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martes, 18 de abril de 2023

_- Thomas Piketty, azote de los ricos. Una década de verdades incómodas y pocos avances.

_- ‘El Capital en el Siglo XXI’, de Thomas Piketty, cumple 10 años. Pese a su enorme influencia intelectual y académica, una década después, la desigualdad sigue aumentando y el debate sobre la fiscalidad global continúa más abierto que nunca.


The poor stay poor, the rich get rich
That’s how it goes, everybody knows

Leonard Cohen

Hace exactamente diez años se publicaba en su versión en français lo que podríamos denominar como la biblia de la izquierda posmoderna: El Capital en el Siglo XXI, del por aquel entonces no tan conocido y hoy economista estrella, Thomas Piketty.

Para aquellos que habéis vivido debajo de una piedra, o mejor dicho, habéis podido disfrutar tranquilamente de la última década, dejadme que os resuma. Mr Piketty, haciendo un claro guiño a Mr. Marx (Karl) argumenta que el sistema capitalista tal y como está construido sólo puede dar lugar a un aumento constante de la desigualdad. Un alegato que claramente no fue comprado por las grandes fortunas mundiales.

Ochocientas dieciséis páginas de análisis económico y político que podemos resumir en una sola fórmula: r > g. Cuando el retorno de las inversiones en capital son mucho más rentables que los retornos del trabajo (durante un espacio de tiempo considerable) el capitalismo desencadena automática y perversamente un aumento espeluznante de la desigualdad. Y ello, a la postre, desincentiva la pocas ganas de trabajar que nos quedaban. ¿Les suena la gran dimisión?

En otras palabras: que dejes de hacer el idiota y te compres un piso en Chueca con la herencia de tu abuela (si es que eres de los afortunados que tienes abuela con piso) antes de ponerte a estudiar en ICADE. Trabajar está sobrevalorado y no da para mucho. Pero ser un hipster con piso propio que alquila a guiris en airbnb por un pastizal es una manera óptima de comprender el capitalismo. Aunque uno siempre haya sido de izquierdas. Y proclame que lo sigue siendo.

La cuestión es que desde su publicación en 2013 Mr Pikkety ha inundado no sólo las librerías, sino el discurso de la izquierda global. Y lo ha hecho en particular con una frase: Tax the Rich. Es tentador pensar que sólo ha sido un fenómeno fan entre estudiantes de economía y ciencia política, pero ha conseguido conquistar el discurso mainstream, llegando nada más y nada menos que a la Met Gala de la mano de Alexandra Ocasio-Cortez, la congresista más joven (y cool) de la historia de Estados Unidos.

Grosso modo, la propuesta consiste en imponer una tasa a la riqueza de los mega-ricos con el fin de recaudar y redistribuir esos millones entre el llamado precariado (otro concepto de moda entre la izquierda). Esta idea ya se ha traducido en propuestas concretas en España. Tras Yolanda Díaz, única invitada a la puesta de largo española del economista francés, Teresa Ribera ha sido una de las últimas en unirse a la ola Pikettiana sugiriendo una tasa climática a los más ricos para contribuir a los costes derivados de la lucha contra el desastre climático. La factura promete ser tan colosal como el desafío a costear.

Más allá del brillo intelectual de algunas de estas ideas y del buen estilo literario del autor (algo raro entre economistas), la pregunta relevante quizá sea: ¿Hemos aprendido algo o sólo hemos conseguido engordar, paradójicamente, la cuenta corriente y el ego de Monsieur Piketty? Aquí van unas reflexiones de una fan declarada y, a la postre, acaso poco agradecida.

Todos sabemos que a partir de septiembre del 2008 la desigualdad comenzó a escalar hacia niveles históricos y obscenos (y algunos aún no nos hemos recuperado, económica ni democráticamente). No hace falta acudir a ningún gráfico. Si tomamos el año 2013 como base y el índice Gini como referencia que mide de 0 a 1 cómo de desiguales son las sociedades (siendo el 0 el ideal de igualdad en riqueza) vemos que desde la publicación del aclamado libro no mucho ha cambiado sustancialmente. Al menos no a mejor.

Los niveles de desigualdad se encuentran hoy mundialmente cerca del 0,85 (en España 0,71), un nivel que se ha mantenido más o menos constante desde que vio la luz el bestseller que nos ocupa. A pesar de que la desigualdad no ha aumentado de forma estrepitosa (aunque sea escandalosa), eso no quiere decir que podamos abrir el champagne. Ni mucho menos, lo que esta tendencia refleja es algo muy triste: nos sigue resbalando la desigualdad.

Por supuesto, hay muchos factores que han hecho que esta desigualdad mantenga cifras espeluznantes, entre los que se encuentran la presidencia de Donald Trump, una pandemia, el desvarío de Putin y un mundial de fútbol en Catar. Son numerosos los gobiernos, políticos e influencers que han intentado aportar al debate con desigual suerte. Sin embargo, no hemos dado ni con la tecla ni con la fórmula. De hecho, diría que al revés, la hemos cagado bastante.

¿Estoy loca? Sin duda, pero:
Según el último informe de Tax Justice, se pierden más de 400.000 millones de euros al año en paraísos fiscales. O, lo que es lo mismo, el doble del PIB de Ucrania en 2021 antes de ser invadida; o el patrimonio familiar hipotético si Elon Musk y Jeff Bezos decidieran darse el sí quiero. Da que pensar. En España, los tax havens se llevan un 0,5% de nuestro PIB. No hace falta decir que hecha la norma, hecha la trampa. Parece poco apropiado decir que el discurso victimista y señalador hacia los ricos haya funcionado. Pregunta: ¿ha funcionado alguna vez demonizar a los ricos sin legitimar gobiernos decepcionantes en el nombre del pueblo? Está claro que la jugada no está siendo la ganadora, principalmente por tres razones:

Una. Nadie ha tenido la valentía (ni creo que la tenga) de impulsar y capitanear las negociaciones para establecer una tratado internacional (más allá de la UE) que establezca las bases del impuesto global sobre el patrimonio que Piketty plantea. En este sentido, su propuesta aunque loable, resulta obviamente idealista y peligrosamente contraproducente.

Dos. Lo que es un poco ridículo (e ingenuo) es querer imponer una tasa a los más ricos (y que estos la paguen alegremente) con un discurso que los criminaliza y los hace sentir como los villanos de una película (en la bastantes de ellos a menudo lo sean). Qué queréis que os diga. A nadie le gusta que le quiten pasta de su cuenta bancaria por muy capitalista, socialista o comunista que seas. Y por supuesto, esto a los mega-ricos que creen firmemente que su posición social no es cuestión de azar sino de mucho esfuerzo y sudor, les gusta aún menos.

Y tres. No hay nada de lo que disfrute más el top 1% que una cuenta de resultados positiva para seguir invirtiendo pasta. Y la cuenta de resultados del sistema redistributivo español deja mucho que desear. Según datos de 2020 del Observatorio social de La Caixa, la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y transferencias español está entre las más bajas de la Unión Europea, con una reducción de 0,194 en el índice de Gini, algo que advirtieron ya en 2013 desde FUNCAS. La cosa es que si queremos convencer a los ricos (o realmente a cualquiera) de pagar impuestos, empecemos por ajustar y mejorar el sistema. Es hora de dejar de echar balones fuera y mirarnos un poco en el espejo.

Habiendo dicho todo esto, no es que no haya que imponer un impuesto a la riqueza del top ya sea el 1%, 5% o 10%. Ni mucho menos. Como una discípula (o groupie) más del economista francés, creo que no estamos entendiendo bien el problema de fondo que Mr Piketty plantea. Nuestro sistema económico está incentivando acumular capital en vez de promover el trabajo. Algo más que cobrarle a los ricos hay que hacer.

El problema principal, como yo lo veo, reside en que en una sociedad cansada, víctima del burnout y con trabajos miserables, el riesgo de fomentar esta contra-cultura demonizadora de la acumulación de capital es más delicado (y peligroso) que nunca. Una población que prefiere invertir el poco dinero que le queda en la cuenta bancaria en una casa de apuestas porque el trabajo ya no dignifica mínimamente la vida. Este es el problema. Si currar es de losers todo el castillo de naipes de la meritocracia se hunde.

Creo firmemente que si de verdad queremos conseguir luchar contra la desigualdad colectivamente, ya es hora de cambiar la narrativa, el discurso y la demagogia. Lo que no podemos pretender es hacer creer a la ciudadanía que con una tasa a los más ricos el problema se termina. Por supuesto que necesitamos un sistema fiscal más equitativo de lo que tenemos ahora, pero no pretendamos convencernos de que estamos así de mal sólo porque se nos fugan millones a paraísos fiscales. La cosa va mucho más allá de eso.

Para terminar ya, no podemos olvidar que la desigualdad se erradica si empezamos desde la cuna. Todo lo demás son parches. Por lo tanto, lo que es realmente necesario es implantar medidas pre-distributivas (que por lo general son más seductoras para todos los públicos) que estrechen aquellas fracturas antes de que perpetúen las brechas entre clases y entre generaciones. Por ejemplo, deberíamos empezar por una sanidad y una educación de calidad que ayude a no tener ciudadanos de primera y de segunda nada más nacer. Mi hija de dos meses fue a vacunarse la semana pasada y una vacuna que neutraliza las infecciones gastrointestinales (voluntaria claro, pero muy recomendable según el pediatra) cuesta 96 euros. Mi hija no tendrá tantos dolores de tripa como algún otro bebé a quién no puedan pagársela. A partir de ahí, comienza la condena de demasiados. Por supuesto, es fundamental un sistema fiscal que dote al Estado de capacidad de acción. Pero, por favor, dejemos de pensar que todos los políticos y las políticas son iguales.

Si no puedes con tu enemigo, únete a él. O eso dicen. Lo más inteligente sería dar un volantazo a la estrategia y, sobre todo, a la mentalidad proletaria y cuasi-revolucionaria que lleva con indisimulado orgullo desde hace mucho tiempo la izquierda. ¿Cómo hacerlo? Sinceridad, profesionalidad, desmitificación, abandonando dogmatismos, afrontando contradicciones y creando país. Y educando en todo, con todos, a todos. A ver si para el 20 aniversario puedo escribir otra cosa.

