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miércoles, 11 de diciembre de 2019

La defensa de la verdad

...A veces, contar lo que sucede literalmente puede ser una perfecta mentira. Les conté la historia de un obispo inglés que iba a realizar un viaje pastoral a Manhattan. Sus asesores le dijeron que tuviera cuidado con los periodistas, ya que había un clima muy sensacionalista hacia su viaje. A la tradicional prudencia eclesiástica añadió el obispo un poco más de prudencia.

Al llegar al aeropuerto le llevaron a la sala de autoridades. Empezó la entrevista. A la media hora uno de los periodistas le preguntó por la opinión que le merecía la red de burdeles del sur de Manhattan. El obispo, extremadamente cauto, dijo: Ah, ¿es que hay burdeles en el sur de Manhattan? Al día siguiente compraron la prensa y vieron en la primera página de un periódico una foto en primer plano del obispo, acompañada de este titular:

“Primera pregunta del obispo al llegar al aeropuerto: ¿Hay burdeles en el sur de Manhattan?”. Era su primera pregunta. Estaba grabada. Cualquiera lo podía comprobar.

Tomado de El Adarve, blog de Miguel Ángel Santos Guerra.

https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2019/12/07/aprendices-de-periodistas/

martes, 3 de diciembre de 2019

La economía ecológica frente al discurso de la extrema derecha. Entrevista a Unai Pascual, investigador del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3), a raíz de su artículo "Economía ecológica en la era del miedo".-

Eduardo Robaina
La Marea

El crecimiento, cada vez mayor, de movimientos populistas de extrema derecha está afectando “no sólo a la gobernanza de los regímenes democráticos, sino también a la relación entre ciencia y política, y a la agenda medioambiental mundial”. Así lo defiende un artículo publicado esta semana en la revista científica Ecological Economics titulado Economía ecológica en la era del miedo.

Con el fin de entender la relevancia de este movimiento, los autores ahondan en las raíces de lo que llaman “insurgencia de la extrema derecha”. Señalan que la economía ecológica, a través del desarrollo de una agenda de investigación relevante, puede ser una herramienta clave para defender una «política de esperanza” que haga frente a la «política del miedo de la que dependen los regímenes autoritarios emergentes”.

A pesar de que estos movimientos de extrema derecha “no tienen posiciones homogéneas”, sí que comparten “al menos diez características comunes”, recoge la investigación. Entre ellas, destaca el rechazo al «globalismo» y la preferencia por el nacionalismo económico; la oposición a la inmigración, así como a aquellas acciones que favorezcan a los grupos sociales más desfavorecidos; el nulo interés por las cuestiones medioambientales, entre las que se incluye el cambio climático; o la indiferencia por las evidencia científica, los hechos históricos y los datos empíricos que contradicen sus posturas ideológicas y sus valores fundamentales, entre otras características.

Unai Pascual (Vitoria-Gasteiz 1973) es, junto a Roldan Muradian, el autor de este artículo. Doctor en Economía y Política Ambiental, Pascual es Profesor Ikerbasque en el equipo científico del Centro Vasco para el Cambio Climático (BC3). Entre 2015 y 2018, fue miembro del Comité Multidisciplinar de Expertos del IPBES -el equivalente al IPCC en biodiversidad-, formado por 25 científicos de reconocido prestigio internacional. El año pasado, fue nominado a su vez copresidente de la Evaluación de los Valores de la Naturaleza de IPBES (2018-2021).

¿Cuáles son los aspectos más importantes en los que incidís en el artículo?

Hemos hecho un análisis interdisciplinario desde la economía, la sociología y la psicología social y política, porque parece que podríamos estar en un momento clave de rápidos cambios sociales, y donde se está dando lo que llamamos insurgencia de la extrema derecha. Es un movimiento coordinado que ya está ocupando bastantes puestos de poder directos en algunos países e influenciando el discurso y las políticas en muchos otros.

Tratamos de entender qué repercusión tiene esto en dos aspectos. Por un lado, para reflexionar sobre el diseño de la ciencia de la sostenibilidad, dado los retos socio-ecológicos que tenemos a nivel de civilización y planetario. Retos como, por ejemplo, el cambio climático o la pérdida de biodiversidad en un mundo cada vez más desigual. Es decir, qué repercusión puede tener la coyuntura actual, con el auge de los populismos de extrema derecha, en el diseño y alineamiento de políticas públicas para las sostenibilidad. Por otro lado, tratamos de sugerir unos anclajes en los que la economía ecológica debería profundizar y ayudar a identificar una agenda de investigación global para las siguientes dos o tres décadas.

Hacéis mucho hincapié en lo que denomináis la “política de la postverdad”.

Si bien a la ciencia y a los científicos se nos reconoce socialmente el rol de ofrecer información objetiva y neutral para la toma de decisiones, los políticos o los tomadores de decisiones siempre han tomado esos conocimientos de manera estratégica. Sobre todo cuando se alinean con sus intereses. Eso es algo que está ahí y nosotros lo vemos como un hecho.

El resurgimiento de los movimientos populistas de extrema derecha se está produciendo, a la vez que las redes sociales están adquiriendo mucho poder. El periodismo tradicional puede estar perdiendo ese rol que tenía antes muy dominante: la de ser la autoridad dominante en la que podía confiar la ciudadanía para recibir información.

Los populismos de extrema derecha se están aprovechando del uso desde las fake news hasta poner en cuestión la evidencia científica y el rol de los medios de comunicación tradicionales. Eso se está canalizando, sobre todo, a través de las redes sociales o medios de comunicación alternativos. Medios que hasta ahora no han sido dominantes, pero que están empezando a jugar un papel fundamental en la transmisión de ideas y valores. La emergencia de la extrema derecha se basa también en sus estrategias de comunicación.

Saben cómo trasladar diferentes ideas, ya sean fakes news o teorías conspiratorias, y cómo poner en duda la evidencia científica sin ningún argumento. Tenemos muchos ejemplos, como es el caso de las vacunas o el del cambio climático. Esto se ha experimentado bastante durante los últimos años, y creemos que se ha refinado mucho.

Por tanto, lo que decimos es que hay que prestar atención a lo que se denomina como ecología de la comunicación. Hay muchos tipos de comunicación y formatos, y vemos que la gente que se está alineando con este tipo de discursos más populistas se está aislando comunicativamente. En vez de abrirse a escuchar, ver o leer diferentes discursos, ideas, opiniones, y obtener diferentes perspectivas y datos, se quedan en esos ecosistemas aislados de la comunicación porque reciben una información que les conviene, pues se ajusta a su visión del mundo.

Esto hace que se aíslen aún más desde el punto de vista del conocimiento y lo que realmente está pasando a su alrededor. Eso genera una gran polarización de las perspectivas políticas que, a su vez, provocan un impacto directo en cómo la gente está dispuesta a actuar, o no, ante estos retos ambientales.

A raíz de esto que comentas. Se discute mucho sobre qué hacer con la extrema derecha que niega la ciencia del cambio climático. Dices que son personas en ‘ecosistemas de información’ aislados. ¿Cuál crees que es la mejor forma de enfrentarse a ellos?

