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jueves, 29 de agosto de 2013

La pobreza consume las capacidades mentales

Investigaciones realizadas en EE UU y en India indican que los apuros económicos limitan los “recursos cognitivos disponibles”.

Diferentes estudios parecen indicar que entre las personas con escasos recursos económicos es más habitual desenvolverse peor en la vida que entre aquellos que no tiene problemas de dinero. Posibles explicaciones las hay para todos los gustos: que una persona en dificultades financieras tiene menos margen de error y que las consecuencias de equivocarse pueden ahondar el problema, que los bajos niveles educativos pueden provocar malentendidos en documentos y contratos... Así presentan el espinoso problema de la correlación entre pobreza y recursos mentales unos investigadores del Reino Unido, Canadá y Estados Unidos que han intentado arrojar alguna luz al respecto. Y su conclusión es que la pobreza en sí misma, al margen de la alimentación, el estrés o la influencia del entorno sociocultural, consume recursos mentales del individuo y reduce sus capacidades cognitivas. Es decir, que al estar inmerso en la preocupación económica que afecta directamente a su vida, la persona tiene mermados sus capacidades mentales tal y como se miden en los test de inteligencia.

"La gente pobre, a menudo actúa, con menos capacidad, lo que puede perpetuar la pobreza", señalan Anandi Mani (Universidad de Warwick, Reino Unido) y sus colegas, en el artículo en la revista Science en que presentan sus experimentos y sus conclusiones. “El sistema cognitivo humano tiene capacidad limitada y las preocupaciones monetarias dejan menos recursos cognitivos disponibles para guiar acciones y decisiones”, señalan los investigadores. Igual que un controlador aéreo concentrado en una situación de potencial colisión en el aire es más fácil que descuide el seguimiento de otros aviones en vuelo, dicen, la persona pobre, cuando está pendiente de agobios de dinero, pierde capacidad para dedicar a otros problemas toda su consideración. “La situación de pobreza bloquea los recursos mentales”, resume Kathleen D. Vohs, profesora de la Universidad de Minnesota, en su comentario en Science acerca del asunto.

Mani y sus colaboradores diseñaron dos tipos de experimentos y los realizaron en EE UU (para comprobar su hipótesis de que los retos económicos de magnitud similar pueden tener impacto cognitivo muy diferente entre gente rica y gente pobre) y en una zona rural de India (para medir el efecto de los altibajos económicos que sufren las personas).

De antemano exponen su definición amplia de pobreza: la distancia entre las necesidades de un individuo y los recursos de que dispone para satisfacerlos. Como se trata de necesidades subjetivas, la definición sirve en un país desarrollado y en uno en desarrollo, al igual que en situaciones de deficiencia económica transitoria, como puede ser el desempleo. Y puntualizan que ellos se centran en el efecto inmediato de la pobreza en las capacidades cognitivas, quedando abiertas, por tanto, otras cuestiones de suma importancia: el desarrollo mental infantil deficiente asociado a la pobreza (que puede condicionar las capacidades mentales en el adulto) o si tiene efecto a largo plazo la merma de recursos cognitivos provocados por la incertidumbre económica.

El primer experimento se realizó con un centenar de voluntarios reclutados en un centro comercial de Nueva Jersey, de 35 años de edad media, 65 de los cuales eran mujeres, y con una distribución de nivel económico personal representativa de la población de EE UU, atendiendo a los ingresos y tamaño de la vivienda de cada uno. En las pruebas, se les presentaba un dilema: cómo afrontar una factura imprevista de reparación del coche. Mientras pensaban al respecto, se les hacían dos test de funciones cognitivas habituales en las pruebas de cociente de inteligencia, uno de fluidez mental y otro de control cognitivo. En diferentes fases se varió, por ejemplo, el precio de la hipotética factura, y la conclusión es que las personas adineradas sacaron mejor puntuación en los test de inteligencia que aquellos con escasos recursos.

Claro que es posible, por ejemplo, que los ricos tengan preocupaciones económicas a otro nivel pero que provoquen la misma sobrecarga mental que en los pobres la factura inesperada del coche. Para aclarar los resultados, Mani y sus colegas diseñaron el segundo experimento. Un total de 464 pequeños agricultores de caña de azúcar en el sur de India participaron en el estudio. Se les hicieron dos test, uno de fluidez mental y otro de control cognitivo (una versión numérica apropiada para personal de escasa alfabetización) antes y después de la cosecha anual, es decir, cuando su mayor preocupación es la perspectiva económica y cuando esta se ha despejado. Tras la cosecha, los resultados de estas dos pruebas de inteligencia fueron claramente superiores. Lo que mejor explica la caída del rendimiento cognitivo es el mecanismo de atención secuestrada por el problema económico.

No ignoran Mani y sus colaboradores las implicaciones sociopolíticas de su investigación. “Los datos que presentamos sugieren una perspectiva diferente sobre la pobreza: ser pobre significa no solo afrontar escasez de dinero, sino también escasez de recursos cognitivos”, escriben. “Los pobres, con esta perspectiva, son menos capaces no debido a rasgos heredados sino porque el mismo contexto de la pobreza impone una carga y obstruye las capacidades cognitivas”.