* Elsa Arnaiz Chico es burgalesa, graduada en Derecho y Relaciones Internacionales por la IE University y máster en Big Data por la IE Business School. Presidenta de Talento para el Futuro, el primer ‘lobby’ que trabaja para que la juventud tenga un futuro, preferiblemente mejor.

domingo, 19 de febrero de 2023

_- La injusticia también deteriora los mercados y sube los precios: hay que hacerle frente

_- La aprobación de un nuevo paquete de medidas económicas del gobierno de Pedro Sánchez contra la subida de precios es una buena noticia, pues puede reforzar la mejor senda que lleva la economía española respecto a las demás de la Unión Europea en crecimiento, creación de empleo e inflación. Y las propuestas de las que ha hablado su vicepresidenta Yolanda Díaz, orientadas a lograr la mayor equidad posible, van en la orientación correcta.

Cada vez está más clara una doble evidencia. Una, el mal funcionamiento de los mercados y la gran asimetría con que están funcionando como causa de las actuales subidas de precios. Otra, el efecto mucho más dañino que la crisis que estamos viviendo produce sobre los hogares más pobres y las empresas más débiles. Organismos como la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Consejo Fiscal Europeo lo han señalado, así como la necesidad de que los gobiernos adopten medidas especialmente dirigidas a proteger a los más vulnerables.

Tal y como ya comenzó a hacer el gobierno de Pedro Sánchez, es imprescindible continuar proporcionando ayudas directas para evitar que se extienda la pobreza y cierren miles de pymes, microempresas o el negocio de trabajadores autónomos.

En esta tarea, se comprobará de nuevo lo difícil que es acertar en el objetivo de proporcionarlas a quien realmente las necesita sin establecer mecanismos tan complicados o burocráticos que las hagan finalmente inaccesibles para demasiadas personas. Al cortísimo plazo en el que hay que actuar no habrá tiempo para experimentos ni será el momento de hacerlos, pero las experiencias anteriores deberían llevarnos a plantear ya para el futuro nuevas formas de intervención en este sentido. Las ayudas pretendidamente orientadas a ser más eficientes si se dirigen a individuos, hogares o empresas concretas están dando resultados muy malos en demasiadas ocasiones e incluso a veces aberrantes, como en los Países Bajos, en donde un error del algoritmo ha producido una verdadera catástrofe para miles de personas empobrecidas que venían percibiendo ayudas sociales. Es ya obligado enfrentarse al pensamiento convencional y ser valientes. No están los tiempos para dejar en la indigencia a los más vulnerables y encima tirar el dinero por conservadurismos burocráticos o prejuicios ideológicos. Esperemos que el gobierno sea capaz de avanzar con éxito y prudencia en este sentido.

En todo caso, también sabemos desde hace tiempo que combatir la carencia por la vía de las ayudas puede paliar los problemas, pero no es ni la mejor vía ni la más económica. Hay que lograr que la generación de ingresos primarios sea por sí misma suficiente pues esa es la única forma de conseguir la estabilidad de los mercados, la innovación y el gasto necesarios para que las empresas salgan adelante y las personas puedan satisfacer dignamente sus necesidades.

Hay que ser consciente de que en estos momentos a nadie le interesa que se produzca una espiral precios-salarios. Pero eso es una cosa y otro permitir que estos últimos disminuyan. Una caída del consumo por esa causa, añadida a la que van a provocar en otros segmentos de los mercados la subida de tipos de interés, hundiría la economía, empezando por el cierre de miles de empresas.

Parece mentira que haya todavía líderes empresariales que sigan confundiendo el todo con la parte y sigan pensando que la deflación salarial generalizada les conviene. No hay duda de que es beneficiosa para las empresas que tienen clientela cautiva (la que no tiene más remedio que comprar sus bienes o servicios básicos como luz, telefonía, alimentos, ropa infantil, hipotecas, etc…). Ese segmento de grandes empresas tiene poder de mercado y obtiene aún más beneficios si bajan los salarios, pero la inmensa mayoría de las empresas pierden ventas y ganancias cuando eso ocurre. El crecimiento de los beneficios empresariales siete veces mayor que el de los salarios que se viene produciendo en nuestro país, como acaba de mostrar el Banco de España, constituye un auténtico agujero negro en donde las primeras en desaparecer serán miles de pequeñas, medianas y microempresas y trabajadores autónomos. Es una auténtica desgracia para nuestra economía que sus dirigentes no lo entiendan.

Por eso resulta imprescindible llegar a pactos de rentas orientados a incrementar la productividad, lograr un reparto más equilibrado de sus ganancias y que la fiscalidad incentive la creación de actividad y penalice al capital improductivo.

Las tareas para el gobierno no pueden acabar aquí. Cada vez son más las investigaciones que ponen de relieve que la subida de los precios que se está produciendo tiene mucho que ver con comportamientos oportunistas de las empresas que controlan la producción y distribución en los mercados. Así lo han denunciado las autoridades francesas, alemanas o austriacas recientemente, mientras que España va muy por detrás en materia de defensa efectiva de la competencia.

Incluso una economista que forma parte del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo, Isabel Schnabel, señaló hace unos meses que un componente clave de la inflación actual son las ganancias de las empresas porque una parte de ellas tienen poder para fijar los precios y han repercutido sobre ellos sus costes (no salariales) más elevados: «Para decirlo de manera más provocativa, muchas empresas de la zona del euro, aunque no todas, se han beneficiado del reciente aumento de la inflación», dice esta economista (aquí).

La creciente asimetría de poder que permite que ocurra esto no se da solo entre las ganancias de esas grandes empresas que pueden fijar precios para beneficiarse de la inflación y los salarios, sino entre ellas y las docenas de miles de empresas que no lo tienen y a las que están situando al borde del precipicio.

Hacer frente a esa situación es fundamental y el gobierno español no debería tener miedo de afrontarla. No se trata, como dicen los burócratas de la patronal que defienden a ese segmento de empresas con poder de mercado, de querer atacar a las empresas sino justamente de todo lo contrario, de defenderlas de las depredadoras. La directora de la Autoridad Federal de Competencia de Austria, Natalie Harsdorf-Borsch, presentó el pasado mes de octubre un catálogo de equidad para empresas y anunció el inicio de una investigación en el sector alimentario de aquel país para tratar de determinar, entre otras cosas, a qué parte de la cadena de valor se destinó la mayoría de los aumentos de precios de los alimentos durante este año. Al hacerlo señaló: «La equidad en el mercado es un parámetro importante para garantizar mercados sostenibles en los que operan tanto pequeñas como grandes empresas».

No se trata, pues, de forzar a los mercados que funcionan bien para que proporcionen soluciones de reparto que nos parezcan satisfactorias. Es que hay mercados energéticos, bancarios y de la alimentación y otros productos de primera necesidad que están funcionando mal, muy injustamente, rompiendo las reglas de la competencia y permitiendo que unas pocas empresas fijen precios a su antojo, generando externalidades muy costosas para millones de empresas y consumidores y obligando a que los gobiernos tengan que realizar gastos extraordinarios, además de dejar en situación de extrema vulnerabilidad a una gran parte de la población. Los gobiernos tienen la obligación de intervenir, bien sean controlando esos abusos o generando canales alternativos que sorteen los mecanismos viciados en algunos mercados. Frente a la inequidad que eleva los precios y deteriora la economía, invertir en justicia es urgente, necesario, eficiente y rentable. 

Juan Torres López 

miércoles, 21 de septiembre de 2022

_- Entrevista al economista Guy Standing: "Vivimos en un sistema económico inhumano"

_- Guy Standing promueve la renta básica universal.

Como académico del Departamento Estudios del Desarrollo, en la SOAS University of London y fundador de Basic Income Earth Network (BIEN), una organización sin fines de lucro que promueve el ingreso básico como un derecho universal, Guy Standing ha desarrollado una visión crítica sobre el sistema económico global.

Dedicado a defender ideas como la disminución de la desigualdad y el derecho de las personas a tener mejores condiciones de vida, Standing advierte sobre los peligros del populismo y el extremismo político de derecha o de izquierda.

Exdirector del Programa de Seguridad Socioeconómica de la Organización Internacional del Trabajo, el investigador aboga por la creación de una "política progresista" con el foco puesto en la redistribución de ingresos y la seguridad social de los sectores más vulnerables.

En entrevista con BBC Mundo, Standing explica por qué cree que se deben mejorar las fallas del capitalismo, en vez de promover un cambio radical del sistema.

"Necesitamos asegurarnos de que todas las personas tengan un nivel de seguridad básico y libertad para desarrollarse. Esto es compatible con una economía de libre mercado", sostiene Standing, quien también expone su perspectiva sobre algunos fenómenos latinoamericanos.

En su libro "El precariado: la nueva clase peligrosa" usted analiza la situación de un amplio sector de la población que vive con empleos precarios y muy inestables. ¿Diría usted que vivimos en un sistema económico inhumano?

El mayor problema que tenemos actualmente es que el sistema económico global ha sido distorsionado, a menudo por los políticos que no aprecian realmente la naturaleza de la actual economía capitalista.

La economía capitalista que tenemos en la actualidad no es una economía de libre mercado. Mucho de la retórica se refiere al libre mercado, pero lo que ha pasado en los últimos 30 años es que los grandes grupos financieros y los rentistas han creado un sistema que está muy alejado de lo que es una economía de mercado.

En este sistema, los ingresos fluyen cada vez más hacia los dueños de la propiedad, sea ésta propiedad financiera, física o intelectual.

Al mismo tiempo, han construido un sistema que genera altos niveles de inflación, principalmente porque las finanzas se comportan de una manera especulativa.

¿Por qué dice que no se trata de un problema generado por una economía de libre mercado?

El libre mercado tiene sus propios problemas, pero es un error afirmar que el sistema económico actual es un sistema de libre mercado, cuando tenemos millones de campesinos que les garantizan a grandes grupos empresariales ganancias monopólicas.

Esto les permite subir los precios sin que exista realmente competencia.

Este tipo de situaciones hacen que grandes corporaciones puedan comprar otras corporaciones y crear monopolios en el mercado. Vivimos en un sistema económico muy inhumano.


¿De qué manera estos monopolios que usted describe afectan al ciudadano común?

Las personas comunes estamos perdiendo porque pagamos precios mucho más altos que los costos de producción y, al mismo tiempo, las grandes empresas no pagan el costo completo de los problemas que generan. No pagan, por ejemplo, los costos ecológicos que generan sus actividades.

     Barrio pobre en India. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

El sistema financiero busca elevadas ganancias a corto plazo a expensas de agotar, por ejemplo, los recursos del mar y afectar a comunidades en distintas partes del mundo.

Pero las desigualdades siempre han existido a través de la historia en distintos sistemas económicos, no es un fenómeno propio del capitalismo ni es un fenómeno reciente…

En los últimos 30 o 40 años los dueños de la propiedad y las finanzas se han hecho más poderosos.

Si miramos a Estados Unidos, por ejemplo, los activos financieros tienen un valor equivalente al 500% del ingreso nacional. En mi propio país, Gran Bretaña, es más de 1.000%. Esto no se parece a nada de lo que hemos visto en el pasado.

