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viernes, 18 de octubre de 2013

Clarificaciones a partir de la muerte de Juan Linz. La dictadura fue totalitaria, no solo autoritaria

A raíz de la muerte del Profesor español Juan Linz, de la Universidad de Yale, EEUU, se han escrito muchos artículos loando su figura y sus contribuciones a las ciencias sociales, y muy en particular a las ciencias políticas, lo cual me parece lógico y no tengo nada que objetar. Tuve muchos desacuerdos con sus trabajos, pero es mi costumbre dejar en paz a los muertos, y dejar que sus amigos y estudiantes celebren su persona y su trabajo. Ahora bien, creo que sería injusto que mantuviera esta actitud cuando se utilizan a los muertos (en este caso, la muerte del Profesor Juan Linz) para criticar, una vez más, a las izquierdas, a las cuales pertenezco. Cuando ello ocurre, siento la necesidad y urgencia de aclarar varios puntos y defender a esas izquierdas que sistemáticamente en España están marginadas y no tienen el acceso a los medios de información (tanto académicos como generales) que tienen los promotores de Juan Linz y sus puntos de vista en este país.

Una de las contribuciones más conocidas nacional e internacionalmente del profesor Juan Linz (a partir de ahora JL) fue su distinción entre regímenes políticos totalitarios, tales como los regímenes comunistas, que intentaban cambiar todas las dimensiones de la sociedad y del ser humano que la habita, invadiendo incluso sus componentes más íntimos, y regímenes políticos autoritarios, que no lo intentaban. Estos últimos se limitaban a mantener, por medios autoritarios, un orden establecido, que JL consideraba eran cambiables para convertirse en sistemas democráticos en periodos posteriores. Y entre ellos incluía el régimen dictatorial que existió en España desde 1936 hasta 1978. Los regímenes totalitarios, al contrario de los regímenes autoritarios, eran incapaces de cambiarse y transformarse en sistemas democráticos.

Esta teoría de JL fue la que, explícitamente, se utilizó desde el Departamento de Estado de EEUU para apoyar a algunos de los regímenes dictatoriales más sangrientos y represivos que hayan existido en América Latina y en el sur de Europa. El Departamento de Estado y sus portavoces señalaban que tales regímenes autoritarios eran susceptibles de cambio hacia sistemas democráticos, y de ahí la necesidad de apoyarlos para facilitar esa transformación, oponiéndose a la vez, por todos los medios, a aquellas fuerzas auténticamente transformadoras dentro de ellos –que sistemáticamente definían como comunistas (independientemente de que lo fueran o no)- y que llevaban los gérmenes y semillas para establecer regímenes totalitarios o comunistas. Esta teoría se convirtió en la justificación para apoyar regímenes enormemente represivos, como lo fue el dictatorial español, uno de los más sangrientos que ha ocurrido en la Europa Occidental en el siglo XX.

La consecuencia de esta teoría
Yo pude ver y vivir en carne propia las consecuencias de la utilización de esta teoría de JL por parte del Departamento de Estado del gobierno federal de EEUU, y también por parte de varios gobiernos dictatoriales, incluyendo el español. Una de ellas fue cuando, como miembro de la resistencia antifascista española en la clandestinidad, tuve que dar testimonio enfrente del Comité de Asuntos Exteriores del Senado de EEUU (invitado por el senador Ted Kennedy, que simpatizaba con las fuerzas democráticas españolas), intentando convencer al Senado de aquel país de que no renovara sus bases militares en España durante la dictadura, pues estaban apoyando a una dictadura totalitaria que había sido establecida con el apoyo de Hitler y Mussolini, contra los cuales EEUU había luchado, costándole 800.000 muertos.

Frente a este argumento, el embajador español de la dictadura respondió también ante tal Comité que mi descripción del Estado español era errónea, pues señalaba que –tal como indicaba el profesor Juan Linz, de la Universidad de Yale- dicho Estado no era totalitario, sino autoritario, y tenía la potestad de poder cambiar hacia uno democrático. Esta era también la argumentación usada frente a tal Comité del Senado por el portavoz del Departamento de Estado en apoyo de la renovación de las bases. Puesto que ambos citaron al Profesor Juan Linz, tuve que leerme sus trabajos para poder rebatir esos argumentos.

Una situación semejante ocurrió más tarde, a raíz del apoyo del gobierno federal de EEUU al golpe militar del general Pinochet frente al gobierno de Unidad Popular de Chile (al cual tuve el privilegio de asesorar). Aquí, de nuevo, se utilizaron los mismos argumentos, indicando que la dictadura del general Pinochet era, en realidad, un régimen autoritario, no totalitario, que merecía el apoyo para facilitar la transición democrática y ayudarle en su lucha contra las fuerzas totalitarias. Esta era la narrativa oficial, en defensa de unas políticas del gobierno federal que causaron un enorme daño a las clases populares de aquellos países, tanto de España como de Chile.

El error de la teoría de Juan Linz
Creo que la propia realidad ha mostrado el error de las teorías de JL. Varios regímenes comunistas se han transformado en regímenes democráticos en contra de lo que JL indicaba, alcanzando en muchos de ellos niveles de democracia más avanzados que los que existen en España, cuya democracia es conocida internacionalmente por su baja calidad (un indicador, por cierto, de ello, es que este artículo que cuestiona las teorías dominantes en el establishment político-mediático de España no podrá publicarse en ninguno de los cinco periódicos más importantes del país. Y tengo pruebas de ello. La libertad de prensa en España está extraordinariamente limitada).

Otra realidad que cuestiona la definición del régimen dictatorial español como autoritario pero no totalitario, es la propia experiencia de aquellos que sufrimos aquel régimen. JL procedía de una familia falangista (su madre fue dirigente de la Falange) y sus raíces están basadas en aquel régimen. Y no sufrió, por lo tanto, la enorme opresión de aquella dictadura, que era agresivamente intervencionista en las esferas más privadas del ser humano, desde el idioma y la lengua hasta el sexo. Era obvio que aquella dictadura, basada en el nacional-catolicismo (suma de un nacionalismo extremo, oprimente de todos aquellos que no compartían ese nacionalismo imperialista, y de una religión sumamente reaccionaria), intentaba crear una nueva sociedad y un “nuevo hombre”, tal como así indicaba su narrativa. Es sorprendente que un régimen basado en dos ideologías tan profundamente totalizantes, como el nacionalismo y el catolicismo, se presente como un régimen que era meramente autoritario. Es obvio que su descripción de España y su descripción de los nacionalismos en España es profundamente errónea, y la gran visibilidad de estas teorías se debe, no a su potencia intelectual, sino principalmente a las cajas de resonancia proveídas por los establishments españoles y estadounidenses a los que dichas teorías benefician.

La España que yo y millones de españoles vivimos era muy distinta a la España que narró JL (a la temprana edad de 7 años, un policía gris me abofeteó en las calles de Barcelona por hablar en catalán, gritándome “que no hablara como un perro y que debería hablar como un cristiano”, la lengua del Imperio).

La responsabilidad del intelectual científico sobre su trabajo
Se me dirá, como ya se me ha dicho, que JL no era responsable de la utilización de sus teorías por parte de aquellas instituciones, argumento que no comparto, pues un científico tiene que distanciarse, incluso denunciar, el mal uso del descubrimiento que ha llevado a cabo. J. Robert Oppenheimer, un científico estadounidense, padre de la ciencia nuclear, denunció el uso de su descubrimiento por parte del gobierno federal de EEUU para crear la bomba atómica y utilizarla. El caso de Oppenheimer dio pie a un gran debate en EEUU sobre la responsabilidad moral del científico. El conocimiento científico, creado por los científicos, podía utilizarse para fines que estos, identificados con la producción de tal conocimiento, consideraban inmorales, en cuyo caso la comunidad científica consideró que el científico autor del descubrimiento debía denunciarlo. Lo mismo se aplica a las ciencias sociales, donde el conocimiento que se produce puede utilizarse para fines que dañan a la población, y muy en especial a las clases populares (independientemente de que este conocimiento sea erróneo o no). Un caso actual es el conocimiento producido por centros conocidos de ciencias económicas (como la escuela neoliberal de la Universidad de Chicago), cuya aplicación ha causado un enorme daño en el bienestar de las clases populares en muchos países, incluyendo Chile.

Pues bien, lo mismo puede aplicarse a JL, experto en las ciencias políticas, que “descubrió” una teoría (que, aun cuando, a mi parecer, era errónea), y que tenía que haber denunciado a aquellos que la utilizaron para hacer un enorme daño a las clases populares de España y de Latinoamérica. En realidad, hubo un silencio ensordecedor por parte de JL frente a esta utilización nefasta de su teoría. Todo lo contrario, se convirtió en la sabiduría convencional del establishment político y académico de EEUU, responsable de unas políticas exteriores que estaban en clara contradicción con los valores que aquel país decía sostener.

Una última observación.
Conociendo el patio, sé que esta defensa de las izquierdas y sus críticas a las teorías de JL crearán gran enfado y es probable que, como es costumbre, se inicien toda una serie de insultos y sarcasmos. Un indicador de la escasa cultura democrática es que el insulto sustituye al argumento. Sería de agradecer que la respuesta se centrara en los argumentos y en la evidencia que los apoye. Esperemos que así sea.
Fuente: Vicenç Navarro, Público.es

martes, 15 de octubre de 2013

¿Recuperación económica?¿Qué recuperación económica?

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Existe hoy un ambiente de euforia en los círculos económicos y financieros y, por lo tanto, también en los círculos políticos de mayor peso en el establishment español, basado en la percepción de que la Eurozona –como colectividad económica y monetaria- se está recuperando y, como parte de esta recuperación, la economía española también está saliendo del hoyo.

Las voces optimistas en la Eurozona son abundantes entre aquellas autoridades que han presionado más por las políticas de austeridad (es decir, recortes de gasto público –incluyendo el social-, disminución de las pensiones y reducción de los salarios), y que ven esta supuesta recuperación como prueba de la sabiduría de las políticas que, por cierto, han sido impuestas a las poblaciones de los países de la Eurozona (y digo impuestas porque en ninguno de estos países los partidos gobernantes que las llevan a cabo tenían tales políticas en su programa electoral).

Hay múltiples ejemplos de estas autoridades y su optimismo. El Sr. José Manuel Durão Barroso, un hombre de derechas, Presidente de la Comisión Europea, declaró el pasado 11 de septiembre que “los últimos datos económicos muestran que los sacrificios realizados hasta ahora están dando sus frutos”. El Sr. Wolfgang Schäuble, Ministro de Finanzas del gobierno alemán y uno de los arquitectos e inspiradores de dichas políticas de austeridad a nivel europeo, también celebra en las páginas del Financial Times la recuperación económica, escribiendo que “lo que estamos ahora viendo es lo que ya dijimos que ocurriría. Las políticas fiscales y las reformas estructurales están llevándonos a esta recuperación, habiendo sembrado las bases para un crecimiento económico estable” (FT. “Ignore the doomsayers: Europe is being fixed”. 16.09.13). Para el Sr. Ministro alemán, una política fiscal correcta es poner como objetivo central de la política gubernamental bajar el déficit y la deuda pública a base de recortes y más recortes del gasto público, y por reformas estructurales necesarias entiende el debilitamiento del mundo del trabajo para permitir la reducción de los salarios, políticas todas ellas promovidas por el gobierno alemán, por el Consejo Europeo, por la Comisión Europea, por el Banco Central Europeo, y por el gobierno español. En realidad, el Sr. Luis de Guindos, Ministro de Economía y Competitividad, también ha declarado al Financial Times que “España ya comienza a ver el fruto de nuestras políticas” (FT., 04.09.13).

