José Gimeno, Enrique Díez, Carmen Rodríguez, José Luis Pazos y Rodrigo J. García / Foro de Sevilla
“...solo se es libre si todos son libres y, para ello, debe haber igualdad” (Rousseau)
Y, lo más significativo, es que el 63% de este sector privado (que representa un tercio de la oferta de enseñanza en su conjunto) corresponde a centros docentes de la Iglesia Católica, que constituyen un auténtico subsistema consolidado y con gran poder.
Detrás de las invocaciones a la “libertad” de elección de centro, lo que se esconde es el rechazo a la mezcla social, a educar a los hijos e hijas con los que no son de la misma clase.
La teoría de la elección pública (TEP), extendida en los procesos de reforma educativa globales, tiene como objetivo, según sus defensores, que los centros escolares (proveedores de educación) se esfuercen en ofrecer un producto atractivo a la medida de las demandas de las familias, dentro de la gestión y en la lógica de los mecanismos de cuasi-mercado (mercado financiado públicamente), para que todas las personas puedan elegir aquel que más ventajas les pueda reportar.
La estrategia se basa en la desregulación de las zonas escolares y los criterios preferentes de elección, junto a la competencia incentivada por sistemas de pruebas estandarizadas y rankings, y una financiación competitiva que premiará a las escuelas que más demanda consigan. Argumentan sus promotores, que se mejora la calidad del sistema educativo, porque así los centros tratarán de diferenciarse y subordinarse a las decisiones y preferencias de las familias. Al igual que otras industrias, textiles, automovilísticas o pirotécnicas..., adaptan sus productos a los requerimientos del mercado.
Lógicamente, solo tendrá sentido la elección de centros en sistemas educativos con una oferta diferenciada. La situación de nuestro país al respecto es propicia para su aplicación, porque ya contamos con dos redes escolares, pública y concertada (centros privados sostenidos con fondos públicos). España constituye un caso singular dentro del panorama internacional.
Desde mediados del siglo XIX, se ha venido desarrollando en España una amplia y sólida malla de centros escolares privados, muy mayoritariamente de confesión católica. Sin embargo, a partir de 1985 con la aprobación de la LODE, es cuando la figura del colegio concertado adquiere carta de naturaleza legal y se consolida como una categoría propia, al lado de los centros públicos y de los centros privados sin financiación pública alguna.
En un primer momento, las subvenciones a centros privados a través de los conciertos educativos se justificaban como un complemento de red pública que carecía de suficientes plazas escolares, en un momento en el que existía una creciente demanda, por el fuerte crecimiento demográfico y, posteriormente, por la ampliación de los años de escolarización obligatoria.
Aunque empezó como una situación provisional, la financiación pública de opciones educativas privadas seguirá aumentando año tras año en España.
Actualmente la situación es que prácticamente toda la enseñanza privada se encuentra concertada lo que es significativo, es que el 63% de este sector privado (que representa un tercio de la oferta de enseñanza en su conjunto) corresponde a centros docentes de la Iglesia Católica, que constituyen un auténtico subsistema consolidado y con gran poder.
Si en la UE la enseñanza secundaria privada (básicamente financiada con recursos públicos) es del 15,1%, en España alcanza el 31,66%1 las comunidades en las que han gobernado partidos conservadores, el porcentaje supera ya el 50% (Cataluña, Madrid,
Navarra y País Vasco). Esta tendencia se justifica desde los sectores conservadores y neoliberales como la respuesta a una supuesta “mayor demanda” por parte de las familias y una pérdida de poder del Estado. Existe una profusa investigación que sostiene (incluso PISA) que la enseñanza privada no tiene más calidad que la pública. En los casos en los que se producen diferencias, se debe a las desigualdades en el capital social, económico y cultural, que son más favorables en la población de los centros concertados y, sobre todo, si no admiten alumnado de familias migrantes, minorías y de clases bajas.
La doble red de centros, aún sin estar desregulados los criterios para la elección de centro, al menos a nivel de Estado, se han convertido en garantía de desigualdad, por el fraude en la aplicación de los requisitos con que se ha llevado a cabo la selección del alumnado, en cuanto a segregación de inmigrantes, separación por sexos y distribución por clases sociales. También
por la selección directa e indirecta del alumnado en los centros concertados a través del copago de actividades o tasas “voluntarias”, la religión católica como ideario excluyente y las propias zonificaciones geográficas que han favorecido
esta selección.
El modelo neoliberal parte del axioma, según el cual, las personas son responsables individualmente de su posible bienestar. Depende únicamente del mérito y del esfuerzo propio lo que se consigue en la vida. Así, los rendimientos escolares dependen del esfuerzo, del talento del alumnado y de las familias que se preocupan especialmente de sus hijos e hijas; por eso, reclamarán derecho a tener mejores condiciones, profesorado y escuelas. El análisis de coste oportunidad, establece que el sistema educativo debe rentabilizar la inversión educativa en quienes quieren y pueden.
El capitalismo, como ideología y ética social, reclama una lógica competitiva y de mercado, que combina el individualismo y la “elección de centro” con políticas de “cierre social” que, ante la masificación de los estudios de Secundaria y superiores, garanticen que sus vástagos, sirviéndose de su capital cultural (información, relaciones...) y económico (posibilidades
de residencia, desplazamientos, actividades suplementarias...) accedan a grupos. Y, en algunas de homogéneos de élite y tengan más posibilidades de éxito.
Investigaciones realizadas en los últimos años muestran que las razones para elegir centro tienen que ver con el nivel socio económico de las familias, donde quienes demandan esa “preferencia de selección” buscan su “segmento social”. Además, las personas con menos recursos encontrarán dificultades para hacerlo por limitaciones financieras, geográficas y sociales. Uno elige el centro que encaja en el estatus que espera que su hijo ocupe en el futuro, dentro de sus posibilidades. Se recubre de derecho individual lo que es una selección social demandada por clases sociales altas y medias.
Con el agravante de que los centros educativos empiezan a competir por atraer a estudiantes con las mejores actitudes hacia el aprendizaje y la disciplina escolar, que son las que garantizan unas buenas condiciones para enseñar y unos buenos resultados académicos para la escuela. Y es el centro que recibe más demandas quien, en definitiva, elige a sus clientes y no al revés, porque establece una serie de criterios para “discriminar” quién accede y quién no. Por eso nos encontramos actualmente con que el 80% del alumnado con necesidades educativas o de minorías y migración están en los centros públicos.
En definitiva, el sistema de “elección de centro” se basa en la lógica individualista de la “ética del más fuerte”, y no en la lógica igualitaria de la pluralidad y la convivencia. Esta preferencia de selección no puede considerarse un derecho, porque no solo no favorece una educación mejor y más equitativa para todos los niños y las niñas, sino que, más bien, provoca la redefinición y restricción de los fines de la educación, la segregación y el aumento de la estratificación social, el drenaje de recursos desde escuelas públicas ya empobrecidas hacia las escuelas privadas, con frecuencia religiosas, y la conversión de la educación en un negocio, perjudicando aún más a los grupos menos favorecidos.
sábado, 23 de julio de 2016
Qué hacemos con un criminal de guerra
Gregorio Morán
La Vanguardia
A estas alturas de la película a nadie le cabe la menor duda de que la sociedad española es tan cómplice ante el delito económico que ocupará un puesto elevado en la lista de países corruptos, con una buena mayoría de ciudadanos indiferentes. Usted puede robar, si es posible al Estado, que es un ente que desde hace siglos nadie acaba de entender a quién pertenece, y salir de rositas, con felicitaciones, si no de los juzgados, que a lo más que llegan es a cierta complicidad visual, pero con las ovaciones del público elector. “¡Qué tío, dos cojones, desvalijó la comunidad autónoma y ahí le tienes, fresco como una lechuga y arrogante como un chispero! ¡La gente lo adora!”.
El ladrón de Estado en España conserva cierta fama de jugador de fortuna. Posiblemente haya algo de envidia, porque somos una sociedad formada a golpe de braguetazo con tronío. ¿Pero qué ocurre con los criminales de guerra? Después del Generalísimo no recuerdo ninguno salvo aquella mercadería ligada a las guerras africanas que se interesaban por la sisa en la intendencia, cortar alguna oreja mora de recuerdo macarra, y volver a casa con medallas de pago –para el personal no avezado, las condecoraciones se dividen entre las de “compensación económica” y las que sirven para decorar la pared del recibidor–.
Una conmoción ética se ha producido. El informe del veterano lord John Chilcot –nueve años de trabajo y doce volúmenes de resultado– es una de esas singularidades que se producen en Gran Bretaña, junto a los sombreros de la Reina y la vestimenta más cursi que cualquier paleto pudiera imaginar. El documento encargado por el Parlamento sobre la alucinante invasión de Iraq, el derrocamiento de Sadam y el incremento del conflicto en la zona ha dado sus resultados.
Los tres organizadores de la matanza moderna más cruel y de mayores consecuencias para nuestro futuro son tres irresponsables, según el equilibrio lingüístico británico, y tres asesinos en masa, conocidos en el lenguaje posterior a Nuremberg 1945 como criminales de guerra.
Un idiota (un idiota de catálogo), cuyo acto más significativo fue dejar de beber para desgracia de la humanidad y dudoso beneficio familiar. El muñidor Tony Blair, un buscador de fortuna, cuya capacidad de desvergüenza verbal y física me supera –se convirtió al catolicismo apenas terminado su periodo criminal–; daría hasta lo que no tengo por saber qué le pusieron de penitencia, 487 padrenuestros. Tantos como los muertos que provocó. Y por último, el atleta político de los 180 abdominales, digno heredero del más cínico periodista que hubo en España, Manuel Aznar Zubigaray, donde eran tan habituales como las chinches. El retoño, de pronto, asumió el papel de estadista circense, con una locución nasal que provocaba más risas que Harpo, el mudo de los hermanos Marx.
En el 2012, los que se creen los reyes del universo, Bush y Blair, acompañadores de un señorito mesetario, que dudo sepa situar Palmira, se lanzan a la operación militar más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Nada menos que trasladar el conflicto de la Europa de 1945 al indescifrable mundo musulmán: invaden Iraq, derriban a Sadam Husein e inmediatamente se dan cuenta de que la desaparición del dictador significa el vacío absoluto. Envían a un gringo de granja con botas de anuncio y aquello es el caos. Un Estado no es una mezcla de tribus, sino un sistema aferrado a un dictador que equilibra los poderes. Así era antes de los ingleses y después de los ingleses; siempre y cuando el petróleo quedara garantizado.
Aquellos tres arrebatados occidentales abren la guerra política más compleja del siglo XXI, y con una irresponsabilidad a prueba de carro de combate alimentan militar y socialmente a las milicias islamistas. Su inminente enemigo. Es significativo que nadie quiera contar que los fugitivos de Siria vivieron en situación de seminormalidad desde el 2012 y que empezaron a huir en el 2016. ¿Qué pasó entre medio? ¿Eran el poder? ¿Conservaban su estatus y colaboraban con las milicias islámicas que dominaban el territorio, armadas por Arabia Saudí y Estados Unidos? Si la guerra empezó en el 2012, ¿cómo es que aparecen en el 2016 emigrantes afganos, sirios, iraquíes… Tomando como modelo la guerra civil española sería incomprensible.
Pero ahí cuentan las religiones, los apoyos externos, el intento norteamericano de derribar a El Asad de Siria, que se saldó con la mayor vergüenza militar que uno pueda imaginar. Es como si antes de salir corriendo de Vietnam los norteamericanos les hubieran pedido ayuda a los chinos para sobrevivir en aquel berenjenal en el que voluntariamente se habían metido. En este caso, a los rusos.
Si siempre se ha dicho que el intento de ocupar Egipto durante el conflicto del Nilo (1956) fue la última gran operación colonial de Occidente, ahora podríamos añadir, a falta de muchos datos, que la aventura afgano-sirio-iraquí –no digamos libia– que se inició en 2012 es una parodia de aquellas grandezas imperiales que relata Aznar con su acento nasal de empleado de los señores que hablan un inglés suelto.
Pero ese criminal de guerra ha pasado por las arenas del desierto, asesinando niños, mujeres y ancianas –eso que repiten tanto para conmovernos cuando se trata del malvado adversario–. Seríamos unos frívolos irresponsables si no exigiéramos responsabilidades por el más de medio millón de muertos que ha costado la machada, y si no dejáramos de admitir que ese chulillo de chiscón siguiera dando lecciones de cosas de las que no sólo no tiene ni idea sino de las que ha sido responsable.
¿O sea que Sadam tenía armas de destrucción masiva? “Bueno, la verdad es que estábamos equivocados”. Una panda de cínicos. Ni un servicio de información occidental hubiera apostado un penique; conocían Bagdad y Sadam, porque le daban de comer ellos. ¡Pero tú, José María Aznar, fuiste el más animoso en llevar una guerra, en la que nada te iba más que la fatuidad de mediocre con ambiciones, que costó medio millón de muertos!
¿Y nadie de esos partidos arrogantes y revolucionarios, entre comedero y comedero para su colocación en el negocio gubernamental, se atreverá a algo tan político y tan radical como poner en el banco de madera oscura de un juzgado a un tipo simple, malévolo, arrogante y sobre todo desdeñoso del ser humano, sea de Valladolid o de Tikrit, para plantearle que los últimos criminales de guerra no son los militares, que organizan la batalla, sino los gobernantes que ordenan la matanza?
Como si los muertos fueran siempre anónimos y volviéramos a las colonias. ¿Aznar, criminal de guerra? Pues sí señor, como Bush o el Blair recién confesado. Porque toda esta oscura historia está repleta de sangre y basura, como los refugiados. Carne de cañón, que durante años estaban desaparecidos. Ni se tuvo noticia de refugiado alguno, y ahora las potencias europas, empezando por la presión de Estados Unidos, no hay día que no nos recuerden que ¡es nuestro problema!, que echan sobre la pobre Grecia.
La guerra civil española, su final, es un espejo en el que se refleja la desvergüenza de los promotores. Aznar debe saberlo muy bien, porque su abuelo, antes de ser director de este periódico, fue un ejemplo decisivo en las grandes operaciones de desplazados de todos los derrotados de la segunda Gran Guerra, especialmente los españoles.
La izquierda, si se ha distinguido en algo en la historia española, es por reivindicar causas evidentes, aunque fracasara. Hay un banco en el juzgado, aquí o en La Haya, que le corresponde a José María Aznar, por criminal de guerra.
¿Eso no forma parte de la ruptura entre la casta política y la clase política?
Fuente:
http://www.lavanguardia.com/opinion/20160716/403248630719/que-hacemos-con-un-criminal-de-guerra.html
La Vanguardia
A estas alturas de la película a nadie le cabe la menor duda de que la sociedad española es tan cómplice ante el delito económico que ocupará un puesto elevado en la lista de países corruptos, con una buena mayoría de ciudadanos indiferentes. Usted puede robar, si es posible al Estado, que es un ente que desde hace siglos nadie acaba de entender a quién pertenece, y salir de rositas, con felicitaciones, si no de los juzgados, que a lo más que llegan es a cierta complicidad visual, pero con las ovaciones del público elector. “¡Qué tío, dos cojones, desvalijó la comunidad autónoma y ahí le tienes, fresco como una lechuga y arrogante como un chispero! ¡La gente lo adora!”.
El ladrón de Estado en España conserva cierta fama de jugador de fortuna. Posiblemente haya algo de envidia, porque somos una sociedad formada a golpe de braguetazo con tronío. ¿Pero qué ocurre con los criminales de guerra? Después del Generalísimo no recuerdo ninguno salvo aquella mercadería ligada a las guerras africanas que se interesaban por la sisa en la intendencia, cortar alguna oreja mora de recuerdo macarra, y volver a casa con medallas de pago –para el personal no avezado, las condecoraciones se dividen entre las de “compensación económica” y las que sirven para decorar la pared del recibidor–.
Una conmoción ética se ha producido. El informe del veterano lord John Chilcot –nueve años de trabajo y doce volúmenes de resultado– es una de esas singularidades que se producen en Gran Bretaña, junto a los sombreros de la Reina y la vestimenta más cursi que cualquier paleto pudiera imaginar. El documento encargado por el Parlamento sobre la alucinante invasión de Iraq, el derrocamiento de Sadam y el incremento del conflicto en la zona ha dado sus resultados.
Los tres organizadores de la matanza moderna más cruel y de mayores consecuencias para nuestro futuro son tres irresponsables, según el equilibrio lingüístico británico, y tres asesinos en masa, conocidos en el lenguaje posterior a Nuremberg 1945 como criminales de guerra.
Un idiota (un idiota de catálogo), cuyo acto más significativo fue dejar de beber para desgracia de la humanidad y dudoso beneficio familiar. El muñidor Tony Blair, un buscador de fortuna, cuya capacidad de desvergüenza verbal y física me supera –se convirtió al catolicismo apenas terminado su periodo criminal–; daría hasta lo que no tengo por saber qué le pusieron de penitencia, 487 padrenuestros. Tantos como los muertos que provocó. Y por último, el atleta político de los 180 abdominales, digno heredero del más cínico periodista que hubo en España, Manuel Aznar Zubigaray, donde eran tan habituales como las chinches. El retoño, de pronto, asumió el papel de estadista circense, con una locución nasal que provocaba más risas que Harpo, el mudo de los hermanos Marx.
En el 2012, los que se creen los reyes del universo, Bush y Blair, acompañadores de un señorito mesetario, que dudo sepa situar Palmira, se lanzan a la operación militar más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Nada menos que trasladar el conflicto de la Europa de 1945 al indescifrable mundo musulmán: invaden Iraq, derriban a Sadam Husein e inmediatamente se dan cuenta de que la desaparición del dictador significa el vacío absoluto. Envían a un gringo de granja con botas de anuncio y aquello es el caos. Un Estado no es una mezcla de tribus, sino un sistema aferrado a un dictador que equilibra los poderes. Así era antes de los ingleses y después de los ingleses; siempre y cuando el petróleo quedara garantizado.
Aquellos tres arrebatados occidentales abren la guerra política más compleja del siglo XXI, y con una irresponsabilidad a prueba de carro de combate alimentan militar y socialmente a las milicias islamistas. Su inminente enemigo. Es significativo que nadie quiera contar que los fugitivos de Siria vivieron en situación de seminormalidad desde el 2012 y que empezaron a huir en el 2016. ¿Qué pasó entre medio? ¿Eran el poder? ¿Conservaban su estatus y colaboraban con las milicias islámicas que dominaban el territorio, armadas por Arabia Saudí y Estados Unidos? Si la guerra empezó en el 2012, ¿cómo es que aparecen en el 2016 emigrantes afganos, sirios, iraquíes… Tomando como modelo la guerra civil española sería incomprensible.