Lo mismo ocurre con las patentes y los derechos intelectuales. Tampoco existían en la misma medida que existen hoy. Y lo mismo con la concentración de entidades corporativas que generan oligopolios.

Sin embargo, muchos economistas plantean exactamente lo contrario, argumentando que gracias al sistema económico imperante en el mundo, muchas más personas han salido de la pobreza y las clases medias han aumentado. Eso ha hecho que un mayor número de gente tenga acceso a mejores condiciones de vida y tenga acceso a bienes y servicios que ni sus padres ni sus abuelos tuvieron…

Ese argumento no es incorrecto. Pero también hemos visto que en países como Estados Unidos la expectativa de vida ha disminuido, tanto para los grupos de raza blanca, como para los demás. Esto es algo sin precedentes.

Las tasas de suicidio han aumentado, la morbilidad ha aumentado, las tasas de cáncer, el estrés, las enfermedades mentales se han transformado en epidemias.

Estamos en una era en que vemos crisis financieras tras crisis financieras. Tenemos una situación en la que materialmente puede parecer que somos más ricos de lo que nunca antes habíamos sido en la historia, pero los niveles de desigualdad han hecho que la vida se vuelva muy insegura.

¿Qué efectos provoca la inseguridad?
La inseguridad genera problemas sociales, genera populismos y tensiones geopolíticas.

Hombre al lado de carpas para dormir en la calle. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Después de la Segunda Guerra Mundial comenzó un período en que la vida mejoró en los países desarrollados, pero con el paso del tiempo, los estándares de vida de la gente que vive de su trabajo se han estancado y el empleo se ha vuelto más precario.

Usted mencionaba que hemos visto muchas crisis financieras. Sin embargo, economistas argumentan que esto es parte de los ciclos por los que atraviesa el sistema económico, que son de alguna manera inherentes a la manera en que funciona nuestra economía global

Lo que hemos visto en las últimas décadas -especialmente en relación a lo que conocemos como la revolución neoliberal económica bajo los gobiernos de Margaret Thatcher o Ronald Reagan en los años 80- es que el número de crisis financieras ha aumentado enormemente, como también su gravedad.

     Mujer cargando alimentos en Brasil. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Tenemos gigantescos niveles de endeudamiento de los hogares, de las corporaciones y de los gobiernos, lo que hace que nuestro sistema sea económicamente inestable, con grandes flujos de dinero concentrado en una minoría.

No solo los Jeff Bezos o los Elon Musk, estoy hablando el 20% de los dueños de la riqueza. De hecho, la desigualdad de riqueza ha crecido dramáticamente.

Lo que pasa es que el sistema económico ha transitado desde premiar el trabajo a premiar la propiedad de la riqueza. Y los políticos no están haciendo nada para enfrentar los desafíos estructurales.

¿Qué alternativa propone usted?
Necesitamos ejercer presión política para crear un sistema de vida que aprecie la naturaleza y le de un sentido de seguridad a las personas.

Es necesaria una política progresista que no sea al antiguo estilo de derecha o izquierda. Una política progresista que una a las personas, en vez de crear divisiones.
 

     Manifestación en Argentina. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES 

Creo que esta política progresista está apareciendo entre los jóvenes educados que forman parte del precariado. Pienso que vendrá un nuevo tipo de renacimiento, un nuevo tipo de libertad, fraternidad y solidaridad, y que estamos en el umbral de la transformación.

¿Pero qué propone en concreto?
Por tres décadas he estado proponiendo que cada persona tenga un ingreso básico, el derecho a recibir cada mes una modesta suma de dinero que le dé una cierta seguridad básica.

Hemos hecho experimentos en distintas partes del mundo y los resultados han sido hermosos.

Muestran que la salud mental de las personas mejora, que las personas trabajan más, no menos, que el estatus de las mujeres mejora, y hemos visto que aumenta el nivel de tolerancia y solidaridad.

Y esto es asequible, costeable. Podemos crear fondos de capital gravando los combustibles fósiles, cobrando un impuesto a la riqueza.

¿Entonces usted está a favor de mejorar el capitalismo, no de cambiarlo por otro sistema?
Creo que no es muy sensato pensar en una revolución o en un cambio radical. Lo sensato es decir que se necesita una correcta economía de mercado, con adecuados incentivos para las personas que trabajan duro, que invierten, que corren riesgos. Necesitamos eso.

Pero al mismo tiempo, necesitamos asegurarnos de que todas las personas tengan un nivel de seguridad básico y libertad para desarrollarse. Esto es compatible con una economía de libre mercado.

El problema es que el tipo de capitalismo que tenemos ahora es una abominación, porque le entrega todo el poder a una minoría.

Esas ideas de disminuir la desigualdad, poner fin a los oligopolios, terminar con los privilegios de las minorías, se parecen bastante al discurso que la vieja izquierda ha propuesto por años. En el caso de América Latina, le puedo nombrar el caso de tres países -Venezuela, Nicaragua y Cuba-, donde aquellas ideas dieron paso a gobiernos que se han perpetuado en el poder durante décadas, que han sido denunciados por violaciones a los derechos humanos y donde la mayoría de la población está sumida en la pobreza

Uno puede pensar en muchos ejemplos alrededor del mundo donde los políticos han tomado el control y ese tipo de cosas han ocurrido. Pero también creo que la agenda ha cambiado.

Estoy muy esperanzado con la idea de que Lula gane las elecciones en Brasil y se convierta en presidente. Cuando lo conocí me dijo que si llegaba al gobierno, crearía un ingreso básico en el país.

Sin embargo, en Venezuela, Nicaragua o Cuba, la situación es muy distinta…

Cualquier país -sea Cuba, Venezuela, o Estados Unidos- que no respete los derechos humanos, está haciendo algo deplorable. Los derechos humanos son fundamentales y la libertad es fundamental, como también los valores democráticos.

Lo que tenemos que hacer es que la gente tenga seguridad económica y así será menos proclive a apoyar cualquier tipo de política extremista, sea de derecha o de izquierda.

Cuando la gente se siente insegura, tiende a escuchar a los populistas, como por ejemplo, Donald Trump o Bolsonaro, o cualquiera de los gobernantes que usted mencionaba.

Una buena sociedad requiere que todas las personas tengan un sentido de seguridad y de libertad, y cualquier gobierno que no respete esos valores, no está siguiendo el camino que necesitan.

Fuente:

miércoles, 15 de junio de 2022

_- Esther Duflo, economista contra la desigualdad y la pobreza

 

_- Nacida en París en 1972, Esther Duflo fundó en el año 2003 el J-PAL (Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab), una red de 181 profesores de 58 universidades del mundo, con el objetivo de contribuir al estudio de cómo la reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas estén guiadas por la evidencia científica.

Esta red de economistas colabora con gobiernos y organizaciones sociales para detectar las experiencias de ayuda al desarrollo que realmente funcionan en la práctica. Tratan de aplicar a las políticas sociales los mismos sistemas de estudio científico que se aplican en otras ciencias como la medicina o la industria farmacéutica. Realizan investigaciones cuantitativas y cualitativas sacando conclusiones sobre las que tienen resultados positivos, negativos o neutrales.

«La clave está en saber cómo hay que gastar el dinero, no cuánto», escribió Duflo en su libro Repensar la pobreza, donde se refiere a su interés en la aplicación concreta de las ideas económicas. Este grupo de economistas se ha labrado una importante reputación en el ámbito económico por su capacidad para aplicar al mundo real las teorías de la lucha contra la pobreza.

En el año 2013 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, incluyó a Esther Duflo en el comité presidencial para el desarrollo, un grupo creado para promover ideas relacionadas con la reducción de la desigualdad.

En el año 2019 recibió el premio Nobel de Economía, junto con Abhijit Banerjee y Michael Kremer, “por su enfoque experimental para aliviar la pobreza global” señaló la Real Academia de las Ciencias de Suecia.

En 1999 la economista francesa se doctoró en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y se unió al profesorado ese mismo año, permaneciendo allí el resto de su carrera. Banerjee y Duflo son académicos del MIT, mientras que Kremer es investigador de la Universidad de Harvard.

Su aportación reside en su forma de mirar los problemas sociales. Como ella misma describe, tenemos que evaluar las políticas sociales con la misma precisión que los efectos de un nuevo medicamento. No vale apoyarse en ideas preconcebidas o en nuestra propia intuición sobre los resultados que esperamos. Así, en sus primeras investigaciones abordó y demostró con evidencias que la educación tiene un impacto positivo en los salarios. Hasta entonces solo se había probado la existencia de una clara correlación pero no de una relación de causalidad.

Son menos conocidas sus investigaciones sobre desigualdad hombre /mujer, donde también ha realizado aportaciones reseñables.

Se pregunta sobre la relación entre empoderamiento femenino y desarrollo económico. La alta correlación entre ambos factores se usa en numerosas ocasiones como argumento para defender que, a partir del impulso del desarrollo económico, la igualdad entre mujeres y hombres estará eventualmente garantizada.

Con el análisis de relaciones causa/efecto evidencia que esto no es así, y presenta la siguiente conclusión

«Para lograr la equidad entre hombres y mujeres, en mi opinión, será necesario continuar tomando medidas de política que favorezcan a las mujeres a expensas de los hombres, y puede que sea necesario continuar haciéndolo por mucho tiempo.».

Pero, haciendo gala del mismo pragmatismo que en los estudios sobre pobreza, matiza, «Si bien esto puede resultar en algunos beneficios colaterales, esos beneficios pueden o no ser suficientes para compensar el costo de las distorsiones asociadas con dicha redistribución. Esta medida de realismo necesita moderar las posiciones quienes formulan políticas en ambos lados del debate sobre desarrollo / empoderamiento.».

En India sus estudios identificaron un alto nivel de absentismo laboral entre los profesores y descubrieron que si se les hacían contratos a corto plazo (renovables según el desempeño), los alumnos conseguían mejores resultados. En otro proyecto analizaron cómo el precio afectaba la demanda de pastillas antiparasitarias y a partir de esa experiencia determinaron cuándo y cuánto se debe cobrar por medicamentos en un determinado contexto.

La mayor parte de sus investigaciones están centradas en economías subdesarrolladas, si bien también se ha referido a las políticas públicas que deberían aplicarse en los países más ricos del mundo para contribuir a la igualdad. En ese contexto se ha pronunciado en diversas ocasiones a favor de subir los impuestos a las rentas más altas para disminuir la desigualdad.