Esta percepción de recuperación y este optimismo aparecen no solo entre las derechas, sino también en amplios sectores de las izquierdas. Por ejemplo, en Catalunya, el catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Oliver Alonso, uno de los economistas más influyentes en las áreas económicas del Partido Socialista de Catalunya (el PSC) y que fue asesor económico del gobierno del Tripartito, y que ha sido una de las voces más insistentes en llevar a cabo tales políticas, promovidas por el gobierno alemán (celebró la victoria de la candidata Merkel como un buen indicador para el futuro de la Eurozona), ha indicado, en una entrevista televisiva en la cadena de televisión pública del gobierno de la Generalitat de Catalunya, TV3, que la economía española crecerá el próximo año fiscal un 1,3%, una estimación mayor que la proyectada por el gobierno Rajoy, que es un 0,7%, y ello, de nuevo, como resultado de las medidas de austeridad y reformas del mercado laboral que ha estado proponiendo.

Miremos los datos: ¿dónde está la recuperación, y de dónde deriva, si es que existe?
Martin Wolf, el comentarista en jefe de economía del Financial Times, hace una crítica devastadora de este falso optimismo, crítica que no ha aparecido en nuestros mayores medios. Para entender lo que está ocurriendo hay que entender a dónde nos han llevado las políticas de austeridad y reformas estructurales a los países de la Eurozona. Y los datos muestran esta realidad. Como bien señala Martin Wolf, el PIB de la Eurozona ha bajado un 13% respecto a su tendencia previa a la crisis (en España este bajón ha sido de 7,5% respecto a su pico pre-crisis; en Portugal un 7,6%; en Irlanda un 8,4%; en Italia un 8,8%; y en Grecia un 23,4%). Estos porcentajes de pérdida de riqueza son enormes, causados en gran parte por aquellas políticas que podrían haberse prevenido si se hubieran desarrollado políticas de expansión de signo opuesto, como ocurrió en crisis financieras y económicas anteriores, tales como el New Deal, en EEUU (con el Presidente Roosevelt), y en el periodo post II Guerra Mundial en Europa con el Plan Marshall. El haber llevado a cabo políticas de signo contrario ha contribuido en gran manera a este bajón tan notable.

Una consecuencia de aquellas políticas ha sido un enorme crecimiento del desempleo, un gran bajón de los salarios y una gran reducción de la demanda. El desempleo en la Eurozona ha subido a un 12% (en España a un 26,3%; en Grecia a un 27,9%; en Portugal a un 16,5%; en Irlanda a un 13,8%; y en Italia a un 12%). Y en la mayoría de estos países, el desempleo entre los jóvenes dobla estas cifras. (Es interesante subrayar que las mismas voces que señalan que las pensiones no se podrán pagar porque hay demasiados ancianos y pocos jóvenes, apoyan políticas que crean un gran desempleo entre los jóvenes –un 56% en España, mostrando que el mayor problema para la sostenibilidad de las pensiones no es la escasez de jóvenes, sino la escasez de puestos de trabajo para los jóvenes y la precariedad y bajos salarios de estos jóvenes).

La justificación económica para llevar a cabo las políticas de claro corte neoliberal (austeridad más bajos salarios) era incrementar la competitividad y exportar más, y con ello estimular la economía. Es la misma política que se siguió en América Latina en los años noventa, hasta que fueron interrumpidas por gobiernos de izquierda, con programas expansivos que permitieron a aquellos países salir de la crisis. Pero, como bien señala Martin Wolf, Irlanda ha recuperado su competitividad y sus exportaciones han aumentado considerablemente. Y en cambio, su crecimiento económico está estancado, y ello resultado del estancamiento del mayor motor económico y de producción de empleo, que es la demanda doméstica, determinada por el nivel salarial, la tasa de ocupación y el gasto público. A no ser que estas tres variables mejoren, las economías no se recuperarán.

El famoso “milagro alemán” que se atribuye erróneamente a las reformas Schröder, tuvo poco que ver con el supuesto éxito de aquellas reformas. De nuevo, cuando dichas reformas se realizaron, Alemania tenía una ligera recesión, no la depresión que existe ahora en los países periféricos. Y Alemania no tenía ningún problema en financiarse. Los países periféricos están en depresión, y debido a la negativa del Banco Central Europeo a proteger a los Estados frente a la especulación financiera, comprando bonos públicos, estos países no pueden salir de la crisis con las medidas que llevó a cabo aquel gobierno. Comparar la situación de Alemania de los años 2000 con la de los países PIGS es, como bien subraya Martin Wolf, un absurdo. Estos países no pueden salir de la crisis a base de exportaciones. Y España es un ejemplo de ello. Las exportaciones han subido y subido y la economía está estancada, pues el mayor problema económico de estos países es la falta de demanda doméstica, que está relacionada con el enorme deterioro del mercado de trabajo, creado precisamente por las reformas neoliberales.

De ahí que el mayor problema que existe en la Eurozona, y muy en especial en los países de la periferia, sea el desempleo (al cual ahora se añade el descenso de la población que trabaja, y el descenso de los salarios). Estos son los problemas económicos (además de sociales y humanos) que hoy existen y que las políticas que se están llevando a cabo están empeorando. El bajísimo crecimiento económico que se prevé es insignificante para resolver aquellos problemas. Esta es la realidad ignorada, cuando no ocultada, en los centros donde tal sabiduría convencional se reproduce.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La conspiración financiera internacional

Se están publicando más y más informes, libro s y artículos (ver Ellen Brown “Making the World Safe for Banksters”. CounterPunch , 05.09.13) que están documentando cómo se inició el proceso de desregulación de la banca, que desembocó en la enorme crisis financiera a los dos lados del Atlántico Norte. Cuanto más se publica, más se sabe de lo que en realidad puede definirse, sin reservas, como una conspiración en la que participaron activamente dirigentes de la banca estadounidense (tales como Goldman Sachs, Merrill Lynch, Bank of America, Citibank y Chase Manhattan Bank) y personajes responsables de las agencias reguladoras de la banca del gobierno federal de Estados Unidos, tales como Larry Summers y Timothy Geithner. El primero era (cuando la conspiración se inició) el segundo de a bordo del Ministerio de Hacienda, dirigido por el ex banquero Robert Rubin, durante la Administración Clinton, y el segundo, era el encargado de Asuntos Internacionales del mismo Ministerio.

El objetivo de ese proyecto era conseguir la desregulación del capital financiero en EEUU y también en el mundo. El primer paso fue la desregulación en EEUU a base de eliminar la Ley Glass-Steagall, la ley aprobada en 1933 por la Administración Roosevelt que claramente diferenciaba la Banca Comercial de la Banca de Inversiones, un punto clave para proteger a la mayoría de ahorradores y depositantes en la banca frente a la especulación, característica de gran número de actividades de la Banca de Inversión. La Administración Clinton, como resultado de la presión del centro financiero de EEUU, Wall Street, y con la ayuda de sus agentes en el gobierno federal, eliminó dicha Ley y, con ello, tal diferenciación. Una consecuencia fue el colapso de Lehman Brothers.

El segundo paso era la desregulación de la banca a nivel mundial. Ello requería el cambio de las reglas de la Organización Mundial del Comercio (World Trade Organization), y para ello se nombró a Geithner embajador de EUUU en dicha organización. Su objetivo (que consiguió que se aprobara) era cambiar las reglas de juego para la banca, mediante un addendum que aparentaba ser menor (conocido como addendum del Financial Services Agreement ), que prohibía, en realidad, la regulación de las inversiones bancarias, incluyendo las especulativas.

Un problema que los conspiradores tenían es que el 40% de los bancos hoy en el mundo son bancos públicos (la mayoría de estos bancos existen hoy en los países BRIC -Brasil, Rusia, India y China-, que representaban el 40% de la población mundial). Y para complicarles más las cosas a los conspiradores, muchos de estos bancos estaban en países musulmanes, donde la usura es, no solo un pecado, sino también un acto criminal, lo cual dificultaba las políticas financieras de carácter especulativo. Estos factores, por cierto, han protegido a estos países frente a la especulación financiera y han sido menos afectados por la crisis financiera a nivel mundial. Países que fueron particularmente resistentes a esta desregulación fueron los llamados “enemigos de EEUU” (según el testimonio dado en el año 2007 por el general Wesley Clark, que era el jefe de las fuerzas militares de la OTAN, Democracy Now! 2007) que incluían Irak, Siria, el Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán. Todos estos países eran islámicos, no pertenecían a la Organización Mundial del Comercio, y lo que era “peor” es que tampoco pertenecían al Bank for International Settlements en Suiza, la organización que supervisa los bancos a nivel mundial. Según el General Clark, estos países estaban en la lista de países que el gobierno federal de EEUU había considerado como países cuyos gobiernos deberían cambiar en los próximos cinco años. Y, según Ellen Brown, lo están intentando conseguir.
Fuente: Vicenç Navarro. Sistema Digital

Donos de Portugal from Donos de Portugal on Vimeo.


Video aportado por Isabel, desde Porto, Portugal, gracias.

jueves, 12 de septiembre de 2013

De lo que no se habla sobre Siria

Vicenç Navarro Público.es

Para entender qué está pasando en Siria hay que entender qué está pasando en EEUU, lo cual no es fácil en España debido a la insuficiente y/o sesgada cobertura por parte de los medios de información españoles (con algunas excepciones) de la realidad de aquel país. Hoy EEUU está viviendo un momento de gran conflictividad cuya resolución marcará el país por muchos años. Por un lado, estamos viendo la aplicación de unas políticas de recortes de gasto público sin precedentes, recortes que se están justificando por la supuesta necesidad de reducir lo que se considera un excesivo nivel de déficit público. A fin de alcanzar la disminución de este déficit, se están recortando de una manera radical servicios del escasamente financiado Estado del Bienestar estadounidense, afectando especialmente a los servicios y transferencias públicas a las poblaciones más vulnerables, tales como el programa Food Stamps (vales alimentarios) que los Estados proveen en bases discrecionales y asistenciales a la población pobre que no tiene fondos para comprar alimentos y que el propio gobierno federal (su Departamento de Agricultura) define como “food insecure”, que quiere decir, como señala en lenguaje más accesible el The New York Times, “personas que tienen hambre” (“On the Edge of Poverty; at the Center of a Debate” 05.09.13. p. A3), y que son 49 millones de ciudadanos y residentes estadounidenses que representan nada menos que un 16,4% de la población de EEUU (véase el informe Food Insecurity Survey. Department of Agriculture. US Federal Government. 2012).

Por otro lado, el Presidente Obama está pidiendo la aprobación del Congreso de EEUU para llevar a cabo un acto de intervención militar contra el gobierno de Siria, aduciendo que dicho gobierno ha cometido un acto (la utilización de armas químicas en un conflicto armado) que debería ser penalizado. No sancionarlo implicaría -según el Presidente Obama- una pérdida de credibilidad, no solo de EEUU, sino de la comunidad internacional, pues tanto el gobierno de EEUU como la comunidad internacional se habían comprometido en varios tratados internacionales a no autorizar tales armas en los frentes de batalla. En la reciente reunión del G-20, el Presidente Obama señaló que “gasear gente inocente con armas químicas, incluso contra niños, es algo que nosotros no hacemos y que no debemos permitir” (Financial Times, 7 de septiembre de 2013, p. 4)

¿Qué credibilidad tienen los argumentos utilizados para justificar el bombardeo de Siria?

