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domingo, 4 de diciembre de 2016

Tres filósofos contra la prisa y el ruido. EL PAÍS reúne a los pensadores César Rendueles, Manuel Cruz y Daniel Innerarity para hablar de las sociedades de hoy.

Asumiendo la no existencia de piedras filosofales que resuelvan nuestros extravíos, se trataba en este caso –más que de dar aventuradas respuestas- de buscar las buenas preguntas. O al menos de desbrozar caminos. Así que  César RenduelesManuel Cruz y Daniel Innerarity, tres de los nombres más activos e inquietos del pensamiento en español, aceptaron la invitación de EL PAÍS para hablar de todo y de nada. Esta conversación se desarrolló recientemente en Burgos, tras la intervención de los tres autores en el II Foro de la Cultura. Una de las conclusiones de la charla: todo va demasiado deprisa en nuestras sociedades de hoy.

Pregunta. Entonces… ¿cultura… o culturas?
Manuel Cruz. Yo estoy de acuerdo en lo de culturas, en plural. Y a veces la cultura no es que esté viciada por una lógica mercantil, sino que responde además a una lógica de subalternidad. Se habla siempre del creador, y la izquierda a lo más que llega es a reclamar que el máximo de gente tenga acceso a la obra de ese creador. Y ahí se entrecruzan los conceptos de obra de arte y de autoridad. Hay que revisar ese vínculo.

César Rendueles. Tendemos a hablar de la cultura en términos de prácticas profesionales, y despreciamos una riquísima cultura amateur, y esto tiene que ver con la precarización. O nos olvidamos de prácticas estéticas o artesanales no estrictamente culturales pero que rondan ese territorio, como pueden ser algunas manifestaciones deportivas. En los periódicos hay cosas que salen en las páginas de Cultura cuando deberían salir en las de Consumo, y en cambio algunas de Deportes podrían ir en Cultura.

Daniel Innerarity. La cultura ya no se puede entender como un mundo de espacios contenedores. Como pasa en la universidad, las mejores ideas suelen surgir entre chispazos, entre espacios que se están peleando y colaborando y una excesiva especialización trae cosas normalmente poco interesantes.

M. C. Suele darse una identificación entre cultura y saber… y eso nos lleva a las academias. O sea, el saber como aquello de lo que hay academia, y si no, no es saber. Y pienso si ahí no ha habido un retroceso en planteamientos que se llegaron a hacer pero que no han tenido más recorrido, pienso en aquello que  Vázquez Montalbán defendía como subcultura.

P. Que un rapero improvise durante 24 horas rimando letras y poniéndoles música, para algunos es subcultura. Para otros es cultura con mayúsculas. Y por cierto: ¿no creen que esos mensajes improvisados –lo mismo que el replanteamiento crítico de ideas y situaciones mediante la filosofía- pueden estar interesando tanto a la gente más joven porque los dos se enfrentan a los mensajes estáticos, oficiales?
D. I. Hay un libro muy interesante de Von Kleist, aunque de título horrible, Sobre la formación de nuestro pensamiento a medida que se habla. Trata de que, en el fondo, no hay pensamiento allí donde no se da un cierto bricolaje personal. Vivimos en un mundo atravesado de discursos oficiales, prácticas institucionales y lugares comunes. En esos circuitos mecánicos hay que introducir elementos de reflexividad, y por lo tanto de apropiación. Pensar es tener un interruptor. E interrumpir.

P. Sí, pero para eso de pensar por uno mismo hace falta silencio y tiempo, justo lo que empieza a faltar. Más bien hay ruido y prisa.
C. R. Totalmente. Y enlazando con lo de antes: yo desconfío de la espontaneidad. Y creo que si alguna fuerza tienen la filosofía y el pensamiento racional es esa capacidad de someter esa espontaneidad. Y efectivamente, hay un ruido de fondo que nos inunda, es como una rueda de hámster…

P. ¿Se llama inercia?
C. R. Sí, la inercia simbólica y social que nos rodea.

M. C. A la gente le hace gracia que el filósofo piense de las cosas concretas… en el fondo espera que el filósofo vea en ellas más cosas de las que uno ve. Pero por otro lado creo que la gente necesita también esquemas teóricos, elementos que le organicen un poco el mundo.

D. I. Hacen falta mapas, referencias a la totalidad…

M. C. Sí, y otra cosa: el tiempo ha desaparecido. Ya no funcionamos con tiempo, sino con una sucesión de instantes de los que se espera la máxima intensidad.

D. I. Decía  Wittgenstein que si los filósofos formáramos una secta y tuviéramos una expresión que nos desvelara como tales, una clave que marcara esa pertenencia, sería precisamente “tómate tu tiempo”…

C. R. Los espacios culturales privilegiados, al menos en las dos últimas décadas, han sido muy refractarios a los espacios de desconexión. A mí me alarma lo poco que se habla de las bibliotecas, unas instituciones milenarias que funcionan particularmente bien. Y resulta que lo único que dicen de ellas los programas culturales de los partidos políticos es que su problema es de conectividad. ¡Cuando justamente es al revés, son espacios de desconexión que funcionan muy bien! Y lo mismo está pasando en la Universidad, donde los espacios académicos que implican pausa y perspectiva son demonizados.

P. ¿Temen que el estudio de las humanidades acabe muriendo de muerte lenta al no ser vistas como saberes útiles?
D. I. Totalmente. En el mundo de la investigación filosófica, la rentabilidad que se nos exige es una rentabilidad pensada con criterios de las ciencias de la naturaleza.

C. R. Se está uniformizando muchísimo la producción científica, cada vez es más difícil desarrollar investigaciones un poco marginales o arriesgadas. Se busca el rendimiento inmediato. Todo esto es una catástrofe.

D. I. Vivimos en una sociedad que no está muy interesada en replantearse la cuestión de qué significa que algo sea útil. Es una cuestión que incomoda.

M. C. ¿Utilidad? Mira, es muy normal que cualquier persona de la calle te diga de los políticos: “¡Bah, es que no quieren otra cosa que el poder!”, como hablando de algo asqueroso. Pero ¿y si en vez de querer el poder quisieran acumular mucho dinero? ¿Es que eso sería mejor?

P. Ahí sale la figura del idiotes aristotélico … la abdicación de muchísima gente ante la política, ¿no?
C. R. Bueno, yo soy más optimista. Cada vez veo más gente consciente de llevar “vidas dañadas”, como decía Adorno. De haber vivido y seguir viviendo una mentira. Y lo veo también en la Universidad. Frente a una inercia heredada del pasado, cada vez veo más gente, sobre todo estudiantes, que hace grandes esfuerzos para vivir de otra manera.

P. En lo referente a cierta lógica de la volatilidad y la obsolescencia programada de las cosas, ¿hasta qué punto ha incidido en ello la apuesta furiosa por el avance tecnólogico/digital? ¿No desemboca eso a veces en la chuchería digital?
C. R. El solucionismo tecnológico es el síntoma de una aceleración consumista, de un consumismo llevado a ámbitos de nuestras vidas que de otra manera sería más difícil comercializar… como el ámbito de las emociones o el de la información. Así que, por ejemplo, sistemáticamente buscamos una especie de ídolo en las tecnologías digitales ¡como si fueran las únicas tecnologías que hay!

M. C. Ojalá que lo tecnológico fuera una chuchería, pero no lo es. Eso que llamamos el complejo científico-técnico no para de crecer.

P. “Un mundo de todos y de nadie”, escribió Daniel Innerarity…
D. I. Bueno, pero hay formas de desaceleración que son muy emancipadoras. Yo creo, por ejemplo, que no responder el correo electrónico o el tuit o el whatsapp de forma inmediata es una fuente de ganancia de racionalidad. Las cosas que se hacen inmediatamente se hacen mal. Evitar los automatismos y no estar sujetos a la lógica de lo inmediato es liberador.

C. R. Hay una larga tradición de reaccionarios de izquierda, como  Benjamin o Pasolini, que fueron premonitorios, con una enorme capacidad para vislumbrar hacia dónde nos llevaba el desarrollismo brutal. Y creo que el pensamiento ecologista y eco-socialista sí que está planteando algunos desafíos políticos urgentes en esa dirección.


TRES MOSQUETEROS PARA PENSAR
César Rendueles (Gerona, 1975). Sociólogo y doctor en Filosofía, enseña actualmente Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus ensayos recientes destacan Sociofobia. El cambio político en la era de la utopía digital (2013) y Capitalismo canalla. Una historia personal del capitalismo a través de la literatura (2015). Rendueles fue uno de los fundadores, en 2002, del movimiento social y cultural de izquierdas Ladinamo.

Daniel Innerarity (Bilbao, 1959). Catedrático de Filosofía Política y Social, investigador IKERBASQUE en la Universidad del País Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democrática. Entre sus obras destacan La democracia del conocimiento (Premio Euskadi de Ensayo 2012), La sociedad invisible (Premio Espasa de Ensayo 2004) o La transformación de la política (Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Ensayo de 2003). Fue número 2 en las listas de la coalición navarra Geroa Bai en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre.

Manuel Cruz (Barcelona, 1951). Catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona e investigador en el Instituto de Filosofía del CSIC (Madrid). Algunos de sus principales ensayos son Las malas pasadas del pasado (Premio Anagrama de Ensayo 2005), Amo, luego existo (Premio Espasa de Ensayo 2010) y Ser sin tiempo, que acaba de publicar en Herder Editorial. Es diputado independiente por el PSC-PSOE en el Congreso.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/11/25/actualidad/1480078930_220108.html?rel=cx_articulo#cxrecs_s

domingo, 9 de octubre de 2016

PENSADORES DEL 21 José Luis Villacañas: “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia”. El pensador, catedrático de Filosofía de la Complutense, advierte del peligro de procesos de burocratización y estrechamiento intelectual de partidos como el PSOE. “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible”.

“Y volverán a pasar las ovejas ante la mano del que las cuenta”
Jeremías, 33, 13

Prefiere, humilde, las citas de otros a las suyas propias. Y existen millones de referencias del pensador, historiador, poeta y filósofo, de extensísima bibliografía que abarca tesis, ensayos, novelas, artículos periodísticos o memorias. Como las que encabezan esa cita bíblica de Jeremías, La mano del que cuenta, en las que el narrador, modesto, tampoco se explica a sí mismo, sino las vivencias de una familia de campesinos andaluces que marcaron su existencia: “Max Weber decía que la peor condición social de todas es la del campesino. Mi padre se aferró a su trozo de tierra en el que encontró la doble condición de la libertad absoluta y la esclavitud total. A esas virtudes le debo todo lo que soy: la vinculación libre a la filosofía que es, a la vez, autoesclavización y resistencia. La manía de leer es tan pulsional como la de arar. Yo no sé leer sin subrayar y creo que es en la lectura donde dejo la huella que deja el arado”.

Hoy José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) ara frente a un ordenador de un sobrio despacho de la facultad de Filosofía de la Complutense en la que sorprende una enorme pancarta: "Filosofía no se cierra". Por ahí, por el difícil porvenir de las humanidades, empieza el discurso del catedrático, director del Departamento de Historia de la Filosofía: “A la especie humana le cuesta mucho aprender. Es muy sintomático que se pongan en cuestión las humanidades cuando se están observando por doquier los devastadores efectos de las sociedades poco formadas, poco reflexivas, poco capaces de orientarse en su propia historia. El fundamentalismo, el populismo, el nacionalismo fanático, solo se curan con las humanidades. Y sin embargo, ante ese precipicio, la respuesta es más barbarie e incapacidad de hacernos con nuestro propio legado cultural”.