Referencias
Banerjee, A.V. & Duflo, E (2015) Repensar la pobreza: un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. Ed. Taurus ISBN: 978-84-306-0903-1

Duflo, Esther. Women Empowerment and Economic Development, Journal of Economic Literature 50 (4) (2012) 1051-1079 DOI: 10.1257/jel.50.4.1051

EAPN España. El estado de la pobreza. Seguimiento del indicador de pobreza y exclusión social en España 2008-2020. 11º Informe 2021.

ORKESTRA (2021). Construir la competitividad al servicio del bienestar. Informe de competitividad del País Vasco 2021 Instituto Vasco de la Mujer – Gobierno Vasco. Informe 45 – La brecha de género en las pensiones en la CAPV.

https://mujeresconciencia.com/2020/06/02/esther-duflo-un-nobel-al-foco-pragmatico-de-la-desigualdad/

Eva Ferreira, Elinor Ostrom: la primera mujer Nobel en Economía, Mujeres con ciencia, Vidas científicas, 19 enero 2017,

[2] Esther Duflo: Experimentos sociales para luchar contra la pobrezaconferencia TED2020 (en inglés con subtítulos en castellano) y transcripción en castellano 

Mónica Martínez-Bravo, Esther Duflo: Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales 2015, Nada es Gratis, 22 mayo 2015.

Esther Duflo, Women Empowerment and Economic DevelopmentJournal of Economic Literature 50 (4) (2012) 1051-1079 

Fuente: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/ester-duflo-economista-desigualdad-

https://rebelion.org/esther-duflo-economista-contra-la-desigualdad-y-la-pobreza/

viernes, 27 de mayo de 2022

_- Los millonarios que exigen en Davos pagar más impuestos

_- Los millonarios Marlene Engelhorn y Phil White se unieron a una protesta en Davos pidiendo impuestos más altos para los ricos 


Un puñado de asistentes millonarios reunidos en la ciudad suiza están pidiendo a los líderes mundiales que aborden la crisis del costo de vida aumentando los impuestos para personas como ellos.

El famoso Foro Económico Mundial de Davos arrancó este año con algo inesperado. 

 El domingo salieron a la calle junto con activistas de izquierda para pedir sistemas fiscales más justos en todo el mundo.

Los líderes políticos y empresariales se reunieron en el primer Foro Económico Mundial (WEF) en persona desde que comenzó la pandemia.

Sin embargo, siguen aumentando las críticas sobre la forma en que los ricos se han visto beneficiados en los últimos dos años.

"Mientras el resto del mundo se derrumba bajo el peso de una crisis económica, los multimillonarios y los líderes mundiales se reúnen en este recinto privado para debatir sobre cosas que harán historia", dijo el millonario británico Phil White.

"Es indignante que nuestros líderes políticos escuchen a quienes más tienen. Son precisamente quienes menos saben sobre el impacto económico de esta crisis y muchos de ellos pagan impuestos increíblemente bajos. El único resultado creíble de esta conferencia es gravar a los más ricos y hacerlo ahora".

White, que representa a un grupo llamado Patriotic Millionaires, hizo su fortuna como consultor de negocios.

Dijo que se uniría a los activistas de izquierda y los activistas contra la pobreza que abogan por un cambio en la reunión anual de empresarios influyentes y líderes políticos porque el sistema económico actual está fracasando.

Durante la última década, un número creciente de millonarios y multimillonarios en Estados Unidos y Europa se han pronunciado, pidiendo a los gobiernos que impongan impuestos más altos, incluidos gravámenes sobre la riqueza de los más ricos.

Aunque solo un pequeño número de millonarios estuvo en Davos para asistir a la protesta, los activistas enviaron una carta abierta a todos los delegadosde Davos, firmada por simpatizantes millonarios en varios países.

Marlene Engelhorn, otra millonaria en la protesta, dijo: "Como alguien que ha disfrutado de los beneficios de la riqueza toda mi vida, sé lo sesgada que está nuestra economía y no puedo seguir sentada y esperando que alguien, en algún lugar, haga algo".

"Hemos llegado al final del camino cuando otras250 millones de personas se verán empujadas a la pobreza extrema este año".

La organización benéfica Oxfam, que publica cada año un informe sobre la desigualdad durante el foro de Davos, afirma que en los últimos dos años se ha creado un nuevo multimillonario cada 30 horas.

En el otro extremo del espectro de ingresos, Oxfam espera que alrededor de un millón de personas caigan en la pobreza extrema cada 33 horas este año, dijo a la BBC la directora ejecutiva internacional de la organización benéfica, Gabriela Bucher.

"La desigualdad entre los países se ha ido reduciendo en las últimas dos décadas", dijo.

"Durante la pandemia volvió a aumentar y las cifras que estamos viendo ahora indican que vamos hacia direcciones extremas que están creando estas condiciones catastróficas y que se reflejan en la vida de las personas".

Los precios de la energía comenzaron a subir hacia fines del año pasado, pero crecieron más abruptamente después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Los precios de los alimentos y otros bienes también son marcadamente más altos.

Las tensiones geopolíticas están dificultando la resolución de las tensiones comerciales y el crecimiento se ha desacelerado en gran parte del mundo.

Los países más ricos del mundo crecieron colectivamente solo un 0,1% en los primeros tres meses de este año, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, con Estados Unidos, Italia y Japón contrayéndose en el trimestre, y Francia experimentando un crecimiento cero.

La economía del Reino Unido creció un 0,8%.

Antes de la reunión del WEF, la jefa del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, dijo que la economía mundial enfrentaba una "confluencia de calamidades" con la fragmentación del comercio.

Esta reunión del WEF se celebra más tarde de lo habitual, lo que significa que los 2.000 líderes, expertos y empresarios que asistirán no podrán disfrutar del esquí en su tiempo libre en la estación suiza.

Los temas de la agenda incluyen la guerra en Ucrania, la recuperación de la pandemia y el cambio climático.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-61553560

viernes, 8 de abril de 2022

“La pobreza tiene efectos directos en la salud mental de la gente”. Entrevista a Sergi Raventós


Sergi Raventós Panyella (Barcelona, 1968) es doctor en Sociología y ha investigado los efectos positivos de la renta básica universal (RBU) en la salud mental. Lleva décadas trabajando en el impulso de la RBU en Cataluña, junto con muchas otras personas, y desde 2021 es el director de la Oficina del Plan Piloto para su implantación en Cataluña. El plan avanza poco a poco y, aprovechando su visita al País Vasco, hemos hablado con él sobre los efectos de la pobreza en la gente y el papel que podría tener la RBU. La entrevista la realizó Iñaut González de Matauko Rada.

¿La necesidad de la RBU puede ser un síntoma del proceso de proletarización de los últimos años?

Cuando se realizan encuestas en torno a la renta básica, queda cada vez más claro cuáles son los sectores que están más a favor: jóvenes, trabajadores precarios, estudiantes y mujeres. Por el contrario, las personas con empleos cualificados, estables y bien pagados son, en general, las que tienen opinión contraria. No obstante, los sectores que ven con mejores ojos la renta básica son cada vez más amplios. Las encuestas realizadas en Cataluña, País Vasco y en muchos otros lugares de Europa muestran que el 60-70% de la población está a favor de la RBU y la mayoría de ellos son los que hemos citado: jóvenes, mujeres y trabajadores precarios.

¿Existe algún otro factor que fomente una posición favorable a la RBU?

El proceso de automatización genera mucha preocupación en numerosos ámbitos. La gente es consciente de que están desapareciendo algunos empleos y, durante la pandemia, mucha gente ha tenido miedo a perder el suyo. Al fin y al cabo, los robots no necesitan vacaciones y no se ponen enfermos. La inseguridad económica que vivimos actualmente y las preocupaciones respecto al futuro están fomentando una actitud favorable a la renta básica.

Imaginemos que se consiguiera implantar la RBU en toda Cataluña; ¿crees que el capital se opondría,. mediante la inflación, por ejemplo?

Las oligarquías no ayudarán; eso tengámoslo claro. Sabemos que, para garantizar la RBU, hay que destinar dinero, y los números lo permiten, y pensamos que eso aumenta la capacidad negociadora de la clase trabajadora para, por ejemplo, rechazar trabajos que no quiere hacer. Y eso no es algo que al capital le guste. Sin embargo, un amplio sector del capital también sabe que, si la gente no tiene dinero, no podrá comprar sus productos, y muchos capitalistas se han mostrado favorables a la RBU, por ejemplo en Silicon Valley (California, EE UU). Es más, en Terrassa (Cataluña), la Confederación Empresarial comarcal (CECOT) se ha mostrado favorable. Es claro que esos modelos son minoritarios, pero se están percatando de que ya va siendo hora de proporcionar recursos que garanticen la satisfacción de las necesidades básicas de la gente en las sociedades capitalistas.

Una de las críticas que se os suelen hacer es que nadie desempeñará los “malos empleos”.

Es un fenómeno que está sucediendo actualmente, y en EE UU algunos expertos lo denominan la gran dimisión. La gente está dejando algunos empleos concretos en busca de puestos de trabajo mejores, y con una renta básica ese fenómeno crecerá, sin duda. Ante ello, lo que tienen que hacer los empresarios es aumentar los salarios. Últimamente, en EE UU los empresarios de la hostelería se han quejado de que no encuentran trabajadores, y Joe Biden les ha dicho claramente: “Pues paguen más”. El que Joe Biden tenga que decir eso es muy significativo.

¿Cómo afecta la pobreza a la salud de los seres humanos? ¿A la salud física, por ejemplo?
La esperanza de vida cambia terriblemente de los barrios ricos a los barrios obreros. En Barcelona, por ejemplo, hay diferencias de entre siete y nueve años de una estación de metro a otra. La esperanza de vida de la gente que vive en la calle, por ejemplo, es de en torno a 50-60 años.

¿Y en la salud mental?
En los últimos años me he dado cuenta de que la renta básica y, en general, la protección social guardan una estrecha relación con la salud mental. En efecto, tener ingresos garantizados o una mínima seguridad económica es necesario para que la gente pueda desarrollar su vida como quiera. La precariedad vital, a largo plazo, ejerce una influencia directa en la salud mental. Algunas situaciones laborales concretas también influyen: el pluriempleo, los trabajos alienantes, los estresantes, la sobrecarga y los trabajos repetitivos, por ejemplo. Asimismo, muchas investigaciones dicen que vivir en la pobreza supone pérdida de capacidades cognitivas. Si tu único objetivo es sobrevivir, diriges a ello toda tu energía mental; también se le llama efecto túnel.