Tales argumentos aducidos por la Administración Obama, sin embargo, tienen escasa credibilidad. En realidad, el gobierno federal de EEUU ha sido uno de los gobiernos que ha utilizado con más frecuencia armamento químico (y biológico) en los frentes de batalla. El caso más notorio fue la utilización por parte de las Fuerzas Armadas de EEUU en Vietnam, Laos y Camboya de 45 millones de litros del Agente Naranja (una dioxina altamente tóxica), afectando a más de medio millón de personas (matándolas o hiriéndolas y deformándolas) entre las poblaciones bombardeadas en Vietnam, Camboya y Laos. Todavía hoy, y como secuela de aquellos bombardeos, existe un gran número de nacimientos de infantes con enormes deformidades entre las poblaciones de aquellos países expuestas a tal arma química, que continúa en el suelo de más de cuatro millones de acres de esos territorios.

El gobierno federal de EEUU ha utilizado también, además de armas químicas, armas bacteriológicas (también prohibidas en los tratados internacionales) en contra de varios países en América Latina (incluyendo Cuba, causa de la epidemia de dengue en 1981, que mató a 188 personas, incluyendo 88 niños). E incluso, más recientemente, el caso más notorio de utilización masiva de armas químicas fue el que llevó a cabo el gobierno iraquí (liderado entonces por Saddam Hussein) contra Irán, utilización con pleno conocimiento y apoyo del gobierno federal de EEUU, que apoyaba al dictador iraquí en aquel conflicto (ver Jeffrey St. Clair “Germ War: The U.S. Record”, CounterPunch. 03.09.13). Y el mismo gobierno federal de EEUU tiene, entre sus aliados, algunos de los mayores violadores de derechos humanos hoy en el mundo, tales como Arabia Saudí, que tiene un enorme arsenal de armas químicas que, según varias cadenas de información, han sido proveídas a los extremistas islámicos, en la oposición al dictador sirio (ver Eric Draitser “Debunking Obama’s Chemical Weapons Case Against the Syrian Government” CounterPunch Sept.02, 2013), los cuales poseen ese tipo de armas como ha indicado también Carla del Ponte, miembro de la Comisión Internacional de Investigación de las Naciones Unidas para investigar casos anteriores de utilización de armas químicas en Siria, que ha señalado la posesión y utilización de tales armas en el pasado por los rebeldes (ver David Lindorff  “While House Document Proving Syria’s Guilt does not pass Small text” CounterPunch, Sep.3, 2013). En realidad, dichas armas han sido utilizadas por los dos lados del conflicto en Siria.

Ni que decir tiene que la utilización de tales armas debe denunciarse y condenarse, sin ser selectivos y discriminatorios en tal denuncia (como es el caso notorio de Bernard Henri Levi, el filósofo francés que ha adquirido gran notoriedad por su oportunismo y selectiva denuncia de la utilización de esas armas, sin nunca haber hecho la denuncia de su utilización por parte de los gobiernos estadounidense o europeos, incluyendo el estado francés (tal y como señala Diana Johnstone en su artículo “France’s Philosopher Bombardier: No War for Bernard Henri Levi”, Counter Punch, Sept. 3. 2013).

¿Por qué ahora y no antes?

Que hay que penalizar la utilización de ese armamento en cualquier parte del mundo y por cualquier estado es un punto sobre el cual existe bastante acuerdo internacional. Pero, ¿por qué ahora y no antes? ¿Y por qué EEUU y no otros países? Y, ¿por qué no hacerlo a través de otros medios no militares o incluso, en caso de que fueran militares ¿por qué el gobierno federal de EEUU y no otros? Para contestar a estas preguntas, hay que entender, como dije antes, la situación de EEUU y los momentos históricos que este país está viviendo, lo cual raramente se hace en los medios. Veamos los datos.

Hoy EEUU está en un momento de profunda crisis, habiéndose acentuado todavía más la deslegitimación del establishment financiero, económico, y político de aquel país a partir del periodo de imposición de medidas sumamente impopulares sin ningún mandato popular. La enorme influencia del establishment financiero y económico (lo que en EEUU se llama la Corporate Class) en la vida política y mediática del país y el impacto sumamente impopular de las políticas públicas realizadas por las instituciones llamadas representativas han creado un rechazo generalizado hacia esos establishments. Hoy, desde la Seguridad Social (el sistema de pensiones públicas) hasta los servicios públicos del Estado del Bienestar están en peligro. Nunca antes el Estado del Bienestar estadounidense había estado tan amenazado como ahora (una situación que también ocurre en la Unión Europea y que alcanza dimensiones extremas en España). Los recortes en las áreas sociales son enormes y, tal y como he indicado anteriormente, el Congreso acaba de aprobar un recorte de 40.000 millones de dólares al programa Food Stamps que alimenta a casi uno de cada tres niños en EEUU (20 millones de niños asistidos). Estos recortes van acompañados de intervenciones públicas que benefician enormemente a la Corporate Class y a las rentas superiores del país, habiendo alcanzado unos niveles de desigualdad sin precedentes desde principios del siglo XX, al inicio de la Gran Depresión. Hoy, una persona del decil superior de renta en EEUU vive quince años más que una persona del decil inferior (en España son diez años y en el promedio de la Unión Europea de los Quince son siete años).

La Corporate Class y su complejo militar industrial

Un eje central de la Corporate Class, que es enormemente poderoso (tal y como ya alertó en su día el General Eisenhower, más tarde Presidente del país), es el complejo militar industrial. La voz más crítica de este complejo fue Martin Luther King, que lo había denunciado como el gran defensor de la Corporate Class de EEUU y que, para realizar su misión, consumía enormes recursos a costa de empobrecer el escasamente financiado estado del bienestar del país. Consume el 20% del presupuesto federal (718.000 millones de dólares), de los cuales 159.000 millones han sido gastados en las guerras de Irak y Afganistán (esta cifra no incluye los beneficios sociales de los veteranos de las guerras y otros servicios militares, cifra que alcanza otros 127.000 millones). El gobierno federal de EEUU gasta más en sus Fuerzas Armadas que la suma en gastos militares de los 13 países que le siguen después por nivel de gasto militar. Es una inversión enorme, que se debe al poder de la industria armamentística. Más de 350.000 millones de dólares fueron a contratos por equipamiento y mantenimiento de material militar consumido en Irak y Afganistán (estos datos proceden de Brad Plumer, “ America's staggering Defense Budget in Charts ”, The Washington Post January 7, 2013). Es un gasto público enorme que configura la economía de EEUU y gran parte de sus políticas públicas. En realidad (según los cálculos de Dean Baker y David Rosnick del Center for Economic and Policy Research de Washington), más del 26% del déficit público del estado federal se debe al gasto en las intervenciones militares de Afganistán e Irak, así como el pago de otras intervenciones que han estado ocurriendo a una frecuencia de un conflicto cada tres años en los últimos treinta años.

Y este gran poder deriva de su función que es la de defender globalmente y mundialmente los intereses primordialmente de la Corporate Class de aquel país. Todo este gasto público se realiza a costa de un enorme sacrificio del bienestar de las propias clases populares de EEUU (como denunció Martin Luther King, tal como indico en mi artículo “Lo que no se dijo sobre Martin Luther King”, Público, 3 de septiembre de 2013). No existe plena conciencia fuera de EEUU de que las clases populares de este país son las primeras víctimas de tal “sistema imperial”, tal y como lo definió Martin Luther King. Hoy, a la vez que se están reduciendo los fondos alimentarios para la población pobre, se están haciendo preparativos militares que costarán más de 1000 millones de dólares.

La enorme crisis de legitimidad del sistema político estadounidense

El enorme descrédito de la Corporate Class, de sus instituciones representativas (la mayoría de fondos que los políticos se gastan en sus campañas proceden de miembros de tal clase social, situación legalizada por la Corte Suprema de EEUU), acentuado por la gran crisis actual, donde el estándar de vida de las familias estadounidenses ha ido disminuyendo en los últimos treinta años (y muy marcadamente en estos años de crisis), explica el creciente hartazgo de la población hacia las instituciones políticas. Ya antes de que apareciera Siria en el horizonte, el Stimson Center publicó en mayo una encuesta en la que se pedía la opinión de los ciudadanos sobre su percepción y deseos sobre el gasto militar. La gran mayoría de la ciudadanía quería una reducción radical del gasto militar mucho más acentuada que cualquier propuesta hecha en el Congreso o por la Casa Blanca. En realidad, ya en respuesta a este enfado generalizado y hartazgo de guerras, la Administración Obama había hecho propuestas (consideradas muy insuficientes por la mayoría de la población) de bajar tal gasto, habiéndolo reducido en los últimos años.

El bombardeo de Siria, sin embargo, costará, según cálculos iniciales, más de 1.000 millones de dólares (lo cual ha incrementado inmediatamente, tal y como informó el Boston Herald (31 Agosto 2013), el valor de las acciones –que estaban bajando– de las empresas productoras de material militar tales como General Dynamics, Boeing, BAE Systems, Raytheon y muchas otras). Mientras, como indiqué en el párrafo anterior, el mismo gobierno federal está recortando fondos para alimentar a niños que pasan hambre.

La llamada a la intervención militar en Siria

El argumento aducido por la Administración Obama para bombardear Siria –la penalización al gobierno Asad por el empleo de armas químicas- carece, como he dicho antes, de credibilidad, pues tales armas se han utilizado anteriormente en el conflicto sirio, por ambas partes, tal y como documentó la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su investigación de la situación en Siria así como en muchos otros conflictos llevados a cabo por EEUU (como en Vietnam), o por sus aliados, como Israel en 2009, en su represión de la población palestina de Gaza (tal y como ha denunciado Amnistía Internacional y señalado Chris Hedges, jefe de la oficina del Middle East del The New York Times (ver la entrevista en mi blog www.vnavarro.org)), o, como he indicado anteriormente, por los aliados de EEUU, como el entonces aliado Saddam Hussein en su lucha contra Irán en 1988. En realidad, la historia de EEUU está llena de casos de utilización de armas biológicas y químicas, tanto por su gobierno como por sus aliados.

¿Cuál es, entonces, el motivo real para iniciar tal bombardeo de Siria? Hay varios motivos, todos ellos relacionados con la situación en EEUU. La pérdida de legitimidad del establishment de aquel país es enorme y se encuentra en una situación muy defensiva, acorralada. Siente que tiene que hacer algo, tanto en el interior como en el exterior del país. El Medio Oriente (de enorme importancia estratégica para el establishment estadounidense y europeo) está en una situación volcánica, en la que EEUU está perdiendo el control. Hoy esta zona del mundo es un volcán que está explotando.

Para aquel establishment de EEUU y europeo, Irán es el centro del mal, que quiere decir que puede afectar más negativamente sus intereses. La alianza Siria-Irán, apoyada por Rusia, representa una amenaza a la hegemonía de EEUU en aquella zona. Y últimamente parecía que el dictador Asad en su lucha contra los rebeldes podría prevalecer y ganar en aquel conflicto. De ahí que se intente ahora aprovechar el incidente de las armas químicas para atacar y debilitar a tal gobierno. Este es el objetivo de tal intervención: intentar recuperar tal hegemonía que está perdiendo el gobierno federal de EEUU (y de Europa), tanto en el exterior como en el interior.

