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martes, 23 de julio de 2013

JOSEF FOSCHEPOHT/PROFESOR DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA: “Alemania es el país más espiado de toda Europa”

El historiador sostiene que Berlín siempre ha consentido el espionaje estadounidense

Cuando el libro Alemania vigilada, escrito por Josef Foschepoht, llegó a las librerías en diciembre de 2012, causó un impacto que podría obligar a reescribir la historia de posguerra del país. El profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Friburgo afirma que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde 1955 y que siempre han contado con el beneplácito de los distintos gobiernos, incluido el actual. El libro ha cobrado actualidad en las últimas semanas por el escándalo en torno a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA en sus siglas en inglés) y convertido a su autor en una estrella mediática nacional.

Josef Foschepotht cree que el silencio de la canciller, Angela Merkel, es una estrategia destinada a eludir la acción de la justicia y que no será capaz de abolir la impunidad de la NSA en el país para evitar un escándalo diplomático.

Pregunta. Usted afirma en su libro que Alemania es un país vigilado por los servicios de inteligencia de EE UU desde 1955. Angela Merkel lo niega: Alemania no es “un Estado vigilado”, afirmó el viernes.

Respuesta. La tesis de mi libro es lo contrario de lo que dice la canciller. El 65% de los alemanes no están de acuerdo en cómo el Gobierno está enfrentado este asunto. Ella se va sonriendo de vacaciones y piensa que todo está solucionado. Esa frase es casi una insolencia. Ella afirma algo que no conoce o no quiere admitir. Es asombroso.

P. También dijo que se había enterado por la prensa del espionaje de la NSA.
R. Puede ser cierto que no estuviera enterada sobre las actividades de la NSA, pero después de ocho años como canciller, tuvo necesariamente que confrontarse con las actividades de los servicios de inteligencia estadounidense en Alemania y el papel de los alemanes a favor de esos servicios. Lo contrario sería un desastre.

P. El trabajo de la NSA es secreto. ¿Existe la posibilidad de que la Agencia no haya informado al Gobierno sobre el espionaje que realizó y realiza en Alemania?
R. Es cierto que la NSA no tenía ningún interés en informar al Gobierno sobre sus actividades. Solo hablan lo necesario. La señora Merkel es una gran política que no tiene una convicción, sino que siempre piensa de forma táctica sobre lo que tiene que decir. Está dando una mala imagen en este escándalo. Alemania es el país más espiado en Europa, pero ella se presenta como la pionera de la protección de datos en Europa aunque durante sus ocho años de Gobierno nunca hizo nada al respecto.

P. El espionaje de la NSA no pudo pasar desapercibido para el Servicio de Inteligencia exterior alemán (BND), cuyos informes llegan al escritorio del ministro de la Cancillería.
R. La señora Merkel lo sabe todo y por eso adoptó una posición ambivalente. Si actuara como debe, se produciría un caos diplomático.

P. Merkel afirmó que en el territorio alemán impera el derecho alemán.
R. Esa frase es infame. La tesis central de mi libro señala que las actividades de los servicios secretos aliados comienzan en 1955, cuando los aliados en el llamado Tratado Alemán definieron sus derechos como “derechos reservados”. En 1968 fueron abolidos, pero al mismo tiempo fueron incluidos literalmente en un contrato suplementario sobre el estatuto de las tropas de la OTAN.

P. Pero la OTAN no tiene poder para imponer sus acuerdos en Alemania…
R. A través de los contratos de la OTAN, el derecho internacional se convirtió en un derecho alemán y fue integrado en la ley G-10 (las famosas leyes de emergencia) de 1968 que restringió el artículo 10 de la Ley Fundamental. Paralelamente se suscribieron contratos administrativos secretos, todos acuerdos internacionales obligatorios que son leyes alemanas. Es increíble lo que dice ahora Merkel.

P. ¿Los servicios de inteligencia siguen gozando de impunidad en Alemania?
R. Los aliados, que siempre han defendido sus intereses y exigencias, siguen gozando de esta libertad en Alemania. El derecho alemán debería ser inmune a los intereses de los aliados, pero en realidad es todo lo contrario. Hay dos documentos fechados el 27 de mayo de 1968, uno redactado por los aliados y el otro por Alemania. En el segundo se estipula que los aliados recibirán información del BND en el tema de la vigilancia y se acepta que los aliados puedan actuar en forma independiente para adoptar todas las medidas de seguridad necesarias para proteger a sus tropas. En esa defensa estaban en primeria línea la vigilancia y las actividades de los servicios de inteligencia.

P. ¿Sigue vigente esta situación?
R. Nada ha cambiado. El escándalo PRISMA es uno de muchos, con la diferencia que ahora estamos informados. La estrategia del Gobierno es mantener la calma e intentar minimizar el problema.

P. La canciller dice que no sabe nada, pero en medio del escándalo, la NSA está construyendo un nuevo centro en Wiesbaden.
R. Su construcción fue negociada con el Gobierno y tampoco hay que olvidar que el BND recibe informaciones de la NSA y, según las leyes alemanas, el BND debe ofrecer servicios Por eso tenemos este simbiosis de los servicios de inteligencia

P. El candidato a canciller del SPD, Peer Steinbrück, denunció que Merkel había violado su juramento. ¿Está usted de acuerdo?
R. Tiene razón. Merkel nunca ha dicho que la principal tarea de su cargo es defender los derechos fundamentales de la gente y siempre menciona la palabra Estado. Es una decisión política y, si los derechos fundamentales tienen que ser restringidos, simplemente se hace. Siempre ha sido así. Ha violado su juramento y cuando dice que ella no sabía nada es una estrategia para impedir una investigación oficial. Lo mismo sucede con el BND. Si sucediera lo contrario, tendría que actuar la Fiscalía General. Son juegos jurídicos.

P. ¿Qué herramientas existen para impedir las actividades de la NSA en Alemania?
R. La única condición previa sería que las leyes alemanas también fueran aceptadas y respetadas por los americanos y que ellos aceptaran que todas las medidas que les favorecían ya no deberían estar en vigor. Pero no creo que una superpotencia como EE UU esté dispuesta a renunciar a sus privilegios.

P. ¿Cree que esta conversación ha sido escuchada?
R. Estoy seguro.
Fuente: El País.

miércoles, 10 de julio de 2013

Con la desconfianza en el ADN

-Los españoles, junto con los franceses, somos los europeos que más recelo mostramos hacia el prójimo
-Sociólogos e historiadores coinciden en que es un carácter forjado durante siglos
-Influyen la corrupción y la religión, la crisis solo lo agudiza


Los españoles somos tolerantes, familiares, poco religiosos, estamos en general bastante satisfechos con nuestras vidas y nos importa más el equilibrio entre la vida privada y la laboral que el nivel del salario.

Estas son algunas de las conclusiones del informe  Values and Worldviews II sobre estilos de vida, valores y creencias realizado por la Fundación BBVA, un trabajo que toma como base 15.000 encuestas realizadas a ciudadanos de 10 países miembros de la Unión Europea.

Arrepentirse y tener perdón permite da manga ancha entre los católicos.

Algunas de las conclusiones del informe encajan con las ideas predominantes en el imaginario colectivo europeo: italianos y polacos son los que muestran un mayor nivel de religiosidad; a los franceses les atrae la seguridad de un empleo fijo, a los suecos les gusta estar bien informados (más del 70% lee el periódico todos los días)... El estudio pone de relieve, sin embargo, una característica de los españoles mucho menos conocida hasta ahora: España es el país, junto con Francia, con mayor nivel de “desconfianza interpersonal”. Con un resultado de 4,7 puntos, tan solo uno por encima de los franceses, los españoles no solo se colocan por debajo del resto de los países analizados (Alemania, Dinamarca, Italia, Países Bajos, Polonia, Reino Unido, República Checa y Suecia), sino que ni siquiera se acercan a la media, situada en 5,5.

Que no se aplique castigo a quienes mienten exacerba el recelo generalizado

La falta de confianza en las instituciones se extiende al resto de la ciudadanía

Según este informe, los españoles no creen que se pueda confiar en otras personas, exceptuando las que formen parte de su círculo más cercano de familiares y amigos. ¿Cuándo y por qué ha surgido esta actitud? ¿Tiene algo que ver la crisis económica o con la coyuntura política actual? ¿O siempre hemos sido desconfiados por naturaleza? Puesto que no existe apenas literatura sobre el tema, los expertos coinciden en que es muy difícil dar una respuesta científica a estas cuestiones. Pero precisamente, es la literatura la que primero se viene a la cabeza: un lazarillo de Tormes y un viejo ciego compartiendo un racimo de uvas.

—¿Sabes en qué veo que las comiste de tres a tres?

—En que comía yo dos a dos y callabas.

Pura picaresca. Hay algunas teorías sociales, psicológicas e históricas al respecto que pueden dar algunas otras pistas. La primera, aunque es de la historia reciente, remite a la política. Es la más recurrente y establece una relación entre la desconfianza hacia las instituciones políticas y hacia los individuos. “Los españoles tienen poca confianza en las instituciones, valoran de forma más negativa la democracia y tienen un nivel de asociación bastante bajo”, señala la socióloga Chelo Perera, coordinadora del estudio, que considera que estos pueden ser algunos de los factores que expliquen el origen de esta actitud desconfiada. Según explica, cuanta más inestabilidad política y corrupción, mayor nivel de desconfianza interpersonal.

Teniendo en cuenta que en España, la media de confianza en los políticos es de un 1,5 en una escala de 0 a 10, según el estudio Values and Worldviews, y que no suele haber día en el que los medios no recojan alguna información sobre corrupción, ya se trate de la contabilidad b de un partido o de un caso sobre ERE irregulares, esta teoría podría tener fundamentos sólidos. Si sumamos que a confiar y a desconfiar se aprende como consecuencia de repetidas interacciones sociales, como explica la doctora en Psicología de la Universidad Complutense, María Luisa Vecina, es “lógico” que los españoles se muestren desconfiados hoy, ya que “acumulan experiencias negativas donde se ha traicionado su confianza”. El hecho de que no se les haya aplicado “el castigo social correspondiente” a los que han actuado egoístamente aprovechándose de la confianza depositada en ellos no favorece el clima de confianza.

Pero, ¿por qué esa desconfianza hacia los políticos y las instituciones se extiende a los ciudadanos que, en principio, no han tenido nada que ver con esas traiciones? El sociólogo Jaime Andreu, Decano del Colegio de Política y Sociología de Andalucía, razona que las instituciones son la base de la sociedad y están formadas por individuos: “Si desconfiamos de esa base, estamos desconfiando de nuestra propia sociedad y, por ende, de sus ciudadanos”. El experto matiza que hay que excluir de este grupo a los miembros de los círculos más íntimos, como amigos y familiares, los únicos a los que los españoles consideran dignos de su confianza. “La confianza disminuye conforme la distancia social aumenta”, comenta. El sociólogo también defiende que el clima de corrupción política multiplica la desconfianza, tanto institucional como interpersonal.

Aclarada la cuestión sobre cómo la inestabilidad política representa un papel importante en el origen de la desconfianza de los españoles, cabría analizar cómo incide en dicho rasgo del carácter la crisis económica que azota al país desde hace más de un lustro.

