Baladilla de los tres ríos", que pertenece al libro Poema del cante jondo (1921-1922), y ocupa el primer lugar, dato que nos demuestra la importancia que Lorca le concede. En el Poema, se contraponen dos ciudades: Sevilla y Granada. Sevilla, alegre, colorista y abierta al mundo; Granada, recóndita y sumida en la nostalgia de sus glorias pasadas. Lorca quiere demostrar que la cuna del cante jondo no es Sevilla, sino Granada. La Granada melancólica y desolada.
BALADILLA DE LOS TRES RÍOS
El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
El río Guadalquivir
tiene las barbas granates.
Los dos ríos de Granada,
uno llanto y otro sangre.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros.
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Guadalquivir, alta torre
y viento en los naranjales.
Darro y Genil, torrecillas
muertas sobre los estanques.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
¡Quién dirá que el agua lleva
un fuego fatuo de gritos!
¡Ay, amor
que se fue y no vino!
Lleva azahar, lleva olivas,
Andalucía, a tus mares.
¡Ay, amor
que se fue por el aire!
"Romance de la talabartera". Se conoce un esbozo del argumento de La zapatera prodigiosa, (1930), obra de la que Lorca sacó el "Romance de la talabartera", que está escrito en forma de cuento infantil: "Era un zapatero que no tenía nada más que su mujer, y su mujer no lo quería nada porque andaba tonteando con los mozos del pueblo. Y un día el zapatero descubrió que él tampoco estaba enamorado de su mujer..."
El tema del hombre mayor casado con una atractiva jovencita es antiguo y Lorca conocía varios antecedentes. En La zapatera prodigiosa hay influencias Cervantinas (El celoso extremeño), pero la fuente más inmediata es El sombrero de tres picos, de Pedro Antonio de Alarcón, muy presente para Lorca, dado que Falla, gran amigo del poeta, había compuesto una pieza musical para ballet inspirada en la obra del autor guadijeño.
ROMANCE DE LA TALABARTERA
ZAPATERO (señalando con la varilla)
En un cortijo de Córdoba,
entre jarales y adelfas,
vivía un talabartero
con una talabartera.
Ella era mujer arisca,
él hombre de gran paciencia,
ella giraba en los veinte
y él pasaba los cincuenta.
¡Santo Dios cómo reñían!
Miren ustedes la fiera,
burlando al débil marido
con los ojos y la lengua.
Cabellos de emperadora
tiene la talabartera,
y una carne como el agua
cristalina de Lucena.
Cuando movía las faldas
en tiempos de Primavera
olía toda su ropa
a limón y a yerbabuena.
¡Ay, que limón, limón
de la limonera!
¡Que apetitosa
talabartera!
Ved cómo la cortejaban
mocitos en su presencia
en caballos relucientes
llenos de borlas de seda.
Gente cabal y garbosa
que pasaba por la puerta
haciendo brillar, alegre,
las onzas de sus cadenas.
La conversación a todos
daba la talabartera,
y ellos caracoleaban
sus jacas sobre las piedras.
Miradla hablando con uno
bien peinada y bien compuesta,
mientras el pobre marido
clava en el cuero la lezna.
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.
Un lunes por la mañana
a eso de las once y media,
cuando el sol deja sin sombra
los juncos y madreselvas,
cuando alegremente bailan
brisa y tomillo en la sierra
y van cayendo las verdes
hojas de las madroñeras,
regaba sus alhelíes
la arisca talabartera.
Llegó su amigo trotando
una jaca cordobesa
y le dijo entre suspiros:
-Niña, si tú lo quisieras,
cenaríamos mañana
los dos solos, en tu mesa.
-Y qué harás de mi marido?
-Tu marido no se entera.
-¿Qué piensas hacer? -Matarlo.
-Es ágil. Quizá no puedas.
¿Tienes revólver? -¡Mejor!
¡Tengo navaja barbera!
-¿Corta mucho? -Más que el frío.
Y no tiene ni una mella.
-¿No has mentido? -Le daré
diez puñaladas certeras
en esta disposición,
que me parece estupenda:
cuatro en la región lumbar,
una en la tetilla izquierda,
otra en semejante sitio
y dos en cada cadera.
-¿Lo matarás en seguida?
-Esta noche cuando vuelva
con el cuero y con las crines
por la curva de la acequia.
Esposo viejo y decente
casado con joven tierna,
qué tunante caballista
roba tu amor en la puerta.
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