Lo primero es darse cuenta que la insurgencia de la extrema derecha, como movimiento coordinado global, es un hecho. Luego, se trata de confrontar y entender por qué se está dando este fenómeno. Cuál es su origen. Porque si no entendemos el origen nunca le vamos a poder dar una solución real. Para nosotros está clarísimo que la insurgencia de la extrema derecha es muy peligrosa para la agenda multilateral sobre los retos medioambientales.

Por tanto, es necesario no ocultar el problema y hacer análisis correctos. A partir de esto, por un lado, las agendas de investigación tienen que tener muy claro que el mundo está cambiando en muchos aspectos. Tenemos que entender cómo la globalización neoliberal, que lleva ya décadas en marcha, está generando en capas sociales muy amplias una sensación de vulnerabilidad y una incertidumbre existencial de no saber qué puede pasar mañana.

Personalmente, a la extrema derecha, como se dice popularmente, ni agua. Entender por qué existe, sí, pero sin dejar de confrontar, en el debate científico y social, las mentiras y la política de la posverdad que emplean para seguir creciendo.

Tenemos que seguir ofreciendo información basada en la evidencia científica, pero de modo que la gente la pueda entender. Que entiendan, por ejemplo, por qué la crisis climática les puede afectar y que pueden hacer para hacerle frente. Necesitamos que los discursos que se nutren de la ciencia sean más pedagógicos y se enfrenten directamente con la política de la posverdad.

¿Merece la pena y el esfuerzo confrontarles con una evidencia científica que les da igual que esté ahí? Ellos ya tienen su propia verdad y es la única que les interesa.

Bueno, hay que saber quiénes son «ellos». ¿Son los líderes de los movimientos de la insurgencia de la extrema derecha? ¿o es la gente corriente que les apoya, los que se ven seducidos por sus discursos basados muchas veces en el engaño y la mentira? Creo que es mucho más importante concentrarse en entender la psicología de la gente para saber por qué apoya discursos populistas, y confrontar la información engañosa y las mentiras que reciben desde los líderes de esos movimientos. En esto hay que ser muy directos, y para eso son fundamentales los medios de comunicación serios. También es importante que ese debate no se quede solo en las élites de la comunicación y la política, sino que baje a la sociedad, a pie de calle. Ese es el esfuerzo que hay que hacer, también desde la comunidad científica.

En el artículo hacéis mención directa a países y sus respectivas figuras, como es el caso de Bolsonaro o Trump. No así con España o VOX.

Mencionamos una serie de países donde la extrema derecha populista ya ha llegado al poder, pero también decimos que en otros países están teniendo influencia en el discurso político general, lo cual implica también una influencia directa en las políticas públicas, marcos legislativos, etc.

En el artículo nos hemos centrado en dos ejemplos. Uno es el de Trump, y el otro el de Bolsonaro. Uno ha llegado al poder en uno de los países más influyentes y dominantes del mundo, que es Estados Unidos. El otro en Brasil, que es uno de los países más influyentes entre los países en desarrollo. Sobre todo, teniendo en cuenta la influencia que tiene el país en la agenda ambiental multilateral: es uno de los lugares de mayor biodiversidad del mundo, de mayor capacidad de absorción del CO2…

Usamos esos dos casos como ejemplos paradigmáticos, pero el análisis que realizamos se puede exportar fácilmente a diferentes países y contextos, tanto en los países desarrollados como en los países en vías de desarrollo: en España con VOX, en Francia con el movimiento de Le Pen… La insurgencia de la extrema derecha es un fenómeno coordinado y global que comparte muchas similitudes a pesar de ocurrir en países diferentes.

Lo estamos viendo en Chile con las reivindicaciones sociales. También en Bolivia, con el litio de por medio. Lo mismo Brasil, con los pueblos indígenas y la destrucción de la Amazonia. Se está mandando un mensaje, y es que la justicia climática no será posible sin justicia social.

Estoy completamente de acuerdo. No es posible hablar de buscar una solución al problema ambiental global de manera separada de los retos sociales.

Y no solo está ocurriendo en América Latina. En muchos de los países donde hay revueltas sociales, éstas están asociadas a la desigualdad en el reparto de la riqueza. Y este hecho suele estar íntimamente ligado con el reparto de los derechos en el acceso a los recursos naturales, como el agua, la tierra, etc., y los beneficios que se consiguen de los sectores extractivistas, como la minería, la industria forestal, las pesquerías…

En un contexto de negación de la ciencia por parte de los regímenes autoritarios y con el antiambientalismo como bandera, ponéis en valor la figura de la economía ecológica. ¿Qué papel debe jugar la economía ecológica ante la insurgencia de la extrema derecha?

La economía ecológica ya lleva unas cuantas décadas funcionando como disciplina científica a nivel mundial. Es un campo de investigación consolidado que se basa en la idea de la transdisciplinariedad. Es decir, va más allá de la interdisciplinariedad científica, y aboga por la participación social a la hora de compartir y generar conocimiento útil para la gente. Los actores sociales también tienen que demandar conocimiento específico que les ayude, ya sea para vivir mejor, o para, como es el caso de la economía ecológica, diseñar instrumentos económicos que favorezcan la sostenibilidad del planeta. La economía ecológica trasciende las necesidades de las generaciones presentes y también pretende aportar conocimiento y análisis para el bienestar de las generaciones futuras.

Como cualquier campo científico, la economía ecológica evoluciona según el contexto histórico en el que se encuentra en cada momento. Ahora, lo que nosotros vemos es que con el peligro del resurgimiento de la extrema derecha a nivel mundial, la ciencia de la sostenibilidad y la economía ecológica en particular, tienen que redefinir sus prioridades de cara a las próximas décadas. Y cuanto antes lo hagamos mejor. Este es uno de los aportes que hacemos en el artículo.

Por ejemplo, vemos que, hasta ahora, en la economía ecológica se ha hecho mucho énfasis en entender cuáles son los valores económicos de los activos naturales para tratar de convencer a los políticos y tomadores de decisiones que los recursos naturales no son gratis y tienen un valor mucho más allá del valor que el mercado asigna vía precios. La economía ecológica ha hecho grandes aportaciones para demostrar que muchas veces, los beneficios en la conservación de los activos naturales, normalmente, suelen ser mayores que los beneficios de su explotación, sobre todo cuando ésta no es sostenible en el futuro.

Pensamos que la economía ecológica debe también estar preparada para atraer y utilizar el conocimiento de la psicología social y política para entender cómo se forman los valores, nuestras preferencias como individuos y como sociedad, lo que nos asusta, lo que nos atrae, lo que nos bloquea, etc. Necesitamos incluir este conocimiento para entender el comportamiento humano, sobre todo, en una era donde las cosas parecen estar cambiando de manera muy rápida.

La economía ecológica puede, y debe, hacer un aporte importante a la ciencia de la sostenibilidad ayudando a entender las bases del comportamiento humano en esta época de capitalismo global para, desde ahí, contribuir a diseñar transformaciones socio-ecológicas para conseguir un mundo más sostenible y más justo. No olvidemos que la economía ecológica se fundamenta en el reconocimiento de su carácter normativo.

En el artículo se afirma que la economía ecológica puede contribuir a una «política de esperanza» en respuesta a la «política de miedo» de la que viven regímenes autoritarios emergentes. ¿De qué manera?