Pero ahí cuentan las religiones, los apoyos externos, el intento norteamericano de derribar a El Asad de Siria, que se saldó con la mayor vergüenza militar que uno pueda imaginar. Es como si antes de salir corriendo de Vietnam los norteamericanos les hubieran pedido ayuda a los chinos para sobrevivir en aquel berenjenal en el que voluntariamente se habían metido. En este caso, a los rusos.
Si siempre se ha dicho que el intento de ocupar Egipto durante el conflicto del Nilo (1956) fue la última gran operación colonial de Occidente, ahora podríamos añadir, a falta de muchos datos, que la aventura afgano-sirio-iraquí –no digamos libia– que se inició en 2012 es una parodia de aquellas grandezas imperiales que relata Aznar con su acento nasal de empleado de los señores que hablan un inglés suelto.
Pero ese criminal de guerra ha pasado por las arenas del desierto, asesinando niños, mujeres y ancianas –eso que repiten tanto para conmovernos cuando se trata del malvado adversario–. Seríamos unos frívolos irresponsables si no exigiéramos responsabilidades por el más de medio millón de muertos que ha costado la machada, y si no dejáramos de admitir que ese chulillo de chiscón siguiera dando lecciones de cosas de las que no sólo no tiene ni idea sino de las que ha sido responsable.
¿O sea que Sadam tenía armas de destrucción masiva? “Bueno, la verdad es que estábamos equivocados”. Una panda de cínicos. Ni un servicio de información occidental hubiera apostado un penique; conocían Bagdad y Sadam, porque le daban de comer ellos. ¡Pero tú, José María Aznar, fuiste el más animoso en llevar una guerra, en la que nada te iba más que la fatuidad de mediocre con ambiciones, que costó medio millón de muertos!
¿Y nadie de esos partidos arrogantes y revolucionarios, entre comedero y comedero para su colocación en el negocio gubernamental, se atreverá a algo tan político y tan radical como poner en el banco de madera oscura de un juzgado a un tipo simple, malévolo, arrogante y sobre todo desdeñoso del ser humano, sea de Valladolid o de Tikrit, para plantearle que los últimos criminales de guerra no son los militares, que organizan la batalla, sino los gobernantes que ordenan la matanza?
Como si los muertos fueran siempre anónimos y volviéramos a las colonias. ¿Aznar, criminal de guerra? Pues sí señor, como Bush o el Blair recién confesado. Porque toda esta oscura historia está repleta de sangre y basura, como los refugiados. Carne de cañón, que durante años estaban desaparecidos. Ni se tuvo noticia de refugiado alguno, y ahora las potencias europas, empezando por la presión de Estados Unidos, no hay día que no nos recuerden que ¡es nuestro problema!, que echan sobre la pobre Grecia.
La guerra civil española, su final, es un espejo en el que se refleja la desvergüenza de los promotores. Aznar debe saberlo muy bien, porque su abuelo, antes de ser director de este periódico, fue un ejemplo decisivo en las grandes operaciones de desplazados de todos los derrotados de la segunda Gran Guerra, especialmente los españoles.
La izquierda, si se ha distinguido en algo en la historia española, es por reivindicar causas evidentes, aunque fracasara. Hay un banco en el juzgado, aquí o en La Haya, que le corresponde a José María Aznar, por criminal de guerra.
¿Eso no forma parte de la ruptura entre la casta política y la clase política?
Fuente:
http://www.lavanguardia.com/opinion/20160716/403248630719/que-hacemos-con-un-criminal-de-guerra.html
Para periodistas, comunicadores sociales y militantes de la verdad. Diez recomendaciones ético-sintácticas.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Ya sabemos que no hay “periodismo” asexuado, neutro o des-interesado; ya sabemos que entre tendencias, sueldos e ideologías se teje una red de presiones y tensiones que determinan la interpretación “periodística” de los “hechos” y su orientación al servicio de los hilos que la mueven. Ya sabemos que nadie redacta o publica noticias ingenuamente y que en el ejercicio de contar acontecimientos -objetivos y subjetivos- pesa decisivamente la posición y el compromiso de clase del que informa y del que es informado.
Es indispensable tener conciencia de esas tensiones, reconocer los límites que nos imponen y saber moverse entre ellas para poner a salvo la “pasión por la verdad”, es decir, por su construcción colectiva, sus fortalezas metodológicas y sus fundamentos científicos. Es indispensable romper con el empirismo y el criticismo -irresponsables y mercantilistas- que sirven de plataforma para las tropelías informativas más impúdicas e impunes. Por todo eso y más viene bien ejercitar vacunas o antídotos éticos de combate capaces de parir y hacer parir un periodismo nuevo o un modo de producción informativa emancipados y emancipadores.
Verbigracia:
1. No uses la palabra “enfrentamiento” cuando grupos militares o policiales repriman a líderes o movimientos desarmados.
2. Lee mucho y privilegia siempre las fuentes de información de quienes luchan por las bases y desconfía siempre de las agencias internacionales comercializadoras de noticias.
3. Explica, con toda claridad, los “hechos”, sus móviles, sus protagonistas y las condiciones concretas y de clase en que ocurren (cronológicas, históricas, de clase, geográficas...)
4. Explica siempre (de la manera más clara y creativa) el marco teórico de tu trabajo de información y comunicación.
5. Se generoso en la consulta y el contraste de fuentes informantes y elabora un dispositivo crítico riguroso frente a ellas.
6. Pondera con cuidado extremo tu subjetividad ante los hechos y mantén bajo vigilancia tu propia contaminación ideológica y tu ignorancia frente a lo que debes informar. La primera sospecha sobre la información debe recaer en el informante.
7. Advierte a tu interlocutor (de manera rigurosa y creativa) cuales y cuántas son tus limitaciones para informar en lo general y en lo particular.
8. Si en el proceso de acopiar información detectas que alguien miente, denúncialo de todas las maneras posibles o serás su cómplice.
9. Mantén equidad de perspectivas (no neutralidad) de género, de edades... Tomando posición La lado de los más débiles, los más frágiles, los más humillados. Ética significa, también, hacer lo que se debe por el bien de los que menos tienen.
10. Analiza, invariablemente, si lo que informas pertenece o no, si ayuda o no, a una situación revolucionaria y asegúrate con toda honestidad de que tu vocabulario, tu sintaxis, tu formación profesional… tus valores estén a la altura de las circunstancias y de los pueblos en lucha. No te engañes ni engañes a otros.
La Ética no es ese arte del relativismo fanático -que algunos ridiculizan con palabrería de eruditos- para esquivar la fuerza de su poder social y su capacidad de poner en evidencia toda trapacería, marrullería y crimen. No es un ingrediente decorativo para muchachos que, serviles al patrón, recitan ideología de auto-ayuda como si fuese evangelio ético de supermercado. Mercenarios pues.
Aunque parezca ocioso repetirlo no está de más siempre anclar la producción de información sobre bases afianzadas con buenas dosis de auto-crítica científica. Alertas con los peligros y las contaminaciones. Es fácil encontrar trampas y manías -de todo orden- entre quienes se auto-convencieron de ser más revolucionarios que toda revolución. No son pocos. Abundan los “docentes” que, ya sabiéndolo todo, barnizan con saliva de doctos cuanta situación y cuanto liderazgo les cuestiona su lugar en las filas. Algunos son discretos y hábiles para disimular su inutilidad o su obra inofensiva y para ello usan muchas citas de revolucionarios y teóricos clásicos. Hay piezas magistrales pergeñadas por sabios incapaces de organizar ni una piñata. Y venden muchos libros y conferencias.
No pocos se hacen profesores y se hacen preceptores. Siembran la abundante cosecha de su ego en las cabezas de muchas generaciones y aguardan pacientemente la hora de los aplausos. Se creen en edad de enseñar a otros el arte de alabarse a sí mismos y prohíjan becas, prebendas y canonjías a los cuatro vientos de su histrionismo mesiánico. Y dan vueltas al mundo con su sólo truco de naderías auto-referenciales. Ya hemos tenido suficiente de eso. Nadie está por encima de quienes luchan, nadie puede auto-erigirse en interprete o representante de lo que no construye y por lo que no se arriesga. Nadie pues está por encima de la revolución social.
En todo caso entiéndese aquí por Ética la ciencia que describió Sánchez Vázquez en una de sus obras más orientadoras y útiles para la Batalla de las Ideas y para esculpir la conducta científica de aquel que asuma responsabilidades sociales ante el trabajo de documentar acontecimientos y divulgar las consecuencias, objetivas y subjetivas. Nada menos. Y eso hace que ningún “decálogo”, incluido éste, sea letra muerta ni palabra última. Todo debe ponerse bajo el examen inequívoco de su utilidad a la emancipación humana, finalmente sin clases sociales… sin capitalismo.
Rebelión/Universidad de la Filosofía
Ya sabemos que no hay “periodismo” asexuado, neutro o des-interesado; ya sabemos que entre tendencias, sueldos e ideologías se teje una red de presiones y tensiones que determinan la interpretación “periodística” de los “hechos” y su orientación al servicio de los hilos que la mueven. Ya sabemos que nadie redacta o publica noticias ingenuamente y que en el ejercicio de contar acontecimientos -objetivos y subjetivos- pesa decisivamente la posición y el compromiso de clase del que informa y del que es informado.
Es indispensable tener conciencia de esas tensiones, reconocer los límites que nos imponen y saber moverse entre ellas para poner a salvo la “pasión por la verdad”, es decir, por su construcción colectiva, sus fortalezas metodológicas y sus fundamentos científicos. Es indispensable romper con el empirismo y el criticismo -irresponsables y mercantilistas- que sirven de plataforma para las tropelías informativas más impúdicas e impunes. Por todo eso y más viene bien ejercitar vacunas o antídotos éticos de combate capaces de parir y hacer parir un periodismo nuevo o un modo de producción informativa emancipados y emancipadores.
Verbigracia:
1. No uses la palabra “enfrentamiento” cuando grupos militares o policiales repriman a líderes o movimientos desarmados.
2. Lee mucho y privilegia siempre las fuentes de información de quienes luchan por las bases y desconfía siempre de las agencias internacionales comercializadoras de noticias.
3. Explica, con toda claridad, los “hechos”, sus móviles, sus protagonistas y las condiciones concretas y de clase en que ocurren (cronológicas, históricas, de clase, geográficas...)
4. Explica siempre (de la manera más clara y creativa) el marco teórico de tu trabajo de información y comunicación.
5. Se generoso en la consulta y el contraste de fuentes informantes y elabora un dispositivo crítico riguroso frente a ellas.
6. Pondera con cuidado extremo tu subjetividad ante los hechos y mantén bajo vigilancia tu propia contaminación ideológica y tu ignorancia frente a lo que debes informar. La primera sospecha sobre la información debe recaer en el informante.
7. Advierte a tu interlocutor (de manera rigurosa y creativa) cuales y cuántas son tus limitaciones para informar en lo general y en lo particular.
8. Si en el proceso de acopiar información detectas que alguien miente, denúncialo de todas las maneras posibles o serás su cómplice.
9. Mantén equidad de perspectivas (no neutralidad) de género, de edades... Tomando posición La lado de los más débiles, los más frágiles, los más humillados. Ética significa, también, hacer lo que se debe por el bien de los que menos tienen.
10. Analiza, invariablemente, si lo que informas pertenece o no, si ayuda o no, a una situación revolucionaria y asegúrate con toda honestidad de que tu vocabulario, tu sintaxis, tu formación profesional… tus valores estén a la altura de las circunstancias y de los pueblos en lucha. No te engañes ni engañes a otros.
La Ética no es ese arte del relativismo fanático -que algunos ridiculizan con palabrería de eruditos- para esquivar la fuerza de su poder social y su capacidad de poner en evidencia toda trapacería, marrullería y crimen. No es un ingrediente decorativo para muchachos que, serviles al patrón, recitan ideología de auto-ayuda como si fuese evangelio ético de supermercado. Mercenarios pues.
Aunque parezca ocioso repetirlo no está de más siempre anclar la producción de información sobre bases afianzadas con buenas dosis de auto-crítica científica. Alertas con los peligros y las contaminaciones. Es fácil encontrar trampas y manías -de todo orden- entre quienes se auto-convencieron de ser más revolucionarios que toda revolución. No son pocos. Abundan los “docentes” que, ya sabiéndolo todo, barnizan con saliva de doctos cuanta situación y cuanto liderazgo les cuestiona su lugar en las filas. Algunos son discretos y hábiles para disimular su inutilidad o su obra inofensiva y para ello usan muchas citas de revolucionarios y teóricos clásicos. Hay piezas magistrales pergeñadas por sabios incapaces de organizar ni una piñata. Y venden muchos libros y conferencias.
No pocos se hacen profesores y se hacen preceptores. Siembran la abundante cosecha de su ego en las cabezas de muchas generaciones y aguardan pacientemente la hora de los aplausos. Se creen en edad de enseñar a otros el arte de alabarse a sí mismos y prohíjan becas, prebendas y canonjías a los cuatro vientos de su histrionismo mesiánico. Y dan vueltas al mundo con su sólo truco de naderías auto-referenciales. Ya hemos tenido suficiente de eso. Nadie está por encima de quienes luchan, nadie puede auto-erigirse en interprete o representante de lo que no construye y por lo que no se arriesga. Nadie pues está por encima de la revolución social.
En todo caso entiéndese aquí por Ética la ciencia que describió Sánchez Vázquez en una de sus obras más orientadoras y útiles para la Batalla de las Ideas y para esculpir la conducta científica de aquel que asuma responsabilidades sociales ante el trabajo de documentar acontecimientos y divulgar las consecuencias, objetivas y subjetivas. Nada menos. Y eso hace que ningún “decálogo”, incluido éste, sea letra muerta ni palabra última. Todo debe ponerse bajo el examen inequívoco de su utilidad a la emancipación humana, finalmente sin clases sociales… sin capitalismo.
viernes, 22 de julio de 2016
Ken Robinson: “Pagamos un alto precio por sacar los sentimientos de la escuela”
Brillante orador y escritor superventas, asesora a Gobiernos e instituciones para promover un sistema educativo que no encorsete el talento y se tome en serio la creatividad.
HA SIDO asesor del ex primer ministro británico Tony Blair y de más de una decena de Gobiernos. Millones de personas siguen sus conferencias, gestionadas por la misma agencia que supervisa las apariciones del político George W. Bush o el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Sir Ken Robinson –la reina Isabel II lo nombró caballero en 2003 por el fomento de las artes– es uno de los pensadores educativos más solicitados de las últimas dos décadas. Y predica un mensaje devastador para la escuela tradicional: los niños nacen con cualidades que, a menudo, el sistema entierra. Su colegio, al que llegó por casualidad, le cambió la vida.
Era un crío de rizos pelirrojos que perseguía un balón en el barrio de Walton, en Liverpool, cuando su padre sentenció: “Este niño jugará al fútbol en el Everton”. Pero la polio se cruzó en su camino. A Ken Robinson (Liverpool, 1950) lo enviaron a un centro de educación especial para los descartados del sistema, niños con problemas físicos o retrasos en el aprendizaje. En aquella clase, que él define como “un montón de individuos diferentes que recordaba a la cantina de La guerra de las galaxias”, sus profesores, Mr. Strafford y Mrs. York, fomentaron las aptitudes que lo han convertido en uno de los grandes referentes de la enseñanza y en un prolífico escritor de best sellers.
Ken Robinson llega sonriente a la cita en una oficina compartida a escasos metros del campus de la Universidad de California, en Los Ángeles. “Llevo muchos años aquí. Ya soy angelino”, comenta, aunque su piel pálida y su acento lo desmientan. El inglés se apoya en un bastón –tiene la pierna derecha más corta que la izquierda–, tiende una mirada brillante y enarbola un discurso rotundo: “Pagamos un precio muy alto por sacar los sentimientos de la escuela”.
Hace 15 años que vive en la megalópolis californiana. Tras dar clases en la Universidad de Warwick (Coventry, Inglaterra), recaló allí con su mujer, Terry, también de Liverpool y escritora, y con sus dos hijos, James y Kate.
El Elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo (Grijalbo, 2009), que se ha traducido a 21 idiomas, es su libro más conocido. Contiene las historias de éxito que desgrana en sus charlas. Habla, por ejemplo, de cómo Matt Groening, el creador de Los Simpson, encontró su camino cuando se enteró de que “había otras personas que no sabían dibujar pero vivían de ello”. O del economista Paul Samuelson, que siempre consideró los números “pura diversión”.
El éxito de Robinson está estrechamente ligado al crecimiento de las redes sociales. En febrero de 2006 protagonizó una charla TED –organización pionera en proponer un formato de conferencias breves que se difunden por Internet–, que desde entonces suma una media de 10.000 visionados diarios y roza ya los 40 millones. En aquella ponencia de 19 minutos y 24 segundos, que tituló ¿Matan las escuelas la creatividad?, cuenta la anécdota de una niña retraída que siempre pintaba en clase. “¿Qué dibujas?”, le preguntó la maestra. “Estoy pintando a Dios”, respondió. Cuando su profesora le hace entender que nadie lo ha visto nunca, ella replica: “Mejor, en cinco minutos podrán saber cómo es”.
En sus charlas defiende que bailar es tan importante como sumar. Creo que la gente que piensa que bailar no es importante, probablemente ni baila ni nunca lo ha intentado. Y lo digo en serio. Los humanos tenemos un cuerpo, no somos programas, y nuestra relación con él es fundamental para nuestro bienestar. Muchos problemas del mundo civilizado tienen que ver con la obesidad, la diabetes o la depresión. En Estados Unidos hay una generación de jóvenes que, por primera vez, puede que vivan menos que sus padres debido a enfermedades cardiacas y otras dolencias vinculadas a una dieta pobre y poco ejercicio. El sistema educativo trata la vida humana como si solo importase lo que existe entre las dos orejas. La danza está relacionada con el resto de las artes y ciencias, y yo defiendo una concepción holística de la inteligencia. Además, resulta que hay un montón de matemáticas en la danza, pregunte a cualquiera que baile profesionalmente.
En 1997, el Gobierno británico le pidió formar una comisión nacional para asesorarle sobre cómo potenciar la creatividad en la escuela de los 5 a los 18 años. ¿Ha cambiado el sistema educativo desde su informe? El Gobierno actual avanza en sentido contrario, como ocurre en Estados Unidos. Pero el de entonces, con Tony Blair de primer ministro, llevaba tiempo planteando que hacían falta cambios. El mundo evoluciona rápida y profundamente, y los sistemas educativos que funcionaban en el siglo XIX no sirven para los retos actuales. Cuando Blair llegó al poder lideró una serie de reformas que tuvieron justo el efecto contrario: más estandarización, más pruebas, un currículo menos flexible. Así que unos cuantos le dijimos que, ya que lo pregonaba, debía tomarse en serio la creatividad. Si defiendes la alfabetización y te importa que la gente aprenda a leer y a escribir, no te limitas a dejar libros a su alrededor a ver si muestran interés. Si vas en serio con la creatividad, necesitas una estrategia para impulsarla, por eso reuní a 50 personas y creamos una comisión gubernamental para diseñarla.
