sábado, 29 de junio de 2024

Bruce Hood, psicólogo: “La felicidad focalizada en uno mismo tiene poco recorrido”

Bruce Hood photographed in the garden of his home in Bristol (United Kingdom).
Bruce Hood fotografiado en el jardín de su casa en Bristol (Reino Unido).
En su nueva obra ‘La ciencia de la felicidad’, el experto recopila decenas de investigaciones sobre qué contribuye a mejorar el bienestar psicoemocional de forma duradera.

Hubo un tiempo en que Bruce Hood observaba con escepticismo todo lo que rodea a la psicología positiva. Se le antojaba una esfera de ingenuidad y lugares comunes, con sus recetas universales y sus autopistas directas hacia la felicidad. Entremezclados en una bruma de olor dulzón, por allí pululaban sonrisas beatíficas, espiritualidad para tiempos modernos, bestsellers definitivos y, en ocasiones, un cierto sustrato científico. A Hood le parecía todo demasiado vago, como una botica que oferta sugerentes bálsamos poco eficaces en el largo plazo.

Algo cambió en 2018, cuando este psicólogo del desarrollo británico-canadiense —ya entonces famoso por sus análisis sobre la noción del yo o las creencias supersticiosas— se enteró de que una ex-alumna suya, Laurie Santos, impartía el curso Psicología y buena vida en la Universidad de Yale (EE UU). “Es muy rigurosa, supe que no estaría promoviendo algo que no tuviera buena ciencia detrás”, cuenta por videoconferencia.

Por aquellas fechas, Hood había empezado a detectar niveles alarmantes de desasosiego entre sus alumnos de la Universidad de Bristol (Reino Unido). La angustia campaba por sus fueros, nutrida de exigencias rampantes, azuzada por el escaparate digital y su presión de posturear alegría 24/7. Hood quiso dar una oportunidad al bienestar con base empírica. Creó un programa similar al de Santos, que bautizó La ciencia de la felicidad. Su nuevo libro homónimo, publicado en España por Planetadelibros, recoge seis años de vivencias, investigaciones propias y decenas de estudios sobre hábitos y actitudes que, con datos en la mano, sabemos que funcionan para sentirnos mejor de forma duradera.

Un eje articula la obra: vivir más felices pasa por limar el egocentrismo, esa poderosa tentación que atraviesa épocas y países. Con su apuesta por el alocentrismo, Hood anima a ir retirando la mirada de nuestro ombligo para posarla en los demás. Su libro invita a adoptar un prisma expansivo y contracorriente. “En los últimos años, se nos repite que, para ser felices, tenemos que autocuidarnos, ponernos la máscara de oxígeno antes de ayudar a otros”. Perderse un poco de vista, sostiene, no implica abrazar un altruismo extremo en el que nuestras necesidades no pinten nada. Más bien, se trata de esquivar un bucle de ensimismamiento por decreto: “La felicidad focalizada en uno mismo tiene poco recorrido, limita mucho ser al mismo tiempo origen y destinatario de nuestras acciones”.

Arrinconar el egocentrismo va más allá de volcarnos hacia fuera. También requiere cuestionar lo que creemos ser, lo que pensamos que nos define. En su obra The self illusion (La ilusión del yo, no traducida al español), que vio la luz en 2012, Hood ya había desmontado la permanencia de algo inherente a cada ser humano. La ciencia de la felicidad abunda en el yo como espejismo. “No es nada nuevo, el budismo plantea lo mismo desde hace milenios; me he limitado a dar a esta idea una visión científica”.

El yo como “relato coherente ayuda a dar sentido a nuestra confusión”, prosigue Hood, “y esa percepción de continuidad, de que siempre seremos esencialmente la misma persona, nos hace creer que tomamos decisiones con independencia”. El ego (yo en latín) parece real, se siente muy cierto. Su experiencia, admite Hood, resulta innegable. Pero es, en el fondo, una falacia, un sutil engaño: “Hay muchos factores, la mayoría de hecho, que escapan a nuestro control, tanto cuestiones externas como dinámicas internas inconscientes”.

¿Contribuyen estas reflexiones cuasi ontológicas a nuestra dicha? Hood está convencido de que sí. “Si quieres ser más feliz, has de darte la oportunidad de verte como un producto de tu interacción con el mundo y no como una isla aislada”, se lee en el libro. Concebirnos como una realidad en construcción, argumenta el autor, libera enormemente. Permite fluir más suelto y mirarnos con mayor distancia. Ayuda a soltar amarras para navegar por la vida sin condenas deterministas, siempre abierto al cambio.

Con el ego en proceso de demolición y nuestros ojos en modo alocéntrico, todo resulta más suave, menos severo. “Nos volvemos más compasivos con nosotros mismos y con el resto, es algo automático. Si te empiezas a ver de forma más despegada, compruebas que el dolor emocional que todos sufrimos se origina en un conjunto de causas de las que, en gran medida, no somos responsables”. También disminuye el pesimismo, un patrón mental que suele enraizar entre los egocéntricos, los cuales tienden a “extrapolar eventos negativos —si algo malo ha pasado una vez, pasará más veces— y a culparse continuamente”.

Hood sostiene que el optimismo, como cualquier hábito cognitivo beneficioso, necesita de un aprendizaje continuo. No vale con captar el mensaje y pretender que cale para siempre en nuestra mente: hay que aplicar las enseñanzas día a día. Existen, claro, verdades que contribuyen a entender por qué nos agarra el estrés, nos taladran pensamientos intrusivos o nos sumimos en la zozobra. Una de ellas, básica, es que “el cerebro está optimizado para buscar información negativa, para detectar problemas a resolver en lugar de disfrutar de las cosas cuando todo va bien”.

El llamado sesgo de negatividad posee una razón evolutiva de peso: “Las amenazas, reales o imaginadas, adquieren más valor. Infinidad de estudios demuestran que prestamos más atención a lo que juzgamos como negativo”. En su nueva obra, Hood se refiere a la ansiedad (miedo en ausencia de peligro acuciante) como una “resaca de nuestros tiempos en la sabana”. Sin leones acechando, nuestras neuronas siguen siendo expertas en generar preocupación. Saber que solo están haciendo su trabajo (si bien mediante mecanismos frecuentemente disfuncionales), y que la respuesta lucha o huye —con sus desagradables sensaciones físicas— se activa por razones peregrinas, ayuda a mantener la serenidad en momentos de turbulencia psicoemocional.

Conscientes de que nuestra cabeza está diseñada para fabricar tormentos innecesarios, hemos de esmerarnos en centrar la atención en otras cosas que merezcan más la pena. Rumiar menos no siempre es tarea fácil, pero resulta clave si aspiramos a ir cristalizando un bienestar sólido. Para lograrlo, La ciencia de la felicidad despliega un amplio surtido de recomendaciones: meditar, zambullirnos en nuestras aficiones, admirar la naturaleza, probar el distanciamiento psicológico... Recursos, explica Hood, suficientemente contrastados en estudios solventes.

Buena parte del libro aborda el componente relacional de una alegría más o menos estable. Hood recuerda que la soledad aparece consistentemente como el factor que más reduce la esperanza de vida, y que la “muerte social” encabeza la lista de temores humanos. “Nuestro objetivo prioritario es no ser excluidos, ya que evolutivamente hemos necesitado pertenecer a un grupo para sobrevivir”. Aunque no es del todo imposible convertirse en una persona solitaria y feliz, aquel que lo consiga será la excepción que confirme la regla.

Al relacionarnos, conviene tener claro que validarse por sistema respecto a otros propicia una fuente inagotable de tristeza y abre una pasarela segura a sentirse desgraciado. De pequeños, somos nuestra única referencia. Pero en cuanto tomamos conciencia como seres sociales, empezamos a puntuarnos en un mercado que va creciendo hasta abarcar (vida online mediante) a la humanidad entera. Hablamos, una vez más, de un terreno fértil para ombliguistas recalcitrantes: “Cuando predomina una visión egocéntrica del mundo, hacemos un sinfín de comparaciones erróneas. Y siempre va a haber alguien mejor que tú en cualquier aspecto”. La gratitud se revela como excelente antídoto contra la envidia y el autoflagelo. Por un motivo obvio: “Enseña a sentirse afortunado”.

La ciencia de la felicidad sintetiza la investigación más relevante sobre la gran aspiración del ser humano. Hood no ignora que se enfrenta a un ámbito de estudio endemoniadamente complejo, multifactorial como pocos y muy dependiente del contexto. “Felicidad significa cosas diferentes en distintos lugares y para distintas personas”. Entre los cientos de interrogantes que suscita este asunto, Hood destaca el que vincula bienestar socioeconómico y emocional. ¿Cuál es el mínimo material para ser feliz? Por el momento, predominan las zonas de sombra: “Psicólogos y economistas no paramos de discutir sobre ello sin llegar a un consenso. El debate no cesa”.