Como conclusión, sugieren los investigadores algunas medidas políticas que pueden aliviar el efecto que han estudiado. Lo primero sería evitar lo que ellos llaman los “impuestos cognitivos”, como rellenar cuestionarios largos y complejos, preparar entrevistas de trabajo o descifrar nuevas reglas laborales, en las que las personas con preocupaciones económicas pueden estar en desventaja frente a quienes no las padecen. O, al menos, prestar ayuda institucional a las primeras. Otra idea, más centrada en el caso de los cultivadores de caña de azúcar indios, pero no limitado a estos, sería sincronizar las actuaciones y programas —por ejemplo, de formación— con las fases cíclicas de las cosechas para desarrollarlas en los períodos en que esa población sea más receptiva mentalmente y esté mejor capacitada para aprovechar la información.

“Las estimaciones recientes muestran que aproximadamente un 20% de la población mundial vive en la pobreza”, recuerda Vohs. Para muchos economistas, añade, cuanta más gente haya, mejor, pues mayor cantidad de buenas ideas habrá para solucionar los grandes retos como curar el cáncer, encontrar formas de energía renovables o alcanzar la paz mundial. “Pero este argumento se basa en la idea de que todo el mundo tiene capacidad mental adecuada, una premisa ahora cuestionada por Mani y sus colegas para una quinta parte de la población mundial”, añade.

Inteligencia antes y después de la cosecha
Los campesinos de Tamil Nadu (sur de India) que se dedican al cultivo de la caña de azúcar reúnen, al parecer, características especialmente idóneas para los experimentos de Anandi Mani y sus colegas sobre pobreza y rendimiento mental. Tienen una cosecha anual, pero no todos al mismo tiempo porque la recolección está repartida a lo largo de cuatro o cinco meses para que la caña llegue escalonadamente a los molinos. Esto evita en los experimentos efectos que pudieran alterar los resultados, como la influencia de festividades locales o las condiciones meteorológicas, explican los investigadores en Science. Los campesinos afrontan mayor preocupación económica antes que después de la cosecha, pero no todos al tiempo.

En total participaron 464 cultivadores de caña de 54 pueblos en el estudio y la puntuación media obtenida en uno de los test fue 5.45 después de la cosecha frente a 4.35 antes. Cabría pensar que el esfuerzo físico de recoger la caña influye negativamente en el rendimiento mental, pero los investigadores puntualizan que, en muchos casos, los agricultores contratan a peones para el trabajo y, además, en la mayor parte de los casos tuvieron el cuidado de hacer los test después de la fase de recogida de la caña, pero antes de recibir el pago por la cosecha.

Otra posible interferencia sería que, al hacer las pruebas por segunda vez —después de la cosecha— los agricultores estuvieran más entrenados. Para descartar este efecto, Mani y sus colegas incorporaron a un centenar de personas a los test postcosecha que no los hicieron antes. Y el resultado general fue el mismo, luego no es achacable a la familiaridad adquirida con las pruebas.

Tal vez la mejor nutrición después de cobrar la caña tenga algo que ver. Tampoco. Un estudio previo realizado por este equipo, en 2009, mostró que los agricultores de caña no comían menos antes que después de la cosecha. Una vez eliminados los factores principales que podrían afectar el resultado, la respuesta de los investigadores es que la pobreza en sí misma resta capacidad mental.
Fuente: El País.

sábado, 16 de marzo de 2013

Suicidios en hombres, el drama de no saber pedir ayuda

La tasa de suicidios de hombres en el Reino Unido es de 12 al día.

Media hora después de hablar con su mejor amigo, Guy se quitó la vida. Ni su familia ni sus allegados lo vieron venir. Estaba sumido en una depresión profunda y no supo pedir ayuda. Este es el caso de miles de hombres de todo el mundo.

Estudios estadísticos indican que la tasa de suicidios de este género va en aumento, mientras que el de las mujeres ha disminuido.

Sólo en Reino Unido, en 2011 se registraron 12 suicidios diarios de hombres, la mayoría entre 45 y 55 años.

¿Qué está causando este fenómeno? "Muchos de los motivos son pérdidas de dinero, de trabajo, deudas y fracasos profesionales", le dice a la BBC el psiquiatra Peter Byrne, del hospital de la Universidad de Newham.

Por su parte, Jane Powell, directora de la Campaña contra una vida miserable, explica que el actual clima económico mundial es el gran causante de que se hayan disparado los suicidios en hombres.

Hace un año Wilson Stephens intentó quitarse la vida. La presión de crear una empresa se sumó a una crisis de pareja y a un juicio que tuvo que enfrentar. "Todo se estaba derrumbando, no lo podía superar y traté de suicidarme", le cuenta a la BBC. "Para los hombres es muy difícil decir 'necesito ayuda'. Se supone que somos fuertes". En muy pocas oportunidades se crea un espacio en el que los hombres se sientan cómodos para hablar de sus problemas, de las presiones a las que se enfrentan. Esto los hace más vulnerables.