Andreu deja claro que no existen datos sociológicos al respecto, pero sostiene que es un sentimiento que se fraguó poco antes de que naciera la democracia, en los años setenta, ya que desde su nacimiento, los españoles empezaron a desconfiar de las instituciones democráticas. En su opinión, desde entonces, se ha seguido una tendencia descendente que, en la actualidad, se ha visto reforzada por la crisis económica.

La coordinadora del estudio, por el contrario, opina que el elevado nivel de desconfianza de los españoles no está directamente relacionado con la situación económica del país. Perera admite una relación con la baja confianza en las instituciones democráticas, pero considera que la desconfianza es un rasgo que forma parte del carácter de los españoles más allá de la coyuntura económica actual.

Para arrojar algo de luz sobre esta discrepancia, consultamos a José Miguel Campo Rizo, secretario general del Colegio Oficial de Historiadores. Campo Rizo también establece la misma relación entre desconfianza hacia las instituciones y hacia los ciudadanos y afirma que en España no nos fiamos de nuestras instituciones “desde siempre”. El historiador sostiene que “tópicos como la envidia y la picaresca del carácter español han sido forjados a lo largo de la historia” y se remonta a un siglo antes de la democracia para poner un ejemplo. “El siglo XIX fue una centuria de guerras civiles, enfrentamientos por corrupción y denuncias entre ciudadanos. Somos un país internamente enfrentado entre nosotros”, señala.

Campo Rizo, al igual que la coordinadora del estudio, tampoco considera que sea un fenómeno asociado directamente a la situación de la economía española. A pesar de reconocer que la crisis no ha hecho más que exacerbar este sentimiento, no cree que se trate de algo coyuntural por la debacle económica, sino de “un rasgo propio del pueblo español”. Un carácter que, según él, no se puede cambiar. Si las instituciones son fruto de los ciudadanos que conforman la sociedad, aunque intentemos copiar el modelo de otros países que funcionen mejor, como por ejemplo Finlandia, nunca lo lograremos, “sencillamente porque los españoles no somos como los finlandeses”, sentencia.

Los resultados del informe confirman la diferencia que nos separa, al menos en términos de desconfianza hacia los demás, de países como Dinamarca, Holanda o Suecia, donde registran los niveles más altos de confianza interpersonal y la mejor valoración de sus instituciones políticas y sus sistemas democráticos.

Otra historiadora, Ana Clara Guerrero de la Torre, profesora titular en el departamento de Historia Contemporánea de la UNED, concuerda con su colega en que existe una disparidad entre los pueblos latinos de Europa del sur, como Francia y España, y los pueblos del norte. Según su teoría, estas diferencias podrían tener un origen religioso, ya que unos tienen cultura católica y otros son protestantes o calvinistas. “En el ámbito católico, el que miente es el listo, porque luego se arrepiente y Dios le perdona; eso permite una manga ancha que no existe en los países protestantes o calvinistas, donde los ciudadanos son más conscientes de su comportamiento y más responsables de unos actos por los que tienen que responder ante la sociedad”, explica.

Guerrero cita la obra del Lazarillo de Tormes [el clásico del siglo XVI que cuenta cómo un crío tiene que aprender a engañar a los demás para sobrevivir] para defender que “hasta en literatura nos encontramos con ejemplos del mundo de la picaresca que caracteriza a los españoles”; un rasgo que además, asocia especialmente a los países del sur.

La coordinadora del estudio, en cambio, no cree que se pueda establecer esa relación entre países latinos en el caso de la desconfianza interpersonal. Sostiene que, aunque sea cierto que en España, Francia, Grecia o Portugal tengan un nivel de confianza medio-bajo en la mayoría de la gente, Italia se sitúa en un nivel intermedio. Como muestra el informe, estos vecinos mediterráneos superan la media europea, con un 5,7. Por tanto, no considera que la desconfianza forme parte de un patrón asociado al carácter latino.

Discusiones sobre vínculos latinos aparte, y si aceptamos que la desconfianza es un rasgo propio del carácter español, cabe preguntarse cómo puede afectar la desconfianza al futuro del país. Y viceversa: ¿son previsibles cambios que recorten este nivel de recelo?

La mayoría de los expertos consultados ven el futuro con relativo optimismo. El sociólogo Jaime Andreu opina que una de las cosas buenas que provocará la crisis es que “tarde o temprano se producirán cambios sociales y políticos y mejorará el funcionamiento de las instituciones, y entonces aumentará la confianza de los ciudadanos en las instituciones y por extensión, en sus compatriotas”. Andreu considera que las sociedades se van regenerando a sí mismas y, cuando se desequilibran, llega un momento en que se vuelven a equilibrar. En su opinión, la sociedad española “tiene un problema de infravaloración, porque también demuestra valores muy positivos”. Es curioso que, aunque nuestro nivel de desconfianza interpersonal sea tan bajo, eso no afecta a nuestros niveles de tolerancia.

La responsable del estudio, ofrece datos del informe que respaldan esta opinión: los españoles destacan por encima de la media europea en lo que se refiere a aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción por parte de parejas homosexuales o a prácticas como el divorcio o la eutanasia. Además, al igual que su colega sociólogo, opina que a medida que la situación política se vaya estabilizando y los valores democráticos se asienten, la confianza, tanto institucional como personal, aumentará.

El historiador José Miguel Campo Rizo, se muestra convencido de que la desconfianza se moderará en las nuevas generaciones gracias a fenómenos como el auge de las redes sociales, que modifican notablemente las formas de socialización y exigen un mayor nivel de confianza en el otro para no quedarse fuera de determinados circuitos. Para la psicóloga María Luisa Vecina, en épocas difíciles como la actual el cerebro humano adopta posiciones “directamente enfocadas a la supervivencia”, por lo que desconfiar “es lo más normal”.

Habrá que esperar pues a que lleguen tiempos mejores para comprobar si somos capaces de empezar a confiar en los demás... sigue. Fuente: El País.

domingo, 16 de junio de 2013

The Guardian: Madrid's dangerous attempt to distort the history of the Spanish civil war. The planned removal of a monument in Madrid to the anti-fascist International Brigades is an attempt to lock down discussion.

Peligroso intento de Madrid para distorsionar la historia de la guerra civil española.
La eliminación planificada de un monumento en Madrid a la antifascista Brigadas Internacionales es un intento de bloquear la discusión

En noviembre de 1936, el campus de la universidad se convirtió en un teatro clave de la guerra. Como Franco trató de tomar Madrid sus tropas resistieron allí en algunos de los combates más sangrientos del conflicto. (Fotos: Getty Images y foto de David Mathieson. In The Guardian)

Cada día, miles de estudiantes Madrileño pasan por un arco monumental llamado el Arco de la Victoria (o arco de la victoria), ya que hacen su camino en la Universidad Complutense de la ciudad. La gran estructura es similar en aspecto al Arco del Triunfo en París, pero a diferencia del modelo francés no fue construido para celebrar alguna victoria famosa en la que España venció a un enemigo extranjero. La grandiosa construcción fue construida por el general Franco para celebrar la derrota de la Segunda República por sus tropas nacionalistas en la guerra civil, que duró entre 1936 y 1939. La victoria de Franco se produjo después de un conflicto que dejó a medio millón de sus compatriotas muertos, el país en ruinas y presagiaba el estallido de la segunda guerra mundial.

Más adelante, en el campus universitario a los mismos estudiantes pasan por un monumento mucho más pequeño, tan modesta que muchos de ellos ni siquiera se conoce su existencia. Una columna de metal simple, pagado por muchas donaciones privadas individuales, lleva una inscripción dedicada a los miles de voluntarios de las Brigadas Internacionales que fueron a luchar en España. En noviembre de 1936, el campus de la universidad se convirtió en un teatro clave de la guerra. Como Franco trató de tomar Madrid sus tropas resistieron allí en algunos de los combates más sangrientos del conflicto: cientos de brigadistas internacionales murieron junto con los locales de defensa de los edificios de la facultad bajo el famoso lema que se ha convirtió en un grito de guerra para los antifascistas desde siempre: " No pasarán ".

Podría pensarse que, en un momento en que hay un aumento de la xenofobia y el racismo en toda Europa este pequeño monumento a los motivados por la lucha contra el fascismo en la década de 1930 se codiciada por la ciudad. De hecho, parece que el Partido Popular de derecha (PP), que gobierna la ciudad no está preparada aún para tolerar su existencia.

A principios de esta semana el Tribunal Supremo de Madrid confirmó la denuncia de que el memorial no ha permiso de planificación y las autoridades universitarias ya se han dado dos meses para quitarla. A su vez, las autoridades universitarias afirman que han solicitado la licencia de obras, pero el Ayuntamiento no ha reconocido la aplicación. La universidad también señalan que otros monumentos mucho más grandes - como la de las víctimas de los atentados de 2004 - se erigieron sin los permisos requeridos.

Al explicar el pasado para dar forma al futuro es un principio básico de cualquier proceso político maduro. Fuera de España, otros países europeos son cada vez más capaces de hacer frente a su propia historia oscura. Los visitantes de ciudades como Berlín, Nuremberg o Lyon, por ejemplo, se encuentran los museos de clase mundial que tienen que ver con franqueza con su papel en el siglo 20, y el museo de la esclavitud del Liverpool, arroja luz sobre un episodio vergonzoso para los británicos. Sin embargo, en Madrid no hay un solo punto de información o centro de visitantes tratar de contar la historia de la guerra civil. El gobierno del PP es incapaz de hacer frente a la diversidad de demandas en el pasado y por lo que prefiere tratar de bloquear cualquier discusión en absoluto.

A pesar de las decenas de calles y plazas de Madrid, que todavía llevan los nombres de los miembros del régimen franquista, dejó solos monumentos como el Arco de la Victoria que celebran el aplastamiento de la mitad de la población, ahora parece que a pesar política hará acabar con la única placa conmemorativa a las Brigadas Internacionales en toda la ciudad.

A menudo se dice que la historia la escriben los ganadores. Pero lo que pasa en Madrid no es sólo un ejercicio asimétrico de la memoria histórica. Es una manera intolerante, peligrosa, disfuncional para tratar el pasado y se sienta incómodo con la imagen de Madrid le gusta proyectar como una ciudad abierta, diversa y transparente del futuro.
Fuente: David Mathieson. guardian.co.uk, Thursday 6 June 2013.
Leer la noticia original en el diario inglés The Guardian.
ANIVERSARIO DEL BOMBARDEO DE GERNIKA. http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/04/22/paisvasco/1335112345_765186.html Legión Condor.

domingo, 12 de mayo de 2013

Una nueva biografía retrata a una joven Merkel como activa comunista

Cuando en noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín, Angela Merkel prefería una Alemania del Este autónoma, socialista y democrática a una reunificación. La canciller no fue una disidente pasiva, una silenciosa opositora al régimen que no participaba en política como pretende la narración oficial, sino una colaboradora, conformista y ambiciosa. Así lo afirma una nueva biografía de Merkel que sale a la venta en Alemania la próxima semana.

