Existe en la política (y en la vida, en general) una forma de actuar muy curiosa cuando valoramos de manera diferente nuestra forma de pensar y de actuar y cuando lo hacemos sobre los mismos juicios y comportamientos de los adversarios. Utilizamos una doble vara de medir para lo que hacemos nosotros o lo que hacen los nuestros y otra para lo que hacen los demás. Los mismos hechos son calificados de manera no digo diferente, sino opuesta. Desde luego, siempre interesada. Voy a poner algunos ejemplos.
¿Cuántas veces ha dicho el PP, y las gentes del PP y, sobre todo, la presidenta de la Comunidad de Madrid que el presidente Sánchez pacta con quienes quieren romper España? ¿Cuántas veces han dicho que se vende a los independentistas dando lo que le exijan? ¿Cuántas veces le han insultado por ello y le han llamado traidor? ¡Sánchez pacta con los independentistas! Es algo horrible e imperdonable. Ese es un componente del sanchismo que es preciso exterminar. Porque la única finalidad que los acuerdos con esos indeseables es mantenerse en el poder, seguir en la Moncloa. El proceder de un psicópata, dicen.
Pues bien, lo primero que ha hecho el señor Feijóo después de ganar las elecciones es llamar al Partido Nacionalista Vasco para negociar su investidura. ¿Son independentistas los diputados del PNV? Pues claro que sí. ¿Cómo es posible? ¿No es algo vergonzoso, indecente y miserable pactar con ellos? ¿No es eso vender a España? ¿Y para qué quiere pactar el señor Feijóo? Lo que en los adversarios es afán de poder en él es sentido de la responsabilidad. En este caso actúa con más coherencia su aliado, ya que Vox dice que con los independentistas no va ni a la vuelta de la esquina. El PNV ha dicho que no quiere saber nada del señor Feijóo ni del PP. No es extraño. Si les han tachado una y otra ve de personas indeseables, ¿por qué ahora van a tenderle la mano? Si hubiese aceptado la negociación, algo le hubiera pedido, ¿no? Y es más que probable que se lo hubiera dado. El argumento para hacerlo hubiera sido la responsabilidad política y el sentido de la democracia; el mandato que habían realizado los electores. Si lo hacen los otros es diferente.
Otra historia de estos días. Se dice por parte de la derecha que Sánchez es capaz de hacer lo posible y lo imposible por permanecer en la Moncloa. ¿Qué quiere decir? Pues que el fin, para él, justifica los medios. Es malo que pacte con Esquerra Republicana y el Partido Nacionalista Vasco, es peor que pacte con prófugos de la justicia y es pésimo que vuelva a pactar con Bildu. Lo peor del mundo. Ayuso ya ha dicho que Sánchez, de espalda a los españoles porque estamos en verano, pactará con indeseables y que ya tiene seguro el apoyo del fugado Puigdemont. ¿Y qué pasa con el señor Feijóo? Pues está haciendo lo mismo, pero lo que él hace es bueno. No tiene ambición de poder, tiene sentido de Estado. Intenta pactar con independentistas (que le dicen que no), pactará con un partido ultraderechista y ahora se propone captar a unos cuantos “socialistas buenos” que traicionen a su partido y a sus votantes. ¿Eso es muy democrático? Pues si lo hace el señor Feijóo, sí. Porque lo hace por España. Es un caballero mutilado. Lo que hace Sánchez es por maldad, él solo se ama a sí mismo. Él es un jodido cojo.
Otro bonito ejemplo. El señor Feijóo se ha pasado toda la campaña (y ahí sigue) pidiéndole a Sánchez que, por sentido de Estado, se comprometa a que gobierne la lista más votada (sabiendo a ciencia cierta que era la suya). Hasta firmó en pleno directo un documento en el que él se comprometía a respetar un acuerdo que tan claramente le favorecía. Para él era una exigencia democrática el que gobernase la lista más votada, un mandato de la ciudadanía. Pero días antes el señor Feijóo obligó (literalmente) a la presidenta de la comunidad extremeña, señora Guardiola, a tragarse sus propias palabras en las que proclamaba unos principios sagrados para que, en lugar de la lista más votada, que era el Partido Socialista, gobernase su partido con Vox.