Ante la proliferación de literatura científica en torno a lo que nos hace dichosos, un metanálisis publicado a principios de año en Annual Review of Psychology diseccionó la aptitud científica de decenas de publicaciones. Pocas pasaron el filtro. “Pienso que se aplicaron criterios demasiado rigurosos, dando lugar a una evaluación algo injusta”, estima Hood, quien reconoce, no obstante, que no escasean estudios “estadísticamente pobres, con métodos dudosos o muestras demasiado pequeñas”.

El profesor de la Universidad de Bristol insiste en que, aunque aún queda mucho por andar, sí se va perfilando un robusto cuerpo de evidencias que iluminan la senda a la felicidad. Repite que el cultivo del contento requiere de pico y pala: “La perseverancia es fundamental. Hay que consolidar ciertos hábitos; si no, es probable que experimentes retrocesos”. Y alerta sobre lo contraproducente de pretender la alegría perpetua: “Hay que experimentar problemas y vaivenes. No hemos de buscar un delirio de felicidad, sino aprender a ser resilientes, a mirar hacia delante, con una cierta idea sobre cómo queremos que sea nuestra vida”.


Más sobre la ciencia de la felicidad: 

viernes, 28 de junio de 2024

Se llama el mejor gazpacho porque es el mejor gazpacho.

La receta cinco estrellas de Julia Moskin es simple, salada, espesa y suave: un remedio refrescante y satisfactorio para el lento calor del verano.

Es hora de nuestro recordatorio anual de que el gazpacho es la reina de la cocina de verano, un remedio fresco y satisfactorio para el calor intenso y lento. Nuestra receta se llama el mejor gazpacho y cumple esa promesa. Es simple, salado, espeso y suave, sin cubos de pepino a la vista. (Nunca me gustaron esos.)

Tenemos docenas de otras recetas sin cocción para usted, y también recetas para ollas de cocción lenta: un truco para la ola de calor. Como le dirán los devotos de la cocina lenta, las máquinas no calientan su cocina y, por lo tanto, son excelentes para el verano.

También es una buena idea ahora mismo: bebidas muy frías. Escuché a una lectora llamada Amber pedir cócteles sin alcohol únicos que no sean demasiado dulces. Pruebe este efervescencia de hibisco, este pepino con tónica o este spritzer de limón y jengibre salado, todos muy bien equilibrados e increíblemente deliciosos.

También recibí un montón de correos electrónicos suyos después del boletín de la semana pasada sobre muslos de pollo versus pechugas, algunos fuertemente a favor de los muslos, otros defendiendo las pechugas. Me encanta leerlos. Envíame notas en cualquier momento a dearemily@nytimes.com. ¡Estoy aquí!

También estoy haciendo:
Dòuhuā (tofu sedoso con almíbar de jengibre); salsa picante de camarones; ensalada de maíz con tomate, albahaca y cilantro; granola de aceite de oliva (con algunos ajustes: sin azúcar moreno y almendras fileteadas en lugar de pistachos).


Four beige bowls hold bright orange blended gazpacho; each serving has a swirl of olive oil on top. A pitcher with more gazpacho is just out of frame.
Credit...Christopher Simpson for The New York Times. Food Stylist: Simon Andrews. Prop Stylist: Paige Hicks
1. El mejor gazpacho
El nombre de la receta cinco estrellas de Julia Moskin lo dice todo. Si tienes una licuadora potente, ahora es el momento de prepararla. En el sur de España, lo tomabas por vaso, pero en mi patio trasero, un poco menos glamoroso, en los Estados Unidos, cenaba un plato con pan, ensalada o ambos como acompañamiento.

INGREDIENTES
Producir:
8 a 12 porciones, aproximadamente 1 litro

Aproximadamente 2 libras de tomates rojos maduros, sin corazón y cortados en trozos grandes
1 pimiento italiano para freír (cubanelle) u otro pimiento verde claro y largo, como el Anaheim, sin corazón, sin semillas y cortado en trozos grandes

1 pepino, de aproximadamente 8 pulgadas de largo, pelado y cortado en trozos grandes
1 cebolla pequeña y suave (blanca o roja), pelada y cortada en trozos grandes
1 diente de ajo
2 cucharaditas de vinagre de jerez, más al gusto
Sal
½ taza de aceite de oliva virgen extra, más al gusto y más para rociar.

Preparación

Paso 1
Combine los tomates, el pimiento, el pepino, la cebolla y el ajo en una licuadora o, si usa una batidora de mano, en un recipiente hondo. (Si es necesario, trabaje en tandas). Licue a alta velocidad hasta que esté muy suave, al menos 2 minutos, deteniéndose ocasionalmente para raspar los lados con una espátula de goma.

Imagen de verduras crudas picadas en una batidora para hacer gazpacho.

Paso 2
Con el motor en marcha, añade el vinagre y 2 cucharaditas de sal. Rocíe lentamente con el aceite de oliva. La mezcla se volverá de color naranja brillante o rosa oscuro y se volverá suave y emulsionada, como un aderezo para ensalada. Si todavía parece aguado, rocíe más aceite de oliva hasta que la textura sea cremosa.

Paso 3
Colar la mezcla a través de un colador o pasapurés, empujando todo el líquido con una espátula o el dorso de un cucharón. Deseche los sólidos. Transfiera a una jarra grande (preferiblemente de vidrio) y enfríe hasta que esté muy frío, al menos 6 horas o toda la noche.

Imagen del gazpacho colado en un bol después de licuarlo.
Etapa 4
Antes de servir, rectifica los condimentos con sal y vinagre. Si la sopa está muy espesa, agregue unas cucharadas de agua helada. Sirva en vasos, con hielo si lo desea o en un bol. Unas gotas de aceite de oliva por encima son un buen toque.

NYT

¿Es el fascismo en Italia realmente algo del pasado como afirma la primera ministra Giorgia Meloni?

Marcha de extrema derecha en Milán en octubre de 2023.

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Pie de foto,Marcha de extrema derecha en Milán en octubre de 2023.

En formación militar se alinean 1.000 hombres. La mayoría van vestidos de negro, algunos con tatuajes en el cuero cabelludo afeitado, en el lugar de Milán donde Sergio Ramelli, un estudiante de extrema derecha, fue asesinado hace casi 50 años por antifascistas.

Un líder llama la atención a su batallón de leales. Grita "camerata" o "hermano de armas" y el nombre de Ramelli, como si pasara lista. Y entonces alzan los brazos derechos rígidos con las palmas hacia abajo.

Es el saludo fascista en el corazón de la segunda ciudad de Italia, y la multitud responde en nombre del muerto con un rugido: "¡Presente! ¡Presente! ¡Presente!".

Estamos en 2024, pero la escena tiene los ecos aterradores de hace un siglo. Aunque puede parecer extraordinario para alguien de fuera –y para mí fue asombroso verlo de cerca–, es algo común en Italia, donde cada año se llevan a cabo conmemoraciones de este tipo.

El actual gobierno de Italia está dirigido por el partido Hermanos de Italia, que tiene raíces en el fascismo de posguerra. Su líder, la primera ministra Giorgia Meloni, ha dicho que su movimiento ha cambiado completamente y está claro que su política no es la del pueblo haciendo el saludo fascista en Milán.

Pero algunos temen que ella y su partido no se hayan alejado lo suficiente de sus orígenes políticos y que lo que antes se consideraba extremo se esté volviendo normal y cotidiano.

Meloni en el cierre de campaña de las elecciones europeas
Meloni en el cierre de campaña de las elecciones europeas

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Pie de foto,
Meloni se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo político más importante de Italia en octubre de 2022. 

"El fascismo no murió" 

"El fascismo no murió en 1945: fue derrotado militarmente, pero siguió viviendo en la mente de muchos italianos", afirma Paolo Berizzi, periodista del diario italiano La Repubblica.

Berizzi ha vivido bajo protección policial las 24 horas del día durante los últimos cinco años, tras recibir amenazas de grupos extremistas. "Italia nunca se ha reconciliado con su pasado", afirma.

Ha transcurrido más de un siglo desde que el dictador fascista Benito Mussolini, apodado Il Duce, o El Líder, llegara al poder. Su régimen totalitario estuvo marcado por una brutal represión de todos los opositores, campos de concentración e invasiones en el extranjero.