Titulada La primera vida de Angela M., esta obra, firmada por dos periodistas de medios de la derecha, Günther Lachmann, de Die Welt, y Ralph Georg Reuth, del Bild, podría infligir ciertos daños de imagen. En cuatro meses habrá elecciones generales. Merkel, que ayer visitaba a las tropas alemanas en Afganistán, recurso típicamente preelectoral, espera lograr cómodamente en ellas su tercer mandato.

Sobre la primera vida de la mujer del Este que dirige Alemania desde el 2005 no se sabe gran cosa. Los archivos de la policía de Estado del Este, la célebre Stasi, han sido objeto de una utilización tan intensa como selectiva. Pese a las proclamas de transparencia, hay capítulos enteros de esos archivos -sobre todo los relativos a la información sobre el Oeste- que permanecen inaccesibles. Por eso, que en ellos no se haya encontrado nada comprometedor sobre Merkel, hija de un pastor protestante, es al final una cuestión de fe. Lachmann y Reuth dicen haber encontrado muchos datos y testimonios que no concuerdan con las versiones habituales, según las cuales Merkel era una científica que no se metía en política pero que suspiraba en la intimidad por la unificación alemana y el sistema de mercado.

"Estaba más próxima al sistema de la RDA de lo que se ha dicho hasta ahora y podemos demostrarlo", dicen los autores, según los cuales Merkel no era una disidente pasiva sino una "comunista reformadora" que se ilusionó con los discursos de Gorbachov sobre glasnost y perestroika, que seguía puntualmente comprando el diario soviético Pravda. "No era partidaria de la reunificación, sino de un socialismo democrático y de una RDA autónoma", señala Reuth.

La revelación puede no ser muy sensacional si se tiene en cuenta la cambiante atmósfera del año 1989 en el bloque del Este y en la RDA en particular, donde las cosas sucedían a una velocidad meteórica. Mucho más significativo es el punto de ambos autores presentando a Merkel como un cuadro comunista en el Instituto de la Academia de Ciencias en el que trabajaba.

Merkel fue "secretaria de agitación y propaganda de las Juventudes Comunistas (FDJ) desde el año 1981", afirman Reuth y Lachmann. Más aún, formaba parte de la dirección sindical, dicen, algo que va mucho más allá de la mera adhesión ritual. En cualquier caso, Merkel niega tal compromiso, pero la canciller no ha querido someterse a las preguntas de los periodistas. Su portavoz declinó las peticiones de los autores alegando falta de tiempo.

Merkel ingresó en la organización cívica Demokratisches Aufbruch en diciembre de 1989, algo parecido a apuntarse a la resistencia a las doce menos cinco de la victoria aliada, pero la canciller nunca ha hecho alarde de lo que no fue. La gente que, como ella, se apuntó a la protesta en el último segundo, cuando el derrumbe del régimen estaba más que claro, es conocida con ironía en medios de Alemania del Este como "los revolucionarios de noviembre". El libro sostiene que ni siquiera entonces era Merkel una partidaria de la anexión.
Rafael Poch. La Vanguardia
Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20130511/54373392690/una-nueva-biografia-retrata-joven-merkel-activa-comunista.html

miércoles, 10 de abril de 2013

El año 1200 antes de Cristo fue la fecha de la primera huelga del mundo. Rescatar el pasado para construir el futuro

Mike Marqusee
redpepper

La ciudad de Luxor, en el sur de Egipto, fue noticia en Gran Bretaña a finales de febrero con ocasión de la muerte de 19 turistas en un accidente de aerostato. Aquella tragedia sintetizará los infortunios de la industria turística egipcia, en otro momento fuente principal de empleo y entrada de divisas y ahora en estado de languidez ante la falta de turistas extranjeros ahuyentados por un temor -erróneo y exagerado- a la inestabilidad y la violencia.

Luxor, el emplazamiento de la antigua Tebas y capital principal del Imperio Nuevo de Egipto (1550-1050 antes de Cristo), está salpicada de colosales templos esculpidos y tumbas lujosamente decoradas. Pero la más reveladora y emotiva de sus múltiples ruinas quizá sea la menos espectacular. En Deir el Medinah están los restos del pueblo que alojó a sus trabajadores, hogar de los artesanos que construyeron las tumbas y los templos. Las pequeñas y robustas unidades domésticas están trazadas en forma de rejilla. Allí vivieron los canteros, los pintores de tumbas, los carpinteros, los fabricantes de cuerdas y los porteadores. Esparcidas entre los cimientos excavados hay pequeñas pirámides y entradas a criptas de entierro, de tamaño reducido pero decoradas con tanto cuidado, color y detalle como las tumbas reales del cercano Valle de los Reyes. Estos trabajadores tenían sus propias visiones de una vida mejor más allá de la muerte. También tenían sentido de su propio valor.

Deir el Medinah es el emplazamiento de la primera huelga registrada de la historia. Se pagaba a los trabajadores con grano con el que hacían pan y cerveza, artículos básicos de la dieta del valle del Nilo. Alrededor de 1200 antes de Cristo, la tesorería del Estado, mermada por las guerras imperiales de Ramsés III, no cumplió sus obligaciones. Los trabajadores se pusieron en huelga e hicieron una sentada en el mismo emplazamiento donde construían el templo mortuorio del faraón. Quizá sorprendentemente ganaron el conflicto. Se valieron del temor de sus amos a morir sin los debidos preparativos funerarios y de esta manera entrar en el más allá mal equipado. El culto egipcio a los muertos, por una vez, benefició a los vivos.

¿Qué podemos aprender de este episodio de la antigüedad? Walter Benjamín, en su último ensayo profético “Tesis sobre la filosofía de la historia” escrito en 1940, distinguió entre dos aproximaciones opuestas del pasado: el “historicismo” y el “materialismo histórico”. Para el historicismo el tiempo es lineal, uniforme, acumulativo. “Su método es aditivo: ofrece una masa de hechos para rellenar un tiempo homogéneo y vacío”. Por el contrario el materialista histórico “registra la constelación en la que su propia época entra en contacto con la constelación de una época anterior”. El trabajo del materialista histórico no es reproducir sino “hacer estallar el continuo de la historia”.

Benjamín pregunta: “¿Con quién empatiza realmente el escritor del historicismo? La respuesta es irrefutablemente con el vencedor”. La historia se convierte en un “desfile triunfal en el que los gobernantes de hoy pisan todo lo anterior. Los despojos, como siempre, se exhiben en el desfile triunfal. Se conocen como el patrimonio cultural”. Por el contrario para el materialista histórico “el patrimonio cultural es inherente a un linaje que no puede contemplar sin horror. Debe su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que lo crearon, sino también al anónimo trabajo de esclavo de los contemporáneos de éstos. No ha habido nunca un documento de civilización que no sea al mismo tiempo uno de barbarie”.

No hay mejor ilustración de dicha máxima sonora que el arte del antiguo Egipto, producto de una sociedad brutalmente estratificada gobernada por una religión de poder estatal, personificado en un gobernante dios-hombre. Sin embargo mucho después de que el sistema que los oprimía se derrumbara, el trabajo de los artesanos de Deir el Medinah permanece vital, colorido, rítmico y refinado; sobresale en los grandes efectos y también en los delicados detalles naturalistas. En las vastas criptas del Valle de los Reyes o en las humildes tumbas del mismo Deir el Medinah, el más allá se representa como una versión mejor de esta vida, provisto en abundancia de las buenas cosas de esta vida: alimentos, bebidas, flores, aves, cantos, bailes, familia. El arte del Antiguo Egipto permanece ajeno, a veces raro. Pero es también reconociblemente humano; salta por encima de los abismos para forjar una conexión.

En la izquierda nos vemos como fabricantes del futuro plenamente comprometidos con el presente. Miramos hacia adelante no hacia atrás y nos molesta que nos acusen de estar “casados con doctrinas desfasadas” y en particular que no nos hemos adaptado a los cambios de los últimos 30 años. Pero no debemos avergonzarnos de ser “conservadores” por defender los derechos conseguidos en generaciones o comunidades anteriores amenazadas por el “desarrollo”. La despreocupación del capitalismo por el futuro y su parcialidad por el corto plazo son notoriamente temerarias. Pero el capitalismo es igualmente temerario cuando se trata de su despreocupación por el pasado, a menos que éste pueda empaquetarse como un producto de consumo o para la transmisión de propaganda. En cualquiera de los dos casos, al pasado no se le permite tener independencia, tener su propia voz, ni pedirnos a nosotros que rindamos cuentas.

Benjamín dice que nuestra tarea es “poner la historia a contrapelo”. Un ejemplo de esto en nuestra propia época es la campaña de 23 años para reclamar justicia para los muertos del estadio de Hillsborough [96 personas aplastadas]. Aunque no se ha conseguido todavía justicia, sí se sabe la verdad, gracias sólo a que las familias de las víctimas y los seguidores desafiaron el coro de voces que decía que su misión era fútil, guiada por las emociones o vengativa. Su sentido del deber hacia los muertos no fue desviado por los llamamientos al pragmatismo y las virtudes de la adaptación. De “vivir el presente”. Como consecuencia han conseguido recuperar una historia suprimida que, a su vez, se convierte en un elemento activo de nuestro presente y futuro.

En España la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica pretende documentar el destino de las víctimas de Franco, excavar e identificar los cuerpos, lo que incluye a las decenas de miles enterradas en fosas comunes. Para hacer esto la Asociación ha tenido que desafiar el “pacto de olvido” que allanó la transición a la democracia al no obligar a los responsables del antiguo régimen a rendir cuentas. En este caso un sentido de obligación hacia los muertos, hacia los vencidos, no fue una indulgencia “que miraba al pasado”, sino una necesidad social. No podemos descifrar el presente sin examinar sus cimientos en las batallas del pasado al tiempo que se reconocen tanto las pérdidas como las ganancias.

La insistencia palestina en que se reconozca la Naqba -caracterizada por los comentaristas pro israelíes como un deseo vano de recuperar una batalla perdida- es realmente un compromiso necesario con las realidades del presente: el impacto continuo de la Naqba en las políticas de expolio y limpieza étnica. Al mismo tiempo es una insistencia firme en un futuro de autodeterminación.

A pesar de su victoria breve, los trabajadores de Deir el Medinah nunca se libraron de su condición de servidumbre. Estaban en el “lado de los perdedores” en la marcha de la historia. Sin embargo en su arte y acción, los trabajadores de Deir el Medinah nos recuerdan, en palabras de Benjamín, que lo “refinado y lo espiritual… están presentes en la lucha de clases para algo más que un simple botín para el vencedor. Existen en la forma de confianza, valentía, humor, astucia, firmeza en la lucha y su origen está en las brumas del tiempo. Pondrán en entredicho, de tiempo en tiempo, cada victoria de los gobernantes”.

Mark Markusee escribe regularmente en Red Pepper y es autor de libros sobre cultura y política.
Traducido del inglés por Christine Lewis Carrol
Fuente: http://www.redpepper.org.uk/

viernes, 5 de abril de 2013

Publicación de "El futuro es un país extraño" de Josep Fontana. La tiranía de la multitud.