El miedo es un instrumento muy poderoso que está utilizando el populismo, sobre todo el de extrema derecha, para conseguir apoyos de la sociedad y perseguir sus fines.

Eso hay que confrontarlo, y la economía ecológica tiene que ayudar a entender cómo funciona el discurso artificial sobre el miedo, porque al final es este sentimiento lo que hace que mucha gente se paralice o actué de forma que impida avanzar hacia la sostenibilidad. Desde la ciencia debemos aportar lo necesario para confrontar y erosionar esa política del miedo, porque si se afianza lo vamos a tener muy difícil para conseguir transformaciones sociales y económicas que sirvan para hace frente a los retos ambientales como la crisis climática y la pérdida acelerada de biodiversidad global.

Una de las peores consecuencias, ya visibles, de la crisis climática son las personas que se ven obligadas a desplazarse por motivos climáticos. Este es otro miedo con el que juega el populismo.

Movimientos migratorios siempre ha habido en la historia del planeta, es una cosa natural. Lo que hace el populismo de extrema derecha es utilizar el discurso de la inmigración para agrandar la sensación de inseguridad que puede estar sintiendo una capa social cada vez más amplia que ve cómo su situación socio-económica se está precarizando. El discurso contra la inmigración es un instrumento que ha utilizado siempre y que comparte el movimiento de la insurgencia de la extrema derecha en todo el mundo.

Es muy posible que los movimientos migratorios forzados se agraven por la crisis climática. Estoy seguro que los movimientos populistas de extrema derecha van a utilizar estas situaciones, muy graves a nivel humanitario, para su propio beneficio e infundiendo todavía más miedo en la población autóctona.

Hay que estar muy atentos para desmontar estos discursos del miedo ante el fenómeno universal de la inmigración, sobre todo para explicar que los movimientos migratorios debidos a la escasez de recursos naturales. Por ejemplo, debido a la escasez de agua, catástrofes alimentarias, pérdida de tierra fértil, enfermedades- también tienen que ver con la crisis climática. Hay que explicar con datos en la mano que el cambio climático es un multiplicador de la inestabilidad política en muchos rincones del planeta, y que la crisis climática tiene unos responsables. Y curiosamente, una gran parte de la responsabilidad recae en la elite económica con la cual la insurgencia de la extrema derecha tiene vínculos muy estrechos e intereses compartidos.

Muchas veces se cataloga al ecologismo (partidos o movimientos), como el mejor antídoto frente a la extrema derecha. ¿Cree que realmente es así o que es un papel que no le corresponde?

El ecologismo es un movimiento vivo que tiene diferentes maneras de articularse y expresarse en la sociedad. Puede ser un instrumento válido para confrontar esa política del miedo, pero siempre dándonos cuenta de que el ecologismo no es algo que solo tenga que ver con el medio ambiente; también tiene que ver con la sociedad en su conjunto. El ecologismo como movimiento se ha dado cuenta hace mucho que debe tener un enfoque integrado, tanto ambiental como social. Un enfoque socio-ecológico.

El ecologismo, si actúa de forma independiente, lo tendrá muy difícil para enfrentarse a un reto tan importante como es esta insurgencia de la extrema derecha populista. Sin embargo, se ve que está evolucionando hacia maneras de colaboración con otros movimientos sociales: el feminismo, los derechos sociales de los trabajadores, el antirracismo… Es algo que llevamos viendo desde hace tiempo, y es que todos estos movimientos se están dando cuenta de que tienen que trabajar juntos y que comparten muchas de sus demandas. Esa agenda compartida es la que se necesita para hacer frente a la insurgencia de la extrema derecha.

Fuente:
https://www.climatica.lamarea.com/la-economia-ecologica-frente-al-discurso-de-la-extrema-derecha/

lunes, 28 de octubre de 2019

Atentos a esta fake news económica del diario El Mundo

Atentos a esta fake news económica del diario El Mundo. “Varapalo de Bruselas al Gobierno: el gasto de 2020 multiplica por cuatro el máximo recomendado”.

El titular de la noticia es contundente. El gasto de 2020 multiplica por cuatro el máximo recomendado. El apocalipsis. La ruina económica del país.

Vayamos a los datos técnicos. El gasto presupuestario de España recomendado es de aproximadamente 500.000 millones de euros. Por lo tanto un gasto que multiplica por cuatro esa recomendación es 2.000.000 millones de euros.

Pero lo que está sucediendo en realidad es totalmente diferente.

Al realizar una lectura detenida se descubre que el gasto propuesto por el Gobierno para 2020 supone un incremento del 3,8%, cuatro veces por encima del incremento recomendado, que es 0,9%.

Este matiz supone una realidad económica totalmente diferente a la que se indica en el titular de la noticia, pues implica que el gobierno proyecta para 2020 un gasto de 519.000 millones de euros, por encima del gasto recomendado por Bruselas, que es 504.500.

Veamos la diferencia en términos gráficos.



Fake-News-El-Mundo

lunes, 25 de febrero de 2019

Paparruchas de uno u otro signo. ¿Qué haríamos sin los profesionales que nos defienden de las influencias malignas?

Rafael Poch


A sus 33 años, Claas Relotius era un periodista estrella que acumulaba una decena de premios en Alemania,
la mayoría de ellos por artículos publicados por el semanario Der Spiegel. Entre ellos aquella sobrecogedora historia de los dos hermanitos sirios secuestrados y torturados por el Estado Islámico que luego fueron formados para ser bombas humanas.

“En sus artículos las grandes líneas de la historia contemporánea se hacen claras, de repente todo aparece como algo absoluta y humanamente comprensible”, dijo del periodista el redactor jefe de Der Spiegel, Ullrich Fichter.
Lástima que todo fuera inventado: los artículos de Relotius eran ficción,
siempre en buena sintonía con las versiones dominantes en el mercado informativo, pero paparruchas al fin y al cabo: 55 artículos “completa o parcialmente” inventados entre los publicados por Der Spiegel.

En realidad, el “prestigioso semanario” (agencia EFE dixit), siempre ha publicado paparruchas. A principios de los ochenta efectué un vaciado de las noticias que Der Spiegel había publicado en las tres décadas anteriores sobre la Unión Soviética y una gran parte del material resultante reunía una dosis considerable de burda fantasía. Desde siempre esa publicación ha sido uno de los altavoces preferentes de la propaganda de la guerra fría en Alemania, vía filtraciones de las agencias occidentales de inteligencia. Naturalmente, lo mismo ocurría en el mucho mas soporífero informe de la prensa soviética. La diferencia era que en la URSS muy pocos daban crédito a lo que se publicaba (la ventaja de una mayor miseria impresa era que enseñaba a leer periódicos) mientras que en Alemania lo que decía el “prestigioso semanario” era objeto de devoción.

Grandes profesionales
Lo mismo ocurría con las crónicas de los corresponsales anglosajones en Moscú en los años noventa. Tras su paso por Moscú, uno de ellos llegó a dirigir el New York Times, su colega del Washington Post, también galardonado con el Pulitzer, sería después director del New Yorker… periodistas de peso. Por aquella época vivían en Moscú unos cuantos norteamericanos asilvestrados que capitaneados por un tal Mark Ames, fundaron un semanario en inglés que se llamaba The eXile. Cada semana se dedicaban a leer con lupa las crónicas de los dioses del New York Times, Washington Post, Independent. Financial Times y demás, en las que detectaban enormes cantidades de descarados plagios y fusiladas de la prensa rusa que se hacían pasar por riguroso informe propio. The eXile lo hacía con un desparpajo y un rigor admirables. La desacralización de aquellos medios y aquellos “grandes profesionales” fue rotunda.