Robinson forma parte de una corriente de pensadores que busca transformar el sistema con innovaciones, y que se enfrenta a otra, también muy relevante, que reclama reforzar la disciplina y evaluar de forma sistemática el modelo. Rechaza la proliferación de exámenes estandarizados que se da en Estados Unidos –donde los alumnos se enfrentan a hasta un centenar de evaluaciones externas hasta un centenar de evaluaciones externas a lo largo de su vida escolar– y que está empezando a implantarse en España. Su modelo pasa por una escuela que promueva disciplinas como la danza o el teatro, y que experimente con técnicas novedosas como el aprendizaje basado en proyectos, consistente en enseñar a los alumnos a través de casos reales. Por ejemplo, montar una empresa de jabones para aprender química y economía.
Lo cierto es que han transcurrido casi dos décadas y sus ideas no han calado. Al menos no de forma mayoritaria. Bueno, es difícil saberlo. Pero llevo hablando de esto mucho más de 20 años. Empecé en 1972, cuando conseguí mi primer trabajo en educación. Y hay otros que comenzaron mucho antes: Maria Montessori, John Dewey y muchos más. Siempre ha habido expertos que han reclamado una aproximación más humana y personalizada y no un sistema que se asemeje a una cadena de producción industrial. La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica, pero es cierto. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir ahí. A los que no se adaptan se les responsabiliza de su fracaso, pese a que es el sistema el que les ha fallado. La gente entiende esto y cada vez hay más colegios que quieren aplicar otras teorías.
De ellos habla en su último libro, Escuelas creativas (Grijalbo). La educación es un sistema dinámico y complejo. Hablo con mucha gente y a menudo veo que han recibido una influencia positiva porque sienten que, de alguna forma, les estoy dando permiso para innovar. Trato de justificar por qué la creatividad no es un conjunto extravagante de actos expresivos, sino la forma más elevada de expresión intelectual. Así funcionan los grandes académicos. La ciencia se ha cimentado sobre un pensamiento rico, original y creativo unido al entendimiento crítico. Estas charlas han logrado abrir ese debate. Hay países enteros cambiando, como Finlandia, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y otras zonas de China, que ya empiezan a planteárselo.
¿Y Estados Unidos? Aún no. Al menos no a nivel nacional. Lo debaten, como hizo Inglaterra, pero luego hacen algo diferente. Afortunadamente, la educación va más allá de los discursos de los políticos. Yo trato de ayudar a la gente para que sean ellos los que modifiquen el sistema.
Usted proclama que los títulos universitarios ya no valen nada. No es que no valgan nada, es que valen menos. Cuando yo empecé en esto, si tenías un doctorado, formabas parte del 0,01% de la población mundial que lo había cursado, y ya no es así. Funciona como la inflación. Antes, una carrera era todo lo que necesitabas para conseguir un buen trabajo; ahora hace falta también un máster. ¿Dónde acaba? Supongo que dentro de unos años tendrás que ganar un Nobel para trabajar. “Ah, tienes un Nobel, qué bien. Pero ¿qué tal dominas el Excel?”. Las promesas de una buena educación superior comienzan a tambalearse. Algunos empiezan a pensar que tal vez no sea imprescindible ir a la universidad. Aunque, de momento, la pelota está en el campo de los titulados porque sus rentas son mayores que el promedio. Yo solo digo que eso está cambiando.
¿A quién perjudica el sistema actual? Cuando ves a niños a los que la escuela les da un mal servicio, que abandonan las aulas pensando que son estúpidos y acaban en las calles como pandilleros, en la cárcel, en trabajos precarios o que hunden su vida en antidepresivos y alcohol… No digo que la educación sea la respuesta a todo esto, pero creo que un mejor comienzo vital les brindaría la oportunidad de descubrir sus auténticas cualidades y elegir su camino. Esto ocurre a menudo en los buenos colegios. Hay profesores estupendos que son capaces de rescatar niños al borde del abismo y encauzarlos. Cuando digo que es una cuestión de derechos humanos no es una exageración: la gente tiene derecho a dirigir su propia vida.
En lo que Ken Robinson sí parece un auténtico angelino es en su aura de estrella. Sus charlas las gestiona la Washington Speakers Bureau, que pide un caché de entre 6.700 a 36.000 euros por conferencia. Además de figuras políticas estadounidenses, entre los representados de la agencia se encuentra el cocinero José Andrés o el expresidente José María Aznar. En 2015 le contrató Meridianos –que invitó a El País Semanal a Los Ángeles para entrevistar a Robinson–, la fundación española que busca opciones para menores marginados y que participa en la primera red europea de empleo para jóvenes exinfractores y en riesgo de exclusión social.
¿Cuál es el papel de los padres? Ahora trabajo en un libro dirigido a ellos, porque me preguntan mucho, y a veces las familias son parte del problema. Muchas de las presiones que llegan a los colegios provienen de padres angustiados por la educación de sus hijos. Otros muchos consideran que el sistema vigente está bien y piden más deberes y programas de refuerzo. Creo que les puedo ayudar porque solo conocen el modelo que vivieron ellos, y hay algunos mitos que me gustaría desterrar porque así presionarán para lograr un cambio. En Estados Unidos, los Estados están aprobando progresivamente el matrimonio homosexual, y eso hace 20 años era impensable. No estaba en la agenda, pero la gente transmitió que no tenía sentido y los gobernantes tuvieron que hacerles caso. El cambio llegó de abajo arriba, como ocurre siempre con los derechos civiles, y así es como debe transformarse el sistema.
¿Cómo educó usted a sus hijos? Me lo preguntan mucho y siempre respondo que cada niño es único. Mis chicos –el mayor, James, tiene ahora 31 años, y Kate ha cumplido 26– compartieron colegio en Inglaterra durante un tiempo. Para él era bueno, pero para ella no tanto. A James le interesa más la teoría, y a Kate, el diseño y la danza, y esa escuela era muy académica, así que decidimos cambiarla. Nos mudamos a Los Ángeles cuando ya eran adolescentes y la situación se repitió. Al final, sacamos a Kate del centro a los 16 años y la educamos en casa. Mi mujer se encargó de casi todo. Le diseñamos un programa y luego fue al colegio universitario [con titulaciones de dos años]. Lo curioso es que ahora le fascina la educación. No la hemos convencido nosotros, pero seguramente nuestra trayectoria le ha influido: dirige un proyecto del Gobierno finlandés, The HundrED, concebido para identificar los cien programas de enseñanza más innovadores del mundo.
http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/ken-robinson/
HA SIDO asesor del ex primer ministro británico Tony Blair y de más de una decena de Gobiernos. Millones de personas siguen sus conferencias, gestionadas por la misma agencia que supervisa las apariciones del político George W. Bush o el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Sir Ken Robinson –la reina Isabel II lo nombró caballero en 2003 por el fomento de las artes– es uno de los pensadores educativos más solicitados de las últimas dos décadas. Y predica un mensaje devastador para la escuela tradicional: los niños nacen con cualidades que, a menudo, el sistema entierra. Su colegio, al que llegó por casualidad, le cambió la vida.
Era un crío de rizos pelirrojos que perseguía un balón en el barrio de Walton, en Liverpool, cuando su padre sentenció: “Este niño jugará al fútbol en el Everton”. Pero la polio se cruzó en su camino. A Ken Robinson (Liverpool, 1950) lo enviaron a un centro de educación especial para los descartados del sistema, niños con problemas físicos o retrasos en el aprendizaje. En aquella clase, que él define como “un montón de individuos diferentes que recordaba a la cantina de La guerra de las galaxias”, sus profesores, Mr. Strafford y Mrs. York, fomentaron las aptitudes que lo han convertido en uno de los grandes referentes de la enseñanza y en un prolífico escritor de best sellers.
Ken Robinson llega sonriente a la cita en una oficina compartida a escasos metros del campus de la Universidad de California, en Los Ángeles. “Llevo muchos años aquí. Ya soy angelino”, comenta, aunque su piel pálida y su acento lo desmientan. El inglés se apoya en un bastón –tiene la pierna derecha más corta que la izquierda–, tiende una mirada brillante y enarbola un discurso rotundo: “Pagamos un precio muy alto por sacar los sentimientos de la escuela”.
Hace 15 años que vive en la megalópolis californiana. Tras dar clases en la Universidad de Warwick (Coventry, Inglaterra), recaló allí con su mujer, Terry, también de Liverpool y escritora, y con sus dos hijos, James y Kate.
El Elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo (Grijalbo, 2009), que se ha traducido a 21 idiomas, es su libro más conocido. Contiene las historias de éxito que desgrana en sus charlas. Habla, por ejemplo, de cómo Matt Groening, el creador de Los Simpson, encontró su camino cuando se enteró de que “había otras personas que no sabían dibujar pero vivían de ello”. O del economista Paul Samuelson, que siempre consideró los números “pura diversión”.
El éxito de Robinson está estrechamente ligado al crecimiento de las redes sociales. En febrero de 2006 protagonizó una charla TED –organización pionera en proponer un formato de conferencias breves que se difunden por Internet–, que desde entonces suma una media de 10.000 visionados diarios y roza ya los 40 millones. En aquella ponencia de 19 minutos y 24 segundos, que tituló ¿Matan las escuelas la creatividad?, cuenta la anécdota de una niña retraída que siempre pintaba en clase. “¿Qué dibujas?”, le preguntó la maestra. “Estoy pintando a Dios”, respondió. Cuando su profesora le hace entender que nadie lo ha visto nunca, ella replica: “Mejor, en cinco minutos podrán saber cómo es”.
En sus charlas defiende que bailar es tan importante como sumar. Creo que la gente que piensa que bailar no es importante, probablemente ni baila ni nunca lo ha intentado. Y lo digo en serio. Los humanos tenemos un cuerpo, no somos programas, y nuestra relación con él es fundamental para nuestro bienestar. Muchos problemas del mundo civilizado tienen que ver con la obesidad, la diabetes o la depresión. En Estados Unidos hay una generación de jóvenes que, por primera vez, puede que vivan menos que sus padres debido a enfermedades cardiacas y otras dolencias vinculadas a una dieta pobre y poco ejercicio. El sistema educativo trata la vida humana como si solo importase lo que existe entre las dos orejas. La danza está relacionada con el resto de las artes y ciencias, y yo defiendo una concepción holística de la inteligencia. Además, resulta que hay un montón de matemáticas en la danza, pregunte a cualquiera que baile profesionalmente.
En 1997, el Gobierno británico le pidió formar una comisión nacional para asesorarle sobre cómo potenciar la creatividad en la escuela de los 5 a los 18 años. ¿Ha cambiado el sistema educativo desde su informe? El Gobierno actual avanza en sentido contrario, como ocurre en Estados Unidos. Pero el de entonces, con Tony Blair de primer ministro, llevaba tiempo planteando que hacían falta cambios. El mundo evoluciona rápida y profundamente, y los sistemas educativos que funcionaban en el siglo XIX no sirven para los retos actuales. Cuando Blair llegó al poder lideró una serie de reformas que tuvieron justo el efecto contrario: más estandarización, más pruebas, un currículo menos flexible. Así que unos cuantos le dijimos que, ya que lo pregonaba, debía tomarse en serio la creatividad. Si defiendes la alfabetización y te importa que la gente aprenda a leer y a escribir, no te limitas a dejar libros a su alrededor a ver si muestran interés. Si vas en serio con la creatividad, necesitas una estrategia para impulsarla, por eso reuní a 50 personas y creamos una comisión gubernamental para diseñarla.
Robinson forma parte de una corriente de pensadores que busca transformar el sistema con innovaciones, y que se enfrenta a otra, también muy relevante, que reclama reforzar la disciplina y evaluar de forma sistemática el modelo. Rechaza la proliferación de exámenes estandarizados que se da en Estados Unidos –donde los alumnos se enfrentan a hasta un centenar de evaluaciones externas hasta un centenar de evaluaciones externas a lo largo de su vida escolar– y que está empezando a implantarse en España. Su modelo pasa por una escuela que promueva disciplinas como la danza o el teatro, y que experimente con técnicas novedosas como el aprendizaje basado en proyectos, consistente en enseñar a los alumnos a través de casos reales. Por ejemplo, montar una empresa de jabones para aprender química y economía.
Lo cierto es que han transcurrido casi dos décadas y sus ideas no han calado. Al menos no de forma mayoritaria. Bueno, es difícil saberlo. Pero llevo hablando de esto mucho más de 20 años. Empecé en 1972, cuando conseguí mi primer trabajo en educación. Y hay otros que comenzaron mucho antes: Maria Montessori, John Dewey y muchos más. Siempre ha habido expertos que han reclamado una aproximación más humana y personalizada y no un sistema que se asemeje a una cadena de producción industrial. La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica, pero es cierto. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir ahí. A los que no se adaptan se les responsabiliza de su fracaso, pese a que es el sistema el que les ha fallado. La gente entiende esto y cada vez hay más colegios que quieren aplicar otras teorías.
De ellos habla en su último libro, Escuelas creativas (Grijalbo). La educación es un sistema dinámico y complejo. Hablo con mucha gente y a menudo veo que han recibido una influencia positiva porque sienten que, de alguna forma, les estoy dando permiso para innovar. Trato de justificar por qué la creatividad no es un conjunto extravagante de actos expresivos, sino la forma más elevada de expresión intelectual. Así funcionan los grandes académicos. La ciencia se ha cimentado sobre un pensamiento rico, original y creativo unido al entendimiento crítico. Estas charlas han logrado abrir ese debate. Hay países enteros cambiando, como Finlandia, Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y otras zonas de China, que ya empiezan a planteárselo.
¿Y Estados Unidos? Aún no. Al menos no a nivel nacional. Lo debaten, como hizo Inglaterra, pero luego hacen algo diferente. Afortunadamente, la educación va más allá de los discursos de los políticos. Yo trato de ayudar a la gente para que sean ellos los que modifiquen el sistema.
Usted proclama que los títulos universitarios ya no valen nada. No es que no valgan nada, es que valen menos. Cuando yo empecé en esto, si tenías un doctorado, formabas parte del 0,01% de la población mundial que lo había cursado, y ya no es así. Funciona como la inflación. Antes, una carrera era todo lo que necesitabas para conseguir un buen trabajo; ahora hace falta también un máster. ¿Dónde acaba? Supongo que dentro de unos años tendrás que ganar un Nobel para trabajar. “Ah, tienes un Nobel, qué bien. Pero ¿qué tal dominas el Excel?”. Las promesas de una buena educación superior comienzan a tambalearse. Algunos empiezan a pensar que tal vez no sea imprescindible ir a la universidad. Aunque, de momento, la pelota está en el campo de los titulados porque sus rentas son mayores que el promedio. Yo solo digo que eso está cambiando.
¿A quién perjudica el sistema actual? Cuando ves a niños a los que la escuela les da un mal servicio, que abandonan las aulas pensando que son estúpidos y acaban en las calles como pandilleros, en la cárcel, en trabajos precarios o que hunden su vida en antidepresivos y alcohol… No digo que la educación sea la respuesta a todo esto, pero creo que un mejor comienzo vital les brindaría la oportunidad de descubrir sus auténticas cualidades y elegir su camino. Esto ocurre a menudo en los buenos colegios. Hay profesores estupendos que son capaces de rescatar niños al borde del abismo y encauzarlos. Cuando digo que es una cuestión de derechos humanos no es una exageración: la gente tiene derecho a dirigir su propia vida.
En lo que Ken Robinson sí parece un auténtico angelino es en su aura de estrella. Sus charlas las gestiona la Washington Speakers Bureau, que pide un caché de entre 6.700 a 36.000 euros por conferencia. Además de figuras políticas estadounidenses, entre los representados de la agencia se encuentra el cocinero José Andrés o el expresidente José María Aznar. En 2015 le contrató Meridianos –que invitó a El País Semanal a Los Ángeles para entrevistar a Robinson–, la fundación española que busca opciones para menores marginados y que participa en la primera red europea de empleo para jóvenes exinfractores y en riesgo de exclusión social.
¿Cuál es el papel de los padres? Ahora trabajo en un libro dirigido a ellos, porque me preguntan mucho, y a veces las familias son parte del problema. Muchas de las presiones que llegan a los colegios provienen de padres angustiados por la educación de sus hijos. Otros muchos consideran que el sistema vigente está bien y piden más deberes y programas de refuerzo. Creo que les puedo ayudar porque solo conocen el modelo que vivieron ellos, y hay algunos mitos que me gustaría desterrar porque así presionarán para lograr un cambio. En Estados Unidos, los Estados están aprobando progresivamente el matrimonio homosexual, y eso hace 20 años era impensable. No estaba en la agenda, pero la gente transmitió que no tenía sentido y los gobernantes tuvieron que hacerles caso. El cambio llegó de abajo arriba, como ocurre siempre con los derechos civiles, y así es como debe transformarse el sistema.
¿Cómo educó usted a sus hijos? Me lo preguntan mucho y siempre respondo que cada niño es único. Mis chicos –el mayor, James, tiene ahora 31 años, y Kate ha cumplido 26– compartieron colegio en Inglaterra durante un tiempo. Para él era bueno, pero para ella no tanto. A James le interesa más la teoría, y a Kate, el diseño y la danza, y esa escuela era muy académica, así que decidimos cambiarla. Nos mudamos a Los Ángeles cuando ya eran adolescentes y la situación se repitió. Al final, sacamos a Kate del centro a los 16 años y la educamos en casa. Mi mujer se encargó de casi todo. Le diseñamos un programa y luego fue al colegio universitario [con titulaciones de dos años]. Lo curioso es que ahora le fascina la educación. No la hemos convencido nosotros, pero seguramente nuestra trayectoria le ha influido: dirige un proyecto del Gobierno finlandés, The HundrED, concebido para identificar los cien programas de enseñanza más innovadores del mundo.
http://elpaissemanal.elpais.com/documentos/ken-robinson/
9 frases que demuestran la incoherencia del PP sobre los pactos con independentistas
La sesión de constitución de las Cortes nos ha dejado un dato muy llamativo: diez parlamentarios nacionalistas tuvieron que votar a favor de los candidatos del PP y Ciudadanos a las vicepresidencias del Congreso.
El voto es secreto, por lo que el misterio continúa. El PSOE y Podemos creen que detrás de estas papeletas están CDC y PNV, que buscan tener grupos propios en el Congreso y en el Senado. Las mesas de estas dos cámaras están controladas por el Partido Popular, que podría necesitar sus votos para la investidura de Mariano Rajoy como presidente...