A pesar de la humildad de su entorno, él dice que tuvo la “inmensa fortuna” de educarse en el colegio de la Sagrada Familia de Úbeda, en el que iban a morir los jesuitas de La Sapienza de Roma, gentes de “extraordinario valor intelectual”, que “hicieron creer a mi familia –renueva su modestia- que yo tenía cierto horizonte”. Y vaya si lo tenía. En la Universidad de Valencia se licenció gracias a una beca que le costeó carrera, manutención y estancia en el centenario colegio mayor San Juan de Ribera, “un palacio construido en el s XVI sobre la fortaleza musulmana de Burjassot, un sueño para cualquiera”. Y de allí salió licenciado, casado y kantiano.

Vuelve a sus orígenes para explicar el porqué de su tesis y sus decenas de ensayos sobre Immanuel Kant. “En el hablar de la gente de mi entorno social, de mi abuelo, de mi padre, se reiteraba la expresión ‘esto no es de ley’. Un querido amigo lo identificó en mis memorias y dijo -y es lo más bonito que han dicho nunca de mí- ‘Ahora comprendemos por qué José Luis tenía que dedicarse a Kant’. Ya era un kantiano incluso antes de saber quién era Kant’”. Eran los años previos a la muerte de Franco, “el ambiente intelectual estaba dominado por la escolástica católica y el marxismo, dos formas residuales del enfrentamiento español, de las dos Españas”. Frente a eso, el estudioso pensó que “el país necesitaba hacerse fuerte en una condición moderna y Kant significaba la modernidad crítica pero perpetuadora de valores como la libertad individual, el sentido del deber, la estructura democrática… una tercera España”.

“Hoy soy un viejo kantiano decepcionado”, continua después de la interrupción de una jovencísima alumna de mirada temerosa. “Creía que la Ilustración era abrir los ojos, pero no basta con abrir los ojos. Mi último libro kantiano se titula así Dificultades con la Ilustración. Pensábamos que iba a correr más y no ha corrido tanto. De hecho, todo lo que está pasando en España forma parte de un estancamiento intelectual que empieza a registrarse en el segundo mandato de Aznar, en el momento en el que España se siente satisfecha. El defecto histórico de este país siempre ha sido ese: sentirse satisfecho demasiado pronto. Ahí está el origen de todos nuestros males”.

“¿Hablamos de Pedro Sánchez, de Susana Díaz?” y ríe Villacañas con la pregunta. Una risa breve, de segundos. Enseguida le cambia el rostro al filósofo que confiesa, por tradición familiar, su cercanía al Partido Socialista. “La crisis del PSOE tiene su origen en la ruptura de su vínculo con la inteligencia. Antes, cualquiera que tenía algo que decir lo canalizaba colaborando con el PSOE, pero a partir de los 80 el partido fue expulsando de su seno todo lo que tenía que ver con la intelectualidad, fue estrechando la capacidad de integración y generando una lógica de ‘alto cargo’. Todo el que se acercaba al PSOE, yo entre ellos, era sospechoso de buscar el botín. Aquello construyó un partido burocrático, sin ideas, sin frescura y sin capacidad de conectar”.

Y advierte de que procesos como el del PSOE, que extiende a otros partidos, no tienen vuelta atrás: “Cuando se mata la inteligencia de un país, el proceso es irreversible; la siguiente generación será una generación desnortada”, afirma. Exceptúa a Podemos y lo explica con lo que día a día observa en el campus o en su facultad. “Aquí cualquiera se avergonzaría de decir que pertenece al PSOE o al PP. El que se siente vivo explora la posibilidad que tiene de emplear su inteligencia alrededor de Podemos, o de gente como Iñigo Errejón que permite que la inteligencia opere a su lado”.

Con el número dos de la formación de Iglesias debatió no hace demasiado sobre su penúltimo libro ‘Populismo’, un ensayo en el que el filósofo se distancia de Ernesto Laclau y de su “operación de laboratorio, una idea tecnificada” a la que opone la tradición política, contrastada en la práctica, del republicanismo. “La tesis del libro es que el populismo es una comunidad de salvación en tiempos en los que no existe salvación. Está justificado como reacción, porque politiza las sociedades frente a la despolitización del neoliberalismo. Pero si el populismo quiere ser algo más que un muro de contención temporal tiene que estar en condiciones de canalizar la pasión política hacia el republicanismo, que sí tiene una teoría económica, social e institucional alternativa al neoliberalismo”.

Y así, como quien no quiere la cosa, entra de lleno Villacañas en el debate entre las dos corrientes de Podemos: “la que se da cuenta de que estamos volviendo a la normalidad, que está pasando el momento de la dureza política, y considera que hay que impedir que ese regresar a la normalidad sea volver a las manos del neoliberalismo. Y otra que apuesta por mantener la lógica populista en el sentido de enfrentamiento rígido, politización dura, con la idea de que eso avanzará hacia la crisis orgánica. Y eso es un error”, sentencia.

“La teoría real es que la crisis política siempre es consecuencia, no causa. Por mucho que tengas un discurso radicalizado, si se vuelve a una zona de mayor tranquilidad social, eso no va a prender y vas a perder una oportunidad”. Y cree el pensador que no estamos para perder oportunidades, que hay mucho que cambiar en lo que califica como “la dictadura de gobierno con la que España ha estabilizado la Transición y la democracia”. Y por poner algunos ejemplos, se despacha contra “el actual parlamentarismo, inexistente y estéril” o el poder judicial, mientras reclama una transformación del poder territorial y una reforma de la Constitución de corte federal.

De ello habla en ‘Historia del poder político en España’, en el que explica como España se constituyó como Estado, no como nación, a partir del Tribunal de la Inquisición. Pero hay una joven estudiante de mirada temerosa, que lleva una hora aguardando en la puerta de su despacho, y una clase a la que atender a partir de la una. El jueves el catedrático no estará para nadie más que para aquella mujer que conoció cuando era becario en un colegio mayor de Valencia y para los dos hijos de la pareja, profesores universitarios también. “Estoy tres días en la facultad y después me pierdo, desaparezco, para estudiar y escribir”. Es decir: para arar esa tierra que le apasiona y lo esclaviza como es la Filosofía.


http://www.publico.es/culturas/jose-luis-villacanas-crisis-del.html

martes, 20 de septiembre de 2016

Entrevista: “Es importante atender a las fuentes nazis de los escritos de Hannah Arendt”.

“Hannah Arendt … en vez de formular expresamente posiciones tan controvertidas como las de esos autores [en que realmente se inspira] –lo que la habría expuesto a una probable reprobación—, Hannah Arendt supo transmitir su visión de manera indirecta. Procedimiento harto más persuasivo, y cuya eficacia ha contribuido por mucho, luego de los años 80 –tras la derrota política del marxismo en Europa—, al deslizamiento de una fracción de la izquierda culturalista y postmoderna hacia posiciones prontas a tomar en préstamo buena parte de sus conceptos y de su potencial pretendidamente revolucionario a autores de la extrema derecha alemana de los años 30, de Heidegger a Gehlen, pasando por Carl Schmitt. Resulta estupefaciente el espectáculo ofrecido por buena parte de los teóricos de la política, siempre necesitados de valerse de la autoridad de un nombre célebre (…)

“Hannah Arendt es el único escritor político apreciado, a la vez, por doctrinarios de la izquierda más radical –aun tratándose de una autora obviamente antimarxista—, por politólogos liberales –aun cuando convirtió el liberalismo en su blanco—, así como por comunitaristas y autores archiconservadores.”
    El periodista Roger-Pol Droit entrevistó el pasado 16 de septiembre para Le Point al filósofo francés Emmanuel Faye, que acaba de publicar en la editorial Albin Michel un libro fundamental, tan erudito y bien investigado como devastador, sobre la filosofía y la publicística políticas de Hannah Arendt (Arendt et Heidegger. Extermination nazie et destruction de la pensée, París, 2016, 518 pàginas, 29 euros). Tras la breve entrevista concedida a Le Point, reproducimos un extracto del Epílogo del libro de Faye en un Anexo intitulado: “¿Cómo se explica el éxito de Hannah Arendt?”. SP.

Le Point : La figura de Hannah Arendt, su obra, incluso su persona, han terminado por ser objeto de una especie de culto. ¿Por qué y cómo?
    Emmanuel Faye : La celebridad de Arendt es indisociable de su amistad con Heidegger y del escándalo suscitado por su Eichmann en Jerusalem. En tanto que judía, Arendt ha servido útilmente a modo de fianza para Heidegger: según lo expresó Barbara Cassin, “en ella estaba Heidegger sin Heidegger”. Por otra parte, la desgermanización del nazismo y la voluntad de exonerar de toda responsabilidad a los intelectuales más notorios del régimen –como Martin Heidegger, autor en 1933 de una “Profesión de fe a Hitler”, el jurista Carl Schmitt, que escribió en 1935 una justificación de las leyes raciales de Nuremberg, o el sociólogo Arnold Gehlen, que desarrolló en 1940 una concepción racial del hombre— han contribuido lo suyo al éxito de Arendt en Alemania, acompañando a la rehabilitación intelectual de esos autores nazis (incluido Heidegger). En Francia, Hannah Arendt ha venido a substituir, en la teoría política, la referencia a Marx sin que se hayan comprendido suficientemente las dimensiones anti-igualitarias y deshumanizantes de fondo de sus tesis.

¿Cómo se explica usted que los comentaristas y los exégetas hayan pasado esto por alto?
    Los historiadores, Raul Hilberg, autor de La destrucción de los judíos en Europa, o Ian Kershaw, que ha escrito una biografía de referencia sobre Hitler, siempre han sido muy críticos con los trabajos de Hannah Arendt. Es en los ámbitos de la teoría política, de los estudios culturales, y luego, entre los propios filósofos, que su celebridad no ha dejado de crecer a caballo de lecturas demasiado fragmentarias y descontextualizadas. En Francia, la recepción de Arendt fue orquestada a partir de 1972, año en que los jefes de fila del heideggerianismo publicaron La crise de la culture [Originalmente publicado en inglés en 1961 con el título de Between Past and Future].

¿Qué le autoriza a usted a ver de manera tan distinta a Hannah Arendt? ¿Una toma de partido previa? ¿Un método de trabajo?
    Para comprender las intenciones de Arendt, hay que tener en cuenta la versión alemana de sus escritos. Se ve entonces, por ejemplo, que el “estar en común” arendtiano es un falso amigo que lo que hace, en realidad, es traducir el Mitsein [literalmente: el Conser] heideggeriano. Me explico: no se trata, según suele creerse, de defender una sociedad democrática en la que coexistan individualidades libres, sino de promover una concepción orgánica de la comunidad política que no reconoce derecho natural alguno a los excluidos. Entonces se entienden mejor los ataques de Arendt al yo y al libre arbitrio individual, o su negativa a reconocer la legitimidad política de las reivindicaciones de los norteamericanos de origen africano durante las luchas por los derechos civiles en los años 60.

Importa, asimismo, prestar atención a las fuentes nazis de los escritos de Arendt, no solamente en lo tocante a los historiadores, sino también a los sociólogos, a los juristas y a los filósofos. Lo más difícil es romper con el culto del que ella ha sido hecha objeto y tomar en serio sus tesis más inaceptables, como la indiferenciación entre víctimas y verdugos en los campos nazis, o la deshumanización de la humanidad en el trabajo.

