Por qué para ser más productivos en el trabajo hay que hacer menos

6. No temas ser aburrido

No pierdas el tiempo en cosas que no son relevantes. Por ejemplo, el expresidente Barack Obama, usaba trajes de color azul.

Eso le ayudaba a no tener que pensar en cómo vestirse. Entonces, una de las claves de la productividad es eliminar todas las variables de tu vida diaria que te hacen perder tiempo.

Mark Zuckerberg siempre utiliza camisetas grises por una razón. ¿Qué comer al desayuno? Escoge lo que más te gusta comer al desayuno y repítelo todos los días. ¿Aburrido?, no importa.

La idea es transformar muchas decisiones en cosas predecibles, de modo que te quedas con más tiempo disponible para hacer otras cosas.

7. Vete a casa

En muy pocas ocasiones hay una razón suficiente para quedarse en el trabajo y no llegar a casa a la hora de cenar.

Vete a casa a una hora razonable y cena con tu familia o con las personas que son importantes en tu vida.

Mujer saliendo de la oficinaFuente de la imagen,iStock Pie de foto,Cena con tu familia o con las personas importantes en tu vida, sin contestar correos ni llamados. En ese momento, no contestes correos, ni llamados telefónicos. Ese es un tiempo diario para disfrutar con quienes tienes una relación cercana.

A menudo la gente siente vergüenza de irse más temprano, porque piensa que los demás lo van a juzgar.

Sin embargo, muchos de tus colegas han perdido su tiempo todo el día en reuniones o haciendo cosas improductivas.

Si trabajaste intensamente, vete a casa temprano.

viernes, 10 de enero de 2025

Beatriz Ranea: “Ningún partido político se atreve realmente a tocar la prostitución”.

La socióloga Beatriz Ranea, en Madrid, durante el verano de 2024.
La socióloga Beatriz Ranea, en Madrid, durante el verano de 2024.
La socióloga aboga por un cambio de foco en la política para afrontar este problema estrechamente ligado a la trata y la explotación sexual en el que también se ponga en el centro a los hombres prostituidores.

“Voy a intentar sintetizar” es lo que siempre dice Beatriz Ranea (39 años, “madrileña de identidad mostoleña”), pero los temas sobre los que habla, escribe y enseña en la Universidad Complutense de Madrid esta doctora en Sociología no son exactamente fáciles ni resumibles. El título de su último libro da una idea, Puteros: hombres, masculinidad y prostitución, publicado por Catarata el año pasado. También da una idea del cambio de foco que cree que es necesario en torno a la prostitución, la explotación sexual y la trata, tres cuestiones estrechamente ligadas que llevan varios años en medio del debate político porque mientras el consenso es obvio en cuanto a la erradicación de la trata de seres humanos y la explotación sexual, no lo es para la prostitución: ¿mayoría abolicionista?, sí, pero también regulacionismo.

Ranea, en cualquier caso, está convencida de que la política está fallando al enfocarlas. Y retrasándose. Lo apunta cuando habla de la ley de trata, que lleva más de dos años entrando y saliendo de cajones y llega a final de diciembre prácticamente en el mismo lugar que en marzo, cuando el Gobierno decidió volverla a poner en marcha después de que todos los trámites por los que ya había pasado decayeran tras las elecciones del 23-J de 2023. Una norma en la que la palabra prostitución no aparece ni parece que vaya a hacerlo.

Pregunta. Uno de los motivos son las diferencias políticas dentro de la izquierda sobre cómo afrontarla, abolición frente a regulación, pero, ¿qué más hay?
Respuesta. No termina de cerrarse porque es una cuestión que toca la raíz de las desigualdades de sexo y género, de clase, origen, etnicidad. También porque en España contamos con una cultura putera muy arraigada, y con una industria de la explotación sexual muy fuerte y muy bien asentada. Para atreverse a cambiar todo lo que hay que remover para abordar de forma integral la prostitución, hace falta mucha voluntad política y una mirada transformadora.

P. ¿Y no existen?
R. Creo que nadie, ningún partido político, se atreve realmente a tocar la prostitución, a mirar en profundidad la situación que atraviesan las mujeres, que siguen siendo consideradas como las nadies, ni a acabar con ese privilegio masculino que es tener la libertad de acudir a los espacios de prostitución y pagar por tener a mujeres sexualmente disponibles para ellos.