¿Las dependencias y los trastornos se agravan?
La salud mental es un campo muy amplio, y la pobreza agrava la ansiedad, la depresión y el suicidio. Tras la crisis de 2008, por ejemplo, en la mayoría de países del sur de Europa aumentó la tasa de suicidios. El estrés y la ansiedad también influyen de muchas maneras en cada persona, y algunas recurren al alcohol, las drogas o el juego, mientras que otras desarrollan trastornos.

Últimamente, parece que la salud mental ha ganado notoriedad pública.

El tema era tabú, y lo sigue siendo, pero la estigmatización de algunas enfermedades mentales se está reduciendo; la del estrés y la ansiedad, por ejemplo. Al fin y al cabo, ¿qué es el estrés? Una reacción adaptativa de nuestro cuerpo ante un riesgo; se pone en alerta. Cuando esa alerta es permanente, se va generando un desgaste. Si es por un factor concreto, no pasa nada. Cuando éramos cazadores y nos seguía un animal, esa alerta nos ayudaba a sobrevivir. Hoy en día, cuando te persigue un leopardo, tiene efectos graves. Todos los planes piloto que se han realizado en el mundo han demostrado que la renta básica contribuye a reducir el nivel de estrés y tiene efectos positivos sobre la salud mental.

En un intervalo muy corto, además.

En dos o tres años escasos se han visto resultados positivos. En la prueba piloto que se hizo en Canadá, por ejemplo, los investigadores detectaron un fenómeno interesante: los ingresos hospitalarios en las regiones en que se hizo la prueba se redujeron. No es necesario ser experto en la materia para ver que la renta básica aumenta la tranquilidad y contribuye a rebajar las situaciones de estrés o ansiedad.

Sergi Raventós es director de la Oficina del Plan Piloto de Renta Básica Universal de Cataluña

Fuente:
https://www.argia.eus/argia-astekaria/2770/sergi-raventos

domingo, 18 de julio de 2021

Los peores datos del hambre de la década

El informe ‘El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021′ (SOFI), elaborado por cinco agencias de Naciones Unidas, alerta de un nuevo escenario “significativamente más desafiante”: 811 millones de personas no saben qué comerán hoy

El escenario ya era bastante desolador antes de la pandemia de coronavirus. En 2019, cerca de 650 millones de personas pasaban hambre en todo el globo. Una cifra que quedaba demasiado lejos del segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que apuntaba a erradicar la inseguridad alimentaria para 2030, mejorar la nutrición y promover una agricultura sostenible. La covid-19 ha supuesto un enorme traspié que ha alejado más aún esta meta. El último año, se sumaron a la lista del hambre, al menos, otros 118 millones de personas.

El más importante informe sobre la materia, titulado El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021 (SOFI, por sus siglas en inglés), publicado este lunes por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), el Programa Mundial de Alimentos (PMA), Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS), estima que a finales del año pasado entre 720 y 811 millones de personas se levantaban sin saber si iban a comer ese día.

Por primera vez, el estudio no pone un número fijo a la cantidad de hambrientos en el planeta, sino que plantea un intervalo que refleja la incertidumbre adicional producida por la pandemia. Los autores alertan de que la coyuntura actual es “significativamente más desafiante” que otros años. “Este es el pico más alto de hambre y desnutrición crónica que hemos encontrado”, zanja Máximo Torero Cullen, economista jefe de la FAO. “Hemos perdido todo lo que se había recuperado hasta 2015″, añade.

Erradicar el hambre, un asunto de voluntad
Para Unicef “resulta inquietante” que en 2020 el hambre se disparase tanto en términos absolutos como relativos, superando el crecimiento de la población. El peor de los escenarios, según sus datos, supone que un 10% de los habitantes del planeta sufrieron inseguridad alimentaria el año pasado, frente al 8,4% en 2019. Más de la mitad de ellos (418 millones) viven en Asia, más de un tercio (282 millones) en África; y una proporción menor (60 millones) en América Latina y el Caribe. Pero el aumento más pronunciado se registró en África, donde el 21% de la población está afectada, más del doble que en cualquier otra región.

La cifra es aún mayor si no solo se incluye a quienes no tuvieron una alimentación suficiente, sino también a quienes no accedieron a una adecuada: más de 2.300 millones de personas, lo que representa el 30% de la población. Un indicador que ha dado “un salto en un año tan grande como los cinco anteriores juntos”, alerta el informe. Las previsiones para los próximos años tampoco son halagüeñas: cerca de 660 millones de personas seguirán estando en situación de inseguridad alimentaria a finales de esta década, en gran parte por los efectos colaterales de la crisis desencadenada por la covid-19.

Y la pandemia ha provocado otras alteraciones: el perfil de las nuevas víctimas del hambre ha cambiado. Torero Cullen alerta de que antes, la inseguridad alimentaria estaba estrechamente vinculada a la pobreza. “La covid ha provocado un fuerte giro que no esperábamos en la población de Latinoamérica”, explica el economista. “Ha sido por la duración de los encierros y por su relación con la informalidad laboral, que de promedio es del 54% y en algunos países hasta del 70%. Parte de esa clase media perdió todo de la noche a la mañana. Y se sumaron por primera vez a la estadística del hambre. Ya no son solo pobres”. Para el continente africano, vaticina, todo lo peor está aún por llegar: “Si África no resuelve su problema de vacunación, el 2022 será terrible”.

Grupos de clase media perdieron todo de la noche a la mañana en Latinoamérica. Y estos son los que se han sumado por primera vez a la estadística del hambre. Ya no son solo pobres
MÁXIMO TORERO CULLEN, ECONOMISTA JEFE DE LA FAO
Igual que con la desigualdad, el hambre tiene puntos cardinales. En ambos continentes habitan 9 de cada 10 niños con retraso en el crecimiento (que representan el 22% de los menores de cinco años) y emaciación o adelgazamiento patológico (6,7%), y 7 de cada 10 infantes con sobrepeso (5,7%). Las cifras son el reflejo de los desequilibrios regionales que han sido subrayados por la covid.

Pero no solo. Como señaló Agnes Kalibata, enviada especial de la ONU para la cumbre de los sistemas alimentarios y presidenta de la Alianza para una Revolución Verde en África: “La pandemia es solo en parte culpable. Unas cifras de hambre a esta escala no son un síntoma de la covid-19, son un síntoma de un sistema alimentario disfuncional que cede bajo presión y abandona primero a los más vulnerables”. La combinación de conflictos armados, desastres naturales y la pandemia tiene mucho que ver con estos números aterradores. De hecho, según otro informe de Oxfam Intermón publicado a principios de julio y titulado El virus del hambre se multiplica, los conflictos continúan siendo la principal causa del hambre desde la irrupción de la pandemia: suman a más de medio millón de personas en una situación cercana a la hambruna; seis veces más que en 2020.

Lourdes Benavides, responsable de países frágiles en Oxfam Intermón, señaló en el lanzamiento de la investigación que la covid-19 “ha puesto al descubierto las profundas desigualdades que hay en el mundo”. “En lugar de hacer frente a la pandemia, las partes en conflicto han seguido luchando entre sí, a menudo dando un golpe letal a millones de personas que ya sufrían las consecuencias de los fenómenos meteorológicos extremos y las perturbaciones económicas”, criticó.

Si hoy día tú sumas toda la producción mundial en términos de calorías, tenemos para alimentar a todo el mundo. No es un problema de mayor producción. Es de distribución. Y eso está atado a la desigualdad
MÁXIMO TORERO CULLEN, ECONOMISTA JEFE DE LA FAO
El desempleo masivo y las grandes alteraciones en la producción de alimentos provocó también que el precio de estos se disparase un 40%. “Es el mayor aumento en más de una década”, recalca el estudio de la ONG.

¿Por qué poner el foco en los sistemas alimentarios?
Para los responsables de las cinco entidades que firman el estudio SOFI, cambiar los sistemas alimentarios es fundamental: “Somos conscientes de que transformarlos para que proporcionen alimentos nutritivos y asequibles para todos y se vuelvan más eficientes, resilientes, inclusivos y sostenibles puede contribuir al progreso del mundo (y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que son la hoja de ruta para lograrlo). Los sistemas alimentarios del futuro deben proporcionar medios de vida dignos para las personas que trabajan en ellos, en particular para los productores a pequeña escala de los países en desarrollo: las personas responsables de cosechar, procesar, envasar, transportar y comercializar nuestros alimentos”. Para Torero Cullen, “la covid puede ser una oportunidad para hacer cosas distintas. Si no hacemos un cambio estructural de los sistemas agroalimentarios, la cosa se va a poner muy complicada”.

Los expertos, así, proponen seis caminos hacia el cambio, en función del contexto: poner en marcha políticas de consolidación de la paz en zonas afectadas por conflictos que posibiliten la ayuda humanitaria; aumentar la resiliencia climática; fortalecer la economía de los más vulnerables; intervenir y bajar el costo de los alimentos nutritivos; abordar la pobreza y las desigualdades estructurales; y cambiar el comportamiento del consumidor para promover patrones dietéticos con impactos positivos en la salud humana y el medio ambiente.

Torero Cullen insiste en que el problema es la distribución de los alimentos: “Si hoy día tú sumas toda la producción mundial en términos de calorías, tenemos para alimentar a todo el mundo. Si además quieres ver si satisfacemos una dieta vegetariana, casi tenemos lo que necesitamos. No es un problema de mayor producción, sino de distribución de lo que hay. Y eso está atado a la desigualdad”.

Las cinco agencias de Naciones Unidas depositan sus esperanzas en un renovado impulso democrático que revierta esta situación. En este sentido, 2021 “ofrece una oportunidad única”, dicen, para avanzar en la seguridad alimentaria y la nutrición a través de la transformación de los sistemas alimentarios con la próxima Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU, la Cumbre de Nutrición para el Crecimiento y la COP26 sobre el cambio climático.

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miércoles, 24 de marzo de 2021

Erradicar la pobreza requiere capacidad, voluntad y la mayor movilización de la historia

Fuentes: The conversation [Foto: Campo de refugiados de Atmeh, en Idlib, Siria, en 2013. Shutterstock / John Wreford] 

El desarrollo social y económico, desde mediados del pasado siglo, se ha ido consolidando como el emprendimiento multidisciplinar más ambicioso que se ha impuesto la humanidad a sí misma, ya que tiene por fin la erradicación de la pobreza, en todas sus dimensiones, y el avance hacia un mundo próspero, justo, sostenible y pacífico para todos.

Esta afirmación inicial parece una evocación poética, mística, metafórica; sin embargo, constituye un enunciado descriptivo del significado de un campo de acción y de estudio que no puede condensarse en una sola disciplina.