¿No es una exageración decir que Arendt quiere destruir la filosofía?
    La propia Hannah Arendt se cuenta entre quienes se han propuesto “desmantelarla”, y ella misma se sitúa “tras la desaparición de la filosofía”. Exactamente como Heidegger después de 1945, Arendt opone a la filosofía lo que ella llama el “pensamiento”. Mi crítica versa sobre el modo en que el pensamiento queda secuestrado cuando Arendt propone a Heidegger como modelo de pensador frente a Adolf Eichmann, uno de los principales organizadores del exterminio de judíos, a quien ella describe como “desprovisto de pensamiento” y carente de motivo alguno. Los estudios recientes, como el del inglés David Cesarini en su biografía de referencia de Eichmann, muestran, al contrario, que éste no fue un mero ejecutor sin pensamiento, sino un antisemita genocida y fanático.

¿Diría usted que todos los que se han visto marcados por el pensamiento de Heidegger –de Levinas a Badiou, pasando por Sartre y Derrida— han de releerse de manera crítica a la luz del lazo que usted establece entre este pensamiento y el asunto del nazismo?
    Hay que distinguir. Levinas, por ejemplo, promueve contra Heidegger una exigencia ética que no puede encontrarse en Arendt. Pero cuando uno descubre, en sus [tardíamente publicados] Cuadernos negros y en algunos de sus cursos de filosofía, con qué radicalidad hizo suyo Heidegger el antisemitismo exterminador de los nacionalsocialistas, se puede legítimamente considerar que las puestas en cuestión están sólo en sus comienzos. Recordemos que Heidegger fue el inspirador de Ahmad Fardid, el ideólogo más importante de la revolución islámica en Irán. De Heidegger también se reclama Alexander Duguin, que busca enfrentar a Rusia con el “Occidente” con argumentos tomados de la “metapolítica” de Heidegger. Y cuando en Francia se ve cómo Alain Badiou pretende renovar lo que él llama la “hipótesis comunista” a partir de la concepción heideggeriana de la comunidad, uno no puede dejar de pensar que está jugando con fuego.


ANEXO: ¿Cómo se explica el éxito de Hannah Arendt? (Un extracto del Epílogo, págs. 516-518)
«¿Cómo es posible que una autora como Arendt, que ha profesado puntos de vista políticos tan aristocráticos y excluyentes como los desarrollados en sus escritos, haya podido ser recibida como una pensadora capaz de refundar el “vivir en común” o, incluso –acabamos de verlo—, como una referencia para repensar los derechos humanos? Sin duda comprenderemos mejor esta contradicción si tomamos consciencia de la forma indirecta de argumentación privilegiada por Arendt, forma que ha contribuido mucho a neutralizar el espíritu crítico de más de un intérprete. He aquí dos ejemplos. En Los orígenes del totalitarismo, sugiere que, al pretender superar las desigualdades naturales que ella considera insuperables, los Estados nacionales, pretendiendo la igualdad, no habrían sino agravado las diferencias y abierto el camino a la radicalización völkisch [populachera]. Asimismo, Arendt da a entender en escritos posteriores –de la Condición del hombre moderno a De la Revolución— que, pretendiendo realizar la igualdad social, la Revolución francesa y los movimientos modernos de emancipación de ella surgidos no habrían hecho sino extender a la sociedad toda el sometimiento de la especie humana a las necesidades de la vida y al imperio ineluctable de la naturaleza. Precipitando el advenimiento de nuestras sociedades de empleados, lo que la democratización social habría hecho es pavimentar el camino del totalitarismo. Esa democratización marcaría el triunfo del hombre trabajador, a quien Arendt se niega a considerar propiamente humano, designándolo con la expresión de homo laborans.

«Se trata de una forma de “chantaje teórico”, merced al cual Arendt nos invita a renunciar, en Los Orígenes del totalitarismo, al principio universal de igualdad y, en la Condición del hombre moderno y, luego, en De la Revolución, a todo proyecto de emancipación económica y social. El caso es que este rechazo de toda política fundada en el principio de una igualdad entendida como derecho natural y favorable a la emancipación humana se retrotrae a determinadas corrientes de ideas. Se pueden mencionar, para los siglos XVIII y XIX ingleses y alemanes, a los contrarrevolucionarios inspirados en las ideas de Burke y, en los primeras décadas del siglo XX alemán, a la galaxia de revolucionarios-conservadores, entre los que Spengler figura como uno de los inspiradores y Moeller van der Bruck como uno de los jefes de fila.

«Sin embargo, en vez de formular expresamente posiciones tan controvertidas como las de esos autores –lo que la habría expuesto a una probable reprobación—, Arendt supo transmitir su visión de manera indirecta. Procedimiento harto más persuasivo, y cuya eficacia ha contribuido por mucho, luego de los años 80 –tras la derrota política del marxismo en Europa—, al deslizamiento de una fracción de la izquierda culturalista y postmoderna hacia posiciones prontas a tomar en préstamo buena parte de sus conceptos y de su potencial pretendidamente revolucionario a autores de la extrema derecha alemana de los años 30, de Heidegger a Gehlen, pasando por Carl Schmitt. Resulta estupefaciente el espectáculo ofrecido por buena parte de los teóricos de la política, siempre necesitados de valerse de la autoridad de un nombre célebre. Cuando la referencia a Marx dejó de ser la referencia dominante, Arendt se convirtió en el nuevo icono de esos teóricos. Los mismos que, unos pocos decenios antes, apelaban a las Tesis sobre Feuerbach como su Biblia, ahora se apoyan en el paradigma arendtiano del vivir en común y de la acción política. Ya no se trata de “transformar el mundo”, sino de propiciar su advenimiento por la vía de la acción común.

«Si Arendt no consigue construir un pensamiento tan articulado como el del autor de El Capital, presenta en política una ventaja federadora que ha contribuido por mucho a su éxito. La estrategia indirecta más arriba descrita le ha permitido, en efecto, hacerse difícilmente vulnerable, no sólo teórica, sino también políticamente. No es cosa fácil atribuirle alguna posición determinada dentro del espectro político. Por eso es hoy, sin duda, Hannah Arendt el único escritor político apreciado, a la vez, por doctrinarios de la izquierda más radical –aun tratándose de una autora obviamente antimarxista—, por politólogos liberales –aun cuando convirtió el liberalismo en su blanco—, así como por comunitaristas y autores archiconservadores.» [1]

Nota: [1] En Francia, y a título de ejemplo, se puede citar a intelectuales tan distintos como Alain Badiou (autor de una apología de Arendt como profeta de la modernidad), Phillipe Raynaud (editor y prologuista de Arendt) y Chantal Delsol (fundadora del Instituto Hannah Arendt).

Emmanuel Faye es profesor de filosofía moderna y contemporánea en la Universidad de Rouen. En 2005 había publicado su gran investigación: Heidegger, l’introduction du nazisme dans la philosophie (París, Albin Michel), traducida al castellano por la Editorial Akal (Madrid, 2009) con el título: Heidegger. La introducción del nazismo en la filosofía. En torno a los seminarios inéditos de 1933-35.
 http://www.sinpermiso.info/textos/es-importante-atender-a-las-fuentes-nazis-de-los-escritos-de-hannah-arendt-entrevista

miércoles, 31 de agosto de 2016

Francisco Fernández Buey. Cuatro años después (1943-2012), una filosofía documentada, aguda, fructífera, crítica y comprometida con causas justas

Para la España machadiana.
Al llegar a la cabaña donde iba a pasar la noche, después de caminar muchas horas, se dijo: bueno, la cosa está clara. Sólo se trata de desembarazarnos del capitalismo y transformar la condición humana. Voy a tratar de dormir bien hoy, pues la jornada de mañana promete ser interesante…
Jorge Riechmann (2016)

Porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.
Federico García Lorca, “Grito hacia Roma (desde la torre del Chrysler Building)”


Se cumplen hoy cuatro años del fallecimiento de Francisco Fernández Buey [FFB], un ciudadano palentino-barcelonés que fue, entre muchas otras cosas (algunas de ellas tan o más importantes), profesor de metodología de las ciencias sociales en la Facultad de Económicas de la UB y de la Universidad de Valladolid, y de Filosofía Política y Moral en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Cuatro años sin él… y con él, desde luego.

Su discípulo y amigo Jordi Mir García y uno de sus más próximos compañeros de lucha, amistad y vida, Víctor Ríos, publicaron en “Pensamiento crítico” de los Libros de la Catarata (una magnífica e imprescindible colección -sigue viva- que Jorge Riechmann y el propio FFB codirigieron durante años), una antología mínima de su obra. Su título (¡mejor imposible!): “Filosofar desde abajo”. En mi opinión, una forma muy adecuada de iniciarse en la lectura de la obra del autor de La gran perturbación, muy bien pensada para personas jóvenes o no tan jóvenes que, por diferentes motivos, no se hayan puesto hasta el momento. ¡Adelante, vale la pena! ¡No hay oscuridades ni obstáculos insalvables! ¡No saldrán defraudados!

Jordi Mir García, en colaboración con quien suscribe esta nota, ha editado, esta vez en la editorial de El Viejo Topo, tres libros más del autor: Para la tercera cultura; Sobre federalismo, autodeterminación y republicanismo y Sobre Manuel Sacristán, este último acompañado de un documental (que creo imprescindible) del cineasta Xavier Juncosa, autor también de los documentales que componen “Integral Sacristán”. Está anunciado para este mismo año, también en la editorial del Topo, Sobre movimientos sociales transformadores, con textos -algunos de ellos inéditos- de Sacristán y de FFB. Para los próximos años: 1917: cien años después, en 2017; Las virtudes de un Marx sin ismos, en 2018, el año del bicentenario del nacimiento del gran clásico, y Conversaciones con Francisco Fernández Buey. Una relación de sus libros publicados en vida se da en nota 1.

Como todos los grandes maestros que valen la pena, cuyas verdaderas dimensiones se nos hacen más evidentes con el paso del tiempo, FFB ha sido, y sigue siendo, mucho más que su obra publicada (en absoluto breve por otra parte [2]: ¡FFB publicó mucho, muchísimo menos de lo que escribió… y quedan cientos y cientos de cartas por clasificar!). Fue el autor de Poliética, un comprometido activista-militante, un grande y generoso amigo de sus muchos amigos, un profesor brillantísimo, un filósofo sólido que pensaba siempre con su propia cabeza, un maestro de ciudadanos y estudiantes universitarios que estuvo siempre en pie de paz, lucha e ilustración, ayudando siempre en la medida de sus mucha energía y lucidez.

Un ejemplo de esto último:
Un amigo y yo, bastante jóvenes entonces, fuimos a verle a su despacho de la Facultad de Económicas un día después de la invasión soviética de Afganistán. No lográbamos entender aquel disparate anexionista impropio de un país que decía ser socialista. FFB apenas nos conocía. Nosotros sí, por supuesto, le habíamos leído y le habíamos visto en manifestaciones, encuentros y mítines. En el momento en que le importunamos, estaba leyendo o preparando alguna clase. Lo dejó todo, cerró el libro y estuvo conversando con nosotros (“conversar” es decir muy generoso para describir nuestra actitud, la mía y la de mi compañero) durante más de dos horas. No consigo recordar si le entendimos mucho o poco, si fuimos capaces de seguir su argumentación detallada, pero salimos deslumbrados por su sabiduría, su generosidad, su ojo clínico-político (una de sus numerosas virtudes) y su paciencia. Esas cosas no se olvidan.