P. ¿Por qué no? ¿Ese privilegio masculino no genera ya un amplio rechazo social?
R. No del todo. Esto lo dice muy bien Beatriz Gimeno cuando dice que hay que conseguir ganar el debate social. Para eso hay que construir una narrativa que consiga explicar por qué la prostitución es una cuestión que choca radicalmente con el camino hacia la igualdad, y que cale en el imaginario. Tenemos muchos textos, estudios, análisis, pero desde el plano político, falla.

P. A pesar de todo eso que ya hay, las expertas coincidís en que sigue sin haber una fotografía certera.
R. No la hay, no. No hay datos a nivel macrosocial en muchos sentidos. Algunos de ellos son muy difíciles de conseguir porque son contextos muy ocultos, clandestinos, porque hay mujeres que entran y salen de la prostitución con frecuencia. Son datos complejos, a veces parciales, pero debería hacerse todo el esfuerzo en buscarlos.

P. Siempre hablamos de las cifras de mujeres en prostitución, ¿pero qué pasa con las de ellos, las de los prostituidores?
R. También falta ese dato actualizado, que eso es algo relativamente más asequible de conseguir si el CIS vuelve a preguntar por ello, como ya lo hizo en 2009. Y también los datos de la industria, esa economía ilícita, criminal, de la que el Estado tiene algo de información al respecto, pero como en el resto, falta más profundidad. Y después, la transparencia de toda esa información.

P. Sería así más fácil ver cómo se ajustan a la realidad las distintas posiciones, las de quienes defienden que la inmensa mayoría de las mujeres en prostitución son víctimas de trata y explotación y quienes insisten en que no es tan inmensa esa mayoría y muchas lo hacen libremente, como un trabajo más.
R. Al final el debate gira en torno a esto, a la libertad de las mujeres para prostituirse. ¿Las hay que realmente se dedican a eso porque quieren? Las hay, pero cuántas son. ¿Son muchas, pocas, en comparación a todas las que son prostituidas, explotadas? No parece, no lo sabemos. Y entre las que sí, las que quieren, cómo y por qué quieren. Porque en esta sociedad, a todas y todos nos atraviesan condiciones que nos abocan a firmar contratos precarios, por ejemplo, o a acabar en determinados contextos, como pueden ser los de prostitución. Las condiciones económicas y sociales de todas, las específicas de las migrantes, la discriminación, la exclusión social o la situación de las mujeres trans, que no es casualidad que en prostitución nos encontremos a tantas mujeres trans. ¿Qué libertad es esa? Eso no es libertad. Es supervivencia. Pero preguntémonos otra cosa.

P. Cuál.
R. Qué libertad tienen los hombres, cómo y por qué la usan para elegir demandar prostitución. Creo que esta es la gran pregunta porque cambia el enfoque, la mirada, y somete a una gran contradicción a las personas que desde posiciones de izquierdas defienden la regulación de la prostitución. Al final, defender la regulación de la prostitución es normalizar también la demanda de prostitución. El debate tiene que dejar de girar solo en torno a ellas, hay que incorporar al debate a los hombres, sino ellos acaban desapareciendo de la cuestión.

P. ¿Con qué consecuencias?
R. Con las del impacto que tiene la existencia de la prostitución en el desarrollo de una sociedad más igualitaria. Es un muro infranqueable. El modelo de masculinidad, que puede sentirse más interpelado fuera de los contextos de prostitución, se ve reafirmado en ellos. Ahí se refuerzan los privilegios masculinos que fuera tanto estamos criticando, justo en este momento, en el que hablamos más que nunca antes de la necesidad de transformación de la masculinidad.

P. Y, aparte de ese cambio de marco, ¿qué más cree esencial, qué haría si estuviese en su mano?
R. Primero, poner todos los recursos necesarios para que las mujeres en contextos de prostitución que quieran salir de ellos puedan hacerlo, y para su protección: económicos, habitacionales, formativos, de restitución y recuperación psicológica, todos. La segunda, abolir o reformar la Ley de Extranjería, que afecta de forma directa a las mujeres migrantes y que son la mayoría de las mujeres que han sufrido trata y son explotadas sexualmente. La tercera, el refuerzo y blindaje de la prohibición del proxenetismo y la inclusión otra vez de la tercería locativa [a aquellos que alquilan o ponen a disposición espacios para que se ejerza la prostitución] en el Código Penal. Y la cuarta, trabajar la educación sexual y afectiva desde temprana edad, porque es una herramienta de prevención, de evitar los roles de género y ese modelo de masculinidad con el que intentamos acabar. Que los hombres aprendan desde muy pronto algo tan sencillo pero a la vez tan difícil al parecer que es ver a las mujeres como a iguales, solo así puedes establecer una auténtica barrera para que no se conviertan en puteros.

jueves, 9 de enero de 2025

La reivindicación del juego tradicional como recurso educativo.