Pasado And Presente
El maestro ataca de nuevo. Ahora con El futuro es un país extraño, producto del inmenso trabajo acumulado en Por el bien del imperio (P & P 2011) y de su reflexión alarmada ante los síntomas de la inmunodeficiencia social adquirida. Para Josep Fontana los rasgos más visibles de esta patología son la privatización de la política, primero, y la del propio estado más adelante, que se guarece de los ciudadanos tras un fuerte aparato represivo: “Todo apunta a un futuro de retorno hacia una privatización global semejante a la de los tiempos feudales…. [Vamos hacia una] nueva sociedad de la desigualdad”.
Es muy difícil no estar de acuerdo con el gran historiador catalán. Aunque le podemos regatear un poco en lo del feudalismo. En realidad a lo que estamos asistiendo es a las consecuencias de la regeneración de la fe capitalista, tan deteriorada desde hace más de dos siglos por debilidades absurdas, renuncias innecesarias, concesiones arrancadas a viva fuerza o temores irracionales que, en su “época dorada”, le habían hecho caer en un cierto sentimiento cristiano de culpa.
Oportunamente, la luz de Trenton (Estados Unidos) está devolviendo a la fe capitalista su pureza primigenia, aquella que iluminó en el siglo XVIII a Gran Bretaña, su anciana madre. Tras la revolución “gloriosa” (aunque ya venía de antiguo), la aristocracia terrateniente y la burguesía comercial británicas privatizaron la política por el simple procedimiento de apropiársela, enmascarándolo con un camelo de democracia electoral inexistente.
El Banco de Inglaterra, la Compañía de las Indias Orientales y la Compañía del Mar de Sur privatizaron luego el estado controlando la Corte, el Gobierno, las dos cámaras del Parlamento y los tribunales de justicia. Los lobbies de comerciantes y manufactureros, como la Compañía de Rusia, la Compañía de Levante, la Compañía de la Bahía del Hudson, la Society of West Indies Merchants, la Midland Association of Ironmasters o el West Riding Committee of Worsted Manufacturers transmitían su voluntad al gobierno (que era su hechura) y dictaban las leyes adecuadas al Parlamento (donde se sentaban ellos mismos). En aquel mundo de pureza capitalista, la desigualdad entre los hombres era tan natural como la que se daba entre los zorros y sus cazadores. Los grandes apóstoles del Nuevo Testamento del beneficio a ultranza guiaban a los fieles: “Los hombres son más felices si se hallan en la desigualdad y la subordinación”, escribía el doctor Johnson, al tiempo que anunciaba un porvenir de progreso indefinido.
El duque de Devonshire que, cuando no estaba en su castillo rural, vivía en Saint James, en el lujoso palacio que le había construido John Nash, tenía unas rentas de 50.000 libras anuales, mientras que Edward Farmer, deshollinador que vivía en una covacha del East End, sudaba hollín para ganar 12 libras al año. ¿Por qué no? No hay que confundir the classes with the asses. A lo largo del siglo XVIII la renta per cápita inglesa creció un 4,5 % (cuidado con las estadísticas), pero los impuestos se multiplicaron por 18 en términos reales (también aquí cuidado con las estadísticas). Lo cierto en cualquier caso es que los impuestos directos pasaron de constituir el 36 % de los ingresos de la hacienda, al 16 %, mientras que los indirectos, que partían del 26 % llegaron al 75 % a finales de siglo. Con esta imposición regresiva, el estado (o sea, los que ya sabemos) transfirió desde los consumidores pobres a los grandes financieros el 40 % de toda la imposición fiscal, o sea el 5 % de la renta nacional británica. Estas transferencias, junto con el diferencial entre precios y salarios, fueron la mayor fuente de financiación de la industria británica. Lo explicó muy bien el mayor economista de aquel tiempo y, por lo que parece, de todos los tiempos: “En una sociedad civilizada [sic], los pobres proveen para ellos mismos y para el enorme lujo de sus superiores [sic]". Además, el precariado de la época no tenía de qué quejarse; podía acogerse a las generosísimas leyes de pobres, hospedarse en las fastuosas workhouses o residir en las espectaculares cárceles privatizadas, que acogían de buen grado a quienes según la Black Act no sabían respetar la propiedad privada, ni la religión, ni tenían la decencia de pagar sus deudas y arrastraban por las calles sus borracheras de ginebra solo para que Hogarth los dibujara. Hacia mediados de siglo, casi la mitad de los presos del King’s Bench lo estaban por deudas. Si el acreedor no les había esquilmado, podían alquilar una celda individual al empresario-alcaide por cinco libras. Si no, se le hacinaba en una celda común de cincuenta metros cuadrados rebosante de morosos con sus mujeres e hijos, todos infectados de viruela entonces mortal. Ese fue el destino de Robert Castal, el autor de The Villas of the Ancients.

En la Canaán del capitalismo, sin embargo, el precio justo del pan equivalía a nuestra actual noción de estado de bienestar. Era una línea roja. Cuando subían los precios, se producían de inmediato miles (literalmente) de motines de subsistencia que se concretaban en acciones populares directas, disciplinadas y con objetivos muy bien definidos, como nos explicó Thompson hace ya muchos años. La multitud era pronta y diligentemente masacrada por el ejército. El Scots Magazine ya advertía en julio de 1754 que “los pobres siempre están dispuestos a amotinarse y a hacer daño… y no pasará mucho tiempo sin que cometan desmanes”. Los cometieron por toda Europa durante doscientos años. El más inteligente de todos los reaccionarios británicos, Edmund Burke, advirtió claramente que el enemigo de su fe siempre estaba al acecho y había que velar para impedir “la tiranía de la multitud”. Parece que el capitalismo ha aprendido la lección. ¿Y nosotros, los herejes?

Fuente: http://pasadopresente.com/blog/41-la-tirania-de-la-multitud

miércoles, 10 de octubre de 2012

Manifiesto para la renovación de la historia. Eric Hobsbawm

A continuación reproducimos el texto completo "Manifiesto para la renovación de la historia" de Eric Hobsbawm publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, enero-febrero 2005.

 En el curso de las últimas décadas el relativismo en la Historia ha armonizado con el consenso político. Es hora de "reconstruir un frente de la razón" para promover una nueva concepción de la Historia. A ello invita Eric Hobsbawm, en el discurso de cierre del coloquio de la Academia británica sobre historiografía marxista (13-11-2004).

"Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo; se trata de cambiarlo". Los dos enunciados de la célebre "Tesis Feuerbach" de Karl Marx inspiraron a los historiadores marxistas. La mayoría de los intelectuales que adhirieron al marxismo a partir de la década de 1880 -entre ellos los historiadores marxistas- lo hicieron porque querían cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirían, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas políticas de masas. Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querían cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio -fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera- los que, si bien atraían naturalmente a las personas de izquierda, no tenían originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de 1890 esos intelectuales dejaron de ser revolucionarios sociales, a menudo también dejaron de ser marxistas.

La revolución soviética de octubre de 1917, reavivó ese compromiso. Recordemos que los principales partidos socialdemócratas de Europa continental abandonaron por completo el marxismo sólo en la década de 1950, y a veces más tarde. Aquella revolución engendró además lo que podríamos llamar una historiografía marxista obligatoria en la URSS y en los Estados que adoptaron luego regímenes comunistas. La motivación militante se vio reforzada durante el período del antifascismo.

A partir de la década de 1950 se debilitó en los países desarrollados -pero no en el Tercer Mundo- aunque el considerable desarrollo de la enseñanza universitaria y la agitación estudiantil generaron en la década de 1960 dentro de la universidad un nuevo e importante contingente de personas decididas a cambiar el mundo. Sin embargo, a pesar de desear un cambio radical, muchas de ellas ya no eran abiertamente marxistas, y algunas ya no lo eran en absoluto.

Ese rebrote culminó en la década de 1970, poco antes de que se iniciara una reacción masiva contra el marxismo, una vez más por razones esencialmente políticas. Esa reacción tuvo como principal efecto -salvo para los liberales que aún creen en ello- la aniquilación de la idea según la cual es posible predecir, apoyándose en el análisis histórico, el éxito de una forma particular de organizar la sociedad humana. La historia se había disociado de la teleología (1).

Teniendo en cuenta las inciertas perspectivas que se presentan a los movimientos socialdemócratas y socialrevolucionarios, no es probable que asistamos a una nueva ola de adhesión al marxismo políticamente motivada. Pero evitemos caer en un occidentalo-centrismo excesivo. A juzgar por la demanda de que son objeto mis propios libros de historia, compruebo que se desarrolla en Corea del Sur y en Taiwán desde la década de 1980, en Turquía desde la década de 1990, y hay señales de que avanza actualmente en el mundo de habla árabe.

El vuelco social
¿Qué ocurrió con la dimensión "interpretación del mundo" del marxismo? La historia es un poco diferente, aunque paralela. Concierne al crecimiento de lo que se puede llamar la reacción anti-Ranke, 2, de la cual el marxismo constituyó un elemento importante, aunque no siempre se lo reconoció acabadamente. Se trató de un movimiento doble.

Por una parte, ese movimiento cuestionaba la idea positivista según la cual la estructura objetiva de la realidad era por así decirlo evidente: bastaba con aplicar la metodología de la ciencia, explicar por qué las cosas habían ocurrido de tal o cual manera, y descubrir "wie es eigentlich gewesen" [cómo sucedió en realidad]... Para todos los historiadores, la historiografía se mantuvo y se mantiene enraizada en una realidad objetiva, es decir, la realidad de lo que ocurrió en el pasado; sin embargo, no parte de hechos sino de problemas, y exige que se investigue para comprender cómo y por qué esos problemas -paradigmas y conceptos- son formulados de la manera en que lo son en tradiciones históricas y en medios socio-culturales diferentes.

Por otra, ese movimiento intentaba acercar las ciencias sociales a la historia, y en consecuencia, englobarla en una disciplina general, capaz de explicar las transformaciones de la sociedad humana. Según la expresión de Lawrence Stone, 3, el objeto de la historia debería ser "plantear las grandes preguntas del ’por qué’". Ese "vuelco social" no vino de la historiografía sino de las ciencias sociales -algunas de ellas incipientes en tanto tales- que por entonces se afirmaban como disciplinas evolucionistas, es decir históricas.

En la medida en que puede considerarse a Marx como el padre de la sociología del conocimiento, el marxismo, a pesar de haber sido denunciado erróneamente en nombre de un presunto objetivismo ciego, contribuyó al primer aspecto de ese movimiento. Además, el impacto más conocido de las ideas marxistas -la importancia otorgada a los factores económicos y sociales- no era específicamente marxista, aunque el análisis marxista pesó en esa orientación. Esta se inscribía en un movimiento historiográfico general, visible a partir de la década de 1890, y que culminó en las décadas de 1950 y 1960, en beneficio de la generación de historiadores a la que pertenezco, que tuvo la posibilidad de transformar la disciplina.