Al Presidente del gobierno le han estado echando en cara una vez tras otra hasta el cansancio que ha mentido a los españoles y que esas mentiras no podían tolerarse en democracia. Pero él miente de forma descarada a la periodista Silvia Intxaurrondo e incluso le dice despectivamente que de dónde ha sacado los datos, cuando ya los había manejado en el debate a dos y en la entrevista que le hizo el periodista Carlos Alsina. En el análisis de las palabras de los otros esas frases son mentiras, en la propia son inexactitudes.
Le oí a la señora Celia Villalobos decir con agresividad en la televisión que el presidente Sánchez solo quería mantenerse en el poder, que era capaz de todo para seguir en la Moncloa. Decía que a él no le importaba nada España, ni los españoles, solo le importaba el poder. Pero bueno, señora Villalobos, Sánchez tiene el mismo deseo de seguir en la Moncloa que el señor Feijóo en entrar en ella. Pero, claro, para usted el señor Feijóo no lo hace por acceder al poder, lo hace para proteger a España y mejorar la vida de los españoles.
El señor Aznar negoció reiteradamente con ETA. Se conocen diferentes equipos negociadores y lugares en los que trataron de llegar a acuerdos. He de decir que yo le hubiera aplaudido. De hecho, cuando el presidente Zapatero pidió al parlamento autorización para hacerlo, escribí un artículo titulado “Adelante, señor presidente”. Lo que pasa es que ahora, cuando el Partido Socialista acuerda decisiones de gobierno con Bildu, se acusa al presidente de pactar con terroristas, con filoetarras. Nadie respeta y hace más por las víctimas que quien negocia para que no exista ni una más.
Se dijo por activa y por pasiva que ETA dejase al armas y que se incorporase a las instituciones democráticas. Hace doce años que entregó las armas y abandonó el terrorismo. ¿Por qué ahora no se puede dialogar y negociar con Bildu?
Cuando vascos, catalanes o gallegos defienden el nacionalismo de sus territorios con uñas y dientes son tachados de fanáticos, de separatistas, casi de delincuentes y, por supuesto, de antiespañoles. Pero cuando los españoles defienden con entusiasmo su bandera y su cultura y su historia, se consideran patriotas. ¿No quieren separarse ellos también de otras naciones? ¿Por qué no son tachados de separatistas, de antieuropeistas, de delincuentes?
Si desde el Ministerio de Igualdad se propone implantar la educación sexual en las escuelas con el fin de acabar con la ignorancia y de promover las actitudes de respeto a la dignidad de las personas de diferente sexo, el partido ultraderechista Vox dice que se trata de corromper a los niños que son inocentes (una cosa es ser inocente y otra es ser ignorante) atribuyendo a la medida una perversidad que solo está en sus mentes.
Lo mismo sucede en lo que se relaciona con lo religioso. Si los católicos destruyen los símbolos sagrados de otras religiones dicen que están acabando con los ídolos pero si son otras las que destruyen los suyos se les considera sacrílegos. Si la iglesia católica explica su doctrina a los demás está evangelizando, si otras creencias explican sus dogmas a los católicos les están induciendo a la superstición. Si un católico cambia de religión es un renegado o un apóstata pero si alguien decide adoptar la fe católica es un converso. Sería más lógico calificar a los dos de conversos o a los dos de renegados.
A la hora de juzgar falta muchas veces racionalidad y ética. La racionalidad falla al utilizar con poco rigor los argumentos. Pero falta también falla la ética, porque la descalificación gratuita e infundada del prójimo es una falta de respeto. Falta autocrítica rigurosa y falta apertura valiente a la crítica.
Son célebres los versos de Ramón de Campoamor, incluidos en su poema “Las dos linternas”, perteneciente a su obra ”Las Doloras”:
“De Diógenes compré un día
la linterna a un mercader;
distan la suya y la mía
cuanto hay de ser a no ser.
Blanca la mía parece;
la suya parece negra;
la de él todo lo entristece;
la mía todo lo alegra.
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira”.
del cristal con que se mira”.
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