PABLO CASADO (3 de febrero)
Sánchez tiene que explicarlo. Está haciendo trampas al solitario no reconociendo a los españoles y a sus compañeros que va a necesitar a la extrema izquierda, pero también al independentismo.
MARIANO RAJOY (11 de febrero)
Un Gobierno entre Podemos, PSOE y los partidos independentistas sería un Gobierno radical y con muchas dificultades con la Unión Europea.
JOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO (18 de marzo)
Tras las últimas reuniones de Pedro Sánchez con Tsipras y el independentista Carles Puigdemont, parece que el socialista está cambiando su posición y está acercándose a posiciones más radicales y extremistas.
MARÍA DOLORES DE COSPEDAL (8 de abril)
Es muy importante que tanto el PSOE como Ciudadanos no se dejen deslumbrar por los brillos del poder y se den cuenta de que un pacto con los radicales de izquierda o con los independentistas, que según dicen ellos con sus propias palabras lo único que quieren es asaltar el poder para romperlo todo, es un pacto que aunque sea bueno para sus intereses personales, es malo para España.
ANDREA LEVY (10 de abril)
Le pedimos al PSOE que salga del búnker sectario en el que está con Albert Rivera, Pablo Iglesias y los partidos independentistas, y sea capaz de ver que más allá está el PP y sus votantes.
RAFAEL HERNANDO (12 de abril)
Sánchez se ha reunido a escondidas con los independentistas violando el acuerdo del Comité Federal.
ALICIA SÁNCHEZ-CAMACHO (23 de abril)
Si Sánchez depende de los independentistas para hacer un posible pacto, estamos dispuestos a ir a unas elecciones para que los españoles vuelvan a expresar su voluntad.
ANDREA LEVY (23 de abril)
El PSOE en Cataluña piensa una cosa y en otros territorios otras. Lo tengo que ver de forma muy vergonzosa en el Parlament, donde se achican ante los independentistas. Por eso, estoy orgullosa de la defensa de la España que representa el PP.
FERNANDO MARTÍNEZ-MAILLO (15 de julio)
Estamos dispuestos a escuchar cuáles son las propuestas de los demás, pero no para contentar al mundo independentista.
http://www.huffingtonpost.es/2016/07/20/pp-independentistas_n_11083840.html?utm_hp_ref=spain
El voto es secreto, por lo que el misterio continúa. El PSOE y Podemos creen que detrás de estas papeletas están CDC y PNV, que buscan tener grupos propios en el Congreso y en el Senado. Las mesas de estas dos cámaras están controladas por el Partido Popular, que podría necesitar sus votos para la investidura de Mariano Rajoy como presidente...
PABLO CASADO (3 de febrero)
Sánchez tiene que explicarlo. Está haciendo trampas al solitario no reconociendo a los españoles y a sus compañeros que va a necesitar a la extrema izquierda, pero también al independentismo.
MARIANO RAJOY (11 de febrero)
Un Gobierno entre Podemos, PSOE y los partidos independentistas sería un Gobierno radical y con muchas dificultades con la Unión Europea.
JOSÉ ANTONIO BERMÚDEZ DE CASTRO (18 de marzo)
Tras las últimas reuniones de Pedro Sánchez con Tsipras y el independentista Carles Puigdemont, parece que el socialista está cambiando su posición y está acercándose a posiciones más radicales y extremistas.
MARÍA DOLORES DE COSPEDAL (8 de abril)
Es muy importante que tanto el PSOE como Ciudadanos no se dejen deslumbrar por los brillos del poder y se den cuenta de que un pacto con los radicales de izquierda o con los independentistas, que según dicen ellos con sus propias palabras lo único que quieren es asaltar el poder para romperlo todo, es un pacto que aunque sea bueno para sus intereses personales, es malo para España.
ANDREA LEVY (10 de abril)
Le pedimos al PSOE que salga del búnker sectario en el que está con Albert Rivera, Pablo Iglesias y los partidos independentistas, y sea capaz de ver que más allá está el PP y sus votantes.
RAFAEL HERNANDO (12 de abril)
Sánchez se ha reunido a escondidas con los independentistas violando el acuerdo del Comité Federal.
ALICIA SÁNCHEZ-CAMACHO (23 de abril)
Si Sánchez depende de los independentistas para hacer un posible pacto, estamos dispuestos a ir a unas elecciones para que los españoles vuelvan a expresar su voluntad.
ANDREA LEVY (23 de abril)
El PSOE en Cataluña piensa una cosa y en otros territorios otras. Lo tengo que ver de forma muy vergonzosa en el Parlament, donde se achican ante los independentistas. Por eso, estoy orgullosa de la defensa de la España que representa el PP.
FERNANDO MARTÍNEZ-MAILLO (15 de julio)
Estamos dispuestos a escuchar cuáles son las propuestas de los demás, pero no para contentar al mundo independentista.
http://www.huffingtonpost.es/2016/07/20/pp-independentistas_n_11083840.html?utm_hp_ref=spain
MIRAR LAS ESTRELLAS
Los astrofísicos son los exploradores modernos y se internan en los secretos esenciales. La ‘terra incognita’ de nuestros días está ahí fuera.
SIEMPRE HE sentido una especial fascinación por la astronomía, probablemente porque a los seis años viví un suceso maravilloso. Me recuerdo de noche y en la calle, una situación ya en sí poco usual para mi corta edad. Yo colgaba de la mano de mi madre y a mi lado se encontraban mi padre y mi hermano. Los cuatro estábamos parados en mitad de la acera y contemplábamos el cielo sin pestañear, al igual que otras decenas de personas que ocupaban la avenida, todas quietas, todas en silencio, todas mirando hacia el firmamento. Hasta que al fin apareció allá arriba una estrellita luminosa que recorría a buen ritmo el arco de la noche. Era el Sputnik de los rusos, el primer satélite artificial colocado en órbita, el primer objeto lanzado por los humanos más allá de la atmósfera. Nuestra primera salida de la Tierra.
La mágica visión de aquella estrella que habíamos sido capaces de poner en el cielo me hizo decidir aquella noche que de mayor sería astronauta. Evidentemente no lo he sido, pero aquel suceso fundacional debió de ser la base de mi amor por la ciencia-ficción y quizá por la ciencia. Aunque he estudiado letras, la ciencia me encanta y siempre he lamentado el tremendo acientifismo de la sociedad española. Por eso considero un precioso regalo el proyecto del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en el que he tenido el privilegio de participar.
Pero empezaré por el principio. Los tres mejores lugares del mundo para observar las estrellas están en Chile, para el hemisferio sur, y en Hawái y Canarias para el norte. Y por una vez en nuestra historia, y en buena medida gracias al empeño visionario del astrofísico Francisco Sánchez en los años sesenta, España supo aprovechar estas circunstancias geográficas para crear y desarrollar el IAC, que es uno de los diez mejores centros de astrofísica del mundo. Posee dos observatorios, uno en el Teide y otro en el Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma, ambos a unos 2.400 metros de altitud. En cada uno hay dos decenas de telescopios cuya propiedad se reparte entre 20 países. Nosotros tenemos ahí el Gran Telescopio óptico e infrarrojo Canarias, el mayor del mundo, un bicharraco resplandeciente y monumental. Somos una potencia en astrofísica, pero como vivimos de espaldas a la ciencia no lo sabemos.
Para intentar paliar esta ignorancia, al IAC se le ha ocurrido la preciosa idea de invitar a una serie de escritores a visitar sus instalaciones y pedirnos que después escribamos un cuento para un libro. Durante cuatro días me he paseado por esos territorios espectrales de belleza salvaje. El Teide y el Roque tienen una geografía primordial y volcánica que te remite al principio del mundo y que se une a la tecnología más rompedora del planeta, a la ciencia del futuro. Sé que la noche que pasé en el Roque será inolvidable: al atardecer, los observatorios, que eran solitarios búnkeres blancos cerrados a cal y canto, empezaron a abrir sus bóvedas con bostezo de gigantes, y por las aberturas asomaron los telescopios como bichos colosales que salían de sus crisálidas, como grandes lenguas de insectos dispuestos a lamer los lejanos secretos del universo. Y todo en la más completa oscuridad, porque cualquier fuente artificial de luz empeora la calidad de lo observado, y en un silencio apenas rasgado por el chirrido de las cúpulas al girar, de las lentes al rotar para apuntar a las estrellas. Era mágico, era extraño, era sobrecogedor. Era la indecible menudencia del ser humano enfrentándose a la enormidad del universo.
Los astrofísicos son los exploradores modernos y se internan en los secretos esenciales. La terra incognita de nuestros días está ahí fuera, en lo muy grande y lo muy pequeño, desde las galaxias con miles de millones de soles a los quarks infinitesimales. En el IAC se estudia el principio de lo que somos, el corazón mismo de la vida; y, de paso, se desarrolla nuestra capacidad tecnológica y científica, se crean empresas competitivas, se coloca a España en el siglo XXI. Deberían obligarnos a todos los ciudadanos a visitar los observatorios al menos una vez al año. Para que aprendamos a mirar a Andrómeda en vez de estar absortos en nuestro ombligo.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/mirar-las-estrellas/
SIEMPRE HE sentido una especial fascinación por la astronomía, probablemente porque a los seis años viví un suceso maravilloso. Me recuerdo de noche y en la calle, una situación ya en sí poco usual para mi corta edad. Yo colgaba de la mano de mi madre y a mi lado se encontraban mi padre y mi hermano. Los cuatro estábamos parados en mitad de la acera y contemplábamos el cielo sin pestañear, al igual que otras decenas de personas que ocupaban la avenida, todas quietas, todas en silencio, todas mirando hacia el firmamento. Hasta que al fin apareció allá arriba una estrellita luminosa que recorría a buen ritmo el arco de la noche. Era el Sputnik de los rusos, el primer satélite artificial colocado en órbita, el primer objeto lanzado por los humanos más allá de la atmósfera. Nuestra primera salida de la Tierra.
La mágica visión de aquella estrella que habíamos sido capaces de poner en el cielo me hizo decidir aquella noche que de mayor sería astronauta. Evidentemente no lo he sido, pero aquel suceso fundacional debió de ser la base de mi amor por la ciencia-ficción y quizá por la ciencia. Aunque he estudiado letras, la ciencia me encanta y siempre he lamentado el tremendo acientifismo de la sociedad española. Por eso considero un precioso regalo el proyecto del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en el que he tenido el privilegio de participar.
Pero empezaré por el principio. Los tres mejores lugares del mundo para observar las estrellas están en Chile, para el hemisferio sur, y en Hawái y Canarias para el norte. Y por una vez en nuestra historia, y en buena medida gracias al empeño visionario del astrofísico Francisco Sánchez en los años sesenta, España supo aprovechar estas circunstancias geográficas para crear y desarrollar el IAC, que es uno de los diez mejores centros de astrofísica del mundo. Posee dos observatorios, uno en el Teide y otro en el Roque de los Muchachos, en la isla de La Palma, ambos a unos 2.400 metros de altitud. En cada uno hay dos decenas de telescopios cuya propiedad se reparte entre 20 países. Nosotros tenemos ahí el Gran Telescopio óptico e infrarrojo Canarias, el mayor del mundo, un bicharraco resplandeciente y monumental. Somos una potencia en astrofísica, pero como vivimos de espaldas a la ciencia no lo sabemos.
Para intentar paliar esta ignorancia, al IAC se le ha ocurrido la preciosa idea de invitar a una serie de escritores a visitar sus instalaciones y pedirnos que después escribamos un cuento para un libro. Durante cuatro días me he paseado por esos territorios espectrales de belleza salvaje. El Teide y el Roque tienen una geografía primordial y volcánica que te remite al principio del mundo y que se une a la tecnología más rompedora del planeta, a la ciencia del futuro. Sé que la noche que pasé en el Roque será inolvidable: al atardecer, los observatorios, que eran solitarios búnkeres blancos cerrados a cal y canto, empezaron a abrir sus bóvedas con bostezo de gigantes, y por las aberturas asomaron los telescopios como bichos colosales que salían de sus crisálidas, como grandes lenguas de insectos dispuestos a lamer los lejanos secretos del universo. Y todo en la más completa oscuridad, porque cualquier fuente artificial de luz empeora la calidad de lo observado, y en un silencio apenas rasgado por el chirrido de las cúpulas al girar, de las lentes al rotar para apuntar a las estrellas. Era mágico, era extraño, era sobrecogedor. Era la indecible menudencia del ser humano enfrentándose a la enormidad del universo.
Los astrofísicos son los exploradores modernos y se internan en los secretos esenciales. La terra incognita de nuestros días está ahí fuera, en lo muy grande y lo muy pequeño, desde las galaxias con miles de millones de soles a los quarks infinitesimales. En el IAC se estudia el principio de lo que somos, el corazón mismo de la vida; y, de paso, se desarrolla nuestra capacidad tecnológica y científica, se crean empresas competitivas, se coloca a España en el siglo XXI. Deberían obligarnos a todos los ciudadanos a visitar los observatorios al menos una vez al año. Para que aprendamos a mirar a Andrómeda en vez de estar absortos en nuestro ombligo.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/mirar-las-estrellas/
Los demócratas deben despertar
Bernie Sanders
ALAI
Sorpresa, sorpresa. Los trabajadores británicos, muchos de los cuales vieron declinar su nivel de vida mientras los ricachones de su país se enriquecían aún más, le dieron la espalda a la Unión Europea y a una economía globalizada que los maltrata a ellos y a sus hijos.
No son sólo los británicos los que están sufriendo. La economía crecientemente globalizada, establecida y mantenida por la elite económica mundial, maltrata a los pueblos en todas partes. Increíblemente, las 62 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad más modesta de la población del planeta, unas 3 mil 600 millones de personas. Los muy, muy ricos, disfrutan de un lujo inimaginable mientras miles de millones de personas sufren de una pobreza abyecta, del desempleo y servicios de salud, educación, vivienda y agua potable inadecuados.
¿Este rechazo de la actual forma de la economía global podría darse en los Estados Unidos? Puedes apostar que sí.
Durante mi campaña por la nominación presidencial Demócrata visité 46 Estados. Lo que vi y escuché en demasiadas ocasiones fueron dolorosas realidades que el establishment político y mediático ni siquiera reconoce.
En los últimos 15 años, cerraron casi 60 mil fábricas en el mundo, y desaparecieron más de 4,8 millones de empleos manufactureros bien pagados. Buena parte de esto está relacionado con los desastrosos tratados comerciales que estimulan a las empresas a instalarse en países de bajos salarios.
A pesar de significativos incrementos de la productividad, el asalariado medio de los EEUU gana 726 dólares menos de lo que ganaba en el año 1973, mientras que la asalariada media gana 1.154 dólares menos de lo que ganaba en el año 2007, con datos que toman en cuenta la inflación.
Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Un estimado de 28 millones no tiene seguro médico, mientras muchos otros disponen de seguros insuficientes. Millones de personas se debaten contra intolerables niveles de deuda estudiantil. Tal vez por la primera vez en la historia moderna, nuestras generaciones jóvenes tendrán muy probablemente un nivel de vida inferior al de sus padres. Puede ser alarmante, pero millones de estadounidenses de baja formación profesional tendrán una esperanza de vida más corta que la generación precedente y sucumben a la desesperanza, las drogas y el alcohol.
Mientras tanto, en nuestro país la décima parte más rica del 1% más rico, posee tanta riqueza como el 90% más modesto. El 58% de todos los nuevos ingresos va al 1% más rico. Wall Street y los mil millonarios, a través de sus “super PACs”, pueden comprar las elecciones.
En mi propia campaña, hablé con trabajadores que no logran vivir con salarios de 8 o 9 dólares la hora; con jubilados que luchan para comprar las medicinas que necesitan con pensiones de la Seguridad Social de 9 mil dólares al año; con jóvenes que no pueden acceder a la universidad. También visité a los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico, dónde 58% de los niños viven en la pobreza y sólo poco más del 40% de la población adulta tienen un trabajo o está buscando empleo.
Seamos claros. La economía global no está funcionando para la mayoría del pueblo ni en nuestro país ni en el mundo. Este es un modelo económico diseñado por la elite económica en beneficio de la elite económica. Necesitamos un cambio real.
No un cambio basado en la demagogia, ni en el fanatismo religioso y la propaganda anti-inmigrantes que caracterizó la retórica de la campaña por el Brexit, y es el meollo del mensaje de Donald Trump.
Necesitamos un presidente que apoye vigorosamente la cooperación internacional que reúne a los pueblos del mundo, reduce el hiper-nacionalismo y disminuye la posibilidad de la guerra. También necesitamos un presidente que respete los derechos democráticos del pueblo, y que luche por una economía que proteja los intereses de los trabajadores, no sólo los de Wall Street, los laboratorios y otros poderosos intereses privados.
Fundamentalmente necesitamos rechazar nuestras políticas de “libre comercio” y movernos hacia el comercio justo. Los estadounidenses no debiesen competir con los trabajadores de los países de bajos salarios que ganan centavos por una hora de labor. Tenemos que derrotar el Tratado Transpacífico. Tenemos que ayudar a los países pobres a desarrollar modelos económicamente sustentables.
Tenemos que terminar con el escándalo internacional que permite que grandes grupos corporativos y los ricos eludan pagar billones de dólares en impuestos a sus gobiernos nacionales.
Tenemos que crear decenas de millones de empleos a través del mundo combatiendo el cambio climático y transformando el sistema energético alejándolo de los combustibles fósiles.
Necesitamos esfuerzos internacionales para reducir el gasto militar en todo el planeta y ocuparnos de las causas de la guerra: la pobreza, el odio, la desesperanza y la ignorancia.
La noción que Donald Trump pudiese beneficiar de las mismas fuerzas que le dieron la mayoría a los defensores del Brexit en Gran Bretaña debiese lanzar la alarma en el Partido Demócrata y en los Estados Unidos. Millones de electores estadounidenses, como los defensores del Brexit, están comprensiblemente cabreados y frustrados por las fuerzas económicas que están destruyendo la clase media.
En este momento crucial, el Partido Demócrata y un nuevo presidente Demócrata tienen que aclarar que estamos con aquellos que luchan y que han sido abandonados. Tenemos que crear economías nacionales y globales que funcionen para todos y no sólo para un puñado de mil millonarios.
Bernie Sanders – Senador por el Estado de Vermont y candidato a la nominación presidencial Demócrata.
Publicado en el New York Times del 29 de junio 2016
Difundido por Other News (Roberto Savio) -
Traducción del inglés al español de POLITIKA
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/178465
ALAI
Sorpresa, sorpresa. Los trabajadores británicos, muchos de los cuales vieron declinar su nivel de vida mientras los ricachones de su país se enriquecían aún más, le dieron la espalda a la Unión Europea y a una economía globalizada que los maltrata a ellos y a sus hijos.