Lo que ahora se llama “fake news” el diccionario de la Real Academia lo define como “paparrucha (“Noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”). Los periodistas, por lo menos una buena parte de ellos, son, desde siempre, esparcidores de paparruchas. Los hay de diversas categorías, pero los más cualificados son los militantes de causas poderosamente establecidas y apadrinadas. Véase por ejemplo, el caso de la angelical red documentalmente destapada en noviembre y diciembre por “Anonymous” llamada “Integrity initiative”, un escándalo que ha sido tan profusamente divulgado por la propaganda rusa como silenciado por los medios occidentales.

Contra la influencia perniciosa
“Defending Democracy Against Disinformation”, se define esta virtuosa Ong. Dirigida por dos tipos vinculados a los servicios secretos británicos, Daniel Lafayeedney y Christopher Donnelly, creada desde el gobierno de su majestad y con antenas en las embajadas del Reino Unido en muchos países, la “Integrity Initiative” (II) es financiada por el gobierno británico, la OTAN, el Departamento de Estado, el ministerio de defensa de Lituania y Facebook, según los documentos filtrados que nadie ha desmentido. Dedicada a “contrarrestar la desinformación y maligna influencia de Rusia en Europa”, la II se dedica a realizar operaciones de propaganda en países europeos. En muchos de ellos la organización dispone de “equipos” de periodistas y académicos, militantes de la defensa de occidente. Cada equipo tiene un líder y también, lo que parece un contacto en la respectiva embajada británica del país en cuestión. En Alemania, por ejemplo, los documentos dan cuenta de catorce miembros del “equipo” local, periodistas de medios como Tagespiegel, Die Zeit, Die Welt o el Berliner Zeitung. En el Reino Unido la II animó una campaña, otra más, contra Jeremy Corbin, presentándole algo así como el “tonto útil” de los rusos en la isla. ¿Y en España?

Superlópez al rescate
Los documentos de Anonymous relatan la operación realizada el pasado 7 de junio por los superlópez locales para impedir el nombramiento del Coronel Pedro Baños al frente de la Dirección de Seguridad Nacional. La Wikipedia explica así el asunto:

“El 7 de junio de 2018 se anunció que asumiría la Dirección de Seguridad Nacional de España con la responsabilidad del secreto de las comunicaciones del Gobierno, la coordinación de los consejos de Seguridad Nacional, Seguridad Marítima y Ciberseguridad, además de las gestiones de crisis migratorias y energéticas. 5​6​ Días después trascendió que finalmente el Presidente de Gobierno Pedro Sánchez optaba por el General Miguel Ángel Ballesteros para el puesto”.

Un documento de la “Integrity Initiative”, explica así la secuencia: A mediodía del 7 de junio, el “equipo español”, liderado por un tal “Nico de Pedro”, que resulta ser “investigador principal del CIDOB”, el principal centro de relaciones internacionales de Barcelona, y “responsable del programa sobre Rusia”, así como por otros dos miembros, Borja Lasheras y Quique Badía-Masoni, “se entera de que el conocido pro Kremlin Pedro Baños está apunto de ser nombrado director del departamento de seguridad nacional que trabaja estrechamente con la oficina del presidente del gobierno y que es muy influyente en la organización de la política”. “A las 14:00 el líder del equipo español alerta a otros miembros del equipo y prepara un dossier para informar a los principales medios españoles. El equipo inicia una campaña en Twitter para intentar impedir el nombramiento”.

“15:45 : el líder del equipo español alerta al equipo británico de II que activa la red de II para generar apoyo internacional para la campaña de Twitter. El equipo británico crea un grupo de WhatsApp para coordinar la respuesta de Twitter, hacerse contactos en Twitter para concienciar y hacer que la gente retwitee el material. Publica el material de Nico de Pedro en la web española stopFake´s que fue retuiteada también por influencers clave. El equipo envía material a El País y El Mundo para publicar y alerta a contactos en las embajadas del Reino Unido y Francia.

“Resultado: para las 19.45 el equipo español informa de que la campaña ha creado un ruido significativo en Twitter. Contactos en el Partido Socialista confirman que el Presidente del gobierno ha recibido el mensaje. Algunos diplomáticos también expresan preocupación. Finalmente, tanto el Partido Popular como Ciudadanos piden al Presidente del gobierno que pare el nombramiento”.

Los nombres de algunos de estos superlópez a sueldo de la OTAN ya habían sido divulgados con motivo de otro encargo militante, este a cargo de la Ong del magnate George Soros: confeccionar una lista de periodistas “prorusos” durante la crisis de Ucrania. Pero estas cutres actividades remuneradas, de las que solo trasciende una pequeña parte, no son lo más corriente. Lo mayoritario es divulgar paparruchas por conformismo, por efecto de lo que llamo “el efecto rebaño” (el concepto gringo correspondiente es “mainstream”): dejarse llevar por la corriente en la que están las empresas mediáticas, editoriales y sabidurías convencionales de importación y a la que mucho informador conformista y sin criterio se suma, normalmente sin cobrar e incluso creyendo que defiende derechos humanos.

En este muestrario, el caso del periodista Relotius resulta hasta simpático. Él no participaba en campañas, por dinero, ni por convicción, ni por una mezcla de ambas cosas, o por ñoñez y tontuna vaciedad.
Relotius embellecía con habilidad una realidad imaginaria y le sacaba partido. 
No era un mercenario, ni un agitador, sino un creador de la paparrucha.
En el mundo del periodismo real, sus premios hay que considerarlos genuinos y bien merecidos.

(Publicado en Ctxt)

sábado, 22 de diciembre de 2018

Chomsky, 90 años

Atilio A. Boron

Página/12

El pasado 7 de diciembre Noam Chomsky cumplió 90 años. En el fárrago de noticias de esos días el onomástico de uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo ese acontecimiento pasó desapercibido. La prensa hegemónica estaba ocupada entonando sus himnos fúnebres por la muerte de un criminal serial, el ex presidente George H. W. Bush, la absoluta futilidad de la sesión del G-20 en Buenos Aires o el arresto en Canadá de la heredera del gigantesco emporio telefónico Huawei. Los ideólogos del establishment no hicieron otra cosa que imitar a la prensa autoproclamada libre e independiente -que no es ni lo uno ni lo otro- en el sistemático ninguneo de la figura del lingüista, filósofo y politólogo estadounidense.

La cobardía intelectual del mandarinato burgués e imperialista –tanto en Estados Unidos y Europa como en América Latina– es revulsiva. Dado que no podrían durar ni cinco minutos debatiendo con Chomsky –y con tantos otros, ninguneados también como él– lo que hacen es ignorarlo y ocultarlo a la vista del gran público. Montados en sus enormes aparatos de propaganda, que no de información, desde allí peroran y mienten impunemente, o barren bajo la alfombra las opiniones fundadas, irrefutables y valientes de ese enorme francotirador intelectual que es el ex profesor del MIT.