Esta esfera de empeño, que tras 70 años ha traído múltiples mejoras al mundo pero que no ha logrado sus fines –a pesar del ingente número de recursos humanos y financieros dedicados a la tarea–, vuelve a ser vital, puesto que la pandemia amenaza, según los cálculos de la misma ONU, con un resurgimiento de la pobreza extrema en zonas donde ya había desaparecido.

El recientemente fallecido Dr. Farzam Arbab, bahaísta de origen iraní pero formado en física de partículas en Estados Unidos, dedicó gran parte de su vida en Colombia, a través de la Fundación para la Aplicación y Enseñanza de las Ciencias que instituyó, tanto al empoderamiento de los campesinos y de la gente común para hacerse cargo de su desarrollo como al pensamiento del desarrollo como área interdisciplinar.

Con motivo del lanzamiento de un documental titulado Labradores de esperanza, que pretende honrar su legado, este artículo explora brevemente algunas de las que pueden ser consideradas sus principales contribuciones y que parecen ser cruciales para avanzar inexorablemente hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Un marco que guíe el aprendizaje, el discurso y la acción
El mundo del desarrollo, desde sus orígenes, a fin de dotar de coherencia y rigor a sus propuestas, se fundamentó, en primer lugar, en teorías descriptivas de cómo se produce el desarrollo —modernización, dependencia, sistemas mundiales— que también prescribían las políticas para lograrlo y, en segundo, en ideologías totalizantes que aspiraban a transformar integralmente la vida política, económica y social. Los científicos sociales también buscaban modelos rigurosos.

El Dr. Arbab, consciente de la necesidad de aprender sistemáticamente de la acción, por un lado, de recurrir a la ciencia, por el otro, y de no caer presos de modelos cuantitativos que parecen precisos, pero que en realidad esconden rigidez, planteó la necesidad de que los actores del desarrollo operaran bajo un marco conceptual evolutivo, donde los enfoques y métodos, convicciones, valores y principios que resultasen más efectivos en la práctica pudieran acumularse y orientar a todos los protagonistas de esta empresa mundial con anclaje local.

La generación del conocimiento, eje del desarrollo
Un elemento fundamental del marco conceptual reside en la noción de que la generación de conocimiento –así como su aprendizaje, aplicación y difusión– ha de ser el principio motriz del desarrollo.

En otras palabras, se debe reemplazar a la economía como proceso central de la existencia social por la generación de conocimiento y el aprendizaje acerca del desarrollo. De este modo, la economía en sí se volvería un ámbito de aprendizaje y se podría abordar como un tema de estudio y acción transformadora, como lo son la salud, la educación y la producción agropecuaria.

Esto implica ir más allá de las modas, los paquetes y las fórmulas simplistas de desarrollo que plantean que este puede ser algo que se entrega a los necesitados, por muy importantes que sean: infraestructuras, tecnología, educación, salud…

Además, requiere la democratización de la ciencia, la apertura de espacios, no necesariamente de investigación vanguardista, donde las masas pudieran participar en cierto grado en la producción científica sobre el desarrollo.

Las fuentes del conocimiento
Otra cuestión clave del pensamiento del Dr. Farzam Arbab, relacionada con la noción anterior, es la idea de que el conocimiento necesario para forjar el desarrollo, además de proceder de la experiencia práctica por propiciar el progreso social, debe proceder de tres fuentes en interacción: la ciencia, el conocimiento tradicional de la población local o regional que asume su sendero de desarrollo y el acervo moral y espiritual de la humanidad –la religión–.

Sin esta interacción, se erosiona el conocimiento tradicional, no se logra conectar con la población local donde se suele concentrar la acción, se puede llegar a romantizar el conocimiento autóctono desacreditando a la ciencia o se pueden asumir inconscientemente nociones perjudiciales para fomentar actitudes proclives al desarrollo relacionadas con la naturaleza humana, los fines y los medios y el progreso.

La visión que se tiene de los campesinos y de los pobres es uno de esos temas a los que le dio la mayor relevancia, puesto que, tanto el programa de modernización, como la revolución verde, el enfoque de las necesidades básicas e incluso el marco del desarrollo humano, solían pecar del mismo defecto: ver a las personas a quienes supuestamente se ha de empoderar como vagos e improductivos, en el peor de los casos, o conglomerados problemas a resolver y de necesidades a satisfacer, en el mejor.

Al igual que encontrar formas de producción más eficientes y ecológicas –por poner un ejemplo– debía ser el objeto de un escrutinio científico riguroso, identificar nociones sobre el ser humano que induzcan confianza en su potencial también debería ser estudiado en profundidad.

La participación y el empoderamiento
Ante la moda de la participación, ya sea en los servicios que se ofrecen, en los proyectos o en los procesos de toma de decisiones, el Dr. Arbab desde el inicio consideraba que la gente debía ser la protagonista del desarrollo. Sin embargo, muchas fuerzas sociales impiden que el potencial humano se libere.

La plétora de programas políticos así como de iniciativas civiles de cooperación, muchas veces iban acompañadas de estilos de liderazgo paternalistas y de intereses demasiado estrechos que, en ningún caso, lograban colocar a las personas en el medio.

En línea con la perspectiva de la concienciación de Freire, pero probablemente llevando el principio de participación a un nivel de radicalidad mayor, veía a la humanidad entera como protagonista irreemplazable de la empresa global del desarrollo. Sin el concierto de todos, no se podrían superar los desafíos históricos.

En las localidades menos favorecidas, donde la mayoría ve dolor, pobreza y sufrimiento, se ha de aprender a identificar, por encima de todo, el potencial, a fin de que este, mediante la educación, pueda ser cultivado.

Además, la separación entre ellos (quienes sufren) y nosotros (quienes ayudamos) se debería disolver, puesto que todos somos los partícipes de un camino que ha de conducir a un modelo de desarrollo y organización social que genere bienestar para todos.

La educación integradora
Lo anterior se vincula con la convicción que tenía el Dr. Arbab de que la educación era una de las claves para el desarrollo; la cantidad de materiales educativos, la innovación pedagógica que gestó y los programas de educación para el desarrollo que cuajaron bajo su guía, lo acreditan.

Se adelantó a la idea de competencias y de interdisciplinariedad con la herramienta de desarrollo curricular que diseñó: la noción de capacidad, entendida como un entramado de cualidades y actitudes, conceptos e información, herramientas y habilidades para emprender acciones transformadoras y que se agrupan en capacidades científicas, tecnológicas, matemáticas, del lenguaje y la comunicación y del servicio comunitario. Aquí también fue pionero.

Hoy se habla de aprendizaje y servicio como uno de los enfoques más innovadores y los trabajadores sociales lo estudian con entusiasmo. En los años 70 ya lo aplicaba este visionario, puesto que los programas de FUNDAEC colocan a la acción en el centro y empoderan, a través del estudio, la conversación y la actividad intensa para servir a la comunidad con creciente efectividad.

Algunos de estos programas de educación para el desarrollo, como el SAT –también impulsó, entre otros, dos licenciaturas, dos posgrados y diversos programas informales como el Preparación para la Acción Social extendida por casi todos los continentes hoy día–, han sido reconocidos por diferentes gobiernos como currículos oficiales y sistemas alternativos que se han extendido masivamente para ofrecer una educación de alta calidad a zonas donde no llega el sistema formal.

Este apartado de la visión de la educación que el Dr. Arbab poseía y de los logros cosechados en este campo se prestaría para un libro extenso.

Las estructuras locales y la creación de capacidad
De todo lo propuesto hasta ahora, se puede observar que la creación de capacidad representa el rasgo central del enfoque para el desarrollo del Dr. Farzam Arbab.

En última instancia, consideraba que la creación de capacidad en los individuos, en la comunidad y en las instituciones –al mismo tiempo– debía ser la preocupación central de todo esfuerzo por lograr la prosperidad y ayudar a una población a adueñarse de su progreso. La modernización había erosionado las estructuras tradicionales sin reemplazarlas por otras, lo que había sido una de las principales causas de la desolación de esos territorios.

Sin estructuras pertenecientes a la gente que puedan impulsar procesos de aprendizaje y de investigación-acción, que permitan la interacción del conocimiento científico y del tradicional, que faciliten la introducción de programas educativos que empoderen sin dividir, la sistematización de los aprendizajes y la difusión del conocimiento generado a través de la misma población, lograr el desarrollo es solo una utopía, una quimera.

Esta perspectiva condujo al Dr. Arbab a la creación de la Universidad Rural, una institución que ha permitido vertebrar los objetivos recién señalados.

Desde ella, la población del Norte del Cauca, por ejemplo, ha podido emprender, y sigue emprendiendo –aspirando a la sostenibilidad y al crecimiento en escala–, múltiples proyectos, programas e investigaciones sobre los distintos procesos de vida –agricultura, ganadería, procesamiento, comercialización, transformación industrial, educación, socialización y comunicación…– que, cuando logran un éxito relativo, se sistematizan y documentan para incorporarse a los nuevos materiales educativos, a fin de formar a la misma población y diseminar el conocimiento.

Integración, complejidad y sentido de misión histórica
A pesar de la magnitud de la tarea, el desarrollo ha de comenzar de manera sencilla, con una o dos líneas de acción que, a medida que se crea mayor capacidad, se logra implicar a más gente local y se consiguen más recursos, se complementan con otras líneas de acción que se van integrando en un enfoque holístico coherente que, a toda costa, evita la fragmentación tal prevalente en la vida moderna.

Por último, el Dr. Arbab veía al desarrollo dentro de un proceso histórico mundial de transformaciones que parecían estar forzando a la humanidad a repensar los fundamentos últimos sobre los que se erige la civilización.

El reconocimiento de la unicidad del género humano alcanzado por la antropología y la genética a principios del siglo XX –un principio también presente en las diferentes tradiciones indígenas, religiosas y espirituales de la mayoría de los pueblos–, la justa distribución de recursos entre individuos, grupos y naciones y el respeto y fortalecimiento de la diversidad cultural de la especie debían imprimir la motivación, constituir la visión de futuro e informar los medios y los enfoques para una movilización masiva de alcance glocal que permitiera alcanzar dicho estado de prosperidad y justicia colectiva sin precedentes.

Aunque no existan, el Dr. Arbab fue un gigante, un genio invisible entre la gente que pasó desapercibido, aunque no su legado… porque así él lo decidió.

Sergio García Magariño. Investigador de I-Communitas, Institute for Advanced Social Research, Universidad Pública de Navarra

Fuente: 

martes, 23 de febrero de 2021

¿Sirvieron de algo 50 años de bajadas de impuestos a los ricos? Las insospechadas consecuencias de la "teoría del goteo"

La teoría del goteo prometía que si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto porque ese dinero se invertiría e impulsaría la economía.