¿Qué decir brevemente de su filosofía sólida, analítica, crítica y fructífera, no sólo, y el punto es importante, en el ámbito de la tradición marxista? ¿Qué decir de su obra y de su hacer? ¿Qué decir sucintamente de uno de los filósofos más cultos y penetrantes de la filosofía española de estas últimas décadas, de un filósofo especialmente dotado también, asunto que deberíamos no olvidar, para la crítica literaria y para el goce y comprensión de la buena poesía? ¿Qué decir del autor de Por una universidad democrática? Diez apuntes breves, que dejan quince más imprescindibles en el tintero, en esta nota de recuerdo y homenaje:

1. La biografía de FFB nos enseña sobre uno de los puntos más esenciales de su filosofía y de su obra. Sin negar la importancia de ninguna aportación suya en ámbitos estrictamente académicos (hay numerosos y destacados ejemplos en este nudo: véase 2), la filosofía del autor de Ética y filosofía política se desarrolla vinculado, en general, con movimientos sociales transformadores, con inquietudes o temáticas ciudadanas, con autores, problemas, preocupaciones y dudas de movimientos emancipatorios y de su propia tradición, con asunto de ciencias y valores. Ayudando, conjeturando y pensando siempre, como decíamos, con su propia cabeza (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “La filosofía insumisa e incansable de Francisco Fernández Buey”).

2. FFB fue decisivo en dos de las grandes revistas marxistas (y comunistas, fue un comunista democrático hasta el final de sus días) que se han publicado en nuestro país: Materiales y Mientras tanto. Muchas de las notas y escritos aquí publicados, no recogidos siempre en libros posteriores, son muestras de ese pensamiento para los hombres y mujeres del futuro, no sólo para las de aquel presente. FFB estuvo siempre especialmente preocupado por las relaciones entre generaciones, por los vínculos con las personas más jóvenes, por el apoyo a las luchas por ellas emprendidas, por evitar incomprensiones o discontinuidades generacionales. Ejemplo destacado entre muchos otros de ese hilar entre gentes de diferentes edades: la lucha antinuclear, el movimiento anti-OTAN, los combates ecologistas y los movimientos por una vivienda digna. Sus Discursos para insumisos discretos son ejemplo de ello (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “La labor socrática de FFB en Materiales y Mientras tanto”).

3. Hay aristas de su obra bastante o muy conocidas (aunque aún no estudiadas con detalle): su Marx sin ismos, su marxismo creativo y abierto, sus ricos análisis de marxistas conocidos o no tan conocidos, sus penetrantes textos de intervención política. Pero hay un punto al que quizás no se ha prestado suficiente atención: sus reflexiones sobre temas de filosofía e historia de la ciencia. Ejemplos de ello: La ilusión del método, Albert Einstein. Ciencia y consciencia, Para la tercera cultura y numerosos artículos y conferencias, además de clases y seminarios. Su defensa de un racionalismo temperado y su lectura, creativa y en absoluto dogmática, de autores como Popper, Kuhn, Geymonat e incluso Feyerabend son enseñanzas para todos. Cabe recomendar a este respecto, para iniciarse en la lectura de este nudo de su obra, el prólogo que escribió para la reedición de La ilusión del método en 2004 en edición de bolsillo (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “FFB, un marxista que admiraba y estudiaba sin ceguera a Albert Einstein y a los clásicos de la epistemología contemporánea”).

4. FFB fue, además, un filósofo de hermosa y profunda palabra. No sólo por sus clases [3], aunque también, sino por sus conferencias ante públicos muy diversos, académicos o no. Pocos como él para transmitir temas y argumentaciones complejas de forma asequible. Un ejemplo por mí vivido: su curso de doctorado sobre la obra de Manuel Sacristán en 1993-94. Inolvidable. Jorge Riechmann puede dar fe de ello. Hacerse entender fue siempre uno de sus objetivos. La filosofía oscura era para él oscura filosofía. Lo comprobé también en 1983, cuando impartió una conferencia sobre la dialéctica ante unos 250 alumnos de bachillerato en el Aula Magna de la Universidad de Barcelona. ¿Cómo transmitir lo esencial de un tema así de peliagudo hablando para un público no muy puesto en él? Pues haciéndolo como él lo hizo en aquella ocasión. Hay testimonio escrito de aquella intervención que sigue inédito (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “FFB como divulgador científico y filosófico. Ciencia para el pueblo, filosofía para todos”).

5. La influencia de su maestro, amigo y compañero Sacristán fue decisiva en su aproximación inicial a Gramsci, uno de sus autores más queridos y estudiados. Pero su propia labor en el conocimiento, análisis y transmisión de la obra del revolucionario sardo ha sido absolutamente esencial. No es casual la reciente traducción al inglés, publicada por Brill, de su Leyendo a Gramsci. Uno de sus últimos trabajos, como también ocurría el caso de Sacristán, tiene al autor de los Quaderni como tema. Ha sido recogido por Giame Pala, Jordi Mir y Antonio Firenze en Gramsci y la sociedad intercultural, El Viejo Topo, Barcelona, 2014 (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “El Gramsci de un gramsciano que se la jugó en muchas ocasiones”).

6. FFB fue, además, un autor de prosa brillante y verbo deslumbrante. Para lo primero basta leer “Génesis posmoderno”, el prólogo -inspirado en un trabajo previo publicado en otra de tus revistas más amadas, Un ángel más- que escribió para Guía para una globalización alternativa. Otro mundo es posible (un libro dedicado al que fuera amigo suyo y secretario general y presidente del PSUC, Gregorio López Raimundo). Para lo segundo basta escuchar algunas de las intervenciones que corren por la red. Dos de ellas, ya transcritas, se han recogido gracias a Iñaki Vázquez, un admirable “bueyista” en la sombra, en un libro al que ya hemos hecho referencia: Sobre movimientos sociales alternativos. También en este punto son cita obligada sus reflexiones en el documental “Filosofando desde abajo” de Xavier Juncosa (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “Prosa y argumentación en la obra de FFB”).

7. No me olvido de su marxismo sin ismos. Imposible hacerlo. Empezando por su Marx (sin ismos), “Nuestro Marx” y “Las virtudes del marxismo” y siguiendo por numerosos artículos que han jalonado su estudio, dedicación y trabajo -y compromiso político-práctico- durante décadas, empezando por su tesis doctoral: Contribución a la crítica del marxismo cientificista (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “El comunismo democrático de FFB. Su teoría y su práctica”).

8. Tampoco su interés por la historia de la disidencia y la heterodoxia española es irrelevante. La barbarie y La gran perturbación son dos ilustraciones de ello. También los trabajos recogidos en Sobre federalismo, autodeterminación y republicanismo. Hay muchos otros ejemplos en artículos y notas publicados en Mientras tanto y en otras publicaciones. Las palabras con las que finalizaba su presentación del número extraordinario de Materiales sobre los “Documentos del movimiento universitario bajo el franquismo” son más que significativas: “Para concluir, y aunque no sea más que como mero indicio de la ausencia de particularismo estrecho en este movimiento vale la pena reproducir aquí las palabras finales de un llamamiento de los estudiantes comunistas barceloneses en enero de 1965: “No deixem sols als estudiantes de Madrid. Unim-nos a la lluita obrera per la llibertat. Lluitem per a eliminar els residus d’un SEU que no representa res, i per a suprimirr tota ingerència de les autoritats acadèmiques. Llibertat sindical! Madrid, sí! SEU, no!» [4] (Sugerencia de tesis o tema de investigación: “La España republicana, rebelde, federal y machadiana de FFB”).

9. FFB fue, desde muy joven, desde los 20 años, miembro activo del movimiento universitario antifranquista. Estuvo, además, vinculado al movimiento obrero y a los llamados en los años ochenta nuevos movimientos sociales: ecologismo, antinuclear, pacifismo, antimilitarismo, feminismo, etc. Más tarde, insumisos, movimiento okupa, movimiento alterglobalizador, etc. Una parte de sus reflexiones más esenciales sobre estos ámbitos están recogidas en Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales (escrito al alimón con Jorge Riechmann) y la ya citada Guía para una globalización alternativa. Otro mundo es posible. Sus notas editoriales y artículos de mientras tanto son en este nudo concreto más que importantes. Uno de sus últimos textos, usado por su discípulo y amigo Jorge Riechmann como prólogo para su libro El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, merece especial atención en mi opinión (Sugerencia para tesis o tema de investigación: “FFB sobre los movimientos sociales críticos y transformadores”).

10. Por si faltara algo, FFB fue, sin ninguna duda, un lector extraordinario. No sólo de literatura filosófica o de los grandes clásicos de la historia del pensamiento como Maquiavelo, Hume, Kant, Rousseau, Marx, Engels, Heidegger (sobre él escribió con Quim Sempere uno de sus primeros artículos) o Karl Popper (Para la tercera cultura es demostración de ello) sino de literatura sin más adjetivos (Chevengur por ejemplo, la trilogía de Berger o las grandes obras de ciencias ficción), y especialmente de la obra de grandes poetas: Brecht, Leopardi, Pascoli, Claudio Rodríguez, Gamoneda, Gil de Biedma, Berger por supuesto. Es tarea pendiente en mi opinión reunir todos estos trabajos en un ensayo. Nos ayudaría a ampliar nuestra mirada sobre su obra y sus intereses (Sugerencia para tesis o trabajo de investigación: “FFB como lector y comentarista”).

No he citado apenas una de sus aristas más deslumbrantes: sus intervenciones políticas puntuales donde la diana nunca estuvo alejada. Tampoco la importancia de su militancia en el PSUC y en el PCE y su papel y tareas en IU en tiempos de Anguita y Víctor Ríos. Pero he dicho diez y debo acabar en este punto, consciente de la simplificación realizada y de los muchos nudos que que quedan por comentar: FFB y la América latina, FFB y Brasil, FFB y la política, su aproximación a los llamados “populismos”, su Ernesto Guevara, su Savonarola,... No he hablado de uno de sus libros más hermosos, el de Utopías, ni tampoco de su Lenin y de sus ensayos consejistas. Ni de mil temas más. Para otra ocasión.

Como García Lorca, como el poeta asesinado, también el autor de Leyendo a Gramsci fue del partido de los pobres, de las personas desfavorecidas. Y también, como el autor de “Poeta en Nueva York”, pensó que el mundo debía cambiar de base y que “ tras esta noche oscura de la crisis de una civilización”, como escribió su amigo y camarada, debería despuntar “una humanidad más justa en una tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo daba sus frutos para todos”. No fue nunca ésta tarea fácil pero FFB aporto, como muy pocos, consistente granos de arena para esta enorme tarea emancipatoria.

Finalizo con un chiste muy de su gusto: tenemos que diferenciar el sexo de un conejo. ¿Qué haría un científico, que haría un filósofo? El primero tocaría, observaría y luego diría si se trata de un conejo o de una coneja. El filósofo tradicional meditaría durante largo tiempo, se mesaría los cabellos para salir bien en la “fotografía reflexiva” y luego diría con voz profunda y sofisticada: “si blanco, conejo; si blanca, coneja.

¿Qué habría hecho Fernández Buey en un caso así? Se reiría del chiste (se rió con él muchas veces), pensaría en asuntos de mayor calado y rechazaría disyunciones excluyentes. No hay tal línea de demarcación, no existe tal separación. La suya fue siempre una filosofía sencilla, desnuda, profunda, documentada, amiga de la ciencia, del saber popular, del saber académico no petulante y de la buena literatura y de la poesía. No hablar por hablar y con mucha pose de “intelectual profundo” y al servicio de los amos y "descreadores" del mundo. Por eso, por supuesto, la admiramos y amamos… Y le echamos tanto en falta.