Los juegos de mesa y las dinámicas de juego sin pantallas siguen siendo claves en el desarrollo infantil y los procesos de aprendizaje a todas las edades.

Tras el confinamiento provocado por la pandemia, muchos de los jóvenes que pasaron por la consulta de Silvia Álava (psicóloga, autora y experta en educación) le confesaban que “echaban de menos jugar con sus padres”, una costumbre que muchas familias adquirieron durante los meses de reclusión forzada. “Ya se nos ha olvidado que estuvimos muchos meses metidos en casa; parece casi como de otra vida. Entonces las familias rescataron los juegos de mesa porque no quedaba otra, pero eran momentos muy divertidos”, sostiene. “Lo que ocurre es que el adolescente necesita que tú le invites, y aunque al principio pueda sentarse sin muchas ganas, luego se va a ir picando, se lo llegan a pasar muy bien y además aprenden cosas”. Porque, para esta experta, hay una verdad que es universal: nunca se es demasiado mayor para jugar (ni para aprender jugando).

En una sociedad tan digitalizada e interconectada, reivindicar la importancia de los juegos de mesa y los juegos tradicionales tanto en casa como dentro del aula nunca está de más. Y no viene mal porque, además del componente lúdico, el juego sin pantallas ocupa un lugar clave en el desarrollo cognitivo, social y emocional de niños y jóvenes que no puede ni debe ser sustituido por una herramienta tecnológica que te lo da todo hecho y de forma instantánea. En el caso de los adolescentes, además, es fundamental porque contribuye a crear un clima de confianza con tu hijo o hija que facilitará el que después, cuando pase cualquier cosa y se trate de temas más complicados, sepan que pueden recurrir a ti. “En ocasiones, los padres no saben muy bien cómo hacerlo, pero lo ideal es hacerlo desde chiquititos, porque con estas dinámicas se genera un clima muy positivo, estamos de risas pero también aprendiendo y validando emociones”, explica Álava.

¿Por qué es importante el juego no digital?
No se trata, insiste la experta, de renegar de la tecnología; pero sí de recordar que, a veces, priorizarla tanto puede hacer que se olviden los beneficios que el juego tradicional tiene en la infancia, “porque, cuando los niños están jugando, no solamente se lo pasan bien, sino que están aprendiendo, están desarrollando procesos tanto a nivel cognitivo como emocional y se está generando ese clima de confianza y afecto que mencionábamos antes”.

Los juegos tradicionales sirven, por ejemplo, para trabajar la memoria, la destreza final, la psicomotricidad gruesa y la atención sostenida y selectiva, un aspecto este último que los juguetes tecnológicos te dan hecho a través de estímulos visuales y auditivos, pero que en los juegos tradicionales depende del propio niño o niña. Juegos como el Tres en Raya, el mismo Hundir la Flota (donde además manejo la coordinación visiomanual) o las cartas de toda la vida, que te pueden servir para distintos hitos como el sentido de los números con un juego tan sencillito como es el cinquillo, además de un sentido básico de la estrategia con el que aprendo a anticipar las consecuencias de mi jugada. O para desarrollar la función ejecutiva, el ser capaces de orientarse a una meta. “Es decir, yo tengo claro cuál es mi objetivo y en función de él voy a pensar qué es lo que necesito, desde cosas materiales a mantener la atención e ir supervisando y corrigiendo mi conducta. Empiezo a ser una persona autónoma que se dirige en sus metas”, señala la psicóloga.

“Esto empieza a madurar en los niños en torno a los tres o cuatro añitos, y ahí es importante que les demos espacio para el juego libre, para que ellos sean quienes vayan decidiendo con quién juego, cómo juego, qué tipo de diálogos voy a tener con los muñecos con los que estoy y qué normas voy a poner”, añade. Precisamente a partir de los seis años cuando se pueden ir introduciendo en mayor medida los juegos de reglas, un factor que facilitará la futura integración social del niño: no solo aprenderá a seguir las normas, sino también las consecuencias de saltárselas.