Esa corriente socio-económica superaba al marxismo. La creación de revistas y de instituciones de historia económico-social fue a veces obra -como en Alemania- de socialdemócratas marxistas, como ocurrió con la revista "Vierteljahrschrift" en 1893. No ocurrió así en Gran Bretaña, ni en Francia, ni en Estados Unidos. E incluso en Alemania, la escuela de economía marcadamente histórica no tenía nada de marxismo. Solamente en el Tercer Mundo del siglo XIX (Rusia y los Balcanes) y en el del siglo XX, la historia económica adoptó una orientación sobre todo socialrevolucionaria, como toda "ciencia social". En consecuencia, se vio muy atraída por Marx. En todos los casos, el interés histórico de los historiadores marxistas no se centró tanto en la "base" (la infraestructura económica) como en las relaciones entre la base y la superestructura. Los historiadores explícitamente marxistas siempre fueron relativamente poco numerosos.

Marx ejerció influencia en la historia principalmente a través de los historiadores y los investigadores en ciencias sociales que retomaron los interrogantes que él se planteaba, hayan aportado o no otras respuestas. A su vez, la historiografía marxista avanzó mucho en relación a lo que era en la época de Karl Kautsky y de Georgi Plekhanov, 4, en buena medida gracias a su fertilización por otras disciplinas (fundamentalmente la antropología social) y por pensadores influidos por Marx y que completaban su pensamiento, como Max Weber, 5.

Si subrayo el carácter general de esa corriente historiográfica, no es por voluntad de subestimar las divergencias que contiene, o que existían en el seno de sus componentes. Los modernizadores de la historia se plantearon las mismas cuestiones y se consideraron comprometidos en los mismos combates intelectuales, ya sea que se inspiraran en la geografía humana, en la sociología durkheimiana, 6, y en las estadísticas, como en Francia (a la vez, la escuela de los Anales y Labrousse), o en la sociología weberiana, como la Historische Sozialwissenschaft en Alemania federal, o aun en el marxismo de los historiadores del Partido Comunista, que fueron los vectores de la modernización de la historia en Gran Bretaña, o que al menos fundaron su principal revista.

Unos y otros se consideraban aliados contra el conservadurismo en historia, aun cuando sus posiciones políticas o ideológicas eran antagónicas, como Michael Postan, 7, y sus alumnos marxistas británicos. Esa coalición progresista halló una expresión ejemplar en la revista "Past and Present", fundada en 1952, muy respetada en el ambiente de los historiadores. El éxito de esa publicación se debió a que los jóvenes marxistas que la fundaron se opusieron deliberadamente a la exclusividad ideológica, y que los jóvenes modernizadores provenientes de otros horizontes ideológicos estaban dispuestos a unirse a ellos, pues sabían que las diferencias ideológicas y políticas no eran un obstáculo para trabajar juntos. Ese frente progresista avanzó de manera espectacular entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la década de 1970, en lo que Lawrence Stone llama "el amplio conjunto de transformaciones en la naturaleza del discurso histórico". Eso hasta la crisis de 1985, cuando se produjo la transición de los estudios cuantitativos a los estudios cualitativos, de la macro a la microhistoria, de los análisis estructurales a los relatos, de lo social a los temas culturales...

Desde entonces, la coalición modernizadora está a la defensiva, al igual que sus componentes no marxistas, como la historia económica y social.

En la década de 1970, la corriente dominante en historia había sufrido una transformación tan grande, en particular bajo la influencia de las "grandes cuestiones" planteadas a la manera de Marx, que escribí estas líneas: "A menudo es imposible decir si un libro fue escrito por un marxista o por un no marxista, a menos que el autor anuncie su posición ideológica... Espero con impaciencia el día en que nadie se pregunte si los autores son marxistas o no". Pero como también lo señalaba, estábamos lejos de semejante utopía. Desde entonces, al contrario, fue necesario subrayar con mayor energía lo que el marxismo puede aportar a la historiografía. Cosa que no ocurría desde hace mucho tiempo. A la vez, porque es preciso defender a la historia contra quienes niegan su capacidad para ayudarnos a comprender el mundo, y porque nuevos desarrollos científicos transformaron completamente el calendario historiográfico.

En el plano metodológico, el fenómeno negativo más importante fue la edificación de una serie de barreras entre lo que ocurrió o lo que ocurre en historia, y nuestra capacidad para observar esos hechos y entenderlos. Esos bloqueos obedecen a la negativa a admitir que existe una realidad objetiva, y no construida por el observador con fines diversos y cambiantes, o al hecho de sostener que somos incapaces de superar los límites del lenguaje, es decir, de los conceptos, que son el único medio que tenemos para poder hablar del mundo, incluyendo el pasado.

Esa visión elimina la cuestión de saber si existen en el pasado esquemas y regularidades a partir de los cuales el historiador puede formular propuestas significativas. Sin embargo, hay también razones menos teóricas que llevan a esa negativa: se argumenta que el curso del pasado es demasiado contingente, es decir, que hay que excluir las generalizaciones, pues prácticamente todo podría ocurrir o hubiera podido ocurrir. De manera implícita, esos argumentos apuntan a todas las ciencias. Pasemos por alto intentos más fútiles de volver a viejas concepciones: atribuir el curso de la historia a altos responsables políticos o militares, o a la omnipotencia de las ideas o de los "valores"; reducir la erudición histórica a la búsqueda -importante pero insuficiente en sí- de una empatía con el pasado.

El gran peligro político inmediato que amenaza a la historiografía actual es el "anti-universalismo": "mi verdad es tan válida como la tuya, independientemente de los hechos". Ese anti-universalismo seduce naturalmente a la historia de los grupos identitarios en sus diferentes formas, para la cual, el objeto esencial de la historia no es lo que ocurrió, sino en qué afecta eso que ocurrió a los miembros de un grupo particular. De manera general, lo que cuenta para ese tipo de historia no es la explicación racional sino la "significación"; no lo que ocurrió, sino cómo experimentan lo ocurrido los miembros de una colectividad que se define por oposición a las demás, en términos de religión, de etnia, de nación, de sexo, de modo de vida, o de otras características.

El relativismo ejerce atracción sobre la historia de los grupos identitarios. Por diferentes razones, la invención masiva de contraverdades históricas y de mitos, otras tantas tergiversaciones dictadas por la emoción, alcanzó una verdadera época de oro en los últimos treinta años. Algunos de esos mitos representan un peligro público -en países como India durante el gobierno hinduista, 8, en Estados Unidos y en la Italia de Silvio Berlusconi, por no mencionar muchos otros nuevos nacionalismos, se acompañen o no de un acceso de integrismo religioso-.

De todos modos, si por un lado ese fenómeno dio lugar a mucho palabrerío y tonterías en los márgenes más lejanos de la historia de grupos particulares -nacionalistas, feministas, gays, negros y otros- por otro generó desarrollos históricos inéditos y sumamente interesantes en el campo de los estudios culturales, como el "boom de la memoria en los estudios históricos contemporáneos", como lo llama Jay Winter, 9. "Los Lugares de memoria", 10, obra coordinada por Pierre Nora, es un buen ejemplo.

Ante todos esos desvíos, es tiempo de restablecer la coalición de quienes desean ver en la historia una investigación racional sobre el curso de las transformaciones humanas, contra aquellos que la deforman sistemáticamente con fines políticos, y a la vez, de manera más general, contra los relativistas y los posmodernistas que se niegan a admitir que la historia ofrezca esa posibilidad. Dado que entre esos relativistas y posmodernos hay quienes se consideran de izquierda, podrían producirse inesperadas divergencias políticas capaces de dividir a los historiadores. Por lo tanto, el punto de vista marxista resulta un elemento necesario para la reconstrucción del frente de la razón, como lo fue en las décadas de 1950 y 1960. De hecho, la contribución marxista probablemente sea aun más pertinente ahora, dado que los otros componentes de la coalición de entonces renunciaron, como la escuela de los Anales de Fernand Braudel, y la "antropología social estructural-funcional", cuya influencia entre los historiadores fuera tan importante. Esta disciplina se vio particularmente perturbada por la avalancha hacia la subjetividad posmoderna.

Entre tanto, mientras que los posmodernistas negaban la posibilidad de una comprensión histórica, los avances en las ciencias naturales devolvían a la historia evolucionista de la humanidad toda su actualidad, sin que los historiadores se dieran cabalmente cuenta. Y esto de dos maneras.

En primer lugar, el análisis del ADN estableció una cronología más sólida del desarrollo desde la aparición del homo sapiens en tanto especie. En particular, la cronología de la expansión de esa especie originaria de África hacia el resto del mundo, y de los desarrollos posteriores, antes de la aparición de fuentes escritas. Al mismo tiempo, eso puso de manifiesto la sorprendente brevedad de la historia humana -según criterios geológicos y paleontológicos- y eliminó la solución reduccionista de la sociobiología darwiniana, 11.

Las transformaciones de la vida humana, colectiva e individual, durante los últimos diez mil años, y particularmente durante las diez últimas generaciones, son demasiado considerables para ser explicadas por un mecanismo de evolución enteramente darwiniano, por los genes. Esas transformaciones corresponden a una aceleración en la transmisión de las características adquiridas, por mecanismos culturales y no genéticos; podría decirse que se trata de la revancha de Lamarck, 12, contra Darwin, a través de la historia humana. Y no sirve de mucho disfrazar el fenómeno bajo metáforas biológicas, hablando de "memes", 13, en lugar de "genes". El patrimonio cultural y el biológico no funcionan de la misma manera.

En síntesis, la revolución del ADN requiere un método particular, histórico, de estudio de la evolución de la especie humana. Además -dicho sea de paso- brinda un marco racional para la elaboración de una historia del mundo. Una historia que considere al planeta en toda su complejidad como unidad de los estudios históricos, y no un entorno particular o una región determinada. En otras palabras: la historia es la continuación de la evolución biológica del homo sapiens por otros medios.

En segundo lugar, la nueva biología evolucionista elimina la estricta diferenciación entre historia y ciencias naturales, ya eliminada en gran medida por la "historización" sistemática de estas ciencias en las últimas décadas. Luigi Luca Cavalli-Sforza, uno de los pioneros pluridisciplinarios de la revolución ADN, habla del "placer intelectual de hallar tantas similitudes entre campos de estudio tan diferentes, algunos de los cuales pertenecen tradicionalmente a los polos opuestos de la cultura: la ciencia y las humanidades". En síntesis, esa nueva biología nos libera del falso debate sobre el problema de saber si la historia es una ciencia o no.

En tercer lugar, nos remite inevitablemente a la visión de base de la evolución humana adoptada por los arqueólogos y los prehistoriadores, que consiste en estudiar los modos de interacción entre nuestra especie y su medio ambiente, y el creciente control que ella ejerce sobre el mismo. Lo cual equivale esencialmente a plantear las preguntas que ya planteaba Karl Marx. Los "modos de producción" (sea cual fuere el nombre que se les dé) basados en grandes innovaciones de la tecnología productiva, de las comunicaciones y de la organización social -y también del poder militar- son el núcleo de la evolución humana. Esas innovaciones, y Marx era consciente de eso, no ocurrieron y no ocurren por sí mismas. Las fuerzas materiales y culturales y las relaciones de producción son inseparables; son las actividades de hombres y mujeres que construyen su propia historia, pero no en el "vacío", no afuera de la vida material, ni afuera de su pasado histórico.