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser…". Todas esas rarezas presenció Roy Batty en el famoso monólogo de la película Blade Runner; pero lo que nunca vio el replicante fue un impuesto a los ricos del 91%.

Hubiera sido una buena respuesta del atónito Harrison Ford para contrarrestar tal alarde de eventos impensables.

Y es que esa tasa que existía en Estados Unidos en 1963 para gravar los ingresos que superaran los 400.000 dólares de la época, para el 1% más rico de la población, había caído más de 50 puntos porcentuales en 2019, año en que transcurre la obra de Ridley Scott.

Tal cifra suena hoy ya a verdadera ciencia ficción. Esos impuestos a los ricos se han perdido en el tiempo "como lágrimas en la lluvia".

La tendencia bajista comenzó unos años antes de la llegada al poder de Ronald Reagan (EE.UU.) y Margaret Thatcher (Reino Unido), pero fueron estos dos mitos del liberalismo político quienes apretaron la palanca de los descensos masivos de impuestos para lo más adinerados, con bajadas de más de 40 puntos en el impuesto sobre los ingresos de los más ricos durante sus respectivos mandatos.

Margaret Thatcher y Ronald Reagan fueron los dirigentes que con más firmeza apostaron por las bajadas de impuestos a los más adinerados.

No quedó en la historia como algo puntual, pues su liderazgo arrastró al resto de economías avanzadas a través de las décadas.

Bajar impuestos se convirtió en lo que hoy llamaríamos trending topic en las cancillerías del mundo y bajo gobiernos de todo color político. "Bajar impuestos es de izquierdas", dijo ufano el presidente socialdemócrata español José Luis Rodríguez Zapatero en 2003.

Fue la propia Dama de Hierro quien puso el lazo que define la época: "Mi mayor logro es que hemos obligado a nuestros oponentes a cambiar de opinión", reconoció en una gala de los tories (conservadores británicos) relatada por el exministro Conor Burns.

Una promesa teórica iluminó ese camino: si se bajaban impuestos a los ricos, se acabaría beneficiando también al resto de la población, porque ese dinero se invertiría, impulsando así la economía, los puestos de trabajo y los salarios.

Era la llamada teoría del goteo, que prometía revisitar con esa fórmula la parábola de la multiplicación de los panes y los peces.

El debate sobre gravar a los ricos ha vuelto a tomar fuerza con la crisis económica emanada de la covid-19.

En medio de la segunda gran recesión en una década, los gobiernos tratan de paliar sus efectos entre la población mientras buscan ingresos para sanear las maltrechas arcas públicas.

Así, 50 años después: ¿mereció la pena bajar los impuestos a los ricos?

Los economistas británicos David Hope y Julian Limberg han tratado de responder a esa pregunta en un reciente estudio para la London School of Economics (LSE).

Y Limberg da una primera pista sobre sus hallazgos: "Los gobiernos no deberían preocuparse por las consecuencias económicas de subir los impuestos a los ricos".

No mejoró el crecimiento económico
Para responder a la pregunta, los académicos entraron al laboratorio e introdujeron en sus probetas las reformas impositivas que habían realizado casi dos decenas de países entre 1965 y 2015.

El objetivo era valorar sus efectos en la economía y la sociedad.
En un tubo fue cayendo la evolución económica de los países (Francia, EEUU, Japón, Reino Unido, Alemania, etc.). En otro, los impuestos y exenciones: impuestos sobre la renta, los dividendos del capital, sobre herencias y propiedades…

Ahí aparecieron un compendio de cifras como la tasa máxima del impuesto sobre los ingresos de los más ricos de EE. UU (del 91% al 37%), o la de Reino Unido (que desde cotas similares pasó a menos de un 50%) u otros países europeos y asiáticos con caídas de alrededor de 10 y 15 puntos, que serían incluso mayores de retroceder más en el tiempo hasta sus máximos históricos.

La tasa máxima de impuestos sobre ingresos a los más ricos ha caído masivamente en las últimas décadas.

Y lo mismo sucedió con otros impuestos que suelen afectar sobre todo a los más afortunados, como los impuestos sobre las rentas del capital o sobre lo heredado (como muestra otro gráfico, más abajo en este texto).

Con todos esos datos listos, los investigadores agitaron la fórmula para comparar su trayectoria con países homologables que no habían acometido tales reformas impositivas y ver así cómo se habían comportado sus economías.

Y los efectos que detectaron fueron cercanos a cero. Es decir, las economías de los países que bajaban impuestos no habían generado un mayor crecimiento económico añadido ni habían creado más empleo.

"Nuestra investigación muestra que la argumentación económica para mantener bajos los impuestos a los ricos es débil", reflexiona Hope.

Una conclusión con la que concuerda Ignacio González, investigador y profesor de Economía de la American University: "La evidencia de que menores impuestos al capital estimulan la inversión es muy escasa".

"Lo que observamos, más bien, es que el periodo de reducción de impuestos ha sido también un periodo de estancamiento de la inversión", le explica a BBC Mundo desde Washington D.C (EE.UU).

"Esto puede ocurrir por diferentes razones. En primer lugar, si un inversor tiene un objetivo de beneficios que ha visto satisfecho precisamente gracias al hecho de que estos están poco gravados, ¿Qué incentivo tiene para invertir más dinero? Es decir, puede que los economistas no hayan entendido el comportamiento de los inversores y que éste no se ajuste a lo que predice la teoría clásica", apunta.

"En segundo lugar, los economistas también han subestimado la cantidad de ingresos del capital que no son fruto de inversión productiva y arriesgada, sino que reflejan una simple extracción de rentas procedentes del resto de la economía y que, como tal, deben ser gravadas a unos tipos mucho más elevados.

"Por ejemplo, los beneficios que una empresa obtiene al ejercer su poder de monopolio, o las elevadas rentas de alquiler que obtienen el propietario de capital inmobiliario en el centro de una gran ciudad. Hay mucha evidencia de que este tipo de rentas han aumentado en las últimas décadas", argumenta el economista.

Parece que los dioses de la economía no respondieron con los dotes esperados al sacrificio ofrecido, según estos expertos.

Porque hubo un sacrificio, un precio a pagar: "Los grandes recortes de impuestos para los ricos, desde los años 80 sobre todo, han aumentado la desigualdad de ingresos, con todos los problemas que eso conlleva", sentencia Hope, coautor del estudio de LSE.

Las herencias de las fortunas se mantienen en el tiempo: hay rastros de ellas en Florencia (Italia) que perduran 600 años después.

Fortunas que atraviesan siglos
Cualquiera que haya paseado por la ciudad italiana de Florencia habrá anhelado secretamente pasar el resto de su vida allí.

La Piazza del Duomo y la de la Signoria, el puente Vecchio y el David de Miguel Ángel, la cuna del Renacimiento… es difícil alejarse de semejante belleza.

Quizá por eso es un lugar magnífico para estudiar lo que dura la riqueza. Los apellidos que fueron ilustres alguna vez no se desvanecen fácilmente con el paso de los siglos.

Tampoco sus habitantes parecen querer marcharse de allí.
Unos investigadores del Banco de Italia siguieron esos apellidos que fueron ricos a través del tiempo y la historia.

Y encontraron que aquellos cuyos orígenes estaban vinculados con familias ricas en 1.427 habían heredado algo más que los apellidos: 600 años después el efecto no se había desvanecido y, de media, tenían unos ingresos un 5% más altos y un patrimonio un 10% superior que aquellos que descendían de familias pobres.

Una evidencia de que existe "un piso de cristal que protege a los descendientes de la clase alta de caer por la escalera económica", concluyeron los autores.

Los ultrarricos que piden a sus gobiernos pagar más impuestos por la crisis de coronavirus La riqueza parece, pues, un alquitrán dorado sumamente pegajoso. Una vez que eres rico, es difícil dejar de serlo.

Los impuestos a las herencias han caído en picado también en los últimos años.

Una tendencia que continúa hoy en día, como refleja una investigación del Instituto Peterson para la Economía Internacional, que rastreó la procedencia de las fortunas de los multimillonarios en más de 70 países.

El mito de la meritocracia moderna habla de emprendedores que se hicieron millonarios comenzando con una idea en un pequeño garaje o taller. Enseguida vienen a la cabeza casos paradigmáticos: Bill Gates (Windows), Steve Jobs (Apple), Amancio Ortega (Zara)… pero en muchos países buena parte de las fortunas no son tan románticas, de acuerdo al estudio.

Así, en grandes economías europeas como Alemania, España o Francia, el 65%, el 54% y el 51% de las fortunas multimillonarias provienen de herencias.

Porcentajes que suben en América Latina hasta el 80% en Argentina o casi un 67% en Chile o Venezuela y equiparable en Colombia (50%).

“Nuestro país se está desmoronando”: el multimillonario estadounidense que pide que los más ricos paguen más impuestos.
Y en otros países con porcentaje de herencias más bajas, como EE. UU (29%), Australia (27%) o Canadá (28%), los datos del instituto muestran una procedencia significativa de rentas del sector financiero: 27%, 31% y 25%, respectivamente.

No corregir estos desequilibrios en la circulación de riqueza a través de impuestos y otras medidas redistributivas tiene consecuencias económicas y sociales, según los expertos.

Las rentas provenientes del capital deberían ser gravadas con más firmeza que las del trabajo, según muchos expertos.

¿Un cambio de paradigma ante la desigualdad?
No solo es la covid-19. El mundo sufre en estos tiempos una epidemia de desigualdad que avanza imparable.

Entre 1980 y 20015, el 1% más rico del mundo recibió una proporción dos veces mayor del crecimiento económico que el 50% de la población con menores ingresos, según el Informe de desigualdad global del WID, coordinado por el economista francés Thomas Piketty, entre otros.

Y ampliando la lupa se ve cómo el 10% más adinerado acapara cada vez más riqueza del total dentro de cada país, cómo muestra el gráfico siguiente.

La cuota de riqueza de los más ricos en cada país no ha parado de aumentar desde 1980. Cada vez acumulan más parte de la tarta de los ingresos.

Esta situación, unida a la concatenación de crisis mundiales en los últimos años parece estar resquebrajando el consenso anterior en relación a los impuestos, la desigualdad y la pobreza.

"La mayoría de los estudiantes de economía han escuchado el argumento de que lo que importa es la pobreza, no la desigualdad. Esta era una visión normativa muy extendida en las facultades de economía, especialmente en la década de los 90 y 2000", explica González, de la American University.

"Esta idea se basa en la concepción errónea de que las rentas de mercado son las que 'nos merecemos', lo que convertiría a los impuestos en sospechosos desde un punto de vista moral. La cuestión distributiva se convierte, por construcción, en un 'problema menor', y sólo habría que garantizar lo suficiente a los pobres".