Notas
1) Sus libros publicados en vida del autor (algunas de sus notas y artículos han sido publicados en rebelión y en otras páginas de la red):
1. Lenin y su obra. Barcelona, Dopesa, 1977 (segunda edición: Barcelona, Dopesa, 1978).
2. Ensayos sobre Gramsci. Barcelona, Editorial Materiales, 1978.
3. Contribución a la crítica del marxismo cientificista. Barcelona, Edicions de la Universitat de Barcelona, 1984.
4. Albert Einstein filósofo de la paz. Valladolid, Publicaciones del Centro de Información y Documentación para la Paz y el Desarme, 1986 [traducción italiana de Giuliana di Febo: Albert Einstein filosofo della pace, Roma, Gangemi Editore,1989].
5. La ilusión del método. Ideas para un racionalismo bien temperado. Barcelona, Crítica, 1991 (2ª edición (bolsillo), Barcelona, Crítica, 2004).
6. Discursos para insumisos discretos. Madrid, Ediciones Libertarias, 1993.
7. Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales. Barcelona, Ediciones Paidos, 1994 (1º reimpresión, 1995; 2ª edición, con un prólogo para la nueva edición, agosto de 1999) [con Jorge Riechmann].
8. La barbarie. De ellos y de los nuestros. Barcelona, Ediciones Paidós, 1995.
9. La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano. Barcelona, Destino, 1995 (nueva edición: Barcelona, El Viejo Topo, 2000).
10. Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa eco-socialista. Madrid, Siglo XXI, 1996 [con Jorge Riechmann].
11. Marx (sin ismos). Barcelona, Los Libros del Viejo Topo, 1998 (2ª edición corregida, 1999) [Existe, entre otras, una edición brasileña de la obra: Marx (sem ismos), Río de Janeiro, Editora UFRJ, 2004 (Traduçao e aprensentaçao Luiz Sérgio Henriques)].
12. Ética y filosofía política. Asuntos públicos controvertidos, Barcelona, Edicions Bellaterra, 2000).
13. Leyendo a Gramsci, Barcelona, Los Libros del Viejo Topo, 2001.
14. Poliética, Madrid, Editorial Losada, 2003.
15. Guía para una globalización alternativa. Otro mundo es posible, Barcelona , Ediciones B, 2004.
16. Albert Einstein. Ciencia y conciencia, Barcelona, Ediciones de Intervención Cultural/El Viejo Topo, 2005.
17. Utopías e ilusiones naturales, Barcelona, El Viejo Topo, 2007
18. Por una universidad democrática. Barcelona, El Viejo Topo, 2009.

2) Una bibliografía provisional se publicó (con algunos errores y mucho que investigar) en el mientras tanto a él dedicado: S. López Arnal y Jordi Mir García: “Bibliografía (provisional) de Francisco Fernández Buey”.

3) Salvo error por mi parte, nadie, desgraciadamente, ha grabado completo (espero equivocarme) ninguno de sus cursos. Ni yo mismo lo hice en el caso del dedicado a Manuel Sacristán ni cuando sus clases de Metodología en Económicas en vida de Sacristán.

4) “No dejemos solos a los estudiantes de Madrid. Unámonos a la lucha obrera por la libertad. Luchemos por eliminar los restos de un SEU que no representa nada, y para suprimir toda injerencia de las autoridades académicas. ¡Libertad sindical! ¡Madrid, sí! ¡SEU, no!”


domingo, 28 de agosto de 2016

Carmen Bohórquez, la fuerza de la Filosofía

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Universidad de la Filosofía.
   Cientos de metas filosóficas (inimaginables para muchos) han sido alcanzadas por Carmen Bohórquez con el aliento de la situación revolucionaria floreciente en Venezuela. Ha logrado, por ejemplo, poner en pié por más de una década, Foros de Filosofía Internacionales que encuentran a pensadores de todo el mundo debatiendo (y aprendiendo) en las plazas públicas, las ideas revolucionarias del pueblo Venezolano. Es gestora de esa experiencia única que ha logrado desplegar durante un día, y en todo el país, la discusión de temas filosóficos para la acción inmediata.

Carmen Bohórquez ha logrado amasar prestigio intelectual planetario para el “Premio Libertador al Pensamiento Crítico” y ha conseguido ser ella misma el “alma Mater” de la “Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad” bajo la inspiración y mandato de los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez más el apoyo de cientos de mujeres y hombres expertos en las más diversas tareas de la ciencia, de las artes y de la política. Y eso no es todo.

Carmen es autora de uno de los estudios más sobresalientes sobre Francisco de Miranda y, con su empeño y compromiso, ha sido artífice de actos político-académicos en Venezuela -y en el mundo- para destacar el papel de Miranda en los procesos de independencia de la Patria Grande y en el valor de su vigencia. Carmen ha sido partícipe central, también, de la iniciativa presidencial que consiguió identificar al rostro del Libertador Simón Bolívar, basado en los adelantos científicos más notables y en la voluntad semiótica más soberana de Hugo Chávez.

Carmen ha escrito y publicado cuanto ensayo y cuanta declaración han sido necesarios para estimular el conocimiento de la Historia y el conocimiento de la Filosofía indispensables en la profundización de la Revolución Socialista de Venezuela y en su victoria definitiva. No es una académica “neutra”, no es una funcionaria decorativa, no es una intelectual “contemplativa”. Carmen Bohórquez es una inspiración y es un ejemplo de ética, de claridad y de trabajo. Lo saben bien quienes han colaborado con ella, sus estudiantes y sus amigos. No sobra recordar cómo ha sabido sumar los talentos de cientos de personas que son y han sido colaboradores suyos.

A Carmen Bohórquez le profesan respeto de camaradas líderes, políticos y científicos de todo el mundo, de muchos frentes y ámbitos no sólo por su inteligencia deslumbrante sino, también, por su calidad humana forjada en la militancia y en la fidelidad revolucionaria más probada y más promisoria. No tiene Carmen una mirada complaciente ni obsecuencias de ocasión. Es un torbellino crítico al que nada ni nadie se le escapa, jamás, y suele ser expresión de sus afectos el regalo fraterno de su crítica honda y serena. Eso deben recordarlo siempre sus amigos y los no tanto. En su cuerpo pequeño y en su paso pausado sólo habitan fortalezas de gigantes. Nadie se engañe.

Sólo así es posible la obra que Carmen Bohórquez ha desarrollado para la “Batalla de las Ideas” que es la praxis misma y en donde ella es un comandante fundamental y extraordinario. La mesura de sus palabras y la suavidad de sus exposiciones no es más que notificación de fuerzas en lucha que forjan el temple de una mujer entregada a transformarse, ella misma, con el vértigo de los cambios revolucionarios. Le duelen los tropiezos y le duelen los errores, le duelen los olvidos y le duelen las postergaciones… es así de tiempo completo y es de ese calibre su compromiso de lucha. Habrá que buscar mucho, realmente mucho, para encontrar una mujer que hubiere sido capaz de hacer todo lo que Carmen Bohórquez ha conquistado en el intenso período revolucionario del que ha sido forjadora y producto.

Habrá que buscar mucho para encontrar un caso similar, en cantidad y en calidad, que sin ego y sin manipulación, con afecto y con solidaridad rigurosa convocara a cientos de filósofos, artistas y lideres sociales del mundo para hacerlos entender a Venezuela y convencerlos de imbricarse -como aprendices del pensamiento y de la lucha revolucionaria de su pueblo- en la tarea de pensar y hacer juntos. Habrá que buscar mucho para encontrar un caso similar capaz de realizar la logística descomunal que implica movilizar a un país entero en la acción de filosofar todos al calor de las agendas socialistas de la Revolución Bonita.

Habrá que buscar mucho para encontrar un caso similar empeñado sistemáticamente en estimular y premiar el pensamiento crítico de sus pares, hacerlos sentir importantes para la humanidad y trataros como, seguro en no pocos casos, jamás los han tratado en sus propios países. De esa estatura humana y militante es Carmen Bohórquez. No hay que olvidarlo. Eso se debe a la interpretación objetiva que Carmen hizo del mandato recogido de Simón Bolívar y de Francisco de Miranda y se debe también a la asimilación que hizo del mandato de Fidel y de Chávez para consolidar herramientas de conciencia capaces de demostrar la anchura intelectual de los revolucionarios y la profundidad ontológica de su ser socialista. La cosa es que Carmen Bohórquez es de esa estirpe.

Esto no es una “apología”. Difícilmente se puede sintetizar lo que en la práctica abarca tantos frentes y tantos logros. Esto no es una “apología”, no es un halago, se trata de hacer visible la fuerza y la lucha, la seriedad y la sistematicidad que suelen ser escasas en muchos frentes. No es una “apología” y eso permite ahogar en su saliva los cuchicheos de los aviesos y las detracciones de no pocos parásitos. Para decirlo suavemente. No es una “apología” porque Carmen Bohórquez no la necesita ni la aceptaría.

Todo el trabajo realizado por Carmen Bohórquez implica frentes donde la Revolución tiene abiertas “de par en par” las puertas, por ejemplo, de la investigación histórica y filosófica. Está sobre la mesa la agenda completa de la “Batalla de las Ideas” donde el pensamiento revolucionario tiene mucho por producir y divulgar, en lo mediato y en lo inmediato. La agenda de Paz y de Justicia para los pueblos, la revolución económica que ha de poner las riquezas en manos de quienes la producen, la superación definitiva del capitalismo, el estudio y actualización de la Historia que nos alimenta futuro y, en suma, todos los temas y las acciones necesarias para salvar a la humanidad de los horrores del capitalismo con la fuerza del socialismo… todas están y han estado en la obra y en la lucha de Carmen Bohórquez.
En los hechos.

Blog del autor:

http://fbuenabad.blogspot.com/

miércoles, 27 de julio de 2016

¿Qué pasa en la Facultad de Letras? Jordi Ibáñez fundamenta la necesidad de la literatura, la filosofía, la filología o la estética frente a una administración que tiende a minimizarlas cuando no a amenazarlas.

Este no es un libro para profesores universitarios. Escrito con generosidad y benevolencia, sin pedantería y sin rencor, puede disfrutarlo cualquier lector “culto” o al menos interesado en “las letras”, pues su tema es el significado y el lugar de esas “letras” en el mundo contemporáneo. Su forma es la de un diario en el que se registran anotaciones con orígenes variados, pero incluso los “tres estudios” con los que acaba el texto mantienen el mismo ritmo estilístico —ensayístico, tentativo, narrativo y exigente— del resto del libro.

En este registro autorreflexivo, Ibáñez despliega los principales argumentos que suelen utilizarse para definir la literatura, la filosofía, la filología o la estética, y para fundamentar su necesidad frente a una administración educativa que, tras haberlas minimizado en el bachillerato, las amenaza en la enseñanza superior; y no es nada complaciente: muestra la grotesca grandilocuencia con la que a menudo sus apologetas —ya sea en calidad de profetas o de resentidos— enaltecen las virtudes de la cultura literaria y crítica al precio de dar de ella una visión ahistórica y falsificada, y matiza con mucha elegancia los argumentos de quienes se presentan como detractores o enemigos de las “humanidades”. Dedica, por ello, una buena porción de páginas a despachar sobre este asunto con los otros dos Jordis, Llovet y Gracia, que han intervenido recientemente en él, desmontando pieza a pieza la melancolía y el entusiasmo, aunque su dictamen no es salomónico ni imparcial. Y, al final (lo cual es cada vez menos corriente), se compromete con una explicación de lo que significan y valen las “letras” en nuestras sociedades, y de su alcance moral y político. Aunque se trate de una conclusión de las que no podrían ocupar los últimos minutos de un telediario, ni siquiera caber en la respuesta a las preguntas de un entrevistador en un programa cultural, ni tampoco tener un lugar relevante en un informe para la mejora de las universidades públicas, todavía puede escribirse en un periódico: «para que el mundo de la política y sus mentiras a medias no lo contagien y lo ensucien todo (…),
para que la lucha por el poder no nos someta a una extendida y sostenida pantomima basada en la práctica de la intoxicación
(…), para que la política, en fin, no se apodere de nuestros mejores y más nobles deseos (…), hay que pensar en unas zonas sagradas, en unos diques de contención, en unos puntos de referencia en los que la posibilidad de decir lo que son las cosas sea todavía una experiencia consistente, dotada de realidad y de sentido». Esos diques son los estudios de filosofía y letras (o, mejor dicho, son lo que constituye el objeto de esos estudios). Y lo malo es que en su interior también los acosadores cuentan con unos poderosísimos aliados dedicados exhaustivamente a convertir las “letras” en una inversión rentable a medio plazo.