Las leyes antisemitas persiguieron a los judíos y, después de que Mussolini se aliara con Hitler, miles de personas fueron enviadas a morir en Alemania durante el Holocausto. Italia capituló ante los Aliados, se sumió en una guerra civil y Il Duce finalmente fue capturado y asesinado.

La Constitución del país de posguerra prohibió el partido fascista de Mussolini, pero se permitió que el movimiento continuara bajo diferentes formas.

El Movimiento Sociale Italiano, o MSI, fue creado por los partidarios del dictador con el objetivo de revivir el fascismo y luchar contra el comunismo. Los funcionarios del régimen de Mussolini aceptaron puestos de trabajo en instituciones estatales y ningún italiano fue llevado ante tribunales de crímenes de guerra.

Italia
Una reforma en la Constitución de 1952, llamada Ley Scelba, prohibió los grupos con objetivos antidemocráticos o que glorificaran los principios o a los líderes del fascismo o utilizaran la violencia. Pero rara vez se ha invocado.

En Alemania, la ley es clara: hacer el saludo fascista se castiga con hasta tres años de prisión. En Italia, sin embargo, corresponde a los jueces decidir si el gesto es un delito penal: un área gris que en la práctica significa que se sigue usando.

Hombres vestidos de negro en formación militar.
Pie de foto,La procesión con antorchas es organizada en Milán por formaciones de extrema derecha. 

Los Hermanos de Italia de Meloni 

Durante décadas, los políticos neofascistas fueron en gran medida marginados. Pero la decisión del entonces primer ministro Silvio Berlusconi de incorporarlos a su coalición en 1994 marcó el comienzo de su creciente legitimación en la opinión pública.

La primera ministra Georgia Meloni, cuya vida política comenzó en el ala juvenil del MSI y fue el líder nacional del movimiento sucesor, elogió una vez a Mussolini como "un buen político", añadiendo que "todo lo que hizo, lo hizo por Italia". En 2008, Berlusconi la nombró ministra de gobierno.

Su partido, Hermanos de Italia, lleva el mismo logo de la llama de tres colores adoptado por los grupos neofascistas después de la guerra, pero ella ha ido alejando progresivamente a su movimiento de la extrema derecha.

Su retórica contra la "sustitución étnica" de italianos por inmigrantes y un supuesto "lobby LGBT" se ha suavizado desde su elección como primera ministra en 2022. Ahora utiliza un lenguaje más alineado con la derecha europea dominante, que habla de proteger las fronteras e impulsar la tasa de natalidad de Italia.

También abandonó sus críticas a la eurozona, ha establecido relaciones estrechas con líderes desde Washington hasta Bruselas y ha sido franca en su apoyo a Ucrania después de su invasión por parte de Rusia. Pero sus críticos dicen que todavía hace un guiño a sus raíces políticas.

Y eso, creen algunos, hace menos probable que apoye una ofensiva contra los grupos extremistas.

Adolf Hitler y Benito Mussolini en una fotografía en blanco y negro.
Adolf Hitler y Benito Mussolini en una fotografía en blanco y negro.

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Pie de foto,
Adolf Hitler y Benito Mussolini fueron aliados durante la Segunda Guerra Mundial y son las caras del fascismo en Europa.

Muchos sienten que la Ley Scelba debería haberse aplicado en 2021, después de que la sede del principal sindicato de Italia, CGIL, fuera atacada violentamente durante una protesta contra las restricciones de la pandemia de covid por una multitud que incluía a miembros de Forza Nuova, un partido marginal de extrema derecha.

Los manifestantes rompieron ventanas e intentaron entrar por la fuerza en el edificio en una medida que recuerda a la época de Mussolini, cuando los sindicatos eran atacados por turbas con camisas negras.A la derecha de Meloni
Forza Nuova, que existe desde hace más de un cuarto de siglo, está mucho más a la derecha que el partido de la señora Meloni y aboga por un cese total de la inmigración y la salida de Italia de la OTAN y la UE. Sus miembros hablan con afecto de Vladimir Putin.

El partido nunca ha conseguido suficientes votos como para tener diputados al Parlamento, pero su visibilidad en las protestas y las acciones de sus miembros, incluida la violencia contra los inmigrantes, lo convierten junto con otros grupos extremistas en una espina clavada en la política italiana.

En un funeral reciente, el ataúd de un miembro del partido estaba envuelto en una bandera con la esvástica. El cumpleaños de otro funcionario se celebró con una tarta decorada con una esvástica y el lema nazi "Sieg Heil" (saludo a la victoria).

El secretario del partido de derechas italiano Forza Nuova, Roberto Fiore, encabezó durante la pandemia una protesta en Roma que acabó en enfrentamientos con la policía.

El fundador de Forza Nuova, Roberto Fiore, me dice que el partido atacó a la CGIL porque el sindicato había respaldado los certificados de vacunación obligatorios para todos los trabajadores durante la pandemia. "Todos nos consideraban verdaderos luchadores por la libertad, no fascistas que atacaban a un sindicato", afirma.

Le pregunto directamente: "¿Es usted fascista?".

"Si me preguntaran así, probablemente diría que sí", responde, "pero tengo que completar el término y decir que soy un revolucionario. Italia no tiene la inteligencia y el coraje para decir, bueno, está bien, el fascismo era bueno en esto y aquello y tal vez no bueno en otras cosas... Acepto que no rechazo el término fascismo". 

La presencia de Mussolini 

A lo largo de nuestra entrevista, presiono a Fiore sobre la naturaleza criminal del régimen de Mussolini. Niega que haya sido violento y afirma que los campos de internamiento fascistas eran "cosas que suceden en la guerra".

Continúa diciendo que Ucrania debería ser parte de Rusia. Cuando le digo que su partido sería prohibido en países como Alemania, dice: "La libertad es libertad".

En la sede local de Forza Nuova en la ciudad norteña de Verona, las paredes están cubiertas con símbolos racistas y extremistas, desde la bandera confederada de Estados Unidos hasta las de las autoproclamadas Repúblicas Populares prorrusas de Donetsk y Luhansk, junto con pañuelos que llevan las palabras "El poder blanco" y "Somos fascistas: un llamado a las armas".

El líder adjunto del partido, Luca Castellini, me muestra con orgullo un calendario de Mussolini que, según él, es el calendario más vendido en Italia.

El calendario de Mussolini de 2023
En Italia, una de cada cinco personas cree que "Mussolini fue un gran líder que solo cometió algunos errores", según una encuesta del centro estadístico Eurispes de enero de 2020.

También dirige a los Ultras de Verona, fanáticos incondicionales del fútbol. Los estadios italianos han sido durante mucho tiempo caldo de cultivo para el extremismo político. Cuando el club Hellas Verona ascendió hace seis años, Castellini fue filmado gritando jubilosamente a sus seguidores que la persona que había pagado por su éxito y les había regalado la victoria tenía un nombre: "¡Adolf Hitler!".

Los aficionados aplaudieron y comenzaron a cantar: "Somos un equipo fantástico con la forma de una esvástica. ¡Qué bueno ser entrenado por Rudolf Hess!", el segundo de Hitler. Castellini fue expulsado del estadio tras afirmar que un jugador negro nunca podría ser "verdaderamente italiano". 

  "Dios, patria, familia"  

Cuando le pregunto sobre todo esto, dice que felizmente repetiría el mismo canto de Hitler, porque se dictaminó que no fue un crimen. “¿Cómo se sentiría si fuera un descendiente de judíos italianos deportados al Holocausto?”, le pregunto.

“No lo sé, pero las guerras siempre han existido y siempre ha habido muertes", responde. "No es mi problema."

El partido de Meloni se ha distanciado de Forza Nuova. La primera ministra condenó el saqueo del edificio sindical y los dirigentes de Forza Nuova la critican abiertamente por algunas de sus posiciones, incluido su firme apoyo a Ucrania.

Y antes de las elecciones, trató de tranquilizar a sus críticos publicando un mensaje en vídeo en el que decía que la derecha italiana había “consignado el fascismo a la historia” y condenaba enérgicamente la supresión de la democracia y las “ignominiosas leyes antijudías”.

Sin embargo, Meloni no ha renegado por completo de su herencia: todavía utiliza el eslogan de la época fascista "Dios, patria, familia", por ejemplo.

"Hermanos de Italia no es un partido fascista, pero es un heredero ideológico de la tradición posfascista", afirma el periodista Paolo Berizzi. Los grupos extremistas se sienten legitimados por esto, añade Berizzi.

El club de fútbol Hellas Verona celebrando
Los estadios italianos son caldo de cultivo para el extremismo político.