Con el fin de entender las razones que cada vez más lleva a los hombres a optar por el suicidio, la BBC reunió a varios expertos con dos hombres que intentaron quitarse la vida y familiares de quienes no supieron pedir ayuda.

"Es interesante como la mente te juega malas pasadas. Como pone las cosas de una manera que te pega fuerte... pero también es interesante los progresos que puedes llegar a alcanzar en un año", comenta Stephens. Para Powell, la historia de Simon es muy frecuente. "Creo que allá afuera hay miles de hombres que saben exactamente lo que siente".

Qué habría pasado si...
"El perfil de los hombres que se suicidan es muy distinto al de los que vienen a pedir ayuda", dice el psiquiatra Peter Byrne.

"Me temo que allá afuera hay una población de psiquiatras, que como yo, no llegamos a tratarlos. Sus familias sólo se enteran del problema después de que perdieron la vida".

Hace seis años que Guy, el ex esposo de Caroline Carter se suicidó. "Muchas veces pienso cuan distinto sería si hubiera hablado con la familia, con los amigos... con alguien". Carter confiesa que nunca se le pasó por la cabeza pensar que Guy se quitaría la vida. "Yo sé que estábamos separándonos y que se deprimió mucho, pero también siempre estaba cambiando de ánimo... Lo había mencionado y nunca creí que lo haría. Esto es algo de lo que me sentí culpable durante mucho tiempo", agrega. Guy dejó una hija, Lottie Barnard, quien tuvo que manejar la rabia que sintió al verse sin él. "Te da rabia que te haya dejado en esa situación". "Con el tiempo lo perdoné. Ahora entiendo por qué lo hizo, y acepto el hecho de que él no estaba bien". Carter habla de forma pausada. Asegura haber conseguido paz.

Lograr entender los motivos del suicidio de su pareja le ayudó. "Entiendo que (Guy) se encontraba en tal estado de desesperación, que esa fue su única forma de... honestamente pensó que estaríamos mejor sin él. Obviamente ese no es el caso, pero es en lo que verdaderamente creía. Sólo me da mucha tristeza que no haya podido hablar conmigo o con alguien más".

Una llamada Kevin Shepherd escucha con atención a Caroline. La presencia de ella y su hija le afecta, porque él estuvo a punto de dejar sin padre a dos chicos.

Expertos indican que el perfil de hombres que se suicida es muy distinto de los que piden ayuda.

"La verdad es que cuando uno está en ese estado no tienes habilidad para racionalizar. No tienes la habilidad de pensar racionalmente, de poner las cosas en perspectiva de forma que puedas pensar en cómo vas a superar la situación".

Una llamada telefónica salvó a Shepherd del suicidio. Minutos antes de quitarse la vida reviso sus contactos en el teléfono y pensaba quién lo extrañaría y quien no. En eso se encontró con el número de la organización británica Samaritans que ayuda a gente suicida y en situación desesperada. La noche anterior marcó el número, pero no se había atrevido a hablar. "Todavía no sé qué fue lo que me hizo apretar el botón (la segunda vez), pero lo hice", recuerda.

La historia de Shepherd es muy parecida a la contó Stephens con anterioridad; su relación se había terminado y lo despidieron del trabajo.

"Salí de la relación con las manos vacías, prácticamente sin techo... El panorama era muy feo porque de la noche a la mañana, con 40 años me vi empezando de cero otra vez", agrega.

"En lo único que piensas es en terminar con la angustia y el dolor mental. No es físico, hubiese sido más fácil si hubiera sido físico porque lo puedes tratar. Pero cuando estás así, la angustia te nubla completamente y no puedes ver a través".

Aislamiento
Simon Stephens intenta explicar por lo que pasó. Dice que la depresión es una enfermedad de aislamiento. "Cuando te asilas, te desconectas, y creo que la forma en que llevamos nuestras vidas -y los hombres en particular- hace que nos desconectemos de los otros seres humanos". "Creo que quizás éste es el problema que no vemos y necesitamos ver", agrega.

El psiquiatra Peter Byrne aclara que la depresión no hace distinción de clases sociales. No obstante, concede que la gente de bajos recursos tiene más tendencia quitarse la vida. (Ay¡¡¡ siempre aarece la pobreza para empeorarlo todo. Y la pobreza no es casual)

Por su parte, Stephens cree que el motivo por el que hay más suicidios en hombre se debe a que en la lucha por la igualdad de hombres y mujeres se ha cuidado mucho al sexo femenino "se han olvidado de lo que los hombres también tienen que pasar".

"¿Con quien hablas?", intercede Kevin Shepherd.
"No vas a llorar delante de tus amigos". "Si decides hablar cuando sales a tomar copas, temes que tus amigos te dejen de llamar porque no querrán lidiar con eso. Y no buscas ayuda profesional porque realmente no sabes qué es lo que te está pasando".

La ayuda profesional es lo que ha ayudado a Simon Stephens, quien aclara que la conexión con el terapeuta es crítica para salir de la depresión. La cuestión está en saber identificar los síntomas de depresión antes de que sea demasiado tarde para pedir ayuda.
Fuente: BBC

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