Pero, sin ser un libro para profesores de universidad, en sus páginas encontramos quienes lo somos la referencia constante al tormento que, mucho más que la supuesta “pérdida de rango” social que sufrimos, mina diariamente nuestra resistencia y tiende a ocupar todas nuestras conversaciones, antaño dedicadas a temáticas mucho más floridas, amargando la existencia a los más mayores y secuestrando la actividad intelectual y vital de los más jóvenes: me refiero a los sistemas de evaluación y promoción que determinan de antemano a qué congresos hay que asistir, qué artículos hay que escribir y en qué revistas han de publicarse, cuántos puestos de gestión hay que ocupar y, en definitiva, «todo, menos el criterio del interés o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado» (y esto no es patrimonio exclusivo de las humanidades, claro está). En los países civilizados, dice Ibáñez, se mira a la cara de los candidatos y se leen sus libros y artículos. En el nuestro, «se evita mirar a nadie a los ojos, conversar con él, leer sus cosas, discutirlas. Toda referencia al talento y la inteligencia se considera un signo de mala educación y una ofensiva impertinencia». Y aquí no estamos sencillamente ante unas medidas impuestas por un poder exterior, sino ante un sistema del que somos tanto víctimas como cómplices. Si todos sabemos que es ignominioso, ¿por qué no hacemos algo al respecto? Pues claro está: porque nos beneficiamos en mayor o menor medida de esa mediocracia, no solamente como evaluados (es mucho más fácil seguir un manual de instrucciones que escribir algo interesante) sino también como evaluadores (es mucho menos comprometido aplicar un baremo numérico que juzgar la calidad de un artículo). Tengan todo esto en cuenta cuando escuchen a rectores y ministros hablar de “calidad de la enseñanza” y de excelencia en la investigación.

El reverso de la historia.
Apuntes sobre las humanidades en tiempo de crisis. Jordi Ibáñez. Barcelona, Calambur, 2016, 298 págs.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/07/19/babelia/1468926221_421135.html?por=friso

miércoles, 20 de julio de 2016

¿Por qué sobra la Filosofía? El rectorado de la Complutense prepara un plan de reorganización de sus centros que supone el cierre de la facultad donde se enseña a Platón, Kant y Nietzsche. Hace falta ofrecer una explicación que no sea solo contable.

Los profesores de la Universidad Complutense de Madrid se han enterado por los periódicos del plan que el rectorado de esa institución prepara para la reorganización de sus centros. Lo esperaban con interés, porque las universidades públicas están muy necesitadas de atención, como en general todo nuestro sistema educativo. La mala noticia es que, descontando la cansina muletilla retórica de la “calidad docente e investigadora”, el plan no contiene más que números. Los números son importantes. Las facultades superiores son también centros de gestión, y la gestión es en buena medida cosa de números. Pero en cuestión de números los supuestos beneficios del proyecto no están mínimamente cuantificados (no hay memoria económica, aunque se anuncia un ahorro que no llega al 1% del presupuesto de la universidad), sino ocultos por otra muletilla, la del “dinamismo y la flexibilidad”, inconcreta e insuficiente para justificar el destrozo académico que dichos números esconden.

La finalidad de la universidad no es la gestión, sino la enseñanza y la investigación. Y en este punto no todo se puede reducir a números. Aunque en todas las facultades podamos contar personal, estudiantes, asignaturas y titulaciones, el conocimiento científico implica una diferencia cualitativa irreductible entre la economía y la termodinámica, entre el arameo y el derecho romano o entre la fonética y la química, aunque sus horas de enseñanza se cuenten en créditos y las de investigación en plazos cuantitativamente homogéneos. Y aquí es donde el plan sí tiene grandes ambiciones. Tras años de cháchara sofística acerca de la búsqueda de la excelencia en la investigación, y de su necesaria vinculación con la docencia para garantizar la calidad de esta última, el nuevo plan dibuja unas facultades y departamentos convertidos en cajones de sastre donde los profesores no se reunirán por la especificidad de sus investigaciones o por su cualificación en un área de conocimiento, sino por sedicentes “afinidades académicas” que convierten por decreto sus especialidades en “homogéneas” y que nada tienen que ver con las articulaciones teóricas del saber científico. En la enseñanza secundaria recordarán este sistema: el de las “asignaturas afines”, que obliga a un profesor de Latín a explicar Ética o a uno de Geografía a impartir Historia del Arte. Porque en realidad se trata de convertir las universidades en centros de enseñanza secundaria y de someterlas al proceso de degradación profesional que se ha llevado a cabo en este sector, a fuerza de descualificar los perfiles académicos de las titulaciones, los docentes y los estudiantes, quienes después de todo tendrán que incorporarse a un mercado laboral que considera la cualificación científica y la formación humanística como un obstáculo para la empleabilidad.

Así que no es extraño que una de las principales propuestas de este plan sea la desaparición de la Facultad de Filosofía, una materia que ya desde hace años sufre el acoso de las autoridades educativas del país, que prácticamente la han desterrado de la enseñanza secundaria, principal destino profesional de los graduados en las Facultades de Filosofía. También en este caso se aducen números. Unos números muy poco convincentes, porque no es en absoluto cierto que la Facultad de Filosofía de la UCM haya perdido alumnos en los últimos 10 años, y porque algunos de esos números son muy parecidos a los de otras facultades que sin embargo se salvarán de esta poda, pero que en cualquier caso no dejan de ser solamente números. Desde luego, la Filosofía no es más importante que la Geología, la Odontología o el Turismo (otros de los estudios que pierden también su autonomía según este plan); puede que lo sea mucho menos en determinados aspectos, pero no vale escudarse solamente en los números para hacerla desaparecer como en un espectáculo de prestidigitación. Hay que tener al menos la valentía de dar una explicación que no sea solamente contable y ofrecer algún argumento acerca de por qué se ha decidido marginar del sistema educativo español estos estudios, aducir, en fin, alguna razón académica para la clausura de una facultad que, aunque no pueda competir en tamaño con la de Ciencias Económicas y Empresariales, es un centro de referencia internacional de la producción de filosofía en una lengua con 500 millones de hablantes. Puede que haya motivos de peso para considerar que la filosofía es un estorbo grave para el “dinamismo y la flexibilidad” que repiten como un mantra quienes diseñan estos planes, pero si no se explicitan esos motivos terminaremos pensando que la molestia que les produce una facultad tan pequeña e insignificante obedece a razones públicamente inconfesables.

De acuerdo con el proyecto que hemos conocido, Filosofía se convertiría en un departamento de una Facultad de Filología ampliada. Lo cual resulta, desde el punto de vista académico, una propuesta enteramente arbitraria: ¿por qué la filosofía es más afín a la lingüística que a la matemática, a la historia o a la sociología, más aún cuando la Facultad de Filosofía de la UCM imparte actualmente un doble grado con la Facultad de Derecho y otro con la de Ciencias Políticas? No se puede esgrimir como precedente la gloriosa Facultad de Filosofía y Letras de la Segunda República, que integraba en una común cultura humanística especialidades hoy metódicamente muy separadas, y a la vez mantener la escisión completa de la no menos vieja y gloriosa Facultad de Ciencias de la UCM, que se disolvió en especialidades cuya autonomía de facultades independientes el mencionado plan deja intacta, sin que sepamos por qué, aunque se pueda sospechar el interés particular que obra en el trasfondo. Mientras las supuestas ganancias no se cuantifican ni se concretan, las pérdidas son ya muy claras: de acuerdo con los vientos dominantes, un departamento minoritario de Filosofía en el seno de una facultad ajena carecerá de toda posibilidad de planificación propia, de acceso a los recursos necesarios y de esa visibilidad pública que una materia amenazada requiere para su simple supervivencia. El nuevo plan es para la filosofía, a la que solo en la universidad le dejan ya un lugar, un golpe letal.

Es cierto que, como se insiste desde el rectorado, se trata únicamente de un borrador que ha de someterse a debate y discusión. Esperemos, por tanto, que llegado ese momento podamos todos argumentar y tengamos la obligación de hacerlo no solamente con razones cuantitativas sino también con conciencia de la responsabilidad que la universidad pública tiene en el sistema educativo de un país democrático. De este sentido de la institución ha hecho gala siempre el actual rector de la Universidad Complutense, a él apelamos hoy.

http://elpais.com/elpais/2016/06/22/opinion/1466601557_652759.html

sábado, 25 de junio de 2016

Carlos Fernández Liria: “La sociedad capitalista no logra ser sociedad más que a costa de contarse a sí misma, todos los días, una gigantesca mentira.”. El orden de ‘El capital’

El filósofo, padre intelectual de Podemos y broche de su lista al Congreso por Madrid, tilda de “infinita” la responsabilidad de la formación: “El fascismo avanza en Europa a pasos de gigante; el 15M y Podemos han convertido España en punta de lanza para revertir la situación”.

“Los ciudadanos saben perfectamente que no se les llama a votar para consultar sus razones, sino para hacerles entrar en razón.”
Carlos Fernández Liria. Educación para la Ciudadanía

...fue expulsado de un debate sobre Venezuela en la emisora de PRISA por criticar un editorial de su entonces ‘diario independiente de la mañana’. Tampoco censura su verbo cuando habla de Podemos, a pesar de que Carlos Fernández Liria (Zaragoza, 1959) cierra la lista de la formación al Congreso por Madrid.

Debería haber sido médico, por tradición familiar, pero al subversivo le dio por pensar. De adolescente leía a Jean Paul Sartre en lugar de Los cinco de Enid Blyton. Y La nausea tuvo la culpa de que se convirtiese en quien es hoy: filósofo, defensor incansable de la Ilustración. Se doctoró en la Complutense con su segunda tesis sobre el pensador francés, porque nadie –incluido el “niño maldito de la izquierda, hoy niño maldito del fascismo” Gabriel Albiac- quiso firmar la primera que escribió. Con 22 años ya era Catedrático. Y un profesor de secundaria feliz.

De los alumnos a los que enseñaba dice que aprendió lo más importante de su vida: “Nunca me permito a mí mismo contar nada que no se pueda entender. Dar las cosas por supuestas es una estafa, es tomar el pelo a quien escucha”. Y no miente porque se expresa con claridad meridiana y sin pelos en la lengua, por ejemplo, cuando se le pregunta por la educación.

“Vamos hacia el abismo. Todos los planes de la Organización Mundial de Comercio, desde hace casi dos décadas, han sido para desmantelar el sistema público de enseñanza. Y eso es imparable”, dice el profesor, autor de Educación para la Ciudadanía. Democracia, Capitalismo y Estado de Derecho. “Y si quieres que te diga la verdad –añade con una pausa intrigante- no me fío ni un pelo de la izquierda en el mundo de la enseñanza, ni del rollito progre de confiar más en los expertos que en los profesores. Ni siquiera me fio de Podemos”.