Antes de las elecciones del Parlamento Europeo, los Hermanos de Italia encabezaban las encuestas. Como se esperaba, ellos y otros derechista europeos ganaron terreno, lo que puede consolidar el dominio político de Meloni en su país y su posición como una figura que inspira a otros políticos de derecha y extrema derecha que aspiran a liderar sus propios países.

Sus críticos señalan que ella nunca se ha llamado directamente "antifascista". Pero Nicola Procaccini, miembro del Parlamento Europeo de Hermanos de Italia y uno de los aliados políticos más antiguos de Meloni, insiste en que hay una buena razón para ello.

"Ser antifascista durante el fascismo fue un acto muy valiente, por la libertad y la democracia. Pero ser antifascista durante la democracia a veces ha significado violencia y que muchos jóvenes estudiantes fueran asesinados", dice, refiriéndose a los enfrentamientos, a menudo sangrientos, entre grupos extremistas y los asesinatos cometidos en las décadas de posguerra en Italia.

Procaccini insiste en que Meloni siempre ha condenado el fascismo, pero critica lo que él llama "una obsesión" con el término, que, según él, es usado por la izquierda para alarmar a los votantes antes de las elecciones.

Eso es algo que niegan enérgicamente los opositores en lugares como Bolonia, históricamente el corazón del antifascismo.

En las paredes del ayuntamiento están las fotografías en blanco y negro y los nombres de quienes murieron defendiendo Bolonia del fascismo durante la guerra civil de 1943-45.

Al lado hay otro monumento a las 85 víctimas del peor ataque terrorista de Italia: el atentado con bomba en 1980 en la estación de tren de Bolonia por parte de neofascistas.

Emily Clancy dice que es "increíble" que todavía se hagan saludos fascistas en las manifestaciones

Emily Clancy, teniente de alcalde de Bolonia, cree que no estamos abordando la gravedad de estos episodios como deberíamos.

Emily Clancy, teniente de alcalde de esa ciudad, dice que la lucha contra el fascismo sigue siendo profundamente relevante hoy. "La extrema derecha, no sólo en Italia, sino también en todo el mundo, intenta encontrar un chivo expiatorio para las dificultades de la gente, atacando al extranjero o al migrante", afirma.

Hay similitudes con los primeros días del fascismo, dice, señalando "ataques contra la libertad de prensa, la libertad de la comunidad LGBT y la libertad de las mujeres de determinar lo que pueden hacer con sus propios cuerpos".

Le pregunto si ella y su partido están perdiendo frente a la extrema derecha, que está avanzando en todo el mundo. "Creo que es una lucha, no hemos perdido, pero definitivamente tenemos que unirnos y no acostumbrarnos a lo que está sucediendo", responde.

Crimen de apología del fascismo 

¿Y qué pasa con los saludos fascistas que todavía se ven con tanta regularidad en las manifestaciones? "Es increíble que esto suceda", añade, "y que lo que debería verse como un crimen de apología del fascismo sea minimizado como algo nostálgico o un homenaje. No estamos abordando la gravedad de estos episodios como deberíamos".

Sin embargo, el eurodiputado Nicola Procaccini considera que prohibir el gesto sería una "locura" y añade que no es un llamado a reintroducir el fascismo, sino un gesto histórico derivado de la antigua Roma, aunque fue adoptado más tarde por los fascistas. "Vivimos en una cultura de cancelación que no compartimos".

Y así los símbolos siguen vivos, al igual que la creencia entre algunos de que es necesario reescribir la narrativa establecida.

En Predappio, lugar de nacimiento de Benito Mussolini, cada año se celebra una especie de peregrinación en el aniversario de su muerte, en la que los participantes con boinas militares y rosas rojas visitan su tumba.

Susanna Cortinovis, una de las participantes, elogia a Mussolini por introducir los pagos de la seguridad social y de la maternidad. "Si me dices que ser madre, cristiana y pagar mis impuestos significa que soy fascista, entonces sí, soy fascista", dice. "Y saludo a mi manera romana a mi único jefe de Estado".

Muchos países tienen sus nostálgicos, sus revisionistas, sus teóricos de la conspiración, e Italia no es una excepción. El número de devotos de Il Duce es quizás reducido. Pero hay un cruce entre los propagandistas de Mussolini y los neofascistas modernos.

En una sociedad que todavía tolera tales ideas, imágenes y creencias, la pregunta es hasta qué punto esto se está normalizando todo esto, en un momento en el que los partidos de derecha en otras partes de Europa miran a Italia como ejemplo.

"Los fascistas siempre han tenido un deseo de venganza", afirma el periodista Paolo Berizzi. "Y dicen: 'Muy bien, volvemos al poder, no estamos muertos, no hemos desaparecido'. Persiguen una revancha en la historia". 

jueves, 27 de junio de 2024

Matilde Landa. A todas ellas en Can Sales, la prisión siniestra donde estuvo Aurora Picornell, trajo a mi memoria el primer reportaje que hice para la radio sobre Matilde Landa con el convencimiento de que había historias que debían ser contadas

Homenaje a Aurora Picornell, el pasado día 9 en Palma.
Homenaje a Aurora Picornell, el pasado día 9 en Palma.
Cuando vi al presidente del Parlamento balear, Gabriel Le Senne, romper con indisimulado desprecio la foto de Aurora Picornell, sacada de la prisión de mujeres de Palma de Mallorca, torturada y fusilada la noche de Reyes de 1937, algo de esa historia sacudió mi recuerdo. No era solo por la relevancia en sí de esta represaliada que a los 20 años ya era conocida como La Pasionaria mallorquina, ni el que formara parte del grupo de Les Roges des Molinar, jóvenes costureras que perdieron la vida a manos de falangistas que las torturaron antes de acabar con ellas; tampoco se reducía al hecho de que siempre he creído que la épica de las costureras en España constituye la base de la emancipación femenina y aún no ha sido contada. Fue el nombre de aquella prisión siniestra, Can Sales, lo que trajo a mi memoria el primer reportaje que hice para la radio, a los 19 años, cuando sin experiencia pero con el convencimiento de que había historias que debían ser contadas me asomé a la vida de las madres o abuelas de amigas de mi barrio, Moratalaz, que por aquel entonces, 1981, aún mantenía un vibrante movimiento vecinal.

Es así como conocí a Carmen López Landa, pelo corto canoso, aire juvenil a sus 60 años, fumadora, de conversación fácil, con una larga historia de exilio y clandestinidad. Una más entre los 30.000 niños que en la guerra vieron trastornada su vida por la lucha de sus padres. Ella sabía que yo estaba allí con la pretensión de contar la vida de su madre, Matilde Landa, y con una paciencia maternal convirtió la mesa de la cocina en un retablo de las maravillas: el poema, A Matilde, que le dedicó Miguel Hernández (inédito hasta 2002), un Platero y yo dedicado por Juan Ramón Jiménez a la niña Carmen, un cartel en defensa de la República con Carmencita como modelo y las cartas que Matilde había escrito a su hija desde la cárcel, primero la de Ventas y luego la de Can Sales.

Ahí estaba aquella caligrafía, desplegada ante mí, que leía con asombro cómo la madre presa escribía a su hija desde un lugar imaginario, impostando alegría, relatando anécdotas y sin nombrar en ningún momento la penuria del yugo carcelario. Landa, hija de padres ilustrados cercanos a la Institución Libre de Enseñanza, no fue bautizada, y esa circunstancia enturbió aún más sus días de prisión, porque esta mujer, que no participó en el frente pero sí recibió instrucción militar, fue esencial en la retaguardia, viajando por España y reorganizando desde Valencia el Socorro Rojo.

Casi al final de la guerra, el Partido Comunista decidió que Landa volviera a Madrid para organizar la clandestinidad ante la inminente entrada de los franquistas. Fue detenida al poco de acabar la guerra. La directora de Ventas, una teresiana que había estudiado en la Institución Libre de Enseñanza, le permitió organizar en la prisión un humilde gabinete de asistencia jurídica a las penadas. Tal vez no consiguiera muchas victorias legales, pero supuso un apoyo psicológico para mujeres completamente desamparadas. Fue tal la admiración que la figura de Matilde concitó entre las presas que las autoridades la apartaron llevándosela a una de las cárceles más sórdidas, la de Palma. Su pena de muerte fue excepcionalmente conmutada por años de prisión, pero en Can Sales le hicieron la vida imposible. Las autoridades religiosas la chantajeaban asegurándole que si se convertía al catolicismo los hijos de las presas estarían mejor alimentados. La presión psicológica fue tal que en 1942 Matilde Landa se arrojó desde una galería de la prisión. Fue bautizada al borde la muerte.