En consecuencia, las nuevas perspectivas para la historia también deben llevarnos a esa meta esencial de quienes estudian el pasado, aunque nunca sea cabalmente realizable: "la historia total". No "la historia de todo", sino la historia como una tela indivisible donde se interconectan todas las actividades humanas. Los marxistas no son los únicos en haberse propuesto ese objetivo -Fernand Braudel también lo hizo- pero fueron quienes lo persiguieron con más tenacidad, como decía uno de ellos, Pierre Vilar, 14.

Entre las cuestiones importantes que suscitan estas nuevas perspectivas, la que nos lleva a la evolución histórica del hombre resulta esencial. Se trata del conflicto entre las fuerzas responsables de la transformación del homo sapiens, desde la humanidad del neolítico hasta la humanidad nuclear, por una parte, y por otra, las fuerzas que mantienen inmutables la reproducción y la estabilidad de las colectividades humanas o de los medios sociales, y que durante la mayor parte de la historia las han contrarrestado eficazmente. Esa cuestión teórica es central. El equilibrio de fuerzas se inclina de manera decisiva en una dirección. Y ese desequilibrio, que quizás supera la capacidad de comprensión de los seres humanos, supera por cierto la capacidad de control de las instituciones sociales y políticas humanas. Los historiadores marxistas, que no entendieron las consecuencias involuntarias y no deseadas de los proyectos colectivos humanos del siglo XX, quizás puedan esta vez, enriquecidos por su experiencia práctica, ayudar a comprender cómo hemos llegado a la situación actual.

1. Teleología, doctrina que se ocupa de las causas finales.
2. Reacción contra Leopold von Ranke (1795-1886), considerado el padre de la escuela dominante de la historiografía universitaria antes de 1914. Autor, entre otros títulos, de "Historia de los pueblos romano y germano de 1494 a 1535" (1824) y de Historia del mundo" (Weltgeschichte), (1881-1888 - inconclusa).
3. Lawrence Stone (1920-1999), una de las personalidades más eminentes e influyentes de la historia social. Autor, entre otros títulos, de "The Causes of the English Revolution, 1529-1642" (1972), "The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800" (1977).
4. Respectivamente dirigente de la socialdemocracia alemana y de la socialdemocracia rusa, a comienzos del siglo XIX.
5. Max Weber (1864-1920), sociólogo alemán.
6. Por Emile Durkheim (1858-1917), que fundó "Las reglas del método sociológico" (1895) y que por ello es considerado uno de los padres de la sociología moderna. Autor, entre otros títulos, de "La división del trabajo social" (1893) , "El suicidio" (1897).
7. Michael Postan ocupa la cátedra de historia económica en la universidad de Cambridge desde 1937. Co-inspirador, junto a Fernand Braudel, de la Asociación Internacional de Historia Económica.
8. El partido Bharatiya Janata (BJP) dirigió el gobierno indio desde 1999 hasta mayo de 2004.
9. Profesor de la universidad de Columbia (Nueva York). Uno de los grandes especialistas de la historia de las guerras del siglo XX, y sobre todo de los lugares de memoria.
10. "Les lieux de mémoire", Gallimard, París, 3 tomos.
11. Por Charles Darwin (1809-1882), naturalista inglés autor de la teoría sobre la selección natural de las especies.
12. Jean-Baptiste Lamark (1744-1829), naturalista francés, el primero en romper con la idea de permanencia de la especie.
13. Según Richard Dawkins, uno de los más destacados neodarwinistas, los "memes", son unidades de base de memoria, supuestos vectores de la transmisión y de la supervivencia culturales, así como los genes son los vectores de la subsistencia de las características genéticas de los individuos.
14. Ver fundamentalmente "Une histoire en construction: approche marxiste et problématique conjoncturelle", Gallimard-Seuil, París, 1982.
Eric Hobsbawm. Le Monde Diplomatique. Fuente: http://www.lemondediplomatique.cl/Fallece-Eric-Hobsbawm-Manifiesto.html
Más en Enzo Traverso El Siglo de Hobsbawm. En viento sur.

domingo, 7 de octubre de 2012

Eric Hobsbawm, la última entrevista

El gran historiador recientemente fallecido en Londres concedía pocas entrevistas. Esta es la entrevista que L’Expresso consiguió hacerle el pasado mayo. En ella aborda los temas actuales de la crisis, el nuevo capitalismo y las enfermedades de la democracia. Traducido del italiano por Teresa Benítez.

 La noticia de la muerte del capitalismo es por lo menos prematura, el sistema económico social que desde hace algunos siglos gobierna el mundo no está ni siquiera enfermo, y basta mirar a China para convencerse de ello y para leer el futuro. En Oriente, masas de campesinos están entrando al universo del trabajo asalariado, abandonan el mundo rural y se convierten en proletarios. Ha nacido un fenómeno nuevo, inédito en la historia: el capitalismo de Estado, donde la vieja burguesía intelectual, creativa y, si cabe, rapaz —como la describía Marx en el “Manifiesto Comunista”—, es sustituida por las instituciones públicas. En suma, esto no es el fin del mundo, y ninguna revolución está a la vuelta de la esquina, simplemente el capitalismo está mudando la piel.

Eric Hobsbawm desciende con una especie de montacargas por la empinada escalera de su casa de Highgate, en Londres, no muy lejos, precisamente, del lugar donde descansa su gran maestro e inspirador, Karl Marx. Ha sido sometido a una operación, y por eso camina con dificultad. Tiene 95 años, pero si el cuerpo muestra las marcas de la edad, la cabeza de este señor, considerado el máximo historiador contemporáneo, es la de un joven. Está escribiendo un ensayo sobre Tony Judt, un intelectual británico fallecido prematuramente, hace dos años. Habla en la BBC, está más activo que nunca. Y nunca ha dejado de ser marxista. Y, si para esta entrevista con L’Espresso, una de las poquísimas que ofrece, pidió que le mandasen las preguntas por email, y aunque comenzara según el esquema acordado, después de pocos minutos pasa a un acelerado y espontáneo diálogo con el interlocutor.

“Me pregunta si es posible el capitalismo sin crisis”, comienza. “No. A partir de Marx sabemos que el capitalismo funciona precisamente a través de crisis, y restructuraciones. El problema es que no podemos conocer la gravedad de la crisis actual porque aún estamos dentro de ella”.

¿La crisis actual es diferente de las anteriores?
 Sí. Porque está ligada a un desplazamiento del centro de gravedad del planeta: desde los viejos países capitalistas hacia las naciones emergentes. Del Atlántico al Océano Índico y el Pacífico. Si en los años treinta todo el mundo estaba en crisis, a excepción de la URSS, hoy la situación es distinta. El impacto en Europa es diferente respecto de los países BRIC: Brasil, Rusia, India, China. Otra diferencia con el pasado es que, a pesar de la gravedad de la crisis, la economía mundial sigue creciendo. Aunque solo en las zonas que están fuera de lo que llamamos Occidente.

Cambiarán las relaciones de fuerza, ¿también las militares y políticas?
Por el momento, están cambiando las económicas. Las grandes acumulaciones de capital de inversión son hoy día las que pertenecen al Estado y a las empresas públicas en China. Y, de este modo, mientras en los países del viejo capitalismo el desafío es mantener los niveles de bienestar existentes —aunque yo creo que estas naciones se encuentran en un rápido declive—, para los nuevos países, los emergentes, el problema es cómo mantener el ritmo de crecimiento sin crear problemas sociales gigantescos. Está claro, por ejemplo, que China se ha dado a una especie de capitalismo en el que la presión de la marca occidental del Welfare, el Bienestar, es completamente inexistente. Ha sido sustituida en su lugar por la velocísima incorporación de las masas de campesinos al mundo del trabajo asalariado. Es un fenómeno que ha tenido efectos positivos. Queda la cuestión de si este mecanismo puede funcionar a largo plazo.

Lo que está diciendo nos lleva a la cuestión del capitalismo de Estado. El capitalismo como lo hemos conocido significaba una apuesta personal, creatividad individualismo, capacidad de invención por parte de la burguesía. ¿Puede el Estado ser tan creativo?

Hace unas semanas, The Economist versaba sobre el capitalismo de Estado. En él se planteaba la tesis de que este sistema podría ser óptimo para la creación de las infraestructuras y en lo que respecta a las inversiones masivas, pero no tan conveniente en lo concerniente a la esfera de la creatividad. Pero hay más: no es seguro que el capitalismo pueda funcionar sin instituciones como el Bienestar. El Bienestar por norma es gestionado por el Estado. Por tanto, creo que el capitalismo de Estado tiene un gran futuro.

¿Y qué hay de la innovación?
La innovación está orientada al consumidor. Pero el capitalismo del siglo XXI no debe pensar necesariamente en el consumidor. Y por otro lado, el Estado funciona bien cuando se trata de la innovación en el ámbito militar. Además, el capitalismo de Estado no tiene la obligación de garantizar un crecimiento ilimitado, lo cual es una ventaja. Al decir esto, deducimos que el capitalismo de Estado significa el fin de la economía liberal como la hemos conocido en los últimos cuarenta años. Pero es la consecuencia de la derrota histórica de aquello que yo llamo “la teología del libre mercado”, la creencia, realmente religiosa, según la cual el mercado se regula por sí mismo y no precisa de ninguna intervención externa.

Durante generaciones la palabra capitalismo rimaba con libertad, democracia, con la idea de que los individuos forjan su propio destino.

¿Estamos seguros de eso? En mi opinión, no es en modo alguno evidente la asociación de los valores que acaba usted de mencionar con determinadas políticas. El capitalismo de mercado puro no está obligatoriamente vinculado a la democracia. El mercado no funciona como teorizaban los pensadores liberales: desde Hayek a Friedmann. Lo hemos simplificado demasiado.

¿A qué se refiere?
Hace algún tiempo escribí que hemos vivido con la idea de dos vías alternativas: el capitalismo de aquí y el socialismo de allá. Pero esa es una idea estrambótica. Marx nunca la tuvo. Por el contrario, él explicaba que este sistema, el capitalismo, un día quedaría superado. Si observamos la realidad, Estados Unidos, Holanda, Reino Unido, Suiza, Japón, podemos llegar a la conclusión de que no se trata de un sistema único y coherente. Hay muchas variantes del capitalismo.

Sin embargo, los financieros prevalecen. Hay quien dice que el capitalismo podría existir sin la burguesía. ¿Cree que es acertado?

Ha emergido con fuerza una élite global compuesta por personas que lo deciden todo en el campo de la economía y que se conocen entre ellos y trabajan juntos. Pero la burguesía no ha desaparecido: existe en Alemania, quizás en Italia, menos en Estados Unidos y Reino Unido. No obstante, ha cambiado el modo en que se accede a formar parte de ella.

¿Es decir?
La información es hoy día un factor de producción.

Eso no es nada nuevo. Los Rothschild se hicieron ricos porque fueron los primeros en enterarse de la derrota de Napoleón en Waterloo, lo que les permitió desbancar la Bolsa…

Yo lo veo de otro modo. Hoy haces dinero porque controlas la información. Y este es un argumento fuerte en manos de los reaccionarios que proponen combatir a las élites educadas. Las personas que leen y que tienen una avanzada formación universitaria son las que consiguen los empleos más lucrativos. A la gente bien formada se le identifica con los ricos, con los explotadores, y eso es un verdadero problema político.