Por eso las “fake news” son sólo un nuevo nombre para designar una vieja costumbre del pseudo-periodismo que procura disimular su condición de órgano de propaganda proclamando su carácter “profesional” e “imparcial”. Sus voceros son pigmeos intelectuales que hacen de la prepotencia verdad; o de la asimetría entre los que pueden hablar y los que no también verdad. Son los que aupados sobre sus enormes oligopolios mediáticos proclaman sus sofismas e inoculan sus venenos para enturbiar la mente del gran público, para confundirlo, para sumirlo en la ignorancia porque cuanto más confuso e ignorante sea más fácil será someterlo.

Alabados como grandes personalidades del mundo de la cultura y la comunicación por las mentiras dominantes les cabe a ellos y ellas el sayo de la cáustica réplica que Gyorg Lúkacs espetara ante sus inquisidores: “un conejo parado en la cima del Himalaya sigue siendo un conejo”. Conejos que deben impedir que el mundo sepa que Chomsky vive, piensa y escribe; y que sobreviven y medran en su oficio porque suprimen toda disidencia bien fundada. Cuando forzados por las circunstancias montan un simulacro de debate seleccionan cuidadosamente sus rivales. No hay lugar para Chomsky. Eligen en cambio a sus críticos más rústicos, elementales, impresentables y salen airosos de esa falaz contienda. Por eso el lingüista norteamericanos, pese a ser el “Bartolomé de Las Casas del imperio americano”, como acertadamente lo describiera Roberto Fernández Retamar, es un gran desconocido para el público de Estados Unidos. Sus opiniones son dañinas y no deben circular masivamente. Y su nonagésimo cumpleaños no fue celebrado como la supervivencia de un fabuloso tesoro de conocimientos acumulados, de audaces teorizaciones, de valientes denuncias sino como la insoportable longevidad de un excéntrico al que no se le debe prestar ninguna atención.

Para el pensamiento dominante (y ya sabemos de quién es ese pensamiento) sus opiniones sólo revelan su odio y sus patológicos prejuicios sobre la sociedad norteamericana. No son opiniones propias de gentes “razonables”, esas que comprenden que cuando Estados Unidos mata a millones de personas en todo el mundo –en Siria, en Irak, en Palestina, en Afganistán, en Yemen, en Libia– o cuando provoca desastres humanitarios en Honduras y Haití, o cuando bloquea y agrede a países como Irán, Cuba y Venezuela, sometiéndolos a indecibles sufrimientos, son heroicos y desinteresados sacrificios que la Casa Blanca hace en defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Chomsky no comparte ese discurso autocomplaciente. Por eso, a sus noventa años, no hay nada que celebrar, nada que festejar, nada que dar a conocer.

Termino recomendando la lectura de una de sus notas más punzantes de los últimos años (publicada en La Jornada el 3 de noviembre del 2015) y que lleva por título “EEUU, el Estado terrorista número uno” comienza así: “Oficial: EEUU es el mayor Estado terrorista del mundo y se enorgullece de serlo. Esa debería ser la cabeza de la nota principal del New York Times del 15 de octubre pasado, cuyo título, más cortés, dice así: Estudio de la CIA sobre ayuda encubierta provoca escepticismo sobre el apoyo a rebeldes sirios”. Con retraso desde la Argentina y toda Latinoamérica le mandamos este afectuoso saludo por su nonagésimo cumpleaños deseándole que “cumplas muchos más”, como dice la canción mexicana, y que nos siga inspirando con su excepcional inteligencia, sus sólidas denuncias y su fecunda prédica antiimperialista.

jueves, 25 de octubre de 2018

_- La ruptura del monopolio propagandístico occidental genera nuevas armas soft

_- Entre los últimos conceptos importados de Estados Unidos, el de “fake news” (noticias falsas) se ha instalado inocentemente en nuestro lenguaje. ¿Qué significa? Noticias falsas las ha habido siempre. Recuerden que la guerra de Cuba fue facilitada por la voladura del “Maine”, que la de Vietnam comenzó con el ficticio “incidente de Tonkín” y que la de Irak tuvo por motivo las inexistentes armas de destrucción masiva de Sadam Hussein.

Sí, la tecnología digital permite la multiplicación de mensajes y noticias en una escala nueva, pero la simple realidad es que la mentira y la falsificación forman parte del periodismo realmente existente. Eso tiene que ver con la corrupción estructural que rodea a la información, que en nuestro mundo suele estar en manos de empresas mediáticas de grandes magnates y de poderes estructuralmente incompatibles con los intereses de la mayoría social. También tiene que ver con el pluralismo de puntos de vista y con el hecho de que los informadores practican siempre una selección que nunca es neutra al elegir sus noticias. Entonces, ¿a santo de qué nos vienen ahora con ese concepto?

El desencadenante ha sido la paranoica tesis americana de que los rusos determinaron el resultado de sus últimas elecciones presidenciales, pero el motivo de fondo es la crisis del monopolio informativo occidental.

Rusos y chinos -y también árabes y latinoamericanos- han creado en los últimos años sus propios aparatos de propaganda global. Ahora, en esta época de imperios combatientes, cualquier guerra y conflicto entre potencias, tiene más de una versión. Es así como, además de propagar guerras, Estados Unidos abre una nueva “guerra soft” contra los aparatos de propaganda de sus rivales, particularmente Rusia y China. El principal objetivo de esa acción son el canal global de televisión rusa RT y la agencia Sputnik. La meta es, llegado el momento, prohibir o censurar la acción de esos medios en Euroatlántida. Y la acusación: fabricar “fake news”. Como suele ocurrir la Unión y el Parlamento europeos se han metido en esa guerra. Una ley francesa actualmente en proyecto contempla la posibilidad de cierre de canales y medios de información que estén, “bajo influencia de un estado extranjero”. El problema es que todos los medios públicos emiten la influencia del país al que pertenecen. Algunos periodistas necios -en el diario Le Monde y en varios diarios alemanes, por ejemplo- han establecido servicios para desenmascarar “fake news”, naturalmente excluyendo las que ellos mismos lanzan, es decir se arrogan la capacidad de establecer lo que es verdadero y lo que es falso, dando por supuesto que lo suyo es siempre neutro y objetivo.

El problema, como ha dicho Jean-Luc Melenchon, es que la “verdad” es algo bastante controvertido. A mí, por ejemplo, me parece que la receta neoliberal que nos hacen pasar por panacea es un desastre al servicio de los más ricos, pero eso forma parte de la batalla de ideas, es decir de los intereses que defiendes. Lo que es el colmo es que aquellos personajes y medios cuya información consiste en la defensa continua del orden establecido, lo que implica mentir diariamente, pretendan dictaminar lo que es verdadero y falso desde su pretendida y angelical objetividad.

El dominio occidental del informe global sigue siendo aplastante, RT tiene un presupuesto de 300 millones de dólares anuales sin que exista una red de emergentes que coordine sus mensajes con, por ejemplo, la china CCTV, la televisión iraní o Telesur. Pero la red occidental sí es una suma de aparatos bastante coordinados en su informe sobre Rusia y muchos otros temas: la Deutsche Welle tiene un presupuesto de 350 millones, la francesa RFI, 380 millones, la BBC 524 y el complejo de Estados Unidos, que lleva décadas emitiendo en casi todas las lenguas de la ex URSS (y son muchas lenguas), muchos más millones. Y todo ello sin contar con los medios privados y sin tener en cuenta la enormidad que representa el complejo Hollywood, que, como dice Laurent Dauré, es, “la continuación de la política de Washington por otros medios”. Los emergentes no tienen, ni tendrán hasta donde alcanza la vista, algo comparable a Hollywood.