Y una de las primeras movilizaciones en contra de esta recuperación del dominio procede precisamente de las clases populares de EEUU. Para el Presidente Obama, tal decisión de bombardear Siria le significará un enorme coste político. Como muy bien ha señalado el que fue Ministro de Trabajo del gobierno Clinton, Robert Reich (ver Robert Reich “Obama’s Political Capital And the Slippery Stone of Syria”), tal intervención, que le iría muy bien al establishment estadounidense para desviar la atención del país hacia el exterior, (en un momento de grandes tensiones dentro del país), le debilitará enormemente, independientemente de que sea o no aprobada por el Congreso de EEUU (una institución que sólo goza de un 15% de apoyo popular, precisamente por percibirse por parte de la población estar instrumentalizada por la Corporate America). Es probable que la Cámara Baja del Congreso (la menos alejada de la población) vote en contra debido al enorme enfado que la población ha mostrado a la mayoría de congresistas en sus distritos. Han sido precisamente las bases del Partido Demócrata (el movimiento sindical, el movimiento de derechos civiles, el movimiento feminista y el ecológico progresista) las que se han opuesto más a tal bombardeo. Y hoy, la movilización popular contra tal intervención (que está bombardeando el Congreso con llamadas y mensajes contra la intervención militar) está generalizada. Pero el establishment estadounidense está movilizándose a través de los medios de información para que el Congreso autorice tal intervención.

Hoy, la población recibe constantemente mensajes que la credibilidad del país está en juego, indicando que el rechazo se leerá como una negación por parte del pueblo estadounidense a continuar liderando las fuerzas que representan la democracia y la libertad, un mensaje que se ha repetido continuamente para defender dictaduras y regímenes feudales (y que van desde Arabia Saudí y Qatar a Honduras y antes Haití) que han estado oprimiendo precisamente la libertad y la democracia.

Ocurra lo que ocurra, se inicia una nueva etapa en EEUU (incluso en caso de que la Cámara Baja apoyara la intervención), donde la población, y muy en particular las clases populares, están hartas de las guerras e intervenciones del gobierno de EEUU para defender lo que Martin Luther King llamaba el “rol imperial” de la Corporate Class, que está perdiendo muy rápidamente su apoyo popular. Y este es el punto clave que marcará claramente un cambio importante en la historia de EEUU (y creo que también del mundo).
Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/09/10/de-lo-que-no-se-habla-sobre-siria/

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Lo que no se dijo sobre Martin Luther King

A raíz del cincuenta aniversario de la Marcha de Washington, donde el Reverendo Martin Luther King dio su famoso discurso “Yo tengo un sueño” (I Have a Dream), se han escrito muchos reportajes, tanto en EEUU como en España, sobre aquella marcha y sobre Martin Luther King, refiriéndose a este último como una figura inspiracional que, actuando como la conciencia de la nación estadounidense, exigió a aquella sociedad el fin de la discriminación contra la población negra, de origen africano. Es difícil ver u oír aquel discurso sin conectar con su causa.

Ahora bien, esta imagen inspiracional de Martin Luther King se ha construido a costa de olvidar y hacer olvidar a otro Martin Luther King, el Martin Luther King real, que veía esta discriminación como resultado de unas relaciones de poder basadas en una explotación, no solo de raza, sino también de clase social. Se ha silenciado que Martin Luther King (a partir de ahora MLK) fue un socialista que, sin lugar a dudas, hubiera sido muy crítico con las sucesivas políticas, tanto domésticas como internacionales, llevadas a cabo durante todos estos años por los gobiernos federales, incluyendo la Administración Obama.

MLK estuvo en contra de la guerra del Vietnam, como hubiera estado en contra de las guerras de Irak y Afganistán, y no solo por su pacifismo, sino también por su antimilitarismo y antiimperialismo. Definió al gobierno de EEUU como “el máximo agente de violencia hoy en el mundo… gastándose más en los instrumentos de muerte y destrucción que en programas sociales vitales para las clases populares del país”. Era profundamente anticapitalista, como consta en su discurso de que “deberíamos denunciar a aquellos que se resisten a perder sus privilegios y placeres que vienen junto a los beneficios adquiridos de sus inversiones, extrayendo su riqueza a través de la explotación”.

Y en 1967 condenó con toda contundencia los tres diablos que –a su parecer- “caracterizaban al sistema de poder estadounidense, a saber, el racismo, la explotación económica y el militarismo”, acentuando que “las mismas fuerzas que consiguen enormes beneficios a través de las guerras son las responsables de la enorme pobreza en nuestro país” (todas estas notas proceden del excelente artículo de Michael Parenti “I Have a Dream, a Blurred Vision”, 29.08.13).

Y su último discurso, en apoyo de las reivindicaciones de los trabajadores de los servicios de saneamiento que estaban en huelga, concluyó con la famosa frase de que “la lucha central en EEUU es la lucha de clases”. Dos semanas más tarde fue asesinado, sin que nunca se haya aclarado tal hecho. Una persona fugitiva de la cárcel de Missouri, James Earl Ray, fue acusado de asesinarle. Fue detenido en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, con gran cantidad de dinero en su posesión. Nunca se aclaró quién dio ese dinero.

MLK fue un socialista radical en sus análisis y en sus propuestas
Una cosa es que MLK fuera la conciencia de EEUU, exigiendo que no se discriminara a los negros, petición con un fuerte contenido moral al cual era difícil oponerse. Pero otra cosa muy distinta y amenazante para la estructura de poder era subrayar que el origen de la pobreza y discriminación (que incluye también a amplios sectores de la clase trabajadora blanca, además de la negra, pues la mayoría de pobres en EEUU son blancos) requiera un cambio revolucionario (por muy no violento que sea) de las estructuras capitalistas de aquel país. Y la elección del Presidente Obama prueba, precisamente, la certeza del diagnóstico de MLK. Hoy el Presidente de EEUU es un afroamericano, lo cual, no hay ninguna duda, es un gran adelanto. Pero la pobreza entre negros (y entre blancos) en EEUU no ha cambiado desde entonces.

De ahí la enorme hostilidad del establishment estadounidense, del cual la Policía Federal, FBI, fue un elemento clave, dirigida por una de las figuras más nefastas de la historia de EEUU, J. Edgar Hoover (definido por el famoso periodista Russell Baker, del New York Times, como un “tirano patético”) que había intentado convencer al Fiscal General del Estado Federal, Robert Kennedy, “de que el cerebro de los negros era un veinticinco por ciento más pequeño que el de los blancos”. Era cercano políticamente al senador segregacionista de Carolina del Sur, Strom Thurmond, e intentó por todos los medios desacreditar al movimiento antisegregacionista y a sus dirigentes, gran número de los cuales eran socialistas y comunistas. En realidad, fueron los sindicatos, y muy particularmente, el sindicato del automóvil, el UAW (United Automobile Workers) los que financiaron en gran parte tal marcha. Y a la izquierda de MLK en la marcha estaba Walter Reuther, su secretario general, socialista y blanco. Una tercera parte del cuarto de millón en la marcha de Washington eran blancos, gran número de ellos sindicalistas y miembros de partidos de izquierda. El eslogan de la marcha era “libertad, justicia y trabajo”. Y el organizador de la marcha, Asa Philip Randolph, era el sindicalista afroamericano más conocido en EEUU, dirigente del sindicato ferroviario (Paul Le Blanc, “Revolutionary Road, Partial Victory. The March on Washington for Jobs and Freedom”, Monthly Review, Sept 2013).

Y cuando el Presidente Kennedy, a instancias de Hoover, jefe del FBI, puso como condición para que él apoyara la marcha, que despidiera del liderazgo a aquellos radicales que estaban en puestos de dirección, MLK se negó. La presión de la calle era tal que el Presidente Kennedy decidió a última hora apoyar la marcha, recibiendo a MLK en la Casa Blanca. Y el obispo católico de Washington, Patrick O’Boyle, amenazó con no participar en la marcha a no ser que los discursos (que se habían distribuido con antelación) se moderaran.

Últimas observaciones. En 1986, el día del nacimiento de MLK fue declarado fiesta nacional cada año. Pero en esta captura de la imagen popular de MLK se ha transformado deliberadamente su mensaje y figura para reciclarlo como una figura inspiracional, conciencia del país, a favor de los derechos civiles de la población afroamericana (con especial hincapié en su poder de votar), olvidándose deliberadamente del MLK real, que pidió un cambio profundo, no solo en las relaciones de raza, sino también de clase social. De esto último ni se habla.

La historia se repite: las campañas de Jesse Jackson
Yo tuve la oportunidad de experimentar una situación parecida durante mi participación en la campaña electoral del Reverendo Jesse Jackson (que estaba con MLK cuando fue asesinado), en las primarias a las elecciones del candidato presidencial del Partido Demócrata. En respuesta a su invitación, fue senior advisor (asesor especial) en su campaña del 1984, y más tarde en la del 1988. En 1984, y en contra de mis consejos, se presentó como la voz de la minoría negra, exigiendo su incorporación a la sociedad americana. En aquella campaña, el establishment liberal estadounidense (cuyo mayor portavoz era y es The New York Times) escribió un editorial enormemente positivo acerca de su candidatura. La razón de que yo desaconsejara esta estrategia, sin embargo, era fácil de entender. Un representante de los intereses de una minoría difícilmente podría alcanzar el apoyo mayoritario de la población votante. Presentarse como el candidato de una minoría defendiendo primordialmente los intereses de tal minoría, no era la mejor manera de ganar el apoyo de la mayoría, para ser Presidente de los EEUU.

En 1988, sin embargo, no se presentó como la conciencia de EEUU o la voz de los negros, sino la voz de la clase trabajadora de EEUU. Y cuando los medios le preguntaron cómo él –negro- obtendría el voto del trabajador blanco, contestó: “haciéndole ver que tiene más en común con un obrero negro, por ser obrero, que con su patrón (boss) porque sea blanco”. Cuando se suman todos los colores (negro, blanco, amarillo, gris, etc.) la clase trabajadora de EEUU es la mayoría de la población. En un discurso de clase, movilizó las bases del Partido Demócrata (que están más a la izquierda que su dirección), y consiguió el 40% de todos los delegados en el congreso del Partido Demócrata. Nunca antes, ni después, las izquierdas en EEUU tuvieron tanto poder desde los años 50. Y The New York Times escribió un editorial muy negativo diciendo que Jesse Jackson, en caso de ser elegido, destruiría EEUU, es decir, su EEUU.

La lección de esta situación es clara. La estructura de poder deriva su enorme influencia de su poder de clase (así como género y raza). Y no permite que se toque ese poder, derivando las legítimas demandas de fin de discriminación de género y raza, reciclándolas (incluyendo elementos de tales grupos discriminados dentro de la estructura de poder) para poder adaptarlos a la estructura social dominante. Existe hoy un Presidente afroamericano y una clase media negra que no existían antes, lo cual es motivo de celebración. Pero el estándar de vida de la mayoría de negros y blancos (pertenecientes a la clase trabajadora) no ha mejorado durante todo este periodo. Así de claro.
Fuente: Vicenç Navarro. Público.es
Fuente: http://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2013/09/03/lo-que-no-se-dijo-sobre-martin-luther-king/

sábado, 8 de junio de 2013

Vicenç Navarro. Las lecciones de la primera transición que la segunda debería evitar

Entrevista a Vicenç Navarro, Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra

Usted ha sido muy crítico de cómo se hizo la Transición.
Sí. He sido crítico de cómo se hizo la Transición y cómo se la definió. Ha habido un proyecto muy exitoso en España de presentar este proceso como un proceso consensuado por los herederos de los ganadores y de los perdedores de lo que se llama la Guerra Civil que, supuestamente en condiciones de igualdad, estableció un sistema democrático comparable con cualquiera existente en Europa Occidental. Se ha llegado incluso a definir el proceso como modélico.