En lo que respecta al componente emocional, recuerda Álava, el juego es también un factor protector de la salud mental de los menores porque, al jugar, integra todo aquello que le pasa en la vida. “En ocasiones, conviene escuchar los diálogos que están generando con los muñequitos, al volver de la secuela, porque a través del juego son capaces de expresar e interiorizar cosas que, de forma verbal, todavía no tienen el suficiente desarrollo metacognitivo para poder contárselas a sí mismos e incorporarlas a su memoria narrativa”.

Juegos recomendados por edades
A la hora de escoger un juego (de mesa o de cualquier otro tipo), Álava recomienda dejarse guiar por el rango de edades que viene siempre especificado en la caja del mismo: “Hay veces que nos pensamos que nuestro hijo es muy listo, pero a lo mejor no te das cuenta de que no lo va a entender y que solo conseguirás que se frustre. Y luego, por ejemplo, los que están orientado a menores de tres años tienen unas medidas de seguridad altísimas, porque no pueden tener piezas pequeñas que se puedan tragar accidentalmente”.

En cualquier caso, y en virtud de la edad, Álava recomienda distintos tipos de juegos:

Bebés: las mantas de estimulación sensorial, con sonidos y texturas; los encajables, con formas como círculos, cuadrados y estrellas; los rompecabezas de piezas grandes y las pelotas blanditas, para que trabajen la psicomotricidad.

Cuando ya crecen un poco y están en edad infantil, puzles para trabajar la memoria de formas y la lógica; todo lo que tenga que ver con las manualidades (como los juguetes de tipo DIY, Do it Yourself) para trabajar la creatividad y las destrezas finas; construcciones de todo tipo (de tipo Lego), adaptándolos a la edad; y los disfraces, “pero que sean de cosas que ellos conozcan: disfrazarles de los años 80 o 90 es incomprensible para ellos porque no han vivido esa época. Tienen que ser de animales, profesiones... porque en esas edades va a ser muy importante el juego simbólico.

A partir de los seis años, los juegos de reglas.
Para la preadolescencia y la adolescencia, los juegos de mesa que son estratégicos. Desde opciones clásicas como el Parchís o las cartas a otros más modernos y populares como, por ejemplo, el Catán o el ajedrez.

El juego de mesa, un recurso educativo
“Aunque, a priori, usar un juego de mesa tradicional dentro del marco educativo pueda parecer algo frívolo, en muchas ocasiones los docentes los usamos en momentos puntuales del curso, ya sea como recompensa a un trabajo bien hecho o como entretenimiento al acabar algún tipo de tarea”, explica Juan Carlos Ruiz, docente de Primaria y Secundaria, creador de más de 27 juegos de mesa educativos y experto en el Aprendizaje Basado en Juegos (ABJ), una metodología que se centra en el uso de juegos estructurados y diseñados para facilitar el aprendizaje.

“Lo que está claro es que pueden desempeñar roles significativos dentro del proceso de aprendizaje: para trabajar habilidades sociales; desarrollar funciones ejecutivas; repasar y afianzar distintos conceptos y saberes; y, sobre todo, para motivar”. Como afirma el pedagogo Francesco Tonucci, los aprendizajes más importantes de nuestra vida se hacen jugando, y en ese empeño, conviene equilibrar el grado de diversión con el aprendizaje que se pretende como docente:

“¿Por qué no nos podemos divertir? Por qué no podemos jugar a juegos de cálculo mental en lugar de hacer una ficha de operaciones? Mi consejo es que, como nosotros conocemos nuestra propia aula, debemos establecer un equilibrio mediante el uso de metodologías diferentes”, explica. Y ofrece un consejo a los profesores que quieran introducir juegos, pero no tengan claro cómo hacerlo: “Es recomendable que conozcan muchos juegos, visionen vídeos de juegos y se queden con los que puedan servirles para su práctica docente, introduciéndolos poco a poco y sustituyendo alguna actividad tradicional por un ratito de juego. Probarlos y establecer un feedback”.