Pese a esta desproporción de medios, la mera ruptura del monopolio propagandístico ya crea una nueva tensión. Y ese frente de “guerra soft” se arma de nuevos conceptos. “Fake news” es uno de ellos, y, haciendo honor a su nombre, es una falsificación.

https://rafaelpoch.com

viernes, 22 de junio de 2018

Las fábricas de mentiras

Gregorio Morán
Crónica global

Los poderes están asustados ante el fantasma que han creado. Las fake news empiezan a darles miedo. Ellos tenían el monopolio de la mentira a gran escala. Los Estados y las instituciones podían falsear tanto como lo necesitaran para sus objetivos. Era un asunto que se trataba entre los grandes y sin ningún miramiento. Lo denominaban la guerra de la opinión pública, o de las masas, o de las sociedades o de las ideas. Iba por rachas.

Las religiones fueron auténticas adelantadas en la invención de mentiras. Las convertían en artículos de fe que devengaban beneficios suculentos. Aún me admira que la Iglesia católica, veterana fabricante de fake news, anulara de un día para otro la existencia del Purgatorio rebajándolo al limbo de sufrimientos interiores, es decir, sacándolo pero sin brusquedad, a la manera eclesial, del mundo del negocio.

Y sin embargo el Purgatorio fue una pieza fundamental de las finanzas. Si usted pagaba las llamadas entonces indulgencias podía aliviar los sufrimientos previos al Cielo. Cuanto más indulgencias pagara más se reducía su estancia en el Purgatorio. No se trataba de una nadería por más que la disolución del Purgatorio haya pasado sin pena ni gloria. Era una mentira que sirvió de mucho para las finanzas no sólo del Vaticano sino del entramado institucional del catolicismo. Conviene recordar, ahora que llamamos fake news a cualquier chorrada de un descerebrado, que fueron las consecuencias de esta gran mentira por lo que Martín Lutero rompió con el Papado y se inició la Reforma Protestante. No es asunto baladí porque la estafa ideológica, la mentira del poder, duró siglos. En mi infancia aún existían las indulgencias a escote para esquivar el Purgatorio y el hecho de que se fuera diluyendo, como al final ocurre con todas las invenciones fraudulentas de los poderes, no exime de responsabilidad a sus beneficiarios. Nadie paga por mentir si además cuenta con la opinión pública. Así, dos millones de ciudadanos, o incluso menos, pueden imponer una mentira que no se considera falsedad por el simple hecho de que son muchos y detentar algún poder, ya sea político, económico o de la comunicación.

Esto ya iba implícito en la idea del Purgatorio, que cotizaba en bolsa bajo la forma de bonos llamados indulgencias. El tema daría mucho más de sí, pero sirve de introducción a nuestra época. Mentir es una actividad que generan las instituciones y de la que no se libra nada ni nadie, desde el Estado a la mafia, incluidos los empresarios autónomos de la falsedad y algunas supuestas “fundaciones sin ánimo de lucro”.

No es posible eliminar las industrias de la mentira en base a la legislación; sea restrictiva o laxa, da lo mismo. Toda fábrica se compone de personal, capitales, negocios, intereses y mercados. Sabemos que Alemania y Francia preparan proyectos de ley sobre el asunto, pero nadie nos cuenta que en Suiza, un país que lleva sobreviviendo durante más de un siglo gracias a las mentiras financieras, se llevó a cabo un referéndum que echó abajo cualquier intento de menoscabar el derecho a la falsedad. Porque el mentiroso de los tuits dispone de dos recursos que ejercen de escudos protectores de la impunidad, uno es la manipulación de la libertad de expresión -que, como todo el mundo sabe, está basada en el derecho a decir lo contrario sea o no verdad- y el otro es “el contexto”. Los que escriben paridas inconmensurables en sus tuits expresan lo que les peta, como si fueran tertulianos, pero si usted quiere confrontarlos con su miseria mental alegarán que se atienen a la libertad de expresión y que no se puede sacar la calumnia del contexto en que se escribieron. De tal modo que se puede decir que las mentiras carecen de pasado y de futuro pero dominan el presente.

Y en este caldo de cultivo de las altas tecnologías que sirven para las bajas pasiones han nacido los autónomos de la mentira. Antes se enviaban anónimos --yo guardo una colección- pero la tecnología al alcance del melonar humano ha ampliado el campo y ahora aspiran a convertirse en virales. A cada agudo comentarista le acompaña una manada de majaderos. Es verdad que romper con la carcasa del anonimato aliviaría el número de alienados agresivos. Creo que es lo máximo que podemos alcanzar. Que cada cual asuma lo que escribe aunque sean palotes de parvulario.

También hay otra posibilidad, mandarlos a la mierda y evitar la contaminación, pero eso corresponde a la prehistoria tecnológica, impensable hoy cuando el personaje más poderoso de la tierra usa las fake news como arma letal. Demasiados intereses para que podamos salir incólumes de este sofisticado berenjenal.

Fuente:
https://cronicaglobal.elespanol.com/pensamiento/sabatinas-intempestivas-gregorio-moran/fabricas-mentiras_149138_102.html

domingo, 21 de agosto de 2016

_- "La desfachatez intelectual", Ignacio Sánchez-Cuenca publica un riguroso análisis sobre la baja calidad del debate público en España. El gran zasca a 'figurones' como Vargas Llosa, Javier Cercas o Luis Garicano entre otros.

_- Tres frases sirven para hacernos una idea.

Primera: “Esperanza Aguirre es la Juana de Arco del liberalismo” (a pesar de la trama Gürtel, Fundescam y el tamayazo). Lo dice Vargas Llosa y punto.

Segunda: “José Luis Rodríguez Zapatero es el peor gobernante de España desde Fernando VII” (por lo visto, mucho más dañino que Francisco Franco y Miguel Primo de Rivera). Lo dice Félix de Azúa y punto.

Tercera. “Sin Juan Carlos I no habría democracia en España” (qué importa la aportación de los sindicatos, el movimiento estudiantil o el Partido Comunista, además de que en nuestro entorno europeo todo sean democracias). Lo dice Javier Cercas y punto.

El debate público en España funciona a base de sentencias lapidarias, sin verificar, que distintos ‘figurones’ sueltan desde sus poltronas mediáticas. Del público se espera que comulgue con ruedas de molino, basadas en el prestigio de quien enuncia la frase, más que en argumentos bien construidos, que se apoyen con datos verificables.

Esto es lo que denuncia, de manera sólida y minuciosa, el nuevo libro del profesor de Ciencias Políticas Ignacio Sánchez-Cuenca (Valencia, 1966). Su último libro, "La desfachatez intelectual" (Libros de La Catarata), es un sonoro ‘zasca’ a los columnistas de mayor prestigio de nuestra esfera pública. Les acusa de “machismo discursivo”, “cultura de amiguetes” y “provincianismo intelectual”. Estamos ante uno de los títulos más polémicos y necesarios del año. En el capítulo final, Sánchez-Cuenca explica que el panorama comienza a mejorar con un ecosistema mediático más abierto y riguroso. Nos acercamos a su despacho para charlar con el autor.