No son sólo los británicos los que están sufriendo. La economía crecientemente globalizada, establecida y mantenida por la elite económica mundial, maltrata a los pueblos en todas partes. Increíblemente, las 62 personas más ricas del mundo poseen tanta riqueza como la mitad más modesta de la población del planeta, unas 3 mil 600 millones de personas. Los muy, muy ricos, disfrutan de un lujo inimaginable mientras miles de millones de personas sufren de una pobreza abyecta, del desempleo y servicios de salud, educación, vivienda y agua potable inadecuados.
¿Este rechazo de la actual forma de la economía global podría darse en los Estados Unidos? Puedes apostar que sí.
Durante mi campaña por la nominación presidencial Demócrata visité 46 Estados. Lo que vi y escuché en demasiadas ocasiones fueron dolorosas realidades que el establishment político y mediático ni siquiera reconoce.
En los últimos 15 años, cerraron casi 60 mil fábricas en el mundo, y desaparecieron más de 4,8 millones de empleos manufactureros bien pagados. Buena parte de esto está relacionado con los desastrosos tratados comerciales que estimulan a las empresas a instalarse en países de bajos salarios.
A pesar de significativos incrementos de la productividad, el asalariado medio de los EEUU gana 726 dólares menos de lo que ganaba en el año 1973, mientras que la asalariada media gana 1.154 dólares menos de lo que ganaba en el año 2007, con datos que toman en cuenta la inflación.
Casi 47 millones de estadounidenses viven en la pobreza. Un estimado de 28 millones no tiene seguro médico, mientras muchos otros disponen de seguros insuficientes. Millones de personas se debaten contra intolerables niveles de deuda estudiantil. Tal vez por la primera vez en la historia moderna, nuestras generaciones jóvenes tendrán muy probablemente un nivel de vida inferior al de sus padres. Puede ser alarmante, pero millones de estadounidenses de baja formación profesional tendrán una esperanza de vida más corta que la generación precedente y sucumben a la desesperanza, las drogas y el alcohol.
Mientras tanto, en nuestro país la décima parte más rica del 1% más rico, posee tanta riqueza como el 90% más modesto. El 58% de todos los nuevos ingresos va al 1% más rico. Wall Street y los mil millonarios, a través de sus “super PACs”, pueden comprar las elecciones.
En mi propia campaña, hablé con trabajadores que no logran vivir con salarios de 8 o 9 dólares la hora; con jubilados que luchan para comprar las medicinas que necesitan con pensiones de la Seguridad Social de 9 mil dólares al año; con jóvenes que no pueden acceder a la universidad. También visité a los ciudadanos estadounidenses de Puerto Rico, dónde 58% de los niños viven en la pobreza y sólo poco más del 40% de la población adulta tienen un trabajo o está buscando empleo.
Seamos claros. La economía global no está funcionando para la mayoría del pueblo ni en nuestro país ni en el mundo. Este es un modelo económico diseñado por la elite económica en beneficio de la elite económica. Necesitamos un cambio real.
No un cambio basado en la demagogia, ni en el fanatismo religioso y la propaganda anti-inmigrantes que caracterizó la retórica de la campaña por el Brexit, y es el meollo del mensaje de Donald Trump.
Necesitamos un presidente que apoye vigorosamente la cooperación internacional que reúne a los pueblos del mundo, reduce el hiper-nacionalismo y disminuye la posibilidad de la guerra. También necesitamos un presidente que respete los derechos democráticos del pueblo, y que luche por una economía que proteja los intereses de los trabajadores, no sólo los de Wall Street, los laboratorios y otros poderosos intereses privados.
Fundamentalmente necesitamos rechazar nuestras políticas de “libre comercio” y movernos hacia el comercio justo. Los estadounidenses no debiesen competir con los trabajadores de los países de bajos salarios que ganan centavos por una hora de labor. Tenemos que derrotar el Tratado Transpacífico. Tenemos que ayudar a los países pobres a desarrollar modelos económicamente sustentables.
Tenemos que terminar con el escándalo internacional que permite que grandes grupos corporativos y los ricos eludan pagar billones de dólares en impuestos a sus gobiernos nacionales.
Tenemos que crear decenas de millones de empleos a través del mundo combatiendo el cambio climático y transformando el sistema energético alejándolo de los combustibles fósiles.
Necesitamos esfuerzos internacionales para reducir el gasto militar en todo el planeta y ocuparnos de las causas de la guerra: la pobreza, el odio, la desesperanza y la ignorancia.
La noción que Donald Trump pudiese beneficiar de las mismas fuerzas que le dieron la mayoría a los defensores del Brexit en Gran Bretaña debiese lanzar la alarma en el Partido Demócrata y en los Estados Unidos. Millones de electores estadounidenses, como los defensores del Brexit, están comprensiblemente cabreados y frustrados por las fuerzas económicas que están destruyendo la clase media.
En este momento crucial, el Partido Demócrata y un nuevo presidente Demócrata tienen que aclarar que estamos con aquellos que luchan y que han sido abandonados. Tenemos que crear economías nacionales y globales que funcionen para todos y no sólo para un puñado de mil millonarios.
Bernie Sanders – Senador por el Estado de Vermont y candidato a la nominación presidencial Demócrata.
Publicado en el New York Times del 29 de junio 2016
Difundido por Other News (Roberto Savio) -
Traducción del inglés al español de POLITIKA
Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/178465
jueves, 21 de julio de 2016
NEIL DEGRASSE TYSON / ASTROFÍSICO: “Quizás el próximo Einstein se está muriendo de hambre en Etiopía”. El sucesor de Carl Sagan incide en que la educación y la ciencia son la mejor arma contra el fanatismo religioso.
Neil deGrasse Tyson (Bronx, EE UU, 1958) es uno de los divulgadores científicos más reconocidos del mundo. Este astrofísico ha sido el relevo del gran Carl Sagan al frente de la nueva versión de la serie Cosmos, que despertó tanto éxito como vocaciones científicas en todo el mundo. De Grasse estudió en el Instituto de Ciencia del Bronx (Nueva York), un centro público de enseñanza media muy selectivo especializado en matemáticas y ciencia. Al terminar, el propio Carl Sagan lo llamó para que fuera a verle con la intención de ficharlo para su universidad, Cornell. De Grasse prefirió Harvard, pero dice que aprendió de Sagan “el tipo de persona en quien quería convertirse”. El astrofísico asiste por primera vez al festival Starmus, que se celebra hasta el sábado en Tenerife, donde ofreció esta entrevista a Materia.
Pregunta. España atraviesa una crisis económica durante la que se ha recortado mucho en ciencia y conocimiento ¿Qué le diría al próximo presidente del Gobierno de España si le pidiera consejo?
Respuesta. No, mis palabras no serían para el presidente, sino para quienes le han elegido. Necesitas que entiendan por qué un político debería o no tomar ciertas decisiones. Parecería que lo eficiente es hablar con el líder del Gobierno porque él está al mando, pero supón que tu presidente dice: ”Sí, vamos a invertir más en investigación y desarrollo”, y el público dice: “No, pero espera, tengo hambre ahora, soy pobre”. Entonces deja de funcionar, las políticas no consiguen hacerse realidad. Tienes que entender el valor de la investigación y el desarrollo. Y entonces, cuando el jefe de Gobierno decida hacerlo, todo el mundo le apoyará, no habrá debate, porque todo el mundo entiende la importancia. Si pones en marcha una serie de inversiones, unas que esperas rentabilizar en el corto plazo, otras a medio y otras a largo, siempre hay un flujo de descubrimientos que puedes señalar como resultados de tu inversión. Eso podría funcionar, siempre habría algo de qué hablar, algo inventado en España, una nueva máquina, un nuevo tratamiento médico, tecnología... Esas son las economías que liderarán la civilización a lo largo del siglo XXI.
P. Usted dice que del instituto del Bronx (Nueva York) en el que estudió han salido ocho premios Nobel, igual que en toda España, y la mayoría no son de ciencia, sino de literatura ¿Qué supone eso?
R. Los Nobel en literatura son algo muy bueno. Comunicación, ideas, historias. Es una parte fundamental de ser humano, compartir las historias de otros. Pero os tenéis que preguntar si en España os conformáis con eso, o queréis más. Si la gente no quiere más, está bien, pero entonces no os podéis quejar de que la economía no sea tan competitiva como otras en Europa o el resto del mundo. Yo preguntaría, ¿tenéis ferias de ciencia donde los estudiantes hacen sus proyectos y reciben reconocimiento por pensar de forma científica sobre el mundo? Por ejemplo, ahora estamos en el festival Starmus. Me pregunto dónde están las grandes empresas que deberían estar apoyando un evento así. Posiblemente crean que esto no es importante. Se equivocan. Importa a todo el mundo, para su futuro, incluido el económico. Puedes elegir no hacerlo, pero irás a remolque del resto del mundo, de los que inventan. Tus enfermedades se curarán gracias a los esfuerzos en investigación de otros países. No hay nada malo, pero tendréis que pagar por ello.
P. Igual los empresarios piensan que no hay un retorno económico en este tipo de iniciativas…
R. Ah claro, el retorno no vendrá en este trimestre, nada en el informe anual de actividad, es algo que llegará mucho después. La reina Isabel la Católica sabía eso. Cuando envió a Colón a su expedición no estaba pensando en recuperar su inversión el próximo año. Sabía que estaba apostando a largo plazo en el futuro de España. Y en ese caso particular podemos discutir si el imperio español fue algo bueno o malo, pero desde luego fue algo, reflejaba una visión de país. Así que si no reinviertes tus beneficios en investigación verás cómo van a cero...
P. ¿Cree que los humanos nos hacemos cada vez más irracionales, más fanáticos?
R. Lo primero que puedes pensar es culpar a la gente que se comporta de esa forma, pero yo soy un educador y tengo una visión algo diferente. Creo que hay comunidades enteras que se sienten totalmente olvidadas. Hay un grupo de gente perfectamente formada inventando cosas, ganando más riqueza porque ellos han innovado. Si no eras bueno en tus clases de matemáticas o ciencia, si lo rechazabas o simplemente fuiste formado en otros valores, la primera reacción es rechazar todo eso, pensar: Eestáis todos equivocados, sois mis enemigos". Eso es muy humano. Esto nos lleva a un cambio en el sistema educativo para enseñar a la gente qué es la ciencia y cómo y por qué funciona. No es solo un conjunto de información que podrías ignorar o apartar porque así lo eliges. ¡La ciencia es la vida! Hay ciencia en todas partes, en todo lo que nos rodea, los materiales, los tejidos, los teléfonos, los automóviles... tu móvil se comunica con satélites GPS para que sepas dónde está la casa de tu abuela y que tienes que girar a la izquierda para llegar. Esto nos recuerda que tenemos que involucrar a todo el mundo en los nuevos descubrimientos tecnológicos, no crear un planeta donde unos los tienen y otros no. Porque estos últimos los rechazarán.
P. ¿Y el hecho de que se enseñe religión en las escuelas?
R. Hay dos tipos de verdades en este mundo. Están las personales, las cosas que sabes que son reales porque las sientes. Y luego hay verdades objetivas, esas que existen independientemente de lo que sientas por ellas. E=mc2, esa es una verdad objetiva. No importa si estás o no de acuerdo con ella, es una verdad. Las religiones son verdades personales. Para conseguir que alguien esté de acuerdo con tu verdad personal tienes que adoctrinarlos o hacerlo por la fuerza, por la amenaza de muerte. Ha habido muchísimas guerras en la historia porque unas personas tenían una verdad personal y otras otra. No había forma de resolver el conflicto de forma objetiva, así que se mataron para ver quién acaba dominando a quién. Esto es malo para la civilización. Lo mejor es que te guardes tu verdad personal para ti solo. Y si consigues llegar a ser el jefe del Estado, o alguien con poder y tienes que dictar nuevas leyes, en una sociedad libre no deberías basarlas en tus verdades personales, porque las estarías forzando sobre otros que quizás no las compartan. Si vives en un país con católicos, protestantes, musulmanes, hindúes y haces una ley que no se basa en una verdad objetiva, entonces se convierte en una receta para la guerra. Es el comienzo de una teocracia, no de una democracia. Es el principio del final de una democracia informada.
P. ¿Como civilización cree que evolucionaremos a un punto en el que dejemos de exterminarnos unos a otros?
R. Vivimos en el tribalismo. Los antropólogos saben que los humanos somos tribales por naturaleza. Está mi familia y mi pueblo y, si estás fuera, eres mi enemigo. Puedes preguntarte cómo de grande quieres que sea tu tribu. ¿Incluye a todo el mundo en la Tierra? ¿A todos los humanos? Esa es probablemente la mejor solución para la sociedad. Más que mi familia, mi ciudad, la gente que habla mi idioma, los que tienen mi aspecto... Y así tomas decisiones que benefician a todos y no son excluyentes. Para eso necesitamos que nuestra civilización evolucione, como dice.
P. Stephen Hawking cree que no duraremos otro milenio en este planeta. ¿Está de acuerdo?
R. Yo no estoy de acuerdo con la utilidad de esa idea. Puede que destrocemos este planeta y que tengamos que irnos a vivir a Marte. Pero antes habrá que transformarlo para que sea como la Tierra y enviar a unos cuantos miles de millones de personas allí. Si tienes la capacidad de transformar Marte de esa forma, también puedes cambiar la Tierra para que vuelva a parecerse a lo que era. No hay necesidad de irse. Puedes arreglar las cosas aquí antes que convertir otro planeta. Así que la solución de Hawking funciona muy bien como titular de prensa, pero en la práctica nadie haría eso, simplemente arreglaríamos la Tierra.
P. Antes ha hablado de la desigualdad como razón de rechazo de la ciencia y como raíz de radicalismo. ¿Estamos mejorando o empeorando en ese aspecto?
R. La educación es clave: tener líderes bien formados, ilustrados, no corruptibles. En muchas naciones en desarrollo es su propia corrupción la que impide que todo el país crezca como debería. Podría verlo desde una postura muy egoísta y decir que quizás el próximo Einstein se está muriendo de hambre en Etiopía y nunca lo sabrás porque es un niño sin comida. Como científico quiero que todo el que tenga una posibilidad de pensar en cómo mejorar nuestra civilización tenga una oportunidad. Si Isaac Newton hubiese nacido en África, creo que nunca habría conseguido llegar a donde llegó. Se hubiera preocupado solo de no morir. Es cierto que él se mudó al campo para evitar la peste de Londres, así que sí sabía lo que hacer para sobrevivir en ese contexto. Pero si perdemos gente así en su infancia, estamos reprimiendo el avance de nuestra propia civilización. Es una de las grandes tragedias de la actualidad, que no todo el mundo tenga la oportunidad de ser todo lo que pueden.
P. ¿Qué cuestiones de la astrofísica le interesan más en la actualidad?
R. Amamos lo desconocido. Me interesan las ondas gravitacionales, la materia oscura, la energía oscura, la búsqueda de vida, ¿hay un multiverso? ¿podemos crear un agujero de gusano? ¿hay vida en Europa, una de las lunas de Júpiter?, ¿y en Marte? Me encantan todas esas preguntas. Pero la que más me gusta es esa que ni siquiera sé cómo formular aún.
http://elpais.com/elpais/2016/06/30/ciencia/1467281442_280683.html?rel=lom
Pregunta. España atraviesa una crisis económica durante la que se ha recortado mucho en ciencia y conocimiento ¿Qué le diría al próximo presidente del Gobierno de España si le pidiera consejo?
Respuesta. No, mis palabras no serían para el presidente, sino para quienes le han elegido. Necesitas que entiendan por qué un político debería o no tomar ciertas decisiones. Parecería que lo eficiente es hablar con el líder del Gobierno porque él está al mando, pero supón que tu presidente dice: ”Sí, vamos a invertir más en investigación y desarrollo”, y el público dice: “No, pero espera, tengo hambre ahora, soy pobre”. Entonces deja de funcionar, las políticas no consiguen hacerse realidad. Tienes que entender el valor de la investigación y el desarrollo. Y entonces, cuando el jefe de Gobierno decida hacerlo, todo el mundo le apoyará, no habrá debate, porque todo el mundo entiende la importancia. Si pones en marcha una serie de inversiones, unas que esperas rentabilizar en el corto plazo, otras a medio y otras a largo, siempre hay un flujo de descubrimientos que puedes señalar como resultados de tu inversión. Eso podría funcionar, siempre habría algo de qué hablar, algo inventado en España, una nueva máquina, un nuevo tratamiento médico, tecnología... Esas son las economías que liderarán la civilización a lo largo del siglo XXI.
P. Usted dice que del instituto del Bronx (Nueva York) en el que estudió han salido ocho premios Nobel, igual que en toda España, y la mayoría no son de ciencia, sino de literatura ¿Qué supone eso?
R. Los Nobel en literatura son algo muy bueno. Comunicación, ideas, historias. Es una parte fundamental de ser humano, compartir las historias de otros. Pero os tenéis que preguntar si en España os conformáis con eso, o queréis más. Si la gente no quiere más, está bien, pero entonces no os podéis quejar de que la economía no sea tan competitiva como otras en Europa o el resto del mundo. Yo preguntaría, ¿tenéis ferias de ciencia donde los estudiantes hacen sus proyectos y reciben reconocimiento por pensar de forma científica sobre el mundo? Por ejemplo, ahora estamos en el festival Starmus. Me pregunto dónde están las grandes empresas que deberían estar apoyando un evento así. Posiblemente crean que esto no es importante. Se equivocan. Importa a todo el mundo, para su futuro, incluido el económico. Puedes elegir no hacerlo, pero irás a remolque del resto del mundo, de los que inventan. Tus enfermedades se curarán gracias a los esfuerzos en investigación de otros países. No hay nada malo, pero tendréis que pagar por ello.
P. Igual los empresarios piensan que no hay un retorno económico en este tipo de iniciativas…
R. Ah claro, el retorno no vendrá en este trimestre, nada en el informe anual de actividad, es algo que llegará mucho después. La reina Isabel la Católica sabía eso. Cuando envió a Colón a su expedición no estaba pensando en recuperar su inversión el próximo año. Sabía que estaba apostando a largo plazo en el futuro de España. Y en ese caso particular podemos discutir si el imperio español fue algo bueno o malo, pero desde luego fue algo, reflejaba una visión de país. Así que si no reinviertes tus beneficios en investigación verás cómo van a cero...