El profesor Ginard Ferón ha publicado la biografía de esta admirable mujer, también la historia de Picornell. Yo regreso con ellas a 1981, en el pequeño piso de una hija que me mostraba aquel legado, me veo leyendo aquellas cartas, esperando en aquel entonces que la joven democracia les rindiera homenaje a todas ellas.

Compañía bananera estadounidense culpable de financiar a paramilitares colombianos «La luz del día llega»: jurado de EE.UU. ordena a la compañía Chiquita pagar reparaciones por financiar escuadrones de la muerte

Fuentes: Democracy Now!


“Trabajo toda la noche con una copa de ron
La luz del día llega y me quiero ir a casa
Apilo bananas hasta que llegue la mañana
La luz del día llega y me quiero ir a casa
Vamos, señor contador, cuente mis bananas
La luz del día llega y me quiero ir a casa”

“En 2007, Chiquita fue declarada culpable de un delito federal por haber realizado transacciones financieras con una organización terrorista, las Autodefensas Unidas de Colombia, lo cual contravenía la ley federal de Estados Unidos. Pagaron una multa de 25 millones de dólares en ese momento, pero ninguna parte de ese dinero fue a parar a las víctimas de sus acciones”.

Chiquita es la corporación multinacional que surgió de la tristemente célebre United Fruit Company, una enorme empresa que ejerció dominio económico en varios países de América Central y del Sur, entre ellos Colombia, durante años. La United Fruit Company apoyó a gobiernos autoritarios en toda la región y presionó con éxito al Gobierno de Estados Unidos para que derrocara, en 1954, al presidente de Guatemala elegido democráticamente Jacobo Arbenz, después de que este implementara varias reformas laborales y agrarias destinadas a mejorar las condiciones de los trabajadores en el país. El entonces secretario de Estado estadounidense, John Foster Dulles, se había desempeñado como abogado de la United Fruit, y su hermano, Allen Dulles, dirigía la CIA. United Fruit Company operó desde 1899 hasta 1984, cuando el empresario multimillonario Carl Lindner Jr., oriundo de la ciudad de Cincinnati, estado de Ohio, cambió el nombre de la empresa a “Chiquita”.

El negocio de la comercialización de bananas genera enormes riquezas. En 2022, Estados Unidos importó bananas de Guatemala, Honduras, Costa Rica, México, Ecuador y Colombia por valor de 2.800 millones de dólares. Sin embargo, los trabajadores que cultivan, cosechan, transportan y “apilan” las bananas, como reza la canción, obtienen una parte sumamente pequeña de los ingresos.

Alistair Smith es coordinador internacional de Banana Link, una organización que promueve el comercio justo de bananas. En un artículo de opinión publicado en abril en la revista británica The Grocer, Smith expresó: “’Hay que aceptar la realidad’ fue el mensaje central de la gran mayoría de los miembros de la industria del banano en la conferencia del Foro Mundial Bananero que se celebró este mes en Roma. En un mundo en el que los precios de la fruta los fijan los supermercados, el mensaje enviado es claro: los precios que estos pagan a sus proveedores deben aumentar y la era de los precios súper baratos del plátano para los consumidores debe llegar a su fin”, escribió Smith.

Smith lleva mucho tiempo abogando por salarios justos y condiciones laborales seguras y humanas para los trabajadores del sector bananero. En otro fragmento del artículo, Smith escribe: “Los precios deben ser lo suficientemente altos como para garantizar un salario digno para los productores de bananas. […] La migración masiva a Estados Unidos y España se debe a la falta de oportunidades económicas en los países productores de bananas”.

Las corporaciones multinacionales como Chiquita rara vez realizan mejoras en sus prácticas a menos que se vean obligadas a hacerlo. En la entrevista que mantuvo con Democracy Now, Marco Simons agregó: “El veredicto del jurado en este caso es una señal para las corporaciones estadounidenses de que no pueden considerar las vidas de las personas de los países en los que operan como un costo necesario para llevar a cabo sus negocios. Eso fue lo que hizo Chiquita en Colombia […] para producir bananas al precio más bajo posible. Y eso provocó la muerte de miles de personas, entre ellas las personas incluidas en esta demanda”.

Gracias al veredicto del jurado, la “luz del día” se ha asomado y ha expuesto las prácticas violentas que se esconden detrás de la etiqueta azul de cada racimo de bananas de Chiquita.

© 2024 Amy Goodman

Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.

Fuente:www.democracynow.org https://www.democracynow.org/es/2024/6/14/la_luz_del_dia_llega_un

Bananera manchada de sangre. La condena de un tribunal estadounidense a Chiquita Brands, la antigua United Fruits, por colaborar con los paramilitares colombianos es un hito en la lucha por los derechos humanos

La guerra que durante más de medio siglo padecieron los colombianos no solo enfrentó a grupos insurgentes como las FARC, el Estado y organizaciones paramilitares. Los intereses económicos fueron a menudo parte de los engranajes del conflicto y hubo empresas cómplices de esa lógica. El funcionamiento de ese ecosistema perverso no representa en sí una novedad, pero la justicia estadounidense ha tomado una decisión sin precedentes contra uno de esos actores, la multinacional bananera Chiquita Brands. Un juez de Florida condenó la semana pasada a la compañía a indemnizar a ocho víctimas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en dos regiones del país.

El fallo señala que la transnacional, una de las mayores del sector, financió a los paramilitares entre 1997 y 2004 y que ese apoyo sirvió para perpetrar homicidios, secuestros y otros crímenes como desapariciones forzadas, torturas y extorsiones. Los montos de reparación establecidos oscilan entre 1,8 y 2,5 millones de euros por víctima. Chiquita Brand ya había confesado en 2007 haber entregado fondos a las autodefensas y por ello tuvo que pagar una sanción de más de 23 millones. Sin embargo, esa multa se impuso en el marco de la ley antiterrorista de Estados Unidos. El proceso que acaba de concluir sienta, en cambio, un precedente crucial, al tratarse de la primera vez que una empresa es declarada responsable en un tribunal estadounidense de complicidad en violaciones de los derechos humanos.

El juez y los 10 miembros del jurado escucharon testimonios de las víctimas, representadas por la ONG Earth Rights International, la versión de la compañía y el relato de jefes paramilitares como Salvatore Mancuso, que regresó a Colombia en febrero tras pasar casi 15 años de condena por tráfico de drogas en EE UU. Los letrados de Chiquita Brands intentaron demostrar durante el proceso que los pagos no representaban ingresos significativos para la AUC frente al dinero procedente del narcotráfico. También se escudaron en el argumento de la extorsión. Esas excusas no evitaron la decisión del jurado, que según los expertos abre ahora la puerta a que haya más resoluciones en esa línea entre las cientos de demandas similares presentadas ante la justicia estadounidense.

La reparación de las víctimas es una premisa clave en todos los procesos de paz emprendidos en Colombia, y la responsabilidad civil atribuida a Chiquita Brands comienza a cerrar un terrible círculo que se abrió cuando la multinacional, fundada a finales del XIX, aún se llamaba United Fruit Company. La protesta de trabajadores de la empresa, reprimida por el Gobierno colombiano en 1928 y conocida como “masacre de las bananeras”, fue evocada por Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, pero, sobre todo, fue uno de los episodios de terror que marcó la memoria colectiva latinoamericana durante décadas de violencia.

miércoles, 26 de junio de 2024

La tarta de fresas con crema de la abuela, reinventada

Un postre vintage adquiere una dimensión de ensueño con la ayuda de un poco de alquimia de refrigeradora e ingredientes muy frescos.

Una capa de rodajas de fresa cubre un cremoso mousse de fresa en este postre, que luego se cubre con gelatina para un triple golpe de sabor veraniego. David Malosh para The New York Times. Estilismo: Simon Andrews.

Hay pocos postres de dos ingredientes tan extraordinarios como una tarta helada de galletas.

Cuando la crema batida y las galletas crujientes de vainilla estilo wafer se superponen en una sencilla combinación y se dejan enfriar durante la noche, ambos ingredientes renacen. Las galletas secas y quebradizas absorben la humedad de la crema batida y se ablandan hasta convertirse en un pastel, mientras que la crema se endurece hasta convertirse en un bloque glaseado con la firmeza suficiente para poder cortarlo. Es un milagro cotidiano que siempre resulta emocionante.

Un mousse rosa de fresa es el corazón de esta tarta retro. Credit...David Malosh para The New York Times. Estilismo: Simon Andrews.

En las recetas tradicionales se utiliza crema batida con galletas de chocolate, pero hay muchas variantes. Algunas añaden fruta y otros sabores a la crema batida; otras cambian las galletas. También hay quienes juegan con la forma, colocan todo en una corteza de galleta crujiente y le llaman una tarta helada. [En Latinoamérica se hace una especie de carlota con galletas marías y leche condensada al limón].