Incorporarlos a la práctica docente dentro de un aula repleta de alumnos es algo que no solo se puede hacer, sino que debe hacerse: “Podemos usarlos como herramienta complementaria al trabajo de clase, pero siempre teniendo en cuenta que debe estar justificado curricularmente dentro de nuestra programación y de las situaciones de aprendizaje propuestas”, argumenta Ruiz. “Por ejemplo, podemos utilizar varias unidades de un juego, trabajando en equipos a través de distintas técnicas de aprendizaje cooperativo. O, si solo disponemos de una unidad, podemos emplear una cámara y adaptar las distintas actividades para que las desarrollen tanto a nivel individual como en grupos pequeños o grandes”.

Ideas para aprender jugando
Un informe reciente del ministerio de Educación finlandés afirmaba que el 70 % de la educación que recibimos sucede fuera de las escuelas. Y, dentro de ese amplio espectro, el aprendizaje que se produce en el entorno doméstico ocupa un lugar importante, ya sea de forma más o menos estructurada o aprovechando momentos de ocio en familia, como los que se dan alrededor de los juegos.

Muchos de ellos, como el parchís, el ajedrez o las cartas, están presentes en una gran cantidad de hogares, pero además hoy se pueden encontrar versiones con un componente didáctico más acentuado, como es el caso de Ajedrez con Merybliya (de Zacatrus), un juego para dos personas en el que se proponen distintos retos para todos los niveles y con el que se aprenden todas las dinámicas del ajedrez, de la mano de María Rodrigo, la Reina Enigma: “Con el ajedrez se trabaja la atención, la concentración, la planificación, la priorización de planes, el control de impulsos, la empatía y la frustración. Te enseña lo importante que es saber perder y ganar (...); es un entrenamiento cognitivo y emocional para la vida”, explica en la introducción al juego. Misión Cumplida, del mismo fabricante, es un sencillo juego de cartas con retos que sirven para cultivar habilidades como el trabajo en equipo, el pensamiento numérico, la comunicación y la estrategia.

Uno de los juegos más populares de los últimos tiempos, el Catán, tiene desde este año una nueva versión modernizada en el que se introduce la sostenibilidad y la concienciación sobre el cambio climático. En Catán Energías (de Devir), los jugadores (idealmente de tres a cuatro, a partir de 12 años) siguen teniendo que recolectar recursos y expandir sus territorios, pero ahora, con la introducción de las energías renovables, han de aprender a gestionar la contaminación generada por sus elecciones energéticas: si deciden construir plantas de combustibles fósiles, el peligro del cambio climático aumentará, arriesgando no solo su progreso sino el bienestar de toda la isla.

Dejamos para el final una de las propuestas más interesantes a nivel educativo: el juego de simulación histórica España 1936 (Devir) propone una experiencia inmersiva para comprender la complejidad y los eventos de la Guerra Civil Española. Está diseñada como una herramienta educativa versátil para casa o en el aula, donde puede servir a los profesores de Historia como un recurso para enseñar sobre este momento histórico de forma interactiva y participativa, de manera que los estudiantes entiendan las causas y consecuencias del conflicto, y desarrollen habilidades como el pensamiento crítico, la toma de decisiones y la resolución de problemas.

“La idea era representar el enfrentamiento bélico desde la distancia del historiador, centrándose en los hechos y reflejando las dinámicas del conflicto. En ningún caso se creó como “aparato político”, sino más bien al contrario”, explica Antonio Catalán, autor del juego. Hacerlo en un formato de juego de estrategia presentó, además, ventajas adicionales con respecto a cómo se ha tratado este evento en otros medios: “La representación mediática de los conflictos en otros medios culturales como el cine o las novelas parte siempre de dos premisas: la representación del conflicto que hace el autor se hace de manera unidireccional, y la narrativa tiene todos los sesgos, matices y conclusiones que quiera representar su creador; y tampoco puedes interactuar con esa narrativa”.

Por contra, explica, en los juegos de mesa (y especialmente en los de estrategia), se presenta una narrativa que ha de ser desarrollada por los jugadores, con lo que se crea una inmersión y un nivel de comprensión que depende de ellos para su profundización. “Es una herramienta, no un fin”, explica. Así, por ejemplo, el juego Twilight Struggle, que simula la Guerra Fría entre EE UU y las URSS, se emplea desde hace una década en el Institut Pau Vila de Sabadell como herramienta para enseñar y comprender este periodo. “Además, los juegos analógicos tienen ventajas sobre el videojuego: la presencia física, la materialidad del producto y una representación más fiel a la realidad”, añade Catalán.