Pregunta.
¿Cuál fue su motivación para escribir ‘La desfachatez intelectual’?
Respuesta. Sé que el texto puede despertar cierta irritación entre los aludidos. Quería señalar la impunidad que domina el debate público en España. Con esto me refiero a que si uno dice un disparate, una tontería o una ridiculez, no espera ser replicado, sobre todo si es uno de los grandes intelectuales del país. Son lo que yo llamo, de forma un poco cruel, los figurones del mundo intelectual.

P. La forma habitual de contestar a libros como el suyo es el silencio.
R. No tengo ninguna expectativa de respuesta por su parte. Pero sí espero que el libro contribuya a fomentar cierto debate sobre cómo mejorar nuestra esfera pública.

P. Señala el precio de cuestionar a los figurones: si alguien critica con dureza a Fernando Savater, se reducen drásticamente las posibilidades de colarse en El País, de publicar en la revista "Claves de la razón práctica" (que él dirige) o de ganar el Premio Anagrama de ensayo (donde es jurado habitual).
R. Mi ventaja es que no estoy en ese mundillo, ni quiero estar. Me dedico a dar mis clases y publicar en revistas académicas. No aspiro a premios ni a tener una relación privilegiada con ellos. Yo puedo permitirme el lujo, pero quien dependa de su creación ensayística y literaria tiene que pensárselo dos veces a la hora de criticarlos, ya que sus tentáculos son muy largos. No digo que ellos ejerzan un poder coactivo, pero si uno critica con dureza a uno de ellos sus posibilidades de medrar van a ser menores.

P. Aparte de los figurones destacados, ¿diría que existe una tradición de intelectuales invisibilizados? Pienso en Manuel Sacristán, Jesús Ibañez y Francisco Fernández Buey, entre otros.
R. Es una pregunta difícil. Hay intelectuales que no gozan del reconocimiento que merecen y otros disfrutan más del que les corresponde. Lo que no tengo claro es que sea un fenómeno estructural. Los tres autores que mencionas tenían tesis políticas marxistas o muy radicales. Eso ya complica mucho que lleguen al gran público. Es cierto que alguien con planteamientos marxistas no tendría tanto problemas en Francia o Reino Unido. Lo que sucede aquí es que muchos de los intelectuales famosos fueron muy radicales en su juventud, pero terminaron abandonando la izquierda. Sienten un rechazo grande hacia quienes no han seguido su trayectoria. Eso podría explicar la marginación por parte de los Juaristi, los Savater, los Vargas Llosa, etcétera.

P. ¿Por qué estuvieron tan ciegos los intelectuales de éxito durante la crisis económica?
R. Mi tesis es que se obsesionaron con el nacionalismo. No atendían a muchas más cosas. Eso fomentó el aislamiento en el que vivían. Se separaron demasiado de la sociedad. Fueron poco sensibles y muy condescendientes con todo lo que podemos llamar nueva política, me refiero al entorno del 15M. En el fondo, les recuerda un poco a sus años mozos, donde algunos fueron anarquistas, otros marxistas-leninistas y alguno hasta militó en las filas de ETA.

P: Vargas Llosa es la firma donde se aprecia mayor distancia entre su enorme talento literario y el estilo ramplón de sus columnas.
R. Como hombre de letras, es el que más lejos ha llegado. Merece todos los premios Nobel que le quieran dar. Es una figura central en la literatura del siglo XX. El problema es que sus razonamientos políticos son totalmente esquemáticos, previsibles y simplistas. Nos choca mucho porque no quedan tantos intelectuales que razonen con el nivel de desfachatez que él maneja, pero en el pasado hubo muchos como él en la izquierda, que manejaban planteamientos de manual soviético de materialismo histórico. Ahora no nos acordamos de ellos. Pero Vargas Llosa seguramente razona en sus columnas con el mismo simplismo que manejaba cuando era de izquierda en los años sesenta. Hay un abismo entre su obra literaria y su aportación periodística. No tengo una explicación de cómo se puede ser tan brillante en 'Conversación en la catedral', una obra maestra, y tan mostrenco en el debate público. Divide el mundo en liberales y antiliberales, nacionalistas y antinacionalistas, como si no existieran matices. Su apología de Esperanza Aguirre llega al extremo de defender la tesis de que si ella hubiera gobernado España, la crisis hubiera sido mucho menos profunda.

P: ¿Son más responsables los figurones o los directivos que les dieron espacio en los medios?
R: Hay una responsabilidad compartida, pero la principal es la de quien pone su firma en la opinión. Somos muy críticos con el sectarismo de los partidos políticos, con la manera tan brutal en que defienden a los suyos y descalifican a los contrarios, pero en el mundo del debate público pasa algo similar. Se establecen lazos muy fuertes entre periódicos y escuderías literarias del mismo grupo mediático. Les dejan decir lo que sea. Deberían prescindir de los artículos de sus autores si la calidad es mucho menor que las de sus novelas. Una vez entras en el grupo, de ahí no te saca nadie. Se establecen lazos que no son sanos.

P. Cita a César Molinas y cómo da las gracias en un libro a Javier Moreno (ex director de El País) por dejarle decir lo que le da la gana.
R. Molinas es un economista excelente, matemático de formación, con una inteligencia formidable, pero cuando opina de política dice cosas que no tienen base ninguna. ¿Por qué El País le da tanta cancha? Habrá que preguntarles a ellos, porque han publicado análisis de Molinas en portada que no sobreviven el más mínimo escrutinio crítico. En mi libro, se desmontan con datos.

P. Me ha llamado la atención el caso de Javier Cercas. En un dossier de homenaje al rey, suelta una frase rotunda, que dice que “Sin Juan Carlos I no habría democracia en España”. Eso no encaja muy bien con su libro "Anatomía de un instante", donde acusa al rey de cierta complicidad, desidia o ambigüedad con el ambiente golpista previo al 23-F.
R. Disfruto mucho de las novelas de Cercas, pero como columnista se ha vuelto muy sentencioso. Formula grandes frases, que luego no fundamenta. Creo que lo que expone 'Anatomía de un instante' es que el rey no supo cortar el ambiente malsano de las tramas golpistas de la época contra Suárez. Cercas no se ha atrevido a dar el paso de decir que hubo complicidad entre el rey, Armada y los golpistas. Quien sostiene esa tesis es Pilar Urbano. Lo que no entiendo es que se permita el exceso de decir que sin el rey no habría democracia en España. A mí esa frase me parece un absurdo, se mire como se mire. El rey tuvo un papel importante en la forma en que llegó la democracia, pero hoy España sería un país democrático hubiéramos tenido rey o no. Sencillamente, se daban los condiciones sociales y económicas para que la hubiera, como sabe cualquiera que haya estudiado un poco de política comparada. Pero sí, en 'Anatomía de un instante' era más crítico con la figura del rey que en el homenaje colectivo que hizo El País al monarca el día de su abdicación.