Y advierte sobre algunas apelaciones a la meritocracia: "Esta visión tiene poco sentido por una razón muy obvia: las rentas del mercado están determinadas por una multitud de factores completamente exógenos al esfuerzo individual, incluyendo las políticas, como el propio sistema impositivo. Por lo tanto, más allá de la consideración moral sobre la distribución resultante, la base fáctica de ese tipo de argumentos es completamente falaz".

La ausencia de sistemas impositivos fuertes genera problemas sustanciales para combatir la pobreza.

"Unos sistemas tributarios inadecuados, así como la evasión y la elusión de impuestos, cuestan a América Latina miles de millones de dólares en ingresos tributarios perdidos, unas cantidades que podrían y deberían invertirse en luchar contra la pobreza y la desigualdad", advierte en sus informes la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En la región, el 10% más rico posee el 71% de la riqueza y tributa sólo el 5,4% de su renta, según sus datos.

Tasa del impuesto sobre la renta que realmente paga el 10% más rico de la población en países latinoamericanos, comparado con la misma tasa efectiva de otros países.

Es hora de dar un paso adelante en materia de impuestos, apunta González desde Washington, que no niega las dificultades de desandar el camino:

"La conclusión es que debemos perder el miedo a gravar el capital, porque a tipos impositivos razonables, no hay evidencia de que los impuestos tengan efectos negativos sobre el crecimiento. Y en cualquier caso, esto se puede paliar mejorando el diseño del esquema impositivo y aumentando la coordinación internacional".

Porque las consecuencias son incluso más profundas que las que afectan al propio funcionamiento del sistema económico, alertan cada vez más voces.

"Los paraísos fiscales y los abusos en relación con los impuestos […] están destruyendo el contrato social entre el gobierno y el ciudadano, al permitir que los que podrían aportar más a la sociedad no paguen los impuestos que les corresponden en justicia", advierte la Cepal.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-55650204

domingo, 17 de enero de 2021

_- El problema no es que sean ricos, sino riquísimos, ineficientes y a costa de los demás.

_- Hace unos días mi compañera y amiga Carmen Lizárraga, profesora Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Granada, publicó un comentario en Twitter señalando la abismal diferencia de ingresos entre los dueños de Inditex y Mercadona y sus trabajadores. Era una manera rápida, como no puede ser de otra forma en esa red social, de llamar la atención sobre las enormes diferencias de ingresos que se dan en el seno de las empresas, algo que muchos economistas bastante ortodoxos han reconocido siempre como una fuente de ineficiencias y pérdida de productividad, tal y como ella misma se encargó de señalar en un artículo posterior (aquí).

Lo curioso del caso fue la tremenda reacción que suscitó su comentario, desde los insultos más o menos habituales hasta las acusaciones de comunista, bolivariana, ignorante, radical… simplemente porque, tras limitarse a proporcionar los datos de ingresos, recurrió a la ironía escribiendo: “¿Como se llama la película? Con el sudor de los de abajo”.

El caso me parece que va más lejos de la simple anécdota. Cuando se proporcionan datos sobre las grandes desigualdades de nuestro tiempo y se reclaman medidas de política económica para reducirlas casi siempre se suele encontrar ese tipo de reacciones. Los medios de comunicación, los economistas, periodistas o políticos comprometidos con la defensa del orden establecido responden de manera furibunda, descalificadora y repitiendo siempre los mismos argumentos: las diferencias de ingresos actuales son naturales y han existido siempre, se deben exclusivamente al valor que aportan las personas ricas, más innovadoras y competitivas, y no son negativas sino deseables porque su existencia genera crecimiento económico y empleo, además de mucha ayuda a los demás, gracias a su generosidad.

Lo cierto, sin embargo, es que nada de esas supuestas ventajas responden a la realidad.

– En nuestra época hay más milmillonarios (o su equivalente en términos reales) que nunca. En 1996 había 423 en todo el mundo, mientras que, según la revista Forbes, en marzo de este año eran 2.095, cinco veces más (aquí). De ellos, 24 en España, muy por debajo de los 651 de Estados Unidos, 390 de China, 110 de Alemania o 39 de Francia y 36 de Italia.

– La riqueza de los milmillonarios también alcanza hoy día el porcentaje más alto sobre la riqueza total del último siglo y quizá de la historia: esas 2.095 personas representan el 0,00003% de la población mundial mientras que su riqueza equivale al 12% del producto bruto anual de todo el planeta. En Estados Unidos, las 614 personas más ricas tienen una riqueza equivalente a la que poseen los 165 millones que constituyen la mitad más pobre de su población.

– No es verdad que la riqueza de los milmillonarios sea el resultado de su innovación o de que sean capaces de incorporar avances que supongan mejoras en el crecimiento económico o el empleo. Hay una prueba evidente, precisamente en estos últimos meses de pandemia: desde el último mes de marzo al 7 de diciembre, el patrimonio neto de los 651 milmillonarios estadounidenses ha aumentado en un billón de dólares, al pasar de 2,95 billones a 4,01 billones (datos aquí).

Otras investigaciones también han demostrado que la innovación ha cambiado de pautas en los últimos cincuenta años. En los setenta del siglo pasado sí era cierto que la innovación se producía mayoritariamente en el seno o por impulso de compañías privadas, lo que justificaría sus beneficios extraordinarios. Actualmente, por el contrario, se sabe que alrededor de las dos terceras partes de la innovación se produce en el seno o bajo el impulso de equipos en donde están presentes fondos gubernamentales o que cuentan con una importante aportación de fondos públicos (datos aquí). Y eso no solo contrasta con los mayores beneficios extraordinarios que se reciben ahora sino también con la menor contribución fiscal que hacen las empresas y grandes patrimonios: en los años sesenta y setenta del siglo pasado (con menos beneficios) proporcionaban el 30% de los ingresos públicos de Estados Unidos y ahora sólo el 10%.

– Tampoco es verdad que los más ricos del planeta, esas 2.095 personas (sin contar a quienes tienen patrimonios escondidos, dictadores, o delincuentes internacionales), hayan acumulado su enorme riqueza solo gracias a su mérito o esfuerzo personal o contribuyendo a que la economía sea más eficiente y competitiva.

Según las investigaciones de Thomas Piketty y otros investigadores, en Estados Unidos el 60% de la riqueza se hereda y en Europa alrededor del 55% (aquí). Y el economista estadounidense Robert Reich muestra que el origen de las fortunas más grandes del planeta no es precisamente el mérito, la innovación o la mayor eficiencia sino, además de la herencia, el poder del mercado que aniquila la competencia, la información privilegiada y el pago a los políticos para conseguir leyes y normas favorables a sus intereses (aquí).

– También se ha demostrado que no es cierto que se produzca un supuesto efecto positivo de la desigualdad y de la existencia de personas muy ricas sobre el resto de la economía (el llamado “efecto derrame”). No es verdad, como se quiere hacer creer, que cuanto más superricos haya, más riqueza se “derrama” sobre el conjunto de la sociedad.

Una investigación de David Hope y Julian Limberg de la London School of Economics and Political Science (aquí) ha demostrado recientemente que también es falso que sea bueno para la economía que haya superricos y que sus fortunas estén cada día más exentas de impuestos. Después de estudiar lo ocurrido en 18 países de la OCDE durante los últimos 50 años, concluyen que, allí donde han bajado los impuestos, la desigualdad ha aumentado porque las rebajas impositivas solo han beneficiado al grupo que posee el 1% más elevado de la renta. Y en su investigación han comprobado que menos impuestos y más desigualdad va unido a menos crecimiento económico y a más desempleo, de donde deducen que no hay que tener miedo a subir los impuestos a los superricos (en concreto, en estos momentos de crisis por la epidemia) porque eso no va a producir menos actividad o menos empleo, sino todo lo contrario.

– Tampoco es verdad que mucha mayor riqueza vaya unida a una gran filantropía por parte de los superricos. Es significativo, por ejemplo, que cuando Bill y Melinda Gates y Warren Buffet propusieron a otros millonarios donar el 50% de su riqueza durante diez años a fondos de beneficencia sólo consiguieron reclutar a 211, uno de cada diez de los 2.095 milmillonarios del planeta. Y eso, sin entrar a considerar que ese tipo de filantropía no es, en realidad, sino una forma de privatizar la solidaridad que al final supone una merma de ingresos para la provisión de bienes públicos esenciales y para las organizaciones más pequeñas o independientes y que, lógicamente, lleva consigo el control de quien recibe las ayudas, lo que las envilece, a veces, de forma sustancial.

El coste y la bárbara irracionalidad de la desmesurada concentración de la riqueza de nuestros días se percibe con un simple dato sobre la mayor fortuna del planeta, la que posee el dueño de Amazon, Jeff Bezos: su riqueza ha aumentado en 74.000 millones de dólares del 18 de marzo al 7 de diciembre. Eso quiere decir que si ese incremento de ingresos para él solo se hubiera repartido entre todas las personas que emplea Amazon en todo el mundo, poco más de 1,2 millones, cada una de ellas hubiera recibido unos 62.000 dólares mientras que Bezos hubiera seguido siendo ahora en diciembre igual de superrico que hace nueve meses.

Es lógico que los grandes milmillonarios oculten el origen de sus grandes fortunas; que no reconozcan lo decisivo que ha sido a la hora de acumularla la disposición de bienes y recursos públicos por los que no están dispuestos a pagar. Pero lo que no se puede negar es que, en general, la concentración tan extraordinaria de la riqueza que se ha producido en los últimos años ha ido acompañada -en la economía- de menos actividad, de más crisis, de menos empleo, de peor provisión de bienes públicos imprescindibles, y de mercados más concentrados y, por tanto, más ineficientes. Y, desde otros puntos de vista, de menos derechos individuales y sociales, de más injusticias y de menos democracia porque ha aumentado el poder de quienes pueden decidir al margen de la política representativa gracias a su control sobre los partidos, los medios de comunicación y las fuentes de creación de opinión y formación.

Conseguir que no ya los ricos, sino los riquísimos que dominan el planeta, contribuyan como los demás al mantenimiento de la sociedad, que se desincentiven y penalicen sus abusos de poder en los mercados, que se persiga y castigue su torticera influencia en la política o que se fomente la meritocracia y se penalice la gran herencia no es, a la vista de la situación a la que hemos llegado, ni siquiera un objetivo político o ideológico, sino un imperativo ético que debiera defender cualquier persona sensible, honesta y concernida por el futuro del planeta y de las generaciones futuras.

https://juantorreslopez.com/el-problema-no-es-que-sean-ricos-sino-riquisimos-ineficientes-y-a-costa-de-los-demas/