P. ¿Cree que los humanos nos hacemos cada vez más irracionales, más fanáticos?
R. Lo primero que puedes pensar es culpar a la gente que se comporta de esa forma, pero yo soy un educador y tengo una visión algo diferente. Creo que hay comunidades enteras que se sienten totalmente olvidadas. Hay un grupo de gente perfectamente formada inventando cosas, ganando más riqueza porque ellos han innovado. Si no eras bueno en tus clases de matemáticas o ciencia, si lo rechazabas o simplemente fuiste formado en otros valores, la primera reacción es rechazar todo eso, pensar: Eestáis todos equivocados, sois mis enemigos". Eso es muy humano. Esto nos lleva a un cambio en el sistema educativo para enseñar a la gente qué es la ciencia y cómo y por qué funciona. No es solo un conjunto de información que podrías ignorar o apartar porque así lo eliges. ¡La ciencia es la vida! Hay ciencia en todas partes, en todo lo que nos rodea, los materiales, los tejidos, los teléfonos, los automóviles... tu móvil se comunica con satélites GPS para que sepas dónde está la casa de tu abuela y que tienes que girar a la izquierda para llegar. Esto nos recuerda que tenemos que involucrar a todo el mundo en los nuevos descubrimientos tecnológicos, no crear un planeta donde unos los tienen y otros no. Porque estos últimos los rechazarán.
P. ¿Y el hecho de que se enseñe religión en las escuelas?
R. Hay dos tipos de verdades en este mundo. Están las personales, las cosas que sabes que son reales porque las sientes. Y luego hay verdades objetivas, esas que existen independientemente de lo que sientas por ellas. E=mc2, esa es una verdad objetiva. No importa si estás o no de acuerdo con ella, es una verdad. Las religiones son verdades personales. Para conseguir que alguien esté de acuerdo con tu verdad personal tienes que adoctrinarlos o hacerlo por la fuerza, por la amenaza de muerte. Ha habido muchísimas guerras en la historia porque unas personas tenían una verdad personal y otras otra. No había forma de resolver el conflicto de forma objetiva, así que se mataron para ver quién acaba dominando a quién. Esto es malo para la civilización. Lo mejor es que te guardes tu verdad personal para ti solo. Y si consigues llegar a ser el jefe del Estado, o alguien con poder y tienes que dictar nuevas leyes, en una sociedad libre no deberías basarlas en tus verdades personales, porque las estarías forzando sobre otros que quizás no las compartan. Si vives en un país con católicos, protestantes, musulmanes, hindúes y haces una ley que no se basa en una verdad objetiva, entonces se convierte en una receta para la guerra. Es el comienzo de una teocracia, no de una democracia. Es el principio del final de una democracia informada.
P. ¿Como civilización cree que evolucionaremos a un punto en el que dejemos de exterminarnos unos a otros?
R. Vivimos en el tribalismo. Los antropólogos saben que los humanos somos tribales por naturaleza. Está mi familia y mi pueblo y, si estás fuera, eres mi enemigo. Puedes preguntarte cómo de grande quieres que sea tu tribu. ¿Incluye a todo el mundo en la Tierra? ¿A todos los humanos? Esa es probablemente la mejor solución para la sociedad. Más que mi familia, mi ciudad, la gente que habla mi idioma, los que tienen mi aspecto... Y así tomas decisiones que benefician a todos y no son excluyentes. Para eso necesitamos que nuestra civilización evolucione, como dice.
P. Stephen Hawking cree que no duraremos otro milenio en este planeta. ¿Está de acuerdo?
R. Yo no estoy de acuerdo con la utilidad de esa idea. Puede que destrocemos este planeta y que tengamos que irnos a vivir a Marte. Pero antes habrá que transformarlo para que sea como la Tierra y enviar a unos cuantos miles de millones de personas allí. Si tienes la capacidad de transformar Marte de esa forma, también puedes cambiar la Tierra para que vuelva a parecerse a lo que era. No hay necesidad de irse. Puedes arreglar las cosas aquí antes que convertir otro planeta. Así que la solución de Hawking funciona muy bien como titular de prensa, pero en la práctica nadie haría eso, simplemente arreglaríamos la Tierra.
P. Antes ha hablado de la desigualdad como razón de rechazo de la ciencia y como raíz de radicalismo. ¿Estamos mejorando o empeorando en ese aspecto?
R. La educación es clave: tener líderes bien formados, ilustrados, no corruptibles. En muchas naciones en desarrollo es su propia corrupción la que impide que todo el país crezca como debería. Podría verlo desde una postura muy egoísta y decir que quizás el próximo Einstein se está muriendo de hambre en Etiopía y nunca lo sabrás porque es un niño sin comida. Como científico quiero que todo el que tenga una posibilidad de pensar en cómo mejorar nuestra civilización tenga una oportunidad. Si Isaac Newton hubiese nacido en África, creo que nunca habría conseguido llegar a donde llegó. Se hubiera preocupado solo de no morir. Es cierto que él se mudó al campo para evitar la peste de Londres, así que sí sabía lo que hacer para sobrevivir en ese contexto. Pero si perdemos gente así en su infancia, estamos reprimiendo el avance de nuestra propia civilización. Es una de las grandes tragedias de la actualidad, que no todo el mundo tenga la oportunidad de ser todo lo que pueden.
P. ¿Qué cuestiones de la astrofísica le interesan más en la actualidad?
R. Amamos lo desconocido. Me interesan las ondas gravitacionales, la materia oscura, la energía oscura, la búsqueda de vida, ¿hay un multiverso? ¿podemos crear un agujero de gusano? ¿hay vida en Europa, una de las lunas de Júpiter?, ¿y en Marte? Me encantan todas esas preguntas. Pero la que más me gusta es esa que ni siquiera sé cómo formular aún.
http://elpais.com/elpais/2016/06/30/ciencia/1467281442_280683.html?rel=lom
El mapa del arsénico se asocia a un mayor riesgo de cáncer en España. El elemento aparece de manera natural en el suelo, pero también por emisiones industriales
Científicos del Centro Nacional de Epidemiología han detectado una “asociación estadística” entre la concentración de arsénico en el suelo y una mayor mortalidad por diferentes tipos de cáncer en España. El elemento químico aparece en mayor cantidad de manera natural en suelos de Galicia, Almería, Castellón, Asturias, Madrid y Lleida, entre otras regiones, aunque la proximidad de industrias que emiten arsénico —como las centrales térmicas de carbón, las incineradoras y los hornos de fundición— eleva ligeramente su concentración. El mapa no incluye datos de las islas Canarias ni Baleares, ni de Ceuta y Melilla.
El estudio, liderado por los epidemiólogos Gonzalo López Abente y Olivier Núñez, ha analizado más de 860.000 muertes por cáncer en casi 8.000 municipios españoles, ocurridas entre 1999 y 2008. La mortalidad por cáncer de estómago, páncreas, pulmón, cerebro y linfoma no Hodgkin se eleva en los lugares con niveles más altos de arsénico. Las concentraciones de este metaloide se han obtenido del Atlas Geoquímico, una obra elaborada por el Instituto Geológico y Minero de España a partir de la toma de muestras en 13.000 localizaciones diferentes del país.
“Es muy difícil trasladar nuestros resultados a una cifra de riesgo en la población”, explica López Abente. Su estudio, publicado en la revista especializada Environmental Science and Pollution Research, evalúa el efecto de la exposición al arsénico sobre la mortalidad a nivel del municipio, no de un individuo. “Sí se ve un aumento paulatino del riesgo relativo con el nivel de concentración en suelo”, señala.
López Abente habla de riesgos relativos, no absolutos. El riesgo de morir por un tipo concreto de cáncer puede ser el doble en una región respecto a otra, aunque el riesgo absoluto siga siendo pequeño. Factores como el consumo de tabaco, alcohol y comida basura son habitualmente mucho más decisivos. El hecho de residir en un municipio con niveles de arsénico por encima de la media “no implica que su localización espacial por sí misma origine un cáncer”, recalca el investigador.
El epidemiólogo es una referencia en el estudio de la distribución espacial de la mortalidad por cáncer. Sus trabajos anteriores habían desvelado patrones geográficos que persistían en el tiempo para algunos tumores, tanto en hombres como en mujeres. “Estas características, en teoría, serían comunes a tumores que comparten factores de riesgo. Entre estos factores, bien podría estar la composición química del suelo”, añade. “El arsénico es un conocido carcinógeno en tejidos como piel, pulmón, vejiga, hígado y riñón”.
El arsénico se libera por procesos naturales, como la erosión de las rocas o los incendios forestales, pero también a través de las emisiones industriales y de su uso como conservante de la madera, herbicida o insecticida, según la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición. La principal fuente de exposición humana al arsénico es la ingesta de alimentos, sobre todo arroz, y de agua. También tiene un papel el aire que se respira, con polvo en suspensión.
Los autores reconocen “muchos” talones de Aquiles en su investigación. “El estudio supone implícitamente que es la concentración de arsénico en suelo lo que condiciona la exposición a este elemento. Sin embargo, se carece de información sobre posibles variables de confusión importantes, como es el consumo de tabaco”, reconoce López Abente. Su equipo ha hecho un esfuerzo para controlar el efecto de estas potenciales variables de confusión, ajustando su análisis a varias componentes sociodemográficas.
El epidemiólogo Esteve Fernández, ajeno al equipo de López Abente, reconoce la “plausibilidad biológica de la asociación” entre el arsénico en el suelo y el cáncer. Fernández, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, considera “relevante” el estudio, “bien diseñado y ejecutado”. Advierte, no obstante, del riesgo de “falacia ecológica”: inferir características de un individuo a partir de los datos estadísticos del grupo. Que dos eventos aparezcan juntos, correlacionados, no implica que estén ligados causalmente.
López Abente cree que, “si se confirmasen estos resultados”, habría que “controlar y limitar los niveles de arsénico en el suelo y en los alimentos”, como sugiere el consenso científico. Su trabajo, opina Fernández, “debería propiciar otros estudios”.
http://elpais.com/elpais/2016/06/28/ciencia/1467135035_604531.html
miércoles, 20 de julio de 2016
¿Por qué sobra la Filosofía? El rectorado de la Complutense prepara un plan de reorganización de sus centros que supone el cierre de la facultad donde se enseña a Platón, Kant y Nietzsche. Hace falta ofrecer una explicación que no sea solo contable.
Los profesores de la Universidad Complutense de Madrid se han enterado por los periódicos del plan que el rectorado de esa institución prepara para la reorganización de sus centros. Lo esperaban con interés, porque las universidades públicas están muy necesitadas de atención, como en general todo nuestro sistema educativo. La mala noticia es que, descontando la cansina muletilla retórica de la “calidad docente e investigadora”, el plan no contiene más que números. Los números son importantes. Las facultades superiores son también centros de gestión, y la gestión es en buena medida cosa de números. Pero en cuestión de números los supuestos beneficios del proyecto no están mínimamente cuantificados (no hay memoria económica, aunque se anuncia un ahorro que no llega al 1% del presupuesto de la universidad), sino ocultos por otra muletilla, la del “dinamismo y la flexibilidad”, inconcreta e insuficiente para justificar el destrozo académico que dichos números esconden.
La finalidad de la universidad no es la gestión, sino la enseñanza y la investigación. Y en este punto no todo se puede reducir a números. Aunque en todas las facultades podamos contar personal, estudiantes, asignaturas y titulaciones, el conocimiento científico implica una diferencia cualitativa irreductible entre la economía y la termodinámica, entre el arameo y el derecho romano o entre la fonética y la química, aunque sus horas de enseñanza se cuenten en créditos y las de investigación en plazos cuantitativamente homogéneos. Y aquí es donde el plan sí tiene grandes ambiciones. Tras años de cháchara sofística acerca de la búsqueda de la excelencia en la investigación, y de su necesaria vinculación con la docencia para garantizar la calidad de esta última, el nuevo plan dibuja unas facultades y departamentos convertidos en cajones de sastre donde los profesores no se reunirán por la especificidad de sus investigaciones o por su cualificación en un área de conocimiento, sino por sedicentes “afinidades académicas” que convierten por decreto sus especialidades en “homogéneas” y que nada tienen que ver con las articulaciones teóricas del saber científico. En la enseñanza secundaria recordarán este sistema: el de las “asignaturas afines”, que obliga a un profesor de Latín a explicar Ética o a uno de Geografía a impartir Historia del Arte. Porque en realidad se trata de convertir las universidades en centros de enseñanza secundaria y de someterlas al proceso de degradación profesional que se ha llevado a cabo en este sector, a fuerza de descualificar los perfiles académicos de las titulaciones, los docentes y los estudiantes, quienes después de todo tendrán que incorporarse a un mercado laboral que considera la cualificación científica y la formación humanística como un obstáculo para la empleabilidad.
Así que no es extraño que una de las principales propuestas de este plan sea la desaparición de la Facultad de Filosofía, una materia que ya desde hace años sufre el acoso de las autoridades educativas del país, que prácticamente la han desterrado de la enseñanza secundaria, principal destino profesional de los graduados en las Facultades de Filosofía. También en este caso se aducen números. Unos números muy poco convincentes, porque no es en absoluto cierto que la Facultad de Filosofía de la UCM haya perdido alumnos en los últimos 10 años, y porque algunos de esos números son muy parecidos a los de otras facultades que sin embargo se salvarán de esta poda, pero que en cualquier caso no dejan de ser solamente números. Desde luego, la Filosofía no es más importante que la Geología, la Odontología o el Turismo (otros de los estudios que pierden también su autonomía según este plan); puede que lo sea mucho menos en determinados aspectos, pero no vale escudarse solamente en los números para hacerla desaparecer como en un espectáculo de prestidigitación. Hay que tener al menos la valentía de dar una explicación que no sea solamente contable y ofrecer algún argumento acerca de por qué se ha decidido marginar del sistema educativo español estos estudios, aducir, en fin, alguna razón académica para la clausura de una facultad que, aunque no pueda competir en tamaño con la de Ciencias Económicas y Empresariales, es un centro de referencia internacional de la producción de filosofía en una lengua con 500 millones de hablantes. Puede que haya motivos de peso para considerar que la filosofía es un estorbo grave para el “dinamismo y la flexibilidad” que repiten como un mantra quienes diseñan estos planes, pero si no se explicitan esos motivos terminaremos pensando que la molestia que les produce una facultad tan pequeña e insignificante obedece a razones públicamente inconfesables.
De acuerdo con el proyecto que hemos conocido, Filosofía se convertiría en un departamento de una Facultad de Filología ampliada. Lo cual resulta, desde el punto de vista académico, una propuesta enteramente arbitraria: ¿por qué la filosofía es más afín a la lingüística que a la matemática, a la historia o a la sociología, más aún cuando la Facultad de Filosofía de la UCM imparte actualmente un doble grado con la Facultad de Derecho y otro con la de Ciencias Políticas? No se puede esgrimir como precedente la gloriosa Facultad de Filosofía y Letras de la Segunda República, que integraba en una común cultura humanística especialidades hoy metódicamente muy separadas, y a la vez mantener la escisión completa de la no menos vieja y gloriosa Facultad de Ciencias de la UCM, que se disolvió en especialidades cuya autonomía de facultades independientes el mencionado plan deja intacta, sin que sepamos por qué, aunque se pueda sospechar el interés particular que obra en el trasfondo. Mientras las supuestas ganancias no se cuantifican ni se concretan, las pérdidas son ya muy claras: de acuerdo con los vientos dominantes, un departamento minoritario de Filosofía en el seno de una facultad ajena carecerá de toda posibilidad de planificación propia, de acceso a los recursos necesarios y de esa visibilidad pública que una materia amenazada requiere para su simple supervivencia. El nuevo plan es para la filosofía, a la que solo en la universidad le dejan ya un lugar, un golpe letal.
Es cierto que, como se insiste desde el rectorado, se trata únicamente de un borrador que ha de someterse a debate y discusión. Esperemos, por tanto, que llegado ese momento podamos todos argumentar y tengamos la obligación de hacerlo no solamente con razones cuantitativas sino también con conciencia de la responsabilidad que la universidad pública tiene en el sistema educativo de un país democrático. De este sentido de la institución ha hecho gala siempre el actual rector de la Universidad Complutense, a él apelamos hoy.
http://elpais.com/elpais/2016/06/22/opinion/1466601557_652759.html
La finalidad de la universidad no es la gestión, sino la enseñanza y la investigación. Y en este punto no todo se puede reducir a números. Aunque en todas las facultades podamos contar personal, estudiantes, asignaturas y titulaciones, el conocimiento científico implica una diferencia cualitativa irreductible entre la economía y la termodinámica, entre el arameo y el derecho romano o entre la fonética y la química, aunque sus horas de enseñanza se cuenten en créditos y las de investigación en plazos cuantitativamente homogéneos. Y aquí es donde el plan sí tiene grandes ambiciones. Tras años de cháchara sofística acerca de la búsqueda de la excelencia en la investigación, y de su necesaria vinculación con la docencia para garantizar la calidad de esta última, el nuevo plan dibuja unas facultades y departamentos convertidos en cajones de sastre donde los profesores no se reunirán por la especificidad de sus investigaciones o por su cualificación en un área de conocimiento, sino por sedicentes “afinidades académicas” que convierten por decreto sus especialidades en “homogéneas” y que nada tienen que ver con las articulaciones teóricas del saber científico. En la enseñanza secundaria recordarán este sistema: el de las “asignaturas afines”, que obliga a un profesor de Latín a explicar Ética o a uno de Geografía a impartir Historia del Arte. Porque en realidad se trata de convertir las universidades en centros de enseñanza secundaria y de someterlas al proceso de degradación profesional que se ha llevado a cabo en este sector, a fuerza de descualificar los perfiles académicos de las titulaciones, los docentes y los estudiantes, quienes después de todo tendrán que incorporarse a un mercado laboral que considera la cualificación científica y la formación humanística como un obstáculo para la empleabilidad.
Así que no es extraño que una de las principales propuestas de este plan sea la desaparición de la Facultad de Filosofía, una materia que ya desde hace años sufre el acoso de las autoridades educativas del país, que prácticamente la han desterrado de la enseñanza secundaria, principal destino profesional de los graduados en las Facultades de Filosofía. También en este caso se aducen números. Unos números muy poco convincentes, porque no es en absoluto cierto que la Facultad de Filosofía de la UCM haya perdido alumnos en los últimos 10 años, y porque algunos de esos números son muy parecidos a los de otras facultades que sin embargo se salvarán de esta poda, pero que en cualquier caso no dejan de ser solamente números. Desde luego, la Filosofía no es más importante que la Geología, la Odontología o el Turismo (otros de los estudios que pierden también su autonomía según este plan); puede que lo sea mucho menos en determinados aspectos, pero no vale escudarse solamente en los números para hacerla desaparecer como en un espectáculo de prestidigitación. Hay que tener al menos la valentía de dar una explicación que no sea solamente contable y ofrecer algún argumento acerca de por qué se ha decidido marginar del sistema educativo español estos estudios, aducir, en fin, alguna razón académica para la clausura de una facultad que, aunque no pueda competir en tamaño con la de Ciencias Económicas y Empresariales, es un centro de referencia internacional de la producción de filosofía en una lengua con 500 millones de hablantes. Puede que haya motivos de peso para considerar que la filosofía es un estorbo grave para el “dinamismo y la flexibilidad” que repiten como un mantra quienes diseñan estos planes, pero si no se explicitan esos motivos terminaremos pensando que la molestia que les produce una facultad tan pequeña e insignificante obedece a razones públicamente inconfesables.