Hoy se hace dinero sin producir bienes materiales, con derivados, especulando en Bolsa.

Pero se sigue haciendo dinero también, y sobre todo, produciendo bienes materiales. Solo ha cambiado el modo en que se produce aquello que Marx llamaba el valor añadido (la parte del trabajo del obrero de la que se adueña el propietario [ Nota del redactor] ). Hoy este valor añadido ya no lo producen los trabajadores, sino los consumidores. Cuando compra un billete de avión online, usted con su trabajo gratuito, está pagando por la automatización del servicio. Por tanto, es usted el que crea la plusvalía que genera el beneficio de los propietarios. Esto es una consecuencia característica de la sociedad digitalizada.

¿Quién es hoy el propietario?
En cierto tiempo existió la lucha de clases.

El viejo proletariado ha seguido un proceso de externalización; de los antiguos países hacia los nuevos. Es allí donde debería darse la lucha de clases. Pero los chinos no saben qué es eso. Hablando en serio, quizás tengan lucha de clases, pero todavía no la hemos visto. Y añado: las finanzas son una condición necesaria para que el capitalismo camine hacia adelante, pero no indispensable. No se puede decir que el motor que mueve a China sea solo el afán de lucro.

Es una tesis sorprendente, ¿puede explicarla?

El mecanismo que está detrás de la economía china es el deseo de restaurar la grandeza de una cultura y de una civilización. Es lo contrario a lo que sucede en Francia. El mayor éxito francés de las últimas décadas ha sido Astérix. Y no es casualidad. Astérix es el retorno al remoto poblado celta que resiste al asalto del resto del mundo, un poblado que pierde pero que sobrevive. Los franceses están perdiendo, y lo saben.

Mientras tanto, en Occidente tenemos a los bancos centrales que nos dicen qué tenemos que hacer. Se habla de cuentas, de números, pero no de los deseos de los humanos, y de su futuro. ¿Se puede avanzar así?

A largo plazo no. Pero estoy convencido de que el verdadero problema es otro: la asimetría de la globalización. Algunas cosas están globalizadas, otras súper globalizadas, y otras no han sido globalizadas. Y una de las cosas que no lo ha sido es la política. Las instituciones que deciden sobre política son los Estados territoriales. Por tanto, queda abierta la cuestión de cómo tratar problemas globales sin un Estado global, sin una unidad global. Y eso afecta no solo a la economía, sino también al mayor desafío actual, el medio ambiente. Uno de los aspectos de nuestra vida que Marx no supo ver es el agotamiento de los recursos naturales. Y no me refiero al oro o al petróleo. Pongamos como ejemplo el agua. Si los chinos tuvieran que usar la mitad del agua per cápita utilizada por los estadounidenses, no habría agua suficiente en el mundo. Se trata de desafíos en los que las soluciones locales son inútiles, salvo desde el punto de vista simbólico.

¿Hay alguna solución?
Sí, siempre que se comprenda que la economía no es un fin en sí misma, sino que forma parte de la vida de los seres humanos. Esto se percibe observando la trayectoria de la crisis actual. Según las creencias anticuadas de la izquierda, la crisis debería generar revoluciones. Pero estas no se ven (exceptuando las protestas de los indignados). Y, puesto que no sabemos tampoco cuáles son los problemas que van a surgir, no podemos siquiera saber cuáles serán las soluciones.

¿Puede hacer al menos algunas previsiones?
Es extremadamente poco probable que China llegue a ser una democracia parlamentaria. Es poco probable que los militares pierdan todo el poder en la mayoría de los Estados islámicos. Usted ha defendido la necesidad de llegar a una especie de economía mixta, entre lo público y lo privado. Vuelva la vista atrás a la historia. La URSS intentó eliminar el sector privado. Y resultó ser un sonoro fracaso. Por otro lado, la tentativa ultraliberal también ha fallado miserablemente. Por tanto, la cuestión no es cómo será la combinación de lo público con lo privado, sino cuál es el objeto de esta combinación. O mejor, cuál es su objetivo. Y el objetivo no puede ser simplemente el crecimiento de la economía. No es cierto que el bienestar esté ligado al aumento del producto total mundial.

¿El objetivo de la economía es la felicidad?
Ciertamente.

 Sin embargo, las desigualdades siguen creciendo.
Y están destinadas a aumentar aún más; con seguridad aumentarán dentro de los Estados, y probablemente entre unos países y otros. No tenemos ninguna obligación moral de intentar construir una sociedad más igualitaria. Un país donde hay más equidad es probablemente un país mejor, pero no está en absoluto claro el grado de igualdad que una nación es capaz de mantener.

¿Qué queda de Marx? Usted, a lo largo de toda esta conversación, no ha hablado ni de socialismo, ni de comunismo...

El hecho es que ni siquiera Marx habló mucho de socialismo ni de comunismo, pero tampoco de capitalismo. Escribía sobre la sociedad burguesa. Permanece su visión, su análisis de la sociedad. Queda la comprensión del hecho de que el capitalismo funciona generando crisis. Y por otro lado, Marx hizo algunas previsiones acertadas a medio plazo. La principal: que los trabajadores deben organizarse como partido de clase.

En Occidente se habla cada vez menos de política y cada vez más de técnica. ¿Por qué?
Porque la izquierda ya no tiene nada más que decir, no tiene un programa para proponer. Lo que queda de ella representa los intereses de la clase media formada, y claramente no están en el centro de la sociedad.
Wlodek Goldkorn. L’Espresso. Fuente: http://espresso.repubblica.it/dettaglio/hobsbawm-lultima-intervista/2192093/9/0

martes, 18 de septiembre de 2012

El engaño autonómico

Los conflictos territoriales de hoy nacen de las mentiras vertidas ayer para lograr la adhesión popular.

El Estado de las autonomías ha sido un engaño. Su fundamento consistía en ofrecer a cada comunidad una promesa de derechos de autogobierno, a lo que se añadía, como señala el artículo 150 de la Constitución de 1978, una cesión de «facultades» con «la correspondiente transferencia de medios financieros», que iba a poner en manos de los gobiernos autonómicos un volumen considerable de recursos. En la concesión de derechos políticos no se llegó a lo que se esperaba, frenada por todo tipo de obstáculos, e incluso sometida a retrocesos. Pero todo se fue pasando por alto mientras el maná presupuestario, al que se añadía una parte de las ayudas europeas, proporcionó a las autonomías dinero para gastar y malgastar. Todo marchó más o menos bien hasta que el desastre financiero del 2008 agotó los recursos del Estado, que en estos momentos no puede atender a los problemas de aquellas, porque necesita otros 4.500 millones de euros para seguir arrojándolos al pozo negro de Bankia (porque ¡váyase a saber los cocodrilos que podrían salir de ahí!)

 En estas circunstancias el tinglado se ha venido abajo. Que la vertiente política del sistema fuese una farsa lo ha puesto en evidencia la señora Cospedal cargándose el Parlamento de Castilla-La Mancha sin ningún escrúpulo (resulta sorprendente el empeño de esta señora en reclamar a los demás que cumplan la Constitución, cuando muestra tan solemne desprecio por su título octavo). Otra cosa es la segunda parte del trato, el reparto del dinero, como lo ha venido a recordar el presidente de la comunidad extremeña, que no se muestra dispuesto a ceder la parte que le corresponde. No es verdad, como se dice con frecuencia, que el despliegue autonómico hubiera de modificarse como consecuencia del malestar de los militares, y que fuera el golpe del 23 de febrero de 1981 lo que obligó a imponer las limitaciones de la LOAPA. Tanto Felipe González como Leopoldo Calvo-Sotelo han insistido en que las reformas se habían puesto en marcha con anterioridad y, por lo menos en este punto, hay que admitir que dicen la verdad.

Lo que me mueve a hablar de engaño es la comprobación de cuán limitadas eran las intenciones reales de quienes pusieron en marcha el Estado autonómico, contradiciendo lo que dejaban creer en sus manifestaciones públicas. Podemos tomar como ejemplo el caso del PSOE, que en el manifiesto de la Plataforma de Convergencia Democrática, de la que era el miembro más destacado, afirmaba: «La Plataforma de Convergencia Democrática, consciente de la existencia de nacionalidades y regiones con personalidad étnica, histórica o cultural propia en el seno del Estado español, reconoce el derecho de autodeterminación de las mismas y la formación de órganos de autogobierno en las nacionalidades del Estado desde el momento de la ruptura democrática y propugna una estructura federal en la Constitución del Estado español». La Plataforma se disolvió en marzo de 1976, para fundar Coordinación Democrática con la Junta Democrática y transformarse en una organización aún más amplia, y no menos radical en sus promesas: la Plataforma de Organismos Democráticos, que se fundó el 23 de octubre de 1976.

 Pues bien, según nos cuenta Juan María de Peñaranda en un libro reciente, aquel mismo 23 de octubre de 1976 se reunieron, en una suite del hotel Princesa-Plaza de Madrid los comandantes Faura y Cassinello (que llegaría más adelante a teniente general), y dos dirigentes del PSOE, Felipe González y Alfonso Guerra, que estaban en aquellos momentos negociando la legalización de su partido. En la entrevista, «que duró tres horas largas en un ambiente de extrema cordialidad», Felipe González definió «la actitud de su partido» respecto de la política española. Respecto de la concepción del Estado, que era lo que más angustiaba a Cassinello, se expresó de tal modo que Peñaranda, que participaba en la reunión, nos dice: «Los representantes del Seced nos sentimos reconfortados con tan patriótico e inesperado lenguaje».

 Se pasó entonces a otro de los temas fundamentales, que era el del «nacionalismo». En este terreno Felipe González se encargó de dejar bien claro que nunca toleraría los «conciertos económicos»: «¡Nosotros no vamos a pasar por ahí en la vida! Detrás está en realidad la defensa de los intereses económicos de la alta burguesía catalana». Pero tampoco se sentía más generoso respecto de las concesiones en el terreno de la política. Le preocupaba que en Catalunya los comunistas tuviesen «mayor implantación que el PSOE en la base obrera inmigrada», y se disponía a luchar en este terreno buscando un entendimiento con los grupos socialistas catalanes que existían en aquellos momentos. Pero se cuidó de dejar claro que no iba a permitir un partido socialista catalán autónomo: «¡Esto ni hablar!»

Las diferencias entre este lenguaje y el de los manifiestos con los que se buscaba la adhesión popular y, en un inmediato futuro, el voto, me parece que justifican plenamente un calificativo como el de engaño. De las mentiras de ayer surgieron, en definitiva, los conflictos de hoy. Josep Fontana. El Periódico. Josep Fontana es Historiador. Fuente: http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/engano-autonomico-2205180

sábado, 8 de septiembre de 2012

Entrevista en el programa "A Vivir" de la SER al historiador Josep Fontana

Ha pasado gran parte de su vida inmerso en bibliotecas, hijo de librero, vive por y para los libros, lector compulsivo que mantiene la mente activa gracias a las vitaminas que le aporta la lectura.