P. Su libro transmite la sensación de que El País es un diario que se ha ido degradando con los años.
R: Soy lector suyo de toda la vida. Empecé con poco más de diez años. Hoy lo sigo porque es el diario de referencia en España. A mí siempre me han tratado con extrema generosidad: dejé de colaborar con ellos por voluntad propia y solo tengo agradecimiento con ellos. Lo que sucede es que, desde que estalló la crisis, se produjo un divorcio entre el periódico y sus lectores, que ha sido muy dañino para la marca. Se alejaron demasiado de la España real. Como lector y excolaborador, no me gusta la marcha que ha cogido. Ha traicionado muchos de sus valores fundacionales. Tengo una visión crítica, no han sabido reconocer los problemas nuevos que estaban surgiendo. No han dado la importancia necesaria a los desahucios, ni a la creciente desigualdad, ni a la crisis social en general. Me sorprendió en 2010 la reacción de entusiasmo de El País cuando las instituciones europeas obligan a España a imponer el ajuste fiscal. Su discurso fue “por fin se ha acabado el populismo del PSOE”. Estaban hablando de populismo ya en 2010, años antes de que surgiera Podemos. El País se puso a celebrarlo, en plan “por fin va a haber políticas de Estado”; pues mira dónde nos han llevado esa políticas. Se ha vuelto un diario autocomplaciente.

P. ¿Usted es capaz de distinguir El País de El Mundo y ABC?
R: Se ha producido un fenómeno curioso: la división ahora está entre periódicos de papel (que se parecen cada vez más entre sí) y diarios digitales (que están más atentos a las preocupaciones que dominan la sociedad civil). Esto al margen de que la línea editorial tire a izquierda o a derecha. Los de papel parecen caminar a rastras. Las nuevas tendencias se generan en mayor medida en los medios digitales. Ahora tenemos un ecosistema mediático mucho más plural, cito medios como CTXT, Infolibre, el blog Piedras de papel o plataformas como Agenda Pública o Politikon. Le pongo un ejemplo: todos los figurones tienen opiniones muy rotundas sobre la educación. La mayoría cree que se ha dejado de leer, que nadie escribe como antes, que todo es un desastre. Los expertos matizan mucho esas percepciones. En cualquier caso, yo no quiero que desaparezcan las visiones generalistas, dando paso a especialistas con anteojeras, sino que se establezca un diálogo entre firma de visión amplia y quienes llevan muchos años estudiando un asunto concreto y se quedan pasmados por la alegría con que otros sueltan diagnósticos. Ese cruce me parece enriquecedor. Al abrir el terreno de juego, se ha cuestionado mucho más el papel de los figurones. Se ha demostrado que sus opiniones no tienen tanto valor como se creía.

P. Recuerda una expresión de Jordi Gracia, que habla del “síndrome del Narciso herido”. Como si los figurones pensasen que lo peor de la situación del país fuera que los demás no estamos a la altura de su sensibilidad política y estética.
R. Recomiendo a los lectores ‘El intelectual melancólico’, el panfleto de Jordi Gracia, porque es muy certero y divertido. Hace pensar mucho. Esta es una actitud que caracterizo como una aproximación moral a la política: los intelectuales a los que me refiero piensan que la política realmente existente nunca está a su altura. La actualidad les produce irritación o melancolía, pero no les estimula a buscar soluciones. Esta aproximación estética se remonta a la Generación del 98. Lo que produce son unos vaivenes muy fuertes: de repente, estos intelectuales se entusiasman con una novedad, por ejemplo la aparición de U P y D, que llegan a ver como la solución a todos los males del país. Luego, de repente, les entra la decepción y van a otra ideología. La mayoría han pasado por el marxismo, por la socialdemocracia, por el liberalismo, por el conservadurismo y han completado el espectro hasta el narcisismo. Me parece una aproximación estéril al debate público.

P. Hay un sector que no trata en el libro y que me gustaría que comentara. Me refiero al ala dura de los columnistas, por ejemplo Alfonso Ussía, Jiménez Losantos y Salvador Sostres, que tienen un registro mucho más bestia o kamikaze. ¿Cree que su función es llevar el discurso tan a la derecha que cualquiera a su lado parezca sutil y razonable?
R. En el texto no he querido descender a los infiernos de estas firmas más gamberras o maleducadas, no sé bien cómo calificarlas. Algo que me llamó la atención es que intelectuales con una capacidad estética y moral muy desarrollada sean capaces de juntase con tipos como Hermann Tertsch y Jiménez Losantos en el manifiesto de los Libres e iguales. Esto me dejó muy confundido. En cierta medida, al firmar con ellos, Savater, Trapiello, Juaristi y los otros están legitimando el discurso de Tertsch y Losantos. Hablamos de gente que ha mantenido durante años la teoría de la conspiración del 11-M, defendiendo que fue ETA. Me parece incomprensible que se mezclen.

P. Termino con asunto candente: desmontas bastantes argumentos de Luis Garicano, que ha pasado de ser una firma influyente a ejercer de gurú en las políticas del pacto entre el PSOE y Ciudadanos. Ahora sus opiniones están en el centro del debate político y sus errores los podemos pagar todos. ¿Tendríamos que estar preocupados?
R. Garicano es un gran economista, con un trayectoria brillante, pero cuando opina de política le pasa lo mismo que a muchos de sus colegas. Sencillamente: no han leído lo suficiente para construir los argumentos que maneja. Con Garicano estoy de acuerdo en muchos cosas, por ejemplo su visión de la educación en España, pero cuando se mete de lleno en política no se impone los mismos niveles de exigencia que al hablar de economía. En su libro ‘El dilema de España’ es tremendamente simplista, llega a decir que tenemos que escoger entre Venezuela y Dinamarca. No creo que este sea un dilema real: ni vamos a llegar a los niveles abismales de Venezuela, que es casi un Estado fallido, ni vamos a alcanzar la altura de Dinamarca. Durante las próximas décadas, seremos un país europeo normal de la periferia. Si gana Podemos, esto tampoco va a parecerse a Venezuela, ni se va a descomponer el sistema social y económico. Es de un simplismo tremendo.

P. ¿Más ejemplos?
R. También considero muy pobres los ejemplos que pone para ilustrar sus reformas, cosas como el carné por puntos o la Ley Antitabaco. Esos son ámbitos donde resulta sencillo cambiar las cosas porque no hay ganadores y perdedores. Cuando hay más en juego, como el mercado de trabajo, en el mercado educativo o la caja de las pensiones, los conflictos se complican mucho. Muchos problemas no se pueden cambiar a golpe de BOE, sino que necesitas negociar con los agentes sociales. En esas situaciones, es crucial conseguir un consenso para que la sociedad no disuelva tus decisiones. Los liberales del estilo de Garicano jamás piensan en las consecuencias sociales de sus reformas. Si las cosas les salen mal, se llevan las manos a la cabeza y dicen “Cómo puede ser la sociedad tan irresponsable”. Y no es cuestión de eso, sino de que sus cálculos estuvieron mal hechos desde el principio. Una reforma solo es sostenible si cuenta con el apoyo de la sociedad. Veo una especie de ingenuidad reformista, pensar que se puede cambiar un país de la noche a la mañana. Allá los partidos que quieran hacerle caso.

http://www.elconfidencial.com/cultura/2016-03-14/el-gran-zasca-a-figurones-como-vargas-llosa-javier-cercas-y-luis-garicano_1167404/