Esta lujosa versión de fresa, de la heladería Morgenstern’s Finest Ice Cream en Manhattan, logra todo esto y más.

El cremoso relleno de fresa se cubre con mitades de galletas de vainilla. Credit...David Malosh para The New York Times. Estilismo: Simon Andrews.

Comienza con una crujiente corteza de galleta de vainilla rebosante de mousse de fresa rosa y más galleta debajo de un mosaico de bayas frescas. A continuación, la parte superior está adornada con una resplandeciente gelatina de fresa casera de aspecto tembloroso y esponjoso además de la espuma ondulante que hay debajo. Tiene un juego de texturas como el que se obtiene en un restaurante de lujo, pero conserva el encanto retro de una porción de tarta de cafetería.

Dada la inspiración de la receta, es bastante lógico. Se trata de un postre que la abuela de Nicholas Morgenstern solía preparar con una cobertura de crema batida y una caja de gelatina roja. Luego, él y Priyaporn Pichitpongchai, la chef repostera de Morgenstern’s, le hicieron un cambio de imagen.

“Las marcas Jell-O y Cool Whip eran los pilares de los postres de mi abuela”, comentó Morgenstern. “Todavía me encantan”.

No obstante, esta versión actualizada tiene un sabor más original e intenso, por lo que vale la pena el trabajo extra que requiere su elaboración.

La gelatina de fresa se vierte mejor sobre la tarta mientras está en la refrigeradora. Credit...David Malosh para The New York Times. Estilismo: Simon Andrews.

La única parte complicada es la gelatina de fresa casera, que requiere macerar en azúcar las bayas cortadas durante toda la noche, y luego calentarlas suavemente para sacar sus jugos. Pero este elixir es el alma de la tarta, dándole un sabor intenso y un color rubí.

Tendrás que empezar a prepararla al menos un día antes de servirla, pero se conserva bien hasta tres días. Las galletas se ablandan y se vuelven más pastosas a medida que se asientan.

Esto es exactamente lo que ocurrió con la receta original de la abuela Morgenstern.

“Ella no era una chef repostera”, dijo Morgenstern. “Pero siempre servía el postre”.

Tarta helada de fresa
Receta de Nicholas Morgenstern y Priyaporn Pichitpongchai, adaptada por Melissa Clark.

Rinde: 8 porciones

Tiempo total de preparación: 1 hora, más al menos 18 horas de maceración y 5 horas de enfriado

Ingredientes para la gelatina de fresa:

½ kilo de fresas cortadas en rodajas finas (unas 3 tazas)

3 cucharadas (38 gramos) de azúcar

2 cucharaditas (6 gramos) de gelatina en polvo

½ cucharadita de jugo de limón recién exprimido

Para la corteza:

3 cucharadas (42 gramos) de mantequilla sin sal, derretida, y un poco más para engrasar

3 ½ tazas (200 gramos) de galletas de vainilla (como las de la marca Nilla o galletas María) o aproximadamente 1 ¾ tazas de migas

2 cucharadas (25 gramos) de azúcar

Para el relleno:

280 gramos de fresas (unas 2 tazas)

1 taza (240 mililitros) de crema espesa fría

2 cucharadas (15 gramos) de azúcar glas

13 galletas de vainilla (45 gramos), cortadas en mitades

Para la cobertura:

Crema batida, con o sin azúcar

1. Para la gelatina de fresa: mezcla las fresas en rodajas y el azúcar en un tazón mediano resistente al calor (de preferencia de metal), cúbrelo con plástico para envolver y refrigera de 18 a 24 horas.

2. Para hacer la corteza: calienta el horno a 160 grados Celsius y engrasa ligeramente un molde para tartas de 22 a 25 centímetros (no uses nada más pequeño). En un procesador de alimentos, mezcla las galletas, el azúcar y la mantequilla derretida. Procesa hasta mezclar bien. Pon la mezcla en el molde para tartas y, con la parte inferior de un vaso medidor de fondo plano, extiende la mezcla de galletas hasta formar una capa uniforme en el fondo y en los costados, presionando más o menos medio centímetro más allá del borde del molde para tartas. Hornea hasta que la corteza se oscurezca un poco en los bordes, de 8 a 12 minutos. Transfiere a una rejilla para que se enfríe.

3. Para hacer el relleno: licúa 85 gramos de fresas en un procesador de alimentos, una licuadora o una batidora de inmersión hasta que estén suaves. Deberás tener entre ¼ y ⅓ de taza de puré de fresas. Reserva. Corta en cuartos otros 56 gramos de fresas para obtener aproximadamente ⅓ de taza, y reserva.

4. Con una batidora de aspas o una batidora eléctrica con el accesorio para batir, bate la crema espesa y el azúcar hasta que se formen picos suaves, de 2 a 3 minutos. Incorpora el puré de fresas hasta que esté bien mezclado, asegurándote de no batir demasiado. Con una espátula de hule, incorpora las fresas cortadas en cuartos. Vierte la crema de fresas en la corteza del de la tarta que enfriaste y alisa la parte superior. Presiona las galletas de vainilla cortadas por la mitad de manera vertical sobre el relleno para que quede salpicado de galletas. Cubre la tarta con envoltura de plástico o papel sulfurizado, colócala en una bandeja para hornear con borde y métela al refrigerador durante al menos 3 horas (y hasta 3 días). Cuanto más tiempo repose la tarta, más aspecto de pastel tendrán las galletas.

5. Una vez que la tarta se haya enfriado, corta en rodajas finas los 140 gramos restantes de fresas. Saca la tarta del refrigerador y coloca las fresas cortadas sobre el relleno para cubrirlo, superponiéndolas ligeramente si es necesario. Vuelve a meterla al refrigerador, tapada, mientras preparas la gelatina de fresa.

6. Vierte de 2,5 a 5 centímetros de agua en una cacerola mediana y lleva a hervor a fuego lento. Coloca el tazón de fresas aún cubierto sobre la cacerola. Asegúrate de que el agua no toque el fondo del tazón; si es así, sácale un poco de agua. Calienta las fresas para que suelten más jugo, agitando el tazón de vez en cuando (utiliza guantes de cocina), durante 15 minutos; deben tener un aspecto muy jugoso. Con un colador de malla fina, cuela las fresas hasta que haya unos ⅔ de taza de jugo. Puedes presionar las fresas con suavidad para que suelten más jugo, pero no presiones demasiado o la gelatina se va a enturbiar. Guarda los sólidos de las fresas para otro uso, como batidos.

7. Transfiere unas 2 cucharadas del jugo de fresa caliente a un tazón y vierte la gelatina por encima; deja reposar unos minutos para que se suavice. Añade el resto del jugo de fresa a la mezcla de gelatina y bate hasta que se disuelva por completo. Incorpora el jugo de limón y revuelve.

8. Con la tarta todavía en el refrigerador y sobre una bandeja, vierte la gelatina sobre las fresas cortadas (verter la gelatina sobre el dorso de una cuchara suspendida sobre la tarta puede ser útil para conseguir una capa uniforme de gelatina sobre la parte superior y, si lo haces mientras la tarta está en el refrigerador, te aseguras de obtener la cobertura más brillante y evitar que todo se derrame). Deja que la tarta se enfríe en el refrigerador, sin tapar, hasta que la gelatina cuaje, al menos 2 horas o toda la noche. Sirve con crema batida.

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. Max Hastings regresa a la Segunda Guerra Mundial con ‘Operación Pedestal’, un épico relato de sangre y fuego en el mar: “Inevitablemente, no todo el mundo es un héroe”

El portaviones Indomitable, de la Royal Navy, en 1943, en una imagen del Museo Royal Air Force.
El portaviones Indomitable, de la Royal Navy, en 1943, en una imagen del Museo Royal Air Force.
El popular historiador británico recupera la tremenda aventura de la flota británica enviada a socorrer Malta y de paso brinda un gran homenaje a la Royal Navy.

El prestigioso y popular historiador militar Max Hastings (Londres, 78 años) vuelve a la Segunda Guerra Mundial embarcándose en un capítulo menos conocido para el público en general que las grandes campañas y batallas icónicas de la contienda (y menos relevante), pero sin duda tremendo y lleno de emoción o, como el propio autor apunta, “una epopeya de coraje, determinación y sacrificio”. En su nuevo libro, Operación Pedestal (Crítica, 2024), Hastings narra con su inimitable estilo, caracterizado por la exhaustiva documentación y la mezcla de hálito épico y atención al factor humano, el envío en verano de 1942 de una gran flota británica, la mayor reunida desde la batalla de Jutlandia en 1916, para aliviar la dramática situación de la isla de Malta, asediada por los alemanes y los italianos. En la singladura, eleva un gran homenaje a la marina de su país.