 

martes, 17 de julio de 2012

Una sublevación militar con ayuda fascista

El 1 de julio de 1936, el Gobierno de Mussolini firmó cuatro contratos por los que se comprometía a suministrar aviones y armas a los insurgentes españoles. Faltaban diecisiete días para la rebelión 
 Se acerca lo que durante la dictadura fue la “Fiesta Nacional”. Es el momento de dar a conocer algunos pormenores que rodearon el “18 de Julio”. No gustarán a franquistas, neofranquistas, conservadores y neoconservadores. Menos aun a los “historiadores patrióticos”. Hay que reescribir un pelín la conspiración, los antecedentes del golpe y revalorizar, sobre todo, la conexión fascista.

 Hechos.
a) El 1º de julio de 1936 se firmaron en Roma cuatro contratos. Detallaban el material que los italianos se comprometieron a suministrar a los futuros insurgentes. El primero fue el más importante: recayó sobre 12 aviones Savoia-Marchetti 81, bombas, carburantes y productos varios de aviación. Ascendió a 16.246.750,55 liras. Los aviones constituían la parte del león (14.400.000 liras). El lote debía entregarse en el mes de julio.
 b) Los otros contratos abarcaron aviones, explosivos, municionamiento y diversos materiales, extremadamente detallados en larguísimos anexos. Debían entregarse antes de finales de agosto. Lo más significativo fueron los primeros: 24 Fiat CR 32, los famosos chirris; 3 hidroaviones de caza Macchi 41 y otros 3 SM 81.
 c) El importe de los cuatro contratos ascendió a 39,3 millones de liras. Los precios se especificaron pormenorizadamente. Aplicando los tipos de cambio utilizados en uno de los pagos parciales, ello equivalía a 615.987 libras esterlinas, de las cuales 362.915 correspondían a los 42 aviones. Expresado en pesetas de la época los compromisos representaban unos 22.5 millones. Hoy, aplicando la fórmula utilizada por el profesor José Ángel Sánchez Asiaín, los suministros contratados supondrían al menos 337 millones de euros.

 Implicaciones.
La determinación del material y de sus precios tuvo que llevar tiempo. Los contactos operativos que desembocaron en los contratos debieron establecerse tras las elecciones de febrero de 1936. No había motivo para hacerlo antes. Probablemente, y como es habitual, en las negociaciones habría un toma y daca. Tuvieron lugar en Roma. Los nombres de los negociadores son desconocidos, pero entre ellos hubo aviadores italianos y probablemente españoles.

Mussolini entendió su apoyo en una clave ofensiva contra la República que databa, según Heiberg, de 1931. Esto revela el carácter agresivo de su política exterior. Acababa de demostrarla con éxito en Abisinia. Una España amiga le permitiría, por su posición geoestratégica, aspirar a la hegemonía en el Mediterráneo occidental. El Duce, que ya se aproximaba velozmente a Hitler, se disponía a sentar las bases para agredir, en su momento, a las decadentes democracias. Las elucubraciones de historiadores como Renzo de Felice y sus numerosos seguidores, que la caracterizaron de “oportunista”, deben descartarse. Los contratos dan la razón, por el contrario, a las interpretaciones de Mauro Canali, Lucio Ceva, John Gooch, Morten Heiberg, MacGregor Knox, Robert Mallet o Brian Sullivan. (El lector no encontrará demasiadas referencias a estos autores entre nuestros historiadores “patrióticos”).

 Del lado español, es obvio que los conspiradores no retrocedían ante una guerra. La composición de los 42 aviones contratados, en general muy superiores a la aviación gubernamental, permitía combinar tres tipos de operaciones: de bombardeo, de transporte y de caza. También proteger ciertos territorios. Nos inclinamos a pensar que se trataba de las Baleares. Actividades, no es necesario subrayarlo, que eran estrictamente bélicas... Leer más, Ángel Viñas, en El País.

lunes, 28 de mayo de 2012

El sentido cotidiano de la Historia

If you don't have that sense of how things have changed in the past, it would be very easy to despair about the present," says Anthony Arnove, co-editor, along with Howard Zinn, of Voices of a People's History of the United States. in that book, Arnove helped organize the words of historical figures, rebels and visionaries—readings that keenly showed how voices from the past can and do speak directly to the present.

"Si usted no tiene una idea de cómo las cosas han cambiado en el pasado, sería muy fácil sentir desesperación ante el presente", dice Anthony Arnove, co-editor, junto con Howard Zinn, de Voces de la Historia del Pueblo de los Estados Unidos. en ese libro, Arnove ayudó a organizar las palabras de personajes históricos, los rebeldes y visionarios en lecturas que mostraban cuan profundamente las voces del pasado pueden hablarnos directamente en el presente.
Más sobre la esperanza en este blog.

domingo, 20 de mayo de 2012

Tony Judt, al no poder escribir, dictó su último libro sobre el siglo XX

Enfermo de ELA, el historiador británico condensó su biografía y su testamento intelectual en un libro escrito a partir de un diálogo con su colega Timothy Snyder

Entre el invierno y el verano de 2009, cada jueves, el historiador Timothy Snyder tenía la misma cita. Un tren y un metro le trasladaban hasta la casa neoyorquina de Tony Judt. En el vestíbulo le aguardaba el historiador británico, que en los primeros encuentros todavía le recibía de pie aunque era incapaz de abrirle la puerta. La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) ya campaba a sus anchas por el organismo del ensayista aunque respetaba un reducto sagrado: la mente. Snyder había concebido una idea genial para burlar la enfermedad y prolongar la vida intelectual de su colega durante un tiempo: escribir un libro hablado. A partir de las conversaciones de los jueves de 2009, en las que ambos colegas dialogaron sobre historia, pensamiento y vivencias personales, se ha tejido Pensar el siglo XX (Taurus), el libro póstumo de Tony Judt, que falleció en agosto de 2010. En el epílogo, Judt confiesa su escepticismo ante la oferta. Hacía tres meses que le habían diagnosticado la enfermedad. Tenía un libro en mente y también la certeza de que la investigación para culminarlo estaba fuera de su alcance. “Mi enfermedad neuronal no iba a desaparecer y si quería seguir trabajando como historiador, necesitaba aprender a hablar mis pensamientos: la ELA no afecta a la mente y en general no es dolorosa, de modo que uno es libre de pensar”. Antes que él, Snyder había visto el camino: “El día que me di cuenta de que ya no iba a poder usar sus manos le propuse que escribiéramos un libro juntos”. Familiarizado con los ensayos construidos a partir de conversaciones —de larga tradición en la historia de Europa del Este en la que está especializado el profesor de Yale—, Snyder recuerda con ambivalencia el proceso: la tristeza ante el deterioro físico irreversible de su colega y la satisfacción de construir algo juntos, entre dos de los grandes historiadores contemporáneos. “Él podía concentrarse en lo que tenía, que era una incomparable mente llena de ideas y recuerdos. Pensamos y nos reímos juntos y a veces nos provocamos, pero lo más importante es que este libro destaca el valor de la lectura, la conversación y el respeto mutuo”, explica Snyder por correo electrónico.
 El resultado ha sido un peculiar ensayo que hibrida tres almas: la biografía de Judt, la historia del siglo XX y el tratado sobre las ideas. Todas las mentes que, para bien o para mal, condicionaron la vida y el pensamiento de la pasada centuria desfilan por la obra. El duelo económico entre Keynes y Hayek, Freud y la efervescente Viena de fin de siglo, los fascismos, la aniquilación judía y la banalidad del mal de Hannah Arendt, la expansión del marxismo y la decepción que se escapaba del telón de acero hasta que lo tumbó en 1989, la mala noche de sexo (y, relacionada o no, su ruptura ideológica) entre Arthur Koestler y Simone de Beauvoir, el mayo del 68...
Tony Judt también estaba allí y su recuerdo está teñido de desconfianza, aunque nadie mejor que un inglés para dar lecciones de revoluciones descafeinadas, a la vista de la deliciosa anécdota de sus tiempos de Cambridge.Tras correr e increpar al ministro de Defensa, Denis Healey, por la guerra de Vietnam, un policía inquirió a Judt:
 —¿Qué tal ha ido la manifestación, señor? “Y yo, sin encontrar nada de extraño o absurdo en la conversación, me volví y le respondí: Yo creo que ha ido bastante bien, ¿no? Y continuamos nuestro camino. Esa no era forma de hacer una revolución”.
 Judt tuvo más éxito con la historia que con las revueltas políticas. Las mil páginas de Postguerra le auparon entre los grandes. Acaso uno de los secretos de su solidez intelectual radique en su vocación política y su precoz inmersión en acontecimientos y corrientes que delinearon el mapa ideológico del pasado reciente. “Nunca hemos perdido del todo la sensación de que no se puede entender por completo el siglo XX si en algún momento no compartiste sus ilusiones, y la ilusión comunista en particular”, defiende en el libro. Y él pasó por varias de sus fiebres antes de ser definido por Snyder como “un rebelde de la izquierda, pero no un rebelde contra la izquierda”.
 Judt llegó al marxismo a la edad en la que otros a duras penas traspasan el umbral de la adolescencia —su padre le regaló los tres tomos de la biografía de Trostky a los 13 años-, no mucho más tarde se convirtió en un sionista practicante que coqueteó con la idea de establecerse en un kibutz socialista en Israel recogiendo plátanos. “Me introduje en los círculos, aprendí el idioma en ambos sentidos, literal y políticamente. Yo era uno de ellos… Estar dentro significaba mirar con desdén a los no creyentes, ignorantes, incultos”. Quizás abrazó el sionismo porque no le habían educado como judío: su madre se erguía para escuchar los discursos de la reina y asistió horrorizada al sarampión fanático de su hijo, que había crecido sintiendo que su casa era un idioma —el inglés— antes que un país —Inglaterra—. Pasar por el sionismo le dio toda la fuerza moral para decir lo que pensaba años después: “En los próximos años Israel va a devaluar, socavar y destruir el significado y la utilidad del Holocausto, reduciéndolo a lo que mucha gente ya dice que es: la excusa para su mal comportamiento”.
A quienes le reprochaban su posición asertiva, replicaba: “Un historiador sin opiniones no es muy interesante, y sería muy extraño que el autor de un libro sobre su propio tiempo careciera de una visión intrusiva de la gente y las ideas que lo protagonizaron”. El sionismo fue su manera de rebelarse contra su condición de inglés de segunda fila —hijo de emigrantes judíos del Este, de clase media-baja—. Solo la sensatez de sus padres impidió su deserción académica y posibilitó que, en los sesenta, Judt se convirtiese en uno de los advenedizos que accedía a Cambridge, que por vez primera abría las puertas a estudiantes con familias que carecían de títulos universitarios, e incluso de secundaria. En estos tiempos de marcha atrás es útil recorrer su biografía para apreciar la magnitud de su éxito, para tener presente que antes de ser profesor en las universidades de Cambrigde, Berkeley, Oxford y Nueva York, fue un prototipo de chico de clase baja al que le dieron una oportunidad.