Y usted está en desacuerdo.
Sí, en cada uno de estos supuestos las pruebas muestran que son insostenibles. En primer lugar, los herederos del lado ganador controlaban el Estado, todos sus aparatos, además de la gran mayoría de los medios de información y persuasión. Los herederos de los perdedores, por el contrario, acababan de salir de la clandestinidad, de las cárceles, o acababan de volver del exilio. Hablar de equilibrio de fuerzas o igualdad de oportunidades es francamente absurdo. Unos lo tenían prácticamente todo y los otros casi nada. Y el producto de aquel proceso dominado por los primeros refleja este desequilibrio. La democracia española es extraordinariamente limitada, muy poco representativa, con escasísimas posibilidades de participación ciudadana. El dominio conservador sobre las distintas ramas del Estado es casi absoluto. De ahí el enorme retraso social de España. Todavía hoy, España es el país de la UE-15, junto con Portugal, con el gasto público social por habitante más bajo. Y todavía se niega el carácter plurinacional del Estado español. Es un Estado pobre, de los que tienen menos ingresos, con escasa conciencia social y muy poco redistributivo, tal como se ha documentado cada dos años en los informes del Observatorio Social de España.

Y en sus propios escritos.
Sí, en Bienestar insuficiente, democracia Incompleta: sobre lo que no se habla en nuestro país y El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. En realidad, es imposible entender la enorme crisis en la que se encuentra España sin entender el dominio de las fuerzas conservadoras sobre el Estado, situación que ocurre también en los otros países en profunda crisis –Grecia, Portugal, Irlanda e Italia. En todos ellos, las fuerzas conservadoras –en realidad ultraconservadoras en el caso de Grecia, Portugal y España- han tenido una enorme influencia histórica sobre los aparatos del Estado.

Pero usted es también crítico de la manera como se realizó. ¿Por qué?
La democracia fue la apertura del Estado dictatorial a las izquierdas, ocupando estas una posición subalterna. Las fuerzas conservadoras tenían un enorme temor a la movilización popular. En realidad, esta fue determinante en el fin de la dictadura. Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle. Desde 1974 a 1978, España fue el país con mayor agitación social. El movimiento obrero fue el eje de las movilizaciones. El número de días perdidos por huelgas fue el mayor de Europa Occidental. Como respuesta, el proyecto de las derechas era conseguir la desmovilización, lo cual requería trasladar el conflicto de la calle al Parlamento y al aparato del Estado donde las fuerzas conservadoras dominaban el proceso. De ahí el gran protagonismo que se dio en la reforma al papel de los partidos políticos y muy en especial a las direcciones de dichos partidos. Es más, las leyes electorales fueron diseñadas para marginar al Partido Comunista y promover un bipartidismo que favoreció el conservadurismo. Esta concentración de la vida política en el mundo parlamentario se hizo a costa de debilitar los movimientos sociales. En realidad, de estos solo los sindicatos mantuvieron una presencia notable, jugando un papel importante y muy positivo en la Transición.

Usted ha escrito que los defectos de la Transición que usted define como inmodélica están viéndose claramente en el momento de la crisis actual.
Exacto. Estamos viendo ahora las enormes insuficiencias de la democracia española.

Pero lo mismo está ocurriendo en otros países.
Sí, es cierto, pero en España -así como en Grecia y Portugal- con mucha mayor intensidad. Recuerde lo que le dije en referencia a los puntos comunes que tienen estos países con España, es decir, el enorme dominio conservador en sus Estados. Es en estos países dónde el ataque frontal al escasamente financiado Estado del Bienestar es más acentuado. Las políticas de recortes y las contrarreformas para debilitar al mundo del trabajo alcanzan su máxima expresión en estos países, incluyendo España.

¿Cuál ve, pues, usted, como el papel de los partidos políticos?
El de transmitir los mensajes y presiones derivados de los movimientos sociales que están sumamente activos hoy en España. Pero no deberían instrumentalizar o intentar liderar estos movimientos. Deberían también apoyar los cambios legislativos que permitieran desarrollar la extremadamente limitada forma de participación que tiene la ciudadanía en la democracia española, facilitando el desarrollo de formas directas de democracia, como referéndums, a nivel estatal, autonómico y local. Me permito sugerirle que lea mi artículo “Apuntes para una estrategia de cambio”, publicado en Público (16.05.13).
Societat.cat
Fuente: http://www.societat.cat/2013/05/31/vicenc-navarro-el-dominio-conservador-sobre-las-distintas-ramas-del-estado-es-casi-absoluto/

miércoles, 5 de junio de 2013

Apuntes para una estrategia de cambio. Artículo de Vicenç Navarro

Apuntes para una estrategia de cambio

Este artículo subraya la necesidad y urgencia de que se establezca un movimiento popular de carácter político que, sin transformarse en un nuevo partido político, presione para un cambio profundo de las instituciones representativas españolas (incluyendo las autonómicas), para que pueda desarrollarse una democracia más completa, que permita el necesario mejoramiento del bienestar de la ciudadanía y evite la regresión democrática y el retraso social que está ocurriendo en España.

Como he indicado en varias ocasiones, estamos viendo el final de la Primera Transición de la dictadura a la democracia, Transición que se realizó con un enorme dominio de las fuerzas conservadoras (en realidad, ultraconservadoras) que controlaban los aparatos del Estado y la mayoría de los mayores medios de difusión y persuasión. Este dominio quedó reflejado en el sistema político que se estableció durante aquel proceso de Transición, el cual, aún cuando se define como democrático, se caracteriza por su escasísima sensibilidad y calidad democrática. Varios indicadores, entre otros muchos, reflejan tales limitaciones. Uno de ellos es el diseño y composición del Estado y sus políticas públicas, en las cuales las fuerzas conservadoras (de varios signos políticos) tienen gran protagonismo. Otro indicador de la baja calidad democrática es la ley electoral, la cual está profundamente sesgada en contra de amplios sectores de las izquierdas.

Esta situación ha generado un sistema representativo que es distante de la opinión popular, siendo esta última, por lo general, más progresista que las políticas públicas llevadas a cabo por la clase política gobernante. La distancia entre gobernantes y gobernados es enorme en España. La democracia en este sistema llamado representativo se limita a votar cada cuatro años dentro de un contexto sesgado en el que el voto útil y las leyes electorales reproducen un bipartidismo que se considera por la población gobernada como insuficiente y conservador, pues limita las posibilidades de participación en el proceso de decisión. Este conservadurismo explica el enorme retraso social de España (con uno de los gastos públicos sociales por habitante más bajos de la UE-15) y su inhabilidad de admitir que el Estado español es un Estado plurinacional. Estos grandes déficits democráticos se han acentuado con las crisis financieras y económicas actuales, donde las enormes limitaciones de la democracia española aparecen con toda intensidad. La crisis de legitimidad del sistema político hoy existente en España es enorme.

¿Qué puede hacerse?

La mayor causa de esta crisis de legitimidad es la amplia percepción de que el Estado español (sea central o autonómico) no está realizando las políticas que la mayoría de la ciudadanía desea. De ahí el amplio apoyo al eslogan del 15-M de que “no nos representan”. ¿Qué puede hacerse ante esta realidad?

Una medida muy urgente es romper con el fatalismo que parece haberse adueñado de amplios sectores de la población de que no hay nada que pueda hacerse para cambiar tales políticas. El abusivo control de los medios de mayor difusión del país (controlados por la estructura del poder, y muy en especial del financiero) hace que el mensaje procedente del establishment de que “no hay alternativas”, esté calando en la percepción popular. A esta percepción está contribuyendo el mensaje extendido en algunos sectores de las izquierdas radicales de que, a no ser que todo el capitalismo desaparezca y se establezca el socialismo, no hay nada que hacer. Todo lo demás es, como decía una de estas voces, “humanizar el capitalismo”. Y puesto que no se ve que el capitalismo vaya a desaparecer pronto, el mensaje que se transmite es que no hay nada que, mientras tanto, se pueda hacer.

Lo peor de tal postura, sin embargo, es que no entiende como el cambio ocurre. Si el proyecto transformador es ir hacia un proyecto en el que cada persona reciba los recursos según su necesidad, y que éstos se financien según las habilidades y posibilidades de cada persona (lo que solía llamarse socialismo), entonces hay que darse cuenta de que el socialismo se construye y/o destruye cada día en el seno de las sociedades capitalistas. Cuando se crea o refuerza un servicio público de salud universal financiado progresivamente, por ejemplo, se está construyendo el socialismo. Cuando se privatiza su financiación, se está destruyendo. Pues bien, bajo este criterio, e independientemente de cómo se defina el proyecto, hay un enorme potencial de movilización. En realidad, varias encuestas han mostrado que la mayoría de la población en España está de acuerdo con tal principio.

De esta observación deriva la gran importancia de que las fuerzas progresistas utilicen un lenguaje y unos ejemplos de intervenciones públicas con las cuales las clases populares puedan identificarse. Y también es importante referirse a casos concretos dentro y fuera de España de experiencias exitosas (como múltiples ejemplos de cooperativismo, por ejemplo). Hay que mostrar que, en contra de lo que se nos dice, sí que hay alternativas en cada caso y en cada momento. Adoptar posturas totalizantes indicando que los cambios no son posibles a no ser que haya un cambio total del sistema (el fin del capitalismo) es paralizante. No es por casualidad que tales propuestas aparezcan entre intelectuales académicos que tienen sus necesidades inmediatas cubiertas. Las personas con necesidades exigen, con razón, que se les resuelva su problema, no en un futuro lejano, sino ahora. Y las izquierdas tienen que darles una solución ahora, y no sólo en el futuro.

La necesidad de un movimiento político

Hoy la sociedad civil está enormemente agitada. Pero las derechas continúan fuertes, y las izquierdas débiles. ¿Por qué? Una de las razones es la excesiva centralidad de la vida política en la lucha parlamentaria dentro de las instituciones del Estado donde dominan las fuerzas conservadoras. Se necesita que la riqueza de acciones reivindicativas se traduzca en un movimiento político, que no tiene porqué significar un nuevo partido político. En realidad, ya hay demasiados partidos políticos de izquierda. Las izquierdas están atomizadas en España. Lo que se necesita es una movilización de protesta y de promoción de propuestas factibles y reales para cada uno de los problemas que la ciudadanía presenta. La PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) es un ejemplo de ello. Hay que cambiar el centro de la actividad política, sin sustituirla. Es necesario crear la presión para que los partidos realicen lo que la ciudadanía desea, presión que debe ser continua y no limitarse a la esfera legislativa. El movimiento 15-M es un buen ejemplo de ello. Ha tenido un enorme impacto en cambiar la temática y narrativa política del país .