La Operación Pedestal, apoteosis de la Royal Navy, la Marina Real, fue un monumental vía crucis marino, con cuatro días de especial calvario, marcado por los sobrecogedores ataques por mar y aire a cargo de verdaderos enjambres de submarinos, lanchas torpederas y bombarderos enemigos. El centro de la operación era un convoy de 14 mercantes (cargados varios de ellos con combustible y municiones: ideal para saltar por los aires) que iba protegido por la friolera de más de medio centenar de navíos de guerra incluidos dos acorazados (uno de ellos el poderoso HMS Nelson), cuatro portaviones (la aviación embarcada debía proporcionar cobertura sobre la marcha), siete cruceros y 32 destructores. El objetivo de esta masa de barcos de 15 kilómetros de ancho y que se perdía en el horizonte era tratar de atravesar de oeste a este un peligrosísimo Mediterráneo dominado por el Eje para acudir en ayuda de Malta, cuyo destino era una cuestión esencial no sólo desde el punto de vista estratégico sino del honor nacional, aparte de que la población estaba al borde de sufrir hambre.
El portaviones Indomitable alcanzado durante la Operación Pedestal.

El portaviones Indomitable alcanzado durante la Operación Pedestal. 

En unas páginas de las que emana todo el dramatismo y el estruendo del sangriento episodio envuelto en el fragor del mar y el ruido de los cañones, el olor del salitre y de la cordita, Hastings nos muestra la cara atroz de la guerra, pero también actos de abnegación y heroísmo, y nos traslada a un momento oscuro en el que parecía que nada podía detener a Hitler e impedir que la esvástica siguiera extendiendo su sombra sobre el mundo.

El relato de Hastings nos lleva desde las reuniones del Almirantazgo hasta las cuitas del más humilde marinero (la mayoría no sabía nadar) y las meditaciones más profundas de los submarinistas (“butta la pasta!”, era la orden más importante en los sumergibles italianos). Seguimos el convoy (y a sus enemigos) desde su formación entre grandes dudas, pues hacía poco que se había consumado el desastre del PQ17, hasta la llegada a Malta. Con ataques salvajes de los Stukas, Ju-88 y Heinkel 111, y con grandes tragedias, como el estremecedor hundimiento del portaviones Eagle por los torpedos del U-73 o la destrucción del crucero Cairo y el petrolero Ohio por los del submarino italiano Axum, mandado por Renato Ferrini. Y anécdotas como, entre otras de mascotas a bordo, la del canario que apareció en la cubierta del destructor Ashanti y el alcoholismo por estrés de la mona del Laforey, o que los submarinistas alemanes se rociaban con colonia 4711 para tratar de ocultar el tufo a lobo.
Max Hastings19/05/23 El historiador Max Hastings, fotografiado en Londres.

¿Cuál es el personaje favorito de Max Hastings en Pedestal? “Posiblemente el capitán del destructor HMS Ledbury, Roger Hill, excéntrico, impulsivo (llegó a lanzarse al agua para rescatar a los tripulantes de un hidroavión Sunderland abatido) e indisciplinado, un verdadero bucanero, pero el tipo de hombre que representaba lo mejor del espíritu de la Royal Navy. Su temperamento salvaje era lo que hacía falta en una operación como Pedestal, donde, en general, casi todos los capitanes de la Royal Navy lo hicieron muy bien. Hay que recordar el factor psicológico de que en aquel momento de la contienda, cuando los alemanes aún no habían sido detenidos en Stalingrado y Hitler iba de victoria en victoria, nadie podía estar seguro de que los nazis llegarían a ser derrotados”.

En la forma tan vívida con que Hastings cuenta la ordalía marina de Pedestal (del lado británico se perdieron 9 mercantes y 4 buques de guerra, con muchos más dañados seriamente) ha influido su experiencia directa como invitado en portaviones, submarinos y torpederas y sobre todo embarcado en 1982 en el transporte de tropas Canberra, donde iban dos batallones de Royal Marines y uno de paracaidistas, durante la Guerra de las Malvinas, que cubrió como corresponsal. “Desde luego, haber estado en un buque bajo el fuego y ver barcos explotar, arder e irse a pique, y aviones caer, me ha ayudado mucho a describir los acontecimientos de Pedestal”, señala el historiador. “Algunas armas usadas allí, como los cañones Bofors y las ametralladoras Bren, eran todavía las mismas de Pedestal. Y los equipos: me tuve que poner la misma clase de protección, casco, manoplas y capucha ignífuga que los marinos que zarparon hacia Malta. La de las Falklands, las Malvinas como dicen ustedes, fue una guerra muy anticuada. La mayoría de los capitanes tenían como referencia las películas de la Segunda Guerra Mundial y parecía que revivían esas historias. Un día, en el puente de mando de una fragata, escuché a un oficial gritar: ‘Recordad chicos, ¡cuando vengan vamos a enviarlos al infierno!’, lo mismo que decían los capitanes de Pedestal “.
El maltrecho mercante 'Ohio' llega a Malta.

El maltrecho mercante 'Ohio' llega a Malta.  

El historiador aprecia “un pedigrí, una línea” en los oficiales de la Royal Navy por los que tiene una debilidad —al parecer también por el mujeriego comandante italiano de cruceros Alberto da Zara, que se decía que había seducido a Wallis Spencer, futura duquesa de Windsor— y de los que canta en su libro su “excelencia y bravura” como émulos de Nelson y Jack Aubrey. “Le voy a contar una historia muy snob. De camino a las Falkland me dijo un oficial de la marina: ‘Eres un privilegiado, vas a ser testigo de cómo la Royal Navy entra en combate mandada por última vez por gentlemen; luego todos serán mecánicos de garaje”. Hastings continúa: “Admiro mucho el ethos de la Royal Navy, todo el mundo celebra los Spitfires y el glamour de la RAF, pero seguir adelante mientras observas cómo van hundiendo uno por uno los barcos de tu flota, atravesar las pavesas humeantes en que se han convertido los buques de tus camaradas, para eso has de desplegar el tipo de valentía que hacía falta para ganar la guerra”. Solo le falta entonar el Rule, Britannia!

Hastings describe, sin embargo, cómo, en el otro lado del espectro, en Pedestal algunas tripulaciones de mercantes perdieron los nervios y abandonaron sus barcos aunque estos no estaban en peligro de hundirse. “Así es, cuando un carguero explotaba por efecto de los ataques, a veces los del siguiente, que presenciaban la escena, se lanzaban aterrorizados al mar; si todos hubieran hecho lo mismo no hubiera llegado ni un solo barco a Malta. Es comprensible. Pasa en todas las batallas: inevitablemente, no todo el mundo es un héroe. Lo sorprendente no es que algunos saltaran, sino que tantos no lo hicieran. Y no hay que olvidar que las tripulaciones de los mercantes, que no eran buques de guerra, no eran soldados”.
El submarino italiano 'Cobalto' alcanzado por el fuego de los escoltas del convoy, antes de hundirse.
 El submarino italiano 'Cobalto' alcanzado por el fuego de los escoltas del convoy, antes de hundirse.

¿Qué opina de la novela Mar cruel, de Nicholas Monsarrat, de la que toma el título para uno de sus capítulos? “¡Fabulosa! Siempre he sido un gran admirador. Uno de los libros más destacables sobre la Segunda Guerra Mundial. Muestra de manera fidedigna cómo era la vida en un barco de guerra de la Royal Navy. Cómo la mayor parte del tiempo no estaban en acción sino alertas y en condiciones muy penosas. A bordo de un buque de gran tamaño aún podía ser soportable, pero en las unidades pequeñas, fragatas, corbetas, era extraordinario lo que tenías que soportar, y hay que recordar que nueve décimas parte de la tripulación no eran profesionales sino personal reclutado. Una de las cosas que me fascina de los marineros es que si eres soldado puedes escaquearte de la acción, incluso los pilotos tienen opciones, pero en un barco haces lo que el capitán quiere. No te queda otro que acompañarlo, así decida embestir un submarino. No eres diferente de un esclavo romano en una galera. Incluso si el capitán ordena un movimiento suicida has de secundarlo”.