De acuerdo con el proyecto que hemos conocido, Filosofía se convertiría en un departamento de una Facultad de Filología ampliada. Lo cual resulta, desde el punto de vista académico, una propuesta enteramente arbitraria: ¿por qué la filosofía es más afín a la lingüística que a la matemática, a la historia o a la sociología, más aún cuando la Facultad de Filosofía de la UCM imparte actualmente un doble grado con la Facultad de Derecho y otro con la de Ciencias Políticas? No se puede esgrimir como precedente la gloriosa Facultad de Filosofía y Letras de la Segunda República, que integraba en una común cultura humanística especialidades hoy metódicamente muy separadas, y a la vez mantener la escisión completa de la no menos vieja y gloriosa Facultad de Ciencias de la UCM, que se disolvió en especialidades cuya autonomía de facultades independientes el mencionado plan deja intacta, sin que sepamos por qué, aunque se pueda sospechar el interés particular que obra en el trasfondo. Mientras las supuestas ganancias no se cuantifican ni se concretan, las pérdidas son ya muy claras: de acuerdo con los vientos dominantes, un departamento minoritario de Filosofía en el seno de una facultad ajena carecerá de toda posibilidad de planificación propia, de acceso a los recursos necesarios y de esa visibilidad pública que una materia amenazada requiere para su simple supervivencia. El nuevo plan es para la filosofía, a la que solo en la universidad le dejan ya un lugar, un golpe letal.
Es cierto que, como se insiste desde el rectorado, se trata únicamente de un borrador que ha de someterse a debate y discusión. Esperemos, por tanto, que llegado ese momento podamos todos argumentar y tengamos la obligación de hacerlo no solamente con razones cuantitativas sino también con conciencia de la responsabilidad que la universidad pública tiene en el sistema educativo de un país democrático. De este sentido de la institución ha hecho gala siempre el actual rector de la Universidad Complutense, a él apelamos hoy.
http://elpais.com/elpais/2016/06/22/opinion/1466601557_652759.html
DANI RODRICK / PROFESOR DE ECONOMÍA INTERNACIONAL EN HARVARD. “Las élites políticas deben moderar el capitalismo”
¿Por qué la pifian los economistas? Dice Dani Rodrick (Estambul, 1957) que tiene mucho que ver la fe ciega que a veces les profesan a determinados modelos, porque la misma política puede resultar positiva en un momento de la historia en un país, pero fallar estrepitosamente en el mismo sitio un tiempo después. Rodrick, profesor de Economía Internacional en la Universidad de Harvard, ha sido muchas veces un verso suelto en el debate económico global, como cuando empezó a cuestionar la globalización financiera o consideraba que había llegado el momento de replantearse las políticas industriales. “Esas son batallas relativamente fáciles de ganar, en el momento en el que una idea se convierte en mayoritaria, es porque ya está equivocada”, comenta divertido en su despacho en el campus.
En el primer minuto de la entrevista cita el gran suceso político del momento: Donald Trump. Rodrick llegó a Estados Unidos como estudiante y ha vivido en sus dos costas, pero este trozo del mundo no se conoce de veras, dice, si no se ha vivido también en esa gigantesca parte central. Por eso renuncia a descifrar el origen del trumpismo —tampoco los nativos saben explicar el porqué—, aunque sí subraya un mensaje sobre la primera potencia del mundo: “Algo que explica el éxito de Estados Unidos es que, en última instancia, el pragmatismo vence”.
La política económica estadounidense, piensa, ha bailado al son que convenía en cada momento. “Ha sido proteccionista cuando ha funcionado, orientada al libre mercado cuando era necesario, reinventó el capitalismo en los treinta con el new deal, se volvió keynesiana en los años sesenta y también lo hizo más recientemente después de la crisis financiera”, explica el profesor. Su último libro, Las leyes de la economía (Deusto, 2016), habla precisamente de lo relativo de los grandes dogmas económicos.
¿Y sobrevivirá ese pragmatismo norteamericano si Trump, el candidato republicano, se convierte en el presidente? “Mi esperanza es que sí”, dice Rodrick, “creo que su ideología es la reacción a otra opuesta: en los últimos 20 o 30 años en Estados Unidos ha arraigado un tipo de fundamentalismo del mercado que ha sido un cierto abandono de ese talante pragmático, desde Reagan, que fue a su vez reacción a las políticas de los cincuenta y los sesenta”, señala. A su juicio, “la noción de libre mercado se ha convertido en un fetiche en este país”. Un augurio optimista, dice, es que las élites se den cuenta de lo ocurrido y regresen a políticas más moderadas.
La desigualdad ha crecido a pasos agigantados en las tres últimas décadas en Estados Unidos, el país que se ha vanagloriado de esa clase media que conducía coches Ford. La pérdida de muchos empleos en favor de mercados de mano de obra más barata ha abonado las críticas a la globalización. Y tanto Trump, aspirante republicano a la Casa Blanca, como Bernie Sanders, el izquierdista rival de Hillary Clinton entre los demócratas, han apuntado con el dedo a los tratados de libre comercio. El TTIP, que es el pacto que Estados Unidos y Europa negocian, también ha provocado reacciones incendiarias en el Viejo Continente.
“El rechazo a la globalización es real”, afirma, “y si las élites políticas no se dan cuenta de que necesitamos nuevas normas, esta reacción puede llevarnos en una dirección hacia un proteccionismo significativo. La historia del capitalismo muestra que este es modulable, que las élites siempre lo han ido rediseñando y moderando para que dé respuestas”.
¿Tan malo sería ese giro proteccionista? “La economía global está ya muy abierta”, considera. “Si no firmásemos el TTIP o el Acuerdo Transpacífico (TPP), creo que no pasará nada malo, a diferencia de muchos economistas que creen que esos acuerdos son imperativos”. De hecho, alerta: “Ponemos en riesgo la globalización si presionamos para más acuerdos porque enciende el rechazo a ella”. Sin embargo, la apertura comercial mundial es la que ha permitido a muchos países salir de la pobreza y ha dado alas al crecimiento económico. “Sería una gran pérdida recuperar barreras arancelarias que nos devolvieran a los años cincuenta, sesenta o, aún peor, de los treinta”.
La globalización es una de las tres patas del trilema económico, el concepto que Rodrick acuñó en un artículo en el año 2000 y que resultó rematadamente premonitorio de lo que una década después ocurriría con la crisis griega. El economista ve incompatible que democracia, globalización y soberanía del Estado-nación puedan convivir. “La eurozona es la aplicación real de ese concepto. Está tratando simultáneamente de ser un mercado único y democrático que conserva los Estados-nación y con una unión política integrada…”, dice. “Este trilema está en el corazón del problema estructural de la zona euro. Soy menos optimista con Europa”, remata.
“Hay un gran desequilibrio entre la integración económica, que ha ido muy lejos, y la política, que es muy incompleta”, continúa, “y no veo aún líderes políticos en Europa capaces de reformularlo”. Para el profesor, el Banco Central Europeo y su plan de estímulos “es un punto brillante dentro de las políticas económicas europeas”.
Del libro de Rodrick es fácil inferir que la ideología política contamina también el análisis económico. “Pero es una vía de doble sentido: los líderes pueden apropiarse de ideas económicas y convertirlas en ideologías que sus creadores nunca pretendieron. Siempre pensamos en Adam Smith como el pensador que nos enseñó las bondades de la economía de mercado, pero su conocimiento era sofisticado, no hubiera perdonado este fundamentalismo del mercado”.
La historia reciente anima a cuestionar el llamado Consenso de Washington. “El error está en suponer que un modelo funciona en todos los países y en todos los momentos”. Además, advierte de que se ha olvidado algo: “Aquellos 10 principios fueron la codificación de las políticas que las economías latinoamericanas ya habían adoptado. Se llama Consenso de Washington porque la reunión tuvo lugar allí donde aquellos tecnócratas latinoamericanos describieron lo que en realidad ya estaban haciendo”.
http://economia.elpais.com/economia/2016/06/23/actualidad/1466677071_692718.html
En el primer minuto de la entrevista cita el gran suceso político del momento: Donald Trump. Rodrick llegó a Estados Unidos como estudiante y ha vivido en sus dos costas, pero este trozo del mundo no se conoce de veras, dice, si no se ha vivido también en esa gigantesca parte central. Por eso renuncia a descifrar el origen del trumpismo —tampoco los nativos saben explicar el porqué—, aunque sí subraya un mensaje sobre la primera potencia del mundo: “Algo que explica el éxito de Estados Unidos es que, en última instancia, el pragmatismo vence”.
La política económica estadounidense, piensa, ha bailado al son que convenía en cada momento. “Ha sido proteccionista cuando ha funcionado, orientada al libre mercado cuando era necesario, reinventó el capitalismo en los treinta con el new deal, se volvió keynesiana en los años sesenta y también lo hizo más recientemente después de la crisis financiera”, explica el profesor. Su último libro, Las leyes de la economía (Deusto, 2016), habla precisamente de lo relativo de los grandes dogmas económicos.
¿Y sobrevivirá ese pragmatismo norteamericano si Trump, el candidato republicano, se convierte en el presidente? “Mi esperanza es que sí”, dice Rodrick, “creo que su ideología es la reacción a otra opuesta: en los últimos 20 o 30 años en Estados Unidos ha arraigado un tipo de fundamentalismo del mercado que ha sido un cierto abandono de ese talante pragmático, desde Reagan, que fue a su vez reacción a las políticas de los cincuenta y los sesenta”, señala. A su juicio, “la noción de libre mercado se ha convertido en un fetiche en este país”. Un augurio optimista, dice, es que las élites se den cuenta de lo ocurrido y regresen a políticas más moderadas.
La desigualdad ha crecido a pasos agigantados en las tres últimas décadas en Estados Unidos, el país que se ha vanagloriado de esa clase media que conducía coches Ford. La pérdida de muchos empleos en favor de mercados de mano de obra más barata ha abonado las críticas a la globalización. Y tanto Trump, aspirante republicano a la Casa Blanca, como Bernie Sanders, el izquierdista rival de Hillary Clinton entre los demócratas, han apuntado con el dedo a los tratados de libre comercio. El TTIP, que es el pacto que Estados Unidos y Europa negocian, también ha provocado reacciones incendiarias en el Viejo Continente.
“El rechazo a la globalización es real”, afirma, “y si las élites políticas no se dan cuenta de que necesitamos nuevas normas, esta reacción puede llevarnos en una dirección hacia un proteccionismo significativo. La historia del capitalismo muestra que este es modulable, que las élites siempre lo han ido rediseñando y moderando para que dé respuestas”.
¿Tan malo sería ese giro proteccionista? “La economía global está ya muy abierta”, considera. “Si no firmásemos el TTIP o el Acuerdo Transpacífico (TPP), creo que no pasará nada malo, a diferencia de muchos economistas que creen que esos acuerdos son imperativos”. De hecho, alerta: “Ponemos en riesgo la globalización si presionamos para más acuerdos porque enciende el rechazo a ella”. Sin embargo, la apertura comercial mundial es la que ha permitido a muchos países salir de la pobreza y ha dado alas al crecimiento económico. “Sería una gran pérdida recuperar barreras arancelarias que nos devolvieran a los años cincuenta, sesenta o, aún peor, de los treinta”.
La globalización es una de las tres patas del trilema económico, el concepto que Rodrick acuñó en un artículo en el año 2000 y que resultó rematadamente premonitorio de lo que una década después ocurriría con la crisis griega. El economista ve incompatible que democracia, globalización y soberanía del Estado-nación puedan convivir. “La eurozona es la aplicación real de ese concepto. Está tratando simultáneamente de ser un mercado único y democrático que conserva los Estados-nación y con una unión política integrada…”, dice. “Este trilema está en el corazón del problema estructural de la zona euro. Soy menos optimista con Europa”, remata.
“Hay un gran desequilibrio entre la integración económica, que ha ido muy lejos, y la política, que es muy incompleta”, continúa, “y no veo aún líderes políticos en Europa capaces de reformularlo”. Para el profesor, el Banco Central Europeo y su plan de estímulos “es un punto brillante dentro de las políticas económicas europeas”.
Del libro de Rodrick es fácil inferir que la ideología política contamina también el análisis económico. “Pero es una vía de doble sentido: los líderes pueden apropiarse de ideas económicas y convertirlas en ideologías que sus creadores nunca pretendieron. Siempre pensamos en Adam Smith como el pensador que nos enseñó las bondades de la economía de mercado, pero su conocimiento era sofisticado, no hubiera perdonado este fundamentalismo del mercado”.
La historia reciente anima a cuestionar el llamado Consenso de Washington. “El error está en suponer que un modelo funciona en todos los países y en todos los momentos”. Además, advierte de que se ha olvidado algo: “Aquellos 10 principios fueron la codificación de las políticas que las economías latinoamericanas ya habían adoptado. Se llama Consenso de Washington porque la reunión tuvo lugar allí donde aquellos tecnócratas latinoamericanos describieron lo que en realidad ya estaban haciendo”.
http://economia.elpais.com/economia/2016/06/23/actualidad/1466677071_692718.html
80 años inicio de la guerra civil española. La Pasionaria, 80 años de su histórico "No pasarán"
A continuación, reproducimos el discurso íntegro de la política comunista:
"¡Obreros! ¡Campesinos! ¡Antifascistas! ¡Españoles patriotas!... Frente a la sublevación militar fascista ¡todos en pie, a defender la República, a defender las libertades populares y las conquistas democráticas del pueblo!...
A través de las notas del gobierno y del Frente Popular, el pueblo conoce la gravedad del momento actual. En Marruecos y en Canarias luchan los trabajadores, unidos a las fuerzas leales a la República, contra los militares y fascistas sublevados.
Al grito de ¡el fascismo no pasará, no pasarán los verdugos de octubre!... los obreros y campesinos de distintas provincias de España se incorporan a la lucha contra los enemigos de la República alzados en armas. Los comunistas, los socialistas y anarquistas, los republicanos demócratas, los soldados y las fuerzas fieles a la República han infligido las primeras derrotas a los facciosos, que arrastran por el fango de la traición el honor militar de que tantas veces han alardeado.
Todo el país vibra de indignación ante esos desalmados que quieren hundir la España democrática y popular en un infierno de terror y de muerte.
Pero ¡NO PASARÁN!
España entera se dispone al combate. En Madrid el pueblo está en la calle, apoyando al gobierno y estimulándole con su decisión y espíritu de lucha para que llegue hasta el fin en el aplastamiento de los militares y fascistas sublevados.
¡Jóvenes, preparaos para la pelea!
¡Mujeres, heroicas mujeres del pueblo! ¡Acordaos del heroísmo de las mujeres asturianas en 1934; luchad también vosotras al lado de los hombres para defender la vida y la libertad de vuestros hijos, que el fascismo amenaza!
¡Soldados, hijos del pueblo! ¡Manteneos fieles al gobierno de la República, luchad al lado de los trabajadores, al lado de las fuerzas del Frente Popular, junto a vuestros padres, vuestros hermanos y compañeros! ¡Luchad por la España del 16 de febrero, luchad por la República, ayudadlos a triunfar!
¡Trabajadores de todas las tendencias! El gobierno pone en nuestras manos las armas para que salvemos a España y al pueblo del horror y de la vergüenza que significaría el triunfo de los sangrientos verdugos de octubre.
¡Que nadie vacile! Todos dispuestos para la acción. Cada obrero, cada antifascista debe considerarse un soldado en armas.
¡Pueblos de Cataluña, Vasconia y Galicia! ¡Españoles todos! A defender la República democrática, a consolidar la victoria lograda por el pueblo el 16 de febrero.
El Partido Comunista os llama a la lucha. Os llama especialmente a vosotros, obreros, campesinos, intelectuales, a ocupar un puesto en el combate para aplastar definitivamente a los enemigos de la República y de las libertades populares. ¡Viva el Frente Popular! ¡Viva la unión de todos los antifascistas! ¡Viva la República del pueblo! ¡Los fascistas no pasarán! ¡No pasarán!"
"¡Obreros! ¡Campesinos! ¡Antifascistas! ¡Españoles patriotas!... Frente a la sublevación militar fascista ¡todos en pie, a defender la República, a defender las libertades populares y las conquistas democráticas del pueblo!...
A través de las notas del gobierno y del Frente Popular, el pueblo conoce la gravedad del momento actual. En Marruecos y en Canarias luchan los trabajadores, unidos a las fuerzas leales a la República, contra los militares y fascistas sublevados.
Al grito de ¡el fascismo no pasará, no pasarán los verdugos de octubre!... los obreros y campesinos de distintas provincias de España se incorporan a la lucha contra los enemigos de la República alzados en armas. Los comunistas, los socialistas y anarquistas, los republicanos demócratas, los soldados y las fuerzas fieles a la República han infligido las primeras derrotas a los facciosos, que arrastran por el fango de la traición el honor militar de que tantas veces han alardeado.
Todo el país vibra de indignación ante esos desalmados que quieren hundir la España democrática y popular en un infierno de terror y de muerte.
Pero ¡NO PASARÁN!
España entera se dispone al combate. En Madrid el pueblo está en la calle, apoyando al gobierno y estimulándole con su decisión y espíritu de lucha para que llegue hasta el fin en el aplastamiento de los militares y fascistas sublevados.
¡Jóvenes, preparaos para la pelea!
¡Mujeres, heroicas mujeres del pueblo! ¡Acordaos del heroísmo de las mujeres asturianas en 1934; luchad también vosotras al lado de los hombres para defender la vida y la libertad de vuestros hijos, que el fascismo amenaza!
¡Soldados, hijos del pueblo! ¡Manteneos fieles al gobierno de la República, luchad al lado de los trabajadores, al lado de las fuerzas del Frente Popular, junto a vuestros padres, vuestros hermanos y compañeros! ¡Luchad por la España del 16 de febrero, luchad por la República, ayudadlos a triunfar!
¡Trabajadores de todas las tendencias! El gobierno pone en nuestras manos las armas para que salvemos a España y al pueblo del horror y de la vergüenza que significaría el triunfo de los sangrientos verdugos de octubre.
¡Que nadie vacile! Todos dispuestos para la acción. Cada obrero, cada antifascista debe considerarse un soldado en armas.
¡Pueblos de Cataluña, Vasconia y Galicia! ¡Españoles todos! A defender la República democrática, a consolidar la victoria lograda por el pueblo el 16 de febrero.