Este movimiento político debería ser la coalición de fuerzas y movimientos sociales, incluyendo también sindicatos e incluso miembros y simpatizantes de los partidos políticos (aún cuando éstos, los partidos políticos, no deberían ni instrumentalizar ni liderar tal movimiento político). Y la movilización debería crear un programa real, factible (que, por definición, la estructura de poder definirá como “utópico”, es decir, irrealizable), siendo responsabilidad de tal movimiento documentar y mostrar que sí, que es realizable. Por ejemplo, tiene que mostrarse que es factible, incluso hoy, en la situación actual, crear agencias públicas de crédito que lo ofrezcan a bajos intereses a las pequeñas y medianas empresas y a las familias, o que es factible garantizar la vivienda en un país con cuatro millones de viviendas vacías, y así un largo etcétera.

Este movimiento debería ser político, es decir, debería presionar para cambiar el sistema político (desde los aparatos del Estado hasta los propios partidos políticos) para hacerlo auténticamente democrático, con unas leyes electorales proporcionales, con una representatividad mayor y no única, complementada y en ocasiones sustituida por otras formas de democracia que incluyan desde referéndums vinculantes a fórums asamblearios de decisión. Y con cambios de los sistemas de información públicos y privados, condicionando la utilización de un recurso público (las ondas radiotelevisivas en el aire) a su diversidad ideológica, puesto que la escasez de tal diversidad es uno de los mayores problemas que tiene la democracia española.

Ni que decir tiene que existirá una enorme resistencia a estos cambios. Pero estos cambios son posibles. Y la propia experiencia española así lo muestra. El problema de la Primera Transición es que los partidos de izquierda abandonaron la movilización popular (en realidad, la desmovilizaron), adaptándose rápidamente a las instituciones del Estado dominadas por las fuerzas conservadoras. Pero hay que ser conscientes de que lo que forzó el fin de la dictadura fueron las movilizaciones populares, lideradas por el movimiento obrero. Y la estructura de poder favoreció su desmovilización dando excesivo protagonismo a los partidos, y dentro de ellos a las élites gobernantes de tales partidos. Esta Segunda Transición no debería caer en el mismo problema. Los partidos políticos son importantes y fundamentales en una democracia. Pero su función (muy acentuada en los partidos auténticamente democráticos y progresistas) es la de transmitir en el lenguaje legislativo lo que exija el movimiento político avalado por la participación popular, en lugar de ser instrumentos de poderes fácticos (tanto religiosos como financieros y económicos) que violan y corrompen el proceso democrático.

Por ello seria aconsejable que se establecieran asambleas en las que se denunciaran las enormes limitaciones de la democracia existente en España y en sus CCAA, con presentación de alternativas factibles y reales que, sin lugar a dudas, crearan una enorme resistencia, hostilidad y represión, como está ocurriendo ya. Pero los jóvenes de todas las edades tienen que ser conscientes de que son los herederos de las movilizaciones de las generaciones anteriores que consiguieron establecer y expandir los derechos políticos, sociales y laborales que ahora nos están sustrayendo.
Este movimiento debería ser muy amplio, abarcando un gran abanico de sensibilidades políticas y sociales, que tuviera como objetivo realizar una segunda Transición que nos llevara de una democracia tan incompleta y de un bienestar tan insuficiente como existe hoy en España a una democracia más desarrollada, que tuviera componentes de representatividad (basada en la proporcionalidad), así como componentes de democracia directa, como referéndums vinculantes (incluyendo derechos a decidir a nivel estatal central, autonómico y local), y formas asamblearias de decisión, expuestas a un amplio abanico de medios de información abierto a todas las sensibilidades. Tal democracia facilitaría la resolución de los enormes problemas sociales y económicos que la mayoría de la población experimenta, pues tales problemas –por difícil que parezca- son de fácil solución científica, aunque de imposible resolución dentro de las estructuras políticas hoy existentes. Así de claro.

martes, 14 de mayo de 2013

El dogma neoliberal ha causado y continúa causando tanto daño con la falaz idea de que el capital crea, por sí solo, riqueza.

Da pena ver a los incipientes historiadores (y filólogos) ir a protestar, contra las políticas neoliberales, cuando en las aulas universitarias, algunos con disfraz de científicos, les inoculan el pensamiento neoliberal, a través de las metodologías posmodernas, que les presentan a sus estudiantes como la última novedad. El profesor traiciona así al alumno, al presentar tales metodologías como desligadas de la política, cuando en realidad no es así.

Después del “boom” neoliberal en los 80 y 90, y dentro de una necesidad sistémico-capitalista por elevar la tasa global de ganancia, el capitalismo financiero tomó una fuerza sorprendente como la solución propuesta por los neoliberales ante tal problemática, bajo la falaz idea de que el capital crea, por sí solo, riqueza.

"Tal ideología, que ha alcanzado la categoría de dogma, ha dominado la sabiduría convencional de los establishments financieros (es decir, la banca, las compañías de seguros, los fondos de inversión de alto riesgo y otros instrumentos) que han influenciado en gran manera a las instituciones mediáticas y políticas del país. Tal influencia se ha realizado a través de fundaciones, instituciones, grupos académicos financiados por tales establishments, y economistas (con chaquetas llamativas o normales) promocionados en los mayores medios de mayor difusión del país. En realidad, la banca tiene una enorme influencia en la cultura académica económica (financiando congresos, trabajos de investigación económica -con claro contenido ideológico-, revistas económicas y un largo etcétera, siendo su influencia sobre el conocimiento económico semejante al que tiene la industria farmacéutica en el conocimiento médico). Y se encuentra por todas partes. Desde FEDEA a muchos departamentos de Economía Universitarios y Colegios de Economistas en este país. Todos ellos han estado reproduciendo el dogma neoliberal que ha causado y continúa causando tanto daño.

Y es muy fácil ver por qué han hecho tanto daño. Estas políticas neoliberales causaron las crisis y ahora dificultan la salida de ella. La desregulación financiera (característica del dogma neoliberal) fue la causa de la crisis bancaria causada por las actividades especulativas de la banca. Y las políticas fiscales regresivas aumentaron enormemente las desigualdades de renta y propiedad (con disminución de las rentas del trabajo), que facilitaron una pérdida de la capacidad adquisitiva de la población, causa de su enorme endeudamiento. Cuando este endeudamiento no pudo continuarse debido al estallido de la burbuja inmobiliaria, se creó un enorme problema de demanda, paralizando la economía y disminuyendo con ello los ingresos al Estado (ya insuficientes por la regresividad de la política fiscal), disparándose el déficit.

La política de reducir el déficit a base de recortes de gasto público empeoró y continúa empeorando la situación, pues en un momento de parálisis de la demanda doméstica en el sector privado, lo que se requiere es un estímulo económico a base de aumentar el gasto público, invirtiendo en áreas de creación de empleo. Si en lugar de hacer esto se recorta tal gasto, se está empeorando todavía más la situación. Esto lo saben los estudiantes de primer año de Políticas Económicas y Políticas Públicas que no hayan recibido ya un lavado de cerebro por los economistas neoliberales."
(Vincenç Navarro) — con Juán Mármol.

sábado, 11 de mayo de 2013

El gobierno alemán no hace lo que predica

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Un mensaje que el gobierno Merkel enfatiza constantemente a favor de las políticas de austeridad que está imponiendo al resto de la Eurozona es que tales países deben aprender de las reformas realizadas en aquel país, que incluyeron medidas de austeridad que en lenguaje plano quiere decir recortes de gasto público, incluyendo el social, a fin de reducir el déficit y la deuda pública. En este mensaje se enfatiza que en el periodo que va de 2003 a 2005, el gobierno alemán tomó una serie de medidas de disciplina fiscal que explican el supuesto éxito de su modelo. Supuestamente, estas medidas se tomaron durante las reformas iniciadas por el canciller Gerhard Schröder (y presentadas al Parlamento alemán el 14 de marzo de 2003) y que determinaron, por cierto, la escisión del Partido Socialdemócrata y su muy marcado descenso en el proceso electoral. Estas políticas de supuesta disciplina fiscal fueron más tarde continuadas –según el gobierno Merkel- por la coalición gobernante del Partido Conservador Cristianodemócrata con el Partido Socialdemócrata.

Hasta aquí la versión del establishment alemán de por qué a Alemania le ha ido bien: tomó la medicina que necesitaba, y aún cuando fue amarga, le salvó de la crisis. De ahí que los otros países de la Eurozona, y muy en especial los supuestamente más despilfarradores, como los países periféricos o PIGS (Portugal, Irlanda, España y Grecia), tengan que hacer lo mismo, es decir, imponer la disciplina fiscal, recortando y recortando hasta alcanzar la reducción del déficit y de la deuda pública y así recuperar la famosa “confianza de los mercados financieros” (una de las frases más repetidas en el mensaje promovido por el gobierno alemán).

Esta versión de lo que ocurrió en Alemania se ha convertido en dogma y se reproduce constantemente en los medios de mayor difusión. Así, el pasado domingo 5 de mayo, en un artículo sobre la situación en Europa, publicado en El País (“La austeridad rompe el eje París-Berlín”), los corresponsales de tal diario en París (M. Mora, C. Pérez y J. Gómez) indicaban que “los recortes de Schröder salvaron a Alemania de la crisis en la que se encuentra Francia”, implicando que lo que el Presidente Hollande debería hacer es lo que, por lo visto, el canciller Schröder hizo con sus reformas, es decir, recortar y recortar gasto público. Y, por si fuera poco, en el mismo número, en una entrevista en El País al sociólogo alemán más conocido en España, el profesor Ulrich Beck (colaborador frecuente en sus páginas), este indicaba con tono de aprobación que “hay un consenso acerca de que el éxito alemán se debe a los recortes del canciller socialdemócrata Schröder. Se cree que ello funcionó en Alemania y tiene que ser bueno para todo el mundo” (“Alemania impone sus recetas con una plantilla moral”. El País 05.05.13).

La falsedad del dogma promovido por el gobierno alemán

El problema con esta interpretación del supuesto éxito del modelo alemán como consecuencia de la austeridad fiscal es que los datos señalan que no hubo ninguna medida de austeridad fiscal en las reformas del canciller Schröder. Dos economistas del Institute for the Study of Labor (IZA), Ulf Rinne y Klaus F. Zimmermann (“Is Germany the North Star of Labor Market Policy”) han mostrado con toda claridad y detalle que el déficit y la deuda pública aumentaron notablemente durante el mandato del gobierno socialdemócrata, crecimiento que continuó durante el gobierno Merkel. En realidad, la deuda pública subió durante el periodo 2000-2010, nada menos que un 40%, creciendo mucho más rápidamente que el PIB. ¿Dónde estaba la austeridad?

En realidad, Alemania no ha sido un país cuyos gobiernos se hayan caracterizado por su austeridad de gasto público. Antes al contrario, la gran expansión de tal gasto que ocurrió a raíz de la unión alemana, con la integración del Este de Alemania, y la expansión de la Alemania occidental en la oriental, estimuló su economía, e indirectamente, la economía europea. Y lo hizo a base de aumentar su déficit público, pasando de estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a tener déficit público a partir de entonces cada año, alcanzando tal déficit un 3,4% del PIB en 1996. Y algo semejante ocurrió en los años del mandato de los cancilleres Schröder y Merkel.