Hijo de padres cristianos de base, de parroquia, militantes de izquierda, explica que no es creyente pero que nunca se le ha ido de la cabeza “ese cristianismo decente” que le llevó a proponer un Círculo cristiano de Podemos. “No puedes andar por la vida pensando que, si razonas algo que crees verdad, la gente lo va a entender, va a argumentar y contraargumentar. La política está hecha de pasiones, de emociones, de lógica de pertenencias que siempre han sido administradas por la religión. Hasta el punto de que se puede decir que cualquier organización política necesita de una religión interna”.

De hecho, Fernández Liria, como su colega Santiago Alba Rico, formó parte en los años 80 de aquel credo, fábrica de niños espabilados, que fue La Bola de Cristal, “un verdadero milagro”, dice él. Reniega sin embargo de aquellos años de La Movida que define como “los años de la heroína y de películas como El Pico o Deprisa, deprisa que representan mejor los ochenta que toda esa supuesta fiesta de roqueros y punkis, que no eran más que pijos de diferente calaña. Aquello fue una porquería”.

Es padre (literal) de Podemos -su astilla, de idéntico flequillo peinado para el lado contrario, es el diputado de la Asamblea de Madrid Eduardo Fernández Rubiño-. Y padre intelectual de la formación…”de la parte que me gusta de Podemos”, matiza. Titular del departamento de Filosofía teorética de la Complutense, ha dado clase a más de una treintena de actuales cargos del partido. Y destaca entre todos ellos a Luis Alegre, “que fue alumno mío hasta que comenzó a ser mi maestro”. Con él escribió la que califica como su obra de mayor peso: El orden de ‘El Capital’. Por qué seguir leyendo a Marx.

“En el libro defendemos que Marx era socialdemócrata, así que ¡imagina que bien nos ha venido el debate abierto por Pablo Iglesias!”, se ríe. Explica que el hilo conductor de El orden de ‘El Capital’ es un texto del prusiano en el que el comunismo aparece como un medio para conseguir lo que verdaderamente importa: “la república, definida por Kant como la sociedad en la que no se obedezcan más leyes que las que ella misma se da; una sociedad en la que los súbditos sean colegisladores”.

“Los conceptos ilustrados de estado de derecho, división de poderes, democracia, son impracticables bajo condiciones capitalistas. De nada sirve un parlamento si es rehén de los poderes económicos, de nada vale la división de poderes si el poder no es político sino económico. Bajo el capitalismo la republica es una fantasmagoría. Entonces, no se trata de ser comunistas sino republicanos; el comunismo es un medio necesario. Y en ese sentido, Marx era socialdemócrata”, es la teoría de Carlos que concluye su tesis con una pregunta: “¿Cuánto comunismo hace falta para llegar a la socialdemocracia? Eso está todavía por experimentar”

En torno a la posibilidad de que, después del 26J, este país sea probeta de ensayo, no cita a Kant sino al Gran Wyoming: “Me encantaría que ganara Podemos solo por ver la cara de algunos”. Y porque cree Fernández Liria que la responsabilidad y el protagonismo de Podemos a nivel internacional es “impresionante, infinito: A veces no sé si estos muchachos son conscientes de lo que tienen entre las manos. El fascismo avanza en Europa a pasos de gigante y, desde el 15M hasta Podemos, España se ha convertido en punta de lanza para revertir la situación”.

Le viene entonces a su cabeza de flequillo rebelde una pancarta de aquellas movilizaciones de mayo de 2011 -’Nosotros no somos antisistema, el sistema es antinosotros’- y sentencia: “En estos momentos no estamos para revoluciones; estamos para conservar lo poco que nos queda, las pocas conquistas sociales que aún quedan en pie. Los revolucionarios, en estos momentos, son los ricos, los oligarcas, los neoliberales. Podemos no puede hacer otra cosa que organizar la resistencia”

Además de sus libros, sus clases en la Complutense, su activismo, y el mimo de dos mellizos de seis añitos, Carlos se ha prodigado también como opinador en los medios de comunicación, a pesar de que su verbo incensurable le haya costado algún disgusto como la expulsión de la Cadena SER por criticar un editorial de El País sobre Venezuela. “Necesitaríamos quince años de dictadura mediática para contrarrestar la cantidad de mentiras que se han contado en este país”.

“Y en torno a Venezuela se ha mentido, no con medias verdades, sino con mentiras; al opositor Leopoldo López, en España, le habrían caído treinta años de cárcel, porque no le podrían caer más”, dice el autor de Comprender Venezuela, que no tiene palabras, sino “espumarajos de rabia”, para definir lo que sintió cuando vio a Albert Rivera dando lecciones de democracia en aquél país.

En defensa del Populismo es su último retoño, un libro que agotó su primera edición en sólo tres semanas y que escribió “para equilibrar la balanza frente a la cosa esta introducida por Iñigo Errejón. La postura política que a mí me parece más defendible en Podemos es la de Luis Alegre y la representada por mis alumnos de filosofía, que tienen menos visibilidad mediática pero un discurso mucho más sólido. No obstante, la mezcla de todos ha salido muy bien”, contemporiza.

Asegura que el populismo “no es una cosa que podamos elegir o no, porque la esencia de la política es necesariamente populista”. Lo que no quiere que se confunda con la política espectáculo. “La pura verdad es que Podemos es producto de la iniciativa que tuvieron Juan Carlos Monedero y Pablo Iglesias de montar una televisión, La Tuerka; pero eso es una herramienta política de primera instancia, además de una televisión de calidad. Algo así –y vuelve al cristianismo decente que no se le va de la cabeza- como una parroquia”

Confía en sus feligreses para que el próximo domingo Podemos quede por encima del PSOE en votos y en escaños. Pero tiene pocas esperanzas en un gobierno del cambio: “El PSOE lleva en su interior los genes de la traición, desde el año 82. Todo lo que ha podido traicionar lo ha traicionado. Tuvieron la oportunidad de gobernar, siendo primera fuerza, y la desperdiciaron. Ahora se van a abstener para permitir cuatro años más de gobierno del PP con Ciudadanos”, es el veredicto final del profesor, pensador ilustrado, o como el se describe con sorna: “un padre-abuelo de 56 años que no vota al PP”.

http://www.publico.es/politica/carlos-fernandez-liria-revolucion-oligarquia.html

domingo, 19 de junio de 2016

Facultad de pseudociencias. ‘Materia’ publica un capítulo de ‘100 ideas. El libro para pensar y discutir en el café’, del filósofo de la ciencia Mario Bunge, en el que propone la creación de un plan de estudios universitarios específicos para dedicarse a las pseudociencias

Las pseudociencias, tales como la astrología y la quiromancia, siempre han sido populares, a menudo más que las ciencias. Ahora, cuando está de moda exigir que las universidades satisfagan la demanda del mercado, habría que enseñarlas abierta y sistemáticamente, en lugar de hacerlo solapadamente en las facultades de humanidades. El consumidor tendría que poder elegir libremente entre la Facultad de Ciencias y la Facultad de Pseudociencias. Y el diploma debiera autorizar a ejercer la profesión.

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Esta idea no es mía ni nueva; hace casi un siglo Freud, el fundador de la pseudociencia más exitosa del siglo pasado, propuso un plan detallado de una Facultad de Psicoanálisis en la Universidad de Viena. Su plan de estudios incluía numerosos cursos de psicoanálisis, mitología y literatura. Nada de psicología experimental ni de neurociencias, desde luego, porque quienes trabajan en estos campos tienen la nefasta manía de exigir pruebas.

El empresario académico que se propusiera crear una Facultad de Pseudociencias no tendría la menor dificultad en reclutar profesorado ni alumnado
El defecto del plan de Freud es que era unilateral: sólo incluía el psicoanálisis. El mío es amplio y abierto: incluye todas las principales pseudociencias conocidas, así como las por inventar. En efecto, mi plan de estudios de la Licenciatura en Pseudociencias es el que sigue.

· Primer año: Introducción a las pseudociencias, Historia de las pseudociencias, Astrología, Alquimia, Piramidología, Demonología. Trabajos prácticos: transmutación de plomo en oro; construcción de horóscopos; búsqueda de napas de agua mediante la horqueta; levitación; reconstrucción de una pirámide egipcia; entrar en contacto espiritual con un demonio.

· Segundo año: Homeopatía, Naturopatía, Psicoanálisis freudiano, Numerología. Trabajos prácticos: manufactura de remedios homeopáticos para curar el cáncer, la diabetes o el mal de amores; identificar el complejo relacionado con la bisabuela materna; hallar el significado simbólico del número de Avogadro.

¿Se legitimizan el autoengaño y la estafa al enseñarlos en la universidad?
· Tercer año: Psicoanálisis jungiano, Parapsicología, Memética, Psicología evolutiva, Grafología, Seminario I. Trabajos prácticos: encontrar las sincronías entre tsunamis y terremotos políticos; tocar la flauta a distancia; explicar la última de las 10.000 religiones registradas en los EEUU como una adaptación al medio ambiente del Paleolítico; hallar el significado simbólico de los sueños de un terrorista notorio.

· Cuarto año: Diseño inteligente (ex-Creacionismo científico), Astronomía de universos paralelos, Medicina holística, Genética egoísta, Psicoanálisis lacaniano, Derecho del ejercicio ilegal de la medicina, Filosofía de la pseudociencia, Seminario II. Trabajos prácticos: averiguar los designios del Altísimo cuando diseñó el piojo y la muela del juicio; averiguar algunos rasgos de un universo en el que fallen las leyes de la termodinámica; diagnóstico y tratamiento holístico del callo plantal; buscar el gen de la afición al fútbol, al póquer o a la pseudociencia; inventar trucos para evitar pleitos iniciados por clientes desagradecidos; elaborar una filosofía de la ovnilogía, la reflexología, el psicoanálisis o la memética.

Los seminarios I y II se dedicarían a estudiar teorías o prácticas situadas entre la ciencia y la pseudociencia, tales como las teorías de cuerdas, del comienzo del universo a partir del vacío y de la elección racional.

Preveo que el empresario académico que se propusiera crear una Facultad de Pseudociencias no tendría la menor dificultad en reclutar profesorado ni alumnado, sobre todo por cuanto en este campo no caben pruebas de idoneidad. Tampoco tendrá dificultad alguna en formar una biblioteca especializada en pseudociencias, como puede comprobarse visitando cualquier librería. Pero seguramente el empresario tendría que hacer frente a la competencia de las facultades de ciencias, medicina e ingeniería. En este caso podrá recurrir a los argumentos siguientes, que ofrezco sin cargo.

· Primero: la libertad académica incluye la libertad de enseñar cualquier cosa, incluso que dos más dos es igual a siete y que la Tierra es plana.

· Segundo: puesto que la ciencia es falible, es posible que la pseudociencia de hoy sea la ciencia de mañana.

· Tercero: en la época posmoderna todo es relativo, no hay verdades objetivas ni es necesario poner a prueba lo que se conjetura.

· Cuarto: el tiempo es oro, y se lo ahorra aprendiendo una pseudociencia en lugar de una ciencia.

· Quinto: el instrumental que necesita la investigación experimental se está haciendo tan costoso que incluso a los países más poderosos les convendría cultivar disciplinas que no requieren experimento alguno.

· Sexto: la universidad posmoderna es una empresa, y como tal tiene el derecho y el deber de suministrar los productos que demande el consumidor.

· Séptimo: en ciertos países ya funcionan facultades de humanidades en las que sólo se enseñan doctrinas posmodernas (por ejemplo, que la historia es una rama de la literatura) y facultades de psicología en las que se enseña exclusivamente el psicoanálisis. La facultad que propongo no hace sino generalizar y proclamar abiertamente lo que otras hacen en forma estrecha y solapada.