El Partido Comunista os llama a la lucha. Os llama especialmente a vosotros, obreros, campesinos, intelectuales, a ocupar un puesto en el combate para aplastar definitivamente a los enemigos de la República y de las libertades populares. ¡Viva el Frente Popular! ¡Viva la unión de todos los antifascistas! ¡Viva la República del pueblo! ¡Los fascistas no pasarán! ¡No pasarán!"
martes, 19 de julio de 2016
El hombre que tiene la receta para ser feliz. El psicólogo de Harvard Dan Gilbert desmonta la fórmula del matrimonio con dinero y niños.
El psicólogo estadounidense Dan Gilbert conoce la receta de la felicidad. Y es infalible. Este investigador de la Universidad de Harvard recuerda el caso de Moreese Bickham, un ciudadano negro de Luisiana (EE UU) que en 1958 vio cómo dos policías vinculados al Ku Klux Klan llegaban al porche de su casa y le metían un tiro en el estómago. Pese a la herida, Bickham, a sus 42 años, logró coger un arma y defenderse. Mató a los dos agentes. Actuó en defensa propia, pero fue condenado a muerte por las racistas instituciones del sur de EE UU de hace medio siglo. Pasó más de 37 años en prisión, 14 de ellos en el corredor de la muerte. Encerrado 23 horas al día en completo aislamiento. Hasta que, por las presiones de la sociedad civil, fue liberado en 1996. Al salir, sobre su tiempo en la cárcel dijo: “No lamento ni un minuto. Fue una experiencia gloriosa”.
Gilbert, nacido en 1957, sonríe antes de contar otro caso, el de Ronald Wayne. Junto a dos amigos, llamados Steve Jobs y Steve Wozniak, fundó en 1976 una empresa para fabricar ordenadores: Apple. En seguida, por miedo a que el proyecto acabara en bancarrota, vendió sus acciones por 800 dólares. “Ahora valdrían 62.000 millones de dólares”, exclama Gilbert. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”, ha declarado Wayne, un ingeniero retirado que vive feliz cerca de Las Vegas.
El psicólogo de Harvard continúa su relato, durante su primera conferencia en España, impartida en el centro cultural CaixaForum, invitado por la Obra Social “la Caixa”. No hay entradas desde 15 días antes. Gilbert es una estrella de la oratoria. Sus charlas TED, disponibles en internet, han sido vistas por más de 20 millones de personas. “Anthony Weiner era un famoso político, joven, guapo y brillante. Estaba en la cumbre del éxito. Mucha gente pensaba que podría llegar a ser presidente de EE UU. Pero tenía una mala costumbre: hacerse fotos de su pene y enviárselas a jóvenes mujeres que no eran su esposa”, prosigue Gilbert.
“No es una gran idea si quieres ser presidente de EE UU”, bromea. Cuando fue cazado en 2011, Weiner cayó en desgracia, hundió en el estupor a su familia y dimitió de su puesto de congresista. Su carrera política estaba arruinada. Pero un año después, en una entrevista, Weiner confirmó que aquellos sucesos le habían cambiado, para bien. Era otro, una persona mejor. “2011 fue el mejor año de mi vida”, manifestó.
Gilbert ya casi tiene la receta de la felicidad en la punta de la lengua. Muestra una última fotografía. Aparecen unos jovencísimos John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, acompañados por un cuarto músico que no es Ringo Starr. Es Pete Best, el primer baterista de The Beatles. Abandonó el grupo en 1962, justo antes de que se convirtiera en un fenómeno planetario. “Soy feliz con mi estilo de vida”, ha sostenido Best, que siguió tocando la batería en Liverpool y hoy es un alegre abuelo.
Al investigador estadounidense se le iluminan los ojos, porque ya tiene los cuatro ingredientes de la felicidad: “Dimite de tu puesto de trabajo en medio de un escándalo, humillando a tu pareja si es posible, ingresa en prisión de manera injusta, vende por un puñado de dólares tu participación de 62.000 millones en una empresa y nunca, nunca, te conviertas en un miembro de The Beatles”.
Parece una receta estrafalaria, pero a los cuatro protagonistas de la historia les ha funcionado. En realidad, Gilbert no habla de cómo ser feliz, ni de por qué la gente no es feliz, sino de por qué la gente no sabe lo que les hará felices. “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”, reflexiona en un encuentro con la prensa en Madrid.
El científico compara esta capacidad de adaptación con “un sistema inmune psicológico, similar al que defiende al cuerpo de gérmenes y enfermedades”. Estas defensas de la mente, como las del cuerpo, son más fuertes en unas personas que en otras. “Mi mujer jamás enferma y yo pillo todos los resfriados. Lo mismo ocurre con el sistema inmune psicológico. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. Pero lo interesante es que la inmensa mayoría de los seres humanos son del primer tipo”, proclama. “El 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.
El psicólogo de Harvard sabe que se mueve en un terreno cenagoso: el de la millonaria industria de la felicidad, una ametralladora de charlas, cursos de coaching y libros de autoayuda. Un mundo lleno de charlatanes y farsantes. “Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, reconoce Gilbert diplomáticamente.
Él es diferente. Sus investigaciones se publican en las mejores revistas científicas. Uno de sus experimentos consistió en una aplicación para teléfono móvil que preguntaba periódicamente a 5.000 personas de 83 países cómo se sentían, qué estaban haciendo y si estaban pensando en otra cosa diferente a la que estaban haciendo. Sus resultados, publicados en la revista Science, mostraron que las personas piensan en cosas que no están ocurriendo casi tanto como en cosas que están delante de sus narices. Y los datos revelaron que esa “mente errante” les hacía, a menudo, infelices.
“La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, zanja.
El laboratorio de Gilbert mide los sentimientos de miles de personas para intentar desmontar afirmaciones que se dan por ciertas. “Nuestro cerebro nos da mala información sobre cómo de felices o infelices seremos en futuras circunstancias. Si preguntas cómo de feliz serás si te quedas ciego, la mayor parte de nosotros dirá que será infeliz durante mucho tiempo o el resto de su vida. Pero si medimos la felicidad de las personas que de verdad se han quedado ciegas, veremos que son perfectamente felices. Y observamos este patrón en todas las circunstancias”, relata.
“Uno piensa: esto será terrible o esto será maravilloso. Pero luego lo medimos y vemos que no hay nada ni tan maravilloso ni tan terrible. ¿Ganar la lotería nos hará felices para siempre y quedarnos ciegos nos hará infelices? Ninguna de las dos cosas es cierta”, resume.
Gilbert, autor del libro superventas Tropezar con la felicidad, también ha participado esta semana en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por el matemático José Manuel Rey y el psicólogo Carmelo Vázquez. Ha impartido la misma charla que en CaixaForum, titulada “Felicidad: lo que tu madre no te contó”.
La conferencia parte de la base de que una madre siempre recomienda a sus hijos que se casen, que ganen dinero con un buen puesto de trabajo y que a su vez tengan hijos. A lo largo de la charla, Gilbert tumba asunciones relacionadas con estos tres supuestos ingredientes de la felicidad. Las personas casadas son en promedio más felices que las solteras, incluso que las parejas de hecho. Pero el divorcio supone un extra de alegría. La felicidad de los hombres se dispara tras una ruptura. Y la de las mujeres también lo hace al cabo de un par de años, según sus datos.
“¿El dinero no compra la felicidad? Sí la compra. No hay ni un estudio que muestre que un euro extra hace disminuir la felicidad”, sostiene Gilbert. Pero hay un matiz. Cuando eres pobre, un poquito más de dinero supone una inmensa felicidad. Un millonario, en cambio, necesita una enorme cantidad de dinero para aumentar, tan solo un pelín, su felicidad.
“Hay un punto de inflexión”, subraya Gilbert, a partir del cual ganar más dinero apenas te hace más feliz: 60.000 euros al año, según los estudios realizados en EE UU. “No existe apenas diferencia entre ganar 60.000 euros y ganar 60.000 millones”, sentencia. La explicación es muy sencilla, según muestra en otro gráfico. Las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. La que más, con mucha diferencia, es practicar sexo. Y los estudios muestran que una escapada a París hace más feliz que comprar un coche deportivo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, señala Gilbert.
Así que el matrimonio y el dinero tienen una relación compleja con la felicidad. ¿Qué pasa con los hijos, el tercer consejo de una hipotética madre clásica? El psicólogo de Harvard es directo: “Los niños son como la heroína”. La droga da placer, pero destruye el resto de fuentes de felicidad de una persona, como la familia y amigos. Con los hijos, argumenta Gilbert, ocurre lo mismo. Los padres dejan de practicar sexo, salir con los amigos o acudir a conciertos. “Muchas madres me dicen que sus hijos son su mayor fuente de felicidad y yo les respondo que tienen razón. Si solo tienes una fuente de felicidad, es tu mayor fuente de felicidad”, espeta el investigador.
El científico ofrece por fin su verdadera receta para ser feliz, a la vista de los datos científicos. “La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, comienza.
“Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales. Cuida tu salud física, haz más ejercicio. Es otro consejo aburrido, pero también es cierto”, continúa Gilbert, con gestos para acentuar que sabe que no está descubriendo la pólvora. “Si me dijeran que permaneciera a la pata coja diciendo qué nos hace felices en la vida, solo diría “otras personas” antes de caerme al suelo”.
http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html?rel=lom
Gilbert, nacido en 1957, sonríe antes de contar otro caso, el de Ronald Wayne. Junto a dos amigos, llamados Steve Jobs y Steve Wozniak, fundó en 1976 una empresa para fabricar ordenadores: Apple. En seguida, por miedo a que el proyecto acabara en bancarrota, vendió sus acciones por 800 dólares. “Ahora valdrían 62.000 millones de dólares”, exclama Gilbert. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”, ha declarado Wayne, un ingeniero retirado que vive feliz cerca de Las Vegas.
El psicólogo de Harvard continúa su relato, durante su primera conferencia en España, impartida en el centro cultural CaixaForum, invitado por la Obra Social “la Caixa”. No hay entradas desde 15 días antes. Gilbert es una estrella de la oratoria. Sus charlas TED, disponibles en internet, han sido vistas por más de 20 millones de personas. “Anthony Weiner era un famoso político, joven, guapo y brillante. Estaba en la cumbre del éxito. Mucha gente pensaba que podría llegar a ser presidente de EE UU. Pero tenía una mala costumbre: hacerse fotos de su pene y enviárselas a jóvenes mujeres que no eran su esposa”, prosigue Gilbert.
“No es una gran idea si quieres ser presidente de EE UU”, bromea. Cuando fue cazado en 2011, Weiner cayó en desgracia, hundió en el estupor a su familia y dimitió de su puesto de congresista. Su carrera política estaba arruinada. Pero un año después, en una entrevista, Weiner confirmó que aquellos sucesos le habían cambiado, para bien. Era otro, una persona mejor. “2011 fue el mejor año de mi vida”, manifestó.
Gilbert ya casi tiene la receta de la felicidad en la punta de la lengua. Muestra una última fotografía. Aparecen unos jovencísimos John Lennon, Paul McCartney y George Harrison, acompañados por un cuarto músico que no es Ringo Starr. Es Pete Best, el primer baterista de The Beatles. Abandonó el grupo en 1962, justo antes de que se convirtiera en un fenómeno planetario. “Soy feliz con mi estilo de vida”, ha sostenido Best, que siguió tocando la batería en Liverpool y hoy es un alegre abuelo.
Al investigador estadounidense se le iluminan los ojos, porque ya tiene los cuatro ingredientes de la felicidad: “Dimite de tu puesto de trabajo en medio de un escándalo, humillando a tu pareja si es posible, ingresa en prisión de manera injusta, vende por un puñado de dólares tu participación de 62.000 millones en una empresa y nunca, nunca, te conviertas en un miembro de The Beatles”.
Parece una receta estrafalaria, pero a los cuatro protagonistas de la historia les ha funcionado. En realidad, Gilbert no habla de cómo ser feliz, ni de por qué la gente no es feliz, sino de por qué la gente no sabe lo que les hará felices. “Los seres humanos infravaloran su propia resiliencia: no se dan cuenta de lo fácil que será cambiar su visión del mundo si ocurre algo malo. Constantemente sobredimensionan lo infelices que serán ante la adversidad”, reflexiona en un encuentro con la prensa en Madrid.
El científico compara esta capacidad de adaptación con “un sistema inmune psicológico, similar al que defiende al cuerpo de gérmenes y enfermedades”. Estas defensas de la mente, como las del cuerpo, son más fuertes en unas personas que en otras. “Mi mujer jamás enferma y yo pillo todos los resfriados. Lo mismo ocurre con el sistema inmune psicológico. Hay personas que son resilientes ante la peor tragedia. Otras personas se entristecen a la mínima. Pero lo interesante es que la inmensa mayoría de los seres humanos son del primer tipo”, proclama. “El 75% de las personas vuelven a ser felices en los dos años posteriores al peor trauma que te puedas imaginar”.
El psicólogo de Harvard sabe que se mueve en un terreno cenagoso: el de la millonaria industria de la felicidad, una ametralladora de charlas, cursos de coaching y libros de autoayuda. Un mundo lleno de charlatanes y farsantes. “Desconozco sus motivaciones, pero en la industria de la felicidad hay mucha gente que está equivocada”, reconoce Gilbert diplomáticamente.
Él es diferente. Sus investigaciones se publican en las mejores revistas científicas. Uno de sus experimentos consistió en una aplicación para teléfono móvil que preguntaba periódicamente a 5.000 personas de 83 países cómo se sentían, qué estaban haciendo y si estaban pensando en otra cosa diferente a la que estaban haciendo. Sus resultados, publicados en la revista Science, mostraron que las personas piensan en cosas que no están ocurriendo casi tanto como en cosas que están delante de sus narices. Y los datos revelaron que esa “mente errante” les hacía, a menudo, infelices.
“La industria de la felicidad es una buena idea, pero debe basarse en la ciencia. Es muy fácil dar a la gente recetas para su vida. Ha ocurrido durante miles de años. Cada cura, cada rabino, cada orador motivacional, cada camarero, cada taxista tienen una opinión sobre la felicidad. ¿Qué opiniones son acertadas y cuáles no? Solo hay una manera de saberlo: la ciencia”, zanja.
El laboratorio de Gilbert mide los sentimientos de miles de personas para intentar desmontar afirmaciones que se dan por ciertas. “Nuestro cerebro nos da mala información sobre cómo de felices o infelices seremos en futuras circunstancias. Si preguntas cómo de feliz serás si te quedas ciego, la mayor parte de nosotros dirá que será infeliz durante mucho tiempo o el resto de su vida. Pero si medimos la felicidad de las personas que de verdad se han quedado ciegas, veremos que son perfectamente felices. Y observamos este patrón en todas las circunstancias”, relata.
“Uno piensa: esto será terrible o esto será maravilloso. Pero luego lo medimos y vemos que no hay nada ni tan maravilloso ni tan terrible. ¿Ganar la lotería nos hará felices para siempre y quedarnos ciegos nos hará infelices? Ninguna de las dos cosas es cierta”, resume.
Gilbert, autor del libro superventas Tropezar con la felicidad, también ha participado esta semana en un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid, organizado por el matemático José Manuel Rey y el psicólogo Carmelo Vázquez. Ha impartido la misma charla que en CaixaForum, titulada “Felicidad: lo que tu madre no te contó”.
La conferencia parte de la base de que una madre siempre recomienda a sus hijos que se casen, que ganen dinero con un buen puesto de trabajo y que a su vez tengan hijos. A lo largo de la charla, Gilbert tumba asunciones relacionadas con estos tres supuestos ingredientes de la felicidad. Las personas casadas son en promedio más felices que las solteras, incluso que las parejas de hecho. Pero el divorcio supone un extra de alegría. La felicidad de los hombres se dispara tras una ruptura. Y la de las mujeres también lo hace al cabo de un par de años, según sus datos.
“¿El dinero no compra la felicidad? Sí la compra. No hay ni un estudio que muestre que un euro extra hace disminuir la felicidad”, sostiene Gilbert. Pero hay un matiz. Cuando eres pobre, un poquito más de dinero supone una inmensa felicidad. Un millonario, en cambio, necesita una enorme cantidad de dinero para aumentar, tan solo un pelín, su felicidad.
“Hay un punto de inflexión”, subraya Gilbert, a partir del cual ganar más dinero apenas te hace más feliz: 60.000 euros al año, según los estudios realizados en EE UU. “No existe apenas diferencia entre ganar 60.000 euros y ganar 60.000 millones”, sentencia. La explicación es muy sencilla, según muestra en otro gráfico. Las cuatro actividades cotidianas que más felicidad aportan son gratis: practicar sexo, hacer ejercicio, escuchar música y charlar. La que más, con mucha diferencia, es practicar sexo. Y los estudios muestran que una escapada a París hace más feliz que comprar un coche deportivo. “Invertir en experiencias es mejor que invertir en cosas materiales”, señala Gilbert.
Así que el matrimonio y el dinero tienen una relación compleja con la felicidad. ¿Qué pasa con los hijos, el tercer consejo de una hipotética madre clásica? El psicólogo de Harvard es directo: “Los niños son como la heroína”. La droga da placer, pero destruye el resto de fuentes de felicidad de una persona, como la familia y amigos. Con los hijos, argumenta Gilbert, ocurre lo mismo. Los padres dejan de practicar sexo, salir con los amigos o acudir a conciertos. “Muchas madres me dicen que sus hijos son su mayor fuente de felicidad y yo les respondo que tienen razón. Si solo tienes una fuente de felicidad, es tu mayor fuente de felicidad”, espeta el investigador.
El científico ofrece por fin su verdadera receta para ser feliz, a la vista de los datos científicos. “La felicidad es un asunto de química del cerebro. La genética influye, pero las circunstancias también. Intentar ser más feliz es como bajar de peso. No hay ningún secreto para bajar de peso: comer menos y hacer más ejercicio. Con la felicidad ocurre lo mismo. Hay unas pocas cosas que se pueden hacer y, si se hacen todos los días religiosamente, el promedio de felicidad irá subiendo”, comienza.
“Por ejemplo, pasa más tiempo con la familia y los amigos. Es un consejo aburrido, pero es cierto. Somos el animal más social del planeta, se mida como se mida, así que no sorprende que la mayor parte de nuestra felicidad proceda de las relaciones sociales. Cuida tu salud física, haz más ejercicio. Es otro consejo aburrido, pero también es cierto”, continúa Gilbert, con gestos para acentuar que sabe que no está descubriendo la pólvora. “Si me dijeran que permaneciera a la pata coja diciendo qué nos hace felices en la vida, solo diría “otras personas” antes de caerme al suelo”.
http://elpais.com/elpais/2016/07/13/ciencia/1468437657_783090.html?rel=lom
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