¿De dónde saca, pues, el gobierno Merkel la autoridad moral de exigir a otros países lo que los sucesivos gobiernos alemanes no hicieron? ¿Y con qué autoridad moral el gobierno Merkel exige a Grecia (país que fue ocupado por la Alemania Nazi) que pague su deuda, en cantidades que le representarían un 40% del PIB, cuando tras su derrota se permitió a Alemania que no destinara más de un 5% de sus ingresos por las exportaciones a pagar su deuda a las potencias vencedoras? (Pedro Olalla en el blog Ganas de escribir de Juan Torres).

Lo que en realidad hizo el canciller Schröder fue redistribuir la riqueza generada con el aumento de la productividad hacia las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo, creando un problema muy serio de insuficiente demanda doméstica que intentó paliar con un aumento de la deuda pública, posibilidad negada por el gobierno Merkel a los países PIGS. Es más, el gasto público regional y local aumentó mediante políticas públicas a las que Merkel se opone en otros países. Fue esta redistribución de las rentas a favor de las rentas del capital la que causó la gran rebelión de las bases socialdemócratas y la caída electoral en picado de este partido. Tales reformas (centradas en la reforma laboral) deterioraron en gran manera el mercado laboral. El bajo desempleo se debió a la reducción del tiempo de trabajo, medida presionada por los sindicatos, cuya implementación fue facilitada por el sistema de cogestión existente en Alemania. Continuar indicando que este bajo desempleo se debe a las políticas de austeridad es ignorar toda la evidencia que niega tal proposición.

domingo, 28 de abril de 2013

Más sobre el fraude en el pensamiento neoliberal

Vicenç Navarro. Sistema Digital

En un artículo reciente (“Fraude en el pensamiento económico dominante”. ‘El Plural’. 21.04.13) indiqué la enorme influencia que la Banca y otros componentes del capital financiero tienen en configurar la sabiduría convencional en el conocimiento económico (de una manera muy semejante a cómo la industria farmacéutica influencia la cultura médica), lo cual ocurre a partir, entre otras medidas, de la financiación de investigadores académicos en el área de economía, que promueven los puntos de vista e intereses de la Banca. Citaba, como ejemplo, los artículos de los economistas Reinhart y Rogoff, de la Universidad de Harvard (próximos ambos al capital financiero), en los que concluían que sus investigaciones mostraban claramente que el aumento de la deuda pública por encima del 90% del PIB creaba una recesión en un país, señalando así que la causa de la recesión que estamos viendo hoy a los dos lados del Atlántico era el resultado del excesivo gasto público, determinante del crecimiento de la deuda pública de estos países. Los recortes de gasto público en todos estos países responden a esta percepción de que la recesión está causada por el excesivo gasto público. Estos trabajos han sido la Biblia que ha guiado las políticas de austeridad. Los trabajos de Reinhart y Rogoff, sin embargo, están llenos de errores, cuando no manipulaciones que niegan la validez de sus conclusiones. Tres economistas de la Universidad de Massachusetts, Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin (“Does High Public Debt Consistently Stifle Economic Growth? A Critique of Reinhart and Rogoff”. Un resumen del artículo aparece en el Financial Times, “Why Reinhart and Rogoff are wrong about austerity”, 18.04.13), han documentado los múltiples errores de este estudio.

Como era predecible, el establishment neoliberal que apoya las políticas de austeridad se ha movilizado inmediatamente para defender los trabajos de Reinhart y Rogoff, minimizando los errores y negando que hubiera manipulaciones, trivializando a sus críticos, indicando que, en realidad, no existían los errores que se les atribuía. Un ejemplo de esto aparece en el artículo reciente en ‘El País’ (“La teoría del exceso de deuda pierde un asalto”. 21.04.13), que resume el debate que se ha creado a raíz de las críticas de Thomas Herndon, Michael Ash y Robert Pollin al trabajo de Reinhart y Rogoff. Y para evaluar los méritos de dicha crítica, ‘El País’ pregunta las opiniones del economista Jesús Fernández-Villaverde, presentado, sin más, como Catedrático de Economía de la Universidad de Pensilvania en EEUU. Dicho economista indica que “el único error” en el trabajo de Reinhart-Rogoff es uno de cálculo, cosa relativamente menor y que no altera el resultado del estudio.

Lo que el artículo no cita es que este economista, conocido por su orientación ultraliberal, es Director de Cátedra, Fedea, es decir, patrocinado por Fedea, la fundación financiada por los mayores Bancos en España que han enfatizado, como lo ha hecho toda la banca, la necesidad de llevar a cabo las políticas de austeridad, información que debería haberse facilitado por parte de ‘El País’. Imagínese el lector que apareciera un trabajo de un investigador que mostrara que una medicina promovida como sumamente eficaz por un laboratorio farmacéutico (vendida como milagrosa en la cura del cáncer) es, en realidad, no solo ineficaz, sino incluso tóxica para los enfermos. Naturalmente que se originaría un debate inmediatamente. Y que luego, como parte de este debate, un diario importante del país le preguntara a otro investigador sobre la opinión acerca del trabajo que cuestionó la eficacia del fármaco y que este indicara que la crítica carece de validez, sin indicar que el investigador que niega validez de la crítica del fármaco milagroso está financiado por el que lo produce. Pues bien, esto es lo que está ocurriendo no solo en este caso, sino en muchísimos otros. Constantemente se presenta en los medios a “gurús” económicos defendiendo, por ejemplo, la privatización de las pensiones o el alargamiento de la edad para recibir las pensiones públicas, sin que se indique que muchos de estos “gurús” están asesorando y/o reciben fondos de las compañías de seguros y/o de la banca, que se beneficiarían de estas intervenciones públicas.

EL ERROR DE REINHART Y ROGOFF NO ES MENOR
Andrew Watt, en su artículo “A Brief Social Science Methodology Primer – Renowned Harvard Economists Please Take Note” en ‘Social Europe Journal’, explica con detalle el problema metodológico existente en los trabajos de Reinhart y Rogoff, que es un problema mayor, mucho mayor que el de utilizar un código erróneo. Es, por cierto, un error que es bastante común en los estudios econométricos donde se utiliza un gran número de variables en series temporales y que incluyen en su muestra un limitado número de países. El número reducido de países estudiados hace que grandes variaciones en un país puedan afectar de una manera muy significativa al resultado. El otro problema es que se deducen erróneamente relaciones, en las correlaciones entre las variables, que son altamente cuestionables. De ahí que el mejor método de análisis sea el estudio histórico y político de cada caso (cosa que Reinhart y Rogoff no hacen), permitiendo una mayor comprensión de cada país. Así, la recesión del año 1951 en Nueva Zelanda tiene poco que ver con el aumento de la deuda pública, y mucho con la mayor huelga de los trabajadores que aquel país haya tenido, que paralizó la economía durante 151 días. Y como este caso, existen muchos otros.

Una última observación. El hecho de que Reinhart y Rogoff tuvieran tanta influencia no se debía a su trabajo en sí, sino a la función de su trabajo. No hay plena conciencia de que la visibilidad mediática de un economista depende primordialmente de su utilidad para los intereses económicos a los cuales sirve, que tienen gran influencia en los medios. Y esta gran influencia, que alcanza niveles de dominio, les ofrece una gran impunidad para promover posturas que científicamente carecen de credibilidad. Lo vemos diariamente en España (incluyendo Catalunya), donde la necesidad de las políticas de austeridad ha sido promovida activamente, pese a que la evidencia científica (y la propia realidad que nos rodea) muestra claramente que están profundamente equivocadas. No solo son ineficaces, sino que son tremendamente dañinas: han estado dañando enormemente a las clases populares. Y es ahí donde los ideólogos neoliberales, incluyendo a Reinhart y Rogoff y a Fedea, y los medios que las han promovido tienen una enorme responsabilidad. Su trabajo, al servicio del capital financiero, ha contribuido en gran medida a un gran dolor, todo ello para gloria del capital financiero, cuyas rentas han alcanzado unos niveles nunca antes conocidos. Así de claro. Todo lo que está pasando podría haberse evitado fácilmente, como unos pocos indicamos. Los problemas presentados como económicos son políticos, es decir, dependen del poder que determina la configuración final de las políticas públicas.

sábado, 27 de abril de 2013

Alternativas para crear empleo y conseguir crédito

Vicenç Navarro. Sistema Digital

Una explicación generalizada del hecho de que el Banco Central Europeo (BCE) no ayude directamente a los Estados (comprándoles bonos públicos, por ejemplo, para reducir los intereses de su deuda) es que el Banco Central tiene prohibido hacerlo. La lectura del Tratado que estableció las funciones de las distintas instituciones de la Unión Europea (‘The Treaty of the Functioning of the European Union’), sin embargo, no permite tal interpretación del porque el BCE no ayuda a los Estados. En realidad, tal Tratado así lo permite. Los artículos 3 y 127 de tal Tratado indican explícitamente que, siempre y cuando se cumpla con el objetivo de garantizar la estabilidad de los precios (por debajo del 2% del incremento promedio anual) el BCE tiene la obligación d contribuir a las políticas económicas de la Unión Europea, incluyendo el crecimiento económico, el pleno empleo, la cohesión social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros. El mandato no puede ser más claro.

Tal mandato, sin embargo, ha estado olvidado. Ni el anterior Presidente del BCE, el señor Trichet, ni el actual, el señor Draghi, han dado mucha importancia a este mandato, al revés, por cierto, de la postura adoptada por el gobernador del Banco Central Estadounidense, el Federal Reserve Board (FRB), el señor Ben S. Bernanke, el cual ha enfatizado que un objetivo central de tal Banco es estimular la economía y reducir el desempleo, declaración que sería impensable que hubieran hecho los Presidentes del BCE, fueran éstos los anteriores, o fuera el actual. En realidad, el FRB ha publicado una serie de gráficos que son enormemente ilustrativos. Ha analizado desde 1948 la evolución del déficit federal y la tasa de desempleo en EEUU, mostrando que han seguido una evolución paralela. A menor desempleo, menor déficit del Estado federal. Durante todos estos años, y durante todos los ciclos económicos, los gráficos muestran que, cuando el desempleo baja, el déficit público (como porcentaje del PIB) baja. Y cuando el desempleo sube, el déficit público aumenta. De ahí que el FRB indique que para la reducción del déficit público es esencial que se cree empleo. Como resultado de ello, se están recuperando las políticas para alcanzar el pleno empleo que las administraciones federales anteriores habían aparcado. La evidencia científica acumulada en la literatura económica muestra claramente que la mejor manera de reducir el déficit público es alcanzar el pleno empleo.

Se ha iniciado así todo un debate en EEUU que, en cierta manera, se asemeja a los debates que ocurrieron a principios del siglo XX, y que generaron el establecimiento del New Deal, el programa económico-social desarrollado por la Administración Roosevelt, que terminó con la Gran Depresión. Y lo que es importante subrayar es que el debate se centra, no sólo en estimular la economía, sino en ‘cómo estimularla’. En este debate de ahora, el estímulo económico se ve como un objetivo para alcanzar el pleno empleo. Se considera que no es suficiente con estimular la economía. Ésta puede ir creciendo sin crear empleo, lo cual no resuelve el problema mayor, que es la falta de empleo. De ahí que muchos autores concluyan que las propuestas de reducir impuestos, como medida de estímulo de la economía, no resolverán el problema. Es mejor aumentar los impuestos (sin necesariamente afectar a los impuestos de la gran mayoría de la población) y con los fondos públicos así obtenidos, facilitar la creación de empleo a partir de intervenciones e inversiones públicas.