Los aviadores y marinos italianos fueron muy valientes, y uno de sus submarinos protagonizó el ataque más devastador de un sumergible en la guerra”

Aunque Operación Pedestal sea en gran parte una loa a los marinos británicos y a la Royal Navy, Hastings trata bien al enemigo. Destaca, y sorprende por ello, su retrato de los italianos. “Siempre que escribo intento pensar qué puedo contar a la gente que no sepa ya. Al documentarme vi que no había casi nada escrito de Pedestal del lado italiano. Me temo que los británicos somos muy proclives a caricaturizar a las tropas italianas. Es cierto que en tierra en el desierto no les fue muy bien, pero sus pilotos y sus marinos eran muy valientes. Fue uno de sus capitanes de submarino, Ferrini, con el Axum, el que protagonizó el más devastador ataque de un sumergible en la Segunda Guerra Mundial. Y las tripulaciones de las lanchas torpederas MS y MAS actuaron con increíbles valor y eficacia contra la flota. Es de justicia mostrarles el respeto debido. En el siglo XXI ya no vale escribir con clichés nacionalistas”.

Ha hablado de Monsarrat, ¿qué opina de otro autor de emocionantes novelas marinas de la Segunda Guerra Mundial como Alistair MacLean, el autor de HMS Ulises en el que resuenan los Oerlikon y pom-pomps? “Muchos de mi generación leímos sus novelas en la adolescencia, a mí me parecen buenísimas. Ahora se le considera pasado de moda, pero sus historias son maravillosas. Los que no lo han leído deberían hacerlo. Insufló nueva vida a esas batallas en el mar”. Hastings recalca que los convoyes en el Ártico y la guerra marítima en esas latitudes eran muy distintos a combatir en el Mediterráneo en una cosa esencial: si tu barco se hundía camino de Múrmansk morías en cuestión de minutos mientras que en el sur podías vivir horas en el agua. “El Mediterráneo era amable, el Ártico despiadado”, zanja.
Imagen del hundimiento del carguero 'Waimarama' durante la Operación Pedestal.

Imagen del hundimiento del carguero 'Waimarama' durante la Operación Pedestal. 

El padre de Max Hastings, Macdonald Hastings, célebre corresponsal de guerra, desembarcó en Normandía el Día D. ¿Qué opina el historiador del 80 aniversario, recién celebrado? “Estuve en Normandía hace un mes, me sorprendió y me conmovió lo encantadores que fueron los franceses, a los que se les acusa de maleducados. Es triste pensar que seguramente es la última vez que se conmemora la fecha con supervivientes. Mi padre creía que los estadounidenses habían ganado la guerra ellos solos mascando chicle. Hoy todos los historiadores están de acuerdo en que el teatro decisivo fue el del Este. Gran Bretaña tiene que enorgullecerse de haber resistido sola en 1940, pero honestamente, fueron los EE UU y el Ejército Rojo los que ganaron la guerra. A los rusos de hoy no se les cuenta que entraron en Berlín calzando botas enviadas por los EE UU, y en camiones estadounidenses, ellos no tenían nada, los alemanes habían arrasado con todo al invadirlos. Por otro lado, los rusos modernos tampoco saben que la URSS era aliada de Hitler hasta que éste la invadió. Y que el combustible soviético hacía volar a la Luftwaffe durante la Batalla de Inglaterra”.

Como suele suceder en cada encuentro con Hastings, este (el pasado lunes 10 de junio), también ha ido a coincidir casualmente con una fecha señalada de la Segunda Guerra Mundial: se cumplían 80 años de la matanza de Oradour-sur-Glane, cuando elementos de la 2 ª división Panzer de las SS Das Reich, camino del frente de Normandía, asesinaron a 642 hombres, mujeres y niños de la población francesa en represalia por las acciones de la Resistencia. “Así es, dediqué a la sangrienta marcha de esa división a través de Francia uno de mis primeros libros [Das Reich, Pan Books, 1983]”, señala Hastings. “Es una historia mucho más fea que la de Pedestal, operación en la que, pese a todo el horror consustancial a la guerra, no hubo actos inhumanos ni crímenes de guerra, y los combates se libraron con cierta decencia, tratando incluso, ambos bandos, de salvar las vidas de los enemigos que caían al mar. Lo de la Das Reich fue espantoso, mientras escribía el libro pude entrevistar todavía a supervivientes de la división y uno me dijo que no entendía por qué tanto revuelo y escándalo por lo de Oradour ‘cuando en Rusia hacíamos lo mismo todos los días’. Es un shock cuando entiendes que las tropas de las Waffen SS estaban entrenadas y condicionadas para creer que la fuerza despiadada es la mayor virtud, y que la compasión era vista como una debilidad sin lugar en su ideario. Todas las guerras son experiencias aterradoras, pero en la historia de Pedestal, aunque fuera una batalla feroz y sangrienta, nadie hizo nada vergonzante”.

El debate que trata de abrir la ultraderecha alemana sobre las Waffen SS es estéril, en el cuerpo la crueldad estaba institucionalizada” Hastings subraya que es estéril e interesado el debate que ha tratado de crear la ultraderecha alemana sobre si había en las Waffen SS hacia el final de la guerra combatientes normales, no fanatizados. “Es un intento evidente de blanquear el cuerpo para excusarlo. Es cierto que, aunque todo el que llevó armas al servicio de Hitler tenía motivo para avergonzarse, no podemos decir que todos fueran criminales, ni siquiera en las Waffen SS. En todas las guerras hay gente que se comporta de manera terrible, y otros que no tanto. Pero intentar aplicar eso a las Waffen SS es querer ignorar lo que eran. Prácticamente todas las unidades del cuerpo se involucraron en crímenes de guerra. En las Waffen SS la crueldad estaba institucionalizada. Cualquier intento de exonerarlas ni que sea parcialmente es una manipulación ideológica. Da miedo ver cómo se intenta defenderlas. Hay una fealdad esencial en la extrema derecha de hoy. Incluso Meloni, que puede parecer menos execrable, habla bien de Mussolini”.
El portaviones 'Eagle' hundiéndose tras ser alcanzado por torpedos durante la Operación Pedestal.

El portaviones 'Eagle' hundiéndose tras ser alcanzado por torpedos durante la Operación Pedestal. 

 Con respecto a la guerra de Ucrania, dice que él nunca pensó que Rusia pudiera colapsar como creyeron algunos optimistas. “Pero es muy importante apoyar a Ucrania porque si Putin se sale con la suya pagaremos un precio altísimo todos”. Considera que los países nórdicos “se han comportado bien, han sido muy valientes, pero el resto de Europa y EE UU sobre todo muy a menudo se han limitado a ofrecer grandes palabras”. Y añade: “Putin piensa que Occidente es decadente, y tiene algo de razón”. Hastings no cree en todo caso que Putin pueda extinguir Ucrania, “pero sí convertirla en un lugar terrible para vivir”.

Netanyahu es un hombre malvado e Israel se ha convertido en algo que no reconozco” Pasando al otro foco bélico, la guerra de Gaza, Hastings considera que es “una gran tragedia” y que israelíes y palestinos van a sufrir las consecuencias durante generaciones. El historiador conoce personalmente a Benjamín Netanyahu (y escribió una biografía de su hermano Yoni, el héroe de las fuerzas especiales abatido en Entebbe en 1976). “Nunca he tenido la menor duda de lo que es: un hombre muy, muy malo”. Recuerda haberle oído decir en una cena en 1978: “Tenemos que hacer que todos los palestinos salgan de Cisjordania en la próxima guerra”. Hastings publicó esas opiniones y “Netanyahu dijo: ‘Max Hastings es un mentiroso’. Netanyahu es un hombre de muchas maldades”. Militarmente, “la campaña no tiene sentido, están limitándose a castigar y creando una nueva generación de terroristas”. El historiador añade: “He visto como trata el Ejército a los palestinos y si yo fuera palestino los odiaría. Siempre he admirado a Israel y creído en el genio judío, he estado en sus guerras. Pero se han convertido en algo que no reconozco”.

¿Volverá a la Segunda Guerra Mundial? “Sí, de hecho, acabo de publicar un nuevo libro sobre la Operación Biting, el asalto paracaidista en febrero de 1942 para capturar componentes de la red de radar (nombre en código Würzburg) establecida por los nazis en la costa norte de Francia. Si se me permite decirlo, el libro ya está en la lista de más vendidos. Por edad, no creo que escriba ya grandes obras globales sobre la guerra, pero disfruto mucho contando estas historias de formato más reducido”.

Con Max Hastings nunca dejarías de seguir hablando de cosas interesantes, y en la conversación sale el aspecto aéreo de la guerra de Corea —sobre la que tiene un gran libro, The Korean War (Pan, 1988)—. “Cuando los estadounidenses se encontraron con los reactores Mig 15 soviéticos no podían creérselo, fue un shock tremendo, como lo fue el Sputnik luego, porque siempre subestimaban a los rusos…”.