Estos argumentos me parecen impecables. Sólo me asaltan tres dudas. Primera: ¿se legitiman el autoengaño y la estafa al enseñarlos en la universidad? Segunda: ¿es necesario que la universidad deje de ser el principal taller de búsqueda de verdades? Tercera: dado que el derecho al macaneo es uno de los derechos del hombre, ¿por qué exigir diploma para ejercerlo? *

Este texto pertenece a "100 ideas. El libro para pensar y discutir en el café", de Mario Bunge, cuya nueva edición, revisada por el autor y con nuevo prólogo, forma el sexto título de la Biblioteca Bunge de Editorial Laetoli

http://elpais.com/elpais/2014/09/26/ciencia/1411758492_579724.html

Las pseudociencias ¡vaya timo! Mario Bunge

martes, 15 de marzo de 2016

“Marxismo y filosofía” Notas sobre Karl Korsch

Alberto Quiñónez
Rebelión


Hacia 1920, los movimientos proletarios en Europa configuraban una gama bastante diversa de interpretaciones del marxismo. Alimentados por las condiciones que las realidades específicas imponían a los movimientos y partidos de izquierda, diversos planteamientos políticos fueron surgiendo a lo largo y ancho de Europa. El peso de la figura de Lenin se hacía sentir de una forma notoria en esa diversidad de planteamientos, siendo el mismo Lenin quien denunciara en ¿Qué hacer? el mal uso que muchos movimientos estaban haciendo de su obra El Estado y la revolución, cuyas premisas eran en muchos casos vistas como dogmas de fe. El riesgo del fascismo, el empuje imperialista por distintos flancos, las devastadoras consecuencias de la Primera Guerra Mundial y la situación relativamente ejemplar de la URSS, hicieron del dogmatismo un lugar común en el marxismo.

En ese plano surgen posturas disidentes como las de Georg Lukács y Karl Korsch1, sucedidos después por un creativo y comprometido Antonio Gramsci. El aporte filosófico de Korsch hay que situarlo precisamente en ese contexto de creciente ideologización del marxismo, de unificación de estrategias y tácticas políticas de los diferentes partidos comunistas europeos, y de la creciente influencia e injerencia del Partido Comunista de la URSS sobre los demás partidos comunistas. De hecho, una de las obras más importantes de Korsch, su libro Marxismo y filosofía, fue sepultada en su tiempo por las urgencias ideológicas y políticas del marxismo soviético. El libro de Korsch sufrió la suerte de otros libros y autores, como Historia y conciencia de clase de Lukács, que fueron proscritos y olvidados y luego recuperados por corrientes críticas al “marxismo oficial”. Las presentes notas suponen alguna explicación introductoria a las ideas de Marxismo y filosofía2.

El eje central de la problemática que aborda Korsch en el libro ya citado, es la relación entre marxismo y la filosofía, lo que de otro modo puede caracterizarse como la relación entre acción política y teoría. La preocupación de Korsch no es banal: la historia del movimiento proletario no hallaba una expresión enteramente positiva respecto al desarrollo de la teoría revolucionaria, y viceversa. Ni la teoría ni la práctica siguen de forma ineluctable un camino ascendente y hacia adelante. De esta forma, Korsch plantea sistemáticamente que el estado de la teoría está siempre en relación a las condiciones materiales y que son estas condiciones las que ejercen en muchos casos la presión hacia atrás de la teoría y de la práctica revolucionarias, incidiendo en que esa teoría se cosifique y se convierta en ideología, en falsa conciencia del mundo, que no por ser falsa es menos real.

La tensión entre el marxismo y la filosofía no es casual. Ya para el mismo Marx la abolición de la filosofía representa una condición de la emancipación del ser humano. No obstante, en Marx la abolición de la filosofía no se entiende como supresión, sino como realización de la filosofía. Dialécticamente puede decirse que la cosa en sí se realiza si, a partir de la tensión de sus contradicciones, pasa a un estado cualitativamente superior. Es decir, si la cosa da de sí todo lo que posiblemente puede dar; y este dar de sí deviene de las contradicciones mismas. Así, la realización de la filosofía, para Marx, es la superación de las contradicciones materiales y espirituales que la filosofía en su larga tradición ha expresado. Por otro lado, para el marxismo vulgar, la abolición de la filosofía significaba la eliminación de la especulación filosófica idealista lo que implicaba, además, poner entre paréntesis toda la historia del pensamiento humano por ser productos de sociedades divididas en clases. Si bien el conocimiento es producto de una situación social conflictiva en la que la clase dominante determina la visión de mundo vigente, este conocimiento debe pasar por su asimilación crítica y su reconfiguración en instrumento de la lucha de clases. La negación de esa posibilidad refuerza las posiciones hegemónicas de las clases dominantes a nivel cultural, político, económico y social, porque mantiene intactos sus instrumentos de legitimación.

Para Marx, en la interpretación de Korsch, la abolición de la filosofía supone la imbricación de ésta con el mundo de lo real; la filosofía deja de ser filosofía como especulación vacía, deja de ser abstracta para “ascender a lo concreto”, deja de ser especulación para convertirse en horizonte de posibilidades. Con ello, el horizonte de la filosofía es eminentemente práctico, y lo es no en una visión reduccionista de la filosofía como instrumento de la emancipación –lo cual supondría derivar hacia una racionalidad instrumental propia del marxismo soviético-, sino como contenido utópico de toda transformación social. Pero, si la abolición de la filosofía supone su realización ¿cómo lograr esa realización, por cuáles vías teóricas y prácticas? ¿Cuál es el puente que media entre la filosofía apartada del mundo y la filosofía como horizonte de la praxis? Precisamente, alrededor de esta mediación se abre la discusión de Korsch, mediación que identifica en la dialéctica entre filosofía y ciencia, específicamente, entre filosofía y ciencia social.

En la ciencia oficial (tanto natural como social), el positivismo había hecho una separación insalvable entre epistemología y ética, entre conocimiento del mundo y acción humana; dicha separación no sólo era una reducción de las posibilidades del conocimiento mismo, sino que producía una cosificación del objeto y del sujeto del conocimiento (que en el caso de la sociedad es el mismo). Por otro lado, el positivismo aspiraba al conocimiento especializado y atomizado de los fenómenos sin que para ello fuera necesaria la comprensión del fenómeno social en su totalidad. Estos dos elementos derivarían en la constitución de una razón atrofiada, cuyo peso principal recaería sobre la instrumentalización del conocimiento.

La realización de la filosofía parte de un puntal eminentemente crítico: la negación de la filosofía burguesa como filosofía real y de la ciencia positiva como ciencia real. Ya Marx sostenía en las Tesis sobre Feuerbach que es la praxis la que constituye el criterio de verdad de última instancia, lo cual es válido tanto para la filosofía como para la ciencia3. Ese criterio de verdad es válido no como burdo empirismo, sino como efectividad histórica axiológicamente demarcada. Los límites axiológicos, además, responden a la emancipación del ser humano, a la destrucción de todas las formas de destrucción de la humanidad. Lo verdadero es aquello posible, y lo posible es aquello que es justo.

La realización de la filosofía entonces supone esfuerzos teóricos y práxicos de transformación sistémica. La filosofía se realiza como una filosofía que supere lo abstracto y puro de la filosofía tradicional. Pero asimismo, la ciencia debe realizarse como ciencia superando el carácter cosificatorio y abstracto de la ciencia positiva, es decir, negándose en su forma burguesa y moderna. Es por ello que en Marx la realización de la filosofía no se deslinda del devenir de su sujeto histórico, el proletariado: la tijera de la historia es a la vez la emancipación material de las clases oprimidas y la configuración de una filosofía que dote a esa emancipación material de sentido.

En el plano de la filosofía, hay que insistir en que no es la filosofía como tal la que desparece o la llamada a ser abolida, sino aquella filosofía que mantiene al ser humano en el sojuzgamiento y la denigración, esa filosofía abstracta que plantea principios por encima de toda condición humana. Ya Marx habría planteado: “La profesión de fe de Prometeo: ‘En una palabra, yo odio a todos los dioses’, es la suya propia [de la filosofía], su propio juicio contra todas las deidades celestiales y terrestres que no reconocen a la autoconciencia humana como la divinidad suprema […] En el calendario filosófico Prometeo ocupa el lugar más distinguido entre los santos y los mártires”4. Esa filosofía deshumanizada es la que hay que abolir, situando en su lugar una filosofía humana, liberadora. En el plano de la teoría social, la apuesta está por una ciencia al servicio de la transformación del mundo, teoría a la cual subyace un marco filosófico. La teoría para ser científica debe pasar por el filo de la praxis que, como ya se dijo, es su criterio de verdad de última instancia. Y para ello debe reconstruirse a través de una comprensión multidimensional de la realidad social, es decir, de una ciencia histórica tal como pedía el mismo Marx y que, en cierto modo, sigue la línea de la omnicomprensión social de corte hegeliano.

De esta forma reivindica Korsch el socialismo científico planteado por Marx y Engels5, que es la forma supletoria de la filosofía abstracta, a la vez que es un principio normador e integrador de una nueva ciencia. Esa nueva ciencia no es una ciencia delineada bajo los parámetros cosificadores de la ciencia burguesa, moderna, positiva. Debe partir de un principio axiológico determinado por la filosofía concreta y situar como centro al ser humano y a la vida.

Con el riesgo de utilizar una categoría cargada de significaciones metafísicas, podría decirse que Korsch, recuperando a Marx, aboga por una transubstanciación de la filosofía y de la ciencia, en donde ambos conceptos se mantienen pero a cambio de ser afines a la liberación del ser humano, para ello, claro está, debe cambiar su contenido. Ese cambio de contenido no es una sustitución simple y burda, es una asimilación crítica de la tradición filosófica y científica. El medio para esa asimilación y el comodín epistémico de tal transubstanciación es el socialismo científico.

Notas:

1 Karl Korsch fue miembro de la socialdemocracia alemana, primero como militante y luego como político y funcionario. Su libro “Marxismo y filosofía” es uno de los primeros que se atrevieron a cuestionar la dogmatización en que paulatinamente caía la teoría marxista. Pese a su erudición y sus aportes novedosos en el libro mencionado, murió abjurando del marxismo. Para mayor detalle puede consultarse el prólogo de Adolfo Sánchez Vázquez a “Marxismo y filosofía” en la edición que citamos más adelante.
2 Korsch, K. Marxismo y filosofía. Traducción y prólogo de A. Sánchez Vázquez. Ediciones Era. México. 1971.
3 Marx, K. “Tesis sobre Feuerbach”. Manuscritos de 1844. UCA editores. San Salvador, El Salvador. 1987. Págs. 145.
4 Marx, K. Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro. Editorial Ayuso. 1971. Pág. 7.
5 Hay que hacer una precisión importante. En Del socialismo utópico al socialismo científico, no hay una supresión del socialismo utópico por un socialismo matemático, “científico” en el sentido positivista. Al contrario, Engels recupera aquí la memoria y aportes de los socialistas utópicos frente al mundo irracional del capitalismo. Cfr.: Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Ocean Sur. Caracas, Venezuela. 2013. No obstante, la positivización del marxismo encarnada en un socialismo previsible casi matemáticamente, sobre todo, algunas derivaciones en el campo de la economía apuntaban al cálculo en tiempo de los periodos de crisis y de cómo eso abría prácticamente la puerta al devenir del socialismo (palpable, por ejemplo, en la periodización de las crisis capitalistas, elaborada por Kondratiev y luego discutida por Mandel y Trotsky).

Alberto Quiñónez es miembro del Colectivo de Estudios de Pensamiento Crítico (CEPC).