En un periodo en que la producción de empleo en el sector privado es insuficiente, se necesita que el sector público cree empleo, bien directamente, bien indirectamente. Tal empleo debe financiarse mediante el aumento de los ingresos al Estado, cuyo descenso ha sido causado, en parte, por las excesivas ventajas fiscales y fraude fiscal de las rentas más superiores, que son las que se han beneficiado más de las políticas fiscales regresivas que se han ido desarrollando durante los años que precedieron la crisis, antes de que la crisis se iniciara. Según el FRB, si las rentas del capital se gravaran al mismo nivel que las rentas del trabajo, los ingresos al Estado federal de EEUU aumentarían un 8%

TAMPOCO ES CIERTO QUE EL BCE NO PODRÍA PEDIR PRESTADO DINERO A LOS ESTADOS

Si bien es cierto que el Banco Central Europeo no está autorizado a prestar a los Estados miembros, sí que puede prestarlo a los organismos públicos de crédito (tal como señala el artículo 21.3 del Estatuto del Sistema Europeo de Bancos Centrales). El BCE podría prestar al 0,01% a cualquier banco público del Estado nacional y/o agencia pública de crédito (el ICO, por ejemplo) que podrían a su vez prestar al propio Estado dinero al 0,02%. Esto tendría un enorme impacto en las cuentas del Estado español y de sus CCAA. Así, el colectivo llamado ‘Roosevelt 2012’ (en honor a la política crediticia pública del Presidente Roosevelt) ha mostrado que el Estado español se habría ahorrado 26.000 millones de euros al año, dinero suficiente –según tal colectivo- para crear un millón de puestos de trabajo. Tal colectivo, basado en Aragón, también ha mostrado que tal medida habría ahorrado a la Comunidad Autónoma de Aragón 982 millones de euros, cifra a la que llegan descontando de los 1.232 millones de euros que tal CCAA ha pagado en intereses de su deuda (desde el año 2002), el dinero que se hubiera pagado en intereses a la banca o agencia de crédito público, cuyos intereses habrían sido el 1% (en realidad los intereses del BCE son del 0,75%).

El BCE podría (y debería) haberles prestado este dinero a estos intereses. En realidad, el BCE es, en teoría, un Banco público, en el cual el Estado español tiene el 8% de su capital. Si tal BCE hubiera prestado a los bancos públicos al 1%, éstos podrían haberlo prestado al mismo interés, tanto al Estado como a las familias y empresarios, permitiendo un enorme ahorro, pues ahora pagan un promedio del 6% asegurando así los beneficios de la comunidad bancaria privada. ¿Por qué el Estado español (central y autonómico) no lo hace?

sábado, 6 de abril de 2013

La relación imperial del establishment alemán

Hoy el establishment alemán (los centros financieros y las grandes empresas dedicadas a la exportación junto a su instrumento político, bien representado por el gobierno Merkel) domina el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Junto con el Fondo Monetario Internacional, este establishment dicta e impone a los países periféricos de la Eurozona una serie de políticas públicas que están dañando el nivel de vida y bienestar social de las clases populares de tales países.

Tales políticas incluyen (1) recortes muy sustanciales de la protección social de tales países (con reducciones muy notables de las transferencias y servicios públicos del Estado del Bienestar) y otras intervenciones públicas que están deteriorando la infraestructura física y social del país, y (2) reformas laborales encaminadas a reducir los salarios de la población trabajadora. Las primeras políticas públicas se están imponiendo bajo el argumento de que hay que reducir el déficit y la deuda pública de tales países a fin de recuperar la confianza de los mercados financieros, y así los Estados puedan conseguir dinero prestado de los bancos. El segundo tipo de políticas públicas —la desregulación del mercado de trabajo— se fuerza sobre los países indicando que tal disminución de los salarios es necesaria para hacer a las empresas más competitivas y facilitar así las exportaciones, que serán las actividades económicas que sacarán a los países (incluyendo España y sus CCAA) de la profunda recesión en la que se encuentran.

Tales políticas se realizan con el apoyo de los establishments financieros, empresariales, políticos y mediáticos que gobiernan tales países periféricos (incluyendo España), pues, excusándose en la necesidad de mantenerse en Europa (presentando su permanencia en el euro como garantía de su pertenencia) imponen tales políticas. Consiguen con ello lo que siempre han deseado: debilitar al mundo del trabajo, a fin de optimizar sus intereses financieros y económicos. En todos estos países las rentas del capital están subiendo a costa del descenso de las rentas del trabajo. La evidencia de ello es clara, robusta y contundente. Entre 2009 y 2012, la parte del PIB que corresponde a la compensación de los trabajadores ha perdido peso. En España, este porcentaje ha pasado de ser el 50% al 46% (es decir, una disminución del 4% del PIB), en Grecia e Irlanda también se ha reducido el 4% del PIB y en Portugal el 3%. Lo que se llamaba antes la lucha de clases continúa desarrollándose en tales países con la ayuda del establishment alemán, que domina el establishment europeo.

¿Por qué se realizan tales políticas?
El hecho de que tales políticas se impongan a la población (en ninguno de tales países existe un mandato popular para que se lleven a cabo) se debe a que tales políticas benefician, además de a los establishments de los países periféricos, al establishment alemán, y muy en particular a la banca y a las compañías exportadoras alemanas. Los famosos rescates bancarios y las supuestas “ayudas financieras” a los Estados de los países periféricos es básicamente ayuda a los bancos alemanes (entre otros bancos europeos) como bien han reconocido economistas asesores al Gobierno Merkel como Jürgen Donges, en sus declaraciones de apoyo a las supuestas ayudas a España, aprobadas en el Parlamento alemán (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, Público, 07.02.13).

Otro ejemplo del impacto diferencial de tales políticas ha sido el establecimiento del euro que ha beneficiado primordialmente al establishment alemán. Como he detallado en mis trabajos, el BCE no es un banco central. Es un lobby de la banca y muy en particular de la banca alemana. Ni que decir tiene que tal institución también está sujeta a otros intereses además de los alemanes, lo cual explica, en ocasiones, las tensiones entre el Bundesbank (el Banco Central Alemán) y el BCE. Pero, sigue, en general, las directrices del gobierno alemán, el cual sintetiza los intereses del establishment alemán. Y tal BCE está jugando un papel clave en imponer tales políticas. Su propia existencia, proveyendo préstamos a intereses muy bajos a la banca (pero no a los Estados), para que estos compren a intereses desmesurados la deuda pública de los Estados periféricos ha sido la causa del enorme endeudamiento de tales Estados. Tal crecimiento de la burbuja de la deuda pública está destruyendo (con los recortes de gasto público) el ya escasamente financiado Estado del Bienestar de los países periféricos de la Eurozona, destrucción que se hace para pagar a la banca alemana los intereses de tal deuda (además de debilitar el mundo del trabajo, lo cual explica el apoyo de tales políticas por parte del mundo empresarial exportador en tales países).

Y todo ello se presenta, realiza e impone, en teoría, para defender el euro y la pertenencia a Europa de tales países. La “alarma” de que el euro está en peligro es el justificante de tales políticas. Pero el euro nunca ha estado en peligro. Antes al contrario está sobrevalorado, perjudicando enormemente a las economías de los países periféricos. En realidad, las enormes desigualdades existentes entre el centro y la periferia de la Eurozona favorecen al primero y perjudican a los segundos. Existe un flujo de capitales de la periferia al centro que los países periféricos no pueden revertir. Es la descapitalización de tales países, impuesta por el establishment alemán, que es el primer beneficiario de tal sistema. Los bancos y los Estados de la periferia tienen una gran escasez de capital mientras que los bancos como Deutsche Bank y los bancos alemanes más importantes así como el Estado alemán tienen dinero de sobras.

Como el establishment alemán domina la Eurozona
Esta es la relación imperial que se genera y reproduce sin ningún tipo de intervención militar. De ahí que no pueda hablarse del IV Reich. Pero las relaciones de dominio económico, político e incluso mediático existen. Le sorprenderá al lector que incluya también el mediático. Dos ejemplos recientes de este dominio mediático han aparecido recientemente: uno es el veto a un artículo de Juan Torres en El País de Andalucía. Juan Torres publicó un excelente artículo (Alemania contra Europa, 24.03.13) alertando del dominio alemán haciendo una reflexión muy acertada de los paralelismos existentes con épocas anteriores. Tal artículo fue retirado de la web de El País donde inicialmente se publicó, debido a presiones mediáticas y políticas alemanas sobre El País. El establishment alemán no quiere que se hable del pasado relacionándolo con el presente.

Otro caso reciente prueba lo que digo: en un artículo reciente publicado el Público (Las responsabilidades del ‘establishment’ alemán en la crisis española, 07.02.13), señalaba yo que la influencia del establishment alemán en España es una constante en la historia de nuestro país. Señalaba que el gobierno alemán configuraba en gran medida las políticas del gobierno español que estaban dañando el bienestar de la población española. Pero añadía que el establishment alemán tenía una gran responsabilidad en la génesis de la crisis en España pues fue el gobierno alemán, bajo Hitler, el que jugó un papel determinante de la victoria del General Franco, impidiendo las reformas tan necesarias para modernizar el país, realizadas por la II República. No es por casualidad que los países como Grecia, Portugal y España, que están en una situación desesperante sean países que han sido dominados por fuerzas ultraconservadoras en la mayoría de su historia. Y en España, el establishment alemán jugó un papel clave en la victoria de tales fuerzas, frenando las reformas (iniciadas por la II República) del sistema productivo y de su economía, que han sido difíciles de aplicar debido a la enorme influencia que las ultraderechas tienen en España, que ahora utilizan “la crisis del euro” para continuar manteniendo sus privilegios.

Pues bien, una revista alemana (Kulturaustausch) tradujo tal artículo, eliminando toda referencia al pasado. Desaparecía la complicidad del establishment alemán en el establecimiento del fascismo español y en el mantenimiento de unas estructuras que mantuvieron España en el subdesarrollo económico, social y político por más de cuarenta años.

Una última observación: en Alemania (y en España) hay clases sociales.
El lector notará que a lo largo de este artículo hablo del establishment alemán, más que de Alemania. Y ello se debe a la necesidad de no confundir el establishment gobernante en un país con el propio país, una confusión que el establishment alienta y favorece pero que no corresponde a la realidad. En Alemania, como en España, hay clases sociales con intereses distintos que están en conflicto —como ahora— con gran frecuencia. Una de las “víctimas” del establishment alemán es la propia clase trabajadora alemana que es la que sufre en primera mano las reformas Schröder-Merkel. El crecimiento de la productividad alemana ha beneficiado predominantemente a las rentas del capital, no a las del trabajo, cuyos salarios han permanecido estancados por la mayoría del tiempo desde el establecimiento del euro.

Y es a esta clase trabajadora alemana a la cual va dirigida la desinformación producida por los medios de mayor difusión alemanes (incluyendo los llamados serios y responsables) que presentan la situación de los países periféricos como resultado de la pereza y escasa productividad de sus trabajadores, de su excesiva protección social, y otras falsedades, atribuyéndose el rechazo popular en estos países a tales imposiciones de políticas de austeridad a características culturales y étnicas que producen un populismo, poco maduro, como lo definía el Spiegel hace unos días. El racismo y el estereotipo étnico son una constante en la cultura hegemónica alemana.
Vicenç Navarro. Público
Vicenç Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University.

Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/6765/la-relacion-imperial-del-establishment-aleman/